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QUEDA EL MIEDO.
LA PRESENTE INVESTIGACIÓN SE PREGUNTA POR LOS PROCESOS QUE
IMPONEN EL SENTIMIENTO DE MIEDO DENTRO DEL MARCO DE LA SOCIEDAD
AVANZADA. SE PRETENDE DENUNCIAR ASÍ LOS USOS Y ABUSOS DE LA
IMAGEN EN LA CREACIÓN DE UN CONTEXTO DE ALERTA GLOBAL A TODOS
LOS NIVELES.
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3
María Marco Cazcarra
QUEDA EL MIEDO
SOBRE LA OMNIPRESENCIA DEL MIEDO EN
EL DISCURSO VISUAL
Història i Currículum de la Educació Artística2010 – 2011
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5
SUMARIO
Introducción. ORIGEN Y SENTIDO DEL MIEDO ....….. Pág. 7
CUANDO EL MIEDO GENERA UNA MIRADA.
I. LA MIRADA DEL MIEDO …..............….………...….…...... 13
TODA MIRADA POSEE UN CARÁCTER DE CONDUCTA.
II. LA CONDUCTA DEL MIEDO ……..............…………....... 17
TODA CONDUCTA ESTÁ REGIDA POR UNAS LEYES .
III. LOS LÍMITES DEL MIEDO .….........…………….....…...... 21
IV. LAS LIBERTADES DEL MIEDO .................................... 25
Apéndice. EN UN MUNDO SIN MIEDO ............................. 29
Materiales ................................................................................. 31
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7
Introducción.
ORIGEN Y SENTIDO DEL MIEDO.
Asistimos a un sensible incremento de inseguridad
económica, ambiental y ciudadana, que supera en Occidente
los niveles hasta ahora conocidos. Pero en realidad, ¿ha
aumentado el grado objetivo de amenazas reales? No, lo
único que crece día tras día es el nivel subjetivo de tensión,
debido a la presión mediática y su invasión en las esferas
privadas. Tal tendencia asume el amplio alcance del miedo en
la vida cotidiana; el registro acoge desde el miedo al daño
físico o emocional, hasta el terror ante peligros eventuales,
como amenazas de tipo social o distintas formas de represión.
Sigmund Freud (Inhibitions, Symptoms, and Anxiety , 1926)
establece una triple clasificación para este sufrimiento: En
primer lugar, el miedo que llega a nosotros desde el propio
cuerpo; es decir , la condena al deterioro acabada en muerte ,
natural de nuestra identidad biológica. En segundo término,
los peligros derivados del exterior, que amenazan la duración
y comodidad de nuestro medio de vida. Por último, el
sentimiento de vulnerabilidad y dolor que amenaza las
relaciones personales de la persona en su jerarquía social.
Esto es, el pánico a la exclusión social, a la degradación de su
identidad de género, étnica, sexual, religiosa, etc.
Por razones obvias, el miedo constituye una de las
herramientas más peligrosas para la dominación y la
represión social. De ahí la fuerte presencia de símbolos del
horror en los principales medios de comunicación masiva
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(prensa, radio y televisión), pendientes siempre del mercado.
El recurso del miedo como arma o instrumento para delimitar
las libertades individuales va más allá del momento presente.
Si realizamos un diagnóstico de la historia de la civilización
occidental, encontramos numerosos momentos de
manipulación de la imagen, por igual en política y religión, quehacen indiscutible el uso malintencionado de este lenguaje.
Entre los siglos XIV y XVII se suceden en Occidente un
cúmulo de experiencias que desatan un estremecimiento
psíquico inmenso del que son testigo todas las expresiones e
imágenes de la época.
Es oportuno citar a Lucien Febvre cuando resume el origen de
nuestra era moderna en cuatro rotundas palabras: “Peur
toujours, peur partout.” 1 Esta expresión se refiere a un
momento histórico en el que la oscuridad puebla todos los
rincones de la Europa del siglo XVI, y si bien es sabido que no
es la causa del peligro, sí su hábitat.
En el país del miedo se constituye una atmósfera obsesiva de
la religión; orientada a representar castigo y salvación, en su
papel de articular una única forma de control social e
ideológico. Esta única vía de explicar los fenómenos
trascendentales de la vida, en clave religiosa, consigue por un
lado que todos los efectos visibles respondan a causas
invisibles; y por otro, que la teología empiece su intrusión en
la vida cotidiana2 de la civilización occidental.
1“Miedo siempre, miedo por todos lados.” En FEBVRE, L. (1993): El
problema de la incredulidad en el siglo XVI.2 DELUMEAU, J. (1989): El miedo en Occidente.
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En esta lógica de esperanza y salvación divina, la figura del
mal y consecuentemente la del miedo, toman cuerpo bajo la
imagen del diablo (Satanás), que utiliza múltiples disfraces
para manifestarse antes del inminente fin de los tiempos
(Juicio Final ), resumidos bajo los patrones de lo que es
“diferente” (chivos expiatorios): herejes, brujas, judíos, etc.El tránsito a la época contemporánea se justifica en el penoso
siglo XX, cosecha del terror, donde las denominadas
religiones políticas (nazismo, comunismo, nacionalcatoli-
cismo) se ocupan de conformar figuras autoritarias dueñas de
la libertad, a cambio siempre de una supuesta seguridad
personal.
Un gráfico aportado por Eduardo Bericat en su artículo La
cultura del horror en las sociedades avanzadas3, nos permite
tomar conciencia de la presencia de contenidos de horror , en
una de las principales fuentes informativas de los EEUU
desde 1860: The New York Times. Gracias a este gráfico
podemos hablar exhaustivamente de un alto nivel de prensa
de contenido atemorizador que explicaría la gradual agitación
a pesar de los logros sociales, culturales y económicos de las
últimas décadas.
Este tipo de sucesos de gran impacto emocional ha
cuadriplicado incluso su volumen de contenidos desde el año
1970 (pasadas las dos Guerras Mundiales); lo que puede
leerse como una manifestación de la llamada contracultura de
la sociedad moderna (movimientos iniciados tras la revolución
3 BERICAT, E. (2005): La cultura del horror en las sociedades
avanzadas, en Reis#110 (Revista de Información Sociológica).
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10
de Mayo del 68). Bericat completa su investigación
concluyendo que el incremento señalado de noticias de alto
contenido de horror , se ha extendido en la prensa de manera
global4.
Contenidos de horror en The New York Times, 1860-2000
Tasa: Número anual de artículos con contenido de horror por cada milartículos publicados en el año.Fuente: Base de datos textuales PROQUEST. Elaboración extraídadel artículo de E. Bericat titulado La cultura del horror , Reis#110(2005).
El recurso de este tipo de contenido visual se extiende hasta
nuestros días como instrumento político para justificar lo
injustificable, la eterna guerra entre Oriente y Occidente.
El temor al terrorismo internacional y nuestra visión
apocalíptica de le época, autorizan nuestra fidelidad al choque
de civilizaciones, a la guerra de religiones, mientras que
siguen siendo muchas las incógnitas que sobrevuelan la
razón de nuestra hostilidad permanente.
4 Base de datos textuales LEXIS NEXIS, desde 1980. En La cultura
del horror , Reis#110 (2005).
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11
Para combatir los miedos derivados de la seguridad personal
aparece invariablemente la figura del Estado, fundado con la
pretensión de protegernos a los unos de los otros;
lógicamente, incapaz de satisfacernos a todos.
Entra entonces en juego la “política de la vida” (administrada a
nivel individual), donde el sistema de mercado y los medios decomunicación masiva, adquieren relieve suministrándonos las
armas para enfrentar los miedos derivados de la existencia5 .
Su función no es la de eliminar los miedos si no la de hacer
más apacible nuestra convivencia con estos mediante la
enumeración del peligro. Esto permite a la industria seguir
retroalimentándose y exime al Estado de toda responsabilidad
sobre nuestros riesgos reales.
Por tanto, para abrazar con sinceridad esta sociedad que se
asusta a sí misma, es esencial conocer y resolver la
resonancia social que tiene el volumen de sucesos que nos
llegan a través de la cultura visual. Mientras los medios sigan
horrorizándonos con miedos apócrifos y omitiendo
información no sensacionalista (motivados por la necesidad
de competir por la atención pública), el orden social seguirá
regido por el malestar propio de una sociedad que vegeta
atemorizada sin saber de qué.
Numerosos teólogos tratan de resolver el futuro de la
sociología del riesgo, abanderada por Ulrich Beck, buscando
5 BAUMAN, Z. (2007): Miedo líquido. La sociedad contemporánea y
sus temores. Barcelona, Paidós.
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los motivos que ligan nuestro proceso de modernización al
sentimiento de inseguridad y miedo; explorando los modos
alternativos de legitimar un mundo globalizado, que se
estructura entorno a relaciones de poder complejas y a
menudo quebradizas.
Avivada la intriga sobre el subestimado alcance del miedo
dentro y fuera de uno mismo, propongo una lectura del
siguiente estudio objetiva y calma, con tal de reconocer en el
mundo exterior los elementos simbólicos extraídos de esta
apasionante trama que disuelve las fronteras entre el bien y el
mal.
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13
I.
LA MIRADA DEL MIEDO.
El miedo, como cualquier otro estado de conciencia, tiene su
propia forma de mirar el mundo. Dado que el miedo es
incertidumbre, -sólo el nombre que otorgamos a nuestra
ignorancia con respecto a la forma de proceder frente a unasupuesta amenaza exterior o interior-, los ojos del miedo son
igualmente indecisos. Y su mirada se obstina en encontrar un
destino terrible e inevitable, lo mismo que difuso, disperso y
envenenado.
La sociedad, blanco donde reposa esa mirada, es objeto de
una escenificación reiterada donde lo público va abriéndose
paso frente a lo privado. La ventilación de lo íntimo y secreto
se traduce en una pérdida de contenido en tanto la opinión
pública se ocupa de difundir los incontables rostros del terror.
Pero ni la política ni la religión, aliadas incondicionales, se
ocupan de romper esta fascinación por un discurso volcado
en aprovechar el éxito mediático de lo escabroso. Entretanto
los informativos de los medios de comunicación cultivan y
explotan las noticias donde la muerte aparece como una
constante en primer plano.
Una mirada que incide repetidamente en los artefactos del
circo mediático, acaba por desgastar el rigor de la realidad y
deja de considerarla un referente moralmente respetable. La
mirada del miedo se convierte entonces en una mirada
perversa, fascinada a veces por el dolor ajeno, y se hace a sí
misma más difícil de satisfacer.
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Hemos hablado ya de las tres formas generales de miedo
(físico, psíquico y de orden social), desde esta aclaración es
fácil que los organismos encargados de difundir la información
visual, obtengan beneficios económicos al capturar nuestra
atención, susceptible a las emociones públicas.
Este hecho explica que en la actualidad los sucesos públicosde mayor relevancia giren entorno a la muerte de manera
obstinada. Se confina así un sentimiento colectivo de pavor,
proyectado por el discurso periodístico que no siempre se
ajusta a la realidad de los acontecimientos.
En este sentido, la exposición informativa se caracteriza por
ordenar y desordenar nuestra conciencia bajo la forma del
miedo; un miedo que perturba nuestra concepción del mundo
y que resulta difícil de asumir porque es comprometido
reconocer.
Se inaugura así un régimen de verdades a medias que
alimentan nuestro deseo de justificar la puesta en venta de la
libertad personal en favor de una sociedad carente de valores.
Pero, ¿en qué medida son los medios de comunicación los
únicos responsables de nuestros temores?
Ciertamente el sentimiento del miedo empieza ya en la
infancia. Las aportaciones de ciencias como la psicología, la
pedagogía, la psiquiatría y la antropología, hacen posible el
análisis de los componentes comportamentales y cognitivos
indispensables para la generación de los primeros miedos.
Nos hablan en primer lugar, de un fenómeno normal en el
proceso evolutivo del niño; es más, constituye un factor
necesario para su supervivencia y socialización. Estos
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temores llamados evolutivos desaparecen sin secuelas
siempre que el contexto de crecimiento del niño no sea
problemático. Existe no obstante, la posibilidad de que el
entorno de crecimiento no sea el adecuado (esto es, una
actitud inapropiada por parte de los adultos que los
acompañan en su desarrollo: sobreprotección, uso del miedocomo medida disciplinar o coacción), llegando a convertirse
en problemas de tipo disfuncional, ansiedades o incluso
fobias. Estos trastornos explicarían posteriores alteraciones
en el desarrollo afectivo.
Como hemos visto, los miedos son múltiples y variados,
característicos de cada individuo pero también de cada
comunidad en su alta probabilidad de contagio y circulación.
El recorrido trazado hasta el momento por esta investigación
no nos permite reconocer su origen más allá de una mera
herramienta natural y cultural, de control y gestión de las
sociedades. No obstante, sí podemos trazar cierto sentido
lógico que hace más fácil la aceptación de su existencia en
nuestros vínculos personales, profesionales e ideológicos.
Si podemos hablar de una mirada del miedo, probablemente
también podamos incidir en una identidad construida en base
a su inminencia, y aunque resulte aterrador a primera vista,
tratemos de sentirnos aliviados por familiarizarnos también
con nuestras incapacidades; así como por reconocer
finalmente, la función del miedo propia y la que hasta ahora
nos ha pasado desapercibida, la ajena.
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No nos sintamos enfurecidos ni impotentes (como el niño que
pasa su primera infancia en mal lugar), la dilapidación de las
representaciones malintencionadas del miedo, nos da la
posibilidad de combatir individual o multitudinariamente,
nuestras inseguridades más arraigadas.
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17
II.
LA CONDUCTA DEL MIEDO.
Dada una realidad interior sensible, asumimos que todos
somos al tiempo forma y contenido de las emociones
colectivas. En el continuo flujo de mensajes icónicos de las
sociedades avanzadas, el protagonista ha resultado ser la
amenaza del miedo. Así, la opinión pública sacia su ansiedad
con algo que podemos llamar realidad simbólica; la vida
adquiere, aunque negativamente, un punto de confluencia
más allá de las distancias generacionales o culturales, es el
sentimiento del miedo. El miedo nos familiariza incluso con
todas las criaturas vivas que pueblan el planeta. Ante su
amenaza todos por igual, fluctuamos entre la huida y la contra
agresión como respuestas. La primera, la tentativa de escape,
nos aleja temporalmente del ámbito de influencia de la
agresión. En cuanto a la lucha, es en todo caso una
pretensión de victoria de oportunidades improbables.
De ahí que nuestra conducta habitual se refiera al rechazo
sistemático de todo encuentro con el estímulo negativo del
miedo.
Cita Gil Calvo a Russell cuando escribe: «podemos llamar
simbólica a toda conducta que define la realidad de algo pero
sin formar parte de esa realidad.»6 Así, la conducta del miedo
en base a la realidad interpretada por los medios decomunicación y en general, entorno a la sociedad
6 GIL CALVO, E. (2003): El miedo es el mensaje. Riesgo,
incertidumbre y medios de comunicación. Madrid, Alianza.
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contemporánea, es una conducta de símbolos. Un modelo
consumado de pautas de convivencia que ponen tras la
representación de los hechos, un contenido extraño de
sensaciones de origen disperso. Donde lo real adquiere
precisamente las características de la ficción y esta se
convierte, al menos en sus consecuencias, en realidad.Con ello, este grado de simbolismo como forma fundamental
de actuación, genera unas expectativas en cuanto a los tipos
de consumo, de estilos de vida e incluso de relaciones
sociales.
La forma en que este ejemplo de comportamiento influye en el
colectivo de cada sociedad, es a través de la dispersión de
una alerta contra los sistemas de peligro que limitan la
realidad visible a quienes se anticipan a ella. De ahí que la
propia sociedad global resulte a veces portadora y receptora
del miedo, finalmente descontrolado.
Esta mirada resulta del esfuerzo por gobernar el
sensacionalismo que se desprende del abuso de imágenes e
informes sobre el miedo, derivado principalmente del peligro
de banalizar este tipo de contenidos de carga simbólica.
La relación que se establece entre la sobresaturación de
representaciones del sufrimiento y la pérdida de conciencia
sobre su gravedad, desencadena la ausencia de valores de
nuestra sociedad Occidental presente; más que libre,
condenada, más que adelantada, excesiva.
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Hablamos de sufrimiento y nos referimos por igual a los
peligros derivados de catástrofes naturales (un tema al que
dedico especial atención más adelante por su debatida
actualidad), nucleares, de desastres financieros, bélicos o
sentimentales, en fin; son incontables las posibilidades de
colapso que nos conjuran a todos a un destino nada fácil,nuevo caldo de cultivo para reconocernos en el dolor que no
nos aventuramos a tratar.
Por si no tuviéramos suficiente con el pavor a los escenarios
futuros, el hombre y la mujer modernos experimentan además
el denominado miedo derivativo (Hugues Lagrange, 1996).
Este trata de un sedimento que digamos, “sobrevive” a una
experiencia dolorosa del pasado y asalta de nuevo al
individuo aun cuando ya no existe la posibilidad de una nueva
amenaza de ese tipo.
Su capacidad autopropulsora conforma un carácter de rutina
que disocia el peligro real de las nuevas situaciones que lo
causan. Se impone la figura del terror de manera tal que el
sujeto queda conmocionado y vulnerable ya no al peligro si no
al mismo miedo. Situación que por otro lado, impide a la
persona que lo transporta pero no lo asume, todo aprendizaje
de las nuevas experiencias de dolor.
Si el individuo desea liberarse de esta tensión, debe en primer
lugar desvelarla y asumirla, para llevarla fuera de contexto
(exorcizarla) y apoderarse de su anatomía. Sólo si consigue
hacer de lo sufrido algo querido, será capaz de traspasar las
fronteras de su yo anterior y encarnar una fortaleza que ya
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20
acarreaba. Entiéndase que la contemplación continuada del
miedo, no es un tratamiento mediante el cual el sujeto pueda
expulsarlo de sí, sólo una forma de autocastigo reflejo del
sadomasoquismo posmoderno7 .
7 IMBERT, G. (2004): La tentación de suicidio. Presentaciones de la
violencia e imaginarios de muerte en la cultura de la posmodernidad.Madrid, Tecnos.
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III. LOS LÍMITES DEL MIEDO.
Toda actitud humana necesita de cierto hilo conductor
pautado significativamente entre el terreno de los límites y el
de las libertades. En el capítulo que corresponde abordamos
la materia de los límites desde una perspectiva interna perotambién desde la experiencia del individuo en sociedad.
Ambas actividades unidas configuran una sutil trama de
relaciones simbólicas que deciden sobre la voluntad y la
esencia de nuestros movimientos y estados emocionales.
El mecanismo de rendición personal que convierte al miedo
en un “sujeto dentro del sujeto”, significa la paralización de los
deseos de este. No tanto por coacciones externas como por
las internas, que delimitan el ejercicio íntimo del pensamiento
de sí mismo. En otras palabras, en manos del miedo, el
individuo se convierte en su esclavo.
En un sentido semejante la opinión pública, refugiada en la
negación de sí misma, es objeto de los usos deshumanizados
del miedo por parte del Estado en beneficio del poder;
aspecto que establece notoriamente sus derechos de libre
autonomía.
El mensaje que se destila del orden social actual, es que las
agresiones nos alcanzan de la manera más desafortunada,
aleatoriamente, sin relación aparente entre nuestras acciones
o buenas voluntades.
Las fábulas morales de la posmodernidad se refieren a la
aceptación de nuestra natural impotencia humana para eludir
las fatalidades del destino.
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La intención de vacunarnos también contra el miedo primario
a la muerte, toma prestado el sentido de los medios de
comunicación, en su empeño por vendernos incluso el futuro
desde el presente.
La muerte en su poder amenazador, sigue siendo a pesar de
todo el temor último por su carácter inevitable y definitivo. Suexposición directa en los informativos de todo el mundo recrea
un clima emocional de incapacidad, traducido una vez más a
la razón instrumental característica de los órganos de control
de masas.
A través de la violencia explícita y sin sentido que se detalla
repetidamente en toda fuente informativa que se precie de sus
consumidores (antes que lectores), llega a nosotros el
desprecio de la razón objetiva, el hastío y el vacío moral.
Esta dimensión de desconfianza generalizada, ante la
inminente presencia del mal, nos lleva a buscar
compulsivamente en redes de amigos8 , reforzadas
esperanzas en forma de relaciones que deben compensar en
cantidad la pérdida de calidad del presente. Trágico, porque
además de perder la ilusión en unas relaciones de afecto que
no llegan a consolidarse, la figura del mal-miedo no
desvanece.
La destrucción y construcción de la realidad social por parte
del mal-miedo no deja de estar vinculada al instinto de poder
8 BAUMAN, Z. (2007): Miedo líquido. La sociedad contemporánea y
sus temores. Barcelona, Paidós.
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del Estado con el que convivimos y hemos elegido de manera
democrática. Por su parte, este mantiene el monopolio del
ejercicio de la violencia física dentro del marco legal, a cambio
de una promesa de seguridad y orden.9
En tanto que el Estado, gracias a cualquiera sus muchas
herramientas de intervención en la política de vida privada, seocupa de enunciar lo que es diferente y por tanto debe de ser
apartado, el miedo parece quedar justificado por su función
homogeneizadora y natural; pero en modo alguno esto puede
significar que el miedo ha de servir a nivel personal para
afrontar el presente o levantar un futuro mejor.
9 En Leviathan, Hobbes nos recuerda el origen del Estado-Soberano,
en el escenario de una violencia desatada y anárquica; bajo suaxioma de que el hombre es un lobo para el hombre, y cualquieraestá en plena disposición de causar la muerte de otro ser humano.
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IV.
LAS LIBERTADES DEL MIEDO.
En la segunda división del apartado dedicado a la presencia
del miedo en nuestro modelo de conciencia y conducta, la
investigación se orienta a reforzar el carácter positivo que
puede desatar este posicionamiento. Es decir, desde unaindividualidad expuesta a los efectos de la cultura del terror
pero no asfixiada por las emociones colectivas. El sujeto
individual que rechaza los automatismos de la confusión
generalizada y la desesperación como camino de sumisión,
no tiene ninguna garantía pero sí un millar de posibilidades a
su alcance para afirmar que la vida, a pesar de todo, es
propiedad de cada uno.
No se trata de rechazar los miedos, como sin duda se
pretende desde el sentimiento presentista globalizado (M.
Maffesoli), si no de discernirse apoyados en una racionalidad
radicalmente opuesta a la indiferencia. Así entendido, el
miedo puede ser la mayor libertad de inventiva por su grado
de incertidumbre y peligro.
La mujer o el hombre que no omita sus fobias si no que por el
contrario, se mezcle en ellas, asumirá riesgos que
verdaderamente pueden desencadenar auténticas tragedias,
lo mismo que una extraordinaria lucidez. Se trata idealmente
de vencer al miedo en su propio juego; de asustarlo, quizá.
Es evidente que esto implica una mayor probabilidad de que
se produzcan crisis, pues de los miedos propios o ajenos
emergen situaciones imprevisibles, incluso para el propio
sujeto que los habita. Sin embargo, pretendo subrayar la
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asombrosa capacidad de autosuperación latente en todo ser
humano; sea cual fuere su sexo, procedencia o ideología.
Mientras que la conciencia del miedo colectiva permite
diagnosticar los males y remedios que se han de
comercializar, el individuo que sea consciente propietario desus miedos será capaz de legitimarlos según su auténtica
conveniencia.
Émile Durkheim, autor de El suicidio en el año 1930, describe
una fase parecida a la situación aquí propuesta, el estado de
anomia. O lo que es lo mismo, la “ausencia total y absoluta de
normas que acontece en contextos de crisis y se refleja en un
conflicto de valores.” Sucede cuando el sistema de normas
que se ha heredado caduca sin que se haya interiorizado uno
capaz de suplirlo. De ahí, la aparición en el sujeto o el
colectivo, de nuevos modelos de comportamiento que
cuestionan la legitimidad de las reglas sociales. Esta misma
circunstancia de caos a nivel externo y deconstrucción
interna, es la que representa un hipotético estado de
fluctuación con los miedos más profundos y sinceros de cada
uno de nosotros.
Dentro de un contexto desestructurado, el individuo, disperso
y maleable, es infinitamente más sensible a orientar el peso
de su existencia hacia las franjas de lo esencial.
Conviene repetir nuevamente, que la lógica interna de nuestro
sistema social está constituida en base a una clausura de la
mayor parte de las emociones; que la legitimidad del orden
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27
público se adecua a la consecución de bienes estatales que
reparten consecuentemente recompensas y castigos a
quienes contribuyen o no a su impulso; que la modernidad, en
definitiva, sólo resulta concebible en un sentido atragantado e
insípido, intransigente con quienes se alejan de sus
temporalidades.
Hoy en día la cuestión de los límites naturales, de los
obstáculos intrínsecos a la existencia humana (como lo son la
muerte, el reloj biológico o las catástrofes naturales), resultan
de difícil asimilación por parte de la mayoría de nosotros. Los
siniestros en la naturaleza quedan, por oposición a la cultura,
como fenómenos de creación y culpabilidad definitivamente
no humana, y por consiguiente, apartados de su competencia
para enfrentarlos, manejarlos o transformarlos. Así, en
tragedias como la acontecida un año atrás en Haití, qué
podemos hacer si no encogernos de hombros.
Miserablemente, las víctimas de ese devastador terremoto
eran ya marginadas por el orden instituido, consideradas
residuos de la modernización, y vivían al margen de la
atención pública al quedar evidentemente en desigualdad
frente al proceso globalizador.
Cabe recordar, que la necesidad de atender a las órdenes sin
cuestionarlas, es simple consecuencia de una lógica de
mercado demasiado asumida, que atiende a los objetivos
económicos establecidos por figuras políticas aleatorias.
En un mundo que se nutre de la opinión pública, que hace de
el discurso del miedo su más falaz arma propagandística, que
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potencia el debilitamiento de los vínculos humanos y la
solidaridad; coger fuerza incluso de nuestras propias
debilidades tiene una importancia crucial.
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Apéndice.EN UN MUNDO SIN MIEDO.
En mitad de este paisaje global de crisis nada me asusta más
que el valor escurridizo del miedo... ¿Cómo entender el
orgullo característico de la sociedad Occidental presente
desde este estado emocional? El propio concepto de progreso
se disuelve al vislumbrar el carácter puramente instrumental
del miedo y su papel fundamental en el desarrollo de nuestras
civilizaciones. La globalización se ha convertido en un
procedimiento de absorción y descomposición paulatina de la
capacidad creativa de la historia.
Este supuesto acuerdo internacional, se acompaña de un
incremento en la densidad de información gráfica
intercambiable. Según hemos apuntado a lo largo de todo el
discurso anterior, los rituales mediáticos son en gran parte
responsables de las sombras que reinan más allá de este
sistema que nos protege e inmoviliza.
Dejamos atrás un largo viaje que se origina entorno a nuestra
primera impresión del sentimiento del miedo y concluye en
una invitación a la reconciliación con nuestras pulsiones de
terror. En nuestro recorrido hemos hecho referencia a la
existencia de un nuevo clima emocional de revuelta, que
constituye una profunda respuesta social a los riesgos
percibidos por el imaginario colectivo. Estos sentimientos deopinión pública están siendo reprimidos desde las altas
esferas de poder en supuesta defensa de los instintos
morales. Sin embargo, el resultado es precisamente el
contrario al deseado; es decir, se consigue y percibe una
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tendencia global a restar importancia a los criterios morales,
dando lugar a un vacío existencial que desemboca en una
conducta de cierto ludismo gratuito, tenso, angustiado y
ciertamente, de crisis de identidad.
En otras palabras, en un mundo donde no se publica ni se
consume sobre el miedo, donde el miedo no es unpensamiento bien recibido y mucho menos una compañía
rentable, en un mundo sin miedo: queda el miedo.
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Materiales
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WELCHMANN, J.C.: Sobre lo siniestro en la Cultura Visual.En Estudios Visuales. La epistemología de la visualidad en laera de la globalización. Ed. a cargo de J.L. Brea, Akal, 2007.
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