Diferencias entre un monólogo y un soliloquio
Los monólogos y los soliloquios son técnicas literarias que utilizan los escritores de ficción para
destacar a un personaje, aumentar la tensión, desarrollar relaciones y avanzar la trama en las
narraciones. Los escritores, especialmente los de teatro, han utilizado ambas técnicas durante siglos,
incluyendo al dramaturgo William Shakespeare. "Ser, o no ser, esa es la cuestión", ponderó Hamlet en
uno de los monólogos más conocidos de la literatura occidental.
Monólogo La palabra "monólogo" deriva de la raíz latina "mono", que significa "solo" y "Logue", que significa "hablar." Un monólogo es un discurso de una persona. En una obra de teatro, se produce un monólogo dramático cuando un personaje habla consigo mismo en voz alta cuando no hay otros personajes son ya sea en el escenario o al alcance del oído. Un monólogo interior, una corriente de pensamientos o emociones de un personaje, se presta bien a las novelas, donde un narrador da al lector el acceso a lo que pasa por la mente de un personaje.
Ejemplos de monólogos clásicos literarios Tanto las novelas, la poesía como el teatro, todos contienen monólogos famosos. El narrador del poema de Robert Browning "Mi última duquesa" presenta un monólogo, en el que su interpretación fría de su esposa muerta revela que él es un personaje bastante horrible. La novela de la Primera Guerra Mundial de William Faulkne, "El ruido y la furia", utiliza corrientes de conciencia para registrar los monólogos interiores de las experiencias de varios personajes principales.
Soliloquio Un soliloquio y un monólogo dramático son tan similares que los dos términos se usan indistintamente. Un soliloquio es un monólogo restringido al drama que los actores realizan sólo cuando están solos, o cuando creen que están solos. Dado que una obra de teatro contiene sobre todo el diálogo, y muy poco la narración, un soliloquio es la única vez que una audiencia pueda acceder a la mente de un personaje. Los soliloquios generalmente se consideran auténticos porque cuando nadie está escuchando, el personaje no tiene ninguna motivación para mentir, mientras que otras veces en una obra, el discurso de un personaje puede no ser digno de confianza.
Ejemplos de soliloquios en la literatura clásica Shakespeare utiliza a menudo soliloquios. Quizás el más famoso soliloquio de todos los tiempos es el dsicurso de Hamlet de "Ser o no ser", donde se plantea si debía matar a su padre, y de hecho, si él aún debe seguir viviendo. En "Romeo y Julieta", Julieta da un soliloquio -"Romeo, Romeo, ¿a qué eres Romeo?"- sin darse cuenta de que Romeo, de hecho, la escucha.
Soliloquio de Hamlet
¡Ser o no ser! ¡He aquí la cuestión!
Si es a la luz de la razón más digno
Sufrir los golpes y punzantes dardos
De suerte horrenda, o terminar la lucha
En guerra contra un piélago de males.
Morir; dormir. ¿Dormir? ¡Soñar acaso!
¡Ah! La rémora es esa; pues qué sueños
podrán ser los que acaso sobrevengan
en el dormir profundo de la muerte,
ya de mortal envoltura despojados,
suspende la razón: ahí el motivo
que a la desgracia dé tan larga vida.
¿Quién las contrariedades, el azote
de la fortuna soportar pudiera,
la sinrazón del déspota, del vano
el ceño, de la ley las dilaciones,
de un amor despreciado, las angustias,
del poder los insultos, y el escarnio
que del menguado el mérito tolera,
cuando él mismo su paz conseguiría
con un mero punzón? ¿Quién soportara
cargas, que con gemidos y dolores
ha de llevar en vida fatigosa,
si el recelo de un algo tras la muerte,
incógnita región de donde nunca
vuelve el viajero, no turbara el juicio,
haciéndonos sufrir el mal presente
antes que en busca ir de lo ignorado?
SOLILOQUIO DE ROMEO Y JULIETA
Es de noche y Julieta anhela ver a Romeo. Este es el famoso soliloquio del balcón, donde vemos a una Julieta perdidamente enamorada, ansiosa en la espera de su esposo para tener, por fin, su primera noche de amor. No sabe que por el pleito con Tybalt, ha sido condenado al exilio.
(Se va iluminando el balcón donde está Julieta y el maestro sale en la oscuridad del escenario. Ella se asoma nerviosa por el balcón y pasea un poco nerviosa de un lado al otro… suspira… y empieza a hablar…)
JULIETA.— ¡Corran veloces, caballos de pies de fuego! Galopen donde Febo duerme. El látigo de Faetón, el auriga, ya los habría llevado hasta el Ocaso y me habría traído las nubes de la noche. ¡Extiende tu negro manto, noche protectora del amor!
¡Y tú sol, cierra ya tus ojos!
Que Romeo venga, inadvertido, en silencio, a mis brazos. Los amantes celebran sus amorosos ritos con la sola luz de su belleza, pues siendo ciego busca el amor de la noche.
Ven, oscura noche, ven matrona sabiamente enlutada, y enséñame a perder un fácil juego, ese que juegan dos virginidades inocentes.
Cubre la sangre indómita que arde en mis mejillas con un manto de tinieblas, hasta que el tímido amor se decida, y amar no sea sino pura inocencia.
Ven noche; ven, Romeo; ven, tú, día de la noche. Tú que yaces sobre alas nocturnas, y en ellas más blanco apareces que la nieve sobre el cuervo.
¡Ven, dulce noche, amor de negro rostro!
Dame a mi Romeo y, cuando muera, tómalo, y haz de sus pedazos estrellas diminutas que iluminen el rostro del cielo, de tal forma que el mundo entero ame la noche, y nadie rendirá tributo al sol radiante.
Oh, dueña soy ya de palacio del Amor y aún no lo poseo. Vendida fui ya y aún no me gozan. Pesa tanto este día como la víspera de fiesta al impaciente niño que tiene ropa nueva, pero no le permiten llegar a usarla… Llega la nana y viene con una escalera de cuerda fina… trae noticias, y todas las lenguas nombran el nombre de Romeo, hablan con elocuencia celestial. ¿Qué hay de nuevo, nana, dime… que hay de nuevo?
La Nodriza está sofocada por las terribles noticias que trae: Romeo ha matado a Tybalt y tiene que desaparecer de la faz de Verona. Doblemente consternada (por la muerte de su primo Tybalt y por exilio de su esposo), Julieta habla de matarse pues será la muerte, que no Romeo, la que tome su virginidad.
La Nana se compromete a encontrarlo y convencerlo a este joven que está huido, para que vaya con Julieta esa noche.
Monólogo De Enrique VIII
No vengo ahora a haceros reír; son cosas de fisonomía seria y grave, tristes, elevadas y patéticas, llenas de pompa y de dolor; escenas nobles, propias para inducir los ojos al llanto, lo que hoy os ofrecemos. Los inclinados a la piedad pueden aquí, si a bien lo tienen, dejar caer una lágrima: el tema es digno de ello. Aquellos que dan su dinero sin la esperanza de ver algo que puedan creer, hallarán, no obstante, la verdad. Los que vienen solamente a presenciar una pantomima o dos, y convenir en seguida en que la obra es pasable, si quieren permanecer tranquilos y benevolentes, les prometo que tendrán un rico espectáculo ante sus ojos en el transcurso de dos breves horas. Sólo aquellos que vienen a escuchar una pieza alegre y licenciosa, un fragor de broqueles, o a ver un bufón de larga vestidura abigarrada, con ribetes amarillos, quedarán defraudados; pues sabed, amables oyentes, que mezclar nuestra verdad auténtica con tales espectáculos de bufonería y de combate, además de que sería rebajar nuestro propio juicio y la intención que llevamos de no representar ahora sino lo que reputamos verdadero, nos haría perder para siempre la simpatía de todo hombre culto. Así, pues, en nombre de la benevolencia, y puesto que se os conoce como los primeros, y más felices espectadores de la ciudad, sed tan serios como deseamos; imaginad que veis los personajes mismos de nuestra noble historia tales como fueron en vida; imaginad que los contempláis poderosos y acompañados del gentío enorme y de la solicitud de millares de amigos; luego considerad cómo en un instante a esta grandeza se junta de repente el infortunio. Y si entonces conserváis vuestra alegría, diré que un hombre puede llorar el día de sus bodas.
Monólogo de Ricardo III de Shakespeare
Ahora ya el invierno de nuestra mala suerte
Se convirtió en verano por este sol de York;
Y toda la tormenta que amenazó la casa
Se hundió en la entraña oscura del océano.
Estamos coronados de victoria
Mostrando nuestras armas abolladas;
Ahora las alertas son reuniones de risas,
El canto de batalla se hizo dulces compases.
El guerrero sombrío ya relajó la frente
Y -en vez de montar potros espinosos
Para espantarle el alma al enemigo-
Ahora da saltitos con su amada
Al ritmo lujurioso del laúd.
Y sin embargo yo que no fui hecho
Para esas travesuras deportivas
Ni seduzco al espejo del amor;
Yo que he sido estampado así, grosero,
Y sin ninguna gracia para poder lucirme
Ante una fácil ninfa desenvuelta;
Yo que he sido expulsado de toda proporción,
Que he sido traicionado en estos rasgos
Por la naturaleza engañadora,
Deformado, inconcluso, enviado antes de tiempo
Al mundo que respira, y hecho a medias,
Tan defectuoso y lejos de la moda
Que me ladran los perros si me acerco;
Yo ¡entonces!, en este débil tiempo de flautitas,
Con nada me deleito para pasar el rato
Excepto cuando miro mi sombra bajo el sol
Y pienso sobre mi deformidad.
Ya que entonces no puedo
Convertirme en amante
Para alegrar estos amables días,
Elijo convertirme en un villano
Y odiar los perezosos placeres de este tiempo.
Ya puse la conspiración en marcha
Y todos los manejos peligrosos
Con falsas profecías, cartas, sueños,
Para enfrentar al rey contra mi hermano Clarence
En un odio mortal.
Romeo:
¡Silencio! ¿Qué ilumina desde aquella ventana las tinieblas?
¡Es Julieta, es el sol en el oriente!
Surge, espléndido sol, y con tus rayos
mata a la luna enferma y envidiosa,
porque tu, su doncella, eres más clara.
No sirvas a la luna que te envidia.
¡Su manto de vestal es verde y triste,
ninguna virgen ya lo lleva, arrójalo!
¡Es ella en la ventana! ¡Es la que amo!
¡Oh, cuánto diera porque lo supiese!
Habla, aunque nada dice; no me importa,
me hablan sus ojos, les respondo a ellos.
¡Qué idea loca! ¡No es a mí a quien hablan!
Dos estrellas magníficas en el cielo
ocupadas en algo allá en la altura
les piden a sus ojos que relumbren.
¿No estarán en su rostro las estrellas
y sus ojos girando por el cielo?
El fulgor de su rostro empañaría
la luz de las estrellas, como el sol
apaga las antorchas. Si sus ojos
viajaran por el cielo brillarían
haciendo que los pájaros cantaran
como si fuera el día y no la noche.
¡Ved cómo su mejilla está en su mano!
¡Ay, si yo fuera el guante de esa mano
y pudiera tocar esa mejilla!
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