RECUPERACIÓN DE UNA CASA MINERA EN LA ARBOLEDA
6 de marzo de 2012
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El barrio de La Arboleda
En la década de los 70, surgieron barriadas como La Arboleda, Matamoros, el
Pedernal o La Reineta, construidas en terrenos de la Orconera. En 1887 el 49 % de
las casas construidas eran de piedra, el 34 % de
tablas, el 9 % de terrones y el 6 % con ladrillos.
Se puede hablar de dos tipos de edificaciones
mineras, según el tipo de material: casas estables y
casas edificadas con materiales poco duraderos
(maderas, terrones, etc.). Dentro de este segundo
grupo existen varios ejemplos, sobre todo en La
Arboleda, dando al barrio un aspecto peculiar.
Como señala Eugenio Vergara, en 1904, la barriada
de La Arboleda surgió en 1877 de la concentración
de un grupo de viviendas “hechas de tablas que
llaman chabolas”, de una o dos alturas con cubierta
a dos aguas.
Este barrio de La Arboleda se convirtió en el
principal núcleo habitado de toda la zona minera. En 1901 contaba con 2.553
habitantes, lo que suponía el 74,01 % del total municipal.
Este barrio requiere una mención especial ya que conserva muchos de los edificios
mineros y porque posee una configuración original. Se dispone sobre la ladera del
monte Chínega, con una calle central que sirve de plaza, cerrada en su extremo
más alto por la iglesia a cuyos lados se disponen las otras calles que confluyen en la
principal. En el lado oeste la configuración del barrio se realiza mediante edificios
exentos, sin una clara ordenación urbana, mientras que en el lado este, los edificios
corridos tipo barracón se disponen paralelos entre sí y perpendiculares al eje central
(una composición en espina).
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La vivienda minera
Uno de los problemas con los que se enfrentó la zona minera fue la falta de
infraestructuras que permitiera acoger a una población en creciente aumento,
originándose una falta alarmante de viviendas. Ante la falta de actuación de los
municipios (por problemas de deslindes de los montes altos), las compañías
mineras se ocuparon, en un primer momento, de proporcionar alojamiento a los
obreros. La solución adoptada a partir
de 1875 fue la construcción de
barracones, también llamados
“cuarteles”. Se construían a pie de
boca mina, pero al ser dudosa la
cantidad y calidad de la veta
encontrada en cada momento, las
viviendas debían ser fácilmente
desmontables y transportables para
evitar gastos de material y tiempo.
Se caracterizaban por ser construcciones ligeras, de vida limitada, con grave peligro
de incendio y de ínfimo confort. El resultado fue, en su mayoría, construcciones de
tablazón, tejado a dos aguas, una o dos puertas de acceso y una ventana. En
realidad, los patronos las consideraban más una herramienta de trabajo que una
vivienda.
El procedimiento de construcción era muy sencillo. Eran los propios obreros,
dirigidos por los capataces, quienes montaban y desmontaban estos barracones. La
materia prima era la madera, abundante en la zona. Con ella se realizaba un
esqueleto de piezas muy delgadas, montadas en paralelo con una distancia
aproximada de unos ochenta centímetros y trabadas entre sí por otras vigas
arriostradas para asegurar la indeformabilidad de la estructura. Toda ella se
revestía con tablones de madera, que se claveteaban unos a otros sin más
complicación.
En cuanto al tamaño y distribución de los barracones, tenían unas dimensiones
variables. En Matamoros podían albergar hasta a unos 250 mineros, solteros, que
pagaban 0´25 pesetas al capataz de la mina por el alquiler de la vivienda.
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Dicha vivienda se reducía a un espacio para dormir, consistente en una simple tabla
sobre el suelo, a la que se denominaba “cama caliente”, ya que como los obreros
trabajaban a turnos, la cama nunca estaba vacía. En las paredes se clavaban
puntas para colgar las escasas pertenencias de cada trabajador, juntándose las
prendas de vestir con los escasos víveres que podían comprar.
Cocinaban en un hornillo y no había ni mesas ni sillas, a lo sumo cajones sobre los
que sentarse y depositar la comida. Tampoco existían retretes.
Esto hace suponer la suciedad, el abandono y la ausencia de higiene producida por
la escasez de espacio, por el hacinamiento, la carencia de agua y, por supuesto, de
retretes y lavabos.
El modo de evacuación de los excrementos en la zona minera fue causa directa de
las denuncias de los obreros, médicos e higienistas. A este problema le dan solución
animando a los mineros a que realizasen sus deposiciones en un cajón de madera
colocado para tal uso. Normalmente se colocaban en el exterior de cada barracón y,
en el mejor de los casos, se protegía de las miradas por unas paredes de tablas de
madera. La limpieza de dicho cajón se realizaba dos veces por semana. Esta labor
la realizaba un obrero al que denominaba “el mierdero”.
Ante la grave situación higiénica que se produce sobre todo con la epidemia de
cólera de 1885, y debido a las presiones obreras, las instituciones comenzaron a
idear soluciones, muchas de las cuales no prosperan hasta bien avanzado el siglo
XX.
Además de los barracones se instalaron tres tipos de viviendas de mineros:
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Las casas de madera. Son las que más se aproximan a los barracones mineros.
No obstante, el modelo se ha ido transformando, incorporando modificaciones en la
estructura, en los materiales de construcción, o en su distribución interior. En
origen, cada vivienda la constituían una cocina y la habitación única.
Casas de pisos exentas con balconadas
Viviendas que responden a un planteamiento constructivo de la Compañía
Orconera Iron Ore. Son grupos de casas bifamiliares adosadas, que forman tres o
cuatro hileras distribuidas irregularmente.
Las Compañías también optaron por permitir la construcción de viviendas
particulares en ciertos lugares de sus concesiones mineras. Cedían el terreno con la
condición de poderlo reclamar cuando lo aconsejasen las necesidades de la
explotación minera. Ésta será una de las razones de la construcción de edificios con
materiales endebles como la madera, con el fin de poderlos trasladar con facilidad.
Ganerantz, nº6. La Casa de madera
El edificio objeto de proyecto para la restauración es una modesta casa de madera
de mineros, construida a finales del siglo XIX como inmueble de vivienda que
podía llegar a acoger hasta 3 familias, compartiendo incluso la misma cocina.
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Cuenta con una planta rectangular de 6,00x4,90, que ofrece sus frentes mayores
como fachadas a las calles Ganerantz y El Minero. Se cubre con una cubierta a dos
aguas iguales y cumbrera central paralela a las citadas calles.
Presenta planta baja y otra planta alta bajo cubierta, ambas de exigua altura libre
(2,10 mts. en planta baja y 2,10 bajo la cumbrera, en la planta alta, la altura libre
de la planta alta, junto a las fachadas, es de 1,30 mts).
El acceso se realiza directamente desde la calle a un pequeño hall distribuidor que
permite el acceso a una habitación, al espacio
destinado a la cocina y donde también se
dispone la escalera de acceso a la primera
planta, en el ángulo Nordeste. La segunda
habitación de la planta baja es accesible
desde el espacio de la cocina. La planta,
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dividida longitudinalmente por su centro deja las dos habitaciones en la mitad que
presenta la fachada a la calle posterior.
El sistema constructivo del inmueble es tremendamente sencillo y está básicamente
ejecutado en madera, tanto en lo estructural como en los acabados.
Así en la planta baja se disponen 3
pórticos transversales (desde
Ganerantz a la calle posterior) de dos
vanos, lo que conforman 2 crujías;
mientras que en planta alta se
disponen otros 3 pórticos
estructurales de 2 vanos, pero en este
caso dispuestos longitudinalmente, de
suerte que el pórtico central que
constituye la cumbrera, sitúa su pilar
central sobre el pilar de planta baja. El suelo de la planta baja, al igual que el
faldón de cubierta se constituye con una tarima de madera de pino, que además de
cumplir con sus respectivas funciones (solado y base de la cobertura de teja)
permiten mantener arriostrada la estructura.
Las distribuciones se ejecutan con tabique de tablas
de madera dispuestas a mata-junta, clavadas en la
parte superior a uno de los solivos del forjado, o a un
cabrio en el caso de la cubierta.
Los cierres de fachada se construyen mediante la
disposición de una plementería de ladrillo para los
diferentes pórticos, constituida por un tabique
panderete de ladrillo macizo galletero tomado con
mortero de cal. Este tabique sirve de soporte para
disponer un acabado de tabla por el interior y otro por
el exterior; salvo en el caso de la cocina donde
mediante un segundo paño de ladrillo al interior se presenta un acabado lucido y
pintado.
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Recuperación desde la reconstrucción
Cuando la Diputación Foral de Bizkaia, desde el
área de Patrimonio Cultural, lidera el proceso de
recuperación del inmueble, el estado del mismo
era realmente penoso, tras varias décadas de
abandono.
Entre otros, presentaba goteras y puntos de
humedad provenientes del suelo. La escalera
escenificaba una decidida pérdida de los
primeros peldaños y no ofrecía seguridad alguna
para el acceso a la planta primera. Los cierres
exteriores estaban muy deteriorados con
pérdidas de parte del material. Razones todas
ellas por las que el Servicio de Patrimonio
Cultural de la Diputación Foral de Bizkaia cubrió la totalidad del inmueble, tejado y
fachadas con unos toldos que impidieran el acceso del agua y dificultaran la
ocupación del inmueble.
Las actuaciones que se llevaron a cabo de
manera inmediata, representaron medidas de
urgencia que tuvieron como objeto principal la
“sujeción” de la casa hasta que se pusiera en
marcha el proyecto de intervención definitivo.
Teniendo en cuenta la labilidad del material
con el que estaba construida la casa y el
estado que presentaba; el material
prácticamente se ha desintegrado en
el desmontaje, tal y como estaba
previsto.
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Esta es la razón por la que el material existente no se ha salvado, y en
consecuencia no ha sido reutilizado, prácticamente nada. Es decir, tomando como
base la profunda investigación histórica del inmueble, su contexto y demás
aspectos, se ha procedido a una restauración por reconstrucción fidedigna del
hecho arquitectónico, más que a una restauración en el sentido literal del término,
a través de la recuperación de los materiales existentes en origen.
Esto ha supuesto establecer 3 salvedades que tienen cierta importancia en la réplica
arquitectónica:
• Salvar las humedades provenientes del suelo.
• Salvar una mínima justificación de protección frente al fuego.
• Resolver el problema constructivo que suponía tener un doble orden de
tablas con tapajuntas en los frentes de fachadas.
CONTEXTO HISTÓRICO
La explotación del mineral, en las fechas
anteriores al boom minero, se realizaba por los
mismos propietarios de la venera,
transportando el mineral con sus carretas y
animales hasta los puertos de embarque, la
mayoría de las veces ayudados por sus
familiares. Los propietarios más importantes
utilizaban “jornaleros de venera”.
En este primer momento, en el barrio de La Arboleda no se puede hablar de un
asentamiento como tal. Este poblamiento se estableció en chabolas de tablas,
tiendas de campaña e incluso mediante el acondicionamiento de cuevas.
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En los años 70 se produce la gran explosión minera, y aunque las bases de su
desarrollo se fijan durante la 1ª mitad de este siglo, será a partir de la última
Guerra Carlista, en 1876, cuando se consolide su periodo de máximo apogeo.
Hay una serie de factores que explican el desarrollo de la minería en Bizkaia:
- La existencia de una minería tradicional, mantenida por un grupo local que
cuenta con infraestructura técnica y comercial.
- Las necesidades de mineral de bajo contenido en fósforo de otras siderurgias
europeas. Determinante en este desarrollo será la aparición, en 1855, del
convertidor Bessemer.
- Óptima situación de las minas próximas a la costa que facilitaba la salida del
mineral.
- Medidas liberalizadoras adoptadas por el Estado con la progresiva
eliminación de las trabas de la ley del Fuero que impedía exportar el hierro
fuera de Bizkaia.
- Inversión en infraestructuras de transporte con la construcción del ferrocarril
y la participación de instituciones públicas como La Diputación.
En 1865, comienza a funcionar el primer ferrocarril de Triano. Su construcción
planteó una serie de problemas jurídicos: en 1856 Francisco Alberti solicita al
Gobierno de España la concesión de su construcción, a la que se opone la
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Diputación (aún seguía vigente el régimen foral), por tener ella la competencia
sobre los caminos. Tras numerosas vicisitudes, éste decide ceder sus derechos a la
Diputación.
Para resolver el problema que planteaba la ley según la cual las entidades públicas
no podían explotar negocios industriales, la Diputación convino en que figurara
como comprador Nicolás Urcullu Smith. En 1866 se crea una sociedad anónima, y
ya en 1868 se autoriza el traspaso de la propiedad a la Diputación. En 1870, el
pleno derecho de dicha concesión pasa a la citada institución.
La construcción de este ferrocarril por una entidad pública fue excepcional, se
consiguió debido a la pervivencia del Régimen Foral y a los futuros conciertos
económicos. El ferrocarril se convirtió en una fuente saneada de ingresos para la
Hacienda de Bizkaia, su propiedad vinculó a la Diputación con la producción de
mineral. Por ello, no es casualidad que poco tiempo después de obtener los órganos
forales la concesión de la construcción, Las Juntas Generales, en 1863, la
exportación de mineral de hierro prohibida por la ley del Fuero.
EXPLOTACIÓN MINERA
Tipos de explotación
En este tipo de explicación, el trabajo
de las minas es de tipo cantera (al aire
libre). La extracción se lleva a cabo
mediante explosivos, dinamita y
pólvora, no es necesario grandes
inversiones y no requiere una
especialización de los trabajos, lo que
facilitó la masiva afluencia de
trabajadores de otras regiones.
La explotación al aire libre no hace necesario una fuerte inversión en la creación de
elementos técnicos, así pues, las innovaciones introducidas no serán
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espectaculares. El gran incremento de la producción se debe a la ordenación,
planificación y al empleo sistemático de los barrenos.
Conforme los tipos de hierro de mayor calidad se iban agotando se fueron
introduciendo una serie de elementos destinados a mejorar la calidad del mineral y
mantener el volumen de explotación alcanzado. Estos elementos técnicos fueron
dos: los hornos de calcinación y los lavaderos.
Propietarios de las minas
En la época del apogeo de las minas se
puede hablar de una élite de propietarios
que acaparan más del 76% del mineral
extraído. Distribuyéndose entre compañías
de capital extranjero, tales como la
Orconera Iron Ore o La Franco Belga, y
propietarios vizcaínos, como Martínez
Rivas, la familia Chavarri, Ibarra, Mier, etc.
A diferencia de los primeros, estos últimos,
invertirán en la industria los beneficios obtenidos en la mina.
POBLACION MINERA
Procedencia
El trabajo de cantera no sólo influyó sobre la topografía
de la zona, sino que también marcó de forma decisiva
las características de la población minera. El tipo de
trabajo no requería una mano de obra especializada por
lo que la afluencia de población del campo fue bien
recibida desarrollándose un movimiento migratorio hacia
esta zona. A finales del siglo XIX en el momento
culminante de la explotación minera, la sociedad de
estas localidades estaba integrada por una masa de trabajadores de diversas
procedencias, sobre todo de la mitad norte peninsular.
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La formación de esta sociedad había seguido unos ritmos desarrollados a modo de
semicírculos concéntricos, desde la propia provincia de Bizkaia ampliándose a las
provincias limítrofes (Guipúzcoa, Álava, Santander y Burgos) Durante la década de
los ochenta el semicírculo se amplía a comarcas colindantes. (Asturias, León,
Palencia, Valladolid, Segovia, Soria, Rioja y Navarra) y finalmente, en la década de
los noventa destaca la procedencia de gallegos de Lugo. Durante todos estos años
de intensa inmigración la provincia de mayor presencia en la zona minera fue
Bizkaia, seguida de Burgos.
Tipos de trabajadores
Existían dos tipos de mineros, según el tiempo de estancia en las minas: los
“fijos” y “temporeros”, estos últimos representaban al menos un 65 % de la
población minera, aunque fue disminuyendo según se agotaban los yacimientos.
Hasta principios del siglo XX, el distinto origen regional de los mineros tiene
también su reflejo en el reparto del tipo de trabajo y en la tendencia de ser más
bien un minero fijo o temporero.
Los mineros más cualificados y en los
puestos de categorías más altas eran en
general de origen vizcaíno. Ellos y un
contingente de mineros eran fijos,
trabajaban todo el año (los meses en que
la explotación se hallaba abierta) y residían
con su familia en cercanías a la mina.
Muchas veces vivían en viviendas
compartidas de la empresa o en casas propias.
Los temporeros venían en su mayoría de otras provincias. La duración de su
empleo y la vuelta para la campaña siguiente eran dos factores imprevisibles. De
esta manera, perseguían fines individuales y se identificaban poco con asuntos de
interés común, como la mejora de las condiciones de vida, fórmulas de pago, etc.
La gran explotación va a diversificar el trabajo, a pesar de no ser necesaria la
cualificación, las distintas ocupaciones dividían a los mineros en clases:
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Los barrenadores o artilleros, realizaban el trabajo más cualificado, preparaban
el terreno realizando un agujero en la roca por medio de una barra de hierro,
colocaban el barreno y lo hacían explotar.
Los caballistas, conducían los
caballos y mulas en las distintas
faenas y se encargaban de su cuidado.
Los peones, eran los más numerosos,
arrancaban y cargaban el mineral en
las vagonetas.
Los pinches, muchachos de entre 12
y 16 años, más o menos. Se ocupaban
de diversas actividades: llevaban los
picos y azadones a reparar a la fragua,
proporcionaban agua a los mineros, etc.
Al frente de todos ellos se encontraba el capataz, persona de confianza del patrono
o del encargado, distribuía y vigilaba el trabajo.
Además había otros muchos trabajos como los herreros, forjadores de vías y obras,
cargadores de muelles, carpinteros, mecánicos, maquinistas, etc.,
Las mujeres también trabajaron en las
minas. Su implicación dependía de la edad
y de su estado civil, dominando el estado
de joven soltera. En la fase de la minería
primitiva antes del boom ellas eran, como
familiares de los mineros, muchas veces las
encargadas del transporte del mineral por
carros tirados por bueyes o caballerías.
En el siglo XX, aparte de estar a cargo de
las faenas domésticas con las que
compaginarían su trabajo, se encargaron directamente de trabajos relacionados con
la minería o con el sector servicios asociado con ello. En el primer caso, trabajaron
en los lavaderos de mineral, en la carga del mismo, así como en talleres de
explosivos. En el segundo caso, trabajaron en el alojamiento de los mineros
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eventuales. Dirigían barracones o albergues donde se daba cama y comida hasta
bien entrado la mitad del siglo XX. Además, daban posada en su propia casa a otros
mineros a cambio de una renta, que variaba si incluía o no la manutención, lo que
suponía ingresos complementarios para la familia.
Horario laboral
Se puede decir que anteriormente a toda regulación se trabajaba de sol a sol,
aprovechando el tiempo más oportuno, generalmente el verano. Con el comienzo de
la gran explotación, después de la última guerra carlista, la jornada continuó siendo
muy larga. En los años 80 se trabajaba desde las cinco de la mañana hasta el
anochecer. Tras la huelga de 1890 se fija la jornada en 10 horas, 11 en verano y 9
en invierno. No será hasta 1910 cuando la jornada laboral quede fijada en 9 horas y
media
Salarios
Los salarios de las minas fueron un aliciente para la masiva llegada de mano de
obra desde las regiones agrícolas españolas. Este trabajo ofrecía unos ingresos
regulares y superiores a los del campo, un jornal medio en la mina se podía situar
entre 2,75 y 3 pesetas, entre 1880 y 1895, y entre 3,25 y 3,30 en los años 1898 a
1912-14. En el campo, entre 1900 y 1910, el salario oscilaba entre 1 y 1,50 pesetas
Formas de trabajo
En los años 80 se introdujeron formas de trabajo a destajo, que en las minas
recibían el nombre de “tareas”, se asignaba a un equipo de 3 o 4 obreros un
determinado trabajo por jornada y a cambio se les daba una retribución prefijada.
Estas labores terminaban
entorno a las tres de la tarde
y los obreros podían
marcharse o incorporarse a
las faenas ordinarias hasta
que se terminaba la jornada.
Este sistema suponía una
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ventaja para los patronos al aumentar el rendimiento de los individuos. Los mineros
se encontraban divididos respecto a la realización o no de estos trabajos a destajo.
En la huelga de 1890 y en conflictos posteriores una de las reivindicaciones fue la
supresión de este tipo de trabajos, pero se da la circunstancia de que en 1906
cuando la Compañía Franco-Belga quiso abolir estas tareas, los trabajadores se
opusieron.
La alimentación
A la propia dureza y peligrosidad del trabajo en la mina, y a las lamentables
condiciones laborales, se unieron la mala alimentación y la falta de higiene y
salubridad.
La alimentación no respondía a las necesidades de un duro trabajo, ni mucho
menos a una dieta saludable, lo que contribuyó a empeorar la salud de las familias
mineras. La carestía de los artículos de primera necesidad fue un problema
constante para los mineros, así como la escasa variedad y la pésima calidad de
estos artículos.
La dieta de las familias mineras estuvo sujeta a los imperativos que los patronos
establecían en torno a las cantinas de uso obligatorio. Las cantinas, estaban
regentadas por el capataz o por algún familiar suyo, donde lo que compraban los
mineros se les descontaba del salario. Las familias estaban obligadas a comprar en
estas tiendas, por lo que los precios solían ser abusivos e incluso vendían artículos
en mal estado. Al parecer, los precios de las cantinas solían ser alrededor de un
30% más caro que en Bilbao.
La dieta de las familias se distribuía de la siguiente forma a finales del siglo XIX:
por la mañana, el desayuno consistía en una sopa o un puchero de patatas con una
tajada de tocino. A las doce de la mañana se comía un plato de legumbre (alubia,
garbanzo, lenteja), siendo el alimento principal, ya que era barato, y al menos
proporcionaba la energía para continuar la dura faena. Aun así, las legumbres por sí
solas no compensaban las necesidades proteínicas y para solventar este déficit se
les añadía un trozo de tocino o de tasajo, carne seca de vaca importada de
Argentina.Estas legumbres fueron sustituyéndose poco a poco por la patata,
alimento de menor calidad nutritiva pero mucho más barato. La carne y el pescado
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fresco estaban ausentes de la dieta. El escaso pescado que se consumía era el
bacalao en salazón.
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