Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
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INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE
Introducción a los Evangelios
y
Un panorama de Mateo
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 10
Capítulo 1
Los mejores libros de la Biblia
Los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento son
llamados, con frecuencia, “las biografías de Jesús”, ya que son las
fuentes de donde obtenemos nuestra información biográfica sobre la
vida más importante jamás vivida. Pero estos cuatro libros no son
biografías típicas tal como las consideramos en la actualidad, ya que
dos de ellas ni siquiera mencionan el nacimiento y los primeros
treinta años de vida de Jesús.
El Evangelio de Marcos simplemente dice: “Jesús vino”, y
nos encontramos con los tres últimos años de un Jesús que ya tiene
treinta años de vida. Lo mismo sucede cuando leemos el Evangelio
de Juan. Mateo menciona su nacimiento muy brevemente y luego
ignora, como los otros, sus primeros treinta años de vida. Lucas es el
único evangelista que da algunos detalles sobre su nacimiento.
También rompe el silencio y nos habla de un pequeño incidente
ocurrido durante los primeros treinta años de vida de Jesús. La
prioridad de estos autores es decirnos que Jesús vino... y por qué vino
a este mundo.
Los Evangelios Sinópticos
Cuando leemos los cuatro Evangelios, una de las primeras
observaciones que debemos hacer es que Mateo, Marcos y Lucas
tienen mucho contenido en común, mientras que el noventa por
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ciento de lo que contiene el Evangelio de Juan solo se encuentra en
ese Evangelio. Dado que la mayor parte de su contenido es similar,
los tres primeros Evangelios son llamados “Evangelios Sinópticos”.
Marcos presenta los hechos relativos a Jesucristo de manera
muy concisa y clara. Para aprender a informar clara y concisamente,
los estudiantes de Periodismo deberían leer el Evangelio de Marcos
después de leer Mateo y Lucas. Basándose en sus observaciones y un
estudio de los trasfondos de estos Evangelios, muchos eruditos
opinan que Marcos fue el primero en escribir, y que tuvo a Pedro
como testigo ocular informante. En la opinión de estos conocedores,
Mateo y Lucas usaron el Evangelio de Marcos como base para sus
propios escritos. Los autores del primer y el tercer Evangelio
obviamente creían que había una perspectiva de la vida de Jesús que
Marcos no había registrado. El Espíritu Santo los motivó a escribir
sus Evangelios porque querían compartir esas perspectivas con
nosotros.
Dado que el noventa por ciento del contenido del Evangelio
de Juan no se encuentra en los Evangelios de Mateo, Marcos y
Lucas, es obvio que el apóstol Juan quería presentar una perspectiva
de la vida y el ministerio de Jesucristo que no se encuentra en los
primeros tres Evangelios. Como el Evangelio de Juan es único, por
muchas razones, lo estudiaremos por separado de los Evangelios
Sinópticos.
La vida de Jesús es un hito fundamental en la historia
humana. Gran parte del mundo divide la historia en antes y después
del nacimiento de Jesús. Si usted toma un periódico o una revista de
cualquier lugar del mundo, tiene la fecha de hoy. Esa fecha refleja
cuántos años han pasado desde que nació Jesús el Cristo. Para
cuando hayamos estudiado y resumido en conjunto estas cuatro
biografías inspiradas, comprenderemos más profundamente la vida
de un Hombre que solo vivió treinta y tres años, pero marcó tan
profundamente la historia de nuestro mundo.
Una clave para la Biblia
Después de ser crucificado y de haber resucitado de los
muertos, Jesús tuvo una conversación con los apóstoles. Leemos que
les dijo algo sobre las Escrituras que abrió completamente el
entendimiento de estos hombres a la Palabra de Dios. Aunque habían
estado con Él durante tres años, los apóstoles, aparentemente, no
comprendían las Escrituras.
¿Qué fue lo que Jesús les dijo sobre las Escrituras que abrió
su entendimiento de la Palabra de Dios? Leemos: “Y comenzando
desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en
todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:27). Cuando
escucharon que todas las Escrituras hablaban de Cristo, por primera
vez, los apóstoles las comprendieron. (Obviamente, Jesús se estaba
refiriendo al Antiguo Testamento cuando hablaba de las Escrituras).
Jesús también les dijo a los escribas y fariseos: “Escudriñad
las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida
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eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a
mí para que tengáis vida” (Juan 5:39,40).
Oswald Chambers, un extraordinario autor inglés de
devocionales, creía que estos dos versículos son la clave de toda la
Biblia. Nunca comprenderemos realmente la Biblia hasta que nos
demos cuenta de que ¡todo el Antiguo Testamento y todo el Nuevo
Testamento hablan de Jesucristo! La Biblia no es una historia de la
civilización. Tampoco fue escrita con la intención de que fuera un
libro de texto científico sobre los orígenes. La Biblia es un libro de
texto sobre la salvación y la redención. El propósito de la Biblia es
presentar a Jesucristo como nuestro Salvador y Redentor, y darnos el
contexto histórico en que nuestro Salvador y Redentor vino a este
mundo.
Si los líderes religiosos hubieran tenido oídos espirituales
para oír a Jesús, habrían recibido de Él la clave que podría haberles
abierto el entendimiento a las Escrituras del Antiguo Testamento. Sus
ojos también hubieran sido abiertos para ver el milagro de que su
Mesías estaba allí mismo, delante de ellos.
Esta simple verdad —que toda la Biblia habla de Jesucristo—
puede abrir nuestro entendimiento del Antiguo Testamento y el
Nuevo Testamento hoy. Estos cuatro Evangelios son los libros más
importantes de la Biblia, porque toda la Biblia habla de Jesucristo, y
estos cuatro Evangelios son sus biografías inspiradas.
De qué se tratan los Evangelios
Todo lo que creemos debería comenzar con la mayor
Revelación de verdad que Dios ha dado a este mundo, que es la vida
y las enseñanzas de Jesucristo. Uno de los Evangelios nos dice que
“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del
Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18). La palabra griega que se
traduce como “ha dado a conocer” es “exégesis”, que significa
‘extraer la verdad’. Hacer la exégesis de un versículo de la Biblia
significa sacar de ese versículo toda la verdad que hay en él.
Aquí se nos dice que Jesucristo extrajo de su íntima unidad
con Dios toda la verdad que podremos comprender jamás sobre Dios.
Esto significa que Jesucristo fue la mayor Revelación de verdad que
el mundo ha recibido de Dios. Todo lo que Él era, todo lo que Él
hizo, todo lo que Él dijo era una “exégesis” de Dios. Los Evangelios
son los libros más importantes de la Biblia porque nos hablan de
Jesús, que reveló totalmente a Dios.
Hay otro versículo en el Evangelio de Juan que nos dice de
qué se tratan los cuatro Evangelios. Juan escribe: “En el principio era
el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (1:1). Más
adelante en ese capítulo, leemos: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y
habitó entre nosotros” (v. 14).
Para ilustrar este gran versículo, lo invito a usar su
imaginación. Imagine que usted tiene un problema con las hormigas.
Cuando deja algo dulce sobre la mesa, y vuelve a su casa por la
noche, la mesa está cubierta de hormigas. Supongamos que decide
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resolver este problema con las hormigas. Ha descubierto que las
hormigas vienen de un gran hormiguero que está detrás de su casa.
Para eliminarlas, usted arroja gasolina dentro del hormiguero, y le
prende fuego. Las llamas crecen, y las hormigas, sencillamente, se
meten más profundamente en el hormiguero. Cuando el fuego se
apaga, las hormigas vuelven a salir y pronto están entrando y
saliendo de su casa otra vez.
¿Cómo resolver este problema con las hormigas? Su
problema no es que usted odie a las hormigas. Su problema es que
tiene la mesa donde come llena de hormigas. Si pudiera comunicarse
con ellas, les diría: “Miren, yo no las odio. Simplemente, no quiero
que suban a mi mesa. Estoy dispuesto a dejarles mucha comida cerca
de su hormiguero, pero no quiero que entren en mi casa”. Su mayor
problema es que usted no puede comunicarse con las hormigas.
Usted es un ser humano, ellas son hormigas, y las personas no
pueden comunicarse con las hormigas.
Ahora, use un poco más su imaginación. Si usted amara a las
hormigas y tuviera poder para hacer cualquier cosa que pudiera por
ellas, podría transformarse en una hormiga, bajar al hormiguero y
decirles: “¡Oigan, hormiguitas! Ya sé que parezco una hormiga, pero
no lo soy. Soy la persona que vive en esa casa grande de allá, y tengo
una propuesta para hacerles. Estoy dispuesto a hacer un sacrificio por
ustedes, para ver si podemos llegar a un acuerdo. Dejaré una enorme
cantidad de comida para ustedes cerca de este hormiguero si ustedes
se comprometen a mantenerse lejos de mi casa”.
Sé que la ilustración parece ridícula, pero ¿comprende lo que
estoy tratando de comunicar? La palabra, el verbo, es un vehículo del
pensamiento. Dios tenía una verdad que quería comunicarnos, y un
pacto de salvación que deseaba establecer con nosotros. Nuestro
amoroso Padre celestial nos amó lo suficiente como para hacer el
gran sacrificio de dejar el cielo para comunicarnos la verdad. Pero Él
es Dios, y nosotros somos personas. La mejor manera de comunicar
una gran idea es “envolverla” en una persona. Por eso, Dios llama a
su Hijo “el Verbo” y nos dice que se hizo carne y vivió entre
nosotros durante treinta y tres años.
Sin duda, sería una gran condescendencia de parte de un
hombre convertirse en hormiga para comunicarse con las hormigas, y
sacrificarse por ellas. Pero cuando la Biblia enseña que Dios se hizo
de carne humana para poder comunicarse con nosotros y salvarnos de
nuestros pecados, esa fue la mayor muestra de condescendencia que
este mundo haya visto jamás.
¡Jesús viene! ¡Jesús vino!
El problema fundamental que trata la Biblia es que el hombre
se ha divorciado de Dios, y debe haber una reconciliación para ese
divorcio. El mensaje del Antiguo Testamento resume la solución para
ese problema con estas palabras: “¡Jesús viene!”. El mensaje del
Nuevo Testamento resume la solución para ese problema con dos
palabras: “¡Jesús vino!”.
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A lo largo de todo el Antiguo Testamento, los profetas y otros
nos dicen: “Sé que va a suceder. Le creo a Dios cuando su Palabra
nos dice que Él va a enviar al Mesías a nuestro mundo”. Escuchamos
a hombres como Job profetizar: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin
se levantará sobre el polvo” (Job 19:25). Pero también lo escuchamos
gritar: “¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios!” (Job 23:3).
En estos Evangelios, escuchamos a personas como Andrés,
hermano de Simón Pedro, exclamar: “¡Hemos hallado al Mesías!”
(Juan 1:41). Y cuando una mujer samaritana dice que el Mesías
vendrá un día, escuchamos a Jesús decir con toda claridad: “Yo soy”.
Él sostiene que es verdaderamente el Mesías prometido por los
profetas del Antiguo Testamento (Juan 4:25,26).
Los cuatro primeros libros del Nuevo Testamento se llaman
“Evangelios” porque la palabra “evangelio” significa ‘buena noticia’.
Cuando los apóstoles resumen y aplican la Buena Noticia de estos
Evangelios, nos dicen que Dios se ha reconciliado con nosotros
porque Jesús vino. Resumen el desafío de estas cuatro biografías
inspiradas de Jesucristo de esta forma: “Así que, somos embajadores
en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os
rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Corintios
5:20).
A medida que estudiemos el Nuevo Testamento juntos, mi
oración es que, si usted está separado de Dios, se reconcilie con Él a
través de Jesucristo. Cuando usted esté reconciliado y haya vuelto a
relacionarse con Dios por medio de Jesucristo, podrá reconciliarse
con otras personas. Esa es la esencia del mensaje del Nuevo
Testamento.
Busque ese mensaje al leer el Nuevo Testamento. El mensaje
es: paz con Dios, paz con usted mismo, y paz con los demás, porque
usted cree que Jesucristo, el Mesías prometido, vino a este mundo.
Capítulo 2
Declaraciones de misión de Jesús
Cuando leemos los Evangelios con atención, descubrimos que
Jesús era un Hombre que tenía una misión, y sabía cuál era esa
misión. Mientras lee los Evangelios conmigo, escuche a Jesús decirle
para qué vino. Lo escuchará presentar lo que podríamos llamar su
“magnífica obsesión”. Cuando Él manifieste claramente el propósito
de su vida y su misión, no habrá dudas en cuanto a Quién era Él, y
por qué vino a este mundo. Por ejemplo, en el Evangelio de Juan
escuchamos a Jesús definir su declaración de misión y los objetivos
de su misión de esta forma: “Me es necesario hacer las obras del que
me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie
puede trabajar” (9:4). También lo escuchamos decir a sus apóstoles:
“Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis. [...]: Mi
comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su
obra” (4:32, 34).
Cuando llegó al final de sus tres años de ministerio público,
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Jesús fue al huerto de Getsemaní y oró: “Yo te he glorificado en la
tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese” (17:4). Sus
últimas palabras sobre la cruz fueron un grito de triunfo: “Todo se ha
cumplido” (19:30, NVI).
El propósito de la vida
Jesús vivió una vida modelo que nos mostró el propósito de
una vida humana. Un credo muy conocido que los padres devotos
enseñan a sus hijos dice: “El propósito principal del hombre es
glorificar a Dios y disfrutarlo por siempre”. El propósito de una vida
humana es glorificar a Dios. Pero ¿qué significa glorificar a Dios, y
cómo se hace?
Jesús respondió esa pregunta cuando oró, básicamente:
“Glorifícate a ti mismo, Padre, y envíame la cuenta... estoy dispuesto
a pagar el precio” (ver Juan 12:23-28). Él demostró la realidad de
que, al vivir la vida que vivió, realmente pagó el precio que
glorificaba a Dios, cuando, al final de su vida, declaró: “Yo te he
glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese”
(Juan 17:4). “Consumado es” (Juan 19:30). “Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46).
En la década de los cincuenta, un joven llamado Jim Elliot y
otros cuatro misioneros que estaban con él en Ecuador fueron
martirizados cuando los indios aucas los atacaron con machetes y
luego arrojaron sus cuerpos descuartizados a un río en la selva.
Cuando los militares fueron enviados a recuperar los cuerpos,
encontraron el cadáver y el diario de Jim Elliot. En ese diario,
borroneadas por el agua, leyeron las palabras: “Cuando, en el plan y
el propósito de Dios para tu vida, llegue el momento de que mueras,
asegúrate de que lo único que te quede por hacer sea morir”.
Al estudiar el Nuevo Testamento juntos, mi objetivo siempre
será obvio cuando le formule preguntas de aplicación personal,
como: “¿Qué dice? ¿Qué significa? ¿Qué significa para usted? ¿Qué
significa para las personas con las que usted se relaciona? ¿Qué
significa para aquellos a los que usted les enseña? ¿Qué significa
para Dios?”.
Todos los días de su vida, Jesús estuvo obsesionado por la
obra que el Padre deseaba que Él terminara. Día tras día, decía: “Me
es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día
dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar” (Juan 9:4).
Cuando Jesús llegó al final de su vida, no tenía cosas pendientes. Lo
único que le quedaba por hacer, era morir.
Para su aplicación personal de esta introducción, quisiera
hacerle algunas preguntas:
¿Hay algo que haya comenzado en su vida como
consecuencia de lo que Jesús terminó por la forma en que vivió su
vida? ¿Ha encontrado la obra que Dios lo creó y lo ha salvó con el
fin de que hiciera para su gloria? ¿Está usted completando, o
cumpliendo esa obra, día tras día? Cuando llegue el momento, en el
plan de Dios, para que usted muera, ¿podrá decir: “Padre, te he
glorificado en la tierra. He acabado la obra que me diste que
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hiciera”? ¿Podrá decir: “Lo único que me queda por hacer es morir.
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”? ¿O, al reflexionar
sobre los propósitos de Dios para su salvación en esta vida, tendrá la
sensación de que quedan cosas pendientes?
La vida de Cristo
Una buena manera de encarar el estudio de la vida de
Jesucristo en los Evangelios es hacerse esta pregunta: ¿Cuáles eran
las obras que el Padre quería que Él terminara, y que eran tan
importantes para Jesús? Al final de su sufrimiento, cuando lanzó ese
gran grito de triunfo en la cruz: “¡Consumado es!”, Él, obviamente,
había cumplido su misión. Pero ¿qué había terminado, precisamente?
Los cuatro Evangelios suman, en total, ochenta y nueve
capítulos. Cuatro capítulos hablan del nacimiento y los primeros
treinta años de vida de Jesús. Ochenta y cinco capítulos hablan de los
últimos tres años de su vida. De ellos, veintisiete capítulos cubren la
última semana de su vida. Cincuenta y ocho capítulos hablan de su
ministerio de enseñanza, sanidad y el reclutamiento de sus apóstoles.
En el Evangelio de Juan, aproximadamente la mitad de los capítulos
hablan de sus primeros treinta y tres años de vida, mientras la otra
mitad hablan de la última semana de su vida.
Para los autores de estos Evangelios, los últimos tres años de
la vida de Jesús son mucho más importantes que su nacimiento y los
primeros treinta años de su vida. La última semana de la vida de
Jesús es aproximadamente siete veces más importante que su
nacimiento y los primeros treinta años de su vida. Los cincuenta y
ocho capítulos que hablan de su ministerio de enseñanza, sanidad y
del reclutamiento de sus discípulos demuestran el valor que estos
autores les otorgaban a esas dimensiones de su vida y ministerio.
Dado que este panorama del Nuevo Testamento no es un
estudio profundo, exhaustivo, de los Evangelios, sino una
introducción y un panorama que intenta mostrarle cómo encarar estos
Evangelios y darle un cuadro general de ellos, trataré de hacer énfasis
en lo mismo que lo hicieron los autores de los Evangelios, y de
concentrar nuestra atención en esas partes de estas biografías
sagradas.
La misión prioritaria de Jesús
Nuestro estudio de estos libros nos mostrará que se llaman
“Evangelios”, porque informan la “Buena Noticia” de que Jesús vino
y, cuando vino, fue el Cordero de Dios que vino a quitar el pecado
del mundo (Juan 1:29). Si tenemos presente el hecho de que somos
pecadores, sabremos por qué estos escritores creen que esta es una
“buena noticia”.
Hay tantos capítulos de estos libros que hacen énfasis en la
última semana de vida de Jesús porque en esa semana Él hizo todo lo
que tenía que hacer como Cordero de Dios para salvarnos de nuestros
pecados. El énfasis, en estos Evangelios, muestra que su muerte por
nuestros pecados en la cruz en Jerusalén, y su resurrección de los
muertos era su misión principal y, por lo tanto, su máxima prioridad.
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Un tercio de lo que dicen los Evangelios es el registro de
cómo Jesús cumplió la misión principal que le fue asignada por su
Padre, cuando Dios amó de tal manera al mundo que envió a su Hijo
a morir en una cruz por nuestra salvación (Juan 3:15-19). Los
apóstoles hicieron énfasis en la importancia de esta obra salvífica de
Jesús (1 Pedro 1:18,19; 2:24; 2 Corintios 5:19, 21-6:1,2).
Otros dos objetivos de misión de Jesús
Cuando leemos cómo Jesús convirtió sus declaraciones de
misión en objetivos de misión, hay dos dimensiones más de su vida y
ministerio en las que se hace énfasis en los Evangelios. Descubrimos
el primero de estos objetivos de misión al leer, continuamente, sobre
la dimensión sobrenatural de su vida y ministerio, que es un énfasis
muy marcado en los cuatro Evangelios. Jesús realizó muchos
milagros, y la mayoría de ellos fueron de sanidad.
Si descubriéramos estos documentos sin tener idea de lo que
son, al leerlos, podríamos pensar que un buen título para ellos sería:
“Los milagros de Jesús” o “Las sanidades de Jesús”.
Aproximadamente una tercera parte del contenido de los Evangelios
relata los milagros de Jesús. Es significativo que este énfasis
continúe en el ministerio de los apóstoles, en la primera generación
de su iglesia.
Cuando lea historia tras historia de los milagros y sanidades
que Jesús realizó, y vea que los apóstoles de la primera generación de
la iglesia hacían milagros y sanaban enfermos, pregúntese: “¿Qué
significación tiene esta dimensión del ministerio del Cristo vivo y
resucitado hoy?”. Si el mismo Cristo que vivió aquí hace dos mil
años ahora vive en usted y en mí, ¿cree usted que puede realizar
milagros y sanarnos a usted y a mí hoy?
Según su experiencia y sus observaciones, ¿está Jesús
haciendo milagros, sanando a los enfermos y resucitando a los
muertos como lo hacía cuando estaba físicamente aquí en la tierra?
¿Es siempre su voluntad sanar? ¿Sanó Jesús a todos? ¿Estaba —
está— Jesús más interesado en la salud física o en la salud espiritual
de todas las personas? ¿Qué cree usted? Cuando conteste esa
pregunta en el contexto de la sanidad física, no olvide tomar en
cuenta la sanidad espiritual que experimentan quienes creen y se
convierten en discípulos de Jesucristo en la actualidad.
El mensaje de Jesús
Hay otro objetivo de la misión de Jesús que se resalta en los
cuatro Evangelios, junto con su muerte y resurrección, y sus muchos
milagros. Quisiera concluir este panorama introductorio de los
Evangelios con la observación de que, al menos, la tercera parte del
contenido de los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento
registra las palabras que Jesús mismo pronunció.
Jesús afirma que es el Camino, la Verdad y la Vida, y que no
podemos llegar a Dios el Padre por ningún otro camino (Juan 14:6).
Cuando nos dice que es el Camino hacia Dios, se está refiriendo a su
obra en la cruz, que nos brinda el único camino por el cual podemos
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llegar a reconciliarnos de nuestro divorcio de Dios y tener una
relación restaurada con nuestro Padre celestial.
Cuando nos dice que es la Vida, se refiere a sus milagros;
entre otros, el de darnos vida eterna y cambiar las vidas de todos los
hombres y mujeres que creen en Él y son sanados espiritualmente,
emocionalmente y físicamente.
Cuando afirma que es la Verdad, sin duda, se refiere a su
ministerio de enseñanza y predicación.
Como Hijo de Dios, Jesucristo podría haber dejado su
ministerio en la dimensión celestial un viernes por la tarde y
completado la salvación del mundo en un par de días. ¿Por qué pasó
treinta y tres años en este mundo? Seguramente tendría otras obras
que completar para su Padre además de todo lo que cumplió con su
muerte en la cruz y su resurrección.
Cuando Jesús nos dice que es la Verdad, y cuando Juan lo
describe como el Verbo hecho carne (Juan 1:14), vemos un
ministerio suyo que no podía terminarse en una tarde. Dios ya nos
había dado una Palabra escrita, pero en la providencia y el plan de
Dios, Jesús nos dio más que palabras escritas. Juan explica lo que
Jesús nos dio de esta manera: “Pues la ley por medio de Moisés fue
dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo”
(Juan 1:17). Dios ya nos había dado verdad a través de Moisés y del
Antiguo Testamento. Pero, a través de Jesucristo, Dios nos dio
verdad y la gracia o “carisma” para vivirla. Jesús no solo nos dio
verdad; Él era la verdad que nos dio. Él no solo nos dijo cómo vivir
la vida; Él vivió esa vida; Él era esa Vida. Todo lo que Jesús era,
todo lo que hizo y todo lo que dijo era la Verdad que Dios quería
comunicarnos a través de su Hijo. Por eso el Evangelio de Juan dice
que Jesús es la Palabra de Vida (Juan 1:1,14).
Ya hemos visto que el mayor mensaje que Dios habló jamás a
este mundo fue Jesucristo. La parte de ese mensaje que Él dijo o
enseñó ocupa la tercera parte del contenido de los cuatro Evangelios.
Este mensaje de Jesús se presenta de muchas formas. Hay grandes
discursos, como el Sermón del Monte, el Discurso del Aposento Alto
y el Discurso del Monte de los Olivos (Mateo 5, 6, 7; Juan 13-16;
Mateo 24, 25).
Hay muchos otros discursos menores, especialmente en
Mateo y Lucas, que, como los Profetas Menores, no son inferiores a
sus discursos mayores por el hecho de ser breves. Muchos de ellos se
presentan en forma de parábolas y metáforas, y gran parte del
mensaje de Jesús se muestra en forma de diálogo. El diálogo es, con
frecuencia, hostil, con los líderes religiosos de su época, y
generalmente es Jesús mismo quien lo inicia formulando preguntas.
(Jesús formula ochenta y tres preguntas solo en el Evangelio de
Mateo).
Aparentemente, Jesús entrenó a los discípulos para que le
hicieran preguntas a Él. El Discurso del Monte de los Olivos (Mateo
24, 25) y su discurso registrado más extenso, el Discurso del
Aposento Alto (Juan 13-16), fueron en respuesta a preguntas
formuladas por los apóstoles. Gran parte de este diálogo es un
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intercambio hostil con los líderes religiosos. También encontraremos
gran parte de este diálogo en las muchas entrevistas o conversaciones
personales de Jesús. Algunas de sus declaraciones más profundas son
en respuesta a preguntas que Él formuló en el contexto de estas
entrevistas con personas.
Cuando usted lea los Evangelios, cada vez que Jesús dice
algo, sea un gran discurso, una parábola, una oración, algo que Él
pregunta o dice en respuesta a una pregunta en una entrevista, o en
un diálogo hostil, recuerde que Él es el Verbo eterno de Dios hecho
carne, que vivió entre nosotros. Cuando Él habla, nos está revelando
a Dios; está haciendo la exégesis de Dios para nosotros. Nos está
dando la revelación más completa de Dios que este mundo jamás
haya recibido (Juan 1:18).
Una buena forma de encarar toda la verdad enseñada por
Jesús es formularnos la siguiente pregunta al acercarnos a su
enseñanza: “¿Cuál era el sistema de valores de Jesucristo? Según
todas sus enseñanzas, sin importar la forma en que fueran reveladas o
declaradas, ¿cuáles eran los valores de Jesucristo?”.
Cuando lea los Evangelios, busque la misión principal de
Jesucristo, que se completa en la cruz, cuando conocemos a Jesús
como el Camino por el cual la humanidad se reconcilia con Dios.
También busque los milagros de Jesús, especialmente los milagros de
regeneración y sanidad, que presentan a Jesús como la Vida. Y
busque el ministerio de enseñanza de Jesús, cuando el Verbo de Dios
se hizo carne y vivió entre nosotros, lleno de gracia y verdad. Lea los
Evangelios para ver a Jesús como el Camino, la Verdad y la Vida.
Un panorama del Evangelio de Mateo
Capítulo 3
La estrategia de Jesús
En todos los Evangelios, a Jesús no solo se lo muestra como
un Hombre con una misión. Se lo muestra como un Hombre que
tiene una estrategia para implementar esa misión. Esto se ve de forma
especialmente clara en el Evangelio de Mateo.
Si usted supiera que solo le quedan tres años de vida y
quisiera alcanzar a todo el mundo con su mensaje, ¿qué haría? Jesús
sabía que le quedaban tres años de vida y quería llegar a todo el
mundo con su Evangelio. Sabiendo eso, ¿qué hizo? Formular y
responder esa pregunta a medida que leemos el Evangelio de Mateo
nos ayudará a descubrir la estrategia de Jesús para lograr los
objetivos de su misión.
Si usted toma cursos o seminarios para ser un ejecutivo
exitoso, se le dirá que debe analizar, organizar, delegar, supervisar
y... ¡agonizar!
En el Evangelio de Mateo, cada vez que leemos que Jesús
veía a las multitudes y se conmovía por ellas, tenemos una imagen de
su compasión por todo el mundo y su estrategia para alcanzar al
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mundo con su mensaje de salvación. Cuando Jesús miraba a esas
multitudes con compasión, siempre hacía algo estratégico. La
primera vez que vemos esto en Evangelio de Mateo, Él estaba
sanando toda clase imaginable de enfermedad en las costas del Mar
de Galilea. Analizó las necesidades de esa multitud cuando organizó
lo que yo llamo “el primer retiro cristiano”, donde dio su Sermón del
Monte (Mateo 4:23-5:2).
La siguiente vez que vio a las multitudes con compasión,
delegó en algunos de aquellos que escuchaban sus enseñanzas en el
monte para que fueran “apóstoles” o “enviados”. Esta palabra
significa algo similar a lo que es, en nuestro mundo actual,
“misionero”. Hay una diferencia entre un discípulo y un apóstol.
Jesús tuvo muchos discípulos (seguidores), pero solo doce apóstoles.
Podríamos decir que ahora, Él ya ha analizado, organizado y
delegado en aquellos que implementarán su estrategia para alcanzar
al mundo. A medida que seguimos el hilo de su estrategia en el
Evangelio de Mateo, vemos dos incidentes que son casi idénticos.
Nuevamente Jesús mira a las multitudes con compasión. Esta vez,
además de todos sus otros problemas, tienen hambre. Los apóstoles
vienen a Él y le piden que despida a la multitud para que pueda
comprar comida. Él los desafía con la pregunta: “¿Cuántos panes
tenéis (vosotros)?”. Y les dice que no deben despedir a la multitud
porque, como delegados y representantes suyos, ellos pueden
solucionar la necesidad de esa multitud. Esta historia tan conocida,
que es el único milagro de Jesús que los cuatro Evangelios registran,
es, en realidad, una parábola de la visión misionera de Jesús (14:14-
36; 15:32-39).
Si comprendemos que la multitud representa al mundo con
todas sus necesidades, entonces, cuando lo vemos colocar
estratégicamente a los apóstoles, sus delegados, para que estén entre
Él y su provisión para las necesidades de esa multitud, estamos
leyendo una alegoría de la estrategia de Jesús para satisfacer las
necesidades del mundo. La provisión sobrenatural de Dios para esa
multitud no pasa directamente de Jesús a las personas. La provisión
de Dios pasa de Jesús a esa multitud ¡a través de las manos de los
apóstoles! Aún hoy, ese es su plan. El Cristo vivo y resucitado
prefiere usar a sus discípulos para entregar su Verdad y su Evangelio
a quienes necesitan la salvación.
El inspirado relato de este milagro es obviamente una historia
en la cual las personas, los lugares y las cosas tienen un significado
más profundo. La estrategia de Jesús representada por este milagro
halla su máxima expresión al final del Evangelio de Mateo, cuando
este registra la forma en que Jesús dio lo que llamamos “la Gran
Comisión” (Mateo 28:16-20). Cuando Jesús está por ascender al
cielo y dejar este mundo, comisiona a estos hombres para que
alcancen el mundo como delegados suyos.
Podríamos decir que, después de su ascensión, Jesús dio los
últimos dos pasos del ejecutivo exitoso: supervisar a sus discípulos
durante más de dos mil años de historia de la iglesia, mientras ellos
alcanzan al mundo para Él. Y es lógico concluir que también agonizó
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observando sus esfuerzos. Esto fue particularmente cierto en los
grandes períodos de persecución que los cristianos sufrieron en los
primeros trescientos años de su historia. Podemos suponer que sigue
en agonía, ya que la persecución continuó a lo largo de los dos mil
años de historia de la iglesia y continúa en muchos lugares del
mundo aún hoy. También podemos suponer que ha agonizado al ver
algunos terribles capítulos que se han escrito en la vida de la iglesia.
Esto debería ayudarnos a comprender la iglesia actual.
Podemos ver la pura esencia del propósito de la iglesia cuando
observamos a Jesús implementando su estrategia en el Evangelio de
Mateo. ¡La iglesia es una organización misionera! La iglesia fue
creada y dotada de poder por Cristo para ser el vehículo por medio
del cual la gracia y la verdad de Jesucristo son proclamadas al
mundo. Todos los planes, programas y actividades de la iglesia deben
ser considerados como medios para ese fin.
La gran afirmación de esta verdad es el Libro de los Hechos.
El Evangelio de Mateo concluye con Jesús comisionando a su iglesia
para ir y predicar el Evangelio a un mundo perdido. A medida que
van, deben hacer discípulos, bautizarlos y enseñarles todas las cosas
que Jesús les ha enseñado a ellos. Eso es exactamente lo que ellos
hacen en el Libro de Hechos. En el día de Pentecostés, reciben el
carisma —poder de Dios— para hacerlo, y, al poner en práctica esta
Gran Comisión, nace la iglesia.
El Libro de los Hechos es simplemente el registro de cómo
ellos fueron a su mundo, hicieron discípulos, los bautizaron y les
enseñaron todo lo que su Señor les había enseñado a ellos. El Libro
de los Hechos y la historia de la iglesia nos dicen que la estrategia de
Jesús funciona. Nosotros, que formamos su iglesia en este tiempo,
aún somos llamados a ir, discipular, bautizar y enseñar todo lo que
Jesús enseñó.
Capítulo 4
Hechos importantes en la vida del Cristo
No hay personaje en la Biblia al que se le haya dedicado
menos espacio en relación con su importancia que a Juan el Bautista.
Jesús dijo que era el hombre y el profeta más grande nacido de mujer
(Mateo 11:11; Lucas 7:28).
La vida de Juan el Bautista es relatada muy brevemente en los
cuatro Evangelios. ¿Por qué es importante su vida? Primero, no solo
fue el más grande de los profetas. Fue el último. Los profetas
predicaban la Buena Noticia de que el Mesías iba a venir. Este
profeta, en cambio, señaló a un Hombre que caminaba por una calle
de Galilea y dijo a sus discípulos: “He aquí el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Juan el Bautista fue el
último de los profetas mesiánicos, el que, literalmente, presentó el
Mesías al pueblo de Dios.
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
13
El bautismo de Jesús
Hay varios hechos importantes en la vida de Jesucristo que se
relatan en los primeros capítulos de Mateo, Marcos y Lucas. Un día,
Juan estaba bautizando y vio a un Hombre en la fila, un joven como
él. Cuando Juan vio a Jesús, le dijo: “Yo tendría que ser bautizado
por ti”. Pero Jesús le dijo, básicamente: “No, debemos cumplir con
toda justicia, Juan. Tú bautízame a mí”. Así que Juan bautizó a Jesús.
Cuando lo hizo, el Espíritu vino sobre Jesús en forma de paloma, y
Dios el Padre habló: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia” (Mateo 3:17). El relato escrito de este suceso es
llamado el registro o testimonio de Juan el Bautista.
Su bautismo no era como el nuestro en la actualidad. El
bautismo de Jesús es uno de los hechos importantes del Cristo. Fue
una ceremonia inaugural que lanzó sus tres años de ministerio
público. Cuando una persona es elegida presidente de una nación, se
realiza una ceremonia inaugural en la que el nuevo presidente da un
discurso especial. Jesús comenzó su ministerio con una ceremonia
inaugural, pero, en este caso, el Orador fue el Dios todopoderoso, y
su discurso fue muy breve. Fue simplemente: “Este es mi Hijo
amado, en quien tengo complacencia”.
La tentación de Jesús
En el cuarto capítulo de Mateo, vemos que el bautismo de
Jesús fue seguido por otro importante hecho. El Espíritu lo llevó al
desierto, donde tuvo una confrontación con Satanás después de haber
ayunado cuarenta días, y fue tentado tres veces. La primera, el
tentador vino a Él y le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, di a estas
piedras que se conviertan en pan”. Jesús respondió: “Escrito está: No
solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca
de Dios”. Las primeras palabras de Jesús registradas en los
Evangelios Sinópticos son: “Escrito está” (Mateo 4:4).
La segunda tentación ocurrió cuando el diablo tentó a Jesús
para que saltara desde el punto más alto del Templo de Salomón. “Si
eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles
mandará acerca de ti, y, En sus manos te sostendrán, para que no
tropieces con tu pie en piedra” (v. 6). Aquí vemos a Satanás citando
las Escrituras. Él conoce muy bien la Biblia, y le encanta atacar a los
creyentes trayendo a sus mentes pasajes bíblicos que los condenan o
les hacen tener miedo.
Jesús pronto dirá que Él es Dios en carne humana. ¿Cómo
podría alguien creer esa afirmación? Satanás le sugiere que use su
poder sobrenatural para probar sus palabras. Pero Jesús responde a
Satanás: “Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios” (v. 7).
La tercera tentación de Jesús fue cuando Satanás le mostró
todos los reinos del mundo y su esplendor. “Todo esto te daré, si
postrado me adorares”, le dijo. Pero Jesús respondió: “Vete, Satanás,
porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás”
(vv. 8-10).
¿Qué importancia tiene la tentación de Jesús en el desierto?
Primero que nada, creo que si hubiera habido alguna forma de que
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
14
Satanás pudiera haber evitado esta confrontación, la habría evitado.
Debemos comprender que el Espíritu de Dios guió a Jesús el Cristo a
confrontar a Satanás en el comienzo de su ministerio público.
Hablando en sentido figurado, es el “hermano mayor”: Jesús, que
está arreglando las cuentas de su “hermano menor”: Adán, que fue
acosado por Satanás en el huerto del Edén. La primera tentación de
Jesús es, básicamente, la misma que Adán y Eva enfrentaron en el
huerto del Edén.
Como hemos señalado, Jesús responde a esta repetición de la
tentación en el huerto del Edén citando las Escrituras: “No sólo de
pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de
Dios” (Mateo 4:4). En el huerto, Satanás planteó la pregunta: “¿Así
que Dios dijo...?”. Adán y Eva dijeron, básicamente: “Sí, Dios dijo”.
Palabras más, palabras menos, el diablo respondió: “Pues bien, lo
que Dios dijo no es cierto”. Después de plantear la cuestión general
de si Dios había hablado, la Palabra que Dios había hablado fue
cuestionada y desobedecida.
¿Le suena conocido? El maligno nunca ha dejado de formular
esas mismas preguntas durante toda la larga historia del pueblo de
Dios. Estas tentaciones son ejemplos de cómo somos tentados a
pecar en la actualidad. También es una definición de pecado. Pecado
es lo que hacemos o dejamos de hacer con relación a lo que sabemos
que Dios ha dicho.
La verdad importante con que Jesús responde a esta primera
tentación es que, si queremos vivir, la Palabra de Dios nos mostrará
cómo. Cuanto más entendamos la Biblia, más entenderemos la vida.
Cuanto más entendamos la vida, más comprenderemos y
apreciaremos la Biblia. La Biblia y la vida se explican mutuamente.
El propósito de la Biblia es que sepamos cómo vivir.
En el huerto del Edén, básicamente, la tentación era: Pon tus
necesidades físicas primero, y lo que Dios quiere que hagas,
segundo. En otras palabras: Interpreta la Palabra de Dios a la luz de
tus necesidades físicas. Dios quería que ellos interpretaran sus
necesidades físicas a la luz de su Palabra para ellos. En cierto
sentido, la tentación era: “Primero tus necesidades; después, la
Palabra de Dios”.
Cuando Jesús fue tentado para que convirtiera las piedras en
pan, la tentación era: “Has estado ayunando durante cuarenta días.
Usa tu poder sobrenatural para poner tu necesidad física primero, y la
Palabra y la voluntad de Dios después”. La respuesta fue: “La
Palabra primero, las necesidades después”.
El mensaje de la Biblia puede, en general, resumirse en dos
palabras: “¡Dios primero!” La respuesta de Jesús a estas tres
tentaciones puede resumirse en esas dos palabras. Recuerde, la
tentación no es pecado. La forma en que respondemos a la tentación
es victoria o es pecado. Nuestra respuesta a la tentación, hoy,
también debe ser la aplicación de esas dos palabras: “Dios primero”.
En la segunda tentación, Satanás citó las Escrituras y sugirió
a Jesús que demostrara que era el Hijo de Dios saltando desde el
punto más alto del Templo de Salomón. La idea era que, cuando
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
15
fuera sobrenaturalmente rescatado de su caída, habría probado que
era el Hijo de Dios.
Una vez más, Jesús responde citando las Escrituras,
señalándole a Satanás que Dios dijo que no debemos tentarlo o
ponerlo a prueba. Hay una línea muy fina entre “poner un vellón”,
como hizo Gedeón, y poner a prueba a Dios (Jueces 6:37, 38).
Cuando nos inscribimos en la “Universidad de la Fe”, es decir,
cuando aceptamos el desafío de hacernos seguidores de Cristo, no
tenemos derecho de tomarle examen a Dios. Él sí tiene el derecho de
ponernos a prueba en cualquier momento que lo desee, pero nosotros
no tenemos derecho de hacerle eso a Él.
La tercera vez, Satanás tentó a Jesús ofreciéndole todos los
reinos del mundo si Él simplemente lo adoraba. Una vez más,
nuestro Señor respondió con un pasaje bíblico similar a aquel con
que contestó a la primera tentación. “Escrito está: Al Señor tu Dios
adorarás, y a él sólo servirás” (Mateo 4:10). Nuevamente, la esencia
son las dos palabras: “Dios primero”. Esta vez, estas dos palabras se
complementan con otras tres: “¡Solo a Él!”.
Las aplicaciones personales de estas tres tentaciones de Jesús
para usted y para mí son obvias. La primera es: “¡Dios primero!”.
Primero la Palabra de Dios, después, nuestras necesidades.
Adoremos a Dios, y solo a Él. Todos tenemos momentos en que nos
sentimos tentados a hacer que la fe sea innecesaria, poniendo a
prueba a Dios, olvidando que es Dios quien debería probarnos a
nosotros.
Después que Jesús lo refutó por tercera vez, leemos que
Satanás se apartó de Él “por un tiempo” (Lucas 4:12). Estas tres
palabras significan que Satanás atacó al Salvador con poder, continua
y despiadadamente durante los últimos tres años de su vida; en
particular, al acercarse y luego durante el transcurso de esa última
semana cuando murió y luego resucitó para nuestra salvación.
Algunos se preguntan si Jesús podría haber cedido a alguna
de las tentaciones de Satanás. Mientras Jesús estaba siendo tentado
en el desierto, ¿cree usted que Dios el Padre estaba mirando desde el
balcón del cielo, conteniendo la respiración y preguntándose: “¿Lo
logrará?”. ¿Cree usted que fue así? Le aseguro que Dios sabía que su
Hijo no iba a ser como Adán, que cedió a esas tentaciones. Cuando
Jesús fue tentado en el desierto, no había forma de que pudiera haber
caído.
Entonces... ¿por qué fue tentado? Era muy importante para
Dios demostrarnos, al comienzo de la vida y el ministerio de nuestro
Salvador, que Él no podía caer. Uno de los últimos versículos de la
Biblia dice de Jesucristo: “Y a aquel que es poderoso para guardaros
sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran
alegría” (Judas 24). Si el Cristo que fue tentado y no podía caer vive
en nosotros, ¿puede guardarnos de caer? ¡Claro que sí! Si confiamos
en Él y andamos con Él, Él puede guardarnos de caer.
Por la forma en que enfrentó sus tentaciones, Él nos muestra
cómo responder a las tentaciones del maligno. Satanás trata
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
16
incesantemente de decirnos: “Pon lo físico primero, y después lo
espiritual. Pon cualquier cosa primera en tu vida, menos a Dios”.
El mayor enemigo de lo mejor es, generalmente, lo bueno.
Así Satanás nos quita lo mejor que Dios tiene para nosotros. Nos
tienta para que hagamos lo bueno, para hacernos perder lo mejor que
Dios tiene para nosotros. Dios nos ama y sabe que, cuando lo
ponemos primero, Él puede darnos lo mejor; por eso, quiere que lo
pongamos primero y venzamos a Satanás y sus tentaciones.
Capítulo 5
El discurso más importante de Jesús
Jesús dio muchos grandes discursos. En cierto sentido, su
discurso más importante fue su Sermón del Monte. El Sermón del
Monte es un resumen conciso de la enseñanza ética de la Biblia toda.
También es un resumen conciso de la enseñanza ética y relacional de
Jesús. Cuando consideramos el contexto en que fue dada esta
enseñanza, nos damos cuenta de que no fue un sermón típico según
la idea que tenemos de los sermones en la actualidad.
El contexto del sermón
Es importante que estudiemos el contexto antes de estudiar el
contenido de este gran discurso de Jesús. Una de las reglas para el
estudio bíblico es que siempre debemos tratar de ver los pasajes
bíblicos en su contexto. La palabra “contexto” se explica a sí misma:
‘con el texto’. Siempre es importante ver qué viene con el texto que
estamos estudiando; lo que viene antes, o lo que estaba sucediendo
en el momento en que fue dada una enseñanza, y qué viene después
de la enseñanza o el hecho que estudiamos en un pasaje bíblico. El
contexto nos ayuda a interpretar el pasaje que estamos estudiando.
Al final del cuarto capítulo de Mateo, encontramos la
descripción que este apóstol hace del contexto de esta gran
enseñanza. Leemos que Jesús estaba sanando a enfermos que habían
recorrido grandes distancias, de muchas ciudades y varios países,
para ser sanados (Mateo 4:23-5:1).
Mientras sanaba a las multitudes que se habían reunido
alrededor de las colinas que bajaban hacia el Mar de Galilea, Jesús
invitó a algunos de sus discípulos a reunirse con Él en un nivel
superior de las colinas que se elevan gradualmente desde este mar
(Marcos 3:13). Esto dividió a la multitud en dos grupos: al pie del
monte estaban los que eran parte del problema. En ese nivel superior,
con Jesús, estaban los que, al menos, querían ser parte de la solución
y la respuesta. Los capítulos 5, 6 y 7 del Evangelio de Mateo
registran el gran discurso que Jesús dio en este contexto.
Al contexto de esta gran enseñanza, yo lo llamo “el primer
retiro cristiano”. Cuando Jesús organizó este retiro, el desafío que
planteó era: “¿Eres parte del problema o quisieras ser parte de la
solución?”. En ese retiro, Jesús reclutó discípulos para que fueran
parte de su solución y respuesta para aquellos que aún eran parte del
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
17
problema.
Jesús estaba ministrando a esa multitud de enfermos y sabía
que estando en un cuerpo, siendo meramente un hombre, nunca
podría resolver todos esos problemas Él mismo, aunque era Dios en
forma humana, el Hijo de Dios. Así que analizó la situación. Y
organizó el primer retiro cristiano. Según Marcos, al nivel superior
de ese retiro solo se podía asistir por invitación (Marcos 3:13).
En el capítulo 7, leemos que Jesús concluyó el retiro con una
extraordinaria invitación. Estoy convencido de que, cuando hizo esa
invitación, solo doce hombres respondieron. Baso mi convicción en
el hecho de que, poco después de bajar de la montaña, Jesús
comisionó a los doce apóstoles. Creo que Jesús reclutó a sus doce
apóstoles en ese primer retiro cristiano.
El contenido del sermón
Jesús comenzó el sermón enseñándoles a sus discípulos
algunas hermosas actitudes (llamadas “Las Bienaventuranzas”) que
los harían parte de su solución para los problemas de los que estaban
al pie de la montaña (5:3-12). Estas ocho actitudes o virtudes
conforman la mentalidad de un discípulo de Jesús. Según Jesús, la
forma en que vemos las cosas puede marcar la diferencia entre una
vida llena de luz y una vida llena de oscuridad (Mateo 6:22,23).
Las Bienaventuranzas: Algunas observaciones generales
Estas ocho hermosas actitudes son el sermón; todo el resto de
esta enseñanza es su aplicación de ese sermón. Los mejores maestros
y predicadores dedican una pequeña parte de su enseñanza o su
predicación a presentar la verdad que desean enseñar, y la mayor
parte del tiempo a ilustrar y aplicar esa verdad. En este discurso,
Jesús nos muestra un modelo de ese método, ya que dedica unos
momentos a presentar la verdad que está enseñando (Las
Bienaventuranzas) y la mayor parte del tiempo a la ilustración y
aplicación de esas bienaventuranzas.
El contexto de este sermón muestra la crisis que conlleva
llegar a ser un seguidor de Cristo, un cristiano. Las hermosas
actitudes presentan un perfil del carácter que implica el ser cristiano.
Las cuatro metáforas que siguen a las bienaventuranzas: sal, luz,
ciudad y vela se refieren al desafío que implica que el carácter
cristiano haga un impacto en la cultura secular. El asunto básico es:
¿Es usted parte del problema o es parte de la solución de Jesús? ¿Es
una de sus respuestas o aún está haciendo preguntas?
Hay una “línea divisoria espiritual” imaginaria entre la cuarta
y la quinta bienaventuranzas. A lo largo de toda la Biblia,
encontramos un patrón que Dios sigue cuando recluta líderes para su
obra. Estos líderes tienen lo que podríamos llamar “experiencias de
venir” y “experiencias de ir”. Tienen una significativa “venida” a
Dios antes de tener una “salida” fructífera para Dios. Son adoradores
de Dios antes de convertirse en obreros de Dios. Las cuatro primeras
bienaventuranzas presentan las actitudes que se aprenden al venir a
Dios, y las otras cuatro presentan las actitudes que debemos aprender
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
18
cuando salimos para Dios.
El talento puede desarrollarse en la soledad, pero el carácter
debe desarrollarse en la corriente de la humanidad, mientras nos
relacionamos con personas. Las primeras cuatro bienaventuranzas se
desarrollan en la cima de la montaña, o en lo que Jesús luego llamará
nuestras experiencias con Dios en el “aposento” (Mateo 6:6).
Podemos aprender y cultivar las primeras cuatro bienaventuranzas en
nuestra relación privada con Dios, pero las otras cuatro
bienaventuranzas deben ser aprendidas y desarrolladas en nuestras
relaciones con las personas.
Las bienaventuranzas se dividen, además, en cuatro grupos de
dobles: los pobres en espíritu que lloran; los mansos que tienen
hambre y sed de justicia; los misericordiosos que tienen un corazón
limpio y los pacificadores que son perseguidos. Cada par de
bienaventuranzas presenta una característica espiritual que debe ser
aprendida por el discípulo de Jesús antes de poder ser parte de su
solución y una de sus respuestas.
Las dos primeras bienaventuranzas enseñan al discípulo a
decir: “No es cuestión de lo que yo puedo hacer, sino de lo que Él
puede hacer” o “Sin Él, yo no puedo hacer nada”. El segundo par trae
esta confesión del discípulo: “No es cuestión de lo que yo quiero,
sino de lo que Él quiere”. El tercer par representa este secreto
espiritual: “No es cuestión de quién o qué soy yo, sino de Quién y
Qué es Él”. El cuarto par de bienaventuranzas da testimonio de los
resultados de las anteriores y confiesa: “No fue cuestión de lo que yo
hice, sino de lo que hizo Él”.
Finalmente, las bienaventuranzas son como subir a la
montaña. La primera nos lleva un poco arriba, la segunda un poco
más, la mansedumbre nos lleva hasta las tres cuartas partes del
camino, y nuestra hambre y sed de justicia nos hacen llegar a la cima
de la montaña. Estas bienaventuranzas “ascendentes” son las
bienaventuranzas del venir.
Todo retiro llega a su fin, y quienes han asistido a él deben
bajar de la cima. Las bienaventuranzas del ir nos hacen descender de
la montaña nuevamente. Cuando un discípulo está lleno de la justicia
de Dios, ¿cómo es? ¿Es como los fariseos, legalistas y que se creían
muy justos a sus propios ojos? No; leemos que es misericordioso, y
es misericordioso al tiempo que tiene un corazón limpio. El descenso
de la montaña para ser parte de la solución de Dios a los problemas
de la multitud necesitada comienza con ser misericordioso y tener un
corazón limpio. Cuando el discípulo es un pacificador que es
perseguido, sabemos que está al pie de la montaña nuevamente, allí
donde están todos los problemas.
Las Bienaventuranzas: Algunas observaciones en particular
“Bienaventurados los pobres en espíritu”
Ser pobre en espíritu es la actitud correcta hacia nosotros
mismos. Esta actitud implica darnos cuenta de que, por nosotros
mismos, nunca llegaremos a ser la solución de Dios. Debemos estar
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
19
sujetos al Rey, El que sí es la solución. Esa es la primera actitud que
debemos tener para poder ser parte de la solución para la necesidad
humana que Cristo quiere ser a través de sus discípulos. En una
palabra, el estado de gracia descrito como “pobreza en espíritu” es la
humildad.
“Bienaventurados los que lloran”
La segunda actitud hermosa es “Bienaventurados los que
lloran” (5:4). Una primera interpretación y aplicación de la segunda
bienaventuranza es que nunca seremos parte de la solución y la
respuesta de Jesús a todo el sufrimiento representado por la multitud
que estaba al pie de la montaña si no sufrimos nosotros mismos. Otra
posible interpretación y aplicación de esta bienaventuranza es que
lloramos mientras aprendemos que somos pobres en espíritu, o que
no podemos hacer nada sin Él.
“Bienaventurados los mansos”
La mansedumbre es, probablemente, uno de los conceptos
peor entendidos de la Biblia. No significa debilidad, sino la
capacidad de ser domado. Imagínese un padrillo, un caballo brioso,
salvaje, no domado; un animal poderoso que nunca ha tenido un
bocado en su boca, ni una brida en su cabeza, ni una silla sobre su
lomo. Toda la fuerza de ese animal está fuera de control. Cuando
finalmente toma el bocado y acepta la disciplina de la brida y la silla,
ese animal es una metáfora del significado de la “mansedumbre”
bíblica.
Jesús afirmó que Él era manso (Mateo 11:28-30). Cuando lo
dijo, estaba diciendo lo mismo que cuando hizo otra afirmación.
Hablando del Padre, dijo: “Yo hago siempre lo que le agrada” (Juan
8:29). Jesús había aceptado el yugo, es decir, la disciplina de la
voluntad de su Padre. Eso lo hacía manso. En esta bienaventuranza,
Jesús enseña que solo seremos parte de su solución y respuesta para
este mundo cuando rindamos nuestros deseos a Dios y aceptemos la
disciplina de su voluntad para nuestra vida y ministerio por encima
de nuestros deseos personales.
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”
Esta bienaventuranza no dice que debemos tener hambre y
sed de felicidad, sino de justicia. Observe que en este sermón, Jesús
hace énfasis en la verdad de que sus discípulos deben ser justos.
Además de esta bienaventuranza, Jesús pronuncia una bendición
sobre el discípulo que es perseguido a causa de la justicia. La
prioridad número uno de un discípulo debe ser la justicia, y la justicia
de sus discípulos debe ser mayor que la de los escribas y fariseos
(5:10, 20; 6:33).
“Bienaventurados los misericordiosos”
La palabra “misericordia” significa ‘amor incondicional’.
Una buena paráfrasis de esta bienaventuranza sería “Bienaventuradas
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
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las personas que están llenas del amor agape de Dios”. Si usted va a
bajar de la cima de la montaña para ser parte de la solución para los
que sufren, debe estar lleno del amor de Dios. Estar lleno de justicia
es sinónimo de estar lleno del amor de Dios.
“Bienaventurados los de limpio corazón”
La palabra “limpio”, en esta bienaventuranza, es, de hecho, el
término griego del que derivan nuestras palabras “catarsis” y
“catártico”. La esencia de esta bienaventuranza es que, cuando el
discípulo ama con el amor incondicional de Dios, toda motivación
egoísta será removida de su corazón, que quedará limpio.
“Bienaventurados los pacificadores”
Un pacificador es un reconciliador. El problema fundamental,
al pie de la montaña, era la separación. Muchos de los problemas de
las personas surgen de su separación básica de Dios y de las personas
que hay en sus vidas. Por eso, en este retiro, Jesús desafió a sus
discípulos a ser agentes de reconciliación.
Según Pablo, el objetivo de la misión asignada a los
discípulos de Jesús es el mensaje y el ministerio de la reconciliación.
Debemos ir y, básicamente, decirle a la gente: “Dios se ha
reconciliado con ustedes por causa de Jesús. Como ministro de
Jesucristo, les ruego: reconcíliense con Dios” (ver 2 Corintios 5:20).
“Bienaventurados los que sufren persecución”
Uno pensaría que, si hubiera personas que tuvieran estas
hermosas actitudes en nuestro mundo actual, serían aplaudidas por la
gente. Sin embargo, la octava bienaventuranza nos dice que los
discípulos de Jesucristo son perseguidos por causa de todas estas
hermosas actitudes.
El discípulo que tiene estas actitudes confronta a las personas
con el modelo de lo que ellas deberían ser. Cuando las personas son
confrontadas, o confiesan sus actitudes equivocadas y aprenden a
adquirir estas actitudes hermosas, o atacan al discípulo que tiene las
actitudes hermosas. Durante más de dos mil años, la gente ha elegido
la segunda opción.
Un mensajero de la reconciliación va donde está el conflicto,
y generalmente se trata de un lugar de tremendo peligro. Los
auténticos discípulos de Jesús siempre —y hoy también— han dado
su vida por su ministerio de reconciliación. También hay devotos
discípulos que llevan a cabo sus ministerios de pacificación en sus
hogares, iglesias, vecindarios, aulas y lugares de trabajo.
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
21
Capítulo 6
La aplicación del sermón
Al perfil de un carácter como el de Cristo que el Señor
presenta le siguen cuatro profundas metáforas que nos muestran lo
que pasa cuando ese carácter hace impacto en la cultura pagana.
Jesús enseñó a sus discípulos que ellos son la sal de la tierra; la luz
del mundo; una ciudad sobre un monte, que no puede esconderse, y
una vela en un candelero (Mateo 5:13–16). Estas cuatro metáforas
son el comienzo de la aplicación de este sermón. Estudiémoslas una
por una.
“Ustedes son la sal de la tierra”
Una interpretación y aplicación obvia de esta metáfora surge
del hecho de que la sal era la única forma de conservar la carne en
esa época. Jesús estaba diciendo que este mundo se está pudriendo
como una carne corrompida, y que sus discípulos son la “sal” que
puede impedir la corrupción moral y espiritual del mundo. Una
traducción literal del original sería: “Ustedes, y solo ustedes, son la
sal de la tierra”.
Otra posible interpretación de esta metáfora es que ningún
organismo vivo puede sobrevivir sin sal. Según esta interpretación,
Jesús les estaba diciendo, básicamente, a sus discípulos: “Las
personas que están allá abajo, al pie de la montaña, no tienen vida.
Pero si ustedes viven estas ocho hermosas actitudes, serán el
vehículo a través del cual ellas hallarán la vida”.
“Ustedes son la luz del mundo”
Cuando Jesús miraba las multitudes, lo que lo hacía
compadecerse más que cualquier otra cosa era que eran como ovejas
que no tenían pastor. No sabían distinguir su derecha de su izquierda.
“Ustedes, que saben lo que ellos no saben, son la luz que ellos
necesitan”. Una vez más, en el original, la frase es: “Ustedes, y solo
ustedes, son la luz del mundo”.
Una vela en el candelero
En esta metáfora, Jesús, básicamente, estaba diciendo: “Antes
de convertirse en mis discípulos, ustedes eran como velas apagadas.
Pero ahora que han experimentado el ‘nuevo nacimiento’ que implica
llegar a ser un discípulo mío, su vela ha sido encendida. Cada vez
que yo enciendo una vela, ya tengo elegido un candelero donde
quiero colocarla estratégicamente”. Jesús está diciendo: “Ustedes son
esa vela en el candelero”.
Una ciudad sobre una colina
La cuarta metáfora es la de una ciudad sobre una colina, que
no puede esconderse. Si tenemos las ocho bienaventuranzas en
nuestra vida, nuestro testimonio de Cristo no puede esconderse. Los
discípulos secretos de Jesucristo no existen.
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
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Una tortuga sobre una cerca
¿Alguna vez vio usted una tortuga sobre una cerca? Cuando
uno ve una tortuga sobre una cerca, algo es seguro: ¡alguien tuvo que
haberla puesto allí, porque la tortuga, por sí sola, no puede subir a
una cerca! Cada discípulo de Jesús estratégicamente ubicado debería
sentirse como una tortuga sobre una cerca. Todos deberíamos mirar a
nuestro alrededor, darnos cuenta de dónde hemos sido colocados
estratégicamente en este mundo y, pensando en las metáforas de la
vela en el candelero y la ciudad sobre la colina, deberíamos decir:
“Estoy donde estoy porque el Cristo vivo y resucitado me ha
colocado aquí para ser parte de su solución para los problemas de un
mundo necesitado”.
La aplicación continúa
Jesús continúa su aplicación de este sermón en la parte más
difícil de este discurso (5:17-48). Comienza esta parte de la
aplicación haciendo dos afirmaciones muy importantes: primero, que
no ha venido a destruir la Ley, sino a cumplir la ley de Dios. La
esencia de la segunda afirmación es que, a menos que la justicia de
sus discípulos sea mayor que la de los escribas y fariseos, en realidad
no han comprendido sus enseñanzas (vv. 17-20).
Observemos que, en este largo pasaje del capítulo 5, Jesús
dice seis veces: “Oísteis que fue dicho..., pero yo os digo” (ver Mateo
5:21-48). La mayoría de las veces que Jesús cita lo que había sido
dicho, no cita a Moisés, sino a los escribas y fariseos. Cita algo que
ellos enseñaban y que no era, realmente, enseñanza de Moisés ni de
la Palabra de Dios. Cuando hace referencia a algo que Moisés
enseñó, se muestra en desacuerdo con la forma en que ellos estaban
interpretando a Moisés.
La esencia de su enseñanza es: “Todo lo que yo enseño está
de acuerdo con la Palabra de Dios. Pero mi enseñanza no concuerda
con las enseñanzas y las tradiciones de los escribas y fariseos”. En
esta parte de su discurso más importante, Jesús desafió las
enseñanzas de esos líderes religiosos. Su desafío de esas enseñanzas
y esos valores continuó hasta que ellos se dieron cuenta de que no
podían coexistir con Él, y lo hicieron crucificar.
El propósito de las Escrituras
La diferencia fundamental entre la forma en que Jesús y los
líderes religiosos interpretaban y aplicaban las Escrituras era que,
antes de aplicar la ley de Dios a la vida de las personas, Jesús la hacía
pasar por el “prisma” del amor de Dios. Cuando los escribas y
fariseos enseñaban la ley de Dios, no comprendían ni recordaban el
propósito o la intención de la Ley cuando fue dada a Moisés en el
Monte Sinaí, que era el bienestar total del pueblo de Dios.
La ley de Dios era una expresión del amor de Dios por su
pueblo. Obviamente, Jesús nunca perdió de vista ese propósito de la
Escritura. Esa es la esencia de lo que Jesús quería que sus discípulos
aprendieran y no olvidaran jamás cuando regresaran a la multitud que
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
23
estaba al pie de la montaña. Les estaba enseñando a sus discípulos
que ellos debían saber cómo aplicar la ley de Dios a la vida de las
personas que forman el pueblo de Dios para poder ser sal del mundo.
Justicia relacional (vv. 21-48)
Después de hacer estas afirmaciones sobre la importancia de
las Escrituras en la vida de un discípulo, Jesús muestra a sus
discípulos cómo aplicar esta enseñanza en sus relaciones. La primera
relación que trata es la relación con el hermano, o con otro discípulo.
Es notable escucharlo enseñar que algunas veces, la prioridad no es
“Dios primero”, sino “primero tu hermano, después Dios”. Esta
prioridad de enfoque nos muestra cuánto valor adjudica Jesús a
nuestra relación con los demás creyentes. No podemos ganar al
mundo si nos perdemos unos a otros.
Les enseñó cómo debían relacionarse con sus adversarios.
Vivimos en un mundo muy competitivo. Nuestro adversario es
nuestro competidor, nuestro oponente (vv. 25,26). Tuvo algunas
palabras con referencia a las mujeres (vv. 27-30). (Dado que no dio
instrucciones con respecto a las relaciones con hombres, podemos
deducir que este fue un retiro solo de hombres). Muchos
malentienden esta enseñanza. Jesús no estaba enseñando que pensar
en cometer adulterio era tan grave como cometerlo en la práctica. La
instrucción para nosotros es que ganemos la batalla contra la
tentación cuando es nada más que una mirada y un pensamiento.
Después, Jesús trató sobre la relación del hombre con su
esposa (vv. 31,32). Les enseñó que su relación con su esposa debía
ser una relación permanente. Agregue esta instrucción a lo que Jesús
enseñó sobre las relaciones con las mujeres. Una de las causas de la
epidemia de divorcios que hay en la actualidad es la infidelidad.
Cuando hay una epidemia de divorcios, hay una epidemia de familias
disfuncionales e hijos que sufren. Gran parte del dolor y el
sufrimiento que hay “al pie de la montaña” se debe a que los
hombres están perdiendo la batalla contra la tentación, de la que
Jesús habló en los versículos anteriores (vv. 27-30).
También se les indica que no acompañen sus compromisos
verbales con un juramento, como hacían los fariseos. Cuando decían
“sí”, eso debía significar “sí”; y cuando decían “no”, eso debía
significar “no”. No solo debían ser hombres de la Palabra (la Biblia),
sino hombres de palabra, hombres íntegros (vv. 33-37).
La ética suprema (vv. 38-48)
Jesús cierra este largo pasaje de aplicación presentándonos la
ética suprema de toda su enseñanza ética. Lo que Jesús enseña en
estos últimos versículos representa la enseñanza ética más elevada de
cualquier religión. Esta enseñanza fue un factor vital en la muerte de
los apóstoles, así como para millones de discípulos a lo largo de la
historia de la iglesia. Estos versículos también son considerados la
enseñanza más difícil de Jesús. Dos de sus afirmaciones más difíciles
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
24
son que no debemos resistirnos cuando otros nos hagan mal, y que
debemos amar a nuestros enemigos.
Recordemos que Jesús no enseñó esta ética al pie de la
montaña, a una muchedumbre mezclada, sino la enseñó a los que
estaban en la cima de la montaña, a sus discípulos. Sus discípulos
eran personas que habían asumido el compromiso de seguirlo y hasta
morir por Él (Lucas 9:23-25; 14:25-35). Él les había dejado bien en
claro a todos los que profesaban ser sus discípulos que debían cargar
su cruz para seguirlo. Cuando Jesús dijo: “No resistan al malo” y
“Amen a sus enemigos”, simplemente les estaba diciendo dónde,
cuándo, cómo y por qué causa quería que murieran.
Durante las “Guerras Santas”, aproximadamente en el año
1220, Francisco de Asís estaba cuidando a un turco que había sido
herido. Un cruzado que pasó en su caballo miró a Francisco y al
turco herido, y dijo: “Si ese turco se sana, Francisco, te matará”. A lo
que Francisco respondió: “¡Bien, pero antes, habrá conocido el amor
de Cristo!”.
El corazón de este pasaje es la pregunta que Jesús formuló:
“¿Qué hacéis de más [que los otros]?” (v. 47). A lo largo de todo este
sermón, Jesús está enseñando: “Como discípulo mío, debes ser
diferente”. Una traducción lo expresa de esta manera: “Si ustedes
solo aman a los que los aman a ustedes, ¿qué gracia practican? No se
necesita gracia para amar a los que nos aman”.
La iglesia del Nuevo Testamento tenía gracia, que había
recibido en el día de Pentecostés (Hechos 2). Esa gracia le dio a la
gente de la iglesia del Nuevo Testamento la capacidad para ser
diferentes. Debemos orar pidiendo gracia cuando nosotros también
apliquemos esta suprema ética de Jesús a nuestras relaciones con
nuestros enemigos.
Capítulo 8
Tres perspectivas para vivir
Cuando Jesús enseñó las hermosas actitudes, desafió a sus
discípulos a ver el centro de su ser y reflexionar sobre cuál era el
esquema mental que guiaba su vida. En el extenso pasaje que sigue a
las bienaventuranzas, los desafía a mirar a su alrededor y aplicar las
bienaventuranzas en sus relaciones más importantes. Cuando los
discípulos que asistieron al retiro en la montaña escucharon cómo las
bienaventuranzas se aplican en sus relaciones, especialmente sus
relaciones con sus enemigos, estaban más que listos para la tercera
perspectiva sobre la vida que Jesús les enseñó.
Cuando comenzamos a leer el sexto capítulo de Mateo,
vemos que Jesús les dijo a sus discípulos que miraran hacia arriba y
reflexionaran sobre las disciplinas y los valores espirituales de un
auténtico discípulo. (La palabra “disciplina” y la palabra “discípulo”
provienen de la misma raíz). Él les presenta tres disciplinas
espirituales y les enseña que las tres deben ser practicadas
verticalmente y no horizontalmente.
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
25
Los fariseos tenían una justicia horizontal, es decir, practicada
para lograr el aplauso y la aprobación de las personas. Jesús desafió a
sus discípulos a tener una justicia que practicaran verticalmente, es
decir, para lograr la aprobación de Dios. Esto es, al menos, parte de
lo que quiso decir cuando enseñó que la justicia de sus discípulos
debía ser mayor que la de los escribas y fariseos (5:20).
La disciplina de dar (vv. 1-4)
La primera disciplina espiritual que enseña Jesús es lo que
hoy llamamos mayordomía. Nuestra salud y nuestro bienestar
espiritual son vitalmente afectados por nuestra fiel práctica de esta
disciplina espiritual. Debemos dar de forma vertical, es decir, para
Dios, no para impresionar a las personas. Si le damos a Dios, no es
necesario que nadie sepa lo que estamos dando.
La disciplina de la oración: Comunicación con Dios (vv. 5–15)
No podemos amar a nuestros enemigos, ni ser parte de la
solución de Cristo en las vidas de aquellos que aún son parte del
problema, si no sabemos orar. En realidad, ni siquiera podemos
solucionar nuestros propios problemas si no sabemos orar. Por eso,
Cristo demostró y enseñó a sus discípulos la disciplina de la oración.
El punto central de su enseñanza acerca de la oración es que
debemos estar seguros de que estamos hablando con Dios cuando
oramos. Jesús enseñó que, si queremos asegurarnos de hablar con
Dios cuando oramos, debemos entrar a nuestro aposento (o cualquier
lugar donde podamos estar a solas) y cerrar la puerta. Dado que no
hay nadie allí que podamos impresionar, salvo Dios, la oración en
nuestro aposento privado es mejor que la oración pública, según
Jesús. Él promete que nuestro Dios, que está en lo secreto, honrará y
responderá nuestras sinceras oraciones hechas en privado.
En este contexto, Jesús da la mayor enseñanza que haya
recibido este mundo acerca de cómo orar. Esta enseñanza debería
llamarse “La oración del discípulo”. Hay siete peticiones en esta
oración. Después de tratar a Dios como nuestro Padre celestial, hay
tres peticiones providenciales: tu nombre, tu reino y tu voluntad. Solo
después podemos orar pidiendo: “Danos”.
Con estas tres peticiones providenciales, estamos orando:
“Dios primero”. La oración no es cuestión de llegar a la presencia de
Dios con una lista de las cosas que queremos y mandar a Dios “de
compras”. Debemos entrar en nuestro aposento de oración con un
corazón abierto y pedirle a Dios que nos mande a nosotros a
conseguir lo que Él quiere. Una vez que tenemos esa prioridad,
entonces podemos pedir por nuestras peticiones personales. Las
peticiones personales son: “Danos, perdónanos, no nos metas y
líbranos”.
La primera petición personal es: “El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy” (v. 11). El pan simboliza todas nuestras necesidades. El
pan que pedimos es solo el de “hoy”. Después, debemos orar:
“Perdónanos” (v. 12). Jesús no está enseñando que nuestro perdón
esté basado en el hecho de que perdonemos. Perdonamos porque
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
26
fuimos perdonados. ¿Cómo podríamos no perdonar a otros cuando se
nos ha perdonado tanto a nosotros? Pero solo experimentaremos el
perdón cuando practiquemos el perdón, dice Jesús.
La siguiente petición es “No nos metas en tentación” (v. 13).
Esta petición, en realidad, es: “Padre, si Tú ordenas mis pasos, y yo
sigo tu guía, no tendré que confrontarme con la tentación”.
La cuarta petición podría traducirse, realmente, como
“Líbranos del maligno” (v. 13).
Se nos enseña a concluir nuestras oraciones de la misma
forma que las comenzamos, básicamente, orando “Dios primero” otra
vez. Concluimos reconociendo y afirmando que “el poder para
responder mi oración siempre vendrá de ti, así que el resultado (el
Reino) siempre te pertenecerá a ti, y la gloria siempre será para ti”.
La disciplina del ayuno (vv. 16-18)
Como las disciplinas espirituales de dar y orar, Jesús enseñó
que la disciplina espiritual de ayunar también debe ser vertical (vv.
16–18). El ayuno declara a Dios y a nosotros mismos que valoramos
lo espiritual más que lo físico. Según Jesús, el ayuno demuestra la
sinceridad de nuestras oraciones. Ciertos milagros no se producen
sino después de mucha oración y ayuno (Mateo 17:21).
La disciplina de los valores verticales (vv. 19-34)
Jesús enseña, después, la disciplina de los valores celestiales
(vv. 19-34). En este pasaje, presenta otra causa del sufrimiento de los
que están al pie de la montaña. La gente sufre porque no tiene valores
espirituales. Para poder ser parte de su solución y una de sus
respuestas a las personas que aún son parte del problema, los
discípulos simplemente deben tener los valores verticales, celestiales,
espirituales de Cristo.
Hay tesoros en los cielos y tesoros en la tierra. Los discípulos
de Cristo no deben acumular tesoros en la tierra, que pierden valor y
pueden ser robados. Deben acumular tesoros en los cielos, que no
pierden valor y no pueden ser robados. Jesús es brutalmente sincero
cuando les dice cómo sabrán cuáles son verdaderamente sus valores.
Una paráfrasis resumida de esta enseñanza, actualmente, sería: “Si
ustedes quieren saber cuáles son sus valores, miren hacia atrás y
fíjense en qué han gastado su dinero; y miren hacia atrás y fíjense en
qué han pasado su tiempo durante los últimos cinco años”.
Nuestro corazón está donde está nuestro tesoro, y si usted
quiere saber cuáles son sus tesoros, pregúntese: “¿Cómo gasto mi
dinero? ¿Cómo paso mi tiempo? ¿Qué es lo que quiero todo el día?
¿Qué me preocupa todo el día?”. Si usted evalúa sus actividades, sus
ambiciones y sus ansiedades, encontrará sus valores.
Cristo concluye este discurso sobre los valores verticales
enseñando a sus discípulos que su prioridad absoluta debe ser el
reino de Dios y su justicia: lo que Él les muestra que es justo. Si
quienes tienen hambre y sed de justicia hacen de este su valor
prioridad número uno, absolutamente, Dios los bendecirá con todo lo
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
27
que necesiten en la medida que ellos pongan a Dios y su Reino
primero.
Mirar hacia adentro (7:1-5)
Cuando leemos el séptimo capítulo de Mateo, nos damos
cuenta de que Jesús, ahora, está terminando este retiro. Después de
haberlos desafiado a mirar hacia adentro, a su alrededor, y hacia
arriba, concluye su enseñanza con un veredicto pidiéndoles que
tomen la decisión deliberada de mirar hacia adentro y examinarse a sí
mismos. Usando una metáfora humorística, enseña que no debemos
buscar motas de polvo en el ojo de nuestro hermano, cuando tenemos
una viga en el propio. Debemos mirar hacia adentro y pedirle a Dios
que nos juzgue a nosotros antes de poder ayudar a los demás. Por lo
tanto, debemos tomar la decisión de mirar hacia adentro y sacar la
viga de nuestro ojo antes de poder ministrar a otros. Jesús nos dice
que no seamos hipócritas hipercríticos.
Mirar hacia arriba (7:3-5)
Jesús continúa cerrando su enseñanza invitando a quienes la
han oído a tomar la decisión de mirar hacia arriba. Cierra con un
veredicto su enseñanza sobre las disciplinas y los valores espirituales
invitando a estos discípulos a mirar hacia arriba con perseverancia:
pedir, buscar y llamar continuamente. Y a esto le sigue una triple
promesa: todo aquel que pide, recibe; todo el que busca, halla; y todo
aquel que llama, finalmente se encontrará frente a una puerta abierta
(Lucas 11:9-13).
Mirar alrededor (7:12)
Cuando aquellos que lo han escuchado están a punto de dejar
la cima de la montaña, Jesús los invita a tomar la decisión de mirar a
su alrededor. Esta enseñanza es llamada “la Regla de Oro”. Este
breve versículo es un resumen de la enseñanza ético-relacional de
Jesús y de toda la Biblia.
El desafío esencial de esta enseñanza es: “Si quieres ser la sal
y la luz que la gente este mundo necesita desesperadamente, ponte en
el lugar de cada persona que conozcas, y pregúntate: ‘Si yo fuera esta
persona, ¿qué querría que hiciera un discípulo que ha escuchado lo
que tú has escuchado en esta montaña?’ Cuando tengas la respuesta
para esa pregunta, simplemente, ¡hazlo! Esa es la enseñanza de toda
la Biblia sobre el tema de las relaciones humanas. Todo lo que
quieras que los hombres hagan por ti, ve y hazlo por ellos”.
Por aplicación, póngase en el lugar de su cónyuge, hijos,
padres, hermanos y otros creyentes. Aplique esta enseñanza a todas
las personas cuyas vidas se cruzan con la suya. Si fuera alguna de
esas personas, ¿qué querría que hiciera usted?
No olvide aplicar esta enseñanza a quienes aún no han
llegado a la fe en Jesucristo, que no han experimentado la salvación
ni ninguna de sus bendiciones. Pregúntese, entonces: “Si yo fuera esa
persona, ¿qué querría que hiciera un discípulo de Jesucristo con estas
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
28
actitudes?”. Cuando tenga la respuesta para esa pregunta,
simplemente, hágalo, porque esa es la Regla de Oro del evangelismo.
La invitación (7:13-27)
Cuando Jesús comenzó este retiro, su invitación era: “¿Eres
parte del problema, o quieres ser parte de la solución?”. Al final de
su enseñanza, Jesús lanza el mismo desafío que al principio, solo que
esta vez, quienes escuchan la invitación ya han profesado que
quieren ser parte de su solución. Al concluir el retiro, la invitación de
Jesús es: “¿Qué clase de solución vas a ser?”.
Para resumir y parafrasear su invitación, digamos que Jesús
cerró este retiro diciendo: “Hay dos clases de discípulos: los muchos
y los pocos, los falsos y los verdaderos, los que dicen y los que
hacen. Los muchos piensan que hay una forma fácil de ser solución y
respuesta. Ellos nunca llegan a ser parte de mi solución. Pero los
pocos se dan cuenta de que ser sal de la tierra y luz del mundo
comienza con una puerta estrecha seguida por una vida disciplinada y
difícil de discipulado. ¿Serás uno de los muchos, o uno de los pocos?
¿Vas a ser uno de los falsos o uno de los verdaderos discípulos que
realmente llega a ser parte de mi solución? ¿Serás uno de los que
meramente dice, o uno de los que realmente hace lo que he enseñado
en esta montaña?”.
La gran metáfora con la que Jesús concluye su mayor
discurso presenta dos clases de discípulos que están a punto de dejar
esa cima de la montaña. Jesús presenta dos casas (vidas), una
construida sobre la roca (el discípulo que obedece las enseñanzas de
Jesús) y otra construida sobre la arena (el discípulo que no obedece
sus enseñanzas). Ambos han escuchado sus enseñanzas, pero uno, el
necio, nunca aplica lo que ha escuchado. Esta tremenda conclusión
deja bien en claro que la diferencia entre estos dos discípulos es lo
que hacen con lo que saben (Mateo 7:24-27).
Ahora que usted ha estudiado esta gran enseñanza, ¿qué clase
de discípulo será para Jesús? ¿Qué va a hacer con lo que sabe?
Capítulo 9
La comisión de los comprometidos
No tenemos idea de cuántos discípulos asistieron al primer
retiro cristiano. Como ya he señalado, poco después que Jesús
concluyó su enseñanza en la montaña con esa extraordinaria
invitación, comisionó a doce discípulos para que fueran sus
apóstoles. Jesús, obviamente, reclutó a estos discípulos en ese retiro,
y luego los comisionó para que compartieran su misión; para que
fueran parte de su estrategia para alcanzar a todo el mundo con la
salvación que vino a traer.
Como le pregunté anteriormente: Si usted supiera que le
quedan tres años de vida para completar su misión, ¿qué haría? Jesús,
sin duda, sabía que tenía tres años, por eso envió a estos apóstoles y
delegó en ellos su deseo de llevar la salvación al mundo. Sus
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
29
discípulos difundieron fielmente la Buena Noticia durante su vida.
Cinco siglos después de que Él los comisionara, una persona ni
siquiera podía conseguir trabajo en el Imperio Romano a menos que
dijera que era cristiana. De la misma forma, nosotros debemos ser
fieles en alcanzar a nuestro mundo para Cristo proclamando el
evangelio en el mundo en el que vivimos.
Conozcamos a los doce apóstoles
Jesús pasó toda una noche orando antes de comisionar a estos
doce apóstoles (Lucas 6:12, 13). Los primeros cuatro apóstoles
mencionados en Mateo son dos pares de hermanos: Pedro y Andrés,
y Jacobo y Juan. Estos cuatro hombres trabajaban juntos como
pescadores.
Felipe y Bartolomé siempre son mencionados juntos, como
Tomás y Mateo. Felipe era un hombre de negocios que trabajaba con
caballos o transporte. En la actualidad, él probablemente hubiera
trabajado en el negocio de los automóviles. Cuando comparamos las
listas de los apóstoles según los diferentes evangelios, llegamos a la
conclusión de que Bartolomé también era conocido como Natanael.
Tomás era un intelectual, con una mente inquisidora. Hoy
solemos decir que esa clase de personas dudan, “como Tomás”.
Mateo era recaudador de impuestos, un publicano, que recaudaba
impuestos para Roma de sus compatriotas judíos, lo cual significa
que era un traidor para su propio pueblo. Usted observará que en los
Evangelios suele hablarse de “pecadores y publicanos”. Esto no
significa que los publicanos no fueran pecadores. ¡Significa que eran
una categoría aparte de pecadores en sí mismos! El pueblo judío
odiaba verdaderamente a los publicanos. Es interesante que Jesús
haya elegido a un publicano para ser uno de los doce.
Las últimos cuatro nombres son duplicados en la lista de los
doce. Por ejemplo, había otro Simón, además de Simón Pedro. Este
otro Simón era llamado “el cananeo” o “el zelote”. Esto significa que
era lo opuesto de un hombre como Mateo. Pertenecía a los zelotes,
guerrilleros que continuaban la resistencia contra Roma, aunque el
pueblo judío ya había sido conquistado por los romanos. En la
actualidad, diríamos que era un revolucionario. Los eruditos creen
que tres, posiblemente cuatro, de los apóstoles eran zelotes.
Muchas veces me he preguntado de qué hablarían Simón el
zelote y Mateo el publicano —si es que se hablaban— mientras
caminaban con Jesús por Galilea, Judea, Jerusalén y Samaria.
Imagine la situación dramática que se habrá producido cuando Jesús
les dijo a Mateo el publicano y a Simón el zelote que se lavaran los
pies mutuamente y se amaran el uno al otro (Juan 13:34,35).
Hay otro Jacobo en la lista de los doce, llamado “Jacobo hijo
de Alfeo”. Este Jacobo también es llamado “Jacobo el menor”, que
probablemente significa que fuera más bajo o menor en edad
(Marcos 15:40). También había dos Judas. Uno es Judas “el hermano
de Jacobo”, también llamado “Tadeo” o “Lebeo,” y Judas Iscariote,
que traicionó a Jesús.
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
30
Los apóstoles debían predicar el Evangelio y demostrar el
reino de Dios por medio de señales y prodigios. Debían sanar a los
enfermos, limpiar a los leprosos, echar fuera demonios y resucitar
muertos. Debían predicar y dar el evangelio gratuitamente, sin pedir
nada a nadie, confiando en que Dios iba a satisfacer cada una de sus
necesidades. Debían vivir por fe.
Jesús advirtió a los apóstoles que no serían bien recibidos.
Los advirtió: “Yo os envío como a ovejas en medio de lobos”
(10:16). Básicamente, les estaba diciendo: “El mundo no les deseará
nada bueno cuando ustedes obedezcan mi comisión y pongan en
práctica mi estrategia”. Esto sigue siendo cierto aún hoy.
Una tarea
Usted aprenderá y será bendecido si responde estas seis
preguntas acerca de estos doce hombres con quienes Jesús pasó sus
tres años de ministerio público y a quienes confió su misión en este
mundo:
¿Qué estaba haciendo este hombre cuando conoció a Jesús?
¿En qué cambió eso como resultado de conocer a Jesús?
¿Dónde murió?
¿Qué estaba haciendo cuando murió?
Según lo que pueda averiguar en la Biblia y otras fuentes,
¿cómo murió?
¿Por qué Jesús eligió a este hombre en particular para que
fuera su apóstol?
Jesús exigió un tremendo nivel de compromiso cuando hizo
aquella invitación en la cima de la montaña, porque sabía que estos
apóstoles iban a sufrir y morir por Él. ¿Hasta qué punto se ha
comprometido usted con Jesucristo? ¿Es usted auténticamente su
discípulo? ¿Está dispuesto a tomar un compromiso con Jesús como el
compromiso que vemos en las vidas de los apóstoles?
Capítulo 10
Las parábolas de Jesús en Mateo
El capítulo 13 de Mateo es el gran capítulo de parábolas de
este Evangelio. La palabra “parábola” (en griego: para ballo) deriva
de dos palabras. Para significa ‘al lado de’. Ballo es ‘arrojar’. La
parábola es una historia que se “arroja al lado” de una verdad que se
trata de enseñar. Jesús fue el Maestro absoluto de la parábola.
Hubo un período en su ministerio en que Jesús enseñó
exclusivamente en parábolas. Un motivo para esto fue que no iban a
arrestarlo por contar historias “insignificantes” que las autoridades no
comprendían. Solo quienes tenían el Espíritu Santo para enseñarles
comprendían sus parábolas. El capítulo 13 de Mateo es el gran
capítulo de las parábolas o historias de este Evangelio. Dado que este
estudio no es más que un panorama y una introducción a dicho
Evangelio, solo tendré tiempo de presentarle el concepto de la
parábola y darle algunos ejemplos de parábolas que Jesús enseñó.
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
31
Jesús comienza con la Parábola del Sembrador. Un
sembrador sale a sembrar semillas en el campo. Toma las semillas de
su bolsa y las arroja. Algunas caen en suelo duro, un camino donde
había caminado gente. Esa semilla, simplemente, quedó sobre la
superficie. Nunca penetró el suelo, y los pájaros vinieron y se la
comieron.
Algunas otras semillas cayeron donde la tierra estaba suelta, y
esa semilla comenzó a dar raíces, pero, debajo de la superficie, había
piedras. Así que las raíces chocaron contra la piedra y cambiaron de
dirección. Cuando salió el sol, la planta producida por esa semilla se
quemó y no dio ningún fruto.
Algunas semillas cayeron en buen suelo, profundo, bien
regado, y la semilla echó raíces. Pero cuando las plantas comenzaron
a crecer, se encontraron con espinos que las ahogaron, de modo que
tampoco produjeron fruto.
Las últimas semillas del sembrador cayeron en buena tierra.
No había problemas allí, ni sobre la tierra ni debajo de ella. Esas
semillas produjeron fruto; algunas, treinta; otras, sesenta; y otras cien
veces más que lo plantado.
Cuando leemos por primera vez esta parábola, coincidimos en
que debe llamársela la “Parábola del Sembrador”. Pero cuando la
estudiamos con mayor detenimiento, podemos llegar a pensar que
debería llamarse la “Parábola de las Semillas”. Dado que la semilla
es la Palabra, esta parábola es una profunda enseñanza sobre la
Palabra de Dios y algunas cosas que suceden cuando se la enseña o
se la predica. “Mirad, pues cómo oís” es la forma en que Lucas
aplica el significado de esta parábola (Lucas 8:18).
Después de enseñar esta parábola, cuando Jesús estaba solo
con sus apóstoles, ellos le preguntaron sobre la parábola, y Él la
interpretó para ellos. Les dijo que la semilla que el sembrador
sembraba era la Palabra de Dios, y los cuatro tipos de suelo
representan cuatro formas en que las personas responden a la
Palabra.
Cuando leemos la interpretación de la parábola, nos damos
cuenta de que un título mejor para ella sería la “Parábola de los
Suelos”. Cuando reflexionamos sobre el hecho de que el centro de la
parábola es cómo las personas responden a la Palabra de Dios, nos
damos cuenta de que el mejor título sería “Cuatro maneras de
escuchar la Palabra de Dios”, porque esta parábola nos presenta
cuatro formas en que las personas responden a la Palabra de Dios
cuando se les enseña o predica.
Cuando la Palabra es presentada, la primera persona ni
siquiera la comprende; su mente, o su entendimiento, está
endurecido, no puede ser penetrado, y no produce fruto.
La segunda persona comprende la Palabra. Esta penetra en su
entendimiento, pero el suelo rocoso que impide que las raíces lleguen
a lo profundo de la tierra representa lo que Jesús llama, en otro lugar,
“el corazón endurecido”. Esto nos sugiere que su voluntad no ha sido
penetrada, y su compromiso es superficial. Creen la Palabra, pero
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
32
cuando llega la tribulación o la persecución, pronto se apartan o caen,
y no dan fruto.
La tercera persona no es vencida por nada que esté debajo del
suelo ni dentro de su vida, como el entendimiento de su mente o el
compromiso de su voluntad. Es vencida por fuerzas exteriores a su
vida, que están por encima del suelo, como el engaño de las riquezas
o los placeres que las acompañan. También es posible que sea
vencida por “los cuidados de este mundo”, es decir, la preocupación
por la riqueza que tiene o no tiene. En la parábola, los obstáculos son
espinos que ahogan la planta que la Palabra quisiera hacer crecer en
el suelo de su vida. Esta tercera persona tampoco da fruto.
Podríamos decir que la primera persona tiene una “cabeza
dura”. La segunda persona tiene un corazón duro, y la tercera es
distraída por decisiones difíciles.
El cuarto tipo de suelo representa la forma en que Jesús
quisiera que todos respondiéramos cuando escuchamos la Palabra de
Dios. No hay nada bajo el suelo o sobre él que impida el crecimiento
ni que la planta dé fruto. Esto representa a la persona que decide que
nada en su vida, como su entendimiento o su terca voluntad,
impedirá que dé fruto. También está decidida a que ninguna fuerza
externa a su vida impida que cumpla los propósitos para los cuales
Dios le dio su Palabra.
Lucas describe a estas personas diciendo que “con corazón
bueno y recto retienen la palabra oída” y esto las hace fructíferas
(Lucas 8:15). Lucas también explica la esencia de esta profunda
parábola con estas palabras: “Mirad, pues, cómo oís [la Palabra de
Dios]” (Lucas 8:18).
La verdad de esta profunda parábola es muy obvia para
cualquiera que enseñe o predique la Palabra de Dios. Cuando se
enseña o se predica la Palabra de Dios, estas cuatro clases de
personas siempre están, y el predicador o maestro que tiene
discernimiento puede distinguirlas fácilmente.
Todos los que escuchan y enseñan la Biblia deberían
reflexionar mucho sobre esta parábola cuando lo hacen. Primero,
debemos estudiar nuestro propio suelo. ¿Qué clase de suelo
encuentra la semilla de Dios en nuestro corazón? ¿Permitimos que la
Palabra de Dios lleve fruto? ¿Somos muy fructíferos (100%) o solo
un poco (30%)? Segundo, quienes enseñan deben tener plena
conciencia de la dura realidad de que la predicación o la enseñanza
de la Palabra serán infructuosas a menos que quienes reciben la
enseñanza comprendan el significado de la Palabra que están
escuchando.
Además, debemos darnos cuenta de que nuestra predicación o
enseñanza serán infructuosas a menos que podamos penetrar en la
voluntad de la persona a quien enseñamos. Cuando enseñamos,
debemos, por lo tanto, hacerlo de manera tan sencilla que podamos
penetrar en su entendimiento. También debemos, en oración, llevar
nuestra enseñanza o predicación a un veredicto, de manera que el
Espíritu Santo pueda penetrar la voluntad de quien nos escucha.
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
33
En esta parábola no se nos desafía a producir “expertos en la
Biblia” que la conozcan, sino discípulos comprometidos del Señor
que practiquen la Palabra que ha penetrado en su entendimiento y su
voluntad. Por lo tanto, debemos simplemente escuchar, enseñar y
predicar la Palabra orando para que el Espíritu Santo abra los ojos
espirituales de quienes nos escuchan, para que puedan comprender y
obedecer la Palabra de Dios. Debemos orar para que nos dé a
nosotros, y a quienes escuchan, el don de la fe, y la voluntad para
“hacer” la Palabra, de manera que esta dé fruto (Juan 7:17; Filipenses
2:13).
También debemos confiar en Dios para que nos dé poder a
nosotros, y a quienes nos escuchan, para vencer todas las fuerzas de
este mundo que harán todo lo que esté en su poder para que la
Palabra que escuchamos, y nuestra predicación y enseñanza de ella,
sean infructuosas. Solo Dios puede hacer esto. Por eso, cuando
estudiamos, enseñamos o ministramos la Palabra, debe ser “oración y
ministerio de la Palabra”. Ambas deben ir juntas (Hechos 6:4).
La parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13:24-30; 36-42)
Esta breve, pero profunda, parábola, y su interpretación, son
una enseñanza muy importante de Jesús, porque constituyen su
respuesta a la pregunta que ha acosado a los teólogos y filósofos
durante toda la existencia de la teología y la filosofía. Esa pregunta
es “¿De dónde proviene el mal?”, o, en otras palabras, “¿Cómo
podemos explicar la existencia del mal en un mundo que ha sido
creado y es sostenido por un Dios amoroso y omnipotente?”.
La respuesta, en forma de parábola, que da Jesús, es: “Un
enemigo mío hizo esto, mientras el hombre dormía”. El origen del
mal es atribuido a “su enemigo”, y también a la negligencia de los
hombres. Esta explicación de Jesús probablemente inspiró al hombre
que escribió: “Lo único que necesita el mal para triunfar sobre el bien
es que los hombres buenos no hagan nada”.
En esta parábola, las “semillas” no son las palabras de Dios
que caen en el suelo de la vida de los hombres, sino hijos del Reino
plantados en el suelo de este mundo. Quizá no lo entendamos, pero
una vez que aceptamos la realidad del mal, el desafío es: “¿Qué
vamos a hacer acerca de este problema?”. “El campo es el mundo”,
según Jesús, y eso nos hace pensar en una carga que Él expresaba
con frecuencia. Él desafió a los discípulos a orar para que Dios
enviara obreros a la mies, porque ya están los campos blancos para la
siega, y los obreros son pocos (Mateo 9:37,38).
Juan Wesley comprendió y compartió esta perspectiva de
Cristo cuando declaró: “¡El mundo es mi parroquia!”. Nunca
debemos perder de vista el hecho de que “el campo es el mundo”, no
solo nuestro pequeño rinconcito de ese campo. Siempre debemos
tener una perspectiva mundial cuando aceptamos el desafío de que el
bien y el mal existen juntos en este mundo.
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
34
Las parábolas de la semilla de mostaza y la levadura (Mateo
13:31-33)
Estas dos breves parábolas se han cumplido a lo largo de la
historia de la iglesia. Ambas enseñan que el Reino del cual Jesús
hablaba con frecuencia comenzaría muy pequeño, como una
diminuta semilla de mostaza, para convertirse en un gran árbol, y la
medida de levadura que se coloca en una masa cuando se hace el pan
permea toda la masa y la hace crecer.
Pero en estas dos parábolas, Jesús profetiza que este Reino
tendrá un extraordinario crecimiento, como el de la semilla de
mostaza, y una influencia extraordinaria, como la forma en que la
levadura influye sobre el pan. Dos mil años después, gran parte de
nuestro mundo data su historia antes o después de la vida e influencia
de este Hombre llamado Jesús.
El principio de la levadura y la semilla de mostaza aún es
válido hoy. Cuando pensamos en el crecimiento de la iglesia, aun en
lugares donde ha sido perseguida, vemos el cumplimiento de estas
dos breves parábolas.
Como la Parábola del Sembrador, los pájaros que vienen a
vivir en las ramas de este árbol son un símbolo negativo que muestra
aquí la multitud heterogénea de quienes no son parte del Reino,
aunque profesan serlo. Pero el énfasis principal de esta enseñanza,
creo, es el crecimiento y el triunfo final del Reino y la influencia de
los hijos e hijas del Reino.
Aunque la levadura generalmente representa lo malo en otros
lugares de la Biblia, no representa el mal en esta parábola, sino la
presencia y la influencia del Reino en este mundo. Si representara el
mal, entonces, la parábola enseñaría la corrupción total del Reino,
que no es coherente con el énfasis que la Biblia hace sobre el triunfo
final del bien sobre el mal, o de Dios sobre Satanás, y de Cristo
triunfante como Rey de reyes y Señor de señores.
Las parábolas del tesoro y de la perla (Mateo 13:44-46)
Estas dos breves parábolas, obviamente, van juntas, y son una
bella figura de un compromiso total y gozoso con el Rey y su Reino.
Nos dicen: “Si Jesucristo es algo para ti, entonces, es todo para ti;
porque hasta que Jesucristo no sea todo para ti, entonces, en realidad,
no es nada para ti”.
No habremos visto en realidad el Reino del que Jesús enseña
hasta que hayamos visto que ese Reino es lo más grande que existe.
El reino de los cielos merece un compromiso total y gozoso de
nuestra parte. Estas parábolas nos enseñan que nunca
comprenderemos ni apreciaremos el Reino hasta que estemos
gozosamente dispuestos a vender y entregar todo lo que somos al
Rey que gobierna ese Reino.
Una parábola sobre el perdón (Mateo 18:15-35)
El contexto de esta profunda parábola es el mandato de
perdonar a nuestro hermano. Pedro preguntó cuántas veces debía
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
35
perdonar al hermano que pecara contra él. La postura tradicional, en
aquella época, era perdonar al hermano siete veces, lo cual explica,
probablemente, por qué Pedro mencionó ese número. La enseñanza
de Jesús es que nuestro perdón del hermano debe ser ilimitado. El
significado real de la expresión es “siete veces en sí mismo, setenta
veces”, que podría ser un número infinito de veces por día. Y la
fundamentación racional de esta postura es ilustrada por la parábola
que le sigue.
La gran deuda que fue perdonada representa el perdón de
todos nuestros pecados cuando recibimos la salvación. Nuestra
salvación implica la cancelación de todas nuestras “deudas”, es decir,
el perdón de todos los pecados que hemos cometido jamás.
Esta parábola es una importante continuación para la “oración
del discípulo”. Jesús nos enseñó que pidamos que nuestras deudas
sean perdonadas como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y
le sigue a esa instrucción sobre la oración un notable comentario: si
no perdonamos a quienes pecan contra nosotros, tampoco nuestro
Padre nos perdonará nuestros pecados.
Esta parábola concluye con el mismo comentario. El
Evangelio de salvación proclama: “Cuando Jesús murió en la cruz,
pagó una deuda que no debía pagar, porque nosotros teníamos una
deuda que no podíamos pagar”. No somos perdonados porque
perdonemos. Demostramos que realmente creemos que hemos sido
perdonados cuando somos personas que perdonan. Debemos,
simplemente, perdonar a los demás, como Dios, por amor a Cristo,
nos ha perdonado a nosotros (Efesios 4:32; Colosenses 3:12,13).
Una parábola sobre los títulos (Mateo 21:23, 28-31)
Esta es una de las parábolas más fascinantes de Jesús. Cuando
Dios se hizo hombre y vino al mundo, que tanto valora los títulos, se
convirtió en un hombre sin más títulos que sus actos. Una de las
muchas diferencias entre Jesús y los fariseos era que Él daba gran
valor al comportamiento y poco valor a las palabras. Ellos tenían la
prioridad opuesta. Ese punto de discusión es el centro de esta
pequeña parábola.
En esta parábola, los dos hijos profesaron una cosa e hicieron
otra. Sus declaraciones, por lo tanto, no tuvieron ninguna
importancia, y lo que hicieron fue su mayor “título”. La aplicación
obvia para los líderes religiosos era que Jesús y Juan el Bautista no
tenían “títulos” de la clase que el mundo religioso reconocía en ese
tiempo. En cuanto a lo que profesaban, no se identificaban como
hijos de Dios que trabajaban en su viña; pero en cuanto a sus obras,
era obvio que tanto Jesús como Juan el Bautista estaban en la viña,
haciendo la obra del Padre.
Por el contrario, los líderes religiosos eran todo profesión y
nada de acción. Con todas sus túnicas, atavíos y símbolos del estatus
religioso, profesaban ser hijos de Dios trabajando en la viña. Pero al
mirar sus acciones, era obvio que no estaban en la viña del Padre, y
no estaban haciendo su obra.
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
36
Cuando le preguntaron a Jesús cuáles eran sus “títulos”, esta
fue su profunda respuesta. Sus obras eran su título, y nosotros nos
engañamos a nosotros mismos hasta que nos damos cuenta de que lo
que hacemos, más que lo que profesamos, es nuestro verdadero
título. Se estima que en el mundo hay más de dos millones de
pastores en la actualidad, y menos de cien mil de ellos son egresados
de un seminario. Eso significa que la mayoría de los pastores de este
mundo necesita escuchar esta parábola de Jesús. Lo que sigue es
como un comentario de esta profunda parábola.
Una vida solitaria
“Nació en un oscuro pueblo, hijo de una campesina. Trabajó
en una carpintería hasta que tuvo treinta años, y entonces, durante
tres años, viajó por todo el país, deteniéndose el tiempo suficiente
para hablar con las personas y escucharlas, y ayudar cuando podía.
“Nunca escribió un libro, nunca tuvo una canción famosa,
nunca fue a la Universidad, nunca se postuló para ningún puesto
público, nunca tuvo una familia, nunca compró una casa. Nunca hizo
ninguna de las cosas que, generalmente, acompañan a la grandeza.
No tenía ningún título más que sí mismo.
“Cuando tenía solo treinta y tres años, la marea de la opinión
pública se volvió contra Él, y todos sus amigos lo rechazaron.
Cuando fue arrestado, muy pocos querían tener algo que ver con Él.
Después de un juicio injusto, fue ejecutado por el Estado junto con
otros que habían admitido ser ladrones. Pudo ser sepultado solo
porque un amigo generoso ofreció su propia parcela en el
cementerio.
“Todo esto sucedió hace veinte siglos, pero aún hoy, Él es la
figura predominante de la raza humana, y el máximo ejemplo de lo
que es el amor. No es exagerado decir que todos los ejércitos que han
marchado, todas las flotas que han desplegado sus velas, todos los
gobernantes que han gobernado y todos los reyes que han reinado en
esta tierra, todos juntos, no han afectado la vida del hombre en la
tierra tanto como esta única Vida solitaria”. (Fred Bock)
La parábola del Domingo de Ramos (Mateo 21:33-46)
Millones de personas saben que Jesús entró a Jerusalén
montado sobre un burrito en el primer Domingo de Ramos. ¿Alguna
vez leyó usted lo que Jesús hizo cuando bajó de ese burro? Jesús creó
el contexto para esta extraordinaria y poderosa parábola maldiciendo
una higuera y limpiando el templo. Esta parábola hizo que el diálogo
entre Jesús y los líderes religiosos llegara a su punto más álgido de
hostilidad.
El contenido de esta parábola es una imagen de Dios
enviando a sus profetas (los siervos) para recibir el fruto del Reino.
Cuando estos profetas son tratados de manera vergonzosa, el dueño
de la viña envía a su hijo para recibir el fruto de la viña de su padre.
El dueño de la viña cree que respetarán a su hijo, pero, en lugar de
respetarlo, ¡lo matan! Naturalmente, el Hijo de esta parábola es
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
37
Jesús, y esos líderes religiosos están tramando matarlo en ese mismo
momento.
Algunas de las palabras más duras habladas por Jesús se
encuentran en el final de este largo capítulo, cuando usa una
tremenda metáfora para aplicar esta parábola a los líderes religiosos
judíos. Él usa esa metáfora para informar debidamente al sistema
religioso judío que, dado que no están dando fruto del Reino, el
Reino les será quitado y será entregado a un pueblo que sí dará su
fruto.
Vemos cómo se cumple esto literalmente en el Libro de los
Hechos, cuando el pueblo elegido de Dios se convierte en la iglesia
(Hechos 10, 11). La metáfora que enseña esta parábola es que,
cuando el pueblo de Dios no cae sobre la roca del compromiso con
Cristo y se quebranta ante Él, su voluntad y su obra, esa Roca,
finalmente, cae sobre ellos y los pulveriza.
En la Biblia, la higuera es un símbolo de Israel. Cuando
relacionamos esta metáfora al final de este capítulo con la maldición
de la higuera, nos damos cuenta de que Jesús les está diciendo a los
líderes religiosos de Israel que su Padre Dios hace a través de Él lo
mismo que hizo con el pueblo hebreo en el desierto. Deberíamos
relacionar el tremendo capítulo 17 de Números con esta parábola que
nos mueve a la reflexión. Dios, con gran paciencia, había dado
evidencias de su amor a los hijos de Israel en el desierto, diez veces,
por medio de milagros. Después, declaró que perecerían en el
desierto, porque no querían creer e invadir Canaán para reclamar la
Tierra Prometida.
En cierto sentido, Jesús “despidió” a los líderes religiosos
cuando les quitó el Reino en aquel primer Domingo de Ramos. A lo
largo de la historia, esta parábola del Domingo de Ramos se ha
cumplido varias veces. Dios parece haber “mudado su oficina
central” de la iglesia, de una cierta parte del mundo que ya no
produce el fruto del Reino a una donde la iglesia sí produce fruto
para el Reino.
Cómo encarar las parábolas de Jesús
Hay cuarenta y siete parábolas en los tres Evangelios
sinópticos. Solo he seleccionado algunos ejemplos para presentarle
esta importante dimensión de la enseñanza de Jesús en el Evangelio
de Mateo. Lo animo a hacer un estudio especial, profundo, de las
parábolas de Jesús. Al hacerlo, quisiera sugerirle algunas ideas sobre
cómo encarar estas parábolas:
Recuerde que una parábola es una historia que un maestro
arroja junto a una verdad que quiere enseñar. Jesús fue el Maestro
absoluto de esta forma de enseñanza. Debemos buscar la verdad
central de cada parábola que Jesús enseñó, porque sus parábolas,
generalmente, son arrojadas junto a una verdad principal.
Cuando tratemos de interpretar las parábolas de Jesús, es muy
importante entender el contexto de cada una. Por lo tanto, cuando
usted estudie las parábolas de Jesús, siempre debe preguntarse: ¿Cuál
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
38
es el contexto en que fue dada esta parábola? ¿Dónde fue dada?
¿Cuándo fue dada? ¿Qué circunstancias, acciones o interacciones con
personas llevaron a que enseñara esta parábola? ¿A quién estaba
dirigida? En su opinión, ¿cuál era el objetivo de Jesús para enseñar
esta parábola? ¿Cuál es la verdad principal junto a la cual Jesús
arrojó esta historia? Si Jesús da una interpretación de la parábola,
acéptela. Si no, sea humilde en cuanto a su interpretación. Una
parábola puede tener una interpretación correcta, pero muchas
aplicaciones. Por lo tanto, siempre pregúntese: “¿Cómo quiere Dios
aplicar esto a mi vida, a mi familia, a mi iglesia?”.
Capítulo 11
Preciosas enseñanzas de Jesús en Mateo
Otra gran invitación
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo
os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí,
que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo
11:28-30).
Como vimos al final del discurso más importante de Jesús, a
Él le gustaba llevar su enseñanza al punto del veredicto por medio de
una invitación. Esta es una de sus más grandes invitaciones. Está
dirigida a todos los que tienen cargas pesadas y están quedando
exhaustos de tanto trabajar para llevar sus pesadas cargas con sus
propias fuerzas. Las cargas se vuelven cada vez más grandes, y el
cansancio es intolerable. La invitación es ir a Cristo, ser aliviados de
esas pesadas cargas, hallar descanso para sus almas, y descubrir que
la vida puede ser fácil y las cargas pueden hacerse livianas.
Al principio parece que simplemente podemos ir, y Él nos
dará descanso de nuestras cargas. Pero, cuando estudiamos más de
cerca esta invitación, nos damos cuenta de que Él nos está invitando
a acercarnos para aprender. Nos invita a aprender sobre su carga, su
corazón, su yugo.
Ningún ser humano llevó jamás una carga más pesada que la
que Jesús llevó en este mundo. Pero aun así, lo escuchamos decir:
“Mi carga es ligera”. Si queremos encontrar descanso para nuestra
alma y alivio para nuestra carga, El que nos enseñó que los mansos
son bienaventurados nos invita a aprender sobre su manso y humilde
corazón.
Después, nos invita a aprender sobre su yugo. Nos invita a
aceptar las disciplinas espirituales de Jesucristo, y a unirnos a su
yugo como discípulos suyos. Una clave para comprender esta
invitación es estudiar qué quiere decir exactamente Cristo al
invitarnos a tomar su “yugo” sobre nuestra vida.
Un yugo no es una carga, sino una herramienta que hace
posible mover una carga pesada. Piense en un carro de bueyes con
una carga apilada sobre él. Después, imagine que quiere conseguir un
buey que mueva ese carro. Entonces se dará cuenta de cuál es el
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
39
propósito de un yugo. Un buey no tiene la inteligencia ni la disciplina
para mover ese carro con la cabeza, pero puede ser uncido a un yugo
para tirar del carro. Un yugo es un instrumento que hace posible que
un buey realice la imposible tarea de mover un carro de bueyes.
De la misma manera, la enseñanza y las otras disciplinas
espirituales de Jesús son un “yugo” que nos permite mover las
grandes cargas de la vida. Eso es lo que Jesús quiso decir cuando nos
prometió que, al aceptar su yugo, nuestra vida será fácil y nuestra
carga, liviana, porque estaremos uncidos al yugo junto con Él.
Esta gran invitación es la invitación a acercarnos a Cristo. No
nos invita a ir a la iglesia, a un estudio bíblico, a un grupo de apoyo,
a una reunión o a otra de las muchas funciones de la iglesia que
supuestamente nos acercan a Cristo. La invitación es para acercarnos
a Cristo. Él nos invita a acercarnos y tener una relación con Él.
También nos invita a ver la vida como Él la ve. Si vemos la vida a
través de sus valores y sus disciplinas espirituales, Él nos promete
que encontraremos descanso para nuestra alma, alivio de nuestra
pesada carga, y una vida fácil y sin esfuerzo porque estaremos
uncidos al yugo de una relación con Él.
El Reino se convierte en iglesia (Mateo 16:13-23)
Este es un pasaje muy importante en los Evangelios, porque
es la primera vez que Jesús menciona la palabra “iglesia”. Él y Juan
el Bautista comenzaron sus ministerios públicos predicando la buena
noticia acerca del reino de Dios. En la cima de la montaña y en sus
parábolas, Jesús proclamó el Evangelio del reino de los cielos, es
decir, el reino de Dios. En esta ocasión, Jesús proclama que va a
edificar su iglesia, y que las puertas del infierno mismo no podrán
evitar que Él lo haga. También anuncia que va a edificar su iglesia
sobre el apóstol Pedro.
El contexto de este anuncio es que Jesús ha preguntado a sus
apóstoles: “¿Quién dicen ustedes que soy yo?”. Pedro responde: “¡Tú
eres el Cristo!”. Aunque esta confesión de Pedro es de suma
importancia, más importante aun es la respuesta de Jesús a ella. Si
parafraseamos de forma resumida esa respuesta, es como si Jesús
dijera: “Simón, tú no eres tan listo. Fue mi Padre quien te reveló esto.
Voy a construir mi iglesia sobre el milagro de que un hombre como
tú pueda decir algo tan maravilloso como eso, Pedro; de que personas
comunes hagan cosas extraordinarias porque en ellas habita el
Espíritu Santo. Los poderes del infierno no prevalecerán contra esa
iglesia, Pedro, porque el poder que estará dentro de mi iglesia y
detrás de ella será el Espíritu Santo”.
Aunque se trata de una expresión diferente, no debemos
considerarla como una contradicción. ¿Iba Jesús a edificar un reino o
una iglesia? No es una cosa o la otra, sino ambas. El Reino es una
expresión de la voluntad de Dios que se cumple en la tierra, así como
en el cielo. La iglesia será lo mismo cuando sea realmente su iglesia,
cumpliendo la voluntad de Dios en la tierra.
Este pasaje también es notable porque, cuando Jesús hace su
declaración de misión con respecto a su muerte en Jerusalén, ¡Pedro
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
40
reprende a su Señor! Entonces, Jesús se vuelve a este mismo hombre,
que acaba de ser el vehículo a través del cual ha hablado Dios, y lo
llama “Satanás”. Jesús le informa a este mismo hombre que él está
interponiéndose en la voluntad de Dios, bloqueando la voluntad de
Dios, y no expresando la voluntad de Dios, sino la de Satanás.
Este increíble intercambio entre Pedro y Jesús obviamente
nos enseña que podemos ser un hombre o una mujer comunes a
través de los cuales se hagan cosas extraordinarias por causa del
Espíritu Santo. ¡Y también nos enseña precisamente lo contrario!
Podemos ser vehículos a través de los cuales se bloquee la voluntad
de Dios y se cumpla la voluntad de Satanás sobre la tierra. ¡Y estos
dos potenciales pueden expresarse a través de la misma persona en
cuestión de minutos!
¿Quién decimos nosotros que es Jesús?
Una historia dice que Jesús regresó en la mitad de la noche a
las puertas de un seminario teológico. Hizo sonar el timbre, y cuando
respondió el rector, Jesús le preguntó: “¿Quién dices tú que soy
Yo?”. El rector le dijo: “Bueno, pues eres la raíz esencial de nuestro
ser. ¡Eres el kerigma por el cual determinamos todas nuestras
relaciones interpersonales!”. Y Jesús le dijo: “¡¿Qué?!”. Es
vitalmente importante que tengamos la respuesta correcta a esta
pregunta que Jesús les hizo a los apóstoles. Necesitamos saber que
Jesús es el Cristo, el Mesías, el Redentor y Salvador del mundo
prometido.
La filosofía del liderazgo de Jesús (Mateo 23:1-12)
Este pasaje presenta la revolucionaria filosofía de Jesús sobre
el liderazgo. Esta enseñanza es muy similar a su enseñanza anterior,
cuando les dijo a todos que se sirvieran los unos a los otros como Él
los había servido (Mateo 20:20-28). Él les había mostrado y
enseñado esta misma verdad cuando les lavó los pies en el aposento
alto (Juan 13:1-17). Pero en esta ocasión, es aun más específico
cuando presenta la estructura de liderazgo de su Reino (la iglesia),
que está basada en el servicio y la humildad.
Si nos tomamos en serio la implementación de esta filosofía
de liderazgo en nuestras iglesias, en la actualidad, nos daremos
cuenta de que no hay nada en el mundo como una iglesia. Según esta
enseñanza, y la de Mateo 20, la iglesia debe ser una comunidad
espiritual única, donde no debe haber “abajo” y “arriba”, como hay
en el mundo.
Jesús cita tres prohibiciones específicas. Al presentar su
filosofía del liderazgo, usa a los escribas y fariseos para preparar a
los apóstoles para escuchar estas tres prohibiciones. Los escribas y
fariseos eran la antítesis de todo lo que Jesús creyó y enseñó en su
filosofía de liderazgo. Les encantaba hacer énfasis en “los de arriba”
y “los de abajo”, donde, por supuesto, ellos eran “los de arriba”, y los
demás, “los de abajo”. Les encantaba estar a la cabecera de la mesa
en los banquetes, y que los llamaran “Maestro”, “Rabí” y “Padre” en
los lugares públicos.
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
41
Usando a estos líderes religiosos como trasfondo, Jesús
presenta tres prohibiciones para la estructura de liderazgo de su
iglesia. Les dice que no debemos permitir que nadie nos llame
“Rabí” (Maestro), porque tenemos un solo Rabí, que es el Cristo, y
todos nosotros estamos en un mismo nivel, como hermanos. En el
mismo contexto, Jesús nos dice que no debemos permitir que nadie
nos llame “Padre” o “Maestro”. Algunas traducciones interpretan
este “Maestro” como “líder”. El fundamento de esta instrucción es
que nuestro Padre es Dios, y nuestro Maestro o Líder es Cristo, y
todos estamos en un mismo nivel, como hermanos.
¿Cómo aplicamos esta filosofía del liderazgo de Jesús a la
estructura de liderazgo de nuestras iglesias en la actualidad? Es muy
difícil para mí comprender el énfasis que se hace en “los de arriba” y
“los de abajo” en algunas partes de la iglesia hoy. La fundamentación
secular para las “jerarquías”, con todos los atavíos y símbolos
externos de estatus que indican que una persona es mejor, o está por
encima, o tiene mayor valor que otra es tan notoria en algunos
segmentos de la iglesia institucional, en la actualidad, como en la
institución militar. Jesús enseña que la estructura de la iglesia debe
ser diferente (Mateo 23:11,12; Santiago 2:1-9).
El Discurso del Monte de los Olivos (Mateo 24, 25)
Este es el discurso de Jesús sobre su Segunda Venida y el fin
del mundo. Como su Discurso del Aposento Alto, comienza como un
diálogo, y probablemente hubo mucho diálogo mientras Él
pronunciaba este discurso. Él y los apóstoles estaban visitando el
Templo de Salomón, y los apóstoles hicieron algunos comentarios
sobre la magnificencia del templo. Jesús responde declarando que
llegará el tiempo en que no quedará piedra sobre piedra en ese gran
templo.
Entonces, los apóstoles hacen tres preguntas: “¿Cuándo serán
estas cosas? ¿Cuál será la señal de tu venida? ¿Cuál será la señal del
fin del mundo?”. Al estudiar este discurso de Jesús, tomaremos estas
tres preguntas y sus respuestas como bosquejo de este profundo
discurso.
La segunda venida de Cristo no es un hecho aislado, sino una
serie de muchos hechos. Como sucede con toda la profecía bíblica, el
desafío es separar un hecho que se profetizaba para el futuro
relativamente cercano de los hechos que se predicen para el futuro
distante. Cuarenta años después de pronunciado este discurso, los
romanos destruyeron completamente el templo. No quedó piedra
sobre piedra. Ese hecho cataclísmico es, sin duda, presentado en este
discurso.
“Estas cosas”, en la pregunta de los apóstoles y la respuesta
de Jesús, hace referencia a ese hecho. “Uno será tomado, y el otro
será dejado” se refiere al arrebatamiento de la iglesia que enseña el
apóstol Pablo (1 Tesalonicenses 4:13-17). La Gran Tribulación es
similar a los hechos descritos en el Libro del Apocalipsis, donde los
juicios de los sellos, trompetas y copas profetizan la gran tribulación
por venir (Apocalipsis 6-19).
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
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Los apóstoles pidieron la señal de estos tres hechos. Jesús
enseña que nadie sabe cuándo se producirán, pero, así como uno
puede ver las señales del mal tiempo que se aproxima, habrá señales
de su venida y del fin del mundo. Algunas de estas señales son:
guerras y rumores de guerras (nosotros llamamos “guerra fría” a los
rumores de guerras). Naciones y reinos que se levantan unos contra
otros. (Nosotros llamamos a estos conflictos “guerras mundiales”).
Hambrunas, terremotos, y apostasía también son mencionados como
señales. Por lo tanto, siempre tomamos estos tres hechos muy en
serio.
Jesús predice que su venida será espectacular, como un rayo
que cruza el cielo y que, aun con todas esas señales, será en el
momento en que nadie piense que Él vendrá. De todos modos, su
desafío es que estemos vigilantes y nos aseguremos de que, cuando
Él llegue, nos encuentre como siervos fieles.
Su aplicación de esta parábola se presenta en forma de tres
parábolas en el capítulo 25. La primera parábola deja en claro que su
venida será un juicio sobre toda lámpara vacía. El aceite, en la Biblia,
es símbolo del Espíritu Santo. Las vírgenes necias, que no tienen
aceite para sus lámparas, son la imagen de quienes estarán en la
iglesia, pero no serán personas espirituales cuando Él regrese. El
desafío de la primera parábola es que, cuando el Esposo (Jesús)
regrese, será demasiado tarde para ir a los que proveen el aceite (los
creyentes) para conseguir aceite para sus lámparas.
El significado de la segunda parábola es que su venida será
un juicio para todas las manos que estén vacías. Esta es la conocida
Parábola de los Talentos. A todos se nos hará la pregunta que Dios
una vez le hizo a Moisés: “¿Qué tienes en la mano?” (Éxodo 4:2).
Otros pasajes bíblicos nos dicen que el trono del juicio de Cristo
vendrá después de su Segunda Venida (1 Corintios 3:13-15; 2
Corintios 5:10). Esta parábola nos enseña a ser siervos que son fieles
administradores de lo que Dios les ha confiado.
La tercera parábola aplica este gran discurso enseñando que
su Segunda Venida será un juicio sobre todo corazón vacío: los que
no se preocuparon por los que tienen hambre y sed, por los que no
tienen ropa, o están enfermos, o están en la cárcel. Las personas que
Jesús llama “mis hermanos” que están sufriendo estas cosas podrían
ser sus discípulos que han sufrido estas necesidades mientras servían
en la gran misión que Cristo encomendó a su iglesia.
Capítulo 12
La crisis más grande de Jesucristo (Mateo 26-28)
Estos tres capítulos registran la muerte y resurrección de
Jesucristo al tiempo que ofrecen enseñanzas y ejemplos de Jesús muy
importantes. Es en este contexto que Jesús convierte la forma básica
judía de la Pascua en la forma básica de adoración de la iglesia, que
es llamada “Eucaristía”, “la Cena del Señor” o “Comunión”.
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
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También es en su mayor crisis que escuchamos a Jesús hacer una
oración en el huerto de Getsemaní que debería ser llamada “La
Oración del Señor”.
Después de su resurrección, Jesús da a los apóstoles, y a
muchos otros discípulos, su Gran Comisión. Por lo tanto, cuando lea
estos capítulos que relatan la mayor crisis que vivió Jesús, reflexione
profundamente sobre la forma básica de adoración de la iglesia, la
oración modelo de Jesús, y su Gran Comisión.
La Cena del Señor (Mateo 26:17-35)
Cuando un esposo y padre debe separarse de su familia por
un largo tiempo, suele sacarse una fotografía que luego entrega a su
familia. Esta fotografía es algo muy importante para la familia
mientras están separados. Cuando él regresa de su viaje y la familia
vuelve a tenerlo en su círculo de amor, ya no necesita esa fotografía.
En cierto sentido, esto es lo que hizo Jesús cuando instituyó
esta forma de adoración. Él sabía que se iba a ir por un largo tiempo.
Por eso, le dio a su iglesia una “fotografía” de sí mismo y nos dijo,
palabras más, palabras menos: “Mientras yo estoy fuera, quiero que
me recuerden mirando esta fotografía”. Cuando Él regrese, ya no
necesitaremos esa imagen, pero hasta que venga, es la forma que ha
elegido para que nosotros lo recordemos.
Cuando Jesús se reunió en ese aposento alto con sus
apóstoles, sabía que algunos de esos hombres iban a rememorarlo
con imágenes verbales al escribir sus cuatro Evangelios. De todas las
formas que sabía que lo iban a rememorar —resucitando muertos,
sanando a los enfermos, calmando la tormenta, amando al pecador,
enseñando y delegando en sus apóstoles—, Él les dio esta imagen y
básicamente dijo: “Esta es la forma en que quiero ser recordado.
Porque cuando coman este pan y beban esta copa, recordarán mi
muerte hasta que yo regrese” (Mateo 26:26-29; 1 Corintios 11:26).
La Cena del Señor es la “fotografía” que Jesús dio de sí mismo a la
iglesia, ¡y la única instrucción que dio a su iglesia sobre la
adoración!
La Oración del Señor (Mateo 26:38,39)
Esta es la oración que debería ser llamada “La Oración del
Señor” y debería ser considerada un modelo para todos nosotros. Las
palabras clave son “No sea como yo quiero, sino como tú”. Esta
misma verdad está en el centro mismo de la Oración del Discípulo.
Esta oración nos enseña, además, que orar es, fundamentalmente,
ordenar nuestra voluntad según la voluntad de Dios; experimentar la
presencia de Dios de forma que nos acomode a su voluntad y dé
como resultado que seamos llamados según sus propósitos (Romanos
8:26-28).
La primera parte de esta oración de Jesús también es
instructiva y ejemplar: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta
copa”. Como hijos de Dios, siempre tenemos el derecho de orar de
esta forma. Si a usted le dicen que usted o un ser amado tiene una
enfermedad maligna, es su derecho y su responsabilidad orar de esta
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
44
forma. En otras palabras, usted tiene derecho a orar por sanidad. Pero
para orar como Jesús oró en esta oración modelo, debe concluir su
oración diciendo, como lo expresa esta versión castellana: “No sea
como yo quiero, sino como tú”.
Muchas personas creen que es falta de fe terminar una
petición por sanidad diciendo: “Si es tu voluntad”. No puedo
entender cómo dicen eso, si el mismísimo Hijo de Dios oró de esa
manera en su más grande crisis. Si Él no hubiera orado como lo hizo
con respecto a la cruz, ¡no habría habido salvación para ninguno de
nosotros! Todos los que somos salvos estaremos eternamente
agradecidos porque, como resultado de esta oración modelo de Jesús,
la voluntad de Dios el Hijo se acomodó a la voluntad de Dios el
Padre, y el resultado fue nuestra salvación.
La muerte de Jesucristo (Mateo 27:11-34)
Cuando los primeros tres evangelios relatan la muerte misma
de Jesucristo, son muy elocuentes en lo que no dicen. No nos dan los
dolorosos detalles de la crucifixión. Describen ese horrible hecho con
solo dos palabras: “Lo crucificaron”. Aprenderemos más sobre el
significado de la muerte de Jesús si estudiamos estas palabras por
separado.
“¡Lo crucificaron!”
La crucifixión era una forma cruel, aunque bastante común,
de ejecución, utilizada por los romanos. Una víctima de una
crucifixión podía tardar hasta cinco días o una semana en morir. Un
ciudadano romano no podía ser crucificado, porque esa forma de la
pena capital era equivalente a una tortura. Se lo consideraba un
castigo inhumano, y dado que las víctimas eran crucificadas
desnudas, también era vergonzoso y humillante (Mateo 27:35;
Filipenses 2:8).
Bíblicamente hablando, lo importante acerca de la forma en
que Jesús murió es que cumplió las profecías. Isaías 53 y el Salmo 22
profetizan algunos detalles sobre la muerte de Jesucristo que se
cumplieron de forma muy precisa cuando Jesús fue crucificado. Pero,
según los pasajes mencionados anteriormente, y muchos otros, fue el
sufrimiento espiritual y la agonía o el dolor del alma de Cristo lo que
hizo posible nuestra salvación. Cuando Él se hizo pecado por
nosotros, gritó: “¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?!”. Según los profetas y apóstoles, cuando se produjo
este sufrimiento en el alma del Salvador, el castigo de nuestra paz
estaba siendo arrojado sobre Él. Fue en ese momento que logró
nuestra salvación. Por eso gritó: “¡Consumado es!” y “Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu” cuando su sufrimiento terminó y
selló nuestro perdón con su sangre (Isaías 53; 2 Corintios 5:21; 1
Pedro 2:21-25; Juan 19:30; Lucas 23:46). Esa es la significación del
hecho de que lo crucificaron.
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
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“¡Lo crucificaron!”
Nos acercamos al verdadero significado de la muerte de
Cristo cuando ponemos el énfasis en esta primera palabra. Roma
crucificó a miles y miles de personas, que estuvieron en sus cruces
durante mucho más tiempo y sufrieron físicamente mucho más que
Jesús. Pero el trágico sufrimiento de esos miles de personas, aun de
aquellas que murieron por Cristo y por su fe en Él, no podría siquiera
comenzar a expiar los pecados del mundo.
Debemos hacer énfasis en que no fue meramente el hecho del
sufrimiento físico de Jesús lo que hace tan importante su muerte. En
un análisis final, lo que hace de la crucifixión de Cristo la base de
nuestra salvación es Quién sufrió en esa cruz.
Cuando murió en esa cruz, si no hubiera sido el Hijo de Dios
que moría allí, su muerte no habría tenido nada que ver con nuestros
pecados dos mil años después. Eso es lo importante del hecho de que
lo crucificaron a Él. (Mateo 27:22,23; 1 Corintios 1:23-2:2).
¿Quién lo crucificó?
Finalmente, planteamos una pregunta sobre la mayor crisis
que vivió Cristo. ¿Quién mató a Jesucristo? La primera respuesta a
esa pregunta es, generalmente, que lo mató Roma. Pero, aunque un
soldado romano fue el que empujó los clavos y clavó la lanza en el
costado de Jesús, si leemos el relato con atención, llegaremos a la
conclusión de que fueron los judíos quienes lo hicieron crucificar
(Mateo 27:25).
La respuesta bíblica a esa pregunta es que fue Dios quien
sacrificó a su Hijo por los pecados del mundo. Veamos algunos
ejemplos: En ese gran capítulo de la profecía mesiánica, Isaías 53,
leemos: “Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento”
(Isaías 53:10). El Nuevo Testamento lo expresa así: “Al que no
cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador;
para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2 Corintios 5:21,
NVI).
Debemos recordar esto cuando estudiamos la pregunta de
quién crucificó a Cristo.
La resurrección de Jesús (Mateo 28:1-15)
La resurrección de Jesucristo puede probarse por el cambio
en sus apóstoles y discípulos. No debemos ser demasiado duros con
Pedro, porque, cuando Jesús fue arrestado, leemos que “todos los
discípulos, dejándole, huyeron” (Mateo 26:56). Cuando Jesús
enfrentó la crisis más grande de su vida, no tenía ni un solo seguidor.
¡La membresía de su iglesia, en ese momento, era cero!
¿Qué causó el gran cambio en su iglesia? Fue la resurrección
de Jesucristo. Esto fue, en parte, porque Él les había dicho, y lo
habían escuchado decir a otros, que iba a probar su deidad y validar
todas sus afirmaciones acerca de sí mismo después de haber sido
muerto, al resucitar. Leemos: “Por tanto, cuando resucitó de entre los
muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
46
la Escritura [el Antiguo Testamento] y la palabra que Jesús había
dicho” (Juan 2:22)
En su gran sermón del día de Pentecostés, Pedro señala que
las Escrituras del Antiguo Testamento enseñaban tanto la muerte
como la resurrección de Jesucristo (Hechos 2:30-32; Salmo 16).
Pedro también deja en claro que todas las señales y prodigios del día
de Pentecostés eran obra del Cristo vivo y resucitado (Hechos 2:33).
Y es la resurrección de Jesús el Cristo la que prueba que su muerte
fue la expiación por nuestros pecados y brinda una esperanza eterna a
la iglesia hoy (1 Corintios 15).
La Gran Comisión (Mateo 28:18-20)
Como he dicho ya varias veces, la estrategia de Jesús era
alcanzar a todo el mundo por medio de sus apóstoles y discípulos.
Esto se ve muy claramente en la forma en que concluye el Evangelio
de Mateo. Jesús había delegado y supervisado la tarea de sus
aprendices apóstoles. Ahora les da su discurso de graduación de sus
tres años de seminario comisionándolos a hacer discípulos para Él de
toda criatura de toda nación del mundo.
La Gran Comisión tiene un mandamiento modificado por tres
proposiciones. El mandamiento es: “Haced discípulos”. Las
proposiciones son: ir, bautizar y enseñar. “Mientras van, mientras
bautizan, mientras enseñan, hagan discípulos”, sería una traducción
más ajustada de esta comisión. Nuestro objetivo cuando anunciamos
el Evangelio al mundo no es decirles: “Aquí le ofrecemos algo
gratuitamente. Usted crea, y recibirá la salvación; después, viva
como le parezca”. Nuestra comisión es hacer discípulos para
Jesucristo.
El Dr. Robert S. Glover, un extraordinario erudito en
misiones, dijo: “La Gran Comisión es como el ‘estatuto’ de la iglesia.
Como cualquier otra organización, la iglesia debe cumplir con las
disposiciones de su estatuto, o darse por terminada”.
Los eruditos nos dicen que hay quinientas enseñanzas de
Jesús en los cuatro Evangelios. Solo he repasado algunas de sus
enseñanzas en esta introducción a los Evangelios y breve panorama
de Mateo. Cuando examinamos la Gran Comisión con detalle,
descubrimos que hacer discípulos implica enseñarles a esos
discípulos todo lo que Jesús les enseñó a sus discípulos.
Cuando la iglesia se convirtió en el vehículo que no solo
hacía discípulos, sino enseñaba a esos discípulos, fue la Gran
Comisión la que dio a luz la iglesia. Esta misma Comisión hizo que
fuera necesario Pentecostés, porque el propósito de Pentecostés fue,
y es, dar poder a la iglesia para que cumpliera las disposiciones de su
estatuto. La iglesia es la única organización del mundo que existe
para beneficio de quienes no son miembros de ella.
En nuestro próximo fascículo, continuaremos estudiando los
Evangelios, y confío en que usted continuará estudiando estas
magníficas biografías de Jesús, el Cristo. Para concluir, quisiera
hacerle algunas preguntas: ¿Ha llegado usted a conocer a Jesús como
el Cristo, el Mesías prometido? ¿Ha confiado en la muerte de Jesús
Fascículo No. 10: Introducción a los Evangelios y Un panorama de Mateo
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para el pago de sus pecados? ¿Ha tomado la decisión de ser un
discípulo, o seguidor, de Cristo? ¿Qué hará con lo que ha aprendido?
Mi oración es que el Instituto Bíblico del Aire continúe
ayudándolo a adentrarse en la Palabra de Dios, y que la Palabra de
Dios se adentre en usted.
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