Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
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INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 15
Hebreos, Santiago,
Primera y Segunda de Pedro,
Primera, Segunda y Tercera de Juan, Judas y
Apocalipsis
Capítulo 1
El Libro de Hebreos
Hemos terminado ahora de estudiar las cartas del apóstol
Pablo, y estamos entrando en las Epístolas Generales o Universales,
llamadas así porque estas cartas fueron dirigidas a grupos generales,
no específicos, de creyentes. Comenzamos por el Libro de Hebreos.
No sabemos quién escribió este libro. Se ha sugerido el nombre de
Pablo, pero la primera palabra de la carta no es “Pablo”, como suele
ocurrir en sus cartas. Hay muchas buenas razones por las que los
estudiosos no creen que Pablo haya escrito el Libro de Hebreos.
Como hemos visto hasta ahora en nuestro estudio de la
Biblia, lo importante de cualquier libro bíblico es: “¿Qué dice el
libro?”, ¿Qué quiere decir?” y “¿Qué quiere decir eso para usted y
para mí?”. Lo importante en el Libro de Hebreos es la verdad que se
enseña en él y la aplicación personal de esa verdad a la vida de usted
y a la mía.
Quien haya escrito este libro era un erudito elocuente que
entendía lo que tenían que decir el Antiguo Testamento y el Nuevo
Testamento acerca de Jesucristo. La principal contribución del libro
es que, más que todo otro libro de la Biblia, Hebreos une al Antiguo
y al Nuevo Testamento. ¿Alguna vez se ha preguntado por qué ya no
ofrecemos sacrificios de animales por nuestros pecados? Este libro
contestará esa pregunta, y muchas otras similares.
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El argumento del Libro de Hebreos
Cuando lea Hebreos, fíjese que este libro tiene un argumento
que se presenta con una lógica profunda desde el primer versículo
hasta el último. Trate de seguir la inspirada lógica del autor mientras
lee el libro. Trate de leer el libro de una sentada si puede reservar el
tiempo para hacerlo. Al leer, buscando este argumento, note que hay
tres palabras que pueden guiarlo. La primera es “mejor”, la segunda,
“creer”, y la tercera, “cuidado”.
El autor está escribiendo a judíos, y quiere que se den cuenta
de que Jesucristo es mejor que todas las cosas que ellos reverencian.
Dice, básicamente: “Ustedes estiman a los profetas, pero Jesucristo
es mucho mejor que los profetas. Jesús es el Profeta. Dios ha hablado
a través de los profetas, pero ahora ha hablado a través de su Hijo. Su
Hijo es mucho mejor que todos los profetas”.
En los dos primeros capítulos, el autor destaca que Jesucristo
es mejor que los ángeles. Los judíos conservadores y ortodoxos,
como los fariseos, creían en los ángeles.
Los judíos reverenciaban también a Moisés, así que el autor
dice que Jesucristo es mejor que Moisés, y nos da una imagen
gráfica: una casa tiene valor, pero el constructor de la casa tiene más
valor que la casa. Moisés construyó la casa –la nación hebrea–, pero
Jesucristo es el Hijo que vive en esa casa.
Luego el autor sostiene que Jesucristo es mejor que Josué,
que guió al pueblo de Israel hacia la Tierra Prometida y les dio
descanso. Jesús, sin embargo, les dio un descanso que supera
largamente el que recibieron cuando entraron en la Tierra Prometida.
Luego dice que Jesucristo es mejor que todos los sacerdocios.
Los judíos valoraban sus sacerdocios. A partir del capítulo cinco,
sostiene que Jesucristo es mejor que todos esos sacerdocios.
Después de los sacerdocios, se refiere a los pactos. Hubo un
pacto con Noé, Abraham, Moisés y David. Dios hizo muchos pactos,
pero el autor sostiene que Jesús es mejor que todos esos pactos.
Finalmente, el autor de Hebreos hace referencia a la tienda de
adoración, o tabernáculo, en el desierto. Usted recordará que el
templo de Salomón fue construido con el mismo modelo que el
tabernáculo que usaron los israelitas mientras vagaban por el
desierto. Como era de esperar, el autor sostiene que Jesucristo es
mejor que el tabernáculo. Escribe a sus lectores judíos: “Miren, ese
tabernáculo, el templo de Salomón y todos los modelos de adoración
que había allí eran sólo una copia, una simple expresión visible de
una tienda de adoración celestial que existe en el cielo, un
tabernáculo no hecho de manos” (ver Hebreos 9:11, 23-26).
Una vez al año, el sumo sacerdote entraba a la parte interior
del tabernáculo, que se llama el Lugar Santísimo. Llevaba la sangre
del sacrificio al Lugar Santísimo y ofrecía esa sangre por los pecados
de todo el pueblo. Todo esto era un modelo de lo que ocurrió en el
cielo cuando Jesucristo murió en la cruz. Fue como si Él fuera el
Gran Sumo Sacerdote que intercedía por los pecados de todo el
mundo con su propia sangre preciosa. Su sacrificio cumplió y validó
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todos esos sacrificios de animales que eran ofrecidos a Dios a través
de los sacerdotes y el sistema de sacrificios que existieron desde
Moisés a Jesús. Este autor vincula ambos testamentos cuando escribe
que, luego que Jesús murió en la cruz, ya no es necesario que se
ofrezcan más sacrificios por nuestros pecados.
Capítulo 2
¡Más vale que lo crea!
Las dos siguientes palabras clave son “creer” y “cuidado”. El
autor de muchas advertencias acerca de la sutileza de la apostasía,
que consiste en asumir una postura en su viaje de fe y luego asumir
otra que se aleja de su posición original. El concepto de apostasía del
autor no es tanto de una persona que tiene la teología incorrecta
como la de alguien que tiene la teología correcta pero no hace nada al
respecto.
Hebreos está lleno de exhortaciones y advertencias. Otra
expresión que suele acompañar a estas advertencias es “no sea que” o
“para que ninguno” (Hebreos 2:1, 3:13, 4:1, 11). Muchas de las
advertencias están relacionadas con la obra de Cristo en nosotros, o
con su obra a través de nosotros. Las exhortaciones en Hebreos
generalmente viene después de palabras como “temamos”,
“procuremos”, “acerquémonos”, “mantengamos” o
“considerémonos” (Hebreos 4:1, 11, 10:22-24).
Al leer Hebreos, intente siempre centrarse en el argumento
del libro. Cuando entienda ese argumento, usted entenderá también la
misión del libro, que es alentar a los judíos creyentes que estaban
sufriendo y estaban descorazonados al punto que estaban por
abandonar su fe. El objetivo de la misión del autor era, también,
alentar a los judíos que aún no habían puesto su fe en Jesús para que
cruzaran la línea e hicieran un verdadero compromiso de fe. Mientras
se dirige a quienes aún no había arribado a la fe auténtica,
obviamente quiere quitar toda falsa seguridad de quienes aún no
habían hecho un genuino compromiso de fe.
Las advertencias del autor continúan mientras se centra en un
suceso de la historia hebrea que se registra en el capítulo 14 de
Números. Cuando los hijos de Israel anduvieron por el desierto
durante cuarenta años, Dios los desafió diez veces a creer en Él
realizando milagros para ellos. Estaba intentando darles la fe para
invadir las ciudades fortificadas de Canaán.
Dios llegó al punto, con esa generación, en que dijo, en la
práctica: “Ya me cansé de ustedes. Ustedes nunca entrarán en la
Tierra Prometida. Los únicos dos hombres entre ustedes que entrarán
serán Josué y Caleb, porque ellos creyeron en mí”. El autor les
advierte que no imiten la falta de fe de sus ancestros, sino que entren
en su Tierra Prometida espiritual, que él denomina “reposo”
(Hebreos 3:7-4:1).
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En los capítulos 3 y 4, el autor escribe, en esencia: “Si ustedes
aún pueden oír la voz de Dios, pero no la quieren escuchar, son
iguales que ese pueblo que estuvo dando vueltas en el desierto
durante cuarenta años. Llegará el día en que ya no oirán la voz de
Dios. Él se alejará de ustedes, y ustedes no podrán entrar en la Tierra
Prometida de la vida abundante en Cristo, porque la voz se hará cada
vez más silenciosa”.
En el capítulo 5, el autor quiere tratar un tema que es muy
difícil de entender. Quiere mostrar que Jesucristo es mejor que todos
los sacerdocios anteriores. Los judíos estarían esperando que el autor
demostrara que Jesús era un sacerdote de la orden de Aarón o Leví.
Para comenzar su presentación, el autor quiere mostrar que Jesús es
un sacerdote especial de la orden de Melquisedec.
Al llegar a este punto, introduce un paréntesis y escribe:
“Quisiera decirles más acerca de Melquisedec, pero no puedo”.
Dentro de este paréntesis, lamenta el hecho de que sus lectores no
han crecido en su comprensión de las Escrituras al punto que puedan
entender lo que quiere decirles acerca de Melquisedec. Y describe el
tipo de dieta espiritual que necesitan para crecer espiritualmente
(Hebreos 5:11-14).
Cuando usted va a la iglesia, su pastor, que ha digerido el
alimento espiritual de las Escrituras, le enseña lo que él digirió
espiritualmente. Esto es como beber leche, que es un alimento
predigerido para bebés que aún no han desarrollado un sistema
digestivo propio. Si los únicos pasajes bíblicos que usted conoce le
llegan a través de un pastor que los ha predigerido, esto lo convierte
en un bebé espiritual.
Sin embargo, si usted llega a la Biblia por su cuenta –si sólo
están usted, el Espíritu Santo y la Biblia–, y el Espíritu Santo le
enseña desde las Escrituras, usted ahora está comiendo carne
espiritual para su propia alimentación espiritual.
Según el apóstol Juan, como resultado de su nuevo
nacimiento, Cristo ha ido a vivir a su corazón. Usted ha recibido la
“unción” del Espíritu Santo. Juan quiere que usted se dé cuenta de
que “no necesitan que nadie les enseñe porque la unción que está en
ustedes puede enseñarles todo lo que necesitan saber” (ver 1 Juan
2:2-27).
El capítulo 6 de Hebreos tiene algunos versículos que,
durante siglos, han preocupado a algunas almas devotas (Hebreos
6:4-12). Algunos creen que este pasaje enseña que, siendo
verdaderos creyentes, podemos perder nuestra salvación. Yo no estoy
de acuerdo. El autor dice: “En cuanto a ustedes, estamos persuadidos
de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación”. Cuando escribe
acerca de ser iluminados, de gustar, de participar, no está hablando
del creyente que ha experimentado la regeneración, el “nuevo
nacimiento”. Habla de las personas que están siendo atraídas por el
Espíritu Santo al punto que gustan, o participan, pero no han cruzado
realmente la línea de la fe para nacer de nuevo.
Le recuerdo que uno de los objetivos de este libro es exhortar
a los judíos que aún no han confiado en Jesucristo a hacer un
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compromiso definitivo con la fe en Él. El propósito del argumento de
este libro es desafiarlos a definirse y sufrir con Jesucristo, a
comprometerse realmente con su Mesías y, así, estar seguros de su
salvación. Creo que éste es el objetivo de esta difícil exhortación del
capítulo 6 de Hebreos.
El capítulo 6, versículos 4 a 6, debe ser interpretado en el
contexto del argumento total y el objetivo de misión del Libro de
Hebreos. Según el autor, no está tratando cosas que acompañan la
salvación. Su exhortación a lo largo del libro está dirigida a personas
que profesan ser creyentes, pero aún no han nacido de nuevo porque
aún no llegan a tener una fe salvadora en su compromiso con
Jesucristo. El autor está advirtiendo a estas personas que son como
aquellos que van al mercado a ver ... y ver ... y ver, sin comprar nada
jamás. Su advertencia aquí, en este pasaje, es que el huevo llega a un
punto en que se rompe para que salga el pollito, o se convierte en un
huevo podrido.
Apoyándose en la metáfora de Jesús, lo que el autor de
Hebreos quiere para sus lectores es que nazcan de nuevo. El concepto
que presenta, en este pasaje difícil, es que no perderán su salvación.
Pero, antes que ocurra el nuevo nacimiento, puede existir algo así
como un “aborto espiritual”. Estas personas corren peligro de ser
“abortadas” mientras están en un período de “gestación” espiritual.
Capítulo 3
La fe en el centro
El verdadero corazón del mensaje de este autor se encuentra
en el capítulo 11 del libro. Este capítulo es conocido como el
“capítulo de la fe” de la Biblia. Empieza, en realidad, cerca del final
del capítulo anterior, cuando comienza a dar a sus lectores un
conjunto de razones por las que no deberían perder su fe (Hebreos
10:35). Dice que no deberían perderla, porque la fe los ha salvado.
Los exhorta a pensar en el momento en que creyeron y fueron
salvados. Este es el punto central del argumento: ¡no pierdan su fe,
porque su fe los ha salvado!
Aparentemente, ellos habían experimentado una conversión
auténtica a Cristo que estuvo acompañada por un ferviente primer
amor por Él. El autor les recuerda esa experiencia, cómo habían
soportado la pérdida de todas las cosas, sabiendo que en el cielo
tenían una recompensa mejor. Ahora, dice el autor, piensen en
aquella experiencia de fe y salvación inicial, y piensen en lo que
significó para ustedes. Dense cuenta de que fueron salvados por su
fe. Por lo tanto, hagan lo que hagan, no pierdan la fe que los salvó.
Luego, en el versículo 38 del capítulo 10, cita al profeta
Habacuc: “El justo por su fe vivirá” (Habacuc 2:4). En este contexto,
dice, básicamente: “Ustedes no pueden perder su fe porque la van a
necesitar. No sólo son salvados por su fe; ustedes deben vivir por fe”.
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Es muy difícil definir la fe, pero uno puede describirla. Dice:
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que
no se ve”. La esperanza es la convicción de que existe algo bueno en
este mundo y, un día, vamos a encontrar eso bueno. Los creyentes
del Antiguo Testamento hablaban de “ver el bien”. David desafió a
hombres fracasados y fugitivos con esta pregunta: “¿Quién es el
hombre que desea vida, que desea muchos días para ver el bien?”.
Luego contestó su propia pregunta con esta invitación: “Gustad, y
ved que es bueno Jehová; dichoso el hombre que confía en él”
(Salmos 34:12, 8). Para que la fe sea fe, tiene que haber alguna
evidencia que apoye la convicción de que algo bueno va a ocurrir.
Pero aquí, el contexto del argumento es “no pierdan la fe por
lo que es la fe. La fe es la sustancia de sus esperanzas, el fundamento
que hace que sus esperanzas sean creíbles. La fe es la evidencia de
cosas que no se ven, es decir, el objeto invisible de su fe”.
Cuando su fe es una fe bíblica, el objeto de su fe debe ser
invisible. Cuando vemos y tenemos el objeto de nuestra fe, la fe ya
no es necesaria. Cuando la fe es una fe bíblica, el objeto de su fe es
invisible, pero hay evidencia que apoya la convicción de que el
objeto invisible está allí. Es como el olor de su la comida favorita,
que aún no ha visto, pero que es evidencia que apoya la convicción
de que la comida va a ser servida. Por lo tanto, una buena definición
de la fe podría ser: “La fe es un acto de creer en algo, o Alguien, que
uno no puede ver, que está basado en una evidencia”.
En este caso, el objeto invisible es Dios. Y el autor está
diciendo que la mayor evidencia en el mundo de que existe un Dios
es la persona que tiene fe. Según el Nuevo Testamento, la fe es don
de Dios (Efesios 2:8; Filipenses 1:29). Por lo tanto, la persona que
tiene fe es la mayor evidencia en la tierra de que el Dador de la fe
existe. El autor escribe lo siguiente: “Es, pues, la fe la certeza de lo
que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Entre otras cosas, el
escritor de este profundo documento nos está diciendo que la fe, en sí
misma, es la evidencia que demuestra la existencia del Dios invisible.
El autor da a sus lectores una razón más por la que no deben
perder su fe, cuando escribe: “En realidad, sin fe es imposible
agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que
creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan” (Hebreos
11:6, NVI).
Siga la lógica de su argumento, que incluye todas las razones
por las que sus lectores no deberían perder su fe. Él sostiene que no
deben perder su fe porque sin fe no pueden llegar a Dios, o agradarlo.
Luego les (nos) habla acerca de personas que agradaron a Dios
porque tuvieron fe.
Enoc fue uno de estos hombres, que fue arrebatado por su fe.
Es como que Enoc caminaba tan cerca de Dios que un día Dios le
dijo: “Enoc, estamos mucho más cerca de mi casa ahora que de la
tuya. ¿Por qué no te vienes a casa conmigo?”. Dios simplemente
llevó a Enoc a su casa, en el cielo, porque él caminaba con Dios y
agradaba a Dios (Hebreos 11:5).
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Luego nos da ejemplos de personas piadosas que tuvieron fe.
Recorra el capítulo 11 de Hebreos y subraye todos los verbos, las
palabras de acción. Todos ellos son héroes de la fe porque hicieron
algo. Por eso es que digo que la fe es un acto de creer en Alguien, o
algo, que uno no puede ver, que está basado en una evidencia.
Cuando Dios encargó a Noé construir un arca, aún no había
llovido en la tierra. El autor describe ese desafío a la fe de Noé como
“cosas que aún no se veían”. Noé nunca había visto la lluvia. La
historia de este hombre, que cubre cuatro capítulos del Libro de
Génesis, se relata en un único y profundo versículo en este capítulo
de la fe: “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de
cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa
se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la
justicia que viene por la fe” (v. 7).
Noé fue un predicador de justicia durante los 120 años que
pasó construyendo el arca. La única forma en que uno podía salvarse
era estar en esa arca. Pedro nos dice que el arca es un símbolo de la
salvación. En este capítulo, se nos dice que Noé es un símbolo de la
fe: de lo que la fe puede significar y de lo que puede hacer.
Muchos creen que la metáfora que presenta el autor en 12:1, 2
es que nosotros somos los atletas que corren en una carrera mientras
el público que está en el estadio mirándonos correr es “una gran nube
de testigos”. Ellos ya han corrido su carrera. ¿Cree usted que es
posible que personas que han muerto, que nos han precedido, sepan
lo que está ocurriendo en nuestra vida hoy? El autor de Hebreos
podría estar ampliando su argumento, en este capítulo de la fe,
diciendo que no debemos perder nuestra fe porque una gran nube de
testigos está mirando y alentándonos mientras corremos nuestra
carrera de la vida.
Usted es un hijo de Dios y, dado que lo es, cuando usted
desobedece, Dios lo corrige. Según este autor, si usted sufre porque
está siendo castigado, ese sufrimiento confirma que usted es hijo (o
hija) de Dios. Escribe: “No desprecies el castigo de Dios. Cuando
eres castigado por Él, eso simplemente prueba que eres su hijo. El
castigo hará que participes de su santidad” (ver Hebreos 12:5-10). El
autor nos dice también que el castigo produce el apacible fruto de la
justicia (v. 11).
El autor cierra este profundo documento exhortándonos a ser
hospitalarios. Dice, en su último capítulo: “No os olvidéis de la
hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron
ángeles” (Hebreos 13:2). Luego nos dice que nos acordemos de los
presos, como si estuviésemos en la cárcel con ellos. Muchos de los
miembros de la iglesia primitiva estaban presos. El autor termina
también esta obra maestra con una exhortación a obedecer a los
pastores espirituales que son responsables de nuestro bienestar
espiritual.
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Capítulo 4
La carta de Santiago
La carta de Santiago es intensamente práctica, y algunos la
llaman “el ‘Libro de proverbios’ del Nuevo Testamento”. Es como
un comentario en directo de las enseñanzas de Jesucristo,
especialmente el Sermón del Monte. Podemos encontrar al menos
diez ejemplos donde las enseñanzas específicas de Jesús son
ampliadas por Santiago.
Muchos estudiosos creen que el Santiago que escribió esta
carta era el medio hermano de sangre de Jesucristo. Él no creyó en
Jesús mientras Él desarrollaba sus tres años de ministerio público.
Luego de la resurrección, se nos dice que Jesús hizo una aparición
especial a Pedro y Santiago –este Santiago, su hermano de sangre,
también llamado Jacobo (1 Corintios 15:7).
Es intrigante observar que, luego de convertido, Santiago es
designado casi inmediatamente como uno de los grandes líderes de la
iglesia del Nuevo Testamento. Santiago (o Jacobo) es quien preside
el concilio de Jerusalén que se describe en Hechos 15.
Este es el Santiago que menciona al apóstol Pablo en su carta
a los Gálatas, cuando dice que, cuando subió a Jerusalén, había tres
hombres que eran las columnas de la iglesia de esa ciudad: Juan,
Pedro y Santiago.
La tradición nos dice que Santiago fue arrojado del pináculo
del templo y luego muerto a garrotazos por el sumo sacerdote.
Cuando ocurrió esto, la tradición nos dice que la comunidad religiosa
judía se sublevó contra el sumo sacerdote y lo expulsó de su cargo.
Cuando el emperador romano Tito destruyó Jerusalén, en 70 d.C.,
muchos de los judíos devotos que no se hicieron seguidores de Jesús
creyeron que fue un juicio de Dios sobre la ciudad por el martirio de
este hombre devoto, Santiago.
Dado que Santiago es una epístola general o universal, está al
final del Nuevo Testamento, junto con las demás Epístolas Generales
o Universales. La mayoría de los estudiosos creen que este libro fue
el primero en ser escrito de todo el Nuevo Testamento.
El mensaje de Santiago
Al estudiar el contenido de esta carta, verá por qué algunos
creen que Santiago estaba intentando equilibrar la enseñanza del
apóstol Pablo. Nos dicen que Pablo habla enfáticamente acerca de la
justificación por la fe y no por obras. En el segundo capítulo de esta
carta, Santiago nos dice enfáticamente que no somos justificados por
la fe solamente, sino también por las obras. Pero, aun cuando esta
epístola de Santiago aparece al final del Nuevo Testamento, las
cartas de Pablo fueron escritas después de la de Santiago. Muchos
eruditos creen que Santiago escribió antes que hubiera gentiles en la
iglesia. Por eso la Epístola de Santiago parece tan judía y casi
legalista.
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
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Dos tipos de tentación
En el primer capítulo de esta carta, vemos que Santiago es un
hombre que no está tan preocupado por la superficie de las cosas
(cómo parecen ser las cosas) sino con el origne de las cosas (cómo
son realmente las cosas). Santiago se parece mucho a Jesús en este
sentido. Jesús hacía énfasis en el hombre interior y en las cosas
interiores. Jesús también enfatizaba nuestra actitud hacia las cosas y
los motivos que impulsan nuestras acciones. La esencia de la carta de
Santiago es similar a estos valores que Jesús enfatizaba en sus
enseñanzas.
En su primer capítulo, Santiago nos habla acerca de los
orígenes y las secuencias de nuestras pruebas. En algunas
traducciones, se habla de estas pruebas como tentaciones. Más
adelante, hace una distinción entre estos dos tipos de prueba, pero en
este caso se refiere a pruebas de sufrimiento. En sus palabras
iniciales, Santiago escribe que “tengamos por sumo gozo” cuando
experimentemos pruebas. Santiago nos dice que debemos
regocijarnos en nuestras pruebas, porque la prueba de la fe tiene
como fin llevarnos a la confianza de la fe. Si permitimos que la
prueba de la fe nos lleve a la confianza de la fe, entonces
experimentaremos la victoria de la fe, que Santiago denomina “la
corona de vida”.
Cuando usted tiene una tormenta en su vida, es muy posible
que esa prueba lo lleve a un punto en que no sabrá qué hacer. Se dará
cuenta de que necesita sabiduría más allá de usted. Santiago dice que
debemos dejar que la prueba de la fe nos lleve a la confianza de la fe.
Cuando nos falta sabiduría, debemos pedírsela a Dios, que con todo
gusto compartirá su sabiduría con nosotros.
La anatomía de un pecado
Santiago luego describe un tipo de prueba en el que no
debemos regocijarnos. Dios no es el origen de la tentación de pecar.
En la segunda mitad el primer capítulo de su carta, Santiago nos da lo
que podríamos llamar “la anatomía de un pecado”. Al enseñarnos
enfáticamente que el pecado no proviene de Dios, nos informa que
este tipo de tentación no proviene siquiera del diablo. La tentación de
pecar proviene de dentro de usted, y de dentro de mí.
Funciona de la siguiente forma y en la siguiente secuencia.
Primero, hay algo que usted ve. Luego viene el fuerte deseo de tener
lo que vio. Es como si usted viera una pieza de metal, y su deseo es
como un poderoso imán. Si usted no hace algo para romper ese
campo magnético entre su deseo y ese objeto de su deseo, un día se
encontrará enfrentado con la tentación.
Según Santiago, la tentación no es pecado. Uno no ha pecado
porque haya sido tentado a pecar. Se nos dice que nuestro Señor fue
tentado en todo como nosotros, pero sin pecado (Hebreos 4:15). No
es pecado ser tentado, pero la tentación a menudo lleva a acciones
directas de pecado. Cuando cedemos a la tentación y llegamos a
pecar, la consecuencia del pecado siempre es la muerte (Romanos
6:23).
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El concepto clave de esta anatomía del pecado es que, si usted
no quiere pecar, debe ganar su batalla con el pecado en los niveles
del deseo, antes de enfrentar la tentación. Jesús nos enseñó a orar
cada día: “No nos metas en tentación” (Mateo 6:13).
En resumen
En su primer capítulo, Santiago nos dice cómo Dios puede
hacer que crezcamos espiritualmente en todas nuestras pruebas.
Santiago nos está diciendo también que existe otra cuestión: la
tentación de pecar. Dios no es el origen de la secuencia de la
tentación que nos lleva a pecar y a la muerte. El pecado no tiene nada
de bueno. Un resumen del primer capítulo de Santiago podría ser:
probados para la vida, tentados para la muerte y enseñados para
descubrir la diferencia.
Capítulo 5
Dos tipos de religión
Santiago nos dice que la Palabra de Dios es el agente divino
de Dios que puede crear vida espiritual en su vida y darle la
experiencia de la regeneración. La regeneración, entonces, puede
darle el poder para vivir por encima del pecado.
Luego de su enseñanza en el capítulo 1, donde comparte las
malas noticias acerca de la tentación y el pecado, Santiago comparte
las buenas noticias acerca de cómo Dios obra el milagro de la
salvación en nuestro corazón. Santiago escribe que la Palabra de
Dios es donde encontramos la solución para nuestro problema de
tentación y pecado. Nos da una fuerte exhortación a lo largo de todo
el capítulo 2 acerca de la importancia de obedecer la Palabra de Dios.
Luego de decirnos que la Palabra de Dios implantada es el agente
divino que puede facilitar nuestra regeneración si respondemos a ella
adecuadamente, Santiago da una gran exhortación en forma de una
hermosa metáfora: “La Palabra de Dios es como un espejo”.
El propósito de un espejo es mostrarle sus imperfecciones de
forma que usted pueda hacer los ajustes necesarios. Cuando usted
mira en el Espejo perfecto de Dios, la Biblia, ella le mostrará la ley
del pecado y la muerte en su vida, para que usted haga algo con
relación a lo que ve en el espejo.
Santiago concuerda con su hermano, Jesús, cuando nos dice
aquí que, si respondemos a la Palabra de Dios como respondemos a
un espejo, descubriremos que la Palabra de Dios es viva. Por eso
tenemos esta firme exhortación de Santiago de responder a la Palabra
de Dios adecuadamente. Santiago se ríe del hombre que lee la
Palabra pero no la obedece, comparándolo como un hombre que se
mira al espejo cada mañana. Luego de ver los defectos en su
apariencia, se va a trabajar y no hace nada con lo que acaba de ver en
el espejo.
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Cuando los creyentes no se vuelven hacedores de la Palabra,
producen una religión falsa, que no es la verdadera religión. La
verdadera religión obedece a la Palabra de Dios visitando a las
viudas y a los huérfanos, y con una vida santa.
Dos tipos de fe
En el segundo capítulo de su carta, Santiago comienza por
escribir acerca de lo que podríamos llamar “el rostro falso” y “el
rostro verdadero”. La palabra “persona” significa ‘rostro’, y tiene que
ver con lo externo. Santiago dice que si evaluamos a otras personas
sobre la base de sus símbolos de posición externos, o por su falta de
estos símbolos de posición, esto es un pecado, porque Dios evalúa a
las personas en base a lo que está en su corazón. Según la Palabra de
Dios, “Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo
que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel
16:7).
A continuación, Santiago habla de la fe falsa y de la fe
verdadera. Esto lo lleva a uno de los pasajes más polémicos del
Nuevo Testamento (2:14-16). Si bien algunos ven contradicciones
entre el énfasis de Santiago y Pablo en la gracia, éstas son sólo
contradicciones aparentes. Jesús concordaba con Santiago cuando
dijo: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:20). Jesús enseñó
también enfáticamente que el hombre que escucha su enseñanza y no
la obedece, está edificando su casa (su vida) sin un fundamento.
Santiago concuerda con su hermanastro cuando escribe que las obras
son el fruto que siempre crece en el árbol de la fe.
Alguien lo ha expresado de la siguiente forma: “La fe sola
puede salvar, pero la fe que salva nunca está sola”. Somos salvados
por la fe sola, pero nuestras obras demuestran que nuestra fe es
auténtica, porque las obras siempre acompañan y validan la
verdadera fe.
Capítulo 6
Dos tipos de sabiduría
En el capítulo 3 de su carta, Santiago se centra en los orígenes
de las disciplinas espirituales que nos permiten recorrer la senda de la
fe. Dice que un buen lugar donde comenzar a practicar disciplinas
espirituales es aprender a disciplinar la lengua. La única forma de
hacer esto es entender lo que él denomina la “sabia mansedumbre”, o
“mansedumbre de sabiduría” (La Biblia de las Américas).
Seguramente usted recuerda que señalé anteriormente que
“mansedumbre” significa “ser manso”. Antes de amansarlo, el
caballo es un animal poderoso. Cuando ese caballo es amansado,
sigue siendo un animal poderoso, pero se lo puede describir como
“fuerza bajo control”. Así que la expresión “sabia mansedumbre”
significa ‘sabiduría bajo control’. Cuando usted recibe esta sabiduría
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de Dios, debe pedir a Dios, el Espíritu Santo, la gracia y la disciplina
para aplicar esta sabiduría. En otras palabras, usted debe someter su
vida al control de Dios, a medida que Él le revela su sabiduría, así
como un caballo se somete al bocado y la brida, y al control de quien
lo entrena o lo monta.
Esa hermosa expresión lleva a Santiago a una discusión sobre
la sabiduría. Santiago nos dice que hay dos tipos de sabiduría en este
mundo. Una viene del diablo, y la otra, de Dios. El fruto que
producen en el “jardín” de nuestra vida identifica su origen.
En resumen
Santiago quiere que entendamos cuáles son los orígenes de
las fuerzas que influencian nuestra vida. Si somos tentados a pecar y
sufrimos todas las consecuencias que acompañan al pecado, ese tipo
de prueba no viene de Dios. Usted puede ser llevado a una relación
con Dios a través de su Palabra que le puede permitir superar las
fuerzas que se han propuesto destruirlo espiritualmente. A través de
la Palabra de Dios implantada, Santiago nos exhorta a experimentar
la sabiduría que viene de Dios y sembrarla en el jardín de nuestra
vida.
Capítulo 7
Los orígenes de las soluciones
Santiago nos ha estado hablando acerca de los orígenes y las
secuencias del pecado y de la salvación. Ahora nos quiere hablar
acerca de los orígenes de nuestra santificación, que es la solución
final al problema del pecado. Al escribir los capítulos 3 y 4 de su
carta, Santiago tiene en mente la santificación.
Esta parte de la carta está llena de aplicaciones. Observe las
cosas que Santiago nos dice que hagamos. Sométase a Dios. Si usted
quiere entender la clave de la santificación, que es la solución a las
sutilezas y seducciones del pecado, entonces sométase a Dios. El
sometimiento a Dios es su ofensiva espiritual.
Luego, preste atención cuando Santiago describe claramente
su estrategia espiritual defensiva cuando el diablo lo tienta a pecar:
“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”
(Santiago 4:7).
Cuando Santiago nos da esa aplicación práctica a su
enseñanza, vuelve a hacer un paralelo con las enseñanzas de Jesús, su
hermanastro. Jesús enseñó la gran parábola del Hijo Pródigo, que
muestra a Dios y el amor de Dios como un hombre anciano que corre
a abrazar a su hijo que vuelve a casa luego de vivir en el lejano país
del pecado.
Mientras el hijo pródigo está en el país lejano, el padre le
permite experimentar las tremendas consecuencias de sus decisiones
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
13
pecaminosas. Sin embargo, cuando ese hijo da el primer paso para
volver a la casa de su padre, ese hombre anciano que corre a recibirlo
ilustra el amor de Dios.
No hay nada más indecoroso que un anciano que corre, pero
es así como Jesús retrata el amor de Dios por un hijo pródigo que
decide volver a su padre. Por lo tanto, la exhortación de Santiago,
similar a la de su hermano Jesús, es: “Acérquense a Dios y Él se
acercará a ustedes”. Santiago nos dice que, cuando damos un paso
hacia Dios, Él viene corriendo hacia nosotros. En principio, Jesús
enseñó esa misma verdad cuando contó la parábola del Hijo Pródigo.
¿Usted realmente cree que Dios lo ama? Algunos de nosotros
tenemos una visión tan pobre de nosotros que nos cuesta muchísimo
creer que alguien pudiera amarnos; especialmente Dios, que sabe
todo lo que se puede saber acerca de nosotros. Cuando agregamos un
pecado serio a esto, entonces nos resulta casi imposible creer en el
amor que Dios tiene por nosotros.
¡Yo quiero decirle, con la autoridad de la Palabra de Dios,
que Dios lo ama! El amor de Dios por usted es como el del anciano
que corre para demostrar que ama a su hijo. No importa cómo se
siente acerca de usted mismo, ¡Dios lo ama igual!
En el cuarto capítulo de su sumamente práctica epístola,
Santiago presenta elocuentemente sus exhortaciones, aplicaciones y
paralelos con Jesús. Es casi como un comentario en directo de las
enseñanzas de Jesús.
Hay una exhortación hermosa cuando nos recuerda que
estamos en las manos de Dios. Nuestros tiempos están en sus manos;
todo lo que hace a nuestra vida está en sus manos. Debemos darnos
cuenta de que si Él no nos da la gracia, la salud y la vida, tal vez no
hagamos nada el próximo año.
En la parte restante de la carta, Santiago da lo que podríamos
llamar “las secuencias de las soluciones de Dios”. Santiago aborda el
tema de la Segunda Venida de Jesucristo. Como los apóstoles, nos
dice que será la solución última a todos los problemas que tenemos
aquí en la tierra. Cada vez que estos profetas o autores del Nuevo
Testamento nos hablan de la venida de Jesucristo, la aplicación es
siempre muy práctica. ¿Qué tipo de persona deberíamos ser, ahora
mismo, a la luz del hecho de que Cristo viene?
Al finalizar la carta, escribe un pasaje hermoso sobre lo que
podríamos llamar “la vida de cuerpo de la iglesia”. Así lo llamamos
hoy, y con esto nos referimos a la vida del cuerpo que es la iglesia.
En el Nuevo Testamento, se exhorta a todos los miembros del cuerpo
a ministrar a todos los demás miembros del cuerpo. Todos los dones
del Espíritu están ideados para edificar a la iglesia.
Este capítulo final también nos da un gran pasaje sobre la
sanidad. Santiago nos enseña que la sanidad debe tener lugar cuando
los que están en el cuerpo de Cristo se reúnen. Tenemos que decirlo
bien claro hoy. Yo creo en la sanidad por fe. Yo creo que Dios puede
sanar. No creo que siempre sea la voluntad de Dios sanar, pero creo
que Dios puede sanar, y que Dios sana. La sanidad que Santiago
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
14
describe y prescribe no tiene lugar en el contexto de una reunión de
sanidad conducida por un sanador por fe. La sanidad debe tener lugar
en el contexto de una iglesia casera.
El que está enfermo debe tener la suficiente fe como para
llamar a los ancianos de la iglesia. Entonces, los ancianos de la
iglesia deben tener la suficiente fe como para acudir cuando son
llamados. Cuando se presentan los ancianos, se les instruye que
impongan las manos sobre la persona enferma y la unjan con aceite.
Según Santiago, no es el aceite el que sana a la persona enferma.
Dice: “La oración de fe salvará al enfermo” (Santiago 5:15). (Es
interesante también señalar que la palabra que se usa para “aceite” se
refiere al aceite medicinal, así que podríamos decir: “Toma tu
medicina y ora”.)
Santiago nos sigue diciendo que, si la persona ha cometido
pecados, debe confesarlos estar convencida de que sus pecados han
sido perdonados. A veces la culpa del pecado que no ha sido
confesado o perdonado puede ser una parte crítica de la enfermedad.
Hay muchos principios prácticos en esta pequeña carta de
Santiago. Léala, estúdiela y pida a Dios que la aplique a su vida y a
la vida de su iglesia.
Capítulo 8
Las cartas de Pedro – Los tres Pedros
En el Nuevo Testamento, nos encontramos con tres Pedros
diferentes. Está el Pedro que vemos en los Evangelios, el que
encontramos en el Libro de Hechos y el que encontramos en sus dos
cartas. En los Evangelios, Jesús dice: “Simón, Simón, he aquí
Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he
rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus
hermanos” (Lucas 22:31, 32).
Esta es una parte intrigante del diálogo entre Jesús y Pedro,
por la expresión “una vez vuelto” (en otra versión dice “una vez
convertido”), que plantea dos preguntas: ¿Qué significa convertirse?
y ¿cuándo se convirtió Pedro?
Volver o convertirse significa ‘dar un vuelco completo’. La
conversión no es unirse a una iglesia o ser bautizado. La conversión
es la experiencia de ser dado vuelta y quedar puesto del lado
correcto. Luego de negar a Jesús, Pedro salió y lloró amargamente.
Se dio cuenta de que no era nadie sin Jesús.
Luego de la resurrección, Jesús se le apareció a Pedro. Fue
allí cuando le preguntó: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que
éstos?”. Siete de los hombres que estuvieron en el aposento alto
cuando Pedro se ufanó diciendo que ellos podrían negar a Jesús, pero
él nunca lo haría, se encontraban presentes cuando Jesús le preguntó:
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
15
“¿Me amas más que éstos?”. Jesús usó la palabra griega agape, que
significa el tipo de amor que involucra un compromiso total.
Pedro contestó afirmativamente, pero usando la palabra
griega fileo, con lo que estaba diciendo: “Tú sabes que mi amor por ti
sólo llega a la amistad”. Pedro no se está ufanando ahora, porque es
un hombre quebrantado. Jesús contesta: “Apacienta mis corderos”.
Lo que estaba diciendo Jesús era: “Necesito alguien como tú, que
sabe lo que es fracasar, para alimentar a mis corderos”.
Entonces el Señor le preguntó: “Pedro, ¿me amas?”. No más
que éstos, sino simplemente: ¿me amas? Nuevamente Jesús usa la
palabra agape. Pedro contesta: “Tú sabes la respuesta. Tú sabes que
mi amor por ti es sólo amor fileo”. El Señor le dice: “Pastorea mis
ovejas, Pedro”. De nuevo, Jesús está diciendo: “Quiero alguien que
conozca lo que es el fracaso como pastor para mis ovejas”.
La tercera vez, el Señor usa la palabra fileo. En otras
palabras: “Pedro, ¿siquiera me ‘fileas’, me amas como un amigo?”.
En ese punto el espíritu de Pedro se quiebra y dice: “Oh, tú sabes que
al menos te ‘fileo’”. De nuevo, el Señor le dice a Pedro: “Pastorea
mis ovejas, Pedro”. Cuando Jesús apareció a Pedro luego de la
resurrección y lo convenció de que, aun cuando hubiera fracasado,
estaba calificado para ser un pastor y pastorear a sus ovejas, Pedro
aprendió que era alguien.
En el Libro de Hechos, Pedro y todo el mundo descubrió lo
que Dios podía hacer con alguien que había aprendido que no era
nadie. ¿Por qué el Espíritu Santo usó a Pedro el día de Pentecostés?
Porque Pedro conocía estos cuatro secretos espirituales mejor que
ninguno de los presentes:
“Yo no soy, pero Él es, y yo estoy en Él y Él está en mí”.
“Yo no puedo, pero Él puede, y yo estoy en Él y Él está en
mí”.
“Yo no quiero, pero Él quiere, y yo estoy en Él y Él está en
mí”.
“Yo no lo hice, pero Él lo hizo, porque yo estuve en Él y Él
estaba en mí”.
Tenemos tres Pedros distintos en el Nuevo Testamento. La
vida espiritual del Pedro de los Evangelios está llena de altibajos,
pero luego el Pedro que encontramos en Hechos es muy diferente.
Este Pedro es muy estable. Luego de Pentecostés, Pedro no parece
tener un aspecto negativo.
He dicho todo esto como introducción para decir lo siguiente:
al leer sus cartas, uno se encuentra con un tercer Pedro. Este es el
anciano Pedro. Hace ya mucho tiempo que Pedro sabe que no es
nadie, y sabe lo que Dios puede hacer a través de alguien que sabe
que no es nadie. Es un viejo pastor cuando escribe estas cartas.
Pedro escribe a seguidores judíos de Cristo que están
dispersos por toda Asia Menor, en lo que hoy es Turquía. Han sido
esparcidos por la persecución. Pedro está en Roma. Cuando él hace
referencia a Babilonia, en realidad quiere decir Roma. Él sabe que la
persecución en Roma se está volviendo peor, y que se extenderá a
aquellas provincias donde los seguidores hebreos de Cristo han sido
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
16
esparcidos. La principal razón de Pedro para escribir es que, como
pastor, quiere consolar a estas personas en su sufrimiento. Éste
parece ser en énfasis principal en estas dos cartas.
Antes de que lea las cartas de Pedro, quisiera compartir un
dato más con usted. Pedro no sabía leer ni escribir. Por eso tiene que
decirnos, al final de una de estas cartas: “Por conducto de Silvano, a
quien tengo por hermano fiel, os he escrito brevemente,
amonestándoos, y testificando que ésta es la verdadera gracia de
Dios, en la cual estáis” (1 Pedro 5:12).
Al leer las cartas de Pedro, usted no encontrará un argumento
sistemático. Busque pequeñas gemas espirituales de verdad
hermosas, profundas y devocionales que hablan de la realidad de
conocer a Dios y a Jesucristo. Pedro, a veces, salta de tema en tema,
y a veces comparte verdades espirituales que son difíciles de
entender.
Por ejemplo, Pedro presenta a Jesús predicando a los espíritus
encarcelados. Martín Lutero dijo: “Nadie sabe lo que quiere decir
este pasaje”. Luego de escribir este difícil pasaje, Pedro cambia
repentinamente de tema y habla de Noé y el diluvio. Esto lo lleva al
tema del bautismo, y comparte con nosotros sus inspiradas
reflexiones sobre el bautismo. Recuerde que Pedro no está
escribiendo; simplemente está compartiendo lo que está en su
corazón.
Juan es el apóstol del amor: Pablo, el apóstol de la fe. Pero
Pedro es el apóstol de la esperanza. Las cartas de Pedro dan
esperanza a las personas que están sufriendo.
El Pedro que encontramos en los Evangelios tal vez era un
hombre profano cuando se encontró con Jesús. La palabra “precioso”
no es una de las palabras que habría usado en ese punto de su vida.
Es una palabra que usaría un anciano. El Pedro que encontramos en
sus dos cartas es el viejo pastor Pedro para quien Dios es precioso, la
Palabra es preciosa, la salvación es preciosa, y el pueblo de Dios es
precioso.
Capítulo 9
La Primera Carta de Pedro
Pedro escribe a cristianos judíos que estaban dispersos por
todo Asia Menor. El ministerio de Pedro está dirigido principalmente
a creyentes judíos. Él trata de alentarlos y consolarlos en su
sufrimiento. Les da algunos conceptos maravillosos de por qué Dios
permite que su pueblo sufra.
Les escribe desde Roma, donde los seguidores de Cristo están
siendo perseguidos. Él sabe que esta persecución se volverá cada vez
peor y se extenderá a las provincias, donde viven los receptores de
sus cartas. La primera generación de la iglesia sufrió una gran
persecución. De hecho, durante los primeros trescientos años de la
historia de la iglesia, era ilegal ser un seguidor de Jesucristo.
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
17
Pedro da dos perspectivas sobre el sufrimiento de las
personas a las que escribe. Una es “si es necesario”. Él cree que Dios
a veces debe permitirnos sufrir porque necesitamos sufrir. Su
segunda observación acerca del sufrimiento es que cierto sufrimiento
es “por un poco de tiempo”. En otras palabras, el sufrimiento
profundo es sólo temporal.
Pedro hace una tercera observación acerca del sufrimiento
cuando relaciona su fe preciosa de sus lectores con el oro. El oro es
un metal precioso, y es purificado a través de la prueba del fuego.
Cuando Dios mira sus vidas, las cosas que realmente le importan son
su fe y su crecimiento espiritual (ver 1 Pedro 1:6, 7).
Cuando Pedro se dedica a hablar de la salvación, se ocupa del
tema de nacer de nuevo y de la elección. Los profetas habían hablado
de la salvación que fue predicada el Día de Pentecostés. Pedro hace
la siguiente observación interesante: Cuando los profetas escribieron,
si bien lo hicieron en el poder y la inspiración del Espíritu, no
entendían lo que estaban escribiendo. Pedro señala que en el tiempo
en que vivían sus lectores, esta salvación se había cumplido, la que
había sido descrita en la literatura profética de la Palabra de Dios.
Tenemos una perspectiva histórica muy limitada en cuanto a
la cantidad de personas que tuvieron que morir para que pudiésemos
tener muchas de las bendiciones espirituales que disfrutamos hoy.
Por ejemplo, piense en la Biblia, la Palabra escrita de Dios. Cuando
comencé este curso, compartí algunos pensamientos sobre cómo se
compaginó la Biblia. Un simple estudio sobre cómo obtuvimos la
Biblia le ayudará darse cuenta de cuánto les debemos a las personas
que entregaron su vida para que usted y yo pudiésemos tener la
Palabra de Dios de la forma en que la tenemos hoy.
Al tener una perspectiva histórica sobre el tema de la
salvación, Pedro nos recuerda que debemos mucho a una gran
cantidad de personas. Si hoy es tiempo de cosecha, recuerde que
muchísimas personas sufrieron para sembrar la semilla para que
usted y yo pudiésemos tener la cosecha actual (ver Juan 4:36-38).
Pedro nos recuerda lo que aprendimos cuando estudiamos los
libros de Éxodo, Levítico, Deuteronomio y Rut, cuando escribe que
Jesús fue nuestro “goel”, o nuestro “pariente redentor”. Así como
Booz obró con Rut, Jesús nos trajo de nuevo a Dios mediante su
muerte, y nos llevó de nuevo a Dios mediante su resurrección al
establecer una relación con nosotros (ver 1 Pedro 1:18, 19).
Reflexiones sobre la regeneración
Cuando uno nace de nuevo, no es necesario entender esa
experiencia antes que le ocurra. Uno no necesita entender el
nacimiento físico para nacer en este mundo. Su nacimiento físico “le
aconteció”. Fue una experiencia pasiva para usted; usted “fue dado a
luz”. El nuevo nacimiento también “le acontece” a usted y luego, al
mirar hacia atrás y reflexionar, usted entiende lo que le pasó.
Lo importante acerca de cualquier experiencia espiritual
subjetiva no son los detalles sino los resultados de esa experiencia.
Este gran apóstol nos describe el nuevo nacimiento así: “Habiendo
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
18
purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el
Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros
entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y
permanece para siempre” (1 Pedro 1:22, 23).
Pedro compara el nacimiento espiritual con el nacimiento
físico. Nos dice que, cuando nacimos de nuevo, la simiente (la
palabra griega es “esperma”) fue una simiente incorruptible. Pedro
nos dice que la “simiente” incorruptible fue la Palabra de Dios, y
nuestra fe fue como un “óvulo”. Cuando respondimos a la Palabra de
Dios en fe, esa Palabra fue como una “esperma” incorruptible que
fertilizó el “óvulo” de nuestra fe. La vida espiritual fue concebida en
nosotros cuando creímos en la Palabra de Dios.
Pedro nos da también varias perspectivas espirituales sobre el
“cómo” del nuevo nacimiento, cuando nos dice que nacimos de
nuevo cuando purificamos nuestra alma al escuchar, creer y
responder a la Palabra de Dios con obediencia.
¿Alguna vez se preguntó cuál es la relación entre la iglesia
del Nuevo Testamento y el pueblo de Dios del Antiguo Testamento?
En el Antiguo Testamento, Dios claramente quería tener un reino,
pero el pueblo de Dios fue a Samuel y le dijo que no quería que Dios
fuera su Rey.
Después de todo el desastre del reino, el cautiverio y los
cuatrocientos años de silencio, Jesús y Juan el Bautista vinieron,
predicando las Buenas Nuevas del reino de Dios, que era como decir:
“Dios está dispuesto a ser el Rey de ustedes nuevamente”. Jesús
explicó: “Cuando hablo del reino de Dios, hablo de algo que está
dentro de cada persona que quiere someterse a Dios y coronarlo Rey
de su vida y convertirse en su súbdito leal” (ver Lucas 17:21; Juan
3:3-5).
Al escribir a los seguidores hebreos de Cristo que estaban
dispersos por toda Asia Menor, Pedro les dice que son una nación
santa y que son el pueblo de Dios. También les dice que son un
sacerdocio santo (1 Pedro 2:9, 10). Un sacerdote es una persona que
entra en la presencia de Dios e intercede por otras personas. Estas
personas son sacerdotes también. Ellos habían sido enviados por
Dios a todas partes del mundo para hacer discípulos de Jesucristo y
para interceder ante Dios por aquellos que se convertían en
discípulos.
Pedro escribe también: “Ustedes son un pueblo elegido” y
“son como forasteros o extranjeros en el mundo”. Además de ser una
nación santa, un sacerdocio santo y un pueblo elegido, estas personas
son forasteras o extranjeras en este mundo.
El modelo del matrimonio
En el tercer capítulo de Primera de Pedro, encontramos
algunos de los mejores consejos sobre el matrimonio de toda la
Biblia. Tanto Pedro como Pablo dicen, en esencia: “Mujeres, ¿ven el
modelo de Cristo y la iglesia? En ese modelo, ustedes son la iglesia.
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
19
Hombres, ¿ven el modelo de Cristo y la iglesia? Ese es el modelo
inspirado para el matrimonio, y en ese modelo ustedes son Cristo”.
Pedro dirige sus inspirados consejos para el matrimonio a la
mujer que tiene un esposo que no obedece la Palabra. Esto podría
significar que está casada con un no creyente y éste no obedece la
Palabra, o podría ser un creyente que no siempre obedece la Palabra.
En los consejos para el matrimonio de Pedro y Pablo, se le
dice a la mujer que se someta a su esposo, así como la iglesia se
somete a Cristo. No es fácil ser sumiso, pero ese no es, en realidad, el
mayor problema en los matrimonios de creyentes. El mayor
problema son los hombres que no quieren asumir su responsabilidad
de pastorear a su esposa e hijos como Cristo pastorea a la iglesia.
Pedro aconseja también a la mujer para que gane a su esposo
sin una sola palabra. Pedro le dice que su esposo no está obedeciendo
la Palabra, lo cual significa que no está ocupando su lugar en el
matrimonio. Antes de escribir un solo versículo a este esposo, Pedro
aconseja a la mujer que sea espiritual, que sea sumisa, dulce y
silenciosa.
Céntrese en esta palabra –sumisa– al considerar el modelo
para el matrimonio que presenta Pedro. Al final del capítulo 2, Pedro
hace referencia a Jesucristo y su muerte en la cruz como el Siervo
Sufriente que está descrito proféticamente en el capítulo 53 de Isaías.
Las últimas palabras de Pedro se refieren a Jesucristo como el
Pastor y Obispo de nuestra alma. Luego señala ese modelo de
Jesucristo, que pastorea la iglesia, y comienza sus consejos a esta
mujer usando la palabra “asimismo”. Le dice a esta mujer que debe
someterse a su esposo así como la iglesia se somete a Cristo.
La palabra “sumisa”, en el contexto en el cual la usa Pedro,
en realidad quiere decir “deja que tu esposo te pastoree”. Dios ha
dado a su esposo una gran responsabilidad. A su esposo se le ordena
que la pastoree de la forma en que Cristo pastorea a la iglesia. Esto
significa que su esposo debe amarla como Cristo la ama; él debe
darle a usted como Cristo le da a usted, debe ser para usted como
Cristo es para usted. Pablo da exactamente el mismo consejo
matrimonial en su Carta a los Efesios (Efesios 5:22-25).
En el ejército, siempre hay un oficial de mando. No puede
haber dos oficiales de mando. El oficial al mando podrá delegar la
autoridad a otras personas para muchas cosas. Sin embargo, él nunca
delega la responsabilidad. Si algo sale mal, él es el único
responsable.
En los consejos matrimoniales de Pedro y Pablo, y a lo largo
de la Biblia, Dios delega la responsabilidad del matrimonio y el
hogar a los esposos, al ordenarles que pastoreen a sus esposas de la
misma forma en que Cristo pastorea a la iglesia. Al mismo tiempo,
Dios ordena a las esposas que dejen que sus esposos sean
responsables por ellas y sus hijos. La responsabilidad no implica que
haya dos oficiales de mando. Alguien tiene que tener la
responsabilidad, y Dios asigna esa responsabilidad al hombre.
La primera palabra con la que Pedro comienza sus consejos a
los hombres en el versículo 7 es similar a la que usa cuando comenzó
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
20
sus consejos para las mujeres. Cuando leemos la palabra
“igualmente” debemos hacer la pregunta: “¿Igual a qué, Pedro?”.
Pedro nos contesta: “Vuelvan atrás y miren el modelo inspirado para
el matrimonio. ¿Ven a Cristo y la iglesia en el último versículo del
capítulo 2? Esposos, en ese modelo, ustedes son Cristo. Vivan con su
esposa como si ustedes fueran Cristo. Ámenla como Cristo amó a la
iglesia. Entréguense a su esposa como Cristo se entregó por la
iglesia. Y sean para su esposa como Cristo es para la iglesia”.
"Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente"
(1 Pedro 3:7). Pedro no dijo a los esposos que entendieran a sus
esposas. Podría ser que nosotros, los hombres y mujeres que estamos
casados, ni siquiera nos entendamos. Pedro dice a los hombres:
“Vivan con ellas sabiamente”. Tal vez usted no entienda a su esposa,
pero puede conocerla.
Pedro da a los esposos algunos consejos prácticos cuando
escribe: “Vivan con ellas”. Eso significa dedicarles tiempo. Hagan
que sean una prioridad y luego dedíquenles tiempo. A usted le podrá
parecer que estos son consejos innecesarios, pero la dura realidad es
que muchos esposos viven en cualquier parte menos en su hogar, con
su esposa y sus hijos.
En resumen
Cuando Gedeón derrotó a los madianitas, leemos que él y sus
trescientos hombres “se estuvieron firmes cada uno en su puesto”, y
esa fue la clave para que Dios les diera una victoria increíble (Jueces
7:21). Esto es lo que Pedro está diciendo en sus excelentes consejos
para el matrimonio. Cada persona en un matrimonio tiene que estar
firme en su puesto. Hay un puesto para la mujer. Ella tiene un papel,
una función, un ministerio y un lugar. Hay un puesto para el hombre.
Él tiene un papel, una función y un ministerio, y ese es el puesto que
debe ocupar. Cuando el hombre deja su puesto, la esposa no debe
empujar, tirar, regañar o predicar para que vuelva a ocupar su puesto.
Ella debe ocupar su puesto, y si hay algo que volverá a colocar a su
esposo en su puesto será su ejemplo amoroso.
¿Ven ese modelo, mujeres? Ustedes son la iglesia. Sean para
sus esposos lo que la iglesia es para Cristo. ¿Ven ese modelo,
hombres? Ustedes son Cristo. Sean para sus esposas lo que Cristo es
para la iglesia. Por la gracia de Dios, ocupen ambos sus puestos. Los
papeles que asigna Pedro a ambos requieren de la gracia de Dios para
cumplirlos. El mayor desafío se da a los esposos, porque ellos deben
ser como Cristo para sus esposas.
Pasajes difíciles de Pedro
Pedro concluye su segunda carta señalando que hay muchas
cosas escritas por Pablo que son difíciles de entender. Me imagino
que el apóstol Pablo ya había preguntado a Pedro acerca de algunos
pasajes que me gustaría tratar ahora. Comienzo por el pasaje más
difícil de las cartas de Pedro, 1 Pedro 3:17 al 4:2.
En solo ocho versículos, Pedro trata diez temas importantes.
Nos dice que, cuando Jesucristo murió por los pecados del mundo, si
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
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bien su cuerpo murió, su Espíritu siguió viviendo, y fue en el Espíritu
que visitó los espíritus encarcelados y predicó a esos espíritus que se
habían rehusado a escuchar el evangelio cuando tuvieron la
oportunidad, como en el tiempo de Noé.
Aparentemente, luego de morir Cristo en la cruz y antes de su
ascensión, tuvo un ministerio en el mundo espiritual. Según Pedro,
Cristo tuvo un ministerio de liberación en el mundo espiritual. Este
pasaje describe “cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles” –
usando palabras de Pedro–, así que es difícil saber lo que significa
con certeza.
Pedro, el pastor, dice que el final de todas las cosas está cerca
y que, a la luz de esto, debemos ser personas santas. Aquí Pedro nos
da una perspectiva interesante de los dones espirituales y los
ministerios que son posibilitados por esos dones espirituales.
Según este práctico gigante espiritual, el patrón del ministerio
que usted tenga debe seguir el don que tenga. Si su don es predicar,
entonces predique. La tendencia popular es que uno debe demostrar
su humildad estando dispuesto a hacer cualquier cosa. Todos hacen
todas las cosas. Pero eso no es lo que enseña la Biblia. Toda la
enseñanza de la Biblia sobre los dones espirituales nos recuerda que
estos son variados y son otorgados a cada creyente según le place a
Dios. Son dados por el Espíritu Santo para levantar a Cristo y para
alentar al cuerpo de Cristo. A través de sus dones espirituales, usted
me ministra a mí, y a través de mis dones espirituales, yo le ministro
a usted.
Pedro sigue dando más consejos sobre el sufrimiento en el
capítulo cuatro. Vuelve a decir que, si estamos sufriendo, “no
piensen que es raro que estén sufriendo; no estén perplejos por el
hecho de que tengan problemas o estén sufriendo” (ver 1 Pedro
4:12). Nosotros consideramos que los problemas y el sufrimiento son
intrusos, calamidades y catástrofes que no deberían ocurrir. No
podemos entender por qué llegaron a sucedernos. En la mayor parte
del mundo, la gente es más realista. Saben que el sufrimiento es parte
de la vida. Y, en realidad, lo que distingue a una persona de otra no
es si está sufriendo o no, sino cómo encara el sufrimiento.
Usted es responsable por usted mismo. Tal vez no sea
responsable por todas las cosas que le ocurren, pero es responsable
por lo que usted hará al respecto. El tema es cómo irá a responder a
todos sus problemas.
Todos tenemos tormentas en la vida, pero también tenemos la
gracia y el poder de Dios para atravesarlas. Dios nos ha dado la
Palabra de Dios, que es nuestro sistema de creencias. Cuando
procesamos nuestras tormentas a través de ese sistema de creencias, a
través de la Palabra, Dios puede darnos la sabiduría para enfrentar
nuestros problemas. También puede darnos la gracia para aplicar esa
sabiduría. Esto nos lleva a lo que Pedro llamaría nuestro
“testimonio”. Dios permite la tormenta porque quiere que seamos
testigos de Él. Podemos ser buenos testigos o malos testigos, pero
todos somos testigos.
Para el fiel seguidor de Cristo, el sufrimiento es un llamado.
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
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Usted fue salvado porque Alguien sufrió. Usted ha sido llamado a
seguir sus pasos. Usted se identifica con Él; comparte su sufrimiento.
Pero aquí Pedro dice claramente que, a veces, es la voluntad de Dios,
y aún su llamado para usted, que sufra (ver 1 Pedro 4:19).
Una palabra para los ancianos
El capítulo 5 está dirigido a los ancianos de la iglesia. “Ruego
a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con
ellos...” Pedro es humilde, un anciano junto con los demás ancianos.
Cuando consideramos a los tres Pedros en nuestra introducción a los
escritos de Pedro, entendemos por qué. Les dice que deberían asumir
la responsabilidad de pastorear la iglesia, no como amos, sino como
ejemplos.
Cuando estudiamos la estructura de liderazgo de la iglesia, no
encontramos nada en este mundo que se compare con la iglesia como
organización. La iglesia no debería ser como una compañía, con un
presidente, un dueño y empleados. La única influencia que tiene un
anciano en una iglesia es su ejemplo. Si su ejemplo impresiona a las
personas, ellos acudirán a él, buscarán sus consejos y los seguirán.
Esta es la influencia que los pastores pueden tener en la iglesia, y no
la autoridad como la de los militares o en una empresa.
El Hombre que entrenó a Pedro dijo esto: “Aman los
primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas,
y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí,
Rabí. Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es
vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no
llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro
Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque
uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es el mayor de vosotros, sea
vuestro siervo. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se
humilla será enaltecido” (Mateo 23:6-12).
Pedro finaliza su primera carta con una microbiografía de su
vida. Dice: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria
eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo,
él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1 Pedro
5:10). Luego que Pedro hubiera padecido un poco de tiempo, Dios
hizo que Pedro fuera perfecto, maduro o completo. Dios lo
estableció, lo afirmó. Y es este Pedro quien escribe estas palabras.
Este versículo es la historia de la vida de Pedro. Nos está
diciendo: “Éste es el propósito de algunos sufrimientos: Dios
simplemente está intentando hacer que tú crezcas, así que esta
calamidad, esta catástrofe que estás atravesando simplemente
significa que luego de un tiempo Dios vendrá y te levantará y te
pondrá firmemente en tu lugar y te hará más fuerte que nunca,
porque has atravesado esta experiencia de sufrimiento”.
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
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Capítulo 10
La Segunda Carta de Pedro
Pedro sabía que iba a morir cuando escribió su segunda carta.
Así como el apóstol Pablo nos dejó su testamento en su Segunda
Carta a Timoteo, Pedro, en su segunda carta, comparte con nosotros
sus últimas palabras a las ovejas que prometió a su Señor que
pastorearía.
Una vez escuché decir a un educador: “La repetición es la
esencia de la educación”. Al saber que sus días están contados, el
viejo pastor se pone cómodo y comparte desde su corazón algunas de
las cosas que sabe que sus lectores ya saben que les quiere recordar.
Pedro nos dice, en los primeros versículos, que la gracia y la
paz nos pueden ser multiplicadas a través del conocimiento de Dios y
Jesucristo, nuestro Señor. En el tercer versículo de su declaración
inicial, recuerda a las ovejas algo que tal vez les haya dicho varias
veces: “Su divino poder [...], nos ha concedido todas las cosas que
necesitamos para vivir como Dios manda” (2 Pedro 1:3, NVI). Pedro
dice también a sus lectores cómo pueden obtener estas cosas: “... al
darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y
potencia”. Esto lo lleva a decir: “Así Dios nos ha entregado sus
preciosas y magníficas promesas para que ustedes, luego de escapar
de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos,
lleguen a tener parte en la naturaleza divina” (1:4, NVI).
Estas cosas que necesitamos para vivir como Dios manda nos
vienen como resultado de nuestra relación con Dios y Cristo. Según
Pedro, estas son promesas preciosas y, mediante la implementación
de estas promesas preciosas, podemos ser partícipes de la naturaleza
divina.
Hoy creemos que el conocimiento es una virtud. Sin
embargo, en las cosas espirituales, la Biblia nos dice lo que
escuchamos de los profetas, de Jesús y lo que ahora escuchamos del
apóstol Pedro: que el conocimiento no es una virtud. La aplicación
del conocimiento es una virtud. Note que Pedro no escribe: “Añadan
a su fe, conocimiento”. Pedro escribe: “Añadan a su fe, virtud” (1:5).
La virtud es la aplicación de su fe que simplemente se traduce
en bondad. La virtud es carácter. Cuando usted ha logrado agregar
virtud, es decir, un carácter similar al de Cristo, a su fe, entonces,
usted agrega conocimiento. Por eso nuestro énfasis debe ser en la
aplicación de la Biblia. Lo importante es preguntarse: ¿Qué dice este
pasaje? ¿Qué quiere decir? ¿Qué quiere decir para usted? ¿Cómo
aplica usted este pasaje a las áreas prácticas de su vida? Sólo al
aplicarla, la Biblia se convertirá en la fuerza espiritual que debe ser.
Según Pedro, debemos agregar a nuestra fe, virtud, y luego a nuestra
virtud, conocimiento.
Pedro sigue diciendo: “Añadan a su conocimiento, dominio
propio” o autocontrol. “Al dominio propio, devoción a Dios; a la
devoción a Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor”. Estos
añadidos a la fe representan uno de los más excelentes pasajes de la
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
24
Biblia sobre el tema del crecimiento espiritual. Entonces, si los
discípulos experimentan estos añadidos a la fe, tenemos estas
promesas: “Porque estas cualidades, si abundan en ustedes, les harán
crecer en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, y evitarán que
sean inútiles e improductivos [...]. Por lo tanto, hermanos,
esfuércense más todavía por asegurarse del llamado de Dios, que fue
quien los eligió. Si hacen estas cosas, no caerán jamás, y se les
abrirán de par en par las puertas del reino eterno de nuestro Señor y
Salvador Jesucristo” (2 Pedro 1: 8, 10, 11, NVI).
Pedro comienza sus palabras de sabiduría finales con un
testimonio personal: “Estaba en el Monte de la Transfiguración y vi a
nuestro Señor Jesucristo transfigurado”. En esencia, nos está
diciendo: “Aun cuando tuve la máxima experiencia, quiero decirles
algo. La Palabra de Dios que nos ha llegado a través de este proceso
de inspiración es una Palabra de Dios más segura que mi experiencia
en el Monte de la Transfiguración”.
Pedro nos dice que haríamos bien en acudir a esa Palabra de
Dios como si estuviésemos acudiendo a una Lámpara que alumbra un
lugar oscuro. Mientras nos acercamos a esa Palabra, algo ocurre en
nuestro corazón. Pedro lo describe hermosamente: “... hasta que el
día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones”
(1: 19). ¿Qué es el lucero de la mañana que sale en nuestro corazón?
Ese lucero es Jesucristo, que resucitó y está vivo. Pedro nos está
diciendo nuevamente cómo Cristo nace en nosotros.
Es interesante que tanto Pedro como Pablo nos dan grandes
declaraciones acerca de la Palabra de Dios en sus últimas palabras a
la iglesia y al mundo. Pedro lo hace en el primer capítulo de su
segunda carta, y Pablo hace lo propio en el tercer capítulo de su
segunda carta a Timoteo. Pablo nos dice que la Palabra de Dios es
inspirada, y Pedro nos dice lo que es la inspiración. Pedro nos dice
que los que escribieron las inspiradas Escrituras fueron movidos por
el Espíritu Santo como el viento mueve las velas de un barco, y
relaciona su afirmación acerca de la inspiración de las Escrituras con
la experiencia del nuevo nacimiento.
El segundo capítulo se parece mucho a la Carta de Judas, así
que no le dedicaremos demasiado tiempo. Como Judas, el segundo
capítulo de Pedro es una reprensión a los falsos maestros. En el tercer
capítulo, escribe acerca de “el día del Señor”.
“El día del Señor” es un suceso entre una serie de sucesos que
se conocen, en conjunto, como “la segunda venida de Cristo”. La
segunda venida de Cristo no es un suceso, sino una serie de sucesos
que incluyen el arrebatamiento de la Iglesia, la gran tribulación, el
reino de Dios en la tierra y las resurrecciones. Pero el último de todos
esos sucesos denominados “la Segunda Venida de Jesucristo” es “el
día del Señor”.
“El día del Señor” es un suceso catastrófico que fue predicho
por muchos de los profetas e implica la disolución total de cada cosa
material en la tierra. Jesús dijo: “el cielo y la tierra pasarán”. Pedro
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
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dice claramente que la tierra y el cielo serán destruidos. Serán
derretidos con un gran calor.
Desde Hiroshima y Nagasaki, sabemos que el hombre puede
hacer lo que Pedro y los profetas predijeron. Dios lo hizo una vez
mediante el agua y lo está reservando ahora para este gran fuego.
Según Pedro, ocurrirá tal como dijeron los profetas.
No debemos pensar que Él demora su venida, porque el
tiempo es relativo para Dios. Pero, ¿por qué se demora? La única
razón por la que Cristo no ha venido y no ha iniciado esta cadena de
sucesos que culminarán en “el día del Señor” es que Dios quiere que
llegue el evangelio a un mundo perdido. No quiere que nadie
perezca. Porque ama a la humanidad, quiere dar a algunos más la
oportunidad de la salvación.
Pedro dice que nosotros podemos acelerar este día al testificar
de Cristo y presentar el evangelio a personas que nunca lo han
escuchado. La pregunta que debemos hacernos, al considerar el
tremendo relato de la Segunda Venida de Jesucristo es: ¿Qué tipo de
personas debemos ser, en vista de que todas estas cosas serán
destruidas?
Capítulo 11
La Primera Carta de Juan
Yo llamo los primeros dieciséis versículos de Primera de Juan
“La brújula de la seguridad”. La seguridad es el tema de toda esta
carta. ¿Tiene usted la seguridad completa de que sus pecados han
sido perdonados y que, si muriera hoy, iría al cielo? Si le falta esa
seguridad, entonces debe leer esta carta.
Este autor, que escribió también Apocalipsis y dos otras
cartas muy breves que llevan su nombre, siempre nos dice por qué
está escribiendo. Escribió el Evangelio de Juan para que pudiésemos
creer y tener vida eternal. Escribe esta carta a quienes creen, para que
puedan saber lo que realmente creen. En otras palabras, escribe a
quienes buscan seguridad, la seguridad de su salvación. Si usted es
inseguro espiritualmente y no tiene la completa seguridad de su
salvación, Juan le dice: “Yo escribí esto para usted” (ver Juan 20:30,
31; 1 Juan 5:13).
“Si un hombre no sabe, y no sabe que no sabe, es un necio.
Evítalo. Si un hombre no sabe, y sabe que no sabe, es un niño.
Enséñale. Si un hombre sabe, y no sabe que sabe, está dormido.
Despiértalo. Pero si un hombre sabe, y sabe que sabe, es un líder.
Síguelo”. Juan escribe esta carta a personas que saben, para que
sepan que tienen la salvación.
Los primeros dieciséis versículos de Primera de Juan nos
presentan, como lo hizo el Evangelio de Juan, una especie de reseña
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
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de lo que Juan nos dirá. Todos necesitamos una brújula espiritual.
Encontraremos la Brújula de la Seguridad en esta inspirada epístola
de la seguridad. Así como una brújula tiene ocho puntos, aquí
encuentro ocho puntos en la brújula de la seguridad del apóstol Juan.
El primer punto de esta Brújula de la Seguridad son los hechos del
evangelio.
Juan nos dice que la fe está basada en hechos. La fe no es un
paso en la oscuridad o un salto en la luz. Como aprendimos en el
capítulo de la fe de la Biblia, la fe está basada en la evidencia. La fe
da sustancia a nuestras esperanzas. Esa es la diferencia entre la
esperanza y la fe. Sin evidencia que nos dé una base para nuestra
esperanza, todo lo que podemos hacer es simplemente esperar. Pero
la fe siempre tiene un fundamento de evidencia.
Juan escribe acerca del Cristo resucitado cuando comienza
esta carta al decir a sus lectores, en esencia: “Escuchen, somos
testigos presenciales y llegamos a verlo bien de cerca. Pusimos
nuestros dedos en las marcas de los clavos de sus manos; pusimos
nuestras manos en su costado. Nuestra fe en un Cristo resucitado está
basada en los hechos”.
Cuando comparamos libros como el Evangelio de Juan y los
demás libros del Nuevo Testamento, hay dos hechos del evangelio
que emergen: la muerte y la resurrección de Jesucristo. Pablo
escribió a los corintios, básicamente: “Jesucristo murió por nuestros
pecados, según las Escrituras; Jesucristo resucitó de los muertos,
según las Escrituras. Ese es el evangelio. Eso es lo que les prediqué
en Corinto. Eso es lo que ustedes creyeron, y el creer esto es lo que
los salvó” (ver 1 Corintios 15:1-4).
El siguiente punto en la “Brújula de la Seguridad” es la fe.
Uno debe poner fe en esos dos hechos del evangelio. El segundo
punto es la fe en los hechos. El tercer punto es el resultado de poner
fe en el hecho de la muerte de Jesús, ¡y eso marca la diferencia más
importante del mundo: sus pecados son perdonados!
Lo que Juan está construyendo para nosotros aquí, en esta
Brújula de la Seguridad, es esto simplemente: Si usted realmente
tiene fe en el hecho de la muerte de Jesucristo en la cruz, entonces
tiene perdón. El resultado de poner la fe en el hecho de la muerte de
Jesucristo es el perdón. Y quiero decir perdón absoluto.
En el idioma griego, el tiempo presente representa el tiempo
continuo. Por lo tanto, cada vez que uno tiene el tiempo presente,
puede agregar la palabra “continuamente”. “Si confesamos
continuamente nuestros pecados, Él nos limpia continuamente. La
sangre de Cristo simplemente sigue limpiándonos de toda injusticia”.
El perdón es el resultado de creer en la muerte de Jesucristo.
El siguiente punto en esta brújula de seguridad es el resultado
de creer en la resurrección de Jesucristo: uno puede conocer al Cristo
vivo y tener comunión con él.
La palabra “comunión” significa algo así como ‘asociación’ o
‘estar en un barco juntos’. Así como Jesús se subió al pequeño barco
de Pedro y lo llenó de pescados, Él puede subirse al barco de usted,
su vida. Significa que todos los recursos de Jesús son suyos. Si usted
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
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está en comunión con Él, entonces todo lo que usted tiene también es
de Él. La comunión es el cuarto punto en la Brújula de la Seguridad.
El quinto punto en la Brújula de la Seguridad es seguir a
Cristo. Cuando las personas le decían a Jesús que creían en Él, Él
siempre les decía: “Síganme”. Juan dice, vez tras vez: “El que dice
que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6). Es
así como sabemos que tenemos una fe auténtica y vida eterna.
Luego de seguir, el punto siguiente en la brújula es la
libertad. Palabras más, palabras menos, Jesús dijo en el capítulo 8 del
Evangelio de Juan: “Si ustedes creen en mí, entonces permanezcan
en mi palabra y conviértanse en mis discípulos”. El seguir, o el
discipulado, valida y hace crecer la fe. Pero luego describe el
resultado de seguirlo: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que
no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el
Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1). Usted ve que es posible ser
liberado del pecado.
Otro punto en la Brújula de la Seguridad es lo que podríamos
llamar estar “completo”. Juan dice: “Les escribimos estas cosas para
que nuestra alegría sea completa” (1:4, NVI). Lo que tenemos es real,
y lo que tenemos es bueno, pero hay más. Juan quiere que tengamos
la experiencia total. Podemos llamarla una experiencia “completa”.
Yo llamo al octavo punto de la Brújula de Seguridad, fruto.
Jesús dijo a los apóstoles cómo podrían ser fructíferos, porque Él
quería que su gozo fuera completo (Juan 15:11). Juan cree que el
hecho de que demos fruto para Dios en nuestra experiencia de Cristo
nos dará seguridad en nuestro viaje de fe.
Llegamos a una experiencia espiritual de la forma como
llegamos a todo lo demás, con una forma de pensar egoísta: “¿Qué
ventaja saco yo de esto?”. Pero, como vimos en la conversión de
Saulo de Tarso, somos realmente maduros cuando nos preguntamos:
“Señor, ¿qué quieres haga por Ti?”. La Biblia llama a la respuesta del
Señor a esa pregunta “ser fructífero”.
En resumen, los ocho puntos de la Brújula de Seguridad son:
hechos, fe, perdón, comunión, seguir, libertad, estar completo y ser
fructífero. Si usted encuentra que no es fructífero, o que no está
completo, entonces vuelva al principio de esta brújula y vuelva a
revisar cada uno de los ocho puntos.
Capítulo 12
La unción que asegura
En el capítulo 2, Juan sigue diciéndonos cómo podemos saber
que creemos y tenemos vida eterna. Nos dice que podemos saber que
creemos cuando amamos a nuestro hermano. “La persona que ama a
su hermano”, escribe Juan, “está en Cristo. Esta persona es
verdaderamente un creyente. Pero el hombre que no ama a su
hermano sigue andando en las tinieblas”.
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
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Luego nos dice que sabemos que tenemos una fe auténtica y
vida eterna cuando amamos al Padre más de lo que amamos al
mundo. El sistema del mundo es lo que Juan tiene en mente aquí. El
mundo tiene un sistema de creencias que involucra un conjunto
específico de valores seculares, un estilo de vida y una forma de
pensar. Juan nos dice aquí que, si vivimos para el mundo y lo
amamos, entonces no amamos a Dios.
Al continuar Juan, nos da más formas en las que podemos
afirmar nuestra seguridad. “Sabemos que sabemos”, dice Juan en el
capítulo 2, “porque el Espíritu Santo nos mantiene doctrinalmente
puros”. En un sentido, lo que Juan está diciendo realmente aquí es:
“Usted sabe que sabe porque sabe”.
Juan nos dice en el versículo 20: “Pero vosotros tenéis la
unción del Santo, y conocéis todas las cosas”. Luego, en el versículo
27, básicamente: “Esta unción que tienen en ustedes, que han
recibido, les ha enseñado”. Parafraseando y resumiendo, Juan dice:
“Esta unción les puede enseñar. Y cuando esta unción que ustedes
tienen les enseña cosas espirituales, tienen otra afirmación de su fe y
de la vida eternal. Ustedes no podrían saber las cosas que les enseña
la unción si no tuvieran la vida eterna dentro de ustedes. Si el
Espíritu Santo vive en ustedes y les enseña, han descubierto una
clave más para la seguridad de su fe y de la vida eternal”.
Una de las funciones de esta Unción que vive en nosotros es
enseñarnos verdad espiritual. Aparentemente, la base doctrinal de la
comunión en la iglesia del Nuevo Testamento era muy simple. Pablo
escribió: “Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu
Santo” (1 Corintios 12:3). Juan nos dice que esta es la prueba
doctrinal mediante la cual debemos examinar a las personas: ¿Cree
usted que Jesús es el Cristo? Esa es una pregunta apropiada para
hacer cuando necesitamos descubrir dónde se encuentra una persona
doctrinalmente.
Hay personas que han contestado, cuando hice esa pregunta:
“Él no era el Cristo. Tenía algo del Cristo en Él, pero también lo
tenía Buda, y Gandhi. Muchas personas han tenido el Cristo en ellos,
pero Jesús no fue el Cristo”. Juan escribe que, si decimos que Jesús
no fue el Cristo, somos anticristos y mentirosos, porque Jesús es el
Cristo (ver 1 Juan 2:22).
En el capítulo 3, Juan nos dice que tenemos dos tipos de
personas en este mundo. Están los hijos de Dios y los hijos del
diablo. Juan le dice que, si quiere darse cuenta de la diferencia, es
bastante sencillo. Lo expresa de esta forma, en este capítulo: “Los
hijos del diablo pecan”. Pecan definitivamente, habitualmente y
continuamente. Practican el pecado. Pero los hijos de Dios no pecan
habitualmente. Los hijos de Dios no convierten el pecado en una
práctica. Su patrón no es un patrón de pecado continuo y habitual.
Según señalé en el capítulo 1, en el idioma griego, el tiempo
presente representa el tiempo continuo. Juan no dice que los hijos de
Dios no pueden pecar, o que nunca van a pecar. Él quiere decir que,
cuando pecan, caen en el pecado. El pecado no es natural para ellos.
Los hijos del diablo pecan continuamente, habitualmente. Los hijos
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
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de Dios no pecan continuamente, habitualmente. Cuando vemos que
el patrón de nuestra vida ha cambiado drásticamente y que el patrón
es de no pecar, sabemos que creemos y que tenemos vida eterna.
Al final del capítulo 3, Juan escribe otro gran pasaje sobre la
seguridad. Cuando estamos deprimidos o, como lo expresa Juan aquí,
cuando “nuestro corazón nos reprende”, ¿estamos perdidos, teniendo
en cuenta lo que sentimos? Cuando nuestro corazón no nos reprende,
¿tenemos la seguridad de la vida eterna? ¡No! Cuando nuestro
corazón nos reprende, recordemos esto: Dios es mayor que nuestro
corazón. Dios es más grande que nuestros sentimientos. Nuestra
salvación no está basada en algo tan inconstante como nuestros
sentimientos. Nuestra salvación está basada en la sólida realidad de
que creemos y obedecemos a nuestro Señor (3:19-22).
Capítulo 13
La confesión que confirma
En los primeros versículos del capítulo 4, Juan nos dice cómo
probar los espíritus. Nos advierte acerca de muchos falsos espíritus
que están en este mundo y nos muestra cómo conocer la diferencia
entre los buenos y malos espíritus: “Todo espíritu que confiesa que
Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no
confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el
espíritu del anticristo...” (1 Juan 4:2, 3).
¿Cómo confiesa un espíritu que Jesús ha venido en la carne?
El apóstol del amor contesta esa pregunta. Cuando nos amamos unos
a otros, confesamos que Jesucristo ha venido en la carne. De esta
forma Juan nos está diciendo que, cuando experimentamos el
Espíritu de Cristo amando en y a través de nuestra carne mortal,
hemos encontrado otra forma en que podemos saber que tenemos fe
y vida eterna. Está de acuerdo con el apóstol Pablo en que el fruto del
Espíritu es amor (Gálatas 5:22, 23).
Luego nos da diez razones por las que debemos amarnos unos
a otros (4:7-21). Ante todo, debemos amarnos unos a otros porque el
amor es de Dios. Sólo aquellas personas cuyos espíritus están
confesando el amor de Cristo pueden amar, porque el verdadero
amor es de Dios.
Debemos amar porque es así como podemos reconocer a los
auténticos discípulos de Cristo de quienes simplemente dicen ser sus
discípulos: los que aman son nacidos de Dios. Los que no aman no
son nacidos de Dios. Eso hace que el probar los espíritus sea muy
simple.
La tercera razón por la que debemos amar aparece en el
versículo 8 del capítulo 4. Debemos amar porque Dios es amor. El
amor es la esencia de lo que Dios es. El amor es la esencia del ser de
Dios. Si usted dice que es nacido de Dios, entonces su rasgo
distintivo debe ser el amor.
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
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En los versículos 10 y 11, Juan dice que debemos amar
porque se nos ha dado el gran ejemplo del amor. Juan señala a Jesús,
muriendo en la cruz, y dice: “En esto consiste el amor [...], si Dios
nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros”.
Así que uno demuestra que ha aceptado el evangelio cuando ama con
amor agape.
En el versículo 16, Juan escribe: “Dios es amor; y el que
permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”. Piense que
Dios lo rodea completamente, como un Dios que quiere amar a las
personas que sufren a través de usted. El amor es lo que es Dios.
Dios es amor. Por lo tanto, si usted mora en este amor, que es Dios,
usted morará en Dios y Dios morará en usted. Cuando ocurre eso,
créame, usted encuentra otra forma de saber que cree y tiene vida
eterna.
Juan dice en el versículo 17 del capítulo 4 que debemos
amarnos unos a otros porque, si lo hacemos, podemos tener
confianza en el día del juicio, en el estado eterno. Al pensar en el
juicio, ¿cree usted que podrá acercarse al tribunal de Cristo con
confianza? Juan nos dice que, si amamos como deberíamos hacerlo,
podemos acercarnos al juicio con confianza.
Juan escribe, en el versículo 17, que debemos amar por que
como él es, así somos nosotros en este mundo. Somos, en este
mundo, la esencia de Cristo. Si Cristo está en nosotros y este amor
agape se revela y se expresa a través de nosotros, entonces se
cumplirá que “como él es, así somos nosotros en este mundo”.
Juan nos dice en el versículo 18 de Primera de Juan 4 que
debemos amarnos unos a otros porque “el perfecto amor echa fuera
el temor”. Si usted amara perfectamente, eliminaría el temor. Cuando
usted entiende el amor de Cristo, y especialmente lo que significa
amar a Dios y amar a su hermano, entenderá cómo el amor perfecto
puede echar fuera el temor. Tememos perder nuestra vida y todo lo
que tenemos. Si amamos a Dios completamente, ya hemos entregado
nuestra vida a Dios y le hemos dado todo. Entonces, ¿qué tenemos
que temer?
Luego Juan nos dice, en el versículo 20 del capítulo 4, que
debemos amarnos unos a otros porque el amor vertical por Dios y el
amor horizontal por el hermano son inseparables. El hombre que dice
amar a Dios, pero odia a su hermano, es un mentiroso. Debemos
amarnos unos a otros porque el que ama a Dios debe amar a su
hermano también.
La décima razón por la que debemos amarnos unos a otros
está en forma de mandamiento: “Y nosotros tenemos este
mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano”.
En un sentido, la décima razón de Juan por la que debemos amarnos
unos a otros debería ser la única razón que necesita darnos: Jesús nos
ordenó amarnos unos a otros.
En el capítulo 5, Juan nos dice que la fe es la clave de nuestra
seguridad cuando escribe: “Esta es la victoria que ha vencido al
mundo, nuestra fe”. Vencemos al mundo con nuestra fe. Y si usted
tiene esta fe vencedora, ésta es otra afirmación de su seguridad.
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
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En el capítulo 5 Juan nos dice que hay tres testigos en nuestra
experiencia que nos dan seguridad. Cuando Juan menciona el agua,
probablemente esté refiriéndose al bautismo por agua. La esencia del
bautismo por agua es que hace que sea imposible ser un discípulo
secreto de Jesucristo.
La Segunda y Tercera Carta de Juan
En Segunda y Tercera de Juan, el énfasis está en la verdad
que enseñó Cristo. Juan suena como un teólogo en estas dos cartas
porque está preocupado por la verdad que enseñó Jesús y por que nos
mantengamos firmes en nuestro compromiso con esa verdad. Su
mayor gozo es saber que sus hijos andan en la verdad enseñada por
Jesús. Esa verdad ya estaba siendo distorsionada y pervertida cuando
Jesús escribió estas breves cartas.
El apóstol del amor exhorta a los líderes para que sean duros
con las personas que no enseñan lo que Jesús enseñó. La herejía, o
perversión de la enseñanza de Jesús, comenzó muy temprano en la
historia de la iglesia, porque en estas cortas epístolas uno escucha
decir al apóstol: “Si las personas no creen que Jesús es el Cristo, si
no pasan esta prueba doctrinal, no las inviten siquiera para almorzar.
Ni siquiera las saluden. No tengan nada que ver con ellas”.
Juan escribe su segunda carta a “la señora elegida”. Si uno lo
toma literalmente, este es el único libro de toda la Biblia dirigido a
una mujer. Aparentemente Juan tenía una relación pastoral con esta
señora elegida.
Pero Juan tenía, también, personas problemáticas, como
Diótrefes, “al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos”, según
Juan. Describe a este hombre en los versículos 9 y 10 de Tercera de
Juan. Los pastores de hoy podrán encontrar consolación en el hecho
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
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de que este amado y anciano apóstol Juan tenía un hombre en su
iglesia que tiene que haber sido un dolor constante para él.
Capítulo 14
La Carta de Judas
En la inspirada carta de Judas, encontramos un libro de un
capítulo que es muy parecido al segundo capítulo de Segunda de
Pedro. La preocupación de la persona que escribe esta muy breve
carta son las herejías, o los falsos maestros. Un hombre llamado
Judas escribió esta carta. Los estudiosos concluyen que este hombre
era otro de los hermanastros terrenales de Jesús.
Judas nos dice que había planeado escribir un tratado sobre la
salvación, pero cambió de opinión porque había personas que no
enseñaban la doctrina correcta. Estaban enseñando que, dado que
Dios era un Dios de gracia, nunca disciplinaría a sus hijos. Judas está
preocupado por personas que parecen estar alejándose de la fe porque
han oído y creído esta enseñanza.
Judas se centra en el capítulo 14 del Libro de Números, donde
leemos que toda una generación del pueblo elegido de Dios murió en
el desierto. Dieron vueltas durante cuarenta años porque no tuvieron
la fe para invadir Canaán. Dios hizo dos excepciones. Caleb y Josué
entraron en la tierra de Canaán porque creyeron en el Señor
plenamente y lo siguieron.
Judas recuerda a los falsos maestros acerca de la muerte de
esa generación. Estos falsos maestros estaban diciendo a la gente que
uno puede hacer lo que le plazca y Dios no hará nada al respecto,
como si Él fuera una especie de abuelito inofensivo. La Biblia nos
enseña que el carácter amoroso de Dios tiene otro costado, un
costado de ira y juicio, porque Dios es un Dios santo.
Otro ejemplo que Judas da es el de los ángeles caídos. Judas
escribe que los ángeles caídos fueron echados al abismo sin fondo.
Dios no se quedó sentado simplemente viendo a los ángeles que no
hacían su voluntad, sin hacer nada al respecto.
El tercer ejemplo de Judas es el de Sodoma y Gomorra: cómo
estos dos pueblos perecieron por el fuego y el azufre. Judas enfatiza
el juicio de Dios, a través de estos ejemplos que comparte con los
falsos maestros y las personas que creen en sus falsas enseñanzas.
Judas nos dice que estos falsos maestros son como “espuma
sucia que dejan las olas violentas en la playa”. Son como “árboles
frutales sin fruta”. Son como “estrellas errantes que cruzan
velozmente hacia la negra oscuridad que Dios ha preparado para
ellas”. El destino de las estrellas errantes es similar al de los ángeles
caídos.
Judas está muy preocupado por quienes han sido víctimas de
esta falsa enseñanza. Escribe que debemos intentar recuperar a estas
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
33
personas. Debemos tratar de arrebatarlas del fuego sin quemarnos
nosotros mismos.
Judas concluye su carta con algunas exhortaciones para
aquellas personas que han sido reclamadas. Son exhortaciones
sencillas y prácticas acerca de mantenerse fieles a la verdad. Me
gustan estas exhortaciones de Judas. Él dice: “... orando en el
Espíritu Santo” (v. 20). Y luego, me gusta esta frase: “Conservaos en
el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor
Jesucristo para vida eterna” (v. 21).
Durante muchos siglos, los pastores han usado la bendición
final de Judas para cerrar sus cultos: “Y a aquel que es poderoso para
guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria
con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y
majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén”
(vv. 24, 25).
Capítulo 15
El Libro de Apocalipsis
En los primeros versículos del Libro de Apocalipsis, leemos
que el apóstol Juan estaba en la isla de Patmos a causa de su fe. Al
comparar las Escrituras con la tradición, llegamos a la conclusión de
que Juan estaba exiliado en esta isla remota. Los eruditos discrepan
con relación a si estaba allí solo o era uno entre los trabajadores
esclavos. Mientras estuvo allí, experimentó una revelación de
Jesucristo. La palabra “apocalipsis” es una palabra griega que
significa ‘descorrer un velo’, es decir, ‘revelar’.
La lengua de señas del Salvador
Esta revelación le fue dada en forma de señales a Juan, lo
cual significa que fue dada a Juan en “lengua de señas”. Los judíos
tenían una hermosa “lengua de señas” bíblica, y vemos esa lengua de
señas evidenciada en Apocalipsis. Recordará que la palabra “señal”
es una de las palabras favoritas de Juan (Juan 20:30, 31; 2:11; 21:25).
En Apocalipsis, estos símbolos o señales son señales bíblicas. Usted
las encontrará en otras partes de la Biblia, y si las encuentra cuando
aparecen en otras partes de la Biblia, y las entiende allí, pueden
ayudarlo a entender lo que significan en el Libro de Apocalipsis.
Al estudiar Apocalipsis, hágase una tabla. Como necesitará
varias hojas para esta tabla, le recomiendo un cuaderno grande con
varias páginas. Trace rayas verticales para hacer varias columnas. En
la primera columna de esta tabla escriba la palabra “Señales”. Haga
una lista de señales o símbolos que aparecen en este libro en la
primera columna (por ejemplo: el caballo blanco, el mar de cristal,
las cuatro bestias, los siete candelabros, etc.).
En la segunda columna ponga como título “Revelación
personal”. Pida al Espíritu Santo que quite el velo para mostrarle lo
que significan las señales. Escriba su propia revelación personal en la
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
34
segunda columna.
Arriba de la tercera columna, escriba: “Referencia bíblica”, e
indique dónde se encuentra esta señal específica en alguna otra parte
de la Biblia. Si tiene acceso a buenos comentarios, escriba en la
columna siguiente lo que dicen que significa cada señal.
Luego, en la última columna de esta tabla, escriba su
conclusión final. Si hace esta tarea en su totalidad, debería tener una
tabla de 150 páginas para el Libro de Apocalipsis.
Claves que descifran el Libro de Apocalipsis
Cuando usted aprecia la hermosa lengua de señas de la
revelación que recibió Juan, se dará cuenta de que es casi como si
fuera un libro escrito por Dios para el pueblo de Dios en clave. Como
ocurre con todo mensaje codificado, para entender el mensaje hace
falta tener las claves para descifrar el código.
LA PRIMERA CLAVE
La primera clave es el Espíritu Santo. Uno no puede entender
cosas espirituales sin el Espíritu Santo. Esto es especialmente cierto
cuando se trata del Libro de Apocalipsis. Jesús dijo a los apóstoles
que les daba el Espíritu Santo, al que Él llamó el Consolador, y que
éste les hablaría acerca de las cosas futuras.
LA SEGUNDA CLAVE
La segunda clave para este mensaje codificado es que estos
símbolos o señales son símbolos bíblicos. Si usted fuera un judío
familiarizado con el Antiguo Testamento, estas señales no le
resultarían extrañas. Por ejemplo, en el capítulo 4 se abre una puerta
al cielo y vemos una persona sentada en un trono. Es como una
piedra de jaspe y de cornalina, y alrededor del trono sobre el cual está
sentado hay un arco iris como de esmeralda.
Un judío sabría que, según Éxodo 28, el sumo sacerdote debía
usar un pectoral incrustado con una piedra preciosa por cada una de
las 12 tribus de Israel. La primera piedra preciosa era cornalina, que
representaba a la tribu más antigua de Israel, la tribu de Rubén. La
última piedra era de jaspe, que representaba a la tribu de Benjamín.
La esmeralda era la séptima piedra, y representaba a Judá. En hebreo,
estos nombres tienen un significado. Rubén significa ‘¡He aquí mi
hijo!’. Benjamín significa: ‘hijo de mi diestra’, y Judá, ‘alabanza’.
Por lo tanto, lo que tenemos aquí, en lengua de señas, es lo siguiente:
cuando miramos a través de la puerta hacia el cielo, hay un trono y
Uno sentado en ese trono que se nos describe a través de estas
piedras preciosas que nos dicen: “¡He aquí mi Hijo, el Hijo de mi
diestra! ¡Alábenlo!”.
Hay una frase que se encuentra varias veces en el último libro
de la Biblia: “Yo soy el Alfa y la Omega”. La primera letra del
alfabeto griego es alfa; la última, omega. Solemos interpretar esto
como: “Yo soy el principio y el fin”. Tendremos la revelación de
Uno, Jesucristo, quien es en sí mismo el principio y el fin.
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
35
Adoración eterna
En los capítulos 4 y 5, uno encuentra un hermoso tiempo de
alabanza y adoración que tiene lugar en el estado eterno. Algo
hermoso está sucediendo allí. Dios el Padre está dirigiendo el centro
de la adoración en el cielo fuera de sí mismo y hacia su Hijo, el
Cordero, que parece haber sido muerto. Dios está diciendo: “Adoren
a mi Hijo. Adórenlo por lo que ha hecho, a la luz de lo que era, lo
que es y lo que será por siempre. ¡Adoren a mi Hijo!”.
Dado que estos símbolos son símbolos bíblicos, uno puede
ver por qué las personas que organizaron los libros de la Biblia
colocaron al Libro de Apocalipsis último. El requisito previo para
entender Apocalipsis, el último libro de la Biblia, es entender los
restantes 65 libros.
Hay algunos otros símbolos bíblicos que me gustaría usar
como ilustración de esta importante clave. Observe, por ejemplo, en
Apocalipsis 1:4, 4:5 y 5:6, donde se mencionan “los siete espíritus de
Dios”.
Las personas que asignan una gran importancia a los números
en la Biblia nos dicen que el número 7 es el número de la perfección
o de lo completo. Esto sugeriría que los siete Espíritus de Dios
representan al Espíritu compuesto, integral y completo de Dios, o la
expresión perfecta de Dios. En su esencia, Dios es espiritual. Sin
embargo, muchos eruditos creen que la expresión “los siete espíritus
de Dios” nos retrotrae a una profecía de Isaías.
En su profecía, el príncipe de los profetas nos da una gran
imagen mesiánica que presenta a los “siete espíritus de Dios”. La
profecía de Isaías se cumple en esta revelación dada al apóstol Juan
acerca de los siete espíritus de Dios. Isaías escribió: “Saldrá una vara
del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará
sobre él el Espíritu de Jehová; (1) espíritu de sabiduría y (2) de
inteligencia, (3) espíritu de consejo y (4) de poder, (5) espíritu de
conocimiento y (6) de temor [o reverencia] y (7) el espíritu de
adoración de Jehová” (Isaías 11:1-3).
Isaías nos está diciendo que, cuando venga el Mesías,
Jesucristo será la expresión completa de Dios, quien, en su esencia,
es un Espíritu. Según Isaías, Jesucristo no sólo expresará esta
séptuple esencia espiritual de Dios, sino que también, en su
humanidad, mostrará una Vida que es verdaderamente llena del
Espíritu o controlada por el Espíritu. Juan nos está diciendo que la
profecía de Isaías se cumplió cuando vino Jesús.
Vemos siete candelabros ante un trono en el cielo. Se nos dice
que estos siete candelabros representan los siete espíritus de Dios.
Entonces leemos: “Y miré, y vi [...] un Cordero como inmolado, que
tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de
Dios enviados por toda la tierra” (5:6).
Los estudiosos creen que los cuernos representan el poder, y
que los ojos representan la sabiduría en la Biblia. Por lo tanto, este
Cordero, que parecía como si hubiera sido inmolado, es una
expresión de los siete espíritus de Dios. Y esta expresión del Espíritu
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
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de Dios en siete partes también expresaba el poder y la sabiduría
perfectos de Dios cuando fue muerto.
El Espíritu del Señor fue muy importante en el ministerio de
Jesús. Jesús tenía el espíritu de conocimiento, lo que significa que
tenía un conocimiento perfecto de la Palabra de Dios. También tenía
el espíritu de inteligencia, lo que significa que tenía un entendimiento
perfecto de la Palabra y la voluntad de su Padre.
Jesús tenía también el espíritu de sabiduría, porque vivió
perfectamente la Palabra de Dios, y enseñó a otros cómo aplicar la
Palabra de Dios. Y luego, el espíritu de consejo forma parte de esta
expresión perfecta del Espíritu de Dios. Al compartir Jesús la Palabra
de Dios y su aplicación a la vida de las personas con las que trataba,
demostraba el espíritu de consejo. Cuando compartía la Palabra de
Dios con las personas y éstas la aplicaban a su vida, el Espíritu Santo
ungía esa Palabra con gran poder. Era allí cuando el espíritu de poder
se expresaba a través de Jesús.
Y luego, el espíritu de adoración fue muy obvio en la vida de
Jesús. Isaías nos dice que su deleite estaba en el espíritu de
adoración. Cuando leemos los cuatro Evangelios, vemos que, cuando
Jesús no estaba ministrando a las personas, pasaba la noche solo o se
levantaba antes del alba para orar a su Padre en adoración.
Una puerta abierta hacia el cielo
En 4:1, leemos que, cuando se le invitó a Juan a que subiera
para que se le mostrara “lo que tiene que suceder después de esto”,
fue el sonido de una trompeta lo que introdujo a Juan en su
revelación del cielo. Muchos creen que este es un símbolo bíblico
que indica el arrebatamiento de la iglesia. El apóstol Pablo dice que
el arrebatamiento de la iglesia será anunciado por el sonido de una
trompeta (ver 1 Tesalonicenses 4:16; 1 Corintios 15:52).
Cuando Juan mira a través de esta puerta abierta al cielo, ve
un trono que es el símbolo central en el cielo. Delante de ese trono en
el cielo, Juan ve un mar de cristal. En la tienda de adoración y el
templo de Salomón, había un lavacro donde el sacerdote se lavaba al
acercarse como intercesor a favor de un pecador. El mensaje era que
debíamos ser lavados antes de poder acercarnos a un Dios santo. Los
sacerdotes repetían continuamente este acercamiento a Dios a favor
de los pecadores porque los pecadores necesitaban el perdón
habitualmente. En este mar de cristal frente al trono, el agua queda
solidificada en un cristal, que representa una limpieza permanente y
eterna.
En el capítulo 5, aparece un libro sellado con siete sellos, y
todos los que están en el cielo están intentando encontrar a alguien
para que rompa los sellos y abra el libro. Nadie está calificado para
abrir este libro ni dispuesto a hacerlo. Este simbolismo bíblico nos
retrotrae al Libro de Rut y el concepto de pariente redentor. Cuando
un hombre como Booz quería redimir a una mujer como Rut, las
deudas de la mujer estaban selladas en un rollo. No se le permitía
romper los sellos y mirar en el rollo hasta que demostrara sus
calificaciones y su disposición de redimirla.
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
37
El mensaje de esta escena celestial es que el cielo está lleno
de personas que necesitan redención, pero no hay nadie allí que esté
calificado o dispuesto a redimirlos. Juan lloró mucho porque no
había ningún redentor. Luego escuchamos las buenas nuevas: “No
llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha
vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (5:5). El
significado del simbolismo es que Él está calificado y está dispuesto
porque ha vencido para redimirnos. Él nos ha redimido.
Cuando se abre la puerta hacia el cielo leemos que hay
veinticuatro tronos pequeños alrededor del trono que está en el cielo,
y sobre estos pequeños tronos están sentados veinticuatro ancianos.
Estos ancianos representan al liderazgo del pueblo de Dios, tal vez
las doce tribus de Israel y los doce apóstoles.
LA TERCERA CLAVE
La tercera clave, que nos ayuda a descifrar este mensaje
codificado de Dios para su pueblo, es la tarea que se le encomendó a
Juan. Esa tarea constituye el bosquejo de la revelación que recibió
Juan en la isla de Patmos. Apocalipsis 1:19 nos da esa tarea y ese
bosquejo. A Juan se le dijo: “Escribe las cosas que has visto, y las
que son, y las que han de ser después de estas”.
En el primer capítulo de Apocalipsis, leemos acerca de la
experiencia de Juan. Lo que él vio en el capítulo 1 constituía la
primera parte de su tarea, cuando se le dijo que “escribiera las cosas
que has visto” y que dirigiera esa revelación escrita a las siete
iglesias que estaban en Asia Menor en ese tiempo.
A Juan se lo hizo dar vuelta para ver, así como se lo hizo dar
vuelta a Moisés para ver a Dios en la zarza ardiente en el desierto
(Éxodo 3:3, 4). Juan se dio vuelta y vio la voz que le estaba hablando
y, cuando se dio vuelta, la voz le habló. Observe los verbos que Juan
usa al relatarnos su experiencia para nosotros. “Me volví”, dice, “y
vuelto, vi. Cuando le vi, caí como muerto a sus pies”. El simbolismo
parece ser que el requisito previo para tener una experiencia profunda
con Dios es volvernos.
El apóstol Juan estaba completando la primera parte de su
tarea cuando registró esa experiencia. Luego de decirle a Juan que
“escribiera las cosas que has visto”, se le instruye que “escriba las
cosas que son”. Juan completó la segunda parte de su tarea en los
capítulos 2 y 3, cuando escribió las cartas a las iglesias de Asia
Menor.
En resumen, el capítulo 1 relata las cosas que Juan vio cuando
tuvo su experiencia. Los capítulos 2 y 3 son la segunda parte de su
tarea, que era “escribir las cosas que son”, es decir las cosas que
existían en las siete iglesias. Estas iglesias –Éfeso, Esmirna,
Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea– eran iglesias reales.
¿Recuerda que en el capítulo 1 de Apocalipsis Juan vio siete
candelabros de oro? Su revelación de Cristo era que Él estaba en
medio de estos candelabros. Se le dice a Juan que los candelabros
son iglesias. También se le dice que Aquel que está en medio de los
candelabros es Cristo. Si bien esas iglesias tienen muchísimos
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
38
problemas, el Cristo resucitado y vivo está en medio de sus iglesias.
No importa cuánto les falte a estas iglesias para llegar a ser lo que
deben ser, nunca olvide esto: Cristo estaba en medio de sus iglesias.
La carta a la iglesia de Éfeso dice, básicamente: “Tú ya no
amas”. Esto me intriga porque Timoteo era el sobreveedor de esa
iglesia. Pablo dijo a la iglesia de Filipos que les enviaba a Timoteo
porque no conocía a nadie que amara como él. Era, por naturaleza,
una persona que se ocupaba de los demás. Ahora parece como si a la
iglesia que estaba bajo la supervisión de Timoteo, el Cristo
resucitado le estuviera preguntando: “¿Qué ocurrió con el amor de
ustedes?”. Si usted siente que es una persona a través de quien el
Señor ama a los demás, no olvide nunca que puede perder esa
experiencia de ser un vehículo a través de quien Cristo ama a las
personas que le ha encomendado a usted que ame con el amor de Él.
LA CUARTA CLAVE
La mayor parte de la tarea encomendada a Juan comienza al
principio del capítulo 4: “las cosas ... que han de ser después de
estas” (1:19). Gran parte de Apocalipsis tiene que ver con las cosas
que ocurrirán en el futuro.
Para centrarse en la clave número cuatro usted debe entender
la cronología de los capítulos 6 al 19 en este libro. Los capítulos 4 y
5 son una lengua de señas que describe la adoración que tendrá lugar
en el cielo. Pero cuando uno llega al capítulo 6, el tono cambia y se
vuelve muy difícil de entender.
La serie de sucesos que se conoce como la Segunda Venida
de Jesucristo cubre un período de tiempo largo. Pasa mucho tiempo
desde el primer suceso hasta que tiene lugar el último suceso.
Exactamente cuánto tiempo depende de cómo usted interprete estos
sucesos y cómo los ordene cronológicamente. Uno de los sucesos
más breves es el período de siete años conocido como “la Gran
Tribulación”. Jesús se refirió a él en su discurso del Monte de los
Olivos (Mateo 24:21-29).
Muchos estudiosos creen que la Gran Tribulación será un
período de siete años. Esta Gran Tribulación es lo que describen los
capítulos 6 a 19 de Apocalipsis. Todos esos capítulos, a partir del 6,
cuando salen esos caballos, hasta la mitad del capítulo 19, se centran
en un breve período de siete años entre todos los sucesos que se
denominan “la Segunda Venida de Jesucristo”.
La Gran Tribulación se muestra en esta parte de Apocalipsis
como una serie de juicios. Al leer la revelación que hace Juan de
estos juicios, se rompen siete sellos. ¡Cada vez que se rompe un
sello, hay un juicio tremendo y terrible! Entonces uno lee acerca de
siete trompetas. Cada vez que suena una de estas siete trompetas, hay
un juicio tremendo.
Los sellos se rompen en el capítulo 6, y las trompetas suenan
en los capítulos 8 y 9. Luego, en el capítulo 16, leemos acerca de
siete copas. Las copas son derramadas, y cada vez que ocurre esto,
hay un juicio.
Hay quienes creen que estos juicios de los sellos, las
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
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trompetas y las copas son juicios consecutivos. Otros creen que es un
mismo período de juicio presentado de tres formas diferentes. Entre
estos tres juicios tenemos información, que aparentemente es un
comentario agregado acerca de los juicios. Sin embargo, estos
comentarios, en los capítulos 7, del 10 al 15, y del 17 al 19,
definitivamente no están en orden cronológico.
LA QUINTA CLAVE
La quinta clave que destraba el mensaje de esta revelación es:
ser humilde acerca de la cronología de estos sucesos que se cubren en
Apocalipsis. Soy muy humilde acerca de la posible cronología que
sugiero. Según Jesús, nadie sabe el día y la hora cuando llegará el
fin; no lo saben los ángeles y ni siquiera el Hijo de Dios. Sólo el
Padre lo sabe (Mateo 24:36). Cuando los apóstoles y los primeros
discípulos preguntaron a Jesús acerca de sus planes para restablecer
el reino de Israel, les respondió básicamente que no les correspondía
a ellos conocer los tiempos o las sazones de estos sucesos porque el
Padre había decidido no revelarlo (ver Hechos 1:7). Ahora bien, si
los ángeles no saben, si el Hijo de Dios no sabía, si sólo el Padre
sabe, ¿cómo podemos nosotros ser otra cosa más que humildes al
intentar compaginar una cronología de “los tiempos y sazones” de
estos sucesos?
Uno de estos sucesos es el arrebatamiento de la iglesia. Luego
de que la iglesia sea quitada del mundo, como es de esperar, ocurre la
Gran Tribulación en la tierra. Luego tenemos la propia Segunda
Venida de Cristo, cuando Él vuelve, no para sacar a su iglesia del
mundo, sino para venir a la tierra y reinar con su iglesia. Algunos
creen que ese reino será un reino literal que durará mil años. Los
creyentes están divididos en cuanto a cómo interpretan estos sucesos.
No importa cuál es la cronología que usted deduzca y cómo
interprete estos sucesos, muchos creyentes discreparán con usted. Sea
humilde respecto de su cronología y su interpretación de estos
sucesos.
LA SEXTA CLAVE
Nuestro objetivo al leer el Libro de Apocalipsis debería ser
adorar más que entender. Esto es sumamente importante. Se promete
una bendición a quien lea este libro y guarde sus dichos (ver 22:18).
Hay muchas verdades devocionales en este libro, especialmente en
las cartas a las iglesias, que son instructivas y devocionales. Hay
mucha verdad en Apocalipsis que entendemos y somos exhortados a
obedecerla. Los creyentes tienden a adorar la comprensión de este
libro en lugar de adorar a Dios y al Cristo resucitado que dio esta
revelación a Juan.
El apóstol amado ejemplifica esta clave en dos ocasiones
cerca del final del libro. Leemos que Juan cayó a los pies del ángel
que interpretó todos estos símbolos para él y adoró a ese ángel.
Ciertamente podemos entender por qué haría esto, pero el ángel le
dijo: “No, no lo hagas. Yo soy un siervo de Dios, tal como tú y tus
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
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hermanos y hermanas, que testifican de su fe en Jesús” (ver 19:10,
22:8).
Esta es una clara declaración del propósito de leer el Libro de
Apocalipsis. Ese propósito no es entenderlo todo, sino leerlo de la
misma forma que uno lee el Evangelio de Juan: para ver a Jesús.
Luego, ¡adore al Jesús que usted ve y adore a Dios! Deje que
Apocalipsis aumente su sentido de sobrecogimiento, asombro y
adoración. Y, al leer este libro, entre en la presencia de Dios.
LA SÉPTIMA CLAVE
La séptima clave es hacer la pregunta: “¿Por qué nos ha dicho
Dios estas cosas acerca del futuro?”. Como hemos visto tantas veces
antes, cuando Dios descorre el velo y nos dice algo acerca de cómo
terminará todo, tiene un propósito.
La aplicación parece ser ésta: “A la luz del hecho de que lo
que les he mostrado detrás del velo ocurrirá, ¿qué clase de personas
deberían ser ustedes ahora mismo, en esta dimensión actual? ¡Qué
vidas tan santas deberían estar viviendo!”. Dios quiere tener un
impacto en nuestras vidas presentes y cotidianas a la luz de todo lo
que nos ha revelado en el último libro de la Biblia.
LA OCTAVA CLAVE
Cuidado con interpretar sus propios deseos al mirar detrás del
velo y ver lo que ocurrirá con relación al estado eterno. La Biblia nos
dice todo acerca de la vida más allá de la tumba usando símbolos.
Muchos interpretan este tipo de pasajes según como quieren que sea
el estado eterno. La verdad de esta revelación no está determinada
por nuestra expresión de deseos. Si realmente quiere saber acerca de
la vida más allá de este mundo y la tumba, deberá leer este libro con
una mente abierta.
LA NOVENA CLAVE
Encontramos la clave número nueve en los capítulos 4 y 5. Al
mirar a través de la puerta abierta en el cielo, note que cada símbolo
mencionado en estos dos hermosos capítulos es presentado en
relación con su posición relativa a ese trono que es el centro del
cielo. El Cordero está parado en medio del trono. Los veinticuatro
tronos pequeños rodean el trono. Hay relámpagos y tronos que salen
del trono. Los siete candelabros ardientes están delante del trono; el
mar de cristal está ante el trono. La voz de muchos ángeles se
escucha alrededor del trono.
En los capítulos 4 y 5, vemos santos alrededor del trono de
Dios cantando una nueva canción. ¡Esto es hermoso! Sin embargo,
también vemos pecadores que saludan al Cordero que está sobre ese
trono, pero no se les asigna ninguna posición con relación al trono.
Debemos concluir que los pecadores lo están saludando desde el
infierno, porque no están en el cielo. ¡Esto es tremendo!
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
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LA DÉCIMA CLAVE
Observe que en Apocalipsis se están contando dos dramas
simultáneamente. Se cuenta una historia celestial en los capítulos 4,
5, 19, 20, 21 y 22. Simultáneamente se cuenta una historia terrenal en
los capítulos 6, 8, 9, 16, 19 y 20. Los capítulos 19 y 20 se dividen
justo por el medio, ya que cuentan ambas historias.
LA UNDÉCIMA CLAVE
Esta es la revelación de Jesucristo, no un libro de
revelaciones. Desde el capítulo uno al veintidós, esta es una
revelación continua de Jesucristo. Así como usted buscó a Jesucristo
en el Evangelio de Juan, y aun en el Antiguo Testamento, busque a
Jesucristo en el Libro de Apocalipsis. Vea a Cristo revelado como el
Rey de reyes y Señor de señores absoluto.
LA DECIMOSEGUNDA CLAVE
A Juan se le dijo que tendría una revelación de las cosas que
sucederán después de estas (4:1). Dado que el Dios Todopoderoso es
un Dios justo y hay tanta injusticia en este mundo, tiene que haber
una justicia última como los juicios que se describen en esta
revelación dada al apóstol Juan.
LA DECIMOTERCERA CLAVE
Aun cuando debemos leer para adorar más que para entender,
lea esta revelación sabiendo que hay mucho que usted puede
entender. Hay una bendición prometida si usted lee este libro, si
realmente escucha el mensaje y si aplica ese mensaje a su vida (ver
22:18).
LA DECIMOCUARTA CLAVE
Una vez que usted haya leído este, el último libro de la Biblia,
compare al libro y cada uno de sus pasajes que son escatológicos
(que tienen que ver con las últimas cosas) con todos los demás
pasajes de la Biblia que nos hablan de las últimas cosas. Todos estos
pasajes de la Biblia, desde los profetas hasta las enseñanzas de Jesús
y los apóstoles, lo desafiarán con la pregunta: “¿De qué forma lo que
usted ha aprendido acerca de la naturaleza absoluta de las cosas por
venir ha afectado lo que cree y sus valores mientras vive su vida
hoy?”.
Aprendemos de esta revelación que los santos que cantan su
nueva canción alrededor del trono serán de toda tribu, lengua, pueblo
y nación (5:9). Cuando usted piensa en cómo llegaron a estar allí,
¿cómo afecta su perspectiva de la Gran Comisión de Jesucristo y la
obra del Señor, que está construyendo su iglesia en todo el mundo
hoy?
La Palabra de Dios comienza con la pregunta que Dios le
hace al hombre: “¿Dónde estás tú?”. La Biblia cierra
confrontándonos con otra pregunta tremenda: “¿Dónde estarás
cuando tengan lugar todos los sucesos descritos en esta tremenda
revelación de Jesucristo?”. En realidad, hay sólo dos posibilidades.
Fascículo No. 15: De Hebreos a Apocalipsis
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Usted estará en el cielo con los santos, cantando alrededor de ese
trono, o estará con los pecadores saludando al Cordero desde el
infierno. Por lo tanto, el lugar donde usted esté entonces será
determinado por dónde se encuentra ahora en su respuesta al
evangelio de Jesucristo.
A lo largo de los siglos de la historia de la iglesia, millones de
personas han sido movidas a la fe por la lectura del último libro de la
Biblia. Mi oración es que, si usted no ha confiado en Jesucristo como
su Salvador y lo ha coronado como su Rey de reyes y Señor de
señores, esta breve reseña de Apocalipsis lo lleve a tomar esas
decisiones que determinarán la calidad de su eternidad.