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Traduccin de Marcelo Expsito
09 2007
Micropoltica y hegemonaEn contra de los nuevos parauniversalismos; a favor de las polticasantipasivas
Stephan Adolphs / Serhat Karakayal
Este artculo surge de nuestra lectura conjunta del texto Nach 1968. Anmerkungen ber Singularitt und minoritre
Politik [1968 y despus: algunos comentarios acerca de las polticas sobre la singularidad y las minoras] escrito
por Katja Diefenbach[1]. Si bien compartimos la orientacin de dicho texto, en defensa del concepto de devenir-
minoritario y contra las invectivas neouniversalistas de autores como Alain Badiou y Slavoj !i"ek, su lectura nos ha
hecho reflexionar de nuevo sobre el problema de la relacin entre devenir e historia, entre flujos de cuantos y
segmentaridad.
El parauniversalismo lleva siendo popular algunos aos. Quienes lo proponen, Badiou y !i"ek entre otros, no slo
se encuentran en el campo de la izquierda; tambin hay quienes se sitan en otros campos del espectro poltico.
Se culpa por doquier a la diferencia, el multiculturalismo y a otros malentendidos de ser responsables del declivede la moral, la autoridad y la conciencia de clase, una responsabilidad que en ltimo trmino se retrotrae a 1968,
el punto de arranque de una revuelta ms o menos duradera que se distingui en todo el mundo por no dejarse
comprimir en el molde macropoltico. Tal era la tesis de Deleuze y Guattari: todos los que lo juzgaban en trminos
de macropoltica no comprendieron nada del acontecimiento, puesto que algo inasignable hua [2].
Badiou y !i"ek orientan su crtica hacia la posibilidad de construir una poltica emancipatoria que consideran que se
ha perdido junto con unas instancias universales que se han vuelto arbitrarias. Las instancias universales, al
permitir invocar un sujeto tanto en la religin como en lo poltico, al ser contempladas como la fundamentacin
inexorable de toda agencia poltica, se supone que garantizan una especie de estabilidad contra una diferencia que
est destinada a desembocar en la forma mercanca. Desde esta perspectiva el pensamiento de Deleuze (y otros)
se alineara perfectamente con esta prdida general de lo poltico, reforzndola en lugar de oponerse a ella. Pero
existe tambin, paralelamente a esta crtica, una extendida reivindicacin de Deleuze y Guattari de acuerdo con la
cual la micropoltica sera una especie de poltica a pequea escala o poltica antiinstitucional que tendera a
disminuir la importancia de lo macropoltico.
En contraste con esos dos puntos de vista nuestra tarea en este artculo ser mostrar, en primer lugar, que la
poltica puede no ser reducida a dichas instancias universales, y en segundo lugar que la micropoltica, si se la
entiende de la manera descrita como una poltica a pequea escala o antiinstitucional, no puede eludir ser
apropiada y pasivizada. Ambas posiciones subestiman aunque por diferentes razones las luchas que se dan enlos campos estructurados por las tecnologas de poder y el saber gubernamental.
Este artculo intenta mostrar que la hegemona y la micropoltica no son perspectivas mutuamente excluyentes,
sino que, por el contrario, cada una se refiere a la otra. Si entendemos la hegemona de acuerdo con las crticas
que en el 68 se dirigieron a los modos de normalizacin de la subjetivacin, conformando una revolucin
antipasiva, la perspectiva micropoltica, entonces, ofrece importantes indicaciones sobre cmo construir un proyecto
emancipatorio ms all de las formaciones sociales fordistas. Vamos a argumentar en favor de una teora de la
hegemona que parta de los trabajos de Deleuze y Guattari. Desde nuestro punto de vista se puede leer la tarea de
estos dos autores, en sus escritos que van de El Antiedipohasta Qu es la filosofa?, como un gran intento de
recuperar la problemtica del marxismo para reformularla sobre la base de las luchas que tuvieron lugar alrededor
de 1968. Una lectura de este tipo slo tiene sentido si el concepto de hegemona se libera de su reduccin a una
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simple expansin del concepto de Estado, reformulando dicho concepto a partir de la concepcin gramsciana del
Estado como una hegemona acorazada de coercin. Es tambin en este sentido que Deleuze afirmaba que tanto
l como Guattari siempre se mantuvieron marxistas.
Desde este punto de vista se podra decir, al contrario de ciertas interpretaciones, que conceptos como devenir-
minoritario, micropoltica o desterritorializacin no tienen por qu corresponder a un pensamiento que slo es
capaz de imaginar su fuga del capital y del Estado teniendo como nica perspectiva catastrfica su absoluta
reterritorializacin final (su destruccin, en otras palabras). Es a eso a lo que se refiere una frase recurrente de
Deleuze y Guattari sobre la necesidad de crear un pensamiento que apele a un pueblo. Pero puede acaso un
pueblo surgir del devenir-minoritario? Pueblo es uno de los muchos trminos que Deleuze y Guattari adoptan
para reinterpretarlo. El hecho de que el devenir-minoritario est todava ligado a las instancias universales, aunque
no se disuelva en ellas, es exactamente el problema que lleva en ltimo trmino a Badiou y !i"ek a proponer una
intervencin revolucionaria de carcter conservador, pues equipara la emancipacin con la religin o la ideologa, y
la interpreta, por tanto, como un parauniversalismo.
En lugar de pensar el devenir como el otro absoluto de la historia, que sale de la historia, que est siempre
amenazado por las metanarrativas que se lo apropian, queremos preguntar cmo podemos imaginar el cambiohistrico y escribir la historia sin omitir el devenir-minoritario. La cuestin de la historia se refiere principalmente a la
cuestin deleuziana de cmo se puede crear un nuevo pueblo (que ya no es un pueblo), la cuestin de si las
masas pueden hablar por s mismas en el curso de un devenir. No podemos negar que los problemas que aqu
postulamos son slo una cara de la moneda. Es su carcter parcial, al contrario, lo que queremos enfatizar con
nuestra reinterpretacin, porque normalmente esa condicin parcial se esconde o se deja implcita. Si las
diferencias, rupturas y discontinuidades que contiene este artculo se mantienen en segundo plano es tan slo por
un problema de espacio. En este sentido, disponer los conceptos de Deleuze y Guattari en conjuncin con la
problemtica de la hegemona es slo un primer paso que puede conducir a nuevas dificultades, pero que puede
resultar tambin novedosamente productivo. Se debera entender por tanto que este artculo busca ms bien
establecer un marco pragmtico que, a nuestro entender, permitira disparar movimientos productivos. Lo que
buscamos es poder traducir unos conceptos en otros [hegemona, micropoltica], no confrontar modelos.
Si el problema del devenir y de la historia se reformula en los trminos de la teora de la hegemona se podra
argumentar que al nivel de una potica del saber [3] de lo que se trata es justamente de evitar ciertos estilos
intelectuales que imponen una pasividad (al pensamiento y a la escritura). Lo que tenemos que comunicar es, a la
vez, estrategias narrativas de la historia (la historia es narrada), saberes de las ciencias sociales (esto es, un
saber sobre la constitucin material de la multitud) y el problema de la democracia (la multitud como algo
cambiante, un devenir-sujetos). De lo que se trata es de cambiar la relacin lenguaje-cuerpo-lugar que no slo
afecte al lugar que a cada cual se le asigna, sino que tambin afecte a la disposicin de esos propios lugaresasignados que limita ciertas prcticas y formas de saber impidiendo que puedan ser reevaluadas. Este problema,
que Rancire afront desde el punto de vista de la potica del saber, y al que Deleuze y Guattari tambin se
enfrentaron desde su primer libro en colaboracin, El Antiedipo, es el mismo problema que constituye el punto de
partida del trabajo de Gramsci. La tesis que planteamos es, por tanto, que la forma en que se organizan el saber,
el lenguaje y los cuerpos constituye el ncleo del problema que plantea la teora de la hegemona. Para poder
interpretar as el concepto de hegemona tenemos que entenderla no como una palabra que equivale a dominio,
sino como un sistema de prcticas de gobierno y autogobierno que, a su vez, se sostiene sobre una determinada
divisin del trabajo (entre prcticas intelectuales y no intelectuales), una divisin que no slo se ve ampliada por la
estandarizacin y la normalizacin de la vida cotidiana, sino tambin por el modo de produccin. Es tambin en
este orden de cosas que Gramsci desarrolla el concepto de revolucin pasiva, refirindose a las revoluciones
que, si bien responden a una demanda desde la base, impiden al mismo tiempo que los subalternos alcancen su
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autogobierno[4]. En las revoluciones pasivas no se ponen en cuestin ni las relaciones polticas ni la divisin entre
trabajo manual y mental, sino que todo ello se moderniza o transforma. La pasivizacin permite bloquear la
posibilidad de que los subalternos alcancen el autogobierno y constituyan nuevas formas institucionales[5]. La
pregunta es, entonces, quin gobierna a quin y por qu medios (polticos, mentales o econmicos), y cmo
quienes son gobernados pueden liberarse de dicho gobierno. Sobre este teln de fondo el concepto gramsciano de
hegemona sirve para desarrollar una nueva prctica poltica que tenga efectos antipasivos[6].
Para poder concebir una nueva prctica de este tipo Gramsci ampla el enfoque que habitualmente se limita al
Estado y la poltica, buscando comprender el Estado de una manera ampliada. No analiza el (aparato de) Estado
en un sentido restrictivo, sino que tambin analiza la economa y la produccin, la cultura y la ideologa, la ciencia
y la produccin de saberes estratgicos que se relacionan con el Estado, y que se pueden comprender como
prcticas de gobierno que no pueden ser reducidas las unas a las otras, si bien conforman un bloque histrico.
Las diferentes prcticas estructuradas mediante la divisin entre trabajo manual y mental producen una forma
general de vida mental y fsica que determina los hbitos, comportamientos e ideas de los diferentes individuos y
grupos (que se relacionan mutuamente). En Cuadernos de la crcel Gramsci desarrolla sus ideas sobre la
hegemona haciendo referencia a la estructura familiar, por ejemplo, o a las formas en que se vive la vida. Se
interesa por la produccin de saberes subjetivantes, es decir, saberes afectivos que gobiernan el comportamiento.A los sujetos no se los entiende como individuos unificados, sino ms bien como individuos permeables
compuestos por diferentes capas histricas. Estos individuos han de ser unificados, en el sentido de que se ha de
crear un nuevo Estado. Es por esta razn que tiene sentido leer el concepto de revolucin pasiva no como una
contrarrevolucin, en otras palabras, como una prctica de la clase dominante, sino que lo usamos ms bien
para referirnos a los momentos a-subjetivos de un tipo de pasivizacin: la revolucin pasiva es una reapropiacin
y una transformacin molecular. En este sentido, entendemos el neoliberalismo no como un instrumento de las
clases dominantes para la destruccin del Estado de bienestar y social, sino ms bien como una recodificacin
concreta de los flujos, de las de-subjetivaciones, etctera, que surgieron de las batallas en torno al 68.
De manera parecida a Gramsci, el punto de partida de las reflexiones de Deleuze y Guattari no es teoremtico,
esto es, no se trata de una interrogacin que surja de un marco teortico, sino de una problematizacin. Los
conceptos que desarrollan no son componentes de una teora general, sino que se refieren a constelaciones
histricas concretas. En 1972, la constelacin no era otra que el desarrollo de las batallas que tuvieron lugar
alrededor del 68, y a nivel teortico se trata de la constelacin del estructuralismo o del marxismo y el psicoanlisis
(estructuralistas). En las pginas que siguen vamos a intentar sealar algunas de las formas en las que el punto de
vista que propuso la teora de la hegemona de Deleuze y Guattari ha sido adoptado y desarrollado.
Micropoltica del deseo
En una conferencia impartida a comienzo de los aos setenta Guattari desarroll el concepto de deseo
contextualizndolo en la lucha por la liberacin del deseo. Lo opona al concepto psicoanaltico de placer y a la
concepcin marxista del deseo que slo existe en un orden representacional. Se trata de un asunto que juega
tambin un papel central en El Antiedipo. La micropoltica del deseo es un concepto que se opone a la alianza
discursiva entre psicoanlisis y marxismo (estructuralista). La crtica de Deleuze y Guattari apunta al hecho de que
en la alianza entre estos dos enfoques teorticos la dimensin del deseo real queda excluida de lo social, por una
parte; y piensan, por otra parte, que esa alianza desarrolla una concepcin cada vez ms formalizada del lenguaje
que no deja espacio para otros materiales (a-semiticos) de expresin. Ello tiene como consecuencia que la accin
poltica se hace imposible. Aqu se ve claro que la intervencin teortica de Deleuze y Guattari tiene como teln de
fondo el problema de la hegemona, problema que ellos circunscriben de una mera particular. Mientras que
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Gramsci ampli el problema del Estado hasta cubrir toda la formacin social, vinculando as la hegemona con
otras prcticas organizativas de gobierno, Althusser descentr el Estado de su concepcin ms estrecha (en otras
palabras, de su concepcin reducida a los aparatos represivos estatales) para vincularlo inseparablemente a la
ideologa. La manera en que el Estado funciona no se limita a la represin. El Estado debe operar sobre las
prcticas ideolgicas de la multitud que emerge del antagonismo de clases. La ideologa se ha de entender aqu
como un conjunto de modos ritualizados de subjetivacin, en otras palabras, prcticas corporales que no se pueden
reducir de ningn modo a la falsa conciencia. El Estado interpela a los individuos en tanto que sujetos, los cualesestn constituidos y no dejan de constituirse a s mismos sobre la base de una ideologa religiosa o jurdica [7].
Este tipo de subjetivacin en los aparatos ideolgicos de Estado choca con las formas de poltica emancipatoria.
He ah el punto exacto del que Deleuze y Guattari parten para elaborar su concepto de mquina deseante: la
diferenciacin marxista y psicoanaltica entre sociedad e individuo se ampla, y al entrar en juego el concepto de
aparatos de Estado queda en suspenso. En lugar de una mediacin entre estas dos instancias (sociedad e
individuo) lo que la mquina deseante introduce son mltiples conexiones[8]. Suspender la separacin entre
individuo y sociedad, entre los niveles micro y macro, o entenderla de manera diferente, significa pensar en
trminos de una concepcin ampliada del Estado que tiene como punto de partida la regulacin de los cuerpos. En
este sentido, el deseo es una dimensin biopoltica: representa un vector que atraviesa transversalmente por
debajo la segmentacin entre poblacin, produccin capitalista e individuo. Es por esto que las luchas sobre o
contra la estandarizacin, la familia nuclear y ciertas formas (fordistas) de subjetivacin fueron tan importantes,
aunque no planteasen la cuestin del poder en sentido convencional. Es sta exactamente la perspectiva que
Deleuze y Guattari hacen extensible a todo el campo social en Mil mesetas.
El concepto de mquina deseante busca encontrar puntos de partida para una poltica que vaya ms all de la
pasivizacin que los aparatos ideolgicos estatales imponen a los movimientos de masas. Desde la perspectiva de
una micropoltica del deseo, al aumentar la complejidad que produce la nueva terminologa del modelo de anlisis
de las prcticas que operan en el campo ideolgico-estatal se debera poder suspender la separacin entre
grandes contextos sociales y problemas individuales, para poder as dejar de pensar la poltica como la toma delpoder estatal. Una multitud de objetivos que estn inmediatamente al alcance en los contextos sociales ms
diversos[9]debera ocupar el lugar del Estado. La crtica del partido poltico que necesariamente se asocia a esta
perspectiva no tiene por qu conducir, sin embargo, a un rechazo abstracto de la institucin. Aunque rechazan el
modelo del partido como garante de la unidad de las luchas, Deleuze y Guattari subrayan que la perspectiva de la
micropoltica no rechaza a priori cualquier accin del partido, cualquier idea de una lnea poltica o un programa, ni
siquiera el centralismo; empero, procurar contextualizar y relativizar todo ello para mantener siempre una
micropoltica analtica[10]. Por tanto, no se trata de que argumenten a favor de una pura poltica de movimientos
que se vea a s misma como opuesta a las instituciones de la sociedad. En lugar de eso, dado que la mquina
deseante subvierte la oposicin entre individuo y sociedad desde su base teortica, se trata de conceptualizar el
problema de cmo realizar una poltica no-representativa en las instituciones, en el Estado y en todas las reas de
la sociedad, centrndonos en la cuestin de cmo se producen las formaciones sociales. Es por esta razn que
Deleuze y Guattari amplan el concepto de mquina, por medio de la expresin agenciamientos maqunicos, hasta
cubrir todo el contexto natural y social.
Agenciamientos
Si nos planteamos la necesidad de conceptualizar una prctica poltica antipasiva y antihegemnica, podramos
decir que Deleuze y Guattari introducen el concepto de agenciamiento en Mil mesetaspara lidiar con el problema
que surge con la aparicin del concepto de mquina deseante y por la manera en que los conceptos de base y
superestructura fueron desarrollados en el marxismo. Agenciamiento es el trmino para una nueva topologa.
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Cada agenciamiento est conectado con otros agenciamientos de un modo especfico sin que unos determinen a
los otros (ni siquiera en ltima instancia). La formacin social es, de acuerdo con la problemtica marxista, slo una
parte del universo maqunico. La naturaleza bitica y a-bitica se considera tambin parte de la mquina. El
proceso de produccin del todo no dividido de la naturaleza y la sociedad, que subyace tanto en la forma
antropomrfica como en la estructuracin del Estado, es inmanente al agenciamiento [11].
Podramos decir (siguiendo a Althusser) que el concepto de mquina deseante funciona en el sentido de descentrar
el Estado, y que (siguiendo a Gramsci) esta ampliacin conceptual apunta al problema de cmo una poltica
disimtrica (una poltica que no conduzca a la toma del poder) tiene que ser constituida frente a la hegemona
burguesa. Ello slo se puede lograr, empero, si incluimos (siguiendo a Foucault) las tecnologas de poder no
estatales. Es sobre ese teln de fondo que tenemos que leer la interpretacin que Deleuze y Guattari hacen de la
microfsica del poder como un desplazamiento desde lo molecular hacia el nivel de la organizacin social,
radicalizando as la concepcin del pensamiento sobre la hegemona. En lugar de diferenciar el Estado de lo no
estatal o de la sociedad civil se nos ensea que ambos trminos operan con conceptos como segmentacin (dura
o flexible) y (sobre)codificacin. Una virtualidad de incontables impulsos de deseo no coordinados y en libre
contradiccin, que se catalizan y condicionan mutuamente, estn inscritos en la estructura social. Este flujo a-
subjetivo de deseo est representado en Mil mesetascomo un espacio liso, no estratificado o no estriado, quepenetra en el plano de organizacin estriado o estratificado del lenguaje, del cuerpo y de la subjetividad. De
este modo, la propia estructura social se concibe como mvil y mutable; se convierte en un agenciamiento de
lneas de reterritorializacin y desterritorializacin, de codificacin y descodificacin. Se hace por tanto imaginable
una conexin inmanente entre varias prcticas y estructuras, sin tener que reducir las unas a las otras.
El agenciamiento social est atravesado y segmentado por lneas fsicas moleculares, molares y cunticas y se
mantiene en movimiento mediante flujos. Deleuze y Guattari distinguen entre el nivel molar en otras palabras,
centros de poder de dura segmentaridad que estn conectados con los aparatos de Estado en el sentido limitado
del trmino y los flujos de cuantos; por medio de una zona de transicin que evidencia su estructura molar los
aparatos de Estado pueden tener acceso a estos flujos de cuantos, pero nunca dominarlos por completo. Entre las
lneas molares que genera una segmentacin dura y los flujos de cuantos hay un tejido microlgico, todo un
dominio de negociacin, de traduccin, de transduccin especficamente molecular[12]. Este tejido microlgico, que
opera mediante una segmentacin dura o flexible, se concibe siguiendo el modelo de la microfsica del poder de
Foucault. Esto significa que al nivel del rgimen discursivo y al nivel de la segmentacin (de las prcticas no
discursivas) se generan unidades que pueden ser procesadas sin que se requiera ninguna organizacin
fuertemente centralista. Las tecnologas de poder integran los flujos de cuantos de deseo mediante su dura
segmentacin y codificacin, pero por otro lado los flujos de cuantos van ms all de dichas tecnologas, de
manera que se tienen que poner en prctica constantemente nuevas segmentaciones y (re)codificaciones para que
las lneas de fuga retornen a la estructura molecular. Los centros de poder basados en la segmentacin dura
adoptan una organizacin secundaria de estas estructuras moleculares restringiendo de manera centralista este
nivel relativamente flexible de tecnologas de poder y seguridad, en otras palabras, recodificndolo y
reterritorializndolo. La segmentacin dura tambin afecta a la organizacin molecular del poder; las clases, los
gneros, las razas, etctera, se forman, como caractersticas estructurales, en la interaccin de estos dos niveles.
Empero, se transforman constantemente al nivel molecular, guiadas por los flujos.
Se trata de una cuestin muy importante de cara a realizar una poltica antipasiva, porque las segmentaciones que
se producen al nivel molecular de las tecnologas de poder pueden quedar en suspenso, ser revertidas o
combinadas. De acuerdo con Deleuze y Guattari, estas segmentaciones flexibles no se emparejan per secon una
centralizacin en el sentido de una segmentacin dura, sino que se sobrecodifican en sociedades estatales
mediante una organizacin centralizada del poder. De este modo, el Estado es un aparato de resonancia y una
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mquina de sobrecodificacin, o en palabras del terico marxista del Estado Nicos Poulantzas, una constelacin
de relaciones de fuerza. De ah que el Estado no se caracterice por la distincin entre lo privado y lo pblico, sino
ms bien por una cierta forma de organizacin social: la hegemona es pues una organizacin productiva del poder
que permea el conjunto de la sociedad y que est conectada con las instancias de control centralista. Estas
instancias, no obstante, slo controlan indirectamente, interviniendo al nivel molar de los segmentos y
codificaciones molares permeadas por los flujos de cuantos. Los flujos van ms all de los aparatos y las
instituciones, los desbordan y llevan a constantes mutaciones.
Saber
Transformar la sociedad, apuntando hacia una renovada poltica del trabajo, no equivale a simplificar las
condiciones sociales. El desarrollo histrico de la produccin capitalista conduce por el contrario a una cada vez
ms acentuada molecularizacin de los elementos humanos[13]. La transformacin social debe por tanto luchar
por instaurar una conexin diferente entre el nivel molar, el molecular y los flujos de cuantos, que tenga como
resultado al mismo tiempo poder evitar las revoluciones pasivas. Es en este aspecto donde la cuestin de la
organizacin social del saber tiene una importancia central, y nos lleva de nuevo al problema del universalismo y lapotica del saber.
Por un lado, el poder ejerce su influencia a nivel del saber mediante la disposicin discursiva del campo social. Es
de aqu de donde parten las ideas innovadoras que Deleuze y Guattari expresan en Qu es la filosofia? Al
conceptualizar zonas de indistincin entre el campo de las ciencias (naturales), la filosofia y el arte, Deleuze y
Guattari conectan recprocamente esos diversos regmenes discursivos, creando as los puntos de partida para
ejercer transformaciones en los rdenes del saber: tales rdenes han de ser descentrados, dirigidos hacia otras
dimensiones y registros, para poder cambiar la relacin recproca hegemnica que existe entre las diferentes
formaciones discursivas. Por una parte, el orden social del saber tiene sus efectos en las prcticas de organizacin
social, las cuales producen dispositivos que crean determinadas disposiciones de la subjetividad; en terminologagramsciana, crean dirigentes y dirigidos. Mil mesetasse concibe como una obra rizomtica, evitando as replicar
los efectos de este dispositivo de poder al nivel de la ciencia y de la teora. Empero, su trabajo teortico de
elaboracin de conceptos se caracteriza por un antiestilo, la forma del cual se dirige contra el carcter disciplinario
de las ciencias, buscando hacer justicia a los diferentes materiales de expresin al nivel textual mediante una
mezcla de estilos. Esta forma de escribir busca as socavar las fronteras que separan las formaciones discursivas y
sus correspondientes bloques histricos, contribuyendo a rediferenciar el saber y creando nuevos modos de
subjetivacin y de vida.
Es exactamente este desplazamiento de las formaciones de saber lo que no reconoce la crtica que expresan
Badiou y otros, quienes slo ven en la escritura de Deleuze y Guattari puro esteticismo, una reduccin del
conocimiento a la forma del arte[14]. Slo tienen una forma de pensar el problema de cmo proyectar las
demandas supuestamente particulares al plano de lo universal, esto es, mediante una abstraccin lgica o
categrica, en lugar de pensar cmo esos varios niveles pueden agenciarse, en el sentido en que expresan
Deleuze y Guattari o Foucault, de tal manera que la suma de fuerzas pueda producir ruptura. Badiou y compaa,
por otra parte, piensan que la conversinde lo particular en universal se garantiza convirtiendo las decisiones
subjetivas en categoras absolutas.
Los parauniversalistas actan como si Mil mesetashubiera de ser ledo como una forma de crtica artista, en el
sentido que dan a este concepto Luc Boltanski y Eve Chiapello[15], sin reconocer que la separacin entre esacrtica artista y la crtica econmica, poltica, etctera, fue en efecto el resultado de la derrota de los movimientos
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sociales despus del 68. Es slo por causa de esa separacin entre las formas de crtica que ciertos movimientos
que con frecuencia se califican, errneamente, de moleculares, pueden acabar siendo cooptados por el
neoliberalismo, el cual ha logrado recodificar con xito las nuevas formas de subjetivacin [16]. El capitalismo
cognitivo o de la diferencia es el efecto de un transformismo molecular, una especie de revolucin pasiva a travs
de ciertos agenciamientos y formaciones de saber. La consecuencia es que el 68 no se puede repetir, pero
tampoco sirve argir que hay que aprender de los errores del 68 para ocuparnos ahora exclusivamente de la
crtica social [17]. La cuestin es cmo efectuar el cambio desde el interior del actual agenciamiento, para lograrun agenciamiento diferente y mejor.
[1]Katja Diefenbach, Nach 1968. Anmerkungen ber Singularitt und minoritre Politik, edicin multilinge en
transversal: universalismus, junio de 2007 (http://translate.eipcp.net/transversal/0607). Agradecemos a la autora sus
comentarios crticos sobre nuestro artculo.
[2]Gilles Deleuze y Felix Guattari, Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, Pre-Textos, Valencia, 2000, pg. 221.
[3]Jacques Rancire, Los nombres de la historia. Una potica del saber, Nueva Visin, Buenos Aires, 1993.
[4]Christine Buci-Glucksmann, ber die politischen Probleme des bergangs: Arbeiterklasse, Staat und passive
Revolution, en SOPO, n 41, 1977, pg. 20.
[5]Vase ibdem, pg. 62.
[6]Vase Adolphs Stephan y Serhat Karakayal, Die Aktivierung der Subalternen Gegenhegemonie und passive
Revolution, en Sonja Buckel y Andreas Fischer-Lescano (eds.), Hegemonie gepanzert mit Zwang. Zivilgesellschaft
und Politik im Staatsverstndnis Antonio Gramcis , Nomos, Baden-Baden, pgs. 123-129.
[7]Vase Louis Althusser, Ideologa y aparatos ideolgicos de Estado (notas para una investigacin), Posiciones,
Anagrama, Barcelona, 1977.
[8]Flix Guattari, Mikro-Politik des Wunsches, Merve, Berln, 1977, pg. 15.
[9]Ibdem, pg. 13.
[10]Ibdem.
[11]Vase Flix Guattari, ber Maschinen, en Henning Schmidgen (ed.), sthetik und Maschinismus. Texte zu
und von Flix Guattari, Merve, Berln, pg. 118f
[12]Gilles Deleuze y Flix Guattari, Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, op. cit., pg. 227.
[13]Flix Guattari, Mikro-Politik des Wunsches, op. cit, pg. 21.
[14]Vase Alain Badiou, Gilles Deleuze. El clamor del ser, Manantial, Buenos Aires, 1997.
[15]Vase Luc Boltanski y Eve Chiapello, El nuevo espritu del capitalismo , Akal, Coleccin Cuestiones de
Antagonismo, Madrid, 2002.
[16]Vase Stephan Adolphs y Serhat Karakayal, Die Aktivierung der Subalternen, op. cit.
[17]Vase la manera en que Maurizio Lazzarato ataca tambin este punto de vista, expresado precisamente por
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Luc Boltanski y Eve Chiapello quienes apuntaron a la antedicha distincin entre crtica artista y crtica social
en Las desdichas de la crtica artista y el empleo cultural, edicin multilinge en transversal: creativity hypes,
febrero de 2007 (http://transform.eipcp.net/transversal/0207/lazzarato/es) [NdT].
Micropoltica y hegemona
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