Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de
calle
Laura Andrea Zaraza Martínez
Universidad Nacional de Colombia
Facultad de Artes, Maestría en Hábitat
Bogotá, Colombia
2020
Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de
calle
Laura Andrea Zaraza Martínez
Tesis presentada como requisito parcial para optar al título de:
Magister en Hábitat
Directora:
PhD. Alice Amandine Beuf
Línea de Investigación:
Dinámicas económicas y socio espaciales en la producción de hábitat
Universidad Nacional de Colombia
Facultad de Artes, Maestría en Hábitat
Bogotá, Colombia
2020
Dedicado a todas aquellas personas
que hoy habitan en las calles, cuyas historias
recorren y construyen nuestra ciudad cada
día. A quienes me compartieron sus vidas y
experiencias, prestando su voz para este
proyecto. A aquellos que no lograron seguir
habitando la calle y fueron olvidados y
sepultados bajo el cemento.
A mis padres que fueron mi apoyo
más constante, sin quienes nada de esto
habría podido ser.
Agradecimientos
En primer lugar, quiero agradecer a la Fundación Procrear, principalmente a Juan Carlos
Celis, ya que pusieron a mi disposición sus instalaciones y me permitieron contactar a las
personas que prestaron sus voces para este trabajo. También, por supuesto, a estas
personas, cuyas historias resultaron fundamentales para la construcción de este relato, en
quienes logré reconocer una gran fuerza de vida, así como la capacidad de conocer y
analizar esta ciudad como ningún otro habitante.
Agradezco, además, al Instituto para la Protección de la Niñez y la Juventud, porque las
labores que desempeñé allí me permitieron reflexionar, como parte de mi cotidianidad,
sobre la realidad de las calles de las ciudades; al gran equipo de trabajo que tuve allí,
especialmente a Andrey Farfán y a Harrison Lopéz, con quienes discutí y descubrí, cada
día, algo más de esta ciudad oculta. A Alice Beuf, mi directora, por acompañarme en todo
este proceso, escuchando mis inquietudes y guiándome por nuevos caminos, ella
representó un apoyo fundamental para caminar a través de esta investigación. A Ángela
Abril, por ayudarme en el trayecto, su lectura y apreciaciones resultaron fundamentales.
Finalmente, a mi familia y a mi compañero de vida, quienes estuvieron tras de mí,
respaldando cada paso y decisión tomada en este proceso, cuidándome durante el camino
y levantándome cada vez que desfallecí.
Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle IX
Resumen
Este trabajo de investigación aborda el proceso de producción espacial que se desarrolla
al momento de realizar intervenciones de renovación urbana y su consecuente
gentrificación, tomando como referencia la renovación urbana del Cartucho y el Bronx en
Bogotá. El análisis toma como base el proceso de habitar de habitantes de calle, quienes
son sujetos clave, capaces de narrar el deterioro de los espacios antes de ser intervenidos,
así como el proceso de renovación, los desplazamientos y cambios en la ciudad que
suceden a raíz de estos proyectos. El proyecto invita a considerar la gentrificación como
un proceso complejo, en donde el análisis del desarrollo de producción espacial resulta
clave para entenderlo, pues permite introducir a los habitantes y su habitar como elementos
fundamentales para entender los cambios que suceden en el espacio.
Palabras clave: Gentrificación, Producción espacial, Habitante de calle, Renovación
urbana, ollas.
X Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
Abstract
This thesis addresses the process of spatial production that constitutes the moment of
realization of urban renovation projects, with the consequent gentrification that happens
behind them, taking as a reference the urban renovation of the Cartucho y the Bronx in
Bogotá. This analysis is based on the process of inhabiting of the homeless people, as a
key subject capable of narrating the deterioration of the spaces before being intervened,
the renovation process and the displacements and changes in the city that occur at the root
of these projects The project makes an invitation to consider the gentrification as a complex
process, where the analysis of spatial production processes is key to understanding it, as
it allows the inhabitants and their inhabitment to be introduced as fundamental elements to
understand the changes that occur in space .
Palabras clave: Gentrification, Spatial production, Homeless people, Urban
renovation, narcotics sell
Contenido XI
Contenido
Pág.
Resumen ........................................................................................................................ IX
Lista de Mapas.............................................................................................................. XII
Lista de Gráficos ......................................................................................................... XIII
Lista de Símbolos y abreviaturas ............................................................................... XIV
Introducción..................................................................................................................... 1 ¿Qué son El Cartucho y El Bronx? ............................................................................. 4 Herramientas teóricas y conceptuales ........................................................................ 6
Gentrificación ...................................................................................................... 7 Control socio-espacial ......................................................................................... 9 Relaciones entre el cuerpo y el territorio ........................................................... 10
Propuesta metodológica: Una apuesta desde el configuracionismo para abordar la producción espacial .................................................................................................. 12
Técnicas empleadas ......................................................................................... 15 Plan de exposición ................................................................................................... 16
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos. .................................. 19 Política Urbana ......................................................................................................... 23 Política Social ........................................................................................................... 28 Política de seguridad ................................................................................................ 36 Después del desalojo ............................................................................................... 47
Capítulo 2 ¿Cómo se producen las ollas? .................................................................. 59 Gentrificación y deterioro ............................................. ¡Error! Marcador no definido. La economía de las ollas .......................................................................................... 62 Los habitantes de calle y las ollas ............................................................................ 67 Las ollas y la ciudad ................................................................................................. 74
Capítulo 3 Los cuerpos en la olla ................................................................................. 79 Los cuerpos y el espacio .......................................................................................... 80 Las ollas y sus cuerpos ............................................................................................ 82 Agencia en la olla ..................................................................................................... 90
Capítulo 4 Reflexiones finales ...................................................................................... 95
Bibliografía .................................................................................................................. 101
XII Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
Lista de Mapas
Pág.
Mapa 1 Distribución geográfica de habitantes de calle - 1999 ........................................ 50
Mapa 2 Distribución geográfica de habitantes de calle - 2001 ........................................ 51
Mapa 3 Distribución geográfica de habitantes de calle - 2004 ........................................ 52
Mapa 4 Distribución geográfica de habitantes de calle – 2007 ........................................ 53
Mapa 5 Distribución geográfica de habitantes de calle - 2011 ........................................ 54
Mapa 6 Distribución geográfica de habitantes de calle - 2017 ........................................ 55
Lista de Gráficos XIII
Lista de Gráficos
Pág.
Gráfico 1 Tasa de habitantes de calle en Bogotá ...........................................................30
Gráfico 2 Homicidios de habitantes de calle en Bogotá 2004-2014 ................................41
Gráfico 3 Habitantes de calle desaparecidos en Bogotá 1992-2015 ...............................41
Gráfico 4 Variación de proporción de CHC en localidades críticas .................................56
Contenido XIV
Lista de Símbolos y abreviaturas
Abreviaturas Abreviatura Término
BID ESMAD FMI IDIPRON SPA PNUD UPJ MRI CHC CAMAD ICBF
Banco Interamericano de Desarrollo Escuadrón Móvil Antidisturbios Fondo Monetario Internacional Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud Sustancias Psicoactivas Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Unidad Permanente de Justicia Movimiento de Recicladores Independientes Censo de Habitantes de Calle
Centros de Atención Médica a Drogodependientes Instituto Colombiano de Bienestar Familiar
Contenido XV
Introducción
La inmersión de las ciudades en un mundo globalizado, donde las políticas de corte
neoliberal priman, ha puesto sobre estas una serie de presiones que, en muchos casos,
entre ellos gran parte de las ciudades latinoamericanas, han conllevado a un deterioro de
las condiciones de vida de sus habitantes, que de por sí ya eran precarias. En estos
lugares, el descuido por parte del Estado, como premisa del neoliberalismo, supone no
solo el retroceso de derechos y medidas que aseguren la mejora de la calidad de vida de
los habitantes de las ciudades sino, además, la desfinanciación de proyectos necesarios
para el mejoramiento y adecuación de las ciudades por parte de los gobiernos centrales.
Por esta razón, los gobiernos locales se han visto obligados a insertarse en las dinámicas
de mercado para buscar inversión en el suelo urbano, lo que los ha llevado a competir para
asegurarse de una mayor atracción de grandes capitales dispuestos a invertir en este.
Esta corriente económica, posicionada a nivel global desde la década del 70, tiene como
principal exponente a Friedman y la Escuela de Chicago. Uno de sus principales
planteamientos expone la necesidad de asegurar una menor intervención por parte del
Estado en las políticas económicas, de tal manera que el mercado pueda autorregularse.
Este enfoque resalta el papel que juegan los territorios en el marco de una economía
global, especialmente las ciudades, dando paso a procesos de producción espacial que
buscan ajustar los lugares a las necesidades de circulación del capital. En el ciclo de
circulación del capital, la urbanización juega un papel fundamental en el momento de
absorción del capital excedente. Y dado que, a su vez, el proceso de urbanización depende
de la movilización del capital excedente, ya que este permite el desarrollo de procesos de
construcción, el urbanismo y el desarrollo del capitalismo guardan una íntima relación, en
la que los recursos que viabilizan la ejecución y planeación de proyectos se concentran en
pocas manos. Vista la ciudad desde esta perspectiva, es posible entender la urbanización
como un fenómeno de clase que tiende a traducirse en condiciones de expulsión,
desigualdad y segregación (Harvey, 2013). Este proceso se ha caracterizado por
desarrollar una red global de producción cada vez más interconectada, en la cual las
2 Introducción
ciudades se posicionan como nodos fundamentales en el desarrollo de las operaciones
necesarias para el funcionamiento de dicho modo de producción. En este marco, se
posiciona, en el discurso político, la idea de proyectar las urbes como ciudades globales,
esta se propone como una necesidad para asegurar que estos lugares sean competitivos
y logren atraer capitales; lo cual es menester para los gobiernos locales debido a la
creciente desatención financiera por parte de gobiernos centrales, producto del proyecto
neoliberal. De esta manera, se posiciona un modelo de ciudad que permita la eficaz
circulación de capital a través de sus espacios, lo que sitúa a los espacios urbanos,
especialmente a los centros urbanos, como nodos estratégicos y principal objeto de
intervención en el neoliberalismo.
Por otro lado, los procesos de crecimiento de las ciudades latinoamericanas,
particularmente de Bogotá, han propiciado el deterioro del centro de estas. Esto contrasta
con la creciente valorización de esta zona de las ciudades, que por su centralidad cobra
importancia estratégica para capitales locales y globales, dando como resultado un
conflicto latente entre las personas que hoy habitan el centro deteriorado y los proyectos
urbanísticos que buscan renovarlo o recuperarlo. Este tipo de conflictos suelen terminar en
el desplazamiento de los habitantes originales y la llegada de personas con mayor poder
adquisitivo, de modo tal que las expectativas de renta que se posee en la zona pueda ser
usufructuada. Varios autores definen este proceso como la gentrificación de los centros
urbanos, que se caracteriza por el ciclo de deterioro, su renovación y el consecuente
desplazamiento de sus habitantes originales (Contreras, Lulle, & Figueroa, 2016).
Los procesos de gentrificación, en su gran mayoría, parten por identificar en el discurso
público factores de deterioro en los lugares que se desean intervenir. En muchas
ocasiones, principalmente cuando estas intervenciones suceden en los centros, la
identificación de zonas deterioradas pasa por evidenciar y resaltar una gran concentración
de habitantes de calle, los proyectos planteados se limitan a considerar la salida de estas
personas de los lugares a renovar. Cabe resaltar que los habitantes de calle y el deterioro
de los lugares guardan una fuerte relación con procesos socio espaciales, que no
desaparecen con la intervención física. Ante esto resulta pertinente preguntarse por los
procesos de deterioro, cómo suceden, qué papel juegan sus principales actores y qué
ocurre tras la intervención urbana. Es por esta razón que el habitante de calle resulta un
sujeto esencial al momento de analizar los procesos de gentrificación, su habitar tiene la
Introducción 3
capacidad de narrar los lugares objeto de renovaciones urbanas, su permanencia en el
espacio público permite dotar a la calle de significados particulares que se construyen en
la cotidianidad de los sujetos que la habitan. Considerar a los habitantes de calle como
sujetos productores de espacialidades permite evidenciar las lógicas que constituyen de
facto el espacio público, también permite observar los procesos simbólicos y discursivos
que se producen en y sobre estos lugares, y que terminan por servir de sustento para su
mantenimiento o reformulación.
La ciudad de Bogotá cuenta con una alta población de habitantes de calle. Según el último
CHC de Bogotá, realizado en 2017, hay 9.538 personas habitando en la calle, la mayoría
de estas se encuentran ubicadas en el centro. Los procesos de habitabilidad de estas
personas en la ciudad han estado marcados fuertemente por las dinámicas del
microtráfico, el cual ha permitido la concentración de esta población alrededor de las
llamadas “ollas” o lugares de expendio que, a su vez, permiten el desarrollo de actividades
como rumba, prostitución, ventas de armas, artículos robados e incluso casas para la
desaparición de cuerpos. Bogotá ha tenido dos ollas históricas que concentraron por largo
tiempo a la población habitante de calle: el Cartucho y el Bronx. Ambos lugares fueron
intervenidos por la administración local, generando fuertes críticas, protestas y el
desplazamiento en masa de esta población a otras zonas de la ciudad y, en algunos casos,
del país. A finales de la década de los 90 se realizó la primera intervención: en la Calle del
Cartucho. Los desplazamientos de habitantes de calle que siguieron a la intervención
dieron pie a la consolidación de una nueva olla en la ciudad, que logró tener el estatus que
en algún momento tuvo El Cartucho, así el Bronx se constituyó como el nuevo nodo del
microtráfico en la ciudad. Tras la intervención en el antiguo Cartucho, se efectuó un plan
de renovación urbana que dejó como resultado el parque Tercer Milenio. Recientemente,
en el 2016, se realizó una intervención en “el Bronx” y, repitiendo la historia, se generó el
desalojo de los habitantes de calle que allí se ubicaban, obligándolos a desplazarse a lo
largo de la ciudad, algunos llegaron a migrar a municipios cercanos. Nuevamente, sobre
el lugar se plantearon proyectos de renovación urbana, aun no realizados. Los balances
realizados no son suficientes, surgen nuevos lugares aledaños a las zonas intervenidas,
presentando los mismos problemas que pretendían ser solucionados, surge la pregunta
por los desplazamientos de habitantes de calle afectados con la intervención: ¿A dónde se
dirigieron? ¿Qué factores los atrajeron a estos lugares?.
4 Introducción
Por ello, esta investigación busca ahondar en la forma de habitar la ciudad que desarrollan
los habitantes de calle cuando se ven afectados por proyectos de intervención de los
lugares en los cuales permanecen y como este proceso incide en la producción de los
espacios que habitan. Es así como la pregunta de investigación que buscaré desenvolver
a lo largo de este trabajo será ¿Cómo se desarrollan los procesos de deterioro, renovación,
nuevas ocupaciones y desplazamientos en los procesos de renovación urbana en el centro
de Bogotá, analizados desde las formas de habitar de los habitantes de calle que
frecuentaron la calle del Cartucho y el Bronx? Así, se buscará entender desde la óptica
del habitante de calle las formas como se producen espacialidades urbanas, cómo se
construyen subjetividades alrededor de estos procesos y qué papel juegan estos sujetos
en dicha producción.
¿Qué son El Cartucho y El Bronx?
Durante los últimos 30 años, el Bronx y el Cartucho se consolidaron como los principales
puntos de expendio de sustancias psicoactivas ilegales en Bogotá. Posibilitando en su
interior diversas actividades ilícitas alrededor del mercado de drogas, además de la
concentración de consumidores, principalmente, habitantes de calle. En Colombia, a
lugares con estas características se les conoce como ollas.
El Cartucho y el Bronx se ubicaban en el centro de la ciudad, el primero en la localidad de
Santa Fe y el segundo en Los Mártires. Desde la década de los 90, estos lugares fueron
posicionándose como objeto de intervención urbanística, por lo que ambos resultaron
intervenidos para desalojar la población que allí habitaba e iniciar procesos de renovación
urbana. La primera intervención del Cartucho con esta finalidad sucedió en el año 1998,
época en que Enrique Peñalosa era el alcalde de la ciudad. En el caso del Bronx, el
desalojo sucedió en el 2016, cuando el mismo alcalde logró retomar la alcaldía tras una
fuerte campaña de desprestigio a las administraciones que le antecedieron. Hoy, lo que
fue conocido como el Cartucho es un gran parque, y lo que fue el Bronx se proyecta como
un gran centro cultural con espacios dedicados a las economías de emprendimiento. Pese
a esto, el recuerdo de estos lugares sigue presente, siendo una gran influencia en la forma
como se piensa la ciudad.
Introducción 5
La ubicación de las ollas en el centro de la ciudad no es una circunstancia fortuita; esta
responde a los procesos que han dado vida al centro de la ciudad como lo conocemos hoy
en día. Ambos lugares se ubican en dos barrios antiguos de la ciudad -Santa Inés en 16451
y Voto Nacional en 1850- su aparición se vio fuertemente influenciada por el modelo de
ciudad colonial que rigió hasta entrado el siglo XX, por lo que podían apreciarse las
características de la ciudad de entonces: casonas grandes, alta mezcla social y
centralidades constituidas alrededor de las iglesias.
Durante la primera mitad del siglo XX el centro de Bogotá siguió una tendencia de
migración de las clases altas y deterioro de su infraestructura, que encontró su punto
máximo en 1948, cuando en medio del Bogotazo gran parte del centro de la ciudad fue
destruido. Con la salida de la población de mayores recursos, en gran medida propietarios
de las viviendas del centro, se dio paso a un proceso de deterioro. Un rasgo particular de
este es la transformación de las antiguas casonas en inquilinatos, los cuales comenzaron
a recibir a aquellos migrantes que ingresaban por la Estación de la Sabana y el Terminal
de Transportes, cercanos a los barrios Santa Inés y Voto Nacional. La población que
repobló el centro no tenía los recursos con que contaban aquellos que les antecedieron,
además, al no ser propietarios de las viviendas, estas fueron degradándose cada vez más
(Cardeño, 2007). Posteriormente, el lugar aumentó su criminalidad y llegó la venta de
sustancias psicoactivas, que encontraron en las ollas su germen.
Las ollas surgen en el centro de la ciudad impulsadas por la criminalidad de la zona y el
narcotráfico en Colombia. Uno de los factores que Morris y Garzón (2010) resaltan como
detonante de este proceso es la construcción del terminal de transportes en las
inmediaciones de la plaza España. Este hecho permitió que la población migrante más
pobre se hospedara en las inmediaciones del terminal, en donde ya se encontraban varios
inquilinatos y los hoteles comenzaban a adoptar dinámicas de pagos por días.
Posteriormente, llegó la criminalidad al sector, atraída por las dinámicas comerciales del
centro y, finalmente, las drogas se empezaron a consumir en el lugar, dando paso a la
territorialización de este mercado en el centro de la ciudad.
1 Cabe aclarar que si bien para esta fecha se presentaban asentamientos, con una fuerte actividad comercial, no fue sino hasta mediados del siglo XIX que el barrio adquirió un carácter residencial y adoptó el nombre de Santa Inés. Antes de esta fecha este lugar pertenecía al barrio San Victorino.
6 Introducción
Para la década del 80, la principal olla era El Cartucho y concentraba la mayor parte del
tráfico de sustancias psicoactivas de la ciudad (Góngora & Suarez, 2008). En 1998, el
alcalde Enrique Peñalosa decide intervenirla, determinando que en este lugar se
construiría el Parque Tercer Milenio, lo que causó la diáspora de las actividades y de los
habitantes de calle que vivían allí a otros lugares de la ciudad. Uno de los principales
puntos a los que llegó la población fue al Bronx, ubicado a pocas cuadras del antiguo
Cartucho. Casi 20 años después, Peñalosa reafirmaría su agenda de renovación con la
intervención del Bronx en el año 2016.
Herramientas teóricas y conceptuales
Como punto de partida, se entiende que la renovación urbana es un proceso propio del
hábitat, uno que busca transformarlo y moldearlo, en esa medida, es preciso ahondar sobre
qué es el hábitat. Heidegger lo entendía como la forma como somos en el mundo, dando
con esto un papel central a las comunidades en su proceso de habitar, para entender los
cambios y las formas como se construye el espacio, en ese sentido expresa:
No habitamos porque hemos construido, sino que construimos y hemos construido
en la medida en que habitamos, es decir, en cuanto que somos los que habitan
(Heidegger, 2001, p. 56).
De esta manera, se resalta que todo proceso por medio del cual se produce el hábitat no
puede desligarse de los sujetos que lo habitan. Tratando de explicar más claramente el
hábitat, Jorge Sánchez afirma que este debe ser entendido como la relación que se
produce entre las cosas, acciones, ideas y pensamientos presentes en un espacio,
teniendo en cuenta que estos se desarrollan de manera interconectada e interdependiente.
Con estos elementos, el autor retoma la triada, planteada por Lefebvre, que reivindica la
unidad teórica entre campos físico – mental - social, para explicar la producción espacial y
busca desarrollarla, de manera particular, para trazar conceptos claves al momento de
acercarse al hábitat. Sánchez propone la triada Hábitat – Habitar – Habitante (Sánchez,
2009), con la cual se destaca que el hábitat está compuesto por un habitáculo o espacio
físico; por el habitante, que significa y produce los espacios y por el habitar, como proceso
que relaciona estos elementos y dota al hábitat de un carácter dinámico e histórico,
marcado por la existencia de un proceso social que le da vida.
Introducción 7
Teniendo en cuenta estos elementos, vale la pena profundizar en el planteamiento de
Lefebvre. Este autor expone que el hábitat se forma a través de un proceso histórico,
enmarcado en relaciones de producción propias de la sociedad que le da vida. Alejándose
de las definiciones que consideran el espacio como un vacío que se colma de cosas o una
colección de ellas, el autor afirma que el espacio social contiene y asigna lugar a las
relaciones de producción y reproducción, los entrecruzamientos entre ellas y, por tanto,
sus contradicciones. En esa medida, el espacio debe ser entendido como un proceso, que
se produce a través de las relaciones que van desarrollando la historia de las sociedades.
Es allí donde surge el concepto que guiará esta investigación: la producción espacial. El
autor, siguiendo a Marx, propone pasar del estudio del producto a los procesos de
producción, entendiendo que el espacio, en comparación con la mercancía, tiene un
alcance similar en el mismo proceso global, aunque sea una realidad claramente distinta
(Lefebvre, 2013). Es decir, que todo proceso de producción espacial se enmarca en los
modos de producción específicos de cada sociedad, que pretenden dar un ritmo y asegurar
un determinado proceso de valorización, así entran en juego los sujetos que habitan estos
espacios, sus proyectos y representaciones, quienes evidencian en el espacio social las
contradicciones que resultan inherentes al modo de producción.
Para desarrollar el problema planteado, se busca entender la renovación urbana como un
proceso de producción del espacio, idea que parte de entender que el espacio es social,
significado y producido en el marco de modos de producción específicos y por sujetos
concretos. En esa medida, la renovación urbana debe estudiarse de la mano del contexto
social que la posibilita y, a su vez, expresa las múltiples contradicciones que suceden
alrededor de él. Para ahondar en este concepto se proponen tres ejes conceptuales de
partida, con los cuales se espera evidenciar cómo suceden los procesos de renovación
urbana: la gentrificación, el control socio espacial y la relación entre cuerpo y territorio.
Gentrificación
La conceptualización de la gentrificación se remonta a Ruth Glass (1964), quien, al estudiar
las transformaciones de barrios obreros en Londres, definió este proceso como la invasión
de barrios tradicionalmente obreros por parte de clases medias y altas, “subiendo de
categoría” casas que se encontraban degradadas, causando el desalojo de sus habitantes
originales y la transformación completa del lugar.
8 Introducción
Posteriormente, este planteamiento se va nutriendo y se genera un debate alrededor de la
gentrificación, el principal eje del debate giraba alrededor de las formas como esta sucedía,
sus causas y consecuencias. Pese a ello, es posible afirmar la existencia de unos puntos
comunes que permiten definirla. En primer lugar, es un proceso que va acompañado de
mejoras físicas, por renovación o regeneración de los espacios; segundo, se generan
desplazamientos de la población pobre; por último, estas transformaciones generan
cambios en la estructura de clase social (Van Wessep, 1994). Ante estas generalidades,
vale la pena considerar lo que apunta Contreras al reflexionar sobre la gentrificación en
América Latina: ella señala cómo los cambios sociodemográficos de las sociedades
latinoamericanas, junto al surgimiento de una nueva clase media, desde la década de los
90, dificultan el manejo del concepto de clase tras el proceso de gentrificación (Contreras
& Venegas, 2016). Sin embargo, tal como lo señala Jaramillo (2016), es posible, en todo
caso, apreciar un reemplazo poblacional: de una población más pobre a otra con mayores
recursos.
Retomando el debate de las causas de la gentrificación, este se desarrolló durante la
década de los 80 alrededor de dos posturas. La primera, de herencia marxista, liderada
por Neil Smith (1979), explica que este proceso se presenta gracias a la existencia de una
brecha de renta. Esta idea expone cómo, a partir del valor del suelo de lugares aledaños,
comparados con algunos deteriorados, se posicionan lugares de los cuales se podría
obtener un mayor beneficio económico. Esto estimula a inversores inmobiliarios, que
encuentran un aliado en el Estado, para promover proyectos encaminados a la
rehabilitación de estos lugares. El segundo enfoque, de corte más liberal, cuyo principal
exponente es David Ley (2016), asume que son la demanda y el consumo los que
potencian la gentrificación. Tal postura, de corte más culturalista, afirma que la emergencia
de patrones de consumo posmodernos genera una clase económica emergente,
generalmente clase media, que busca ubicarse en lugares centrales, que con su llegada y
la exigencia de mayores consumos culturales, entre otros, aumentan el nivel de vida del
lugar, tendiendo a desplazar a la población original que no puede mantenerse bajo las
nuevas condiciones. Estas dos posturas desarrollaron una fuerte discusión a la que Smith
califica como “un campo de batalla teórico e ideológico clave”, los primeros, haciendo
énfasis en la necesidad de transformar la estructura de producción y, los segundos, la
decisión cultural individual. De hecho, esta segunda postura se vio muchas veces
acompañada de un discurso conservador que exaltaba la emergencia de la clase media
Introducción 9
como la población urbana más apreciada, pues mostraba la superación de los problemas
urbanos, además, intentaban calificar la gentrificación como algo deseable en las
ciudades, gracias a que permitía la mixtura de clases. Con el tiempo, este debate se fue
decantando, al punto que los principales representantes reconocieron la necesidad de
integrar las explicaciones culturales con las centradas en el capital (Smith, 2012).
Para esta investigación resulta relevante la teoría de brecha de renta propuesta por Neil
Smith, debido a las condiciones que propiciaron el desplazamiento de la población
habitante de calle: la intervención de desalojo con miras a implementar una renovación
urbana en el lugar. Este es un proceso donde la intervención del gran capital es evidente,
el cual llega a ser el principal móvil. Esto sin desestimar los procesos y justificaciones
culturales, que también serán abordados.
Control socio-espacial
Producir espacios que se ajusten al modo de producción capitalista implica la existencia
de mecanismos que aseguren la reproducción del mismo, esto conlleva a la existencia de
procesos que permitan el control de espacios y sujetos, de tal manera que se ajusten a las
necesidades propias del modo de producción y permitan que se mantengan las relaciones
de poder y dominación. En esa medida, los modos de producción de cada sociedad están
determinados por una serie de relaciones que le son características, a las que Foucault
determina como saber poder, a saber: “el nombre que se presta a una situación estratégica
compleja en una sociedad dada” (Foucault, 1998, p. 55). La reproducción de estas
relaciones, que asegura que las líneas de fuerza mantengan sus direcciones y
organización, está mediada por dispositivos de control.
Foucault (2011) realiza una reconstrucción genealógica de las formas como se ha
organizado el poder, señalando en cada uno de los momentos históricos que identifica
cuáles son los procesos de control que aseguran el mantenimiento de las relaciones de
fuerza, cada uno posee un régimen de verdad, con técnicas y efectos específicos. Es así
como define los regímenes soberano, pastoral, disciplinario y de seguridad. Dado que cada
una de estas configuraciones son propias de un momento histórico, el autor las define
como el resultado del refinamiento de los procesos de control y subjetivación que le
antecedieron, de manera que el ejercicio de poder de cada régimen es cada vez más sutil
1
0
Introducción
y más efectivo. Para efectos de este trabajo, vale la pena resaltar algunos elementos del
poder disciplinario y del de seguridad.
El régimen disciplinario es el que corresponde a la alta modernidad. Se caracteriza por
situar los elementos que sentaron las bases para el surgimiento del Estado moderno. Con
el posicionamiento de la estadística se posibilita la clasificación de individuos y con ello su
calificación como sujetos normales o anormales. De tal modo, se crean los espacios de
aislamiento: el asilo, el hospital, la cárcel, entre otros (Foucault, 2003). Por otro lado, el
poder gubernamental se fundamenta en el gobierno del territorio, en esa medida, el
individuo se difumina para centrar el ejercicio de poder en la población, siendo esta una
masa homogénea que se sitúa en el lugar gobernado (Foucault, 2011). Este último
mecanismo destaca un mayor énfasis en el aseguramiento de control del espacio social.
Se caracteriza por trazar las rutas de lo posible en el territorio, los flujos y formas posibles,
sometiendo a las poblaciones a las posibilidades del lugar gobernado; mientras que el
primero se centra en el control de individuos aislados en un lugar de reclusión.
Relaciones entre el cuerpo y el territorio
Los dispositivos de control incluyen líneas de subjetivación que se valen de los procesos
mencionados, para asegurar sujetos que posibiliten la reproducción del modo de
producción y la extracción de su fuerza de trabajo. El hecho de que las estructuras
espaciales, como el territorio o los espacios de aislamiento, se constituyan como
escenarios y procesos que aseguran la sujeción de los individuos hace preciso estudiar las
formas en que se tejen las relaciones entre los cuerpos y los territorios. Desde la tradición
posestructuralista se expone una relación clave para el análisis de este problema. Foucault
(2003) plantea cómo los cuerpos se constituyen en receptáculos de las relaciones de
saber-poder que dan forma a los dispositivos sociales, es decir, para el caso a estudiar, de
las relaciones que dan forma a las ciudades desde los mecanismos de control socio-
espacial. De esta manera, en los cuerpos de las personas que habitan la ciudad es donde
es factible encontrar los efectos de las relaciones de saber-poder que pesan sobre la
ciudad. A través de las transformaciones de los cuerpos es posible analizar cómo operan
las relaciones que construyen las ciudades.
Introducción 11
Entender el cuerpo como el receptor de los mecanismos de disciplinamiento que se
efectúan sobre la ciudad supone la existencia de una relación unidireccional, en donde
este representa solo el punto de llegada final de los procesos que producen la ciudad. Sin
embargo, al contemplar otras visiones sobre la relación existente entre el cuerpo y el
territorio, podemos encontrar posturas que la asumen como un proceso dialéctico,
posicionando el cuerpo como parte del análisis necesario para asegurar el entendimiento
de los procesos espaciales. Como punto de partida, vale la pena resaltar la postura de
algunos geógrafos que reconocen en el cuerpo una escala de estudio, entendiéndola como
la frontera entre lugares de distinto tipo (Smith, 2005). Esta aclaración permite a McDowell
definirlo de la siguiente manera:
(…) el cuerpo es una construcción de los discursos y las actuaciones públicas que
se producen a distintas escalas espaciales. El estudio del cuerpo ha transformado
también la comprensión del espacio, porque ha demostrado que las divisiones
espaciales –en la casa o en el puesto de trabajo, en el plano de la ciudad o del
Estado-nación- reflejan y se ven reflejadas en las actuaciones y relaciones sociales
de carne y hueso (McDowell, 2000).
En esa medida, es posible afirmar que el cuerpo se configura como un territorio escalar
que entra a tener relación con los otros niveles espaciales. Así, los procesos que suceden
en el territorio guardan una fuerte relación con los cuerpos y, visceversa, la forma como se
construyen los cuerpos y sujetos inciden en la producción espacial. Tal como afirma Grozs
(2017), la ciudad y el cuerpo se recrean en conjunto.
Es preciso enfatizar cómo el cuerpo al ser entendido como un espacio no se concibe como
un simple receptor de externalidades, sino que en sí mismo desarrolla procesos que lo
constituyen como sujeto. En esa medida, se atiende al llamado de Foucault de no separar
mente-cuerpo (1998), más bien entenderla como un proceso que configura al sujeto en
relación con su entorno.
1
2
Introducción
Propuesta metodológica: Una apuesta desde el configuracionismo para abordar la producción espacial
Esta investigación parte de reconocer las falencias y dificultades presentes en la forma de
acercarse a entender la realidad desde corrientes dominantes. Se pretende, entonces,
asegurar una metodología de investigación que logre incluir al sujeto como agente y que,
en esa medida, permita la vinculación entre ontología y epistemología. Con esto, la
propuesta que se esboza a continuación busca superar el relativismo que se posiciona con
la emergencia del giro discursivo, sin retornar al estructuralismo del positivismo.
De tal forma, se pretende realizar una relectura de la propuesta dialéctica marxista,
tomando como base dos referentes enmarcados en la tradición del materialismo histórico:
Enrique de la Garza y Henri Lefebvre. El primero permite un acercamiento actualizado a la
propuesta de totalidad concreta, el segundo posibilita una aproximación desde la
existencia de los sujetos y los procesos en el espacio social. Con lo que se asegura un
planteamiento metodológico que posibilita el conocimiento del hábitat, entendido como la
interacción entre sujetos, hábitat y procesos que conforman el espacio social.
Enrique de la Garza desarrolla la propuesta configuracionista que recoge las discusiones
planteadas por la Escuela de Frankfurt y Hugo Zemelmann, realizando un rescate del
método dialéctico planteado por Marx y poniéndolo en diálogo con las diferentes
discusiones metodológicas planteadas por las teorías contemporáneas, lo que permite
obtener una riqueza que logra recoger en su perspectiva las relaciones entre estructuras,
subjetividades y acciones en los procesos de producción de conocimiento. Este enfoque
propone vincular la epistemología y la ontología, dando un nuevo giro ontológico,
posibilitando la integración de las relaciones que se presentan entre estructuras,
subjetividades y acciones en la producción de conocimiento, como elementos
determinantes en el desarrollo de la relación sujeto-objeto (De la Garza, 2018, p. 21). La
propuesta enfatiza que no se trata de volver a concebir una totalidad estructurada, como
sucede en el positivismo. Se considera así un objeto parcialmente estructurado, lo cual
sucede de manera fuerte y débil. Esto no descarta las discontinuidades que suceden, lo
que permite y obliga la introducción de un sujeto con capacidad de acción. De esta manera
se producen “sujetos no sujetados, pero sí vinculados por estructuras” (ibíd., p. 21).
Introducción 13
Esta propuesta parte de realizar una relectura del concepto de totalidad concreta,
entendiéndola como un proceso en movimiento continuo, donde el cambio social debe
considerar lo objetivo y lo subjetivo en su producción. De tal modo, la realidad se estructura
y reestructura por niveles de realidad que permiten la definición de niveles de abstracción
en la formulación de teoría. En esa medida, la configuración se propone como una
traducción metodológica y actualizada del concepto de totalidad concreta, en donde se
pretende ver las relaciones entre estructuras, subjetividades y acciones como una
configuración de configuraciones, formadas por redes sociales con códigos subjetivos,
estructuras continuas y discontinuas, además de funcionalidades y contradicciones,
presentes en distintos niveles de realidad. Esta es una relectura de la relación sujeto-objeto
en donde su dinamismo resulta fundamental al momento de intentar entender los procesos.
De esta manera, se presentan relaciones en un momento histórico dado, lo que implica
que están situadas e interactúan en la medida que se encuentran en el mismo espacio.
Frente a esto señala Hugo Zemelman:
Como la relación con el objeto está mediada por un momento del cual surge esta
necesidad en la que el sujeto se descubre a sí mismo en su relación con otros (los
que están ocupando el mismo momento), se incorpora a la relación con el objeto
un espacio donde el significado del objeto, leído desde la relación del sujeto con
otros sujetos, refleja además el para qué de su apropiación (Zemelman, 2005,
p.126).
La idea de la relación sujeto-objeto desarrollada en y por el espacio es ampliada por Henri
Lefebvre, quien al entenderlo como aquel que contiene y desarrolla los procesos de
producción y reproducción, sus estructuras y las subjetividades que lo alimentan, propone
entender el espacio social como totalidad concreta. Este planteamiento cobra especial
relevancia pues realiza una crítica a los modos usuales y hegemónicos de leer el espacio
de manera fragmentada, asumiendo espacios ideales que se distanciaban del espacio real
o el de la práctica social (Lefebvre, 2013). En esa medida, comprender el espacio real
como totalidad concreta implica reconocer que en este se entrecruzan discursos globales
que buscan darle sentido, así como las prácticas de vida cotidiana de los sujetos, sus
proyectos y diferentes procesos de producción y reproducción; por tanto, el espacio social
alberga y desarrolla las contradicciones propias del modo de producción. El autor entiende
el espacio urbano como contradicción concreta y el estudio de su lógica, de su producción,
1
4
Introducción
conduce al análisis dialéctico de sus contradicciones (Lefebvre, 1980). Frente a esto
Lefebvre afirma:
Lo ‘real’ social cambia porque las actividades productoras y las formas de esas
actividades se van modificando. De la producción de cosas en el espacio (de tal
suerte que el espacio, indirectamente producido, se constituía en colección, suma
conjunto de objetos), se pasa a la producción directa del espacio en su condición
de tal (Lefebvre, 1976, p. 94).
Asumir que la categoría de totalidad es dinámica implica admitir que la realidad está
incompleta y requiere completarse continuamente, es decir, que el movimiento resulta una
dinámica constituyente de la misma. En esa medida, a fin de poder captar lo dado dándose,
se exige un proceso de razonamiento que permita captar la reconfiguración constante de
lo real. Por lo que la investigación, entendida como el proceso de reconstrucción en el
pensamiento de la realidad en su movimiento mediante la recuperación del principio
teórico-metodológico de “totalidad concreta”, obliga a la necesaria reconstrucción de los
encadenamientos y elementos pertinentes en cada situación concreta y no la simple
aplicación de un modelo teórico general (De la Garza, 1997). Al entender la realidad como
algo incompleto que se está completando se debe asumir en el análisis el par categorial
de la determinación – indeterminación, por lo tanto, la construcción de conocimiento debe
estar abierto para captar los diferentes modos de concreción de la realidad histórica. Dado
que lo real no puede entenderse en un solo nivel, es menester articular los diferentes
planos de realidad presentes en un mismo momento o espacio social, captando lo
heterogéneo y mediato que, en conjunto, hacen lo real de los fenómenos (Zemelman,
2005).
Lefebvre, al realizar su propuesta trialéctica, propone una triada conceptual que permite
tener un acercamiento a lo que De la Garza y Zemelman entienden como niveles de
realidad. Los tres espacios que propone Lefebvre (2013), que articulados configuran el
espacio social, pueden ser entendidos como aquellos procesos que pueden parecer
contradictorios entre sí pero que configuran lo real. El autor parte de asumir la unidad
teórica entre los campos físico, mental y social para proponer tres tipos de espacio: el
percibido, el concebido y el vivido. Estos tres, con los procesos que subyacen a cada uno
Introducción 15
de ellos, conforman el espacio social. El espacio percibido es el de las prácticas espaciales,
refiriendo principalmente a aquellos métodos clásicos de la geografía empleados para
entender e intervenir el espacio. El espacio concebido alude a las representaciones del
espacio, aquellas que buscan direccionar y ordenar el espacio para ajustarlas a lógicas
determinadas del modo de producción y asegurar su reproducción. Finalmente, el espacio
vivido o el espacio de representación resulta subterráneo a los anteriores y es el de la vida
social, en donde se desarrollan los proyectos de los sujetos.
Contemplar el papel que juega el sujeto en la construcción de una realidad en movimiento
hace que se pase de una función deductiva de la teoría a una reconstructiva, posibilitando
la construcción de conocimiento como la reconstrucción teórica de lo dado dándose. La
verificación debe, entonces, desenvolverse también en un proceso reconstructivo, que
contempla una verificación interna, dada por la forma y articulación histórico-lógica, y por
una verificación externa, que procede en la praxis histórica transformadora.
De esta manera, la investigación entiende el hábitat como una realidad en movimiento, en
la cual el espacio social se construye y modifica mediante los procesos relacionales de
quienes la habitan. La apuesta reconstructiva busca captar, a través de la teoría, las
relaciones y procesos sociales que desarrollan el espacio y no solo entenderlo como un
recorte de la realidad carente de relaciones que lo potencian y dinamizan.
Técnicas empleadas
Para el desarrollo de esta investigación se recurrió a la realización de entrevistas
semiestructuradas con habitantes de calle, atendiendo a la definición de estos que adopta
el Estado colombiano, según la cual:
Hoy en día un habitante de la calle es todo aquel que, sin distinción de sexo, raza
o edad, hace de la calle su lugar de habitación, ya sea de forma permanente o
transitoria, y no cuenta con la totalidad de los elementos para solventar las
necesidades básicas de un ser humano (Corte Constitucional, Sentencia T92 de
2015).
En esa medida, las personas que fueron entrevistadas habitaron de manera transitoria o
permanente los lugares estudiados: el Cartucho, el Bronx y, en algunos casos, en ambos
1
6
Introducción
lugares. El proceso de contacto de estas personas se realizó por medio de instituciones
que atienden habitantes de calle y por bola de nieve.
Se resalta como la realización de entrevistas representa una apuesta para poder analizar
el hábitat desde la cotidianidad de las personas que lo habitan, en este caso los habitantes
de calle, razón por la cual estas representan la principal fuente de información para esta
investigación.
También se realizaron algunas entrevistas a expertos para reforzar el análisis de la política
de seguridad y los procesos relacionados con el cuerpo y el territorio. Para esto, se
contactó a Luis Berneth Peña Reyes, experto en estudio de seguridad en la ciudad de
Bogotá; a Sebastián Lanz y Emilia Márquez de la organización Temblores, quienes
realizaron acompañamiento a la población habitante de calle tras la operación de desalojo
del Bronx; a algunos funcionarios del Distrito que solicitaron mantenerse anónimos y a
Rodrigo Meléndez, quien trabajó en el proyecto de los CAMAD y actualmente hace parte
del área de salud del IDIPRON.
Finalmente, para el análisis de la política pública implementada alrededor de los proyectos
de renovación urbana, se recurrió al análisis documental, contemplando decretos y
documentos institucionales referentes a los proyectos de intervención y a las políticas en
materia social y de seguridad implementadas. Cabe anotar que este análisis fue
complementado con un análisis de prensa centrado temporalmente en las noticias
producidas con temática de habitante de calle, cercanas a la fecha del suceso.
Plan de exposición
Para desplegar el tema propuesto se presentarán tres capítulos encaminados a presentar
el desarrollo del proceso de renovación urbana y cómo a partir de este se produce la
gentrificación, desde la perspectiva del habitar de los habitantes de calle en las ollas. En
esa medida, los capítulos están planeados buscando poner énfasis en cada uno en los
elementos que constituyen el hábitat, en el primero se analizará el habitáculo, en el
segundo, el proceso y en el tercero, el habitante. Aclarando que, si bien se centrará la
mirada en cada uno de estos elementos, al ser el hábitat un proceso integral se
encontraran elementos de estos tres componentes en los diferentes capítulos.
Introducción 17
El primer capítulo expone cómo sucedió la renovación urbana desde lo proyectado por el
Distrito. Para esto, se aborda el análisis de las políticas urbana, social y de seguridad
implementadas. Se finaliza con un esbozo inicial de las consecuencias de esta
intervención, atendiendo a los objetivos propuestos por la administración, que concluye
con los procesos de desplazamiento y reasentamiento que sucedieron después del
desalojo.
El segundo apartado busca presentar cómo se produce el deterioro de los espacios,
entendiéndolo como momento inicial de la gentrificación, en esa medida, se realiza un
recorrido histórico de estos para entender cuáles son las prácticas espaciales que permiten
que una olla surja y se mantenga en un lugar, para así comprender cuál es el papel que
estos lugares juegan en los procesos de producción de la ciudad.
El tercer capítulo enfatiza en la relación existente entre los cuerpos que habitan la olla y el
territorio, cuáles son los efectos que tienen las prácticas de control sobre estos lugares en
los cuerpos de los sujetos, es decir, los procesos de mímesis que se generan entre cuerpos
y territorio, para finalizar con los procesos de subjetivación y campos de acción de los
habitantes de calle.
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos
El 28 de mayo de 2016 el centro de la ciudad de Bogotá amaneció envuelto en estallidos
y gases, provenientes de una de las zonas que, hasta entonces, había sido considerada
la más problemática de la ciudad, una tierra de nadie. Ese día, bajo la administración del
alcalde Enrique Peñalosa se realizó un operativo cuyo objetivo fue desalojar el principal
centro de expendio de sustancias psicoactivas ilegales de la ciudad: la calle del Bronx.
Posteriormente, una gran cantidad de habitantes de calle que se encontraban en este lugar
fueron desplazados alrededor del centro de la ciudad.
Este hecho traía a la memoria, cual déjà vu, un suceso muy similar ocurrido en 1998, el
desalojo de la que, en otrora, antes de posicionarse el Bronx, fue la olla más importante
de la ciudad. La coincidencia no es gratuita, el operativo se realizó bajo el mandato del
mismo alcalde, afectando la misma población y, de hecho, con casi los mismos objetivos.
Entre tanto, con el transcurso del tiempo, las consecuencias de aquella intervención se
convirtieron en esa segunda gran olla que el presente obliga a recordar: el Bronx. Ambas
intervenciones representaban el inicio de proyectos de renovación urbana o la destrucción
de lo que se encontraba deteriorado, para construir una nueva y embellecida
infraestructura.
Para entender qué significa la renovación urbana vale la pena remontarse a los desarrollos
de los geógrafos marxistas que proponen entender el espacio a través de lo que
denominaron economía política del espacio. Este enfoque resalta el papel que juegan los
territorios en el marco de una economía global, especialmente las ciudades, dando paso a
procesos de producción espacial que buscan ajustar los lugares a las necesidades de
circulación del capital. En esa medida, la producción de espacios busca que los flujos del
20 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
capital sean posibilitados mediante la construcción de espacios isotrópicos, que pueden
verse replicados con grandes similitudes entre sí en el marco de una economía global2
(Lefebvre, 1980). De esa manera, los flujos de capital pueden desenvolverse en los
diferentes territorios sin verse obstruidos por barreras locales, pues estos espacios se
moldean de acuerdo con las necesidades de flujo de capitales.
El ciclo de circulación del capital contempla a las ciudades y los procesos de urbanización
como parte esencial del control del proceso de valorización del capital. Esta necesidad se
ha visto impulsada y profundizada por los procesos de gobierno que hoy imperan en las
ciudades. La adopción global de políticas neoliberales, por las cuales la financiación estatal
de proyectos es cada vez menor, ya que se da una fuerte prelación a los grandes
capitalistas en la definición de la política, ha impuesto a las ciudades un ritmo de
competición en el cual, para asegurarse la consecución de recursos, se ven obligadas a
competir en el mercado global, viendo sus proyectos de ciudad supeditados a las
necesidades de circulación del capital (Harvey, 1985). La meta de las ciudades, en el
marco de economías neoliberales, es convertirse en ciudades globales competitivas. En
este marco, los proyectos de renovación urbana resultan de vital importancia, a fin de
ajustar la producción de las ciudades a las necesidades de circulación del mercado.
Este proceso supone a las ciudades una fuerte carga, pues implica que la valorización de
sus territorios entra a jugar como un indicador de buena gestión. Las ciudades se ven
obligadas a competir por recursos de inversores globales y la alta o baja atracción de ellos
se ve mediada por la cantidad de espacios isotrópicos que las ciudades son capaces de
2 Lefebvre define los espacios isotrópicos como: “(…) lo que constituye un mismo lugar. Si en otra parte existe un lugar homólogo o análogo, dicho lugar pertenece a la isotropía” (Lefebvre, 1980). En otro apartado extiende este concepto sobre los espacios homólogos afirmando: “"La conversión de bienes muebles del espacio presenta exigencias muy severas. Se inicia con el suelo que, como primera providencia, se debe sustraer al influjo de los propietarios de bienes raíces tradicionales. No sin dificultades y conexiones (las rentas). La conversión en bienes muebles se extiende luego a la totalidad del espacio. Este debe recibir un valor de intercambio (...). Ahora bien, el intercambio implica y supone intercambiabilidad. La cambiabilidad que hace de él una mercancía análoga a una cantidad de azúcar o acero, exige que sea comparable a otros lugares, e incluso a todos los lugares de las mismas características"(Lefebvre, 1976). En esa medida se entiende que la gran mayoría de espacios urbanos tienden a ser isotrópicos en el marco del proceso de globalizar lo urbano que planea el autor y opone al concepto de Isotropía el de heterotropa, como espacios otros que en cierta medida logran escapar a las imposiciones del capitalismo. Sobre este último concepto vale la pena revisar el prólogo de Ciudades rebeldes, de David Harvey, en donde el autor hace énfasis en el carácter político de estos espacios.
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos 21
ofrecer. Sin embargo, la búsqueda por asegurar espacios estratégicos para la captación
de capitales se enfrenta con una realidad latente en las ciudades latinoamericanas.
Los centros urbanos se caracterizan por estar poblados por clases bajas y media bajas, lo
que representa una barrera al momento de atraer grandes capitales que inviertan en la
ciudad. En el caso bogotano, el centro de la ciudad, antiguamente habitado por clases
altas, se fue despoblando de estas a medida que se seguían tendencias de habitar zonas
alejadas del centro, siendo rematados tras los escenarios de violencia y destrucción de
infraestructura vividos durante el Bogotazo. Esto condujo a la disminución y anulación de
inversión en mejoras por parte de los propietarios y, por tanto, al deterioro de estos lugares.
En este marco entran a jugar un importante papel los procesos de renovación urbana
impulsados por los gobiernos, con el fin de recuperar o renovar ciertas zonas de la ciudad
consideradas como deterioradas. Estos procesos buscan asegurar la captación de renta
potencial en tales lugares mediante la construcción de mejoras. El problema que surge de
estos proyectos es que traen implícita la lógica de desplazamiento de la población que se
encuentra viviendo en estos lugares, pues ella no se ajusta a las nuevas exigencias que el
mercado de tierras y consumo le imponen. Para explicar este proceso resulta útil el
entendimiento de la gentrificación como un proceso en el cual una clase resulta por
expulsar a otra de su territorio original.
Neil Smith (2012) propone la teoría de la brecha de renta para entender por qué se
producen los procesos de gentrificación. Esta es la diferencia que existe entre la renta
potencial y la renta actual que se obtiene en un lugar específico. Si bien el autor resalta
cómo es posible que este diferencial se produzca por otros mecanismos, para los casos
estudiados en la presente investigación se considera que el diferencial deriva de procesos
de desvalorización del suelo urbano, causados por el deterioro, la expansión de la ciudad
y la reconfiguración de las centralidades urbanas, que hace de estas zonas objeto de gran
valorización potencial debido a su ubicación estratégica. De esta manera, la existencia de
un diferencial de renta provoca el interés de agentes que invierten en suelos,
urbanizadores e inmobiliarios, entre otros, quienes encuentran en estos lugares la
posibilidad de realizar desarrollos urbanísticos a un bajo costo y con un gran margen de
ganancia. En este marco surgen los proyectos de renovación urbana.
22 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
Para el caso de las ciudades latinoamericanas esa tendencia es clara al momento de
considerar las políticas urbanísticas frente a los centros históricos. La renovación como
tendencia urbanística surge ante el deterioro de los centros urbanos y el creciente interés
económico sobre los mismos, la premisa es asegurar la valorización de lugares que, por
su centralidad, valor histórico, ente otros, se sitúan como potenciales atractores de
proyectos urbanísticos que pueden considerarse de lujo. Esta tendencia hace énfasis en
elementos de paisaje sin considerar las relaciones sociales que se tejen en los territorios
o las condiciones de existencia de los habitantes originales y resulta, usualmente, en la
expulsión de los habitantes originales, quienes no son capaces de asumir las nuevas
condiciones. Es preciso aclarar que la renovación urbana no es un tratamiento urbanístico
que tenga su origen en el neoliberalismo, sin embargo, con la entrada de estas políticas a
las ciudades latinoamericanas este tipo de intervenciones se posicionó como la posibilidad
de establecer nuevos nodos en la ciudad, especialmente en los centros urbanos, que
permitieran posicionar a la ciudad como competitiva y global.
Los casos del Cartucho y del Bronx son dos ejemplos significativos de este tipo de
intervenciones. Ambas zonas se situaban en el centro de Bogotá y eran conocidas como
las ollas más grandes de la ciudad; la primera existió hasta el año 1998 y la segunda hasta
2016, momento en que fueron intervenidas por decisión distrital. Los lugares denominados
“ollas” se caracterizan por concentrar puntos de expendio de sustancias psicoactivas
ilegales, mercado alrededor del cual se desarrollan otro tipo de actividades ilegales como
lo son la venta de armas, el tráfico de personas, las falsificaciones, entre otros. Estos
lugares suelen permitir el consumo de las sustancias que allí se venden, lo que da pie a
una alta presencia de habitantes de calle, especialmente si se expende bazuco. Este hecho
permite, en algunos casos, que en el lugar también se concentren actividades propias de
la cotidianidad de habitantes de calle, como el alquiler de piezas, negocios cartoneros o
recicladoras.
La relación entre el Cartucho y el Bronx suele ser entendida como una relación directa: la
segunda olla surge a partir del desalojo que sucedió en la primera; de este modo, el Bronx
es la consecuencia de una política urbana mal implementada. El desalojo del Cartucho
sucedió en el año 1998, durante el primer año de la alcaldía de Enrique Peñalosa, proceso
que terminó en el 2004 con la entrega del Parque Tercer Milenio. A partir de allí, el Bronx
se posiciona como la olla de mayor importancia de la ciudad. Tiempo después, en el 2016,
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos 23
el mismo alcalde decide repetir la fórmula de intervención y decide desalojar lo que se
conocía como la L o el Bronx.
Este capítulo pretende analizar la implementación de las políticas que rodearon los
procesos de renovación urbana, centrándose en los efectos acarreados por la población
habitante de calle. Para este fin se analizarán las políticas urbana, social y de seguridad,
implementadas por el Distrito en el periodo 1998 – 2016, en la medida en que estas tres
políticas influyen en los procesos de renovación. Posteriormente, se analizarán las
trayectorias de la población habitante de calle tras los procesos de intervención, con el fin
de evidenciar los efectos a nivel de la ciudad que se presentaron a raíz de estas políticas.
Política Urbana
Para analizar la política urbana se recurrirá principalmente a aquellos instrumentos que
refieren específicamente a los procesos de intervención y renovación de las zonas
estudiadas, a saber, el Decreto 88 de 1998, "por medio del cual se adopta el programa de
Renovación Urbana para la recuperación del sector comprendido por los barrios San
Bernardo y Santa Inés y su área de influencia y se establecen normas específicas para
algunos de los sectores dentro del área de Renovación Urbana"; el Decreto 145 de 2013,
"por medio del cual se anuncia la puesta en marcha del componente urbanístico del
proyecto de iniciativa pública denominado El Bronx" y el Decreto 396 de 2016, que modifica
el Decreto 145.
Los decretos mencionados se enmarcan en un conjunto normativo compuesto por los
planes de ordenamiento territorial y planes parciales de las zonas contempladas y sus
alrededores. Estos conjuntos no se analizarán en su totalidad, ya que no contienen una
mención específica respecto a la población que se está estudiando ni arrojan elementos
diferentes de los especificados en los decretos que se mencionaron como relevantes. Sin
embargo, es preciso aludir algunos elementos generales que servirán a modo de contexto.
La primera mención en la normatividad urbana que ubicó los barrios de Santa Inés y Voto
Nacional como zonas susceptibles de recibir tratamiento de renovación urbana se realiza
en el Decreto 333 de 1992, el cual define el plan operativo del centro como plan general
de renovación urbana. A partir de allí, las diferentes normativas que definen lo que se
conoce como Plan Centro han variado respecto a la delimitación de la zona considerada,
24 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
pese a ello los barrios en cuestión se han mantenido de manera constante en estos planes
como zonas a renovar. Cabe anotar la transformación que ha sufrido la regulación acerca
del uso que debe adoptar este sector. El Decreto del 92 hacía énfasis en la necesidad de
rehabilitar el espacio público como forma de asegurar armonía y continuidad en el espacio
urbano. Esto contrasta con lo estipulado en el Decreto 492 de 2007, el cual define el Plan
Centro que hoy está vigente, en donde se afirma la tendencia que se venía desarrollando
de considerar esta zona como un lugar estratégico para el consumo de los residentes,
proyectados con un poder adquisitivo medio y alto. En un texto que analiza los procesos
de renovación urbana del centro de Bogotá, Pérez y Velázquez afirman que la definición
del Plan Centro vigente consolida al centro como un espacio destinado a atraer mercados
de consumo, en esa medida, se convierte al centro tradicional en una oportunidad para la
especulación urbanística, dando lugar a prácticas predatorias que fomentan el deterioro
del sector (Pérez & Velásquez, 2013). Por otro lado, María Clara Vejarano, urbanista que
estudió los procesos de transformación del centro de Bogotá, muestra cómo la
especulación en las zonas centrales es posibilitada y fomentada desde la entrada en
vigencia del Acuerdo 7 de 1979. Esta norma que aprobó el plan de desarrollo integral
integró los tratamientos de redesarrollo, rehabilitación, conservación y desarrollo, muy
similares a los definidos en la actualidad. De esta manera los barrios de la periferia del
centro tradicional fueron catalogados como zonas de redesarrollo, creando una distinción
de los espacios del centro de la ciudad. De este modo, los que se destinaron a
conservación son protegidos por sus poseedores y políticas urbanas, mientras los otros se
condenaron al deterioro, potenciando así la especulación, pues sus poseedores solo
daban espera a los proyectos que intervendrían estas zonas (Vejarano, 2019). De esta
manera, es posible afirmar que la normatividad urbanística es la que ha abierto la puerta
para la especulación del suelo en zonas centrales y la que ha posibilitado la ejecución de
prácticas espaciales que fomentan el deterioro de los espacios urbanos, lo que también
implica la disminución en la calidad de vida de sus habitantes y el sometimiento a prácticas
que refuerza en ellos la idea de la imposibilidad de habitar estos lugares, haciéndoles
suponer que no les pertenecen, tal como se verá más adelante.
Al referir la normativa específica que reglamenta las intervenciones de los barrios Santa
Inés y Voto Nacional, la primera disposición que se debe mencionar es el Decreto 880 de
1998, que fue expedido tras la intervención del Cartucho. Con él, se buscaba establecer
los parámetros para la renovación urbana de este lugar y de las zonas circundantes. Así,
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos 25
se proponía realizar la intervención de los barrios San Bernardo, Santa Inés, La Capuchina,
Eduardo Santos, Voto Nacional y San Victorino. Como se evidencia, por su área de
influencia, este era un plan ambicioso que se proponía como objetivos la recuperación y el
mejoramiento del sector, haciendo énfasis en la habitabilidad social, el equilibrio de usos,
la protección del espacio público, la arquitectura y el sentido simbólico del centro de la
ciudad como patrimonio cultural, social y económico; la reorganización de la estructura
urbana con la definición de espacio público y la creación del Parque Tercer Milenio,
proyectándolo como un elemento urbano importante que posibilitara la articulación de la
estructura urbana (Alcaldía Mayor de Bogotá, Decreto 880 de 1998).
Este decreto solo logró ejecutarse de manera parcial con la construcción del parque Tercer
Milenio y la renovación de San Victorino, sin embargo, estas intervenciones no lograron
alcanzar su propósito plenamente, lo que se evidencia con las posteriores intervenciones
propuestas para estos sectores, especialmente el Parque Tercer Milenio, que fue
nuevamente renovado en el 2019, bajo el amparo del mismo decreto, buscando una mayor
afluencia de personas hacia este. El principal impacto conseguido con el proyecto tiene
que ver con la valorización de los predios del sector, llegando a alcanzar variaciones de
valor de hasta 1000% en el transcurso de los 10 años siguientes a la realización del
desalojo (CPAT & Parces ONG, 2017). Cabe anotar que muchos de los que resultaron
beneficiados con la compra de predios por parte del Estado fueron los jíbaros o
expendedores que controlan el tráfico de sustancias. Ellos, ante la inminencia de la
demolición del Cartucho, aprovecharon la ocupación de las casas que habían sido
abandonadas para apoderarse y cobrar por ellas (Morris & Garzón, 2010).
Cabe anotar que ni el decreto ni los documentos de soporte de la intervención contemplan
alguna propuesta específica respecto a la población habitante de calle que fue desalojada.
Esta es mencionada únicamente en dos ocasiones, por un lado, se la contempla como una
de las amenazas al proyecto de renovación propuesto, por otro, esta población se
especifica como el objetivo de desarrollo social, que explícitamente se limita a brindar
programas asistenciales, los cuales se evaluarán más adelante. Pese a ello, esta es
mencionada continuamente en el discurso público permitiendo asociarla como un elemento
de deterioro urbano. Sin embargo, en términos urbanísticos, no se contempla la solución
a la habitabilidad que le es negada mediante el desalojo realizado. Desde un inicio, no se
les reconoce como habitantes válidos del espacio en cuestión, los objetivos propuestos
26 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
solo contemplan su desplazamiento y eliminación de la zona que se interviene, por lo cual
tampoco se menciona o proyecta un espacio en el que les sea posible permanecer.
Posteriormente, en el 2013, la alcaldía de Gustavo Petro expidió el Decreto 145, con el
cual se buscaba consolidar, espacialmente, una serie de medidas de política social
implementadas durante esta administración. La normativa buscaba realizar las
actuaciones necesarias para dar inicio a un proyecto de renovación del barrio Voto
Nacional, en la zona de El Bronx, con el fin de desarrollar vivienda y equipamientos para
la atención de población habitante de calle, el decreto cita:
El proyecto buscará la dignificación de la vida del habitante de calle y, en general,
el mejoramiento de las condiciones de vida en el sector, a través de distintas
actuaciones que incluirán vivienda transitoria, localización de dotacionales y
equipamientos y recuperación de espacios públicos (Alcaldía Mayor de Bogotá,
Decreto 145 de 2013).
Esto representa un gran contraste con el proyecto que posibilitó la renovación del
Cartucho: la mención de la población habitante de calle se realiza de manera explícita,
reconociendo su existencia en el espacio intervenido, no solo como un factor problemático
a expulsar o eliminar sino en una dimensión que les considera como sujetos con posibilidad
de ser en el espacio. Sin embargo, este proyecto de renovación no llegó a ser ejecutado.
En el año 2016, tras la realización de la intervención del Bronx, se aprobó el Decreto 397,
que plantea los nuevos lineamientos para el proyecto de renovación de esta zona,
realizando modificaciones al Decreto 145. De los cambios realizados resulta relevante
mencionar dos. El primero elimina de manera tajante el objetivo relacionado con la
dignificación de la vida de habitantes de calle, dejando únicamente como propósito el
mejoramiento de la infraestructura urbana en la zona de intervención. El segundo es el
cambio de usos de suelo posibilitados a través del proyecto de renovación. El Decreto 397
elimina el uso destinado a viviendas de interés social, restaurando los usos que fueron
planteados en el Decreto 880 de 1998, que estipuló los lineamientos de la renovación de
lo que en algún momento fue El Cartucho, estableciendo el uso comercial como el principal
para la zona a intervenir. Estos cambios significan la restauración, sin mayores
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos 27
modificaciones, del proyecto inconcluso que propuso la alcaldía de Enrique Peñalosa en
1998.
En la actualidad este proyecto se encuentra en ejecución, realizada la demolición de lo que
en otrora fue El Bronx. Cabe resaltar que la alcaldía ha expresado su interés por desarrollar
industrias culturales en este lugar como parte de la economía naranja, la cual es uno de
los pilares del plan de gobierno del presidente Iván Duque; esto puede ser entendido como
un guiño de la alcaldía para asegurar el apoyo del gobierno nacional en el proyecto a
ejecutar, así se realizan visitas conjuntas a la zona acompañadas de una fuerte difusión
en medios, que buscan mostrar los resultados tras las críticas recibidas por el desalojo
sucedido.
Desde el sitio que en el pasado fue el mayor centro de tráfico de drogas y armas
del centro de Bogotá, tanto el presidente Iván Duque como el alcalde de Bogotá,
Enrique Peñalosa, lanzaron la convocatoria para construir un escenario cultural en
el antiguo Bronx, ubicado entre las calles 9 a 10 y entre las carreras 15 y 15ª (El
Tiempo, 19 de octubre de 2018).
Impulsar este tipo de proyectos económicos en el sector no responde solamente a un
propósito de impulso, valga la redundancia, de determinado sector desde el gobierno
central; este interés debe ser entendido también como una búsqueda por asegurar la
inserción de los espacios urbanos renovados dentro de las exigencias de las ciudades
globales, donde el discurso de promoción de este tipo de economía encuentra un fuerte
impulso. De esta forma, se refuerza la idea según la cual los proyectos urbanos buscan
asegurar la producción de espacios isotrópicos que se inserten en economías globales,
para garantizar así la circulación de capitales (Lefebvre, 1976).
La estrategia mediática ha sido acompañada de un intento de posicionar el lugar como un
escenario cultural, con la realización de festivales, conciertos y eventos impulsados por el
Distrito. Estas acciones pueden ser entendidas como una tentativa de consolidar un
proceso de gentrificación por la vía de una modificación de las prácticas culturales que se
desarrollan en el sector, entendiendo los procesos de gentrificación, según las posturas
más liberales, como benéficos, pues posibilitan la atracción de capitales y suceden gracias
a transformaciones en los hábitos de quienes frecuentan y viven en los lugares (Ley, 2016).
28 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
Sin embargo, la forma en que se desarrolló el desalojo a la par del desconocimiento de la
población que fue desplazada pone en evidencia los límites de este enfoque y la necesidad
de considerar los procesos económicos que subyacen a la gentrificación.
Política Social
El reconocimiento del habitante de calle como un sujeto de derechos se hace posible
después de la Constitución Colombiana de 1991. Esta carta, al tener una orientación
filosófica que hace énfasis en la dignidad humana, permitió considerar al habitante de calle
como un ciudadano que escoge la habitanza en calle en el ejercicio de su derecho al libre
desarrollo de la personalidad. Este tránsito significó un giro importante respecto a la
normatividad existente anteriormente, la cual consideraba la indigencia como un problema
de seguridad y la sancionaba en los códigos penales (Lozano & Santamaría, 2017).
Es preciso señalar que Bogotá es pionera en la creación de programas de atención a
población habitante de calle. Desde la década de los 70 se creó el Instituto Distrital para la
Protección de la Niñez y la Juventud –IDIPRON, este se centraba en brindar asistencia a
lo que se denominó “gaminismo”, entendido como niños y niñas que habitaban la calle,
conformando combos y acudiendo a la mendicidad y al robo (Farfán, López, & Martínez,
2018). Estos programas estaban centrados específicamente en niños y niñas, hasta la
década del noventa se empiezan a desarrollar programas para la atención de la población
adulta.
Desde antes que se realizara la intervención del Cartucho el Distrito tenía algún nivel de
acercamiento a esta población, ya que el IDIPRON contaba con algún tipo de
reconocimiento entre habitantes de calle. De hecho, este instituto fue el que buscó realizar
ejercicios de caracterización, permitiendo la realización de un primer censo piloto a
habitantes de calle en el año 1997. Pese a esto, es preciso aclarar que los funcionarios de
la administración distrital tenían vedada la entrada al Cartucho, por lo que estos
organismos debían desarrollar estrategias de atención en las afueras de la olla. Así lo
evidencian los registros de los cuatro primeros censos realizados a habitantes de calle –
CHC, donde se relata que para realizar el conteo y caracterización de habitantes del
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos 29
Cartucho se debió recurrir a paseos con algunos de sus integrantes o conteos no
detallados (DANE & IDIPRON, 1999, 2001, 2004; IDIPRON, 1997).
Para entender el proceso de atención social que se dio alrededor de la intervención del
Cartucho es preciso estimar cómo, desde inicios de la década del 90, se inició una
visibilización de la habitabilidad en calle, desde el ámbito académico y por parte de líderes
pertenecientes a esta comunidad. Así, se aseguró la presión suficiente para permitir la
creación de programas específicos para atender a esta población. Ejemplos de ello son,
por un lado, el programa de atención al adulto mayor indigente, lanzado en 1995, hecho a
resaltar ya que hasta el momento la oferta institucional se centraba en menores de edad;
por otro lado, el establecimiento de un comité interinstitucional con participación de
habitantes de calle, donde se impulsaron propuestas para la dignificación de la vida de
estas personas, espacio que duró solamente un año, entre 1994 y 1995. Estos elementos
cobran vital importancia dado que implican un viraje en el tratamiento de esta población,
antes de ello sus integrantes eran denominados como vagos o mendigos. A partir de estos
procesos el habitante de calle es reconocido como tal y se da inicio a una serie de medidas
para su protección (Farfán et al., 2018, p. 180).
Por otro lado, es preciso resaltar que la intervención realizada en el Cartucho inició en
1998, pero permanecieron asentamientos allí hasta el año 2004 cuando se entregó el
parque Tercer Milenio. Para el momento del primer desalojo, realizado en 1998, el Distrito
contaba con una casa de atención a habitantes de calle en las inmediaciones del Cartucho.
Tras la realización de la intervención, el IDIPRON se vio en la necesidad de crear dos
nuevos patios temporales en los alrededores, para atender a quienes desearan acceder a
los servicios del Distrito. Posteriormente, se creó una nueva sede, ubicada en Puente
Aranda, previendo que los patios temporales se encontraban en la zona que sería
demolida. Así se aseguró una ampliación de la estructura institucional destinada a la
atención a habitantes de calle. Cabe aclarar que, si bien el IDIPRON se especializa en la
atención de niños, niñas y jóvenes, la atención ofrecida en ese momento se extendió
también a adultos, con el fin de poder atender la emergencia social generada (ibíd., p. 175).
Pese a la ampliación de programas de atención, estos se limitaron a brindar ayuda
asistencial a los afectados mientras que los programas que buscaban salidas a mediano y
largo plazo continuaron centrándose en la población menor de edad. La atención en estos
30 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
casos consistía en internarse en los patios y atravesar una serie de pasos al interior de la
institución para asegurar un proceso de resocialización. Los principales resultados de
estos programas se vieron reflejados en la población menor de edad, con quienes se logró
una fuerte disminución, mayor en comparación con los habitantes mayores de edad. Pese
a los esfuerzos realizados, la atención dada a habitantes de calle no fue suficiente y esta
población continuaba creciendo (Ver gráfico 1). Según los datos del segundo CHC,
realizado un año después de iniciada la intervención al Cartucho, solo el 8,8% de
habitantes de calle recibían ayuda institucional (DANE & IDIPRON, 1999, p. 42). Con el
tiempo y las mejoras realizadas en los programas de atención esta cifra logró
incrementarse, sin embargo, la población atendida continuaba siendo baja. Para el 2004,
fecha en que se entregó el parque Tercer Milenio, 24% de los habitantes de calle afirmaban
recibir apoyo institucional (DANE & IDIPRON, 2004, p. 59) mientras que el total de esta
población se había incrementado en un 200% durante el periodo de la intervención.
Gráfico 1 Tasa de habitantes de calle en Bogotá
En ese sentido, si bien se posibilitaron algunos logros para los menores de edad que
habitaban la calle, los demás integrantes de la población, que iban aumentando, no
encontraban en la institución algún elemento que les posibilitara transformar sus vidas. Tal
como afirma una ex recicladora que se vio afectada por la intervención al Cartucho:
Nos prometieron muchas cosas, como un famoso ecoparque de reciclaje para los
recicladores, un famoso barrio para las personas que no teníamos casa, ¡que no
1213
16
13
7
21
7
12
16
21
12 11 12
1997 1999 2001 2004 2007 2011 2017Tasa
po
r ca
da
10
.00
0 h
abit
ante
s
Censo
Menores de edad
Total POBL
Fuente: Elaboración propia a partir de los siete censos realizados a habitantes de calle
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos 31
tenemos! (…) y solo nos dieron capacitación a los bodegueros para aprender a
reciclar, pero nosotros ya sabíamos reciclar (Entrevista a Olga Lucía Pico, citada
en: Morris & Garzón, 2010).
Otro elemento que resalta la imposibilidad del Distrito de atender de manera efectiva a la
mayor parte de la población tiene que ver con el traslado indiscriminado de varias personas
que se negaron a recibir servicios de atención, estas, tras una valoración de la Secretaría
de Salud, fueron llevadas a clínicas psiquiátricas. Queda la voz de una de ellas afirmando
“nosotros no somos locos sino marihuaneros” (Quintero, 2008, p. 108).
De este proceso cabe señalar cómo, a raíz de la intervención y dada la necesidad de dar
atención a la población desplazada, el Distrito se vio en la obligación de asegurar un
fortalecimiento de su infraestructura para dar cabida a la emergencia social generada. Por
otro lado, también se evidencia la emergencia de un sujeto de control, cada vez más
caracterizado, en el ámbito de lo público, en un intento de asegurar su control mediante el
tratamiento institucional, el cual consistía en el aislamiento de la población en vía a realizar
procesos que posibilitaran su funcionalidad en la sociedad. Este procedimiento resulta
característico de los regímenes disciplinarios descritos por Foucault, que buscan asegurar
la separación de lo normal de lo anormal en la sociedad, mediante el aislamiento. En esa
medida, la construcción de nuevos espacios destinados a tal fin responde a la necesidad
de arquitecturar un espacio y asignarle un lugar en la ciudad para erigir los monumentos
de la separación (Foucault, 2011). La política social implementada durante este primer
periodo se veía en consonancia con la política urbana que consideraba al habitante de
calle como un problema de paisaje que, en consecuencia, debía aislarse de los espacios
destinados a la población normal. Pese a los esfuerzos realizados, las personas que se
lograban atender por las vías institucionales continuaban siendo muy pocas y la población
habitante de calle continuaba creciendo.
A partir del 2004, con la llegada de gobiernos de corte social a la ciudad, se inició un
periodo en que la política social que ya existía se complementó con diferentes programas
de prevención, enfocados en atender la población más vulnerable de la ciudad. El efecto
de esta decisión puede registrarse a través de la disminución de habitantes de calle que
ocurrió a partir del año 2004 (Ver gráfico 1). Esta tendencia se vio consolidada en el 2011,
durante la alcaldía de Gustavo Petro, quien realizó algunos cambios en la forma como se
32 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
atendía a la población habitante de calle. En primer lugar, se dio un viraje al instituto que
tradicionalmente había atendido a niños y niñas en situación de calle para centrarse en
actividades de prevención. De esta manera, el IDIPRON define como parte de su población
objetivo a “trapecistas”, entendidos como aquellos que se encuentran en fuertes
condiciones de vulnerabilidad y con alto riesgo de habitar la calle. Por otro lado, se inició
una estrategia de mitigación para la población consumidora, haciendo un fuerte énfasis en
entender este problema como uno correspondiente a la salud pública e introduciendo a la
Secretaría de Salud como una de las encargadas de atender a los habitantes de calle. En
este marco se crean los Centros de Atención Médica a Drogodependientes –CAMAD, los
cuales atendían a la población en las inmediaciones de las ollas con el fin de mitigar los
efectos del consumo de bazuco (CPAT & Parces ONG, 2017). En este periodo también se
emite el Decreto 560 de 2015, que establece la política pública distrital para el fenómeno
de habitabilidad en calle. Este documento, emitido antes de acabar el periodo de Gustavo
Petro, reúne las experiencias recogidas en los procesos de atención a habitantes de calle
y establece las rutas necesarias para asegurar la resignificación del fenómeno y la
dignificación de estos. Las experiencias y procesos desarrollados en materia de política
social enfocada a habitantes de calle en la ciudad de Bogotá han significado un punto de
partida para la formulación de políticas en el resto del país. Aquí resaltan las reflexiones y
caracterización de esta población, que contribuyeron a la construcción de su definición por
parte de la Corte Constitucional y a la formulación de la política pública de habitante de
calle, vigente a nivel nacional.
El segundo periodo de la alcaldía de Enrique Peñalosa tuvo un viraje en la política social y
significó un retroceso en algunos aspectos. En primer lugar, el alcalde decidió reasignar el
presupuesto que se tenía destinado para la atención de esta población, dejó como principal
responsable a la Secretaría de Integración Social y eliminó de esta labor a la Secretaría
de Salud, que anteriormente tenía el mayor peso en esta tarea. Tal como explica el médico
Rodrigo Méndez, quien trabajó en los CAMAD y ahora hace parte del área de salud del
IDIPRON, con esta decisión se desestimuló de manera significativa la posibilidad de
entender los problemas asociados a la habitabilidad en calle como problemas de salud
pública, afectando así el derecho a la salud, ya que delegar esta atención a los organismos
encargados de atención social hace que no sea posible asegurar la implementación de
muchas medidas para mejorar la salud de habitantes de calle (Entrevista a Rodrigo
Méndez, 28 de noviembre de 2019). Esta transformación presupuestal se vio reflejada en
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos 33
la capacidad de acción de las instituciones, tal como relata un funcionario de la Secretaría
de Integración Social; además de la salida de la Secretaría de Salud de estos programas,
otros organismos distritales se vieron afectados. Por un lado, el IDIPRON se enfrentó a
una fuerte disminución presupuestal y, con ello, de los equipos territoriales encargados de
realizar contactos con la población vulnerable. Por otro lado, aunque se vio un ligero
aumento presupuestal en la Secretaría de Integración Social, este no fue significativo
respecto a aquel que se le quitó a la Secretaría de Salud, además, los equipos territoriales
y de atención se vieron afectados por un recambio del personal, eliminando la experiencia
que esta entidad adquirió en las anteriores administraciones (Entrevista a Santiago3,
Agosto 13 de 2019).
Para el momento de la intervención al Bronx, la alcaldía buscó asegurar la atención por
medio de la estructura existente, sin embargo, las entidades encargadas de prestar
atención no fueron avisadas de la operación que se realizaría hasta el momento en que
esta había iniciado. La Personería llegó a acompañar el procedimiento cinco horas
después de haber iniciado y la Secretaría de Seguridad afirma que el operativo no contó
con sus equipos de Derechos Humanos (CPAT & Parces ONG, 2017). Por su parte, la
Secretaría de Integración Social expone que no obtuvo información de cómo se planeó la
intervención y, por tanto, no le fue posible diseñar estrategias adicionales:
Los datos base para tomar la decisión de la intervención fueron consolidados a
partir de un proceso de inteligencia realizado en la zona, a cargo de la Policía
Metropolitana y la Secretaría Distrital de Gobierno. Esta información en ningún
momento fue compartida con los demás sectores de la Administración Distrital,
teniendo en cuenta la importancia de la reserva para evitar que se filtrara la
información sobre la intervención a realizar, lo cual ponía en riesgo la efectividad
del operativo.4
3 La persona entrevistada prefirió mantenerse anónima, por lo cual se ha cambiado el nombre. 4 Respuesta dada en un derecho de petición realizado por la UTL de la Senadora Ángela María Robledo a la Secretaría de Integración Social.
34 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
Esto evidencia una prelación del enfoque de seguridad en el desarrollo del operativo por
sobre el deber del Distrito de garantizar los derechos de las personas que serían afectadas.
Como no fue posible realizar una planeación previa de las actividades a realizar durante la
intervención, la atención social se vio limitada y tuvo que actuar de manera contingente.
Durante la intervención se denunció el abuso de la fuerza por parte de la policía y la
negación de servicios a los afectados, especialmente de salud, como una estrategia que
buscaba inducir a las personas a acudir a los centros de atención (CPAT & Parces ONG,
2017). Posteriormente, esta premisa se posicionó en el Distrito como un mecanismo para
disuadir a habitantes de calle de permanecer en ella, esto queda registrado en una frase
emitida por el alcalde al iniciar una campaña para que los ciudadanos no le brinden ayuda
a los habitantes de calle, en la que afirma que “no hay que hacerle la vida fácil a los
habitantes de calle” (El Espectador, 29 de agosto de 2016). Con esto se les negaba su
condición de vulnerabilidad, el derecho al libre desarrollo que ejercen al permanecer en la
calle y el hecho de que a muchos de ellos no les interesa recibir atención dentro de las
instituciones. Así lo atestigua Ricardo5 al referirse a los programas institucionales, quien
frecuentaba El Bronx:
Esos programas son una mierda, se queda uno encerrado y no se puede fumar ni
un cigarrillo, yo estoy acá porque quiero consumir, no más. Igual tengo la casa de
mi mamá a la que voy de vez en cuando, yo solo vengo acá cuando quiero fumar
tranquilo, no por eso me tienen que encerrar (Ricardo, entrevista realizada el 4 de
septiembre de 2019).
Ante la imposibilidad de atender a toda la población con las condiciones planteadas y dada
la presión ciudadana por el aumento de habitantes de calle en distintos lugares de la
ciudad, tres meses después de realizado el desalojo, el alcalde propuso revisar la
sentencia de la Corte Constitucional. En ella se establece el acto de habitar la calle como
un ejercicio del libre desarrollo de la personalidad, en el marco de la autodefinición de su
plan de vida, por lo cual no es posible obligar a estas personas a ser intervenidas mediante
programas de rehabilitación de manera forzada (Corte Constitucional, Sentencia T 043 de
5 Este nombre fue cambiado para proteger al entrevistado.
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos 35
2015). La intención del alcalde era hacer uso de la fuerza de la policía para trasladar a los
habitantes de calle que se habían desplazado y se negaban a internarse en alguna
institución (El Espectador, 16 de agosto de 2016).
Finalmente, es preciso señalar que uno de los objetivos planteados por la alcaldía, tal vez
el punto en que se hizo más énfasis en términos mediáticos, era posibilitar la atención a la
población menor de edad que se encontraba en el lugar. Tal como afirma la Secretaría de
Gobierno, con esta intervención se buscaba:
Restablecer los derechos de las niñas, niños y adolescentes y los habitantes de
calle, procurando prevenir nuevas vulneraciones en esta zona de la ciudad.
Como se expuso anteriormente, la vulneración de derechos de habitantes de calle se vio
profundizada debido a la intervención. Por otro lado, respecto a los y las menores de edad,
al analizar los datos de desplazamientos ocurridos a raíz del desalojo, se evidencia que
hubo un significativo aumento de la población que habita la calle en la localidad de Puente
Aranda, lugar al que se movilizaron mayoritariamente quienes habitaban el Bronx, siendo
más fuerte el incremento en la población menor de edad. Mientras para el 2011 en esta
localidad se ubicaba el 6% de la población total de habitantes de calle y el 2% de los
menores de edad, para el 2017, un año después de la intervención, se encontraba allí el
17% del total y el 30% de niños, niñas y adolescentes. Es decir, mientras el total de la
población se incrementó en un 11% en esta localidad, para el caso de los menores de
edad el aumento fue de 28%6. Estos datos evidencian que una de las poblaciones más
afectadas por la operación realizada en el Bronx fue aquella que se pretendía proteger de
manera prioritaria.
Si bien en términos formales la política implementada por Peñalosa no presentó
variaciones fuertes en el modelo de atención, la desfinanciación de la misma y los
procedimientos empleados durante la intervención hicieron evidente la intención de la
6 Fuente: VI y VII censos sectoriales a habitantes de calle (DANE & Secretaría de Integración Social, 2012, 2017)
36 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
alcaldía de tratar la habitabilidad en calle como un problema de seguridad, en tanto que
los derechos de estas personas solo son válidos cuando se comportan como sujetos
dóciles en disposición de asumir un proceso institucional específico. De acuerdo con esto,
el programa social de dicha alcaldía solo concibe la posibilidad de ser del habitante de
calle mientras este se encuentre recluido, en caso contrario será objeto de la política de
seguridad.
Política de seguridad
Las primeras políticas de seguridad urbana en Bogotá se instauran durante la alcaldía de
Antanas Mockus, así fue la ciudad pionera en dar inicio a este tipo de políticas en las urbes
colombianas. Antes de este giro, las políticas de seguridad eran de corte nacional y se
enfocaban en los grupos armados del país (Ávila, 2014). Con esta tendencia, se inicia un
proceso de visibilización de conflictividades propias de las ciudades que debían ser
tratadas por los gobiernos locales.
La primera política de seguridad urbana de Bogotá se basaba en el impulso de una cultura
ciudadana, que buscaba homogenizar las prácticas urbanas para poder proscribir las
acciones delictivas. Posteriormente, con la llegada de Peñalosa a la alcaldía, se
mantuvieron algunos preceptos de la cultura ciudadana, en tanto este gobierno se
presentaba como la continuación de su antecesor. Sin embargo, esta alcaldía introdujo un
fuerte énfasis en el desarrollo urbanístico como estrategia de seguridad, de esta manera
es posible encontrar en el plan de desarrollo, correspondiente al periodo, como una
estrategia de seguridad el “fomento del buen uso del tiempo libre y el espacio público”
(Alcaldía Mayor de Bogotá, 1998). Esto se vio acompañado de un aumento del pie de
fuerza de la policía, que buscaba asegurar una mejor percepción de seguridad en la
ciudad. Posteriormente, con la llegada de gobiernos de izquierda, se produce un viraje
radical, centrado en la implementación de políticas sociales como estrategia para reducir
la criminalidad, bajo la premisa de que al disminuir los factores de exclusión social se
atacan los factores que producen la criminalidad. De este modo, se implementaron
programas para asegurar la alimentación, comedores comunitarios y refrigerios escolares,
adicionalmente, en el último gobierno de este periodo, el de Gustavo Petro, se
desarrollaron proyectos que buscaban incrementar la empleabilidad de jóvenes en zonas
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos 37
marginales (Ávila, 2014). Finalmente, al retornar Enrique Peñalosa a la alcaldía, se
retoman los preceptos de la seguridad a través del desarrollo urbanístico, nuevamente, el
espacio público es un elemento de especial atención y se plantea como necesaria su
recuperación (Alcaldía Mayor de Bogotá, 2016). Esto se complementa con el aumento de
los videos de vigilancia y de la fuerza pública (Secretaría de Seguridad convivencia y
justicia, 2017).
Hasta aquí es posible evidenciar que las políticas de seguridad urbana de la ciudad de
Bogotá se han situado en dos tipos de corrientes, concordantes con las principales
tendencias acerca de la seguridad a nivel internacional. La primera de ellas, de corte
tradicionalista, asume la seguridad como un asunto que se resuelve con la fuerza pública;
la segunda, que reúne a los ampliacionistas, sigue el discurso de la seguridad humana y
busca situar diversas aristas sociales en la construcción de seguridad (Bárcena, 2000). A
la primera tendencia corresponde la teoría de las ventanas rotas, la cual ha guiado
principalmente las disposiciones que ha presentado Enrique Peñalosa. Esta corriente nace
de un experimento realizado por Philip Zymbardo, psicólogo estadounidense que ubicó dos
vehículos en el espacio público, uno en un lugar con altos índices de criminalidad y el otro
en un barrio de clases altas. El resultado inmediato fue la vandalización del carro ubicado
en la zona de mayor peligrosidad, sin embargo, como continuación del experimento, se
decide romper uno de los vidrios de un auto ubicado en el barrio rico, a los pocos días el
vehículo se encontraba igual de vandalizado que el ubicado en otra zona de la ciudad. Esto
le permitió concluir que la criminalidad tiene una fuerte relación con las condiciones del
paisaje, ya que algo que visiblemente se encuentra abandonado tiene mayores
posibilidades de atraer actos criminales. Posteriormente, esta teoría fue adoptada por el
alcalde Giuliani de Nueva York, quien implementó estrategias de embellecimiento urbano,
acompañadas por un uso intensivo de la fuerza policial, encargada de realizar controles
individuales para prevenir el surgimiento de nuevos posibles focos de criminalidad. Desde
ese momento el modelo se exportó como política urbana a distintas ciudades del mundo.
Este modelo ha sido fuertemente cuestionado, ya que las condiciones de éxito del
programa implementado en Nueva York fueron bastante específicas y no respondieron
únicamente a los factores previstos desde su formulación, además, se critica la
discrecionalidad en el actuar de la policía, debido a que con tal enfoque los límites en el
papel que esta juega respecto a la ciudadanía tienden a difuminarse (CPAT & Parces ONG,
38 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
2017). Esta es la corriente que asume Enrique Peñalosa en sus dos administraciones, su
política de seguridad tiene un fuerte componente policivo y otro urbanístico.
La otra tendencia, de seguridad humana, puede describir la política implementada por las
alcaldías entre el 2004 y el 2015. Esta doctrina es propuesta por las Naciones Unidas en
el informe sobre desarrollo humano de 1994 del PNUD, atendiendo a la tendencia de
planeación por necesidades que se posicionaba y a los discursos de Derechos Humanos.
El documento introduce diferentes dimensiones de lo humano que se deben asegurar para
garantizar el bienestar de las personas, se proponen siete aspectos: económico,
alimentario, sanitario, medioambiental, personal, comunitario y político. Los puntos varían
de acuerdo con quienes teorizan sobre este planteamiento de la seguridad, introduciendo
o eliminando algunos elementos. Encontramos que este discurso también cuenta con
varias críticas, por un lado, la imprecisión del problema de la seguridad, ya que los distintos
ejes se presentan de manera inconexa, dejando elementos a atacar muy amplios y
dispersos; por otro lado, al ser tan variados los temas y partir de agendas propias de los
derechos humanos, se tiende a generar una secularización de las agendas sociales, lo que
posibilita la realización de intervenciones que, aunque se presentan como humanitarias,
se realizan mediante el uso de la fuerza (Peña, 2010).
Es de resaltar que, en el gobierno urbano, este giro hacia la seguridad se da paralelamente
a la inserción de las ciudades en las economías globales, siendo un factor que se establece
como exigencia para el posicionamiento de ciudades globales. Los capitales que invierten
en las ciudades buscan garantizar que estos espacios, que son construidos para favorecer
la circulación de capitales, les aseguren procesos económicos con riesgos bajos, de este
modo, la seguridad se convierte en una de las premisas de la ciudad global. Frente a las
políticas de seguridad, el experto en seguridad Luis Berneth asegura:
Por lo general no son solo producto de procesos locales sino procesos globales,
por ejemplo, el Banco Mundial, la cooperación internacional financia proyectos
específicos, el Banco de Reconstrucción financia productos de seguridad urbana
que tienen que ver con la rehabilitación física de lugares y lo que han hecho las
administraciones locales es que a estos proyectos cuando llegan no los nombran
solo rehabilitación física sino añaden en el discurso la rehabilitación social, la
reintegración social.
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos 39
(…) ese régimen de seguridad neoliberal pone énfasis en articular el control de
ciertos espacios centrales, en todos los lugares del mundo, en los países del sur
global, el tema del centro se volvió muy importante, es la época de un régimen de
seguridad donde la mafia se vuelve el elemento central de la controversia sobre
cómo tratar la seguridad, entonces la seguridad urbana ya no es solamente un tema
de la micro ciudad, de atracos, sino de la seguridad del Estado (Entrevista a Luis
Berneth Peña, Realizada el 12 de septiembre de 2019).
De acuerdo con esto, el proyecto de seguridad se posiciona como un objetivo nacional,
dando paso a la existencia de presiones sobre las administraciones locales que, en
algunas ocasiones, lleva a desencuentros entre ambas instancias. Más aún, cuando se
considera que el principal órgano de seguridad con el que cuentan las ciudades es la
policía, al ser esta de orden nacional. En algunas ocasiones, esto se hizo evidente durante
las administraciones que tuvieron su enfoque centrado en la seguridad humana, ejemplos
de ello son el desencuentro que sucedió en el 2008, entre el entonces ministro de defensa
Juan Manuel Santos y el alcalde Samuel Moreno (El Espectador, 19 de agosto de 2008),
así como las ocasiones en que la policía parecía no acatar las instrucciones de Gustavo
Petro cuando este era alcalde de Bogotá. Estos desencuentros evidencian que existen
temas propios de la seguridad urbana que son de interés nacional y que, pese a la
existencia de administraciones que no son completamente favorables a las nacionales, se
busca la forma en que estos procesos continúen andando. Ejemplo de ello fue la
intervención por parte de la policía y la administración distrital realizada en el Bronx en el
2013, que respondió al asesinato de un policía a finales de 2012 al interior de esta olla y a
una directriz presidencial de acabar con las 25 ollas más importantes del país. Estos dos
elementos hicieron que la alcaldía se viera obligada a realizar el operativo (Vargas &
Martínez, 2013). Cabe aclarar que si bien este hecho cambió las condiciones de
funcionamiento de la olla por algún tiempo, no logró desarticular las redes de narcotráfico
que funcionaban allí y tampoco terminó con el expendio que se llevaba a cabo.
Teniendo este marco, vale la pena analizar cuál es el papel que ha jugado el habitante de
calle en materia de seguridad. En primer lugar, cabe señalar que existe un fuerte proceso
de estigmatización hacia los habitantes de calle, produciendo un imaginario negativo sobre
ellos, lo que tiene un efecto directo en la profundización de su exclusión y segregación.
Dicho proceso se evidencia incluso en aquellos organismos institucionales encargados de
40 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
brindar asistencia a esta población, haciéndose presente a través de la interacción directa
con los funcionarios encargados de atenderlos (Suárez, 2017) (Nieto, 2016). El estigma
que pesa sobre esta población cuenta con una fuerte trascendencia en la historia, en donde
es posible evidenciar la existencia de raíces de exclusión desde la instauración misma de
las ciudades y encontrar la idea del vago o mendigo que se contrapone a la de ciudadano
(Robledo & Rodríguez, 2007). Es así como desde el inicio de las ciudades se crea este
sujeto excluido de las mismas y, por tanto, despojado de su estatus de ciudadano. Esta
situación no ha sido ajena al ordenamiento normativo y al cuerpo de políticas que han
versado respecto a esta población. Es posible identificar cómo se han transformado las
leyes y demás documentos normativos en relación al tratamiento de las personas que
habitan la calle, son evidentes las primeras menciones donde es explícito el tratamiento
criminal que se les daba.
Al analizar la evolución del régimen legal colombiano en materia de habitantes de calle,
Lozano y Santamaría (2017) identifican cómo, antes de la expedición de la Constitución
de 1991, esta población era objeto de una fuerte represión. En ese momento se
evidenciaba una tradición cultural según la cual era menester excluir a estos sujetos. Este
imaginario se ve reafirmado por la expedición de diversas regulaciones, donde es usual
encontrar que organismos como el Congreso de la República hacían referencia a esta
población como “vagos, maleantes y rateros”, considerándoles como elementos
perjudiciales para la sociedad. La mendicidad era considerada como una conducta
antisocial que atentaba contra la propiedad, que debía ser defendida, de tal forma, estaba
contemplada como una actividad merecedora de contravenciones, cuyas sanciones
incluían la expulsión de los habitantes de calle de sus lugares de residencia y su reclusión
en colonias agrícolas. No es si no hasta el Código Penal de 1980 que se deja de considerar
como peligrosa esta actividad.
Como se mencionó anteriormente, la década de los 90 inicia con una serie de políticas
sociales dirigidas a la población habitante de calle, sin embargo, distintas actuaciones
desde diversos organismos institucionales reflejan una actitud que mantiene y reproduce
los imaginarios negativos hacia esta. La situación de alta vulnerabilidad de tales personas
no se ha disminuido, las agresiones que sufren hace que se cuenten altos índices de
homicidios y desapariciones forzadas, tal como se evidencia en los siguientes gráficos que
reflejan la situación en la ciudad de Bogotá:
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos 41
Gráfico 2 Homicidios de habitantes de calle en Bogotá 2004-2014
Gráfico 3 Habitantes de calle desaparecidos en Bogotá 1992-2015
Resulta especialmente preocupante la información acerca de las desapariciones en esta
población. Si bien es posible y necesario identificar que existe un fuerte subregistro y
dificultad para la medición de estos eventos, se puede afirmar que existe un crecimiento
de las desapariciones de que son víctimas los habitantes de calle. Por otro lado, los CHC
evidencian que el principal agente del que reciben agresiones es la Policía. El último censo,
realizado en el 2017, muestra que el 57,1% de los habitantes de calle han sido agredidos
por miembros de esta institución, cifra que es muy similar en los anteriores censos. La
situación descrita y la evidencia de un agente institucional como principal agresor lleva a
preguntarse por las divergencias existentes entre la política normada para la población
habitante de calle y las acciones que, en efecto, se llevan a cabo. Teniendo en cuenta
estos aspectos, vale la pena poner sobre la mesa la lectura que hace la Policía Nacional
acerca del papel que juega el habitante de calle en la ciudad:
Lo que se puede observar es que cuando hay personas sin hogar y que se
encuentran en condición de habitabilidad de calle, la comunidad, por lo general,
010203040506070
2002 2004 2006 2008 2010 2012 2014 2016
Fuente: elaboración propia a partir de información obtenida en Medicina Legal
0
20
40
60
80
1992 1995 1996 1997 1998 2000 2002 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015
Fuente: elaboración propia a partir de información obtenida en Medicina Legal
42 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
percibe un alto grado de inseguridad, y no quieren ver a estas personas frente a su
residencia y acuden a la policía para que sean retirados.
Más adelante, al referirse a las actuaciones que realizan ante la presencia de habitantes
de calle, afirman:
(…) la verificación de los lugares donde habitan, verificación de los puntos de
principal foco de inseguridad al parecer por habitantes de calle7
Estos elementos expresan con claridad que la institución que efectúa la política de
seguridad de manera más directa aún considera al habitante de calle como un sujeto
relacionado con la criminalidad, siendo este el principal elemento que se emplea en su
descripción. Entonces, si bien existe un aparato normativo e institucional que busca la
protección de los derechos de esta población, los órganos encargados de efectuar las
políticas de seguridad mantienen posturas criminalizantes que terminan por negar su
condición ciudadana.
Tales diferencias se hacen evidentes en los casos de estudio específicos de esta
investigación: las intervenciones realizadas en la calle del Cartucho y en el Bronx.
Ambos operativos sucedieron de formas similares en lo que respecta a los objetivos que
se planteaban. En el primer caso, el gerente del proyecto Tercer milenio afirmaba que:
El objetivo de la intervención urbanística en ese sector es desarticular la economía
del Cartucho, la mayor parte de la cual gira alrededor de la venta de droga y del
mercado de lo ilícito (El tiempo, 17 de febrero de 2002).
En el desalojo sucedido en el Bronx, la respuesta por los objetivos del desalojo es muy
similar a lo afirmado por la Secretaría de Gobierno, que indica como segundo y tercer
objetivo:
7 Apartados tomados de un derecho de petición dirigido a la Policía Nacional de Colombia.
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos 43
Desarticular las organizaciones criminales que operaban y controlaban esta zona
de la ciudad.
Garantizar y mantener la presencia institucional amplia para las poblaciones
vulnerables que habitan y transitan por esta zona, y recuperar el control territorial
del sector8
Aunque en ambos proyectos se planteaban objetivos enfocados a la atención de las
personas que habitaban la calle, en el primer caso, haciendo énfasis en los recicladores y,
en el segundo, en los menores de edad, estas poblaciones resultaron fuertemente
afectadas a raíz de que estos proyectos incumplieron dichos objetivos. Por esta razón se
prescinde de mencionarlos, con el fin de hacer énfasis en aquellos que tuvieron mayores
resultados, razón que hace, en términos prácticos, prevalecer los objetivos citados.
Además, en ambos casos se denuncia el uso excesivo de la fuerza pública, dejando como
saldo varios heridos. En el caso del Cartucho, la entrada se realizó con la policía y el
ejército, resaltando el uso de armamento de guerra. En el Bronx entró el Escuadrón Móvil
Antidisturbios – ESMAD, el cual está equipado con armamento no letal. Respecto a esto
Camilo9, quien solía frecuentar el Cartucho, relata:
Cuando entra este loco del Peñalosa, empieza a hacer sus operativos poquito a
poco, comienza a decomisar drogas, empieza a decomisar la de cosas, hasta que
el man ya llega un punto en que se mete es con toda, en esa época yo me acuerdo
que el güevón ese se metió con petardos y todo. Yo al otro día llegué allá, claro eso
estaba vuelto nada, es más todavía había morracos10 botados por el piso, porque
el man entró fue a matar no como en la L, yo digo que lo hizo mejor porque no hubo
muertos, no hubo bajas de nada, en esa época sí hubieron muchos muertos
(Camilo, entrevista realizada el 29 de junio de 2019).
8 Respuesta obtenida a través de un derecho de petición dirigido a la Secretaría de gobierno, a través de la UTL de la senadora Ángela María Robledo 9 Este nombre fue modificado para proteger a la persona entrevistada. 10 Expresión callejera para referirse a los cadáveres.
44 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
Pepe relata su experiencia del desalojo en el Bronx de la siguiente manera:
El desalojo del Bronx, eso fue puño, pata, bolillo y coger lo que se encontrara. Yo
estaba sano, llegaron y eso nadie los esperaba, llegaron en la madrugada cuando
todo el mundo estaba en lo suyo; lanzaron gases y aturdidoras, después nos
pusieron en fila y se llevaron un montón de gente a la UPJ. A un man que estaba
al lado mío en la fila le cascaron en las piernas porque no se podía parar (Pepe,
entrevista realizada el 11 de julio de 2019).
A partir de esto, es preciso prestar especial atención al papel que jugó la Unidad
Permanente de Justicia - UPJ en este proceso. La alcaldía presenta como uno de los logros
del operativo realizado el traslado de 508 personas a este lugar (El Tiempo, 28 de mayo
de 2016), por lo que vale la pena profundizar en el papel que desarrolla este centro en el
marco de la política de seguridad urbana. La UPJ11 está diseñada como una unidad de
reclusión transitoria, según el Código de Policía, allí son llevadas personas con alto “grado
de excitación”, sin embargo, este documento no especifica lo que esta expresión significa,
dejando su definición a discrecionalidad del agente de policía, quien en últimas decide
trasladar a alguna persona a dicho lugar. Esta arbitrariedad ha dado pie a que ciertas
personas sean vistas como indeseables en el espacio público, los afectados son,
principalmente, jóvenes pobres y habitantes de calle (Lemaitre & Albarracín, 2011). Por
otro lado, el traslado de alguien a este lugar no supone que este haya cometido algún
delito, razón por la que la permanencia allí está limitada a un rango de máximo 72 horas.
Esto permite afirmar que las personas que fueron trasladadas a la UPJ a raíz de la
intervención no habían cometido delitos ni hacían parte de las redes criminales del lugar.
Frente a lo sucedido en este lugar, Sebastián Lanz, defensor de derechos humanos, quien
realizó seguimiento al operativo, afirma:
después de esta conducción hicieron la oferta de servicios que el Estado tiene que
hacer al interior de un centro casi penitenciario de atención penitenciaria, preventiva
y transitoria que es algo, además de inconstitucional, completamente macabro,
conducir a 508 personas para poderles hacer la atención psicosocial y la oferta de
11 La UPJ fue transformada en el 2017, un año después del desalojo del Bronx, pasó a llamarse Centro de traslado por protección, sin embargo, la función que cumple y las condiciones por las cuales una persona puede ser trasladada allí se mantienen.
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos 45
servicios sociales al interior de un centro penitenciario cuando no habían cometido
ninguna contravención ni ningún delito (Entrevista a Sebastián Lanz, realizada el 1
de octubre de 2019).
Este resultado puede haberse presentado ante los números de capturas poco
favorecedores. Si bien se dio el informe de 20 personas capturadas (CPAT & Parces ONG,
2017), solo fue posible judicializar a dos de ellas por ser cabezas de las organizaciones
delincuenciales al interior del Bronx. Al respecto, Emilia Márquez -defensora de derechos
humanos- afirma que, ante la gran cantidad de críticas recibidas tras el operativo, el Distrito
inició una campaña mediática donde se buscaba posicionar la operación como exitosa,
acompañada de visitas de personas importantes al sector y la realización de eventos en
él, pretendiendo mostrar a la intervención como la gran salvadora del habitante de calle,
cuando es bien sabido que en esta materia fue un fracaso (Entrevista realizada el 1 de
octubre de 2019). Sin embargo, este discurso se centra únicamente en mostrar el lugar
intervenido, desconociendo las posteriores trayectorias de quienes se vieron afectados.
En este operativo también sale a relucir el papel que tuvo la policía a la hora de cercar a
los habitantes de calle, apenas estos salían del Bronx. Tras el desalojo sucedieron varios
enfrentamientos con la fuerza pública que se fueron desplazando hasta llegar al caño de
la sexta, en la localidad de Puente Aranda. Una vez allí, los policías obligaron a los
habitantes de calle a mantenerse en este lugar, impidiendo su salida por medio de golpizas.
Es decir, la policía actuó como un agente que direccionó el desplazamiento de las personas
desalojadas a lugares específicos de la ciudad. Algunas personas pertenecientes a la
organización Parces, que se encontraban acompañando a la población en ese momento,
relatan esta acción de la policía, afirmando que a los pocos días de desarrollado el
operativo, en inmediaciones del caño:
Comenzó a perseguirlo (el policía) alzando el palo alto con el brazo derecho, lo
persiguió incluso en medio de la calle Sexta mientras pasaban carros, poniendo en
riesgo su vida. Finalmente, el habitante de la calle volvió a entrar al caño (…) Luego
vimos cuando a otro habitante de la calle que salió del caño, cruzó corriendo la
calle hacia el norte y cogió por la carrera 24, un policía, también con un palo en la
mano, salió corriendo detrás a perseguirlo y otros dos policías, en motos, que
46 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
estaban en la otra esquina también arrancaron y se metieron a toda velocidad por
el andén en donde estábamos paradas para perseguirlo. Había unos ocho policías
amenazando a los habitantes de la calle y arreándolos con palos o con los bolillos.
Pudimos ver que tres policías tenían palos y los demás usaban el bolillo. Fueron
siempre muy violentos, golpeando el piso o las cosas que tenían, rompiéndoles las
pipas y los objetos que tuvieran con ellos (CPAT & Parces ONG, 2017, p. 48).
Resulta pertinente preguntarse cómo es posible que dos políticas de Estado -la distrital
urbana y la social- resulten tan distantes la una de la otra, hasta llegar al punto en que la
política que rige las intervenciones urbanas desconoce la política social respecto a la
población que se está afectando.
Para responder a esta inquietud es bastante útil el planteamiento de Michel Foucault
(2011), quien expone cómo en el régimen de gobierno, que caracteriza la forma actual de
organización de poder que rige en las sociedades neoliberales, se ha desarrollado una
fuerte sofisticación de los mecanismos y dispositivos de control, permitiendo el traslado del
objeto a gobernar. Este autor afirma que las formas de gobierno contemporáneas crean
una suerte de espacios de seguridad, correspondientes a las ciudades, en los cuales se
garantiza el buen curso del ejercicio de gobierno y el control de la población. Estos
espacios se crean con el fin de organizar los flujos que constituyen la ciudad, suprimiendo
los aspectos peligrosos y distinguiendo entre buenas y malas circulaciones -maximizando
las buenas y minimizando las malas-. Este tipo de gobierno resulta mucho más efectivo al
momento de realizar medidas de control sobre la población que aquellos disciplinarios
basados en el encierro. Ya que no buscan reglamentar la totalidad, las medidas de
gobierno tienden a ampliar sus efectos, pues permiten la integración constante de nuevos
elementos, bajo la idea de reglamentación. Esto no quiere decir que los mecanismos
disciplinarios dejen de existir, sino que estos quedan restringidos a aquellos que no se
ajusten a la noción de población supuesta por las disposiciones de gobierno sobre el
territorio. Este proceso parte de desarrollar un gobierno sobre la población a través de la
regulación del territorio, aduciendo como principio la protección y aseguramiento del
mismo, proceso que supone una disociación entre el acontecimiento a regular y el “hombre
como individuo” (Foucault, 2011, p. 63). Esto significa, en primer lugar, la existencia en la
praxis de una supremacía de la política urbana sobre la social, so pretexto de garantizar la
seguridad de las ciudades. En segundo lugar, la securitización de los diversos aspectos
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos 47
de la política urbana, ya que cualquier elemento va a tener que enfrentarse primeramente
ante las definiciones de la política de seguridad urbana. Y en tercer lugar, la creación de
sujetos abstractos callejeros, quienes asumen una mimetización de las diversas personas
y relaciones que habitan el espacio público en un elemento cuya única característica es la
criminalidad, que se refleja en la ocupación y apropiación ilegal de la ciudad; lo que lleva
a asumir como conclusión que todo aquel que ocupe la calle de manera inadecuada es
criminal.
Después del desalojo
Afirmar que estos procesos de renovación urbana responden a lógicas de gentrificación no
solo implica que se presenta una valorización del lugar, con el fin de lograr captar el
diferencial de renta tal y como sucedió en estos lugares. También significa que a raíz de
esta fase se desarrolla un proceso de despojo del lugar, pues se impide a las personas
continuar habitando el lugar que ocupaban para ser reemplazadas por personas con mayor
poder adquisitivo (Harvey, 2008). Para los dos casos estudiados, esto significó un
procedimiento de expoliación de sobremanera violento, en el que, desde un inicio, a los
habitantes de calle les fue negada su pertenencia al lugar y el papel que habían
desarrollado como habitantes de este lugar, considerando que simplemente no debían
estar allí. Al asumir que no existe una relación de posesión directa sobre estos lugares,
desconociendo el papel que juegan tales personas en la producción de estos espacios a
través de sus vivencias cotidianas, y al no contemplar ni proponer solución alguna que
permitiese su permanencia en la calle, se termina por desconocer su existencia como
ciudadanos y como habitantes de la ciudad. Esta expoliación, sin consideración de la
existencia de los habitantes, conlleva a un proceso de desplazamiento de la población
desalojada, recreando así un ciclo de destrucción-creación, donde lo único que se logra es
la recreación de los espacios, con sus correspondientes problemas, en otros lugares de la
misma ciudad, es decir, el desplazamiento del problema inicial (Brenner & Theodore,
2002). La continuación de este ciclo responde al desconocimiento, de entrada, de los
procesos de producción espacial que constituyen estos lugares, ya que en el desarrollo de
la operación no son tenidos en cuenta, por lo que únicamente se realiza una intervención
de los aspectos paisajísticos localizados en un espacio físico específico. En efecto, con
estas acciones se consigue cambiar la presentación de lugares puntuales pero, dado que
48 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
no se consideran las demás dinámicas que subyacen a estos espacios y no se realiza
algún tipo de acción sobre los procesos mismos de producción, estos continuarán
existiendo en otros lugares. Siguiendo esta línea, a continuación, se busca exponer los
desplazamientos sucedidos a raíz de las intervenciones del Cartucho y el Bronx, para así,
en el próximo capítulo, presentar cuáles son los procesos de producción de este tipo de
lugares.
Para iniciar, es preciso resaltar que en el caso de estos desplazamientos, los habitantes
de calle entran en un estado total de desprotección y aumenta su vulnerabilidad, que de
por sí ya era extrema, situación que al presentarse de manera masiva produce nuevas
aglomeraciones de personas en un alto grado de emergencia social; a diferencia de los
procesos de gentrificación en donde las personas desplazadas cuentan en alguna medida
con medios de subsistencia.
Por otro lado, para entender los desplazamientos y nuevos asentamientos generados tras
las intervenciones, es preciso aclarar cómo este tipo de ollas, al estar pobladas
principalmente por habitantes de calle, mantienen dinámicas donde la población no
establece ritmos de permanencia constantes, pues esta subsiste gracias al
desplazamiento cotidiano dentro de la ciudad. En esa medida, aunque estos lugares
siempre se encuentren colmados, es posible considerar que cuentan con una amplia
población flotante que permanece al interior por largos periodos pero que, de igual manera,
habitan de manera recurrente y prolongada otros espacios de la ciudad. Esta situación la
ejemplifica la historia de Camilo, quien habitaba con su familia en el Bronx, también
conocido como la L o la Letra, pero pasaba gran parte de su tiempo en el Cartucho:
Pues, prácticamente como yo nací ahí en la L, pues yo me la pasaba allá metido
todo el tiempo con amiguitos, yo me salía de la L y me iba pa allá, pal cartucho y
allá nos íbamos a jugar con los caballos, a jugar un rato, molestar, después nos
íbamos por allá para la Letra, en esa época casi no habían tombos, no jodían tanto,
y joda por todo ese centro (…) Yo allá (en el cartucho) no dormía como tal, pero sí
a veces pasábamos noches enteras allá, toda la noche callejeando y callejeando,
pero dormir como tal nunca, nunca (Entrevista a Camilo, realizada el 29 de junio de
2019).
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos 49
De esta forma es posible entender por qué con la operación realizada en estos lugares no
fue posible asegurar un acercamiento, por parte del Distrito, a todas las personas que
habitaban en estos lugares. Varias de las personas que fueron entrevistadas y que
habitaban allí se encontraban en otros lugares en el momento de la intervención. Estas
personas, posteriormente, fueron agrupándose en otros lugares de la ciudad, incluyendo
como destinos otras ollas ubicadas en el sector. Tal como es el caso de Ernesto12, quien
vivía en el Bronx en la época de la intervención:
Yo no me quedé esa noche porque me farrié en otro lado, llegué cuando un parcero
me dijo ¡Se metieron!, pero paila, no había forma de entrar, había policía y ESMAD
por todos lados, allá se quedaron mis cosas encerradas. Yo tenía un cuarto, con
mi ropa, mi colchón y un radio, lo perdí. Me tocó coger para el Sanber13 mientras
todo se calmaba. Perdí todo porque así paila acercarse, quien intentara meterse un
poquito allá le iban dando bolillo (Entrevista a Ernesto, realizada el 25 de
septiembre de 2019).
Para iniciar con los desplazamientos sucedidos en la intervención al Cartucho, hay que
aclarar que, si bien la primera operación se realizó en el año 1998, este proceso se
extendió hasta el 2004, cuando se entregó finalmente el Parque Tercer Milenio. Durante
ese periodo permanecieron en el lugar carpas hechizas donde se expendían sustancias
psicoactivas. En esa medida, los desplazamientos se produjeron de manera paulatina
durante ese periodo, estos están representados en los mapas 1, 2, 3 y 4.
El primer mapa representa la distribución en el año 1999, cuando se realizó la primera
demolición, un año después de la primera intervención. En este momento la concentración
de habitantes de calle se mantenía en las zonas aledañas al Cartucho, ubicado en la
localidad 3, Santafé, mostrando claramente un área de incidencia alrededor de este sector.
Para este momento, las localidades periféricas aún mantenían concentraciones bajas de
12 Este nombre fue cambiado por seguridad de la persona entrevistada. 13 Este es el nombre con el que los habitantes de calle designan a la olla ubicada en el barrio San Bernardo, en la localidad de Santa fe.
50 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
habitantes de calle, algunas con presencia de menos del 1%, como era el caso de Ciudad
Bolívar y Usme.
Mapa 1 Distribución geográfica de habitantes de calle - 1999
Con el tiempo, ante la inminente destrucción y demolición del Cartucho, las personas que
se encontraban allí comenzaron a desplazarse, así fueron ganando peso otras ollas
aledañas del sector, como el Bronx, ubicado en la localidad número 14 -Mártires-, como lo
muestra el Mapa 2. Sin embargo, la presencia de habitantes de calle en el Cartucho
continuaba siendo fuerte. Resalta también el surgimiento de puntos de expendio en el
Barrio San Bernardo, dando lugar a lo que posteriormente sería conocido como el Sanber.
Este suceso quedó documentado en periódico El Tiempo:
¿Qué va a pasar con esta gente cuando tumben todos los edificios? El interrogante
que lanza el vocero de los indigentes desde el edificio en ruinas es el mismo que -
palabras más, palabras menos- se hacen los líderes comunales y algunos
habitantes y comerciantes de los barrios vecinos.
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos 51
Estos últimos temen que los ocupantes del Cartucho salgan disparados, como
esquirlas de granada, hacia las calles cercanas e intenten formar docenas de
Cartuchitos.
De hecho, ese fenómeno ya está ocurriendo. En el barrio San Bernardo, el más
cercano a este sector, los habitantes denuncian la aparición de tres o cuatro ollas
(expendios) de bazuco en los últimos seis meses, la llegada de prostitutas de baja
prosapia, de atracadores y de ñeros que consumen vicio en la calle. Todo esto, en
inmediaciones de cuatro colegios (El Tiempo, 17 de febrero de 2002).
También es de resaltar, en contraste con el primer mapa, el hecho de que todas las
localidades de Bogotá cuentan ahora con presencia de habitantes de calle, lo que se
corresponde con el surgimiento de puntos de expendio a lo largo de la ciudad. Entre ellos
se destaca lo que posteriormente sería conocido como el Cartuchito, ubicado en las
inmediaciones de la plaza de Corabastos. Esto marcaría la expansión del microtráfico en
la ciudad, generando diversos puntos en las localidades (Góngora & Suarez, 2008).
Mapa 2 Distribución geográfica de habitantes de calle - 2001
52 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
Para el año 2004, cuando se entregó el Parque Tercer Milenio, aún existían asentamientos
en las inmediaciones del Bronx, que llegaban a concentrar el 22% de la población habitante
de calle, según los datos del IV CHC. Es preciso señalar que en este periodo, tras algunos
intentos fallidos de reubicar a esta población, varias personas fueron trasladadas al antiguo
Matadero Distrital, ubicado en la localidad de Puente Aranda. También se debe mencionar
que el denominado Cartuchito, en la localidad de Kennedy, tomó fuerza, lo que explica el
incremento de población en estados dos localidades, como lo muestra el Mapa 3.
Mapa 3 Distribución geográfica de habitantes de calle - 2004
Una vez el Cartucho fue desalojado completamente e inaugurado el Parque Tercer Milenio
se produjo una inversión entre las dos localidades con mayor presencia de habitantes de
calle. La localidad de Santafé continuó teniendo una alta concentración debido a las otras
ollas que se ubican en este lugar, principalmente San Bernardo y La Favorita. Por otro
lado, para el 2007 la olla del Bronx se posicionó como la más grande y la principal de la
ciudad. Esto correspondió con la desmovilización de los paramilitares y la llegada de ellos
a las grandes ciudades. Como, claramente, lo relata Jorge, quien habitaba el Sanber y
frecuentaba constantemente el Bronx:
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos 53
La estructura de seguridad se vino a afianzar a lo último, yo le digo como cuando
cogieron más poder (…). Yo creo que entre 2005 y 2007-2008, sobre todo en el
mando de Uribe, no, es que los paramilitares ahí se cogieron de todo, se afianzaron,
entonces yo creo que a partir de como 2007 en el mando de Uribe y todo eso, la L
se estructura a nivel militar de una manera muy fuerte, porque yo siento que ellos
eran muy vulnerables en ese sentido y se hicieron tan fuertes que mira, casi no se
puede intervenir, una locura (Entrevista a Jorge, realizada el 3 de octubre de 2019).
Mapa 4 Distribución geográfica de habitantes de calle – 2007
Con el tiempo, los efectos de dispersión causados por la renovación del Cartucho se fueron
revirtiendo, evidenciando una reconcentración de población de habitantes de calle en los
lugares centrales de la ciudad, siendo su presencia más fuerte en las localidades de
Mártires y Santafé, las cuales concentraban un poco más del 50% de estos habitantes.
Este proceso evidencia la corta duración que puede llegar a tener la renovación urbana
cuando no se tienen en cuenta los procesos que producen el deterioro de los lugares.
54 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
Mapa 5 Distribución geográfica de habitantes de calle - 2011
La intervención del Bronx, a diferencia de la del Cartucho, ocurrió en un breve periodo de
tiempo, a los pocos días de realizado el operativo el lugar se encontraba completamente
desalojado, de forma tal que todos los habitantes de calle que se encontraban allí se vieron
inmersos en una gran diáspora alrededor de la ciudad. El suceso marcó un punto de
inflexión en la distribución de habitantes de calle en la ciudad, como lo muestra el Mapa 6,
con lo que la localidad de Puente Aranda fue la más afectada.
Es preciso señalar que, pese al desalojo total del Bronx, la localidad de Mártires continúa
presentando altos niveles de concentración de habitantes de calle, debido a que los
primeros movimientos que se presentaron incluyeron concentraciones en la olla ubicada
en las inmediaciones de la Plaza España y la conocida como 5 huecos, ubicada cerca de
San Andresito de San José. Además, tal como señala el informe Bogotá sin el Bronx
(Escobedo, Ramírez, & Sarmiento, 2017), muchos de los habitantes de calle que no
dormían en este lugar pero que lo frecuentaban permanecieron por un tiempo dispersos
en las calles del centro de la ciudad.
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos 55
Mapa 6 Distribución geográfica de habitantes de calle - 2017
El gráfico 4 permite analizar con mayor detalle, a lo largo del tiempo, los desplazamientos
de habitantes de calle en las tres localidades que se presentan como más críticas. El primer
momento, que significó un fuerte proceso de reorganización de esta población, se ubica
con la entrega del Parque Tercer Milenio, como hito que significó el fin del desalojo del
Cartucho. Tras este momento se evidencia un fuerte ascenso de la localidad de Mártires,
llegando a posicionarse por encima de Santafé. Otra pequeña inflexión se presenta
alrededor del 2007, momento en que se inicia un proceso de reconcentración en las dos
localidades más críticas, seguramente impulsado por el ascenso del paramilitarismo en la
ciudad, que significó la reorganización y concentración de la economía del narcotráfico.
Finalmente, el último punto de inflexión se presenta en el 2016, con la intervención del
Bronx. Este momento tuvo efecto en la pérdida de población en las localidades que
históricamente han tenido mayor concentración de habitantes de calle, sin embargo, lo más
significativo es el fuerte ascenso que se presentó en la localidad de Puente Aranda, que
tuvo un aumento poblacional del 11%, llegando incluso a posicionarse por encima de
Santafé.
56 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
Gráfico 4 Variación de proporción de CHC en localidades críticas
Para concluir este análisis, luego de evaluar el alcance de los objetivos de estos proyectos,
se evidencia que la especulación y desarrollo de proyectos inmobiliarios en las zonas
específicas que fueron intervenidas son los únicos elementos conseguidos, lo que se
evidencia con la valorización de los terrenos ubicados en las antiguas ollas. Sin embargo,
las intenciones de realizar una intervención integral del sector se vieron frustradas ya que
no se aseguró un plan de intervención social claro que posibilitara opciones de vida digna
a aquellos que habitaban estos lugares. Por tal razón, la mayor parte de la población
habitante de calle que no fue contemplada en el marco de estas intervenciones tuvo como
única opción el reubicarse en zonas aledañas, aumentando la densificación de otras zonas
de concentración de habitantes de calle en la ciudad o generando nuevos asentamientos.
A partir de este elemento es necesario resaltar la importancia que cobran los análisis
complejos al estudiar el hábitat. Ya que esta mirada permite entender los procesos urbanos
trascendiendo el enfoque clásico urbanístico, en donde el factor social resulta secundario.
En esa medida, analizar los procesos de renovación desde los procesos sucedidos con los
habitantes permite hacer énfasis en las trayectorias de estos y como ellas transforman la
ciudad, permitiendo una mirada que trasciende a los polígonos de intervención y permite
entender el hábitat como un proceso multiescalar con un papel preponderante de sus
habitantes.
37%
43%
38%
15%
21%
16%
8%10%
12%
30%33%
24%
5%3% 5% 5% 6%
17%
0%
5%
10%
15%
20%
25%
30%
35%
40%
45%
50%
1999 2001 2004 2007 2011 2017
Santa Fe
Los Mártires
Puente Aranda
Entrega parque Tercer MIlenio
Intervención al Bronx
Fuente: Censos realizados a población habitante de calle en Bogotá
Capítulo 1. Renovación urbana: los discursos y sus efectos 57
También es posible afirmar que gracias a las intervenciones desarrolladas se consolidó
como sujeto público al habitante de calle, principalmente como un sujeto territorializado,
cuando es necesario llevar a cabo alguna intervención en algún lugar en donde habitan.
De tal forma, se hace una asociación directa entre habitante de calle y deterioro urbano, lo
que contrasta con la inexistencia de programas de política urbana en lugares con alta
concentración de habitantes de calle, dado que estos no se encuentran dentro de los
intereses de urbanistas y capitalistas inmobiliarios. Tal proceso va de la mano con el
aseguramiento de una caracterización del sujeto público que se ha constituido, esto se
cumple en la medida en que, desde la primera intervención en el cartucho, se da un
fortalecimiento y especialización de los programas de habitante de calle, los cuales
permiten construir a este sujeto de manera clara y definir alrededor de él un problema
público, elemento que se complementa con la asignación de una población específica a
intervenir en el problema del deterioro urbano. De esta manera es posible afirmar que se
ha configurado una fuerte asociación del habitante de calle con los procesos de deterioro
urbano al momento de definir políticas urbanas, lo que implica no solamente considerar a
esta población como deteriorada, sino que, además, la mímesis que se produce entre el
sujeto y su entorno justifica su asociación a los múltiples problemas presentes en estos
lugares. En esa medida, al ser un sujeto que se entiende como territorializado en las ollas,
al habitante de calle se le asignan en el discurso características como la criminalidad y, por
tanto, la imposibilidad de habitar o ser en el espacio público. Se presenta entonces una
dualidad en la que se asume al habitante de calle en dos extremos, por un lado, como el
sujeto institucionalizado que ingresa a programas de asistencia del Distrito, en cuyo caso
se busca el restablecimiento de sus derechos. En el caso contrario, como aquel que decide
permanecer en la calle es visto como un sujeto que ocupa de manera indebida el espacio
público, llegando incluso a concebírsele como criminal, se le niega así su condición como
ciudadano, sujeto de derechos, por lo cual también es posible negarle su permanencia en
el espacio público y, en la medida que no acepta la disciplina ciudadana, omitir los
derechos que le debe garantizar el Estado.
Finalmente, se evidencia que la presencia de habitantes de calle se encuentra fuertemente
relacionada con la ubicación de ollas en la ciudad, por lo cual resulta pertinente analizar
los procesos por medio de los cuales se producen estos espacios y el papel que esta
población juega en ellos, elementos que serán abordados en el siguiente capítulo.
Capítulo 2. ¿Cómo se producen las ollas?
La presencia de habitantes de calle en la ciudad se encuentra fuertemente relacionada con
la existencia de lugares de expendio, también conocidos como ollas. Con esto no se
pretende afirmar que esta población se ubica exclusivamente en estos lugares, sino que
estos se configuran como puntos nodales. De la misma manera, es posible afirmar que la
relación de habitantes de calle con las ollas no se limita únicamente al consumo o a un
lugar de pernoctación; estas personas al ser habitantes de tales espacios desarrollan roles
específicos y su ser en estos lugares hace de ellos agentes productores de las relaciones
que constituyen las ollas. Por esta razón vale la pena profundizar en los procesos por los
que se producen estos lugares en la ciudad.
Resulta pertinente retomar la propuesta de Lefebvre (1976) para entender la producción
espacial a través de la economía política del espacio, con el fin de entender los
mecanismos de valorización del espacio producido y el control de los mismos. Al respecto,
es posible afirmar que en la estructuración de las ollas se presentan dos procesos con un
peso importante: la gentrificación y el narcotráfico. A continuación, se buscará presentar la
manera en que estos dos elementos generan estructuras que se sitúan como cimientos en
la producción de las ollas, para así poder comprender cómo se ubican los sujetos que las
habitan en la producción y reproducción de estas.
Deterioro y Gentrificación
Neil Smith explica la gentrificación como un proceso que se produce debido a la existencia
de diferenciales de renta en las ciudades. Este autor identifica algunos momentos
característicos, iniciando por aquel en que se constituyen los barrios con la construcción
de nuevas viviendas. Con el tiempo los dueños de estas viviendas deciden alquilarlas,
creando una forma de ocupación dominante, lo que cambia el patrón de mantenimiento de
60 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
las construcciones que con el tiempo tienden a la ausencia del mismo, esto deja
infraestructuras de alto costo sin los procesos que se requieren para mantenerlo,
encareciendo la inversión en la zona. A esto se suma el acoso inmobiliario y la expulsión,
que se produce cuando nuevos propietarios de las viviendas no logran soportar los costos
de las hipotecas y deciden dejarlas; con una parte de las casas abandonadas, los dueños
restantes se encuentran presionados para salir del lugar, normalmente por sentimientos
racistas o clasistas. Una vez esto ha sucedido se ven reflejadas las consecuencias en la
depreciación de la zona, lo que desestimula la inversión por parte de propietarios,
acompañado de la desinversión por parte de instituciones financieras, quienes dejan de
otorgar créditos que se destinen a estos lugares. Esto tiene como consecuencia que se
tome la decisión de subdividir las estructuras originales para obtener más unidades de
alquiler, sin que esto suponga la implementación de mejoras de la infraestructura.
Finalmente, cuando los beneficios no logran ser suficientes se termina por abandonar los
lugares (Smith, 2012, p. 120).
El deterioro producido a través de este proceso posibilita el planteamiento de proyectos de
renovación urbana que buscan revalorizar los lugares y así ajustar la renta captada a la
que se esperaría del lugar en que está ubicada. Esto termina por desplazar a la población
restante en el lugar, dándole paso, con la llegada de los nuevos proyectos, a personas con
mayor poder adquisitivo. Estos últimos momentos ya fueron analizados en el capítulo
anterior, evidenciando la revalorización que tuvieron los lugares intervenidos, además de
presentar cómo se desarrollaron los desplazamientos posteriores a los desalojos,
incidiendo así no solo en la transformación de los lugares renovados sino también de toda
la ciudad. A fin de complementar este análisis y profundizar en los procesos de producción
de las ollas, el interés en este apartado es detallar el desarrollo del procedimiento de
deterioro de los barrios Santa Inés y Voto Nacional, el cual se presentó de manera paralela
en ambos barrios, correspondiendo en gran medida el relato acerca de lo acontecido con
el centro de la ciudad. Es preciso aclarar que los momentos mencionados por Smith se
presentan en este proceso, sin embargo, no suceden de manera lineal y muchos suceden
de manera paralela.
Los primeros rastros del sector de Santa Inés datan de 1645, año de construcción de la
iglesia con este nombre (Mejía, 2000), mientras el Voto Nacional se constituyó como tal a
mediados del siglo XVII. Ambos lugares heredaron en su estructura la arquitectura colonial,
Capítulo 2. ¿Cómo se producen las ollas? 61
de la que no se desprendió la ciudad de Bogotá hasta mediados del siglo XX. Era
característico de ellos su constitución alrededor de una iglesia, que bordeaba una plaza,
donde se albergaban las principales actividades desarrolladas por los habitantes por fuera
de sus hogares. Para inicios del siglo XX, con la construcción de la estación de La Sabana,
el Voto Nacional contaba con una alta actividad comercial, además era un punto de entrada
de migrantes, lo que impulsó la construcción de hoteles en el lugar (Alcaldía Mayor de
Bogotá, 2004); mientras que Santa Inés se consolidaba como un barrio tradicional,
destacando la población de clases altas. Con el advenimiento del discurso modernizador
llega también la intención de los sectores con mayor poder adquisitivo de diferenciarse del
resto de la población, lo que inició una oleada de migración de este sector hacia el norte
de la ciudad, creando nuevos barrios de ricos y destinando las antiguas casonas al alquiler
o cambiando por propietarios con menor capacidad económica (Cardeño, 2007). Este es
el primer factor que da inicio al proceso de deterioro de los barrios del centro de la ciudad,
ya que estas casas, por su estructura arquitectónica, antigüedad y tamaño, contaban con
altos costos de mantenimiento, difíciles de cubrir en estas nuevas condiciones.
En 1948 la ciudad de Bogotá sería testigo de un hecho que marcaría un punto de inflexión,
que significó el paso de la ciudad colonial a la moderna. El Bogotazo, hecho que
convulsionó la ciudad, implicó la destrucción de gran parte del centro a raíz de las revueltas
y los incendios sucedidos, lo que impulsó a migrar a la población pudiente que restaba en
el sector. A su vez, la destrucción causada sirvió de excusa a diversos urbanizadores, que
desde hacía algún tiempo habían tratado de impulsar un proyecto modernista, para
posicionar y dar desarrollo a este modelo.
Para la ciudad de Bogotá una serie de cambios arquitectónicos y urbanísticos sí
están más directamente emparentados con el 9 de abril: las grandes zonas
centrales destruidas abrieron la posibilidad de una remodelación sustancial del
centro de la ciudad, donde habría de manifestarse sin reticencias toda una nueva
ideología urbana. El centro de Bogotá actual es en su gran mayoría, construido
después de 1950 (Arango, 1979, p. 121).
Este hecho también implicó el triunfo del modelo de buses sobre los trenes, que se
consolidó con la construcción de las principales vías con las que hoy cuenta el centro de
la ciudad, la Carrera 10° y la Caracas. Estas dos separaron geográficamente los barrios
62 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
Santa Inés y Voto Nacional del resto de la ciudad, segregándola también de las dinámicas
de lo que después sería conocido como Centro Histórico. Cabe anotar que la construcción
de la 10° incluyó la demolición de la antigua iglesia de Santa Inés, símbolo que al caer se
llevó todo el rastro de resplandor que en alguna ocasión tuvo el barrio:
A mi abuela y a mi madre no les temblaba la voz: desde que tumbaron la iglesia de
Santa Inés, en febrero de 1957, el barrio se comenzó a dañar. Eso fue como una
maldición por el sacrilegio cometido. No hay duda que la construcción de la carrera
décima, que conllevó a la demolición de tantas construcciones patrimoniales, partió
en dos el barrio Santa Inés, lo aisló del resto de la ciudad y trajo consigo el deterioro
de este espacio (Morris & Garzón, 2010).
En la década del 70, en inmediaciones de la Plaza España, se construyó el terminal de
transportes que, junto a la estación de la sabana y la principal plaza de mercado que se
encontraba en la carrera 10°, se convirtió en un gran potenciador económico del sector;
sin embargo, con la construcción de los patios de buses y de bodegas para almacenar las
mercancías entrantes, llegó también el establecimiento de pequeños puntos de expendio,
principalmente de marihuana (Cardeño, 2007). La transformación final se dio en los años
80, cuando se decidió trasladar la plaza a Paloquemao y el terminal de transportes al
Salitre, lo que generó un cambio comercial en el sector, mudando hacia la compraventa de
autopartes y posibilitando el intercambio de artículos robados. Adicionalmente, el cierre del
terminal redujo la demanda de hoteles que se encontraban en el lugar, obligando a sus
propietarios a transformarlos en un modelo de inquilinatos y pago por días para asegurar
sus ganancias, estos inmuebles se suman a los inquilinatos que ya habían comenzado a
constituirse en las antiguas casonas. Este momento coincidió con el posicionamiento de la
cocaína en el mercado del narcotráfico colombiano, dejando abierta la posibilidad al
comercio de los residuos de su producción, con lo que llegó el bazuco a la ciudad (Góngora
& Suarez, 2008). Hecho que terminó por consolidar la formación de las ollas del centro de
Bogotá.
La economía de las ollas
El narcotráfico se ha posicionado en las últimas décadas como una economía con gran
capacidad de crecimiento. Su expansión ha sido tal que se ha situado como la principal y
Capítulo 2. ¿Cómo se producen las ollas? 63
más rentable economía criminal del mundo, permitiéndole incluso competir con las
industrias más rentables del planeta (Pontón, 2013). Dado que es una economía que se
basa en el consumo de bienes que resultan adictivos, su demanda no se ve afectada
considerablemente por variaciones en la oferta. Esta economía cuenta con una demanda
inelástica que hace que los controles que se le efectúan en la producción no tengan mayor
incidencia en la disminución de su magnitud, por el contrario, se generan posibilidades de
obtener una mayor ganancia a partir de ella (Sarmiento, 1990). En el marco del
neoliberalismo, que se nutre de economías que buscan cada vez menores controles
económicos con el fin de asegurarse su expansión alrededor del mundo, el narcotráfico
encuentra el caldo de cultivo ideal para poder crecer y sortear los controles que se le
pretenden imponer. Si bien su magnitud es cuestión de debate, y sus estimaciones varían
considerablemente, no hay duda de que el narcotráfico cuenta con un gran peso, en el que
Colombia ocupa un lugar central como productora. En esa medida, para asegurar su
expansión y crecimiento, de la misma manera que lo hacen todos los capitales, el
narcotráfico, como proceso económico y social, procurará asegurarse lugares que le
permitan su existencia en el espacio social, además de maximizar su circulación a través
de ellos. Esto es la producción de sus propios espacios isotrópicos, es decir, lugares
homólogos distribuidos en el espacio, que facilitan la circulación de capitales en el espacio
(Lefebvre, 1980).
Al analizar cómo funciona el microtráfico en la ciudad, nos encontramos con un estudio de
la Fundación Ideas para la Paz, en el que se buscaba realizar un balance de la operación
desarrollada en el Bronx en 2016, en este se afirma:
“El microtráfico en Bogotá hace rato dejó de concentrarse en las tradicionales ollas
en las que se vendía desde una vivienda, para pasar al expendio callejero, cada
vez más disperso e invisible” (Escobedo et al., 2017, p. 11).
Con esta premisa el informe hace parecer que las ollas en la ciudad han tendido a perder
importancia, ubicándose el microtráfico por encima de ellas. Sin embargo, un examen más
detallado, que concibe las diferentes relaciones que se constituyen en el espacio urbano
permite evidenciar el papel central que tienen las ollas en la economía del narcotráfico en
las ciudades. Si bien es cierto que tras la intervención realizada al Cartucho el microtráfico
cobró mayor fuerza en la ciudad, esto solo se dio gracias a la posibilidad de articularse
64 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
alrededor de nodos locales. Una muestra de esta relación la expresa un funcionario de la
Secretaría de Seguridad, quien afirma:
Nosotros en la secretaría tenemos informes de la existencia de conexiones que van
desde la localidad de Santafé y conecta con la de Mártires. Entonces tenemos que
traen niños, drogas o lo que sea, vienen desde lo que son Cruces, San Bernardo,
Canal de la 6ª, pasan por la 19, la Favorita, la Estanzuela y llegan hasta el barrio
Santa Fe (Entrevista a Diego14, realizada el 20 de agosto de 2018).
Es preciso aclarar que el narcotráfico no es la única economía ilegal que se presenta al
interior de las ollas, alrededor de este se desarrollan otros intercambios que resultan siendo
subsidiarios o complementarios de él. Es así como, además del narcotráfico, se da el
tráfico de armas, la explotación sexual de menores de edad, entre otras actividades
ilegales. De este modo, es posible afirmar que las ollas constituyen los espacios
isotrópicos, no solo del narcotráfico, sino también de las economías ilegales de la ciudad
(Zaraza, Farfán, & López, 2019, p. 36). Por otro lado, la afirmación anteriormente citada
permite evidenciar los flujos existentes entre estos nodos, de tal manera que el microtráfico
es la expresión visible de la expansión del mercado de narcotráfico en la ciudad, a través
de los procesos de territorialización de esta economía.
Como se mencionó anteriormente, el Cartucho y el Bronx contaban con estructuraciones
internas difrentes, así como con formas distintas de relacionarse con el resto de la ciudad.
Por esta razón, vale la pena profundizar en los procesos que dieron surgimiento a estos
lugares, para poder evidenciar los cambios que ha presentado la territorialización del
narcotráfico en la ciudad.
Según algunos de sus antiguos habitantes, el Cartucho surgió cuando unos policías
encontraron una caleta de marihuana en el llano y decidieron comercializarla en Bogotá
(Morris & Garzón, 2010). Esta olla fue creciendo y los mandos internos fueron cambiando
de mano. Para 1990 este era el principal punto de expendio de la ciudad y el microtráfico
no era algo común en las calles, tal actividad se concentraba en este lugar y algunas
14 La persona entrevistada prefirió permanecer anónima, por lo que su nombre ha sido cambiado.
Capítulo 2. ¿Cómo se producen las ollas? 65
pequeñas zonas de expendio aledañas. En ese momento el control que se ejercía al
interior de la olla era también distinto, las estructuras criminales convivían en un mismo
espacio sin ningún nivel de cordinación entre ellas y los diferentes jíbaros tenian medidas
de seguridad, las cuales incluían personas encargadas de este aspecto.
La intervención del cartucho varió el panorama, a raíz de este suceso el lugar de las ollas
cambió, no solo como ubicación física sino también en el rol que juegan en la ciudad. Se
crearon nuevas ollas en las localidades que permitieron ampliar la capacidad de influencia
de este negocio en el espacio urbano. Posteriormente, el posicionamiento del
paramilitarismo en las ciudades tuvo como efecto una reorganización de la economía del
narcotráfico urbano, ampliando su influencia y asegurándole rutas de circulación en el
espacio urbano. Este proceso se dio gracias a lo que Ariel Ávila llama una racionalización
del crimen, que le permitió al aparato económico asegurar un panorama de mayor control
territorial mediante la tercerización del aparato de seguridad:
Es decir, que una estructura organizada contrate pequeñas pandillas u
organizaciones de la delincuencia común y juvenil para que trabajen para ella.
(…) Lo que fue una estructura u organización criminal se convirtió en una compleja
red que se articula a través de nodos criminales (Ávila, 2014, p. 23 y 24).
La preponderancia de la subcontratación lleva a Ávila a afirmar que el control territorial se
vuelve menos importante para estas estructuras, ya que no se evidencian grandes
enfrentamientos entre ellas. Sin embargo, al considerar que la olla se configura como el
espacio isotrópico del narcotráfico urbano, es posible concluir que el control del territorio
se vuelve un elemento fundamental, que se realiza de una manera más racional y eficiente,
gracias a las nuevas formas organizativas. El proceso de reorganización de las estructuras
criminales y económicas del narcotráfico en forma de red urbana permite asegurar una
mayor incidencia en la ciudad, lo que se logra mediante la existencia de nodos territoriales,
que se encuentran en total control y se convierten en los espacios de menor riesgo para el
desarrollo de las actividades que se mueven alrededor de esta economía en la ciudad. De
hecho, el Cartucho contaba con mecanismos de control menos estructurados que el Bronx,
lo que evidencia el aumento de importancia estratégica de estos lugares, una mayor
66 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
organización permitía una mayor evasión a los controles estatales y, por tanto, un mayor
control del territorio. Esto se evidencia en las historias de Pepe y Jorge:
En el cartucho tampoco es que hubiera un control central, pues habían duros,
habían jíbaros duros, estaba el Bayona es que le decían, el Negro; estaba
Calderón, ese loco era el líder del cartucho, el velaba por el cartucho, daba la vida
por el cartucho, hasta que lo mataron. La diferencia entre la estructura de seguridad
de la L y del cartucho, es que el cartucho era una vaina más de locura, más de
droga, más de que los Gomelos15 se tomaban sus pepas y se fumaban sus baretos
y cascaban al que fueran, en cambio la L sí era una estructura además comandada
por los paramilitares que saben de estructuras militares (Pepe, entrevista realizada
el 11 de Julio).
En la L los manes tenían una estructura central, claro, porque los turnos de
vigilancia en las terrazas con los fusiles, con todo eso, correspondía a una
estructura centralizada, claro, donde había de mayor a menor grado, pero ahí si no
había un solo saya que estuviera por fuera de la estructura o que no correspondiera
a la vigilancia de mando central de la L. No, se le dice saya a cualquiera de
cualquier estructura que responda por seguridad. No hay una organización como
tal que se llame los sayayines. Los Sayas, mal llamados, eran los paracos, y
algunos delincuentes que llegaban a la zona traídos de otras regiones, porque la
mayoría de los sayas no eran de por aquí, venían de otras regiones, de la costa,
del valle (…) Los traían las mismas estructuras de droga, es que quién va a creer,
pero en las estructuras de droga hay muchas que funcionan en varias ciudades y
eso sí es una organización (Jorge, Entrevista realizada el 3 de octubre de 2019).
Así mismo, se evidencia que la nueva forma organizativa viene acompañada de una mayor
articulación a nivel nacional, entrando en una dinámica en la que el narcotráfico de la
ciudad responde también a las estructuras nacionales que aseguran el control de rutas y
de la producción de cocaína y marihuana en el país, esto se evidencia en la influencia del
15 Los Gomelos era el nombre que se le daba a las personas encargadas de la seguridad en el Cartucho.
Capítulo 2. ¿Cómo se producen las ollas? 67
paramilitarismo sobre los procesos de control, así como en la migración laboral de
personas con experiencia en brindar seguridad a este tipo de estructuras desde otros
lugares del país.
Los habitantes de calle y las ollas
La permanencia de habitantes de calle en las ollas hace que se constituyan como uno de
los actores principales de este espacio social, de tal modo que su proceso de habitar en él
tiene efectos en su producción, por lo que vale la pena ahondar sobre el papel que tienen
los habitantes de calle en las ollas. Tal como se ha mencionado, estos lugares surgen
principalmente alrededor de dos procesos relacionados, el primero de ellos es el
narcotráfico, el segundo el consumo. Por lo tanto, es posible pensar la relación que tiene
el habitante de calle alrededor del consumo que realiza en este lugar; es recurrente
encontrar en los relatos de habitantes de calle que la principal razón por la cual llegan a
estos lugares es porque tienen la posibilidad de adquirir y consumir sustancias psicoactivas
en ellos, siendo esta, en muchos casos, la única razón para permanecer allí.
Llegué… pues por consumo, porque consumíamos en el barrio, pero en el barrio
se acababa la bazuca a determinada hora, entonces ya el jíbaro no tenía más,
bueno entonces a dónde nos vamos, vámonos al centro, que al cartucho, bueno,
entonces ahí uno empezaba a conocer (Entrevista a Jorge, realizada el 3 de
octubre de 2019).
Yo llegué a la L porque ahí se conseguía fácil de todo, pepas, marihuana, bazuco,
y uno pues con ganas de farrearse, allá podía. Pero igual, si me hubieran llevado
al Sanber también habría terminado ahí. Mejor dicho, pude terminar en cualquier
lugar que me vendieran y me dejaran consumir ahí, tal vez me fui allá porque era
la más grande, la más conocida (Entrevista a Ricardo, realizada el 4 de septiembre
de 2019).
El consumo más representativo para los habitantes de calle es el bazuco, el último CHC
muestra como el 72% de esta población lo ha consumido (DANE & Secretaría de
Integración Social, 2017). Esta sustancia, residuo de la producción de pasta base de coca,
es altamente adictiva, de tal manera que cuando se suspende su consumo por largos
68 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
periodos causa cuadros de abstinencia con temblores, sudoración, confusión y una gran
ansiedad (Tellez & Cote, 2005). Los consumidores quedan en una situación de alta
vulnerabilidad cuando no tienen la posibilidad de conseguir esta sustancia, lo que los lleva
a someterse a diversas condiciones impuestas por los jíbaros, para poder asegurarse de
ella cuando desean obtenerla y se encuentran al interior de la olla. Es así como muchos
de los habitantes de calle terminan por servir en algunas labores a los jíbaros a cambio de
bazuco, principalmente en aquellas actividades que realizan los eslabones más bajos en
la jerarquía organizacional y de producción.
Para entender este punto vale la pena precisar sobre la organización de las labores al
interior de las ollas, en estos lugares existen jerarquías claras que permiten definir quiénes
son las personas que ejercen mayor poder en su interior. Toda persona que habita una
olla puede claramente definir quiénes son “los duros con los que no hay que meterse”. Por
un lado, están los distribuidores, los ganchos y los jíbaros, la diferencia entre ambos es
que los primeros son los encargados de traer las mercancías a las ciudades, normalmente
ocupan una casa al interior de la olla; mientras los segundos la distribuyen, es decir, un
gancho puede tener varios jíbaros. Alrededor de ellos está la estructura de seguridad,
encabezada por los denominados Sayayines, encargados de organizar las estructuras de
seguridad al interior de las ollas, quienes significan el principal eje de control al interior y
normalmente cuentan con armamento para asegurar su posición. Subordinados se
encuentran los campaneros, que son aquellos que se encargan de dar aviso de
circulaciones extrañas a la olla: sujetos que no son comunes, movimientos de policías,
entre otros. Estas personas forman una red de control que se asegura de mantener un
orden específico de las circulaciones al interior de las ollas.
Teniendo en cuenta los tratos que efectúan los habitantes de calle con los jíbaros a cambio
de bazuco, es usual además que habitantes de calle realicen transportes de mercancías
entre las ollas de la ciudad o cumplan labores de campaneros, entre otras labores, que
contribuyen al mantenimiento de la economía de la olla. Cabe resaltar que los habitantes
de calle no consideran estos intercambios como la realización de un trabajo, principalmente
porque a cambio no reciben dinero sino una mercancía, desestimando de esta manera la
labor que realizan y su status como trabajadores de estas estructuras. Este se convierte
en uno de los mecanismos de control que pesa sobre esta población, ya que venden su
Capítulo 2. ¿Cómo se producen las ollas? 69
fuerza de trabajo sin establecer una relación laboral que les permita entenderse a sí
mismos como parte del proceso de producción que se lleva a cabo en estos lugares.
Para analizar este proceso resulta pertinente retomar a Enrique de la Garza, quien señala
cómo en trabajos que no se realizan al interior de una fábrica y no responden a los
parámetros industriales de los trabajos clásicos, los cuales denomina atípicos, es usual
que los clientes se vean inmersos en los procesos de trabajo. Este autor plantea que esta
relación se da principalmente al efectuar un control directo sobre el proceso de producción,
al tener un papel directo en el momento de adquirir las mercancías o de consumo,
introduciendo exigencias sobre la forma en como desean ser atendidos o los productos
que desean obtener. Este proceso se da principalmente debido a la coexistencia de los
consumidores y trabajadores en el mismo espacio, que para el caso de estudio es el
espacio público (De la Garza, Garabito, Hernandez, Rodriguez, & Olivo, 2009). Sin
embargo, en las ollas las relaciones de inmersión del cliente son tales que este supera su
pertenencia en el proceso de consumo, para sumarse a la cadena de producción en otros
momentos, como el de distribución.
Por otro lado, el autor señala que el control de los procesos laborales que suceden en
espacios públicos tienden a verse afectados por los diferentes procesos de control que son
propios a estos lugare, en tanto, es posible afirmar que los elementos que cercan y
aseguran la reproducción en el proceso de producción espacial se sitúan también como
medidas de control, que pesan sobre los trabajos que se desarrollan al interior de las ollas.
Así, los habitantes de calle terminan por envolverse en los procesos laborales de
producción económica de estos lugares y, a la par, en los procesos de producción espacial,
en la medida en que se ven afectados por los mecanismos de control y seguridad al interior
de las ollas. Esto implica también las medidas de control estatales, exteriores a las ollas,
principalmente, por parte de la policía.
Entendiendo estos elementos, a continuación se profundizará en los procesos de control
que existen en estos lugares y que aseguran la reproducción de este tipo de espacios en
la ciudad, al igual que el mantenimiento de las relaciones y jerarquías de las ollas. El primer
elemento que resalta es una norma tácita que asume toda persona que decide habitar la
olla: el silencio. Para sortear las condiciones adversas al interior de la olla, quienes solian
permanecer en ella adoptaban la principal norma para habitarla y tratar de mantenerse a
70 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
salvo. La ley del silencio se impone en estos lugares como exigencia tácita para estar en
estos lugares:
uno se dedicaba a sus socios, uno no se mezclaba con nadie más sino solamente
con sus compais, trataba prácticamente de evitar mucho la gente, sí, se mezclaba
no más con los compañeros, con la gente conocida que uno tenía allá adentro, no
más, de resto uno no se metía con nadie, porque sabía que eso allá adentro era
muy peligroso y si veía uno algo, mire shhh, calladito (Entrevista a Camilo, realizada
el 29 de junio de 2019).
Esta norma no solo se impone como un deber ser para los habitantes del lugar sino que,
además, sirve para crear el rumor que pesa sobre la olla, haciendo que los relatos de
ejecuciones, golpizas, desapariciones y violaciones se conviertan en historias no contadas
que rondan sin poderse afirmar como certeras ni asignar rostros a ellas (Vargas &
Martínez, 2013). La ley del silencio que da paso al rumor se constituye como el primer
mecanismo de control de los sujetos que habitan la olla a través del miedo, pues da a
entender que suscitar algún roce con alguna de las personas con mayor poder en este
lugar asegurará violencia sobre la persona que realice tal acto. Este mecanismo va de la
mano con los agentes de control armados al interior de las ollas, las estructuras
encargadas de mantener la seguridad de estos lugares se constituyen como un gobierno
interno, ya que en las ollas la policía no tiene acceso ni margen de acción. Estas personas
se encargan de asegurar un disciplinamiento físico ejemplarizante, que contempla desde
golpizas hasta asesinatos. Tal proceso de control se basa en mantener el miedo
permanente de los habitantes, para asegurar su disciplinamiento mientras se encuentran
en la olla.
El consumo al interior de las ollas también juega un papel importante al momento de incidir
en procesos de control sobre quienes habitan en ellas; el hecho de que se permita
consumir distintas sustancias psicoativas al interrior de estos lugares posibilita la
producción de un espacio-tiempo particular que resulta bastante utilitario al funcionamiento
de la olla.
Eso es muy particular, sabes, yo descubrí ahora último una cosa muy particular y
es que en las ollas no se sabe qué día es, date cuenta y verás que la gente de la
Capítulo 2. ¿Cómo se producen las ollas? 71
olla nunca sabe qué día es, porque todos los días son iguales (Entrevista a Jorge,
realizada el 3 de octubre de 2019).
Las dinámicas de consumo al interior de la olla permiten que las personas que habitan este
lugar perciban el tiempo y el espacio de manera que no puedan apreciar diferencias que
les posibiliten poner un ritmo diferente a sus dinámicas de consumo. Entender todos los
días de la misma manera hace que la permanencia en estos lugares resulte atemporal, por
lo que las personas no tienen realmente en cuenta el tiempo pasado en la olla. Este
elemento permite asegurar un consumo constante al interior y mantener dinámicas que
impiden a sus habitantes considerar otros momentos temporales más allá del continuo
presente vivido. En esa medida, se crea un tiempo propicio a los procesos productivos
propios de la olla, tal como afirma Lefebvre (1980) el tiempo se convierte en “tiempo-
mercancía (…) la calle reglamenta el tiempo más allá del tiempo de trabajo y lo somete al
sistema, el del rendimiento y el beneficio”. En otras palabras, se asegura una temporalidad
que permita potenciar el modo de producción que sucede en el lugar. Para el caso de estas
ollas, la permanencia aparentemente atemporal posibilita, por un lado, la regularización y
normalización de las acciones, en muchos casos violentas, que suceden al interior de las
ollas y, por otro, asegura la permanencia de los consumidores en estos espacios, para
quienes resulta lo mismo estar tres días o tres semanas en ellos.
Finalmente, es preciso mencionar un mecanismo de control que resulta ser externo a la
olla: la policía. En primer lugar, resalta el papel de complicidad que termina por adoptar
esta institución ante la imposibilidad de asumir un control efectivo de este espacio. Su
control al interior pesa sobre aquellas personas que manejan las principales redes, así
realizan cobros a jíbaros y ganchos a cambio de información sobre eventuales operativos;
esto permite a las instancias de seguridad internas de las ollas mantener el control
territorial y a la policía mostrar algún mínimo de resultados, que en realidad no afectan a
la economía ni a las estructuras de la olla. Esta relación se presenta como un vox populi,
tanto afuera como adentro de la olla, sus habitantes la conocen al igual que los organismos
institucionales que trabajan con esta población, sin embargo, estos últimos no se atreven
a rendir declaración alguna frente a este hecho. En todo caso, las evidencias de esta
relación no pueden escapar al ojo público. Un hecho bastante mencionado ocurrió tras las
intervenciones en el Sanber, que siguieron al desalojo del Bronx, allí se denunció una red
de policías que se encontraban en la nómina de las redes de microtráfico de esta olla.
72 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
Entre 300.000 y 700.000 pesos semanales habrían recibido los uniformados
vínculados a la red de microtráfico, todo para que omitieran su deber constitucional
de perseguir la venta al menudeo de marihuana, cocaína, bazuco y Rivotril, una
pastilla que se usa en tratamientos de pacientes con problemas psiquiátricos.
(…) Las líneas también manejaban una nómina ilegal a la que estaban vinculados
los policías señalados, de manera que pudieran vender ‘descaradamente’ –como
lo calificó la Fiscalía–, las drogas a plena luz del día en ese sector (El Tiempo, 15
de abril de 2016).
A partir de esto se evidenció que entre los policías se establecían relaciones de matoneo
para aquellos que no adoptaban estas prácticas, hasta el punto de causar su traslado. Es
así como la policía, en las ollas, representa simplemente el cobro de un impuesto de
operación, que termina por brindar información útil para asegurar el mantenimiento de las
actividades. Mientras que al exterior de estas, tal institución representa un papel muy
diferente, en donde los habitantes de calle asumen las golpizas como parte de la
contidianidad, razón adicional por la que buscan refugio en estos lugares. De hecho, la
policía ha jugado en muchas ocasiones el papel de cercar a esta población, obligándola a
concentrarse en las zonas de expendio. Existen testimonios que relatan cómo la población
que fue desalojada del Bronx se vio cercada por el accionar de esta, la cual se encargó de
desplazarlos, en medio de enfrentamientos, hasta que los habitantes de calle no tuvieron
otra opción que refugiarse en el caño de la calle 6ª. Una vez allí, la policía se encargó de
que estas personas no pudieran salir y las mantuvo concentradas en este lugar. La
organización Parces relata cómo quienes pretendían salir del caño eran objeto de golpizas,
de tal manera que no tuvieron más opción que mantenerse en este lugar (CPAT & Parces
ONG, 2017). Este accionar genera un fuerte rechazo por parte de habitantes de calle hacia
la policía, quienes por lo general consideran su accionar como algo completamente
ilegítimo. Al respecto, Jorge afirma:
el papel que juegan ellos siempre, el papel del payaso, el papel del payaso de mal
gusto, además, el policía, ahora no tanto, ahora han cambiado un poco las
convenciones, pero por lo general el policía es el que está pago por el jíbaro, el que
hace aspavientos pegándole al habitante de calle y llevándoselo con una papeleta
a la UPJ, pero tú lo veías tomando tinto con el jíbaro y cobrándole el impuesto al
Capítulo 2. ¿Cómo se producen las ollas? 73
jíbaro y pegándole al muchacho que lleva una papeleta, ese era como el papel de
la policía, esa es la imagen y esa es la rabia de la policía, entonces tomaba tinto
con el hijueputa que tiene 10mil papeletas de bazuco pero le rompe el alma al pobre
marica que le encuentra una que es un enfermo adicto, que pide moneditas para
comprarse una bicha, entonces a ese lo cascan, lo llevan a la UPJ, lo mojan, le
quitan la traba, le hacen la vida imposible, pero toma tinto y cerveza de civil con los
dueños de la olla, esa es la rabia con la policía, esa es la rabia del habitante de
calle o del consumidor, toda su permisividad y toda su actitud bonachona y corrupta
frente al consumo, frente a la venta, frente al poder del jíbaro, su actitud servil, esa
es la rabia que da (Entrevista a Jorge, realizada el 3 de octubre de 2019).
Siguiendo esta lógica, varias organizaciones criminales territoriales actuaban de manera
similar, sumando las desapariciones y homicidios a la población habitante de calle, como
parte de su repertorio. En muchos barrios la presencia de estas personas se encuentra
proscrita por parte de bandas criminales, que en muchas ocasiones suscriben su accionar
como parte de organizaciones paramilitares. Es posible rastrear esta práctica desde hace
mucho tiempo en la ciudad, no en vano los habitantes de calle son una de las principales
víctimas de lo que fue denominado limpieza social, llegando a ocupar el segundo lugar de
afectación. Se debe precisar que el momento de mayor victimización a esta población por
parte de estas estructuras sucedió a finales de los años 80 e inicios de los 90 (Perea,
2015). Este periodo coincide con el momento de mayor crecimiento del Cartucho, lo que
permite inferir que la disuación de permanencia en la calle a estos habitantes por medio
de tales acciones tendía a aumentar la concentración en las zonas de expendio,
principalmente en el cartucho. Esto concuerda con lo mencionado por López, quien afirma
lo siguiente sobre el proceso de concentración de habitantes de calle en este lugar:
La ciudadanía quería mantener al margen de la ciudad al nuevo tipo de sujetos, no
se acostumbraba a verlos deambulando por un sector diferente al Cartucho, de esta
manera, todo habitante de la calle que era sorprendido en otro lugar era trasladado
al antiguo Santa Inés (López, 2013, p. 9).
Como puede apreciarse, las diferentes acciones que pesan sobre los habitantes de calle
en lugares externos a las ollas se encuentran justificadas en un estigma que se supone
por parte de la ciudadanía. Esto indica, en primer lugar, que se asume a estas personas
74 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
como no ciudadanos, lo que los imposibilita para habitar el espacio público que sí es
permitido a los ciudaddanos normalizados. En esa medida, la posibilidad de habitar de
estas personas se ve limitada a las ollas, lugar en donde su visibilidad no es posible. Dicha
representación tiene su correlato en el encierro de habitantes de calle en zonas específicas
de la ciudad, de tal manera que aquellas personas que no se reconocen como parte de la
ciudad se encuentran invisibilizadas en medio de la normalización del espacio público
urbano.
El papel de los habitantes de calle en los procesos de producción de las ollas permite
evidenciar una realidad que tiende a suceder en los espacios isotrópicos, que resultan
siendo completamente utilitarios al capital y a las economías a las cuales responden. La
existencia de procesos de control sobre los procesos productivos de las economías de las
ollas, fuertemente relacionados con los controles sobre los procesos de producción
espacial, muestran la íntima relación que se desarrolla entre el mundo del trabajo, que
produce la economía del lugar, y los procesos de producción espacial. En la medida en
que estos procesos de control tienden a situarse sobre la vida de cada uno de los
habitantes de estos lugares, el mundo laboral y el urbano terminan por converger en tales
espacios. De tal modo que las relaciones que se desarrollan en su interior se ven
supeditadas a las lógicas de producción de un espacio que existe por y para una economía
específica y todas las personas que allí habitan se van a ver inmersos en los procesos
productivos de esta economía, reproduciendo, a su vez, un espacio utilitario para dicho
capital.
Las ollas y la ciudad
Los elementos expuestos hasta ahora permiten entender que las ollas no solamente
significan un lugar isotrópico, utilitario para la economía del narcotráfico, su existencia en
la ciudad representa, además, la posibilidad de mantener bajo un orden específico a
algunas personas que no adoptan los esquemas de normalización de la ciudadanía. Este
lugar, de la misma manera en que antaño hacian los sitios de reclusión, permite asegurar
el encierro de las personas indeseables para el gobierno urbano, aquellas que logran
escapar a los controles establecidos a la población de ciudadanos que habitan las urbes.
Capítulo 2. ¿Cómo se producen las ollas? 75
En esa medida, las ollas se institucionalizan en la ciudad para encerrar a los sujetos no
deseados y, por su lado, el accionar de las estructuras de gobierno urbano aseguran que
esta separación del espacio público se cumpla. Foucault, al realizar una genalogía del
poder, pudo identificar diferentes momentos en la historia que han correspondido a formas
de gobierno de los sujetos particulares. Para el caso de análisis vale la pena centrarse
principalmente en dos de ellas. La primera corresponde a los gobiernos disciplinarios,
propios de la modernidad temprana. En este régimen la individuación, la clasificación y
separación de los individuos representaban piezas clave para asegurar el ejercicio del
poder, de esta manera se permitía la separación de los ineptos e incapaces para separar
lo normal de lo anormal. Esto implicaba una estrategia espacial que consistía en la
localización elemental o división en zonas, con el fin de separar a aquellos sujetos que no
les significaban útiles, lo que suponía una ruptura en el espacio a través de construcciones
monumentales apropiadas para la separación: los asilos, los hospitales, las cárceles, entre
otros. Sin embargo, este autor afirma que con el paso del tiempo las técnicas y
mecanismos se fueron refinando, gracias a la existencia de sujetos cada vez más
amoldados a las estructuras de control. De esta manera, el régimen disciplinario se
transformó en un régimen gubernamental, que eliminaba las distinciones socioespaciales
para crear sujetos que aparentemente eran cada vez más libres, lo que implicó un cambio
de régimen de verdad que pasa de ocultar y recluir los conflictos a visibilizarlos en el
espacio de lo común, el régimen de seguridad se impone como interés colectivo y, en esa
medida, el objeto de control se transforma. El énfasis de este nuevo discurso supone el
ejercicio de poder para para la protección de territorios, los cuales corresponden a
poblaciones específicas. De esa manera, las medidas de control, que pesan ahora sobre
los territorios, se traducen en formas de control poblacional. Así, los sujetos ya no se
encuentran individualizados y separados, sino se conciben como cuerpos colectivos que
habitan un territorio controlado (Foucault, 2003, 2007, 2011).
El planteamiento de Foucault supone la transformación de una configuración determinada
de las estructuras de poder para dar paso a una nueva. Sin embargo, el espacio social,
más concretamente la ciudad, se comporta como un palimpsesto, guardando rastros de
sus estruturas anteriores para dar paso a las nuevas, sin que las antiguas dejen de
recordar su existencia permanente en el espacio. De esta forma, la población habitante de
calle inició siendo el objeto del control disciplinario mediante su encierro en asilos,
hospitales, cárceles y centros de atención. Con el tiempo, su transformación en el discurso
76 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
público obligó a un cambio en su tratamiento, las nuevas normativas impedían, como
medida de control, regular su encierro como sujetos que podían afectar la cotidianidad de
la ciudad, impedian su conducción a lugares de clausura si estas personas no se
encontraban de acuerdo. Por esta razón se hizo perentorio desarrollar nuevos mecanismos
de control para ellos; en ese marco, la policía y bandas criminales que actúan en el territorio
urbano ejercen procesos de control a esta población bajo discursos que afirman encontrar
en ellos fuentes de inseguridad, lo que los hace no aptos para habitar el espacio urbano.
Pese a ello, estas intancias no son capaces de asegurar la eliminación total de estos
individuos, razón por la cual emergen otros procesos para su disciplinamiento, los cuales
escapan a los mecanísmos propios del poder gubernamental. Las ollas suponen los
espacios de reclusión de esta población, en donde el poder disciplinario se conjuga con el
gubernamental para asegurar que los espacios públicos urbanos logren alcanzar las
exigencias del poder gubernamental, y se asuma en estos únicamente la permanencia de
la ciudadanía que se somete a los controles territoriales. El poder que se ejercer al interior
de las ollas es claramente disciplinario, el castigo y el miedo son los principales
mecanismos de control hacia individuos que saben que no encajan por fuera de allí. En
esa medida, es posible afirmar que la biopolítica necesita adoptar formas de control que le
preceden de maneras subterráneas, pero que le resultan funcionales, para así poder
asegurar espacios en los que las formas de control se tornan tan sútiles, que el ideal de
libertad que se posiciona en este dispositivo puede llegar a ser posible.
Por lo tanto, es posible afirmar que las ollas tienen el papel de ocultar elementos que
resultan problemáticos para la construcción de una ciudadanía, entendida esta como los
sujetos pertenecientes a un territorio que asumen su pertenencia y, por tanto, adoptan las
formas de control propias de estos. Quienes escapan a estos procesos son relegados a la
exclusión en lugares específicos de la ciudad, cuyas dinámicas internas suelen pasar
desapercibidas. Sin embargo, resta la pregunta por lo que sucede cuando estos lugares
son intervenidos, si estos procesos pasan por un momento previo de visibilidad de estos
espacios y de los problemas que se viven en su interior. Es posible afirmar, como ya se
mencionó anteriormente, que estos espacios entran a ser parte de la política urbana en el
momento en que se presenta una brecha de renta que los hace deseables para el capital
inversor de la ciudad, en este momento, dada su ubicación estratégica, las ollas pasan del
régimen de invisibilidad urbano para situarse en el espacio de lo visible. Para desarrollar
mejor esta idea resulta preciso referirse a la relación de visibilidad e invisibilidad en un
Capítulo 2. ¿Cómo se producen las ollas? 77
dispositivo. Para Foucault lo visible es una condición para el comportamiento de lo que es
posible, lo que es visible determina en gran medida el régimen de verdad que define las
posibilidades para los sujetos en un dispositivo (Deleuze, 2013), por lo que la
invisibilización de espacios y de sujetos hace posible que la idea de ciudadanía, junto a la
de sujetos deseables, sea posible dentro de lo que se considera normal en la ciudad; en
este caso, lo normal entra a ser la imposición o la posibilidad única que le queda a los
sujetos para habitar en la ciudad sin llegar a ser excluidos o invisibilizados para el resto de
la sociedad. Del mismo modo, este autor plantea que en el momento en que aquello que
se mantiene invisible se devela se genera un cambio en el régimen de verdad, lo que
produce una transformación de las estructuras mísmas de poder (Foucault, 1999),
entiéndase, del espacio social. Así, con cada intervención, con cada proceso de
visibilización previo de los problemas de olla se da inicio a un momento de cambio, no solo
de la olla, sino también de la dinámica misma de la ciudad. Es por esto que, como se
mencionó anteriormente, al intervenir el Cartucho, el narcotráfico pudo territorializarse en
toda la ciudad, en igual medida que la intervención al Bronx desarrolló una reorganización
de esta economía en la ciudad, donde quedan efectos por visualizar. En cada uno de estos
casos se dio primero un proceso de visibilización para intervenir los lugares específicos,
para despues invisibilizar los nuevos lugares de asentamiento. Del Bronx no se habló de
manera certera hasta cerca de una década después de su crecimiento y posicionamiento
en la ciudad, tras la destrucción del Cartucho. De igual manera, tras el desalojo del Bronx
poco fue lo que se habló de los nuevos asentamientos, hoy es prácticamente nula la
información que se presenta sobre los habitantes de calle que se ubican en Puente Aranda.
Así, el papel que juegan las ollas en la invisibilización se rehacen, dando paso a la
continuidad en la negación de sujetos urbanos y posibilitando la reorganización del poder
urbano, eso sí, sin llegar a destruir estos espacios, pues en definitiva ocupan un lugar en
la producción de la ciudad.
A modo de conclusión, es posible afirmar como en este análisis se evidencia como el
habitante de calle juega un papel fundamental en la producción de las ollas, no solo como
consumidor, sino también al verse envuelto en las distintas dinámicas económicas que son
centrales en estos espacios. En tanto el habitante de calle habita la olla este se convierte
en un sujeto central de ella, a su vez que esta también se vuelve un elemento fundamental
en la construcción de estos sujetos. Al ser la olla uno de los lugares principales de
78 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle
permanencia hace que se convierta en su hábitat principal, desde donde recoge elementos
para significar su vida, lo que se analizará más a fondo en el siguiente capítulo.
De esta manera, el habitante de calle encuentra en las ollas la posibilidad de una
permanencia relativamente segura en donde le es posible consumir y encontrarse con sus
amigos, en donde se constituye el parche, que es el nucleo principal de la vida en calle. Es
en medio de estas actividades que, gracias a los procesos de control socioespacial,
termina por verse envuelto en las dinámicas de producción y reproducción de estos
espacios.
Finalmente, se debe resaltar como a través de los procesos de control socioespacial el
habitante de calle termina por verse enajenado del espacio producido, es decir, no cuenta
con conciencia del papel que juega en los procesos de producción. Esto no quiere decir
que en su vivencia cotidiana en la olla no genere significaciones de este espacio, sino que
pierde la posibilidad de evidenciar con calridad como su habitar en ella contribuye en
cosntituir este lugar como uno centrado en la economía del narcotráfico, razón por la cual,
su papel en este proceso es más fácil de controlar, posibilitando la reproducción de estas
lógicas.
Capítulo 3. Los cuerpos en la olla
Habitar la calle implica desarrollar un proceso muy particular en el espacio público, las
personas que se encuentran en esta situación asumen una relación directa con el espacio
en el que viven, no en vano es usual que en el discurso público se describa a los habitantes
de calle de la misma forma que el espacio que ocupan, describiendo el deterioro físico
como un correlato de la apariencia de estos (Suárez, 2017). Considerar el cuerpo y, con
él, la producción de subjetividades como un proceso ligado a la espacialidad es un
imperativo cuando se parte de un concepto como el de hábitat, el cual concibe el cuerpo
como una confluencia entre el proceso social, el sujeto y el espacio físico (Sánchez, 2009);
o de un concepto como el de espacio social, que lo entiende como un proceso que deviene
de los relacionamientos y procesos sociales de los sujetos que lo habitan. Si se asume
este proceso de producción espacial como una relación dialéctica, es posible suponer que
las relaciones que dan cabida al espacio social tienen efectos que transforman las
subjetividades que alimentan estos procesos y, junto con ellos, a sus corporalidades.
En este capítulo se pretende abordar la forma en que los procesos de producción espacial
de las ollas y los procesos de intervención, que se analizaron en esta investigación, tienen
efectos en los cuerpos que habitan estos lugares. De tal modo, se busca identificar cómo
aquellos elementos que controlan la producción espacial aseguran, tambien, la existencia
de sujetos específicos. A su vez, se presenta cómo las prácticas adoptadas por habitantes
de calle tienden a reproducir las representaciones que se ciernen sobre estos lugares.
Sumado a este anális se introduce una discusión acerca de los horizontes de posibilidad
en la acción del habitante de calle, entendido como agente capaz de transformar su
existencia y, con ella, el territorio que habita.
80 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle Título de la tesis o trabajo de investigación
Los cuerpos y el espacio
Para abordar esta discusión vale la pena profundizar en el debate que versa sobre la
relación que existe entre el cuerpo y el territorio, para lo cual es necesario comprender qué
se entiende con cuerpo: se reconoce como una espacialización del sujeto, que resulta
indivisibe de la producción de subjetividades a los que se ve sometido, las cuales se ven
reflejadas en la corporeidad. Esto implica asumir el cuerpo como un proceso dinámico,
inscrito en procesos sociales e históricos, lo que también quiere decir que debe
considerársele como productor y producto de estos, a su vez, que se encuentra enmarcado
en las diferentes contradicciones que de estos devienen. Neil Smith propone entender el
cuerpo como una escala, que establece una frontera física y social entre el yo y el otro; a
partir de la cual se generan una gran serie de diferenciaciones, como el género, el sexo,
la raza, la edad, entre otras, que en otras escalas producen procesos característicos de
las distintas sociedades (Smith, 2005). Esto último también puede entenderse como la
construcción de procesos identitarios en escalas locales a partir de un nivel personal, que
incide en la territorialización que realizan los sujetos al habitar un espacio colectivo. Una
síntesis de este planteamiento se puede encontrar en McDowell:
(…) el cuerpo es una construcción de los discursos y las actuaciones públicas que
se producen a distintas escalas espaciales. El estudio del cuerpo ha transformado
también la comprensión del espacio, porque ha demostrado que las divisiones
espaciales —en la casa o en el puesto de trabajo, en el plano de la ciudad o del
Estado-nación— reflejan y se ven reflejadas en las actuaciones y relaciones
sociales de carne y hueso (McDowell, 2000, p. 61).
Al respecto, es posible afirmar que existe una relación dialéctica entre los cuerpos y su
entorno, al ser estos un componente claro del todo social, es decir, del espacio social. Esta
relación adopta unas características específicas cuando el lugar en cuestión es la ciudad.
Elizabeth Grozs (2010) analiza las principales posturas que se han construido en las
ciudades con relación a los cuerpos, distanciándose de aquellas que asumen el cuerpo
únicamente como un elemento que transforma la ciudad, en donde este se entiende de
manera lineal y totalmente subordinado a los procesos de producción subjetiva, siendo la
transformación del cuerpo un elemento que no logra desarrollar alguna agencia respecto
a la realidad socioespacial ni a la personal. Estas posturas asumen una relación lineal entre
Capítulo 3. Los cuerpos en la olla 81
el cuerpo (subjetividad) y la ciudad (espacio), de tal manera que la ciudad se posiciona
como receptora de procesos sociales, sin reconocerle la complejidad como espacio social.
De otro lado, esta autora analiza aquellas posturas que realizan un paralelismo o
isomorfismo entre la ciudad y el cuerpo. Modelos como este caen en la naturalización del
cuerpo y de procesos sociales, a su vez, no reconocen la relación mencionada más que
como una metáfora, en donde ambos elementos son completamente equiparables.
Atendiendo a estos problemas y reconociendo que el cuerpo se consituye en parte del
desarrollo de los procesos de producción espacial, la autora aboga por una postura que
reconozca el papel del cuerpo en la formación de espacios y de subjetividades,
reconociendo un papel activo, como agente político, del sujeto. En este sentido, esta autora
afirma:
(…) la ciudad es también, desde luego, el sitio para la saturación cultural del cuerpo,
donde se da su adquisición y transformación por imágenes, sistemas
representacionales, medios masivos y las artes – el lugar donde el cuerpo es
representacionalmente reexplorado, transformado, disputado, reinscrito. Por otro
lado, el cuerpo (como producto cultural) transforma, reinscribe el paisaje urbano de
acuerdo a sus necesidades de cambio (demográfica, económica y
psicológicamente). Extendiendo los límites de la ciudad a lo suburbano, incluso a
las zonas rulares que la rodean. Como una bisagra entre la población y el individuo,
el cuerpo, su distribución, hábitos, alineaciones, placeres, normas e ideaes, son el
objeto ostentable de la regulación gubernamental, y la ciudad es una herramienta
clave16 (Grosz, 1995, p. 249).
Con este planteamiento, al exponer que el cuerpo es un objeto de regulación y la ciudad
la herramienta en este proceso, se retoma el postulado de Foucault, según el cual la
regulación territorial busca asegurar el control de la población, logrando así el
disciplinamiento y conducción de los cuerpos, los sujetos y, con ellos, de su fuerza de
trabajo. En esa medida, los procesos de producción espacial, a fin de asegurar su
reproducción, deben pasar por el control de los sujetos que habitan el territorio, del tal
16 Traducción propia
82 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle Título de la tesis o trabajo de investigación
manera que su acción y agencia se encauce en el mantenimiento de las relaciones de
poder que dan forma al espacio social.
El capítulo anterior hizo énfasis en los procesos de producción espacial y los mecanismos
de control que se implementan en las ollas para asegurar la reproducción de este espacio
social. Teniendo en cuenta la relación planteada entre el cuerpo y la ciudad, es posible
afirmar que existen particularidades en la producción de subjetividades habitantes de un
espacio que cuenta con niveles de control como los que suceden en las ollas,
subjetividades que tienden a contribuir en la forma como estas ollas se desarrollan en la
ciudad. A continuación se presentarán los principales elementos que parten de los
procesos de producción espacial y sus efectos en los sujetos, a su vez, de algunos
elementos particulares del habitar de estos que inciden en la forma de entender la olla.
Las ollas y sus cuerpos
El proceso de control más directo y evidente que se presenta en la producción espacial de
las ollas son las golpizas y agresiones físicas. Estas suceden tanto al interior como al
exterior de las ollas; en lo que respecta al exterior son más recurrentes las golpizas,
principalmente por miembros de la policía. A partir de estas acciones que suceden por
fuera de las ollas los habitantes de calle prefiren permanecer en los lugares que escapan
al control policial; de hecho, como se describió anteriormente, con este mecanismo se
aseguró, en muchas ocasiones, el cercamiento de habitantes de calle en lugares
específicos de la ciudad, ya que al ser encontrados en lugares aledaños a ollas eran
golpeados y después conducidos a estas. Gracias a tales acciones se genera una fuerte
ruptura entre estas personas y la institución estatal que se plantea como instancia de
protección al ciudadano
Yo trabajaba y ellos comían a costillas mías, por eso no le tengo confianza a la
policía, son unos corruptos de esos bravos, como el Estado, todos esos son
corruptos (Entrevista a Ricardo, realizada el 4 de septiembre de 2019).
La afirmación de Ricardo pone en evidencia uno de los elementos que tiende a fundar la
relación del habitante de calle con respecto a las instituciones estatales, el recelo que se
Capítulo 3. Los cuerpos en la olla 83
crea con la acción policial tiende a transpolarse a las demas instancias, generando una
fuerte desconfianza de las mismas, esta idea se refuerza a partir de las malas experiencias
que en muchos casos han vivido las personas antes de habitar la calle. El relato de Sandra
es ejemplo de ello, esta historia la han vivido varias de las personas que se encuentran en
la calle:
Yo dejé el bienestar familiar por desesperación, necesitaba conseguir mis cosas,
no quería estar en el Bienestar, violaciones fueron dos veces, una persona mayor
dentro del ICBF, mucho maltrato psicológicamente, golpizas también las recibí y
por parte de un internado recibí un puntazo (...) Yo no quiero volver por allá, se
quedaron con mis cosas y me dejaron así, nunca me volvieron a buscar (Entrevista
a Sandra, realizada el 8 de julio de 2018).
Estos elementos pueden incidir en que exista un amplio sector de esta población al que no
le agrada acceder a ningún tipo de los servicios que presta la administración local. Cabe
anotar que puede encontrarse un avance respecto a esta situación, impulsado por las
mejoras implementadas en la política social; para el año 2000 cerca del 90% de la
población afirmaba no haber accedido nunca a apoyos institucionales, mientras que en el
2019 esta cifra era inferior al 40% (Zaraza & López, 2018). Pese a tales esfuerzos la
reticencia es aún alta y es muy probable que la desconfianza hacia las instituciones del
Estado, reforzada por el trato cotidiano que se tiene con la policía, incida en esta relación.
La otra cara de la moneda de las agresiones de las que son objeto las personas que
habitan la calle se encuentra al interior de las ollas, en donde, si bien en ocasiones suceden
golpizas, el mayor temor al que se ven sometidas es la muerte y la desaparición. Este
temor que asegura el disciplinamiento de las personas que habitan la olla se ha
posicionado como una de las principales tecnologías de control del espacio. Es preciso
resaltar cómo las técnicas empleadas han variado en el tiempo, en el Cartucho por
ejemplo, es recurrente escuchar del temido container que se encontraba a la entrada del
lugar, en donde se depositaban los cuerpos de las personas que resultaban muertas en la
olla.
Eso echaban a todos los morracos en la entrada, en los containers, después, a la
madrugada llegaban los de medicina legal a recoger todos los cuerpos, aunque eso
84 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle Título de la tesis o trabajo de investigación
a veces no pasaba y se perdían en la basura. Es que definitivamente el cartucho
era un camposanto (Entrevista a Pepe, realizada el 11 de julio de 2019).
Con la transformación que sufrieron las ollas de la ciudad y el consecuente
posicionamiento del Bronx se fueron modificando las técnicas de desaparición, también el
refinamiento de los procesos de control de las ollas se vió reflejado en este aspecto. Por
algún tiempo, después de la intervención realizada al lugar, fue frecuente encontrar en la
prensa relatos sobre las casas de pique que fueron encontradas al interior de la olla, las
cuales se habían especializado en desaparecer cuerpos con el fin de no dejar rastro (El
espectador, 3 de junio de 2016). Los relatos de quienes habitaron el lugar afirman que
existía una gran caneca con ácido para desaparecer cuerpos, otros rumores, que pocos
se atreven a confirmar, dicen que los sayayines tenían un cocodrilo para desaparecer los
cuerpos.
Allá (en la olla) mataron a mi socia, me dijeron, si usted no nos hace caso a usted
le va a pasar lo mismo que a su socia, cuando fue lo del Bronx alguien me dijo:
“encontraron a su socia, estaba enterrada en una casa, toda picada” (Entrevista a
Sandra, realizada el 8 de julio de 2018).
El refinamiento de las técnicas de desaparición es reflejo del poder conseguido en estos
lugares tras las intervenciones, impulsado, por un lado, por la reorganización que se
posibilitó en el espacio -la facultad de organizarse como una red-, pero también por la
llegada de agentes de control externos, mayormente cualificados para las labores de
control y seguridad, quienes se encontraban relacionados con estructuras criminales y
paramilitares del pais, permitiendo traer y transformar las técnicas que hasta ese momento
se empleaban.
Otro de los procesos de control que tiene un fuerte efecto en el cuerpo es el consumo. La
sustancia que mayoritariamente consume la población habitante de calle es el bazuco, sin
embargo, esto no siempre ha sido así. Este es otro de los procesos en donde la
transformación de las ollas en la ciudad tuvo un gran impacto en las personas que habitan
la calle; las primeras sustancias que se distribuyeron en las calles del centro de la ciudad,
particularmente en el Cartucho, fueron la marihuana y las pepas, distintos relatos afirman
que la degradación de las prácticas en el espacio se consolidó con la llegada del bazuco
Capítulo 3. Los cuerpos en la olla 85
(Góngora & Suarez, 2008; Morris & Garzón, 2010). Cabe resaltar que esta sustancia, pese
a ser un residuo de la pasta base, puede llegar a tener distintas calidades al ser rendida
con distintos elementos para obtener mayores ganancias. En el momento del surgimiento
del Cartucho esta no era una práctica usual, posteriormente se empezó a implementar por
algunos ganchos. Uno de los efectos más visibles del consumo de bazuco es el desgaste
al que se ve sometido el cuerpo, reflejado en la pérdida de masa corporal, desnutrición,
problemas psiquiátricos y deterioro del sistema nervioso (Rosselli, Rico, Sandoval, Sierra,
& Adriana, 1994). En la medida en que la calidad de las sustancias disminuye, los cuerpos
de habitantes de calle se van a ver mayormente afectados por estos problemas.
Eso ahora está muy dificil conseguir bazuca del bueno, cuando pasan cosas como
las del Bronx la bazuca sube de precio y además se comienza a rendir más, ahorita
es difícil encontrar buenos ganchos, solo dos en el Sanber son buenos, el resto re
rendida y eso así es una cosa muy paila, le cae a uno muy mal (…) Eso fue lo
mismo cuando el proceso de paz, como entregaron unos laboratorios la bazuca se
puso muy cara (Entrevista a Jorge, realizada el 3 de octubre de 2019).
El relato de Jorge evidencia cómo al estar estas sustancias sometidas a lógicas de
fluctuación del mercado ilegal, la calidad y precios son potestad de las redes que la
producen y distribuyen, en tanto se ven fácilmente afectados por hechos que tiendan a
dificultar el flujo de mercancias. En este proceso, los habitantes de calle resultan presos
de los vaivenes económicos y únicamente pueden consumir lo que se ofrece sin importar
la calidad de la sustancia.
Otro de los efectos frecuentes del consumo de esta sustancia son los delirios paranoides,
no en vano suele llamarse al bazuco como “susto”. Dicha afectación puede verse
disminuida o potenciada según el entorno y las situaciones que se experimenten durante
el consumo. Si se presentan situaciones tensas las posibilidades de desatar episodios de
paranoia se aumentan. En esa medida, habitar en una olla, donde el miedo se constituye
como uno de los elementos constantes, pues por medio de este se asegura el control de
las personas que se encuentran en ella, significa permanecer y consumir en un lugar en
donde la tensión resulta ser un elemento constitutivo.
.
86 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle Título de la tesis o trabajo de investigación
Lo más difícil de vivir en la olla son los riesgos, no se sabe a qué hora lo achaquen
a uno (…) vive uno a la expectativa, con delirios de persecución. Y si uno ha fumado
cualquier cosa, peor (Pepe, Entrevista realizada el 11 de julio de 2019).
De tal forma, la construcción de la olla como un espacio de miedo se ve reforzada por el
acto de consumo, permitiendo con mayor facilidad la reproducción de este proceso y el
control de sus habitantes.
Otro de los elementos que incide fuertemente en la construcción de cuerpos en las ollas
es la exposición a ciertas enfermedades características de la vida en calle. El Doctor
Rodrigo Meléndez relata que las principales afectaciones que suelen tener los habitantes
de calle tienen que ver con problemas cutaneos, dados los contextos de desaseo en los
que se encuentran, por lo que frecuentemente se ven perjudicados por laceraciones o
parásitos en la piel. La otra enfermedad que suele afectarles, en su gran mayoría, está
relacionada con problemas respiratorios, consecuencia del consumo, principalmente de
bazuco, a esto se le suman lesiones ocasionales por riñas, golpizas o accidentes que, ante
las dificultades de acceso a salud para habitantes de calle, pueden llegar a devenir en
problemas más graves y enfermedades de transmisión sexual (Entrevista realizada el 28
de noviembre de 2019).
En todo caso, el tratamiento de las enfermedades de habitantes de calle es un proceso
bastante complejo, estos no suelen contar con identificaciones que les permitan acceder
con facilidad a centros de salud y en muchos casos no desean tenerlos. Hasta hace muy
poco, gracias a la gestión del Distrito, les fue reconocida la pertenencia a un nivel 0 del
Sisbén para poder acceder a las instituciones prestadoras, aún así se les continúa
exigiendo múltiples requisitos con los que no cuentan, por lo que los habitantes de calle no
tienen acceso a prácticas de prevención o detección temprana de enfermedades, y tan
solo las brigadas de salud, que fueron disminuidas en la última administración, resultan
fundamentales para mejorar las condiciones de vida de estas personas.
Una barrera adicional que suelen tener frente al acceso es la debilidad de los tratamientos
para la desintoxicación, el Doctor Meléndez relata que muchas de las personas que
requieren mantenerse incapacitadas e internadas en centros de salud tras intervenciones
Capítulo 3. Los cuerpos en la olla 87
quirúrgicas suelen escapar, dada la gran ansiedad a la que se ven sometidas,
posicionándose esto como una barrera adicional para el acceso a salud.
Tengo un caso de un muchacho que tuvo una intervención a raíz de una puñalada
y se le puso una bolsa para recoger la materia fecal de manera temporal, el hombre
se escapó al poco tiempo por la ansiedad que tenía y no se le pudo retirar la bolsa.
Posteriormente el volvió a ser atendido en varias ocasiones, en todas ellas se
escapaba, ya no por la ansiedad sino porque había descubierto que con eso la
gente le daba plata más fácil, ¡claro!, no lo querían tener cerca por el olor y la forma
más rápida de alejarlo era dándole dinero (Entrevista al Doctor Rodrigo Meléndez,
realizada el 28 de noviembre de 2019).
La historia relatada evidencia la forma como los habitantes de calle terminan por adoptar
la relación de enfermedad con su cuerpo, aceptan los problemas que pueden llegarles
como parte normal de la vida en calle y asumen su aspecto físico como una forma para
poder enfrentarse al resto de los habitantes de la ciudad. Pierre Bourdieu describe la hexis
corporal como el conjunto de posturas, ademanes y presentación corporal que termina por
distinguir a una clase, este es un proceso que se transmite a partir del habitus, la vivencia
cotidiana que permite la transmisión de estos comportamientos entre personas que pueden
considerarse pares (Bourdieu, 2000). Sin embargo, además de la reproducción que se da
en el proceso de socialización en la práctica cotidiana, el habitante de calle adquire las
prácticas corporales de manera consciente y direccionada, con el fin de distinguirse de la
ciudadanía que lo repele, esto resulta explícito en la afirmación de Ernesto:
Yo era uno de los verraquitos de la zona, es que mire, a uno lo tratan de todo en la
calle, entonces pues que lo hagan con razón, prefiero dar miedo o asco a que
cualquiera llegue y me haga cualquier cosa (Entrevista a Ernesto, realizada el 8 de
julio de 2018).
Así, la apariencia descuidada, que en muchas ocasiones se asocia de manera directa con
aquellos que habitan la calle, resulta ser un elemento que se asume, en cierta medida,
como una característica del habitante de calle desde estos sujetos mismos. De esta
manera, se da un proceso de aceptación y adopción en la forma de ser en el mundo de los
sujetos que habitan estos lugares, permitiéndoles construir identidades a partir de allí. En
88 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle Título de la tesis o trabajo de investigación
todo caso, es preciso resaltar que dichas identidades resultan ser parte del proceso mismo
de reproducción de las ollas, al permitir la mímesis entre los espacios deteriorados y
quienes los habitan.
Finalmente, es preciso resaltar una diferenciación marcada que sucede en la producción
de cuerpos en las ollas. Ser mujer y habitar la calle supone una serie de procesos
diferenciales que repercuten fuertemente en la producción de subjetividades. Para exponer
este punto vale la pena indicar la gran diferencia, en términos proporcionales, entre
hombres y mujeres, para el 2017 solo el 11% de la población que habitaba la calle se
identificaba como mujer. Esto permite inferir que la calle se constituye como un espacio en
donde las prácticas que priman son aquellas que realizan los hombres, haciendo del
habitar la calle una experiencia mediada por relaciones de poder patriarcales. En este
contexto, es usual encontrar que las mujeres se vean sometidas frecuentemente a
violaciones o que sean inducidas a la prostitución. El hecho de permanecer en la olla
significa para la mujer encontrarse expuesta en todo momento a cualquiera de estos dos
elementos.
Ruth Martinez, quien fue funcionaria del Distrito, relata que uno de los principales temores
que tenía la primera vez que entró al Bronx era que alguien la arrastrara a alguna de las
casas y la violara, al contarle esto a uno de sus compañeros él le expresó:
así es… de hecho, uno de los principales riesgos, me dijo, es que un sayayin se
enamore de ti (enamorar como verbo que se usa para decir que alguien pone el ojo
en uno y luego no lo suelta) y que lo diga en voz alta: si eso sucede no hay forma
de que salgas del Bronx porque todo el mundo va a entrar en la cacería (Vargas &
Martínez, 2013, p. 9).
El hecho de que la persona que relata esta historia fuese, en cierta medida, ajena a la
existencia cotidiana de la olla pone en evidencia la extensión de las relaciones de
dominación que pesan sobre las mujeres en las ollas. Las relaciones de poder que pesan
en este espacio son capaces de cobijar a toda aquella que se encuentre en la olla, por el
simple acto de estar.
Capítulo 3. Los cuerpos en la olla 89
Esta relación se extiende a lo que puede ser entendido como otro tipo de violación: la
inducción a la prostitución. Esta actividad es recurrente en las ollas y, de la misma forma
que se describió anteriormente, el hecho de permanecer en este lugar hace que la mujer
sea propensa a desarrollarla, este es el caso de Sandra, quien siendo menor de edad fue
obligada a prostituirse por parte de un jíbaro en el Bronx:
Ella nos dijo – marica mire que estos pirobos nos necesitan para ir a trabajar – yo
ahí le dije – ¿trabajar en qué ?- me dijo – lo que pasa es que nos están explotando,
nos están obligando a prostituirnos, hasta con manes de la calle-. Nosotras nos
sentíamos como sucias (Entrevista a Sandra, realizada el 8 de julio de 2018).
Rita Segato (2010) expone que en contextos de violencia, la violación es entendida como
uno de los elementos que permite reafirmar el poder sobre los otros. De esta forma, es
posible afirmar que la mujer es considerada como una extensión del territorio dominado,
un elemento más de este espacio, al cual es posible acceder siempre que se cuente con
algún nivel de control en la olla. Frente a esto, muchas mujeres optan por adoptar algún
“marido” que le permita protegerse de otros hombres o adoptar actitudes y apariencia
masculinas y ser reconocida como “chachito” (Rodríguez, 2014). La tutela masculina para
poder vivir en la calle o la negación de los cuerpos femeninos, en la que se ven obligadas
a esconderlo, evidencian la calle como un territorio de lo masculino, en donde el cuerpo
preferente es el masculino, traduciéndose en la producción de espacios patriarcales en
que la vida y existencia de las mujeres no está considerada más allá que como un objeto
para el usufructo.
Estos procesos sobre el cuerpo guardan una relación muy cercana con la forma como se
produce el hábitat. Maria Clara Echevarría señala la recurrencia como uno de los
elementos principales que constituye el hábitat, esto es formación de un hábitus que
permite la reproducción de prácticas y hábitos, que a su vez, posibilitan la reproducción del
hábitat (Echeverria, 2009). El hábitus actúa como estructura estructurante, es decir,
aquellos principios a partir de los cuáles se generan prácticas recurrentes que se efectuan
muchas veces sin que se sea plenamente consciente de su finalidad; sin embargo, estas
tienen como funcionalidad el permitir la adaptación del sujeto a su entorno (Bourdieu,
2007). En esa medida, es posible identificar, partiendo de lo anterirmente expuesto, dos
elementos que constituyen el habitus del habitante de calle. El primero de ellos se
90 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle Título de la tesis o trabajo de investigación
caracteriza por la aceptación del malestar como elemento constitutivo de su vida, lo que
se expresa en la normalización de las golpizas y de las enfermedades propias de su
entorno. En segundo lugar, se resalta la hexis corporal. Estos elementos resultan
adoptandose como estrategias que permiten a los habitantes de calle la permanencia y
supervivencia en el entorno urbano. Sin embargo, estos elementos también cumplen el
papel de asegurar el posisicionamiento de sí como otredad, la aceptación de estos
procesos como elementos de distinción hace que el habitante de calle asuma que su papel
secundario en la sociedad y normalice los procesos de aislamiento y segregación de los
que son víctimas.
Agencia en la olla
Los elementos mencionados permiten evidenciar las relaciones existentes entre la
producción de espacios, cuerpos y subjetividades. Los procesos mediante los cuales se
construyen los cuerpos y los sujetos tienen como efecto la deshumanización del habitante
de calle, por un lado, las agresiones externas evidencian el desconocimiento de ciudadanía
de estos sujetos, al verse afectados por la institución que debería protegerles, lo que hace
que el habitante de calle se entienda como un sujeto no deseado por los demás
ciudadanos, a los que constitucionalmente se les establece como iguales. Por otro lado,
las agresiones internas ponen de presente la imposibilidad de acceso a la justicia, la
posibilidad latente de desaparecer sin dejar rastro alguno. De esta manera el habitante de
calle se entiende como un sujeto cuya existencia carece de valor y decide adoptar en su
hexis corporal elementos de distinción que le permitan protegerse de la ciudadanía por la
cual se ven negados y rechazados. Este proceso de distinción implica también el
desconocimiento de la corporalidad propia de los sujetos, pues pasa por la aceptación de
cuerpos sometidos a adicciones y enfermedades que afectan fuertemente la vida cotidiana
de estas personas, pero que a su vez consideran elementos necesarios para asegurar la
pervivencia en la calle. La negación de sí mismo termina por reforzar el sometimiento que
viven estos cuerpos, lo que termina reflejándose en el rechazo a construir procesos que
disputen la producción del espacio en el que habitan y, con esto, la transformación de sus
condiciones de vida.
Pese a esto, existen algunos testimonios que permiten encontrar algunos procesos y
acciones por parte de estos sujetos con los que buscan alguna mejoría en sus condiciones
Capítulo 3. Los cuerpos en la olla 91
de vida. Para iniciar, vale la pena retomar las estrategias de las mujeres para lograr sortear
las situaciones de dominación a las que se ven sometidas. Como se mencionó
anteriormente, la principal estrategia de las mujeres para sortear la vida en calle consiste
en someterse a un hombre en particular para no quedar a la merced de todos los hombres
que habitan la olla, sin embargo, este sometimiento no elimina ni modifica la dominación
existente, solo la particulariza. Pese a ello, vale la pena mencionar un elemento de la vida
en calle de las mujeres que pueden llegar a establecer caminos que permitan la
transformación de la vida en calle, así como los procesos de sometimiento que ella implica.
Para poder desarrollar este punto es preciso mencionar una fuerte diferencia en la forma
de habitar la calle entre hombres y mujeres, los primeros tienden a vivenciarla de manera
solitaria y aislada, las segundas, por el contrario, procuran crear y fortalecer lazos que le
sirvan de apoyo para habitar estos lugares. Estos puntos de apoyo resultan fundamentales
para las mujeres, pues aseguran algunos mecanismos de protección frente a las
agresiones de personas externas al círculo creado (Rodríguez, 2014). Aunque este
proceso de creación de redes comunitarias no asegura per se la transformación de lo que
significa habitar la calle para las mujeres, ni la transformación de las relaciones de
dominación a las que se ven sometidas, sí denota el reconocimiento de un otro en el
espacio que se comparte, paso inicial para generar procesos basados en la solidaridad y
el apoyo mutuo, que pueden tomarse como punto de partida para el autoreconocimiento
como sujetos y como colectividad.
Pese a esto, los procesos colectivos que buscan dignificar a las personas que habitan la
calle son escasos, siendo la mayor parte de ellos organizados por fundaciones o
instituciones estatales, que terminan por presentarse como procesos asistenciales o, en
los casos más exitosos, como procesos individuales de superación, siendo estos úlimos
aquellos en los cuales la persona deja la calle para formar parte de una institución en la
cuál se busca transformar su vida. Pese a ello, los casos exitosos que suceden en
instituciones implican, de entrada, una fuerte barrera para los sujetos que habitan la calle.
Para acceder a estos lugares es pertinente que los cuerpos callejeros asuman procesos
de disciplinamiento específicos, ya que estos se plantean únicamente como puentes para
sacar a las personas de la habitanza en calle. Es decir, los procesos institucionales se
plantean como momentos de paso que implican la transformacion de cuerpos calllejeros
en lo que estas instituciones consideran cuerpos ciudadanos. En esa medida, los cuerpos
92 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle Título de la tesis o trabajo de investigación
que ingresan a estos procesos se enfrentan a negaciones constantes de la construcción
de sus cuerpos callejeros, por tanto, de su subjetividad actual. Razón por la que estos son
muchas veces rechazados por quienes habitan la calle o resultan en procesos fallidos.
En este panorama las posibilidades de agencia de los cuerpos callejeros parecen ser
escasos o nulos. Sin embargo, en los relatos que recuerdan los habitantes de calle existen
referentes de estos procesos, dados a través de la memoria de sujetos significativos de la
vida en calle, reconocidos como aquellos que buscaron dignificar su vida y la de aquellos
con quienes vivían. El primer personaje que resalta es el poeta, se narra de él que era un
estudiante de literatura de la Universidad Javeriana que, ante la adicción, terminó por
asumir la vida en calle. El poeta era llamado así pues escribía poesías y se las regalaba a
sus compañeros del cartucho para que estos las vendieran en las calles y buses de la
ciudad y así evitar que resultaran siendo víctimas de jíbaros o tuvieran que robar para
conseguir las sustancias que consumían. Tras su muerte, ocurrida en el cambuche que
habitaba en el puente de las Américas con 30, varios habitantes de calle organizaron una
marcha para exigir que la policía respetara sus derechos (Morris & Garzón, 2010). Otro
personaje que muchos recuerdan es a Comanche, quien fue bastante reconocido en los
procesos de intervención del Cartucho, él solía interlocutar y liderar acciones para exigir
que se brindaran soluciones de habitación a las personas desalojadas. En un momento
decidió tomarse la antigua bomba de gasolina del Cartucho para exigir que fueran
escuchados. Finalmente, terminó muerto en extrañas circunstancias.
Él peleaba, pues, porque las personas tuvieran como (…), les respetaran sus
derechos, sí, como que el habitante de calle allá tuviera una mejor vida. Sí, que
tuviera comida, tuviera una forma de estar bien.
A él finalmente lo asesinaron, lo mataron allá adentro, quién sabe quién lo mataría,
porque es que en esa época los rayas también eran bravos, los rayas son
prácticamente los policías de civil, que son manes asesinos (…) (Entrevista a
Camilo, realizada el 8 de julio de 2018).
Una última historia que resalta es la del Loco Calderón. Este personaje fue reciclador en
el Cartucho y se encargó de organizar a las personas que reciclaban con él, formando lo
que llamaron el Movimiento de Recicladores Independientes, MRI. Ellos lograron tener una
Capítulo 3. Los cuerpos en la olla 93
sede en esta olla, a donde llegaban distintos recicladores. Calderón también fue
reconocido por ayudar a personas que buscaban a sus familiares en el Cartucho. Cuando
las personas buscadas deseaban encontrarse con ellos se encargaba de organizar los
encuentros, en caso contrario les solicitaba retirarse (Farfán et al., 2018).
Estos tres casos evidencian procesos de acción colectiva iniciados por habitantes de calle,
a partir de los cuales se aseguró la visibilización de esta población, que buscaba el
reconocimiento de sus derechos. Adicionalmente, se logró establecer algunos encuentros
con la alcaldía, a partir de lo cual se instaló una mesa de habitante de calle con
participación de esta población. Estos logros tuvieron repercusiones en las políticas
públicas implementadas, de tal manera que desde la administraación local se iniciaron y
reforzaron los procesos de atención, poniendo como punto central la dignificación de estas
personas.
A pesar de los logros obtenidos, estos procesos no continuaron y tras la desaparición del
cartucho no se volvió a encontrar este tipo de historias en las ollas de la ciudad, vale la
pena preguntarse ¿Qué cambió?. El primer elemento que resalta es el fortalecimiento
institucional para la atención en calle; a raíz de estos procesos de acción colectiva se logró
un reconocimiento de los derechos del habitante de calle, lo que decantó en la
implementación de programas dirigidos a esta población. Pese a esto, los problemas que
tenían los habitantes de calle del cartucho continuan vigentes en las ollas de la ciudad, por
lo que no es posible asumir que se hayan eliminado las condiciones que dieron paso a
estos procesos organizativos. Ante esto, cabe afirmar que los programas implementados
se basaban en el reconocimiento de individuos que habitaban la calle, en esa medida, la
institución empezó a ofrecer a estas personas la construcción de proyectos de vida
individuales, que partian de la eliminación de los lazos existentes en la calle, con lo que se
minaban las relaciones de colectividad que se pudieran crear en la calle. De esta manera,
desde la institución se profundizó en un modelo ideal para el habitante de calle basado en
un individuo liberal, en donde la autosuperación y el esfuerzo personal primaban sobre la
construcción de procesos colectivos.
Por otro lado es preciso resaltar, como se ha mencionado anteriormente, la transformación
vivida respecto a las técnicas de control en las ollas. Proceso caracterizado por una mayor
especialización para asegurar mayor eficacia. Esto implicó la implementación de
94 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle Título de la tesis o trabajo de investigación
mecanismos cada vez más rigurosos haciendo de la muerte una amenaza cada vez más
cotidiana y latente. En este marco, es preciso tener en cuenta que dignificar la vida en calle
pasa por reconocer las relaciones de sometimiento que producen quienes controlan los
espacios callejeros, lo que implica enfrentar estas estructuras. El crecimiento de los
procesos de control que subsisten hoy y su posicionamiento en las ollas ha pasado
necesariamente por la desarticulación de los tejidos sociales existentes y todo proceso
colectivo que pueda llegar a significar algún tipo de confrontación con las estructuras de
control.
Ante estos elementos, la vida en calle cada vez se presenta con menos posibilidades de
acción colectiva y más limitada frente a la construcción de lazos comunitarios. Lejos de
desestimular la vida en calle, esta transformación ha repercutido en el recrudecimiento de
las condiciones para que habiten estos espacios quienes han decidido adoptarlo como su
hogar, limitando así las posibilidades de transformación de sus vidas y, con ello, del
espacio social que producen cotidianamente.
Capítulo 4. Reflexiones finales
La gentrificación se presenta en la actualiad como un tratamiento urbano recurrente, siendo
un punto de discusión necesario en la planificación urbana. Pese a ello, aunque existen
claridades frente a su existencia y desarrollo, los procesos de renovación urbana de las
ciudades continuan teniendo efectos devastadores en las personas que habitaban estos
espacios. Analizar la gentrificación desde una perspectiva de hábitat posibilita la inclusión
de diversas dimensiones que permiten no concentrarse exclusivamennte en el aspecto
urbanístico y de valorización. De esta manera se introducen aristas claves para el álisis
como los habitantes, las distintas escalas y temporalidades.
Estudiar la gentrificación implica analizar un proceso histórico que inicia con el deterioro
de espacios urbanos, sin embargo, no todo espacio urbano deteriorado es objeto de este
proceso, ni toda renovación urbana lleva necesariamente a la gentrificación. Por esta
razón, analizar estos procesos implica la comprensión de un proceso histórico en el que
intervienen diferentes factores, es decir, entender los procesos de producción de un
espacio social y su transformación a través del tiempo, a la luz de las intervenciones
realizadas.
En esa medida, el análisis que se llevó a cabo permitió realizar una trazabilidad entre los
procesos de deterioro del centro de la ciudad de Bogotá, la formación de las ollas, su
intervención y la producción de nuevos espacios que serían nuevamente objeto de
renovaciones. En otras palabras, se evidenció que los procesos de gentrificación de las
antiguas ollas del Cartucho y el Bronx encuentran un punto de partida inicial que les es
común: su proceso de deterioro urbano; trayectorias que se encuentran, ya que las
96 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle Título de la tesis o trabajo de investigación
consecuencias de la renovación urbana del Cartucho fue la que permitió poner en el foco
de la mirada pública al Bronx, con miras a la realización de nuevas intervenciones.
Una conclusión que resalta de este hecho es la necesidad de ampliar la comprensión del
deterioro como un proceso que lleva renovación. El interés por generar intervenciones que
reconstruyan ciertos lugares no puede ni debe ser entendido únicamente a través de los
movimientos del mercado inmobiliario. Las relaciones y procesos de producción de
espacios deteriorados contemplan un gran número de procesos urbanos que juegan un
papel en la ciudad. No todo espacio urbano deteriorado tiene las mismas características y
causas, ni termina siendo objeto de intervención. En la investigación realizada, al incluir un
análisis de los procesos de producción espacial de los lugares que se intervienen, surge
la necesidad de contemplar la relación y posicionamiento que tienen en el marco del
conjunto de las relaciones urbanas. Es decir, en la misma medida que la brecha de renta
es un proceso fundamental para constituir espacios que serán objeto de intervención, los
procesos que pruducen estos espacios y las relaciones que se tejen con otros escenarios
en la ciudad son primordiales para comprender la forma en que se crean representaciones
que situan estos espacios como un objeto de lo público en las ciudades.
Por otro lado, una mirada desde el hábitat obliga a comprender que el habitante de calle
constituye un ujeto urbano que tiene las ollas, estos lugares que fueron intervenidos como
los lugares en donde habitan, donde construyen y desenvuelven sus vidas. En esa medida
su incorporación al análisis en este proceso permite evidenciar los problemas a los que
esta población se ve expuesta, la relación de ellos con la forma como se constituyen los
espacios que habitan y así poder concebir en los tratamientos urbanísticos mecanísmos
que contemplen la dignificación de las vidas de estos habitantes que normalmente no son
tenidos en cuenta. Para este efecto, incluir el análisis de trayectorias de los habitantes de
estos lugares permitió poner el foco en los procesos de producción espacial, evidenciando
sus transformaciones en el tiempo y los cambios surgidos a través de las intervenciones
de renovación que se realizaron. Lo que permitió tratar la gentrificación como un proceso
que responde al desarrollo de un modelo de ciudad específico que, como tal, repercute no
solamente en la transformación del polígono intervenido sino en el conjunto de la ciudad.
A través de la gentrificación se producen nuevas estructuras urbanas, cambiando algunas
ya existentes, que modifican la forma que tenía la ciudad antes de que se realizaran las
intervenciones. Lo que resalta la necesidad de concebir la ciudad como un todo articulado
Capítulo 4. Reflexiones finales 97
y no como la sumatoria de pequeños segmentos, ya que las políticas e intervenciones que
se desarrollan en algún lugar particular tienen incidencias en los diferentes espacios que
conforman la urbe.
Al concebir de esta modo el análisis de la gentrificación, la comprensión de los procesos
de producción de los espacios intervenidos es un punto obligado para poder explicar las
afectaciones que suceden a raíz de los proyectos de renovación, reflejadas en el lugar
intevenido, en el conjunto de la ciudad y sus poblaciones. Luego de realizar este análisis
con los espacios que fueron intervenidos, conocidos como el Cartucho y el Bronx, es
posible concluir que estos escenarios se comportan en la ciudad como espacios isotrópicos
en función de la economía del narcotráfico y, en esa medida, responden a la necesidad de
esta economía de territorializarse y asegurar nodos que posibiliten la circulación del capital
en la ciudad.
Cabe anotar que las intervenciones realizadas en estos lugares, al no haber contemplado
los procesos de producción espacial que sucedian y asumir el problema como una
localización puntual en la ciudad, restaron historicidad y trascendencia a los mismos, en
tanto procesos urbanos constituido por sujetos. Omitir estos elementos implicó su no
intervención, dado que no fueron considerados, terminaron por desarrollarse en nuevos
lugares. Dicha reorganización de los procesos de producción de las ollas en la ciudad dio
pie a la expansión de este fenómeno a lo largo del territorio, permitiendole crear y
posicionar nuevos nodos y generando una red inerconectada que se comportará de
manera mucho mas resiliente ante nuevas intervenciones. Este proceso resulta ser
característico del capital en el espacio urbano, que suele desarrollar lo que se denomina
destrucción creativa, en donde la creación de nuevos viejos escenarios posibilita la
reorganización de los procesos de producción de la economía que se relocaliza. De esta
manera, surge en la ciudad una red inteconectada de ollas que funcionan como espacios
isotrópicos. Esta nueva forma de territorialización también permitió el desarrollo de
dinámicas nuevas de control en las ollas, nuevas formas de captación de personal, como
el traslado desde zonas de conflicto o la tercerización del crimen urbano por fuera de los
nodos, permitiendo así la disminución de conflictos y, por ende, la reducción del riesgo en
el proceso de circulación del capital.
98 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle Título de la tesis o trabajo de investigación
Frente a la producción de las ollas es preciso anotar que al constituirse como espacios
isotrópicos y desarrollar una funcionalidad completamente utilitaria al capital al que
responden, los escenarios y relaciones de la vida cotidiana que se desarrollan en su interior
terminan por ser absorbidas por los procesos de producción propios de un espacio utilitario,
es decir, se conjugan para formar parte de los procesos económicos que rigen en este
lugar. De esta manera, es posible ver cómo los habitantes de calle, por el hecho de habitar
la olla, terminan por verse envueltos en la cadena de producción de la economía ilegal del
lugar, no solo en el proceso de consumo, sino tambien en la producción y distribución, por
tanto, entran a formar parte de los procesos laborales que allí se desarrollan, consolidando
con esto el aporte del habitante de calle en el proceso de producción y reproducción de la
olla como espacio y como economía.
Por otro lado, al concebir el hábitat como una relación en constante desarrollo entre el
habitáculo, el habitar y el habitante, se resalta cómo el sujeto entra a formar una parte
activa del espacio social, siendo la producción espacial un proceso dialéctico que tiene
como resultado los lugares que se habitan y los habitantes como sujetos. Por esta razón
es posible encontrar que la producción espacial y los procesos que se implementan para
asegurar su reproducción tienen un correlato visible en la forma como se producen las
corporaleidades que habitan estos lugares, lo que incide también en la forma como se
configuran los sujetos en este espacio, en tanto que el habitar de estas personas lo
transforma o reproduce.
En este proceso, el hábitus juega un papel fundamental, ya que este posibilita la
recurrencia del hábitat, permite que los sujetos incorporen no únicamente las prácticas,
sino también los procesos que son fundamentales en la reproducción del espacio. Se esta
manera se evidencia una relación intrínsica entre el hábitus y el hábitat, ya que el proceso
de producción espacial tiene también efectos en la forma como se constituye dicho hábitus.
En esa medida, retomando los planteamientos de Bourdieu, la transformación del hábitus,
mediante la concienciación de prácticas y su transfomación posibilita la transformación del
hábitat. Por otro lado, profundizar en la relación hábitat – habitus posibilitaría dar una
mirada central del sujeto en un entorno, para entenderlo como producto y productor de
este.
Capítulo 4. Reflexiones finales 99
Alrededor de esto, es posible ver cómo los habitantes de calle se ven envueltos en un
proceso de negación de sí, que parten del enfrentarse a los procesos de negación en los
que se ven rodeados en los espacios cotidianos, los controles al interior y exterior de las
ollas, los procesos de institucionalizadión del habitante de calle y la complejidad de los
espacios que habitan. Esto los lleva a generar mecanismos de distinción que pasan por
asumirse como otro, que es negado en la ciudad por aquellos que son considerados como
ciudadanos. Lo que implica, a su vez, la construcción de una representación hegemónica
del ciudadano, el cual considera al habitante de calle como un sujeto no deseado, por lo
tanto, no se le permite encontrar un espacio en la ciudad que pueda permitirse como
propio. La omisión del habitante de calle por la mirada pública es lo que conlleva a su
concepción de ciudadano, únicamente, en la medida en que es potencialmente
transformable en un sujeto válido. Es decir, el habitante de calle es considerado como
ciudadano únicamente porque tiene la posibilidad de transformarse, por lo que la atención
que se le ofrece se concibe como un proceso para convertirlo en un ciudadano válido que
ya no vive en la calle. Esta es la razón por la cual la planeación urbana lo ha excluido de
todo espacio que está bajo su control. Negar al sujeto en estas condiciones es relegar su
posibilidad de existir solo en aquellos espacios que escapan al control de lo público, lo que
termina, como se mencionó anteriormente, por reforzar y dar soporte a las estructuras de
los espacios ocultos en términos formales para la ciudad. En este marco, los habitantes de
calle se presentan como sujetos urbanos negados históricamente, su construcción como
ciudadanos ha partido de la premisa del deber ser de su inexistencia; de ahí que su
derecho de habitar también les sea negado, el lugar que ocupan nunca les pertenece. Sin
embargo, allí se encuentran, como un resultado visible y latente de las violencias
estructurales que conforman la ciudad, violencia que en los procesos de renovación urbana
y de gentrificación no les es ajena.
Al relegar al habitante de calle a las ollas, sus posibilidades de existencia también se
encontrarán completamente limitadas. El hecho de que el espacio de las ollas se fuese
transformando, para desarrollarse como un nodo cada vez más utilitario, implicó la
emergencia de procesos de control más rigurosos y tecnificados, reduciendo los horizontes
de posibilidad de estos sujetos al imposibilitar la construcción de tejidos y procesos
colectivos en los nodos que habitaban. En esa medida, se eliminó de la cotidianidad de las
ollas la posibilidad de generar acciones colectivas que se encaminaran a la transformación
de las condiciones de vida de los sujetos que las habitaban, ya que desarrollar este tipo
100 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle Título de la tesis o trabajo de investigación
de acciones, necesariamente entrarían a confrontar los procesos de producción
hegemónicos de las ollas.
En esa medida, es posible afirmar que para asegurar la existencia de procesos de
renovación que resulten benéficos para la ciudad es preciso considerar la totalidad de
relaciones y procesos socio espaciales que se están interviniendo. Esto implica, por un
lado, considerar al habitante de calle como un sujeto urbano que existe en la ciudad y que
continuará habitándola. Por esta razón las políticas que se implementen para la atención
a esta población deben situarse más allá de la prevención del fenómeno o la eliminación
del mismo, a través del tratamiento en instituciones para sacar a estas personas de la calle.
Estas medidas deben contemplar, además, mecanismos que garanticen la dignificación
del sujeto que decidió no dejar de habitarla. Por otro lado, al considerar las relaciones que
se producen en los espacios que se intervienen, es necesario comprender su
trascendencia en la ciudad. De tal manera que, si se pretende transformar un proceso
propio de la ciudad, entren en consideración las manifestaciones que este tiene en todo el
territorio urbano y las relaciones que estas guardan entre ellas. De no realizarse de esta
manera puede llegar a omitirse la incidencia del problema que se busca solucionar en la
ciudad y, por tanto, la forma como este puede llegar a transformarse y resposicionarse.
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Alcaldía Mayor de Bogotá. Decreto 492 de 2007. Por el cual se adopta la Operación
Estratégica del Centro de Bogotá, el Plan Zonal del Centro -PZCB- y las Fichas
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92 La Macarena, 93 Las Nieves, 94 La Candelaria, 95 Las Cruces y 101
Teusaquillo.
Alcaldía Mayor de Bogotá. Decreto 88 de 1998. Por el cual se adopta el programa de
Renovación Urbana para la recuperación del sector comprendido por los barrios San
Bernardo y Santa Inés y su área de influencia y se establecen normas específicas
para algunos de los sectores dentro del área de Renovación Urbana.
Alcaldía Mayor de Bogotá. Decreto 145 de 2013. Por medio del cual se anuncia la puesta
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denominado El Bronx, y se dictan otras disposiciones.
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El Tiempo, 19 de octubre de 2018. El Alcalde le mostró al Presidente cómo quedará el
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Entrevistas
Rodrigo Mélendez, Funcionario del IDIPRON e impulsor de los CAMAD, 28 de
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Santiago, Funcionario de la Secretaría de Integrción Social, 13 de agosto de
2019.
Sebastián Lanz, Defensor de Derechos Humanos, 1 de octubre de 2019.
Camilo, Habitante de calle, 29 de junio de 2019.
Ernesto, Habitante de calle, 25 de septiembre de 2019.
Jorge, Habitante de calle, 3 de octubre de 2019
Pepe, Habitante de calle, 11 de julio de 2019.
108 Trayectorias en la gentrificación: Renovación urbana y habitantes de calle Título de la tesis o trabajo de investigación
Ricardo, Habitante de calle, 4 de septiembre de 2019.
Sandra, Habitante de calle, 8 de julio de 2018.
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