Unanovelasobrelapérdidadelainocencia.
OzuesunveteranonostálgicodelaSegundaGuerraMundialcuyohijo,elambiciosodoctor Eiichi, trabaja en un moderno hospital. Cuando Ozu se encuentra porcasualidadconunamigode su infancia, seavivanen sumemoria los recuerdosdeAiko,lachicadelaqueseenamoróensujuventud.
Aiko,ahorademedianaedadyenfermadecáncer, ingresaenelhospitalenelquetrabaja el hijo de Ozu, que a diferencia de su padre ha abandonado los valorestradicionalesyesunprofesionalagresivamenteambicioso.EiichidebeescogerentrerespetarasupadreoavanzarensucarrerautilizandoaAikoparaprobarpeligrososmedicamentosexperimentales.
Románticaytristealavez,CuandosilboesunasutilmuestradelconflictoentrelosvalorestradicionalesymodernosenJapón.
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ShusakuEndo
Cuandosilbo
ePubr1.0orhi20.02.2019
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Títulooriginal:ロ笛をふく時ShusakuEndo,1979Traducción:VickyVázquezEditordigital:orhiePubbaser2.0
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Críticas
«Unodelosmejoresnovelistascontemporáneos.»GrahamGreene
«Detodoslosnovelistasjaponeses,ShusakuEndoeselmáspróximoaloslectores
occidentales.»FrancisKing,TheSpectator
«Menosmalquetodavíatenemosnovelistasquecelebranlasvirtudesdelacivilizaciónydelcomportamientodecentedelaspersonas.PocosnovelistascontemporáneoslohacendeformamássatisfactoriaqueShusakuEndo.»
AllanMassie,críticoliterarioyescritor
«Increíble…comounanotadeviolínenmediodelcaos.»ARoomofOne’sOwn
«MuestraqueEndopuedeserpoetaytambiénbiógrafo,dibujandopersonajesy
lugaresqueseajustanaunavisióndelavidacambianteeindividual.»SundayTimes
«OtragranobradeunodelosautoresmásbrillantesdeJapón,tellegaalcorazón.»
TheTelegram
«Unaemotivahistoriasobreladesaparicióndelainocenciayunafeinquebrantable.»SundayTelegraph
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«Endoconsiguemostrarunahistoriaquefuncionaentodoslossentidos.»TheScotsman
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PREFACIO
Algunasvecesaún…Algunasveces,porlatardeoavanzadalanoche,cuandovoydecaminoaunacita
oderegresoacasa,pasoporelhospitaluniversitarioenelqueestuveingresadohacequinceaños.
Enesosinstantesnopuedolimitarmeapasarporahísinmás.Aveceslepidoalconductorquepareymequedomirandolabasedellargomurogrisyobservocómoparpadeanlaslucesdelasventanasdelhospital.
Pasétresañosallí,porloqueconozcoeltipodevidaquesellevadetrásdecadaunadeesasventanas.Recuerdolasmanchasdelasparedesdelashabitaciones,elhazde luz que proyectaban las bombillas eléctricas, el olor del éter, los susurrosprocedentes del puesto de las enfermeras. Casi puedo oír todavía las voces de lospacientescharlandoenlasala,einclusorecordarlostemasdelosquehablaban.
Aún hoy me siento atraído por los hospitales, y algunas de mis novelastranscurrenenellos.Allílagentedebedesprendersedelosadornosdelasociedadylucharcaraacaraconlaenfermedad.Allíelpresidentedelacompañíayelpolíticodeben llevar pijama y bata. El privilegio social no sirve para nada a la hora decombatirlarealidaddelaenfermedad.Lasoperacionessondolorosasparatodoslosindividuos,ytodosodianlasinyecciones.Lassumasdedinerooelpodernotieneninflujoalgunoenelmiedoaldolorylamuerte.
En1950 fui aFranciadesdeLyonpara estudiar literatura cristiana francesadelsigloXX.DurantelasvacacionesdeveranodemisegundoañoenLyon,hiceunviajeinolvidable recorriendoel campoenelqueestábasado lagrannoveladeMauriac:Thérèse Desqueyroux. Cuando volví del viaje, me sentía muy débil. Estaba tancansado que no tenía energía para levantarme de la cama al despertarme por lamañana.
El inviernosiguiente,undíafuiapasearconunamigo.Deprontorecordéalgoqueteníaquehacer,demodoquevolvícorriendoamidormitorio.Allítosíyexpulséuna pequeña cantidad de sangre. Peromimente se negó a unir este incidente concualquier idea relacionada con una enfermedad, porque no tenía dinero paracostearmeunmédico si estabaenfermo,y teníamiedodenopoder seguir conmisestudios.
Después de pasar dos años ymedio enLyon, fui a París. Estaba febril todo eltiempo, así que fui a ver a un médico, que diagnosticó mi problema como unaenfermedaddelpulmónymeingresóenelhospitaldeinmediato.
Tenía la esperanza de continuar mis estudios en París, pero mi salud no lopermitió.Paséel inviernodemiúltimoañoenFranciaenunhospitalparisino.Losmédicos me dijeron que no podía volver a Japón antes de la primavera, pero un
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estudiante japonés empobrecidono tienedinero extra comoparadesperdiciarlo.Alfinal,conlaayudadeunacadémicojaponésdeliteraturafrancesa,pudesubirmeaunbarcomensajeroyvolveraJapónenfebrerode1953.Duranteunañoenteroestuvepostradoencamasinpoderhacernada,peropocoapocofuirecuperandolasfuerzas,yen1954publiquémiprimeraobradeficción,unrelatocortotitulado«AdenMade»[«ParaAden»].Asícomenzómicarreraliteraria.
En 1958, exactamente un año después de escribirUmi toDokuyaku [Elmar yveneno, 1972], participé en unaConvención deEscritores deAsia yÁfrica que secelebróenTashkent.Alañosiguiente, traspublicarKazan,mefuiconmimujerdeviaje porEuropa y laTierra Santa.EnRoma cogí un resfriado que no acababa deremitir,ycuandovolvíaJapónelmédicomedijoquemispulmoneshabíansufridounarecaída.Mepasélossiguientestresañosenlacamadeunhospital,yen1961mehicierontresoperacionesimportantes…
Siemprehayquetenerencuentalasprimeraspalabrasqueunopronunciacuandosedespiertadelaanestesia.Antesdelaprimeraoperacióndecidíque,cuandollegarala hora, impresionaría a mis familiares y amigos murmurando algunas palabrasprofundascomo«¡aunqueEndomuera,laLibertadnuncamorirá!»,comodeclaróunavez el patriota japonés ItagakiTaisuke, o «¡más luz!» a laGoethe. Pero de algunaforma, lo idealy la realidadnuncacoinciden,ycuandopor finabrí losojos tras laoperación,loúnicoquepudedecirfue:«¡ah,duele!».
Las transfusiones queme hicieron durante estas operaciones fueron suficientescomo para sustituir del todo las reservas de sangre de mi cuerpo. Mi familiaconservabalaesperanzadeque,silasangrecambiaba,elindividuosetransformaríatambién.Mecontaronladecepciónquesellevaronalnovereseresultado.
Comolasdosprimerasoperacionesnohabíantenidoéxito,elmédicomedejóamíladecisiónfinaldesometermeaotraoperación,mostrandopocooptimismoanteel posible éxito de la tercera. Mi esposa me contó más tarde que casi se habíaresignadoantelaideadequedarseviuda.
Cuandollegóelmomentodeoperarmeporúltimavez,mecolocaronenunacamacon ruedas y me llevaron a la sala de operaciones, como en las dos ocasionesanteriores. Pero esta vez, para variar, al despedirme de mi mujer y ver cómo secerrabanlasgruesaspuertasdelasaladeoperaciones,mesobrevinolasensacióndehabercontempladoelmundoporúltimavez.Eneseinstantepenséenmitrabajoconciertoremordimiento.¡Habíatantascosasquequeríaescribir!
Durante la operación, mi corazón se paró por unos segundos. Los médicospensaronquehabíamuerto,perolasuerteestabademiladoyconseguísobrevivir.
Meextirparonunpulmónenteroenlasoperaciones.Mimédicomehaobligadoadejardefumar.Peroelcáncerdepulmónapareceporquelagentetienepulmones,yalguiencomoyo,quetieneunpulmónmenosquecualquierpersonanormal,podríapermitirsefumareldoblequeesapersonanormal,n’est-cepas?
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TokyoShusakuEndo
Primaverade1978
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PRÓLOGO
—Disculpe…Ozuabriólosojoslentamente.Enalgúnmomentosehabíaquedadodormidoen
eltrenbala.ElsolsombríodeinviernobrillabaporencimadelasuperficiegrisáceadellagoHamana,dondeflotabandosotresbarcos.
—Disculpe…—El hombre que hablaba tenía una expresión amable—. ¿No esusted…elseñorOzu?
—Hum.—Ozuparpadeó intentando recordarelnombrede su interlocutor.Conlos años se estaba volviendo cada vez más olvidadizo. La gente solía iniciarconversaciones similares con él. Recordaba haber visto esa cara antes, pero pormuchoquelointentaranolograbaacordarsedelnombredelapersonaosurelaciónconella.Estassituacioneserancadavezmásfrecuentes.
—Soy Ueda. Supongo que no me recuerdas.—El hombre parecía confuso—.ÍbamosjuntosalaescuelaNada…SoyUeda.
—Ah.Eres…eh…eres…eh…—Ozutartamudeaba.PeronielnombredeUedani el rostrode estehombre en su épocade escolarhabíanquedadograbados en sumemoria.
—Tehevistohaceun rato al pasarpor aquíde caminoal vagón restaurante, ysabía que nos habíamos visto antes. Estaba comiendo cuando de repente caí en lacuenta.Íbamosaclasesdiferentes,pero…
—¿Deveras?—Estábamosenlamismahabitacióncuandofuimosdeexcursiónconelcolegio.
—Uedatratóderefrescarlelamemoria—.Perdistelacartera.—¿Ahsí?—¡Sí!Labuscamospor todaspartes.Esohizoque llegáramos tarde,y el viejo
RatadeAgujeroseenfadómuchísimo.—UedaposólamanoenelhombrodeOzuylehizoapartarseparadejarpasaraunamujerqueibaallavabo.
—RatadeAgujero.¡Meacuerdodeél!Elprofesordegimnasia…Sí, aquello había ocurrido, ¿no? Una sonrisa mezcla de satisfacción e
incomodidad asomó a los labios resecos deOzu. Rata deAgujero. El profesor degimnasia.Losestudianteslollamabanasíporquesucaraeraidénticaaladeunaratatrepandoporunagujero.
—¿Aquésededicaahora?—Oh,¿nolosabes?Murióenlaguerra.EnChina.—¿Ah sí?—Ozudejó escapar un suspiro—.Nohe visto a ningúnprofesor de
Nadadesdehacemucho…—¿Novasareuniones?—Aninguna.Nadiemeinvita.
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—Esoesterrible.—UedasequedómirandoaOzuporuninstante—.Debendehaberolvidadoincluirtunombreenlalistadecorreo.Selodiréalosorganizadores.¿Podríasdarmeunadetustarjetasdevisita?
El trendejóatrásel lagoHamana.Elhumoprocedentede laschimeneasde lasfábricasflotabaenelaireysemovíaconlentitud.Lejosdeallí,losedificiosblancosdeunazonadeviviendasenconstrucciónseestirabanbajoelsoldelatarde.
—La escuela Nada ha cambiado mucho desde que estudiamos allí. Se haconvertidoenunaescueladeprimeracategoría.
—Eso parece. Por aquel entonces recibíamos a todos los estudiantes que nopodíanentrarenotrasescuelas…
Ueda le dijo que iba a bajarse enNagoya y volvió a su vagón.Ozu se quedómirandolatarjetadevisitaquelehabíadadoysesumergióenlosrecuerdosdelostreintaañosanteriores.
¡Vaya,laescuelaNada!Casilecostabaimaginarquehubieraidoaunaescuelacomoesa.Aveces oía hablar de laEscuelaSuperiorNada[1] o leía algo sobre ella en las
revistassemanales.AlcontrarioqueenlaépocaenlaquehabíaasistidoOzu,ahoraparecíaserunaescuelaqueatraíaa losmejoresestudiantes.EralaprimeradelpaísporíndicedeestudiantesqueaccedíanalaUniversidaddeTokio.OzuinclusohabíaoídohablardepadresquehabíanvenidodesdelaregióndeKansaisóloparaquesushijospudieranentrarenesaescuelaenconcreto.
—NopuedocreerquetúfuerasaNada,papá—lehabíadichoaOzusuhijoenincontablesocasiones.
—¿Porquéno?—Paraempezar,esos tipossonnuestrosmayores rivales—había respondidosu
hijoconresentimientoenlaépocaenlaquesepasabatodoeltiempoestudiandoparalos exámenes de acceso a la universidad—.Oí que en un año enNada te enseñantanto como en una escuela normal en dos años. Supongo que no era así antes,¿verdad?
—¿Enmiépoca…?No,noeraasíexactamente—recordóOzu,negandoconlacabeza—.Eramásrelajadoporaquelentonces.Nosdividíanencuatroclases,A,B,CyD,segúnnuestrasnotas.LosmáslistosestabanenlaclaseA.LasclasesCyDeranparalosestudiantestontos.
—¿SiempreestuvisteenlaclaseD,papá?—Nosiempre.MemovíaentrelaB,laCylaD.Realmentesualmamáterhabíasidoalgorelajadaenaquellosaños.AqueledificiocolorcremaconstruidoenunpinaralbordedelríoSumiyoshi.A
su derecha se encontraba el pabellón para practicar judo. Lo habían colocado ahíporquelaescuelahabíasidoconstruidaporJigorōKanō,elfundadordel judo.Estedeporteeraunaasignaturaobligatoriaparatodoslosestudiantes.EnlaépocadeOzu,elprofesorera…¿cómosellamaba?ElseñorGutter.
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Ozucerrólosojosytratóderecordarelhimnodelaescuela.Peroaquelhimnoque tantasveceshabía cantadoenaquellosdías senegóa asomardenuevopor suenvejecida cabeza.En lugar de eso, de pronto se acordó de la inscripción de oncepalabrasatribuidaalgranKanōquecolgabaenelsalóndeactos:«PoderparaelBien:GloriaparaUnoyparalosOtros».
Nohabíaidoalaescuelaenmuchotiempo.Nuncahabíaidoaunareunión.Nosabíanadadelamayoríadelosestudiantesquehabíanidoaclaseconél.¿CómosellamabaelprofesordeFísica?Ozunolograbaacordarse,peroelapodo
seguíaconél:MáscaradeGas.SehabíacasadocuandoOzuibaatercero.El profesor de arte, al que llamaban La Sombra porque el cuero cabelludo
asomabaa travésde lassombrasdesupelofino,hablabadeTurnerensuclasesinparar. El subdirector, al que apodabanBrillante porque su cabeza brillaba como lapieldeunamandarina,dabaclasessobrelostúmulosantiguos.
Durantelasclases,losestudiantesdelosgruposCyDgastabanbromasobienseechabanunasiesta.
—¡Notienesentidoenseñarosnada!—dijoundíaunprofesorexasperado—.¡Noentendéisnadadeloqueosexplico!
Ozu era uno de esos estudiantes a los que era inútil enseñar. Luego estabaShibusaka. Y Satō. Y Tsukawa, al que apodabanMono. Y Llorón. Y… ¿cómo sellamaba?AquelchicoalquetransfirieronaNadaentercero…
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UNOLAESCUELASECUNDARIANADA
«Estábamosenlahoradeestudiocuandoentróeldirectorseguidodeunchiconuevo,quellevabaunatuendoprovinciano,ydeunbedelquetraíaungranpupitreconsigo.Losqueestabandormitandoseespabilaronytodoelmundosepusodepie,fingiendoqueleshabíaninterrumpidoensutarea.
El director nos indicó por señas que podíamos volver a sentarnos y luego sedirigióaljefedeestudios.
—Señor Roger—le dijo a media voz—, le traigo a este alumno para que seencarguedeél.Vaaentrarenquinto.Siaprietaenelestudioyseportabien,se lepodrápasaralaclasedelosmayores,queeslaquelecorrespondeporsuedad.
Elnuevo, aquiencasinohabíamospodidoverporque sehabíaquedadoenunrincón,detrásdelapuerta,eraunchicodepueblo,comodeunosquinceaños,ymásaltoquecualquieradenosotros.Llevabaflequillo,comouncuradealdea,yteníaunairemodosoyencogido.»
MadameBovary,lanoveladeFlaubert,empiezaconestaescena.Estatarde,eneltren bala, mientras Ozu rebobinaba la película en su mente, la escena que reflotólentamenteensumemoria,comosisetrataradeunaburbuja,tambiénpertenecíaaldíaenquehabíallegadoaclaseunestudiantenuevo.
FuedurantelaasignaturadeArte.OzuylosdemásestudiantesdelaclaseCdeltercercursoreprimíanbostezosalescucharlasexplicacionesdelviejoprofesoralquellamabanLaSombra.
—Veréis,elpintoringlésTurner…Noimportabanloscontratiemposquetuviera,sabéis…—Inclinaba la cabeza hacia atrás y podía verse a través del pelo fino subronceadocuerocabelludo—.Nuncaflaqueaba,¿sabéis?Porejemplo…
Desgraciadamente, Ozu no recordaba en absoluto cómo había continuado laexplicacióndeLaSombra.Enmomentoscomoese,Ozu,aligualqueelrestodesuscompañerosdelaclaseC,habíasidounodelosquebostezabanysemetíaneldedoenlanariz.
Los estudiantesdeNadaque teníanmejoresnotas acababan en la claseA.LosestudiantesmenosbuenosenlaclaseB.LosquenoteníanremedioibandirectosalasclasesCyD.
—Turner se esforzaba mucho. De modo que si vosotros hacéis un esfuerzo…podréisacabarenlaclaseAelpróximoaño.
La Sombra decía estas palabras con el propósito de animarles, pero nadie leescuchaba. ¡Si la clase durara unminutomenos! ¡Si llegara de una vez la hora decomer!Esoeraloúnicoenloquepensaban.
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—¡Ahhh,ahhh!—Depronto,unestudiantequeestabasentadoenelcentrodelaclasedejóescaparunbostezodelomásruidoso,comoelbramidodeunavaca.
—¿Quiénhasido?—LaSombraestabafurioso—.¡Esossonidostanmaleducadosson…indecentes!
En ese preciso instante se abrió la puerta y apareció el subdirector con unestudiantenuevo.ExactamenteigualqueenlaprimeraescenadeMadameBovary.
—Descanse.—Elsubdirectorhizoungestoconlabarbillaparaseñalaralchicoquellevabaununiformedecolorgrisapagado—.EsunestudianteprocedentedelaEscuelaSecundariaKakogawa.SellamaFletán.
Unarisasofocadaprocedentede lasmesas recorrióelaulacomolasolasdeunestanquealarrojarunguijarro.¿Fletán?¿Quéclasedenombreeraese?¡Estechicotieneunnombremuyraroyunacaramuyrara,comodepez!
Elchicopermaneciódepieaunladodelatrilconlaespaldaarqueadaylosojosadormilados,comolosojossaltonesdeunpezenunapecera.
—Debéis ser amables con Fletán y ayudarle en todo hasta que se habitúe a laescuela.—LavistaagudadelsubdirectorlocalizóunasientovacíodetrásdeOzu—.Siéntateahídetrásporahorayatiendealalecciónensilencio.
De vez en cuando oían a través de la ventana la voz chillona del suboficialasignadoalaescueladandoórdenes.
Sí.Laguerra interminablecontraChinaaúncontinuaba.Hacíapocoquehabíanasignado a un comandante alistado para unirse a los dos instructores del EjércitoretiradosenNada.
—Comoveis,Turner…Cuandosefueelsubdirector,LaSombrayahabíaolvidadoqueestabariñendoal
estudiantequehabíabostezado,yvolvióasumergirseenlasleccionessobrelavidaquetantoaburríanasusalumnos.
Ozunopudoevitarsentirseirritado,yaqueelestudiantenuevosebalanceabaenlasillasinparardetrásdeél.Loquemáslemolestabaeraelligeroolorquellenabaelambientetrasdesí.Eraunolorextraño,comounamezcladerábanosysudor.
—¡Eh!Depronto,Ozusintióundedodándolegolpecitosen laespalda.Alvolversese
topóconlacaraconojosdepezadormilado.—¡Eh!—¿Sí?—¿Quéestáenseñandoahora?—Arte—respondióOzuenvozbajaparaqueLaSombranolooyera.Sehizoelsilencio.Duranteeseratosemantuvola irritacióndeOzuacausade
loscrujidosqueoíayelextrañoeindescifrableolor.—¡Eh!Denuevolosgolpecitosenlaespalda.—¡Qué!
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—¿Quéhoraes?Ozunorespondió.PormuyestudiantedeKakogawaquesea, teníamuchacara,
dándome golpecitos en la espalda y fastidiándome con sus preguntas. ¡Quédesfachatez!
Sinprevioaviso,seoyóunsonidolargo,quejumbrosoyridículocercadelamesade Fletán: «cooo-oooh». Ozu no fue el único en oírlo. El «cooo-oooh» que habíasonado tan afligido, como si un pato se aclarara la garganta, retumbó dos vecesseguidasportodalaclase,dejandoatodoslosestudiantesboquiabiertos.Segiraronhaciaelsitiodelqueprocedía,conteniendolarisa.
—¿Quéhasidoeso?—Conunaexpresiónferoz,LaSombraagarrólosbordesdesuescritorioconambasmanos—.Quienquieraquehayahechoeseextraño sonido,¡queselevanteahoramismo!
Fletánselevantótorpemente,conlosojosadormilados.—¡Tú!—Sí,señor—respondióFletáncontristeza—.Meharugidolabarriga.Un torbellino de risas recorrió el aula, pero la expresión de La Sombra era
despiadada.—Yonohicequerugiera.Mibarrigarugióporsísola.—¡Siéntate!—Sí, señor. —Fletán se sentó en silencio. Nadie pudo seguir atendiendo la
lección.Mientraselprofesorcontinuabaconsu«comoveis,Turner»,losestudiantessacabanlalenguayhacíanmuecas,abriendomucholabocaygirándoseparamiraraOzuyaFletán.
—Comoveis,Turnereraungranhombre…
Despuésdeclase…Los estudiantes salieron por la puerta principal de la escuela y atravesaron el
pinar, volviendo a casa comouna procesión de hormigas a lo largode la carreteraparalelaalcaucedeldiminutoríoSumiyoshi.EnaquellaépocaloschicosdeKansaillevaban uniformes de color amarillo claro, polainas y unos zapatos pesados queparecíanbotasmilitares.
Aunqueaprimeravistaeranidénticos,alobservarlosdecercaerafácildistinguira los estudiantes de la clase A de los de las clases C y D. Los chicos que sepavoneabancomogallos,con lacabezaalzada,avanzandohacia laestaciónde trensiguiendo las estrictas directrices de la escuela, eran por lo general los brillantesalumnos de la clase A. Algunos miraban tarjetas de vocabulario en inglés paramemorizarpalabrasmientrascaminaban.
Más atrás, los chicos que llevaban la mochila colgada del hombrodespreocupadamentesehablabanagritosconvocesextrañasyseparabandevezen
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cuando.Porsupuesto,esosveníandelasclasesCyD.Perodeformainesperada,algoibaapasar.AlllegaralpuntoenelquelacarreteraparalelaalríoSumiyoshi,queestabaseco
salvo los días de lluvia, cruzaba con la carretera que conectabaOsaka yKobe, laprocesión de estudiantes aminoró la marcha repentinamente. Había un pequeñopuestoquevendíabollitosdemermelada,yelolordulzóndelaconfituraylaharinacalentándose estimuló las fosas nasales de los hambrientos estudiantes. La escuelaprohibíacomerfuera,demodoquenodebíanpararse.Sileshubieransorprendidoenesepuesto,loshabríanarrastradohastaeldespachodeldirector,yenelpeordeloscasoshabríansidoexpulsadosduranteundía.
Asíque…Cuando los estudiantes llegaron a este punto, aminoraron el paso y las fosas
nasalesselesensancharon,dándoseporsatisfechosconelligeroolor.Ozu,queaqueldíacaminabaunpocoapartadodelosotros,seunióaellos.Aún
estabaenedaddecreceryalastresdelatardeteníamuchísimahambre.Tambiénélcerrólosojoseinhalóeldulcearoma.
Alguienledioungolpecitoenlaespalda.Segiró.EraFletán.—¿Tienes diez sen? —murmuró Fletán, con los ojos soñolientos como de
costumbre.—Sí.—¡Puescómprateuno!—No podemos—Ozu agitó la cabeza—. Si un profesor te pilla, la has hecho
buena.Yalgunosdelosalumnosmayoreshacendeespías.Mepillaríanseguro.—Sí, pero…—murmuró Fletán guiñando los ojos, incómodo— ¿qué tiene de
malocomeralgoquequierescomer?—¡Puesqueestámal!—¿Quétienedemalocomprarbollos?—¡Puesquesomosestudiantesdesecundaria!—Si estámal que un estudiante de secundaria compre bollos, ¿entonces quién
puedecomprarlos?OzusequedómirandolacaradepescadodeFletánysusojossoñolientosyno
supoquécontestar.Cuandopasaronporelpuestodelosbollos,Ozupercibióunaromadiferente.Era
elolorcorporalhabitualdeFletán.—¿Túte…bañas?—¿Yo?Nomegustanlosbaños.Cuandollegaronalacarretera,Ozupreguntó:—¿Vasacogereltren?—Élibaacogereltrenmarrónydestartaladoquebajaba
hastalacarreteradelaescuelacadadía.—Sí—asintióFletán.—YovivoenNishinomiya.CojoeltrenhastaSan-chōme,enNishinomiya.
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—¿Ahsí?YovivoenShukugawa.—Shukugawaestáenlamismadirecciónalaquevoyyo.Pero aOzu no le hacíamucha gracia la idea de subirse al tren con este chico
apestoso.UngruponumerosodechicasqueestudiabanenKōnansesubíaunaparadaantesparavolveracasa.¿QuécarapondríancuandoolieranlafraganciaderábanoenvinagrequeprocedíadeFletán?
Aquellas chicas con sus uniformes blancos de marinero. Chicas jóvenes, dehombros redondos y pechos generosos. Por alguna razón,Ozu se ponía totalmenterígido cuando iba en el mismo tren que ellas. Aunque tenían la misma edad, laschicaserancadadíamásbonitas,mientrasqueloschicossevolvíanmásymásfeos.Lessalíangranosylescambiabanlasvoces,yavecesOzudeseabapoderocultarsucuerpoflacuchodelavistadelaschicas.
Cinco o seis estudiantes de Nada habían llegado ya a la parada y estabanesperandoeltren.
—Almediodíameentramuchahambre—murmuróFletán,afligido.—¡Nodejesquerujatuestómago!Untrenqueparecíaunviejotranvíaoxidadoparóenlaestaciónprovocandoun
sonorochirrido.Ozu subió primero, intentando deshacerse de Fletán. Pero fue inútil. Fletán le
pisabalostalones,sorbiéndoselosmocosmientrasseagarrabaalasidero.Habíatreschicasconuniformedemarinerosentadasfrenteaellos.Lasfaldaslesllegabanporlasrodillasdemaneradecorosa.
—¡Esos bollos tenían una pinta! —exclamaba Fletán sin darse cuenta delbochorno que sentía Ozu—. Me gustan mucho las cosas dulces como esa, o elCalpis…
—Ajá.Las chicas sofocaron una risita, dirigieron unamirada rápida aOzu y Fletán y
volvieronabajarlavista.—Mañanaeselexamendemates,¿sabes?—Ozuhacíaloposibleporcambiarel
rumbodelaconversaciónconFletán,queseguíaabstraídopensandoenlosbollos.—¿Ah sí?—Fletán se limitó a pestañear y continuó—: ¡Mañana encontraré la
formadecomprarunosbollos!—Inténtalo y verás lo que pasa cuando te pille un profesor. ¡Te pillarán de
verdad!—Nomepillarán…Voyacomprarlos.—¿Cuándo?—Pues…durantelaclase—dijoFletánconindiferencia.«Estetipoestonto»,pensóOzu.Las chicas seguían con la vista baja, pero sin duda estaban escuchando la
conversación.Susmejillascoloradastemblabanacausadelassonrisasburlonas.
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Fletánsetambaleóligeramentecuandoeltrenllegóaunacurva.Laschicascontrajedemarinerohicieronunamuecaalpercibirlacombinacióndeoloresderábanosenvinagreysudor.
Ah,sí.Asíeranlascosas.EltrenbalasealejódeNagoyayatravesóatodavelocidaduntrechodemarisma
sombría.Ozuobservólaoscuracordilleraysonriócontristezaalrecordarlacaradeunviejoamigoqueyanoestabaenestemundo.
Erauntipoextraño.¿Qué estaría haciendo ahora Fletán si siguiera vivo? ¿Sería un hombre de
medianaedad,mediocalvoyagotadocomoyo?Aldíasiguiente,segúnrecordó,trajoconsigoalaescuelaungato…
Sí, al día siguiente tenían el examen de matemáticas. Antes de que comenzara laclase,FletánvolvióasusurrarleaOzu:
—¡Voyacomprarunosbollos,deverdad!—¡Nolohagas!¡Nopuedes!—Síquepuedo.Hetraídoungatitoenunacaja.—¿Ungatito?—Sí.Loescondídetrásdelcampodetiroconarco.—¿Quépiensashacerconungato?Fletánledirigióunasonrisaastutaymoviólacabeza.La primera clase era Historia. Después venía el examen de matemáticas. El
hinchadoprofesoralquellamabanPezGloboescribiólosproblemasenlapizarraydistribuyólashojasderespuestaentrelosalumnos.
Ozuechóunvistazoporencimaalosproblemas,perodeloscuatroquehabía,nisiquiera entendía dos de las preguntas.Miró a su alrededor.Hashimoto, el alumnoqueestabasentadoasuderecha,estabahaciéndoleseñalesfrenéticamenteparaqueledijera las respuestas. Ozu negó con la cabeza. Alguien dejó escapar un suspirobastanteaudible.
Justoenesemomentoseoyóun«miau»procedentedelaventanadelaclase.Losestudiantes guardaron silencio por un instante oyendo cómo el gatito maullababuscando a su madre, pero algunos de los chicos no tardaron en estallar encarcajadas.
—¿Nopodéisquedaroscallados?—lesriñóPezGlobo.¡Miau!¡Miau!¡Miau!
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Elgatomaullabasincesardebajodelaventana.—¡Profesor!—Unalumnose levantó.Suexpresióneracompletamenteseria—.
¡Porfavor,hagaalgoconesegato!Sino,¡noserécapazderesolver losproblemasporculpadelruido!
—¡Sí!—Otrosseunieronalaprotesta—.¡Esmuyescandaloso,profesor!ElseñorPezGlobonoteníaniideadequéhacer.Seacercóalaventanaeinclinó
suenormecuerpoparaasomarsealotrolado.Eneseinstante,OzunotócómoFletánsemovíadetrásdeél.Noeraposibleque
untipoconunosojosadormiladoscomolossuyosfueracapazdesertanágil.Antesdequelosdemássedierancuenta,Fletányahabíasalidodelaula.
El profesor se giró y contempló a sus mocosos con ojos tristes. Entonces sedirigióaunodelosestudiantesdelaprimerafila:
—Tú,salyhazquesevayaesegato.—Silohago,notendrétantotiempoparahacerelexamencomolosdemás.¡No
esjusto!El chico que había junto a él, un estudiante lleno de granos llamado Sonoda,
levantólamanoydijomofándose:—Profesor,simeponeunsobresalienteenelexamen,melibrarédeesegato.A los estudiantes de la clase C les encantaba ver las expresiones confusas y
consternadas de sus desafortunados profesores. Habrían deseado que el gatitomaullara aún más alto, si hubiera sido posible. O mejor aún, que aquel ridículoexamen hubiera sido víctima del caos producido por el gato y no hubiera contadoparanada.Losalumnosnoestuvieronnuncatanunidoscomoenmomentosasí.Eraentonces cuando ponían en práctica obedientemente el lema de la escuela queproclamabaelmaestroKanō:«PoderparaelBien:GloriaparaUnoyparalosOtros».
ElseñorPezGloboobservóconescepticismoalgrupodealumnosydijosinalzarlavoz:
—¿Algunodevosotrostrajoaesegato?—¡Vayaidea!—respondióunodeloschicosconunavozextraña.Losdemásle
abuchearon,siguiéndolelacorriente.—¡Nonosacusedealgoquenohemoshecho!—¿No?Bueno,estábien,estábien.—Elprofesordematemáticasalzólasmanos
parareprimirelataque,queseasemejabaaldeunasabejasenfadadasenunacolmena—.¡Silencio!¡Seguidhaciendoelexamen!
—¿Yquépasaconelgato?—Yome lo llevaré.Yescuchad, noquieroninguna tontería enmi ausencia.Si
intentáishaceralgo,meenteraré.—ElseñorPezGlobosegiróal llegaralapuertaparaenfatizarsuspalabrasyentoncessalióalpasilloaregañadientes.
Losgritosllenaronlaclase.—¡Maúllamásfuerte,másfuerte!—ledecíaunodeloschicosalgato.Algunos
seapresuraronacopiarlasrespuestasdesuscompañerosignorandolasadvertencias:
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—¡Nocopiesesa!¡Meheinventadolarespuesta!De todos los estudiantes, sóloOzu estaba nervioso. Si Fletán no tenía cuidado
podría toparse con el señor PezGlobo en la entrada. Si eso ocurría, el Fletán queacababadellegaralaescuelaseríacastigadoseveramente.
¿Peroquéestabahaciendo?Sólo conmirar a Fletán,Ozu apenas podía creer que un chico tan tonto y con
unosojostanadormiladospudierasertanastuto.Los maullidos del gatito que estaba bajo la ventana cesaron. El profesor de
matemáticaslohabíacogidoyrepetía:«Shh,shh».—¡Profesor,lléveselolejosdeaquí!—gritóunchicoendirecciónalaventana.LapuertadelaulaseabrióensilencioyasomólacaradeFletán,queparecíauna
castañacubiertadegotasdesudor.Llevabaenlamanounabolsadepapel llenadebollos.
—¡Lostengo!—¡Idiota! —dijo Ozu, haciendo un chasquido con la lengua—. ¿Qué piensas
hacersitepillan?—¡Nomepillarán!—¿Notehasencontradoalprofesor?—Lovivenirhaciamí,perocorríaesconderme.Porlospelos.El olor fragante de los bollos flotaba desde lamesa deFletán.El estómago de
Ozurugió.—¡Dameuno!—¡No! —replicó Fletán con frialdad—. «El que no quiera trabajar, que no
coma».Perotevendounoporcincosen.
Dosdías despuésdel examendematemáticas, el señorPezGlobo castigó aFletándelantedetodalaclase.
Aunque laprácticasehayasuprimidoen lasescuelashoyendía,amenudo losestudiantes de aquella época recibían castigos físicos por parte de sus profesores.Nadanoeraunaescuelaatípica;elcastigofísicoeraalgocorrienteenotroscentrosde secundaria.Ningúnpadreveníaaquejarseporque suhijohubiera sidoagredidofísicamente.Yundíadespuésdelcastigo,losmismosestudiantesharíanalgunaotratrastada sin preocuparse, aunque acabara en otro castigo. Así eran las cosas enaquellostiempos.
Aqueldíaenconcreto,elseñorPezGloboentróenclasevisiblementenervioso.—¡Levantaos! —exclamó Sakata, el delegado de clase. Los estudiantes se
levantaron con poco entusiasmo uno o dos centímetros del asiento y volvieron adejarsecaer.
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—Hoy…—El señor Pez Globo colocó en la mesa las hojas de respuesta delexamen que habían hecho dos días antes y pasó la vista por la clase sin piedad—tengoalgoquedecirantesdeempezarlaclase.Nuncadijequetuvieraisquesacarunsobresalienteenlosexámenes,perosegúnlosresultadosdelúltimo,lanotamásaltadelaclasedistamuchodeserperfecta.Estápordebajodelcincuentaporciento.
Loschicosacercaronlascabezascomotortugasbebéyescucharonelsermóndelprofesor.LascharlasdeestetipoeranmuyfrecuentesparalosestudiantesdelaclaseC,porloqueningunoseesforzómuchoporatender.Sesentíancomounhombrequebostezabajounaleromientrasesperaaquepaseelchaparrónrepentino.
—LosestudiantesdelaclaseAhicieronelexamenenveinteminutos.¿Cómooshacesentireso?¿Noosdavergüenzaoírlo?
—No mucho —murmuró Ozu para sí. Y no era el único: todos los alumnospensaban lo mismo. «Jo, profesor. No hay ningún motivo para enfadarse tanto…Tómeselo con calma».Así era como se sentían.Que los estudiantes de la claseAempollenloslibros.Nosotrosloharemosanuestramanera,relajadosyconcalma.
—Peroelmotivodeque esté tan enfadadohoynoes el hechodequevuestrasnotasseantanbajascomosiempre.MeheresignadoaaceptarquelasclasesCyDsenieguenaestudiarysaquenmalasnotas.
«Bueno,¿entoncesporquéestátanenfadado,profesor?».—Loqueme enfurece de verdad…—el señorPezGlobohizounapausa—es
que uno de vosotros escribió cosas frívolas y completamente insultantes en elexamen.Atendedtodos.¡Fletán,venaquí!
Todos se dieron la vuelta sorprendidos. Al oír la llamada del profesor, Fletáncaminóhaciaelatrilconlosojosadormilados.
—¿TúeresFletán?—Sí,señor.—Dileatodosloqueescribisteenlahojaderespuestas.Fletánpermanecióensilencio.Teníaelaspectodesiempre,comosifueraunpez
muerto.ElseñorPezGlobocogiólaprimerahojaderespuestasdelapilayledijoaFletánquelaleyera.
—¿Novasaleerla?—Eh…—FletáncogiólahojaderespuestasylesusurróalseñorPezGlobo—:
Cuandodice«leerla»,¿serefiereahacerloenvozaltaoparamí?—¡Léelaenvozalta!—Yo,eh…—Fletánmeneólacabezaincómodo—.Medavergüenzaleerla.Lo
escribíparaqueloleyerausted,noparaenseñárseloatodoelmundo.—¡Nomerespondas!Situsrespuestastedantantavergüenzacomoparanopoder
leerlas,¿porquélasescribiste?Los ojos de los demás alumnos estaban llenos de curiosidad e interésmientras
escuchabanestaconversaciónentreelseñorPezGloboyFletán.
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—Vale,laleeré.«Demuestralassiguientesecuaciones».—LavozdeFletáneracomoelzumbidodébildelosmosquitosquerodeanelbordedeunalero—.«Dadoeltriángulodeángulorectoconlosladosx,yyzcomosemuestraenlailustración,x2
másy2esigualaz2».—Esaeslapregunta.Ahoradinoscuálfueturespuesta.Fletán bajó los ojos y guardó silencio. Los demás chicos también guardaban
silencio,aguantandolarespiración.—¡Hedichoquequéescribiste!—Sí,señor.—Nadade«sí,señor».¿Cuálfueturespuestaalapregunta?—Eh…yo,eh…respondí:«Asíes,yotambiénlocreo».AlprincipioOzunoentendióloqueestabadiciendoFletán.Eraobvio,a juzgar
porlascarasdelosdemásalumnos,queellosestabanenlasmismas.Perodeprontocayeronenlacuenta.LarespuestadeFletánparatodaslaspreguntasdelexamendematemáticashabíasido:«Asíes,yotambiénlocreo»,ynadamás.
Las carcajadas retumbaron por toda la clase. Muchas de las travesuras de loschicosdelaclaseChabíanhechoestallarlafuriadesusprofesoresenelpasado,peronadiehabíaescritonunca«asíes,yotambiénlocreo»comorespuestaenunexamen.
—¡Noosriáis!—gritóelseñorPezGloboalosestudiantes,furiosocomonuncalo habían visto—. ¡Hay un límite a la hora de burlarse de un profesor! ¡Fletán,prepárate!—El profesor golpeó a Fletán en lamejilla con su enormemano. Sonócomounagalletadearrozrompiéndose.
—¡Tequedarásahídepieduranteunahora!LosestudiantesdelaclaseCsecomportaronespecialmentebienduranteelresto
de la clase. Nadie escupió ni se pasaron imágenes cuestionables. Reprimieron susbostezos con la vista baja y contemplaron con mirada ausente las figuras de lapizarra,queparecíanjeroglíficos.
DevezencuandoOzumirabaaFletán,queseguíadepiejuntoalatril.Aunqueacababan de abofetearle con fuerza hacía sólo un momento, Fletán mantenía sumiradaadormilada.Dabapenaverlo, comounburroatadoaunárbol enuna tardeabrasadoradeverano.
«Mepreguntoquéleestarápasandoporlacabezaaesetipo»,sedijoOzu.MientraselseñorPezGloboescribíanúmerosydibujabatriángulosenlapizarra,
devezencuandolanzabamiradasseverasaFletán,comositemieraquepudieraestartramandoalgo.NisiquieraentoncesalteróFletánsuexpresiónplomiza.
Por fin la clase terminó. Cuando el profesor salió del aula, Fletán volvió a suasiento.
—¿Enquéestabaspensando?—lepreguntóOzu.Fletánbajólavistaymurmuró:—¡Sigopensandoquemisrespuestasestabanbien!
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DOS«ALOSSIETEAÑOS,SEGREGARLOSSEXOS»
Desde aquel incidente, Fletán y Ozu, que era de naturaleza conservadora, seconvirtieronenunoscamaradasdelomáscuriosos.
En su fuero internoOzuestaba casi convencidodequeFletánerauncompletoidiota. Pero su otramitad sentía algo que podría interpretarse como envidia por laastucia burlona de la que él carecía.YOzu no era el único en experimentar estasemociones; toda la clase comenzó a sentirse igual con respecto a este estudiantedesaliñadoydeojosadormiladosprocedentedeotraescuela.
—Eresmuyraro.—OzuyFletánhabíanempezadoavolveracasajuntosalsalirdelaescuela.Ozuentornólosojosyobservóasusucioamigoymurmuró—:¿Estássegurodequenoestásunpocochiflado?
—¡Nomellameschiflado!—replicabaFletánhaciendounmohín.—Quizánoloestás,perolosprofesoresnopegananadietanamenudocomoati.
¿Noteduele?—Claroqueduele,peromepegantantocomolohacíanenmiantiguaescuela,así
queestoyacostumbrado.—Comohoyenelentrenamiento.¿Porqué lohashecho?Sabíasqueacabarían
pegándotesilohacías.—Sí,bueno,supongoquesí—asintióFletán,conlosojostansoñolientoscomo
decostumbre.Peroaunqueasentíaconlacabeza,resultabaevidente,ajuzgarporsuexpresión inmutable, que no se sentía avergonzado ni le preocupaba en lo másmínimoqueacabaranpegándole.
Habían tenidoentrenamientoaquella tarde.Unsargentomayor retirado llamadoHippo, que siempre llevaba un arco sin plumas en lamano, había ordenado a losestudiantesdelaclaseCquesearrastraranunayotravez.Eldolorquesentíanenlasrodillasylosbrazossehizoinsoportablemientrasagarrabanelrifleysearrastrabanporelsuelocubiertodegrava.
—¡Si seguís arrastrándoos como ranas aplastadas, os haré repetirlo una y otravez! —Sus botas crujían mientras el entrenador Hippo vociferaba detrás de losalumnos—. ¡Los estudiantes de la claseA semovían conmás energía! ¡No tenéisremedio!
¿Porqué tanto ruido? ¡Vengaya! ¡Nopuedohacerestoconelestómagovacío!Los estudiantes refunfuñaban para sí, sin atreverse a decir nada en voz alta. Alterminarlasesión,elentrenadorleshizotomarposicionesparapracticarlapuntería.Los chicos dispararon desordenadamente utilizando la armería o los pinos comoobjetivo.
—Ahoraentrenamientodeataque.¡Preparadlasbayonetas!
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¡PorDiosbendito!¿Esquevaahacernoscorrerotravez?¿Porquénosuenalacampana?
—¡Atacad!Al cargar contra los otros, Ozu se dio cuenta de que Fletán estaba a su lado,
corriendodemaneradesordenadayhaciendoruidoconlospesadoszapatos.Despuésloperdiódevista.Más tarde,cuando losestudiantessepusieronenfilay recitaronsusnúmeros,eljovensehabíaevaporadocomounfantasma.
—¡Falta un hombre! —gritó el entrenador Hippo, primero con sorpresa, ydespuésconnerviosismo—.¿Dóndeestá?
Diezminutosmástarde,sacóaFletánarastrasdelapartetraseradelaarmería.Sehabíaescondidoduranteelataque.
—Esqueestabaagotado.Laspiernasnomerespondían.Fletán guiñó los ojos mientras ponía excusas al entrenador Hippo. Pero
evidentemente el sargentomayor le cruzó la cara con unamano que se asemejabamásalagarradeunoso.
Comodecostumbre,aqueldíaOzusubióaltrenconFletán.BuscandoalaschicasdeKōnanincesantemente,suscuerpossetensaronmientras
seagarrabanalasidero.Peroporalgúnmotivo,eneltrennohabíanadiequellevaraununiformedemarinero.
—¿Porquénovienesamicasahoy?—FletáninvitóaOzu—.ElSantuarioEbisuestáallado,yhaypuestosquevendensalchichasydulces.¡Esgenial!
El Santuario Ebisu era el santuario Shinto más grande y más antiguo deNishinomiya, y constituía un santuario oficial del gobierno de alta categoría. OzurecordóquesumadresolíallevarlosaélyasuhermanoarezaraunsantuarioparaAñoNuevo.
—Elviejodelpuestode lassalchichas tecobrasegúnelnúmerodepalitosquequedandespuésdequetelashayascomido.Peronotienemuybuenavista,yelotrodíatiréalgunospalitosalsueloynopareciódarsecuenta.Noseenteródenada.—Fletánseagarrabadelasideroconunamanomientrasutilizabalaotraparaexplicarcómosemetíalassalchichasenlaboca.Ozu,queestabahambriento,casipodíaolerlasalsadelassalchichasyelaceitecaliente.Despuésagitólacabezaconrapidez.
—Oh no. ¡No! Intenta asomarte a uno de esos puestos con el uniforme de laescuela.¡Alguientepillaráseguro!
—Puesdejamoslasmochilasylossombrerosenmicasa.—¿Entucasa?—Sí,nohaynadiesalvomimadreymihermanamayor.—¿Tupadreestátrabajando?—Mipadre…—LasoledadasomóalosojosdeFletánporprimeravez—.Murió
cuandoerapequeño.—Oh.¿Tuhermanavaalaescuela?—No.Secasó,peroahorasumaridoestáenelEjército.
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Enlaventanadeltrenaparecieronhilerasdecasasbañadasporelpálidosoldelatarde. Ozu pensó en el día anterior, cuando había visto que un hombre de suvecindarioseibaparaunirsealEjércitoyestabarodeadodeparientesyvecinosqueondeaban una bandera. Japón estaba luchando en arenasmovedizas en esta guerraconunpaísqueseencontrabamuylejos,alotroladodelmar.
—Venga,vamosacomprarunassalchichas.Tienesdiezsen,¿verdad?—preguntóFletán.
—Sí,pero…—Si no es suficiente, cogemos un libro demi hermana y lo vendemos en una
libreríadesegundamano.—¿Deverdadhacescosasasí?—Sí,aveces.El tren retumbó levemente y se detuvo para indicar a los estudiantes de otra
escuelaquesubieran.PertenecíanalaEscuelaSecundariaK.yporalgúnmotivonosellevabanbienconlosestudiantesdeNada.
—¡Eh!«Calpiseselsabordeunjovenamor».¡Quérisa!—UnodeloschicosdelaescuelaK.vioaOzuyFletányexclamó—:¡Mirad!¡LoschicosdelaescuelaNadanosestánmirando!—LamiradaausentedeFletánposadasobreellosfueelpretextoqueutilizaronparaempezarunapelea.
—Ignóralos—dijoOzuenvozbaja—.Fingenohaberlosvisto.Pero cuando el bando de Nada se limitó a no hacerles caso, sus oponentes
estallarondejúbiloantesuéxito.—¡Vayaolor!Esostiposdebendehabersetiradounpedooalgo.¡Apestan!El resto de los pasajeros guardaron silencio, incómodos. Ozu susurró:
«¡Vámonos!»aFletány ambos sedirigierona lapuertadel ladocontrario.Si estodesembocabaenunapelea,teníantodaslasdeperder.Susoponenteserantreschicoscorpulentos,yFletánnoseríademuchaayuda.
Cuandoel tren llegó a la siguienteparada, unbosquecillodepinos junto al ríoAshiya,Ozusaliódisparadoporlapuerta.Fletánlesiguiótorpemente.
Un hilito de agua fluía por el lecho blanco del río. Un hombre atravesaba elbosquecilloenbicicleta.
—¡Nosestánsiguiendo!—susurróFletán,mirandohaciaatrás—.¿Quéhacemos?—¿A qué te refieres?—gritóOzu enfadado—. Si nos enfrentamos a ellos nos
aplastarán.Tenemoslasdeperder.¿Creesqueerescapazdepelear?—No,peroestoyacostumbradoaquemepeguen,asíquemedaigual.—¡Atitedaráigual,peroamíno!Habíaunavallademaderaasuderecha.Lasenormesmansionesdelosricosde
Ashiyaestabanalineadasenelvecindario.Poralgúnmotivonohabíaunalmaa lavistaenlacarreteralargayblancaquecorríaparalelaalaorilladelrío.
—¡Eh! ¡Esperad, chicos deNada!—Los tres jóvenes que les seguían el rastrogritarondepronto—.¡Parad!
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—¿Quépasa?—Ozunotuvomásremedioquegirarse—.¿Quéqueréis?—¿Ospensáisquepodéisespiaralagenteyluegoirossinmás?—Soisvosotroslosqueempezasteisaespiar.—¿Ah sí? ¡Si queréis empezar algo, nosotros lo terminaremos!—Uno de los
chicos,quellevabalamochilacolgadaalhombro,corrióendirecciónaOzuyFletáneintentóbloquearleselcamino—.¡Decabezaallechodelrío!
—¡No!¡Cobardes!Vosotrossoistres.¿Vaisaluchartrescontrados?—¡Bueno, entonces iremos uno contra uno! —Este chico parecía estar
acostumbradoalaspeleas.Colocólamochiladebajodeunpinoysaltóhaciaellechodelrío,queestaballenodemalashierbasyguijarros—.¿Venís?¡Unocontrauno!
Ozu no tuvo más remedio que soltar su mochila y quitarse la chaqueta. Noconfiaba en su habilidad para pelear, pero habiendo llegado tan lejos, tenía queresolverelasuntodeunamanerauotra.Mientrasbajabaendirecciónalrío,FletáncogióunapiedradelbordedelacarreterayselatiróaloponentedeOzu.
—¡Au!—Desvió la piedra con el brazo y llamó a sus camaradas—. ¡Ese estátirandopiedras!¡Elmuycanalla!
Los otros dos chicos agarraron a Fletán por detrás y le sujetaron los brazosllevándolos a su espalda. Fletán forcejeó, gritando como una rana aplastada. Ozuatacóasuadversario,peroelchicoleesquivóyledioungolpeenlarodillaconsusenormeszapatos.Luchandounocontraelotro,rodaronporellechodelrío.
—¡Dejadloya!—gritóunaamadecasadesdeelotro ladode laorilla—. ¡Quevengaalguien!¡Unosescolaresseestánpeleando!
Cincominutosmástarde…Ozu estaba tendido en el lecho del río, contemplando el cielo del atardecer.
Sorprendidosporlosgritosdelaamadecasa,loschicosdelaEscuelaSecundariaK.habíangolpeadoypateadoaOzuyFletánydespuéshuyeroncomountorbellino.
PeroeldisgustoylatristezadehabersidogolpeadoprovocaronunacicatrizenelcorazóndeOzu,comosilohubieranmarcadoconunhierrocandente.Elhumodelahumillaciónaúnardíaenesacicatriz.
—¡Idiotas! —murmuró, colocando ambas manos por debajo de la cabeza yobservando el cielo azul—. ¡La próxima vez les partiré sus podridas cabezas enpequeños triángulos! —Pero Ozu era consciente de que su propia timidez leimposibilitabavengarse,inclusoenelcasodequevolvieranaverse.Serconscientedeelloeraloquemáslemortificaba.
—¡Noloolvidéis!—Oh,déjaloya—dijoFletándeimprovisodetrásdeél.Apesardelosgolpesque
habíanrecibido,eltonodesuvoznohabíavariadoenlomásmínimo—.Novalelapenaindignarsetantoportanpocacosa.
—¿Quieresquelascosassiganigual?Eresunadesgraciaparatuescuela.—Ozunoreflexionóenlodisparatadoqueresultabatratareltemadelhonordelaescuelaenuncontextotanabsurdo—.¿Esquenotienesningúntipodeorgulloescolar?
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—Nohayorgulloescolarenunapelea—respondióFletánguiñandolosojos.—Vale,déjalopasar.¡Peroundíalesharépagaresto!—¿Tú?¿Ycómopiensashacerlo?—Voyapensarenunamanera.«Porquemegustapensar».OzuselevantóymiróaFletán.Elhombrodesuuniformeestabarotoylasangre
rezumabaporeldorsodesumano.—¡Eh,estássangrando!—Noimporta.Vámonos.—¿Notienesunpañuelo?—No.—Seharototuuniforme.—Sí.Mihermanavolveráacoserlo.SepusieronenmarchayFletánselamiólaheridadeldorsodelamanocomoun
perro.Lacarreterablancaqueseguíaelcursodelríoendirecciónalaestacióneralarga
y,comosiempre,nohabíanadiemás.—¿Teduele?—preguntóOzuconpreocupación.Fletánmeneólacabeza,conlos
ojossoñolientos.Ozuinsistió—.Lagentesedarácuentacuandonossubamosaltren.¿Porquénocompramosunapósitoenunafarmacia?
Alolejos,eltrenllegóalaparadaysalierondoschicasquellevabanuniformesdemarinero.EmpezaronacaminarhaciaOzuyFletánbalanceandosusbolsosrojos.
—¡Ohno!VienenchicasdeKōnan.—Ozusepusotiesoyposólamiradaenellecho del río mientras caminaba. En momentos así, cuando era consciente de lapresenciadeotros,nosesentíacapazdemiraranadiedirectamentealacara.
Alpasarjuntoaellas,Ozupensóquehabíasentidolablancuradesusuniformesdemarinerorozandosupiel,ypercibióunafraganciadulceyamargaalavez.
—¡Vaya!—exclamóunadelaschicas.Ozunopodíaimaginarqueenaquelmomentosedeterminaríaelrumbodelavida
deFletán.—¡Oh,vaya!En los tresañosquehabíaestudiadoen laescuelasecundaria,Ozununcahabía
intercambiadounapalabraconunachicadeKōnan.Yahora…—¡Oh,vaya!EsodijounadelaschicasdeuniformeblancoalpasarjuntoaOzuyFletán.—Estechicosehahechodaño.¡Estásangrando!Ozusequedóheladoporlasorpresaypermaneciótiesosinmoverse.—Sí.—Fletán,siendocomoera,seapresuróaesconderlamanoensuuniforme.—Sihacesesoteensuciaráslaropa.—Lachicaquehablabaestababronceaday
teníalosojosgrandes.Abríamucholosojosyhablabaconélcomosinada,comosiseestuvieradirigiendoasuhermano.Lascosasnoeranasí.Enaquellaépocaestaba
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malvistoqueunchicoadolescentecaminaraconunachicaoinclusointercambiaraunaspalabrasconella.
—Tienesunagasa,¿no?Lacogistehoyenlaenfermería—dijo,dirigiéndosealaotrachica—.Podemosdársela.
—Sí.—Suamigaeramenudayparecíaamable.Empezóarebuscarensubolsoysacóalgo—.Aquíestá.—LeofreciólagasaaFletán—.Puedesusaresto.
Confuso,Fletántartamudeó:—Gra…gra…gracias.—Oh,no,nopuedesatarladeesamanera.Trae,yoloharéporti.—Lachicade
ojosgrandesseacercóaFletán,quepermanecíainmóvilenlacimadelavergüenza.Ozucontemplabalaescenaboquiabierto,sinpodercreerlo.
—Yaestá.Adiós.—Laschicasse fueronantesdequeFletánpudieradarles lasgracias.Losdoschicossequedaroninmóvilesduranteunrato,incapacesdedecirunapalabra.
AlfinOzuhabló.—Oye,tú.LagasablancaenvolvíalasuciamanoderechadeFletán.Lablancuradelagasa
lehacíadañoaOzuenlosojos.—¡Hasido…increíble!—Ajá…—¿Cómo que ajá? ¡No puedo creerlo!Apuesto a que eres el único alumno de
NadaquehaconseguidoqueunachicadeKōnanhagaalgoasíporél.—¿Túcrees?Laschicasyaestabanmuylejos.Nosemolestaronenmiraratrás.—¿Quéestásmirandoembobadocomounidiota?Vámonos.—¿Esaschicas—preguntóFletánconlavozronca—enquécursoestán?—Nosé.Quizáen terceroocuarto.Perobueno,¿quéhassentidocuandoseha
acercadoatiytehapuestolagasaenlamano?—Hasido…comosiestuvierasoñando.—Nolodudo.¡Nolodudo!¡Definitivamentehasidoalgomásqueunsueño!Después de subir al tren, Fletán, con sus ojos adormilados, aún permanecía en
silencio.—Vaya, ¡es verdad eso de que una herida puede acabar dándote suerte!—dijo
Ozu.—Ajá.—¿Eso es todo lo que puedes decir? ¿«Ajá»? Chico, ¡realmente tienes un
problema!
Asíempezótodo.Esefueelcomienzo.
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AlaproximarseaKyoto,eltrenpasójuntoaunlagoyentróenuntúnel.Algunosdelospasajerosbajaronsusmaletasdelcompartimentosuperioryseprepararonparabajar.
Los recuerdos de hacía treinta años, acompañados de una nostalgia agridulce,volvieronalavidaenelcorazóndeOzu.Recordóconunaclaridaddolorosalacarapoco impresionante de Fletán y su indescriptible olor corporal. Cosas que habíaolvidadoentrelosrecuerdosdesujuventudcubiertosdepolvoalolargodelosaños.
Hastanosotrostuvimosesaedadunavez.Unjovendepelolargoyunachicaqueparecíasersuparejapasaronjuntoaélendirecciónalasalida.Ozulosmiróypensóensímismoaesaedad.
¿Quéhabíapasadodespuésdeaquelincidente?Después…sí.¿NohabíaidoacasadeFletán?Sebajódel trenenNishinomiyaNi-chōmeyatravesóel solar repletodemalas
hierbas,yentoncesentróencasadeFletánporprimeravez.Eralaúltimadecuatroedificacionesidénticas.Recordóquecuandoabriólapuertadecristaldelaentrada,elolordelbañoflotóhaciaél.
LahabitacióndeFletán,decuatroesterasymedia,estabaenloaltodeunaoscuraescalera.Habíaunafiladebotellasllenasdetierraensuescritorio.
—Tienen hormigas dentro. —Fletán señaló con cuidado las botellas, como sifueranobjetosdegranvalor.Habíaenjambresdehormigasmoviéndoseafanosamenteatravésdelatierradelasbotellas.
—Estánhaciendonidos,¿loves?—¡Eh,estahabitaciónapesta!—Esoesloquedijomihermana.Seenfadómucho.Tengounratónescondido.Oyeron a unamujer, al parecer la hermana de Fletán, tosiendo en la planta de
abajo.Fletáncogiófurtivamenteunacajadecartóndelcajóndesuescritorio.Elratón
teníalosojosrojosyseescondíaentrelashojasdecolmordisqueadas.—SellamaPríncipeKari.—¿PríncipeKarinoeselratónquetieneDankichienlostebeosdeacción?—Elmismo.LocompréenelSantuarioEbisu.—Tuolorcorporalvienedetodaclasedecosasmezcladas,¿verdad?LahermanadeFletánlosllamódesdeelpiedelaescalera.—Venidatomarunté.—Noqueremosté.VamosairaEbisuahora,asíquedéjamedinero.—¡Idiota!¡Dejadehablarasí!—replicósuhermana,furiosa.—Siempreestáigual.—Fletánseencogiódehombros—.Histérica.LosrecuerdosdeOzuenlorelativoaloqueocurrióenelSantuarioEbisueran
másdifusos.Loschicosdejaronlasbicicletasenunaparcamientodemasiadolargoyoyeron los gritos de los vendedores ambulantes que ofrecían falsificaciones de
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linimentos.Enunodeloslados,habíadosotrespuestosenlosquesevendíanguisosysalchichas.Elvientolosabanicaba.
—Me gustaría saber cómo se llama esa chica de Kōnan —murmuró Fletán,dejandocaeralsuelofurtivamenteotropalitodesalchicha—.Mepreguntosipodríavolveraverla.
Ozusesintióunpococeloso.—¿Quéharíassipudieras?Elviejodelpuestodelassalchichas,quehabíamantenidolacabezabajamientras
echabaharinaenlacarne,levantólavistaychasqueólalengua.—Puedohacer lavistagordaconunoodospalitos,pero tehaspasado.Yavan
cinco…Ozuaúnseacordaba.Aveces,despuésdeaqueldía,cuandoviajabanenel tren
apretujadosdevueltaacasayseacercabanalríoAshiya,lacaradepezdeFletánseconvertíaenelvivoretratodelasúplicaylesuplicabaaOzu:
—¡Oye!¡Porfavor,bájateconmigo!—Mañanatenemosexamen.Tengoqueiracasa.—Notardaremos.Esperaremossólocincotrenes.Oinclusotres.Sinosebajadel
tercertren,merindo.—¿Quépiensashacersitelaencuentras?OzuaccedióasussúplicassintiendounapunzadadeenvidiaysebajóenAshiya
consudesaliñadoamigo.HabíaunaarboledadepinosalineadosenlaorilladelríoAshiya.Lasmansiones
majestuosas, en silencio incluso almediodía, se extendían en la distancia a amboslados del río. Las vallas de las mansiones producían sombras muy visibles en lacarreteradegranitoblanco.
Aparentemente,Ozuacompañabaasuamigocongranreticencia,peroenrealidadél también estaba deseando volver a ver a las chicas.Quería verlas y que hicieranalgoporélcomolohabíanhechoporFletán.
Losdosestudiantesseocultaronbajolasombradelospinosenlaorilladelrío,esperandoensilencioaqueelsiguientetrenpararaenlaestación…
Eldesvencijadotrenmarrón.Parecíaunaseñoramayorquellevaraunniñoa laespaldaatadoconcorreas,conunmontóndepaquetes.Resollando, subió lacuestapocopronunciaday al fin llegó a la paradade la estación conun ligero traqueteo.Bajarontresocuatropasajerosycadaunosefueporsucamino.
—Eneseno—murmuróFletándesconsolado,conlosojosempañados.—¡Yatelodije!—OzuseenfrentóaFletánenfadado—.Notienesentidoesperar.—Peroundíasebajaronaquí…asíquesuscasasdebendeestarcerca.¡Ysisus
casasestáncercadeaquí,tendránquepasarporestacarretera!A simple vista, la lógica deFletán parecía irrefutable, demodoquedejaronde
hablar y esperaron en vano a que llegara el segundo tren. Cuando vieron que laschicastampocoaparecíanenese,elabsurdodebatevolvióacomenzar.
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—Suscasasnoestánporaquí.Seguramentevinieronahacerunrecadocuandosebajaronaquílaotravez.
—¿Unrecado?—objetóFletánapenado—.¿Comoqué?—¿Cómo voy a saberlo? A lo mejor fueron a casa de una amiga o a estudiar
floreso a clasesdepiano.Las chicas a esta edadvan a clasesdepianoy arreglosflorales,yalosabes.
—¿Piano…?—Fletánsesentóenlaorilladelríoysuspiró,comosilaimagendeesaschicastomandoclasesdepianosimbolizaralafelicidad.
Losestudiantesdeinstitutodehoyendíaprobablementeconsideraránlaactituddeestosjóvenesdehacemásdetreintaañoscomotontayanticuada,perolamentedelosjaponesesenaquellaépocatodavíaestabaimpregnadaconlacreenciadequeloschicosylaschicasdebíansepararsealossieteaños.Enaquellaépocaeradifícilqueunchicoyunachicadeesaedadhablaran,ymuchomenosquecaminarancogidosdelamano.
Esperarontresdías.Esperaroncincodías.Peroporalgúnmotivolaschicasnuncavolvieronabajarsedeltren.
Mientras esperaban sin resultado, Ozu descubrió en Fletán una extrañaobstinaciónquenoresultabaevidenteajuzgarporsuaparienciaexterna.Finalmente,suinsistenciaseviorecompensada.
Aquel día observaron una vezmás, sinmuchas esperanzas, cómo se alejaba eltercertren.Enfadadoporsupropiainsensatez,Ozudecidiónoseguirllevandoacaboestainútiltarea.
—¡Me voy a casa!—Empezó a bajar por el dique del río Ashiya, dejando aFletándetrás, reacioa seguirle. Justoenesemomento,uncuarto trenaparecióa lolejosconlentitudysubiólacolinaconsucaracterísticotraqueteo.
—¡Espera!—¡No!¡Noaguantomásestatontería!Alllegaralaparada,eltrenfrenóconunchirrido.Siseapresuraba,Ozupodría
subirabordoantesdequeempezaraamoversedenuevo.Peroalbergabaunpequeñoatisbo de esperanza en su corazón, y esa ligera esperanza hizo que avanzara conlentitud.
Tresfigurasvestidasconuntrajedemarinerosalierondeltren,unatrasotra.Elsolledabaenlosojosynopodíaverlasbien,perocuandolaschicassepusieronenmarchayavanzaronhaciaél,hablandoentreellas,Ozusupoenseguidaquedosdeellaseranlaschicasalasquebuscaban.
Ozu se dio la vuelta, confundido. Fletán, fiel a su costumbre, se escondiórápidamente bajo la sombra de los pinos de la orilla. Ozu corrió en la mismadirección.
Las chicas debían de haberlo visto huir. Si se acordaban de él, seguramente lohabríanreconocidocomounode loschicosa losque leshabíandado lagasaen lacarreteraquehabíajuntoalrío.Perolaschicassiguieroncaminandoyhablandoentre
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sí. Pasaron junto a los pinos en los que se escondían Ozu y Fletán como si nohubieranvistonada.
—¿Loves?¡Tedijequetuvierascuidado!—Ozuoyólavozdeunadelaschicasdesdesuesconditedetrásdeltroncodeunpino.Nohabíadudadequesetratabadelajovenbronceadaydeojosgrandes.
Hubosilencioduranteunbuenrato.EntoncesFletánseacercóaélhaciendocrujirlashojascomouninsectoquetrepaparasalirdelatierra.
—¡Vamosaseguirlacola!—lesusurróaOzu,queviocómolafrentedeFletánestabacubiertadeunafinacapadesudor.
En el argot de los estudiantes del área de Kansai de aquella época, «seguir lacola»queríadecirseguiralaschicascomosifueranunatortugasiguiendolacoladeunconejo.Sóloseguirlas,sindecirlesunapalabra.Esoera«seguirlacola».
Las tres chicas ya estaban a bastante distancia. La carretera blanca paralela alcauce del río se estrechaba. Las piernas torneadas cubiertas por medias negrasavanzabansinparardebajodelasfaldasdesusuniformesdemarinero.
—Seguimoslacola…—Ozutragósaliva—¿yluegoqué?—Nosé,perosigamoslacola.—Dilesalgo.—¿Yo?—Fletánmeneólacabeza,sintiéndoseincómodo—.Nopodríahaceralgo
así.Las chicas no parecían darse cuenta de que las estaban siguiendo. Llegó un
momentoenquedosdeellassedetuvieron,sesaludaronconlamanoybajaronporunacarreteraa laderecha.Laquequedabaera lachicabronceadadeojosgrandes.Paró y se colocó bien el bolso. Ozu y Fletán también se detuvieron rápidamente.Cuando ella reanudó la marcha, los dos la siguieron a la misma velocidad. Ladistanciaquehabíaentreellossemantenía:nimuylarganimuycorta.Asíeracómolosestudiantesseguíanlacolaenaquellaépoca.
Cuandolachicacruzóunpuenteenladirecciónopuestaalaorilladelrío,OzuyFletánseagacharonrápidamentedetrásdelapuertadeunamansiónparaevitarquelosviera.Finalmente,entróenunedificiodeladrilloscubiertodehiedra.Loschicosselanzaronacorrerespontáneamente.
Lacasaeraunamezcladeestilojaponésyoccidental,conunaestructuradetipoeuropeoconstruida sobreunabasedemadera.Las residenciasdeclasealtadeestetipoeranbastantefrecuentesenShukugawayAshiya.
—Pone«Azuma».Quénombremás raro.—Fletán suspiró al observar el posteiluminado. Entonces una sonrisa asomó a su cara cetrina, como si acabara dedescubriralgomuyimportante—.¡SunombreesNoséquéAzuma!
Aguzaroneloído,peronoseoíaningúnruidoenelinterior.Habíatantosilenciocomoenunacasavacía.
Fletánextendiólamanoyacaricióelmuroconternura.—¿Quéhaces?
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—Esta pared…—murmuró Fletán para sí mismo—. Mi chica puede haberserecostadocontraella.
—¡Idiota!—Ozu estaba furioso, aunque ni siquiera sabía por qué. Tal vez laspalabrasinsolentesquehabíapronunciadolehabíanofendido.¡«Michica»!¡Todavíanoeralachicadenadie!
—¡Nodigas«michica»!—¿Porquéno?—Esmuyvulgar.—Bueno,¿cómoquieresquelallame?¿«Nena»?Esosuenamásvulgartodavía.
—Fletánpasódosdedosporelmuro,deteniéndosealllegaralacajadondedejabanlalechejuntoalapuerta.Abriólacajaysacóunabotella.
—¿Quéestáshaciendo?¡Tevanapillar!—¡Estabotellade leche!—susurróFletáncon intensidad—.Quizáhayapuesto
loslabiosenellaparabeber.—¡Idiota!Quizáhayapuestoloslabiosenellaparabeber.¡Oquizálohayahecho
supadre!—¡Bueno,alomejor…!Derepenteladróunperrodentrodelacasa.Eraelladridoagudodeuncachorro.—¡Toby,Toby!—dijounavozfemenina.OzuyFletánseacercaronaúnmásparaoírlavoz.Eralasuya.—¿Aqueseríagenial?—¿Elqué?—Vivir en una casa como esta y tener un perro. Nosotros somos demasiado
pobrescomoparateneruno.Hastatengoqueesconderamiratón…Esacasaparecíaverdaderamentelacúspidedelafelicidadinalcanzableparaestos
doschicos.Ningunosabíanadaaúnsobrelavidaoelsignificadodelafelicidad.
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TRESELHIJO
El viaje de negocios deOzu duró sólo dos días. Pero cuando volvió a Tokio y sedirigióacasadespuésdepararen laoficina,sesintiócomosihubieraestadofueramuchotiempo.
—¿DóndeestáEiichi?—preguntóaNobukomientrassequitabaloszapatos.—Es viernes—respondió su esposa, cogiendo los zapatos y sonriendo ante la
malamemoriadesumarido—.Yasabesquetieneturnodenocheenelhospital.—Ah—asintióOzu—.Esverdad.—Queríapreguntaralgomás,peronolohizo.
Seacordódequelanocheantesdequesefueradeviaje,habíadiscutidoconsuhijoporunatontería.Habíavenidoacasaacenarporprimeravezenmuchotiempo.
Añosatrás,Ozulohabíaconsideradocomounhijoleal,peroapartirdelaépocaen laqueEiichi seestabapreparandoparaaccedera laFacultaddeMedicina,Ozuempezó a cuestionar gradualmente las ideas de su hijo. Le parecía que su propioprogresoeraelobjetivoprincipalenlavidadeEiichi,aunqueOzunoestabasegurodesitodalaprofesiónmédicacompartíaesavisión.
Al contrario que su hermanamayor, Yumi, Eiichi había comenzado a estudiarintensamente en el instituto. Fue gracias a su esfuerzo que consiguió entrar en laFacultaddeMedicinaK.,peroacambioperdiótodassusamistades.Losquesolíanveniracasaempezaronamantenerlasdistanciascadavezmás.
—Esoesporquenosoncomoyo—solíadecirEiichi—.Tienenlavidaresueltagraciasaloscontactosquetienensuspadresofamiliares.Peropapánopuedehacernada por mí. Los amigos son los amigos, pero al final lo más importante eres túmismo.
—Siesasícomopiensas,vasaquedartemuysoloenlavida—murmurabaOzuenesasocasiones.Perosuhijodejabaentreverunasonrisadehieloenlascomisurasdesuslabios.
—¿Me estás diciendo que los pusilánimes como tú no estáis solos en la vida,papá?Yonopodríasoportarlavidaquellevas.—Ozuaúnrecordabalaspalabrasdesuhijo.
Ladiscusióndelaotranochefuedelmismoestilo.Empezóenlamesaconunaconversaciónacercadelhospital.Eiichihabíahabladodeformairrespetuosasobreunpacientedeavanzadaedadquenoteníaposibilidadesderecuperarse,yOzulehabíareñido.Ozuvolvióarecordarladiscusión.
Secambióderopa.Sumujerlesirvióunatazadetéenlasaladeestar,ymientrasmirabaelcorreoquehabíallegadoenlosúltimosdosdías,preguntó:
—¿Algunanovedad?
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—Laverdadesqueno.Lacontrapuertadelpisodearribaseatasca.Hellamadoparaquevengauncarpintero,peroesimposibleencontraruno.
—Tienenpocosempleados.Ahoramismoestánhaciendoobrasdeconstrucciónportodaspartes.Notienesentidoquevengansóloporunacontrapuerta.
MientrasOzusorbíaeltéruidosamente,Nobukoseacordóderepentedealgo.—Ahsí,pasóalgoextraño.Recibimostresllamadastelefónicasmuyraras.—¿Aquéterefierescon«raras»?—Sonabaelteléfono,perocuandolocogía,colgaban.—Alomejorseequivocaron.—Perodije«casadelosOzu»,yentonceshubounsilencioabsolutoalotrolado,
comosiestuvieranesperandounaseñaloalgoasí.Yumiseasustó.CuandoYumivolvióacasaaquellanoche,lafamilia,exceptuandoalhijomayor,
sesentóalamesaparacenar.—Creo que ni siquiera losmédicos deberían ser el últimomono durante tanto
tiempo.—Ozueraelúnicoqueestabaanimado,ysellevabaunacopadesakealoslabios—.MuchosjóvenesdelaedaddeEiichiyatienenunsueldomásquegeneroso,peroéltodavíanopuedesustentarseasímismo.
—Nopuedehacerotracosa—Yumidefendióasuhermano—.Eseltipodevidaque ha elegido. Dice que como no eres médico, no puede usar tu influencia paraconseguirunpuestoenelhospitalcomohacenlosdemás.SuobjetivoesascenderenlaFacultaddeMedicina.
—Pero es muy difícil convertirse en profesor o adjunto en la Facultad deMedicina,¿no?Setardandiezodoceaños.
—Poresoestáesforzándosealmáximoparaconseguirlo.—Está bien que trabaje duro —interrumpió Nobuko—, pero me preocupa su
salud.—Siempredicequevaatriunfarenlavidacuesteloquecueste.—Yumisoltólos
palillosyselevantóparairabuscarotrabotelladesake.—Élesasí—murmuróOzuexasperado.—Nosepareceennadaati.Esunchicointeligente.—LaesposadeOzuparecía
orgullosa—.Yesmuyestudioso.—Algunaspersonasseaíslandelmundoparateneréxitoenlavida.¿Dequéle
servirá hacerse famoso en la universidad si se pierde todas las cosas buenas de lavida?
—Los tiemposhan cambiado.Los jóvenesyano soncapacesde sobrevivir sincompetirentreellos.VerdaderamentenohaynadaquepuedahacerEiichi.
Ozuguardósilencioaloírlaspalabrasdesumujer.Siempreteníalasensacióndequesuesposanoestabasatisfechaporqueélnoesperabaprogresar.Suinsatisfacciónsehabíatransformadoenunaobsesiónpordefenderasuhijomediantecomentarioscomoelqueacababadehacer.
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—Dicesqueestamosviviendomalostiempos.¿Quieresdecirconesoquepiensasquelosdíasdeguerraquevivimosdejóveneseranmejores?
—Eso no es lo que he dicho. Simplemente nos tomábamos las cosas conmáscalmaenaquellostiempos.
¿Deverdadhabíansidoesosañostantranquilosysencillos?¿Esosdíasenlosquelasciudadesjaponesasardíanenllamas,cuandolagentehuíaentropelatravesandoelhumo, cuando los soldados inexpertos como Ozu recibían palizas a diario en lasbarracasdelamanodesussuperiores?
—Sí,ya.Siempreestáshablandodelosdíasdelaguerra,papá.—Yumitrajolabotelladesake.Comodecostumbre,sepusodepartedesumadre—.Erantiemposmuydiferentes.Nohaypuntodecomparación.
LacaradepezylosojossoñolientosdeFletánvolvieronaaparecerenlamentedeOzu.¿Quédiríassiaúnestuvierasvivo?
Despuésdecenar,cuandoOzuestabafrentealtelevisor,sonóelteléfono.—Alomejoresesadichosallamadaotravez.—Yolocogeré.—Ozulevantóelauricularenelrecibidor—.¿Diga?Casadelos
Ozu.Nadie respondió. La persona al otro lado del teléfono guardó un completo
silencio, como decía su esposa. Quienquiera que fuera parecía estar esperando ensilencioarecibirunaseñal.Alcabodeunrato,colgaronconungolpeseco.
EldoctorIihacíalarondaenelhospitalcadamiércoles.EsosdíasEiichiytodoslosquetrabajabaneneldispensariosereuníanyesperabanaqueaparecieraelmédico.Aquellosdías, losqueteníanpacientesasucargoestabanmástensosdelonormal.Repasaronunavezmáselvalordeunasemanadeinformesyresultadosdeanálisisdesuspacientes.Repasaron todoesoydespuésbuscaron laspalabrasmásprecisasquepodríanutilizarensusinformes.
Porfinseabriólapuertaalotroladodelpasillo.EldoctorIiaparecióenvueltoenunabatablancaacompañadodeldoctorUchida,eljefedeldispensario.
—¿Conquéplantaempezamoshoy?—Comenzaremosconlasaladetuberculosis,enlasegundaplanta.Un joven empleado del dispensario avanzó como un ratón bailarín y llamó al
ascensor.Aestahoralassalasdelhospitalestabanensilencio,sorprendentemente.Guiados
por elmédico, la procesiónde batas blancas avanzópor el vestíbulo rompiendo laausenciaderuidoconelchirridodesuszapatos.
Eiichicaminabaentreellosyobservabalafornidaespaldaylosanchoshombrosdel doctor Ii. La seguridad que poseía el hombre que ostentaba el poder en elSegundoDepartamentodeCirugíaradiabadeesaespaldayesoshombros.
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«Undíadeestosteconvertirásenalguiencomoél»,sedijoEiichi.Yseimaginóasí mismo en su lugar, caminando a la cabeza del grupo de batas blancas, con unhombroligeramentealzado.
Elmédicoentróen lahabitacióndepostoperatoriodeunpacienteque sehabíasometidoaunacirugíaparaextirparunpulmón.Maki,elsupervisorenprácticas,lesiguiórápidamenteconunsobredeplacasderayosX.El restodelgruposequedóatrásyescuchóconatenciónlaconversaciónentreelmédicoyMaki.
—La evolución desde la operación ha sido buena.—Maki le dio almédico eltermómetroquecolgabadelacama—.Lahemorragiaharemitidoporfin.Lafiebretambién ha bajado.La presión arterial y los procesos cognitivos son normales.Noobstante,creoquehabráquedrenarelpulmón.
El médico colocó su nuevo estetoscopio alemán en el pecho del paciente yasintió.
—Hanpasadocuatrodíasdesdelaoperación,¿verdad?—Sí,señor.Elmédicosesacóelestetoscopiodelasorejasysedirigióalpaciente.—Parecequeevolucionabien.Sesentirámejorenunaodossemanas.Estámuy
bien,seloaseguro.Losojosdelpacientebrillaronde felicidad.Eldoctor Iiasintiócon lacabezay
saliódelahabitación.El grupo entró en una sala grande.Había seis camas colocadas una frente a la
otra. Los pacientes, que llevaban mascarillas estériles, se giraron al unísono endirección a ellos. La enfermera jefe había ordenado a los pacientes con riesgo decontagioquelasllevarancuandolosmédicoshicieransuronda.
EstavezTaharaseseparódelgrupoysecolocójuntoalaalmohadadelhombremayoralqueestabasupervisando.
—¿Siguensaliendobacilosenlosanálisis?—preguntóeldoctorIi.—Sí.Detectamoscincoenelanálisisdelasemanapasada.Hacecuatrosemanas
erantres.—¿Quémedicaciónleestáisdando?—UsamosIsconthyBethion,perocreoquehabráqueencontrarunsustitutopara
elBethiontardeotemprano.Las caras de los empleados del dispensario se tensaron. Tahara, un empleado
cualquieradelcentro,estabasugiriendocambiarlamedicaciónqueelmédicohabíaprescritoparasupaciente.Estabaoponiéndosedirectamentealasórdenesdeldoctor.
—No,elBethionvabienporahora.—EldoctorIinoalzabalavozdelantedelospacientescomolohacíacuandollamabaaalgunodesusempleadosparareñirlesenclase,perosufrenteenrojeciósignificativamente—.Siusamosunmedicamentotrasotrosecrearáunabacteriaresistenteenelpacienteyseremosincapacesdetratarelproblema.—Elmédicoremarcóestaspalabrasparaquelosempleadoslasoyeranyavanzóhastalasiguientecama.
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Mientrasexaminabanalosseispacientes, todoelgruposediocuentadequeelViejo—asíeracomosolíanllamarlostrabajadoresalmédicosupervisor—sehabíapuestodemalhumor.
EldoctorUchida,jefedeldispensario,sevolvióhaciaTaharaconlosojosllenosdefuria.¿Porquédemonioshastenidoquehaceruncomentariotanestúpido?Esoesloquedecíasumirada.Cuandounempleadonublabaelestadodeánimodelmédico,nohabía formadehacerquevolvieraabrillarelsol.Todoelmundo losabía,peroTahara,yafueraintencionadamenteono,habíametidolapata.
Laprocesióndedaimyōspasóunahoraymediahaciendo las rondas en cuatroalas del hospital y otras tres habitaciones especiales. Eran más de las doce delmediodíacuandoporfinacabaron.
—Tahara,esperaunmomento.—EldoctorUchidavolvióaldispensariodespuésdeacompañaraldoctorIiasuoficinayllamóaTahara.Losdemásselevantaronysefueronacomer.
EiichisesentósoloenlaesquinadelacafeteríaycomióarrozconcurrymientrasesperabaaTahara.LosdosibanalamismaclaseenlaFacultaddeMedicina,peroenel fondoEiichiseburlabadesupatéticocompañero.Sinembargo,porelmomentotenía que lidiar con él para preparar un trabajo titulado «Tratamiento químicopostoperatorio de la fístula traqueal» que debían entregar al médico. Ese era elmotivoporelqueEiichilopasabatanmalcuandosucompañerocometíaerrorestanestúpidoscomoeldehoy.«»
Terminóde comer su arroz con curryy,mientras apuraba suvasode agua, viocómo aparecía la espalda encorvada de Tahara en el mostrador de los vales decomida.Eiichihizoungestoconlamanoysucompañeroarrastró lospieshasta lamesacubiertadesuciedad.
—Te han echado la bronca, ¿verdad? —preguntó Eiichi preocupado mientrasdabagolpecitosconlauñaalcigarrillo.
—Sí.—¿PorquéledijisteesoalViejo?—Esque…todoelmundosabequeelBethionnosirvecomotratamientoparala
tuberculosis —respondió Tahara con voz débil mientras bajaba la cabeza—. Pormuchoquelointentara,noharíaefectoenmispacientes.PreferiríausarEthambutol.
—ElViejodicequeelEthambutolsólodebeutilizarseparacasoscríticos.—Yodiríaqueunpacienteconunaclaratuberculosisyaesuncasocrítico.Pero
sabestanbiencomoyoqueelmotivoporelqueelViejosigueutilizandoelBethionesporquelacompañíafarmacéuticaquelofabricalecosteasusinvestigaciones.
Eiichi encendió el cigarro y guardó silencio. No le hacía falta que Tahara niningúnotroledijeraqueunaserieinterminabledeanálisishabíandemostradoqueelBethion era inútil como tratamiento para la tuberculosis. Era unmedicamento quepertenecía a la familia Thibion, y el Thibion había dejado de utilizarse incluso enAlemania,dondesehabíafabricadoporprimeravez.Peroelequipodeldispensario
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ignorabaalegrementeelhechodequeaúnloutilizaran,porquesabíanquelosfondosdeinvestigaciónparaeldispensarioprocedíandelacompañíafarmacéutica.
—Pero…—Eiichi hizo unamueca y observó su cigarro encendido.Ambos sequedaron callados por un instante, mirando por la ventana—. Mira, Tahara —murmuróEiichisinapartarlavistadelcigarro—.Nohagasningunatontería.
—¿Quéquieresdecirconeso?—Noquieroquevuelvasamencionaresemedicamento.—Perosoyelmédicoresponsabledeeseanciano,ycomotal,megustaríaverlo
recuperarse.—Yalosé.Sécómotesientes,peroalfinyalcabo,ahoramismoformamosparte
deunaorganización.Laorganizacióndeldispensario.Nopuedesirporahíhundiendoelsistema.
—Nopretendohundirningúnsistema…—Entoncesnocompliqueslascosasparaeljefedeldispensario.Élpiensaentu
futuro.Eresconscientedeeso,¿no?—Eiichihizounapausa—.PerosielViejoseenfadacontigo,eldoctorUchidanopodráhacernadaporti.
—EsoesloquemehadichoeldoctorUchida.—LarisadeTaharateníauntoquede tristeza.Sesirvióunpocode téen la tazayañadió—:Mehadicho:«Si siguesactuandoasí,nuncapodrásavanzar».
—¿Loves?Ahílotienes.Porquesereflejaráentufuturo.—¿Peroquépasaconelpaciente?—Taharasellevólatazaaloslabios.—Piénsatelo.Yonotedirénadamássobreeltema.—Eiichiselevantóyseestiró
—.Bueno,creoquemeiréalabiblioteca.—Eresbueno.EiichisegiróaloírelcomentarioinesperadodeTahara.—¿Qué?—Lotienestodopensado.—¿Ahsí?—Llegaráslejosenestedispensario.Eiichi salió de la cafetería sin responder. Al otro lado del largo pasillo se
agolpaban en las ventanas tanto enfermeras como pacientes vestidos con kimonoslargosyacolchados.Seguramenteestabanmirandocómo losempleados jugabanalvoleibolenelpatio.
«Llegarás lejos en este dispensario». Las palabras de Tahara resonaban en losoídosdeEiichi.Podíanserpalabrasdeenvidiaodesarcasmo,dependiendodecómolasinterpretara.
Exacto.Miintenciónesllegarlejos,serepetíaEiichiasímismo,imaginandoelrostrodeTahara.¿Quétieneesodemalo?Alhablarvisualizólamaneraconfiadadecaminar que tenía el doctor Ii. En veinte años, la figura que haría las rondas yencabezaríaungrupodeempleadosseríalasuya.
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—Doctor Ozu, de cirugía. Doctor Ozu. —El altavoz le llamó—. Por favor,contacteconlaoperadora.DoctorOzu,decirugía.DoctorOzu.
Eiichidescolgóelteléfonodelíneainternaalfinaldelpasillo.—SoyOzu.—Tieneunallamada—dijolavozdelaoperadoraalotrolado.—¿Dequién?—LaenfermeraKeikoImai,demedicinainterna.—Percibiódudayvergüenzaen
suvoz—.Dice…quetienequehablarconustedurgentemente.—Pásemela,por favor.—Eiichi reprimiósusensacióndedisgustoyagarrócon
fuerzaelauricular.—Soyyo.—NotardóenoírlavozdeKeiko.—¿Quéquieres?—dijoEiichiconfrialdad—.Estoyocupado.—Doctor,porfavor,veámonosestanoche.—¿Estanoche?Estanochenopuedo.—Sólotepidodiezminutos.SiguieronregateandoyfinalmenteEiichicolgó trasaccederaveraKeikoa las
cincodelatarde.Muchachatestaruda.PensóenlacaradeKeikoalbordedelaslágrimas.Cuando
lloraba parecía unmono, y se ponía tan fea que irritaba aEiichi.Había dejado desentir cualquier forma de apego por esta enfermera. «Ahora tengo que verla estatarde»,pensó.Fuea la estacióndeenfermería, en la segunda sala, sinpasarpor eldispensario.
EstabaechandounvistazoalosanálisisdesuspacientescuandoentróeldoctorUchida.
—Ven un momento—lo llamó para que saliera—. Qué desastre. Para Taharasobretodo.ElViejoestabadeunhumorpésimo.
—HaceunratolediunacharlaaTaharaenlacafetería.—¿Ahsí?¿Yquédijo?Eiichidudóunmomentoyluegorespondió:—Bueno,esbastantetestarudo.—Escierto.Hayquevigilaraloshombrescomoél.—Losientomucho.—Nomereferíaati.—Eljefedeldispensariosonrióirónicamenteylediounas
palmadas a Eiichi en el hombro—.No tienes de qué preocuparte. ElViejo parececonfiarenti,ycreemosquetienesmuybuenasperspectivasdefuturo.
—Sí,señor.—EiichihizounainclinaciónconlacabezayobservócómoeldoctorUchidabajabalasescaleras.
Lospacientesdescansabandeunaatresdelatarde.Todaslassalasdelhospitalestabanensilencio.
Eiichi abrió un libro en la biblioteca. Se sentía apesadumbrado al reflexionarsobresurelaciónconKeikoImai,alaquetendríaquevermástarde.
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La relación había durado seismeses.Había estado con otras enfermeras antes,peroningunalehabíadadotantosproblemasalacabarlarelacióncomolaimplacableKeiko.
Saliódelabibliotecayvolvióapasarporlasegundasalaparaecharunvistazoasuspacientes.Elperiododedescansollegabaasufin,yelalborotovolvíaallenarlasala.
Eiichi tenía cinco pacientes a su cargo, de los cuales tres eran casos detuberculosis pulmonar.Dos de ellos esperaban una cirugía.A uno le darían el altapronto.
Para ser sinceros, a Eiichi ya no le interesaban los pacientes con tuberculosis.Cadavezhabíamenoscasosdebidoalosantibióticosyeldiagnósticopreventivo,yel tratamiento era prosaico. No había futuro en ese campo, de modo que habíadecididocentrarseenel terrenodelcáncer.Launiversidadhabíaplaneadoconstruiruncentroparaelcáncerenelfuturo.Suscompañerosdeldispensarioesperabanqueseconstruyeraconansia.Lacirugíadelfuturoseconcentraríaenelcáncer,elcorazónyelcerebro.
Unodesuspacientesactualeseraunhombremayorconcáncerdepulmón.Eraunfuncionario de alto rango que trabajaba para una gran corporación. Probablementehabría que operarle pronto. Pero evidentemente le habían dicho que teníatuberculosis.Tardeotempranotendríanquecontarlelaverdadasufamilia.
Eiichifuealahabitacióndelanciano,situadaenlaesquinadelaterceraplanta.Habíaunamujerjovencolocandofloresenunjarrón.Eralahijadelpaciente.
—Hola.—Eiichisonrióyechóunvistazoalahabitación—.¿Quétalestá?Elancianotratódeincorporarseenlacama.Estabaadormilado.—Noselevante.—Sigoigual,peroestatardetosíunpocodesangre.Eiichi colocó el estetoscopio en el pecho del paciente. La hija, que había
permanecidoaunladoconlasmanostraslaespalda,dijoconpreocupación:—Doctor,dicequeeldolorsehaextendidoalosbrazos.—Puede ser neuralgia. —Eiichi se mostró alegre deliberadamente y ladeó la
cabeza—.Nohaydequépreocuparse.Eldolordesaparecerá.—Noescáncer, ¿verdad?—Elpaciente sedejócaeryobservóconatención la
expresión de Eiichi—. Un amigo mío murió de cáncer de pulmón… Siempre sequejabadequeteníadoloresenelpechoylosbrazos…
—Eldolorquecaracterizaelcáncerdepulmónesmásagudo—replicóEiichisinquesusonrisasedesvaneciera—.Nohaynecesidaddepreocuparse.Déjelotodoennuestrasmanos.
Elrostrodelahijarevelóalivioyconfianza.Esunabuenahija,murmuróEiichiparasí.EntonceslosojosdeKeikoaparecieronanteélybajólavistarápidamente.
—Doctor,¿habráqueoperarme?—Esaeslarazónporlaqueestáhospitalizado,¿no?
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—Silaoperaciónsalebien,¿podrétrabajarcomoantes?—Porsupuesto.Podrájugaralgolfyhacertodoloquequiera.Eiichi se había acostumbrado amentir a los pacientes de cáncer.Mentirles era
partedeltrabajodeunmédico.—Cuídese.—Eiichisaliódelahabitaciónynovolvióapensareneldestinode
aquel anciano. Allí uno no podía permitirse simpatizar con el futuro de cadaindividuo.
Aquella tardeseencontrócon laenfermeraKeiko Imaienel salónde téquehabíaenfrentedelhospital.Elsalónestaballenocasiensutotalidaddehombresymujeresquehabíansalidodel trabajo.Keiko leesperabaenunaesquinaa lo lejos,mirandohacialapuerta.CuandoEiichiseacercó,ellaalzóelrostroysonriócontristeza.
—Losiento—sedisculpó.—No pasa nada, pero no tengo mucho tiempo. El jefe del dispensario quiere
verme.—Eiichimintióparahacerquelaconversaciónfuerabreve.Sesentó.Despuésdequeelcamareroleshubieratomadonota,Keikoguardósilenciopor
uninstante.«Keikosevetanvivazconsuuniformeblanco.¿Porquésevuelvetanmonótona
cuando se pone su ropa?», pensaba Eiichi con amargura. Lo cierto era que habíaperdidoelinterésyelcariñoquesentíahaciaKeiko.Loúnicoquequeríaerairsedeaquelsalóndetétanrápidocomolefueraposible.
—Bueno,¿dequéqueríashablarme?—¿Porquénohasvenidoavermeúltimamente?—Keikoapretóloslabiosyse
quedómirandolatazadecaféqueteníadelante.Susojosreflejabansudecepción.—¿Cómoqueporqué?—Eiichiestabaclaramentemolesto—.Telohedichouna
yotravez.Tengomuchospacientesdecirugíayestoymuyocupado.—Esoesmentira.—Keikoagitólacabezaconviolencia—.LaenfermeraSekiba
decirugíaesamigamía.Estasemanasólohahabidounaoperación.Eiichivacilóporuninstante.—No sé lo que habrá dicho la señorita Sekiba, pero en el dispensario tenemos
mucho trabajo al margen de las operaciones. Tenemos que escribir informes yprepararlosseminariosdeinvestigación.
—Haspreparadoseminariosdeinvestigaciónotrasveces,yaunasíteníastiempodeverme.—UnalágrimarodóporlamejilladeKeikomientrasremovíaelcaféconlacuchara.
—Oh,vamos.—Eiichibajólavoz,conscientedequepodíanoírlesasualrededor—.Nohayrazónparallorar.
—Sinoquieresseguirviéndome,¿porquénolodicesclaramente?Eiichisintiólanecesidaddezanjareltemaydijo:
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—Pensabaqueerasmásabierta.—¿Quéquieresdecirconeso?—¿Nocreesqueestássiendounpocoegoísta?Mellamassinpararteapensaren
miposición.Notienesniideadelavergüenzaquehepasado,¿verdad?—Losiento…—respondióKeikoenvozbaja,bajando lamirada—.Peroestoy
muytriste.—Eso es ridículo.No haymotivo para estar triste. ¿No basta con pasarlo bien
juntos?—Noquieroesetipodeamor.—Noseastonta.Noempecéasalircontigoconlaideadeenamorarnos.Todoel
mundolohace,yalosabes.—Laspalabras«odiocómomeincordias»subieronporsugarganta,peroEiichiselastragó.¡Estamujersepiensaquesomosamantessóloporquenoshemosacostadotresocuatroveces!
—Detodasformas,paraaclararloya:noquieroquevuelvasamolestarme.—Lo sé.—Keiko había permanecido sentada con la cabeza inclinada, pero de
pronto levantó la vista y unos ojos llenos de odio encontraron los suyos—. ¡Lo sétodo!
—¿Saberqué?—Quehasestadoviendoa lahijadeldoctor Iiúltimamente.—Laspalabrasde
Keikosonarondeprontodescaradamentemaliciosas—.Escierto,¿meequivoco?Confundido,Eiichidesviólamiradainstintivamente.—¡Tonterías!¿Dóndehasoídosemejanterumor?—Esonoimporta.—Recuerdo haber bailado con ella en la fiesta del dispensario, pero no fui el
único.Todoelmundobailóconella.Nomegustaqueexageres lascosas.—EiichimantuvolacabezagachayevitólamiradadeKeikomientrasofrecíasuexplicaciónapresuradamente—.Yademás,estámuyfeodeciralgoasísobrelahijadeldoctorIi.
—Bueno,losiento,peroalfinyalcabosólosoyunaenfermera.¡Noestoyalaalturadelahijadeunmédico!
—¡Nohablesasí!—Aloírsuvoz,unaparejaqueestabasentadadetrásdeellossegiró paramirarlos. Eiichi encendió un cigarrillo que no quería fumar, pero que leayudaríaaocultarsuvergüenza.
—AlguienteviopaseandoconellaenShibuya.—¿EnShibuya?Ah,sí.EldoctorIimepidióquelaacompañaraparacomprarle
unbaúl.—Ytúsiempreestásdispuestoahacer lapelotacuandoalgúnaltomandoteda
órdenes,¿eh?Eiichiselevantófurioso.—Mevoy.Nopuedopermitirmeperdereltiempoenunlugarcomoéste.—Cogió
la cuenta de la mesa y se dirigió al mostrador. Keiko le siguió implacablemente.Eiichilaignoró,pagóelcaféysalió.
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—¡Losiento!—Keikovolvíaadisculparseconvozlastimera,acelerandoelpasoparaalcanzarelritmodelaszancadasdeEiichi—.Noqueríadecireso.
—Yaesunpocotardeparaeso.—LavozdeEiichierafría—.Noquierovolveraverte.Adiós.
Elsemáforodelcrucecambióderojoaverdeylagentesemovilizóparacruzarlacalle.EiichicaminóentrelamultitudysediocuentadequeKeikoyanoleseguía.
«¡Bueno,seacabó!»,murmuróparasímismo.«PeromepreguntoquiénlecontóquemehabíavistoconlahijadelViejo».
PensóenelrostropálidoyalegredelahijadeldoctorIi.EraciertoquelaprimeravezquetuvocontactoconellafuecuandolaayudóaelegirunamaletaparaelViejo,quese ibaaunaconvencióndemedicinaenNuevaYork.Enelcaminode regresohabíanparadoparatomarunté,pero…
PerotambiéneraverdadqueaEiichiselehabíapasadoporlacabezalomuchoquelebeneficiaríaprofesionalmenteconocermejoralahijadelViejo.
CuandoEiichivolvióacasaaquellanoche,suspadresysuhermanahabíanacabadodecenaryestabantomandountéenlasaladeestar.
—Bienvenidoacasa.¿Hascenado?—Comíenelhospital—respondióEiichiconunabrusquedadparticular.Selavó
lasmanosenelbañoconcienzudamenteydespuéshizogárgaras.Preocuparseporlahigieneeracasiunamaníaparaélacausadesuprofesión,oquizásedebíaaquelosmédicoseranasí.
—Tupadrehatraídodulces.¿Quieresuno?—preguntósumadrealoírqueEiichisalíadelbañoeibadirectoasuhabitaciónenelsegundopiso.TantolamadrecomolahijaeranconscientesdequeEiichihabíaestadoevitandoasupadreúltimamente.
—Claro,comeréunpoco.CuandoEiichientróenlasaladeestar,Ozusepercatódelbrillodelasgotasde
aguaenelpelodesuhijo.AntesdehaberseidoenviajedenegociossehabíadadocuentadequeEiichihabíaperdidoalgodepeso.
—Me imagino que el turno de noche te resulta agotador—le dijo, tratando deaveriguarsuestadodeánimo.
—No, no mucho —respondió Eiichi distraído mientras cogía el periódicovespertinoyempezabaaleerlo.
—Los dulces están deliciosos. —Yumi intentó reunir las piezas de laconversacióndesmenuzada—.Lascosasdulcesayudancuandoestásmuycansado.
Eiichi no respondió a su hermana. Semetió en la boca un trozo de dulce quehabíatraídosupadre.
—¿Hastenidoalgunaoperaciónhoy?—No.
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—Meimaginoqueacabarásagotadocuandotienesqueoperar,¿no?—Dependedelaoperación—respondióasupadreconpocoentusiasmo.—Supongoquetienesmuchasoperacionesdecáncer.—No se limitan a eso.Como somos el último eslabón, tenemosque ayudar en
todo.—Pero ahora que los analgésicos han avanzado tanto, debe de sermuchomás
cómodoparalospacientes.CuandoyoestuveenelEjército,unasemanadespuésdequellegara,habíauntipoalquelehabíanquitadoelapéndice.Nousabananalgésicosallíyalparecereramuydoloroso.
Eiichisiguióconlavistafijaenelperiódicoynorespondió.¿Vamosatenerqueoírhistoriasde laguerraotravez?Supadrevolvíaa«aquellaépoca»cadavezquetenía ocasión. Hablaba de esos días como si hubieran sido el único periodo de suvida.EsosiempreponíaaEiichidemalhumor.
—En aquella época realmente no había nada que pudieras llamar medicina,¿sabes?
Nobukofuelaúnicaenintercederasintiendoconunmurmullo.Eiichi guardaba silencio, por lo que Ozu decidió pensar en otra cosa. Cuando
estábamosenelEjércitonosgolpeabancadadía,asíquenosvolvimosinsensiblesaldolorhastaciertopunto.Losjóvenesdehoynosabenloqueesaguantar.
Elteléfonosonóenelrecibidor.—Quizásealapersonaquellamasiempre.—Yumiselevantóintranquila—.¡Lo
odio!Descuelgoelteléfonoynoresponden.¿Porquéhaceneso?—¿Noteloimaginas?—dijosumadreconpreocupación—.Algúnpervertido…—Eso es ridículo.—«Esas llamadas podrían ser la forma que tiene Keiko de
acosarme»,pensóEiichiparasímismo.Esamujertantestarudaeraverdaderamentecapazdehaceralgoasí.
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CUATROAUNQUESOBREVIVIMOS
Laguerra seextendióporEuropael añoenqueOzuyFletánempezaronel cuartocurso en la escuela. Las hostilidades ya no se limitaban al conflicto entre Japón yChina.
Deprontoaumentóostensiblementeelnúmerodeestudiantesde laclaseAqueplaneabapresentarsealosexámenesdeaccesoparalaEscuelaNavaldeCadetesylaAcademiaMilitar.
Evidentemente,OzuyFletánnoteníanelmásmínimointerésporlasnotasolasactividadesdelainagotableclaseA.
—Nosotros nunca conseguiríamos acceder a las escuelas del Ejército o laArmada.
Habíandesestimadolamásmínimaesperanzanosólodeentrarenlasacademiasdel Ejército y la Armada, sino también de obtener buenas calificaciones. Susprofesoresparecían tener lasmismaspocasesperanzasen lo relativoasusalumnosinferiores.
—Almenosintentadaprobar.Nopretendemosqueentréisenunaodosescuelasdeprestigio.Seguramentenisiquierahayamuchasposibilidadesdequeentréisenuninstitutonormal. Idauncolegioprivadoqueseajusteavuestrascapacidades.Másvalesercabezaderatónquecoladeleón—murmurabanlosprofesoresconuntonomedioalentador,mediodesesperado.Peroelinstructoryeloficialmilitarasignadoalaescuelaeranotrahistoria.
—¡En estos tiempos tan urgentes…—el instructor Hippo puso en fila a Ozu,Fletányelrestodealumnosde laclaseC—los inútilescomovosotrossoisbasurahumana!MuchosdeloshombresdelaclaseAseestánplanteandocambiarlaescuelaque habían elegido y asistir a una academia del Ejército o de la Armada. ¡Pero aninguno de vosotros se os ha pasado por la cabeza! ¡Ah, no! En vez de pensar,preferís pasar los días holgazaneando. ¡Zánganos, eso es lo que sois!—Amenudohacíacomentarioscáusticoscomoese.
—Viejobuitreasqueroso.—¡Meencantaríaaporrearlelacabeza!LosestudiantesmurmurabaninsultoscontraelinstructorHippounavezacabado
elentrenamiento,despuésdequese lesordenaraquese retirasen.Peroningunodeellos era lo suficientemente valiente como para aporrearle la cabeza al sargentomayorretirado.
A pesar de eso, un día Fletán llevó a cabo una de sus trastadas extravagantes.Ocurrióalmediodíacuandosonólacampanaqueindicabaelfinaldelrecreo.
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Fletán yOzu estaban tumbados en el césped, junto al campo de tiro con arco,hablando de la chica Azuma. Desde aquel día no habían vuelto a seguirla, peroaunque no la habían visto durante todo ese tiempo—o quizá debido a ello— laconexiónqueteníanambosconellasehabíamantenido.
—Meacerquéasucasaelotrodía,peronolavi.—Tú no te das por vencido, ¿verdad?—Ozu estaba harto de la insistencia de
Fletán,perocuriosamentenoestabaceloso.Envezdeeso sentía simpatíahacia sudesaliñadoamigo,queamabaalamismachicaqueél.
—Volvamosaclase.—OzuselevantóyFletánempezóacaminarpausadamentehaciaeledificio.Alpasarporlaarmeríaseasomaronporlapuertaentreabierta,delaquecolgabauncandado,yvierondentroal instructorHippoescribiendoalgoensulibreta.Elentrenadorinspeccionabaelestadodelasarmasdelosestudiantesdevezencuando.
—EsHippo—susurróOzu.—Sí —asintió Fletán con sus ojos soñolientos. Y entonces Ozu vio cómo
extendía las manos con brusquedad y cerraba la puerta. Pero eso no fue todo. Acontinuaciónsusmanosajustaronelcandadoconunchasquido.
—¡Eh!—gritóOzuhorrorizado—.¿Quéhaces?¿Quéhashecho?¡Haspuestoelcandado!Hipponopodrásalir.¡Sehaquedadoencerradoenlaarmería!
Eledificiodelaescuelahabíaengullidoalamayoríadelosestudiantes.Ozueraelúnicoquehabíavistoloqueacababadepasar.
—Vaya…Hansidolasmanos.Semovieronsolasyloencerraronsinsaberloqueestabanhaciendo.
—¿Dequéhablas?¡Larguémonosdeaquí!Losdoschicosseescabullerontanrápidocomolesfueposible.Loshombrosde
Ozuseagitaronalentrarvolandoeneledificiodelaescuela.—¡Ahora sí que la has hechobuena!Sequedará encerrado en la armería hasta
quealguienlosaque.¡Siseenterandequehassidotú,teexpulsarán!—¡Noledigasnadaanadie!—Noloharé…¡Peroeresuncaso!Durantelaclase,Ozunoescuchócasinadadeloqueseexplicósobregramática
japonesa. En circunstancias normales le costaba entender las explicaciones delprofesor, incluso si prestaba atención. Pero hoy era diferente, como si tuviera lamenteenotraparte.
Incluso Fletán estaba tranquilo, cuando normalmente no paraba quieto en elasientodetrásdeél.Sehundióensusillayesperóaqueterminaralaclase.
Faltabapocoparaqueacabaracuandoentróalguienyledijoalgoalprofesor.—¿Algunodevosotros—elprofesorsegiróhaciasusestudiantes—hacerradola
puertadelaarmería?Losestudiantesmiraronalprofesorsincomprender.
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—Alguien cerró la puerta de la armería mientras el instructor militarinspeccionaba lasarmasdefuego.Mehandichoqueel instructorsepasóunahoraaporreandolapuertapidiendoauxilio.
Lascarcajadassonaronportodalaclase.—¿Dequéosreís?—¡Yusted,profesor!—chillóalguien—.¡Ustedtambiénseestáriendo!—¡Nomeestoyriendo!—Hevistocómosereía.Detodasformas,esuncastigodivino.—¿Yporquéesuncastigodivino?—¡Elcieloestácastigandoalinstructorporllamarnoszánganostodoelrato!—¿Dequéestáshablando?¿Significaesoqueunodevosotroseselculpable?Lossilbidosyabucheosrecorrieronelaulacomounaola.—¿Porquésiemprenosechalaculpaanosotros?—¡Eso!¡AlomejorlohizoalguiendelaclaseA!—¡Ya es suficiente! —El profesor agitó la mano, perplejo—. Si vosotros lo
negáis,essuficienteparamí…—Segiróhaciaelmensajero—.Porfavor,dígalealinstructormilitarquenofuenadiedeestaclase.
Elmensajeroasintióysaliódelaclase.Elprofesordegramáticaesbozóunadébilsonrisaydijo:
—Escuchad. Tenéis que dejar de hacerles jugarretas al instructor militar y almayor.Acabaráafectandoavuestrasnotascuando lasenvíena lasescuelasdealtorango.
Ozudejóescaparunsuspirodealivioysevolvióenelasiento.LosojosdeFletánestabanmás adormiladosquenunca.Tenía el rostro impasible, como si nohubierapasadonada.
Aquelañoyelañosiguiente, lasituaciónmundialcambióbruscamente.Las tropasalemanas que ocuparon Polonia dieron un cambio radical e iniciaron una guerrarelámpagocontraBélgicayHolanda,yenunabrirycerrardeojosocuparonParís.
—¡Genial!—Unamañana, alguien trajo a clase una fotografía en color de unMesserschmittalemán.Losestudiantessecongregaronalrededory lacontemplaronconlosojosmuyabiertos.Lasvictoriasgloriosasdelasfuerzasalemanasaparecíancada día en negrita en los periódicos. Ozu y sus amigos leían las historias y elcorazón se les desbocaba. No se imaginaban que un día su propio país se veríaenvueltoenunaluchaamuerteporqueJapónacabaríaaliándoseconAlemania.
—Ahora Japón es la primera potencia en Asia. Ahora Alemania controla aEuropa.—Lasventanasdelsalóndeactosvibraronconelaplausodelosestudiantes.Asistíanaunaconferenciaimpartidaporunperiodistacorresponsal,ataviadoconunapolaina, que acababa de volver deChina.Hasta elmomento, los estudiantes de la
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escuela secundaria no habían oído nunca las palabras «militarismo» o «fascismo».TampocoleshabíancontadolaresistenciaquehabíanencontradolastropasjaponesasenChina,nilasverdaderasintencionesdelCancillerHitlerysuNazismo.Asíquenoteníanniideadequeprontosetambalearíanenelprecipiciodeunvalleoscuro.Losestudiantes de la clase A, más perspicaces, ingresaban en academias militares,mientraslosestudianteschapucerosdelasclasesCyDlosmirabanporelrabillodelojoparadespuésrecibirelveranodelcuartocurso.
Lasituaciónen loshogaresse restringióbastante.A lasmujeresse lesprohibióhacerselapermanente.LosmiembrosdelaLigaPatrióticadelasMujeresrepartíanfolletos en lugares públicos que decían «¡El lujo es nuestro enemigo!» Pero lasvacacionesdeveranoeranlasvacacionesdeverano.Eldíaqueacabaronloshorriblesexámenes,lascigarrasemitíansussonidosestridentesdesdelospinosdeljardíndelaescuela,ylasgigantescasnubesdeveranoflotabanenlacalidezdelcieloazul.
Ozu, Fletán y los demás estudiantes salieron volando de los edificios de laescuela,henchidosdelibertad.
—¡Vacaciones!—¡Sí!—¿Quéhacemos?—¡Vamosalaplaya!Metieron sus trajes de baño en lasmochilas.Había varios lugares a los que se
podía ir a nadar en el área Kansai. El mar no estaba tan sucio como hoy en día.Bastabaextenderelpieparaacabarenunaplayabonita.
—¿PorquénovamosalaplayadeAshiyaynostomamosunasidra?—Alomejorlavemos.—Alomejor.Ambos sabían,por supuesto,quehabíamuypocasprobabilidades.Desdeaquel
díanohabíanvueltoaveralaschicaseneltren.Unadelasrazonesprincipaleseraquesehabíaañadidounahoraextrade trabajoenclasealempezarelcuartocurso,porloquecogíaneltrenaunahoradistintaquelaschicas.
EnvezdetomarelFerrocarrilNacional,sedirigieronalaplayadeAshiyaporlaLíneaHanshin, que circulaba cercade la costa.Yahabíaunamultituddepersonasbañándose en elmar y el agua reflejaba los rayos de sol.Había varias cabañas decañasalineadasalolargodelaplayablanca,yloschicoslasutilizaronparadejarlasmochilasyquitarselaropa.Alospocosminutos,Fletányaestababebiendoconansiaunabotelladesidra.
—Te vesmuy sucio cuando estás desnudo.Deberías intentar lavarte de vez encuandoporlomenos.—LacaradeOzureflejabacompasiónalcontemplarelcuerpoesqueléticodesuimpresionanteamigo.PeroFletánsequedóimpasible.
—Cuandomemetaenelaguaserácomosimelavara.Entoncesextendieronlosbrazosysalieroncorriendohaciaellugardelaorillaen
elquerompíanlasolasespumosas.
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—¡Eh,cuidado!¡Mehastiradoarenaalacabeza!—gritóaFletánunhombrequeestabatomandoelsol.
Cuandollegaronalmar,sesalpicaronelunoalotroduranteunratoydespuésselanzaronanadarabraza.
«¡Vacaciones de verano!», pensó Ozu. Un sentimiento de placer le recorrió elcuerpo.Se acabaron las clases repugnantesporuna temporada.Se acabó tenerqueescucharlasvocessoporíferasdesusprofesores.Losexámenesyanoletorturarían.Alparecer,losmiembrosdelaclaseAestabanpasandolasvacacioneslidiandoconlospreparativosparalosexámenesdeacceso,peroélerafelizdejándolesaellosesascosas.
Fletán,queestabanadandojuntoaOzu,estallóencarcajadasderepente.—¿Dequéteríes?—¿Eh?—¿Dequéteríes?—¡Noteoigo!Nadaronunpocomásyvolvieronalaplaya.—Eresmuyraro.¿Quéhacesriéndoteasímientrasnadas?—preguntóOzu.—Tecomunicoqueestaballevandoacabounexperimentodefísica.—¡Física!¡Tú!¿Quétipodefísica?—Has oído hablar de los lanzamisiles, ¿verdad? Dicen que Alemania tiene
lanzamisiles.Antesdequecomenzaranlasvacaciones,elprofesordeFísicaleshabíahablado
de los lanzamisiles como si se tratara de un chisme. Claro que a Ozu le habíainteresadomásbienpocoaqueltematanaburrido…
—Por lo tanto—continuó Fletán con expresión seria—, he llevado a cabo unexperimentodelanzamisiles.
—¿Cómolohashecho?—Probé a tirarme un pedo en el aguamientras nadaba. ¡Y realmenteme hizo
avanzarmásrápido!Laarenadelaplayaestabatancalientecomoelmetalabrasador.Habíaunchico
jugandoconsuperroenlaorilla.Losniñosapilabanmontonesdearenayconstruíanmontañaspequeñas.
—¡Eh!—Derepente,OzusegiróhaciaFletán—.¿Aquéescuelavasa intentarentrar?
—Mi familia es pobre—respondió Fletán con tristeza—. Es probable que nointente entrar en ninguna. Seguramentemi tío accedería a pagarme los estudios sifueraunbuenestudiante…Peroconmisnotasesimposible.
Ozuguardósilencioycontemplóelocéanoy lasnubesdeverano.SiFletánnoseguíaestudiando,en tresaños tendríaqueexaminarseparaalistarseenelEjército.Pero almirar su cuerpo flaco, era imposible imaginarse a Fletán con un uniformemilitar.
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—Bueno—dijoOzuenvozbaja—,deberíasestudiarunpoco.—Nomegustaestudiar.—Amítampoco.Se quedaron callados durante un rato.El calor que producía el sol no tardó en
secarsuscuerposmojados.—¡Oh!—gritóFletándepronto.—¿Quépasa?—¡Esella!—Fletánmirabalapartedeplayaqueseextendíaasuderecha.Tenía
labocaabiertadelasombro.Eraella.Llevabaunbañadornegroyungorrodebañoblanco.Estabametiéndose
enelaguaconlaamigaquelaacompañabaeldíaqueseencontraronjuntoalríoenAshiya.
—¡Síqueloes!—Delos labiosdeOzusalióunsonidoquepodía interpretarsecomounjadeoounsuspiro—.¡Esella!
Fletányaestabadepieysehabíalanzadoacorrerporlaarena.Ozulesiguió.Sedetuvieronyobservaronconenvidiaduranteuninstantecómojugabanlaschicasenelagua.Queríandecirlesalgo,peroningunoseatrevíaahacerlo.
Las nubes eran de un color blanco puro, y flotaban en el horizonte como si setratara de hielo resquebrajado. El viento traía consigo las voces de la gente quejugaba en la playa, que a su vez se entremezclaban con el sonido de las olasrompiendo en la orilla. Ozu cerró los ojos e inhaló la brisa. Aquí no había clasesaburridasniexámenestemibles.Nitampocoeranaudibleslaspisadasdelaguerra.
Losgorrosdebañoquellevabanlaschicasseveíanjuntosentrelasolas.Estabannadandomaradentro.
—¡Vamos!—Fletánselanzócontraunaolaqueseaproximaba.Ozuleimitó.Las algas se les pegaron a las piernas y tragaron un poco de agua salada.
Sorprendentemente, las chicas nadaban muy bien y avanzaban mar adentro sindificultad.
Ozu,quenoeraparticularmentebuenonadando,seponíacadavezmásnerviosoamedidaquesealejabadelaorilla,ydeprontocambiódedirección.Fletánnosediocuenta y continuó siguiendo a las chicas. CuandoOzu se acercó lo suficiente a laorillacomoparadarpie,miróhaciaatrásyvioa lasdoschicasagarrándoseaunaboyaqueflotabamuylejos.
Fletánseguíanadando.Esechico…¿Estarábien?Nonadatanbiencomoyo.Estádandolomáximodesíaunqueno
sepanadarbien.Estáintentandollegaralaboya.¿Deverdadtegustatanto?UnaolaconsiderablementegrandesetragóaFletán.Sucabezarapadaflotópor
encimadelaolaydespuéssehundió.¿Quéestáhaciendo?¡Seráidiota!
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OzuaúnnosehabíadadocuentadequeFletánseestabaahogando.Perocuandovioquevolvíaalasuperficieyagitabalosbrazoscomoloco,Ozupensó:«¡Malditasea!».
Está gritando algo. Está gritando «¡ayuda!». La siguiente ola enterró a Fletán,perolacabezaylosbrazosvolvieronaatravesarlasuperficiedelagua.
Laschicassesepararonde laboya.Habíanoído losgritosdeFletányfueronaintentarayudarlo.
Ozugritóaunhombrequeremabaunbote:—¡Miamigo!¡Seestáahogando!—¿Qué?¡Ahogando!¿Dónde?—¡Allí!Enaquelmomento,laschicasllegaronhastaFletán,perolescostabamanejarsu
cuerpodepez.—¡Yavoy!—Elbarqueroremóagranvelocidad,dirigiéndosealastrescabezas
quesubíanybajaban.Ozu vio cómo el barquero llevaba a Fletán a la playa. Uno de sus brazos
descansabaalrededordelcuellodelhombre.Trasellosveníanlaschicas,empujandoelbotehaciadelantemientrasnadaban.
—Nodeberíaslanzarteamarabiertosinosabesnadarmuybien—refunfuñóelbarquero al dejar aFletánbajo el cuidadodeOzu—.Unos segundosmásyhabríasidoelfin.
—Sí,señor.LaschicassecolocaronjuntoalcuerpoextendidodeFletán.Ozusesonrojóyse
disculpó.—Losiento.—Nos alegramos de que esté bien. —Sus voces aún sonaban tensas por la
agitación,aunqueFletánparecíaestarrecuperándose—.Nosabíaquéhacer—dijolachicaAzuma—.¡Noparabaderetorcerse!—Entoncesexclamósorprendida—:¡Oye,yoteconozco!
—Sí.—Fletánteníalavistanublada—.Medisteunagasa.—¡Ay, no puedo creerlo! Cada vez que te vemos nos traes problemas. —Las
chicas se echaron a reír alegremente. Sus bañadores negros estaban mojados ydejabanentreverclaramenteelbultodesuspechos.
Ozuseenvalentonóydijo:—Últimamentenovaismuchoentren.—¿Quéquieresdecir?—Queríamosagradeceroslodelagasa,peronuncaosveíamos.—Nos dijeron en la escuela que tomáramos el tren a una hora diferente. Y
además…—lachicaquenosellamabaAzuma(Ozusólosabíasuapellido)seburlódeellos—cuandovamosenelmismocompartimento…loschicosdeNadaapestáis.
—¿Apestamos?
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—Sí.Estáissudadosyoléismal.Eshorrible.¿Verdad,Aiko?AikoAzumaesbozóunaampliasonrisa,peronorespondió.—Nosotrosnoapestamos…—empezóadecirOzu,perocerrólaboca.EraFletán
elqueapestaba.«Porfavor,nomeconfundáisconFletán»,murmuróparasí.—¿Yporquéhacéis siempre ruidos rarosyoscolgáisde losasiderosdel tren?
¡Molestamucho!—Nuncahemoshechoeso—replicóOzuvacilante.—Mentiroso.¿Yaquellavezquetúyestetipoosescondisteisenlaorilladelrío
Ashiya? Lo sabemos todo. Seguisteis a Aiko hasta casa y después merodeasteisalrededor,¿verdadquesí?
—¡Noescierto!—¡Yencimarobasteisunabotelladeleche!Ozu se puso como un tomate y bajó la vista. Las chicas los miraron con
desprecio. No sabían absolutamente nada sobre psicología masculina. Los chicosarmaronjaleoeneltrenylassiguieronúnicamenteparallamarsuatención.Ozuteníagrabadaen sumente la imagende ladiminutacabezadeFletánmientrasavanzabamaradentrodemanerafrenética,yapenassabíanadar…
—Vámonos.—Aikoparecióaburrirseconlaconversaciónyapremióasuamiga.—Vale.Adiós.—Selevantaronysesacudieronlaarenaqueseleshabíapegadoa
laspiernasblancas.Elcieloeraazul,yoíanlasvocesdelagentequenadabaenelmar.
—¡Esperad!—imploróFletánincorporándose—.Osinvitamosaunasidra.—Nosotras no tomamos eso —rechazaron bruscamente—. No queremos
destrozarnoselestómago.OzuyFletánobservaronconresignacióncómojugabanenelmarlasdiminutas
figuras de las chicas. Les habría gustado hablar más con ellas, pero Ozu eraconsciente,parasudesgracia,dequelaschicasnoteníanelmásmínimointerésporellos. Podía haber sido su primera punzada de amor. Pero si lo que sentía podíadenominarse amor, realmente era muy extraño, ya que Ozu no estaba celoso deFletán, que estaba locamente enamorado de la misma Aiko. Más bien sentía unaespeciedeafinidadhaciaél,yaquecompartíanlasmismaspenasyalegrías.
—Bueno,—espetó Ozu con una voz que no era ni un jadeo ni un suspiro—,hicisteunbuentrabajonadandoporahí.—LazonaenlaqueFletánhabíaestadoapuntode ahogarse eraprofunday estaba llenadeolaspeligrosas.Muydiferente aláreamáscercanaalaplaya—.Estaríashistérico.
—Ajá.—Perolaschicassonmuyfrías,¿verdad?Esasdosnotienenniideadeporqué
nadastetanlejos.Fletán, que tenía la cara apoyada en la arena, no respondió. Tenía pegotes de
arenaen laespalda.Esaespalda,delgadaydesgarbada,parecíacargadade tristeza.Ozupercibióconpenalaafliccióndesuamigo.
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—Al menos hemos descubierto su nombre —le dijo intentando animarle—.Sacamosalgodeesto.AikoAzuma.Quénombremásraro.—Intentóescribirloenlaarenaconeldedo—.Noservirádenadadetodasformas.
—¿Porquéno?—Las chicas se casan en cuanto acaban la escuela. Encuentran a alguien
estupendodeAshiyaoMikage,oquizáunsoldado.TodaslaschicasdeKōnansonasí.Perofaltamuchoparaqueningunodenosotrosempieceaganardinero.
FletánescuchabaaOzuensilencioconlabarbillaapoyadaenlasmanos.—Adiós—murmurócontristeza.—¿Yatevas?—No, yo no. Las chicas han salido del agua y se dirigen a las cabañas para
cambiarse.Sevanya.—¿Quévasahacer?—Vamosaseguirlas.—Conseguirásqueseenfaden.—Nomeimporta.Vamosaseguirlas.Ozu sabía cómo se sentía Fletán. No podían reprimir el deseo de seguir a las
chicas,aunquesabíanquelesodiaríanyacabaríandespreciándolesporello.Esperarondepie juntoa lascabañasdurantecasidiezminutos.Éstasproducían
sombrasnegrasenlaarenablanca.Aloschicosnoleshabíallevadonadadetiempocambiarse.
Junto a las cabañas habían crecido algunas onagras vespertinas. Las moscasatacabanenenjambreunacáscaradesandíaquehabíantirado.
Cuando Aiko y su amiga volvieron a aparecer, llevando su ropa de estilooccidentalyconlasmochilasalhombro,dirigieronunamiradarápidaaloschicosydijeron:
—Hastaluego.—Eh…¿adóndevais?—Acasa,dóndesino.—Osacompañamos.—¡No!¡Dejadnosenpazynonossigáis!Lacarreteraqueseguíaelcursodelríobrillabaacausadelsol.Aikoysuamiga
caminaron por los puntos en los que había sombra. Los saltamontes chirriabanposadosenlosjuncosdelaorilladelrío.Porlatardetempranonoseoíaunruidoenlasmansionesquefranqueabanlacarretera.
OzuyFletáncomenzabanadesesperarse.Laschicasnosehabíangiradoniunasolavez,porloquesabíanqueseguirlaseraunamalaidea.Peroelhechodesaberlohizo que su insistencia creciera. Susmentes funcionaban como la de un chico queatormentadeliberadamentealachicaquelegusta.
Si laschicasapretabanelpaso,OzuyFletána suvezaceleraban.Si laschicasibanmásespacio,loschicostambiénlohacían.Manteníanlamismadistanciaentodo
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momento.Lacarreteraerablancay lasmansionesproyectaban sombrasnegras sobreella.
Dostrabajadoresestabanechándoseunasiestadebajodelospinosquecrecíanenlaorilladelrío.
—Noosdaisporvencidos,¿verdad?—LaamigadeAikonopudoaguantarmásysegiróparahablarles.
OzuyFletánsedetuvieron,guardandosilencioobstinadamente.—¿Quéqueréis?—Noestamoshaciendonadamalo—respondióFletánenvozbaja—.Notenéis
motivosparaenfadaros.—¡Noschivaremos!—¿Aquién?—¡AvuestrosprofesoresenNada!—¿Yqué?—¡Soisunosindecentes!—¿Indecentes?—Cualquiera sabe que es indecente perseguir a las chicas en épocas de
emergenciacomoésta.—SegiróhaciaAikoydijobienalto—:¡Corramos!Cuandolaschicassalieroncorriendo,OzuyFletánselanzaronaperseguirlasal
trote.Suscorazonesseaceleraronconlaemoción,comounperrocuandopersigueunconejo.
—¡Eh!—gritó Fletán mientras corrían—. ¿Qué tiene de indecente hablar convosotras?¿Quétienedemaloestarjuntos?¡Noharemosnadamalo!
Laschicassiguieroncorriendohastallegaraunpuenteyvolvieronaponerseenmarchasinresponder.LacasadeAikoseencontrabaalotroladodelpuente.
De pronto, un joven vestido con un uniforme blanco emergió de las negrassombras de unamansión al otro lado de la orilla. Llevaba una gorra y una espadacortacolgadadelacadera.
Ozu y Fletán supieron nadamás verlo que el uniforme blanco pertenecía a laacademianavalqueestabafueradesualcance.
El jovensedetuvoysonrióa lasdoschicas,quecorríanendirecciónaél.Lassaludóyhablarondealgocomosiseconocieran.Laschicassevolvieron.EraobvioqueestabanhablándolealjovendeOzuyFletán.
¿Qué es esto? ¿Qué está pasando? Los chicos tardaron un momento encomprender la situación.Noentendíandequépodíanconocer lasdoschicasaestecadetenavaltanelegante.
El jovendeluniformeblancomiróaOzuyFletán.Suexpresiónera feroz.Esamiradapenetrantedestacabaenunrostrovisiblementebronceado.
Ozu y Fletán se quedaron helados y boquiabiertos. No tenían elección: debíandarse la vuelta y retirarse ignominiosamente, como un chucho al que hubierangolpeadoenlafrente.
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El cadete naval del uniforme blanco desapareció por un lado de la calle ensombra,conlaespadacortacolgando.Laschicasleacompañaron,unaacadalado.Elcalorsehizoinsoportable,yelchirridodelascigarras,procedentedeljardíndeunamansión,sevolvíacadavezmásfuerte.
—¿Quién demonios era ese?—espetó Fletán sentándose junto al tronco de unpinoalladodelrío—.¿Sepiensaquepuedeirporahíconchicassóloporqueesuncadetenaval?Éstossontiemposdeemergencia,¿sabes?
PocasveceshabíavistoOzuaFletánenfadado,yleparecíabastantedivertido.—Bueno,estamosenelmismobarco.—No,no loestamos.—Fletánnegócon lacabeza—.Nosomossoldados.Pero
esetipoesunsoldado,asíqueseencuentraenunaposicióndiferente.—Alomejoressuhermano.—¿Elhermanodequién?—¡Eldeella!—¿Túcrees?—LosojosdeFletánreflejaronalivio—.Bueno,siessuhermano
nopasanada.—¿DeverdadtegustatantoAiko?—Estoy locoporella.—Fletánmiróhaciael ríoavergonzado—.Cadavezque
escuchounacanción,piensoenella.—¡Dateyaporvencido!Nisiquieralegustas.Nohayesperanzapormuchoque
laquieras.—¡Yalotengo!—Fletánseincorporóderepente.Lafirmezadesuexpresióndejó
aOzuasombrado—.¡Voyaintentarentrarenlaacademianaval!—¿Enlaacademianaval?¿Tú?—¡Sí,yo!Meconvertiréenuncadetenavalcomoeseasqueroso.Yentoncesella
seloplanteará.—¿Plantearseelqué?—¡Casarse!—¿Casarsecontigo?—¡Exacto!Ozusequedóestupefactoynosupoquédecir.Enprimerlugar,paraunestudiante
de secundaria elmatrimonio era un evento tan lejano como un sueño.Y no podíallegaraimaginaraFletáncasándose.
—¿Creesquepuedespasar la prueba física de laArmada—murmuróOzu conlástima—con ese cuerpo? ¡Yel examende la academia es tandifícil comoen lasescuelasmásexigentes!
—Saldré a correr cada día. Así me pondré en forma. —Pero a pesar de suspalabras, Fletán no parecía muy motivado para enfrentarse a los exámenes de laacademia.
Sin embargo, cuando terminaron las vacaciones de verano y empezó el cursosiguiente, Fletán volvió con la cara bronceada, aunque sus ojos aún se veían
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soñolientosyseguíaoliendoasudor.Contóquehabíaestadoentrenándosecadadíacorriendoporsubarrio.Aloírle,Ozupensóenladiminutacabezadesuamigosiendozarandeadaporlasolasmientrasintentabanadarhastaelfondo.YsupoqueFletánnomentía.
—Hoylehemandadounacartadeamor—confesóFletánaOzu—.Ledecíaqueibaademostrarlequepodríaingresarenlaacademianaval.
PeroAiko no respondió a la carta de amor de Fletán. Una vezmás, su rostroadoptóunaexpresiónlastimera.
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CINCOELACERCAMIENTO
AEiichilegustabasubiralaazoteaencimadelasalayobservarladistribucióndeedificiosblancosqueconformabanel complejodelhospital.Hoy, tras el almuerzo,subió y miró a su alrededor, apoyado contra la barandilla. Vio cómo salía humoblancodeuna chimeneagrandeque estaba situada entre los edificios del pabellón.Vio enfermeras ymédicos que llevaban batas y uniformes blancos. Los pacientes,vestidosconsuslargasbatas,paseabanporlaplazaentrefloresyárboles.
Detrásdellaboratoriodeinvestigaciónseextendíanlosedificiosparduzcosdelauniversidad.Eiichisehabíaacostumbradoacontemplaresaescenadesdehacíadiezaños, cuando entró en la Facultad de Medicina. De alguna forma, su vida habíaempezadoallí,yallítendríaquepermanecerenelfuturo.Hablandoclaro,paraEiichielmundoeraesehospital,yenélestaríadeterminadosudestino.
—Megustamuchoelhospitalporlatarde—lehabíadichoTaharaunavez—.Porlatardehayluzentodaslasventanasdelhospital.Pareceunbarcogiganteflotandoen elmar durante la noche.Y detrás de cada una de esas ventanas, nacen niños ymuerelagente.Todosluchandocontralaenfermedad,elenemigodelserhumano.Enmomentosasísiemprepiensoenunmédicocomoalguienqueayudaaesaspersonas.
Eiichi se rio para sus adentros al oír las palabras de Tahara, llenas desentimentalismo.
—Hay límites a la hora de ayudar—semofóEiichi—.Losmédicos no debeninvolucrarsedemasiadoenlosproblemasdelospacientes.
—¿Porquéno?—Si quieres diagnosticar y tratar a tus pacientes como debe ser, no debes
consentirlos.Avecestienesqueserduro.—Ya lo sé, pero…—murmuró Tahara con tristeza—. Al final, el médico no
puedeevitarsentircariñoporsuspacientes.—Pero un médico no puede permitirse centrarse mucho en sus pacientes y
mimarlos.Sinceramente,creoquelomásapropiadoparaunmédicoseríapensarensuspacientesdelaformaenqueunjoyeropiensaenlosrelojesqueestáreparando.
—¡Pero los pacientes son personas! —Tahara sacudió la cabeza—. No sonrelojes.Nosufrensóloporlaenfermedad.¡Lavidaestáenelcentrodetodo!Ysinotenemosencuentaesavidacuandotratamosalospacientes…
LaexpresióninquietadeTaharapusoaEiichifurioso.—¡Unmédiconopuedellevartodaesacargasobresushombros!Unmédicono
esuncuraouncolumnistaquedaconsejossobreelmaldeamores.Cuandollegaunpacientealhospital,nomeinteresanadasalvosuenfermedad.Situvieraquepararme
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a pensar en sus vidas más allá de eso, tendría dificultades para encontrar eltratamientoapropiado…Nosepuedecargarcontodo.
—Túeresfuerte—respondióTaharaconenvidia—.Nuncaserétanfuertecomotú.
AEiichi le daba igual ser fuerte o no. Para él, los hombres comoTahara eranexcesivamentesentimentalesytímidos.
Al fin y al cabo… —Eiichi observó el hospital desde la azotea y volvió amurmurarparasí—algúndíatriunfaréenlavida.Cuesteloquecueste.Cuesteloquecueste…
Elsoldelatardecerdejómanchasnaranjasenlaropablancaquehabíacolgadaenlaazotea.CuandoEiichipasabajuntoalacoladayabríalapesadapuertademetal,salíaeloloradesinfectantequeimpregnabatodoelhospital.
CuandoEiichi pasó por la sala de enfermeras, la enfermera jefe, que estaba alteléfono,segiróhaciaél.
—Ah,eldoctorOzuacabadellegar—ledijoasuinterlocutor—.DoctorOzu,eseldoctorUchida.Legustaríaverleahoramismo.
—¿El doctorUchida? ¿Qué querrá?—Temió recibir una reprimenda acerca decualquier asunto relacionado con sus pacientes. Se apresuró a atravesar el patioiluminadoporelsolhastallegaraldispensario.EldoctorUchidaestabasentadoensusillagiratoria.
—¡Ah!—Elmédicoaplastóelcigarrilloenunalataabolladayselevantó—.¿Teimportaríairalconsultoriodeoftalmología?
—¿Oftalmología?—Esoes.Lahija delViejohavenido ahacerseun reconocimiento.Al parecer
tiene un pedacito de hierro o algo así en el ojo.Vino sin avisar y conseguí que laatendiera Saeki, de oftalmología, pero…Me gustaría que estuvieras presente y teasegurarasdequenometelapata.
—Sí,señor.—Eiichiasintióysedirigióalapuertadelaoficinadeldispensario.—Silascircunstanciaslopermiten,llévalaacasa.—¿AlahijadelViejo…?—Podríatenerproblemasparallegaracasasilevendanelojo.Penséenpedirlea
Taharaquelohiciera,peronoesmuyhábil,asíquemegustaríaqueteencargarastú.Amenosquealgunodetuspacientestengaproblemasespeciales.
—No…Ningúnproblema.—Eiichiavanzóporelpasilloypensóenlacaradelajoven a la que había acompañado a unos grandes almacenes para comprarle unamaletaaldoctorIi,parasuviajeaAmérica.Ellalehabíacontadoquehabíaacabadolauniversidadhacíadosaños.Despuésdehacerelrecado,habíantomadountéenunsalónyellalehabíahabladodesusvacacionesenSuizacuandoestabaenelcolegio.Le había confesado con una expresión graciosa que lo que más le gustaba en elmundoeraesquiaryeljazz.
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Cuandollegóa laconsultadeoftalmología,Eiichiseabotonó labatayabrió lapuertaconsuavidad.OyólasvocesdeldoctorSaekiylajovenhablandodetrásdelapantalladeunsolopanel.
—Bueno, no creo que haya daños en el globo ocular, pero le daré unmedicamentoporsiacaso.Notienealergias,¿verdad?
—No.—Seguramente la venda no le hará falta. Pero al menos esta noche, no mire
mucholatelevisiónnihagacosasasí.—EldoctorSaekiselevantóyledioelnombrede la medicación a la enfermera. La joven se inclinó y salió de la sala con laenfermera.EntoncesvioaEiichidetrásdelapantalla.
—¡Ah!—Mehepasadoaverla.—EiichisegiróhaciaeldoctorSaekiconunasonrisa—.
SoyOzu,delSegundoDepartamentodeCirugía.EldoctorUchidamepidióque lepresentaramisrespetos.
—Esundetalleportuparte—dijoSaekiconciertosarcasmoenlavoz—habervenidohastaaquí.
En el pasillo, Eiichi se dirigió a la enfermera de oftalmología que losacompañaba.
—Gracias.Mehagocargoapartirdeaquí.—Perolamedicación…—Yoleharélareceta.Delocontrariotendríamosquehaceresperaralahijadel
doctorIienlafarmacia…—Descolgóelteléfonodelpasilloyllamóalafarmaciadelhospital para que se dieran prisa en preparar lamedicina. Eiichi siempre eramuyastutoenasuntoscomoaquel.
—¿Legustaríapasarseporeldespachodesupadre?Aunquenoestaráallí…EldoctorIihaidohoyalMinisteriodeBienestarSocial.
—Creoquemeirédirectamenteacasa.—Inclinólacabeza,ajustándoselavendadelojodeunaformaextraña.
—Entoncesconseguiréeltratamientoenseguida.¿Cómodeletreasunombre?—EiichiconfirmóquesellamabaYoshikoyseapresuróeniralafarmacia.
«No puedes dejar pasar las oportunidades», repetía para sí mismo. El doctorUchida quería que la acompañara a casa porque es la hija del Viejo. ¡Pero puedoaprovecharestaocasiónparaavanzarprofesionalmente!
—Haydosissuficienteparatresdías.—Cuandovolvióalpasillovacío,dondeleesperabaYoshiko, le tendió el recipiente con losmedicamentos y explicó—:Aquítienesunamedicinaparaaplicártelaenelojoyotraparatomarla.
—¿Tanmalestoy?—Nadadeeso—rio,ymeneó lacabeza—.Dehaber sidopormí,no lehabría
dadoningúnmedicamento.Loimportanteesquenoutiliceelojoenloquequedadedía.Novealatelevisión,comolehadichoeldoctorSaeki.
—Oh,vaya—rioella—.Estanochedanunprogramaquequeríaver.
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—¿Cuálera?—SaldráSammyMercy.Meencantalaformaenquetocalatrompeta.—Bueno,podríaescucharelsonidosinmirarlapantalla.—Einmediatamentese
ofreció—.Leconseguiréundiscosuyoparacompensar.—¡Oh!—MiróaEiichisorprendida—.Notieneporquéhacerlo.—Quierohacerlo.¿Porquénovamosacomprarunoahora?Hoynotengonada
quehacer.—LaexperiencialedictabaaEiichiqueeramejorllevarsearastrasaunamujer sin darle tiempo a pensar. Si hubiera dicho algo corriente como «déjameacompañarte a casa», ellahabría sabidoque se tratabadeundiscípulode supadrehaciendolapelota.
Eiichi inició la marcha primero. En ese momento salía de una habitación unaenfermeraqueconocíadevista.Alverlos,sedetuvo,seinclinóensilencioysiguiósucamino.
—¡Eh!—Eiichi llamó a la enfermera, quitándose la bata—. Perdona, ¿podríasdejarestoenlasaladeenfermerasdelSegundoPabellón?
—Sí.—Ydilealaenfermerajefequehoyyanovolveré.La enfermera asintió y se marchó. En la mente de Eiichi, los pacientes que
estabanasucargohabíandejadodeexistir.
CogieronuntaxienfrentedelhospitalysedirigieronaShinjuku.—Supadreesunapersonaincreíble.—EiichimiróaYoshiko,queestabasentada
detrásdeélconlasrodillasmuyjuntas—.Losjóvenesnosomoscapacesdeseguirsuejemplo.Ademásdeexaminarpacientesyoperar,haceunhuecoensuagendaparadarclasesyconferencias.¡Ylohacetodocontantoentusiasmo!
A todas las hijas les gustaba que adularan a su padre, estimó Eiichi para susadentros.Seguramenteesanochelecontaríaasupadretodoloquelehabríadicho.Debíasopesarsuspalabrascuidadosamente.
—LlamoasupadreSuperman.—¡Quéhorror!—rioYoshikomientrascontemplabaelpaisajedesdelaventanilla
—.Sí que estámuy ocupado.Madre siempre se queja.Dice que no puede estarsequietoniunmomento.
—¿Tambiénesasíencasa?—Sí.Odia estar inactivo. Incluso losdomingos llamaa alguiendeldispensario
parajugaralgolfoaltenis.Yasuedad…—¿De veras? —Eiichi se sintió algo incómodo—. ¿Qué empleados del
dispensariojueganconsupadre?—¿No lo sabe? —respondió Yoshiko inocentemente, tocando con el dedo
ligeramentelavendadelojo—.JuegaalgolfconeldoctorUchidaoeldoctorKanda,
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yaltenisconelseñorYoshikawaoelseñorKurihara.Dado que Uchida, Kanda y Yoshikawa eran hombres importantes en el
dispensario y habían sido los superiores de Eiichi durante varios años, le pareciólógicoqueserelacionaranconelViejo.PeroKurihara…
¿AsíquesehabíacoladoenlacasadelViejo?Kurihara había llegado al dispensario un año antes que Eiichi. Su padre era el
presidente de una farmacéutica bastante grande.Eiichi se había enteradohacía dosaños,cuandoelpadredeKuriharaestuvoingresadoenelhospitalconunaúlceradeestómago.EldoctorIilohabíatratadocomounpacienteespecial,haciéndosecargodelaspruebasylaoperaciónélmismo.
—¿ElseñorKuriharavaasucasaamenudo?Eltaxiavanzaba,deteniéndosedevezencuandoantelasseñalesdetráficodelas
callescercadeShinjuku.EiichipensóenlacaradeKurihara,serena,comoladelhijodeunburgués,ycontorsionólabocaalhablar.
—Sí.Dijoqueseledabamuybienesquiar,yprometióinvitarmealgunavez.—Québien.Québien,habíarespondido,perolecostabatrabajoocultarsudesagrado.Hay tantos jóvenes en el dispensario…, sedijoEiichi.Pero si elViejopermite
queKuriharavayaasucasa…quizásestépensandoenélcomomaridoparasuhija.Eiichisevolviótaciturnoyguardósilencioduranteunrato.Loshijosdeperraque
teníanasuspadresdetrásparaapoyarlessiemprellegabanantes.Yluegoestoyyo.Laviejagloriademipadrenomehaayudadoniunápice.Tengoqueconseguirlotodopormímismo.
—¿HajugadoustedaltenisconelseñorKurihara?—Sí.SeimaginóaYoshikoyKuriharavestidosdeblancoconunaraquetaenlamano.AlllegaraShinjukusebajarondeltaxi.EnlatiendadediscosdeK.Bookstore
encontraroneldiscoqueestabanbuscando.PeroEiichi,quesehabíamostradoalegrehastahacíaunosminutos,ahorasentía
suorgulloherido.Losqueestabanenelúltimoeslabóndelacadenacomoélnoeranconscientesdequealgunosdelosempleadosdeldispensariomanteníanunarelaciónamistosa con el doctor Ii y su familia.Y cabía la posibilidaddeque algúndía esagente formara una camarilla que controlara el destino de aquellos que estaban pordebajo,comoEiichi.
Eiichi se sentó frente a Yoshiko en el salón de té que pertenecía a la librería,sonriendosóloconelrostro.
—¿Legustalatrompeta?—Sí,meencanta.Sihubieranacidohombrelatocaríacontodaseguridad.AligualqueEiichiyYoshiko,habíahombresymujeressentadosasualrededor.
Hablabandealgúnasuntofrenteauncaféounzumo.—¿Vaaconciertosalgunavez?
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—Aveces.Peromecaeunabuenaencasasillegomuytarde.—¿ConKuriharaoalgúnotro?—preguntóconairedespreocupadomientras se
llevabalatazadecaféaloslabios.—Mehallevadounpardeveces,perodicequeprefierelamúsicaclásica.¡Tiene
unacoleccióndediscosimpresionante!Eiichi reflexionó sobre la sensación de desagradoque estaba experimentando e
hizo un cálculo rápido de cómodebía actuar a continuación. «Lomás lógico seríaunirsealosquepodíanaccederalacasadeldoctorIi—pensó—.Otrométodoseríaquitar de en medio a Kurihara y hacer suya esta mujer». Pero ahora no debíaprecipitarse.
—¿Cuánto tiempo—preguntóde repente—voya tenerque llevarestahorriblevenda?
—Sihayinflamación,tendráqueesperaraquebajelahinchazón.PeroeldoctorSaeki dijo que no había daños, así que supongoque podrá quitársela en un par dedías.Esosí,llámemeprimero.
—¡Oh,menosmal!Verá,elsábadoquevieneconoceréaunposiblemarido.—Pronunció las palabras como una niña pequeña y entonces rio como una niña—.Tengoqueconocerle.Unaamigaloorganizó.¿Creequeestábienconocerleapesardequeyahedecididorechazarlo?
—Bueno, Yoshiko —dijo él, llamándola por su nombre por primera vez—.¿Significaesoquetegustaalgúnotro?
—¡Ahno!Paraempezar,memimandemasiado.Elsalóndetéempezóallenarsedegente,demodoqueselevantaronparairse.
Eiichiseofrecióallevarlaacasa,peroellarechazólaofertadiciendoqueteníaquehacerotrorecadoyalacabarcogeríauntaxi.
Al separarse de ella,Eiichi se dio cuenta de que esta vez nohabía hechonadaparaimpresionaraYoshiko,ysearrepintió.Habíadesperdiciadountiempopreciosoeneltaxiyenelsalóndetéconunaconversacióncomúnycorriente.Habíaechadoaperderunaoportunidadbienmerecida.
Ésteesel tipodecosas…,serepetíaasímismo,quetevaadejarenlamismamiserableposiciónqueladeTahara…
EneldispensariopasarontresocuatrodíasmonótonosdelveranillodeSanMartín.No había operaciones importantes ni cambios repentinos en el estado de suspacientes.PeroelpechodeEiichihabíaempezadoaalojaruncambio.LapresenciadeKuriharaleirritaba,mientrasqueantesapenaslehabíaprestadoatención.
Kuriharanoparecía serunmiembrodeldispensarioquedestacarademasiadoaojosdeEiichiysuscompañeros.Lamaneraenqueparecíaestarsatisfechoconsigomismo indicaba que pertenecía a una familia adinerada.Era amable y rebosaba de
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alegría,ysellevababiencontodoelmundo,peronohabíanadaenélquellamaralaatención. Eiichi no lograba recordar haberle oído aportar algo excepcional en lassesionesdeinvestigaciónoenlasreunionesdeldispensario.Losempleadoscomoélnormalmente trabajaban durante un periodo breve de tiempo en la universidad ydespuésrelevabanasuspadreseneltrabajo,dirigiendoclínicaslocalesuhospitalesprivados. Kurihara tenía las espaldas cubiertas con un productor farmacéuticobastante grande, por lo que Eiichi y los demás daban por hecho que en el futuroacabaríatrabajandoenesacompañía.
Desde suúltimoencuentroconYoshiko,Eiichi sehabía sentidomolestoconelchaval.EiichiteníalacorazonadadequeKuriharaibaaconvertirseenotroobstáculoentreélysufuturo,aunqueélnolosupiera.
«¡No, espera!», murmuraba Eiichi para sí cada vez que veía a Kurihara en eldispensarioo en la sala de enfermeras.Sóloporque este tipo conozca a la hija deldoctorIinosignificaqueenelfuturovayaaconvertirseenelmandamásporaquí…
Peropronunciarestaspalabrasnolograbaacallareldesasosiegodesucorazón,yeldesagradoquesentíanodesaparecía.
Daba lasensacióndeque losdías tranquilosdelveranillodeSanMartín ibanadurareternamente,perodeprontoocurrióunincidenteinesperado.
Aquellamañana,cuandoEiichifuealasaladelasenfermeras,laenfermerajefelollamó.
—Ay,doctorOzu—tartamudeólaenfermerajefe.Parecíatenerdificultadesparahablar—.EsunodelospacientesdeldoctorTahara…
—¿Elanciano?—Sí.Mehanordenadocambiarlelamedicación.VamosadejardedarleBethion
ylosustituiremosporEthambutol.—¿Cambiarlamedicación?¿Quiénledijoquehicieraeso?—EldoctorTahara.PeroestoyseguradequefueeldoctorIielquedecidióusar
Bethion.¿Creequelohahechosinsupermiso?Eiichisequedócalladoduranteuninstante.—Siesasí,tendréproblemas—dijolaenfermera.—Vale.Yomeencargo.Porfavor,nohabledeestoconningúnotromédicohasta
queaverigüequéhapasado.Recordó con intensidad el instante en que Tahara había llevado la contraria al
Viejodurantesusrondas.Menudoidiota…¡Quéestupidez!Tahara no estaba en el dispensario. Eiichi fue a buscarlo a la biblioteca. Lo
encontróenunaesquinaconlacabezaenterradaenunlibro.—¡Eh!—Llevóarastrasasuenclenqueamigohastaunaescaleraenpenumbra.—¿Quépasa?—LacorbatadeTaharacolgaba torcidaporencimadesucamisa
blanca,ligeramentesucia.—¿LedijistealasenfermerasqueusaranEthambutol?
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—Asíes.—TaharamiróaEiichiyasintió.—¿ContabasconelpermisodeldoctorUchida?—No.—¿No crees que habría sido mejor pedirle permiso? —sugirió Eiichi
modestamente.—Peroelpaciente—Taharaagitólacabezaconunafirmezaatípicaenél—esmi
responsabilidad.Lecambiélamedicaciónbajomiautoridad.—CuandoelViejoyeldoctorUchidaseenteren,nosetragaráneso.—Medaigual.ElBethionnoleestáayudandonadaconsuenfermedad…—Esanoeslacuestión.—¡Esa es precisamente la cuestión! —Tahara tanteó el bolsillo buscando un
cigarrillo, pero no lo encontró. Eiichi le tendió uno del paquete que acababa decompraryseloencendióconsupropiomechero.
—No puedes tomar decisiones por tu cuenta. Sólo somos unos empleados deldispensariodelSegundoDepartamentodeCirugía.
—PoresotuvequedecirlealdoctorqueelBethionnoeraloapropiado.Delantedetodoelmundo.
—Yalosé.—Peronadiedijonada.YUchidasepusohechounafuria.—Taharacontempló
sucigarroypronunciólaspalabrascomoparasímismoenvezdeparaEiichi—.Poresonotengoelección.Tengoquehacerloasí.
—Tienesquereconsiderarlo.—No,yahetomadoladecisión.—¿Ah sí? Bueno, si es eso lo que piensas, yo no interferiré. Llegamos a este
dispensario a la vez, y hemos estado colaborando en ese informe. Por eso mepreocupoporti.Peroahoramelavolasmanos.
—Notecausaréproblemas.Estoescosamía.—Taharatiróelcigarroalsueloyloaplastóconelzapatosinpulir.Despuéssufiguraencorvadasemarchóhacialasaladelecturas.
Eiichisaliódelabibliotecapreguntándosesidebíaguardarsilencioacercadeesteasuntooinformaraljefedeldispensario.Sihacíalosegundo,delataríaaTahara,perosiseloguardabaparasítendríaproblemasporhaberhecholavistagorda.
Noquieroconvertirmeenunperdedorporesto.Volvió al hospital. Pensativo, inclinó la cabeza ante los hombres que estaban
limpiandoeledificiocontraposdesinfectados.¡Yasé!Seleocurrióunaidea.Yasé…LoconsultaréconKurihara.Medesharédeesta
responsabilidadyselaendosaréaesaalmaafable.Seríasu formadevengarsedeKurihara.Aquel tipoerasusuperior,despuésde
todo.Noteníanadaderaroconsultarloconél.
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Al mediodía el hospital se llenaba de actividad como en ninguna otra hora. Lospacientes esperaban como ovejas en el pasillo a que los llamaran del ala dereconocimientoparapacientesexternos.Unniñollorabaenbrazosdesumadre; lasenfermerasibanarribayabajo.Eiichiveíaescenascomoéstaadiario.
—¿Cuándo acabará los reconocimientos el doctor Kurihara?—preguntó a unaenfermeradepacientesexternos.
—Tieneotrosdospacientesesperando.—¿Puededecirlequeleestaréesperandoenelvestíbulo?—Eiichiobservabacon
aire ausente a los pacientes en el pasillo mientras daba caladas a su cigarro. Unhombre demediana edad estaba leyendo una revista o un periódico, esperando suturnopacientemente.Unhombrequellevabaelcuellovendadoestabainmersoensuspreocupaciones.
—Disculpe—Eiichi se giró al oír la voz. Una mujer elegante que llevaba unvestido japonés le miró a la cara con una sonrisa—. ¿Es ésta la sala dereconocimientoprequirúrgico?
—Asíes.—Muchas gracias—dijo educadamente. Se sentó en el borde de un sofá que
estabavacíoycerrólosojos.Teníaunaexpresióncansadayestabapálida.Después de esperar durante quince minutos, se abrió la puerta de la sala de
reconocimientoprequirúrgicoyaparecióelcuerpoligeramentefornidodeKurihara.—¿Queríasalgo?—Sí—Eiichi asintió, inquieto—. Hay algo de lo que me gustaría hablar con
usted.¿Vaavolveraldispensario?—Esaesmiintención,sí.—Entonces podemos hablar allí. —Bajó la voz mientras caminaba junto a
Kurihara—.EnrealidadessobreTahara.Leexplicólasecuenciadeloshechos.—NohayformadepersuadiraTahara,asíquenoséquéhaceralrespecto.—Pero…—Kuriharasedetuvo.Losojosestrechosdesucararollizapestañearon
ymiraron a Eiichi—. ¿Por quéme estás contando esto? ¿No deberías decírselo aldoctorUchida?
Kurihara seveía claramente sorprendido.No teníani lamenor ideadeporquéEiichi,quehastaahoranohabíatenidorelaciónconél,habíaacudidoaélparahablardeesteasunto.
—EsquesiselodigoaldoctorUchida,Tahararecibiráalgomásqueunariña.—Eiichiadoptóunaexpresióndetristezadeliberadamente—.Taharayyohemosestadojuntos desde el colegio. Y como estamos trabajando juntos en un informe, megustaríaqueestetemaseresolvieraenprivado.
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—Peroestoesalgoqueinevitablementeacabarásabiéndose.Quédesastre.Sitaly como dices está decidido, lomás probable es que no cambie de opinión aunquehableconél.
—Probablemente,perocomoustedesmisuperioreneldispensario,megustaríaquepensaraenello.
—Yonopuedohacernada.—¿NopodríamediarconeldoctorIi?—¿Porquéyo?—Bueno,oíqueibaacasadeldoctoramenudo…—AEiichinoseleescapóla
sonrisaafablequecruzólasmejillasdeKurihara.—¿Cómosabestúeso?—Pues lo mencionó la hija del doctor el otro día, cuando vino para un
reconocimiento.Estádeseandoquelalleveaesquiarundía.—El doctor ha sidomuy amable conmi padre…pero creo que no serviría de
nadaqueyosacaraeltema.ElViejoescomoes.—Megustaríaquelointentaraigualmente.Laverdadesquenoséquéhacer.He
estadodándolevueltas,yhellegadoalaconclusióndequeloúnicoquepodíahacererapedirleayudaausted.
—Bueno,notehagasmuchasilusiones—respondióKuriharaconlamanometidaenelbolsillodesubata.Eiichiseinclinóysefue.
¡Esohaestadobien…!Eiichievaluóinteriormenteeléxitodesuplanalvolveralsegundopabellón.ApartirdeaquíKuriharatendríadosopciones:guardarsilenciooinformar del incidente al jefe del dispensario. Si no decía nada, le caería unareprimendaporocultaralgoquesabía.Si lepreguntabanaEiichi,podríaexcusarsediciendo«yoinforméaldoctorKurihara».
PerosiKuriharalecontabatodoaldoctorUchida,elasuntollegaríaaoídosdeldoctorIiyseencargaríandeTaharacomoeradebido.Entonceslosquesimpatizabancon el pobre Tahara se volverían contraKurihara por haberle delatado. Fuera cualfueraelresultado,lapersonaquemásibaasufrirenesteasuntoeraKurihara.Peroelmuchachoeratanamistosoquenosospechabanada.
Soymalo,realmentemalo…Eiichiseburlabadesímismoconunafinasonrisaen los labios. Pero no tengo un padre que pueda respaldarme comoKurihara. Porpadretengoaunhombrequeseregodeaenlamediocridad.¡Notengootraformadesacarventaja!
Aquellatarde,Eiichiexaminóasuspacientesyconfirmóquenohabíaproblemasurgentes.Cuandollevabaacabolosreconocimientoseraunmédicofielasudeber,unmédicoconelquepodíancontarsuspacienteshastaelfinal.
—Doctor,cuandomepongabien,megustaríainvitarleamicasaenItō—ledijoelancianoconcáncermirandoasuhijaalacabarelreconocimiento—.Ymegustaríaquevinieraatrabajaralaclínicademiempresa.
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—Ya hablaremos de eso cuando llegue el momento—se reía Eiichi—. Ahoraconcentrémonosen reponerse tan rápidocomopodamos.—PeroEiichi sabíamejorquenadiequeasupacientelequedabapocotiempodevida.
Cuando Eiichi volvió al dispensario, tanto el doctor Uchida como Kuriharahabíansalido.ElasientodeTaharaestabavacío.El restode losempleadosestabanconcentrados en sus propias tareas con caras tristes.Nadie dijo nada, pero todo elmundoparecíahaberoídolodeTahara.
Al poco rato, el doctor Uchida volvió solo. Al ver a Eiichi hizo unamueca ymovió la cabeza. Eiichi supuso, a juzgar por su expresión, que el asunto habíaacabadodelapeorforma.SindudaTaharaacabaríaenunaclínicadiminutaoenotrohospital…
AEiichiletocabaelturnodenocheaqueldía.Sinohabíaalteracionesrepentinasenel estado de sus pacientes, el médico del turno de noche debía acompañar a laenfermeradenocheahacer las rondasde todos lospabellonescuandoseapagabanlaslucesalasnueve.
—¿Todobien?—Lascarasdelospacientesdanzabanunaporunabajolaluzazuldelalinternadelaenfermera.Enalgunaocasióneltelevisorseguíaencendidoenunadelashabitaciones.
—Porfavor,váyaseadormirya.—Nopuedodormir.¿Leimportaríadarmeunsomnífero?Eiichioíaconversacionesasíentrelaenfermeraylospacientesydespuésvolvíaa
lasaladeguardia.Éstasóloteníaunacamacomolasdelashabitacionesdelhospital,yunarmariorudimentarioconropa.
Eiichiselavólasmanos,abriólamochilaydiounsorboalabotelladewhiskyqueteníaenelbolsillo.Despuéssedispusoaleerunlibro.
Alguienllamóalapuerta.—¿Quiénes?—preguntóconcautela.—Tahara.—Abriólapuerta.Taharaestabafrenteaél,agotado.—¿Dónde has estado? Pensaba que le había pasado algo a alguno de tus
pacientes.—Losiento.—¿Quéquieres?—Siento haberte molestado esta mañana. He estado hablando con el doctor
Uchidasobrevariascosashastaahora.—¿Y?—Eiichisirvióalgodewhiskyenunatazaquehabíaenelfregaderoyse
laofrecióaTahara—.Bebeunpoco.Yobeberédelabotella…¿Yquétehadicho?—Tengoquedejareldispensario—respondióTaharasinenergía.
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—¿Dejareldispensario?—Sí.Ymedijoquehayunpuestodetrabajoparaundirectordedispensarioen
unaclínicaprivadaenlaPrefecturadeFukushima,yqueporquénolosolicitaba.Meconsolódiciendoquemeiríabiencogerexperienciaenlaprovinciayvolverdespuésaldispensario…Enresumen,quemehanechado.Imaginabaqueloharían.
—¿Quéledijiste?—¿Quépodíadecirsalvoqueloentendía?Detodasformas,yaloteníandecidido.Ambosguardaronsilencioduranteunrato.Eiichibebiówhiskydelabotella.—Noséquédecir.—Notepreocupes.Sabíaquetendríaquearreglármelascuandoignorétuconsejo.
Peromesientomalporelinformeenelqueteníamosquecolaborar.—Esonoimporta…—Peronomearrepientode loquehehecho—murmuróTahara,bebiéndoseel
whiskydelatazadeuntrago—.CreoquehabríaacabadomuchomásinsatisfechosihubieraseguidosuministrandoBethionaesepaciente.
—Cadaunohaceloquecreecorrecto.—Exacto—asintióTahara—.Cuando esté en el hospital deFukushima, querré
ser unmédico que trabaje por sus pacientes.Me da igual simi vida entera acabaenterrada en el olvido por ello. Prefiero eso a ser un médico que trabaja para supropiobeneficio.
—Unmédicoque trabajaparasupropiobeneficio,¿eh?—Eiichicurvóel labioligeramente—.Bueno,túdalotodo.
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SEISGRADUACIÓN
Ahoraquehabíanpasadolosaños,lamemoriadeOzuerapococlararespectoalossucesos que habían ocurrido entre los chicos y Aiko desde que acabaron lasvacacionesdeveranohastafindeaño.Conunaexcepción.
LoquesírecordabaeralasegundacartadeamorqueescribióFletán.No.Paraserexactos, Fletán no la escribió por sí solo. Había plagiado algunos fragmentos de«Cómoescribircartas»,unsuplementoqueveníaenunarevistafemeninaqueestabaleyendo su hermana.Y también intercaló pasajes de canciones populares revisadosporOzu.
«Si la luna fuera un espejo,me gustaría ver tu rostro reflejado en ella».HabíasacadoestefragmentodelacanciónpopularSilalunafueraunespejo.
«Teescriboestacartaestatardemientraslalluviaremite.Eljardínestárepletodefragancias procedentes de las hojas de los árboles, y de forma inexplicable teconviertesenelejedemispensamientos»yotrasfrases igualdecursissacadasdelsuplementodelarevistafemenina.
Pensándolo bien, la carta empezaba diciendo «Mi muy Estimada Señora:Dispensada con los preliminares formales» y acababa con un «Mis más sincerosrespetos».Fletánhabíacopiadoesas frasesdealgún sitio,ypor aquel entonces loschicos no entendían lo absurdo que era escribir «Mi muy Estimada Señora:Dispensadaconlospreliminaresformales»enunacartadeamor.
Duranteeldescansodelmediodía,despuésdequehubieransalidotodosdelaula,Fletáncopiólacartavariasveceshastaobtenerunaperfecta.EntoncesfueconOzuaecharlaenelbuzón.
Ladireccióngarabateadaenelsobreera:SeñoritaAikoAzumaAshiyaCondadodeMukoProvinciadeHyōgoSeoyóunligerogolpeteoalcaerelsobredentrodelbuzón.Loschicossuspiraron
aliviados.—Mepreguntosilaleerá.—Claroquelaleerá.—Aunquenolalea,noseleocurriríatirarla.—Claroqueno.PeroFletánacaricióelbuzónconlamanovariasvecesparaserenarse.AldíasiguienteOzuestabaansiosoporllegaralaescuela.—¿Teharespondido?
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—Todavíano.—Laenviamosayer,asíquelarecibiráhoy.Seguramentetardeundíaenleerlay
escribirunarespuesta.Deberíasrecibirlaunpardedíasdespués.Peropasaroncinco,seisdías.Ydenuevo,comoconlaprimeracarta,Fletánno
recibió respuesta de Aiko Azuma. Cada mañana, al encontrarse con Ozu, Fletánnegabaconlacabezaconlosojossoñolientos.
Ozu, siendo como era, experimentaba dolor y alivio almismo tiempo. SiAikorespondíalaepístolaamorosadeFletán,aOzuselepartiríaelcorazón.
«No he recibido ninguna carta tuya, pero si te resulta difícil enviarme unarespuesta,porfavor,cuelgaunatelablancaenelpinoquehayjuntoalaestatuadeJizō,enlaorilladelríoAshiya,ellunesquevienealascinco.Siveounatelablancacolgada,sabréqueturespuestaes“sí”».Fletánutilizómásomenosesaspalabras—peroexpresadasdeunaformamástorpe—ensusiguientecartaaAiko.Aquellunesporlatarde,OzuyFletánsebajarondeltrenenlaparadadelríoAshiyaycorrieronhastalariberaparaexaminarelpino.
Nohabíanadacolgadodelarama.Ningunatelablanca,nisiquieraunviejotrapo.Enelquintocurso,elprofesoracargodelosestudianteslesdabaunfolioyles
pedíaqueescribieranlosnombresdelasescuelasalasquequerríanir.LosmiembrosdelasclasesAyBacabaronrápido,puestoqueyahabíanelegido.
PeroOzuyelrestodelaclaseCtuvieronmuchasdificultadesalahoradedecidirse.En aquella época, el Instituto Tokio Primero y el Instituto Kioto Tercero se
conocíancomúnmentecomolas«BarrerasInfranqueables».DespuésibanelInstitutoSendaiSegundo,elInstitutoOkayamaSextoyelInstitutoKumamotoQuinto.Estasescuelassuperioresestaban,evidentemente,fueradelalcancedelosmiembrosdelaclase C. Resignado, Ozu escogió el Instituto Himeji como primera opción y laUniversidadPrivadaP.comosegunda.
Al día siguiente se supo que los profesores habían estado hablando entre ellossobre las elecciones de los chicos en la sala de profesores. Durante la clase de lamañana,LaSombralosmiróconsurostroperpetuamenteseveroydijo:
—AlcontrarioquelosmiembrosdelaclaseA,habéissidotodosmuymodestoseligiendolasescuelas.Verdaderamenteesmejorsercabezaderatónquecoladeleón.No importa la escuela que elijáis. Si os esforzáis, seréis grandes. Incluso el pintoringlésTurner…
PeroelseñorPezGlobo,algosorprendido,llamódesdeelatril:—Fletán.NohaspuestonadasalvolaAcademiaNavalcomoprimeraopción.¿Va
enserio?—Sí,señor.—Verás, acceder a la Academia Naval es tan difícil como cualquiera de las
escuelas de renombre. Sería una suerte que un tercio de la clase A lograra entrar.¡Creoqueentucasoesimposible!
Fletánrespondiótanbajoquenoseleoyó.
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—¿Quéhasdicho?—Sí,señor.Hedicho«quererespoder».Todos se echaron a reír escandalosamente. Ozu, que sabía lo que atesoraba el
corazóndeFletán,yelseñorPezGlobofueronlosúnicosquenoserieron.—«Quererespoder».Perotúnoquieres.Esaspalabrassonparalagentequese
esfuerza.—Sí,señor.—¿Novasaintentarentrarenunaescuelamásaccesiblecomolosdemás?Fletánsemostrótaciturnoynorespondió.ElseñorPezGlobosuspiró.—Porsupuesto,escosatuyaelegirlaescuelaalaquequieresir…Duranteeldescansoentreclaseyclase,FletánledijoaOzu:—QuesepasquenoestoyintentandoaccederalaAcademiaNavalsóloporella.
Yatedijequemitíoestabadispuestoapagarmelosestudios,peronoquieroserunacargaparaél.YlaAcademiaNavalnocuestanada,yasabes—explicó.
Ozu sabíadesdeelprincipio cuál sería el resultado.SupusoqueprobablementehabríaunnoventaynueveporcientodeposibilidadesdequeFletányélsuspendieranelexamendeacceso.
Pero la suertey losmilagrosexisten.Talvez lapersonade laAcademiaNavalqueseadministrelosexámenestengamallavistayleaunanotade80envezdeun20.Cabía la posibilidad de que las respuestas aleatorias deFletán fueran correctasaccidentalmente. Su única esperanza dependía de este porcentaje de suerte y losmilagros.
—¿Creesqueloharásbienenelexamenfísico?—Loúnicobuenoquetengosonlosojos.—Noaprobarássóloportenerbuenavista.Tienesqueganarpeso.—Losé.Estoycomiendocincocuencosdearrozcadadía.
El examende acceso a laAcademiaNaval sedividía endospartes.Laprimera sehacíaenagosto,enloscentrosdecadaprovincia.Serealizabaunexamenfísico.Estapruebaeratanestrictaquetodosaquellosquenoteníanbuenavistaopadecíanalgunaenfermedad, y todos los que no alcanzaban la altura o el peso mínimo, eraneliminados.
Los que pasaban la primera prueba hacían un examen en diciembre. Seexaminabandematemáticasoccidentales,literaturajaponesaychina,física,químicayprácticamenteel restode lasdisciplinasacadémicas,demodoque losestudiantesquesepresentaban teníanqueestar familiarizadosconmuchasmásáreasgeneralesquelosqueintentabanaccederalinstituto.
ElcuerpoenclenquedeFletánparecíaganaralgodecarne,quizáporsuconsumoaceleradodearroz.Alser tanraquítico,nopodíaevitarsufriralcompararsufísico
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coneldelosmiembrosdelaclaseAqueibanapresentarsealosexámenesdeaccesodelaAcademiaNaval.OzucerrólosojoseintentóimaginarseaFletánvestidoconeseuniformeeleganteylagorradecadetenaval,conunaespadacortacolgadaaunlado.Peropormuchoquelointentara,eraimpensable…
Por fin llegó agosto. Había pasado un año desde aquel día de vacaciones deveranoenqueFletánhabíaestadoapuntodeahogarseenelmarenAshiya.
Un día tan sofocante como aquel de hacía un año, bajo el sol abrasador de lamañana,Ozuacompañócongentilezaasuamigoallugardelexamen,enlaescuelasecundariadelaprovincia.
Yafueraporqueerantiemposdeguerra,oporquemuchosotrosqueríanponeraprueba su fuerza, había tantos candidatos entrando por la puerta de la escuela queOzusintióque las rodillas se ledebilitaban.Losmejoresestudiantesde todoKobeformaron una fila, todos vestidos con uniformes caqui, y avanzaron con pasoscalculadoshaciaelcampodeatletismo. Incluso losestudiantesde laclaseA,de laEscuela Secundaria Nada, se apartaron para observar con ojos asustados estaprocesiónabrumadora.
¡Fletánno loconseguirá!AOzu leparecíaque todos loscandidatos teníanmáshabilidadesyunfísicomásadecuadoparauncadetenavalquesucompañero.
—¡Eh!—Ozu se devanaba los sesos para ayudar a su amigo—. ¡No vayas albaño!
—¿Porquéno?Tengoquehacerpisurgentemente.—¡Idiota!¡Sihacespisperderástodoesepeso!—¿Enserio?—Fletánasintióagradecido—.Esperaunsegundo.—¿Adóndevas?—Mehasdadounagranidea.Voyabebermásagua.¡Asípesarémás!—Fletán
corrióentreelrestodeloscandidatosendirecciónalafuente.Alllegarsesubiólospantaloneshastalacintura.
—¡Au,duele! ¡Mibarrigachapotea!—Volviócon los labios llenosdegotasdeagua.
Se oyó una campana pesada. Los candidatos formaron una fila en el soleadocampodeatletismoyentraroneneledificiodemaderadelaescuela,desgastadoporelclima.
—Cuandohagas la prueba de capacidad pulmonar, inspira profundamente y nodejesquesalgaelaire.
—Vale.—Fletán,conlosojossoñolientos,secolocóalfinaldelacolayentróeneledificio.
Esamañanahacíauncalor insoportable.Las cigarras estabanalmorzandoenelcerezo que había en la esquina del edificio de la escuela. Los amigos de loscandidatosesperabanpacientementebajolasombradelárbol.
Unamediahoramástarde,cincooseiscandidatosaparecieronporlapuertadelaescuela.Otrosdosotreslosseguían.Todosparecíanavergonzados.
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Unchicovioalamigoqueleesperabaycorrióhastaél.—Nada.¡Hesuspendido!—¿Quéhapasado?—Hansidolosojos.Lapruebadelosojos.—Sihascateadoesa,¿significaquenopuedesseguir?—Medijeron«puedesirteacasa».Peroelfracasonoparecíaafectardemasiadoalosdoschicos.Elcandidatopodría
haberse sentido humillado si hubiera suspendido el examen académico, perosuspender pormiopía apenas hería su corazón. Era casi como si hubiera venido ahacerelexamendelaAcademiaNavalúnicamenteparaponerapruebasufuerza.
Despuésdequedejaranmarcharaveintechicosmiopes,hubosilencioduranteunrato. Las voces de las cigarrasmarrones que almorzaban en el tronco brillante delcerezosehicieroncadavezmásaudibles.
Mepreguntoquéestaráhaciendoahora.Ozuseimaginóelcuerporaquíticodesuamigo de ojos soñolientos bajo elmedidor de altura y escalando. «En este precisoinstante—pensóOzu—estarándiciéndole,comoaloschicosmiopes,“puedesirteacasa”».
Peroextrañamente,Fletánnoaparecióentre losgrupossucesivosdechicosquehabíansuspendido.
«Quizá… —pensó Ozu, y aunque no era él quien se estaba examinando, sucorazónempezóa latirconfuerza—.Quizáhasido losuficientementeastutocomoparaengañaralexaminador».
Erancasilasdoce.Deprontoloscandidatossalierondevariaspuertasdiferentes.Más de la mitad habían suspendido. Los que pasaran las pruebas de hoy sepresentaríanalosexhaustivosexámenesinternosaldíasiguiente.
—Voyaintentarentrarenunaescueladecontabilidad.—¡Losexámenesfísicosnosontanduroscomoaquí!Entre lasvocesde loschicosquese reíandesímismos,Ozualcanzóaoíresta
conversación:—¡Habíauntipomuyraroenelexamen!—Ah sí. ¿Te refieres al tipo que se hizo pis? ¡Seguro que había estado
aguantándosemuchotiempo!—¿Quépasóconél?—Nosé.Sólovialexaminadorriñéndole.¡Era Fletán! Ozu cayó en la cuenta enseguida. No había ninguna duda. ¡Era
Fletán!Casitodosloscandidatoshabíanatravesadoelpatioenfila.Losquesalieronpor
la puerta, felices, con el pecho proyectado hacia fuera, habían pasado sin duda laprueba de hoy.Los que salían taciturnos y arrastrando los pies habían suspendido.PeroFletántodavíanohabíaabandonadoeledificio.
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Pobrechico…OzucasipodíaverlafeafiguradeFletánhaciéndosepisencimadurante el examen porque había bebido demasiada agua. Se imaginaba loavergonzadoque se habría sentido al posarse sobre él los ojos burlones de todo elmundomientraslereñíaelexaminador.TodoporAiko.HabíahechotodoesoporquequeríaqueAikoleamara.
Ozuesperódepieenelpatiodurantecincominutosmás.Finalmente,laextrañafigura deFletán salió del edificio.Desde la distancia, agitó los brazos en el aire ygritó:
—¡Heaprobado!Ozuabriólosojoscomoplatos.—¿Qué?¿Aprobado?¿Tú?—¡Sí!—Unamirada sincerade felicidad cubría el rostrodeFletán, quepor lo
generalsemostrabaimpasible.—Nomelocreo.Estásmintiendo.—¡Esverdad!—Has tardadomuchoen salir.Estabaconvencidodequehabías suspendido.Y
cuandooíquealguien sehabíahechopisdurante el examen, estaba segurodequehabíassidotú.
—Ese… fui yo. Lomojé todo.Hicimos una prueba de fuerza yme esforcé almáximo…¡asíquesemeescapó!
OzumiróaFletánconasombro.—Entonceslospantalonesseguiránmojados.—No.Hacíamoslapruebadesnudos.Nosquitamostodo,asíquenoensuciélos
pantalones.—Cuéntamelotodo.—ParaOzunoteníasentido.¿Cómopodíahaberaprobadoel
examenrigurosodelprimerdíaestetipocuyocuerpoeralapobrezaensímisma,yquesehabíahechopisenmitaddelexamen?
Fletánempezóaexplicarlotodoenunsusurro.Loscandidatoshabíanformadoenelaulaunafilaqueibadelunoalcien,yotra
delcienaldoscientos.—¡Desvestíos!—habíaordenadoconseveridadelexaminador,unsuboficial.—¿Tenemosque…quitarnoslaropainteriortambién?—preguntóalguien.—¡Sí!¡Noosdejéisnadapuesto!—fuelarespuesta.Fletán había estado aguantando la necesidad de orinar durante variosminutos.
Había bebido tanta agua de la fuente como para hacer estallar su estómago. Yentonces, cuando le pidieron que se quitara toda la ropa y revelara ante todos sucuerpo flacucho en toda su desnudez prístina, esa necesidad de orinar se volvióinsoportable.
Debía aguantar hasta que lo pesaran. El primer chico de la fila se subió a labásculaymientras ledecían«¡Bien!Cincuentay treskilos»,Fletánplantó lospiesunodetrásdelotro.
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Cuandolellegóelturno,elsuboficialquelosexaminabalomiróymurmuróparasíeneldialectodeKyushu:
—Menudapanzamáshinchada.Temía que el examinador descubriera que había estado bebiendo agua, pero
cuandodijosuavemente«Bien,cuarentaynuevekilos»,Fletánrespiróaliviado.Elaccidenteocurriódiezminutosdespués.Enlapruebadefuerzateníaquecoger
las asas de metal del medidor de fuerza y decirle al examinador el número queapuntabalaaguja.Fletángruñóysepusorojocomountomate.
Acausadelesfuerzo,perdiólasensibilidaddelaparteinferiordelcuerpo.Enunmomento,laorinasalióaborbotonesylecayóporlasrodillashastaelsuelo…
—¿Quéestápasandoaquí?—gritóelexaminador.Elvolumendesuvozatrajolasmiradasdetodosloscandidatoshaciaél—.¡Teestásmeandoenelsuelo!
AFletánseledoblaronlasrodillas.Queríacavarunhoyoydesaparecerenél.Laorinacomenzóadeslizarseporelsuelocomounacorriente.
—¡Qué haces! —volvió a gritar el examinador—. ¿No piensas limpiar esteestropicio?
Fletánsepusolospantalonesycorriórápidamentehacialapuerta.Enellavabodelpisodeabajoencontróuncuboyuntrapoyvolvióalaula.
—Losiento, losiento.—Seabriópasoentre loscandidatos,quienesseecharonhaciaatrásylomirabancomosialgosuciosehubieraacercadoaellos.
ElsuboficiallomiróconelceñofruncidomientrasFletánlimpiabaelsueloconeltrapo.Detrásdeellosseextendíalarisadelosotroscandidatos.
Entoncesocurrió.—¡Basta!—exclamóunavoz.Fletánsegiró.Unoficialdemedianaedad,vestido
conununiformenavalblanco, seacercóaél.Eloficial fruncióel ceñoa losotroscandidatos.
—¡Oshabéisreídodelaccidentedeesteestudiante!Loshombresqueseburlandelos errores de los otros no son aptos para entrar en laAcademiaNaval.Ni unodevosotros ha intentado ayudar a este estudiante. ¡No hay excusa para reírse de loserroresdelosdemás!—Hablabaenvozbaja,peroconfirmeza,yloscandidatossequedaronmudos. El oficial posó lamirada en Fletán, que seguía acuclillado en elsuelocomounaranaaplastada,únicamenteconlospantalonespuestos—.Sólosientoadmiraciónhacia el espíritudeunhombrequeagarra lamáquinacon tanto ímpetuque le hace perder el control de sus procesos corporales. ¡Sargento, dele a estehombreunaprobadoenlapruebadefuerza!—Despuésdeanunciarestoenvozaltaparaquelosdemásexaminadoreslooyeran,sediolavueltaysemarchó.
DuranteuninstantesólohubosilencioalrededordeFletán.—Bueno.Haspasadolapruebadelafuerza.¡Muévete!—Elsuboficialserioy
apremióaFletán—.Peroprimerollevaelcubodondeestaba.—¡Sí, señor!—Fletán se fue cargando con el cubo y miró a su alrededor, en
buscadeloficialquelehabíaayudado,peronoloencontró.
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—¡Hum!—Al oír la historia,Ozu dejó escapar un sonido que estaba amediocaminoentreunsuspiroyungritoahogado—.Parecequeeseoficialviejonoestabamaldeltodo.
—Yatedigo.MehizopensarquenoestaríatanmalunirsealaArmada.DerepenteaOzuselepasóporlacabezaqueFletánrealmentepodríaconseguir
entrarenlaAcademiaNaval.TalvezestetipopodríadedicarsuvidaaAikoAzuma,comolohabíahechoaqueldíaenAshiya,entregándosealmáximoalnadarentrelasolas.
—¿Cómosonlaspruebasfísicasdemañana?—Tehacenunaradiografía.Nohayproblema.—Alomejorlapasas.—Claroquelapasaré—respondióFletándespreocupado—.Endiciembrehayun
examenacadémico.¡Siaprueboese,seréuncadetenaval!¡EntoncespodréponermemiuniformeblancoyllevarlaespadacortaymeiréacasadeAiko!
Aunqueaúnnohabíanacabadolasvacacionesdeverano,OzuaveriguóqueseisdelosquincemiembrosdelasclasesAyBquehabíanhechoelexamenfísicoenelmismo sitio habían suspendido. De la clase C, Fletán había sido el único enpresentarse,perohabíaaprobado.
Sueuforiaeratremenda.Cuando empezó el trimestre del quinto curso, la noticia de que Fletán había
pasado el examen preliminar para la Academia Naval (aunque no era el examenacadémico) mientras que varios estudiantes de la clase A habían suspendido,sorprendióatodoslosmiembrosdelaclaseC.
—«Quererespoder».Cualquieraquesealaempresaqueafrontes,debesquerer.Losquenotienenesavoluntadnuncalograránnada.—LaSombranotardóenalabaraFletándelantedetodalaclase—.Esmásqueevidentequesicualquieradevosotroshaceun esfuerzo,no seréis inferiores a los estudiantesde la claseA.De lamismamanera,Turner…
Todoelmundo sintió la necesidaddevolver a valorar aFletán.Ningunohabíaconsiderado la posibilidad de que pudiera pasar el examen físico de la AcademiaNaval,enlascircunstanciasquefueran,conuncuerporaquíticocomoelsuyo.
—CuandoentreenlaArmada—Fletán,siguiendosuestilodesiempre,sedirigióa todos como si ya hubiera aprobado el examen de diciembre—me convertiré enpiloto. El futuro de la Armada no está en los barcos de guerra. Será la época delconflictoaéreo.
TodoelmundosabíaqueAlemaniahabíadestruidolasnacionesdeEuropaconsuMesserschmitt superior, pero nadie contradijo a Fletán. De cualquier forma, supopularidadsubiócomolaespuma.
OzuobservócómolavidadeFletánsufríauncambioradical.Había escenas que Ozu no había contemplado nunca. Entre las clases, Fletán
memorizaba palabras en inglés a través de una colección de tarjetas que los
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estudiantesllamaban«EllibritodepalabrasdeAkao».—Elexamendematemáticas Iwakiriesunpococomplicadoparamí.Elde los
gráficos tiene dibujos, así que esmás interesante. Para gramática estoy leyendo eltextodeHōsaka.
OzuescuchóconasombrolaspalabrasquesalíandeloslabiosdeFletán.NuncahabíaoídoanadiedelaclaseChablardeloslibrosquenecesitabanparaprepararlosexámenes.
—¿Deverdadhasempezadoaestudiar?—Notengoelección.Sinolohago,noaprobaréelexamendediciembre.Hastaelmomento,OzuyFletánhabíanestadoalmismonivel,peroahoraOzu
teníalasensacióndequeFletánsehabíaconvertidoenunadultodepronto.—Has…cambiado.—Bueno,dicenqueelamorcambiaalaspersonas.Sinoestuvieraenamoradode
Aiko,sinceramente,noestaríaestudiando.¡Amítambiénmepareceraro!—¿TantoquieresaesaAiko?AikoAzuma.Nohabíanvueltoaverladesdeaqueldíaenlaplaya.Yapesarde
eso, su rostro se aparecíamás vívidamente que nunca en la imaginacióndeOzuyFletán.Evidentemente,ellanoteníaniideadequehabíaprovocadoestamaravillosatransformaciónenlavidadeunjoven.
Llegóelotoño.Losginkgosqueseelevabanalolargodelacarretera,juntoalasvíasdeltren,dejabancaerinnumerableshojas.Losálamosdelpatiodelaescuelasetornaron amarillos. Las hojas de las eulalias junto a la orilla del río Sumiyoshi semarchitaban,volviéndoseblancas.
Llegódiciembre.Enelúltimomomento,OzusiguióelejemplodeFletányechóunvistazoa«EllibritodepalabrasdeAkao»ycompróunlibrotituladoElestudiodelasmatemáticasatravésdelasgráficas.PeroprontoasumióquenolograríaentrarenelInstitutoHimeji,suprimeraopción.
Eraeldieciochodediciembre.FletánfuealaEstaciónSannomiyaysesubióaltrenquellevabaaHiroshima.AllítendríalugarelexamendelaAcademiaNaval.
Aunqueaélnoleafectaba,Ozunopudoevitarestarnerviosolostresdíasdespuésdeque Fletán se marchara. Se imaginó a los candidatos sentados frente al folio delexamen, rodeadosdel silenciodel aula.Visualizó entre ellos aFletán, con losojossoñolientos.Enlaclase,lamesadeFletáneralaúnicavacía.Cuandoelprofesorpasólista,sonrióyasintió.
—Ah,haidoaEdajima,¿verdad?Lasvacacionesde inviernoseacercaban,peroduranteesasfechashabríaclases
adicionalesparalosestudiantesqueestuvieraninteresados.Eraungestopaternalpor
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parte de los profesores, que querían ayudar a los estudiantes a prepararse para losinminentesexámenes.
Alfin,elprimerdíadelasclasesadicionales,llegóFletán.—¡Eh!¿Cómotehaido?UncorrodepersonasrodeóaFletán.—Nomuybien.Estoymareado.Lostresdíaspasaronvolando.—¿Quépasaconelexamen?—Nosé.Noquieropensarenello.Fletánparecíacansadoydemacrado.Ozulemiróalacaracomotodoslosdemás,
yvioquesuamigohabíaagotadomásenergíadelaquetenía,ysediocuentadeladesesperaciónconlaquehabíaluchado.
—Talveznoloconsiga—confesóFletánaOzucuandosequedaronsolos—.Losproblemas de matemáticas y la gramática eran muy difíciles. Escribí algo, peroapuestoaquelosexaminadoressonmuyestrictos.
—Perolasuertetehasonreídohastaahora—leanimóOzu.Claroquelasuerteporsísolanoerademuchautilidadenunexamenacadémico.
Fletánnovolvióaasistiralasclasesadicionales.Ozuseloimaginabasentadoencasa,conexpresiónabatida.
Tresdíasdespuésdequeempezaranlasclasesadicionales,Ozusesubióal trensoloparavolveracasa.Enunadelasestacionesdeltrayectosesubierontresocuatropasajeros.Unoerauncadetenavalvestidoconununiformeazuloscuro.Seagarróalasideroconunaexpresiónadusta.
Ozuhabíavistoesacaraantes.EraelcadetenavalquehabíahabladoconAikoysuamigaaquellasvacaciones,despuésdequehubieranidoanadaraAshiya.
Ozu empezó a tener dificultades para respirar, como si una mano gigante leapretara el pecho. Pero el cadete se limitó a mirar por la ventana y no parecióacordarsedeél.
Cuando el tren llegó a la estación del ríoAshiya, el cadetemantuvo el cuerpototalmenterígidoalbajardeltren.
De pronto, Ozu tuvo un mal presentimiento, aunque no supo la razón de esacorazonada.
Fletánhasuspendido,fueloqueselepasóporlamenteenesemomento.Dosdeenero.Supremoniciónsehabíacumplido.Fletánaparecióensucasaporsorpresa.—Hesuspendido.Depieenlaentradadesucasa,Ozucogióeltelegramaqueletendíasuamigode
ojossoñolientos.
LOSENTIMOS.VUELVEAINTENTARLO.
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Para Ozu, las palabras del telegrama, que le había entregado a Fletán elsuperintendentedesudormitorio,noeranmásqueungrupodefigurassinvida.
—Salgamos.Ozu no sabía qué decir para consolar a Fletán. En ese momento no le habría
importado usar todo el dinero que había recibido como regalo por año nuevo paracurarlasheridasdelcorazóndesuamigo.
—Tengoalgodedinero.Hoyteinvitoyo.—Ajá.—PerolavozdeFletáncarecíadeenergía.—¡Anímate!SiemprepuedesrepetirelexamendelaAcademiaNaval.Tienesque
estarcontentodehaberaprobadoelfísico.Sitetomasunañosabáticoyestudias…—No puedo.—Fletánmovió la cabeza débilmente—.No puedo seguir siendo
unamolestia parami familia.No tengopadre, ymi hermana ha vuelto a casa.Nopuedohacereltontoeternamente.
—¿Peronoibaapagartelosestudiostutío?—Simehubieraidobienenlosestudios,podríapedírselo,pero…Bah,esigual.
CuandosalgadeNadabuscarétrabajo.—¿Trabajo?—Sí.Soyelúnicoquepuedemanteneramimadreymihermana…Aunqueeraañonuevo,lascallesestabanprácticamentedesiertas.Habíabanderas
japonesascolgadasencadacasaacausadelaguerra.—¡VamosalSantuarioEbisu!—OzulediouncodazoaFletán,quecaminabacon
lacabezainclinada—.¡Eh!Podráscomertetodaslassalchichasquequieras.¡Vaenseriolodequetengodinero!
Fletánsonriócontimidez.—PrefieroiraAshiya.—¿Asucasa?—Sí.Extrañamente,habíapocospasajeros en el tren.Unhombre con la cara rojade
bebersakeporañonuevotarareabaunacanciónymarcabaelritmoconlasmanos.—Perositeponesatrabajarperderástuaplazamientomilitarparaestudiantes.—
PorfinOzupusovozalagranpreocupaciónquesentíaporFletán—.Tereclutarán.—Pero…nopuedohacernadaparaevitarlo.—Sinovasconcuidadoacabarásenelfrente.—Sime pusiera a pensar en eso no podría hacer nada.Me preocuparé cuando
llegueelmomento.SebajaronenlaparadadelríoAshiya.Alcruzarelpuentemiraronellechodel
río,desoladoporelinvierno.Aúnhabíacañaslargasdebambúdecorandolaspuertasdemuchasdelascasasdelazona.
CuandollegaronalacasadeAiko,Fletánsedetuvoenlapuertaymirólacasaconatención.
—Alomejorestádentro.—Ydeprontodijo—:¿Llamamosaltimbre?
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—¿Qué?¿Vasa…llamaraltimbre?—Eslaúltimavezquevoyaverla.Quierodespedirme.DuranteeltiempoquepasóentrequeFletánllamóaltimbreyseabriólapuerta,
Ozu pensó varias veces en salir corriendo. Pero Fletán permaneció quieto, condeterminación.
Aparecióunacriadaylosobservócondesconfianza.Entoncesdijo:—Laseñoritanoestáencasa.HaidoaKioto.
Tresmesesmástarde.Ozurecuerdaeldíadelagraduación.En el salónde actos, el director y una persona en representaciónde los padres
felicitabanalosestudiantes.Estabansituadosdebajodelainscripción«PoderparaelBien:GloriaparaUnoyparalosOtros»,atribuidaaJigorōKanō,elfundadordelaEscuela SecundariaNada.Los estudiantes estaban sentados en filas perfectas, y sesentían extrañamente nostálgicos, meditando sobre sus recuerdos mientrasescuchabanlosdiscursosensilencio.
Ozu,quemilagrosamentehabíasidoadmitidoenlaUniversidadP.,miródereojoaFletán,queestabaasulado.Evidentemente,habíaestudiantesdelasclasesCyDquenohabíanlogradoentrarenlosinstitutosyquepasaríanuntiempoestudiandoeintentándolootravez.TambiénhabíaotroscomoOzuquesehabíandeslizadoenlasescuelas preparatorias de universidades privadas con un nivelmenor de exigencia.Sinembargo,elúnicochicoquenoiríaaningunaescuelayqueibaatrabajarenunaempresaeraFletán.
Después de la ceremonia, los estudiantes volvieron a clase, blandiendo susdiplomas.Alotroladodelasventanaselcieloestabadespejadoyelvientoerafrío.
—Aquínosdespedimos—dijoelseñorPezGloboenvozbaja—.Tienegracia.Dicenquelosestudiantesquecausanmásproblemassonlosmásdifícilesdeolvidar.QuizáesesalarazóndequenopuedaevitarpreocuparmemásporvosotrosqueporlosestudiantesdelasclasesAyB.
—¿Esesocierto?—interrumpióalguien.—¿Quéquieresdecir?Osestoydiciendocómomesiento,honestamente.—¿Seguroquenoestáencantadodelibrarsedenosotros?—Bueno,unpoco sí—sonrióel señorPezGlobo—.Habéis sidounverdadero
incordio.Todoelmundoseechóareír.Peroeraunarisarefrescantealrecordarcadaunade
las trastadas que habían perpetrado durante los últimos cinco años.No recordabancon cariño las clases. Sus recuerdos eran más bien momentos en los que habíanenfurecidoasusprofesoresyagotadosupaciencia.
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—Porfavor,asegúresedequenoentrenadiecomonosotrosenNadaapartirdeahora.
—De acuerdo —asintió el señor Pez Globo—. Pero para un profesor, losestudiantesquenohacenmásqueestudiarydespuésaunaescuelasuperiornosonmuyinteresantes.NomegustaríaveraNadaconvertirseenunaaburridaescueladeprimeracategoría.En fin,noquieroqueningunodevosotros seolvidede sualmamáter.Venid a visitarnos de vez en cuando.—Colocó ambasmanos en lamesa einclinólacabezalevemente,ydespuéssaliódelaula.
—Vámonos—ledijoOzuaFletán,ysalierondelaescuela.—Supongo que no volveré a ver esta clase —sentenció Fletán, con los ojos
soñolientos—.Ytampocovolveréaverteati.—¡Puesclaroquevolverásaverme!—exclamóOzu,agitandolacabeza—.Iréa
visitarteatutrabajodevezencuando.—Perose tardamuchoen llegaraAkō.—Con laayudadesu tío,Fletánhabía
conseguidountrabajoenunaempresadefabricacióndesalenAkō.—Siempreestánlosdomingos.—Megustaríamuchoquevinieras.Comodecostumbre,atravesaronlapuertadelaescuelaycaminaronalolargode
laorilladelríoSumiyoshiconelrestodelosestudiantes.—¡Eh, mirad! ¡Lo están haciendo! ¡Lo están haciendo! —Fletán vio a los
graduados alrededor del puesto de pasteles en la orilla del río, comprando bolloscomolocos.Gritóconalegría—:¡Losprofesoresosvanaecharlabronca!
—¡No!—respondióalguien—.NoshemosgraduadoenNada.Ahoravamospornuestracuenta.¡Empezandodesdehoy!
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SIETECIERTAMUJER
LafiestadedespedidadeTaharasecelebróenlatiendadiminutaquevendíaanguilascerca del hospital. Quedaba bien decir que era una fiesta de despedida, pero enrealidad era un encuentro para despedir a un compañero al que habían echado deldispensario.
ElatardecersehabíaconvertidoennochecerradaparacuandoEiichiterminódetrabajarenelhospitalysedirigióalatienda.Empezabanaencenderselaslucesenlospequeñosedificiosylastiendasdelacalle.
Cincoo seisempleadosdeldispensarioestabanenunahabitaciónencimade latienda,esperandoaquellegaraneljefedeldispensarioyeldoctorIi.Elambientedelahabitacióneramelancólico.Algunosteníanunvasodecervezaenlamano,perolaconversaciónerafragmentadayelgruponollegabaaanimarse.
—Pero el aire de Fukushima es bueno, y no hay contaminación. ¡Y podrásesquiar,suertudo!—dijoalguienintentandoanimaraTahara,perolaconversaciónnopasabadeesepunto.TodossabíanlarazónporlaquehabíanenviadoaTaharaalasprovincias.
MediahoradespuésllegaroneldoctorUchidayKurihara.—Sentimos llegar tarde. Perdón. —Uchida pidió disculpas a todos—. Por
desgracia,eldoctorIinopodrávenir.Lehasurgidounimprevisto.Osmandasaludosatodos.
No era propio del Viejo perderse la fiesta de despedida de unmiembro de supropiodispensarioquesevaa ir lejos.Todosguardaronsilenciocabizbajosporunmomento.
—Bueno. Tahara, a pesar de su corta edad, va a convertirse en director de undispensario en Fukushima. Nos gustaría que analizaras de primera mano laadministración de los hospitales en las provincias y los problemas de los cuidadosmédicos en los pueblos rurales.—El doctorUchida le sirvió a Tahara un vaso decerveza—. Así, cuando vuelvas aquí, podrás poner en práctica lo que hayasanalizado.
EiichiestudióelrostrodeTaharadesdedondeestabasentado,enlaesquinadelahabitación. Percibió una sonrisa triste en la cara de su amigo cuando el jefe deldispensariosedirigíaaél.
—Kurihara—incómodoporelsilencio,UchidasegiróylehablóaKurihara,queestabasentadoasulado—.Túesquíasbien.Supongoqueirásalnorestebastanteamenudo.
—Notanamenudo…PeroheestadoenlamontañaZaōalgunasveces.
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—Pues lapróximavezquevayas, quieroquevisites aTaharay ledesmuchosánimos.
—Sí,pensabahacerlo.—Kuriharaentrecerrólosojosyasintió.Nopareciódarsecuentadequelosempleadosmásjóvenesdeldispensarioestabanmirándolodeformaacusadora.
«¿Qué estás diciendo?», pensaban. Todos sabían que a Tahara lo habíanexpulsadoporqueKuriharahabíainformadoaljefedeldispensariosobreelincidenteconlamedicación.Nopodíahaberactuadodeotraforma,perodeberíahaberhechoalgopordefenderasusubordinado.
Yaunasí,parececomosinofueraresponsableenabsolutodeloquehapasado…Los empleados jóvenes del dispensario sentían que debían disculparse ante Taharapornopoderhacernada.EiichipercibióqueestesentimientoseestabaconvirtiendoenodiohaciaKurihara.Seriopordentrocondesdén.
En circunstancias normales, al finalizar una reunión como ésta, los empleadosdirían«DoctorUchida,¿porquénovamosaalgunaparte?»yseaprovecharíandesuamabilidadyendoenbuscadeunasegundaeinclusoterceratandadefiestas.Peroesanoche,cuandotodoacabó,cadaunosedespidiócomoél,agitandolamanoysaliendoapresuradamente. Tahara sonrió débilmente y les dio las gracias a todos antes dedesaparecerporlasescalerasendirecciónalmetro.
—Ozu.—OzusedispusoasalirdespuésdeTahara,peroledetuvieronlasvocesdeldoctorUchidayKurihara—.Sinoestásocupado,¿querríasvenirconnosotros?—Eljefedeldispensarioapagóelcigarrilloenelsueloyloaplastóconelzapato—.¿Quédices?
—Vale.Pasearon sin prisa durante un rato y después subieron las escaleras hasta el
segundopisodeunedificiocuyoletrerorezaba«ChansonSnack».Dentrosólohabíaunaparejacariñosasentadaenlabarra.Kuriharaechóunvistazoalasala.—Podemossentarnosallíenlaesquina—ledijoaldoctorUchida.Unavezsentados,UchidapidióunCampari,yKuriharayEiichiwhiskyyagua.
Delaltavozdelaparedsalíamúsicafrancesacutrequeaumentabalamelancolíadelestablecimiento.
—Bueno. La forma en la que nos vamos a encargar de las cosas a partir deahora…—EldoctorUchidasebebiódeuntragosuCampariysedirigióaEiichi—.Los empleadosmás jóvenes seguramente piensan que hemos actuado con frialdad,peroeraloúnicoquepodíamoshacerparamantenerelordeneneldispensario.
—Loentiendo.—Sí, me imaginaba que lo harías. Pero estabas trabajando en un informe con
Tahara,¿verdad?—Sí.—Entoncessenospresentaunproblema,¿noesasí?
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—Asíes,peropensabareunirlainformaciónyosolo.—¿Deveras?—Eljefedeldispensarioasintióyloconsideróporunmomento—.
Todavía no he hablado del tema con el doctor Ii, pero ¿qué te parecería ayudar aKurihara con su trabajo? Evidentemente elmotivo sería completar el informe quetieneahoraentremanos…
—¿ElinformedeldoctorKurihara?—Sí.Dentrodeuntiempoconstruiremosuncentrodeinvestigacióndelcánceren
elhospital, peroprimerohayque llevar a cabomuchospreparativos.Kurihara estátrazando la relación entre los tratamientos anticancerígenas y la cirugía. ¿Teinteresaríainvestigarenesaárea?
Eiichi analizó con rapidez laspalabrasdeldoctorUchida—omásbien, loqueimplicaban. Así que el doctor Ii le había ordenado a Kurihara que enlazara lacompañíafarmacéuticadesupadreyelnuevocentrodeinvestigacióndelcáncer.
—¿Cuándoseterminaráelcentro?—Esperamosqueelañoqueviene.Porsupuestodeberásernuestrodispensarioy
nootroelque tengaautoridadadministrativacentral.Esoesalgoque tenemosqueconseguir.Nosgustaríaquenosayudarasenesto.LehemoshabladomuybiendetialdoctorIi…
Tras separarse,Eiichi se dirigió almetro.Mientras esperaba en el andén a quellegaraeltren,estuvorumiandoloquelehabíadichoeldoctorUchida.
Tendremosuncentrodeinvestigacióndelcáncerenelhospital.EldoctorUchidayeldoctorIiquierenquesupropiodispensarioseencarguedelaadministración.Poreso tenían en tan alta estima a Kurihara. Tenía un fabricante farmacéuticoapoyándole. Tendrán que solicitar una cantidad enorme de fondos para lainvestigación a cambio de usar medicamentos contra el cáncer fabricados por esacompañíafarmacéutica.
EsoquieredecirqueKuriharavaasercadavezmásimprescindibleparaelViejo.Esaidealedeprimíaenormemente.ParaEiichihabíadosgruposdepersonas:losquetriunfabangraciasalainfluenciadesuspadressinesforzarse,ylosque,pormuchoque lo intentaran, seguían siendo losvestigiosde lahumanidadporqueno teníananadiequelosapoyara.
«ComoTahara—pensóEiichi—.¿Ysi leapoyabancomoaKurihara?Si fueraasí,nuncalohabríanechadodeldispensariocomounpardesandaliasviejas,exiliadoenlasprovincias.MepreguntosiestosignificaquevoyatenerquepasarelrestodemividatrabajandoparaKurihara».
Valoróelgrosordelmuroque lebloqueabaelpaso.Laobstrucciónparecía sermásfuertedeloquehabíaimaginado.LaúnicaformadeatravesarloeraconseguirelmismotipodeapoyoqueteníaKurihara.
Unamujer…LaidealevinoaEiichiconunaclaridadapabullantealagarrarsealasiderodelmetro.Casarme.Tengoqueencontrarunamujerquemeayudeaescalarpuestos. El rostro inocente de Yoshiko Ii apareció ante sus ojos una vezmás. ¡Si
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pudiera casarmecon suhija!Pero eso esmásque imposible ahoramismo. ¿Quiénpodría imaginarse a la hija del médico casada con un simple empleado pobre deldispensario?
Eratardecuandollegóacasa,ysuspadresparecíanestardurmiendo.SuhermanaYumiabriólapuerta.
—¿Quierescomeralgo?—No—respondió de forma huraña. Tenía ganas de pagar su mal humor con
alguien—.Dameagua.—Hasestadobebiendootravez,¿verdad?—¿Quémástedaati?¡Dameagua!—Alguientellamó—dijoYumimirándolealacara—.UnatalKeiko.Enfermera.Eiichiparecióabatidoynodijonada.—Quierequelallames.Entró en la sala de estar y se bebió de un trago el agua que le había traído su
hermana.—Esinútiltratarcontigocuandoestásenfadado.—Yumisiguióallídepie—.¿Ha
pasadoalgoenelhospital?—Déjameenpaz.Vetealacama.Sonóelteléfonoenelrecibidor.—Debede ser ella, la enfermera…A lomejor era ella la que hacía todas esas
llamadastanraras.¿Hapasadoalgoentrelosdos?Eiichifuealrecibidorsincontestar.Cuandodescolgó,oyólavozdeKeikodecir
«¿Hola?».Colgósindecirpalabra.
Aldíasiguiente,eldoctorIihizosuronda.Comosiempre,loshombresvestidosconsusbatasblancasrodearonalmédicoen
elpasillodelala,dondesehabíahechoelsilenciorepentinamente.Desaparecíanenunahabitaciónyluegovolvíanasalirysemetíanenotra.
Tahara ya no pertenecía a ese grupo. Un empleado del dispensario llamadoUmemiyasehabíahechocargodelospacientesquetratabaél.
El doctor Ii asentía con seguridad al oír las quejas de cada paciente.Ocasionalmente colocaba el estetoscopio en su pecho mientras hablaba con ellos,usandopalabrasquelesgarantizabanlarecuperación.
Inclusocuandose sacóel estetoscopiode lasorejasy lehablóalpresidentedeunacompañíaconcáncerdepulmón,alquesupervisabaEiichi,eldoctorIidijo:
—Cuandosepongabien,megustaríajugaralgolfconusted.Depronto,unatisbodeesperanzabrillóenlosojosdeesepacientedemacrado.—¿Mepondrélosuficientementebiencomoparajugaralgolf?—¡Claro!Bueno,sólosisiguemisinstruccionesysecuidamucho…
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Eiichipermanecíadepieaunladorespetuosamente,escuchandolaconversacióny registrando en su mente los comentarios que se debían hacer a un pacienteincurable.
Perocuandosalieronalpasillo,elViejosusurró:—DoctorUchida,yavasiendohoradedecirlelaverdadalosfamiliaresdeeste
paciente…¿Quiénestáenlasiguientehabitación?—Esunapaciente nuevaque llegó ayer.—Kurihara barajó las gráficas con las
manos y respondió apresuradamente—. La enviaron a cirugía desde interna. Nopudieronlocalizaruntumorenlaexploraciónmanual,perodiopositivoenelDKIK.Lasimágenesenrelieveindicanciertocambiopatológico.
Elmédicoasintiócongravedadysedetuvoenlapuertadelahabitaciónprivada.Elnombredelatarjetaera«AikoNagayama».
Cuando el grupo entró en la habitación, la paciente se incorporó y se ajustó labataalpecho.
—Por favor, relájese—dijoelmédicoafablemente—.¿Cómosesientedespuésdesuprimerdíaenelhospital?
—Dormícomountronco,gracias.—Unasonrisatristecruzósurostropálido.Eraunamujerelegantedegrandesojos.
—¿Puede encoger las rodillas, por favor? —Kurihara y la enfermera jefe laayudaron para facilitar la exploración del abdomen. Ella se sonrojó cuando leabrieron la bata y el pecho quedó expuesto a la mirada de todos esos jóvenesdoctores.PeroeldoctorIinoleprestóatenciónyseinclinóhaciaella.
—¿Ledueleaquí?—preguntó.—Sí.—¿Habíatenidoproblemasdeestómagoantes?—No.Deprontoempecéaperderpesosinmás.—Yaveo…Sehizoelsilencioduranteun instante.ElViejofruncióelceñoalexaminar las
radiografíasdeestómago.—Vamos a hacer dos o tres pruebas. Por supuesto, no hay nada de qué
preocuparse.Comomuchoseráunaúlceradeestómago.Pero todos sabían que estabamintiendo. Las radiografías indicaban claramente
quehabíaunaanomalía.Al finalizar las rondas, cuando el grupo se estaba despidiendo del Viejo en la
puertadelala,deprontoeldoctorIisegiró.—SeñorOzu.ElViejo casi nunca sedirigía a la gentedeposición tanbaja como la suya, de
modoqueEiichitemióhabermetidolapatadurantelasrondas.—Sí,señor—respondió,apartándosedelgruposincomprender.—Verás. —Una sonrisa afable apareció en el rostro vigoroso del médico—.
Queríadarte lasgraciasporocupartedemihijacuandose lastimóelojo.Mepidió
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queteagradecieratodoloquehiciste.—Fueunplacer.¿Cómoestá?—Comosinohubierapasadonada.Eiichinosabíaque lacaraadustadelViejopodía llegaraparecer tanalegreal
hablardesuhija.El doctor y el jefe del dispensario salieron del ala juntos y se encaminaron al
laboratoriodeinvestigacióndeledificioprincipal.Losempleadosdeldispensarioagitaronlosbrazoscomosisehubieranlibradode
una carga pesada. Encendieron sus cigarrillos y cada uno se fue por su camino.Teníanmediahoralibreantesdelmediodía.
«¡Vaya!»,pensóOzu,saboreandolasatisfacciónquecrecíaenél.«¡Asíquenosehaolvidadodeltododemí!».
Aprovecha cualquier oportunidad. Si ahora se cruzaba de brazos y se relajaba,seríaelfindesurelaciónconella.EramuchomejorconsiderarloquelehabíadichoeldoctorIicomounaoportunidaddeoro.
Se acercó al teléfono rojo del pasillo. Tras titubear por un instante, miró suagendaymarcóunnúmero.
Respondióunasirvienta.TrasunapausaoyólavozdeYoshiko.—¡Diosmío!—Lainesperadallamadalasorprendió—.¿Quétal?—Leagradeció
lodeaqueldíaenelhospital—.¡Ymeencantaeldisco!—Nohasvueltoalhospitaldesdeentonces.Estabapreocupadoporti.¿Cómova
elojo?—Esamedicinamecuróporcompleto.Esto agotaba los temas de conversación, y Eiichi temía tener que colgar, pero
Yoshikoacudióalrescate.—Heempezadoadarclasesdegolf.—¿Golf?—¿Juegas?—No.Meheplanteadoaprender,peronoesalgoquepuedapermitirseunmédico
pobre…—Noseastonto.Enelcampodeprácticatedejanlospalos.Amímelospresta
un amigo.—Se quedó pensativa durante un instante—. ¿Te gustaría venir a jugarconmigo?¡Sí,vamos!Estesábado…—leinvitóinocentemente.
Eiichi colgó y se pasó la lengua por los labios. «Me alegromucho de haberlallamado»,pensó,deleitándoseconelplacerquesentíacuandoconseguíaalgo…
Elsábadodelacitafueentaxialcampodeprácticadegolf,queseencontrabaenunárea cubierta de hierba. A través de la ventanilla vio a Yoshiko esperando en la
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entrada. Llevaba pantalones y una gorra. La saludó con la mano y ella levantóligeramentelasuyaamododerespuesta.
—Esincreíble—murmuróEiichimirandolamultituddehombresymujeresqueintercambiabanpalosdegolfenelcéspedverde.
Tal y como le había dichoYoshiko, el campo de práctica ofrecía palos.Al nosaber cómo funcionaba el juego, compró sólo un par de guantes, y siguiendo lasinstruccionesdeYoshiko,cogióunpalodelnúmerounoysedirigióalcampo.
—Voyabuscaruninstructor.—¿Uninstructor?—Sí.Tienenmonitoresprofesionales.Unosminutosdespués,llegóunjovenbronceadoysaludóaYoshiko.—Paraempezarpuedepracticarelgolpequeleenseñélaúltimavezydominarlo
del todo.—Miró a Eiichi—. Usted también puede probar.—El joven les enseñócómoagarrarelpalo,laposicióndelospiesyelmovimientodelpalo.Entoncesdijo—:Ahorapractiquencomolesheenseñado.
A Eiichi no le entusiasmaba la idea de quedar como un zoquete delante deYoshiko.
—Muybien, señorita—alabó elmonitor.Entonces, ladeó la cabezay le dijo aEiichi—:Losiento,perosemuevecomounacordeón.
—¿Unacordeón?—Sí.Agachademasiadolacabeza.Manténgalaenunaposiciónnatural.Pondré
estoaquíyustedbalanceeelpalosinmoverelcuerpoarribayabajo.—ColocósupropiopalocontralacabezadeEiichi.Yoshikolomiróyseechóareír.
Eiichi se desanimó por completo al ver que manejar los palos de golf, queparecían tan sencillos, eramás difícil de lo queparecía.Yoshikopodía golpear laspelotasqueibacolocandoenelsuelo,peroélledabaalaire.YelmonitorleignorabaporcompletomientrasseconcentrabaenenseñaraYoshiko.
—¿Porquétehasdadoporvencido?—YoshikosemetióconEiichialverlodepieconelpalodegolfentrelaspiernas,fumandouncigarrillo.
—Alparecernosemedabien.—Nosepreocupe.Esnormalnodarlea lapelotaalprincipio.—Elmonitorno
tardóenanimarle—.Cuandoselibredelacordeón,tendráunbuenestilo.Eiichi volvió a coger el palo y se colocó frente a la pelota blanca. Estaba
observándolacuandoderepentesetransformóenunapelotadetenis,yantesusojosapareciólacaradeKuriharamanejandounaraqueta.
¡Mierda!Porprimeravez,percibióunaresistenciaagradableenlamaderayoyóunsonido
estimulante.—¡Buengolpe!—gritóelmonitor—.Asísehace.¡Yalotienecontrolado!Eiichi sonrió irónicamente y asintió.Yoshiko jamás sabría lo que había pasado
porsucabezaalmirarlapelotablanca.
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—Elsonidodelpaloteindicacuándotehascolocadobien—añadió.Practicaron hasta vaciar dos cestas de pelotas y después se relajaron en la
recepcióndelcampodeentrenamiento.—Erestodounatleta—dijoYoshiko—.Lehasdadoacasitodaslaspelotasdela
segundacesta.—Nosoynadabueno.—Eiichi forzóuna sonrisa—.«Golpear conefecto», ¿se
dice así? Cuando consigo darles, acaban yéndose hacia un lado. El monitor meadvirtióquesiestuvieraenuncurso,estaríarecogiendopelotas.
—Peroeresmuchomejorqueyo.—¿Cuántasveceshasvenidoapracticar?—Sólocincooseis.ElseñorKuriharametrajoaquílaprimeravez.—ElseñorKuriharateenseñadetodo,¿verdad?La voz de Eiichi sonó sarcástica inintencionadamente, pero Yoshiko respondió
coninocencia:—Sóloaesquiaryajugaralgolf.—Supongoquemantienesuna relaciónmásestrechaconel señorKuriharaque
conelrestodelosempleadosdeldispensario,¿no?—Bueno…Losdemásapenasvienenacasa.«Esta chica todavía no conoce la maldad en el mundo —pensó Eiichi—.
Seguramentenuncahaexperimentadoelamornilahatraicionadoningúnhombre».—Pero llamara casaaldoctor Ii requieremuchovalor.Paranosotros, eresuna
mujerdeotromundo.—¿Porqué?¡Quéhorror!—Yoshikofruncióelceñoylomirómuyseria.—Bueno, la vida no te ha presentado grandes dificultades. Y probablemente
acabaráscasadaconun jovendeunafamiliadebien—alguiencomoKurihara—yvivirásfelizparasiempre.Losmiserablesempleadosdeldispensarionopodemosniimaginarunavidacomoesa.
—¡Amínomegustaríavivirunavidacomoesa!Quieroserfeliz,evidentemente,peromecompadeceríademímismasiacabaraencontrandolafelicidaddelamaneramás común.—Entrelazó lasmanos y apoyó la cabeza en ellas, riéndose de formacoqueta.
—Entonces, ¿qué clasedepersona tegustaría comomarido?—preguntóEiichicomosinada,encendiendouncigarrilloyapartandolosojosdelossuyos.
—¿Quéclasedepersona…?Alguienquesearriesgue.—¿Quesearriesgue?—Sí. Por algún motivo no me interesan las personas que lo tienen todo en
bandejadeplata.Eiichipensóquehabíaoídoesaspalabrasantes.Ah,sí.Eraunadelascosasque
decían sobre elmatrimonio las chicas jóvenesqueno sabíannadadelmundoynohabíanexperimentadolaagoníadelaexistencia.
—¿Tehacegracia?—preguntóYoshikoalverlafinasonrisadeEiichi.
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—No.Laverdadesqueno.—Sepuso seriodepronto—.Pensabaen lo clarasquetieneslascosas.
—¡Peroestoyhablandodecosasdelasquenotengoniidea!Él laobservómientras ella se ruborizaba ligeramente,y se leocurrióque tenía
posibilidadesdeseducirbastanterápidoaesajovencitatandulce.Aquel día se despidieron en el campo de práctica, pero Eiichi le pidió que
volvieranaquedar.
Aldíasiguiente,cuandoEiichivolvióaldispensario,Kurihara,queraraveziniciabaconversacionesconélposiblementeporsersusuperior,seacercóyledijo:
—MehandichoquehasidoajugaralgolfconlahijadeldoctorIi.—Sí.—Eiichisesintióalgoincómodo—.Llamóymeinvitó…—¿Ahsí?—Kuriharanodijonadamássobreeltema,peroEiichipercibiócierto
descontentoensucaralargademuchacho—.Bueno,comotedijoeldoctorUchida,vamosatrabajarjuntosenuninforme…
—Estoydeseandoempezar.—¿Teacuerdasdelamujerqueingresóelotrodía?Parecequesetratadecáncer
deestómago…—Yaveo.—MientrashablabaKurihara,Eiichivisualizó lacarade lamujerde
medianaedadyojosgrandesquehabíavistoeldíaqueeldoctorestabahaciendolasrondas.SellamabaAikoNagayama.
—Estoy pensando en elegirla como caso para nuestra investigación. Es mipaciente,pero,¿tegustaríaayudarmeconella?
—Claro.Kuriharaasintióconairedesuperioridad.—Bueno, mañana le haremos unas fotografías del estómago. Examínala bien
antes.Despuésdepasarsepor lashabitacionesdesuspropiospacientes,Eiichihizolo
que le había dichoKurihara y llamó a la puerta de la habitación de lamujer. Norespondió,asíquelaabriólentamente.Habíaunamacetaenelalféizardelaventana.Lamujerestabadurmiendoconlacabezainclinadaaunlado.
—¡Oh! —Los movimientos de Eiichi la despertaron, y se sentó en la cama,ajustándoseelcuellodelabata.
—¿Cómoseencuentra?—Eiichimiró las floresdel jarrónquehabíancolocadoenelcentrodelahabitación—.Estánmuybonitas,¿verdad?
Sacóelestetoscopioyselocolocóenlasorejas.—Mañana le haremos unas fotografías del estómago. Por favor, no tome nada
paradesayunar.—Eh…¿quéhapasadoconeldoctorKurihara?—preguntóconinquietud.
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—EldoctorKuriharavendrátambién,porsupuesto.Desdehoynosencargaremoslosdosdesuspruebas.
—¿Tanmalestoy?—No, no. El doctorKurihara estámuy ocupado, así que le estoy echando una
mano.YosoyOzu.AloírelapellidoOzu,miróaEiichideformamisteriosa.—¿Duelelacámaraenelestómago?—Laverdadesqueno.Claroquealasmujeresnoleshacemuchagraciaquela
genteecheunvistazoasusestómagos.Ellaseriocomounamadrealaquesuhijoleestuvieragastandounabroma.—Nodebesentirvergüenzaenunhospital.Tienequeservaliente.—Éstaseran
laspalabrasquelehabíadichoenunaocasiónelViejoaunapacientejoven.Eiichiselasrepitiótextualmentealamujer—.¿Cuántopesohaperdido?
—Unoscincooseiskilos.Nisiquieramedicuenta…Todoelmundomedecíaquehabíaadelgazadomucho.
Eiichimovióelestetoscopio.—Normalmentelagentequeconvivecontigonosedacuentacuandoadelgazas.
¿Sumaridonotóalgo?—No—agitólacabeza—.Notengomarido.Murió…hacemuchotiempo.—Yaveo…Estas conversacionesno tenían sentido.El doctor siemprehacía preguntas para
relajaralpacientedurantelaexploración.—¿Quéenfermedadteníasumarido?—Noeraunaenfermedaad.—Sonrióconciertatristeza—.Murióenlaguerra.Eiichi se quitó el estetoscopio. Pertenecía a una generación en la que los
conceptoscomo«guerra»y«murióenlaguerra»seantojabanmuylejanos.Siempreserebelabainstintivamentehacialaspersonasdelaedaddesupadrequeempezabanacontarhistoriasdelaguerraencualquiercontexto.
Unciertoaromaaperfumeflotóenelairecuandoellavolvióacolocarselabatatras la exploración. Él no lo había notado antes, pero la paciente parecía haberpulverizadoperfumeenlabatadehospital.
—Mipadretambiénestuvoenlaguerra.—¿EnlaArmada?—No,enelEjército.Heoído tantashistoriasde laguerradesdeniñoqueestoy
hartodeellas.Nomeparecenreales.—Supongo que no…—De nuevo apareció una sonrisa en sus mejillas—.Mi
hermana pequeña dice que detesta oírme hablar de la guerra y nada más que laguerra…«¡Laguerraterminóhacemucho!»,medice.
—Estoydeacuerdo.—Eiichijugueteóconelestetoscopiodentrodelbolsillo—.Bueno,nadadedesayunomañana.Despuésdehacer las fotosdel estómagopodríateneralgodefiebre,peronotieneporquépreocuparse.
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Cuandosalióde lahabitaciónyano recordaba lacarade supaciente.Loúnicoqueleimportabaeranlosgráficosqueindicabanelestadodesuenfermedad.Despuésde mirarlos en la sala de enfermeras, descolgó el teléfono y llamó a Kurihara aldispensario.
—Acabodeexaminarla.—¿Cómoestá?—Comoindicanlosgráficos.¿UsaremosmañanalacámaragastrointestinalGFT?—Sí,esohabíapensado.—¿LesdigoquepreparenOpistanapartedelAtropinyelPuscopan?—Bueno,siendomujer…podríaserdemasiadosensible.¿Creesquedeberíamos
usarOpistan?El tono de Kurihara era en todo momento el de un superior dando órdenes a
alguien inferior.Eiichisediocuentadequepormuybienquesalieraun informeapartir de su colaboración conjunta, el mérito acabaría siendo del miembro másantiguo,Kurihara.Asíeranlascosaseneldispensario.
«Nodejaréqueesoocurra»,sedijoasímismoalcolgarelteléfono.Cuandovolvió a casa aquel día,más tempranode lo normal, los zapatos de su
padreestabancolocadosenlaentrada.—¡Oh,graciasaDios!—Sumadreaparecióenlapuertadelacocina—.Tupadre
noseencuentrabienyhavueltodeltrabajopronto.Dicequehavomitado.—Ah.—¡Échaleunvistazo!—¿Echarleunvistazo?Noseránada.—AunqueEiichieramédico,lemolestaba
tenerqueexaminaraunmiembrodesupropiafamilia.Cadavezquesuhermanaseresfriaba,ledecíaquesetomaraunamedicinaysefueraalacama.
—Tupadrequierequeleechesunvistazo.Porfavor…Eiichisecambióderopayentróaregañadientesenlahabitaciónenlaqueestaba
echado su padre. Se había tumbado en su futón y estaba leyendo el periódicovespertino.
—Mehadichomamáquehasvomitado.—Sí,eneltrabajo.Deprontomeentróundolorenelestómago.Justodespuésde
comer.Eiichi se sentó juntoa laalmohadade supadre, cambiandode sitio lacacerola
quehabíanpuestoahí.Dentrohabíaunperiódico,perovómitono.—¿Quéhascomido?—Estabaconuncliente,asíquecomimosjuntosenlacafeteríadeltrabajo.—¿Tuclienteseencontrómal?—Nolosé.Sefuejustodespués.—¿Alguienmásdelaoficinavomitó?—No,yofuielúnico.
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Eiichiapartólasmantasycolocólasmanossobreelestómagodesupadre.Ozuobservósatisfecholosmovimientosquehacíasuhijo.
—Estáunpocoinflamado.—Noesnada,¿verdad?Estoyenesaedad…—Claroqueno.—Eiichiesbozóunasonrisaburlona—.Sifueracáncertendrías
otrossíntomasdiferentes.Nocomasnadaestanocheyduerme.Nocreoquenecesitestomarnada…
—¿Puedes saber sólo por el tacto si es cáncer o no?—preguntóOzumientrasagarrabalamangadesuhijo,queyaseiba.
—El treinta por ciento de las veces. Se sabe si hay pérdida de peso, o por elaspecto… —De repente pensó en la mujer a la que había explorado hoy—.Precisamente hoy estuve explorando el estómago de una paciente nueva que alparecertienecáncerdeestómago.Nopodríasaberlosóloporeltacto,perounodesussíntomaseraunabajadarápidadepeso.
—¿Puedeshaceralgoporella?—Bueno, si el cáncer se limita sólo a las membranas del estómago, hay
posibilidadesdequeserecuperedeltodo.Peroseguramentesehayaextendido…—Quépena.Supongoquenoselohasdicho,¿no?¿Esunamujermayor?—Tiene tumisma edad.Viuda.Dijo que sumarido habíamuerto en la guerra.
Ahoraduermeunpoco.Supadreparecíaquererseguirhablando,peroEiichisediolavueltayvolvióala
saladeestar.—¿Cómoestá?—Sumadreestabaapilandolosplatos.—Algolehasentadomal.Estarábien—respondióconbrusquedad.—¿Puedohacerlecerealesdearroz?—Noledesnadadecomer.Encendióeltelevisor,peronotardóenvolveraapagarlo.Elolorylaatmósfera
deesacasaleasqueaban.
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OCHOELNUEVOEMPLEADO
DespuésdequeEiichisalieradelahabitación,Ozucerrólosojoseintentódormir.Lehabíagustadoquesuhijoloexaminara.ÚltimamenteEiichiapenaslehabíadirigidola palabra, pero eramuy agradable saber quemostraba cierta preocupación por élcuandoestabaenfermo.
«Despuésdetodo,hayalgodebondadenél»,pensó.Ozucerrólosojosycolocólamanoenelestómago,queaúnlemolestaba,ypoco
apocoempezóaentrarlesueño.EneseestadodesomnolenciavolvióavenirlealamentelaimagendeFletán.
A ver… ¿cuántos meses pasaron después de la graduación de Nada hasta querecibíunacartasuya…?
Recordabaque,despuésdelagraduación,pasaronuntiemposinescribirse.Peroundía,durantelasvacacionesdeveranodelaescuelapreparatoriadelaUniversidadP.,llegóunacarta.ElselloeradeAkō,ellugardondetrabajabaFletán,yhabíaunainstantánea dentro del sobre. Era una foto de la cara triste de Fletán, con el peloalisadoyuntrajeholgado.
«Cadadíaoigodiscursos sobre el espíritumiserabledel comerciantedeOsaka.Voyaahorrarunmontóndedineroyhacermerico».Fletánhabíagarabateadoestaspalabrasdetrásdelafoto.Ylacartarelatabaeltipodeformaciónquehabíarecibidoenlaempresadurantelosúltimosdosmeses.
Elprimerdíadetrabajo,elpresidentelespidióaFletányaotrosdosempleadosnuevosquesepresentaranensuoficina.
—Bueno. —Había un reloj de oro colocado en el escritorio, delante delpresidente,unhombredecincuentaañosqueteníaundiminutobigote.Sucharlafuebreve—.En cuanto al espíritu de nuestra empresa, se basa en el hecho de que nodesperdiciamos nada. Eso significa que no tiráis nada. Eso significa que ahorráis.Creéestaempresaconeseespíritu, asíquequieroquecadaunodemisempleadostrabajeconeseobjetivoenmente.
ElpresidentemiróaFletán.—¿Entiendesloquequierodecir?—No.—LosojosdeFletánparecíansoñolientos.—Mirad esto. —El presidente señaló el traje de tres piezas que llevaba—.
¿Durantecuántosañosdiríaisquehellevadoestetraje?—preguntó.—Dosaños—respondióFletán.«Unaño»,«tresaños»,respondieronlosotrosdosempleados.—¡Mal! —El presidente meneó la cabeza—. Diez años. Recordad esto si
compráisuntrajeylopagáisaplazosmensuales:sicepilláiseltrajeconcuidadocada
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nochealllegaracasa,podréisllevarloencondicionesdurantediezaños.Nopermitiréqueningunodevosotrossecompreuntrajenuevoenlospróximosdiezaños.Sinesetipoderesolución,nuncaahorraréis.
—Sí,pero…—Fletánfruncióloslabios—.Cuandolospantalonessedesgastan,sevuelvenbrillantes.
—En ese caso, coges un poco de harina y la espolvoreas en los pantalones, ydespués los sacudes con una toalla húmeda y el brillo desaparece. Mirad estoszapatos. Los he llevado durante siete años. Si tenéis cuidado al caminar y no soisunosholgazanesalahoradecuidarlos,unpardezapatososdurarásieteuochoaños.Esaeslamentalidaddeestaempresa.
Los ideales del presidente—La tacañería es el espíritu de nuestra compañía—habíanpenetradoenlosempleados,yenunsantiamén,Fletánylosotrospasaronaformarpartedeunacompañíaquelosobligabaarecitarcadamañanalassiguientespalabras:
1.Noexistelabasura.2.Antesdetiraralgo,piensaendarleunposibleuso.3.Elqueseríedeuncéntimo,lloraráporuncéntimo.4.Elpolvoacumuladohaceunamontaña.Enlaoficina,quenoeramásqueunatiendaantiguayoscuradelaquesehabía
apropiado la empresa, los empleados tenían prohibido por orden estricta delpresidentetirarunasimplepáginadeperiódico,unpanfletoounsobrequehubierantraídodefuera.
—Si guardáis los panfletos, podéis escribir una nota detrás—decía siempre elpresidente a sus empleados—. En cuanto al correo que recibimos, si le damos lavueltaa los sobres,podemosutilizarlospara lascartasqueenviamos.Siencontráistrozos de cuerda en la calle, traedlos. Podremos darles algún uso. ¡Eso es lo quellamamoslaVíadelComerciante!
Raravezsepermitíallamarporteléfonoalosclientes.—Sitenéisqueveraunclientecercadeaquí,idcaminando.Siestátanlejosque
nopodéis ir caminandoperonocorreprisa, enviadunapostal.Utilizad el teléfonosólocuandonohayaalternativa.
Al escuchar estas charlas del presidente, por algún motivo Fletán pensó derepenteensuscompañerosdeclasedelaEscuelaSecundariaNada.Siqueríatriunfarcomolosquehabíanidoaescuelassuperiores,noteníamásopciónquehacerserico.Y la tacañería del presidente de esta empresa aumentó enormemente el interés deFletán.
«Asíqueahoraseré tacaño,ahorrarécomoelpresidentey tendrééxito—habíagarabateadoFletánenlacartadirigidaaOzu—.Paramíeldineronoloestodo,perocreoquecuandono lo tienes, losdemás seburlande ti, ynopuedesvalertepor timismo.Cuantoantesmeindependice,mayoresposibilidadestendrédequeellasefijeenmí.Todavíanolaheolvidado.Piensoenellacadadía.Supongoquenollegaréa
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casarmeconella,perosivuelvoaverla,nomegustaríasereltipodepersonaalaqueellapudieramirarporencimadelhombro».
En lasiguientecarta,Fletán lecontó laadmiración totalquehabíadesarrolladoporelpresidente.
«Dicequecuandosaleconuncliente,siemprevaaunrestaurantesukiyaki.¿Teimaginasporqué?».
Sihubiera,pongamos,cincopersonasparaalmorzar,incluyendoalosclientes,elpresidenteharíaunareservaparatresenelrestaurantesukiyaki.Entoncesharíaqueunempleadonuevo,comoFletán,compraraensecretocarnesuficienteparadosenuna carnicería y la trajera. Cuando nomirara la camarera, añadiría rápidamente lacarnealaquehabríanservido.
«Asípuedesdardecomeracincoporelpreciode tres.Yelpresidentese reía,porquepodíaservirsegratistodalasalsadesojayelazúcarquequisiera.Mequedémuyimpresionado».
Alleerlascartas,OzusesintióaliviadoalverqueFletánibaprogresandoenelnuevoentorno.Parecía ser el tipodepersonaque sedesenvolvíabienencualquierambiente. Pero evidentemente no se le ocurrió que Fletán pudiera acabar siendoengullidodeverdadporelespíritudelatacañeríadesuempresa.
Así que, cuando volvió a ver por fin a Fletán después de un largo periodo detiempo,Ozusellevómásdeunasorpresa.
El día que Fletán volvió aOsaka desdeAkō para el FestivalObon,Ozu fue abuscarloalaEstaciónSannomiya.Alllegareltrenalaplataforma,OzuseinquietóporloquepudierapensarFletándesuuniformedelaUniversidadP.
Enlaplataformadelladocontrariohabíaunapancartaconelmensaje«¡Saludosalossoldadosquesemarchan!»escritoenletrasgrandes.Debajodelapancarta,unafamilia despedía a un hombre que llevaba un traje y el pelo muy corto. Estabaesperandoeltren.Estabaclaroqueseibaalaguerra.Alverlo,Ozuempezóasentirsemalporserestudianteybajólavista.
EltrendeFletánllegóalaplataformalentamente.—¡Eh!—OzuviolacabezadeFletánasomándosemientrasagitabalamano.Su rostro poco impresionante no había cambiado nada. Llevaba un traje de
segundamanoyzapatosrojos,yaOzulepareciócomounniñodisfrazadodeadulto.Sehabíahecholarayaenmedioyllevabaelpeloaplastadoacadaladograciasaunasustanciaperfumada.EraexactamenteeltipodebromaextravagantetípicadeFletán.
—Notehabíareconocido,¡enserio!Parecesuncantantepop.—¿Deveras?—Fletánsellevólamanoalacorbataconorgullo—.Semeocurrió
darleunasorpresaamimadre.Estoypagandotodoestoenplazosmensuales.—¿Vasatrabajarasícadadía?—¿Bromeas?Silohiciera,elpresidenteseenfadaríamucho.Uncomercianteno
puede llevar ropa elegante. En el trabajo llevas ropa de trabajo.—Fletán echó un
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vistazo al uniformede la escuela preparatoria que llevabaOzu—.Aunque estomegustamás—suspiró.
Salierondelaestaciónyfueronaunsalóndetéquehabíacercadeallí.Ozusesentía orgulloso de poder ir libremente con otros adultos a los salones de té queestabanprohibidosparaellosdurantelasecundaria.
Unavezsentadosenelreservado,OzusacóunpaquetedecigarrosGoldKiteylediogolpecitosaunodeellosconeldedo.
—¿Quieres uno?—Quería que Fletán viera que desde que había salido de laescuelasecundaria,habíacogidoelhábitodefumarcigarrillos.
Fletán le dedicó una amplia sonrisa y sacó del bolsillo de su traje un paquetemarrónamarillento.EraunpaquetedecigarrillosBeacon,unamarcaaúnmáscaraqueGoldKites.
—¿Quéeseso?Eresunpocoextravagante,¿no?—Ozuestabasorprendido—.Entucartadecíasqueestabasentusiasmadoporelespíritudelatacañería…¡peronoteestásciñendoaélenabsoluto!
—¡Teequivocas!Éstaes la formaenque lohaceunauténtico tacaño.—Fletánmeneó la cabeza—.Elpresidenteme lo enseñó.Si compras cigarrosbaratos comoGoldKite, te los fumas todos sin pensarlo.Pero si compras cigarros caros, apenasfumasynoseacaban.Además,quedabiensacarlosdelantede lagente.Matasdospájarosdeuntiro.
LemostróaOzuelinteriordelpaquete.Nohabíatocadoniuncigarro.Depronto,Fletángritó:—¡No tires la cerilla! Tienes que guardarlas con cuidado en una caja. En este
mundo todo es útil, como esas cerillas usadas. Si las guardas, podrás encender unfuegodebajodelabañera.
Ozu reprimió una sonrisa al oír estas palabras, idénticas a las enseñanzas delpresidentedelacompañía.Miróasuamigoalacara,perolaexpresióndeFletáneratotalmenteseria.
Entoncesseoyóunrevueloprovocadoporunamultitudenelexterior.Vieronatravés de la ventana a los miembros de la Liga de Defensa de las Mujeres, quellevabanbanderasdepapelconelsolnacienteimpresoenellas.Parecíancansados.
—Alguien se va a la guerra—murmuró Fletán—. Están reclutando por todaspartes.
—Sí…—Eshorrible.Alomejoracabamosyendonosotros.Ozu asintió en silencio, pero todavía no podía imaginarse a sí mismo como
soldado. Su situación era diferente a la de Fletán. Un gran abismo comenzaba aabrirseentreOzu,queteníaunaplazamientomilitar,yFletán,quecarecíadeél.
—Ojaláacabaralaguerra.—Hablemosdeotracosa.—OzuqueríaqueelencuentroconFletán,alqueno
había visto desde hacía tiempo, fuera más animado—. ¡Tus historias tacañas son
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muchomásinteresantes!—Sí. ¿Te cuento lo de la prueba del presidente? Cogerá por sorpresa a un
empleadonuevoyleharáunapruebarara.Dicequepuedessaberalinstantesiunapersonallegaráaserricasóloconmirarsucartera.
—¿Quéclasedepruebaes?El clamor de la muchedumbre se desvaneció poco a poco en la distancia. Un
clienteentróenelsalóndeté.—Enséñametucartera.—¿Micartera?—Sí.CuandoOzusacó lacarteradelbolsillo traserodelpantalón,Fletán lamirócon
losojossoñolientos.—No. ¡Nada!—Agitó la cabezaconunaexpresión seria enel rostro—.Nunca
serásrico.—¿Porquéno?—Haycincobilletesdediez.Ytútienestresbilletesdecincuenta,¿no?—Bueno…¿yquétienedemalo?Fletán le devolvió la cartera y respondió en voz baja, como si estuviera
enseñándoleasuamigounalecciónimportante:—Esloquedicesiempreelpresidente.Lagentegastalasmonedaspequeñascon
muchafacilidad.Cuando tienesdinerodepocovalor, logastascomoloco.Asíquecuando consigues cincobilletes dediez, los cambias por unamonedade cincuentasen. Cuando tienes dos monedas de cincuenta, consigues un billete de un yen.Cuandotienesdiezbilletesdeunyen,losingresasenelbanco.Sinesemétodo,nuncaseharáunorico…Estotalmentecierto.
—Tienesengranestimaatupresidente,¿verdad?—Sí, creo que es un gran hombre. Se entrega al máximo. Cuando alguien se
entregatanto,casipuedessentirlo.Personalmente, Ozu consideraba al presidente un avaro obsesionado con el
dinero,peronoseatrevióaexpresarsuopinión.Letranquilizabaverquesuamigo,quenohabíapodidocontinuarlosestudios,estabasatisfechoconsusituaciónactual.
—Entoncestehaidobien,¿no?Lodetrabajarenunaempresa.—Sí,creoquesí.Cuando se levantaronparamarcharse,Ozu intentópagar la cuenta, peroFletán
dijo:—Yomeencargo.—¡Sihaceseso,estarásquebrantandotuespíritudelatacañería!—Hoyharéunaexcepción.Hacemuchotiempomecomprasteunasalchichaenel
Santuario Ebisu.—Entonces Fletánmiró aOzu demanera acusadora al ver cómotiraba el paquete de cigarrillos, ya vacío, a la basura—. No tienes remedio. Siguardarasesepaquete,podríasencontrarleunuso.Todoesútilenestemundo.
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Pasaronvariosmeses.Seracionaronelazúcarylascerillas,alosrestaurantessóloselespermitíaabrirdecincoaocho,yseamplióelperiododeentrenamientomilitarenlaUniversidadP.Elalborotodelaescenabélicasevolviómásacusado.Perolavidadeunestudianteseguíasiendolavidadeunestudiante.
Al principio, a Ozu le había costado acostumbrarse a la vida en la escuelapreparatoria, pero con el tiempo hizo amigos nuevos.Estos amigos le enseñaron asaltarselasclasesparajugaralmah-jongenelpisodealgunodeellos,oparajugaralbillar.Cogióelhábitodefumaryaprendióauntardeaceitelagorradesuuniformeparahacerlabrillarcomoelcuero.
Demodoque,pocoapoco,lafiguraconojossoñolientosdeFletánsedesvanecióde su memoria. Se volvió más descuidado a la hora de escribir cartas y lacorrespondenciadeFletántambiénllegóasufin.
Un día soleado de septiembre, los novatos de la escuela preparatoria de laUniversidadP.sedirigieronaAmagasakiparatrabajarenunafábricademuniciones.La Universidad P. llevaba uno o dos años enviando a estudiantes a efectuar esteserviciocadadosmeses.
Los jóvenes, vestidos con uniformes militares, pasaban la mitad del díatransportandomaterialespesadosdesdeelalmacénhastalostrabajadoresdelaplanta.
—¿Por qué tenemos que hacer esto? —se quejaban todos—. ¡Hacer que losestudiantesseencarguendeestonovaaayudaralpaís!
Cuando estaban bañados en sudor, después de haber tragado una cantidadconsiderabledepolvodelalmacén, se lespermitíamarchardespuésdeeste trabajofísicoalqueestabantanpocoacostumbrados.
Una vez fuera,Ozu y cuatro o cinco de sus amigos tomaban el tren para ir aldormitoriouniversitariodealgunodeellosparajugaralmah-jong.
Al subir ruidosamente al tren, que estaba bañado por el sol, Ozu miró a sualrededoryentoncescontuvoelalientoporlasorpresa.
AikoAzumaestabasentadaenelcentrodelvagóndeltren.Había cambiadopor completo.Su cuerpoyano era el de aquella chicavestida
coneluniformedemarineroquellevabaelbolsocolgadomientrascaminabaporlaorilladelríoAshiya.Llevabaunkimonoblancopuroysehabíahecholapermanente.Estabadiciéndolealgoaunamujermayorque ibaagarradaalasiderodel tren.Sinsaberquelaobservaban,avecesAikoasentía,yotrasmirabaporlaventanaconojostristes.
—¿Quépasa?—lepinchóunodesusamigos—.Vasajugaralmah-jong,¿no?—Sí.PerolamiradadeOzuestabafijaenAiko.Lemaravillabacómohabíacrecidoy
lohermosaqueestaba.Larecordabacomocualquierotracolegiala,igualqueelresto.
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Pero al verla después de tanto tiempo, se dio cuenta de que había cambiado porcompleto,comounacrisálidatransformándoseenunamariposa.
Cuandoel tren llegóa laestaciónKotōen, lamujermayorque ibaconAiko lehizoseñasycogieronun fardodelestante.Lasdosmujerespasaron juntoaOzuyavanzaronhastalapuerta,sinadvertirqueéllasestabamirando.
—Ahora tencuidado—leadvirtió lamujer aAiko—.Si te caes,harásdañoalbebéquellevasdentro.
Aikosonrióyasintióconamabilidad,ydespuéssalióporlapuerta.Éstasecerró.«Al bebé que llevas dentro».Las palabras permanecieron en los oídos deOzu.
«Albebéquellevasdentro».¿Entoncesyasehabíacasado?Ozusesintiócomosilehubierangolpeadolacabezaconunamaza.
Durantevariosdías,OzudebatióconsigomismosidebíacontárseloaFletánono.Aunque era consciente de que probablemente Aiko acabaría casándose, le habíacausadomuchaimpresiónencontrárselaahoraqueeralamujerdeotrohombre.EraobviocómosesentiríaFletánsi lodescubría,sobre todoalenterarsedequeestabaembarazada.
PeroelhechoeraqueOzulosabía.Ycomolosabía,eramejordecírseloaFletánenesemomento.
«Verás,tengoalgoquedecirte.Noteasustes.MeencontréaAikoelotrodía.Nomevio,pero…».
Cuandoechólacartaqueconteníaestaspalabrasenelbuzón,elsobreemitióungolpesecoalcaer.EsesonidolerecordóaaquellavezenlaqueFletánhabíaechadounacartadeamoralbuzóndelamismamanera.
Larespuestatardóenllegarmásdeloesperado.Pasarontresdías,luegocuatro,peroFletánnoenvióniunapostal.OzusintiócómolaintensidaddeldolordeFletánsetransmitíaasímismo.ConociendoaFletán,sindudasehabríaquedadomirandolacarta de Ozu con los ojos adormecidos. Ozu se imaginaba la escena con totalclaridad.
«¿Porquéserá…—sepreguntóOzuundía—,quesiempremepreocupoporél?EstoyestudiandoenlaUniversidadP.ytengounavidapropia…»
Peroapesardetodo,OzunopodíaevitarsentirquelarelaciónentreFletányélera muy fuerte. Aunque a veces se olvidaba de él y ya no se escribían, tenía lasensacióndequesiemprehabíaunmotivoquelosuníadenuevo…
Tresdíasdespués,por fin recibióunacartadeFletán.AOzu le sorprendióquehubieraenviadounsobremarrónbaratoporcorreocertificado.
Nohabíanecesidaddeenviarloasí…CuandoOzuloabrió,encontróungirobancariodediezyenes.Lacartadecía:«Sientotenerquepedirteesto,pero¿puedescomprarlealgoconestedinero?Mi
jefenomedatiempolibreparairhastaallí,asíquetepidoporfavorquelohagaspormí.Ydilequerezaréparaquetengaunpartofácil.Puedescomprarlealgoalbebé.Porfavor».
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OzudedujoqueelbilletedediezyeneserafrutodelosahorrosdeFletán.Seguroquelohabíacogidodelosahorrosquehabíaestadoacumulandodesdesuconversiónalatacañería.
¡Idiota!, quería decirle a Fletánmientrasmiraba el billete. ¿No crees que estásyendomuylejos?Noleinteresasenabsoluto.¿PorquégastarenAikoeldineroquetantotehacostadoahorrar?
Pero a pesar de reñirle, Ozu sintió una puñalada en el pecho, y recordó ladiminutacabezamorenadeFletánsiendozarandeadaporlasolasenAshiya,cuandointentóperseguiraAikocomoloco.
—¡Estetipoesunauténticoincordio!—Ozuchasqueólalenguaysesentóenlasoledad de su habitación—. Se acabó. Después de esto, no pienso atender máspeticionesestúpidas…
Ozu no tenía ni idea de qué comprar con el dinero. Fletán le había dicho quepodíacomprarlealgoalbebé,perohabíanracionadolaropadebebé,ysinuncupónnoconseguiríacomprarnadaenunatienda.Cadavezhabíamásescasezdetodo.
Se sintió agotadode tantopensarydecidiódarle aAiko la carta tal y como lahabía recibido.Sóloerandiezyenes,perosi leexplicabaaAiko loduroquehabíatrabajadoFletánenAkōparaconseguirahorrarlo,entenderíacómosesentíaFletán.
ElsábadoporlatarderechazólainvitacióndesuscamaradasmalosyfueentrenalaparadadelríoAshiya.
Como de costumbre, había poca gente en la carretera junto al río, y no se oíaningún ruidoen lasmansionesgrandesy las casasdeestilooccidentalqueestabanalineadas a ambos lados. Pero entre las casas podía verse que algunos habíansustituidolaspuertasdemetalporunasnuevasdemadera.Ozucayóenlacuentadequelacausaeraquesehabíapedidooficialmentequeseentregaracualquiertipodehierroparaconstruirarmamento.Yporprimeravez,Ozucaminabapor lacarreterasolo.
ElviajelehabíahechorecordarlasexperienciasquehabíavividoconFletán.Ellechodelrío,dondesehabíanpeleadoconlosotrosestudiantes;elpuntoenelquesehabíanencontradoporprimeravezconAiko;elpuenteporelquehabíaaparecidoelcadetenaval…CadaunodeestoslugaresdespertabaunanostalgiaindescriptibleenelcorazóndeOzu.
Cuando llegóa lacasasesintió ligeramentecohibido,pero llamóal timbrecondeterminación.Ladoncellaquehabíaconocidoaquellavezabriólapuertayasomólacabezaporlarendija.
—¿Está la señoritaAiko?—preguntóOzu tragando saliva.Ladoncellaparecióasombradaaloírlapregunta.
—¿Puedosabersunombre?CuandoOzuselodijo,ellarespondió:—Sehacasado…ViveenNigawa.—Nigawa…¿EsoestácercadeTakarazuka?
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—Sí.SurostroreflejódesconfianzacuandoOzulepidióladirección,perodijo:—EsTsukimigaokaenNigawa.Ozuinclinólacabezaysegiróconrapidez.Ellalollamó.—Eh… el apellido es Nagayama. —La doncella bajó los ojos y sonrió.
Probablementelehabíahechograciasusalidaprecipitada.«Idiota.¡EseFletán!»,murmurabaOzuparasímientrascaminabadevueltaporla
carretera.Haciéndomepasarporesto.¡Eshumillante!Perder el tiempo de esta manera… Ozu empezó a arrepentirse de haber
desperdiciadolatardedesábadoconlavidaamorosadeFletánenvezdelasuya.Yencima se trataba de un amor no correspondido. Pero no podía librarse de lasensación de que, en alguna parte, un tipo de ojos soñolientos estaba diciendo ensusurros:«¡Porfavor,nodigaseso!».
Al atardecer se bajódel trende la líneaHankyū en laEstaciónNigawa.Habíaúnicamentetresedificiosenfrentedelapequeñaestación:unapanadería,unalibreríayunpuestodeverduras.Ozunoveíamástiendas.Unospinosrodeabanlascasasdeestilooccidentalqueseextendíanalolargodelaorilladelrío,queeramáspequeñoqueelríoAshiya.Ozusólohabíaestadoallíunpardeveces,perosiempresesentíacomosisehubieratopadoconungrupodecabañasdeveranoenlamontañaenunpaísextranjero.
EntróenlapanaderíaKimuraparapreguntarcómollegaraTsukimigaoka.—Ah,¿lacasadelosNagayamas?—Eldueñodelapanaderíasabíaladirección
de la familia del hombre con el que se había casado—.Ve por esta carretera a laderecha.Hayunestanquegrandeporallí.Sipreguntasaalguienalllegaralestanque,encontrarásladirección.
Avanzó por la carretera durante un trecho, como le habían indicado, y vio unestanque enmedio de un bosquecillo.Al acercarse se fijó en que era un estanquebastantegrande,conunletreroqueponía«AlquilerdeBotes».
LanuevacasadeAikoeraunedificiodeestilooccidentalconunmuromuyalto.Ozureprimiólamismanecesidaddehuirquehabíasentidoantesyllamóaltimbre.
Seabriólapuerta.EraAiko.Llevabaunobifemeninoyunlazonegroenelpelo.—¡Oh!—Suvozdenotabasorpresa.Ozuseolvidódesímismoporuninstantey
contempló su rostro, que parecíamuchomás joven que la última vez que la habíavisto.
—Teconozco.IbasaNada,¿verdad?—Sientomolestarla.—Sinsabermuybienquédecir,Ozuinclinólacabezavarias
vecesseguidascomounsaltamontes—.Lavieneltrenelotrodía.EstabaconotramujermayoreneltrenprocedentedeAmagasaki,yyomesubíalmismovagón.AsíqueleescribíunacartaaFletán,yFletánmepidióqueledieraesto.
Aiko se quedó mirando a Ozu e hizo lo posible por aguantar la risa mientrasescuchabasuexplicaciónininteligible.
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—Meheperdidounpoco.¿QuiénesFletán?—Unamigo.EstuvoapuntodeahogarseunavezenelmarenAshiya…—¡Oh, vaya!—Soltó una risita. Seguramente lo había recordado—. Por favor,
pase.—No. Sí. —Ozu parecía incómodo y permaneció firme—. Si no es ninguna
molestia,estarécincoodiezminutos.—Porfavor.—Bajólamiradaligeramente.Alquitarseloszapatosenlaentrada,
Ozutemióqueloscalcetinesestuvieranagujereados.—Esto…Sólolequitarécincominutos.Enlasalitaqueseencontrabacercadelaentradahabíavariossofáscubiertoscon
unatelablanca.TambiénhabíaunpergaminocolgadoconunainscripciónqueOzunopudoleer,yunrelojgrande.
—¿Esésta…—preguntócongranturbación—lacasadesumarido?—Eslacasadelospadresdemimarido—respondióconunaexpresiónseria.Al
decir lapalabra«marido»,aOzuleparecióqueAikoderepente teníamuchosmásañosqueél.
—Nosabíamosquesehabíacasado.—Ah…HubounsilencioyOzu,sinsaberquédecir,sacódelbolsilloelgirobancariopor
valordediezyenes.Estabaarrugado.—Fletánmehapedido…queledéesto.Estátrabajandoenunaempresa,enAkō.—¿Peroporqué?—preguntóinclinandolacabeza—.¿Porquéharíaalgoasíel
señorFletán?—Esto…él…—Ozunoencontrabalaspalabras.Nosabíacómoexplicarlo—.En
lacartamepedíaquelecompraraalgoasubebé,perocomonosabíaquécomprar,hetraídoeldinerosinmás.
—Pero…¿porqué?Noloentiendo.Ozucerrólosojosydijodecarrerilla:—Hacemucho,enelmarenAshiya,atravesónadandoolasgrandesaunqueno
sabíanadarmuybien.¿Seacuerda?YFletán…seobligóasímismoahacerloporquequeríahablarconusted.Llevaañosdiciendoquenuncaolvidará lagasaque ledioaquellavez.
Alterminardehablar,Ozuabriólosojos.Aikoestabasentadaconlasmanosenlasrodillas,observándolocompletamenteatónita.
—Pero… —Por fin abrió la boca y murmuró—: No… no puedo aceptarlo.Apenaslesconozco.
—Porfavor,cójalo.Enlacartamedecíaqueselodieracostaraloquecostara.—Colocóelgirobancarioensuregazoyelpapelsecayóhastaelsuelo.
Guardaronsilencioduranteunrato.Ozucontemplóelpapelenelsuelo.—Muchas gracias —murmuró Aiko, inclinando la cabeza de repente y
agachándoseparacogerelgirobancario—.Cuandonazcaelniñolecompraréalgo…
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Volvieron a quedarse callados. Ozu no era capaz de soportar el silencio ypreguntó:
—¿Paracuándotendráelbebé?Aiko,aliviada,sonrióyrespondió:—Faltanseismeses.Todavíaquedamucho.—Meimaginoquesumaridoestámuycontento.—Bueno…estáenKure.Nosésipodráestaraquícuandonazcaelniño.—¿EnKure…?—EstáenlaArmada.«Entoncesaquellavez…»,estuvoapuntodedecirOzu,peroasupesar,mantuvo
labocacerrada.Recordabaaaquelcadetenavalvestidoconununiformeblancopuroquehabíaaparecidoaunladodelpuente,encimadelríoAshiya.
—Enesecaso—deprontoselevantó—,deberíairme.—¿Puedeesperarunmomento?—Saliódelasalita.«Bueno,lehedadoeldinero,peronopiensovolverahaceralgoasínuncamás»,
leadvirtióaFletánensilencio.Aikovolvióconunaestilográficapequeñaenlamano.—Eh…¿podríaenviarleestoalseñorFletán,porfavor?Notengonadaquedarle.
MipadremecompróestaplumaenShangaicuandoestudiabaenKōnan.Laestilográficaeradiminutaydecolornegro.Ozuselaguardóenelbolsilloy
asintió.Alllegaracasa,Ozusacólaplumadelbolsilloylacolocóenunacaja.Porloque
le había dicho ella, era de fabricación alemana. Parecía que la habían utilizadomucho,yaqueteníapocatinta.PerosindudasetratabadeunobjetoqueAikoteníaen gran estima y que había utilizado durantemuchos años en clase, en la escuelafemenina,oensupropiahabitaciónparaestudiar.
Antesdeguardar laplumaen la caja, intentó imaginar loque sentiríaFletánalrecibirla. Y se preguntó qué habíamotivado aAiko a regalársela a Fletán. Estabasegurodequeestaestilográfica,queellaseguramenteyanousaba,apartirdeahoraseconvertiríaenunadelasposesionesmáspreciadasdeFletán.
Una semana después de enviar la estilográfica, recibió una carta de Fletángarabateadacomodecostumbre.Lecontabaqueguardaríalaplumaduranteelrestodesuvida.TambiénlepedíaaOzuqueloperdonarayleprometíaquenovolveríaamolestarle.Cuandoterminódeleerlacarta,Ozusintióquehabíacumplidotodassusobligacionesparaconsuamigo.
Yelotoñollegóasufin.PeroOzuysusamigosaúnnoeranconscientesdequeseavecinabauncambiodecisivoensusvidas.
Unamañanadediciembre,lamadredeOzudespertóasuhijomuytemprano.—¡Despierta,despierta!—Siesparairaclase…—asomólacarasoñolientadedebajodelfutón—.Voya
irporlatarde.Déjamedormirunpocomás.
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—¡Noeseso!¡JapónhaentradoenguerraconAmérica!Saliódeunsaltodelfutónyagarrólaediciónextradelperiódicoqueletendíasu
madre.«7dediciembre,Antesdelamanecer:ESTALLALAGUERRAENELPACÍFICOENTREJAPÓNYAMÉRICA».Lasletrasennegritaresaltabanantesusojos.
—¡Vaya!—exclamó—.¡Lohemoshecho!—¿Quépasará?¿Creesquetellamaránafilas?—Sumadreestudiósurostrocon
inquietud—.Estoesterrible.—¿Quéquieresdecir?¡JapónaplastaráaAmérica!Engulló el desayuno y salió de casa a toda velocidad. Tal vez alguien de la
escuelasabríaalgomás.En laEstaciónUmeda, sonabamúsica de desfile de laArmada a través de los
altavoces.Despuésdelacanción,unboletíndenoticiascausóungranrevueloentrelospasajeros.Alacabar elboletín, seoyóentre lamultitudungritoespontáneode«¡Banzai!».
Ozufuealaescuela,peronologróaveriguarnadamás.Yalparecernosehabíadecididonada sobre la granpreocupaciónde los estudiantes: la cancelaciónde susaplazamientosmilitares.
—¡Al fin ha llegado el momento de la confrontación entre la civilizaciónespiritual de Japón y la civilización material de un país extranjero! —declaró elprofesordeFilosofíaantesuclase,alzandolavozenuncrescendo—.Laconquistadelaedadmodernapodríaestarenjuegoenestaguerra.¡EstamañanapenséquelamisióndeJapónesasestarelgolpedegraciaalaculturaextranjera,queyahallegadoaunpuntomuertoennuestropaís!
PeroaOzuysusamigoslesinteresabamenosestaretóricatancomplejaquelasnoticiassucesivasdelaconquistamilitar.
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NUEVELAFOTOGRAFÍA
Aquellanoche,Eiichi,alqueletocabaelturnodenoche,cenóenelrestaurantechinomugrientoquehabíaenfrentedelhospital.Despuésvolvióaldispensario.
Las mesas abarrotadas de los trabajadores estaban alineadas ocupando lahabitación.Habíabotellasdewhiskyyvasosesparcidosentretubosdeensayo,librosyfrascosdemedicina.
Eiichi se llevó un cigarrillo a la boca. Al ver que no tenía cerillas, miró a sualrededorparaversialguiensehabíadejadouna.FueentoncescuandosefijóenunalatadetabacodepipacolocadaenelescritoriodeKurihara.
Eraunalatadetabacodepipaamericano.RecordabahabervistoalgunasvecesaKuriharafumarenpipaademásdecigarros.
Eiichicogiólalatavacía,mirólaspalabrasquehabíagrabadasenellayabriólatapa.Dentrohabíaunafotografíadiminuta,queestabacubiertaporunacapafinadetabaco.
Enella seveíaaunamujerque llevabaunabrigo,depieconelmarde fondo.Sonreíamirandoalacámara,guiñandolosojosporelsol.Detrásdelafoto,alguienhabíaescritoconletrafemenina:«RecuerdodenuestroviajeaShimoda».
Eiichiobservólafotoduranteuninstante.Creoquelahevistoantes…Estabasegurodehaberlavistoantes,peronolograbarecordardónde.Aprimera
vistalehabíaparecidoYoshiko.Sintióalivioalcomprobarquenoeraella.Eiichivolvióaguardarlafotoenlalata,perovolvióasacarlayselametióenel
bolsillo. Cogió la lata, apagó las luces del dispensario y se dirigió al pasillo, queestabadesierto.Tirólalataenunapapelera,alotroladodelala.
«MepreguntosiKuriharasedarácuentamañanadequelalatahadesaparecido»,sedijoEiichi.Perosuponiendoquelohiciera,sinosealtera,significaráquelachicadelafotonosignificanadaparaél.
Noeraconscientedeestarhaciendoalgomalo.Sóloeraunabroma,nadamás.Ynosentíanipizcadecuriosidadointerésenlachicadelafoto.
Pero cuando subió las escaleras del pabellón y miró en dirección a la sala deenfermeras,deprontopensó:«Vaya,¿seráesachicaunaenfermeradelhospital?».
—¿Algúncambioen lospacientes?—preguntóa la jovenenfermeraqueestabarellenando los registros del pabellón. Las enfermeras, aunque procedieran dediferentessecciones,acababanencontrándosetardeotempranoenlosdormitorios.
—Bueno,estaréenlasaladelturnodenoche.—Ytraspensarunmomento,sacólamanodelbolsilloyañadió—:Sipasaalgo,llámameaeseteléfono.
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Lanochetranscurriósinnovedadesyllegóelamanecer.Eiichiselavólasmanosy pasó por la sala de enfermeras. Escribió «Sin cambios» en el registro nocturno,firmóyloselló,yfinalmentesaliódelhospital.Setomóunatazadecafé«MorningService»enunsalóndetéyvolvióaltrabajo.
Unotrasotroaparecieronlosempleadosdeldispensarioparaempezaratrabajar.—Buenosdías.—Eiichiselevantódelasillaysaludóasussuperiores.—¿Algúncambioanoche?—No,nada.—¿Cuáleselplandeldía?—Esta tarde hay una reunión del dispensario para hablar de la operación de
pasadomañana.Kuriharanohabíallegadoaún.Evidentemente,nadiehabíanotadoquelalatade
tabacohabía desaparecidode sumesa.E incluso si se hubierandado cuenta, no lehabríandadomásvueltas.
El jefe del dispensario llegó e hizo una serie de llamadas telefónicas.DespuéssalióatodaprisayKuriharaaparecióalfin.Dejólamochila,pusoenordensumesayabrióuncajón.Eiichisupoqueacababadedarsecuentadequenoestabalalata.Surostrorevelósorpresaymiróaizquierdayderecharápidamente.
—¿Alguienhacogidounalatademimesa?—Yono—respondióunempleadosinmuchoentusiasmo.—Estoysegurodequeayerladejéaquí…—Kuriharainclinólacabeza.Eiichise
metiólamanoenelbolsillo.Susdedoschocaronconelbordedelafotografía.¿Enquédepartamentoestáestaenfermera?Parecía poco probable que Kurihara preguntara por la lata si la foto no fuera
importanteparaél.Eiichiselevantóysaliódelasala.Estaba seguro de haber visto antes a la enfermera, pero sabía que no era de
cirugía.Lanzóunamiradaatodaslasenfermerasconlasquesecruzóalpasarporelvestíbulo.Ningunaeralamujerdelafoto.
«¿Ysi lepreguntoaKeiko?»,pensóde repente.Perocomoacababade romperconella,sedijoqueseríademasiadoegoístaporsupartepreguntarlealgoasí.
Comenzó otro típico día bullicioso en el hospital. Las salas de reconocimientoaún estaban cerradas, pero ya había pacientes externos esperando en los sofás delvestíbulo,yalgunaspersonashaciendocolaenelmostradorderecepción.Nohabíaunsolodíaenqueelhospitalnoestuvierallenodegentesufriendo.YEiichieraunodelosmédicosquealiviabaneldolordeesaspersonas.
—¡DoctorOzu!—lo llamaronderepente.Segiróyreconocióaunpacientedecirugíaalquehabíandadoelaltahacíaunmes.
—Ah,señorUno.¿Cómosehasentidodesdelaoperación?—Lascosasvanmuybien.Hevenidoahacermeunaradiografía.Eiichiasintióconunaexpresiónseria.—Tómeseloconcalmadurantetresmeses.
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Aquella semana había una operación programada para el viernes. Tenían queextirparle un pulmón a un paciente. Tres años antes, se había sometido a unatoracoplastia,peroalparecerlascavidadesdepusnohabíandesaparecidodel todo.Elestadodelpacientehabíaempeoradoesteaño,porloqueerainevitableextirparelpulmón.
EljefedeldispensarioUchidaharíalaoperación,conlaayudadetresempleadosdeldispensario.Eiichieraunodeellos.
Lasadhesionesde lapleuraeranseveras,yhaceruna incisiónenellas requeríamuchotiempo.Laoperaciónempezóalasdiezdelamañanaycontinuóhastacasilascuatro de la tarde. Para cuando terminaron la sutura y la enfermera se llevó alpaciente, que seguía anestesiado, Eiichi y los demás estaban completamenteagotados.
Los tres ayudantes se lavarony volvieron al dispensario.Estaban tomandounacerveza que había traído la familia de un paciente cuando entró el jefe deldispensario.
—Parecequevaevolucionandobien.Deberíanhaberleextirpadoelpulmóndesdeelprincipio.Sielprimerhospitalnohubierametido lapata,nonoshabríacostadotanto.—Sesirvióunpocodecervezaenunvasoyselabebió.
—Parecía que en algúnmomento podría producirse una fístula traqueal—dijoalguiendesdesuasiento.
La fístula traqueal es una complicación que surge a menudo al extirpar unpulmón.Ocurrecuandolatuberculosisdañalostubosendotraqueales.Enelcasodequesedesarrollaraunafístula,el tratamientoseríacomplicado.Cuandosucedeeso,lomejoresrecurriralaviejatécnicadelatoracoplastiaenvezdeextirparelpulmón.
—Poresohayqueatacarlatuberculosispulmonarconmedicación.Seguramentesufrióunarecaídaporquenosupieroncómousarlosmedicamentosadecuadamente.Pero la operación de hoy ha sido un éxito.—El doctor Uchida miró a todos conorgullo—.Ahoramevoyacasa.—Empezóadespejarsumesa—.Tútambiénpuedesirte,Ozu.
Eiichi ya tenía pensado irse a casa, por supuesto. El doctor encargado de lacirugíayelmédicosupervisorteníanpermitidomarcharse.
—Esoharé.—Parecescontento.¿Tienesunacitaoalgoasí?Eiichisonrióirónicamenteymetióalgunoslibrosenlamochila.Llevabaundía
recordándoseasímismoquehoyhabíaquedadoconYoshikoenelcampodegolf.«¿Dóndedeberíamosirdespuésdelacena?»,sepreguntó.Laideadecharlaren
unsalóndetéhabíaperdidotodoelencantoparaél,yaljovendoctorleinteresabanpocolaspelículas.
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Lohablaréconellaporteléfono.Sedetuvoenelteléfonopúblicodelvestíbulodelhospitalyesperópacientemente
juntoaunhombredemedianaedadqueparecíaestarpegadoalreceptor.Porfinlodejólibre.Marcóelnúmeroqueyasesabíadememoria.Fuelamisma
Yoshikolaquedescolgó.—ResidenciaIi.—Suvozsonabaagradable.—SoyOzu…—Yluegoañadió—:Hemosquedadohoy,¿recuerdas?—Hablóen
untonoanimadoquehastaaéllesonóchapucero—.¿Dóndenosencontramos?—Nopuedoir…Losiento—respondiósintiéndoseincómoda.—¿Nopuedes?¿Hapasadoalgo?—MipadremehadichoquetengoqueiracenarconélyeldoctorKuriharaysu
padre…Enaquelmomento,Eiichisintióunenormedespreciohacia laenormecarayel
cuerpodeKurihara.EiichiodiabaaKurihara.Lodetestabaporhabersemetidoenmedio,arrebatándolelacitaconYoshikopor
laquetantohabíatrabajadoyqueansiabadesdeeldíaanterior.No,desdehacíaunasemana.
«Claro, puede hacerlo porque su padre es el presidente de una compañíafarmacéutica»,pensó.
EldoctorIiyelpadredeKuriharaibanareunirseparacenarysellevabanasushijos.Eiichinoteníaniideadedóndeibanacenar,peroseimaginabaeltemadelaconversación.Hablaríandelainversiónparaelcentrodeinvestigacióndelcáncerqueibanaconstruirenlauniversidad.ObiendelasexpectativasqueteníaeldoctorIidellevaracabomáspruebasconlamedicaciónanticancerígena,lamismaqueproducíalacompañíafarmacéuticadelpadredeKurihara.Despuésdehablardeestostemas,laconversaciónpodríagirarentornoalabodadeKuriharayYoshiko.
Mientras Eiichi se imaginaba la escena, apretaba los puños de los celos quesentía.NoerancelosporperderaYoshiko.Eran loscelosdeunhombresinapoyohaciaotroquetriunfaporquecuentaconlaayudadesupadre.
¿Yqué pasa conmigo…?Simi padre tuviera talento, no tendría que lidiar conideasmiserablescomoésta.
«¿Yquépasaconmigo…?Quierodesenvolvermeenlavidacomotú.Perotengoquehacerlo todoyo solo»,gritópara sus adentros al pensar en el cuerpogordodeKuriharaysusojosestrechos.Poralgúnmotivo, la imagenabatidadeTaharase lepasóporlacabezaenesemomento.
«Yoshiko no es la única chica en el mundo,—se dijo Eiichi—. Algún día laconseguiré,pero…»PensóqueesaseríalaformamáscrueldevengarsedeKurihara.Perosabíaqueactuarasípodríaperjudicarleaélmismo.Tienequehaberunaformamássutildevengarse.
Volvióadescolgarelteléfonoyllamóalaoperadora.
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—Conlasaladeenfermerasdelpabellóninterno,porfavor.—Metiólamanoenelbolsillodeltraje.Lafotografíaseguíaallí.Mientraslarozabaconeldedo,cambióel tono y dijo—: ¿Es la sala de enfermeras? Póngame con la señorita Imai, porfavor…¿Qué tal estás?—Eiichi se dio cuenta de queKeiko se había quedado sinrespiración por un instante—. No te he visto últimamente… Si tienes tiempo,¿quierescenarconmigo?
Seguíasindecirnada.Parecíaestarsopesandosusintencionesensilencio.—Siestásocupadanopasanadapero…Laoperacióndeestamañana fuemuy
bienyestoydemuybuenhumor…¿Quédices?¿Vienes?—Iré…—respondióKeikoenvozbaja.—Vale.TeesperoenelRoppongi,aquelsalóndeté.Acabaselturnoalascinco,
¿verdad?Entoncesalasseistevabien,¿no?—Hablósindarletiempoaresponderycolgó.
Yoshikonoeslaúnicachicaenelmundo,repitióparasusadentros.Yyonosoyla únicamanzana podrida que hay aquí, señorKurihara. Has sido tú quienme haconducidoaesto…
KeikollegóalsalóndetéRoppongialasseisenpunto,talcomohabíaprometido.Alllegaralapuerta,permaneciómuyquietamirandoaEiichi,yluegosesentósindecirpalabra.
—Ha pasadomucho tiempo, ¿verdad?—Eiichi sonrió demanera sarcástica—.Vámonosdeaquí.Memuerodehambre.Laoperaciónhasidounéxito,peroestoymolidodespuésdecortarlapleura.
Keiko apenas había tocado el té que le había servido la camarera cuando deprontoEiichiselevantóparairse.Enlacallepaseabanhombresymujeresvestidosalamoda.Unasnubesfinasflotabanenelcielodelocaso.DeseabahabertenidoestacitaconYoshiko.
Sinceramente,nolegustabaestaKeikoqueibacaminandojuntoaél.Selehelabalasangrecadavezquese leacercaba,comportándosecomosiaúnfueranamantes.Enlomásprofundodesucorazónbrotabaunasensacióndesagradable.SearrepintiómásquenuncadehabercometidolaestupidezdepedirlesaliraKeiko.Cuantoantesselibraradeella,mejor.
EiichisetomóunsakeenunatiendadesushimientrasKeikocomía.—Te arrepientes, ¿verdad? —Él no había dicho nada, pero ella era lo
suficientemente perspicaz como para leerle lamente—. Lamentas haberme pedidosalir…
Eiichi murmuró para sus adentros: «Ya lo creo», pero le lanzó su sonrisa desiempreydijo:
—Nuncatedasporvencida,¿eh?Mepreguntastelomismohacetiempo.—¿Entoncesporquémecolgastecuandotellaméaquellanoche?—Te lo he dichomil veces. No puedes llamarme a casa.Mi hermana… ymi
madreescuchanlaconversación.
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—Antesnohacíaseso.Estásmintiendo,losé.Eiichiechóunamiradarápidaalpropietariodelatiendadesushi.Estabadando
machetazosconelcuchillo,comosinohubieraoídonada.—Silosabes,¿porquéhasvenidoestanoche?Ellaagarrólatazaconlasdosmanosyguardósilencio.Entoncesdijoderepente:—Mehanpedidoenmatrimonioenellugardondemecrié.—¿En serio?—Se le iluminaron los ojos—. ¡Qué bien! ¿Lo has conocido ya?
¿Cómoes?—Tieneunaestacióndeservicio.—Siesbuentipo,deberíascasarteconél.—Me imaginé que dirías eso—murmuróKeiko,mirando fijamente su taza—.
Ahorapensarásquepodráslibrartefácilmente,peronoesasí…—¿Porquéno?—Nodejaréque seas elúnicoque se salgacon la suya. ¡Te seguiré alládonde
vayas!Eiichiintentóreírse,peronopudo.«Estáhablandoenserio»,pensó.—Vámonos.—Al levantarse y recoger la cuenta, Eiichi pensó: «Un obstáculo
más.PrimeroKuriharayahoraestamujer».Amboslebloqueabanelpasocomounmurodeladrillos.
Alsalirdelrestaurante,detuvieronuntaxicuyaluzrojaindicabaqueestabalibre.—AHarajuku—indicóEiichialconductor,cruzándosedebrazos.Eiichiyahabía
llevadoantesaKeikoalMark,unhotelpequeñodeHarajuku,demodoqueellasabíaperfectamentequéibaapasarcuandoledijoalconductor«AHarajuku».Peronodijonadaniseresistió.
«Si Yoshiko no hubiera faltado a la cita de esta noche, no estaría yendo aHarajukuconestamujer»,pensóEiichimientrascontemplabalaslucesdeloscartelesluminosos y las tiendas. No parece que vaya a poder ponerle lasmanos encima aYoshiko,asíquedormiréaquíconKeiko.
—Dialgo.Odiocuandotequedascallado—susurróKeikoparaqueelconductorno la oyera. Se acercó a él para cogerle la mano izquierda. Al acordarse de suamenazadenodejarlomarcharnunca,Eiichilaapartó.
El taxi pasó junto a los jardines exteriores del Palacio Imperial, giró por lacarretera principal en dirección aHarajuku, y finalmente avanzó por un lado de lacalle hasta pararse enfrente de un pequeño hotel. Eiichi pagó y, como siempre,atravesó la puerta del hotel con rapidez. Keiko enterró la cara en el cuello de sugabardinaylesiguiómanteniendoladistancia.
Unaempleadadelhotellosacompañóasuhabitación.Eiichisetomóunatazadetéinsípido.
—Vealbaño—señalóellavabodiminutoconungestodelabarbilla.—¿Estás segurodeesto?—Los labiosdeKeikodibujaronuna sonrisa llenade
sarcasmo—.¿Seguroquenoteimportavolverapasarporestoconmigo?
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—¿Quéquieresdecirconeso?—Quieresromperconmigo,¿no?—Medaigual.Perosiesoesloquepiensas,¿porquéhasvenidoestanoche?Si
tevaaresultartandoloroso,podemosirnosahoramismo.—Sellevóuncigarrilloaloslabiosysiguióatacando—.Loquevamosahacerestanochenoesparatanto.Escomo si un hombre y una mujer fueran juntos a cenar o a ver una película. Haymontonesdedoctoresyenfermerasjóvenesquetonteanasí.
—Yonosoycomoellos.—Idiota. ¿Por qué te crees tan especial? Todo elmundo lo hace. Por ejemplo,
Kurihara,deldispensario…—Sellevóunamanoalbolsilloyextendiólafotoenlamesamanchadadeté—.Estátonteandoconestaenfermera.
Keikomirólafotografíaconlosojosllenosdecuriosidad.—¡PerosieslaenfermeraShimada!—¿Enquédepartamentoestá?—Otorrinolaringología…—Sedetuvoylevantólacabeza—.¿Quéhacestúcon
esafoto?Eiichiexpulsóhumoporlabocayrespondiósininmutarse:—La encontré en un libro que me prestó Kurihara. Todos los empleados del
dispensariosonasí.Laverdad,no loentiendo.Eres laúnicaquese lo toma tanenserio…
Unahoramástarde…Seoíaeldébilsonidodeuntrenalolejos.Talcomohabíaentrado,Eiichisalió
del hotel primero y avanzó por la oscura calle secundaria buscando un taxi.No lehabía importado mucho cuando estaban haciendo el amor, pero ahora que habíanacabado,apenaspodíasoportarlapresenciadeKeikojuntoaél.Lemolestabasentirsurespiraciónensupiel.
Pero ha valido la pena…Oyó los pasos deKeiko detrás de él…Almenos heconseguidoquemedieralainformaciónquequería.Supongoquetienesqueacostarteconunamujerantesdelograrhacerlahablar…
Recordólaspalabrasquelehabíasusurradoaloídomientraslaabrazaba.Apenashablaroneneltaxi.CuandollegaronalaEstaciónHarajuku,letendióun
billetedemilyenes.—Mevoyacasaentren.Conestotendrásbastanteparallegaralcolegiomayor.Ellaledijoalgocuandosegiróparamarcharse,peroseencaminóalaestaciónsin
responder.AsíqueesNobueShimada…Unaenfermeradeotorrinolaringología…Unavezenlaestación,apuntóelnombreensulibretaparanoolvidarlo.Aúnno
estabasegurodecómoutilizaresenombre,perodecualquierforma,ahora teníaen
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susmanosunsecretodeKurihara.Elrelojdelandénmarcabalasonceenpunto.Yoshikoyahabrávueltoacasacon
supadre,yKuriharaestaráencasatambién.Elsimplehechodeimaginar laconversaciónquehabríanmantenidoamboscon
suspadreshacíaquesuscelossedispararan.HandebidodecenarenunrestauranteeleganteenAkasakaoYanagibashi.Casipodíaveraloscuatrointercambiandovasosdesakeentrelaslucesbrillantes.Aloírelsonidodeltrenllegandoalandén,Eiichirecordólaslucestenuesdelahabitacióndehotelqueacababadeabandonar.
Cuando llegó a casa, vio que había unCorolla aparcado en la puerta.Eiichi loreconoció:eraelcochedelmédicodelvecindario.
¿Estáenfermamamá…?Abriólapuertayseencontróalmédicocalzándoseparamarcharse.Sumadrey
suhermanalohabíanacompañadohastalapuerta.—¡Ah! —exclamó su madre—. Tu padre vuelve a encontrarse mal y hemos
llamadoalmédico.Elmédicoestabaligeramenteavergonzado.—Nopenséquetuvieraquevenirteniendounmédicoenlafamilia,pero…—¿Quélehapasadoamipadre?Elmédicorespondióenvozbaja:—Parecequeha tosidounpocode sangre.Seguroque es del estómago.Lehe
dado una solución rápida, pero creo que debería hacerse unas radiografías en tuhospital.
—Yaloexaminéunavezquepasólomismo.—No creo que sea nada serio.—Elmédicomiró a lamadre y la hermana de
Eiichi—.Puedesereliniciodeunaúlceradeestómago.—Yaveo.—Eiichiasintióenseñaldeagradecimiento—.Lollevaréalhospitalen
lospróximosdías.
Cincodíasmástarde,Ozullamóalhospitaldesuhijoparahacerseunasradiografías.Yahabíaestadoenesehospital,peroéstaeralaprimeravezqueibanahacerleunaspruebas.
Llamó al dispensario desde el vestíbulo, que estaba abarrotado, y Eiichi vinorápidamenteasuencuentro.Seencargódetodaslasformalidadesnecesariasparasupadreydijo:
—Haréquetehaganlasradiografíasenseguida.—¿Nodeberíamirarmeunmédico?Eiichiparecióirritadoaloírlapreguntadesupadre.—Resultaqueyosoyunodelosmédicosdeestehospital.Porfavor,hazloquete
digo.
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Alavanzarporelalaenlaqueesperabanlosnumerosospacientesexternos,Ozuobservó a su hijo, vestido con su bata blanca, que de vez en cuando inclinaba lacabeza ligeramente, y experimentó cierta satisfacción. «La manera de pensar deEiichiesdiferentealamíaentodoslosaspectos,—pensóOzu—,peroasumanera,estáhaciendoalgoparaayudaralagente».
—Estáabarrotado,¿no?Entodaslassecciones.Eiichipareciómalinterpretarelcomentario.—Leshepedidoquetehaganpasarenseguida.—¿Estarástú?—Esaesmiidea.Habíaseispacientessentadosconlacabezagachaesperandofueradelasalade
radiografías,queestabaindicadaconunaluzroja.—Puedoesperarmiturno…—Estoyocupado.Porfavor,entraya.En la oscuridad de la sala encontraron a dos hombres que llevaban protectores
parecidosalosqueusabanlosreceptoresdebéisbol.—DoctorTazu,ésteesmipadre.—EiichipresentóaOzu.Ozupermanecióquieto,rodeadoporelequipofotográfico,einclinólacabezaa
mododesaludo.—Lesagradezcotodoloquehacenpormihijo.SedesnudódecinturaparaarribaysecolocóenlaplataformaderayosX.Eiichi
leofrecióasupadreunatazaqueconteníaunlíquidoblancoyunadiminutapastilla,parecidaaunajudía,enunaservilleta.
—Porfavor,papá,tómateestocuandotelopidaeldoctorTazu.—Bebaunpoco.Ellíquidoeraespesoyteníaunsabordesagradable.EldoctorTazupresionólas
costillasdeOzuconlosdedos.—Bebaunpocomásyaguantelarespiración—dijo.Tuvo que cerrar los ojos y beber de ese líquido varias veces. Su hijo y el otro
médicosesusurrabanconceptosmédicosalemanesentresí.—Vamosabajarlaplataforma.Porfavor,túmbeseenunaposturacómoda.Alomejortengocáncer.LaideaselepasóporlamenteaOzudepronto.—Aguantelarespiración.Haremosunamás.«Si es cáncer, no pasa nada. He vivido una larga vida. Podría haber muerto
durantelaguerra»,pensóOzu.ComoFletán.ComomurióFletánporaquelentonces.—Yahemosterminado.—AloírlaspalabrasdeldoctorTazu,Ozusebajódela
plataformaderayosXyseacercóaunacestaparacogersuropainterior.—¿Es…malo?—No hay nada de qué preocuparse.Hay una cicatriz en el duodeno de alguna
heridapasada,peronoesnadaserio.
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Junto con la sensaciónde alivio,Ozu sintióunamelancolía que le aprisionó elpechoalsaberquetendríaqueseguirviviendo.
Alsalirde lasaladeradiografíasconEiichi,Ozuse limpióconunpañuelo losrestosdellíquidoblancodeloslabios.
—Gracias.—Asintiómirandoasuhijo—.Ahoraestoymástranquilo,graciasati.—Mástardeteconseguirélamedicaciónenlafarmacia.Sivasatrabajarhoy,no
comasnadamásqueuncuencodefideos.Ynadadesakeduranteuntiempo.—Deacuerdo.—Ozuconfiabaplenamenteensuhijo—.¿Quévasahacerahora?—Voyalasaladecirugías.Allíestánlashabitacionesquesuperviso.—¿Pasaríaalgosifueraaecharunvistazo?Eiichi sonrió débilmente al oír la inesperada petición de su padre, que parecía
algoavergonzado.—Nohayproblema.Peronomireslashabitaciones,porfavor.Ozu no tenía ni idea del tipo de trabajo que hacía su hijo allí cada día. Eiichi
nunca hablaba sobre ello cuando estaba en casa. Pero ya que había venido hoy alhospital,Ozuqueríaverelalaenlaqueseencontrabanlospacientesdesuhijo.
Atravesaronellargopasilloysesubieronalascensor.«Ésta es la sala de tratamiento de radio», o «En esa sala examinan
cuidadosamentetodaslasmuestrasdeorinaysangredelhospital»,explicabaEiichi,yOzuasentía.«Yaveo,yaveo».
Fuerabrillabaelsol,peroenlasaladecirugía,dondehabíahabitacionesaamboslados,elpasilloestabaoscuro.
—¿Pasastodoeltiempoaquí?—No.Normalmenteestoyeneldispensario.—Estámuytranquilo,¿no?—Ajá.Siempreesasí.—Eiichisellevólamanoalbolsillodelabataydijocon
vozcansada—:Ahora tengoqueveramispacientes.—Dejóasupadreyentróenunadelashabitaciones.
Ozupermaneció de pie un instante en la puerta del vestíbulo.Unamujer de lalimpiezaestabafregandoelsuelo.
Se abrieron las puertas del ascensor al otro lado y apareció unamujer en bata,tendidaenunacamillaquellevabaunaenfermera.Ozuviosuperfildepasaday lediolasensacióndequelahabíavistoantesenalgunaparte.
SeparecíaunpocoaAikoAzuma.PerolaAikoquehabíavistoporúltimavezhacíatreintaañoseramásjoven,yno
habíamotivoparaqueAikohubieraingresadoenestehospital.La paciente y la enfermera entraron en una habitación, en el lado derecho del
pasillo.Ozubajólavistaybajóporlaescaleraquehabíacercadeél.Despuésdedejarasupadreenelvestíbulo,Eiichiexaminóadosdesuspacientes
yposteriormenteasomólacabezaporlapuertadeAikoNagayama.
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—Ya hemos terminado con las pruebas—dijo la enfermeramientras sacaba lacamillaalpasillo—.Seencontrómaldosveces.
—¿Pruebas?¿Quépruebas?—Lapruebadeltejidodelhígado.—Nadiemehabíadichonada…—PeroeldoctorKuriharalapidióayer.Eiichinodijonadayseacercóalapaciente.Evidentemente,sehabíaencontrado
maldurantelaspruebas,yelrostroyloslabiosestabanpálidos.—¿Hasidoduro?—Sí—respondióAikocondesgana,todavíaagotadaporlaspruebas.—Comoyaledije,podríatenerfiebredespuésdelaspruebas,peronoesnadade
loquedebapreocuparse.—¿Cuálesfueronlosresultados?—TodavíanohehabladoconeldoctorKurihara,pero…meimaginoqueestaban
comprobando que no hubiera ningún problema en el hígado. Si hay que operar,necesitamosasegurarnosdequenoafectealhígado.
—Entonces…—Aikotitubeó—.¿Habráqueoperar?—Es lo mejor. Así podremos eliminar todas las partes malas—mintió Eiichi,
sonriendo. Probablemente pasarían por la formalidad de abrirla y después coserlarápidamente.Elconsensounánimedelareunióndeldispensariodeldíaanteriorfuequelascélulascancerígenassehabíanexpandidoportodoelcuerpo.
A los pacientes se les decía que los médicos los operaban por úlceras deestómago. Durante la operación, una vez confirmada la sospecha de que erademasiadotardecomoparadetenerlaevolucióndelcáncer,quitaríanunaporciónydespuésvolveríana coser alpaciente.Despuésdeeso, elúnico recursoerautilizarmedicación anticáncer, tratamientos de radio e inyecciones y transfusiones paraaliviareldolor.Finalmente,elpacientesufriríaunarecaídaymoriría.
—Despuésdelaoperación,¿cuántotardaréenirmeacasa?—Bueno,yaveremos—Eiichiladeólacabezaligeramente—.Talvezdosmeses.
Sitodovabien,mesymedio.—¿Tanto…?—Aikoparecíasorprendida.—Elperiododespuésdelaoperaciónescrucial.—Hayalgunosasuntosque…sinovuelvoacasapronto…Eiichi fingiónooírla.Nohabíamentidoaldecirunmesymedioodosmeses.
Peroestamujerseguramentevolveríaaingresarenelhospitalseismesesdespués.—Comolehanhechopruebashoy,nolaexaminaré.Letraeréalgoparalafiebre
mástarde.Puedetomarlosilonecesita.Yahabíanconfirmadoconlosresultadosdelanálisisdesangrequeelhígadono
funcionababien.¿PeroporquéhabíaidotanlejoshoyKuriharaquitándoleuntrozodehígadoparaunapruebadetejido?
Llamóaldispensariodesdeelteléfonodelasaladeenfermeras.
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—Sí,hicimosalgunaspruebas.Notedijenadasobreeltema…—¿Porquéno?—Bueno—respondióKurihara—,creoquealdoctorUchidalegustaríahablarde
esocontigo.
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DIEZLAGUERRA
1942fueunañoajetreado.Comenzóconlosjaponeses,quehabíanocupadoManila,enviandotropasaBurmayentrandotriunfalmenteenSingapur.BataviayRangoontambiéncayeronenmanosdelosjaponeses.
Lascallesbullíandeexcitaciónaloírlasnoticiasdelasconquistasunatrasotra.Alatardecer,seorganizabaunaprocesióndefarolillosenvariaslocalizaciones.YenEuropa, Alemania, aliada de Japón, había iniciado una guerra contra la UniónSoviética.Ningúnjaponésdudabadelavictoria.
Sin embargo, los problemas de la vida diaria semultiplicaron con rapidez. Encomparaciónconlosdosotresañosanteriores,cuandopodíanconseguirseartículosfácilmente,ahoraparecíaunsueñoquedesaparecierantantosobjetosdelosestantesde las tiendas.Habíancolocadocartelesenormesen lasestacionesdeSannomiyayUmedaconeleslogan«Noqueremosnadahastaqueganemos».
Como consecuencia de los tiempos que corrían, los periodos de entrenamientomilitaryserviciosocialseampliaronenlaUniversidadP.Laadministraciónpublicóundecretoqueestipulabaqueningúnestudiantesegraduaríasinoparticipabaenelentrenamientomilitardosvecesalasemana.
Enlasclases,losprofesoressedividíanendosgrupos:losquedespreciabanestasactividadesylosquelasapoyabanactivamente.LapresenciadeestasdosfaccionesincomodabaaOzuysuscompañeros.Queríanquelaguerraacabararápido,peroalmismo tiempo se sentían abrumados ante la majestuosidad del ejército japonés aldesplegar su poder enEstadosUnidos.Como aún se reconocían los aplazamientosmilitares de los estudiantes, les tranquilizaba saber que no los reclutarían, peropodrían perder ese privilegio si cambiaban las condiciones. Una sensación deaprensiónpesabasobrelosestudiantes.
Undíalluviosodejunio,cuandoOzuvolvióacasadespuésdeclase,sumadreseacercódeprisaalaentradaygritó:
—¡LlamaaFletánahoramismo!—¿Quépasa?—Lohanreclutado.—¿Aquién?¿AFletán?—Sí.LlamóhaceunratodesdeAkō.Sequitóloszapatosrápidamenteycorrióhaciaelteléfonodelasalita.Pidióala
telefonista que contactara con Akō, y mientras oía los tonos, Ozu empezó aencontrarsemal,comosialgoquehubieraestadotemiendoalfinacabaradesuceder.
PorfinlogróconectarconAkōyFletáncogióelteléfono.—¿Diga?
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—¡Eh!Eshorrible…—Ozunosabíaquémásdecir.—Sí.VoyavolveraKobeestanoche.Tengoqueveramimadreymihermana.
—La voz de Fletán sonaba sorprendentemente tranquila, tan soñolienta comosiempre.Ozuse imaginaba lacaradepezdeFletány susojosadormiladosalotroladodelteléfono.
—¿Dóndetealistarás?—EnelescuadrónKakogawa.—¿Aquéhorallegasestanoche?Teiréabuscaralaestación.Fletántardóuninstanteenresponder.—No.Noséquétrenvoyacoger.Nosveremosmañana.Ozunosabíaquédecir.Normalmentesefelicitaaloshombresquevanaingresar
enelejército,peronoeracapazdedecirlealgoquenosentíarealmente.«Esporquenotieneunaplazamientomilitar»,pensó,ysediocuentadequeélno
teníaexcusa.—Bueno,quenoseteolvidellamarmemañana.Colgó el teléfono. Su mente bullía sin cesar. ¿Podrá aguantar la dura vida de
soldadoconesecuerpo?Bah,eslisto.¡Seguroqueleirábien!
Latardesiguiente,OzufuealafiestadedespedidadeFletán.Pidieroncomidaysakeenelpequeño restaurantequehabía juntoa sucasa,peroaunquenoerauneventomuy importante, había bastantes personas. Entre los invitados se encontraba elpresidentedelaasociacióndevecinos,unrepresentantedelaligadeveteranosyelpresidenteyvariosempleadosdelaempresaenlaquetrabajabaFletán.Sumadreysuhermanapermanecieron sentadas respetuosamente enuna esquina.Ozu se sentóconellas.
—En momentos así, con montañas de dificultades, apenas podemos contenernuestraalegríaalsaberqueFletán,denuestropropiovecindario,vaaalistarseenelejército. —El discurso del presidente de la asociación de vecinos se alargó tantocomo una vaca orinando. Habló de la época actual, ofreció consejo y apeló a ladeterminacióncomosiacabarandeelegirloprimerministro.Alacabardehablar,lorelevó el representante de la liga de veteranos. Sus comentarios iban en lamismalínea,comosifueraelministrodelEjército.
OzusoportóelcalambrequesentíaenlaspiernasmientraslelanzabamiradasaFletán. Su cara había adoptado una expresión rara. No estaba seguro de si estabaescuchandolosdiscursosono,peroalobservarsusojossoñolientos,Ozuseacordódelastardessoporíferasenclase,enlaEscuelaSecundariaNada.
Unavezacabadoslosdiscursos,lahermanadeFletáncontinuósirviendosakeatodoelmundo.
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—Bebamos en honor al reclutamiento de Fletán… —El presidente de lacompañíadeFletánofrecióunbrindis.«Asíqueésteeselpresidentetacañoquehacogido Fletán como modelo», pensó Ozu mirando la calva y el cuerpo cuadrado,similarauntanquepesado.
Reinólaconfusiónalpasarelsakeportodalahabitación.—Yo fui soldado —proclamó a plena voz el presidente de la asociación de
vecinos—durantelaúltimaguerradeEuropa.Nuncameenviaronalfrente,pero…eldineroqueahorréenesaépocamevinomuybiencuandomedieronlalicencia.
—Enquélogastaría…Elpresidentedelaasociaciónlesusurróalgoaloídoasuvecinoyluegosoltóuna
risotada.El presidentede la compañía sedirigió aFletándesde el otro ladode lamesa.
Ésteestabacompletamenteborracho,abasedebeberelsakequeleibanpasandodeizquierdaaderecha.
—Normalmente no bebemos sake ni comemos dulces, pero podemospermitírnosloporestanoche…Cuandoestésenelejército,teingresaremostusueldocadames,asíquesalahíaserviratupaísynotepreocupesporesedetalle.
—Sí,señor.—¡Esunjovenadmirable!—exclamóelpresidentedelacompañíaparaquetodo
el mundo lo oyera—. En mi empresa, educo a los nuevos empleados de maneraestricta,peroélsiemprehaescuchadoatentamenteloqueledecía.
FletánmiróaOzuconojoscansados.Mientraselpresidenteloalababa,FletánlesacólalenguaaOzusinquelosdemáslovieran.
«Aestetipoleirábieninclusocomosoldado»,pensóOzumientrasasentía.CuandoFletánselevantóparairallavabo,Ozulesiguióhastaelpasillo.—Oye,¿teencuentrasbien?—Sí,essóloquetengosueño.—Nodeberíasbebermucho.Noespropiodeunsoldado.Depronto,Fletánleagarrólamano.—¡Trabajaduro!—dijo.Ozusesintióazorado.—¿Quéquieresdecir?—Ymellevarésuestilográfica.Siporcasualidadtelaencontraras,¿selodirás?—Claro—asintióOzu.Alamañanasiguiente,Fletánsedirigióa laestación,a la líneadeHanshin.Le
acompañabanmiembros de laLigaNacional deDefensa de lasMujeres, así comoalgunas personas de su vecindario. Llevaba por encima una bandera con el solnacienteenlaquetodoshabíanescritofrasesdedespedidalanocheanterior.
Ozu iba a la cola de la procesión, recordando el día en que él y Fletán habíanpresenciadounaescenasimilardesdelacafetería,enSannomiya.
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«Amí tambiénme llegaráeldíaenque tengaquealistarme»,pensóOzu.Antesusojosaparecieron imágenesdebarracasycamposdebatallaqueantes lehabíanparecidomuylejanos.
—¡Banzai!—Fletán…¡Banzai!RodeadoporlosmiembrosdelaLigaNacionaldeDefensadelasMujeres,Fletán
inclinó su cabeza rapada aderecha e izquierda.Al fin llegó el treny lospasajerosvieroncómoFletánsesubíaconsutía,sumadreysuhermana.Lapuertasecerró.
Pasóunmes, luegodos,yno recibieronnoticiasdeFletán.Sinduda, al serunnuevo recluta en el escuadrón de Kakogawa, estaría tan ocupado siempre que notendríatiempodeescribircartas.
Ozutambiénpasólosdíasenelentrenamientomilitaryhaciendoserviciosocialdos veces a la semana. La previsión para la guerra, cuyo inicio había sidoimpresionante,setornóinciertadespuésdelpuntodeinflexiónquehabíasupuestolabatalla naval de Midway en el mes de junio. El cuartel general imperial siguióenviandoinformesdeproezasmilitaresexitosas,peroapartirdeagosto,cuandolosamericanosinvadieronGuadalcanal,comenzóacircularelrumordequeJapónestabacadavezmáscercadeladerrota.
Afinalesdeaño,Fletánenvióunapostal.Elsello indicabaquehabíapasado lacensura. Detrás había garabateado unas palabras con su caligrafía característica.Explicaba que estaba en Corea y que se estaba aplicando obedientemente a susdeberes militares, por lo que no debían preocuparse. «Escribo esta postal con laplumaquemediste».
AOzulesorprendiódescubrirquehabíanenviadoaFletánaCorea.AlparecernolepermitíandecircuándosehabíamarchadonicuándohabíallegadoaCorea,porquenolomencionaba.Sosteniendolapostalenlamano,OzuseacordódeunaescenadeCorea que había visto una vez en una película: tramos infinitos de montañasdesiertas.
«Escriboestapostalconlaplumaquemediste».Sabíaloqueestabaintentandodecirleconesaspalabras.
¿Acaso…todavía…?QueríarelacionaresaspalabrasconAiko,peroselopensómejor.Podríaprovocar
unmalentendidoinapropiado.Elañosiguiente,enlaescuelapreparatoriadelaUniversidadP.,sedabanalgunas
clases, en el sentido estricto de la palabra, pero eran muy breves, y después losestudiantes ibana trabajara las fábricasdemuniciones.Alternabanel trabajoentreAmagasakiyKobecadasemestre.
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La comida empezó a racionarse estrictamente. En las fábricas en las que Ozumontabapartesdeaviones,nosepodíanutilizarmuchasdelasmáquinas,quizáporlaescasez de materiales. Los estudiantes almorzaban al mediodía, escondiendo susplatos de soja para que no los vieran sus camaradas. Ozu podría haber traído unalmuerzomuchomejordehaberseguidoviviendoencasa,peroparalosresidentesdelos dormitorios, el almuerzo terminaba en cuanto se llevaban dos bolas de arrozpequeñasalaboca.
Alastresdelatarde,serepartíauncubodecremadeavena.Parecíaaguablanca,peronadielarechazó.
¿Cuándoacabarálaguerra?Nadielodecíaenvozalta,perotodosseformulabanlamismapregunta.
¡Sinoacabapronto,nosreclutarántambiénanosotros!Peroparecíaqueesaguerrasombríaduraríaeternamente…
OzurecordóquepocodespuésllegóunacartadeFletán.EraunamisivadeagradecimientoporelpaquetequelehabíaenviadoOzu.Había
incluido una foto en la que se veía a diez soldados divididos en dos filas. Fletánestabadepieenlafiladeatrás,conaspectodeestarsoñando.Soñardepienoesalgomuycomún,peroesafuelasensaciónqueledioaOzualverlo.Losdemássoldadossonreían,conlosbrazosalrededordeloshombros.Ozumiróatentamentelaimagenyal ver las insignias de tres estrellas que llevaban los soldados dedujo que eransoldadosrasosysoldadosdeprimeraclase.SóloFletányotromásllevabanunaúnicaestrella,símbolodelrangomásbajo.
La cara de Fletán parecía hinchada. Ozu supuso al verla que estaríacompletamenteagotado.
Ozuhabíaoídohablardecómotratabana lossoldados inferioresenelejército.Daba igual lo habilidoso que hubiera sido el frágil Fletán en el campamento deinstrucción.Sucarahinchadarevelabalodesgastadoqueestabaencomparaciónconlosotros.
«Estoybienymededicoamisdeberescomosoldado,asíquenotepreocupespormí».Ozu no podía creer que esas palabras que estaba leyendo hubieran salido delcorazóndeFletán.Seguramentelopusoparapasarlacensura.
Oye,tienesquedartecuentadecómosonlascosasenrealidad.Casipodíaoírasuamigodiciéndoleesaspalabrasentre líneas.Unavezmás,Fletánhabíausado laplumadeAikoparaescribir.
Lospies que sehabíanhundido en las arenasmovedizasde la guerra acabaronsiendo engullidos a una velocidad de vértigo. En Europa, las fuerzas aliadasinvadieronItalia.IlDuceMussolinifuedestituidoyelpaísserindió.Inclusodentro
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de Japón, sólo las autoridades militares y los periódicos mantenían un aire deoptimismo.EraobvioqueAméricahabíapasadodeladefensaalaofensiva.
Al comenzar el segundo trimestre,despuésde lasvacacionesdeverano, loquemás temían Ozu y sus compañeros de clase se hizo realidad. Se abolió elaplazamientomilitarparalosestudiantesdeHumanidadesdelasuniversidadesolasescuelaspreparatorias.
—Al fin ha llegado vuestromomento de alzaros. Pronto llegará el día en queabandonéisel suelodeestasescuelasyosencaminéisalcampodebatalla.Cuandoeso pase, no olvidéis el orgullo que habéis sentido como estudiantes en laUniversidadP.—Eldecanodelosestudiantessedirigióaplenavozalosalumnosdela escuela preparatoria en el campo de atletismo. Pero esas ideas eran imposibles.Eranlosestudianteslosquehabíansidoreclutados,noeldecanonilosprofesores.
Ozu volvió a la casa de su familia en Kurayoshi, en la prefectura de Tottori,dondeharíalaspruebasdeingreso.
Le acompañaban dos hombres mayores del pueblo en el que había nacido supadre.Permaneciódepieenropainteriorenelsalóndeactosdelaescuelaprimaria,juntoaotrosjóvenes.Sesometieronaunapruebadetrásdeotra.
Cuando lo examinaron para ver si tenía enfermedades venéreas o hemorroides,tuvoquequitarselaropainterioryponerseacuatropatascomounperro.
Imaginó que lo clasificarían como Segundo Grado, ya que el cuerpo de losjóvenes que tenía alrededor era imponente. Pero cuando esperó impasible a queleyeranlasclasificaciones,elexaminadoranuncióenvozalta:«¡Cabosegundo!».
—¡Enhorabuena!—Los hombres que le habían acompañado le felicitaron conentusiasmo.
Ozuaúnrecordabaconclaridadelprimerdía.Una bandada de palomas se había reunido en el tejado negro de las barracas,
arrullando suavemente. Habían colocado unos carteles en la plaza de armas queindicabanlaprefecturadenacimiento,yOzuyelrestodelosreclutasformaronfilasencuatrocolumnasdetrásdeellos.
—Ahora anunciaremos los nombres de los escuadrones a los que pertenecéis.Cuandoseanuncievuestroescuadrón,osalinearéisdirectamenteenfrentedevuestrocomandante.
Unavezdeterminados los escuadrones,Ozuy losdemás siguieronporprimeravezasuscomandantesalasbarracas.Alentrarenellas,volvieronaoírelarrullodelaspalomasapiñadaseneltejado.
«¿Oiría Fletán el sonido de estas palomas…, —pensó Ozu— como lo estoyoyendoyoahora?».
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Habíaunamesalargaenmediodelahabitacióndelasbarracas.Olíaaaceiteyolorcorporal.Colocadasaambosladosdelamesahabíacamashechasdeesterasdepaja.
—Soy Uchida, el comandante de vuestro escuadrón. —El sargento, muybronceado,secolocólasmanosasuespaldaycomenzóahablar—.Elcomandantede vuestro escuadrón es vuestramadre, así que deberéis acudir amí por cualquierasunto.
Depronto,uncaboaltoquesehabíacolocadojuntoaUchidabramó:—¡Escuchad!Algunosdevosotrosnooshabéispuestofirmesmientrashablabael
comandantedelescuadrón.Talveznohayamosidoalauniversidadcomovosotros,pero incluso antesde alistarnos sabíamos lapostura adecuadaquehayque adoptarantenuestrossuperiores.¡Enelejército,cuandoescucháislasórdenesoinstruccionesdeunoficial,osponéisfirmes!
Cuando el sargento Uchida terminó su cansino discurso tan trillado, el caboañadió:
—Ahora os entregaremos los uniformes. Doblad vuestra ropa de civil ahora ycolocadlaenlaesquinadevuestrobaúl.Cuandoacabéisdevestiros,salidalaplazadearmas.¡Allíosdaránlasarmas!
Esa noche les sirvieron un banquete.Aparte del arroz, las judías y el guiso decerdoqueapenashabíanprobadoencasa,lesofrecierongelatina.Pero…
Sólo te trataránbien el primer día. «¡Al día siguiente todo cambia!», le habíandichosuspredecesores.Asíquelacomidanolesbajóporlagargantatanfácilmente.
—Cuandoacabéisdecomer,colocaosmirandoendirecciónavuestraciudadnatale inclinad la cabeza—les ordenó el comandante en voz baja—.Después de hacereso,consideradperdidacualquierconexiónconesemundo.
Aquellanoche,al cerrar losojosparadormirporprimeravezen susesterasdepaja,oyeronalolejoslalargallamadalastimeradelatrompetaparaindicarqueseapagaranlasluces.
Losnuevossoldados,quéadorablessonaquítumbados…¿Estánllorando?Alpercibirelolordelaceite,el sudoryde lasmismasbarracasmientrasoíael
sonidodelatrompeta,OzupensóenlaexpresiónqueteníaFletánenlafotografíadelacompañíaquelehabíaenviado.
Cadanoche,desdehacetiempo,haoídoelsonidodeestatrompeta…Entonces apareció ante sus ojos la carretera blanca junto al río Ashiya. Aiko
Azuma,vestidaconsutrajedemarinero,bajabaporellaconsuamiga.Separabandevezencuando,riéndosedealgo.
Tengo que conseguir dormirme. Con un gran esfuerzo, hizo lo posible porahuyentarsusrecuerdos.Esosrecuerdostanlejanos…
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Comohabíantemido,laatmósferaquehabíanrecreadoelprimerdíadesaparecióa lamañana siguiente.Ozuy losdemás soldadosnovatos corrieron, trabajaron, lesgritaron y golpearon, y no tuvieron ni un momento para sí mismos. Sólo podíandescansarcuandoibanallavaboydespuésdelcantotristedelatrompetaparaindicarqueseapagaranlasluces.
Les golpeaban cada día. Les golpeaban durante el entrenamiento y volvían agolpearlescuandoregresabanalasbarracas.Elprimerdía,elsargentoleshabíadichoque el comandantedel escuadrón sería sumadre, pero envezdeponerles lamanoencima,eraeltipodemadrequesesentabaensuesterilladepajayobservabacómolossargentosyloscabosdeprimeraclaseinfligíansusmétodospersonalesdetorturahacialosnuevosreclutas.
—No tenemos estudios y no hemos aprendido nada, pero aunque no tengamosestudios, ¡nosotros no éramos perezosos e insubordinados como vosotros! —anunciabanlossoldadosmásveteranoscadavezqueledabanunapalizaaOzuoacualquierotroestudiante.Ycuandolosnuevosreclutasyanopodíanmásyacudíanal comandante del escuadrón después de que desaparecieran sus palillos y sucolada…
—Bueeeeno…Nosémuybienquésesuponequedebohacer,yaqueno tengoestudios.—Inclusoelsargentomirabaenotradirección.
Losnuevosreclutasnopodíandefenderseentresí.Nisiquierapodíanpermitirseayudar a alguien.Asíque, conel tiempo,Ozuy sus contemporáneosolvidaron lasideasdecamaraderíadelasquetantohablabanenlaescuelayeldeseodesacrificarsepor los demás. Si alguienmetía la pata, no era el único en ser castigado. Todo elgrupodenuevosreclutassealineabaendosfilas,ydespuésdeunalargadiatribacadaunodeellosteníaquegirarseygolpearalhombrequeestabaasulado.
Al llegar a este punto, Ozu cayó en la cuenta. La foto de la cara hinchada deFletánquelehabíaenviadodeCorea.Esacaranoestabahinchadasinmás.Loestabaacausadelosgolpes.
AsíqueFletán tambiénestá recibiendoadiario.Ozusediocuentade loque lehabía pasado a Fletán al observar a un tipo que se llamabaYamamoto.CompartíabarracaconOzuyhabíaidoalauniversidadenTokio.
Yamamotosecansabarápidodurantelascarrerasmatinales,posiblementeporquenoeratanfuertecomolosotros.Sequedabapordetrás,jadeandointensamente,yladistanciaquehabíaentreélylosdemássealargabacadavezmás.
—¿Quéhaces,hijodeputa?—ElcomandantedelescuadrónlediounbofetónaYamamotocuandoal fin logró llegar—.¿Tecreesquepuedes lucharenunaguerraasí? Haz otra vuelta tú solo —gritó. Y Yamamoto acababa corriendo más quecualquieradelosdemás.
Unavez,enmitaddelanoche,Ozuyelrestooyeronunosgritossalvajescercadelasalidadelasbarracas.
—¿Hasidoalbidónsinavisar?
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OyeronaYamamotodeshacerseendisculpasporsuerror.Entonces les llegóelsonidodeYamamotocayendoalsuelo.Lehabíantumbado.
—¿Quéeseso?¿Quéhapasado?—Elcomandantedelescuadrónseimpulsóconloschanclosyfuehastalapuerta.
—Yaveo.Selodejarémuyclaro,déjameloamí.Acabadaslasnegociaciones,lossonidoscesaronporfin.«No se quedará sin castigo», pensaronOzu y los demás, hundiendo la barbilla
debajodelasmantas.Seconfirmaronsustemores.Aldíasiguiente,dosoficialesantiguoslegolpearon
hastaqueselecayerondosdientes.Selehinchólacaracomounagranada.Cuatromesesdespuésdelingreso,corrióelrumorenlasbarracasdequeibana
enviarlosalextranjero.El rumor se hizo realidad una noche que viajaron en tren vestidos demilitar y
despuéssubieronaunosbuquesdecarga.Paraevitarque lossubmarinosenemigoslos interceptaran, no se les permitió decirle a nadie del exterior la fecha en la quepartiríanasunuevodestino.Losenviaronderepente,sindarleslaoportunidaddeverasusfamilias.
Elbarcoflotabaarribayabajosobreelocéanonegro,ycaíaunalluviahelada.Labodegadelbarcoapestabaapinturayalolorcorporaldelossoldados.
Atravésdelasportillasveíanelocéano,queparecíainclinarse.Ozulocontemplóhasta que se quedódormido.En su sueño aparecieron el campode atletismode laEscuelaSecundariaNadayellechoblancodelríoSumiyoshi.
—Como veis, Turner… —murmuraba La Sombra caminando por la clase—.Comoveis,Turnereraungranhombre,¿sabéis?
Fletánestabadepie,consusojosadormilados,juntoalprofesordematemáticas.—¿Qué clase de respuestas son éstas? Lee las respuestas que escribiste en el
examen—gritaba el profesor ante Fletán, que se sentía apabullado—. ¿No vas aleerlas?
—Sí,señor.—¡Nadade«sí,señor»!¿Cómorespondistealapregunta?—Estábien,loleeré.Respondí…«Asíes,yotambiénlocreo».Unestallidodecarcajadasrecorriólaclase.LasrisasdespertaronaOzu.Elruidosordodelmotor.Elocéanosubiendoybajandoatravésdelaportilla.Los
oficialesveteranosestabandurmiendo.Ozuvolvióacerrarlosojos.El océano. Nubarrones flotando. Fletán y Ozu estaban nadando en el mar en
Ashiya.Sentíanlalibertaddelasvacacionesdeveranoysesalpicabanelunoalotro,nadabanyescupíanaguasalada.
—¡Notehagaspisenelagua!—decíaFletán—.¿Tehastiradounpedoalgunavezmientrasnadabas?
—No.
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—¡Prueba! Es como un lanzamisil. Pop, pop, pop, ¡y te ayuda a nadar másrápido!
Todas las cosas que se habían perdido. Los recuerdos de su juventud ya noparecían recuerdos. Formaban parte de otro mundo al que no podría volver aagarrarse.
—¿Estáspensandoenlomismo?—lepreguntóOzuaFletán,quehabíaaparecidoantesusojos.
—Sí—respondióFletáncontristeza—.Nohaynadaquepodamoshacer.Sigueinsistiendo.
—¿Estáshaciendoalgopeligroso?—Nopuedo.Nohacenmásquepegarme.—A mí también, pero tenemos que aguantar. Tenemos que conseguir volver
vivos.—Yo…noestoysegurodeeso…Desivolverévivoono…¿PorquéhabíadichoesoFletán?InclusodespuésdequeOzuabrieralosojosyse
dieracuentadequehabíasidounsueño,laexpresióndedolorquehabíavistoenlacara de su amigo no se desvanecía. No era sólo la cara. Incluso la voz seguíaresonandoensusoídos.
«Noestoysegurodeeso…Desivolverévivoono…».
ElregimientodeOzudesembarcóderepenteenDairen.Mástarde,Ozuylosdemássoldados estudiantes supieron que los habían enviado aManchuria como sustitutospara permitir a la infantería desplegar en el sur una división de tropas de élite delejércitodeKantō.
Al bajar del buque de carga que había atracado bajo la lluvia en elmuelle deDairen, Ozu y sus compañeros contemplaron el paisaje extranjero. En el muellehabían apilado una montaña de carbón, y un grupo numeroso de culí estabatrabajandocargadosconunsacogiganteasusespaldas.Lapolicíamilitar japonesasupervisabalaactividad.
ElregimientosecolocóenformaciónymarcharonhacialaciudaddeDairen.Alcontrario que en las calles derruidas de Japón, aquí había filas de mimosasexuberantes de color verde, y en las calles habían construido edificios limpios deestilooccidental.
Alllegarallí,lastropassereagruparonentresfilas.UnaestabadestinadaenPortArthuryDairen;lasotrasdosvigilaríanlafronteradelnortedeManchuria.
Enlomásprofundodesucorazón,OzuesperabapoderquedarseenPortArthuroDairen.Porsuerte,sufilasequedóenDairen,comohabíadeseado.
Peroelentrenamientoaquísevolvióaúnmásestricto.LosoficialesveteranosdelaélitedelejércitodeKantōlosdejabansecos,comosihubieranestadoesperandoa
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quellegaranunossoldadosestudiantesenclenques.OzupensabacadavezmenosenFletán.Elestrictoentrenamientoylavidaenlas
barracasocupabansumentedetalformaquenoteníatiempodeensimismarseenelpasado.Lossoldadosestudiantesnosólo teníanquesoportarelentrenamientoparaconvertirseensoldadoshechosyderechos;porlanocheteníanqueprepararseporsucuentaparaconvertirseenaprendicesdeoficiales.
Alfin,dosmesesmástarde,llegaroncartasdeJapón.Ozurecibióunamisivadesumadre.Lecontabanovedadessobresupadreysus
amigos, pero parecía ocultar algo que no quería decir. Entonces Ozu pasó a lasegundapáginadelacartaysequedópetrificado.
«Y ayer supimos que Fletán ha muerto de una enfermedad que contrajo en elcampodebatalla.Suhermananosllamóparacontárnoslo.Nosabemosmásdetallestodavía.Sabíaqueesto teafectaría,yno sabía sidecírteloono.Perocomohabéissidoamigosdurantetantotiempo,decidícontártelo.Porfavor,cuidadetusaludyhazloquepuedasportupaís.Ahora…».
Bajolaluztenuedelasbarracas,Ozuleyóesapartedelacartaunayotravez.Lanoticiahabíasidotaninesperadaquenosentíanada.Parecíaestarleyendoy
releyendolacartaparapoderemitiralgúntipoderespuestaemocional.¿Fletán?¿Muerto?Noestabaconmocionadonisorprendido.Todosedesvanecíaenlafunestasuerte
deestafunestaépoca.Élmismopodríaserunodelosquesedesvaneciera.—¡Eh,Ozu!—unsoldadodeélitequeestabaasuladosedirigióaél—.¿Cómo
esqueestástandecaídoporlacarta?¿Hapasadoalgo?—Sí. Acabo de enterarme de que uno de mis amigos ha muerto de una
enfermedadenelfrente.—¿Ahsí?—Lavozdelsoldadoeramássuavequedecostumbre—.Bueno,no
dejesqueteafecte.Todostenemosquemorirenalgúnmomento.Ozu avisó de que iba a las letrinas y salió. En estas barracas, el lavabo era el
único sitio donde se podía estar solo. Allí, en el baño, Ozu derramó sus primeraslágrimas…
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ONCEELEXPERIMENTO
Kurihara no dijo nada acerca de la prueba de hígado que le habían hecho aAikoNagayama.Nosólosenegóahablardeltema,sinoquehabíacomentadoqueeljefedeldispensarioseguramentequerríadiscutirloconEiichi.
¿Quéestápasando?Eiichivolvióaldispensario,receloso.El lugar estaba desierto. Incluso Kurihara, con quien acababa de hablar por
teléfono,habíadesaparecido.Elsolgrisáceodelatardebrillabaatravésdelassuciasventanas,proyectándoseenlasmesasyloslibrosylosvasosdeprecipitación.
Eiichisesentóenunasillayescribióunarecetaparasupadre.Sonóelteléfono.Lodescolgóconelcigarrillotodavíaapoyadoenloslabios.—Ah, ¿eres tú?—Era la vozdel jefe del dispensario—. ImaginoqueKurihara
habráhabladocontigo.¿Nohaynadieeneldispensarioahoramismo?Perfecto.¿Teimportaesperarahí?
Mientras esperaba al jefe del dispensario,Eiichi observó el humodel cigarrilloque se elevaba desde los dedos. Tenía una sensación incómoda en la boca delestómago.
En esemomento se fijó enunapostal quehabía colgada en la pizarra pequeñajuntoalapuerta.
EraunapostaldeTahara.Sedirigíaatodoslosmiembrosdeldispensario.«Yahacedossemanasquelleguéaquí.Alprincipiotuvequehabituarmeatodo,y
mesentíamuyperdido,peroahoracreoqueporfinmeheacostumbrado.Mealegromuchodehabervenido.Empiezoacreerquemimisiónenlavidaeraveniraquíyhacer todo loposiblepor lospacientesquenohabían tenido lasuertede recibirunbuen tratamientomédico.Gracias por todo lo quehabéis hechopormí durantemiestanciaenelhospital…».
EiichirecordólafiguradesgarbadadeTahara.Erapocoprobablequevolvieranallamarlodeldispensario.Sehabíadesviadodelcaminoaléxito,cambiandoderumbo.InclusoloscolegasmásjóvenesquehabíansimpatizadoconTaharaensumomentohabíandejadodehablardeél.Uncompañeroquehabíanolvidado…
Talvez…UndoloratravesóelpechodeEiichi.Talvezelmotivodequeeljefequierahablarconmigo…esporquevanaquitarmedeenmediocomohicieronconTahara…
Elcigarrillosehabíaconsumidoentresusdedosyloapagóenunalatavacíadealgún medicamento. Estaba intentando eliminar de su mente esos pensamientosmaliciososcuandoentróeldoctorUchidasinhacerruido.
—Sientohabertehechoesperar.EsostiposdelMinisteriodeBienestarSocialsonunostercosdecuidado.Nosepuedehablarconellos.Elotrodía,cuandofuimosa
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jugaralgolf,hablabancomositodoestuvieralisto,¡peroahoravuelveaestartodoenelaire!—CuandodejóderefunfuñarsobreestostemasqueEiichinoconocía,dijo—:Bueno…siéntate.Verás, larazónporlaquelehicimosesaspruebasdehígadoalapacienteNagayamahoy…—Hizounapausaymiróhacialapuerta—.LaverdadesquenadiesabenadadeestosalvoeldoctorIiyyo,yKurihara.Asíque,porahora,noselocomentesanadiedeldispensario.
—Sí,señor.—Cuando el doctor Ii cenó con el padre de Kurihara el otro día, debatieron
algunos aspectos de nuestroCentro de Investigaciónpara elCáncer.Y el padre deKurihara nos pidió que hiciéramos algunas pruebas más de la nueva medicaciónanticancerígenaquehandesarrollado.Esperamosunaltorangodeefectividadanivelexperimental,peroelproblemaesqueafectaelhígado.
Eiichihizomemoria.YoshikolehabíadichoqueellaysupadreibanacenarconKuriharaysupadre.Debiódeserentoncescuandotuvolugaresaconversación.
—Y…estamosplanteándonosprobarestamedicaciónparacontrolarelcáncerenlapacienteNagayama.—EljefedeldispensariomiróaEiichi—.Siendohonestos,yestoy seguro de que ya lo sabes, es demasiado tarde para poder hacer algo por laseñoraNagayama.Dehecho,tambiénpensamosenelpacientedecáncerdepulmónqueestástratando,elseñorTajima.Eh…elejecutivo.Perosuhígadoaestasalturasya estará medio muerto.—El doctor Uchida echó un vistazo rápido a su reloj—.Bueno, eso es lo que quería decirte. No deberíamos haber hecho la prueba de lascélulasdelhígadosinavisarte,peroestoysegurodequelocomprendes.Siestanuevamedicación es efectiva, queremos que nuestro departamento de cirugía anuncie sudescubrimientoenloscírculosmédicos.Kuriharaytúosencargaréisdeeso.ElpadredeKuriharadicequenosproporcionarálosfondosdeinvestigaciónnecesarios…—Selevantódelasilla—.Porahoratodoestoesunsecreto.Loentiendes,¿verdad?
—Loentiendo.—Eiichiinclinólacabezayobservócómoeljefedeldispensariosalíadelasala.
Asíqueeraeso.Estaba encantado de que lo hubieran incluido en la camarilla reinante del
dispensario. Si no hubieran decidido incluirlo, no había razón para que el jefe deldispensariolerevelaraunsecretocomoeseaunempleadojovencomoEiichi.
«Si esta nuevamedicación es efectiva, queremos que nuestro departamento decirugíaanunciesudescubrimientoenloscírculosmédicos».Lavozdeljefetodavíaresonabaconfuerzaensusoídos.Eiichise imaginóasímismodepiefrenteaunapizarrayunapantalladeproyección,anunciandolosdatosdelexperimento.
Entonces sus ojos se dirigieron sin querer a la postal de Tahara en la pizarra.SentíaqueelrostroentristecidodeTaharaleestabaacusando.
¿Tanansiosoestásportriunfarenlavidaquepiensasllegartanlejos?Eiichitratódereírseburlonamente.LacaratristedeTaharasiguió:
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Loque te estás planteandohacer no esmuydiferente de usar unmedicamentoinútilcomoelBethion.
Lascircunstanciassondiferentes.Estamedicaciónquevamosaprobaresnueva.¿AcasonoestásexperimentandoconconejillosdeIndiashumanos?¡Enséñameunsolomédicoalquenolegustaríaexperimentarconunserhumano!
Si no probáramos las nuevas técnicas de operación y las medicinas nuevas enhumanos,¡nohabríaavancesenmedicina!
Cuando Eiichi volvió a casa aquella noche, su padre estaba leyendo el periódicovespertino.Estabadebuenhumor.
—¡Bienvenidoacasa!Graciasotravezporlodeestamañana.¿Hascenado?—Yahecomido.—Miróasupadresintiendounextrañoafecto.Todoloquele
habíadichoeldoctorUchidalehabíapuestodebuenhumor.—Aquítienestumedicina.—Eiichilasacódelmaletín—.Tómatelamediahora
despuésdecadacomida.—Sedispusoalevantarse.—Oye,¿porquénotetomasuntéconmigo?—Supadrelodetuvo.Sumadreysuhermanasalierondelacocina.—Tupadredicequehoyhaechadounvistazoatudepartamentodelhospital.—
Sumadrediounosgolpecitosenlatetera—.Nohahabladodeotracosaestanoche.—Tupadreteadora.—Suhermanalesacólalenguayserio.—Eiichi es un hombre importante en el hospital. Cuando iba de camino al
vestíbulo con él, se le acercóunode los pacientes y le dio las gracias por toda suayuda.
—Ah,aesehombreleextirpamosunpulmónennuestrodepartamento.«¿CuántosañoshabíanpasadodesdequeEiichihabíahabladocon tantasoltura
consufamilia?TodavíanosreuníamoscomounafamiliacuandoEiichiestabaenelinstituto»,pensóOzu.
—Lamedicinaesunabuenaprofesión.Meimaginoqueteserámuysatisfactoria.Curarcontuspropiasmanosagentequesufre…
Eiichi hizo una mueca. Su viejo lo veía todo desde una perspectivacompletamenteoptimistaysentimental.Eseerael«humanismo» insoportablede lageneracióndesupadre.
—Nocuroenfermedadesconlasmanos.Esaépocayapasó.Lamedicinadehoyesmásmetódica.
—Perolafelicidaddeunpacientecuradoeslamismaqueantes.—Claro, pero los pacientes van y vienen. No hay tiempo para establecer
relacionesconellos.Nosomoscomolosmédicosdelaspelículasolatele.Ozuabriólabocapararesponder,perosecontuvo.Noqueríaestropearlanoche
conotradiscusiónconsuhijo.
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—Supongo que no. Pero… hoy, cuando estuve echando un vistazo en tudepartamento,habíaunapacienteenuna sillade ruedas.Unaenfermera la llevóalascensor.Teníamuymalacara.
LaexpresióndeEiichi,quederepentesehabíatornadoligeramenteairada,volvióalanormalidadcuandoOzucambiódetema.
—Ah, es una paciente que se ha hecho unas pruebas hoy. Vamos a operarlapronto.
—¿Esunadetuspacientes?—Sí,peronosoyelúnicomédicoque laestá tratando.Esunaviuda.Se llama
AikoNagayama.Dicequeperdióasumaridoenlaguerraoalgoasí.Eiichinotóquesupadreselohabíaquedadomirando.—¿Pasaalgo?—¿Cómohasdicho…quesellamalapaciente?—¿Lapaciente?AikoNagayama.¿Laconoces?—No.—Ozumeneólacabeza.Nohabíaduda.Debíadeserella.Perolamujerquehabíavistoalotroladodel
pasilloesamañanaseveíaexangüe.LajovenquenadabaenelmarenAshiya.Yanorecordabaelaspectodelamujerquehabíavistohoy.
—Aestamujer…—preguntóaEiichisumadre—,¿quélepasa?—Eh…escáncer.Cáncerdeestómago.—Siescáncerdeestómago,puedecurarse,¿no?—interrumpiósuhermana.—Si está en la fase inicial, sí. No hay problema si lo encontramos en las
membranasmucosas,perocuandoseextiende,resultamuydifícil.—¿SehaextendidoenlaseñoraNagayama?—Sí.—Entonces,¿noserviríademuchooperarla?—Nolosabremoshastaqueabramos.Eiichi había dejado de interesarse por el tema. Se bebió la taza de té, cogió el
periódicoqueacababadeleersupadreylepreguntóasumadre:—¿Estálistoelbaño?—Yapuedesmeterte.Siestáfríaelaguaencenderéelgas.Selevantóysedirigióalapuerta,perodeprontosupadreledijo:—Quieroquecuresaesamujer.Eiichisegirósorprendido.—Asegúratedequesecure.—Papá,hayuncáncerquesepuedecuraryuncáncerquenotieneremediohagas
loquehagas.Unmédiconuncalosabehastaqueabrealpaciente.Ozuoyóasuhijosubirlasescaleras,volverabajarlasyabrirlapuertadecristal
delbaño.—Oye…—laesposadeOzulomiróylepreguntó—:¿Conoces…aesamujer?—¿Porquélodices?
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—Pornada.Derepentemediolasensacióndequelaconocías…Ozunodijonadayencendióeltelevisor.Enlapantallaaparecióuncantantecon
unasonrisaprofesionalenlacara.«Fletán ha vuelto a invocarla,—pensó Ozu—. Creyó que no volvería a ver a
Aiko,peroquizáshabíavueltoporqueFletán,desdelaotravida,habíahechoquelohiciera.¿Peroporqué?¿Porqué?»
—Megustaestacanción—murmurósuhijaYumimirandolatelevisión—.Alomejorcomproeldisco.
—¿Vasa tomarte lamedicación?—Suesposa le llenóunvasodeaguay se lotrajo—.Eiichidijoquetelatomarasmediahoradespuésdecomer.
Lamedicinalesupoamarga.Bebiómásagua.SiFletánaúnsiguieravivo,¿estaríaasísentado,rodeadoporsufamilia,mirando
latelevisiónycharlandoparapasarelrato?TeníalamismaedadqueOzu,perohabíamuertoenlaguerra.Yesetipodevida
noseleconcedíaalosquemoríandeunaenfermedadenelcampodebatalla.¿Peroeranfeliceslossupervivientes?
Una tarde, días después, el jefe del dispensario, Kurihara y Eiichi esperaron a unhombre en una sala de juntas del hospital. El hombre era un investigador de lacompañía farmacéutica que pertenecía al padre de Kurihara. Venía a hablar de lanuevamedicación.
—Ymegustaría realizar la operación de la señoraAikoNagayama la próximasemana…—explicabaKuriharaal jefedeldispensario,agarradoalrespaldodeunasilla—.Yparaestudiar laeficaciadelamedicaciónnuevadespuésdelaoperación,me gustaría dejar de administrarle FU-5 yMitomicina unos cinco días antes de laoperación.
—Sí. —El doctor Uchida asintió con el dedo meñique metido en la oreja—.Dejaré esosdetalles envuestrasmanos.Habladloyponeosmanos a laobra.Llegatarde,¿no?Lacitaeraalascuatro,¿verdad?
—Sí.Dijeronqueyahabíasalido,perotalvezhayamuchotráfico.—Seráeso.—¿NovaavenireldoctorIi?—preguntóEiichi.EldoctorUchidasonrióirónicamente.—El Ministerio de Bienestar Social otra vez. No lo han dejado escapar. Ah,
Kurihara,meenterédequefuisteajugaralgolfconlahijadeldoctorIi.—Sí.—KuriharasesonrojóunpocoydirigióunamiradarápidaaEiichi—.Me
lopidióella,asíquefuimosjuntosasuclase.—Erasuprimeraclase,¿no?—Sí,peroparecequehapasadomuchotiempopracticando.
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—¿Cómoessutécnica?—Noestámal.El jefe del dispensario se levantó, colocó las manos delante y le demostró su
técnicaaKurihara.Ladébilluzdelatardecerbrillabaatravésdelasventanas,algosucias,delasala
dejuntas,proyectandosombrasenlaslargasmesasylassillas.Eiichigirólacara,rígido,ymiróporlaventana.Intentabacontrolarloscelosyla
rabiaquecrecíanensuinteriorporqueYoshikohabíaintimadoconKuriharamásquenunca.
Seguroque…estánpensandoencasarse.«Peronodejaréquetesalgasconlatuyatanfácilmente»,murmuróparasí.Tengo
ciertafotografíaenelcajón.NoteresultarátanfácilcasarteconellasiYoshikovelafotoydescubrelarelaciónentreKuriharaylaenfermeraShimada.Peroelproblemaeracuándoycómoenseñársela…
Se abrió la puerta. Entró un hombre medio calvo que llevaba un maletín. Alinclinarse vieron que tenía la frente bañada en sudor. Era el investigador de lacompañíafarmacéutica.
—Sientollegartarde.Eltráficoestabaimposible.—Yanos lo imaginamos—el jefedeldispensariosonrióamigablemente—.Por
favor,siéntese.Una vez sentado, el investigador se afanó en apilar documentos y diapositivas
encimadelamesa.—Esta nueva medicina es una nueva versión de la Adliamicina D que ya
conocéis…—empezóaexplicar—.Peroenéstanoaparecen lapérdidadepelo, lainflamación de la boca ni la disminución de glóbulos blancos que provoca laAdliamicina.—Manipulóelproyectorysiguióexplicando—.Estasimágenessondenuestrosexperimentosconanimales…—Ilustróloscambiosenlostumoresdespuésde dos semanas, tres semanas, luego unmes, y siguió—:Creemos que este nuevomedicamentoesmásefectivoquelaAdliamicina,elFU-5oelZ-4828.
—¿Habéispensadoalgúnnombreparaelmedicamento?—No,todavíano.EnellaboratoriolallamamosBlaliamicina.—Suena como una combinación de Blaomicina y Adliamicina. —El doctor
Uchidaseechóareír,peroelinvestigadorsemantuvoserio.—Alahoradeprevenireliniciodelcáncer,haresultadosermásefectivaqueel
FU-5enlosexperimentosconanimales.—¿Yconhumanos?—Elproblemaesqueperjudicaelhígado…—Elinvestigadorencendiólasluces
yvolvióasecarseelsudordelafrenteconunpañuelo.Laconversaciónduróunahora.—Pareceque lomejor seríausarla juntoconelMMCyelFU—dijoeldoctor
Uchida,mirandoaKurihara.Pensabaqueeramásefectivocombinarmedicamentos
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anticancerígenosqueutilizarlosaisladamente.—Pero si los usamos juntos, ¿no se cuestionará la efectividad de esta nueva
medicina? —Kurihara meneó la cabeza—. Me gustaría intentar utilizar estamedicaciónsolaconlaseñoraNagayama.
Sicombinaranlamedicinaconotras,notendríaninformaciónaisladasobreellaalahoradepresentarlaalasconvencionesmédicas.
Eldébilsoldelatardequeantessehabíaproyectadoenlasalasehabíaalejadodelaventana.
—Bueno, ¿lo damos por terminado? —El jefe del dispensario le dio unaspalmaditasaEiichienelhombroconlamanoderecha—.Volveremosareunirnosyhablaremoscondetalledelapresentacióndelainvestigación.
Eiichiselevantóyleabriólapuertadelasaladejuntasalinvestigador,quehabíarecogidotodossusmaterialesyestabalistoparasalir.
—¿Quévaisahacervosotrosdos?¿Venísa tomaralgoconnosotros?—El jefedeldispensarioinvitóaKuriharayEiichi.PeroKuriharaseinclinóyrespondió:
—Losiento,hoytengoquevolveracasatemprano…—¿Unacita?—No,noeseso…—Puedescontárnoslo.Los treshombres salieronalvestíbulo.Cuando llegaronalotro ladodelpasillo
desierto,KuriharavolvióapedirledisculpasaldoctorUchida.EljefedeldispensarioobservócómoelcuerpomasivodeKuriharadesaparecíapasilloabajoendirecciónaldepartamentodecirugía.
—Tieneunacita.Seguroqueesunacita.—Sacólalengua.Al salir del ascensor, Eiichi comentó que tenía trabajo pendiente y volvió al
dispensario.HabíareprimidodurantevariosminutoslanecesidadimperantedeseguiraKurihara.Opinaba lomismoque el jefedel dispensario:KuriharahabíaquedadoconYoshiko.
Descolgó el teléfono del dispensario y llamó a la sala de enfermeras deldepartamentodecirugía.
—¿Hola?¿HapasadoporahíeldoctorKurihara?—Acabadeirse—respondiólaenfermerainocentemente.—¿Ahsí?—Conloszapatosenlamano,Eiichiapagólaslucesdeldispensario.
Recorrióatodaprisaelpasillopolvorientoysedirigióalaentrada.VioaKuriharaaunosquincemetrosdelaentradaprincipal.Caminabacabizbajo,
agarrandoloszapatoscomoEiichi.Eiichisedetuvo.Kuriharasedirigíaalaparadadeautobúsquehabíaenfrentedel
hospital.—¡Malditasea!—dijoEiichi.KuriharasabíaqueEiichisiemprecogíaeltren,y
noelautobús.PensaríaquepasabaalgorarosiEiichiibaalamismaparada—.¿Por
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quéestoyhaciendoesto?—Eiichise reprendióasímismo—.MesentarámuymalveraKuriharaconYoshiko.
Sabíaquelemolestaría.HeriríasuorgulloprofundamenteveraYoshikosaludaraKuriharaconalegríaoconunasonrisa.Entonces,¿quélehabíallevadoaseguiralosdos?
Kuriharaesperóenlaparadaduranteunrato,ydeprontoseencaminóalaparadadetaxisquehabíajuntoa laestacióndetrenes.EiichiaceleróelpasocuandovioaKuriharasubirseauntaxi.
—¿Puedeseguiresetaxi,porfavor?—preguntóEiichicuandoelconductorbajólaventanilla.
—¿Haolvidadoalgo?—inquirióelconductor.—¿Qué?—¿Eltipodelotrotaxiolvidóalgo?—Sí.EltaxibajóporAoyama.«Seguramentecenaránjuntosenalgúnrestaurantepijo
deAoyama»,pensóEiichi.Alnoestarfamiliarizadoconesetipodesitios,sesintiómiserableydesharrapado.Elpecholeardíadecelos.
PeroalllegaralosjardinesexterioresdelTemploMeiji,eltaxideKuriharagiróaladerechaycondujoporunacalleenlaquehabíaalineadosunosginkgos.
—¡Pare!—gritóEiichialconductor.—¿Quierequepare?Eiichilepagóyfingióbajarporlacalledelosárboles.Estabavigilandoeltaxide
Kurihara,queseaproximabaaunagaleríadearte.El taxi sedetuvo,peroKuriharano salió.Envezdeeso,unamujerqueestaba
esperandoenlosescalonesdepiedradelagaleríasesubiórápidamentealtaxi.NoeraYoshiko.Cuandolamujersesubióaltaxi,sedirigióaHarajukuatodavelocidad.SinoeraYoshiko…¿podríaserShimada?Nopodíasaberloconseguridad,peroEiichiestabacontentoconelresultadode
su persecución. Había visto a Kurihara acompañado de una mujer que no eraYoshiko.
En la sala de enfermerashabíaunapizarra con las fechasde las operacionesy losnombresdelospacientesapuntadoscontiza.Aldíasiguiente,apuntaronelnombredeAikoNagayama.
La vida de un paciente se torna muy agitada cuando se decide la fecha de laoperación. Se repiten los cardiógrafos y las pruebas de capacidad pulmonar, y ellaboratoriocentraldeinvestigaciónobtieneotramuestradesangredelaoreja.Estosehaceparadeterminareltipodesangre,perotambiénparaanalizareltiempoquetarda
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lasangreencoagularcuandoelpacienteempiezaasangrar.Seabsorbelasangredelaorejaenuntrozodepapelhastaquedejademanar.
El informe que emitió el laboratorio central de investigación sobre AikoNagayama concluyó que, aunque había posibilidades de que el corazón presentaradificultades,sucondiciónfísicaengeneralpermitíaqueserealizaralaoperación.
—Doctor.CuandoEiichifueaverlacuatrodíasantesdelaoperación,Aikoestabasentada
enlacamaescribiendounacarta.Alverlo,apartóelbolígrafoyelcuaderno.—Handejadodedarmelamedicación—dijoconsorpresa.—Ajá—Eiichiasintióconindiferencia—.Usaremosunmedicamentonuevo,así
quehemosdejadodedarleelotroporahora.—¿Unmedicamentonuevo?—Sí. Lo usaremos después de la operación. ¿No se lo había dicho el doctor
Kurihara?Aiko agitó la cabeza, pero no pareció sospechar nada acerca del cambio de
medicación.—Meexplicaronquetendréunasedinsoportabledespuésdelaoperación—dijo
sonriendo.—Esodice todoelmundo,pero todospuedensoportarlo,asíqueusted también
podrá.—Oh,esonomepreocupa.—¿Lepreocupalaoperación?—Nomepreocupacuandopiensoen laguerra.Estábamostanacostumbradosa
sufrirenaquellaépoca.Unaoperaciónnoparecegrancosa.Habíaaumentadoelnúmerodemacetasenlahabitación.Alparecerlegustaban
lasflores.Eiichilahabíavistoamenudoregándolas.—¿Vendrásufamiliaparalaoperación?—Notengomaridonihijos.—Volvióasonreír—.Perovendránalgunasamigas.—Ah,esverdad.Sumaridomurióenlaguerra,¿no?—Sí.MurióenlaArmada.«¿Yhaestadosoladesdeentonces?,quisopreguntarEiichi,perosecontuvo».—Eh… —empezó a decir, dirigiéndole una mirada suplicante—. ¿Cree que
podríasalirdelhospitaldurantetreshorasoasíantesdelaoperación?—¿Salir del hospital? Es un periodo crítico. Si coge frío, traerá muchas
complicaciones.¿Tienealgúnrecadoimportante?—Queríaarreglarlatumbademimaridoantesdelaoperación.Eiichi la miró sorprendido. ¿Arreglar la tumba de su marido antes de la
operación?Laidealeparecíainútilysinsentido.
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Llególamañanadelaoperación.UnaenfermeraleadministróaAikounsedantesuaveyunainyección.—Noselevante.Algunospacientessetomanestoycreenestarbien,yentonces
selevantanysecaenenredondo.Aikosonrióyasintió,cubriéndoseconlamantahastalabarbilla.Ibanaoperarla
pronto,peronoparecíaestarmuynerviosa.—¿Te entra sueño? —Las dos amigas que se habían colocado junto a su
almohadalamiraronconatención.—No,aúnno.—Guiñólosojos,sindejardesonreír—.Ayerfuemuydivertido.
Vinounanestesistajovenaexaminarme…—¿Sí?—Ymepreguntóconunacaramuyseria:«¿Cuántosakebebe?».—He oído que los anestesistas tienen dificultades lidiando con grandes
bebedores.Aikoasintió.—Entonceslaanestesiadeberíahabermehechoefectoenseguida…¡perotodavía
nonotonada!—Nocreoqueesofueralaanestesia.Seguroquetepondránlaanestesiarealenla
saladeoperaciones.¿Hasdormidobien?—Sí…yhesoñadoconlosañosquepasamosenKōnan.Aikoysusdosamigasempezaronahablardelaépocaenqueasistíanalaescuela
femenina.—Estabaaquelviejotrenruinosoquebajabalacarreteraenelquesemontaban
loschicosdelaEscuelaSecundariaNada.Siempreolíanasudor…—Me pregunto qué ha sido de todas nuestras compañeras. Seguramente estén
casadasyconhijos.—Esoschicosnosseguíantodoeltiempo.—Esverdad.Peronuncasabíanquédecirnos.—Ysilesdecíamosalgonosotras,seponíanrojoscomountomateysequedaban
mudos.Quéinocenteséramos,¿verdad?Cuandoestábamosenlaescuela.—Menudadiferenciacon losestudiantesde institutodeahora.Comomihijo…
Sepasahorashablandoporteléfonoconsusamigascomosinada.¡Inclusocuandoestamosnosotrossentadosallado!
—Me está entrando sueño.—Cuando Aiko cerró los ojos, sus dos amigas seacercarona laventanaymiraronelcielo.Estabanublado.A lo lejosoíanel rumordistantedeloscochesyloscamiones.
—Le dije que era una pena que no pudiera visitar la tumba de su marido—susurróunadelasamigasalaotra.
—Nomegustaqueestehospitalseatanestrictoconlasreglas.Nohabríapasadonadasilahubierandejadosalir.
—Esverdad.
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Oyeron pasos en el pasillo. La enfermera que había estado allí antes volvió aentraracompañadadeotra.Traíanunacamilla.
—Bueno, señora Nagayama, es hora de ir a la sala de operaciones —dijo laenfermeratrassituarse juntoa laalmohadadeAiko—.Relájese.Lapasaremosa lacamilla.
Aikosonrióasusamigas.—¡Nosvemosenunrato!—¡Buenasuerte!Esperaremosaquíenlahabitación.¿Necesitasalgunacosa?—No,nada—empezóadecirAiko,peroentoncesviodesdelacamalasmacetas
quehabíaalineadasenlahabitación—.Bueno,sí.¿Osimportaríaregarmisplantas?Alllegaralasaladeoperacionespercibióelsonidodelaguafluyendo.Limpiaba
continuamente el polvo del suelo y la sangre de los pacientes. Los bisturís y laspinzasemitíanunsonidoestridenteal chocarcon lamesadecristal.Detrásdeellahabíaunaenfermeraquellevabaunabataazuldecirugíayunamascarillagrande.
ElanestesistasedirigióaAiko.—Nohaynadadequépreocuparse.Sedormiráenseguida.Cuandosedespierte,
laoperaciónyahabráterminado.—LepidióaAikoqueempezaraacontar.—Uno,dos,tres—murmuróconunavozdébilylánguida.Notardóencaerenun
sueñoprofundo.Volvió a hacerse el silencio en la sala de operaciones. El flujo del agua, que
reflejabalaluzdelaslámparasastrales,nohacíamásqueintensificarlacalma.UnosdiezminutosmástardeaparecieroneldoctorUchida,eljefedecirugíaysus
dosasistentes,KuriharayEiichi.Llevabanlasbatasblancasabiertasydebajoteníanunosdelantalesdegomaysandaliasenlospies.Despuésdequelasenfermeraslespusieranlosguantesesterilizados,sepusieronenfilajuntoalapacientedormida.
—Bien—dijoel jefedeldispensarioenvozbaja—,comencemos laoperación.¿Sehanhechotodoslospreparativos?
—Yaestánlistosloscalibradoresdetensiónylostubosintravenosos—respondióEiichi.
Laenfermeracogióuntrozodealgodónconlaspinzas,loempapóentinturadeyodoyembadurnóelcuerpodeAiko.
—Bisturí.El doctor Uchida se inclinó hacia delante con el bisturí eléctrico en la mano
derecha.Seoyóunchisporroteo.Aparecióunalíneadegrasablanca,yeneseinstanteEiichi vio cómo fluía un chorro oscuro de sangre. Kurihara grapó las venasrápidamente,provocandounrepiqueteo,yEiichilasligóconhilo.
InsertaronunaagujaintravenosaenlapiernadeAiko,yatravésdelagomaselesuministrabacontinuamenteunlíquidoqueconteníavitaminasyadrenalina.
—¿Presiónarterial?—Normal.
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Yahabíaabiertoelxifoides.ElmédicodetuvoelbisturíaladerechadelombligoinvertidodeAiko.Procedióaabrirelperitoneo.
—¿Presiónarterialycorazón?—Sincambios.Estaba nublado. En el hospital, los pacientes externos esperaban en la sala de
esperacomosiempre,conunaexpresióncansada.Seoían llantosdeniñosybebés.EnlahabitacióndeAiko,lasdosamigasseguíancharlandoenvozbaja.
—Yentoncesempezóaahogarse.AquelestudiantedeNada…—¿Nosabíanadar?—Supongoqueno.Fueunespectáculo…Parecíagustarlemucho…—¿NosabíaqueAikoyateníanovio?—Nocreo.Alfinyalcabo,apenassabíanadadeella.—Claro. Cuando te paras a pensar en cómo eran los estudiantes de la Escuela
SecundariaNadaenaquellaépoca…—Miróelreloj—.Todavíanohanpasadonidoshoras.
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DOCELAESTILOGRÁFICA
Medioañodespuésdequefinalizaralaguerra.OzuvolvióaJapón,cruzandoelmismoocéanonegroquehabíavistoatravésde
lalluviacuandoloenviaronalfrente.Elsuciobuquedecargaestabaabarrotadodesoldadosjaponeses.Todosteníanlamismaexpresiónalicaída.Leshabíanquitadolasarmas e incluso las insignias del cuello que indicaban sus rangos, perdiendo todadignidad y orgullo. Los soldados, agotados, estaban en cuclillas en la cubierta delbarco,agarrándoselasrodillas.
Sinembargo,podíansentirciertoalivioporelhechodequehabíasidoelejércitocomunista chino el que los había capturado. Los que pertenecían a las mismasbarracasyhabíansidoenviadosalnortedeManchuriahabíansidocapturadosporlastropassoviéticas,yhabíanacabadoenSiberia.
Llegaron aMaizuru un día lluvioso.Después de que los inspeccionaran en loscuartelesdedesmovilización,losmetieronenunostrenesqueparecíantransportedeganadoylosenviaronasusrespectivoshogares.
Portodaspartes,elpaisajeeraunpáramochamuscado.Desdelaestación,dondese detuvo con un chirrido el tren abarrotado, los soldados lograron ver ruinascarbonizadasyhombresymujeresquellevabanmochilasalaespalda.
—Nunca pensé que acabaríamos así —susurró un amigo a Ozu. Su rostro sedebatíaentrelarisaylaslágrimas.
OzusedespidiódesuamigoyvolvióacasadesdelaestaciónOsaka.Sucasahabíatenidolasuertedesobreviviralbombardeo,peroestabamuchomás
deterioradadeloquehabíaimaginadosentadoenlasbarracas.Lahuertaquehabíaadquiridosupadreenelpasadoahoraeraunsimpleterreno
vacío. Los refugios antiaéreos aún seguían en pie. Algunas partes del muro querodeaba la casa se habían caído a pedazos. Le dijeron que los fuertes vientos lohabíandañadocuandobombardearonunafábricadeavionescercanaelañoanterior.
—Nosllevamosunsustotremendoaqueldía—dijosumadremirandolaparcela,aúncubiertadenieve—.Oíunsonidocomoeldeunexpresocruzandounpuentedeacero,yentonceslacasaempezóatemblarcomosihubieraunterremoto,yelmurosederrumbóantemisojos.Tupadrehabíasalidoyyoestabasola.Nisiquierapudecorrerhastaelrefugioantiaéreo.
AunqueOzuhabíasidosoldado,alhaberestadoposicionadoenDairen,nohabíatenidocontactodirectoconlasbatallasyloscombatesaéreos.Lasfuerzassoviéticashabían ocupado Dairen momentáneamente, pero después se lo cedieron a loscomunistaschinos.Podíaconsiderarseafortunadoenmuchossentidos.
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Enlauniversidadaúnnohabíanempezadolasclases,yaquemásdelamitaddelosedificiosdelaescuelasehabíanquemado.
Las operaciones delmercado negro empezaron a ocupar las calles deOsaka yKobe. Allí, los hombres como Ozu, ataviados con sus uniformes de repatriados,deambulaban de un lado a otro con sacos de comida cargados al hombro. Elagotamiento,ladesesperanzaylafutilidadestabangrabadosensusrostros.
Undía,deimproviso,OzuvisitólacasadeFletán.Peroelvecindarioenelqueseerigíalapequeñaviviendaquerecordabatanbienahoraeraundesiertodecenizas.Elvientoinvernalesparcíalosrestosdelosescombros.
Se sentó en una pila de desechos y pensó en cada una de las cosas que habíaperdido.
Fletán.Eseamigosuyodeojosadormilados.Alrecordarqueyanovivía,Ozudeprontonopudoreprimirlaslágrimasquederramaronsusojos.
Noeramaltipo.Noeramuybrillantenidestacabaespecialmente,perohabíasidounodelosmejoresamigosdeOzu.«No.Eramiúnicoamigo»,pensóOzusecándoselaslágrimasconlapalmadelamano.
Ozuapenastuvoocasióndeholgazanearantesdequeempezaranlasclases.Muchos de sus camaradas repatriados habían perdido sus casas, reducidas a
cenizas.Ozuseenteródequealgunoshabíanconseguidountrabajoatiempoparcialysiguiósuejemplo.
Había todo tipo de trabajos disponibles. Se unieron y formaron una UnidadSocioculturaldeAlumnos.EnOsakayAmagasakiseabastecíandejabonesatípicos,teterasyhornosdepandelasfábricas,ycaminabanporlascallesvendiéndolos.Enaquella época se vendía cualquier cosa de utilidad que hubiera disponible, así quehabíaunademandamuyaltadesusartículos.
Ozuysusamigossededicaronaeso.Llevabanunamochilaalaespaldadondeguardaban todossusutensiliosy los llevabana losmercadosnegros.Envolvían losjabones de aceite de pescado en un papel con palabras impresas en un idiomaextranjero y escribían «MADE IN USA» en el paquete. Solían confundirlo con«MADEINU.S.A.»,demodoqueeljabónsevendíabien.
Ozu se convirtió en una cara conocida en losmercados negros, y se habituó abebersakeconsusamigos.Losbaresdebiombosrojoscubríanloscallejonesdetrásde los mercados negros, y allí los repatriados, sin uniformes, apilaban carne deballenafritaensusplatosybebíanvasosdesakebarato.
Al anochecer, Ozu solía sentarse con sus amigos en los bares de los biombosrojos,observandoeliryvenirdelamultitudruidosamientrassorbíaelsake,defuerteolor.Y pensaba en Fletán y enAiko.De vez en cuando aparecía en losmercadosnegrosoen losbares lapolicíamilitar,conuncascoblancodemetalen lacabeza.Estabanvigilandoalostranseúntes.
Fueundíademarzo.
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Ozu y un amigo habían acabado la jornada laboral en sus trabajos a tiempoparcial.Estaban,comosiempre,tomandoalgodepieenunodelosbaresdebiombosrojos.Deprontoseoyóelclamordeunasvocesyelsonidodeunospasos.
—Nopodemoshacerotracosa…¡Notenemosquécomer!Elgolpeteodelospasossemezclóconlosgritosdeunhombreyunoschillidos
femeninos.Dosmujeresentraronenelbarprecipitadamente.—¿Una redada?—preguntó el viejo camarero—. ¿Son los americanos? ¿O la
policíajaponesa?—La policía—respondió una de lasmujeres—.Han descubierto que teníamos
escondidounpocodearrozdelmercadonegro.De vez en cuando había redadas en los mercados negros. Ozu y los demás
estudiantesestabanasalvo,porquenocomerciabanconarroz.Perolaspersonasquellevaban el arroz del mercado negro desde las granjas, guardado en alforjas o enpañuelos,seveíanexpuestasalasredadaspolicialesyselaspodíanacabarllevando.
Lasdosmujeresenterraronlascarasenunospañuelosysecolocaronencuclillasen una esquina del bar, dando la espalda a los clientes. Ozu y sus amigospermanecieronasulado,ocultándolasalavista,ysiguieroncomiendosusbrotesdesojafritos.
Dospolicíasfuerondebarenbar,caminandoconpasospesados,peroalcabodeunratoparecieronrendirseydesaparecieron.
—Yahapasadotodo.—Gracias,señor.Lasdosmujeresquesehabíantapadoconelpañuelosesacudieronlospantalones
porlaalturadelarodilla.Ledieronalcamareroveinteyenesparaagradecerlequelashubieraescondidoysalieronporlapuerta.
Justoenesemomento,losojosdeunadelasmujeresseencontraronconlosdeOzu.
—¡Oh!—exclamó,parándoseenseco—.¡SeñorOzu!EralahermanamayordeFletán…—¡Ypensarqueha tenidoquevermeasí!—Sequitóelpañuelode lacara.La
hermanadeFletánsesentíaavergonzadaporlospantalonesmasculinosquellevaba.PeroelmismoOzuvestía conununiformeandrajosode repatriado—.No imaginéquevolveríaaverlo.
—Fuiasucasa,peroelfuegohadestruidotodalazona.¿Estábiensumadre?—Sí,ahoraviveconmigo.ElamigodeOzuylamujerqueacompañabaalahermanadeFletánesperaronen
lapartedelanteradelbaryescucharonlaconversación.—Esunamigodemihermano,delaépocadelcolegio.Perdona,Toshi.¿Porqué
noteadelantas?—dijolahermanadeFletán.Cuandosequedaronsolos,lepreguntóaOzu—:Estámuysuciopero…¿legustaríaveniramicasa?Megustaríadarlealgoquepertenecióamihermano.
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Untrenretumbóalatravesarlavíaelevada.Pordebajofluíaunacorrientedeaguaturbiaque recorríaunmurodecemento.Habíaunvagabundoapoyadoenelmuro,observandoconaireausentealostranseúntes.
—Simihermanoaúnestuvieravivo, seguramenteme reñiría, pero…nopuedoocuparmedemiaspectocuandosoylaúnicaquepuedecuidaramimadre.
LahermanadeFletánaúnsesentía incómodaporsuatuendoyporelhechodeserunavendedoraambulante.OzurecordabasuaspectolanochequesirviósakeenlafiestadedespedidacuandoreclutaronaFletán.
—Medijeronquemuriódeunaenfermedadenelfrente…¿Quéenfermedadera?—preguntóOzu.
—Neumonía.Recibimosunacartadeunhombredelmismoregimiento…DecíaqueFletánmuriódosdíasdespuésdeingresarenelhospitaldelejército.
—Asíqueera…neumonía.Se imaginó el cuerpodébil deFletán.Los soldados jóvenes corrían de un lado
para otro en el frío mientras los oficiales veteranos entraban en calor junto a lasestufasenlasbarracas.
—El viento debió de ser muy frío en Corea. —Ozu dejó escapar un suspiroinvoluntario.Los inviernos también eran duros enDairen, que se parecíamucho aCorea.Elfríoallíeramásque«frío».Lociertoesqueresultabainclusodoloroso.
—Lointentócontodassusfuerzas.—NoencontrómáspalabrasdeconsueloparalahermanadeFletán.Mientraspaseaban,ellamanteníalaesquinadelpañuelocontralaboca,intentandoreprimirlossollozos.
Traspasarporunazonacompletamentequemada,lahermanadeFletánlollevóauna casucha débilmente iluminada. La habían construido junto a los muros de ungarajequesehabíaquemado,yteníauntejadodezinc.
—¡Madre!—llamódesdelaentrada—.¡Madre!OzureconocióelrostrodelamadredeFletánenlaventana,perosupelosehabía
vueltoblancocomolanieve.—¡Lorecuerdo,señorOzu!EselseñorOzu,¿verdad?—Perdiólacomposturay
laslágrimasllenaronsusojos.LahermanadeFletánlehizopasar.—Medavergüenzacómoestátodo.Estátansucio…—Recogiórápidamentelas
tazas y los palillos de la mesita de té y apartó el brasero de carbón que habíancolocadoallado.ViounafotodeFletánfijadaaunpaneldemaderaenlapared.
—Siesechicoestuvieravivoahora…nohabríamosacabadoasí—selamentólamadredeFletán,sentadajuntoaOzu.
—Madre,¿cuántasvecestengoquedecirtequedejesderepetiresastonterías?—replicólahermanadeFletánenvozalta—.SeñorOzu,éstassonlascosasquedejómihermano.
Sacóunfardoconunestampadodecuadrosdesteñidos.Elnudoestabaatadomuyfuerte.Cuando lo deshizo bajo la tenue luz, aparecieron una cartera y el traje y la
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corbataquehabíallevadoFletáneldíadesuingresoenlamilicia.—Tambiénhayotrascosasquenostrajounodesusamigosdelejército.Ozu juntó lasmanos instintivamente, de forma reverencial, encima del traje de
Fletán.Visualizóasuamigo llevándoloconorgulloalbajardel trenen laEstaciónSannomiya.
—Suamigodelejércitonostrajolaestilográficaylalibretaqueusaba.—¿Suestilográfica?¿Puedoverla?—Claro.—Selevantóyabrióunacajaquehabíaencimadelescritoriopequeño
delaesquina—.Aquíestá.Era la pluma que recordaba.No habría podido olvidar esa pluma ni aunque lo
hubieraintentado.—Ah—dijoenvozbaja—.Fletánlausaba…mucho.—Porfavor,llévesela.—LahermanadeFletánmiróaOzufijamente—.Nohay
nadamásquepuedaquedarsecomorecuerdo…Porfavor,lléveseesto,señorOzu.—Nohacefalta…—Nopasanada.Creoqueamihermanolehabríagustadoquelausara.Ozulevantólaplumahastasufrenteconreverenciaydespuésselaguardóenel
bolsillo.—Entonceslaacepto.—¿Porquénosellevatambiénlalibreta?Ozunegóconlacabeza.Nopodíallevarsedosdelaspocaspertenenciasqueaún
conservabanelolordeFletán.PerolahermanadeFletáninsistió:—No,enserio.Nosresultamuydoloroso teneresta libretacerca.Nosrecuerda
muchoaél.Ozuojeólalibretabajolatenueluz.Lamayoríadelaspáginasestabanenblanco,
salvolaseccióndedirecciones,dondehabíaescritoelnombreyladireccióndesusconocidos.Tambiénhabíavariaspáginasqueparecíanundiario.
Entonces, en una de las páginas, Ozu vio una especie de mapa dibujado porFletán.
Erael áreadel ríoAshiya.Ozudescifróalgunosgarabatosquedecían«Pinos»,«Puente»yluego,«CasadeAiko».
Ozudejólalibreta.Ya era noche cerrada cuando salió de la casa de Fletán, llevando consigo la
estilográficay la libreta.El viento soplaba atravesando las ruinas chamuscadas.Allevantar lavistaalcielo,vioque lasestrellasde inviernobrillabanconfuerza.Unadesesperación indescriptible le oprimió el pecho. No lograba imaginar qué habíaprovocadoestaoladedesesperación.
¿PorquétienenquemorirlostiposbuenoscomoFletán?Tuvoquereprimirlairaquesentía,imposiblededescargar.Peroesarabiaveníamotivadaporalgomás.
¿Por qué tiene que morir gente tan pura y simple como Fletán? Pero esossentimientosnoeranelorigendesudesesperación.
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Un tipo sencilloymodesto.Un tipo astuto, posiblemente, peroque además, enalgunapartedesucorazón,alojabaunapurezaquelehacíaatesorarelprimeramorde su juventud. Seguramente existían tipos así en todo el mundo, pero éste enconcreto había muerto en la guerra, dejando atrás únicamente el traje que habíallevado,unaestilográficayunalibreta.
¿Noeseso…triste?Ozuqueríagritarlealasestrellasenelcielo.Nomeapenaqueunhombrefuerteounhéroemuera.Perolamentoqueuntipo
como Fletán lo haga. Es triste, insoportable, precisamente porque era la clase dehombrequeteencuentrasencualquierparte.
Elvagabundo,apoyadocomoantesenelmurodecemento,juntoalacorrientedeaguaturbiaquefluíapor lavíaférreaelevada,sehabíaquedadodormido.Másalládelpasoelevadohabíaunsoldadovestidodeblancoapoyadoenunbastóndemaderadepino.Estabatocandoelacordeón.
«Lamanzananodicenada,Perosécómosesientelamanzana.»
Ozuseapresuróallegaralaestaciónoyendoelecodeesavozcansadadetrásdesí.Sacó laestilográficabajo las luces tenuesde laplataforma.Elcolornosehabíadesgastado,yseveíaigualqueeldíaenqueseladioAiko,salvoporlasmarcasdetintanegraenlapunta.
Echó un vistazo a la libreta y en primer lugar se detuvo en el apartado dedirecciones. Fletán había garabateado descuidadamente el nombre de Ozu y sudirección.BuscóelnombredeAiko,peroporalgúnmotivonoloencontró.
Declaraciones del soldado de primera Uchiyama después de lasmaniobras.
Reuniónalas14:30Punto esencial de las instrucciones: regulaciones estrictas y
espírituluchador.
Alolargodelaspáginashabíagarabatosindescifrablescomoéstos:La plataforma estaba casi vacía. Sólo un empleado de la estación bajó las
escalerasycaminóhastaelprincipiodelaplataforma.«AMUZAOKIA».Las letras llamaron la atención de Ozu de repente. Inclinó la cabeza ante esa
palabra desconocida.Era comoun código telegráfico. Pero no tardó en resolver el
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misterio.Aiko Azuma. Fletán había escrito su nombre al revés con mucho cuidado.
Seguramente había considerado la posibilidad de que el jefe del escuadrón o unoficialsuperiordescubrieransulibreta.
Idiota…Depronto,OzusintiólaobligacióndedevolverlelaestilográficaaAiko,pormuy
difícilqueresultara.AMUZAOKIA.TeníaquehacerleveraAikoeldolorquehabíasoportadoFletán,escribiendoaescondidasesasnueve letras sentadoensubarraca,con la inminente posibilidad de recibir otro golpe por parte de sus oficialessuperiores.
Enlosúltimostresañosnohabíavueltoabajarsedel trenenlaparadadeNigawa.Pero la estación y los alrededores no habían cambiado mucho en ese tiempo. Elpequeño río blanco que fluía frente a la estación, las casas de color crema que sealineabanjuntoalríoyelredondomonteKabutoenelladocontrarioseguíanigualquesiempre.
Nosehabíaolvidadodelcamino.Despuésdeavanzarunpocoatravésdelbosquede pinos, llegaría a un estanque. Recordó que alguien que estaba en la panadería,enfrentede laestación, lehabíadichoque lacasade losNagayamaestaba justoalladodelestanque.
No se veía un solo bote en el estanque, estropeado por las inclemencias delinvierno. Al parecer no lo habían cuidado durante la guerra. El letrero que decía«EstanqueBenten»ylacasadealladoestabanhechosundesastre.
YelnombreenlacasadeAikoeradiferente.Nopodíadeterminarsihabíaalgunarelación entre la familia Nagayama y los Uchiboris cuyo nombre aparecía en lapuerta.
Deambuló por el vecindario durante unosminutos y después decidió llamar altimbre. Lo pulsó varias veces, pero nadie abrió la puerta. No parecía que hubieranadieencasa.
Volvióalaestaciónyempujólapuertadecristaldelapanadería.—¿Quiénes?—respondiódesdeel interiorunavozdébil, talvez ladealguien
queacababadedespertarse.Ozuechóunvistazoalatienda,peronovioningúnpan.Sólohabíaunabicicletaaparcadaenlaentrada.
Salióunamujerdemedianaedad.—Yanofuncionalapanadería—explicóconpesar,abriendounpocoelvidrio—.
Aúnnopodemosconseguirlosingredientes.—No, verá, había una casa que pertenecía a losNagayama cerca del estanque,
¿verdad?¿Sabedóndevivenahora?
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PensóenuncuentoinfantiltituladoBuscandoaMamáquehabíaleídocuandoerapequeño. Un niño que había sido separado de su madre iba de un lado para otrobuscándola. Pero cada vez que llegaba a una ciudad, sumadre se había ido a otrositio…
—¿Nagayama?Murióenlaguerra,segúnmedijeron…—¿Murióenlaguerra?—Sí.EnlaArmada,¿no?Ozurecordólacarabronceadadelcadetenaval,vestidoconununiformeblanco,
quellevabaunaespadacortaaqueldíaenelpuentedelríoAshiya.—¿Entoncessumujerhaenviudado?—Asíes.Muytriste,¿verdad?—¿Adóndefuesumujer?—Adondequieraquelaevacuaran,supongo.—¿Laevacuaron?«Ahora tengo que partir a otro sitio lejano», pensó. Después de visitarla en el
mismolugaraquellavez,murmuróparasímismo:Seacabó.¡Nopiensohacernadamásporél!
Pero incluso ahora parecía oír la voz de Fletán, con sus ojos adormilados,rogándole detrás de él: «Por favor, no digas eso. Por favor, lleva la estilográfica adondeseaquelahayanevacuado».
LamujerdelapanaderíaentróparabuscarunapostalquelehabíamandadoAiko.Recordabaquehabíaescritoladirecciónenellayquehabíallegadohacíaunañoymedio.ResultóserunpueblominúsculollamadoShūzan,alnortedeKioto.
Varios días después, Ozu se subió por la tarde a un autobús que salió deKioto yatravesó las colinas del Norte. Su destino era el pueblo de Shūzan, donde todavíavivíaAikoconsuspadresdespuésdelaevacuación.
Unas nubes densas cubrían el cielo. De vez en cuando brillaba el débil sol deinvierno por encima de lasmontañas. Cuando el autobús abandonó la periferia deKiotoy entrópor fin enundesfiladero,yahabíaoscurecido.Ambos lados estabancubiertos por una espesa capa de cipreses de Kitayama. Las laderas aún estabancubiertasporcoposdenieveennegrecidos.
Hacíafríoenelautobús.Lospocospasajerosqueviajabanenélhabíanadoptadouna expresión sombría, dejándose llevar por el vaivén del vehículo. La carreteraserpenteanteeraestrechae irregular.Sesentíancomosiestuvieranentrandoenunaregiónmontañosa.
Ozu levantó el cuello de su abrigo desgastado ymiró fijamente los riachueloscubiertosdehieloquerecorríanelvalleylosbosquesrepletosdecipresesdelgadosdeKitayamaquesehacíanvisiblesdetantoentanto.
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Pasaronporvariospueblospequeñosdemontaña.Entre lascasasde tejadosdepajao tablillashabíaserreríasqueparecíanestablos.Mujeresyhombres trabajabanjuntosenellas.
Trasavanzarconlentitudporlacarreteradelamontañadurantecasiunahora,elautobúsllegóporfinalacima.OzutodavíanopodíacreerqueAikovivieraahoraenestarecónditamontañatanoscuraydesolada.Devezencuandometíalamanoenelbolsilloytocabaconlosdedoslapluma.
Cuandoelautobúsatravesólacimayvolvióabajar,viounpueblosituadoenunacuencabañadoporladébilluzdelsol.EraShūzan,dondevivíaAiko.
Elautobúscondujoatravésdelacuencayalolargodeunacarreterarodeadaporcolinashastatalpuntoqueparecíalaentradadeunvalle.Siladirecciónquelehabíadado la mujer en la panadería de Nigawa era correcta, Aiko vivía ahora en estacarretera,cercadeltemploJōshōkō.
ElviejoautobúsdejóaOzusoloyvolvióaponerseenmarcha,dejandounaesteladepolvotrasdesí.Ozusubióporunacarreteraempinada,abriéndosepasoentrelanieveheladaqueaúncubríalosbordes.
AntesusojosapareciólapuertaprincipaldelTemploJōshōkō.Losescalonesdepiedra del templo podían verse esporádicamente en una ladera rodeada de árboles.Ozunoconocíalahistoriadeestetemplo.
Cuandoporfinllegóaunagranjaqueteníalapuertaaunlado,miróelreloj.Siperdíaelautobúsderegresoalascuatro,nopodríavolveraKioto.
Aloírsuspasos,unperronegroquehabíaatadoenunjardínempezóaladrar.Alertadaporlosladridos,unaancianaquellevabaundelantalabriólapuertade
cristaldelagranjaysalióalexterior.—¿EséstalacasadelosNagayama?—preguntóOzu.—La señora Nagayama vive ahí detrás. ¿Está buscando a la señora? Fue al
templohaceunrato.Estácopiandolossutras.Ozulediolasgraciasalamujerysubiólosescalonesdepiedraqueconducíanal
templo.Elairefríoseextendíacomolacuerdadeunarcoentrelaarboleda.Devezencuandoseoíaelcantoagudodeunpájaro.
Alllegaraloaltodelaladera,viounestanqueyunaestatuapequeñadeKannonconsagradosallí.Eltechodeltemploeravisibleaúnmásarriba.
Habíaempezadoasubirlosescalonesdeltemplocuandodeprontoaparecióunamujerarriba.
EraAiko.Llevabaunospantalonessencillosyteníaunfardodetelaenlamano.—¡Ah!—exclamóOzu.Ellasedetuvoylomiróconcautela.Unaexpresiónde
asombrocruzósurostromientraspermanecíaallídepie.Losdos semiraronen silencioduranteun instantea travésde losescalonesde
piedra.—SoyOzu.¿Teacuerdasdemí?—gritó.—Sí—respondióella.
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—Fuiatucasaabuscarteymedijeronqueestabasenestetemplo…Tengoquevolverenelautobúsdelascuatro.Megustaríadarteunacosa.
Semetiólamanoenelbolsilloysubiólosescalonesdespacio.—Hapasadomuchotiempo—dijoAiko,inclinándoseeducadamente.Allídepie,vestidaconesospantalonesraídos,noseparecíaennadaa laAiko
joven. La angustia invisible de su vida se reflejaba en la cara y las manos quesosteníanelfardo.
—Estoes…—empezóadecirOzu,perosetragólaspalabras—.Medijeronquetumaridofalleció.
—Sí.—¿Yhasestadoaquí…desde…?—Sí,éstehasidomihogardesdeantesdequeterminaralaguerra.El sol débil volvió a brillar entre las nubes. De alguna parte cayó un copo de
nievediminuto.Aikolevantólacabezacomosifueraacogerlanieveymiróalcielo.—¿Trabajasenelcampo?—preguntóélimpulsivamentealverlasheridasdesus
dedos.—Mispadressonmuymayores.Perotúhasvueltodelaguerra,¿no?—Desvióla
miradahastalasbotasmilitaresdeOzu.Bajaron los escalones y se sentaron en un banco junto al estanque. El viento
atrapóotrocopodenievepequeño,quevolójuntoaellos.—Hacefríoaquí,¿verdad?—murmuróOzu.—Sí.Lacuencaestárodeadademontañas.—Hascambiado,¿verdad,Aiko?—Nohesidolaúnica.Laguerrafuelarga.—CuandoestabaenelejércitopensabamuchoenlaEscuelaSecundariaNada.Ellasonrióyguardósilencioporuninstante.Entoncesmurmuró:—Mepreguntositodavíafuncionaaqueltrenquepasabaporlacarretera.—¡Funciona!Estámásviejoyvamáslentoquenunca.—Echodemenoseltren,yelvecindarioenelqueestabalaescuela.—Nuncaimaginamosqueacabaríamosasí,¿verdad?Éramostandespreocupados.—Ajá.—¿Cómoestátuhijo?AikomoviólacabezacontristezaaloírlapreguntadeOzu.—Muriódeneumonía…—¿Neumonía?—Sí.A Ozu le pareció que todo origen de la felicidad humana se había evaporado
durante la guerra. No había un solo japonés que no hubiera perdido algo. Todoshabían visto sus casas quemadas, lamuerte de sus padres y la desaparición de susfamiliares.
—¿Teacuerdasde…Fletán?
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—Sí.¿Quéesdeél?—Estámuerto.Éltambién.—¡Ohno!—Lasorpresayeldolornublaronsusojos.—Murió de una enfermedad en el campo de batalla enCorea.—Ozu buscó la
estilográficaenelbolsillo,envueltaenpapel,ylasacó—.¿Teacuerdasdeesto…?Tenía la mirada perdida en dirección a la superficie del lago. La noticia de la
muertedeFletándebíadehaberlerecordadoeldíaenquemuriósumarido.—¿Te acuerdas de esto? —repitió Ozu, y ella se recompuso al fin—. Es la
estilográfica.LaqueledisteaFletán.Laguardócomountesorohastaeldíaenquemurió…
SeleensombrecióelrostroyescuchóconatenciónlaspalabrasentrecortadasdeOzu.
—En…ensulibreta…dibujóunmapadelazonadelríoAshiya.Lashilerasdepinos.Yelpuente.Y tucasa.¿Sabesporqué?Eraun idiota.Cadadíapenosoquepasócomo soldado…,así era como se consolabaa símismo.DibujandomapasdeAshiyaconlaplumaquelediste…
UnfinocopodenieverozóelhombrodelabrigodesgastadodeOzuyaterrizóenla mejilla de Aiko. El cielo, débilmente iluminado por un instante, volvió aoscurecersealcubrirsedenubes.
—Esto…tepertenecía…Ahoraesunrecuerdosuyo.Ellacogióelpequeñopaqueteensilencio.—Mesientomejorahora…—Ozuforzóunasonrisa.EstaestilográficapequeñitahapasadodeAikoaFletán,haidodesdeJapónhasta
Corea,haregresadoaJapónyahorahabíavueltoaAiko.—Hanpasadomuchascosas,¿verdad?—Ozumirósureloj—.Eshoradecoger
elautobús.Tengoqueirme.—Muchasgracias.—Aikoseinclinóinesperadamente—.Graciasporvenirdesde
tanlejoshastalasmontañas.Bajaronlosescalonesjuntos,atravesaronlapuertadeltemployseencaminaron
hacialaparadadeautobús.Más allá de los campos y las colinas aún cubiertos de nieve podían divisar las
colinasdelNorte,fríasydesoladas.LaúnicaformadevolveraKiotoeracruzaresospicoscubiertosdecipresesoscuros.
—¿VolverásalaregióndeHanshin?—Laverdadesquenolosé.Vislumbraronalolejoselautobúsqueavanzabaconlentitudhaciaellos.«Nunca
volveréaverla»,pensóOzu.Novolveríaaverla,igualquenuncapodríavolveraveraFletán.
—Cuídate—dijoOzucuandoelautobússedetuvo.—Tútambién—respondióAiko.
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Sesubióal autobús,donde sólohabíadospasajeros,y sealejócon rapidez.Alotroladodelaventanamugrienta,Aikosonreíacontristeza.Notardóendesaparecerdesuvista…
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TRECEELNUEVOMEDICAMENTO
Seabrieron laspuertasde lasaladeoperacionesyaparecióunacamillacustodiadaporcuatroenfermeras.Lasbolsasde transfusióny los tubosdeoxígenohacíanqueAiko,todavíadormida,seasemejaraalapiezadeunamáquina.
La camilla avanzó en silencio por el pasillo largo e iluminado. A su paso, laspersonasquehabíanvenido al hospital se alineaban contra las paredes, como si seestuvieraaproximandounacriaturatemible.
LasdosamigasdeAikoesperabanimpacientesenlapuertadelahabitación.—Muchasgracias.—Unadeellasseinclinóantelasenfermeras.—Aikoestábien,¿verdad?—Estarábienahora.Pero en la cara pálida de Aiko no se movió ni un músculo. Una enfermera
introdujo un tensiómetro por debajo del plástico que cubría la cama y lo colocórápidamenteenelbrazodelapaciente.Trajeronotrotanquedeoxígeno.
Despuésdequitarseeluniformedecirugíaydarseunaducha,Eiichifueaverla.Escuchósuslatidosconelfonendoscopioylediounosgolpecitosenlamejilla.
—SeñoraNagayama.¡SeñoraNagayama!Aikoabrióligeramentelosojos,mediodormida.—Yahaterminadolaoperación.—Gracias…—murmuró,moviendosuslabiossedientos—.Muchas…gracias.Aikovolvióaperderelconocimiento.EiichileinyectóBlaliamicinaenelbrazo.
Según el laboratorio de investigación de la compañía farmacéutica, una inyecciónintravenosadiariadecienadoscientosmiligramosdeestenuevomedicamentoseríaefectiva.
«¡Funciona, por lo quemás quieras!», pensóEiichi con gravedad al insertar laagujahipodérmicaenelbrazoblancoydelgadodeAiko.Teníaquesermásefectivoque la Blaomicina o la Adliamicina. Entonces me recordarán en los círculosmédicos…¡comolaprimerapersonaqueutilizóestemedicamento!
Una vezmás, visualizó la enorme sala de conferencias donde se anunciaría eldescubrimiento.Losoyentesllenaríanlasgradashastaabarrotarlasala.Alfrente,unafilademédicosprocedentesdedistintasuniversidades.Seoiríanvocessorprendidasmientras él y Kurihara presentaban sus hallazgos. A partir de ese momento, sunombrequedaríagrabadoenlamemoriadecadaunodeesosmédicos.
—Estaréaquíenelhospitaltodalanoche.—LeentrególaagujahipodérmicaaunaenfermeraysedirigióalasamigasdeAiko—.Nohaynadaenabsolutodequépreocuparse,asíquepodéisirosacasa.Unaenfermeraveteranavendráaverlacadamediahora.
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—Peroyahabíamosdecididoturnarnosparaestarconella.—¿Ahsí?Bueno,enesecaso,siveisalgúncambio,pulsadeseinterruptordeahí.
Y,sóloporprecaución,noledeisnadadeagua.—Deacuerdo.Eiichiylaenfermerasalierondelahabitación.—Es bueno, ¿verdad?—suspiró una de las amigas deAiko—. Esmuy joven,
perosientesquepuedesconfiarenél…Ojalámehubieracasadoconunmédico.—Sí,losé.Esunaliviooírledecirquenohaydequépreocuparse.Esanoche,EiichipasóaveraAikodosvecescada treshoras.Alrededorde la
medianoche, volvió a despertarse de la anestesia, pero todo parecía normal. Se lesuministraroninyeccionesdealcanforyglucosasegúnloestipulado.
—¿Porquénoosvaisadescansar?—EiichivolvióaanimarcordialmentealasamigasdeAikoantesdevolvera lasaladel turnodenoche.Estabasubiéndose lasmangasdelacamisablancaparalavarselasmanoscuandosonóelteléfono.
EraKurihara.—¿Cómo se encuentra? No me has dicho ni pío, así que me imaginé que no
habríaningúnproblema.—Kurihara reprendió aEiichi pornoponerse en contactocon él y le pidió detalles del estado de Aiko—. Ya veo. Son buenas noticias. Noolvidasteadministrarleelnuevotratamiento,¿verdad?
—¡Porsupuestoqueno!—Buentrabajo.—KuriharaelogióporprimeravezaEiichi.Entonces,comoside
pronto se hubiera acordado de algo, añadió—: ¿Sabes queTahara estará hoy en laciudad?
—¿Tahara?—Sí.CreoquefueesoloqueledijoaldoctorUchidaenunapostal.—¿Paraquévendrá?—¿Quiénsabe?Parainformardecómovasutrabajo,supongo.Eiichiperdióel interésenTahara.Ni siquiera lanoticiadequeTaharavolvíaa
Tokio después de una larga ausencia evocó algún sentimiento de nostalgia en él.Tahara ya no tenía nada que ver con la vida de Eiichi, pero le enfurecía verseobligado a trabajar en el turno de noche y tener que informar por teléfono de losprogresos a Kurihara, que siempre se mostraba condescendiente. Pero asífuncionabanlascosaseneldispensario,demodoquenoteníaelección.
Cuandosedespertódespuésdeunabrevesiestaenlasaladelturnodenoche,yahabíaamanecido.Paraunapacientequeacabadeoperarse,ypara susamigas,quehan pasado una noche larga y dolorosa, no hay nada que agradezcanmás que losprimeros rayos de luz proyectándose en las ventanas al salir el sol. CuandoEiichientró en la habitación, las dos amigas de Aiko se levantaron como si se sintieranenormementealiviadas.
—¡Doctor!—Hatenidofiebretodalanoche.
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—Nopasanada.Despuésdeunaoperaciónsueleserfrecuente.—Eiichileyóelhistorial médico que había colgado encima de la cama—. Está progresandofavorablemente—lasconsoló—.¿Hapedidoagua?
—No,nadadenada.Parecequeloestállevandobien.«Es unamujer perseverante», pensóEiichi. Lamayoría de los pacientes tienen
ansiasdebeberaguadespuésdeunaoperación.Loshombresenespecialeranmuyinsistentes.PerolaenfermerahabíaanotadoqueAikonohabíapedidoniaguaniunainyecciónparaaliviareldolor.
Eiichisaliódelahabitación.Aiko,quehabíapermanecidotumbadaconlosojoscerrados,ledijoenvozbajaasusamigas:
—Gracias.—¿Estabasdespierta?Todovabien,asíquenotepreocupes.—Hesoñadoconmimarido.En el sueño, Aiko había visto a su marido solo, de pie en la cubierta de un
crucero, atravesando el mar embravecido. Llevaba su uniforme blanco puro ypermanecíaquieto, con lasmanosen lascaderas.Mirabaelhorizonteconel rostroserio.Aikolollamaba,peroélnosegirabahaciaella.
Avanzóporelpasillorepletodegentedevueltaaldispensario.Enmediode lamultituddeenfermerasypacientes,EiichivioaTahara,que se
dirigíahaciaél.Hacía tiempo que no lo veía. Tahara seguía vistiéndose con la misma ropa
desgastaday llevaba en lamano losmismos zapatosmaltrechos.Pero en su rostrohabíaciertaalegríaquenoteníacuandolodesterrarondelaciudad.
Taharaavanzó sinver aEiichihastaqueéste legritó:«¡Eh!».EntoncesTaharaparpadeósorprendidoysonrió,dejandoaldescubiertounamella.
—Hapasadomucho tiempo.—Eiichi le estrechó lamano—.Kuriharame dijoanochequeibasavenir,peronopenséquenosfuéramosaencontrartanpronto.
—EstamañanaalasseiscogíeltrennocturnohastaUeno.Acabodepasarmeporeldispensario,peromedijeronqueayertuvisteunaoperación.
—Sí.Estómago—respondióEiichiconimprecisión—.¿CuántotiempoestarásenTokio?
—Cuatroocincodías.Tengovariascosasquehacer.Nuestraenfermera jefe semarchó y tengo que buscar una sustituta.Y también conseguir un equipo de rayosX…—LavozdeTaharasonabaanimada.Ajuzgarporsutonoalegre,eraevidentequeelhospitaldelnoreste,porpequeñoquefuera,lehabíaencomendadoaTaharauntrabajoquerequeríaresponsabilidad,ytambiénqueélsentíaqueteníaunpropósitorealalhaceresetrabajo.
—¿Nohasencontradounaenfermerajefeallí?
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—NosgustaríaunadeTokioquetuvieraexperiencia.Yparacolmo,losmédicosylasenfermerasescaseanenlasprovincias.
—Hastanosotrosandamoscortosdeenfermeras.¿Hasencontradoaalguien?—Kurihara me ha dicho que aquí hay una muy buena. Está en
otorrinolaringologíaahoramismo,perohatrabajadoenmedicinainternayencirugía.SeapellidaShimada…¿Laconoces?—preguntóTahara inocentemente.Siendo taninocentecomoera,nodetectóelbrillodesorpresaenlosojosdeEiichi.
—¡Shimada!—exclamóEiichi.—Esoes.¿Laconoces?—No…Nolaconozco.—Sesuponequetieneexperiencia,segúnKurihara.Eiichi recordaba perfectamente la conversación que había mantenido con
Kurihara por teléfono la noche anterior. Se había comportado como si no supieranadaacercadelaintencióndeTaharadeveniraTokioodeltemadelasenfermeras.
Así que era eso. El muy canalla… ¡Como ahora la enfermera Shimada seinterponeensucamino,quierequesalgadelhospital!
Usando el pretexto de recomendarla como enfermera jefe, Kurihara, muyhábilmente, estaba sacándola del hospital. Porque sería un estorbo. Porque era unobstáculoparacasarseconYoshiko.
«Tienecaradeniño…peroesmásastutodeloquepensaba.Notesaldrásconlatuya»,pensóEiichitragandosalivaybajandolavista.Rápidamente,pensócuálseríalamejorformadeactuar.Eneseinstante,sumenteideóunplaningenioso.
Como le había tocado el turno de noche el día anterior y Aiko progresabaadecuadamente, esa nocheEiichi invitó aTahara a un restaurante que servíaoden,cercadelhospital.
LacaraamabledeTaharasepusorojadespuésdedosotresvasosdesake.—Si te soy sincero, al principio estabamuy abatido, pero ahorame alegro de
haber idoalnoreste.—Tahararepetíaestaspalabrasunayotraveza lo largode laconversación. Eiichi se dio cuenta de que hablaba con sinceridad, y que no era eltípicoperdedoraguafiestas.
—Esverdadesodeque«lafortunaaguardamásalládelosdominiosdelhogar».—Taharasesirvióotrovasodesakequenopodríabebersedeuntrago—.Elcampome sienta bien.Claro que, cuando vas a un lugar en el que escasean losmédicos,tienesquelidiarconancianasylasquejasdelasesposas,pero…¿quépuedodecir?Allíhayalgoqueconsiguequeseunanloscorazones.
Eiichiasintióconlacabeza,preocupadoporlahora.—Oye—le dijo a Tahara, que estaba lamiendo sus palillos—, ¿cambiamos de
escenario?
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—¿Eh?—Enesterestaurantenohayambiente.Heoídoquehanabiertounbargenialal
otroladodelacarretera.Vamosallí.—Mesientofueradelugarenlossitiosdeclasealtacomoese.—Notepreocupes.HasvenidohastaTokioyyoacabodehacerunaoperación.
Llamamosaunaenfermeraynosvamoslostresatomaralgo.—Miróelrelojypensóque Keiko aún seguiría en el ala de medicina interna. El motivo real por el queinvitabaaTaharaerapodertraeraKeiko.
Lallamóporteléfono.Comosuponía,Keikoestabaenlasaladeenfermeras,enelalademedicinainterna.
—Dateprisa.Te acuerdasdeTahara, ¿verdad?Estamos tomandoalgoyhemospensadoeniralbarahora.
KeikodioungritodesorpresaaloírlainvitacióndeEiichi,peroaccedióaunirseaellosenseguida.Eiichivolvióasuasiento.
—¿Aquiénhasllamado?—preguntóTahara.—AImai,demedicinainterna.¿Laconoces?—Ahoraloveremos.Supongoquelareconoceríasilaviera…CuandollegóKeiko,lostressalieronatodaprisadelrestauranteysedirigieronal
barnuevo.—Tahara…—estabancaminandohombroconhombrocuandoEiichi rompióel
silenciodepronto,adoptandodeliberadamenteuntonoalegre—havenidoaTokioenbuscadeunaenfermerajefeparasuhospital.
—Escasicomobuscaresposa.—TaharanoteníaniideadeporquéhabíasacadoeltemaEiichi.
—¿Atitegustaría?—EiichiseburlódeKeiko.—¿Y tú eres tan amable como para recomendarme? —respondió Keiko
mordazmente.Eiichisabíaexactamenteloqueestabapensando.—¡Merindo!—Eiichiagitólacabezadeformaexagerada—.PorqueKuriharaha
recomendadoalaseñoritaShimada.Creoqueyaestádecidido.—Hizounapausa—.Corre el rumor de que Kurihara podría casarse con la hija del doctor Ii—añadióbruscamente.Keikovolviólacarahaciaélrápidamente.
¿Cómo afectará mi suerte a esta pequeña apuesta? Rezó para que las cosassalierancomoesperaba.
Eiichinodijonadamássobreeltema.Keiko,comosiempre,fingióquenohabíaocurridonada.
—Enlasprovinciasvivestodotipodeexperiencias.—Inclusoenelbar,Taharano mostró ningún interés en el ambiente elegante y siguió parloteando sobre suhospital—.Digamosquepones auna anciana con tuberculosis en el hospital de laprefectura.Allírecibeuntratamientoimpecable,peroporotrolado,larecuperaciónesmás lenta. Eso es porque las ancianas se sientenmuy incómodas cuando pasan
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cadadíaenunhospitalgrande,asépticoeimponente.Esolasagota.Asíque,cuandolasenvíasdevueltaalcampo,¡serecuperanenseguida!
—Puedeser—asintióEiichi,reprimiendounbostezo.Taharayanoleservíaparanada.HabíatraídoaestetiposóloparapoderdecirloquelehabíadichoaKeiko…
—¡Esasí!Poresosiempremehaparecidoquelamedicinanoesunacuestióndemedicamentosydestrezatécnica.¡Tienequeverconelcorazón!Hacepocolleguéala conclusióndequeunbuenmédico es aquelquepuede ayudar aunpaciente sinesperanza a morir felizmente. Tenemos esos médicos en nuestro hospital deFukushima.Ningúnpezgordodeloscírculosintelectualeslosconoce,perotengoquequitarmeelsombrerocuandolosveotratarconlospacientes.
—¿Quéquieresdecir?—Es…porquesoncompasivos.Siunpacientetieneunmédicoasítrabajandoen
ély,aunasí,nohayesperanzas,noleimportarámorir.EiichipensóderepenteenAikoNagayama.Estenuevomedicamento tieneque
hacerefecto.Yélenloscírculosmédicos…—Bueno,tengoqueirme.Cuandosalierondelbar,Taharacogióunautobús,dejandosolosaEiichiyKeiko.—Elhombreapropiadoenel lugarapropiado.EseesTahara—murmuróEiichi
—.Tehasaburrido,¿verdad?—¡Nada de eso! —respondió Keiko con sarcasmo—. No me he aburrido en
absoluto.Enseguidamedicuentadeporquémehabíasinvitado.Eiichifingiónosaberdequéestabahablandoyse llevóuncigarrilloa laboca.
Untaxisedetuvojuntoaellosysiguiósucaminoalverquenosesubían.—QueríasqueledijeraalaenfermeraShimadalodeKuriharaylahijadeldoctor
Ii,¿verdad?—Nosédequémehablas.—Eres horrible.Acosas a tu presa comouna víbora.Odias al doctorKurihara,
¿verdad?Quieresquitarlodeenmedio.Quieresarruinar susplanesdematrimonio,¿noeseso?
—No tiene gracia. No dejes que tus delirios absurdos me conviertan en unvillano.
—Realmentequeríasenviarmealnoreste,¿eh?ComoloestáhaciendoeldoctorKuriharaconlaenfermeraShimada…
—Oh,vamos.¿Cómopuedesdecirmeeso?KeikosedetuvoymiróaEiichi.—Lasmujeressontantontas.Nopuedodejarte,apesardesaberlodespreciable
queeres.—Sime quisieras…—murmuróEiichi, casi para símismo,mientras aplastaba
conelzapatoelcigarrillo—meayudaríasahacermeunnombre.—Vale.SelocontarétodoalaenfermeraShimada.Acambioquiero…
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La tardedel tercerdíadespuésde laoperación,Aikoempezóasentirnáuseas.Losojosnose lehabíanpuestoamarillos,asíquenopodíansabersieraunsíntomadeictericia. Eiichi estaba seguro de que era una reacción provocada por la nuevamedicaciónanticancerígena.
—¿Qué hacemos?—Eiichi habló con Kurihara para decidir si deberían seguirinyectándoleelmedicamentonuevoono.
—Vamosaver.—Kuriharamovíalacabezaconincertidumbre—.ElViejohacelasrondasmañana,¿verdad?
—Sí.—Puessigamosconlasinyeccionesduranteelrestodeldía.Sisigueconnáuseas,
selodiremosalViejocuandovengaydejaremosqueseaélquientomeladecisión.Eiichinopodíasaber loquepensabaKurihara.Al igualqueél,Kuriharaquería
queestetratamientofuncionara.Queríaseguirconlasinyeccionesaunqueelpacientepresentarareaccionesadversas,clasificandoesareaccióncomoalgoindependientedelamedicación.
Aldíasiguiente,eldoctorIihizosusrondas.Siguiósurutinadesiempre:conunamano metida en el bolsillo de su bata blanca, caminó por delante del jefe deldispensarioy los empleados,visitandocadahabitacióny sosegandoa laspacientesangustiadasoriñendoalospacientesjóvenesquenosetomabanenserioelperiododeconvalecencia.Mientras tanto, los supervisores internosobservabannerviososelprocedimiento.
AlentrarenlahabitacióndeAiko,eldoctorIisedetuvoyadmiróapropósitolasfloresdelasmacetasquerodeabanlacama.
—¡Seestánponiendomuybonitas!—Leencantanlasflores—comentóunadelasamigasdeAiko.—¿Notienedificultadespararespirarconelolortanfuertedelasflores?Podría
sacarlasalpasilloporlanoche—dijoconamabilidad.Lentamente,sacóelfonendoyabrióelcuellodelabatadeAiko.
—¿Seleestáadministrandoelmedicamentonuevo?—Sí.—Eiichiinformódelacantidadylafrecuenciadelasinyecciones.—¿Síntomaspostoperatorios?—Lafiebrepostoperatoriaharemitido,peroayersentíaunpocodenáuseas.—¿Ahsí?—Agitólacabezaconfirmeza,comoindicandoquenohabíanadade
quépreocuparse—.Todovamuybien,señora.—ElmédicotranquilizóaAikoysusamigas—.Lasnáuseasnotienenimportancia.
ElViejosonrió,inclinóligeramentelacabezaysaliódelahabitación.EldoctorUchidaylosempleadoslosiguieron.
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—Kurihara.—Enelpasillo,elmédiconosedirigióaEiichisinoaKurihara—.¿Cómodeseriassonlasnáuseasquesiente?
—Por ahora parecen ligeras, pero si es una reacción a la medicina nueva, nopodemossermuyoptimistas…
—Nosoyespecialmenteoptimista.—Sí,señor.Entonces,¿seguimosconlasinyecciones?—Seguid. Todavía no sabemos si es la medicina nueva la que provoca las
náuseas.Podríaserhepatitis,acausade las transfusiones…Hacedleunapruebadehígadoysuministradleglucosaporvíaintravenosa.
—Sí,señor.Eiichi sentíaque lohabían ignorado.Había sidoélquienhabíaexaminadoa la
paciente después de la operación y al día siguiente. Había sido él quien habíadetectadolossíntomas.PeroKuriharaacababaderesponderlealmédicocomosi lohubierahechotodoél,yenningúnmomentonombróaEiichi.
Esa tarde, Aiko experimentó una oleada de náuseas aún más intensa. Pero,siguiendo las indicaciones del médico, Eiichi le suministró glucosa por víaintravenosa,juntoconotrainyeccióndelmedicamentonuevo.
Eldomingodeaquellasemana,Ozufueaunosgrandesalmacenesacomprarpapel,unpincelytintanegra.Variosdíasantes,eldirectorejecutivodesuempresalehabíaenseñadounlibrodecaligrafía,yalinstanteseleocurrióprobarlo.
Sumujerysuhijaserierondeélcuandolescomentólaidea.—Siempre abandonas las cosas. Una vez te ilusionaste con una colección de
piedras,peronotardasteendejarlo.Los grandes almacenes estaban repletos de gente joven. En la sala de
exposicionesdelaséptimaplantahabíaunamuestradelapintoraNaomiSekiya,queacababadevolverdeFrancia.OzuobservólasimágenesdelosescalonesdepiedradeMontmartreylascafeterías,ysintióunaenvidiainmensadelosjóvenes.Cuandotenían la edad apropiada para viajar al extranjero y empaparse de todo tipo deexperiencias,élyFletánestabanenelejército,limpiandosuelos,sacandobrilloalosriflesyrecibiendogolpes.Lamujerquellevabaunospantalonesblancosyqueestabasentadajuntoalaentradahablandoconunvisitantedebíadeserlaartista.Superfilerahermoso,conesepelolargoyoscuro.
Además del pincel y la tinta, Ozu compró elEnsayo sobre caligrafía, de SunKuo-t’ing.Ozusesintióatraídoporlossímbolossimplesyespontáneos.Sesentóenel restaurante abarrotado de los grandes almacenes y sorbió su té negro mientrasmiraba los símbolos. Hacíamucho que no pasaba un domingo tan relajante comoéste.
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El cielo de la tarde aún estaba despejado.Unglobopublicitario sobrevolaba elcielo.Decaminoalautobús,Ozulamentóunpocotenerquevolveracasa.
—¿Adóndepuedoir?Unaidealecruzóporlamente.Podríairalhospitaldesuhijo.Hoynotrabaja,pero…OzusabíaqueEiichihabíasalido,peroquenoibaalhospital.Aunquesuhijono
estuviera allí, quería ir igualmente, porque estaba preocupado por Aiko desde laoperación.
—¿Ha ido bien la operación? —le había preguntado a Eiichi tres días antes,fingiendomenosinterésdelquesentía.
—Ellaestábien.—RecordólarespuestadeEiichiconciertoenfado.Si laoperaciónhabía idobien,aestasalturas,unasemanamás tarde,yapodría
caminar por el hospital. Incluso podía ser que se cruzara con ella. Habían pasadotantosañosqueseguramentenoloreconocería.NolahabíavistodesdeaqueldíaeneltemploJōshōkō.
«Noimporta»,pensóOzualsentarseenelautobús.Daigualquesehayaolvidadodemí,deFletánydelaestilográfica.Entraríadiscretamenteenelhospital,yaunquenolaviera,oaunquesecruzaraconellaenelvestíbulo,volveríaasalirensilencio.
Se bajó del autobús y entró en el hospital. El patio y la entrada, dondenormalmenteibanyveníansinpararlospacientesylasenfermeras,estabandesiertos.Avecesllegabauntaxi,dejabaaunvisitanteyvolvíaamarcharse.
Los zapatos de Ozu resonaron por el largo pasillo a medida que avanzaba endirecciónalascensor.Recordabaelalaenlaquetrabajabasuhijo.
Entróen lazonayseacercóa lahabitacióndeAiko.Enalgunapartehabíauntelevisorencendidoretransmitiendounpartidodebéisbol.Nosepercibíaningúnotrosonido.
DerepentesalióunaenfermeradelahabitacióndeAiko.Corrióhastalasaladeenfermeras,visiblementepreocupada.
Ajenoalaemergenciaquesehabíaproducidoenelpasillo,eltelevisorquehabíaencendidoenlasalagrandecontinuóconlaretransmisión.
Dos enfermeras se acercaron a trompicones. Las seguía un médico joven conpinta de universitario, agarrado a su estetoscopio. Entraron a toda prisa en lahabitación de Aiko. Ozu estaba seguro de que el estado de la paciente habíacambiado.
Retrocedióhastalaparedtambaleándose.Cuandosaliódelosgrandesalmacenesy decidió de improviso acudir al hospital, nunca se imaginó que encontraría unasituacióncomoesa.
¿QuéestáhaciendoEiichi?¡…Eiichi…!Sintiólanecesidaddeavisarasuhijo,queestabaenalgúnotrositioynosabíalo
queestabapasando.Fuecorriendoal teléfonodepagoalfinaldelpasilloyllamóacasa.
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—¿QuépasaconEiichi?¿Havueltoacasa?—No,todavíano.—SuhijaYumiseasustóaloíreltonoagitadodelavozdesu
padre—.¿Dóndeestás,papá?—Daigual.¡SillegaEiichiacasa,dilequellamealhospitalenseguida!—Colgó
ysacóunpañuelodelbolsilloparalimpiarseelsudordelacara.—¡Doctor!—Otraenfermera saliódel consultorioy llamóal joven internocon
pintadeuniversitario,queenesemomentoestabasaliendodelahabitacióndeAiko—.EldoctorTaharaestáenlasaladeenfermerasdelalademedicinainterna.
—¿EldoctorTahara?—Sí,eldoctorTaharaquefuealhospitaldelnoreste.—Por favor, pídele que venga enseguida. Dile que soy un interno y no puedo
manejaresto.—Vale.Ozusesentóenunsofáquehabíacercayvolvióasecarseelsudordelafrente.¡Ayudadla!¡Ayudadla!,rogabamientrascolocabalasmanosenlasrodillas.¿Qué
estáhaciendoEiichi?¡…Eiichi…!De pronto se abrieron las puertas del ascensor que había junto a la sala de
enfermeras, dando paso a un hombre anodino, algomayor queEiichi.Ozu supusoqueseríaeldoctorTahara.
Elmédico,quenisiquierallevabapuestalabata,entróenlahabitacióndeAiko.Unos minutos más tarde, una enfermera salió lentamente de la habitación. Ozudedujoporsuritmopausadoquetodoestababajocontrol.
—Saque una muestra de sangre dentro de un rato y envíela para hacerle unapruebadehígado—ordenóeldoctorTaharaaotraenfermeraalsalirdelahabitación—. Está bajo control, pero no sabemos cuándo podrá sufrir otro ataque. Avise aKuriharayOzudeinmediato.Elpulsoesmuydébil.Medalaimpresióndequeesunareacciónviolentaaalgúnmedicamento.¿Quéleestándando?
—Esunmedicamentonuevo.—¿Unmedicamentonuevo?¿Cómosellama?—No lo sé. El doctor Kurihara y el doctor Ozu nos lo dieron para que se lo
suministráramosalapaciente.—¿Puedo ver el historial médico? —La enfermera dudó y Tahara la miró
enfurecido—.Mehagoplenamenteresponsable.OzuesperóuninstantemientrasTaharaentrabaamirarelhistorialdeAiko.No
guardabaningunarelaciónconella,asíqueseríaimpropioporsupartepreguntarporAiko,peronopodíairsesinmás.
Parecíaque,ajuzgarporloquehabíadichoeldoctorTahara,elempeoramientodeAikoestabacausadoporunmedicamentoquesuhijoleestabadando.Yenestepreciso instante, suhijoestabaenalgunapartedivirtiéndose,dejandoa supacienteabandonada. Mientras permanecía sentado en el sofá, esperando, Ozu sintió lanecesidaddedisculparseanteAikoyestrangularaEiichi.
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OyólavozdeldoctorTahara.—Bueno,estaréabajohastaqueeldoctorKuriharaylosdemásvengan.Llámeme
simenecesita.—Muchasgracias,doctor.ElmédicoanodinoavanzóporelpasilloyOzulosiguió.—¡Disculpe!—Trasdeciresto,Ozunosupocómocontinuar—.Esamujer…¿se
encuentrabien?Sorprendido,TaharasevolvióhaciaOzu.—El pulso es débil y tiene el hígado inflamado… pero yo no trabajo en este
hospital…—Parpadeó como si le costara pronunciar estas palabras—. El médicoasignadollegaráenseguida.Espereaquíynosepreocupe.
CuandoTahara semarchó,Ozubajó las escaleras.Esa tardededomingohabíavarios sofás vacíos enfrente del dispensario, que estaba desierto. Se sentó como siquisieraesconderseenunodeellos.
Esperócasiunahorahastaqueporfinsedetuvountaxienlapuertadecristaldelaentrada.Eiichisaliódeélatodaprisa.Seguramentehabíaacudidorápidamentealhospitalnadamás recibirelmensaje.Ozuviocómosuhijoentrabaenelascensor.Entonces soltó un suspiro de alivio y salió del hospital, secándose el sudor de lafrente. En su interior, empezó a notar un dolor de estómago por primera vez ensemanas.
Alsalirdelascensor,Eiichisedetuvoenlasaladeenfermeras.Lasdosenfermerasexclamaron«¡Ah!»yguardaronsilencioporuninstante.
—Hemosintentadolocalizarleenvariossitios.—Esdomingo.—El doctor Tahara se ocupó de ella. Ahora parece estable, pero ha vomitado
variasveces.Podríaserhepatitis.—¿Cómo sabéis vosotras que es hepatitis? —La voz de Eiichi sonó
inesperadamentehiriente.—EldoctorTaharalodijo.Miróelhistorialmédicoy…—¡Taharamiróelhistorial!—AEiichilecambióelcolordelacara—.Sabéisque
Tahara ya no trabaja en este hospital. ¡No tenéis ningún derecho a enseñarle elhistorialdeunpacientesinpermiso!—LamiradapenetrantedeEiichiestaballenadereproche.
—¡Noteníamoselección!—respondióunade lasenfermerasdeformahistérica—.Uninterno,eldoctorHori,fueabuscaraldoctorTahara.YeldoctorTaharadijoquesehacíaresponsablealmirarelhistorial.¡Llámeloypregúntele!
Eiichi se fue de la sala de enfermeras sin decir palabra. Echó un vistazo a lahabitación de Aiko. Su pálida paciente estaba dormida, con la aguja del suero
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intravenosoinsertadaenelbrazodelgadoyblanco.Lahabitaciónaúnolíaaalcohol,yenelsuelohabíauntrozodealgodónmanchadodesangre.
Cuando Eiichi salió de la habitación, Tahara estaba de pie en el pasillo,mirándolo.
Eiichicontrolósusemocionesyledirigióunasonrisaforzada.—Parecequetehemoscausadoalgunosproblemas.Ahoraestábien,graciasati.TaharamiróimpávidoaEiichialosojos.—Sólohe tomadomedidasprovisionales.Pedía lasenfermerasquemedejaran
verelhistorialmédico.—Eso he oído.—Eiichi asintió tranquilamente—. Todo está bajo control. Nos
ocuparemosdetodo…NosabíaqueseguíasenTokio.—Cogeremoseltrendevueltapasadomañana.—¿TellevasalaenfermeraShimada?—Sí,sevieneconmigo.Tenemospacientesesperándonos.—¿Ah sí? Bueno, cuídate. —Eiichi le tendió la mano a Tahara, como si no
hubierapasadonada.PeroTaharanosemovió.EiichisedirigíaalasaladeenfermerascuandoTaharaledijo:—¡Eh!¿Cuáleselmedicamentonuevoqueleestáisdandoalapaciente?—¿Eh?—El rostrodeEiichipermaneció inexpresivo—.¿Medicamentonuevo?
Oh,eso.Noesnada.—¿Cómosellama?—Pregúntaselo al jefe del dispensario o a Kurihara. Yo recibo las órdenes de
arriba.—Esapaciente…porloquehepodidover,hasidolareacciónaesamedicinalo
quehadañadotantoelhígado.¿Habéishechopruebas?—¡No es asunto tuyo! —Finalmente, se desató la cólera de Eiichi—. ¡Ya no
tienesnadaqueverconeldispensario!Nomeinteresaobedecertusórdenes…LaréplicadeEiichihabríasilenciadoalantiguoTahara.Durantesusdiscusiones
médicaspasadas,Eiichisiemprelohabíadejadosinrespuesta.PeroestavezTaharaagitólacabeza.Respondióenvozbaja.—No te lo estoy preguntando comomiembro de este dispensario. Te lo estoy
preguntandocomomédico.—Entonces—respondióEiichi—,megustaríaquemostrarasunpocoderespeto
hacialaposicióndeotromédicoysustratamientos.—¿A eso lo llamas tratamiento? ¡Estás experimentando con tu nuevo
medicamentoenunserhumano!—EldoctorIiyeldoctorUchidahanaprobadoeltratamiento.—¿De veras? Ni siquiera a un matasanos como yo se le ocurriría probar un
medicamentonuevopeligrosoenunapacienteconunhígadotandébil.—El deterioro del hígado podría tener su origen en una hepatitis del suero
sanguíneo.Hemosestadohaciéndoletransfusiones.
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—Pero según el historial, habéis… Bah, qué demonios. Da igual. Después detodo,fuiyoalquepusierondepatitasenlacallelosmédicosdeestedispensarioquedan a sus pacientes medicamentos inútiles como el Bethion. Sé cómo hacéis losinformesaquí.Podréisengañaraotros,peroamínometomáiselpelo.
LasdosenfermerasdelasalahicieronunesfuerzoporoírloqueestabandiciendoEiichiyTahara.
—Oye,Tahara,vamosahablarallí.—LavozdeEiichisonóservicialalcederleelpasoa suoponente, cuyadeterminaciónerade lomás inesperada—.Lospacientespodríanoírnos.
Juntos, Eiichi y Tahara se alejaron y se subieron al ascensor. Aguardaron enmediodeunsilencioheladohastaqueelascensorbajóalaprimeraplanta.
—Nopuedeshablarasíahíarriba—murmuróEiichimientrasavanzabanporelvestíbulo.
—Losiento.Medejéllevar.—Peropiensaenmisituación.CuandoeldoctorUchidaoKuriharamedicenque
utiliceunmedicamentonuevo,nopuedonegarme.Soyelúltimoeslabóndelequipodeldispensario…—SuobjetivoeraapaciguaraTaharayllevarlofuera—.Cuandoeldoctorhizolasrondaselotrodía,lesdijeaélyaKuriharalodelhígado.Pero…—Modificó el tono de su voz para conseguir que Tahara simpatizara con él— tantoKuriharacomoelViejomedijeronquecontinuarausandoelmedicamentonuevoporahora,yqueyaveríamoscómoreaccionabaella.
—¿Hanprobadoestetratamientoenalgúnotrohospital?—Notengonilamásremotaidea.—Asíqueloestáisutilizandosinningúntipodeinformación.—Claroquehemosanalizadolainformacióndelacompañíafarmacéutica.Taharasedetuvobruscamente.—Ah, la compañía farmacéutica. Supongo que es la compañía del padre de
Kurihara,¿no?—Ajá.—Entonces…éstaeslaprimeravezquesepruebaelmedicamento,¿verdad?—Nopuedohablardeeso.—¡No puedes hablar de eso! ¿Y si esta paciente fuera alguien de tu familia?
¿Probaríasconellaestetratamientonuevo?¿Ysifueratumadre?¿Otuhermana?—Sí,seguramenteloharía—respondióEiichidesesperado,trasunsilencio—.No
importadequémedicamentoestemoshablando.Necesitasunpacienteparautilizarloporprimeravez,parapodermejorarloyanalizarsuefectividad.
—No somos como Jenner cuando descubrió la vacuna. Cuando probamos unmedicamentonuevo,tienequeserporqueelanterioryanohaceefecto,ocuandoelpacientenosdasuconsentimientovoluntariamente.Unadedos.¿Oshadadoellasuconsentimiento?
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—Éste no es un buenmomento para queme aprietes las clavijas. EnAméricapruebanlosmedicamentosnuevosenpresidiarios…
Tahara miró a Eiichi sorprendido. Entonces, la tristeza asomó a sus ojoslentamente.
—¿Deverdadtecreeseso?—Noquieroseguirhablandodeesto.—Eiichiagitólacabezaysonriódemanera
forzada.Noteníasentidocontinuarconladiscusión.Pensabandeformadiferente,ypormuchoquehablarannuncasepondríandeacuerdo.
—Somos médicos. Como somos humanos, tenemos ambiciones y queremosobtenerreconocimiento…perounmédico…—Taharahablóenvozbaja,comosisedirigieraasímismo—¡Unmédicoesunmédicoante todo!Alguienquesesuponequeayudaalosdemás.
—Sí.Tengotrabajo,tengoqueirme.—Supongoquenovolveréaverte—murmuróTaharacontristezabajolamirada
deEiichi.—No.—Eiichinegóconlacabezaylediolaespaldaasuamigodelaescuela—.
Nopuedohacernadaalrespecto.Nomientrassigaspensandoasí.
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CATORCESILBANDO
Aikotuvounsueño.Ibaavisitarlatumbadesumarido.Desdequehabíaingresadoenelhospital,su
grananhelohabíasidoarreglarlatumbaantesdelaoperación.Comprabaunasfloresycogíauncuboyuncepillopequeño.Caminabaatravés
delcementerio,queestabacompletamenteensilencio.Por algún motivo, en el sueño era otoño. Se fijó en unos crisantemos que
decorabanalgunaslápidasdesperdigadas.Enotrasflorecíancosmos.«Deberíahaberplantadocosmosparaél»,pensó.Loscosmoscrecíanconfuerza
eneljardíndelafamiliadesumaridoenNigawa.Enotoño,aqueljardínsellenabadefloresrosasyblancas.Unasabejasdiminutaszumbabandeflorenflor,enbuscadenéctar.
A veces su marido volvía de la base naval de Kure. Le gustaban mucho loscosmos.
—Enrealidadnolosplantábamosencasa…Elvientotraíalassemillasdealgunaparte, y se convertían en esto—le decía sumarido.De hecho, todas las casas delvecindario tenían cosmos en el jardín. Las semillas, ligeras, flotaban en el viento,floreciendoportodaspartesenlacarretera.
Arrancólasmalashierbasquerodeabanla tumba, lasbarrióyvertióaguaenlalápida.
—Nopodrévenirduranteuntiempo.Mevanaoperar—lesusurróasumarido,uniendoambasmanos—.Perdóname.
—¿Te van a operar? —respondió su marido al oído. La voz pertenecía a unhombrejoven,talycomohablabaantesdequelomataran.
—Sí.—Enlavidasiemprellegaunmomentoenquehayquelibrarunabatalla.Ahora
teha llegadoa ti lahorade ir a laguerra.Tienesque seguiradelanteyganar, ¡sinimportarlomuchoqueteduela!
—Sí.—Teníafeensupropiacapacidaddeperseverar,desobrevivir,deaguantar—.Puedohacerlo.FuicapazdesaliradelantecuandomeevacuaronaShūzan.
—Sí,asíes.Apareciólacaradesumarido.Surostro,masculinoybronceado,sonrióyasintió.
Alsonreírmostrósusdientesblancos,resplandecientes.—Trabajaba muy bien en el campo. Incluso los granjeros me felicitaron. Las
verdurasqueplantéerantanbuenasquemehabríagustadoquelashubierasprobado.Pensóensímismablandiendounaazada.Nuncaanteshabíautilizadounaazada,
peroteníatantafuerzadevoluntadquepudosoportarlaexperiencia.Alpensarensu
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difuntomarido y hablar con él, recordó cada día que había pasado cultivando loscampos,golpeandoconsuazada.Trabajabahastalaextenuación,hastaqueelsoldelatardeseponíapordetrásdelasColinasdelNorte.Eralamejorformadeolvidarsudolor.
—¿Mimuertefuelopeorparati?—preguntósumarido.—Sí.Esoycuandoesperamosdemasiadoparatratarlaneumoníadelbebé.Nosé
cómopedirteperdón…—Nopasanada.Aquelloocurrióporqueelmédiconovenía.Aikomeneólacabeza,intentandonorecordarlaagoníadeaqueldía…Aiko sintió la presencia de alguien y abrió ligeramente los ojos. Había una
enfermera de pie en la puerta de su habitación.Llevaba una cesta con flores en lamanoderecha.
—¿Cómoseencuentra,señoraNagayama?Aikosonriódébilmente,unesfuerzoquerequeríatodasuenergía.—Alguienlehaenviadoestasflores.¿Lasdejofuera?Cuando el estado de Aiko empeoró, sacaron al pasillo todas las macetas que
ocupabanlahabitación.Teníadificultadespararespiraracausadelolordelasflores.—Sí,—respondiódébilmente—.¿Quiénlasmanda?Laenfermeracogiólacestadefloresysacóunsobrepequeño.—¿Cómoseleeesto?¿Heimoku?Esoesloquepone.Heimoku…Laspondréen
elpasillo.Eldoctorllegaráenseguida.Sinecesitaalgo,pulseelinterruptor…¿Heimoku…?No.EraFletán[2].Unrecuerdodelpasadotomóformaensumente.
Fletán.El estudiante deNada.El joven que siempre las seguía a ella y a las otraschicas.
¿PorquéibaFletána…?Soñolienta, recordó el día en que un amigo del joven había ido a visitarla.
RecordóquelehabíadichoqueFletánhabíamuertoenlaguerra.Despuéssehabíasacadodelbolsillounaestilográfica.
¿Porquémeenviaríaunacestadeflores…alguienquemurióenlaguerra…?Peroestabademasiadocansadacomoparabuscarunmotivo.Yanoeracapazde
distinguir entre los que estaban vivos y los que no. La muerte había empezado acubrirelrostrodeAiko,comounasombraproyectándoseatravésdelaventanadelahabitacióndelhospital.
Tuvootrosueño.EralanocheenquehabíaperdidoasuhijoenShūzan.Eldoctoraúnnohabíallegado.Elhombrequehabíanenviadoabuscarlovolvióy
lesdijoqueelmédicohabíaidoaatenderaunpacienteasucasaenotropueblo,yquetardaríaunasdoshorasenllegar.
El niño estaba dormido en su camadiminuta, con la cara enrojecida.Tenía losojosligeramenteabiertos.Desesperado,dababocanadasintentandorespirar.Aikolepusotoallashúmedasenlafrente,cambiándolastanprontocomolascolocaba.
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El frasco demedicina que había encima del brasero hizo un sonido agudo. ElsuegrodeAikoestabadepieenelpasillojuntoalapuertadecristal.
—Estánevando—murmurócontristeza.Se levantó una niebla gris nocturna. Aiko veía los copos grandes y blancos
bailandoenella.—¿Quépasaconelmédico?—murmurabasusuegrounayotravez.Ensusueño,Aikosintióquelelevantabanelbrazoizquierdo.Volvióaabrirlos
ojos.Junto a su almohada se encontraban el doctorUchida y el doctorKurihara.Al
parecerpensabanqueAikoseguíadormida.—Dejadlasinyecciones.—Sí,señor.—¿Lehabéisdadounantipirético?—Hacedoshoras.—Bueno,lopeorpuedesucederenlospróximosdosdías.LossentidosagotadosdeAikocaptaronfragmentosdelaconversación.
Unavezmás,esanoche,Eiichivolvióacasabastantetarde.Ozuviocómosuhijoselavabalasmanosdeformadesganadaenellavabo.DedujoqueelestadodeAikonoerabueno.
—Buenasnoches.—Eiichiabrióunoscentímetrosel fusumaqueconectabaconlasaladeestaryasomólacabeza.Ozullamóasuhijocuandoésteempezabaasubirlasescaleras.
—¿Noquierestomarunté?—No,tengocosasquehacer.—Oh,vamos.Eiichimiróasufamiliaconciertodescontentoyentróenlasaladeestar.—Parecescansado.—Lo estoy. —Eiichi cogió la taza que le ofrecía su madre y sorbió el té
ruidosamente.LosojosdeOzuestabanfijosensuhijo.—¿Cómoestátupaciente?—¿Mipaciente?—¿Esgrave?Eiichidejólataza.—Supongo.Parececáncerterminal.—Quétriste—suspirósumadre—.¿Nopuedesoperarla?—Laoperamos,peronisiquieralasoperacionessirvencuandolaenfermedadestá
tanavanzada.
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LamaneradehablardeEiichinormalmentenoirritabaaOzu,peroahoraestabaenfadadoporeltonoirresponsabledelavozdesuhijo.
—Sisabíasquenoserviríadenada,¿paraquélaoperaste?—preguntó.—Porque operar a los pacientes los tranquiliza, al menos por un tiempo. Y
podemos determinar cuánto ha avanzado la enfermedad mucho mejor abriéndolosqueutilizandorayosXyotrosinstrumentos.Ynosdaunainformaciónmásdetalladaparainvestigar.
—¿Entonces…laoperasteparaobtenerinformaciónparainvestigar?Ozunotabaelenfadoensupropiavoz.Eiichimiróasupadreconrecelo.—Estapaciente…AikoNagayama.¿Laconoces?Ozu se dio cuenta de que no sólo su hijo, sino también su esposa y su hija lo
estabanmirando.Erademasiadotarde.—Sí,laconozco—respondióenvozbaja—.CuandoibaalaEscuelaSecundaria
deNada,ellaibaalaEscuelaFemeninadeKōnan…—¿Cómo sabías que estaba ingresada en el hospital de Eiichi? —preguntó
Nobukoasumarido,incrédula.—Cuandofuialhospital,visunombreenlapuerta.Esoestodo.—¿Estásseguro?Ozuhizounamuecaycogiósutaza.—El marido de la señora Nagayama era un oficial importante en la Armada.
Murióenelcampodebatalla,yellasufriómuchodespuésdeeso.—Nosabíanada.—Nohabíanecesidaddecontártelo.Nobuko estabamalinterpretando la situación.Hayquienpiensaque, cuandoun
hombreyunamujerseconocen,tienequehaberalgooscuroensurelación.Nobukoparecíaserunadeesaspersonas.
Sonóelteléfono.Eiichiselevantóyfuealaentrada.Desdelasaladeestarleoyeronresponderbrevemente«Sí»y«¿Enserio?»,yno
tardóenvolveralasala.—Tengoquesalir.Volverémástarde.—¿Tevasahora?—Sumadrelomirósorprendida.Consternada,losiguióhastala
puerta,dondeEiichiestabaponiéndoseloszapatos—.¿Quéhapasado?—TengoqueiraveraKurihara.—¿Aestahora?¡Sonmásdelasdiez!Eiichi abrió lapuerta sin responder.Salió a la calley, trasun instante, paróun
taxi.—¡Estamosmetidosenunlío tremendo!—Aúnpodíaoír lavozpreocupadade
Kuriharaalteléfono.—¿Quépasa?—ElnombredelaenfermeraShimadalepasóporlamente,perolo
quepreocupabaaKuriharaeraalgodistinto.
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—¿Puedesvenirahoramismo?Losperiódicossabenlodelnuevomedicamentoanticancerígeno.
—¿Cómosehanenterado?—Nolosé.¡Perovenrápido!—Kuriharaledioladireccióndesuapartamentoen
Azabu.Eraunapartamentoprivado,alejadodesuspadres,dondepodíallevaracabosuvidadespreocupadadesoltero.
Eiichi siguió las instrucciones deKurihara y pasó por el Colegio anglojaponésTōyō.Encontrólaviviendaaladerecha,bajounacolina.Eraunedificiopijo,deltipoenelqueEiichiesperabanovivirnuncapormuchosañosquepasaran.
Bajó del taxi y atravesó las puertas automáticas de la entrada.Kurihara estabasentado en el vestíbulo con un hombre a su izquierda.Este hombre debe de ser elperiodista.
CuandoKuriharavioaEiichi,lepresentóalhombreconfrialdad.«ÉsteesOzu,delmismodispensario».ElperiodistasacóunatarjetadelbolsilloyseladioaEiichi.ElnombrequeaparecíaenellaeraYuke.
—Heestadoreuniendoinformaciónsobreestanuevamedicaciónanticancerígenaque habéis usado en una paciente llamada Nagayama —comentó Yuke, mirandodirectamenteaEiichi—.Hemosoídoquehabéissidolosprimerosenutilizarlaenunpaciente.
EiichilanzóunamiradarápidaaKurihara.«Sí»,asintió.—Mehaninformadodequefabricaronestemedicamentoenunacompañíaque
pertenecealpadredeldoctorKurihara.¿Esasí?—Sí.—¿Yestapacientesabíadeantemanoqueibaisausarestamedicina?—Perdona—dijoEiichi—,pero¿hashabladoconeldoctorUchida?—No.Pensabaverlomástarde.—Oh.Pues,comosabes,esunmedicamentonuevo,ycomonosotrosnosomos
másqueempleadosdeldispensario,nopodemosdecirnadasobreélsinelpermisodeldirectordelcentro…
Eiichi hizo un cálculo rápido y pensó que eramejor adoptar la posición de unmiembrodebajorangodeldispensarioquenotieneningúntipoderesponsabilidad.
—Pero—insistióelreportero—,vosotrosdossoislosmédicosquesupervisanalaseñoraAikoNagayama,¿noesasí?
—Sí,asíes.—Tengoentendidoqueelestadode laseñoraNagayamahaempeoradoacausa
deestemedicamento.—¿Qué?—Eiichifingiónosabernada—.¿Acausadelamedicina?¿Quiénteha
dichoeso?—No puedo revelar mis fuentes. —Tras guardar silencio por un instante, el
periodista continuó—: Bueno, hablaré con el doctor Uchida. Si os da permiso,¿estaríaisdispuestosaofrecerunaexplicacióndetodoesto?
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—Sí,porsupuesto—asintióKurihara—.Perodejemosunacosaclara.Utilizamosestemedicamento anticancerígeno porque pensamos que beneficiaría a la paciente.Esperoquenohayamalentendidoseneseaspecto.
—Entonces,¿confíasenquelaseñoraNagayamaserecupere?—Sí.Elperiodistaparecíaalgodesconcertado.—Ya veo. Bueno, eso cambia las cosas. A decir verdad, la información que
hemosrecibidoindicabaquelaseñoraNagayamaerauncasoperdido,yqueesaerala razón de que experimentarais en ella con este medicamento…—Se guardó lalibreta en el bolsillo y se levantó—. Siento haberos molestado a estas horas. Mitrabajoavecesmeobligaahacerpreguntasirritantes.Porfavor,perdonadme.EsperoquelaseñoraNagayamaserecuperepronto.—Hizounareverencia.
Kurihara acompañó al periodista hasta las puertas automáticas. Volvió alvestíbuloconelceñofruncido.
—¿Tienesideadequiénpuedehaberhabladodeestoconlaprensa?—Ni lamás remota idea.—Eiichinegócon lacabeza—.¿Quévamosahacer?
Creoquenodeberíashaberledichoquesevaarecuperar…—¡Pero no podía decir otra cosa!—espetó. Empezó a morderse las uñas con
nerviosismo.Eiichiselevantó.—¿DeberíamosllamaraldoctorUchidaycontarleloquehapasado?—Sí.Eiichisedirigióal teléfonoquehabíaenunaesquinadelvestíbuloy levantóel
auricular.Enesemomentocruzóporsumentelaideadequeunaenfermerapudierahaberreveladoesainformaciónalaprensa.
—Un momento, por favor. —Cuando respondió la mujer del doctor Uchida,EiichiavisóaKuriharaylepasóelteléfono.
—Tenemos un problema enorme. —Kurihara bajó la vista con aire sombríomientrasagarrabaelauricular.Sucuerpoerarobusto,perocuandosepresentabaunacrisis,todasutimidezparecíarevelarseenesaposecaracterística.
Elvestíbuloestabaoscuroydesierto.EiichidabacaladasauncigarrillomientrasesperabaaqueKuriharacolgaraelteléfono.
«Siestosalealaluz—pensó—losquesaldránpeorparadosseránseguramentelacompañíadelpadredeKuriharayeldoctorIi.Yosoyunsimpleempleado,asíquenosoyresponsable.Puedolibrarmedeéstadiciendoqueestabaobedeciendoórdenesdearriba.Asíescomotengoquetrataresteasunto».
Perosiresultaqueesamedicinanoesbuena,¿significaquenopodrépresentarmeanteloscírculosmédicos?
Era lamentable. Había pasado los días imaginando cómo se colocaría ante losrepresentantes de todas las facultadesmédicas sentados en las gradas de la sala deconferenciasparadaraconocerlanuevamedicación.
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EiichiyKuriharaestabandebatiendosuproblemaenelpasilloaoscurascuandountren nocturno se preparaba para partir en dirección al noreste en una vía de laEstaciónUeno.
—Aquítienesalgodecenar.—KeikoletendióunacajademetalyunpocodetéalaenfermeraShimada—.EldoctorTaharallegatarde,¿no?—murmuró.Elrelojdelaestaciónindicabaquequedabantresminutosparalasalida—.Meescribiráscuandollegues,¿verdad?
—Sí—asintiólaenfermeraShimada,quepocasvecesteníaalgoquedecir.—Olvídate de todo lo demás y trabaja duro—dijoKeiko,mirando su reloj—.
¿PodrásolvidarloquehapasadoenTokio?Justo en esemomento, el insulso Tahara apareció con unamaleta en lamano.
Debíadehabersubidolasescalerasatodaprisa,porqueteníalafrenteempapadaensudor.
—Ay,sientollegartarde.¡Losiento!—sedisculpó,intentandocogeraire.—Doctor,porfavor,cuidebienalaenfermeraShimada.Tahararespondióconungruñidoyañadió:—Esreconfortantetenerunaenfermerajefedeconfianzaatulado,tantoparalos
médicoscomoparalospacientes.—Haráungrantrabajo.Sonóelsilbidoqueindicabalasalidadeltren.Taharadejópasaralaenfermera
Shimadaprimeroydespuéssesubióaltren.—Dalerecuerdosatodos.—¿Quiénesson«todos»?—Losempleadosdeldispensario,evidentemente.El tren avanzó lentamente. Keiko dio cuatro o cinco pasos, saludando con la
manoy sonriendo a la enfermeraShimada, que estabadepie en laplataformaquehabíaentrelosvagonesymirabaasuamigacontristeza.SucaratristeylafiguradeldoctorTaharanotardaronendesaparecer.
—NovolverásaTokioduranteunatemporada—ledijoelmédicoalaenfermera.Ella mantenía la mirada fija en las luces de Ueno—. Yo también me sentía solocuando me fui de Tokio. Fue muy doloroso. Estaba desanimado. Pero cuandolleguemos, pronto harás el mismo descubrimiento que hice yo. La gente de allínecesitadeverdadalosmédicosylasenfermeras.
—Hum.Unaaunafuerondesvaneciéndoselaslucesdeneón.Laaltatorrepublicitaria,el
letrerodeneóndelcabaret,lapantallaelectrónicaquemostrabalasnoticias.Eltrenaceleró,comocuandosearrancalacintadecelofándeunacajadebombones.
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—¿Quieres tomar algo? —Tahara sacó una botella pequeña de whisky queguardaba en el bolsillo—. Yo no quiero, pero la bebida es una buena forma desustituirlossomníferoscuandovasentren.
—Doctor…—¿Sí?—¿Haoídoelescándaloquesehaarmadoporlanuevatécnicaanticancerígena
deldispensariodecirugía?—LaenfermeraShimadalevantólacabezaderepenteymurmuró—: Los periódicos dicen que es un experimento con conejillos de indiashumanos…
—Esoheoído.Peroprefieronodecirnadasobreeltema.Despuésdetodo,fueenesedispensariodondeloaprendítodo.
—Lapersonaquehablóconlaprensa…—LaenfermeramirófijamenteaTaharaalosojosysusurró—:erayo.
Los ojos de Tahara se abrieron como platos. La mano se quedó petrificada amediocamino,sujetandoelvasodewhiskyqueseestaballevandoaloslabios.
—¿Porqué…?
En el dispensario flotaba una atmósfera opresiva. Los empleados no hablaban deltemaabiertamente,perotodosmostrabanmuchointerésenvercómosedesarrollaríalasituación.
DejarondeadministrarleaAikoNagayamalanuevamedicaciónanticancerígena,perosuestadonomejoróenabsoluto.Empezaronaponerleinyeccionesdemorfinapara aliviar el dolor. Como resultado, pasaba la mayor parte del día en estadocomatoso.
Lasplantasylasfloresquehabíajuntoalapuertadesuhabitaciónsemarchitarony lasmujeres de la limpieza acabaron tirándolas. Las flores de la cesta que habíaenviadoOzuensecretoconelnombredeFletántambiénsemarchitaron,yacabaronen el basurero del hospital. La lluvia empezó a caer sobre los restos de las floresdesechadas.
—Parece encontrarse bien hoy —dijo una enfermera mientras le tomaba latensiónaAiko,antesdeponerleunainyección.
—Sí, así es.—Lasmejillas deAiko estaban demacradas—.Muchomejor queayer.
—Esoesestupendo.Hoydaráelprimerpasohacialarecuperación.—Esoestaríamuybien.—Aikosonriódébilmente—.Esto…megustaríapedirle
unfavor.—¿Cuál?—¿Podríalavarmeelpelo?Estátansucioquenoaguantomás.
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—Por supuesto—asintió la enfermera. Ayudó aAiko a sentarse en la cama ycolocóunaalmohadadetrásdesuespalda.Despuéslepeinóelcabello—.Enseguidatraigochampúyagua.
Cuando la enfermera se dirigía a la puerta, Aiko recordó otra cosa que queríahacer.Surecadodetreintaminutosseconvirtióenunahora.
Alfin,preparóelchampúdeAikoyvolvióasuhabitación.Aikoestabadormida,conlosojoscerradossobresucarapálida.
—Señora Nagayama. ¡Señora Nagayama! —llamó la enfermera. Pero norespondió.
Cuando recibieron la llamada de la sala de enfermeras, Kurihara y Eiichiacudieronatodaprisadesdeeldispensariohastalahabitación.
Kuriharacontemplóelrostrodesupacienteyleordenóenfadadoalaenfermera:«¡Preparaeloxígeno!».Eiichiinsertóensudelgadobrazounaagujahipodérmicaconalcanfor.
—¿Serepondrá?—preguntóEiichiaKurihara,quepermanecíadepiejuntoaél,escuchandoconsuestetoscopio.
—Nolosé.—¿Deberíamosllamarasusfamiliares?Kuriharaasintióensilencio.Esteresultadoerainevitable,perosiAikomoríahoy,
significaríaalgomásquelamuertedeunpacientecualquiera.Sinduda,elperiodistaYukeconectaríasumuerteconlanuevamedicación.
CuandoEiichisalióapresuradodelahabitación,Kuriharaseacercóalaventanaycontemplólalloviznaquerociabaelpatio.
La lluvia caía suavemente en el tejado del ala y en el jardín florido del patio.Estabadesierto.
«Cuandollegueesemomento…—pensóKuriharaconaireausente—tendréquedimitir.Simequedoenelhospital,estomeperseguiráduranteelrestodemivida».
Aqueldía lluvioso,Ozuentróenunafloristeríadecaminoal trabajo.Era lamismafloristeríaenlaquehabíacompradolasfloresparaAikodepartedeFletán.
—Buenastardes—saludóeldependienteconunasonrisacordial,talvezporquelerecordaba—.Tenemosunasflorespreciosas.
—No, creo que hoy me llevaré una maceta. —Ozu se agachó y examinó lasmacetas de flores que había alineadas en el suelo. Como eran para una personaenferma,descartólasfloresdecoloresvivos.
En la tarjeta que le dio el dependiente, escribió: «Nunca te des por vencida.Fletán».ParaOzu,eraunintentosupremodetenersentidodelhumor.
—Elmismohospital,¿no?—dijoeldependienteconcomplicidad—.Llegaránendoshoras,comounservicioespecialparausted.
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Ozusesubióaunautobúsyvolvióacasa.Todavíateníaalgodetiempoantesdelacena,asíqueempezóapracticarcaligrafíaconelpincelquehabíacomprado.
Su esposa Nobuko hacía el mismo ruido de siempre en la cocina mientraspreparabalacena.SuhijaYumihabíasalidoyaúnnohabíavuelto.
—Yumidicequequiereuntocadiscos—dijosumujerdesdelacocina.—¿Untocadiscos?¿Paraescucharmúsica?—Ajá.Haestadodándomelalataduranteuntiempoparaquelecomprarauno.—¡Yatenemosuntocadiscos!—Dicequequiereunoparaellasola.—Ysupongoquesepasarátodoeldíaoyendoesaabsurdamúsicajazz,¿no?Ozuestabaanimado.Yumivolvióacasajustocuandolacenaestabalista.Ozule
tomóelpeloduranteunratoydespuésleprometiócomprarleuntocadiscosparasucumpleaños.
—Cuandotecases—dijoNobukoasuhija—tupadreseráelquemáslamentequetevayas.
Sonóelteléfono.Aquellasllamadasmisteriosasyahabíanterminado.—¿Puedescogerlo,Yumi?PodríaserEiichi.Yumiselevantóobedeciendoasumadreysedirigióalrecibidor.—Ajá…ajá…vale—respondióbrevemente,yvolvióalasaladeestar.—EraEiichi.Hoynoletocaelturnodenoche,perodicequealomejorsequeda
enelhospitalhastamañana.—¿Paraqué?—DicequelaseñoraNagayamaestáenestadocrítico.Ozu se levantó de la mesa bruscamente. Entonces, dándose cuenta de lo que
acababadehacer,volvióasentarse.—¿Eiichihadichoqueestáenestado…crítico?—Sí.Guardó silencioy siguiócomiendo.Yumiencendióel televisor,dondeapareció
unconcurso.—Cuando en Tokio es verano, ¿en Melbourne es primavera, verano, otoño o
invierno?Nobukomiróelrostrosombríodesumarido.—Vealhospital.Ozudejólospalillosyasintió.Selevantóde lamesaensilencio.Nobukolosiguióyentraronenlahabitación
contigua.Abrióelarmarioysacóunacamisablanca.Ozusevistiósindecirpalabra.—Aquítieneslacartera.—Gracias.Eranlasprimeraspalabrasqueintercambiaban.—Llegarástarde,¿verdad?
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—Quizá—Ozu asintió, mirando a Nobuko—. Lo siento—se disculpó en vozbaja. No le había contado los detalles de su relación con Aiko, pero al mirar aNobukoalacara,supoconseguridadqueloentenderíatodocuandoseloexplicara.
Nobuko lo acompañó a la puerta. Caminó hasta la calle principal, mirando alcielo. Una, dos, tres estrellas brillaban en él, algo poco común en Tokio. Ozu sedetuvoylasmiróconatención.ElreinoenelqueestabaFletán.Fletánytodoslosque habían muerto. Se sintió abrumado al darse cuenta de que Aiko dejaba estemundoysedirigíaaesereino.LabrevevidadeFletán.LavidadeAiko.Supropiavida,quesehabíacruzadoconladeellos.
Ozuparóuntaxiysebajóenfrentedelhospital.Porlanocheeledificioparecíaunbarcoflotandoenelmar.Unaslucesdébilesbrillabanenalgunasdelasventanasdeledificiosilenciosoyoscuro.Oyósuspropiospasosalavanzarporelpasillolargoy frío. Ahora que sabía que Aiko se estaba muriendo sentía más resignación quetristeza. Primero Fletán se había ido a ese mundo de los muertos; ahora Aiko sedirigía hacia allí y, tarde o temprano, también él entraría en ese reino. Estospensamientosllenaronsucorazónmientrasllamabaalascensor.
Elalaestabadesierta.Aesashorasdelanoche,todaslashabitacionesestabanaoscurasy lospacientesdormidos.Sólo las luces tenuesdelpasilloofrecíanalgodeiluminación.Enlasaladeenfermerasbrillabaunaluzconfuerza.
—Disculpe.—Seasomóalasala.Unaenfermerajovensegiróhaciaélsorprendida.—HeoídoquelaseñoraNagayamahabía…empeorado.—¿Esunfamiliar?—No,unamigo…Laenfermeraselevantódelasillaymurmuróconlástima:—LaseñoraNagayama…hafallecido.Haceunahoraoasí…Ozupermanecióinmóviljuntoalapuerta,aturdido.—¿Hamuerto?—Sí.Losmédicosyyohicimosloquepudimos,pero…—Hamuerto…¿Yahora?—Sucuerpoestáenlamorgue.Dosamigassuyasestánallí…¿Legustaríabajar?Ozuasintió.Laenfermeraledioindicacionesparallegarhastaallí.—Encontraráunauxiliar.DígalequeeraamigodelaseñoraNagayama.Ozulediolasgraciasalaenfermera.—¿LaseñoraNagayama…sufriómucho?—No.Estuvoencomadurantebastantetiempo,asíquenocreoquesintieradolor.Siguiendolasindicaciones,Ozubajóalaprimeraplantadelaladesiertaysalióal
patio.Todoestabacompletamenteoscuro.Elhospitalsealzabaanteélcomounmuro.
Lamayoríadelaslucesdelashabitacionesestabanapagadas.Sólohabíamovimientoenlassalasdeenfermerasdecadaplanta.Estelugardondesecrealavida,ydondela
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vida muere. A menudo las personas se preguntan cuándo morirán, pero nunca secuestionan dónde lo harán. Cuando Aiko gozaba de buena salud, por ejemplo,¿algunavezseimaginóellugarenelquemoriría?¿Algunavezimaginóesasolitariahabitacióndehospitalporlanoche?
Ozuatravesóelpatioyseacercóaunedificiocuadradodecementorodeadodeárboles.Eralamorgue.Elauxiliarestabaleyendounlibroenunasalapequeñajuntoalaentrada.
—Soyunamigode…laseñoraNagayama.El auxiliar miró a Ozu y le dio una ficha de madera a través de una ventana
diminuta.—Subiendo las escaleras a la izquierda. Por favor, devuélvame esto cuando se
vaya.Los peldaños olían a cemento al subir. Una lámpara iluminaba la habitación.
Habíadosmujeressentadasenunassillaspequeñas.Alotroladodelasvelashabíaunataúddemaderasinbarnizar.Elhumodelinciensosubíaenespirales.
Ozuseinclinóantelasdosmujeres.Juntólasmanospararezardelantedelataúdyencendióunabarradeincienso.
«Aiko.Soyyo,Ozu—murmuróparasí—.Volvemosaencontrarnos.Laúltimavezquetevi,haceveinteaños,nopenséquenosveríamosdenuevodeestaforma».
PensóenAikovestidaconsuspantalones,subiendolentamentelosescalonesdepiedradel templo Jōshōkō, enShūzan.Ozu teníaveinticuatroañosentonces.Aiko,veintitrés.
Lamorguecarecíadeadornos.Lasparedeserandecementopuro.Lassombrasque proyectaban las llamas de las velas parecían manchas en las paredes. Ozu sesentócercadelasdosmujeres,quealparecereranamigasdeAiko.
Cerrólosojosy,escenaporescena,recordóelpasado.Aikoconsuuniformedemarineroeneltren.SedacuentadequeOzuyFletánlasiguenporelcaminoquehayjuntoalríoAshiyaysemarchaconlacabezabienalta.Aikoenbañador,salpicandoasusamigasenelocéano,enAshiya.Hacíasólounahora,suvida,unateladeretalesdetodasestasescenas,habíallegadoasufin.
—Disculpe.—Ozuabriólosojosaloírunavoz—.¿Vaaestaraquímuchorato?EraunadelasamigasdeAiko.Erabastantemayor,peroOzuteníalasensación
dehaberlavistohacíamuchotiempo.—Sí.—QueremosllamarporteléfonoparaavisardequeAikohamuerto.Volveremos
enmediahoraoasí…Seloagradeceríamosmucho.CuandoOzuselevantódelasilla,unadelasmujereslomirósorprendida.—Perdone,pero…¿noibaustedalaEscuelaSecundariadeNada?—Sí.—¿Se acuerda de mí? Siempre iba a clase con Aiko en el tren procedente de
Ashiya.MellamoNakamura.
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Ozuparpadeóyasintióvariasveces.LacaradepezdeFletánaparecióantesusojos.
Cuandolasmujeressemarcharon,Ozucolocólasmanosunidasenlasrodillasyobservóelhumodelinciensoqueascendíaenunhilillo,ydespuéslallamadelavelaqueseagitabadevezencuando.ÉstoseranlosúnicossímbolosdelutoparaAiko.
«Prontovendráelenterradorysellevaráelcuerpo.Talvezladifuntanisiquieraseacuerdedeestetipoqueestásentadojuntoasusrestos»,pensóOzu.
No,Ozunohabíaformadopartedesucírculodeamigos.Peroestanocheestabavelandosusrestosmortales.Nohabíasidoporazar.Ozupercibíaelsentidodelavidaocultoenalgunaparte.
«¿QuésignificóestamujerparaFletányparamí?»,sepreguntóOzu,mirandosusdedosentrelazados.
Algunas personas no dejan huella en tu corazón, aunque las veas a menudodurante tu vida. Pero hay otras que se cruzan contigo una única vez y no puedesolvidarlas jamás.Aikohabía sidounadeellasparaFletán.YFletánhabía sidoesetipodeamigoparaOzu.
—PerotúapenaserasconscientedequeFletányyoexistíamos,¿verdad?—dijoOzualosrestosdeAiko—.Supongoqueseráunamolestiateneraalguiencomoyoatuladoenestosmomentos.Pero,porfavor,intentaaguantar.
Ozu no encontraba las palabras para expresar las emociones tan profundas quedominabansupecho.
«Si no hubiera estallado la guerra, ahora Fletán tendría una esposa, y quizáshabríatenidovarioshijos».
En alguna parte del camino, las palabras que se dirigía a sí mismo setransformaroneneldialectodeKansaiquehablabacuandoestudiabaenNada.
«Sinohubieraestalladolaguerra…probablementenohabrías tenidoquemoriraquísola…
»PoresonopuedosepararosatiyaFletándemimente—ledijoOzuaAiko—.Losdoscompartíselmismodestino.Yosigovivo,peroFletánestámuerto,yahoratútambiéntehasido».
—Algúndíayotambiénmedirigiréavuestromundo.No había flores que adornaran los restos de Aiko dentro de esas paredes de
cementoduro.Enmediodelsilencio,Ozucerrólosojosylaslágrimasempezaronabrotarlentamente.EranlágrimasquelageneracióndeEiichinuncapodríaentender.Eran lágrimasque sólopodría comprenderunageneraciónquehabíaperdidoa susfamiliaresyseresqueridosenlaguerra.
«Estahabitaciónesdemasiadodeprimente—dijo,girándosehaciaFletán—.Nohayflores,nohayfamiliares…».
«Bueno…—susurróFletán,consurostroflotandoentrelaslágrimasdeOzu—,¿porquénosilbasunpocoparanosotros?SetedabamuybienenNada.Hazloporellaypormí».
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Ozufruncióloslabioseintentósilbar,perodesubocasólosalióunsonidodébilyentrecortado.
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QUINCETRIUNFO
EldoctorUchidaestaba sentadoen lamismasaladeconferenciasdondesehabíanreunido con el investigador de la farmacéutica. Tamborileaba en la mesa con losdedos, intentando poner en orden sus pensamientos, pero no lograba aplacar lasensacióndesagradablequelerecorríaelpecho.
Alguienllamóalapuerta.—Adelante.EranKuriharayEiichi,vestidosconsusbatasblancas.Inclinaronlacabezayse
sentaronelunoenfrentedelotro.Guardaronsilencioporuninstante.—Nadie…oshavisto,¿verdad?—preguntóeljefedeldispensario,sindejarde
tamborilearenlamesa.—No,noshemosescabullido.—Ah.—Hubounapausabreve—.Estarde,¿no?ElViejo…—Deberíallegarencualquiermomento.ElpomodelapuertasegiróyentróeldoctorIi,conunapipaenlamano.Lostres
selevantaronparasaludarle.EljefedeldispensarioseinclinóanteeldoctorIi.—Queremosdisculparnosporlaabsurdameteduradepataquehemosprovocado
connuestrairresponsabilidad.—Noesculpavuestra.—ElViejochupólapipa,quesehabíaapagado—.Pero
contadmecómoestánlascosas.—Aquel periodista, Yuke, me ha llamado varias veces. No podía seguir
evitándole,asíqueheorganizadounencuentroconélparaestatarde.—¿Y…?—Ymegustaríapedirlesuopiniónacercadeloquedeberíacontarle.—Yaveo.—EldoctorIisuspiróycerrólosojos—.Primerodimeloquetienesen
mente.—Unaposibilidadseríaseguirinsistiendoenquelamuertedelapacientenolaha
provocadoelnuevotratamiento.Elproblemaesque,sidecimoseso,esposiblequelahistorianoacabeahí.
—¿Quéquieresdecir?—Losperiódicosparecenmenos interesadosen lacausade lamuertequeenel
hechodequeutilizáramoselmedicamentosinelconsentimientodelapaciente.—¿No puedes decirles que contábamos con el consentimiento verbal de la
paciente?—Lopensé—asintióeldoctorUchida—,pero¿notraeríaesomásproblemassi
investigaran los motivos por los que dejamos de usar los otros medicamentos
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anticancerígenasyoptamosporutilizarsóloelnuevo?—¿Creesqueloinvestigarán?—Aesteperiodista,Yuke,leencantalapolémica…Alpareceryahahabladocon
algunas autoridades sobre cuidados médicos y ha acumulado bastantesconocimientos.
Kurihara yEiichi escucharon la conversación en silencio.La consternación deldoctor Ii era evidente. Al darse cuenta de que su pipa se había apagado, sacó unencendedordelbolsilloysepusoajuguetearconél.
—Supongoquenohayformadeevitarquesepubliqueeseartículo,¿no?—Consideramos esa posibilidad, pero…—El doctor Uchida movió la cabeza
ligeramente—.Seríaunlíotremendo.—Sí…—El personal de medicina interna parece haberse enterado del asunto. Están
encantados.SupongoquecreenqueahorapodránarrebatarnoselcontroldenuestroCentrodeInvestigacióndelCáncer.
Todo el mundo sabía que los departamentos de cirugía ymedicina interna delhospital universitario se estaban disputando el control del nuevo centro deinvestigación.EldoctorIiyeldispensariodecirugíaacabaríansiendoperjudicadossieste escándalo se hiciera público. Esa simple idea era suficiente para hacer lasdelicias del personal demedicina interna.El doctorUchida temíaquevencieran aldispensariodecirugía.
Loscuatrohombresguardaronsilencioduranteunrato.Atodosellosseleshabíaocurridolamismasolución,peroningunoseatrevíaaserelprimeroendecirlo.
—Kurihara.—EldoctorUchidahabló,incapazdepoderaguantarmás—.¿Tienesalguna idea? —Miró atentamente a Kurihara a la cara. Era una señal para queexpresaraloqueestabanpensandotodos.
—Doctor—Kurihara levantó suenormecuerpode la sillay respondióconunavozligeramenteaguda—.Si…mepermitedecirlo,elnuevomedicamentosefabricóenlacompañíademipadre.Asíque,buenapartedeldelito,digamos,tienequeverconlacompañíademipadre.Porlotanto…—Bajólavistaytragósaliva,buscandolaspalabrascorrectas—.Porlotanto,megustaríahacermeresponsabledetodoloquehaocurridoconestetratamiento.
NielViejonieldoctorUchidahicieronamagode interrumpiraKurihara.Eranconscientesdeloqueibaadeciracontinuación.
—Quiero anunciar públicamente que utilicé este medicamento nuevo poriniciativa propia, sin consultarlo con ustedes. Permítanme hacerme totalmenteresponsable como médico supervisor de la paciente. He decidido que, si lascircunstanciaslorequieren,abandonaréeldispensario.
—Esperaunmomento…—EldoctorUchidamovió la cabeza—.Noqueremosquecarguescontodalaresponsabilidad.
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Eraevidente,inclusoparaEiichi,queestaspalabrasnosalíandelcorazóndeljefedeldispensario.
—No.Porfavor,nosepreocupenpormí.Mipadremehapedidootrasvecesquetrabajeconélensuempresa…
—¿Ahsí?—LarespuestadeldoctorUchidaeraentreunsuspiroyun jadeo—.Entonces,¿teimportaríasolucionaresteasuntodeesemodo?
—Deacuerdo.—En cualquier caso, nos encargaremos de asegurar tu futuro, así que ten
pacienciaporahora,¿vale?—Sí.—Gracias.—Eljefedeldispensariocolocólasmanosenlasrodillaseinclinóla
cabeza ante Kurihara. Todo era una simple farsa, pero el Viejo y Uchida habíaninterpretadosupapelcomosiestuvieranprofundamenteconmovidos.
«¡Victoria! —murmuró Eiichi para sí—. De esta forma, yo salgo indemne yKuriharaselargadeldispensario.AhoraelViejodejarádeplantearselaideadecasarasuhijaconKurihara».
PeroEiichi aún teníaque representarungranpapel enestedrama.Adoptóunaexpresióntrágicaydijo:
—NocreoqueKuriharadebacargarcontodalaresponsabilidadsolo.Comoyotambiénerasumédicosupervisor,debería…
Kuriharamoviólacabezacontristeza.—Nohacefalta.Nohacefalta.
Al día siguiente, Eiichi se despertó antes de lo normal. Estaba ansioso por ver elartículoqueapareceríaeneldiariodelamañana.
SufamilianoestabasuscritaalperiódicoenelquetrabajabaYuke.—Voyadarunpaseo—ledijoasumadre,queestabapreparandoeldesayuno,y
acontinuaciónsalió.Fue a un quiosco del centro comercial y compró el periódico que estaba
buscando.Loabrióapresuradamenteporlapáginadenoticiaslocales,peronohabíaningún artículo. Se sintió aliviado y ansioso almismo tiempo. Le preocupaba queYukeincluyerasunombrejuntoconeldeKurihara.
Aqueldía,cuandollegóaldispensario,Kuriharaacababadeentrar.MiróaEiichisindecirnada.
Poco después de las nueve, el doctor Uchida convocó una reunión con susempleadosydeclaró:
—Seguramente saldrá en los periódicos esta tarde, así que todos os acabaréisenterando. Tiene que ver con una paciente, la señoraNagayama. Lamentamos quehaya ocurrido esto. Es posible que la opinión públicamalinterprete los hechos. El
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señor Kurihara se hace responsable de este malentendido y ha anunciado queabandonaráeldispensario.EldoctorIiyyohemoshecholoposiblepordisuadirlo,peronoquiereecharseatrás.Notenemosmásremedioqueaceptarsudimisión.—Eljefedeldispensariomiróatodoslosempleadosalacara,buscandosucomprensión—.Pero todos vosotros estáis en lamismaposición queKurihara, y creo que soisconscientes de que actuó de acuerdo con su conciencia comomédico. Los hechospresenteshansupuestoundurogolpeparaKuriharayelrestodeldispensario,peronopodemospermitirqueesodestruyalaunidadquetenemosaquí.EstamossegurosdequeenunfuturopróximoKuriharapodrávolverdeformatriunfalconnosotros.Leesperaremosconlosbrazosabiertoscuandoesoocurra.
Mientras escuchaba el discurso del jefe del dispensario, Eiichi se acordó derepentedelafiestadedespedidadeTahara.EldoctorUchidahabíapronunciadounaspalabras similares enesaocasión.Habíadichoquecreíaque llegaría eldía enqueTaharapodríavolveraldispensario.PerotodossabíanqueTaharanuncavolveríaalhospital.
«¿Exilio eterno? —Eiichi miró de reojo el rostro tenso de Kurihara—. PeroKuriharano tienequepreocuparsepor laprocedenciade la comidademañana.Supadre tiene influencias. Hay una compañía farmacéutica dispuesta a cubrirle lasespaldas.Siestomehubierapasadoamí,lascosasnomehabríansalidotanbien».
Alpensareneso,elatisbodecompasiónquehabíasentidoporKuriharaenunaesquinadesucorazónsedesvanecióconunarapidezabismal.
—SeñorMine.—Después del discurso, el jefe del dispensario adoptó un tonomás animado y se dirigió a un empleado llamado Mine—. ¿Querría ocuparse deorganizarlafiestadedespedidadelseñorKurihara?Deberíahacerseconestilo.
Elartículoaparecióenelperiódicovespertino.AEiichilesorprendiólaprecisiónconquedescribíalostratamientosanticancerígenosylamedicaciónnueva.Incluíalaopinióndelperiodista:utilizareltratamientosinelconsentimientodelpacienteerauntipo de experimentación con conejillos de indias humanos. También añadía lasopinionesdedistintosmédicosyexpertosenmedicina,yloscomentariosdeljefedeldispensario y la defensa de Kurihara. Pero el nombre de Eiichi no aparecía en elartículo.
«He escalado una montaña; ahora tengo que conquistar la siguiente», pensóEiichi.Aúnnosabíacuántasmontañastendríaqueescalar,perounavezlashubieraconquistadotodas,contemplaríadesdearribalaampliameseta,dondebrillaelsolconfuerza.Unamesetailuminadaporelsol.ParaEiichi,esosignificabaposeerunasillademédicoenestehospitaluniversitario.
Kuriharaseibadeldispensario.EsaeraunamontañaquehabíaatravesadoEiichi.Ahoradebíaemprenderlaconquistadelasiguiente.
Esperabaconansia lamañanadelsábadosiguiente.SabíaqueeldoctorIi ibaacenarconunosoficialesdelMinisteriodeBienestarSociallanochedelsábado.
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El sábado por lamañana llamó aYoshiko. La doncella respondió. La voz queproveníadelotroladodelreceptorparecíacarentedefuerzas.
—Hapasadomuchotiempo—dijoellaconamabilidad—.¿Cómoestá?—¡Genial!—LavozdeEiichisonóentusiasmadadeliberadamente—.Además,es
sábado. ¡Yel cielo está tandespejadoyhermoso!No semeocurreningúnmotivoparaquedarmeencerrado.Salgamosporahí.
Ellatardóenresponder.—Yo…nohetenidomuchasganasdesalirúltimamente.Eiichiignoróelcomentario.—LaesperaréalascuatroenelvestíbulodelHotelImperial.—Colgósinesperar
aoírsurespuesta.Había un motivo para invitarla de esta manera tan tiránica. Sabía que a las
mujereslesgustabaquelesdijeran«Vamosasalir»envezde«¿Tegustaríasalir?».Tenía la emoción de una apuesta. Así podría determinar hasta qué punto YoshikoestabainteresadaenéldependiendodesisepresentabaonoenelvestíbulodelHotelImperialalascuatro.
«¿Vendrá?¿Onovendrá?».Deambuló sin rumbo entre el hospital y el dispensario hasta las tres
aproximadamente. Pero para variar, trabajó con ganas. Estaba ansioso por saber elresultadodesuapuesta.
«¿Cómodeberíamanejarlaconversación?»,sepreguntabamientrasalmorzabaenlacafetería.
UnodelossuperioresdeEiichieneldispensario,unhombrequeseenorgullecíadepoderconseguiralamujerquequisiera,lehabíadichoaEiichiunavez:«Verás.Cuando le hables a una mujer, se rendirá a tus pies si le dices estas palabras aloído…».YacontinuaciónlesusurróaEiichidospalabrasqueestimularíanelorgullode una mujer. Mientras comía su arroz con curry, Eiichi se acordó de pronto deaquellaspalabrasyserioentredientes.«Sitengoocasión,hoyintentarésusurrarleaYoshikoesasdospalabras,avercómoreacciona»,pensó.
—¿Dequéteríes?Eiichialzólavista.Umemiya,unempleadodeldispensario,estabadepiejuntoa
él,conunatazadecaféenlamano.—Oh,denada…—Esdeprimente,¿verdad?PrimeroelasuntodeTahara,yahoralodeKurihara.
Eldispensarioesun lugarpequeño,perosupongoque,existiendouna jerarquía,nopuedessorprendertedequepasenestascosas…
EiichisesentóenunsofáenelvestíbulodelHotelImperial,pasandolamiradadesurelojalaentradaydelaentradaalreloj.
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«¿Vendrá?¿Onovendrá?».Alprincipiosesentíaconfiado.Peroaunquealllegarhabíadadoporhechoque
Yoshiko aparecería, apenas diez minutos después su corazón empezó a latir pormiedoaquenoviniera.
«Supongoque…enrealidadnoleimporto».Entonces,comolesueleocurriralosególatrascomoEiichi,delasprofundidades
desuorgulloheridoemergióunataquedeiracontraYoshiko.«Enesecaso,pagaráporesto.¡Lebajaréunpocoesoshumos!».Alascuatroyveinteestuvoapuntodelevantarse.«No,esperarédiezminutosmás.Esperarédiezminutosysiparaentoncesnoha
aparecido…»,sedijo.Volvióacruzarlosbrazosycerrólosojos.«Noesperarémásdediezminutos,se
repitióasímismo».Pasaronvariosminutos.Cuandoabriólosojos,vioaYoshikodepiealotrolado
del vestíbulo, vestida con unos pantalones blancos. La vio justo cuando ella lolocalizaba.
—Losiento.Teníamiedodequesehubieraenfadadoysehubieramarchado.Eltaxisetopóconunatasco…Estabamuypreocupada.
—Pensabaquenovendría.—Perolarabiaquesentíaseevaporórápidamente.«¡Estáspatinando!—Sereprendióasímismoporsusentimentalismo—.Tienes
quemanejar la situación siguiendo el plan».Eiichi volvió a repasar los planesquehabíaideadolanocheanterior.EranlosquehabíahechoparainclinarelcorazóndeYoshikoensudirección.
—Vayamosarriba.EnlaúltimaplantadelHotelImperialhabíaunbareleganteconvistasalPalacio
Imperial. Irían allí primero. Se mostraría amable y comprensivo por el apuro quehabíapasadoella.
Entraronenelbarenladecimoséptimaplanta.Lavistaqueseextendíaanteellosal otro ladode las ventanas estaba hecha amedida.El sol amarillo anaranjadodelatardecer empezaba a ocultarse, proyectando sus rayos en el bosque alrededor delpalacio,elfosoylacarreteraquerodeabaelfoso.
—¿Ha pasado algo malo? —preguntó Eiichi, fingiendo no saber nada—. Mesorprendequenoquisierasalirunsábadocomohoy.
—Estoyagotada.—¿Eselojootravez?—No—sonriócontristeza—.Agotadaemocionalmente.—En ese caso, como médico suyo, empezaré ahora mismo a curar su
agotamiento. La paciente seguirá el tratamiento prescrito por el médico. ¿Deacuerdo?—Llamóalcamareroypidiósake.
—Tomaréunzumodefrutasoalgo…
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—No.Éstaessumedicina.—Eiichimoviólacabezaysonrió—.¿Noestabadeacuerdo en seguir las órdenes de su médico? Bébase esto. Piense que es unamedicina…
Era evidente, a juzgar por los lóbulos respingones de las orejas, ligeramentecolorados,queelsakeempezabaahacerleefectoaYoshiko.
—¿Cuántosañoscreequetendrácuandomuera?—dijoEiichiconsobriedad.LapreguntacogióaYoshikoporsorpresa.Lomiróasombrada.—Notengoniidea.—¿Ochenta?—¡Cielos,no!Noquierovivirtantoparaconvertirmeenunamujertanmayor…—Entoncesdigamosquesetentaycinco.Verá,tengoalgoquepedirle.¿Meharía
elfavordevivirsetentaycincoañosycuatrohorasmás?Yoshikonoentendíaquéqueríadecir,ymiróaEiichiconperplejidad.—¿Quierequevivacuatrohorasmás?—Esoes.—¿Quésentidotienevivircuatrohorasmás?¿Porquémepidealgoasí?—Porquehoyquierodisponerdeesascuatrohoras.—Eiichirio—.Noleimporta
desprenderse de esas cuatro horas, ¿verdad? Como no le importa ese periodo detiempo,¿porquénoderrocharlodivirtiéndose?Considérelascomocuatrohorasquenisiquieraformaránpartedesuvida.Estascuatrohorasnotendránnadaqueverconsu vida, así que, durante ese tiempo, olvide todos losmalos recuerdos o las cosasdesagradablesquelepreocupan.Pasemoselsábadocomosifuéramosotraspersonas.
YoshikomiróaEiichidirectamente.—¿Meestádiciendoesto…comomédico?—Enefecto.Porqueesunapaciente.—Señor Ozu… esmuy amable—susurró Yoshiko, con los ojos inundados en
lágrimas—.Gracias.Eiichi vio que su estrategia progresaba de acuerdo con el plan. Tenía que usar
todaslas tácticasposiblesparahacerqueYoshikofuerasuya.Ganarsesuconfianzaeraloprincipal.
—SabequeherotomicompromisoconelseñorKurihara,¿verdad?—Puessí.—¿Yconoceelmotivo?—Puedointuirlo.—Esopensaba.Nuncaimaginéque…elseñorKuriharatendríaotramujer.—Seha idoalnoreste.Kurihara lamandóallíparapodercasarseconusted.—
Eiichihablóconindiferencia,observandolaexpresióndeYoshikoparaverelefectoquehacíansuspalabras.
—Losientoporella…—Yo también.Peroesodemuestra lasganasque teníaKuriharadecasarse con
usted,¿no?
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—Noquerríacasarmesiesoperjudicaraaotrapersona.—No hablemosmás del tema. Beba un pocomás de sake. Estamos aquí para
convertirlaenalguiendiferenteduranteestascuatrohoras…Elsolseocultópocoapoco.Se iluminaron losedificiosy losautomóvilesque
pasabandebajodeellosempezaronaencenderlosfaros.Cuando salieron del Hotel Imperial, Eiichi propuso a Yoshiko ir a ver una
película.Eiichisabíaqueerademalgusto invitarlaaun lugarcomoelcine,peroquería
estarsoloconellaenlaoscuridad.Unadelaspelículaseralahistoriadeunarelaciónentreunmédicoyunamujer
casada.EraelrelatodeunhombredemedianaedadyunamujerqueseencontrabancadasábadoenunaestacióndetrenenlasafuerasdeLondres.
Eraunapelículaantigua,asíqueEiichisugirióverotra.PeroYoshikodijoquelegustaríaverunahistoriadeamor.Habíapocosespectadores.
—¿Qué ha dicho? —susurró Eiichi en su oído, presionando ligeramente elhombrocontraelsuyo.Ellanoseapartó,demodoqueEiichisequedódondeestaba.
En la escena en la que los dos se despedían, Eiichi oyó a Yoshiko sollozar.«EstarápensandoenKurihara»,pensóEiichi,ylamiródereojoparaversureacción.
Ellasacódelbolsounpañuelopequeñoysesonólanariz.—¿Pasaalgo?—preguntóEiichi.—No.Noesnada.—¿Sehapuestotristeporalgoqueharecordado?Yoshikonorespondió.Eiichiintentóconsolarla.—Seavaliente.Pusolamanocondelicadezaencimadelasuya.Aquel movimiento podría haberse interpretado como el de un hombre mayor
intentandoconsolaraunachiquillallorosa.PerosumanosequedóinmóvilencimadeladeYoshiko.
«Hayesperanza…»Sinolegustara,habríaapartadolamano.Peronolohahecho,asíquenodebe
detenermalconceptodemí»,pensó.Cuando terminó lapelículayseencendieron las lucesde lasala, se fijóenque
todavíabrillabanlaslágrimasensusojos.—Sientohaberla traídoaverunapelícula comoésta—sedisculpó.Pero en su
fuerointernosediocuentadequeestaactividadimprovisadalehabíafavorecidoaél—.Vámonos.Debedeestarhambrienta.
Alsaliralacalle,Eiichidijo:—Fue una negligencia por parte de su médico llevarla a una película que la
hicierallorar.—Eso…noesverdad.
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—Perohoy la invité a salir parahacerla sentirmejor…Hemos retrocedidodospasosconlapelícula.
—Fuiyolaqueinsistió…Losiento.—Me…—empezó a decir una de las frases que se le habían ocurrido el día
anterior—.Megustaríacurarlasheridasdesucorazón.—Nopodríapermitir…—No.Quierohacerlo.Porfavor,déjemehacerlo.Eiichilaacompañóacasadespuésdelapelículaylacena.—¿Quiereentrarunmomento?—YoshikoinvitóaEiichialbajardeltaxi.—No. Si su padre descubre que la he invitado a salir sin decírselo…—Eiichi
sonrióymoviólacabeza—.Mañanamereñiríaenelhospital.Porfavor,nolecuentelodeestanoche.
—Papánoesasí.Perositienequetrabajar…—Tengo algo de trabajo, así que tendré que despedirme. Pero, ¿volveremos a
vernos?—preguntó,mirandoaYoshikofijamentealosojos.Enciertomodoestabapreguntándolequésentíaporél—.Volveremosavernos,¿verdad?
—Sí—asintióYoshiko,estrechandolamanoqueletendíaEiichi.«¡Bien hecho!». Vio cómo entraba por la puerta y después se dejó caer en el
asientodeltaxi,gritandodealegríapordentro.Aúnpodíasentireltactodesumano.Yoshiko todavía no era suya, pero sentía que esa noche había dado un pasoimportante para lograrlo. Ahora sólo tenía que perseverar. Perseverar, perseverar,perseverar.
—¿Adónde?—preguntóeltaxista.Empezóadecir«EstaciónShinjuku»,peropensóquesería ridículogastar tanto
dineroenuntaxisinestarYoshikopresente,asíquesecorrigióasímismo.—No,alaestacióndemetromáscercana.«Mepregunto si le contará a supadre lode estanoche.—Eiichi se sintió algo
inquieto en el metro—. Pero no creo que diga nada que pueda hacerle enfadar.Después de todo, no hice nada inapropiado… No hay motivos para que puedaenfadarse».
Eranpocomásdelasdiezcuandollegóacasa.Comosiempre,asomólacabezaalasaladeestar,saludóasupadre,queestabasolopracticandocaligrafía,ysedirigióallavabo.
—¡Eh!—llamósupadre.—¿Quépasa?—Siéntate—ordenóOzuasuhijo,conunaexpresiónmásseriadelonormal—.
¿Fuistehoyalfuneral?—¿Funeral?¿Dequién?—ElfuneraldeAikoNagayama.Eratupaciente.Eiichihizounamuecainvoluntaria.—Unmédiconopuedeiralfuneraldetodossuspacientes.
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—Yo he ido—dijoOzu en voz baja—. Pensé que estarías allí. Pero no. ¿Fuealguiendelhospital?
—Lodudo.Pero…eresmuyraro,papá.Iraunfuneralasícomoasí.—¿Lodicesenserio?Túeresparcialmenteresponsable…desumuerte,yasabes.—¿Yo?Noseasridículo…Ozumiróasuhijoconfuria.NuncahabíaestadotanenfadadoconEiichicomo
enaquelmomento.—¡Nodejaréquetesalgasconlatuyadiciendosinmásquenoeresresponsable!
Yonosénadademedicina,perosegúnelperiódico…—¿El periódico? ¡Ah, ya! Eso es una tontería. No murió por culpa del
medicamento.—Sinofueporculpadelmedicamento…¿porquémurió?—¡Telohedichomilveces!¡Teníacáncerterminal!Ozunosupoquéresponder.Comonoeramédico,nopodíarebatirlaopiniónde
suhijodequeelmedicamentonohabíaprovocadolamuertedeAiko.—Peroenelperiódicodecíaquetudispensarioutilizóesenuevotratamientocon
ellacomounexperimento,sinsuconsentimiento…—Nosénadadeloquediceeseperiódico.—¿Estásnegandohaberutilizadoesamedicina?—¡No,síquelausamos!¡Peroniquelahubiéramosenvenenado!Utilizamosuna
medicina que supuestamente iba a curar a la paciente. Los que son unosirresponsablessonlosquenoscriticanporalgoquehicimosdebuenafe.Además,yonofuielqueleadministróelmedicamento.Cuandoereselúltimoeslabóncomoyo,aplicaseltratamientosiguiendolasórdenesdelosdirectoresdeldispensario.Fuemisuperior,Kurihara,elqueutilizóesemedicamento—insistióEiichi,conunasonrisaburlonaenloslabios.Alverquesupadreguardabasilencio,añadió—:Encualquiercaso, me gustaría que dejaras de entrometerte en asuntos sin conocer lascircunstancias.Detodasformas,¿quésignificabaesamujerparati?
—Nadaenabsoluto.—Sinosignificabanada,¿porquétemolestasteeniralfuneral?Notieneningún
sentido.Ozunodijonada,peroseguía insatisfecho.La lógicarespaldabaasuhijo,pero
habíaalgoquenoencajaba.—Estoymuyenfadado.Vengoacasacansadodetrabajaryderepentemeatacan.
¿Quéderechotienesdehablarmeasí?Hacetiempoquequierodecirteesto,pero…noestoydeacuerdocontuformadepensar.Apartirdeahora,noquierooírnadadeloquetengasquedecirmesobreloquehago.—Eiichiescupiólaspalabrasysaliódelasaladeestardandofuertespisotones.
Nobuko y Yumi habían estado escuchando la discusión conteniendo el alientodesdelahabitacióncontigua.Seasomaronfurtivamente.
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—No deberías haberle dicho nada esta noche —dijo Nobuko, vacilante—.Últimamentehaestadomuycansadoeirritable.
—Ya…—asintióOzu,conteniendosuagitación.Sediocuentadequeentreélysu hijo se extendía un abismo infranqueable—. Eiichi no tiene ni idea de por quéestoytanenfadadoconélestanoche.Ynuncaloentenderá.
CuandoEiichientróensuhabitaciónenlasegundaplanta,contuvosuenfado.«Undíatengoqueirmedeaquí—pensó—.Estacasa,ymifamilia,yanotienen
nadaqueverconmividaomicarrera.Sólosonunestorbo».
VariosdíasdespuésdequeKuriharadejaraeldispensario,eldoctorIiempezóahacersusrondasporprimeravezenmuchotiempo.
Fielesasucostumbre,losmiembrosdeldispensariosereunieronenlaentradadelprimer piso, saludaron al Viejo y al jefe del dispensario con una reverencia, yesperaronaqueelViejosesubieraalascensordespuésdequeunmiembrodelgrupopulsaraelbotón.
Fueron por todas las habitaciones de la cuarta planta, tomando notas de cadareconocimientoquehacíaelViejo.
—¿Seencuentrabien?—Sí.—Estáevolucionandobien.Nohaynadaporloquedebapreocuparse.Éstaseranlasmismaspalabrasqueempleabanlosmiembrosdeldispensario,pero
cuandolasdecíaelViejo,hacíanecocomounobjetodequinientoskilosyelpacientesonreíaentusiasmado.
Entraron en varias habitaciones hasta que se toparon con la puerta de lahabitaciónquehabíaocupadoAikoNagayamadossemanasantes.EiichiobservólaexpresióndelViejo,perosurostronoreflejabalamásmínimaemoción.
La habitación no había cambiado. Las pequeñas manchas en la pared, lasventanasalgo sucias, lacama…Todoseguía igualqueantes.Pero lasmacetasquetantolegustabanaAikohabíandesaparecido,yelpacientequesesentóenlacamapara que el Viejo lo examinara era un caballero de mediana edad que llevaba unpijamanuevo.
—Estará aburrido. ¿Hacemos unas pruebas? —El Viejo le ordenó a Mine, elmédicosupervisor,queefectuaralaspruebas—.Nohayningúncambio,asíquetodovabien.—Guardóelestetoscopioenelbolsilloycharlóconelpaciente.
Eracomosinohubierapasadonadaenestahabitacióndos semanasantes.Lascarasdelostrabajadoresdeldispensarioeraninexpresivas,ynohabíaningúnmotivoporelqueestepacientepudierasaberloquehabíaocurridoenlahabitaciónantesdequelaocupara.Fuera,elcieloestabaparcialmentenublado,yenladistanciaseoíaelruidodelosautomóviles.
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—Bueno,cuídese…Losempleadosdeldispensariosereagruparonyavanzaronporelpasillo.Almediodía, una vez terminadas las rondas, Eiichi estaba a punto de salir del
dispensariocuandollegóunmensajeroconunacartaurgente.El nombre que ponía en el remite eraYoshiko Ii.Con el corazón latiendo con
fuerza,Eiichiabrióelsobre.«Muchas gracias por lo del otro día. Paramí, todos los días eran tristes, pero
ahora,graciasati,puedovolverarespirarelairedefuera.Soymuyfelizyteestoymuy agradecida por haberme animado cuando estaba deprimida. Prometo ser unapacientebuena.Porfavor,hazmemáschequeosenelfuturo.Noconsultaréaningúnotromédico.»
Era una carta breve, pero Eiichi captó lo que estaba intentando decirle. Unasonrisadetriunfoasomóasuslabiosinvoluntariamente.
«Noconsultaréaningúnotromédico».Esoquieredecirquenosaldráconotroshombres.«Prometoserunapacientebuena.Porfavor,hazmemáschequeosenelfuturo».Salgamosjuntosconfrecuencia,queríadecir.¡Bien hecho! Eiichi recorrió el pasillo muy animado. Pero todavía faltaba una
montaña.EstabaelproblemadequéhacerconKeikoImai.SidescubrequevoyenserioconlahijadeldoctorIi…
¡NometerélapatacomolohizoKurihara!¿Cómodebería tratarconella?Encualquiercaso,confiabaenpodermanejar la
situacióndeformahábil.
Variosmesesmástarde…OzuestabaenKansai,enunviajedenegocios.Sereunióconvariaspersonasen
KobeyOsakadurantedosdías.Cuandoterminósuscompromisoslaborales,aúnlequedabancuatrohorasantesdesubiraltrenbalaquehabíareservado.Noleapetecíavolveralhotel,asíque,despuésdepensarlo,seleocurrióunaidea.
Decidióhacerleunavisitaasualmamáter,laEscuelaSecundariaNada.Habían pasado muchos meses y muchos años desde la graduación. Desde
entoncesnohabíavueltoasuviejaescuela,nihabíaidoaunasolareunióndelasqueseorganizabanenKansai.
Perohabía oídoquehabían reconstruido los edificios de la escuela junto al ríoSumiyoshi,yqueloshabíantransformadoporcompleto.Ysabíaque,alcontrarioquesualmamáterdeantaño,ahoralaescuelareuníaalosestudiantesmásinteligentesdetodo el país, erigiéndose como la primera o segunda en número de graduados queaccedíanalaUniversidaddeTokio.
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PeroaOzuno le interesabandemasiadoesosdetalles.Queríavisitar suantiguocolegiopararevivirlosrecuerdosdeFletánylosdemás.Sujuventudperdida.Queríavolveramirarconsuspropiosojoslosrestosdelaescuelayelcampodeatletismo,dondepasabanlosdíasélylosdemásalumnosatrasadosquenuncaestudiaban.
Se subió a un taxi y le pidió al conductor que lo llevara a la parada del ríoSumiyoshi,juntoalacarretera.
—¿Lacarretera?—Sí.Hayuntramoenqueeltrenylacarreteraavanzanenparalelo.El trenmarrón desvencijado flotó ante sus ojos. Aquel tren tan lento que él y
Fletáncogíancadadía.AikoylasotraschicasdeKōnancogíanelmismo.—Oh,serefiereaesetren—dijoeltaxistacambiandodemarcha—.Yanoexiste.—¿Nofunciona?—¡Nadieviajaríaenunviejotrentanlentocomoese!Pero la carreteraque se extendíadesdeKobehastaOsaka seguía allí.Aambos
lados, lo que antaño fueron lotes y cultivos, ahora eran filas y filas de tiendas yoficinas.
—ElríoSumiyoshisigueallí,¿verdad?—Sí.Pensóenelrío,yenlasonagrasvespertinasquesealineabanjuntoallecho.Pero
cuandoaparecióantesusojoselríoSumiyoshi,nopudoalcanzaraverellecho.Ensulugar,habíaunenormeeinsípidocanaldedrenajedecemento.
VislumbrólosedificiosdelaEscuelaSuperiorNada.Ensudía,unpinarrodeabael espacio entre la escuela y la carretera. Pero habían derribado lamayoría de lospinosparaconstruircasas.
Cuandoeltaxisedetuvoenlapuertadelaescuela,Ozulepidióalconductorqueesperaraunosdiezminutosyentrópor lapuerta.Elprimeredificio,quealojaba lasaladeprofesoresyelpabellóndejudo,estabaviejoyennegrecido,peroapartedeesonohabíacambiadonada.Alcontemplarlo,Ozusintióundolorenelpecho,comosiunamanoenormeloestuvieraahogando.
«Fletán. Éste es el único sitio que no ha cambiado»,murmuró, como si Fletánestuvieraasulado.
Dos o tres alumnos vestidos de uniforme negro salieron del edificio. Parecíanmuy inteligentes. Ninguno tenía la expresión bobalicona pero amable quecaracterizabaalosestudiantesensuépoca.
Entróeneledificioensilencio.Seabriólapuertadelasaladeprofesoresysaliódeallíunhombrequeparecíaserunprofesor.
El pelo, peinado hacia atrás, era canoso. Su chaqueta brillaba como la de unartista.
Ozu encontró en sumente unaversiónmás jovende este profesor.Sí…era suprofesordeLengua.OzurecordóquelegustabalanovelaLacucharadeplata,yque
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lehabíahabladodeellaasusestudiantes.Pero su nombre estaba atrapado en alguna parte de la mente de Ozu y no
conseguíaencontrarlo.Suapodoera…¡Etiopía!Esoeratodoloquelogrórecordar.Lepusieronesemoteporqueenaquellaépoca
sucaraestabanegracomoelcarbón.—¿Eselpadredealgunodenuestrosestudiantes?—preguntóelprofesoraOzu.—No—Ozunególacabeza.Lehabíapilladoporsorpresa—.Veníaaestaescuela
hacemuchotiempo…Estoyenlaciudadporunasuntodenegocios.—Vaya…¡estotraeviejosrecuerdos!—ElprofesormiróaOzualacara,comosi
estuvieraintentandorecordarlodejoven—.¿Enquéclaseestaba?—Enlaclasenovena.MellamoOzu.Peroelprofesornoparecíarecordarsunombre.Oíanlasvocesdelosestudianteshaciendoejercicioalolejos.Desdelaventana,
Ozuviolosedificiosnuevosdelaescuela,desconocidosparaél.—Estaescuelahacambiadomucho,¿verdad?—Sí, mucho —asintió el profesor—. Es muy diferente a la antigua Escuela
Secundaria,porqueahoralosalumnosestudianvoluntariamente.Yhemosrenovadolosedificios…¿Seacuerdademí?
—Sí,peronorecuerdosunombre.—Hashimoto.Ahoramismo, losque llevamosmás tiempoaquí somosel señor
Katsuyama,eldirectoryyo.El señor Hashimoto condujo a Ozu al patio. Ozu se mostró agradecido. Se
acordaba. En su época había una pajarera y una plataforma con barras para hacergimnasia.
—Losalumnosdehoyendíaestudianbien,perotambiénhacenactividadesdelclubyatletismo—dijoelseñorHashimotoconalegría—.Lostiemposhancambiado,¿sabe?
—Sí…—murmuró Ozu, sintiendo cómo un torrente de emociones invadía sucuerpo—.Lostiemposhancambiado.
Lediolasgraciasalprofesoryvolvióalaentradadelaescuela.Eltaxistaseguíaesperandopacientemente.
—¿Adóndevamosahora?—HayuncolegiofemeninoquesellamaKōnan,¿verdad?—Sí.¿Quiereirallí?¿TrabajaenelMinisteriodeEducación?El taxi subióunapendiente,giróporunacalle residencial,yvolvióa subirpor
otrapendiente.—¡No,Kōnannoestáporallí!—Latrasladaron.Mire,ahíestá.Eseseedificiograndedecolorblanco.Seacercabanaunedificioblanco,parecidoaunhotel,conuncéspedverde.Un
grupo de alumnas bajaban por la colina en coche. Iban de casa al colegio y del
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colegioacasaenunautomóvilfamiliar.Ozulepidióaltaxistaquesedetuviera.Contemplóelampliocéspedmásalláde
lapuertaquerezaba«UniversidadKōnanparachicas».Ungrupodejóvenesvolvíanacasariéndose.Llevabanvestidosdevarioscolores,muydiferentesdelostrajesdemarineroqueusabanAikoysusamigas.Estageneraciónnohabíaconocidolaguerra.
—AhoraaAshiya—dijoOzualtaxista.Lavíaférreayanoseutilizaba,peroOzureconociólacarreteraqueconducíaa
Ashiya.Los localesvacíosy loscamposqueantes llenabanambos ladossehabíanconvertidoen tiendasygasolineras.Pero los letrerosde laestaciónseguíanenpie,evocandoenelpechodeOzuunanostalgiayunatristezainsondables.
«Fletán —murmuró, presionando la cara contra la ventanilla del taxi—. ¿Teacuerdasdelaestación?Elnombrenohacambiado».
Sí.Estacarreteraylosnombresdelasestacionesseguíansiendolosmismos.Perolosjóvenesquehabíanidoalaescuelaenesetrendesvencijadoyanoestaban.
«Fletán.Habíanpasadotantascosas».Entonces el joven Fletán, de ojos soñolientos, le murmuró al oído: «¿Qué
significaron esos días para nosotros? ¿Aquellos días en la Escuela SecundariaNada?».
Eltaxisubiólentamenteporunacuesta.Cuandoelviejotrenllegabaaestepunto,crujíaylecostabaavanzar.
El pinar.Unas emociones indescriptibles llenaron el corazón deOzu al ver lospinosjuntoalríoAshiya.
—¿AquépartedeAshiyaquiereir?—preguntóeltaxista.—Alaplaya.—¿Alaplaya?—Sí.—Allínohaynada.Ozu no respondió. Miraba fijamente las casas a ambos lados de la carretera.
Habían desaparecido las grandes mansiones con sus tejados negros y las vallasnegras. En su lugar se erigían unas casas alegres de estilo occidental y unosapartamentosdeclasealta.Enelpinarhabíanconstruidounpequeñocampodetenis.Habíavariosjóvenesjugando.
Llegaronaunpuente.Eraesepuente.—¡Cruceelpuente!—exclamóOzuimpulsivamente—.Vale.¡Sigarectoporesta
carretera!LacasadeAikoAzuma.LacasaenlaquehabíanmerodeadoélyFletán,pasando
los dedos por la valla. La vivienda había desaparecido. En su lugar se erigía unsimpleedificioblancodeapartamentos.
Ozulepidióaltaxistaquesedetuviera.Mantuvolamiradaperdidaendirecciónalosapartamentos.Habíadosniñosextranjerosjugandoalbádminton.
—Suficiente—ledijoaltaxistacontristeza—.Llévemealaplaya.
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Elmar. Elmar deAshiya. Las vacaciones de verano. Los nubarrones enormesflotando sobre sus cabezas mientras nadaban en el mar azul. El mar. El mar deAshiya.
—Yahemosllegado.—Eltaxistafrenófrenteaunfeoterrapléndecemento.—¿Esesto?¡Aquínohayningúnmar!—Losé.Ledijequelohabíanvaciado.Nosoplaban lascorrientesmarinas.Noolíaamar.Ozusesubióal terraplénde
cementoysoltóunaexclamacióndesorpresa.A lo lejos, el mar se había convertido en un desierto. Dos hormigoneras
atravesaroneltramodesoladodetierrasrecuperadas.Másalládeesepuntonohabíanada.¿DóndeestabaellugarenelqueFletán,zarandeadoporlasolas,habíaseguidoaAikoyasusamigasaqueldía?¿Dóndeestabalaplayapor laquehabíancorridoAiko y sus amigas, riendo sin parar? El mar había desaparecido. La playa blancahabíadesaparecido.Peronoerasóloesto.Lascosashermosas,lascosasquehabíanatesoradoduranteelpasado,estabandesapareciendoportodoJapón.FletányAikoyano estaban en estemundo. Sólo él seguía vivo. En esemomento,Ozu entendió elpapel que habían jugado Aiko y Fletán en su vida. Ahora, cuando todo se habíaperdido,entendíaelsignificadoquelehabíandadoasuvida.
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SHUSAKUENDOnacióenTokioen1923.Pocodespuéssuspadressemarcharonavivir a la zona japonesa deManchuria. Tras el divorcio de sus padres, Endo y sumadrevolvieronaJapónparavivirenlaciudadnataldelamadre,Kobe.Sumadreseconvirtiócuandoélerapequeño,porloquefuecriadocomocatólico.
Endofuebautizadoen1935alaedadde12años,conelnombrecristianodePaul.Durante la Segunda Guerra Mundial su mala salud impidió que fuera reclutado.EstudióLiteraturaFrancesaen laUniversidaddeLyondesde1950hasta1953.Susnovelasreflejanmuchasdelasexperienciasdesuniñez.Éstasincluyenelestigmadeserunforastero,laexperienciadeserextranjero,lavidadeunpacienteenelhospital,ylaluchacontralatuberculosis.
Sufecatólicapuedeversedealgunaformareflejada,yesamenudounacaracterísticaprincipal.Lamayoríadelospersonajesluchancontracomplejosdilemasmorales,ysus elecciones amenudo provocan resultados trágicos. Su obra ha sido comparadacon ladeGrahamGreene.Dehecho,GreenecatalogópersonalmenteaEndocomounodelosmejoresescritoresdelsigloXX.
Durante sus últimos años sufrió una grave enfermedad y murió en septiembre de1996.
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Notas
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[1]Segúnelsistemaeducativo japonésanteriora laguerra, losniñospasabancincoañosenlaescuelasecundaria.Apartirdeahíentrabanenelmundodelosnegociososeguíanestudiandoenunnivelsuperiorquecorrespondíaalauniversidaddehoyendía. Después de la guerra, las antiguas escuelas secundarias se convirtieron enescuelas superiores, de ahí que la Escuela Superior Nada provenga de la EscuelaSecundariaNada.(N.delaT.)<<
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[2] Los símbolos chinos que corresponden a «Fletán», un nombre extraño y pococomún,seleen«Hirame»enjaponés.Acausadesurareza,losdoscaracteresseríanprácticamente imposibles de leer para una persona normal. «Heimoku» es unatentativabasadaenotraslecturasdelosmismossímbolos.(N.delaT.)<<
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