WILKIE COLLINS
La dama de la Granja Glenwith
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I
Soy un pintor de retratos y mi experiencia
en este arte, si no ha servido para ms, al menos
me ha permitido volcar mis habilidades en una
gran variedad de usos. No slo he pintado,
fielmente, hombres, mujeres y nios sino que,
tambin, lo hice con caballos, perros, casas y,
en una ocasin, hasta con un toro, gloria y
terror de la comarca y el modelo ms difcil de
retratar que he conocido.
El animal se llamaba, apropiadamente,
Relmpago y Trueno y perteneca a un
caballero apellidado Garthwaite.
Como escap de ser corneado por el toro
antes de terminar mi cuadro, es, hasta ahora,
difcil de entender, por qu Relmpago y
Trueno odiaba mi presencia como si
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considerara un insulto personal el mero hecho
de quererlo retratar.
Una maana, cuando ya tena el cuadro a
medio terminar, iba con Garthwaite camino al
establo, pero nos intercept el administrador de
la granja para informarnos que Relmpago y
Trueno se hallaba en un psimo estado de
nimo y que sera riesgoso para m estar en su
cercana. Mir a Garthwaite que sonri con
aire resignado.
No hay nada que hacer, slo esperar
hasta maana. Qu le parece si nos vamos a
pescar, ya que mi toro nos da unas vacaciones?
Le respond, con toda sinceridad, que nada
conoca de pesca. Pero Garthwaite, que era un
apasionado pescador, no se intimidaba ni ante
la mayor de las excusas.
Nunca es tarde para aprender
vocifer . Har de usted un pescador en poco
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tiempo, si me presta atencin.
Como era imposible esgrimir ms
disculpas, sin riesgo de parecer descorts,
acept su invitacin.
Le llevar al mejor arroyo que hay en la
vecindad. Llegaremos pronto hasta all.
Me daba lo mismo si llegbamos tarde o
temprano y si el arroyo era de lo mejor, pero
hice lo posible por ocultar mis sentimientos y
trat de parecer alegre y muy ansioso de
comenzar la prctica.
Cuando estuvimos frente al arroyo, mi
amigo se dedic, de inmediato, a su tarea y yo
pas dos o tres horas placenteras enganchando
mi chaleco, mi sombrero, mis pantalones y mis
pulgares; era como si un demonio se hubiese
posesionado de mi anzuelo. Por cierto,
pescamos poco. En lo que a m respecta, creo
que los peces se enganchaban solos.
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Luego de un tiempo, Garthwaite coment
que ya tenamos lo suficiente y me sugiri que
le siguiera a otro lugar. Nos pusimos en marcha
ribera abajo.
Cuando habamos caminado cierta
distancia en silencio, bordeando el arroyo,
Garthwaite dijo de repente:
Aguarde un minuto. Tengo una idea. En
vez de seguir por aqu, iremos a un lugar donde
s, por experiencia, que hay buena pesca. Y,
adems, le presentar a una dama cuya
apariencia ser de sumo inters para usted y
cuya historia, le puedo asegurar, es, an, ms
extraordinaria.
Puedo preguntarle por qu?
Es una notable historia que tiene que ver
con una familia arraigada en una mansin de
estos alrededores. La dama se apellida Welwyn,
pero los pobres de por aqu la conocen como la
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Dama de la Granja Glenwith. Aguarde hasta
que la vea antes de pedirme que le cuente ms.
Vive muy sola y soy el nico visitante que
recibe. Un amigo mo ser bienvenido a la
granja (recuerde el escenario de la historia!)
por consideracin hacia m que nunca abus
de mi privilegio. El lugar est a slo dos millas
de aqu y el arroyo cruza a travs del campo.
Mientras marchbamos, el estado de nimo
de Garthwaite se alter hasta el punto de
quedarse inusualmente silencioso y pensativo
como si la mencin del nombre de Welwyn le
trajera recuerdos de algo. Como comprend
que hablarle de cosas cotidianas sera
interrumpirle, sin sentido, sus pensamientos,
camin a su lado en completo silencio,
mientras buscaba, con impaciencia, la vista de
la Granja Glenwith.
Llegamos, por fin, a una vieja iglesia,
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levantada en las afueras de una bonita villa y,
de inmediato, localizamos una puerta en medio
de un muro que Garthwaite traspuso y
comenzamos a seguir un sendero en direccin
a una gran mansin.
Era evidente que habamos entrado por
una puerta privada y que nos acercbamos al
edificio por la parte posterior. Lo observ con
curiosidad y vi, en una de las ventanas de la
planta baja, a una nia que pareca tener nueve
o diez aos, mirndonos mientras
avanzbamos. No pude dejar, ni por un
momento, de observarla; su cutis fresco y su
larga cabellera negra eran realmente
hermosos. Pero haba algo en su expresin, un
vaco en sus grandes ojos, una sonrisa
inmutable, sin significado, en sus labios
abiertos, que no pareca concordar con todo lo
que era atractivo en su rostro; me sent
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defraudado y aun conmovido aunque no saba
decir por qu.
Garthwaite, que marchaba pensativo, con
la vista clavada en el suelo, se volvi y mir
hacia donde yo miraba, se detuvo un instante y
tomndome del brazo, me susurr con
impaciencia.
No comente que vimos a esa pobre
criatura, cuando estemos delante de la seorita
Welwyn. Ms tarde le contar por qu.
Dimos la vuelta, de prisa, hacia el frente de
la casa. Era una mansin antigua, con un
parque delante y, aunque el jardn estaba
cubierto de flores, algo me deprimi. Cuando
mi compaero toc una campana ruidosa, de
profundo gong, el sonido me sobresalt como
si estuvisemos cometiendo un crimen al
perturbar el silencio; as que cuando un viejo
criado abri la puerta, apenas pude
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imaginarme que seramos recibidos. Sin
embargo, fuimos admitidos sin la ms leve
demora y percib, de inmediato, en el interior,
la misma atmsfera de quietud que exista
afuera. No haba perros que ladraban nuestra
llegada ni se oan sirvientes ni ninguno de los
usuales ajetreos domsticos que acarrean las
visitas inesperadas en el campo. El largo saln
donde fuimos introducidos estaba tan solitario
como el hall de entrada.
Sin decir palabra, Garthwaite se acerc a la
ventana; proponindome no interferir, me
guard las preguntas pero lanc una mirada
circular al saln para ver qu seales me
proporcionaba sobre los hbitos y la
personalidad de la propietaria de la casa.
Dos estantes cubiertos de libros fueron los
primeros objetos que me atraparon la atencin
y, cuando me acerqu a ellos, me sorprendi no
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hallar literatura contempornea; no haba all
nada que fuere actual. Cualquier libro de los
que hojeara, haba sido escrito quince o veinte
aos antes. Todos los cuadros que colgaban de
las paredes eran reproducciones de viejos
maestros; lo ms moderno que posea el
anaquel de msica eran composiciones de
Haydn y Mozart. Y todo lo que examin, me
indic lo mismo. El propietario de esas
partituras viva en el pasado, viva entre viejas
memorias y viejas asociaciones.
Mientras estos pensamientos cruzaban por
mi mente, se abri una puerta y apareci la
dama. Por cierto, ya haba desaparecido su
juventud, pareca ms vieja de lo que realmente
era, como despus descubr. Pero no recuerdo
haber visto en otro rostro, esa permanencia de
la belleza de los tempranos aos, como lo vi en
ella. La pena, evidentemente, haba atravesado
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ese rostro puro y calmo que tena delante, pero
le haba dejado resignacin. Su expresin era,
todava, juvenil y fue slo cuando observ su
cabello que creca blanquecino, sus manos
delgadas, las tenues huellas alrededor de su
boca y la triste serenidad de sus ojos, que
advert la seal de la edad; ms que eso: la
marca de alguna gran tristeza que se resista a
ser vencida. Incluso desde su voz, poda
advertirse que haba atravesado penurias en
algn momento de su vida. Y que le pusieron a
prueba esa noble naturaleza indoblegable.
Se salud con Garthwaite como si fueran
hermanos y era notorio que se conocan desde
muy largo tiempo.
Nuestra visita fue breve y la conversacin
se mantuvo en un tono general, as que el juicio
sobre la seorita Welwyn lo form ms por lo
que vi que por lo que o. Me interes tan
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vivamente la mujer, que me senta reacio a
abandonar la casa, cuando nos levantamos
para partir.
Aunque su trato para conmigo no pudo ser
ms cordial y bondadoso, percib que le costaba
cierto esfuerzo reprimir, en mi presencia, la
tristeza que pareca, a menudo, aflorarle.
Tan pronto como dejamos a la seorita
Welwyn, ya en camino hacia el arroyo, dentro
de sus campos, le manifest a Garthwaite que
la impresin que me produjo la dama era tan
honda que deba hacerle varias preguntas con
respecto a ella; omit preguntarle sobre la
pequea nia que vi en la ventana trasera. l
me respondi que su historia respondera a
todos mis interrogantes y que comenzara a
contarla apenas estuvisemos instalados para
pescar.
Marchamos unos cinco minutos hasta
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llegar al borde del arroyo y, mientras me
permita admirar el paisaje, Garthwaite se
ocup de los preparativos de la pesca.
Luego de ordenarme que me sentara a su
lado, por fin satisfizo mi curiosidad y comenz
a contar su historia, que la relatar en su propio
estilo y, tanto como me sea posible, con sus
propias palabras.
II
He sido amigo de la seorita Welwyn
durante mucho tiempo para jurarle la verdad
de lo que, ahora, estoy a punto de contarle,
tanto como que conoc a su padre y a su joven
hermana Rosamund y estuve relacionado con
el francs que lleg a ser su cuado. Estas son
las personas de las que le hablar y los
personajes principales de mi historia.
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El padre de la seorita Welwyn muri hace
unos aos, pero lo recuerdo muy bien aunque
nunca despert en m, ni en nadie que lo
hubiese conocido, el ms leve sentimiento de
inters. Cuando le digo que recibi de su padre
una fortuna muy grande, ganada a travs de
especulaciones riesgosas y afortunadas, que
compr una mansin con el objeto de elevar su
posicin social, sospecho que le estoy diciendo
tanto acerca de l como a usted le interesara
or. Era un hombre bastante vulgar, sin grandes
virtudes y sin grandes vicios. Cuando le
enumero que tena un pequeo corazn, una
mente dbil, un temperamento cordial, una
talla alta y un rostro agradable, le digo ms de
lo que necesita decirse sobre la personalidad de
Welwyn.
Debo haber visto muy a menudo, cuando
era pequeo, a la seora Welwyn, pero no le
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puedo decir que la recuerde, salvo que era alta,
buena moza y muy generosa y llena de bondad
cuando estaba en su compaa. Superior a su
esposo en todo; era gran lectora de libros en
varios idiomas y su talento musical se lo
recuerda todava en las fincas rurales de la
regin.
O que sus amigos se sintieron defraudados
cuando se cas con Welwyn, rico y todo como
era; y, luego, se sintieron sorprendidos de que
preservara, al menos, la apariencia de ser
perfectamente feliz con su esposo, quien, por
cerebro y por corazn, no era digno de ella. La
mayora supuso (y creo correctamente) que
ella hall su gran felicidad y su gran consuelo
en su pequea hija Ida, la dama de la cual, hace
un momento, nos separamos.
Desde los primeros pasos, la nia se
pareci a su madre, heredando su gusto por los
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libros, su amor por la msica y, por sobre todo,
su serena firmeza, paciencia y bondad; desde
los primeros aos de Ida, la seora Welwyn se
encarg de su educacin. Era raro verlas
separadas y los vecinos y amigos comentaban
que la nia tena una maestra esmerada, cosa
no muy comn entre los otros nios, que
solamente alcanzaban una enseanza prctica;
tambin decan que su imaginacin, de la que
posea ms que una buena parte, era
demasiado estimulada.
Exista alguna verdad en esto; y habra sido
ms si Ida hubiera tenido una personalidad
comn o se le hubiese reservado un destino
vulgar. Pero, desde el principio, fue una nia
extraa y le estaba reservado un destino,
tambin, extrao.
Cuando Ida alcanz los once aos, era la
nica nia de la familia pero, poco despus de
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su cumpleaos, naci su hermana Rosamund.
Aunque la seora Welwyn quera un hijo,
todos, sin lugar a dudas, se sintieron
complacidos con la llegada de esta segunda
hija, pero toda esa felicidad se convirti en
tristeza, cuando pocos meses despus, la seora
Welwyn falleci.
El seor Welwyn, que estaba realmente
enamorado de ella y que sufri tanto como un
hombre puede sufrir, no fue lo suficientemente
fuerte como para permanecer en el lecho de
muerte de su esposa, as que las ltimas
palabras de la mujer no fueron pronunciadas a
su esposo sino a su nia, quien, desde el
comienzo de la enfermedad, permaneci con
ella, hablndole espordicamente, sin mostrar
nunca temor ni pena, salvo cuando se hallaba
lejos de su vista.
Cuando falleci y el seor Welwyn,
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incapaz de hacer acto de presencia en la casa
mortuoria a tiempo para el funeral de su
esposa, dej el hogar y se fue a vivir con uno de
sus parientes, en un lugar distante de
Inglaterra, Ida, a quien l quiso llevar consigo,
solicit quedarse.
Antes de morir, le promet a mam que
sera tan buena para mi pequea hermana
Rosamund como ella fue para conmigo dijo,
con simpleza, la nia. Ella me pidi, a cambio,
que me quedara y asistiera a su entierro.
Sucedi que se hallaban presentes un
amigo de la seora y un viejo criado de la
familia, que comprendieron a Ida mucho ms
que su propio padre y le persuadieron de que
no se la llevara.
He odo a mi madre comentar que el
aspecto de la nia en los funerales fue algo que
no poda recordar sin que las lgrimas vinieran
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a sus ojos y no lo pudo olvidar hasta el ltimo
da de su vida.
Me veo acompaando a mi madre, de visita
a la vieja casa. Era un verano que estaba de
vacaciones. Como era una maana radiante y
no haba nadie en el interior, caminamos por el
jardn.
Cuando nos acercamos al parque, vi, en
primer trmino, a una joven vestida de negro
que lea, sentada en un banco; luego, una
pequea, tambin de luto, que se mova
lentamente sobre el csped hacia nosotros,
llevando consigo a un beb al que trataba de
ensearle a caminar.
Me mir, era tan nia para ocuparse de
esos menesteres que me detuve preguntndole
a mi madre quin era. La respuesta fue la triste
historia que le acabo de referir.
Haca tres meses del entierro de la seora
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Welwyn y, de un modo infantil, Ida intentaba,
como haba prometido, ocupar el lugar de su
madre en la vida de su pequea hermana. Le
menciono slo este simple incidente porque es
necesario, antes de continuar, que usted
conozca en qu estrecha relacin se manejaron
las hermanas, desde un principio.
De todas las ltimas palabras que la seora
Welwyn le comunicara a su hija, ninguna fue
tan a menudo repetida como aquellas que le
encomendaban el amor y el cuidado hacia la
pequea Rosamund.
Para algunas personas, la confianza que la
moribunda deposit en una nia de escasos
once aos era una prueba de ese deseo
desvalido que se adhiere como consuelo ante la
impotencia que provoca la llegada de la
muerte. Y la confianza no fue defraudada. Toda
su existencia futura fue una noble prueba de
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que ella era acreedora a esa fe de la moribunda.
En esa simple escena que le narr, est reflejada
la nueva vida de las dos hermanas.
Pas el tiempo, dej la escuela, viaj a
Alemania y permanec all algunos aos para
estudiar el idioma. En cada intervalo, regresaba
a mi hogar y preguntaba por los Welwyn; la
respuesta era siempre la misma. Que el seor
Welwyn se diverta ofreciendo recepciones y
que sus dos hijas nunca se separaban; que Ida
segua siendo la misma muchacha extraa y
serena que siempre haba sido y que
continuaba actuando como madre para
Rosamund.
Fui ocasionalmente a la granja, cuando
andaba por los alrededores, y pude comprobar
la exactitud del gnero de vida que me haban
pintado. Cuando Rosamund tena cuatro o
cinco aos, Ida pareca ms su madre que su
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hermana. Era paciente en sus lecciones, ansiosa
por ocultar cualquier fatiga que pudiese
sobrevenirle en su compaa, orgullosa cuando
la belleza de Rosamund era advertida y tan
presta a conocer y atender todo lo que
Rosamund haca o deca, que era diferente a
cualquier hermana mayor.
Recuerdo cuando Rosamund se acercaba a
su condicin de mujer y estaba de gran nimo
con la idea de pasar algn tiempo en Londres.
Era muy hermosa para esa poca, mucho ms
elegante que Ida y, aunque todos en la comarca
la conocan, pocos de los que admiraban su
danza, su canto, sus pinturas y que se
deleitaban al saber que ella hablaba francs y
alemn, estaban al tanto de lo mucho que ella
le deba, no a sus maestros sino a su hermana
mayor. Fue Ida quien realmente encontr la
manera de ensearle y quien le ayudaba en
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todas sus dificultades.
Aunque Rosamund no era desagradecida,
haba heredado mucho del carcter de su padre
y lleg a estar tan acostumbrada a deberle todo
a su hermana que, nunca apreci como
corresponda el profundo amor del que era
objeto y, cuando Ida rechaz dos buenas
propuestas de matrimonio, Rosamund se sinti
ms sorprendida que nadie, asombrndose de
que su hermana deseara permanecer soltera.
Cuando se concret el viaje a Londres, del
que le habl, Ida acompa a su padre y a su
hermana, aunque si hubiera sido por ella, no
habra ido; pero Rosamund manifest que se
sentira perdida e indefensa en la ciudad, sin su
presencia.
Ida estaba siempre dispuesta a hacer lo que
fuera por ella, as que fue a Londres, encantada
de admirar todos los pequeos triunfos
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logrados por su belleza, oyendo sin cansarse lo
que decan de su Rosamund.
Al final del verano, el seor Welwyn y sus
hijas regresaron por un corto tiempo al campo,
luego dejaron la casa para pasar el ltimo
perodo del otoo y el comienzo del invierno en
Pars. Llevaron excelentes cartas de
presentacin y frecuentaron una muestra
importante de la mejor sociedad parisina. En
una de las primeras fiestas a las que
concurrieron, toda la conversacin recay
sobre la conducta de un cierto noble francs, el
Barn Franval, que volva a su pas natal luego
de una prolongada ausencia, acontecimiento
que absorba la atencin de todos los presentes.
Un amigo les refiri al seor Welwyn y a sus
hijas quin era Franval.
El Barn, que heredara muy poco de su
padre, salvo su alto rango, se encontr, a la
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muerte de su progenitor, que l y sus dos
hermanas solteras tenan escasamente para
vivir. Era, entonces, un joven de veintitrs aos
que al serle imposible obtener una ocupacin,
decidi abandonar Francia y dedicarse al
comercio. Como se le ofreci, inesperadamente,
una oportunidad, dej a sus hermanas al
cuidado de un viejo pariente de la familia en su
castillo de Normanda y zarp a las Indias
Occidentales; extendi ms tarde sus viajes por
toda Sudamrica.
Despus de quince aos de ausencia,
regresaba a Francia con una gran fortuna; su
espritu independiente y su generosa devocin
por el honor familiar y la felicidad de sus
hermanas, eran admirados por todos, aun antes
de su arribo a Pars.
Los Welwyn oyeron la historia con mucho
inters; Rosamund, que era muy romntica, se
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sinti atrada por ella y coment que estaba
ansiosa por conocer al Barn.
Franval lleg a Pars, le fue presentado a los
Welwyn, se encontr asiduamente con ellos, no
caus buena impresin en Ida pero se gan el
cario de Rosamund desde el principio y fue
recibido con tan alta aprobacin por su padre
que, cuando insinu visitar Inglaterra en
primavera, fue invitado cordialmente a pasar
algn tiempo en la Granja Glenwith.
Llegu de Alemania para la poca en que
los Welwyn retornaban de Pars y, de
inmediato, me propuse reanudar mi amistad
con la familia. Senta mucho cario por Ida, o
la historia del Barn y, cuando me lo
presentaron, me produjo una impresin tan
desfavorable como la que le produjera a ella.
No podra decir por qu me disgustaba;
era, en realidad, un hombre educado y cantaba
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notablemente bien. Estas dos cualidades eran
ms que suficientes para atraer a una
muchacha del temperamento de Rosamund y
jams me sorprendi que l lograra sus favores.
Tambin contaba con la aceptacin del padre,
porque el Barn era un excelente jinete y como
hablaba correctamente ingls y tenda a imitar
los usos y costumbres del pas, el seor Welwyn
entenda que semejante caballero era digno de
consideracin.
Le digo que me disgustaba sin poder darle
una razn de mi disgusto. Aunque siempre era
muy corts conmigo y, a menudo,
cabalgbamos juntos y nos sentbamos a la
mesa muy cerca uno del otro, nunca pude
llegar a ser su amigo. Siempre me dio la
impresin de un hombre que tena alguna
reserva mental aun cuando expresara las cosas
ms triviales y, de continuo, tena un dominio
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de s que pareca acompaar sus palabras ms
frvolas. Esto, no obstante, no era motivo para
mi secreta antipata.
Ida me lo dijo, recuerdo, cuando le confes
mis sentimientos hacia el Barn y trat, en la
intimidad, de referirme lo que ella pensaba. No
quiso oponerse a la eleccin de Rosamund y
asista al crecimiento de esa relacin con un
temor que trataba en vano de ocultar.
Hasta su padre se dio cuenta de que ella no
era feliz y comenz a sospechar el motivo.
Recuerdo que brome, con toda la irreflexin
de un hombre necio, comentando que Ida
siempre se celaba desde nia si su hermana
miraba a alguien que no fuera ella misma.
El verano comenz a suplantar a la
primavera, Franval visit Londres y regres a la
Granja. Demor su partida a Francia y, al fin,
se le declar a Rosamund y fue aceptado. Dada
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su posicin, los arreglos de todo lo
concerniente a la boda parecieron ser muy
satisfactorios.
El nico rostro triste en la granja era el de
Ida. Por un momento, fue penoso para ella
ocupar el segundo lugar en el corazn de su
hermana, pero el disgusto secreto y la
desconfianza que senta hacia Franval, ante la
idea de que, pronto, sera el esposo de su
hermana, la llen de un vago sentimiento de
temor que no poda explicarse y que, adems,
deba mantener oculto. Una sola cosa la
consolaba: Rosamund y ella no se separaran.
Saba que el Barn senta, ntimamente hacia
ella, la misma aversin; intua que cuando
fuera a vivir con su cuado, tendra que decir
adis a la porcin ms feliz y esplndida de su
vida, pero debido a la promesa que le haba
hecho aos atrs a su madre, nunca dud y
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cuando Rosamund le coment que deseaba que
fuera a vivir con ella para que la ayudase,
acept.
El Barn era demasiado educado como
hombre para parecer molesto cuando se enter
de estos arreglos. Y as fue como qued
convenido, desde un principio, que Ida ira a
vivir con su hermana.
III
La boda se llev a cabo en verano y los
novios pasaron su luna de miel en Cumberland.
Cuando regresaron a la granja, se habl de una
visita a las hermanas del Barn en Normanda,
pero esta tuvo que ser aplazada a ltimo
momento por el repentino fallecimiento del
seor Welwyn.
Aunque la visita fue slo propuesta,
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cuando lleg la fecha de efectuarla, el Barn
fue renuente a dejar la granja, porque no quiso
abandonar la temporada de caza.
Cada vez, pareca menos inclinado, a
medida que pasaba el tiempo, a ir a Normanda
y escriba excusas tras excusas a sus hermanas
cuando llegaban las cartas urgindole a
cumplir la prometida visita.
En invierno, coment que no permitira
que su esposa se arriesgara a un largo viaje; en
primavera, que su salud no era muy buena; y
en el verano prximo, que ya no era posible
porque la Baronesa esperaba ser madre.
Esas fueron las excusas que Franval les
enviaba a sus hermanas en Francia.
El matrimonio fue, en el ms estricto
sentido del trmino, feliz ya que el Barn,
aunque nunca perdi la extraa reserva de sus
modales, era en un estilo peculiar y sereno, el
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ms afectuoso y atento de los maridos. Iba, en
ocasiones, a la ciudad por sus negocios, pero
pareca dichoso de retornar a la Baronesa; era
corts con su cuada y se conduca con
deferente hospitalidad hacia todos los amigos
de los Welwyn.
En sntesis, justificaba ampliamente la
buena opinin que Rosamund y su padre se
formaran de l cuando le conocieron en Pars.
Ni siquiera estas cualidades de su carcter
tranquilizaron por entero a Ida y aunque los
meses se sucedieron placenteros, esa secreta
tristeza, esa aprensin irracional sobre la
situacin de Rosamund, penda pesadamente
sobre su hermana.
Al comienzo de los meses de verano,
sucedi un pequeo inconveniente domstico,
que le indic a la Baronesa, por primera vez,
que el temperamento de su esposo poda ser
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afectado seriamente por la ms leve tontera.
El Barn tena el hbito de recibir dos
peridicos franceses, uno publicado en
Burdeos y el otro en el Havre y siempre los
abra en cuanto llegaban, lea por unos minutos
con profunda atencin una columna en
particular de cada uno de ellos y luego, como
distradamente, los arrojaba al cesto de papeles.
Su esposa y su cuada, en los primeros
tiempos, se sorprendieron del modo en que los
lea, pero no le dieron ms importancia al
hecho cuando les explic que los reciba para
consultar las noticias comerciales de Francia,
que podan, espordicamente, ser de inters
para l.
Estos peridicos se editaban semanalmente.
En la ocasin a la que me refiero, el peridico
de Burdeos lleg puntualmente como siempre,
pero el del Havre no apareci. Esta
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circunstancia banal afect seriamente al Barn
que escribi, de inmediato, a la oficina de
correos y al corresponsal del peridico en
Londres.
Cuando su esposa, sorprendida por su
intranquilidad, trat de cambiarle su
malhumor, bromeando acerca del peridico
extraviado, l le respondi con las palabras ms
duras que ella le haba odo. Y, para ese tiempo,
ella ya no estaba en condiciones de recibir
expresiones hostiles de nadie y menos de su
esposo.
Pasaron dos das sin que recibiera
respuesta a su reclamo y, en la tarde del tercer
da, el Barn cabalg hasta la oficina de correos
para averiguar.
Una hora despus de su partida, un
caballero desconocido lleg a la granja y
pregunt por la Baronesa. Al ser notificado que
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ella no se senta en condiciones de recibir
visitas, le envi un mensaje donde le transmita
que su presencia era de suma importancia y
que aguardara abajo, por una segunda
respuesta.
Cuando recibi este mensaje, Rosamund
recurri, como siempre, al consejo de su
hermana mayor y esta fue, de inmediato, a
entrevistarse con el extrao.
Lo que estoy capacitado de referirle acerca
de esa extraordinaria entrevista y de los
terribles acontecimientos posteriores, lo he
odo de los propios labios de la seorita
Welwyn.
Ella se encontraba nerviosa cuando entr al
saln; el desconocido la salud con cortesa y le
pregunt, con acento extranjero, si era la
Baronesa. Ida le corrigi y le expres que
velaba por todos los asuntos de su hermana,
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agregando que si la entrevista concerna a las
cuestiones de su cuado, este no se hallaba en
ese momento en la casa.
El extranjero le respondi que estaba
enterado de ello cuando arrib y que la visita
ingrata que lo traa no deba ser confiada al
Barn, al menos por ahora.
Cuando le pregunt por qu, le dijo que l
estaba all para explicarle, expresndole que se
senta muy aliviado de poder confesarle este
asunto a ella, que estara mejor preparada que
su hermana para las malas noticias que,
infortunadamente, se vea obligado a traer.
El repentino desfallecimiento que le
sobrevino cuando escuch estas palabras, le
impidi responder. El extranjero sirvi un poco
de agua de una botella, que estaba sobre la
mesa, y le dio a beber, interrogndola sobre si
se senta con fuerzas para or lo que tena que
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confiarle.
Extrajo de su bolsillo un peridico
extranjero, mientras le explicaba que era un
agente secreto de la polica francesa y que el
peridico era el Havre Journal de la semana
pasada; haba evitado que se le enviara al
Barn como siempre. Lo abri y le pidi que
leyera ciertas lneas que le daran una pista del
asunto por el cual estaba all, sealndole la
parte mientras le hablaba.
Las lneas en cuestin se referan a
entradas de barcos y decan: arrib el
Berenice desde San Francisco con un valioso
cargamento de pieles. Trae un solo pasajero, el
Barn Franval, del Castillo Franval, en
Normanda. Cuando la seorita Welwyn ley
esto, su corazn se paraliz y comenz a
temblar aunque era una tarde calurosa de
junio. El visitante le dio a beber ms agua y le
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pregunt cordialmente si tena valor para
escucharle, se sent y volvi a referirse al
peridico; cada palabra que l pronunci se le
grab para siempre en su memoria y en su
corazn.
No hay ningn error le dijo acerca
del nombre que figura en esa lnea que ha ledo
y es tan cierto como que nosotros estamos aqu,
que hay un solo Barn Franval con vida. La
cuestin es cul de los dos es el verdadero
Barn, el pasajero del Berenice o el esposo de
su hermana. Las seoras del castillo no le
creyeron al pasajero que arrib a el Havre la
ltima semana, cuando les dijo que l era el
Barn, as que la polica fue notificada y, de
inmediato, sal de Pars. No perdimos tiempo en
interrogar al hombre. Estaba extremadamente
furioso.
Encontramos que tena un extraordinario
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parecido con el Barn y que estaba
familiarizado con las personas y los lugares
cercanos al castillo; entonces, le hablamos a las
autoridades locales y examinamos en secreto
los prontuarios de personajes sospechosos. Uno
de estos deca lo siguiente: Hctor Augusto
Mombrum, hijo de un respetable propietario
de Normanda, bien educado, buenos modales;
en malas relaciones con su familia. Carcter
intrpido, astuto, inescrupuloso, aplomado.
Puede ser reconocido fcilmente por su
parecido con el Barn Franval. Condenado a
veinte aos por robo.
La seorita Welwyn not que el hombre la
observaba para ver si poda seguir
escuchndole. Este le pregunt, no sin cierta
alarma, si quera que le sirviera ms agua. Ida
slo atin a negar con su cabeza. El hombre
sac un segundo papel de un anotador.
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La prxima entrada, bajo el mismo nombre,
era de cuatro aos ms tarde y deca as:
Hctor Augusto Mombrum, condenado a
cadena perpetua por asesinato y otros delitos.
Escap en Toln. Se sabe que se dej crecer la
barba y usa su cabello largo con la intencin de
que sea imposible descubrirlo por aquellos que
pueden dar aviso en su provincia natal al
reconocerle su parecido con el Barn Franval.
Haba otros detalles agregados, pero ninguno
de gran importancia.
De inmediato, examinamos al supuesto
impostor explic el agente francs .
Sabamos que si l era Mombrum,
encontraramos en su hombro las letras T.F.
que significan Trabajos Forzados. Como no
hallamos nada, intercept los nmeros del
Havre Journal de esa semana que iba a ser
enviado al corresponsal de Londres. Llegu al
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Havre el sbado y, de inmediato, me llegu
hasta aqu.
Continu hablando, pero ya la seorita
Welwyn dej de escucharle. Su primera
sensacin, al retornarle la conciencia, fue el
agua sobre su rostro y observ que todas las
ventanas del saln estaban abiertas para que le
llegara aire y que ella y el hombre an seguan
solos.
En un primer instante, ella lo desconoci,
pero de inmediato, le vinieron a la mente las
crueles realidades que le haban llevado hasta
all y despus de disculparse por no haber
pedido ayuda cuando ella se desmay, le dijo
que era vital que nadie en la casa, durante la
ausencia de Franval, imaginara que algo
anormal estaba sucediendo. Agreg que no
aumentara su angustia refirindole ms,
dejara que se recobrara para considerar cul
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era la mejor forma de tratarlo con la Baronesa;
l regresara a la casa, en secreto, entre las ocho
y nueve de esa noche, listo para actuar cuando
la seorita Welwyn lo deseara y darle a ella y a
su hermana la ayuda y proteccin que
pudieran necesitar. Luego de manifestar estas
palabras, inclin su cabeza y, en silencio,
abandon la habitacin.
En los primeros minutos, penosos cuando
se qued sola, Ida permaneci sentada,
indefensa y sin habla. Despus, una clase de
instinto le pareci decirle que deba ocultar
esas noticias espantosas a su hermana, tanto
como le fuera posible. Corri a las habitaciones
de Rosamund y le coment, a travs de la
puerta (ya que no confiaba en arriesgarse ante
la presencia de su hermana) que el visitante
haba venido por unos asuntos legales del
padre y que se iba a encerrar para escribir unas
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cartas extensas acerca de ello. Cuando entr en
su propio cuarto, no tuvo conciencia de cunto
tiempo pas sintindose vaca, salvo por una
esperanza desvalida de que la polica francesa
estuviese cometiendo algn error.
Un poco despus del crepsculo, oy llover.
El ruido de la lluvia y la frescura que trajo en
el aire, pareci despertarla de un pavoroso
sueo y, al retornar su razn, se sinti
aterrorizada cuando el recuerdo de Rosamund
vino a ella; su memoria regres al da del
fallecimiento de su madre y a la promesa que
hiciera en su lecho de muerte. Estall en
lgrimas que la desgarraron, luego oy los
cascos de un caballo y supo que su cuado
haba vuelto; abandon, entonces, el cuarto y
fue hacia el de su hermana.
Por fortuna, la habitacin de su hermana
estaba escasamente iluminada. Antes de que
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pudieran intercambiar dos palabras, Franval, al
que se le vea muy irritado, entr diciendo que
haba esperado el arribo del correo y el
peridico no vino en l; que se hallaba
empapado y crea haberse resfriado. Su esposa
le sugiri alguna medicina, pero l la
interrumpi rudamente dicindole que no
quera ningn remedio, slo irse a la cama. Y
las abandon sin decir otra palabra.
Rosamund se llev un pauelo a los ojos.
Cmo ha cambiado le dijo,
suavemente, a su hermana.
Estuvieron en silencio por ms de media
hora hasta que Rosamund se levant para ir a
ver cmo estaba su esposo. Regres explicando
que dorma y que esperaba se despertara bien
en la maana.
El reloj dio las nueve. Ida, al or los pasos
del criado en la escalera, se reuni con l para
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recibir la noticia de que el polica la esperaba
abajo.
Cuando l le pregunt si ella le haba
comentado algo a su hermana o si haba
pensado algn plan de accin, le contest
negativamente y le cont que el Barn haba
regresado a la casa, cansado y enfermo y se
haba ido a dormir.
El agente, con ansiedad, le susurr si ella
saba que se hallaba solo y durmiendo. Al
recibir su respuesta, le dijo que deba ir a su
habitacin, de inmediato.
De nuevo, se sinti desfallecer, pero l le
explic que si no utilizaba esta oportunidad
inesperada, poda tener resultados fatales. Le
record que si el Barn era, en realidad,
Mombrum, la sociedad le reclamaba y, tambin
la justicia, y que si no lo era, el plan para llegar,
de inmediato, a la verdad defendera a un
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inocente de sospechas y al mismo tiempo le
ahorrara al Barn el hecho de saberse
sospechado.
Este ltimo argumento surti efecto sobre
la seorita Welwyn. La dbil esperanza de que
las autoridades francesas estuvieran en un
error le permiti al agente seguirla al piso
superior, donde le seal la puerta. El tom la
lmpara de su mano, abri con suavidad y
entr al cuarto, dejando la puerta abierta.
Ida mir a travs de la puerta y vio que
Franval yaca de costado, sumido en un
profundo sueo, con su espalda vuelta hacia
ellos. En silencio, el agente coloc la lmpara
sobre una pequea mesa de lectura, apart un
poco las ropas de cama, tom un par de tijeras
y con mucha suavidad y lentitud, comenz a
cortar la porcin de camisn que le cubra los
hombros. Cuando la parte superior de su
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espalda qued descubierta, el agente tom la
lmpara y la mantuvo cerca de su piel.
La seorita Welwyn le oy exclamar algo
por lo bajo, luego se volvi hacia donde ella
estaba y le hizo una seal para que se acercara.
Ida se acerc a la cama y mir hacia donde le
indicaba. All, muy visible a la luz de la
lmpara, se hallaban las letras T.F. sobre el
hombro.
Aunque no pudo moverse ni hablar, el
horror de este descubrimiento no le hizo
perder, de nuevo, el sentido y observ cmo el
agente extenda las ropas de cama y retiraba las
tijeras. Percibi que l la sacaba rpidamente
del dormitorio y la ayudaba a llegar a la planta
baja.
Cuando estuvieron, otra vez, solos, le dijo,
por primera vez con muestras de agitacin.
Ahora, seora, por amor de Dios, sea
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valiente y djese guiar por m. Usted y su
hermana deben abandonar la casa de
inmediato. No tienen algn familiar en los
alrededores donde puedan refugiarse?
No tenan.
Cul es el pueblo ms cercano donde
puedan pasar la noche?
Era Harleybrook.
A qu distancia est?
Doce millas.
Es mejor que tomen un carruaje
enseguida, con la menor demora posible
coment. Djeme que yo pase aqu la noche.
Me comunicar con usted por la maana en el
hotel principal. Puede realizar estos
preparativos con el criado, si yo le llamo y usted
le dice que debe obedecer mis rdenes?
El sirviente recibi sus indicaciones, sali
con el agente para vigilar que el carruaje se
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preparase rpida y silenciosamente y la
seorita Welwyn subi a ver a su hermana.
Cmo las noticias terribles destrozaron a
Rosamund, no puedo relatarlo. Ida no me lo
cont ni le dijo nunca a nadie lo que sucedi
entre ella y su hermana esa noche. No le puedo
describir el shock que ambas mujeres
sufrieron, excepto que la ms joven y dbil
muri a causa de ello; que la mayor y ms
fuerte nunca se ha recobrado ni se recobrar.
Rosamund muri muy poco despus del
nacimiento de su hija, pero la nia naci con
vida y vive an. Usted la vio en la ventana
cuando llegamos y yo le sorprend, me atrevo a
creerlo, al rogarle que no le hablara de ella a la
seorita Welwyn. Tambin habr notado un
vaco en la expresin de la nia y temo creer
que su mente tambin est vaca.
Seguramente, querr saber qu sucedi en
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la Granja Glenwith, luego que las dos
hermanas partieron. He ledo la carta que el
agente de la polica envi a Ida a la maana
siguiente; y haciendo memoria, le relatar todo
lo que desea conocer.
Primero, sobre el pasado de Mombrum,
debo decirle que era el preso fugado; por largos
aos, haba burlado a la polica de toda Europa
y Amrica. Aunque tuvo xito en el robo de
fuertes sumas de dinero, habra sido capturado,
al regresar a Francia, si no hubiese contado con
la fortuna de hacerles creer a todos que era el
Barn Franval. Si el Barn Franval hubiera
muerto en el exterior, tena todas las
probabilidades de no haber sido descubierto
jams. Adems de su extraordinario parecido
con el Barn, tena todo lo que se necesitaba
para llevar a cabo su engao. Aunque sus
padres no eran ricos, haba recibido buena
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educacin y sus primeros aos los haba pasado
en las proximidades del Castillo de Franval.
Conoca cmo viva el Barn, haba residido en
el pas hacia donde el Barn emigrara, le era
fcil referirse a personas y lugares que estaban
relacionados con el Barn y, por ltimo, tena
la excusa de haber pasado quince aos en el
exterior, si deslizaba algn ligero error ante sus
hermanas. No es necesario que le diga que el
autntico Barn fue acogido de inmediato, y
recibido con todos los honores por su familia.
De acuerdo al propio relato de Mombrum,
se haba casado con la pobre Rosamund
puramente por amor. La delicada e inocente
muchacha le haba encandilado y la vida
serena y fcil en la granja le complaca, por
contrastar con su existencia peligrosa del
pasado. Lo que hubiera sucedido si l se
hubiese cansado de su esposa y de su hogar
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ingls, no lo sabemos. Lo que aconteci la
maana siguiente a la partida de su esposa y su
cuada, se puede contar en pocas palabras.
Tan pronto como los ojos de Mombrum se
abrieron, se encontraron con el polica sentado
muy cerca de su cama, con una pistola en su
mano. Supo, de inmediato, que haba sido
descubierto pero ni por un instante perdi la
compostura, por la que era famoso.
Declar que deseaba cinco minutos para
considerar seriamente si resistira a las
autoridades francesas en tierra inglesa y as
ganar tiempo, obligando a un gobierno a
solicitar la extradicin al otro o si aceptara los
trminos oficialmente ofrecidos por el agente,
si permita ser arrestado en secreto.
Eligi la ltima opcin; se pens que elega
esta porque supuso que podra escapar cuando
se le antojara. Cualesquiera que fueran sus
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motivos, dej que el agente le sacara,
apaciblemente, de la granja.
No pas mucho tiempo sin que su suerte le
sorprendiera, porque trat de escapar de nuevo
y, como se aguardaba que lo hiciera, fue
baleado mientras haca el intento. Recuerdo
haber odo que la bala le entr por la cabeza y
lo mat en el acto.
Finalizo mi relato. Hace diez aos que
Rosamund fue enterrada y hace diez aos que
la seorita Welwyn regres a ser un solitario
habitante de la Granja Glenwith. Ahora vive
exclusivamente en el pasado. No hay un solo
objeto en la casa que no le recuerde a su madre,
cuyos ltimos deseos vivi para obedecer.
Aquellos cuadros que usted observ, en las
paredes de la biblioteca, eran de Rosamund, los
libros de msica son los mismos que ella y su
madre ejecutaban en las tardes silenciosas de
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verano. Ella no tiene nada que la ate al
presente, salvo la pobre criatura cuya afliccin
es el consuelo constante que la ilumina, y la
gente del campo que la rodea, cuyas
necesidades est siempre dispuesta a socorrer.
Tarde o temprano, las noticias sobre sus
limosnas llegan hasta nosotros y es muy amada
en todos los hogares humildes. No hay ningn
hombre pobre, no slo en esta villa, sino
tambin muchas millas ms all, que no lo
recibir a usted como se recibe a un viejo
amigo, si le dice que conoce a la Dama de la
Granja Glenwith.
The lady of Glenwith Grange
APEDEUTEKA GUINEFORT, 2015
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