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BajaLibros.com
ISBN978-987-34-1796-2
©AnaMoglia,2012©ElEmporioLibrosS.A.,20129deJulio182-5000CórdobaTel.:54-351-4117000/4253468/4110352E-mail:editorial@emporiolibros.com.arE-maildelautor:anaemiliamoglia@gmail.com
HechoeldepósitoquemarcalaLey11723Ningunapartedeestapublicaciónpuedeserreproducida,almacenadao
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ADaniel,AnaPaulayLorenzo
Capítulo1PuertodeNápoles.Septiembrede1925
María se aferró fuertemente a la barandilla delTramonto (atardecer).Tomóelhierroconfuerza,comosiquisieradescargartantodolorqueleibahaciaadentro,destruyendocualquierposibilidaddeesperanza.Comosihubiera tenido lacertezadeque jamásvolveríaaaquel lugar.Elgranbarcosealejó lentoyatrásquedóNápoles;atrásquedaron,hundiéndoseen el recuerdo, el gran castillo fortalezaMaschio Angioino (ubicado enunodelosaccesosdesdeelmar,enlapartecentraldelpuerto),lasiluetaimponente delVesubio y elmuelleBeverello.María era unamás de losmiles de italianos quedesde1850 en adelante partían haciaAmérica delSur,CanadáyAustralia.El clima era bello y templado enNápoles y elmarMediterráneo era
másencantadorenseptiembre,másazul,máscalmoymástentadorqueenpleno verano. El paisaje, que para María había sido testigo de épocasfelices,depaseosaescondidasconLorenzoporelmuelle,tomadosdelamano,setransformabaahoraenunamezcladegrisesporquesucorazónsedesgarrabadeapoco.Esepaisajeseconvertíaenarcoyenflechaqueapuntaban hacia ella misma. Aquella tarde de septiembre de 1925, elatardecer en el puerto ya no seríamásqueunapostal oscura y amarga;sería la hoja filosa que cortaría su corazón para siempre, sobre todo,cuando la asolaran los recuerdos; sí, sobre todo eso. Allí quedabaLorenzo, cada vez más lejos, parado en la orilla, inmóvil aunquesaludándolamecánicamente,agitandosupañueloblanco.–Algo haré para alcanzarte, María, algo haré para alcanzarte, lo so.
Anche tu losaiamoremio!... (Losé.También tú losabes, ¡amormío!)–repetíaunayotravezenvozbaja.Lasmiradasde los jóvenes seprometieron, casi como jurándose,que
jamás dejarían de amarse. De pronto la figura de Lorenzo se hizomáspequeñayMaríasefueesfumandojuntoconlasiluetadelgranbarcoquelallevabaa“tierrasbenditas”comodecían,atierrasprósperas;enfin,lallevabaadondedonGiuseppeysuesposaChiarahabíandecididoenviarlaporqueyanohabíamásalimento,nitrabajo,niesperanzaparasushijos.Aúnsepagabanlasconsecuenciasdelagranguerra,deladesunión,delasambiciones de aquellos que decidían por el pueblo. Sus hermanos
mayoreslaaguardaríanenlaArgentina.ElhoteldelosInmigrantesseríasuhogarporunoscincodías, tiempoqueestabapermitido,ydesdeallí,desde la zonadelpuertodeBuenosAires, a casi seiscientoskilómetros,EmilioVicenteBungeseríasupróximolugar.Lalocalidaderasólounpuñadodetierrasquesehabíanobtenidoenun
remate, un pueblo que había sido fundado apenas veinte años atrás, en1905, cerca de General Villegas. Allí la esperaba don José Ferrer, eseespañol de Zaragoza, para contraer matrimonio, el queya había sidodispuesto,aúnantesdeconocerlo;eseespañolqueyateníasutierraysuhacienda. Ese español, que su hermano mayor llegado un tiempo atráshabíaelegidoparaella.
Capítulo2AeropuertoInternacionalFiumicino,Roma.1999
–¡Liberaronalviejo!,¡lodejaronenlaautopistaRoma-Fiumicino!–¡Estávivoparece!Clara no entendía por qué tanto alboroto. Eran sólo voces que
escuchabaentrelamultitudyqueproveníandelosagentesdelaeropuertoperosedesinteresó;sólobuscabaelcartelquedijeraClaraFerrer.Eraloúnico que quería.Estaba sola y si bien sus veintiocho años le permitíandesenvolverseconperfectacalmaymadurez,lasensacióndeestarenotropaís, a tantos kilómetros de su casay enun aeropuerto, era angustiante,“¡EstarenRomaesdemasiado!”pensaba.Volvera la tierradesuabuelaMaríalainquietaba.Duranteellargoviajehabíapensadotantoenella.Talvez ahora le sería más fácil entender por qué ella nunca había queridoregresarasutierra.Unacamioneta la transportó juntoaotrospasajeroshastaelhotelque
estaba enviaErcolePasquali cercana a la zona de la universidad deLaSapienza,hastaquepudierapresentarseenlaresidenciadelauniversidadaldía siguiente.Unavezubicadaenelasientosedispusoamirarpor laventanilla y cuando divisó el Arco de Tito, supo inmediatamente queaparecería el Coliseo. Como era de noche estaba iluminado. Laproyeccióndelaslucesibadesdeabajohaciaarribaentonosanaranjados.Fue una sensación increíble pasar frente a una construcción de dosmilaños de antigüedad. Pensó en todo lo que allí había sucedido: en esasluchas desgarradoras entre hombres, y entre hombres y fieras, en lasbatallasnavalesquereconstruíanenlaarena,enelpocovalorqueteníalavida,enquelamuertefueraconsideradaun“espectáculopúblico”ypensótambiénqueestabasoñando,perono,noeraunsueño,erareal.Estabaallí,enRoma.En el hotel, lo primero que hizo al ingresar en la habitación fue
asomarse por el balcón. Era cierto, ver la silueta de Roma entrada lanocheeracomouncuentodehadas.Extendidasobrelascolinasconstituíalavisiónperfecta.Habíaestadoallí tantasvecescon supensamientoquenolopodíacreer.Ysupoquealgomágicosucedería.Sintióenlasvenas,ensupiel,ensucorazón,esaextrañasensacióndequealgolaaferrabaa
esa tierra. Al poner susmanos sobre el balcón, volvió a acordarse, sinsaberporqué,desuabuelaMaríayaimaginárselaconapenasdiecisieteaños, cuando se despedía deLorenzo en el puerto deNápoles, tomandofuertementeconsusmanoslabarandilladelbarcoquelatraíaaAmérica.SeacordócuandolecontóesahistoriaunanocheenlaqueestabanlasdosjuntassentadasbajolapérgoladelagrancasonadelosFerrer–deestoyahacíacasicincoaños–antesdequemuriera.AquellanocheaClaraselehabía ocurrido comentarle que en algunos años, luego de finalizar susestudios, viajaría a Italia, tal vez con una beca; no lo sabía aún, pero laposibilidaddeestudiarenLaSapienza, enRoma, era ciertay fue enesemomentoquenotólosojosdesuabuelallenosdelágrimas.ClarapensóquesuemociónsedebíaaqueItaliaerasutierranatal,aunquelellamólaatención porque nunca la había visto ponerse nostálgica ni la habíaescuchado contar nada sobre su infancia que no fuera más que algunaanécdota de niños y, mucho menos, sobre su adolescencia, pero Maríasólo miró las estrellas, que se disponían en manojos en el cielo azulprofundo del campo, y simplementese preguntó: “¿Será el momento decerrarheridas?”.Claranoentendióbienquéhabíaqueridodecirconesopero al comenzar a escucharla sólo pudo admirarla aúnmás y entendersus silencios, su rudeza, sus pocas lágrimas en momentos difíciles, suentereza...Yalapobrehabíaagotadosucapacidaddedolor,esedolorquematapordentro,eldolordelanostalgiaquehaceolvidarhastalapropiaesencia.“Ya es tarde, me voy a dormir”, pensó, volviendo al presente,
suspirando hondamente como para dejar de recordar aquella historiaincompleta de su abuela.Y sin dejar demirar la ciudad eterna desde subalcón,cerróelventanalydescansó.
Capítulo3LosfuneralesdeD’Incarzioliacaparabanlasprincipalespáginasdelos
diarioslocalescomoelNapoli,ytambiénlasdelCorrieredellaSerayLaRepubblica, entre otros de gran tirada en el país. En Nápoles, no sehablabadeotrotema.Elmar,losmarinosytodoslosquehabíantrabajadoconélestabandeluto.Aquelviejo,deojosverdesjade,habíadadosuvidatrabajando siempre alrededor del mar; y así se había ido... Lo habíanencontrado sin vida en la orilla, recostado sobre unas piedras como sihubieseestadomirandohaciaeloeste,buscandoquiénsabequécosa,quérespuesta,enelMarTirreno.“Uninfarto”,dijeron.La opinión pública daba por sentado que elmagnate de los astilleros
italianoshabíamuertocomoconsecuenciadelsecuestrosufridounosdíasatrás. A sus noventa y cuatro años, a pesar de su lucidez y buen estadogeneral,tenerquesoportarencierrosymalostratos,temiendoyanoporsuvida,sinoporelsufrimientodesufamilia,sobretodoeldesunietotanquerido que era lo único que le quedaba, ya no era empresa fácil. Suesposa había muerto por achaques de la edad y su hijo Saro habíadesaparecido hacía muchos años en un naufragio durante una violentatempestadenaguasaustralianas.Esteepisodiohabíaterminadodedestruirlalegendariafortalezadeaquelhombrequeanadatemía.Luegodecobrarunexorbitanterescate,lossecuestradoreslohabíandejadoenlaautopistaRomaFiumicino, a la vera del camino, bajo los laureles que bordean lacarretera. Estaba en buen estado de salud al principio, pero fuedeteriorándosehastanopoderresistir.Loscantierinaval(astilleros),entodosuesplendor,eranpuracreación
deD’Incarzioli.Habíadedicadotodasuvidaalaconstruccióndebarcos.EstosyelpuertodeNápoles–elsegundoenimportanciadeItaliadespuésdelpuertodeGénova–eransuvida.Quienestrabajabanconél,asegurabanque no había nada más importante que sus naves. Él, ya con sus añosencima, aún se paseabamuy temprano en lamañana supervisando todo,absolutamente todo. Había empezado con el negocio hacía tanto tiempoque hasta había sobrevivido a muchos de sus empleados. Los que loacompañabandesdesusiniciosasegurabanquehabíansidomuypocaslasvecesenlasquelohabíanvistomodificarsushábitosdetrabajo.Siemprecalmo,sereno,inmutable.Nadaloafectaba,nadaloatemorizaba,nadalo
hería. Algunos conjeturaban que era a causa de la guerra, terriblesituaciónpor la que tambiénhabíapasado “el viejo”, como lo llamabancariñosamente.SibieneraoriundodeNápolesyallíhabíaconstruidosuindustria,élhabíapreferidoestablecersuresidenciaenSorrento,apocoskilómetrosdeallí.Jamáshabíaexplicadolasrazonesdesudecisión.Sóloselimitabaaresponderirónicamentequehabíallegadoallíatraídoporlassirenas, mitad mujeres y mitad peces, que forzaban a los navegantes anaufragar contra sus rocas. Él era un navegante y entonces así habíallegado al lugar, atraído por la leyenda del origen de Sorrento. Suincreíble residencia, edificada mucho tiempo atrás y modificada con elcorrerdelosaños,teníavistasalgolfodelmismonombre.LosacantiladosdeSorrento, impresionantes,eranelmarcodelujosos
hoteles que habían encantado a famosas personalidades como EnricoCarusoyLucianoPavarotti,peroempalidecíanantelamajestuosidaddelavilla D’Incarzioli. Con tonos naranjas y rojizos la mansión trepaba lamontaña en tres niveles, los que quedaban perfectamente definidos porbalcones de hierro especialmente trabajados para la familia por losmejoresartesanosdeEuropa.Magníficaspérgolas,coloridasbuganvillasyfloresdecolorfucsia,rojoylilaendiferentestonalidadesexplotabanenprimavera y eran el toquemágico de aquel lugar de ensueño endulzadoporlabrisadelazonacostera;pero,paraelmagnatedelosastilleros,ellugar perfecto de aquella casa era su propio muelle al que descendíaasiduamenteporunaslargasyondulantesescalerasconstruidasenpiedra,elementoesencial en laconstrucciónde la zona,hastadescubrir entre lafrondosavegetaciónelcolorazul inigualabledeesemarúnico.Llegabaasí a su pasatiempo preferido, Il Desiderio (El Deseo), una pequeñaembarcación,supredilectadeentremilesdealiscafos,buquesdevaporylujosísimosyatesquesuemporiohabía fabricadodurante tantosaños.Amenudo viajaba en ella hastaNápoles o, cuando tenía la posibilidad, enalgúnatardeceremprendíaelviajehastaPositano,unapequeñacomunaenlacostaAmalfitana sobreelGolfodeSalerno,haciael surdeSorrento.Exclusiva y privilegiada por ser la preferida de los ricos, Positanoconstituía una válvula de escape para toda la familia. La villa que allíposeíanera esplendorosa pero no por el exceso de lujo, sino por lanaturalezaquesepodíaapreciarincrustadaencadarincóndelacasa.Losreflejosdelmarazulparecíanrompercadaambienteconlafuerzadeunaflecha.Eldiseñoeraextraordinarioycasihastaintencionalmente,elmar
estabapresentedesdetodaperspectiva.Elmar,siempreelmar...Alanochecerdecadadía,elviejoregresabadesdeNápolesaSorrento.
HabíaformadosufamiliaconCatalina,unasicilianadetezmorenaycejasbienmarcadasquehabíaconocidoenunodesustantosviajeshastalagranislaenelsuritaliano.Catalinahabíasidounabuenacompañeradecamino.Lehabíadadosuúnicohijo,Saro,peroyaningunodelosdosestabavivo.La de su hijo había sido una pérdida inesperada, demasiado temprana.Sólo le quedaba su único nieto, Luciano, el encargado de todoprácticamenteycriadoparaesefindesdetempranaedad.
Capítulo4–LaSapienzaeslauniversidadmásgrandedeEuropa.CreadaenRoma
en 1303, cuenta con más de veinte facultades y la misma cantidad enmuseos,cientocincuentaycincobibliotecas,...Clara escuchaba al guía en su primera visita a la universidad. Todo
sucedíatanrápidoquesumentecomenzabaapedirunpocodeaire.Habíallegadoalgunosdíasantesy todavía tratabade recuperarsedelviaje.Noobstantesucansancio, sabíacuálerasuobjetivoynadapodríadesviarladeéste.ObteneresabecaparaestudiarenlaFacultaddeJurisprudencianohabíasidofácil,asíquedebíamentalizarseyponertodasuenergíaenestaoportunidadqueselehabíapresentadoenlavida.–VamosDonatella,hoyesnuestratardelibre.¡Llévameporlascallesde
la ciudad eterna!–le pidió a una compañera de clase luego de un díaagotador.Claracompartíasusleccionesnosóloconextranjerossinotambiéncon
italianosqueproveníandediferentesregiones.Comodominabaelidiomanolehabíacostadoentablarconversaciónconningunodeellos,almenoscon quienes se habíanmostrado hospitalarios con ella y, de a poco, ibaconociéndolos y mostrándose, ella también, tal cual era. Donatella, queaparentabatenerunoscuántosañosmásqueClara,eraunaapasionadadesu trabajo y constantemente perfeccionaba sus estudios. A pesar de suformadeserunpococerrada,susactitudesygestoshaciaClaraerandeunagenerosidadinfinita.–Te llevaré a la tumba de los Papas, creo que es algo que debes
conocer–ledijounamañana.Clarasintióqueletemblabanlaspiernas,nopodíasercierto.Conoceríaun lugarque jamáshabíapensadoquepodíaconocer. Era septiembre y ya comenzaba a sentirse el aire fresco delotoño,peroesonoeraunobstáculo.Sepusosuabrigo,ysalieronhaciaelVaticanoapenasterminólaclase.–¡Roma es nuestra!–expresó Clara como una forma de iniciar la
aventura.–¡Romaesdelmundo,querida!–respondióDonatella.Claranotóquesu
amiga revisaba algunos detalles para el ingreso en el ala derecha de laBasílicadeSanPedro.–Supongoquenoserálaprimeravezquevienes,Dona.
–Sí, así es. Es la primera vez–respondióDona y agregó–: Tengo queconfiarte algo, Clara, yo no creo en estas cosas, es más, conozco elinteriordelVaticanoporquevineunavezporuntrabajodelauniversidad,perodeestaparte,¡notengoniidea!–Entonces....,enton...–Notepreocupes–cortóenseguidaDonatella–esmiregaloparati.Tu
erescreyenteypiensoqueunametaimportanteparaalguienquecreedebeserconocerestelugar¿no?Vamos,entremos.–Ambassedirigieronhaciaunos de los laterales de la Basílica, debieron hacer la fila junto a otraspersonasqueestabanallíesperandosuturnodeingreso.Clara sintió una mezcla de sensaciones. Por un lado, estar allí era
realmenteunabendiciónyporotro,hastaquépuntosehabíabrindadosuamigayendoalcentrodelcatolicismodelmundoaúnnosiendocreyente,sóloporelhechodehacerleunamuestradehospitalidadydeamistad.–¡Eresincreíble,Donatella!Gracias,noolvidaréestegestojamás–dijomirándolaprofundamentealosojosconsumanoderecha
en el corazón y se hundió en un silencio profundo, producto de laemociónquelaembargaba.Latardeestabacayendoyemprendieronelregreso.CaminarporlaVia
Condotti había resultado el paseo más glamoroso de la jornada. Lastiendasmásrefinadasse lucíanallí.Sepodíaobservarcómolosclientesingresabanytrasellos,losempleadoscerrabanlaspuertasconllaveylosinvitabanatomarasiento,sobretodoseobservabanestosmovimientosenlasjoyerías.–Estoy agotada,Dona, regresemos –suplicóClara–.Hemos caminado
todalatarde.–Imposible,Clara,debesconocerlaFontanadeTrevipersonalmente–
sentencióconfirmezalaitaliana.–¿Podemoshacerloennuestrapróximatardelibre,porfavor?–imploró
Clara.–Sólo estamos a pocos metros. ¡Vamos! –la alentó Donatella, y
emprendieronlamarchaapesardelasquejasdeClaraporelcansancio.La muchedumbre estaba abstraída en sus pensamientos y en sus
acciones.Siguiendolaleyenda,tirabamonedashaciaatrássinvoltearparaquesecumplieransusdeseos.Lagentetomabafotografíasincesantemente.El espectáculo que ofrecía el lugar eramuy atractivo. La perfección de
esasfigurasesculpidas,elreflejodelagua,esafuentequepresenciabaensilenciotantosanhelos,tantosdeseos...Sesentaronenlasescalinatas.–¿Secumplenlossueños,Donatella?–preguntóClarapensandoenvoz
alta.–NoestaríasenItalia,siasínofuera.¿Nocrees?–respondiólaitaliana
haciendounguiñoconsuojo.–Tienesrazón–respondióClara–.Laspersonasnecesitamosaferrarnos
a algo, tal vez a nuestros sueños... Quizá para seguir o quizá para nosentirnosculpables.–¿Enquépiensas,Clara?,porqueenalgoestáspensando.Loqueacabasdedecirmeparecequetienealgoescondido,¿no?–intuyóDonatella.Clarasuspiróhondoydandovueltasparacomenzar
ahablar,largólaspalabras:–Antesdeemprenderesteviaje,dejéaalguien.Estábamosadosmeses
decasarnos.La confidencia deClara dejó atónita aDonaque, como si no hubiera
entendido, volvió a preguntar: ¿qué dices?, ¿estabas por casarte en dosmeses?; no puede ser cierto, quiero decir, ¡¿lo dejaste?! –Donatella nopodía creer lo que acababa de escuchar–, ¡pero habrás tenido todopreparadomeimagino!–Sí,casitodo.Sólofaltabandetallesperonoteníasentidoprolongarla
relación –dijo Clara con firmeza–, todo se precipitó además, cuandorecibílanoticiadeestabeca.Élnoteníainconvenienteenretrasarlaboda,despuésdetodosonsóloseismeses,peronoeralasoluciónalproblema.Fuemierror,loasumo.Debíparartodoantes.Notuveelvalor.–Errorhubierasidosicontinuabasasuladosinamarlo,aunquedebede
serdifícilestarensulugar.Siteama,seguramenteestásufriendomucho–reflexionóDonatellaenvozalta.–¡Muchísimo!,peroestoyseguradequenoesloqueyoquieroparamí,
Donatella–ymirandohaciaabajo,insistió–:no,noloes.–¿Y qué es para ti? –preguntó con calma la italiana, descubriendo
lágrimasenlosojosdeClara.–¡Amor!Esoesparamí:amor.Quieroenamorarme.¿Esdemasiado lo
quepido?Noquieroacostumbrarmeanadie,Dona.Esmás,ladistanciaenestacircunstancianohubiera sidounobstáculo sihubieraexistidoamordeverdad,peronoesasí.Nolosiento,noloextraño,noextrañosuvoz,
ni siquiera eso: ¡ni siquiera extraño su voz! Preferí decírselo antes delviajeporquenohubiera tenidosentidocontinuar.Piensoqueél tampocohubierasidofeliz.–Casi habrás matado de un infarto a tu familia, supongo– intentó
adivinarDonatella.–Tal vez. Nuestras familias tienen una amistad de años. Dona se dio
cuentadequeClaraestabaapuntodellorar.Sufamiliaestabalejosynoeraconvenienteentrarenaquelterritoriointeriordondelanostalgiajuegaavecesunamalapasada.Terminósúbitamentelaconversacióntratandodesacarasuamigadeeseestadodetristeza:–Vamos,debemosvolver.–Sí,vamos–dijoClara,asintiendotambiénconsucabeza.Hizoconsu
miradaunúltimorecorridodellugarhastaquedeprontosedetuvo:–Dona,observaallí.Miraaqueljoven.–¿Quién?¡Haycientos!,porfavorvamos,senosharátarde.Haciaunode los lateralesde laFontana,un jovenestabasentado,casi
irreconocibleporelabrigoquelocubríayunabufandadetelalivianaqueenvolvíasucuelloaltoescondiendounacabelleraque,ajuzgardeClara,parecíarebelde.Conunadesusmanossosteníaunpapelyconlaotrasecubríaelrostro.–Míralo,Dona,estáleyendounacarta.–¿Y qué nos importa eso a nosotras?, ¿qué te sucede? – preguntó
cuandosediocuentadequeClaraestabacomohipnotizada.–Está triste.Obsérvalo.Estásufriendoporalgo,oporalguien talvez.
Míralo,¿noteconmueve?–¿Sabes la cantidad de historias que hay aquí, en este instante? –
preguntó su amiga tratandode restar importancia al tema.Sin embargo,nolopodíanegar,lehabíallamadolaatenciónlareaccióndeClaraanteaquel muchacho. Ambas se levantaron y se tomaron del brazo paracubrirseunpocomásdeesabrisaque,apesardeserotoñal,eramuyfríay,ante la insistenciadeClara, sedirigieronsigilosamentehaciael lugardondeseencontrabaelhombreque,segúnellas,nirepararíaenmirarlas.–Estállorando–insistióClara.–¡Basta,Clara;quénosimporta!–intentóenvanoDonatellatratandode
convencerasuamiga–,aunquedeboadmitirque,enmiopinión,laqueloabandonó es una desgraciada, una descorazonada. ¡Dejar esa increíble
belleza! ¡Quizá tampoco llora por eso y nosotras estamos perdiendo eltiempo! –exclamó Donatella–, igualmente tengo la sensación de que loconozco.Nosé.Escomosilohubieravistoenalgúnlado.Noimportaesoahora.¡Vamos!–insistió.–Lo que haya sido, creo que la que lo abandonó, hubiera tenido que
decírseloenlacaraynoatravésdeunacarta–conjeturabaClara,entonodebroma...–Yyocreo,amicamia,queacabasderecibirunflechazo–afirmó,con
unamuecaensucara,Donatella.–No,sólosoymuyobservadora–manifestóClaraconcerteza.Reacomodaronsusbolsosysedispusieronainiciarelregresopero,de
pronto,Clarasintióuntirónquecasiledesgarraelhombro.–¡Ay,cretino!,devuélvememibolso!¡Mislibrosestánahí!,¡mislibros!
–gritódesesperada–.Se tomóel rostrocon lasdosmanos,ycomenzóallorar desconsolada y nerviosa. Un tumulto de gente se reunió a sualrededorperotodoeraconfusión.Uncarabiniere(policía)queestabaenellugarseacercóconelfindeenterarsedelasituaciónperoyaeratarde;unjovenzueloconlacamisaafuera,mediodesprendidaymuydesalineadohabíaescapadoconelbolsodeClarayyanadasepodíahacer.–Comprenda signorina, qui hay muchas personas –dijo intentando
calmaraClara–,siloshechosnosucedenantenuestrosojos,esimposiblepescaraestospillos,sonragazzinimuyrápidos.Acompáñemeporfavor,haremosladenunciacorrespondiente.Venganconmigoustedysuamiga.–No hace falta –dijo una voz grave que irrumpió de pronto entre la
multitud.–Aquítienesignorina,estoes loque lehabíanquitadovero?El joven,
queunmomentoantesClarahabíavistollorandoenunodelosflancosdela Fontana de Trevi, le extendía la mano, con la respiración un tantoagitadaparaentregarlesubolso,consusqueridoseimportanteslibros.Yagregó:–Justolevantélamiradayvielprecisomomentoenquecasilatiraal
sueloysaliócorriendodelantedemí,comodisparado.Atinéaseguirloypudealcanzarlo.Claratratabadevolverensíantelasorpresa,olaconfusión,enrealidad
no sabía qué era lo que sentía. En un momento tuvo la sensación dealejarsedeallíconsumenteyconsualma,abandonandosucuerpo.Todo
se hizo silencio y lo único que tenía delante de ella era ese hombre tanitalianoporsuformadehablar,gentil,valiente,perfecto...–Signorina,¿lapuedoayudarenalgo?,¿necesitaayuda?,¿quierevenir
conmigo?–dijoelpolicía.–Estoybien,gracias.Nopasónada,estátodobien.Clara trataba de ocultar su sorpresa. Su impresión. Donatella se dio
cuentadequesuamiganoestabasorprendidaporelincidentesinoqueloque lahabíadejadoboquiabiertaeraaquel jovenqueunosminutosantesella había estado mirando y que ahora acababa de escabullirse entre lamuchedumbre.–¿Loviste?,¿vistesusojos?–lepreguntóClaraimpávida,aDona.–No,sinceramentenopero,¿quétenían?–preguntóDona.–Estabanunpocohinchados;élllorabaalleeresacarta,¿recuerdasque
telodije?–Maldeamores–dijoDonatellacomoparacerrarlaconversación.–Tienes razón, la que lo abandonó es una desgraciada. Su cara y su
expresiónsondeunapersonanoble.Estásufriendo.–¡Clara!,¿quéteocurre?,casitearrebatantucartera,porfortunanote
caísteyporloúnicoquetepreocupasesporelmotivodelatristezadeésequenosabemossiquieraquiénes.Comosifuerapoco,talveznisiquieralloraba, quizá fue sólo tu idea. ¿Por qué no nos vamos?, cerrarán laentradaynotedejaránpasaralaresidencia.Sinembargo–pensóenvozalta–aunquequieraevitarlo,sigocreyendoqueloconozco.Las dosmujeres se dirigieron almetro. Donatella partió rumbo a su
casayClarahacia la residenciade launiversidad.Ésehabía sidoundíadistinto. ¿De dónde conocería Dona a aquel hombre?, ¿dónde lo habríavisto?, ¡cómo le hubiera gustado reaccionar inmediatamenteagradeciéndole en ese instante su gesto!; sin embargo, había quedadocomounaestúpida,callada,conlabocaabierta,comosinosupieradecirniunapalabraenese idioma tandulcequecobrandovidaenesavoz, lahacíavibrarensusfibrasmásíntimas.
Capítulo5–Irásalaexposiciónesteaño,Luciano,supongo–dijoEzequiel,amodo
deultimátum.Elhombre,yaconsuscabellosblancos,habíaacompañadodurantetoda
su vida al viejoD’Incarzioli como su secretario personal.A la edad decincoañossuspadres,judíos,selohabíanentregadoparaquelosalvaradelaspersecucionesydeunamuertesegura.Deellosnosehabíasabidonuncamássuparadero.D’Incarziolilohabíacuidadocomoaunmiembromásdelafamilia,hastaelpuntodequetodoslollamabanel“tíoEzequiel”por iniciativa de Saro, que de pequeño, creía ver en Ezequiel a unhermanodesupadre.Luego,portantoafectoquebrindabayquerecibíasimultáneamente por parte de todos, teniendo en cuenta que eran muypocoslosmiembrosqueconstituíanlafamiliaD’Incarzioli,loadoptarondefinitivamentecomo“tío”.Conel tiempo,seconvirtióenelhombredeconfianza y mano derecha del viejo. Al morir Saro, único hijo deD’Incarzioli,Ezequiel fueprácticamenteunacolumnadeapoyoparaesafamiliaqueestabadestrozada,peroelviejoerafuerte;teníaunaferocidadpara reponersede las desgracias, de las tragedias, de lasmalas jugadas,Ezequiel a veces ya no entendía de dónde la sacaba. Se levantaba y conesos ojos que siempre parecíanmirarmás allá, siempre hacia lo lejos,comenzabaacaminarlavidadevuelta.–Deberástomarlasriendas,Luciano,ahoraquetuabuelonoestá.Note
estoydiciendonadanuevo,hijomío–ledecíaconafecto–,túsabesqueesasí,yaestabaplaneadoyorganizadoquecuandoelviejofaltaratútendríasqueencargartedetodo.–Nome interesa ahora elSalónNáuticodeGénova,Ezequiel. ¡Tengo
tantascosasenlacabeza!–¡Hace38añosquevamos!,es laexposiciónnavalmás importantede
Europa, además presentamos el yatchmás grande conocido hasta ahorapor el que, probablemente, nos entreguen el título de “nave-insignia”.Lleva el nombre de tu padre, “Saro”, y fue el sueño de tu abuelo y...¡¿dices que no estarás porque tienes muchas cosas en tu cabeza?! Seinauguraráunnuevopabellóndedospisosalquetienenpensadoponerelnombre de tu abuelo desde antes de que él muriera por toda sucontribuciónalmundonaval italianoy... ¿¡dicesqueno sabes si irás?!–
preguntó irónicamente–.Mira,Luciano–dijo con furibundamirada–,yoentiendoque lamuertede tu abuelo te afecte, esmás,yoestoy tan tristecomotú;ledebolavidaalviejo,fuecomo...comomipadre¿entiendes?–expresóconlavozcasicortada–,perosiélestuvieraaquí,aúncontodossusañosencima,seguramenteestaríatrabajandoahoramismo,felizcomosiempre, armando todo para obtener por no recuerdo ya cuántas vecesconsecutivas el gran premio. Se presentarán más de tres milembarcacionesyelseñordice“tengotantascosasenlacabeza”...–insistió,nuevamenteconironía.–¿Yquétehacepensarqueélfuefeliz,Ezequiel?,¿quétehacepensar
quemiabuelofuefelizrealmente?Onosabesque...–Lucianosecallósúbitamente.Tomóaireydiovueltalacabezaparano
mirarmásal“tíoEzeq”,comosolíallamarlo.–¿Qué tengoque saber,Luciano?, dime, ¿quédebo saber?, ¡míramey
dimequéesloquenosé!–leespetóEzequielhaciendoinmediatamenteunsilenciosepulcral.–Nada,tío,nada.Fuesólounpensamientoimpulsivo,discúlpame.Estoy
muy cansado y desorientado.Muy confundido.No sé qué es lo primeroquedebohacer;noséparadóndedeboir.–¡AGénova!,alSalónNáutico,comosiemprehasidocontupadrehasta
que élmurió y luego con tu abuelo pero como ahora ya no está, debeshacerlo tú solo. ¿Entendiste Luciano?; dime que entendiste por favor yreflexiona, sólo tepidoquepiensesqueestá todoy todosen tusmanos,nadamásqueentusmanos.Ereselúnicodueñodeesteimperio,caromio.Tal vez, luego delmatrimonio con unaBattenti incrementesmás aún lafortunadelosD’Incarzioli,fortuna,queenestemundoètua...esolotua.Dimequeentendisteporfavor–repitió.–Sí,escierto...estátambiénmimatrimonio,entreotrascosas.Lucianosetiróhaciaatrásenelsillóndesuescritorioycerrólosojos
respirandohondamente:–NorecuerdonisiquieraeltiempoquellevamosjuntosconÁngela,tío.
Sólorecuerdoquejugábamosdesdepequeños;paseábamosconnuestrospadresdevezencuandoporelgolfoenalgunaembarcaciónnuestraoenalgunadelasdesupadreperonorecuerdocuándomeenamorédeella.Esmás,Ezequiel,¿meenamorédeellaalgunavez?–¡Necesitas descansar, Luciano, no estás coordinando las cosas que
dices,estáslargandopalabrasalaire!–exclamóEzequiel.Pidiópermiso,
diomedia vuelta y se retiró, dejando pensativo a Luciano, ahora únicoamoyseñordelosastillerositalianos,losqueseencontraban,graciasaltrabajoyesfuerzodelafamilia,entrelosprimerosdelmundo.Apesardelainmensafortuna,losD’Incarziolieranconsideradosbuena
gente, honesta y humilde. Los lugareños vivían del trabajo quepermanentemente les daban. Y no sólo la gente del lugar sino tambiénpersonalde todoelmundoqueestuvieraespecializadoen la fabricacióndebarcos.Entre los encargadosdeldiseño, losmejoresproyectistasdelmundoeranlosargentinos.–Son buenos con nosotros los padroni (patrones). Se mezclan con
nosotros que somos lavoratori –se escuchaba decir a menudo a lostrabajadores que andaban siempre rondando por el puerto cuando sereferíanalosD’Incarzioli.Aunqueteníanoficinasdistribuidasporelmundo,Lucianoprefería,al
igualquesuabuelo,latranquilidaddelavillafamiliarparallevaradelantesus negocios. Volver allí cada atardecer era como encontrar el refugioansiado.Enunadelasplantasdelagranvillahabíaunaampliahabitaciónconparedesvidriadasdesdedondesepodíaobservarelazulprofundodelgolfo.Unazulqueembriagabayquellevabalamentea lugares íntimos.Enlosúltimosdías,Lucianonohacíamásquemiraresepaisajetratandodeencontrarrespuestasasusinquietudes:¿cuálseríaelrumboquesuvidatendría que tomar ahora que su abuelo ya no estaba físicamente entreellos?¡Tantosproyectosinconclusos!,¡tantossueñostruncos!–¿Porquéa ti abuelo?, ¿porquénoshicieronesto?–preguntóenvoz
alta–, ¡malditos cretinos! –gritó con todas sus fuerzas, sabiendo que elinfarto del viejo había sido causado por el sufrimiento del secuestro; ydando un golpe de puño sobre el roble del escritorio rompió a llorardesconsoladamentellevandosusmanosalacabeza.TeníarazónEzequiel,era hora de tomar decisiones y seguir con todo. Muchas familiasdependíandecadadecisiónsuyaynopodíaequivocarse.Loqueélsintieratendría que pasar a segundo lugar. Su abuelo y su padre, que tan jovenhabíadesaparecidoen laspeligrosasaguasdelsuresteaustraliano,yanoserían su guía; ahora era él quien debía tomar el timón de semejanteimperio. Sin embargo, algo en su interior había temblado cuando leyóparte de la carta que le había entregado su abuelo antes demorir y nopodíadejardepensarenello.Pensóenretomarlaperoyahabía leídolosuficientecomoparaagregarmástristezaaesemomentodesuvida...
Capítulo6Clara,seadentróenunadelastantasinmensasyfascinantesbibliotecas
de launiversidad.Librosymás librosseapoderabande todosuser.Eramágico.Quisoretirarunodeunestantesuperioryponiéndoseenpuntasdepie intentó tomarloperofueenvano.Enunsegundo intentovolvióaestirarseperounamanomásaltaqueladeellatomódesdeatrásellibroquepretendíasacar.Clarasintióuncuerpocasipegadoaldeella.Losintióun cuerpo amplio, cobijador y aún sinmirar, sintió vergüenza de estassensaciones.Permanecióinmóvil,tímidayruborizadapordisfrutardeeseinstante.–¿Ésteeselquebuscas?–Clarasediovuelta,elevósucabezayasólo
centímetrosdeellaseencontróconelrostromásdulceyserenoquehabíavistoensuvida.–Diosmío–sólopudoexclamar–,perosieres...eres...–Sí,soyeldelaFontanadeTrevi.Ytúereslaquegritabasdesesperada
buscando tu cartera ¿recuerdas? –preguntó Luciano, sin cambiar suarriesgada posición, manteniendo esa mínima distancia que estabaenloqueciendo a Clara, que permanecía estática. Su cabeza girabaalrededordeeserostro.Ellalohabíavistollorandoaqueldíaauncostadodelafuenteconunpapelenlamano.Eraél.Sí,eraél;¿cómoolvidarlapenaquelehabíacausadoverloasíytambiénlogentilquehabíasidoconellaalarriesgarsepararecuperarsubolso.Aqueldía,Clarahabíaquedadotansorprendidaquenisiquieralepreguntósunombre,sóloleagradecióyadecirverdad,tampocoéllehabíadadolaoportunidadporqueasícomohabíaaparecido,habíadesaparecidoenmediodelamuchedumbre.–Es nuestro destino encontrarnos por casualidad, me parece –dijo
Luciano.–Sí,asíparece–respondióClara.Buscózafardeesehombrequetenía
delante,fingiendounaincomodidadquenoexistíaperoquecorrespondíaaparentar–.Measustaste.–No fue mi intención, scusa, pero vi que no podías tomar el libro.
¿Estudias aquí? –preguntó casi susurrando debido al lugar en el que seencontraban–,déjameadivinar:eresargentina.–Sí,hablopésimotuidioma,¿cómonoteibasadarcuenta?–dijoClara
tratandoderecomponerse.
–Noesporesoquetelodigo.Esporqueconozcotuacento.Megustaelespañol.Loestudioaúnpormitrabajoymeesmuyútil.–Lo hablas muy bien–dijo Clara con una sonrisita entre ingenua y
temblorosa–.Tengounabecaporseismeses–explicó.–Deboirme–dijoLucianoderepente.–¿Y tú, estudias aquí?–preguntó Clara , tratando de obtener alguna
informaciónantesdequeélsemarchara.–No,no trabajoenestauniversidad,aunquemeencantaría.Misvisitas
soncircunstanciales.Deboirme.Fueunplacer,“argentina”.Arrivederci!Clarasintióquetodosucuerpohabíaquedadoestremecido.¡Qué bien había sonado ese nombre que le acababan de inventar:
“Argentina”,¡quédulcehabíasonadoenlavozdeél!“¡Quéestúpida!”–serepetíaunayotravez–,¡eslasegundavezquequedocomounaestúpida!,nisiquieralepreguntéelnombre–sereprochóasímisma.Tomóellibroypartióaclases,buscandoentenderloquehabíasucedido.Una vez en la sala de conferencias, sentada junto a Donatella, le
comentólosucedido:–¿Y qué hiciste? –preguntó su amiga con los ojos chispeantes de
picardía.–Nada–respondióenojadaClara–.Mequedémuda,balbuceandoalguna
queotracosay...–Y seguimos sin saber quién es el “joven de la fontana” –suspiró
Donatella.Lamuchedumbrequecolmabaelsalónquedósúbitamenteensilencio;
comenzaronabajarsesuavementelaslucescuandoentraron,unaauna,lasdistintas personalidades que conformaban el panel de conferencistas.TamañaimpresiónsellevóClaraytamañonudosehizoensuestómagocuando entre ellos distinguió al joven que un momento antes la habíasorprendidoenlabibliotecayunosdíasatráslahabíaayudadoarecuperarsucartera.Al escuchar almoderador,Dona expresó con sorpresa: “¡Ah! pero si
es...,es...D’Incarzioli!,yasabíayoqueloconocíadealgunaparte!”.–¿QuiénesD’Incarzioli?–preguntóClaraenvozbaja.–Delosdiarios,delatelevisión.¡Claro,deallíloconozco!–aseguraba
Donatella,sinescucharasuamiga.–¿Quién es? –insistió Clara a punto de perder la paciencia y aún
sorprendidadeveraesehombreconunadiferenciabastanteevidentedeedad respecto de los panelistas–, ¿es profesor de aquí?, me dijo en labibliotecaquesusvisitaserancircunstanciales.–No,creoquenodaclasespero,porloqueheoído,esuneconomista
brillante y tal vez por eso lo hayan convocado –opinó Donatella–; sinembargo hay más, amiga, no lo conozco sólo por eso sino porque sufamiliaesunade lasmás ricasde Italiayprácticamentede todaEuropa.Son dueños de los astillerosmás importantes del país y es por eso queviene.Sontriunfadoresenlosuyoyvalelapenaescucharsuexperienciaenelmundodelosnegocios.ApenaslovienlaFontanatuvelasensacióndeconocerloaunquenoesdelosquesemuestranmucho¿entiendes?,noanda por ahí como los otros ricachones ventilando su vida. Su abuelosufrió un secuestro hace poco tiempo y luegomurió, días atrás. Ahoraprobablementeseaélquienestéacargodetodo.Alguien cercano les pidió silencio y ambas debieron callar de
inmediato. Clara escuchó a todos hablar pero no prestó atenciónabsolutamente a nada ni a nadie porque en realidad estaba aturdidainternamente.Algolepasabaconesehombredesdeelprimermomentoenque lo había visto. Algo que no podía explicar. La dejaba sin palabras.Desprotegida.Ellaquesiempreteníarespuestasparatodoyparatodos.Lonormal era sentir dolor por su ruptura con Esteban, su novio de tantosañosyprometido.Sinembargoyanoteníavueltaatrás.Eraestehombrequien la había atrapado, pobreomillonario, economistao loque fuese,algohizoqueesedíaenlaFontanadeTrevielladirigieralamiradahaciaeserincónylodescubrierallorando.Éllahabíasalvadoenunmomentodifícil esa tardeyella... ellahabía sido testigo silenciosodealgoque lohabíahechoconmoverhastalaslágrimas.
Capítulo7–Quieroelprimerpuesto–afirmóLuciano.–¡Si ya lideras el mercado europeo en embarcaciones de recreo!–
aseverósorprendidoEzequiel.–Pero no a nivel mundial. La verdad es que ya estoy cansado de
secundaralosEstadosUnidoseneltema.Actualízameelnúmerofinaldelañopasado–pidiósecamente.–Casitresmilmillonesdeeuros–respondióinmediatamenteEzequiel.–¿Cuánto de exportación?–continuó sin dar tregua mientras Ezequiel
abríaunaviejalibreta.–¡No puedes tener eso, tío, es una vergüenza! ¿Cómo puedes llevar
números ahí?–exclamó Luciano, señalando con su mano la libretaamarillentaquesosteníaEzequiel.–Éste es un regalo de tu abuelo, Luciano. Le tengo mucho afecto –
afirmósindarlugaraningunaopinión–.Lucianobajólacabeza,suspiróyapoyandosumanoderechaenelhombrodeEzequiel,lepidiódisculpas.–1700millones–largóEzequiel.–¿Quécosa?,¿quédatosmeestásdando?–¡Luciano!,mepedisteelnúmerofinaldeexportacionesdelañopasado.–¡Ah! sí, sí. Mm... 1700, 1700... –repetía en voz baja, caminando
lentamente de un lado hacia el otro de la habitación, tocándose lamandíbula– Quiero aumentar ese número –dijo decidido–, debemosposicionarnosmásfirmesenAmérica,Ezequiel.¿Aquién tienesenNewYork?–preguntó.–MarkTerri–respondióalinstanteEzequiel.Apesardesusaños,teníaunamemoriaquedejabaatónitoacualquiera.
Almorirelviejo,élmismolehabíapropuestoaLucianoquepodíadejarsu lugar aotrapersona si él así lodisponía, peroLuciano, lepidióporfavor que lo acompañara como lo había hecho con su abuelo y con supadre: “no podría soportar que tú también me dejaras, tío”, le habíaconfesadoapenasmuertoelviejo.–Loquieroaquíentresdías.–¿Paraqué,Luciano?¡Terriesexcelente!–Ezequiel,porfavor,yonotepreguntécómoesTerri.Sólotepedíque
organices todo para que en tres días esté en Italia –dijo Lucianosuspirando profundamente y agregó–: Por favor, tío, limítate a hacer loquetepido.–Está bien, lo arreglaré pero Mark, te repito, es excelente– insistió
Ezequiel.–Y también puede mejorar –dijo secamente Luciano–, deberemos
buscarnuevosdiseñadoresyproyectistasparaesazona.Nomepreguntesqué hacer, tío, ya te di las instrucciones necesarias. Sólo recuerda quequiero superar el nivel de exportación y ser el primero en lomío, ¿deacuerdo?–Ten cuidado, Luciano –dijo Ezequiel con su habitual mansedumbre.
Esamansedumbreque incomodabaporque seguramente eraproductodelosañosydelaexperiencia.Cuandoeltíohablabaconesetono,Lucianosabía que algomásprofundoquería trasmitir–.Estás hablando comounhombresinescrúpulos–continuóconsuvozcalmadayexperta.–Tío,estoyhaciendoloquemeenseñómiabuelo–respondióLuciano.Ezequiellomirófieramenteysindemostrarunápicedetemor,espetó:–¡Mientes! Tu abuelo jamás te hubiera enseñado esto. ¡Él conocía de
límites, Luciano –dijo exaltado– por eso no mereció tanto sufrimiento.Bajó la cabeza como para ocultar las lágrimas que lo traicionaban, quebrotabandeindignación;conlavozentrecortadacontinuó–:nomereciólamuerte de Saro, ese hijo tan querido, su único hijo, ni la de tu abuela.Catalinaeraunacompañeraexcelente.–¡Mi abuela! –cortó súbitamente Luciano, meneando la cabeza de un
ladoaotro–.¡Simiabuelahubierasabido!–¿Si hubiera sabido qué cosa? –preguntó desconcertado Ezequiel por
laspalabrasy,sobretodo,porlaexpresióndeLuciano–,¡noeslaprimeravezqueandascontantomisterio!–Nada,tío.Estoycansado,yanoséniloquedigo.Meiréadescansary
tú también debes hacerlo. Sonmomentos difíciles para nosotros pero aestahoradelanochetampocolosharemosmásfáciles.–Apretóelpuñoysellevólamanoalaboca,comosiquisieraevitar,portodoslosmedios,queseleescaparanmáspalabras.–Antesdeiradormirquierodecirtequemañanadeberáscomenzarlos
trámites.NopuedespostergarmástumatrimonioconÁngela,Luciano–dijo Ezequiel– hay muchas cosas por organizar; si ahora eres tú quien
continúas con todo esto, tendrás que pensar dónde van a residir y quélugar ocupará ella en la empresa. Sabe del negocio. Los Battenti pesanfuerte aquí, ya lo sabes. Son tan legendarios como lo fue tu abuelo.Recuerdaqueallíaprendióeloficio,¡hacetantosaños!–Losé,peronopesantantocomonosotros,tío.–Puede que tengas razón, sin embargo tienen un alto índice de
exportaciónaOriente, locualnosdejaenunaposiciónmásdébilenesesentido–opinóEzequiel.–Sí,sóloenesesentido–asintióLucianoyagregó–:¿Quémedicesde
los portacontainers 888 TRB que sacamos a Irlanda? ¡Tenemos Irlanda,tío!Esunimportantepuntoafavor.–Sí, es cierto, pero igualmente no podemos descuidar ningún flanco,
Luciano.TambiényasabesqueÁngelaesambiciosayconvendráponerlaen alguna posición importante dentro de la empresa... deberán arreglarmuchascosas,enloqueanegociosconcierne...–reflexionó.–¿Quétienesconella,eh?–preguntócuriosoLuciano–,noentiendotu
acotación.–Nada,Luciano,notengonada.Su padre y tu abuelo fueron muy amigos –recordó Ezequiel con
expresión nostálgica en su rostro–, aunque debo reconocer que CarloBattenti,siempredisputóatuabueloloshidroalasylosferrieslocales,nonos engañemos; pero establecieron códigos. Eso fue una constante enambos.Yyaqueteunirásasuhijaenmatrimonio,megustaríaqueesoscódigos sirvan para bien. Ahora sí me iré a descansar –y con algo defatiga, Ezequiel diomedia vuelta para retirarse, pero volviéndose haciaLucianoagregó–:dimeunacosamásantesdeirme,quisierasabersiestematrimonioesunaeleccióntuya–preguntósinrodeos.Haciendounsilenciosepulcralporuninstanteycongestodesorpresa,
eljovenrespondióconunapregunta:¿Mecreesinconscientetío?,¿sinceramentemecreescapazdecasarme
si no es lo que siento? –pero Ezequiel no respondió y con un hondosuspirodijo–:Hastamañana.–Hasta mañana, tío –respondió Luciano con la sensación de que
Ezequielnohabíaquedadoconvencidoconsurespuesta–yocúpatetúdelospreparativosparalaboda.Buscalagentenecesariaparaquetodosalgaperfecto.Noquieroerrores.QuetenganaltantodelosdetallesaÁngela.
Yo no tengo tiempo para esas cosas. Que se haga todo a su gusto. Yoestarédeacuerdo.–Estábien.Siasílodispones,estábien.Perotúencárgatedeprepararel
viajeaGénova.–Sítío,iremosalaexposiciónynosvendremosconel“naveinsignia”.–¡Asímegustaescuchartehablar!Así,comohablabatuabuelo...
Capítulo8–Deberíasaprovecharestosdíasdedescanso,Clara,paraconocermás
lamiaItalia–sugirióDonatella.–Tienes razón, Dona, debería aprovecharlo. Este tiempo ha sido
sumamenteagotador.Cuandollegoalfinaldelasemanaestoyrendida.–Peronohashechomásqueestudiar,aunqueconalgúnqueotropaseo.–Despuésdetodo,¿aesovineno?–dijoClaradandounapalmadaenel
hombrodesuamiga.–Chiara,Chiara... –suspiróDonatella leyendo entre líneas las palabras
desuamiga–,meimaginocuángrandeesturemordimientoporanulartumatrimonio, pero de nada te servirá quedarte encerrada. Debes darte laoportunidaddedisfrutarlavida,¡tenemosunasola,Clara!,sólouna.Vencon nosotros –le propuso–; como Alessandro es ingeniero, cada añovamosalagranexposiciónenGénova,alSaloneNauticoInternazionale,¡noselopierdepornadadelmundo!–¿Yquépuedohaceryoviendobarcos,Donatella?–preguntóClaraen
tonoburlón.–Nunca se sabe, amiga. Nunca se sabe. Vamos, ven con nosotros –
insistió–.AdemásGénovaesincreíblementebella.EstálaGénovaantigua,la de las callejuelas estrechas y tortuosas, la de los claustrosrenacimentales pero también está la Génova moderna, con sustransformaciones y reconversiones post industriales –explicabaentusiasmadaDonatella.–Estábien.Estábien.Nosigas,yameconvenciste–dijoClarariendo.–Entonces mejor ve y prepara tus cosas. Alessandro y yo nos
ocuparemosdelresto.Estaba bastante fresco pero eso no empañaba la emoción del viaje.
Donatella,suesposoAlessandroyClarapartierontempranoparaGénova;noqueríandesperdiciarabsolutamentenada.El complejo era magnífico. Participaban más de mil quinientos
expositores. Había más de dos mil embarcaciones expuestas entre lascualessepresentabanmásdeuncentenardenuevosmodelos.Unanuevadársena técnica dedicada a la vela constituía una de las atraccionesfavoritas.Il Salone Náutico Internazionale significaba el encuentro más
importanteparatodoslosapasionadosdeltema.–Génovaesbella,Clara.Yalaconocerásmejor–dijoDonatella.–Sí, ha sido una decisión acertada venir. Tenías razón –dijo Clara
mientrasmirabadeunvistazoelpaisaje.–Tiene el encanto de una antigua ciudad marina; ofrece infinitas
sorpresas a quien sabe mirarla con ojos atentos –advirtió Donatella,tomandodelbrazoasuamiga.–¡Siempreme quedo pensando luego de tus frases finales! ¡Hastame
danmiedo!–aseguróClarayrieronjuntas.ElingresoenelSalónNáuticoInternacionalnoeraempresafácil.Miles
de personas visitaban cada año la exposición naval más importante deEuropa. Era única por sus dimensiones: casi 300.000 metros cuadradosedificados,cuatropabellonesmultiplanosconampliassuperficiesalairelibreyespaciosespecialessobre lamismasuperficiedelmarofrecíanalos visitantes un recorrido de ocho kilómetros. Decididamente era elacontecimiento más esperado por los amantes de la navegación y porquienesmoríanpor aparecer en las revistasde actualidad, fotografiadosjuntoaalgúnpersonajedelaaltasociedaditaliana.Alpasarporelsalónprincipal,Alessandrosedetuvosecamente.–¡Aguarden!–ordenóalasmujeres–.Eselmomentodelapremiación.
¡Vamos!–lesdijoinstándolasaentrar.–Yolosesperoaquí–dijoClara–.Estoycansada,hecaminadomucho.
Buscaréunlugarparasentarme.–¡Vamos!–laentusiasmóAlessandro–esunmomentoalucinantecuando
entreganelpremio.VerásnavesincreíblesClara.Inviertenmillonesenlaconstrucción.Noesalgoquepodamosveramenudo.–Eso es cierto, amiga –confirmó Donatella, dando crédito a lo que
decíasuesposoy lepropusocerrando losojos–:cuandoveas lasnaves,imaginaestarbronceándotesobreunadeellas,enelazuldelMediterráneo–ycasiempujandodeunapalmadaaClara,laconvencióparaentrar.YadentrodelSalón,sepercatarondeunavozquemanteníaexpectantea
lamuchedumbreselectaqueesperabaansiosaelanuncio:–Este año, el títulodeNaveInsignia se lo lleva unyatch cuyas líneas
externas se identifican con el inconfundible estilo italiano, hecho deeleganciaydebuengusto,conlíneasarmónicasdelucesydeformas.Suinteriorestáamuebladoconfinosmaterialesdelíneasclásicas.Cuentacon
unsofisticadoymodernosistemadecontrolydeseguridad.Poreldiseñode su casco alcanza unavelocidad excepcional.Estas son algunas de lasrazonesporlascualessehaceacreedordelNaveInsignia–hizounapausaparaaumentarlaespectativa–¡el“Saro”!Todoscomenzaronaaplaudirconfervor.Clarahacíalopropio,alvera
Alessandro y Donatella aplaudir con entusiasmo. Se habían ubicadobastantecercade la tarimacentral.Aplaudíacomounaespectadoramás,aún sin entendernadadel tema,perode repente frenóelmovimientodesus manos, bruscamente, cuando vio subir al estrado al joven de laFontana.Donatella,quesehabíapercatadoalinstantedelareaccióndesuamiga,latomófuertementedelbrazoderechoyexclamó:¡Esél,Clara!,¡esél!Sin embargo, Clara no podía pronunciar palabra alguna. Estaba
sorprendida...estupefactaporesaaparición–porqueesoeraparaella:unaaparición–; siempre había ocurrido así con él. Desde aquella vez en laFontanadeTrevi,luegoenlabibliotecadeLaSapienzayahora,despuésdeunlargotiempo,enelSalónNáuticodeGénova...ysiemprelamismasensación recurrente: su respiración entrecortaday supecho agitado.Lavoz deDonatella le sonaba lejana.No podía volver en sí. Las voces detodo el lugar se tornaban un murmullo casi inaudible. Clara tenía lamirada fija en aquel hombre que extendía su brazo bien formado pararecibirelpremio.Ellasóloobservabalosmovimientosdelabocadeél,sin poder oír nada. Su turbación había llegado al extremo. ¡No podíaentender!, ¡no podía! Y como una adolescente buscó salir del recinto,abriéndosepasolomásrápidoposible.Luciano,comosihubiesesabido,comosihubieseseguidounapremonición,notósupresencia,perosevioobligadoacontinuarconlaspalabrasdeagradecimientomientrasrecibíael premio, lo que últimamente era una actividad habitual para losD’Incarzioli.Clara, absorta, dándose cuenta de su expresión, logró escabullirse.
Buscaba el aire fresco. Trataba de disimular su vergüenza, su actitudinfantil.Caminórápido;sinrumbo.Llegóhastaelmuelle.Buscabaalgúnrincón,unlugarparaocultarloqueniellasabíaquéera.Cayóderodillassobre unos maderos y con sus manos se cubrió el rostro. “¡Eresincreíblementeestúpida,Clara!”,sedijoasímisma,“¿quétesucede?,¿esque ni siquiera puedes comportarte como una mujer?, ¡reacciona!,¡reacciona!” –se ordenó, aún sin descubrirse la cara; pero unamano se
apoyóensuhombroizquierdoyunbrazolarodeóhastacubrirsucuerpode la brisa que comenzaba a sentirse fresca.No fue necesario quitar lasmanosdesusojosparadescubrirquiénera.Lopercibía;losentía.Eraél.Levantósucabezaylomiró,aúnconlosojosempañados,ydescubrióesamiradaque la atravesaba con la fuerzadeun rayopero conuna ternurainfinita...–Cosa te sucede, argentina?, ¿por qué escapaste? –preguntó Luciano,
con una serenidad que doblegaba a cualquiera, pero Clara no podíaarticular las palabras. No sabía qué responder y, después de todo, ¿quérespondería?,siniellasabíaporquéhabíaactuadoasí.–¿Por qué te fuiste?, ¿cómo te llamas? Aún no sé cómo te llamas.
Siemprenoshemosencontradoasí,tanfugazmente,quenisiquierahemospodidohablar–reclamóLuciano,contranquilidad,tratandodenoperderlacordura,quetambiénélsentíalimitadaenesemomento.“Yo sí sé cómo te llamas y quién eres, Luciano”, pensó Clara y
respondió:–MinombreesClara.–Chiara... –lo pronunció tan dulcemente que erizó la piel de Clara–.
Piacere.ElmíoesLuciano.–Luciano...–repitióClara,yenunarrebatoquelaembriagódeímpetu,
el azul delmar se lemezcló con el colormiel de aquellos ojos que lesostenían la mirada. Se quitó totalmente las manos de su rostro yacercándose peligrosamente... lo besó. Fue el beso que más caló susentrañasysupodesdeesemomentoqueéleraelamordesuvida.Lucianocorrespondió,yvayasilohizo...perosúbitamentelatomódelasmuñecasy la apartó. Desconcertado por la actitud de esa mujer que se habíacruzadoensuvidadeunaformainesperadayqueacababadebesarlodeunmodoquehabíapenetradohastasushuesos,nosupoquédecir.Clara,haciendo un gesto de negación con su cabeza, se incorporó y saliócaminando, casi corriendo, avergonzada por su actitud, fuera de lugar,imprudente.Sinembargo,yalosabía:éseeraelhombre,elhombreparaella, el que había despertado todos sus instintos al unísono, aunqueestuvieraalotroladodelocéano...
Capítulo9–Lapagaesbuona.–Sinembargoesarriesgado,Dino–dijoCarloantesdesorberelúltimo
tragodevinodesuvaso.–Yasabesqueasísonlostrabajosquenosencargael“zorro”.–Tidicoquenoesfácilestavez,Dino.Sacardeeselugarelplano...los
D´Incarziolitienenunafortalezayporlosdatosquetenemos,unsistemadeseguridaddelqueconozcopocos.–Confiemos en el “zorro” Carlo; es muy hábil, muy listo. A mí, lo
únicoqueme interesaes lapaga,comosiempre,ysabemosqueélpagabien. Hace tiempo que trabajamos con él, nunca ha salido algo mal. Apesardequenoloconozcopersonalmente,medalaideadeuntipomuyastuto.–¡Ayay...–dijorelamiéndose–meimaginolacaradel“padroncito”ese
cuandoseenteredequedesaparecióeldiseñooriginaldesu“barquito”.–¡Porcamiseria!,¡conloquecuestasólounodeesosviviríaporaños!–Bene,hagamoseltrabajoyterminemosconesto,Dino.LanocheenlavilladelosD’Incarziolieraserena,comosiempre.Sólo
seescuchabaelrumordelasolas.Lalunaatravesabaelmar,sinpiedad.Desde lahabitacióndeLuciano,que teníados inmensosventanales, se
podíaobservarcómoelazuldelmarcambiaba,enlasnochesnítidas,aunplateadointenso.Enelsilencionocturno,tratabadeconciliarelsueñoperoeraunalucha
inútil.VeníanasumenteimágenesdeClara...deaquellavezenelmuelleen Génova y la sensación, cada vez más recurrente, de aquel beso quemovilizósucuerpoysualma; imágenesquesemezclabanconlavisióndeÁngela,vestidadenovia,conlacartaqueleyóenlaFontanayconlamirada de Clara; otra vez Clara... Nunca más la había visto aunquetampocolahabíabuscado,loadmitía,perosinsaberlarazón.Talvezpormiedoa reconocerqueesamujer lehabíaquitadovariasvecesel sueñopor las noches, como en esa por ejemplo, tal vez porque simplementeestabadefiniendoyalosdetallesfinalesdesubodaconÁngelaynocabíanesos pensamientos en su cabeza;no, no tenían lugar. Transpirado einquieto,selevantóenbuscadeunvasodeaguaycreyósentirunruidoenla planta baja. Pensó en Ezequiel pero luego, al ver la hora, le pareció
extrañoyaqueelhombrecaíarendidomuytempranoporlasnochesynosufríaproblemasdeinsomnio.Abriólapuertadesuhabitaciónyalnotarunsilencioabsolutoenlacasa,lellamólaatenciónyaquesihubierasidoEzequieloalguiendelpersonal,hubierahabidolucesencendidas.Tuvounpresentimiento feo; se dirigió a la gran escalera hacia la derecha delpasilloparairasuestudioperoalintentarencenderlasluces,ungolpeensecolocegóporcompletoyperdióelconocimientodeinmediato.–Tuvo suerte, signor D’Incarzioli. Si el golpe hubiera sido unos
centímetrosmásabajo...–ledijoelmédicodelProntoSoccorso,señalandola sien. Luciano, tratando de entender lo sucedido, buscó un rostrofamiliarhastaquevioaEzequielasulado.–Tío, ¿qué ocurrió? –preguntó con voz débil–, no recuerdo nada
exceptoquerecibíungolpe.Quiseveniralestudio,meparecióescucharun ruido pero me llamó la atención la oscuridad absoluta de la casa yluego...luego....–dijotratandodereincorporarseperoeldolordecabezaseloimpidió.–Ya, Luciano; tranquilo. Debes descansar –le aconsejó Ezequiel–
estuviste unos instantes inconsciente, casi te llevan al hospital, pero loimportante es que te recuperes para saber cómo procederemos. Terecostarás por ahora aquí –le ordenó mientras colocaba un almohadóndebajo de su cabeza–, este sillón esmuy cómodo. En un rato llamaré aGianna para que te acompañe hasta la habitación y te prepare un técaliente.Teharán,porprecaución,estudiosderutinamañanatemprano.–Pero no entiendo –dijoLuciano algo confundido– ¿a qué te refieres
con que debo saber cómo procederemos?, ¿qué se llevaron?, ¿quéquerían?–preguntóLucianomientraseraatendidoporlosmédicos.–RobaronelplanodelSaro–dijoEzequielbajandoalmismotiempola
mirada,comosibuscaranopresenciarlareaccióndeLuciano.–Figli di putana!, figli di putana! –exclamó. Sus ojos brillaban de la
furia, del dolor, de la tristeza–, ¡el Saro no! –dijo con profundaindignación...Aesepunto,yahabíasidomedicado,porloquesesentíacasisinfuerza
debidoalefectodelospotentescalmantes.–¿Por qué Ezequiel?, ¿por qué? –pero debió cerrar nuevamente sus
ojos,nosoportabaeldolorquelehabíaproducidoelgolpe.
Capítulo10LosdíaspasabanenblancoynegroenlamentedeClara.Desdeaquel
díaenelmuelle,enGénova,yanadaera igual.Era imposiblepensarenotrohombre.Porprimeravezensuvidaalguienlehabíaprovocadoesossentimientos, puros por un lado, tan carnales por otro.Estaba enRoma,cumpliendo su sueño; había viajado feliz hasta la ciudad eterna y, sinembargo, las imágenes de la Fontana, de la biblioteca, la del muellecuandosedejóllevarylobesó,serepetíanyseenredabanensucabeza.–¿Qué te pasa, Clara? –interrumpió de pronto Donatella–, ¿otra vez
Luciano?,¿cuántotiempopasóyadesdelaúltimavezqueloviste?–Casidosmeses–respondió–desdeaquellavezenGénova.–Llevas la cuentapor loqueveo.Apropósito,nuncamecontasteque
pasóesedíaenelSalónNáutico.Jamásquisepreguntartepero,¡cambiastetantodesdeesedía!Sihubierasvistolaexpresióndetucara...detusojos.Alessandro y yo nos dimos cuenta de que los tenías hinchados de tantollorarperonuncanosatrevimosa irmásalláypreguntartequé tehabíasucedidorealmente.Medicuentaenseguidadequeenalgunapartehabíastenido un encuentro con él, ¿verdad? Lo vi salir casi detrás de ti.Alessandro no entendía nada pero yo sí; yo sí sabía lo que estabasucediendo.Creoqueyaes tardepara tratardeconvencertedequeno teenamores–intuyóDona.–Sí,Donatella,yaes tarde–reconocióClara,confirmandola intuición
desuamiga.Suspiróprofundo;tomócorajeyleconfió:–Ese día, lo vi y me asusté. Me asusté. Temblé como una hoja, salí
corriendo comouna tontay lleguéhasta elmuelle.Evidentemente, él lonotó y me siguió hasta el lugar. Cuando oí su voz, cuando lo tuve tancerca,lobesé,sindecirpalabraalguna.–¡¿Qué?!, ¡¿lo besaste?!, ¿¡tú a él!? –preguntóDonatella con los ojos
bienabiertos.–Sí,así;sinmás–respondióClarasintitubeos.Donatellanodabacréditoa loqueescuchabayconlamiradabuscaba
másrespuestasdesuamiga.–Lo besé y fue el beso más dulce que sentí en mi vida... y él me
respondió. ¡Me respondió,Dona!, sin embargo, enseguidame tomó porlasmuñecasymeapartó,¡comosihubieravistoalmismísimodemonio!
–¡¿Y qué pretendes?! –inquirió Donatella–. No te conoce siquiera,¡¿estásloca,Clara?!–Talvezsí–respondióClara,ycontinuó–:luegosalícorriendoporque
nosoportémirarloalacara;mesentítanavergonzadaenesemomentoyallíquedóél,atónito.Nolohevistomás,Dona.–Clara...,Clara...–pronuncióconserenidadDonatella–esoesloqueha
ocupadotucabezatodoestetiempo¿verdad?,perdistelaalegría.Noereslamismapersonaquellegóhaceuntiempo,¡conganasdecomerseRoma!Ahoraescúchamebienamicamia–dijoseriamentecambiandoel tonodesuvoz–,séqueestássufriendoperonohasperdidonada,porquenadaseconstruyóentreustedesdos,capito?Esaclasedegente...–¡Aquéclasedegente te refieres?!–reaccionóClara,ycontinuó–:yo
no sabía quién era, Donatella, cuando lo vi por primera vez. Eso nopuedesdiscutírmelo.–Lo so, lo so (lo sé, lo sé) Clara, sólo trato de explicarte que esas
personas...–Y la sigues con “esas” personas –replicó malhumorada Clara
interrumpiendoasuamiga.–¡Nosonnormales,Clara!,quierodecir,nollevanunavidanormal,una
vidacomúncomocualquieradenosotros.Estánenotradimensión.Tienenloqueselesocurraaunchasquidodesusdedos.Lopidenyya.Tratodequeentiendasbienporquenoquieroquesufras–dijoDonaacariciandolacabeza de Clara al ver que las lágrimas comenzaban a rodar por susmejillas.–Élmebesó,Dona...lopudesentir.–Él es hombre, Clara, no piensa sólo con el corazón, ¿me explico o
quieresqueseamásespecífica?–Teentendíperfectamente,Donatella–retrucóClara–.Yapasará,“debe
pasar”,seordenóasímisma.Tienesrazón.Nohasucedidonadaentrelosdos... ¿Qué haría sin ti, Donatella? – preguntó dejando escapar unasonrisa–, ¡has sido tangenerosa conmigo!...Vamos–ordenómientras seesforzabaparamostrarunanaturalidadquenosentía–ollegaremostardealauniversidad.–A propósito de la universidad, el viernes es la fiesta de fin de año.
Iremos.Necesitasdistraerte.Ademásconocerásaotraspersonas.Teharábien.Quizáhastaquieranconocerteati.Elrumordetugrancapacidadya
circula por los pasillos, amiguita. Eres brillante, debo reconocerlo –admitióDonatella,tomándoladelbrazo–;enestosmesestehasdestacadoentodo.–Gracias–respondióClara–peroesonomehacecompletamentefeliz,
Dona.–¡Manaccia!–profiriólaitaliana.–¡¿Qué?! –preguntó Clara, sorprendida. Era la primera vez que
escuchaba a su amiga insultar en voz alta almantener una conversaciónconella.–Nada,niente...–cortóDona–¡loúnicoquefaltaba!,perderseunafiesta
porunapenadeamor,perodeunamorquenofueamor,quierodecir...–¡Dona!;basta,noiré.–¡Irás!–Veremos...
Capítulo11–Ezequiel,¿quédicelapolicía?,¿haynovedades?–No,Luciano,niente.–¿¡Cómopuedeser!?–dijoLucianoexaltado–.Vivoblindadoyentran
en mi casa como el mismísimo aire, con una precisión que asusta, sindejaralgoquenosdé,almenos,unapista...–Yalosencontrarán.–Nopuedosacármelodelacabeza.Fueungolpebajo,Ezequiel,fueron
directoalplanodelSaro.¡Exactosentodolostipos!Luciano se desplomó en el sillón que daba justo al gran ventanal y
suspirandoreclamó:–Necesito ami padre; necesito ami abuelo, Ezequiel. ¡No puedo con
todo!,¿porquépierdoaquienesamo?;notengohermanos,aúnnotengohijos...sóloestástú,queerescomodemisangre,yanadiemás,tío.Bajó la cabeza, cerró los ojos y luego de un instante de silencio
confesó–: extraño las escapadas con el viejo a la villa de Positano,Ezequiel.Élhizoesacasacontodoloqueyoquería.¿Sabes?, siempremedecía que cuando semepresentara un problema
meescabulleraporelmuelledenuestracasaymefueraenelDesideriohasta allí, porque ese lugar eramágico y curaba todas las heridas. Sí –repitió–extrañoalabuelo;sientoquesoyunniñoahora.Quisieravolvereltiempoatrásparaqueélmeproteja.MesientosoloEzequiel,débilantela maldad de algún cretino que pretende dañarme y dañar todo lo quehemoslogrado,¡robándomeenmipropiacasa!–yagregó–:sí,extrañoalviejo...yaClara.–¿Aquién?–preguntósorprendidoEzequiel.–No me hagas caso tío, –pidió Luciano mirando nuevamente al mar
desdeelventanal.–¿Cómoquenotehagacaso?;noestoysordotodavía.Dijiste“Clara”y
que yo sepa tu novia es Ángela. ¿Qué parte de la película me perdí? –preguntóirónicamente.Luciano suspiró. No sabía si valía la pena confiar a Ezequiel ese
sentimiento tan extraño y único que había nacido en él, luego de losucedido tiempo atrás con Clara. “¿Qué sentido tiene?”, pensó, si nisiquierahabíavueltoaverla, tampocohabíahechonadaporencontrarla.
Su matrimonio se llevaría a cabo en poco tiempo, no estaba bien quetuviera esos pensamientos; pero los tenía; sí, los tenía y giraban en sucabeza desde el preciso segundo en que Clara lo había besado en elmuelle,peroaEzequielnopodíaocultarlenada...–Eresviejozorro–ledijohaciendounamuecasimpática.–Puede ser –respondió Ezequiel–. No te aflijas–pronunció con voz
serena–. No hacen faltan muchas explicaciones. Ya entendí lo que estásucediendoaunquemefaltendetalles.–Esqueniyosé,tío.Nisiquierahetenidomáscontactoconella...Note
preocupes...Estátodoenorden.Mecasoenpocosmesesyyaestátodoenmarcha.Seguramenteestoesproductodemipropioagotamientoquenomepermiteverconnitidez lascosas.Nosignificaalgo importante–dijotratandodeconvencerse.–¿No?... –preguntó Ezequiel– yo no estaría tan seguro. Mírate –le
ordenó–,tetienetambaleando,cuandoyaestásapuntodecasarte.–Insisto, eres un viejo zorro –le dijo afectuosamente Luciano– que
además,tienesueñoyyanosabeloquedice...Lucianodiomediavueltaycomenzóadesprenderselacamisa.–Me voy a dormir, mañana nos espera un día bastante agitado. Qué
descanses,tío.
Capítulo12–Estásbella,amiga.–Gracias,Donatella,mesientocomounembutidodentrodeestevestido
peroyaestá,ahorasalgamosantesdequemearrepienta.–Ricorda:elpúrpuraesirresistible...–leaseguróDonaconunguiñode
ojo–.Vamosadivertirnos,nuncasesabeloquedeparaRoma.–Túytusenigmas–suspiróClara,ytomandosucartera,ambasamigas
seaprontaronparapartirrumboaLaSapienza.La noche en Roma era estupenda. Como todos los viernes, Donatella
habíainvitadoaClaraasucasaparapasarelfindesemana.Alessandrocruzólaciudadpara llegara laUniversidad.Claramiraba
porlaventanilladelautomóvilobnubiladacontantabelleza.Losarcosquecruzabanlascalles,lasvillas,lasestatuas,eltránsitoalocadoqueaturdíaal más calmo de los seres mortales... Llegaron. Era un acontecimientoimportante para la comunidad universitaria porque alcanzaba también alasesferaspolíticasyeconómicas.Losgrandesempresarioseindustrialesteníanelojopuestoenlosestudiantesquesedestacaban.El salón auditorio donde se hacía la recepción era de una elegancia
indescriptible;serespirabaerudiciónyclasicismo.Entreuncomentarioyotro,Clarasealejabaconsumentedelmundoreal.Aúnnocreíatodoloquehabía sucedidodesde aquella charla con la abuelaMaría.Si hubierapodido contarle dónde estaba. Si hubiera podido ella, en persona,encontraralquehabíasidoelamordesuvidayvolvereltiempoatrás...Sihubierapodido...perodegolpe,lamanodeDonalatomódesubrazoylahizovolverrápidoalarealidad.–¡MiraClara!,allí,detrásdelacolumna.¿Noes...?Clara hizomedio giro, disimulado, y lo vio. Sintió una corriente que
paralizabasucuerpo.Sí,eraLuciano,peroconunamujerhermosaqueloacompañaba. Altísima, como él. El cabello dorado le caía como unacascadaporsushombros.Unvestidonegro,Versaceseguramente,leceñíauna increíble cintura. “¿Se lo habría regalado él?”. Sintió ganas deapartarladeunempujón.“¡Quéhermosaes!”,pensó,“justoparaél”.–Sí,Dona,esél–confirmó–.Teníasrazón,sólomehicehistoriasenmi
cabeza.Estáacompañadoyquébellaes.Seguramenteesunaricaherederaque da con su perfil –se anticipó Clara, con un cambio rotundo en la
expresión de su rostro–. Después de todo, no puedo culparlo de nada,Dona, él no hizo nada, sólo ayudarme en algunas ocasiones. Fui yo latontaque–perosedetuvoderepentecuandoalhacerunmovimientoconsu brazo derecho, tocó la copa que tenía en mano una mujer, bastanteentrada en años, que se encontraba conversando a su lado con otrosinvitados. Tal fue la desesperación de Clara que sólo pedía disculpas ytrataba de arreglar lo que ya no tenía compostura y que era el elegantevestidocolormarfildelaanciana,ahoramojadoensupartedelanteraconuncostosísimochampagne.–¡Perdónemeusted,porfavor!,scusi, scusi...no lavi,yo–peroClara
no pudo continuar; estaba muy avergonzada. Sus mejillas parecían dostomates y sentía un calor que la ahogaba. Lo único que pudo hacer fuesalir a paso rápido por una puerta lateral buscando que su vergüenzapasara un poco. Caminó rápido, sin rumbo dentro de la universidad,tomando por donde encontrara algún portal abierto que la dejaracontinuar el recorrido. Caminó y caminó, al tiempo que lloraba porsentirse tanridícula.Nohabíarazónalgunaparapasarpor loqueestabapasando.Donatellateníarazóncuandolehabíadicho“perderseunafiestaporunapenadeamor,perodeunamorquenofueamor”...¿porquéteníaquefijarseenelhombreequivocado?–¡¿Porqué?!–gritósindarsecuenta.Seapoyóenunacolumna;porlopocoqueveíahabíallegadoaunsitio
con forma de capilla; no veíamuy nítidamente por la oscuridad de esahora. Aún apoyada en el frío mármol y con lágrimas en sus ojos,comenzó a deslizarse, con su espalda apoyada sobre el suave material,dando la vuelta. Tal fue su sorpresa cuando la figura de Luciano lainterceptó, sin respetopordejardistanciaalguna, tomándolaotravezdesusmuñecas,comoparaquenosesoltase.–Aquíestás,pudeencontrarte–ledijoconsuvozgrave.Consudedoíndicequitóelmechóndecabelloquecaíasobreelrostro
deClarayconesadulzurainfinitaque,segúnella,laperdíaagregó:–No llores, ragazza, eresmuy bella para eso... Confía enmí: ¿qué te
sucede,argentina?–lepreguntóenunsusurro.Clara no podía explicarle que era él lo que le sucedía; que no podía
borrarlo de su cabeza, que no soportó verlo con otramujer pero, ¿quéderechoteníaapedirleexplicaciones?Tratóderecomponerseparapoderdeciralgocreíble.
–Noséadóndellegué,sólosalíatomarunpocodeairefresco.–¿Aire fresco? –preguntó incrédulo–. Estamos casi en invierno,
argentina,hacerealmentefrío–acotóLucianoanteelinsólitocomentario,y le explicó–: llegaste a la Capilla Universitaria, dedicada a la DivinaSapienza. Está en manos de los padres jesuitas; es muy bella. De díapodrásapreciarlamejor.Ella escuchaba sin prestar demasiada atención. Trató de aclarar la
situación:–Nomesentíabien;necesitabasalirdelrecinto.¿Porfavor,mepuedes
soltar? –le pidió a Luciano que ahora le sujetaba las manos– “aunquepreferiríaquenolohagas”.Deél,apenasveíalaslíneasdelrostroquelaluzdelalunalepermitía,peroesolebastabaparadescubrirloperfecto.–Suéltame,porfavor–repitió.–¿Esoesloquequieres?“No”.–Sí, eso quiero. Además, ¿qué sentido tiene que te diga lo que yo
quiero?,casiniteconozco.Estoyagradecidaportodoslosgestosquehastenidoconmigoperonadamás.LucianonotomabadistanciayseguíatancercadeClaraquehastasentía
latibiezaquesedesprendíadesupiel.Tampocopodíaapartarse.¿Porquéle sucedía esto? No tenía razón, ni explicación. Ángela lo estabaaguardandoydebíavolverconella,seríasuesposaenpocotiempo.–Además –agregó Clara bajando la mirada–, estás muy bien
acompañado.DebesvolveralsalónLuciano.“Noquierovolver,quieroquedarmeaquícontigo”,pensóél.–Noesnadaimportante–sintióunapuntadaenelestómago,porqueno
estaba diciendo la verdad.Debía decirle sin ningún rodeo que se estabaporcasar.Esoeraimportante,peronopudo.–¿Deverdadnoloes?,¿noestunovia?–preguntóinquisidora.–No,noloes.Habíamentido.Algo en esamujer lo venció. Sabíamuy poco de ella
perojamáshabíasentidoalgoasí.Mintióyyanopudovolveratrás.–¿Tieneslibreelfindesemana,Clara?,¡venconmigo!–lemurmuróal
oído.Clara quiso responder con seguridad, con calma, como era su
costumbre pero no lo logró. Otra vez delante de él, se quedaba sinpalabras.
El silencio era casi absoluto, las voces del salón eran prácticamenteimperceptibles.Elcontornodeesaedificacióncentenariaquesepercibíasóloporlaluzdelaluna,conformabaunaescenaextraídadeuncuento:Clara apoyada sobre una columna y él, a centímetros de su oído, casirozandoconsubocaladeella,pidiéndolequesefueraconél.–Venconmigo,argentina–insistió.Clara no podía ver que él tenía los ojos cerrados y sus labios tensos
cuando le suplicó que se fuera con él; seguramente porque esto iba encontradetodossuspronósticosydetodossusprincipios.Claranoestabaensusplanes.Deprontocerrósupuñoy lepegódespacioa lacolumnaconteniendo su fuerza para no romperse los huesos. Bajó su cabeza ylanzóunhondosuspiro...–Discúlpame,Clara.Quizánodebí...PeroClaralointerrumpióapoyandosudedoíndiceensuslabiosysin
rodeos,lecontesto:–Sí,Luciano,llévamecontigo.–¿Lo dices en serio? –preguntó agitado. Apretó sus manos, casi
temblorosas, como las de él. Ambos se miraron profundamente,queriendo decir tantas cosas pero sobraban las palabras. Cuando él seinclinó para besarla, el golpe seco de una puerta los sacó de suensimismamiento. Alguien se aproximaba. Luciano se apresuró a decir:anótameaquíladirecciónporlacualdebopasarabuscarteo¿tequedasaquí, en la universidad? –preguntó, sacando un pedazo de papel de subolsilloizquierdo.–No, losfinesdesemanamequedoenlacasademiamigaDonatella.
Ellatieneunafamiliahermosa,mehospedanconmuchagenerosidad.–Hablaremos después, Clara, no podemos continuar aquí, pueden
vernos–dijoLucianoenvozbaja.–¿Quién? –preguntó algo sorprendida Clara–. ¿Quién puede vernos?
¡Ah!, disculpa; trabajas aquí circunstancialmenteme dijiste, ¿verdad?Teconocen.–Suelo dar algunas conferencias sobre temas pertinentes a comercio
exterior, lo relacionado a comercio marítimo específicamente, pero adecirverdad,nocuentocon todoel tiempoconelquesedeberíacontarpara dedicarme más a esto.... Por favor, ahora debemos marcharnos.Entraremos nuevamente en el salón y haremos como si nada hubiera
pasado.Mañanaaprimerahoraquieroqueestéslistayllevaunamudaderopa.Ellunesregresarásparalahoradeingresoalauniversidad.Claratratódereponerse.Estabaaturdidaportantassensacionesalavez:
sentíamiedo,vergüenza,“pensaráquesoyunacualquiera”,“lopensará”...,sentía también lujuria. Sí, quería estar con él; para ella tampoco habíamarchaatrás.–¿Dóndeestabas,miamor?–preguntóÁngela–yateextrañaba.–Publicrelations–respondióLuciano,tratandodehablarlomássereno
posible,yaqueloqueestabadiciendoeraunaexcusa–.Siempreesbuenoconoceralosnuevosingenieros.Nosotrosnosvalemosmuchodeellosymás en esta época que es en la que damos las becas a los mejorespromediosparatrabajarenlosnuevosdiseños.–Hacesmuchoporestauniversidad,miamor–dijoÁngela, al tiempo
quepasabasumanoporlamejilladeLuciano.–Estudié aquí. Mi abuelo siempre tuvo excelente relación personal y
comercialyesporesoqueaceptédarseminarioscadatanto,siempreenlamedidademisposibilidades.Nopuedodedicarmemás,yanomealcanzael tiempo, pero quiero a esta universidad, siempre me ha traído cosasbuenas... –y bajó lamirada, pensando en losmomentos previos vividosconClaraenelpatio,delantedelacapilla.Lehabíahechounainvitación.Le había prometido que pasaría por ella en la mañana. Tratódisimuladamentedememorizarladirecciónquehabíaanotadoenelpapelparatirarlodeinmediato.Apretósupuñodentrodelbolsilloizquierdoypensóparasí:“Yaestá.Mentí.Lesmentía lasdos.Nohaymarchaatrás.Nopuedodetenerme.¿PorquénopudedecirlaverdadaClara?,noselomerece. Es tan transparente pero no, no hay marcha atrás”. La buscódesesperadamenteconlamiradaentrelamultitud,hastaquefijósusojosenellaqueestabaenesemomentohablandoconsuamiga.“Sí,eresmía...yescontigoconquienquieroestar...”.HizoungestoaEzequiel,queseencontrabaconversandoporallí.Había
viajado con él porque debía atender otros asuntos enRoma.Además, legustabaconversarconél.Eralaúnicafamiliaquelequedaba.–Discúlpame, Ángela. Aguárdame un minuto. Debo dar algunas
instruccionesaEzequiel.Regresoenseguida.–Contigoestoyacostumbradaaesto,miamor.Teesperaréaquí.
Capítulo13–Sólotepidoquenohagasnadadeloquepuedasarrepentirtedespués,
amicamia–lepidióDonaquehabíaescuchadoporvigésimavezelrelatoque Clara le había hecho desde el mismo momento en que se habíaproducido el encuentro con Luciano la noche anterior–. No olvides larazón por la que viniste. No olvides que ya te equivocaste una vez. Nosufrasmás,notelopermitas.–¿Porquémedicesesto,Dona?,¿Quésucedecontigo?Porprimeravezsientoestoporunhombre.Casinoloconozcoperoes
como si lo cono... –¡ese es el punto!, la interrumpió Donatella–, ¡no loconoces!Sólosabesquiénesporloqueyotecontéperosonpersonasqueestán en otra posición, en otra situación..., ya te lo dije. No quiero quesufras,eseso,nadamás.Claratomóconsusmanoslamanoderechadesuamiga:“mesientofelizporprimeravezenaños,Dona”.–Y yo te creo –respondió Donatella–. Y estrechó a su amiga en un
abrazo.–Inboccaallupoamicamia!–exclamó.–¿Esoes“buenasuerte”enitaliano,no?–Asíes...Enesemismomomento,untaxillegabaalazonadeIpogeodegliOttavi
ytomabalaViadellaLucchina.SedetuvofrentealacasadeDonatella.Elchofer se bajó del auto y tocó el timbre en la dirección que le habíanindicadotelefónicamentedesdeelaeropuertoFiumicino.–¡Esél!–exclamótemblorosaClara.–No querida, es un taxi –confirmó Donatella al asomarse por una
ventana lateral–. Tú quédate ahí –ordenó–, no debes perder el aire de“importante”–rio.AbriólapuertayelhombrepreguntóporlasignorinaChiaraFerrer.–“Clara”–locorrigióDona–.Unmomentoprego!–lepidió.Arrimóla
puertaysevolvióhaciasuamiga.Claraestabaparada,consubolso,sinpronunciarpalabrahastaquepreguntóaDonatella:–¿Creesqueestoyloca,verdad?–Sí...–respondióDonahaciendounamueca–perotambiénpiensoque,
finalmente, no tienes nada que perder. Este ragazzo te ha dado vuelta la
cabeza. Debes comprobar por ti misma qué es lo que sientes. Aunqueadmito queme asusta, Clara.No quiero que sufras. Beh!, beh!, basta demalospensamientos.¡Teesperanafueraconrumboalodesconocido!Ambasabrieronlapuerta.ClaranotóqueLucianonoestaba.Cuandose
dispusoatomarsubolsonuevamenteparaascenderaltaxi,elchoferseloimpidió.–No, signorina. Ho l’ordine di portare io, tutti i bagagli. (Tengo la
ordendellevaryo,todaslasvalijas).ClaramiróaDonaquedesdeelumbraldelapuertaexpresó:“Detrásde
estohaytodouncaballero”...Claraserioylevantandosumanoderechasaludóasuamigaantesde
subiraltaxi.Elcoche tomó laautostradaRoma-Fiumicino.Según las instrucciones
recibidas,debíallegartempranoalaeropuerto.Elaviónpartíaalas09:45.Clarateníalosdedosanudados.Pensabaque,almenos,Lucianonohabíafalladoensupromesadebuscarlapero,¿porquénoestabaél?,¿porquénohabíaidopersonalmente?–Scusi...mastiamoperarrivareall’aeroporto?(Disculpe,pero¿estamos
por arribar al aeropuerto?) –preguntó, tratando de expresarse lo mejorposible.–Sì signorina –Clara comprendió que no era en Roma donde se
quedaríaesefindesemana.Entreunpensamientoyotro,entreconjeturasqueibantomandoformaensumente,sediocuentadequehabíanllegadoal aeropuerto aunque ingresaron por un acceso lateral, no por elconvencional.–Siamoarrivati–expresóelchofer.Clarasebajódelautoyquisotomar
subolsoperonuevamenteelchoferseleadelantó.–No signorina, Lei non deve far niente, il signoremi ha detto cheLei
nonfaccianiente! (No,señorita.Ustednodebehacernada. ¡Elseñormehadichoqueustednohaganada!)Y así era... Luciano había ordenado al chofer que llevara todo lo que
Clara trajese y que no la dejara sola hasta encontrar el contacto en elaeropuerto.Claranotóqueunhombre,entradoenañosperoconunaeleganciaque
lodistinguía,seacercabadirectoaellos.–Buendía,signorinaChiara.
“Hablaespañol”,pensóClara–Buendía,soyClaraFerreryustedes...–Ezequiel.SonoEzequiel.Acompáñemeporfavorybienvenida.Sedespidierondelchoferycontinuaronambos,parahacerlostrámites
de rigor. Una vez finalizados, se dirigieron hacia la terminal quecorrespondía. Mientras caminaban, Clara observaba al hombre que laacompañaba.¿Quiéneraél?Hablabamuybienelespañolaunqueconunacentoitalianosumamentemarcado.Selonotabaunhombremuycultoydistinguido.DeprontoEzequiel,interrumpiósuspensamientos:–Iomeestoypreguntandolomismoquetú.Clara,conunamuecasimpáticaensurostro,lerespondió:–¿Deveras?,¿yquéesloquemeestoypreguntando?–¿Quiéneséste?,¿adóndemelleva?–contestóEzequiel–.Iotambiénme
preguntolomismo:quiénerestúqueaparecisteasíderepente,peronontipreoccupare ragazza, yo te cuidaré –le dijoEzequiel, dándole unapalmaditaensuespaldacomoparatratardedarleconfianzaalnotarlaunpocoasustadaantelodesconocido.“¿Enquétemetiste,Luciano?”,pensó.“¿Enquélíoestásmetido?”,volvióapreguntarseEzequiel.–Allíestá,llegamos–dijoEzequiel.Clara sólo veía avionesmás pequeños en la pista. “Estos son aviones
privados”,dedujo.–¿De qué se trata esto, Ezequiel? –preguntó con una confianza que
despertó complicidad de amigos en el hombre–. ¿Es un jet? –intentóadivinar,sinsaberabsolutamentenadadeltema.–Ecco!,unLearjet60–especificó.–¡Guau!–exclamó Clara, con la boca entreabierta –es realmente una
“joyita”.–Una “joyita” un poco más cara que las convencionales, Chiara –
agregóEzequiel.–Bueno, yo, en realidad no soy muy fanática de las joyas; no estoy,
digamos... habituada al uso de joyas tan caras. Por eso no sé en quédimensiónestamoshablando.–En una que supera los trece millones de dólares,Chiara – explicó
apresuradoyenvozbajaEzequielaldarsecuentadequeLucianobajabaporlaescalerillapararecibirlos.Clara, que aún estaba tratando de asimilar el comentario deEzequiel,
quedómássorprendidaaúncuandovioqueesejovenquehabíavistoporprimeravezcuandoestaballorandoaqueldíaenlaFontana,sepresentabaahora, delante de ella, espléndido, radiante, con un jean y una camisablancaquelesentabamuybienconelcolorcastañodesucabello.Yesosojos...esosojoscolormielque lahabíanhechizadodesdeelprimerdía,enmarcados por negras y enmarañadas pestañas que la miraban conternura infinita. Perdía el dominio de símisma cuando estaba, perdía lanocióndeltiempoydelespacio.“¿Quéestoyhaciendo?”,“estoesunalocura”,serepetíaunayotravez.–Viniste, argentina... –dijo Luciano. Extendió su mano y tomó la de
Clara.–Vieniconme...notengasmiedo–agregó.“Jamástendríamiedodeti”.“Iríaadondemelopidieras”.Ellaasintióy
tratódereaccionaranteeseencantamiento:–¿Piloteasestascosas?–preguntóparasalirdelasituación,mirandoal
lujosoaparatoqueteníadelantedeella.–No exactamente –respondió Luciano–. Los aviones no sonmi punto
más fuerte –le explicó mientras se ubicaban dentro de la máquina y sealistabanparadespegar.–Los autos tampocopor loqueveo–dijoClara–.Hoyenviaste aotra
personapormí.–Tienes razón. No me gusta conducir, lo hago muy poco. El ritmo
frenéticoquehayenlascallesmeponemuymal,argentina.Prefierosóloen...–perocortólaconversación–bueno,yaverás.Ahoraacomódate,porfavor,estamospordespegar.Se ubicaron en el habitáculo. Escucharon las instrucciones de rutina.
Ezequiel se sentó en otro compartimento, no sin antes dar un vistazo atodoypreguntaraLucianosinecesitabanalgo.Clara se sujetaba fuertemente del asiento y observaba con extrema
atencióncadadetalle.Lostapizados,lasterminaciones...Noaguantómásypreguntó:–¿Adóndevamos,Luciano?Tengoderechoasaber.–Amiparaíso,Clara.Confíaenmí.Anteesaorden,queatravesósucorazón,Claraquedósinrespuestas.“¿Qué locura estoy haciendo?”, se preguntó nuevamente “¿Por qué?...
yonosoyasí...perollévamecontigo;sí,llévamecontigo”...
–¿Qué ocurre, argentina?, te quedaste muda. No te asustes. Es unasorpresa.Yotecuidaré.–Estábien–aceptóClara–,confiaréenti,Luciano.Las palabras de Clara sonaron como una sentencia en los oídos de
Luciano.Ellaconfiabaenélyélnopodíadecirlelaverdad.Despegaron. Al cabo de una hora aterrizaron en la Terminal 2 del
aeropuerto de Nápoles; sólo usada para vuelos chárter. Luciano sedespidió de Ezequiel que se quedaba en la ciudad para resolver temaspendientes. Luciano tomó la mano de Clara y caminaron hasta elestacionamientoprivado.–Buon giorno signore! –Clara se dio cuenta de la familiaridad del
saludo.Seguramenteviajabamuyseguido.Lucianoretiróeljuegodellavesycontinuaron.LlegaronaunPorsche
cabrioletdecolornegroqueaClaralepareciófascinante.–Entendíquenotegustabaconducir.–Así es.Nome gusta. Te dije que lo hagomuy poco, luego dije que
prefería hacerlo en otro lugar pero no podía adelantarte parte de lasorpresa;ahoravesdóndeprefierohacerlo:aquí,enmilugar.–Meimaginolavelocidadquealcanza–dijoClara.–Si te dijera y lo pusiera en práctica, creoque te bajas ahoramismo,
argentina, pero ya te comenté que no soy fanático de la velocidad.Igualmente,nodurarádemasiadoelrecorrido.Haysólosietekilómetroshastaelcentrode laciudaddesdeaquí.Luegocambiaremosnuevamentedetransporte.Salierondelaeropuerto.Alcabodepocosminutosarribaronalaciudad.–¿Estássorprendida?Nápolesesasí.Tanbellacomocaótica...perono
esaquídondeterminanuestroitinerario,explicóelitaliano.Alcabodeunosminutosllegaronalpuerto.Clarasintióunescalofrío
almismo tiempoqueunaemociónmuyprofunda le cerraba lagargantacuandorecordóelrelatodesuabuelaMaría.Ellahabíapartidodesdeallí,unatardecerde1925.–¿Estásbien?,¿quétesucede?–lepreguntóLucianoalnotaruncambio
ensuexpresión.–Nada. No es nada. Es bello el paisaje... Sonmuchas cosas que debo
procesar al mismo tiempo... –dijo Clara sin poder revelar el verdadero
motivode la emociónque la embargaba.Se imaginó a su abuela... se laimaginóconlágrimasensusojos,conelcorazónhechopedazos.No,nopudo hablar.Quizá hubiera necesitado estar sola en esemomento. Estarconalguieneneselugarnoeraloquehabíaplaneadoyesolaconfundió.En realidad nada estaba resultando como lo había planeado.Luciano noestaba en sus planes al iniciar este viaje y ahora lo sentía hasta en sushuesos... aún sin saber mucho de él. No se detuvieron allí, sino quetomaronporuncaminolateralbordeandosiemprelacosta,hastaalejarsede la zona más poblada. De pronto el Porsche disminuyó su marcha.Giraronhaciala izquierda.Sedetuvieron.Lucianosaludóalguardiaqueestaba dentro de una casilla a un costado del gran portón de hierro ycolocóenunaespeciededetector–segúnpodíaentenderClara–sudedopulgarparaidentificarse.Detrás del portón y de los extensos cercos reforzados, podían verse
grandes grúas, galpones, gigantescas estructuras de hierro queClara nopodíadescifrar,peroalgorelacionadoconelpuertoera,dadalacercaníaabsolutaconelmaryconelpuertodeNápoles.–Buon giorno signore! –saludó el hombre desde la casilla. Su voz se
escuchó por el mismo lugar en donde Luciano había pasado su dedopulgar.–Buongiorno!–respondióél.–Tuttoapostosignore?–preguntóelhombre,conunafectoqueagradó
aClara.–Sí,tuttoapostocaro.Grazie.El italiano de Luciano sonó a una música que tenía una fuerza
sobrenaturalparaelcorazóndeClara.Alabrirseelgiganteportóneingresarlentamenteenellugar,Clarafue
entendiendoquese tratabadeunastilleroodedos...ode tres...nopodíadeterminarcuáleraellímitedetodoaquello.Lucianoingresóelvehículoenunestacionamientoydetuvolamarcha.
Invitó a Clara a bajar y luego entregó las llaves a un hombre que seacercabasolícito:–Buongiornosignore!,com’èandato tutto? (¿cómoanduvo todo?), –
preguntó.–Bene,Bruno.Bene...Clara notó que llamaba a las personas por su nombre. Ese gesto la
enternecióaúnmás.Comenzaronacaminar.Luciano lehabía tomadosumano...yellaconfiabaenél.Eselugarleresultabainmenso.Observabaelmovimiento incesante de personas, el rumor ensordecedor de lasmáquinas,elgolpeteo,eliryvenirdevehículosdeungalpónhaciaotro.Se detuvieron delante de una mole que se les cruzó de pronto; era elvehículo que transportaba una embarcación lista para su botadura y allírecordóloquelehabíacomentadoDonaaqueldíaenlaUniversidadantesdecomenzarlaconferencia;ellalehabíadichoquelafamiliadeLucianoeraunadelasmásricasdeItaliaydeprácticamentetodaEuropa,queeranlosdueñosdelosastillerosmásimportantesdelpaís.“¿Quéhagoyoaquí?”.“¿Quiéneres,Luciano?”.“Yonotengonadaqueverconesto”.“Tengomiedo...”.Absortaensuspensamientosmientrascaminaba,nosepercatódeque
habíanllegadoaunpequeñomuelle.–Sube –le indicó Luciano exagerando un gesto de reverencia para
invitarlaasubiralaembarcación.–¿Quéesesto?–preguntóClara,incréduladeloqueveía.–Unyate–contestósimplemente.–Sí,sí–respondióconfundidaClara–medoycuentadeloquees,pero
quierodecir,¿quésignificaesto?,¿adóndevamos?Luciano llevó su dedo índice a los labios de ella e hizo un gesto de
silencio.LuegorecorrióconsusmanoselrostrodeClara;descendióporlos brazos hasta tomarle las manos–: no te asustes, principessa, yo tecuidaré.Yotecuidaré...Siempresonabatanprotector;sesentíaperdidaantesu
voz grave y pausada. Los ruidos circundantes quedaban lejanos en esemomento.Éllaalejabadelmundorealcuandolamiraba.“Nomemiresasí”...“Quédulceeres”...“Nopuedocontigo”...–No tengas miedo –insistió Luciano, sacando a Clara de su
ensimismamiento–.Sube–repitió.Claraasílohizo,nosinantesrepararenelnombredelaembarcación.–¿Por qué se llama Il Desiderio? –preguntó mientras ingresaba y se
acomodabaenellujosoyate.–Es el nombreque eligiómi abuelo–respondióLuciano sintiendoun
nudoenlagargantaybajandolamirada.Clara recordó nuevamente el comentario de Donatella el día de la
conferenciaenGénovaaldarsecuentadequiéneraLuciano.–Tuabuelomurióhacepocotiempo,¿verdad?Lucianorespiróhondoparaocultarlaemociónqueaúnlodominabaal
recordarlo.–Sí,caramia...–Creoquepuedoentenderte,Luciano.–No,nolocreo–respondió–.Élfuemásqueunabuelo.Fuecomomi
padre,aquientambiénperdí,Clara,duranteunatormentaenelmar.Apoyósusmanosenlabarandillaymirandohaciaelhorizonteagregó:–Nosotros amamos el mar. Siempre lo hemos hecho... pero a veces
piensoquehasidodemasiadoingratoconnuestrafamilia.Claranopudoevitarapoyarsumanosobreladeél.–Estásmuytriste.¿Porquémedalasensacióndequenoeresfeliz?–
preguntóClara.Para Luciano, esas palabras fueron como una puñalada. Tantas
imágenesvinieronderepenteasumenteperodebíacallar.Estabanenelflyylabrisafrescayasehacíasentir.–Vamosabajo.Ahorasíconduzcoyo–dijoLucianoguiñandounojoa
Claraydirigiéndosehacialacubierta,alatimonerainterior.Il Desiderio se alejó lentamente de la costa, dejando un paisaje
enmarcadoporlasiluetadelVesubioyporunmartanazulquenoparecíareal.Claraloobservabaaprestarseensupuestodemando.Tomóeltimóny
luegohablóporradiodeunaformamuyveloz.Ellanopudoentenderconclaridadperoseguramentepasabadatosaalguien.Eranmuchosnúmeros.–¿Debesinformarcadavezquesales?–preguntóporsimplecuriosidad.–Sí, cara, hago mi rol de navegación. Informo mi matrícula, la del
barco,elhorarioprevistodellegadaadestino,lacantidaddetripulantes.Hoy somos solamente dos pero generalmente voy acompañado por mitripulación.–¡Conquelotuyosonlosbarcos!–dijosonriendoClara.–Sí, ahora te das cuenta por qué los prefiero.Mira a tu alrededor –le
indicó,mirandoél también–,¿noesembriagadoresteazul?,¿note llenadepaz?Clara asentía y coincidía con él pero aún no entendía con claridad lo
que le estaba sucediendo. No había planeado llegar hasta Nápoles. No
habíaqueridohacerlo.Suabuelahabíaderramadotantaslágrimasaquellanoche en el campo al contarle su historia, que ella misma decidió noincluirestelugardurantesuestadíaenItalia.Pensóquelaapenaríamucho.Maríahabíasidofelizallíperoalgo lehabíadestrozadosucorazón;sinembargoallíestaba.Había llegado, sinsaberlo,hastaelpuertomismoyahoraestabaenmediodeesasaguasazulesque ladejabansinaliento,yLuciano... que se había aparecido como por arte de magia, en distintosmomentos,enlossitiosmenosesperados.Esehombreaquienjamáshabíabuscadoperoquesiempresehabíacruzadodeunaformaodeotraensuvida.Ladejabasinpalabras,ladesarmaba.Noeradueñadesusactos.
Capítulo14Las aguas del golfo deNápoles bañaban la península de Sorrento. El
paisajeparecíauncuadropintadoconacuarela.Enplenorecorrido,Clarapreguntóotravezhaciadóndesedirigían.–Hacia la costa amalfitana, ragazza, Positano. Estamos entrando en el
GolfodeSalerno.¡LedaremoslaespaldaaNápoles!–dijoriendo.Estaba cayendo la tarde. El sol eramuy tenue en esa época pero sus
rayos débiles parecían hilos de brillo que caían sobre ese lugar deensueño encaramado entre los acantilados. Situada en la montaña einmersaenunapintorescavegetaciónmediterránea,Positanoconformabaun cuadro impactante para los ojos. Sus casitas de colores, que sederramabanhaciaelmar,parecíanlaescenografíadeuncuento.Claranotóqueelmotorcomenzóaralentarsuvelocidad.Lucianotomó
el timóne inicióunamaniobra.Sedirigíanhaciaunazonaunpocomásalejadade lacomuna.Unpequeñomuellenacíadeentre lavegetaciónyallí, ganando un poco más de altura, se asomaba en la montaña unaincreíbleedificación.Noeraellujo,sinoelencantoqueejercíaenquienlamiraseloquellamólaatencióndeClara.–Eshermosa,Luciano... ¿Vives aquí? –preguntó, casi sin alientoy sin
dejardeobservaresamagníficaconstrucciónqueteníadelantedeella.–Cuando puedo, sí. Es mi lugar en el mundo, Clara, pero no puedo
permanecertodoeltiempoaquí,comomegustaría.–Tienesestoynolopuedesdisfrutar...–dijoella.OtravezlaspalabrasdeClaratuvieronelefectodeunrayo.–Escierto.Tengocasitodoperodisfrutopoco...–dijoLucianopasando
sus dedos por la frente deClara.Ella sintió que algo nomarchaba bienperoprefiriócallarhastaqueélselodijera.Subieronunaanchayrústicaescaleradeingresoqueseencontrabaauncostadodelacasa.Atravesabancentenares de flores multicolores y cada tanto debían despejar de sucaminolastupidasramasquecaíansobresuscabezas.Atrás,seescuchabael suave golpeteo de las olas. Clara, al darse vuelta para mirarlas, seencandilóconesereflejotanextrañoybelloqueproducíaelsolalcaerenpicadaenesasaguastanazules.–Es imposiblevivir la realidadaquí–aseveróClaraenvozalta–.Este
lugarpareceencantado–agregó.
Luciano se quedómirándola. Ella tenía razón.Almenos él no estabaviviendo la realidad. Se aproximaba su boda con Ángela y ya estabasegurodequenoeraaellaaquienamaba,perotampocopodíadestruirleel corazón. Lo había acompañado toda su vida, prácticamente habíancrecido juntos en el mundo de los barcos, habían compartido buenosmomentos,porquénegarlo...peroClara,Claralehacíaperderelcontrolsobrelascosas,sobresumente,sobresucorazón.Al abrir la gran puerta de ingreso, a Clara la envolvió una calidez
inexplicable. La casa era grande, pero con los espacios increíblementeacogedores. Un gran ventanal sin cortinas permitía observar el mar entodasudimensión.Quedócomoextasiadaalvereseinmensopaisajequeparecíadevorarla.–¡Luciano–exclamó–,estoesmaravilloso!Éllaobservaba.Observabasusgestos,susexpresiones,sucuerpo.Ella
lollevabaconlafuerzadeunaolahaciaalgúnterritorioquejamáshabíaexplorado antes de conocerla. Lo hacía despegar de la tierra y volver,pero también comprendía que su vida, desde ese momento, sería unmartirio. Debía decirle lo de su boda y no sabía cómo. No podía, noquería.Definitivamenteeraaaquellamujer,quehabíavenidodelotroladodelocéano,aquienamaba.Sinquesedierancuenta,lanocheyahabíacaídoenPositano.–Nocenamostardeaquí,enItalia,asíqueprepararéalgoespecialpara
ti–dijoLuciano.Enlacocina,comenzaronunarutinaqueparecíacompartierandeaños.–Tededicaréunaensaladadepulpoalagenovesa–dijoexultante.Sacóde laheladera loqueClara entendió eranpapas, judíasverdesy
luego algo que enseguida se delató como pesto, por su olor. En pocosminutos saborearon una exquisita cena que pareció transcurrir ensegundos pero que en realidad había llevado casi una hora y media.Perdíanlanocióndeltiempocuandoestabanjuntos.Lacasateníaunaampliaterrazacolmadademacetonescolorterracota,
llenos de flores, de esas que nacen sólo en invierno. Estaba frío peroigualmenteClaranopudo resistir la tentacióndesaliryverPositanodenoche. La vista desde allí era algo que no tenía comparación.Miles delucecitas incrustadas en la montaña parecían luciérnagas que hacían suvuelo nocturno y el mar... el mar parecía sucumbir ante la luna que,imponente,sereflejabaeneseespejoinmenso.
Claracerrólosojos.Algoallílatrasladabaarinconesdesualmaqueaún desconocía. Sintió los brazos deLuciano que la envolvieron. Sintióque su sangre hervía cuando esas manos comenzaron a recorrerla. Losintió.Sediovuelta.ElrostrodeLucianojamásperdíaesaserenidadquelacautivabaperosusojos...esosojosteníanlafuerzadeunhuracán.Esosojosladevoraban.Esosojoscolordelamiel,queconsóloconmirarlalehacíanbajarlavista.–Bésamecomo lohiciste enelmuelle,ragazza.Bésame sin detenerte.
Hazmeprisionerodetusinstintos.–Fuistetúquienmeseparódetiaquellavez–respondióClara.–Aquellavez...sentímiedo–dijoélsusurrando–,miedoante laverdad
quesemerevelaba.Medicuentadequeteamabaydequeyanopodríacambiar este sentimiento –le confesó mientras desprendía de a uno losbotonesdesucamisa.–No debes cambiarlo, sólo sentirlo y vivirlo, Luciano –dijo Clara
tratando de mantener la cordura que ya evidentemente quería perder alsentirquelosdedosdeLucianoseacercabanasuspechosturgentes.“Sí, debo cambiarlo... debo cambiar esto que siento, sufrirás si no lo
hago,amoremio”...,pensóLuciano,peroelimpulsodebesarlafuemayory la besó con desesperación, perdiendo toda la serenidad que locaracterizaba.ElcieloenPositanoeraunmantocolmadodeestrellasylalunaeratan
grande,tanredonda,queparecíacaerasuencuentroamorosoconelmardeunmomentoaotro.Claranoteníamásnocióndeloquesucedíaasualrededor.Uncalorquenacía en suspartesmás íntimas la invadíahastaquemarla. Le pertenecía a ese hombre. No tenía más dudas. Aún noconocíatodasuvidaperoeraconélconquienqueríaestarelrestodesusdías.Él la seguía besando; ella sentía su lengua comoun látigo.Era unviaje sin retorno... y así pasaron las horas nocturnas. Se amaron conternura. Se amaron sin conciencia. Se amaron con sus cuerpos,devorándose,disfrutándose...yseamaronconsusalmas.Elsonidodelasolasacompasabasusjadeosysusmovimientos.Seamaroninfinitasveces.SeamaronenPositano.Ellunesporlamañana,muytemprano,emprendieronelregreso.Antes
de zarpar, Clara aprovechó y tomó una fotografía de Luciano junto alDesiderio.Élhizolomismo,altiempoquedecía“misdosamores”.Desprenderse al llegar a Nápoles tuvo para ambos un sabor amargo.
Para ella, porque esperaría con ansia el próximo encuentro y ya estabasintiendonostalgiayLuciano,porquesentíaquesucorazónempezaríaahacersetrizasdesdeesemomento.El regreso en el Desiderio con las primeras luces del alba que
encendían esemar, ibagrabándosepara siempre en las retinasdeClara.Llegaronal lugardedondehabíanzarpado,elmuellequeerapropiedaddelosD’Incarzioli.Unapersonalosestabaesperando.Lucianolaayudóadescenderylaacompañóhastaelvehículoquelosaguardaba.–Continuaráselregresotúsola,amoremio.Yodeboquedarmeaquípor
unashorasmás;menecesitan, perono tengasmiedo, he arreglado todoparaqueestéssegura.LehepedidoaEzequielquepermanezcaenRomahastaturegresoparaquepuedaacompañartedesdeelaeropuertohastalamisma universidad. Llegarás algo retrasada pero llegarás –le dijotranquilo, con la seguridad de quien tiene todo previsto y organizado.AntesdequeClarasubieraalautomóvil,larodeódelosbrazos:–NoestaréenItaliaporunosdías;deboviajar.Desdehoyalmediodía
estaréenLubiana,enEslovenia,peroescúchamebien,tieneselnúmerodeEzequiel y cualquier cosa que llegaras a necesitar, sólo debes llamarlo.Estaremosjuntosenquincedías,Clara.Yonoteperderé.Erestúelamordemi vida. ¿Escuchaste bien?, esto es lo único que debes recordar parasiempre.EsaspalabrassonaronextrañasaClara,peroloamaba,loamabatanto
que no podía pensar las cosas con serenidad ni tomar distancia de loshechosqueacontecían.Loesperaríaporquesóloqueríaestarconélyconnadiemás.–Ezequieltetraeráderegresocuandoleavisedemiretorno.–¿MellevarásaPositano?–Adondetúquieras,miamor.–Sí,llévameotravezaPositano,enelDesiderio–Clarariosuavemente
yescondiósucabezaenelpechodeél.–Adondetúquieras,miamor–repitióLucianoylaabrazóconternura
infinita.–Luciano...,necesitosaberalgo:¿porquéllorabasenlaFontanaeldía
quenosvimosporprimeravez?Él le acarició el cabello.Aún lamantenía rodeada con sus brazos.Le
tomósucabezaylaapoyócontrasupechonuevamente.Suspiróprofundo.
Luegolamiró:–Tecontaréamiregreso–fueloúnicoquedijoalrespecto.Despuésse
dirigióalhombrequeseencontrabaapocosmetrosapostadoenelauto,esperandoconlapuertatraseraabierta:–Cuídala por favor –le ordenó– y la dejas enmanos de Ezequiel, en
Fiumicino,élyasabequéhacer.Sefundieronenunúltimoabrazo.Sebesaronconpasión.Sobraronlas
palabras...
Capítulo15–Fueronlosdíasmásfelicesdemivida,Dona–confesóClaramientras
recorríanlaViadell’Antiquariato.–¡Hace cinco días que me cuentas lo mismo! Me convenciste: estás
enamoradísimadeLucianoD´Incazioli.–Tienes razón –dijo Clara y rieron juntas, mientras pedía a un
transeúnte que les tomara una fotografía en ese lugar tan particular deRoma.Ese fin de semana se hizo largo para Clara. Donatella la invitó a
caminarporlazonadelForoImperial.LlegaronaunmiradordespuésdepasearporlaPiazzadelCampidoglio.DesdeallíteníanunavistaúnicadelForo.Clara trataba de ocultar su tristeza porque esperaba, almenos, unllamadodeLuciano.–Imagínateestaescenahaceaproximadamentedosmilaños–dijoDona
conlosojoscerrados–:lagenteyendoyviniendo,haciendosuscompras,buscandonoticias,viniendoalaplazaaencontrarseconamigos,mujerescon túnicas, doncellas caminando con delicadeza, esclavos, gladiadores,soldados...–¡Cuántashistoriasdeamorsehabrántejidoaquí!PiensoenJulioCésar
yenCleopatra–dijoClarariendo.Donatellaabriósusojosyexpeditivaagregó:–También Cleopatra tuvo su desilusión... toda la vida esperó una
decisióndeJulioCésar,amiga...peroélsemurió...ÉstavezClaraintentóreírperonopudo.Sehizounsilencioabsolutoy
ambas decidieron emprender el regreso. Caminaron por Via del Corsohasta llegaraPlazaSpagna.TomaronelmetrohastaValleAurelia y allíabordaron el tren con dirección Viterbo Cesano. Luego esperaron elautobúsque las llevaríahasta laViadellaLucchina.Allí,Alessandro lasaguardabaconlatanansiadapasta.Llegaron,aúncomentandolabellezaylahistoriadelForoycomenzaronaponer lamesacuandoelsonidodelteléfono interrumpió la charla familiar. Donatella atendió, mostrandoalegríaalprincipio,perosu rostrocomenzóacambiar.Susemblante setransformó. Pidió con una seña aAlessandro que apartara un instante aClara.Élentendióquelascosasnoestabanbien.–Pon estos platos sobre la mesa, chiara, io llevo il vino –le dijo
intencionalmente. Luego observó aDona colgar el teléfono, tratando almismo tiempo de secarse las lágrimas. Donatella respiró profundo yllamóaClara,mirandoaAlessandrocomoparabuscarfuerzas.–Caramia,vieni....Clara la miró y al instante comprendió que le anunciaría una mala
noticia. Sintió escalofríos en su cuerpo. Donatella le tomó sus manosmientras trataba desesperadamente de encontrar las palabras paracomunicarlelahorriblenoticiaquehabíandadounmomentoantes.–Dímelodeunavez,Dona–dijoClara,sinrodeos.–Caramia...creoquedebesregresardeinmediato.Quierodecir...debes
regresaratucasa.Es...tuhermano.–¡¿Sebastián?!, ¿qué sucede con él?, ¡dímelo por favor! – suplicó con
desesperacióneimpaciencia.–Loencontraronenelcampo....Donabajólacabeza,tratandodeencontrarfuerzasparacontinuarpero
Clara no necesitó más aclaraciones y desconsolada rompió en llanto.Alessandrolatomóporloshombrosylaayudóasentarse.–¿Quésucedió?–insistióentrelágrimas.Suamiga,tratandodedaruna
tranquilidadficticiaalasituación,tratódehablarleconserenidadporquenosabíapordóndecomenzar:–Hubo algunos problemas estos últimos meses en tu pueblo; la
situaciónesmuydelicada.Latuamamamehacontado,entresollozos,quemuchoscamposdellugarseinundaron...–¿¡Qué!?–preguntóClaraexaltada–.¿Inundados?¡Imposible!¿Quéme
estásdiciendo,Dona?–siguiópreguntandoincrédula–;no,esimposible–repitió–.Soncamposaltos,elaguanopodríallegarnuncaaBunge...pero–se tomó la cabeza con las manos–, ¿qué pasa con mi hermano?, ¿quétienequeverlainundación?¡PorDios!,díganmequéestásucediendo.Noentiendo.¡Debohablarconmimadreahoramismo!–No. Aguarda. Siéntate, querida... por favor –le pidió Dona tomando
valorysecándoselaslágrimasanteelpanoramaquepreveía:–Caramia...séqueesdifícilperodebodecirteloquetuamadreacaba
de contarnos –y con serenidad comenzó–: Desde hace unos meses, lasituación comenzó a complicarse porque llegó una inundación a tupueblo, sobre todo a los campos; el de tu familia no estuvo exento;lamentablemente también fue afectado. No puedo darte más detalles, no
entendí bien el idioma, pero tampoco quise preguntar más porque tumadre no podía hablar. Estaba muy acongojada... –hizo una pausa paratomaraireycontinuó–:tuhermano,Sebastián,noresistióy...–buscóconlamirada aAlessandro para no quebrarse ante el profundo dolor de suamiga–loencontraronahorcadoenungalpóndelcampo...Clara se llevó lasmanos a su boca, espantada ante lo que acababa de
escuchar.Sehizounhondosilencio.–¡¿Por qué no me dijeron nada?!, ¿por qué me ocultaron lo de la
inundación?,¡¿porquénomeconsideran?!,¿¡quélespasóamispadres?!–reclamómostrandoenojoenmediodesupena,sintiendoqueelcorazónseleoprimía–,¿ySebastián?,¿quéhizo?,¡porDios!,¿porqué?–yrompióenllantonuevamente.–Clara,amicamia...–dijoDonatellatambiénconlágrimasenlosojos–
teayudaremosaemprenderel regresocuantoantes.En loposibledebespartirhoy.Iremoscontigohastaelaeropuerto–ledijo,yluegolaabrazóconelafectomáspuro.ElcaminohaciaFiumicinofueeternoparatodos.Laspalabrasestaban
ausentes.Sobraban.Claraibaconsucabezarecostadasobrelaventanilladel auto.De a ratos rompía en llanto, de a ratos entraba en unmutismoabsoluto. Donatella y Alessandro trataban por todos los medios deacompañarlaenesemomentotanduroeincomprensible...perosabíanqueseríamásangustianteaúnloquequedabaporrecorrer.ClaradebíapartirdeItaliadelaformamenosesperadayquerida.Dejabasussueños,dejabasu amor... su único amor, aunque no sabía nada de Luciano desde hacíaunos días.Desde su despedida en Positano no se había comunicado conella.Faltabandosdíasparaelviernesenquedebíanreencontrarse.Ellaloshabíacontadounoauno.Lucianolehabíaprometidoencontraseenquincedías;repetiríanelmágicofindesemanaenPositano.Esperó...yesperóelllamadodeEzequielque laacompañaríanuevamentehastaNápolesperotampocoéllahabíallamado.Leresultabaextraño...Yonoteperderé.Erestúelamordemivida.¿Escuchastebien?,estoes
loúnicoquedebesrecordarparasiempre.Las palabras de Luciano, aquella vez en los astilleros, giraban en su
cabeza,incesantes,peroahorasemezclabanconelllamadodesumadre,con el dolor que sentía en su pecho oprimido, con su hermano... y laslágrimasbrotabanunayotravez.El momento de la despedida fue de una angustia y de un dolor tan
profundosquetodossintieronelcorazónhechotrizas.DonatellaabrazóaClarayledijoaloído:–Recupérate... porque tarde o temprano volverás por lo que es tuyo,
amicamia...Sedespidieronensilencio.Clara, sola y vencida, sin fuerzas y con los ojos hinchados de tanto
llantoabordóelaviónquelallevaríadenuevoalaArgentina.Tomósinmirar, casi sin pensar por qué lo hacía, un periódico que se encontrabaapiladojuntoaotrosadisposicióndelospasajeros.Seubicóenellugarquelecorrespondía;seabrochóelcinturóndeseguridadyaldarvueltaelCorriere para acomodar sus cosas, leyó un nombre que le paralizó susentrañas:entrelostitulares,unoanunciabalamajestuosabodadeLucianoD’Incarzioli, elmagnate de los astilleros, conÁngelaBattenti.No pudocontinuarleyendo.Sintióquelavistaselenublaba,queelairenollenabasus pulmones y que un zumbido se apoderaba de sus oídos. Creyó queestabasoñandoyqueyadespertaría...No,noeraunsueño.Sintióquesuvidaterminabaeneseinstante.Elavióndespegóenunafríaytristenocheromana.
Capítulo16EmilioV.Bunge,ProvinciadeBuenosAires.
Febrerode2000.
EnelcaminoderegresodesdeelaeropuertodeBuenosAireshastaelpueblo, la tensión ganaba, de a ratos. Todos querían encontrarexplicaciones. Clara, en silencio, reprochaba inconscientemente a suspadres la muerte de Sebastián; los culpaba también de que a ella leocultaranaellalaterriblesituaciónquehabíanestadoatravesando,quizáhubiera regresado antes y Sebastián no hubiera tomado semejantedecisión.Sumadretratabadeexplicarqueladecisióndesuhermanohabíasidocomounmazazoparatodos;jamáslohubieranesperado.Supadreserecriminaba el nohabermostradomás fuerzas ante suhijo... Sea lo quefuere, era tarde; Sebastián ya no estaba y ahora todos tendrían queencontrarlaformadeseguiradelante.Clarasesentíaenel infiernomismo.Aúnnoentendíadel todo loque
lestocabavivirporesashoras.¿Podíaunserhumanopasartanrápidodelparaíso al infierno?, un par de meses atrás su hermano abrazándola,diciéndole que era feliz porque ella cumpliría su sueño y ahora estabamuerto.Unosdíasantes,habíavividolosmomentosmásmaravillososdesuvidajuntoasuamor,eseamorqueahoraestabaaunpasodecasarseconotra, tan lejosde allí. ¿Porquéeldestino se ensañabadeesa formaconella?Nuevamenterompíaenllanto.Inconsolable.
Capítulo17En la mañana del viernes, muy temprano, el sonido del teléfono
despertóaEzequiel.–¡Portodosloscielos!,¿adóndeestás,Luciano?,¡¿estásloco?!Tienesel
casamiento encima, la casa está patas para arriba. No puedo frenar aÁngelaquevieneacadaratoadejarpaquetescomosinadapasaray,–¡Basta tío! –cortó Luciano– aún estoy en Eslovenia, pero ya me
encuentroenDivacha.–¿Divacha?,¡¿estásenlafrontera?!¿Quéhacesahí?¿esaesunaantigua
estacióndetren,verdad?,¿Porquénovienesenavión?Divachaeraellugarindicadoparaescapardealgo...odealguien.Una
pequeña estación de tren, simple, bella, solitaria... a una horaaproximadamentedeLubiana,lacapitaleslovenayadiezkilómetrosdelafronteraconTrieste,enelnoresteitaliano.–Tranquilízate.Estoybien–dijoLuciano,buscandocalmaraEzequiel.–¡¿Cómoquieresquemetranquilice!?Tevas,nollamas;comosifuera
poco,tecasaslasemanapróxima...,y¿pretendesquemetranquilice?–Notepreocupes,entraréporTrieste.Tomaréeltrenenunosminutos.
YagregóenuntonoquesonódistintoaEzequiel,totalmenteajenoaquienestá a punto de casarse, haciéndole recordar cuando era pequeño y lobuscabaparaencontraruncómplicealplanearalgunatravesura:–Tío, apenas llegue te avisaré, pero no digas a Ángela que te
comunicasteconmigoo,mejor,dilequeestoybienperomuyocupadoyque,–¡Luciano!–cortóEzequiel–noséenquéandasperoserámejorqueseastúquienarregleestasituación.Estonoterminarábien–
sentenció y cuando se disponía a contarle acerca del llamado que habíarecibidodeDonatella,Lucianolointerrumpió:–Ezequiel,loúnicoqueséesquequierollegarcuantoantes,yescapar
enelDesiderioaPositanoconChiara,miúnicoyverdaderoamor...Sinembargo,enseguidacayóenlacuentadequeEzequielestabaenla
casadeSorrento,ynoenRomadondedebíaacompañaraClarahaciaelaeropuertocomolaúltimavez...–¿Quéhacesallí,enlacasa?,¿porquénoestásenRoma,tío?,¡¿porqué
no estás con Chiara?!, hoy era el día fijado para reencontrarnos, yo di
todaslas indicaciones,¿quéocurre?–preguntóexaltado,sintiendoqueelcorazónseleaceleraba.–Cálmate, Luciano. Trata de venir cuánto antes porque Chiara partió
anoche para Argentina. Te explicaré apenas regreses. Arrivederci caromio.Ezequielprefiriónocomentarporteléfonolosucedidoalnotareltono
impacientedeLuciano.Cortólacomunicaciónytomórealconcienciadelproblemaenelqueesemuchacho,queélqueríacomosifuerasuhijo,sehabíametido.La suerte estaba echada.Lo único que quedaba era que secasaraytrataradeolvidaraesaargentinaquelohabíaenloquecido...“Dio!... ¿porqué losD’Incarziolinopueden ser felicesdeunavez!?”,
suplicóenvozalta.YllamóaGiannaparaqueretiraralospaquetesdelasalaprincipalantesdequelosvieraLuciano.DesdeDivacha,ydurantetodoelcaminoderegresoaNápoles,Luciano
intentó en vano comunicarse con Chiara. Sentía que iba enloqueciendo.¿Qué había pretendido al no llamarla?: ¿pensar?... ¡qué estupidez! “DebíllevarlaconmigoaEslovenia.Hesidouncobarde”,serepetíaunayotravez. Se cubrió el rostro con sus anteojos oscuros para disimular laslágrimasquepujabanporsalir.Alcabodeunashoras,pudoreencontrarseconEzequiel.Loabrazócomounniñoapenaslovio.–Figliolomio...¡ tienesunaspectofantasmal!Debescalmarteahora,yo
tecontaré.Luciano dejó caer su bolso. Pasó susmanos por su cabeza, estirando
haciaatrássucabelleracomosiquisieradespejarsumenteparaentenderloqueestabapasando.Setirósobreelgransillónybuscósumaramado.Ese mar en el que siempre intentaba encontrar respuestas. Ezequiel lecontóloquelehabíarelatadoDonatellalanocheanterior.ApesardequeClaralehabíaprohibidoabrirlaboca,Donatellacreyó
queinformaraEzequieldelosucedidoseríalomásconveniente.SibienellatampocoentendíalaactituddeLucianodenocomunicarseconClara,pensóqueéldebíasabersobrelatragediaquehabíaocurridoenlacasadelosFerrer.Luciano escuchó cada palabra. Sintió que el mundo caía sobre su
cabeza...yEzequiel,porprimeravez,nosabíacómoayudarlo.“Carinamia...carinamia”...susurrabaLucianoconlavozentrecortada.
Mientrascaminabadeunladoaotro,inquieto,nervioso,conelpuñodesumano cerrado como si quisiera contener su ira, su impotencia ante la
imposibilidaddevolvereltiempoatrás,suarrepentimientopornohaberhecholascosasdeotromodo.–¡Qué he hecho tío!, ¡nada!, eso he hecho: ¡nada! –repitió con
vehemencia–. ¡Amo a esamujer!, jamás sentí con alguien lo que sientocuandoestoyconella.LaviaquellavezenlaFontanaynuncamáspudesacarla demi cabeza...Y cuandome besó tío –dijo cerrando sus ojos yapretandosuslabios–,cuandomebesóenelmuelle,enGénova,supequenopodíavolverconÁngela...losupedesdeaqueldía.Bajó la cabeza para ocultar la humedad que iba ocupando sus ojos.
Ezequiel reconociópara sí que era la primeravezqueveía quebrado almuchacho. No era el que estaba acostumbrado a ver: fuerte, audaz,inquebrantable, intrépido, decidido, el que sabía salir de todas lasdificultades.EsteLuciano estaba vencido, desorientado, sin voluntad.Lotomódelbrazoydandounapalmadaensuespalda,loatrajohaciaélyloabrazócomosi fuera supadre.Luciano,quedeafectospoco recordaba,rompióallorarcomounniño...–Sóloentiestáladecisiónfigliolomio–dijoEzequielconlasabiduría
quelocaracterizaba.–Sé dónde encontraré la respuesta, Ezequiel –respondió súbitamente
Luciano.Ezequiel notó que estaba actuando de forma impulsiva al verlo que
tomabasuabrigodelanabeigedeunmanotazo.–¿Adónde vas?, ¿adónde vas? –preguntó alzando la voz mientras
Lucianosealejabahacialapuerta.–¡Porfavor!,tencuidado–lepidió.–Haréloqueteníaplaneado,tío.Necesitohacerlo.Necesitorecorrerese
caminoaunquesólolleveaClaraenmispensamientosyenmicorazón...porqueellaestáenmicorazón,yaestardeparasacarladeahí.–Clarasefue,Luciano,esaeslarealidad.Tecasasenunosdías.¡Ángela
notieneideadeloqueteestásucediendo!¡Detente!,ydeténestasituaciónqueteharádañoati,antesqueanadie.¡Quéconfundidoestás,hijomio!,¡sipudieraayudarte!–peroLucianoyanoescuchólasúltimaspalabrasdeEzequiel.Salió como una ráfaga, se subió a su auto y partió con rumbo a
Nápoles. En pocos minutos, ya se encontraba en la zona del puerto.RecordóeldíaquehabíallegadoconClara,laprimeravez...Aellaalgole
había llamado la atención pero no habían tenido todavía el tiempo parahablar.Clara...siempreClaraensuspensamientos.Llegóasusastillerosehizolarutinadesiempreparael ingreso.HabíadispuestodesdeLubianaqueprepararanIlDesiderioparazarpardesdeallíynodesdeelmuelledesu casa.Quería repetir cadaminuto vivido conClara; sin embargo, quédistintaeralasituaciónahora.“Estará pensando que la he olvidado. No puedo llamarla, no querrá
atenderme.¿Quéexplicaciónledaría?¿YÁngela?,¿quéhagoconella?”...Su cabeza giraba en un mar de preguntas sin respuestas. Bajó de suporscherápidamente.SaludóaquienesencontróensucaminosyabordóIlDesiderio.Suestadodedesesperacióninterioreratalquezarpósinhacerel rol de navegación. Sólo necesitaba alejarse de todos. Sólo necesitabaescapar.SólonecesitabaaClara...
Capítulo18EnlacasonadelosFerrertodoeradolorydesolación.Claranoasumía
el hecho de haber sepultado a su hermano. Sebastián había sido unreferenteparaella,sucompañerodejuegos,suconfidente,elquesiempreteníaunasoluciónparacadaproblema...Elsilencioenesasalaeraensordecedor.CuandoestabaenItaliahabía
pensadoenvolveralcementeriodelpuebloparavisitarasuabuelaMaría,peroahoraodiabaeselugar.Se sentaron los tres para compartir un café y tratar de hablar. En ese
mismo lugar donde solía estar toda la familia compartiendo buenosmomentos, anécdotas, charlas interminables con amigos, guitarrasacompañandochacarerasyzambas;sinembargoahora...tantaspreguntaspasaban por la cabeza de aquellas tres personas.Clara trataba de buscaralgunaexplicaciónlógica–¿latenía?–ysuspadres,desgarrados,débiles,indefensos,expuestosatodo...Teresarespiróprofundoytomólamanodesuhija:–Queridamía...eltiempotranscurridohasido...tandifícilparanosotros
–la mujer bajó la cabeza y tomó aire como para recuperar fuerzas ycontinuar:–Hace unosmeses comenzó a expandirse el temor de una inundación
entre todos losproductoresde lazonanortedeBunge.Decíanqueen laciudad de Jovita habían desviado el curso del ríoQuinto haciaSerrano.Las lluvias fueron tan intensas que desbordaron las lagunas y el aguacruzóhaciaelnortedeCharloneycomotodorío,siguiósucurso...yfuehaciaelnortedeBunge.Claraunía loquesumadre leestabanarrandoalpaisajedesoladoque
había observado durante el viaje de regreso e iba tratando de entender.Notaba a su padre, sentado junto a sumadre, como si no supiese dóndeestaba.Sebastiánerasuúnicohijovarón.¡Cuántasilusionesdepositadasenél! Quizá nunca imaginó que su hijo fuera capaz de semejantedeterminación.¿Sentiría culpa por haberlo sobreestimado y pensar que llevaría con
fierezalasituación?,¿quépasaríaporlacabezadeesehombreahoraqueescuchabaelrelatodesumadre?“¿Podremossalirdeésta?”sepreguntabaClarasintiendounayotravez
unnudoenlagarganta.Sumadrecontinuó:–FinalmenteseprodujolallegadadelríoQuinto.Fueterrible...Teresaluchócontralapelículaquepasabaporsumentealrevivirtodo
aquelloycontinuó:–Controlábamoslainmensamasalíquidaquecadavezseacercabamás
y más. Las aguas avanzaban y llevaban todo lo que había. Eldesplazamiento no era sereno, al contrario, asustaba el ruido que hacíamientrasganabaterreno.Clara observaba cómo esas imágenes de terror se reproducían en los
ojosdesumadre,rebasadosporlaslágrimasalrecordartodoaquello.–Encincodíascubriótodoelcampoysellevótodo:lasojalistaparala
cosecha, las pasturas, las alfalfas, en fin, la destrucción fue total...Recordarlomeparteelcorazón–dijoTeresaytomófuertelamanodesuesposo,buscandoconsuelo.–Mamá, no tenés que seguir si no querés, ya demasiado daño ha
causadotodoesto–dijoClara,sinsoltarlamanodesumadre.–No, hija, debes saber todo –y retomó el relato–: puedo escuchar
todavía la llegada del ríoQuinto. Era un ruido que asustaba. Las aguasavanzaban con fuerza.Nos dejó todo el campo como un río que corríaembravecido y caudaloso. Los terneros nadaban, debíamos caminarsiempre con botas por miedo a las ramas, las espinas, los alambres.Queríamossalvar lasherramientasy llegarhastaelgalpónpero ¡cuántosacrificio!, porque el agua me sacudía y me desplazaba hasta losalambrados.Elesfuerzoporsalvarloinsalvableeracotidiano.Losviejoshabitantesnopodíancreerloqueveían.Tantopenarporlas
lluviasque siempreeranescasas, ahora llorar alver loscampos fértilesconvertidosenlagunas...TuvimosquellevarlasvacasapastoreoalcampodePedroVelázquez, quenos alojó conmás cariñoquepasto.Las callesvecinales eran brazos del río que desbordaban agua sobre todas lasparcelas vecinas. Nuestro campo pasó de ser tierra fértil a una lagunahabitadapornutrias,gaviotas,cisnes,patosquesecomíanlosgranosdesoja. Las pérdidas fueron terribles. Tratar de recuperarnos no fue fácil.¡Solamente el Señor sabe las penurias pasadas, querida mía! –y laslágrimas le ganaron–, ¡hasta los árboles que habíamos puesto con tantoesfuerzosesecabanporlagrancantidaddeagua!Ahora, recién después de varios meses podemos volver, o al menos
intentarlo con los pocos animales que quedan; sin alambrados, porque
hastaesonosdestruyóelagua.Sehaconsultadoaexpertoseingenierosysegúnellos,esunproblema
queseráirrepetible.DesdeentonceselcaucedelríoQuintoesnormal,a150 kilómetros de nuestro campo. En medio de todo este dolor... –dijobajando la cabeza y apretando sus manos contra el pecho que sentíadespedazado– Sebastián...No sé qué pasó con tu hermano; con tu padresentimostantaculpa.¿Quéesloquenosupimosver,hija?Claraleshabló,alosdos,enmediodeundolorqueparaella,también
eradesgarrador:–Hansidoexcelentespadres.Noshanenseñadotodo,mamá.Sisabemos
loqueesunafamilia,esgraciasaustedes,alaabuelaMaríaquevinodeItalia con nada, sólo con la necesidad de sobrevivir, y salió adelante apesardetodo...dejandotodo,conelcorazónensusmanosdetantodolor,de tantodesprendimiento,de tantas cosasqueridasquequedaban lejosy,sinembargo,salióadelante,mamá.QuizáSebastiánnosoportóver tantapérdida.Élhaestadomásqueyoeneltrabajodiariodelcampo,talveznopudo soportar verlos sufrir, que día a día perdieran algo más. Tal vezdebamos perdonarnos todos; yo también sentí mucha furia cuando meenteré,tarde,delasituación.Hubieradejadotodoenseguidaparaestarconustedes... pero también ahora los comprendo y sé que no fue por notenermeencuenta,sinoporqueestabanevitandoqueseinterrumpieramisueño.Lohicieronporqueustedes dos –dijo rodeando con sus brazos asus padres– tienen un corazón grande, tan grande que los ayudará asobrellevar este dolor que nos hace trizas a todos.Yo también perdí unhermano –sintió que el llanto la ahogaba–, yo también perdí y sinposibilidaddesoluciónalguna,peroseguimossiendounafamilia.Somoslos Ferrer. Saldremos de alguna manera, con Sebastián que estaráacompañándonosdesdeelcielo.Sólohayquepedirfuerzasytiempoparaquepodamoscomprenderloquenoshasucedido,esoesloquejustamenteahoranopodemoshacer–dijo recordando tambiénenalgún lugardesumenteaLuciano,queestabaadíasdecasarse...¡yselohabíaocultadotodoeltiempo!
Capítulo19–Gianna! –gritó Ezequiel mientras salía apresurado del escritorio de
Luciano para ir hacia la cocina– ¿has recibido alguna llamada deLuciano?,yatendríaquehabersecomunicado.Si bien Ezequiel sabía que el muchacho había salido como loco al
enterarsedequeClarasehabíavueltoalaArgentina,noeranormalqueno se comunicara cuando salía a navegar. Ezequiel sabía que Lucianodebería haber tomado una decisión. Le reprochaba esa actitud. No eracomún en él actuar de esa forma. Se había equivocado al no frenar lascosasatiempo,alocultaraClaralaexistenciadeÁngelayalnodecirlaverdad a esta última. “Pobre mujer” –pensaba– “sigue organizando suboda”.LoqueEzequielnosabíaeraqueClarayasehabíaenteradoydelapeor
forma, de que Luciano se casaba en pocos días, y que ella no pensabavolverjamásaItalia.–Señor, quizámi Luciano se fue a la casa de Positano. ¡A él le gusta
tantoeselugar!–dijoGianna,queconocíaaldedilloalúnicoD’Incarzioliquequedabavivo.–No, Gianna, no es eso. Hay algo que no me gusta –dijo Ezequiel,
ocultando a la mujer la verdad de lo que había ocurrido, para nopreocuparla aúnmás.Ya no era lamismade antes: ágil, joven, llena deenergía...losañoshabíantomadocuerpoenesamujerquehabíadedicadosuvidaa cuidar a losmiembrosde la familia, especialmenteaLuciano,quehabíaperdidoasumadre,luegoasupadre,asuabuelodequienhabíasido, además, amigo entrañable. Luciano era todo para ella. No, no lapreocuparíaaúnmás.Ya era tarde. Llamó primero a los astilleros. Allí le informaron que
Lucianohabíapartidoefectivamentealahoraprevista,peroquenohabíahabladoconnadie.Traspasóapuradolazonadeingresoysóloselimitóasaludaralostrabajadoresqueenesemomentoestabanallí.–¿¡Perohizosuroldenavegación?!–preguntóexaltadoEzequiel.–Nosignore.Niente–respondierondelotrolado.Llamóentoncesalasoficinasdelaguardiacosteraylarespuestafuela
misma:–NingúnD’Incarzioli,niningunaembarcaciónIlDesideriohizosurol
denavegaciónsignore–respondieronterminantes.Efectivamente, en el horario aproximado indicadoporEzequiel no se
había recibido ninguna comunicación que detallaramatrícula del barco,cantidadde tripulantes,destino,horarioprevistode regreso...por loqueEzequiel comprendió inmediatamente que la situación no era halagüeña.SabíaqueLucianoeraimpulsivoaveces,quenadalodeteníacuandoalgose le metía en su cabeza. Había llevado la industria familiar a logrargananciasexorbitantes,peronoerairresponsable.Eraelúnicodueñodetodo,sabíamuybienquecadamovimientoenfalsoquedieseproduciríaconsecuencias desastrosas hacia abajo. De él dependían centenares defamilias.No,algonoestababien.Elsonidodelteléfonolosacódecuajodesusconjeturas.–Pronto!Chié?–preguntóEzequiel, exaltadopensando enquepodría
serLuciano.Luegoalcomprobarquenoloera,mirósurelojporqueleparecíatardeparaunllamado.Era el inspector Donni. Ezequiel no quiso comentar nada acerca de
Luciano,todavía.Prefiriósercautohastareportarsudesaparición.–Buonasera! Ezequiel. Sono Donni. Quisiera hablar con el signor
D’Incarzioli–Noseencuentra,Inspector,peropuededejarmeelmensaje.Donni sabía del lazo casi familiar que había entre el hombre y el
magnateperoigualmenteprefiriópasarsólopartedelainformación.–Mire,Ezequiel,estamossiguiendounalíneadeinvestigaciónsobreel
roboquesufrieronustedesenlacasadeSorrento.–Ha pasado tiempo, Inspector. Ya casi lo estamos olvidando –dijo
Ezequiel,unpocoenbromayunpocoenserio,marcandoapropósitosuactitudirónica.–No es fácil, Ezequiel. Comprenda que ha sido un plan de robo casi
perfecto. Por eso necesito intercambiar unas palabras con el signorD’Incarzioli.Porfavor,alsuoritornoledicequemellame,vabene?–Sí,Donni,por supuesto.Diosquiera seesclarezcapronto.Esocausó
muchodañoaLuciano.–Justamente... –hizounapausa– esa fue la intención,Ezequiel –dijo el
Inspector.–Buona notte! Donni –saludó Ezequiel, resignándose a que no iba a
obtenermásinformación.
–Adomani.Pasaron algunos minutos. Ezequiel llamó nuevamente a la guardia y
reportóladesaparicióndeIlDesiderio.
Capítulo20Luciano, agotado, se había adormecido en el compartimento de
tripulaciónmientraspensabaenelgravísimoerrorquehabíacometidoalno haber informado su rol de navegación y en cómo iba a hacer paradesistirdesubodaconÁngela.Habíasalidocomolocodelacasaluegodehablar conEzequiel, confundidoy cansado; angustiadopornopoderacompañaraClaraenelmomentotancruelporelqueestabapasando.Sesentía culpable por su actitud arrogante y cobarde.Aún sin que hubieramuertosuhermano,lahubieraperdidodetodosmodos.Nohabíatenidoelvalordedecirle laverdad.Habíapreferidoel silencio...mientrasella,seguramente,habíapasadocadaminutodecadadíaesperandounllamadosuyo.¿Porquénohabíatenidoelcorajeparadecirlequelaamaba?Ensuestadodesomnolencialasimágenesylospensamientossesucedíanunostrasotros.Sedespertódegolpealsentirunmovimientonohabitualenelbarco.Conelcorazónagitadonotóqueyaeranochecerrada,quehabíademorado más de lo normal en arribar a Positano. Se incorporósobresaltado y miró la brújula como primera medida. Con espantocomprobóqueestabamuerta.Comenzóaobservarasualrededoratravésdelosvidrios,mientrassubíaalflyadondeestabaeltimónexterno;desdeallítendríaunavisiónmáscompleta.Sediocuentadequenoreconocíaellugarydelasturbulenciasdelasaguasqueyaestabancasiembravecidas.Elvientohabíadejadodeserunabrisaparatransformarseenunaamenazaconcreta de alguna complicacióny las olas cobraban cada vez mayoraltura. Bajó nuevamente de un salto a la sala de tripulación. Comprobóotra vez el estado de la brújula pero ésta seguía igual. De repente, laembarcaciónquedótotalmenteaoscuras.Tomóunalinternaquesiempreestaba al alcance. No era la primera vez que atravesaba situacionesdifíciles en el mar pero algo así jamás le había ocurrido. A pesar delmiedoydeladesesperaciónalrecordarinvoluntariamenteasupadre,quehabía desaparecido en una situación similar, se propuso mantener lacalma; a pesar de todo... A oscuras, tanteando, encontró el chalecosalvavidasybalanceándoseselocolocó.Recordabaasuabueloquedesdepequeñolollevabaenesebarcotanqueridoysiempreledecíaquesinoseponíaelchalecoantesdezarpar,noabordaría.“Abuelo,acompáñameenésta”,suplicó.
Como el sistema de comunicaciones estaba muerto, verificó el deemergencia que ante este tipo de situaciones debía activarseautomáticamente;sinembargo,nolohabíahecho.Eralaprimeravezqueocurrían estos desperfectos. Las olas cada vez eran más altas y ya nopodríacontrolarlasituación.Estabasinmotoryaoscuras.Intentó,comopudo,operarelsistemahidráulico,únicaesperanzaquelequedaba,perofueenvano,tampocofuncionaba.“¿Dóndeestoy?Dioaiutami!”,pensóenEzequiel,laúnicafamiliaque
le quedaba y pensó en Clara... su verdadero amor. “Chiara... Chiara...amore mio, scusami. Scusami!”, gritaba mientras daba vueltas en elcompartimentointentandomilmaniobrasytratandodepensarcómoharíapara salvar su vida. Ya no había caso con el instrumental, ni con lostimones.Un fuerte golpe a estribor lo lanzó hacia al otro lado, golpeando
fuertemente con su cabeza.Sintióque el agua lo empapó.UnaolahabíaganadoelinteriordeIlDesiderio.“Chiara...amoremio”...fueloúltimoquepudoexpresar.–Nadierespondeaningunaseñalderadio,signore.Yasaliólaprimera
patrulla.Lomantendremosinformado–dijerondesdelapolicíaportuaria.–¿Pero hay tormenta en alguna parte, llegando a Positano? –preguntó
Ezequiel, aunque sabía que lo que estaba preguntando no tenía sentido.Aquellanoerazonadetormentas.“¿Dóndeestás,Luciano,quéhiciste?”.–No,signore.Noseregistrantormentasporlazona.–Manténganme informado. Algo ocurrió. Luciano jamás deja de
comunicarsecuandoestámaradentro.
Capítulo21Claracaminabaconsumadreporelcampo;ambasmirabanelpaisaje
desoladoyvacíoquehabíadejadolainundación.Lasdeudascadavezeranmás grandes. Se había perdido gran cantidad de animales, pasturas y...hastaunhijo.Teresamiraba al horizonte aúnconmocionadapor loqueveía, quizá,
con la ilusión de que todo aquello no fuera más que un sueño del quedespertaríadeunmomentoaotro...–Sólo me reconforta no habernos entregado y saber que existen los
buenosamigos–dijopensandoenelgestodelosVelázquez–.Igualmentelasdeudassongrandes,Clara.Tupadreseniegaaaceptarquedeberemostomar una decisión: vender la tierra o al menos gran parte de ella, oponerle el hombro, lo cual será duro, será como resurgir del barro.Además,yanadaseráigualsinSebastián,nada.–Lo sémamá–aceptóClara con resignación.Ya nada será igual para
ningunodenosotros.–Vuelve a Italia –dijo Teresa, expeditivamente–. Debes regresar hija.
Notóque losojosdeClarase llenaronde lágrimasdeunaformaque lellamólaatención.–¿Quésucedecontigo?,siesportuviaje,aúnhayfondos.Por nada del mundo abandonarás lo que tanto te ha costado. No lo
permitiremoscontupadre.Yafaltapocoparaqueterminesallá,¿verdad?–Noesesomamá–dijoconunaseguridadquesorprendióaTeresa.Se
llevóambasmanosasurostroparatratar,dealgúnmodo,deocultartantaamargura,tantatristezaydesilusión.–ConocíaalguienenItalia...–Ahoravoyentendiendo–dijoTeresa,pasandosubrazoporeldeClara.–Meenamoré.–Esoesmuybueno,¿pero?...–preguntóTeresaalverquelaslágrimas
nocesaban.–Pero se está por casar en pocos días,muy pocos.Yme enteré de la
peorforma.Teresaquedósinpalabrasuninstante.–Hubieras pensado desde el principio que eso sería para problemas,
¿no?
–¡Nunca supe siquiera que tenía novia! –dijoClara levantando la voz;indignada,defraudada,herida...–Ya,tranquila.¿Loamas?–Para toda mi vida... –respondió Clara con una certeza que dejo
boquiabiertaasumadre.Teresa se dio cuenta de que era un momento extremadamente difícil
paraClara.AdemásdetodoloqueestabaocurriendoenelcampoydelatragediadeSebastián,sesumabaunadesilusiónque,segúnlasapariencias,habíacausadoestragosenelcorazóndesuamadahija.Eralaprimeravezquelaescuchabadeciralgoasí.–No vuelvo más, mamá. Ya no. No tengo fuerzas para volver a ese
lugar. No lo soportaría. Fui feliz con él. Me enamoré sin pensarlo, nibuscarlo.Eselhombrequeamo.Yséqueélmeentregósucorazónperoen fin, debo aceptar que no fue suficiente, que no cumplo con algunos“requisitos” –dijo en tono burlón–, como tenermucho dinero, aparecersiempreenrevistasydiarios,unpadremillonario...–¡Clara, no digas pavadas! No es bueno hablar desde el enojo.
Seguramenteestáconfundido.Yarecapacitará...–¿Noentiendes,mamá?–preguntóconénfasis–.¡Secasaconotramujer
de la que nunca se separó mientras estuvo conmigo! –dijo ya casilevantandolavozynuevamentesintióunnudoensugarganta.–Quizáfísicamentenoseseparó,perosíconsucorazón...–¿¡Loestásjustificando!?¡Porfavor,mamá!–¡Cálmate!,ybajaeltono.Sigosiendotumadre.–Sí,discúlpame.Nomesientobien.–Es lógico.Anadie legustan losdesengaños...pero sidicesqueestás
seguradequeél teama...enesonohaymarchaatrás,hija.Nopodemossacaraalguiendelcorazónsóloporquelodispongamos.Quizáreflexione,lopiense...–Siento que yo también deberé resurgir del barro. No regresaré –
afirmómuysegura–.Ahoraestoyaquí, enmi tierra, en loquequedadeella,paraayudarlos,mamá.Saldremos juntosdeésta.LaabuelaMaríaySebastián nos acompañarán desde el cielo. En poco tiempo estaráspensandoquésembrarypreparándoteparalacosecha.Nosacordaremosdeestoyseráunacosamásquehemospasado.Sebastiánestarásiempreennuestroscorazones;esoesloúnicoquenocambiará.
Teresa sabía que su hija decía eso para darse ánimos y paraacompañarlosaellosperoelpanoramaeconómicoerasombríoyaClarano le creía un ápice en cuanto a que olvidaría así, como si nada, a eseitaliano... pero prefirió respetar la decisión de su hija. Ya tendrían laoportunidaddeconversardenuevo,ensuslargascaminatas.“Estaremos juntos en quince días, Clara. Yo no te perderé. Eres tú el
amordemivida.¿Escuchastebien?,estoes loúnicoquedebesrecordarpara siempre”, eran las únicas palabras que venían a lamente deClara,unayotravez...
Capítulo22–Cálmese,Ezequiel,DioayudaráamiLuciano–ledijoGianna,alver
que el hombre caminaba de un lado a otro del salón. Se sentó frente algranventanalqueadorabaLucianoyllevándoselasmanosalrostrodijo:–Gianna...noquisierapensarlopeor,peroyahanpasadoalgomásde
veinticuatrohorasdesdequezarpóyno tenemosnoticias.Algosucedió.Élesresponsable.Perdióasupadreenelmar.Noharíalocuras.Noséquépudohaberleocurrido.El sonido del timbre interrumpió la conversación. Gianna abrió la
puertayÁngelaexplotóenllanto,abrazándolamuyfuerte.–Poverina,figliolamia!(Pobrecita,hijitamía)–ledijoGiannatratando
de calmarla porque lloraba desconsolada–. Él volverá. Ya verás.ConfiemosenDio.Debevolver.Nosotros lo estamosesperando.Ven, teprepararéalgoparatomar.Pasa,Ángela.LlamaréaEzequiel,creoquefuealabiblioteca.Ezequiel no sabía cómo enfrentar la situación, Luciano amaba a otra
mujer, de eso no había duda, Ángela lo esperaba para casarse y ahoraestaba perdido en quién sabe qué parte del mar. Dudaba si hacer unllamadoaDonatellaparaqueellainformaradelasituaciónaClarapero,¿quésentidoteníaalertarsobreloqueestabaocurriendoalaargentina?,erahacerlasufriraúnmás.EsamujerlehabíadadotodoaLuciano.Hacíamuchotiempoquenoloveíatanfeliz.Laincertidumbreylaangustiaseagolpabanensucabeza.Enelastilleroprincipalestabanapuntodevotarvariasembarcaciones,
Luciano jamás se perdía esos momentos. Salió súbitamente de suspensamientosyfueaabrazaraÁngelaqueestabadesesperada:–Querida, tuveque llamarte,debessaber loqueestásucediendo.Todo
saldrábien.Noentiendoquépudohaberpasado,peroconfiemos.Loestánbuscando intensamente. Aparecerá, Ángela –le dijo, tratando detranquilizarla.–Ezequiel–dijolajovenmirandoalosojosdelhombre–,entiendesque
tengotodolistoparacasarme¿verdad?–preguntóconlavozdébil–,quetengo el vestido que siempre soñé para casarme con el hombre quesiempresoñé,¿puedesentender?–preguntódandoénfasisasuspalabras.–Sí, Ángela... io te comprendo pero quisiera antes entender a mi
Luciano... “para poder decirle que la decisión que sienta tomar,seguramente será la correcta” –respondió Ezequiel, alejándose de ellahastallegaralventanalquelepermitíaimpregnarsedeesemarquetantoamabasumuchacho.–Ángela–ledijo–,creoquedeberíamosestarpensandoensuspenderla
boda.Nosabemosquétiempopuedellevartodoesteinfiernoqueestamosviviendo.Diomio!–sequebró–sialgolellegaraapasar,io...–¡Ezequiel!,nodigaeso.Élvolverá.Sabequeloamamos.Lucianoseha
criadosobrebarcos,nocometeríajamásunaimprudencia.–Justamente por eso estoy preocupado,Ángela. Él no es una persona
imprudenteymuchomenosimprovisada.Yahanpasadomuchashoras.Veadescansar ahora,mujer.Sonmomentosdifícilespara losquedebemosestarfuertes.–GraciasEzequiel...mealiviaunpoco saberque estáusted.Cualquier
novedadmellama,porfavor.Yonocreoquepuedadescansarmucho.Adomani.Mellamancualquiernoticia.Laquesea...peromiamorvolverá.Ezequiellaacompañóhastalapuerta.Con el trascurrir de las horas, la noche se percibía triste, larga y
desolada. Ezequiel caminaba de un lado a otro, inquieto y preocupado.Entrabaencadahabitaciónde lacasabuscandoquiénsabequécosa,quéconsuelo.¡Cómoamabaaeseragazzo!,eraelhijoquenohabíatenido,lohabía visto nacer, corretear por cada rincón, sufrir tantas pérdidas yrecomenzar... aunque jamás lo había visto tan angustiado y confundidocomolonotabaúltimamente.Perderasuabuelohabíasidomuydolorosopara él pero más allá de eso, algo extraño había en Luciano desde lamuerte del viejo y que no había querido compartir con él. Lo conocía,algoleocultaba.Sesobresaltócuandosonósuteléfono.EraDonni:–Ezequiel, necesito quevengaurgente.Luciano está vivo.Es lo único
que puedo adelantarle. Le pido que no diga nada a nadie fuera de lafamilia,estamostratandodemanejarestoconabsolutareserva,sobretodopor la prensa ¿me entendió? –se aseguró Donni antes de cortar lacomunicación.Ezequiel,agitadoporlanoticiaqueacababaderecibir,sólosetomóel
tiempodeavisaraGiannaydepedirlesilencio.Tomóunabrigoypartióraudamente hacia la policía. Al llegar se dio cuenta de que habíaamanecido, lo que le hizo tomar conciencia de la velocidad con que
transcurrían las horas. En el hall de ingreso lo estaban esperando paraacompañarlohastalaoficinadeDonni.Elinspectorlorecibióyleofreciótomarasiento.Pidióalrestoquelosdejaransolos.Elhombreeramayor,teníaexperienciayprincipalmenteolfato–segúndecían–.–Dígame por favor cómo está Luciano, dónde está, dónde lo
encontraron...–CálmeseEzequiel.Élestábien;estáenVentonene.–¿¡Dónde!?–preguntóEzequiel, sorprendido–, ¿Ventotene?, pero ¿qué
haceallí?,nisiquieraséconexactituddóndeseencuentraeselugar...¿quésucedió?–Ezequiel–dijoDonni,levantándoseyyendohaciaunmapaqueteníaa
unladodesuescritorio–Ventoteneseencuentraaquí–leexplicómientrasseñalaba la pequeña isla en la costa occidental de Italia, entre Roma yNápoles–.Espequeña,notienemásdeochocientoshabitantes.–¡Pero no entiendo qué hacía Luciano allí! –interrumpió sorprendido
Ezequiel.–Permítame continuar, Ezequiel, necesito que me escuche –le pidió
Donni–. Ventotene es una zona afectada por frecuentes tormentas ypeligrosascorrientessubmarinas.EncontraronlaembarcacióndeLucianoencallada en una roca; por fortuna, no destrozada totalmente, lo que lepermitió precisamente, encallar y no dar vuelta de campana, de locontrario...–Pero¿quiénesloencontraron?,¿cuándo?–Ezequiel, por lo que sé, Luciano pasó la noche dentro de la
embarcación,enestadodeinconsciencia,yhaceapenasunashoras,luegode una tormenta, fue hallado por otra embarcación que inmediatamentedioavisoalaguardiacostera,aúnsinsaberquedentrohabíaunapersona.Enseguidasedirigieronallí.GraciasaDios–dijoDonniluegodedarunsuspiro–porqueporesazonanoteníamospatrullas.Estálejosdelarutadebúsquedaqueteníamostrazada.–Estoy tratando de entender –comentó Ezequiel, recuperando
lentamentelacalmaalsaber,almenos,queLucianoestabavivo–:Lucianozarpódelastilleroalahoraqueteníaprevistadesdehacequincedías–dijorecordando la fecha en la queLuciano pensaba regresar a Positano conClara–. Apenas llegó de Eslovenia, salió de la casa como un loco alenterarsedequeClarahabíaregresadoalaArgentina...
–¿Clara?–preguntóDonni–.¿QuiénesClara?–Nosésiesimportantepero,–Todo es importante ante un hecho como este, Ezequiel – replicó el
inspector.Ezequieltratódeordenarloshechosensucabeza,comopudo.–Ezequiel, espere. Hay algo más que no me cierra –interrumpió el
inspector–:D’Incarziolinoesunnovatoenelmar,yalosabemos.Aúnnotengo muchos datos de lo sucedido pero por lo poco que sé laembarcaciónsólopudohaberllegadohastaallípordesorientación.–¿Adóndequierellegar,Donni?–preguntósinvueltasEzequiel.–Quiero esperar el informe, Ezequiel, quiero ver el estado de la
embarcacióncuandolahallaronyluegoleestarécomunicando.–Escúcheme,Donni –ordenó Ezequiel, tratando demantener la calma
que últimamente parecía haber desaparecido de la familiaD’Incarzioli–.Éstenoeselprimerhechoextrañoquesucede.CuandorobaronelplanodelSaro, lohicieronconunobjetivoconcreto:dañaraLuciano.Nohayotraexplicación,ustedyalosabe.Nosellevaronabsolutamentenadadelapropiedad y ¡hay para llevarse! Ahora me dice que Luciano, queprácticamentenaciósobreunbarco,aparecióenunaislacercadeRomaodenosédónde,porquepodríahaberestado“¿desorientado?”...Hablesinrodeos conmigo –le pidió Ezequiel–. Dígame, vamos: ¿qué estásucediendo,Donni?–Tranquilícese, Ezequiel. Lo entiendo. Estamos haciendo todo lo que
podemos.–¿QuéesloqueustedpiensaDonniyquéesloquemeestáocultando?
Mire–continuóEzequiel–soylaúnicafamiliaquelequedaaLuciano;nollevosusangreperoloquierocomosifueramihijo.Esemuchachoyanotieneanadie,¿meentiende?, sóloyopuedo luchardesdeeste lugarparaque él salga de esto y para que todo termine de una buena vez. Se lomerece,Donni. Viven muchas familias de su industria, más de las queustedseimagina.Ezequielbajólacabezayenseguidasereincorporó:–No recuerdo un día en que su abuelo no haya trabajado desde el
amanecerhastaocultarseelsol.Fueélquienmesalvódelosnaziscuandoyoerapequeño...¡ahoraquieroquesunietoseafelizdeunavezportodasyharétodoloposibleparaeso...
¡aunquesealoúltimoqueyohaga!–Loresolveremos,Ezequiel–leaseguróDonnialintuirqueelhombre
estaba a punto de quebrarse–, sólo le pido un pocomás de tiempo. Loresolveremos.Alguien le alcanzó un teléfono. Era una comunicación de larga
distancia.Donninosehizoesperar.Alcortar,sehizohaciaatráscerrandolosojosymoviendosucabezadeunladoaotro,enungestodenegación:–Como lo temía, Ezequiel. Luciano está en el hospital, despertando
lentamente,peroya lehanpodidotomar lasprimerasdeclaraciones.Porloquehadicho,dentrodesuestado,todopareceindicarquehasido–hizounbrevesilencio–unsabotaje...–Madonna santa!, protegge questo ragazzo...– fue lo único que pudo
expresarEzequiel.
Capítulo23LasemanacomenzódistintaenlacasaD’Incarzioli.Losespaciosdela
casadabanlasensacióndevacío.GiannainsistíaconprepararlapastacaseraqueLucianosiemprepedía
peroqueahoradejabacasiintactaenelplato.–Debescomer,hijomío,debesrecuperarte–insistíalamujer.–Estoy bien, Gianna. No tengo mucho apetito; quizá por las
medicaciones.–Dejadementir,¿quieres?–lepidióEzequiel.–¡SignorEzequiel!–exclamólamujer–¿porquéloatacaasí?Hapasado
porunmomentoterrible.¡Dioprotejaamiragazzo!Seguramentecuandotermineslamedicación,recuperaráselhambre.–El remedio que tu ragazzo necesita se llama Clara, Gianna– dijo
Ezequiel,directoalosoídosdetodos.–¡Tío!–reaccionóLuciano–¿quédices?–Laverdad–respondióEzequiel,sinvueltas.–Ellayanoestá,tío.Semarchó.–Debióirse.Losabes.–Sí,escierto–reconocióLuciano,altiempoquesentíaunnudoquele
presionabasugarganta–peronosecomunicó.–TútampocolohicistedesdeEslovenia.–Necesitabapensar.–¡Nomehagas reír!... ¡pensar!–repitióEzequiel, ironizando–¡¿quées
lo que debes pensar?! ¿Te olvidaste por qué te sucedió lo que acaba depasar?: saliste directo a hacer el recorrido que tenías planeado realizarconellahaciaPositano,¿oyaloolvidaste?–insistió.–Voy a la cocina a lavar los platos –dijo Gianna–.Me parece que se
debenunacharladehombresustedesdos.Lesprepararéunté.Luciano y Ezequiel quedaron solos. Se dirigieron hacia el ventanal.
Lucianomiraba elmar, como cada vez que intentaba buscar respuestas.Contenía palabras. Contenía emociones. Contenía deseos... EranrecurrenteslasimágenesdelosmomentosvividosconClara,enPositano.–Hijoquerido... –ledijoEzequiel,poniendo subrazo sobre la espalda
del muchacho que estaba absorto en sus pensamientos– te desconozco.
Erestanexpeditivoparatodoyahoratesorprendofrágilyconfundido...–Tío,yaleísteelinformedeDonni;elsistemadecomunicacionesyel
deemergencianofuncionaron.Lomismosucedióconelhidráulico.–Sí, es extraño pero también puede suceder –dijo Ezequiel para
tranquilizar a Luciano. Le había ocultado desde el primer momento elcomentario de Donni sobre el sabotaje para no preocuparlo, al menoshasta que estuviera repuesto, sin embargo con el informe, ya no teníaescapatoria.–Puedesucedercuando...pretendenmatarte.Las palabras de Luciano dejaron helado a Ezequiel, que se negaba a
aceptar esa posibilidad aunque él ya sabía que alguien andaba detrás detodolosucedidoúltimamente.ElInspector lehabíadichoquehabíasidounsabotaje,peroconfirmarloresultabaescalofriante.EzequielnotabaqueLucianoibamuchomáslejosconsusilencio.–Tienestucorazóninquietoydolido¿verdad?–preguntó.–Yocreíqueteníatodoloquealguienpuedequerer–dijoLuciano,con
sumiradafijaenelmarysusojosempañados.–Lo tienes, mira a tu alrededor.Mira todo lo que tienes.Mira dónde
vives,todosloshogaresquedependendeti...–Creoquemellevélavidapordelante,tío.Nohicecasoaseñalesque
fuirecibiendodeldestino.Soytan“perfecto”–agregóirónicamente–queno tuve lahumildadparaaceptarque lascosaspuedennosucedercomounoquiere...MeasustédespuésdePositano;despuésdepasarlosdosdíasmásmaravillosos demi vida con Clara, porque entendí que es a ella aquien amo, pero ¿cómo resolvía las cosas con Ángela? Ella me haacompañado desde que tengo uso de razón, su padre, toda su familia.Teníamosplanes.Noquieroquesufrapormiculpa,Ezequiel.–Túmismoestáshablandoenpasado.–Tío,loúnicoqueséesquemecasoenunpardedías.Ángelanotiene
ideadelaexistenciadeClaraypretendoquetodosigaasí.Creoquehicebien en no comunicarme con... –dudó– mi argentina; ella hubieracontinuadoalentandoesteamorquenopuedeser.–¡Ni tú crees loque estásdiciendo!–lo increpóEzequiel–.Te tuve en
brazosalnacer,¡mirasiteconozco!–Lascosas sonasí, tío.Noquieroherirmásanadie.Ángela tampoco
merecequelaabandone...Estátodolistoparalaboda.
–SinembargoellanoteimportócuandotefuisteconClara...–¡Símeimportó!–dijoconénfasis.–Sí,yenLaSapienzacasimeenloquecesparaquetecubrayparaque
organicetuhuidaconlaargentinaaPositano...¿loolvidaste?–preguntóapropósitoEzequiel.–¡No lo olvidé! Jamás olvidaré ese fin de semana... –dijo Luciano
cerrandosupuñoyllevándolohaciasuboca–perosillamabaaClara,lehubieradestrozadoelcorazón,¿quéleibaadecir?–Laverdad–respondióasecasEzequiel.Lucianolecontestóconunasonrisatímidaquelosorprendió:–Parece que fuera lamaldición de losD’Incarzioli, ¿eh?: casarse con
quiennoseama...–¿Quédices?,¿aquéterefieres,Luciano?;explícate¿quieres?–ordenó
Ezequiel.Lucianotomoaireprofundamenteyexpresó:–Las cosas son así. Debo volver a trabajar. Entregamos encargos en
estosdías.Quierodejartodoorganizado.–Organiza primero tu corazón porque es un desastre –respondió
Ezequiel.–Sí,escierto,tío.Esundesastreymicabeza,niteimaginas.Nopuedo
serfelizynodejoalrestoquelosea...–¿Quién es el resto?, entiendoque solamenteClara.Es a la únicaque
destruirásconestecasamiento.Ah,no,disculpa...tedestruirásatitambiénperoeso...yanoimporta.CuandoLucianosedisponíaacontestar la ironíadeEzequiel,sonósu
teléfonocelular, loque leextrañópor lahora.AlverqueeraDonni,nodemoró en atender. Escuchó con atención las palabras del Inspector.CuandocortómiróaEzequiel:–Tienenalosqueentraronaquí,aunqueestácomplicadosacarlesalgo.
MeesperaDonniahora.¿Vienes?–No–respondióEzequiel–,prefieronoverleslacara.Lesmeteríauna
trompadaporeldañoquetecausaron.–¡Tío!–exclamó.–Esmiprimerinstinto,Luciano,perosí,teacompañaré.Notedejaréir
solo. Dejemos trabajar a Donni. Si Dio nos ayuda, él descubriráseguramentequiénfueelautordelsabotajealDesiderio.
–Eso espero, pudehabermuerto enVentotene –reflexionóLuciano envozalta.Aquella noche intentó por todos los medios recuperar su pasión por
Ángela,siguiendoladecisiónquehabíatomado.–Quédateestanoche,Ángela.Quédateconmigo.–Seremos felices, mi amor. Has pasado por malos momentos pero
seránsolounrecuerdo–leaseguróÁngela.EllatomólasmanosdeLucianoyloatrajoparasí.Élbuscósuslabios
desesperadamente pero sólo deseó, todavía más, los labios de Clara.Buscósupiel,peronohizomásquerecordarlatibiezadelapieldeClara.La miraba a los ojos, sin embargo no hacía más que buscar los ojosinquietos de la argentina. Finalmente buscó su cuerpo, siguiendo losmovimientosylaagitacióndeÁngelaqueseempeñabaenexcitarloperoquesólosirvióparaconvencersemásaúndequeeraClaraquienlohacíasentir y estremecerse. Era sólo ella la que le hacía sentir un deseodesenfrenado.“Te extraño, argentina, te extraño tanto. ¿Qué estarás haciendo ahora,
amoremio?”.Pasólanoche,yparaLucianohabíapasadolaangustia.
Capítulo24Los días eran iguales paraClara. Ella y sus padres iban y venían del
bancodelpueblo,tratandodesalvarsustierras.Yanopodríanresponder,nohabíamaneradesaldarsemejantedeuda.Losinteresesdeloscréditosque habían obtenido para la siembra se habían escapado a las nubes.Tampocosepodíavenderanimalesporunasimplerazón:yanoquedaban;a los pocos que habían salvado gracias a los Velázquez, los habíanvendido para poder pagar, al menos, los sueldos de los empleados yalgunaqueotradeudamáspequeña.Claracaminabaesatarde,comosolíahacerlocadadíaconsumadre,en
medio del terruño haciendo lo posible para aceptar la impotencia quesentíaanteloinminente.–Venderemos,hija.Yanopodemoscontinuar.Lohemosintentadotodo
perononosquedasalida.Tupadrehaluchadohastaellímite.Loadmiro,Clara.Quedódestrozadoconlamuertedetuhermano–sehizounsilencioquehablópormilpalabras–.Nosquedas tú,queeresnuestra razónparaseguiradelante.VuelveaItalia,hijaquerida.Siguecontuvida,porfavor.Notequedesconasuntospendientes...Las palabras de sumadre siempre resultaban precisas y directas para
Clara. Aún sin explicarle detalles, ella parecía comprender siempre susproblemas,sutristeza,susemociones...–Esta vez no me dieron la oportunidad de sentir que tengo algo
pendiente,mamá.Ya no tengo ni la esperanza. ¿Cómo se vuelve de unadesilusión?,¿cómo?–preguntó,casisinfuerzaensuvoz–,enpocosdíassecasa,mamá–miróhaciaelotroladoparaqueTeresanolavierallorar.–Quizátehagabienllorar–dijoTeresa.–Contigo no puedo ¿verdad? –respondió Clara tratando de
recomponerse–. Menos mal que los tengo, mamá; a ti y a papá. Nosoportaríaestemomentotandifícilsinustedes,aunqueahorasóloimportaesta tierra y es en eso que debemos poner todas nuestras fuerzas.Saldremosdeestasituación–aseguró,fingiendoatodacostasuprofundatristezaalimaginaralamordesuvidaesperandoenelaltaraotramujer.NohabíaqueridocomunicarseconDona,ellaentenderíasusilencio...ysudolor.Nohubierasoportadoquelehicieraalgúncomentarioacercadelabodaque,seguramente,eraelcentrodeatenciónenItaliaporesosdías.
Teresasedesvióhaciaunodeloscorrales,alescucharqueelcapatazlallamaba. Clara continuó su camino, trayendo a su mente la primeraimagen de Luciano, sentado en la Fontana, aquella tarde. Él estaballorando.Ella lohabíanotado.Nuncaseatrevióapreguntarlequéera loque tanto daño de había causado; sin embargo ahora, ¿qué importanciatenía?Tendríaquecomenzardenuevo.Sacarlodecuajodesucorazón.Ladistancialaayudaría.Despuésdetodo,susmundoserandiferentes.“Quéestúpida he sido” –pensaba mientras entraba en la casa– “¿cómo pudepensarquenuestrosmundospodíanjuntarse?”.SedirigióasuhabitaciónydesuagendasacólafotografíaquelehabíatomadoaLucianojuntoalDesiderio, enPositano.Mirabaese rostro,queríaodiarlo,queríadecirlequesehabíaacabado,peronopudo:Lucianoeraelamordesuvida.Nohabía dudas. Sus ojos, siempre contemplándola con tanta dulzura, susmanos...esasmanosquealrecordarlasleerizabanlapiel.Suvoz,graveyserena...–¡¿Por qué me mentiste, hijo de perra?! ¡Cobarde! –dijo mientras
mirabalafotoqueteníaensusmanos–,cómoquisieraodiarte...,nosésilo lograré algún día –y rompió a llorar sin consuelo, aturdida por elrecuerdodelaspalabrasdelitalianoquelainvadíansinpiedad:“Yonoteperderé.Erestúelamordemivida.¿Escuchastebien?,estoes
loúnicoquedebesrecordarparasiempre”.Se secó las lágrimas, y se prometió no nombrar jamás a Luciano,
convenciéndose a sí misma de que el océano que separaba a ambosfísicamente, también separaba sus corazones y se dispuso a enfrentar labatalla quevenía: la venta de las tierras.Trató de conciliar el sueño esanoche,perofueenvano.Delotroladodelocéano,todaNápolessepreparabaparalagranboda.LucianoseaprestabaavestirseconunexclusivoVersacenegroquela
casa le había diseñado para la ocasión. Esa mañana había ido a losastilleros, como cada amanecer. Al verlo, los trabajadores se habíansorprendido,pensandoenque,eneldíadesuboda,noiría;sinembargo,se había presentado temprano, como siempre y sin hacer comentarioalguno.Ahoraseencontrabasoloensuhabitación;nohabíaqueridohablarcon
nadie; mucho menos con Ezequiel, con quien habían hechoinvoluntariamenteunpactodesilencio.Gianna sufría por su ragazzo. Cada mañana luego de despedirlo, le
decía a Ezequiel que no lo notaba bien pero Ezequiel se limitaba aresponder:–Esloqueeligió,Gianna.Mientras se abrochaba la camisa, cubriendo su torso desnudo,miraba
desde el ventanal el mar azul que comenzaba a doblegarse ante lainminente llegada de la luna. Por más que intentara evitarlo, no podíadejar de pensar en Clara; sentía que cada ola traía un recuerdo que leperforaba lasentrañas.Volvíaconsumemoriaa lasnochesenPositano,noches infinitas; mezcla de deseos inconmensurables, de pasióndesbordada, de entrega absoluta... Volvía a la sonrisa de Clara, a susgestos, a sus expresiones, a su emoción cuando le había contado quepisabaporprimeravezlatierradesuabuela...yacadamomentoenqueseinterrumpíanlaspalabrasparadarpasoalosbesos.
“Chiara,Chiara,amoremio,tetengoenredadaenmisvenas...”
Ensimismadoensuspensamientos,llegóalospuñosysediocuentadeque le faltaban los gemelos. Fue hacia sumesa de luz, abrió el cajón ycuandocomenzóabuscarlacajitadeterciopeloazulquelehabíaregaladosuabuelo,notóquedebajodeéstahabíaunsobreblancoqueteníadentrounahoja dobladapor lamitad.Enseguida se percató de que era la cartaque le había dado el viejo unos días después de ser liberado, con lapromesa de que sólo la leería el día que él ya no estuviese.Había sidocomounapremoniciónporquepocosdíasdespuéslohabíanencontradoaorillas del mar, sin vida. Le temblaron las manos al tomarla. RecordóaquellatardeenlaFontana,cuandosentadoaunodesusladoscomenzóaleerla hasta que escuchó los gritos de Clara en el momento en que lehabían robado su cartera. En ese instante había doblado la hoja aún sinterminarparasalircorriendo,porinstinto,aperseguiralladronzuelo.Las palabras de su abuelo le habían causado tanta tristeza, que nunca
más había querido volver leerla. La guardó en ese cajón y allí habíaquedado... hasta ese momento. Desde entonces, su vida había cambiado.Clarasehabíacruzadodelaformamenosesperadaesatardeyahoraélseencontrabaconesacartajustoantesdecasarse.Intentóhacercasoomiso.La tomó. La dejó. La tomó nuevamente y comenzó a releerla, ésta vez,hastaelfinal.
Caronipotinomio(queridonietomío):
Noteimaginascuántasvecescomencéestacarta.Nosécómohacerlo.Sin embargo siento que hoy es el momento. Creo que lo mejor es serhonesto, aunque sea tarde, pero quisiera irme de esta vida sin deudaspendientes;contandolaverdad.Quizásealaformadeliberarme,laúnicaque encuentro, al final demis días... Esa verdad que he guardado enmicorazón durantemuchos años... ¡muchos!, pero que vive enmí tan viva,desgarradora y cruel, desde aquella tarde de Setiembre de 1925. Unsecretoquegritadentrodemí,haciéndomesentiruncobardeyquemehahechotaninfeliz.Noculpesamissecuestradorespormidesmejoramientofísico.No,no
lohagas.Enrealidadloúnicoquepretendieronfue,comosiempre,obtenerdinero.Aunviejocomoyo...nopuedenhacerlenada,Luciano.Estavez,soyyoquiennotienemásganasdeseguir.Heluchadomuchoenmividayestedolorque,coneltiempo,envezdemorirnaceconmásfuerzatodosycadaunodemisdías,meatormenta,caromio.Metortura.Sientoqueprontoiréconella.Sientoqueprontolepodrétomarlamano,
volver almuelle deNápoles y pasear como cuando éramos adolescentesenamorados...No quiero hacerte daño diciéndote que no quise a tu abuelaCatalina,
porquelarespetésiempreylediunavidamásquedigna.Tuvotodoloquequiso. Fue una fiel compañera y me dio un hijo al que amé y sigo aúnamandoaunquenoestéconnosotros.LapérdidadeSarofueundolorquenomecicatrizarámientrasviva...peromiamor,Luciano,miprimeryúnicoamorfueMaría,MaríaPasquali.María...María...
Luciano recordó que hasta allí había leído aquella vez. Desde esemomento, trató de aceptar la verdadde su abuelo, comopudo.Lehabíaquedado claro que no había sido su abuela Catalina el amor de su vidapero hasta ahí había llegado... sintiendo enojo de a ratos, aceptación enotros... ¿él estaba repitiendo la historia al casarse conÁngela?, ¿era uncobardeolohacíapornohacerlasufrir?...Sentadoenelbordelacama,suspiróycontinuóleyendo:
Te estarás preguntando qué le sucede a este viejo loco; pensarás quedivago a causa de mis años; sin embargo, nunca he hablado con tantahonestidad.AméaMaríaconlocura,contodamialmaycontodomiser.CuandoaquelatardecerdeSeptiembrezarpó IlTramonto llevándolaa
América, sentí que el corazón se me despedazaba, Luciano. ¿Puedes
entenderestasensación?,unasensaciónquenomehaabandonadoentodamilargavida...Mepreguntosiesuncastigovivirtantosañosparaquepuedarecordar
la promesa que no cumplí. Le juré volver. Le juré hacer algo paraalcanzarla,Luciano.Laveíaalejarseenelbarco,yyomemoríaalverlapartir;peronotuveelvalor;¿ysiarruinabasufelicidad?,¿ysirehacíasuvida conalguienquepudieradarle un futuromejor?, ¿qué le aguardabaconmigoenaquelentonces?:sólomiseria,hambreysufrimiento...sóloeso.Tuve que respetar la decisión de sus padres de enviarla a la Argentina,¿quéotracosapodíahacer?Quedétandesolado,quevolvíatodoslosatardeceresalamismahorade
lapartidaaunqueseapararevivirsuimagenenmisretinas.Pasaron los años y supe que había contraídomatrimonio con alguien
muyricodeesos lares,un talJoséFerrer, enunpequeñopueblo,EmilioBunge; también que había tenido una hija, Teresa, hasta que perdí elcontactoconquienesmetraíanlainformación,aescondidasdeella.Notuveelvalordeirabuscarla,hijoquerido...
Luciano sintió que las piernas no le respondían y que sus manostemblaban,incontrolables.ElapellidodeClaraeraFerreryelnombredesuabuelaeraMaría.SupueblonataleraéseyTeresaeraelnombredesumadre,ellalahabíanombradoenalgúnmomento.Comopudoretomólalectura:
Coneltiempo,comencédeapococonelnegociodelaconstruccióndebarcos, aprendiendo el oficio en el astillero de Giacomo Battenti, elbisabuelo de Ángela.Dios quiso que cada vez fuera progresando más ymáshastaquelogrémipropionegocioylasgananciasgiraronamifavor.Movido por una fuerza inconsciente, dediqué todami vida a construir
barcos. “Il Desiderio” es justamente la prueba de ello: “el deseo” dequerer llegar a María para decirle que la amaba con locura y que sevolvieraconmigo...peroaparecerensuvida,cuandoyahabíaformadounafamilia,meparecióindignodeuncaballero...Maríafueelamordemivida,Luciano,yloseráporsiempre.Un amor prohibido es un tormento eterno; espero no lo sufras jamás,
queridomío.Teabrazoconmicorazónycontodamialma.
Tuabuelo,Lorenzo.
Lucianosintióquesucorazónsedesbocaba.ClaraeralanietadeMaría...SuabuelohabíaestadoenamoradotodasuvidadelaabueladeClara...Élnopodíaperderla.¡Nopodíadarlevueltalacaraaldestino!–¡Nomecaso!–dijoenvozalta.Sereincorporóysaliócorriendodela
habitación.–¡Ezequiel!, ¡Gianna! –gritó mientras bajaba la gran escalera con la
camisaamedioprender.–¡Ezequiel!–¿Quétesucede,Luciano?,¿estásloco?–¡Tío!,venporfavor.Sube.Debohablarconustedes.¡Gianna!–volvióallamaralamujerquesalíadespavoridadelacocina.–¿Porquétantoalboroto?–sequejóGianna,quealverlosediocuenta
enseguidadequehabíaestadollorando.Luciano los reunió a ambos en su habitación. Tenía la carta en sus
manos.–Nomecasaré–lesdijoterminante.Antes de que Ezequiel y Gianna pudieran reaccionar, comenzó a
contarleslodelacartadelviejo,aúnconmovidoporloquehabíaleído.–Ahora voy entendiendo... –dijo Ezequiel–, por eso me preguntaste
aquella vez sobre qué me hacía pensar que tu abuelo había sido felizrealmente.Túyahabíasleídopartedelacarta...¡esoeraloquemeocultabas!Sinsalirdelasombroeincréduloantesemejantejugadadeldestino,se
sentóenelampliosillónqueLucianoteníafrentealventanalycontinuó:–¿SignificaentoncesqueClaraesnietadeMaría?–Sí,Ezequiel.–¿Quetuabueloysuabuelafueronnovios?–Sí–continuóLuciano.–¿Recuerdascómoencontraronatuabuelo?,sentadoenlaorilla,como
lohacíasiempreensuspaseos,mirandohaciaeloeste...creoquepuedoadivinar loque estaría pensando–dijoEzequiel ya casi con lágrimas ensusojos,antelarevelaciónqueleshabíahechoLuciano–.Debesbuscaralaargentina–leordenó.–Sí,Ezequiel, lo haré.La amo.Nopuedo casarme conotramujer.Es
inútilseguirconÁngela,jamásfueigualdespuésdeClara.¡Jamás!¿Quémepasóqueseguíadelanteconsemejantecosa?–sereprochaba–.Hablaréconella.Quisieraevitaravergonzarlaaúnmástodavía.Diomio!,yadebeestar llegando a la capella! ¡Debo frenar todo ahora! ¡No puedo seguirconesto!–confesósobresaltado.Habíanperdidolanocióndeltiempo.–Por favor, Ezequiel, haz los trámites pertinentes y consígueme un
pasajeenelprimervueloparaBuenosAiresytú,Gianna,prepáramealgoderopa.–Noteapresures,Luciano,actúaconcalma–leaconsejóEzequiel–.No
seráfácilconÁngela.–Losé...peroenfrentaréloqueseapararecuperaraChiara.Los tres se fundieron en un abrazo. Ezequiel presentía que no sería
fácil, conocía a Ángela pero veía feliz a sumuchacho. Y el viejo... eseviejo tan querido que se había guardado ese amor durante toda su vida.¿Cuánto habría sufrido?, ¡con cuánta dignidad había sobrellevado esaausencia!Elruidodeunportazoqueproveníadelaplantabajalosasustó.–¿Dejastealgoabierto,Gianna?–preguntóEzequiel.–¡Jamás!Además, laguardiadelaccesonoshubieraavisadoantealgo
extraño–conjeturóGianna.–Iréaver–dijolamujer.–Déjame, iré yo –le ordenó Luciano, pero cuando se dirigía hacia la
puerta,Ángelaseapareció.Quedaronparalizados.Eralaimagenperfectadelalocura.Vestidadeblanco,sutil,longilínea,firmeydecidida.SosteníaensumanounarmaqueapuntabadirectoaLuciano.–¿Adóndecreesquevas?–preguntóserena,esbozandounasonrisa–¿A
buscaratuargentina?–Ángela, ¡¿quéhaces?!–fue loprimeroquepudopronunciarLuciano,
anteelespanto–bajaelarma,porfavor–lesuplicó.Podíasentirelsollozode Gianna detrás de él. Daba pánico el cuadro de esa mujer vestida denoviaconunarmaenlamano.–Respóndeme –insistió Ángela–. ¿Vas a buscarla como un perrito
faldero?¿Eh?–No sabes lo que estás haciendo. Baja el arma por favor –le pidió
nuevamente Luciano, adelantándose unos pasos; pero Ángela lo detuvo
apuntándoleaúnmásfirme:–No temuevas,Luciano.Nomeprovoquesporqueno tengonadaque
perder.¿Conquenoséloqueestoyhaciendo?Mírame,teestoyapuntando.–Ángela,hablemos.Porfavor,bajaelarma.DejaqueEzequielyGianna
se retiren de aquí. Ellos no tienen nada que ver –sin embargo Ángela,altiva y soberbia, se limitaba a negar con la cabeza, sin pronunciarpalabra.–Nos quisimos Ángela... Por todo lo que hemos vivido, trata de
reflexionar–peroellanoescuchaba...–CuandofuisteaGénova–comenzóarelatarconlavozentrecortada–
quise darte una sorpresa. Regresé antes de mi viaje para poder estarcontigo en la premiación. Sabía lo importante que era el Saro para ti ytodalaesperanzaqueteníasdepositadaenél;fueentoncesqueentréenelSalónNáutico.Teníalaintencióndeacompañarteenesemomento.Lleguélo más rápido que pude y me mezclé entre la muchedumbre. ¡Meemocioné tanto al escuchar el nombre del barco! Al verte subir queríasalir corriendo a abrazarte pero decidí esperar para que disfrutaras esemomento,luegomeextrañóquetefuerasporunodeloslaterales.Decidíseguirte,hastaquellegastealmuelle;allíobservéqueunamujerestabaderodillasconlasmanosensurostro.Meocultéparaverquéhacías.Túlaayudasteyluego...luego,–¡Basta, Ángela!, ya conozco el resto –dijo Luciano, tratando de
disimular su sorpresa. Ella lo había visto abrazar a la argentina yseguramenteviocuando lohabíabesado.Ángela seguía su relatocon lamiradaperdida,loquehacíaqueLucianonointentaraningúnmovimientoenfalsoporqueeraevidentequenoestabaensuscabales.–Juré desde ese momento hacerte el mismo daño que tú me estabas
haciendo.Anteestaconfesión,Lucianosetomólacabezaconsusmanosyatónito
aventuró:–FuistetúquienplaneóelrobodelSaro...–admitiócondolor.Ángelacomenzóallorarsinconsueloycontinuó:–LanochedelafiestaenLaSapienzaempecéabuscartecuandoteperdí
enelsalón.Tevienuninstante,cuandosalisteyfuidetrásdeti,hastaquedesapareciste.Estabaseguradequetehabíavistoirhaciaelpatiointerno,
endirecciónalacapilla.Enaquellugarreinabaunsilencioabsoluto.Fueentoncescuandoescuchéunmurmullo;meacerquéparafocalizarmejorpor la oscuridad de la noche y allí estabas –dijo alzando el tono de suvoz–, tan cerca de ella, casi por besarla. Sentí morir, sentí hielo en lasangre,sentífuriay,–Elruidodelapuerta...–interrumpióLucianoenvozalta–,túfuistela
quehizoelruido...–Volvíaverlos,otravez...–¡¿Cómopudiste?!–preguntóLucianoqueestabaatandocabosdetodos
loshechosquehabíansucedidoúltimamente–,¿cómopudistehacermeunacosa así?, planificaste el robo, ¿verdad?, y después... seguiste como sinada, a sabiendas del dañoquemehabías causado robando el planodelSaro,¡demipropiacasa!–¡¿Cómopudistetú,acostarteconunadesconocida,llevarlaaPositano,
seguramente a lamisma cama endonde te acostaste conmigo!, ¡Irte conunacualquiera!,¿¡Cómopudiste!?–gritóÁngelaenfurecida.Lucianonopudocontenerseantelosdichosdelamujerqueinjuriabaa
Clara y se abalanzó sin pensarlo, siguiendo su instinto casi animal. FuemásrápidoquelareaccióndeÁngela;logrógolpearleelbrazoydesvióelarma hacia arriba. Se escuchó un tiro al aire, pero esa mujer tenía lafuerzadelamaldadmismayledabapeleahastaconsusuñas.Ungritode“alto o disparo” los detuvo repentinamente. Donni había llegado en elmomento justo antes de que sucediera otra desgracia. Dos policíasapuntabanaÁngela,mientrasayudabanaLucianoareincorporarse.–Quedadetenida,signorinaBattenti–dijounodelospolicías.DonnisealejóconLucianoqueaúnestabaagitado,furioso,conganas
contenidasdemataraesamujer.–Tranquilícese, D’Incarzioli, ya está. Tranquilícese. Lucianomiraba a
Ángela,comosiquisieraentenderquiéneraesamujerqueteníadelantedeél,conquienhabíacompartidotantosañosdesuvida...–¿Tuviste que ver con lo del Desiderio?, ¡dímelo! –gritó. Ángela,
esposada,yahoraconunaserenidadquellenabadepánicoacualquiera,sedetuvoantesdesalirdelahabitaciónalescucharlapreguntaqueleestabahaciendoLuciano:–Querido... quise hacerte daño con lo del robo pero luego, quise
matarte.
–¡Estás loca! –dijo Luciano, al punto de compadecerse pero ellacontinuóhaciendocasoomisoalaacusación:–Ibasa irtenuevamenteconellaaPositano...peroalgosucedióque tu
amiganofuecontigo.–¡¿Seguistemismovimientos?!–preguntóasombrado.–Pagando se pueden obtener muchas cosas Luciano. ¡pobre!, eres tan
ingenuo...Luegomearrepentíperoyaeratarde.Teníanquemorirlosdos,enalgúnmomento,dealgunaforma,tardeotemprano.Lointentaréhastalograrloamormío...jamásaceptaréquemedejes...–Llévensela,porfavor,sáquelademivista,Donni–suplicó.Ezequiel contenía a Gianna, que temblaba como una hoja, inmóvil,
aterrada.AmboscorrieronaabrazaraLuciano.–Tranquilos.Estátodobien–loscalmabaLuciano–.Sialgolespasabaa
ustedes...Apoyado contra la pared, se deslizó hasta llegar al suelo, como si
estuvieraabatido,agotado...hizosucabezahaciaatrás:–¡cómopudecaerenestatrampa,Ezequiel!–exclamó–¿Aquiénteníaa
milado?–Esdifícilaceptarquelapersonaaquienseamaesunamorimposible,
causaundolormuygrande...Deunbrinco,Lucianosepusodepie.–¡Yoharéquemiamor seaposible,Ezequiel!, estaveznodesoiré las
señalesdeldestino.¡Lacarta!,necesitolacarta.Lallevaréconmigo...LapesadillahabíaterminadoenlavillaD’Incarzioli...elmurmullode
lasolasvolvíaatraeresperanzaparaLuciano.
Capítulo25Lanocheenelcampoeranítidaybella,comocadanochedeverano.Lasestrellaspintabanelcielo.Elairenocturnotraíaaliviodespuésde
undíatórrido.LosVelázquez llegaríandeunmomentoaotromientras,enelasador,
sehacíalentamenteuncorderofaenadoparalaocasión.Ladecisiónyaestabatomada:venderíanlastierras.ParalosFerrerno
había otra opción; sin embargo, trataban de sobrellevar esa profundaamarguraconlamayorfortalezaposible.LosVelázquezeranamigosdetoda la vida. Habían compartido jineteadas, yerras, carneadas y otrosacontecimientos campestres. Con la muerte de Sebastián habíandemostrado aún más su amistad, acompañando a la familiaincondicionalmente.Éstatalvezseríalaúltimaoportunidaddereunirseenel terruño. Todos hacían lo posible para disimular la pena que se lesagolpabaenelpecho.Clarafueacaminar,comolohacíahabitualmenteantesdelacena,por
elsenderoquellevabaalaentradadelcampo.Algunasveceslohacíasola,otrasconsumadre.Laluzdelalunateníatantafuerzaqueteñíadeblancola inmensidad de la tierra.Apenas se escuchaban los grillos.El silencioera casi absoluto. Las voces quedaban atrás, como susurros. Antes delviaje a Italia había sido su paseo favorito en verano, pero ahora esesilencionohacíamásquetraeraLucianoasumente,unayotravez,hastael punto demortificarla.Cómoextrañaba su voz, su aroma, sus labios...extrañaba el mar y la calidez de aquella casa... extrañaba al amableEzequiel, al Desiderio y las noches en Positano... Repetía la historia deMaríadejandounamorenItalia.Ellatampocovolveríajamásaesatierra.¡Cómotecomprendoahora,abuela!–dijomirandoalcielo.Elruidodel
motordeunautoqueseacercaba la sacóde suspensamientos.AntesdequelaencandilaranlaslucesdiomediavueltaparairaavisarasuspadresquellegabanlosVelázquez.Comenzóarecorrerelcaminohacialacasa.Escuchóqueelvehículosedetuvo,elgolpedeunapuertaquesecerróyluego,otravezelmotor.Noveíaalolejos.Lellamólaatenciónporquelatranqueraestabaabiertayelautohubierapodidoingresarsiasílohubiesequeridoperosehabíaido.Siguiócaminando.Alcabodeunosminutosleparecióescucharunospasos...
–¿Argentina?Clarasintióqueelcorazónseleacelerabasinpoderlocontrolar.Quedó
estática, sin darse vuelta, por temor a que estuviera imaginando lo queacababadeescuchar.–¿Argentina?–sonóotravezenesavozinconfundible.Claraapretósus
puñosaambosladosdesucuerpo,comosiestuvierajuntandocorajeparamirar.Aesepunto, las lágrimas eran incontenibles.Distinguiría esavozentremillones. Comenzó a girar, despacio. Luciano estaba allí, frente aella.–Dimequeeresreal,porfavor.–Argentina... amore mio. Perdóname, Clara, por el amor de Dios,
perdóname...Clara estaba paralizada ante lo que acontecía. Luciano estaba allí; el
mismo hombre que imaginaba a miles de kilómetros, mirando el mardesdesuventanaenunanochefría,ahoraestabaallí,enplenoverano,ensutierra...–Caramia –volvía a sonar esa música en sus oídos cuando Luciano
pronunciaba esaspalabras– simedicesquememarche, loharé, aunquememuera de tristeza, en vida... pero por favor, necesito que antes sepasalgo–dijomientrassacabaunpapeldeunode losbolsillosdesubolso.Tomóaireparaencontrarlaspalabras.Claraloobservaba,ensilencio,sindar un paso, sin hacer movimiento alguno, quizá por temor a que laaparicióndeLucianofueraunsueño.–Éstaesunacarta...,unacartaquemeescribiómiabueloantesdemorir.
Eldíaqueteviporprimeravez,enlaFontana,yolaestabaleyendo.–Lo recuerdo perfectamente –aseguró Clara– y hasta me atrevería a
afirmarquenoerannoticiasmuyhalagüeñas...–Interrumpí la lectura al escuchar tus gritos y la guardé rápido hasta
que, por motivos que ahora no interesan, la encontré otra vez y pudeterminardeleerla.–¿Qué tengo que saber, Luciano? No te estoy entendiendo, ¿adónde
quieresllegar?–preguntóClara.–Lo que debes saber es que...mi abuelo amó toda su vida a una sola
mujer.Clara escuchaba atenta. Trataba de comprender lo que estaba
sucediendo. Quería abrazar a ese hombre. Siempre tenía el mismo
sentimiento hacia él, cada vez más intenso, pero intentaba no perder lacordura.–Sigue Luciano, por favor... –le pidió, al notar que la emoción no lo
dejabacontinuar.–LaúltimavezquevioaesamujerfueunatardecerdeSeptiembre,enel
puertodeNápoles,en1925...Claracomenzóasentirunescalofríoquelerecorríaelcuerpodesdela
cabezahastalospies.–Esa mujer se llamabaMaría... y era tu abuela, Clara... – Luciano se
quebró,tratabadecontenerlaslágrimasperoaúnlecostabacomprender.–MiabueloeraLorenzo–agregó–perosiempreledijeron“elviejo”.Clarasecubriólabocaconsusmanos.Meneabalacabezadeunladoa
otro, lloraba y se reía al mismo tiempo. Recordó el día en que habíallegadoaRomayhabíaescuchadoalgoacercadeunsecuestro...–Miabuela loamótodasuvida,Luciano.Ellame loconfesóantesde
queyoviaje.Cuandomelocontó,recordócadadetalledelmomentodelapartida,enNápoles.Nuncaquisovolver,poreldolorquesentiríaalpisarlatierradeLorenzo–hizounapausa,comosiestuvieratejiendoimágenesen sumente y continuó–. Significa que el día que nos cruzamos, fue elmismodíaenelqueteestabasenterandodeesto,¿verdad?–Sí,caramia...Noquierorepetirlahistoriademiabuelo.Vine a buscarte, Argentina –le dijo con esa ternura infinita que para
Claralohacíaúnico–.Cometíerrores,Clara,habrátiempoparacontartepero,por favor,venconmigo.Esa ti aquienamo.Estonopuedehabersucedidoporcasualidad...–Creoquedeberíasexplicarmemuchascosas,peroalmenosdimesite
casaste.–No. ¿Cómo podría, amoremio? Por favor, ven conmigo. Esta tierra
seguirásiendotutierra,aunquetevayas.Estoyaltantodetodoyladeudaestásaldada.Clara dejó paso a sus impulsos. Lo abrazó fuerte como si quisiera
aferrarloasusentrañas.Sefundieronenunbesoeterno.–Luciano, ¿crees que Lorenzo y María se habrán encontrado en el
cielo?–Sí,creoquesí,caramia.Erainevitable.
AgradecimientosADaniel,
“miamor,micómpliceytodo…”
AAnaPaulayaLorenzo,porserlarazóndetodoloquehago.
ADanielBucciarelli
AlaabuelaTatita(laabuelaqueadoptéenlugardelamía,
queestáenelcielo)porcontarmeloquemeinspiróparaescribirestahistoria.
AAnnamaria,DonatellaeMariaCaterina,lemiecareamicheitaliane.
AVirginiaIturriadeMarra…ellasabeporqué.
AlArq.CarlosMenuMarque(mitío)porinstruirmeentemasdesconocidosparamí.
¡Porsupaciencia!.
AlaDra.CarolinaGiménezMilán,miqueridaprofesora,porsuguíayayudaenmomentodedefiniciones.
AlosescritoresFlorenciaBonelli,OvidioLagos,VivianaRivero,GloriaCasañasyCristinaLoza,
porsuspalabrasdealientoenlosmomentosenquelasnecesité.
Alaescritora(miamiga)GracielaRamos,porcruzarseenmicamino.
Amifamilia,toda,poraceptarmisdecisiones.
EspecialmenteamiqueridahermanaAnaFátima.
ATamara…mieditora…ymiguíapero,especialmente,porserbuenapersona.
PorsupuestoaDios,porqueeligióparamílaperseveranciaylavoluntad.
TableofContentsCapítulo1Capítulo2Capítulo3Capítulo4Capítulo5Capítulo6Capítulo7Capítulo8Capítulo9Capítulo10Capítulo11Capítulo12Capítulo13Capítulo14Capítulo15Capítulo16Capítulo17Capítulo18Capítulo19Capítulo20Capítulo21Capítulo22Capítulo23Capítulo24Capítulo25Agradecimientos