Post on 25-Mar-2016
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LA GALANA
─ ¡Salid a la calle vecinas, que ya vienen!
─ ¿Quién grita de esa manera, si puede saberse?
─Creo que es Juana.
─Vamos a ver qué pasa, que parece que se ha vuelto
loca esa muchacha.
Pronto estuvo la calle llena de gente, sobre todo
mujeres.
─ ¿Qué pasa Juana, por qué armas tanto alboroto?
─Los gabachos, Antonia, que ya vienen los gabachos.
Un tratante de ganado que llegó hace un rato a mi
posada me ha dicho que ya han salido de Manzanares,
así que pronto los tendremos aquí.
─ ¿Pero qué podemos hacer nosotras? La mayor parte
de los hombres se han ido a la guerra del francés, y solo
han quedado los viejos y algunos heridos.
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─Hay que detenerlos como sea. Me he enterado en la
posada que uno de nuestros generales prepara una gran
batalla al otro lado de Despeñaperros, contra el ejército
francés de Andalucía, y estos gabachos van a reforzar
ese ejército. Tenemos que cerrarles el paso a toda costa,
y si no hay hombres, no importa: les demostraremos a
esos franchutes que las mujeres de este pueblo no se
arrugan cuando se trata de defender el orgullo y la
independencia de Valdepeñas y de toda España.
Era tal el entusiasmo y la determinación que ponía en
sus palabras, que al poco rato consiguió enardecer los
ánimos de aquellas mujeres, y organizarlas para tratar
de frenar el avance de las tropas invasoras. Hizo que
juntaran todo el aceite que tuvieran y lo calentaran hasta
hervir, reuniéndolo en grandes calderos. También
dispuso que se hirviera agua en unas marmitas que
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había en la posada de su familia, y estuvieran
preparadas para arrojar a los franceses, que ya estaban
cerca de la ciudad.
Para darles la “bienvenida” a los invasores como se
merecían, los vecinos, dirigidos por Juana, acordaron
cubrir la calle Principal con arena, debajo de la cual
esparcieron clavos y otros hierros con punta. Asimismo,
ataron cuerdas en las rejas, atravesando la calle, y
taparon las callejuelas laterales. Tuvieron el tiempo
justo de acabar de preparar las trampas, porque el
enemigo ya estaba en la entrada del pueblo. Acordaron
meterse todos dentro de las casas con el agua y el aceite
a punto, guardando silencio hasta que se diera la señal.
Cuando los franceses llegaron a la zona de la calle
Principal, donde los valdepeñeros les habían preparado
la encerrona, sus caballos comenzaron a tropezar y a
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caer unos encima de otros, al tiempo que se herían con
los hierros y clavos que los vecinos habían enterrado
entre la arena, derribando a sus jinetes y provocando un
verdadero caos en sus filas.
Entonces, y a una señal de Juana, los vecinos
comenzaron a arrojar desde las ventanas los calderos de
aceite y agua hirviendo, al mismo tiempo que lanzaban
una verdadera lluvia de piedras y ladrillos a los
sorprendidos soldados napoleónicos.
No contenta con esto, la muchacha salió a la calle
armada de un grueso garrote, y comenzó a apalear a los
caídos soldados, enfrentándose cuerpo a cuerpo con
ellos y exponiéndose a recibir un tiro o un sablazo de
los desesperados franceses.
Su ejemplo encendió más si cabe los ánimos de los
demás vecinos, casi todos mujeres, como ya se ha dicho,
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que se echaron a la calle armados con aperos de
labranza, pues otra cosa apenas tenían: horcas, palas,
azadas…
Los franceses viéndose desbordados se replegaron a las
afueras del pueblo, y aunque despues volvieron a atacar
e incluso quemar muchas casas, este grave tropiezo en
Valdepeñas, hizo que llegaran tarde a la cita que tenían
al otro lado de Despeñaperros, siendo causa directa de la
humillante derrota que, en Bailen, por primera vez
sufrió el ejército de Napoleón. Esta extraordinaria mujer
se llamaba Juana Galán, tenía veinte años cuando
sucedieron estos hechos, seis de junio de mil
ochocientos ocho, y a partir de entonces fue llamada
“LA GALANA”; con este apelativo ha pasado a la
historia. Merced a ella, Valdepeñas ostenta en su escudo
el honroso título de MUY HEROICA CIUDAD.
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FIN