07- Violencia y Medios de Comunicación

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127 Documentación Social 131 (2003) 6 Violencia y medios de comunicación. Una revisión teórica desde los movimientos sociales* Víctor Sampedro Dpto. de Comunicación, Universidad Rey Juan Carlos Ariel Jerez Dpto. de Ciencia Política II, Universidad Complutense de Madrid Sumario 1. Una aproximación al análisis de la violencia en los estudios clásicos de comunicación.—2. Construyendo una nueva perspectiva teórica crítica y pragmática.—3. A modo de conclusión: qué pueden hacer los tejidos y movimientos sociales.—4. Bibliografía. RESUMEN Cuando se representa la violencia, se presenta un nosotros frente a unos otros. Se comunica bien claro cuál es el orden social que defen- demos y nuestra posición en su jerarquía. Esta cuestión es la que se está disputando simbólicamente en la media: quién comunica y quién contesta la violencia y la gestiona. Los mensajes mediáticos de (*) Este artículo resume los argumentos principales y actualiza la conferencia de Víctor SAMPEDRO, Vio- lência: padrões de comunicação e silêncios na sociedade. Presentada en el Fórum Comunitario contra á Violéncia. Salvador de Bahia, Brasil, 7 diciembre 2000.

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El articulo analiza el tratamiento que los medios de comunicación dan a la violencia colectiva.

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  • 127Documentacin Social 131 (2003)

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    Violencia y medios de comunicacin. Una

    revisin terica desde losmovimientos sociales*

    Vctor SampedroDpto. de Comunicacin,

    Universidad Rey Juan Carlos

    Ariel JerezDpto. de Ciencia Poltica II,

    Universidad Complutense de Madrid

    Sumario

    1. Una aproximacin al anlisis de la violencia en los estudios clsicos

    de comunicacin.2. Construyendo una nueva perspectiva terica

    crtica y pragmtica.3. A modo de conclusin: qu pueden hacer los

    tejidos y movimientos sociales.4. Bibliografa.

    RESUMEN

    Cuando se representa la violencia, se presenta un nosotros frente aunos otros. Se comunica bien claro cul es el orden social que defen-demos y nuestra posicin en su jerarqua. Esta cuestin es la que seest disputando simblicamente en la media: quin comunica yquin contesta la violencia y la gestiona. Los mensajes mediticos de

    (*) Este artculo resume los argumentos principales y actualiza la conferencia de Vctor SAMPEDRO, Vio-lncia: padres de comunicao e silncios na sociedade. Presentada en el Frum Comunitario contra Violncia. Salvador de Bahia, Brasil, 7 diciembre 2000.

  • la violencia permiten a las instituciones una comunicacin lineal quelas presenta como los nicos gestores legtimos del crimen. Los movi-mientos sociales cuentan con menos recursos y peores oportunidadesmediticas. Pero an as apuntan a nuevas definiciones y solucionesde la violencia. En este artculo se intenta dar cuenta de cmo se haanalizado la cuestin de la violencia en los estudios clsicos decomunicacin y cmo se estn apuntando las bases de una nuevacrtica cultural en el anlisis de los medios.

    ABSTRACT

    Violence is customarily portrayed as an opposition between us andthem. We are told which social order we defend and where we standin its hierarchy. This gives rise to symbolic debate in the media: whoshould report on violence, who should respond to it; who shouldmanage it. The linear coverage of violence given by the media makesinstitutions appear to be the only legitimate managers of crime.Social movements possess fewer resources and poorer access to themedia. Nevertheless, they manage to suggest new definitions of vio-lence as well as solutions to it. This article aims to describe how vio-lence was analyzed in classical communication studies and howmedia analysis is undergoing new cultural criticism.

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  • 1 UNA APROXIMACIN AL ANLISIS DE LA VIOLENCIAEN LOS ESTUDIOS CLSICOS DE COMUNICACIN

    Desde su nacimiento, tanto la teora como los estudiosempricos de comunicacin prestaron especial atencin a latemtica de la violencia y de la desviacin social. Entre la prime-ra crtica decimonnica a la novela de crmenes y la actual dis-cusin en torno al control de contenidos en Internet han circu-lado toneladas de papel analizando y discutiendo las causas yconsecuencias de la presencia de la violencia tambin en laradio, el cine, el cmic, la televisin y las videoconsolas (GUNTER,1996).

    Sin embargo, es necesario poner en evidencia las limitacio-nes de la perspectiva investigadora clsica, que ha estado cen-trada en dos preguntas bsicas: en qu medida los mediosreflejan la tasa de violencia real? y en qu medida los mensajesviolentos provocan el aumento de la agresividad en la audien-cia? Si bien esta perspectiva ha estado legtimamente preocupa-da por el impacto de la violencia en la vida social, no ha dadocuenta de los problemas que se derivan de la propia definicinde violencia que manejan estos estudios. Adems, las metodo-logas y tcnicas de investigacin utilizadas principalmente deanlisis de contenido de carcter cuantitativo y correlacionesestadsticas no han terminado de atrapar la compleja relacinsocial y comunicativa que encierra la representacin de la vio-lencia en la esfera pblica.

    En las clases, los alumnos traen a diario pruebas de la com-plejidad que encierra la definicin de la violencia en su dimen-sin simblica y comunicativa. Al plantear sus trabajos de inves-

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  • tigacin se ven intuitivamente tentados a compartir una res-puesta afirmativa a esas dos preguntas, en la medida en que enel actual panorama meditico es lgico considerar excesiva laviolencia y creer que incide en la agresividad de los espectado-res. Pero el desacuerdo aparece cuando se promueve una refle-xin mnimamente problematizadora, tan simple como pregun-tarles qu contenidos consideran violentos en los medios, o quconstituye para ellos un comportamiento individual o social vio-lento a partir de la ltima imagen meditica recordada como tal.

    Para una gran mayora, la primera imagen que aflora es elcrimen psicpata que hayan atendido los medios en esa tem-porada especfica; otros muchos sealan las informaciones quecada vez con ms frecuencia dan cuenta de los casos de vio-lencia domstica; son menos los que espontneamente consi-deran violentas las todava ms presentes imgenes de las gue-rras, y muchos menos los que entienden como violencia la faltade reconocimiento de las vctimas de la represin franquista,contra la que se han activado diversas asociaciones por la recu-peracin de la memoria histrica que empiezan a aparecer enlos medios. Incluso pensando en un plano personal (que afectaa la persona o a su entrono), muchos actos que pueden serconsiderados un ejercicio de fuerza o una imposicin noconsentida no necesariamente son considerados como violen-tos por todos los alumnos (castigos y prohibiciones ms omenos arbitrarias en el mbito familiar, o la prohibicin de sen-tarse en un parque pblico por las medidas antibotelln).

    La violencia y los actos criminales no son etiquetas objetivase inalterables, ni en el discurso meditico ni en ningn otro dis-curso, sea pblico o privado. La sensibilidad humana reaccionafrente a la violencia, aunque no se ocupa por igual de todas susmanifestaciones, que pueden tener tratamientos institucionales

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  • llamativamente contradictorios. Por ejemplo, en Inglaterra sedefienden los derechos de los animales prohibiendo su abusocon una legislacin que regula detalladamente la experimenta-cin con seres vivos y el tratamiento de animales de granja. Perohasta 1999 se admita el castigo corporal en la enseanza pri-vada, admitindolo como mtodo pedaggico lcito. En Espaael pas de las corridas de toros el terrorismo de ETA ocupaun lugar central en el debate de los problemas sociales desdehace ms de tres dcadas, aunque el maltrato a mujeres queproduce el triple de vctimas al ao que el terrorismo ha empe-zado a ser atendido hace relativamente poco de manera ms omenos sistemtica por los medios.

    Una funcin esencial de los medios de comunicacin eslograr que todos coincidamos en lo que es la definicin de laviolencia legtima e ilegtima, as como en las soluciones quedebemos aplicar. La violencia, cuando es considerada comoproblema social, tiene que aparecer en la esfera pblica comouna realidad inadmisible, que merece respuestas no slo indivi-duales (defensa propia) sino, sobre todo, colectivas (la ley) (1).

    Sin duda, la violencia como agresin ilegtima contra laspersonas y los bienes pblicos y privados preocupa y llama laatencin de las autoridades y del pblico en general. En ltimainstancia, es en sociedad cuando la violencia se convierte en cri-men que amenaza los fundamentos y la continuidad de la exis-tencia privada y social (vida, propiedad), y trae consigo la res-puesta de la ley, con todos sus patrones de orden, de moralidady de jerarqua de una determinada sociedad. La ley es el prin-cipal resorte cultural para definir los comportamientos, las enti-dades y las realidades (ERICSON, BARANECK y CHAN, 1991).

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    (1) Vanse las identidades violentas que se desvelan en las coberturas mediticas anlizadas sobreel terrorismo, los inmigrantes ilegales, los programas de telerrealidad, las hinchadas de ftbol, lapropaganda poltica o los telediarios informativos en SAMPEDRO (2003).

  • Es pertinente recordar que en la ley, en tanto aparato jurdi-co, se condensa un mecanismo fundamental del proceso civili-zatorio, que Max WEBER (1984) seal como monopolio estataldel ejercicio legtimo de la violencia y Norbert ELAS (1971) defi-ni como autocontrol social e institucional de la violencia en lavida privada y social. Como parte de la cultura, las noticias sobrela violencia reproducen las definiciones legales que construyenlas realidades sociales ms bsicas: gobernantes y gobernados,maestros y alumnos, maridos y mujeres, padres e hijos, emplea-dos y desempleados, nacionales y extranjeros... En ltima ins-tancia, los medios de comunicacin establecen los parmetroslegales legtimos que coordinan las actividades de las principa-les instituciones sociales: el rgimen poltico, la escuela, el matri-monio (la pareja), la familia, el mercado laboral, la convivenciavecinal...

    En los aos setenta el interaccionismo simblico inici elcuestionamiento terico de la objetividad y la neutralidad valo-rativa en la definicin de los problemas sociales. BLUMER (1971)afirm que cuando una determinada situacin social pasa adefinirse como un problema es porque coinciden los interesesde determinados grupos adems de que tal problema slopasa a existir en los trminos que ha sido definido socialmente.El problema de la violencia definido en los estudios clsicos decomunicacin empez a ser criticado por su empeo en inves-tigar slo el tipo de crmenes que se presentaban en las noticias,su eventual coincidencia con las estadsticas oficiales y cmo laexposicin a esa informacin influa en el comportamiento y elpensamiento de la audiencia. Era un importante cuestionamien-to epistemolgico, del que cabe rescatar tres ncleos temticospara iluminar el argumento aqu desarrollado:

    a) Los anlisis de contenido estn centrados en aquellostipos de violencia definidos por los grupos de inters que

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  • financian las investigaciones. Por ejemplo, existe unaabundante investigacin sobre violencia terrorista (de laque es objeto preferente el Estado y sus representantes)y mucha menos sobre, por ejemplo, violencia domsticay social (donde sus vctimas son annimas, carentes deproyeccin pblica y recursos institucionales). Lo quepone de manifiesto la conexin entre el poder de los gru-pos sociales y la definicin dominante de violencia quepresentan los medios.

    b) Los anlisis de contenido estudian lo diseminado por losmedios, pero no informan sobre lo que no se cubre, esdecir, no dan cuenta de lo que no es publicado ni de lasrazones de su exclusin informativa. No permiten com-prender, por tanto, los mecanismos de poder comunica-tivo mediante los cuales los distintos grupos sociales einstituciones se proyectan ante los ciudadanos como vc-timas o victimario (agresores), los garantizadores delorden y fiscalizadores de la justicia social (Pereira PORTO,2000). La criminalizacin de la accin colectiva del movi-miento antiglobalizacin ha dado claros ejemplos decmo mediticamente se enfatiza la violencia de losmanifestantes y no se presta atencin informativa a lasmanipulaciones y provocaciones presentes en la actua-cin policial (como puso de manifiesto los reportajesavalados por el Colegio de Periodistes de Barcelona ypublicados en 2001 en el n. 25 de su revista Agenda dela Imatge).

    c) Para evaluar la calidad de la informacin sobre la vio-lencia y sus sesgos, la mayora de los estudios comparansu presentacin periodstica con las estadsticas oficiales.Sin embargo, no se tiene en cuenta que las propias esta-dsticas oficiales o encuestas de opinin son tambin

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  • construcciones sociales, problemticos para ser conside-rados registros objetivos (SAMPEDRO, 2000) (2).

    Posiblemente el error bsico de estos estudios es considerara los medios como reflejo o espejo de la realidad. Cuando en elfondo sera ms adecuado aceptar que en la comparacin denoticias y estadsticas estamos evaluando las coherencias y dis-tancias que existen entre los discursos periodsticos, policiales,polticos o ciudadanos. Los investigadores adoptan arbitraria-mente la realidad presentada por los medios como neutralporejemplo, tomando los registros policiales como tasa de violen-cia real-, sin asumir que estn promocionando una definicinparcial de violencia que conlleva la perspectiva de la institucinque la proyecta, arrancando y finalizando su investigacin conunos axiomas ideolgicos concretos.

    Desde el punto de vista de los efectos que producen losmedios sobre las audiencias cabe subrayar que los estudios cl-sicos no han llegado muy lejos en su capacidad explicativa. Lasconclusiones ms firmes se centran en dos cuestiones funda-mentales:

    a) Primero, es imposible establecer relaciones causales un-vocas entre contenidos violentos y las respuestas de laaudiencia. El comportamiento violento descansa en ml-

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    (2) En el artculo Imgenes sobre la inmigracin. Estadsticas, delitos e inmigrantes, Daniel WAGMAN ana-liza los datos oficiales sobre delincuencia atribuida a inmigrantes en 2001, que con gran eco en los mediosvinculaba aumento de delincuencia con inmigracin, simplemente porque el 50% de los detenidos sonextranjeros (ms de 116.000 de las 232.146 detenciones realizadas ese ao). Un anlisis ms sosegadode estas cifras descubre que ms de la mitad de las detenciones no responde a delitos sino a estancia ile-gal un problema administrativo donde no existe agresin contra personas o propiedades alguna, loque reduce la estadstica oficial de delitos cometidos por extranjeros al 26,7%. Adems distingue lasdetenciones de extranjeros en trnsito (turistas y correos de droga detenidos en Espaa), lo que reduce elnmero de inmigrantes, con o sin residencia, detenidos por delinquir al 17% del total de las detenciones.Es decir, frente a la mitad de los delitos engaosamente endosados a los inmigrantes por los medios muchos de ellos con claro afn alarmista, es posible que est en torno a dos de cada diez delitos.

  • tiples variables muy complejas (estatus y clase social,educacin, biografa y personalidad), lo que imposibilitaconsiderar a los medios como factor unicausal de la vio-lencia social (PALETZ, 1995) (3).

    b) Segundo, los efectos principales de la violencia mediticaque postulan los estudios ms reconocidos en buena medi-da son contradictorios. Por un lado, la teora de la catarsisseala que la visin de la violencia disminuye la probabili-dad de que la audiencia se comporte de forma violenta. Enel sentido contrario, la teora del aprendizaje por observa-cin apunta que se puede producir una imitacin del com-portamiento y de las actitudes observadas (RODRIGO, 1998).En ltima instancia, todas las repuestas parecen dependerde otras variables presentes en los textos mediticos, en losrasgos del pblico y en los procesos de recepcin.

    Desde una perspectiva ideolgica, la lnea clsica de estudiossobre la violencia presentan que compiten las dos grandes cos-movisiones apuntadas por Humberto ECO, que relacionan elpoder social y comunicativo. Los apocalpticos promueven la pers-pectiva crtica del modelo de poder elitista, que entiende que lossesgos de la informacin y de la ficcin violentas responden a losintereses hegemnicos de propietarios y profesionales de losmedios y que sus efectos son siempre fuertes tanto sobre el com-portamiento como sobre el pensamiento (GUNTER, 1996; GERBNERy otros, 1996). En el extremo opuesto los integrados promuevenuna perspectiva que se entiende como pluralista, dado que subra-ya tanto la diversidad de representaciones mediticas de la vio-

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    (3) En el mejor de los casos, se establecen conexiones indirectas que recomendaran un principio pre-cautorio, como el contenido en la metfora mdica de HUESMANN (1998): compara la adopcin de compor-tamientos agresivos a partir del consumo de mensajes violentos con el desarrollo del cncer de pulmn porfumar. Existen correlaciones positivas al crecer los tiempos de exposicin, pero no todos los que fuman desarrollan cncer pulmonar, ni todos los que desarrollan ese cncer fuman.

  • lencia como la de sus efectos. Para esta corriente los distintostipos de mensajes violentos puestos en marcha por los diferentesmedios, por un lado, responden a las diversas estrategias polticas,empresariales y a los gustos de los distintos segmentos de laaudiencia consumidora; y, por otro, desde el punto de vista de losefectos, pueden tener muy distinta influencia sobre los indivi-duos siempre diversos (GUNTER, 1996; PALETZ, 1995).

    En definitiva, y sin desconsiderar las importantes aportacio-nes realizadas por estas diferentes lneas de investigacin de losestudios clsicos, se pueden reconocer los lmites metodolgi-cos de una investigacin centrada en el anlisis de contenido yque aborda la audiencia a travs de cuestionarios o con indivi-duos dispuestos a someterse a la experimentacin de las inves-tigaciones. Es necesario complementar este trabajo con otrosque atiendan al proceso social de produccin de la noticia den-tro de la empresa periodstica y al proceso real y cotidiano derecepcin, dos contextos donde se producen nuevas resignifi-caciones de lo acontecido y lo comunicado.

    La literatura existente reclama un diseo ms complejo delas investigaciones, que deben ser multifactorial, longitudinal yde gran riqueza metodolgica (QUESADA, 1998). Una perspectivacapaz de integrar la pluralidad de variables presentes tanto enel texto como en el contexto de produccin y recepcin de lasnoticias de violencia. En lo que respecta al texto y al discursomeditico es necesario atender a los distintos gneros discursi-vos, las formas y tiempos de presentacin y las caractersticasdel mercado de consumidores y del producto (ERICSON, BARANEKy CHAN, 1991). En lo que se refiere al contexto de recepcin, setendra que diferenciar las formas de consumo individual ycolectivo, teniendo en cuenta otras variables como la biografa,personalidad, el estatus socioeconmico de los distintos recep-

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    tores. Pero ms all de estas importantes cuestiones metodol-gicas, es necesario trabajar con otra definicin del poder queimpulse una perspectiva ms comprensiva del papel que juegala representacin meditica de la violencia que la aportada porlos elitistas (apocalpticos) y los pluralistas (integrados).

    CONSTRUYENDO UNA NUEVA PERSPECTIVA TERICACRTICA Y PRAGMTICA

    Han sido muchos los investigadores que han ayudado a con-tinuar la senda culturalista abierta por el interaccionismo simbli-co, buscando una comprensin ms dinmica y compleja de lasnoticias sobre la violencia. Paulatinamente se han ido abordandolos textos de las noticias como espacios culturales donde se des-arrollan mltiples y permanentes batallas simblicas entre losactores institucionales que garantizan el orden social y los acto-res colectivos como las entidades y movimientos sociales queponen en cuestin los roles jerrquicos y las relaciones de poderexistentes (SCHUDSON, 1989 y 1995; SAMPEDRO, 2000).

    El problema analtico planteado aqu ya no es si el reflejomeditico de la violencia es verdadero, objetivo, beneficioso operjudicial para la audiencia. El problema de fondo es cmo seexplica la aparicin de una noticia, quin la promueve y con quventajas comunicativas, para despus analizar su influencia sobrelas relaciones de poder, es decir, a qu grupos benefician-perju-dican en el constante proceso de transformacin de la estructu-ra del poder social. En ltima instancia, la pregunta que se plan-tea es si la violencia meditica legitima o cuestiona la estructuradel mximo poder social: el procesamiento y la sancin legal.

    El paradigma de elitismo institucional intenta abordar estascuestiones renovando presupuestos epistemolgicos y meto-

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  • dolgicos (SAMPEDRO, 2000). Esta perspectiva se puede sintetizaren siete ncleos conceptuales-temticos:

    1) Los medios no funcionan como simples correas de tras-misin del orden hegemnico promovido por las clasesdominantes, como postulan las tesis elitistas. Tampocofuncionan como una plataforma neutral que recoge ladiversidad existente de acontecimientos y protagonistasde la violencia, como pretenden las tesis pluralistas. Losmedios no pueden ser considerados, por tanto, ni comoun simple instrumento en las manos de las elites, ni unespejo fiel de la diversidad social.

    Los medios operan con estas dos lgicas simultneamente:constituyen una plataforma sesgada a favor de las elites, perorelativamente abierta a que los distintos actores que luchansimblicamente sobre la definicin de la violencia, del ordensocial y de la justicia, que logran distintos momentos de visibi-lidad. Un ejemplo ilustrativo puede encontrarse en lo que podra-mos llamar el efecto Goya en las movilizaciones contra la guerrade Irak sucedidas en Espaa a lo largo del primer trimestre de2003. Las elites culturales desafiaron exitosamente el marcodiscursivo con el que el Gobierno y la ms poderosa alianzainternacional intentaban justificar como legitima una peculiarguerra, intervencin contra el terrorismo que se llevaba pordelante la legalidad internacional (4).

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    (4) El importante capital simblico movilizado por los distintos colectivos de artistas y la escandalosamentedudosa legitimidad de la intervencin llev a que el No a la Guerra atravesase buena parte de la programacintelevisiva y radiofnica desde Javier Sard a Maria Teresa Campos, pasando por los 40 Principales que leye-ron durante semanas los correos electrnicos recibidos en contra de la guerra. Sin duda esto facilit la una-nimidad del apoyo de la oposicin a las movilizaciones callejeras, posiblemente las ms numerosas desde latransicin a la democracia. Tambin su rpida desmovilizacin puso de manifiesto el alto componente medi-tico y el escaso tejido asociativo puestos en juego, observado en otras movilizaciones, tambin de rechazo a laviolencia, como las que precedieron el asesinato de Miguel ngel Blanco a manos de ETA.

  • 2) En el elitismo institucional se abandona la perspectiva delmediacentrismo. No se aborda el discurso violento de losmedios de manera autnoma y absolutizado como obje-to de investigacin, sino que lo hace relacionndolo conlos producidos por otras instituciones encargadas demantener y restaurar el orden social (polica, tribunales yGobierno). Frente a ellas el discurso meditico mantieneuna posicin subordinada: depende de ellas como fuen-tes (polica y Gobierno) y tambin porque ellas dictan elmarco legal que regula los medios.

    En lo que se refiere a la autopresentancin de los medioscomo el poder vigilante, con cierta independencia de las insti-tuciones, esta perspectiva plantea que los medios convenciona-les mantienen relaciones simbiticas (de intereses compartidos)con las ms importantes del Estado y del mercado. Pero esacooperacin tiene que adoptar (aunque sea en apariencia) cier-to tono de tensin, crtica y hasta de oposicin, precisamentepara legitimar su rol como instancia de gestin de la violencia(PEREIRA PORTO, 2000). No obstante, la independencia respectoa las fuentes de poder opera como un horizonte utpico de unaideologa profesional que puede llegar a pesar en las relacionesentre profesionales y empresas periodsticas, y por tanto a eva-luar y valorar en las iniciativas del tejido y el movimiento socialque buscan abrir la esfera pblica y la democratizacin de lacomunicacin por ejemplo, apoyando las reivindicaciones delos periodistas en contra de la precariedad laboral que acentasu dependencia.

    3) Esa posicin institucional ambigua de los medios ayudaa explicar cmo los periodistas se abren con ms facili-dad a las instituciones y sus representantes que a los ciu-dadanos comunes, ya sea por que estn actuando de

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  • manera individual y colectiva o como movimientossociales. Es decir, se tiene que tener en cuenta la ventajaque poseen las elites al ocupar espacios privilegiados dela representacin de la violencia en los medios. Perojugar con ventaja no asegura siempre el triunfo. Por esolos movimientos sociales que combaten la violencia pue-den encontrar espacios de representacin en los mediosconvencionales, aunque siempre sean reducidos y limita-dos en el tiempo, incluso encontrando complicidadesentre los profesionales del medio (5).

    4) Los actores no institucionalizados, por tanto, tienenmenos y peores oportunidades para ganar el combatesimblico por la definicin de la justicia y la ley. No nosdebe sorprender porque tambin es el tejido socialmenos articulado el que ms pierde en las luchas y loscrmenes que de hecho se producen en la calle. En pocosespacios aparece el campo social desde una perspectivaasociativa, porque la lgica institucional de los mediosconvencionales (que busca maximizar el beneficio inme-diato) potencia las rutinas en la produccin de noticiasbasadas en las fuentes oficiales: mucha informacin,continua y legitimada, que permite generar muchas noti-cias en poco tiempo (TUCHMAN, 1978; FISHMAN, 1988). Almismo tiempo, la lgica del beneficio impulsa la bsque-da de nuevos temas, nuevos protagonistas, nuevos con-textos y argumentos de la violencia (SAMPEDRO, 1997).

    Surge una economa poltica del signo meditico del crimen(DELGADO, 1998), donde por ejemplo, la muerte de un soldado

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    (5) Para un anlisis de la evolucin del tratamiento informativo del movimiento de objecin de concien-cia e insumisin, ver SAMPEDRO (1997), y para la del movimiento de solidaridad internacional, ver JEREZ ySAMPEDRO (2004).

  • norteamericano o de un israel en atentado terrorista (o de laresistencia) ocupa sistemticamente ms prrafos que la dece-nas de civiles palestinos o iraques abatidos por el ejercito deliberacin (o de ocupacin); o donde el tiempo de la repre-sentacin de los escndalos sexuales de un famoso (MichelJackson) posiblemente supere el tiempo y el espacio de infor-macin anualmente dedicado a la explotacin, maltrato y pros-titucin infantil.

    5) El elitismo institucional postula un modelo circular dondelos medios ofrecen una imagen de la violencia que inten-ta satisfacer intereses diversos en varios pasos. En inicio,la perspectiva mercantil del empresario y los profesiona-les de los medios consideran la violencia como un pro-ducto de bajo coste y alta rentabilidad. Las fuentes insti-tucionales y las organizaciones del tejido social intentanque los periodistas adopten sus puntos de vista (agenda,soluciones, condenas morales) de manera ms o menoscolaborada/confrontada (autoridades y tejido social pue-den compartir argumentos ante el problema de la inse-guridad ciudadana, dando incluso muestras de mutuoapoyo pblico; o pueden estar abiertamente enfrenta-dos, buscando la deslegitimacin mutua, por ejemplo,unos protestando y otros criminalizando las manifesta-ciones contra la guerra de Irak). Las audiencias miran yescogen los mensajes y sus juicios, los confrontan con surealidad prxima, buscando una orientacin para su vidacotidiana. Esa demanda vuelve a ser saciada por propie-tarios y profesionales del periodismo con los menorescostes y mxima rentabilidad, reiniciando el curso deimgenes violentas, argumentos morales y legales sobreel crimen y su gestin en esa red circular de actores/ins-tituciones que conforman la esfera pblica (empresas

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  • mediticas y profesionales-instituciones y fuentes oficia-les-tejido asociativo y movimientos ciudadanos-pblicosy audiencias).

    6) El elitismo institucional desde el punto de vista metodo-lgico muestra una pluralidad de propuestas. Ahora seestn aplicando tcnicas cualitativas que se combinancon los anlisis de discurso ms clsicos, descubriendoargumentos y marcos discursivos que manejan los dis-tintos actores/instituciones pblicos y su tratamientomeditico. Una perspectiva de observacin ms etnogr-fica se aplica al proceso de produccin informativa,donde el investigador est presente en el contexto de tra-bajo analizando las exclusiones y vetos que se producensobre fuentes y contenidos. Tambin esta perspectivaest presente cuando se complementan los tradicionalescuestionarios de opinin que buscan captar los efectosen la audiencia con grupos de discusin y con el anlisisde los espacios cotidianos de recepcin.

    7) En lo que se refiere a los efectos, el elitismo institucio-nal distingue tres niveles fundamentales (SAMPEDRO,1999):

    a) en el nivel superior y ms abstracto de los efectosmediticos est la hegemona, en el sentido gramscia-no de pensamiento de las clases dominantes, que seconvierte en sentido comn de las mayoras sociales,porque al proyectarse por medio de las redes medi-ticas, institucionales y sociales adquiere fuerza y vita-lidad en su imbricacin sociocultural y normativa. Noobstante, el control social descansa tanto en la impo-sicin como en el consentimiento, por lo cual esarepresentacin dominante del orden social tiene queser presentada como til, justa, o por lo menos tole-

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  • rable para los ciudadanos. Esta representacin domi-nante lejos de ser fija, est en perpetua transforma-cin y con constantes fisuras, lo que la obliga a irreformulndose segn el tema y el momento, al calorde las contradicciones y oposiciones que provoca.

    b) En el nivel intermedio se reconoce el efecto de losmedios sobre instituciones de primer orden con lasque se conforma el discurso dominante de la violen-cia. Cuando se habla de la mediatizacin de la polti-ca (SAMPEDRO, JEREZ y TUCHO, 2000) se refiere a la inci-dencia cotidiana de los medios en la transformacinde las rutinas institucionales y dinmicas sociales delas campaas electorales, los Parlamentos, la elabora-cin de las polticas pblicas e incluso de la vida par-lamentaria y judicial las declaraciones en los pasillosdel Congreso tienen mayor valor meditico que losdiscursos del Pleno o la aparicin de jueces estelaresque promueven deliberaciones a gran escala (PAGE,1996). Pero tambin la influencia de la lgica medi-tica incide en otras instituciones sociales, como lafamilia y la escuela. Aqu la televisin aparece comocompetidora y amenaza de los rdenes morales queintentan trasmitir y mantener, en la medida en que esuna fuente de cuestionamiento de la autoridad fami-liar y educativa.

    c) El tercer nivel de influencia de los mensajes mediti-cos comprende el comportamiento y el pensamientode los ciudadanos. Aqu los mencionados efectosdependen de la estructura social de la audiencia y delos rasgos institucionales del sistema informativo, quegenerarn efectos ms o menos elitistas/pluralistas.Desde la perspectiva del elitismo institucional, los sec-

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  • tores acomodados y con ms recursos comparten eldiscurso dominante de los medios y condicionan laoferta de contenidos. Estos sectores sociales tambinprocesan los mensajes violentos, cognitiva y discursi-vamente (pensando y hablando) con cierta autono-ma. Sin embargo, los sectores con menos recursostienen mayores restricciones estructurales e institu-cionales para consumir y participar en los medios.Aunque a veces superen estas limitaciones, los sesgosdiscursivos del periodismo juegan en su contra. Conescasos recursos formativos y culturales es difcilconstruir, a partir de los mensajes y las representacio-nes que aportan los medios, significados alternativos,y an ms que resulten crticos.

    No cabe en esta aproximacin preliminar profundizar encmo la estructura social de la audiencia y la lgica institucio-nal que regula los medios provoca distintos efectos entre losdistintos pblicos ya no slo en relacin a la variable clase,sino incluso ms tambin en relacin a las de gnero, etnia yedad. Pero s es pertinente poner de manifiesto que imponenpatrones de consumo y recepcin diferenciados, en tanto ope-ran recursos materiales (el dinero para acceder a distintos pro-ductos, de diferente calidad, informativa) y culturales (conoci-mientos, prcticas culturales y discursivas que se han desarro-llado en la infancia).

    Los distintos pblicos con su respectivas capacidades inte-lectuales autnomas, condicionadas por su propia realidadindividual y social, material y subjetiva, sern afectados de dife-rente manera por las imgenes mediticas de la violencia, en lamedida en que su interpretacin les dar sentidos diversos alcontrastarla con su respectiva vida cotidiana. La informacin

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  • sobre la violencia ejercida por bandas extranjeras o sobre lainseguridad ciudadana tiene efectos distintos en los pblicosque viven en barrios de la periferia donde se han venido insta-lando importantes contingentes de poblacin migrante que enlos zonas residenciales que cuentan con seguridad privada. Almismo tiempo, la imagen creada del delincuente (marginado,inmigrante, gitano, etc.) que amenaza a las clases medias, puedeser objeto de reivindicacin por los mismos sujetos que laencarnan. Este es el caso del rap y hip-hop con contenidos vio-lentos, donde el comportamiento amoral y antisocial es traves-tido y reivindicado como signo de distincin social.

    Consumiendo, procesando y emitiendo mensajes violentosexpresamos y redefinimos nuestra posicin y roles frente alorden social. Desde esa idea de orden social, con ms o menoscapacidad crtica, nos situamos y situamos a los otros como vc-timas, victimarios o garantes de la ley en trminos de clase, raza,gnero y orientacin sexual. En este sentido, el nivel socioedu-cativo pesa sobre el crimen (no se presenta igual al pobre queal ladrn de guante blanco); sigue habiendo una imagen domi-nante de gays y lesbianas que los vincula ya sea como vctimaso como victimarios al crimen sexual; las preferencias ideolgi-cas que llevan a entender lo radical en origen estar e ir a la razde los problemas siempre como violento...

    Estas estructuras narrativas presentadas por los mediosadquieren presencia en nuestras conversaciones y comporta-mientos cotidianos. Unas veces reforzamos esas estructuras ylos modelos de poder que las sustentan; en otras ocasiones lasreformamos, dependiendo de la posicin subordinada o domi-nante que ocupemos. De esta manera los medios organizannuestra mirada convencional sobre la sociedad, transmitindo-nos pautas de interaccin con los otros por ejemplo, cruzan-

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    do de acera en una calle desierta si de frente viene un inmi-grante rabe. Y no hay que olvidar que en los discursos domi-nantes la violencia siempre viene de los otros, de los que no soncomo nosotros (DELGADO, 1998).

    A MODO DE CONCLUSIN: QU PUEDEN HACER LOS TEJIDOS Y MOVIMIENTOS SOCIALES

    La perspectiva terica del elitismo institucional que se vieneproponiendo intenta captar de forma pragmtica los maticesque en trminos de efectos se derivan de las diferentes lgicasmediticas, para ver cmo stas pueden ser menos elitistas yms pluralistas con el accionar de los movimientos y tejidossociales. Estas lgicas mediticas varan segn sea la relacin de:

    a) dependencia de los medios respecto a las institucionesdel Estado y el mercado;

    b) de los medios con la audiencia, segn tiendan a orien-tarse por la lgica de cantidad o de calidad;

    c) de los propios medios, de los gneros y formatos de laviolencia (SAMPEDRO, 1999 y 2000).

    El control estatal (gubernamental) o la dependencia de losimperativos del mercado determinan tanto la representacindominante de la violencia como la posibilidad de cuestionarla.Por ejemplo, la casi inexistente informacin sobre la violenciapolicial (por ejemplo, las denunciadas por Amnista Internacio-nal sobre inmigrantes y manifestantes) slo se puede entenderpor los controles formales e informales de las Administraciones.Al no contar con este apoyo de los medios, las asociaciones delas vctimas de la violencia policial tienen que enfrentar seriasdificultades para conseguir informacin, promover denuncias,

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  • iniciar procesos judiciales, y ms si cabe se pretenden impulsartransformaciones legales para controlar estos criminosos exce-sos policiales.

    La dependencia de los medios de los poderes econmicosexplica en buena medida porqu para los medios es tan inc-modo denunciar delitos ecolgicos y las ilegalidades cometidasen la contratacin laboral y de servicios, por ejemplo, las gran-des compaas telefnicas. Por presencia en el accionariado opor la cartera de publicidad de estas empresas, los mediosrenuncian a investigar estas situaciones (por ejemplo, muy pocagente sabe en Espaa que el emblemtico Corte Ingls ha sidocondenado en firme por desarrollar de forma sistemtica prc-ticas de discriminacin sindical) (6). En ltima instancia, el ver-dadero poder sobre las noticias violentas consiste en evitaraparecer en ellas, en ningn rol (ERICSON, BARANEK y CHAN, 1991).

    Estas dependencias polticas y econmicas pesan sobre larelacin que los medios mantienen con la audiencia a travs desus representaciones de la sociedad, conformada principal-mente por las fuentes y pblicos presentes en las noticias. Losmedios controlados polticamente se dirigen a los ciudadanoscon mensajes que confirman la competencia y legitimidadexclusiva de las agencias oficiales para resolver la violencia ygarantizar el orden social. Los ciudadanos son consideradosentes pasivos, que atienden a un marco discursivo que se puedeplantear resumidamente como colaboren y dejen trabajar a lapolica y a la justicia. En trminos generales, tanto en losmedios pblicos como en la prensa de prestigio, el trabajo delos periodistas privilegia a las elites y a las fuentes de autoridad

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    (6) Con la sentencia 53/94 del Juzgado de lo Social de Madrid, ratificada tras los recursos de la empre-sa por el propio Tribunal Constitucional con sentencia 74/1998, se confirma que slo promociona y bene-ficia a los sindicatos organizados por la direccin, discriminando sistemticamente a los afiliados a CC.OOy UGT.

  • reconocidas; en el extremo opuesto, los movimientos ciudada-nos y los tejidos asociativos son invitados circunstanciales, lagran mayora de las veces incmodos, a no ser que consigan laportavoca de algn representante institucional que se haga ecode sus demandas.

    En los medios colonizados por la lgica mercantil se primala cantidad sobre la calidad de pblico. En la bsqueda deaudiencias masivas los periodistas que narran la violencia secomunican con los representantes oficiales de menor jerarqua(como los policas) y con los pblicos de la calle, obviamente demenor perfil institucional y de bajo poder adquisitivo. En reali-dad esta gente comn participa en la inmensa mayora de loscasos como voz del pueblo llano cuando no como populacho,que apenas alcanza a expresar emociones y sentimientos, mos-trando el sufrimiento y el dolor por ser vctima o simplementetestigo de la violencia. El marco del mensaje meditico en estesector social podra resumirse en un qudese en su lugar/acep-te su destino en el mapa de la violencia, o en el mejor de loscasos busque su lugar (que muchas veces esconde un inten-te salir de ah, y si no lo consigue es porque no se merece otracosa).

    Estas dos primeras cuestiones apuntadas se apoyan en lasconclusiones ms firmes de los estudios de economa poltica delos medios. Pero existen otras cuestiones que tambin pesansobre la dinmica meditica a la hora de presentar la violencia,como son la naturaleza del propio medio y de los formatos quela encierran. La televisin utiliza frente a la prensa un estilo msdirecto, donde la presentacin de los temas es ms simple ybreve, con una narracin realista fuertemente personalizada.Junto con la prensa sensacionalista, la televisin tiende a reco-ger testimonios de la calle, ya sea como vctimas o como testi-

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  • gos de crmenes, con argumentos sentimentales, emocionales,que incluso llegan a ser desviados en su intensa contemplacinsin contencin del sufrimiento ajeno. Los medios escritos decalidad conformaran el extremo opuesto a la hora de repre-sentar el crimen y el castigo de forma precisa. Se pueden encon-trar ms referencias a los crmenes que suceden en las esferasinstitucionales, sin tanto nfasis en la violencia explcita y en lostestimonios pasionales, centrando la atencin en los procedi-mientos institucionales que ponen en marcha.

    Los formatos en los que se presenta la violencia presupo-nen distintos contratos entre el productor del discurso y elreceptor, que regulan cmo deben ser interpretados estos men-sajes. Se pueden distinguir tres contratos bsicos para los tresgrandes gneros de la informacin, la ficcin y la publicidad(RODRIGO, 1998). En la informacin los periodistas apelan a laveracidad y la imparcialidad, que lleva a los pblicos a conside-rar la violencia como reflejo de realidad en la que viven. En lapublicidad, el pblico se enfrenta con un contrato manipuladorentendiendo manipulacin como hacer hacer, donde inclu-so el empleo de la violencia realista se sabe que responde a sufin ltimo: que el espectador compra y consuma. En la ficcin semantiene un contrato de carcter ldico, donde la propuesta escontemplar la violencia como un juego esttico y catrtico.

    Si estos contratos fuesen explcitos y estuviesen claramenteestablecidos podran servir de gua para que los distintos pbli-cos interpretasen correctamente los mensajes de violencia quelos medios introducen en los hogares. Pero adems de no con-tar con instituciones culturales que formen al pblico en estosnecesarios pactos de lectura de los mensajes de la violencia, elproblema reside en que cada vez ms las fronteras entre gne-ros se diluyen. La violencia como tema universal es una ame-

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  • naza contra todos y cada uno de nosotros, por slo el hecho deestar vivos ha sido central en la expansin de los gneroshbridos. El reality show utiliza las imgenes duras de violenciacomo reclamo publicitario, aplicndole buenas dosis de drama-tizacin y espectacularizacin que la acercan a la ficcin, e inclu-so defendiendo su inters informativo para el pblico (7).

    El deterioro de la informacin pblica que estn provocan-do estos mercados libres de la informacin viene marcado porla promocin rentable de las malas noticias con marcos blandos(soft news), en su mayora de tintes rosas y amarillistas: famo-sos, escndalos, accidentes, catstrofes y sensacionalismo de laviolencia y el crimen (BENNET, 2002) (8). Este esquema institucio-nal y empresarial-publicitario est apuntalando un discurso quefesteja la bsqueda individual y consumista de la felicidad, a tra-vs de un marco ideolgico conformista que se apoya en elmiedo y en la desconfianza social.

    Todos estos procesos ponen de manifiesto la asimetra depoder (institucional y de emisin) que privilegia a las fuentesoficiales y corporativas, al mismo tiempo que dificultan que lasaudiencias puedan asumir los marcos explicativos antagonistaspromovidos por el tejido y los movimientos sociales. Este marcode regulacin institucional cortocircuita el proceso cognitivo-deliberativo que podra llevarlas a convertirse en pblicos acti-

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    (7) La alta rentabilidad econmica ha determinado la expansin del info-show y la consiguiente disolu-cin de fronteras entre gneros de telerrealidad (la produccin de una hora de telerrealidad supone el 35%del costo de una hora de teleserie). El Euromonitor pone en evidencia el salto producido en Europa, dondeen el periodo 1990-2001 estos gneros hbridos han pasado de ocupar un 2% al 14% de la programacin,estando el 42% del tiempo programado en televisiones de titularidad pblica (PRADO PICO, 2002 ). (8) Por ejemplo, en el periodo 1993-1996 en EE.UU han aumentado en un 700% las noticias de asesina-tos en los informativos televisivos, cuando en la calle se han reducido un 20%; las portadas sobre famo-sos, escndalos y de inters humano de la revista Time pasaron del 15% en 1977 al 43% en 1997. Porel contrario, y paradjicamente, en el marco de la globalizacin, las noticias duras sobre poltica interna-cional se han reducido de un 45% al 13,5% en el periodo 1970-1990 (BENNET, 2002).

  • vos, que apoyan y promueven la perspectiva colectiva de parti-cipacin ciudadana, lo que constituira una orientacin alterna-tiva para su vida cotidiana, centrada sta en la solidaridad parala cohesin social, el reconocimiento cultural y la vida demo-crtica.

    No obstante, a pesar de la asimetra y la desigualdad, losmovimientos no cejan en su empeo de abrir la esfera pblica,impulsando plataformas de expresin para introducir en la esfe-ra meditica presiones y propuestas que intentan pasar a la agen-da poltica (SAMPEDRO, 2000; DAHLGREN, 2002). No se puede olvidarque los movimientos ecologistas, pedaggicos, feministas y dederechos humanos transnacionales son los principales responsa-bles de que hoy exista legislacin aunque sea escasa e incom-pleta que regula los desmanes medioambientales de las empre-sas; el apoyo a la integracin de los nios inmigrantes en lasescuelas; el apoyo para que las mujeres puedan escapar a lassituaciones de maltrato domstico o logran impulsar el juicio pordelitos contra la Humanidad a autcratas todava vivos por mediode la creacin de un Tribunal Penal Internacional. Actuando comopromotores informativos alteran (directamente o con la cobertu-ra informativa que generan los procesos polticos y legales quepromueven) las agendas periodsticas oficiales, en algunoscasos llegando a penetrar en las agendas polticas y gubernativas.

    No obstante, para mejorar su incidencia poltico-comunica-tiva el tejido asociativo y los movimientos estn abocados atener presentes todas estas consideraciones sobre la compleji-dad de la esfera meditica, diversificando su accionar para con-seguir cobertura en los diferentes medios y formatos. Por unlado, sabiendo ofrecer narraciones innovadoras que puedanentrar en la perspectiva sentimental y ldica que promueve latelevisin e incluso los medios sensacionalistas, colando por

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  • medio del inters humano los problemas de las clases y gruposdesfavorecidos en la esfera pblica (HALLN, 2000) sin olvidar,como apunta CORDEIRO (2000), que un testimonio sentidopuede condensar la teora poltica ms compleja.

    Al mismo tiempo, estn forzados a conseguir fundamentarargumentos polticos slidos, avalados por el conocimientoexperto para poder penetrar en los medios de calidad (SAMPEDRO,1997). Para ello, los colectivos sociales y organismos no guber-namentales, las redes de profesionales crticos de la comunica-cin, de educadores, pueden impulsar apoyos mutuos para lacreacin de espacios de produccin informativa mancomunadaque aumente su credibilidad como fuentes y su incidencia comopromotores informativos. Esta informacin producida y legiti-mada desde los social puede ganar circulacin meditica si lasociedad civil presiona por la democratizacin de la comunica-cin, promoviendo regulaciones innovadoras/renovadoras paralos medios convencionales de titularidad pblica (por ejemplo,con consejos audiovisuales que velen por los contenidos y porel derecho de acceso de la sociedad civil) y fomentando la crea-cin y mejora de medios descentralizados de comunicacin enmanos de las entidades sociales (BENNET, 2002; JEREZ, 2001; ERRO,2002). En ltima instancia se plantea trascender la lgica delmarcado y recuperar el sentido del servicio pblico de comuni-cacin potenciando la comunicacin social promovida por lasociedad civil (BLUMLER, 1993; DAHLGREN, 2002)

    Otro frente muy importante est en la defensa social de laeducacin para los medios, como propuesta cultural encaminadaa alfabetizar en la gramtica audiovisual y sentar las bases de losmencionados pactos de lectura que estn detrs de los dife-rentes gneros televisivos (APARICI, 2003; GARCA MATILLA, 2003).Entidades y movimientos ciudadanos tienen que abordar estas

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    cuestiones para enfrentar un reto estratgico de la vida demo-crtica en la llamada sociedad de la informacin: la descoloniza-cin de la esfera pblica llevada a cabo por una alianza poltico-econmico que juega en contra de las dinmicas de ciudadana.

    Para finalizar, vale la pena poner un ltimo ejemplo de an-lisis de la violencia en la media (GUNTER, 1996: 240-241). Unequipo norteamericano, Hennigan y sus colaboradores, aprove-ch el desfase existente entre 1949 y 1952 en la progresivaintroduccin de la televisin en las diferentes ciudades del pas.Pensaron que encontraran un aumento de los homicidios, asal-tos violentos y atracos en aquellas ciudades donde primerolleg la televisin, pero lo nico que encontraron fue unaumento de los hurtos y pequeos robos. Los autores conclu-yeron que el efecto no era debido al sentimiento de agresin nia la imitacin de las imgenes violentas de la televisin, sino queestaba vinculado al sentimiento de escasez de recursos quesentan los espectadores de bajo nivel econmico ante la rique-za de los personajes de televisin. En el contexto de la globali-zacin neoliberal, y de los consecuentes procesos de homoge-neizacin cultural que, con su particular y egosta idea de felici-dad, promueve la opulenta sociedad occidental frente al restodel mundo, es necesario pensar ms profundamente sobre quimgenes son verdaderamente violentas y cules son los efec-tos violentos que su comunicacin produce.

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