2016. Segundo premio: Benítez, Javier. Transparencia, confianza y democracia

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Premios > Dos completos lotes de libros de Ciencia Política para el ganador(a) y el segundo(a) clasificado(a). > Otros premios en las Bases del Concurso. ¿Es posible una Administración con paredes de cristal? Concurso 2016 #EnsayoAVAPOL VII GOBIERNO Y TRANSPARENCIA Organiza AVAPOL, Asociación Valenciana de Politología Patrocina Alianza Editorial Plazo de recepción de textos < del 15 de Abril 2016 al 20 de Mayo 2016 > Más información y bases en www.avapol.es @AVAPOL /AVAPOL

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Premios > Dos completos lotes de libros de Ciencia Política para el ganador(a) y el segundo(a) clasificado(a). >OtrospremiosenlasBasesdelConcurso.

¿Es posible una Administración con paredes de cristal?

Concurso 2016 #EnsayoAVAPOL

VII

GOBIERNO Y TRANSPARENCIA

Organiza AVAPOL, Asociación Valenciana de PolitologíaPatrocina Alianza Editorial

Plazo de recepción de textos < del 15 de Abril 2016 al 20 de Mayo 2016 >Más información y bases en www.avapol.es

@AVAPOL/AVAPOL

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Transparencia, confianza y democracia

Que la vida iba en serio lo descubrimos leyendo a Jaime Gil de Biedma.

Que la política era y es imperfecta, lo hemos descubierto a través también de

nuestra propia experiencia. Nunca llueve a gusto de todos, pero además los

representantes de la ciudadanía no han sabido estar a la altura de la confianza

depositada en ellos.

La crisis de la política se ha trasladado, a su vez, a las

instituciones, incluso a la democracia. Todo está en cuestión, en muchas partes

del mundo. El bienestar se ha derrumbado, las expectativas no se han

cumplido, y la frustración de los ciudadanos amenaza los propios cimientos de

un sistema que ha funcionado bien durante muchos años, que ha conseguido

logros fundamentales, pero que ahora luce averiado y a punto de caducar.

En este contexto, surgen como soluciones conceptos como

“transparencia”, “buen gobierno”, “acceso a la información” o “gobierno abierto”.

Todos son diferentes, pero comparten una virtud: la de renovar el sistema. Es

urgente recuperar la confianza de la ciudadanía, y todas estas recetas se

afanan en conseguirlo.

Sin embargo, y de la misma manera que ya sabemos de la

imperfección de la política y la democracia, conviene interrogarse acerca de la

transparencia, sus usos, límites y posibilidades. Como todo concepto

instrumental, las bondades de la transparencia dependerán de la finalidad con

que se use. Y eso requiere objetividad, rigor, y análisis de los puntos débiles de

un proceso que está en boca de todos, pero que también merece ser sometido

a discusión.

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El filósofo de origen coreano Byung-Chul Han, por ejemplo, apunta que

“la sociedad de la transparencia es una sociedad de la desconfianza y de la

sospecha, que, a causa de la desaparición de la confianza, se apoya en el

control”. Sostiene el autor que “la potente exigencia de transparencia indica

precisamente que el fundamento moral de la sociedad se ha hecho frágil”, lo

que conduce a la sustitución de los valores morales (como la honradez y la

lealtad) por “la transparencia como nuevo imperativo moral” 8Han, 2013, p. 92).

Un extremo peligroso, que invita a la reflexión.

El sociólogo estadounidense Amitai Etzioni, por su parte, se ha

preguntado por “los límites de la transparencia”, y también ha cuestionado que

la transparencia, como se viene repitiendo, sea el mejor desinfectante, como la

luz que penetra en los rincones oscuros. Etzioni (2010 y 2014) repasa las

críticas ya conocidas a la transparencia y las posibilidades y dilemas de la

democracia representativa –desde la ausencia de tiempo y formación del

ciudadano medio hasta los evidentes riesgos de caer en el populismo- y aporta

una certera advertencia con respecto al papel reservado para la propia

administración pública, y que tiene que ver con el riesgo creciente de sustituir la

regulación por la transparencia. Nada mejor para implantar unas correctas

políticas públicas que una regulación adecuada, porque de lo contrario la forma

estará suplantando a los fines.

Una tercera señal de alerta la ha emitido la investigadora suiza Sandrine

Baume. La investigadora helvética llama la atención sobre la creciente

“mediatización de la política”, que a su juicio juega un papel negativo. De

hecho, los medios comerciales están más tentados a exhibir elementos

sensacionalistas, como por ejemplo la vida privada de los altos cargos, que a

proceder a investigar asuntos con conclusiones menos explosivas, viene a

decir en sus artículos (Baume, 2013, pp. 11-12). Una conclusión relevante y

que pone el foco sobre el papel de los intermediarios –medios de

comunicación, pero también asociaciones con intereses de parte o la propia

oposición política- en el correcto uso de los instrumentos que deben contribuir

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precisamente a objetivar el debate público, serenarlo y dotarlo de contenido y

rigor.

Una última reflexión tiene que ver con las posibilidades adánicas de la

transparencia para articular un proceso limpio y primigenio de toma de

decisiones, honesto por partir del pueblo directamente, a través de

procedimientos de democracia directa o deliberativa. En un texto reciente, Eva

Sáinz ha recordado los riesgos de este tipo de política, citando a Stephen

Tierney: la posible manipulación por las élites del proceso y sus resultados; la

tendencia a agregar prejuicios, más que a formar opiniones; y finalmente la

consolidación de mayorías en perjuicio de las minorías. Cuidado, pues, con las

soluciones mágicas y simples a problemas complejos.

Todo esto nos lleva a formular, quizás, la pregunta de otra manera. En

vez de inquirir si es posible una Administración con paredes de cristal, puede

ser relevante decidir primero si es deseable una Administración con paredes de

cristal. Someterlo todo al criterio no siempre bien formado de una mayoría

infalible puede tener consecuencias imprevistas, y no deseadas, sobre el

lánguido estado de salud de la democracia y de sus instituciones

representativas, con la propia Administración pública a la cabeza.

Defiende Daniel Innerarity (2015, p. 24) que “si es malo el elitismo

aristocrático también lo es el elitismo popular”, y que, por lo tanto, “la crisis

política en la que nos encontramos no se arregla poniendo a la gente en el

lugar de los gobernantes, suprimiendo la dimensión representativa de la

democracia”. Un diagnóstico interesante que puede hacerse extensivo sin

dificultad al propio ámbito de la Administración pública y sus servidores.

Entonces, digamos que “transparencia sí, pero no así”: si aceptamos que todo

poder necesita de un contrapeso, entonces también el poder purificador de la

transparencia lo requiere.

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Bibliografía

Baume, Sandrine (2013): Does Transparency Engender the Confidence

of the Governed? A Contrinution to Political Thought. Paper submitted to

therd Global Conference on Transparency Research, HEC París,

October 2013.

Etzioni, Amitai (2010): Is Transparency the Best Disinfectant? The

Journal of Political Philosophy, pp. 1-16.

Etzioni, Amitai (2014): The Limits of Transparency. Public Administration

Review, vol. 74, Issue 6, pp. 687-688.

Han, Byung-Chul (2013): La sociedad de la transparencia. Herder,

Barcelons, 95 páginas.

Innerarity, Daniel (2015): La política en tiempos de indignación. Galaxia

Gutenberg, Barcelona, 357 páginas.

Sáenz Royo, Eva (2016): La regulación y la práctica del referéndum en

Suiza: un análisis desde las críticas a la institución del referéndum.

Revista de Estudios Políticos, número 171, enero/marzo 2016, pp. 71-

104.