Almond y Verba La Cultura Civica

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 Comuniquenos su nombre y direc- ción, citando este iibro,  y ie infor- maremos periódicamente de todas  nuestras novedades. Euramérica, S. A.  Ap art ado 36.204 M A D R I D colección FOESSA, serie Estudios, por J o s é  B e l l o c h  ZIMMERMANN , La versioii ongm al de esta obra ha ddo publicada en Inglateira  po r F nn ce to n U ni ve rs it y Pr es s, ba jo el tu lo T H E CI V IC C U LT U RE Copyright © 1963 by Princeton University P re s s Derechos exclusivos de pu blicación en le ngua ca stellana pa ra todos los países : EURAMERICA, S. A. Madrid ' Distribuidor exclusivo; La Editorial Católica, S. A. Madrid Depósito legal: M. 12684 - 1970 , IMPRESO EN ESPAÑA , PRINTED IN SPAIN FUNDACION FOESSA FOMENTO DE ESTUDIOS SOCIALES Y DE SOCIOLOGIA APLICADA L A CULTURA  CIVICA  ESTUDIO SOBRE LA PARTICIPACION POLITICA DEMOCRATICA EN CINCO NACIONES Por  GABRIEL A. ALMO ND Y SIDNEY VERBA Presentación: JOSE JIMENEZ BLANCO Catedrático de Sociologia de la Universidad Autónoma de Madrid EURA MER ICA, S. A. MATEO INURIA. 15 m MAD RID (ESPAÑA)

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y Verba La Cultura Civica

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  • Comuniquenos su nombre y direccin, citando este iibro, y ie informaremos peridicamente de todas nuestras novedades.

    Euramrica, S. A.Apartado 36.204

    M A D R I D

    coleccin F O E S S A , serie E stud io s, p o r J o s B e l l o c h Z IM M E R M A N N , L a versio ii o n g m a l d e es ta o b ra h a d d o p u b lic a d a en In g la te ira

    p o r F n n c e to n U n ivers ity P ress, ba jo el t tu lo T H E C IV IC C U L T U R E C o p y rig h t 1963 by P r in ce to n U n ivers ity Press

    D erechos exclusivos d e p u b licac i n en le n g u a c a s te llan a p a ra todos los pases : E U R A M E R IC A , S. A. M ad rid

    ' D is tr ib u id o r exclusivo ; L a E d ito r ia l C a t lic a , S. A. M ad rid

    D ep sito le g a l : M . 1 2 6 8 4 - 1 9 7 0 , IM P R E S O E N E S P A A , P R IN T E D IN S PA IN

    FUNDACION FOESSAF O M E N T O D E E S T U D IO S S O C IA L E S Y D E S O C IO L O G IA A PLIC A D A

    LACULTURA

    CIVICA

    ESTUDIO SOBRE LA PARTICIPACION

    POLITICA DEMOCRATICA EN CINCO NACIONES

    Por GABRIEL A. A LM O N D Y SIDNEY VERBA

    P resentacin:

    JO S E JIM E N E Z B LA N C OC atedrtico de Sociologia de la U niversidad A utnom a de M adrid

    E U R A M E R IC A , S . A. M A T E O IN U R IA . 15 m M A D R ID (ESPA A )

  • Pgs.

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    5 2 9

    5 6 75 8 7

    5 9 96 1 3621

    I N D I C EPRESENTACION

    PROLOGOI PARTE

    Teora y mtodo del estudio.1. Un enfoque sobre la cultura poltica.2. Anlisis comparado internacional y con

    ducta poltica: Algunas consideraciones de mtodo.

    II PARTE Pautas de cultura poltica.

    3. Pautas de conocimiento poltico.4. Sentimientos hacia el Gobierno y la pol

    tica.5. Pautas de partidismo poltico.6. La obligacin de participar.7. El sentido de la competencia (capacidad)

    cvica.8. Competencia del ciudadano y competencia

    de sbdito.9. Competencia, participacin y lealtad pol

    tica.III PARTE

    Relaciones sociales y cultura poltica.10.^Relaciones sociales y cooperacin ciuda

    dana.11. Asociacin organizada y competencia c

    vica.12. Socializacin poltica y competencia c

    vica.IV PARTE

    Perfiles de la cultura poltica.13. Diferencias de grupo en la orientacin po

    ltica.14. Cinco culturas polticas.

    V PARTE Conclusin.

    CAPITULO 15. La cultura cvica y la estabilidad democrtica.

    APENDICE A. Muestra y errores de la muestra. APENDICE B. Guiones de entrevista.APENDICE C. Entrevista poltica bibliogrfica.INDICE DE TABLAS Y FIGURAS.INDICE GENERAL.

    CAPITULOCAPITULO

    CAPITULOCAPITULO

    CAPITULOCAPITULOCAPITULO

    CAPITULO

    CAPITULO

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    CAPITULO

    CAPITULOX

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  • PRESENTACION-

    En un mundo de opciones polticas demasiado simples tales como monarqua-repblica, democracia-dictadura, capitalismo-socialismo, este libro de Almond y Verba cumple la misin de ilustrarnos sobre la complicada red de variables interrelacio- nadas que sostienen la realidad concreta de su rgimen poltico. Especialmente en Espaa y en los pases de su misma cultura, una que ya va siendo larga historia de formas perennemente constituyentes (para acogerme a una feliz expresin del desaparecido y admirado profesor Gimnez Fernndez), en la bsqueda de un orden poltico que eluda el terror o la ineficacia y sea susceptible de alumbrar un proyecto sugestivo de vida en comn (tal vez convenga recordar que eso lo dijo Ortega y Gasset), este libro puede servir de leccin para desechar soluciones polticas demasiado ingenuamente planteadas.

    Un rgimen poltico es la resultante de una experiencia histrica, de una configuracin especfica de los grupos familiares, educativos y laborales, de unas motivaciones personales adquiridas en esos grupos, de las comunicaciones entre los miembros de la sociedad, del nivel educativo de la poblacin y de tantas cosas ms en que, por supuesto, las propias instituciones polticas tienen un papel de radical importancia. Pero todas esas cosas no son elementos que se suman o se restan que estn presentes o ausentes en una mgica frmula matemtica que produce el rgimen poltico perfecto. Por el contrario, constituyen un todo en el que cada parte implica a todas las dems en una trama singular, cuyo proceso de totalizacin viene a resultar ms bien irrepetible. Esta pudiera ser la conclusin que el lector de este libro sacara siguiendo las lneas y entrelineas de los minuciosamente elaborados captulos de que consta esta obra.

    Los autores, sin embargo, repetidas veces ponen en guardia al lector frente a las limitadas conclusiones que pueden obtenerse de su investigacin. En este sentido, nunca se ponderar bastante el cuidado que ponen en delimitar el alcance de su estudio. Pero al lector le queda una difusa sensacin de que las cosas han rodado demasiado bien en Inglaterra y en los Estados Unidos hasta constituir un modelo de rgimen democrtico, en tanto que en los otros pases investigados (Alemania, Italia y Mxico), e in-

  • cluso en los no estudiados, pero que se parezcan a estos ltimos, las cosas, desgraciadamente, no han marchado por el buen ca- mitio. Es una lstima. Y es una suerte que los Estados Unidos y Gran Bretaa, en su afortunado desarrollo poltico, estn ahi para ofrecerle al mundo un espejo en el que mirarse y recibir la buena nueva de la casi perfecta democracia.

    Esta difusa sensacin puede ser muy gratificante para los autores del libro y sus conciudadanos norteamericanos, as como para los ingleses, pero demoledora para los lectores a quienes les ha tocado vivir en pases cuya historia no ofrece una trayectoria tan rectilnea. Trayectoria que, por ejemplo, ha convertido a los parroquiales en sbditos y a stos en ciudadanos participantes {de acuerdo con la terminologa de los autores), dando lugar a una autntica, o casi, cultura cvica. Esto para los Estados Unidos e Inglaterra, a grandes rasgos; algo diferente para los otros pases que se han quedado en el parroquialismo o en la etapa del sbdito y no han conseguido llegar a la categora de ciudadanos. Y el lector puede preguntarse: iqu posibilidades tienen estos otros pases de alcanzar esa categora si sus respectivas trayectorias histricas en las que se entrelazan tan estrechamente todo aquel conjunto de variables y de un modo tan especfico no les han llevado al nivel de la cultura cvica! Habrn de tratar de reproducir todos los episodios histricos, a estas alturas, de aquellas dos naciones afortunadasl o habr algn atajo por el que se pueda llegar a tan feliz trmino desde ya, sin necesidad de pasar por todas y cada una de las etapas de las historias inglesa y norteamericana! Y, sobre todo, iqu posibilidad existe para las llamadas naciones emergentes que. por as decirlo, no tienen historia feliz o fracasada en esa direccin?

    Olvidemos lo que de sociocentrismo haya en este libro. Porque lo cierto es que plantea un problema importante de nuestro tiempo: el problema de la participacin. Participacin como sujetos responsables de todos los hombres de una sociedad. Participacin que con esta o con otras palabras; por ejemplo, igualdad constituye una de las metas comunes de los hombres de nuestro tiempo, y a la que ingentes cantidades de hombres estn dispuestos a sacrificar otras metas-, por ejemplo, la libertad.

    El libro de Almond y Verba nos ofrece el ejemplo de dos sociedades que han alcanzado un cierto grado de participacin o de igualdad con otro cierto grado de libertad. Y nos muestra la complicada red de interrelaciones que han llevado a esa concreta ecuacin. El libro se public en su edicin original en

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    1963. Las cosas han cambiado tanto desde esa fecha tan cercana, que las dos sociedades modelo se enfrentan hoy con el problema de integrar en la participacin a los jvenes y a las llamadas minoras. Est por ver si estos modelos son capaces de convertir en ciudadanos participantes a ambos, sin tocarle al sacrosanto principio de la libertad. Est por ver si el happy end de 1963 lo ser tambin en la dcada de los setenta.

    Pero, en cualquier caso, esta investigacin nos muestra que la participacin tiene que plantearse a todos los niveles y no slo al nivel de las instituciones polticas. O lo que es igual: que democracia poltica implica necesariamente si ha de ser efectiva y no meramente formal democracia familiar, democracia educativa, democracia econmica {o del sistema de produccin), personalidades democrticamente motivadas, comunicaciones democrticas {es decir, informaciones libres y discusiones libres, sin amenazantes cohibiciones), etc., y todo ello en ntima interconexin. Dicho de otra manera: que no se lograr una autntica participacin poltica si al mismo tiempo, y en estrecha relacin con ella, no se produce la participacin a todos los niveles y para todos.

    No s si ser arraigado prejuicio de profesor universitario prejuicio que afecta tambin a los autores de la obra, pero es mi firme conviccin que la clave de la futura participacin real de todos los hombres por encima de lo que hayan sido las trayectorias histricas de sus respectivos pases se encuentra en la educacin. No quisiera que despus de haber sealado la simplicidad con que se plantean las opciones polticas en nuestro mundo, diese yo ahora la impresin de sacarme de la manga la panacea universal para solucionar los intrincados problemas que plantea el logro de una sociedad realmente participante. Lo que s quiero decir es que la educacin para todos puede ser la variable que haga posible que en el transcurso de una generacin las sociedades encuentren ese atajo de que hablaba antes. Y, por supuesto, no se me oculta que la meta de la educacin para todos ella misma est estrechamente ligada a las mutaciones profundas de las otras variables del sistema social Pero sin ella es decir, sin educacin para todos no se me alcanza el camino que conduzca rpidamente a una cultura cvica de participacin.

    P a ra u n a exposic ion ms^ d e ta lla d a d e la s im p licaciones d e la ed u c ac i n con o tras v a riab le s d e l s istem a socia l, p u e d e v erse m i tra b a jo L a c a lid a d d e la E d u c c i n en E sp a a , e n el v o lu m en d e A nales d e M oral S ocia l y E conm ica t i tu la d o L a E d u c a c i n e n E spaa (M ad rid , 1970).

  • Se hace necesario advertir al lector de la escasa importancia que Almond y Verba conceden en este libro a las ideologas. La investigacin fue realizada en el momento de confusin intelectual que han representado los profetas del fin de las ideologas ; confusin que ha durado hasta llegar a reconocerse que el fin de las ideologas es en s mismo una ideologa ms y, por otra parte, que sus profetas, adems de la ideologa del fifi de las ideologas, eran portadores de alguna concreta de ellas, despachando al resto al cementerio de la historia con el simpln recurso de definirlas precisamente como ideologas y presentando la suya propia como resultado de planteamientos cientficos, tecnocrticos y, desde luego, indiscutibles. O las ideologas no haban muerto, o desde 1968 parecen haber resucitado con ms virulencia que nunca. En todo caso, quien quiera explicarse lo que pasa en el mundo desde esa fecha decisiva crisis de civilizacin lo ha llamado Malraux, no podr prescindir de las ideologas.

    Por ltimo, este libro que ahora aparece en su versin espaola, ha tenido una enorme influencia sobre toda una serie de investigaciones realizadas en nuestro pas. Preguntas del guin de la entrevista de este estudio se han incorporado a investigaciones como, por ejemplo, el I Informe Sociolgico sobre la Situacin Social de Espaa, dirigido por Amando de Mgual y patrocinado y publicado por la Fundacin FOESSA ; o La estructura social de Andaluca, de prxima aparicin en las publicaciones del Instituto de Desarrollo Econmico, por los profesores Murillo, Bosque, Garca Barbancho, Varela, Cazorla y yo m ism o; y utilizando el aparato conceptual de Almond y Verba, el trabajo Aspectos sociolgico-polticos del caciquismo espaol, de Juan del Pino Artacho, en Revista Espaola de la Opinin Pblica, nmero 15.

    No quisiramos despedirnos del lector hispano, en esta presentacin, sin manifestarle que, a pesar de las reticencias o limitaciones que hemos apuntado, esta obra no ha podido ser hecha de una manera mejor. Los autores, y cualquier socilogo competente, conocen perfectamente las limitaciones que la investigacin emprica tiene en la actualidad. Muchas pginas de este libro se dedican a sealar esas limitaciones. Pero esto no quiere decir que haya que volver a la introspeccin, la intuicin o la genialidad de los estudiosos de antao como se ver en la obra, Tocqueville ya haba adivinado muchas de las conclusiones de esta investigacin. Lo que esto quiere decir es que hay que perfeccionar las tcnicas de investigacin en el campo social. Y

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    la nica manera de perfeccionarlas es aplicarlas, localizar sus limitaciones y tratar de superarlas. La cultura cvica es una obra maestra en esta perspectiva.

    J os J im n ez B lancoCatedrtico de Sociologa

    Universidad autnoma de Madrid

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  • Y esta forma poltica nuestra, confiada no a unos cuantos, sino a todo el pueblo, se llama democracia... Pasamos por los cargos pblicos sin obstrucciones mutuas', y vivimos juntos, con los afectuosos lazos mutuos de la vida privada, sin suspicacia', sin enfadarse con el vecino por seguir las inclinaciones de su propio carcter, ni presentndonos con esa cara de malhumor, que molesta, aunque no pueda castigar... de modo que en la vida privada nos relacionamos sin desconfianzas ni dao, mientras no nos atrevemos, por ningn concepto, a causar ofensa en la vida pblica, por el respeto que tenemos hacia los magistrados y hacia las leyes... Se puede distinguir en las mismas personas la preocupacin por sus propios negocios privados y por los pblicos; y en otros, ocupados por los ciudadanos de la vida, se da habilidad y competencia para los negocios de gobierno. Pues somos el nico pueblo que considera, no indolente, pero s intil, a aquel que no se ocupa en los asuntos de gobierno.

    P e r id e s , Sobre las causas de grandeza de Atenas.

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    PROLOGO

    El presente trabajo sobre la cultura poltica de la democracia, recibi su impulso inicial hace unos treinta aos, en la Seccin de Ciencias Sociales de la Universidad de Chicago. Mucho de lo que ahora se conoce por el nombre de enfoque behaviorstico en el estudio de la poltica, tuvo all su origen, en el perodo entre las dos guerras mundiales. El hecho de haberse precisado tres o cuatro dcadas para que su teora de la ciencia poltica se haya convertido en dominio comn, es un tributo de reconocimiento a la visin de los hombres que fueron los autores de este cambio gradual de opinin. Nuestro anhsis se inspira, sobre todo, en la obra de Charles E. Merriam. Sus ensayos sobre Civic Training formularon muchos de los problemas que aqu nos ocupan, y su New Aspects of Politics, propuso los mtodos utiUzados en la redaccin del presente trabajo.

    Nos enfrentamos en este libro con una serie de temas clsicos en la ciencia poltica; con lo que los griegos denominaban virtudes cvicas y sus consecuencias para la efectividad y estabilidad de im gobierno democrtico; y con la clase de vida comunitaria, organizacin social y educacin de los hijos condicionadas por las virtudes cvicas. Al emplear la tcnica de encuesta para estudiar estos temas clsicos, estamos siguiendo tambin la prctica tradicional de confiar en los mtodos ms exactos a nuestro alcance para la investigacin de tales problemas. Quiz Tocqueville y Bryce, si vivieran ahora, hubieran utilizado igualmente en algn sentido los anlisis comparados en sus investigaciones sobre las actitudes democrticas.

    Nuestro trabajo pretende sugerir que existe en Inglaterra y en los Estados Unidos una pauta de actitudes polticas y un estrato subyacente de actitudes sociales que constituyen el fundamento de un proceso democrtico estable. En las otras tres naciones estudiadas Alemania, Italia y Mxico se da esto en menor medida. Pero tal conclusin no debe llevar al lector a desconfiar de las posibilidades de la democracia en las tres ltimas naciones citadas. Nuestro estudio supone solamente una instantnea en un mundo que cambia rpidamente, y aunque seamos capaces de detallar algunos de los graves problemas que

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  • estas naciones posiblemente han de superar para llegar a un sistema poltico ms estable y democrtico, no podemos concluir, ni en modo alguno lo hacemos, que tales problemas carezcan de solucin. Pero hay algo ms importante: nuestras conclusiones no deben llevar al lector a sentirse satisfecho de la democracia existente en las dos primeras naciones mencionadas, Inglaterra y los Estados Unidos. Mientras la plena participacin en el sistema poltico y el acceso a las vas de mejora social continen denegndose a sectores significativos de su poblacin, permanecern incumplidas sus promesas democrticas.

    Fueron interrogadas unas cinco mil personas ingleses, alemanes, itahanos, mexicanos y norteamericanos, con el fin de suministramos nuestros datos. Solicitamos de las personas interrogadas en las capitales, ciudades y pueblos de estos cinco pases su cooperacin, para reahzar con nosotros un anhsis cientfico, bajo auspicios universitarios, de los problemas planteados por la democracia y la participacin poltica. En un sentido muy real es ste su hbro y nosotros, los autores, confiamos haberles sido fieles.

    Han transcurrido cinco aos desde que se plane el presente estudio hasta su reahzacin y son muchas nuestras deudas. Nos complacemos en reconocer el gran apoyo prestado por el fallecido Frederick S. Dunn, director del Centro de Estudios Internacionales en la Universidad de Princeton, cuando se inici nuestro trabajo, y por Klaus Knorr, director del citado Centro durante las posteriores etapas del proyecto. El International Research Associates, de Nueva York, nos ayud en el desarrollo del diseo de la investigacin y de la encuesta, as como en la administracin del proyecto; agradecemos en especial la colaboracin de Elmo Wilson, Helen Dinerman y Frank Bonilla. Morris Rosenberg, del Instituto Nacional de Sanidad Mental, contribuy mucho en la etapa de planificacin, en la construccin de los instrumentos de investigacin y en el anhsis de los pre-tests (antepruebas). Herbert Hyman nos ayud en las etapas planificadora y de anteprueba. Maurice y Ruth Frber, as como Robert E. Lae, colaboraron con trabajos originales a la elaboracin del instrumento de encuesta.

    Durante el curso del trabajo nos beneficiamos de la ayuda investigadora de un gran nmero de personas. Louise K. Comfort desempe un papel importante en la planificacin y ante- prueba de los guiones de entrevista, as como en la recogida de material comparativo de otras encuestas. Anne Munholland nos ayud en problemas generales de estadstica y realiz el arduo trabajo de revisar nuestros datos para su publicacin. Morris

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    Davis contribuy a nuestro anhsis sobre otras encuestas y prepar un memorndum acerca de las teoras de la ciudadana. An- nelisa Kelley ayud recogiendo otros datos de encuesta y colabor en la traduccin del instrumento de investigacin. Annette Ducey y William Flanagan revisaron y reahzaron gran parte de los anlisis estadsticos de los datos; Lotte Doverman y Peter Almond ayudaron en el anhsis estadstico, y la seora Doverman prepar los primeros esbozos de los relatos ilustrativos consignados en el captulo 14. Agradecemos tambin la ayuda prestada por Robert Scott en el anhsis de las intervis biogrficas mexicanas.

    Damos tambin las gracias por su labor de secretara a Gail Ahlgren, Brbara Jacobs y Sarah Bondy. El Centro para Estudios Superiores en las Ciencias Behaviorsticas dio toda clase de facilidades para la preparacin final del manuscrito.

    Nos sentimos satisfechos de destacar nuestra colaboracin con las agencias interviuvadoras en cada uno de los pases estudiados. En los Estados Unidos, nuestra encuesta fue dirigida por el National Research Center, de la Universidad de Chicago, bajo la supervisin de Selma Monsky y Jacob Feldman; en Gran Bretaa fue realizada la encuesta por el Research Services Ltd., de Londres, bajo la direccin de Mark Abrams y A. E. S. Ehrenberg; en Alemania se ocup del programa de intervis el DIVO Institut, de Frankfurt, dirigido por Gerhart Baumert y Peter Schmidt; en Italia se encarg del trabajo el Instituto Italiano DellOpinione Publica, de Miln, bajo la direccin de Ernesto Norbedo. La encuesta en Mxico fue realizada por el International Research Associates, de Mxico, ciudad de Mxico, bajo la supervisin de George Gaither y Alfred Wilson.

    Un original anterior del manuscrito se benefici de la atenta lectura y valiosos comentarios de Harry Eckstein, Herbert Hyman, Robert Scott y Alex Inkeles.

    El presente estudio fue subvencionado generosamente por la Fundacin Camegie, de Nueva York. Tenemos muchas razones para expresar nuestro agradecimiento a sus directivos, en particular a John Gardner, Wilham Marvel y James Perkins. No ser necesario recordar que la responsabihdad por el contenido y las conclusiones del presente trabajo es nuestra.

    Agosto, 1962.G. A. A.S V.

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  • I PARTE

    TEORIA Y METODO DEL ESTUDIO

  • UN ENFOQUE SOBRE LA CULTURA POLITICA

    CAPITULO 1

    Este es un estudio sobre la cultura poltica de la democracia y de las estructuras y procesos sociales que la sostienen. La fe de la Ilustracin en el inevitable triunfo de la razn y de la libertad del hombre ha sido sacudida por dos veces en las ltimas dcadas. El desarrollo del Fascismo y del Comunismo despus de la Primera Guerra Mundial suscit serias dudas sobre la inevitabilidad de la democracia en Occidente ; y an no podemos estar seguros de que las naciones del conliente europeo lleguen a descubrir una forma estable de proceso democrtico que se acomode a sus instituciones sociales y a su cultura particular ; ni podemos hacer otra cosa ms que confiar en que conjuntamente descubrirn una democracia europea.

    Sin haber resuelto primero estas dudas, los sucesos a partir de la Segunda Guerra Mundial han hecho surgir problemas a escala mundial acerca del futuro de la democracia. Las explosiones nacionales en Asia y Africa, as como la presin casi universal de pueblos anteriormente sometidos y aislados para su admisin en el mundo moderno, han introducido esta cuestin, de carcter particularmente poltico, en el contexto ms amplio del carcter futuro de la cultura mundial. El cambio de cultura ha adquirido un nuevo significado en la historia del mundo. El avance en el conocimiento y control de la naturaleza, que tuvo su momento importante en Occidente, hace tres o cuatro siglos, se ha transformado en un proceso mundial, y su ritmo se ha acelerado, pasando de siglos a dcadas.

    El problema central de la ciencia poltica en las prximas dcadas consiste en saber cul va a ser el contenido de esta nueva cultura mundial. Tenemos ya una respuesta parcial a esta pregunta, y podamos haberla avanzado, partiendo de nuestro conocimiento sobre los procesos de difusin cultural. Los bienes fsicos y sus modos de produccin parecen ofrecer las menores dificultades para su difusin. Es evidente que estas facetas de la cultura occidental se difunden rpidamente, junto con la tecnologa de la que dependen. Ya que la modernizacin econmica y la unificacin nacional exigen una gran inversin social, a nivel

    R a l p h L in t o n , T h e S tu d y o f M an: A n In tro d u c tio n . N ew Y ork, 19 3 6 , p g in a s 3 2 4 - 4 6 .

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  • superior, en concepto de transportes, comunicaciones y educacin, y ya que tales extremos requieren a su vez control, regulacin y administracin, se difunde tambin con relativa facilidad la pauta de una burocracia racional. El concepto de la burocracia eficaz tiene muchos puntos comunes con la idea de tecnologa racional. Lucan Pye habla de una organizacin social moderna basada en una tecnologa organizada l Posee en comn, con la ingeniera y tecnologa, una mezcla de racionahdad y autoridad. La ingeniera es la aplicacin de racionalidad y autoridad a las co- sas materiales; la organizacin social moderna consiste en su aplicacin a los seres humanos y grupos sociales. Aunque el mundo no-occidental se halla lejos de haber desarrollado con xito una tecnologa industrial y una burocracia eficiente, no hay duda de que desea tales instituciones y las comprende en parte.

    Lo problemtico en el contenido de la cultura mundial naciente es su carcter poltico. Mientras que el movimiento, en el sentido tecnolgico y de racionahdad organizadora, presenta gran uniformidad en todo el mundo, la direccin del cambio poltico es menos clara. Pero es posible discernir un aspecto en esta nueva cultura poltica mundial: ser una cultura poltica de par-

    naciones jvenes tel mundo se halla difundida amphamente la creencia de que el individuo corriente es pohticamente importante de que debe ser un miembro activo del sistema poltico, Grandes grupos de personas, que han ^tado apartadas de la poltica, solicitan su ingreso en la mismaY son raros los dirigentes polticos que no se profesan solidarios con esta meta.

    Aunque esta prxima cultura poltica mundial aparece dominada por la explosin de la participacin, no se sabe cul va a ser el modo de dicha participacin.^Las naciones nuevas se ven confrontadas con dos diferentes mo&elos de Estado moderno de participacin: el democrtico y el totalitario. El primero ofrece al hombre de la calle la oportunidad de participar en el proceso reahzador de decisiones polticas en calidad de ciudadano influyente; el totalitario le brinda el papel de sbdito participante l Ambos modos tienen sus atractivos para las naciones jovenes, y no puede predecirse cul vencer si es que no surge una nueva combinacin de los dos

    Si ha de desarrollarse en estas naciones el modelo democrtico del Estado de participacin, requerir eho algo ms que las

    n u tte c an C o m p a ra tive PoUtics, Socia l S c ie n rr R esearch C , m J v e o de

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    instituciones formales de una democracia el sufragio universal, los partidos polticos, la legislatura electiva. Estas, de hecho, se incluyen tambin en el modelo totalitario de participacin, en un sentido formal, ya que no funcional. Una forma democrtica del sistema poltico de participacin requiere igualmente una cultura poltica coordinada con ella. Ahora bien, la aplicacin de la cultura poltica de los pases democrticos occidentales a las naciones jvenes se enfrenta con serias dificultades. Hay dos razones principales. La primara- de ellas afecta a la naturaleza misma de la cultura democrtica. Las grandes ideas de la democracia libertad y dignidad del individuo, principio de gobierno con el consentimiento de los gobernados son conceptos elevados y fecundos. Atraen a muchos de los lderes de los nuevos Estados y de otras naciones ms antiguas en perodo de renovacin. Pero los principios impulsores de la poltica democrtica y de su cultura cvica la manera como los dirigentes polticos toman sus decisiones, sus normas y actitudes, as como las normas y actitudes del ciudadano corriente, sus relaciones con el Gobierno y con los dems conciudadanos son componentes culturales ms sutiles. Tienen las caractersticas ms difusas del sistema de creencias o de cdigos de relaciones personales que, como nos dicen los antroplogos, se difunden slo con grandes dificultades, experimentando cambios sustanciales durante el proceso.

    Realmente, la ciencia social de Occidente slo ha iniciado la codificacin de las caractersticas operativas de la poltica democrtica misma. La doctrina y la prctica de una burocracia racional como instrumento de los poderes polticos democrticos tienen menos de un siglo de existencia. Slo en 1930 fueron expresadas dudas por vez primera en Inglaterra acerca de la posibilidad de una burocracia neutral, y estas dudas continan muy esparcidas en la actualidad en el continente europeo. La compleja infraestructura de la poltica democrtica partidos polticos, intereses de grupo y los medios de comunicacin masiva, as como la comprensin de sus mviles internos, normas operativas y pre-condiciones psicolgico-sociales penetran actualmente en la conciencia occidental. De este modo, se entrega a los dirigentes de las naciones jvenes una imagen oscura e incompleta de una poltica democrtica, deformando, adems, gravemente la ideologa y las normas legales. Lo que debe aprenderse de una democracia es cuestin de actitudes y sentimientos, y esto es ms difcil de aprender.

    La_sgimda-^azn principal de las dificultades que encuentra entre las nuevas naciones la difusin de una democracia se refiere a los problemas objetivos con que se enfrentan dichas na

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  • ciones. Entran en la historia con sistemas tecnolgicos y sociales arcaicos, atrados por el brillo y el poder de las revoluciones tcnicas y cientficas. No es difcil darse cuenta de las razones que les empujan hacia una imagen tecnocrtica de la poltica: una poltica en que predomina la burocracia autoritaria y en que la organizacin poltica se transforma en divisa para la ingeniera humana y social.

    Pero en muchos casos, tal vez en todos ellos, aunque en diferente medida, los lderes de las naciones en vas de modernizacin se dan cuenta de las deformaciones y de los peligros que se presentan al adoptar una forma autoritaria de sistema poltico. Aunque no puedan captar plenamente los equilibrios sutiles del sistema poltico democrtico y las facetas ms finas de la cultura cvica, tienden a interpretar su legitimidad como la expresin de un movimiento hacia el sistema poltico humano. Al caracterizar su situacin hemos dejado de consignar un elemento significativo. Porque, aunque es cierto que se encuentran fascinados por !la ciencia y la tecnologa y atrados hacia un impaciente sistema poltico tecnocrtico como medio de alcanzar las cosas nuevas de este mundo, son tambin hijos de sus propias culturas tradicionales y preferiran tratar con consideracin a tales culturas, si les dejaran esa opcin.

    L a c u l t u r a c v i c a .

    . La cultura cvica se presenta como una respuesta a dicha ambivalencia. Pues no es una cultura moderna, sino una mezcla de la modernizacin con lo tradicional. C. P. Snow, con su peculiar prosa acerada, nos ha presentado una dicotoma exagerada entre las culturas humanstica y cientfico-tcnica. Shils toma su punto de partida en Snow, arguyendo que ha notado la falta de una tercera cultura la cultura cvica que, al contener las otras dos culturas, la cientfico y la humanstica-tradicional, las capacita para la mutua influencia e intercambio, sin que se destruyan ni polaricen una frente a otra^

    Herring, apoyndose de modo parecido en la dicotoma de Snow, afirma que la cultura occidental es pluralista, y que la tesis de Snow de un agudo conflicto entre la ciencia y el huma-

    C . P . S n o w , T h e T w o C u ltu re s a n d th e S c ien tific R e vo lu tio n , N e w York 1961 I , A . S h i l s , D em a g o g u es a n d C adres in th e P o litica l D e v e lo p m e n t o f th e'c m e m o ran d u m p re p a ra d o p a ra e l C o m m itte e on C o m p a ra tive PoliticsSocia l Sc ien ce R esearch C e n te r se p tiem b re 1 9 6 1 , p p . 2 0 -2 1 . E l t tu lo de nu estro lib ra h a sido to m ad o d e es te p a r a f o d e l tra b a jo d e S h i l s , as com o d e o tro s em pleos an te rio res d e l co n cep to d e c m sm o en o tro s escritos suyos. P a ra u n ex te le n - te an ah sis d e las re lac iones e n tre las cu ltu ra s c ien tf ica y h u m a n s tic a , vase S h i l s ,

    I h e C a llm g of Sociology en T . P a r p o n s , E . S h i l s , K. N a e g e i . e v (. P i t t s , T heories o f So c ie ty , N ew Y ork, 19 6 1 , vo l. I I , p p . 1414 y ss.

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    nismo, de carcter ms tradicional, pasa por alto la diversidad cultural de la sociedad occidental, y en particular la cualidad comn a las culturas cientfica y democrtica: su actitud experimental. Herring opina que ciencia y democracia tienen un origen comn en la cultura humanstica de Occidente. Pero al tener funciones distintas, difieren en aspectos importantes. La ciencia es racional, avanza en lnea recta, ... aborrece medias soluciones. La cultura democrtica o cvica surgi como un modo de cambio cultural econmico y humano. Sigue un ritmo lento y busca el comn denominador l

    El desarrollo de la cultura cvica en Inglaterra puede ser entendido como el resultado de una serie de choques entre modernizacin y tradicionalismo, choques con la suficiente violencia como para realizar cambios significativos, pero, sin embargo, no tan fuertes o concentrados en el tiempo como para causar desintegracin o polarizacin/ Debido en parte a su seguridad insular, Inglaterra lleg a la era del absolutismo y unificacin nacional con capacidad para tolerar una mayor autonoma aristocrtica, local y corporativa de la que pudo ser admitida por la Europa continental. I Un primer ipaso en el camino de la secularizacin consisti en;la separacin de la Iglesia de Roma y en los comienzos de tolerancia de diversos credos religiosos. Un segundo paso fue el nacimiento de una clase comerciante prspera y consciente de su vaha,! as como el hecho de involucrar a la monarqua y a la noblza en los riesgos y clculos del comercio y de los negocios.

    Aristcratas independientes con un poder local seguro en el campo, valerosos no-conformistas, mercaderes ricos y auto- conscientes he aqu las fuerzas que transformaron la tradicin de los territorios feudales en tradicin parlamentaria y capacitaron a Inglaterra para atravesar la era del absolutismo sin sufrir merma en su pluralismo. Gran Bretaa inici as la revolucin industrial con una cultura poltica en sus clases rectoras que hizo posible la asimilacin de los grandes y rpidos cambios en la estructura social de los siglos xviii y xix, sin profundas discontinuidades. El partido aristocrtico de los Whigs logr formar una coalicin con los mercaderes e industriales no-conformistas, y establecer firmemente los principios de la supremaca y representacin parlamentarias. Las fuerzas tradicionales aristocrticas y monrquicas asimilaron esta cultura cvica en medida suficiente como para competer con las tendencias secularizadoras en favor del apoyo popular, y ciertamente para mitigar su racionalismo

    E . P. H rk in c .. ()n S cience a n d th e P o lity , I te m s , C onsejo d e Investig i- li n d e C iencias S ocia les, vol. X V , n m . 1, tom o 2 , m arzo 19 6 1 , p . 1.

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  • y transmitirles el amor y respeto hacia el carcter sagrado de la nacin y sus antiguas instituciones.

    ^ Naci as una tercera cultura, ni tradicional ni moderna, pero participando de ambas ; una cultura pluralista, basada en la comunicacin y la persuasin, una cultura de consensus y diversidad, una cultura que permita el cambio, pero que tambin lo moderaba. Esta fue la cultura cvic^ Una vez consolidada dicha cultura cvica, podan las clases tr^ajadoras entrar en el juego poltico y, a travs de un proceso de tanteos, encontrar el lenguaje adecuado para presentar sus demandas y los medios para hacerlas efectivas. En esta cultura de diversidad y consensus, racionalismo y tradicionalismo, pudo desarrollarse la estructura de la democracia inglesa: parlamentarismo y representacin, el partido poltico colectivo y la burocracia responsable y neutral, los grupos de intereses asociativos y contractuales, y los medios de comunicacin autnomos y neutrales. El parlamentarismo ingls inclua las fuerzas tradicionales y modernas; el sistema de partidos las reuna y combinaba; la burocracia era responsable ante las nuevas fuerzas polticas, y los partidos polticos, grupos de intereses y medios neutrales de comunicacin se mezclaban continuamente con las agrupaciones difusas de la comunidad y con sus redes primarias de comunicacin.

    Nos hemos concentrado en la experiencia inglesa, porque la historia entera del nacimiento de la cultura cvica se halla recogida en la historia inglesa,] mientras que el desarrollo en los Estados Unidos y en los pases del antiguo imperio britnico se inici despus de haber sido ganadas algunas de las batallas ms importantes. En realidad, en el transcurso del siglo xix, el desarrollo de la cultura democrtica y de la infraestructura fue ms rpido y menos equvoco en los Estados Unidos que en Inglaterra, puesto que los Estados Unidos constituan una sociedad nueva y de rpida expansin, no obstaculizada hasta cierto grado por instituciones tradicionale^Aunque sus modelos bsicos semejantes, las culturas cvicas de Inglaterra y de los Estados Unidos tienen un contenido algo diferente, reflejando tales diferencias en sus historias nacionales y estructuras sociales.

    En el continente europeo, el panorama se presenta ms variado. Aunque sus modelos difieren en muchos aspectos de los de Inglaterra y Norteamrica, los pases escandinavos, los Pases Bajos y Suiza han elaborado su propia versin de una cultura poltica y de una prctica de acomodacin y compromiso.(En Francia, Alemania e Itaha, los choques entre las tendencias moderni- zadoras y los poderes tradicionales parecen haber sido demasiado masivos y poco dispuestos al compromiso, de modo que per

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    mitieran el nacimiento de una cultura compartida de acomodacin poltica^^La cultura cvica se halla presente en la forma de una aspiracin o deseo, y la infraestructura democrtica no ha sido conseguida todava.

    Por consiguiente, la cultura cvica y el sistema pohtico abierto representan los grandes y problemticos dones del mundo occidental. La tecnologa y ciencia occidentales han dejado de ser patrimonio nico de Occidente y estn destruyendo y transformando por todas partes sociedades y culturas tradicionales. Podrn difundirse con la misma amphtud el sistema poltico abierto y la cultura cvica, que constituyen el descubrimiento del hombre para tratar, de un modo humano y conservador, el cambio y la participacin sociales?

    Al considerar el origen del sistema poltico abierto y de la cultura cvica en reahdad, al considerar las zonas del mundo occidental en que su nacimiento est puesto todava en duda, podemos ser vctimas de uno, o de ambos, de los estados de nimo siguientes. El primero es de intriga o temor reverencial ante un proceso, por el que la humanidad, en slo una pequea parte de la superficie terrestre, ha avanzado trabajosa y confusamente para domar de un modo razonable y humano la violencia, y se ha movido casi a ciegas hacia su transformacin en un instrumento constructivo, capaz de servir a todos los intereses. En cuanto intriga o misterio, resulta ser una herencia cultural nica, inasequible para los extraos. El segundo estado de nimo es el de pesimismo, y ste parece haber reemplazado al de optimismo democrtico que exista antes de la Primera Guerra Mundial. Cmo puede transplantarse fuera de su contexto histrico y cultural un conjunto de acuerdos y actitudes tan frgiles, complicados y sutiles? O bien, cmo pueden sobrevivir estas sutilezas y etiquetas humanas, incluso entre nosotros mismos, en un mundo aprisionado por una ciencia y tcnica desorbitadas, que destruyen la tradicin, la comunidad humana y posiblemente incluso la vida misma?

    Nadie puede dar respuestas definitivas a tales preguntas. Pero, en cuanto socilogos, podemos plantear las preguntas de tal manera que obtengamos respuestas tiles. Mientras participamos, tal vez, de ese estado de nimo de respetuosa admiracin ante lo complicado del mecanismo democrtico y la experiencia histrica nica de donde ha surgido, nos enfrentamos a un reto histrico contemporneo, para el que un estado de nimo, en s mismo, resulta respuesta inadecuada. Si queremos comprender mejor los problemas de la difusin de una cultura democrtica, debemos ser capaces de especificar el contenido de lo que ha de ser di

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  • fundido, de desarrollar medidas apropiadas para ello, de descubrir sus incidencias cuantitativas y distribucin demogrfica en pp'ses con un ancho margen de experiencia en democracia. Provistos de estos conocimientos, podremos especular racionalmente sobre cunto de qu cosa debe encontrarse en un pas, antes de que las instituciones democrticas echen races en actitudes y expectativas congruentes.

    Los esfuerzos reahzados para resolver estos problemas se han basado, por lo general, en impresiones y deducciones obtenidas de la historia, en consecuencias sacadas de ideologas democrticas, en determinados tipos de anlisis sociolgico o en introspecciones psicolgicas. De este modo, en nuestros esfuerzos por calibrar las posibilidades de la democracia en pases como Alemania e Italia, o. en los territorios en desarrollo del mundo no- occidental, tratamos frecuentemente de obtener lecciones a base de la historia inglesa y norteamericana. Se ha afirmado, por ejemplo, que la larga continuidad de la experiencia poltica inglesa y norteamericana y el proceso evolutivo gradual han contribuido a una democratizacin efectiva. De modo parecido, el desenvolvimiento de una clase media fuerte y numerosa, el desarrollo del protestantismo y, en particular, de las sectas no-conformistas del mismo, se han considerado vitales para el crecimiento de instituciones democrticas estables en Inglaterra, en la Com- monwealth y en los Estados Unidos. Se ha tratado de deducir de tales experiencias algunos criterios sobre las actitudes y el comportamiento que deben existir en otros pases, si han de llegar a un rgimen democrtico.

    Todava ms frecuente que el establecer deducciones de la historia resulta nuestra tendencia a derivar criterios de lo que debe ser difundido, partiendo de las normas ideolgicas e institucionales de la democracia misma. Se afirma que si un sistema democrtico se basa en la participacin influyente por la poblacin adulta como un todo, debe el individuo, para que el sistema no sea alterado, utilizar su poder de un modo inteligente para el bien del sistema poltico. Tericos de la democracia, desde Aristteles a Bryce, han insistido en que las democracias se mantienen por la participacin activa de los ciudadanos en los asuntos pblicos, por un elevado nivel de informacin sobre estos mismos asuntos y por un sentido muy difundido de responsabilidad cvica. Estas teoras nos dicen cmo debe ser un ciudadano democrtico, si quiere comportarse de acuerdo con los presupuestos del sistema.

    Un tercer tipo de investigacin sobre las condiciones que favorecen el desarrollo de una democracia estable son los estudios

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    de las condiciones econmicas y sociales, asociadas a sistemas democrticos. Se contina as una vieja tradicin aristotlica. Lipset clasific las naciones de Europa (incluyendo la antigua Com- monwealth) e Hispanoamrica en democracias estables y democracias inestables y dictaduras . La inclusin en uno u otro grupo se basaba en la trayectoria histrica de estos pases. Reuni luego toda la informacin estadstica asequible sobre las condiciones econmicas y sociales en dichos pases, el grado de industrializacin y urbanizacin, el nivel de alfabetizacin y las pautas de educacii^ Sus resultados presentan un paralelismo relativamente convincente entre estos ndices de modernizacin y una democratizacin estable. James Coleman, en un anlisis semejante, que inclua Asia sudoriental, Asia meridional, Oriente Medio, Africa y Latinoamrica, hall tambin una estrecha correlacin entre los ndices de modernizacin y democratizacin \ El problema principal presentado por estos estudios consiste en que se abandonan al campo inductivo las consecuencias culturales y psicolgicas de tecnologas y procesos modernos. Sabemos que las democracias, comparadas con otros sistemas polticos, tienden a poseer personas ms educadas e instruidas, que sus ingresos per cpita y sus riquezas son mayores, y que disfrutan en mayor proporcin de las comodidades de la civilizacin moderna. Pero este tipo de anlisis no slo omite la base psicolgica de la democratizacin, sino que no puede explicar tampoco los casos significativos que no se amoldan a la norma. As, Alemania y Francia, que ocupan un puesto elevado en la escala de modernizacin, son clasificadas por Lipset entre las democracias inestables. Cuba y Venezuela, que se hallan entre las primeras en el desarrollo econmico de Amrica Latina, poseen un largo historial de dictadura e inestabilidad. Esta clase de anlisis sugiere hiptesis, pero no nos dice directamente qu conjunto de actitudes se asocia con la democracia.

    Otro tipo de enfoque sobre la cultura y psicologa de una democracia se basa en las introspecciones del psicoanlisis. Ha- rold Lasswell ha sido el ms avanzado al detallar las caractersticas de la personalidad de un demcrata *. En su lista de cualidades democrticas caractersticas incluye: 1) un Ego abierto, es decir, una portura clida y acogedora con relacin al prjimo ; 2) aptitud para compartir con otros los valores comunes;3) una orientacin plurivalorizada antes que monovalorizada;

    S e y m o u r \ I . L i p s e . P olitica l M an . N ew Yt)rk, 196 0 , p p . 45 y ss." G a b r ie l A. A l m o n d y J a m e s C o l e m a n , T h e Politics- o f th e Dcvelo})in,L

    A ie u s , P r in ce to n , N . J . 19 6 0 , p p . 5 3 8 y ss.T h e P o litica l W r itin g s o f H aro ld D . L assice ll, G lencoe, 111., 1951 , pp . 4 9 5 y

    s ig u ie n tes ; L a s .s a v e l l , P ow er and. V ersonnh tu , N ew Y ork, 1946 , p p . 148 y ss.

    27

  • 4) fe y confianza en los dems hombres, y 5) relativa ausencia de ansiedad. Si bien la relacin entre estas caractersticas y una conducta democrtica parece estar clara, las cuahdades democrticas de Lasswell no constituyen actitudes y sentimientos especficamente polticos, y en realidad pueden encontrarse con gran frecuencia en sociedades que no son democrticas en su estructura.

    [Nuestro estudio surge de este cuerpo terico acerca de las caractersticas y condiciones previas de la cultura de la democracia. Lo que hemos hecho consiste en una serie de experimentos, con el fin de probar algunas de estas hiptesis. Ms que inferir las caractersticas de una cultura democrtica de instituciones polticas o condiciones sociales, hemos intentado especificar su contenido, examinando actitudes en un nmero determinado de sistemas democrticos en funcionamiento. Y ms que derivar las pre-condiciones sociales y psicolgicas de una democracia partiendo de teoras psicolgicas, hemos buscado determinar si tales relaciones y hasta qu punto, se hahan realmente en sistemas democrticos en funcionamiento.] No afirmamos que nuestro estudio acabar con la especulacin y ofrecer las proposiciones exactas y comprobadas de una teora completa sobre la democracia, sino que sostenemos, ms bien, que algunas de estas proposiciones sobrevivirn a la comprobacin mediante un anlisis emprico-cuantitativo, y que algunas otras no lo harn. Este estadio experimental ha de enfocar y dirigir la investigacin, ofreciendo algunas respuestas a antiguos problemas y sugiriendo algunas nuevas preguntas.

    En otro sentido, confiamos contribuir tambin al desarroho de una teora cientfica de la democracia. La inmensa mayora de investigaciones empricas sobre actitudes democrticas se ha reahzado en los Estados Unidos. Adems de nuestro propio pas, hemos incluido en nuestro trabajo a Gran Bretaa, Alemania, Itaha y Mxico. Ms abajo explicamos por qu hemos elegido estos pases en concreto. Nuestro estudio sobre cinco pases nos ofrece la oportunidad de escapar a este particularismo norteamericano y descubrir si las relaciones basadas en datos norteamericanos se encuentran tambin en otros pases democrticos, cuyas experiencias histricas y estructuras polticas y sociales son diferentes en cada caso.

    T [ P O S D E C U L T U R A P O L T IC A .

    En nuestro estudio comparativo de las culturas polticas de cinco democracias contemporneas empleamos una serie de conceptos y clasificaciones, que ser conveniente determinar y de

    28

    finir. Hablamos de cultura poltica de una nacin antes que de carcter nacional o personahdad formal, y de sociahzacin poltica, antes que del desarrollo o educacin infantil en trminos generales. La razn de ello no est en que rechacemos las teoras psicolgicas y antropolgicas que relacionan las actitudes polticas con otros componentes de la personahdad, o en que no admitamos aquellas teoras que subrayan la relacin existente entre el desarrollo del nio en trminos generales y la induccin del nio hacia sus roles y actitudes polticas de adulto. En reahdad este trabajo no hubiera podido ser realizado sin las investigaciones precedentes de dichos historiadores, filsofos sociales, antroplogos, socilogos, psiclogos y psiquiatras, que se han ocupado de estudiar las relaciones entre las caractersticas psicolgicas y polticas de las naciones.!;El presente trabajo ha sufrido la influencia, concretamente, de la cultura-personalidad o enfoque psico-cultural con relacin al estudio de los fenmenos polticos\ Este enfoque ha sido causa, en los ltimos veinticinco aos, de una bibliografa terica y monogrfica muy importante

    T r a b a jo s te r ic o s d e t ip o g e n e ra l , c o n e s te e n fo q u e , p u e d e n h a l la r s e , e n tr e o t ro s , e n R u t h B e n e d i c t , P atterns o f C u ltu re , N e w Y o rk , 1 9 3 4 ; A l e x I n k e l e s y D a n i e l L e v i n s o n , N a t io n a l C h a r a c t e r : T h e S tu d y o M o d a l P e r s o n a l i ty a n d S o c io - C u l tu r a l S y s te m s , e n G a r d n e r L in z e y ( e d .) . H a n d b o o k o f Socia l Psychologtj, C a m b r id g e , M a ss ., 1 9 5 4 , v o l. I I ; B e r t K a p l a x ( e d .) , S tu d y in g P ersona lity Cross- C A d tu ra litj, E v a n s to n , 111., 1 9 6 1 ; A b ra m K a r d i n e r , T h e P sycho log ica l F ron tiers o f S o c ie ty , N e w Y o rk , 1 9 3 9 ; K a r d i n e r , T h e In d iv id u a l a n d H is So c ie ty , N e w Y o rk , 1 9 4 5 ; C l y d e K l u c k h o h n , H e n r y M u r r a y a n d D a v i d S c h n e i d e r , P ersona lity in N a tu re , So c ie ty a n d C u ltu re , N e w Y o rk , 1 9 5 5 ; H a r o l d D . L a s s w e l l , P sych o p a th o logy a n d P olitics e n P olitica l W r itin g s; N a t h a n L e i t e s , P s y c h o c u ltu ra l H y p o th e ses A b o u t P o l i t ic a l A c ts , e n W o r ld P olitics, v o l. I , 1 9 4 8 ; R a l p h L i n t o n , T h e C ulttira l B a ckg ro u n d o f P ersona lity , N e w Y o rk , 1 9 4 5 ; M a r g a r e t M e a d , T l ie S tu d y o f N a t io n a l C h a r a c t e r , e n D a n i e l L e r n e r y H a r o l d D . L a s s w e l l , T h e P olicy Sciences, S ta n fo r d , 1951 . P a r t ic u la r m e n te i m p o r ta n t e p a r a n u e s t r o t r a b a jo , < \ le x I n k e i . e s , N a t io n a l C h a r a c t e r a n d M o d e m P o l i t ic a l S y s te m s , e n F r a n c is L . K . H s u ( e d .) , P sycho log ica l A n th ro p o lo g u , H o m e w o o d , 111., 19 6 1 . Y u n a d e la s c o n tr ib u c io n e s r e c ie n te s m s im p o r ta n te s a l a t e o r a d e l c a r c te r n a c io n a l y c u l tu r a p o l t ic a es l a o b r a d e L u c a n W . P y e , P olitics, P ersona lity , a n d N a tio n a l B u ild ing . N e w H a v e n , 1 9 6 2 , q u e d e s a r r o l la u n a t e o r a g e n e ra l d e l a p e r s o n a l id a d y la s a c t i tu d e s p o l t ic a s y l a a p l ic a a l a v e z a u n a n lis is d o m o d e lo s d e B u rm a .

    E stud io s d e A lem an ia se in c lu y en e n ; R . B b i c k n e r , I s G erm a n y In cu ra b le? , P h ila d e lp h ia , 1 9 4 3 ; H . V. D ic k s , , P erso n a lity T ra its a n d N a tio n a l S ocia lis t Id e o lo g y , H u m a n R e la tio n s, vol. I l l , 1 9 5 0 ; D a v i d R o d x i c k , Postw ar G erm ans, N ew H av en , 1948 , y B e r t r a m S c h a f f n e r , F a th erla n d . A S tu d y o f A u th o rita r ia n ism in th e G erm an F a m ily , N ew Y ork, 1948 .

    E stu d io s d e los E s ta d o s U n idos in c lu y e n : G e o f f r e y G o r e r , T h e A m erican People, N ew Y ork, 1 9 4 8 ; M a r g a r e t M e a d , A n d Keeo Y o u r P ow der D ry , N ew Y ork, 1 9 4 2 , y D a v id R i e s m a x , T h e L o n e ly C roiod , N ew H av en , 1950 .

    E stu d io s de R usia in c lu y e n : I I . V . D i c k s , O bse rva tions on C o n tem p o rary R ussian B ehav io r , H u m a n R e la tions, vol. V , 1 9 5 2 ; G e o f f r e y G o r e r y J o h n R ic k m a n , T h e P eop le o f G rea t R ussia , L o n d o n , 1 9 4 9 ; N a t h a n L e i t e s , A S tu d y o f B o ls h e v i '^ , G lencoe, 111., 1 9 5 3 ; M a r g a r e t M e a d , S o v ie t A t titu d e s T o w a rd A u th o r i ty , N ew Y ork, 1 9 5 1 , y D in k o T o m a s i c , T h e Im p a c t o f Russi

  • \ Empleamos el trmino cultura poltica por dos razones. En primer lugar, si queremos descubrir las relaciones entre actitudes polticas y no polticas y modelos de desarrollo, debemos separar los primeros de los ltimos, aunque la separacin entre ellos no sea tan marcada como pudiera sugerir nuestra terminologa.

    - As, el trmino cultura poltica se refiere a orientaciones especficamente polticas, posturas relativas al sistema poltico y sus diferentes elementos, as como actitudes con relacin al rol de uno

    ,jnlsmo dentro de dicho sistemf Hablamos de una cultura poltica del mismo modo que podramos hablar de una cultura econmica o religiosa. Es un conjunto de orientaciones coj relacin a un sistema especial de objetos y procesos sociales. ^

    Pero tambin escogemos la palabra cultura poltica, antes que cualquier otro concepto especial, porque nos brinda la posibilidad de utilizar el marco conceptual y los enfoques de la antropologa, sociologa y psicologa. Nuestro pensamiento se enriquece cuando empleamos, por ejemplo, categoras antropolgicas y psicolgicas, tales como socializacin, conflicto cultural y acultura- cinj De modo parecido, nuestra capacidad para entender el nacimiento y transformacin de los sistemas polticos crece al fijarnos en las teoras y especulaciones que se ocupan de los fenmenos generales de estructura y proceso sociales.

    Reconocemos el hecho de que los antroplogos utilizan el trmino cultura en muchos sentidos y de que, al introducirlo en el vocabulario conceptual de las ciencias polticas nos hallamos en peligro de introducir sus ambigedades lo mismo que sus ventajas. Aqu nicamente podemos subrayar que empleamos ej concepto de_cultura en uno solo de sus muchos significados ; e.r{~Sr^~rieritacin psicolgica hacia objetos sociaes. Cuando hablamos de la cultura poltica de una sociedad, nos referimos lT sist^ a poltico que informa los conocimientos, sen- timientos y valoraciones de su poblacin. Las personas son indu- cidasa~dicho sistema, lo mismo que son socializadas hacia roles y sistemas sociales no polticos. Los conflictos de culturas polticas tienen mucho en comn con otros conflictos culturales y los procesos polticos de aculturacin se entienden mejor si los contemplamos en los trminos de las resistencias y tendencias fusinales e incorporativas del cambio cultural en general.

    ^ e este modo, el concepto de cultura poltica nos ayuda a evitar la ambigedad de trminos antropolgicos tan generales como el de tica cultural, y a evitar igualmente el supuesto de homogeneidad que el concepto implica. Nos da la posibilidad de formular hiptesis acerca de las relaciones entre los diferentes componentes de una cultura y a comprobar empricamente di

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    chas hiptesis.i|Con el concepto de sociahzacin poltica podemos trascender los supuestos, ms bien simples, de la escuela psico-cultural respecto a las relaciones entre las pautas generales de desarrollo infantil y las actitudes polticas del adulto. Podemos relacionar actitudes polticas especficas del adulto y tendencias behaviorsticas del mismo con las experiencias socializantes polticas, manifiestas y latentes, de la infanciay

    ( La cultura poltica de una nacin consiste en la particular distribucin de las pautas de orientacin hacia objetos polticos entre los miembros de dicha naci^ Antes de que podamos llegar a tales distribuciones, necesitamos disponer de algn medio para comprobar sistemticamente las orientaciones individuales hacia objetos polticos. (En otras palabras, es necesario que definamos y especifiquemos los modos de orientacin poltica y las clases de objetos polticos. Nuestra definicin y clasificacin de tipos de orientacin poltica sigue a Parsons y Shils, como hemos indicado en otro lugar .(^a orientacin se refiere a los aspectos internalizados de objetos y relaciones. Incluye: 1. orientacin cognitiva, es decir, conocimientos y creencias acerca del sistema poltico, de sus roles y de los in- cumbentes de dichos roles de sus aspectos polticos (inputs) y administrativos (outputs); 2. orientacin afectiva, o sentimientos acerca del sistema poltico, sus roles, personal y logros, y 3. orientacin evaluativa, los juicios y opiniones sobre objetos polticos que involucran tpicamente la combinacin de criterios de valor con la informacin y los sentimientos. |

    Al clasificar los objetos de orientacin poltica, empezamos con el sistema poltico generado. Tratamos aqu del sistema en conjunto e incluimos sentimientos tales como el patiotis- mo o el desprecio por lo propio, los conocimientos y valoraciones de una nacin, tales como grande o pequea, fuerte o dbil, y de un sistema poltico como democrtico, constitucional o socialista. En el otro extremo distinguimos orientaciones hacia uno mismo como elemento poltico activo ; el contenido y la cualidad de normas de obligacin poltica personal y el contenido y cuahdad del sentido de competencia personal, confrontado con el sistema poltico. Al tratar los elementos componentes de un sistema poltico, distinguimos, en primer lugar, tres amplias categoras de objetos: 1. roles o estructuras especficas, tales como cuerpos legislativos, ejecutivos o burocrticos; 2. incumbentes de dichos roles, como son monarcas, lesgiladores y administrativos; y 3. principios de gobier-

    G a b r ie l A . A l m o n d , C o m p a ra tiv e P o litica l S ystem s , Journa l o f Politics. vo lum en X V III, 1 9 5 6 ; T a l c o t t P a r s o n s y E d w a r d . Sh i l s , T o w a rd a G enerai Aheorxj o f A c tio n . C am b rid g e , M ass., 19 5 1 , p p . 5-3 v ss.

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  • no, decisiones o imposiciones de decisiones, pblicas y especficas. Estas estructuras, incumbentes de roles y decisiones, pueden clasificarse a su vez de modo amplio, teniendo en cuenta si estn conectadas al proceso poltico (input) o al proceso administrativo (output). Por proceso poltico entendemos la corriente de demandas que va de la sociedad al sistema poltico y la conversin de dichas demandas en principios gubernativos de autoridad. Algunas de las estructuras incluidas de un modo predominante en el proceso poltico, son los partidos polticos, los grupos de intereses y los medios de comunicacin. Por proceso administrativo u output entendemos aquel mediante el cual son aplicados o impuestos los principios de autoridad del gobierno^ Las estructuras predominantemente implicadas en este proceso, incluiran las burocracias y los tribunales de justicia.

    Nos damos cuenta de que cualquiera de estas distinciones violenta la continuidad efectiva del proceso poltico y la pluri- funcio'nalidad de las estructuras polticas. Gran parte del trabajo poltico se realiza en las burocracias y por los tribunales de justicia ; y estructuras, que nostoros calificamos de polticas, como los grupos de intereses y los partidos polticos se encargan muchas veces de detalles administrativos e impositivos. Nos referimos aqu a una diferencia de acento, que resulta, adems, de gran importancia para la clasificacin de las culturas polticas. La distincin que hacemos entre culturas polticas de participacin e imposicin o de sbdito, se basa, en parte, en la presencia o ausencia de orientacin hacia estructuras input o

    FIGURA 1

    D im e n s io n e s d e o r ie n t a c i n p o l t ic a

    Cognicin Afecto ... Evaluacin

    polticas especiahzadas. Para nuestra clasificacin de las culturas polticas no es de gran importancia el que dichas estructuras polticas especiahzadas se encuentren tambin implicadas en la reahzacin de funciones impositivas y que las estructuras administrativas u output especiahzadas se ocupen igualmente de funciones polticasJEl punto importante para nuestra clasifica-

    32

    cin est en saber hacia qu objetos polticos se hallan orientados los individuos, cmo estn orientados hacia los mismos y si tales objetos estn encuadrados predominantemente en la corriente superior de la accin poltica o en la inferior de la imposicin poltica. Trataremos de este problema con ms detalle cuando defijiainos-iag clases_principales de cultura poltica.

    Podemos confirmar lo dicho hasta aqu sobre orientaciones individuales hacia los sistemas polticos mediante una simple matriz de 3 por 4. La figura 1 nos indica que la orientacin poltica de un individuo puede ser comprobada sistemticamente si anahzamos los siguientes extremos:

    1. Qu conocimientos posee de su nacin y de su sistema poltico en trminos generales, de su historia, situacin, potencia, caractersticas constitucionales y otros temas semejantes? Cules son sus sentimientos acerca de estas caractersticas? Cules son sus opiniones y juicios, ms o menos meditados, sobre ellas?

    2. Qu conocimiento posee de las estructuras y roles, de las diferentes htes polticas y de los principios de gobierno implicados en la corriente superior de la funcin poltica activa? Cules son sus sentimientos y opiniones sobre estas estructuras, los dirigentes polticos y los programas de gobierno?

    3. Qu conocimiento tiene de la corriente inferior de la imposicin poltica, de las estructuras, individuos y decisiones imphcados en estos procesos? Cules son sus sentimientos y opiniones sobre ellos?

    FIGURA 2 T i p o s d e c u l t u r a p o l t ic a

    1.S istem a

    com o ob je to genera l

    2.O bjetospolticos(inputs)

    3.O b je to s a d m in is tra tivos

    (ou tpu ts)

    4.U no m ism o

    com o ob je to

    S istem a com o ob je to

    g en e ra l

    O bjetosp o lticos(inpu ts)

    O b je to : a d m in is tra tivos

    (ou tpu ts)

    U no m ism o com o p a r t i

    c ip a n te ac tivo

    Parroquial.........Sbdito..............

    0 0

    00

    10

    1Participante ... . ........ I 1 1 1

    4. Como se considera a s mismo en cuanto miembro de su sistema poltico? Qu conocimiento tiene de sus derechos, facultades, obligaciones y de la estrategia a seguir para tener acceso a la influencia poltica? Qu piensa acerca de sus posibihdades? Qu normas de participacin o de ejecucin reconoce y emplea al formular juicios polticos u opiniones?

    33

  • Caracterizar la cultura poltica de una nacin significa, en efecto, rellenar una matriz semejante mediante una muestra vlida de su poblacin. La cultura poltica se constituye por la_ frecuencia de diferentes especies de orientaciones cognitivas, afec- tiyas y evaluativas hacia el sistema poltico en general, sus as- j>ectos polticos y adnumstrativos y la propia persona como miembro activo de ljgoltica.

    Cultura poltica parroquial.Cuando la frecuencia de orientaciones hacia objetos polticos especializados de los cuatro tipos detallados en la figura 1 se acerca a cero, podemos hablar de una cultura poltica parroquial. Las culturas polticas de las sociedades tribales africanas y de las comunidades locales autnomas a que hace referencia Coleman entraran en esta categora. En estas sociedades no hay roles polticos especializados: el liderazgo, la jefatura del clan o de la tribu, el chamanismo, constituyen roles difusos de tipo poltico-econmico-religioso y, para los miembros de estas sociedades, las orientaciones polticas hacia dichos roles no se hallan separadas de sus orientaciones religiosas y sociales. Una orientacin parroquial supone tambin la ausencia relativa de previsiones de evolucin iniciadas por el sistema poltico. El individuo, en este caso, no espera nada del sistema poltico. De modo parecido, en las jefaturas y reinos africanos centralizados, a que hace referencia Coleman, las culturas polticas seran predominantemente parroquiales, aunque el desarrollo de roles algo ms especializados podra suponer el comienzo de orientaciones polticas ms diferenciadas. Incluso programas de gobierno de mayor escala y ms diferenciados pueden poseer, sin embargo, culturas predominantemente parroquiales. La caracterizacin de Rustow del Imperio Otomano, nos proporciona un ejemplo:

    La autoridad del gobierno, basada casi enteramente en los impuestos, en el mantenimiento de un ejrcito y en una antigua tradicin de gobierno dinstico, era percibida casi inmediatamente en las ciudades, menos directamente en los pueblos, y apenas entre las tribus. Las provincias eran regidas por gobernadores militares o seores feudales latifundistas, con interferencias slo ocasionales de la capital. Las tribus nmadas vivan en lo que un acertado dicho rabe calificaba de tierra de insolencia, en donde no se respetaba ninguna autoridad extraa. El sistema econmico de las ciudades era regulado en su mayor parte por las asociaciones autnomas de los artesanos. En la mayor parte del pas, cada pueblo constitua una unidad autnoma, tanto econmica como polticamente. El principal repre

    A l m o n d y C o l e m a n , P olitics o f th e D eve lo p in g A reas, p . 254 .

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    sentante de la autoridad en el pueblo, el recaudador de impuestos, era, antes que un funcionario gubernativo, un contratista o subcontratista privado, que se recompensaba a s mismo con la mxima liberalidad por las cantidades que haba pagado ya a sus superiores. Con frecuencia, el pueblo responda colectivamente por el pago de los impuestos una circunstancia que reduca todava ms el control de la autoridad sobre cada campesino individual. La misma ley quedaba muy lejos de las intenciones de la autoridad; sus decretos suplantaron o modificaron en pocos puntos una estructura universal de leyes religiosas y costumbres locales I

    \ En esta clase de sistema poltico, los emisarios especializados del gobierno central apenas rozan la conciencia de los habitantes de ciudades y pueblos y de los componentes de la tribujSus orientaciones tenderan a ser indiscriminadamente de tipo pol- tico-econmico-rehgioso, de acuerdo con las estructuras y operaciones, igualmente indiscriminadas, de sus comunidades tribales, religiosas, profesionales y locales.

    Lo que hemos venido describiendo representa un parroquia- lismo extremo o puro, que existe en los sistemas tradicionales ms simples, con una especiahzacin poltica mnima. Este pa- rroquialismo, en sistemas polticos ms diferenciados, tiende a ser afectivo o normativo antes que cognitivo. Es decir, los miembros de tribus alejadas en Nigeria o Ghana, pueden tener conciencia, de un modo confuso y oscuro, de la existencia de un rgimen poltico central. Pero sus sentimientos hacia el mismo son inciertos o negativos y no se ha asimilado norma alguna para regular sus relaciones con dicho sistema central.

    La cultura poltica de sbdito.El segundo tipo principal de cultura poltica, anotado en la figura 2, es el de la cultura de sbdito. Hay aqu gran frecuencia de orientaciones hacia un sistema poltico diferenciado y hacia los aspectos administrativos del sistema, pero las orientaciones respecto a objetos especficamente polticos y hacia uno mismo como participante activo se aproximan a cero. El sbdito tiene conciencia de la existencia de una autoridad gubernativa especiahzada; est afectivamente orientado hacia ella, tal vez se siente orgulloso de ella, tal vez le desagrada; y la evala como legtima o ilegtima. Pero la relacin se da con el sistema en un nivel general y respecto al elemento administrativo, o corriente inferior del sistema poltico; consiste, esencialmente, en una relacin pasiva, aunque se d, e n a veremos ms adelante, una forma limitada de competencia, que es idnea para esta cultura de sbdito.

    2 I b id ., p p . 3 7 8 -3 7 9 .

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  • Estamos hablando de nuevo de una pura orientacin subjetiva que se dar de un modo preferente en una sociedad donde no existe estructura poltica diferenciada. La orientacin del sbdito en sistemas polticos que han desarrohado instituciones democrticas, ser afectiva y normativa antes que cognitiva. (As , un francs reahsta se da cuenta de las instituciones democrticas; simplemente, no les concede legitimidad^

    La cultura poltica de participante.La tercera clase principal de cultura poltica, la cultura de participante, es aqueha en que los miembros de la sociedad tienden a estar explcitamente orientados hacia el sistema como un todo y hacia sus estructuras y procesos polticos y administrativos: en otras palabras, hacia los dos aspectos, input y output, del sistema pohtico. Los diversos individuos de este sistema poltico de participacin pueden hallarse orientados favorable o desfavorablemente hacia las diversas clases de objetos polticos. Tienden a orientarse hacia un rol activo de su persona en la poltica, aunque sus sentimientos y evaluaciones de semejante rol pueden variar desde la aceptacin hasta el rechazo total, como veremos ms abajo.

    Esta triple clasificacin de culturas polticas no supone que una orientacin sustituya a la otra. La cultura de sbdito no elimina orientaciones difusas hacia las estructuras primarias e ntimas de la comunidad. Aade a las orientaciones difusas respecto a grupos famihares, comunidades rehgiosas y rurales, una orientacin subjetiva especializada con relacin a las instituciones gubernamentales. iDe modo semejantejja cultura de participacin no suplanta los modelos de orientacin del sbdito y de la cultura parroquial. La cultura de participacin es un estrato adicional que puede ser aadido y combinado con las otras dos culturas. As, el ciudadano de un sistema poltico de participacin, est orientado no solamente hacia la participacin activa en los asuntos polticos, sino que est tambin sujeto a la ley y a la autoridad y es miembro de grupos primarios ms difusos.-!)^

    Ciertamente, la adicin de orientaciones de participacin a otras orientaciones de sbdito o de parroquiahsmo no deja inalteradas estas orientaciones ms primitivas. Las orientaciones parroquiales deben readaptarse cuando entran en hza, orientaciones nuevas y ms especiahzadas, y del mismo modo cambian las orientaciones de parroquiahsmo y de sbdito cuando se adquieren orientaciones de participacin. En realidad., algunas de las diferencias ms caractersticas en las culturas polticas de las cinco democracias incluidas en nuestro estudio resultan de la amplitud y del modo cmo las orientaciones parroquiales.

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    de sbditQ^y participantes se han combinado,^ fundido o mez- '"dado d entro de Jos individuQS__del sistema poltico

    Es necesaria otra advertencia. Nuestra clasificacin no supone homogeneidad o uniformidad de las culturas polticas. As, los sistemas polticos con culturas predominantemente de participacin, incluirn, aun en los casos concretos, culturas de sbdito y de parroquiahsmo. Las imperfecciones de los procesos de sociahzacin poltica, las preferencias personales y las limitaciones en la inteligencia o en las oportunidades para aprender continuarn dando paso a elementos sbditos o parroquiales, incluso en democracias bien aseguradas y estables. Y de modo parecido, los elementos parroquiales continuarn existiendo tambin en las culturas elevadas de sbdito.

    Hay as dos aspectos de heterogeneidad o mezcla cultural. El ciudadano es una mezcla particular de orientaciones de participacin, sbdito y parroquiahsmo, y la cultura cvica es una mezcla particular de ciudadanos, sbditos y elementos parroquiales. Para el ciudadano, necesitamos conceptos de proporcin, principios y congruencia para tratar los modos en que su constelacin de actitudes participantes, de sbdito y parroquiales estn orientadas hacia un resultado efectivo. Para la cultura cvica, de la que trataremos detalladamente ms adelante, necesitamos los mismos conceptos de proporcin, principios y congruencia para tratar el problema de conocer qu mezcla de ciudadanos, sbditos y elementos parroquiales est relacionada con el logro efectivo de un sistema democrtico. Cuando comparemos las culturas polticas de nuestros cinco pases, teii- dremos de nuevo ocasin para discutir estas cuestiones.

    Nuestra triple clasificacin de elementos participantes, sbditos y parroquial^ es slo el comienzojde una cJasificacin. de culturas polticas. Cada una de estas clases principales dene sus sBclses', y7nestra clasificacin ha omitido por entero la dimensin del desarrollo pohtico y de la evolucin cultural. Analicemos, en primer lugar, esta ltima cuestin, puesto que nos permitir tratar el problema de la subclasificacin con un mejor conjunto de instrumentos conceptuales.

    Las culturas polticas pueden ser congruentes o no con las estructuras del sistema pohtico. Una estructura poltica congruente sera apropiada para la cultura: en otras palabras, aquella en que el conocimiento poltico de la poblacin tiende a ser exacto y preciso y en que el afecto y la evalucin tienden a ser favorables. En general, una cultura parroquial, de sbdito

    V ase m s ab a jo , cap tu lo s 8 y 10.

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  • o participante seran, respectivamente, ms congruentes con una estructura poltica tradicional, una estructura autoritaria centralizada y una estructura poltica democrtica. Una cultura poltica parroquial, que fuera congruente con su estructura, tendra un elevado nivel de orientaciones cognitivas y elevados ndices de orientaciones afectivas y evaluativas positivas con respecto a las estructuras difusas de una comunidad tribal o rural, una cultura poltica de sbdito congruente con su sistema tendra un elevado nivel de cognicin y elevados ndices positivos de los otros dos tipos de orientacin con relacin al sistema poltico especializado en su conjunto y con relacin a sus aspectos administrativos u outputs', mientras que la cultura de participacin congruente estara caracterizada por ndices elevados y positivos de orientacin hacia las cuatro clases de objetos polticos.

    Los sistemas polticos evolucionan, y nos hallamos en lo cierto al asumir que cultura y estructura no concuerdan con frecuencia. Especialmente en estas dcadas de rpida evolucin cultural, la mayor parte de los sistemas polticos no ha llegado a conseguir dicha congruencia o cambia de un sistema poltico a otro.

    Para representar esquemticamente estas relaciones de congruencia e incongruencia entre la estructura y la cultura poltica, puede servirnos la figura 3.

    Cualquiera de los tres tipos de culturas polticas puede ser encuadrado en la matriz de la figura 3. Podemos hablar as de culturas leales parroquiales, de sbditos y de participantes, cuando las orientaciones cognitivas, afectivas y evaluativas hacia los objetos apropiados del sistema poltico, se acercan a la unidad o a una perfecta congruencia entre cultura y estructura. Sin embargo, puede representarse mejor la congruencia entre estos dos datos en forma de escala. Los lmites de congruencia entre cultura y estructura, quedan establecidos en las columnas 1 y 2 de la figura. La congruencia es fuerte, si las frecuencias de orientaciones positivas se acercan a la unidad (-I-); es dbil, cuando se percibe la estructura poltica, pero se aproxima a cero, a la indiferencia, la frecuencia de sentimientos y evaluaciones positivas. La incongruencia entre cultura y estructura polticas comienza cuando se ha sobrepasado el punto de indiferencia y aumentan en frecuencia el efecto y la evaluacin negativos (X Podemos considerar tambin dicha escala como de estabilidad- inestabilidad. Si nos aproximamos hacia la primera columna

    '> H e m o s to m a d o e l c o n c e p to d e l e a l ( A l le g ia n t ) d e l l ib io d e R o b e r t E . L a n e Politica l Id eo lo g y , N e w Y o rk , 1 9 6 2 , p p . 1 7 0 y ss.

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    del grfico, nos movemos en direccin a una situacin de lealtad : una situacin en que se equilibran las actitudes y las instituciones; cuando nos movemos hacia la tercera columna, nos aproximamos a una situacin de alineacin en que las actitudes tienden a rechazar las instituciones o estructuras polticas.

    Ahora bien, esta escala constituye slo un comienzo, puesto que la incongruencia puede tomar la forma de un simple rechazo de un conjunto particular de incumbentes de roles (por ejemplo,

    FIGURA 3

    C o n g r u e n c i a / i n c o n g r u e n c i a e n t r e c u l t u r a v e s t r u c t u r a p o l t i c a s (* )

    L e a lta d A pata A lienacin

    Orientacin cognitiva ......... ............. -f- -1-Orientacin afectiva ............... ....... -1- 0 _Orientacin valora ti va ......... ....... + 0

    (, C. Signo ( -h ; su p o n e u n e lev ad a fre c u e n c ia d e conc ienc ia , o d e sen tim ien - to p o s i v o , o d e e v a lu ac i n h a c ia ob je tos p o ltico s. E l s igno ( ) su p o n e u n a e lev a d a f recu e n c ia d e v a lo rac io n es o sen tim ien to s n eg a tiv o s . E l s igno (0) s ign ifica una g ra n frecu e n c ia d e in d ife ren c ia .

    de una dinasta concreta y de su burocracia); o bien puede representar un aspecto de un cambio sistemtico, es decir, un traslado de una pauta ms sencilla de cultura poltica hacia otra rns compleja. (Ya hemos indicado que todas las culturas polticas (exceptuando las que son sencillamente parroquiales) son mixtas.JY as, una cultura de participacin contiene individuos orientados como sbditos y parroquiales ; y una cultura de sbditos albergar tambin algunos parroquiales. Sutilizamos el trmino culturas polticas sistemticamente mixtas para referirnos a aquellas en que hay proporciones importantes de ambas pautas, ms simples y ms complejas, de orientacinJCuando decimos que estas culturas son sistemticamente mixtas, no pretendemos indicar que hay una tendencia inevitable en el desarrollo para llegar a su punto final. El proceso evolutivo de una cultura poltica puede estabilizarse en un punto concreto antes de llegar a la congruencia, con una estructura autoritaria centralizada u otra democrtica; o bien el desarrollo puede tomar una direccin parecida a la de Inglaterra, donde una pauta continua y lenta de evolucin cultural fue acompaada de cambios continuos correspondientes en la estructura. Las culturas polticas pueden permanecer sistemticamente mixtas durante mucho tiempo, como lo testimonia la experiencia de Fran-

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  • eia, Alemania e Italia en el presente siglo y en el anterior. Sin embargo, cuando permanecen mixtas, existen roces inevitables entre cultura y estructura y una tendencia caracterstica hacia la inestabilidad estructural.

    fSi los tres tipos de cultura poltica representados en la figura 2 son las formas puras de cultura poltica, podemos distinguir tres tipos de culturas polticas sistemticamente mixtas : 1) la cultura parroquial-sbdita ; 2) la cultura sbdita-participante, 3) la cultura parroquial-participantej

    La cultura parroquial de s bd ito .S e . trata de un tipo de cultura poh'tica en que una parte sustancial de la poblacin ha rechazado las pretensiones exclusivas de una difusa autoridad tribal, rural o feudal y ha desarrollado una lealtad hacia un sistema poltico ms complejo, con estructuras de gobierno centrales especializad^ Es el caso clsico del nacimiento de los reinos, a partir de unidades relativamente indiferenciadas.tj.as crnicas e historias de la mayor parte de las naciones incluyen este estadio primitivo en la tendencia de un parroquiahsmo local hacia una autoridad centralizada.jPero este impulso puede estabilizarse mucho antes de transformarse en una cultura de sbdito totalmente desarrollada. Los reinos africanos, dbilmente articulados, e incluso el imperio turco, son ejemplos de culturas estables, mezcla de parroquiahsmo y sbdito en que predominan las caractersticas parroquiales y la autoridad central adopta la forma de un conjunto primario, confusamente reconocido, de objetos polticos.^esulta un problema difcil el de la evolucin cultural de las pautas parroquiales a otras de sbdito y movimientos inestables de avance y retroceso son corrientes en la primitiva historia de las nacionesj'-.

    Lo que queremos indicar es que la composicin de esta clase puede ser considerada como variedades subalternas, situadas sobre un continuo. En un extremo podemos situar la cultura poltica bajo el absolutismo prusiano, que ms bien se sobrepas suprimiendo las orientaciones parroquiales ; y en el

    El caso clasico es el d e la sucesin d e l rey S alom n en e l re ino d e Israe l C u an d o m u o S alom on, los jefes p a rro q u ia le s (de tr ib u s y fam ilias) d e Is ra e l fu e ro n a. su h ijo R ehoboam , d ic ie n d o : T u p a d re h izo du ro n u es tro y u g o ; p e ro a l ig e ra tu a h o ra la d u ra se rv id u m b re d e t u p a d re , y el p esad o vugo q u e puso sobre n oso tro s , y noso tros te serv irem os. Los consejeros m s anc ianos d e R ehoboam le aconse ja ron q u e a liv ia ra el yugo y re s p e ta ra m s la au to n o m a d e los pers is ten tes p u p o s p a rro q u ia le s d e tr ib u s y lin a je s. Sus consejeros m s jvenes ren o v ad o re s f a n t ic o s - - le d ie ro n e l a p la u d id o consejo d e a d v e rtir a los ld e re s trad ic io n a lis ta s d e l p u e b lo : M i d e d o m e m q u e es m as g rueso q u e los m uslo s d e m i p a d re Si m i p a d re os h a c a rg a d o con lu i yugo p esad o , yo lo h a r m s p e sa d o to d a v a ; si "o c a s g ad o con azo tes , yo os ca stig a r con esco rp iones (I R eyes,I Z : 4 -1 i ) . L as consecuencias d e la a c ep tac i n p o r R ehoboam d e l consejo d e los jovenes re n o \a d o re s , com o se n a r ra en la co n tin u a c i n d e R e yes , in d ican q u e un a ta q u e dem asiad o v io len to al p a rro q u ia lism o p u e d e llev a r a q u e las o rien tac iones p a rro q u ia le s y d e su b d ito d ec lin en en a p a ta y ave rs in . Los resu ltad o s so n fra g m en tac i n p o ltic a y d es tru cc i n d e la nac i n .

    40

    otro extremo, la cultura poltica del imperio turco, que nunca pas ms all de una sucinta relacin externa con sus unidades constituyentes, ms o menos parroquiales. Es interesante, desde este punto de vista, el contraste entre el absolutismo prusiano y el britnico. Ya hemos hecho la advertencia de que incluso las culturas polticas elevadas son mixtas, y de que las orientaciones individuales que las constituyen son igualmente mixtas. En Prusia, en el caso individual tpico, podemos suponer que la intensidad de la orientacin de sbdito fue mucho ms fuerte que la de parroquialismo, mientras que en Inglaterra advertimos un mayor equihbrio y, adems, los estratos parroquial y de sbdito eran ms congruentes. Estas mezclas psicolgicas pueden explicar el contraste entre los rasgos de la autoridad de Prusia y de Inglaterra en el siglo xviii : en el primer caso, el Kadavergehorsam (obediencia de cadver); en el segundo caso, la actitud consciente de su propia dignidad, aunque respetuosa, del noble, del mercader y del hidalgo. De modo parecido, la cultura mixta en Prusia comprenda probablemente una mayor polarizacin entre una persistente subcultura parroquial ejem- phficada en el caso extremo de los colonos en las tierras de Alemania Oriental y una subcultura de sbdito entre aquehos grupos ms afectados por el impacto del absolutismo prusiano: la burocracia hasta sus ms nfimos niveles y la gran proporcin, en constante aumento, del material humano de Prusia, que pasaba por la experiencia del ejrcito prusiano.

    De este modo, la evolucin de una cultura poltica parroquial a otra de sbdito puede detenerse en toda una serie de puntos del continuo y producir combinaciones pohticas, psicolgicas y culturales diferentes. Opinamos, igualmente, que el' tipo de combinacin resultante tiene gran significado para la estabilidad y reahdad del sistema pohtico.

    \La cultura de sbdito-participante.El modo como se reah- za el paso de una cultura parroquial a otra de sbdito, afecta, en gran medida, a la manera como se pasa de una cultura de sbdito a otra de participacin^ Como seala Pye, inculcar un sentido de lealtad e identificacin con la nacin, as como fomentar la inclinacin a obedecer las regulaciones de la autoridad central, consituyen el primero y principal problema en una nacin incipiente En el paso de una cultura de sbdito a otra de participacin, las autonomas parroquiales y locales, si sobreviven, pueden contribuir al desarrollo de una infraestructura democrticajEsto es ciertamente lo que sucedi en el caso de Inglaterra. Autoridades locales, corporaciones municipales, comu-

    P y e , P olitics, P ersona lity , a nd N a tio n B u ild in g , p p . 3 y ss.

    41

  • nidades religiosas y grupos de mercaderes, en que persista todava la tradicin de las libertades gremiales, fueron los primeros ^upos de intereses en la democracia inglesa naciente. La leccin es muy significativa. Precisamente porque el desenvolvimiento de una cultura de sbdito en Inglaterra evit la destruccin de estructuras y culturas locales y parroquiales, pudieron stas transformarse, en poca posterior y en forma modificada, en una red de influencias que fue capaz de relacionar a los ingleses, en calidad de ciudadanos competentes, con su gobierno. El impacto ms masivo de la autoridad estatal prusiana releg a las instituciones parroquiales a la esfera privada, o las asimil en la esfera de la autoridad. De esta manera, la poca de democratizacin en Alemania se inici con un profundo corte entre las esferas privada y pblica y la infraestructura surgida fall en su intento de tender un puente entre los individuos, la familia y la comunidad, por un lado, y las instituciones de la autoridad gubernativa, por el otro.

    En la cultura mixta de sbdito y participacin, una parte sustancial de la poblacin ha adquirido orientaciones polticas {inputs) especializadas y un conjunto activo de auto-orientacio- nes, mientras que la mayor parte del resto de la poblacin contina orientada hacia una estructura gubernamental autoritaria y posee un conjunto relativamente pasivo de auto-orientaciones.^ En los ejemplos de la Europa Occidental con este tipo de cuf- tura poltica Francia, Alemania e Itaha en el siglo xix y en el presente hubo una pauta caracterstica de inestabihdad estructural con perodos altemos de gobiernos autoritarios y democrticos. Pero de esta clase de cultura mixta resulta algo ms que una inestabilidad estructural. Las mismas pautas culturales acusan la influencia de la inestabilidad estructural y de la inaccin cultural. Debido a que las orientaciones de participacin se han difundido solamente entre una parte de la poblacin, ya que su legitimidad es puesta en tela de juicio por la subcultura de sbdito, que sigue persistiendo, y se ve suspendida durante los intervalos autoritarios, el estrato de la poblacin orientado a la participacin no puede constituirse en un cuerpo competente de ciudadanos, fiados en sus propias fuerzas y con experiencia. Tienden a permanecer como aspirantes a la democracia. Es decir, aceptan las normas de una cultura de participacin, pero su sentido de la competencia no est basado en la experiencia o en un sentimiento confiado de legitimidad. ^Adems, las inestabiUdades estructurales que acompaan frecuentemente a una cultura mixta de sbdito y participacin, la frecuente inefectividad de la infraestructura democrtica y del sistema gubernamental, inclinan a producir tendencias a la alienacin

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    entre los elementos de la poblacin orientados en sentido democrtico^ Considerado en su conjunto, este tipo de inaccin cultural poltica puede producir un sndrome con componentes de aspiracin ideal y alienacin hacia el sistema poltico, incluyendo la infraestructura de los partidos, grupos de intereses y la prensa.

    Si la cultura mixta de sbdito y participacin persiste durante un largo perodo d^iempo, transforma tambin el carcter de la subcultura de sbditoj Durante los intervalos democrticos, los grupos de orientacin autoritaria deben competir con los democrticos. dentro de un marco formalmente democrtico. En otras palabras, deben desarrollar una infraestructura poltica defensiva propia. Si bien esto no transforma la subcultura de sbdito en otra democrtica, la cambia, ciertamente, y muchas veces hasta un punto significativo.;^No es accidental el hecho de que regmenes autoritarios que surgen en sistemas polticos con culturas mixtas de sbdito y participacin tiendan a desarrollar un tono popular, y, en los perodos ms recientes de totahtarismo, estos regmenes han adoptado incluso la infraestructura democrtica en una forma toscamente alterada.^