Antonio de la Cruz Solís y Rafael Rivera Hidalgo Maestros ...

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Lo dejamos Maestros de Educación Primaria Antonio de la Cruz Solís y Rafael Rivera Hidalgo b ibliotecas escolares Biblioteca Mi 74 N.º 7 · Otoño 2006 ¿Cuál es l principl motivción de culquier lector? L respuest es simple: l propi lectur. Bsándose en este principio, los utores de este rtículo nos cuentn cómo hn llevdo cbo un experienci de nimción l lectur con sus lumnos de Primri. Lo más complicdo fue la selección de lecturas, que debían ser lo suficientemente atractivas como pr engnchrles después de conocer solo un frgmento.

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Lo dejamos aquí...Maestros de Educación PrimariaAntonio de la Cruz Solís y Rafael Rivera Hidalgo

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BibliotecaMi74 N.º 7 · Otoño 2006

¿Cuál es la­ principa­l motiva­ción de cua­lquier lector? La­ respuesta­ es

simple: la­ propia­ lectura­. Ba­sándose en este principio, los a­utores de

este a­rtículo nos cuenta­n cómo ha­n lleva­do a­ ca­bo una­ experiencia­ de

a­nima­ción a­ la­ lectura­ con sus a­lumnos de Prima­ria­. Lo más complica­do

fue la selección de lecturas, que debían ser lo suficientemente atractivas

como pa­ra­ enga­ncha­rles después de conocer solo un fra­gmento.

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Lo dejamos aquí...El uso del suspense para atrapar a los alumnos en la lectura

Desde que el niño ingresa en un centro de enseñanza, el objetivo es que aprenda a leer y a escribir. Así, en la etapa de Educación Infantil casi todo el trabajo está enfocado a desarrollar las

habilidades necesarias para madurar, física y psíquicamente, con el fin de iniciar en el primer ciclo de Educación Primaria el aprendizaje real, que será reforzado durante el segundo ciclo y, por fin, en el tercero, deberá consolidarse.

Una vez conseguido el objetivo del aprendizaje lecto-escritor, el alumno, ahora ya adolescente, deberá utilizarlo con otros fines, casi siempre escolares. La lectura será el arma utilizada para estudiar, en tanto que la escritura será necesaria para confirmar el dominio de las materias, es decir, para hacer los exámenes.

Es habitual que, durante las distintas etapas educativas se planteen planes, proyectos o estrategias de animación a la lectura. Casi siempre se trata de leer y realizar una serie de actividades, generalmente escritas, con intención más o menos lúdica e innovadora; pero a pesar de ello el niño o joven vuelve a sentir que la lectura es parte del trabajo escolar, no una forma de ocupar su tiempo de ocio; así pues, leer no suele estar entre las aficiones favoritas de los alumnos de la última etapa de Primaria ni en los de Secundaria.

Cuando en el Colegio Público Luis de Morales de Badajoz se decidió elaborar un nuevo plan lector para todos los alumnos del centro, los encargados de llevarlo a cabo en el último curso, en el nivel 6º, pensamos que quizás el fracaso de otros intentos estaba en transmitir a los alumnos la sensación de que la lectura es una actividad escolar más, es decir, que forma parte del trabajo y no del ocio. Porque si lo pensamos bien, los adultos —aquellos que sí tenemos entre nuestras actividades de ocio la lectura— no realizamos ningún tipo de actividad sobre el libro ni antes, ni durante, ni después de la lectura.

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BibliotecaMi76 N.º 7 · Otoño 2006

Como máximo leemos en la solapa de la cubierta la escueta información sobre el autor con que nos obsequia la editorial; pero no hacemos resúmenes de las obras leídas, ni contestamos un cuestionario, ni siquiera realizamos actividades, divertidas si se quieren, sobre el contenido de los libros. Simplemente los leemos y los disfrutamos y, al terminarlos, los devolvemos a la biblioteca o los colocamos en los estantes de nuestra casa.

Con estas premisas, nuestro plan de animación a la lectura no era progra­ma­ble en el sentido didáctico del término, pues no tenía más objetivos que el de animar a nuestros alumnos a leer, ni más actividades que esa: leer.

Metodológicamente la cosa es muy simple. Se trata de selec-cionar de cada obra propuesta un fragmento lo suficientemen-te atractivo de manera que, una

vez leído en común, desearan seguir leyéndola. Algo así como lo que hicieron con nosotros los editores de El Ca­pitán Trueno cuando, suspendiendo la aven-tura en un momento de inmenso peligro para nuestros héroes, nos obligaban a comprar el siguiente número tras pasar una semana imaginando cómo el Capitán y sus amigos saldrían del entuer-to, a pesar de que teníamos muy claro que aún no había llegado la hora de nuestros héroes.

Lo más complicado fue decidir qué leer. Qué criterios teníamos que utilizar para seleccionar una obra, pues, además, la selección habría de ser breve, ya que ha-bíamos consumido calendario es-colar con la lectura de El Quijote que, como no podía ser menos, habíamos intentado acercar a nuestros alumnos en el año de su centenario. El poco tiempo que restaba —ya que el tiempo asignado para tal actividad era

de una hora quincenal— nos obli-gaba a seleccionar solamente diez obras, y el muestrario era inmenso.

Por fin nos decidimos. Cada uno de los profesores, ambos aficionados a la lectura desde niños, seleccionaríamos cinco títulos que nos hubiesen impactado en su momento. Antes de terminar con lo programado para la obra de Cervantes, nos reunimos con nuestra selección, que quedó en la siguiente lista: Alicia­ en el Pa­ís de la­s Ma­ra­villa­s de Lewis Carroll, El ca­stillo de los Cárpa­tos de Julio Verne, El Hobbit de J. R. R. Tolkien, El fa­nta­sma­ de Ca­nterville de Oscar Wilde, Dia­rio de Ana Frank, La­s bruja­s de Roald Dahl, La­ lla­ma­da­ de la­ selva­ de Jack London y tres concesiones a ese criterio: Ha­rry Potter y el cáliz de fuego de J. K. Rowling —pues estábamos convencidos de que el aprendiz de mago ya

Un curso de literatura no debería ser mucho más que una buena guía de lecturas. Cualquier otra pretensión no sirve para nada más que para asustar a los niños.

Gabriel García Márquez.

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no era un héroe literario, sino cinematográfico—, Los Visigordos, un libro de poemas humorísticos para niños, de Ramírez Lozano, y Cuentos del autor extremeño Jesús Delgado Valhondo, que escribía sobre asuntos cercanos a los intereses de nuestros alumnos, dada su condición de maestro y extremeño, sin perder un ápice en la calidad literaria demostrada como poeta.

Antes de comenzar, la biblioteca adquirió los textos que nos faltaban, que eran casi todos, ya que el presupuesto de un centro de Primaria no está para muchas alegrías; se aportaron otras obras de esos autores, se buscaron carteles, fotografías o escenas de películas... y con ellos se decoró la biblioteca y el espacio del entorno, y comenzamos las lecturas. Ciertamente los vimos diver-tidos con el sinsentido del mo-nólogo de Alicia mientras cae al País de las Maravillas, aterrados cuando los expedicionarios son presas de los horrores luminosos en las cercanías del castillo de los Cárpatos, intrigados por sa-ber cómo Frodo lograría salir de las galerías de los orcos sin ser descubierto por Smeagol, sor-prendidos con la primera apari-ción del fantasma, ansiosos por conocer si los soldados alemanes descubrirían el escondite de Ana y su familia, fascinados por el discurso de la gran Bruja, enar-decidos por las muestras de fide-lidad de aquel perro en las tie-rras frías de Canadá, divertidos con las bromas que el poltergeist Peeves gastaba a los alumnos de Hogwarts (que, por cierto, sólo dos o tres conocían), carcajearse con el desgraciado Cachirulfo II, el Uñaco, al que las uñas le cre-cieron y crecieron hasta asesi-narle, o con los ojos enrojecidos al conocer la emocionada noticia de la muerte de Pedrito, el de las vacas.

Está claro que tantas emociones solo pueden ser despertadas por la buena literatura. Esa era la

base de la experiencia: ofrecer a nuestros alumnos buena literatura, sin más. La reacción más inmediata, a la hora del recreo era acercarse a la biblioteca y llevarse prestada la obra, si no quedaban ejemplares, se les aconsejaba otra obra del mismo autor, que normalmente era aceptada con agrado.

Aunque también hay que decir que no fueron todos los alumnos los que buscaron el préstamo. Un grupo no pasó ni una sola vez por la biblioteca, otro solamente en ocasiones puntuales; pero un gran número de ellos buscó, leyó y descubrió cómo acababa la

historia que les habíamos dejado en suspenso.

La biblioteca, lugar donde se buscaba continuar la lectura, se nos convirtió en el elemento esencial para evaluar la expe-riencia. Dado que su gestión se realiza con la aplicación ABIES, se consultaron los datos estadís-ticos que ofrece la misma. Los alumnos que más habían usado el préstamo habían sido los chicos y chicas de 6º. Roald Dalh fue, con diferencia, el autor más presta-do, seguido de Julio Verne, el tercer lugar lo ocupó Christine Nöstlinger —autora infantil que fue descubierta por una lectora

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empedernida de 2º curso y que fue divulgando entre sus compa-ñeros—, a continuación los au-tores locales, Delgado Valhondo y Ramírez Lozano, ambos leídos por alumnos de todos los cursos. En fin, nueve de los diez libros propuestos entraron entre los más leídos (el programa muestra los 16 primeros). Alicia­ no consi-guió entrar, pero hay que decir que fue el último en ser leído, y solo se contaba con un volumen de la obra, no obstante, consi-guió seis lecturas, y en alguna ocasión hubo de prorrogar el préstamo. El libro más leído fue La­s bruja­s.

Aunque estas estadísticas tam-poco son muy fiables, dado que

un autor como Julio Verne con-taba en la biblioteca con más de veinte volúmenes de sus obras, lo mismo que el tomito de cuentos de Delgado Valhondo quien, cuan-do tuvo a sus nietos en el centro, había regalado doce ejemplares, en tanto que Harry Potter solo es-taba representado con tres volú-menes y se precisa mucho tiempo para leerlos dado su tamaño.

Pero, por supuesto, los alum-nos de 6º curso, tanto el grupo A como el B, fueron los lectores más asiduos de la biblioteca. ¿Habría influido algo nuestra cri-ticada estrategia de dar buena

literatura? Nosotros estamos se-guros.

La biblioteca se convirtió en la herramienta de evaluación de una experiencia que fue puesta en entredicho por varios sectores del centro y de la administración por falta de actividades, lúdicas o académicas, por otra parte, en consonancia con los modestos recursos que nuestro centro destina a la biblioteca. La lista de actividades de nuestro proyecto era breve: Leer; y el objetivo único: despertar en los alumnos el interés por la literatura, por la buena y única literatura.

El niño y el adolescente no son adultos disminuidos, sino seres humanos capaces de un alto grado de percepción y elaboración. La literatura destinada a ellos no debería ser, por tanto, radicalmente distinta a la que disfrutan los adultos.

J. J. Millás.

AUTORES: Cruz Solís, Antonio de la y Rivera Hidalgo, Rafael.FOTOGRAFÍAS: Cruz Solís, Antonio de la.TÍTULO: Lo deja­mos a­quí... El uso del suspense pa­ra­ a­tra­pa­r a­ los a­lumnos en la­ lectura­.RESUMEN: En este artículo sus autores relatan una experiencia de animación a la lectura llevada a cabo por ellos mismos en el C.P. Luis de Morales (Badajoz). A partir de la lectura en clase de fragmentos atractivos de algunos libros clásicos o muy conocidos, los alumnos debían acudir a la biblioteca escolar en busca de esos títulos si querían conocer cómo terminaban esas historias. Una estrategia educativa con una sola actividad: leer.MATERIAS: Bibliotecas Escolares / Lectura Recreativa / Actividades en las Bibliotecas / Promoción de la Lectura / Extremadura.

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