Arrojar a La Basura, Pasión de Nuestro Tiempo Los Desechos Urbanos en Fernando Contreras Castro

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Arrojar a la basura, pasión de nuestro tiempo: los desechos urbanos en Fernando Contreras Castro Carlos Raúl Narváez Rutgers University, New Brunswick, New Jersey, EEUU El día que me sienta mal no me pongo en manos de nadie. Me boto yo mismo en el cajón de la basura. García Márquez, Vivir para contarla Suelo buscarme en la ciudad que pasa como un barco de locos en la noche. Jorge Gaitán Durán, “Si mañana despierto” I. ARROJAR A LA BASURA: LA PASIÓN DE NUESTRO TIEMPO La sociedad contemporánea, afirma Zygmunt Bauman en Los retos de la educación en la modernidad líquida , se asemeja cada día más a “la „ciudad invisible‟ de Leonia de Italo Calvino, una ciudad donde „la opulencia puede medirse, no tanto por las cosas que se fabrican, se venden y se compran cada día; […] sino, antes bien, por las cosas que se tiran diariamente para dejar lugar a las [cosas] nuevas‟. La alegría de „deshacerse‟ de las cosas, de descartarlas, de arrojarlas al cubo de la basura, es la verdadera pasión de nuestro mundo” (2008: 28-29). En este mundo líquido, como suele llamarlo Bauman, el deseo siempre diferido es la fuerza insaciable que el capitalismo aprovecha convirtiendo a todo consumidor en un irrefrenable productor de desechos, de objetos que disfrutan de una efímera vida para luego ser reemplazados por otros que pretendidamente los superan en calidad y versatilidad. La existencia en este orden de cosas se mide entonces por el poder adquisitivo y por la capacidad de consumir y descartar, por usar y tirar, por poseer y consumir antes que ser, en una danza vertiginosa en que todo en última instancia, objetos y seres humanos por igual, al haber perdido su valor utilitario para los usuarios y para el sistema, van a parar al mismo cubo de la basura. En la novela breve Única mirando al mar (1993) de Fernando Contreras Castro, la ciudad de San José de los años 90 se ilumina tras una densa cortina gris de gases tóxicos como una maquinaria de desechos, tanto materiales como humanos, que encuentran su destino común entre la inmundicia de un botadero-tugurio en Río Azul al sur de la ciudad. Contreras Castro agrieta los discursos oficiales sobre la ciudad empaquetada para el consumo turístico, rechazando su imagen idílica de tarjeta postal y los clichés habituales que representaban al país ante el mundo como la Suiza de Centroamérica, como Paraíso Natural, etc., revelando en sus pliegues y huecos una degradada realidad subterránea, un

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Crítica cultural

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Arrojar a la basura, pasión de nuestro tiempo:

los desechos urbanos en Fernando Contreras Castro

Carlos Raúl Narváez

Rutgers University, New Brunswick, New Jersey, EEUU

El día que me sienta mal no me pongo en manos de nadie.

Me boto yo mismo en el cajón de la basura.

García Márquez, Vivir para contarla

Suelo buscarme

en la ciudad que pasa como un barco de locos en la noche.

Jorge Gaitán Durán, “Si mañana despierto”

I. ARROJAR A LA BASURA: LA PASIÓN DE NUESTRO TIEMPO

La sociedad contemporánea, afirma Zygmunt Bauman en Los retos de la educación en la

modernidad líquida, se asemeja cada día más a “la „ciudad invisible‟ de Leonia de Italo

Calvino, una ciudad donde „la opulencia puede medirse, no tanto por las cosas que se

fabrican, se venden y se compran cada día; […] sino, antes bien, por las cosas que se tiran

diariamente para dejar lugar a las [cosas] nuevas‟. La alegría de „deshacerse‟ de las cosas,

de descartarlas, de arrojarlas al cubo de la basura, es la verdadera pasión de nuestro mundo”

(2008: 28-29). En este mundo líquido, como suele llamarlo Bauman, el deseo siempre

diferido es la fuerza insaciable que el capitalismo aprovecha convirtiendo a todo

consumidor en un irrefrenable productor de desechos, de objetos que disfrutan de una

efímera vida para luego ser reemplazados por otros que pretendidamente los superan en

calidad y versatilidad. La existencia en este orden de cosas se mide entonces por el poder

adquisitivo y por la capacidad de consumir y descartar, por usar y tirar, por poseer y

consumir antes que ser, en una danza vertiginosa en que todo en última instancia, objetos y

seres humanos por igual, al haber perdido su valor utilitario para los usuarios y para el

sistema, van a parar al mismo cubo de la basura.

En la novela breve Única mirando al mar (1993) de Fernando Contreras Castro, la ciudad

de San José de los años 90 se ilumina tras una densa cortina gris de gases tóxicos como una

maquinaria de desechos, tanto materiales como humanos, que encuentran su destino común

entre la inmundicia de un botadero-tugurio en Río Azul al sur de la ciudad. Contreras

Castro agrieta los discursos oficiales sobre la ciudad empaquetada para el consumo

turístico, rechazando su imagen idílica de tarjeta postal y los clichés habituales que

representaban al país ante el mundo como la Suiza de Centroamérica, como Paraíso

Natural, etc., revelando en sus pliegues y huecos una degradada realidad subterránea, un

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repositorio de náufragos que luchan por sobrevivir, buceando y nadando a contracorriente

en un turbulento océano de desperdicios en avanzado estado de descomposición. Contra

las utopías que consuelan con su discurso aséptico y reconfortante de la realidad, la obra

describe una heterotopía en sentido foucaultiano o un no-lugar del anonimato que mina el

orden supuestamente normal de las cosas. Contreras Castro orienta la mirada hacia un

núcleo social de desclasados, usando como punto de referencia el terreno líquido, siempre

cambiante, del basurero (una especie de infierno, según las palabras del protagonista

Momboñombo, 30) en que los precaristas, sin ningún tipo de derecho civil, sin acceso a

servicios básicos de salud, nutrición, educación y de servicios sanitarios, apenas subsisten

en un imaginario de la fragilidad sumidos en la pobreza, la privación, la miseria, acechados

por la enfermedad y la muerte. Víctimas de los estragos de la violencia sistémica,

simbólica y subjetiva ejercida por y desde el establishment, estos sujetos desociologizados,

es, según el texto, desgente que, confundida con el excremento (111), con la basura, con

materia desvencijada, se alimenta de “los desperdicios, los despojos, los despilfarros, los

descuidos, los destrozos, los desaciertos” (64). Retirados de lugares “donde el resto de la

gente „normal‟ y „completa‟ evoluciona y vive” (Bauman 2005: 90), de lugares históricos

relacionales cargados de identidad en el sentido convencional de estos términos (Augé 78),

los protagonistas de la novela, Única, Momboñombo, El Bacán, el Oso Camuco, don

Retama, los buzos, se emplazan en la fluidez ubicua y constante del anonimato donde

experimentan una sensación de intemporalidad y una consecuente impresión de encontrarse

en una nowhereland, en un no-espacio o lugar ausente.

Al igual que Recycled Life (2006), documental de Mike Glad sobre la vida en las

profundidades tóxicas del basurero más grande de Centroamérica ubicado en Guatemala

hace más de 60 años, Única mirando al marde Fernando Contreras Castro representa desde

el panorama nacional costarricense un problema global que aqueja al universo líquido

contemporáneo. El film de Glad y esta obra de Contreras Castro son un crudo reflejo

especular de la tragedia de sujetos exílicos y de diásporas de pueblos enteros

protagonizadas en el escenario político internacional. A diario, oleadas migratorias de

sujetos descartados como basura en su región o país de origen se ven forzados a desplazarse

en masa a regiones inhóspitas en el interior de su país o a emigrar a suelo extranjero por

razones económicas, políticas, sociales, sectarias, religiosas o raciales, a regiones o países

donde la constante mirada del rechazo, del recelo y la desconfianza los arroja a zonas de

exclusión, a un afuera u otredad radical donde no representen en el país receptor una

amenaza a las costumbres y a la moral establecida. Es lo que hoy por hoy sucede, por

ejemplo, con mexicanos y centroamericanos indocumentados en suelo norteamericano.

Sobre esta producción de desecho humano que afecta la economía global, y que Contreras

Castro y Glad representan con fuerza expresiva en ámbitos centroamericanos, ha dicho

Zygmunt Bauman:

…se ha hecho evidente que una dimensión de la expansión occidental a nivel planetario, la

más espectacular y, tal vez, la de mayores consecuencias, ha sido la lenta pero implacable

globalización de la producción de desecho humano, o, para mayor precisión de „desechos

humanos‟: humanos que ya no son necesarios para completar el ciclo económico y que por

tanto, resultan imposibles de alojar en un marco social que se haga eco de la economía

capitalista. (2005: 91).

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En un discurso fronterizo que oscila entre un crudo naturalismo neo-realista y una

orientación ideológica afín a la visión líquida de sociedades contemporáneas, Contreras

Castro recrea en Única mirando al mar un cuadro devastador de sujetos desahuciados,

obligados a levantar casa sobre la inmundicia y fetidez de un proceloso mar de basura

donde reciclan su vida, vuelven a vivir, comen y visten, aunque precariamente, de las

ochocientas toneladas de basura y desperdicios diariamente lanzados ahí por los habitantes

de San José. Aunque en un principio aceptan con estoicismo su destino irrevocable como

sujetos condenados al fracaso y a la pobreza, desmantelan y reciclan la vieja identidad

impuesta desde las gramáticas y discursos oficiales, y aprovechando una aparente libertad

para reinventarse a sí mismos, asumen inéditas identidades, viviendo la efímera ilusión de

poder autoconstruirse al margen, libre y soberanamente. Sobre la putrefacción inventan

lazos y alianzas de parentesco y relaciones de vecindad, imitan las pautas de tipos sociales

y de modelos de convivencia heredados, emulan códigos sociales, culturales, éticos,

intentando así crear un sentido de normalidad en una esquilmada y frágil realidad a punto

de naufragar. Única, ex-maestra agregada que ejerció su profesión sin título, y jubilada y

sin alojamiento digno, llega al botadero de basura (19), confecciona su proyecto de familia

y de identidad personal como figura matriarcal, como madre adoptiva de El Bacán, un

adulto-niño de 20 años “alto, flaco, de tez blanca ennegrecida por el sol y los vapores del

basurero, de ojos verde oscuro, barba negra y una mirada a la vez dulce y preocupante en su

gesto” (19). Ahí contrae nupcias con Momboñombo, quien había intentado quitarse la vida

botándose al camión de la basura a sus 66 años, al reconocerse “permanentemente

desahuciado de todo lo…reconocido socialmente como trabajo económicamente racional y

socialmente útil”, al sentirse “económica y socialmente superfluo” (Bauman 2001: 133), y

sin opciones viables para seguir viviendo en el espacio social sancionado por la ley, por las

buenas costumbres y por la moral establecida. La comunidad precarista extendida la

conforman protagonistas y personajes secundarios como el Oso Carmuco, cuya

cuestionable vocación religiosa lo lleva a hacerse sacerdote en el basurero, a oficiar en la

boda de Única y Momboñombo, la Llorona desquiciada quien había perdido a su bebé de

meses “en un intento de buceo de profundidad” (35), y los buzos que día a día se lanzan a

los abismos marinos del basurero en busca del sustento cotidiano.

II. LA METAFÓRICA NÁUTICA

La experiencia vital para estos personajes es una navigatio vitae, una riesgosa navegación

por los mares azarosos de la existencia. Su embarcación metafórica jamás toca tierra firme,

nunca llega a puerto seguro. Su universo vivencial se apoya sobre una frágil licuefacción.

Siempre a la deriva, su destino es bucear, nadar, intentar mantenerse a flote, timonear,

navegar, naufragar y volver a navegar una y otra vez para sucumbir en el mar de la vida, en

un naufragio mayor y definitivo, según lo revela Única y su sacrificio del ideal, y El Bacán,

cuya muerte deviene en el texto clave y síntesis metafórica del naufragio apocalíptico de la

nación y, por extensión, del universo entero (144). Para los habitantes del

basurero, navigare necesse est, vivere non necesse, navegar es necesario, vivir no. Su

consigna es intentar vivir con intensidad para trascender, es decir, navegar y no

necesariamente vivir en sentido estricto. Esta consigna hanseática de largo recorrido por la

historia de la cultura filosófica y literaria en Occidente llega a Contreras Castro a través de

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la lírica de Gaetano Veloso, según él mismo lo ha afirmado en su página web: “Navegar é

preciso, viver não é preciso…Yo me…hice tatuar ¨ (este viejo lema de marinero) en la piel

y ahora es tan mío como de los marineros…como de todo aquel que esté de acuerdo con la

sentencia de que lo importante es vivir intensamente…navegar, no vivir por vivir, como

mandan la televisión y los diarios, los comerciales y los comerciantes.”

Contreras Castro inserta su obra en una trayectoria de textos filosóficos y literarios -

Nietzsche, Fernando Pessoa, Pablo Neruda, Hans Blumenberg et al- construidos sobre

variantes poliédricas de la metafórica náutica de la existencia. Intertextos extrapolados de

obras del acervo cultural hispánico como el poemarioMarinero en tierra de Rafael Alberti

(“un buzo en las calles de San José es un marinero en tierra”, 98) y como las Coplas de

Jorge Manrique (“todos los ríos -vidas- van a dar al mar –naufragan-”, 91), refuerzan

en Única mirando al mar la idea de que la vida es, en efecto, una riesgosa navegación, y de

que el darse por vencido ante las tragedias y los sinsabores de la vida equivale al fracaso, a

la muerte, al naufragio. La ciudad de San José es un vasto océano cuyas avenidas del mar

el urbanauta recorre con dificultad (40), el basurero de Río Azul es un “mar de los

olvidados” (87), un mar de desechos. El botadero se impone como una ciudad (barcaza)

flotante (47). Para evitar su naufragio: “Sólo se deja unas cuantas cosas que lejos de

pesarle le aligeren la carga, por eso hay que ir botando el lastre para no zozobrar al final,

sino encallar en alguna playa serena…” (81). Única, El Bacán, Oso Carmuco, la Llorona y

otros precaristas “de abordo”, diariamente bucean en las profundidades del basurero

líquido, y a veces en los subsuelos de la ciudad-capital licuada para alimentar su cuerpo con

residuos, y recomponer con sobras secciones de la frágil embarcación (sus viviendas) que

apenas los mantiene a flote sobre el mar picado de la existencia. Los conductores de los

recolectores de basura son “forzados marineros de los mares asfaltados de la ciudad”, y los

camiones que transportan las toneladas de basura a Río Azul son embarcaciones cuyo

“capitán daba la orden de levar anclas” (51). Momboñombo, convertido en portavoz de los

precaristas adquiere en el texto un aire de filósofo popular. No puede mantener su ataraxia,

su imperturbabilidad, ante el desastre marino (postura prototípica del filósofo clásico que

observa de lejos el drama vital que observa y analiza desde su puesto seguro), y como

sujeto implicado en el naufragio de la colectividad, habla contemplando a los sujetos y a las

cosas que tiene en su entorno, desde el interior del peligro, desde el centro de la tragedia

marítima que lo arrastra hacia las profundidades marinas con los demás náufragos. Intenta

crear conciencia en ellos, los organiza en manifestaciones contra el gobierno, los instruye

sobre sus derechos, pero todo se desvanece en el aire.

III. LA FAMILIA ALTERNATIVA: EL NAUFRAGIO FINAL

Única le rinde vocación a un destino de despojos y residuos no elegido. Con su naturaleza

de “celofán”, según el texto, tozudamente busca anclaje y vínculos indisolubles entre

sujetos apiñados sobre el universo de desechos y residuos del basurero de Río Azul, espacio

de flujo y transitoriedad, contrario a los lugares históricos, cargados de confort, de

identidad, de perdurables relaciones de vecindad, en el sentido convencional de estos

términos (Augé 78). Esta zona de exclusiones y extrañamientos comparte las

características transitorias de los nowherevilles de Garreau, de los non-lieux del anonimato

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teorizados por Marc Augé y, sobre todo, de la mítica Narrenschiffe, stultifera navis o nave

de los locos, ampliamente comentada por Foucault en su célebre Historia de la locura en la

época clásica. En “Of Other Spaces”, habla Foucault precisamente de cómo los refugiados,

apartados de su lugar en el mundo, han sido lanzados hacia una extraterritorialidad, un

lugar muy otro, un lugar de la nada, “lugar sin lugar, que existe por sí mismo, que está

cerrado sobre sí y a la vez entregado a la vastedad del océano” (citado por Bauman 2004:

143).

Única configura un topsy-turvy world-view, un mondo a la rovescia con su fórmula o

proyecto de familia alternativa constituida por El Bacán, hijo sustituto a quien había

encontrado abandonado en el basurero hacía ya dieciocho años, y con Momboñombo, su

príncipe azul, a quien también encuentra entre desechos. Apropia códigos, leyes,

tradiciones, prácticas sociales, creencias populares y religiosas, imaginando una trabazón

indisoluble a la que declara absoluta lealtad sobre las chozas de escombros levantadas en el

hipergueto líquido en el que intenta mantenerse a flote contra viento y marea. Su invención

de esta frágil estructura familiar, su exigua emulación de las instituciones sociales de

identificación civil y nacional y de gobierno que presiden la sociedad hegemónica, y la red

de conexiones que establece sobre ese turbulento océano de basura con la oleada de buzos

que conforman el extendido núcleo comunitario, responde a su voluntad de pertenencia, a

su ficción de echar raíces, y particularmente a sus ansias de renacer y madurar ahí, entre

desperdicios, rodeada de tronchadas ilusiones y vidas fracasadas. Esta urgencia de volver a

empezar entre sujetos que, como ella, han sido expulsados de la sociedad normativa es una

condición común a todo sujeto que voluntaria o involuntariamente se exilia de una nación o

comunidad, según nos lo recuerda Zygmunt Bauman:

No es de extrañar que para mucha gente la promesa fundamentalista de „nacer de nuevo‟ en

un hogar parecido a una familia, cálido y seguro, sea una tentación a la que a duras penas

oponen resistencia. Podrían haber preferido…un tipo de seguridad que no exige borrar la

identidad ni renunciar a la libertad de elegir, pero una seguridad así no está en oferta. El

„patriotismo constitucional‟ no es una elección realista pero una comunidad

fundamentalista se les antoja seductora en su sencillez, así que se sumergirán en su calidez

de inmediato, aunque sepan que luego tienen que pagar por el placer. (Bauman 2005:

104)

Precisamente, la vocación de Única, lo que improvisa al margen de las agencias oficiales de

control social, político y económico es, en últimas, un improbable proyecto de vida

condenado a un naufragio metafísico, una comunidad imaginada de una frágil seguridad

que dura lo que dura el espectáculo escenificado por ella, como lo reafirma la traslación o

desaparición del basurero y, particularmente, la desmembración final de de la familia y de

la comunidad social alternativa inventada por ella. Había intentado anclar identidades fijas

tanto personales como familiares y grupales con sujetos vulnerables alojados en una

marejada de situaciones efímeras, fugaces, y sobre el torbellino de un espacio flotante

representado en la obra como un proceloso mar de desechos, que al final de la novela es

trasladado a otro lugar. Su armazón de permanencia temporal, de permanencia en lo

transitorio, no es sino, como diría Bauman, “una duración hecha con momentos pegados el

uno con el otro ninguno de los cuales es vivido [a pesar de los esfuerzos] como un elemento

de la perpetuidad o una contribución a ella” (2004: 146). El hijo adoptivo de Única, El

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Bacán, enferma, muere y es tragado literalmente por el monstruo de basura: “El cadáver se

hundía suavemente entre la tierra y la basura como en arena movediza. Poco a poco se iba

hundiendo solo, hasta que quedó fuera únicamente un mechón de cabello…unos instantes y

desapareció luego entre las fauces de la tierra…Los zopilotes volaban alrededor en rígida

formación” (145).

Con su muerte sucumben las esperanzas de Única de seguir el performance de su gran

farsa. Había controlado su microuniverso con “sofisticados mecanismos”, había logrado

sostener con hilos de marioneta “la apariencia de una vida basada en modelos aburguesados

en medio del mierdero más ingrato del país” (150). Sobre la turbulencia de un mar de

escombros, había intentado perpetuar la tradición familiar, las buenas costumbres, las

virtudes de la maternidad, el horario de las comidas, había organizado ollas comunes para

los buzos, y había celebrado las navidades, las fechas patrias, los 15 de septiembre, los 12

de octubre, imaginando una perfecta normalidad, aparentando que más allá de las columnas

de humo y gases tóxicos del basurero no pasaba nada (152). Contra la transitoriedad y la

fugacidad encarnada en los residuos de biografías truncas y de objetos desvencijados que la

circundan, había intentado “encerrar el tiempo en una de sus botellas y no lo dejaba pasar”,

lo “había congelado” para poder seguir viviendo, “se había inventado la vida misma”

(152). Pero al morir El Bacán, le explota en pedazos su conglomerado artificial, “la esfera

herrumbrada y abolada de su mundo” (153), y queda al desnudo su frágil universo de

engaños y patrañas, y con él la precariedad de su condición humana. Así lo hace ver

Momboñombo en las páginas finales de la novela:

Todo era de mentirillas, Única, era como jugar de casita mientras la realidad era que te

estaba llevando puta de la tristeza de verte reducida a buzo después de haber sido maestra

tantos años y haber vivido con las maestras la ilusión de enseñar a los niños a leer, y de

creer firmemente que somos independientes y que Colón nos trajo la salvación y todo el

cuento de hadas que es nuestra historia, mientras te desechaban por no tener un título y te

daban una pensión de mierda que te llevó a la miseria… (149)

El cuerpo de Única es ingerido, regurgitado y vomitado por el basurero que le sirvió de

hogar durante veinte años, y pasiva y en silencio asume su destino irrevocable de

desarraigos y fracasos. Rendida ante la adversidad se deja ir de la mano de Momboñombo

hacia Puntarenas donde deja pasar su porción de tiempo, su tiempo de vida mortal, sin

propósito ni voluntad propia para volver a navegar o bucear en el océano de la existencia,

para reinventar su mundo y su vida, con la mirada fija en el océano eternizado extendido a

sus pies. Su claudicación, impotencia y languidez, la fugacidad de su vida corporal y de su

universo vivencial sin futuros ni esperanzas quedan así enfrentados a la enormidad,

infinitud y perpetuidad del universo marino y del univeso natural.

Como bien señala Bauman, “[e]n un universo fluido constantemente mudable, la idea de

eternidad, de duración perpetua o de valor duradero, inmune al flujo temporal no encuentra

sedimento en la experiencia humana” (2005: 155-156). La historia de Única y de su

mundo, de su familia alternativa y de su comunidad imaginada representa, en última

instancia, una realidad heterotópica, una contracara de las utopías confortantes de la

modernidad. En ella se anula la fe en los grandes proyectos o verdades de la „H‟istoria, se

hace añicos la ciega confianza en la idea del progreso, en la posibilidad de un destino

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reinvindicador, de una felicidad y de bienestar individual y colectivo. Clausuradas las

puertas del pasado, y canceladas también las posibilidades de reinscripción en el fluir social

normativo con sus códigos, leyes y lenguajes prefabricados, bloqueados todos los senderos

hacia atrás (hacia la condición y el lugar de donde proviene) y sin poderse abrir camino

hacia adelante (el futuro), Única queda suspendida momentáneamente en un vacío témporo-

espacial, en una hora y en un espacio de nadie, para luego dejarse devorar, como objeto

desechable al fin y al cabo, por el paso implacable del tiempo frente a la inmensidad del

mar, según se infiere al final de la novela.

Bibliografía

Augé, Marc (1995). Non Places. An Introduction to an Anthropology of Supermodernity.

Trans. John Howe. London/New York: Verso.

Bauman, Zygmunt (2001). La sociedad individualizada. Cátedra: Madrid.

Bauman, Zygmunt (2004). La sociedad sitiada. Trad. de Mirta Rosenberg en la

colaboración con Ezequiel Zaidenwerg, México: Fondo de Cultura Económica.

Bauman, Zygmunt (2005). Identidad. Conversaciones con Benedetto Vecchi. Traducción

del inglés de Daniel Sarasola. Buenos Aires: Losada.

Bauman, Zygmunt (2008). Los retos de la educación en la modernidad líquida. Pról.

Violeta Nuñez. Barcelona: Gedisa.

Contreras Castro, Fernando (2007). Única mirando al mar. Heredia, Costa Rica: Farben

Grupo Editorial Norma.

Foucault, Michel (1992). Historia de la locura en la época clásica, 2 vols. Trad. de Juan

José Utrilla. México: Fondo de Cultura Económica.

Actas del

CUARTO CONGRESO INTERNACIONAL CELEHIS DE LITERATURA

Literatura española, latinoamericana y argentina

Mar del Plata, 7, 8 y 9 de noviembre de 2011

ISBN 978-987-544-517-8