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Contenido 2 9 15 18 22 agenda cultural • Universidad de Antioquia N. o 171 • noviembre de 2010 No es acabar con los libros, es pensarlos de otra manera Jaime Iván Hurtado Bonilla El libro electrónico: un formato, múltiples transformaciones Gonzalo Montoya Velásquez ¿Quién saldrá ganando de la guerra de los libros electrónicos? Francis Pisani Sobre libros y espacios José Guillermo Ánjel R. Programación académica y cultural L as controversias y debates en torno al binomio libro tradicional versus libro electrónico han col- mado ya casi todas las expectativas y aquí, pue- de decirse sin temor a equivocaciones, no puede hablar- se de vencedores ni vencidos, que es como se lo toman muchos de quienes entablan desde distintos escenarios la famosa (y trillada) discusión. Hay sobradas razones para atrincherarse en el libro de papel, cubiertas, diseño y belleza objetual, y las hay para elogiar y sacar pro- vecho de las tecnologías que ahorran tiempo, espacio, peso y dolores de cabeza ante la impotencia de no tener a mano herramientas bibliográficas esenciales a la hora de escribir artículos o ensayos o estudios disciplinares, como enciclopedias, mapas, biografías, etc. Y tampoco es de creerse que con los nuevos tiempos y los nuevos soportes de la información la lectura haya sido la gran damnificada. Como en toda guerra, también aquí la primera víctima ha sido la verdad. En el mundo ha disminuido, sí, la venta de libros de papel, pero ha au- mentado considerablemente la de formatos electrónicos que contienen miles y miles de lecturas posibles. Nadie los compra para no usarlos, así como se supone que los volúmenes que salen de las librerías no van solo a os- tentar en cuartos de bibliotecas o a cuñar muebles cojos. Kafka es hermoso y necesario hasta escrito en la arena y las teorías de astrofísica, por ejemplo, hoy son mucho más digeribles y posibles de consultar y de admirar mediante extraordinarias ilustraciones en la pantalla, en contravía de las inaccesibles ediciones especializadas. En particular, la nuestra es una sociedad a la que aún le falta mucho para decir que ha vivido el disfrute de los libros y los beneficios de la lectura placentera. Para nadie es un secreto que esa es una asignatura pendiente a lo largo y ancho de nuestra geografía, por lo cual, más allá de exhibir y defender sesudos argumentos en pro de una u otra modalidad a la hora de elegir el sopor- te de dicha lectura, tanto al Estado como a las muchas instituciones educativas y culturales les cabe la poster- gada obligación (no solo en los grandes centros urbanos sino también en las desprotegidas provincias) de dotar El bello libro de todas las formas

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Contenido

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agenda cultural • Universidad de Antioquia N.o 171 • noviembre de 2010

No es acabar con los libros, es pensarlos de otra manera Jaime Iván Hurtado Bonilla

El libro electrónico: un formato, múltiples transformacionesGonzalo Montoya Velásquez

¿Quién saldrá ganando de la guerra de los libros electrónicos?Francis Pisani

Sobre libros y espaciosJosé Guillermo Ánjel R.

Programación académica y cultural

Las controversias y debates en torno al binomio libro tradicional versus libro electrónico han col-mado ya casi todas las expectativas y aquí, pue-

de decirse sin temor a equivocaciones, no puede hablar-se de vencedores ni vencidos, que es como se lo toman muchos de quienes entablan desde distintos escenarios la famosa (y trillada) discusión. Hay sobradas razones para atrincherarse en el libro de papel, cubiertas, diseño y belleza objetual, y las hay para elogiar y sacar pro-vecho de las tecnologías que ahorran tiempo, espacio, peso y dolores de cabeza ante la impotencia de no tener a mano herramientas bibliográficas esenciales a la hora de escribir artículos o ensayos o estudios disciplinares, como enciclopedias, mapas, biografías, etc.

Y tampoco es de creerse que con los nuevos tiempos y los nuevos soportes de la información la lectura haya sido la gran damnificada. Como en toda guerra, también aquí la primera víctima ha sido la verdad. En el mundo ha disminuido, sí, la venta de libros de papel, pero ha au-mentado considerablemente la de formatos electrónicos que contienen miles y miles de lecturas posibles. Nadie los compra para no usarlos, así como se supone que los volúmenes que salen de las librerías no van solo a os-tentar en cuartos de bibliotecas o a cuñar muebles cojos. Kafka es hermoso y necesario hasta escrito en la arena y las teorías de astrofísica, por ejemplo, hoy son mucho más digeribles y posibles de consultar y de admirar mediante extraordinarias ilustraciones en la pantalla, en contravía de las inaccesibles ediciones especializadas.

En particular, la nuestra es una sociedad a la que aún le falta mucho para decir que ha vivido el disfrute de los libros y los beneficios de la lectura placentera. Para nadie es un secreto que esa es una asignatura pendiente a lo largo y ancho de nuestra geografía, por lo cual, más allá de exhibir y defender sesudos argumentos en pro de una u otra modalidad a la hora de elegir el sopor-te de dicha lectura, tanto al Estado como a las muchas instituciones educativas y culturales les cabe la poster-gada obligación (no solo en los grandes centros urbanos sino también en las desprotegidas provincias) de dotar

El bello libro de todas las formas

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ampliamente las bibliotecas existentes, de crear muchas otras generosas y cómodas, y de darles, a su vez, la opción de muchos libros, reales y virtuales. Las buenas y confortables bibliotecas son, ellas mismas, la me-jor campaña en pro del noble gesto de la lectura. Un gesto que nos hace singulares, apartados de los moldes repetidos y canjeables.

Si es cierto que han mejorado los índices de consumo de bienes cultura-les en Colombia, según se afirma en el último informe del DANE, hay que decir, entonces, que en algo ha enderezado su rumbo la educación y nuestra apaleada idiosincrasia, pese a lo que parece la contraria eviden-cia cotidiana de nuestra realidad. Tal vez en ello influya la multiplicidad de posibilidades con que hoy cuenta el acceso a la información y, por qué no, también a la formación.

Agenda Cultural viene en esta ocasión con inteligentes artículos que, se-guro, darán más luces en la clarificación de un tema que, pese a lo dicho arriba, seguirá dando de qué hablar un tiempo más entre nosotros.

Luis Germán Sierra

No es acabar con los libros, es pensarlos de otra manera1

Jaime Iván Hurtado Bonilla

En un momento en que la indus-tria del libro encuentra en lo digital una oportunidad, que

para algunos todavía es sinónimo de peli-gro e inestabilidad, vale la pena revisar es-tas anotaciones sobre los retos por enfrentar y los aspectos que indican que bien vale la pena apuntarle a ser críticos y activos partí-cipes del cambio que presenciamos.

Pido excusas de antemano por retomar como título de este artículo la idea de la obra Nadie acabará con los libros (Eco & Carrière, 2010), recientemente editada por Random House Mondadori. Desde su contraportada

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se nos dice sugestivamente que “El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las ti-jeras. Una vez se han inventado, no se pue-de hacer nada mejor. El libro ha superado la prueba del tiempo... Quizá evolucionen sus componentes, quizá sus páginas dejen de ser de papel2, pero seguirá siendo lo que es”. Lo compartimos, sin duda: el papel se ha mantenido y vivirá perdurablemente en el tiempo, a diferencia de diversos formatos que, siendo mucho más recientes que éste, ya son historia (betamax, disco de acetato, CD, VHS, Video Láser, proyector de diapo-sitivas, etcétera). Nos interesará, como obje-tivo principal de este artículo, identificar el común denominador de este amplio reper-torio, los contenidos, y la forma como po-demos aprovecharlos para potenciar y hacer realidad los anhelos de bibliodiversidad y amplia circulación —controlada, por cier-to— de toda producción intelectual, que ga-rantice simultáneamente la supervivencia y continuo desarrollo de la industria editorial.

“Lo que menos queremos es que a la industria del libro le pase lo mismo que a la de la músi-ca”, es la frase recurrente cuando se habla del tema que nos ocupa. No hacemos relación a cosa diferente que aquello que ha marcado la vida de los pueblos, de lo que identificamos como instrumento sinónimo de la cultura, del saber, de la recreación o del ocio. Y sí, es cierto, para alegría o pesar de algunos (según desde donde se le vea, porque como todo, depende del cristal con el que miremos): el libro está cambiando, mejor dicho, las formas de ma-terializarlo han variado significativamente. No migrantes, migrantes digitales y nativos digitales son hoy tres públicos que acceden a los libros (a los contenidos, ya lo veremos) de manera diferente. Seguramente usted está entre los primeros o los segundos (aspiraría-mos entusiastamente que hoy día todos, o casi todos los mayores de 30 años y menores de 80, fuésemos migrantes). Una forma de ave-riguarlo es saber si lee estas líneas en papel,

en la pantalla de su computador, en un lector de libros con tinta electrónica, en una tableta o en su teléfono celular; claro, antes tendría-mos que constatar si los editores de esta pu-blicación han permitido y han dispuesto este contenido en estos múltiples formatos, otra cuestión problemática sobre el tema y que nos da luces para entender que el asunto va más allá del medio en el que se publique (por ello también le hemos pedido a los editores de la Agenda Cultural Universidad de Antioquia, que gentilmente nos han invitado a escribir-lo, que el mismo esté licenciado bajo Creative Commons del tipo Atribución, donde cual-quiera pueda copiarlo, distribuirlo, presen-tarlo públicamente o desarrollar trabajos de-rivados, siempre y cuando se reconozca y cite adecuadamente su fuente y autor original).

La irrupción de los “cacharros”

Algunas cifras de interés, vigentes al mo-mento de escribir este artículo, llevan a re-afirmar lo evidente: la preeminencia de una serie de tecnologías que se relacionan con múltiples formas de producción, promoción y comercialización de libros o contenidos. Veamos quizás las más representativas:

• Google, en su polémico proyecto de di-gitalización de libros, dio a conocer en la versión más reciente de la Feria del Li-bro de Frankfurt, que ya son más de 13 millones de libros digitales los que tiene en su proyecto y, de estos, 2 millones con derechos de autor vigentes; próxi-mamente lanzará su versión comercial Google Editions que, sin duda, causará más controversia.

• De las cifras del International Digital Forum Publishers3 se deduce que para cada uno de los dos primeros trimestres del año 2010, la venta de libros electró-nicos en los Estados Unidos estaba alre-dedor de los 90 millones de dólares en

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promedio. Estas ventas han significado un incremento para este año de más del 183% (con respecto a 2009) y cerca del 700% si se compara este periodo de 2010 con el respectivo de 2008.

• La tableta iPad de Apple ha vendido en el mundo cerca de 20 millones de unida-des y se pronostican ventas de alrededor de 55 millones en 2011, lo que supone un crecimiento del 181%4 ; en Colombia ha vendido más de 20 mil unidades, sólo tres semanas después de su lanzamiento en septiembre de 2010. Antes de terminar este año ya se tendrán otras marcas de tabletas compitiendo, intentando captu-rar las cuotas de mercado en el territorio colombiano. Entre sus variadas funciones se destaca la lectura de libros electrónicos desde las plataformas pertinentes y con el mayor número de contenidos disponi-bles, aspectos en los que se han afanado sus creadores.

• El reconocido distribuidor de contenidos digitales, Publidisa, España, toma cada vez más una posición destacada en el ámbito de las soluciones integradas de e-distribution para actores de la cadena del libro en Iberoamérica. Su modelo de e-books de descarga, en el que participan centenares de editoriales de diversos paí-ses asociadas a esta empresa, combinado con soluciones de Print On Demand (POD) y de gestión de catálogos editoriales, vis-lumbra las nuevas formas como se pue-den hacer negocios, en un esquema donde los contenidos (impresos, electrónicos) es-tán siempre disponibles para el lector (con stocks de 1 a 1), en dirección opuesta a los modelos tradicionales de distribución que todos conocemos hasta ahora.

• La incorporación de lectores electróni-cos, pizarras digitales y otros disposi-tivos, con contenidos predefinidos, bri-llan por su diversidad y variedad. Re-cordemos la iniciativa en 2009 del actor Arnold Schwarzenegger como goberna-

dor de California de reemplazar los vo-luminosos libros de texto por dispositi-vos con contenidos electrónicos para los estudiantes, iniciativa que parece cum-plirse antes de dejar este cargo y que ya se ha replicado en otros lugares del globo, con los riesgos que ello implica, como no contar con los repertorios de contenidos necesarios para cada ámbi-to de intervención pedagógica o que se pongan los dispositivos, los que hemos denominado en este acápite “los cacha-rros”, por encima de los contenidos.

• Barnes & Noble acaba de lanzar Pu-bit!, herramienta de autoedición —self- publishing— para autores que no han lo-grado acceder a editoriales y que se suma al amplio repertorio de este tipo de ser-vicios (como Lulu, Bubok, Authorhouse, entre otros). Es un tema que muchas ve-ces se trata “con pinzas”, porque tiene amplias complejidades, comenzando por los propios modelos de negocio y la gran diferencia que existe entre un autor que edita su propio libro por medio de una de estas plataformas y otro que lo hace con el apoyo de una editorial.

A cada cosa su lugar. No es nuestra inten-ción hacer una oda a la tecnología, porque los extremos son viciosos y porque “los ca-charros”, los avances y modelos de gestión que se derivan de las múltiples posibilida-des que abre esta nueva industria deben estar al servicio de las personas, del lector, diríamos mejor. El libro electrónico no pue-de ser la vedette o un cliché al que se llega como un lugar común. Son muchos los re-tos que existen por delante y se requiere in-teligencia para que esta etapa de cambio y de esfuerzos que demanda entender lo que vivimos, nos ponga en un estadio donde el desarrollo del libro pueda seguir siendo tan espectacular, como lo es hoy, pero con linea-mientos que cimienten el camino seguro de la industria editorial.

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Apocalípticos e integrados… ¿la historia se repite?

Algunos quizás tuvimos la fortuna de leer este clásico de Umberto Eco, modelo 65. Lo recuerdo en mis clases de teorías de la comu-nicación, por allá en la década del 90. Como se me ha pedido para este artículo prever un público amplio, cuestión que me pare-ce bien, porque si la historia del libro está cambiando no debe serlo sólo para enten-dimiento de los especialistas, he encontra-do en la Wikipedia una forma aceptable de explicarlo: “Los apocalípticos son aquellos que miran hacia el pasado y se aferran a las viejas costumbres, a las antiguas teologías y a los métodos reaccionarios de rechazo para hallar la verdad. Son los que prefieren obe-decer a la autoridad impuesta, en lugar de la guía autoimpuesta del intelecto iluminado. Siguen a una iglesia y a un gobierno, se ca-racterizan por la devoción y el amor puros, pero no quieren reconocer al espíritu santo como la inteligencia de la que están dota-dos. Pertenecen a la vieja generación. Los

integrados incluye a los místicos intelectua-les, a los conocedores de la realidad, que no pertenecen a una religión u organización definidas, pero se consideran miembros de la humanidad, aprenden mediante los mis-mos símbolos y son el principio unificador que oportunamente salvarán al mundo” 5.

En los últimos cinco años, especialmente, he podido constatar en diferentes actores de la llamada cadena del libro (autores, editores, impresores, distribuidores, lectores) posi-ciones antagónicas cuando se habla de li-bros y de su relación con la tecnología. Has-ta hace unos dos años estas posturas eran extremas entre sí la mayoría de las veces. De este tiempo para acá la postura ha cambiado por un halo de incertidumbre, resignación o espera, para saber los senderos que deberán transitarse. Algunos siguen aquellos que otros se han animado a explorar, otros, irre-mediablemente, siguen esperando.

El contenido es el rey

Me causó sorpresa escuchar de un librero argentino, en el marco de un evento espe-cializado de la Feria del Libro de Buenos Aires, una pregunta sobre el futuro de las ferias del libro y la aseveración, por lo que venía escuchando, que éstas deberían lla-marse “feria de contenidos”. ¿Premonitoria conclusión de alguien que en el noble oficio de librero y en medio de las montañas de libros que ve ir y venir, percibe que más allá del papel lo que importa es lo que estos tie-nen dentro, sus contenidos?

Afortunadamente son cada vez menos los amigos que me dejo de ganar cuando afir-mo que un editor es, ante todo, un gestor de contenidos. Lo importante no será el forma-to en el que éste los ofrezca (libro impreso, libro electrónico, audiolibro, videolibro, li-bro multimedia…), sino las múltiples posi-

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bilidades y soportes que tendrán los lectores para acceder a estos.

Sin pretender ser anecdótico (pero donde más se aprende es en el diálogo con quienes, como el suscrito, estamos todo el tiempo pen-sando y desarrollando acciones sobre esta empresa), un colega hacía con picardía un símil entre lo que pasa hoy con la industria del libro y la partida de un juego de póquer: las cartas se están repartiendo nuevamente. Coloco las cartas de la partida en orden y veo cinco escenarios posibles: 1. Que puedan lle-gar algunos jugadores que sin ser reconoci-dos por su tradición editorial, ocupen lugares preponderantes que impactan toda la indus-tria (es lo que está pasando hoy con Apple, Google, Adobe, Amazon, que, literalmente, se están peleando las cuotas más gruesas del mercado). 2. Que otros, a los que llamaré “ad-venedizos”, puedan tomar lugares destaca-bles en la industria, en detrimento de ella, en las cuestionables modas postmodernas de lo banal, lo inmediato e intrascendente (dejo a criterio del lector el desarrollo de esta idea). 3. Que editores que han hecho toda su vida las cosas de una cierta manera, tomen la fir-me decisión de diversificar su portafolio de productos aprovechando lo que hoy les ofre-ce la tecnología y las empresas que trabajan por brindarles las mejores opciones, con la clara intención de ocupar un lugar destacado y garantizar la supervivencia de sus propios proyectos editoriales (a ellos nuestro recono-cimiento y mejores deseos). 4. Los que espe-ran terminar pensionándose antes de que la “debacle” ocurra o que cuando pase ya se en-cuentren en otro lugar (los “resignados”). 5. Los que prefieren no prestar atención al tema o concentrarse en otras situaciones (como se diría, “no hay peor ciego que aquel que no quiera ver”).

Cuando hago este tipo de disquisiciones siempre debo aclarar que quien escribe no es el tecnófilo, tecnómano o alguien a quien

pueda aplicársele cualquier epíteto parecido que se desprenda de acá; ni el “integrado” al que hacía referencia líneas atrás. Quizás pue-da ser un “promotor cultural” a quien le re-sulta difícil entender la razón por la cual hay todavía tan pocos contenidos, en español por ejemplo, disponibles en la red, dispuestos en plataformas que garanticen el respeto por los derechos de autor, que consoliden opor-tunidades de negocio para todos los actores y posibiliten el acceso de información para quienes lo requieren.

Nuestra experiencia puntual en el tema, en-tre ella la propia que hemos podido desarro-llar desde Colombia combinando teoría y práctica en www.lalibreriadelaU.com, apun-ta a concluir que las cifras citadas no son propias de los países más desarrollados o de quienes podría pensarse nos llevan años luz en esta tarea. Existen múltiples experiencias iberoamericanas, latinoamericanas y colom-bianas, específicamente. El Primer Encuentro Internacional del Libro Digital6, llevado a cabo el pasado mes de agosto en el marco de la 23ª Feria Internacional del Libro de Bogo-tá y promovido por la Cámara Colombiana del Libro, se constituyó en un escenario en el cual un conjunto de expertos reconocidos nacional e internacionalmente abordaron los ejes principales de cuestiones que ocupan a quienes están pensando y repensando estos asuntos: el libro y los modelos de promoción y comercialización (descarga, acceso, publici-dad, entre otros); el libro y las redes sociales o denominada “Web 2.0”; el libro, la educa-ción y las plataformas virtuales; el libro y los derechos de autor.

No hay cuestión más inquietante que sentarse a dialogar sobre esto con un editor, un autor, un librero, un bibliotecólogo o un abogado, con rasgos notorios de aquellos a los que Eco llamó “apocalípticos”. El nuevo vocabulario al que nos enfrentamos pone en el escenario una maraña de variables que no resultan fá-

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ciles de entender a primera vista. El tema es saber que el proceso de cambio y reconfigu-ración, al que hoy irreductiblemente nos ve-mos abocados, requiere de actores dispuestos a afrontar estas situaciones y a emprender acciones para llegar a nuestro objetivo más preciado: los lectores. Algunas de las tareas pendientes para hacerlo bien son: 1. Oferta de buenos contenidos, correctamente editados y convertidos a las plataformas disponibles o a las elegidas con criterio adecuado. 2. Interac-ción y participación de los títulos disponibles en las redes sociales. 3. Implementación de adecuadas e innovadoras estrategias de mar-keting on line. 4. Establecimiento de modelos claros de desarrollo, en los que el editor sea el primero en saber cuáles son las posibilida-des técnicas que le brinda una manera de ha-cer las cosas en particular (e-book, descarga, impresión a demanda, e-distribution, acceso a contenidos, etcétera) y en los que el lector pueda acceder a las producciones fácilmente. 5. Definición de reglas de juego claras, sopor-tadas en adecuados contratos de edición que

den entrada a los nuevos medios en los que las obras puedan promoverse y que consoli-den el rol del editor (el que algunos estiman que se está perdiendo debido a la aparición de las ya citadas plataformas de autoedición, y el que algunos editores aspiran que los po-sicione mucho más porque saben cómo hacer las cosas, y sus autores son los primeros en darse cuenta de esto). 6. Formulación de polí-ticas públicas que incentiven la producción y distribución de contenidos en nuevos forma-tos, en el marco de los derechos de autor y de las leyes vigentes y de las que toque recons-truir, si de lo que se trata es de promover ade-cuada y asertivamente toda esta producción intelectual.

En lo tocante a políticas públicas, aparece como uno de sus mayores retos el aumento desmedido de la piratería en Internet, lláme-se en este caso versiones electrónicas de li-bros impresos escaneados por personas ines-crupulosas que en pseudo-redes de lectores los ponen a disposición del público. La más reciente noticia7 que vale la pena citar, es la reclamación que hizo al gobierno español el señor José Manuel Lara, Presidente del Gru-po Planeta, quien afirmaba: “el autor es libre de colgar su texto en la red y que lo cojan gra-tis, pero no es lícito que ese libro lo cuelgue en Internet otra persona sin el consentimien-to de su autor”. Soy de los que cree que este proceso de maduración se comenzará a dar, y que el apoyo de los gobiernos para ello, en-tre esto las políticas públicas, es algo funda-mental. Contrario a lo que muchos piensan, el avance de lo digital es una buena forma de atacar el fenómeno de la piratería, en la medida en que, en paralelo, se dé el apoyo de los gobiernos a los contenidos legales dispo-nibles y a buen precio.

A manera de cierreNo podría terminar sin al menos enunciar otra problemática: la densidad / extensión de

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los textos vs. la banalización / poder de sín-tesis de las nuevas formas de comunicación. Hace apenas unas horas, cuando estoy termi-nando de escribir este artículo, se ha anuncia-do que Amazon acaba de lanzar un formato digital para libros cortos llamado Kindle Sin-gles, para contenidos con una extensión entre 10 mil a 30 mil palabras (para quienes usamos Twitter, podría ser el equivalente a la longi-tud máxima de 140 caracteres), lo que, en la versión del coloso norteamericano, es un “lla-mamiento a los escritores serios, pensadores, científicos, líderes empresariales, historiado-res y editores”. Los libros fragmentados, ad-jetivo que no me gusta demasiado pero que hace referencia a los contenidos capitulares, ya han hecho su arribo.

Con su reciente premio Nobel, Vargas Llosa será mucho más citado de lo que con justo mérito ha sido reconocido hasta ahora como gran escritor de la humanidad. Nuestra mo-desta citación apunta a recordar la posición que ha mantenido sobre el libro electrónico; él habla de una “desconfianza visceral”, por ser una banalización de la literatura si se le compara con las obras en papel. Pero tam-bién el propio Vargas Llosa anota que es un “proceso irreversible y que este formato ser-virá para acercar la literatura a un público más amplio”. He aquí el reto, la responsabi-lidad y las formas como esto puede hacerse, pese a las banalizaciones, que no faltarán, cuando el sueño de todo bibliotecólogo hoy está más que cumplido. La tecnología ha logrado con creces la bibliodiversidad y la circulación del libro, rompiendo barreras de espacio, tiempo y lugar. Lamentablemen-te, todavía hay quienes no quieren dar este salto o se muestran demasiado cautos cuan-do se trata de usar las opciones que existen para la promoción y distribución electróni-ca de sus contenidos. Todavía hay muchos textos que no circulan por falta de gestión en temas de derecho de autor, conocimiento de los editores o lo que yo llamaría “actitud

por ponerse a la vanguardia”, cuando la tec-nología nos lo permite, porque si algo nos enseña la tecnología es que podemos en un solo paso subir más de un escalón. Todo de-pende de saber hacerlo.

La barca ya ha llegado a la otra orilla. Algu-nos creen que todavía no es el momento, o simplemente no lo quieren percibir. Ese 2% que muestran las más recientes estadísticas de la industria española como ingresos ge-nerados por venta de libros electrónicos, o el poco más del 9% del mercado estadouni-dense, pueden parecer cifras muy modestas. El tiempo (no mucho, sin duda) terminará demostrando lo que ya se vislumbra como una realidad. La cuestión será establecer qué contenidos y en qué medios estarán leyendo los lectores en breve tiempo, en qué estado del proceso estará cada editor con sus con-tenidos y qué libros y tipo de libros leerán los lectores (especialmente los migrantes y nativos, a los que hicimos alusión al inicio).

Se acerca el día en que nuevos millones de contenidos estén disponibles ampliamente en la red de forma controlada, y que las joyas de la corona de algunos editores que no se ani-maron a dar el salto dormirán el sueño de los justos, reposando en almacenes llenos de pa-pel, sinónimo de un modelo que hoy ya ha cobrado fatiga. Cada quien tomará su propio camino, está claro en cuál estamos nosotros y que nadie quiere acabar con los libros.

BibliografíaEco, Umberto y Carrière, Jean-Claude, Nadie acabará

con los libros. Entrevistas realizadas por Jean-Philippe de Tonnac, Barcelona, Random House Mondadori, 2010.

Libros en la nube, blog especializado en Internet, en: http://librosenlanube.blogspot.com.

Libros & Bitios, blog especializado en Internet, en: http://jamillan.com/librosybitios.

Libros & Tecnología. Revolución silenciosa del sector edi-torial, blog especializado en Internet, en: http://www.librosytecnologia.com.

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Mula, Luis Abril et al, “Convierta sus acciones de mar-keting editorial tradicional en acciones de marke-ting”, [on line], en: Marketing On Line y comercio electrónico como estrategias para enfrentar la crisis, Publidisa, España, abril de 2009, 170 p.

Notas

1 Este artículo está licenciado bajo Creative Com-mons (Attribution License).

2 La negrita es nuestra.3 http://www.idpf.org/doc_library/industrystats.

htm, consultado el 12 de octubre de 2010.4 http://www.elmundo.es/elmundo/2010/10/15/

navegante/1287137432.html, consultado el 15 de octubre de 2010.

5 http://es.wikipedia.org/wiki/Apocal%C3% ADpticos_e_integrados, consultado el 1 de octu-bre de 2010.

6 Mayor información y memorias de este encuentro se puede consultar en: http://muestrayencuen-trodellibrodigital.net.

7 Mayor información en http://www.adn.es/cul-tura/20101014/NWS-1748-planeta-lara-premio-libro-pirateria.html.

Jaime Iván Hurtado Bonilla ([email protected]). Comunicador Social-Periodista,

Especialista en Gerencia Educativa, con formación permanente en mercadeo,

comunicación, edición, edición universitaria, semiótica, e-learning,

e-commerce y educación superior, áreas de las que ha sido docente en diversas

universidades colombianas. Fue director de Publicaciones de la Universidad de La

Salle, vicepresidente y presidente de la Asociación de Editoriales Universitarias de Colombia —Aseuc— y director del

Centro de Nuevas Tecnologías Aplicadas a la Educación de la Universidad

Pedagógica Nacional. Actualmente es gerente de Hipertexto Ltda, gestor

y gerente de www.lalibreriadelaU.com, miembro de la junta directiva

de la Cámara Colombiana del Libro y coordinador del Comité de Tecnología

de este organismo.

El aumento en la producción y con-sumo de contenidos digitales es un hecho mundial y, por supues-

to, el libro electrónico (e-book) no podía ser la excepción. Prueba de esto son las cifras de la Association of American Publishers (AAP) que reflejan un aumento constante en las ventas netas en el segmento del libro electrónico, en comparación con los demás, dedicados al mercado del libro impreso1: los e-books pasaron de 7,3 millones de dólares en 2002 a más de 310 millones en 2009, y no

un formato, múltiples transformacionesGonzalo Montoya Velásquez

El libro e ectrónico:

sorprendería que en el 2010 este registro se batiera, ya que las ventas durante el primer semestre se estimaron en 219,5 millones de dólares2. En nuestro país, desde 2004 se es-tablecieron empresas dedicadas a la comer-cialización de libros en este formato y los resultados de ventas también muestran una tendencia al alza, aunque guardando las debidas proporciones con la industria esta-dounidense, según información suministra-da por lalibreriadelaU durante la Primera Muestra Internacional y Encuentro del Libro

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Digital, de un solo e-book pedido en 2004, se llegó a 8.830 en 2009, y en agosto de 2010, la cifra ascendía a 6.5543. En general, comien-za a sentirse mayor aceptación de este nue-vo formato, a pesar de la resistencia de los lectores acostumbrados a obras impresas y de la lentitud en el cambio tecnológico de las editoriales. Este aumento en la creación y comercialización de contenidos digitales pone al descubierto transformaciones no solo en las etapas y en los actores de la cade-na de producción del libro, sino también en la sociedad. En este artículo se tratarán de esbozar algunas de estas transformaciones producidas por el posicionamiento del for-mato e-book en nuestro medio.

En relación con la industria editorial, las transformaciones afectan la cadena de pro-ducción completa: desde la preparación ini-cial de los proyectos hasta la promoción, ven-ta, administración de regalías de las obras y custodia de los derechos de reproducción.

Por más de quinientos años, convertir textos en obras publicadas ha sido un proceso com-plejo, prolongado y multiparticipativo, ya que en él intervienen autores, editores, ilus-tradores, correctores, tipógrafos, diseñado-res, impresores, libreros, lectores, para men-cionar los más representativos. Sin embargo,

hoy, gracias al avance en procesadores de textos e imágenes, un autor puede preparar sus materiales y llegar al lector con celeridad por medio de una plataforma de internet como única intermediación (Lulu.com, Is-suu.com y Pubit —esta última de Barnes & Noble— son tres de ellas), ya sea para la ad-ministración de la explotación de sus obras en el mercado o sencillamente para poner materiales a disposición de los cibernautas de forma casi inmediata y gratuita.

Este dinamismo en el proceso de publicación en línea origina expectativas diferentes de los autores frente al proceso editorial tradi-cional. Las editoriales ahora se ven obligadas a transformar las rutas de trabajo: recortar al máximo los tiempos de procesamiento, redu-cir costos hasta niveles que permitan precios al alcance de las masas, agregar valor para lo-grar diferenciación y ser visibles en múltiples medios, so pena de ser arrasadas por las pla-taformas de publicación en línea o perder au-tores valiosos que ya apuestan a las nuevas tecnologías aplicadas al libro por la facilidad, simplificación, control del proceso e interac-ción que pueden establecer con sus lectores.

La reducción de costos de la publicación digital también suscita una mirada distin-ta de los autores en cuanto a la retribución que reciben por regalías. La desaparición de procesos altamente costosos, como la impre-sión, los acabados y la distribución, supone que las editoriales recibirán mayor margen de ganancia. Como resultado, los autores comienzan a exigir mayores porcentajes por derechos de reproducción y algunas edito-riales aprovechan también este aspecto como gancho comercial para atraer escritores. Tal es el caso de Rosseta Books, una editorial que informó en septiembre de 2010 un plan de pago de regalías sobre ingresos netos por venta de hasta 50% para las primeras 2.500 copias de e-books vendidos y 60% si registran mayores ventas 4.

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Por supuesto, queda en discusión la con-fianza en la calidad de los contenidos y la forma de presentación, una dificultad que las editoriales han resuelto históricamente por medio de revisiones de pares y contro-les de calidad; pero tampoco puede desvir-tuarse el aumento progresivo de autoridad y corrección de contenidos digitales origi-nados de manera colaborativa en internet, intervenidos y legitimados por amplios grupos entre los que se encuentran no solo legos sino también expertos, como es el caso de Wikipedia o de obras tipo keitai (novelas japonesas escritas desde teléfonos celulares, apreciadas principalmente por adolescen-tes y jóvenes). Un estudio titulado “Internet encyclopaedias go head to head” publicado en la revista Nature, menciona el incremento en la consulta de Wikipedia tanto de usuarios co-munes como de científicos e investigadores5 y es viva señal de la acentuación de la con-fianza en sus contenidos.

En pocas palabras, a diferencia de los libros impresos, el proceso de publicación de con-tenidos en formato electrónico ha sufrido tal nivel de compresión que hoy pueden obviarse intermediarios casi obligados años atrás, como los agentes, las editoriales, las imprentas, los distribuidores y los libreros.

Otro aspecto que ha venido transformando la industria del libro es la preocupación recien-te en el cuidado del medio ambiente, pues es claro que el proceso de impresión tradi-cional requiere papel, lo que implica, como mínimo, talar diecisiete árboles por tonelada de esta materia prima; y esto sin mencionar otros insumos potencialmente perjudiciales para el planeta como algunas tintas a base de aceites. Precisamente, para crear un espacio de discusión y para fomentar la multiplica-ción de experiencias positivas en relación con la reducción de la huella ecológica en el sector editorial tradicional, nació en Francia una organización llamada Les Éditeurs Éco-

lo-Compatibles (leseec.org), compuesta por un grupo de editoriales independientes com-prometidas con la producción ecológica de publicaciones. Sin embargo, con e-books en el horizonte, que reducen prácticamente a cero las necesidades de papel físico, parece que el camino más adecuado para dar una mano en la reducción de la huella ecológica está traza-do: la publicación digital.

En cuanto a la piratería de obras, los e-books también son vulnerables, aunque existan protecciones de los derechos de reproduc-ción digital (DRM, por sus siglas en inglés) y estrictos protocolos de custodia de archi-vos en las editoriales. La brecha analógica siempre estará presente; es decir, aunque las editoriales cuiden con recelo sus ficheros y a pesar de que estos internamente posean una programación que administre eficientemen-te los derechos de reproducción digitales, al restringir el número de copias o de dispositi-vos en que pueda leerse un ejemplar electró-nico, el solo hecho de poder escanear o foto-grafiar la visualización de una página de un computador o de cualquier e-reader significa que la piratería será factible. No obstante, es sumamente interesante el comentario de Andrew Savikas, vicepresidente de iniciati-vas digitales de O’Reilly6, al responder una consulta sobre los DRM de sus e-books en el Primera Muestra Internacional y Encuentro del Libro Digital en la 23.ª Feria Internacio-

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nal del Libro de Bogotá. Mencionó que la editorial O’Reilly estableció la política de comercializar e-books sin DRM, pues, según ellos, los usuarios que consiguen copias ile-gales de alguna obra lo hacen porque no es-tán interesados en obtenerla por otro medio; es decir, no serán compradores, pero sí pue-den multiplicar información de los conteni-dos a otros clientes potenciales. Si bien no mencionó lo que piensan los autores frente a esta política, ni cuántos son los porcentajes o las sumas pagadas por regalías, al final el problema se transforma en beneficio, en un nuevo canal de promoción que puede tra-ducirse en ventas potenciales.

Pero no solo los procesos e insumos edito-riales sufren transformaciones. La sociedad misma se ve forzada a participar en nuevas formas de interacción entre individuos, gru-pos y tecnología, y esto implica aprender o desaprender costumbres, adquirir nuevos hábitos y satisfacer nuevas necesidades en los grupos humanos.

Los libros, siglos antes de Cristo, fueron conocidos como planchas rupestres, sume-rias y babilónicas; en el fulgor de las civiliza-ciones egipcia, griega, romana y china eran los rollos de papiro, pergaminos y tablillas de bambú; en la Era Cristiana pasaron a ser códices y manuscritos escribas; desde me-diados del siglo XV se convirtieron en libros impresos hasta nuestros días; y en los años sucesivos serán e-books. Como se puede ver, las mutaciones se han dado en el contenedor (los sustratos), mas no en los contenidos.

Debido a que nos encontramos en una época de transición por la reciente aparición del últi-mo formato, todavía no se consolida el conte-nedor (e-reader) más adecuado para albergar-lo. Los desarrollos actuales permiten clasificar en tres los principales tipos de lectores de e-books: de tecnología de separación de par-tículas, como la e-ink (Kindle, Sony Reader,

Nook, Papyre, etc.); de tecnología de panta-llas de cristal líquido (Ipad, FLEPia, tabletas, miniportátiles, celulares, etc.) y la tecnología electrocromática (Acreo, Ntera)7. Entre es-tas tecnologías, la más popularizada es la de pantallas de cristal líquido, especialmente por la masificación de televisores, teléfonos mó-viles y computadores que, si bien permite la reproducción de millones de colores, tienen las desventajas de la reflexión de luz exter-na que deslumbra parcialmente al lector en ambientes con exceso de iluminación (espa-cios abiertos soleados o estación invernal con nieve en los trópicos) y el consumo continuo de energía; por su parte, la tecnología de se-paración de moléculas mejora el contraste en condiciones de luz extrema y permite dispo-sitivos con alta autonomía energética, pero en el mercado solo circulan dispositivos en escala de grises, lo que reduce su atractivo y poten-cial didáctico; finalmente, queda la tecnología electrocromática que se proyecta como la me-

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jor solución por sus múltiples características: son materiales de última tecnología que fun-cionan de forma similar a los pigmentos na-turales al absorber luz en lugar de reflejarla; tienen memoria de estado, de manera que en cuanto se aplica una corriente eléctrica cam-bian de posición y la mantienen hasta tanto no se aplique otra carga, tal como lo hace la tinta electrónica, y son ultradelgados, livianos y flexibles. Infortunadamente, esta tecnología aún no se produce en escala industrial, lo que complica sus posibilidades de entrar al merca-do en el corto plazo.

En medio de este panorama, el comprador actual se confunde o se deja llevar por el im-pulso de compra originado por estrategias de mercadeo de fabricantes y distribuidores de e-readers, como ocurrió recientemente con el lanzamiento del Ipad en Colombia o algu-nos años atrás, con la distribución del Sony Reader. Sin embargo, ante la pregunta ¿cuál e-reader es el más adecuado por ahora? po-siblemente la respuesta más razonable sea: cualquiera de ellos (excepto, para Latino-américa, los que poseen formatos de lectura exclusivos, como el Kindle y el Nook), si se considera que casi todos ellos están habilita-dos para abrir los e-books más comunes (.doc, .pdf, .epub, entre otros) y ninguno ofrece una solución definitiva al problema de la legibi-lidad en cualquier ambiente al tiempo que soporte despliegue policromático. Esto solo sucederá en cuanto se masifique la tecnolo-gía electrocromática.

No obstante, existe un e-reader que se popu-lariza con el paso del tiempo y que merece atención especial, ya que podría consolidarse como la solución temporal, o quizá definiti-va: los teléfonos móviles inteligentes (smar-tphones). Vale la pena mencionar el caso de la casa editorial O’Rielly, que en el primer trimestre de 2009 registró un vuelco total en su modelo de trabajo: por primera vez sus e-books, preparados para el Iphone, superaron

las ventas de los libros en papel. Es un claro ejemplo de la potencialidad de los teléfonos inteligentes en el mercado de e-books.

En la actualidad, las nuevas generaciones viven sumergidas en un huracán mediático que les exige conocimientos mayores y que desarrolla en ellas nuevas necesidades de co-municación, como, por ejemplo, estar conec-tados e informados con sus grupos y redes en tiempo real y disponer de tecnologías versá-tiles con el máximo confort, sin limitaciones espaciales. Precisamente, esta tríada conec-tividad-versatilidad-movilidad se incorpora en estos dispositivos y, por esta razón, para competir con estos niveles de funcionalidad, algunos e-readers como el Ipad comienzan a producirse en versiones que incluyen servi-cios de conectividad a redes celulares, y otros comienzan a ser fabricados en tamaños me-nores para ser más portables.

Sin lugar a dudas, la incursión del teléfono celular en la cotidianidad está transformando poco a poco las actividades de entretenimien-to y aprendizaje, y entre ellas, la lectura. Los usuarios se están acostumbrando a redactar mensajes que van desde pocas palabras hasta novelas completas, y con mayor frecuencia realizan lecturas en pantallas de escasos cen-tímetros cuadrados y con tamaños de fuentes reducidos. Si bien es verdad que la mayoría de las lecturas son extensivas, es decir, para enterarse de forma general de la información, en el fondo se está creando mayor disposición entre los usuarios para leer en estos disposi-tivos, lo que facilitaría lecturas intensivas de aprendizaje o entretenimiento.

Por lo anterior, no suena extraño lo anun-ciado por Paul Boutin en su artículo “The Future of Book is Smartphones”, publicado en el New York Times en septiembre de 20098, quien señaló que los celulares, en especial los teléfonos inteligentes, serán los disposi-tivos más expeditos para leer e-books, debi-

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do a que acompañan al usuario donde vaya, permiten conectarse a internet para realizar las descargas y la lectura en sus pantallas es cada vez más cómoda por los mayores ta-maños, la calidad de las mismas y la auto-nomía mejorada de sus baterías.

Para concluir, si pensamos entonces que el libro, desde el punto de vista técnico, es una herramienta susceptible de transformaciones de acuerdo con los avances tecnológicos de cada época, podemos concluir que el formato e-book será la forma más utilizada en el futu-ro. Como mencionó Bob Stein, fundador del Instituto para el Futuro del Libro, también en la Primera Muestra Internacional y Encuen-tro del Libro Digital, “las versiones impresa y digital del libro coexistirán aunque los im-presos no desempeñarán el rol central actual; se restringirán a ediciones limitadas y como magníficas obras de arte, y en la decisión de producirlos primarán razones estéticas, más no la portabilidad o la utilidad”9.

Y en cuanto al e-reader ideal, todo parece in-dicar que un punto medio entre tamaño y capacidad de reproducción de diferentes ar-chivos será la condición obligada para el dis-positivo de lectura del futuro, y los teléfonos inteligentes por su portabilidad y versatili-

dad se encuentran entre los más opcionados en alcanzar este sitio de privilegio.

Referencias

1 Association of American Publishers, “Estimated Book Publishing Industry Net Sales 2002-2009” [en línea], julio de 2009, consultado el 28 de sep-tiembre de 2010, disponible en: http://www.pu-blishers.org/main/IndustryStats/documents/S12009Final.pdf.

2 Publishers Weekly, “E-book Sales Jump 150% in July” [en línea], 22 de septiembre de 2010, consul-tado el 4 de octubre de 2010, disponible en: http://www.publishersweekly.com/pw/by-topic/in-dustry-news/financial-reporting/article/44546-e-book-sales-jump-150-in-july.html.

3 Hurtado, Jaime Iván, “Experiencias de emprendi-miento de la industria de publicaciones y el libro digital en Colombia” (conferencia presentada du-rante la Primera Muestra Internacional y Encuen-tro del Libro Digital, Bogotá, 11 al 13 de agosto, 2010), consultado el 30 de septiembre de 2010, dis-ponible en: http://muestrayencuentrodellibrodi-gital.net, enlace “Memorias”.

4 Morgan, Craig, “Rosetta Books Announces New Higher E-Book Royalty Rate” [en línea], Publishers Weekly, 28 de septiembre de 2010, consultado el 30 de septiembre de 2010, disponible en: http://www.publishersweekly.com/pw/by-topic/digi-tal/content-and-e-books/article/44618-rosetta-

Biblioteca Real Academia de la Lengua en Madrid, España

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¿Quién saldrá ganan o de la guerra

de los libros electrónicos?

En los últimos días recrudeció la guerra entre los lectores de li-bros electrónicos con la espec-

tacular baja de precio de dos de los princi-pales contendientes. Se acerca el momento en que el aparato llegue al terreno de las masas y en que los editores que aún se resis-ten padezcan las consecuencias.

La última ofensiva fue lanzada por Barnes & Noble, la mayor cadena de librerías de Estados Unidos: el lunes 21 de junio de 2010 anunció que su Nook, aparato con conexión 3G, Wifi y una paleta de navegación a color bajó a 200 dólares, y que pondrán a la venta otra máquina, con conexión únicamente por

Francis Pisani

books-announces-new-higher-e-book-royalty-ra-te-.html.

5 Giles, Jim, “Special Report Internet”, Nature [en línea], 14 de diciembre de 2005, consultado el 10 de octubre de 2010, disponible en: http://www.nature.com/ na-ture/ journal/ v438/ n7070/ full/ 438900a.html.

6 Savikas, Andrew, “El futuro digital de la edición en la era de la web móvil” (conferencia presen-tada durante la Primera Muestra Internacional y Encuentro del Libro Digital, Bogotá, 11 al 13 de agosto, 2010), disponible en: http://muestrayen-cuentrodellibrodigital.net, enlace Memorias, con-sultado el 30 de septiembre de 2010.

7 “E-paper Technologies Reference Guide”, Epaper-Central.com, consultado el 22 de septiembre de 2010, disponible en: http://www.epapercentral.com/epaper-technologies-guide.

8 Boutin, Paul, “The Future of Books is Smartphones”, The New York Times [en línea], 23 de junio de 2009, consultado el 10 de febrero de 2010, disponible en:

<http://gadgetwise.blogs.nytimes.com/ 2009/ 06/ 23/ the-future-of-books-is-smartphones/>.

9 Stein, Bob, “La evolución de la lectura y la escri-tura en la era de las redes” (conferencia presen-tada durante la Primera Muestra Internacional y Encuentro del Libro Digital, Bogotá, 11 al 13 de agosto, 2010), disponible en: http://muestrayen-cuentrodellibrodigital.net, enlace Memorias, con-sultado el 30 de septiembre de 2010.

Gonzalo Montoya Velásquez es Traductor Inglés-Francés-Español de la Escuela de Idiomas de la Universidad de Antioquia y se desempeña como editor de ciencia y tecnología de la Editorial

Universidad de Antioquia®. Escribió este artículo especialmente para la Agenda

Cultural Alma Máter.

iPad Tower en la Bahía de Negocios de Dubai

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Wifi, por tan solo 150 dólares. Apenas unas horas después, Amazon redujo el costo de su Kindle básico a 190 dólares. En ambos ca-sos, el precio ascendía a 260 USD.

El Kindle había aparecido en el mercado a finales de 2007, a 400 dólares. Aparato algo primitivo (lo sigue siendo con su navega-ción por teclas y pantalla blanco y negro), pero que salió con una base de 80.000 títulos (su predecesor, el Reader de Sony, apenas con 25.000), contó a su favor con la confian-za de los usuarios en la seriedad de Ama-zon y con la identificación de la marca con la venta de libros (sin que el soporte impor-tara). Hoy día, Amazon dispone de más de 500.000 títulos y hace poco empezó a ofrecer cierto material en otros idiomas: español, francés, alemán, entre otros.

Pese a que el descenso de precios ocurre nor-malmente para este tipo de dispositivos elec-trónicos, al caso de los lectores de libros se sumó el hecho de que el iPad de Apple apa-reció en abril de 2010. Su versión más eco-nómica vale 500 dólares, pero se trata de un aparato a color, con pantalla touch, capaz de ejecutar un sinnúmero de aplicaciones, casi similar a una computadora.

La importancia de esta fase en la guerra de precios proviene del hecho de que muchos analistas —Yankee Group, en particular, se ocupó del tema— consideran que por su precio de base de 150 dólares estos aparatos atraerán el consumo masivo.

Aunque Steve Jobs (presidente de Apple) haya dicho hace años que “la gente ya no lee”, lo cierto es que el iPad ha vendido 3 mi-llones en ochenta días y que los libros figuran dentro de las aplicaciones más vendidas.

El Kindle parece haber vendido más de 3 mi-llones desde su aparición (no disponemos de cifras oficiales), y el año pasado Amazon se

echó a la bolsa mil millones (entre libros elec-trónicos y lectores). El mercado del libro ya es significativo, y la caída del precio de los aparatos sólo puede incrementarlo. Vale la pena destacar que Amazon vende algunos títulos por debajo de su costo de adquisición, a fin de captar mercado, y que varios editores estadounidenses ya le han impuesto vender algunos títulos por encima de los 9.9 dólares, precio techo establecido por Amazon (aun cuando vende libros más caros).

¿Quién saldrá ganando en esta guerra? An-tes de aventurar una respuesta, hace falta precisar que se libra en tres campos: los apa-ratos (hardware), las aplicaciones (software) y el contenido.

En el renglón de los aparatos, se trata de un añejo problema, similar al de la navaja suiza versus el sacacorcho. Algunos prefieren un cuchillo caro con varias hojas y dispositivos, mientras otros, en función de sus necesida-des, optan por gastar sólo en un filo y la es-piral que abre cómodamente una botella.

En materia de software, por ahora parece contar menos la calidad de cada aplicación

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(iBooks de Apple es más agradable) que la iniciativa de Amazon de crear una plata-forma que permite leer sus libros en cual-quier computadora, teléfono móvil o tableta (Apple aplica su inflexible integración entre programas que controla y sus máquinas).

En cuando a contenido, Barnes & Noble y Apple tienen acceso a muchos editores, pero Amazon los supera considerablemente en su oferta de títulos.

La historia demuestra que hay sitio para la navaja suiza y el sacacorcho. Lo importante es que el número de compradores de libros electrónicos va hacia arriba, y los editores que se niegan a poner su material online co-rren el riesgo de quedarse atrás.

La experiencia de un usuario compulsi-vo puede servir de algo: después de haber adquirido uno de los primeros Kindle no pude resistir comprar un iPad. Desde en-tonces, abandoné mi lector especializado por las mismas razones que dejamos la tele en blanco y negro cuando apareció la pan-talla a color. Pero la ironía es que sobre mi iPad leo los libros comprados en Amazon.

Ya los tenía, su oferta es mayor y tienden a ser más baratos. De tal manera que en mi iPad, capaz de hacer casi lo mismo que una computadora, leo mis libros de Amazon —que pueden ser leídos en cualquier apara-to—. Apple tiene el mejor aparato, Amazon el mejor contenido.

No tengo por qué escoger… mientras espe-ro la llegada del gorila de mayor peso: Goo-gle Editions, que se lanzará este verano con parte de los 12 millones de títulos que ya tiene escaneados.

Fuentes

“Los lectores a 150 USD”, http://www.zdnet.com/blog/btl/report-e-reader-sales-will-surge-at-the-150-price-point/29815.

“Om Malik y la guerra de los lectores de libros electró-nicos”, http://www.zdnet.com/blog/btl/report-e-reader-sales-will-surge-at-the-150-price-point/29815.

“Sobre Google Editions”, http://www.computer-user.com/blogs/entry/will-the-google-edition-e-books-kill-the-kindle-and-ipad/?Itemid=0.

Steve Jobs, “La gente ya no lee”, http://gizmodo.com/345502/steve-jobs-people-dont-read-any-more-android-is-going-down.

Francis Pisani es un conocido periodista francés, experto

en tecnologías de la información y la comunicación y en el manejo de la Web

2.0. Es columnista habitual en los diarios El País (Madrid), Reforma (México) y en

un blog en Le Monde (París). Es docente en universidades como Berkeley y Stanford de

Estados Unidos, Universidad Iberoamericana de México y Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano de Cartagena de Indias. El texto aquí incluido, sugerido por el autor

para la Agenda Cultural, fue publicado en El Universo, Sección Tecnología, Guayaquil-Ecuador, domingo 27 de junio de 2010. El

sitio web de Francis Pisani es http://www.francispisani.net