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A. T. Jones y E. J. Waggoner

Original: ‘LESSONS ON FAITH’

Selección de artículos y predicacionesde A.T. Jones y E.J. Waggoner.

Original en inglés, impreso en U.S.A. porPacific Union College Press

Angwin, California.

Traducción: www.libros1888.com

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“Tampoco en la promesa de Dios dudó con desconfianza: antes fue esforzadoen fe, dan- do gloria a Dios, plenamente convencido de que todo lo que había

prometido, era también poderoso para hacerlo. Por lo cual también le fueatribuido a justicia.” Rom. 4:20-22

Prefacio ...................................................................................….............. IViviendo por la fe ..................................................................…................ 01Lecciones sobre la fe …..........................................................….....….……. 05También por nosotros ...........................................................…........….…. 23Creación o evolución ¿Cuál de las dos? ..............................….........….…. 25La fe que salva ......................................................................................… 35El fin de la ley es Cristo .................................................….…................... 37Vida abundante ......................................................................................... 39Fe ............................................................................................................ 41Gracia sin medida y sin precio ................................................................ 44¿Gracia o pecado? .................................................................................... 46No recibáis en vano la gracia de Dios ...................................................... 48Carne de pecado ...................................................................................… 51No al formalismo (I) ................................................................................ 53No al formalismo (II) ...........................................................................… 56Ministros de Dios ..................................................................................... 58Guardados por su palabra ........................................................................ 61El poder de la palabra (I) ......................................................................... 63El poder de la palabra (II) ........................................................................ 65Viviendo por la palabra ............................................................................ 67Gálatas 1:3-5 ............................................................................................. 70Gálatas 2:20 ............................................................................................. 72Gálatas 3:10-14 ......................................................................................... 74Gálatas 5:3 ..........................................................…....................….…….. 76Gálatas 5:16-18 .......................................................................…............... 79Gálatas 5:22-26......................................................................................... 82La perfección cristiana ........................................................................................... 85

ndice

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Hacia finales del siglo pasado, el Señor envió un mensaje de justicia a la IglesiaAdventista del Séptimo Día, mediante los pastores E. J. Waggoner, y A. T. Jones.Dicho mensaje se destacó en la Asamblea de la Asociación General de 1888 que tuvolugar en Minneapolis, así como en las de la década que siguió. E. White lo identificócomo el comienzo del fuerte clamor del tercer ángel, que alumbraría toda la tierracon su gloria.

El fuerte clamor se habría de extender como el fuego en el rastrojo. ¿Qué le su-cedió? El hecho de que estemos todavía esperando el regreso de Jesús un siglo des-pués, es una evidencia abrumadora de que no se aceptó la luz.

En 1895 E. White advirtió que aquellos que rechazaban a los mensajeros dele-gados de Cristo y al mensaje que traían, estaban rechazando a Cristo. Algunos dije-ron, “Eso es solamente excitación. No es el Espíritu Santo, ni aguaceros de la lluviatardía celestial”. Hubo corazones llenos de incredulidad, que no se alimentaron delEspíritu.

En 1901 escribió que debido a la insubordinación, podíamos tener que perma-necer aquí, en este mundo, por muchos más años. (Evangelismo, p. 505).

Desde entonces han pasado más de 90 años. ¿Cuál es hoy nuestra actitud hacia elmensaje de justicia que Dios envió a través de los pastores Waggoner y Jones? ¿Es-tamos resistiendo esa luz? ¿Conocemos siquiera de qué se trata? En Testimoniospara los Ministros, p. 91, se afirma que los pastores Waggoner y Jones fueron en-viados con un precioso mensaje. En el mismo capítulo (p. 96), se formula la pregun-ta de hasta cuándo duraría el odio y el desprecio hacia los mensajeros de la justiciade Dios, y hasta cuándo sería rechazado el mensaje que Dios les encomendó.

Creemos que la luz que el Señor dio mediante los pastores Waggoner y Jones hapermanecido en el desconocimiento durante muchos años. Pero ahora, una vez másel Señor ha enviado su Espíritu Santo para traer esa luz a la Iglesia Adventista delSéptimo Día. En cualquier librería de iglesia, están hoy disponibles dos libros delpastor Waggoner: Cristo y su justicia y Las buenas nuevas.1 Nuestro propósito coneste libro, es hacer asequible más material de los pastores Waggoner y Jones. El Se-ñor ha enviado luz para quebrantar el poder de Satanás en la vida, y traer la justiciaperdurable. Pidámosle corazones llenos de confianza en Jesús, para que bebamos desu Espíritu, y recibamos gozosamente la luz que ha de alumbrar toda la tierra con sugloria.

John y Elora Ford1 Noviembre 1977

1 (N. del T.) : Existe, asimismo, la traducción al castellano del libro del pastor A.T. Jones: El Camino consagrado a laperfección cristiana .

Estas son las tres obras disponibles en castellano (ademá s de la actual):• Cristo y su justicia (E.J.Waggoner), publicado por Pacific Press en el 1890.• El Camino consagrado a la perfección cristiana (A.T.Jones). Pacific Press, mismo añ o que el anterior.• Las Buenas Nuevas en Gá latas(E.J.Waggoner), se publicó originalmente en 1900. En 1972, Pacific Press publicó

una reedición.

refacio

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1iviendoE. J. Waggoner

“El justo vivirá por la fe” (Rom.1:17).

Esa declaración es el resumen de loque el apóstol desea explicar acerca delevangelio. El evangelio es poder de Diospara salvación, pero solamente “a todoaquel que cree”; en el evangelio se revelala justicia de Dios. La justicia de Dios esla perfecta ley de Dios, que no es otra co-sa que la transcripción de su propia rectavoluntad. Toda injusticia es pecado, otransgresión de la ley. El evangelio es elremedio de Dios para el pecado; su obra,por consiguiente, debe consistir en po-ner a los hombres en armonía con la ley–esto es, que se manifiesten en sus vidaslas obras de la ley justa–. Pero esa es en-teramente una obra de la fe –la justiciade Dios se descubre “de fe en fe”–, fe alprincipio y fe al final, como está escrito:“el justo vivirá por la fe”.

Eso ha venido siendo así en todaépoca, desde la caída del hombre. Y loseguirá siendo hasta que los santos deDios tengan escrito su nombre en susfrentes, y lo vean como Él es. El apóstoltomó la cita del profeta Habacuc (2:4). Silos profetas no lo hubiesen revelado, losprimeros cristianos no lo habrían podidoconocer, ya que disponían solamente delAntiguo Testamento. Decir que en lostiempos antiguos los hombres no teníansino una idea imperfecta de la fe, equiva-le a decir que no había ningún hombrejusto en aquellos tiempos. Pero Pablo re-trocede hasta el mismo principio y citaun ejemplo de fe salvífica. Dice: “Por lafe Abel ofreció a Dios mayor sacrificioque Caín, por la cual alcanzó testimoniode que era justo” (Heb. 11:4). Dice asi-mismo de Noé, que fue por fe que cons-

truyó el arca en la que fue salva su casa;“por la cual fe condenó al mundo, y fuehecho heredero de la justicia que es porla fe” (Heb. 11:7). Se trataba de fe enCristo, ya que era fe salvadora, y teníaque ser en el nombre de Jesús, “porqueno hay otro nombre debajo del cielo, da-do a los hombres, en que podamos sersalvos” (Hechos 4:12).

Demasiados procuran vivir la vidacristiana en la fuerza de la fe que ejercie-ron cuando comprendieron su necesidadde perdón por los pecados de su vida pa-sada. Saben que solamente Dios puedeperdonar los pecados, y que lo hace me-diante Cristo; pero suponen que habien-do iniciado ese proceso cierto día, debenahora continuar la carrera en su propiafuerza. Sabemos que muchos alberganesa idea. Lo sabemos, primeramente,porque lo hemos oído de algunos, y ensegundo lugar, porque hay verdaderasmultitudes de profesos cristianos que re-velan la obra de un poder que en nada essuperior a su propia capacidad. Si tienenalgo que decir en las reuniones sociales,más allá de la repetida fórmula “quieroser cristiano, a fin de poder ser salvo”,no es otra cosa que su experiencia pasa-da, el gozo que experimentaron cuandocreyeron por primera vez. Del gozo devivir para el Señor, y de andar con él porla fe, no saben nada, y quien se refiera aello, habla en un lenguaje que les resultaextraño. Pero el apóstol presenta defini-damente este tema de la fe, como exten-diéndose hasta el mismo reino de la glo-ria, en la concluyente ilustración que si-gue:

“Por la fe Enoc fue traspuesto parano ver muerte, y no fue hallado, porque

por la Fe

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lo traspuso Dios. Y antes que fuese tras-puesto, tuvo testimonio de haber agra-dado a Dios. Empero sin fe es imposibleagradar a Dios; porque es menester queel que a Dios se allega, crea que le hay, yque es galardonador de los que le bus-can” (Heb. 11:5-6).

Obsérvese cuál es el argumento es-grimido para demostrar que es por la feque Enoc fue trasladado: Enoc fue tras-ladado porque caminó con Dios y tenía eltestimonio de agradar a Dios; pero sin fees imposible agradar a Dios. Eso bastapara probar lo expuesto. Sin fe, ningúnacto que podamos hacer alcanza la apro-bación de Dios. Sin fe, lo mejor que elhombre pueda hacer queda infinitamen-te lejos de la única norma válida, que esla de la perfecta justicia de Dios. La fe esuna buena cosa allá donde esté, pero lamejor fe en Dios para quitar la carga delos pecados pasados, no aprovechará anadie, a menos que continúe presente enmedida siempre creciente, hasta el fin desu tiempo de prueba.

Hemos oído a muchos manifestar lodifícil que les resultaba obrar el bien; suvida cristiana era de lo más insatisfacto-rio, estando marcada solamente por elfracaso, y se sentían tentados a ceder aldesánimo. No es sorprendente que sedesanimen, ya que el fracaso continuo escapaz de desanimar a cualquiera. El sol-dado más valiente del mundo entero,acabaría desanimado si sufriese una de-rrota en cada batalla. No será difícil oírde esas personas lamentos por ver mer-mada la confianza en sí mismas. Pobresalmas, ¡si solamente pudieran llegar aperder completamente la confianza en símismas, y la pusiesen enteramente enAquel que es poderoso para salvar,tendrían otro testimonio que dar! En-tonces se gloriarían “en Dios por el Se-ñor nuestro Jesucristo”2. Dice el apóstol,“Gozaos en el Señor siempre: otra vez os

2 Rom. 5:11.

digo: Que os gocéis” (Fil. 4:4). Aquel queno se goza en Dios, incluso al ser tentadoy afligido, no está peleando la buena ba-talla de la fe. Está luchando la triste ba-talla de la confianza en sí mismo, y de laderrota.

Todas las promesas de la felicidaddefinitiva son hechas a los vencedores.“Al que venciere”, dice Jesús, “le daréque se siente conmigo en mi trono; asícomo yo he vencido, y me he sentado conmi Padre en su trono” (Apoc. 3:21). “Elque venciere poseerá todas las cosas”,dice el Señor (Apoc. 21:7). Un vencedores alguien que gana victorias. La heren-cia no es la victoria, sino la recompensapor la victoria. La victoria es ahora. Lasvictorias a ganar son la victoria sobre laconcupiscencia de la carne, la concupis-cencia de los ojos y la soberbia de la vi-da, 3 victorias sobre el yo y las indulgen-cias egoístas. Aquel que lucha y ve huir alenemigo, puede gozarse; nadie puedequitarle ese gozo que se produce al vercómo claudica el enemigo. Algunos sien-ten pánico ante la idea de tener quemantener una continua lucha contra elyo y los deseos mundanos. Eso es así, so-lo porque desconocen totalmente el gozode la victoria; no han experimentadomas que derrota. Pero el constante bata-llar no es algo penoso, cuando hay victo-ria continua. Aquel que cuenta sus bata-llas por victorias, desea encontrarsenuevamente en el campo de combate.Los soldados de Alejandro, que bajo sumando no conocieron jamás la derrota,estaban siempre impacientes por unanueva batalla. Cada victoria, que de-pendía únicamente de su ánimo, aumen-taba su fortaleza y hacía disminuir en co-rrespondencia la de sus vencidos enemi-gos. Ahora, ¿cómo podemos ganar victo-rias continuas en nuestra contienda es-piritual? Escuchemos al discípulo ama-do:

3 1 Juan 2:16.

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“Porque todo aquello que es nacidode Dios vence al mundo: y esta es la vic-toria que vence al mundo, nuestra fe”(1 Juan 5:4).

Leamos nuevamente las palabras dePablo:

“Con Cristo estoy juntamente cruci-ficado, y vivo, no ya yo, más vive Cristoen mí: y lo que ahora vivo en la carne, lovivo en la fe del Hijo de Dios, el cual meamó, y se entregó a sí mismo por mí”(Gál. 2:20).

Aquí tenemos el secreto de la fuerza.Es Cristo, el Hijo de Dios, a quien fuedada toda potestad en el cielo y en la tie-rra, el que realiza la obra. Si es él quienvive en el corazón y hace la obra, ¿es jac-tancia decir que es posible ganar victo-rias continuamente? De acuerdo, eso esgloriarse, pero es gloriarse en el Señor,lo que es perfectamente lícito. Dijo elsalmista: “En Jehová se gloriará mi al-ma”4. Y Pablo dijo: “Mas lejos esté de mígloriarme, sino en la cruz de nuestro Se-ñor Jesucristo, por el cual el mundo mees crucificado a mí, y yo al mundo”(Gál. 6:14).

Los soldados de Alejandro Magnotenían fama de invencibles. ¿Por qué?¿Es porque poseían de forma naturalmás fortaleza o ánimo que todos susenemigos? No, sino porque estaban bajoel mando de Alejandro. Su fuerza radi-caba en su dirigente. Bajo otra dirección,habrían sufrido frecuentes derrotas.Cuando el ejército de la Unión se batíaen retirada, presa del pánico, ante elenemigo, en Winchester, la presencia deSheridan transformó la derrota en victo-ria. Sin él, los hombres eran una masavacilante; con él a la cabeza, una armadainvencible. Si hubieseis oído los comen-tarios de esos soldados victoriosos, trasla batalla, habríais escuchado alabanzasa su general, mezcladas con expresionesde gozo. Ellos eran fuertes porque su jefe

4 Sal. 34:2.

lo era. Les inspiraba el mismo espírituque lo animaba a él.

Pues bien, nuestro capitán es Je-hová de los ejércitos. Se ha enfrentado alprincipal enemigo, y estando en las peo-res condiciones, lo ha vencido. Quieneslo siguen, marchan invariablemente ven-ciendo para vencer. 5 Oh, si aquellos queprofesan seguirle quisieran poner suconfianza en él, y entonces, por las repe-tidas victorias que obtendrían, rendiríanla alabanza a Aquel que los llamó de lastinieblas a su luz admirable. 6

Juan dijo que el que es nacido deDios vence al mundo, mediante la fe. 7 Lafe se aferra al brazo de Dios, y la podero-sa fuerza de éste cumple la obra. ¿De quémanera puede obrar el poder de Dios enel hombre, realizando aquello que jamáspodría hacer por sí mismo?, nadie lopuede explicar. Sería lo mismo que ex-plicar de qué modo puede Dios dar vidaa los muertos. Dice Jesús: “El viento dedonde quiere sopla, y oyes su sonido;mas ni sabes de donde viene, ni a dondevaya: así es todo aquel que es nacido delEspíritu” (Juan 3:8). Cómo obra el Espí-ritu en el hombre, para subyugar sus pa-siones y hacerlo victorioso sobre el orgu-llo, la envidia y el egoísmo, es algo quesólo conoce el Espíritu; a nosotros nosbasta con saber que así es, y será en todoquien desee, por encima de cualquierotra cosa, una obra tal en sí mismo, yque confíe en Dios para su realización.

Nadie puede explicar el mecanismopor el que Pedro fue capaz de caminarsobre la mar, entre olas que se abalanza-ban sobre él; pero sabemos que a la or-den del Señor sucedió así. Por tantotiempo como mantuvo sus ojos fijos en elMaestro, el divino poder le hizo caminarcon tanta facilidad como si estuviera pi-sando la sólida roca; paro cuando co-menzó a contemplar las olas, probable-5 Apoc. 6:2.6 1 Ped. 2:9.7 1 Juan 5:4.

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mente con un sentimiento de orgullo porlo que estaba haciendo, como si fuera élmismo quien lo hubiese logrado, de for-ma muy natural fue presa del miedo, ycomenzó a hundirse. La fe le permitióandar sobre las olas; el temor le hizohundirse bajo ellas.

Dice el apóstol: “Por la fe cayeronlos muros de Jericó con rodearlos sietedías” (Heb. 11:30). ¿Para qué se escribiótal cosa? Para nuestra enseñanza, “paraque por la paciencia, y por la consolaciónde las Escrituras, tengamos esperanza”(Rom. 15:4). ¿Qué significa? ¿Se nosllamará tal vez a luchar contra ejércitosarmados, y a tomar ciudades fortifica-das? No, “porque no tenemos lucha con-tra sangre y carne; sino contra principa-dos, contra potestades, contra señoresdel mundo, gobernadores de estas tinie-blas, contra malicias espirituales en losaires” (Efe. 6:12); pero las victorias quese han ganado por la fe en Dios, sobreenemigos visibles en la carne, fueron re-gistradas para mostrarnos lo que cum-pliría la fe en nuestro conflicto con losgobernadores de las tinieblas de estemundo. La gracia de Dios, en respuesta ala fe, es tan poderosa en estas batallascomo lo fue en aquellas; ya que dice elapóstol:

“Pues aunque andamos en la carne,no militamos según la carne, (porque lasarmas de nuestra milicia no son carna-

les, sino poderosas en Dios para la des-trucción de fortalezas); Destruyendoconsejos, y toda altura que se levantacontra la ciencia de Dios, y cautivandotodo intento a la obediencia de Cristo”(2 Cor. 10:3-5).

No fue solamente a enemigos físicosa quienes los valerosos héroes de antañovencieron por la fe. De ellos leemos, nosolamente que “ganaron reinos”, sinotambién que “obraron justicia, alcanza-ron promesas”, y lo más animador y ma-ravilloso de todo, “sacaron fuerza de ladebilidad” (Heb. 11:33 y 34). Su debili-dad misma se les convirtió en fortalezamediante la fe, ya que la potencia deDios en la flaqueza se perfecciona 8.¿Quién podrá acusar entonces a los ele-gidos de Dios, teniendo en cuenta que esDios quien nos justifica, y que somoshechura suya, creados en Cristo Jesúspara buenas obras? 9 “¿Quién nos apar-tará del amor de Cristo? tribulación? oangustia? o persecución? o hambre? odesnudez? o peligro? o cuchillo?” “Antesen todas estas cosas hacemos más quevencer por medio de aquel que nos amó”(Rom. 8:35,37).

Signs of the Times, 25 de Marzo de1889

8 2 Cor. 12:9.9 Efe. 2:10.

“El justo vivirá por la fe”

Romanos 1:17

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eccionesA. T. Jones

Sin fe es imposible agradar a Dios.La razón es que “todo lo que no es de fe,es pecado” (Rom. 14:23); y desde luego,el pecado no puede agradar a Dios.

Es por eso que, como afirma el Espí-ritu de Profecía en la primera página dela Review del 18 de octubre de 1898, “Lacomprensión de lo que la Escritura quie-re decir, cuando nos urge a la necesidadde cultivar la fe, es más esencial quecualquier otro conocimiento a nuestroalcance”.

De forma que en lo sucesivo, en ca-da número de la Review ofreceremos, enesta misma columna, una lección bíblicasobre la fe: Qué es, cómo surge, cómoejercitarla; a fin de que todo aquel quelea esta revista pueda adquirir ese cono-cimiento que “es más esencial que cual-quier otro conocimiento a nuestro alcan-ce”.

Review and Herald , 29 Noviembre 1898

A fin de comprender lo que la Escri-tura quiere decir, cuando nos urge a lanecesidad de cultivar la fe, es esencialcomprender, antes que nada, qué es lafe .

De poco serviría urgir a una personaa la necesidad de cultivar la fe, si esta notuviera previamente una noción inteli-gente de lo que constituye la fe. Y la tris-te realidad es que, a pesar de que el Se-ñor lo haya establecido claramente en laEscritura, muchos miembros de iglesiadesconocen lo que es la fe. Es posible, noobstante, que conozcan la definición de

la fe, pero sin conocer lo que es la fe re-almente. Es decir, pueden no habercomprendido la idea contenida en la de-finición.

Es por eso que no nos detendremosespecialmente en la definición, por aho-ra; lo que haremos es presentar y estu-diar una ilustración de la fe. Un ejemploque la ponga tan claramente de relieve,que todos puedan comprender de qué setrata.

La fe viene “por la palabra deDios”10 . A ella debemos, pues, acudir.

Cierto día, un centurión vino aJesús, y le dijo: “Señor, mi mozo yace encasa paralítico, gravemente atormenta-do. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. Yrespondió el centurión, y dijo: Señor, nosoy digno de que entres debajo de mi te-chado; mas solamente di la palabra , ymi mozo sanará … Y oyendo Jesús, semaravilló, y dijo a los que le seguían: Decierto os digo, que ni aun en Israel hehallado fe tanta” (Mat. 8:6-10).

Jesús encuentra aquí cierta cualidadque denomina fe . Cuando comprende-mos lo que es, hemos hallado la fe. En-tender el hecho es entender la fe. Nopuede haber ninguna duda al respecto,ya que Jesús es “el autor… de la fe”11 , y élmismo dijo que lo manifestado por elcenturión era “fe”. Efectivamente, unagran fe.

¿Dónde está, pues, la fe? El centu-rión deseaba la realización de algo. An-helaba que el Señor lo realizara. Perocuando el Señor le dijo, “Yo iré” y loharé, el centurión lo puso a prueba di-

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10 Rom. 10:17.11 Heb. 12:2.

I

II

sobre la Fe

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ciendo, “solamente di la palabra ”, y seráhecho.

Ahora, ¿por medio de qué esperó elcenturión que la obra se realizara?SOLAMENTE por la palabra . ¿De quédependió para la curación de su siervo?SOLAMENTE de la palabra . Y el Señor Jesús afirma que eso es fe. Entonces, mi hermano, ¿Qué es la fe?

Review and Herald ,6 Diciembre 1898

La fe es esperar que la palabra deDios cumpla lo que dice, y confiar en queesa palabra cumple lo que dice.

Puesto que eso es fe, y la fe vienepor la palabra de Dios, podemos esperarque sea ésta misma la que enseñe que lapalabra tiene en sí misma el poder paracumplir lo que dice.

Y así es, efectivamente: la palabrade Dios enseña precisamente eso, y nootra cosa; esa es la “palabra fiel”12 – lapalabra llena de fe.

La mayor parte del primer capítulode la Biblia, contiene principalmente ins-trucción sobre la fe. En él encontramosno menos de seis declaraciones que tie-nen el definido propósito de inculcar lanoción de fe; si contamos además lo queimplica, en esencia, el primer versículo,en total suman siete.

La instrucción sobre la fe consisteen la enseñanza de que la palabra mismade Dios es la que cumple lo dicho por esapalabra.

Leamos, pues, el primer versículode la Biblia: “En el principio, crió Dioslos cielos y la tierra”. ¿Cómo los creó?“Por la palabra de Jehová fueron hechoslos cielos, y todo el ejército de ellos por elespíritu de su boca”.

12 Tito 1:9. En griego, la palabra “fiel” y “fe”, comparten lamisma raíz.

“Porque él dijo, y fue hecho; Élmandó, y existió” (Sal. 33:6-9). Antes deque dijese, no había nada : después quehabló, “fue hecho”. Fue hecho, solamentemediante la palabra . ¿Qué fue lo quecausó la creación ? La simple palabra .

Las tinieblas cubrían toda la faz delabismo. Dios quiso que allí hubiese luz.Pero ¿cómo hacer para que hubiese luzallí donde todo eran tinieblas? Hablóuna vez más: “Y dijo Dios: Sea la luz: yfue la luz”. ¿Como vino la luz? La mismapalabra pronunciada, produjo la luz. “Elprincipio de tus palabras alumbra”(Sal. 119:130).

No había expansión, o firmamento.Dios quiso que lo hubiera. ¿Cómo lo tra-jo a la existencia? “Dijo Dios: Haya ex-pansión…” Y así fue. El mismo procesocon la tierra, el agua, la vegetación, laslumbreras y los animales. “Y dijo Dios:produzca…” “y fue así”.

Es, pues, “por la palabra de Jehová”que todas las cosas fueron creadas. Él di-jo la palabra solamente, y fue así: la pa-labra hablada produjo por sí misma elresultado.

Tal ocurrió en la creación. Y así ocu-rrió también en la redención: curó a losenfermos, echó fuera demonios, calmó latempestad, limpió a los leprosos, resu-citó a los muertos, perdonó los pecados,todo por su palabra . En todo ello, tam-bién “Él dijo, y fue hecho”.

Y Él es el mismo ayer, y hoy, y porsiempre. Él es siempre el Creador. Yhace siempre las cosas por su palabrasolamente. Siempre puede hacer todaslas cosas por su palabra; esa es la carac-terística distintiva de la palabra de Dios,que contiene el poder divino por mediodel cual ella misma cumple lo dicho.

Es por eso que la fe es el conocerque en la palabra de Dios hay ese poder,es esperar que la misma palabra hará lodicho por ella, y depender solamente de

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esa palabra para la realización de lo di-cho.

La enseñanza de la fe es la enseñan-za de la naturaleza de la palabra de Dios.Enseñar a las personas a ejercer la fe, esenseñarles a esperar que la palabra deDios haga lo que dice, y a depender deella para el cumplimiento de lo dicho porla palabra. Cultivar la fe consiste en for-talecer, mediante la práctica, la confian-za en el poder mismo de la palabra deDios, para cumplir lo que ella mismapronuncia, y la dependencia de la pala-bra misma para cumplir lo dicho.

Y “la comprensión de lo que la Es-critura quiere decir, cuando nos urge a lanecesidad de cultivar la fe, es más esen-cial que cualquier otro conocimiento anuestro alcance”.

¿Estás cultivando la fe?Review and Herald ,

27 Diciembre 1898

La fe consiste en esperar que la pa-labra de Dios, en sí misma, cumpla loque dice, y basarse solamente en la pro-pia palabra para la realización de lo di-cho por ella.

Cuando eso se comprende clara-mente, es fácil entender que la fe es “lasustancia de las cosas que se esperan, lademostración de las cosas que no seven”13 .

Puesto que la palabra de Dios estáinvestida de poder creativo, siendo porlo tanto capaz de producir, en la mismasustancia , las cosas dichas por la pala-bra; y puesto que la fe consiste en espe-rar que la palabra de Dios, en sí misma,cumpla lo que dice, y basarse solamenteen la propia palabra para la realizaciónde lo dicho por ella, resulta evidente quela fe es la sustancia de las cosas que seEsperan.

13 Heb. 11:1.

Puesto que la palabra de Dios escreativa per se , y por lo tanto capaz deproducir, o causar la aparición de lo quede otra forma jamás habría existido oaparecido; y puesto que la fe consiste enesperar que la palabra de Dios, en símisma, cumpla lo que dice, y basarse so-lamente en la propia palabra para la rea-lización de lo dicho por ella, resulta evi-dente que la fe es “la demostración de lascosas que no se ven”.

Es así como “por la fe, sabemos queel universo fue formado por la palabrade Dios, de manera que lo que se ve re-sultase de lo que no aparece”14 .

Aquel que ejerce la fe, sabe que lapalabra de Dios tiene poder creador, ypor lo tanto, es capaz de producir lo quedice. Por lo tanto, puede tener la certeza–no la suposición – de que el universofue llamado a la existencia por la palabrade Dios.

Quien ejerce fe puede tener la segu-ridad de que, si bien antes de que Diosdijese la palabra, ninguna de las cosasque ahora contemplamos era visible, porla sencilla razón de que no existía; sinembargo, al pronunciar la palabra, eluniverso fue hecho. La palabra causó suser o existencia.

Esa es la diferencia entre la palabrade Dios y la palabra del hombre. Elhombre puede hablar; pero en sus pala-bras no hay poder para realizar lo expre-sado por ellas: para que se cumpla lo queha dicho, hace falta que el hombre añadaalgo, además de hablar. Tiene que “hacerbuena su palabra”.

No pasa lo mismo con la palabra deDios.

Cuando Dios habla, la cosa ocurre .Y ocurre simplemente porque Él habló.La palabra cumple lo que Dios tuvo abien pronunciar. El Señor no necesita,como el hombre, añadir algo a la palabrahablada. No tiene que hacer buena su

14 Heb. 11:3 (Biblia de Jerusalé n).

IV

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palabra, ya que ésta es buena. Dios habla“la palabra solamente ”, y la cosa aconte-ce.

Y así, está escrito: “Por lo cual, tam-bién nosotros damos gracias a Dios sincesar, de que habiendo recibido la pala-bra de Dios que oísteis de nosotros, reci-bisteis no palabra de hombres, sinosegún es en verdad, la palabra de Dios, elcual obra en vosotros los que creísteis”(1 Tes. 2:13).

Es por eso también que “es imposi-ble que Dios mienta”15. No es solamenteimposible porque Él no lo quiera, sinotambién porque no puede. Es imposible.Imposible porque cuando Él habla, haypoder creador en la palabra pronuncia-da, de manera que por “solamente la pa-labra”, la cosa acontece.

El hombre puede decir algo, y no sercierto. Puede así mentir, ya que decir loque no es, es mentir. Y el hombre puedementir porque no hay poder en su pala-bra para hacer que lo dicho ocurra. ConDios eso es imposible: no puede mentir,ya que “habló, y fue hecho”. Habla, y lodicho ocurre.

Es también por eso que cuando lapalabra de Dios se pronuncia para untiempo distante, como en las profecíasque han de cumplirse cientos de añosdespués, al llegar el momento señalado,esa palabra se cumple. Y no se cumpleporque Dios, además de haber dicho lapalabra, haga algo para cumplirla; sinoporque la palabra fue pronunciada paraese determinado momento, y en ella estála energía creativa que hace que en esemomento , la palabra obre lo predicho.

Es por eso que si los muchachos enel templo no hubiesen aclamado“Hosanna al Hijo de David”16 , lo habríanhecho inmediatamente las piedras; ytambién por eso, cuando se cumplió eltercer día, resultó “imposible” que Cristo

15 Heb. 6:18.16 Mat. 21:15.

fuese retenido por la tumba.¡Oh, la palabra de Dios es divina!

Hay en ella energía creadora. Es “viva yeficaz”17. Lleva en ella misma el cumpli-miento; y confiar en ella y apoyarse enella, como tal, eso es ejercer fe. “¿Tienestú fe?”. 18

Review and Herald, 3 Enero 1899

“La comprensión de lo que la Escri-tura quiere decir, cuando nos urge a lanecesidad de cultivar la fe, es más esen-cial que cualquier otro conocimiento anuestro alcance”.

Obsérvese que se trata de la com-prensión de lo que significa la Escrituraen cuanto a “la necesidad de cultivar lafe” –no particularmente tener fe, sinocultivarla .

Las Escrituras no dicen mucho so-bre nuestra necesidad de adquirir la fe,sin embargo, dicen muchísimo sobrenuestra necesidad de cultivarla .

La razón de ello es que a todo hom-bre se le da en principio la fe: todo cuan-to necesita hacer es cultivarla . Nadiepuede tener más fe que la que se le dio,sin cultivar la que ya posee. Y no haynada que crezca más rápidamente que lafe, cuando se la cultiva –“porque va cre-ciendo mucho vuestra fe”19 .

La fe es esperar confiadamente quela palabra de Dios cumpla por ella mis-ma lo que dice; y depender de “la pala-bra solamente” para su cumplimiento.Cultivar la dependencia de la palabra deDios, que “la palabra solamente” cumplalo dicho por ella, es cultivar la fe.

La fe “es don de Dios” (Efe. 2:8); yen las Escrituras está claro que se da atodos: “la medida de fe que Dios repartióa cada uno” (Rom. 12:3). Esa “medida defe que Dios repartió a cada uno”, es el17 Heb. 4:12.18 Rom. 14:22.19 2 Tes. 1:3 (versión Cantera-Iglesias).

V

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capital con el que dota, de principio, “atodo hombre que viene a este mundo”20 ;y se espera que todos negocien con esecapital, que lo cultiven, para salvación desu alma.

No hay el más mínimo riesgo de queel capital se reduzca al utilizarlo : tanpronto se lo use, se incrementará, “vacreciendo mucho vuestra fe”. Y tan cier-tamente como crece, se conceden justi-cia, paz y gozo en el Señor, para salva-ción plena del alma.

La fe viene por la palabra de Dios.Por lo tanto, leemos que “cercana está lapalabra, en tu boca y en tu corazón. Estaes la palabra de fe , la cual predicamos”(Rom. 10:8). De manera que la fe , la pa-labra de fe , está en la misma boca y co-razón de todo hombre.

¿Cómo puede ser? Cuando la prime-ra pareja pecó en el Edén, creyeron ple-namente a Satanás; se entregaron total-mente a él; los tomó enteramente cauti-vos. Hubo entonces perfecta paz yacuerdo entre ellos y Satanás. Pero Diosno dejó así las cosas; quebró ese acuer-do, destruyó esa paz. Y lo hizo por su pa-labra, diciendo a Satanás: “Y enemistadpondré entre ti y la mujer, y entre tu si-miente y la simiente suya” (Gén. 3:15).

“Es Dios solamente quien puedeponer enemistad continuamente entre lasimiente de la mujer y la de la serpiente.Después de la transgresión del hombre,su naturaleza se depravó. Entonces hab-ía paz entre Satanás y el hombre caído.Si Dios no hubiera intervenido, el hom-bre habría formado una alianza contra elcielo; y en lugar de luchar entre ellos, loshombres habrían luchado contra Dios.No hay enemistad natural entre losángeles caídos y los hombres caídos.Ambos son malvados, por su apostasía; yel mal, allá donde exista, se alistarásiempre contra el bien. Los ángeles caí-dos y los hombres caídos se asocian en

20 Juan 1:9.

compañía. El astuto general de los ánge-les caídos calculó que si lograba inducir alos hombres, como había hecho con losángeles, a unirse a él en rebelión, vendr-ían a ser sus agentes de comunicacióncon el hombre, para alistarse en rebelióncontra el cielo. Tan pronto como uno sesepara de Dios, no tiene poder de ene-mistad contra Satanás. La enemistad queexiste en la tierra entre Satanás y elhombre tiene origen sobrenatural. Amenos que el poder convertidor de Diossea traído diariamente al corazón huma-no, no habrá inclinación hacia lo religio-so, sino que los hombres elegirán másbien ser cautivos de Satanás que hom-bres libres en Cristo. Digo que Diospondrá enemistad. El hombre no puedeponerla. Cuando la voluntad es sometidaen sujeción a la voluntad de Dios, lo serámediante la inclinación del corazón y vo-luntad del hombre del lado del Señor”(Unpublished Testimony ).

Esa enemistad contra Satanás, eseodio al mal que Dios pone en toda per-sona mediante su palabra, hace que todaalma clame por liberación; y tal libera-ción se encuentra solamente en Jesucris-to (Rom. 7:14-25).

Así, esa palabra de Dios que siem-bra en cada alma la enemistad contra Sa-tanás, ese odio al mal que clama por li-beración –que sólo se encuentra enJesús–, ese es el don de la fe al hombre.Esa es la “medida de fe” que Dios dio atodo hombre. Esa es “la palabra de fe”que está en la boca y el corazón de todapersona en el mundo.

“Esta es la palabra de fe, la cual pre-dicamos: Que si confesares con tu bocaal Señor Jesús, y creyeres en tu corazónque Dios le levantó de los muertos, serássalvo. Porque con el corazón se cree parajusticia; mas con la boca se hace confe-sión para salud” (Rom. 10:8-10).

Por lo tanto, no digas en tu corazón‘¿Quién subirá al cielo, para traernos fe?’

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Ni ‘¿Quién descenderá a lo bajo?’, o‘¿Quién irá allá lejos, para encontrar fe, ytraérnosla?’ Porque “cercana está la pa-labra, en tu boca y en tu corazón. Esta esla palabra de fe , la cual predicamos”(Deut. 30:11-14; Rom. 10:6-8).

Ejercita la fe que Dios te dio a ti, lomismo que a cualquier otra persona enel mundo, ya que “saber cómo ejercitarla fe, eso es la ciencia del evangelio”21 .

Review and Herald , 10 Junio 1899

La fe consiste en depender solamen-te de la palabra de Dios, y confiar en queprecisamente ella cumplirá lo que dice.

La justificación por la fe es, por con-siguiente, la justificación que depende dela palabra de Dios solamente, y que conf-ía en que la sola palabra la cumplirá.

Justificación por la fe es justicia porla fe; ya que justificación significa ser de-clarado justo.

La fe viene por la palabra de Dios.La justificación por la fe, por lo tanto, esla justificación que viene por la palabrade Dios. La justicia por la fe es justiciaque viene por la palabra de Dios.

La palabra de Dios lleva en sí mismael cumplimiento, ya que al crear todaslas cosas, “Él dijo, y fue hecho”. El mis-mo que dijo “Sea la luz”, y fue la luz,Aquel que estando en la tierra dijo“sólo… la palabra”, y el enfermo sanó, losleprosos fueron limpios, y los muertosresucitados, ese mismo declara la justi-cia de Dios en, y sobre todo aquel quecrea.

Por cuanto todos pecaron, y estándestituidos de la gloria de Dios, “siendojustificados gratuitamente por su gracia,por la redención que es en Cristo Jesús;al cual Dios ha propuesto… para mani-festación de [declarar]22 su justicia, aten-

21 E.G.W. Review and Herald , 18 octubre 1898.22 Rom. 3:23-25, [versión King James].

to a haber pasado por alto, en su pacien-cia, los pecados pasados”.

Al crear todas las cosas, en el prin-cipio, Dios estableció que Cristo declara-se la palabra que las haría existir. Cristohabló la palabra solamente, y todas lascosas existieron. En la redención, que esuna nueva creación, Dios estableció queCristo declarase la palabra de justicia. Ycuando Cristo habla la palabra solamen-te, el hecho ocurre. Su palabra es lamisma, tanto en la creación como en laredención.

“Por la fe entendemos que los mun-dos fueron formados por la palabra deDios, de modo que lo que se ve, fuehecho de lo que no se veía”23 . En ciertomomento no existían los mundos, nitampoco el material del que éstos secomponen. Dios estableció a Cristo paraque declarase la palabra que crearía losmundos, así como el material del queestán formados.

“Dijo, y fue hecho”. Antes de quehablase, no había mundos; tras haberhablado, aparecieron. La palabra deCristo es capaz de traer a la existenciaaquello que no existía antes de que supalabra fuese declarada, y que de no serpor ésta, jamás habría existido.

Así ocurre exactamente en la vidadel hombre. En el hombre no hay justiciaa partir de la cual ésta pueda surgir en suvida. Pero Dios ha establecido a Cristopara declarar justicia en, y sobre el hom-bre. Cristo declara la palabra solamente,y en el oscuro vacío de la vida humana seproduce la justicia para todo aquel que lareciba. Allí donde, antes de ser recibidala palabra, no existía justicia ni nada apartir de lo cual pudiese ser producida,tras ser recibida la palabra, hay perfectajusticia, y la verdadera Fuente de la cualmana. La palabra de Dios recibida por lafe –esto es, la palabra de Dios en la que

23 Heb. 11:3 [ N.T. Interlineal : de modo que lo que se ve, no hasido hecho de las cosas que se dejan ver]

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se confía para el cumplimiento de lo quedice, y de la que se depende para su rea-lización–, produce justicia en el hombrey en la vida, allí donde no había ninguna;precisamente de la misma manera enque, en la creación del Génesis, la pala-bra de Dios produjo los mundos allídonde no había nada previamente. Élhabla, y así ocurre para todo aquel quecrea, es decir, para todo aquel que lo re-ciba. La palabra misma lo cumple.

“Justificados [hechos justos] puespor la fe [esperando y dependiendo de lapalabra de Dios solamente], tenemos pazpara con Dios por medio de nuestro Se-ñor Jesucristo” (Rom. 5:1). ¡Así es, ben-dito sea el Señor! Y alimentarse de eseglorioso hecho es cultivar la fe.

Review and Herald , 17 Junio 1899

“La comprensión de lo que la Escri-tura quiere decir, cuando nos urge a lanecesidad de cultivar la fe, es más esen-cial que cualquier otro conocimiento anuestro alcance”.

La fe es esperar que la palabra deDios haga aquello que dice que hará, ydepender de la palabra solamente, parael cumplimiento de lo que ella dice.

Abraham es el padre de todos losque son de la fe. Su historia instruye,pues, sobre la fe –qué es, y qué hace poraquel que la ejerce.

¿Qué, pues, diremos que hallóAbraham nuestro padre según la carne?¿Qué dice la escritura? 24 Cuando Abramtenía ya más de ochenta años, y Sarai, suesposa, era anciana, sin haber engen-drado hijo alguno, Dios “sacóle fuera, ydijo: Mira ahora a los cielos, y cuenta lasestrellas, si las puedes contar. Y le dijo:Así será tu simiente ”.

“Y [Abraham] creyó a Jehová, ycontóselo por justicia” (Gén. 15:5 y 6).Aceptó la palabra de Dios, y esperó que

24 Rom. 4:1 y 3.

ésta cumpliría lo dicho. E hizo muy bienen eso.

Sarai, sin embargo, no puso su con-fianza solamente en la palabra de Dios.Recurrió a una estratagema de su propiainvención para dar lugar a la simiente.Dijo a su esposo: “Ya ves que Jehová meha hecho estéril: ruégote que entres a misierva; quizá tendré hijos de ella” (Gén.16:2).

Abram comenzó entonces a desviar-se de la perfecta integridad de la fe. Enlugar de anclar su confianza y dependen-cia solamente en la palabra de Dios,“atendió Abram al dicho de Sarai”.

Como consecuencia, nació un niño,pero el arreglo resultó ser tan insatisfac-torio para Sarai, que ella misma lo repu-dió. Y Dios mostró su repudio ignorandototalmente el hecho de que hubiese na-cido ese niño. Cambió el nombre deAbram por el de Abraham, y continuóhablándole del pacto por el que sería pa-dre de todas las naciones mediante lasimiente prometida. Cambió asimismo elnombre de Sarai por el de Sara, puestoque vendría “a ser madre de naciones”25

mediante la simiente prometida.Abraham se apercibió de la total ig-

norancia, por parte de Dios, hacia aquelniño que había sido engendrado, y llamóla atención del Señor, diciendo: “OjaláIsmael viva delante de ti”.

Pero Dios le respondió: “Ciertamen-te Sara tu mujer te parirá un hijo, y lla-marás su nombre Isaac; y confirmaré mipacto con él por alianza perpetua para susimiente después de él. Y en cuanto aIsmael, también te he oído: he aquí quele bendeciré, y le haré fructificar y multi-plicar mucho en gran manera: docepríncipes engendrará, y ponerlo he porgran gente. Mas yo estableceré mi pactocon Isaac, al cual te parirá Sara por estetiempo el año siguiente” (Gén. 17:15-21).

25 Gé n. 17:16.

VII

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A todo esto, tanto a Abram como aSarai se les había instruido, al serleshecha la promesa, que para su cumpli-miento, nada que no fuese la dependen-cia hacia la sola palabra podría ser larespuesta adecuada. Sarai comprendióque su estratagema no había aportadosino aflicción y perplejidad, y había re-tardado el cumplimiento de la promesa .Abram comprendió que dando oído a laspalabras de Sarai, había despreciado lapalabra de Dios; y ahora se veía obligadoa abandonar totalmente ese plan, paravolver de nuevo a la palabra de Dios so-lamente.

Pero ahora Abraham tenía ya no-venta y nueve años, y Sara ochenta ynueve. Eso hacía más difícil, si cabe, elcumplimiento de la promesa, y deman-daba más que nunca, una profunda de-pendencia de la palabra de Dios. Requer-ía más fe que anteriormente.

Ahora era evidente que no se podíadepender de ninguna otra cosa que nofuese la simple palabra de Dios: se apli-caron a ceñirse estrictamente a ella parael cumplimiento de lo que dicha palabracontenía. Excluyeron toda obra, todoplan, maquinación, designio o esfuerzooriginado en ellos, y se aferraron de lasola fe. Echaron mano de la palabra so-lamente, y dependieron absolutamentede la palabra para el cumplimiento deella.

Y ahora que el camino estaba despe-jado para que obrase “la palabra sola-mente”, la palabra efectivamente obró, ynació la “simiente” prometida. De esemodo, “por la fe”, –por una dependenciano apuntalada por nada, por una depen-dencia en la sola palabra– “por la fetambién la misma Sara, siendo estéril,recibió fuerza para concebir simiente; yparió aun fuera del tiempo de la edad,porque creyó ser fiel el que lo habíaprometido”.

“Por lo cual también, de uno, y ese

ya amortecido, salieron como las estre-llas del cielo en multitud, y como la are-na innumerable que está a la orilla de lamar” (Heb. 11:12).

Y así se cumplió la palabra pronun-ciada a Abraham, cuando Dios “sacólefuera, y dijo: Mira ahora a los cielos, ycuenta las estrellas, si las puedes contar.Y le dijo: Así será tu simiente ”26 .

Esa es una lección divina sobre la fe.Y eso es lo que significa la Escrituracuando nos urge a la necesidad de culti-var la fe. La fe que le fue imputada porjusticia a Abraham, la justicia de Diospor medio de la fe en Jesucristo. 27

“Y no solamente por él fue escritoque le haya sido imputado; sino tambiénpor nosotros, a quienes será imputado,esto es, a los que creemos en el que le-vantó de los muertos a Jesús Señornuestro, el cual fue entregado por nues-tros delitos, y resucitado para nuestrajustificación” (Rom. 4:23-25).

Y todos los que son “de la fe sonbenditos con el creyente Abraham”. Sí,todos quienes repudian las obras, pla-nes, maquinaciones y esfuerzos origina-dos en ellos mismos, y ponen entera-mente su confianza y dependencia enque la palabra de Dios cumplirá lo quedice. Los tales son de la fe, y son bendi-tos con el creyente Abraham, con la jus-ticia de Dios.

¡Oh, “saber cómo ejercitar la fe, esoes la ciencia del evangelio”28! Y la cienciadel evangelio es la ciencia de las ciencias.¿Quién dejará de ejercer toda facultadpara comprenderla?

Review and Herald, 24 Junio 1899

Cuando Abraham y Sara renuncia-ron a todo su esquema de incredulidad,que había dado como fruto a Ismael, y se26 Gé n. 15:5.27 Rom. 3:22.28 E.G.W. Review and Herald, 18 octubre 1898.

VIII

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mantuvieron por la sola fe –dependiendo únicamente de la palabrade Dios–, nació Isaac, el auténtico hijode la promesa divina.

Dando oído a la voz de Sarai(Gén. 16:1), Abram se había desviado dela línea de estricta integridad a la pala-bra de Dios, de la auténtica fe; y ahoraque se había vuelto a la palabra solamen-te, a la fe verdadera, debía ser probadoantes de que pudiese cabalmente decirsede él que su fe le fue contada por justicia.

Había creído solamente la palabrade Dios, en contra de lo que Ismael re-presentaba, y había obtenido a Isaac, elauténtico hijo de la promesa de Dios. Yahora, tras haberlo obtenido, queda porver si retendría la confianza en la solapalabra de Dios, incluso en contra delmismo Isaac.

Es así como Dios dijo a Abraham,“Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, aquien amas, y vete a tierra de Moriah, yofrécelo allí en holocausto sobre uno delos montes que yo te diré”29 .

Abraham había recibido a Isaac departe de Dios, confiando solamente en lapalabra divina. Sólo Isaac era la simienteque la palabra del Señor había prometi-do. Después del nacimiento de Isaac,Dios había confirmado la palabra decla-rando, “en Isaac te será llamada descen-dencia” (Gén. 21:12). Y ahora, la palabrade Dios le dice: toma a tu hijo, a tu únicoIsaac, y ofrécelo como una ofrenda ar-diente.

Dios había declarado a Abraham: tusimiente será como las estrellas del cieloen número; “en tu simiente serán bendi-tas todas las gentes de la tierra”30 ; “enIsaac te será llamada descendencia”; yahora , ¡ofrece a Isaac como una ofrendaardiente!

Pero si Isaac era ofrecido comoofrenda ardiente, si era quemado, ¿qué

29 Gé n. 22:2.30 Gé n. 22:18.

sería de la promesa de que todas las na-ciones serían benditas en él? ¿Qué suce-dería con la promesa de que su descen-dencia sería como las estrellas del cieloen multitud? Y sin embargo, la palabraera firme: Ofrece a Isaac como ofrendaardiente. Abraham había confiado sinreservas en la sola palabra de Dios, encontra de Ismael; pero esto era más queconfiar en la palabra de Dios, en contrade Isaac : ¡era creer la palabra de Dios,en contra de la palabra de Dios!

Y Abraham lo hizo, esperando con-tra toda esperanza. Dios había dicho: Tusimiente será como las estrellas del cielo;en Isaac te será llamada simiente; ofrecea Isaac como una ofrenda ardiente.Abraham no insistió en que Dios debía‘armonizar esos pasajes’. Para él era su-ficiente saber que todas aquellas decla-raciones eran palabra de Dios. Sabiendoeso, confiaría en esa palabra, la seguiría,y dejaría que el Señor ‘armonizase esospasajes’ si tal cosa fuese necesaria.

Abraham se dijo: –Dios ha dicho,ofrece a Isaac como ofrenda ardiente. Asílo haré. Dios ha dicho, “en Isaac te serállamada descendencia”; y, tu simienteserá tan numerosa como las estrellas delcielo. Una vez interferí en la promesa, yla estuve impidiendo, hasta que rechacétodo lo que había hecho, y me volví a lasola palabra. Entonces, de forma mila-grosa, Dios me dio a Isaac, la simienteprometida. Ahora Dios me dice, ofrece aIsaac, la simiente prometida, en ofrendaardiente. Lo haré así: Dios me lo dio alprincipio mediante un milagro, y me-diante un milagro lo puede restaurar. Noobstante, cuando lo haya ofrecido comouna ofrenda ardiente, estará muerto; elúnico milagro que podrá entonces res-taurarlo será el que lo devuelva de entrelos muertos. Pero Dios es poderoso parahacer aun eso, y lo hará ; ya que su pala-bra ha dicho que ‘tu simiente será comolas estrellas en multitud, y en Isaac te

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será llamada descendencia’. Incluso le-vantar a Isaac de entre los muertos noserá para Dios más difícil que lo que yaha hecho; ya que, por lo que respecta a lafertilidad, tanto mi cuerpo como el deSara no eran mejores que los de unmuerto, y no obstante, Dios engendró aIsaac a partir de nosotros. Puede resuci-tar a Isaac de los muertos, y lo hará.¡Bendito sea el Señor!

Estaba decidido. Se levantó y tomó asus siervos y a Isaac, y caminó por tresdías, y “llegaron al lugar que Dios le hab-ía dicho”, y cuando “al tercer día alzóAbraham sus ojos, y vio el lugar de lejos,entonces dijo Abraham a sus mozos: Es-peraos aquí con el asno, y yo y el mucha-cho iremos hasta allí, y adoraremos, yvolveremos a vosotros” (Gén. 22:4-5).¿Quién iría? “Yo y el muchacho iremos…y volveremos a vosotros”. Abraham con-fiaba en que Isaac regresaría con él tanciertamente como que iba a ir.

Abraham esperaba ofrecer a Isaacen holocausto, y luego esperaba verlo re-sucitar de las cenizas, y regresar con él.La razón es que la palabra de Dios habíadicho: en Isaac te será llamada descen-dencia, y, tu simiente será como las es-trellas del cielo en multitud. Y Abrahamconfiaría precisamente en esa palabra,en que jamás podría fallar (Heb. 11:17-19).

ESO ES FE. Y así “fue cumplida laEscritura que dice: Abraham creyó aDios, y le fue imputado a justicia” (Sant.2:23). Pero “no solamente por él fue es-crito que le haya sido imputado; sinotambién por nosotros, a quienes seráimputado, esto es, a los que creemos enel que levantó de los muertos a Jesús Se-ñor nuestro, el cual fue entregado pornuestros delitos, y resucitado para nues-tra justificación” (Rom. 4:23-25).

Poner la confianza en la palabra deDios solamente; depender solamente deella, incluso “en contra” de la palabra de

Dios, eso es FE: esa es la fe que trae lajusticia de Dios.

En eso consiste ejercitar la fe. Eso es“lo que la Escritura quiere decir, cuandonos urge a la necesidad de cultivar la fe”.Y “saber cómo ejercitar la fe, eso es laciencia del evangelio”. Y la ciencia delevangelio es la ciencia de las ciencias.

Review and Herald, 31 Enero 1899

“Al que no obra, pero cree en aquélque justifica al impío, la fe le es contadapor justicia” (Rom. 4:5).

Esa es la única forma en la quecualquiera en este mundo pueda serhecho justo: primeramente admitir quees impío; luego creer que Dios justifica –tiene por justo– al impío, y que este esjusto con la misma justicia de Dios.

En este mundo todos son impíos.Impíos significa lo contrario a ‘semejan-tes a Dios’. Y está escrito que “por cuantotodos pecaron, y están destituidos de lagloria [bondad, carácter] de Dios”31 .

Aquel, por tanto, que admita que enalgo dejó de ser semejante a Dios, en esoconfiesa que es impío.

Pero la verdad es que todos, en to-do, están destituidos de la gloria de Dios.Porque “todos se apartaron, a una fueronhechos inútiles; no hay quien haga lobueno, no hay ni aun uno” (Rom. 3:9-18).

Por consiguiente, puesto que no hayen toda la tierra ni uno solo que no seaimpío, y puesto que Dios justifica al imp-ío, eso hace que por la parte de Dios, lajustificación –justicia, salvación– seaplena, gratuita y segura a toda alma enel mundo.

Y todo cuanto uno debe hacer, porsu parte, para hacerla segura para símismo, es aceptarla –creer que Dios jus-tifica, personal e individualmente, alimpío.

31 Rom. 3:23.

IX

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Así, por extraño que parezca a mu-chos, la única calificación y la única pre-paración para la justificación es que lapersona reconozca su impiedad.

Entonces, poseyendo esa califica-ción, habiendo hecho esa preparación,todo cuanto se requiere de él a fin de ob-tener la justificación plena, gratuita y se-gura, es que crea que Dios lo justifica aél, el impío.

Es fácil para muchos creer que sonimpíos, incluso reconocerlo; pero creerque Dios los justifica a ellos, eso les pa-rece demasiado.

Y la única razón por la que no pue-den creer que Dios los justifica a ellos, esque son impíos, tan impíos.

Si solamente pudieran encontraralgún bien en ellos, o si pudiesen ser for-talecidos y mejorar, tendrían algún áni-mo para esperar que Dios los justificase.Sí, se justificarían a sí mismos por lasobras, ¡y entonces profesarían creer enla justificación por la fe!

Pero eso no sería más que quitar labase a la justificación; ya que si alguienpudiese encontrar bien en sí mismo, esporque lo posee ya previamente, y no lonecesita de ningún otro lugar. Si puedefortalecerse y mejorar por sí mismo, en-tonces no necesita ninguna justificaciónque provenga de cualquier otra fuente.

Por lo tanto, es una contradicción eldecir que soy tan impío que no veo cómoel Señor me pueda justificar. Si no soyimpío, entonces no necesito ser hechojusto: ya lo soy . No hay medias tintas en-tre la justicia y la impiedad.

Pero cuando una persona se ve a símisma tan impía como para no encon-trar ninguna base sobre la que esperarser justificado, es precisamente ahí don-de la fe aparece; en verdad, es solamenteahí que la fe puede venir.

La fe es depender solamente de lapalabra de Dios. Por tanto tiempo comocontinúe la dependencia de uno mismo,

por tanto tiempo como exista la esperan-za de poder depender de cualquier cosaen uno mismo, no puede haber fe: nohay lugar para ella, ya que la fe es de-pender solamente de la palabra.

Pero cuando se desvanece cualquieresperanza de poder depender de algonuestro, o que se encuentre en nosotros,y se reconoce esa imposibilidad; cuandotodo lo visible va en contra de cualquieresperanza de justificación, es entoncescuando, reposando en la promesa deDios, en la palabra solamente, esperandocontra toda esperanza, entra en juego lafe: y por fe encuentra justificación plenay gratuita, por más impío que sea.

Porque escrito está: “Al que no obra,pero cree en aquél que justifica al impío,la fe le es contada por justicia”. “La justi-cia de Dios por la fe de Jesucristo”. “Aquien Dios ha propuesto… para manifes-tación de su justicia, atento a haber pa-sado por alto, en su paciencia, los peca-dos pasados”.

En eso consiste el ejercicio de la fe.¿La estás tú ejerciendo? “Saber cómoejercitar la fe, eso es la ciencia del evan-gelio”.

Review and Herald,7 Febrero 1899

“Justificados pues por la fe, tene-mos paz para con Dios por medio denuestro Señor Jesucristo” (Rom. 5:1).

Puesto que la fe es depender sola-mente de la palabra de Dios, de lo que lapalabra dice, ser justificado por la fe essencillamente, ser contado por justo aldepender de la palabra solamente.

Y puesto que esa palabra es la deDios, depender solamente de la palabraes depender solamente de Dios, en supalabra. La justificación por la fe es, porlo tanto, ser tenido por justo al dependerde Dios solamente; y de nadie más quede Él, porque así lo ha prometido.

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Todos somos pecadores,-pecaminosos e impíos. Estamos, por lotanto, sujetos al juicio de Dios.Rom. 3:9-19. Sin embargo, hay para to-dos nosotros escapatoria del juicio divi-no. Pero la única manera de escapar aljuicio de Dios es creyendo en Él.

Cuando David pecó al censar elpueblo, e incurrió de esa manera en unjuicio ejemplar de Dios, el Señor le dio aescoger entre siete años de hambre, huirtres meses de sus enemigos, o sufrir tresdías de pestilencia. Pero David de nin-guna manera quiso elegir; todo lo confióa Dios para que fuese Él quien escogiese,diciendo: “ruego que caiga en la mano deJehová, porque sus miseraciones sonmuchas” (2 Sam. 24:11-14).

Cuando ponemos solamente en Diosnuestra dependencia, en su palabra, paraalcanzar justicia, tenemos paz para conÉl; porque obtenemos verdaderamentejusticia, “y el efecto de la justicia serápaz; y la labor de la justicia, reposo y se-guridad para siempre” (Isa. 32:17).

Cuando dependemos solamente deDios –de su palabra– para obtener lajusticia, tenemos paz mediante nuestroSeñor Jesucristo, “porque Él es nuestrapaz, que de ambos”, de Dios y del hom-bre, “hizo uno”, “dirimiendo en su carnelas enemistades” “para edificar en símismo los dos –Dios y el hombre– en unnuevo hombre, haciendo la paz”(Efe. 2:14 y 15).

Además, al depender solamente deDios, de su palabra, para obtener justi-cia, tenemos paz para con Dios mediantenuestro Señor Jesucristo. “Y por Él re-conciliar todas las cosas a sí, pacificandopor la sangre de su cruz, así lo que estáen la tierra como lo que está en los cie-los. A vosotros también, que erais enotro tiempo extraños y enemigos deánimo en malas obras, ahora empero osha reconciliado en el cuerpo de su carnepor medio de muerte, para haceros san-

tos, y sin mancha, e irreprensibles delan-te de Él, SI empero permanecéis funda-dos y firmes en la fe”, si continuáis de-pendiendo únicamente de Dios en su pa-labra (Col. 1:20-23).

Puesto que ha allanado de tal formael camino, y ha hecho la justificación talplena, y la paz tan segura para todos, ydemanda a todos solamente que la reci-ban por el simple método de aceptarla deÉl, dependiendo para ello solamente deÉl, ¿por qué no habría de ser justificadatoda alma que puebla la tierra, teniendoasí la paz de Dios mediante nuestro Se-ñor Jesucristo?

Eso es “lo que la Escritura quieredecir, cuando nos urge a la necesidad decultivar la fe” ¿La estás tú cultivando?¿Estás justificado por fe? ¿Tienes la jus-ticia por la fe? ¿Tienes paz con Dios me-diante nuestro Señor Jesucristo?

“Tened fe en Dios” (Mar. 11:24).Review and Herald,

14 Febrero 1899

La fe es completa dependencia de lasola palabra de Dios, para el cumpli-miento de lo contenido en esa palabra.

Siendo así, conviene no olvidar nun-ca que allí donde no hay palabra de Dios,no puede existir ninguna fe.

Así lo muestra la verdad de que “lafe es por el oír, y el oír por la palabra deDios” (Rom. 10:17). Puesto que la fe vie-ne en verdad por la palabra misma deDios, está claro que la fe no es posiblesin la palabra de Dios.

Eso lo encontramos bellamente ilus-trado en un episodio de la vida de David:puesto que éste tenía en su corazón edi-ficar una casa al Señor, éste le habló me-diante el profeta Nathán, diciendo: “Je-hová te hace saber que Él te quiere hacercasa… y será afirmada tu casa y tu reinopara siempre delante de tu rostro; y tureino será estable eternamente”.

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Entonces David oró, diciendo:“Ahora pues, Jehová Dios, la palabra quehas hablado sobre tu siervo y sobre sucasa, despiértala para siempre , y hazconforme a lo que has dicho. Que seaengrandecido tu nombre por siempre, ydígase: Jehová de los ejércitos es Diossobre Israel; y que la casa de tu siervoDavid sea firme delante de ti”.

“Porque tú, Jehová de los ejércitos,Dios de Israel, revelaste al oído de tusiervo, diciendo: Yo te edificaré casa. Poresto tu siervo ha hallado en su corazónpara hacer delante de ti esta súplica ”.

“Ahora pues, Jehová Dios, tú eresDios, y tus palabras serán firmes, ya quehas dicho a tu siervo este bien. Tenlopues ahora a bien, y bendice la casa de tusiervo, para que perpetuamente perma-nezca delante de ti: pues que tú, JehováDios, lo has dicho, y con tu bendiciónserá bendita la casa de tu siervo parasiempre” (2 Sam. 7:11-29).

La suya fue una plegaria de fe, yaque se fundaba en la palabra de Dios: lapalabra de Dios era la causa de ella; erasu base ; y la palabra de Dios constituíatoda la esperanza de David, de que esaoración sería contestada.

Pidió de acuerdo con la voluntad deDios, ya que tal voluntad estaba expre-sada en la palabra de Dios. Habiendo ro-gado en armonía con la voluntad revela-da de Dios, David supo que su oraciónfue oída. Y sabiendo tal cosa, supo quetenía asegurada la respuesta a la peti-ción que había elevado (1 Juan 5:14). Porlo tanto, dijo: así sea. Y así también, larespuesta a la promesa fue, es, y será porsiempre segura para David.

Todo eso fue escrito para nuestraenseñanza; a fin de que pudiésemos sa-ber cómo elevar la oración de fe, y cómocultivar la fe, en oración. Por lo tanto, ‘vey haz tú lo mismo’. Porque “la compren-sión de lo que la Escritura quiere decir,cuando nos urge a la necesidad de culti-

var la fe, es más esencial que cualquierotro conocimiento a nuestro alcance”.

Review and Herald, 21 Febrero 1899

La fe es por el oír; y el oír por la pala-bra de Dios.

Por lo tanto, la palabra de Dios es elúnico camino de la fe.

De ese modo, allí donde no hay pala-bra de Dios, no puede existir fe.

Y donde hay palabra de Dios, la feconsiste en depender enteramente de talpalabra, confiando en que ella cumplirálo dicho.

A partir de esas verdades, se hace evi-dente que para que alguien pueda pedircon fe, es necesario primeramente que seasegure de que tiene la palabra de Diospara aquello que pide.

Siendo así, puede, lo mismo que Da-vid, orar de todo corazón en perfectaconfianza, que no es sino perfecta fe.

Quien ora de tal modo, puede saberque lo hace en conformidad con la volun-tad de Dios; efectivamente, sabe quecuenta con la clara palabra de Dios paraeso.

Por lo tanto, sabe que Dios le oye, ypor ello, sabe que tiene aquello para locual ha orado; eso es así porque el únicofundamento de su esperanza es la pala-bra que dice lo que ha de suceder, y queconstituyó la sola base de su petición.

El Señor nos dice que oremos así;habiendo hecho provisión, por lo tanto,para el constante crecimiento y fortale-cimiento de la fe.

Muchos oran, pero sin tener la certezade que sea la voluntad de Dios el que ob-tengan aquello que piden, y de esa for-ma, no saben si pueden estar ciertos dehaberlo recibido; y no sabiendo tal cosa,quedan en la duda en cuanto a si susoraciones han sido o no respondidas.

El Señor no desea que nadie perma-nezca en la incertidumbre. Por lo tanto,

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ha proporcionado su palabra a fin deque seamos perfectos, enteramente ins-truidos para toda buena obra 32 , y porquien nos son dadas todas las cosas quepertenecen a la vida y a la piedad33 .

Todo aquel que busca en la palabra deDios las cosas que Él ha provisto allí pa-ra todos, orando por esa cosa según lapalabra, pidiendo por lo tanto en totalarmonía con la expresa voluntad deDios, sabe que su plegaria es oída, y quetiene aquello por lo que oró.

Haciendo de ese modo, las oracionesserán siempre ciertas, la vida colmada delos dones que vienen directamente deDios, y la fe será segura y firme, que nocesará de crecer.

Muchos elevan la plegaria de los discí-pulos: Señor, “auméntanos la fe”. Esoestá bien, pero nunca se debe olvidar quela fe viene solamente por la palabra deDios. Por lo tanto, cuando tu fe aumente,lo será solamente mediante un aumentoen ti de la palabra de Dios. Y la únicaforma en la que la palabra de Dios puedeaumentar en ti, es oyendo esa palabra,orando al Señor por lo declarado en esapalabra, dependiendo de ella para surealización, y creyendo que lo has recibi-do. Entonces, y de ese modo, es como re-cibes la palabra, y ésta vive en ti.

Si bien podemos orar, ‘Señor, aumen-ta nuestra fe’, al mismo tiempo debemosrecordar que debemos edificarnos sobrenuestra santísima fe (Judas 20).

Es así como se debe ejercitar la fe. Lafe solamente puede ejercerse sobre la pa-labra de Dios, y por ella; ya que dondeno hay palabra de Dios, no hay fe posi-ble.

Y “saber cómo ejercitar la fe, eso es laciencia del evangelio”.

Review and Herald ,28 Febrero 1899

32 2 Tim. 3:17.33 2 Ped. 1:3.

“El justo vivirá por la fe”34 .¿Quiénes son los justos? Únicamente

los que son de la fe, ya que sólo por la fees justificado el hombre.

Si bien todos hemos pecado, y estamos“destituidos de la gloria de Dios”, somos“justificados gratuitamente por su gra-cia, por la redención que es en CristoJesús”35.

“Al que obra, no se le cuenta el salariopor merced, sino por deuda. Mas al queno obra, pero cree en aquel que justificaal impío, la fe le es contada por justi-cia”36 .

“Justificados pues por la fe, tenemospaz para con Dios por medio de nuestroSeñor Jesucristo”37. Los que son de la fe,y sólo ellos, son los únicos justos de latierra.

Ahora bien, la fe es dependencia totalde la palabra de Dios, de que cumplirá lodicho por la palabra. “Así será mi pala-bra que sale de mi boca: no volverá a mívacía, antes hará lo que yo quiero”(Isa. 55:11).

Ser justificado por la fe, por lo tanto,es ser justificado dependiendo entera-mente de la palabra de Dios. Los justosson aquellos que son de la palabra deDios. Es así como los hombres se hacenjustos.

Los hombres deben, no solamente serhechos justos por la fe –dependiendo dela palabra de Dios–, sino que siendo jus-tos, debemos también vivir por la fe. Elhombre justo vive precisamente de lamisma manera en que fue hecho justo, yprecisamente por lo mismo.

Venimos a ser justos por la fe; la fe esdependencia total de la palabra de Dios.Siendo justos, debemos vivir precisa-mente por lo mismo que por lo que fui-mos hecho justos; esto es, dependiendoenteramente de la palabra de Dios.34 Rom. 1:17.35 Rom. 3:23.36 Rom. 4:4 y 5.37 Rom. 5:1.

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Y eso es exactamente lo que dijoJesús: El hombre vivirá “con toda pala-bra que sale de la boca de Dios”38. Esevidente que dijo, en otras palabras, que‘el hombre vivirá por la fe’.

No hay verdaderamente otra forma devivir, si no es por fe, es decir, por la pa-labra de Dios. Sin fe, sin la palabra deDios, sólo la muerte espera al hombre.

En realidad, sin la palabra de Dios to-do muere; ya que en el principio, todofue hecho por su palabra. La palabra deDios es el origen y vida de todas las co-sas. “Él dijo, y fue hecho”39 .

Todas las cosas animadas e inanima-das –el sol, la luna y las estrellas, losanimales y los hombres–, todos depen-den por igual de la palabra de Dios parasu existencia. Sólo al hombre concedióDios el don maravilloso de la elección.Tal don abre la puerta de la fe. Cuandoun hombre elige vivir por la palabra deDios, que es el único medio de vida, la fe–la dependencia total de la palabra deDios– es la forma en la que se aferra alas corrientes de la vida.

Así, “el justo vivirá por la fe”, por lotanto, “todo lo que no es de fe, es peca-do”, o lo que es lo mismo, el justo debevivir por la palabra de Dios; y todo lo queno es de la palabra de Dios, es pecado.

“No podemos tener una experienciacristiana saludable, ni obedecer al evan-gelio para salvación, a menos que laciencia de la fe sea mejor comprendida; yhaya un mayor ejercicio de la fe”40 .

“¿Tienes tú fe?”41 . Ten la divina fe.“Aquí están los que guardan los manda-mientos de Dios, y la fe de Jesús”.

Review and Herald , 7 Marzo 1899

“La justicia de Dios se descubre de feen fe” (Rom. 1:17). La fe es entera de-

38 Mat. 4:4.39 Sal. 33:9.40 E.G.W. Review and Herald , 18 octubre 1898.41 Rom. 14:22.

pendencia de la palabra de Dios, esperarque la misma palabra realice lo que dice.

¿Existe, según eso, una justicia pro-nunciada por la palabra de Dios, de for-ma que el hombre pueda depender com-pletamente de ella, que pueda confiar enque la palabra cumpla lo que declara?

Efectivamente. Y ese es precisamenteel objetivo del don de Cristo, “al cualDios ha propuesto… para manifestación[declaración, K.J.] de su justicia, atentoa haber pasado por alto, en su paciencia,los pecados pasados” (Rom. 3:25).

Puesto que Dios ha establecido a Cris-to expresamente para que manifieste,declare o diga , la justicia de Dios, la pa-labra de Dios ha sido ciertamente pro-nunciada y podemos depender plena-mente de ésta, esperando que obre lo di-cho por ella. En otras palabras, hay justi-cia que podemos recibir por la fe.

¿Dónde la encontramos pronunciada?En la palabra “perdón”. “Él es fiel y justopara que nos perdone nuestros peca-dos”42 . “Pero hay perdón en ti”43 .

¿Qué significa “perdón”? Ese términose compone de dos partes: “per” (por,para); y “don” (donar, dar, dádiva); esdecir, dar por. Perdonar, por lo tanto, essencillamente dar por. Para el Señor,perdonar el pecado, es donar por el pe-cado. ¿Qué es lo que da el Señor por elpecado? Declara “su justicia perdonandolos pecados”44 .

Así pues, cuando el Señor per-dona –da por–, da justicia por el pecado. Ypuesto que la justicia que el Señor poseees la suya propia, es evidente que la úni-ca justicia que da es la justicia de Dios.

Tal es el don de su justicia. Todo hom-bre ha pecado. Si es que ha de ser libra-do, sólo puede serlo gratuitamente. Ypuesto que el perdón por el pecado –lajusticia de Dios dada por el pecado– esenteramente gratuito, ahí tenemos el42 1 Juan 1:9.43 Sal. 130:4.44 Rom. 3:25 (versión Cantera-Iglesias).

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don gratuito de la justicia de Dios “a to-dos los hombres para justificación de vi-da”. Rom. 5:18.

Toda alma que pida a Dios perdón porel pecado, está en realidad pidiendo lajusticia de Dios por el pecado. Todo elque pide el perdón, lo pide solamentesobre la palabra de Dios, que declara talperdón. Y la fe es completa dependenciade la palabra para el cumplimiento de loque ésta dice. Por lo tanto, la justiciaviene por la fe.

“Cualquiera que pide, recibe”45. Haspedido muchas veces al Señor que per-done tus pecados; es decir, le has pedidoque dé por tu pecado. Pero cuando hacestal cosa, le estás pidiendo que dé lo únicoque Él da, o puede dar por el pecado, quees su justicia. En eso consiste pedir elperdón del Señor.

Y efectivamente, perdona –da por–tus pecados, cuando así se lo pides. Diceque lo hace, y así es. “Él es fiel”, es decir,no falla jamás, “y justo para que nosperdone nuestros pecados”. Y lo que dapor nuestros pecados, es su justicia.

¿No le estarás agradecido por la justi-cia que gratuitamente te da por tus pe-cados, cuando se la pides?

¿Comprendes que la justicia por la fees algo tan sencillo y claro como el pedir-le a Dios el perdón por el pecado?

Cree que se te concede el perdón portu pecado, cuando así lo pides, y recibeagradecido esa justicia, como el don deDios. En eso consiste ejercitar la fe.

Pero cuán cierto es que “padecemosmucha aflicción y pesar a causa de nues-tra incredulidad, y de nuestra ignoranciarespecto a cómo ejercitar la fe”46 .

“¿Tienes tú fe?”. Ten la fe divina.“Aquí están los que guardan… la fe deJesús”.

Review and Herald ,14 Marzo 1899

45 Mat. 7:8. Luc. 11:10.46 E.G.W. Review and Herald , 18 octubre 1898.

“En Cristo Jesús, ni la circuncisión va-le algo, ni la incircuncisión. Lo que valees la fe que obra por el amor” (Gál. 5:6).

Para aquellos a quienes se dirigía estepasaje, en el momento en que fue escri-to, la circuncisión lo era todo; y era asíen virtud de lo que representaba.

Para ellos, la circuncisión representa-ba las obras, y nada más que eso. Les pa-recía la mayor de las obras, más grandeaún que la propia creación, ya que, comodecían los rabinos: ‘Tan grande es la cir-cuncisión que de no ser por ella, el Santo(bendito sea) no habría creado el mun-do’. ‘Es tan grande como cualquiera delos otros mandamientos’. ‘Equivalente atodos los mandamientos de la ley” (Fa-rrar, Vida de Pablo, cap. 22, párr. 5, no-ta; cap. 35, párr. 4, nota).

Sin embargo, eso que para ellos eratan importante, el Señor lo derribó en unmomento, con las palabras: “La circunci-sión nada es”47 y, en Cristo Jesús, la cir-cuncisión no vale nada 48. Y teniendo encuenta lo que para ellos significaba, esoequivalía a decir llanamente que lasobras nada son, y que en Cristo Jesús, novalen nada.

Entonces, a todos los otros, quienes envista de lo anterior podrían sentirse in-clinados a jactarse de su carencia deobras, excusando así el pecado, se les dala palabra con igual firmeza: “y la incir-cuncisión nada es”. “En Cristo Jesús…,ni la incircuncisión”. En su contexto,equivale a afirmar que la ausencia deobras nada es, y que en Cristo Jesús, laausencia de obras no vale nada.

Así pues, las obras no son nada, y laausencia de ellas, tampoco. En CristoJesús, ni las obras ni la falta de obras va-len nada.

Esa palabra inspirada, por lo tanto,declara definitivamente carentes de

47 1 Cor. 7:19.48 Gá l. 5:6.

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mérito ambas categorías, por ellas mis-mas, o cualquier cosa que se pueda hacero dejar de hacer.

Lo anterior es tan cierto hoy como lofue siempre. A los efectos de estar o noen Cristo, las obras –y también la ausen-cia de ellas– carecen de valor. Leemos:“¿Estás en Cristo? No, si no os reconoc-éis pecadores errantes, desamparados ycondenados. No, si estáis exaltando yglorificando al yo… Vuestro nacimiento,reputación, riqueza, talentos, virtudes,piedad, filantropía, o cualquier otra cosaen vosotros, o en relación con vosotros,no formará un vínculo de unión entrevuestra alma y Cristo” (Testimonies,vol. 5, p. 48 y 49).

¡Qué pues! ¿Se nos abandona al vacíototal? ¡De ninguna forma! Gracias a Diosque hay algo que vale por todo, y porsiempre. Si bien es una verdad estableci-da que “en Cristo Jesús ni la circuncisiónvale algo, ni la incircuncisión”, ni lasobras ni las no-obras valen nada, tene-mos también la verdad eterna de que “enCristo Jesús… lo que vale es LA FE QUEOBRA POR EL AMOR”.

Obsérvese que no es la fe y las obras loque vale, sino “la fe QUE obra”. Es la fela que puede obrar en ella misma, y lohace. Es eso, y solamente eso, lo únicoque vale para todos, en todo tiempo y lu-gar.

La fe viene únicamente de Dios; y obrasolamente las obras de Dios. Así, aquelque –en Cristo Jesús– tiene “la fe queobra”, posee aquello que es de valor paraque Dios se pueda manifestar en la car-ne, obrando las obras de Dios. Así, “estaes la obra de Dios, que creáis en el queÉl ha enviado”49 .

De manera que “si es que hay algobueno en vosotros, es totalmente atri-buible a la gracia del Salvador compasi-vo… Vuestra relación con la iglesia, laforma en la que os valoran vuestros

49 Juan 6:29.

hermanos, no valdrá nada, a menos quecreáis en Cristo. No es suficiente creeracerca de Él; debéis creer en Él. Habéisde depender enteramente de su graciasalvadora” ( Id.).

“¿Tienes tú fe?”. Ten la fe divina.“Aquí están los que guardan… la fe deJesús”.

Review and Herald, 28 Marzo 1899.

“Vivid según el Espíritu, y no satisfar-éis los deseos malos de la carne”(Gál. 5:16).

¡Qué magnífica promesa! Magnífica enverdad, para todo aquel que cree.

Piensa en los deseos malos de la carne.¡Cuán extendidos están, y cuán severosson sus clamores! ¡Cuán opresivo es sudominio! ¡Cuán miserable la esclavitudque imponen al hombre!

Todo el mundo los ha experimentado–deseando hacer el bien que quiere, parahacer solamente el mal que aborrece; te-niendo la voluntad de hacer lo mejor, pe-ro sin encontrar la manera de lograrlo;deleitándose en la ley de Dios según elhombre interior, pero encontrando otraley en sus miembros que está en pugnacontra la ley de su mente, y que lo llevaen cautividad a la ley del pecado que rigeen sus miembros; llevándole a clamarpor fin, “¡Miserable hombre de mí!¿quién me librará del cuerpo de estamuerte?” (Rom. 7:14-24).

Gracias a Dios, hay liberación. Se en-cuentra en Cristo Jesús y en el Espíritudivino (Rom. 7:25; 8:1 y 2). Y siendo queen Cristo Jesús, la ley del Espíritu de vi-da os ha hecho libres de la ley del pecadoy muerte, “vivid según el Espíritu, y nosatisfaréis los deseos malos de la carne”.No es solamente que haya liberación dela esclavitud a la corrupción: la gloriosalibertad de los hijos de Dios está igual-

XVILiberación

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mente a disposición de todo aquel querecibe al Espíritu, y vive según Él.

“Vivid según el Espíritu, y no satisfar-éis los deseos malos de la carne”.

Obsérvese la lista de las obras de lacarne: “adulterio, fornicación, inmundi-cia, lascivia, idolatría, hechicerías, ene-mistades, pleitos, celos, explosiones deira, contiendas, divisiones, sectarismos,envidias, homicidios, borracheras, orgíasy cosas semejantes”50 . No llevaréis a ca-bo ninguna de esas cosas; tenéis la victo-ria sobre todas ellas cuando vivís segúnel Espíritu. Así lo afirma la fiel palabrade Dios.

¿No es ese un estado deseable? ¿Acasopodemos imaginar algo mejor? Y tenien-do en cuenta que se obtiene pidiéndolo y

50 Gá l. 5:19-21.51 Mat. 7:7 y 8.52 Juan 20:22.53 Efe. 5:18.54 Efe. 4:30.

tomándolo, ¿no valdrá la pena pedirlo ytomarlo?

Acepta la liberación que Cristo hatraído para ti. Manténte, y manténtefirme en la libertad en la que Cristo nosha hecho libres.

“Pedid, y se os dará”. “Porque cual-quiera que pide, recibe” 51 . “Tomad elEspíritu Santo”52 . “Sed llenos del Espíri-tu”53 . Sí, “andad en Él”, el “Espíritu San-to de Dios, con el cual estáis sellados pa-ra el día de la redención”54 .

Review and Herald , 14 Marzo 1899

“Señor, no soy digno deque entres debajo de mi

techado; mas solamente di lapalabra , y mi mozosanará … Y oyendoJesús, se maravilló, ydijo a los que leseguían: De cierto os digo,que ni aun en Israel he hallado fetanta” Mateo 8:6-10

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ambién

El cuarto capítulo de Romanos es unode los de mayor riqueza en la Biblia, porla esperanza y ánimo que contiene parael cristiano. En Abraham, tenemos unejemplo de la justicia por la fe, y quedaexpuesta ante nosotros la maravillosaherencia prometida a todos los que tie-nen la fe de Abraham. Y esa promesa noestá restringida. La bendición de Abra-ham viene tanto a los gentiles como a losjudíos; nadie hay tan pobre que no pue-da compartirla, ya que “es por la fe, paraque sea por gracia; para que la promesasea firme a toda simiente”.

La última cláusula del versículo dieci-siete merece especial atención. Contieneel secreto de la posibilidad de nuestroéxito en la vida cristiana. Dice que Abra-ham creyó a Dios “el cual da vida a losmuertos, y llama las cosas que no son,como las que son”. Eso denota el poderde Dios; implica poder creador. Diospuede llamar algo que no existe como siexistiese. Si eso lo hiciese un hombre,¿cómo lo calificaríamos? Como unamentira. Si un hombre dice que una cosaexiste, siendo que no es así, a eso lo co-nocemos como mentira. Pero Dios nopuede mentir. Por lo tanto, cuando Diosllama las cosas que no son como si fue-ran, es evidente que con ello las hace ser.Es decir, su palabra las hace venir a laexistencia. Hay un conocido y antiguodicho infantil: “si mamá lo dice, es así,aunque no lo fuese”. Tal sucede conDios. En el tiempo referido como “en elprincipio” –sin más escenario que el de-solador vacío de la nada–, Dios habló, einstantáneamente surgieron a la existen-cia los mundos. “Por la palabra de Je-

hová fueron hechos los cielos, y todo elejército de ellos por el espíritu de su bo-ca… Porque Él dijo, y fue hecho; mandó,y existió” (Sal. 33:6-9). Ese es el poder alque alude Romanos 4:17. Leámoslo yapreciemos la fuerza del lenguaje en re-lación con lo expresado. Hablando to-davía de Abraham, dice el apóstol:

“Él creyó en esperanza contra espe-ranza, para venir a ser padre de muchasgentes, conforme a lo que le había sidodicho: Así será tu simiente. Y no se en-flaqueció en la fe, ni consideró su cuerpoya muerto (siendo ya de casi cien años),ni la matriz muerta de Sara; Tampoco enla promesa de Dios dudó con descon-fianza, antes fue esforzado en fe, dandogloria a Dios, plenamente convencido deque todo lo que había prometido, eratambién poderoso para hacerlo. Por locual también le fue atribuido a justicia”(Rom. 4:18-22).

Aprendemos aquí que la fe de Abra-ham en Dios, como Aquel que era capazde traer las cosas a la existencia por supalabra, fue ejercida en relación con sucapacidad para crear justicia en una per-sona destituida de ella. Los que ven laprueba de la fe de Abraham como refi-riéndose simplemente al nacimiento deIsaac, pierden la enseñanza central y labelleza del pasaje sagrado. Isaac no eramás que aquel a través del cual le seríallamada simiente, y esa simiente es Cris-to. Véase Gál. 3:16. Cuando Dios dijo aAbraham que en su simiente serían ben-ditas todas las naciones de la tierra, enrealidad le estaba predicando el evange-lio (Gál. 3:8); por lo tanto, la fe de Abra-ham en la promesa de Dios era realmen-

E. J. Waggoner3por Nosotros

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te fe en Cristo como el Salvador de lospecadores. Tal era la fe que le fue conta-da por justicia.

Obsérvese ahora la fuerza de esa fe. Supropio cuerpo estaba ya virtualmentemuerto a causa de la edad, y el de Sarano estaba en mejor condición. El naci-miento de Isaac de una pareja tal, nosignificaba menos que producir vida apartir de los muertos. Fue un símbolodel poder de Dios para traer a la vida es-piritual a quienes estaban muertos entransgresiones y pecados. Abraham es-peró contra toda esperanza. Humana-mente hablando, no había posibilidadalguna de que la promesa se cumpliese;todo iba en contra, pero su fe se aferró yreposó en la inmutable palabra de Dios,y en su poder para crear y dar la vida.“Por lo cual también le fue atribuido ajusticia”. Y en suma:

“No solamente por él fue escrito que lehaya sido imputado; sino también pornosotros, a quienes será imputado, estoes, a los que creemos en el que levantóde los muertos a Jesús Señor nuestro, elcual fue entregado por nuestros delitos,y resucitado para nuestra justificación”(Rom. 4:23-25).

Así pues, la fe de Abraham fue lo quedebe ser la nuestra, y con similar objeto.El hecho de que sea por la fe en la muer-te y resurrección de Cristo, que se nosimputa la misma justicia que se le im-putó a Abraham, muestra que la fe deAbraham lo fue igualmente en la muertey resurrección de Cristo. Todas las pro-mesas de Dios a Abraham lo eran paranosotros, tanto como para él. En un lu-gar se nos dice que eran especialmentepara nuestro provecho. “Porque prome-tiendo Dios a Abraham, no pudiendo ju-rar por otro mayor, juró por sí mismo”.“Por lo cual, queriendo Dios mostrarmás abundantemente a los herederos dela promesa la inmutabilidad de su conse-jo, interpuso juramento; para que pordos cosas inmutables, en las cuales esimposible que Dios mienta, tengamos un

fortísimo consuelo, los que nos acoge-mos a trabarnos de la esperanza pro-puesta” (Heb. 6:13,17,18). Nuestra espe-ranza descansa, por lo tanto, en la pro-mesa y juramento hechos a Abraham, yaque tal promesa, confirmada por un ju-ramento, contiene todas las bendicionesque Dios puede otorgar al hombre.

Pero antes de pasar a otro punto, va-mos a hacer lo anterior un poco más per-sonal. Alma vacilante, no digas que tuspecados son tantos, y tú tan débil, queno hay para ti esperanza. Cristo vino pa-ra salvar a los perdidos, y es poderosopara salvar hasta lo sumo a los que porÉl se allegan a Dios. 55 Eres débil, pero tedice, “mi potencia en la flaqueza se per-fecciona” (2 Cor. 12:9). Y el registro ins-pirado nos habla de aquellos que “saca-ron fuerza de la debilidad” (Heb. 11:34).Significa que Dios tomó la debilidadmisma de ellos, y la transformó en forta-leza. Demuestra de ese modo su poder.Es su forma de obrar. “Antes lo necio delmundo escogió Dios, para avergonzar alos sabios; y lo flaco del mundo escogióDios, para avergonzar lo fuerte; y lo vildel mundo y lo menospreciado escogióDios, y lo que no es, para deshacer lo quees: Para que ninguna carne se jacte en supresencia” (1 Cor. 1:27-29).

Ten la fe sencilla de Abraham. ¿De quémanera obtuvo la justicia? No conside-rando lo mortecino o falto de fuerza queestaba su cuerpo, sino estando dispuestoa dar a Dios toda la gloria. Siendo esfor-zado en la fe de que Él sería capaz dehacer todas las cosas a partir de lo queno era. Tú, por lo tanto, no consideres ladebilidad de tu cuerpo, sino la gracia y elpoder de nuestro Señor, teniendo la se-guridad de que la misma palabra capazde crear el universo, y de resucitar losmuertos, puede crear en ti un corazón.limpio, y vivificarte en Dios. Serás asíhijo de Abraham. Hijo de Dios por la feen Cristo Jesús.

Signs of the times, 13 Octubre 189055 Heb. 7:25

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reación o evolución

Hoy vamos a hablar sobre el tema dela evolución. Quisiera que prestaseiscuidadosa atención, y que os dieseiscuenta por vosotros mismos de si sois ono evolucionistas. Primeramente os voya leer en qué consiste la evolución; se-guidamente podréis ver si sois o no evo-lucionistas. Las siguientes afirmacionesestán tomadas de un famoso tratado so-bre el tema, escrito por uno de los prin-cipales defensores del evolucionismo,por lo tanto, se pueden considerar ajus-tadas y rigurosas, en tanto que definicio-nes autorizadas:

“La evolución es la teoría que repre-senta el devenir del mundo como unatransición gradual desde lo indetermi-nado hacia lo determinado, desde lo uni-forme a lo variado, y que asume que lacausa de esos procesos es inherente alpropio mundo que es objeto de la trans-formación”.

“Evolución es, pues, casi un sinónimode progreso. Es una transición desde loinferior a lo superior, de lo peor a lo me-jor. Tal progreso apunta a un valor aña-dido en la existencia, tal como reconocennuestros sentimientos”.

Obsérvense los puntos destacados enestas tres frases: la evolución representael devenir del mundo como una transi-ción gradual desde lo inferior a lo supe-rior, de lo peor a lo mejor; y asume queese proceso es inmanente al mundo quees objeto de tal transformación. Es decir,la cosa mejora por sí misma; y lo que lahace mejorar es ella misma . Y ese pro-greso significa un “valor añadido en laexistencia, tal como nuestros sentimien-

tos reconocen”. O sea, sabes que eresmejor, porque te sientes mejor. Sabesque ha habido progreso, porque sientesque es así. Tus sentimientos son la me-dida de tu situación. El conocimientoque tienes de tus sentimientos regula tuprogreso desde lo peor hacia lo mejor.

Ahora, a propósito de ese asunto delprogreso desde lo peor a lo mejor, ¿tie-nen algo que ver tus sentimientos? Si esasí, ¿qué eres en realidad? Cualquiera delos aquí reunidos que mida su progreso–el valor de su experiencia– por sus sen-timientos, es evolucionista: no importasi ha sido adventista por cuarenta años,no deja de ser evolucionista. Su religión,su cristianismo, es una profesión des-provista de la sustancia, la forma sin elpoder.

Ahora quisiera leer lo que es la evolu-ción en otros términos, a fin de que pod-áis ver que es infidelidad. Por lo tanto, site reconoces evolucionista, compren-derás que eres en realidad infiel: “Lahipótesis de la evolución tiene por objetoel responder a diversas cuestiones en re-lación con el principio, o génesis de lascosas”. “Contribuye a restaurar el senti-miento ancestral hacia la naturaleza entanto que nuestro padre, y fuente denuestra vida ”.

Una de las ramas de esa especie deciencia que más ha contribuido al esta-blecimiento de la doctrina de la evolu-ción, es la nueva ciencia de la geología,que evoca la existencia de vastos e in-imaginables períodos de tiempo en lahistoria pasada de nuestro globo. Esoslargos períodos, como afirma otro de los

4Predicación de A.T. Jonesuál de las dos?¿

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escritores destacados sobre el tema –enrealidad su principal autor–, “son la baseindispensable para la comprensión delorigen del hombre” en el proceso de laevolución. Así pues, el progreso ha teni-do lugar a lo largo de edades intermina-bles. Sin embargo, ese progreso no hatenido lugar de una forma continua y di-rectamente ascendente, desde su iniciohasta el estado actual, sino que ha sufri-do muchos altibajos. Se han dado mu-chos períodos de gran belleza y simetría;luego, un cataclismo o erupción, y todohecho añicos, por así decirlo. Nueva-mente se inicia el proceso a partir de esacondición de cosas, y se inicia la recons-trucción. El proceso se repitió muchas,muchas veces; y esa es la evolución –latransición desde lo inferior hacia lo su-perior, de lo peor a lo mejor.

Ahora, ¿cuál ha sido el devenir de tuprogreso, desde lo peor hacia lo mejor?¿Ha sido mediante muchos “altibajos”?¿Se ha caracterizado tu adquisición delpoder para hacer el bien –las buenasobras que vienen de Dios– por un largoproceso de altos y bajos, desde que co-menzó tu profesión de fe hasta ahora?¿Ha parecido en ocasiones que hacías ungran progreso, que lo estabas haciendobien, que todo era bonito y placentero; yentonces, sin ningún aviso, se ha produ-cido un cataclismo o erupción que lo hadesbaratado todo? No obstante, a pesarde todos los altos y bajos, ¿te dispusiste acomenzar en un nuevo esfuerzo: y así,mediante ese proceso, prolongado en eltiempo, has llegado a donde estás ahora;y mirando atrás, al contemplarlo glo-balmente, puedes constatar cierto pro-greso “tal como tus sentimientos recono-cen”? ¿Es esa tu experiencia? ¿Es esa lamanera en la que has progresado?

En otras palabras: ¿eres evolucionis-ta? No evadas la pregunta; confiesa laverdad con franqueza, porque quisierahoy hacerte abandonar el evolucionismo.

Hay una forma de librarse de él: todoaquel que haya llegado a este lugar sien-do evolucionista puede salir de él siendocristiano. Así pues, si describo a un evo-lucionista de forma que puedas verte re-flejado en esa descripción, reconócelo así–admite que eres tú mismo–, y siguedespués los pasos que Dios te indicará,de manera que seas totalmente liberadode eso. Pero, con toda franqueza, si tuexperiencia es la que he descrito, si esesa la clase de progreso que has hecho entu vida cristiana, créeme que eres evolu-cionista, lo admitas o no. Lo más aconse-jable, no obstante, es admitirlo, abando-narlo, y ser cristiano.

Otro aspecto más: “La evolución, hastadonde alcanza, ve la materia como algoeterno”. Asumiendo lo anterior, “la no-ción de creación queda eliminada de loscampos de existencia a los que se aplica”.Ahora, si miras hacia ti mismo, para en-contrar ese principio que produzca elprogreso que en ti debe darse a fin depoder entrar en el reino de Dios; si su-pones que está inmanente en ti mismo, yque si logras ponerlo adecuadamente enacción, y lo supervisas una vez ha co-menzado a obrar, todo irá bien; –si hasestado esperando, velando y progresan-do de esa manera, eres evolucionista. Yaque leo más a propósito de qué es la evo-lución: “Está claro que la doctrina de laevolución es directamente antagonistade la de la creación… la idea de la evolu-ción, cuando se la aplica a la formacióndel mundo como un todo, es lo opuesto ala creación directa, volitiva”.

Tal es la evolución, según la definiciónde sus inventores, –que el mundo, contodo lo que en él hay, vino por sí mismo;y que el principio que lo llevó a la situa-ción en la que ahora está, es inherente así mismo, y produce en sí mismo todocuanto el mundo es. De manera que,evidentemente, “la evolución es directa-mente antagonista de la creación”.

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Cierto que por lo que respecta al mun-do y todo cuanto en él hay, no crees queviniese por sí mismo. Sabes que no eresevolucionista hasta ese punto; crees queDios creó todas las cosas. Todos cuantosestamos hoy aquí reunidos diríamos queDios creó todas las cosas, –el mundo ytodo lo que hay en él. La evolución noadmite tal cosa: no deja lugar a la crea-ción.

Hay, sin embargo, otro aspecto de laevolución que no es aparentemente an-tagónico de la creación. Los que idearonesa evolución a cuyas citas nos hemos re-ferido, no pretendían otra cosa que serinfieles –ser hombres sin fe–, ya que uninfiel es sencillamente alguien desprovis-to de fe. Aun en el caso de que alguienpretenda tener fe, si no la tiene realmen-te, es un infiel. Por supuesto, el término“infiel” tenía para ellos un significadomás concreto que el que posee en nues-tros días. Los que enunciaron esa doctri-na de la evolución que hemos citado eranhombres de esa clase; pero cuando di-fundieron la enseñanza por doquier,hubo gran cantidad de profesos cristia-nos, que pretendían ser hombres de fe,que profesaban creer la palabra de Dios–que enseña la creación–. Esos hom-bres, no conociendo por ellos mismos lapalabra de Dios, teniendo una fe que erauna mera forma sin el poder, se vieronseducidos por el encanto de aquella doc-trina novedosa, y deseosos de conseguirpopularidad mediante la nueva ciencia,no se atrevieron a declarar que renega-ban de Dios, de la creación en cierta ma-nera, dando así origen a una especie deevolución con el Creador en ella. Se laconoce como la evolución teísta; es decir,Dios comenzó la cosa, sea esta lo quefuere; pero a partir de entonces, ha veni-do funcionando por ella misma. Dios lainició, y en lo sucesivo ha sido capaz porella misma de cumplir todo cuanto hasucedido. Todo eso, no obstante, no es

más que un primer paso, una treta parasalvar las apariencias, y en boca de losauténticos evolucionistas, no es más que“una fase de transición desde la hipótesisde la creación a la de la evolución”. Espura evolución, ya que no hay mediastintas entre la creación y la evolución.

Seas tú uno de ellos o no, lo cierto esque abundan, incluso entre los adventis-tas –no tantos como antaño ¡gracias aDios!– quienes creen que necesitamos aDios para el perdón de nuestros pecados,iniciándonos de esa manera en el cami-no; pero posteriormente, debemos obrarnuestra propia salvación con temor ytemblor. De acuerdo con eso, temen ytiemblan todo el tiempo; pero no obranninguna salvación, ya que no tienen aDios constantemente obrando en ellos,“así el querer como el hacer, por su bue-na voluntad” (Fil. 2:12,13).

Se nos dice en Hebreos 11:3 que por lafe entendemos que los mundos fueronformados [construidos, hechos] por lapalabra de Dios, de modo que lo quevemos no fue hecho a partir de lo visible(King James). La tierra que conocemosno fue hecha a partir de rocas; el hombreno fue hecho a partir de monos, antro-poides ni “eslabones perdidos”. Los mo-nos no fueron hechos a partir de rena-cuajos, ni los renacuajos de protoplas-mas, en aquel remoto principio. No, “losmundos fueron formados por la palabrade Dios, de modo que lo que vemos nofue hecho a partir de lo visible”.

Ahora, ¿por qué es que lo que vemosno fue hecho a partir de lo visible? Sim-plemente porque las cosas a partir de lasque fueron hechas no parecen. Y la razónde que no parezcan es que no había talescosas. No existían en absoluto. Losmundos fueron formados por la palabrade Dios; y la palabra de Dios tiene unacualidad, o propiedad en sí misma quecausa, al ser pronunciada, no solamentela existencia de la cosa invocada, sino

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también del material que la compone,aquello de lo que consta en cuanto a lasustancia.

Conocéis también esa otra escritura,aquella que declara que “por la palabrade Jehová fueron hechos los cielos, y to-do el ejército de ellos por el espíritu desu boca… porque Él dijo, y fue hecho; Élmandó, y existió” (Sal. 33:6-9). A propó-sito de eso os quiero preguntar: ¿Cuántotardó en suceder lo que Dios “habló”?¿Cuánto tiempo pasó desde que hablóhasta que “fue hecho”? [Voz: ‘ningúntiempo’] ¿Ni una semana? –No. ¿Ni seislargos períodos de tiempo? –No. La evo-lución, incluso la que reconoce a unCreador, mantiene que la formación delas cosas que vemos tomó edades incon-tables e indefinidas, o “seis largos e inde-finidos períodos de tiempo”, después queDios habló . Pero eso es evolución, nocreación: la evolución tiene lugar me-diante un largo proceso. La creación,mediante la palabra hablada.

Cuando Dios, pronunciando la pala-bra, hubo creado los mundos, dijo en re-lación con el nuestro, “Sea la luz”.¿Cuánto tiempo pasó desde la emisiónde las palabras “Sea la luz”, y la apari-ción de la luz? Quiero recalcar esto a finde que podáis averiguar si sois evolucio-nistas o creacionistas. Permitidme repe-tir la pregunta, ¿no hubo seis largos per-íodos de tiempo entre la emisión de lapalabra y el cumplimiento del hecho?Decís que no. ¿No pasó una semana? –No. ¿No pasó un día? –No. ¿Ni siquierauna hora? –No. ¿Y un minuto? –Tampoco. ¿Quizá un segundo? –No,ciertamente. No pasó ni un segundo en-tre el momento en que Dios pronunciólas palabras “Sea la luz”, y la existenciade esa luz. [Voz: “Tan pronto como sepronunció la palabra, fue la luz”]. Efecti-vamente, así es como sucedió. He pre-sentado ese punto con detenimiento a finde que quede bien fijado en vuestra

mente, por temor a que lo olvidéis,cuando más adelante os haga algunapregunta relacionada con ello. Así pues,¿queda claro que cuando Dios dijo “Seala luz”, no pasó ni un segundo entre esoy el momento en el que la luz brilló?[Voz: Sí]. Muy bien. Entonces, aquel queadmite que transcurrió cualquier canti-dad de tiempo entre la declaración deDios y la aparición de la cosa, es un evo-lucionista. Si son edades sin fin, se tratasimplemente de alguien más evolucio-nista que el que piensa que tardó un día:es lo mismo, sólo que en mayor canti-dad.

Dios dijo a continuación, “Haya ex-pansión…”, “y fue así”. Luego, “dijo Dios:Júntense las aguas que están debajo delos cielos en un lugar, descúbrase la seca:y fue así”. Cada vez que Dios habló, fueasí. Eso es la creación.

Veis, pues, que para un evolucionistaes perfectamente lógico y razonable eldespreciar la palabra de Dios, y no ejer-cer fe en ella; eso es debido a que la evo-lución es lo contrario a la creación. Si laevolución es antagonista de la creación, yla creación es por la palabra de Dios, en-tonces la evolución es contraria a la pa-labra de Dios. Por supuesto, el evolucio-nista genuino y declarado no tieneningún lugar para esa Palabra, ni tampo-co para los semi-evolucionistas, –aquellos que evocan la creación y la pa-labra de Dios a modo de iniciación. Laevolución necesita tanto tiempo, un per-íodo tan indefinido e indeterminado pa-ra conseguir lo que sea, que descarta lacreación.

El evolucionista genuino reconoce quela creación debe ser inmediata; pero nocree en la acción inmediata, por lo tantono acepta la creación. No olvidéis que lacreación, o bien es inmediata, o no escreación: si no es inmediata, entonces esevolución. Así, volviendo a la creación enel principio, cuando Dios habla, en su

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palabra está la energía creadora queproduce lo que esa palabra pronuncia.En eso consiste la creación; y esa palabrade Dios es la misma ayer, y hoy, y por lossiglos; vive y permanece para siempre;tiene vida eterna en sí misma. La palabrade Dios es algo viviente. La vida en ellacontenida es la vida de Dios –vida eter-na. Por lo tanto, es la palabra de vidaeterna, como Jesús dijo, y permanecepara siempre. Es la palabra de Dios parasiempre, y posee eternamente la energíacreadora en ella misma.

Así, cuando Jesús estuvo aquí, dijo:“Las palabras que yo os he hablado, sonespíritu, y son vida”. 56 Las palabras queJesús habló son las palabras de Dios.Están impregnadas de la vida de Dios.Son vida eterna, permanecen para siem-pre; y en ellas está la energía creadorapara producir lo que declaran.

Así lo ilustran muchos incidentes en lavida de Cristo, tal como narra el NuevoTestamento. Me referiré a uno o dos deellos, a fin de que podáis captar el prin-cipio. Recordáis que tras el sermón de lamontaña, Jesús descendió, y encontró aun centurión que le dijo: “Señor, mi mo-zo yace en casa paralítico, gravementeatormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y lesanaré”. El centurión dijo: “Señor, nosoy digno de que entres debajo de mi te-chado; mas solamente di la palabra, y mimozo sanará”. Jesús, dirigiéndose aquienes le seguían, dijo: “ni aun en Israelhe hallado fe tanta”.57

Israel tenía la Biblia; conocía la pala-bra de Dios. Se enorgullecía de ser elpueblo del libro, el pueblo de Dios. Lo le-ían. Predicaban en sus sinagogas: “mipalabra [la de Dios]… hará lo que yoquiero”. 58 Cuando leían esa palabra, de-cían: ‘Correcto: hay algo que hacer. Ve-mos la necesidad de que se haga, y así loharemos. Lo cumpliremos’. Entonces56 Juan 6:6357 Mat. 8:5-10.58 Isa. 55:11.

hacían lo mejor de su parte para cum-plirlo. Su realización les tomaba untiempo considerable. Realmente un lar-guísimo tiempo. Tan largo, de hecho,que jamás lo cumplieron. El genuinocumplimiento de la palabra quedaba tanlejano, que tenían que exclamar: “Si unasola persona, durante un sólo día fuesecapaz de guardar toda la ley, sin ofenderen ningún punto… Incluso si una solapersona pudiese guardar la parte de laley que se refiere a la debida observanciadel sábado, entonces los problemas deIsrael llegarían a su fin, y vendría por finel Mesías”. Así, aunque comenzaban porcumplir lo que la palabra decía, les to-maba tanto tiempo que jamás lo alcan-zaban. ¿Qué eran, entonces?

Estaba la palabra de Dios, que decía,“hará lo que yo quiero, y será prospera-da”. Hablaba, pues, de su poder creador.Y, si bien profesaban creer en la energíacreadora de la palabra de Dios, en suspropias vidas negaban tal cosa, y decían‘Lo haremos’. Miraban hacia ellos mis-mos para el proceso que les llevaría alpunto en que esa palabra y ellos estaríanen armonía. ¿Qué eran? ¿Tenéis miedo aresponder, porque quizá esa misma si-tuación haya sido la vuestra? No tengáisreparos en decir que eran evolucionistas,ya que eso es lo que eran, y eso somosmuchos de nosotros. Su proceder era an-tagónico al de la creación; no había allíninguna creación. No eran hechos nue-vas criaturas; ninguna vida nueva seformaba en su interior; no era el poderde Dios el que obraba; todo venía deellos mismos; y tan lejos estaban de cre-er realmente en la creación, que rechaza-ron al Creador y lo expulsaron del mun-do crucificándolo. Ese es el fruto inva-riable de la evolución, ya que no olvidéisque la evolución es directamente contra-ria a la creación.

Ese era el pueblo al que Jesús se refer-ía cuando hizo esa declaración sobre la fe

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en Israel. Tenemos aquí a un hombreromano que había crecido entre los jud-íos, quienes habían anulado la enseñan-za de Jesús. El centurión había estado enlas inmediaciones de Jesús, y le habíaoído hablar. Escuchó sus palabras y ob-servó el efecto que tenían, hasta el puntoen que se dijo a sí mismo: ‘Todo lo queeste hombre dice, sucede. Cuando diceuna cosa, se cumple’. ‘Voy a apropiarmede eso’, de forma que fue a Jesús, y le di-jo lo que está escrito. Jesús sabía perfec-tamente que el centurión tenía la mentepuesta en el poder de su palabra paracumplir lo dicho; y replicó, ‘Muy bien,voy a ir a sanar a tu siervo’. –¡Oh no, miSeñor, no necesitas venir! Podéis ver queel centurión estaba poniendo a pruebaesa verdad, para ver si había o no poderen la palabra. De manera que dijo, “So-lamente di la palabra, y mi mozo sa-nará”. Jesús respondió al centurión, “Ve,y como creíste te sea hecho. Y su mozofue sano en el mismo momento”. Cuandoesa palabra fue pronunciada, “Ve, y co-mo creíste te sea hecho”, ¿Cuánto tiem-po pasó hasta que el mozo fue sano?¿Veinte años? –No. ¿No tuvo que pasarpor muchos altibajos antes de ser efecti-vamente sanado? Honestamente… –No,no. Cuando se pronunció la palabra, lapalabra cumplió lo dicho, y lo cumplió alacto.

Otro día, Jesús estaba andando, y unleproso a cierta distancia de Él lo vio y loreconoció. También él se había aferradoa la bendita verdad del poder de laenergía creadora de la palabra de Dios.Dijo a Jesús, “Si quieres, puedes lim-piarme”. Jesús se detuvo y le dijo, “Quie-ro, queda limpio. Y al instante, le des-apareció la lepra y quedó limpio” (Mar.1:41-42, Biblia de Jerusalem). No se nosautoriza a introducir ni un momento detiempo entre la pronunciación de la pa-labra y el cumplimiento del hecho: Fuecurado “al instante”.

Veis que la palabra de Dios, al princi-pio de la creación, tenía en ella misma laenergía creadora para producir lo que lapalabra pronunciaba. Veis también quecuando Jesús vino al mundo para mos-trar a los hombres el camino de la vida, asalvarlos de sus pecados, demostró una yotra vez, aquí, allá y por todas partes, atodo hombre y por siempre, que la mis-ma palabra de Dios tiene todavía lamisma energía creadora en ella; de ma-nera que cuando es pronunciada, allíestá en su integridad la energía creadorapara cumplir lo dicho por la palabra.

Ahora, ¿eres evolucionista o eres crea-cionista? La palabra te habla a ti. La hasleído, profesas creerla. Crees en la crea-ción, a pesar de los evolucionistas; ¿Cre-erás ahora en la creación, a pesar de timismo? ¿Te pondrás hoy sobre la plata-forma en la que no permitirás que nadase interponga entre ti y la energía crea-dora de esa palabra –ningún período detiempo, de la duración que sea?

Jesús dijo a cierta persona, “Tus peca-dos te son perdonados”. ¿Cuánto tiempotardó en cumplirse? –No pasó ningunacantidad de tiempo entre la palabra“perdonados”, y el hecho. Esa misma pa-labra te es comunicada a ti hoy. ¿Por quédejarías pasar ningún tiempo entre esapalabra que se te declara, y su cumpli-miento? Hace muy poco has convenidoen que cualquiera que deja pasar un mi-nuto, o siquiera un segundo, entre la de-claración de la palabra de Dios y la reali-zación del hecho, es un evolucionista. Yhas dicho bien. Así es, no lo olvides.Ahora te pregunto, ¿por qué es quecuando te declara perdón dejas pasardías enteros antes que sea efectivo en ti,antes de que en ti se cumpla? Dijiste queel hombre antes referido es un evolucio-nista. Y tú, ¿qué eres, querría saber?¿Dejarás de ser evolucionista, para sercreacionista?

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Este día será de especial importanciapara muchos de los aquí presentes, por-que muchos decidirán hoy esa cuestiónen uno u otro sentido. Si sales de aquísiendo evolucionista, estás en peligro. Setrata de un asunto de vida o muerte. Di-jiste que la evolución es infidelidad, y esasí; por lo tanto, si abandonas esta reu-nión siendo evolucionista, ¿cuál es tuposición?, ¿cuál será tu elección? Si salesde aquí sin el perdón de los pecados,eres evolucionista, ya que permites queel tiempo pase entre la declaración de lapalabra y el cumplimiento del hecho.

A partir de lo expuesto, podéis ver quequien permite que pase cualquier canti-dad de tiempo entre el pronunciamientode la palabra y la realización del hecho,es evolucionista. La palabra de Dios parati es, “Mujer, tus pecados te son perdo-nados”, “Hombre, tus pecados te sonperdonados”. 59 [Pastor Corliss: ‘¿No dijo,tus pecados te serán perdonados?’] No,por cierto. “Tus pecados te son perdona-dos”. Tiempo verbal presente. Doy gra-cias a Dios de que así sea, ya que en lapalabra “perdonados” está la energíacreadora que quita todo pecado, hacien-do al hombre una nueva criatura. Creofirmemente en la creación. ¿Y tú? ¿creesen la energía creadora contenida en lapalabra “perdonado” que Dios te decla-ra? ¿O bien eres evolucionista y dices,‘no veo cómo eso pueda ser así, indignocomo soy’? ‘He estado intentando hacerel bien, pero he fracasado muchas veces;he tenido muchos altos y bajos, y he es-tado bastantes más veces abajo que arri-ba’. Si eso es lo que dices, debes recono-certe evolucionista, porque en eso con-siste la evolución.

Muchos han estado suspirando pro-longadamente por un corazón limpio.Dicen: ‘Creo en el perdón de los pecadosy todo eso, y lo querría hacer mío si es-tuviese seguro de que puedo mantenerlo;

59 Luc. 7:48; 5:20.

pero hay tanta maldad en mi corazón, ytantas cosas que vencer, que no tengoninguna seguridad”. Pero entonces vienela palabra, “Crea en mí, oh Dios, un co-razón limpio”. 60 El corazón limpio vienepor creación , y sólo por creación. Y éstaes obrada por la palabra de Dios. Porquedice: “Os daré corazón nuevo, y pondréespíritu nuevo dentro de vosotros”. 61

¿Eres ahora creacionista, o evolucionis-ta? ¿Saldrás de esta casa con un corazónimpío, o con un corazón nuevo, creadopor la palabra de Dios, (la palabra queposee la energía creadora que hace nue-vo el corazón)? Te declara un corazónnuevo. A todos habla exactamente de esemodo; si permites que pase el tiempo en-tre la palabra pronunciada y el corazónnuevo, estás siendo evolucionista. Cuan-do permites que cualquier fracción detiempo se interponga entre la palabrapronunciada y su cumplimiento en tuexperiencia, estás cediendo a la evolu-ción.

Algunos de los que aquí están, han di-cho: ‘Sí, lo quiero. Voy a tenerlo. Creoque la palabra lo cumplirá, pero hanalargado el tiempo hasta la próxima reu-nión, y así sucesivamente, dejandotranscurrir los años; han sido tan evolu-cionistas como todo eso. “Mientras quemuchos siguen preguntándose sobre losmisterios de la fe y la piedad, habríanpodido resolver el asunto si hubiesenproclamado, ‘Yo sé que Jesucristo es miporción eterna’ ”. 62 El poder para obrartal cosa está en la palabra de Dios; ycuando eso se acepta, allí está la energíacreadora, produciendo lo que se ha de-clarado. De manera que podéis resolvertodo el asunto del misterio de la fe y lapiedad proclamando que sabéis queCristo es vuestra porción eterna.

60 Sal. 51:10.61 Eze. 36:26.62 Manuscrito 96, del 10 agosto 1898, “Cristo, nuestra porción”(Cada Día con Dios: 229).

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Hay un misterio en cómo Dios puedemanifestarse en una carne pecaminosatal como la tuya. Pero considera, la cues-tión no es ahora el misterio en sí; lacuestión es, ¿Hay tal cosa como la crea-ción ? ¿Existe un Creador, capaz de crearen ti un corazón puro? ¿O bien todo essimplemente evolución? Desde ahora yhasta el fin del mundo, la cuestión paralos adventistas debe ser, ¿crees en elCreador? Y si crees en el Creador, ¿dequé forma crea? –Por supuesto, respon-des ‘por la palabra de Dios’. Muy bien.Ahora, ¿crea cosas para ti, mediante esapalabra? ¿Eres creacionista para losotros evolucionistas, y evolucionista paralos otros creacionistas? ¿Será eso posi-ble? Otra cosa: La palabra dice, “Quedalimpio”. Cierto día dijo, “Sea la luz. Y fuela luz”. Al leproso le dijo “Queda limpio”,y “al instante” quedó limpio. Ahora te di-ce a ti, “Queda limpio”. Y ¿Qué pasa?[Voz: ‘Que es así’]. Por el bien de tu al-ma, ponte bajo el influjo de la palabracreadora. Reconoce la energía creadoraen la palabra de Dios que desde la Bibliallega a ti; porque esa palabra de Dios enla Biblia, es la misma para ti hoy quecuando llamó los mundos a la existencia,cuando hizo la luz allí donde sólo habíatinieblas, y cuando curó al leproso. Esapalabra pronunciada hoy sobre ti, si larecibes, hace de ti una nueva criatura enCristo Jesús; esa palabra, pronunciadaen el caos y vacío de tu corazón, si la to-mas, produce allí la luz de Dios; esa pa-labra que hoy te es declarada, aunqueestés enfermo de la lepra del pecado, sila recibes, te limpia al instante. Acéptala.Recíbela.

¿Cómo seré limpio? –Por la energíacreadora de esa palabra: “Queda limpio”.Por lo tanto, está escrito: “Ya vosotrossois limpios, por la palabra que os hehablado” (Juan 15:3). ¿Lo seréis? ¿Serásun creacionista, desde este momento?¿O seguirás evolucionista?

Observa qué gran bendición. Cuandolees la palabra, la recibes y meditas enella, ¿Qué es para ti en todo momento?¡Creación! La energía creadora obra enti, produciendo las cosas pronunciadaspor la palabra; y estás viviendo ante lapresencia misma del poder creador. Lacreación actúa en tu vida. Dios crea en tijusticia, santidad, verdad, fidelidad –toda buena dádiva.

Cuando así suceda, tu observancia delsábado tendrá significado, ya que elsábado es un memorial de la creación, –la señal de que quien lo guarda conoce alCreador, y está familiarizado con el pro-ceso de la creación. Pero tu observanciadel sábado es un fraude en la medida enque eres evolucionista.

A menos que reconozcas diariamentela palabra de Dios como una energíacreadora en tu vida, tu observancia delsábado es un fraude; ya que el sábado esun memorial de la creación. Es una “se-ñal entre mí y vosotros, para que sepáisque yo soy Jehová vuestro Dios”63 , elCreador de todas las cosas.

En el capítulo segundo de Efesios,versículos ocho al diez, leemos: “Porquepor gracia sois salvos por la fe; y esto node vosotros, pues es don de Dios: No porobras, para que nadie se gloríe. Porquesomos hechura suya, criados en CristoJesús para buenas obras, las cuales Diospreparó para que anduviésemos enellas”.

No necesitas esperar ninguna buenaobra que parta de ti mismo. Lo has esta-do intentando. El evolucionista intenta, ylo está intentando siempre, sin conse-guirlo nunca. ¿Por qué continuar inten-tando hacer buenas obras, cuando sabesque fracasas? Escúchame: nunca habránada bueno en ti, de la clase que sea,desde ahora hasta el fin del mundo, si noes porque el Creador en persona lo creeallí por su palabra , que contiene en sí

63 Eze. 20:20.

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misma la energía creadora. No olvideseso. ¿Quieres andar en buenas obrascuando abandones este lugar? Eso sólopuede darse si eres creado en CristoJesús para esas buenas obras. Deja deintentarlo . Mira al Creador y recibe supalabra creadora. “La palabra de Cristohabite en vosotros en abundancia”64 ; en-tonces aparecerán esas buenas obras;serás un cristiano. Entonces, debido aque vives con el Creador, y estás en pre-sencia de la energía creadora, tendrásesa paz, esa grata quietud. Tendrás esafuerza y crecimiento genuinos que co-rresponden a un cristiano.

Cuando te dice que “somos hechurasuya, criados en Cristo Jesús para bue-nas obras, las cuales Dios preparó paraque anduviésemos en ellas”, reconoceahí al Creador, –reconoce solamente lasbuenas obras que en ti son creadas, noconsiderando ninguna obra que no seacreada , ya que no hay nada bueno, apar-te de lo que el Señor haya creado.

Ahora eres creado de nuevo en CristoJesús. Él lo corrobora. Dale las graciasporque es así. ¡No irás a ser evolucionis-ta esta vez! Se trata de tiempo verbalpresente, “somos hechura suya”, somoscreados en Cristo Jesús para buenasobras. ¿Lo eres tú? La palabra es pro-nunciada. Es la palabra creadora. ¿Cuán-to tiempo permitirás que pase entre lapalabra de Dios y el que tú seas creadode nuevo? En relación a la creación delGénesis, has dicho que aquel que admitesiquiera un minuto entre la palabra y elhecho, es un evolucionista. ¿Qué serás,con respecto a esa palabra de Dios quecrea al hombre en Cristo Jesús, parabuenas obras? ¿Serás aquí evolucionis-ta? Seamos todos creacionistas.

¿Comprendes que de esa manera nova a requerir un largo, tedioso y agotadorproceso el que estés preparado para re-cibir al Señor en su gloria? Muchos están

64 Col. 3:16.

mirando a ellos mismos. Saben que, deforma natural, el que estén plenamentepreparados para recibirlo, les va a ocu-par un larguísimo tiempo. En realidad, sies mediante evolución, no llegará nunca .Pero si es mediante la creación, seráobrado de forma rápida y segura. Esa pa-labra que antes he mencionado, es la pa-labra que cada uno puede aquí aplicarsea sí mismo: “Mientras que muchos si-guen preguntándose sobre los misteriosde la fe y la piedad, habrían podido re-solver el asunto si hubieran proclamado,‘Yo sé que Jesucristo es mi porción eter-na’ ”.

¿Comprendéis cuán evolucionistashemos sido? ¿Dejaremos de serlo? Ven-gamos ahora, seamos creacionistas yrompamos con lo anterior. Seamos ver-daderos guardadores del sábado. Crea-mos al Señor. Él pronuncia perdón. De-clara un corazón limpio. Declara santi-dad, la crea. Permítele que la cree en ti.Abandona la evolución y permite que esafuerza creadora obre en ti, esa energíaque la palabra declara; y antes de dejaresta reunión, Dios puede haberte prepa-rado para encontrarte con Él. Efectiva-mente, en ese mismo proceso te encuen-tras con Él. Y cuando se haya producidoel encuentro, y se produzca cada día ,¿no estás preparado para venir al en-cuentro de tu Dios? ¿Lo crees así? Creesque hizo los mundos cuando habló , quela luz fue hecha por su palabra , y que elleproso fue limpio “al instante” cuandoJesús habló; pero en cuanto a ti, creesque tiene que pasar un considerable lap-so de tiempo entre la declaración de lapalabra y el cumplimiento del hecho.¡Oh! ¿Por qué habrías de ser evolucionis-ta? Creación, creación . –De eso se trata.

Vosotros y yo tenemos que invitar a lagente a la cena; tenemos que decirles,“Venid, que ya está todo listo”65 ¿Cómopodré llamar a un hombre diciéndole

65 Luc. 14:17.

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Salmos 33:9

que ya está todo listo, si yo mismo no es-toy listo? Es comenzar en falso. Mis pa-labras no lo conmoverán: no son másque un sonido hueco. Pero ¡Ah!, cuandoen ese llamamiento está la energía crea-dora de la palabra que nos ha hecho es-tar listos, que nos ha limpiado de todopecado, que nos ha creado para buenasobras, que nos sustenta como es susten-tado el sol en la órbita que Dios le señala–entonces marchamos con decisión, ydecimos al mundo que yace en maldad,“Venid, que ya está todo listo”, y enton-ces nos oirá . En el llamado distinguiránlos atractivos tonos de la voz del BuenPastor, y se sentirán impulsados a acudira Él para recibir esa energía creadora ensu favor, a fin de ser hechos nuevas cria-turas, y estar preparados para la cena ala que han sido llamados.

Ahí es donde estamos en la historia deeste mundo. Estamos a punto de recibirel sello de Dios. Pero recordad, Él nopondrá nunca su sello sobre quien nohaya sido purificado de toda contamina-ción. Dios no pondrá su sello sobre nadaque no sea verdadero, que no sea bueno.¿Le pedirás que ponga su sello de justi-cia sobre lo que no es más que injusticia?No pretenderás cosa semejante. Sabesque es demasiado recto como para hacereso. Por lo tanto, debe limpiarte, a fin depoder poner su sello sobre su propiaobra. Dios no puede poner su sello sobretu obra. Su sello pertenece solamente aun documento aprobado por Él mismo.

Permítele que escriba su carácter en tucorazón, y entonces podrá poner allí susello; puede poner su sello de aproba-ción sobre tu corazón, solamente cuandosu palabra creadora ha cumplido supropósito en tu corazón.

¿Podéis apreciar en presencia deQuién estamos? Ved lo infinito e inago-table que es un tema como este. Pero so-bre todo, cuando terminemos, que nosencontremos ante la creación . Abando-nemos ya la evolución. Que no pase niun solo instante entre la palabra de Diosa ti declarada, y su cumplimiento en ti.Así, viviendo en presencia de la creación,andando junto al Creador, elevados porel poder creador, inspirados por laenergía creadora, –con un pueblo comoese, Dios puede mover el mundo en muypoco tiempo.

Si al principio os ha parecido que eraun tema más bien extraño para una oca-sión como ésta [se trataba de la clausurade una semana de oración], podéis ahoraver que es pura verdad para hoy. Sólohay dos caminos. No existe el terrenoneutral. Todo hombre y mujer en elmundo, o bien es creacionista, o bienevolucionista. La evolución es infideli-dad, es muerte. La creación es cristia-nismo, es vida. Escoge la creación, elcristianismo y la Vida, para que puedasvivir. Adhirámonos a la creación sola-mente, y por siempre. Y que todos pue-dan decir ‘Amén’.

Review and Herald, 21, 28; 7 Marzo1899

“Porque Él dijo, y fue hecho;El mandó, y existió.”

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a feE. J. Waggoner

“Mas la justicia que es por la fe diceasí: No digas en tu corazón: ¿Quién sub-irá al cielo? (esto es, para traer abajo aCristo): O, ¿quién descenderá al abismo?(esto es, para volver a traer a Cristo delos muertos). Mas ¿qué dice? Cercanaestá la palabra, en tu boca y en tucorazón. Esta es la palabra de fe, la cualpredicamos: Que si confesares con tuboca al Señor Jesús, y creyeres en tucorazón que Dios le levantó de losmuertos, serás salvo” (Rom. 10:6-9).

¿Podemos aceptar esas palabras,especialmente la afirmación de la últimafrase, como literalmente verdaderas?¿No será peligroso si lo hacemos? ¿Acasola salvación no requiere algo más que lafe en Cristo? A la primera preguntarespondemos: Sí. Y a las otras dos, No; ynos referimos a las Escrituras paracorroborarlo. Una afirmación tancategórica como la comentada, no puedeser sino literalmente cierta, ymerecedora de toda la confianza deltembloroso pecador.

A modo de evidencia, considérese elcaso del carcelero de Filipos. Pablo ySilas, tras haber sido tratados de formainhumana, fueron puestos a su cuidado.A pesar de sus dorsos sangrantes y desus pies esposados, oraban y cantabanalabanzas a Dios en medio de la noche,cuando súbitamente, un terremotosacudió la prisión y se abrieron todas laspuertas. Lo que hizo temblar al carcelerono fue solamente el miedo natural desentir cómo cedía la tierra bajo sus pies,ni siquiera el temor a la justicia romanasi escapaban los prisioneros a su cargo.En aquel terremoto sintió una

premonición del gran día del juicio conrespecto al que los apóstoles habíanpredicado; y, temblando bajo su carga deculpa, se postró ante Pablo y Silas,diciendo, “Señores, ¿qué es menesterque yo haga para ser salvo?” Observadbien la respuesta, porque aquí nosencontramos ante un alma en situaciónde extrema necesidad, y lo que fueadecuado para él debe ser el mensajepara todos los perdidos. A ese angustiosoclamor del carcelero, respondió Pablo,“Cree en el Señor Jesucristo, y serássalvo tú, y tu casa” (Hech. 16:30,31). Esoconcuerda perfectamente con laspalabras de Pablo en Romanos, citadascon anterioridad.

Los judíos dijeron cierto día a Jesús,“¿Qué haremos para que obremos lasobras de Dios?” Es precisamente lo quenos estamos preguntando. Obsérvese larespuesta: “Esta es la obra de Dios, quecreáis en el que Él ha enviado”(Juan 6:28,29). Esas palabras deberíanestar escritas con letras de oro, y debi-eran estar continuamente presentes enel cristiano que lucha. Se aclara la apa-rente paradoja. Las obras son necesa-rias; sin embargo, la fe es totalmente su-ficiente, ya que la fe realiza la obra. La felo abarca todo, y sin fe no hay nada.

El problema es que, en general, se tie-ne una concepción errónea de la fe. Mu-chos imaginan que es un mero asenti-miento, y que es solamente algo pasivo, alo que hay que añadir las obras activas.Sin embargo, la fe es activa, y no es so-lamente lo principal, sino el único fun-damento real. La ley es la justicia deDios (Isa. 51:6,7), aquella que se nos

5que salva

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amonesta a buscar (Mat. 6:33); pero noes posible guardarla si no es por fe, por-que la única justicia que resistirá en eljuicio es “la que es por la fe de Cristo, lajusticia que es de Dios por la fe”(Fil. 3:9).

Leed las palabras de Pablo en Roma-nos 3:31: “¿Luego deshacemos la ley porla fe? En ninguna manera; antes estable-cemos la ley”. El que el hombre deshagala ley, no significa la abolición de la ley,ya que tal cosa es una imposibilidad. Estan permanente como el trono de Dios.Por más que el hombre diga esto o aque-llo sobre la ley, y por más que la pisoteey desprecie, la ley continúa inamovible.La única manera en la que el hombrepuede deshacer la ley es dejándola sinefecto en su corazón, mediante su des-obediencia. Así, en Números 30:14,15,de un voto que ha sido quebrantado, sedice que está anulado o deshecho. Demanera que, cuando el apóstol dice queno deshacemos la ley por la fe, significaque la fe y la desobediencia son incom-patibles. Poco importa la profesión de feque pretenda aquel que quebranta la ley,el hecho de que sea un transgresor de laley denuncia su ausencia de fe. Por elcontrario, la posesión de la fe se demues-tra por el establecimiento de la ley en elcorazón, de forma que el hombre no pe-ca contra Dios. Que nadie infravalore lafe, ni por un instante.

Pero ¿no dice el apóstol Santiago quela fe sola no puede salvar a nadie, y quela fe sin obras es muerta? Consideremos

brevemente sus palabras. Demasiadoslas han convertido, aunque sin mala in-tención, en legalismo mortal. La afirma-ción es que la fe sin obras es muerta, loque concuerda plenamente con lo dichoanteriormente. Si la fe sin obras esmuerta, es porque la ausencia de obrasrevela la ausencia de fe; lo que estámuerto no tiene existencia. Si el hombretiene fe, las obras aparecerán necesaria-mente, y él no se jactará de la una ni delas otras; ya que la fe excluye la jactancia(Rom. 3:27). La jactancia se manifiestasolamente entre aquellos que confían enlas obras muertas, o entre aquellos cuyaprofesión de fe es una burla vacía.

¿Qué hay, pues, de Santiago 2:14, quedice: “Hermanos míos, ¿qué aprovecharási alguno dice que tiene fe, y no tieneobras? ¿Podrá la fe salvarle?”. La res-puesta implícita es, naturalmente, queno podrá. ¿Por qué no podrá salvarle lafe? Porque no la tiene. ¿De qué aprove-cha si un hombre dice que tiene fe, mien-tras que por su malvado curso de accióndemuestra que no la tiene? Pablo habla aquienes profesan conocer a Dios, mien-tras que lo niegan con los hechos (Ti-to 1:16). El hombre al que se refiere San-tiago pertenece a esta clase. El que notenga buenas obras –o frutos del Espíri-tu–, muestra que no tiene fe, a pesar desu ruidosa profesión; de forma que la fe,efectivamente, no puede salvarlo; por-que la fe no tiene poder para salvar aaquel que no la posee.

Bible Echo, 1 Agosto 1890

Hechos 16:30,31

“Señores, ¿qué debo hacer para sersalvo? Ellos dijeron: Cree en el SeñorJesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.”

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l fin de la leyes Cristo

En Romanos 10:4, leemos: “Porque elfin de la ley es Cristo, para justicia a todoaquel que cree”. Antes de analizar lo queel texto quiere decir, consideraremosbrevemente lo que el texto no quiere de-cir. No significa que Cristo ha puesto fina la ley, ya que (1) Cristo mismo dijo, apropósito de la ley, “no he venido paraabrogar” (Mat. 5:17). (2) El profeta dijoque, lejos de abolirla, “Jehová se com-plació por amor de su justicia en magni-ficar la ley y engrandecerla” (Isa. 42:21).(3) La ley estaba en el propio corazón deCristo: “Entonces dije: He aquí, vengo;En el envoltorio del libro está escrito demí. El hacer tu voluntad, Dios mío, hameagradado, y tu ley está en medio de misentrañas” (Sal. 40:7,8). Y (4) puesto quela ley es la justicia de Dios, el fundamen-to de su gobierno, su abolición es unaimposibilidad absoluta (ver Luc. 16:17).

Sin duda el lector sabe que la palabra“fin” no significa necesariamente “ter-minación”. Se la emplea frecuentementecon el sentido de designio, finalidad, ob-jeto o propósito. En 1ª de Timoteo 1:5, elmismo autor dijo: “El fin del manda-miento es la caridad nacida de corazónlimpio, y de buena conciencia, y de fe nofingida”. El término “caridad” que apare-ce aquí, se traduce mejor por “amor”, talcomo reflejan las versiones [Reina Vale-ra] más recientes. En 1ª de Juan 5:3leemos: “Este es el amor de Dios, queguardemos sus mandamientos”; y elmismo Pablo afirma que “el amor es elcumplimiento de la ley” (Rom. 13:10).En ambos textos se emplea la misma pa-labra agape que encontramos en

1ª de Timoteo 1:5. Por lo tanto, el textosignifica que el propósito del manda-miento (o ley) es que fuese obedecido. Esde todo punto evidente.

Pero ese no es el objetivo último de laley. En el versículo siguiente al que es-tamos considerando, Pablo cita aMoisés, quien afirmó “que el hombreque hiciere estas cosas, vivirá por ellas”.Cristo dijo al joven rico, “si quieres en-trar en la vida, guarda los mandamien-tos” (Mat. 19:17). Ahora, puesto que eldesignio de la ley era que fuese obedeci-da, o, dicho de otro modo, que produjesecaracteres rectos, y siendo que la prome-sa era que los obedientes vivirían, po-demos concluir que el propósito últimode la ley era dar vida. Pablo resume loanterior en sus palabras, “el mismoMandamiento, destinado a dar vida…”(Rom. 7:10).

Pero, “por cuanto todos pecaron, yestán destituidos de la gloria de Dios”66 ,y por cuanto “la paga del pecado esmuerte”67, resulta imposible que la leycumpla su propósito de producir carac-teres perfectos y de dar vida en conse-cuencia. Cuando un hombre quebrantóya la ley, ninguna obediencia subsecuen-te puede hacer jamás perfecto su carác-ter, de manera que la ley que había sidodestinada a dar vida, resultó ser mortal(Rom. 7:10).

Si nos detuviésemos aquí, ante la im-posibilidad de la ley para cumplir supropósito, dejaríamos a todo el mundobajo la condenación y sentencia de66 Rom. 3:23.67 Rom. 6:23.

E. J. Waggoner6

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muerte. Pero vemos que Cristo aseguraal hombre, tanto la justicia como la vida.Leemos, “siendo justificados gratuita-mente por su gracia, por la redenciónque es en Cristo Jesús” (Rom. 3:24).“Justificados pues por la fe, tenemos pazpara con Dios por medio de nuestro Se-ñor Jesucristo” (Rom. 5:1). Más que eso,nos capacita para obedecer la ley, “Alque no conoció pecado, hizo pecado pornosotros, para que nosotros fuésemoshechos justicia de Dios en Él”(2 Cor. 5:21). Por lo tanto, para nosotroses posible el ser hechos perfectos enCristo –la justicia de Dios–, y eso es pre-cisamente lo que habríamos sido, en elcaso de que hubiésemos mantenido unaobediencia constante e inquebrantable ala ley.

Leemos: “Ahora pues, ninguna conde-nación hay para los que están en CristoJesús, los que no andan conforme a lacarne, mas conforme al Espíritu… por-que lo que era imposible a la ley, porcuanto era débil por la carne, Dios en-viando a su Hijo en semejanza de carnede pecado, y a causa del pecado, condenóal pecado en la carne; para que la justiciade la ley fuese cumplida en nosotros, queno andamos conforma a la carne, masconforme al Espíritu” (Rom. 8:1-4).

¿Qué es lo que era imposible a la ley?–No podía liberar de la condenación ni auna sola alma culpable. ¿Por qué no? –

Por cuanto era débil por la carne. No esque la debilidad esté en la ley: está en lacarne. No es que haya un defecto en laherramienta, que impida la construcciónde la estructura. La ley no podía limpiarel registro pasado de un hombre, yhacerlo impecable; y el hombre caído ydesvalido no tenía la fuerza para apoyar-se en su carne a fin de poder guardar laley. De manera que Dios imputa a loscreyentes la justicia de Cristo, que fuehecho en semejanza de carne de pecado,“para que la justicia de la ley fuesecum-plida” en sus vidas. Y así, el fin de la leyes Cristo.

Diremos, concluyendo, que el designiode la ley era dar vida, al ser obedecida.Todos los hombres han pecado, y fueronsentenciados a muerte. Pero Cristo tomósobre sí mismo la naturaleza humana, eimpartirá su propia justicia a quienesacepten su sacrificio, y finalmente cuan-do vienen a ser, por medio de Él, hace-dores de la ley, entonces cumplirá enellos su propósito último, coronándolosde vida eterna. Y así repetimos aquelloque nunca apreciaremos demasiado, queCristo Jesús nos ha sido hecho por Dios“sabiduría, y justificación, y santifica-ción, y redención”. 68

Bible Echo, 15 Febrero 1892

68 1 Cor. 1:30.

Sal. 40:7,8

“El hacer tu voluntad, Dios mío,hame agradado, y tu ley está enmedio de mis entrañas”

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idaE. J. Waggoner

“En Él estaba la vida, y la vida era laluz de los hombres. Y la luz en las tinie-blas resplandece; mas las tinieblas no lacomprendieron” (Juan 1:4,5). Una tra-ducción más correcta es: “mas las tinie-blas no pudieron apagarla”, que proveegran ánimo al creyente. Veamos en quéconsiste.

CRISTO es la luz del mundo. VerJuan 8:12. Pero esa luz es su vida, talcomo indica el texto introductorio. Nosdice: “Yo soy la luz del mundo: el que mesigue, no andará en tinieblas, mas tendrála lumbre de la vida”. El mundo enteroestaba sumido en las tinieblas del peca-do. Tal oscuridad era consecuencia deuna falta del conocimiento de DIOS; co-mo dijo el apóstol Pablo de aquellosotros gentiles, que “teniendo el entendi-miento entenebrecido, ajenos de la vidade DIOS por la ignorancia que en elloshay, por la dureza de su corazón”(Efe. 4:18).

Satán, el gobernante de las tinieblasde este mundo, había hecho todo lo po-sible para engañar al hombre en cuantoal verdadero carácter de DIOS. Habíahecho creer al mundo que DIOS era co-mo el hombre: cruel, vengador, dado a lapasión. Hasta los judíos, el pueblo queDIOS había elegido para ser el portavozde su luz al mundo, se habían apartadode DIOS, y si bien profesaban estar se-parados de los paganos, se vieron en-vueltos en las tinieblas del paganismo.Entonces vino Cristo, y “el pueblo asen-tado en tinieblas vio gran luz; y a los sen-tados en región y sombra de muerte, luzles esclareció” (Mat. 4:16). Su nombre

fue EMMANUEL, Dios con nosotros.“DIOS estaba en CRISTO”. DIOS des-mintió las falsedades de Satanás, no me-diante argumentos dialécticos, sino sim-plemente viviendo su vida entre loshombres, de manera que todos pudieranverla.

La vida que CRISTO vivió no tuvo niuna mancha de pecado. Satanás ejerciósus artes poderosas, sin embargo no pu-do afectar a esa vida impecable. Su luzbrilló siempre con fulgor perenne. Debi-do a que Satanás no pudo manchar suvida con la más leve sombra de pecado,no pudo arrebatarlo con su poder, el delsepulcro. Nadie pudo tomar la vida deCRISTO de sí; Él la ofreció voluntaria-mente. Y por la misma razón, tras haber-la depuesto, Satanás no pudo evitar queÉl la tomase de nuevo. Jesús dijo: “Yopongo mi vida, para volverla a tomar.Nadie me la quita, mas yo la pongo de mímismo. Tengo poder para ponerla y ten-go poder para volverla a tomar. Estemandamiento recibí de mi PADRE”(Juan 10:17,18). Al mismo efecto van di-rigidas las palabras del apóstol Pedro,relativas a CRISTO: “Al cual Dios le-vantó, sueltos los dolores de la muerte,por cuanto era imposible ser detenido deella” (Hech. 2:24). Quedó así demostra-do el derecho del SEÑOR JESUCRISTOa ser hecho sumo sacerdote “según lavirtud de vida indisoluble” (Heb. 7:16).

Esa vida infinita, inmaculada, CRISTOla da a todo el que cree en Él. “Como lehas dado la potestad de toda carne, paraque dé vida eterna a todos los que le dis-te. Esta empero es la vida eterna: que te

7Abundante

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conozcan el solo DIOS verdadero, y aJESUCRISTO, al cual has enviado”(Juan 17:2,3). CRISTO mora en los cora-zones de todos aquellos que creen en Él.“Con CRISTO estoy juntamente crucifi-cado, y vivo, no ya yo, mas vive CRISTOen mí: y lo que ahora vivo en la carne, lovivo en la fe del HIJO de DIOS, el cualme amó, y se entregó a sí mismo por mí”(Gál. 2:20). Ver también Efesios 3:16,17.

CRISTO –la luz del mundo– al moraren los corazones de sus seguidores, losconstituye en la luz del mundo. Su luz noproviene de ellos mismos, sino deCRISTO que mora en ellos. Su vida noviene de ellos mismos; sino que es la vi-da de CRISTO manifestada en su carnemortal. Ver 2ª de Corintios 4:11. En esoconsiste vivir una “vida cristiana”.

Esta luz viviente que viene de DIOS,fluye en un caudal ininterrumpido. Elsalmista exclama: “Porque contigo estáel manantial de la vida: en tu luz vere-mos la luz” (Sal. 36:9). “Después memostró un río limpio de agua de vida,resplandeciente como cristal, que salíadel trono de DIOS y del CORDERO”(Apoc. 22:1). “Y el Espíritu y la Esposadicen: Ven. Y el que oye diga: Ven. Y elque tiene sed, venga: y el que quiere, to-me del agua de la vida de balde”(Apoc. 22:17).

“Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto

os digo: Si no comiereis la carne delHIJO del hombre, y bebiereis su sangre,no tendréis vida en vosotros. El que co-me mi carne y bebe mi sangre, tiene vidaeterna: y yo le resucitaré en el día post-rero” (Juan 6:53,54). Esa vida deCRISTO la comemos y bebemos al sen-tarnos a la mesa de su PALABRA, ya queañade, “El Espíritu es el que da vida; lacarne nada aprovecha: las palabras queyo os he hablado, son espíritu, y son vi-da” (vers. 63). CRISTO mora en su Pala-bra inspirada, y a través de ella obtene-mos su vida. Esa vida es dada gratuita-mente a todo aquel que la recibe, comoacabamos de leer; y leemos que Jesús sepuso en pie y clamó, diciendo: “Si algunotiene sed, venga a mí y beba”(Juan 7:37).

Esa vida es la luz del cristiano, y es loque le hace ser una luz para otros. Es suvida; y la bendita seguridad para él, deque no importa a través de cuán densastinieblas tenga que pasar, no tendránpoder para apagar esa luz. La luz de lavida es suya, por tanto tiempo comoejerza la fe, y las tinieblas no puedenafectarle. Por lo tanto, que todo aquelque profesa el nombre del SEÑOR cobreánimo, diciendo: “Tú, enemiga mía, note huelgues de mí, porque aunque caí, hede levantarme; aunque more en tinie-blas, Jehová será mi luz” (Miq. 7:8).

Bible Echo, 15 Octubre 1892

Gál. 2:20

“Con CRISTO estoy juntamente crucificado, yvivo, no ya yo, mas vive CRISTO en mí: y loque ahora vivo en la carne, lo vivo en la fedel HIJO de DIOS, el cual me amó, y seentregó a sí mismo por mí”

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eE. J. Waggoner

“Todo lo que no es de fe, es pecado”(Rom. 14:23).

Es por eso que “justificados –hechosjustos— pues por la fe, tenemos paz paracon Dios por medio de nuestro Señor Je-sucristo” (Rom. 5:1).

Es la fe, y no las obras, aquello me-diante lo cual el hombre es salvo. “Por-que por gracia sois salvos por la fe; y estono de vosotros, pues es don de Dios: Nopor obras, para que nadie se gloríe”(Efe. 2:8-9).

“¿Dónde pues está la jactancia? Es ex-cluida. ¿Por cuál ley? ¿de las obras? No;mas por la ley de la fe. Así que, conclui-mos que el hombre es justificado por fesin las obras de la ley” (Rom. 3:27,28).

El evangelio excluye la jactancia, y éstaes la consecuencia natural de todo inten-to de justificación por las obras; sin em-bargo, el evangelio no excluye las obras.Todo lo contrario, las obras –las buenasobras– son el gran objetivo del evange-lio. “Porque somos hechura suya, criadosen Cristo Jesús para buenas obras, lascuales Dios preparó para que anduvié-semos en ellas” (Efe. 2:10).

No hay aquí la más mínima contradic-ción. La distinción está entre nuestrasobras y las obras de Dios. Nuestras obrasson siempre deficientes; las obras deDios son siempre perfectas; por lo tanto,a fin de ser perfectos, son las obras deDios las que necesitamos. Pero nosotrosno somos capaces de hacer las obras deDios, ya que Él es infinito, y nosotros nosomos nada. El que alguien pueda creer-se capaz de hacer las obras de Dios signi-fica la mayor presunción imaginable.

Sonreímos cuando un niño de cinco añosimagina que puede hacer el trabajo de supadre. ¡Cuánto más insensato para el in-significante ser humano, el que pienseque puede hacer las obras del Todopode-roso!

La bondad no es algo abstracto; es ac-ción, y la acción es exclusiva de los seresvivos. Y puesto que sólo Dios es bueno,son solamente sus obras las que tienenvalor. El hombre que tiene las obras deDios es el único que es justo. Pero puestoque ningún hombre puede hacer lasobras de Dios, se deduce necesariamenteque Dios nos las debe dar, si es quehemos de ser salvos. Y eso es precisa-mente lo que hace por todo aquel quecree.

Cuando los judíos, en su suficiencia,preguntaron, “¿Qué haremos para queobremos las obras de Dios?” Jesús res-pondió, “Esta es la obra de Dios, quecreáis en el que Él ha enviado”(Juan 6:28,29). La fe obra (Gál. 5:6;1 Tes. 1:3). Trae las obras de Dios al cre-yente, puesto que trae a Cristo al corazón(Efe. 3:17), y en Él está toda la plenitudde Dios (Col. 2:9). “Jesucristo es el mis-mo ayer, y hoy, y por los siglos”(Heb. 13:8), por lo tanto, Dios no sóloestaba, sino que está en Cristo, reconci-liando el mundo a sí. 69 Si Cristo mora enel corazón por la fe, las obras de Diosserán manifestadas en la vida; “PorqueDios es el que en vosotros obra así elquerer como el hacer, por su buena vo-luntad” (Fil. 2:13).

69 2 Cor. 5:19.

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¿Cómo sucede tal cosa? No está anuestro alcance el comprenderlo. No ne-cesitamos saber el mecanismo por el queasí ocurre, puesto que no somos noso-tros quienes lo debemos realizar. Nosbasta con el hecho. No podemos com-prender cómo es que Dios hace en noso-tros sus obras, más de lo que podríamosrealizarlas por nosotros mismos. Así, lavida del cristiano es siempre un misterio,incluso para el propio cristiano. Es unavida escondida con Cristo en Dios(Col. 3:3). Está escondida incluso de lapropia vista del cristiano. Cristo en elhombre, la esperanza de gloria, es elmisterio del evangelio (Col. 1:27).

En Cristo somos creados para buenasobras que Dios preparó de antemano pa-ra nosotros. Debemos simplementeaceptarlas por la fe. La aceptación deesas buenas obras es la aceptación deCristo. ¿Cuán “de antemano” preparóDios esas buenas obras para nosotros?“Acabadas las obras desde el principiodel mundo. Porque en un cierto lugar di-jo así del séptimo día: Y reposó Dios detodas sus obras en el séptimo día. Y otravez aquí: [los incrédulos] no entrarán enmi reposo” (Heb. 3:3-5). “Empero en-tramos en el reposo los que hemos creí-do” (Id.).

Por lo tanto, el sábado –el séptimo díade la semana– es el reposo de Dios. Diosdio el sábado como una señal por mediode la cual el hombre pudiera saber queÉl es Dios, y que es Él quien santifica(Eze. 20:12,20). La observancia delsábado no tiene absolutamente nada quever con la justificación por las obras, si-no que muy al contrario, es la marca ysello de la justificación por la fe; es la se-ñal de que el hombre desecha sus pro-pias obras pecaminosas y acepta lasobras perfectas de Dios. Debido a que elsábado no es una obra, sino un reposo,es la señal de nuestro reposo en Dios,por la fe en nuestro Señor Jesucristo.

Ningún otro día de la semana que nosea el séptimo, puede ser la señal delperfecto reposo en Dios, ya que solamen-te en ese día reposó Dios de todas susobras. Es el descanso del séptimo día, enel que declara que los incrédulos no pue-den entrar. Sólo ese, de entre los días dela semana, es el día de reposo, y está in-separablemente relacionado con la per-fecta obra de Dios.

En los otros seis días, incluyendo elprimero, Dios obró. En ellos podemos ydebemos también nosotros hacer lomismo. Sin embargo, en cada uno deellos, podemos y debemos también des-cansar en Dios. Tal será el caso si nues-tras obras “son hechas en Dios”(Juan 3:21). Así, el hombre debe descan-sar en Dios cada día de la semana, perosolamente el séptimo día puede ser el se-llo de ese reposo.

Hay dos cosas que cabe destacar, co-mo conclusiones evidentes de las verda-des ya consideradas. Una es que apartarotro día diferente del sábado, como señalde aceptación de Cristo y de reposo enDios, a través de Él, constituye en reali-dad una señal de rechazo hacia Él. Pues-to que tal cosa significa la sustitución delcamino de Dios por el del hombre, signi-fica en realidad la señal de la asunciónde superioridad del hombre con respectoa Dios, y de la noción de que el hombrepuede salvarse a sí mismo por sus pro-pias obras. No todos los que observan undía diferente del sábado lo hacen conuna conciencia tal, desde luego. Hay mu-chos que aman sinceramente al Señor,que lo aceptan humildemente, y que noobstante observan otro día diferente alque Dios ha dado como el sello del repo-so en Él. Es porque, sencillamente, to-davía no han aprendido la expresiónplena y cabal de la fe. Pero su sinceridad,y el hecho de que Dios acepta su fe nofingida, no cambia el hecho de que el díaque ellos observan es el símbolo de la

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exaltación del hombre por encima deDios. Cuando oigan la advertencia mise-ricordiosa de Dios, abandonarán elsímbolo de la apostasía como lo haríancon un pozo de agua, al saberlo conta-minado.

El otro punto es que a nadie se puedeforzar a guardar el sábado, en tanto encuanto es una señal de la fe, y nadie pue-de ser forzado a creer. La fe viene es-pontáneamente como resultado de oír lapalabra de Dios. Nadie puede ni siquieraforzarse a sí mismo a creer, y todavíamenos forzar a algún otro. Violentando aun hombre, pude dejarse llevar del te-mor hasta el punto de hacerle decir que

70 1 Juan 2:21.71 Rom. 8:21.

cree, y que actúe como si creyera. Es de-cir, el hombre que teme al hombre másbien que a Dios, puede ser forzado amentir. Pero “ninguna mentira procedede la verdad”. 70 Por lo tanto, puesto queel sábado es la señal de la perfecta fe, esla señal de la perfecta libertad –“la liber-tad gloriosa de los hijos de Dios”71 – la li-bertad que da el Espíritu; ya que el sába-do, como parte de la ley de Dios, es espi-ritual. Y así, finalmente, que nadie se en-gañe a sí mismo pensando que la obser-vancia exterior de ni siquiera el día dereposo señalado por Dios –el séptimodía– sin fe y confianza en la palabra deDios solamente, significa guardar elsábado de Dios. Porque “todo lo que noes de fe, es pecado”.

Bible Echo, 17 Agosto 1896

Fil. 2:13

“Porque Dios es elque en vosotrosobra así el querercomo el hacer, porsu buena voluntad”

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racia sin medida

“Empero a cada uno de nosotros esdada la gracia conforme a la medida deldon de Cristo” (Efe. 4:7). La medida deldon de Cristo es “toda la plenitud de ladivinidad corporalmente”. 72 Eso es cier-to, tanto si se considera desde el puntode vista del don que Dios hizo al dar aCristo, como de la medida del don deCristo, al darse a sí mismo. El don deDios fue su Hijo unigénito, y “en Él habi-taba toda la plenitud de la divinidad cor-poralmente”. Por lo tanto, puesto que lamedida del don de Cristo es la medida dela plenitud de la divinidad corporalmen-te, y dado que esa es la medida de la gra-cia que nos es dada a cada uno de noso-tros, se deduce que a cada uno se nos dagracia sin medida, gracia ilimitada.

Desde el punto de vista de la medidadel don por el que Cristo se nos da a no-sotros, sucede lo mismo; “Se dio a símismo por nosotros”, 73 se dio por nues-tros pecados, y en ello, se dio a sí mismoa nosotros. Puesto que en Él habitabatoda la plenitud de la divinidad corpo-ralmente, y puesto que se dio a sí mismo,concluimos que la medida del don deCristo, en lo que a Él respecta, no es otracosa que la plenitud de la divinidad cor-poralmente. La medida, pues, de la gra-cia que se nos da a cada uno, es la medi-da de la plenitud de su divinidad. Senci-llamente, inconmensurable.

Se mire como se mire, la clara palabradel Señor es que a cada uno de nosotroses dada la gracia según la medida de laplenitud de la divinidad corporalmente;

72 Col. 2:9.73 Tito 2:14.

es decir, gracia sin medida, sin límites:toda su gracia. Eso es bueno. Es cosa delSeñor, es propio de Él, ya que Él es bue-no.

Toda esa gracia ilimitada se nos da en-teramente de forma gratuita “a cada unode nosotros”. 74 A todos, a ti y a mí, talcomo somos. Todo eso es bueno. Necesi-tamos precisamente toda esa gracia a finde ser hechos lo que el Señor quiere queseamos. Y Él es tan condescendientecomo para dárnoslo todo gratuitamente,para que verdaderamente podamos serlo que Él quiere.

El Señor quiere que cada uno de noso-tros seamos salvos, plenamente salvos. Ycon ese fin nos ha dado la misma pleni-tud de la gracia, ya que es la gracia la quetrae la salvación. Está escrito, “la graciade Dios que trae salvación a todos loshombres, se manifestó” (Tito 2:11). Así,el Señor quiere que todos sean salvos,por lo tanto dio toda su gracia, trayendosalvación a todos los hombres. Toda lagracia de Dios se da gratuitamente a ca-da uno, trayendo salvación a todos loshombres. El que la reciban todos, o so-lamente algunos, es otra cuestión. Loque ahora estamos considerando es laverdad y el hecho de que Dios la ha da-do. Habiéndolo dado todo, no quedaninguna duda, aun siendo cierto que elhombre pueda rechazarlo.

El Señor quiere que seamos perfectos,y así está escrito: “Sed, pues, vosotrosperfectos, como vuestro Padre que estáen los cielos es perfecto”. 75 Deseando

74 Efe. 4:7.75 Mat. 5:48.

9A.T. Jones

y sin precio

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que seamos perfectos, nos ha dado a ca-da uno toda su gracia, trayendo la pleni-tud de su salvación a fin de presentar atodo hombre perfecto en Cristo Jesús. 76

El auténtico propósito de ese don de sugracia infinita es que podamos serhechos semejantes a Jesús, quien es laimagen de Dios. Así pues, leemos: “A ca-da uno de nosotros es dada la gracia con-forme a la medida del don de Cristo…para perfección de los santos… hastaque todos lleguemos a la unidad de la fey del conocimiento del Hijo de Dios, a un76 Col. 1:28.77 Efe. 4:7-13.78 Rom. 6:13 (Dios habla hoy)79 2 Cor. 6:1.

varón perfecto , a la medida de la edadde la plenitud de Cristo”. 77

¿Quieres ser semejante a Jesús? Reci-be la gracia tan plena y libremente dada.Recíbela en la medida en que Dios la hadado, no en la medida en la que tú pien-sas que la mereces. Entrégate a ella, a finde que pueda obrar por ti, y en ti, elasombroso propósito para el que ha sidodada, y así sucederá. Te hará semejantea Jesús. Cumplirá el propósito y la vo-luntad de Aquel que la dio. “Entregaos aDios”. 78 “Que no recibáis en vano la gra-cia de Dios”. 79

Review and Herald ,17 Abril 1894

Mateo 5:48

“Sed, pues,vosotros

perfectos, comovuestro Padre

que está en loscielos es perfecto”

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racia…A. T. Jones

Nunca insistiremos demasiado en quebajo el reino de la gracia es tan fácilhacer el bien, como bajo el reino del pe-cado es hacer el mal. Tiene que ser así;ya que si en la gracia no hay más poderque en el pecado, no puede haber salva-ción del pecado. Pero la hay, ningunoque crea en Cristo puede negarlo.

La salvación del pecado depende deque haya más poder en la gracia que enel pecado. Siendo así, allí donde sea elpoder de la gracia el que tenga el control,será tan fácil la práctica del bien, comolo es la del mal en ausencia de ésta.

Ningún hombre encontró difícil hacerel mal, de forma natural. Su gran dificul-tad ha sido siempre hacer el bien. Eso esasí porque de forma natural el hombre esesclavo de un poder –el poder del peca-do–, que es absoluto en su reino. Y portanto tiempo como ese poder gobiernees, no ya difícil, sino imposible hacer elbien que sabe y desea. Pero permítaseque gobierne un poder superior a ese, yentonces ¿no está claro que será tan fácilservir a la voluntad del poder superior,cuando este gobierna, como lo fue el ser-vir a la voluntad del otro poder, cuandoreinaba?

Pero la gracia no es simplemente máspoderosa que el pecado. Si eso fuese re-almente todo lo que hay, incluso sólo coneso habría ya esperanza plena y ánimopara todo pecador en el mundo. Peroeso, por bueno que sea, no lo es todo;hay más: Hay mucho más poder en lagracia del que hay en el pecado. “Dondese agrandó el pecado, tanto más sobre-

abundó la gracia”. 80 Y de la misma formaen que hay mucho más poder en la gra-cia que en el pecado, así también sobre-abunda la esperanza y el ánimo para to-do pecador en el mundo.

Entonces, ¿cuánto más poder hay enla gracia que en el pecado? Permítemeque piense un momento. Permíteme queme haga un par de preguntas. ¿De dóndeviene la gracia? –de Dios: “Gracia y pazde Dios nuestro Padre, y del Señor Jesu-cristo”. 81 ¿De dónde procede el pecado?–del diablo, desde luego. El pecado vienedel diablo, porque el diablo peca desde elprincipio. 82 Pues bien, está tan claro co-mo que dos y dos suman cuatro, que haytanto más poder en la gracia que en elpecado, como tanto más poder hay enDios que en el diablo. Queda igualmenteclaro que el reino de la gracia es el reinode Dios, y que el reino del pecado es elreino de Satán. ¿No resulta igualmentepatente que es tan fácil servir a Dios porel poder de Dios, como fácil era servir aSatán por el poder de éste?

La dificultad está en que muchos in-tentan servir a Dios con el poder deSatán. Y eso es imposible. “O haced elárbol bueno, y su fruto bueno, o haced elárbol corrompido y su fruto dañado”. 83

El hombre no puede coger uvas de losespinos, ni higos de los abrojos84 . Elárbol debe ser hecho bueno, raíz y rama.Tiene que ser renovado. “Es necesario

80 Rom. 5:20.81 1 Cor. 1:3; Fil. 1:2; Col. 1:2; 1 Tes. 1:1.82 1 Juan 3:8.83 Mat. 12:33.84 Mat. 7:16.

10o pecado?

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nacer de nuevo”. 85 “Porque en CristoJesús, ni la circuncisión vale nada, ni laincircuncisión, sino la nueva criatura”. 86

Que nadie pretenda servir a Dios connada que no sea el poder real y vivientede Dios, que lo hace una nueva criatura;con nada que no sea la gracia super-abundante que condena el pecado en lacarne, y que reina en justicia para vidaeterna, por Cristo Jesús Señor nuestro.Entonces el servicio a Dios será verdade-ramente “en novedad de vida”; 87 enton-ces su yugo vendrá a ser “fácil” en ver-dad, y su carga “ligera”. 88 Entonces osalegraréis “con gozo inefable y glorifica-do”89 en su servicio.

¿Encontró Jesús alguna vez difícilhacer el bien? Todos diremos rápida-mente, No. Pero ¿por qué? Él fue tanhumano como lo somos nosotros, tomóla misma carne y sangre que nosotros. “Yaquel Verbo fue hecho carne, y habitóentre nosotros”. 90 Y el tipo de carne que“fue hecho” fue precisamente el queexistía en este mundo. “Debía ser en to-do semejante a los hermanos”. 91 ¡“En to-do”! No dice en casi todo. No hay excep-ción. Fue hecho en todo como nosotros.Por Él mismo, era tan débil como lo so-mos nosotros, ya que dijo: “No puedo yode mí mismo hacer nada”. 92

¿Por qué, pues, siendo hecho en todocomo nosotros, le fue siempre fácil hacerel bien? Porque nunca confió en sí mis-mo, sino que su confianza fue siempresolamente en Dios. Dependió entera-mente de la gracia de Dios. Siemprebuscó servir a Dios, solamente con elpoder de Dios. Por lo tanto, el Padremoró en Él, e hizo las obras de justicia. 93

85 Juan 3:7.86 Gá l. 6:15.87 Rom. 6:4.88 Mat. 11:30.89 1 Pedro 1:8.90 Juan 1:14.91 Heb. 2:17.92 Juan 5:30.93 Juan 14:10.

Por lo tanto, siempre le resultó fácilhacer el bien. Pero como Él, así estamosnosotros en este mundo. Nos ha dejadoun ejemplo, para que podamos seguirsus pasos. “Dios es el que en vosotrosobra así el querer como el hacer, por subuena voluntad”, 94 lo mismo que sucediócon Él. A Él ha sido dado todo poder enel cielo y en la tierra; y desea que seamos“corroborados con potencia en el hom-bre interior por su Espíritu”, “conformea las riquezas de su gloria”. 95 “En Élhabita toda la plenitud de la divinidadcorporalmente”; 96 y Él os corrobora conpotencia en el hombre interior por suEspíritu, para “que habite Cristo por la feen vuestros corazones”, “para que seáisllenos de toda la plenitud de Dios”. 97

Cierto, Cristo participó de la naturale-za divina, y así lo hacéis vosotros, si soishijos de la promesa, y no de la carne; yaque mediante las promesas sois “hechosparticipantes de la naturaleza divina”. 98

Nada se dio a Cristo, en este mundo, ynada tenía, que no te sea dado gratuita-mente, o que no puedas tener.

Todo eso es con el fin de que puedasandar en novedad de vida, no sirviendoasí al pecado; para que seas siervo úni-camente de la justicia; para que puedasser liberado del pecado; para que el pe-cado no tenga dominio sobre ti; para quepuedas glorificar a Dios en la tierra; ypara que puedas ser semejante a Jesús.Por lo tanto, “a cada uno de nosotros esdada la gracia conforme a la medida deldon de Cristo… hasta que todos llegue-mos a la unidad de la fe y del conoci-miento del Hijo de Dios, a un varón per-fecto, a la medida de la edad de la pleni-tud de Cristo”. 99 Y “os exhortamos tam-bién a que no recibáis en vano la graciade Dios”. 100

Review and Herald , 1 Setiembre 189694 Fil. 2:13.95 Efe. 3:16.96 Col. 2:9.

97 Efe. 3:17,18.98 2 Pedro 1:4.99 Efe. 4:7,13.

100 2 Cor. 6:1.

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o recibáis en vano

¿Está al alcance de todo creyente la gra- uno a la perfección en Cristo Jesús –acia suficiente para guardarlo del pecado?Sí, ciertamente. Todos pueden tener lagracia suficiente para ser guardados depecar. Se ha dado gracia abundante, yprecisamente con ese propósito. Si al-guien no la posee, no es porque no sehaya dado suficiente medida de ella; sinoporque no toma aquello que se dio. “Acada uno de nosotros es dada la graciaconforme a la medida del don de Cristo”(Efe. 4:7). La medida del don de Cristoes Él mismo en su plenitud, y es la medi-da de “toda la plenitud de la divinidadcorporalmente”. 101 La plenitud de la di-vinidad es realmente inconmensurable,sin medida; no conoce límites, es sim-plemente lo infinito de Dios. Y esa esprecisamente la medida de la gracia quese nos da a cada uno de nosotros. La in-finita medida de la plenitud de la divini-dad es lo único que puede expresar laproporción de gracia que se da a cadahabitante de este mundo. “Donde seagrandó el pecado, tanto más sobre-abundó la gracia”. 102 Esa gracia se da“para que, de la manera que el pecadoreinó para muerte, así también la graciareine por la justicia para vida eterna porJesucristo Señor nuestro”103 , y para queel pecado no se enseñoree de vosotros,pues no estáis bajo la ley, sino bajo lagracia. 104

Es también dada “para perfección de lossantos”. 105 Su objetivo es llevar a cada

101 Col. 2:9.102 Rom. 5:20.103 Rom. 5:21.104 Rom. 6:14.105 Efe. 4:12.

esa perfección que es la medida plena deDios, ya que se da para la edificación delcuerpo de Cristo, “hasta que todos lle-guemos a la unidad de la fe y del cono-cimiento el Hijo de Dios, a un varón per-fecto, a la medida de la edad de la pleni-tud de Cristo”. 106 Es dada “a cada uno denosotros”, “hasta que todos lleguemos” ala perfección, la medida de la edad de laplenitud de Cristo. Se da esa gracia a ca-da uno, allí donde el pecado abundó; ytrae salvación a todo aquel al que se da.Llevándola en sí misma, la medida de lasalvación que trae a cada uno es la medi-da de su propia plenitud, que no es otraque la plenitud de la divinidad.Puesto que se da gracia ilimitada a cadauno, trayendo salvación según la medidade su propia plenitud, si alguno no tienesalvación ilimitada, ¿por qué razón será?Solamente puede ser porque no toma loque se le da.Puesto que a cada cual es dada la graciasin medida, a fin de que reine contra to-do el poder del pecado –tan ciertamentecomo antes reinó el pecado– y a fin deque el pecado no tenga el dominio; siéste tiene todavía el dominio en alguno,¿donde radicará el problema? Sólo pue-de radicar en esto: en que no permitaque la gracia obre por él, y en él, aquellopara lo que fue dada. Frustra la gracia deDios por su incredulidad. En lo que a élconcierne, la gracia de Dios se ha dadoen vano.Pero todo creyente, por su profesión, dafe de que ha recibido la gracia de Dios.

106 Efe. 4:13.

11A. T. Jones

la gracia de Dios

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Por lo tanto, si en el creyente no reina lagracia en lugar del pecado; si la gracia notiene dominio sobre el pecado, está claroque está recibiendo en vano la gracia deDios. Si la gracia no está elevando al cre-yente hacia un varón perfecto, a la medi-da de la edad de la plenitud de Cristo,entonces está recibiendo en vano la gra-cia de Dios. De ahí que la exhortación dela Escritura sea: “Como ayudadores jun-tamente con Él, os exhortamos tambiéna que no recibáis en vano la gracia deDios” (2 Cor. 6:1).La gracia de Dios es totalmente capaz decumplir aquello para lo que se dio, contal que se le permita obrar. Hemos vistoque, puesto que la gracia proviene deDios, el poder de la gracia no es otro queel poder de Dios. Está claro que el poderde Dios es sobradamente capaz de cum-plir todo aquello para lo que fue dado –lasalvación del alma, liberación del pecadoy del poder de éste, el reino de la justiciaen la vida y el perfeccionamiento del cre-yente según la medida de la estatura dela plenitud de Cristo–, con tal que en-cuentre lugar en el corazón y en la vida,para obrar de acuerdo con la voluntad deDios. Pero el poder de Dios lo es “parasalud a todo aquel que cree ”. 107 La incre-dulidad frustra la gracia de Dios. Muchoscreen y reciben la gracia de Dios para lospecados pasados, pero se contentan coneso, y no permiten que el reinado de lagracia contra el poder del pecado ocupeen su alma el mismo lugar que tuvo parasalvarle de los pecados pasados. Esa noes sino otra fase de la incredulidad. Así,en lo que respecta al gran objetivo finalde la gracia –la perfección de la vida a lasemejanza de Cristo–, prácticamente re-ciben la gracia de Dios en vano.“Como ayudadores juntamente con Él,os exhortamos también a que no recibáisen vano la gracia de Dios. (Porque dice:En tiempo aceptable te he oído, y en día

107 Rom. 1:16.

de salud te he socorrido: he aquí ahorael tiempo aceptable; he aquí ahora eltiempo de salud): No dando a nadieningún escándalo, porque el ministerionuestro no sea vituperado”. 108 Ahora, ese“ministerio” no se refiere solamente alministro ordenado para el púlpito; inclu-ye a todo el que recibe la gracia, o quenombra el nombre de Cristo. “Cada unosegún el don que ha recibido, adminís-trelo a los otros, como buenos dispensa-dores de las diferentes gracias de Dios…si alguno ministra, ministre conforme ala virtud…”. 109 Por lo tanto, no es su vo-luntad que se reciba la gracia de Dios envano, a fin de que esa gracia y su benditaobra no puedan ser falsamente represen-tadas ante el mundo, y que eso impidaque los hombres se rindan a ella. Noquiere que nadie reciba la gracia de Diosen vano, ya que cuando así sucede, seocasiona verdaderamente “escándalo” amuchos, y el ministerio de la gracia es vi-tuperado. Sin embargo, cuando la graciade Dios no se recibe en vano, sino que sele da el lugar que le corresponde, no sedará “a nadie ningún escándalo”, y elministerio, no solamente no será vitupe-rado, sino que será honrado.Y a continuación, para mostrar cuáncompleto y abarcante será el reino de lagracia en la vida de quien no la reciba envano, el Señor ha enumerado la siguientelista, que incluye todo aquello en lo quehemos de tenernos como aprobados anteDios. Leámosla atentamente:“En todo como ministros de Dios, enmucha paciencia, en tribulaciones, ennecesidades y angustias, en azotes, encárceles, en alborotos, en trabajos, endesvelos, en ayunos, en pureza, en cono-cimiento, en longanimidad, en bondad,en Espíritu Santo, en amor no fingido,en palabra de verdad, en poder de Dios,en armas de justicia a la derecha y a la

108 2 Cor. 6:1-3.109 1 Ped. 4:10,11.

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izquierda, por honra y por deshonra, porinfamia y por buena fama; como enga-ñadores, pero hombres de verdad; comoignorados, pero bien conocidos; comomuriendo, pero vivos; como castigados,pero no condenados a muerte; como tris-tes, pero siempre gozosos; como pobres,pero enriqueciendo a muchos; como noteniendo nada, pero poseyéndolo to-do”. 110

Esa lista incluye todas las experienciasposibles en la vida de un creyente, en es-

110 2 Cor. 6:4-10.

te mundo. Muestra que allí donde no sereciba en vano la gracia de Dios, estatomará posesión y control de la vida, demanera que toda experiencia será toma-da por la gracia, y nos hará aprobadosante Dios, edificándonos en la perfecciónsegún la medida de la estatura de la ple-nitud de Cristo. “Como ayudadores jun-tamente con Él, os exhortamos tambiéna que no recibáis en vano la gracia deDios”.

Review and Herald ,22 Setiembre 1896

2 Corintios 6:1

“Comoayudadores juntamente con Él,os exhortamos tambiéna que no recibáis envano la gracia de Dios”

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arne de pecadoA. T. Jones

Muchas personas caen en un errorgrave y pernicioso.

Consiste en pensar que su antiguacarne de pecado es erradicada en la con-versión.

En otras palabras, cometen el error depensar que la carne les será quitada,quedando así liberados de ella.

Entonces, cuando comprueban que talcosa no ha sucedido, cuando ven que lamisma vieja carne pecaminosa con susinclinaciones, con sus clamores y seduc-ciones, está aún allí, no pueden aceptareso; caen en el desánimo, y están pron-tos a concluir que jamás han estado re-almente convertidos.

Sin embargo, si recapacitasen un poco,podrían darse cuenta de que todo eso esun error. ¿Acaso no posees exactamenteel mismo cuerpo, tras haber sido conver-tido, que el que tenías antes de la con-versión? ¿No estaba compuesto exacta-mente del mismo material –carne, hue-sos, sangre– antes y después de conver-tirte? A esas preguntas todo el mundocontestará afirmativamente. Y conrazón.

Hagámonos más preguntas: ¿No esesa carne exactamente de la misma cua-lidad que la anterior? ¿No sigue siendocarne humana, carne natural, tan cier-tamente como antes? –A esas preguntastambién responderán todos con un ‘Sí’.

Aún otra pregunta más: Siendo lamisma carne, de la misma cualidad –carne siempre humana–, ¿no sigue sien-do carne tan pecaminosa como la ante-rior?

Aquí precisamente es donde radica elerror de esas personas. A ésta últimapregunta, se sienten inclinados a res-ponder, ‘No’, cuando debiera darse un‘Sí’ decidido. Y eso, por tanto tiempocomo permanezcamos en este cuerponatural.

Cuando se acepta y reconoce constan-temente que la carne de la persona con-vertida sigue siendo carne de pecado, ynada más que carne de pecado, uno estátan plenamente convencido de que en sucarne no mora el bien, que jamás permi-tirá ni una sombra de confianza en lacarne. Siendo así, su sola dependenciaserá en algo muy distinto de la carne,que es en el Espíritu Santo de Dios; lafuente de su fortaleza y esperanza estarásiempre fuera de la carne, estará exclusi-vamente en Jesucristo. Y estando siem-pre en guardia, vigilante y desconfiadode la carne, no esperará ninguna cosabuena a partir de ella, estando así endisposición –mediante el poder de Dios–para rechazar de raíz, y aplastar sincompasión cualquier impulso o sugeren-cia que provengan de ella. De esa mane-ra, no cae, no se desanima, sino que vade victoria en victoria y de fortaleza enfortaleza.

Ves, pues, que la conversión no ponecarne nueva sobre el antiguo espíritu, si-no un nuevo Espíritu sobre la vieja car-ne. No se trata de una carne nueva sobrela antigua mente, sino una mente nuevasobre la antigua carne. La liberación y lavictoria no tienen lugar por la elimina-ción de la naturaleza humana, sino me-diante la recepción de la naturaleza di-

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vina , para dominar y subyugar a lahumana. No tiene lugar quitando la car-ne de pecado, sino enviando el Espíritusin pecado, que conquista y condena alpecado en la carne.

La Escritura no dice. ‘Haya pues envosotros esta carne que hubo también enCristo’, sino que dice, “Haya pues en vo-sotros este sentir [literal: mente ] quehubo también en Cristo Jesús” (Fil. 2:5).

La Escritura no dice, ‘transformaospor la renovación de vuestra carne’, sino“transformaos por la renovación devuestra mente” (Rom. 12:2). Seremos fi-nalmente trasladados por la renovaciónde nuestra carne , pero debemos sertransformados por la renovación denuestra mente .

El Señor Jesús tomó la misma carne ysangre, la misma naturaleza humana quees la nuestra –carne como nuestra carnepecaminosa–, y a causa del pecado, ymediante el poder del Espíritu de Dios,por la mente divina que en Él había,“condenó al pecado en la carne”

(Rom. 8:3). Y ahí está nuestra liberación(Rom. 7:25), ahí nuestra victoria. “Hayapues en vosotros este sentir que hubotambién en Cristo Jesús”. “Y os daré co-razón nuevo, y pondré Espíritu nuevodentro de vosotros”. 111

Nunca te desanimes a la vista de la pe-caminosidad de la carne. Es solamente ala luz del Espíritu de Dios, y por el dis-cernimiento de la mente de Cristo quepuedes ver tanta pecaminosidad en tucarne; y cuanta más de ella veas, cierta-mente más del Espíritu de Dios tienes.Es un indicativo seguro. Por lo tanto,cuando ves abundante pecaminosidad enti, agradece a Dios por haberte dado elEspíritu de Dios que te ha permitidodescubrirla; y ten la seguridad de que“donde se agrandó el pecado, tanto mássobreabundó la gracia; para que, así co-mo el pecado reinó para muerte, la gra-cia reine por medio de la justicia, paravida eterna, mediante nuestro Señor Je-sucristo”. 112

Review and Herald, 18 Abril 1899

112 Rom. 5:20,21.111 Eze. 36:26.

Romanos 5:20,21

“Donde se agrandó el pecado, tantomás sobreabundó la gracia; paraque, así como el pecado reinó paramuerte, la gracia reine por mediode la justicia, para vida eterna,mediante nuestro Señor Jesucristo”

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oA. T. Jones

El incrédulo Israel, careciendo de lajusticia que es por la fe, y por lo tanto, noapreciando el gran sacrificio que hizo elPadre celestial, buscaba la justicia en vir-tud de ofrecerse a sí mismo, y en virtuddel mérito de presentar tal ofrenda.

Se llegó así a pervertir cada fase delservicio, y todo lo que Dios había insti-tuido como un medio de expresar la feviviente, aquello que carecería de todosignificado de no ser por la presencia y elpoder de Cristo mismo en la vida. Y nosolamente eso. No encontrando la paz yel gozo de una justicia satisfecha en nadade lo anterior, acumuló sobre eso lo queel Señor había establecido con otropropósito, pero que ellos pervirtieronsegún designios de su propia invención –añadieron a esas cosas diez mil tradicio-nes, ordenanzas y distinciones capricho-sas de su propia imaginación–, y todo,todo, con la vana esperanza de alcanzarla justicia. Los rabinos enseñaban lo queprácticamente viene a ser una confesiónde desesperación: “Si una persona pu-diese por un solo día guardar toda la ley,sin ofender en ningún punto… Incluso sipudiese guardar ese punto de la ley quetiene que ver con la debida observanciadel sábado, entonces terminarían losproblemas de Israel, y el Mesías vendríapor fin” (Farrar, Life and Work of St.Paul, p. 37. Ver también p. 36 y 83).¿Qué podría describir el frío formalismomás adecuadamente que eso? Sin em-bargo, a pesar de esa reconocida caren-cia en sus vidas, se atribuían aún elmérito suficiente como para tenerse pormucho mejores que los demás, quienes

resultaban no ser mejores que los perros,al ser comparados con ellos.

No sucede tal cosa con quienes son te-nidos por justos por el Señor, sobre unalibre profesión de fe, ya que cuando elSeñor tiene a un hombre por justo, estees realmente justo ante Dios, y por esomismo es separado de entre todos los delmundo. Pero eso no sucede en virtud deninguna excelencia en él mismo, ni porun “mérito” en nada de lo que hayahecho. Es exclusivamente por la excelen-cia del Señor, y por lo que Él ha hecho. Yla persona que disfruta de tal situaciónsabe que por él mismo no es mejor queningún otro, sino que a la luz de la justi-cia de Dios que le es impartida gratuita-mente, él, en la humildad de la verdade-ra fe, está pronto a estimar a los demáscomo mejores que él (Fil. 2:3).

Esa atribución de gran crédito por loque ellos mismos habían hecho, así co-mo el tenerse por mejores que todos losdemás, basado en el mérito de sus reali-zaciones, los condujo directamente a lapropia justicia farisaica. Se creían tansuperiores a cualquier otro pueblo, queni siquiera había base posible para lacomparación. Les parecía una revoluciónabsolutamente descabellada la predica-ción de la verdad de que “no hay acep-ción de personas para con Dios”. 113

Y ¿qué hay de la realidad cotidiana deun pueblo tal, durante todo ese tiempo?–Oh, solamente una vida de injusticia yopresión, malicia y envidia, disensión yfingimiento, calumnia y habladuría,hipocresía y vileza; enorgulleciéndose de

113 Rom. 2:11.

13…al formalismo (I)

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su alta estima por la ley de Dios, y des-honrando a Dios con infracción de laley; 114 con los corazones llenos de homi-cidios, maquinando para derramar lasangre de Uno de sus hermanos, mien-tras que se negaban a cruzar el pretorio,¡“por no ser contaminados”!115 Defenso-res rigurosos del sábado, pero pasandotodo el día espiando traidoramente, yconspirando para asesinar.

Lo que Dios pensaba –y piensa aún–de todo eso, se muestra claramente, aefectos de lo que nos interesa ahora, endos cortos pasajes de la Escritura. Heaquí su palabra a Israel –las diez tribus–estando todavía en “tiempo aceptable”:“Aborrecí, abominé vuestras solemnida-des, y no me darán buen olor vuestrasasambleas. Y si me ofreciereis holocaus-tos y vuestros presentes, no los recibiré;ni miraré a los pacíficos de vuestros en-gordados. Quita de mí la multitud de tuscantares, que no escucharé las salmo-dias de tus instrumentos. Antes corra eljuicio como las aguas, y la justicia comoimpetuoso arroyo” (Amós 5:21-24).

Y a Judá, aproximadamente en lamisma época, dirigió palabras similares:

“Príncipes de Sodoma, oíd la palabrade Jehová; escuchad la ley de nuestroDios, pueblo de Gomorra. ¿Para qué amí, dice Jehová, la multitud de vuestrossacrificios? Harto estoy de holocaustosde carneros, y de sebo de animales grue-sos: no quiero sangre de bueyes, ni deovejas, ni de machos cabríos. ¿Quiéndemandó esto de vuestras manos, cuan-do vinieseis a presentaros delante de mí,para hollar mis atrios? No me traigáismás vano presente: el perfume me esabominación: luna nueva y sábado, elconvocar asambleas, no las puedo sufrir:son iniquidad vuestras solemnidades.Vuestras lunas nuevas y vuestras solem-nidades tienen aborrecida mi alma: me

114 Rom. 2:23.115 Juan 18:28.

son gravosas; cansado estoy de llevarlas.Cuando extendiereis vuestras manos, yoesconderé de vosotros mis ojos: asimis-mo cuando multiplicareis la oración, yono oiré: llenas están de sangre vuestrasmanos. Lavad, limpiaos; quitad la ini-quidad de vuestras obras de ante misojos; dejad de hacer lo malo: Aprended ahacer bien; buscad juicio, restituid alagraviado, oíd en derecho al huérfano,amparad a la viuda. Venid luego, diráJehová, y estemos a cuenta: si vuestrospecados fueren como la grana, como lanieve serán emblanquecidos: si fuerenrojos como el carmesí, vendrán a sercomo blanca lana” (Isa. 1:10-18).

El mismo Señor había establecido esosdías de fiesta y esas solemnes asambleas,ofrendas ardientes, ofrendas de sacrifi-cios animales y sacrificios pacíficos; peroahora dice que las aborrece y que no lasaceptará. Los suaves cantos, ejecutadospor corales bien adiestradas y acompa-ñadas de instrumentos musicales enpomposa exhibición, todo aquello queellos tenían por delicada música , paraDios se había convertido en ruido, y nodeseaba oírlo más.

Nunca había establecido ni un solo díade fiesta, asamblea solemne, sacrificio,ofrenda o canto, para un propósito comoel que le estaban dando. Los había seña-lado como el medio de expresar, en acti-tud de adoración, la fe viviente por lacual el Señor mismo moraría en el co-razón y obraría justicia en la vida, deforma que pudiesen oír con derecho alhuérfano y amparar a la viuda; entoncesel juicio podría correr como las aguas, yla justicia como impetuoso arroyo.

Los cantos elegantes y refinados, sison entonados en clave de exhibiciónvana, no son mas que ruido; mientrasque la sencilla expresión, “Padre nues-tro”, brotando de un corazón tocado porel poder de la fe viviente y genuina,“pronunciada con sinceridad por labios

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humanos, es música”116 que llega a nues-tro Padre celestial, quien “ha inclinado amí su oído” (Sal. 116:2), y trae la divinabendición y fortaleza al alma.

Con ese fin, y no otro, fueron estable-cidas esas cosas; y jamás con la huecapretensión de que el formalismo mortal116 Review and Herald , 11 Septiembre 1894 (Tambié nFCE: 309).

instalado en la iniquidad de un corazóncarnal, produjese la respuesta de justi-cia. Nada la produciría, excepto el lava-cro de los pecados por la sangre del Cor-dero de Dios, y la purificación del co-razón por la fe viviente; sólo eso podríahacer aceptables ante Dios todas aque-llas cosas que Él mismo estableció.

Bible Echo, 28 Enero 1895

Amós 5:21-24

“Quita de mí lamultitud de tuscantares, que noescucharé lassalmo- dias de tusinstrumentos.Antes corra eljuicio como las aguas, y la justiciacomo impetuoso arroyo”

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A.T. Jones

Incluso de este lado de la cruz, en laera en la que debería ser por siempredesechado, el mismo frío formalismo, laapariencia vacía, han sido exaltados yhan afligido a la profesión de cristianis-mo por doquier. Muy pronto irrumpie-ron en la iglesia hombres no convertidos,y se exaltaron a sí mismos en el lugar deCristo. No habiendo hallado la presenciaviviente de Cristo en el corazón medianteuna fe viva, procuraron conservar siem-pre las formas del cristianismo a modode sustituto de la presencia de Cristo, elúnico que puede dar significado y vida aesas formas.

En ese sistema de perversidad, la re-generación tiene lugar mediante la for-malidad del bautismo, e incluso eso, porla mera aspersión de unas gotas de agua;la presencia real de Cristo se encuentraen la “sagrada forma” de la Santa Cena;la esperanza de la salvación radica en es-tar conectado con una forma de la igle-sia. Y así sucesivamente con toda la listade las formas del cristianismo. No es-tando satisfechos con haber pervertidode esa manera las formas divinamenteestablecidas del cristianismo, añadierona eso diez mil invenciones de su propiacosecha, como penitencias, peregrinajes,tradiciones y minucias caprichosas.

Y, como sucedía en la antigüedad –yha sucedido siempre en el culto formalis-ta–, la vida es una pura exhibición con-tinuada de las obras de la carne: con-tiendas, pleitos, hipocresía e iniquidad,persecución, espionaje, traición y todaobra malvada. Tal es el papado.

El espíritu maligno del funesto forma-lismo se ha extendido, no obstante, mu-cho más allá de las fronteras del papadoorganizado. Aflige hoy por igual a todaprofesión de cristianismo, en todo lugar.La profesión de cristianismo del mensajedel tercer ángel tampoco ha escapado to-talmente. Vendrá a ser el mal prevale-ciente en los últimos días, hasta la mis-ma venida del Señor en gloria, en las nu-bes de los cielos.

“Esto también sepas, que en los post-reros días vendrán tiempos peligrosos:Que habrá hombres amadores de símismos, avaros, vanagloriosos, sober-bios, detractores, desobedientes a lospadres, ingratos, sin santidad, sin afecto,desleales, calumniadores, destemplados,crueles, aborrecedores de lo bueno, trai-dores, arrebatados, hinchados, amado-res de los deleites más que de Dios; te-niendo apariencia de piedad, mashabiendo negado la eficacia de ella : y aestos evita” (2 Tim. 2:1-5).

Esa tan extendida forma de piedaddesprovista de su poder, y que incluso loniega, es el funesto formalismo contra elque tenemos que luchar la buena batallade la fe. La fe viva que trae al mundo elmensaje del tercer ángel, tiene por fin elsalvarnos de ser engullidos en esa mareamundial de formalismo mortífero.

Ahora, en lo que respecta a ti perso-nalmente, ¿tienes un formalismo mortal,o una fe viviente? ¿Tienes la forma de lapiedad sin su poder?, ¿o tienes, median-te una fe viviente, la presencia y el poderdel Salvador viviendo en el corazón,dando divino significado, vida y gozo a

o 14…al formalismo (II)

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todas las formas de adoración y servicioque Cristo estableció; y obrando lasobras de Dios y manifestando los frutosdel Espíritu en la totalidad de la vida?

Excepto como un medio de encontraral Salvador viviente –Cristo, en la Pala-bra , y la fe viva de Él–, hasta esa mismaPalabra podría venir a resultar hoy en unmortal formalismo, lo mismo que fue enlo antiguo cuando Él estuvo en la tierra.Les dijo entonces, “Escudriñad las Escri-turas, porque a vosotros os parece queen ellas tenéis la vida eterna ; y ellas sonlas que dan testimonio de mí. Y no quer-éis venir a mí, para que tengáis vida ”(Juan 5:39-40).

Ellos pensaban encontrar la vida eter-na en las Escrituras sin Cristo, esto es,cumpliéndolas ellos mismos. Pero está

escrito “que Dios nos ha dado vida eter-na, y esta vida está en su Hijo”, cuandoencontramos a Cristo en las Escrituras.No en la letra de las Escrituras sin Cris-to, porque ellas son las que dan testimo-nio de Él. Ese es justamente el propósitode las Escrituras. Por lo tanto, “el quetiene al Hijo, tiene la vida: el que no tie-ne al Hijo de Dios, no tiene la vida”(1 Juan 5:11,12).

“La verdadera piedad eleva los pen-samientos y acciones; entonces las for-mas externas de la religión armonizancon la pureza interior del cristiano; en-tonces las ceremonias que el servicio deDios requiere no son ritos carentes designificado, como los de los fariseoshipócritas” (Spirit of Prophecy , vol. 2, p.219).

Bible Echo, 4 Febrero 1895

Juan 5:39-40

“Escudriñad las Escrituras,porque a vosotros osparece que en ellastenéis la vida eterna ;y ellas son las que dantestimonio de mí.Y no queréis venir a mí, para quetengáis vida ”

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inistros

A. T. Jones

A partir de la lista que Dios nos pro-porciona en 2ª de Corintios 6:1-10, que-da claro que no hay nada que pueda so-brevenir a la vida del creyente en Cristo,que la gracia de Dios no pueda transfor-mar en una bendición para él, y que nosirva para otra cosa que para avanzarhacia la perfección en Cristo Jesús. Eso,y no otra cosa, es lo que siempre hará lagracia de Dios, si el creyente permite queel Señor obre según su voluntad en la vi-da de él; si éste permite que la gracia re-ine. Es así que “todo esto es para vuestrobeneficio”; 117 y es así como “a los que aDios aman, todas las cosas les ayudan abien”. 118 Eso es maravilloso, es realmenteglorioso. Es la salvación misma. Es asícomo Dios hace que “siempre triunfemosen Cristo Jesús”. 119

No obstante, eso no es más que la mi-tad de la historia. El propósito del Señorno es solamente salvar al que cree, sinoemplearlo para ministrar a todos losdemás el conocimiento de Dios, a fin deque ellos también puedan creer. No de-bemos pensar que la gracia y los donesdel Señor son solamente para nosotros.Cierto, primeramente son para nosotros,pero eso es así con el propósito de queno solamente seamos salvos nosotros,sino con el fin de capacitarnos para seruna bendición a todos los demás al co-municarles el conocimiento de Dios. De-bemos participar nosotros mismos de lasalvación, antes de poder atraer a ella a

117 2 Cor. 4:15.118 Rom. 8:28.119 2 Cor. 2:14.

los demás. Por lo tanto leemos: “Cadauno según el don que ha recibido, ad-minístrelo a los otros, como buenos dis-pensadores de las diferentes gracias deDios”. 120 “Y todo esto es de Dios, el cualnos reconcilió a sí por Cristo; y nos dio elministerio de la reconciliación”. 121

Todo el que recibe la gracia de Dios,recibe a la vez con ella el ministerio oadministración de esa gracia a todos losdemás. Todo aquel que se encuentra re-conciliado con Dios, junto a esa reconci-liación, recibe el ministerio de la reconci-liación a los otros. Aquí se aplica tam-bién la exhortación, “…que no recibáisen vano la gracia de Dios”. 122 ¿Estás par-ticipando de la gracia? Entonces ad-minístrala a los otros; no la recibas envano. ¿Fuiste reconciliado con Dios? En-tonces sabe también que Él te enco-mendó el ministerio de la reconciliación.¿Has recibido ese ministerio en vano?

Si no recibimos en vano la gracia deDios, si le permitimos reinar, el Señorhará que nos presentemos en todo comoministros aprobados de Dios. Esa es laverdad. El Señor dice que es así, y así es.“Nos presentamos en todo como minis-tros de Dios”. 123 Es decir, estaremos entodo comunicando a otros el conoci-miento de Dios. El Señor se propone, nosólo que “siempre triunfemos en CristoJesús” en lo referente a nosotros, sinotambién que manifestemos “el olor de suconocimiento por nosotros en todo lu-

120 1 Ped. 4:10.121 2 Cor. 5:18.122 2 Cor. 6:1.123 2 Cor. 6:4.

15de Dios

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gar”. 124 Significa que su plan es que através nuestro manifestemos a todos, yen todo lugar, el conocimiento de Él.

No lo podemos lograr por nosotrosmismos. Él lo hará por medio de noso-tros. Debemos cooperar con Él. Debe-mos ser sus colaboradores. Cuando pro-cedamos de tal modo, ciertamente haráque triunfemos siempre en Cristo, y harátambién manifiesto el conocimiento deÉl mismo, por nuestro medio, en todolugar. Gracias al Señor porque es pode-roso para hacer tal cosa. Nunca digas, nisiquiera pienses que no puede hacerlo através de ti. Puede. Lo hará, si no recibessu gracia en vano; si permites que la gra-cia reine; si cooperas juntamente con Él.

Es cierto que hay un misterio en cuan-to a cómo puede ser esto así. Es un mis-terio el cómo puede Dios hacer manifies-to el conocimiento de sí mismo mediantepersonas como tú y yo, en todo lugar. Sinembargo, por misterioso que sea, es lapura verdad. ¿Acaso no creemos en losmisterios de Dios? Ciertamente loscreemos. Entonces no olvidemos nuncaque el misterio de Dios es Dios manifes-tado en la carne. Y tú y yo somos carne.Por lo tanto, el misterio de Dios es Diosmanifestado en ti y en mí, que creemos.Créelo.

Es necesario recordar, no obstante,que el misterio de Dios no es Dios mani-festado en carne impecable, sino Diosmanifestado en carne pecaminosa. Nohabría ningún misterio en que Dios semanifestase a sí mismo en carne impe-cable –sin ningún tipo de relación con elpecado. No habría ahí misterio. Pero quepueda manifestarse en carne lastradapor el pecado, y por todas las tendenciasal pecado, tal como sucede con la nues-tra, eso es un misterio. Sí, es el misteriode Dios. Y es un hecho glorioso. Graciasal Señor por ello. Créelo. Ante el mundoentero, y para el gozo de todos sus habi-

124 2 Cor. 2:14.

tantes, demostró en Cristo Jesús que esegran misterio es un hecho en la expe-riencia humana. “Así que, por cuanto loshijos participaron de carne y sangre, Éltambién participó de lo mismo”. 125 “Porlo cual, debía ser en todo semejante a loshermanos”. 126 Dios, por lo tanto, “al queno conoció pecado, hizo pecado por no-sotros”. 127 “Jehová cargó en Él el pecadode todos nosotros”. 128 Así, en nuestracarne, tomando nuestra naturaleza las-trada con la iniquidad, y siendo Él mis-mo hecho pecado, Cristo Jesús vivió eneste mundo, tentado en todo como noso-tros; y sin embargo, Dios le hizo triunfarsiempre, e hizo manifiesto el olor de suconocimiento, mediante Él, en todo lu-gar. Así, Dios fue manifestado en carne,en nuestra carne, en carne humana afec-tada por el pecado –hecho Él mismo pe-cado–, y débil y tentada como lo es lanuestra. El misterio de Dios fue así dadoa conocer a todas las naciones para laobediencia a la fe. ¡Oh, créelo!

Ese es el misterio de Dios, hoy y porsiempre: Dios manifestado en la carne,en carne humana, en carne agobiada porel pecado, tentada y probada. En esacarne, Dios hará manifiesto el conoci-miento de sí mismo, allí donde haya uncreyente. ¡Créelo y alaba su santo nom-bre!

Tal es el misterio que, en el mensajedel tercer ángel, debe darse hoy nueva-mente a conocer a todas las naciones,para la obediencia de la fe. Ese es el mis-terio de Dios, que en estos días debe ser“consumado”129 . No solamente consu-mado en el sentido de llegar a su términoen relación al mundo, sino consumadoen el sentido de alcanzar su plenitud ensu gran obra en el creyente . Es tiempo deque el misterio de Dios sea consumado,

125 Heb. 2:14.126 Heb. 2:17.127 2 Cor. 5:21.128 Isa. 53:6.129 Apoc. 10:7.

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en el sentido de que Dios tiene que sermanifestado en la carne de cada verda-dero creyente, allí donde éste se encuen-tre. Esto equivale, de hecho y en verdad,a guardar los mandamientos de Dios y lafe de Jesús.

“Tened buen ánimo, yo he vencido almundo”130 –he revelado a Dios en la car-ne. Nuestra fe es la victoria que vence almundo. Entonces y ahora, “a Dios gra-cias, el cual hace que siempre triunfemos

130 Juan 16:33.131 2 Cor. 2:14.

en Cristo Jesús, y manifiesta el olor desu conocimiento por nosotros en todolugar”. 131

Review and Herald , 29 Setiembre 1896

Juan 16:33

“Estas cosas oshe hablado para

que en mítengáis paz.En el mundo

tendréisaflicción; pero

confiad, yo he vencido al mundo”

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uardados

En la vida cristiana, todo depende dela palabra de Dios. Es cierto que Dios espoderoso para guardarnos sin pecar –ytal es su deseo–; pero eso debe tener lu-gar mediante su palabra. Leemos, “por lapalabra de tus labios yo me he guardadode las vías del destructor”. 132 “En mi co-razón he guardado tus dichos, para nopecar contra ti”. 133 Tal es el camino queDios ha establecido, y ningún otro lleva asu cumplimiento.

No es que sea el único camino porqueÉl decidió arbitrariamente que tal debíaser, para poner luego a los hombres bajola obligación de seguirlo. Su palabra esel camino de la salvación y el camino dela santificación (el vivir del cristiano),porque esa es la manera en la que Diosobra; es así como se manifiesta a sí mis-mo. En el principio creó todas las cosaspor su palabra; es por ella que hace delhombre una nueva criatura; y será por supalabra como creará nuevamente estemundo y todas las cosas que le pertene-cen. “Por la palabra de Jehová fueronhechos los cielos, y todo el ejército de suboca por el espíritu de su boca… porqueÉl dijo, y fue hecho; Él mandó, y exis-tió”. 134 “Y el que estaba sentado en eltrono dijo: He aquí, yo hago nuevas to-das las cosas… y díjome: Hecho es”. 135

No es solamente que los mundos fue-sen creados por la palabra de Dios:además, son sustentados igualmente porella. “Los cielos fueron en el tiempo anti-

132 Sal. 17:4.133 Sal. 119:11.134 Sal. 33:6,9.

guo, y la tierra que por agua y en aguaestá asentada, por la palabra de Dios;por lo cual el mundo de entonces perecióanegado en agua: Mas los cielos que sonahora, y la tierra, son conservados por lamisma palabra”. 136 De la misma forma,el cristiano no es solamente hecho unanueva criatura por la palabra de Dios,sino que es guardado, sustentado y ali-mentado para su crecimiento, por lamisma palabra. Dios sostiene “todas lascosas”137 por su poderosa palabra, y elcristiano no es menos parte de todasesas cosas, que cualquiera de los mun-dos.

Nadie puede poner en duda que es elSeñor quien mantiene a todos los mun-dos en su lugar. Pero el Señor no sóloguarda y sostiene los mundos, sino “to-das las cosas”. Eso es tan cierto para elcristiano, como para cualquier estrelladel firmamento, o para cualquier mundodel universo. Nadie pondrá en duda quees el Señor quien guía y sostiene las es-trellas y los mundos, por su palabra. Deigual modo, la palabra del Señor es laque sostiene y guía al cristiano por elbuen camino.

Todo el que profesa el nombre de Cris-to, debe creer y depender de lo anterior.Tú y yo no podemos mantenernos pornosotros mismos en el buen camino,más de lo que podrían hacerlo la tierra oel sol. El cristiano depende tan cierta-mente como los astros de la palabra de

136 2 Ped. 3:5-7.137 Hech. 17:24 (Tambié n Prov. 26:10; Isa. 44:24; Jer.10:16;51:9).

16por su PalabraA. T. Jones

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Dios, de forma que el cristiano es tanciertamente guardado en el camino delSeñor, como lo es cualquier otro planetadel universo. Está escrito que Dios “espoderoso para guardaros sin caída”, 138 yañade, “siempre te sustentaré con ladiestra de mi justicia”. 139 “Se afirmará,porque el Señor tiene poder para soste-nerlo”. 140

Oh, cristiano que luchas y desfalleces,¿no te parece esa palabra que sostienelos mundos infinitos poderosa para sos-tenerte a ti? Confía en esa palabra. De-pende incondicionalmente de ella. Repo-sa sobre ella por completo, y hallarásdescanso en ella. Confía en que el Señorte sostiene, como sostiene al sol. Su pa-labra es la que sostiene al sol, y Él tehabla una y otra vez, diciéndote: “no te-mas, que yo soy contigo; no desmayes,que yo soy tu Dios que te esfuerzo.Siempre te ayudaré, siempre te susten-taré con la diestra de mi justicia”. 141 Teguardaré, mío eres tú. “No te desampa-

raré, ni te dejaré”. 142 No te dejaré hastaque haya obrado en ti lo que mi palabrate ha dicho.

“La palabra de Dios es viva y eficaz”. 143

Significa que rebosa poder y vida, parahacer por ti, contigo y en ti, todo lo quela palabra dice. Cree en esa palabra,confía en ella: es la palabra del Dios vi-viente, la palabra del Salvador compasi-vo. “Recibid con mansedumbre la pala-bra ingerida, la cual puede hacer salvasvuestras almas”. 144 “Ahora, hermanos, osencomiendo a Dios, y a la palabra de sugracia; que es poderosa para sobreedifi-caros”. 145 “La palabra de Cristo habite envosotros en abundancia”. 146 “Gracias a lafe, sois guardados por el poder deDios”. 147 El poder de Dios se hace mani-fiesto mediante su palabra, por lo tanto,su palabra es poderosa. La fe viene por eloír la palabra de Dios; por lo tanto, es lapalabra fiel, la palabra de fe. Cuando di-ce que gracias a la fe somos guardadospor el poder de Dios, no es sino otraforma de decir que sois guardados por lapalabra de Dios “para alcanzar la salva-ción que será revelada en el último tiem-po”. Cree esa palabra, confía en ella, yexperimenta su poder para sostenerte.

Review and Herald, 13 Octubre 1896147 1 Ped. 1:5.

138 Jud. 24.139 Isa. 41:10.140 Rom. 14:4.141 Isa. 41:10.142 Heb. 13:5.143 Heb. 4:12.144 Sant. 1:21.145 Hech. 20:32.146 Col. 3:16.

1 Pedro 1:5

“Gracias a la fe, sois guardadospor el poder de Dios”.

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“Porque como desciende de los cielosla lluvia, y la nieve, y no vuelve allá, sinoque harta la tierra, y la hace germinar yproducir, y da simiente al que siembra, ypan al que come, así será mi palabra quesale de mi boca: no volverá a mí vacía,antes hará lo que yo quiero, y será pros-perada en aquello para que la envié”. 148

La tierra puede dar vegetación sólo sirecibe humedad de la lluvia y la nieve.Sin ellas, todo se secaría y moriría. Talocurre con la vida del hombre y la pala-bra de Dios. Sin la palabra de Dios, la vi-da del hombre es tan estéril en cuanto alpoder y al bien, como lo es la tierra allídonde no llueve. Pero permítase sola-mente que la palabra de Dios caiga sobreel corazón, como las lluvias lo hacen so-bre la tierra; entonces la vida vendrá aser fresca y embellecida con el gozo y lapaz del Señor, y cargada de los frutos dejusticia que proceden de Jesucristo.

Observa, no obstante, que no eres túquien “hará lo que Yo quiero” (la volun-tad de Dios); sino que es la palabra quienlo debe hacer. No se trata de que leas uoigas la palabra de Dios, y digas, ‘ yo ten-go que hacerlo’, o ‘ yo lo haré’. Debesabrir tu corazón a esa palabra, a fin deque ella cumpla en ti la voluntad de Dios.No eres tú quien debe hacerlo, sino ella .La palabra de Dios misma es quien lohará, y tú se lo has de permitir. “La pala-bra de Cristo habite en vosotros enabundancia”. 149

En otro lugar se expresa así: “Cuandorecibisteis la palabra de Dios que oísteisde nosotros, la aceptasteis, no como pa-

labra de hombres, sino según es en rea-lidad, la palabra de Dios, que obra envosotros los que creéis”. 150 De forma quees la palabra de Dios la que debe obraren ti. No eres tú quien debe obrar paracumplir la palabra de Dios, sino que lapalabra de Dios debe obrar en ti parahacer que tú la cumplas. “Por eso meafano, luchando con la fuerza de Cristoque actúa poderosamente en mí”. 151

Siendo que la palabra de Dios es vi-viente y llena de poder, cuando se lepermite obrar en la vida de alguien, ac-tuará poderosamente. Puesto que se tra-ta de la palabra de Dios, el poder del queestá llena, no es otro que el poder deDios; y al permitírsele actuar en la vida,se manifestará en ella la obra de Dios.Actuará poderosamente. Dios es el queen vosotros obra así el querer como elhacer, por su buena voluntad. 152 La pala-bra “hará lo que Yo quiero”. Permíteselo.

A partir de lo dicho por las Escrituras,se deduce que debemos considerarsiempre a la palabra de Dios como lle-vando en ella misma su cumplimiento.Esa es la gran verdad presentada pordoquiera, en la Biblia. Es la gran diferen-cia entre la palabra de Dios y la del hom-bre. Es la diferencia destacada en el pa-saje que dice, “Cuando recibisteis la pa-labra de Dios que oísteis de nosotros, laaceptasteis, no como palabra de hom-bres, sino según es en realidad, la pala-bra de Dios, que obra en vosotros los quecreéis”. 3

En la palabra del hombre no hay po-der para cumplir lo que dice. No importa

148 Isa. 55:10,11.149 Col. 3:16.

150 1 Tes. 2:13.151 Col. 1:29.152 Fil. 2:12.

l Poderde la Palabra (I)

1A. T. Jones7

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cuál sea la habilidad del hombre parallevar a cabo lo que dice, no hay ningúnpoder en su misma palabra, que cumplalo que dice. La palabra de un hombrepuede expresar la realización de algomuy fácil para él, y podemos estar muyconvencidos de que lo hará. No obstante,su cumplimiento depende absolutamen-te del hombre mismo, aparte de su pa-labra . No es su palabra la que obra, sinoque él mismo debe hacerlo; por lo tanto,es exactamente igual que si jamás hubie-se pronunciado palabra alguna. Así es lapalabra del hombre.

No sucede lo mismo con la palabra deDios. Cuando Dios pronuncia la palabra,en el mismo momento, hay en esa pala-bra el poder viviente para cumplir lo queesa palabra expresa. No hay la másmínima necesidad de que Dios empleecualquier otro medio que no sea la pala-bra misma, para cumplir lo pronunciado.La Biblia está llena de ilustraciones alpropósito, y quedaron escritas para ins-truirnos sobre el particular: para queconsideremos la Palabra como palabrade Dios, y no como palabra del hombre;y para que la podamos recibir como loque es en realidad, la palabra de Dios, afin de que ella pueda obrar poderosa-mente en nosotros la buena voluntad deDios.

“Por la palabra de Jehová fueronhechos los cielos, y todo el ejército deellos por el espíritu de su boca… porqueÉl dijo, y fue hecho; Él mandó, y exis-tió”. 153 “Por la fe entendemos que losmundos fueron formados por la palabrade Dios, de modo que lo que se ve, fuehecho de lo que no se veía”. 154 En el prin-cipio, no existían para nada los mundos.Es más, ni siquiera existía la materia dela que están compuestos: No había nada.Entonces, Dios habló, y todos los mun-dos vinieron a existir, cada uno en su lu-gar. ¿De dónde vinieron, pues, los mun-dos? Antes de hablar, no había ninguno.

Cuando habló, helos ahí. ¿De dónde vi-nieron? ¿Qué los produjo? ¿Qué fue loque produjo el material del que estánhechos? ¿Qué los trajo a la existencia?Fue la palabra pronunciada la que creótodo. Y lo hizo porque era la palabra deDios. Había en esa palabra la divinidadde vida y espíritu, el poder creador parahacer todo lo que la palabra decía. Así esla palabra de Dios.

“Esta es la palabra que por el evange-lio os ha sido anunciada”. 155 En la Biblia,la palabra de Dios es la misma, la mismaen vida, en espíritu, en poder creador,que aquella que hizo los cielos y todo elejército de ellos. Fue Jesucristo quienpronunció la palabra en la creación; es Élquien pronuncia la palabra en la Biblia.En el principio, la palabra que pronun-ció, creó los mundos; en la Biblia, la pa-labra que pronuncia salva y santifica elalma. En el principio, su palabra creó loscielos y la tierra; en la Biblia, su palabracrea en Cristo Jesús al hombre que reci-be esa palabra. En ambos casos, y en to-da la obra de Dios, es la palabra la quelo efectúa.

Permite que la palabra de Cristo moreen ti abundantemente. Recíbela, no co-mo palabra de hombre, sino como es enverdad, la palabra de Dios, que obra po-derosamente en ti. Entonces, “como des-ciende de los cielos la lluvia, y la nieve, yno vuelve allá, sino que harta la tierra, yla hace germinar y producir, y da simien-te al que siembra, y pan al que come, asíserá mi palabra que sale de mi boca: novolverá a mí vacía, antes hará lo que yoquiero, y será prosperada en aquello pa-ra que la envié ”. 1 “A vosotros es enviadala palabra de esta salud”. 156 “Y ahora,hermanos, os encomiendo a Dios, y a lapalabra de su gracia; que es poderosapara sobreedificaros, y daros herenciacon todos los santificados”. 157

Review and Herald , 20 Octubre 1896

153 Sal. 33:6,9.154 Heb. 11:3..

155 1 Ped. 1:25.156 Hech. 26:13.157 Hech. 20:32.

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Hemos visto que el poder inherente ala palabra de Dios es suficiente, median-te la simple pronunciación ésta, paracrear los mundos. Al ser dicha hoy alhombre, es también suficiente para crearde nuevo, en Cristo Jesús, a todo el quela reciba.

En el capítulo ocho de Mateo hallamosel relato de un centurión que vino aJesús, rogándole así: “Señor, mi mozoyace en casa paralítico, gravementeatormentado. Y Jesús le dijo: yo iré y lesanaré. Y respondió el centurión, y dijo:Señor, no soy digno de que entres debajode mi techado; mas solamente di la pa-labra , y mi mozo sanará… EntoncesJesús dijo al centurión: Ve, y como creís-te te sea hecho. Y su mozo fue sano en elmismo momento”. 158

Ahora ¿qué fue lo que el centurión es-peró que curase a su siervo? “Solamen-te… la palabra”, que Jesús pronunciaría.Y después que se hubo dicho la palabra,¿de qué debió depender el centurión, yen qué debió esperar, para el poder sa-nador? Solamente… la palabra. No es-peró que el Señor lo efectuase de algunaotra manera que no fuese por su palabra.Escuchó la palabra, “Ve, y como creístete sea hecho”. La aceptó verdaderamentecomo palabra de Dios y esperó y depen-dió de ella, para el cumplimiento de loque había dicho. Y así resultó. Tal es hoyla palabra de Dios, tan ciertamente comolo fue en el día en que se pronunció ori-ginalmente. No ha perdido un ápice desu poder, ya que esa palabra de Dios “vi-

ve y permanece para siempre”. 159

En Juan 4:46-52 se nos relata cómocierto noble, cuyo hijo estaba enfermo enCapernaum, vino a Jesús en Caná de Ga-lilea, “y rogábale que descendiese, y sa-nase a su hijo, porque se comenzaba amorir. Entonces Jesús le dijo: Si no vie-reis señales y milagros, no creeréis. Eldel rey le dijo: Señor, desciende antesque mi hijo muera. Dícele Jesús: Ve, tuhijo vive. Y el hombre creyó a la palabraque Jesús le dijo, y se fue. Y cuando ya éldescendía, los siervos le salieron a reci-bir, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijovive. Entonces él les preguntó a qué horacomenzó a estar mejor. Y dijéronle: Ayera las siete le dejó la fiebre. El padre en-tonces entendió que aquella hora eracuando Jesús le dijo: Tu hijo vive”.

Ese es el poder de la palabra de Diospara aquel que la recibe como lo que esen verdad: palabra de Dios. Ese es el po-der “que obra en vosotros los que cre-éis”. 160 Esa es la manera en la que la pa-labra de Dios cumple su designio enquienes la reciben, y le permiten moraren ellos. Obsérvese que en ambos casosel hecho se produjo en el mismo mo-mento de pronunciarse la palabra. Véasetambién que ninguno de los dos enfer-mos estaba en la presencia inmediata deJesús, sino a considerable distancia –elúltimo, al menos a un día de camino dellugar en el que Jesús habló al noble. Sinembargo, se curó instantáneamente alser pronunciada la palabra. Y esa pala-bra está viva y llena de poder hoy, tan

158 Mat. 8:5-13. 159 1 Ped. 1:22.160 1 Tes. 2:13.

l Poder

de la Palabra (II)1

A. T. Jones8

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ciertamente como entonces, para todo elque la recibe de la forma en que fue reci-bida en aquella ocasión. La fe consiste enaceptar esa palabra como palabra deDios, y en depender de ella para que re-alice lo que dice. Cuando el centurión di-jo, “solamente di la palabra, y mi mozosanará”, Jesús dijo a los que estaban al-rededor, “De cierto os digo, que ni aunen Israel he hallado fe tanta”. 161 Ojalápueda hallar hoy, por todo Israel, esa “fetanta”.

Jesús nos dice a cada uno de nosotros,“vosotros ya estáis limpios por la palabraque os he hablado”. Esa purificación, olavacro, tiene lugar por la palabra . ElSeñor no se propone limpiarte de ningu-na otra manera que no sea por su pala-bra que él mismo ha pronunciado. Sola-mente de ella debes esperar el poder quepurifica, recibiéndola verdaderamentecomo la palabra de Dios que actúa pode-rosamente en ti, y cumplirá el designiode ella. No es el propósito de Dios hacer-te puro de otra forma que no sea por elpoder de sus puras palabras morando enti.

Un enfermo de lepra dijo a Jesús,“¡Señor, si tú quieres, puedes limpiar-me!”. Jesús le respondió: “ ‘¡Así lo quie-ro! ¡Sé limpio!’ Y al instante quedó lim-

pio de su lepra”. 162 ¿Estás clamando acausa de la lepra del pecado? ¿Le has di-cho, o le dirás ahora, “Señor, si tú quie-res, puedes limpiarme”? Él te responde:‘¡Así lo quiero! ¡Sé limpio!’. Y al instantequedas limpio , tan ciertamente como su-cedió con aquel otro enfermo de lepra.Cree la palabra, y alaba a Dios por supoder sanador. No apliques tu fe a creerlo que le sucedió a aquel leproso, sinocree en lo que respecta a ti, aquí, ahora.Inmediatamente. Para ti es la palabra:“¡Sé limpio!”. Acéptala, como hicieronaquellos en lo antiguo, obrando inmedia-tamente en ti la buena voluntad del Pa-dre.

Que todos los que invocan el nombrede Cristo reciban esa palabra hoy, comopalabra de Dios que es, dependiendo deella para el cumplimiento de lo que dice.Entonces, será ahora realidad, para glo-ria de Dios, que “así como Cristo amó ala iglesia, y se entregó a sí mismo porella, para santificarla limpiándola en ellavacro del agua por la palabra, para pre-sentársela gloriosa para sí, una iglesiaque no tuviese mancha ni arruga, ni cosasemejante; sino que fuese santa y sinmancha”163 .

Review and Herald, 27 Octubre 1896

163 Efe. 5:25-27.161 Mat. 8:10.162 Mat. 8:2,3.

Mateo 8:2,3

“¡Señor, si tú quieres, puedeslimpiarme!”. Jesús le respondió:‘¡Así lo quiero! ¡Sé limpio!’ Y al instantequedó limpio de su lepra”.

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“Mas ahora, sin la ley, la justicia deDios se ha manifestado, testificada por laley y por los profetas: La justicia de Diospor la fe de Jesucristo, para todos losque creen en Él; porque no hay diferen-cia; por cuanto todos pecaron, y estándestituidos de la gloria de Dios”. 164

La justicia de Dios es lo primero quedebe buscar todo hombre. “Buscad pri-meramente el reino de Dios y su justi-cia”. 165 Y en el camino de la justicia, hayvida. No es posible separar la vida deDios de la justicia de Dios. Tan cierta-mente como tienes la justicia de Dios,tienes su vida.

Y “ahora , sin la ley, la justicia de Diosse ha manifestado”. Ahora , significa:hoy, en este momento , mientras lees. Eneste preciso momento, pues, la justiciade Dios se ha manifestado a “todos losque creen en Él”. ¿Crees en Jesucristoahora , en este momento? Si dices, ‘Sí’,entonces la justicia de Dios se manifiestaahora –en este mismo momento– en ysobre ti. ¿Lo crees así? La palabra deDios así lo afirma. ¿Lo afirmas tú? Si túno lo afirmas, entonces, ¿puedes decirque crees la palabra? Si el Señor dice cla-ramente que su justicia se ha manifesta-do ahora a ti y sobre ti, y tú dices que note ha sido ahora manifestada, ¿estáscreyendo realmente al Señor? Si Él te di-ce algo llanamente, y tú dices que en tucaso eso no es cierto, ¿pretendes estarcreyéndolo en verdad?

El Señor espera que afirmes que es

cierto lo que Él dice; que es cierto “aho-ra”, en este momento; y que es cierto pa-ra ti, y en ti. “Os escribo un mandamien-to nuevo, que es verdadero en Él y en vo-sotros”. 166 Cuando el Señor dice algo, esverdad, incluso aunque nadie en el mun-do lo creyese. En tal caso, sería verdaden Él, pero no en ellos. Pero Él quiereque sea cierto en ti, así como en Él.Cuando reconoces que lo que el Señordice es cierto para ti “ahora”, en estemomento, entonces es cierto en Él y enti. Eso es creer en Dios. Es creer en supalabra. Su palabra mora entonces en ti.Y “si estuviereis en mi, y mis palabras es-tuvieren en vosotros, pedid todo lo quequisiereis, y os será hecho”. 167

Muchos son los dispuestos a admitir,de una manera general, que lo dicho porel Señor es cierto. Admitirán igualmenteque puede ser cierto también para otros.Pero que sea cierto para ellos, precisa-mente ahora, eso ya no pueden aceptar-lo. Los tales no conocen realmente que lapalabra de Dios es verdadera. “¿Tienestú fe? Tenla para contigo delante deDios”. 168 Si no la tienes para contigo, enlo que a ti respecta, entonces no tienes feen absoluto. Si no crees que la palabradel Señor es verdadera para ti personal-mente, y ahora , entonces no crees en ab-soluto. Puesto que no estás viviendo ayerni mañana, sino precisamente ahora –entre tanto que se dice Hoy –,169 si ahorano crees, es que no crees en absoluto. Demanera que la palabra de Dios declara

164 Rom. 3:21-23.165 Mat. 6:33.

166 1 Juan 2:8.167 Juan 15:7.168 Rom. 14:22.169 Heb. 3:13.

iviendopor la Palabra A. T. Jones

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que “ahora es el tiempo aceptable, aho-ra es el día de la salvación”; 170 y “ahora,sin la ley, la justicia de Dios se ha mani-festado, testificada por la ley y por losprofetas: La justicia de Dios por la fe deJesucristo, para todos los que creen enÉl; porque no hay diferencia; por cuantotodos pecaron, y están destituidos de lagloria de Dios”.

¿Crees en Jesucristo como tu Salvadorpersonal, ahora ? Puedes responder a loanterior sin ninguna dilación. Sabes queen realidad, estás respondiendo (en unsentido o en otro). Entonces, agradece alSeñor, ahora, porque su justicia se hayamanifestado en ti y sobre ti. El Señor nosolamente te dice que es así; además tes-tifica del hecho. Testifica “por la ley y porlos profetas”. Esa ley que transgrediste,la misma que te ha declarado culpableante Dios, precisamente esa ley, ahora ,en virtud de la manifestación de la justi-cia de Dios, testifica que te has apropia-do cabalmente de su justicia, y que por lotanto, estás justificado por la fe de Jesu-cristo. Los profetas testifican igualmentede ese bendito hecho. “En el momentoen que el pecador cree en Cristo, quedalibre de condenación ante Dios, ya que lajusticia de Cristo viene a ser suya: la per-fecta obediencia de Cristo le es imputa-da”. 171 ¿No es eso suficiente para queahora digas, si es que nunca antes lo di-jiste, que “ahora … la justicia de Dios seha manifestado” en y sobre ti, que creesahora en Jesús?

“Siendo justificados gratuitamente porsu gracia, por la redención que es enCristo Jesús; al cual Dios ha propuestoen propiciación por la fe en su sangre,para manifestación de su justicia, atentoa haber pasado por alto, en su paciencia,los pecados pasados”. 172 ¿Preferirás aho-ra tener la justicia de Dios, o preferirástus pecados? Prefieres la primera. Muy

bien. Dios “ha propuesto” “ahora” a Cris-to “para manifestación de su justicia,atento a haber pasado por alto, en su pa-ciencia, los pecados pasados”. ¿Dejarásahora que se vayan los pecados, en estemomento, y tomarás la justicia que se hapropuesto darte, y que te ofrece gratui-tamente ahora mismo? “Siendo justifi-cados gratuitamente”. “Siendo” es untiempo verbal presente. “Habiendo sido”sería pasado. “Yendo a ser” sería futuro.Pero “siendo” pertenece al presente. Porlo tanto, el Señor dice virtualmente de ti,y a ti que crees en Él, ‘Siendo [ ahora , eneste momento] justificado gratuitamentepor su gracia, mediante la redención rea-lizada por Cristo Jesús,… pasando poralto, en su paciencia, los pecados pasa-dos”. 9

Pero el Señor no termina el asuntoahí; destaca el poder real y la bendiciónde ese acto feliz. “Con la mira de mani-festar la justicia en este tiempo”. Prime-ramente dice que es “ahora” cuando “lajusticia de Dios se ha manifestado, paratodos los que creen en Él”; luego dice detodos ellos, “siendo justificados gratui-tamente”; y después recalca lo anteriorcon estas palabras: “con la mira de mani-festar la justicia en este tiempo”. ¡Oh,pobre alma temblorosa y dubitativa! ¿Note ofrece eso la suficiente seguridad deque ahora , en este momento, es tuya lajusticia de Dios? ¿que ahora estás siendojustificado gratuitamente por su gracia?¿que ahora , “en este tiempo”, te ha sidomanifestada la justicia de Dios para re-misión de todos tus pecados pasados?

¿Acaso eso no te basta? Le basta al Se-ñor, ya que dice: “Con la mira de mani-festar su justicia en este tiempo: paraque Él sea el justo, y el que justifica alque es de la fe de Jesús”. 173 Por lo tanto,si es suficiente para satisfacer plenamen-te al Señor, ¿no lo va a ser para satisfa-

170 2 Cor. 6:2.171 Fundamentals of Christian Education (E.G.W.), p. 429.172 Rom. 3:24,25.

173 Rom. 3:26.

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174 Rom. 5:17.175 Isa. 53:11.176 Rom. 4:5.

177 Gé n. 15:5-6.178 Rom. 4:25; 5:1.

“Siendo justificados gratuitamente por su gracia,por la redención que es en Cristo Jesús; al cualDios ha propuesto en propiciación por la fe en susangre, para manifestación de su justicia, atento ahaber pasado por alto, en su paciencia,los pecados pasados”

certe a ti? ¿Te apropiarás ahora de laplenitud de ese bendito “don de la justi-cia”174 que es vida, de tal manera que elSeñor, viendo “del trabajo de su alma”175

sea saciado, y que al ver tu gozo, sea do-blemente satisfecho? Eso es todo cuantopide de ti. Porque “al que no obra, perocree en aquel que justifica al impío, la fele es contada por justicia”. 176

He aquí la palabra de Dios, la palabrade justicia, la palabra de vida para ti hoy,ahora. ¿Serás hecho justo por ella aho-ra ? ¿Vivirás ahora por ella? Eso es justi-ficación por la fe. Es la cosa más simpledel mundo. Tan sencillo como si la pala-bra de Dios será verdadera para ti “aho-ra”, o no. Dios dijo a Abraham, “miraahora a los cielos, y cuenta las estrellas,

si las puedes contar. Y le dijo: Así será tusimiente. Y creyó a Jehová, y contóselopor justicia”. 177 “Y no solamente por élfue escrito que le haya sido imputado;sino también por nosotros, a quienesserá imputado, esto es, a los que cree-mos en el que levantó de los muertos aJesús Señor nuestro, el cual fue entrega-do por nuestros delitos, y resucitado pa-ra nuestra justificación. Justificadospues por la fe, tenemos paz para conDios por medio de nuestro Señor Jesu-cristo”. 178 “Ahora”, “en este tiempo” escierto; es cierto en Él. y, ahora, que seacierto en ti.

Review and Herald , 10 Noviembre1896

Romanos 3:24,25

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álatas 1:3-5A. T. Jones

“Gracia sea a vosotros, y paz de Dios elPadre, y de nuestro Señor Jesucristo, elcual se dio a sí mismo por nuestros pe-cados para librarnos de este presente si-glo malo, conforme a la voluntad de Diosel Padre, y de nuestro Señor Jesucristo;al cual sea la gloria por siglos de siglos.Amén”.

“Gracia sea a vosotros, y paz de Dios elPadre, y de nuestro Señor Jesucristo”.Ese es el saludo de todas las cartas dePablo, excepto la dirigida a los hebreos.También las dos de Pedro contienen elmismo saludo, con ligeras variantes.

Sin embargo, de ninguna maneraconstituye una mera formalidad. Esasepístolas nos han llegado como la pala-bra de Dios que en realidad son. El salu-do, pues, aunque repetido –o más biendebido a que se lo repite–, nos llega co-mo palabra de Dios de bienvenida y con-fianza plena en su favor y paz, eterna-mente declarados a toda alma.

Gracia significa favor. Esa palabra deDios, por lo tanto, extiende su favor atoda alma que la lea o escuche.

Su nombre es ‘misericordioso’ y ‘com-pasivo’ –que da su favor o gracia. Sunombre no es otra cosa que lo que Él es.Y “es el mismo ayer, y hoy, y por los si-glos”. 179 En Él, “no hay mudanza, nisombra de variación”. 180 Por lo tanto,administra siempre a toda alma su gra-cia, o favor ilimitado. ¡Oh, si todos pu-dieran creerlo!

“Y paz”. Él es “el Dios de paz”. 181 Noexiste la paz verdadera, fuera de la queviene de Dios. “No hay paz, dijo mi Dios,

179 Heb. 13:8.180 Sant. 1:17.181 Rom. 15:33; 16:20; Fil. 4:9; 1 Tes. 5:23; Heb. 13:20.

para los impíos”. “Los impíos son comola mar en tempestad, que no puede es-tarse quieta”. 182

Pero todo el mundo yacía en la mal-dad, por lo tanto, el Dios de paz procla-ma paz a toda alma. Cristo, el Príncipede paz, “nuestra paz”, hizo uno de am-bos: Dios y el hombre, aboliendo en sucarne las enemistades para constituir aambos –Dios y el hombre– en un nuevohombre, haciendo así la paz, o “pacifi-cando por la sangre de su cruz”(Efe. 2:14,15; Col. 1:20). Y habiendohecho la pacificación por la sangre de sucruz, “vino, y anunció la paz a vosotrosque estabais lejos, y a los que estabancerca”, 183 diciendo: ‘Paz a vosotros’. ¡Lapaz de Dios el Padre, y de nuestro SeñorJesucristo!

¡Oh, si cada uno decidiera creerlo, demanera que la paz de Dios, que sobrepa-sa todo entendimiento, 184 guardase sucorazón y mente mediante Cristo Jesús!

“Y la paz de Dios gobierne en vuestroscorazones”. 185 Permítele que así sea; estodo cuanto pide de ti. No la rechaces nimenosprecies. Acéptala .

“El cual se dio a sí mismo por nuestrosPECADOS”. 186 Oh hermano, hermana;pecador, cualquiera que seas; cargado depecados como puedas estar, Cristo se dioa sí mismo por tus pecados. Permíteleque los tome. El los compró con el tre-mendo precio de su yo crucificado. Déja-le que tome tus pecados.

182 Isa. 57:21,20.183 Efe. 2:17.184 Fil. 4:7.185 Col. 3:15.186 Gal. 1:4.

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No te pide que abandones todos tuspecados antes de poder acudir a Él y serenteramente suyo. Te pide que vayas aÉl, con pecados y todo, y que seas ente-ramente suyo, pecados incluidos; y Élquitará de ti todos tus pecados porsiempre. Se dio a sí mismo por ti, peca-dos y todo; te compró con todos tus pe-cados; permite que Él tenga lo quecompró, que pueda disponer de su pose-sión; que pueda tenerte, pecados inclui-dos.

Él “se dio a sí mismo por nuestros pe-cados para librarnos de este presente si-glo malo”. 8 Observa que para librarnosde este presente siglo malo, se dio a símismo por nuestros pecados. Eso mues-tra que todo lo que hay contra nosotrosen este presente siglo malo, está preci-samente en nuestros pecados.

Y fueron “nuestros pecados”. Nos per-tenecían. Éramos responsables por losmismos. Y en lo referente a nosotros, es-te presente siglo malo está en nuestro yopersonal, en nuestros pecados. Pero,bendito sea el Señor, se dio a sí mismopor nosotros, incluyendo nuestros peca-dos; se dio a sí mismo por nuestros pe-cados, nosotros incluidos; y eso lo hizo afin de poder librarnos de este presentesiglo malo.

¿Quieres verte librado de este presentesiglo malo? Permítele que te tome, contus pecados –que él compró, y que por lotanto, le pertenecen en derecho. No va-yas a robarle aquello que es su propie-dad, para continuar así en este presentesiglo malo, mientras dices que quieresser librado de él. Por favor, no cometasel pecado adicional de retener aquelloque no es tuyo.

Puesto que eran nuestros pecados, yÉl se dio a sí mismo por ellos, salta a lavista que se dio a nosotros por nuestrospecados. Por lo tanto, si se dio por tuspecados, éstos se hicieron suyos; y si sedio a ti por tus pecados, Él se hizo tuyo.Permítele tener tus pecados, que son su-yos, y tómalo a Él a cambio, que es tuyo.Bendito intercambio, ya que en Él hallas,como tu propiedad, toda la plenitud de ladivinidad corporalmente; 187 y todo ello“conforme a la voluntad de Dios”. Gra-cias al Señor por que así sea.

“Al cual sea la gloria por siglos de si-glos. Amén”. 188

Review and Herald, 29 Agosto 1899

187 Col. 2:9.188 Gá l. 1:4,5.

Gálatas 1:4

“El cual se dio a sí mismo por nuestrospecados para librarnos del presente

siglo malo, conforme a la voluntad denuestro Dios y Padre”

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“Con Cristo estoy juntamente crucifi-cado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo enmí: y lo que ahora vivo en la carne, lo vi-vo en le fe del Hijo de Dios, el cual meamó, y se entregó a sí mismo por mí”.

Quizá podamos destacar lo que esa es-critura dice , a partir del análisis de aque-llo que no dice.

No dice ‘con Cristo quiero estar jun-tamente crucificado’. No dice ‘con Cristome gustaría estar juntamente crucifica-do, para que pudiese vivir en mí’. Dice :“con Cristo estoy juntamente crucifica-do”.

Tampoco dice que Pablo fuese crucifi-cado con Cristo, que Cristo viviese enPablo, ni que el Hijo de Dios amó a Pabloy se dio por él. Todo lo anterior es muycierto, pero no es lo que esa escritura di-ce ; no es eso lo que quiere decir, ya quequiere decir exactamente lo que dice. Ydice: “Con Cristo [yo] estoy juntamentecrucificado, y [yo] vivo, no ya yo, mas vi-ve Cristo en mí: y lo que ahora vivo en lacarne, lo vivo en le fe del Hijo de Dios, elcual me amó, y se entregó a sí mismo pormí”.

Ese versículo viene a ser así un sólidoy maravilloso fundamento de la fe cris-tiana para toda alma en el mundo. Deesa manera, toda alma puede decir, en laplena confianza de la fe cristiana: “[elHijo de Dios] me amó”. “Se entregó a símismo por mí”. “Con Cristo estoy jun-tamente crucificado”. “Vive Cristo en mí”(ver también 1 Juan 4:15).

El que un alma diga “con Cristo estoyjuntamente crucificado”, no constituyeuna afirmación aventurada. No está en elterreno de la mera suposición. No estádiciendo algo de lo que no exista certeza.

Toda alma en este mundo puede decir,con toda verdad y sinceridad, “con Cristoestoy juntamente crucificado”. No esmás que la aceptación de un hecho, dealgo que ocurrió ya; la constatación de locierto.

Cristo fue crucificado, eso es un hecho.Y cuando fue crucificado, también lofuimos nosotros, ya que Él era uno denosotros. Su nombre es Emmanuel, quesignifica “Dios con nosotros” –no Dioscon Él, sino Dios con nosotros. Y si Dioscon Él no fue Dios con Él, sino Dios connosotros, entonces ¿quién era Él, sinonosotros? Tuvo necesariamente que sernosotros, a fin de que Dios con Él pudie-se ser, no Dios con Él, sino “Dios con no-sotros”. Cuando fue crucificado, por lotanto, ¿quién, sino nosotros, fue crucifi-cado?

Tal es la poderosa verdad anunciadaen ese texto. Jesucristo fue “nosotros”.Fue de la misma carne y sangre que no-sotros. Fue de nuestra misma naturale-za. Fue en todo como nosotros. “Por locual, debía ser en todo semejante a loshermanos”. 189 “Se anonadó a sí mismo…hecho semejante a los hombres”. 190 Fue“el postrer Adán”. 191 Y precisamente deigual forma en que el primer Adán fuenosotros, así lo fue Cristo, el postrero.Cuando el primer Adán murió, nosotros,estando implicados en él, morimos conél. Y cuando el postrer Adán fue crucifi-cado –siendo que Él era nosotros y quenosotros estábamos implicados en Él–,fuimos crucificados con Él. Lo mismoque el primer Adán era en él mismo toda

189 Heb. 2:17.190 Fil. 2:7.191 1 Cor. 15:45.

álatas 2:20A. T. Jones21

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la raza humana, también el postrero eraen Él mismo la totalidad de nuestra raza.Siendo así, cuando el postrer Adán fuecrucificado, toda la raza humana –la vie-ja y pecaminosa naturaleza humana– fuecrucificada con Él. Por lo tanto, leemos:“Sabiendo esto, que nuestro viejo hom-bre juntamente FUE CRUCIFICADOCON ÉL, para que el cuerpo del pecadosea deshecho, a fin de que no sirvamosmás al pecado”.

Así pues, toda alma en este mundopuede decir con verdad, en la perfectavictoria de la fe cristiana, “con Cristo es-toy juntamente crucificado”; ‘mi viejanaturaleza humana pecaminosa está jun-tamente crucificada con Él, para que seadestruido el cuerpo del pecado, a fin deque no sirva más al pecado’ (Rom. 6:6).‘Y ya no vivo yo, sino que vive Cristo enmí’, “llevando siempre por todas partesla muerte de Jesús en el cuerpo [la cruci-fixión del Señor Jesús, ya que con Él es-toy juntamente crucificado], para quetambién la vida de Jesús sea manifestadaen nuestros cuerpos. Porque nosotrosque vivimos, siempre estamos entrega-dos a muerte por Jesús, para que tam-

bién la vida de Jesús sea manifestada ennuestros cuerpos” (2 Cor. 4:10,11). Por lotanto, “lo que ahora vivo en la carne, lovivo en la fe del Hijo de Dios, el cual meamó, y se entregó a sí mismo por mí”.

En el bendito hecho de la crucifixióndel Señor Jesús, cumplida para todo serhumano, no solamente radica el funda-mento de la fe para toda alma, sino queademás provee el don de la fe A TODAalma. Así, la cruz de Cristo no es sola-mente sabiduría de Dios revelada a no-sotros, sino que es el mismo poder deDios manifestado para librarnos de todopecado, y para llevarnos a Dios.

Oh pecador, hermano, hermana: Crée-lo. Recíbelo. Ríndete a esa poderosa ver-dad. Dilo, dilo en plena seguridad de fe,y dilo por siempre: “Con Cristo estoyjuntamente crucificado, y vivo, no ya yo,mas vive Cristo en mí: y lo que ahora vi-vo en la carne, lo vivo en le fe del Hijo deDios, el cual me amó, y se entregó a símismo por mí”. Dilo, porque es la ver-dad, la pura verdad y poder de Dios, quesalvan al alma de todo pecado.

Review and Herald, 24 Octubre 1899

Gálatas 2:20

“Con Cristo estoy juntamentecrucificado, y ya no vivo yo, masvive Cristo en mí; y lo que ahoravivo en la carne, lo vivo en la fedel Hijo de Dios, el cual me amóy se entregó a sí mismo por mí.”

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“Cristo nos redimió de la maldición dela ley, hecho por nosotros maldición;(porque está escrito: Maldito cualquieraque es colgado en madero); para que labendición de Abraham fuese sobre losgentiles en Cristo Jesús; para que por lafe recibamos la promesa del Espíritu”.

La maldición de la ley, toda lamaldición que jamás hubiese o pudierahaber, se debe sencillamente al pecado.Eso está claramente ilustrado enZacarías 5:1-4. El profeta contempló “unrollo que volaba… de veinte codos delargo, y diez codos de ancho”. El Señor ledijo: “ésta es la maldición que sale sobrela haz de toda la tierra”. Es decir, esepergamino o rollo, representa latotalidad de la maldición que pesa sobrela tierra.

Y ¿cuál es la causa de esa maldiciónque sale sobre la haz de toda la tierra? –“Porque todo aquel que hurta , (comoestá de la una parte del rollo) serádestruido; y todo aquel que jura , (comoestá de la otra parte del rollo) serádestruido”. El rollo es la ley de Dios. Secita un mandamiento de cada una de lastablas, para mostrar que el rollo incluyea ambas. Todo aquel que roba –quetransgrede la ley en lo referente a lasegunda tabla– será destruido deacuerdo con esa parte de la ley; y todoaquel que jura –transgrede en relacióncon la primera tabla de la ley– serádestruido de acuerdo con esa otra partede la ley.

Los anotadores celestiales no tinennecesidad de escribir un registropormenorizado de los pecadosparticulares de cada uno; basta conapuntar, en el rollo asignado a cada

hombre, el mandamiento que ha sidoparticularmente violado en cadatransgresión. Que ese rollo de la ley vaacompañando a cada uno allá donde élvaya, hasta permanecer en su mismacasa, lo atestiguan las palabras: “Yo lasaqué, dice Jehová de los ejércitos, yvendrá a la casa del ladrón, y a la casadel que jura falsamente en mi nombre; ypermanecerá en medio de su casa”. Y amenos que se encuentre un remedio, eserollo de la ley permanecerá allí hasta quela maldición consuma a ese hombre y asu casa, “con sus enmaderamientos y suspiedras”, es decir, hasta que la maldicióndevore la tierra en aquel gran día en quelos elementos, ardiendo, seráncosumidos, “ya que… la potencia delpecado” y la maldición, es “la ley”(1 Cor. 15:56).

Pero a Dios gracias, “Cristo nos redi-mió de la maldición de la ley, hecho pornosotros maldición”. Todo el peso de lamaldición cayó sobre Él, ya que “Jehovácargó en Él el pecado de todos noso-tros”. 192 “Al que no conoció pecado, hizopecado por nosotros”. 193 Y aquel que lorecibe, recibe también libertad de todopecado, y si queda libre de todo pecado,queda también libre de toda maldición.

Nótese hasta qué punto llevó Cristotoda la maldición: Cuando el hombrepecó, la tierra fue maldita y produjo es-pinos y cardos (Gén. 3:17,18). El SeñorJesús, al redimir de la maldición a todaslas cosas, llevó la corona de espinas, re-dimiendo así de la maldición ambos, elhombre y la tierra. Bendito sea su nom-bre. La obra fue consumada . “Nos redi-

192 Isa. 53:6.193 2 Cor. 5:21.

álatas 3:10-14A. T. Jones

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mió de la maldición”. Gracias al Señor.Fue hecho maldición por nosotros, yaque estuvo colgado del madero.

Y dado que todo eso es un hecho yacumplido, mediante la cruz de Jesucris-to, el don gratuito de Dios a toda almasobre la tierra es la liberación de la mal-dición. Cuando un hombre recibe esedon gratuito de la redención de todamaldición, el rollo sigue permaneciendocon él, pero gracias al Señor, sin traer yaninguna maldición, sino testificando “lajusticia de Dios por la fe de Jesucristo,para todos los que creen en Él, porqueno hay diferencia” (Rom. 3:21,22). El ob-jeto mismo de redimirnos de la maldi-ción es “que la bendición de Abrahamfuese sobre los gentiles en Cristo Jesús”.La bendición de Abraham es la justiciade Dios, que como ya hemos visto ante-riormente, sólo puede proceder de Dioscomo su don gratuito, recibido por la fe.

Puesto que “todos los que son de lasobras de la ley, están bajo de maldición”,y que “Cristo nos redimió de la maldi-ción de la ley”, está claro que nos redi-mió de las obras de la ley –que siendonuestras propias obras, no son sino pe-cado–; y nos atribuyó por su gracia, lasobras de Dios –que siendo las obras dela fe, que es el don de Dios, no son sinojusticia. Leemos en Juan 6:29: “Ésta esla obra de Dios, que creáis en el que Élha enviado”. Eso es verdadero descanso,reposo celestial, el reposo de Dios. “El

que ha entrado en su reposo, también élha reposado de sus obras, como Dios delas suyas” (Heb. 4:10).

Así, “Cristo nos redimió de la maldi-ción de la ley”, y de la maldición de nues-tras propias obras, a fin de que la bendi-ción de Abraham, que es la justicia y lasobras de Dios, “fuese sobre los gentilesen Cristo Jesús”. Y todo ello “para quepor la fe recibamos la promesa del Espí-ritu”. “Ahora pues, ninguna condenaciónhay para los que están en Cristo Jesús,los que no andan conforma a la carne,mas conforme al espíritu. Porque la leydel Espíritu de vida en Cristo Jesús meha librado de la ley del pecado y de lamuerte”. Y “Lo que era imposible a laley, por cuanto era débil por la carne,Dios enviando a su Hijo en semejanza decarne de pecado, y a causa del pecado,condenó al pecado en la carne; para quela justicia de la ley fuese cumplida en no-sotros, que no andamos conforme a lacarne, mas conforme al espíritu”(Rom. 8:1-4).

A Dios sean dadas gracias por el in-efable don de su propia justicia, en lugarde nuestros pecados; y de sus propiasobras de la fe en lugar de las nuestras dela ley. Ese don inefable nos fue otorgadoen la redención que es en Cristo Jesús,quien “nos redimió de la maldición de laley, hecho por nosotros maldición”.

Review and Herald, 19 Diciembre 1899

“Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajomaldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere

en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y que porla ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo porla fe vivirá; y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirápor ellas. Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición(porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero, para que en CristoJesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la ferecibiésemos la promesa del Espíritu. Gálatas 3:10-14

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“Y otra vez vuelvo a protestar a todohombre que se circuncidare, que estáobligado a hacer toda la ley”. [ NuevoTestamento Interlineal: “deudor es”] .

Es curioso que muchos, al consideraresta amonestación, han hecho distinciónentre dos leyes, y han excluido la ley deDios del asunto en consideración, dandoa la palabra “deudor” el sentido restrin-gido de “obligado a hacer”. 194

Saben por las Escrituras que temer aDios y guardar sus mandamientos es eltodo del hombre. 195 Saben que nada enlas Escrituras puede contradecir lo ante-rior. Saben que todo hombre está bajoobligación de guardar toda la ley deDios, sea que esté o no circuncidado. Y,suponiendo que el término deudor im-plica meramente la idea de obligación –esto es, que si está circuncidado, estáobligado a obedecer toda la ley–, conclu-yen que la ley de Dios debe estar exclui-da de ese razonamiento; creen que debeexistir alguna ley que nadie está en laobligación de obedecer, a menos queesté circuncidado. Según eso, la expre-sión “toda la ley” que aparece en eseversículo, debe referirse a la totalidad dela ley ceremonial, consistente en sacrifi-cios y ofrendas.

Por otro lado, están aquellos que no sesienten con la más mínima obligación deguardar la ley de Dios, y que les parecever en ese texto una justificación para sudesobediencia y oposición. Su postura esque solamente los circuncidados estánbajo obligación de guardar la ley de Dios,y que es solamente circuncidándose co-

194 (N. del T.) Como en la mayoría de las traducciones al caste-llano.195 Ecle. 12:13.

mo viene la obligación. Saben que noestán de ninguna manera obligados acircuncidarse, y por lo tanto, concluyenque no están obligados a guardar los diezmandamientos.

Ambas posturas están en el error: enambos casos se deja de apreciar el pen-samiento principal del versículo. Y el noapreciarlo se debe a considerar la pala-bra “deudor” exclusivamente en el senti-do de “obligado a hacer”.

Es cierto que el término significa“obligación”. Pero en ese contexto, y entodo otro lugar en que se presenta refe-rido a las obligaciones morales del hom-bre, el término tiene un significado tantomás amplio y profundo que el de la sim-ple obligación, que este último pasa a serrealmente secundario.

El término “deudor” en ese versículode Gálatas 5:3, significa, no solamenteque la persona está bajo el deber y obli-gación de pagar; sino que más allá deeso, está terriblemente endeudado, sinabsolutamente nada con qué pagar. Sialguien es deudor, estando por lo tantoen la obligación de pagar, digamos, mildólares, y resulta ser económicamentesolvente, poseyendo la capacidad de rea-lizar el pago, entonces la cosa resultafácil. Pero si la cantidad adeudada es decien mil millones de dólares, y está en laobligación de pagarlos sin disponer deun solo centavo, estando además en pri-sión, y sin la más mínima posibilidad dereunir ningún dinero con el que saldar ladeuda, para ese hombre, la palabra“deudor” significará mucho más que es-tar simplemente “obligado a hacer”.

Ese es precisamente el caso aquí con-siderado. Es la idea central de ese versí-

álatas 5:3A. T. Jones

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culo. Tal es el significado implícito en“deudor”. Eso es así porque la palabra“deudor”, utilizada en su significaciónmoral, puede implicar una sola cosa: elpecado; que el hombre es pecador.

Ese término “deudor” (Gálatas 5:3,N.T. Interlineal, que la Reina Valera tra-duce como “obligado a hacer”), es preci-samente el mismo que se emplea en Lu-cas 13:4: “O aquellos dieciocho, sobre loscuales cayó la torre en Siloé, y los mató,¿pensáis que ellos fueron más deudoresque todos los hombres que habitan enJerusalén?”.

Es la palabra utilizada por la oraciónmodelo del Señor (Mat. 6:12), “Y perdó-nanos nuestras deudas, como nosotrosperdonamos a nuestros deudores”. Sig-nificativamente, en la versión escrita porLucas, emerge claramente la idea de pe-cado: “Y perdónanos nuestros pecados,porque también nosotros perdonamos atodos los que nos deben ” (Luc. 11:4).

Es la misma palabra empleada por elSalvador en Lucas 7:41 y 42: “Un acree-dor tenía dos deudores: el uno le debíaquinientos denarios, y el otro cincuenta;y no teniendo ellos de qué pagar, per-donó a ambos”.

Es también la palabra empleada en laparábola de Mateo 18:23-35. Allí sehabla de cierto rey que “quiso hacercuentas con sus siervos y… le fue presen-tado uno que le debía diez mil talentos”–la suma del salario medio de unos dos-cientos mil años de trabajo– y que notenía nada con qué pagar. Entonces, suseñor “le perdonó la deuda ”. Pero cuan-do el que había sido perdonado encontróa otro siervo que le debía a él el equiva-lente al salario de unos cuatro meses, nole perdonó la deuda, sino que lo puso enla cárcel hasta que pagase lo que le deb-ía. El rey llamó entonces al primer hom-bre, y “le entregó a los verdugos, hastaque pagase todo lo que le debía. Así tam-bién hará con vosotros mi Padre celes-

tial, si no perdonareis de vuestros cora-zones cada uno a su hermano sus ofen-sas” (Mat. 18:23-35).

El hecho de entregarlo a los verdugoshasta que pague todo lo que debe , va in-cluido en la palabra. “El término implicala idea de que el deudor debe expiar suculpa”. “Al pecado se le denomina ‘ op-heilema ’ porque incluye el concepto deexpiación y pago de la deuda, que se sa-tisface mediante el castigo”.

A la luz de lo expuesto, el lector atentocomprenderá que las palabras de Gála-tas 5:3, “está obligado [deudor] a hacertoda la ley”, significan muchísimo másque el simple hecho de estar sujeto a lasdemandas de la ley, en el sentido de te-ner que hacer lo mejor posible para obe-decerla. No está simplemente en la obli-gación de reconocer que está bajo la au-toridad de la ley de Dios, sino que es re-almente un deudor por todas las deman-das que la ley hace recaer sobre él. Que-da claro que por sí mismo, está conde-nado a ser eternamente deudor, ya queno tiene absolutamente nada con quépagar, y por él mismo, no tiene la másmínima posibilidad de generar los recur-sos necesarios a tal efecto.

Ese endeudamiento no deriva sola-mente de su obligación de cumplir la leya partir de ese momento, sino que des-cansa también en la obligación de prove-er satisfacción por todo lo relativo a supasado, todo lo que se ha ido acumulan-do hasta ese momento.

De acuerdo con eso, por sí mismo, to-do hombre es un eterno deudor. Tal es laimplicación de Gálatas 5:3, y de los tex-tos relacionados que se han citado. “Porcuanto todos pecaron, y están destitui-dos de la gloria de Dios”. 196 Cualquieraque pretenda circuncidarse a fin de sersalvo, buscando así la salvación por lasobras de la justicia propia, toma sobre síla obligación de pagar a la ley de Dios

196 Rom. 3:23.

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todo lo que adeuda, desde el principio desu vida hasta el final de ella. De igualforma, hace recaer sobre sí la obligaciónde expiar toda la culpa que deriva de sustransgresiones así acumuladas.

Eso es lo que significa ‘ser deudor dehacer toda la ley’. Es lo que quieren ex-presar las palabras: “Y otra vez vuelvo aprotestar a todo hombre que se circunci-dare, que está obligado [N.T. Interline-al: deudor es] a hacer toda la ley”. No esque sea deudor solamente, sino que me-diante esa transacción, asume volunta-riamente, por sí mismo, toda la cargaque grava esa deuda.

Ahora, sucede que todo hombre en elmundo es, por sí mismo, esa clase dedeudor. Sucede también que todo el quebusque la justificación por sus propiasobras, incluso por el cumplimiento de losdiez mandamientos, o por el de cual-quier otra cosa que el Señor haya orde-nado, con ello asume, y viene a ponersebajo la obligación de pagar todo lo queimplica su endeudamiento. El problemaes que no puede pagar. No hay en él lamás remota posibilidad de pagar por sí

mismo la deuda. Está abrumado y perdi-do.

Pero, a Dios gracias, todo el que poseala justicia de Dios que es por la fe de Je-sucristo , todo el que dependa solamentedel Señor Jesús y de lo que Él realizó,aunque por él mismo sea deudor comocualquier otro hombre, sin embargo, enCristo , encuentra provisión abundantepara pagar todo lo que debe . Cristo expióy satisfizo, en su castigo, toda la culpabi-lidad de cada alma; y mediante la justiciade Dios por Él ofrecida, Cristo proveejusticia en abundancia con que pagar to-das las demandas que la ley pueda haceren la vida del que cree en Jesús.

Gracias a Dios por el don inefable delas inescrutables riquezas de Cristo. Oh,¡créelo!, ¡recíbelo! Pobre, abrumado yperdido “deudor”, compra de Él “oro afi-nado en fuego, para que seas hecho rico,y vestiduras blancas para vestirte”. 197

“Venid, comprad, sin dinero y sin pre-cio”. 198

Review and Herald, 21 Agosto 1900197 Apoc. 3:18.198 Isa. 55:1.

“Y otra vez vuelvo aprotestar a todo hombre quese circuncidare, que estáobligado a hacer toda la ley”.

Gálatas 5:3

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“Digo pues: Andad en el Espíritu, y nosatisfagáis la concupiscencia de la carne.Porque la carne codicia contra el Espíri-tu, y el Espíritu contra la carne: y estascosas se oponen la una a la otra, paraque no hagáis lo que quisiereis. Mas sisois guiados del Espíritu, no estáis bajola ley”.

“Si sois guiados del Espíritu, no estáisbajo la ley”, “porque todos los que songuiados por el Espíritu de Dios, los talesson hijos de Dios”. 199 Como hijos deDios, tienen la mente del Espíritu, lamente de Cristo; y de esa forma, con lamente sirven a la ley de Dios. 200 De mo-do que todo el que es guiado por el Espí-ritu de Dios, teniendo así la mente deCristo, cumple la ley; ya que, medianteese Espíritu, el amor de Dios se implantaen el corazón. Y el amor de Dios es elcumplimiento de la ley, en todo aquelque lo posee.

Por otra parte, el que es guiado por lacarne , teniendo así una mente carnal,cumple las obras de la carne , y sirve asía la ley del pecado.

Las dos opciones, la del Espíritu y lade la carne, están permanentemente adisposición de cada uno. Tan ciertamen-te como la carne está allí, “codicia contrael Espíritu”; y tan ciertamente como elEspíritu está allí, codicia contra la carne.El que es guiado por la carne, no puedehacer el bien que quiere; sirve al a ley delpecado, y está por lo tanto bajo la ley.Pero “si sois guiados del Espíritu, no est-áis bajo la ley”.

Y todo hombre es siempre libre de de-cidir qué camino elegirá –si el del Espíri-199 Rom. 8:14.200 Rom. 7:25.

tu, o el de la carne. “Porque si viviereisconforme a la carne, moriréis; mas si porel Espíritu mortificáis las obras de lacarne, viviréis” (Rom. 8:13).

Obsérvese que en el texto de Gálatasque estamos considerando, así como enlos textos relacionados de Romanos yColosenses, se expresa de forma inequí-voca y enfática el hecho de que la carne,en su verdadera naturaleza carnal, pe-caminosa, sigue presente en aquel quetiene el Espíritu de Dios; y que esa carnecontiende contra el Espíritu.

Es decir, cuando el hombre se convier-te, y es así puesto bajo el poder del Espí-ritu de Dios, no es más librado de la car-ne de lo que es separado de ella –con sustendencias y deseos– de forma que nosea más tentado por la carne, ni tengamás lucha con ella. No; esa misma carnepecaminosa y degenerada está allí, conlas tendencias y deseos que le son con-sustanciales. Pero la persona ya no estámás sujeta a ella . Es librado de la suje-ción a la carne , con sus tendencias y de-seos, para venir ahora a ser sujeto alEspíritu. Está ahora sujeto a un poderque vence , que somete, crucifica, y man-tiene dominada a la carne , pecaminosacomo es, con todos sus afectos y concu-piscencias. Por lo tanto, está escrito que“por el Espíritu mortificáis las obras dela carne”. “Por lo tanto, haced morir envosotros lo terrenal: Fornicación, impu-reza, pasiones lascivas, malos deseos, yla avaricia, que es idolatría” (Col. 3:5).Obsérvese que todas esas cosas están enla carne, y vivirían y reinarían si fuese lacarne la que tomase el control. Peropuesto que la carne misma es puesta ensujeción al poder de Dios –mediante el

álatas 5:16-18A. T. Jones

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Espíritu–, todas esas cosas malas soncortadas de raíz , impidiendo que surjanen la vida.

Ese contraste entre el reinado de lacarne y el del Espíritu, se expone conclaridad en Romanos 7:14-24, y en 1ª deCorintios 9:26 y 27. En el capítulo sietede Romanos se describe al hombre queestá bajo el poder de la carne, “carnal,vendido a sujeción del pecado”, que an-hela hacer el bien, pero está sujeto a unpoder en la carne que no le permitehacer el bien que quiere. “Porque nohago el bien que quiero; mas el mal queno quiero, éste hago”. “Así que, querien-do yo hacer el bien, hallo esta ley: que elmal está en mí. Porque según el hombreinterior, me deleito en la ley de Dios:mas veo otra ley EN MIS MIEMBROS,que se rebela contra la ley de mi espíri-tu, y que me lleva cautivo a la ley del pe-cado que está en mis miembros. ¡Mise-rable hombre de mí! ¿quién me librarádel cuerpo de esta muerte?”. Eso descri-be al hombre que está sujeto a la carne,“a la ley del pecado” que está en susmiembros. Aunque quiera romper con elpoder de la carne, y desee hacer el bien,ese poder lo sigue manteniendo en cau-tividad, y la ley del pecado que se hallaen sus miembros lo somete bajo el do-minio de la carne.

Pero hay liberación de ese poder.Cuando clama “¡Miserable hombre demí! ¿quién me librará del cuerpo de estamuerte?”, instantáneamente se le da larespuesta: “Gracias doy a Dios, por Je-sucristo Señor nuestro”. Hay una vía deliberación, ya que sólo Jesucristo es elLiberador.

Y ahora, ese hombre, aunque ha sidoasí liberado, no es liberado de laLUCHA: no se lo coloca en una situaciónen la que no deba contender con la car-ne . Hay una lucha que debe aún conti-nuar, y no es una lucha imaginaria: no esuna lucha contra un fantasma. Aquí apa-

rece el hombre de 1ª de Corintios 9:26 y27: “De esta manera peleo, no comoquien hiere al aire”. ¿Contra qué pelea?¿Qué es lo que hiere?: “Antes hiero micuerpo y lo pongo en servidumbre ; nosea que, habiendo predicado a otros, yomismo venga a ser reprobado”.

Así, en la batalla que libra el cristiano,está su cuerpo, su carne, con sus afectosy concupiscencias. El cristiano debe so-meter su cuerpo, y tenerlo en sujeciónpor el nuevo poder del Espíritu de Diosal que está sujeto ahora, y desde que fuelibrado del poder de la carne y de la leyde pecado.

Eso se expresa aún más claramente enla traducción del N.T. Interlineal: “tratoseveramente mi cuerpo y lo reduzco aesclavitud”. Conybeare & Howson lo tra-dujeron así: “Peleo, no como el boxeadorque golpea al aire, sino que hiero micuerpo y lo someto a esclavitud”.

El capítulo siete de Romanos describe,pues, al hombre sujeto al poder de lacarne y la ley de pecado que hay en losmiembros, pero que lucha por libera-ción. Por el contrario, 1ª de Corintiosnueve, describe la carne puesta en suje-ción al hombre , mediante el nuevo poderdel Espíritu de Dios. En Romanos siete,la carne reina, y el hombre está sometidoa ella. En 1ª de Corintios nueve, es elhombre quien rige, mientras que la car-ne está sojuzgada.

Esa bendita inversión de las cosasocurre en la conversión. Mediante laconversión, al hombre le es otorgado elpoder de Dios, y es puesto bajo el domi-nio del Espíritu de Dios, de tal formaque, por ese poder, se le concede controlsobre la carne, con todos sus afectos ymalos deseos; y, mediante el Espíritu,crucifica la carne con sus afectos y con-cupiscencias, en su pelear “la buena ba-talla de la fe”. 201

201 1 Tim. 6:12.

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El hombre no es salvado al ser libradode la carne, sino al recibir el poder paravencer y ejercer dominio sobre todas lastendencias pecaminosas y los deseos dela carne. El hombre no desarrolla elcarácter (de hecho, nunca podría hacer-lo) siendo colocado en un terreno exentode tentación, sino recibiendo poder,exactamente en el mismo terreno de latentación en donde se hallaba anterior-mente, para que conquiste toda tenta-ción .

Si el hombre fuese salvo siendo libera-do de la carne –en la verdadera condi-ción de ésta–, entonces Jesús no necesi-taba haber venido jamás al mundo. Si loshombres fuesen salvos eximiéndoles detoda tentación –siendo puestos en un te-rreno libre de tentaciones–, entoncesJesús no habría jamás tenido por quévenir al mundo. Nunca, en los supuestosanteriores, habría podido el hombredesarrollar su carácter. Por consiguiente,lejos de procurar salvar al hombre li-berándolo de la carne, en el estado enque ésta estaba, Jesús vino al mundo, yse puso a sí mismo EN LA CARNE, pre-cisamente en la carne que el hombre po-see, y contendió con esa carne , TALCOMO ES ÉSTA, con todas sus tenden-

cias y deseos; y por el divino poder quetrajo por la fe, “condenó al pecado en lacarne ”, y trajo así a toda la raza humanaesa divina fe que otorga al hombre el po-der divino a fin de liberarlo del poder delpecado y de la ley de pecado, allí en don-de se halla, y para darle amplio dominiosobre la carne, tal como ésta es.

En lugar de salvar al hombre de talforma que éste hubiese quedadoincom-pleto y desprovisto de carácter, situán-dolo en un terreno libre de tentación, vi-no al hombre, precisamente allí donde elhombre estaba, en medio de todas sustentaciones. Jesús vino en la mismacarne que el hombre posee , y en esacarne , enfrentó todas las tentaciones queesa carne conoce, conquistando cada unade ellas, y trayendo con eso la victoria atoda alma en el mundo. Bendito sea sunombre.

Y toda alma que reciba y guarde “la fede Jesús” puede disfrutar esa victoria ensu plenitud. “Y esta es la victoria quevence al mundo, nuestra fe”. 202

Review and Herald, 18 Septiembre 1900

202 1 Juan 5:4.

“D igo, pues: Andad en el Espíritu,y no satisfagáis los deseos de la

carne. Porque el deseo de la carne escontra el Espíritu, y el del Espíritu

es contra la carne; y éstos se oponenentre sí, para que no hagáis lo que

quisiereis. Pero si sois guiados por elEspíritu, no estáis bajo la ley.“

Gálatas 5:16-18

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“Mas el fruto del Espíritu es: caridad,gozo, paz, tolerancia, benignidad, bon-dad, fe, mansedumbre, templanza: con-tra tales cosas no hay ley. Porque los queson de Cristo, han crucificado la carnecon los afectos y concupiscencias. Si vi-vimos en el Espíritu, andemos tambiénen el Espíritu. No seamos codiciosos devana gloria, irritando los unos a losotros, envidiándose los unos a los otros”.

Hemos visto algo sobre la maldad y elengaño intrínsecos a las obras de la car-ne. Pero gracias al Señor, hay algo me-jor.

El Espíritu de Dios en su plenitud,otorgado ampliamente a todo creyente,combate contra la carne, de manera queen aquel que es guiado por el Espíritu deDios, la carne no puede hacer las cosasque querría. El Espíritu es en él el podercontrolador, produciendo en la vida “elfruto del Espíritu”, no “las obras de lacarne”.

Y aunque sea cierto “que los que hacentales cosas” como las especificadas en lalista de las obras de la carne “no here-darán el reino de Dios”; mediante el dondel Espíritu Santo, por la gracia de Cris-to, Dios hizo completa provisión a fin deque toda alma, a pesar de todas sus pa-siones, concupiscencias, deseos e incli-naciones de la carne, pueda heredar elreino de Dios.

En Cristo, la batalla se peleó en todopunto , habiendo obtenido completa vic-toria. Él mismo fue hecho carne –lamisma carne y sangre de aquellos aquienes vino a redimir. Fue hecho en to-do semejante a ellos; “tentado en todo

según nuestra semejanza”. 203 Si en algúnpunto no hubiese sido hecho como noso-tros, entonces en ese punto, no habríapodido ser tentado como lo somos noso-tros.

Él se pudo “compadecer de nuestrasflaquezas”1, debido a que fue “tentado entodo según nuestra semejanza”. Cuandofue tentado, sintió los deseos y las incli-naciones de la carne, precisamente de laforma en que nosotros las sentimos alser tentados. “Cada uno es tentado,cuando de su propia concupiscencia [losdeseos e inclinaciones propios de la car-ne] es atraído, y cebado” (Sant. 1:14).Todo eso, Jesús pudo experimentarlo sinpecar, ya que la tentación no es pecado.Es solamente después que la concupis-cencia ha concebido –cuando el deseo hasido acariciado, la inclinación consenti-da– que “pare el pecado”204 . Y Jesús, nisiquiera en un solo pensamiento acaricióni consintió un deseo o inclinación de lacarne. Así, en una carne como la nuestra,fue tentado en todo punto como noso-tros, pero sin una sola mancha de peca-do.

Por el poder divino que recibió me-diante la fe en Dios, Él, en nuestra car-ne , reprimió completamente toda incli-nación, y cortó de raíz todo deseo de esacarne, de forma que “condenó al pecadoen la carne ”. Con ello, trajo la victoriacompleta y el poder divino para mante-nerla , a toda alma en el mundo. Todoeso lo hizo “para que la justicia de la leyfuese cumplida en nosotros, que no an-

203 Heb. 4:15.204 Sant. 1:15.

álatas 5:22-26A. T. Jones

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damos conforme a la carne, mas con-forme al espíritu”. 205

En Cristo Jesús, está al alcance de to-da alma esa victoria, en su plenitud. Se larecibe por la fe en Jesús. Se cumple ymantiene por “la fe de Jesús”, que Élperfeccionó y que da a todo el que en Élcree. “Esta es la victoria que vence almundo, nuestra fe”. 206

“Dirimiendo en su carne las enemis-tades” que separaban al hombre de Dios(Efe. 2:15). Para tal fin, tomó la carne –sólo así pudo ser– en la que existía talenemistad. Y dirimió o abolió “en sucarne las enemistades”, “para edificar ensí mismo los dos [Dios, y el hombreenemistado] en un nuevo hombre,haciendo la paz”.

Cristo abolió en su carne las enemis-tades, “para reconciliar por la cruz a am-bos [judíos y gentiles –todo el génerohumano sujeto al enemigo–] con Dios enun mismo cuerpo, matando en ella [sucarne ] las enemistades” (Efe. 2:16). Laenemistad estaba en Él mismo, al estaren su carne . Y “en su carne”, la dirimió oabolió. Solamente estando “en su carne”pudo hacer tal cosa.

Jesús tomó sobre sí la maldición en suplenitud, tal como ésta afecta a la razahumana. Eso sucedió cuando fue “hechopor nosotros maldición”. 207 Pero “lamaldición sin causa nunca vendrá”, 208 nivino nunca: el pecado es la causa de lamaldición. Él fue hecho maldición pornosotros, a causa de nuestros pecados. Ya fin de poder afrontar la maldición talcomo pesa sobre nosotros, debió afron-tar el pecado, tal como es en nosotros.Así pues, “al que no conoció pecado, hizopecado por nosotros”. Y eso “para quenosotros fuésemos hechos justicia deDios EN ÉL” (2 Cor. 5:21).

205 Rom. 8:3,4.206 1 Juan 5:4.207 Gá l. 3:13.208 Prov. 26:2.

Y aunque se colocó enteramente en lamisma situación de gran desventaja en laque está la raza humana –hecho en todocomo nosotros, y por lo tanto tentado entodo como nosotros–, sin embargo, ni enun solo pensamiento consintió que unasola tendencia o inclinación de la carnegozaran del más mínimo reconocimien-to, sino que fueron todas ellas cortadasde raíz por el poder de Dios, que, me-diante la fe divina, trajo a la humanidad.

“Así que, por cuanto los hijos partici-paron de carne y sangre , Él tambiénparticipó de LO MISMO, para destruirpor la muerte al que tenía el imperio dela muerte, es a saber, al diablo, y librar alos que por el temor de la muerte esta-ban por toda la vida sujetos a servidum-bre . Porque ciertamente no tomó a losángeles, sino a la simiente de Abrahamtomó. Por lo cual, debía ser en todo se-mejante a los hermanos, para venir a sermisericordioso y fiel Pontífice en lo quees para con Dios, para expiar los pecadosdel pueblo. Porque en cuanto Él mismopadeció siendo tentado, es poderoso pa-ra socorrer a los que son tentados”(Heb. 2:14-18).

Y esa victoria que Cristo obró en carnehumana, el Espíritu Santo la trae pararescatar a todo aquel que, estando encarne humana, cree hoy en Jesús. Me-diante el Espíritu Santo, la presenciamisma de Cristo viene al creyente; yaque es su constante deseo el “que os de,conforme a las riquezas de su gloria, elser corroborados con potencia en elhombre interior por su Espíritu . Quehabite Cristo por la fe en vuestros cora-zones; para que, arraigados y fundadosen amor, podáis bien comprender contodos los santos cuál sea la anchura y lalongura y la profundidad y la altura, yconocer el amor de Cristo, que excede atodo conocimiento, para que seáis llenosde toda la plenitud de Dios” (Efe. 3:16-19).

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Así, la liberación de la culpabilidad delpecado, y del poder de éste, que hace queel creyente triunfe sobre todos los dese-os, tendencias e inclinaciones de su car-ne pecaminosa, por el poder del Espíritude Dios, tiene hoy lugar por la presenciapersonal de Cristo Jesús en carne huma-na en el creyente, tal como sucedió conla presencia personal de Cristo en carnehumana, hace dos mil años.

Cristo “es el mismo ayer, y hoy, y porlos siglos”. 209 Tal sucede con su evange-lio. El evangelio de Cristo es hoy el mis-mo que hace dos mil años. Entonces era“Dios… manifestado en carne”; 210 hoytambién : Dios manifestado en la mismacarne , en la carne de hombres pecami-nosos, carne humana, tal como es la na-turaleza humana.

El evangelio es “Cristo en vosotros, laesperanza de gloria”, –Cristo en ti, talcomo eres, pecados y pecaminosidad in-cluidos; ya que se dio a sí mismo pornuestros pecados, y por nuestra pecami-nosidad. Cristo te compró tal como eres,y Dios te hizo acepto en el Amado. Te harecibido tal como eres, y el evangelio –Cristo en ti, la esperanza de gloria– tepone bajo el reino de la gracia de Dios y,por su Espíritu, te sujeta de tal manera alpoder de Cristo y de Dios, que apareceen ti “el fruto del espíritu”, no “las obrasde la carne”.

Y el fruto del Espíritu es:AMOR. “El amor de Dios está derra-

mado en nuestros corazones por el Espí-ritu Santo que nos es dado”. 211 En lugarde dar lugar al odio –siquiera en pensa-miento–, o cualquier sentimiento afín,nadie puede hacer contra ti nada que lo-gre despertar otra cosa que no sea amor.Ese amor, proviniendo de Dios, “es elmismo ayer, y hoy, y por los siglos”, y noama por recompensa, sino simplementeporque ama, porque es amor, y siendosólo eso, no puede hacer otra cosa.

GOZO. “Es la felicidad desbordanteque surge del bien presente o futuro”.Pero en este caso, la disyunción quedadescartada, ya que se trata de felicidaddesbordante surgida del bien actual YTAMBIÉN del que se espera, debido aque la causa del mismo es eterna. Enconsecuencia, es eternamente presente,y eternamente esperado. Es “satisfacciónexultante”.

PAZ. Perfecta paz que reina en el co-razón. “La paz de Dios, que supera todoentendimiento”; 212 y que guarda el co-razón y la mente de todo aquel que la po-see.

TOLERANCIA, BENIGNIDAD, BON-DAD, FE. Esa fe –del griego pistis–,es “la firme persuasión; la convicción ba-sada en la confianza , NO en el conoci-miento [la fe “del corazón ”, no de la ca-beza ; la fe de Cristo, no la del credo];sólida confianza, alimentada por la con-vicción, que supera lo que se opone ocontradice”.

MANSEDUMBRE, TEMPLANZA. Latemplanza es dominio propio. El Espíritude Dios libera al hombre de la esclavituda sus pasiones, concupiscencias y hábi-tos, y lo hace libre, dueño de sí.

“Contra tales cosas no hay ley”. La leyde Dios no va contra otra cosa que no seael pecado. En la vida de los hombres, laley de Dios va contra todo lo que no seael fruto del Espíritu de Dios. Por lo tanto,todo lo que en la vida del hombre no esfruto del Espíritu, es pecado. Eso no esmás que otra forma de decir que “todo loque no es de fe , es pecado”. 213

Así, “si vivimos en el Espíritu, ande-mos también en el Espíritu”. Y puestoque vivimos y andamos en el Espíritu,“no seamos” –Sí, no seremos, no pode-mos ser– “codiciosos de vana gloria, irri-tando los unos a los otros, envidiándoselos unos a los otros”.

Review and Herald , 2 Octubre 1900.209 Heb. 13:8.210 1 Tim. 3:16.211 Rom. 5:5.

212 Fil. 4:7.213 Rom. 14:23.

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“Sed, pues, vosotros perfectos”. Elhimno que acabamos de cantar, “Salvoen los tiernos brazos”, procura el terrenoapropiado para el texto de Mateo 5:48.Sabéis que eso es lo que la Palabra deDios dice. Conocéis la exhortación deHebreos 6:1 a ir “adelante a la perfec-ción”. Sabéis que el evangelio, la predi-cación del evangelio que vosotros y yoanunciamos, tiene por fin “que presen-temos a todo hombre perfecto en CristoJesús” (Col. 1:28). Por lo tanto, jamás di-remos que no se espera de nosotros laperfección. Debes esperarla de ti mismo.La debo esperar de mí. Y no debo acep-tar nada de mí, o en mí, que no alcancela norma de la perfección por Dios esta-blecida. ¿Qué otra cosa podría impedir-nos más eficazmente el alcanzar la per-fección, que pensar que tal cosa no seespera de nosotros? Repito, ¿qué podríaimpediros más efectivamente a vosotrosy a mí el alcanzar la perfección, sino eldecir que no se espera que seamos per-fectos?

Por lo tanto, puesto que la Palabra deDios establece claramente que vosotros yyo debemos ser perfectos, lo único quedebemos considerar es el camino paralograrlo. Nada más. Debemos compren-der claramente que la perfección, nadamenor que la perfección tal como Dios laha establecido, es lo que se espera de vo-sotros y de mí. Y que no aceptaremosnada en nosotros mismos, en lo quehemos hecho, ni en nada que tenga quever con nosotros, que deje de alcanzar laperfección tal como Dios la estableció,aunque sea por el espesor de un cabello.Eso debe ser para nosotros algo muy cla-ro, claro por siempre. Entonces, investi-

guemos simplemente el camino, y elhecho se cumplirá.

¿Cuál es, pues, la norma? ¿Cuál es lanorma establecida por Dios? “Sed, pues,vosotros perfectos, como vuestro Padreque está en los cielos es perfecto ”. Laperfección de Dios es la única norma. Aella tenemos que referirnos, y permane-cer ante nosotros mismos demandándo-nos siempre perfección como la de Dios;y no debemos manifestar el más mínimoánimo de excusar o disculpar en noso-tros aquello que deje de alcanzar dichaperfección en el grado que sea.

Está claro que no podemos ser perfec-tos en grandeza, como lo es Dios, tampo-co en omnipotencia ni omnisciencia.Dios es carácter, y lo que ha establecidopara vosotros y para mí es perfección delcarácter como la del suyo, aquello a loque llegaremos, lo único que debemosesperar, y lo único que hemos de aceptaren nosotros mismos. Si la que debemostener es la misma perfección de Dios, ytal es la única que aceptamos en noso-tros; si nos mantenemos siempre en esanorma, os daréis cuenta de que eso sig-nifica el tenernos constantemente ante lapresencia del juicio de Dios. Ahí es don-de cada uno de nosotros espera estar,seamos justos o malvados. ¿Por qué,pues, no ir ya allí de una vez por todas?Está establecido que vosotros y yo com-parezcamos ante el tribunal de juicio deCristo, y allí cada uno de nosotros serámedido de acuerdo con esa norma. Dios“ha establecido un día, en el cual ha dejuzgar al mundo con justicia, por aquelvarón al cual determinó; dando fe a to-dos con haberle levantado de los muer-tos” (Hechos 17:31).

a PerfecciónA. T. Jones

26ristiana

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La resurrección de Cristo es la garant-ía que Dios da al mundo de que todohombre comparecerá ante el tribunal dejuicio de Cristo. Es un hecho cierto. Loesperamos, lo predicamos, lo creemos.Entonces, ¿por qué no emplazarnos ahí,y permanecer en esa situación? ¿por quéesperar? Quienes esperan, y continúanesperando, no podrán entonces tenerseen pie. El impío no podrá resistir en esejuicio; pero aquellos que se emplazanante el tribunal de juicio de Dios, afron-tando la norma del juicio, y se mantie-nen allí constantemente en pensamiento,palabra y acción, están preparados parael juicio en cualquier momento. ¿Prepa-rados? –Lo tienen, están allí, lo estánpasando, están invitando al juicio, y atodo lo que éste conlleva. Están allí espe-rando pasarlo, y sólo quien actúa así,puede estar seguro. La bendición mismaque viene con ello es toda la recompensaque una persona necesita para emplazar-se ahora mismo ante el tribunal del jui-cio. Y estando allí, ¿habrá algo que pue-da temer? –Nada. Y ¿qué es lo que echafuera el temor? –El perfecto amor. 214 Pe-ro el perfecto amor puede solamente ve-nir cuando alcanzamos esa norma per-fecta del juicio, en el juicio, y puede sermantenida solamente permaneciendoallí.

Siendo eso así, investiguemos el cami-no para lograrlo. El camino, esa es la cla-ve. Ha quedado claro que yo no soy lanorma. ¡Pensad en ello! “Sed, pues, vo-sotros perfectos, como vuestro Padreque está en los cielos es perfecto”. Superfección es la única norma. Ahora,¿qué medida , o qué estimación de lanorma es la apropiada? No es la mía,puesto que yo no puedo medir la perfec-ción de Dios. Probablemente esté acu-diendo a vuestra mente el Salmo 119:96:“A toda perfección veo límite, pero,

214 1 Juan 15:18.

¡cuán inmensos son tus mandamien-tos!”.

Ninguna mente finita puede medir laperfección de Dios. Por lo tanto, quedaclaro que debemos ser perfectos, quenuestra perfección debe ser como la su-ya, y que lo ha de ser de acuerdo con supropia estimación de la perfección suya .Eso aleja de vosotros y de mí todo elplan, y todo lo que tenga que ver con él,en cuanto a la realización del mismo. Sino puedo medir la norma, ¿como podréprocurarla, incluso suponiendo que seme diese lo necesario para hacerlo? Asíque, en cuanto al hacerlo, quede tam-bién claro que está absolutamente fuerade vuestra asignación.

Hace muchísimo tiempo, dijo alguien:“Ciertamente yo conozco que es así: ¿Ycómo se justificará el hombre con Dios?Si quisiere contender con Él, no le podráresponder a una cosa de mil… Si hablá-remos de su potencia, fuerte por ciertoes; si de juicio, ¿quién me emplazará?”.

Y si soy emplazado, entonces ¿qué su-cede? –“Si yo me justificare, me conde-nará mi boca”. Si me mido de acuerdocon mi propia medida, y sentencio elasunto de acuerdo con ella, al ser puestoa la luz de la estimación de Él, mi esti-mación resulta ser tan deficiente, que nologro sino condenarme hasta lo sumo.No hay ahí ninguna base para la justifi-cación. “Si me dijere perfecto, esto mehará inicuo”.

“Bien que yo fuese íntegro, no conozcomi alma: Reprocharé mi vida”. Mi propianorma de integridad, al ser llevada a supresencia, y al ser puesta a la luz de lanorma de Él, resultaría tan deficienteque hasta yo mismo la reprocharía.“Aunque me lave con aguas de nieve, ylimpie mis manos con la misma limpie-za, aún me hundirás en el hoyo, y mispropios vestidos me abominarán”(Job. 9:1-2,19-21,30-31).

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Eso es todo cuanto podemos aproxi-marnos a la norma, suponiendo que nosfuese dado el procurar tal cosa. Por lotanto, abandonemos por siempre todaidea de que la perfección es algo que no-sotros debemos obrar. La perfección esalgo que hemos de poseer, no otra cosa.Dios la espera, y ha hecho provisión a talfin. Es para ello que fuimos creados. Elúnico objeto de nuestra existencia esprecisamente ese, ser perfectos según laperfección de Dios. Y recuérdese que de-bemos ser perfectos de acuerdo con sucarácter. Su norma de carácter debe serla nuestra. Su mismo carácter debe ser elnuestro. No debemos tener uno como elsuyo: el suyo mismo debe ser el nuestro.La perfección cristiana no es menos queeso.

Visto que eso es lo que hemos de po-seer, todo queda explicado en tres textos.El primero de ellos está en Efesios capí-tulo uno. Comenzamos por el versículotercero, para comprender bien el cuarto:

“Bendito el Dios y Padre del Señornuestro Jesucristo, el cual nos bendijocon toda bendición espiritual en lugarescelestiales en Cristo: Según nos escogióen Él antes de la fundación del mundo,[ahora, observad para qué nos escogió;ese fue su objetivo desde antes de la fun-dación del mundo, al escogeros a voso-tros y a mí, y al traernos a esta hora] pa-ra que fuésemos santos y sin manchadelante de Él en amor”.

Tal es su designio con respecto a noso-tros. Es para eso que nos hizo, tal es larazón de nuestra existencia. Hagámonosen este punto una pregunta: Si eso es así,¿por qué no lo asumimos? ¿por qué noasumimos ahora mismo el objetivo denuestra existencia, y somos santos y sinmancha delante de Él en amor?

El siguiente texto está en Colosen-ses 1:19-22: “Por cuanto agradó al Padreque en Él habitase toda plenitud, y porÉl reconciliar todas las cosas a sí, pacifi-

cando por la sangre de su cruz, así lo queestá en la tierra como lo que está en loscielos. A vosotros también, que erais enotro tiempo extraños y enemigos deánimo en malas obras, ahora empero osha reconciliado en el cuerpo de su carnepor medio de muerte, PARA HACEROSsantos, y sin mancha, e irreprensiblesdelante de Él”.

Al principio nos hizo para ese propósi-to. Por el pecado fuimos del todo desvia-dos. Se frustró totalmente el propósitooriginal; pero Él sufrió la cruz: asíagradó a Dios y a Cristo, con la finalidadde que se cumpliese su propósito. Loimportante es que mediante su cruz nosreconcilió para que su propósito fuesecumplido en nosotros –el propósito quetuvo desde antes de la fundación delmundo–, de que fuéramos santos y sinmancha ante Él, en amor. La sangre deCristo, la reconciliación pacificadora queCristo Jesús trae al mundo, tiene por ob-jeto “haceros santos”, es decir, que pue-da efectuar aquello que era su designiodesde antes de la fundación del mundo:QUE PUDIERA PRESENTAROS AVOSOTROS Y A MÍ “santos, y sin man-cha, e irreprensibles delante de Él”.

El camino a la perfección cristiana esel camino de la cruz, y no hay otro. Quie-ro decir que no hay otro camino para vo-sotros y para mí. El camino para traér-nosla, el único camino, fue el de la cruz.Cristo transitó por él, y nos trajo la per-fección; y la única forma en la que voso-tros y yo podremos recibirla es por elcamino de la cruz. Su providencia de-terminó que Él mismo la obrase. Elobrarla no es de ninguna manera nues-tra asignación.

Ahora obsérvese en Efesios 4:7-13 loque eso realiza efectivamente, cuán ple-namente ha provisto Dios para la nece-sidad.

“Empero a cada uno de nosotros esdada la gracia conforme a la medida del

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don de Cristo”. Ahora pensad: por lo vis-to hasta aquí en nuestro estudio, ¿quéfue lo que cumplió el don de Cristo? Hizo“la paz mediante la sangre de su cruz”, yreconcilió a todos con Dios. Y lo hizo pa-ra hacernos lo que designó que debíamosser, desde antes de la fundación delmundo: “santos, y sin mancha, e irre-prensibles delante de Él”. Esa es la me-dida del don de Cristo. Y cumplió elpropósito para todos, en el sentido deque abrió el camino para todos. Y a cadauno de nosotros, ahora mismo, nos esdada la gracia según esa misma medida.Por lo tanto, aquello que la cruz nos tra-jo, poniéndolo a nuestro alcance; la gra-cia de Dios nos lo da , y lo cumple en no-sotros.

Ahora, leámoslo de corrido, y veréisque consiste precisamente en eso, en re-lación con la perfección misma: “Emperoa cada uno de nosotros es dada la graciaconforme a la medida del don de Cristo.Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevócautiva la cautividad, y DIO DONES a loshombres… y Él mismo dio unos, cierta-mente apóstoles; y otros, profetas; yotros, evangelistas; y otros, pastores ydoctores”, ¿ para qué ? “PARAPERFECCIÓN DE LOS SANTOS”. Her-manos, puesto que tales dones son otor-gados con ese propósito, ¿qué estamoshaciendo cuando no aceptamos esepropósito, pero anhelamos los dones, yoramos por ellos, y los recibimos –esosdones que cumplen el propósito ? ¿Quéestamos haciendo en realidad?

“Para perfección de los santos, para laobra del ministerio, para edificación delcuerpo de Cristo; HASTA” –dados conun objeto; otorgados con un propósito,con un propósito bien marcado y defini-do, y HASTA que se cumpla ese propósi-to. Se da “para perfección de los santos”,y se da “HASTA QUE TODOSLLEGUEMOS a la unidad de la fe y delconocimiento del Hijo de Dios, a un

VARÓN PERFECTO, a la medida de laedad de la PLENITUD DE CRISTO”.

La perfección es, pues, el único objeti-vo. La norma de Dios es la única norma.“Sed, pues, vosotros perfectos, comovuestro Padre que está en los cielos esperfecto”. No podemos medirlo; ni lo-grarlo, si nos fuese dado hacerlo por no-sotros mismos. Es el propósito de lacreación del hombre, y cuando ese obje-tivo se frustró por el pecado, Él lo hizoposible para todos, por la sangre de sucruz, y lo asegura a todo creyente me-diante los dones del Espíritu Santo.

Así, pregunto de nuevo, ¿por qué nonos atendremos constantemente a laperfección cristiana, sin conformarnoscon nada que sea menor que eso?

El versículo 24 de la carta de Judas serelaciona directamente con lo que hemosdicho y leído: “A aquel, pues, que es po-deroso para guardaros sin caída, y pre-sentaros delante de su gloria irrepren-sibles, con grande alegría. Al Dios solosabio, nuestro Salvador, sea gloria ymagnificencia, imperio y potencia, ahoray en todos los siglos. Amén”.

“Nos escogió en Él antes de la funda-ción del mundo para que fuésemos san-tos y sin mancha delante de Él enamor”. 215 Mediante la cruz, lo hizo posi-ble para toda alma, a pesar de que el pe-cado nos había hecho perder toda posibi-lidad. Mediante la cruz, compró el dere-cho de “haceros santos, sin mancha eirreprensibles ante Él”. 216 El derecho ahacer tal cosa le corresponde exclusiva-mente a Él. Vosotros y yo no poseemosese derecho, suponiendo que estuviese anuestro alcance el ejercerlo. No podemosrealizarlo. Tras haberlo perdido, nadafuera de la cruz del Calvario lo puederestaurar. Y nadie puede pagar el preciodel Calvario, excepto Aquel que efecti-vamente lo pagó. Por lo tanto, el derecho

215 Efe. 1:4.216 Col. 1:22 ( N. T. Interlineal : presentaros santos…).

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es exclusivamente suyo, en virtud de esacruz. Ningún otro que no haya sufrido lacruz literal del Calvario, puede tenerningún derecho de asumir el cumpli-miento de esa obra. Sólo Él sufrió lacruz: sólo a Él pertenece la obra. Y per-manece la palabra: Él “es poderoso”. “Espoderoso para… presentaros delante desu gloria irreprensibles”. 217 El que fuepoderoso para sufrir la cruz, es poderosopara cumplir todo lo que la cruz hizo po-sible. Así pues, Cristo “es poderoso pa-ra… presentaros delante de su gloriairreprensibles, con grande alegría”.¿CUÁNDO? Interesante pregunta.¿Cuándo?

[Voces: ‘Ahora’]Precisamente. Él es el mismo ayer,

hoy, y por los siglos. Es tan poderosoahora, como lo fue entonces, o como lohaya sido siempre.

Pero manténgase presente que sólopor el camino de la cruz nos es dado avosotros o a mí, ahora y siempre. Estu-diemos la Palabra, a fin de comprobarlo.Leamos Romanos 5:21, y luego echemosun vistazo al capítulo seis, ya que tratadel mismo asunto. Los dos últimos versí-culos de Romanos 5 dicen: “La ley empe-ro entró para que el pecado creciese;mas cuando el pecado creció, sobrepujóla gracia; para que, de la manera que elpecado reinó para muerte, así tambiénla gracia reine por la justicia, para vidaeterna por Jesucristo Señor nuestro”.

Ahora detengámonos en la compara-ción, o más bien el contraste –ya que esuna comparación que viene a resultar enun marcado contraste– entre “de la ma-nera que” y “así también”: “De la maneraque el pecado reinó para muerte”. Sabéiscómo reinó el pecado. Todos los presen-tes conocemos la forma en la que el pe-cado reinó. Algunos pueden estar cono-ciéndolo incluso ahora. Cuando el peca-do reinaba, el reino era absoluto, de

217 Judas 24.

forma que era más fácil hacer lo maloque lo bueno. Queríamos hacer el bien;pero “no hago el bien que quiero; mas elmal que no quiero, éste hago”(Rom. 7:19). Ese es el reino del pecado.Así, cuando reinaba el pecado, era másfácil hacer el mal que hacer el bien.

“Así también la gracia reine por la jus-ticia”. Cuando la gracia reina, es másfácil hacer lo bueno que hacer lo malo.Esa es la comparación. Observad: De lamanera que el pecado reinó, así tambiénreina la gracia. Cuando el pecado rein-aba, lo hacia contra la gracia; neutraliza-ba todo el poder de la gracia que Dioshabía dado; pero al ser quebrantado elpoder del pecado, y reinar la gracia, en-tonces la gracia reina contra el pecado, yneutraliza todo el poder de éste. Así, estan literalmente cierto que bajo el reinode la gracia es más fácil hacer el bien queel mal, como lo es que bajo el reino delpecado sucedía a la inversa.

Así pues, el camino queda despejado,¿no os parece? Caminemos pues por él.“Para que, de la manera que el pecadoreinó para muerte, así también la graciareine por la justicia, para vida eterna porJesucristo Señor nuestro. ¿Pues qué di-remos? ¿Perseveraremos en pecado paraque la gracia crezca?”

[Voces: ‘Dios no lo permita’] 218

Decís, ‘Dios no lo permita’. Está bien:No lo permita. Dios ha puesto su barre-ra, y vosotros subrayáis la negativa aperseverar en pecado para que la graciacrezca. Pero, ¿acaso no ha puesto Dios subarrera contra el pecar, en toda forma ?¿Subrayáis eso? ¿Os atenéis a la barreraque Dios ha puesto en el sentido de queno tenéis absolutamente por qué pecar,bajo el reino de la gracia?

[Voces: ‘Sí’]Entonces ¿acaso no es su designio que

seamos guardados de pecar? Puesto que

218 (N. del T.) : Así traduce King James Rom. 6:2 (¡De ningunamanera!).

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sabemos que ese es su propósito, pode-mos esperarlo confiadamente. Si no loesperamos, jamás tendrá lugar.

Así pues, el primer versículo del capí-tulo seis de Romanos enseña que es elplan de Dios que seamos guardados depecar, ¿no es así?

¿Qué dice el segundo versículo?: “Losque somos muertos al pecado, ¿cómo vi-viremos aún en él?”. ¿Qué significa esteversículo? Que de ninguna manera con-tinuaremos en pecado. Si hay muerte,tendrá que haber un funeral. Enterradoscon Él por el bautismo, en la muerte, yresucitados para andar en novedad devida. “Sabiendo esto , que nuestro viejohombre juntamente fue crucificado conÉl, para que el cuerpo del pecado seadeshecho, a fin de que no sirvamos másal pecado”. 219 Aquí está expuesto antenosotros el camino, y es el camino de lacruz.

Ahora, notad en el texto tres cosas:Sabiendo esto, que nuestro viejo hombrejuntamente fue crucificado con Él. ¿Ycon qué objeto? “a fin de que no sirva-mos más al pecado”. A menos que elcuerpo del pecado sea destruido, servi-remos al pecado. A menos que el viejohombre sea crucificado, el cuerpo de pe-cado no es destruido. Por lo tanto, el ca-mino para ser guardado de pecar es el dela crucifixión y destrucción.

La única cuestión que tenemos que re-solver es pues, la siguiente: ¿Preferiréser crucificado y destruido, antes que pe-car? Si decides por siempre que estásdispuesto ahora mismo a afrontar la cru-cifixión y la destrucción, antes que pecar,no pecarás nunca. “Crucificado con Él,para que el cuerpo del pecado sea des-hecho, a fin de que no sirvamos más alpecado”. Por lo tanto, la liberación de sersiervos del pecado viene solamente me-diante crucifixión y destrucción. ¿Ele-girás el pecado, o elegirás crucifixión y

219 Rom. 6:6.

destrucción? ¿Elegirás destrucción, y es-caparás así al pecado? ¿o bien elegirás elpecado, y con él la destrucción? He ahí lacuestión. No existe otra alternativa.Quien mira de evadir, de escaparse de ladestrucción, la encontrará seguramente.Quien elige la destrucción, escapará de ladestrucción. 220

Bien, pues el camino de la destrucciónpor la cruz de Cristo, es el camino de lasalvación. Jesucristo fue a la destrucciónen la cruz, para salvarnos a ti y a mí.Traernos salvación a ti y a mí, costó ladestrucción del Hijo de Dios en la cruz.¿Consentiremos en la destrucción, paratener la salvación? Todo aquel que lo de-cida con firmeza, y se aferre a ello comoa un vínculo permanente –que se prestea la destrucción a cambio de salvación,en cada instante de su vida–, no perderánunca la salvación.

Pero aquí es donde viene el problema.La destrucción no es nada gratificante;no es fácil. No es fácil para el viejo hom-bre. No apetece de forma natural serdestruido; pero para aquel que lo expe-rimenta, es fácil. Es fácil cuando se hace,y es fácil continuar por siempre, una vezse experimenta.

Ahora, ¿en qué momento debemosexperimentarlo? ¿Cuándo es que nospresenta delante de su gloria irreprensi-bles? –Ahora: y el único camino es el dela destrucción. Ahora es el momento deelegir la destrucción. Ahora es el mo-mento de entregarte por siempre a ladestrucción. Pero si me retengo, si es-quivo la destrucción, ¿de qué me estoyen realidad privando? –De la salvación.“Sabiendo esto, que nuestro viejo hom-bre juntamente fue crucificado con Él,para que el cuerpo del pecado sea des-hecho, a fin de que no sirvamos más alpecado”.

Si debo, pues, enfrentar alguna expe-riencia que me presione de tal modo que

220 (N. del T.) : Ver Mat. 16:25; 10:39. Luc. 17:33.

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parece significar la destrucción, eso serábueno; ya que destrucción es precisa-mente lo que elegí, a fin de dejar de ser-vir al pecado. Una entrega tal trae la afa-bilidad cristiana a la vida, ya que el gozo,la paz duradera y la satisfacción de serguardado de pecar, bien valen la pena,aun al precio de toda la destrucción quepueda jamás sobrevenirnos. No es deninguna manera un intercambio desfa-vorable, sino el más grandioso que jamásse haya ofrecido al hombre.

Crucifixión y destrucción, para no ser-vir más al pecado, –ahí está, por lo tanto,el camino a la perfección cristiana. ¿Porqué?–“Porque el que es muerto, justificado esdel pecado” (Rom. 6:7). A Dios sean da-das gracias, aquel que es muerto, es libe-rado del pecado. Entonces, la única cues-tión que puede surgir en vuestra vida ola mía, es ¿estoy yo muerto? Y si noestándolo, sucede algo que cumpla talcosa, la única consecuencia es la libera-ción del pecado; y eso vale sobradamen-te lo que cuesta.

Vayamos al siguiente versículo: “Y simorimos con Cristo, creemos que tam-bién viviremos con Él”. El primer versí-culo implica que seremos libres de peca-do. El segundo implica lo mismo que elprimero. El sexto dice: para que no sir-vamos más al pecado; el séptimo diceque el que es muerto, es liberado de pe-cado; el octavo, que si somos muertoscon Cristo, viviremos también con Él.¿Dónde vive Él, en justicia o en pecado?

Voces: [‘En justicia’]Cierto. Por lo tanto, es evidente que

los versículos primero, segundo, sexto,séptimo y octavo del capítulo seis deRomanos, implican que seremos guar-dados de pecar.

¿Qué hay en cuanto al versículo nove-no? “Sabiendo que Cristo, habiendo re-sucitado de entre los muertos, ya nomuere: la muerte ya no se enseñoreará

más de Él”. ¿Cómo fue que la muertepudo tener entonces dominio sobre Él? –A causa del pecado. No el suyo, sino elnuestro; ya que “al que no conoció peca-do, hizo pecado por nosotros”. 221 Pero lamuerte no tiene ya más dominio sobreÉl. Ganó la victoria sobre el pecado, ysobre todas las consecuencias de éste porsiempre. Entonces, ¿qué nos dice eseversículo a vosotros y a mí?–Que somos resucitados con Él. “Porqueel haber muerto, al pecado murió unavez; mas el vivir, a Dios vive”. Así, tantoel noveno como el décimo versículos im-plican también que seremos guardadosde pecar.

El undécimo: “Así también vosotros,pensad que de cierto estáis muertos alpecado, mas vivos a Dios en Cristo JesúsSeñor nuestro. No reine, pues, el pecadoen vuestro cuerpo mortal, para que leobedezcáis en sus concupiscencias”. Laimplicación, una vez más, es que no pe-caremos.

“Ni tampoco presentéis vuestrosmiembros al pecado por instrumentos deiniquidad; antes presentaos a Dios comovivos de los muertos, y vuestros miem-bros a Dios por instrumentos de justicia.Porque el pecado no se enseñoreará devosotros; pues no estáis bajo la ley, sinobajo la gracia”. El reino de la gracia elevalas almas por encima del pecado, lasmantiene allí, reina contra el poder delpecado, y libra al alma de pecar.

“¿Pues qué? ¿Pecaremos, porque noestamos bajo de la ley, sino bajo de lagracia? En ninguna manera ”. Así, desdeel primero al decimocuarto versículosdel capítulo sexto de Romanos, se predi-ca una y otra vez liberación del pecado yde pecar. Eso es ya muchísimo, pero to-davía hay más. “Vamos adelante a la per-fección ”. 222

221 2 Cor. 5:21.222 Heb. 6:1.

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“¿No sabéis que a quien os prestáisvosotros mismos por siervos para obede-cerle, sois siervos de aquel a quien obe-decéis, o del pecado para muerte, o de laobediencia para justicia?”. Librados delpoder del pecado, ¿a quién os entregas-teis? –A Dios; por lo tanto, sois sus sier-vos, puestos en libertad para el serviciode la justicia. No es el propósito de Diosque guardarnos de pecar resulte en unavida vacía, su propósito es el de un servi-cio activo e inteligente por nuestra parte,y que la justicia sea el único resultado.Ser liberado del pecado, y ser guardadode pecar, es algo grande y sublime; lomismo cabe decir de ser hecho siervo dela justicia, de manera que nuestro servi-cio sea para justicia.

Por lo tanto, que toda alma se hagaeco de las palabras: “Empero gracias aDios, que aunque fuisteis siervos del pe-cado, habéis obedecido de corazón aaquella forma de doctrina a la cual soisentregados; y libertados del pecado,SOIS HECHOS SIERVOS DE LAJUSTICIA”. ¡Gracias a Dios por ello! Éldice que lo sois, y si es Él quien lo dice,ciertamente lo sois. Dadle gracias porello. Agradecedle por ser liberados delpecado; y agradeced al Señor porque soissiervos de la justicia. Él os ha hecho talcosa; ya que así lo declara.

Pero todo no acaba aún ahí: “Humanacosa digo, por la flaqueza de vuestra car-ne: que como para iniquidad presentas-teis vuestros miembros a servir a la in-mundicia y a la iniquidad, así ahora parasantidad presentéis vuestros miembros aservir a la justicia. Porque cuando fuis-teis siervos del pecado, erais libres acer-ca de la justicia”. El Señor se refiere aquía vuestra experiencia y la mía. “Cuandofuisteis siervos del pecado, erais libresacerca de la justicia”. Sabéis que así es.Oíd el complemento de lo anterior:“¿Qué fruto, pues teníais de aquellas co-sas de las cuales ahora os avergonzáis?

Porque el fin de ellas es muerte. Masahora , librados del pecado, y hechossiervos de Dios, tenéis por vuestro frutola SANTIFICACIÓN, y por fin la VIDAETERNA”.

No somos siervos del pecado, libera-dos de la justicia; sino que somos siervosde la justicia, liberados del pecado.Mientras considero estas cosas, yhabiendo el Señor saciado mi alma contodo ello, acude a mi mente una expre-sión de Milton, que describe los cantosde los ángeles como “dulzura contenidaen melodía sostenida”. Ese capítulo seisde Romanos es una de esas notas de dul-zura contenida en melodía sostenida.

Comienza con la liberación del peca-do: algo grande. A continuación, libera-ción de pecar: extraordinario. Después,siervos de la justicia: maravilloso. Luego,santidad: sublime. Y sobre todo ello, fi-nalmente, vida eterna. ¿No os parece queson notas –en este caso del Señor– dedulzura contenida en melodía sostenida?Oh, recíbelas, permanece en ellas, ab-sorbe esas dulces notas, y permite queresuenen en tu ser día y noche: hacenbien al alma.

Y ese es el camino a la perfección cris-tiana. Es el camino de la crucifixión, paradestrucción del cuerpo de pecado, paraliberación de pecar, para servir a la justi-cia, a la santidad, a la perfección en Je-sucristo, por el Espíritu Santo, para vidaeterna.

Volvamos de nuevo a la afirmación deque los dones son para la perfección delos santos, “hasta que todos lleguemos ala unidad de la fe y del conocimiento delHijo de Dios, a un varón perfecto, a lamedida de la edad de la plenitud de Cris-to”. 223 Ahí está el modelo. El camino porel que Cristo vino a este mundo de peca-do, y en carne pecaminosa –vuestra car-ne y la mía, con la carga de los pecadosdel mundo–, el camino por el que Él vi-

223 Efe. 4:12,13.

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no, en perfección y para perfección, es elcamino que expone ante nosotros.

Fue nacido del Espíritu Santo. Enotras palabras, fue nacido de nuevo. Vi-no del cielo, el unigénito Hijo de Dios, 224

a la tierra, y nació de nuevo. Pero todo,en la obra de Cristo, guarda un patróninverso al nuestro: Él, quien no conociópecado, fue hecho pecado, a fin de quenosotros pudiésemos ser hechos justiciade Dios en Él. El, el que es, el que vive, elpríncipe y autor de la vida, murió paraque podamos vivir. Aquel cuyas salidasson desde el principio, desde los días delsiglo, 225 el Primogénito 226 de Dios, nacióde nuevo, para que nosotros pudiésemosnacer de nuevo.

Si Jesucristo nunca hubiese nacido denuevo, ¿podríamos haberlo hecho voso-tros y yo? –No. Pero Él nació de nuevo,del mundo de justicia al mundo de peca-do; a fin de que nosotros pudiésemosnacer de nuevo, del mundo de pecado alde la justicia. Nació de nuevo, y fuehecho participante de la naturalezahumana, para que pudiésemos nacer denuevo y ser así participantes de la natu-raleza divina. 227 Nació de nuevo, a la tie-rra, al pecado y al hombre, para que po-damos ser nacidos de nuevo al cielo, a lajusticia y a Dios.

El hermano Covert ha dicho que nosconvierte en una familia. Ciertamentenos hermana, y Él no se avergüenza dellamarnos hermanos suyos. 228

Así pues, Él nació nuevamente delEspíritu Santo; porque está escrito quefue dicho a María: “El Espíritu Santovendrá sobre ti, y la virtud del Altísimote hará sombra; por lo cual también losanto que nacerá, será llamado Hijo deDios”. 229

224 Juan 3:18.225 Miq. 5:2.226 Heb. 1:6.227 2 Ped. 1:4.228 Heb. 2:11.229 Luc. 1:35.

Jesús, nacido del Espíritu Santo, naci-do de nuevo, creció “en sabiduría, y enedad” hasta la plenitud de la vida y elcarácter en el mundo, llegando hasta elpunto de poder decir a Dios, “Yo te heglorificado en la tierra: he acabado laobra que me diste que hiciese”. 230 El de-signio y plan de Dios en Él habían llega-do a la perfección.

Jesús, nacido de nuevo, nacido delEspíritu Santo, nacido de carne y de san-gre, lo mismo que nosotros, el Coman-dante de nuestra salvación, fue perfec-cionado “mediante aflicciones”. Porque“aunque era Hijo, por lo que padecióaprendió la obediencia. Y perfeccionado,vino a ser una fuente de eterna salvaciónpara todos los que le obedecen”(Heb. 2:10; 5:8-9).

Jesús, pues, alcanzó la perfección encarne humana, mediante sufrimientos;ya que es en un mundo de sufrimientosdonde nosotros, en carne humana, de-bemos alcanzarla.

Y aunque siempre estuvo creciendo,fue perfecto en todo momento. ¿Com-prendéis eso? Ahí es donde muchos con-funden el concepto básico de la perfec-ción cristiana –piensan que la medidafinal es la única medida válida. Y es asíen el plan de Dios; pero la medida finalno se alcanza al principio. Vayamosnuevamente al capítulo cuarto de Efe-sios. Ahí se nos hace una sugerencia, encuanto a cómo alcanzar esa perfección, –“la medida de la edad de la plenitud deCristo”. He leído el versículo decimoter-cero; ahora relacionadlo con el 14 y 15:“Que ya no seamos niños fluctuantes, yllevados por doquiera de todo viento dedoctrina, por estratagema de hombresque, para engañar, emplean con astucialos artificios del error: Antes siguiendo laverdad en amor, crezcamos en todas co-sas en aquel que es la cabeza, a saber,Cristo”. Por medio del crecimiento es

230 Juan 17:4.

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como debe cumplirse en vosotros y enmí; pero no puede existir crecimiento allídonde falta la vida. Se trata de creci-miento en conocimiento de Dios, en lasabiduría de Dios, en su carácter, creci-miento en Dios; por lo tanto, puede so-lamente darse por la vida de Dios. Peroesa vida es implantada en el hombre enel nuevo nacimiento. Nace de nuevo, na-ce del Espíritu Santo; y la vida de Dios esallí implantada, para que “crezcamos…en Aquel”, ¿en cuántas cosas? “en todascosas”.

Recordáis que “el reino de los cielos essemejante al hombre que siembra buenasimiente en su campo”. 231 “La simientees la palabra de Dios”. 232 Se hace lasiembra. Ésta crece día y noche, sin quese sepa cómo. Ahora, esa semilla, ¿esperfecta? –Sí: la hizo Dios. Comienza abrotar. ¿Que diremos del brote?

[Congregación: ‘Igualmente perfecto’]¿Seguro?[Voces: ‘Sí’]No es una espiga cargada de grano; no

es todavía un tallo erguido y fuerte; no esmás que un simple brote que aflora en lasuperficie de la tierra. Pero ¿acaso no esperfecto?

[Congregación: ‘Sí’]De acuerdo con su ciclo de desarrollo,

es tan perfecto en ese momento, como loserá al final, cuando haya llegado a lamaduración. ¿Lo comprendéis? No per-mitáis que esa confusión continúe, ¡des-echadla!

Cuando el brote asoma de la tierra, osdetenéis a admirarlo. Es merecedor deello. Tiene el encanto de la perfección. Esun brote tan perfecto como el que más,pero no es más que una simple hoja lan-ceolada, que a duras penas se abrió ca-mino hacia la superficie. Eso es todocuanto hay por el momento, pero es per-fecto. Es perfecto porque es tal como lo

231 Mat. 13:24.232 Luc. 8:11.

hizo Dios. Dios es el único que tiene algoque ver con él. ¿Lo veis? Pues bien, voso-tros y yo, nacidos de nuevo de esa buenasimiente que es la palabra de Dios –nacidos de la palabra de Dios y del Espí-ritu Santo, nacidos de la simiente perfec-ta–, cuando esa simiente brota y crece, yempieza a manifestarse en el hombre, seven las características de Cristo. Y ¿cómoes Cristo? –Perfecto. Por lo tanto, ¿cómoes el cristiano en ese momento?

[Congregación: ‘Perfecto’]Si somos nacidos de nuevo por el po-

der de Jesucristo, y Dios mismo dirige laobra, ¿cómo será lo que resultará? –Seráperfecto. En eso consiste la perfeccióncristiana, en ese punto. Jesucristo ospresenta santos, irreprochables y libresde culpa, ante el trono de Dios, en esepunto.

Aquel brote empieza a crecer y se yer-gue sobre el terreno; sale una nuevahoja; salen dos más, cada una de ellastan hermosa como su gemela. La terceraaparece también; ahora ya es un tallo, ysigue creciendo. Presenta un aspectomuy distinto al que tenía al principio.Realmente diferente, pero no necesa-riamente más perfecto que el primero.Está más cerca de la perfección final,más próximo al propósito último deDios; pero aún así, no por ello es másperfecto en su estado actual que cuandoera un simple retoño surgiendo de la tie-rra.

Con el tiempo, crece hasta su alturadefinitiva. Se forma la espiga y aparecela inflorescencia, añadiéndole aún másbelleza. Finalmente se llena de grano: esla espiga en su plenitud. Perfecto. Y cadagrano no lo es menos. La obra, la obra deDios, está allí consumada. Ha sido per-feccionada . Ha alcanzado la perfección,de acuerdo con el designio que Dios tuvopara ella al concebirla.

Eso es la perfección cristiana. Vienepor el crecimiento. Pero este puede so-

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lamente producirse por la vida de Dios.Y siendo la vida de Dios la única fuenteposible, solamente puede crecer deacuerdo con el orden de Dios. Sólo Élpuede dirigir el crecimiento. SolamenteÉl conoce el modelo a la perfección. Cris-to es el modelo. Dios conoce perfecta-mente el modelo, y puede hacernos cre-cer en perfección de acuerdo con esemodelo. Eso es así porque en ese creci-miento hay el mismo poder y la mismavida que hay en el modelo original, Jesu-cristo.

De igual forma que Jesús comenzó, alnacer, como un niñito en carne humana,para crecer después hasta acabar la obraque Dios le había asignado; así nosotros,nacidos de nuevo, creciendo en Él en to-das cosas, llegamos ahora al día en elque, lo mismo que Él, diremos en todajusticia, “te he glorificado en la tierra: heacabado la obra que me diste que hicie-se”. Porque la Biblia dice que “en los díasde la voz del séptimo ángel, cuando élcomenzare a tocar la trompeta, el miste-rio de Dios será consumado”. 233 Hoy esese día. Se nos ha dado ese misterio a finde que lo demos al mundo. Tiene que serconsumado para el mundo, y ha de serconsumado en aquellos que lo poseen.

Pero ¿cuál es el misterio de Dios? –“Cristo en vosotros, la esperanza de glo-ria”. 234 “Dios… manifestado en carne”. 235

Luego en esos días, el misterio debe serconsumado en los ciento cuarenta y cua-tro mil. La obra de Dios en carne huma-na, Dios manifestándose en carnehumana –en ti y en mí– tiene que llegara su consumación. Hemos de ser perfec-cionados en Jesucristo. Mediante elEspíritu hemos de llegar a ser un hom-bre perfecto, a la medida de la estaturade la plenitud de Cristo.

¿Qué os parece? ¿Vale la pena? ¿No esacaso el camino del Señor un buen ca-233 Apoc. 10:7.234 Col. 1:27.235 1 Tim. 3:16.

mino hacia la perfección? Oh, entonces,“dejando la palabra del comienzo en ladoctrina de Cristo, VAMOS ADELANTEA LA PERFECCIÓN; no echando otravez el fundamento del arrepentimientode obras muertas, y de la fe en Dios, dela doctrina de bautismos, y de la imposi-ción de manos, y de la resurrección delos muertos, y del juicio eterno”. 236 Élnos libró del fundamento inestable queteníamos mientras estábamos en peca-do. Que no haya otro fundamento que nosea el servicio a la justicia para santidad,y finalmente, la vida eterna.

Toda alma que afronte el juicio, y semantenga en presencia del juicio, en-tregándose a sí mismo a la crucifixión y ala destrucción, encontrará en ello elcumplimiento, según el camino de Dios.Y además lo encontrará en el corto per-íodo en el que Él ha prometido condu-cirnos a la justicia.

Así pues, se trata únicamente de Dios,de la estimación que Él hace, de su nor-ma. Cristo es el modelo, suya la obra entodas las cosas, en todo lugar y porsiempre. Por lo tanto, tened buen ánimo.Sea Cristo el primero, el último y el todoen todos, en todo tiempo.

Review and Herald,18 y 25 Julio; 1 Agosto, 1899.

236 Heb. 6:1-2.

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“La comprensión de loque la Escritura quieredecir, cuando nos urge

a la necesidad decultivar la fe, es másesencial que cualquierotro conocimiento anuestro alcance”.

Ellen White

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