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BABEL historias y metahistorias, número 3, septiembre-diciembre 2006

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BABEL

historias y metahistorias ::: 03

::: CONTENIDOnúmero 3 /

septiembre-diciembre 2006

[2]

El agua, Venus y Antonioni

Aarón Polo López

[34]

Un hombre nuevo, un cine nuevo

El cine de Leobardo López Arretche

Israel Rodríguez Rodríguez

[50]

Las representaciones del tiempo

(segunda parte)

Sergio Valerio Ulloa

[86]

A la mexicana

Lourdes C. Pacheco

Ladrón de Guevara

[96]

Dos cuentos:

La iglesia de la no resurrección /

Catulo arrepentido

Juan Maya Ávila

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Le amiche (Michaelangelo Antonioni, 1955)

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El agua, Venusy Antonionipor Aarón Polo López

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MICHELANGELO ANTONIONI ES uno de los polos del cine neorrealista italiano. Con él,

se logra la introspección de los personajes y el reflejo de sus inestabilidades, se ve la

crisis moral aún permanente. Su cine es tan basto en posibilidades de interpretación que

permitió hacer el presente trabajo.

«El agua, Venus y Antonioni» pretende mostrar la posible interacción que existe

entre éstos tres elementos, y mostrar sus diversos significados.

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Antonioni

El porvenir es lo que hay de

peor en el presente, y cada

presente es irrelevante y vacío,

y así fue en el pasado cuando

era presente.

Gustave Flaubert,

Lettere

Pese a la no poca bibliografía existente de

Michelangelo Antonioni, no es mucho lo

que se sabe con respecto a su vida

personal. Uno de sus entrañables amigos

y colaborador en varias de sus películas,

Alain Cuny, así lo dice:

Conozco a Michelangelo desde hace

veinte años [entonces 1961]. No sé en

que momento de su juventud él tuvo la

capacidad de observar el mundo

desordenado que lo rodeó sin estar

entusiasmado en sí mismo fuera de su

orden propio.

¿Cómo escapó a la masacre de los

inocentes? ¿Cómo la sensibilidad

elemental, franciscana que es la suya

(que él me perdone) en frente de los

seres?, ¿dónde se pudo desarrollar dentro

de un contexto social donde el no es

reconocido? Esto que el solo lo puede

decir, o quizá no lo sabe.1

Escritores importantes han buscado

el origen de este talento, de esta peculiar

sensibilidad en la intensidad de los

sentimientos y la vivacidad de las

costumbres, que aflora de una manera

muy especial en Italia, como Stendhal lo

llegó a manifestar:

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El hombre del Sur vive con poco, y en

un país de abundancia; el hombre del

Norte consume mucho en un país estéril:

uno busca el reposo y el otro el

movimiento. El hombre del Sur, en su

inactividad muscular, se ve continuamente

llevado a la meditación. Un pinchazo

con una espina es más cruel para él

que un sablazo para otro. La expresión

en las artes debía, por tanto, nacer en

el Sur.

En Italia, el clima da lugar a más

fuertes pasiones; los gobiernos no pesan

sobre las pasiones; no hay capital.

Hay, pues, más originalidad, más genio

natural.2

El historiador de arte André Chastel agrega

al comentario de Stendhal:

Así, pues, sería en la propia naturaleza,

en la fisonomía geográfica de la Península,

en las diversidades de las provincias,

donde habría que buscar las más

interesantes fuerzas del arte italiano.3

Antonioni, «el cineasta con manos

de pintor», muestra un rico atavismo en el

sentido de las composiciones y de los

colores, por ello ha sido considerado uno

de los herederos de la actividad de Piero

della Francesca, Corregio o los Carraci.

La utilización en las películas de recursos

procedentes de la pintura parece natural

a los realizadores italianos y, junto con

ello, una aptitud para captar los momentos

plenos de la experiencia humana.4

Inclusive, La aventura, La noche, El eclipse,

El desierto rojo, más que títulos de películas

parecen nombres de cuadros. «¿Usted

pinta?», le preguntaron alguna vez a

Antonioni, y él contestó: «Cosas pequeñas

con técnicas mixtas de collage. Pero no

me considero un pintor, lo hago por

diversión. Si lo soy, lo soy en el cine».5

Cada película de Antonioni es una

serie de cuadros que van siendo ocupados

por diversos objetos (entre ellos –según

el propio Antonioni- los actores) creando

una significativa gama de colores y

complejidades.

En todo film, cada imagen –cualquier-

se halla ya cargada de cierto sentido

antes de intervenir la más elemental

de las combinaciones con miras a

una significación eventual.

Toda cosa, todo acontecimiento,

todo individuo, tienen por sí mismos,

por su simple presencia «en el mundo»,

una cierta significación. Al estar

constituida la imagen que los manifiesta

a la mirada por todo aquello de lo

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cual ella es imagen, es normal que

su significación primera sea la de las

cosas representadas.6

El cine de Antonioni también ha

sido considerado como cine literario, pese

a las ideas del autor francés André Malraux

en su libro Psicología del cine: «la novela

conserva sobre el film una gran ventaja, y

ésta es la posibilidad de pasar al interior

del personaje».7

He aquí, según una mayoría de

tratadistas y críticos de arte, el «talón de

Aquiles» de la narrativa cinematográfica

que, por definición, se sustenta en la

reproducción fotográfica espacio-temporal

de la realidad física. Sin embargo, y a

pesar de esta aparente limitación, la lucha

por ensanchar los senderos expresivos del

cine se denotan en innumerables ejemplos.

Una buena parte de la vanguardia

del cine moderno, y el cine de Antonioni

en particular, es tributario de toda una

tradición cultural que, además de incluir

las experiencias de la escuela cinematográfica

italiana del neorrealismo, incluye la obra

de Flaubert, Gide, Proust, Joyce, Pavese

y Sartre. El novelista Alberto Moravia ha

escrito: «Antonioni es uno de los pocos

autores cuyos films, puestos en prosa, no

harían el ridículo comparados con los

productos más elaborados de la literatura

narrativa moderna».8

No es puramente casual que en

La noche Valentina (Monica Vitti) sea

presentada leyendo Los sonámbulos de

Moravia, mientras bulle a su alrededor el

desfile de los «obsesos», de los invitados

a la villa de Brianza; desfile que constituye

la segunda parte del film, y que se asocia

a la fiesta final de La aventura en el San

Domenico Palace de Taormina: aspecto

análogo de la misma «noche». Así como

no es fortuito el hecho de que en La

aventura Antonioni nos muestre los libros

que leía la «desaparecida» Anna: la Biblia

y Tierna es la noche.

Pierre Leprohon, analizando la

evolución y enriquecimiento de los recursos

expresivos del cine en los últimos años, y

refiriéndose de un modo especial a la

obra de Antonioni y de Alain Resnais,

concluye:

La etapa del cine hablado toca a su

fin. Caminamos hacia lo que se llama

ya con un término nuevo el cine-

novela. Esta tercera forma conocerá sin

duda tantos errores y riquezas como las

que le han precedido. Pero es por

ellas, igualmente, que el cine vivirá.9

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Por otro lado, los críticos franceses,

entre ellos el cineasta Jean-Luc Godard,

definieron la obra de Antonioni como

«neorrealismo interior», expresión con la

que el director estuvo de acuerdo sólo

para la primera parte de su obra que

termina con El eclipse (1962), pues

después de Blow-up la problemática de

sus filmes –señala- es distinta.

El término de «neorrealismo interior»

responde a que la obra de Antonioni se

encuadra dentro de las premisas de la

escuela conductista o behaviorista, basada

en la rigurosa observación y descripción

de las conductas. Y ciertamente, el examen

meticuloso de comportamientos, palabra,

acción, es lo que mejor puede hacer el

cine con sus sensibilísimos medios de

captación: la cámara tomavistas y el

micrófono.

La idea es la observación de un dato

real, [señala Antonioni] hoy en día

vivimos en un periodo de extrema

inestabilidad, inestabilidad política, moral,

social, hasta incluso física. El mundo

es inestable alrededor y dentro de

nosotros, Yo hago películas sobre la

inestabilidad de sentimientos, sobre el

misterio de los sentimientos.

El suicidio, la muerte, el tedio, la

incomunicación, la mujer, son exploraciones

complejas en la obra de Antonioni

característica del neorrealismo, donde se

plantean los problemas sin ofrecer soluciones.

A la pregunta de ¿cómo se puede vivir?,

Antonioni responde simplemente, no sé.

Venus

Venus favorece los amores

en el agua

Federico Fellini,

Satyricon

Las ideas expuestas en la primera parte

de este trabajo, pretenden ayudar a entender

las inquietudes de nuestro cineasta. En

los primeros directores neorrealistas se ha

visto cómo se refleja el impacto de la

postguerra, sin embargo, en los directores

de la segunda generación (Fellini, Pasolini

y Antonioni) se da una exploración más

introspectiva de los valores humanos. La

crisis de la moral, la sexualidad, de los

sentimientos, son temas que van guiando

a estos directores a nuevas búsquedas en

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su pasado, en su cultura más remota, en

la cultura clásica, quizá con la intención

de contraponer desde su perspectiva, desde

su contexto histórico, lo religioso. Es decir,

enfrentar la cultura católica a la cultura

clásica o profana, que al final tendrán las

mismas limitaciones.

La interpretación constante entre

lo profano y lo sagrado parece ser una de

las marcas características de la historia

del arte italiano.

El arte sacro tiende, pues, a contener

dentro de sí toda la variedad profana.

La Virgen es una joven sorprendida o

atenta a la llegada del mensajero. La

Madre llora o ríe con su hijo, tendiéndole

a veces, temerosamente, la flor, la

fruta o el pájaro que simboliza el destino

cruel. La Natividad es una fiesta familiar

o popular; la lamentación, el dolor

explosivo de una familia ante su muerto.

La familiaridad con los Santos o con la

Madre y el Niño prácticamente no conocen

límites.10

Estas imágenes, presentes en el arte italiano,

de ninguna forma se omiten en la

cinematografía de Antonioni.

Así se explican las constantes analogías

que se establecen entre el arte profano

puro, representado por las imágenes

antiguas, y el arte cristiano. Ya en los

siglos IV y V la ornamentación imperial

y la glorificación de los príncipes son

del mismo tipo que las celebraciones

sagradas. En el siglo XIII, los escultores

gibelinos de Pisa tienen un estilo común

para los ámbitos. Pero la evolución de

mayor interés es, sin duda, la del siglo

XV, momento en que los textos antiguos,

abundantes y descriptivos, más detallados

que las escenas conocidas a través del

arte, excitan la imaginación de los artistas,

que terminan por evocar a los dioses

paganos en el tipo de representaciones

cristianas: Botticelli trata a Venus como

una Vírgen desnuda, Signorelli presenta

a la corte de Pan en sacra conversación.

Un poco más tarde se encuentra el

equilibrio: para Rafael o Miguel Ángel,

la Virgen toma su reserva de las diosas

castas y su belleza de las estatuas

antiguas, y Cristo su vigor tonante de

las imágenes de Jupiter.11

Estas analogías que Chastel hace

en su revisión del arte, específicamente

en la pintura, de alguna forma se pueden

vislumbrar en Roma ciudad abierta, donde

se pone de manifiesto la relación de un

padre que comulga con los ideales de un

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grupo de personas que están en contra de

los alemanes, y que en la realidad, eran

comunistas, la parte más opuesta al

catolicismo. No hay que olvidar aquellas

historias, como la de Fra Fillippo Lippi,

quien dio a la Virgen el rostro de su

amante, mostrando la crisis moral o de

relaciones tormentosas.

Entre finales de los años cincuenta

e inicios de los años sesenta, se asiste a

una recuperación de la mitología: por una

parte, en la tradición del romanticismo

alemán –basta pensar en la serie de

ensayos sobre mito y palabra del filólogo

Walter Friedrich Otto, que cita explícitamente

a Schelling y a Hölderlin-; y, por otra, en

la tradición de la lingüística y de la

semiología –se puede recordar en particular

a Barthes, cuya obra Mythologies aparece

en 1957.12

Federico Fellini filmó Satyricon en

1969. En esta película se puede ver la

crítica del director hacia una burguesía

decadente. La estética grotesca quizá sólo

se puede entender a través de la moral

pagana, que además de mostrar sus límites,

señala las de la sociedad contemporánea.

Las incursiones de Fellini en Petronio tal

vez responde a que la moral de su

actualidad ya no funciona en su contexto,

a sus necesidades.

Pier Paolo Pasolini buscó salirse,

al igual que Fellini, de los esquemas del

pensamiento occidental moderno, para poder

concebir el mito.

A través de la reflexión sobre el cine,

Pasolini reinscribe el mito dentro de la

historia y, actuando así, sostiene la

necesidad de reinventarla. Aquello que

entonces se llamó el «retorno al mito»

de Pasolini no es la expresión de un

humanismo reacio a la tecnología crea

la posibilidad y la necesidad de someter

a discusión las categorías filosóficas sobre

las que el humanismo se rige.13

En Crónica de un amor ya se

puede prever cuáles serían las inquietudes

de Pasol in i : la sexual idad y su

institucionalización que determina la moral

y que, de alguna forma, le preocupa por

su propia preferencia sexual.

Pasolini es, de estos tres directores,

el más directo en su crítica social, es el

menos rebuscado. Edipo Re, película basada

en la obra de Sófocles, es la primera de

temas míticos, pero pese a la intención de

alejarse de los esquemas culturales

contemporáneos, el director italiano hace

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varias citas de otras culturas, como la

mesoaméricana, donde se denota la

presencia del Ballet Folklórico de Amalia

Hernández y que sería tema para otro

artículo, citando elementos de su mismo

presente. Esta construcción de Pasolini es

totalmente intencional, pero no pretende, a

diferencia de Satyricon o de aquellas

primeras películas italianas de principios

del siglo XX -Nerón o Los últimos días

de Pompeya-, recrear el pasado.

Por su naturaleza, el cine no puede

representar el pasado. El cine representa

la realidad a través de la realidad; un

hombre a través de un hombre; un

objeto a través de un objeto […] Por

ello, en mis filmes históricos nunca he

tenido la ambición de plasmar un tiempo

que ya no existe; si he intentado hacerlo

ha sido por medio de la analogía, es

decir, representando un tiempo moderno

en cierto modo análogo al tiempo

pasado.14

De esta forma, Pasolini va a

resolver sus siguientes películas históricas,

como él mismo las llama. El decamerón y

Saló son dos filmes que remiten a dos

momentos históricos también muy inestables.

La primera película está situada en la

Florencia de 1348, cuando apareció la

mortífera peste. La segunda película, Saló,

más que situarse en un momento histórico

determinado, es una adaptación libre. Pasolini

retoma al Marqués de Sade, que ha sido

símbolo de la sexualidad «desviada» hacia

la perversidad y el placer proporcionado

por el dolor ajeno, algo totalmente

inconcebible para muchas personas

«normales». Pero también implica la

descripción y la crítica de la burguesía

francesa del siglo XVIII, recurso que

aprehende Pasolini para hacer lo mismo

con su propia sociedad.

Otra peculiaridad significativa del

cine de Pasolini, se puede ver claramente

en Medea, donde va a confrontar la moral

clásica con la contemporánea. El Centauro

Quirón padre de Jasón, está inmerso en

esta polaridad; mientras que Medea

representa a una civilización prehistórica,

que se está perdiendo, y Jasón es la

encarnación del presente.

Pasolini habla de una conversión a la

inversa, desde la religiosidad antigua

[Medea] a la falta de Dios. Jasón es

una personificación del presente, en el

que el pasado continúa viviendo; el

centauro es la voz crítica de este dualismo

irreductible. El presente no es, por tanto,

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sólo la ausencia de Dios, sino también

la conciencia infeliz de esta ausencia y,

de algún modo, la persistencia de Dios.15

Michelangelo Antonioni, presenta

varios de estos elementos en su obra. La

presencia simbólica de Dios, como en La

aventura, donde aparece La Biblia sólo

por un momento. El enfrentamiento entre

los valores del pasado y los valores del

futuro, especialmente en El desierto rojo,

como más adelante se señalará, son algunos

ejemplos que Antonioni expone en su obra

que oscila entre la cultura clásica y la

cultura occidental moderna. Con motivo de

la presentación de La aventura en el

Festival de Cannes de 1960, Antonioni

distribuyó un texto que refuerza lo hasta

aquí expuesto.

En el mundo de hoy existe una fractura

muy grave entre la ciencia, de un lado,

proyectada totalmente hacia el porvenir

y dispuesta a renegar cada día de lo

que era la víspera si esto le permite

siquiera conquistar una partícula de ese

porvenir, y del otro lado una moral

rígida, inmóvil, de la que el hombre se

da cuenta perfecta y que sin embargo,

permanece inalterable. Por pereza o

por cobardía.

Desde su nacimiento, el hombre se

encuentra abrumado inmediatamente por

un bagaje de sentimientos. No digo que

sean viejos o caducos, sino inadecuados,

que le condicionan sin ayudarle, le

entorpecen sin mostrarle jamás la salida.

A pesar de todo, el hombre todavía no

h a l o g r a d o , s e g ú n p a r e c e ,

desembarazarse de esa herencia. Actúa,

ama, odia, sufre impulsado por fuerzas

y por mitos morales que pertenecen a

la época de Homero, cosa absurda en

nuestro tiempo, en vísperas de viajes a

la Luna. Pero así ocurre.

El hombre está dispuesto a liberarse de

sus conocimientos técnicos o científicos

cuando comprueba que son falsos. Nunca

la ciencia fue tan humilde, estuvo tan

dispuesta a retractarse. Pero en el dominio

de los sentimientos en todo lo posible

hasta agotarlos. Era todo lo que podíamos

hacer.

Pero no hemos podido encontrar nada

nuevo, ni siquiera entrever una solución

a ese problema.

No tengo ni la pretensión ni la posibilidad

de encontrar por mí mismo esa solución.

Yo no soy un moralista.16

¿Y Venus? En una entrevista,

Antonioni habla de la importancia del paisaje

en su obra, que de alguna forma ya se

enfatizó en la primera parte.

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En mi obra el paisaje es un componente,

no sólo indispensable, sino casi

permanente. He sentido la necesidad

de fragmentar mucho la acción;

introduciendo en muchas secuencias

encuadres de tipo hasta documental (una

tromba de aire, el mar, el paso de los

delfines, cosas de este tipo), pero que

en realidad para mí son indispensables,

puesto que «sirven» para la idea de la

película, que es la inestabilidad de los

sentimientos.17

A través de la revisión de las

películas La aventura, La noche, El grito y

El desierto rojo, se puede apreciar que el

agua ocupa un lugar preeminente en las

historias de Antonioni.

Venus, diosa del amor y del agua,

tiene una serie de historias de encuentros

y desencuentros, de tragedias, de amores

pero, sobre todo, de ausencia de valores

morales, como en el mundo de Antonioni.

El cine en su producción tan basta da

muchas referencias a la diosa del amor

pero sólo mencionaré una, La Venus rubia,

donde la femme fatale Marlene Dietrich

nos muestra, a través de su personaje, su

vida atormentada por un amor imposible,

así como Venus casada con Hefeso, comete

adulterio con Ares. Sin embargo, a diferencia

del personaje de Marlene, Venus como

diosa del amor, trasciende junto con todos

sus enredos pasionales y trágicos, al ojo

de Antonioni.

A Venus se le relaciona con lo

venéreo, lo afrodisíaco, lo erótico; con el

«amor ciego», el «flechazo», con la fidelidad

(es decir con la memoria de una relación

donde hay o hubo amor), etcétera. Estas

son, justamente, las situaciones que viven

los personajes de las películas de Antonioni,

y que adquieren un tono especial cuando

hay agua de por medio.

El agua

Todo lo que el corazón

desea se puede reducir a la

forma del agua.

Claudel

Dentro de la cinematografía mundial el

agua, sea lluvia, fuente, río, mar, cascada…

ocupa un lugar más importante que un

simple paisaje. Hay que recordar tan sólo

la película de King Vidor, The Crowd,

donde la pareja protagonista consuma su

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matrimonio al costado de una cascada

que, además de servir como un bello

marco, simboliza la fluidez de los líquidos

-sanguíneos y seminales- que originó la

fecundidad. En la película de Fritz Lang,

Sólo vivimos una vez, el personaje central

vislumbra su relación en el estanque de

ranas que se encuentra enfrente de su

hogar efímero.

En Arroz amargo, es en medio de

la lluvia donde el personaje de Silvana

Mangano es violada, es la misma lluvia

con que –gracias a la manipulación de

algunos hombres- los campos de arroz

son inundados, y es en medio de este

mal tiempo donde este personaje se quita

la vida.

En la película del mismo Antonioni,

Las amigas, el mar sirve de escenario

para el amor, cuando el grupo de mujeres,

como si fueran los campos Elíseos, se

encuentran con sus amantes. Esta escena

tan pintoresca contrasta con la siguiente

aparición del mar, pues con un ambiente

más hostil, con el mar enfurecido, aparece

el cuerpo sin vida de una de las

protagonistas.

¿Cómo creer enteramente aquello de

que «nadie se baña dos veces en el

mismo río», si hasta la más insignificante,

la más ridícula bañista de Zenett, atisbada

por los ojos estrábicos de Ben Turpin,

puede bañarse una y otra vez, y siempre

como por primera vez, en un río que

todas las veces será el mismo, tantas

veces como el film vuelva a pasar por

el proyector?18

El cine nos ha enseñado que el

mar de Las amigas, la lluvia de La noche

o el Po de El desierto rojo y El grito,

será siempre el mismo, será siempre vigente

en todos los tiempos, mientras las crisis

sentimentales que encuadra no sean

superadas. Por tal razón, ya sea en la

época de Venus o en la de Antonioni, o

en la época actual, este mar, este río,

esta agua, será siempre la misma. Con el

siguiente análisis de algunas películas de

Antonioni podremos vislumbrar diferentes

connotaciones del agua.

Il grido, 1956-57

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Los ríos. Son la descendencia

masculina de Océano y Tetis.

En la mitología los ríos son

d i v i n o s . Sue l e n se r

representados como hombres

bien parecidos, vistiendo un

tenue manto de color azul que

recuerda el agua, su elemento

propio.19

Michelangelo Antonioni ya había mostrado

interés por el río Po, pues en 1943-47

realizó un cortometraje titulado Gente del

Po.20 El director italiano había quedado

encantado por la atmósfera de este lugar,

y decidió hacer El grito.21

En esta película, el Antonioni resalta

al personaje masculino Aldo (Steve

Cochran), quien es la típica persona de

este poblado a las orillas del Po, donde

inicia y termina su historia, pese a su

largo peregrinar. La casa de Aldo está

muy cerca del río, donde vivió por ocho

años con Irma (Alida Valli), con la que

tuvo una hija, Rosina, y donde todo parecía

estar muy bien.

Eros hijo de Ares y Venus.

Apolonio hace derivar de Venus

el origen de Eros; Simónides,

en cambio, de Venus y Ares:

«insolente niño de la engañosa

Venus al cual ella dio a luz

por obra de Ares, urdidor de

engaños.22

Simónides

Irma confiesa a Aldo que desde hace

cuatro meses la engaña. Escenas posteriores

a esta confesión, en las cercanas márgenes

del río, Irma y Aldo se encuentran

nuevamente para tratar de solucionar su

problema. Irma contempla el río con una

mirada de nostalgia, mientras que Aldo,

frente a ese río que ha sido testigo de su

relación y que es parte de ellos, o quizá

es ellos mismos, reclama a Irma:

ALDO: ¿Cómo puedes haber

olvidado tantas cosas?

IRMA: Yo no he olvidado nada,

Aldo. Precisamente por no

haber olvidado nada es por lo

que no quiero… esto.

Es el desquebrajamiento de la relación y,

pese a aludir a la memoria que parece

alimentada por el río, finalmente todo termina.

Mientras Aldo se va a quedar con la

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imagen del río en su cabeza, Irma se va

a hundir en su mar de dudas,

IRMA: No sé si hay derecho…

Aldo me ha tratado siempre

bien… ¡Durante ocho años!

Cuando pienso en estos ocho

años… y luego que estoy en

un mar de dudas ¡me entra

miedo de volver a equivocarme!

Con posterioridad, ya iniciado el

peregrinaje de Aldo a lado de su hija, se

va a encontrar con su antigua pareja,

Elvia (Betsy Blair). Este encuentro va

acrecentar la incertidumbre, la nostalgia

del amor perdido; este encuentro se da

también a orillas del Po.

El haberse encontrado con Elvia

da, por un momento, un escape a Aldo.

Sin embargo, esta estabilidad desaparece

rápidamente, cuando el clima se descompone

y comienza a llover. En medio de la lluvia

Aldo vuelve a la realidad. Se vuelve para

mirar a Elvia con rostro desvariado. Resulta

evidente que su pensamiento está en otra

parte. El hombre toma un sendero junto al

dique que termina al lado de una cerca;

un lugar apartado, aislado. Al llegar a

este lugar se sienta con la mirada fija en

el agua del río. El río que siempre estará

presente.

Más adelante, Aldo manda de

regreso a su hija Rosina con Irma. Él

trata de comenzar de nuevo con su vida,

busca trabajo con unos obreros que tienen

unos folletos en la mano que ofrecen

trabajo en Venezuela. Pero mientras caminan

los obreros y Aldo, se encuentran a orillas

del Po. Aldo, de repente, se pone sombrío.

Mira fijamente al agua, concentrado en

sus pensamientos. Después escruta en

torno suyo el paisaje llano, que le es tan

familiar. Emite un profundo suspiro y después

se siente como vacío. Casi mecánicamente

alarga el brazo y deja caer al agua los

folletos. Aldo los mira y se va.

El hombre conocerá a otra mujer,

Andreina (Lyn Shaw), pero nada cambiará,

el Po siempre estará presente.

En la mitología romana Venus

se identifica con Lictina, diosa

itálica de los jardines y de los

difuntos.23

La escena final de esta película, Aldo se

encuentra nuevamente en su pueblo,

subiendo las escaleras de la refinería de

azúcar donde trabajaba. Cada vez está

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más cansado. Irma entra en el patio de la

factoría y mira alrededor buscando a Aldo.

Aldo está ya en la cima de la torre. Mira

la campiña circundante. Reconoce el Po,

su casa. Está en un estado de postración.

Irma, desde el patio, levanta la vista por

casualidad y leve. Sin saber bien por qué,

la figura de Aldo allá arriba le causa

espanto. Finalmente, Aldo se suicida.

F u e r a d e l a s v e r j a s , l a

muchedumbre continúa corriendo hacia la

campiña. Nadie hace caso de Aldo e

Irma. La gente lleva la dirección de la

corriente del Po, acentuando la soledad

de Aldo y la de todos.

L´Avventura, 1959

El origen de Venus se basa

en la dos genealogias para

llegar a la idea de que hay

dos Venus, Celeste (Urania)

y Vulgar (Pandermo), y ,

por tanto, dos amores, Celeste

y Vulgar. Tal vez a partir de

esta idea se desarrollo el mito

de Eros y Anteros en el que

Antero es el hermano de Eros,

sin el cual no puede vivir.

Probablemente procede de est

mito la concepción de amor

sacro, simbolizado por Anteros,

y amor profano simbolizado por

Eros.24

En La aventura, no hay exposición, nudo

ni desenlace. Antonioni expone los fallos

de la relación entre un hombre y una

mujer de la alta burguesía italiana, con

determinada estructura mental afectiva. Es

una película sobre la incomunicación, que

exhibe la fragilidad de los sentimientos

humanos y, en último término, el fracaso

de una moral (basada en los sentimientos

y no en la razón), que es tanto como

decir el fracaso de la clase social portadora

de tan endeble moral.

La aventura inicia con el viaje en

bote de un grupo de personas en un yate

hacia la Lisca Bianca, una isla que, siendo

totalmente conocida, demuestra que ya no

hay paraísos perdidos por descubrir. La

quietud que impera en el ambiente, el mar

que rodea a la isla, describe el tipo de

relación que se vive en esta primera parte

de la película. Anna (Lea Massari) y

Sandro (Gabriele Ferzetti) es un amor-

18 / BABEL: 03

Page 21: BABEL 03 (Alta Definición / 6

rutina que está ahí, enfrascado, rodeado e

inmóvil como la misma Lisca Bianca.

Pero, este escenario también

describe las otras relaciones de pareja,

que padecen de la misma fragilidad. El

personaje que destaca es Claudia (Monica

Vitti), quien es retratada a las orillas de

la isla, contemplando el mar que refuerza

la soledad de este personaje. Cuando el

ambiente se torna más frío, cuando el mar

empieza a salir de su monotonía, Sandro

se da cuenta de que Anna no está. La

tormenta se desata y la inestabilidad de

los sentimientos se apodera de Sandro y

de Claudia. Anna no vuelve a aparecer en

al película, al menos no físicamente.

Al día siguiente, la quietud del

mar se refuerza con la resignación de

todos, que creen a Anna muerta, y con la

fe del padre de ésta que se consuela con

La Biblia que su hija portaba, pues su

presencia deshecha la idea del suicidio.

El agua no se vuelve a hacer

presente hasta el final. Mientras no se

presenta, Claudia y Sandro arreglan sus

dudas sobre su «amor profano». Sandro

debería estar turbado, preocupado, ansioso;

al principio lo está, en efecto, pero luego

sus sentimientos se debilitan lentamente

porque no tiene fuerza. Él mismo ya no

quiere encontrar a la muchacha, no quiere

buscarla, no quiere encontrarla. No tiene

ganas de sacrificarse, por eso le dice a

Claudia

SANDRO: Es una idiotez

sacrificarse ¿para qué, para

quién? Si Anna estuviera aquí

yo tal vez podría entender tus

escrúpulos. ¿No es mejor mirar

de frente las cosas tal como

son?

Han transcurrido tres días apenas

desde la desaparición de Anna, y desde

el primer encuentro de Claudia con Sandro:

«¿Es posible que baste tan poco para

cambiar, para olvidar?, es triste, mortalmente

triste».

La relación entre Claudia y Sandro

va creciendo e, incluso, se presenta la

idea del matrimonio. Curiosamente aparece

una escena donde un grupo de seminaristas

caminan por una calle, acentuando lo profano

de la relación.

Al final de la película, la noche

cae junto con la lluvia, Claudia está en el

cuarto del hotel donde están hospedados.

Sandro va a la fiesta que hay ahí, Claudia

está cansada y no va. Mientras está sola

la felicidad que había mostrado se transforma

POLO LÓPEZ: EL AGUA, VENUS Y ANTONIONI / 19

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20 / BABEL: 03

Page 23: BABEL 03 (Alta Definición / 6

La lluvia se ve caer por la ventana del

cuarto, Claudia hace una serie de gestos

frente al espejo que pone de manifiesto la

progresión de su inquieta soledad.

Atribuciones de Venus. Desde

el comienzo esta área de

influencia tiene y este destino

ha alcanzado entre los hombres

y los dioses inmortales: las

intimidades con doncellas, las

sonrisas, los engaños, el dulce

p lacer , e l a fec to y la

mansedumbre.25

Hesíodo Teoginí

Después de una plática con Patrizia, Claudia

sale a buscar a Sandro, llega al salón

grande y se para. El salón parece desierto.

Pero, al cabo de un rato, Claudia advierte

que algo se mueve en el diván del fondo.

Se trata de una pareja que se está besando.

Claudia se acerca todavía más. Está a

pocos pasos. A medida que avanza, en

su rostro se dibuja una expresión de tal

angustiado estupor que parece de piedra.

El hombre es Sandro. Ella, la muchacha

de Mesina que antes él había visto.

Claudia sale corriendo, llega a

una plazoleta contigua al hotel. Delante de

ella se perfila la sombra de un edificio

cuya construcción ha quedado a medias.

Más que otra cosa, se trata de un esqueleto

de cemento. No hay nadie alrededor. Ningún

rumor, excepto el del mar, que se ve a lo

lejos y que es la amarga conciencia de la

inestabilidad de los sentimientos.

Sandro parece deshecho. No tiene

el valor de mirar a Claudia. Ella vuelve

lentamente la cabeza hacia Sandro. Tiene

los ojos llenos de lágrimas. Le mira con

una pena infinita. Luego da unos pasos y

se acerca al banco. Sandro no se mueve.

Un llanto sofocado le sacude. Claudia

alarga una mano y le acaricia los cabellos

despacio, con total desesperación. Para

los dos, con el mar de fondo, la aventura

ha terminado.

La notte, 1961

POLO LÓPEZ: EL AGUA, VENUS Y ANTONIONI / 21

Page 24: BABEL 03 (Alta Definición / 6

La noche es considerada como parte de

la «trilogía esencial burguesa», junto con

El eclipse y La aventura.26

El entorno sigue siendo importante

y también preserva sus características

documentales. El fluir de los pensamientos

y de las asociaciones, en vez del fluir de

los acontecimientos; el flujo de la conciencia

y no de los héroes individuales; la

simultaneidad de los estados de ánimo,

son elementos centrales de esta película.

En La noche, continúa la denuncia

de la inestabilidad de los sentimientos. De

hecho, podría decirse que Giovanni (Marcello

Mastroianni) y Lidia (Jeanne Moreau),

los protagonistas de La noche, son Sandro

y Claudia ya casados.

Giovanni, el escritor que ha

alcanzado el éxito, está enterrado vivo

dentro de la prisión hermética y sofocante

del tedio, ha perdido los contactos con la

realidad, no se comunica con los otros.

Asiste a la agonía de su amigo, Tomasso,

en una clínica para ricos. Inmediatamente

después del encuentro, que es un adiós,

se halla disponible, abierto a la invitación

de una enferma viciosa que trata de

seducirlo. Ve a Lidia, su mujer, tras diez

años de matrimonio aparentemente tranquilo,

a través de un diafragma que se interpone

entre ellos como una pared divisoria.

La primera aparición del agua en

esta película sucede, justamente, cuando

va a comenzar la noche. Lidia se encuentra

en la tina de baño, Giovanni platica con

ella mostrando indiferencia a los gestos y

al cuerpo provocativo de Lidia. Ella se

levanta de la tina de una forma que

recuerda el nacimiento de Venus, pero

Giovanni simplemente la cubre en una

toalla. La sensualidad está rota.

Lidia y Giovanni asisten a una

fiesta. Al llegar se encuentran con un libro

que va develar el carácter de los asistentes,

y de la tercera protagonista de la película,

Valentina (Monica Vitti). A Valentina también

le hace falta la posibilidad de armonizar,

de hacer coincidir el aspecto exterior y el

interior de su existencia; también ella,

está condenada a vivir como espectro en

una realidad irreal, es decir, en un mundo

que se le aparece como un objeto absurdo,

«aburr ido» y cerrado, que es la

impersonalidad opulenta y aburrida de aquella

villa.

No es casual que Valentina, hija

de un industrial, sea presentada leyendo

Los sonámbulos, mientras bulle a su

alrededor el desfile de más sonámbulos

22 / BABEL: 03

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POLO LÓPEZ: EL AGUA, VENUS Y ANTONIONI / 23

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que van por la villa de Brianza, como

durante la fiesta del San Domenico Palace,

de La aventura. Ya no viven, son

marionetas, autómatas, muertos como Patrizia

y Raimondo, como Corrado y Giulia,

personajes también de La aventura.

Internados en la fiesta, frente a la

alberca, Giovanni y Lidia conversan con

los padres de Valentina. Él habla sobre la

idea del suicidio, que ha pasado por su

mente invariablemente, no hay futuro y el

pasado no es muy complaciente.

Del pecho de Venus se desató

la recamada correa bordada,

donde estaban fabricados todos

sus hechizos, allí estaba el

amor, allí el deseo, allí la

amorosa plática, la seducción

que roba el juicio incluso a

los muy cuerdos.27

Homero

Ilíada, XIV

Lidia se separa y toma su propio rumbo.

Observa constantemente a la gente que

se encuentra en la alberca, todas estas

personas se encuentran solas, como ella.

Es justamente en la alberca donde empieza

a ser asediada por un invitado a la fiesta.

Por su parte, Giovanni se encuentra

con Valentina; después de jugar, él la

besa.

En el jardín tocan jazz y Lidia

baila con el hombre que la inquieta. El

momento dura muy poco, pues la lluvia

los sorprende.

Venus extiende a todos su

poder irresistible y actúa como

viv i f icadora de toda la

naturaleza. Aunque podría

considerarse como la diosa

del instinto sexual en la medida

que inspira el deseo y protege

también la prostitución, no deja

de ser la diosa del amor en

general, conyugal o libre.28

Los sonámbulos son avivados por el torrente

de agua, y se desata un frenesí general

que hace que todos se lancen a la alberca,

sugiriendo también, el despertar de su

instinto sexual. Inclusive al comenzar la

lluvia, una de las mujeres besa la estatua

de un fauno, es el encuentro entre éstos

y las hadas. Lidia está a punto de sumarse

al frenesí, pero aquel hombre, Fanti (Aimone

24 / BABEL: 03

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Marsan), le indica que no haga locuras,

y se la lleva en medio de la lluvia en

automóvil. Es en toda esta secuencia donde

se ve por única vez a Lidia sonreír.

Giovanni busca entre la casa sin

luz a Valentina.

En un crucero, to ta lmente

empapados por la lluvia, Fanti trata de

besar a Lidia; ella no oculta su deseo por

hacerlo, pero finalmente no puede.

En la casa, en un portal, frente a

la lluvia, Giovanni encuentra a Valentina.

VALENTINA: No acostumbro

destruir hogares. Al menos en

eso… soy estable. Ahora

buscarás a tu esposa y te

quedarás con ella.

Valentina muestra una actitud moral

que es muy frágil.

VALENTINA: Antes me sentía

muy triste. Luego al jugar

contigo [Giovanni] se me pasó.

Ahora lo siento de nuevo. Es

como la tristeza de un perro

[haciendo referencia a sus

sentimientos grabados].

Después de decir esto, Valentina

observa la lluvia a través de un cristal.

Empieza a llover. La lluvia, provoca en

estos personajes un cambio, los sacude;

pero una vez que el ritmo del sonido del

agua es constante, es permanente, regresan

a su soledad.

Valentina graba sus pensamientos

y se los muestra a Giovanni, pero a ella

le parecen tontos, como el mundo en el

que vive; preferiría grabar sonidos,

escogerlos, las olas del mar cuando te

abandonas en ellas, por ejemplo.

Il deserto rosso, 1964

Venus resulta irresistible cuando

se lanza con todo su poder.

Pues con dulzura en pos del

que cede ante ella, mas el

que encuentra engreído y

POLO LÓPEZ: EL AGUA, VENUS Y ANTONIONI / 25

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soberbio, se apodera de él [o

ella] y lo aniquila.29

Eurípides,

Hipólito

El desierto rojo fue la primera película a

color de Antonioni, y es el regreso al Po,

y a la fábrica de El grito.

Giuliana (Monica Vitti), sufre una

depresión como consecuencia de un

accidente automovilístico provocado por la

lluvia. Giuliana entabla una relación con el

amigo de su esposo, Corrado (Richard

Harris). Él sabe del accidente y Giuliana

le platica de lo que pensaba en el hospital.

GIULIANA: Conocí a una

muchacha.

CORRADO: ¿Dónde?

GIULIANA: Allá en la clínica

estaba muy mal. Y quería todo.

CORRADO: ¿Todo qué?

GIULIANA: El doctor le decía.

«Debe aprender a amar». Amar

a una persona o una cosa…

su marido, su hijo o un trabajo,

perro, árboles, río…

Después de mencionar al río, que puede

ser el Po, Giuliana sufre un shock.

Además de seguir la inestabilidad

de Giuliana, Antonioni, aprovechando el

uso del color, hace una demanda sobre el

peligro del desequilibrio ecológico, «cuando

nadie hablaba de eso, y ahora todos

hablan de ese peligro…».30 Existen varias

escenas que hacen esta demanda, en

especial una donde aparece el Po y la

desembocadura al mar, contaminado por

l os desagües que mues t ran las

consecuencias del progreso.

Cuando Giuliana y Corrado se

encuentran frente a un estanque, no

contaminado, limpio, transparente, ella le

pregunta:

GIULIANA: ¿Pero tú eres de

derecha o de izquierda?

CORRADO: Es como preguntar

en que cosa crees. Son

preguntas graves Giuliana, que

requieren respuestas precisas.

En el fondo no se sabe en

qué se cree. Se cree en la

humanidad, en un cierto

sentido… un poco menos en

la justicia… un poco más en

el progreso. Se cree en el

soc ia l ismo, quizás… Lo

importante es actuar del modo

que se considera justo… justo

para uno, para los demás, es

26 / BABEL: 03

Page 29: BABEL 03 (Alta Definición / 6

decir… tener la conciencia

tranquila. ¿Es lo que querías

saber?

El agua en esta escena, funciona como

un espejo del alma que muestra no

solamente Corrado, sino el mismo Antonioni,

que al no buscar una solución del ¿cómo

vivir?, dice como es que ha sido llevadera

su vida en estas condiciones.

Afrodita hace infieles a las

hijas de Tindáreo. Estesícoro

dice que al hacer Tindáreo un

sacrificio a los dioses se olvidó

de Afrodita y que la diosa,

enfadada por eso, hizo que

sus hijas se casaran por

segunda y tercera vez y que

abandonaran a sus maridos.31

Orestes,

Escolo a Eurípides

En una choza ubicada en un muelle, se

reúnen varios ingenieros con sus

acompañantes para beber y comer huevos

de codorniz que son afrodisíacos. Afrodita

o Venus comienza a hacer efecto en

ellos. En un pequeñísimo cuarto pintado

de rojo se juntan para acentuar más su

excitación. Se acarician y hablan de remedios

utilizados en varias partes del mundo para

poder prolongar el tiempo de una erección.

Al final de la escena, una nueva pareja

se les une. Él es un obrero de uno de

los ingenieros, ella es su nueva pareja, y

le preguntan:

- ¿Qué opina? [Sobre si tendrá

aún ganas de hacer el amor

cuando sea vieja].

- Que ciertas cosas prefiero

hacerlas y no hablarlas.

- ¡Bravo!

- ¿Por qué? [Pregunta otra

de las mujeres] A falta de

otra cosa me gusta hablarlas.

Estos momentos, recuerdan al

frenesí que se vive durante la lluvia en La

noche. A través de la ventana de la

choza, Giuliana observa el mar pero sólo

por momentos. A diferencia del deseo de

Valentina (La noche), Giuliana no se

arriesga a mirar el mar por mucho tiempo,

«si no… todo lo que sucede en la tierra

ya no me interesa».

En realidad, Giuliana relaciona la

locura con el agua. Esta idea se refuerza

POLO LÓPEZ: EL AGUA, VENUS Y ANTONIONI / 27

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POLO LÓPEZ: EL AGUA, VENUS Y ANTONIONI / 29

Page 32: BABEL 03 (Alta Definición / 6

cuando se aproxima un barco «fantasma»,

se inquieta, todos salen de la choza y, a

través del banco de niebla sus amigos, se

van desvaneciendo como si fuera su mente.

Corrado dice a Giuliana: «Tú dices,

¿qué debes mirar? Yo digo, ¿cómo debo

vivir? Es la misma cosa». Estas cuestiones

también parecen una reflexión muy directa

de Antonioni, que ha vivido a través de lo

que ha visto y vemos en su cine.

Giuliana cuenta una fábula a su

hijo. Es la historia de una niña sola, que

vive en una isla y que escucha cantos en

los peñascos y en el mar. Esta fábula

muestra la soledad de los personajes de

Antonioni, pero también la manifestación

de la propia naturaleza, que contrasta con

la tecnología que provoca el desequilibrio

ecológico.

No es gratuito que Giuliana sea

quien cuenta la fábula a su hijo –y no su

padre. La mujer es como la Medea de

Pasolini: su hijo y su esposo están inmersos

en el futuro, en la tecnología, con todos

sus aparatos, microscopios, robots, etc.

Parece resistirse a sanar, pues sólo de

esa forma ella podría entrar a ese mundo.

Ella carece de amor, y carece de la

capacidad de darlo, aunque no está segura

de quererlo hacer.

Siempre tiene frío, no hay calidez

alguna; tiene miedo de las calles, de las

fábricas, de los colores, de todo. Su

miedo, su locura, es acentuada con la

música que son sonidos electrónicos.

El color en El desierto rojo tiene

una gran importancia. Predomina el azul,

que representa a Giuliana, a la naturaleza,

al agua; el rojo refuerza la pasión, el

erotismo; y el amarillo va de la mano con

la tecnología, con el humo de las chimeneas

que contienen veneno, y asfixia cada vez

más.

Conclusiones

Es dentro de esta noche de

laberinto y de dédalo, dentro

de esta atmósfera de subsuelo

y de sótano, que yo escogí

ciegamente, donde los ojos son

como los dedos, que perciben

el disgusto del aire por los

bancos de niebla, que yo

respiré el olor áspero de las

cimas, que encontré mi mar,

mi cielo, mi espacio sin freno

y mi noche estrellada.

Pierre Reverdy

30 / BABEL: 03

Page 33: BABEL 03 (Alta Definición / 6

Antonioni mencionó en una entrevista que

le costaba mucho trabajo hablar de sí

mismo. Que no le interesaba hacerlo y

que jamás él podría escribir una autobiografía.

Esta inquietud ya se manifestó al inició de

este trabajo y, como dijo Alain Cuny, no

se sabe de dónde viene esta sensibilidad

«franciscana» de Antonioni, pero lo

importante es que la tiene. La capacidad

de análisis, la introspección en sus películas,

es tan rica como la de todo el cine

neorrealista.

Antonioni no declara el significado

específico del agua en sus películas, pero

sin duda es una constante que redondea

su análisis. Mucho menos menciona la

in f luenc ia de la cu l tu ra c lás ica,

específicamente de la diosa Venus, pero

el poder hacer un análisis de comparación,

habla de la universalidad y de la eternidad

de los problemas que él muestra en su

obra.

Es interesante ver cómo Antonioni

va evolucionando a través de sus películas.

La introspección de sus personajes la va

haciendo cada vez más personal, y eso

marca la diferencia entre una y otra película,

aunque la problemática en general sea la

misma.

En el personaje de Corrado de El

desierto rojo, se puede vislumbrar a Antonioni

con sus reflexiones más personales, que

finalmente llegarán hasta sus últimas

consecuencias en Más allá de las nubes,

dirigida junto con Wim Wenders, donde el

protagonista (John Malkovich) es un director

de cine que va en busca de historias por

varias partes. Al principio siente un gran

interés por las historias de las personas.

Pero la gente, finalmente, le ofrece las

mismas historias, los mismos problemas,

acompañadas de la lluvia, del mar y de la

soledad, reflejo del alma de Antonioni.

Notas y referencias

1 LEPROHON [1961], p. 122.2 CHASTEL [1988], p. 11.3 Ibídem.4 Ibíd., p. 535.5 PEREIRA [1982], pp. 69-73.6 MITRY [1963], p. 132.7 ANTONIONI [1964], p. 10.8 Ibíd., p. 12.9 PEREIRA [1982], pp. 69-73.10 CHASTEL [1988], p. 20.11 Ibídem, p. 21.12 MARINIELLO [1999], p. 142.13 Ibíd., p. 147.14 Ibíd., p. 159.15 Ibíd., p. 294.16 ANTONIONI [1964], pp. 17-18.17 Ibíd., pp. 164-165.

POLO LÓPEZ: EL AGUA, VENUS Y ANTONIONI / 31

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18 DE LA COLINA [1972], p. 27.19 GALLARDO LÓPEZ [1997], p. 39.20 TINAZZI [1994], p. 135.21 TASSONE [1990], p. 98.22 GRUPO TEMPE [1998], p. 28.23 Ibíd., p. 31.24 Ibíd., p. 24.25 Ibíd., p. 35.26 TASSONE [1990], p. 114.27 GRUPO TEMPE [1998], p. 32.28 Ibíd., p. 35.29 Ibídem.30 PEREIRA [1982], p. 72.31 GRUPO TEMPE [1998], p. 47.

Intertextualidades

ANTONIONI, Michelangelo

[1968] Blow-Up. El girto. Las amigas. La aventura,

Madrid: Alianza Editorial.

[1964] La aventura, Barcelona: Aymá S. A. Editora.

ARISTARCO, Guido

[1966] Novela y antinovela. El cine italiano después del

neorrealismo, Buenos Aires: Editorial Jorge Álvarez.

DE LA COLINA, José

[1972] Miradas al cine, Ciudad de México: Secretaría de

Educación Pública.

CHASTEL, André

[1988] El arte italiano, Madrid: Ediciones Akal.

GALLARDO LÓPEZ, María Dolores

[1997] Mitología Clásica resumida, Madrid: Ediciones Clásicas.

GRUPO TEMPE

[1998] Los dioses del olimpo, Madrid: Alianza Editorial.

LEPROHON, Pierre

[1961] Michelangelo Antonioni, París: Éditions Seghers.

MARINIELLO, Silvestre

[1999] Pier Paolo Paslolini, Madrid: Cátedra.

MITRY, Jean

[1963] Estética y psicología del cine, 2 vols., Ciudad de

México: Siglo XXI.

MORILLAS, Mercedes y otros

[1998] Los dioses del Olimpo, Madrid: Alianza Editorial.

TAILLEUR, Roger y THIRARD, Paul-Louis

[1963] Antonioni, Bélgica: Éditions Universitaires.

TASSONE, Aldo

[1990] I film di Michelangelo Antonioni, Roma: Gremese

Editore.

TINAZZI, Giorgio

[1994] Michelangelo Antonioni, Roma: Editrice Il Castoro

Cinema.

Nota

«El agua, Venus y Antonioni» contó con una

revisión del doctor Aurelio de los Reyes.

Sobre el autor

Aarón Polo López (Ciudad de México; 1975)

es Licenciado en Historia y Maestro en Historia

del Arte por la Universidad Nacional Autónoma

de México. Actualmente se desempeña como

32 / BABEL: 03

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profesor de cine y pintura colonial en la Escuela

Nacional de Antropología e Historia y es coordinador

del módulo Historia del Arte en el siglo XX en

la Especialidad de Historia del Arte en el Instituto

de Investigaciones Estéticas de la Universidad

Nacional Autónoma de México. [email protected]

Cómo citar este ensayo

POLO LÓPEZ, Aarón

[2006] «El agua, Venus y Antonioni», en Babel.

Historias y metahistorias (Guadalajara: Limbo),

núm. 3, septiembre-diciembre, pp. 2-33.

::: www.limbo.org.mx/babel.htm :::

POLO LÓPEZ: EL AGUA, VENUS Y ANTONIONI / 33

Page 36: BABEL 03 (Alta Definición / 6

El grito (Leobardo López Arretche, 1968)

Page 37: BABEL 03 (Alta Definición / 6

Un hombre nuevo,un cine nuevoEl cine de Leobardo López Arretchepor Israel Rodríguez Rodríguez

Page 38: BABEL 03 (Alta Definición / 6

Cantando espero la muerte,

pues hay ruiseñores que cantan

encima de los fusiles

y en medio de las batallas.

Miguel Hernández,

Vientos del pueblo me llevan

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Introducción

El 24 DE JULIO de 1970, tras anteriores avisos de suicidio, el joven director de cine

Leobardo López Arretche1 terminó finalmente con su vida. Este caso, después se sabría,

no fue aislado: durante la década de los 70 el suicidio de jóvenes, ya fuese real o

representado, fue un tema recurrente. La explicación más sencilla vino rápido a la mente:

estos jóvenes estuvieron, como Leobardo, dentro del movimiento estudiantil de 1968 que

fue brutalmente reprimido por el anquilosado sistema político mexicano. Esto debió causar

fuertes frustraciones que terminarían trágicamente en el suicidio.

Sin embargo, me parece que, aunque definitivamente la represión gubernamental

(que incluyó violencia física y psicológica, cárcel, tortura y muerte) fue un golpe brutal

dentro de un sector de la juventud que tenía en mente el nacimiento real de una nueva

sociedad, el trasfondo cultural de estos jóvenes, además de su producción artística, puede

darnos nuevas luces sobre los motivos que los llevarían finalmente a una acción tan

radical.

Page 40: BABEL 03 (Alta Definición / 6

No pretendo en este trabajo, cabe

decirlo, realizar una labor que más bien

tendrá que hacer un psicólogo social. Mi

labor en este ensayo recae sólo en un

intento por trazar una línea de conexión

entre la obra y la realidad de un joven

como Leobardo. La obra: seis cortometrajes

que aparentemente reflejan la tendencia y

transición hacia un cine de conciencia

política y social; la realidad: el México de

los años sesenta, o mejor dicho, el cine

mexicano de los años sesenta.

Para realizar esto, dividiré mi trabajo

en dos partes. Primero pintaré un cuadro

general sobre el medio cinematográfico de

los años sesenta, así como del nacimiento

del grupo cinematográfico dentro del cual

puede inscribirse a Leobardo López Arretche.

Después trataré de unir este trabajo con

el análisis de algunos de sus cortometrajes

realizados entre 1965 y 1969.

I. Cine y sociedad

en los años sesentas

Al mirar la producción industrial de cine

mexicano en los años sesenta, nos

encontramos. Simplemente. con la

continuación de una crisis comenzada en

la industria fílmica mexicana desde la década

anterior. En la década de los sesenta

existía un infatigable sistema promedio,

orgulloso de su rigidez y de su estructura

jerárquica, para la producción de películas

nacionales. El cine mexicano había -ya

para entonces- establecido mecanismos

de cohesión y permanencia verdaderamente

sólidos dentro de los cuales un hombre

era la piedra angular: el productor de

cine.

El productor de cine (miembro

indiscutible de la Asociación de Productores)

era el principio y fin de todas las cosas,

era dueño así de la inversión como de la

imaginación cinematográfica gracias a que

se encontraban en sus manos todos los

hilos que tejían la vida del cine nacional:

tenia acciones en los estudios de cine, en

las compañías distribuidoras de películas y

en las cadenas exhibidoras.2

Este sistema de producción

determinó, obviamente, el tipo de cine que

se realizó dentro de la industria durante la

década de los sesentas. La calidad de las

películas mexicanas había entrado en crisis

de hecho desde la década anterior y los

años sesentas sólo significaron el

recrudecimiento de la deficiencia en la

38 / BABEL: 03

Page 41: BABEL 03 (Alta Definición / 6

calidad de un cine preocupado demasiado

por su sobre vivencia comercial (que de

hecho nunca estuvo en verdadero peligro)

y muy poco por la construcción estética

de las obras.

Así, en estos años el cine comercial

mexicano se limitaba a la presentación de

cintas donde el personaje principal siempre

era algún cómico carpero en decadencia,

un campeón de box tepitense metido a

cantante de ranchero, don Antonio Aguilar

con sus caballos bailarines, el clásico

grupo de jóvenes rebeldes y desenfrenados

que se emborrachaban y hacían «desnudos

artísticos», etc. Sin embargo, también dentro

de esta época surgirá, como ocurrió en

los cincuentas, un cine alternativo, que

daría mejores luces sobre la expresión

artística mexicana.

El cine independiente

Este tipo de cine en la década de los

sesentas está marcado definitivamente por

dos fenómenos casi paralelos: por un lado,

el surgimiento del grupo Nuevo Cine (en

1961 con la participación de Emilio García

Riera, José de la Colina, Jomí García

Ascot, Salvador Elizondo y otros) que

abogaba por un despertar del cine mexicano

en cuanto a su calidad estética y que se

manifestó en la cinta El balcón vacío de

Jomí García Ascot sobre los sentimientos

de una exiliada española; por el otro, la

realización del Primer Concurso de Cine

Experimental en México (en 1965, por la

sección de Técnicos y Manuales del

Sindicato de Trabajadores de la Producción

Cinematográfica) que dio oportunidad a

valiosos directores como Rubén Gámez,

Alberto Isaac, Juan José Gurrola y Manuel

Michel, y que demostró la existencia en

México de directores capaces de realizar

grandes obras, pero incapaces de entrar

(por lo menos entonces) en la cerrada

industria. Pero había algo más.

El nacimiento del cine universitario

Entre otras, dos eran las deficiencias más

claras que presentaba el cine mexicano:

su prácticamente nulo acercamiento a la

realidad y la falta de una preparación

teórica sobre un medio en constante

construcción.

Dentro de este esquema, nace en

1963 el cine universitario con la fundación

del Centro Universitario de Estudios

RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ: UN HOMBRE NUEVO, UN CINE NUEVO... / 39

Page 42: BABEL 03 (Alta Definición / 6

Cinematográficos (CUEC) de la UNAM.

Desde sus inicios, el centro se planteó la

necesidad de vincular al futuro cineasta

con la realidad social del país, inculcándole

el espíritu de investigación, el sentido critico,

la búsqueda de la innovación temática y

formal y la conciencia de la responsabilidad

social en el manejo de la cámara

cinematográfica.3

Cabe precisar que la fundación

del CUEC, aunque claramente innovadora

en el país, no lo es tanto en el contexto

latinoamericano, pues responde a una

tendencia general latinoamericana de

fundación de instituciones de enseñanza

universitaria sobre cine y con el claro

objetivo de la creación de una cinematografía

realista. Sin embargo, más allá del simple

objetivo sobre la realización de un cine

realista, este grupo de jóvenes cineastas

se interesan por la construcción de un

hombre nuevo, una sociedad nueva, y por

lo tanto un arte, un cine nuevo.4 Esto

explica que la mayoría de los creadores

de cine universitario, grupo en el que se

encontraba Leobardo López Arretche, eran

jóvenes que se caracterizaron por participar

de manera activa en los problemas políticos

y sociales del país, así como el hecho de

que dentro de sus trabajos encontremos

un constante tono de crítica.

Finalmente, una característica

esencial del cine independiente, pero sobre

todo del cine universitario, es la liberación

del director y la disminución de la figura

del productor como aquel que determina

todas las etapas de construcción y exhibición

del film. Así, en el caso del CUEC, las

primeras producciones muestran claramente

las inquietudes autobiográficas de sus

alumnos, manifestadas en la representación

de una juventud descontenta con las

convenciones sociales y políticas, y

simpatizante o involucrado en la acción

política.5

El caso de Leobardo

Leobardo López Arretche nació en la ciudad

de México en 1942. Entre 1959 y 1963

estudia las carreras de actuación y dirección

teatral en la escuela de Seki Sano; poco

después es asistente de dirección teatral

de Sano, actor de teatro y TV. Ingresa al

CUEC y durante su época de estudiante

dirige seis largometrajes, todos en 16 mm:

Lapso (1965), Panteón o Nº 45 (1966),

El jinete del cubo (1966), Catarsis

40 / BABEL: 03

Page 43: BABEL 03 (Alta Definición / 6

(1967), El hijo (1968) y Leobardo

Barrabás (parto sin temor) (1969).6

En 1968, durante el movimiento

estudiantil, es representante del CUEC ante

el Consejo Nacional de Huelga (CNH),

es arrestado por la policía federal y pasa

un par de meses encarcelado en el Campo

Militar Nº 1; es también camarógrafo y

director del primer largometraje del Centro:

el documental El grito (1970) sobre los

acontecimientos del 68. En 1969, fotografía

el corto La pasión y en 1970 protagoniza

el largometraje Crates, ambos de Alfredo

Joskowicz. Dos semanas después de la

conclusión de este último, mientras preparaba

la filmación de su primer largometraje de

ficción «El canto del ruiseñor», se suicida.

Vayamos ahora al análisis de su obra

II. Cine político y preocupación

existencial

Apunte teórico:

concepción semiótica del cine

Un film, casi sobra decirlo, puede ser

analizado desde distintos enfoques. En

esta ocasión intentaré, como lo dije antes,

analizar el film desde el punto de vista

semiótico, el cual consiste en ver al film

como un objeto del lenguaje, como lugar

de representación, como momento de

narración y como unidad comunicativa: en

una palabra, el film como un texto.

Al decir que pretendo el análisis

del film como un texto, debo aclarar que

concibo el texto como un objeto lingüístico

unitario, limitado y comunicativo, es decir,

como el resultado de un proceso de

producción; y no, como también se ha

planteado, como un lugar de producción

lingüística (más que como un producto)

y en consecuencia un lugar abierto, disperso

RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ: UN HOMBRE NUEVO, UN CINE NUEVO... / 41

Page 44: BABEL 03 (Alta Definición / 6

y múltiple. Es decir que al considerar al

cine como un texto, se le considera como

un conjunto ordenado de signos dedicado

a construir «otro» mundo, y a la vez a

establecer una interacción entre destinador

y destinatario.

Análisis semiótico del cine

Tratando de evitar la descripción

excesivamente farragosa del método de

análisis semiótico del film, baste decir que

este análisis se concibe como un conjunto

de operaciones consistentes en la

descomposición y sucesiva recomposición

del objeto con el fin de identificar sus

principios de construcción y funcionamiento.7

En términos generales, podemos

decir que este análisis se divide en dos

planos: primero se debe dar la división de

la linealidad textual impuesta por el autor,

es decir, se debe hacer la subdivisión del

objeto en sus distintas partes y la recesión

sumaria de los elementos observados; en

segundo lugar, se debe hacer lo que se

ha dado en llamar la «descomposición del

espesor» consistente en quebrar la

compacticidad del film y en examinar los

diversos estratos que lo componen.

Así, una vez dividido el film en

episodio, secuencias, etc., se pasa entonces

a seccionar estos segmentos, diferenciando

sus distintos componentes. Llegamos pues,

a la búsqueda de los signos.

Los signos en el cine

Al entender, como lo dijimos ya, al film

como un texto, se asume que este está

articulado dentro de un lenguaje, es decir,

dentro de un dispositivo que permite otorgar

significado a objetos y textos.8 Así, para

poder acercarnos a la búsqueda de los

signos en el cine, la tarea consiste en

buscar los significados en los significantes,

así como las relaciones entre estos y los

referentes: en una palabra, los tipos de

signos que utiliza un film. Los significantes

son esencialmente cinco: imágenes, escritura,

voces, ruidos y música; los dos primeros

entendidos como significantes visuales y

los tres últimos como significantes sonoros.

De este modo, la búsqueda de

los signos será la referente a los tipos de

relaciones entre significado, significante y

referente, basándonos en la topología de

Peirce referente a los índices, iconos y

símbolos.9

42 / BABEL: 03

Page 45: BABEL 03 (Alta Definición / 6

En el lenguaje cinematográfico el

Índice se manifiesta como un signo que

testimonia la existencia de un objeto, con

el que mantiene un íntimo nexo de

implicación, sin llegar a describirlo. Un

indicio, como la típica colilla de cigarro en

el cenicero, nos dice que en la habitación

ha estado alguien, paro en general no nos

dice nada sobre cómo era esa persona.

Del mismo modo actúan todos los síntomas

de los estados de ánimo o de las patologías:

el llanto alude a una alteración cualquiera,

pero no nos dice nada sobre las causas

o su modalidad.

El Icono es un signo que reproduce,

por así decirlo, los contornos de un objeto.

En este caso, la consecuencia no dice

nada sobre la existencia del objeto, pero

se dice algo sobre su cualidad. La

representación de un cuadro o una fotografía

de estudio, de hecho, comunican formas

exteriores, apariencias, ricas en datos

cualitativos, pero no implica la existencia

real del objeto. Por ello viene a señalar el

nexo existencial entre el signo y el objeto

de referencia.

Por último, el Símbolo es un signo

convencional y por ello se basa en una

correspondencia, en una «ley». En este

caso no se dice nada de la existencia, ni

tampoco de la cualidad del objeto:

simplemente se le designa sobre la base

de una norma. En general se presenta

mediante significantes como la música, las

palabras y también las imágenes.

La obra de Leobardo

Debido a que, como dije antes, lo que

sustancialmente me interesa es explicar de

qué manera dentro del trabajo de Leobardo

López Arretche se da el paso del cine de

preocupación existencial hacia un cine de

conciencia política, tomaré para este ensayo

sólo tres de sus realizaciones: los cortos

Lapso, El jinete del Cubo y Catarsis, ya

que me parece que son los que más

información pueden darnos sobre para

resolver nuestros cuestionamientos.

Lapso

En Lapso (1965) se nos presenta a

primera vista la narración de un joven que

deambula por la Alameda mientras hace

constantes reflexiones sobre la soledad y

la gente. Mediante un análisis podemos

plantear que el corto está dividido en siete

secuencias que muestran sucesivamente la

RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ: UN HOMBRE NUEVO, UN CINE NUEVO... / 43

Page 46: BABEL 03 (Alta Definición / 6

estancia del joven (Arístides Coen) en

su solitaria casa, su salida a la calle, su

enfrentamiento con la sociedad, su

aislamiento interno mientras camina por

los aparadores, la incursión en una librería

y finalmente el reposar en una banca

donde se queda dormido.

Algunas imágenes significativas y

que son dignas de mencionar son las

siguientes:

En la primera secuencia se muestran

imágenes como el paneo en contrapicada

sobre una cama individual destendida,

símbolo indicial que nos advierte que vive

solo y que se acaba de levantar. Mientras

el protagonista se arregla para salir a la

calle, la voz en off que representa su el

sonido de su mente nos dice «mientras

ellas viven un ahora, yo vivo y muero,

pasé a una gran mancha negra sin fin,

me encontraba completamente solo, que

pequeño me encontraba en tan grande y

solitaria macha negra sin fin, que solo me

siento... no tengo aquí a nadie quien

amar ni nadie que me ame, estoy

completamente solo, solo, solo...».

Durante la tercera secuencia, cuyo

inicio es marcado por un estrepitoso ruido

que hace que el protagonista salga de su

meditación para enfrentarse a la caótica

Alameda llena de gente, el protagonista

piensa «son como fantasmas, me repugnan,

me molestan.» La gente en general es

representada de espaldas con la clara

intención de restarles significación individual

y cargarlas de un significado de sólo

gente.

Durante la cuarta secuencia,

después de caminar por un sin fin de

aparadores, el personaje piensa «no puedo

suicidarme, no puedo estar aquí, no me

decido a irme». Estas frases e imágenes

comienzan a darnos la idea ya de lo que

el autor pretende mostrar. Esto se verá

más claramente en la quinta y sexta

secuencias donde, después de curiosear

en una librería el personaje sale y dice:

«no hay nada, no lo puedo encontrar,

pero tengo la dicha o la desgracia de

creer que tal vez más adelante esté, ese

día tendré que tomar una decisión».

Finalmente, en la ultima secuencia el

personaje se siente solo en una banca

(la toma abierta con zoom out nos da

una sensación de soledad) y se duerme

cansado.

Claramente, el mensaje es uno:

se esta representando a un hombre en

una búsqueda interior y exterior a la vez,

un hombre que esta solo dentro de su

44 / BABEL: 03

Page 47: BABEL 03 (Alta Definición / 6

vida (gran mancha negra) y que día a

día busca la razón de su existencia, el

motivo del despertar de todos los días.

Sin embargo, el día termina y el no

encuentra así que, cansado, se duerme.

Además, signos simbólicos claros como el

constante libro bajo el brazo o la ropa de

color negro, no remiten fácilmente a la

identificación de personaje con grupos de

jóvenes que este tipo de problemas de

carácter existencial.

Algunos efectos como la voz en

off era la forma utilizada con recurrencia

para plasmar el constante enfoque interiorista

clásico que se utilizó en esta época en

cintas como El balcón vacío o Tarde de

otoño, entre otras.

El jinete del cubo

Corto de inspiración kafkiana que narra la

historia de un hombre que muere de frío

después de que le es negada una palada

de carbón para poder calentarse.

El corto está claramente dividido

en tres secuencias que muestran

consecutivamente la situación del hombre

dentro de un frío departamento, el calvario

del viaje en busca de un poco de carbón

para calentarse, el proceso de negociación

con la carbonera que lo ignora para negarle

la mercancía y, finalmente, su solitaria

muerte por causa del frío.

A lo largo del corto se muestran

imágenes en las que ya podemos ir viendo

algunos indicios de la transición hacia una

conciencia social. Como ejemplo está la

confrontación clara de dos encuadres: a)

un paneo presentado en la primera secuencia

en que se muestra primero el cubo vacío,

el calentador apagado y, finalmente, el

hombre temblando de frío y b) zoom out

dentro de la tercera secuencia en que se

muestra primero un calentador ardiendo

con gran flama, y una mujer sentada a su

lado comiendo un plato de sopa. Además,

se presenta la idea básica de la comparación

de la vida de un hombre con una miserable

palada del peor carbón.

Sin embargo los signos son aún

incipientes y se mezclan claramente con

escenas de introspección como los lapsus

de tiente incluso surrealista que tiene el

personaje mientras camina hacia la

carbonería, o el sonido incesante de un

reloj que muestra la desesperación del

personaje por el largo camino.

RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ: UN HOMBRE NUEVO, UN CINE NUEVO... / 45

Page 48: BABEL 03 (Alta Definición / 6

Catarsis

Catarsis es un corto que rompe

aparentemente con la lógica aristotélica del

discurso fílmico al presentarse como una

mezcla y superposición de imágenes y

sonidos con la intención de dar una idea

final. Con todo, el texto es claramente

deseestructurable en tres partes. En la

primera se muestran, bajo la música de

los coros de la Republica Federal Alemana,

imágenes que hacen referencia clara a la

guerra, la muerte, la explotación, la

discriminación y la injusticia; en la segunda

vemos, ambientadas con música de tambores

del Congo, imágenes de una reunión de

jóvenes que se divierten tocando música y

platicando; finalmente, vemos imágenes de

rescates humanos, solidaridad y un joven

en posición de liberación,10 mientras

escuchamos el himno de la alegría de

Beethoven. Sobre la última imagen vemos

la leyenda «mientras más hago la revolución

más ganas me dan de hacer el amor,

mientras más hago el amor, más ganas

me dan de hacer la revolución»

El corto está estructurado mediante

una lógica hegeliana que pretende obtener

un concepto de la confrontación de dos

conceptos anteriores; los conceptos: jóvenes

e injusticia, el resultado: la lucha juvenil.

Es así que en este corto podemos ver

claramente como se plasma ya un cine de

conciencia social. El camino parece lógico:

se está partiendo de una búsqueda personal,

pero se tiene también una preocupación

social que primero solamente se manifiesta

en un repudio, pero que después, con el

proceso de politización de Leobardo,

terminará con la esperanza de la creación

de un nuevo hombre.

Conclusiones

Dentro del cine independiente en México,

que surge como una alternativa hacia la

anqu i l o sada y ce r r ada i ndus t r i a

cinematográfica nacional, el cine universitario

representó un nuevo modelo de creación

que se caracterizó por su explicito interés

y compromiso con la realidad social del

país, así como por la libertad de sus

directores que no dependía del financiamiento

de un particular que determinará su labor.

Esto trajo como consecuencia la creación,

dentro de este grupo, de un cine que

comenzó a reflejar las inquietudes personales

46 / BABEL: 03

Page 49: BABEL 03 (Alta Definición / 6

de sus directores, que en su mayoría eran

jóvenes que tenían (o tendrían) participación

activa dentro de los movimientos sociales

y políticos del país, lo que los llevará a la

creación de obras con un tinte claro de

critica social.

El caso de Leobardo, como el de

muchos jóvenes de su generación, fue el

de un hombre que t r ans i t a de

cuestionamientos fundamentales sobre la

vida y la sociedad, hacia las respuestas

encontradas en la lucha social y en la

expresión critica dentro del discurso

cinematográfico. Tal vez será este proceso

y su drástico desenlace el que lo llevará

finalmente a tomar una decisión tan radical.

Creo que la respuesta nunca la conoceremos

pero es indudable que la interpretación de

su obra nos ha dado algunas pistas.

Notas y referencias

1 No Aretche, como también se le ha nombrado.2 AYALA BLANCO [2001], p. 2453 FERNÁNDEZ VIOLANTE [1988], pp. 45-564 BIRRI [1988], pp. 80.5 LERNER [1998], p. 120.6 CIUK [2000], pp. 375-376.7 Para una exposición más detallada del método de

descomposición y recomposición del texto fílmico véase

CASETTI y DI CHIO [1990].

8 La inserción del cine dentro de la categoría del lenguaje,

sin embargo, no ha sido aceptada por todo el mundo;

Jean Mitry se opone claramente ha esta idea argumentando

que el cine, a pesar de ser un medio capas de otorgar

significado a objetos, carece de una semántica y una

sintáctica definida y convencional (punto discutible) por lo

que debe ser entendido más como un discurso que como

un lenguaje. Nosotros nos acercamos, sin embargo, a la

posición y definición hecha por Casetti, Metz y Eco que

ven en el cine como un sistema capaz de expresar

sentimientos o ideas, y que permite comunicar, a través de

una estructuración de objetos semánticos, informaciones

intencionales, es decir un lenguaje. Para esta controversia

véase Jean MITRY [1990].9 Por falta de espacio no expongo en este trabajo la teoría

peirceiana sobre las tricotomías de los signos. Para una

explicación detallada véase PEIRCE [1974], pp. 21-62.10 No es, como se llegó a interpretar, un joven del mayo

francés pues, ya esta frase lo dice, el movimiento estudiantil

en aquel país inicia con la manifestación del 22 de marzo

de 1968. El corto de Leobardo, como dijimos antes, data

de 1967.

Intertextualidades

AYALA BLANCO, Jorge

[2001] «El cine mexicano en la encrucijada», en Gustavo

García (coordinador), El cine mexicano a través de la

crítica, Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma

de México.

BIRRI, Fernando

[1988] «Cine y subdesarrollo», en Hojas de cine: testimonios

y documentos del nuevo cine latinoamericano, Ciudad de

México: Secretaría de Educación Pública.

CASETTI, Francesco y DI OCHIO, Federico

[1990] Cómo analizar un film, Barcelona: Paidós.

RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ: UN HOMBRE NUEVO, UN CINE NUEVO... / 47

Page 50: BABEL 03 (Alta Definición / 6

CIUK, Perla

[2000] Diccionario de directores del cine mexicano, Ciudad

de México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes /

Cineteca Nacional.

FERNÁNDEZ VIOLANTE, Marcela

[1988] «El cine universitario», en Hojas de cine: testimonios

y documentos del nuevo cine latinoamericano, Ciudad de

México: Secretaría de Educación Pública.

LERNER, Jesé

[1998] Cine Mexperiemental: sesenta años de medios de

vanguardia en México, Ciudad de México: Fideicomiso para

la Cultura México-Estados Unidos.

MITRY, Jean

[1990] La semiología en tela de juicio (cine y lenguaje),

Madrid: Akal.

PEIRCE, Charles Sanders

[1974] La ciencia de la semiótica, Buenos Aires: Nueva

Visión.

Nota

Una primera versión de «Un hombre nuevo, un cine

nuevo. El cine de Leobardo López Arretche» fue presentada

en el III Encuentro Latinoamericano de Estudiantes de

Historia (Taxco, México; 2005).

Sobre el autor

Israel Rodríguez Rodríguez es pasante de la Licenciatura

en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de

México. Ha trabajado como catalogador en la Dirección

General de Actividades Cinematográficas (Filmoteca de la

UNAM), así como asistente de investigación y profesor

adjunto en su facultad. Actualmente se desempeña como

corrector de estilo en el área de publicaciones del Instituto

de Investigaciones Históricas de su universidad. Prepara su

tesis sobre el nacimiento del cine social en México y su

relación con este tipo de cine en América Latina.

[email protected]

Cómo citar este ensayo

RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Israel

[2006] «Un hombre nuevo, un cine nuevo. El cine de

Leobardo López Arretche», en Babel. Historias y metahistorias

(Guadalajara: Limbo), núm. 3, septiembre-diciembre, pp.

34-48.

::: www.limbo.org.mx/babel.htm :::

48 / BABEL: 03

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ESTUDIOS Y NARRACIONES HISTÓRICASrevista estudiantil de la Universidad de Guadalajara

búscala cada

6 meses enwww.publicaciones.cucsh.udg.mx/

grieta/index.htm

[email protected]

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La persistencia de la memoria (Salvador Dalí, 1931)

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Lasrepresentacionesdel tiempo(segunda parte)por Sergio Valerio Ulloa

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CONTINUACIÓN...

5. Edmund Husserl. La conciencia íntima del tiempo y el tiempo vivido

Antes de abordar la concepción del tiempo en Husserl, debemos de explicar en qué

consiste su método fenomenológico. Para comenzar diremos que, según José Gaos, la

historia de la filosofía puede dividirse en dos grandes movimientos sucesivos de dirección

opuesta. Por una parte, la filosofía griega y con ella y tras ella la antigua y la medieval

que dirigieron sus esfuerzos especulativos a resolver y explicar los principios objetivos del

mundo, en una idea esencialmente eidética,1 concibiendo tales principios como ideas,

valores, esencias subsistentes en sí y por sí, o inherentes a un principio divino, o

concibiendo eidéticamente este principio. Por otra parte, radicalmente animada por el

cristianismo, introductor decisivo de la conciencia, como instancia fundamental, en la

historia, según revela la anticipación de San Agustín y Descartes, la filosofía moderna

empezó a retrotraerse y retraerse reflexivamente a la conciencia, para partir de ella hacia

el mundo y hasta los principios objetivos de éste y de ella. Para Gaos, ambos

Page 55: BABEL 03 (Alta Definición / 6

movimientos o el pasado entero de la

filosofía vienen a ser asumidos notoriamente

por las dos partes de la fenomenología de

Husserl: la eidética filosofía antigua y

medieval, el «realismo» antiguo y medieval,

en la «fenomenología eidética»; y la moderna

filosofía de la conciencia, el moderno

«ideal ismo», en la fenomenología

trascendental2.

En realidad esta división entre la

filosofía antigua y la moderna la hace

Husserl, quien afirma que fue Descartes el

que inauguró una filosofía de una especie

completamente nueva, modificando totalmente

su estilo, dando una vuelta radical desde

el objetivismo ingenuo hacia el subjetivismo

trascendental.3 Por ello, un primer principio

del que parte Husserl es que «todo aquel

que quiera ser en serio un filósofo tiene

que retraerse sobre sí mismo, una vez en

la vida, y tratar de derrocar en su interior

todas las ciencias válidas para él hasta

entonces, y de construirlas de nuevo. La

filosofía es una incumbencia totalmente

personal del sujeto filosofante».4 Lo que

acarrea como consecuencia que toda filosofía

no sea sino una confesión personal y

unas memorias históricas, una autobiografía

y una autobiográfica Historia, las cuales

no pueden ser sino la verdad del autor.5

Este retrotraerse a sí mismo es

reconocer como condición y principio

necesario de la reflexión filosófica de este

individuo la vida misma del ser pensante.

El método de esta filosofía fenomenológica

se desarrolla en dos estratos, según Husserl:

el primero recorre el reino de la experiencia

trascendental del «yo», este estrato, no

pertenece propiamente al campo de la

filosofía en el sentido estricto, sino al de

las ciencias positivas o de la naturaleza; y

el segundo estrato de la investigación

fenomenológica se ocupa precisamente de

la crítica de la experiencia trascendental y,

sobre todo, a la del conocimiento

trascendental en general.6

Husserl resalta que lo original de

su método es que crea una ciencia nueva

y original que trata de la subjetividad

trascendental, cuyo objeto único es mi ego

trascendental, el de quien filosofa.7 Desde

esta perspectiva fenomenológica, el yo que

medita puede dirigir su mirada reflexiva a

su vida misma, por ejemplo, a sus

percepciones y representaciones sensibles,

o a sus juicios, valoraciones, voliciones,

contemplarla y poner de manifiesto y describir

sus contenidos.8 Toda reflexión es una

actividad de la conciencia. Husserl pone

énfasis en que la reflexión es una

VALERIO ULLOA: LAS REPRESENTACIONES DEL TIEMPO (2) / 53

Page 56: BABEL 03 (Alta Definición / 6

peculiaridad fundamental de la esfera de

las «vivencias», pues lo más importante y

la condición indispensable de todo yo que

piensa y reflexiona es su vida misma.

Pues lo más cierto y fuera de toda duda,

es que el punto de partida del filosofar no

es ni el cogito al que se llega a través de

la duda metódica, ni la «conciencia pura»

a que se llega por medio de la reducción

trascendental, ni en general el contrasentido

de ningún dato buscado y encontrado solo

al término de una ardua investigación; el

punto de partida de todo filosofar sólo es,

y sólo puede ser, «nuestra propia vida»,

lo único dado sin contrasentido, pero no

la vida en general, como «la vida humana»,

sino la vida concreta del filósofo aquí y

ahora conviviente con sus prójimos más o

menos efectivos y próximos en el espacio

y en el tiempo.9 Al respecto, Husserl

sostiene lo siguiente:

Todo yo vive sus vivencias y en éstas

hay encerrados muy varios ingredientes

y componentes intencionales. Que el yo

las viva no quiere decir que las tenga,

con lo encerrado en ellas, «ante la

mirada» y las aprese en el modo de la

experiencia inmanente o de cualquier

otra intuición o representación inmanente.

Toda vivencia que no está ante la

mirada puede convertirse, de acuerdo

con una posibilidad ideal, en «vista»,

dirigiéndose a ella una reflexión del yo,

con lo que se convierte en objeto para

el yo. Lo mismo pasa con las posibles

miradas del yo a los ingredientes de la

vivencia y a sus componentes

intencionales (aquello de que son

eventualmente conciencia), pero las

reflexiones son a la vez vivencias y

pueden en cuanto tales tornarse sustratos

de nuevas reflexiones y así in infinitum,

con universalidad de principio.10

De esta manera, para Husserl el

método fenomenológico se mueve

íntegramente en actos de la reflexión, y

toda reflexión es una vivencia, pero una

vivencia realmente vivida, pues ésta última,

la vivencia realmente vivida, se da al caer

bajo la mirada reflexiva, como existiendo

«ahora», pero al mismo tiempo como

«habiendo existido hace un momento», ya

que las vivencias no sólo existen cuando

estamos vueltos hacia ellas y las apresamos

en la experiencia inmanente, sino que

también existen en la retención del recuerdo

«primario», cuando son todavía conscientes,

como habiendo existido hace un momento.11

Husserl está convencido de que la reflexión

sobre la base de y «en» el recuerdo nos

54 / BABEL: 03

Page 57: BABEL 03 (Alta Definición / 6

da a conocer nuestras vivencias anteriores,

que «entonces» estaban presentes. De la

misma manera, la expectativa que dirige

la mirada hacia delante, como «venidero»,

tiene la significación de algo que será

percibido, así como lo recordado tiene la

significación de algo que ha sido percibido.

De tal forma que en la expectativa también

podemos reflexionar y llegar a ser

conscientes de nuestras propias vivencias.12

Con esta consideración sobre la

mirada reflexiva sobre el ahora vivido

realmente, el haber sido vivido o recuerdo,

y la expectativa o lo venidero, Husserl

revive el triple presente de Agustín, el

presente de las cosas presentes, el presente

de las cosas pasadas y el presente de las

cosas futuras: la atención, la memoria y

la espera13.

La reflexión es para Husserl el

método de la conciencia para el conocimiento

de la conciencia en general, pero al mismo

tiempo, la reflexión se ha convertido en

un objeto de estudio para la fenomenología,

ya que toda clase de «reflexión» tiene el

carácter de una modificación de la

conciencia14. Por ello, la reflexión sobre el

tiempo cae, en el análisis fenomenológico

de Husserl, bajo el estudio de la conciencia

íntima del tiempo, o cómo el ser que soy

experimento y percibo el tiempo, o cómo

se ha formado en mí la idea del tiempo y

la conciencia de vivir el tiempo.

Dado que la fenomenología no se

preocupa por desentrañar la esencia de

las cosas materiales, Husserl evita la

pregunta de la filosofía clásica sobre el

ser del tiempo ¿qué es el tiempo? o

¿tiene un ser el tiempo?, y por lo tanto

no busca encontrar el tiempo en la naturaleza

como tiempo objetivo, sino en la experiencia

trascendental del sujeto que vive el tiempo,

en la conciencia del sujeto que reflexiona

sobre el mismo. «El tiempo fenomenológico

como universal peculiaridad de todas las

vivencias»15

Husserl reconoce de antemano que

el problema de definir y analizar el tiempo

es una esfera de problemas perfectamente

cerrada y una esfera de excepcional

dificultad, es decir una aporía.16 Por lo

cual trata de distinguir el t iempo

fenomenológico del tiempo «objetivo» o

cósmico. Por tiempo fenomenológico entiende

a esa forma de unidad de todas las

vivencias que entran en una corriente de

ellas (el yo puro uno).17

Sin embargo, esta distinción entre

tiempo fenomenológico y tiempo cósmico

de Husserl, lleva implícito el supuesto de

VALERIO ULLOA: LAS REPRESENTACIONES DEL TIEMPO (2) / 55

Page 58: BABEL 03 (Alta Definición / 6

la existencia de un tiempo objetivo, cósmico

o de la naturaleza, fuera del sujeto que

piensa. Para Husserl, este tiempo objetivo

es inherente a la vivencia en cuanto tal,

ya que «toda vivencia tiene su temporalidad

vivencial», y en cuanto temporalidad tiene

sus modos de darse que son el ahora, al

antes y el después, pero también las

modalidades determinados por éstos que

son: el simultáneamente y el sucesivamente18.

Sobre la definición del tiempo

cósmico hay un problema serio al quererlo

separar y di ferenc iar del t iempo

fenomenológico pues en su libro Ideas

relativas a una fenomenología pura y a

una filosofía fenomenológica lo define de

la siguiente manera:

El tiempo cósmico tiene con el tiempo

fenomenológico en cierto modo una

relación análoga a la que tiene el

«extenderse» inherente a la esencia

inmanente de su contenido concreto de

la sensación (digamos de un contenido

visual dentro del campo de los datos

de la sensación visual) con la

«extensión» espacial objetiva, es decir,

la del objeto físico que aparece y se

«matiza» visualmente en este dato de

la sensación.19

En este primer momento de la

definición, el tiempo objetivo es un dato

de la naturaleza o del mundo físico, que

al igual que cualquier esencia material

tiene la característica de aparecer o

manifestarse en «el campo de los datos

de la sensación visual». El tiempo cósmico,

para Husserl, al igual que cualquier objeto

físico aparece y se matiza como un dato

a la capacidad sensorial del sujeto. Pero

aclara Husserl que el tiempo cósmico dista

un poco del tiempo aprendido por la

conciencia porque este último ha pasado

por un filtro que es la capacidad reflexiva

del sujeto, para explicar esta operación

pone el ejemplo del color rojo o el de un

cubo, diferenciando la cosa en cuanto tal

de la cosa representada en la conciencia.

Dice Husserl: «hemos de distinguir entre

la temporalidad objetiva que se presenta

(por ejemplo, la de este cubo) y la

temporalidad «interna» del presentarse (por

ejemplo, la del percibir el cubo)».20

Esta diferencia entre el tiempo

objetivo y el tiempo representado en la

conciencia es importante porque presupone

que existe el tiempo objetivo o cósmico en

cuanto tal, pero que su representación

«íntima» en la conciencia es algo distinto,

es un estar dentro de ella completamente

56 / BABEL: 03

Page 59: BABEL 03 (Alta Definición / 6

sui generis, es un estar dentro de la

conciencia pero no como parte integrante

real, sino un estar dentro de ella

«idealmente», como algo intencional, como

algo que aparece, como un objeto

representado de la misma manera que el

cubo se representa en la mente. Dice

Husserl que «el objeto de la conciencia,

en su identidad consigo mismo a través

de las vivencias, no entra desde fuera en

ella, sino que está encerrado en ella

misma como sentido, y esto es, como la

obra intencional de la síntesis de la

conciencia».21

Con esta reducción fenomenológica,

este tiempo «íntimo» pensado y repensado,

reflexionado y reelaborado por y en la

conciencia del sujeto, se cree haber perdido

toda vinculación «aperceptiva» a la realidad

material y su inserción, aunque sólo sea

secundaria en el espacio y en el tiempo

cósmico.22 Pero a pesar de esta

desvinculación entre el tiempo objetivo y el

tiempo íntimo, Husserl no llega a negar la

existencia de ese tiempo objetivo o cósmico.

En este punto, Husserl se acerca a

Aristóteles, pues reconoce la existencia

del tiempo cósmico, pero dista mucho de

Kant, pues para éste el tiempo es una

intuición pura, que no tiene un referente

en la naturaleza. En tanto que el tiempo

fenomenológico de Husserl sólo sería para

Kant una intuición empírica, algo que es

percibido por las sensaciones y representado

en la conciencia. También se aleja un

tanto de Agustín, pues el tiempo del alma

nada tiene que ver con el tiempo cósmico,

sino sólo con la capacidad del alma para

distenderse. De esta manera, Husserl se

sitúa entre Aristóteles, por un lado, y

Agustín y Kant, por otro, pues Husserl no

pierde esa vinculación última con el tiempo

objetivo o cósmico.

A pesar de que Husserl cree haber

desvinculado el tiempo «íntimo» de la

conciencia de su relación con el tiempo

objetivo o cósmico, el fenomenólogo no

puede dejar de admitir, al menos al comienzo

de su empresa, cierta homonimia entre el

«curso de la conciencia» y el «curso

objetivo del tiempo del mundo», o también,

entre el «uno después del otro» del tiempo

inmanente y la sucesión del tiempo objetivo,

o entre el contiuum de uno y del otro,

como si el análisis del tiempo inmanente

no pudiera constituirse sin repetidos

préstamos del tiempo objetivo, supuestamente

desvinculado por Husserl.23

Pero a Husserl no le interesa

tanto analizar el tiempo objetivo, al cual

VALERIO ULLOA: LAS REPRESENTACIONES DEL TIEMPO (2) / 57

Page 60: BABEL 03 (Alta Definición / 6

no le dedica mucho espacio, lo que le

interesa es analizar el tiempo inmanente,

la conciencia íntima del tiempo, sobre lo

cual apunta:

La propiedad esencial a que el término

de temporalidad da expresión relativamente

a las vivencias en general, no designa

algo universalmente inherente a cada

vivencia aislada, sino una forma necesaria

de unión de unas vivencias con otras.

Toda vivencia real [...] es una vivencia

que dura; mediante esta duración se

inserta en un continuo sin término de

duraciones –un continuo lleno. Toda

vivencia tiene necesariamente un horizonte

de tiempo lleno e infinito por todos

lados. Esto quiere decir al mismo tiempo:

toda vivencia pertenece a una «corriente

de vivencias» infinita. Toda vivencia

aislada puede, lo mismo que empezar,

también finalizar y con esto poner término

a su duración, por ejemplo, una vivencia

de alegría. Pero la corriente de vivencias

no puede empezar ni finalizar. Toda

vivencia, en cuanto ser temporal, es

vivencia de su yo puro. Con necesidad

es inherente a esto la posibilidad [...]

de que el yo dirija su mirada pura a

esta vivencia y la aprehenda como

realmente existente o como durando en

el tiempo fenomenológico.24

Este descubrimiento que hace

Husserl es decisivo para su fenomenología:

toda vivencia tiene una temporalidad, una

duración, pero habría que preguntarle en

cual tiempo se da la duración de las

vivencias, a cual tiempo se está refiriendo:

al tiempo objetivo o al tiempo inmanente.

Luego sostiene que toda vivencia pertenece

a una «corriente de vivencias infinitas», y

en otra parte dice que «el universo de las

vivencias que integran el contenido

efectivamente ‘real’ del ego trascendental

es un universo composible sólo en la

universal forma del transcurrir, dentro de

la cual se ordenan como transcurriendo en

ella todas las vivencias parciales».25 Según

Husserl, en este transcurrir universal de

las vivencias, que él establece como la

«ley formal de una génesis universal», se

forma continuamente en unidad un pasado,

un presente y un futuro, donde la vida

transcurre.26

Volvemos a preguntarle a Husserl

en cuál tiempo transcurre esa corriente

infinita de vivencias. La primera impresión

que nos da esta idea de Husserl es la de

dos supercarreteras que se recorren

paralelamente: la del tiempo objetivo y la

de las vivencias. Como señala Ricoeur,

es evidente el préstamo de conceptos que

58 / BABEL: 03

Page 61: BABEL 03 (Alta Definición / 6

hay de una teoría del tiempo objetivo a la

teoría del tiempo fenomenológico, lo cual

se refleja en la ambigüedad del vocabulario

y en la incapacidad de resolver la aporía

sobre el tiempo, a pesar de los esfuerzos

y de l r e f i n am i e n t o de l mé t o do

fenomenológico.27

Volviendo a estas supercarreteras

de vivencias y de tiempo objetivo, la

duración de toda vivencia presupone la

existencia de un flujo continuo de modos

de darse como unidad de del proceso o

de la duración. Pero también establece

que a todo «ahora», se adhiere con

necesaria continuidad otro nuevo y siempre

nuevo «ahora», de tal manera que todo

«ahora» actual, se convierte en «hace un

momento», y el «hace un momento» a su

vez y continuamente en un siempre nuevo

«hace un momento» de «hace un

momento», estableciendo una cadena de

continuos «ahoras» presentes y pasados,

estableciendo el flujo continuo de ahora,

antes y después.

Para Paul Ricoeur los dos grandes

hallazgos de la fenomenología husserliana

del tiempo son: a) la descripción del

fenómeno de retención -y de su simétrico,

la protensión- y b) la distinción entre

retención (o recuerdo primario) y

rememoración (o recuerdo secundario).

A partir del ejemplo del sonido que dura,

con reminiscencias agustinianas, Husserl

llega al concepto de tiempo-objeto, que

es la unidad de duración de una vivencia

que se mantiene constante durante un

espacio de tiempo. Con ello Husserl llega

a la conclusión de que el «ahora» no se

contrae en un instante puntal, sino que

implica una intencionalidad longitudinal,

gracias a la cual es a la vez él mismo y

algo del instante que acaba «apenas» de

ocurrir, así como la protensión de la fase

inminente. Este extenderse del ahora al

antes y al después de los tiempo-objetos

es el argumento para entender la continuidad

en la duración husserliana, y la retención,

simplemente nominada es aquí, el nombre

de la solución buscada.28

Esta continuidad o persistencia en

la duración del ahora, del uno después

del otro y ser el mismo en el flujo del

tiempo, es el proceso de la retención.

Pero Husserl no se da cuenta del truco

que se esconde tras el problema de la

retención, desgraciadamente, dice Ricoeur,

Husserl no se pregunta por el carácter

irreductiblemente metafórico de los términos

más importantes sobre los que se apoya

su descripción; «flujo», «fase», «pasar»,

VALERIO ULLOA: LAS REPRESENTACIONES DEL TIEMPO (2) / 59

Page 62: BABEL 03 (Alta Definición / 6

«caer», «recaer», «intervalo» y el binomio

«vivo-muerto» y la misma palabra

«retención» son metáforas por cuanto

significan sostener, que desempeñan la

misma función de los adverbios y

conjunciones de tiempo como «aún»,

«mientras, «ahora», «antes, «después»,

«durante», etc. Incluso términos como

«comenzar», «continuar», «acabar»,

permanecer», implican por sí mismas la

duración en el tiempo. Cuando faltan las

palabras precisas y literales, la metáfora

garantiza el relevo, al aportar los recursos

de la innovación semántica. Así, el lenguaje

ofrece metáforas apropiadas para indicar

la permanencia en el cambio: el propio

término «retención» es el mejor testimonio

de esta pertenencia del lenguaje ordinario

hasta en su uso metafórico.29

En el ejemplo del sonido que se

prolonga en el tiempo, en la expresión «el

sonido resuena todavía», la palabra «todavía»

implica a la vez el mismo y lo otro, el

sonido es el mismo, pero el sonido ‘en su

modo’ (de aparición) aparece como otro.

Siendo el mismo sonido hay en él cierta

alteridad, pues a lo largo de su duración

en cada fase de su recorrido es otro, uno

el de comienzo, otro el de en medio, y

otro el del final. Pero Husserl intenta

preservar a cualquier precio esa continuidad

en el fenómeno, la alteridad que sufre el

objeto en su modo de fluir no es una

diferencia exclusiva de identidad. La apuesta

de Husserl es haber buscado en el «ahora»

una intencionalidad de un tipo particular

que no va hacia un correlato trascendente

sino hacia el ahora «apenas» pasado, y

cuya propiedad es retenerlo de manera

que engendre, a partir del «ahora» puntual

de la fase que está pasando, el ‘gran

ahora’ del sonido en su entera duración.30

La retención es precisamente lo

que mantiene juntos el presente puntual y

la serie de retenciones vinculadas a él, ya

no es una cadena de «ahoras»

desvinculados e independientes unos de

otros, sino que entre un ahora y otro, hay

una «retención» que los vincula, la función

de la retención es establecer la identidad

del presente puntual y del objeto inmanente

no puntual. Dice Ricoeur que la retención

es un reto a la lógica de lo mismo y de

los «otro»; este reto es el tiempo. El

hecho de que los objetos cambien en el

transcurso de un intervalo de tiempo y

sigan siendo la misma cosa es una paradoja

del lenguaje. El durar significa que algo

persiste al cambiar, de tal manera que la

identidad que persiste ya no es una identidad

60 / BABEL: 03

Page 63: BABEL 03 (Alta Definición / 6

lógica, sino precisamente una totalidad

temporal.31

La distinción entre recuerdo primario

y recuerdo secundario es el segundo hallazgo

de Husserl, esta distinción es la contrapartida

exigida por la caracterización esencial de

la retención, a saber, la adherencia del

pasado retenido al presente puntual en el

seno de un presente que persiste al

desaparecer. El recuerdo no está contenido

de manera inmediata y mecánica en la

experiencia de la retención. Hay un

continuum en la unidad temporal del tiempo-

objeto en su presente puntual y en su

respectiva retención, cuando la vivencia de

ese tiempo-objeto sigue siendo un «ahora»

presente y actual. Pero para que éste

tiempo-objeto se convierta en algo que ya

no es, tiene que terminar ese continuum y

convertirse en pasado. Dice Ricoeur que

«la unicidad del continuum es tan esencial

a la aprehensión de los tempo-objetos

que se puede afirmar que el ‘ahora’

verdadero de una melodía sólo adviene

cuando el último sonido ha terminado; ese

momento es el límite ideal de la ‘continuidad

de incremento’ constituida en bloque».32

Comenzar, proseguir y terminar son las

fases de la unidad temporal que se

despliegan en ese continuum de los tiempo-

objetos en un lapso preciso, sin ello no

se podría hablar de objeto temporal ni de

espacio de tiempo. El paso de una fase a

otra va dejando en el pasado a la fase

anterior, y el terminar marca el fin del

tiempo-objeto en el transcurso del tiempo,

lo cual maraca la diferencia entre un

objeto temporal y otro.

Este paso continuo del presente al

pasado es el que falta en la oposición

global entre presentación y representación:

el «cómo si» no se asemeja en absoluto

al paso continuo que constituye la

presentación por medio de la modificación

del presente en pasado reciente. Por tal

motivo, el antes y el después deben

constituirse desde el recuerdo primario,

esto es, ya en la percepción ensanchada.

Sólo la unión, previa a todo cuasi, de la

impresión y de la retención tiene la clave

de lo que Husserl ha llamado «el acto-

creador-de-tiempo, el acto-del-ahora o

el acto-del-pasado. Aquí es donde se

encuentra el centro de la constitución de

la conciencia íntima del tiempo y donde

Husserl desafía a Aristóteles y a Kant.

Esta primacía de la retención encuentra

una confirmación suplementaria en el carácter

insuperable del corte entre presentación y

VALERIO ULLOA: LAS REPRESENTACIONES DEL TIEMPO (2) / 61

Page 64: BABEL 03 (Alta Definición / 6

representación, de las cuales sólo la primera

es un acto donante en su origen».33

El presentar del hacer presente o

actual, es distinto del representar, o el

volver a presentar, que quiere decir traer

de nueva cuenta al presente algo. El

«una vez más» es mucho más que el

«aún», dice Ricoeur. Lo que podría encubrir

esta diferencia es el rasgo principal propio

de la modificación de retención que

transforma efectivamente el «ahora», tanto

reproducido como originario en un pasado.

La rememoración, con su libertad para

traer las cosas del pasado al presente, o

de recapitular, proporciona la necesaria

distancia de la libre reflexión. La reproducción

se convierte entonces en un libre recorrido

que puede conferir a la representación del

pasado un tiempo, una articulación, una

claridad variables.34

Por su forma de flujo de vivencia,

la rememoración presenta los mismos rasgos

de intencionalidad retencional que el recuerdo

primario y, además, tiende intencionalmente

a esta intencionalidad primaria. Esta

reduplicación intencional propia de la

retención garantiza la integración de la

rememoración en la constitución de la

conciencia del tiempo. La rememoración

no es sólo un «como si» presente: sino

que tiende al presente, y así lo plantea

como que ha-sido. La rememoración se

inserta en la corriente de lo vivido ya que

el recuerdo también contiene intenciones

de espera, cuyo cumplimiento conduce al

presente. De tal manera que podemos

decir que el presente es a la vez lo que

vivimos y lo que realiza las anticipaciones

de un pasado rememorado: «recuerdo haber

esperado lo que ahora se ha realizado»,

con esta frase se evidencia que el presente

es la realización del futuro rememorado.35

A partir de la retención y la

rememoración se puede hablar de un

‘encadenamiento del tiempo’, un único

recorrido temporal, en el que cada uno de

los acontecimientos encuentra un lugar

diferente. El objetivo del lugar de un

acontecimiento rememorado merced a este

único encadenamiento del tiempo constituye

una intencionalidad suplementaria que se

añade a la del orden interno de la

rememoración, el cual supone reproducir

el de la retención. Este objetivo del «lugar»

en el encadenamiento del tiempo es lo

que permite caracterizar como pasado,

presente o futuro, duraciones que presentan

contenidos diferentes -pero que ocupan

un mismo lugar en el encadenamiento del

tiempo-, y, por lo tanto, darán sentido

62 / BABEL: 03

Page 65: BABEL 03 (Alta Definición / 6

formal a la característica pasado, presente

y futuro. Pero este sentido formal no es

un dato inmediato de la conciencia, sino

q u e ha b l amo s p r o p i amen t e d e

acontecimientos del pasado, del futuro y

del presente sólo en función de esta segunda

intencionalidad de la rememoración, que

busca su lugar independientemente de su

contenido y de su duración propios. La

fenomenología de la conciencia íntima del

tiempo intenta explicar, mediante un juego

complejo de intencionalidades superpuestas,

la forma pura de la sucesión: esta ya no

es una presuposición de la experiencia,

como en Kant, sino un correlato de las

intencionalidades abiertas sobre el

encadenamiento temporal y prescinde de

los contenidos rememorados; este

encadenamiento es entendido como el «halo»

oscuro de lo que es actualmente

rememorado, comparable al segundo plano

espacial de las cosas percibidas.36

La inserción de la retención y de

la reproducción en el encadenamiento del

tiempo interno es la base sobre la que se

edifica el tiempo, en el sentido objetivo

del término, como orden serial indiferente

a los contenidos que lo completan. La

noción se «situación temporal» es el

concepto clave de este paso de lo subjetivo

o, mejor dicho, de la «materia» de lo

vivido a su «forma» temporal. De esta

manera, la «situación temporal» permite

aplicar la característica del presente, del

pasado, del futuro, a «vivencias»

materialmente diferentes.37

El plan de Husserl para explicar

la conciencia íntima del tiempo está dividido

entres planos: el primero comprende las

cosas de la experiencia en el tiempo

objetivo; el segundo es el de las unidades

inmanentes del de los objetos temporales;

y el tercero, es el del flujo absoluto de la

conciencia, constitutivo del tiempo.38

¿Cómo llegar al tercer plano del

flujo absoluto si en el segundo plano

Husserl ha aceptado que los tempo-objetos

deben tratarse como unidades constitutivas

independientes unos de otros? Por el

contrario, si el flujo absoluto de la conciencia

tiene algún sentido, Husserl tendrá que

renunciar a apoyarse en cualquier identidad,

aunque sea la de los tempo-objetos, por

lo tanto, también a hablar de velocidad

relativa, ya no habrá aquí «algo» que

dure. Por tal motivo, a Husserl se le

presentan tres problemas a resolver: la

forma de unidad que une los flujos en un

flujo único; la forma común del «ahora»

(origen de la simultaneidad; la continuidad

VALERIO ULLOA: LAS REPRESENTACIONES DEL TIEMPO (2) / 63

Page 66: BABEL 03 (Alta Definición / 6

de los modos de decurso (origen de la

sucesión).39

En primer lugar, Husserl tiene que

responder a la pregunta ¿cómo es posible

saber que el flujo constitutivo último de la

conciencia posee una unidad? Husserl nos

da una respuesta poco convincente por su

tautología «el flujo de la conciencia constituye

su propia unidad», si nos hubiera dicho

por que sí, porque yo lo digo, sería la

misma base argumentativa, no hay

explicación en ello sino redundancia.

Volvemos a preguntarle a Husserl, ¿cómo

se pasa de un tempo-objeto que tiene su

duración propia a la duración de otro

tempo-objeto? Y ¿cómo se hace de distintas

duraciones de los múltiples tempo-objetos

un solo flujo en la conciencia? La respuesta

es muy sencilla: «porque la conciencia

misma es un flujo». En esta autoconstitución

concluye la empresa de una fenomenología

pura. Para Husserl la unidad del flujo es

una unidad sin ruptura, la diferencia entre

dos lapsos es una diferencia no una escisión,

la discontinuidad presupone la continuidad,

sea bajo la forma de la duración sin

cambio o bajo la del continuo cambio.

Para Husserl no hay ninguna duda: sólo

se piensa la discontinuidad a partir de la

continuidad, que es el tiempo mismo.40

Husserl no nos explica como lo

continuo puede ser al mismo tiempo

discontinuo sin afectar su continuidad, decir

que la continuidad y la discontinuidad están

entrelazadas en la conciencia de la unidad

del flujo, no es sino un acto de fe para

conservar sobre cualquier división o variación

la unidad del todo, el flujo. La continuidad

como flujo se sobrepone a la discontinuidad,

pues para Husserl la continuidad incluye

las diferencias.41

Husserl revive aquí la contradicción

de Aristóteles entre la unidad continua e

indivisible y sus partes. Cómo es posible

que el flujo continuo pueda interrumpirse y

continuar al mismo tiempo, la respuesta

de Aristóteles es que la división al mismo

tiempo que separa también une. Para

Aristóteles el tiempo es un continuum,

pero todo lo continuo presupone la sucesión,

un corte hecho en ese continuum o en el

flujo, a la vez que separa también une.

La respuesta de Husserl sobre la unidad

del flujo del tiempo y sus diferencias no

es distinta al la explicación dialéctica que

nos da Aristóteles sobre la unidad y sus

partes componentes.

Para finalizar este apartado sobre

la teoría fenomenológica de la conciencia

íntima del tiempo, concluyamos que para

64 / BABEL: 03

Page 67: BABEL 03 (Alta Definición / 6

Husserl el tiempo debe ser considerado en

tres niveles: tiempo objetivo (primer nivel);

tiempo objetivado de los objetos temporales

(segundo nivel); tiempo inmanente (tercer

nivel). La sucesión originaria de los instantes

de aparición constituye, gracias a las

retenciones fundadoras del tiempo, la

aparición (cambiante o no) como unidad

temporal fenomenológica. La fenomenología

de la conciencia íntima del tiempo se

dirige, en última instancia, a la intencionalidad

inmanen te en t remezc lada con la

intencionalidad objetivadota.42

6. Conclusión:

el tiempo trascendetal y la

conciencia íntima del tiempo.

Kant contra Husserl

Para Ricoeur la confrontación entre Husserl

y Kant nos conduce a un callejón análogo

de la confrontación entre Agustín y

Aristóteles. Afirma Ricoeur que ni el

acercamiento fenomenológico ni el

trascendental se bastan a sí mismo, pues

cada uno remite al otro, pero esta remisión

presenta el carácter paradójico de un

préstamo recíproco, con la condición de

una exclusión mutua; por una parte, se

entra en la problemática husserliana sólo

dejando de lado la problemática kantiana;

se articula la fenomenología del tiempo

sólo gracias a los préstamos en las

confrontaciones del tiempo objetivo, el cual

según sus principales determinaciones, sigue

siendo un tiempo kantiano. Por otra parte,

se entra en la problemática kantiana sólo

a condición de abstenerse de recurrir a

algún sentido interno que introdujese de

nuevo una ontología del alma, desconectada

por la distinción entre fenómeno y cosa en

sí. Pero las determinaciones por las que

el tiempo se distingue de una simple

magnitud se sostienen únicamente gracias

a una fenomenología implícita, cuyo

argumento trascendental indica a cada paso

el espacio vacío. Así, fenomenología y

crítica tienen una relación de préstamo

recíproco sólo a condición de excluirse

mutuamente. No se puede abarcar con

una única mirada el anverso y el reverso

de la misma moneda.43

Según Ricoeur, lo que Kant

rechazaría del análisis fenomenológico del

tiempo de Husserl sería su pretensión de

librarse de cualquier referencia a un tiempo

objetivo y lograr, mediante reflexión directa,

una temporalidad purificada de toda

VALERIO ULLOA: LAS REPRESENTACIONES DEL TIEMPO (2) / 65

Page 68: BABEL 03 (Alta Definición / 6

perspectiva trascendental. Pero a su vez

Kant, no puede construir su análisis

trascendental del tiempo sin recurrir a una

fenomenología implícita del tiempo, que

nunca es formulada como tal, ya que el

modo trascendental la oculta. Lo que opone,

del modo más evidente, Kant a Husserl

es la afirmación del carácter indirecto de

todas las aseveraciones sobre el tiempo.

Pues para Kant, el tiempo no aparece,

sino que es una condición del aparecer.44

Para Kant el tiempo es la condición

formal a priori de todos los fenómenos en

general, los es a título inmediato para

todos los fenómenos internos, y a título

mediato para todos los fenómenos externos,

por eso, el discurso kantiano es el de la

presuposición del tiempo y no el de la

vivencia, como asegura Husserl. El

argumento regresivo prevalece en Kant,

sobre la visión directa. A su vez, este

argumento regresivo asume la forma

privilegiada de la argumentación per

absurdum: «El tiempo no es más que

forma de nuestra intuición interna: si quitamos

de él la peculiar condición de nuestra

sensibilidad, desaparece el mismo concepto

de tiempo, el cual no es inherente a los

objetos mismos, sino simplemente al sujeto

que los intuye».45

En la argumentación kantiana hay

una fenomenología implícita que sitúa al

sujeto como el depositario de las intuiciones,

y sobre todo de las intuiciones puras

como las de tiempo y espacio, pero al

mismo tiempo la rechaza, al establecer el

carácter indirecto e indeterminado del tiempo.

Kant hace un rodeo enorme para establecer

las condiciones objetivas del tiempo, al

simplificar y esquematizar su idea del tiempo,

de tal manera que habla de la «serie del

tiempo», del «contenido del tiempo», del

«orden del tiempo», en fin, del «conjunto

del tiempo en relación a todos los objetos

posibles». Pero esta determinación

trascendental del tiempo, encuentra sentido

sólo apoyándose en los primeros juicios

sintéticos a priori, o principios que hacen

explícitos los esquemas. Dichos principios

no tienen otra función que la de plantear

las condiciones objetivas del objeto. De

ello se deriva que el tiempo no podría ser

percibido en sí mismo, sino que tenemos

de él sólo una representación indirecta, en

ocasión de las operaciones a un tiempo

intelectivas e imaginativas aplicadas a objetos

en el espacio.46

De esta manera, la figuración del

tiempo por medio de una línea, lejos de

constituir un apuntalamiento extrínseco a la

66 / BABEL: 03

Page 69: BABEL 03 (Alta Definición / 6

representación del tiempo, forma parte

integrante de su modo indirecto de

manifestarse en el curso de la aplicación

del concepto por medio de la imaginación.

Además, la representación del tiempo en

el plano de los esquemas y de los principios,

se acompaña siempre de una determinación

del tiempo, de un lapso particular, de una

duración específica, determinación que no

añade nada a la presuposición de un

tiempo infinito del que todos los tiempos

son partes sucesivas: precisamente en la

determinación de sucesiones particulares

se precisa el carácter indirecto de la

representación del tiempo.47

Esta doble característica de la

representación del tiempo –su carácter

indirecto e indeterminado- es la razón

principal del carácter no-fenoménico del

tiempo kantiano. Esto es lo que aleja

todavía más a Kant de una fenomenología

del tiempo. Para Kant el tiempo no puede

ser percibido directamente tal cual, sino

en sus representaciones.48

Pero veamos cómo llega Kant,

después de hacer un rodeo, a la concepción

del tiempo objetivo: «Nuestra experiencia

interna –dice Kant-, sólo es posible si

suponemos la experiencia externa», luego

lo postula como teorema: «La mera

concienc ia, aunque empír icamente

determinada, de mi propia existencia

demuestra la existencia de los objetos en

el espacio fuera de mí».49 Si tomamos

esta afirmación de Kant para los simples

objetos, no habría problema en aceptar

que la conciencia presupone la existencia

exterior de los objetos, pues el mismo

Kant ha llamado la atención sobre las

intuiciones empíricas. El problema es si el

espacio y el tiempo, que no son para

Kant datos empíricos, sino intuiciones puras,

que no tienen referente en la experiencia

exterior, sino en la conciencia misma, son

presupuestos por la conciencia como objetos

fuera de la conciencia.

El acercamiento entre Kant y

Aristóteles que quiere resaltar Ricoeur es

difícil de percibir y de aceptar, pues Kant

a negado toda objetividad y exterioridad al

tiempo y al espacio por ser intuiciones

puras del espíritu. En tanto que Aristóteles

sin aceptar que el tiempo es el movimiento,

asegura que es algo relacionado con él, y

depende del movimiento, sin este no habría

tiempo, pero también Aristóteles dice que

es necesario alguien que enumere el tiempo,

que diga el antes y el después del tiempo.

Pareciera que Kant está más cerca de

Agustín que de Aristóteles. Pero Ricoeur

VALERIO ULLOA: LAS REPRESENTACIONES DEL TIEMPO (2) / 67

Page 70: BABEL 03 (Alta Definición / 6

nos dice que la idealidad trascendental del

espacio y del tiempo tiene como otra cara

su realidad empírica, algo que Kant se ha

empeñado en negar en su estética

trascendental. La inherencia originaria del

tiempo y el espacio respecto del sujeto,

enmascara la otra cara del problema e

impide plantear la pregunta sobre la realidad

empírica correspondiente a la idealidad

trascendental, asegura Ricoeur. Es decir,

si a todo objeto representado en la

conciencia le corresponde un objeto situado

fuera del sujeto en la naturaleza, ¿qué

ob je t os les co r responden a las

representaciones del tiempo y del espacio?

Los cuales para Kant al ser intuiciones

puras no tendrían un referente objetivo o

empírico.50

Dice Ricoeur que la respuesta la

tenemos que buscar en la Analítica de los

principios, en donde Kant sostiene que la

objetividad del objeto, cuyo garante es el

sujeto trascendental, es una naturaleza de

la que la física es la ciencia empírica. Las

analogías de la experiencia proporcionan

el aparato conceptual cuya red articula la

naturaleza. La teoría de las modalidades

añade el principio de cierre que excluye

de lo real a cualquier entidad que se sitúe

fuera de la red. La representación del

tiempo está totalmente condicionada por

esta red, merced a su carácter indirecto.

Según Ricoeur, de esto deriva que el

tiempo, pese a su carácter subjetivo, es

el tiempo de la naturaleza, cuya objetividad

es definida enteramente por el carácter

categorial del espíritu.51

Esta afirmación de Ricoeur sobre

la conversión aristotélica de Kant, se resuelve

de manera un tanto atropellada e

insuficientemente justificada, porque Kant

no deja de afirmar y de decir que el

tiempo y el espacio no son objetos que

reclamen para sí el estatuto de realidad

empírica, fuera de la conciencia. La

suposición de un tiempo objetivo kantiano

contradice todas sus afirmaciones en la

estética trascendental, pues ahí advierte

claramente que el tiempo y el espacio son

intuiciones puras y no empíricas. Pero

Ricoeur sin autorización de Kant lo vuelve

a situar dentro de la corriente filosófica

que coloca al tiempo en la vertiente de la

naturaleza, algo que ni Aristóteles tiene

claramente definido. Pero según Ricoeur,

Kant termina con la vertiente del alma, la

muerte del sentido interno, la asimilación

de las condiciones gracias a las cuales

los fenómenos internos pueden ser conocidos

objetivamente según las condiciones a las

68 / BABEL: 03

Page 71: BABEL 03 (Alta Definición / 6

cuales son sometidos los propios fenómenos

externos, ya no permite conocer más que

a una naturaleza.52

Ricoeur señala que también en

Kant el tiempo es «algo» del movimiento,

pero que es cierto que hace falta un alma

para contar, pero lo que es numerable, lo

que es contado, está ante todo en el

movimiento. La oposición entre Kant y

Husserl en su concepción del tiempo no

sólo es formal sino material, entre el

tiempo de la naturaleza y el tiempo del

alma.53

En esta apreciación sobre Kant,

Ricoeur recoge la opinión de Heidegger

quien señala que la concepción kantiana

del tiempo se mueve dentro de las

estructuras puestas de manifiesto por

Aristóteles, en la tradición ontológica griega,

en la cual el tiempo se toma como un

ente entre otros entes, y se intenta apresarlo

a él mismo, en la estructura de su ser,

desde el horizonte de la comprensión del

ser que se orienta ingenua y tácitamente

por él mismo. A pesar de que el mismo

Heidegger reconoce que Kant fue el primero

y el único que se movió durante un trecho

del camino de la investigación en la dirección

de la dimensión de la temporariedad, o

que se dejó empujar en este sentido por

la fuerza de los fenómenos mismos. Afirma

Heidegger que Kant no pudo avanzar en

esta dirección porque hubo dos obstáculos

que se lo impidieron: en primer lugar, no

desarrolló una previa analítica ontológica

de la subjetividad del sujeto, es decir,

omitió la pregunta que interroga por el ser

en general, y en consecuencia le faltó una

ontología del «ser ahí». En vez de esto,

y a pesar de todos sus esenciales progresos

siguió dogmáticamente la posición de

Descartes con el «cogito sum». En segundo

lugar, el análisis kantiano del tiempo, a

pesar de retraer este fenómeno al sujeto,

siguió orientándose por la comprensión vulgar

y tradicional del tiempo (la concepción

griega del tiempo, como tiempo objetivo),

lo cual impidió a Kant en definitiva destacar

la estructura y la función peculiares del

fenómeno de una «determinac ión

t rascendenta l del t iempo». Como

consecuencia de este doble influjo de la

filosofía tradicional en Kant, siguió embozada

en una completa oscuridad la decisiva

conexión entre el tiempo y el «yo pienso»,

ocultándose el verdadero problema.54

7. La concepción

VALERIO ULLOA: LAS REPRESENTACIONES DEL TIEMPO (2) / 69

Page 72: BABEL 03 (Alta Definición / 6

del tiempo en Heidegger.

La fenomenología analítica

del tiempo

Un lugar especial en cualquier investigación

sobre el tiempo merece la obra de Martín

Heidegger El ser y el tiempo, pues según

Ricoeur, es en esta obra donde Heidegger

resuelve, o más bien, disuelve las aporías

sobre el tiempo del pensamiento agustiniano

y del husserliano, en la medida en que se

abandona el terreno sobre el que se han

podido formar ambas concepciones,

abordando el problema del tiempo desde

otro tipo de cuestionamientos. Esto es:

¿cómo se podría oponer todavía un tiempo

del alma, de tipo agustiniano, a un tiempo

que sería primordialmente «algo del

movimiento» por lo tanto una entidad

vinculada a la física, a la manera

aristotélica?55

La analítica existencial de Heidegger

tiene como referente no ya un alma, sino

el ser-ahí, es decir, el ente que somos,

pero que no es simplemente un ser que

se presenta entre otros seres y que

ónticamente se caracteriza por el hecho

de que va en su ser de este su propio

ser. La relación del ser con su ser es

planteada de modo diferente al de una

simple distinción óntica entre la región de

lo psíquico y la de lo físico, de tal manera

que la naturaleza no constituye un polo

opuesto, y aún menos un tema extraño, a

la consideración del ser-ahí. De tal manera

que la cuestión del tiempo no se puede

explicar si antes no se explica la constitución

fundamental del ser-ahí. Por ello es

fundamental que el punto de partida

adecuado para analizar al ser y al tiempo,

para Heidegger, sea el análisis de la

constitución del ser-ahí.56

Como primer paso de esta

investigación debemos abordar directamente

los supuestos metodológicos de los que

parte Heidegger en su obra El ser y el

tiempo.57

La necesidad de replantear

la pregunta sobre el ser

Heidegger inicia sus investigaciones con la

necesidad de replantearse nuevamente la

pregunta que interroga por el ser, una

pregunta que cayó en olvido entre los

filósofos anteriores a Heidegger, pero que

tuvo en vilo el meditar de Platón y de

Aristóteles, para luego enmudecer desde

70 / BABEL: 03

Page 73: BABEL 03 (Alta Definición / 6

entonces como pregunta expresa de una

investigación filosófica efectiva. Para

Heidegger todo lo que aportaron ambos

filósofos griegos, se conservó a través de

varias modificaciones y retoques hasta la

misma lógica de Hegel, pero con el tiempo,

las respuestas a dicha pregunta se fue

trivializando. Se llegó al grado de establecer

que dicha pregunta era superflua y se

omitió de las principales preocupaciones

filosóficas desde entonces, llegando a la

conclusión extrema de que el «ser» era el

concepto más universal y vacío de los

conceptos, y por tanto resistente a cualquier

intento de definición.58

Heidegger considera que no sólo

la respuesta que interroga por el ser no

es clara y convincente, sino que hasta la

pregunta misma es oscura y carece de

dirección, por ello propone desarrollar de

una buena vez y de una manera suficiente

la pregunta misma. La propuesta de

Heidegger es que la pregunta se debe

hacerse de tal manera, «que se llegue a

ver adecuadamente a través de ella», ya

que «todo preguntar es un buscar», y

«todo buscar tiene una dirección previa

que le viene de lo buscado». Preguntar

es buscar conocer «que es» y «cómo es

un ente». Para Heidegger el preguntar no

es algo neutral e indiferente, preguntar por

«algo» presupone ese «algo» por el cual

se pregunta, pero también presupone un

«alguien» o «algo» a quien se le pregunta.

Pero a la vez, el preguntar mismo tiene,

en cuanto conducta de un ente, de aquel

que pregunta, un peculiar «carácter de

ser».59 Esto es, que el preguntar presupone

un «alguien» específico que pregunta, en

este caso, yo mismo.

Heidegger aclara que si el preguntar

tiene una dirección previa que le viene de

lo buscado, entonces, es necesario que el

sentido del ser, que buscamos, sea ya o

esté ya de cierto modo a nuestra disposición.

O sea que hay una previa comprensión o

una noción previa del ser buscado. Nos

movemos siempre ya en cierta comprensión

del ser, anota Heidegger. De ella brota la

pregunta que interroga por el sentido del

ser, y la tendencia a forjar el concepto

correspondiente. Aún no sabemos que quiere

decir «ser», pero cuando hacemos la

pregunta «¿qué es ser?», nos mantenemos

en cierta comprensión del «es», sin que

podamos fijar en conceptos lo que el «es»

significa. Ni siquiera tenemos noción del

horizonte desde el cual debamos apresar

y fijar el sentido. Esta comprensión del

ser de término medio y vaga es un hecho.60

VALERIO ULLOA: LAS REPRESENTACIONES DEL TIEMPO (2) / 71

Page 74: BABEL 03 (Alta Definición / 6

Esta comprensión previa del ser,

según el autor, es ella misma un fenómeno

positivo que hay que aclarar, pues puede

estar llena de opiniones y teorías tradicionales

sobre el ser. Es lo que podemos llamar el

sentido común, o la manera tradicional de

explicar y ver las cosas. En todo caso,

señala Heidegger, el ser por el que se

pregunta no es algo completamente

desconocido a nosotros, aunque sea algo

difícil de aprehender o inmediatamente del

todo inapresable.61

Heidegger descubre que «el ser»

de los «entes» no «es» él mismo un

«ente». Pero vayamos por partes y

despacio, primero ¿qué es un ente? Según

las definiciones que aporta el mismo autor

los «entes» son muchas cosas, todo aquello

de que hablamos y que mentamos, a las

cuales nos referimos o nos conducimos de

tal o cual manera, pero también nosotros

mismos somos entes. Sin embargo, para

Heidegger, el ser por el que preguntamos

requiere de una forma peculiar de mostrarlo,

que se diferencia esencialmente del

descubrimiento de los entes, para lo cual

se necesita un repertorio peculiar de

conceptos.62 De tal manera que el ser de

un ente es distinto al ente mismo del cual

se está buscando su ser, esta distinción

es muy importante porque de ella Heidegger

va a desprender el «ser ahí».

Para Heidegger es muy importante

establecer que la pregunta que interroga

por el ser, es un «hacer ver a través» de

un ente, el que interroga, bajo el punto

de vista de su ser. El preguntar por el ser

implica un ser, pero este ser que pregunta

corresponde a un ente, que somos en

cada caso nosotros mismos y que tiene

entre otros rasgos la «posibilidad de ser»

del preguntar. Este ser que somos

preguntando por el ser, es lo que Heidegger

designa con el término de «ser ahí». Para

Heidegger es necesario hacer un adecuado

y previo análisis de un ente (el ser ahí)

poniendo la mirada en su ser.63

El ser ahí es el ente que tiene

que ser objeto de un desarrollo ontológico

suficiente, propone Heidegger, antes que

de que el preguntar mismo deje «ver a

través» de él. De tal manera que la

pregunta que interroga por el ser «no es

sino el hacer radical una tendencia de ser

esencialmente inherente al ser del «ser

ahí» mismo, la comprensión preontológica

del ser», según concluye Heidegger.64

72 / BABEL: 03

Page 75: BABEL 03 (Alta Definición / 6

Delimitación conceptual del «ser ahí»

Para aclararnos un poco esta terminología

abigarrada de Heidegger, después de

explicarnos la diferencia entre un ente y

un ser, habría que preguntarnos ¿qué es?

O ¿quién es? el «ser ahí». «El ente cuyo

análisis es nuestro problema somos en

cada caso nosotros mismos -afirma

Heidegger. El ser de este ente es, en

cada caso, mío. En el ser de este ente

se conduce este mismo relativamente a su

ser. Como ente de este ser es entregado

a la responsabilidad de su peculiar «ser

relativamente a». El ser mismo es lo que

le va a este ente en cada caso.65

Está claro que para Heidegger el

«ser ahí» somos en cada caso nosotros

mismos, y que el ser de este «ser ahí»

es también en cada caso, mío. O sea

que estamos en un estado de conciencia

donde nos buscamos a nosotros mismos,

nos reconocemos, nos abrimos a nuestro

ser y nos apropiamos de él, porque somos

nosotros mismos y nos pertenecemos en

el «ser ahí». De esta caracterización del

«ser ahí» que hace Heidegger resultan al

menos dos cosas:

1. Que la «esencia» de este ente

está en su «ser relativamente a».

De tal manera que la «esencia»

del «ser ahí» está en su

«existencia», lo cual lo sitúa como

un ente que no es visible a simple

vista, no es un ente «ante los

ojos» de tal o cual aspecto, sino

modos de ser posibles para él en

cada caso. De tal modo que el

término «ser ahí» no expresa su

«qué es», como mesa, casa árbol,

sino el «ser».

2. Que el ser que le va a este ente

en su ser es, en cada caso, mío.

La mención del «ser ahí» tiene

que ajustarse al carácter del «ser,

en cada caso mío», que es peculiar

de es te en te, mentado y

sobrentendiendo a la vez siempre

el pronombre personal: «yo soy»,

«tú eres».66

El «ser ahí», según Heidegger, se

conduce relativamente a su ser como a su

más peculiar posibilidad, el «ser ahí» es

en cada caso su posibilidad, y no se

limita a «tenerla» como una peculiaridad,

a la manera de lo «ante los ojos», por

ser una posibilidad, el «ser ahí» puede

VALERIO ULLOA: LAS REPRESENTACIONES DEL TIEMPO (2) / 73

Page 76: BABEL 03 (Alta Definición / 6

elegirse a sí mismo, ganarse, y también

perderse, o no ganarse nunca, o sólo

parece ser que gana, lo cual entra dentro

de dicha posibilidad. Este ganarse del ser

ahí, como posibilidad, es un apropiarse de

sí mismo y para sí mismo. Los dos

modos de ser de la «propiedad» y de la

«impropiedad» tienen su fundamento en

que todo «ser ahí» se caracteriza por el

«ser, en cada caso, mío». Pero la

impropiedad del «ser ahí» no significa

algo así como un ser disminuido o inferior,

sino que determina al «ser ahí» en su

plena concreción, en su manera de

ocuparse, excitarse, interesarse, ser capaz

de gozar.67

Para Heidegger las características

del «ser ahí» en cuanto a su existencia y

su «ser», en todo caso mío, sitúan a la

analítica de este ente en un sector de la

fenomenología de peculiar índole, ya que

este ente no tiene nunca la forma de ser

de lo simplemente «ante los ojos» dentro

del mundo, de tal manera que no puede

darse temáticamente en el modo de encontrar

delante lo «ante los ojos». La manera de

darse del «ser ahí» es tan poco comprensible

de suyo, que la determinación misma de

ella constituye una porción esencial de la

analítica ontológica de este ente. Justamente

el punto de partida del análisis del «ser

ahí», no debe ser el «ser ahí» objeto de

exégesis en la determinación de un

determinado existir, sino que debe ponérselo

al descubierto en su indiferenciada modalidad

«inmediata y regular», en la cotidianidad

del «ser ahí», que es un carácter fenoménico

del ente, o su «termino medio». Pero esta

cotidianidad no debe tomarse como un

mero espectro, también en ella reside a

priori la estructura de la existenciariedad,

también en ella le va al «ser ahí» de

determinado modo su ser, relativamente al

cual se conduce en el modo de la

cotidianidad del término medio, y aunque

sólo sea en la modalidad de huida de él

y del olvido de él.68

Todas las notas explicativas que

surgen de la analítica del «ser ahí» se

gana dirigiendo la mirada a su estructura,

la existencia. Por derivarse de la

existenciariedad, Heidegger llama a los

caracteres del ser del «ser ahí»

«existenciarios», los cuales se distinguen

de las determinaciones del ser del ente

que no tiene la forma del «ser ahí»,

llamadas categorías.69

Así pues, desde la introducción Heidegger

ha insistido mucho en que el «ser ahí» es

un ente que no se limita a ponerse delante

74 / BABEL: 03

Page 77: BABEL 03 (Alta Definición / 6

entre otros entes, ya que no es un ente

ante los ojos. Es, antes bien, un ente

ónticamente señalado porque en su ser le

va su ser. Que quiere decir que el «ser

ahí» se comprende a sí mismo, de un

modo más o menos expreso, lo que significa

que el «ser ahí» está abierto a su ser. La

comprensión del ser es ella misma una

«determinación de ser» del «ser ahí». Lo

ónticamente señalado del «ser ahí» reside

en que este es ontológico. Heidegger reserva

el título de ontología para el preguntar en

forma explícita y teorética por el sentido

de los entes, pero el «ser ontológico» del

«ser ahí» se debe entender como un

estado preontológico, que es un modo de

comprender el ser.70

El «ser ahí» se comprende siempre

a sí mismo partiendo de su existencia, de

una posibilidad de ser él mismo o no él

mismo, pues la existencia significa poder-

ser. Estas posibilidades, o las ha elegido

el «ser ahí» mismo, o éste ha caído en

ellas o crecido en cada caso ya en ellas.

La cuestión de la existencia nunca puede

liquidarse sino por medio del existir mismo.71

En síntesis, para Heidegger el «ser

ahí» tiene una múltiple preeminencia sobre

todos los demás entes, en primer lugar

está determinado por su existencia

(preeminencia óntica). En segundo lugar,

el «ser ahí» es en sí mismo ontológico

(preeminencia ontológica). En tercer lugar,

tiene la posibilidad de todas las ontologías

(preeminencia onto-ontológica).72

Dado que la esencia del «ser

ahí» es la existencia, y el existir se da

solamente en el tiempo, es decir, la

existencia implica la temporalidad, el tiempo

para Heidegger tiene que ser explicado en

su relación con el «ser ahí». El tiempo

aquí se concibe como el horizonte de toda

comprensión y de toda interpretación del

ser, partiendo de la temporalidad como

ser del «ser ahí» que comprende el ser.

Para Heidegger, en el análisis sobre el

tiempo se ven fuertemente implicados los

problemas centrales de toda ontología desde

Aristóteles hasta Bergson constituyendo una

tradición filosófica que sitúa al tiempo cómo

si fuera un ente más en el mundo, junto

a otros entes, esto es como un tiempo

objetivo, como un tiempo que tiene un ser

específico y forma parte de la naturaleza,

a esta tradición filosófica Heidegger la

denomina como «la comprensión vulgar

del tiempo.73

Heidegger apunta que el problema

ontológico fundamental implica el poner de

manifiesto la «temporalidad» del ser, ya

VALERIO ULLOA: LAS REPRESENTACIONES DEL TIEMPO (2) / 75

Page 78: BABEL 03 (Alta Definición / 6

que el ser sólo resulta apresable cuando

se mira al tiempo.74 El ser del «ser ahí»

encuentra su sent ido sólo en la

temporalidad.75 La cuestión del tiempo y

de la temporalidad del «ser ahí» la

abordaremos un poco más adelante, por

lo pronto habría que hablar un poco del

método que Heidegger utiliza para explicar

la estructuras que constituyen al «ser ahí».

El método fenomenológico

Para Heidegger, con la caracterización

provisional del objeto temático de la

investigación parece estar trazado ya también

su método. Por ejemplo, en el caso de la

ontología que se ocupa de analizar y

explicar el ser de los entes y el ser en

general. Pero advierte Heidegger que el

método de la ontología resulta muy

cuestionable si seguimos a las ontologías

de la tradición histórica (la tradición

griega) u otros intentos semejantes. Por

ello nos propone que sigamos la forma

fenomenológica para tratar las cuestiones

relacionadas con el sentido ser. La

fenomenología es un método que no se

ocupa de caracterizar el «que» material de

los objetos de la investigación filosófica,

sino el «cómo» formal de ésta.76

Heidegger nos dice que la

fenomenología quiere decir «permitir ver,

«o que se muestra, tal como se muestra

por sí mismo». La fenomenología no designa

el objeto de sus investigaciones, ni es un

término que caracterice el contenido material

de este objeto, como sí lo hacen otras

ciencias y disciplinas como la biología, la

teología y la física entre otras. La palabra

«fenomenología» se limita a indicar cómo

mostrar y tratar lo que debe tratarse en

esta ciencia. En este caso, la fenomenología

se ocuparía de mostrar un ente tal como

se muestra a sí mismo. Por ello, la

fenomenología es la forma de acceder a

lo que debe ser tema de la ontología y la

forma demostrativa de determinarlo. Por

tal motivo, Heidegger concluye que la

on to log ía só lo es pos ib l e como

fenomenología. En este sentido, la

fenomenología sería la ciencia del ser de

los entes. Pero la fenomenología no se

ocupa só l o de una desc r i p c i ón

fenomenológica del ser de los entes, sino

que dicha descripción se convierte a su

vez en una interpretación, por lo cual la

fenomenología del «ser ahí», sólo puede

ser una fenomenología hermenéutica. En

76 / BABEL: 03

Page 79: BABEL 03 (Alta Definición / 6

este campo, Heidegger admite ser seguidor

de Edmund Husserl a quien le reconoce

haber sido el primero en emplear el método

fenomenológico.77

El plan de la obra de El Ser y el

tiempo o de la pregunta que interroga por

el ser está constituida por dos partes: la

primera se ocupa de la exégesis del «ser

ahí» en la dirección de la temporalidad y

de la explicación del tiempo como horizonte

trascendental de la pregunta que interroga

por el ser. En tanto que la segunda parte,

trata a grandes rasgos de una destrucción

fenomenológica de la historia de la ontología

siguiendo el hilo conductor de la

temporariedad.78

De tal manera, y según los

postulados de la fenomenología, Heidegger

tiene como propósito a través de sus

reflexiones hacer aparecer al ser y al

tiempo, «tal y como ellos se muestran a

sí mismos», este aparecer o mostrarse del

ser y del tiempo en sí mismos es una

empresa un tanto difícil porque ese mostrarse

en sí mismo tiene que efectuarse a través

de la capacidad reflexiva y de la estructura

existenciaria del «ser ahí», que en este

caso particular sería el mismo Heidegger,

lo cual es un poco distinto a decir que «el

ser se muestra a sí mismo o que el

tiempo se muestra a sí mismo, por y a

través de sí mismos», sin necesidad de

un intermediario como el «ser ahí» que

los haga aparecer o los muestre tal como

son.

El «ser en el mundo» como la estructura

fundamental del «ser ahí»

Heidegger considera que el punto de partida

de la analítica del «ser ahí» está en la

interpretación de la estructura que él

denomina «el ser en el mundo», ya que

en dicha estructura se encuentran las

determinaciones principales y la base del

«ser ahí», y tiene la característica esencial

de ser una unidad. Pero el hecho de que

esta estructura sea una unidad integral, no

excluye el que tenga una multiplicidad de

elementos constitutivos.79 Con ello volvemos

al problema de la unidad y las partes que

ya había planteado Aristóteles, la unidad

como un todo indivisible, pero a la vez

compuesto de partes constitutivas.

El «ser en el mundo» se muestra

con tres elementos constitutivos a saber:

a) el «en el mundo» que pregunta por la

estructura ontológica del «mundo» y define

la idea de «mundanidad»; b) el ente que

VALERIO ULLOA: LAS REPRESENTACIONES DEL TIEMPO (2) / 77

Page 80: BABEL 03 (Alta Definición / 6

es en cada caso en el modo de «ser en

el mundo» o quién es el «ser ahí» en el

modo cotidiano del término medio; y c) el

ser en como tal, que trata de poner de

manifiesto la constitución ontológica del

«en». El «ser en el mundo» debe tomarse

como una estructura necesariamente a priori

del «ser ahí», pero que dista mucho de

determinar plenamente el ser de este

último.80

Para Heidegger, antes de penetrar

en las interrogantes de la temporalidad, es

necesario explicar en profundidad esta

estructura del «ser en el mundo» como

una estructura fundamental del «ser ahí».

Esta estructura lo lleva al problema de la

espacialidad, ya que todo ser ahí tiene un

peculiar «ser en el espacio», que sólo es

posible sobre la base del «ser en el

mundo». Heidegger señala que «el ser en

el mundo» se ha dispersado en una

multiplicidad de «modos de ser en», de

los cuales el «curarse de» o el «cuidarse

de», que significa también un «curarse de

algo» en el sentido de «procurarse algo»,

está igualmente relacionado con el «temer

algo», lo cual es inherente al «ser ahí»

del «ser en el mundo».81

Partiendo de que la esencia del

hombre no es el espíritu, como síntesis de

alma y cuerpo, sino la existencia,82

Heidegger encuentra que sólo a partir de

la estructura del «ser en el mundo» como

estructura fundamental del «ser ahí», es

posible explicar la espacialidad, descartando

la opinión ingenua según la cual el hombre

sería ante todo una cosa espiritual puesta

luego «en» un espacio.83

La mundanidad del mundo

Pero ¿qué es lo que Heidegger entiende

por «mundo»? Para Heidegger el «mundo»

no está constituido simplemente por las

cosas externas a un sujeto, no hay esa

simple y ambigua dicotomía entre sujeto y

naturaleza, sujeto y objetos, en otras

palabras, el «mundo» no comprende los

entes que «el ser ahí» por esencia no es.

Más bien, para Heidegger, por «mundo»

se debe entender aquello «en que» un

«ser ahí» fáctico, en cuanto es este «ser

ahí» «vive». De tal manera que el concepto

«mundo» tiene una significación preontológica

existencial, y mienta el mundo «público»

del «nosotros» o el mundo circundante

más «peculiar» y más cercano, el doméstico.

Lo «mundano» entonces tiene que ver con

una forma de ser del «ser ahí», pero

78 / BABEL: 03

Page 81: BABEL 03 (Alta Definición / 6

nunca con una forma de ser de los entes

«ante los ojos» «en» el mundo, lo cuales

son pe r t enec i en tes a l mundo o

«intramundanos».84

El «ser en el mundo» y por tanto

el «mundo» mismo son temas propios de

la analítica dentro del horizonte de la

cotidianidad. El mundo inmediato del «ser

ahí» es el mundo circundante. Pero el

mundo circundante no tiene un sentido

primariamente espacial, aunque se aluda a

cierta espacialidad.85

En la estructura del «ser en el

mundo», el «ser ahí» al «andar entorno»

o al «ver en torno» se enfrenta o, se

«cura de»; las cosas útiles que «son a la

mano» o «ante los ojos», que son entes

intramundanos. Al «andar en torno», el

«ser ahí» se va «abriendo su espacio»

por entre los entes intramundanos, el ente

«a la mano» tiene en cada caso una

diversa cercanía, que no se fija midiendo

distancias, sino que se regula por el

manipular y usar que calcula «viendo en

torno». Este «ver en torno» del «curarse

de» fija al mismo tiempo la dirección y la

cercanía de lo «a la mano». Esta cercanía

de lo útil no se limita, siendo «ante los

ojos» en un lugar, a tener este en el

espacio, sino que en cuanto útil es

esencialmente colocado, puesto, instalado,

situado. El útil tiene su «sitio», o bien

«está por ahí», lo que es fundamentalmente

distinto de un puro estar en un lugar

cualquiera del espacio. El sitio es siempre

el determinado «aquí» o «allí» en que es

«pertinente» un útil. Ahora bien, a un

conjunto de útiles situados a un determinado

lugar se le denomina «paraje».86

La espacialidad del « ser ahí» como

«ser en el mundo»

La dimensionalidad del espacio es embozada

aún en la espacialidad de lo «a la mano»,

el arriba, el abajo, el detrás, etcétera,

todos los «dondes» son descubiertos e

interpretados por el «ver en torno» a

través de las vías y caminos del cotidiano

«andar en torno», pero nunca señalados

ni fijados midiendo «toréticamente» el

espacio. El espacio descubierto, de esta

manera, en el «ser en el mundo» «viendo

en torno» como espacialidad del todo de

útiles, es inherente en cada caso a los

entes mismos como su sitio. El mero

espacio es un embozado. El espacio es

hecho astillas en los sitios. Mas esta

espacialidad tiene por obra de la mundiforme

VALERIO ULLOA: LAS REPRESENTACIONES DEL TIEMPO (2) / 79

Page 82: BABEL 03 (Alta Definición / 6

totalidad de conformidad de lo espacialmente

«a la mano» su peculiar unidad. El «mundo

circundante» no se dispone en un espacio

previamente dado, sino que su específica

mundanidad articula en su significatividad

el plexo de conformidad de una

correspondiente totalidad de sitios señalados

por el «ver en torno». El mundo del caso

descubre siempre la espacialidad del espacio

inherente a él. El permitir que algo «a la

mano» haga frente en su espacio

circunmundano sólo resulta ónticamente

posible porque el «ser ahí» mismo es

«espacial» por lo que respecta a su «ser

en el mundo».87

Lo cual traducido a un lenguaje

más llano y coloquial podemos decir que

Heidegger no designa un espacio

independiente de las cosas, sino que las

cosas ocupan un espacio, o son situadas,

colocadas, en un espacio, lo cual entonces

constituye su sitio, las cosas tienen su

sitio en el mundo, y una totalidad

determinada de sitios ocupadas por cosas

es lo que se denomina «paraje». En todo

caso, el espacio es inherente a las cosas

mismas. El mero espacio, sin cosas está

embozado, oculto, cubierto por los sitios.

El mundo no está dispuesto en un espacio

previamente dado, sino en relación al «ser

ahí» que ve su entorno y anda su entorno,

y de esta manera se hace su propio

espacio.

Aunque el «ser ahí» es espacial,

esta espacialidad no puede tomarse como

un estar en algún lugar del «espacio

cósmico», ni como un ser «a la mano»,

ni «ante los ojos». La espacialidad del

«ser ahí», le viene de su «ser en el

mundo», en el sentido de «andar en

torno», en la familiaridad del «curarse

de», con los entes que hacen frente dentro

del mundo, dicha espacialidad se caracteriza

por su «des-alejamiento» y la dirección.88

El permitir que hagan frente dentro

del mundo entes, constitutivo de «ser en

el mundo», es un «dar espacio», «espaciar».

Este espaciar es el previo descubrimiento

de una posible totalidad de sitios determinada

por la conformidad que hace posible la

orientación fáctica del caso. Sólo por medio

del «curarse del mundo», del «ver en

torno», puede el «ser ahí» trasladar, apartar

y colocar, ya que el «ser en el mundo»

es inherente el espaciar comprendido como

existenciario, con ello es descubierto el

espacio. Pero ni el espacio es en el

sujeto, ni el mundo es en el espacio. El

espacio es, antes bien «en» el mundo, en

tanto que el «ser en el mundo», constitutivo

80 / BABEL: 03

Page 83: BABEL 03 (Alta Definición / 6

del «ser ahí», ha abierto un espacio. El

espacio no se encuentra en el sujeto, ni

este contempla el mundo «como si» fuese

en un espacio, sino que el «sujeto», el

«ser ahí», es espacial. Por consiguiente,

para Heidegger el espacio se manifiesta

como un a priori.89

Sólo a través de la espacialidad

del «ser ahí» como «ser en el mundo»,

su manera de «ver en torno», se pone de

manifiesto el espacio mismo. Pero este

descubrimiento del espacio puro, este

mostrarse del espacio, no basta para decidir

la forma de su ser. Pues el espacio no

necesita tener una forma de ser de nada

espacialmente «a la mano» o «ante los

ojos». El ser del espacio tampoco tiene la

forma del ser del «ser ahí». El espacio

únicamente puede concebirse retrocediendo

al mundo, porque el espacio contribuye a

constituir el mundo, respondiendo a la

esencial espacialidad del «ser ahí» mismo

debida a su fundamental estructura del

«ser en el mundo».90 En conclusión, el

espacio no puede reclamar para sí una

determinada forma de ser.

El «ser ahí con» de los otros y el

cotidiano «ser con»

La estructura fundamental del «ser ahí»

como «ser en el mundo» da libertad a

entes que no sólo se distinguen del útil y

las cosas en general, sino que con arreglo

a su forma de ser, que es la del «ser

ahí», son ellos mismos «en» mundo a la

par del que otros «seres ahí». Estos

entes no son ni «ante los ojos», ni «ala

mano», sino que son tal como el «ser ahí

mismo que les da la libertad, son también

y concomitantemente ahí. «Los otros» no

quiere decir lo mismo que la totalidad de

los restantes fuera de mí de la que se

destaca el yo; los otros son, antes bien,

aquellos de los cuales regularmente no se

distingue uno mismo, entre los cuales es

también uno. De tal manera, que el «el

ser en el mundo» es el mundo que en

cada caso es el que comparto con otros.

El mundo del «ser ahí» es un «mundo del

con», ya que el «ser en» es al mismo

tiempo «ser con» otros. El «ser en sí»

intramundano de éstos es «ser ahí con».91

VALERIO ULLOA: LAS REPRESENTACIONES DEL TIEMPO (2) / 81

Page 84: BABEL 03 (Alta Definición / 6

El «ser ahí» como «encontrarse»

El encontrarse es ontológicamente lo más

conocido y cotidiano: el temple, el estado

de ánimo. El «ser ahí» es en cada caso

un estado de ánimo determinado, lo cual

hace patente «como le va a uno», lo

que coloca al ser en su ahí. El estado de

ánimo es siempre ya «abierto» afectivamente

el «ser ahí» como aquel en cuya

responsabilidad se entregó al «ser ahí» en

su ser como el ser que el «ser ahí» ha

de ser existiendo. En el «encontrarse» es

siempre ya el «ser ahí» colocado ante sí

mismo, se ha encontrado siempre ya, no

en el sentido de un encontrarse

perceptivamente ante sí mismo, sino el de

un «encontrarse afectivamente de alguna

manera. Como ente que es entregado a la

responsabilidad de su ser («estado de

yecto»), resulta también entregado a la

responsabilidad de no poder menos de

haberse encontrado siempre ya –encontrado

en un encontrar que no surge tanto de un

directo buscar cuanto de un huir. El estado

de ánimo no «abre» en el modo de mirar

al «estado de yecto», sino como versión y

a-versión. Esta aversión es lo que es,

siempre, en el modo del encontrarse. El

encontrarse abre el «ser ahí» en su «estado

de yecto» e inmediata y regularmente en

el modo de la aversión que esquiva.92

El encontrarse dista mucho de ser

reflejo, que cae sobre el «ser ahí»

justamente en su irreflexiva y exhaustiva

entrega al «mundo» de «que se cura». El

estado de ánimo «cae sobre». No viene

de «fuera» ni de «dentro», sino que como

modo del «ser en el mundo» emerge de

este mismo. De esta manera, el estado

de ánimo ha «abierto» en cada caso ya

el «ser en el mundo» como un todo y

hace por primera vez un posible «dirigirse

a...».93

El «encontrarse» es un forma

existenciaria fundamental en que el «ser

ahí» es su «ahí», de la misma manera

que el «comprender». El encontrarse tiene

en cada caso su comprensión, aunque

sólo sea sofrenándola. El comprender es

siempre afectivo. El comprender es el ser

existenciario del «poder ser» peculiar del

«ser ahí» mismo, de tal suerte que este

se abre en sí mismo el «en donde» del

ser consigo mismo94. El comprender

constituye existenciariamente aquello que

se llama el «ver» del «ser ahí». Encontrarse

y comprender caracterizan al estado abierto

original del «ser en el mundo». El

82 / BABEL: 03

Page 85: BABEL 03 (Alta Definición / 6

comprender alberga en su seno la posibilidad

de la interpretación, esto es de la apropiación

de lo comprendido. El habla es de igual

originalidad existenciaria que el encontrarse

y el comprender. El habla es la articulación

de la comprensibilidad, es el fundamento

ontológico-existenciario del lenguaje y sirve

de base a la interpretación, al sentido y a

la significación.95

Notas y referencias

1 José Gaos traduce eidética como la ciencia eidética

descriptiva o ciencia descriptiva de las esencias de los

fenómenos puros, o de los fenómenos de la conciencia

pura, o simplemente de la esencia de la conciencia pura.

GAOS [1986], «Historia y significado», prólogo a la

traducción en español de libro de HUSSERL [1986], pp.

11-34. En el libro de Paul Ricoeur, Tiempo y narración,

encontramos la palabra traducida como «hiletica» que se

refiere al análisis de la materia (hyle) –o impresión

bruta- de un acto intencional, como la percepción, haciendo

abstracción de la forma (morphe) que la anima y le

confiere sentido. RICOEUR [1996], p. 664.2 GAOS [1986], p. 27.3 HUSSERL [1986], p. 40.4 Ibíd., p. 38.5 GAOS [1986], p. 29.6 HUSSERL [1986], pp. 75-76.7 Ibídem.8 Ibíd., p. 78.9 GAOS [1986], pp. 28-29.10 HUSSERL [1962], pp. 172-173.11 Ibíd., p. 173.12 Ibídem.13 SAN AGUSTÍN [1991], Libro XI, 28.14 HUSSERL [1962], pp. 176-177.

15 Ibíd., p. 177.16 Ibíd., p. 196.17 Ibíd., p. 19118 Ibídem. HUSSERL [1986], p. 89.19 HUSSERL [1962], p. 191.20 Ibíd., pp. 191-192. HUSSERL [1986], pp. 89-90.21 Ibíd., p. 90.22 HUSSERL [1962], p. 191.23 RICOEUR [1996], tomo III, p. 664.24 HUSSERL [1962], p. 193.25 HUSSERL [1986], p. 131.26 Ibídem.27 RICOEUR [1996], pp. 666-667.28 Ibíd., pp. 668-669.29 Ibíd., pp. 669-670.30 Ibíd., p. 670.31 Ibíd., p. 671.32 Ibíd., p. 679.33 Ibíd., pp. 679-680.34 Ibíd., p. 680.35 Ibíd., pp. 682-683.36 Ibíd., pp. 683-685.37 Ibíd., p. 686.38 Ibíd., p. 689.39 Ibíd., p. 691.40 Ibíd., p. 692.41 Ibíd., pp. 692-693.42 Ibíd., p. 694.43 Ibíd., pp. 714-715.44 Ibíd., pp. 694-695.45 Ibíd., pp. 698-699.46 Ibíd., p. 702.47 Ibídem.48 Ibíd., pp. 673-674.49 Ibíd., p. 713.50 Ibíd., p. 716.51 Ibídem.52 Ibídem.53 Ibíd., p. 617.54 HEIDEGGER [1971], pp. 34-37.55 RICOEUR [1996], p. 720.56 Ibídem.

VALERIO ULLOA: LAS REPRESENTACIONES DEL TIEMPO (2) / 83

Page 86: BABEL 03 (Alta Definición / 6

57 La primera edición en alemán de El Ser y el tiempo

apareció en 1927 y fue traducida al español hasta 1951

por José Gaos, publicada por el Fondo de Cultura Económica.

Aquí trabajo la segunda edición de 1971.58 Ibíd., p. 11.59 Ibíd., p. 14.60 Ibíd., pp. 14-15.61 Ibídem.62 Ibíd., pp. 15-16.63 Ibíd., p. 17.64 Ibíd., p. 24.65 Ibíd., p. 54.66 Ibídem.67 Ibíd., p. 55.68 Ibíd., p. 56.69 Ibídem.70 Ibíd., p. 22.71 Ibídem.72 Ibíd., p. 23.73 Ibíd., p. 28.74 Ibíd., p. 29.75 Ibíd., p. 30.76 Ibíd., pp. 37-38.77 Ibíd., pp. 45-4978 Ibíd., p. 50.79 Ibíd., p. 65.80 Ibíd., pp. 65-66.81 Ibíd., p. 69-70.82 Ibíd., p. 133.83 Ibíd., p. 69.84 Ibíd., p. 78.85 Ibíd., p. 79.86 Ibíd., pp. 117-118.87 Ibíd., p. 119.88 Ibíd., p. 120.89 Ibíd., p. 127.90 Ibíd., pp. 128-129.91 Ibíd., pp. 133-135.92 Ibíd., pp. 151-153.93 Ibíd., p. 154.94 Ibíd., pp. 160-162.95 Ibíd., p. 179.

Intertextualidades

GAOS, José

[1986] «Historia y siganificado», en Edmund Husserl,

Meditaciones Cartesianas, Ciudad de México: Fondo de

Cultura Económica.

HEIDEGGER, Martín

[1971] El Ser y el tiempo, Ciudad de México: Fondo de

Cultura Económica.

HUSSERL, Edmund

[1962] Ideas relativas a una fenomenología pura y una

filosofía fenomenológica, Ciudad de México: Fondo de

Cultura Económica.

[1986] Meditaciones Cartesianas, Ciudad de México, Fondo

de Cultura Económica.

RICOEUR, Paul

[1996] Tiempo y narración. Configuración del tiempo en el

relato histórico, 3 tomos, Ciudad de México: Siglo XXI.

SAN AGUSTÍN

[1991] Confesiones, Ciudad de México: Porrúa.

Sobre el autor

Sergio Valerio Ulloa es Maestro en Economía por la

Universidad Nacional Autónoma de México y Doctor en

Historia por El Colegio de México. Miembro del Sistema

Nacional de Investigadores y coordinador de la Maestría en

Historia de México de la Universidad de Guadalajara.

[email protected]

84 / BABEL: 03

Page 87: BABEL 03 (Alta Definición / 6

Cómo citar este ensayo

VALERIO ULLOA, Sergio

[2006] «Las representaciones del tiempo (segunda parte)»,

en Babel. Historias y metahistorias (Guadalajara: Limbo),

núm. 3, septiembre-diciembre, pp. 50-85.

::: www.limbo.org.mx/babel.htm :::

VALERIO ULLOA: LAS REPRESENTACIONES DEL TIEMPO (2) / 85

Page 88: BABEL 03 (Alta Definición / 6

Mexican Hat (Hyatt Moore)

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A la mexicanapor Lourdes C. Pacheco Ladrón de Guevara

Page 90: BABEL 03 (Alta Definición / 6

EVA LIISA, UNA amiga finlandesa con la que compartí estudios en la UNAM me preguntó

en una ocasión qué eran «huevos a la mexicana». Estábamos en un Sanborn’s de la

Ciudad de México. ¿Quién no iba a saber qué eran huevos a la mexicana? Pues ella

no lo sabía: los huevos con jitomate, cebolla, chile verde, frijoles fritos, queso fresco.

Después de la explicación y de desayunar, me dijo que «era un plato como de banderita

de México».

Después, lo entendí. Estar en México, ser de México, ser mexicano, era como

andar con la banderita o andar de banderita. La mexicanidad, esa condición que

compartimos los de aquí y los de allá, es una larga invención a partir de la necesidad

de generar la pertenencia simbólica a un lugar, a un grupo social.

Ser mexicano se construyó como la homogeneización de un territorio amplio,

ancho y diverso. El proceso inició en el siglo XIX y culminó a mediados del siglo XX.

Para entonces, la mexicanidad tenía el orgullo de las altas civilizaciones indias, el

heroísmo de los libertadores, la visión de los estadistas y la rebelión de las ciudades.

El esquema «Una Patria, una Nación», había dado por resultado una explicación del

origen y un sentido al destino. La narrativa construida en torno a la mexicanidad nos

Page 91: BABEL 03 (Alta Definición / 6

había otorgado un lugar hacia dónde mirar

en el pasado y hacia donde dirigir la

mirada en el futuro.

La narrativa de la mexicanidad se

construyó como Raza de Bronce y como

Suave Patria, como Malinche y como María

Félix, como El Santo y Pedro Páramo,

como Carlota y Benito Juárez, como Frida

Kahlo y la Adelita ferrocarrilera. Estas

imágenes pertenecen tanto a la mexicanidad

como la torta de tamal y las enchiladas

suizas. La primera, combinación del trigo

europeo y el maíz mexicano y las segundas,

creación del puro ingenio del mexicano

pobre.

Junto a ello, la radio y el cine

mexicano de la primera mitad del siglo

XX, extendieron una visión de mexicanidad

que se convirtió en el estereotipo mundial.

Si usted pone un pie fuera del país, ya

sea en Guatemala, América Latina o en

Europa, cualquiera le preguntará por el

sombrero de charro, la guitarra y la botella

de tequila. En Alemania, una vez me

preguntaron si el taparrabo y el penacho

de plumas los había dejado en el aeropuerto

para usarlos de regreso a México. Yo dije

que sí, porque si ese alemán había vivido

con esa idea de México y los mexicanos,

no me sentí con autoridad para destruirle

la imagen del país del cual yo provenía,

después de todo, no somos sino las

imágenes con las que andamos por el

mundo y a través de las cuales, los otros

nos perciben. Porque las imágenes son

una parte importante en nuestra sobrevivencia

diaria. Al construir una imagen nos

protegemos de lo inesperado. Por eso la

mexicanidad se construye en el imaginario.

El charro de las películas expandió

la visión de un tipo de mexicano en

América Latina y España. El mexicano del

Occidente de México, se convirtió en el

estereotipo que abarcó a todos. Mucho

tiempo después, el sur del país mostró

otro rostro posible de ser mexicano: el de

los indios de Chiapas en su lucha

reivindicadora. Surgieron los otros Méxicos.

Los de los indios actuales, los sobrevivientes

a los 300 años de conquista y los 200

de país independiente. Los indios de la

geografía de la pobreza aparecieron como

los otros mexicanos, la otra forma de ser.

Su imagen y su voz dieron la vuelta al

mundo. La de la mexicanidad oculta en la

mexicanidad dominante.

Muchas mexicanidades surgieron en

el sur, mientras en el norte, acá de este

lado, ser mexicano se iba convirtiendo en

pureza de la raza. El país entero, con sus

PACHECO LADRÓN DE GUEVARA: A LA MEXICANA / 89

Page 92: BABEL 03 (Alta Definición / 6

contradicciones, heterogeneidades y

desigualdades, se concentra en la zona

fronteriza norteña para dar lugar a una

cultura híbrida, una cultura porosa donde

la confrontación con lo otro hace surgir lo

propio. Mujeres, que en su lugar de origen

nunca usarían rebozo, ahora lo reivindican

como parte de la identidad. Surge, entonces,

lo propio y lo otro. La mexicanidad se va

extendiendo más allá de los papeles

identitarios de la nacionalidad para llegar

al ámbito donde están los sabores, los

afectos, la intimidad, las fiestas de la

infancia, el paraíso que perdimos. Para

los fronterizos, la mexicanidad no plantea

dilemas porque ser mexicano sirve para

momentos específicos: homogeneizar

«México, México», en las porras al TRI;

contribuir a la cultura del milagro, mostrar

el pasaporte, vestirse de mexicano la noche

del grito. Después se guarda y se está en

el ámbito de la mundialidad.

¿Dónde inicia la mexicanidad? La

pregunta es tan impertinente como las

respuestas que se han dado. Al iniciar la

delegación Ixtapalapa, en la Ciudad de

México, un letrero la anuncia como «la

cuna de la mexicanidad», pero si caminamos

más al norte de Durango, también

encontraremos otras Aztlán posibles.

Chicomostoc, en Arizona, se arroga ser el

lugar de las Siete Cuevas. El norte mítico

se establece como el origen de la

peregrinación que tiene como destino el

centro. Pero eso, precisamente, ser mero

lugar de paso, no ser el lugar de destino,

marca el destino de las regiones en la

mexicanidad construida centralmente.

De ahí que la necesidad de

significarse empuja a los territorios, a sus

intelectuales y gobernantes, a establecer

nexos entre los lugares remotos, sin

importancia, y el centro. El centro existe

porque aquí está el origen. La búsqueda

de los orígenes se convierte, entonces, en

una búsqueda de la significación. La

mexicanidad se ha construido como lo que

ocurre en el centro. Las periferias, las

regiones, sólo tienen importancia en cuanto

contribuyan a la historia que se escribe

desde el centro. El surgimiento de lo

regional está vinculado a las revueltas, a

lo imprevisto, al rompimiento del orden.

De ahí que las regiones contribuyen a la

mexicanidad como irrupción.

La necesidad de legitimar este

territorio como el del origen de la

mexicanidad sólo se puede entender desde

la construcción de un imaginario que permita

ubicar a Nayarit en algún parámetro de

90 / BABEL: 03

Page 93: BABEL 03 (Alta Definición / 6

importancia. Nayarit contribuye con menos

del 1% del Producto Interno Bruto al PIB

nacional; representa el 1% del padrón

electoral nacional; los indicadores de

desarrollo lo ubican entre los últimos lugares

del país. Se puede decir que la entidad

no es prioritaria en ningún programa, salvo

en el de los 50 municipios más pobres

del país, con el municipio de El Nayar. Al

mismo tiempo, participa en el mercado

local y nacional con los mismos productos

que otras entidades del Pacífico: frutas de

exportación, productos agropecuarios. Sus

condiciones de infraestructura carretera la

ubican entre las entidades menos

modernizadas del país. Entonces, la

necesidad de tener un rasgo que le otorgue

una característica especial, provoca la

búsqueda de un rasgo que nos haga

únicos porque estamos en el lugar de los

indistintos, de los sin importancia. Es rasgo

se encontró en la mexicanidad.

Porque somos pequeños nos

refugiamos en la búsqueda del origen.

Porque el origen fue problemático, lo

mitificamos. Porque en el presente no

tenemos lugar, volteamos al pasado. Porque

el presente es conflictivo, traemos el pasado

al presente.

Pero no hacemos historia en serio.

Don Luis González y González decía que

hacer historia en serio «es la forma sana

de consumir pasado». De otra forma sólo

nos indigestamos comiendo ayeres de

manera malsana.

La mexicanidad como invención de

tradiciones

Para inventar una tradición se requieren

prácticas continuas en el tiempo, acciones

repetidas de acuerdo a rituales aceptados

que buscan convertirse en «normalidades»

que vinculen el presente con un cierto

pasado. La mexicanidad como una nueva

tradición que intenta inventarse no se

confunde con las costumbres, sino que

intenta alojarse en un pasado real o

inventado y desde ahí quedarse como el

pasado legitimado.

La tradición se ha inventado cuando

actúa en automático, cuando se convierte

en acto reflejo y permea la mentalidad de

las generaciones. Inventar tradiciones es

un proceso lento donde la formalización y

ritualización de prácticas se realizan en

concordancia con el pasado.

PACHECO LADRÓN DE GUEVARA: A LA MEXICANA / 91

Page 94: BABEL 03 (Alta Definición / 6

El pasado contiene una gran reserva

de materiales. Cualquier sociedad dispone

de una gran reserva de estos materiales

que en cualquier momento pueden hacerse

funcionar dentro de nuevos espacios

significantes. En el presente caso, se

privilegia el origen para inventar la

mexicanidad como una tradición inventada.

No es este el primer acto de

invención de la mexicanidad. Es retomar

un rasgo que había sido destacado hace

veinte años, aproximadamente, para

convertirlo en el eje central a partir del

cual girará el momento presente. ¿Es un

proceso de semificción? ¿de falsificación?

En todo caso, es un acto de poder.

¿Quiénes son los depositarios de

la mexicanidad? No los indios de la Sierra

Madre Occidental con sus indicadores de

la pobreza. No los campesinos en huída

hacia el norte, el nuevo lugar mítico. No

los habitantes de las ciudades anclados a

la comunicación digital. Es el discurso, es

el poder, es el imaginario.

La mexicanidad como exorcismo del olvido

La mexicanidad como el giro hacia el

pasado, contrasta con la tendencia a

privilegiar el futuro. Si el siglo XX fue el

siglo para dirigir la mirada hacia el futuro

en forma de progreso, el tercer milenio

desplaza el futuro para poner en el centro

el pasado como presente. Si la modernidad

llegó a su fin, la ansiedad que provoca el

saberse sin futuro se desplaza hacia el

pasado donde se pretende encontrar las

claves de lo actual. Trazar la línea del

pasado mítico del pasado real es una

encrucijada que no se resuelve desde la

política, ni desde las celebraciones, ni

desde las ferias.

La angustia que provocan los

cambios vertiginosos provoca la necesidad

de sabernos seres históricos, anclados a

tradiciones, resultantes de procesos más

allá de lo inmediato. El riesgo del olvido

que conlleva la modernidad actual en su

etapa de globalización, provoca la

musealización de la memoria. La búsqueda

de la mexicanidad se convierte en la

estabilización de las memorias sociales y

grupales y resulta adecuada para dar cuenta

de un destino dentro de una historia donde

no estamos.

La memoria imaginada de la

mexicanidad incluye olvidos como memoria

oculta. Al erigirse como memoria única,

abandona las posibi l idades de la

92 / BABEL: 03

Page 95: BABEL 03 (Alta Definición / 6

documentación y se instaura como pura

voluntad. Como pura voluntad política, como

un acto de poder y desde el poder y no

como voluntad social.

Tendríamos que preguntarnos si la

cultura contemporánea de la búsqueda

histórica, de rehacer la memoria, es una

reacción a la globalización, una necesidad

de anclar símbolos, una premura por fijar

lo que se está yendo. Intentamos

contrarrestar el miedo ante lo que se va,

el riesgo al olvido, por medio de estrategias

basadas en la recuperación, en la invención,

en el rescate. Es, justamente, la búsqueda

de la mexicanidad, el anuncio de que

hacemos ferias en su nombre, la señal de

que se está perdiendo. Porque se

desvanece, la celebramos, porque perdemos

los rasgos locales ante lo igual en todos

lados, es por lo que la festejamos.

El pasado inactual se hace actual

a través de mencionarla a través de la

mexicanidad. La mexicanidad lo pone en

movimiento a través de nuevos universos

de sentido. El pasado es interpretado y

vuelto a significar a partir de las huellas

materiales de su condensación. El pasado

se yergue en el presente donde pasa a

formar parte de nuevas significaciones a

partir de lo que está ocurriendo. Este es

el contexto desde el cual el tiempo pasado

se hace actual. La mexicanidad da al

pasado un significado de simultaneidad

con este presente y, por extensión, con

cualquier presente. De ahí que la

mexicanidad intente convertirse en una nueva

consciencia de lo que pasó y por ello,

consciencia de la simultaneidad.

Pero la mexicanidad es traducida

a la población como un producto más.

Tenemos que preguntarnos si podríamos

hacer feria sin calificativo. Nada más para

comprar y vender, para divertirnos y abrir

el palenque. ¿Teníamos que ponerle nombre

a un festival de bandas? Seamos claros,

la fecha de la feria permite reactivar la

economía en una época donde la agricultura

de la costa está a la mitad, apenas inicia

la zafra, y por lo tanto, no hay circulante,

y la agricultura del otro Nayarit, el de

temporal está en espera de las lluvias. En

un tiempo donde nada pasa… pasa la

feria. La población en general, consume la

mexicanidad como un producto que se

vende en el mercado, producto que se

coloca en la necesidad de la población a

través de la mercadotecnia de los medios

de comunicación.

Los nuevos significados del pasado

son convertidos en productos de la

PACHECO LADRÓN DE GUEVARA: A LA MEXICANA / 93

Page 96: BABEL 03 (Alta Definición / 6

mercadotecnia. La sociedad de los medios

de comunicación incorpora la mexicanidad

dentro del circuito de trivialización que

caracteriza a la sociedad de la globalización

mediática. La mercantilización de todos los

espacios de las vidas individuales y

colectivas, incorpora a la mexicanidad en

el circuito de las mercancías y como

éstas, la condena a la misma suerte de la

compra y venta

¿Dónde está el rasgo de la

mexicanidad histórica? El sustento

documental de la mexicanidad carece de

academia, de búsqueda, de discusión.

¿Dónde está el rasgo de la

mexicanidad cultural? El sustento cultural

ha sido transmutado en espectáculo por

obra y gracia de los administradores.

Mientras se busca la mexicanidad

en el pasado mítico, otro lugar mítico se

construye a partir de la migración de los

pobres. Los que fuesen herederos de Aztlán

ya no se dirigen a la Gran Tenochtitlán.

Es el norte, la frontera, el otro lado, el

nuevo lugar mítico a donde se van los

desplazados por esta mexicanidad.

Se fomenta una mexicanidad de

consumo turístico: la máscara en el lugar

del rostro; la fanfarria en el lugar de la

música. Mexicanidad como boato y como

folclor, como disfraz para ser comprado,

vendido, convertido en souvenir. Mexicanidad

para turistas donde los colores de la

banderita nos liberan de los olvidos.

A la mexicana

Mucho tiempo después se me ocurrió que

debí haberle dicho a mi amiga finlandesa

que el jitomate y el chile eran inventos de

los habitantes de Mesoamérica: aportaciones

a la cocina mundial. A partir de ellos, del

maíz y la calabaza, se habían erigido las

civilizaciones de Mesoamérica. Debo

reconocer que de mi amiga finlandesa

aprendí una invaluable lección de cocina.

Hoy puedo cocinar camarones a la mexicana,

pescado a la mexicana, champiñones a la

mexicana y quedar bien con las mujeres

tradicionales de mi familia y también con

los nuevos comensales, los que van

surgiendo a los sabores donde habita el

lugar que nos hacen saber y saborear de

dónde somos.

Nota

«A la mexicana» fue una conferencia dentro del Coloquio

sobre la Mexicanidad, organizado por el Instituto Nacional

de Antropología e Historia y el Consejo Estatal para la

94 / BABEL: 03

Page 97: BABEL 03 (Alta Definición / 6

Cultura y las Artes de Nayarit (Tepic, marzo 10 de 2006,

Museo Regional de Nayarit).

Sobre la autora

Lourdes C. Pacheco Ladrón de Guevara nació en Tepic,

México, en 1954. Escritora, socióloga e investigadora de la

Universidad Autónoma de Nayarit. Autora, entre otros libros,

de Cien Revoluciones [con Enedina Heredia Quevedo]

(1995), Ciudad de agua y memoria (1996), Con el

pueblo tengo: Nayarit, elecciones locales de 1999 (2002),

Amapola y Amapola y otras historias (2003).

[email protected]

Cómo citar esta conferencia

PACHECO LADRÓN DE GUEVARA, Lourdes C.

[2006] «A la mexicana», en Babel. Historias y metahistorias

(Guadalajara: Limbo), núm. 3, septiembre-diciembre, pp.

86-95.

::: www.limbo.org.mx/babel.htm :::

PACHECO LADRÓN DE GUEVARA: A LA MEXICANA / 95

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Lesbia (Ugo Pierri, 1988)

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Dos cuentos:La iglesia de la no resurrección /Catulo arrepentidopor Juan Maya Ávila

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La iglesia de la no resurrección

AHORA QUE HE librado todas las batallas y mi vejez deja de ser apacible para volverse

insoportable, creo necesario compartir con las futuras legiones, sin certeza de posteridad,

lo que alguna vez atestigüé. Sé que la historia no perdonará que lo haga hasta ahora,

y tal vez los sabios reprochen que sea la espada de un guerrero, y no la pluma de un

teólogo, la que narre lo acontecido.

Culpo ante todo al emperador Latroncio VIII, que en la última época de las

persecuciones me mandó llamar a su palacio veraniego para darme una encomienda. En

aquel tiempo era yo el general augusto y la púrpura se me prometía, aunque nunca llegó.

Latroncio VIII jamás demostró ante nadie su ferocidad. Me recibió entre bromas y

banquetes. Cuando estuvimos solos confesó lo que deseaba de mí. Según sus

informantes, en el oriente medio, cerca de Samarcanda subsistía la última afluencia de

los llamados cristianos, aunque se pensaba que los prosélitos de esta secta habían

desaparecido dos siglos antes, vencidos en tres largas guerras libradas todas en el nuevo

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continente. Así que Latroncio VIII, más por

curiosidad que por una verdadera

preocupación —y seguramente en un intento

por librarse secretamente de mí— me envíó

a verificar dichas noticias.

A finales del año tres mil treinta y

nueve crucé el mar y, sin detenerme en

las ciudades sagradas, llegué a una meseta

desoladora, tanto, que no podría ningún

campo de batalla comparársele en lo oscuro.

En ella había una urbe abandonada. Los

multifamiliares que en siglos anteriores

sirvieron a los obreros y artesanos eran

ahora cavernas de cemento, holladas y

herrumbrosas. El gris de los muros pareció

extenderse al cielo, y a pesar de que el

sol no se distinguía, el calor del desierto

hubiera sido preferible. Caminando por una

de las avenidas logramos divisar, entre lo

que me pareció una hortaliza de alambres

de púas, columnas de humo y resplandores

de fogatas que evidenciaron la existencia

de vida en esos parajes. Dejé a la mayoría

de mis soldados acampando cerca de la

alambrada. Sólo una veintena me siguió.

Al poco rato, dimos con algunas chozas

de aluminio alrededor de un edificio sencillo,

de basamentos rocosos, con un gran portón

de madera y una torre que culminaba en

una cúpula dorada y ésta, a su vez, en

una cruz de metal. Nos acercamos sin

cautela, como los conquistadores que

éramos; no hallamos a nadie fuera de ese

templo y mis soldados bajaron sus espadas.

Sin embargo, el portón estaba entreabierto

y me acerqué. Dentro encontré a una

muchedumbre rezando quedamente entre

murmullos y llantos. Nadie volteó a mirarme

y preferí observar desde el quicio del

portón, no sé aún si por un antiguo

respeto o por mesura. El interior era un

salón de considerables dimensiones; a los

costados, en repisas aferradas a los muros,

había estatuas de hombres y mujeres

vestidos con sayos antiguos, las manos

juntas en el pecho. Cerca del altar distinguí

unas imágenes de entre el resto: eran dos

guerreros, con espadas de fuego y

armaduras de romanos; de las espaldas

les brotaban alas enormes y blancas que

se volvían más luminosas por el fulgor

dorado de sus cabelleras. También, al

frente y por encima de todos, reconocí el

estandarte de los cristianos, más por un

recuerdo de mi niñez que por propia

erudición, puesto que esa imagen ilustró

las portadas de los libros de historia de

mis primeros años escolares: una cruz de

madera en la que desfallece un hombre

de cuerpo lastimado y correoso; el rostro

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cubierto por una mata sucia coronada por

los tallos de una zarza y la sangre cerrándole

los ojos.

Eran muchos los símbolos, tanto

como mi incapacidad de descifrarlos. Estuve

largo rato mirando esas figuras que no

eran más de quince, pero mis pensamientos

fueron interrumpidos por un hombre que

se paró al frente y empezó a hablar.

Aunque era un bárbaro, su lengua no me

era del todo desconocida. La concurrencia

que le escuchaba se nutría de mujeres

envestidas en trapos sucios que iban

arrastrando por el piso al caminar sin

dirección por el templo, y unos hombres

flacos, apacibles, siguiendo en cualquier

dirección a sus esposas. A simple vista,

eran miserables y supuse que también

asustadizos; al vernos demostraron poca

atención por estar en una especie de

trance religioso. El orador debió llamarse

Amén, porque cada que terminaba una

frase todos repetían su nombre. Estuvieron

así hasta pasado el medio día, entonces

sucedió todo aquello que me obligó a

masacrar a ese enjambre de locos.

Amén miró un reloj de sol que

estaba en el frontispicio del coro:

- Son cinco para las tres. La hora

ha llegado. Aquel que quiera ser

enjuiciado, arriesgándose a los

infiernos, que salga de este templo.

El que como yo desee el sepulcro

como eternidad, coja sus armas y

estése atento.

La muchedumbre cogió piedras y palos

detrás del altar. Yo llamé a mis soldados

y llegaron con sus espadas en la mano,

pero los contuve. Al principio pensé que

Amén no lograría controlar a su multitud,

pero él mismo los instigó al escándalo

como si se aprestaran para una batalla:

- Sólo faltan algunos segundos para

las tres y el padre de aquél —

señaló al hombre en la cruz—

volverá como cada centuria a querer

r e suc i t a r l o , pe ro noso t r o s

p o s t e r g a r emo s e s e j u i c i o

condenatorio.

Un silbido extraño se escuchó dentro del

templo alertando a la gente. Comenzó a

temblar. En ese momento, como si la

realidad pasara drásticamente a paralelos

increíbles, las estatuas comenzaron a

sacudirse echando polvo a sus pies; querían

bajar de sus repisas pero eran azuzados

por los histéricos feligreses. Algunas de

esas estatuas vivientes lograron saltar al

piso e intentaron correr al portón, donde

mis soldados y yo mirábamos todo sin

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saber qué hacer. El hombre de la cruz se

sacudió un poco y con un ojo espió todo

a través de su cortina de pelos, como

tanteando la situación; así que, cuando,

creo yo, adivinó que los otros estarían

más entretenidos golpeando a las demás

estatuas, se desclavó de la cruz auxiliado

por los dos guerreros alados, que hasta

ese momento eran los que mejor se

d e f e n d í a n (y a no s o t r o s má s

entusiasmaban), y le abrieron paso hasta

el portón, donde el hombre me miró sin

detenerse mucho, arrancó su corona de

espinas y la arrojó a sus perseguidores.

Ordené a mis soldados replegarse para

permitir la huida de esos seres insólitos.

Tras de ellos iba la multitud, arrojando

piedras y desatinando con los palos al

aire. Corrimos tras ellos para saber en

qué terminaba la faena y no muy lejos

vimos que casi todas las estatuas habían

sido amarradas y así eran conducidas a

sus antiguas repisas. No obstante, los

guerreros alados, el hombre de la cruz y

una mujer de vestido negro y aterciopelado,

contenían aún los embates de Amén y

sus seguidores, defendiéndose bravamente.

Un anciano logró aferrarse a los tobillos

de la mujer y ésta se abrazó desesperada

al dorso del hombre de la cruz; ni así

pudo evitar su captura. La multitud logró

apartarla y la sujetaron con gruesos mecates.

El hombre de la cruz se tiró al piso

alargándose como si tuviera un calambre,

gritó: ¡Madre... madre! Esto fue celebrado

por Amén como la rendición inminente.

Lejos de hacerle al hombre de la

cruz lo que a las otras estatuas, Amén lo

llevó sin amarras hasta el altar, para

ayudarlo a subir de nuevo; sus feligreses

levantaron los clavos del piso, alguien

llevó a su cabeza la corona de espinas y

lo crucificaron de nuevo entre chillidos de

dolor y los gritos de júbilo de los vencedores.

Nosotros, para entonces, dejamos el límite

del portón y estábamos, como diría el

vulgo, en primera fila, aunque sin participar

en nada. El crucificado por fin clavó el

rostro en el pecho y la cortina de pelos lo

devolvió al anonimato; no se movió más.

El resto de las figuras volvieron en ese

momento a ser inanimadas. Recuerdo que

el rostro de la mujer a quien el hombre

de la cruz llamara madre me pareció

desfigurado.

Tal vez yo, siendo enviado especial

del emperador, hubiera, después de ese

espectáculo, perdonado a Amén y a su

pueblo, que al fin y al cabo pocas

esperanzas tenían de subsistir. Sin embargo,

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los guerreros alados, que en algún momento

de la batalla perdieron sus espadas

flamígeras, se negaban a volver a sus

repisas. La gente de Amén los sujetó con

cuerdas, burlándose de ellos. Escupieron

en sus bellos rizos y arrancaron plumas

de sus alas. Nosotros, como militares, no

podíamos permitir que se abusara de ellos.

Di la voz de mando para que mis soldados

desenvainaran y, en un acto que tiene

toda justificación en el honor marcial, ordené

la matanza. A partir de ese momento los

antes perseguidores corrieron por todo el

templo sin encontrar salida, porque ordené

con anticipación que cerraran el portón

para evitar humillantes persecuciones en el

polvo. Todos sucumbieron al filo de nuestras

espadas. Por doquier dejamos los cuerpos

degollados como sucios vestigios de una

civilización mejor. Yo mismo di alcance a

Amén y en el altar mayor, a los pies del

crucificado, le pasé la hoja de mi espada

por el gañote. Pasadas algunas horas,

cuando murió el último de ellos, buscamos

a los guerreros, pero estaban uno frente

al otro, inmóviles. Me hubiera gustado que

se supieran vengados, pero ni siquiera

quise restituirlos en sus repisas; salí de

ese templo y dictaminé que lo quemaran.

Antes del anochecer me reuní con

el resto del escuadrón. No quise dormir

ahí, y determiné marchas forzadas; llegamos

con la mañana a Samarcanda. Antes de

volver a rendir cuentas a Latroncio VIII,

quise visitar la sagrada Al-Quds. Ahí le

platiqué todo a un viejo amigo ilustrado en

mitos, teología y el arte de versificar;

recuerdo que me corrió a empellones de

su casa, maldiciéndome y gritando que

sería yo el causante de un Apocalipsis

inmediato (te perdono el que me hayas

sacado así de tu hogar, Pláturo divino).

Han pasado ya setenta y cinco años

desde que sucedió todo y hasta el presente

momento, en que escribo mis remembranzas,

nada se ha terminado...

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Catulo arrepentido

Odi et amo. Quare id faciam? fortasse requiris.

Nescio, sed fieri sentio et excrucior.

[Odio y amo. ¿Cómo es posible? preguntarás acaso.

No lo sé, pero siento que es así y lo sufro.]

Cayo Valerio Catulo

SERÍA QUE LAS templadas aguas de los baños me afectaron el espíritu; el caso es que

después de un par de horas de meditarlo, yo, Cayo Valerio Catulo, decidí dar muestras

de nobleza y me dispuse a perdonar a mi amigo Quinto Celio, senador de la unión.

Contento, crucé por la orilla de la alberca sin detenerme a saludar a los parroquianos,

quienes se extrañaron de mi conducta. En el pórtico desafié a la muchedumbre que había

montado su verbena frente al establecimiento. Toda vez que me alejé de esa turba, me

vi abstraído de nuevo en la felicidad provocada por la buena lid de mis actos. Júpiter

los ha de tomar en cuenta cuando decida mi final. Al doblar la esquina me interné en

una vereda para cruzar cierto bosque que separa mi casa de la ciudad. A mitad de la

floresta distinguí aromas vegetales que me recordaron la piel de Lesbia. Mi amada mujer:

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la de las carnes enrojecidas y pezones

enormes como los brillantes escudos de la

guerra; la de los labios finos que siempre

supieron resoplar suavemente al reconocer

de cerca la carne, lengua de caramelo,

pestañas egipcias. Le llamaron medusa

porque entre sus muslos un serpentario

invocaba a los hombres a mirar para

luego convertirlos en piedra. ¡Pero, ah,

cómo mordisqueaban cuando uno hundía

la mano en su nido! ¡Pero qué estúpido

era Quinto pretendiendo ser el único dueño

de esa mujer! Ella misma se lo advirtió

de frente, yo fui testigo, sucedió en mi

casa, él enrojeció pero no fue capaz de

huir, ahí mismo le rogó que fuera su

esposa, que no le importaban los vicios

del pasado. Así que no puede culpar a

nadie de ninguna supuesta ofensa. Conmigo

se ensañó, abusando de que nos unía

una amistad de la infancia, cuando nos

encontró a Lesbia y a mí en la cama.

Estoy seguro que le excitó mirarla desnuda

en mis brazos; yo le conozco perversiones

mayores. Pero el senador se tuvo que

hacer sentir. Ni siquiera lo hizo él, que

siempre fue un flacucho. Dos de sus

esclavos me tundieron allí mismo, frente a

Lesbia, que no hizo sino sollozar y morder

la manta que la cubría. Me echaron a la

calle: tres costillas partidas, mi labio

supurando sangre y mil testigos que

propagaron el chisme por la ciudad.

Quinto amenazó a su esposa con

despojarla de todo si se obstinaba en

sostener relaciones conmigo. Yo me enteré

y le hice llegar unos versos a Lesbia en

los que le ofrecí una vida diferente, en la

campiña, alejados de las frivolidades del

orbe, las orgías, los cuerpos de tanta

nobleza romana que nuestras lenguas

palparon de memoria... el vino, la noche.

Y aunque yo era luminaria de esos

carnavales, me sentí dispuesto a llevar

una vida honorable que perpetuase el

nombre de esa mujer sin que macula

alguna la alcanzara. El amor más puro,

como lo sugieren los bucólicos, quizá sea

el que se alimenta con la ambrosia de la

austeridad.

Ella no volvió a buscarme, por lo

menos en tres años, en los que la hipócrita

le hizo creer a Quinto que rompiendo

conmigo le dejaba de ser infiel. Más que

nunca se entregó a los excesos. Famosa

fue la noche en que devoró a tres negros

y dos filósofos, haciendo gala de los

artificios aprendidos en tantos combates.

Los amigos me contaban en secreto, al

oído, de cierta fogosa infiel que presumía

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en hacer de piedra a sus amantes, y sin

que me dijeran más, yo supe siempre que

era ella, Lesbia de boca en boca, dando

sentones por todas partes.

No obstante, nuestros Hados, que

no pudieron apartarse sin una despedida

que ameritara haberse conocido en este

siglo, hicieron que una vez más

coincidiéramos. Fue durante los festivales

de primavera que organizaba cada año el

primo del emperador. Un centenar de

invitados nos dimos cita en su villa

pompeyana. A la medianoche concurrimos

en la casa principal; todos íbamos

enmascarados. Una alberca en medio del

patio se colmó de cuerpos desnudos que

se entrelazaron debajo del agua. En las

huertas vimos a una mujer jugando a

estar en celo y una jauría de idiotas se

despedazaban tras ella. En un tonel repleto

de vino dos patricios bañaron el cuerpo

de una supuesta virgen, mientras un tercero

lamía al unísono sus tetas en flor. A

Lesbia la prendieron entre cuatro enanos

al tiempo que un gladiador enorme se

afanaba en adueñarse de sus labios. Con

ayuda de mis siervos, se las arrebaté,

guiándola a las orillas de una fuente.

Apreté una vez más su piel bronceada,

sus nalgas que se contraían nerviosamente.

Busqué sus labios para darle un beso

contenido y su boca me supo a mil

hombres. La sorprendí buscando mi miembro

con cierta prisa. Lo condujo como a un

cachorro hasta su vagina. Fue rápido. Ni

siquiera la sentí. Se había hecho vieja.

Recuerdo que esa misma noche

presentaron en público a una nueva dama,

Quirina, la menor de una familia de alta

alcurnia. Su padre era gobernador en las

Galias. Todos se abalanzaron sobre de

ella. Tenía un vello muy fino y rubio. Sus

labios extremadamente rosados y brillantes.

Fui el decimoquinto, luego de que el

primo del emperador le desquitara la

doncellez para terminar entregándola a sus

invitados. Antes, a Lesbia la encontró el

gladiador quien no le dio tregua en una

esquina y cuando se cansó de ella, tocó

turno a los cuatro enanos.

Nunca más la vi. Aunque me refiero

al aspecto íntimo. Porque desde que a su

esposo lo beneficiaron sus amigos políticos,

cada vez más se les miraba juntos en las

campañas. En algunas ocasiones, escondido

tras una capota, me le acerqué para

constatar su ruina. Un par de veces me

dejé afectar por el clamor popular y me

uní a la turba arrojándoles fruta podrida.

Ella no me importaba más, y tuve la

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dicha de consumar mi venganza. Cuando

se organizaron los concursos anuales de

oratoria, me inscribí sabiendo que Quinto

Celio era el favorito, porque los organizadores

hicieron lo imposible para que se llevara

la medalla, los reconocimientos y la

oportunidad de alcanzar popularidad ante

el electorado. De manera por demás injusta

atestiguamos la descalificación de Propercio

Valeriano, Apolonio de Tiro y Nicanor Atila,

todos ellos bardos muy superiores al infame

Quinto. Yo, por meritos propios, llegué

junto con él a las finales. Mis últimos

versos los dediqué a Venus. Tan

contundentes, tan redondos; las metáforas

perfectas incitaron a las gradas al escándalo.

Aunque hubiesen querido, los organizadores

no pudieron otorgarle el premio a Quinto,

so pena de acabar apaleados en la plaza.

Pronto fue célebre la hazaña de Catulo, el

bardo reivindicado, y mis poemas se leyeron

en los más lúgubres lupanares. Por un

buen tiempo, de Lesbia y su marido se

burlaron todos.

De eso ha transcurrido un lustro.

Ahora Quirina está vieja. Hace unas semanas

algunos amigos militares me comentaron

que Quinto confesó en una borrachera,

que se dolía mucho de haber perdido mi

amistad, que me amaba más que a un

hermano, que su deseo era besarme la

mejilla para mostrar su arrepentimiento.

Por otro se encontraba por iniciar su

campaña para elegirse en otro puesto

público y pensó en ofrecerme que trabajara

con él. Los centuriones juraron que Lesbia

se ofreció a ser mi ayudante y a Quinto

le pareció una idea razonable. Estuve

dándole vueltas al asunto. Al final, en los

dichos baños, se impuso el poeta y salí

rumbo a su casa. Sería que las templadas

aguas me afectaron el espíritu.

*******

Cuando entro a su barrio caigo en cuenta

de que casi todas de las bardas están

pintadas con su nombre. Me dispongo a

perdonarlo, me repito a mí mismo. Unas

calles antes de su casa lo encuentro. Él

mismo hace las pintas trepado en una

escalera por demás alta, parecida a las

que usan en los sitios de las ciudades

amuralladas. Llega a espacios muy arriba,

donde sus adversarios no lo alcanzarán

con sus propagandas. Desde muy lejos se

distingue su nombre en grandes letras

sobre los demás. A la distancia me reconoce

saludándome con la mano. Casi pierde el

equilibrio. Es muy peligroso que mi viejo

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amigo esté trepado realizando tales

menesteres, le grito. Él sonríe y se vuelve

a su trabajo. Como me ve muy lejos

prefiere esperar y entre tanto termina la

pinta. Tomo vuelo. Trato de que mi carrera

no se escuche. Quinto se percata demasiado

tarde. Me estrello contra la escalera y lo

derribo. No volteo atrás. Sólo escucho

que sus huesos crujen y un gemido.

Camino, camino. Nadie me ha visto.

Camino. A la taberna más cercana. Me

espera mi niño Silverio. Mi nuevo amigo.

Sobre el autor

Juan de Dios Maya Ávila (Ciudad de México; 1980).

Posee una vasta obra cuentística aún inédita. Trabaja en el

consejo de redacción de la revista de libros Hoja por Hoja

y forma parte del taller de cuento de Marcial Fernández.

Fue seleccionado para integrar el Programa de Becas y

Formación para Jóvenes Escritores 2006-2007 de la

F u n d a c i ó n p a r a l a s L e t r a s Me x i c a n a s .

[email protected]

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no hay dioses en el limbo,

sólo demonios casi caídos

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