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    MERCEDES CABELLO DE LA CARBONERA

    BLANCA SOL,

    NOVELA SOCIAL

    2003 - Reservados todos los derechos

    Permitido el uso sin fines comerciales

    http://www.biblioteca.org.ar/
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    Por ms que la novela sea hoy obra de observacin y de anlisis, siempre le estarvedado al novelista descorrer el velo de la vida particular, para exponer a las miradas delmundo, los pliegues ms ocultos de la conciencia de un individuo. Si la novela estuvieracondenada a copiar fielmente un modelo, sera necesario proscribirla como arma personal yodiosa.

    No es culpa del novelista, como no lo es del pintor, si despus de haber creado un tipo,tomando diversamente, ora sea lo ms bello, ora lo ms censurable que a su vista sepresenta, el pblico inclinado siempre a buscar semejanzas, las encuentra, quiz sin raznalguna, con determinadas personalidades.

    Los que buscan smiles como nico objetivo del intencionado estudio sociolgico delescritor, tuercen malamente los altsimos fines que la novela se propone en estas nuestrasmodernas sociedades.

    Ocultar lo imaginario bajo las apariencias de la vida real, es lo que constituye todo elarte de la novela moderna.

    Y puesto se trata de un trabajo meditado y no de un cuento inventado, precisa tambinestudiar el determinismo hereditario, arraigado y agrandado con la educacin y el malejemplo: precisa estudiar el medio ambiente en que viven y se desarrollan aquellos viciosque debemos poner en relieve, con hechos basados en la observacin y la experiencia. Y sies cierto, que este estudio y esta experiencia no podemos practicarlos sino en la sociedad enque vivimos y para la que escribimos, tambin es cierto, que el novelista no ha menestercopiar personajes determinados para que sus creaciones, si han sido el resultado de laexperiencia y la observacin, sean todo un proceso levantado, en el que el pblico debe serjuez de las faltas que a su vista se le manifiestan.

    Los novelistas, dice un gran crtico francs, ocupan en este momento el primer puesto enla literatura moderna. Y esta preeminencia se les ha acordado, sin duda, por ser ellos el lazode unin entre la literatura y la nueva ciencia experimental; ellos son los llamados apresentar lo que pueda llamarse el proceso humano, foleado y revisado, para que juzgue ypronuncie sentencia el hombre cientfico.

    Ellos pueden servir a todas las ciencias que van a la investigacin del ser moral, puesto,que a ms de estudiar sobre el cuerpo vivo el caprichoso curso de los sentimientos, puedentambin crear situaciones que respondan a todos los movimientos del nimo.

    Hoy que luminosa y cientficamente se trata de definir la posibilidad de lairresponsabilidad individual en ciertas situaciones de la vida, la novela est llamada acolaborar en la solucin de los grandes problemas que la ciencia le presenta. Quiz si ellallegar a deslindar lo que aun permanece indeciso y oscuro en ese lejano horizonte en elque un da se resolvern cuestiones de higiene moral.

    Y as mientras el legislador se preocupa ms de la correccin que jams llega a impedirel mal, el novelista se ocupar en manifestar, que slo la educacin y el medio ambiente en

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    que vive y se desarrolla el ser moral, deciden de la mentalidad que forma el fondo de todaslas acciones humanas.

    El novelador puede presentarnos el mal, con todas sus consecuencias y peligros y llegara probarnos, que si la virtud es til y necesaria, no es slo por ser un bien, ni porque un da

    dar resultados finales que se traducirn en premios y castigos all en la vida de ultratumba,sino ms bien, porque la moral social est basada en lo verdadero, lo bueno y lo bello, yque el hombre como parte integrante de la Humanidad, debe vivir para el altsimo fin de serel colaborador que colectivamente contribuya al perfeccionamiento de ella.

    Y el novelista no slo estudia al hombre tal cual es: hace ms, nos lo presenta tal cualdebe ser. Por eso, como dice un gran pensador americano: "El arte va ms all de la ciencia.sta ve las cosas tales cuales son, el arte las ve adems como deben ser. La ciencia se dirigeparticularmente al espritu; el arte sobre todo al corazn."

    Y puesto que de los afectos ms que de las ideas proviene en el fondo la conductahumana, resulta que la finalidad del arte es superior a la de la ciencia.

    Con tan bella definicin, vemos manifiestamente que la novela no slo debe limitarse ala copia de la vida sino adems a la idealizacin del bien.

    Y aqu llega la tan debatida cuestin del naturalismo, y la acusacin dirigida a estaescuela de llegar a la nota pornogrfica, con lo cual dicen parece no haberse propuesto sinola descripcin, y tambin muchas veces, el embellecimiento del mal.

    No es pues esa tendencia la que debe dominar a los novelistas sudamericanos, tanto msalejados de ella cuanto que, si aqu en estas jvenes sociedades, furamos a escribir unanovela completamente al estilo zolaniano, lejos de escribir una obra calcada sobre lanaturaleza, nos veramos precisados a forjar una concepcin imaginaria sin aplicacinprctica en nuestras costumbres. Si para dar provechosas enseanzas la novela ha de sercopia de la vida, no haramos ms que tornarnos en malos imitadores, copiando lo que enpases extraos al nuestro puede que sea de alguna utilidad, quedando aqu en esta jovensociedad, completamente intil, esto cuando no fuera profundamente perjudicial.

    Cumple es cierto al escritor, en obras de mera recreacin literaria, consultar el gusto dela inmensa mayora de los lectores, marcadamente pronunciado a favor de ciertas lecturasun tanto picantes y aparentemente ligeras, lo cual se manifiesta en el desprecio o laindiferencia con que reciben las obras serias y profundamente moralizadoras.

    Hoy se exige que la moral sea alegre, festiva sin consentirle el inspirarnos ideas tristes,ni mucho menos llevarnos a la meditacin y a la reflexin.

    Es as como la novela moderna con su argumento sencillo y sin enredo alguno, con suscuadros siempre naturales, tocando muchas veces hasta la trivialidad; pero que tienen pormira sino moralizar, cuando menos manifestar el mal, ha llegado a ser como esas medicinasque las aceptamos tan slo por tener la apariencia del manjar de nuestro gusto.

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    Ser necesario pues en adelante dividir a los novelistas en dos categoras, colocando aun lado a los que, como deca Cervantes, escriben papeles para entretener doncellas, y a losque pueden hacer de la novela un medio de investigacin y de estudio, en que el arte prestesu poderoso concurso a las ciencias que miran al hombre, desligndolo de aejastradiciones y absurdas preocupaciones.

    El Arte se ha ennoblecido, su misin no es ya cantar la grandiosidad de las catedralesgticas ni llorar sobre la fe perdida, hoy tal vez para siempre; y en vez de describirnos loshorrores de aquel Infierno imaginario, describiramos el verdadero Infierno, que est en eldesordenado curso de las pasiones. Nuevos ideales se le presentan a su vista; l puede sercolaborador de la Ciencia en la sublime misin de procurarle al hombre la Redencin quelo libre de la ignorancia, y el Paraso que ser la posesin de la Verdad cientfica.

    Mercedes Cabello de Carbonera

    - I -

    La educaron como en Lima educan a la mayor parte de las nias: mimada, voluntariosa,indolente, sin conocer ms autoridad que la suya, ni ms limite a sus antojos, que sucaprichoso querer.

    Cuando apenas su razn principi a discernir, el amor propio y la vanidad estimuladasde continuo, fueron los mviles de todas sus acciones, y desde las acostumbradas einocentes palabras con que es de uso acallar el llanto de los nios y refrenar sus infantilesdesmanes, todo contribuy a dar vuelo a su vanidad, formndole pueril el carcter yantojadiza la voluntad. Y hasta aquellos consejos que una madre debe dar, el da que porprimera vez va su hija a entrar en la vida mundanal, fueron para ella otros tantos mvilesque encaminaron por torcida senda sus naturales inclinaciones. Procura -habale dicho lamadre a la hija, cuando confeccionaba el tocado del primer baile al que iba asistir vestidade seorita- procura que nadie te iguale ni menos te sobrepase en elegancia y belleza, paraque los hombres te admiren y las mujeres te envidien, este es el secreto de mi elevadaposicin social.

    Su enseanza en el colegio, al decir de sus profesoras fue sumamente aventajada, y lamadre abobada con los adelantos de la hija, recoga premios y guardaba medallitas, sinobservar que la sabidura alcanzada era menor que las distinciones concedidas.

    Todas las nias la mimaron y la adularon, disputndose su compaa como un beneficio;porque, al decir de sus amigas, Blanca era picante, graciosa y muy alegre.

    Adems de lo que la ensearon sus profesoras, ella aprendi, prcticamente muchasotras cosas, que en su alma quedaron hondamente grabadas; aprendi, por ejemplo, aestimar el dinero sobre todos los bienes de la vida: "hasta vale ms que las virtudes y la

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    buena conducta", deca ella, en sus horas de charla y comentarios con sus amigas. Y aarraigar esta estimacin, contribuy grandemente el haber observado que las Madres(olvid decir que era un colegio de monjas) trataban con marcada consideracin a las niasricas, y con menosprecio y hasta con acritud a las pobres. -Y estas pagan con muchapuntualidad sus mesadas -observaba Blanca. De donde dedujo, que el dinero no slo serva

    para satisfacer las deudas de la casa, sino adems para comprar voluntades y simpatas en elcolegio.

    Ella entre las educandas y profesoras, disfrut de la envidiable fama, de hija de padresacaudalados, sin ms fundamento, que presentarse su madre los Domingos, los das desaln, lujosamente ataviada, llevando vestidos y sombreros estrenados y riqusimos, los queella saba que donde hizo su madre no haba podido pagar, por falta de dinero; de esta otradeduccin: que la riqueza aparente vala tanto como la verdadera.

    Despus del saln, sus amigas, comentaban con entusiasmo el buen gusto y las ricastelas que usaba su madre, y las nias pobres, mirbanla con ojos envidiosos: las ricas comoella, formaban corro, y disputbanse ansiosas su amistad.

    Un da una de las nias, la ms humillada por la pobreza con que ella y su madrevestan, la dijo: -Oye Blanca: mam me ha dicho que la tuya se pone tanto lujo, por que elseor M. la regala vestidos. -Calla cndida observ otra- si es que la mam de Blanca nopaga a los comerciantes y vive haciendo roa, eso lo dicen todos.

    Blanca tornose encendida como la grana, y con la vehemencia propia de su carcter,salt al cuello de una de las nias, (de la que dijo que su madre les hacia roa a loscomerciantes), y despus de darle de cachetes y arrancarle los cabellos, escupiole en elrostro dicindole: -Toma! pobretona, sucia, si vuelves a repetir eso, te he de matar.

    Sus amigas la separaron a viva fuerza, y desde ese da fue enemiga acrrima de aquellania. En cuanto a la que dijo ser el seor M. el que la regalaba los vestidos a su madre, ellano lo encontr tan grave como lo de la roa. Y luego, qu haba de malo en que el seorM. que era tan amigo de mam, le regalara los vestidos? cuando ella fuera grande tambinhaba de buscar amigos que la obsequiaran del mismo modo.

    En las horas de recreo, y en las muchas robadas a las de estudio, sus amigas referanlecosas sumamente interesantes. La una decale, que una hermana suya haba roto con sunovio por asuntos de familia, y su hermana depique se iba a casar con un viejo muy rico,que le procurara mucho lujo, y la llevara al teatro, a los paseos y haba de darle tambincoche propio. Qu importa que sea viejo? Mam ha dicho que lo principal es el dote, y ascuando el viejo muera se casar con un joven a gusto de ella.

    Blanca saboreaba con ansia estos relatos: imaginbase estar ella en lugar de la joven,que haba de tener coche propio, y llegar a lucir ricos vestidos en teatros, bailes y fiestas, yella como la joven en cuestin, decidase por el viejo con dinero, mejor que por el noviopobre.

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    Algunas veces estas historietas, venan seguidas de acaloradas discusiones. Muchasnias opinaban que el joven (con tal que fuera buen mozo) era preferible con su pobreza, alrico, si haba de ser viejo. Blanca fue siempre de la opinin contraria. Y a favor de lariqueza del futuro marido, ella argumentaba manifestando todo el caudal de experienciaadquirida en esa vida ficticia, impuesta por las necesidades en completo desequilibrio con

    las limitadas rentas de la familia: necesidades que para los suyos fueron eterna causa desinsabores y contrariedades.

    Cuando su madre llegaba a conocer algunos de estos precoces juicios de su hija, rea amandbulas batientes, y exclamaba: -S esta muchacha sabe mucho.

    Y no se diga que la madre de Blanca fuera alguna tonta o mentecata, de las que las niasdel colegio clasificaban en el nmero de las que le deben al santo; no, era una seora muysensata; pero que por desgracia estaba empapada en ciertas ideas, que la llevaban a pensarcomo su hija.

    Blanca haca desternillar de risa a sus amigas, cuando subida sobre una silla, remedabaal seor N. el predicador del colegio, que con su acento francs, ms que francs patoi, lesdeca: Es necesario hijitas mas vivir en el santu timur de Dios, porque en el mundo tinemosdimuios por adentro y dimuios por afuera. Y luego como el seor N. ella les explicaba alas nias, que los demonios de adentro eran nuestras malas pasiones y los demonios deafuera, eran las tentaciones del mundo. Jams Blanca par mientes en estas tentaciones, y siretuvo las palabras en la memoria, era slo para costearles la risa a sus compaeras, que nose cansaban de repetir: -No hay quien tenga la gracia de Blanca.

    Ella viva muy contenta en el colegio, slo si se fastidiaba por las horas tan largas decapilla, a las que tambin al fin, concluy por acostumbrarse, y ya ni el cansancio delarrodillamiento, ni la fatiga de espritu, que antes sintiera, presentronsele despus; perocosa ms rara! acontecale ahora en la capilla, que la imaginacin traviesa y juvenil;emprenda su vuelo, y con abiertas alas, iba a perderse en un mundo de ensueos, deamores, de esperanzas, de todo, menos de cosas que con sus rezos o con la religin serelacionaran. Sera ella vctima de alguno de los dimuios de que hablaba el Seor N?

    Vaya! Si pareca en realidad tentacin del enemigo: a tal punto, que el montonomurmullo formado por madres y educandas, cuando rezaban como es de uso a media voz,los rosarios y dems oraciones; pareca contribuir a dar mayor impulso a su imaginacin,sin que por esto dejara ella de rezar en alta voz. As adquiri la costumbre de la oracinautomtica, sin el ms pequeo vestigio de uncin, sin imaginarse jams, que las oracionestuvieran otro fin que llenar el templo de ruidos, como poda haberse llenado de otra cosacualquiera.

    La madre de Blanca se asombraba de que su hija, encerrada en el colegio, estuviera tanilustrada en asuntos que no debiera conocer y diera cuenta de la crnica escandalosa de lossalones mejor que ella, que como decan las nias, viva en el mundo. Pero aquello nodejaba de tener su fcil explicacin. Cada nia relataba de su parte lo que haba odo en sucasa, y as formaban todas ellas la historia completa de los escndalos sociales.

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    Eso s, era un contento ver como al fin de ao, sala del colegio cargada de premios ydistinciones, que regocijaban a la amorosa madre, imaginndose ver a su hija portento desabidura y modelo de buenas costumbres.

    Diez aos estuvo Blanca en el Colegio. Cuando sali corra el ao de 1860, lo que

    prueba que no fue educada en el nuevo colegio de San Pedro, en el cual, reciben hoy lasnias educacin verdaderamente religiosa, moral y muy cumplida.

    Su madre no hallndose satisfecha con lo aprendido en el colegio, acudi a un profesorde piano, para que perfeccionara a su hija en el difcil arte de Mozart y Gothchalk, perobien pronto las invitaciones, las recepciones, las fiestas, las modas, absorbieron todo sutiempo, y se entreg por completo a este gnero de vida.

    Los enamorados de sus lindos ojos, ms que los pretendientes de su blanca mano,sucedanse con gran asombro de las mams con hijas feas de problemtico dote que decanindignadas: -Pero qu le encuentran a Blanca Sol? Quitndole la lisura y el di fuerzo, noqueda nada: si parece educada entre las cocottas francesas.

    Exageraciones y hablillas de mams envidiosas, y por cierto las nicas envidias y lasnicas maledicencias excusables: ellas son hijas del santo amor maternal, que como todoslos amores verdaderos, es ciego y apasionado.

    Porque, si bien es cierto que Blanca joven vivaracha, picaresca en sus dichos y aguda ensus ocurrencias, tena toda la desenvoltura de una gran coqueta: distaba mucho entonces deser el tipo de la cocotte francesa.

    La censura se cebaba no slo en su conducta, sino tambin hasta en su vestido. Verdades que ella gustaba mucho llevar trajes de colores fuertes, raros, de formas caprichosas ymuchas veces extravagantes; pero siempre se distingua por el sello de elegancia y buengusto que imprima a todas sus galas.

    Una cinta, una flor, un tul prendido al pecho, saba ella darles el chic inimitable de suartstico gusto.

    Blanca deca "que se privaba de risa" cuando alguna de sus amigas le imitaba susmodas, "sin agregar nada de su propio cacumen. Y las que eran cursis cunta risa no ledaban a ella? Y estas risas muchas veces fueron imprudentes y estrepitosas, en presencia dela mam o del hermano de la burlada.

    Las ofendidas, que al fin fueron muchas, dironle el dictado de malcriada y criticona;pero ella despreciaba a las "cndidas" y se alzaba de hombros, con burlona sonrisa. Estemodo de ser, le trajo el odio de algunas y la censura de todas.

    Decan que Blanca al bajar del coche o al subir el peldao de una escalera se levantabacon garbo y lisura el vestido para lucir el diminuto pie, y ms an la torneada pantorrilla.Mentira! Blanca se levantaba el vestido para lucir las ricas botas de cabritilla, que poraquella poca costaban muy caro, y slo las usaban las jvenes a la moda de la ms

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    refinada elegancia. Gustaba ms excitar la envidia de las mujeres con sus botas deabrocadores con calados, tradas directamente de Pars, que atraer las miradas de loshombres con sus enanos pies y robustas pantorrillas.

    Decan que Blanca, con su descocada coquetera, haba de descender, a pesar de su alta

    alcurnia, hasta las ltimas esferas sociales.Sealaban a un gran seor, dueo de pinge fortuna, como el favorecido por las caricias

    de la joven, las cuales, diz que el pagaba con generosas ddivas que llenaban las fastuosasexigencias de la joven y su familia.

    A no haber posedo esa fuerza poderosa que da la hermosura, el donaire y lainteligencia, fuerzas suficientes para luchar con la saa envidiosa y la maledicenciacobarde, que de continuo la heran; Banca hubiera cado desquiciada como una estatua parapasar oscurecida y triste al nmero de las que, con mano severa, la sociedad aleja de suseno.

    - II -

    No obstante ser esa mujer educada ms para la sociedad que para s misma, no por esodej de sentir las atracciones de la naturaleza.

    La edad, el instinto y tal vez otras causas desconocidas, fueron levantando lentamente latemperatura ordinaria de su sangre y las ansiedades de su corazn, y al fin tuvo su preferidoy su novio.

    Fue ste un gallardo joven que brillaba en los salones por su clara inteligencia y suexpansivo carcter, por la esbeltez de su cuerpo y la belleza de su fisonoma, por ladelicadeza de sus maneras y la elegancia de sus trajes. En su trato con la joven, mostrbaleprofundo cario y extremada delicadeza. Como se deca que prosperabaextraordinariamente en sus negocios, Blanca juzg que era el hombre predestinado paraprocurarla cuanto ambicionaba y le am con la decisin y la vehemencia propias de sucarcter.

    La madre de Blanca demostrbale con frecuencia que una fortuna por formar no vale loque una fortuna ya formada y trataba de alejarla de sus simpticos sentimientos, y con grancontentamiento de la madre, la hija fue de esta misma opinin.

    Contribuy no poco en estas positivistas reflexiones de Blanca, el haber visto que lasuerte principiaba a serle adversa a su novio; varios de sus negocios que l con mejoresesperanzas emprendiera no llegaron a feliz trmino. En poco tiempo se vio adeudado y

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    enredado en desgraciadas empresas y Blanca informada por l mismo de las dificultades ylas luchas que sostena, en vez de consolarlo y alentarlo, se dio a considerar que si su noviola ofreca mucho amor, en cambio la ofreca pocas esperanzas de fortuna.

    Estas crueles reflexiones tradujronse luego en alejamiento y frialdad de parte de ella, y,

    contribuyeron a perturbar ms y ms al desgraciado amante que al fin desatendi susnegocios y sufri considerables prdidas. Y Blanca que presenciaba las angustiasfinancieras de su familia, lleg a esta fra observacin: -El amor puede ser cosa muysabrosa cuando llega acompaado de lucientes soles de oro; pero amor a secas, sbeme apan duro con agua tibia. Yo necesito, pues, novio con dinero, y en ltimo caso, tomardinero con novio: de otra suerte, con toda mi belleza y mis gracias, ir a desempear elpapel de oscura ama de llaves.

    Y sin ms vacilaciones, ni cavilosidades, ella, con la impasibilidad de un Vocal de laCorte Suprema; desahuci a su amoroso y antiguo novio, dicindole que esta su resolucinsera inapelable. Tanto ms inapelable deba ser, cuanto que, acababa de presentarse unnuevo pretendiente, que luca un par de millones de soles heredados, que a los ojos de lahermosa Blanca, brillaron con resplandores de seductora felicidad. Este era don SerafnRubio.

    Con tan cruel desengao, el antiguo y apasionado novio de la joven, se dio a la pena, yen el colmo de su desesperacin, fulmin su clera contra Blanca, con los ms hirientesdenuestos, y acerbos improperios, llamndola prfida, traidora, infame, desleal; pero ella,que al tomar esa su firme resolucin, haba previsto la tempestad; ri desdeosamentediciendo: -Despus de los rayos y los truenos sale el sol color de oro.

    Para consolar a su desventurado novio, y quiz tambin para consolarse a s misma, unda, golpendole con gracia y lisura el hombro djole: -Calla cndido cuando yo sea laesposa de Rubio, podr darte toda la felicidad que hoy ambicionas.

    A lo que l, indignado y furioso, habale contestado: -Infame! si yo no hubiera sidocaballero, seras hoy mi querida. Recuerdas aquella noche que t, acompaada de unacriada, fuiste loca de amor a buscarme a mis habitaciones? Recuerdas que temiendo quealguien te hubiera visto y mancillara tu honra, no consent que dieras un paso adelante de lapuerta de entrada? Ay! y es as como pagas mi amor, mis sacrificios y toda suerte deconsideraciones y respectos...?

    Blanca alzose de hombros e hizo -Pihst! y acompaando esta especie de silbo con unamueca llena de gracia y coquetera agreg: -Eres un hombre intratable, me pareces unchiquillo de cuatro aos. Oye, escchame: el amor debe acomodarse a las circunstancias, yno tener exigencias feroces, inconsideradas, que concluirn por matar nuestra felicidad.

    -Ah! -dijo l- yo slo aspiro, slo anhelo que cumplas tus compromisos y seas miesposa.

    -Ven, hablemos razonablemente, supongamos que yo cumpliera mi compromiso y fueratu esposa; crees que pudieras ser feliz, si al da siguiente te vinieran los acreedores, el uno

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    con las cuentas de la modista por dos mil soles, otro con las del florista por quinientossoles, las de Delp y Lacroix, por ms de tres mil soles, las del pulpero de la esquina porquinientos soles, las del...

    -Calla! calla, tienes una aritmtica aterradora -contest desesperado el novio de Blanca.

    Djame concluir, an me falta lo principal. Figrate que al da siguiente, pueden venir aarrojarnos de la casa en que vivimos, que la hemos hipotecado en treinta mil soles, y lasentencia del juez, de remate de la finca, est ya ejecutoriada, y si no se ha cumplido, esporque con los empeos de mam y los mos, hemos alcanzado por las influencias delseor...

    -Est bien no quiero saber ms; me basta con lo que me dices -Adis!

    -Espera; a ti tambin te debemos...

    -A m slo me debes la felicidad que un da me prometiste.

    -S, te debemos los diez mil soles que...

    -Has destrozado mi alma; Ah! infame...!

    -Tu deuda ser la primera que yo haga pagar por Rubio.

    -Nada me debes. Adis para siempre.

    Y el romntico novio de Blanca, sali de la casa resuelto a no volver jams.

    Ella mirndolo con indefinible expresin de amorosa pena y gozosa esperanza, repitientre recitando y cantando esta linda cuartetilla:

    Que las bellas Vive Dios!

    por cada cual no las deje

    deben sin que las aqueje

    en su lugar poner dos.

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    - III -

    Toda esta descarnada relacin de las deudas de la casa; era expresin fiel de la verdad.La madre de Blanca y dos tas solteronas con ms campanillas que una procesin depueblo; vivan en fastuoso lujo, sin contar con otra renta que el producto de un pequeofundo rstico, administrado por un hermano natural de la seora, que muyimprudentemente deca que el tal fundo no le daba a su lujosa hermana ni para los alfileres.Y esta renta que no alcanzaba, segn el decir de su administrador, ni para alfileres, deballenar las exigencias de cuatro mujeres, que no juzgaban factible suprimir uno solo de susgastos, cual si a mengua tuvieran ajustar su rumboso lujo a sus exiguas entradas, y losprstamos a inters crecido se sucedan uno tras otro, sin llegar jams a cancelar susdeudas, que de ms en ms iban creciendo.

    Blanca era de las cuatro la ms derrochadora y exigente.

    Cuando algn acreedor cansado de esperas y evasivas, llamaba a la madre, ante losTribunales de Justicia; los empeos e influencias de sus amigos, cansaban al reclamante,que al fin rale forzoso conformarse con ofertas, las que Blanca apoyaba diciendo para s: -Ya me casar con algn hombre rico, que pague todas nuestras deudas.

    Paseos, saraos, banquetes, visitas, todo ese movimiento que forma la atmsfera en queviven y se agitan las personas de cierta posesin social, sucedanse en casa de Blanca; sinque ninguna de las cuatro mujeres que componan la familia, tuviera en cuenta, que parasostener esta falsa situacin necesitaban dinero, mucho dinero. Pero qu hacer! No eraposible renunciar a esa vida, que no slo cuadraba a sus gustos e inclinaciones, si quetambin contribua a realzar el lustre de su elevada posicin social.

    Al fin lleg el novio con dinero, o como Blanca deca, el dinero con novio.

    D. Serafn Rubio, que acababa de heredar de su avaro padre un par de millones de soles,adquiridos a fuerza de trabajo y economa; fue la vctima elegida para pagar las deudas deBlanca Sol.

    No obstante, fuerza es que paladinamente digamos, que ni sus ambiciosas aspiracionesni el positivismo de su calculadora inteligencia, fueron parte a acallar las fantasasfemeniles de su alma de veinte aos.

    Empapada en las aristocrticas tradiciones de su orgullosa familia, se daba a pensar yconsideraba con profundo disgusto la oscura procedencia de la fortuna de su novio y la nomenos oscura procedencia de su nacimiento.

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    El padre de D. Serafn fue un soldado colombiano del ejrcito libertador, trado al Perpor el gran Bolvar en su campaa contra la dominacin espaola. Casado en Lima con unamujer del pueblo, lleg a adquirir inmensa fortuna, debida a sus hbitos de economallevados hasta la avaricia.

    Como las alimaas, los avaros tienen pocos hijos: as, el seor Rubio padre, como buenavaro, por no dar mucho, no dio vida a ms de un hijo.

    ste fue D. Serafn.

    Este nombre algo raro, le vino de amorosa exclamacin de su madre, un da que lo viodormido.

    -Ah! que lindo es; si parece un serafn, -haba dicho la madre.

    -Pues se llamar Serafn, contest el padre.

    -Y ser un serafn rubio -observ la madre.

    He aqu como, un hombre feo de cara, rechoncho de cuerpo, y con ms condiciones parallamarse Picio, vino por casual combinacin a llamarse, Serafn Rubio.

    Entre las encopetadas abuelas de las amigas de Blanca, no faltaban alguna de esas queson como el archivo de un escribano, donde puede irse con avizores ojos a registrar lailegitimidad de ciertas aristocracias limeas; y entre estas, decase que el seor Rubiopadre, haba allegado su inmensa fortuna, principiando por vender cintas y barajitas eu unatendezuela de la calle de Judos, en la cual l desempeaba el triple papel de patrn,dependiente y criado.

    Este pasado, si bien poda enorgullecer a un hombro sensato, que viera en l, el trabajohonrado y la austera economa, que nuestras instituciones republicanas enaltecen: nohalagaba la vanidad de Blanca, que slo alcanzaba a encontrarle sabor plebeyo, muydistante de la rancia aristocracia de su elevado linaje.

    Pero qu hacer! deca Blanca, no es posible conciliarlo todo, y se daba a pensar que,dinero y aristocracia eran difciles de hermanar en los difciles tiempos que a la sazncorran.

    Para colmo de infortunios, D. Serafn, era de poca simptica figura.

    Rechoncho de cuerpo, de hombros encaramados, como si quisieran sublevarse de versecondenados a llevar una cabeza, que si bien era grande en tamao, era muy pequea en sucontenido.

    Ojos de color indefinible, lo que daba lugar a que Blanca pensara, que si los ojos sonespejos del alma, la de D. Serafn deba ser alma incomprensible. Afirmbase ms en estapersuasin, al notar en l ciertas anomalas de carcter, que para ella, de poco observadora

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    inteligencia, no pasaron, empero desapercibidas y estas genialidades, ella se content conllamarlas "rarezas de D. Serafn". Y sondeando las profundidades del espritu de su novio,deca como dice el marino despus de haber sondeado el Ocano: -No hay cuidado! puedoaventurarme sin temor.

    D. Serafn tena las vehemencias tmidas, si as puede decirse, del que con la concienciade su escasa vala, quiere en desagravio, ejercer su derecho de maldecir de los que, con suineludible superioridad, humillaban, su pobre personalidad.

    Y para no dejar incompleto el retrato fsico del novio de Blanca, dir que su pelotambin como sus ojos de color indefinible, ni negro ni castao, enderezbase con indmitadureza, dejando descubierta la estrecha frente y el achatado crneo, signos frenolgicos deescaso meollo. Las patillas espesas, duras y speras, por haberlas sometido prematuramentea la navaja; cuando el temi ser como su padre, barbilampio; formaban un marco alrededor de los carrillos, los que, un si es no es mofletudo, se ostentaban rozagantes con sucolor ligeramente encendido, lo que, sin disputa, denotaba la buena salud y eltemperamento sanguneo de D. Serafn.

    La nariz ni grande ni pequea, eso s un tantico carnosa y colorada, dirase por lo pocoartstico de sus lneas, colocada all tan slo para desempear el sentido del olfato.

    Su voz tena modulaciones atipladas, y algunas veces fuera de la gamma de todaentonacin natural: esto slo cuando la clera u otra pasin violenta lo acometa coninusitado mpetu.

    Sus manos, aunque siempre mal cuidadas, eran finas, denotando, que si su sangre no eraazul, su educacin haba corregido los defectos de su nacimiento.

    Pero de todas estas incorrecciones, ninguna disgustaba tanto a Blanca, como la pequeaestatura de D. Serafn. Ella era de la misma opinin de Arsene Houssaye, que dice, que alapoyarse una mujer en su amante debe poder l besarla en la frente, pero oh desgracia! D.Serafn al lado de Blanca, apenas si alcanzaba a besarla en la punta de la nariz.

    En sus horas de dulce fantasear, cuando dejaba correr su imaginacin por los doradoshorizontes de lo porvenir; Blanca miraba con cierta amargura esos defectos, que pordesgracia, no alcanzaban a desaparecer, ni en los momentos en que ella se senta msdeslumbradora por los resplandores del oro.

    Cuando hablaba de esto, ocultaba su disgusto, diciendo con chispeante gracia, que sunovio era una letra de cambio mal escrita; pero con buena firma.

    Blanca a pesar de sus muchos defectos, saba conquistarse simpatas por su carcter deordinario alegre, muchas veces dulce compasivo; tambin era decidora, locuaz, expansiva,llena de chispa, por ms que no siempre fuera la chispa del ingenio que alumbra sin quemary corrige sin herir. Sus amigos, aun aquellos que eran blanco de sus stiras, perdonbanleesa flagelacin de sus palabras y conceptos, en gracia de su donairosa chispa y gracejo en eldecir.

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    Cuando sus clculos, ni lo apremiante de sus deudas an no la haban llevado hasta la

    temeraria resolucin de hacer del msero D. Serafn, el objetivo de sus ambiciones de mujera la moda; fue l la vctima hacia donde ella dirigi sus ms hirientes y amargas stiras.

    Deca que D. Serafn, era como los camarones: feo, chiquito, colorado, pero rico.No sabremos decir, si por haber odo o por haber ledo la "Fisiologa del matrimonio" de

    Balzac, deca que D. Serafn pertenecera algn da, al nmero de los predestinados, quecomo los santos pintados, mereca llevar una aureola, la cual sin duda se la imaginaba quedeba ser de algo tan feo, que no se atreva a mencionar. Deca que los mritos de D.Serafn, deban valorizarse con relacin a sus escudos y no a su persona.

    Ms de una vez estas stiras, llegaron a odos de su rendido y amoroso pretendiente; sinque l se atreviera a darles otra contestacin, que la socarrona sonrisa del que dice: -Necesito soportarlo todo.

    Es que D. Serafn, si bien era lerdo de inteligencia y obtuso de ingenio; tena en cambiola lengua ligera, aguda, hiriente, como la de las vboras, y hubiera podido devolver estasstiras, sino con la misma agudeza y gracejo, con mucha mayor cantidad de ponzoa.

    Pero el jams se dio por aludido y soport los dardos de las stiras de Blanca, esperandoherirla, a su vez, con los dardos de Cupido.

    D. Serafn posea ese clculo fro, esa mirada certera, y esa inexplicable sensatez delhombre de escasa imaginacin y tranquilas pasiones, que casi siempre acierta, con mejortino, que el hombre de verdadero talento.

    Y discurriendo cuerdamente pens, que Cupido poda herir mejor con posadas flechasde oro que con las flexibles y agudas flechas, que de antiguo ha usado.

    Despus de tan slido raciocinio, abri sus arcas, y principi por pagar todas las deudascontradas por Blanca por su madre y las dos tas.

    Decan las malas lenguas que tambin haba pagado los diez mil soles que Blanca, fueen deber a su novio, pero los que conocan el carcter caballeroso del joven, dudaban deque l aceptara la devolucin de dineros, que jams ningn hombre delicado puede aceptar.

    Cuando llegaba el cumpleaos de la madre, o de alguna de las solteronas tas de Blanca.D. Serafn se portaba a lo prncipe; y los ricos pendientes y los magnficos anillos debrillantes, ocultos en gigantescos ramos de flores, eran los presentes con que l dabatestimonio de su buena amistad.

    Las encopetadas solteronas, que se daban humos de ser delicadas como la sensitiva ypuras como azucenas, no dejaban de hacer sus melindres y andarse en repulgos para recibirtan valiosos regalos; pero parece que consultaron el asunto como caso de conciencia, conpersona de respeto y autoridad. Y este sabio consejero djoles que, puesto que las

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    pretensiones del seor Rubio eran honradas y se encaminaban al santo matrimonio, susregalos no podan empaar la excelsa y mirfica personalidad, de tan encumbradas seoras;que por ende, deban titularse ya tas del joven pretendiente. No obstante de que esterazonamiento llevaba trazas de ser un sofisma; las pudibundas tas de Blanca, aceptronlo ytranquilizada su conciencia, no tuvieron ya reparos en recibir los valiosos obsequios de D.

    Serafn.De esta suerte, la especulacin llevada hasta el ms innoble trfico, fue puesta en juego

    por la madre, las tas, y ms an, por la misma Blanca.

    Sin embargo, como el amor es ciego, D. Serafn, qued encantado del desprendimiento yla generosidad de la hermosa Blanca, el da que tuvo con ella el dilogo siguiente:

    -Yo -deca ella- ambiciono encontrar por esposo un hombre que me ameapasionadamente, y que sea esclavo de mi voluntad.

    -Nada ms desea U? -pregunt D. Serafn, trmulo de emocin y de esperanza.

    -Y que ms se puede desear? El dinero es metal vil, que brilla mucho en la calle; peroque en la casa oscurece el verdadero brillo del amor.

    D. Serafn, arroj un suspiro ms largo que el resuello de una ballena, dicindose a smismo: -cunto me haba equivocado respecto a la nobleza del alma de esta mujer!

    -Y si hallara U. un hombre que la amara apasionadamente, y fuera esclavo de suvoluntad y a ms pusiera a sus pies dos millones de soles?

    -Oh yo no me casara jams con l!

    -No se casara U. con l -repiti D. Serafn tornndose mortalmente plido.

    -No, porque el mundo entero y l mismo, creeran que me haba casado por inters, poramor al dinero y no al novio.

    -Quin puede creer eso conociendo su alma noble y generosa! -exclam D. Serafn enel tono ms sincero que le fue dado emplear.

    -Ah! el mundo es tan ruin y las mujeres somos siempre vctimas de sus juicios! -dijoBlanca con tristeza y fingiendo enternecerse hasta el llanto.

    Y esta tristeza y este enternecimiento, fueron suficientes para que D. Serafn, pusieramayor empeo en convencerla de que ella estaba equivocada en sus juicios y exageradostemores, y esta vez D. Serafn estuvo elocuente, elocuentsimo, tanto que l quedsatisfecho de haber salvado las justas resistencias del noble carcter de la orgullosa joven,convencindola que, caso que ella se casara con un hombre que poseyera dos millones,nadie en el mundo, y l menos que otro alguno, podra suponer que el vil inters mancharael corazn de tan hermosa mujer.

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    Quince das despus Blanca, prometa su linda mano a su apasionado pretendiente, que,

    ebrio, loco de amor, jurbale, que sera toda la vida su ms sumiso y amante esposo.

    - IV -

    Aunque Blanca Sol, muy formalmente prometiera su mano a D. Serafn Rubio, ste noestaba del todo tranquilo: conoca el carcter voluble, caprichoso, y excntrico de su futuraesposa, y cada da temblaba, temiendo que ese fuera el que haba de traerle inesperadocambio.

    Largas horas se daba a pensar, cmo era que Blanca, mujer caprichosa fantstica,engreda con su belleza, y orgullosa con su elevada alcurnia, poda aceptarlo a l poresposo: a l, que aunque tambin blasonaba de su noble prosapia (muchos como D. Serafnblasonan de lo mismo) no dejaba de comprender, que estaba muy lejos de ser el tipo que laambiciosa joven poda aceptar, dada la disparidad de gustos, de educacin, de aspiracionesque entre ambos notaba l.

    Ser slo por mi dinero? -se preguntaba a s mismo. Y en este momento su frente seoscureca y su fisonoma tomaba angustiosa expresin.

    Otra reflexin acuda a su mente, y esta era, quiz, la ms cruel.

    El primer amor de Blanca; un compromiso de ms de cinco aos: un novio con todas lascondiciones del cumplido caballero, todo haba sido sacrificado en aras de... Aqu elpensamiento de D. Serafn, se detena, sin atreverse a decidir si era en aras del amor o deldinero.

    Y luego reflexionaba que cuando una mujer da la preferencia a un hombre rico a quienno ama, dejando el amor del amante pobre, es porque piensan realizar alguna combinacinfinanciera-amorosa, con la cual, ganar el dinero del rico, sin perder el amor del pobre, y D.Serafn, que ni un pelo tena de tonto, valorizaba con asombrosa exactitud su difcil ypeligrosa situacin.

    Y si bien estaba abobado de amor, ni un momento perdi su buen criterio, y ms de unavez, exhalando profundsimo suspiro, sola decir: -Si yo pudiera alejar para siempre a esehombre...

    Y ese hombre quin era? Nada menos que un apuesto caballero, de cuyas relaciones deparentesco, se enorgulleca la madre, y no slo la madre, sino tambin las linajudas tas deBlanca.

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    Para colmo de angustias, lleg un da en que su mala estrella, llevolo a presenciar

    escenas de un realismo aterrador.

    Una noche, por ejemplo, mientras l filosficamente disertaba sobre temas de alta

    conveniencia social, en compaa de la madre y las tas de Blanca; oy un ruido suave,apenas perceptible, que no por eso dej de producirle, el mismsimo efecto que descarga depoderosa pila elctrica.

    Qu ruido era aquel, que tan inesperada conmocin produca, en los poco excitablenervios de la sangunea naturaleza de D. Serafn? Dirase ruido de besos y murmullo dedilogo amoroso.

    D. Serafn no pudiendo dominarse, sali a la puerta del saln, que comunicaba con elpatio exterior, de donde pareca venir aquel alarmante murmullo.

    Qu horror!... Es posible que tales cosas se vean en la vida...?

    Si l hubiese sido hombre menos prudente, aquella noche la seorita Blanca, hubiesepresenciado un lance, un desafo... quiz si un asesinato.

    Qu haba visto D. Serafn?

    Vio a Blanca, reclinada amorosamente en el hombro de su novio, asida por este, enestrecho abrazo y mirando poticamente la luna.

    A pesar de que el cuadro, era bellsimo y potico. D. Serafn lo encontr atroz,detestable, tanto, que sali desesperado de la casa, y resuelto a no volver jams.

    Pero cul es el hombre que, cuando el termmetro del amor marca cien grados sobrecero, cumple su propsito de no ver ms a su amada?

    En honor de la verdad, diremos, que D. Serafn, slo volvi a la casa, llamado, atrado ycasi rogado por la madre de Blanca, y muy decidido a no presenciar por segunda vez elespantoso cuadro que su amada, al lado de su antiguo novio, formaba.

    Y como resultado de esta su firme resolucin, un amigo de la casa, dirigiose a donde eljoven y a nombre del seor Rubio, propsole que fijara precio a su desistimiento o la manode la seorita Blanca Sol, con tal que el primer vapor que zarpara del Callao, le llevara muylejos de Lima.

    El desgraciado joven, en el colmo de la indignacin dijo que no poda dar otracontestacin que pedirle sus padrinos para arreglar un duelo a muerte.

    Ya hemos visto de qu manera tan elocuente y sencilla, convenci Blanca a su novio,demostrndole, que no le quedaba otro recurso, que renunciar a su compromiso,ofrecindole ella, en cambio, futura y regalada felicidad.

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    Blanca le jur a D. Serafn por un puado de cruces que aquella noche que l la vio

    abrazada amorosamente por su novio; haba sido violentamente cogida y estrechada muy apesar suyo, vindose obligada a callar y no dar voces, por temor al escndalo. D. Serafn sino crey, fingi aceptar estas disculpas, y pag con creces esta generosa conducta de

    Blanca Sol.Una de sus mejores casas heredadas de su padre, fue en pocos das convertida en

    esplndido palacio.

    Veinte tapiceros, otros tantos grabadores, empapeladores, pintores, todo un ejrcito deobreros y artistas, encargronse de decorar la casa con lujo extraordinario.

    Y este lujo que todos llamaban extraordinario, l lo conceptu deficiente, comomanifestacin de su amor a esta belleza que haba descendido hasta l.

    Toda la historia de Francia, en sus pocas de mayor esplendor, se encontraba allrepresentada. Haba saln a lo Luis XIV, saloncito a lo Luis XVI, bouduoir a laPompadour, comedor del tiempo del Renacimiento.

    Los espejos de Venecia, los mosaicos venidos del mismo Pars; los cuadros originales depintores clebres; el cristal de Bohemia; toda una contribucin en fin, recogida del mundoartstico y del mundo industrial, lleg a embellecer la que deba ser morada de la orgullosaBlanca Sol.

    Lo que sobre todo maravill a la familia y a las amigas, fue el lujossimo canastillo denovia, que D. Serafn, contra la costumbre establecida, quiso regalar a Blanca, y digo contrala costumbre, por ser bien sabido, que de antiguo est establecido en Lima, que los padresde la novia la obsequien el ajuar.

    Todo lo que el arte manufacturero ha producido de ms delicado, de ms perfecto, dems artstico; todo se encontraba en el ajuar de la novia.

    Encajes de Inglaterra, de Chantilly, de Alenon, de Malinas, de Venecia; paos de Len,telas italianas, chinas, y de todas partes del mundo; aquello fue una especie de Exposicinen pequeo que maravill a la familia y a las amigas de Blanca.

    Ella estaba ebria de placer y de contento.

    Lucir, deslumbrar, ostentar, era la sola aspiracin de su alma.

    Ya no vera ms, la cara engestada, la expresin insultante, y el aire altanero delacreedor, que por la centsima vez llegaba a recibir siempre una excusa, un efugio, o aconceder un nuevo plazo, que era nueva humillacin, cruel sarcasmo, lanzado a su vidafastuosa y derrochadora.

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    Los amigos de D. Serafn, quedaron asombrados, al verlo derramar el dinero, conlargueza tal, que dejara atrs al ms despilfarrado calavera. Hasta entonces estaban ellospersuadidos, que, si D. Serafn haba heredado a su padre la fortuna, haba tambinheredado sus hbitos de economa llevados hasta la avaricia.

    Pero esos amigos no pensaron, sin duda, que de todas las pasiones, el amor es la quemayores y ms radicales cambios opera en el espritu humano.

    Pocos das antes del matrimonio, la casa que deban ocupar los novios, convirtiose enromera, de los que ansiaban admirar las maravillas encerradas all por la mano de un futuromarido.

    Sus amigos, aquellos que con ms envidia que afecto, miraban esa prodigalidad deriquezas, no lo escasearon al novio las stiras, y los burlescos equvocos.

    No falt quin, con tono de profunda amargura, dijera: -Ah si el seor Rubio resucitara,volvera a caerse muerto! Y para extremar la vida sujeta a toda suerte de privaciones delseor Rubio, padre, cada cual refera un episodio o un suceso referente a este punto.

    Y el lujo presente, y la economa pasada, y el amor del novio, y la incierta fidelidad dela novia; fueron el blanco, donde todos creyeron que deban asestar aun sangrientos dardos,y malvolos comentarios.

    Si los que de esta suerte censuraban ensandose contra las prodigalidades de D.Serafn, hubieran podido presenciar y valorizar la suprema dicha de su alma, la primeranoche de sus bodas; cuando l despus de haber paseado a Blanca por todos los lujosossalones de la casa, llevola a la alcoba nupcial, donde ella de una sola mirada abarc y miditodo el lujo y esplendidez, con que estaba decorada y volvindose a l, lanzose a su cuelloebria de alegra exclamando: -Oh que feliz soy!- si ellos hubiesen presenciado esta escena;lejos de censurarlo, hubieran dicho, como en ese momento dijo l: -El nico dinero biengastado es el que nos acerca a los brazos de la mujer amada.

    Los primeros das de su matrimonio, no cesaba de reflexionar como era posible queexistieran hombres tan estpidos, que llamaran a este mundo valle de lgrimas Infelices!Bien se conoca que no haban hallado una mujer que embelleciera su vida, una mujer comoBlanca. No, la vida es edn delicioso, puesto que la posesin del ser amado, llegaba a serhermosa realidad.

    Pero era en verdad una realidad? No estara l soando? Ser el esposo, el dueo, elamado de ella, de la altiva y orgullosa Blanca Sol... Oh! ninguna dicha igualaba, niencontraba siquiera comparable a esta.

    Y D. Serafn con ntima y deleitosa satisfaccin se detena a considerar que, cuando lhablara de ella, poda decirle familiarmente esta; es decir, esta mitad de mi ser, mitad de micuerpo, del cuerpo de l, del msero, que haba vivido en la casta abstinencia a que loobligara la exigua propina que su padre lo daba, no siquiera para cigarros, sino para dulces,como a un chiquillo de diez aos, obligndole as al retraimiento de los amigos y de los

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    placeres. Y su naturaleza robusta y sangunea, habase doblegado a duras penas ante tancruel necesidad.

    Pero ah! llegaba, al fin, el da de satisfacer todas sus ansias juveniles, todas susnecesidades de hombre.

    All, al alcance de su mano, estara siempre ella, hermosa, seductora, complaciente, consus ojos de garza y sus labios atrevidamente voluptuosos.

    S, ya l poda llamarla, suya, su mujer, y al pronunciar estas palabras, su alma,babase en infinito deleite, y en sangre se encenda en inextinguible voluptuosidad.

    Qu lejos estaba l de pensar, que a las mujeres, aun aquellas que se casan por pagardeudas y comprar vestidos, les horroriza el matrimonio, cuya sntesis, es, un cuerpoentregado a la saciedad de un apetito.

    Qu lejos estaba l de imaginarse, que Blanca, aunque mujer calculadora, vana yambiciosa, era como las dems mujeres, esencialmente sentimental y un tanto romntica, yhaba de sentir, como consecuencia, repugnancia, asco, para este marido que no le ofrecasino los vulgares trasportes del amor sensual.

    Pero qu saba l de estas cosas? Si alguien le hubiera ido a perturbar en medio de susalegras y embriagueces, para poner ante sus ojos la realidad de su situacin, le hubieratomado por un loco o por un impertinente.

    Qu saba l, si las mujeres aman con el corazn y los hombres con los sentidos; si elamor del alma es para ellas cuestin de naturaleza y el amor del cuerpo es para elloscuestin de salud; y esta anttesis es abismo donde se hunde la felicidad del matrimonio, elcual slo el amor abnegado de la mujer puede salvar.

    Don Serafn era de esos hombres de quienes se ha dicho que el matrimonio los engorda.

    Y sin metfora, ocho das despus, senta que coma con mayor apetito, dorma conmejor sueo, rea con hilaridad interminable, y por consecuencia, su cuerpo adquiri entejido grasoso, todo lo que perdi en agilidad y elegancia.

    - V -

    Blanca Sol, lleg a ser lo que en Lima se llama una gran seora, por ms que la gentemurmuradora dijera que slo haba grandeza de sus defectos y quiz tambin en sus vicios.

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    A pesar de su matrimonio sus amigos continuaron llamndola Blanca Sol, sin jamsacordarse que era seora de Rubio.

    Esta particularidad de conservar la mujer casada su nombre y apellido, peculiar slo denuestras costumbres, merece explicacin.

    Hay mujeres, que al otro da de su matrimonio, pierden su apellido y pasan a ser laseora de D. Fulano, como si su pequea personalidad desapareciera ante la de su esposo.Otras hay, que conservan toda la vida su apellido, sucediendo muchas veces, que el maridollega a no ser ms, que la adicin de su mujer.

    As sucedi con Blanca. Ella no pas a ser la seora de Rubio; pero si ocurri, que almillonario D. Serafn, lo designaran con frecuencia, llamndole el marido de Blanca Sol.

    Esta manera de ser de la mujer casada, que entre nosotros se establece con inexplicableespontaneidad, sin que en el pblico nadie de la seal, ni se encuentro regla fija que seguir;parece no depender, sino de la individualidad, ms o menos acentuada de ambos esposos.

    Antes de su matrimonio D. Serafn, no fue ms que un partido codiciable por su dineroentre las nias casaderas: cuando perdi esta cualidad, forzoso era concederle la nica quele quedaba: ser esposo de Blanca Sol.

    Ella, por su parte, continu su vida de soltera, repartiendo su tiempo entre las fiestas, lossaraos y las tertulias ntimas, ya fuesen dadas en su casa o en la de alguna amiga suya.

    Si alguna innovacin quiso introducir en sus costumbres, fue slo la de ser lujosamentedevota; con la devocin de la mujer del gran mundo, como ella deca:

    Viva persuadida de que la "gente de tono" debe proteger la religin, y era muy dada alas prcticas religiosas del culto externo, con sus ruidosas manifestaciones de aparatosoefecto. Crea que una seora como ella, desempea desairado papel en sociedad, si no esdirectora de asociaciones de las que se llaman de caridad, o promotora de grandes fiestas delas que se llaman religiosas.

    Ser virtuosa a la manera de la madre de familia, que vive en medio de los dones de lafortuna, rodeada de privaciones y zozobras, cuidando de la educacin de sus hijos, yvelando por la felicidad de su esposo, sin ms fiesta religiosa, que la plegaria elevada aDios sobre la frente de su hijo dormido; sin ms pompa, que el bolo depositado ensilencio, en la mano del desgraciado, ni ms templos que la alcoba, jams profanada ni ancon el pensamiento de la esposa fiel y la madre amorosas; ser de esta suerte virtuosa,hubiera sido para Blanca, algo que ella hubiese encontrado muy fuera de tono y de todo entodo impropio a la mujer del gran mundo.

    En las primeras pocas de su matrimonio, D. Serafn, sufri cruelsimos celos ydesconfianzas horribles; pero as que vio a su esposa entregada a sus msticas devociones yruidosas fiestas mundanales, sus celos se calmaron y disipronse sus angustias.

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    En la poca que la presentamos nuevamente, cinco hijos habidos en diez aos, vinierona aumentar las felicidades de D. Serafn, que era tan tierno pap como afectuoso marido.

    Blanca quejbase amargamente de esta fecundidad, que engrosaba su talle eimperfeccionaba su cuerpo, impidindola ser como esas mujeres estriles, que dan todo su

    tiempo a la moda y conservan la independencia y libertad de la joven soltera.La moda era diosa tirnica a la cual ella sacrificbale salud, afectos, y todo lo ms caro

    de la vida.

    Para formarnos idea de esta su pasin, asistamos a una escena de Blanca con su modista.

    Las doce del da daban en un rico reloj da sobremesa, cuando entr muy deprisaFaustina, la criada de preferencia, para saber si la seora poda recibir a su modista, queacababa de llegar, y vena a probarle un vestido.

    -Dile que pase adelante.

    -Mi querida madama Cher -dijo Blanca extendiendo la mano que la modista se apresura estrechar cariosamente.

    -Vengo a medirle el vestido de baile.

    Blanca se puso de pie, y quitndose su rica bata de cachemir bordada, dej descubiertossus torneados y blanqusimos hombros.

    La modista presentole un corpio de raso color plido, que se preparaba a medirla.

    -Aguarde U., es necesario que me ajuste algo ms el cors.

    A una seal de Blanca, acercose Faustina, y con admirable destreza, logr que losextremos del cors quedaran unidos, dejando el flexible talle, delgado y esbelto como el deuna slfide.

    Blanca, mirose al espejo y sonri con satisfaccin, sin notar que mortal palidez acababade cubrir sus mejillas.

    La modista principi su tarea de prender alfileres, para entallar y ajustar al cuerpo elcorpio, cuando con gran asombro, vio, que la seora Rubio, despus de dar dos pasosadelante cay sin sentido.

    -Dios mo! La seora se ha puesto mala, llame U. al seor Rubio -dijo dirigindose aFaustina.

    -No puedo llamarlo: la seorita me ha prohibido d aviso al seor cuando ella tenga unode estos desmayos.

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    -Y qu haremos? -pregunt angustiada madama Cher.

    -No es de cuidado -observ Faustina- como la seorita est de cinco meses de embarazo,el cors ajustado lo produce estos desmayos: ya yo estoy acostumbrada a ellos.

    -Oh qu horrible! exclam asombrada la modista.Como si ya fuera bien conocido el remedio, Faustina se acerc y cort los abrochadores

    del cors.

    Despus de propinarle algunos remedios y darle a oler algunas sales, Blanca abri losojos y mir en torno.

    -Qu sucede? Dios mo! -y an desfallecida reclin la hermosa cabeza en el hombrode madama Cher.

    Pero cual si al volver a la razn, hubiese pensado que no deba dar importancia a estepasajero accidente con el que ya estaba ella familiarizada; sacudi la cabeza, pas repetidasveces la mano por la frente y sonriendo con gracia, dijo:

    -Dme U. la mano para levantarme, no es nada, pasa luego.

    Restablecida del todo de su corto sncope, insisti con la modista para que le midieranuevamente el corpio.

    -Necesito -deca- ver el escote. U. madama me cubre el pecho con ms empeo que sifuera U. un marido celoso.

    -Ha visto U. el ltimo figurn?

    -S, y veo que el escote se lleva abierto hasta cerca del talle.

    Despus de haber dado algunos recortes madama Cher pregunt:

    -Est bien as?

    -Oh! mucho ms: ahora se usa llevar la espalda toda descubierta.

    -As? -pregunt madama Cher, dando con mano atrevida un tijeretazo que dejdescubiertas las mrbidas espaldas de Blanca.

    -Eso es -y mirndose al espejo, agreg:

    -En la mujer casada es fesimo, ese escote subido que apenas es soportable en unachicuela de quince aos.

    -Ya sabr U. que los vestidos de baile se llevan sin mangas -dijo madama Cher.

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    -S, y esta moda me viene a m muy bien -y Blanca mirose el brazo que en ese momento

    llevaba desnudo.

    -Sin duda, lucir U. los brazos ms lindos y mejor torneados que hay en Lima.

    Blanca guard silencio y sonri con satisfaccin: madama Cher continu diciendo:

    -Esta moda de los corpios sin mangas, ha dado ocasin a grandes disgustos en muchosmatrimonios: ya se ve pocos son los maridos que puedan mirar con paciencia que su esposavaya luciendo lo que ellos creen debe ocultarse.

    -Bah! -exclam Blanca, con desdeoso tono-, qu sera de la moda si las mujeresfuramos a sujetarnos a las exigencias de los maridos; todas anduviramos vestidas decartujas ocultndonos hasta los ojos.

    Blanca y la modista rieron alegremente.

    -Felizmente mi buen marido conoce demasiado mi carcter y sabe, que el da que meprohibiera lucir el pecho y los brazos, sera capaz de lucir... Blanca se detuvo, sin atreversea terminar la frase. Luego agreg:

    -No s lo que iba a decir; pero sera muy capaz de cometer una estupenda locura.

    Largamente hablaron ambas sobre arreglo y combinaciones de vestidos.

    Blanca pidi a su modista seis vestidos serios; pero muy elegantes y lujosos. Esto era lomenos que crea necesitar para la asistencia a algunas fiestas religiosas de hermandades delas que era ella presidenta.

    - VI -

    Sobre elegante mesa de rica madera tallada, que formaba juego con el resto del mueblajedel dormitorio de Blanca, escriba un joven, y luego se ocupaba en ordenar algunasesquelas, colocndolas bajo la cubierta con nombre y direccin.

    A corta distancia y sobre lujoso divn veanse esparcidos diversos objetos a primeravista de indefinible clasificacin.

    Blanca revisaba complacida, esta, al parecer aglomeracin de frusleras, dejando algunavez escapar monoslabos y palabras como si dialogara consigo misma: -Todo est muy bien

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    -deca- hasta hoy nadie ha hecho tanto; este ao quedarn confundidas esas mezquinaspresidentas; ya vern...

    En este momento lleg Faustina y con acento de grande regocijo anunci.

    -El seor Venturoso acaba de venir y quiere hablar con la seorita.-Oh! que felicidad, dile que pase al momento -y Blanca alborozada y risuea dirigiose a

    la puerta a recibirlo.

    -Mi querido padre -dijo, estrechando con jubilo la mano de un sacerdote.

    -Buenos das hija ma -contest l, y se dirigi a una silla que ella se apresur aacercarle con gran solicitud.

    -Aqu me tiene U., mi padre, ocupadsima en los arreglos para las distribuciones y lafiesta del Mes de Mara.

    -Me complace verte entregada a ocupaciones que te enaltecern a los ojos de la Virgen.

    -Gracias, mi padre. Me propongo con gran entusiasmo este ao que soy presidenta de lahermandad, darle a nuestras distribuciones, la pompa y el esplendor, dignos de laasociacin que presido.

    -Me parece muy bien -dijo complacido el seor Venturoso.

    -Mire U. mi padre -y Blanca tomando algunos de los objetos all esparcidos mostrbalosdiciendo: -estas son las medallas que repartir el ltimo da de la fiesta.

    -Oh, este es un lujo estupendo! -exclam el seor Venturoso mirando algunas medallasadornadas con cintas y briscados en forma de flores.

    -De este modo -continu diciendo- daremos a nuestra hermandad gran realce yaumentar el nmero de las Hijas de Mara.

    -En estos das, dijo Blanca, deben llegarme de Pars, mil quinientas estampas de laVirgen, que se repartirn en la puerta a los que nos den limosnas. Tambin he mandadohacer un nmero crecidsimo de escapularios y pastillas que repartiremos con profusin atodos los asistentes. Lo que es la msica no dejara nada que desear; he contratado a lasmejores artistas, sin reparar en condiciones ni precios. En cuanto a los dems gastos ya sabeU. que siempre me he portado a la altura de mi posicin. Todo esto sirve de gran alicientepara atraer la concurrencia y dar mayor lucimiento a la fiesta.

    El seor Venturoso guard silencio contentndose con sonrer bondadosamente.

    Blanca continu diciendo:

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    -Supongo que ya estar U. preparando esos esplndidos sermones, que el ao pasado lehan valido la reputacin del primer predicador de la ciudad ms religiosa de Amrica.

    -Algo se hace -contest con modestia el seor Venturoso.

    -Y qu le parecen estas esquelas que pienso pasar a todos mis amigos? -Y cogiendo unade las esquelas presentola mirando con inters el semblante del seor Venturoso.

    Este se coloc los anteojos y ley la esquela cuyo objeto era invitar a sus amigos paraque asistieran a las distribuciones y a la fiesta del mes de Mara.

    La esquela traa una notita que deca: "La presidenta, seora Blanca Sol de Rubio,recibir en la puerta las limosnas que sus amigos quieran darle".

    Esta nota, era una de las extravagancias de Blanca.

    El seor Venturoso devolvi la esquela diciendo:

    -No me parece mal. Ya sabes que todo lo que contribuya a dar mayor realce al culto deMara, alcanza siempre mi aprobacin.

    -Yo espero que con estas esquelas, obtendremos la concurrencia de todo lo ms selectode la sociedad masculina; porque es preciso que sepa U. que he determinado, que al que noconcurra al Mes de Mara a darnos una limosna, no lo invitar jams a mis tertuliassemanales, que como U. sabe, gozan de gran prestigio entre la juventud distinguida.

    -Oh! esta es una medida atrevida -dijo sonriendo con dulzura el seor Venturoso.

    -Es que las seoras necesitamos de todos estos artificios para atraer a los hombres alculto.

    -Es verdad. Qu sera de nuestras ceremonias religiosas sin las mujeres? -exclam conamargura el seor Venturoso.

    -S, mi padre. Y este ao espero qu no se quejar U. de nosotras.

    -No, hija ma, nunca me he quejado de la religiosidad de la mujer limea.

    -Oh! es increble el tiempo que nos quitan todos estos preparativos. Yo hace ms decinco das que no recibo visitas, ni veo a mis hijos, ni atiendo a mi casa, ocupada slo en loque es preciso hacer para celebrar el Mes de Mara.

    -Te perdono lo de no recibir visitas, en cuanto a desatender a tus hijos, y tus deberes demadre de familia, te lo repruebo enrgicamente.

    -Qu quiere U. mi padre! En Lima no hay de quien valerse, y si personalmente nohacemos estas cosas, nos exponemos a quedar desairadamente. Pastillas, escapularios,

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    medallitas, nada he economizado; adems el da de la fiesta habr tambin muchas floresque caern de la cpula del templo en el momento de alzar. Mezquindades! yo no laspuedo sufrir. A propsito ha visto U. el manto que le he regalado a la Virgen? Quinientossoles me ha costado! yo pensaba ponrselo desde el primer da; pero me aconsejan que loguarde para el da de la fiesta, y le viene muy bien a la Virgen estrenar manto nuevo ese

    da. Me dicen que U. lo ha aplaudido mucho, de lo que estoy muy satisfecha.El seor Venturoso no pareca muy complacido con la vanidosa charla de la seora

    Rubio, y guardaba silencio. Ella continu: -Y tengo esperanzas de hacer muchas otras cosasms: ya ver U. Todos mis amigos me conocen que soy muy devota de la Virgen y me hanofrecido ir todas lar noches que yo me siente a la mesa, y segura estoy que hasta librasesterlinas veremos lucir en el azafate. Qu vergenza debe ser lo que le pas a la seoraMargarita L... no le parece seor Venturoso?

    -Qu cosa? No s a que aludes.

    -Cmo! No se acuerda U.? Que el ao pasado la primera noche que ella pidi en lamesa no recogi sino dos soles y siete centavos. Ese s que debe ser chasco pesado Desdeentonces hemos tomado la medida de comprometer a nuestros amigos la noche que nos tocapedir: as que, la que ms amigos generosos cuenta, es la que sale ms lucida en su limosna.

    -Triste situacin a la que hemos llegado! -exclam con amargura el seor Venturoso.

    -Cierto, muy triste. Los hombres no creen ya en nada, y cuando en los crculos deconfianza se habla de religin, hacen chacota y befa de todo.

    -Desgraciados! No quieren tener ningn freno a sus pasiones!

    -La noche pasada me hicieron renegar a m hasta que los hice callar a todos, enojndomemuy seriamente.

    -No consientas jams discusiones religiosas en tus salones, no olvides este consejo mo.

    -Yo? Vaya! U. no me conoce mi padre, por poco el bastn de Rubio le fue a uno deellos por la cabeza; con que haba de sufrir yo herejas! No se dir jams que en la casa dela seora de Rubio se habl mal de los sacerdotes ni de los templos.

    -Dios te conserve en su santa gracia.

    -Gracias mi padre -contest ella con aire distrado y nada contrito.

    Se cambi de conversacin; se habl de lo poco concurridas que son en verano lasfiestas de las Iglesias.

    Ahora tomarn su fisonoma de Invierno: la emigracin de la aristocracia convierte en elVerano los templos en aglomeraciones de chusma, que despiden olor nauseabundo; por estarazn la seora de Rubio no iba en Verano sino a misa.

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    El seor Venturoso era lo que llamamos un buen sacerdote: moral, ilustrado, cumplidor

    de su deber, y aunque tal vez en el curso de esta historia no volveremos a encontrarlo;preciso es que conste, que si transiga bondadosamente con las vanidosas prcticas de lareligiosidad de la seora de Rubio; era porque comprenda que para corregirla haba llegado

    l demasiado tarde. Largo tiempo fue el confesor de Blanca; hasta que ella le dej por "serdemasiado severo, y a ms el confesor no debe ser amigo de la casa" Blanca busc unconfesor elegante, joven, que comprendiera que una mujer de su clase no puede dejar deasistir escotada a un baile de etiqueta ni dejar de ir al teatro a or "La Mascotta" y"Boccaccio"

    - VII -

    -Yo soy una inquilina de la casa de... as deca llorando en presencia de Blanca unainfeliz mujer, de enfermizo y demarcado aspecto.

    -Ah! s, y hace tres meses que no me paga U.

    -Me han arrojado de la casa y han puesto candado a mis habitaciones...

    -Y qu quiere U. que haga?

    -Estoy enferma. Todos los das arrojo sangre por la boca. Tengo tres hijos, soy viuda...

    -Es muy triste la situacin de U. pero...

    -Seora tenga U. compasin de m -exclam la mujer con desesperacin.

    Blanca estaba verdaderamente enternecida, y endulzando el acento de su voz, djole.

    No se aflija U. yo procurare conseguirle un cuarto en un hospicio de pobres.

    -Ah, seora Dios la bendecir! Y qu es necesario hacer para merecer ese beneficio?

    -Lo primero que necesita U. hacer, es pedirle a su confesor un comprobante con el cualpueda U. acreditar que frecuenta sacramentos y vive bajo la direccin de un padre deespritu.

    La mujer palideci visiblemente.

    -Es esto indispensable? -pregunt angustiada.

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    -Si U. no se confiesa ni comulga todos los meses no espere U. de m proteccin ninguna.

    -Ah seora! El confesar y comulgar es un lujo que no podemos darnos los pobres! -exclam la infeliz con profunda amargura.

    -Y qu piensa U? Una mujer que no es virtuosa no merece nuestro inters -dijo laseora Rubio con aspereza.

    -Yo bien quisiera, seora, confesar y comulgar como lo hacen los ricos y la gentedesocupada; pero Dios mo! tengo tres hijos, el menor tiene slo dos aos, mi hija mayor,que es linda, tiene perseguidores que atisban mis salidas para dirigirle seductoras palabras.Quin cuidar de ellos mientras voy yo a la Iglesia?

    -Oh! entonces renuncie U. a vivir en ningn Hospicio de pobres.

    Despus de este dilogo, Blanca despidi a la desgraciada mujer, y mirando al relojlevantose precipitadamente diciendo:

    -Las dos de la tarde! Y la novena de Nuestra Seora de las Lgrimas habr yaprincipiado en San Pedro!...

    Mientras se vesta apresuradamente hablaba consigo misma:

    -Esta gente cree que los ricos tenemos obligacin de darles todo. Qu sera de nosotrossi a los gastos indispensables, agregramos el dficit de lo que los pobres no puedenpagarnos. Lucidos quedaramos! Y yo que en los preparativos para las distribuciones y lagran fiesta del Mes de Mara, llevo gastados cerca de tres mil soles... Bah, no quieropensar en esto!...

    Y dirigindose a Faustina la dijo:

    -Apresrate a vestirme, quiero salir a las dos en punto.

    -Va la seorita a San Pedro?

    -S, pero antes ir donde madama Cher.

    -Qu vestido quiere U. ponerse?

    -Scame el ms oscuro de todos el... ah! Olvidaba que antes debo rezar el rosario que elseor me dio en penitencia; pero... puedo ir rezando y vistindome. Reza, Gloria al padre,gloria al Hijo, gloria... Dime; descosiste los encajes de Chantilly de mi vestido color perla?

    -S seorita aqu estn.

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    -Padre nuestro que estas en los cielos, santificado... Quin creera que en todo Lima nohaya encajes ms ricos que esos... Venga a nos tu reino... hgase tu voluntad, y tendr quellevar encajes que va me han visto... as en la tierra como en el cielo... Mucho me temo quemadama Cher se guarde parte del encaje... Si tal cosa hiciera la estrangulara, buena estoyyo para robos! Y perdnanos nuestras deudas as como nosotros perdonamos. Scome la

    mantilla de encajes: Quiz ver a Alcides!... y no nos dejes caer en la tentacin mslbranos de... Vaya! estoy tan preocupada que no puedo rezar mi rosario. Lo rezar en SanPedro.

    Al tenor de este rosario eran las devociones de la seora de Rubio.

    Ella, tan inteligente, tan viva, tan aguda en los salones en materia religiosa cumpla susprcticas con deplorable ignorancia y risible ligereza.

    Verdad es, que importbale muy poco el fondo moral o los elevados principios quepudiera encontrar en su religin; ella se deca devota, por vanidad, por lujo porque de estasuerte encontraba ocasiones de lucir, de ir, de venir, de disipar el hasto que embargara suespritu en las horas que no eran de visitas ni de recepciones.

    Y luego, haba tantas hermandades de las que ella tena a honra ser la presidenta, ytambin era protectora de algunos conventos, donde las buenas monjitas, hablaban de lavirtud y la religiosidad de la seora de Rubio, con el mismo entusiasmo con que en el Clubde la Unin, comentaban los jvenes elegantes, las coqueteras y los escndalos de BlancaSol.

    Tambin por inspiraciones de su esposa, D. Serafn, lleg a ser muy dado a las prcticasreligiosas, del culto externo; y para complacerla, presentbase en las procesiones de SantaRosa y en las de Corpus, muy peripuesto y currutaco, llevando el Gion o algn estandartede cofrada.

    Los jvenes que se precian de liberales, lo miraban con desprecio, endilgndole algunasstiras burlescas, con las que heran, no las creencias religiosas de D. Serafn; pero si algoms delicado y tambin ms sagrado: su honor y el de su esposa.

    Y aunque muy poco se cuidaba ella de la opinin pblica, estaba bien lejos deimaginarse, que sus alardes y ostentaciones religiosas, eran nada ms que oportunidadespara que la maledicencia la hiriera.

    Y por lo mismo que esta devocin casi inconsciente y poco moralizadora, influyedbilmente en el corazn de la mujer; no nos ocuparemos de ella sino accidentalmente,como cosa superficial y sin importancia alguna en la vida de la seora de Rubio.

    Asistir a un baile con el mismo entusiasmo que a una fiesta religiosa; instituirsepresidenta y colectora de una obra de caridad u organizadora de un baile de fantasa; erantodas cosas que ella miraba por una sola faz, sta era la de la vanidad.

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    Dejremos, pues, a Blanca dada al misticismo vanidoso de la mujer mundana, con elmismo fervor que a los devaneos de sus locas coqueteras.

    - VIII -

    Un da ocurriole a Blanca meditar sobre que D. Serafn desempeaba papel demasiadoinsignificante y azs oscuro, al lado de los altos personajes y eminentes magistrados conquienes diariamente rolaba, sintiendo reflejarse en ella, la pequeez de su esposo.

    -Y por qu mi marido no ha de ser como cualquiera de ellos? -se dijo a s misma, conesa su antojadiza voluntad, que ella acostumbraba imponer no slo a las personas, sinotambin a los acontecimientos.

    Estaba cansada de or llamarle seor Rubio, limpio y pelado, ni ms ni menos que elprimer quidam que se presentara, en tanto que a su lado se pavoneaban Ministros, Vocales,Generales... Vaya! Qu desgracia vivir en Repblica, que de otra suerte ella haba de serCondesa, Duquesa, o algo mejor. Ser la esposa de D. Serafn, de un don nadie, que ensociedad vala tanto como el primero que llegaba a su casa!... Qu importaban sus propiosmritos y valimientos, si llegada cierta situacin, era fuerza cederle el puesto de preferenciaa la esposa del Ministro, del Presidente, o a otra que ocupara rango ms elevado ensociedad?

    Su orgullo, su vanidad de reina de los salones, sentanse lastimados y ese da ellaresolvi con enrgica resolucin que D. Serafn sera Ministro de... Aqu lleg el puntodifcil de resolver, atendidas las aptitudes de su esposo.

    A pesar de sus extravagancias, sus fantasas y caprichos; Blanca posea el criterionecesario para valorizar los mritos y cualidades de su amoroso esposo, y si como tal, lereconoca altas cualidades, no se le ocultaba que stas eran nulas ocupando la curulministerial.

    Pero sera acaso D. Serafn el primer Ministro que brillara por ausencia intelectual ycarencia de aptitudes polticas? Bah! l sera Ministro y ya vera como se las haba decomponer.

    Una hora despus Blanca, decale al pacfico D. Serafn, con tono carioso muy pocasveces usado:

    -Mira Rubio, tengo un gran proyecto.

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    -Cul -pregunt l, algo alarmado, comprendiendo que los grandes proyectos de suesposa, iban siempre dirigidos contra sus caudales.

    -Quiero que tu seas Ministro.

    -Ministro yo? -observ l asombrado y casi espantado por tal ocurrencia.-S, t, y por qu no? Vales t acaso menos que otros muchos que lo han sido?

    -Djate de proyectos disparatados -dijo l desechando la idea de su esposa.

    -Pues te aseguro que no desistir de mi proyecto y que t sers Ministro muy pronto.

    Te imaginas, acaso, poder mandar hacer Ministros con la misma facilidad con quemandas hacer vestidos donde tu modista? dijo D. Serafn riendo.

    -Y que dirs cuando seas Ministro por mi voluntad y mis influencias?

    -Cuentas tal vez con influencias para m desconocidas? -pregunt l sin poder ocultarsus celosos temores.

    -Bah! Cundo he querido yo algo y no lo he conseguido?

    -Desiste de tus descabellados proyectos, ellos no haran ms que perjudicarme si serealizaran.

    -No comprendo... observ Blanca.

    -S, indudablemente, un Ministerio me absorbera tiempo y atenciones necesarias a misintereses los que, da a da van menoscabndose con espantosa rapidez.

    -Djate de clculos mezquinos; un Ministerio puede enriquecerte como a muchos otros.

    Y Blanca sin desistir un momento de su idea, prometiose a s misma, que su esposo seraMinistro, o cosa semejante con o sin su gusto.

    Pensando y meditando concluy por dilucidar cul Ministerio cuadraba mejor con lasaptitudes y disposiciones de D. Serafn; Blanca no trepid en decidirse por el de Justicia.Pero aqu se present otra dificultad casi insalvable. Para que D. Serafn llegara a estepuesto designado por ella; era necesario que cayera el actual Ministro, y no poda caerestando en buen predicamento con el Jefe del Estado sino por un cambio total de todo elMinisterio, quiz un conflicto entre los Ministros y las Cmaras que a la sazn funcionaban.Era preciso conmover las cumbres del poder y dar lugar a que surgieran dificultades, cuyoresultado fuera la renuncia de todo el Ministerio... Un trastorno, un conflicto en la altapoltica...

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    Pues todo esto sucedi, sin ms causa sin ms motor, que la voluntad y el querer deBlanca Sol.

    Un mes solamente haca, desde el da que Blanca se propuso realizar el raro capricho deser esposa de Ministro, cuando un da D. Serafn, muy lejos de esperar tal sorpresa,

    encontrose sin ms ni ms con su nombramiento entre las manos.Cmo realiz su atrevido y valiente proyecto?

    Bien quisiera entrar en detalles, no fuera ms que para poner en relieve, mejor que enotra ocasin, el carcter de la seora de Rubio; pero con gran pena desisto de este intento,en el temor de extraviarme en el intrincado ddalo de la poltica, de la que con cuidado yestudiosamente debo huir.

    Que la belleza, el amor, la amistad, desempearon su cometido; en esa danza macabrade las influencias polticas, lo comprendern mejor que otros los lectores peruanos. Comoen la legin de adoradores y esperanzados, que rodeaban a la seora de Rubio, habandiputados, senadores, ministros, jueces, periodistas, y todos estos poderosos fueron otrostantos elementos que ella muy astutamente puso en juego para conseguir que a D. Serafn loconsideraran, insinundolo como ministro posible primero, como ministro probable enseguida, y como ministro verdadero al fin, el juego de influencias y empeos fuemaestramente desempeado.

    En puridad de verdad, dir que el seor Rubio desempe el Ministerio, con plausiblehonradez, con juicio recto y hasta con innovaciones provechosas en el ramo de su gobierno,captndose la admiracin, no slo de sus amigos, sino aun de los que en el primermomento, miraron su nombramiento con indignacin y desprecio, considerndole hechurade faldas, segn el decir de las lenguaraces.

    D. Serafn, preciso es que conste, era todo un caballero, limpio de manchas y muydelicado en su proceder.

    En esta circunstancia, como en otras muchas de su vida, sus honradas intenciones,suplieron la escasez de su inteligencia.

    Desgraciadamente, las ambiciones de Blanca no se detuvieron aqu, y cuando vio que D.Serafn desempe el Ministerio con el aplauso general de sus amigos, y hasta mereciendoque algunos peridicos le endilgaran calificativos tan honrosos como el de estadista,hombre pblico y dems palabritas de cajn, con las que suelen adular los peridicosgobiernistas a sus cofrades, cuando vio todo esto, aspir a algo ms, y medit en que D.Serafn bien podra llegar a ocupar puesto ms alto. Vocal de la Corte Suprema o Presidentede la Repblica.

    -Y por qu no? -se deca a s misma-. Si tantos otros tan ineptos como mi marido yadems pcaros, han llegado hasta la silla presidencial por qu l que es un caballero y muyhonrado, (y esta palabra la acentuaba como si esa fuera entre nosotros cualidadextraordinaria) no ha de llegar all?

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    Luego pens que en el Per, todas las anomalas son, en el terreno de la poltica, hechos

    ordinarios.

    Hasta es posible -deca- que aqu se le de la Presidencia de la Repblica, en tiempo de

    guerra a un seminarista fantico y en tiempo de paz a un soldado valiente. (Cualquiera diraque desde aquella poca la seora de Rubio adivinaba lo que haba de acontecernos.)

    Pues si todas las anomalas han de realizarse en el Per, ella pondra en prctica una queno seria de las mayores, y esta no sera otra, que ver a D. Serafn, llevando la bandapresidencial de la Repblica. Y sus vanidosas ambiciones sentanse hondamente halagadascon tan bella ilusin, y ya imaginbase verse entrando triunfalmente al vetusto palacio deGobierno en compaa de D. Serafn (al pensar en esta compaa, haca ella un mohn dedisgusto).

    Por aquella poca no muy lejana a la nuestra, era ms difcil que hoy, llegar al altopuesto que Blanca le designaba a su esposo.

    Para desempear la Vocala de la Suprema, Blanca tena en cuenta que su esposo eradoctor en Leyes. El padre de D. Serafn obligolo a estudiar los cdigos, asegurndole queall se conocen los subterfugios y las tretas de que se valen los pcaros y trampistas.

    Y mientras ella acariciaba locamente estos proyectos, la envidia de las mujeres, y lamaledicencia de los hombres, formando a su alrededor como un crculo de hierro, ibanestrechndola ms y ms.

    Ancdotas y chascarrillos sin fin, amenizaban las desocupadas horas de los que llegarona conocer sus pretensiones de llevar a su esposo a la Presidencia de la Repblica.

    D. Serafn el intachable Ministro, el cumplido caballero era el blanco de las stiras delos maldicientes y desocupados.

    No sala mejor librado el honor de la seora de Rubio, en esta cruzada contra susambiciosas pretensiones. Los unos dbanle por amantes altos personajes de la escalapoltica de aquella poca, con cuyo apoyo contaba para realizar sus descabellados planes:otros decan que Alcides Lescanti, un joven a la moda, conocido por ser del nmero de susadoradores, era el dueo de tan codiciado tesoro.

    As, pues, la maledicencia que se ensaaba contra la reputacin de la seora de Rubio,era el resultado, fatal e inexplicable, no de sus verdaderas faltas e infidelidades, sino msbien, de su despreocupacin, y atrevida desenvoltura para cuidarse del qu dirn: esa manoinvisible de la opinin pblica, que tantas veces hiere, ciega y estpidamente.

    No faltaba quien buscara y hallara, saltantes y semejanzas entre sus hijos y sus supuestosamantes. Y por entonces ella tena ya seis hijos! Uno por barba -decan- Mentira! Loshijos de Blanca, por desgracia de ellos, eran extraordinariamente parecidos a D. Serafn, esdecir, eran feos, trigueos y regordetes.

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    Sera esta la causa por qu, Blanca, era madre tan poco cariosa para ellos?

    - IX -

    Alcides Lescanti, como su apellido lo demuestra, llevaba en sus venas sangre italiana,sin dejar por esto de ser tipo esencialmente americano.

    El padre de Alcides, fue uno de los muchos italianos, que han arribado a nuestras playas,sin ms elementos de fortuna, que sus hbitos de trabajo, su excesiva frugalidad, y suextraordinaria economa.

    Sus primeros trabajos, los hizo en uno de los asientos mineros del Cerro de Pasco. Allcontrajo matrimonio con una de esas jvenes, que si confiesan llevar sangre indgena, espor que pueden probar, que fue la mismsima que circul por las venas del gran Huaina-Capac.

    Cansado de la vida de pen minero, que le cupo llevar en el Cerro de Pasco, dirigiose aLima, para explotar la ms rica mina, que por anttesis han hallado en el Per, los hijos dela artstica Italia; las pulperas.

    La Nacin modelo, la maestra inimitable de las bellas artes, donde los pintores, losmsicos, los escultores, son hoy todava, como en la antigua Grecia, los modelos perfectosdel arte; est no sabemos por qu, representada en el Per por la inmensa mayora deitalianos pulperos, que viven entre la manteca, el petrleo y otros malolientes objetos, queforman el conjunto de su comercio.

    En honor de la verdad y de nuestras liberales costumbres, diremos, que, a pesar de estepasado azs, prosaico, todos damos buena acogida a los que, debido a su honradez y suconstancia en el trabajo, hanse levantado desde la condicin de mseros pulperos obuhoneros, hasta la de grandes seores, no solamente de nuestra elegante sociedad, sinotambin de la aristocrtica sociedad de su patria, donde han necesitado un ttulo comprado,para tener derecho de rolar con las clases nobles: derecho que nosotros les concedemos, sinms ttulo que su honradez y su fortuna.

    Cuando Alcides vino del Cerro de Pasco a Lima, en compaa de su padre, contaba yadoce aos; de aqu pas a estudiar a un colegio de Pars, donde como la mayor parte de losjvenes, enviados a Europa, estudi poco y mal.

    A la muerte del padre de familia, Alcides como hijo primognito, se vio en la duranecesidad de suspender sus estudios, para venir a manejar la inmensa fortuna del Sgnore

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    Lescanti. Aqu opt por seguir la carrera de abogado, que le facilitara el manejo de loscomplicados negocios en que giraba la casa de Lescanti y C.a

    Este nacimiento y esta educacin dieron al joven Alcides, el sello que slo poseen esasorganizaciones vigorosas, que han debido la vida en medio de una naturaleza prdiga de

    todos los elementos que la fortifican y vigorizan.Su color moreno, pareca teido con los abrasadores rayos del sol americano, y sus ojos

    de un negro profundo; dirase que retrataban las abruptas montaas que cobijaron su cuna.

    Su carcter bien acentuado, manifestaba la mezcla felicsima del italiano con elamericano del Sur.

    La pasin arrebatada del romano y el sentimentalismo idealista del hombre nacido enestos templados climas, disputbanse en dulce consorcio, el dominio de su alma.

    Era franco, expansivo, afectuoso, pero llegada la ocasin, saba tambin ser astuto,maoso, llevando la sutileza de sus ardides, hasta un extremo que no era dable suponer.

    En el momento que lo presentamos, frisaba gallardamente en sus treinta y cinco aos, yya algunas hebras de plata, brillaban sobre su frente.

    De apuesta figura, y disponiendo de inmensa fortuna; fcil es comprender, que Alcidesbebiera a grandes tragos, en la copa que Venus brinda a los favorecidos de la fortuna.

    No obstante, haba llegado a sus treinta y cinco aos, con el corazn lleno de bros y elalma llena de ilusiones.

    Es que, en su papel de cazador de alto rango, jams descendi a las esferas sociales enlas que el hombre se pierde entre zarzales y se hunde en los pantanos, dejando all, las msbellas ilusiones de su alma, los ms nobles sentimientos de su corazn y toda la fuerza virilde en cuerpo.

    A los treinta aos, Alcides Lescanti se haba batido con dos maridos celosos -por celosinjustos- deca l riendo, aludiendo sin duda a que, de los dos amantes, l era el que menoshaba amado; pero si un hombre tiene derecho a matar al que le roba el amor de su esposa,esos maridos debieron matar al joven Lescanti.

    A los treinta aos, haba desdeado a dos nias hermosas, la primera por encontrarlademasiado vulgar, demasiado prosaica, e incapaz de levantarse a las elevadas regionesdonde l comprenda que deban vivir los enamorados; a la segunda, porque saba hablarlemuy bien de finanzas y muy mal de ilusiones.

    Algunas veces riendo, sola decir, que en los jardines sociales, l slo cazaba avescanoras de lindo plumaje, sin descender jams, donde slo descienden cazadores de bajaralea, en pos de animales inmundos, que se alimentan de las putrefacciones sociales.

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    Alcides era, lo que podramos llamar un epicreo perfeccionado, con todos losrefinamientos y exigencias del epicreo, unidas al ms elevado sentimentalismo.

    Un goloso del amor, que quera alimentarse con manjares escogidos.

    De todos los discpulos de Epicuro, esta secta es la ms peligrosa para los maridos.Con el triple atractivo de su hermosa figura, su gran fortuna y su bello carcter; haba

    sido por largo tiempo el Len de la mejor sociedad limea.

    Sin embargo, de poco tiempo a esa parte, sin que nadie pudiera explicarse la causa,veasele, retirarse aislandose cada da ms, como si alguna profunda pena, le trajeracontrariado y abatido.

    Una sola casa, frecuent desde entonces con asiduo empeo: esta era la de Blanca.

    Sus amigos creyendo columbrar los primeros sntomas de una gran pasin, que veancrecer con alarmantes proporciones; mucho ms alarmantes, para los que conocan elcorazn de la seora Rubio, poco sensible al amor, y siempre inclinada a la ms irritantevolubilidad; sus amigos, aconsejbanle que huyera prudentemente, de sta, que ellos temanpudiera convertirse en inmensa pasin, y a la que l no quera dar ms importancia, que unode los muchos amoros que amenizaban su vida.

    Algunas veces sola decirles:

    -No os alarmis, amigos mos, estoy acostumbrado a domar muchos caballos bravos ymuchas mujeres coquetas.

    Entre las bellas cualidades que adornaban al joven Lescanti, y que todos, amigos yenemigos le reconocan, siendo stas sin duda las que le daban faz simptica a los ojos delsexo dbil, mencionaremos su patriotismo y su valor. Y estas cualidades que tantoapasionan a las mujeres, eran en l como la aureola de su personalidad, por otros ttulos yamuy estimables.

    Alcides haba desempeado altos y honrosos puestos, como la Alcalda de laMunicipalidad de Lima y la direccin de la Sociedad de Beneficencia, alcanzando siempreel aplauso de propios y extraos, por su honrado comportamiento.

    Apoyado en tan meritorios antecedentes, l acariciaba secretamente, la halagadoraesperanza de subir muy alto, el da que lanzara su candidatura en la arena poltica paraconquistar el prim