BRUMARIO Nº 1 NOV - DIC 2009

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    BRUMARIO N 1 NOV dic 2009CUADERNOS DE PENSAMIENTO

    Ansaldi CONVIENE O NO CONVIENE INVOCAR AL GENIO DE LA LAMPARA?Galafassi ESTUDIOS CONTEMPORNEOS SOBRE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES. ALGUNAS REFLEXIONESCABRAL LA EXPRESIVIDAD DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN AMERICA LATINAOrazi CONSTRUCCIONES SOCIALES: UNA LINEA INVISIBLE ENTRE MEXICO Y ESTADOS UNIDOS. Roura DEL CONSEJO AL CONSENSO: PENSANDO EL LIDERAZGO BRASILEO EN LA REGINGHiggino LAS RELACIONES ARGENTINO-BRASILEAS: como SE FUE GESTANDO EL MERCOSURGuzmn Ruata LA (IN) VISIBILIZACION EN EL DISCURSO DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIN MASIVABussilli LA REPUBLICA POPULAR CHINA Y SU ORIGENGonzlez LA DELGADA LINEA DE LA REALIDAD: El entenado de Juan Jos saerBazn Adelanto de tesis: la ENERGIA MUNDIAL: EL DOMINIO DE LOS HIDROCARBUROS Gramsci LA ESTRUCTURA DE LOS PARTIDOS EN LOS PERIODOS DE CRISIS ORGANICA.

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    Brumario cuadernos de pensamientoRevista electrnica de ciencias sociales - issn 1853-0362

    Direccin postal: Pedro de Ledesma 2393 - Crdoba - Argentina

    Direccin electrnica:[email protected]

    Director

    ROMULO MONTES

    Consejo editorial

    DRA. MARTA PHILP (CEA UNC)

    LIC. GEORGINA TAVELLA (UES21)

    LIC FRANCISCO VIALE LINARES (UCC)

    LIC. ROMULO MONTES (UES21 UNQ)

    Comit Acadmico Evaluador externo

    DRA. MARIA CECILIA CARO (UCC - UES21)

    DRA. ANA FASS (UCC UES21)

    DR. EDUARDO BOLOGNA - (CEA UNC - UCC)

    DR. JAVIER MOYANO (CEA UNC)

    MGTR. BELEN MENDE (UES21 UCC)

    MGTR. IGNACIO LIENDO (UCC UNLaR)

    MGTR JUAN PABLO CABAS (UES21 UCC)

    MGTR LUISA DEL VALLE TILLERO SALAZAR (UES21)

    MGTR MARIELA MASIH (UNC)

    LIC. ANDREA BRITEZ SILVEYRA (UES21)

    LIC. AURORA ROMERO (UES21)

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    INDICE

    Presentacin.........4

    Introduccin.5

    Ansaldi.....6

    Galafassi.....25

    Cabral.....39

    Orazi....50Roura...58

    Ghiggino......71

    Guzmn...78

    Bussilli......86

    Gonzlez.......95Bazn..100

    Gramsci..113

    Reseas119

    Congresos123

    Normas y Convocatoria.125

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    PRESENTACION EDITORIAL

    Brumario, el nombre de nuestra revista, constituye nuestro pequeo homenaje a lavoluntad de transformacin de los revolucionarios franceses. Homenaje a esos hombres,que en la descomunal tarea de llevar a Francia hacia el futuro, clausuraban su pasado ymodificaban la forma de medir su tiempo presente.

    Honramos la magnitud de la empresa, admiramos su audacia y saludamos que susfracasos se hayan convertido en semillas de libertad.

    Brumario es una revista de ciencias sociales, un cuaderno cuyos confines son el hombrey su devenir. Nuestros limites?, Cules son los limites de la ciencia?, bueno, esas sonlas fronteras de nuestra mirada y esas sern las aduanas de nuestro indagar acadmico.

    Iniciamos este camino con espritu renacentista, queremos indagar, tenemos soloincertidumbres, el fin del siglo veinte nos ha dejado sin certezas, es as que en nuestraspginas buscaremos la sana confrontacin que hace crecer a la ciencia, ahondaremos enel honesto debate que clarifique y nos abriremos a los aportes honestos a las ciencias delhombre.

    Brumario, no ser la tribuna de ninguna doctrina o ideologa que respire por lostotalitarismos, somos absolutamente democrticos y contrarios a la intolerancia, a losodios, al racismo y a las diferencias. No aceptamos ningn tipo de superioridad, racial,mental o cultural. Para nosotros el hombre es uno solo y una sola su aventura.

    Sabemos que los tiempos corren veloces, desdibujando al hombre y sus tareas. Nosimpondremos la pausa y la reflexin critica, mas no somos intelectuales aspticos y sincompromiso, desechamos desde ya la torre medieval y bajamos a la realidad social conla actitud militante de aportar en la transformacin del mundo.

    El siglo que corre necesita de las ciencias sociales, estamos en emergencia, nos inquietael cierre del programa ilustrado, nos abruma tanta tecnologa deshumanizada, nosasfixia tanta desigualdad y nos paraliza tanta indiferencia. Estamos convencidos quesern las ciencias sociales las que aporten las ideas y los conocimientos que permitancimentar un nuevo proyecto humanista.

    No somos idealistas, no somos puros, pero adherimos a las sanas utopas y como en las

    barricadas de Paris, seremos realistas pediremos lo imposible.

    Felix qui potuit rerum cognoscere causas 1

    1Feliz el hombre que est capacitado para descubrir las causas de las cosas, en Publio Virgilio

    Marn, Las Georgicas libro II, verso 490.

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    Este numero esta dedicado al maestro Waldo Ansaldi.

    Cuando entrevistamos al maestro Ansaldi, aqu en Crdoba en el ao 2008

    y le contamos del proyecto Brumario, generosamente nos ofreci una serie

    de artculos de su autora para que eligiramos, tanto de la base online de

    la UDHISALUBA, como de los archivos que se utilizan comobibliografa en sus cursos de Posgrado.

    En aras de la sorpresa nada le informamos que el primer nmero era en su

    homenaje. La nica condicin que puso el maestro para su apoyo y

    colaboracin fue que le hiciramos llegar un ejemplar.

    Para los que hemos sido sus alumnos y discpulos, es un honor y un deber

    el reconocimiento a este gran formador de cientficos sociales

    latinoamericanos.

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    Teora polticaCONVIENE O NO CONVIENE INVOCAR AL GENIO DE LA LAMPARA?

    El uso de las categoras analticas gramscianas en el anlisis de la historia de las

    sociedades latinoamericanas (1)

    Waldo Ansaldo(2)

    A Pancho Aric, amigo, maestro, inconmensurablemente generoso.In memoriam.

    GRAMSCI Y LA HISTORIAPoco antes de su muerte, Antonio Gramsci escribe a su hijo mayor, Delio, una breve,hermosa carta en la que dice: "Yo creo que la historia te gusta (...) porque atae a loshombres vivos y todo lo que atae a los hombres, al mayor nmero posible de hombres,

    a todos los hombres del mundo en cuanto se unen entre s en sociedad y trabajan yluchan y se mejoran a s mismos, no puede no gustarte ms que cualquier otra cosa"(LC, 253).(3)

    Este inters por la historia que Gramsci percibe en el pequeo Delio es tambin autopercepcin y expresin de cunto l mismo busca en ella. Incidentalmente, unhistoriador profesional no puede dejar de apreciar la fuerte coincidencia con laafirmacin de Lucien Febvre, para quien la historia es el estudio de los hombres ensociedad. Pero no es del caso ocuparse de ella aqu. S, plantear cmo y por quGramsci se interesa por la historia y, sobre todo, qu, cunto y cmo puede utilizarse desu utillaje para un mejor anlisis de la historia de las sociedades latinoamericanas.

    La reflexin del gran sardo se inscribe, en este punto, en un doble debate: contra elfatalismo economicista de Karl Kautsky y de Nikolai Bujarin y contra el idealismo deBenedetto Croce y de Georges Sorel. En tal contienda ideolgica, Gramsci plantea larelacin dialctica entre pasado y presente un tema familiar para quienes conocen aMarc Bloch, Fernand Braudel, Edward Carr, entre otros grandes historiadores y seubica en un plano inequvoco: "La historia me interesa por razones 'polticas', noobjetivas" (QC, III: 1723), es decir, como medio de conocimiento del presente que hayque transformar. En esta lnea, "Si escribir historia significa hacer historia del presente,un gran libro de historia es aquel que en el presente ayuda a las fuerzas en desarrollo a

    ser ms conscientes de s mismas y, por tanto, ms concretamente activas" (QC, III:19831984).

    Ms an: "Si el poltico es un historiador (no slo en el sentido de que hace historia,sino en el sentido de que operando en el presente interpreta el pasado), el historiador esun poltico y, en este sentido (...) la historia es siempre historia contempornea, es decir,poltica" (QC, II: 1242). Esta, la poltica, a su vez, es entendida como "historia en acto"(PP, 67).

    Ahora bien: la recurrencia a la historia no significa que sta sea la nica explicacin deuna sociedad. Para Gramsci, una sociedad se estudia articulando tres elementos

    constitutivos: la economa, la poltica y la filosofa. Cada uno de ellos da cuenta de un

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    fenmeno central: la economa, del valor; la poltica, de la "relacin entre el Estado y lasociedad civil"; la filosofa, de la praxis, "o sea, de la relacin entre la voluntad humana(superestructura) y la estructura econmica" (MH, 97; CC, 3: 158). Por otra parte, "debehaber, en los principios tericos, convertibilidad de la una a la otra, traduccin recproca

    al propio lenguaje especfico de cada elemento constitutivo: uno se halla implcito en elotro, y todos juntos forman un crculo homogneo" (MH, 97; CC, 2: 184185 y 4: 337).

    Luciano Gallino ha sealado que esta concepcin ternaria suele convertirse encuaternaria cuando Gramsci aade como "elemento constitutivo" a la historia, aunque,en rigor, para ste la historia real es "el sujeto primero de las ciencias sociales: lasociedad nunca es estudiada como sujeto genrico, sino como producto formadohistricamente" (Gallino, 1972: 10). Ms an: para Gramsci, la ciencia unitaria de losfenmenos sociales es la ciencia de la poltica, la que engloba a las otras cienciassociales. Es que, para l, la poltica no se reduce al mbito del Estado y de los partidos,sino que debe ser objeto de anlisis en todos los niveles; como dice Eric Hobsbawm,

    Gramsci propone que el "anlisis sociolgico debe ser reformulado como poltica, valedecir, en los trminos de accin para cambiar el mundo y no nicamente parainterpretarlo. De esto se deriva que la poltica no es slo instrumental. No essimplemente un medio para alcanzar un fin distinto de ella" (Hobsbawm, 1978: 22). O,si se prefiere, segn el propio Gramsci: "Todo es poltica, incluso la filosofa o lasfilosofas, y la nica 'filosofa' es la historia en accin, es decir, la vida misma" (MH, 91;CC, 3: 173174). Pero "la vida no se desarrolla homogneamente; se desarrolla encambio por avances parciales, de punta; se desarrolla, por as decirlo, por crecimiento'piramidal'" (PP, 175). El conjunto de las relaciones sociales es contradictorio y, porello, tambin lo es la conciencia de los hombres. Encontramos esta contradiccin "entodo el cuerpo social, con la existencia de conciencias histricas de grupo (con laexistencia de estratificaciones correspondientes a diversas fases del desarrollo histricode la civilizacin y con anttesis en los grupos que corresponden a un mismo nivelhistrico) y se manifiesta en cada uno de los individuos como reflejo de tal disgregacin'vertical y horizontal'" (PP, 201).

    Gramsci percibe claramente la complejidad del proceso histrico y previene contra laslecturas fciles, mecanicistas. "La pretensin (presentada como postulado esencial delmaterialismo histrico) de presentar y exponer cada fluctuacin de la poltica y de laideologa como una expresin inmediata de la estructura, debe ser combatidatericamente como un infantilismo primitivo, y prcticamente con el testimonio

    autntico de Marx, escritor de obras polticas e histricas concretas" (MH, 101; CC, 3:161). Previene tambin contra la tendencia a falsear la realidad para adecuarla a la teoraprevia del analista, cuando protesta contra esa "concepcin histricopoltica escolsticay acadmica, para la cual es real y digno slo aquel movimiento que es consciente alciento por ciento y que ms bien es determinado por un plano minuciosamente trazadocon anticipacin o que corresponde (lo que es lo mismo) a la teora abstracta. Pero larealidad es rica en las combinaciones ms raras y es el terico quien debe, en estarareza, encontrar la prueba de su teora, 'traducir' en lenguaje terico los elementos de lavida histrica y no, viceversa, presentarse la realidad segn el esquema abstracto" (PP,5859; CC, 2: 5455).

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    El inters de Gramsci por la historia no es un inters acadmico, ni tampoco un recursopara alivianar la dureza de la vida cotidiana en las crceles fascistas. Se ocupa de ellaporque le interesa el (su) presente, signado por la derrota del movimiento obrero y delproyecto revolucionario socialista, y el futuro. O, para decirlo como Roberto Cessi,

    porque "la historia es verificacin del pasado, actuacin del presente y previsin delfuturo" (Cessi, 1965: 81). De all la central atencin que Gramsci pone en la historia deItalia, en especial en el perodo clave de formacin del Estado unitario o nacional ( il

    Risorgimento).

    Para dar respuestas a las preguntas que le plantea ese proceso histrico, Gramsci se veen la necesidad de elaborar nuevos conceptos y nuevas categoras, pues en la tradicinterica a la que pertenece unos y otras son escasos y/o insuficientes en el terreno delanlisis poltico. Hobsbawm tiene razn cuando afirma que Gramsci es el iniciador deuna teora marxista de la poltica. Pero quizs pueda decirse, mejor an, que l abre elcamino para elaborar una ciencia histrica de la poltica. En este sentido, el utillaje

    tericometodolgico gramsciano es factible de ser utilizado en el campo cientficosocial, independientemente de las orientaciones y propuestas polticas del propioGramsci.

    Crisis orgnica, hegemona, sistema hegemnico,, sociedad civil, sociedad poltica,

    Estado, dictadura, bloque histrico, nacional popular, intelectuales, transformismo,revolucin pasiva, cesarismo, reforma intelectual y moral, clases fundamentales, clases

    auxiliares, clases subalternas, praxis..., son, entre otras, reformulaciones y/oacuaciones que le permiten reconstruir los tramos, a su juicio, significativos de lahistoria italiana, particularmente il Rinascimento e il Risorgimento, y descubrir en ellaopciones, posibilidades de accin alternativas para las clases sociales. Ms all de laintencionalidad poltica, tal reflexin genera un nuevo campo. Como bien ha escritoAlessandro Pizzorno, un conjunto de anotaciones de los cuadernos escritos en la crcel,convertido en poco ms de cincuenta pginas de la compilacin denominada Il

    Risorgimento, publicada por primera vez en 1949, origina un intenso y extenso debate yproduccin historiogrficos, con participacin de estudiosos italianos y de otrasnacionalidades. Ese debate sobre il Risorgimento tiene dos planos: uno, el de la historiaeconmica, donde se plantea la cuestin delRisorgimento concebido como revolucinagraria frustrada; otro, el de la ciencia de la poltica, donde el problema es el proceso deformacin del Estado nacional, es decir, un problema clsico tambin para la ciencia dela historia. Este importantsimo debate tiene, en el primero de esos dos campos, un

    lmite esencial, originado en "un doble equvoco, filolgico y conceptual. En primerlugar, Gramsci jams haba sostenido una tesis semejante. En segundo lugar, ella nopoda ser considerada como una tesis historiogrfica" (Pizzorno, 1972: 45). En efecto, lapreocupacin de Gramsci es articular observacin histrica y anlisis terico. No hay enl "ningn inters en introducir nuevos esquemas interpretativos de historia econmica.Sus miras estaban puestas en introducir nuevos esquemas para la historia poltica". Esteobjetivo haba sido destacado durante la polmica por Renato Zangheri, quien apunta"muy correctamente que 'el problema que se plantea Gramsci no es esencialmente elproblema de las relaciones sociales en el campo y el de la falta de transformacin deesas relaciones', sino el de la hegemona poltica e intelectual del grupo dirigentemoderado" (Pizzorno, 1972: 46).

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    La cuestin que preocupa a Gramsci en el campo historiogrfico y a la que da unarespuesta original es la del proceso de formacin del Estado nacional italiano, en elque distingue dos momentos claves: el primero, il Rinascimento, en los siglos XV yXVI, en el cual la fortaleza de la estructura feudalcomunal y la debilidad de una

    burguesa que acta slo de un modo econmicocorporativo y no puede ser clasehegemnica, se conjugan para hacer fracasar la constitucin de un Estado moderno; elsegundo, il Risorgimento, en la segunda mitad del siglo XIX, que s alcanza esteobjetivo, merced a una revolucin pasiva que excluye a las clases subalternas y bajo ladireccin del Piemonte avanza hasta definir un Estado aparentemente liberal, pero en laprctica centralizado y autoritario, capaz de conciliar, mediante una alianza poltica, losintereses de los burgueses industriales del norte y los terratenientes feudales del sur. Sinembargo, se trata de un proceso en buena medida trunco, pues la solucin decompromiso entre clases antagnicas genera la questione meridionale, la cual juntocon la questione vaticanarevela la irresolucin de la efectiva constitucin de la nacinitaliana. La preocupacin de Gramsci por explicar el fracaso de la burguesa de su pas

    en la consecucin de la unidad nacional se extiende, pari passu, a la de encontrartambin una respuesta a la ineficacia del proletariado para definir una estrategia aptafrente a ese Estado y cuya conclusin trgica es el fascismo.

    Para Gramsci, ya se ha dicho, la sociedad debe ser investigada, aprehendida medianteuna articulacin cuatripartita de historia, economa, polticaconceptos generales que se"anudan en unidad orgnica"y filosofa. Por cierto, la economa es considerada por lcomo elemento basal de la sociedad y, por lo tanto, de la poltica y de las ideologas;pero constituye un error, seala, identificar cada movimiento de ellas como expresionesinmediatas de la estructura. As, la poltica slo representa, de hecho, tendenciasestructurales de realizacin no necesaria o no fatal (MH, 101102; CC, 3: 161162). Elproblema fundamental a resolver es "cmo nace el movimiento histrico sobre la basede la estructura". Su resolucin correcta permite eliminar "todo mecanicismo y todorasgo de 'milagro' supersticioso y plantearse el problema de la formacin de los grupospolticos activos y, en ltimo anlisis, tambin el problema de la funcin de las grandespersonalidades de la historia" (MH, 133; CC, 4: 281282).

    Esta compleja cuestin est tempranamente presente en las preocupaciones de AntonioGramsci. As, en 1918 escribe: "Entre la premisa (estructura econmica) y laconsecuencia (constitucin poltica) las relaciones distan mucho de ser simples ydirectas; y la historia de un pueblo no se puede documentar slo por los hechos

    econmicos. El anudamiento de la causalidad es complejo y embrollado y slo ayuda adesentraarlo el estudio profundo y extenso de todas las actividades espirituales yprcticas (...); no es la estructura econmica la que determina directamente la accinpoltica, sino la interpretacin que de ella se da y de las as llamadas leyes quegobiernan su desenvolvimiento" (SG, 280281).

    Se trata de un problema que "es necesario plantear exactamente y resolver para llegar aun anlisis justo de las fuerzas que operan en la historia de un perodo determinado ydefinir su relacin". El punto de partida, argumenta Gramsci, est en dos proposicionesmarxianas: 1) ninguna sociedad se plantea tareas para cuya solucin no existan ya lascondiciones necesarias y suficientes o no estn, al menos, en proceso de devenir; 2)

    ninguna sociedad desaparece y puede ser reemplazada si antes no desarroll todas las

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    fuerzas productivas que caben en ella. "A partir de la reflexin sobre estos dos cnonesse puede llegar al desarrollo de toda una serie de otros principios de metodologahistrica. Sin embargo, en el estudio de una estructura es necesariodistinguir losmovimientos orgnicos (relativamente permanentes) de los movimientos que se pueden

    llamar 'de coyuntura' (y se presentan como ocasionales, inmediatos, casi accidentales).(...) El error en que se cae frecuentemente en el anlisis histricopoltico consiste en nosaber encontrar la relacin justa entre lo orgnico y lo ocasional. Se llega as a exponercomo inmediatamente activas causas que operan en el cambio de una manera mediata, opor el contrario a afirmar que las causas inmediatas son las nicas eficientes. (...) Ladistincin entre 'movimientos' y hechos orgnicos y de 'coyuntura' u ocasionales debeser aplicada a todas las situaciones, no slo a aquellas en donde se verifica un desarrolloprogresivo o de prosperidad y a aquellas en donde tiene lugar un estancamiento de lasfuerzas productivas. El nexo dialctico entre los dos rdenes de movimiento y, enconsecuencia, de investigacin es difcilmente establecido con exactitud; y si el error esgrave en la historiografa, es an ms grave en el arte poltico, cuando no se trata de

    reconstruir la historia sino de construir la presente y la futura" (NM, 5254; CC, 2: 167168; el subrayado es mo).

    La precedente proposicin gramsciana se encuentra dentro de un largo fragmento de loscuadernos escritos en la crcel, en el cual se plantea el tema del anlisis de lassituaciones y de las relaciones de fuerza (NM, 5162; CC, 2: 167177) y se formulansugerentes lneas de abordaje.

    Ms all de la intencin original de Gramsci, sus propuestas tericas y metodolgicaspara el anlisis de la sociedad (incluyendo su historia), a menudo sin demasiadaelaboracin, apenas sugeridas, constituyen un utillaje formidable, especialmente en elcampo de la poltica y de la historia poltica. Es cierto que su utilizacin requiere unacriba crtica y/o una preocupacin alerta por no aplicar mecnicamente sus categoras,una tarea de reelaboracin, de modificacin e incluso de descarte. Alessandro Pizzornoplante muy bien la cuestin hace ya muchos aos, tal como se aprecia en este prrafo,cuya claridad espero dispense la extensin de la cita: "Los interrogantes planteados porGramsci en sus anlisis histricos, y que an siguen en debate, se pueden resumir as:cundo y en qu condiciones existe entre representantes y representados una relacin'orgnica' y cundo no? En qu condiciones son posibles alternativas de representaciny por lo tanto alternativas de accin para determinados sujetos histricos? Cmo(segn qu criterios) se identifica la base social de los sujetos histricos no slo

    sirvindose del conjunto de sus posiciones en las relaciones de produccin, sino segnotras categoras (nacionales, religiosas y culturales, en el sentido ms amplio)? En fin,cul es la naturaleza de la reflexin que conduce a responder a tales interrogantes? O,en otros trminos, es lcita desde un punto de vista metodolgico la elaboracin decategoras abstractas aplicables a diferentes casos histricos, como son precisamente lascategoras de hegemona, crisis orgnica, bloque histrico y otras que Gramsci nospropone?" (Pizzorno, 1972: 4950).

    Mi respuesta al interrogante es que s es lcita y posible, a condicin de renunciar a unaformulacin y a una aplicacin talmdicas, dogmticas, acrticas, mecnicas. Es decir,sin descuidar en ningn momento la historicidad de las categoras analticas,

    cualesquiera ellas sean, sin dejar de reelaborarlas y de descartarlas toda vez que el

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    anlisis emprico, concreto muestre sus alcances, lmites, insuficiencias oinaplicabilidad.

    Parece pertinente traer aqu a colacin un argumento empleado por el propio Gramsci,

    aunque el mismo no haca referencia a sus propios conceptos. La prueba de lageneralizacin o universalizacin en una poca histrica de una verdad (o de unacategora) descubierta en correspondencia con una determinada prctica deviene, nosdice, de un doble movimiento: "1) estmulo a conocer mejor la realidad efectiva en unambiente diferente de aquel en el cual fue descubierta, y en esto est su primer grado defecundidad; 2) habiendo estimulado y ayudado a esta mejor comprensin de la realidadefectiva, se incorpora a esta realidad misma como si fuese expresin originaria. En esteincorporarse est su universalidad concreta, no meramente en su coherencia lgica yformal (...). Igualdad de realidad efectiva determina identidad de pensamiento y noviceversa". Su conclusin es que "toda verdad [categora, podemos decir], aun siendouniversal y aun pudiendo ser expresada con una frmula abstracta, de tipo matemtico

    (para la tribu de los tericos), debe su eficacia a ser expresada en los lenguajes de lassituaciones concretas particulares: si no es expresable en lenguas particulares es unaabstraccin bizantina y escolstica, buena para entretenimiento de los rumiadores defrases" (PP, 63; CC, 4: 45).

    LAS CATEGORAS GRAMSCIANAS EN EL ANLISIS DE LASSOCIEDADES LATINOAMERICANASLa advertencia precedente es an ms necesaria cuando se piensa la posibilidad deaplicacin de las categoras elaboradas por Antonio Gramsci en el anlisis (incluyendoel histrico) de las sociedades latinoamericanas. Como alguna vez escribi PanchoAric, se trata de una operacin que requiere o exige "de nosotros 'traducciones' (en elsentido de Gramsci) menos puntuales e infinitamente ms cautas". Tanto ms cuanto lasreferencias a Amrica Latina que se encuentran en los Quaderni son escasas, escasezque se compensa con la agudeza de las observaciones, particularmente referidas al papelde los intelectuales tradicionales y a la centralidad de la cultura en la dinmica societal.Aric percibi muy bien que en esas pocas y dispersas notas hay incluso "sagacesiluminaciones sobre la funcin de la casta religiosa, el problema indgena y laslimitaciones de una clase dominante incapaz de pasar por esa fase necesaria delaicizacin de la sociedad y del gobierno que posibilitara la constitucin de un Estadomoderno" (Aric, 1988:93).

    En tales notas, Gramsci llama la atencin, entre otros puntos, sobre el papel de lamasonera y del positivismo en la lucha ideolgica en pro de la subordinacin de laiglesia y de los militares al poder civil.(4) A su juicio, la influencia de los jesuitas escontrarrestada por "la masonera y las organizaciones culturales del tipo de la 'Iglesiapositiva'" (CC, 2: 194 y 4: 365). El positivismo ha sido objeto de varios estudios,algunos de ellos de excelente factura, pero la masonera no ha corrido igual suerte y losque se encuentran son en su mayora panfletos ideolgicos condenatorios. Sin embargo,es un tema que requiere atentos y cuidadosos anlisis, de los cuales no sera nadaextrao que surgiesen conclusiones ms que significativas e innovadoras.Organizaciones culturales masnicas y positivistas o sea, instituciones de la sociedadcivildesempean un papel central en la lucha por la secularizacin de la poltica y del

    Estado, pero tambin contribuyen a crear una opinin pblica favorable a las

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    innovaciones que experimentan las sociedades latinoamericanas a fines del siglo XIX.Es ms: es posible sugerir la hiptesis de una masonera que impulsa tareas burguesasen reemplazo de una burguesa timorata o que tarda en definirse como tal.Gramsci entiende que Amrica Latina se encuentra todava a finales de la dcada de

    1920 en una "situacin de Kulturkampfy de proceso Dreyfus". Aric acota que esacaracterizacin permite advertir "la tentativa de traducir en clave de la experienciamexicana como forma peculiar y sistemtica de constitucin de un bloque nacionalpopular la categora de reforma intelectual y moral que ha introducido en su examencrtico del Risorgimento italiano y en sus formulaciones ms generales de teorapoltica. (...) La definicin de la fase como de Kulturkampf"la lucha de Mxico contrael clericalismo ofrece un ejemplo de esta fase", aclara en otro apunte sugiere elimplcito reconocimiento por parte de Gramsci de dos rasgos que caracterizaron elproceso de constitucin de nuestros Estados nacionales: una autonoma considerable dela esfera ideolgica y una evidente incapacidad de autoconstitucin de la sociedad.Colocados en este plano de anlisis, los grandes temas de la revolucin pasiva, del

    bonapartismo y de la relacin intelectualesmasas, que constituyen lo propio de laindagacin gramsciana, tienen para nosotros una concreta resonancia emprica" (Aric,1988: 96).

    En el captulo de su estimulante libro La cola del diablo, que explora el itinerario deGramsci en Amrica Latina, Jos Aric muestra muy bien y muy convincentemente lapotencialidad analtica de la aplicacin de las categoras gramscianas en el estudio denuestras sociedades. Lo hace a partir de una pregunta del propio italiano sobre "lascondiciones de 'universalidad' de un principio terico. Su respuesta insiste en lanecesidad de que l aparezca como una expresin originaria de la realidad concreta a laque se lo incorpora; no puede ser por tanto el punto de partida de la investigacin, sinosu punto de conclusin", lo que remite a la diferencia entre mtodo de investigacin ymtodo de exposicin. Tambin Juan Carlos Portantiero (1980 y 1987) ha reflexionadosobre "la posibilidad de un Gramsci para latinoamericanos", con lo cual quiere indagar"nuestra capacidad para imaginar la utilizacin del arsenal terico y las reflexionespolticas de Gramsci para el anlisis de nuestras situaciones particulares"; su conclusines igualmente favorable.

    Las referencias precedentes apuntan a destacar la preocupacin de algunos cientficossociales latinoamericanos por enfrentar la cuestin en trminos tericometodolgicos yla advertencia de no caer en una aplicacin acrtica, forzada. Hay un buen nmero de

    aqullos que, a su vez, han mostrado la fertilidad de las categoras gramscianas en elestudio de las sociedades latinoamericanas, especialmente en el anlisis histrico destas. No es del caso hacer aqu un inventario y/o un estado del arte de tales intentos,algunos de ellos muy bien logrados. (Puede verse una lista parcial en Aric, 1988: nota96, pp. 155165).

    Una revista a los trabajos de analistas latinoamericanos que emplean categorasgramscianas muestra que la mayora de ellos apela a las de hegemona, nacionalpopular, revolucin pasiva, sentido comn, crisis orgnica. Igualmente frecuente es eluso de las expresiones sociedad civil y sociedad poltica, pero en este caso no siempre lafiliacin es la del italiano. Por otra parte, se aprecia tambin que los usos de Gramsci no

    son necesariamente coincidentes, lo que, probablemente, resulta tanto de lo

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    asintomticas que suelen ser sus elaboraciones conceptuales (por la obvia razn de lascondiciones de stas), cuanto de las habilidades y torpezas de los epgonos.

    AMRICA LATINA: QU CATEGORAS?

    Carece de sentido establecer o postular a priori cules categoras gramscianas puedenemplearse en el anlisis de las sociedades latinoamericanas. Puede decirse que todasellas son de aplicacin posible, pero en rigor no lo sabremos hasta hacer la pruebaefectiva de su confrontacin con situaciones concretas particulares. Tarea sta deinvestigaciones seriamente encarriladas, atentas a la historicidad de todo instrumento deanlisis social.Seguramente no todo Gramsci nos sirve para explicar e interpretar la totalidad y cadauna de las sociedades latinoamericanas, ni vale para todo y cualesquier momentohistrico. Seguramente hay aspectos que desechar, otros que reformular y/o completar.Se lo puede cotejar con pensadores latinoamericanos, con Jos Carlos Maritegui enprimer lugar, pero no slo con l. En todos los casos es necesario recurrir a la

    "traductibilidad" de los lenguajes. (Vase, al respecto, Cuaderno 11, CC, 4: 317322;MH, 7179; Aric, 1988: 8788; Portantiero, 1980 y 1987).

    En "Por qu Gramsci en Amrica Latina?", captulo 4 de su libro La cola del diablo,Aric da una excelente y elaborada respuesta a tal pregunta, razn por la cual remito al. Por economa de texto pero tambin porque la argumentacin de Pancho me pareceinsuperable he de hacer aqu algunas consideraciones slo respecto de la"traductibilidad" de la categora revolucin pasiva al anlisis de procesos histricoslatinoamericanos, aunque ellas han de estar referidas especficamente al casoargentino.(5)Si bien Gramsci se extiende sobre el concepto quizs mejor, la categora histricopolticaen el cuaderno 15, la elaboracin puede seguirse a lo largo de los anteriores(siendo particularmente importantes los fragmentos incluidos en el cuaderno 10),siempre procurando establecer, como seala Aric, la relacin entre paradigmainterpretativo y ejemplificaciones histricas. O, como dice Luisa Mangoni (1987: 129130), citada por ste (1988: 100): "Los pasajes internos al razonamiento seguido porGramsci, la cautela expositiva que privilegia hiptesis interpretativas respecto aesquemas generalizantes, inducen a individualizar un procedimiento circular: de unfenmeno definido a un paradigma interpretativo ms general, que a su vez debe serverificado concretamente a la luz de especficas ejemplificaciones histricas".

    Franco de Felice (1977) y Dora Kanoussi y Javier Mena (1985) han escrito sendosestimulantes trabajos dedicados especficamente a la construccin de la categora y susignificado, de modo que el lector interesado encontrar en ellos fecundas posibilidadesde exploracin terica. Aqu, slo retendr algunos puntos considerados centrales paraencarar su "traductibilidad" a la situacin particular concreta, histrica, de la sociedadargentina durante el proceso de formacin estatal.

    Gramsci toma la expresin revolucin pasiva de Vincenso Cuoco y la convierte encategora analtica. En el cuaderno 4, 57, cuando por primera vez introduce el trmino,escribe que aqul denomina as a los episodios revolucionarios napolitanos de 1799, queson una respuesta a la revolucin francesa, un hecho externo, no interno de la sociedad

    italiana. Y apunta: "El concepto de revolucin pasiva me parece exacto no slo para

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    Italia sino tambin para los otros pases que modernizaron el Estado a travs de unaserie de reformas y de guerras nacionales, sin pasar por la revolucin poltica de tiporadicaljacobino" (QC504; CC, 2: 216217). En el cuaderno 8, 25, a su vez, vinculala nocin de Cuoco con la de Quinet, quien emplea la frmula "revolucin

    restauracin": "Tanto la 'revolucinrestauracin' de Quinet como la 'revolucin pasiva'de Cuoco expresaran el hecho histrico de la ausencia de iniciativa popular en eldesarrollo de la historia italiana y el hecho de que el 'progreso' se verificara comoreaccin de las clases dominantes al anarquismo espordico e inorgnico de las masaspopulares con 'restauraciones' que acogen alguna parte de las exigencias populares, porconsiguiente 'restauraciones progresivas' o 'revolucionesrestauraciones' o tambin'revoluciones pasivas'" (QC, 957; CC, 3: 321).

    Gramsci ya haba escrito antes, en el cuaderno 1, 151 (significativamente titulado"Relacin histrica entre el Estado francs nacido de la Revolucin francesa y los otrosEstados modernos"), sobre lo crucial de esa compleja experiencia histrica que se

    desenvuelve tras la derrota de Napolen Bonaparte, la de la restauracin de lasmonarquas europeas (18141830). Este proceso se destaca, como bien seala De Felice(1977: 163), por ser una evolucin reformista: en la Restauracin, lo esencial es latransformacin. Gramsci considera a la relacin entre los diversos procesos estatalistasuna "cuestin de sumo inters", que no debe resolverse conforme "esquemassociolgicos abstractos". Histricamente distingue cuatro momentos: "1) Explosinrevolucionaria en Francia; 2) Oposicin europea a la revolucin francesa y a suexpansin por los conductos de clase; 3) Guerras revolucionarias de Francia, con laRepblica y con Napolen, y constitucin de una hegemona francesa con tendencia aun Estado universal; 4) Insurrecciones nacionales contra la hegemona francesa ynacimiento de Estados modernos europeos por oleadas sucesivas, pero no porexplosiones revolucionarias como la original francesa. Las 'oleadas sucesivas' seproducen por una combinacin de luchas sociales y de guerras nacionales, conpredominio de estas ltimas. La Restauracin es el perodo ms interesante desdeeste punto de vista: ella es la forma poltica en la que la lucha de clases encuentracuadros elsticos que permiten a la burguesa llegar al poder sin roturas clamorosas, sinel aparato terrorista francs. Las viejas clases son degradadas de dirigentes agubernativas, pero no eliminadas ni muchos menos suprimidas fsicamente; las clasesdevienen castas con caracteres psicolgicos determinados, mas ya no con funcioneseconmicas prevalentes".

    Ahora bien: tras esa proposicin, Gramsci se pregunta: "Puede repetirse este 'modelo'de la formacin de los Estados modernos?" Y se responde: "Es de excluirse, por lomenos en cuanto a la amplitud y por lo que respecta a los grandes Estados. Pero lacuestin es de suma importancia, porque el modelo francseuropeo cre unamentalidad" (QC, I: 134; CC, 1, 190).

    Debe decirse que inmediatamente plantea otra cuestin que aparece inescindida de losprocesos de revolucin pasiva: la del papel de los intelectuales "en esta fermentacinpoltica incubada por la Restauracin".

    La cuestin es retomada y ampliada en el cuaderno 10, segunda parte, 61 ("Puntos

    para un ensayo crtico sobre las dos Historias de Croce: la de Italia y la de Europa"). El

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    comienzo es similar, o casi, pero se introducen algunas variantes. As, ahora, "Las'oleadas sucesivas estn constituidas por una combinacin de luchas sociales, deintervenciones desde arriba del tipo monarqua ilustrada y de guerras nacionales, conpredominio de estos dos ltimos fenmenos.(...) Las viejas clases feudales son

    degradadas de dominantes a 'gobernantes', pero no eliminadas, ni se intenta liquidarlascomo conjunto orgnico ..."

    Y nuevamente, con una variante, la pregunta: "Puede repetirse en otras condicioneseste 'modelo' de la formacin de los Estados modernos?" Slo que ahora la respuesta esms cautelosa y se expresa como una repregunta: " Debe excluirse esto en sentidoabsoluto, o bien puede decirse que al menos en parte pueden darse evoluciones

    similares, bajo la forma de advenimiento de economas programticas?" (CC, 4: 231232; las cursivas son mas e indican las diferencias entre uno y otro texto). Gramscivuelve, y se extiende ms, sobre "El concepto revolucin pasiva" en el cuaderno 15 (de1933). Aqu seala que l "debe ser deducido rigurosamente de los dos principios

    fundamentales de ciencia poltica: 1) que ninguna formacin social desaparece hastatanto las fuerzas productivas que se han desarrollado en ella encuentran anposibilidades de ulteriores movimientos progresivos; 2) que la sociedad no se planteaobjetivos para cuya solucin no se hayan dado ya las condiciones necesarias, etc. Seentiende que estos principios deben primero ser desarrollados crticamente en toda sumagnitud y depurados de todo residuo de mecanicismo y fatalismo. Deben ser referidosas a la descripcin de los tres momentos fundamentales que pueden distinguirse en una'situacin' o equilibrio de fuerzas, con la mxima valoracin del segundo momento, oequilibrio de las fuerzas polticas y especialmente del tercer momento o equilibriopolticomilitar" [el primero es el de la relacin de fuerzas sociales] ( QC, 1174; NM,83).

    La categora analtica revolucin pasiva debe verse en relacin con otras, tales como lasde hegemona, transformismo, bloque histrico, guerra de posiciones. Su empleo llevatambin a analizar detenidamente el papel activo de los intelectuales, especialmente porla relacin que establecen con el Estado (y ste es un aspecto nodal de la teora delEstado de Gramsci) y por su condicin de sujetos histricos que reemplazan a unaburguesa estructuralmente dbil en el pasaje del momento econmicocorporativo alticopoltico. En Amrica Latina hay por lo menos cuatro experiencias desarrolladasentre, circa, 1870 y 1920 en las que los intelectuales, a menudo dirigiendo (en elsentido gramsciano) el Estado, desempean el papel de motor de la modernizacin

    capitalista, supliendo a burguesas estructuralmente dbiles: Argentina, Brasil, Mxico yUruguay. Desde esta perspectiva, el batllismo constituye un ejemplo paradigmtico detal funcin de los intelectuales. Otra vez, por razones de espacio, me limito a dejarsealado el problema, sin abordarlo.(6)

    Sintticamente, Kanoussi y Mena (1985: 97) definen los rasgos principales de larevolucin pasiva: "Ausencia de alianza con las masas, ausencia de reforma intelectualy moral, ausencia de una voluntad nacionalpopular que transforme el Estado a lamanera jacobina".

    La revolucin pasiva es una combinacin de continuidades y de cambios, o de

    renovaciones y restauraciones, en el conjunto de la sociedad, que la modifican

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    efectivamente (la modernizan) sin transformarla radicalmente, un proceso que reconoceel poder y privilegios de clases o grupos tradicionales dominantes en regiones menosdesarrolladas en trminos capitalistas, al tiempo que frenan o bloquean el potencialtransformador que eventualmente pueden expresar o demandar las clases subalternas.

    Puede decirse, como lo hace Franco De Felice, que es una dialctica conservacininnovacin. La revolucin pasiva es un proceso de transformacin capitalista que resultadel acuerdo entre clases o fracciones dominantes la forma de mutacin de los sujetossociales dominan tes, dice De Felice, con exclusin de las clases subalternas y delos componentes "jacobinos", con empleo sistemtico de la violencia o coercin y conuna decisiva intervencin del Estado en todos los espacios societales. Se trata de unasolucin "desde arriba", elitista y antipopular, que en Argentina se expresa bajo la formade una dominacin poltica oligrquica. Caracterstica decisiva de la revolucin pasivaes el papel del Estado como dirigente del proceso, supliendo a un grupo, clase ofraccin, es decir, el ejercicio de una funzione piemontesa, como tambin la prctica deltransformismo, sea molecular, sea orgnico. El Estado desempea, as, el papel del

    partido poltico. Una revolucin pasiva se sita en una encrucijada histrica quecombina fuerzas sociales progresivas (en relacin a la existentes en la sociedad de laque forman parte), aunque estructuralmente dbiles e insuficientes por s mismas, "conuna situacin internacional favorable a su expansin y victoria".

    La revolucin pasiva ofrece un abanico de posibilidades analticas de los procesos deformacin, desarrollo y consolidacin de los Estados modernos burgueses. Kanoussi yMena afirman, certeramente (1985: 109), que ella es "La forma poltica 'al findescubierta' por la burguesa para llevar a cabo la conquista del poder", pero tambin es"la forma poltica que permite al capital conservar el poder, el reformismo preventivo delos Estados modernos". Pero se puede ir ms all todava. En el razonamiento deGramsci, la revolucin burguesa por excelencia, paradigmtica o clsica es la francesade 1789. En esa perspectiva, las revoluciones pasivas pueden ser interpretadas como"desvo". Sin embargo, un anlisis atento de la historia de las revoluciones modernas, delos consecuentes procesos de construccin estatal y de transicin a la sociedadcapitalista y ello es mucho ms claro y evidente desde las investigaciones deBarrington Moore y de Theda Skocpol(7) invita a corregir a Gramsci: la va clsica o

    por excelencia de las burguesas para la construccin de la sociedad capitalista y de su

    Estado es la revolucin pasiva. sta es la regla, mientras la revolucin radical o jacobina es la excepcin. Un analista que observe desde una perspectiva como la deMoore, puede decir: en la transicin al capitalismo y en la construccin del Estado

    moderno, las revoluciones "desde abajo" producen sistemas polticos democrticos; lasrealizadas "desde arriba", dictaduras. Ubicado en una perspectiva gramsciana, encambio,encuentra que en ese mismo doble proceso las revoluciones radicalesjacobinasgeneran sistemas hegemnicos, mientras las revoluciones pasivas conducen asituaciones de dictaduras sin hegemona.

    Cualquier anlisis sobre las sociedades latinoamericanas que recurra a instrumentaltericometodolgico originalmente creado para analizar sociedades europeas (y/o laestadounidense), debe tener en cuenta la ya indicada cuestin de la "traductibilidad" delos lenguajes cientficos. No puede descuidar dos aspectos: 1) en tanto parte del sistemacapitalista mundial, nuestras sociedades comparten la lgica de funcionamiento de la

    sociedad capitalista, aunque la historia de cada una sea diferente (y la distincin entre el

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    anlisis lgico y el anlisis histrico es central); pero el primero no es igual al segundo,ni puede reemplazarlo: toda construccin lgica, toda representacin conceptualrequiere un previo trabajo de investigacin emprica rigurosamente realizado. 2) Noobstante su condicin de capitalistas, las sociedades latinoamericanas no slo se

    encuentran en un nivel menos desarrollado, sino que son dependientes. La situacin dedependencia no es un dato trivial para cualesquier anlisis terico, en particular si elmismo es un anlisis de clases: en sociedades dependientes, ste est limitado ymediatizado por las relaciones de dependencia; pero, a su vez, stas no son algo dadosino una construccin histrica, por tanto, cambiante.

    El punto de partida de la formacin de las sociedades latinoamericanas como economascapitalistas dependientes y de sus respectivos Estados se encuentra en la ruptura de lasituacin colonial, a principios del siglo 19, la que en general se resuelve no ms all de1825, excepto en Cuba, Puerto Rico y las colonias inglesas, holandesas y francesas.

    Las independencias, tanto la de Hait, colonia francesa y primera independencialatinoamericana, como las de las colonias espaolas, tienen su motor en un hechoexterno: la revolucin francesa y las guerras napolenicas (ocupacin de Espaa yPortugal). En este sentido se asemejan a los casos europeos, en particular, a nuestrosefectos, al italiano. Sin embargo, las diferencias no son triviales. La ocupacin francesaen pases europeos provoca guerras de independencia que, en rigor, son de liberacinnacional, es decir, por recobrar la condicin independiente y el estatuto poltico

    jurdico de Estados preexistentes. En la Amrica espaola, en cambio, las guerras deindependencia, una consecuencia de la ocupacin napolonica de la metrpoli (no delpropio territorio), son anticoloniales, vale decir, para lograr la condicin independientey para construir el Estado nacional. Claro que hay, por lo menos, dos excepcionesimportantes: en Europa, Italia, que no existe como Estado unitario antes de la ocupacinfrancesa, pero que tampoco es una colonia; en Amrica Latina, Hait, donde larevolucin es, en rigor, un epifenmeno de la misma revolucion francesa. Pero, en todoslos casos (incluso Brasil), las diferencias histricas no anulan las coincidencias en lalgica de la construccin de Estados modernos.

    LA REVOLUCIN PASIVA ARGENTINALa que despus se convierte en Repblica Argentina nace con la Revolucin de Mayode 1810, si bien la dominacin espaola ha comenzado a resquebrajarse en 18061807,tras la expulsin de los militares (mas no de los comerciantes) ingleses que intentan la

    ocupacin del espacio rioplatense, momento en el que se desata una efectiva crisisorgnica, que inicialmente lo es de la dominacin colonial, pero luego contina y seredefine a lo largo de todo el perodo de construccin estatal. La de 1810 es unarevolucin poltica y de independencia (o anticolonial), como lo son todas laslatinoamericanas (excepto la de Hait, que tiene, pese a sus lmites y ulterior fracaso,caracteres de social, y la de Brasil, que se alcanza sin revolucin y mediante un pactocon la corona portuguesa).(8)

    En tanto revolucin poltica, la cuestin clave es la del poder estatal, es decir, la dedefinir qu clase, grupo o fraccin detenta el control de los medios de coaccin jurdica,poltica, militar, impositiva y de dominio y/o direccin ideolgica. Ah tenemos el

    primer problema, porque la disputa por el poder poltico no se da en trminos de clase

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    versus clase, sino en trminos de ruptura de una relacin de dominio colonial, o sea, decolonia versus metrpoli. Puede plantearse tambin como pasaje de Estado colonial aEstado nacional, lo que supone dos cuestiones diferentes entrelazadas: la creacin delnuevo Estado, que reemplaza al anterior, y la creacin de algo hasta entonces

    inexistente, la nacin. Construir el Estado nacional implica, por consiguiente, la rupturade la situacin o del pacto colonial y la resolucin de la cuestin del poder, es decir, lade quin manda?, sobre quin manda?, cmo manda?, para qu manda?. Pero es

    justamente esta definicin la que no se logra con la revolucin y prolonga la crisisorgnica. Una de las razones por las que se demora la construccin estatal es lacomplejidad que tiene otro proceso conexo, inescindible, el de la formacin de lasclases, o, al menos, de una que logre hacer reconocer sus intereses particulares como losgenerales de la sociedad. En Argentina (en Amrica Latina), el proceso de constitucinde una clase dominante se une dialcticamente con el de formacin del Estado, de modoque una y otro se construyen recprocamente.

    El Estado argentino es construido a lo largo de cuatro etapas, entre 1810 y 1880: laprimera, entre 1810 y 1820, es la de la revolucin, la proclamacin de la independencia,la definicin de algunos smbolos de identidad estatal (bandera, himno, escudo,capacidad de acuar moneda) y la del intento de lograr, al menos, un nico centro depoder. No obstante, la revolucin y las guerras de independencia y civiles desatan dostensiones contrastantes, hasta entonces sujetadas por la dominacin colonial: una haciael centralismo, otra hacia el fraccionalismo o el regionalismo. Una manifestacin delchoque de ambas es la situacin de soberana mltiple para usar la expresin deCharles Tilly, la fragmentacin de la autoridad gubernamental en dos o ms ncleosque organizan el ejercicio del poder y de la soberana sobre la base de un reclamo deexclusividad de la legitimidad. En este caso y entre 1815 y 1820, las Provincias Unidasdel Ro de la Platacon capital en Buenos Aires y un gobierno conservador, centralista,pro monrquico, expresin de los comerciantes, los ganaderos y los polticosprofesionales (intelectuales) y el Sistema de los Pueblos Libres con capital enPurificacin, liderado por Jos Artigas y con una orientacin poltica republicana,liberal, federal, democrtica y popular.La crisis de 1820 pone fin a ambos, al tiempo que desnuda los lmites de las clases ogrupos sociales dominantes provinciales para alcanzar la dimensin nacional.

    La segunda etapa, que va de 1820 a 1852, se caracteriza a despecho de la breveexperiencia de gobierno central entre 1825 y 1827 por la existencia de unidades

    polticoadministrativas (provincias) autnomas, unidas apenas por laxos lazos queremedan ms mal que bien una cierta forma confederal. Desde 1829, y hasta 1852,sobresale la experiencia de la dictadura burguesa terrateniente en la provincia de BuenosAires (gobierno de Juan Manuel de Rosas). La consagracin de la primaca de lafragmentacin sobre la unificacin o centralizacin expresa la continuidad de lainexistencia de una clase social dominante nacional y de un Estado que promueva,defienda y/o represente sus intereses y, contrario sensu, la proliferacin de poderesprovinciales ms opuestos que coincidentes entre s.

    Durante la tercera etapa, 18521862, los sectores predominantes de la burguesabonaerense resisten, mucho ms intolerante e intransigentemente que en 18301831 (en

    ocasin del debate sobre la demanda de proteccionismo econmico), los por entonces

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    ms enrgicos reclamos de esa ambigua alianza de los grupos dominantes del Litoralfluvial (con cierto nivel de desarrollo capitalista) y del Interior. As, ms dramtica ymenos revolucionariamente que en 18151820, otra vez se produce una fragmentacinen dos grandes unidades polticas: la Confederacin Argentina, con capital en Paran, y

    el Estado de Buenos Aires, con sede en la ciudad del mismo nombre. Cuando larepblica se reunifica en 1862, se inicia el cuarto y ltimo momento del procesoconstitutivo del Estado central, conocido como perodo de la Organizacin Nacional,que culmina en 1880 con la federalizacin de la ciudad de Buenos Aires. Para entonces,una solucin neo centralista disfrazada de federalismo en buena medida similar a laque en Venezuela, entre 1864 y 1877, permite alcanzar, bajo el liderazgo de AntonioGuzmn Blanco, lo que Germn Carrera Damas llama "proyecto nacional venezolano"posibilita el efectivo reconocimiento de un Estado, en rigor ms central que nacional, yaque la fortsima restriccin prctica al ejercicio del derecho de ciudadana polticainhibe llamarlo nacional, en sentido estricto, y porque, de hecho, hay espacios en losque su imperium tarda en llegar y en ser reconocido.

    En el plano interno, la destruccin del poder colonial, a partir de 1810, debe ms alefecto corrosivo de los comerciantes ingleses y de las relaciones con las economascapitalistas centrales (inglesa, particularmente), que al poder superador de las fuerzassociales locales. Entre los varios efectos de esa accin destructiva de la economacapitalista europea en la rioplatense se destacan dos: 1) la desarticulacin de laseconomas regionales, su consecuente enfrentamiento y con l la inestabilidad poltica;2) el proceso de acumulacin originaria del capitalismo agrario en el Litoral, sobre todoen la provincia de Buenos Aires, ntimamente conectado con el de formacin delEstado.

    La constitucin de una burguesa argentina se efecta a travs de un movimientocomplejo, desigual, sobre la base de grupos sociales regionales o provinciales quetienen escasos componentes genuinamente burgueses y que son la expresin de laheterogeneidad estructural del pas. La burguesa bonaerense es la ms dinmica yencuentra su camino en el sector rural, en el cual combina la inversin de capitalgenerado en la actividad comercial y usuraria (a la que no renuncia) con la apropiacinde tierras cedidas por el Estado (32.500.000 has. entre 1829 y 1903). La desigualdad dedesarrollo de los diferentes grupos sociales dominantes se afirma por un mecanismoperverso, mediante el cual la burguesa bonaerense crece (dentro de ciertos lmites, dadoel condicionamiento externo y su propia debilidad estructural) y paulatinamente va

    subordinando, econmica, poltica, ideolgica y culturalmente, a los grupos dominantesdel Interior, pero este proceso de desarrollo / subordinacin favorece el crecientecarcter capitalista de los terratenientes y comerciantes bonaerenses, su condicin deburguesa provincial, al tiempo que frena el proceso de constitucin de fraccionesburguesas provinciales con las cuales formar una clase burguesa nacional. Taldesarrollo de una burguesa provincial que no puede (no sabe o no quiere) convertirseen nacional se traduce, lgicamente, en una posicin poltica autonomista (y desde 1820hasta 1860 esa poltica es dominante). Hasta alcanzar sus lmites.Cuando llega a ellos, el Estado se encarga de realizar la tarea que no hace la burguesabonaerense como clase: la unidad nacional. He ah, entonces, al Estado provincial deBuenos Aires desempeando, durante la Organizacin Nacional (18621880), una

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    funzione piemontesa, aunque, en rigor, ella va siendo transferida a, y finalmente escumplida por, el Estado central.

    La revolucin pasiva tal como se desenvuelve en il Risorgimento italiano y en la

    Organizacin Nacional argentina, procesos con algn sincronismopone en un primerplano la necesidad de la burguesa de estos pases de construir efectivamente un Estadomoderno para poder hacer avanzar el capitalismo, en un contexto de definicin de unnuevo orden econmico internacional, caracterizado por la consagracin de la divisininternacional del trabajo a escala planetaria (expresin prctica de la teora de lasventajas comparativas) y el pasaje, en el centro, a la fase monoplica o imperialista. EnArgentina, con la revolucin pasiva culmina la transicin de la situacin colonial,econmica y poltica, a la situacin de dependencia econmica con independenciapoltica, con el conjunto de transformaciones globales que ella implica. Por cierto, hayuna doble (en tanto coconstituivas de la situacin de dependencia) dialctica entre lointerno y lo externo y en el interior mismo de la sociedad dependiente que resuelve sus

    problemas de formacin de un orden social y poltico por la va de la revolucin pasiva.

    El caso argentino muestra algunas notas caractersticas que conviene tener en cuentarespecto de la formacin de las relaciones sociales dominadas por el capitalismo. Unade ellas es el carcter estructuralmente dbil de las clases, que se aprecia en unafragmentacin indicativa de su ausencia a escala nacional: no la tienen los campesinos,ni los peones rurales, ni los nuevos sujetos sociales que son los proletarios industriales,los empleados de servicios urbanos y los chacareros del campo pampeano. Slo la clasemedia urbana, y ello en las dcadas de 1910 y 1920, se acerca a esa condicin en laocupacin del espacio geogrfico social. Vale decir, las clases subalternas ratifican sucalidad de heterogneas, fragmentarias, dispersas. A su vez, la burguesa tiende aconstituirse por el aadido de grupos provinciales dominantes, que se transforman sinun revolucionamiento desde abajo de la sociedad, al ncleo ms dinmico originado enBuenos Aires. Es una clase hecha a retazos. As alcanza dimensin nacional. Pero frentea ella no tiene una clase contradictora con la cual confrontar: las viejas clasesdominantes herederas y continuadoras de la sociedad colonial, que podran haberdesempeado el eventual liderazgo de resistencia a la penetracin del capitalismo, sereestructuran, como acaba de sealarse, aburguesndose ellas mismas. Las clasessubalternas acentan su disgregacin y ninguna (ni las viejas ni las nuevas) alcanza adefinir una clase capaz de constituirse en su opuesta a escala nacional. Cuando lasociedad argentina se estructura de un modo predominantemente capitalista, a fines del

    siglo 19, la burguesa como clase nacional no tendr que enfrentar a una clase obrerafuerte y extendida. La peculiaridad del camino argentino de formacin del capitalismo,bsicamente agrario, fragmentar a los contradictores de la burguesa qua clasefundamental. El cuadro incluye resortes claves de la economa que son propiedad decapitales extranjeros (britnicos en primersimo lugar) vale decir, burguesesabsentistasy una concentracin proletaria en dos o tres ncleos urbanos (Buenos Airesy, en menor medida, Rosario y Crdoba): lo primero es parte de la relacin dedependencia entre clases dominantes; lo segundo indica que la contradiccinfundamental de la sociedad capitalista est limitada en el espacio geogrfico social.

    La Organizacin Nacional es un perodo en el que resalta un conjunto significativo de

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    transformaciones, en todas las cuales el Estado centralpero en menor medida tambinlos provinciales detenta el protagonismo. Es cierto que ellas no son radicales y secombinan con continuidades, compromisos o restauraciones. Pero, pese a todo, lasinnovaciones son ms importantes que las conservaciones, pues es slo con ellas que

    hay sociedad capitalista y Estado central. As, por ejemplo, la expansin de las fronterasinteriores (donde no existe el peso de la sociedad civil que se encuentra en el caminonorteamericano), la creacin de instituciones bancarias, el establecimiento de un sistemade transportes y comunicaciones (ferrocarriles, telgrafo, correos, puertos), el fomento ydesarrollo de la colonizacin agrcola y de la inmigracin (tan ligadas al fortalecimientoterrateniente), el sistema de enseanza, la innovacin tecnolgica, la salud pblica, laapertura al capital extranjero (y las garantas para su inversin), la progresivamonopolizacin del ejercicio legtimo de la violencia, la creacin de instrumentos

    jurdicos para facilitar actividades productivas capitalistas, son algunos de los muydecisivos espacios de presencia estatal. Un aspecto relevante del perodo 18621880 esla eliminacin violenta de toda disidencia, provenga de las clases subalternas o de

    fracciones de clases o grupos dominantes regionales reacios a la subordinacin alEstado central, violencia que acta, como se seal antes, all y donde fracasa o noconviene la poltica transformista. Inmediatamente despus, entre 1880 y 1888, eseEstado corona la sucesin de "oleadas reformistas" que llevan a su modernizacin conla sustraccin, por secularizacin, de importantes espacios tradicionalmente detentadospor la iglesia catlica: las leyes sobre cementerios pblicos, educacin comn, laica,obligatoria y gratuita, Registro Civil de las personas, matrimonio civil, son parteesencial del proceso que, en este terreno, encuentra sus lmites en la no separacin de laiglesia y del Estado y en la cuestin del divorcio vincular o disolucin del matrimonio.

    El coronamiento de la Organizacin Nacional como revolucin pasiva es la formacinde un Estado central oligrquico, hecho posible por una alianza cuya columna vertebralson sectores de la burguesa bonaerense, los agroindustriales tucumanos y losadministradores de poder cordobeses y cuya forma de organizacin poltica serinicialmente la Liga de los Gobernadores y, desde 1880, el Partido AutonomistaNacional. Ah reside el ncleo duro del pacto de dominacin oligrquica que funda laArgentina moderna, una sociedad redefinida, reestructurada significativamente, aunquecon limitaciones (por eso el proceso es de revolucinrestauracin o de modernizacinconservadora), a impulsos de la expansin del capitalismo a escala mundial. Talreestructuracin societal es posible, una vez ms, por el Estado. La debilidad estructuralde la clase fundamental y de la sociedad toda, privilegia el protagonismo estatal. As, la

    unidad histrica de las clases dominantes ocurre en y por el Estado. He ah unsignificado del nudo histrico de 1880. Toda la historia de la burguesa Argentina, hastahoy, se resume en un movimiento de constitucin y reconstitucin dentro y a travs delEstado.

    La solucin oligrquica es indicativa de los lmites del poder de clase de la burguesa:expresa el predominio del ejercicio de la dominacin, de la dictadura sin hegemona. Lahegemona, en rigor, tiene sus confines en el estrecho horizonte de una clase minoritariay por aadidura construida con retazos. Por eso ser, hasta 1916, una hegemonaorganicista. No obstante, la insurreccin de 1890 marca el comienzo de la bifurcacinburguesa: aparece la demanda de democratizacin o, al menos, liberalizacin poltica, a

    la que se suman la clase media y los trabajadores. Su satisfaccin, en 1912, con la ley de

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    sufragio universal masculino para mayores de 18 aos, secreto y obligatorio, abre elpaso a la breve etapa de la hegemona pluralista, clausurada en 1930 con el golpemilitar que desata una crisis orgnica que todava no ha encontrado solucin, si bien hoyparece estar definindose un nuevo bloque histrico y con l un nuevo sistema

    hegemnico.

    Dentro de los lmites que an excedidos son insuficientes de la presentecomunicacin he querido argumentar en favor de la posibilidades de utilizacin de lascategoras analticas gramscianas a travs de un ejercicio exploratorio que combina unarevista a la teora y a una situacin histrica particular. Pero el instrumental forjado porGramsci no se encuentra oculto en una lmpara cuyos secretos se obtienen por acto deinvocacin. El genio escondido no aparece por frotamiento, sino apelando a un acto derecreacin, innovacin, modificacin y hasta desechamiento. Entonces s tiene sentido,conviene invocar al genio. Es decir, hay que estar dispuesto a admitir que no es unesclavo de nuestros deseos, sino una posibilidad de aplicacin de categoras eficaces de

    ser expresadas en los lenguajes de las situaciones concretas particulares. Siendo as, elgenio no slo es universal. Tambin recibir el mejor de los homenajes: el de susuperacin.Buenos Aires, agosto de 1991

    Post scriptumPermtaseme un breve aadido, estrictamente personal y que hubiera preferido noescribir. Este artculo estuvo dedicado a Pancho Aric desde el momento mismo en quecomenz a ser pensado. Termin de escribirlo el 15 de agosto. La maana del 16 estuvetrabajando en su casa y no quise mostrrselo, para una posterior discusin, porquenecesitaba hacerle algunas correcciones. No pudo ser. La conversacin se trunc porqueesa misma noche Pancho comenz su ltimo, definitivo combate contra la muerte que,impiadosa, termin con l el 22. Conoca a Pancho desde mi juventud, hace casi treintaaos. Con l aprend Gramsci y comentamos la riqueza de su pensamiento y susorprendente "traductibilidad" a Amrica Latina. Aprend tambin otras cosas. Nada deello era difcil con alguien de su enorme talento, su generosidad infinita, suimpresionante capacidad de escuchar, su calidez, su paciencia y su respeto. Mihomenaje a un amigo muy querido es as, tambin, la invocacin a su genio, a continuarun dilogo ahora slo imaginario, apenas soliloquio. Con Miguel Hernndez digo

    A las aladas almas de las rosas

    del almendro de nata te requiero,

    que tenemos que hablar de muchas cosas,compaero del alma, compaero.

    Buenos Aires, 22 de noviembre de 1991.

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    Bibliografa citadaAric, Jos (1988): La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en Amrica Latina, Puntosur editores,Buenos Aires.Cessi, Roberto (1965): "El historicismo y los problemas de la historia en la obra de Gramsci", en VV.AA., Gramsci y el marxismo, Proteo, Buenos Aires, pp. 7694. (La edicin original de este libro, en

    italiano, es de 1958).De Felice, Franco (1977): "Rivoluzione passiva, fascismo americanismo in Gramsci", en Istituto Gramsci,Politica e storia in Gramsci I, Editori RiunitiIstituto Gramsci, Roma, pp. 161220.Coutinho, Carlos Nelson (1987): "Nueva lectura del populismo brasileo", en La Ciudad Futura, N 6,Buenos Aires, agosto, pp. 1516.Gallino, Luciano (1972): "Gramsci y las ciencias sociales", en VV. AA., Gramsci y las ciencias sociales,Cuadernos de Pasado y Presente/19, Crdoba, 2 edicin ampliada, pp. 739.Gramsci, Antonio: Cuadernos de la crcel, Ediciones Era, Mxico DF, 19881986, tomos 1 a 4 (sobre 6anunciados); citado: CC.Gramsci, Antonio: El materialismo histrico y la filosofa de Benedetto Croce, Buenos Aires, Lautaro,1958; (hayreproduccin fascimilar por Juan Pablos Editor, Mxico DF, 1975); citado:MH.Gramsci, Antonio: Il Risorgimento, Giulio Einaudi editore, Torino, 10 ediz., 1972; (hay edicin enespaol porJuan Pablos Editor, Mxico, 1980); citado:IR.

    Gramsci, Antonio: Lettere dal carcere, Giulio Einaudi editore, 3 ediz., Torino, 1977; (hay edicin enespaol porLautaro, Buenos Aires, 1950); citado:LC.Gramsci, Antonio: Notas sobre Maquiavelo, sobre la poltica y sobre el Estado moderno, EdicionesNueva Visin, Buenos Aires, 1972; (antes, en Editorial Lautaro, Buenos Aires, 1962); citado:NM.Gramsci, Antonio: Passato e presente, Giulio Einaudi editore, Torino, 6 ediz., Torino, 1966; (hay edicinen espaol por Juan Pablos Editor, Mxico, 1977); citado: PP.Gramsci, Antonio: Quaderni dal carcere, edizione a cura de Valentino Gerratana, Giulio Einaudi editore,Torino,1975, 4 ts.; citado: QC.Gramsci, Antonio: Scritti giovanilli (19141918), Giulio Einaudi editore, Torino, 1958; citado: SG.Hobsbawm, Eric (1978): "La ciencia poltica de Gramsci", en VV. AA., El pensamiento revolucionariode Gramsci, Editorial Universidad Autnoma de Puebla, Puebla, pp. 1938.Kanoussi, Dora y Mena, Javier (1985):La revolucin pasiva: una lectura de los Cuadernos de la crcel,Universidad Autnoma de Puebla, Puebla.Mangoni, Luisa (1987): "Rivoluzione passiva", en Antonio Gramsci. Le sue idee nel nostro tiempo,Editrice L'Unit, Roma.Pizzorno, Alessandro (1972): "Sobre el mtodo de Gramsci. (De la historiografa a la ciencia poltica)",en VV.AA., Gramsci y las ciencias sociales, Cuadernos de Pasado y Presente/19, Crdoba 2 edic.ampliada, pp. 4164.Portantiero, Juan Carlos (1980): "Gramsci para latinoamericanos", en Carlos Sirvent (Coord.), Gramsci yla poltica, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, Mxico, pp. 2951.Portantiero, Juan Carlos (1981):Los usos de Gramsci, Folios Ediciones, Mxico.Portantiero, Juan Carlos (1987): "Gramsci en clave latinoamericana", enLa Ciudad Futura, N 6, BuenosAires, agosto, pp. 1213.

    1. Ponencia preparada para el Coloquio Internacional Memoria y vigencia de una pasin poltica.

    Homenaje a Gramsci en el Centenario de su nacimiento, organizado por la Universidad Central deVenezuela, Caracas, 27 diciembre 1991. Retomo y amplo aqu algunas ideas ya expuestas en el artculo"Gramsci para historiadores", La Ciudad Futura, N 6, Buenos Aires, agosto de 1987, pp. 2022. Comoartculo, fue publicado originariamente, en soporte papel, en Estudios Sociales. Revista UniversitariaSemestral, N 2, Santa Fe, Primer semestre 1992, pp. 4565 (ISSN 03274934), y en Carlos Kohn, HugoCalello, Eduardo Zuleta y otros, Gramsci. Memoria y vigencia de una pasin poltica, coeditado por elConsejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes y la Escuela deFilosofa de la UniversidadCentral de Venezuela, Mrida, 1992, pp. 275308 (ISBN 9802215112).2. Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas (CONICET) en elInstituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales (rea Sociologa Histrica), Universidadde Buenos Aires. Profesor Titular de Historia Social Latinoamericana en la misma Facultad.3. En todos los casos en que cito una edicin en italiano, la traduccin es ma.4. Vase: Cuaderno 1, 107, "Filippo Meda, Statisti cattolice,..."; Cuaderno 2, 16, "Francesco

    Tommasini, 'Politica mondiale e politica europea'" (donde alude a la accin de Estados Unidos en Mxico

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    y el Caribe) y 135, "Pancristianismo y propaganda del protestantismo en la Amrica Meridional";Cuaderno 3, 5, "Amrica", en CC, tomo 1, pgs. 159, 216222, 299300, y tomo 2, pp. 1820,respectivamente. Otras referencias se encuentran como parte de una cuestin ms amplia, la de losintelectuales, en los cuadernos 4, 49, tomo 2, pp. 186187, y 12, 1, tomo 4, pp. 353373; sendosfragmentos sobre los intelectuales en Amrica Latina son prcticamente similares y van en tomo 2, p. 194

    y tomo 4, p. 365, respectivamente.5. . Ello en razn del mayor grado de desarrollo de mis investigaciones sobre la sociedad Argentina. Hehecho ya varios ejercicios al respecto: por ejemplo, en "Notas sobre la formacin de la burguesaArgentina, 17801880", texto de 1978 incluido en Enrique Florescano (coord.),Orgenes y desarrollo dela burguesa en Amrica Latina, 17001955, Editorial Nueva Imagen, Mxico DF, 1985, pp. 515583(donde se plantea la hiptesis de la constitucin de la sociedad argentina independiente a partir y a lolargo de una crisis orgnica, que en principio lo es del sistema colonial, desarrollada entre 1806 y 1880),en "Soar con Rousseau y despertar con Hobbes: una introduccin al estudio de la formacin del Estadonacional argentino", en Waldo Ansaldi y Jos Luis Moreno, Estado y sociedad en el pensamientonacional, Editorial Cntaro, Buenos Aires, 1989, pp. 21108 (artculo en que se formula la hiptesis de larevolucin pasiva como coronamiento y superacin de aquella crisis). Argumento expuestos en esteltimo son retomados en el presente. Algunos otros textos ya publicados y otros nuevos se renen en milibro Burguesa y democracia en Argentina, que aparecer en 1992. Resultados ms recientes se

    mostrarn al concluir dos investigaciones en curso, una sobre "Democracia y dictadura en la historia de lasociedad argentina" y otra sobre "Mecanismos de dominacin polticosocial oligrquica en AmricaLatina".6. . La relacin entre intelectuales y Estado en las primeras dcadas del siglo 20 est siendo analizada porPatricia Funes en su investigacin comparativa entre Argentina y Per.7. . Vanse, Barrington Moore, Social Origins of Dictatorship and Democracy, Beacon Press, Boston,1966 [Orgenes sociales de la dictadura y de la democracia, Pennsula, Barcelona, 1 ed., 1973] y ThedaSkocpol, States and Social Revolutions, Cambridge University Press, 1979 [ Los Estados y lasrevoluciones sociales, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1984]. A propsito, la "revolucin desdearriba" o "modernizacin conservadora", de Barrington Moore, ofrece un formidable estmulo para unanlisis comparativo con la revolucin pasiva de Gramsci.8. . Como se ha adelantado, el tratamiento de este caso histrico recoge parcialmente argumentos yaexpuestos en otros trabajos, particularmente en "Soar con Rousseau y despertar con Hobbes...", loc. cit.

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    TEORIA socialESTUDIOS CONTEMPORNEOS SOBRE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES.

    ALGUNAS REFLEXIONES CRTICAS

    Guido Galafassi2

    IntroduccinLa problemtica de la movilizacin y el cambio social, ha sido un tema

    altamente tratado y estudiado en los medios acadmicos latinoamericanos siendo laclase obrera y el movimiento campesino dos sujetos privilegiados en cuanto a ladedicacin que han merecido por parte de la academia y la ciencia. Luego de unarelativa declinacin en los aos 80 y parte de los 90, reaparece en estos ltimos aosun fuerte inters por esta problemtica.

    Siguiendo las tendencias internacionales surgidas a la luz de la llamada teorade la accin colectiva los ltimos estudios se refieren fundamentalmente a intentardesentraar el como y el porqu de los nuevos movimientos sociales. As, mientrasque los anlisis hasta los aos 70 centraban el eje precisamente en las luchas y losconflictos generados a partir de la imposicin de un determinado modelo de desarrollocapitalista y de la interaccin y la puja de intereses entre los diversos sectores o clasessociales; en la actualidad se pone mucho ms fuertemente el nfasis en las cuestiones desubjetividad ligada fundamentalmente a la organizacin de los movimientos, en dondelos fenmenos de identidad, recursos organizativos y exclusin son laspreocupaciones fundamentales. Se siguen as, tendencias tericas aparecidas en lasltimas dcadas en los pases centrales y basadas todas ellas en el resurgir delindividualismo metodolgico.

    Mientras que en los aos 60 y 70 algunas temticas importantes eran losprocesos revolucionarios, el desarrollo, la dependencia, el cambio social, Vietnam,Cuba y otros procesos de liberacin nacional y social, mayo del 68 y otras revueltas del68 a nivel mundial, el Cordobazo en Argentina, etc., de tal manera de ejercer una fuerteinfluencia en la agenda de la investigacin social, en la actualidad, aparece con fuerzala figura de los movimientos sociales como sujeto colectivo con clara identidad yalrededor del cual se elaboran intensos desarrollos tericos y empricos.

    Este renovado inters por la movilizacin social, est ahora principalmentefocalizado en el estudio de los actores y la accin. Si en los 60 y 70 el eje era lalucha de clases, en la actualidad lo es el movimiento social en tanto sujetoparticular y fenomnico.

    Corrientes dominantes en el estudio actual de los movimientos socialesEs de hacer notar que el estudio de los movimientos sociales por parte de las

    teoras dominantes sufri una evolucin que fue desde una incomprensin conservadoradel fenmeno a un intento ms abarcador y comprensivo de las motivaciones quegeneran el descontento. En el periodo de entreguerras, la ciencia norteamericanaconsideraba a la movilizacin social como portadora de un comportamiento poltico noinstitucionalizado, espontneo e irracional por lo cual era potencialmente peligrosa al

    2Investigador del CONICET - Universidad Nacional de Quilmes y profesor en la Universidad de BuenosAires, ARGENTINA,[email protected]

    mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]
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    tener la capacidad de amenazar la estabilidad del modo de vida establecido. Segn estascorrientes, los cambios estructurales generan situaciones de colapso o bien de losrganos de control social, o bien en la adecuacin de la integracin normativa. Lastensiones, descontento, frustraciones y agresividad resultantes llevan al individuo a

    participar en el comportamiento colectivo, caracterizado como comportamiento noinstitucional-colectivo (en contraposicin al colectivo institucional, que es aquelnormal dentro de una sociedad), que de la accin espontnea de masas avanza a laformacin de opinin pblica y movimientos sociales. Aparece tambin por aquellosaos una variante basada en la nocin (psico-sociolgica) de la privacin relativa, quedenotaba un proceso por el cual una sensacin de frustracin provocaba una reaccinhaca alguna forma de protesta. Los sentimientos de privacin relativa (es decir, ypara decirlo en trminos no funcionalistas, sentimientos y conciencia de desigualdadentre los sectores, clases o subclases sociales) surgidos a partir de una situacin social oeconmica desventajosa, conducan a la violencia poltica.

    Estas corrientes van entrando en declive y ante la serie de revueltas, conflictos,

    manifestaciones y procesos de movilizacin social de los aos sesenta, se comienza acuestionar fundamentalmente la idea del comportamiento desviado e irracional y la ideade la aparicin de movimientos sociales vistos exclusivamente como reaccin adesajustes estructurales. As aparece una nueva caracterizacin de los movimientossociales como actores racionales que definen objetivos concretos y estrategiasracionalmente calculadas. Surge as el enfoque de la eleccin racional (rationalchoice) de raz fuertemente individualista. Lo que explicara la accin colectiva sera elinters individual por conseguir beneficios privados, motivando esto la participacinpoltica en grandes grupos. Mancur Olson (1965), el principal mentor de esta corriente,elabor un modelo de interpretacin en donde los individuos participan en accionescolectivos siempre que exista una racionalidad bsica basada en el hecho que loscostos de su accin tienen que ser siempre menores que los beneficios, y es esteclculo de costos y beneficios lo que le da el carcter de racional al comportamiento.Aparece en este contexto el problema del gorrn (free-rider) por el cual cualquiersujeto que incluso coincida y racionalmente vea que sus intereses son los del colectivo,puede tranquilamente no participar, pues obtendra igualmente los beneficios gracias ala participacin de los dems.

    En este marco, surge la teora de la movilizacin de recursos (ressourcemobilization), que es, por mucho, aquella que ha cosechado la mayor parte de losadeptos y aquella que se mantiene vigente hasta la actualidad. La diversidad de maticeses muy grande pero podemos mencionar a modo de ejemplo los siguientes autores ms

    o menos afines a esta lnea: McAdam (1982), McCarthy (1977), Tarrow (1997), Tilly(1978, 1990), Craig Jenkins (1994), etc. Aqu, ya la preocupacin no gira alrededorexclusivamente del individuo egosta sino alrededor de la organizacin y de cmo losindividuos reunidos en organizaciones sociales gestionan los recursos de que disponen(recursos humanos, de conocimiento, econmicos, etc.) para alcanzar los objetivospropuestos. Ya no interesa tanto descubrir si existe o no insatisfaccin individual porcuanto se da por sentado su existencia, por lo tanto, lo importante para este cuerpoterico es ver como los movimientos sociales se dan una organizacin capaz demovilizar y aunar esta insatisfaccin individual. El nfasis en la gestin y loorganizacional los lleva a definir un concepto clave, que es la figura del empresariomovimientista que es aquel sujeto individual o grupal que toma la iniciativa,

    precisamente en la organizacin del movimiento. Los movimientos sociales surgen

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    como resultado de la accin colectiva en un contexto que admite la existencia deconflictos y estos, por si solos, ya no son vistos como anormalidades del sistema. Unasociedad moderna y capitalista est atravesada por conflictos, que por si solos nodesestabilizan al sistema. Sigue siendo fundamental el concepto de accin colectiva y ya

    no se establecen diferencias entre una accin colectiva institucional (normal) y otra noinstitucional (patolgica). Esta accin colectiva involucra la bsqueda racional delpropio inters por parte de grupos, es decir que estamos ante una socializacin del

    principio de eleccin racional; no se abandona este supuesto sino que se lo somete ala accin de grupos, en lugar de relacionarlo solamente con una accin individual. Elagravio es considerado un motor fundamental de la accin colectiva, entendiendo portal, a toda manifestacin del sistema que perjudique a individuos o grupos. Pero comolos agravios y sus reacciones son resultados permanentes de las relaciones de poder ypor tanto no pueden explicar la formacin de movimientos; esta depende, ms bien, decambios en los recursos con que cuentan los grupos, la organizacin y las oportunidadespara la accin colectiva. Es decir que dado un agravio, se generar un movimiento

    social en tanto los individuos y los grupos cuenten con los recursos organizacionalesnecesarios para la formacin. La movilizacin involucra entonces organizacionesformales burocrticas de gran escala y con propsitos definidos.

    Una categora clave que se suma a las anteriores es la de nuevos movimientossociales. La preocupacin fundamental radica en diferenciar los movimientos sociales

    post 68 de los anteriores y es as que surgen las teoras de los nuevos movimientossociales. Alain Touraine (1978, 1991), Clauss Offe (1985, 1996) y Alberto Melucci(1984, 1994) son tres de sus representantes ms conspicuos. Este nfasis en la figura denuevo movimiento lo relacionan con transformaciones fundamentales de lassociedades industriales, siendo sus casos de estudio los movimientos pacifistas,ecologistas, feministas, etc., que emergen con relativa fuerza en la Europa de los aos60 y 70. Mientras los viejos movimientos sociales, eran organizacionesinstitucionalizadas centradas casi exclusivamente en los movimientos de la clase obrera,los nuevos movimientos, por oposicin, poseen organizaciones ms laxas y permeables.Esto lo relacionan estrechamente con la diferenciacin entre un viejo y un nuevoparadigma poltico. Los contenidos del viejo paradigma se relacionan con el crecimientoeconmico y la distribucin, la seguridad militar y social y el control social; y para elnuevo, con el mantenimiento de la paz, el entorno, los derechos humanos y las formasno alienadas de trabajo. Los valores se orientan hacia la libertad y la seguridad en elconsumo privado y el progreso material dentro del viejo paradigma; y hacia laautonoma personal e identidad en oposicin al control centralizado, para el nuevo

    paradigma. Por ltimo, en los modos de actuar, para el viejo paradigma se daba unaorganizacin interna formalizada con asociaciones representativas a gran escala y unaintermediacin pluralista en lo externo unida a un corporativismo de intereses basado enla regla de la mayora junto a la competencia entre partidos polticos; en cambio, para elnuevo paradigma, en lo interno se basa en la informalidad, la espontaneidad, el bajogrado de diferenciacin horizontal y vertical, y en lo externo, por una poltica deprotesta basada en exigencias formuladas en trminos predominantemente negativos.

    A estos autores tambin se los llama tericos de la identidad pues estacategora es clave en sus anlisis. As, mientras para la movilizacin de recursos lofundamental para definir un movimiento social es la forma de la organizacin, paraestos enfoques europeos, la cuestin de la identidad que se construira a partir del

    agregado de individuos en organizaciones sociales, constituye el foco a dilucidar, siendo

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    la identidad equivalente a la organizacin, en cuanto son los conceptos clave por loscuales se explica un movimiento social. Un movimiento social implica para estacorriente un proceso de interaccin entre individuos con el objetivo fundamental deencontrar un perfil identitario que les permita ubicarse en el juego de la diversidad

    social. A partir de asumir una identidad es que el movimiento social parecera quehabra consumado su razn de ser. Esta corriente dice responder as al reduccionismopoltico de las interpretaciones clasistas dominantes hasta los aos 70.

    Teoras alternativas: la complejidad dialctica de las relaciones-contradiccionessociales

    Frente a esta predominancia de marcos tericos provenientes del individualismometodolgico, las corrientes crticas, emparentadas mayoritariamente con algunavariante de marxismo, no han desarrollado una tarea sistemtica en trminos de aportarteoras especficas que aborden la problemtica de los llamados movimientos sociales,sean estos nuevos o viejos. La centralidad de la lucha de clases y la prioritaria visin

    respecto a la clase obrera como la clase emblemtica para el cambio social, han hechoque matices, variantes y nuevas o renovadas expresiones del proceso de movilizacinsocial no hayan sido tenidos mayoritariamente en cuenta como para dar cuenta de estarealidad.

    Pero recientemente, con la cada del socialismo real y la prdida de importanciacreciente que el marxismo haba tenido en las dcadas de los aos 60 y 70 se havenido produciendo un rico y nutrido debate en el amplio campo de las teoras crticas,en donde la centralidad del partido en la estrategia revolucionaria (clsica visinleninista) ha estado perdiendo fuerza, en consonancia con la prdida relativa deimportancia de este en los procesos de cambio y movilizacin de las ltimas dosdcadas y como contraparte esto ha permitido dirigir la mirada hacia otro tipo de

    organizaciones sociales en proceso de movilizacin social por el cambio. Para algunos,por ejemplo, la emergencia de los movimientos sociales es, de hecho, un resultado dela decreciente capacidad del movimiento obrero y los partidos polticos socialistas o

    comunistas para representar adecuadamente las demandas de los sectores que se

    expresan a travs de estos movimientos (Vilas, 1995: 75)A pesar de este desdibujamiento de la clase obrera como componente esencial y

    casi nico del cambio, el concepto de lucha de clases no tiene porqu desaparecer segnlas renovadas ideas de las teoras crticas. Pero si quizs, resignificarse, ampliarse oflexibilizarse en relacin a la dinmica y complejidad de las relaciones sociales. En estesentido, J. Holloway, por ejemplo, considera enfticamente a la lucha de clases como unproceso y no ya (como ocurra y ocurre en diversas variantes ortodoxas esquemticas)

    como solo estticos sectores sociales; el concepto de lucha de clases es esencial paracomprender los conflictos actuales y al capitalismo en general; pero solamente sientendemos clase como polo del antagonismo social, como lucha, y no

    sociolgicamente como grupo de personas (Holloway, 2004: 10).De esta manera, se est apelando ms que a reconocer la existencia de una lucha

    entre clases constituidas, ms bien a entender a la lucha de clases como un antagonismoincesante y cotidiano entre alienacin y des-alienacin, entre fetichizacin y des-fetichizacin. La existencia del capital, pues, es la lucha de clases: la repetidaseparacin cotidiana de las personas del flujo social del hacer, la repetida imposicin

    cotidiana de la propiedad privada, la repetida transformacin cotidiana del hacer en

    trabajo. Es lucha de clases, pero no parece serlo. () Cuanto ms exitosa sea la luchade clases capitalista, ms invisible se hace: de hacedores vinculados entre s por la

  • 8/8/2019 BRUMARIO N 1 NOV - DIC 2009

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    BRUMARIO N 1 NOV - dic 2009

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    comunidad de su hacer, las personas se transforman en individuos libres e iguales

    vinculados entre s por instituciones externas, como el Estado. La lucha de clases

    capitalista se realiza a travs de formas apar