Canibal - Julián Herbert

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(Apunte Sobre Poesia Mexicana Reciente)Se publica con autorización del autor. Los originales corresponden a la edición impresa de Bonobos, editor Santiago Matías.

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    CANBAL APUNTES SOBRE POESA MEXICANA RECIENTE

    Julin Herbert

  • 2

    Este libro fue escrito con el apoyo del SNCA (2006-2009)

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    Rumbo al Polo, aqu empezaramos a devorar los perros de nuestros trineos.

    Gerardo Deniz

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    I

    Contexto

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    Lo antolgico y lo generacional

    Lo antolgico

    Comento al vuelo tres antologas de poesa. No por su trascendencia; por la peculiaridad

    de sus respectivos mtodos. Se trata de Poesa en movimiento, Asamblea de poetas

    jvenes de Mxico y El manantial latente.1

    Algo semejante, aunque en sentido opuesto, le ocurre a la Asamblea de Zaid. l

    declara que ha emprendido su proyecto para llenar lagunas entre Poesa en movimiento

    y la lrica joven. Asamblea es un antolmetro, primer experimento nacional para mostrar

    Poesa en movimiento es un clsico de nuestras letras. Apenas tengo que

    referirme a la nmina incluida y a lo provocativo de su prlogo: un esfuerzo

    organizador de la tradicin moderna. El concepto generacin tiene ah acotada

    importancia; la correspondencia entre diversas voces ocupa el eje de la obra. Con todo y

    lo feliz que sta resulta en la mayora de sus apuestas, confirmaciones y hallazgos, no

    deja de ser irnica la ausencia de dos tardos autores: Eduardo Lizalde y Gerardo Deniz.

    Y es que ellos son quiz los poetas mexicanos vivos que ms influyen al presente. Ellos

    y no Rubn Bonifaz Nuo, Homero Aridjis o Jaime Augusto Shelley. Poesa en

    movimiento puede ser ledo an con alegra, y a m eso me basta para tenerle estima.

    Pero dos de sus pretensiones declaradas Chumacero y Pacheco: ser vademecum de la

    herencia que usufructuamos; Paz y Aridjis: erigirse como vaticinio de mutaciones

    estticas fueron parcialmente contrariadas por la historia.

    1 Octavio Paz, Al Chumacero, Jos Emilio Pacheco y Homero Aridjis, Poesa en movimiento, Mxico,

    1915-1966, Mxico: Siglo XXI Editores, 1966; Gabriel Zaid, Asamblea de poetas jvenes de Mxico, Mxico: Siglo XXI Editores, 1980; Ernesto Lumbreras y Hernn Bravo Varela, El manantial latente. Muestra de poesa mexicana desde el ahora: 1986-2002, Mxico: Conaculta, 2002.

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    que hacer compilaciones sera, a partir de entonces, un trabajo arduo y provisional. Con

    entusiasmo y desazn ante el auge de las tecnologas, Zaid enfatiza la imposibilidad

    individual de asimilar todos los productos de la industria cultural.

    Lo que vuelve difcil de leer hoy Asamblea no es ni su extensin ni la diversidad

    que nos reporta: es lo francamente malos que son muchos de los poemas. El autor

    supedit su instinto literario a la presentacin de un caso: la grafomana de nuestra

    analfabeta sociedad. Le interesaba mostrar que escribamos demasiado y que no

    contbamos con sistemas de acopio y mantenimiento de la informacin que

    respondieran a tal prctica cultural. Estableci este punto renunciando a distinguir el

    grano de la paja. La suya es una declaracin sociolgica. En este sentido, Asamblea se

    asemeja a un estupendo reportaje que contina vigente. Su carcter antolgico, en

    cambio, me parece envejecido.

    Acusada de narcisismo, El manantial latente se ocupa de los poetas mexicanos

    nacidos entre 1965 y 1978. A diferencia de Poesa en movimiento, propone un impasse

    de la tradicin: se circunscribe a los jvenes; solo dialoga con el pasado a travs de uno

    de sus anexos, la serie de encuestas aplicadas a los seleccionados. Pero, a diferencia de

    Asamblea, se coloca en un mbito intelectual donde la valoracin esttica de los

    poemas es ms que plausible: severa y perentoria. No pretende nicamente dar cuenta

    de la existencia de una generacin sino distinguir en ella a los buenos poetas de los

    malos. Con qu criterio?... El del gusto y los intereses de los compiladores. Los

    buenos poetas son definidos no por valores acadmicos o abstractos, tampoco es

    evidente por su pertenencia a un corpus histricamente probado, sino en forma

    unilateral: por la postura de Lumbreras y Bravo ante la literatura y su sentido potico de

    cara al siglo XXI. Era natural, e incluso justo, que esto irritara a muchos poetas y

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    lectores. Pero la actitud de Lumbreras y Bravo, por su parte, no implica inmoralidad

    alguna.

    David Huerta ha escrito: la antologa codifica la tradicin, de acuerdo con las

    valoraciones del seleccionador y prologuista. Debe tener autoridad: sta proviene de la

    seguridad, la firmeza, el aplomo del juicio que la sustenta.1 El manantial fue

    compuesto, me atrevo a decir, como diferida reaccin a la Asamblea. Esta intuicin me

    hace apreciar el temple de los autores, que en el prlogo establecen siguiendo un

    pensamiento de Fernndez Granados,2

    Lo distintivo del volumen no es, en mi opinin, su polmico aparato crtico.

    Tampoco la vituperada ausencia de algunos autores. Creo que su mayor peculiaridad

    estriba en haber cerrado al mismo tiempo dos escotillas. Una: el ejercicio comparatista

    entre la escritura de los jvenes y las obras de la generacin inmediatamente anterior.

    Otra: una inclusin irrestricta, meramente documental, de los nuevos poetas aspiracin

    quien a su vez resuma tanto a Pound como a

    Paz una serie de estratos dentro de los cuales agrupan a sus seleccionados. Ofrecen

    asimismo con muy poco tacto un listado de 300 escritores que fueron consultados

    mas no seleccionados; lo que bien puede tomarse como una grosera pero a la vez

    enmienda la plana al mtodo de Zaid.

    El manantial se coloca tambin al margen de ejercicios compilatorios como

    Poetas de una generacin (en sus dos ediciones): un proyecto en el que la divisin por

    dcadas pes ms que el constructio generacional, cultural y crtico. Al practicar sus

    incisiones cronolgicas sin respeto al orden decimal, El manantial latente enfatiza en el

    concepto generacin la perspectiva orteguiana: algo relativo a la sociedad y la historia.

    No obstante, los elementos que han llevado a tal caracterizacin nunca son descritos con

    precisin en el prlogo.

    1 En el prlogo al Anuario de poesa mexicana 2005, Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 2006, p. 15.

    2 Poesa mexicana de fin de siglo. Para una calibracin de puntos cardinales en Vctor Toledo

    (coordinador), Potica mexicana contempornea, Puebla, Mxico: BUAP, 2000.

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    que actualmente se cumple en multitudinarias, ilegibles antologas que aparecen con

    regularidad casi hemerogrfica.

    El manantial latente propuso una discusin. Tom una postura. Hubiera sido

    infructuoso para l revisitar toda la tradicin mexicana moderna (para qu?... Para

    imprimir otra vez Muerte sin fin?...). No obstante, me parece que renunci a un ejercicio

    que s le competa (al menos en trminos histricos). Me refiero a poner en relacin a

    dos generaciones literarias: los nacidos entre 1949 y 1979.1

    Y es que, no est de ms decirlo, las relaciones jerrquicas se entremezclan no

    pocas veces con la edad. Ante la escasez de lectores (en trminos potenciales, Mxico es

    el peor pas lector del mundo), y en una sociedad que ofrece inusitadas posibilidades de

    desarrollo profesional y econmico a los artistas, es difcil evitar que los poetas

    maduros se transformen simblicamente en El-Lector: su influencia sobre el gusto y el

    afianzamiento de autores nuevos es significativa.

    Se trata de una idea a la que pienso regresar al final de este ensayo.

    Lo generacional

    Tomando en cuenta la frecuencia con que se le da por descontado, el concepto

    generacin goza de prestigio en nuestro contexto. Una importancia basada no en el

    peso especfico del trmino, que aisladamente, quiz estemos de acuerdo, vale poco:

    una importancia cuyo centro de gravedad es el mbito social y las relaciones jerrquicas

    que por mediacin de l establecen algunos artistas mexicanos; lo intergeneracional.

    2

    1 A modo de convencin operativa, sigo en este texto la opinin de quienes dan un margen aproximado de

    quince aos al desarrollo de cada generacin. 2 Hay poetas algunos muy buenos que viven al margen del mbito que describo. No obstante, los

    subproductos de la poesa becas, premios, ctedras de tiempo completo son componente cotidiano de la industria cultural mexicana, y afectan (quermoslo o no) el enfoque de nuestra crtica literaria y poltica. Obviar esto en aras de una pureza tica o esttica suena bonito pero abona poco a la descripcin de una realidad intelectual.

    Tal influencia es social pero tambin

    estilstica: no olvidemos que quienes tienen a su cargo criticar obras, otorgar becas,

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    seleccionar antologas, juzgar premios, escribir cuartas de forros, editar libros y, en

    general, editorializar en torno a la poesa, son tambin (al menos en una parte de los

    casos) poetas cuya obra es sinceramente apreciada por una significativa cantidad de

    lectores.

    Cmo se percibe el concepto generaciones en la actualidad?... David Huerta

    ha hecho un resumen de una de las posturas:

    Una anotacin de Juan Goytisolo recogida por Luis Vicente de Aguinaga en su libro Lmpara de mano zanja, con tino y gracia insuperables, el viejo y orteguiano asunto de las generaciones, reducindolo al absurdo: a quin en sus cabales se le ocurrira considerar a San Juan de la Cruz como un poeta eminente de la generacin de 1575?1

    Aunque es imposible resumir en una frase lo que nos separaba de nuestros predecesores, me parece que la gran diferencia consista en que nuestra conciencia del tiempo que vivamos era ms viva y, ya que no ms lcida, s ms honda y total. El tiempo nos haca una pregunta a la que haba que responder si no queramos perder la cara y el alma. Nos angustiaba nuestra situacin en la historia.

    El argumento se aleja sensiblemente de la postura de Paz, quien alguna vez escribi,

    refirindose a las diferencias entre los poetas de Taller y los Contemporneos:

    2

    Debemos despachar el tema sin ms, de un plumazo?... No soy tan dscolo como para

    no reconocer mi admiracin por Huerta. Sin embargo no puedo coincidir con l en este

    punto. La frase de Goytisolo tiene gracia y es punzante, mas no me parece que zanje

    nada. El concepto de originalidad emitido por los Siglos de Oro es, sigue siendo,

    radicalmente distinto al nuestro: para ellos, sta consista en la revisitacin atinada de un

    corpus tpico y retrico estable, cuyas variaciones temticas y cuya base formal se

    haban mantenido en Europa durante unos trescientos aos. En este sentido, hablar de

    generaciones sera, estoy de acuerdo, ridculo. El problema empieza con el siglo XIX:

    no es fcil reducir a un mismo tmulo a Victor Hugo (1802), Nerval (1808) y

    Baudelaire (1821). Por no agregar a Mallarm (1842) y Rimbaud (1854). Las fechas de

    1 Op. Cit., p. 11.

    2 Octavio Paz, Obras completas tomo 4. Generaciones y semblanzas. Dominio Mexicano, Mxico:

    Crculo de lectores / Fondo de Cultura Econmica, 1998, p. 103-104.

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    nacimiento de estos cinco poetas se suceden en apenas 52 aos. O, dicho ms

    ilustrativamente: entre el nacimiento de Hugo (cuyo alejandrino es conversacional pero

    rtmicamente clsico) y el de Mallarm (que prefigura la poesa concreta) transcurrieron

    40 aos. Entre Garcilaso y San Juan hay 41, y 150 entre el toledano y Sor Juana.

    Qu sucedi? Un cambio que no es acadmico ni exclusivamente estilstico

    sino metafsico: el de nuestro sentimiento del tiempo. Aunque el fin de la modernidad se

    haya decretado hace dcadas, esto no salva la situacin sino que la complica ms. Una

    vez la humanidad crey en lo eterno; ese instante pas y no ha sido restaurado.

    Cualquiera tiene derecho a obviar tal calamidad; pero ello implica una abstencin, no

    una solucin. Lo que hace cien aos se perciba como un ascenso lineal de la historia

    qued reducido, en la zona de entreguerras espirituales que fue el proceso posmoderno,

    a una aquiescencia de informacin vastsima, conjugada perpetuamente en presente y

    mayoritariamente intil. S, la Historia fue sustituida, pero no por la mstica o la

    definitiva elevacin de la sociedad: por la vulgaridad de una nota periodstica. No

    obstante, la preocupacin de Paz sigui vigente: quines somos, como artistas, de cara

    a nuestro sentimiento del tiempo? Es improbable que nos arroguemos la falta de inters

    de San Juan y sus contemporneos respecto de lo generacional. Nuestro repertorio

    espiritual, en tanto que miembros del conglomerado humano, est ms cerca del

    artepurismo romntico y el compromiso social vanguardista que del misticismo

    cristiano del siglo XVI. No en trminos cronolgicos: en trminos de lo que entendemos

    por Absoluto y Trascendencia.1

    1 Hay un libro que encarna una profunda y certera reflexin al respecto: Tzvetan Todorov, Los

    aventureros del absoluto, Barcelona, Espaa: Galaxia Gutenberg / Crculo de Lectores, 2007.

    Incluso si decidimos alejarnos de la norma que rige a

    nuestras sociedades y vivir como un carmelita del Imperio Espaol, estaremos

    ejerciendo un valor espiritual heredado de la modernidad: el individualismo.

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    Desde esta perspectiva, el concepto generacin me parece pertinente: implica

    la decisin filosfica de seguir leyendo el mundo a contraluz de la historia. Una postura

    de la que se colige la pertinencia del concepto tradicin pues, como bien seala Paz:

    la tradicin es una invencin moderna. Los llamados pueblos tradicionales no saben

    que lo son: repiten unos gestos heredados, fuera de la historia, fuera del tiempo o, ms

    bien, inmersos en otro tiempo, cclico y cerrado.1

    En su artculo Por una potica retro,

    La otra postura, la de un mbito

    artstico donde lo generacional resulta insignificante para cualquiera en sus cabales,

    tampoco me parece equivocada: implica la eleccin filosfica de un arte que prescinde

    de la Historia y toma la obra artstica como realizacin del Absoluto; ms

    baudelaireano, imposible.

    Se trata, pues, de una eleccin. Yo elijo la primera postura. Con esta salvedad:

    opino que el conocimiento de una generacin literaria solo se completa mediante el

    ejercicio comparatista e intergeneracional.

    Lo antolgico y lo generacional

    2

    qu obra sintetiza esa esttica y cmo hay que diferenciarla de la ruptura? Esa obra es la de Alfonso Daquino [sic]. En la obra de Daquino [sic] estn presentes todos los elementos de la diferencia: el ldico, concreto, irnico, autobiogrfico, intelectual []. Es Daquino [sic] y no Fernndez Granados o Jos Eugenio Snchez (solo por mencionar a dos de los ms fuertes y

    Josu Ramrez caracteriza as a El manantial

    latente:

    Es el ms logrado intento por describir los derroteros de la poesa en sus diferentes contextos e intereses particulares o de grupo que se ha dado desde las ltimas dos dcadas del siglo XX. Sin embargo, se cae en lo mismo: legitimar a un grupo o representantes de varios grupos, cuando la lectura de un paisaje requiere de una visin amplia y particularizada a un mismo tiempo. Por ejemplo, los antologadores parten del ao 1965, tomando como referente la obra de [] Jorge Fernndez Granados. Pero la obra de Fernndez Granados est muy lejos de sintetizar las diferentes tendencias y actitudes que se amalgaman en el presente potico []

    Ms adelante, al desarrollar su concepto de potica retro, agrega:

    1 Op. Cit., p. 115.

    2 Revista Tierra Adentro nmero 145, Mxico, abril-mayo de 2007, pp. 19-22.

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    logrados poetas de la esttica retro) en quien podemos encontrar las caractersticas que sirven de base y argumento para una teora [].

    Coincido con Josu en que el libro de Lumbreras y Bravo es el mejor documento

    en su tipo con el que contamos hasta hoy. Coincido, tambin, en uno de los defectos que

    le imputa: carecer de una visin amplia y particularizada. Con esta salvedad: me

    parece poco penetrante la reiterada afirmacin de que los autores pretendan

    consagrar a determinados grupos o cabezas de serie. Para qu, cuando es ms

    sencillo y radical ser sincero y quiz hasta despectivo, y as lograr que tu libro sea ledo,

    discutido e imitado (incluso enemigamente imitado) durante el resto de la dcada?... Me

    parece evidente que la unilateralidad de esa antologa concit variados discursos en su

    contra. Dichos discursos se han traducido, a su vez, en diversas lneas de la crtica,

    exploraciones acadmicas, volmenes complementarios y/o antpodas, mbitos de

    influencia y poder para estticas (e incluso grupos literarios, por ejemplo el organizado

    en torno a la pgina web Crculo de poesa) que nunca fueron tan notorios e influyentes

    en el panorama de las letras mexicanas como lo son al da de hoy. El manantial es sin

    duda una obra parcial, decadente desde el origen y por lo tanto polmica. Pero me queda

    claro que su efecto final no fue la cerrazn sino una, digamos, ampliacin del campo

    de batalla. Estoy convencido de que, sin este libro, nuestras actuales discusiones seran

    menos virulentas, precisas, democrticas, permanentes. Quien dice lo contrario habla

    por la herida, no por la historia.

    Otra cosa en la que no puedo coincidir con Josu es en su rechazo al punto de

    partida del volumen. Expongo mis razones.

    Por qu 1965?... Es un ao que aparece constantemente, en estudios y

    volmenes de poesa realizados en Mxico, como bisagra generacional aun si no se

    ofrece para ello una explicacin positiva. Trazar generaciones no es una ciencia: es una

    opinin basada tanto en la crtica literaria como en el anlisis cultural. Es imposible

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    establecer una fecha salvo en su carcter de metfora. No me parece mal, sin embargo,

    enfatizar algunos datos. Por ejemplo: en 1988, los nacidos en 65 votaron por primera

    vez en una eleccin presidencial; nacieron a la democracia con el fraude salinista. En

    2000, los nacidos en 79 debutaron tambin en elecciones federales y fueron testigos del

    triunfo de un candidato no oficial. Si tomamos como centro gravitatorio 1994 (cuando

    la edad de esta generacin oscilaba entre los 15 y los 29 aos; valga decir, entre el

    principio y el fin de la juventud) el panorama social es atroz: en Mxico, el alzamiento

    zapatista, el asesinato de Colosio, el Error de Diciembre; en el mundo, las ruinas del

    socialismo real, el consiguiente auge del capitalismo salvaje y la violencia interracial

    recrudecindose.

    Al mismo tiempo, y por paradjico que suene, esta generacin abraza la

    literatura en el momento en que la industria cultural mexicana se convierte en una

    paraestatal. En 1988 es creado el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. De esto

    se desprenden la popularizacin del Programa Editorial Tierra Adentro, el incremento

    constante de apoyos financieros directos a los creadores, las polticas culturales

    descentralizadoras La inversin se traduce en capital real y simblico (y aun: a mayor

    capital simblico, ms posibilidades de acceder a los beneficios del capital real). Dada

    la artificial (por burocrtica) sobredemanda de artistas, la oferta y la demografa

    literarias crecen entre los jvenes de manera exponencial.

    Se trata, por otro lado, de la primera generacin de poetas mexicanos que

    conquista cierta madurez creativa sin lidiar con la reprobacin y/o la tutela de Octavio

    Paz. Lo dir de otro modo: quines, de los nacidos entre finales de los 50 y mediados

    de los 60, estaban cerca de la revista Vuelta?... Alfonso DAquino, Aurelio Asiain, Julio

    Hubard, Samuel Noyola, Alfredo Garca Valdez, Luis Ignacio Helguera Quines, en

    cambio, iniciaron su andadura literaria al margen de ese ncleo?... Juan Carlos Bautista

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    (1964), Jorge Fernndez Granados (1965), Jos Eugenio Snchez (1965), Ernesto

    Lumbreras (1966). Opino que el segundo listado ha producido, al menos hasta ahora,

    una obra literaria ms slida que la del primero.

    Fernndez Granados, Snchez, Bautista y Lumbreras renen, juntos, algunas

    caractersticas importantes para la poesa de su generacin. Evidencian el choque

    inevitable entre la buena hechura que es marca nacional (metros impecables y prosodia

    lopezvelardiana en La perfumista de Fernndez), la transretrica post-vanguardista

    (visible influencia de Viel Temperley en El cielo de Lumbreras) y el discurso pulp

    (esttica de cmic en Snchez; lrica cabaretera en Bautista). Un choque que autores

    ms jvenes Luis Vicente de Aguinaga, Luigi Amara, Luis Felipe Fabre, Julio Trujillo,

    Mara Rivera, Dolores Dorantes, Jair Corts, Luis Jorge Boone, por mencionar solo a

    unos pocos han procurado sintetizar.

    Hablo de poetas que exhiben, a veces, un odo tan educado que resulta

    melindroso. Antes que compromiso social proponen un humorismo anarquista,

    militancia minoritaria o escepticismo militante (si este ltimo oxmoron se me permite,

    en razn de que describe una abulia muy vinculada al corpus de ideas que propugna la

    escasa clase media ilustrada del pas). Practican un mexicanismo anti-oficial cuya raz

    puede rastrearse hasta poemas de los aos 20. Hacen recepcin del neobarroco en su

    vertiente ms prxima (la cubano-mexicana) y tambin en su versin sudamericana,

    cuya preceptiva es menos oratoria y ms afn al pop art y el arte conceptual. Predomina

    en sus obras una tensin antes narrativa que elocuente. Me parecen herederos de Lpez

    Velarde y Tablada ms que de Villaurrutia y Gorostiza. Es evidente, asimismo, su

    cercana con el segundo Octavio Paz.1

    1 En mi experiencia lectora, el primer Paz va desde la obra adolescente hasta La estacin violenta. El

    segundo Paz despunta en Salamandra y tiene su punto ms alto en Ladera este, El mono gramtico y Blanco. El ltimo Paz, parecido al primero, asoma desde un libro titulado significativamente Vuelta;

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    Hasta aqu, sin embargo, la descripcin es incompleta. A las cuatro voces que

    cit como, digamos, tensores de esta generacin Juan Carlos Bautista; Jorge Fernndez

    Granados; Jos Eugenio Snchez; Ernesto Lumbreras, se les opone un componente

    surgido un poco ms tarde pero que est cobrando fuerza: el lirismo de academia. Su

    campen indiscutible es Mario Bojrquez (1968). Mario es la figura ms importante de

    una suerte de neoclasicismo a la mexicana veteado de preceptiva literaria y diccin

    solemne. l mismo y algunos poetas que le son afines se han manifestado contra la

    experimentacin literaria argumentando que las vanguardias y su herencia representan

    un sedimento anticuado. A travs de este enfoque se afirman vocaciones estilsticas

    distintas en el seno de la generacin: el tremendismo, el tono oratorio, la tradicin

    galaicoportuguesa, la filologa, la preceptiva literaria, una lectura tpica de Perse, los

    estudios lingsticos avalados por la academia

    Lo antolgico y lo intergeneracional

    Lo generacional, lo dir de nuevo, no es una ciencia: es una apreciacin a caballo entre

    lo esttico y lo histrico. Es una percepcin impura. Arbitrariamente, solo por plantear

    una idea que se relaciona con el contexto literario actual, elijo 1949 como punto de

    partida para considerar a la generacin inmediatamente previa a la que Bravo y

    Lumbreras estudian. Hago esto por una razn obvia: 1949 es el ao en que naci David

    Huerta. Y Huerta me parece esto no es ms (ni menos) que la declaracin de un lector

    de poesa mexicana sin ninguna autoridad para canonizar a nadie, pero que gusta de

    recurrir a ejemplos pragmticos para puntualizar sus ideas un poeta en cuya obra se

    condensan (y discuten) muchas de las particularidades literarias del perodo: del

    neobarroco al canon clsico; de la experimentacin ms ambiciosa a la norma retrica

    se consolida en rbol adentro y ve su decadencia en un poema autoritario, poco generoso: Estrofas para un jardn imaginario, fechado en mayo de 1989. sta, por supuesto, es una nomenclatura personal.

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    ms estricta; de la erudicin al periodismo cultural. Alguna vez lo he llamado un poeta

    de mi generacin porque, desde mi punto de vista, su escritura ha tenido una clara

    presencia (tanto a nivel intelectual como sensible) en el proceso formativo de muchos

    poetas posteriores. Y no hablo solamente de quienes le admiramos: tambin de aquellos

    que lo rechazan fervorosamente. La radicalidad de la obra de David Huerta demanda

    lecturas comprometidas.

    Asimismo, coloco al final del periodo correspondiente (otra vez: como mera

    arbitrariedad o suposicin) la obra de Mara Baranda, autora nacida en 1963.

    Noto de entrada que se trata de una hipottica generacin cuya estilstica es rica,

    con un amplio rango formal. Entre sus mrgenes podra ubicarse a poetas tan poco

    detallados por nuestra crtica literaria (es decir: tan poco diferenciados los unos de los

    otros mediante un metadiscurso que vaya ms all de la reimpresin de sus respectivos

    currculums) como Coral Bracho, Tedi Lpez Mills, Eduardo Miln, Eduardo

    Langagne, Alberto Blanco, Efran Bartolom, Marco Antonio Campos, Vicente

    Quirarte, Malva Flores, Jos de Jess Sampedro, Joel Plata, Marco Antonio Jimnez,

    Fabio Morabito, Julio Eutiquio Sarabia, Ricardo Castillo, Myriam Moscona y Jorge

    Esquinca, por citar solo a unos cuantos que me vienen ahora mismo a la cabeza.1

    Qu signific, en este probable contexto intergeneracional, la aparicin de El

    manantial latente?... Recordemos que la mayora de los poetas a los que he hecho

    referencia en prrafos recientes (los nacidos entre 1949 y 1963) no han tenido, en rigor,

    un ejercicio crtico-antolgico que trate sus obras con detenimiento. Son los jvenes de

    Zaid, los jvenes de Jos Joaqun Blanco, los poetas de una generacin, incluso los

    frutos de incipiente madurez que apreci Sandro Cohen; pero no, nunca, los

    continuadores (y en la actualidad los exponentes maduros) de la tradicin literaria de

    1 Insisto: ni estoy haciendo un catlogo ni propongo un Index. Menciono los nombres de estos poetas no

    por considerarlos cannicos, sino porque los he ledo: me siento interesado e influido por su escritura. Ellos son mis referencias y me permiten detallar un contexto.

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    lengua espaola en Mxico.1

    Segunda: la discusin sobre los valores distintivos de la poesa mexicana de cara

    al siglo XXI ser ms agria a medida que nos acerquemos a los jvenes. Menos difcil

    es reconocer el vigor (al menos en su calidad de obras que no han envejecido, que

    siguen poniendo a prueba nuestra destreza como lectores) de libros publicados en

    dcadas pasadas: Incurable, Mar de fondo, El cardo en la voz, El pobrecito seor X, Los

    adioses del forastero, un (ejemplo) salto de gato pinto, El divn de Antar, Navegar es

    preciso, El ser que va a morir, La vida mantis. Poner estos libros en relacin con la

    escritura de poetas ms jvenes podra decir, quiz, algo fresco sobre la tradicin

    Y mucho menos se les ha puesto en operacin respecto de

    una generacin (la de los nacidos entre 1964 y 1979) que, evidentemente, se form bajo

    la influencia de sus obras. El manantial latente pasa junto a ellos y, en vez de detenerse

    y proponer un ejercicio de conversacin intergeneracional, se sigue de largo, hacia la

    descripcin de la triunfante (e irritante, falsamente longeva) juventud de la poesa

    mexicana. Esto tiene, creo, varias consecuencias.

    Primera: El manantial latente renunci de antemano a la herencia crtica de otra

    de nuestras compilaciones fundamentales: Antologa de la poesa mexicana moderna de

    Jorge Cuesta. El libro de Cuesta era impulsado por una pasin parecida: la necesidad de

    los ms jvenes de autodefinirse de cara al medio cultural mexicano y de cara a la

    tradicin. Sin embargo, al incorporar no solo sus propias obras, sino su lectura de los

    poetas modernistas, los jvenes de Contemporneos hicieron ms que consolidar su

    pertenencia al gremio de las letras: propusieron una opinin lectora realmente polmica,

    tan arriesgada y lcida que hasta la fecha se discute entre nosotros. Lumbreras y Bravo

    decidieron no subir a ese tren.

    1 Tal vez quienes los han estudiado desde esta perspectiva sean: por una parte, Miguel ngel Zapata; y,

    por otra, Eduardo Miln con Ernesto Lumbreras. Pero lo han hecho no en textos sobre lrica nacional, sino en sendas antologas de poesa hispanoamericana.

  • 18

    literaria mexicana. Este nivel de lectura no est al alcance (o lo est solo parcialmente: a

    travs de un anexo) de El manantial latente.

    Y tercero: la cercana intergeneracional hace que poetas como Eduardo Padilla

    (1976) y Tedi Lpez Mills (1959) operen sobre la poesa mexicana desde el ahora con

    una fuerza compartida. La inteligencia de Padilla y su antiliteraria vocacin lingstica

    le dan a la iconoclasia de Gerardo Deniz un aura tradicionalista. Por su parte,

    Parafrasear, el mejor libro de poemas que Tedi ha publicado hasta ahora,1

    1 Por supuesto, escrib este prrafo un ao antes de la aparicin del esplndido Muerte en la ra Augusta

    (Almada, 2009), de Tedi Lpez Mills.

    es una obra

    cuya mezcla de madurez y frescura dialoga abiertamente con el lenguaje y las ideas

    estticas de muchos autores y lectores ms jvenes. Me parece que, al escindir desde la

    crtica estos dos ncleos, diluimos su tensin estilstica.

    Reconozco sin embargo que El manantial no se comprometi nunca a hacer la

    clase de lectura que aqu propongo. He dicho que eligi no emprender una lectura

    intergeneracional. Pero quiz me engao: quiz este enfoque de nuestras letras es ms

    perceptible hoy que hace un lustro. Y quiz lo es, en parte, gracias al libro de Lumbreras

    y Bravo.

    En cualquier caso, me parece que la idea de un proyecto antolgico

    intergeneracional (una suerte de movimiento continuado) no est lista para irse al limbo:

    ms que los muchos volmenes de poesa joven que hoy se practican, una buena

    seleccin de lo publicado en las ltimas cuatro dcadas contribuira, creo, a actualizar

    nuestra destreza como lectores de poemas. Porque lo he dicho antes, lo reitero de lo

    que se trata no es de ser generosos, caprichosos, pendencieros o acadmicos: de lo que

    se trata es de si an somos capaces de distinguir, en nuestro fuero interno, un buen

    poema de otro que no lo es.

    noviembre / diciembre de 2008

  • 19

    Para una filosofa de la descomposicin

    1.- EL AUTOR SE NIEGA A CUMPLIR SU ENCOMIENDA

    En algn momento del 2002, Hernn Bravo Varela y Ernesto Lumbreras me solicitaron

    una breve potica que acompaara mis textos en El manantial latente. Acept

    redactarla (y es que entonces me pareci una idea interesante) sin saber que me estaba

    hipotecando a una fiebre cultural: la de los poetas pensadores. De entonces a la fecha

    he participado en tres encuentros (dos de escritores y uno de promotores), un par de

    publicaciones y al menos diez o doce charlas de cantina feroces todas alrededor del

    mismo asunto.

    Desde el principio mi opinin ha sido sta: concebir poticas por encargo, en el

    contexto semi-institucional en que venimos hacindolo, y con tanta frecuencia, deviene

    en gestos meramente narcisistas. Antes lo dije escuetamente. Luego en tono de broma.

    En ambas ocasiones, solo consegu que me acusaran de no tomar en serio la poesa, de

    ser perezoso, de no respetar a mis colegas que s hacen la tarea (y con letra bonita).

    Ahora, para evitar mi desafuero y posterior juicio de amparo, tratar de ser cumplido y

    de paso abordar otros asuntos que no necesariamente son componentes de un arte

    potica, pero s discernimientos que me ayudan cotidianamente a leer poemas.

    Lo reitero: escribir poticas a destajo me parece narcisista. Expongo mis

    razones.

    a).- Hasta donde s, una Potica ser un discurso activamente filosfico a la vez

    que radicalmente personal. Si entendemos an la poesa como formulacin meldica de

    pensamiento, o como encuentro feliz entre ritmo verbal y percepcin sublimada (incluso

    exttica o balbuciente) de la naturaleza, o como cualesquiera otra variedad material y/o

  • 20

    sgnica que comunica con lo trascendente, y establecemos que su base es la potica,

    entonces cada autor decidir (o no) emprender la construccin extra-lrica de esta ltima

    a su albedro, cuando una confrontacin individual con el fenmeno se lo exija, o

    cuando est convencido de que debe actualizar, rectificar, profundizar en sus aspectos

    esenciales. Instituir la confeccin de tales textos como un pasatiempo generacional y

    concebir cada seis meses nueva materia intelectual para este juego me parece una

    ficcin cuya banalidad no tiene orillas.

    b).- Un argumento a favor de las poticas es que contribuyen a romper el cerco

    solipsista que aprisiona al autor. Esto puede ser cierto en trminos abstractos, pero no

    siempre en la prctica (no sin duda si viajamos hacia un pas sin lectores), y mucho

    menos si el concepto se ritualiza por va de la presin social.

    c).- Hay quien asume que las poticas son una panacea desde la que se puede

    abordar no solo la problemtica psquica, esttica y tica del poeta, sino asuntos tan

    puntuales como la falta de lectores, la torpeza de las instituciones culturales o la escasez

    de crtica literaria. Ofrezco disculpas por mi tradicionalismo pero, la ltima vez que

    mir, la reflexin intelectual no sucumba an a la globalizacin de los conceptos,

    imitacin inane de una simpleza poltico-econmica que nos tiene (al menos a la

    mayora de quienes vivimos en este pas) arruinados. Me pregunto, por qu no somos

    ms pragmticos y tratamos cada uno de estos temas (crisis comunicacional, crisis

    institucional, crisis de reflexin en torno a la poesa) por separado, dando a cada uno un

    rango de elucubracin ms profundo?... Quiz porque estos temas no nos suenan, por s

    solos, lo suficientemente vistosos. O tal vez porque exigen un rigor y claridad

    expositivos que no siempre queremos conceder a nuestra prosa.

    d).- Hablar de poticas forma parte de un conjunto al que llamo

    discernimientos mitificados, mismo que rige muchas de las discusiones que hay

  • 21

    actualmente en Mxico en torno a la poesa, y cuya pasiva aceptacin solo revela, a mi

    juicio, un gran vaco de crtica. Enseguida tratar de ampliar esta reflexin.

    2.- DISCERNIMIENTOS MITIFICADOS EN LA CRTICA DE POESA MEXICANA RECIENTE

    Es indudable que, gracias a algunos artculos periodsticos, muestras poticas

    publicadas en revistas y la aparicin de volmenes antolgicos, la reciente poesa

    mexicana concit una bsica aunque contradictoria plataforma crtica. Enumero,

    simplificndolas por razones de espacio, algunas de estas opiniones: es deseable que los

    poetas jvenes reflexionen sistemticamente acerca de su quehacer; a la poesa

    mexicana le falta calle1 y parece no importarle la problemtica del mundo

    contemporneo; los jvenes poetas mexicanos tienden a cierta uniformidad estilstica

    muy libresca;2 es difcil encontrar en Amrica Latina un corpus potico tan slido como

    el de Mxico,3

    Todas estas opiniones me parecen importantes, y coincido con algunas (las

    menos elogiosas). Pero considero que, cuando Eduardo Miln seala que la poesa

    mexicana joven parece ajena a todo conflicto extra-literario del mundo contemporneo,

    etctera.

    4

    Arriesgo este apunte: aunque comparto en trminos generales la preocupacin de

    Miln, no me parece que la poesa de Jos Eugenio Snchez y ngel Ortuo por citar a

    dos autores incluidos en El manantial pueda asimilarse al panorama que l describe.

    no est buscando nuestra simple adhesin a lo que enuncia: est buscando

    interlocutores. Y asumir cualquier idea como algo que no puede ser acotado, discutido y

    reelaborado mediante el propio discernimiento me parece un lamentable error.

    1 Julio Ortega.

    2 Lo han sealado algunos crticos de El manantial latente (FETA, Mxico, 2003), y lo retom Ernesto

    Lumbreras (para contradecir la idea) en un texto publicado en el nmero 2 de la revista peruana Intermezzo tropical: Despus de el manantial viene otra fiesta, p. 61. 3 Declaracin de un escritor colombiano citado por Vicente Quirarte en la presentacin de El manantial

    latente. 4 Tambin en la presentacin de El manantial latente. Texto posteriormente publicado en la revista Parque

    Nandino num. 3.

  • 22

    Adems, y aun suscribiendo la idea de Eduardo, habra que profundizar en ella

    aportando inquietudes personales; yo me pregunto por qu el compromiso con la

    realidad actual es constante en poetas mexicanos jvenes de escasa destreza tcnica, y

    se diluye conforme el autor consolida sus recursos formales (lo que no necesariamente

    sucede en otras tradiciones).

    Las crticas vertidas por Ortega y Miln se han endurecido en la conversacin,

    de modo que no es raro escuchar que la poesa mexicana reciente es solemne, retrica y

    escapista. No faltan los poetas que suscriben estas opiniones sin mayor conflicto, quiz

    con la intencin de desmarcarse del sector criticado; otros miran pasar la procesin en

    silencio, con un gesto de fastidio y hasta menosprecio. Muy pocos (entre ellos

    Lumbreras) han opuesto textos reflexivos a tales consideraciones. No comparto lo

    expuesto por Lumbreras en la revista peruana Intermezzo tropical (parece decir: pues s,

    as es la mejor poesa mexicana: alejada de la cotidianidad aunque no tan uniforme, y

    no por falta de emocin sino por oponer a la ingenuidad del aqu y ahora un

    escepticismo que tiene races histricas y culturales, y que resulta ms revelador).1 Digo

    que no comparto este criterio porque margina sutilmente hechos que debieran

    importarle a la crtica, como los efectos de la presin social sobre discursos de vocacin

    subversiva (sean vitalistas o escpticos),2

    Yo tambin percibo que nuestra poesa no es tan uniforme en esencia; creo que

    la repeticin de ciertos tics formales (hiperconsciente negacin del yo, adjetivos

    superlativos relacionados con claridad-blancura-transparencia, descripcin metafsico-

    minimalista de objetos y espacios familiares, recurrencia temtica de lo inasible / lo

    la domesticacin acadmica de lo excntrico y

    la profunda influencia sobre el medio literario de la tradicin clasista nacional.

    1 La lectura que hago de las ideas de Lumbreras es esquemtica; no he querido citar pasajes de su texto

    porque resultara oneroso, as que asumo el riesgo de estar malinterpretndolo. 2 Esto se nota (para dar un ejemplo ajeno a nuestro medio) en la actual poesa argentina, cuyo prestigio

    coloquial hace que un poeta como Silvio Mattoni vigoroso, pero reacio a la floritura callejera sea poco apreciado en su propio contexto nacional.

  • 23

    indecible, extraccin quirrgica de todo lo que tenga un vago tufo a poesa de la

    experiencia, menosprecio de lo humorstico, etctera) achata y empobrece la diversidad

    de registros. Lo cual me parece leve(pero significativa)mente distinto.

    Reitero: no estoy contra ninguna de las ideas que resum antes, sino contra la

    pasividad de aceptarlas per se, sin establecer mayores conflictos intelectuales a travs

    de ellas. No soy un desmitificador a ultranza, pero me resulta perturbadora la renuncia a

    confrontar una entidad tan democrtica como la opinin.

    3.- ESTILSTICA SIMPATTICA

    Frazer1

    1 En La rama dorada, FCE, Mxico, c1994.

    define como magia simpattica a la aplicacin primitiva del sentido comn y el

    principio de causa y efecto sobre fenmenos cotidianos, y divide esta forma de

    pensamiento en dos vertientes: magia homeoptica (lo semejante engendra lo

    semejante) y magia contaminante (lo que estuvo en contacto sigue en contacto).

    Perdneseme si declaro que hay principios simpatticos en la forma en que a veces nos

    leemos mutuamente los poetas mexicanos.

    Hace poco, en Jurez, un amigo de all decidi que los textos de Luigi Amara y

    Luis Vicente de Aguinaga se parecan tanto entre s (opinin que no comparto) porque

    ambos autores son poetas del centro. Alguien ms manifest su desacuerdo y se quej

    de que los norteos, puesto que escriben distinto, definamos vagamente a

    Guadalajara y el D.F. como el centro, cuando en realidad se trata de dos lugares muy

    alejados geogrficamente. Sin embargo, el autor de la declaracin inclua en el paquete

    indiferenciado de los norteos a un tipo de Tijuana y a m, que vivimos a ms de 3

    mil kilmetros de distancia uno del otro.

    Hay casos ms especficos. Cito algunos al paso.

  • 24

    a).- Aunque la obra de Luigi Amara mantiene un tono semejante desde hace

    aos, me parece que Pasmo es un libro menos slido (se sirve de la metafsica

    minimalista que tanto ama y conoce el autor, pero muchas de las reflexiones e imgenes

    que contiene se resuelven apresuradamente, con un talante maniersta que las acerca ms

    al clculo retrico que a verdaderas epifanas de la materia deleznable) que El cazador

    de grietas o Envs, dos libros cuya precisin formal no est reida con la persecucin de

    ideas e imgenes reveladoras. Un par de veces he planteado esta apreciacin a otros

    lectores y, en lugar de disentir de mi opinin con argumentos literarios, la mayora me

    ha dicho algo as como: es Luigi, wey, no mames: Luigi siempre escribe igual. De

    nuevo estoy en desacuerdo. Y no creo que la reflexin valga poca cosa, pues quiz

    significa que, en la lectura de este autor, es comn que solo se actualicen los

    componentes ms superficiales.

    b).- Luis Vicente de Aguinaga es elogiado por libros como El agua circular, el

    fuego y La cercana. Esto, aunado a la concesin del premio Aguascalientes a su libro

    Reducido a polvo, lo convirti segn ciertas opiniones (ms orales que escritas; y aun:

    ms de actitud que de palabra) en una especie de intocable. Por eso quienes hemos

    reseado con alguna dureza sus poemas recientes nos topamos, a veces, con cualquiera

    de estas dos desmesuradas reacciones: o se nos felicita sotto voce como a quien cumple

    una proeza clandestina, o se nos acusa sotto voce de ejecutar un complot maledicente

    contra el autor por envidia de sus logros. Como si fuera imposible que haya

    generosidad alguna cuando uno menciona lo que considera defectos o carencias en una

    obra literaria.1

    1 O como si un libro galardonado tuviera la obligacin de ser universal e infalible. De paso, dir esto:

    tengo la impresin de que las crticas a Reducido a polvo se deben ms al aprecio por los libros anteriores del autor y a la consiguiente expectativa ante los prximos que a factores tan groseros y mezquinos como la demeritacin de un premio literario.

  • 25

    Veo en estas reacciones una subestimacin del desacuerdo, una descalificacin a

    priori del desacuerdo en tanto que fenmeno ticamente deseable. Esta actitud me

    parece muchas cosas pero, sobre todo, me parece una inmoralidad: una especie de

    autoritarismo basado en el chantaje sentimental-curricular.

    c).- Los primeros comentarios que recib cuando declar mi admiracin por los

    poemas de Luis Felipe Fabre fueron del tipo pues s, pero escribe como Miln. No

    niego que percibo algunas semejanzas, como el modo de encabalgar o la repeticin de

    frases con leves deslizamientos de significado; pero el campo temtico de Fabre me

    parece distinto y original, su sentido del humor es ms constante y crucial para la

    resolucin del poema, y el decurso que lleva de su nacionalismo frsico a su reciente

    (casi beckettiana) interpretacin de lo provenzal me parece, por decirlo sin demasiado

    entusiasmo, un trance de ejemplar curiosidad lrica. Suficientes razones para empezar a

    leer a este autor desde otra perspectiva. De hecho, yo no lo vincul a Miln en un primer

    acercamiento, quiz porque no vivo en el D.F. y no saba que fue su alumno.

    d).- Aunque la obra de Jos Eugenio Snchez ha mantenido siempre un mismo

    tono, hay en sus textos recientes un refinamiento en el traslado al poema de teoras

    estticas vinculadas al arte basura y una marcada presencia de preocupaciones sociales

    (especficamente acerca de la ultramilitarizacin del mundo). Sin reflexionar en torno a

    esto, el autor seguir siendo denostado por hacer chistoretes o elogiado por ser un

    poeta padre. Y su obra se mantendr como nebulosa en nuestro contexto.

    El caso Jos Eugenio me permite abordar el problema mayor de la estilstica

    simpattica: por qu muchos poetas (casi nunca por escrito, otra vez en corrillos)

    dicen que Snchez hace chistoretes, o peor, que eso no es poesa? Si lo semejante

    engendra lo semejante, lo que no parece poesa (de acuerdo a nuestra experiencia

    cotidiana) no lo ser. Y afirmaremos esto sin importar que su poder de subversin, su

  • 26

    referencialidad, su msica y su variedad tcnica sean originales y cuestionen la nocin

    de yo y de realidad unvoca (problemas que a todos parecen importarnos), confronten la

    superficie del poema su retrica mediante la paradoja de intentar profundizar en l a

    travs de discursos que llamamos superficiales, y adems ahonden en la veta del

    humor.

    De ah lo que infiero: si aceptamos que lo semejante engendra lo semejante y

    lo desemejante retrico no es poesa (o es chistorete potico, que equivale casi al mismo

    menosprecio), entonces nuestra manera de leer poemas constituye ms un sistema de

    creencias que uno de experiencias, referencias, percepciones y discernimientos.

    4.- EL EFECTO TANGO Y OTRAS CRISIS

    Ante un panorama tan peculiar demanda gregaria de una potica, discernimientos

    mitificados en torno a la poesa, estilstica simpattica, no me extraa que algunos

    autores se declaren en crisis y hagan de ese gesto su filosofa de la composicin. Tal

    es el caso de Len Plascencia ol y Julio Trujillo, en quienes admiro el ser

    consecuentes hasta el desgarramiento con su hiperconsciente nocin esttica. Otros

    pienso en Sergio Valero, Roco Cern y Hernn Bravo Varela manifiestan esta crisis

    no como discurso extralrico, pero s como incorporacin de rasgos diferenciales (casi

    siempre de extraccin coloquial y/o popular) a sus poemas recientes. El tema es vasto,

    as que me ocupar slo de dos de sus aspectos: el efecto tango (la influencia de la

    nueva poesa del Cono Sur sobre la nuestra) y la variedad estilstica (a ratos vecina de la

    indecisin) en un solo poeta: Len Plascencia ol.

    Entre 2002 y 2004, la relacin de los poetas mexicanos con los sudamericanos se

    agudiz. A las lecturas y publicaciones hechas en Chile y Argentina por Luigi Amara,

    Sergio Valero, Roco Cern y Hernn Bravo Varela, entre otros autores, sigui un

  • 27

    creciente inters nacional (aunque de nuevo ms en corrillos que en publicaciones)

    por la poesa de los chilenos Germn Carrasco, Damsi Figueroa y Kurt Folch, o de los

    argentinos W. Cucurto, Martn Gambarotta y Alejandro Rubio, por citar algunos.

    De los chilenos se admira en particular la plenitud de la obra de Carrasco y, en

    general, la vivacidad con que asumen su vocacin literaria, elevndola casi al rango de

    performance y deporte nacional. De los argentinos, su soltura para abrir el arco del

    discurso potico incorporando coloquialismos, cmics textuales y otras variedades pop

    del constructio cultural contemporneo.1

    Superficial, porque algunos poetas se han dejado llevar por el entusiasmo de lo

    nuevo, y se arriesgan a ver el coloquialismo de chilenos y argentinos como una suerte

    de Deus ex machina, lo que contribuye a generar vacos de crtica. Si ubicamos en un

    mismo plano la obra de Germn Carrasco y la de Damsi Figueroa (poesa la de esta

    ltima que me parece sobrevalorada aun en su contexto nacional) solo porque sus

    autores son chilenos, o si endiosamos a cualquier poeta argentino solo porque su poesa

    s tiene calle,

    Creo que la influencia del Cono Sur sobre nuestras poticas puede ser, en

    trminos generales, revitalizadora. Pero tambin existe el riesgo de asumirla de manera

    superficial, incluso injusta.

    2 estaremos sustituyendo un prejuicio por otro. Para que la poesa

    sudamericana enriquezca nuestro medio hace falta publicarla ac y hacer de ella una

    lectura detenida, crtica (pero si no criticamos ni lo nuestro...).3

    1 Lo que digo en este prrafo proviene de mis conversaciones con, al menos, cuatro de los poetas

    mexicanos a quienes hago referencia en este apartado: Plascencia, Bravo Varela, Cern y Valero. 2 Y hay algunos muy buenos, como W. Cucurto. Pero, como ya dije, creo que el coloquialismo es la

    retrica institucionalizada de la reciente poesa argentina, lo que achata y abruma las reales virtudes de algunos autores. 3 Nota de diciembre de 2009: como se apunta al final de este ensayo, las opiniones que vierto aqu fueron

    redactadas en 2004 antes de que se crearan editoriales como El Billar de Lucrecia o Limn Partido, que difunden poesa hispanoamericana; antes de la aparicin de Zurdos o El decir y el vrtigo, antologas sobre el tema; antes de encuentros literarios como Latinale y Estoy afuera Antes, en fin, del contexto presente.

  • 28

    Injusta, porque ciertos rasgos que se celebran en la poesa sudamericana estn

    presentes en autores mexicanos (y no solo jvenes: recurdese al primer Ricardo

    Castillo y a Jos de Jess Sampedro, Joel Plata o Abigael Bohrquez) completamente

    borrados del mapa de nuestras referencias. Asumir un contexto ajeno fervorosamente,

    con prisa, y sin que ello afecte la visin del pasado inmediato de nuestro medio, se

    parece menos a una lectura que a una infatuation.

    El caso de Len Plascencia ol me resulta perfecto para ejemplificar cmo un

    poeta mexicano de mi generacin aplica a la prctica la nocin de crisis creativa. Es

    relativamente fcil notar cmo Len sabotea l estar de acuerdo con que use esta

    palabra ya no digamos la integridad del poema, sino la nocin tajante de estilo,

    valindose de los registros ms diversos incluso contradictorios en la sucesin de

    cada uno de sus libros. Personalmente, no todo Enjambres me complace (aunque

    aprecio algunos pasajes) y de plano me siento ajeno a La frgil insistencia, un libro que

    ha sido celebrado en ciertos medios, creo que por la obviedad un poco domesticada de

    sus filias literarias: alguna poesa francesa y mexicana que ve en los blancos de la

    pgina el endecaslabo de lo inasible. Pero El rbol, la orilla me parece un libro

    entraable porque, pese a las evidentes deudas con Viel Temperley y Du Bouchet, la

    imaginacin del autor logra conquistar un espacio intermedio de verdadera creacin

    personal. Estoy interesado sobre todo en los poemas recientes que le conozco, textos

    menos rgidos que los anteriores desde una perspectiva tcnica, y cuya autoirona me

    resulta (no negar mis afectos estilsticos) muy saludable para nuestra literatura.

    Un reproche tengo que hacer a Len: los ciclos formales que agitan su escritura

    provienen ms de la lectura de otros poetas que de cualquier otra clase de experiencia1

    1 Supongo que ya es hora de devolverle a esta palabra su amplitud original y rescatarla del secuestro al

    que nosotros mismos la condenamos por repudio a unos cuantos malos (y alguno bueno) poetas peninsulares.

  • 29

    vinculada a la poesa. Otra vez lo libresco se impone a lo vivencial y extra-retrico;1

    incluso, paradjicamente, cuando justo se trata de confeccionar poemas con mayor

    carga extra-retrica.2

    Algunos ven en los apoyos institucionales una conquista del medio cultural nacional,

    No pretendo desvirtuar, ni mucho menos, la impronta de la lectura

    de poemas en la mente de un autor, y por supuesto que no cometer la avaricia de

    plantear con mi sealamiento la grosera disyuntiva entre vida y literatura. Lo que

    observo es ms simple (y grave), y opera en el mediano o largo plazo: si es la lectura lo

    que en forma preeminente rige la renuncia estilstica, la experiencia potica ser ms

    azarosa de lo que le es connatural (tambin ms superficial), y el sentimiento del

    tiempo, del verbo y del mundo ser ms tenue y efmero. Estas condiciones pueden

    producir libros bien escritos, pero difcilmente, creo, una obra coherente (y hablo de

    coherencia espiritual e intelectual, que no es poca cosa). Tal es a mi juicio la parte ms

    delgada del hilo que sostiene la poesa de Len Plascencia ol.

    5.- Las instituciones como trauma generacional

    3

    1 Creo que todo recurso literario, en su perfeccionamiento y/o desgaste, acaba por convertirse en retrica.

    Al usar esta expresin (extra-retrico) intento dar un nombre restringido a un conjunto difcil de caracterizar: el de aquellos rasgos textuales y semiticos cuya incorporacin a nuestro contexto literario o nuestra lengua intenta hacer menos predecibles, domesticadas o tediosas la creacin y la lectura de poemas. 2 Me temo que esta crtica podra aplicarse tambin a los intentos de contemporizacin con lo

    sudamericano realizados por Roco Cern y Hernn Bravo Varela. En cambio, Sergio Valero parece estar ms cmodo en el registro viene viene de sus poemas recientes (aclaro que slo conozco unos cuantos) que en la encorsetada transparencia de sus textos inmediatamente posteriores a su primer libro, Cuaderno de Alejandra. 3 Christopher Domnguez lo dice acerca del SNCA en Letras libres (septiembre 2004).

    otros abogan por que haya menos recursos directos del Estado a los artistas, otros ms

    consideran que los estmulos debieran democratizarse, a lo que algunos responden que

    no es justo que se trate con un mismo rasero a los diletantes y a quienes tienen

    verdadero currculum y/o amplia bibliografa, etctera. Personalmente he recibido

    satisfacciones y decepciones (no tanto como autor: como promotor cultural, que es el

  • 30

    oficio del que he malvivido desde los dieciocho aos; y como ciudadano, que es lo que

    ms importa) de parte de las instituciones culturales del pas. Creo que el tema es vasto

    y complejo y que, como dije antes, debiera debatirse en foros destinados a ello de

    manera especfica. No obstante, me parece que nos quejamos demasiado del contexto

    sociopoltico y muy poco, en cambio, de nosotros mismos: quiero decir, de la posible

    impericia del corpus literario al que pertenecemos, de nuestras herramientas

    intelectuales para juzgar la obra de otros.

    A m, y lo he dicho antes, lo que ms me importa es la poesa y los poemas, as

    que, dnde estn las obras maduras de los poetas de mi generacin?... Siempre que

    hago esta pregunta recibo respuestas como las siguientes (todas son reales): todava no

    tenemos edad para pensar de ese modo en nuestra obra; sa es una actitud romntica y

    anticuada, la poesa no opera como fenmeno grupal, generacional y programtico;

    por supuesto que ya hay obras maduras, que no las veas es otra cosa, para definir la

    trascendencia de las obras hace falta perspectiva histrica, y lo que planteas es muy

    pretencioso.

    Vayamos por partes. Por qu no tendramos edad para hablar de nuestra obra en

    trminos de madurez (vaya, ni siquiera esbozando deseos de madurez)?... Me ahorro a

    Becerra y a Lpez Velarde por no condescender a la obviedad, pero no puedo ahorrarme

    esta paradoja espacio-temporal: todo mundo lamenta que los libros de poesa mexicana

    tengan 60 cuartillas promedio porque eso es lo que exigen las convocatorias de los

    premios, pero nadie se queja de mantenerse hasta los 35 en calidad de joven creador.

    Aqu hay un asunto de longevidad que quiz trasciende lo social y literario, y linda de

    algn modo con lo psicolgico: ser joven hasta los 35 es cool (sobre todo si uno se

    compara con los futbolistas). Pero una cosa es que aceptemos la convencin social de

  • 31

    ser jvenes para el FONCA y otra distinta que creamos que eso nos exime de la plenitud

    literaria.

    En este punto, me interesa enfatizar un hecho que trasciende el asunto de la edad

    y la madurez creativa y atae tambin a la crtica, la convivencia en el plano de las

    ideas, la versin cultural que hacemos del imago de escritor: dedicarnos a la literatura

    no slo nos requiere un aprendizaje acadmico, esttico y estilstico, sino tambin un

    aprendizaje psicolgico que contribuya a hacer menos encarnizadas y amaneradas

    nuestras disputas, menos seoriales (es decir infantiles) nuestros modos de relacin

    textual y extratextual, menos egostas y resentidos nuestros motivos para criticar (tanto

    en lo individual como en lo tocante a las instituciones), menos suspicaz y emocional la

    recepcin de las crticas que se nos hacen. No estoy excluyndome de estos defectos:

    solamente los considero como tales, y creo que de ellos participamos casi todos los

    poetas de este pas.

    La segunda respuesta pone el dedo en una gran llaga: sabemos que las

    valoraciones tradicionales ya no nos alcanzan para definir un fenmeno cultural tan

    concreto y a la vez complejo como la poesa emergente de un pas o una lengua. Pero

    opongo mi rplica: por qu aceptamos esto en lo que ms directamente nos atae

    (nuestra escritura), pero en cambio juzgamos a las instituciones, a las nociones estticas

    que no compartimos, a las antologas, a todo el claustro no-escritural que rodea nuestra

    poesa (y que quiz pueda resumirse en lectores y promotores) con la misma vara

    romntica, anticuada y programtica de antao, como si fuera posible que las ideas

    tradicionales hubieran muerto para nosotros pero siguieran vigentes para el resto de los

    actores vinculados a la literatura?... Hay aqu una paradoja que refiere sutilmente, creo,

    nuestro trauma generacional con el paternalismo de las instituciones pblicas y otras

    figuras de autoridad (como la crtica).

  • 32

    La tercera respuesta (ya hay obras maduras) me parece tambin propositiva,

    pero escandalosamente simplista. Cules son esas obras? Al juicio de qu lectores se

    ha puesto a prueba su vigor? Leemos en ellas dominio tcnico, conveniencia con un

    estndar estilstico, reivindicacin del pasado en el sentido de tradicin (o de un

    hipottico presente absoluto), humanismo, palimpsesto discursivo, pura belleza

    meldica, novedad, todo lo anterior?... Preguntas simples tambin, pero que no se

    responden sino mediante el ejercicio cotidiano de la crtica. Y, salvo contadas

    excepciones, los poetas de plano preferimos explicar nuestra potica, o generalizar

    sobre las constantes formales de un estrecho conjunto-universo de autores que ponernos

    a comentar comprometidamente y mediante ejemplos textuales la obra de otros.

    No desestimo la necesidad de perspectiva histrica para juzgar los proyectos

    poticos, siempre y cuando podamos convenir en que sta se construye desde un

    temprano momento. Carecemos definitivamente de perspectiva (y lo que es ms: de

    contexto) para criticar o analizar libros como El cielo de Ernesto Lumbreras, Los

    hbitos de la ceniza de Fernndez Granados, La cercana de Luis Vicente de Aguinaga,

    Physical graffiti de Jos Eugenio Snchez, Vida quieta, de Luis Felipe Fabre, por

    ejemplificar con libros que a m como lector me importan?...1

    Finalmente, la idea de que es pretencioso estar ms interesado por la madurez

    de las obras poticas que por achacar sus carencias a las instituciones o al medio

    literario me parece un disparate abismal. Primero, porque hay una contraposicin

    esencial entre el escepticismo libresco que Lumbreras considera revelador avatar que

    no comparto, pero percibo y considero honesto o la nocin de crisis creativa a la que

    me siento ms cercano y una visin tan oportunista de la escritura: fuera del aqu y

    1 Nota de diciembre de 2009: este prrafo me ha costado, durante el ltimo lustro, miradas de soslayo,

    invectivas, reproches y unos cuantos castigos que, por decoro, me abstengo de precisar. Sin embargo, sigo pensando igual. No lanc ningn canon: enumer libros que honestamente me importaban que me siguen importando.

  • 33

    ahora en sus virtudes, pero plena en un aqu y ahora cuando se trata de justificar sus

    carencias. Y segundo porque de inmediato se infiere que, al hablar de que lo importante

    es la buena poesa, hay quien piensa que estoy asumiendo (y abusando de) el papel de

    autor.

    Y no: yo ante todo me considero un lector de poemas, de poesa. Prefiero el

    riesgo de ser juez y parte que el silencio despectivo, el monlogo exquisitoide o el

    valemadrismo posmo. Yo reivindico mi posicin como lector de poemas porque el

    problema fundamental es qu tan capaces somos de (y que tan dispuestos estamos a)

    distinguir un buen poema de otro que no lo es. Y a lo mejor esto s es pretencioso. Pero

    hay que arriesgarse, porque (y cito un pasaje de Miln que me parece revelador en su

    sencillez) Lo nico que nos hace sortear la retrica, que siempre est presente en el

    lenguaje, es la experiencia individual del habla potica.1

    b).- Notarn que, en varias ocasiones, tuve que recurrir a charlas de caf,

    conversaciones privadas, mesas de discusin pblica y otras cifras orales para catalogar

    parte de las ideas en torno a la poesa mexicana reciente de las que tengo conocimiento.

    Creo que es importante que la crtica del fenmeno potico tenga una vida oral, pero es

    6.- Colofn

    Enlisto tres posibles finales.

    a).- Si el lector estuvo de acuerdo con al menos una cuarta parte de lo que he

    enunciado, y en desacuerdo con la falta de entusiasmo que he dedicado a la impericia

    institucional (tema que, insisto, me parece importante pero ajeno al espritu de este

    texto), coincidir en que tanto llevar y traer la nocin de arte potica es, por decir lo

    menos, una elegante forma de escurrir el bulto.

    1 Trata de no ser constructor de ruinas, filodecaballos, 2003, p. 44. De ms est decir que esta

    experiencia individual no slo atae (desde mi perspectiva) a los poetas, sino tambin a los lectores.

  • 34

    innegable que a nuestro contexto le hace falta poner por escrito muchas nociones para

    trascender el desorden y la tergiversacin. Es difcil (y no ignoro su lado injusto) debatir

    por escrito con una idea ajena que slo se ha esbozado en la conversacin. Creo que es

    un buen momento para posponer brevemente el ntimo macram y las marchas contra

    Sari Bermdez y sentarnos a discutir por escrito sobre cmo estamos leyndonos. Este

    texto aspira a dialogar (as sea torpemente) con los autores que intentan actualizar el

    discurso crtico en torno a la nueva poesa mexicana.

    c).- Y ltimo: he recorrido aqu, aprisa, la obra de algunos de mis amigos y

    colegas; no he sido lo suficientemente atento con ellos, porque los he criticado sin

    demorarme en poemas concretos, y sin citar pasajes que muestren de manera especfica

    lo que afirmo. Me importaba dar en este ensayo una visin al mismo tiempo concreta y

    compendiosa. No obstante, me declaro en deuda con estos escritores, y me comprometo

    a iniciar una serie de artculos sobre algunos libros y poetas de mi generacin.

    septiembre de 2004

  • 35

    Rivalidad y desacuerdo esttico en la poesa mexicana reciente

    Un tema recurrente en los comentarios sobre poesa mexicana que he ledo y escuchado

    a ltimas fechas es la rivalidad, a ratos rayana en descalificacin, entre poetas o grupos

    de poetas nuevos.1

    No pretende mi enfoque obviar la realidad: las querellas poseen un importante

    componente sociolgico. Hay en juego dinero, prestigio y poder. Considero no obstante

    que la crtica magnifica en ocasiones dicho componente, al punto de generar la

    impresin de que a los poetas de reciente cuo no les importan los procesos

    compositivos, el establecimiento de vnculos emocionales e intelectuales con un

    potencial universo de lectores, la poesa misma.

    Desde distintos ngulos, escritores han deplorado esta

    problemtica aunque no pocas veces participando, al mismo tiempo, de ella. No busco

    aqu desestimar ni a tales crticos ni a los sectores criticados: coincido en sealar que los

    conflictos (originados ya sea por diferencias estticas, rencillas estrictamente personales

    o competencia en torno a estmulos burocrticos y otras prebendas) son persistentes.

    Alguna vez he declarado que las confrontaciones por diferencias estticas son tan reales

    como las otras, sin embargo rara vez se habla de ellas. Mi inters en estas pginas es

    abordar ese aspecto del fenmeno.

    2

    1 Tocan el asunto Mario Bojrquez en Blanco mvil 101, primavera 2006; Al Caldern en La Jornada

    semanal 581, 23 de abril 2006; Pablo Molinet en Alforja 36 (nueva poca), primavera 2006; Jorge Fernndez Granados, Daniel Tllez y Jorge Mendoza en Tierra Adentro 145, abrilmayo 2007. 2 As lo declara abiertamente Al Caldern en su resea Ms poltico que esttico (La Jornada

    Semanal).

    Opino que no existe fundamento para

    tal apreciacin. Las evaluaciones que se centran en el aspecto social y dejan de lado el

    esttico abordan las segundas causas del fenmeno, no las primeras. Se trata de una

  • 36

    sobreinterpretacin contextual que no es exclusiva ni de la crtica literaria ni de nuestro

    pas: menudea en la ensaystica contempornea, y contra ello nos alerta Pierre Bourdieu

    cuando asegura que caemos con facilidad en un funcionalismo de lo peor: defender que

    en el mundo social todo est hecho para dominar a los dominados; en este sentido no

    hay salvacin posible para quienes viven en sociedad. [] [Bourdieu] sostiene

    asimismo, en referencia a la sociologa, que sa fonction scientifique est de comprendre

    le monde social commencer par le pouvoir. Opration qui nest pas neutre

    socialement.1

    Una primera dificultad para observar las rivalidades esttico-estilsticas que hay entre

    los poetas mexicanos es la costumbre, avalada por un sector de nuestra crtica, de

    reducir todo conflicto a un esquema bipartita. Es un hbito que viene de lejos. Para los

    efectos de mi tema, rastreo el tpico en cuestin hasta Jos Joaqun Blanco quien, en su

    Crnica de la poesa mexicana, nos presenta dos universos de poetas confrontados:

    cultistas y coloquiales.

    Por lo que atae a la rivalidad ejercida como rencilla, su raz estilstica el

    carcter es de ndole privada: eso pone el tema fuera de mi alcance. Lamento, en todo

    caso, que la prosa virulenta emprendida en el bies de la poesa nos llegue mal puntuada

    y sea poco sabrosa.

    El uniforme de la dualidad

    2

    La catalogacin me parece grosera: confina la intuicin de los poetas al

    vocabulario. Pretende que lo definitivo en un poema es el uso de determinadas palabras

    Esta rivalidad tendra sendos campeones: Octavio Paz y

    Jaime Sabines; y una segunda capa donde apareceran David Huerta (cultista) y

    Ricardo Yez, Ricardo Castillo y Jaime Reyes (coloquiales).

    1 Glosado y citado por Carlos Manuel Valds en Les Barbares, la Couronne, lEglise: les Indiens

    nomades du nord-est mexicain face la socit hispanique, tesis doctoral indita. 2 Jos Joaqun Blanco, Crnica de la poesa mexicana, Mxico: Posada, 1987.

  • 37

    y no determinada sintaxis, preceptiva o eleccin de la influencia; determinados cdigos.

    Vistos en un espectro ms amplio, los poemas de Sabines son sumamente cultistas

    por su apego al metro y la diccin tradicionales (por ejemplo en Algo sobre la muerte

    del Mayor Sabines), mientras que muchos poemas de Paz podran considerarse

    coloquiales dada la diccin irnica y espasmdica con que refieren su

    contemporaneidad (hablo concretamente de los poemas breves de Ladera este, de

    pasajes de El mono gramtico y del poema Vuelta). Lo mismo puede decirse de la

    elocucin tradicionalista discreta pero sumamente culta que aparece en la obra de

    Ricardo Yez, y que resulta menos coloquial (en el sentido de vivacidad adquirida

    por el uso de un idioma anclado en el presente) que un libro como Historia de David

    Huerta.1

    Todo esto tendra escasa importancia si ambos calificativos fueran polticamente

    neutros. Pero la divisin entre cultistas y coloquiales presenta un componente

    sociolgico reivindicador: los primeros son identificados con una arisca aristocracia que

    desprecia la lengua pblica, en tanto los segundos son proclamados (y a veces se

    autoproclaman) populares liberadores del estilo literario. Esto no pasa de ser una

    mentira, y as alcanz a verlo Blanco pues en las pginas finales de su Crnica refiere

    lo conservadores y triunfalistas que se haban vuelto, a fines de los 70, algunos poetas

    de la pinche piedra.

    2

    Esta dicotoma ser histricamente distorsionadora: sus tics se repiten todava

    hoy.

    1 Me refiero a libros de Yez posteriores a Ni lo que digo (Dejar de ser; Antes del habla; Puntuacin).

    Para una caracterizacin detallada de la diferencia entre lenguaje popular y lenguaje tradicional, Cf. El camino de la pasin en Octavio Paz, Cuadrivio, Mxico: Joaqun Mortiz, 1965, especficamente la digresin dedicada a las prcticas compositivas de Alberti y Juan Ramn, que Paz describe como ficticiamente populares porque se basan en un ideal de lengua hablada extrado de las canciones y el romancero, y no de la actualizacin del habla propiamente dicha. 2 En alusin a un poema de Sabines. Cf. Otro recuento de poemas 1950-1991, Mxico: Joaqun Mortiz,

    1991, p. 377.

  • 38

    Exquisitos y experienciales

    El surgimiento en Jalisco de escritores como Jorge Esquinca, Ernesto Lumbreras,

    Mnica Nepote, Len Plascencia ol, Laura Solrzano, Luis Armenta Malpica y Luis

    Vicente de Aguinaga1 autores con preocupaciones estticas diversas pero definidas en

    su orientacin hacia la fractura sintctica, hacia una discontinuidad lrica heredera del

    simbolismo francs y (en menor medida) de las vanguardias histricas, ayud a

    difundir desde la dcada pasada la especie de que haba una escuela tapata, un estilo

    Guadalajara de afrontar la poesa.2

    He dicho que sus mbitos de inters estn interconectados. Distan sin embargo

    de ser idnticos. A unos les atrae la literalidad propugnada por el poeta francs Andr

    Du Bouchet: escritura que registra con pretensin sistemtica lo que la voz potica va

    percibiendo aunque el resultado sea en apariencia poco inteligible. Otros recrean la

    nocin de misticismo laico: afirmacin de un discurso previo al lenguaje y por tanto

    apegado a la naturaleza y no a la historia la antepalabra expresada por Jos ngel

    Valente. Algunos proponen epopeyas gensicas: largos poemas de textura minimalista

    que celebran la naturaleza como un don primitivo e/o intemporal (rasgo notorio, pongo

    por caso, en libros de Luis Armenta). Otros ms exploran coincidencias con el

    neobarroco y con poticas especficas como la de Viel Temperley en Hospital Britnico

    (Lumbreras, Plascencia ol). Hay los que sustituyen la narratividad y el verso (en el

    sentido de enunciacin que rtmicamente regresa sobre s) por secuencias de imgenes.

    Casi siempre que se habl en bloque de estos

    creadores fue para denostarlos. Uno de los adjetivos con que se les motej fue el de

    exquisitos, que no es ms que un refrendo de la palabra cultistas.

    1 Como he dicho en otras ocasiones, cito nombres de autores para brindar al lector de poesa un marco de

    referencia sociocultural (que es el mo: los autores que menciono son aquellos que conozco y me interesan), no un canon. 2 Se trata de una crtica que han vertido desde los aos 90 diversos autores, entre los que cabe mencionar

    (por ser uno de los ms articulados) a Sergio Cordero. Como enseguida se ver, Mario Bojrquez (y, tras l, Al Caldern) ha actualizado este enfoque al referirse en sus crticas a la prosa de Guadalajara, un estamento literario en el que, segn su opinin, cabra casi todo desde Rulfo hasta Paz; desde el influjo de la lrica francesa contempornea hasta la filosofa orientallo que no le gusta.

  • 39

    Estn los que ms conservadores ejercen la discontinuidad de su escritura

    aproximndose a procesos compositivos derivados en parte de Mallarm y Rimbaud; la

    disposicin de la pgina como carta astronmica y la inestabilidad del yo lrico son sus

    aspiraciones ms obvias.

    Se trata en resumen de artistas que enfatizan la deconstruccin del poema y

    desean aunque no siempre logran postergar su unidad retrica, mtrica y sintctica.

    Artistas que buscan trascender aquello que les parece obviedad tradicional (lo que los

    manuales describiran como tema, vocabulario, versificacin, figuras de significacin-

    ritmo-y-pensamiento: la elocucin misma del poema) adhirindose a concepciones

    formales que se pretenden absolutamente modernas.1

    Tampoco me parece que estas prcticas escriturales sean exclusivas de

    Guadalajara. Sobre ellas influy la opinin y la poesa de Eduardo Miln quien, a

    despecho de los muchos y saludables desacuerdos que tengamos con l, es una de las

    voces ms perseverantes de nuestra reflexin literaria. Cercana les resulta la obra de

    mexicansimos poetas como Jos Carlos Becerra, Coral Bracho, Myriam Moscona, Elsa

    Cross, David Huerta y Tedi Lpez Mills. Por lo que atae al cultivo de estas poticas

    entre las ltimas generaciones, puedo citar autores tan dismiles y geogrficamente

    distantes como Felipe Vzquez, Dolores Dorantes, Hernn Bravo Varela, Santiago

    Sin embargo, estos procesos

    compositivos han devenido a estas alturas componentes inseparables de la tradicin

    occidental, al punto de conformar una segunda capa de la preceptiva literaria que

    participa el siglo XXI: una transretrica.

    Por otro lado, la coincidencia en su finalidad no convierte a estos estilos en una

    sola cosa: sus procedimientos son mltiples.

    1 En el sentido exclusivista (y por lo tanto beligerante) que dan a esta expresin los herederos del

    simbolismo francs.

  • 40

    Matas, Pablo Molinet, Sergio Briceo, Ofelia Patricia Prez, Sergio Ernesto Ros y

    Daniel Tllez, entre muchos otros.

    En la esquina contraria a los exquisitos, la crtica apresurada coloc tambin

    en los 90 una segunda faccin: los experienciales; poetas de supuesta filiacin

    tradicional, ms interesados en la estabilidad retrica que en la discontinuidad del

    poema, urbancolas post beats apegados a un yo lrico autobiogrfico En resumen,

    aparentes deudores de una esttica triunfante en Espaa cuyos adalides seran Luis

    Alberto de Cuenca, Luis Antonio de Villena y otros herederos de Jaime Gil de Biedma.

    Es este vasallaje (que no dilogo) frente al contexto peninsular lo que, en mi

    opinin, vuelve inoperante el confinamiento a la categora experiencial de autores

    mexicanos muy diversos. El desliz a mi juicio fue exportar la luminosa poesa y crtica

    de Jos ngel Valente sin atemperar las querellas que este autor mantena con otros

    poetas de su pas. Querellas que en Espaa tenan no solo fundamento estilstico sino

    histrico, pero que en Mxico sonaron en ocasiones a polica y desmesura. Y, mientras

    malos poetas espaoles eran ensalzados gracias a su rampln coloquialismo, en nuestro

    pas autores de evidente mediana fueron incorporados a catlogos editoriales y/o

    antologas sin mayor pase de abordar que su filiacin exquisita.1

    Hablar de una poesa de la experiencia mexicana me parece ms una

    tematizacin que la descripcin de una esttica. Los autores confinados a tal categora

    exhiben diferencias profundas: algunos estn ms cerca de William Carlos Williams,

    Allen Ginsberg o la poesa italiana moderna que de Gil de Biedma; hay quienes se

    afirman en la autobiografa, pero estn tambin quienes realizan una stira

    seudoconfesional y los que proponen la descripcin de cosas como una metafsica; unos

    1 Doy un solo ejemplo: la inclusin de Rosalva Garca Coral en El manantial latente.

  • 41

    cuantos avalan la retrica tradicional sin subvertirla, pero la mayora cifra sus procesos

    compositivos en una posmodernidad rara vez estudiada por nuestra crtica.

    Otro equvoco surge de la engaosa identidad impuesta a las nociones

    experiencia y referencia. La primera denota conocimiento emprico y/o

    confesionalidad sentimental. La segunda abriga en su amplio espectro, entre muchas

    otras cosas, la erudicin pop en tanto que sustrato neoculterano y mitopoitico (ovnis,

    dolos tecnopaganos, Antnoos del jet set, palestritas de la triple A, descendientes del

    Kraken que se llaman Godzilla). Se trata de dos enfoques literarios cuyos procesos

    compositivos pueden resultar antpodas, como se aprecia en algunos poemas de

    Eduardo Padilla o ngel Ortuo, por una parte, y de Gabriela Aguirre o Luis Jorge

    Boone por la otra.

    La palabra experiencia tuvo durante aos, entre algunos escritores nacionales, un

    tufo a error y pecado. En su prlogo a El manantial latente, al describir el primero de

    los cinco estratos que establecen para caracterizar a la poesa emergente (estrato

    experiencial), Ernesto Lumbreras y Hernn Bravo Varela apuntan:

    [] vale la pena advertir que ste constituye, sin lugar a dudas, el ms polmico de cuantos componen la serie de caracterizaciones que hemos propuesto. Baste sealar que sus mrgenes pueden ir de una completa estrechez a incalculables alcances. Estrechez, porque una faz esttica de la historia de la literatura ha sancionado como definitivos e intemporales los rasgos de aquella poesa de la experiencia espaola []1

    Repaso la nomenclatura que los autores proponen para el resto de sus estratos y me

    pregunto: es ms polmico hablar de la experiencia potica que de la inefabilidad

    potica, o bien de la adanidad potica?... No es tan incalculable nuestra capacidad

    para concebir imgenes como nuestra experiencia (y en un blink epistemolgico hasta

    pudieran devenir tautologa)? Y no es ms estrecha (a menos que la relativicemos y la

    juzguemos absoluta) la metalingstica?... La imprecisin del argumento denota que

    Lumbreras y Bravo no lograron trascender el prurito de observar toda la poesa que hace

    1 Op. Cit., p. 32.

  • 42

    nfasis en la funcin referencial del lenguaje a contraluz de un fantasma: la poesa de

    la experiencia espaola. Esto se confirma con el confinamiento nada menos que en el

    subestrato experiencia afectiva de un poeta como Jos Eugenio Snchez, cuyos

    procesos compositivos se basan en la ficcionalizacin, la desestimacin del yo, el

    antisentimentalismo y el tratamiento del poema como instalacin o arte basura:

    posmodernidad pura y dura escupida a las barbas de la retrica experiencial.

    Geografas y estratos; huspedes y homeless

    En un ensayo de finales del siglo XX,1

    A varios aos de que fuera concebido, encuentro en el esquema una debilidad:

    los puntos de esta rosa de los vientos distinguen casi exclusivamente aspectos del

    lenguaje, incluso funciones lingsticas.

    Jorge Fernndez Granados nos ofrece una

    lectura contextual de la poesa mexicana; una lectura que trasciende lo que antes llam

    uniforme de la dualidad. Su aporte ms notorio es la propuesta de cuatro puntos

    cardinales para agrupar las poticas vigentes: poesa de imgenes; poesa referencial;

    poesa del intelecto; poesa del lenguaje.

    2

    1 Poesa mexicana de Fin de Siglo. Para una calibracin de puntos cardinales. Vctor Toledo, Op. Cit.

    2 La preeminencia de funciones es clara en al menos tres de las geografas: funcin referencial (poesa

    referencial o de la experiencia), funcin potica (constructores del lenguaje) funcin metalingstica (poesa del intelecto). Cf. Roman Jakobson, Ensayos de lingstica general, Madrid, Espaa: Ariel, 1984, pp. 347-395. La nocin poesa de imgenes, por su parte, apela a lo que la semitica general describe como sistemas simblicos (de ah el casi con que aderezo mi crtica). Cf. Umberto Eco, Tratado de semitica general, Barcelona, Espaa: Debolsillo, 2005.

    El contexto que se quiere definir, en cambio,

    participa de diversos aspectos de la cultura: identidad esttica, eleccin de la influencia,

    representacin o habitus (en el sentido bourdieuano) del concepto de originalidad,

    sustrato retrico tradicional, interdisciplinaridad y pansemitica, estructuras emergentes

    (hipertexto, ready made textual, texto-instalacin, desescritura, etc.). Lo que a mi juicio

    est ausente del enfoque crtico que refiero (y me sorprende: estamos hablando entre

    poetas y lectores de poesa, no entre acadmicos) es la nocin de que el poema es un

  • 43

    objeto en el mundo. Hablo de aquello que Luigi Pareyson defini como esttica de la

    formatividad, y que Umberto Eco describe as: Una concepcin del arte como hacer,

    hacer concreto, emprico, industrial, en un contexto de elementos materiales y tcnicos:

    un concepto del fenmeno artstico como organismo.1

    Lo cierto es que en nuestro pas hay gran arraigo del pensamiento acadmico,

    tanto en el mbito de la crtica como en el de la confeccin de poemas. Con esto no

    quiero decir que seamos arcaicos: la erudicin y las poticas de discontinuidad han

    coexistido y se han nutrido mutuamente en diversas literaturas occidentales, como lo

    muestra el mismsimo Modernism anglosajn (Eliot y Pound a la cabeza), el acmesmo

    ruso, la ms rica veta de la poesa polaca contempornea o, con igual afn pero menores

    Al margen de esta discrepancia, la propuesta de Fernndez Granados da un gran

    salto: del maniquesmo casi alegrico cultistas vs. coloquiales al anlisis estructural.

    Una obra que abrevara en este enfoque es, por supuesto, El manantial latente.

    El manantial nos ofrece lo que en principio considero una actitud virtuosa:

    intenta complejizar la catalogacin de los poetas mexicanos, renuncia a la chata divisin

    en dos bandos y enuncia cinco estratos cuyos rasgos se pretenden, hasta cierto punto,

    filosficos: nociones de una esttica. Sin embargo es notorio el fallo pragmtico de la

    propuesta: hasta donde llega mi lectura, nadie que escriba sobre poesa mexicana admite

    estos estratos como evidencia terica. Considero que una de las causas de su baja

    aceptacin es que parten de una plataforma restringida: el poema enfocado como objeto

    de discontinuidad o fractura sintctica es decir como objeto absolutamente moderno:

    sin poner nfasis en procesos compositivos de filiacin posmoderna o tradicionalista.

    Y aqu me veo obligado a hacer una larga digresin a fin de puntualizar mis

    opiniones literarias al respecto.

    1 Umberto Eco, La definicin del arte, Madrid, Espaa: Roca, 1990, p. 13-14.

  • 44

    alcances, la generacin potica allegada al New Criticism norteamericano. Es verdad

    que culturas como la francfona, la argentina o la brasilea son de una idiosincrasia ms

    desinhibida. Pero Mxico (y a despecho de la invencin paciana de la tradicin de la

    ruptura, maquillaje dialctico de un autoritarismo veleidoso) es un pas conservador

    tanto en sus hbitos polticos como en los estticos y ah estn para confirmar esto

    ltimo las obras de Al Chumacero y Rubn Bonifaz Nuo. Mis preferencias estilsticas

    y de lectura se inclinan, lo digo sin ningn cinismo, hacia quienes cuestionan la

    estabilidad literaria: estoy convencido de que el movimiento es atributo de la tradicin

    en la misma medida en que la fijacin de textos es atributo de la academia. No obstante

    considero imprescindible partir de plataformas crticas coherentes con el contexto

    cultural que se analiza. De otro modo sucumbiremos a una relativizacin extrema.

    Cito nombres de poetas cuya obra no se apreciara a cabalidad si eliminramos

    de su valoracin el componente acadmico-tradicional: Oscar de Pablo, Mario

    Bojrquez, Julio Trujillo, Jorge Ortega, Mara Rivera, Alfredo Garca Valdez.

    En cuanto a las prcticas poticas posmodernas, rara vez son tomadas en cuenta

    como realidad positiva y susceptible de descripcin. Cuando mucho se las asimila a una

    vaga tmbola de experimentacin esttica que, trasladada a otros mbitos, no podra

    hacer distingos entre el arte conceptual y la pintura impresionista. Tal vez la

    simplificacin se deba, en parte, a que muchos de los autores que exploran este sesgo se

    niegan a ser identificados con una potica definida.1

    Aclaro que uso aqu el trmino posmodernidad de manera provisional y

    restringida: lo aplico como descripcin de un sustrato literario que, heredero de las

    vanguardias histricas (pero distinto a ellas en razn de su reload irnico de la

    1 Cf. las poticas de Samuel Noyola, ngel Ortuo, Pedro Guzmn y Luis Felipe Fabre en El manantial

    latente (Op. Cit.); y las de Inti Garca Santamara, Javier Acosta, Karen Plata, Rodrigo Castillo, Eduardo Padilla, Jorge Sols Arenazas y Adrin Volt en la pgina electrnica Las afinidades electivas / las elecciones afectivas (www.laseleccionesafectivasmexico.blogspot.com)

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    preceptiva tradicional, lo mismo que por su intenso comercio con la cultura de masas,

    las tecnologas electrnicas de la informacin y los enfoques multidisciplinarios)

    prevalece, se ahonda y se est incorporando paulatinamente a la tradicin (mal que les

    pese a los profesores de literatura) al menos desde la segunda mitad del siglo pasado.

    Aunque sus materiales no siempre se parecen, los procesos del poema

    posmoderno se asemejan a los de la instalacin, el arte basura, el performance y otras

    variedades de arte en trnsito formal. Sus referentes son objetos accidentales (en el

    sentido duchampiano) y construcciones cuya retrica ha sido barbarizada mediante

    plagios, imposturas, iconoclasias y deslecturas; su accin esttica roza en ocasiones

    materia potica no textual (oralidad, visualidad, ready made, soporte fsico no

    convencional p. ej. el graffiti, estructuras gramaticales mviles, etc.).1

    Por lo que atae a la materia potica no textual, apenas si considero necesario

    remachar algo simple: no siempre el poema ha sido solo materia versificada. Dejo de

    lado el encantamiento chamnico, los versos enigmticos de la sibila, el gesto y la

    pronunciacin