1
CANBAL APUNTES SOBRE POESA MEXICANA RECIENTE
Julin Herbert
2
Este libro fue escrito con el apoyo del SNCA (2006-2009)
3
Rumbo al Polo, aqu empezaramos a devorar los perros de nuestros trineos.
Gerardo Deniz
4
I
Contexto
5
Lo antolgico y lo generacional
Lo antolgico
Comento al vuelo tres antologas de poesa. No por su trascendencia; por la peculiaridad
de sus respectivos mtodos. Se trata de Poesa en movimiento, Asamblea de poetas
jvenes de Mxico y El manantial latente.1
Algo semejante, aunque en sentido opuesto, le ocurre a la Asamblea de Zaid. l
declara que ha emprendido su proyecto para llenar lagunas entre Poesa en movimiento
y la lrica joven. Asamblea es un antolmetro, primer experimento nacional para mostrar
Poesa en movimiento es un clsico de nuestras letras. Apenas tengo que
referirme a la nmina incluida y a lo provocativo de su prlogo: un esfuerzo
organizador de la tradicin moderna. El concepto generacin tiene ah acotada
importancia; la correspondencia entre diversas voces ocupa el eje de la obra. Con todo y
lo feliz que sta resulta en la mayora de sus apuestas, confirmaciones y hallazgos, no
deja de ser irnica la ausencia de dos tardos autores: Eduardo Lizalde y Gerardo Deniz.
Y es que ellos son quiz los poetas mexicanos vivos que ms influyen al presente. Ellos
y no Rubn Bonifaz Nuo, Homero Aridjis o Jaime Augusto Shelley. Poesa en
movimiento puede ser ledo an con alegra, y a m eso me basta para tenerle estima.
Pero dos de sus pretensiones declaradas Chumacero y Pacheco: ser vademecum de la
herencia que usufructuamos; Paz y Aridjis: erigirse como vaticinio de mutaciones
estticas fueron parcialmente contrariadas por la historia.
1 Octavio Paz, Al Chumacero, Jos Emilio Pacheco y Homero Aridjis, Poesa en movimiento, Mxico,
1915-1966, Mxico: Siglo XXI Editores, 1966; Gabriel Zaid, Asamblea de poetas jvenes de Mxico, Mxico: Siglo XXI Editores, 1980; Ernesto Lumbreras y Hernn Bravo Varela, El manantial latente. Muestra de poesa mexicana desde el ahora: 1986-2002, Mxico: Conaculta, 2002.
6
que hacer compilaciones sera, a partir de entonces, un trabajo arduo y provisional. Con
entusiasmo y desazn ante el auge de las tecnologas, Zaid enfatiza la imposibilidad
individual de asimilar todos los productos de la industria cultural.
Lo que vuelve difcil de leer hoy Asamblea no es ni su extensin ni la diversidad
que nos reporta: es lo francamente malos que son muchos de los poemas. El autor
supedit su instinto literario a la presentacin de un caso: la grafomana de nuestra
analfabeta sociedad. Le interesaba mostrar que escribamos demasiado y que no
contbamos con sistemas de acopio y mantenimiento de la informacin que
respondieran a tal prctica cultural. Estableci este punto renunciando a distinguir el
grano de la paja. La suya es una declaracin sociolgica. En este sentido, Asamblea se
asemeja a un estupendo reportaje que contina vigente. Su carcter antolgico, en
cambio, me parece envejecido.
Acusada de narcisismo, El manantial latente se ocupa de los poetas mexicanos
nacidos entre 1965 y 1978. A diferencia de Poesa en movimiento, propone un impasse
de la tradicin: se circunscribe a los jvenes; solo dialoga con el pasado a travs de uno
de sus anexos, la serie de encuestas aplicadas a los seleccionados. Pero, a diferencia de
Asamblea, se coloca en un mbito intelectual donde la valoracin esttica de los
poemas es ms que plausible: severa y perentoria. No pretende nicamente dar cuenta
de la existencia de una generacin sino distinguir en ella a los buenos poetas de los
malos. Con qu criterio?... El del gusto y los intereses de los compiladores. Los
buenos poetas son definidos no por valores acadmicos o abstractos, tampoco es
evidente por su pertenencia a un corpus histricamente probado, sino en forma
unilateral: por la postura de Lumbreras y Bravo ante la literatura y su sentido potico de
cara al siglo XXI. Era natural, e incluso justo, que esto irritara a muchos poetas y
7
lectores. Pero la actitud de Lumbreras y Bravo, por su parte, no implica inmoralidad
alguna.
David Huerta ha escrito: la antologa codifica la tradicin, de acuerdo con las
valoraciones del seleccionador y prologuista. Debe tener autoridad: sta proviene de la
seguridad, la firmeza, el aplomo del juicio que la sustenta.1 El manantial fue
compuesto, me atrevo a decir, como diferida reaccin a la Asamblea. Esta intuicin me
hace apreciar el temple de los autores, que en el prlogo establecen siguiendo un
pensamiento de Fernndez Granados,2
Lo distintivo del volumen no es, en mi opinin, su polmico aparato crtico.
Tampoco la vituperada ausencia de algunos autores. Creo que su mayor peculiaridad
estriba en haber cerrado al mismo tiempo dos escotillas. Una: el ejercicio comparatista
entre la escritura de los jvenes y las obras de la generacin inmediatamente anterior.
Otra: una inclusin irrestricta, meramente documental, de los nuevos poetas aspiracin
quien a su vez resuma tanto a Pound como a
Paz una serie de estratos dentro de los cuales agrupan a sus seleccionados. Ofrecen
asimismo con muy poco tacto un listado de 300 escritores que fueron consultados
mas no seleccionados; lo que bien puede tomarse como una grosera pero a la vez
enmienda la plana al mtodo de Zaid.
El manantial se coloca tambin al margen de ejercicios compilatorios como
Poetas de una generacin (en sus dos ediciones): un proyecto en el que la divisin por
dcadas pes ms que el constructio generacional, cultural y crtico. Al practicar sus
incisiones cronolgicas sin respeto al orden decimal, El manantial latente enfatiza en el
concepto generacin la perspectiva orteguiana: algo relativo a la sociedad y la historia.
No obstante, los elementos que han llevado a tal caracterizacin nunca son descritos con
precisin en el prlogo.
1 En el prlogo al Anuario de poesa mexicana 2005, Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 2006, p. 15.
2 Poesa mexicana de fin de siglo. Para una calibracin de puntos cardinales en Vctor Toledo
(coordinador), Potica mexicana contempornea, Puebla, Mxico: BUAP, 2000.
8
que actualmente se cumple en multitudinarias, ilegibles antologas que aparecen con
regularidad casi hemerogrfica.
El manantial latente propuso una discusin. Tom una postura. Hubiera sido
infructuoso para l revisitar toda la tradicin mexicana moderna (para qu?... Para
imprimir otra vez Muerte sin fin?...). No obstante, me parece que renunci a un ejercicio
que s le competa (al menos en trminos histricos). Me refiero a poner en relacin a
dos generaciones literarias: los nacidos entre 1949 y 1979.1
Y es que, no est de ms decirlo, las relaciones jerrquicas se entremezclan no
pocas veces con la edad. Ante la escasez de lectores (en trminos potenciales, Mxico es
el peor pas lector del mundo), y en una sociedad que ofrece inusitadas posibilidades de
desarrollo profesional y econmico a los artistas, es difcil evitar que los poetas
maduros se transformen simblicamente en El-Lector: su influencia sobre el gusto y el
afianzamiento de autores nuevos es significativa.
Se trata de una idea a la que pienso regresar al final de este ensayo.
Lo generacional
Tomando en cuenta la frecuencia con que se le da por descontado, el concepto
generacin goza de prestigio en nuestro contexto. Una importancia basada no en el
peso especfico del trmino, que aisladamente, quiz estemos de acuerdo, vale poco:
una importancia cuyo centro de gravedad es el mbito social y las relaciones jerrquicas
que por mediacin de l establecen algunos artistas mexicanos; lo intergeneracional.
2
1 A modo de convencin operativa, sigo en este texto la opinin de quienes dan un margen aproximado de
quince aos al desarrollo de cada generacin. 2 Hay poetas algunos muy buenos que viven al margen del mbito que describo. No obstante, los
subproductos de la poesa becas, premios, ctedras de tiempo completo son componente cotidiano de la industria cultural mexicana, y afectan (quermoslo o no) el enfoque de nuestra crtica literaria y poltica. Obviar esto en aras de una pureza tica o esttica suena bonito pero abona poco a la descripcin de una realidad intelectual.
Tal influencia es social pero tambin
estilstica: no olvidemos que quienes tienen a su cargo criticar obras, otorgar becas,
9
seleccionar antologas, juzgar premios, escribir cuartas de forros, editar libros y, en
general, editorializar en torno a la poesa, son tambin (al menos en una parte de los
casos) poetas cuya obra es sinceramente apreciada por una significativa cantidad de
lectores.
Cmo se percibe el concepto generaciones en la actualidad?... David Huerta
ha hecho un resumen de una de las posturas:
Una anotacin de Juan Goytisolo recogida por Luis Vicente de Aguinaga en su libro Lmpara de mano zanja, con tino y gracia insuperables, el viejo y orteguiano asunto de las generaciones, reducindolo al absurdo: a quin en sus cabales se le ocurrira considerar a San Juan de la Cruz como un poeta eminente de la generacin de 1575?1
Aunque es imposible resumir en una frase lo que nos separaba de nuestros predecesores, me parece que la gran diferencia consista en que nuestra conciencia del tiempo que vivamos era ms viva y, ya que no ms lcida, s ms honda y total. El tiempo nos haca una pregunta a la que haba que responder si no queramos perder la cara y el alma. Nos angustiaba nuestra situacin en la historia.
El argumento se aleja sensiblemente de la postura de Paz, quien alguna vez escribi,
refirindose a las diferencias entre los poetas de Taller y los Contemporneos:
2
Debemos despachar el tema sin ms, de un plumazo?... No soy tan dscolo como para
no reconocer mi admiracin por Huerta. Sin embargo no puedo coincidir con l en este
punto. La frase de Goytisolo tiene gracia y es punzante, mas no me parece que zanje
nada. El concepto de originalidad emitido por los Siglos de Oro es, sigue siendo,
radicalmente distinto al nuestro: para ellos, sta consista en la revisitacin atinada de un
corpus tpico y retrico estable, cuyas variaciones temticas y cuya base formal se
haban mantenido en Europa durante unos trescientos aos. En este sentido, hablar de
generaciones sera, estoy de acuerdo, ridculo. El problema empieza con el siglo XIX:
no es fcil reducir a un mismo tmulo a Victor Hugo (1802), Nerval (1808) y
Baudelaire (1821). Por no agregar a Mallarm (1842) y Rimbaud (1854). Las fechas de
1 Op. Cit., p. 11.
2 Octavio Paz, Obras completas tomo 4. Generaciones y semblanzas. Dominio Mexicano, Mxico:
Crculo de lectores / Fondo de Cultura Econmica, 1998, p. 103-104.
10
nacimiento de estos cinco poetas se suceden en apenas 52 aos. O, dicho ms
ilustrativamente: entre el nacimiento de Hugo (cuyo alejandrino es conversacional pero
rtmicamente clsico) y el de Mallarm (que prefigura la poesa concreta) transcurrieron
40 aos. Entre Garcilaso y San Juan hay 41, y 150 entre el toledano y Sor Juana.
Qu sucedi? Un cambio que no es acadmico ni exclusivamente estilstico
sino metafsico: el de nuestro sentimiento del tiempo. Aunque el fin de la modernidad se
haya decretado hace dcadas, esto no salva la situacin sino que la complica ms. Una
vez la humanidad crey en lo eterno; ese instante pas y no ha sido restaurado.
Cualquiera tiene derecho a obviar tal calamidad; pero ello implica una abstencin, no
una solucin. Lo que hace cien aos se perciba como un ascenso lineal de la historia
qued reducido, en la zona de entreguerras espirituales que fue el proceso posmoderno,
a una aquiescencia de informacin vastsima, conjugada perpetuamente en presente y
mayoritariamente intil. S, la Historia fue sustituida, pero no por la mstica o la
definitiva elevacin de la sociedad: por la vulgaridad de una nota periodstica. No
obstante, la preocupacin de Paz sigui vigente: quines somos, como artistas, de cara
a nuestro sentimiento del tiempo? Es improbable que nos arroguemos la falta de inters
de San Juan y sus contemporneos respecto de lo generacional. Nuestro repertorio
espiritual, en tanto que miembros del conglomerado humano, est ms cerca del
artepurismo romntico y el compromiso social vanguardista que del misticismo
cristiano del siglo XVI. No en trminos cronolgicos: en trminos de lo que entendemos
por Absoluto y Trascendencia.1
1 Hay un libro que encarna una profunda y certera reflexin al respecto: Tzvetan Todorov, Los
aventureros del absoluto, Barcelona, Espaa: Galaxia Gutenberg / Crculo de Lectores, 2007.
Incluso si decidimos alejarnos de la norma que rige a
nuestras sociedades y vivir como un carmelita del Imperio Espaol, estaremos
ejerciendo un valor espiritual heredado de la modernidad: el individualismo.
11
Desde esta perspectiva, el concepto generacin me parece pertinente: implica
la decisin filosfica de seguir leyendo el mundo a contraluz de la historia. Una postura
de la que se colige la pertinencia del concepto tradicin pues, como bien seala Paz:
la tradicin es una invencin moderna. Los llamados pueblos tradicionales no saben
que lo son: repiten unos gestos heredados, fuera de la historia, fuera del tiempo o, ms
bien, inmersos en otro tiempo, cclico y cerrado.1
En su artculo Por una potica retro,
La otra postura, la de un mbito
artstico donde lo generacional resulta insignificante para cualquiera en sus cabales,
tampoco me parece equivocada: implica la eleccin filosfica de un arte que prescinde
de la Historia y toma la obra artstica como realizacin del Absoluto; ms
baudelaireano, imposible.
Se trata, pues, de una eleccin. Yo elijo la primera postura. Con esta salvedad:
opino que el conocimiento de una generacin literaria solo se completa mediante el
ejercicio comparatista e intergeneracional.
Lo antolgico y lo generacional
2
qu obra sintetiza esa esttica y cmo hay que diferenciarla de la ruptura? Esa obra es la de Alfonso Daquino [sic]. En la obra de Daquino [sic] estn presentes todos los elementos de la diferencia: el ldico, concreto, irnico, autobiogrfico, intelectual []. Es Daquino [sic] y no Fernndez Granados o Jos Eugenio Snchez (solo por mencionar a dos de los ms fuertes y
Josu Ramrez caracteriza as a El manantial
latente:
Es el ms logrado intento por describir los derroteros de la poesa en sus diferentes contextos e intereses particulares o de grupo que se ha dado desde las ltimas dos dcadas del siglo XX. Sin embargo, se cae en lo mismo: legitimar a un grupo o representantes de varios grupos, cuando la lectura de un paisaje requiere de una visin amplia y particularizada a un mismo tiempo. Por ejemplo, los antologadores parten del ao 1965, tomando como referente la obra de [] Jorge Fernndez Granados. Pero la obra de Fernndez Granados est muy lejos de sintetizar las diferentes tendencias y actitudes que se amalgaman en el presente potico []
Ms adelante, al desarrollar su concepto de potica retro, agrega:
1 Op. Cit., p. 115.
2 Revista Tierra Adentro nmero 145, Mxico, abril-mayo de 2007, pp. 19-22.
12
logrados poetas de la esttica retro) en quien podemos encontrar las caractersticas que sirven de base y argumento para una teora [].
Coincido con Josu en que el libro de Lumbreras y Bravo es el mejor documento
en su tipo con el que contamos hasta hoy. Coincido, tambin, en uno de los defectos que
le imputa: carecer de una visin amplia y particularizada. Con esta salvedad: me
parece poco penetrante la reiterada afirmacin de que los autores pretendan
consagrar a determinados grupos o cabezas de serie. Para qu, cuando es ms
sencillo y radical ser sincero y quiz hasta despectivo, y as lograr que tu libro sea ledo,
discutido e imitado (incluso enemigamente imitado) durante el resto de la dcada?... Me
parece evidente que la unilateralidad de esa antologa concit variados discursos en su
contra. Dichos discursos se han traducido, a su vez, en diversas lneas de la crtica,
exploraciones acadmicas, volmenes complementarios y/o antpodas, mbitos de
influencia y poder para estticas (e incluso grupos literarios, por ejemplo el organizado
en torno a la pgina web Crculo de poesa) que nunca fueron tan notorios e influyentes
en el panorama de las letras mexicanas como lo son al da de hoy. El manantial es sin
duda una obra parcial, decadente desde el origen y por lo tanto polmica. Pero me queda
claro que su efecto final no fue la cerrazn sino una, digamos, ampliacin del campo
de batalla. Estoy convencido de que, sin este libro, nuestras actuales discusiones seran
menos virulentas, precisas, democrticas, permanentes. Quien dice lo contrario habla
por la herida, no por la historia.
Otra cosa en la que no puedo coincidir con Josu es en su rechazo al punto de
partida del volumen. Expongo mis razones.
Por qu 1965?... Es un ao que aparece constantemente, en estudios y
volmenes de poesa realizados en Mxico, como bisagra generacional aun si no se
ofrece para ello una explicacin positiva. Trazar generaciones no es una ciencia: es una
opinin basada tanto en la crtica literaria como en el anlisis cultural. Es imposible
13
establecer una fecha salvo en su carcter de metfora. No me parece mal, sin embargo,
enfatizar algunos datos. Por ejemplo: en 1988, los nacidos en 65 votaron por primera
vez en una eleccin presidencial; nacieron a la democracia con el fraude salinista. En
2000, los nacidos en 79 debutaron tambin en elecciones federales y fueron testigos del
triunfo de un candidato no oficial. Si tomamos como centro gravitatorio 1994 (cuando
la edad de esta generacin oscilaba entre los 15 y los 29 aos; valga decir, entre el
principio y el fin de la juventud) el panorama social es atroz: en Mxico, el alzamiento
zapatista, el asesinato de Colosio, el Error de Diciembre; en el mundo, las ruinas del
socialismo real, el consiguiente auge del capitalismo salvaje y la violencia interracial
recrudecindose.
Al mismo tiempo, y por paradjico que suene, esta generacin abraza la
literatura en el momento en que la industria cultural mexicana se convierte en una
paraestatal. En 1988 es creado el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. De esto
se desprenden la popularizacin del Programa Editorial Tierra Adentro, el incremento
constante de apoyos financieros directos a los creadores, las polticas culturales
descentralizadoras La inversin se traduce en capital real y simblico (y aun: a mayor
capital simblico, ms posibilidades de acceder a los beneficios del capital real). Dada
la artificial (por burocrtica) sobredemanda de artistas, la oferta y la demografa
literarias crecen entre los jvenes de manera exponencial.
Se trata, por otro lado, de la primera generacin de poetas mexicanos que
conquista cierta madurez creativa sin lidiar con la reprobacin y/o la tutela de Octavio
Paz. Lo dir de otro modo: quines, de los nacidos entre finales de los 50 y mediados
de los 60, estaban cerca de la revista Vuelta?... Alfonso DAquino, Aurelio Asiain, Julio
Hubard, Samuel Noyola, Alfredo Garca Valdez, Luis Ignacio Helguera Quines, en
cambio, iniciaron su andadura literaria al margen de ese ncleo?... Juan Carlos Bautista
14
(1964), Jorge Fernndez Granados (1965), Jos Eugenio Snchez (1965), Ernesto
Lumbreras (1966). Opino que el segundo listado ha producido, al menos hasta ahora,
una obra literaria ms slida que la del primero.
Fernndez Granados, Snchez, Bautista y Lumbreras renen, juntos, algunas
caractersticas importantes para la poesa de su generacin. Evidencian el choque
inevitable entre la buena hechura que es marca nacional (metros impecables y prosodia
lopezvelardiana en La perfumista de Fernndez), la transretrica post-vanguardista
(visible influencia de Viel Temperley en El cielo de Lumbreras) y el discurso pulp
(esttica de cmic en Snchez; lrica cabaretera en Bautista). Un choque que autores
ms jvenes Luis Vicente de Aguinaga, Luigi Amara, Luis Felipe Fabre, Julio Trujillo,
Mara Rivera, Dolores Dorantes, Jair Corts, Luis Jorge Boone, por mencionar solo a
unos pocos han procurado sintetizar.
Hablo de poetas que exhiben, a veces, un odo tan educado que resulta
melindroso. Antes que compromiso social proponen un humorismo anarquista,
militancia minoritaria o escepticismo militante (si este ltimo oxmoron se me permite,
en razn de que describe una abulia muy vinculada al corpus de ideas que propugna la
escasa clase media ilustrada del pas). Practican un mexicanismo anti-oficial cuya raz
puede rastrearse hasta poemas de los aos 20. Hacen recepcin del neobarroco en su
vertiente ms prxima (la cubano-mexicana) y tambin en su versin sudamericana,
cuya preceptiva es menos oratoria y ms afn al pop art y el arte conceptual. Predomina
en sus obras una tensin antes narrativa que elocuente. Me parecen herederos de Lpez
Velarde y Tablada ms que de Villaurrutia y Gorostiza. Es evidente, asimismo, su
cercana con el segundo Octavio Paz.1
1 En mi experiencia lectora, el primer Paz va desde la obra adolescente hasta La estacin violenta. El
segundo Paz despunta en Salamandra y tiene su punto ms alto en Ladera este, El mono gramtico y Blanco. El ltimo Paz, parecido al primero, asoma desde un libro titulado significativamente Vuelta;
15
Hasta aqu, sin embargo, la descripcin es incompleta. A las cuatro voces que
cit como, digamos, tensores de esta generacin Juan Carlos Bautista; Jorge Fernndez
Granados; Jos Eugenio Snchez; Ernesto Lumbreras, se les opone un componente
surgido un poco ms tarde pero que est cobrando fuerza: el lirismo de academia. Su
campen indiscutible es Mario Bojrquez (1968). Mario es la figura ms importante de
una suerte de neoclasicismo a la mexicana veteado de preceptiva literaria y diccin
solemne. l mismo y algunos poetas que le son afines se han manifestado contra la
experimentacin literaria argumentando que las vanguardias y su herencia representan
un sedimento anticuado. A travs de este enfoque se afirman vocaciones estilsticas
distintas en el seno de la generacin: el tremendismo, el tono oratorio, la tradicin
galaicoportuguesa, la filologa, la preceptiva literaria, una lectura tpica de Perse, los
estudios lingsticos avalados por la academia
Lo antolgico y lo intergeneracional
Lo generacional, lo dir de nuevo, no es una ciencia: es una apreciacin a caballo entre
lo esttico y lo histrico. Es una percepcin impura. Arbitrariamente, solo por plantear
una idea que se relaciona con el contexto literario actual, elijo 1949 como punto de
partida para considerar a la generacin inmediatamente previa a la que Bravo y
Lumbreras estudian. Hago esto por una razn obvia: 1949 es el ao en que naci David
Huerta. Y Huerta me parece esto no es ms (ni menos) que la declaracin de un lector
de poesa mexicana sin ninguna autoridad para canonizar a nadie, pero que gusta de
recurrir a ejemplos pragmticos para puntualizar sus ideas un poeta en cuya obra se
condensan (y discuten) muchas de las particularidades literarias del perodo: del
neobarroco al canon clsico; de la experimentacin ms ambiciosa a la norma retrica
se consolida en rbol adentro y ve su decadencia en un poema autoritario, poco generoso: Estrofas para un jardn imaginario, fechado en mayo de 1989. sta, por supuesto, es una nomenclatura personal.
16
ms estricta; de la erudicin al periodismo cultural. Alguna vez lo he llamado un poeta
de mi generacin porque, desde mi punto de vista, su escritura ha tenido una clara
presencia (tanto a nivel intelectual como sensible) en el proceso formativo de muchos
poetas posteriores. Y no hablo solamente de quienes le admiramos: tambin de aquellos
que lo rechazan fervorosamente. La radicalidad de la obra de David Huerta demanda
lecturas comprometidas.
Asimismo, coloco al final del periodo correspondiente (otra vez: como mera
arbitrariedad o suposicin) la obra de Mara Baranda, autora nacida en 1963.
Noto de entrada que se trata de una hipottica generacin cuya estilstica es rica,
con un amplio rango formal. Entre sus mrgenes podra ubicarse a poetas tan poco
detallados por nuestra crtica literaria (es decir: tan poco diferenciados los unos de los
otros mediante un metadiscurso que vaya ms all de la reimpresin de sus respectivos
currculums) como Coral Bracho, Tedi Lpez Mills, Eduardo Miln, Eduardo
Langagne, Alberto Blanco, Efran Bartolom, Marco Antonio Campos, Vicente
Quirarte, Malva Flores, Jos de Jess Sampedro, Joel Plata, Marco Antonio Jimnez,
Fabio Morabito, Julio Eutiquio Sarabia, Ricardo Castillo, Myriam Moscona y Jorge
Esquinca, por citar solo a unos cuantos que me vienen ahora mismo a la cabeza.1
Qu signific, en este probable contexto intergeneracional, la aparicin de El
manantial latente?... Recordemos que la mayora de los poetas a los que he hecho
referencia en prrafos recientes (los nacidos entre 1949 y 1963) no han tenido, en rigor,
un ejercicio crtico-antolgico que trate sus obras con detenimiento. Son los jvenes de
Zaid, los jvenes de Jos Joaqun Blanco, los poetas de una generacin, incluso los
frutos de incipiente madurez que apreci Sandro Cohen; pero no, nunca, los
continuadores (y en la actualidad los exponentes maduros) de la tradicin literaria de
1 Insisto: ni estoy haciendo un catlogo ni propongo un Index. Menciono los nombres de estos poetas no
por considerarlos cannicos, sino porque los he ledo: me siento interesado e influido por su escritura. Ellos son mis referencias y me permiten detallar un contexto.
17
lengua espaola en Mxico.1
Segunda: la discusin sobre los valores distintivos de la poesa mexicana de cara
al siglo XXI ser ms agria a medida que nos acerquemos a los jvenes. Menos difcil
es reconocer el vigor (al menos en su calidad de obras que no han envejecido, que
siguen poniendo a prueba nuestra destreza como lectores) de libros publicados en
dcadas pasadas: Incurable, Mar de fondo, El cardo en la voz, El pobrecito seor X, Los
adioses del forastero, un (ejemplo) salto de gato pinto, El divn de Antar, Navegar es
preciso, El ser que va a morir, La vida mantis. Poner estos libros en relacin con la
escritura de poetas ms jvenes podra decir, quiz, algo fresco sobre la tradicin
Y mucho menos se les ha puesto en operacin respecto de
una generacin (la de los nacidos entre 1964 y 1979) que, evidentemente, se form bajo
la influencia de sus obras. El manantial latente pasa junto a ellos y, en vez de detenerse
y proponer un ejercicio de conversacin intergeneracional, se sigue de largo, hacia la
descripcin de la triunfante (e irritante, falsamente longeva) juventud de la poesa
mexicana. Esto tiene, creo, varias consecuencias.
Primera: El manantial latente renunci de antemano a la herencia crtica de otra
de nuestras compilaciones fundamentales: Antologa de la poesa mexicana moderna de
Jorge Cuesta. El libro de Cuesta era impulsado por una pasin parecida: la necesidad de
los ms jvenes de autodefinirse de cara al medio cultural mexicano y de cara a la
tradicin. Sin embargo, al incorporar no solo sus propias obras, sino su lectura de los
poetas modernistas, los jvenes de Contemporneos hicieron ms que consolidar su
pertenencia al gremio de las letras: propusieron una opinin lectora realmente polmica,
tan arriesgada y lcida que hasta la fecha se discute entre nosotros. Lumbreras y Bravo
decidieron no subir a ese tren.
1 Tal vez quienes los han estudiado desde esta perspectiva sean: por una parte, Miguel ngel Zapata; y,
por otra, Eduardo Miln con Ernesto Lumbreras. Pero lo han hecho no en textos sobre lrica nacional, sino en sendas antologas de poesa hispanoamericana.
18
literaria mexicana. Este nivel de lectura no est al alcance (o lo est solo parcialmente: a
travs de un anexo) de El manantial latente.
Y tercero: la cercana intergeneracional hace que poetas como Eduardo Padilla
(1976) y Tedi Lpez Mills (1959) operen sobre la poesa mexicana desde el ahora con
una fuerza compartida. La inteligencia de Padilla y su antiliteraria vocacin lingstica
le dan a la iconoclasia de Gerardo Deniz un aura tradicionalista. Por su parte,
Parafrasear, el mejor libro de poemas que Tedi ha publicado hasta ahora,1
1 Por supuesto, escrib este prrafo un ao antes de la aparicin del esplndido Muerte en la ra Augusta
(Almada, 2009), de Tedi Lpez Mills.
es una obra
cuya mezcla de madurez y frescura dialoga abiertamente con el lenguaje y las ideas
estticas de muchos autores y lectores ms jvenes. Me parece que, al escindir desde la
crtica estos dos ncleos, diluimos su tensin estilstica.
Reconozco sin embargo que El manantial no se comprometi nunca a hacer la
clase de lectura que aqu propongo. He dicho que eligi no emprender una lectura
intergeneracional. Pero quiz me engao: quiz este enfoque de nuestras letras es ms
perceptible hoy que hace un lustro. Y quiz lo es, en parte, gracias al libro de Lumbreras
y Bravo.
En cualquier caso, me parece que la idea de un proyecto antolgico
intergeneracional (una suerte de movimiento continuado) no est lista para irse al limbo:
ms que los muchos volmenes de poesa joven que hoy se practican, una buena
seleccin de lo publicado en las ltimas cuatro dcadas contribuira, creo, a actualizar
nuestra destreza como lectores de poemas. Porque lo he dicho antes, lo reitero de lo
que se trata no es de ser generosos, caprichosos, pendencieros o acadmicos: de lo que
se trata es de si an somos capaces de distinguir, en nuestro fuero interno, un buen
poema de otro que no lo es.
noviembre / diciembre de 2008
19
Para una filosofa de la descomposicin
1.- EL AUTOR SE NIEGA A CUMPLIR SU ENCOMIENDA
En algn momento del 2002, Hernn Bravo Varela y Ernesto Lumbreras me solicitaron
una breve potica que acompaara mis textos en El manantial latente. Acept
redactarla (y es que entonces me pareci una idea interesante) sin saber que me estaba
hipotecando a una fiebre cultural: la de los poetas pensadores. De entonces a la fecha
he participado en tres encuentros (dos de escritores y uno de promotores), un par de
publicaciones y al menos diez o doce charlas de cantina feroces todas alrededor del
mismo asunto.
Desde el principio mi opinin ha sido sta: concebir poticas por encargo, en el
contexto semi-institucional en que venimos hacindolo, y con tanta frecuencia, deviene
en gestos meramente narcisistas. Antes lo dije escuetamente. Luego en tono de broma.
En ambas ocasiones, solo consegu que me acusaran de no tomar en serio la poesa, de
ser perezoso, de no respetar a mis colegas que s hacen la tarea (y con letra bonita).
Ahora, para evitar mi desafuero y posterior juicio de amparo, tratar de ser cumplido y
de paso abordar otros asuntos que no necesariamente son componentes de un arte
potica, pero s discernimientos que me ayudan cotidianamente a leer poemas.
Lo reitero: escribir poticas a destajo me parece narcisista. Expongo mis
razones.
a).- Hasta donde s, una Potica ser un discurso activamente filosfico a la vez
que radicalmente personal. Si entendemos an la poesa como formulacin meldica de
pensamiento, o como encuentro feliz entre ritmo verbal y percepcin sublimada (incluso
exttica o balbuciente) de la naturaleza, o como cualesquiera otra variedad material y/o
20
sgnica que comunica con lo trascendente, y establecemos que su base es la potica,
entonces cada autor decidir (o no) emprender la construccin extra-lrica de esta ltima
a su albedro, cuando una confrontacin individual con el fenmeno se lo exija, o
cuando est convencido de que debe actualizar, rectificar, profundizar en sus aspectos
esenciales. Instituir la confeccin de tales textos como un pasatiempo generacional y
concebir cada seis meses nueva materia intelectual para este juego me parece una
ficcin cuya banalidad no tiene orillas.
b).- Un argumento a favor de las poticas es que contribuyen a romper el cerco
solipsista que aprisiona al autor. Esto puede ser cierto en trminos abstractos, pero no
siempre en la prctica (no sin duda si viajamos hacia un pas sin lectores), y mucho
menos si el concepto se ritualiza por va de la presin social.
c).- Hay quien asume que las poticas son una panacea desde la que se puede
abordar no solo la problemtica psquica, esttica y tica del poeta, sino asuntos tan
puntuales como la falta de lectores, la torpeza de las instituciones culturales o la escasez
de crtica literaria. Ofrezco disculpas por mi tradicionalismo pero, la ltima vez que
mir, la reflexin intelectual no sucumba an a la globalizacin de los conceptos,
imitacin inane de una simpleza poltico-econmica que nos tiene (al menos a la
mayora de quienes vivimos en este pas) arruinados. Me pregunto, por qu no somos
ms pragmticos y tratamos cada uno de estos temas (crisis comunicacional, crisis
institucional, crisis de reflexin en torno a la poesa) por separado, dando a cada uno un
rango de elucubracin ms profundo?... Quiz porque estos temas no nos suenan, por s
solos, lo suficientemente vistosos. O tal vez porque exigen un rigor y claridad
expositivos que no siempre queremos conceder a nuestra prosa.
d).- Hablar de poticas forma parte de un conjunto al que llamo
discernimientos mitificados, mismo que rige muchas de las discusiones que hay
21
actualmente en Mxico en torno a la poesa, y cuya pasiva aceptacin solo revela, a mi
juicio, un gran vaco de crtica. Enseguida tratar de ampliar esta reflexin.
2.- DISCERNIMIENTOS MITIFICADOS EN LA CRTICA DE POESA MEXICANA RECIENTE
Es indudable que, gracias a algunos artculos periodsticos, muestras poticas
publicadas en revistas y la aparicin de volmenes antolgicos, la reciente poesa
mexicana concit una bsica aunque contradictoria plataforma crtica. Enumero,
simplificndolas por razones de espacio, algunas de estas opiniones: es deseable que los
poetas jvenes reflexionen sistemticamente acerca de su quehacer; a la poesa
mexicana le falta calle1 y parece no importarle la problemtica del mundo
contemporneo; los jvenes poetas mexicanos tienden a cierta uniformidad estilstica
muy libresca;2 es difcil encontrar en Amrica Latina un corpus potico tan slido como
el de Mxico,3
Todas estas opiniones me parecen importantes, y coincido con algunas (las
menos elogiosas). Pero considero que, cuando Eduardo Miln seala que la poesa
mexicana joven parece ajena a todo conflicto extra-literario del mundo contemporneo,
etctera.
4
Arriesgo este apunte: aunque comparto en trminos generales la preocupacin de
Miln, no me parece que la poesa de Jos Eugenio Snchez y ngel Ortuo por citar a
dos autores incluidos en El manantial pueda asimilarse al panorama que l describe.
no est buscando nuestra simple adhesin a lo que enuncia: est buscando
interlocutores. Y asumir cualquier idea como algo que no puede ser acotado, discutido y
reelaborado mediante el propio discernimiento me parece un lamentable error.
1 Julio Ortega.
2 Lo han sealado algunos crticos de El manantial latente (FETA, Mxico, 2003), y lo retom Ernesto
Lumbreras (para contradecir la idea) en un texto publicado en el nmero 2 de la revista peruana Intermezzo tropical: Despus de el manantial viene otra fiesta, p. 61. 3 Declaracin de un escritor colombiano citado por Vicente Quirarte en la presentacin de El manantial
latente. 4 Tambin en la presentacin de El manantial latente. Texto posteriormente publicado en la revista Parque
Nandino num. 3.
22
Adems, y aun suscribiendo la idea de Eduardo, habra que profundizar en ella
aportando inquietudes personales; yo me pregunto por qu el compromiso con la
realidad actual es constante en poetas mexicanos jvenes de escasa destreza tcnica, y
se diluye conforme el autor consolida sus recursos formales (lo que no necesariamente
sucede en otras tradiciones).
Las crticas vertidas por Ortega y Miln se han endurecido en la conversacin,
de modo que no es raro escuchar que la poesa mexicana reciente es solemne, retrica y
escapista. No faltan los poetas que suscriben estas opiniones sin mayor conflicto, quiz
con la intencin de desmarcarse del sector criticado; otros miran pasar la procesin en
silencio, con un gesto de fastidio y hasta menosprecio. Muy pocos (entre ellos
Lumbreras) han opuesto textos reflexivos a tales consideraciones. No comparto lo
expuesto por Lumbreras en la revista peruana Intermezzo tropical (parece decir: pues s,
as es la mejor poesa mexicana: alejada de la cotidianidad aunque no tan uniforme, y
no por falta de emocin sino por oponer a la ingenuidad del aqu y ahora un
escepticismo que tiene races histricas y culturales, y que resulta ms revelador).1 Digo
que no comparto este criterio porque margina sutilmente hechos que debieran
importarle a la crtica, como los efectos de la presin social sobre discursos de vocacin
subversiva (sean vitalistas o escpticos),2
Yo tambin percibo que nuestra poesa no es tan uniforme en esencia; creo que
la repeticin de ciertos tics formales (hiperconsciente negacin del yo, adjetivos
superlativos relacionados con claridad-blancura-transparencia, descripcin metafsico-
minimalista de objetos y espacios familiares, recurrencia temtica de lo inasible / lo
la domesticacin acadmica de lo excntrico y
la profunda influencia sobre el medio literario de la tradicin clasista nacional.
1 La lectura que hago de las ideas de Lumbreras es esquemtica; no he querido citar pasajes de su texto
porque resultara oneroso, as que asumo el riesgo de estar malinterpretndolo. 2 Esto se nota (para dar un ejemplo ajeno a nuestro medio) en la actual poesa argentina, cuyo prestigio
coloquial hace que un poeta como Silvio Mattoni vigoroso, pero reacio a la floritura callejera sea poco apreciado en su propio contexto nacional.
23
indecible, extraccin quirrgica de todo lo que tenga un vago tufo a poesa de la
experiencia, menosprecio de lo humorstico, etctera) achata y empobrece la diversidad
de registros. Lo cual me parece leve(pero significativa)mente distinto.
Reitero: no estoy contra ninguna de las ideas que resum antes, sino contra la
pasividad de aceptarlas per se, sin establecer mayores conflictos intelectuales a travs
de ellas. No soy un desmitificador a ultranza, pero me resulta perturbadora la renuncia a
confrontar una entidad tan democrtica como la opinin.
3.- ESTILSTICA SIMPATTICA
Frazer1
1 En La rama dorada, FCE, Mxico, c1994.
define como magia simpattica a la aplicacin primitiva del sentido comn y el
principio de causa y efecto sobre fenmenos cotidianos, y divide esta forma de
pensamiento en dos vertientes: magia homeoptica (lo semejante engendra lo
semejante) y magia contaminante (lo que estuvo en contacto sigue en contacto).
Perdneseme si declaro que hay principios simpatticos en la forma en que a veces nos
leemos mutuamente los poetas mexicanos.
Hace poco, en Jurez, un amigo de all decidi que los textos de Luigi Amara y
Luis Vicente de Aguinaga se parecan tanto entre s (opinin que no comparto) porque
ambos autores son poetas del centro. Alguien ms manifest su desacuerdo y se quej
de que los norteos, puesto que escriben distinto, definamos vagamente a
Guadalajara y el D.F. como el centro, cuando en realidad se trata de dos lugares muy
alejados geogrficamente. Sin embargo, el autor de la declaracin inclua en el paquete
indiferenciado de los norteos a un tipo de Tijuana y a m, que vivimos a ms de 3
mil kilmetros de distancia uno del otro.
Hay casos ms especficos. Cito algunos al paso.
24
a).- Aunque la obra de Luigi Amara mantiene un tono semejante desde hace
aos, me parece que Pasmo es un libro menos slido (se sirve de la metafsica
minimalista que tanto ama y conoce el autor, pero muchas de las reflexiones e imgenes
que contiene se resuelven apresuradamente, con un talante maniersta que las acerca ms
al clculo retrico que a verdaderas epifanas de la materia deleznable) que El cazador
de grietas o Envs, dos libros cuya precisin formal no est reida con la persecucin de
ideas e imgenes reveladoras. Un par de veces he planteado esta apreciacin a otros
lectores y, en lugar de disentir de mi opinin con argumentos literarios, la mayora me
ha dicho algo as como: es Luigi, wey, no mames: Luigi siempre escribe igual. De
nuevo estoy en desacuerdo. Y no creo que la reflexin valga poca cosa, pues quiz
significa que, en la lectura de este autor, es comn que solo se actualicen los
componentes ms superficiales.
b).- Luis Vicente de Aguinaga es elogiado por libros como El agua circular, el
fuego y La cercana. Esto, aunado a la concesin del premio Aguascalientes a su libro
Reducido a polvo, lo convirti segn ciertas opiniones (ms orales que escritas; y aun:
ms de actitud que de palabra) en una especie de intocable. Por eso quienes hemos
reseado con alguna dureza sus poemas recientes nos topamos, a veces, con cualquiera
de estas dos desmesuradas reacciones: o se nos felicita sotto voce como a quien cumple
una proeza clandestina, o se nos acusa sotto voce de ejecutar un complot maledicente
contra el autor por envidia de sus logros. Como si fuera imposible que haya
generosidad alguna cuando uno menciona lo que considera defectos o carencias en una
obra literaria.1
1 O como si un libro galardonado tuviera la obligacin de ser universal e infalible. De paso, dir esto:
tengo la impresin de que las crticas a Reducido a polvo se deben ms al aprecio por los libros anteriores del autor y a la consiguiente expectativa ante los prximos que a factores tan groseros y mezquinos como la demeritacin de un premio literario.
25
Veo en estas reacciones una subestimacin del desacuerdo, una descalificacin a
priori del desacuerdo en tanto que fenmeno ticamente deseable. Esta actitud me
parece muchas cosas pero, sobre todo, me parece una inmoralidad: una especie de
autoritarismo basado en el chantaje sentimental-curricular.
c).- Los primeros comentarios que recib cuando declar mi admiracin por los
poemas de Luis Felipe Fabre fueron del tipo pues s, pero escribe como Miln. No
niego que percibo algunas semejanzas, como el modo de encabalgar o la repeticin de
frases con leves deslizamientos de significado; pero el campo temtico de Fabre me
parece distinto y original, su sentido del humor es ms constante y crucial para la
resolucin del poema, y el decurso que lleva de su nacionalismo frsico a su reciente
(casi beckettiana) interpretacin de lo provenzal me parece, por decirlo sin demasiado
entusiasmo, un trance de ejemplar curiosidad lrica. Suficientes razones para empezar a
leer a este autor desde otra perspectiva. De hecho, yo no lo vincul a Miln en un primer
acercamiento, quiz porque no vivo en el D.F. y no saba que fue su alumno.
d).- Aunque la obra de Jos Eugenio Snchez ha mantenido siempre un mismo
tono, hay en sus textos recientes un refinamiento en el traslado al poema de teoras
estticas vinculadas al arte basura y una marcada presencia de preocupaciones sociales
(especficamente acerca de la ultramilitarizacin del mundo). Sin reflexionar en torno a
esto, el autor seguir siendo denostado por hacer chistoretes o elogiado por ser un
poeta padre. Y su obra se mantendr como nebulosa en nuestro contexto.
El caso Jos Eugenio me permite abordar el problema mayor de la estilstica
simpattica: por qu muchos poetas (casi nunca por escrito, otra vez en corrillos)
dicen que Snchez hace chistoretes, o peor, que eso no es poesa? Si lo semejante
engendra lo semejante, lo que no parece poesa (de acuerdo a nuestra experiencia
cotidiana) no lo ser. Y afirmaremos esto sin importar que su poder de subversin, su
26
referencialidad, su msica y su variedad tcnica sean originales y cuestionen la nocin
de yo y de realidad unvoca (problemas que a todos parecen importarnos), confronten la
superficie del poema su retrica mediante la paradoja de intentar profundizar en l a
travs de discursos que llamamos superficiales, y adems ahonden en la veta del
humor.
De ah lo que infiero: si aceptamos que lo semejante engendra lo semejante y
lo desemejante retrico no es poesa (o es chistorete potico, que equivale casi al mismo
menosprecio), entonces nuestra manera de leer poemas constituye ms un sistema de
creencias que uno de experiencias, referencias, percepciones y discernimientos.
4.- EL EFECTO TANGO Y OTRAS CRISIS
Ante un panorama tan peculiar demanda gregaria de una potica, discernimientos
mitificados en torno a la poesa, estilstica simpattica, no me extraa que algunos
autores se declaren en crisis y hagan de ese gesto su filosofa de la composicin. Tal
es el caso de Len Plascencia ol y Julio Trujillo, en quienes admiro el ser
consecuentes hasta el desgarramiento con su hiperconsciente nocin esttica. Otros
pienso en Sergio Valero, Roco Cern y Hernn Bravo Varela manifiestan esta crisis
no como discurso extralrico, pero s como incorporacin de rasgos diferenciales (casi
siempre de extraccin coloquial y/o popular) a sus poemas recientes. El tema es vasto,
as que me ocupar slo de dos de sus aspectos: el efecto tango (la influencia de la
nueva poesa del Cono Sur sobre la nuestra) y la variedad estilstica (a ratos vecina de la
indecisin) en un solo poeta: Len Plascencia ol.
Entre 2002 y 2004, la relacin de los poetas mexicanos con los sudamericanos se
agudiz. A las lecturas y publicaciones hechas en Chile y Argentina por Luigi Amara,
Sergio Valero, Roco Cern y Hernn Bravo Varela, entre otros autores, sigui un
27
creciente inters nacional (aunque de nuevo ms en corrillos que en publicaciones)
por la poesa de los chilenos Germn Carrasco, Damsi Figueroa y Kurt Folch, o de los
argentinos W. Cucurto, Martn Gambarotta y Alejandro Rubio, por citar algunos.
De los chilenos se admira en particular la plenitud de la obra de Carrasco y, en
general, la vivacidad con que asumen su vocacin literaria, elevndola casi al rango de
performance y deporte nacional. De los argentinos, su soltura para abrir el arco del
discurso potico incorporando coloquialismos, cmics textuales y otras variedades pop
del constructio cultural contemporneo.1
Superficial, porque algunos poetas se han dejado llevar por el entusiasmo de lo
nuevo, y se arriesgan a ver el coloquialismo de chilenos y argentinos como una suerte
de Deus ex machina, lo que contribuye a generar vacos de crtica. Si ubicamos en un
mismo plano la obra de Germn Carrasco y la de Damsi Figueroa (poesa la de esta
ltima que me parece sobrevalorada aun en su contexto nacional) solo porque sus
autores son chilenos, o si endiosamos a cualquier poeta argentino solo porque su poesa
s tiene calle,
Creo que la influencia del Cono Sur sobre nuestras poticas puede ser, en
trminos generales, revitalizadora. Pero tambin existe el riesgo de asumirla de manera
superficial, incluso injusta.
2 estaremos sustituyendo un prejuicio por otro. Para que la poesa
sudamericana enriquezca nuestro medio hace falta publicarla ac y hacer de ella una
lectura detenida, crtica (pero si no criticamos ni lo nuestro...).3
1 Lo que digo en este prrafo proviene de mis conversaciones con, al menos, cuatro de los poetas
mexicanos a quienes hago referencia en este apartado: Plascencia, Bravo Varela, Cern y Valero. 2 Y hay algunos muy buenos, como W. Cucurto. Pero, como ya dije, creo que el coloquialismo es la
retrica institucionalizada de la reciente poesa argentina, lo que achata y abruma las reales virtudes de algunos autores. 3 Nota de diciembre de 2009: como se apunta al final de este ensayo, las opiniones que vierto aqu fueron
redactadas en 2004 antes de que se crearan editoriales como El Billar de Lucrecia o Limn Partido, que difunden poesa hispanoamericana; antes de la aparicin de Zurdos o El decir y el vrtigo, antologas sobre el tema; antes de encuentros literarios como Latinale y Estoy afuera Antes, en fin, del contexto presente.
28
Injusta, porque ciertos rasgos que se celebran en la poesa sudamericana estn
presentes en autores mexicanos (y no solo jvenes: recurdese al primer Ricardo
Castillo y a Jos de Jess Sampedro, Joel Plata o Abigael Bohrquez) completamente
borrados del mapa de nuestras referencias. Asumir un contexto ajeno fervorosamente,
con prisa, y sin que ello afecte la visin del pasado inmediato de nuestro medio, se
parece menos a una lectura que a una infatuation.
El caso de Len Plascencia ol me resulta perfecto para ejemplificar cmo un
poeta mexicano de mi generacin aplica a la prctica la nocin de crisis creativa. Es
relativamente fcil notar cmo Len sabotea l estar de acuerdo con que use esta
palabra ya no digamos la integridad del poema, sino la nocin tajante de estilo,
valindose de los registros ms diversos incluso contradictorios en la sucesin de
cada uno de sus libros. Personalmente, no todo Enjambres me complace (aunque
aprecio algunos pasajes) y de plano me siento ajeno a La frgil insistencia, un libro que
ha sido celebrado en ciertos medios, creo que por la obviedad un poco domesticada de
sus filias literarias: alguna poesa francesa y mexicana que ve en los blancos de la
pgina el endecaslabo de lo inasible. Pero El rbol, la orilla me parece un libro
entraable porque, pese a las evidentes deudas con Viel Temperley y Du Bouchet, la
imaginacin del autor logra conquistar un espacio intermedio de verdadera creacin
personal. Estoy interesado sobre todo en los poemas recientes que le conozco, textos
menos rgidos que los anteriores desde una perspectiva tcnica, y cuya autoirona me
resulta (no negar mis afectos estilsticos) muy saludable para nuestra literatura.
Un reproche tengo que hacer a Len: los ciclos formales que agitan su escritura
provienen ms de la lectura de otros poetas que de cualquier otra clase de experiencia1
1 Supongo que ya es hora de devolverle a esta palabra su amplitud original y rescatarla del secuestro al
que nosotros mismos la condenamos por repudio a unos cuantos malos (y alguno bueno) poetas peninsulares.
29
vinculada a la poesa. Otra vez lo libresco se impone a lo vivencial y extra-retrico;1
incluso, paradjicamente, cuando justo se trata de confeccionar poemas con mayor
carga extra-retrica.2
Algunos ven en los apoyos institucionales una conquista del medio cultural nacional,
No pretendo desvirtuar, ni mucho menos, la impronta de la lectura
de poemas en la mente de un autor, y por supuesto que no cometer la avaricia de
plantear con mi sealamiento la grosera disyuntiva entre vida y literatura. Lo que
observo es ms simple (y grave), y opera en el mediano o largo plazo: si es la lectura lo
que en forma preeminente rige la renuncia estilstica, la experiencia potica ser ms
azarosa de lo que le es connatural (tambin ms superficial), y el sentimiento del
tiempo, del verbo y del mundo ser ms tenue y efmero. Estas condiciones pueden
producir libros bien escritos, pero difcilmente, creo, una obra coherente (y hablo de
coherencia espiritual e intelectual, que no es poca cosa). Tal es a mi juicio la parte ms
delgada del hilo que sostiene la poesa de Len Plascencia ol.
5.- Las instituciones como trauma generacional
3
1 Creo que todo recurso literario, en su perfeccionamiento y/o desgaste, acaba por convertirse en retrica.
Al usar esta expresin (extra-retrico) intento dar un nombre restringido a un conjunto difcil de caracterizar: el de aquellos rasgos textuales y semiticos cuya incorporacin a nuestro contexto literario o nuestra lengua intenta hacer menos predecibles, domesticadas o tediosas la creacin y la lectura de poemas. 2 Me temo que esta crtica podra aplicarse tambin a los intentos de contemporizacin con lo
sudamericano realizados por Roco Cern y Hernn Bravo Varela. En cambio, Sergio Valero parece estar ms cmodo en el registro viene viene de sus poemas recientes (aclaro que slo conozco unos cuantos) que en la encorsetada transparencia de sus textos inmediatamente posteriores a su primer libro, Cuaderno de Alejandra. 3 Christopher Domnguez lo dice acerca del SNCA en Letras libres (septiembre 2004).
otros abogan por que haya menos recursos directos del Estado a los artistas, otros ms
consideran que los estmulos debieran democratizarse, a lo que algunos responden que
no es justo que se trate con un mismo rasero a los diletantes y a quienes tienen
verdadero currculum y/o amplia bibliografa, etctera. Personalmente he recibido
satisfacciones y decepciones (no tanto como autor: como promotor cultural, que es el
30
oficio del que he malvivido desde los dieciocho aos; y como ciudadano, que es lo que
ms importa) de parte de las instituciones culturales del pas. Creo que el tema es vasto
y complejo y que, como dije antes, debiera debatirse en foros destinados a ello de
manera especfica. No obstante, me parece que nos quejamos demasiado del contexto
sociopoltico y muy poco, en cambio, de nosotros mismos: quiero decir, de la posible
impericia del corpus literario al que pertenecemos, de nuestras herramientas
intelectuales para juzgar la obra de otros.
A m, y lo he dicho antes, lo que ms me importa es la poesa y los poemas, as
que, dnde estn las obras maduras de los poetas de mi generacin?... Siempre que
hago esta pregunta recibo respuestas como las siguientes (todas son reales): todava no
tenemos edad para pensar de ese modo en nuestra obra; sa es una actitud romntica y
anticuada, la poesa no opera como fenmeno grupal, generacional y programtico;
por supuesto que ya hay obras maduras, que no las veas es otra cosa, para definir la
trascendencia de las obras hace falta perspectiva histrica, y lo que planteas es muy
pretencioso.
Vayamos por partes. Por qu no tendramos edad para hablar de nuestra obra en
trminos de madurez (vaya, ni siquiera esbozando deseos de madurez)?... Me ahorro a
Becerra y a Lpez Velarde por no condescender a la obviedad, pero no puedo ahorrarme
esta paradoja espacio-temporal: todo mundo lamenta que los libros de poesa mexicana
tengan 60 cuartillas promedio porque eso es lo que exigen las convocatorias de los
premios, pero nadie se queja de mantenerse hasta los 35 en calidad de joven creador.
Aqu hay un asunto de longevidad que quiz trasciende lo social y literario, y linda de
algn modo con lo psicolgico: ser joven hasta los 35 es cool (sobre todo si uno se
compara con los futbolistas). Pero una cosa es que aceptemos la convencin social de
31
ser jvenes para el FONCA y otra distinta que creamos que eso nos exime de la plenitud
literaria.
En este punto, me interesa enfatizar un hecho que trasciende el asunto de la edad
y la madurez creativa y atae tambin a la crtica, la convivencia en el plano de las
ideas, la versin cultural que hacemos del imago de escritor: dedicarnos a la literatura
no slo nos requiere un aprendizaje acadmico, esttico y estilstico, sino tambin un
aprendizaje psicolgico que contribuya a hacer menos encarnizadas y amaneradas
nuestras disputas, menos seoriales (es decir infantiles) nuestros modos de relacin
textual y extratextual, menos egostas y resentidos nuestros motivos para criticar (tanto
en lo individual como en lo tocante a las instituciones), menos suspicaz y emocional la
recepcin de las crticas que se nos hacen. No estoy excluyndome de estos defectos:
solamente los considero como tales, y creo que de ellos participamos casi todos los
poetas de este pas.
La segunda respuesta pone el dedo en una gran llaga: sabemos que las
valoraciones tradicionales ya no nos alcanzan para definir un fenmeno cultural tan
concreto y a la vez complejo como la poesa emergente de un pas o una lengua. Pero
opongo mi rplica: por qu aceptamos esto en lo que ms directamente nos atae
(nuestra escritura), pero en cambio juzgamos a las instituciones, a las nociones estticas
que no compartimos, a las antologas, a todo el claustro no-escritural que rodea nuestra
poesa (y que quiz pueda resumirse en lectores y promotores) con la misma vara
romntica, anticuada y programtica de antao, como si fuera posible que las ideas
tradicionales hubieran muerto para nosotros pero siguieran vigentes para el resto de los
actores vinculados a la literatura?... Hay aqu una paradoja que refiere sutilmente, creo,
nuestro trauma generacional con el paternalismo de las instituciones pblicas y otras
figuras de autoridad (como la crtica).
32
La tercera respuesta (ya hay obras maduras) me parece tambin propositiva,
pero escandalosamente simplista. Cules son esas obras? Al juicio de qu lectores se
ha puesto a prueba su vigor? Leemos en ellas dominio tcnico, conveniencia con un
estndar estilstico, reivindicacin del pasado en el sentido de tradicin (o de un
hipottico presente absoluto), humanismo, palimpsesto discursivo, pura belleza
meldica, novedad, todo lo anterior?... Preguntas simples tambin, pero que no se
responden sino mediante el ejercicio cotidiano de la crtica. Y, salvo contadas
excepciones, los poetas de plano preferimos explicar nuestra potica, o generalizar
sobre las constantes formales de un estrecho conjunto-universo de autores que ponernos
a comentar comprometidamente y mediante ejemplos textuales la obra de otros.
No desestimo la necesidad de perspectiva histrica para juzgar los proyectos
poticos, siempre y cuando podamos convenir en que sta se construye desde un
temprano momento. Carecemos definitivamente de perspectiva (y lo que es ms: de
contexto) para criticar o analizar libros como El cielo de Ernesto Lumbreras, Los
hbitos de la ceniza de Fernndez Granados, La cercana de Luis Vicente de Aguinaga,
Physical graffiti de Jos Eugenio Snchez, Vida quieta, de Luis Felipe Fabre, por
ejemplificar con libros que a m como lector me importan?...1
Finalmente, la idea de que es pretencioso estar ms interesado por la madurez
de las obras poticas que por achacar sus carencias a las instituciones o al medio
literario me parece un disparate abismal. Primero, porque hay una contraposicin
esencial entre el escepticismo libresco que Lumbreras considera revelador avatar que
no comparto, pero percibo y considero honesto o la nocin de crisis creativa a la que
me siento ms cercano y una visin tan oportunista de la escritura: fuera del aqu y
1 Nota de diciembre de 2009: este prrafo me ha costado, durante el ltimo lustro, miradas de soslayo,
invectivas, reproches y unos cuantos castigos que, por decoro, me abstengo de precisar. Sin embargo, sigo pensando igual. No lanc ningn canon: enumer libros que honestamente me importaban que me siguen importando.
33
ahora en sus virtudes, pero plena en un aqu y ahora cuando se trata de justificar sus
carencias. Y segundo porque de inmediato se infiere que, al hablar de que lo importante
es la buena poesa, hay quien piensa que estoy asumiendo (y abusando de) el papel de
autor.
Y no: yo ante todo me considero un lector de poemas, de poesa. Prefiero el
riesgo de ser juez y parte que el silencio despectivo, el monlogo exquisitoide o el
valemadrismo posmo. Yo reivindico mi posicin como lector de poemas porque el
problema fundamental es qu tan capaces somos de (y que tan dispuestos estamos a)
distinguir un buen poema de otro que no lo es. Y a lo mejor esto s es pretencioso. Pero
hay que arriesgarse, porque (y cito un pasaje de Miln que me parece revelador en su
sencillez) Lo nico que nos hace sortear la retrica, que siempre est presente en el
lenguaje, es la experiencia individual del habla potica.1
b).- Notarn que, en varias ocasiones, tuve que recurrir a charlas de caf,
conversaciones privadas, mesas de discusin pblica y otras cifras orales para catalogar
parte de las ideas en torno a la poesa mexicana reciente de las que tengo conocimiento.
Creo que es importante que la crtica del fenmeno potico tenga una vida oral, pero es
6.- Colofn
Enlisto tres posibles finales.
a).- Si el lector estuvo de acuerdo con al menos una cuarta parte de lo que he
enunciado, y en desacuerdo con la falta de entusiasmo que he dedicado a la impericia
institucional (tema que, insisto, me parece importante pero ajeno al espritu de este
texto), coincidir en que tanto llevar y traer la nocin de arte potica es, por decir lo
menos, una elegante forma de escurrir el bulto.
1 Trata de no ser constructor de ruinas, filodecaballos, 2003, p. 44. De ms est decir que esta
experiencia individual no slo atae (desde mi perspectiva) a los poetas, sino tambin a los lectores.
34
innegable que a nuestro contexto le hace falta poner por escrito muchas nociones para
trascender el desorden y la tergiversacin. Es difcil (y no ignoro su lado injusto) debatir
por escrito con una idea ajena que slo se ha esbozado en la conversacin. Creo que es
un buen momento para posponer brevemente el ntimo macram y las marchas contra
Sari Bermdez y sentarnos a discutir por escrito sobre cmo estamos leyndonos. Este
texto aspira a dialogar (as sea torpemente) con los autores que intentan actualizar el
discurso crtico en torno a la nueva poesa mexicana.
c).- Y ltimo: he recorrido aqu, aprisa, la obra de algunos de mis amigos y
colegas; no he sido lo suficientemente atento con ellos, porque los he criticado sin
demorarme en poemas concretos, y sin citar pasajes que muestren de manera especfica
lo que afirmo. Me importaba dar en este ensayo una visin al mismo tiempo concreta y
compendiosa. No obstante, me declaro en deuda con estos escritores, y me comprometo
a iniciar una serie de artculos sobre algunos libros y poetas de mi generacin.
septiembre de 2004
35
Rivalidad y desacuerdo esttico en la poesa mexicana reciente
Un tema recurrente en los comentarios sobre poesa mexicana que he ledo y escuchado
a ltimas fechas es la rivalidad, a ratos rayana en descalificacin, entre poetas o grupos
de poetas nuevos.1
No pretende mi enfoque obviar la realidad: las querellas poseen un importante
componente sociolgico. Hay en juego dinero, prestigio y poder. Considero no obstante
que la crtica magnifica en ocasiones dicho componente, al punto de generar la
impresin de que a los poetas de reciente cuo no les importan los procesos
compositivos, el establecimiento de vnculos emocionales e intelectuales con un
potencial universo de lectores, la poesa misma.
Desde distintos ngulos, escritores han deplorado esta
problemtica aunque no pocas veces participando, al mismo tiempo, de ella. No busco
aqu desestimar ni a tales crticos ni a los sectores criticados: coincido en sealar que los
conflictos (originados ya sea por diferencias estticas, rencillas estrictamente personales
o competencia en torno a estmulos burocrticos y otras prebendas) son persistentes.
Alguna vez he declarado que las confrontaciones por diferencias estticas son tan reales
como las otras, sin embargo rara vez se habla de ellas. Mi inters en estas pginas es
abordar ese aspecto del fenmeno.
2
1 Tocan el asunto Mario Bojrquez en Blanco mvil 101, primavera 2006; Al Caldern en La Jornada
semanal 581, 23 de abril 2006; Pablo Molinet en Alforja 36 (nueva poca), primavera 2006; Jorge Fernndez Granados, Daniel Tllez y Jorge Mendoza en Tierra Adentro 145, abrilmayo 2007. 2 As lo declara abiertamente Al Caldern en su resea Ms poltico que esttico (La Jornada
Semanal).
Opino que no existe fundamento para
tal apreciacin. Las evaluaciones que se centran en el aspecto social y dejan de lado el
esttico abordan las segundas causas del fenmeno, no las primeras. Se trata de una
36
sobreinterpretacin contextual que no es exclusiva ni de la crtica literaria ni de nuestro
pas: menudea en la ensaystica contempornea, y contra ello nos alerta Pierre Bourdieu
cuando asegura que caemos con facilidad en un funcionalismo de lo peor: defender que
en el mundo social todo est hecho para dominar a los dominados; en este sentido no
hay salvacin posible para quienes viven en sociedad. [] [Bourdieu] sostiene
asimismo, en referencia a la sociologa, que sa fonction scientifique est de comprendre
le monde social commencer par le pouvoir. Opration qui nest pas neutre
socialement.1
Una primera dificultad para observar las rivalidades esttico-estilsticas que hay entre
los poetas mexicanos es la costumbre, avalada por un sector de nuestra crtica, de
reducir todo conflicto a un esquema bipartita. Es un hbito que viene de lejos. Para los
efectos de mi tema, rastreo el tpico en cuestin hasta Jos Joaqun Blanco quien, en su
Crnica de la poesa mexicana, nos presenta dos universos de poetas confrontados:
cultistas y coloquiales.
Por lo que atae a la rivalidad ejercida como rencilla, su raz estilstica el
carcter es de ndole privada: eso pone el tema fuera de mi alcance. Lamento, en todo
caso, que la prosa virulenta emprendida en el bies de la poesa nos llegue mal puntuada
y sea poco sabrosa.
El uniforme de la dualidad
2
La catalogacin me parece grosera: confina la intuicin de los poetas al
vocabulario. Pretende que lo definitivo en un poema es el uso de determinadas palabras
Esta rivalidad tendra sendos campeones: Octavio Paz y
Jaime Sabines; y una segunda capa donde apareceran David Huerta (cultista) y
Ricardo Yez, Ricardo Castillo y Jaime Reyes (coloquiales).
1 Glosado y citado por Carlos Manuel Valds en Les Barbares, la Couronne, lEglise: les Indiens
nomades du nord-est mexicain face la socit hispanique, tesis doctoral indita. 2 Jos Joaqun Blanco, Crnica de la poesa mexicana, Mxico: Posada, 1987.
37
y no determinada sintaxis, preceptiva o eleccin de la influencia; determinados cdigos.
Vistos en un espectro ms amplio, los poemas de Sabines son sumamente cultistas
por su apego al metro y la diccin tradicionales (por ejemplo en Algo sobre la muerte
del Mayor Sabines), mientras que muchos poemas de Paz podran considerarse
coloquiales dada la diccin irnica y espasmdica con que refieren su
contemporaneidad (hablo concretamente de los poemas breves de Ladera este, de
pasajes de El mono gramtico y del poema Vuelta). Lo mismo puede decirse de la
elocucin tradicionalista discreta pero sumamente culta que aparece en la obra de
Ricardo Yez, y que resulta menos coloquial (en el sentido de vivacidad adquirida
por el uso de un idioma anclado en el presente) que un libro como Historia de David
Huerta.1
Todo esto tendra escasa importancia si ambos calificativos fueran polticamente
neutros. Pero la divisin entre cultistas y coloquiales presenta un componente
sociolgico reivindicador: los primeros son identificados con una arisca aristocracia que
desprecia la lengua pblica, en tanto los segundos son proclamados (y a veces se
autoproclaman) populares liberadores del estilo literario. Esto no pasa de ser una
mentira, y as alcanz a verlo Blanco pues en las pginas finales de su Crnica refiere
lo conservadores y triunfalistas que se haban vuelto, a fines de los 70, algunos poetas
de la pinche piedra.
2
Esta dicotoma ser histricamente distorsionadora: sus tics se repiten todava
hoy.
1 Me refiero a libros de Yez posteriores a Ni lo que digo (Dejar de ser; Antes del habla; Puntuacin).
Para una caracterizacin detallada de la diferencia entre lenguaje popular y lenguaje tradicional, Cf. El camino de la pasin en Octavio Paz, Cuadrivio, Mxico: Joaqun Mortiz, 1965, especficamente la digresin dedicada a las prcticas compositivas de Alberti y Juan Ramn, que Paz describe como ficticiamente populares porque se basan en un ideal de lengua hablada extrado de las canciones y el romancero, y no de la actualizacin del habla propiamente dicha. 2 En alusin a un poema de Sabines. Cf. Otro recuento de poemas 1950-1991, Mxico: Joaqun Mortiz,
1991, p. 377.
38
Exquisitos y experienciales
El surgimiento en Jalisco de escritores como Jorge Esquinca, Ernesto Lumbreras,
Mnica Nepote, Len Plascencia ol, Laura Solrzano, Luis Armenta Malpica y Luis
Vicente de Aguinaga1 autores con preocupaciones estticas diversas pero definidas en
su orientacin hacia la fractura sintctica, hacia una discontinuidad lrica heredera del
simbolismo francs y (en menor medida) de las vanguardias histricas, ayud a
difundir desde la dcada pasada la especie de que haba una escuela tapata, un estilo
Guadalajara de afrontar la poesa.2
He dicho que sus mbitos de inters estn interconectados. Distan sin embargo
de ser idnticos. A unos les atrae la literalidad propugnada por el poeta francs Andr
Du Bouchet: escritura que registra con pretensin sistemtica lo que la voz potica va
percibiendo aunque el resultado sea en apariencia poco inteligible. Otros recrean la
nocin de misticismo laico: afirmacin de un discurso previo al lenguaje y por tanto
apegado a la naturaleza y no a la historia la antepalabra expresada por Jos ngel
Valente. Algunos proponen epopeyas gensicas: largos poemas de textura minimalista
que celebran la naturaleza como un don primitivo e/o intemporal (rasgo notorio, pongo
por caso, en libros de Luis Armenta). Otros ms exploran coincidencias con el
neobarroco y con poticas especficas como la de Viel Temperley en Hospital Britnico
(Lumbreras, Plascencia ol). Hay los que sustituyen la narratividad y el verso (en el
sentido de enunciacin que rtmicamente regresa sobre s) por secuencias de imgenes.
Casi siempre que se habl en bloque de estos
creadores fue para denostarlos. Uno de los adjetivos con que se les motej fue el de
exquisitos, que no es ms que un refrendo de la palabra cultistas.
1 Como he dicho en otras ocasiones, cito nombres de autores para brindar al lector de poesa un marco de
referencia sociocultural (que es el mo: los autores que menciono son aquellos que conozco y me interesan), no un canon. 2 Se trata de una crtica que han vertido desde los aos 90 diversos autores, entre los que cabe mencionar
(por ser uno de los ms articulados) a Sergio Cordero. Como enseguida se ver, Mario Bojrquez (y, tras l, Al Caldern) ha actualizado este enfoque al referirse en sus crticas a la prosa de Guadalajara, un estamento literario en el que, segn su opinin, cabra casi todo desde Rulfo hasta Paz; desde el influjo de la lrica francesa contempornea hasta la filosofa orientallo que no le gusta.
39
Estn los que ms conservadores ejercen la discontinuidad de su escritura
aproximndose a procesos compositivos derivados en parte de Mallarm y Rimbaud; la
disposicin de la pgina como carta astronmica y la inestabilidad del yo lrico son sus
aspiraciones ms obvias.
Se trata en resumen de artistas que enfatizan la deconstruccin del poema y
desean aunque no siempre logran postergar su unidad retrica, mtrica y sintctica.
Artistas que buscan trascender aquello que les parece obviedad tradicional (lo que los
manuales describiran como tema, vocabulario, versificacin, figuras de significacin-
ritmo-y-pensamiento: la elocucin misma del poema) adhirindose a concepciones
formales que se pretenden absolutamente modernas.1
Tampoco me parece que estas prcticas escriturales sean exclusivas de
Guadalajara. Sobre ellas influy la opinin y la poesa de Eduardo Miln quien, a
despecho de los muchos y saludables desacuerdos que tengamos con l, es una de las
voces ms perseverantes de nuestra reflexin literaria. Cercana les resulta la obra de
mexicansimos poetas como Jos Carlos Becerra, Coral Bracho, Myriam Moscona, Elsa
Cross, David Huerta y Tedi Lpez Mills. Por lo que atae al cultivo de estas poticas
entre las ltimas generaciones, puedo citar autores tan dismiles y geogrficamente
distantes como Felipe Vzquez, Dolores Dorantes, Hernn Bravo Varela, Santiago
Sin embargo, estos procesos
compositivos han devenido a estas alturas componentes inseparables de la tradicin
occidental, al punto de conformar una segunda capa de la preceptiva literaria que
participa el siglo XXI: una transretrica.
Por otro lado, la coincidencia en su finalidad no convierte a estos estilos en una
sola cosa: sus procedimientos son mltiples.
1 En el sentido exclusivista (y por lo tanto beligerante) que dan a esta expresin los herederos del
simbolismo francs.
40
Matas, Pablo Molinet, Sergio Briceo, Ofelia Patricia Prez, Sergio Ernesto Ros y
Daniel Tllez, entre muchos otros.
En la esquina contraria a los exquisitos, la crtica apresurada coloc tambin
en los 90 una segunda faccin: los experienciales; poetas de supuesta filiacin
tradicional, ms interesados en la estabilidad retrica que en la discontinuidad del
poema, urbancolas post beats apegados a un yo lrico autobiogrfico En resumen,
aparentes deudores de una esttica triunfante en Espaa cuyos adalides seran Luis
Alberto de Cuenca, Luis Antonio de Villena y otros herederos de Jaime Gil de Biedma.
Es este vasallaje (que no dilogo) frente al contexto peninsular lo que, en mi
opinin, vuelve inoperante el confinamiento a la categora experiencial de autores
mexicanos muy diversos. El desliz a mi juicio fue exportar la luminosa poesa y crtica
de Jos ngel Valente sin atemperar las querellas que este autor mantena con otros
poetas de su pas. Querellas que en Espaa tenan no solo fundamento estilstico sino
histrico, pero que en Mxico sonaron en ocasiones a polica y desmesura. Y, mientras
malos poetas espaoles eran ensalzados gracias a su rampln coloquialismo, en nuestro
pas autores de evidente mediana fueron incorporados a catlogos editoriales y/o
antologas sin mayor pase de abordar que su filiacin exquisita.1
Hablar de una poesa de la experiencia mexicana me parece ms una
tematizacin que la descripcin de una esttica. Los autores confinados a tal categora
exhiben diferencias profundas: algunos estn ms cerca de William Carlos Williams,
Allen Ginsberg o la poesa italiana moderna que de Gil de Biedma; hay quienes se
afirman en la autobiografa, pero estn tambin quienes realizan una stira
seudoconfesional y los que proponen la descripcin de cosas como una metafsica; unos
1 Doy un solo ejemplo: la inclusin de Rosalva Garca Coral en El manantial latente.
41
cuantos avalan la retrica tradicional sin subvertirla, pero la mayora cifra sus procesos
compositivos en una posmodernidad rara vez estudiada por nuestra crtica.
Otro equvoco surge de la engaosa identidad impuesta a las nociones
experiencia y referencia. La primera denota conocimiento emprico y/o
confesionalidad sentimental. La segunda abriga en su amplio espectro, entre muchas
otras cosas, la erudicin pop en tanto que sustrato neoculterano y mitopoitico (ovnis,
dolos tecnopaganos, Antnoos del jet set, palestritas de la triple A, descendientes del
Kraken que se llaman Godzilla). Se trata de dos enfoques literarios cuyos procesos
compositivos pueden resultar antpodas, como se aprecia en algunos poemas de
Eduardo Padilla o ngel Ortuo, por una parte, y de Gabriela Aguirre o Luis Jorge
Boone por la otra.
La palabra experiencia tuvo durante aos, entre algunos escritores nacionales, un
tufo a error y pecado. En su prlogo a El manantial latente, al describir el primero de
los cinco estratos que establecen para caracterizar a la poesa emergente (estrato
experiencial), Ernesto Lumbreras y Hernn Bravo Varela apuntan:
[] vale la pena advertir que ste constituye, sin lugar a dudas, el ms polmico de cuantos componen la serie de caracterizaciones que hemos propuesto. Baste sealar que sus mrgenes pueden ir de una completa estrechez a incalculables alcances. Estrechez, porque una faz esttica de la historia de la literatura ha sancionado como definitivos e intemporales los rasgos de aquella poesa de la experiencia espaola []1
Repaso la nomenclatura que los autores proponen para el resto de sus estratos y me
pregunto: es ms polmico hablar de la experiencia potica que de la inefabilidad
potica, o bien de la adanidad potica?... No es tan incalculable nuestra capacidad
para concebir imgenes como nuestra experiencia (y en un blink epistemolgico hasta
pudieran devenir tautologa)? Y no es ms estrecha (a menos que la relativicemos y la
juzguemos absoluta) la metalingstica?... La imprecisin del argumento denota que
Lumbreras y Bravo no lograron trascender el prurito de observar toda la poesa que hace
1 Op. Cit., p. 32.
42
nfasis en la funcin referencial del lenguaje a contraluz de un fantasma: la poesa de
la experiencia espaola. Esto se confirma con el confinamiento nada menos que en el
subestrato experiencia afectiva de un poeta como Jos Eugenio Snchez, cuyos
procesos compositivos se basan en la ficcionalizacin, la desestimacin del yo, el
antisentimentalismo y el tratamiento del poema como instalacin o arte basura:
posmodernidad pura y dura escupida a las barbas de la retrica experiencial.
Geografas y estratos; huspedes y homeless
En un ensayo de finales del siglo XX,1
A varios aos de que fuera concebido, encuentro en el esquema una debilidad:
los puntos de esta rosa de los vientos distinguen casi exclusivamente aspectos del
lenguaje, incluso funciones lingsticas.
Jorge Fernndez Granados nos ofrece una
lectura contextual de la poesa mexicana; una lectura que trasciende lo que antes llam
uniforme de la dualidad. Su aporte ms notorio es la propuesta de cuatro puntos
cardinales para agrupar las poticas vigentes: poesa de imgenes; poesa referencial;
poesa del intelecto; poesa del lenguaje.
2
1 Poesa mexicana de Fin de Siglo. Para una calibracin de puntos cardinales. Vctor Toledo, Op. Cit.
2 La preeminencia de funciones es clara en al menos tres de las geografas: funcin referencial (poesa
referencial o de la experiencia), funcin potica (constructores del lenguaje) funcin metalingstica (poesa del intelecto). Cf. Roman Jakobson, Ensayos de lingstica general, Madrid, Espaa: Ariel, 1984, pp. 347-395. La nocin poesa de imgenes, por su parte, apela a lo que la semitica general describe como sistemas simblicos (de ah el casi con que aderezo mi crtica). Cf. Umberto Eco, Tratado de semitica general, Barcelona, Espaa: Debolsillo, 2005.
El contexto que se quiere definir, en cambio,
participa de diversos aspectos de la cultura: identidad esttica, eleccin de la influencia,
representacin o habitus (en el sentido bourdieuano) del concepto de originalidad,
sustrato retrico tradicional, interdisciplinaridad y pansemitica, estructuras emergentes
(hipertexto, ready made textual, texto-instalacin, desescritura, etc.). Lo que a mi juicio
est ausente del enfoque crtico que refiero (y me sorprende: estamos hablando entre
poetas y lectores de poesa, no entre acadmicos) es la nocin de que el poema es un
43
objeto en el mundo. Hablo de aquello que Luigi Pareyson defini como esttica de la
formatividad, y que Umberto Eco describe as: Una concepcin del arte como hacer,
hacer concreto, emprico, industrial, en un contexto de elementos materiales y tcnicos:
un concepto del fenmeno artstico como organismo.1
Lo cierto es que en nuestro pas hay gran arraigo del pensamiento acadmico,
tanto en el mbito de la crtica como en el de la confeccin de poemas. Con esto no
quiero decir que seamos arcaicos: la erudicin y las poticas de discontinuidad han
coexistido y se han nutrido mutuamente en diversas literaturas occidentales, como lo
muestra el mismsimo Modernism anglosajn (Eliot y Pound a la cabeza), el acmesmo
ruso, la ms rica veta de la poesa polaca contempornea o, con igual afn pero menores
Al margen de esta discrepancia, la propuesta de Fernndez Granados da un gran
salto: del maniquesmo casi alegrico cultistas vs. coloquiales al anlisis estructural.
Una obra que abrevara en este enfoque es, por supuesto, El manantial latente.
El manantial nos ofrece lo que en principio considero una actitud virtuosa:
intenta complejizar la catalogacin de los poetas mexicanos, renuncia a la chata divisin
en dos bandos y enuncia cinco estratos cuyos rasgos se pretenden, hasta cierto punto,
filosficos: nociones de una esttica. Sin embargo es notorio el fallo pragmtico de la
propuesta: hasta donde llega mi lectura, nadie que escriba sobre poesa mexicana admite
estos estratos como evidencia terica. Considero que una de las causas de su baja
aceptacin es que parten de una plataforma restringida: el poema enfocado como objeto
de discontinuidad o fractura sintctica es decir como objeto absolutamente moderno:
sin poner nfasis en procesos compositivos de filiacin posmoderna o tradicionalista.
Y aqu me veo obligado a hacer una larga digresin a fin de puntualizar mis
opiniones literarias al respecto.
1 Umberto Eco, La definicin del arte, Madrid, Espaa: Roca, 1990, p. 13-14.
44
alcances, la generacin potica allegada al New Criticism norteamericano. Es verdad
que culturas como la francfona, la argentina o la brasilea son de una idiosincrasia ms
desinhibida. Pero Mxico (y a despecho de la invencin paciana de la tradicin de la
ruptura, maquillaje dialctico de un autoritarismo veleidoso) es un pas conservador
tanto en sus hbitos polticos como en los estticos y ah estn para confirmar esto
ltimo las obras de Al Chumacero y Rubn Bonifaz Nuo. Mis preferencias estilsticas
y de lectura se inclinan, lo digo sin ningn cinismo, hacia quienes cuestionan la
estabilidad literaria: estoy convencido de que el movimiento es atributo de la tradicin
en la misma medida en que la fijacin de textos es atributo de la academia. No obstante
considero imprescindible partir de plataformas crticas coherentes con el contexto
cultural que se analiza. De otro modo sucumbiremos a una relativizacin extrema.
Cito nombres de poetas cuya obra no se apreciara a cabalidad si eliminramos
de su valoracin el componente acadmico-tradicional: Oscar de Pablo, Mario
Bojrquez, Julio Trujillo, Jorge Ortega, Mara Rivera, Alfredo Garca Valdez.
En cuanto a las prcticas poticas posmodernas, rara vez son tomadas en cuenta
como realidad positiva y susceptible de descripcin. Cuando mucho se las asimila a una
vaga tmbola de experimentacin esttica que, trasladada a otros mbitos, no podra
hacer distingos entre el arte conceptual y la pintura impresionista. Tal vez la
simplificacin se deba, en parte, a que muchos de los autores que exploran este sesgo se
niegan a ser identificados con una potica definida.1
Aclaro que uso aqu el trmino posmodernidad de manera provisional y
restringida: lo aplico como descripcin de un sustrato literario que, heredero de las
vanguardias histricas (pero distinto a ellas en razn de su reload irnico de la
1 Cf. las poticas de Samuel Noyola, ngel Ortuo, Pedro Guzmn y Luis Felipe Fabre en El manantial
latente (Op. Cit.); y las de Inti Garca Santamara, Javier Acosta, Karen Plata, Rodrigo Castillo, Eduardo Padilla, Jorge Sols Arenazas y Adrin Volt en la pgina electrnica Las afinidades electivas / las elecciones afectivas (www.laseleccionesafectivasmexico.blogspot.com)
45
preceptiva tradicional, lo mismo que por su intenso comercio con la cultura de masas,
las tecnologas electrnicas de la informacin y los enfoques multidisciplinarios)
prevalece, se ahonda y se est incorporando paulatinamente a la tradicin (mal que les
pese a los profesores de literatura) al menos desde la segunda mitad del siglo pasado.
Aunque sus materiales no siempre se parecen, los procesos del poema
posmoderno se asemejan a los de la instalacin, el arte basura, el performance y otras
variedades de arte en trnsito formal. Sus referentes son objetos accidentales (en el
sentido duchampiano) y construcciones cuya retrica ha sido barbarizada mediante
plagios, imposturas, iconoclasias y deslecturas; su accin esttica roza en ocasiones
materia potica no textual (oralidad, visualidad, ready made, soporte fsico no
convencional p. ej. el graffiti, estructuras gramaticales mviles, etc.).1
Por lo que atae a la materia potica no textual, apenas si considero necesario
remachar algo simple: no siempre el poema ha sido solo materia versificada. Dejo de
lado el encantamiento chamnico, los versos enigmticos de la sibila, el gesto y la
pronunciacin