Comentario de SOneto LXXII, Fernando de Herrera

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Irene Valle Corpas, Mayo de 2014. Comentario a Fernando de Herrera, Soneto LXXII: Amor en mí se muestra todo fuego, y en las entrañas de mi Luz es nieve; fuego no hay, que ella no torne nieve ni nieve, que no mude yo en mi fuego. La fría zona abraso con mi fuego, la ardiente mi Luz vuelve helada nieve; pero no puedo yo encender su nieve, ni ella entibiar la fuerza de mi fuego. Contrastan igualmente hielo y llama; que de otra suerte fuera el mundo hielo, o su máquina toda viva llama. Más fuera; porque ya resuelto en hielo, o el corazón desvanecido en llama ni temiera mi llama, ni su hielo. Aquí no encontramos una "historia" que pueda fácilmente trasladarse a prosa sino que más bien hallamos una misma idea enunciada en cada estrofa de una forma u otra pero jugando siempre con la contraposición entre dos elementos en eterna lucha: el fuego y el hielo. Herrera recoge la tradición neoplatónica que, sobre todo a partir de Ficino, entiende a la dama como luz, y la lleva a su máxima expresión. La dama en Herrera es luz y fuego. Así lo vemos en la práctica totalidad de los poemas que hemos visto en clase e igualmente en la primera estrofa de éste. Donde Herrera emplea “mi luz” para nombrar a su dama. Sin embargo, esa llama que es la amada se hace nieve cuando ella no corresponde al poeta, cuando se muestra ingrata ante su amor. La dama provoca la desgracia del poeta apagando el fuego de amor con el que él se abrasa. La frialdad de la dama y la imposibilidad del amor es la idea que se repite, cada vez de forma más complicada (más manierista podríamos decir, aunque el uso de este término sea objeto de un continuo debate historiográfico) durante todo el poema y suele ser una constante en el poeta sevillano. El poeta, que en un principio puede temer esa metamorfosis del fuego a hielo, ese no de la dama, acaba en el último verso, por perder el miedo y comprender que él “no puede encender su nieve”.Este poema es cada vez más abstracto desde el inicio al final. Siguiendo a Ficino quien considera que la belleza es Luz porque no es materia (cuerpo) ya que la materia es oscura, Herrera espiritualiza completamente a su dama. Aunque en este caso podamos ver elementos propios de la realidad (frente a lo Absoluto, lo abstracto) como puedan ser el fuego o la nieve, están utilizados en un sentido “muy” alegórico: la dama es sólo luz y el Amor, fuego. Por otro lado, ese fuego en Herrera casi siempre duele y se encuentra en el pecho o en el presente poema, en las “entrañas” del poeta. Allí han ido a parar los espíritus de la dama que han viajado de sus ojos a los del poeta y han removido los espíritus del poeta. Si bien, en este soneto entendemos que ese proceso de enamoramiento que nos describen un sinfín de poetas del Renacimiento, no se culminará con la presencia de la dama en la medida en que ésta es ingrata al amor que le profesa la voz poética. En la misma página en la que se encuentra este soneto LXXII de Herrera tenemos un poema de San Juan de la Cruz. Salvando la considerable distancia de que para el santo ese Absoluto a quien están dirigidos los versos es Dios (aunque en Herrera la belleza de la dama , su luz se llegan a equiparar con la divinidad), ambos poetas tienen en común el uso del tópico de la llama de amor, de la herida o el fuego pero a simple vista podemos pensar que existe una diferencia clara entre Llama de Amor viva y el poema de Herrera. Dicha diferencia puede resumirse así: mientras que en Herrera la dama no accede (torna en hielo todo el fuego de amor”) en San Juan Dios nunca puede ser “ingrato”. El uso de los tópicos se realiza en cada poeta desde una lógica diferente. Por otro lado, en este soneto parece haber una suerte de pesimismo o impotencia que no encontraremos en San Juan aunque puede que sí en Fray Luis (la imposibilidad de dar el salto hacia el Absoluto) pero en otro sentido.

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Irene Valle Corpas, Mayo de 2014. Comentario aFernando de Herrera, Soneto LXXII:

Amor en mí se muestra todo fuego,y en las entrañas de mi Luz es nieve;fuego no hay, que ella no torne nieve

ni nieve, que no mude yo en mi fuego.

La fría zona abraso con mi fuego,la ardiente mi Luz vuelve helada nieve;

pero no puedo yo encender su nieve,ni ella entibiar la fuerza de mi fuego.

Contrastan igualmente hielo y llama; que de otra suerte fuera el mundo hielo,

o su máquina toda viva llama.

Más fuera; porque ya resuelto en hielo,o el corazón desvanecido en llamani temiera mi llama, ni su hielo.

Aquí no encontramos una "historia" que pueda fácilmente trasladarse a prosa sino que más bien hallamos una misma idea enunciada en cada estrofa de una forma u otra pero jugando siempre con la contraposición entre dos elementos en eterna lucha: el fuego y el hielo. Herrera recoge la tradición neoplatónica que, sobre todo a partir de Ficino, entiende a la dama como luz, y la lleva a su máxima expresión. La dama en Herrera es luz y fuego. Así lo vemos en la práctica totalidad de los poemas que hemos visto en clase e igualmente en la primera estrofa de éste. Donde Herrera emplea “mi luz” para nombrar a su dama. Sin embargo, esa llama que es la amada se hace nieve cuando ella no corresponde al poeta, cuando se muestra ingrata ante su amor. La dama provoca la desgracia del poeta apagando el fuego de amor con el que él se abrasa. La frialdad de la dama y la imposibilidad del amor es la idea que se repite, cada vez de forma más complicada (más manierista podríamos decir, aunque el uso de este término sea objeto de un continuo debate historiográfico) durante todo el poema y suele ser una constante en el poeta sevillano.

El poeta, que en un principio puede temer esa metamorfosis del fuego a hielo, ese no de la dama, acaba en el último verso, por perder el miedo y comprender que él “no puede encender su nieve”.Este poema es cada vez más abstracto desde el inicio al final. Siguiendo a Ficino quien considera que la belleza es Luz porque no es materia (cuerpo) ya que la materia es oscura, Herrera espiritualiza completamente a su dama. Aunque en este caso podamos ver elementos propios de la realidad (frente a lo Absoluto, lo abstracto) como puedan ser el fuego o la nieve, están utilizados en un sentido “muy” alegórico: la dama es sólo luz y el Amor, fuego.

Por otro lado, ese fuego en Herrera casi siempre duele y se encuentra en el pecho o en el presente poema, en las “entrañas” del poeta. Allí han ido a parar los espíritus de la dama que han viajado de sus ojos a los del poeta y han removido los espíritus del poeta. Si bien, en este soneto entendemos que ese proceso de enamoramiento que nos describen un sinfín de poetas del Renacimiento, no se culminará con la presencia de la dama en la medida en que ésta es ingrata al amor que le profesa la voz poética. En la misma página en la que se encuentra este soneto LXXII de Herrera tenemos un poema de San Juan de la Cruz. Salvando la considerable distancia de que para el santo ese Absoluto a quien están dirigidos los versos es Dios (aunque en Herrera la belleza de la dama , su luz se llegan a equiparar con la divinidad), ambos poetas tienen en común el uso del tópico de la llama de amor, de la herida o el fuego pero a simple vista podemos pensar que existe una diferencia clara entre Llama de Amor viva y el poema de Herrera. Dicha diferencia puede resumirse así: mientras que en Herrera la dama no accede (“torna en hielo todo el fuego de amor”) en San Juan Dios nunca puede ser “ingrato”. El uso de los tópicos se realiza en cada poeta desde una lógica diferente. Por otro lado, en este soneto parece haber una suerte de pesimismo o impotencia que no encontraremos en San Juan aunque puede que sí en Fray Luis (la imposibilidad de dar el salto hacia el Absoluto) pero en otro sentido.