Conclusion

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EL TRABAJO Y LA VIDA FILOSÓFICA Unas ligeras consideraciones sobre la vida filosófica en cuanto ac- titud y en cuanto tarea, cerrarán nuestro ya largo intento de introdu- cimos en la filosofía. En primer lugar, debemos decir que la filosofía, saber o intento de saber úlcimo, según el resultado de todas nuestras pesquisas, pide una vocación específica: la vocación del fundamento. Si todo saber es del ser y si la uítimídad de la filosofía nace de su referencia al ser último, habrá siempre un llamado, una vocalio del ser que crece como claroscuro en la conciencia de quien filosofa. Queremos decir: todo acto, toda actividad implica la atracción de un fin. Sin el fin que nos llama, nosotros no saldríamos de la indeterminación potencial a la determinación del acto; es por el fin que íomos llamados a realizar cierta actividad, a poner en marcha cierto dinamismo. En el orden intelectual el llamado, la atracción, viene del ser en ¿uanto aspiramos a su conocimiento. Pero, como el ser se dice de muchas maneras, la vocación también es múltiple y plural. Llama desde la visible superficie de las cosas, pero también llama desde lo invisible, desde la profundidad. Sin embargo, como todos los seres se sustentan en el ser, como todo lo visible reposa en lo invisible, debíamos con^ cluir que en toda vocación al conocimiento, cualquiera sea el nivel óntico que la mueva, hay un llamado del ser último y hay, por eso, un llamado a la filosofía. Aquí se funda el hecho de que la ciencia

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FILOSOFIA

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  • EL TRABAJO Y LA VIDA FILOSFICA

    Unas ligeras consideraciones sobre la vida filosfica en cuanto actitud y en cuanto tarea, cerrarn nuestro ya largo intento de introducimos en la filosofa.

    En primer lugar, debemos decir que la filosofa, saber o intento de saber lcimo, segn el resultado de todas nuestras pesquisas, pide una vocacin especfica: la vocacin del fundamento. Si todo saber es del ser y si la utimdad de la filosofa nace de su referencia al ser ltimo, habr siempre un llamado, una vocalio del ser que crece como claroscuro en la conciencia de quien filosofa. Queremos decir: todo acto, toda actividad implica la atraccin de un fin. Sin el fin que nos llama, nosotros no saldramos de la indeterminacin potencial a la determinacin del acto; es por el fin que omos llamados a realizar cierta actividad, a poner en marcha cierto dinamismo. En el orden intelectual el llamado, la atraccin, viene del ser en uanto aspiramos a su conocimiento. Pero, como el ser se dice de muchas maneras, la vocacin tambin es mltiple y plural. Llama desde la visible superficie de las cosas, pero tambin llama desde lo invisible, desde la profundidad. Sin embargo, como todos los seres se sustentan en el ser, como todo lo visible reposa en lo invisible, debamos con ^cluir que en toda vocacin al conocimiento, cualquiera sea el nivel ntico que la mueva, hay un llamado del ser ltimo y hay, por eso, un llamado a la filosofa. Aqu se funda el hecho de que la ciencia

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    no es, en el fondo, sino Ja filosofa, como ciencia rectrix, como ciencia arquitectnica, en el sentido de Santo Toms; sapientis est ordinare.

    Pero, como los llamados al saber se mueven sobre distintos planos fenomenolgicos, o tienen distintos objetos formales, reservamos ci nombre de filosofa para aquella investigacin que se orienta, de modo crtico y autoconsciente, al saber explcito del fundamento. Es decir, llamamos filosofa, como los griegos, al intento de despejar y descubrir la arch, el principio de todo lo que hay.

    Esta vocacin tiene tormentos y gozos peculiares, Como- constitutivamente est llamada a frustrarse, ya que nosotros cando conocemos,, conocemos los entes, pero no podemos conocer el ser sino sub ratione causae entis, vive en ella una dialctica de insatisfaccin que nada puede colmar. Y hay una especie de desforidamiento, que des- fonda el mundo del ente en busca del ser, mientras en nosotros mismos se ahonda como un abismo, La cosa es bastante simple y oculta un misterio, sin duda r nuestra inteligencia se actualiza, .se realiza a s misma al .aprehender el ser; pero como, para aprehenderlo de modo esencial, lo reducimos al ente, es decir, a un ser particular que tiene el ser, sin serlo, mientras ms y ms ascendemos hacia el ser y nos actualizamos por la va del ente, ms cavamos en nuestra intimidad en busca de un acto que se 'va ; constitutivamente fugitivo. Por eso la filosofa puede probar que ti ser, al cual estamos destinados, existe, pero no qu es. Nosotros conocemos a Dios en tanto que Jo ignoramos, dice Santo Toms.

    Esa ambivalencia entre sed del ser' e imposibilidad de su conocimiento esencial o presencial, determina la psicologa a veces dramtica, a veces trgica del filsofo, especialmente en las vocaciones juveniles. Es como una mezcla de jbilo y desaliento, de optimismo mezclado con desengao. Se unen por momentos la fuerza con la fragilidad, el rigor critico con 3a simpleza. El filsofo es capaz de atisbar las. cosas ms altas y ms profundas, y, a una con ello, de trabarse en las ms obvias. Mttlatis nwtandii hay en el filsofo ese espritu que tambin suele encontrarse en los poetas, en los grandes artistas; fundamentalmente en los santos y en ios nios.

    Y la filosofa, como consecuencia, el llegar a ser filsofo, no puede identificarse con una profesin, aunque de hecho ocurra en Jas con-

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    cretas condiciones de la sociedad. La filosofa, porque busca el ser ltimo; esto es, el ser sin ms, implica una especie de desligamiento, de desasimiento permanente y no es muy conciliable con el espritu un poco burgus y medroso del funcionario, del profesional filosfico.

    Ser filsofo, repetimos, implica el desasimiento; no es encontrarse y saerse. engag. Es ms bien una pugna perpetua y dramtica por romper todos los compromisos, por liberamos, por pasar del .plano del ente al plano, del ser. Y , simultneamente, no obstante, es una voluntad de religalio, de rcligamicnto, pero esta vez con el principio, con el ser y no- con los entes, Claro, esta roligalio ya no implica engd' gcment; es como un salto a lo absolutamente otro del ente y sus mallas, hacia el ser y la libertad. Porque el ser no nos aprisiona, no nos ata como si fuera una cosa o una obturacin; el ser es la salida, el ser es la franqua, el ser es la libertad. Por eso, en pro' porcin analgica, la libertad del filsofo es tambin la libertad del santo: ambo? han trascendido el mundo de los entes y han echado sus races en la plenitud del ser; viven junto a la fuente de Jas aguas. Del agtia que yo te dar manarn ros para la vida eterna.

    Ahora bien, en otro horizonte, desde el punto de vista gentico y aun metdico, si bien la filosofa es una tarca nuestra, es nuestra tarca fundamental, la tarca del hombre qua hombre, ella no debe entenderse ni tn s misma, ni en ss caminos o vas de realizacin, de manera subjetivav Se explica as que el filsofo sea un hombre abierto, un.hombre que desde sus estructuras ms elementales la vida sensible est en contacto, es decir, se toca con todo lo que es: con la naturaleza, con los hombros, con la historia, con Dios. Porque su vocacin ej el ser y el ser es todo, nada es extrao a los ojos del filsofo. Y, desde ci-punto de vista esencial, nadie es menos filsofo que el especialista, inclusive en cuestiones de la filosofa. No se trata, aclaramos, de un juicio peyorativo sobre la cspccializacin; quiere decir, porque es verdad, que quien en busca-de un aspecto del ser tcnico, histrico, filolgico olvida el ser en s mismo, ha olvidado, lo sepa o no, la esencia misma de la Filosofa. En el fondo es la reduccin del ser al ente y en eso consiste el olvido del ser de que habla Hcidcggcr como proclividad natural en Ja historia de Ja Filosofa.

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    Para evitar ci riesgo de tal olvido, en la medida de lo posible a la previsin metdica, la formacin exige, junto a morosos y pacientes trabajos de hermenutica concreta, una actitud humana despe-

    da y libre, de ilimitada amplitud; cuyo nico lmite es el error t] mal, aunque ellos tambin deben ser conceptualizados sub rationc

    i" ,is, como momentos de la negatividad. Para eso, como va concreta qLy? nos conduzca a lo abierto, nada mejor que el estudio y la fami- liaridad erudita con los grandes espritus; con aquellos que, de cual' quicr modo, llevaron un mundo dentro de ?, llevaron el ser o, por lo menos, el sentido de su trascendencia. Pienso,, a ese propsito, en algunas experiencias de comunicacin que reputara insoslayables: Platn, Aristteles, San Agustn, Santo Toms. Sobre otro horizonte y con otros controles crticos la de Kant, y no menos la de Spinoza y Hegcl. En la actualidad creo que Jaspcrs ayuda mucho y, en buena medida, estas mismas reflexiones no lo pierden nunca de vista. Adems las fueqtes religiosas del ser y de la vida. En primer lugar la Biblia; no puedo concebir un pensador que desconozca los Evangelios, el libro de la Sabidura, el Eclesiastcs. Con distinto valor, el que va de lo absoluto revelado por la palabra divina a lo absoluto vislumbrado por el hombre, el Bhagavad-Gita,. el Kata Upanishad. Y las vidas, las vidas ejemplares: Scrates, San Francisco de Ass. Sin faltar los grandes poetas, los trgicos griegos, Shakespeare, tambin Cervantes.

    Esas experiencias precisan, salvo excepciones, por un lado el dominio de lenguas, que el pensador debe llevar adelante sin desfallecimientos, pero sin confundir, tampoco,.las cuestiones filosficas con las filolgicas; por otro, la gua del profejor o del maestro, si se tiene la .suerte de encontrarlo. Digo del maestro, preferentemente, porque los profesores, en general, somos una. rara .especie de filsofos, ms o menos falsificados, en un mundo que est perdiendo su vocacin por Ja Filosofa, Por cao en tantos casos el profesor resulta una experiencia negativa y slo los muy fuertes pueden sobrellevarla; no slo se encuentra en l un especialista enproblemas que obturan lo abierto, sino tambin un hombre castigado y vencido; un especialista en escepticismo, en desaliento y en desilusin. El verdadero maestro, en cambio, cuando lo hay, es el maestro en el sentido clsico de la palabra. Aquel que vuelve a la caverna platnica, luego de contemplar

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    el bien, porque ama a sus hermano*. Aquel de quien deca Platn que estara dispuesto a seguirlo como a un dios.

    El maestro acta de varios modos: primero, por la exposicin sistematizada que patentiza en imgenes accesibles y difanas Jas grandes estructuras del pensar y del ser; que muestra los secretos' focos de luz; pero que no oculta los nudos problemticos y el valor de misterio que hay en toda Filosofa. Pues se nace al pensar profundo tanto cuando vemos el ser, de pronto, como una estocada al corazn del mundo, como cuando nos quedamos parados ante un nudo impenetrable al sentido. En segundo lugar, el maestro debe conducir hacia las fuentes imperecederas. La gua, puede ir desde el simple consejo indicador, hasta el complejo y rico trabajo de seminario o de tesis. En uno y otro caso se trata de abrir el espritu del discpulo, de mostrarle modos concretos en que acaece la trascendencia, por su acceso a ciertos hombres egregios, para decirle all, como la sabidura hind; t eres eso. Claro, la trascendencia del filosofar no slo se alcanza en la aproximacin a los hombres ejemplares; se alcanza en el anlisis y la contemplacin del ser. Por eso una formacin filosfica sin trato frecuente con los textos clsicos, carece de cuerpo y de sanpre; pierde la continuidad rumorosa e iluminadora de la historia viva, donde nace y crece la Filosofa. Pero la formacin filosfica que slo se atiene a lo; textos tampoco es suficiente. Porque la cosa es con el ser, no con los textos. Y si est bien que abordemos el ser, en los milagros de su expresin sistemtica, est mejor que-nos hagamos capaces de mirarlo directamente a los ojos.

    Por ltimo, el maestro acta en la amistad personal y directa. De t a t. liste es el secreto del dilogo socrtico. Un verdadero maestro es un amigo que nos ayuda no tanto a filosofar cuanto a ser. De all que la enseanza no consista en injertarnos un ojo para^ue veamos con l, sino en prender una luz. Y los que tienen ojos para ver, que Vean (Platn).

    Con el maestro nace la experiencia de la -fidelidad en el ms alto nivel del desinters. Y esa fidelidad al maestro se corresponde con la fidelidad al ser sin que suponga sumisin ni muerte de nuestra independencia creadora. Est hecha de amor, de veneracin y de respeto y supera fcilmente lo; intervalos mediatizadores de las ideas. No fue casual que hablramos de una relacin de tu a t. Cuando yo trato

  • El trabajo y la vida filosfica 353a alguien como a un t, no atiendo a sus ideas, atiendo a su ser. Es su existencia la que me ayuda a v iv ir.como la existencia de nuestros hijos.

    Sin embargo, el amor al maestro se concilia bastante bien con otro amor consubstancial a la filosofa: el amor a la verdad. Y no slo a ia Verdad con mayscula aunque este es siempre el amor primero^ , sino a la verdad en sus formas ms humildes y obvias. La norma es itmicus Plato sed magis amica ve ritas, pero el ser ms amigo de Ja verdad que de Platn no /significa que se deje de amar a Platn, Quiere decir que tengo la libertad para, ser yo mismo, lo que Platn ms amara en m, precisamente. Aqu hay que insistir: una verdadera seal del espritu filosfico es la buena voluntad para con los hombres, inclusive la tolerancia, aunque debamos ser duros con sus ideas. Es al revs de lo que la gente cree. No importa que uno se enoje con las ideas, no les pasa nada; lo que importa es no enojarse c

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    Dios. Nuestro ser deviene nada, una pura negacin, un extravo sin esperanzas. Y no se crea que estamos diciendo cosas fciles. Es ms fcil entender el Parmenides de Platn que acostumbrarse a no mentir nunca, en ningn momento, a propsito de ninguna cosa; que acostumbrarse a decir la verdad en todo, siempre, hasta que uno se mueva en la verdad como en su piel. Los confesores saben bien esto que digo y saben algo m s: que algtiicji se llama el McitVoso.

    Por ltimo, hay otra cuestin decisoria: la Filosofa exige meditacin. N ada puede reemplazarla. Y nada es menos filosfico que el activismo o la praxis h outrance. Meditar es retirarse, acogerse a lo abierto interior, ensimismarse, pero tambin contemplar, dentro y fuera nuestro, la implcita y conmovedora potencia oculta del ser. E l ser es alcanzable en la soledad de mi conciencia, en los desiertos y su silencio, aunque tambin en el parpadeo de una flor, en los bosques. Nadie puede sealarlo con c dedo y decirnos con suficiencia; est aqu, est all, pues habita en todas partes y en ninguna; a todas las trasciende. La meditacin tiene un registro ilimitado as. H ay que hacer el intento de penetrar en s mismo y conquistar el conocimiento que Scrates quera, aunque a los comienzps nos sobrecoja un como pasmo, ante la tiniebla. que parece haber adentro; al fin, si nos habituamos a permanecer all, nuestra pupila se ir dilatando, nuestro odo se har ms delicado: empezaremos un buen da-a escuchar e rutnor del ser que no descansa. H ay que intentar, tambin, penetrar en el t. N o es imposible para quien comprende que ambas experiencias son una misma. A l fin el t es el nombre cid yo pronunciado por otro, como suele decir Sciacca, Pero es ciertamente imposible asirlo al modo de una cosa fenomnica, como lo pretenden distintas psicologas, porque en el yo y en el t est el espritu, y parece que se fuera a medida que nos acercamos. Precisamente por eso son fuentes donde mana el ser y rebasan el horizonte del ente.

    La historia tam bin; la historia es ngistrn vitae. Nosotros omos nuestra propia voz en ella, como la olmos en las viejas ciudades, con ruinas y con tiempo. Un filsofo no debe desconocer; debe meditar en la epopeya temporal del hoiVibre, buscar su .entido. En la abertura ante ia historia csj implcita, por eso)' Ia abertura hacia el ser como lo que fue y como lo que ser. Tambin aqu, en su pisado como

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    gesta y su futuro como sentido, el filsofo encuentra una palabra que d ice : T eres eso.

    L a meditacin, como quiere Jaspers,. requiere ciertas disposiciones especiales de Ja voluntad y unos como exmenes de conciencia. Por ejemplo, confianza en la razn, en la inteligencia, junto con un sentido crtico que nos impida caer en el racionalismo. T o d o no es a razn, pero negar la razn en absoluto implica l a . oscuridad y la muerte intelectual. N o hay que ser mislogos, odiadores del Logos deca Scrates . En cuanto a los exmenes de conciencia, dos cosas son las ms importantes. Por un lado el examen que lodo hombre debe tener ante sus ojos y que se refiere al bien obrar. H em os su- mado un poco de bien al mundo? H em os actuado de modo que nuestra existencia no sea superlua ni negativa? H em os sostenido la v ida de los dems con nuestro amor? Som os dignos de nuestro Dios, de nuestros amigos, de nuestros hijos? Por el otro, la introspeccin incluye una como circularidad de la vocacin metafsica, que vuelve sobre sus propias bases. N o debe pasar un da sin que nos rescatemos de la fcil dispersin con algunas preguntas reiteradas; Quien soy yo, en verdad? Q u es ser un yo ? D e dnde vengo? C ul es mi destino, el de los seres que am o? Ejem plo de un preguntar semejante, ingenuo, y que, sin embargo, cava a profundidades insospechadas, es el de Santo Toms, que se deca : Q ue es D ios?, qu es D ios? Quien no reitera semejantes problemas cruciales, empieza a expatriarse de la Filosofa, sin -darse cuenta, por cierto. Ellas, en cambio, anudan nuestra adhesin, nuestra resolucin de remontar el curso de los entes en busca del ser.

    La adhesin general se- prolonga en otras concretas a las grandes estructuras donde el ser se recoge y se hace como patente: ja tradicin histrica del clhos, el espritu religioso, la amistad y ese inefable clima ascendente que es la buena y ordenada vida familiar. Si im pensador no comprende que hay un misterio ontolgico en el amor a la mujer, en la identificacin existcncial con el hijo, en el honor de la estirpe, de la sangre y de la tierra, padectf un fuerte dficit para la vida de la filosofa. Empieza a ser como la tierra castigada por los malos vientos, lastimada por los arenales. Pero s no sabe, paralelamente, que tales adhesiones deben acompaarse con el amor a todos los hombres, con una ternura vital hacia las cosas ms

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    lejanas y ms extraas porque nada ni nadie es extrao en Ja casa del ser, tampoco har suyas .todas las facetas de la Filosofa. Por eso el filsofo nato no es amigo de- las ideas que actan al modo de elementos negativos. Cuando una filosofa viene unida con el-escndalo, con la burla de la simplicidad elemental, con cierta delectacin o neutralidad frente a las perversidades de la existencia cada, hay que desconfiar de ella.

    Como deca Rilke del hacer potico, otro tanto hay que decir del filsofo: hay que mirar los ojos de la vida, pero tambin mirar ios ojos de Ja muerte. Hay que amar la belleza que irradia una Anunciacin, un Coral,.pero-tambin-amar Ja lejana cancin de la tierra, la paz de los campesinos ; hay que amar a los pobres, mucho, y deletrear la sabidura que repiten los tiempos. Qu ms? Todo. Porque, si es bella una Anunciacin de Fra Anglico, es sublime el mar, los linos azules, la montaa, los inmensos espacios que estremecan a Pascal.

    Al fin, un filsofo tiene que repetirse todos los das con Jaspers : D ios e x is t e .