Connotación y denotación beatriz g fernández

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DENOTACIÓN Y CONNOTACIÓN REVISITED Beatriz Giudici Fernández Ante la traducción de un texto literario, cabe preguntarse si las de- finiciones de denotación y connota- ción que solemos manejar son tan transparentes como a primera vista parece. Pues una cosa es lo que estas dicen y otra, más complicada, cómo aplicarlas para aprehender lo que el texto original quiere decir y trasladar esto a otra lengua. En este artículo me propongo analizar brevemente la complejidad inherente a estos dos fenómenos y sus implicaciones con respecto a los estudios de traduc- ción. Mucho antes de la aparición de la Lingüística como ciencia, la Filosofía había tratado el problema de la re- lación entre la palabra con la rea- lidad objetiva, es decir, el problema de la referencia o denotación, aunque como polémica engarzada en otra superior: la posibilidad del conoci- miento. Ya Platón en el Craülo recoge las dos posturas antagónicas al res- pecto: la de los materialistas, que planteaban que el nombre es fruto de la convención, y la que lo conside- raba el reflejo de la naturaleza de las cosas. Aunque Platón no toma par- tido por ninguna de las dos, reconoce que el nombre no es el medio para conocer la esencia de las cosas ya que para conocerlas hay que partir de las cosas mismas y no de los nombres que las designan, que son sus meras imágenes. Aristóteles re- toma la polémica y, como Sócrates en el Cratilo, dice que las palabras no son el vehículo idóneo para conocer la esencia de algo. Para él, la palabra es el símbolo convencional que a través del pensamiento le damos a la cosa sensible. En esta aproximación a la palabra, lo natural sería la ca- pacidad de articular el lenguaje, he- rramienta que posee el hombre para hablar de lo concreto y lo abstracto, que se encuentra fuera de la palabra. Esta será la opinión que preva- lecerá hasta la llegada de Ferdinand de Saussure, quien acaba con la con- cepción aristotélica de palabra como voz para designar la realidad obje- tiva. Para él, la palabra es un signo que consta de expresión y contenido; es el concepto mental que tenemos de una realidad concreta o abstracta. Sin embargo, esta gran aporta- ción de Saussure, importantísima en su momento para definir la lengua, es insuficiente a la hora de expli- car las lenguas. Hjemslev profundizó la dicotomía y desglosó a la expre- sión y al contenido en forma y sus- tancia respectivamente. Veamos un ejemplo: castellano peninsular tú/usted vosotros /ustedes castellano rloplatense vos/usted ustedes En esta tabla vemos cómo se con- cretan la segunda persona de singu- lar y la segunda persona de plural en el castellano peninsular y en el del Río de la Plata. En el primero la segunda persona de singular es tú. para los casos en los que se prefiere o está permitido un trato más cer- cano y usted para un trato de cor- lieronymus 53

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DENOTACIÓN Y CONNOTACIÓN REVISITEDBeatriz Giudici Fernández

Ante la traducción de un textoliterario, cabe preguntarse si las de-finiciones de denotación y connota-ción que solemos manejar son tantransparentes como a primera vistaparece. Pues una cosa es lo que estasdicen y otra, más complicada, cómoaplicarlas para aprehender lo que eltexto original quiere decir y trasladaresto a otra lengua. En este artículome propongo analizar brevemente lacomplejidad inherente a estos dosfenómenos y sus implicaciones conrespecto a los estudios de traduc-ción.

Mucho antes de la aparición de laLingüística como ciencia, la Filosofíahabía tratado el problema de la re-lación entre la palabra con la rea-lidad objetiva, es decir, el problemade la referencia o denotación, aunquecomo polémica engarzada en otrasuperior: la posibilidad del conoci-miento. Ya Platón en el Craülo recogelas dos posturas antagónicas al res-pecto: la de los materialistas, queplanteaban que el nombre es fruto dela convención, y la que lo conside-raba el reflejo de la naturaleza de lascosas. Aunque Platón no toma par-tido por ninguna de las dos, reconoceque el nombre no es el medio paraconocer la esencia de las cosas yaque para conocerlas hay que partirde las cosas mismas y no de losnombres que las designan, que sonsus meras imágenes. Aristóteles re-toma la polémica y, como Sócrates enel Cratilo, dice que las palabras noson el vehículo idóneo para conocerla esencia de algo. Para él, la palabra

es el símbolo convencional que através del pensamiento le damos a lacosa sensible. En esta aproximación ala palabra, lo natural sería la ca-pacidad de articular el lenguaje, he-rramienta que posee el hombre parahablar de lo concreto y lo abstracto,que se encuentra fuera de la palabra.

Esta será la opinión que preva-lecerá hasta la llegada de Ferdinandde Saussure, quien acaba con la con-cepción aristotélica de palabra comovoz para designar la realidad obje-tiva. Para él, la palabra es un signoque consta de expresión y contenido;es el concepto mental que tenemos deuna realidad concreta o abstracta.

Sin embargo, esta gran aporta-ción de Saussure, importantísima ensu momento para definir la lengua,es insuficiente a la hora de expli-car las lenguas. Hjemslev profundizóla dicotomía y desglosó a la expre-sión y al contenido en forma y sus-tancia respectivamente. Veamos unejemplo:

castellano peninsulartú/usted

vosotros /ustedes

castellano rloplatensevos/ustedustedes

En esta tabla vemos cómo se con-cretan la segunda persona de singu-lar y la segunda persona de plural enel castellano peninsular y en el delRío de la Plata. En el primero lasegunda persona de singular es tú.para los casos en los que se prefiereo está permitido un trato más cer-cano y usted para un trato de cor-

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tesía a una persona que acaban depresentarnos, es de mayor edad orango, o de la que queremos distan-ciarnos. Lo mismo ocurre con las dosformas de plural vosotros/ustedes.Pero el castellano rioplatense man-tiene la dicotomía vos/usted con losmismos valores del tú/usted penin-sulares y posee, en cambio, una úni-ca forma de plural, ustedes, usadaindistintamente para la cercanía o elalejamiento /respeto. El uso incorrec-to, desde el punto de vista de suadecuación social, de una de estasformas puede dar lugar a descortesíao falta de respeto. Por ejemplo, en lanovela de Horacio Vázquez Rial, His-toria del Triste, leemos el siguientediálogo:

"Sí, me estás amenazando": el paso altuteo fue el primero que Cristóbal dio enfalso aquel día: el otro, al que nadie, niel comisario, trataba de esa forma conflan-zuda, se quedó mirando ñjo, sin conven-cerse: "¿me tuteaste, pibe?", quiso ase-gurarse (p. 57).

Tenemos, entonces, una forma decontenido distinta a uno y otro ladodel Atlántico, y una sustancia de con-tenido conformada igualmente de dis-tinta manera.

Lo mismo ocurre con la expresión,donde también vemos la distinción enforma y sustancia. Por ejemplo, en elcastellano hay una serie de posi-bilidades de articular el sonido / s / .Llamaremos a esto sustancia de laexpresión. El castellano rioplatenseaspira algunos casos de / s / . Tal es elcaso de la palabra desde, que en laPenínsula es /dezde/, mientras queel en Río de la Plata se pronuncia/dehde/; es decir, en vez de una / s /sonora hay una aspiración. Por lotanto, hay también formas distintas

de la expresión. Ello nos permiteexplicar, por ejemplo, los chistes cu-ya clave es el seseo. Así, en DonSegundo Sombra, de Ricardo Güiral-des, un personaje le dice a otro:

y me has negar que son' Ufemio Díaz?,

a lo que éste responde:

¿Días? ... y algunos meses (p. 92)

El signo lingüístico, la palabra,es, entonces, la combinación arbi-traria de la forma de la expresión y laforma del contenido. Y esta combi-nación es el objeto de estudio de lalengua.x

Vayamos ahora a la dicotomíasaussureana entre lengua y habla,entendiéndose por la primera el sis-tema de signos orales y escritos delque se dota una comunidad paracomunicarse y por la segunda el usoque de esa lengua hacen los inte-grantes de dicha comunidad. Los sig-nos lingüísticos tienen un significan-te y un significado, como también seha dicho. Ahora bien, los signos lin-güísticos —las palabras— no tienensiempre un único significado. Porejemplo, gato puede referirse a unanimal o a un instrumento de mecá-nica del automóvil. Estos significadospotenciales se actualizan en el habla.Y normalmente en el habla —o lo quees lo mismo, en el texto— se actua-liza uno solo de esos potenciales sig-nificados. El hecho se complica sitomamos como punto de referencia lacomunidad que crea los distintos sig-nificados. En el caso del castellano¿de qué comunidad estamos ha-blando? Somos más de trescientos

iE. Alarcos: Gramática Estructural, Madrid,Gredos, 1977, pp. 18-23.

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ochenta millones de personas las quehablamos esta lengua. Y si buscamosun adjetivo para definir nuestra co-munidad lingüística, el término ho-mogénea no es el más apropiado. Porejemplo, en castellano peninsular al-macén es sinónimo de depósito o biende local donde se venden géneros alpor mayor o al por menor, mientrasque en el Cono Sur de América sig-nifica tienda de ultramarinos y enPerú, tienda donde se venden gé-neros.

Si pasamos ahora al terreno de laliteratura, diremos que las obras li-terarias están hechas de palabras,como también lo están las traduc-ciones de las mismas, y que estaspalabras tienen un significado deter-minado. Como acabamos de ver, enrealidad tienen varios significados,uno de los cuales se actualiza en eltexto. Entonces, como nos recuerdacon acierto Valentín García Yebra, nose traduce de lengua a lengua sino dehabla a habla, es decir, de un texto aotro, de una comunidad lingüística aotra.2

Contra lo que postula la lingüís-tica estructuralista y la generativista,hay autores que creen que la compe-tencia lingüística, es decir, el código,no es suficiente para interpretar to-dos los contenidos que pueden trans-mitirse en un mensaje. Por ello, dis-tinguen entre el significado lingüís-tico, el significado referencial y elsignificado intencional. Si leemos enSobre héroes y tumbas que Martín yAlejandra se sentaron a una mesaque daba al Paseo Colón (SHT: 110),el significado lingüístico podrá ser

2 V. García Yebra: Teoría y Práctica de latraducción, Madrid, Gredos, 1989, p. 36.

entendido por toda aquella personaque entienda el castellano. Lo mismoocurrirá con las traducciones a otraslenguas, cuyos lectores serán capa-ces de descifrar el mismo mensaje.Por el contrario, el significado refe-rencial les estará vedado, a menosque conozcan qué es el Paseo Colón,dónde está y qué implica que lospersonajes hayan entrado en un barde esa zona. Porque en los actos dediscurso, ciertas expresiones lingüís-ticas tienen por misión denotar, esdecir, señalar e identificar magnitu-des extralingüísticas [los referentes odenotata).3 Esta idea es defendidapor lingüistas como Halliday, paraquien la referencia fue, en un prin-cipio, una relación exofórica, es de-cir, una manera de ligar algo exteriora alguien o algo presente en el texto.Por ejemplo, para Halliday, el pro-nombre personal él probablemente sehabría originado como ese hombre deahí. En otras palabras, podemos ima-ginar un origen deíctico en la evo-lución de la categoría de persona, enel sentido estricto del término,4 queluego pasaría a transformarse enun referencia anafórica, permitiendocrear lo que se conoce como cohesióndel texto.5 Esto no sólo afecta a lospronombres personales; lo mismoocurre con los nombres propios, co-mo en este caso el Paseo Colón.Por último, el significado intencionaltambién es analizable desde todos loselementos que intervienen en el cir-cuito de la comunicación: emisor,receptor, canal, circunstancia —nosólo desde el código—, que nos per-

3 Gutiérrez en J. Serrano y S. Martínez:Didáctica de la lengua y la literatura, Barce-lona, Oikos-Tau, 1997, p. 27.

4 M. A. K. Halliday: Functional Grammar,Suffolk, Arnold, 1990, pp. 290-291.

s Ib. Halliday.

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miten acceder al sentido, a lo que sequiere decir. Por ejemplo, en La aven-tura de un fotógrafo en La Plata, deAdolfo Bioy Casares, alguien le pre-gunta al protagonista, Juan Alman-za: "¿Gusta un mate?", a lo que ésteresponde: "No se moleste, señora".6

Aunque a primera vista esta res-puesta parece una negativa, en rea-lidad se trata de todo lo contrario. Lacortesía impide decir sí abiertamente,por lo que el personaje recurre a unafórmula para aceptar el ofrecimiento.La fuerza ilocutoria —o significadointencional— de la respuesta haceque le sirvan un mate.

Volviendo al contenido (y al es-tructuralismo, por qué no) podemosdistinguir, con Eugenio Coseriu, en-tre significado, designación y sentido.El significado del texto es el contenidolingüístico actualizado por el habla, ladesignación, la referencia de los sig-nificados actualizados en el texto alas realidades extralingüísticas, y elsentido del texto, su contenido con-ceptual en la medida en que no coin-cide ni con el significado ni con ladesignación; es decir, lo que el textoquiere decir.7 Esto, que está claro enla teoría, se ve oscurecido o compli-cado en la realidad. Cierto es que ladesignación o denotación, es decir, elvalor informativo-referencial de untexto, constituye un primer nivel designificación.8 Así, cuando Cortázardice de un personaje del cuento "Sufe en la ciencia", de Historias decronopios y de famas, que pertenece

6 A. Bioy Casares: La aventura de unfotógrafo en La Plata, Madrid, Alianza, 1985,p. 94.

7 García Yebra, o. cit., p. 37.8 A. Márchese y J. Torradellas: Diccionario

de retórica, crítica y terminología literaria,Barcelona, Ariel, 1986, p. 93.

al tipo carpincho,9 el lector estable-ce una primera conexión personaje-referente, donde carpincho es un tipode roedor sudamericano. Pero en estecaso hay más información que laofrecida por la información referen-cial, y ello es debido al hecho de quehay una información añadida, extra,a través de la cual Cortázar nos dicealgo más. Más bien, nos dice otracosa. Lo que nos quiere decir es queel personaje en cuestión tiene el pelotieso y duro como el de este animal.Es decir, que las inocentes palabraspertenece al tipo carpincho encierranmás información que la referencial;en otras palabras, connotan.

Para autores como T. Todorov, laconnotación es un fenómeno que en-globa todas las significaciones noreferenciáles.10 La amplitud de estadefinición la hace un tanto resbala-diza, ambigua, imprecisa. Otra vezHjemslev nos permite afinar un pocola definición de este fenómeno. Parala Glosemática hjemsleviana, el signoes el resultado de la relación entre laforma de la expresión y la forma delcontenido. Si consideramos a estacomo una primera relación del sis-tema, que, a su vez, funciona comoplano de la expresión de un se-gundo sistema, podemos consideraral primer sistema como el plano dela denotación, y al segundo, de laconnotación, cuya fórmula gráfica se-ría la siguiente,11

sgte 1 sgdo 1

Sgte 2 Sgdo 2

9 J. Cortázar: Historias de cronopios y deJamas, Madrid, Alfaguara, 1996, p. 127.

10 A. Márchese y J. Torradellas, o. cit., p. 95.H Ib., p. 75.

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donde "sgdo2" sería el significado dela connotación. Por ejemplo, si toma-mos la palabra zorro, tendremos unprimer nivel de significación: animalmamífero, etc., que proviene de unirel "sgtel" con el "sgdol". Pero sitenemos en cuenta otra caracterís-tica de este animal, cual es su as-tucia, y decimos de alguien que es unzorro, estamos uniendo el "sgte2" conel "sgdo2", y, al hacerlo, creamos apartir de esta unión un nuevo signi-ficado [hombre astuto). Asimismo, po-drían aparecer otros significados uni-dos por lazos socioculturales: zorro =hipócrita; zorra = prostituta.

Hay un hecho más en la defini-ción de denotación ofrecida que nosparece de enorme importancia a lahora de afinar las definiciones dedenotación y connotación, a saber, elcódigo. La denotación, sería, enton-ces, el valor informativo-referencial,regulado por el código, y la conno-tación, el valor añadido, reguladotambién por un código. Pero el códigoes el código de una comunidad dehablantes y ninguna comunidad eshomogénea. Todo lo contrario. No sepuede hablar de una comunidad cas-tellano-parlante monolítica, ya quetanto en lo referencial como en la in-formación extra hay que tomar comopunto de referencia el código de unacomunidad concreta, enclavada enunas coordenadas geográficas, histó-ricas y culturales determinadas. Co-mo dice Luis Prieto en Estudios delingüística y semiología generales,

No me parece que la connotaciónpueda ser significativa más que siel emisor o el ejecutante disponede la opción en cuanto al medio aemplear para decir o hacer, y, condicha opción, la de la forma conno-

tativa en que concibe lo que dice ohace. 12

Volviendo al ejemplo de Cortázarantes mencionado, sólo el lector cas-tellano-parlante que posea el códigoconnotativo que le permite entenderque perteneciente al tipo carpinchoequivale a de pelo fuerte, tieso podrácaptar el valor extra del enunciado. Yese código es uno muy concreto: eldel castellano hablado actualmenteen Argentina.

En el llamado lenguaje gauchescoen la literatura argentina, hay innu-merables ejemplos parecidos, en losque el desconocimiento de todos losmatices del significado de un términotrae como consecuencia una traduc-ción errónea o aproximada debido,en este último caso, a un errorde matiz. Veamos dos casos. EnDon Segundo Sombra, de RicardoGüiraldes, se dice de un personajeque tiene un empeine a lo galleta(DSS:19), que en italiano se lee comopiedi corti (DSS:16). La traducción notiene absolutamente nada que vercon el original. Al decir de alguienque tiene un empeine a lo galleta sequiere decir que tiene el empeinehinchado, abultado, como si tuvieraaire, como la corteza fina caracte-rística del tipo de pan llamado ga-lleta, o, más precisamente, galleta decampo, que es la variedad que seconsume fuera de las ciudades. Enotra ocasión, alguien se queja delpan diciendo que estaba duro comoposte de quebracho (DSS:98). Laversión italiana acierta al decir sem-brava legno (DSS:126), pero no con-sigue comunicar la extrema durezadel pan al eliminar el tipo de madera

12 en Márchese/Forradellas ibid: 96.

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con el que se lo compara: el que-bracho, una de las más duras queexisten. De hecho, antaño se la em-pleaba para construir los raíles deltren y para postes de telégrafo.

La connotación es un elementoclave a la hora de analizar la cohe-sión, pero también puede serlo paraestudiar la coherencia de un texto.En un texto puede haber diversosniveles de coherencia, cada uno delos cuales es susceptible de ser enfo-cado desde disciplinas diversas, peroninguna dará cuenta del texto ar-tístico como tal. Sólo la connotacióngarantizará, desde el punto de vistaestético, la coherencia de un textoartístico (Greimas en Talens 1978:5).

Hay otros casos más escurridi-zos, menos aprehensibles, porque laconnotación la da un elemento exter-no al signo lingüístico. Por ejemplo,en el cuento "Correos y Telecomu-nicaciones", de Historias de crono-pios y de famas, de Julio Cortázar,leemos que iba gente a la oficina deCorreos de la calle Serrano de Bue-nos Aires a hacer giros a Purma-marca y otros lugares igualmente ab-surdos (HCF:39). La traducción in-glesa recoge: make out money ordersto Purmamarca and other equallyabsurd places (CF:37), la italiana,spedire vaglia a Purmamarca e inaltri longhi altrettanto inuerosimili(SCF:36) y la francesa, envoyer desmandats à Purmamarca ou autresendroits aussi absurdes (CF:42). Enesta ocasión no hay ningún error,ninguna laguna, ningún matiz que seles haya escapado a los traductores.Casi podríamos decir que se trata deuna traducción literal. Sin embargo,de ninguna se desprende por qué esabsurdo hacer giros a la localidad de

Purmamarca. El hecho es que en es-ta ocasión la clave para entender elmotivo por el cual el autor ha elegidoel adjetivo absurdo para describir es-te lugar estriba en el hecho de quePurmamarca es una pequeña loca-lidad de la provincia de Jujuy, alnorte del país, en plena meseta delaltiplano, que no llega a los quinien-tos habitantes. Es precisamente estainformación externa la que garantizala comprensión del adjetivo absurdoen este contexto.

Esta información externa consti-tuye un marco en el que se insertauna palabra, un hecho, una escena,una referencia, etc. Este marco hallamado la atención de sociólogos,etnógrafos y sociolingüistas, paraquienes la capacidad de entendertiene que ver con la capacidad de si-tuar algo que vemos, leemos uoímos en un esquema previo, elcual es de origen cultural. Algunosautores le dan el nombre de esque-mas {schemata) (Rumelhart 1980);otros, el de marcos [frames) (Fill-more), guiones [scripts) (Schank yAbelson), cadenas de sucesos (chainsof events) (Warren, Nicholas y Tabas-co), y expectativas [expectations)(Tannen). Centrándonos en Rumel-hart diremos que la teoría de losesquemas es básicamente una teoríasobre el conocimiento; es una teoríaacerca de cómo se representa el co-nocimiento y de cómo esa represen-tación facilita el uso del conocimientode manera determinada. Según esteautor, todo el conocimiento está em-paquetado en unidades llamadas es-quemas (schemata) (Rumelhart ibid).Un esquema, es, por lo tanto, unaestructura de datos para representarconceptos almacenados en nuestramemoria. No es difícil suponer que

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estos bloques de conocimiento son denaturaleza social. Así, un castellano-parlante que lea un texto sobre unacorrida de toros esperará encontrarinformación sobre el rejoneo, los pi-cadores, la faena, los oles o los abu-cheos al matador, o si este mereceráuna oreja como premio a su buenalabor o será llevado en andas por todala arena como reconocimiento de suvalentía y buen hacer.

Una de las características másinteresantes de la teoría de los es-quemas es el hecho de que estos noscrean expectativas acerca de lo queha de suceder. Ello se logra apartir de lo que Rumelhart llamaconceptually-driven processing, es de-cir, procesamiento de datos de origenconceptual, y data-driven processing,es decir, el procesamiento de la infor-mación a partir de datos. O, dicho deotra manera, el procesamiento de lainformación de arriba hacia abajo yde abajo hacia arriba. Estos dos pro-cesos actúan de forma simultánea ypermiten la comprensión. Así, cuan-do leemos que en una iglesia se oyenlos acordes de la marcha nupcial,esperamos leer a continuación queaparece la novia, vestida de blan-co, dirigiéndose al altar [data-drivenprocessing). Podemos hacer esto por-que en nuestro archivo mental sehalla registrado un tipo de rito so-cial como es una escena de boda(conceptually-driven processing). Aho-ra bien, cuando las expectativas quegenera la aparición de determinadainformación no se cumplen, se pro-duce un cortocircuito. Si, en el ejem-plo de la boda, a continuación de lamarcha nupcial vemos llegar a unospayasos haciendo acrobacias no en-tendemos qué pasa porque no sabe-mos en qué esquema mental previo

debemos colocar esta inusitada apa-rición, que nos desconcierta.

Algo parecido ocurre en literatura.El cuento "Haga como si estuviera ensu casa", de Historias de cronopios yde famas, de Julio Cortázar, es unexcelente ejemplo de cortocircuitoprovocado por un fracaso en lasexpectativas. La narración comienzaasí:

Una esperanza se hizo una casa y lepuso una baldosa que decía: Bienve-nidos los que llegan a este hogar.Un fama se hizo una casa y no le pusomayormente baldosas.Un cronopio se hizo una casa y si-guiendo la costumbre puso en el por-che diversas baldosas que compró ohizo fabricar. Las baldosas estabancolocadas de manera que se las pu-diera leer en orden. La primera decía:Bienvenidos los que llegan a este ho-gar. La segunda decía: La casa es chi-ca, pero el corazón es grande. La ter-cera decía: La presencia del huéspedes suave como el césped. La cuartadecía: Somos pobres de verdad, perono de voluntad (HCF: 131).

Todo nos lleva a esperar un quintotexto, similar a los anteriores. Sinembargo, el autor nos ofrece el si-guiente final:

La quinta decía: Este cartel anulatodos los anteriores. Raja, perro (HCFibid).

En este caso, el cortocircuito provocael humor, que es un producto deexpectativas distintas a las espera-das.

Otra de las ideas interesantes quepostula la teoría de los esquemas esque el texto en sí carece de sig-nificado; este es el resultado de lainteracción del lector con el texto. Loúnico que hace este es guiar a aquelpara que construya el significado delo que lee u oye a partir de su propio

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conocimiento o, para decirlo en len-guaje informático, a partir de su pro-pia base de datos. Como la com-prensión es el resultado de la infor-mación que contiene el texto más laque posee el lector o el oyente, unacomprensión eficiente requiere lahabilidad de relacionar el materialtextual con el propio conocimiento(Adams y Collins 1979 en Carrell1983). Comprender las palabras, lasoraciones, y el discurso implica mu-cho más que la competencia lin-güística; de hecho, esta es sólouna parte de nuestro conocimiento(Carrell ibid). El lector que lea elcuento titulado "Inconvenientes enlos servicios públicos", de Historias decronopios y de famas, de JulioCortázar, donde se dice que se hahecho una traducción al rumanodel tango Esta noche me emborracho(HCF:127), no podrá menos que es-bozar una sonrisa cómplice con elautor; eso si no se ríe a carcajadas.Nada hay en el texto que explique elporqué de esta risa. La clave está enla información previa del lector, queno tiene más que recordar la letra deeste tango que Enrique Santos Dis-cépolo compuso en 1928, y que estáplagada de giros lunfardos, para du-dar de la posibilidad de traducirlo.Para muestra valgan los siguientesversos:

Sola, fané y descangayada,la vi esta madrugadasalir de un cabaret.Flaca, dos cuartos de cogote,una percha en el escote,bajo la nuez.Chueca, vestida de pebeta,

Nunca soñé que la veríaen un requiesca in pachetan cruel como el de hoy.Esta noche me emborracho bien,¡me mamo bien mamao!pa' no pensar.

Por último, tal vez la idea más in-teresante que ofrece la teoría de losesquemas -o, por lo menos, la másinteresante para este trabajo- sea laprofundización del estudio de la na-turaleza cultural de los esquemas.Si estos son fenómenos culturales[culture-specific) (Carrell ibid:88), ca-be preguntarse a qué cultura perte-necen. La respuesta es simple: a lacultura a la que pertenecen el autorde la obra literaria y su lector-oyente,aunque hay algunos que podemosconsiderar universales (Mandler et al.en Carrell ibid: 89). En el caso detraducciones de literatura muy mar-cada culturalmente, quien carezca delmarco necesario para situar de-terminadas alusiones, hechos, etc. severá incapacitado para entender osólo se quedará con la superficie de loque lee, es decir, como mucho, con elsignificado lingüístico. En Historia delTriste, de Horacio Vázquez Rial, elprotagonista se sienta en uno de losbancos de la Plaza del Congreso delos Diputados, en el centro de laciudad de Buenos Aires. Ignoraba elTriste que la Marina se había le-vantado en armas contra Perón, to-mando el aeropuerto de Ezeiza, laEscuela de Mecánica de la Armada -que, pasados los años, llegaría a te-ner tan pavorosa fama- y el arsenal desu misma arma (HT:45). ¿Qué fama?¿Pasados cuántos años?

Estas son algunas de las pregun-tas que bien puede hacerse el lectorde la traducción inglesa de esta no-vela. Sólo el lector argentino -o el lec-tor que esté al tanto de la historiaargentina reciente- tendrá el marconecesario para saber que la Escuelade Mecánica de la Armada, la triste-mente conocida ESMA, fue un centrode detención y tortura clandestino

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durante la última dictadura militarargentina. Podrá nuestro lector estaren desacuerdo con el adjetivo pavo-rosa; podrá creer en la necesidad desu existencia como centro de exter-minio; podrá preguntarse cuántosaños han pasado; podrá estar deacuerdo con el proyecto de convertirel solar en campo de deportes opreferirá mantener en pie sus ins-talaciones como recuerdo imborrabledel pasado. Pero no podrá no saberqué fue, qué es y qué halo de muertela circunda.

Steffensen y Joag-Dev (en Al-derson y Urquhart 1984) reconocen lagran aportación de Fries a lalingüística norteamericana al haberincorporado la información culturalprevia a su descripción del signifi-cado. Para Fries, podemos hablar designificado léxico, gramatical y so-ciocultural. La comprensión se dacuando confluyen los tres, es decir,cuando insertamos los dos primerosen el tercero. De no hacerlo, puedehaber una interferencia cultural lo-calizada en el nivel afectivo, en losvalores connotativos de las pala-bras o en las actitudes que subya-cen en un texto (Rivers en Aldersony Urquhart ibid:49). Puede haber,también, una interferencia en el niveldenotativo (Paulston y Bruder enAlderson y Urquhart ibid). Como unatraducción no se hace de lengua alengua solamente, sino de cultura acultura, podemos afirmar que, si ellector de una traducción posee losesquemas mentales de índole cul-tural asumidos por el autor, com-prenderá qué se dice y qué se quieredecir; si no, distorsionará el sig-nificado al intentar acomodar lo quelee a sus propios esquemas, o seráincapaz de entender (Steffensen y

Joag-Dev en Alderson y Urquhartibid:54). A propósito de la com-prensión de un texto general, Ru-melhart dice que el lector puede noentender debido a que carece del es-quema previo necesario para ello.Además, puede ocurrir que, a pesarde tener el esquema previo, el lectorno comprenda las pistas que le da elautor para entender. Por último, sepuede dar el caso de que el lectorentienda un significado del texto, peroposiblemente no el ofrecido por elautor. En este caso, entenderá eltexto pero no al autor, es decir,entenderá lo que dice el texto pero nolo que este quiere decir (Rumelhart enGuthrie 1981:22).

Se puede decir que la comu-nicación humana tiene lugar en laconfluencia de una intrincada red decanales interrelacionados, que se re-fuerzan mutuamente, a veces con unimportante grado de redundancia. Lacomunicación verbal es el medio másimportante para comprender infor-mación acerca de nuestros conoci-mientos, tradiciones, cultura; estambién el principal vehículo delpensamiento. Sin embargo, los lla-mados canales no verbales de lacomunicación, a saber, el paralen-guaje, la kinésica y la proxémica,aportan alrededor de un setentapor ciento de significados socialesal significado de una conversa-ción o exposición (Soudek y Soudek1985:109) y están encerrados en unarchivo (esquema, marco, etc.) de-terminado culturalmente. En el casode las obras literarias y sus traduc-ciones podríamos pensar que es-toselementos no están presentes enellas; y no lo están de la mismamanera que en el lenguaje oral.Pero esto no implica que estén

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ausentes del todo. Y como los tresson de naturaleza social y puedencomunicar cosas distintas en unacultura y en otra, el hallar alusionesde uno u otro en un texto literariopuede inducir a errores en la com-prensión si no se posee el código paraentenderlos. En el capítulo XIII de lasegunda parte de Sobre héroes ytumbas, de Ernesto Sábato, Martín yBruno se encuentran con Borges.Bruno lo saluda y le presenta aMartín. Borges levantaba las cejas, loobservaba con unos ojos celestes yacuosos, con una cordialidad abstrac-ta y sin destinatario preciso, ausente(SHT:190). Dentro de nuestra cultu-ra, lo normal sería pensar que Bor-ges, al levantar las cejas, miraba aljoven de manera impertinente. Den-tro de otras coordenadas culturales,tal vez este gesto tenga otro signi-ficado. Pero no se trata de lo uno nide lo otro. Quien sepa que Borgesterminó perdiendo la visión no sesorprenderá al leer que ya en laépoca en la que se editó esta novela(1961) tenía serios problemas de vis-

ta, como se desprende del hecho delevantar las cejas, como si quisieraver más, y de la mirada ausente, sindestinatario preciso.

Al calor de los ejemplos de deno-tación y connotación analizados eneste artículo, sería conveniente tenerpresente que la información denota-tiva y connotativa implícita en deter-minadas palabras, conceptos o situa-ciones no está situada en el vacío. Porel contrario, dicha información estáinmersa en unas determinadascoordenadas temporales y espacialesque la hacen pertinente. Es una so-ciedad en concreto, una determinadacultura la que dota a ciertos ele-mentos de valor denotativo y, sobretodo, connotativo. Indagar en dichasociedad y conocerla a fondo son lasclaves para poder identificar y poste-riormente intentar trasladar esos ele-mentos no claramente visibles a pri-mera vista a una lengua extranjera o,mejor dicho, a otra cultura.

Beatriz Giudici Fernández

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