Crónicas de San Cristóbal

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    BIBLIOTECADE AUTORES Y TEMAS

    TACHIRENSES

    Luis Hernández Contreras

    CRÓNICAS DE SAN CRISTÓBAL

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    CRÓNICAS DE SAN CRISTÓBAL

    Crónicas de San Cristóbal

    El presente volumen es una recopilación de los escritos deLuis Hernández Contreras sobre la ciudad de San

    Cristóbal, la capital del estado Táchira. Se trata de quincetextos de carácter diverso, entre conferencias, discursos,ensayos y artículos periodísticos. A lo largo del contenidose aborda la significación de algunas empresas einstituciones (Compañía Petrolia del Táchira, SociedadSalón de Lectura–Ateneo del Táchira y Club Demócrata),la actuación de varias personalidades (José RosarioMoreno, Carlos Sánchez Espejo, Tulio Chiossone,Camilo José Cela, Félix María Rivera, Carlos RangelLamus, Tomás Antonio Sanmiguel y Eustoquio Gómez),la importancia de la exposición tachirense de 1906 y de las

    ferias y fiestas de San Sebastián, la evolución de la plazaBolívar de San Cristóbal y el papel desempeñado por lamujer en la sociedad tachirense. Temas que nos muestranla trayectoria del estado Táchira y de su ciudad capitaldurante los siglos XIX y XX.

    Luis Hernández Contreras (n. 1963)

    Abogado, Universidad Católica del Táchira. MagisterScientiarum en Ciencias Políticas, Universidad de LosAndes (Mérida) y Especialista en Gerencia y Gestión

    Cultural, Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario(Bogotá). Investigador, compilador, editor y promotor delos valores de la cultura tachirense a través de los mediosimpresos y audiovisuales. En el campo de la música hasido director, ejecutante y conferencista. Pertenece a laAcademia de Historia del Táchira y a la Sociedad Salón deLectura–Ateneo del Táchira, entre otras instituciones.Desde el año 2015 se desempeña como Cronista de laCiudad de San Cristóbal. Entre sus libros más recientesfiguran: Brava la vida: perfil biográfico de Mons. Nelson Arellano Roa  (2007),  Historia del Rotary Club San

    Cristóbal, 1941-2008 (2009),  Alejandro, magno obispodel Táchira, cien años después: perfil biográfico deMons. Alejandro Fernández Feo, 1908-1987  (2009), Cienaños de historia tachirense, 1899-2000 (2010), Historiade la Fundación Centro Médico Rotario Dr. Pablo Puky,1996-2011  (2011),  El doctor Velásquez: una historianunca contada (2012), Música y poder político: el casotachirense, 1869-1929 (2013) y La música en el Táchira (2015).

    ISBN 978-980-7647-05-2

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    Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses

    San Cristóbal, 2015

    CRÓNICAS

    DE SAN CRISTÓBAL

    Luis Hernández Contreras

     

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    CRÓNICAS DE SAN CRISTÓBAL

    © CRÓNICAS DE SAN CRISTÓBAL.

    Luis Hernández Contreras

    © Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, 2015. 

    HECHO EL DEPÓSITO DE LEY

    Depósito Legal: l48220159004162

    ISBN: 978-980-7647-05-2

    Diagramación y diseño gráco: Fredy N. Calle C. Tel. 0426-2519892.

    Diseño de carátula: Fredy N. Calle C.

    Coordinación editorial: Ildefonso Méndez Salcedo.

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    DEDICATORIA

     A la memoria de mi padre, Carlos Erasmo Hernández,

    luz y guía de mis pasos, quien me enseñó aamar a San Cristóbal desde mis días de niño.

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     Dr. J. J. Villamizar Molina, tercer cronista de San Cristóbal en los

    tiempos de su nombramiento, 1959.

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    PRÓLOGO

    Escribir el relato de los hechos pasados, de los sucesos quehan dado sonomía a nuestra patria y a nuestro contorno en

    particular; exponer la semblanza de los personajes que con sushechos notables y su decisión construyeron el destino regional;narrar cosas que si no se divulgan quedarían sumidas en las um-brosas profundidades del océano del olvido; ilustrar sobre todoesto para que sea conocido por los años y siglos que marcará elreloj del tiempo en el futuro, todo ello es la intención del cronistay todo ello constituye una crónica. Del pasado reciente hay mu-chos retazos de sucesos que es obligación forzada exponer, puesde no hacerlo así se dejaría una gran laguna en nuestra interesan-te y hasta apasionada temporalidad. Cosa distinta ocurre si nos

    remontamos a la época de la Independencia. Podemos aseverarque conocemos mucho de sus hechos por las anotaciones que pu-dieron recoger selectas plumas de esas épocas. Si nos enfocamos,más adelante, a los nales del siglo XIX y comienzos del sigloXX, tendremos la suerte de saber y constatar qué audaces fueronla Revolución Liberal Restauradora y la Revolución Rehabilita-dora que le sucedió. Aparecen las dos gestas plenas de glorias yde críticas marcando una era denida y especial en la historia de

    Venezuela y, particularmente, del Táchira. Porque se muestrancon los hechos positivos que dieron sonomía denitiva al Tá-chira dentro del sólido cuerpo nacional. Aquí, en el medio quenos pertenece, resaltarán las peripecias del general Juan PabloPeñaloza, alucinado idealista de la libertad, siempre oponiéndo-se el mandato sombrío y tiránico del general Eustoquio Gómezque pisoteó con insólita desfachatez y como quiso la dignidad y

    presencia de la familia tachirense. Aparecerán los procederes yproducciones fructíferas de Emilio Constantino Guerrero, Pedro

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    María Morantes y Antonio Rómulo Costa y la crónica que se haquerido reprimir de la Batalla de San Cristóbal en 1901. Pero yase sabe bastante de todo esto gracias a la pluma de los cronistas

    que han proliferado en el medio andino desde la segunda mitaddel siglo XIX y que, después de una etapa de iniciación académi-ca, tomaron personalidad indiscutible en el siglo XX con VicenteDávila, Edmundo Vivas, Rafael María Rosales, Aurelio FerreroTamayo, Horacio Cárdenas Becerra, Horacio Moreno, Xuan To-más García Tamayo, Carlos Sánchez Espejo y otros.

    Siempre he pensado que hubo un libro del siglo XX que fue

    un hito para el desarrollo de las modernas tendencias de narrarla historia y tejer las crónicas. Sin duda puedo aseverar que esegran libro fue Documentos y descripciones de la ciudad de San Cris-tóbal, publicado por la editorial de la Universidad de Antioquiaen 1959. En ese entonces yo formaba parte de la Junta Pro CuartoCentenario de la Fundación de la ciudad y recuerdo que unode los autores de ese compendio histórico se quejó en una se-sión de la Junta dando a conocer que el volumen había tenido

    menguada aceptación. Manifestó que sólo un profesor del LiceoSimón Bolívar se había ocupado de pedir un número en calidadde préstamo para consultar algunas cosas y luego devolverlo.Mas, a pesar de este hecho triste y desalentador, se pudo com-probar, después, que desde ese hito que marcó la publicación deDocumentos y descripciones de la ciudad de San Cristóbal se desatóen el Táchira un ansia por escribir y por publicar libros. El mi-lagro denitivo ocurrió, cuando en ocasión del cuatricentenario

    el doctor Ramón J. Velásquez, creó la Biblioteca de Autores yTemas Tachirenses. El éxito de esta Biblioteca fue tan resonantepor la exaltación literaria provincial y por su repercusión a nivelnacional, que se puede armar que tan magno aporte editorialde una región no ha tenido emulación en toda la República. Hoyesta Biblioteca se encamina a los dos centenares de volúmenes yconstituye fuente fundamental en la historia y afán bibliográcode la cultura venezolana.

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    Pero antes de la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenseshabían aparecido publicaciones dignas de ser anotadas, hacien-do la salvedad que no lograron sistematizarse en un movimiento

    editorial unitario y denido. Entre estos importantísimos estu-dios debemos citar El Táchira histórico de Ricardo González Val-buena, El Táchira físico, político e ilustrado de Emilio ConstantinoGuerrero, El Cabito y otros tratados de Pedro María Morantes,el Álbum gráfco del Táchira de Humberto Díaz Brantes y muchoslibros más, innitamente valiosos, pero que no corrieron con la

    suerte de una prolíca difusión. Tales publicaciones puede de-cirse que no fueron recibidas con una voz de aclamación y ex-pansionismo editorial acorde al contenido y mensaje que ellasintentaron y a la cual y aspiraron. Entre estas obras vale recor-dar igualmente los libros de Samuel Darío Maldonado, de LuisLópez Méndez, de Teodosio V. Sánchez y de muchos escritoresmás cuya portentosa producción parecía yacer en las profundi-dades insondables del olvido y desconocimiento. Las cosas apa-rentaban diferirse, sin reconocer que el diferimiento es pariente

    del mutismo. Debemos admitir que el silencio es el verdaderosudario de los muertos, porque el olvido es la agonía de todolo que debiera vivir en nuestras almas, en nuestras mentes y ennuestros corazones.

    Remontándonos más allá de la Guerra de la Independencia,se nos aparecen los Cronistas de Indias. Entre ellos se destacan,

    entre nosotros, Fray Pedro de Aguado, Fray Pedro Simón y Joséde Oviedo y Baños. ¿Qué sería de nuestras épocas de conquistay colonia si no contáramos con sus tratados, con las monumen-tales páginas que estos cronistas nos dejaron escritas? ¿Qué pu-diéramos conocer de las mil peripecias de los primeros años dela vida de la América Latina y, con ella, de la vida venezolana sino mantuviéramos a la vista, por ejemplo, las estupendas octa-vas reales de las Elegías de varones ilustres de Indias de don Juande Castellanos?

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    El Cronista

    El debe ser un historiador y un artista. Requisito que se im-

    pone en toda crónica digna de seriedad y escrita para la histo-ria es la veracidad. Se diría que es muy fácil escribir historia sincuidarse de exponer las cosas como realmente ocurrieron. Quizáésta sea una de las faenas más arduas del cronista y del historia-dor. La forma de exponer el suceso en su debido tiempo, con ladebida corrección y belleza correspondientes para que susciteinterés y se haga perdurable, es lo que conforma la obra de arte.Y para esto no hay nada más recomendable que la fuente de in-

    formación escrita que debe ser investigada.

    Luis Hernández Contreras nos presenta un libro de Crónicasde San Cristóbal. Examinándolo detenidamente nos damos cuen-ta que sus relatos abarcan desde la creación de la provincia delTáchira hasta los tiempos contemporáneos que marca el péndu-lo de los siglos. Es decir, podemos armar que el compás deltiempo expuesto por Hernández Contreras comprende parte dedos centurias muy meticulosamente detalladas.

    Ahora bien, en estas crónicas o relatos, se encuentra el lectorcon los más variados aspectos de la vida tachirense, en especialcon la vida de la ciudad de San Cristóbal. Estos aspectos sonpolíticos, económicos, geográcos, empresariales, culturales, ar-tísticos, ya sean literarios, arquitectónicos, musicales y humanís-

    ticos en general. El costumbrismo, vale decir la manera de vivirdel tachirense, ya se trate del tachirense de hace un siglo o del ta-chirense de la actualidad es apreciado con tino y buena lente. Enlas crónicas están fotograadas verbal y grácamente todas lasperipecias que le han acontecido al Táchira, toda su rutina, todossus hechos, todos sus triunfos y todos sus fracasos. Por las pá-ginas de este libro deslan innumerables personajes agobiadoscon el peso de las décadas que les tocó vivir, unas agotadoras y

    sangrientas, otras llenas de pausada monotonía, pero la mayo-

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    ría de las veces pletóricas ellas de entusiasmo, de realizaciones,de musicalidades, de poesía inefable y de acendrado y losócohumanismo.

    Y todo es relatado por Hernández Contreras con el aval -dedigno que le da su incansable investigación historiográca en

    los archivos, las hemerotecas, las bibliotecas y algunas veces enla entrevista personal, puesto que la tradición oral es una fuentede la historia. Él es un tachirense de los que más se han inter-nado por las tortuosas pero certeras sendas de la investigaciónhemerográca. Por ello debemos decir que podemos estar muy

    conformes y estar muy seguros que los conceptos expuestos sonmuy correctos en lo que se reere a veracidad histórica.

    La ciudad de San Cristóbal ha pasado por múltiples altibajosa través de sus cuatro siglos y medio de historia. En este libroencontramos algunos indicios de la segunda mitad del siglo XIX,

    pero nos enrumbamos denitivamente al estudio de la ciudaddesde el empuje empresarial inaudito en 1878 con los creadoresde la Compañía Petrolia, y desde los nales del siglo XIX conla Revolución Liberal Restauradora del general Cipriano Castro.

    Algunos historiadores se embelesan presentando las haza-ñas del general Cipriano Castro, sus inauditas dotes de caudillomilitar, sus hechos gloriosos que alcanzan la cima de la epopeyay de la gloria como en Tocuyito. Este embeleso está justicadoporque es auténtico. Pero al lado de tales cosas, los que así pien-san, se olvidan de las miserias, de los dolores, de las injusticiasde los hechos denigrantes e inhumanos, de las ingratitudes queocasionó esta revolución. Hernández Contreras nos expone, ha-blando de las tiranías de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez,tétricos sucesos como el estar prisionero en las mazmorras delcastillo San Carlos del Zulia y los sufrimientos vejatorios de lacárceles con sus grillos, azotes, heridas, gangrenas, asquerosida-

    des y el inmenso dolor psicológico del infortunado preso agobia-

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    do muchas veces por la traición de sus amigos. Para corroborarestas palabras bastaría decir que a los panegiristas de CiprianoCastro poco les agrada hablar de la prisión del Iltmo. Mons. Dr.

     Jesús Manuel Jáuregui Moreno en las ergástulas del castillo SanCarlos del Zulia y de su exilio en Roma. Porque el lector se ho-rroriza al leer las páginas del dramático diario de José RosarioMoreno, preso en tres oportunidades, en las cuales fueron vícti-mas de ignominiosas y crueles torturas los infelices del castillo.En un intermezzo el cronista da a conocer también la tragedia deEustoquio Gómez, cuando con el supuesto nombre de EvaristoPrato, perseguido y buscado celosamente por los presos amoti-

    nados, tuvo que huir de la fortaleza para padecer en la senda desu huída horrores sin cuento, que es el cruel destino del hombredesesperado y sentenciado por la muerte. Es el dicho conocidode que el que a hierro mata, a hierro muere.

    Como el destierro del hombre sanguinario trae memoriasimborrables, el lector se da cuenta que la Cárcel Pública de laciudad de San Cristóbal de Eustoquio tenía mucho que ver conel drama horrible del victimario de la fortaleza zuliana. El artí-ce enmaraña su obra monumental con recuerdos, con hechosgenerales, a veces hasta con experiencias personales.

    Las Crónicas

    Son variadísimas. En cada una de ellas retrata el autor acon-

    teceres evidentes, vivenciales y dramáticos de la ciudad. Estascrónicas son dinámicas, andantes por los siglos, detenidas enalgunas décadas e impulsadas por una curiosidad incesante encada esquina, en cada negocio o en cada cuadra. Un ejemplo deesta metodología del cronista se revela en su forma de contar al-gunas menudencias anecdóticas de la plaza Bolívar, en especiallo concerniente a la inauguración del busto de Bolívar en 1912 yla estatua ecuestre en 1929. Pero no se detiene el relato en unaépoca; el narrador va en marcha indetenible de época en época.

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    de San Carlos del Zulia y el tercer período de siete años, en lamisma prisión entre 1912 y 1921. En este interesante trabajo –deun valor biográco y psicológico indiscutible–, se impone el lec-

    tor de lo que es un tachirense integral, amante de su tierra, de sucondición y de sus principios, así como de una gran verticalidadinquebrantable.

    Facetas humanas destellan en estas páginas como fulgu-rantes revelaciones o postales que retratan el modo de ser delos pueblos del Táchira y hasta sus minuciosidades de gustosy labores. Como relicarios de estas estampas podemos escoger

    “Feria y estas de San Sebastián” y “La Exposición Tachirensede 1906”. En el primer trabajo, Luis Hernández Contreras noshace una crónica medulosa ya urbanística, ya analítica o ya de

     juicio ecléctico que permite al lector formarse un criterio propiode tan sonado suceso en la historia de la San Cristóbal del lossiglos XIX, XX y XXI. ¿A dónde nos ha de conducir la feria? ¿Esun elemento de madurez o de degradación social? ¿Se beneciael Táchira de este acontecer? ¿Cuál es el destino del estado y eldestino de la ciudad fuertemente maniatada y asaeteada por estacostumbre popular? Por lo demás, el largo discurso va salpica-do de riquísimas variantes históricas, costumbristas, artísticas,musicales y sociales. El trabajo en sí es esa gran fotografía quecapta un inmenso lapso de la vida de San Cristóbal. Es el arte delfotógrafo y el arte del cronista.

    Minucias y curiosidades citadinas se aprecian en la lejana ex-posición de enero de 1906. El ilustre don Nemesio Parada en unaextensísima carta que me escribió desde Caracas en la década delos sesenta, me elogiaba la riqueza y variabilidad, el muestrarioy el ingenio de las exposiciones de comienzos de siglo. Todo ve-nía al caso por la publicación de un viejo programa propiedadde don Luis Fossi Villasmil y que pasó a España a manos del Dr.Raúl Soulés Baldó para disolverse con su pérdida fatal en ciuda-

    des españolas o francesas. A Luis Hernández Contreras no se le

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    escapan detalles curiosos, fruto todo ello de una acuciosa inves-tigación hemerográca. Pero es ésta una manera de descubrir laciudad y su tiempo en asuntos cónsonos de la época, interesan-

    tes y verdaderamente sorprendentes. Lo sucinto del relato queabarca personajes, juntas, vigilantes, pabellones, jurados, regla-mentos y premios es índice de lo exótico y remoto de las crónicasde este escritor que nos habla de tiempos y circunstancias hoycompletamente desaparecidas.

    En el género de la semblanza se adivina en Luis HernándezContreras un excelente biógrafo. Las estampas de los fundadores

    de la Compañía Petrolia, así como las semblanzas de Carlos Sán-chez Espejo, Tulio Chiossone, Mons. Tomás Antonio Sanmiguely Carlos Rangel Lamus nos anuncian el acierto del expositor eneste ramo. A ello se suman las semblanzas de los presidentes delSalón de Lectura, escritas en una especie de monólogo. Por su-puesto, cada personaje aparece en su época rodeado de un halode hechos y costumbres que identican y señalan su paso por laexistencia y su contribución denitiva a esta casa del saber, a la

    historia del Táchira y de la ciudad.A través de estos personajes todas las modalidades de la ca-

    pital son fotograadas, sin que ninguna de ellas pierda su reve-lación universal. Tal ocurre con la presencia en San Cristóbal deCamilo José Cela, luego Premio Nóbel, quien llegó al hotel BellaVista inaugurado por Francisco Chuecos el 2 de octubre de 1943y quien dictó una conferencia en el Salón de Lectura sobre las

    guras de Miguel de Unamuno y Ramón del Valle Inclán.

    Se detienen estas crónicas con especial interés de la mujer ta-chirense de todos los tiempos, desde las heroínas del movimien-to comunero y de la época de la Independencia hasta las mujeresdel siglo XX que hicieron la revolución social en las áreas de laeducación, la política, el deporte, las artes y las letras.

    La pluma de Luis Hernández Contreras, acreditada por lasmás acertadas inspiraciones de Clío, corre paralela a sus senti-

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    mientos y quizá a su apreciación íntima personal. Se trasluce enlos párrafos un sentimiento noble de la amistad, pero sin queel autor se deje arrastrar y sobreponer por ese insinuante dicta-

    men afectivo. Porque el autor que es muy justo en el campo dela historia, lo es en el de los personajes y hechos. La historia esuna fotografía de la realidad de los tiempos y no un espejo delos sentimientos personales. Tal ocurre con la semblanza de doshombres muy conocidos y que ya han sido citados. Uno es elprofesor y doctor Félix María Rivera y el otro es el bachiller Car-los Rangel Lamus. El primero fue su leal amigo, amigo conjun-tamente del autor de las crónicas y de este prologuista, porque

    muchas veces los dos juntos fuimos recibidos en los claustrosseñoriales de la antañona casa de la calle 3. Félix María Rivera,excepcional sancristobalense que logró vivir durante tres siglos,es presentado por Luis Hernández Contreras en toda su densay justa dimensión. Estudiante en su juventud y hombre de con-ducta intachable, opulento propietario siempre listo a la loablecontribución del urbanismo de la ciudad, como ocurrió con la

    venta de una porción de sus terrenos para la moderna construc-ción de la Policlínica Táchira, notable odontólogo, catedrático,pedagogo, formador de varias generaciones en el Liceo SimónBolívar, fue también maestro de la cultura clásica. Cuando leíesta semblanza escrita por Luis Hernández Contreras, recordéque el doctor Félix María Rivera me había regalado el mismo li-bro comentado en estas crónicas de San Cristóbal y experimentéentonces las mismas vivencias y aventuras y la misma magia de

    lo desconocido que describe y siente Luis Hernández Contrerasal comentar la entrega de La Colombia que vi. Eso me ocurrió en1959. Porque los lectores –en este caso el autor de las Crónicas yel prologuista– como cualquier revisor de un libro, deben iden-ticarse con el autor que están leyendo o con el personaje queestán biograando o desarrollando en los recuerdos.

    El segundo sujeto tentador de las presentes crónicas es elmaestro Carlos Rangel Lamus, cuya semblanza es escrita a los

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    sesenta años de su muerte. Tiene él una signicación especial

    para el cronista. Particular interés absorbe al lector cuando seencuentra con la postal de este distinguido tachirense. Quizá

    hasta ahora no se habían descrito tan minuciosamente los rasgosbiográcos de este importante ejemplar de nuestra cultura comoocurre cuando Luis Hernández Contreras toma la pluma paratrazar la facies de su persona en los nales del siglo XIX y las tresprimeras décadas del siglo XX. Pedagogo, lósofo, autodidacta,

    promotor cultural, crítico, todo eso se aprecia en esta semblanza.El caudal inmenso de su aportación al adelanto intelectual delTáchira que este hombre dejó para la posteridad queda magis-

    tralmente estampado en las Crónicas de San Cristóbal. Hasta losrasgos neuróticos del personaje –rasgos neuróticos muy comu-nes en los hombres sobresalientes de la historia– no dejan de sercontemplados con cuidadosa veracidad. Se aprecia el celo, preci-sión y devoción con que Hernández Contreras ha trazado su es-tudio biográco. Se capta en las crónicas la inuencia del padre

    del escritor que fue alumno del “Maestro de la juventud tachi-

    rense”. En este personaje recio, vehemente e ilustre van agrega-dos buenos retazos del transcurrir de la ciudad, especialmente–como se ha dicho– los que conforman las últimas décadas delsiglo XIX y las tres primeras décadas del siglo XX. Allí se tradu-cen la intencionalidad, la pedagogía, el periodismo y la acciónparlamentaria tachirense en las que se reeja el espectro de estaépoca. Las controversias y avatares políticos del brillante perso-naje son expuestos con gran meticulosidad. Tales avatares como

    los hechos que desataron “Misquitín y Petuche” y los aconteci-mientos del año 1936 a la muerte del general Juan Vicente Gó-mez son expuestos por Luis Hernández Contreras para hacernosconstatar que el Táchira sabe también reconocer a sus servido-res. Porque Carlos Rangel Lamus fue elegido senador despuésde la muerte del tirano y desde el Congreso Nacional realizó unaobra múltiple, edicante, de verdadero engrandecimiento de su

    tierra. El liceo de Rubio y el grupo escolar de San Cristóbal quellevan su nombre son testigos perennes de la gratitud tachirense.

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    Bellas porciones fotográcas, ya sociales o ya urbanísticas de

    la ciudad están mostradas en estas crónicas como la del Demó-crata Sport Club. Este centro social es uno de los grandes aportes

    que recibió la ciudad de San Cristóbal en uno de los momentosestelares de su historia. Actualmente es un orgullo de toda lasociedad venezolana. Este acierto se logró con entusiasmo, op-timismo y fe. Los muchachos de 1926, impulsados por el Pbro.Pedro Pablo Maldonado pusieron en él su vigor, y si se quiere,su esperanza y ensoñación. El conglomerado de socios de lasdécadas de los años treinta y cuarenta colaboró con su rectitudsocial y la entereza de sus sólidas concepciones. Pero fue en la

    década de los años cincuenta cuando apareció el indiscutible yvisionario empuje empresarial. Todo este milagro se puede sin-tetizar en la caracterología e inteligencia pujante de un hombreque tenía sus ojos lanzados al futuro. Este hombre fue don AtilioArdila, incorruptible señor formado para la empresa en el  Al-macén Americano de don Rafael Ibarra. Con justicia a su incon-mensurable esfuerzo, el club ha colocado a su entrada una placa

    con la leyenda “Atilio Ardila, Presidente Vitalicio de este Club”.Todo este historial está cronológica y magistralmente relatadopor la palabra escrita de Luis Hernández Contreras. Allí palpitael pulso de cuatro décadas. Pero en esta palpitación del centrosocial palpita también la historia de la ciudad con sus aconte-ceres, ideales, ensoñaciones, contradicciones y éxitos. Con unagran meticulosidad, muy rigurosa en el campo de la investiga-ción periodística, estas páginas compendian apreciado trozo de

    la historia de la ciudad.

    Este centro social nació quizá un poco con modestia; vivióaños ansiosos de superación; mantuvo en su seno la personali-dad y obra de muchos de los caballeros de San Cristóbal, y fueen la hora del cuarto centenario de la fundación de la ciudad,uno de los grandes logros y presentes que recibió la urbe de

     Juan Maldonado de manos del empresario Atilio Ardila y delarquitecto Fruto Vivas, como lo fue el logro y presente de la re-

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    modelación de la iglesia Catedral hecha por el obispo AlejandroFernández Feo y el arquitecto restaurador Graziano Gasparini.El Demócrata es un gran club para una gran ciudad. Recuerdo

    que fui al baile de su inauguración con mi esposa Alba Marinaacompañando al Dr. José Dolores Rico, presidente de la JuntaPro Cuarto Centenario y a su esposa, doña Consuelo Dávila deRico, y al Dr. Ramón Maldonado y Cocat, descendiente de nues-tro fundador Juan Maldonado y a su bella y distinguida esposaRosario.

    La última parte del libro se dedica a la historia del Salón de

    Lectura durante la primera mitad del siglo XX. Son 10 cualustrosanónimos a través de los cuales sus protagonistas cuentan la his-toria menuda de este Ateneo en sus primeros años. La narraciónimpresiona como muy veraz, dado el caso que es comunicadapor los propios presidentes de la afamada casa. Como siempre,cada locutor va recitando la historia de la ciudad desde 1907. Seescuchan las voces –entre otros– de Ramón Velásquez Ordóñezy de su hijo el doctor Ramón J. Velásquez, entre los muchos pre-sidentes que toman la palabra. Todos cuentan una historia di-ferente según la década que les correspondió vivir y presidir,y según su modo de ver la ciudad, sus personajes, la cultura, elanálisis social y las peripecias de los hechos. Modo curioso deexhibir una crónica por un artista, es cierto. Pero modo transidode un gran amor por San Cristóbal y su discurrir humanísticocultural.

    Epílogo

    Horas de sumo deleite y de apreciables enseñanzas sobre lacapital del Táchira nos proporciona este libro de crónicas. Por-que la historia es el desarrollo progresivo de la humanidad –eneste caso de nuestras gentes– en el tiempo y en el espacio. Unhombre sin historia no ve más que lo que le rodea, pero en estecaso el lector puede mirar tres siglos atrás, muchas décadas y

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    muchos años idos ante la hora actual de San Cristóbal y del Tá-chira. Porque al decir de Cicerón, la historia –en este caso lascrónicas de nuestra ciudad– es el testimonio de los tiempos, la

    luz de la verdad, la vida de la memoria, la escala de la vida y elmensajero de la antigüedad.

     J. J. Villamizar Molina

    San Agatón de Guásimos, Palmira, Quinta “Alba Marina”,

    18 de noviembre de 2005.

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     Aviso publicado en febrero de 1930 ofreciendo en venta los productos de

    la Compañía Petrolia del Táchira.

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    BREVE HISTORIA DE LA COMPAÑÍA NACIONALMINERA “PETROLIA DEL TÁCHIRA”

    Aclaratoria

    El presente trabajo fue realizado en 1978 como consecuenciade la iniciativa del Diario La Nación, en estimular a la juventud

    estudiosa del Táchira, mediante la participación en el Concurso“Cien Años del Petróleo en Venezuela”. En esa oportunidad, eimpulsados por la persuasión, participé en dicha competenciaintelectual en el nivel de secundaria, ya que el mismo se dirigíatambién a estudiantes de primaria y universitarios.

    La estructura del mismo se basa en investigaciones reali-zadas en libros, revistas y periódicos ubicados en la Biblioteca

    Nacional de la República, en el Salón de Lectura-Ateneo del Tá-chira, y en conversaciones realizadas en ese entonces con el his-toriador Walter Oscar Márquez Rondón, quien me proporcionóvaliosa ayuda.

    La curiosidad intelectual y el afán de conocer el empuje teso-nero del tachirense fueron también motivos para la realizaciónde éste, ya que, como acionado a la Historia, la vocación del

    saber impulsa a la mente a intentar escudriñar en viejos archivosllenos de polvo, las actuaciones de nuestros antepasados, quie-nes han dado lustre y orgullo a esta magníca tierra, tantas vecescalumniada y odiada por esta razón: el empuje tesonero de sushabitantes y la constancia y voluntad en el forjamiento, desarro-llo y mantenimiento de las innumerables empresas aquí ideadas.

    La Petrolia del Táchira es un vivo ejemplo de ese esfuerzo

    desarrollador de voluntades. Una empresa que nació cuando eltema petrolero ni siquiera era mencionado en las altas esferas de

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    la gran capital, ni pronunciado por los labios de los “Amos delvalle”, quienes destruyeron el impulso venezolanista de una ins-titución que no merecía morir como lamentablemente sucedió.

    Sus fundadores, barineses y tachirenses eran en resumen,“hombres de esta tierra”, pues aquí levantaron sus familias ysus nombres hicieron eco en la geografía nacional, debido a eseesfuerzo titánico y quijotesco, luchando contra las adversidadese incomprensiones de la época. Esta es su herencia.

    Hombres que no dejaron mero rastro en nuestro sentimientotachirense, sino huella imborrable. Imborrable por la honestidady vocación de servicio impregnada en sus acciones. Accionesnacionalistas devoradas materialmente por el apetito insaciablede las transnacionales y sus lacayos, pero iluminadas aún con elejemplo de la defensa de lo nuestro ante la penetración corrup-tora de las conciencias.

    El trabajo Breve historia de la Compañía Nacional Minera Petroliadel Táchira: de la Venezuela del café a la Venezuela petrolera, intitula-do con el seudónimo “Asfalto”, fue afortunado en obtener el pri-mer premio en el concurso a que hice referencia. Me satiszo endemasía el honor recibido, y hoy, a ocho años de dicho esfuerzo,releo estas líneas contentivas de ingenuidad juvenil, pues teníatan sólo quince años de edad cuando lo realicé, y me viene unsentimiento de nostalgia por aquellos años inolvidables, años devocación y estudio por la historia, hoy día un tanto absorbidos

    por la inuencia de la música y del derecho; pero sin embargo, lavocación permanece allí, latente, esperando el momento de darimpulso a la llama de la creación, para desempolvar viejos archi-vos y adentrarnos en el espíritu de viejos, pero sanos tiempos.

    Introducción

    Al hablar de Historia, siempre nos remontamos al pasado.

    Recordamos hechos que conocemos mediante libros, revistas,

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    periódicos, documentos, archivos, relatos y por la voz de perso-nas quienes de generación en generación transmiten la historiade alguien o de algo.

    Por eso, al iniciar esta breve historia de la Compañía Petroliadel Táchira, se desempolvan archivos ya amarillos y gastadospor el tiempo, se investigan todos los libros que están al alcancey se conoce y se da a conocer la historia del nacer de nuestra vidaactual, de la vida de la nueva Venezuela.

    Cuando se reere a Petrolia, debemos saber que esta compa-

    ñía nació cuando el café era el principal producto de la economíavenezolana, y murió, cuando éste fue desplazado por la explota-ción y producción petrolera, realizada por los trusts norteameri-canos y anglo-holandeses.

    Petrolia no fue una aventura sin consecuencia o trascenden-cia alguna. Fue la agrupación de seis hombres: Manuel AntonioPulido Pulido, el doctor Carlos González Bona, José Antonio Bal-dó, José Gregorio Villafañe, Ramón María Maldonado y PedroRafael Rincones, quienes con dinero propio y voluntad propia,formaron y fundaron la primera empresa nacional, destinada aexplotar petróleo, renarlo y obtener derivados.

    Petrolia fue fundada con la nalidad de liberar a Venezuela

    de la pesada carga que producía la importación del kerosén nor-

    teamericano, elaborado por los consorcios del norte, quienes lovendían aquí por un precio excesivamente alto.

    El Táchira dio la demostración que no era solamente un es-tado cafetalero, sino que también podía ser un estado de graninuencia en el país con la fundación de la Compañía Petrolia

    del Táchira, la primera en estar destinada a explotar hidrocarbu-ros, y con la creación del Banco del Estado Táchira, pretensiónfallida. Ambas constituyen una muestra de esos tachirenses y

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    de los venidos de otras regiones del país del siglo XIX, quienes

    desearon cambiar el sentido monótono del país, para buscarlemayores ingresos y auge económicos.

    Petrolia fue la primera compañía que envía desde Venezuelaun becario al exterior, Pedro Rafael Rincones, quien tenía la obli-gación de aprender todo lo referente al proceso petrolero y ade-más debía enseñar sus conocimientos a varios hombres, quienesse encargarían del tren de renería de los sistemas de perfora-ción. Además de esto, los Estados Unidos de Norteamérica ex-portan el primer taladro de perforación a percusión a Venezuela,

    especialmente a Petrolia.

    Petrolia compitió con los grandes trusts extranjeros; esto eracomo una pelea entre un chico y dos o más grandes. Petrolia sedeende pero cae rendida y herida de muerte al ser golpeada

    por dichas empresas, además por el vencimiento de su conce-sión, hecho sucedido en 1934.

    Petrolia fue una gran obra, pero nunca recibió ayuda de nin-gún gobierno. Cuando se quiso renovar su concesión, el gobier-no gomecista en 1924 y el lopecista en 1938, no le brindaron elapoyo para que siguiera prosperando la primera compañía pe-trolera venezolana.

    Debemos rendir honor a Petrolia, fundada por socios vene-

    zolanos, con capital venezolano, con técnicos venezolanos. Unacompañía venezolanista que vive y vivirá en las personas queaún recuerdan su grandeza.

    El homenaje a Petrolia no se ha hecho. No debieron ser llena-das de concreto las instalaciones naturales del parque, no debióser dañada su estructura natural, aunque, de una manera u otra,se ha rescatado en gran parte uno de los valores históricos vene-zolanos que permanecían casi en el olvido.

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    1878: nace un nuevo país. Un nuevo país que cambiará suvida con “cien minas de asfalto”. “Cien minas de asfalto”que transformaron nuestra vida. 1878: se enciende la luz

    que alumbrará el nuevo destino. 1878: Nace.

    La otra Venezuela.

    “Petróleo es el que empuja al campesino del campo haciala ciudad”.

    Arturo Uslar Pietri

    Antes de la explotación del petróleo en Venezuela y de supreponderancia como producto principal de nuestra economía,nuestro país vivía de los benecios que le proporcionaban losproductos agropecuarios. La economía agraria en Venezuela es-taba dividida en tres etapas económicas diferentes: la Venezueladel tabaco, en la época de la Colonia; la del cacao, en el períodode la Independencia; y la Venezuela del café, la cual comienzacon el paecismo y termina con Gómez (1830-1935).

    La producción agropecuaria durante el siglo pasado sufriólos rigores de los diferentes sistemas políticos que imperaron enla época. Pero esta preponderancia del café en la segunda mitaddel siglo pasado comenzó a debilitarse poco a poco, a inicios delpresente siglo, por causa del lento desarrollo petrolero, y perdiósu primer puesto como producto económico de gran importan-cia al dominarla la producción petrolera en 1926.

    En el año 1854 comienza el interés por la explotación de hi-drocarburos en Venezuela, cuando se le dio la primera conce-sión, que fue sobre explotación de asfalto, a D. B. Hellyer, el 6 deseptiembre de 18541. Luego, el 24 de agosto de 1865, se otorgóla primera concesión para explotar petróleo en el estado Zuliaal norteamericano Camilo Ferrand2. Más tarde, en 1866, la legis-

    1 Aníbal R. Martínez, Historia petrolera venezolana en 20 jornadas.2 José Luis Salcedo Bastardo, Historia fundamental de Venezuela.

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    latura del estado Nueva Andalucía (estado Sucre), otorgó otraconcesión a Manuel Olavarría3.

    Existe una serie de controversias en lo referente a las pri-meras concesiones petroleras. Salvador de la Plaza, en su libroHistoria del petróleo y su legislación en Venezuela, apunta que laprimera concesión sobre hidrocarburos en Venezuela fue la otor-gada a Olavarría en 1866, pero le contradice Aníbal R. Martínezen su trabajo Historia petrolera venezolana en 20 jornadas, quienal referirse a la concesión de Olavarría dice: “en su libro sobrepetróleo venezolano, Edwin Lieuwen mencionó ésta como la

    primera concesión petrolera venezolana. Desde entonces, todoslos autores que han escrito sobre la materia han repetido la erró-nea aseveración.” Igualmente, Salcedo Bastardo, en su Historia

     fundamental de Venezuela, corrige la posición emitida por De laPlaza. Pero, concluiremos este punto diciendo que las concesio-nes otorgadas a Ferrand, Hellyer y así mismo, la de Olavarría,no prosperaron.

    En 1870, el doctor Carlos González Bona ejercía su profesiónde médico, y comúnmente recorría diversos pueblos del estadoTáchira. El doctor González Bona era muy amigo de don ManuelAntonio Pulido Pulido, dueño de la hacienda “La Alquitrana”,en las cercanías de Rubio. Un día, al dirigirse el médico a la ha-cienda observó unas manchas de aceite oscuras que manaban enla supercie; al examinarlas, llegó a la conclusión de que en “La

    Alquitrana” existían aoraciones de petróleo. Este le comunicó a

    Pulido los resultados de sus observaciones y le propuso la ideade explotar las minas, ya que éstas estaban en terrenos de supropiedad. Pero fue en 1875, luego del terremoto de Los Andes,cuando se comprobó que había petróleo en cantidad numerosaen esa zona. El señor Pulido hizo diligencias con amigos suyospara constituir una compañía destinada a explotar el mineral,

    3 Salvador de la Plaza, Breve historia del petróleo y su legislación en Venezuela.

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    aunque él no tenía necesidad de asociarse con otras personasdebido a sus grandes riquezas, además las minas se hallaban ensus terrenos.

    En 1878, se constituyó el contrato privado para formar laCompañía Hullera del Táchira. Se llamó así desde un principio,pues no se conocía con exactitud que era petróleo lo que existíaen las minas, y el gobierno del Estado de Los Andes4, le otorgó laconcesión el día 3 de septiembre del referido año, con el derechode explorar y explotar “un globo de terreno mineralógico de cienhectáreas ubicadas a diez kilómetros de Rubio que contiene hu-

    lla y del que han sacado alquitrán o brea”5. El 12 de octubre delmismo año queda legalizada la compañía con carácter privado eintegrada por Manuel Antonio Pulido Pulido, Carlos GonzálezBona, José Antonio Baldó, Pedro Rafael Rincones, José Grego-rio Villafañe Quevedo y Ramón María Maldonado; barineses loscuatro primeros, colombiano de padres venezolanos el quinto ytachirense, el último.

    Luego, en 1882, la compañía adquirió un carácter público.Según el acta de instalación, redactada en casa del doctor Gon-zález Bona, con fecha 31 de julio de 1882, quedó instalada for-malmente la empresa con un capital social de 100.000 bolívares,y divididas sus acciones en 1.000 con un valor de 100 bolívarescada una. Estas acciones, según el mencionado documento, esta-ban distribuidas así:

    4 Muchos señalan que fue el gobierno del Gran Estado Los Andes el que suscribió la concesión de“La Alquitrana”. Esto es completamente falso. El Gran Estado Los Andes existió a partir de 1881,

    de acuerdo con la reforma de la Constitución Suiza de Guzmán Blanco. Para el año de la creaciónde la empresa existía el Estado Soberano del Táchira, siendo su presidente para ese entonces elgeneral Ricardo González Contreras, quien rmó el Decreto Ejecutivo el 3 de septiembre de 1878,

    mediante el cual le concedían derecho de exclusividad a don Manuel Antonio Pulido Pulido paraexplotar el mineral de brea y alquitrán en el Distrito Junín. [Según investigaciones realizadas porel historiador Walter Oscar Márquez. “Hace cien años nació la industria petrolera”,  Diario La

     Nación, San Cristóbal, 12 de octubre de 1978].

    5 En el contrato privado existe una cláusula que establece, que si la Compañía enajenaba sus dere-

    chos cesaría la concesión hecha a Pulido “que es meramente personal a esta Compañía”. [WalterOscar Márquez, El Táchira en la historia del petróleo venezolano. 1974].

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    Manuel Antonio Pulido Pulido 192 acciones José Antonio Baldó 255 accionesCarlos González Bona 231 ½ acciones

     José Gregorio Villafañe, hijo 109 ½ accionesRamón María Maldonado 85 ½ accionesPedro Rafael Rincones 92 ½ accionesGobierno Nacional 40 acciones

    En la sesión del 1° de agosto de 1882 se procedió a la eleccióndel gerente y vicegerente de la empresa, resultando electo en elprimer cargo el Dr. Carlos González Bona con 729 votos totaliza-

    dos, contra 231 que obtuvo el señor José Antonio Baldó. Queda-ron electos, el Dr. González Bona, siendo así el primer gerente dela empresa6 y el señor Baldó como vicegerente.

    Es de destacar que los 100.000 bolívares, capital de la com-pañía, estaban invertidos en gastos de construcciones, renería,

    perforaciones, etc., y a la vez la empresa pedía prestado dineroa sus socios para sufragar estos gastos y poseer reservas en caja

    para pagos de empleados y otras obligaciones.

    En 1879, todavía la compañía en su carácter de privada, en-vió a Pedro Rafael Rincones a Titusville, Pennsylvania, a estudiarlo referente a materia de explotación petrolera. En 1880 llegó aMaracaibo el primer taladro de perforación a percusión, siendoel primero que exportaba Estados Unidos. Este fue trasladado alomo de mula y buey desde Encontrados hasta “La Alquitrana”.

    Mientras tanto, en “La Alquitrana” se seguía obteniendo elpetróleo en base a ltraciones, algunos pozos excavados a mano,

    recogiéndose el mineral negro con mantas, baldes o medianteuna rudimentaria bomba de mano7. Al llegar a “La Alquitra-

    6 El doctor González Bona estuvo a cargo de la compañía desde 1878. [Rafael María Rosales, El

    mensaje de La Petrolia].

    7 Documentos de la Compañía Nacional Minera “Petrolia del Táchira”. Archivo General de la Na-

    ción, Caracas.

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    na”, se partió la barra de perforación y quedó inutilizado todoel equipo del taladro. Pero, todos estos procesos y los adelantosque se hicieron en la compañía, fueron motivos para la realiza-

    ción del contrato público del año 1882.En ese año, se iniciaron las actividades de perforación. La

    compañía estableció el contrato de perforación bajo varias con-diciones. Estos contratistas fueron los socios José Antonio Bal-dó, Pedro Rafael Rincones y el señor Salustio González, quienno era socio. Ellos recibirían un porcentaje de acuerdo con laprofundidad del pozo. La empresa les proporcionaría todos

    sus materiales y tendrían un año de plazo para practicar lasperforaciones.

    Los contratistas-perforadores encontraron una ltración de

    aceite en el pozo “Salvador”8. Al transcurrir un año de la cele-bración del contrato de perforación, se les concedió un año deprórroga, manteniéndose el término de las cláusulas. En 1883,

    se incorporó a la compañía un empleado de categoría, el señorRafael Antonio Rincones, quien ejerció el cargo de tenedor delibros-secretario.

    El sistema por el cual se sucedían los procesos habituales delpetróleo (renación, destilación, etc...), estuvo constituido de la

    siguiente manera: una unidad de destilación con capacidad de2.000 litros diarios, una planta de renación capaz de destilar

    alrededor de 15 barriles de petróleo por día, más o menos dos

    8 En lo referente a los pozos petroleros de la empresa, Aníbal R. Martínez en su obra citada, habla

    del abandono en 1882 del primer pozo de la compañía, llamado “Salvador” a 53 metros de pro-

    fundidad. Walter Márquez en El Táchira en la historia del petróleo venezolano, cita la perforaciónde tres pozos, entre ellos “Salvador” y “Eureka”. En El Farol , de febrero de 1955, en el artículotitulado “De la Petrolia del Táchira a la renería de Amuay”, se hace referencia al hecho de la

    apertura de cinco pozos, dos de los cuales, “Uracá” y “El Salvador” continuaban produciendo para1924. La sesión del día 12 de octubre de 1883 cita: “...y de los aparatos de la renería que dichos

    contratistas han empleado, para aprovechar la pequeña ltración de aceite crudo que encontraron

    en los 24 metros del nuevo pozo, que con el nombre de pozo “salvador” han estado perforando,después de abandonado el que había emprendido la compañía en un principio”.

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    toneladas métricas. Existía además una tubería de 300 pies delargo por la cual bajaba el petróleo hasta la renería9.

    De los seis socios de Petrolia, cinco tenían la cualidad decapitalistas, excepto Pedro Rafael Rincones quien participabacomo socio industrial, encargado de efectuar los trabajos deperforación y dirigir el tren de renería. En lo referente a lasactividades realizadas por los socios fuera de la compañía, cabeindicar las siguientes. Manuel Antonio Pulido Pulido fue dipu-tado al Congreso Nacional y presidente de la Junta de FomentoNacional. José Antonio Baldó fue presidente del Táchira y di-

    rector de la Junta de Instrucción Pública. Ramón María Maldo-nado se desempeñó como presidente del Concejo Municipal deRubio y presidente del Estado. El doctor Carlos González Bonadirigió el Colegio Federal de Varones, convertido en 1915 enLiceo Simón Bolívar y fue gerente del Mercado Cubierto de SanCristóbal. Pedro Rafael Rincones tuvo actuación como tesorerogeneral del Estado y delegado nacional para la explotación delas minas de cobre de Seboruco. José Gregorio Villafañe hijofue un destacado industrial y también presidió la municipali-dad de Junín10.

    Al hablar de Petrolia, es obligado referirse a la situación eco-nómica del país y del Táchira. Era la época post-independentista,cuando en la segunda mitad del siglo XIX, el café era el productopredilecto de la economía nacional. Respecto al Táchira, la enti-

    dad fue el principal productor del cultivo aromático en el país.

    9 De acuerdo al tren de renería unos exponen una cosa y otros contraponen otra. De todas esas con-

    troversias, la más aceptada es la referida por José Antonio Baldó, socio fundador de la compañía ygerente de la misma, quien en 1891, en un documento que se reere a las características de la Petrolia

    señala: “Este tren (el de renería) se compone: de una máquina perforadora de 300 pies, y de un

    aparato de renería montado convenientemente en un plano inclinado donde el aceite pasa de un de-

     pósito a otro sin necesidad de bombas, con dos calderas, cada una de capacidad de 600 galones, una

    ocina de separación y graduación, y de varios estanques, todos de hierro, para depósito y decanta-

    ción de los aceites, cada uno de dichos estanques separados y cubiertos son su casita.” [Documentosde la Compañía Petrolia del Táchira. Archivo General de la Nación, Caracas].

    10 Walter Oscar Márquez, “Hace cien años nació la industria petrolera”, en Diario La Nación, SanCristóbal, 12 de octubre de 1978.

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    En 1875, el Táchira produjo 75 mil sacos de 60 kilos, cifra queaumentó en forma acelerada hasta los años 1920 y 1921, cuandocomienzan a sentirse los efectos del petróleo11. Luego, en 1879,

    el general Rosendo Medina, jefe Civil y Militar del Táchira, creóel Banco Agrícola que inició actividades con un capital de 50 milpesos en diciembre de 188512.

    En 1886, por medio de la nueva Ley de Minas, se elimina-ron las 40 acciones que poseía el Gobierno Nacional en Petrolia,éstas pasaron al grupo de socios, quedando estructuradas de lasiguiente manera:

    Manuel Antonio Pulido Pulido: de 192 acciones a 200. José Antonio Baldó: de 255 acciones a 265.Carlos González Bona: de 231 ½ acciones a 240.

     José Gregorio Villafañe, hijo: de 109 ½ acciones a 113 ½.Ramón María Maldonado: de 92 ½ acciones a 92 ½.

    También en el año 1886 comenzaron los problemas internos

    de la compañía, cuando el Dr. González Bona renunció a la mis-ma, tal vez por problemas de la empresa ocasionados por unadeuda con su hijo Salustio González Rincones, o por problemasinternos aún más graves. Pero el socio Maldonado propuso quela renuncia del Dr. González Bona no convenía “por considerar-la perjudicial a la Empresa”. El médico no se retiró, al contrario,manifestó su deseo de continuar en la misma.

    En mayo de 1886, el general Antonio Guzmán Blanco lesparticipó a los socios de Petrolia, mediante una carta fechada enParís, el contrato de referéndum sobre las minas de la compañía,y por lo tanto fue enviado a Caracas el socio José Antonio Baldó,quien inició gestiones sobre el mencionado documento jurídico.

    11 Domingo Alberto Rangel, Capital y desarrollo: la Venezuela agraria, tomo I.12 El Banco Agrícola no pudo soportar las crisis económicas de la época. [ Discurso del Dr. Ramón J.

    Velásquez en la Asamblea Legislativa del Estado Táchira. San Cristóbal, 11 de octubre de 1978].

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    En 1891, en el Boletín de Obras Públicas de Caracas, el señor José Antonio Baldó hizo referencia sobre datos relacionados conla Compañía Petrolia del Táchira. En él describió los precios del

    kerosén para la época: “el kerosén se vende en las minas a 4 y ½reales a 5 el galón; y el extranjero cuesta de 9 a 10 reales el galón.La producción es de 1600 galones mensuales, a la vez que pro-duce bencina, aceite carbolíneo, nafta y alquitrán; también hayuna máquina fabricadora de latas”. Concluye el señor Baldó en-fatizando que “la Compañía garantiza la verdad de los datos so-bre su mina y tierras, y se somete a la inspección de expertos”13.

    En 1892 la compañía volvió a reanudar sus actividades, pa-ralizadas por la muerte de los socios Pulido Pulido y Villafañe,así como por la del administrador Rafael Rincones. La empresaaceptó al bachiller Manuel Pulido Rubio como representante dela sucesión Pulido, y al señor José Gregorio Villafañe como dele-gado de la sucesión Villafañe14.

    En 1899 comenzó a situarse el poderío andino en el dominio

    político nacional. El general Cipriano Castro es el primer tachi-rense en llegar al poder. Durante su gobierno comenzaron lasrivalidades por las concesiones y las ansias de petróleo.

    Se presentan los problemas entre la General Asphalt Com-pany y los tribunales venezolanos que iban a ser sobornados;esto trae como consecuencia la sublevación de Manuel AntonioMatos, llamada la Revolución Libertadora, la cual pretendía to-mar la dirección del gobierno, ayudado por los consorcios petro-leros norteamericanos.

    13  El informe de Baldó tuvo como nalidad dar a conocer el estado de la empresa, sus valores,calidad del mineral, etc., con el propósito de conseguir del Gobierno Nacional un empréstito por50 mil libras esterlinas, con un interés del 7% anual, para así incrementar la producción mensual

    de la empresa llevándola a 10 mil galones mensuales. Dicho informe no tuvo ningún apoyo delgobierno.

    14  Las señoras Trinidad Rubio de Pulido y María Luisa Pulido de Villafañe rmaron un documentomediante el cual expresaban su deseo de que sus respectivos hijos fuesen los representantes de las

    sucesiones ya nombradas.

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    En 1905 se dieron las grandes concesiones en el país: Vigas,Aranguren, Jiménez, Arráiz, Planas. Si éstas se hubiesen otor-gado como la concedida a Pulido, se hubiese evitado que estos

    señores las hubiesen traspasado a compañías extranjeras.Pero, mientras tanto, ¿Qué sucedía en Petrolia? En 1903, fa-

    llecidos cuatro de los fundadores –solamente vivían el Dr. Gon-zález Bona y Pedro Rafael Rincones– comenzaron los cambiosadministrativos. De Eloy Sansón pasa a manos de Antero GarcíaEspinel, y de éste a la Van Dissel & Rode de Rubio, siendo admi-nistrador de ella, Álvaro Febres Cordero15.

    De los precios de los derivados del petróleo y del mismo sepresentó la siguiente secuencia: en 1891, José Antonio Baldó in-formó que el kerosén era vendido a 4 y ½ reales el galón16. En1903, los derivados del oro negro se vendían de la siguiente for-ma: bencina, 80 botellas por 30 bolívares; alquitrán, 80 botellaspor 8 bolívares; kerosén, 80 botellas por 50 bolívares; carbolíneo,80 botellas por 30 bolívares y brea, 25 libras por 12 bolívares,

    siendo estos precios sin incluir envase y absolutamente de con-tado17. Más tarde, en 1906, los hermanos Quintero, directores deldiario Horizontes, vendieron el petróleo a 4,75 pesos la lata de 25botellas18, y el mismo mercado de San Cristóbal ofrecía la caja de15 latas de 1 galón a 16 pesos19.

    En 1906 surgieron problemas entre la familia Pulido y elDr. González Bona, ya que éste quería obtener mayor poderíoen la empresa. En este mismo año, en Caracas, el Dr. GonzálezBona convocó a los accionistas de Petrolia a una reunión quetuvo lugar “en el domicilio social en Caracas el 26 de diciembrepróximo venidero a las 2 de la tarde para imponerse del estado

    15 Walter Oscar Márquez, “Hace cien años nació la industria petrolera”, en Diario La Nación, SanCristóbal, 12 de octubre de 1978.

    16  Rafael María Rosales, El mensaje de la Petrolia.17   Horizontes, San Cristóbal, 1903.18   Horizontes, San Cristóbal, 1906.19   Horizontes, San Cristóbal, 1906.

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    de la Empresa, nombrar funcionarios y cumplir con los deberesreglamentarios”20.

    Cabe notar que el Dr. González Bona y algunos accionistasquerían la ciudad de Caracas como domicilio social o sede prin-cipal de la compañía. Esta resultó multada en 1909, pues estable-ció su sede en la capital venezolana y no lo indicó legalmente. Sise quería a Caracas como sede, la reunión de 1906 debió realizar-se en San Cristóbal, pues el contrato privado siempre establecióa esta ciudad como sede principal.

    Por divergencias entre los socios y consecuencialmente, el

    gran golpe que le da Gómez a la empresa, otorgando concesio-nes a compañías extranjeras, fueron factores importantes parala debilitación de Petrolia. En sentido cronológico, estos aconte-cimientos aceleraron su caída como empresa. En 1911 murió enCaracas el Dr. Carlos González Bona, gran propulsor de la com-pañía. En 1912 la producción alcanzaba unos 9.250 litros, alrede-dor de 60 barriles. En 1918 se producían 600 galones al mes, loscuales se procesaron en la planta de “La Alquitrana” obteniendo“petróleo renado, bencina, carbolíneo y alquitrán”21.

    En 1919 la compañía distribuyó un dividendo de 28.000bolívares entre sus accionistas22. Las explotaciones de petróleoen cantidad en Mene Grande y Guanoco colocaron al petróleocomo el principal producto de la economía nacional. En 1921,Serafín Ayala pidió un derecho a explotar hidrocarburos en sustierras adyacentes a las de “La Alquitrana”, pero no le otorgaron

    concesión alguna. En este mismo año, otros ciudadanos pidieronderechos de explotación pero les fueron negados23.

    En 1924, los pozos Uracá y El Salvador continuaban pro-duciendo. La planta renadora tenía ya dos alambiques, cadauno con capacidad para 600 galones, dos tanques de 400 galones

    20  Revista Católica, San Cristóbal, 1906.21 Aníbal R. Martínez, Historia petrolera venezolana en 20 jornadas.22 Idem.23  Helios, San Cristóbal, 1921.

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    (uno para gasolina y otro para kerosén), y uno más de 200 ga-lones que había para residuos. Pero de los dos alambiques unosólo funcionaba y se llenaba en 21 días, prosiguiéndose con la

    destilación que duraba 16 horas. Cabe notar que un solo hombreatendía la planta durante el proceso, alimentando el horno conleña o carbón, o bien limpiando los estanques24.

    Del producto de los derivados se obtenían 60 galones de ga-solina, 165 de kerosén, 150 de carbolina (gas oil) y 220 de resi-duos. El kerosén y la gasolina eran utilizados para el alumbradoy los residuos (brea), eran empleados para pavimentar los patios

    y entradas de las casas25

    .También en 1924, los hijos de don Manuel Antonio Pulido

    Pulido pidieron se les reconociera una concesión de 50 mil hec-táreas en la zona de La Alquitrana, en base al título de 1878, perono obtuvieron resultado alguno, pues cabe indicar, que la fami-lia Pulido no estaba muy bien en sus relaciones con el generalGómez, y quien con Gómez anduviera mal, no obtenía respuesta

    favorable a cualquier proposición.El 26 de noviembre de 1928, la sucesión González Rincones y

    la sucesión Baldó, vendieron sus derechos a los Villafañe, quie-nes celebraron contrato con el norteamericano Clarence JohnBrown. Suscribió el documento el nuevo y último gerente de Pe-trolia, Antonio Pulido Méndez26.

    Este documento se reere a los términos del contrato. Al se-ñor Brown le otorgaron el derecho de perforar doce pozos en eltérmino de dos años, además de administrar las ocho bombas degasolina de la empresa. Brown recibió en el acto 87 mil bolívares,y Petrolia se reservó una regalía del 12 y ½ sobre todo el petróleoproducido27. Justamente, en ese mismo año de 1928, la produc-

    24  El Farol , Caracas, 1955.25 Idem.26  Walter Oscar Márquez, “Hace cien años nació la industria petrolera”, en Diario La Nación, San

    Cristóbal, 12 de octubre de 1978.

    27  Aníbal R. Martínez, Idem.

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    ción de Venezuela superó los 15 millones de metros cúbicos. Elpaís se convertía en el segundo productor y primer exportadordel mundo.

    Brown cumplió a medias su propósito. En tres años com-pletó nueve pozos de desarrollo, uno de ellos a 130 metros deprofundidad. La producción de incrementó. El 30 de noviembrede 1930, Petrolia estaba produciendo entre 20 y 200 litros diariosde crudo. El pozo No. 13 se completó exitosamente a 270 metrosde profundidad. Mr. Brown se aanzó más en la compañía alcasarse con la hija del dueño de “La Alquitrana”, Dolores Pulido

    Rubio.En 1930, al incrementarse la producción de Petrolia, ésta

    hace competencia con la Caribbean Petroleum, por los bajos pre-cios de producción y transporte de la tachirense. La Caribbeanofreció un millón de bolívares por la compra de los bienes dela sucesión Pulido Villafañe, pero ésta no acepta. Entonces, losconsorcios norteamericanos bloquearon a Petrolia, haciéndole

    perder poderío con la instalación de la primera planta eléctricaen Rubio, la cual sustituyó al kerosén. La compañía quedó enmanos de doña Dolores Pulido Rubio de Brown, pues su esposomarchó hacia Colombia y jamás regresó. La señora Pulido deBrown defendió a la empresa hasta los últimos momentos28.

    La concesión de la Compañía Petrolia del Táchira venció el 8de abril de 1934, pero siguió activa hasta 1938. La señora Pulido

    de Brown insistió el 3 de mayo de 1937 en que se le otorgara laraticación del título de la empresa, pero no le fue concedidaesta pretensión.

    El 9 de mayo de 1938, el Ministerio de Fomento raticó elvencimiento de la concesión, según Resolución N° 604 rmadapor el ministro Néstor Luis Pérez. Aquí cesan los derechos de laCompañía Petrolia del Táchira. El Ministerio de Fomento otorgó

    28  Walter Oscar Márquez, “Hace cien años nació la industria petrolera”, en Diario La Nación, SanCristóbal, 12 de octubre de 1978.

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    a la Venezuela Oil Concessions la parcela DTA-20, el 20 de juliode 1938. Parte de ella cubría la original de Petrolia29.

    BIBLIOGRAFÍA

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    MÁRQUEZ, Walter Oscar. El Táchira en la historia del petróleo venezolano.

    MÁRQUEZ, Walter Oscar. “Hace cien años nació la industria petrole-ra”, Diario La Nación, San Cristóbal, 12 de octubre de 1978.

    MARTÍNEZ, Aníbal R. Historia petrolera venezolana en 20 jornadas.

    RANGEL, Domingo Alberto. Capital y desarrollo: la Venezuela agraria.ROSALES, Rafael María. El mensaje de la Petrolia.

    SALCEDO BASTARDO, José Luis. Historia fundamental de Venezuela.

    USLAR PIETRI, Arturo. De una a otra Venezuela.

    VELÁSQUEZ, Ramón José. Discurso en la Asamblea Legislativa del EstadoTáchira. San Cristóbal, 11 de octubre de 1978.

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    El Nacional, Caracas, octubre, 1978.

    Helios, San Cristóbal, mayo, 1921.

    Helios, San Cristóbal, junio, 1921.Horizontes, San Cristóbal, octubre, 1903.

    Horizontes, San Cristóbal, octubre, 1906.

    Horizontes, San Cristóbal, marzo, 1919.

    La Montaña, San Cristóbal, octubre, 1932.

    Revista Católica, San Cristóbal, septiembre, 1906.

    29 Aníbal R. Martínez, Idem.

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     Desfle de las carrozas del rocío. San Cristóbal, 1965.

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    FERIAS Y FIESTAS DE SAN SEBASTIÁN1

    Al iniciar estas palabras, elevo mi saludo de sancristobalensea esta villa capital que se apresta en este 1993, a ofrecer la ener-gía y actividad de sus hijos con el n de escribir un capítulo másdentro de la crónica de estas festividades de enero.

    A la ciudad de San Cristóbal, a su luenga historia, a su natu-raleza, a los dones que Dios le dio, a sus prohombres, a quienesen ella viven y a los que ella cobija con su manto de paz y hos-pitalidad y, en último término, a la tachiranidad, dedico estaslíneas en las cuales esbozaré conceptos, sucesos pasados, anéc-dotas, reexiones y, ante todo, un mensaje positivo de este acon-tecimiento que formalmente se inicia hoy viernes 15 de enero.

    Agradezco al ciudadano alcalde de San Cristóbal, a la hono-rable cámara edilicia, al novel Instituto de la Feria y, en general,al directorio de estas festividades, la estima y consideración quetuvieron para conmigo al designarme orador de orden en estasesión. Es un honor que espero retribuirles. De manera muy per-sonal y pública reconozco la conanza que brindó en mí la Dra.Consuelo Báez de Celis al proponer mi nombre para ejercitareste acto; hecho que de inmediato paso a cumplir, desde estas

    puertas de Catedral, donde una vez durmiera José Luis Aceve-do, personaje lleno de desgracia de la novela Romance campesinoy tragedia en los Campos de Rubio, obra literaria tachirense, escritaen un lenguaje coloquial, llano y claro, por nuestro amigo ArturoMartínez.

    ¿Qué es una feria? ¿Qué signica este término? La feria es eldescanso y la suspensión del trabajo en primer lugar. También

    1 Discurso de orden con motivo del inicio de las Ferias de San Sebastián, Cámara Municipal de SanCristóbal, en la Plaza Juan Maldonado de la capital, 13 de enero de 1993.

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    es un mercado de mayor importancia que el común, en parajepúblico y días señalados y es asentada la denición como lasestas que se celebran con esta ocasión. Es la concurrencia de

    gente en un mercado de esta clase. Puede incluso denirse, comoel conjunto de puestos e instalaciones ubicados temporalmente,en pabellones o al aire libre, para la exhibición, contratación yventa de diversos productos, como la feria del libro, la feria delcampo o la feria de muestras.

    Las ferias tuvieron una importancia de primer orden en laorganización económica medieval, como centros nancieros y

    de intercambio de mercancías del comercio internacional en losque se reunían periódicamente los mercaderes profesionales. Eldesarrollo de las ferias correspondiente a los siglos XI, XII y so-bre todo al XIII, cuando el carácter errante o movible del rena-ciente comercio internacional hizo sentir la necesidad de estable-cer bases jas para el mismo.

    Las ferias de la Edad Media poseían privilegios de inmuni-

    dad, respecto al lugar donde se celebraba y a las personas queconcurrían a ellas, concedidos por el señor feudal y garantiza-dos por sus “guardias de las ferias”; el más importante era el dela franquicia, que concedía a los mercaderes la inmunidad pordelitos o deudas anteriores. Las ferias más importantes, comola de Champagne, fueron sede del mercado monetario de todaEuropa y centro regulador de los cambios internacionales. Otrasferias importantes fueron las de Flandes; en el sur de Alema-

    nia las de Nuremberg y Ausburgo; Canterbury en Inglaterra yNijni-Novgorod en Rusia. En la antigua España, en Castilla par-ticularmente, las primeras ferias internacionales tuvieron lugaren el sur (Sevilla en 1254; Badajoz en 1258 y Talavera en 1294),relacionadas con el mercado de la lana.

    En esta época las ferias fueron apoyadas por los monarcas,quienes regulaban en ellas sus negocios y disponían de un mer-cado de créditos. Persistió en estas el tráco de mercancías, pero

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    su importancia primordial recae sobre el dinero. Ferias nancie-ras importantes fueron las de Amberes (desde 1460), especiali-zadas en seguros marítimos y activísima bolsa de capitales; las

    de Lyon, centro distribuidor del azafrán; las de Besançon; las deFrankfurt; las de Ámsterdam y las actuales de Barcelona (Espa-ña) y Milán (Italia).

    El gremio de los comerciantes en la Edad Media motorizó lasferias. La movilización de esos hombres y mujeres en busca demejor porvenir trajo como consecuencia la interrelación cultu-ral y, en esas ferias, en esos centros de actividad humana tenían

    que existir las normas para regular las transacciones comercia-les. Nace dentro del Derecho Mercantil la gura del “derecho

    de las ferias”, dirigido a asegurar la rapidez y seguridad de losnegocios y a resolver los litigios inmediatamente, en la propia“feria”. De este derecho formó parte importante la actividad decambio de moneda y la de bancos, en el cual destacaron judíos ylombardos y las “ferias” sirvieron de vehículo para popularizarel uso de la letra de cambio.

    Es necesario este recuento histórico de la génesis de las feriasy su nalidad estrictamente comercial. La interacción de culturaque dan origen en la España de hace quinientos años, trae comoconsecuencia en la actividad ferial, de una de las acepciones delconcepto: descanso y suspensión del trabajo. Entra entonces la

     juerga, la diversión y con ello un elemento fundamental: el toro.

    España trae a América las ferias con su connotación propia,pero también con su idea original: el comercio. Por ello, en Mé-

     jico el término “feria” signica trueque, cambio, dinero sencillo.Esto es un americanismo. Feriar es otro vulgarismo aplicado afrases como: “Fériame este tostón en centavos”, por decir cam-biar o trocar.

    En Colombia, el americanismo “feriar” traduce el acto de ba-ratear, vender por menos del justo precio. Y es con Colombia,

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    precisamente, cuando en las ferias de antaño se produce el inter-cambio, la venta y el trueque de mercancías. Los pueblos a tra-vés de su necesidad económica y social forman sin darse cuenta

    otra cultura. La acepción original de feria nos conduce a conocernuevos términos desconocidos en el léxico tachirense: reinosos,batán y chalán.

    El más remoto antecedente documental de la Fiesta de SanSebastián nos es suministrado por el historiador tachirense donMarco Figueroa. En este se señala al ciudadano don Pedro Ma-ría Gutiérrez, elemento de prestancia social y económica, quien

    propuso al jefe político del cantón, un contrato relativo a la or-ganización de las corridas de toros y al suministro de la carnede res al público, lo mismo que la pólvora acostumbrada en losclásicos festivales. El convenio fechado el 8 de enero de 1835,unilateralmente expresa: “desde el 13 del corriente mes, me obli-go a proporcionar los tres días de toros en la próxima Fiesta deSan Sebastián y vender al público carne gorda a un real la libra ymedia, más tres docenas de ‘boladores’ en cada tarde de toros”.Para el año siguiente, 1836, el contratista fue don José Jesús Mar-tínez.

    Estas corridas o “juegos de toros” han tenido diversos es-cenarios en las llamadas “estas de San Cristóbal”. La antigua

    Plaza Mayor hoy Juan Maldonado; la Plaza de El Pantano, pos-terior Plaza Páez y hoy Plaza Bolívar; la Plaza de La Ermita, hoy

    Plaza Páez; la Plaza 19 de diciembre, actual Urdaneta; la Plazade La Concordia o del Samán; la nueva Plaza de La Concordia,hoy Plaza Venezuela y la Plaza de Toros de Pueblo Nuevo, sonlos sitios por los cuales durante muchos años la ación tachiren-se ha concebido las ferias y estas, al menos en el aspecto de latauromaquia.

    Estas estas de enero, se celebraban anteriormente, según

    algunos estudios históricos, en el mes de julio, con ocasión de la

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    esta de San Cristóbal, patrono titular de la ciudad (25 de julio).

    Durante muchos años se escogió esa fecha y, por causa de laslluvias, que otrora eran torrenciales y jas en ese tiempo, el Con-

    cejo Municipal resolvió trasladarlas al mes de enero, tomandopie para ellas en la esta de San Sebastián, patrono de la IglesiaMatriz y, en consecuencia, de la parroquia principal de San Cris-tóbal.

    Lo interesante en señalar aquí es que, como los antiguosmedievales, quienes organizaron jurídicamente a través del lla-mado “derecho de las ferias” las relaciones comerciales estable-

    cidas, los habitantes de la San Cristóbal del pasado siglo XIX,también crearon los cánones legales por medio de los cuales selegislaba lo concerniente a las ferias.

    En la Ley Orgánica del Poder Municipal, redactada por laAsamblea Legislativa del Estado Soberano del Táchira, promul-gada en enero de 1876, en su artículo 16 (de las atribuciones delos Concejos), numeral 23, establece entre sus funciones: “acor-

    dar el establecimiento de ferias cuando algún motivo de conve-niencia pública lo exija, no pudiendo vericarse más de una por

    año en cada Distrito y pudiendo durar la feria hasta por sietedías”.

    Otro dato jurídico curioso de ese entonces es el Código dePolicía, elaborado por la misma Asamblea Legislativa. En su ar-tículo 440 determina que: “no podrá haber en las plazas, calles ydemás lugares públicos, corridas de a caballo u otras diversionespúblicas, sino con el permiso del Jefe de Policía del Distrito”. Aeste funcionario debía dársele gratuitamente entrada y asientoen lugar distinguido, dada su alta investidura.

    Y en ese mismo Código de Policía de 1876, en su artículo 442se establece lo siguiente: “para que pueda darse permiso para

    las corridas públicas de toros, es preciso que hayan transcurridoseis meses, por lo menos, desde las últimas corridas; y el que lo

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    solicite se comprometerá a llenar las siguientes condiciones: 1.que las corridas de toros se ejecuten dentro de un lugar cerradoo cercado con solidez suciente para que los toros no puedan

    salirse de él. 2. que las puntas de los cuernos de los toros se cu-bran con una bola elástica o se recorten de modo que no puedanpenetrar en la parte que hieran. 3. que no se permita pasar den-tro de las barreras a ninguna persona en estado de embriaguezo inválido, ni a ningún niño menor de doce años, y 4. que secomprometa una persona de notorio abono a indemnizar casode no cumplimiento de alguna o algunas de esas condiciones,los perjuicios que se originen y a pagar por vía de multa la suma

    de veinticinco venezolanos”.

    Comprobamos aquí, que tan igual como los romanos legisla-ron para regir los destinos de su sociedad, y los medievales crea-ron el “derecho de las ferias”, dentro de la losofía del DerechoMercantil, los tachirenses de hace 117 años, legislaron tambiénsobre esta materia taurina, lo que conduce a demostrar la enor-me importancia que esta actividad social ha tenido en el Táchira

    y particularmente en las festividades de enero.

    Así siguió la evolución de esta actividad cultural que se ori-ginó como esta religiosa, luego acompañada del jolgorio popu-lar, los juegos o corridas de toros y la transacción comercial. Enla San Cristóbal de 1880 se comenzaba a hablar a mitad de añode las estas de enero. Los dueños de casa pintaban con cal blan-ca el frente e interior de ellas, sin que la autoridad lo ordenara,

    así mismo reparaban los empedrados frente a sus casas. El Go-bierno del Estado y el ilustre Concejo Municipal elaboraban elprograma de las estas, que se repartía a comienzos de diciem-bre. Esto lo hacía la junta directiva, acompañada de bandas demúsica, cohetes, recámaras y toda la poblada desde el presidentedel Estado para abajo.

    Por ejemplo, el programa de enero de comienzos de estesiglo señalaba seis días de estas en este orden: primer día, el

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    Ejecutivo del Estado; segundo día, el ilustre Concejo Municipal;tercer día, la juventud, el comercio e industrias; cuarto día, losnueve distritos del estado; quinto día, las aldeas de Zorca, Las

    Pilas, parroquias urbanas y el municipio Santa Ana (hoy Cór-doba); sexto y último día, el gremio de ganaderos y pesadoresde carne (llamados peseros). Estas instituciones comandaban lasdiferentes capitanías.

    Se celebraba con gran solemnidad el culto al patrono. El día20 de enero, día de San Sebastián, asistían a la actual Iglesia Ca-tedral todos los sacerdotes de la vicaría, los altos funcionarios

    ociales y los creyentes. En la mañana, precisamente a las cinco,explotaba una descomunal recámara que se extendía desde laPlaza de la Ermita, atravesando la carrera de Comercio (hoy ca-rrera 6) y terminaba frente a la iglesia matriz, donde una enormebomba hacía fortísima explosión y anunciaba el comienzo de lasestas. Posteriormente, en los años 20, la misa se celebraba a lasnueve de la mañana en la entonces llamada Iglesia Parroquial deSan Sebastián (hoy Catedral) y la detonación partía desde la es-quina del templo, subiendo hacia el Parque Sucre, bajando por lacalle 5, tomando luego la carrera 6, hasta culminar la explosiónen la actual Plaza Bolívar.

    Se vivía un ambiente de jolgorio y participación popular. Nopodían faltar además de los festejos religiosos, en cuyo día nadiebailaba ni trabajaba en señal de respeto, las corridas de toros al

    siguiente día; los infaltables juegos de envite y azar; el estaciona-miento en algunas plazas en las cuales los negociantes exhibíanlos ganados y bestias; los puestos destinados al comercio al pormayor y al detal; los sitios en los cuales se desarrollaban los bai-les públicos; los locales de venta de comida y bebida al aire libre;los carruseles o sitios destinados a toda clase de rifas y juegos denaipe; la venta de fuegos articiales, en n, todo lo que conduce

    a crear un ambiente propicio para el desarrollo de una ferviente

    manifestación pueblerina con sus ferias.

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    Recordemos la interacción social de diversas culturas en lasllamadas “ferias” de la Edad Media. El comercio como factorfundamental en el desarrollo de las mismas y por consecuencia

    de la sociedad. En nuestras ferias de enero también surgió eseintercambio social que ha traído sus innegables resultados. Lohicimos por razones geográcas, políticas, culturales y naturalescon nuestros hermanos colombianos. El Táchira siempre fue vis-to como una nación extranjera desde Caracas. La acción ocial

    no llegaba hasta acá y causaba curiosidad y admiración las aven-turas de quienes desde San Cristóbal hicieron los primeros viajesa la capital de la República. Desde aquellos valerosos capitanes

    comandantes del frustrado movimiento comunero tachirense de1781, quienes hicieron el viaje a Caracas en setenta días, ignomi-niosamente cargados de esposas y grillos, pasando por quienesantes de la inauguración de la carretera Trasandina en 1925, rea-lizaban una travesía con visos de odisea. Por tales motivos, elTáchira mantuvo siempre la relación comercial, educativa y so-cial en gran parte con Colombia. Claro está, existen otras razones

    sociológicas de ellos que no vamos a considerar en estas líneas.En forma somera, echemos un pincelazo a señalar esa relacióncon Colombia, hoy traducida como interacción.

    En las vísperas del 20 de enero empezaban a asomar por lacuesta de Zorca, las mulas y los hombres cargados con lo quellamaban el batán. Éste, estaba constituido por cobijas, ruanas,sobrecamas, mantas, paños de mano, sábanas, hamacas, sombre-

    ros, sillas de montar, artículos de talabartería, conservas, contescon corazón de cilantro, dulces abrillantados, manzanas, bando-lines, tiples, guitarras y requintos con sus ejecutantes y deliciascomo la carne paipana y el queso reinoso. Estos productos erantraídos del departamento de Boyacá y en especial de Santa Fe deBogotá, que por ser un antiguo virreinato, sus habitantes decían“venimos de nuestro Santo Reino”. De ahí el apelativo de reino-sos. Una palabra hoy poco usada.

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    Los reinosos o colombianos de Boyacá trajeron sus costum-bres, su idiosincrasia, su comercio, su léxico y su música. Razóntiene un tachirense de excepción, mi amigo el Dr. José Humber-

    to Ocariz, radicado en Mérida, cuando asevera sobre esta últi-ma, calicando a la tachirense como “música nuestra, bohemia,sentimental, contrabandista y contrabandeada”, teniendo comobase la enorme inuencia que sobre nuestra música ha ejercidola colombiana.

    Muchos reinosos establecieron sus bases aquí. Trajeron a susmujeres y a sus hijos, también a su pensamiento godo o liberal.

    En San Cristóbal otros conocieron a sus esposas y fueron for-mando familia. Por tales motivos, la feria también ha sido unacausa sociológica de lo que hoy día somos: una integración desangre, idea y amistad entre hermanos colombianos y venezola-nos. Recuerdo aquí las clases de Derecho Constitucional impar-tidas por el Dr. Víctor Hugo Mora, cuando, al hablar del tema,siempre concluía diciendo que “colombianos y venezolanos so-mos hormigas de una misma cueva”.

    Y la ciudad fue creciendo. Las ideas, las costumbres y el len-guaje se iban transformando con el curso de los años. Hemos vis-to como la San Cristóbal de 1876 legislaba sobre materia taurina,cuando en España los toreros en boga eran Manuel Domínguez,Cayetano Sanz y Don Gil. Puros clásicos. La de los años 20, la delgeneral Eustoquio Gómez, contaba con su presencia propia en

    la prueba del degüello y con su porte de león en la Plaza 19 “alabrigo de la sombra y al compás del pasodoble”, para citar unafrase del Dr. José Joaquín Villamizar Molina. La de los años 30era una villa que iba dejando atrás sus colores de aldea, dandopaso a la modernidad.

    Si nos ubicamos en 1932, por ejemplo, veremos a una SanCristóbal orgullosa de la recién inauguración (el 19 de diciembre

    de 1931) de uno de sus edicios más importantes: el Palacio de

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    Gobierno frente al Parque Sucre. La feria fue motivo para abrir alpúblico la más novedosa instalación hotelera de ese entonces, elHotel Royal, con sus habitaciones con aire y luz, el departamen-

    to de cocina dirigido por un técnico en la materia, su completobar y sus excelentes servicios sanitarios. Hoy, el recuerdo de ungrabado en una de las aceras de la calle 8 entre quinta avenida ycarrera seis. Sólo el recuerdo. Las ferias y estas conducían luegoa la algarabía de los carnavales de febrero. Y en esos años 30, elConcejo Municipal acordó por vez primera establecer el impues-to de quince bolívares trimestrales por el funcionamiento decada automóvil de servicio particular en el distrito San Cristóbal,

    disposición dictada el 1º de enero de 1932. Tremendo golpe parael bolsillo con una crisis económica reseñada en esos días. Crisisen una ciudad ferial en la cual la carne de res sin hueso costaba1,50 el kilo, el queso 2,50 el kilo y la leche 0,75 el litro.

    San Cristóbal ferial con distintos acontecimientos. El día dela Juventud se celebraba el 24 de enero. Los ídolos de la mul-titud de la Plaza 19 eran “Susto II”, “Martillo”, “Zapateado” y“Guariqueño”. Ya los tiempos y los hombres habían olvidado aaquellos de “cuando el general Eustoquio”: “Carrillo”, “Cerraji-llas”, “Campitos”, “Piedrita” o “Mazamorrero”. El infeliz “Peri-co” recordaba desde Cúcuta sus días de diestro burlado por uncolectivo que le hizo emigrar a otras tierras.

    Tiempos del General. Juzgado por unos y adulado por otros.

    Reconociéndolo la historia. Tiempos de aquel hombre que comolo señala Herrera Luque en Los cuatro reyes de la baraja: “Al atra-vesar los pueblos y aldeas de la sierra, Gómez, antes de arreba-tarles a los campesinos el producto de su esfuerzo, se los com-praba a precios muy razonables, hecho que al difundirse en laszonas agropecuarias por donde iban pasando (se reere a la Re-volución Liberal Restauradora de 1899), determinó un fenómenonuevo en la historia militar de Venezuela: los campesinos, en vez

    de poner a buen resguardo sus crías y cosechas, salían ahora al

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    encuentro del ejército a venderle y hasta regalarle los frutos de latierra”. Tiempos del General, tiempos del Benemérito. Tiemposidos.

    Hoy día, encontramos en San Cristóbal una gran cantidad decoterráneos qui