CUENTO. La columna de Trajano
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La columna de Trajano
Cuento fantástico
Por Vicente Madrid
Se acercaba el fin de la temporada otoñal. Medardo López examinaba la última penca de
maguey cortada de su humilde terreno mientras rezaba con profunda devoción empapado
en sudor después de una agotadora jornada. El atardecer reflejaba un sol de justicia, tan
intenso, que lo percibía como si amaneciera en lugar de advertirle que estaba anocheciendo,
y sintió algo parecido a una confusión provocada por la ambigüedad del tiempo y por una
luz indefinida. ¿Amanecía o anochecía?
Desconcertado, decidió beber un poco de aguamiel que caía directamente de una hoja para
intentar comprender lo que estaba sintiendo. El violento y estridente trinar de varios pájaros
le alertó y un repentino e intenso viento del este le sobrecogió aún más. Inspiró lenta y
profundamente. Pensó que simplemente se acercaba una tormenta más y comenzó a recoger
sus útiles de labranza. Cuando se puso su sombrero de fibra de ixtle, a los pocos segundos
se le salió de la cabeza volando a una violenta velocidad y cayó a varios metros alejado de
él. Una nube (o lo que parecía una nube) se metió en el horizonte e hizo variar lentamente
la extraña luz que se percibía. Se desató de pronto un inmenso trueno que ensordeció sus
receptivos tímpanos de campesino y una sutil lluvia, más opaca de lo normal, comenzó a
caer, anticipando lo que parecía ser un aguacero inminente y brutal. Pero para Medardo esa
atmósfera visual y sonora no era común, ni cotidiana, e intuía que algo completamente
inédito en su dilatada experiencia rural estaba cambiando… que algo no era cotidiano ni en
sus más recónditos registros de memoria. Caminó, pavoroso y acongojado, en dirección a
su casa, que estaba apenas a unos doscientos metros y para no sucumbir en pánico, pensaba
con cierta gula forzada en qué estaría cocinando en el hogar Asunción Grajales, su mujer, y
se imaginaba el aroma de alguno de sus exquisitos guisos, preparados, tal y como ella solía
decir, con cariño, ternura y amor. Abrió la puerta de madera de manera algo brusca y el
golpe asustó a Asunción.
- ¿Escuchaste ese trueno?-preguntó Medardo con ansiedad.
- Pues… si… pero ¿qué tienes?- contestó Asunción observando el extraño gesto de
Medardo.
- Me espanté…está ocurriendo algo extraño ahí fuera.
Asunción no se alteró ni lo más mínimo y continuó removiendo una enorme cuchara en el
interior de una olla de barro que contenía un vaporoso y jugoso caldo. Exactamente pasado
un minuto, se escuchó otro trueno, que ahora se parecía más una explosión cósmica y
después… un tremendo impacto en la tierra a muy poca distancia, hizo temblar el piso y la
casa entera, aterrorizó también a los tres gatos, que de manera fulgurante se esparcieron por
encima y por debajo de los muebles. Uno se metió en una alacena regalada por la familia,
otro bajo la mesa comedor y el tercero, que era hembra, se subió sobre el estante donde se
colocaban los cubiertos y los vasos, colocándose entre una jarra de talavera poblana y una
botella de vidrio que solía contener pulque o tequila, según lo que hubiera que festejar o
lamentar. Asunción comenzó entonces a sentirse como su esposo y descuidó por un instante
el platillo que estaba preparando. Se acercó a la ventana y vio como el terreno se había
quedado completamente envuelto en una nube de polvo grisáceo, que le recordó a la última
exhalación volcánica verdaderamente amenazante del Popocatépetl de hacía algunos años.
Después, de forma súbita y fulgurante, la sorprendente y apocalíptica oscuridad se vio
interrumpida por un descomunal resplandor que le cegó por completo la vista. Al ver que se
llevaba instintivamente las manos a la cara para cubrirse los ojos, Medardo se abalanzó
sobre ella como un felino y la alejó de la ventana, abrazándola con firmeza protectora y
delicadeza conyugal al mismo tiempo.
- Ven, deprisa, siéntate aquí en la mesa, mujer.
- ¿Qué demonios está ocurriendo, Medardo? ¡Esa luz!…casi me deja ciega.
- ¿Luz? ¿Qué luz? …-dijo alterado sirviéndose un vaso de pulque después de hacer
que la gata dejara de servir de un objeto decorativo más de la casa y saliera
disparada como poseída por el diablo.
- No tengo idea…-balbuceaba- un resplandor muy fuerte… como una explosión de
fuego cegador… mejor quedémonos quietos un momento querido. Tengo mucho
miedo.
Así lo hicieron, en sepulcral silencio, esperando alguna novedad sonora ya que no se
atrevían a volver a mirar por la ventana. No se escuchaba ni un alma… pero en la casa
comenzaba a sentirse que penetraba por los intersticios inferiores de la puerta, por las
ranuras de los ventanucos cuadrados de madera e incluso como si traspasaran las
dimensiones sólidas de las paredes de concreto, un olor de otra naturaleza, de otra galaxia,
jamás inhalado por ninguno de los seres vivos que habitaban la casa: Medardo, Asunción y
los tres gatos, que habían desaparecido despavoridos. Era un hedor indescriptible, una
energía que no podían concebir ni conseguían descifrar ni traducir de forma lógica, les
resultaba totalmente incomprensible, pero sin embargo la captaron: mezcla de tierra
húmeda y quemada, plantas silvestres desconocidas, lluvia ácida, petróleo sideral, gases
nobles, metales pesados, cenizas incandescentes, estrellas y… quizá muerte, tiempo
cósmico…que atravesó susurrando la cocina, invadió las recámaras, se impregnó en las
mentes de Medardo, Asunción y los gatos y finalmente se disipó dejando una huella
invisible y asombrosa al mismo tiempo. Cautivados ante tal situación, continuaron
inmóviles y callados. Medardo quedó atónito al ver cómo el pulque que quedaba en su vaso
literalmente se había congelado y al decírselo a su mujer ambos se inspeccionaron visual y
táctilmente el cuerpo por si la extraña presencia hubiera causado alguna suerte de estrago
similar en ellos. Aparentemente, se encontraban intactos. Asunción se levantó y se acercó
audaz por el pequeño pasillo a la recámara matrimonial. Pudo seguir sintiendo allí la
extraña certeza de que algo o alguien habían pasado por el lugar. Las sábanas que
pulcramente había tendido en la mañana estaban ahora ligeramente arrugadas, indicando
mudas las trazas de una geometría veloz, matemática, exacta y subyugante. Se acercó al
espejo y contempló la palidez que el temor le había causado en su expresión y poco a poco
se tranquilizó. Los gatos comenzaban a ser visibles otra vez y caminaban como si el suelo
donde pisaban se fuera a hundir en ese instante.
- ¿Todo bien, mujer?- preguntó nervioso desde la cocina Medardo.
- Si- contestó Asunción sin apartar la mirada del espejo- Voy para allá.
- Voy a abrir la puerta- decidió Medardo.
- ¿Estás seguro?
- Si. Sea lo que sea lo que está ocurriendo será mejor que lo sepamos cuanto antes.
Medardo abrió la puerta muy despacio. Miraba poco a poco hacia el exterior, como si la
mayor de las amenazas estuviera al acecho para infligir un depredador ataque a su presa. La
nube de polvo parecía que se había disipado pero la oscuridad de la noche se había
impuesto e impedía divisar nada fuera de lo corriente. El cielo estaba tan estrellado como
de costumbre y el ambiente se acompañaba del canto de los grillos como solía ser habitual a
esas horas. Avanzó unos cuantos metros y todo parecía normal. Asunción ahora no toleraba
más la tensión y le dijo que regresara. Ya dentro, se sentaron en la mesa y empezaron a
cenar el guiso que un par de horas antes había preparado Asunción. Recordando la increíble
transformación del pulque, Medardo vaciló en seguir comiendo, a pesar de que el platillo,
un delicioso mole con gallina, tenía el mejor de los aspectos y el más suculento de los
sabores. Después de varias cucharadas, se fueron animando y terminaron la cena como si
no hubieran comido en varios días.
A las tres de la madrugada, dormían profundamente. Tres minutos después, Medardo se
despertó bruscamente, empapado en sudor como antes de la tormenta. Se levantó todavía en
trance y a su mente llegaron enseguida diáfanas imágenes del sueño que acababa de tener:
estaba saliendo de la casa y en el lugar donde se había producido el descomunal impacto el
día anterior había colocada una enorme y esbelta columna de mármol. Se aproximó y pudo
ver que el fuste estaba decorado con relieves en forma helicoidal, como la cadena genética
del ADN, con una secuencia de imágenes y signos esculpidos en orden ascendente que no
alcanzaba a comprender. El miedo consciente que sentía y la cerrada oscuridad le
impidieron salir a comprobar en ese momento de vigilia la coincidencia con lo que acababa
de soñar y decidió volver al calor de la cama y de su esposa. Pensativo y nervioso, se
demoró una hora y media en volver a dormir.
Con las primeras luces del amanecer y el canto del gallo que tenían en el corral, Medardo y
Asunción se despertaron. Se miraron por unos segundos a los ojos sin salir de la cama y
sintieron simultáneamente un extraño escalofrío.
- He tenido un sueño muy extraño, Medardo. Salía de la casa y en el lugar donde vi el
resplandor había una enorme y extraña columna con dibujos y cosas así que no
entendía.
Medardo se quedó mudo, perplejo. Completamente paralizado. Asunción resolvió
incorporarse. Medardo continuó por un momento tapado y pensativo en la cama. A los
pocos segundos pudo escuchar desde ahí como Asunción abría la puerta de la casa y se
quedó a la expectativa entre aterrado y alerta. El tiempo se hizo eterno…hasta que se oyó a
Asunción entrar de nuevo llamando a gritos a su esposo.
- ¡Medardo!, ¡Medardo! ¡Levántate! ¡Rápido!
Medardo se paró como un resorte y aún en pijama llegó a la puerta, medio jadeante.
- ¡La columna con la que soñé! …¡¡¡está ahí!!! …¿La ves?
Medardo se quedó petrificado. Era la misma que había visto en su sueño.
- Querida, no me lo vas a creer, pero esta noche he soñado exactamente lo mismo que
tú.
- ¿Cómo dices?- se volvió con los ojos muy abiertos, pero Medardo no le detalló más.
- Vamos a ver qué cosa es. Espérame, voy por la escopeta y por los prismáticos.
La claridad y belleza del cielo azul no podían ser mayores pero no la apreciaban en su justa
medida por el nerviosismo. A medida que se aproximaban al esbelto y altísimo objeto
trataban de imaginar su sentido, su significado…y reconstruían mentalmente el orden de los
inéditos y espectaculares sucesos que habían vivido el día anterior para que el encuentro
con lo desconocido fuera menos impactante para sus emociones. Medardo trataba de
anticiparse visualmente con los prismáticos mientras caminaba, pero al no estar habituado a
ello y al sentir un miedo desproporcionado, desistió y agarró la escopeta con más decisión,
con ambas manos. Cuando se encontraban exactamente sobre la base de la columna, se
quedaron mirándola absolutamente pasmados. Parecía un ser vivo, era tan real que no
podían creer que fuera materia inerte. Lo palparon con suma prudencia, lo acariciaban, lo
golpeaban suavemente temiendo una descarga eléctrica, un calambre, cualquier
daño…acercaban los oídos para tratar de escuchar…imaginaban que podría contener en su
interior. Podían ver ahora con más detalle en las partes más bajas los relieves tallados de la
superficie: figuras antropomorfas seriadas, caballos, carros, flechas, escudos, templos,
monjes, batallas…luchas, sangre y conquistas… ¿Qué podría significar todo aquello? Y lo
que era más enigmático, ¿cómo y por qué había caído del cielo precisamente allí?
El ejército federal había acordonado la zona y peinó el terreno con destacamentos en tres
kilómetros a la redonda. Dos helicópteros sobrevolaban inquietos y paranoicos los cerros y
asustaban a los pájaros, a los árboles y a todos los demás animales. Los científicos, entre
ellos un astrónomo, una geóloga, un físico, un antropólogo, dos arqueólogos y dos
historiadoras, llegaron a las pocas horas. Empezaron a hacer preguntas de forma
improvisada y algo neurótica a Medardo y Asunción, que aunque más protegidos,
empezaban a sentirse desbordados por la capacidad explicativa y argumentativa que les
exigían los miembros de la comunidad académica, un equipo de ocho miembros en el fondo
descoordinado y presuntuoso para la mentalidad de unos labriegos. Quizá por ello Medardo
decidió no relatarles el sueño de la noche anterior. Analizaban la tierra, el enorme foso que
dejó el impacto, tomaban muestras, fotografías, video, excavaban, usaban radares,
localizadores, computadoras y todo un inventario de herramientas de última tecnología.
Se hizo de noche.
Asunción se las ingenió para que todos pudieran cenar algo, aunque lo tuvo más difícil para
que pudieran sentarse cómodamente. Todos hablaban inquietos y trataban de expresar sus
primeras hipótesis al mismo tiempo. Medardo observaba a esa extraña gente venida de la
gran ciudad y se iban apoderando de él al mismo tiempo la inquietud y el escepticismo.
- Señores, sin duda estamos ante un monumento que ha sido construido alrededor del
siglo II después de Cristo a juzgar por el tema, estilo y la técnica decorativa- afirmó
categóricamente una de las historiadoras.
- Si, los primeros análisis con carbono 14 indican que el objeto tiene una antigüedad
aproximada de 2000 o 2300 años- subrayó un arqueólogo mientras masticaba una
tortilla de maíz.
- Nuestros amigos los campesinos aseguran que este objeto cayó del cielo a través de
una tormenta previa. ¿Qué opinan?- preguntó el antropólogo mirando
paulatinamente al astrónomo, luego al físico y después a la geóloga.
Después de un breve silencio se decidió a hablar el físico.
- Estoy desconcertado, francamente. Me cuesta creer que este objeto haya atravesado
una galaxia lejana para caer en la Tierra. Evidentemente ha sido elaborado por seres
humanos. ¿O no?- cuestionó mirando al arqueólogo que respondió de inmediato.
- Todo parece indicar que sí. El material de la columna es mármol de Carrara, una
región caliza típica del centro de Italia. Los bajorrelieves y su disposición helicoidal
parecen copiados de la Columna que mandó construir en el siglo I el emperador
romano Trajano como propaganda de sus conquistas bélicas en Centroeuropa,
concretamente en la antigua y bárbara Dacia, actual Rumanía. Si se fijan en las
fotografías que hemos obtenido- dijo mostrando un par- veremos un libro en piedra,
resumido, de las etapas de la humanidad. En los dos primeros niveles hay
personajes prehistóricos desde los primeros homo sapiens, después mesopotámicos,
egipcios, hebreos y asiáticos, en actitud de huida o peregrinación. En el tercero el
mundo grecorromano donde creo que aquí se representa a Alejandro Magno, ¿no es
así historiadores? En el cuarto monasterios, obispos, monjes, vasallos, guerreros y
reyes de la Edad Media. En el quinto pirámides prehispánicas, de estilo maya y
luego sacrificios típicamente mexicas en el Templo mayor. En el sexto españoles
conquistando estas pirámides. En el séptimo imprentas, guerras y hogueras
inquisitoriales. En el octavo las guerras se hacen ya con artillería industrial y he
podido distinguir a los banqueros holandeses e ingleses de la época barroca y parece
mostrar las Revoluciones Industrial y Francesa en un mismo momento. En el
noveno banderas de naciones que luego se transforman en fábricas. En el siguiente
nivel, el penúltimo, las dos Guerras Mundiales…Hitler y la svástica -hizo una
pausa- ¿Ven en esta foto el bajorrelieve de la bomba atómica Hiroshima?- El
arqueólogo hizo otra pausa, tan larga y con gesto dramatizado, que inquietó a los
oyentes- Y en el último nivel…algo que no alcanzó a ver nuestra colega
historiadora… ¡voilá!... Carros modernos, computadoras, personajes con vestuarios
de hoy, ¡de apenitas!…para que después todo se interrumpa, como si el escultor
hubiera desistido, como si el artista hubiera fallecido…porque no hay nada, el
blanco marmóreo… ¡la… nada!
Durante veintiséis días, en un campamento instalado junto a la casa, el equipo estuvo
trabajando en la zona y Medardo tuvo que interrumpir sus labores agrícolas, que sustituyó
con trabajos artesanales de madera para ocupar el tiempo. Los helicópteros federales
proveían de alimento a todos y el ejército se fue poco a poco retirando, al no vislumbrarse
ninguna amenaza latente de la que defenderse ni ningún enemigo visible al que atacar. Por
su parte, los científicos, después de haber elaborado una tonelada de informes, reportes y
artículos y recopilado una gran cantidad de vestigios, fueron paulatinamente cerrando la
investigación sin compartir nada de las conclusiones con Medardo y Asunción, que seguían
llevando su rutina como si nada hubiera pasado pero sin dejar de pensar a su manera en las
causas del extraño fenómeno.
La madrugada del 31 de diciembre de ese año, Medardo y Asunción encontraron en sus
sueños la respuesta a sus plegarias en forma de una voz que hablaba en su idioma y que
podían escuchar pero que tenía un sonido metálico similar a un procesador robotizado,
impersonal e inexpresivo, tan frío como la nevada que caía en la aldea mientras dormían:
- La arrogancia del conocimiento humano debe llegar a su fin. Vuestra especie ha
tenido el privilegio de ser la especie dominante en el planeta Tierra durante diez
milenios pero, a pesar de su inteligencia, solo se ha dejado guiar por los instintos
más primarios y ha creado sociedades y hábitats cada vez más inhumanos, negando
la vida natural y la armonía cósmica. Solo algunos miembros de esta especie, como
ustedes, han mantenido una evolución coherente con los dictados de la naturaleza y
del Universo, pero son una minoría que no va a poder contrarrestar a la mayoría
depredadora e inmoral de la que está compuesta la humanidad. Somos una
comunidad planetaria que se dedica a preservar la armonía cósmica del Sistema
Solar. Hemos enviado un mensaje simbólico de alerta a los humanos pero siguen
cayendo en la arrogancia intelectual y no van a modificar sus hábitos de ambición,
destrucción y desigualdad desmedida. La energía destructiva de vuestra especie
está amenazando la armonía cósmica y el caos del Universo es inevitable, pero no
puede ser forzado por ustedes, ha de producirse a su debido tiempo, del que todavía
restan 5000 millones de años, con la muerte del astro rey, el Sol. Mañana la
humanidad dejará de existir, ya que por unas 12 horas quedará expuesta de forma
planetaria a una onda gaseosa radioactiva irrespirable que los asfixiará sin
solución. El resto de las especies animales y vegetales, así como la atmósfera y la
hidrósfera, serán inmunes a esta perturbación ya que está específicamente diseñada
contra los organismos de la especie homo sapiens. No pretendemos la destrucción
indiscriminada y los seres iluminados que ya han sido seleccionados no sufrirán.
Pasarán a otra dimensión mientras duermen y no serán testigos directos de esta
nueva etapa del planeta y del Universo. Ahora duerman. Buen viaje.
Medardo López y Asunción Grajales, dormidos, se tomaron de la mano y sintieron
una inconmensurable sensación de paz y armonía cósmica por el resto de sus vidas.
FIN