Cuentos Clásicos

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7/17/2019 Cuentos Clásicos http://slidepdf.com/reader/full/cuentos-clasicos-568d053b7b482 1/150 Cuentos clásicos Barba Azul Érase una vez un hombre que tenía hermosas casas en la ciudad y en el campo, vajilla de oro y plata, muebles forrados en finísimo brocado y carrozas todas doradas. Pero desgraciadamente, este hombre tenía la barba azul; esto le daba un aspecto tan feo y terrible que todas las mujeres y las jóvenes le arrancaban. na vecina suya, dama distinguida, tenía dos hijas hermosísimas. Él le pidió la mano de una de ellas, dejando a su elección cu!l querría darle. "inguna de las dos quería y se lo pasaban una a la otra, pues no podían resignarse a tener un marido con la barba azul. Pero lo que m!s les disgustaba era que ya se había casado varias veces y nadie sabía qu# había pasado con esas mujeres. $arba %zul, para conocerlas, las llevó con su madre y tres o cuatro de sus mejores amigas, y algunos jóvenes de la comarca, a una de sus casas de campo, donde permanecieron ocho días completos. &l tiempo se les iba en paseos, cacerías, pesca, bailes, festines, meriendas y cenas; nadie dormía y se pasaban la noche entre bromas y diversiones. &n fin, todo marchó tan bien que la menor de las jóvenes empezó a encontrar que el due'o de casa ya no tenía la barba tan azul y que era un hombre muy correcto. (an pronto hubieron llegado a la ciudad, quedó arreglada la boda. %l cabo de un mes, $arba %zul le dijo a su mujer que tenía que viajar a provincia por seis semanas a lo menos debido a un negocio importante; le pidió que se divirtiera en su ausencia, que hiciera venir a sus buenas amigas, que las llevara al campo si lo deseaban, que se diera gusto. )*e aquí )le dijo) las llaves de los dos guardamuebles, #stas son las de la vajilla de oro y plata que no se ocupa todos los días, aquí est!n las de los estuches donde guardo mis pedrerías, y #sta es la llave maestra de todos los aposentos. &n cuanto a esta llavecita, es la del gabinete al fondo de la galería de mi departamento+ abrid todo, id a todos lados, pero os prohíbo entrar a este peque'o gabinete, y os lo prohíbo de tal manera que si lleg!is a abrirlo, todo lo pod#is esperar de mi cólera. &lla prometió cumplir eactamente con lo que se le acababa de ordenar; y #l, luego de abrazarla, sube a su carruaje y emprende su viaje. -as vecinas y las buenas amigas no se hicieron de rogar para ir donde la reci#n casada, tan impacientes estaban por ver todas las riquezas de su casa, no habi#ndose atrevido a venir mientras el marido estaba presente a causa de su barba azul que les daba miedo. 1

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Cuentos clásicos

Barba Azul

Érase una vez un hombre que tenía hermosas casas en la ciudad y en el campo, vajilla de

oro y plata, muebles forrados en finísimo brocado y carrozas todas doradas. Pero

desgraciadamente, este hombre tenía la barba azul; esto le daba un aspecto tan feo y

terrible que todas las mujeres y las jóvenes le arrancaban.

na vecina suya, dama distinguida, tenía dos hijas hermosísimas. Él le pidió la mano de

una de ellas, dejando a su elección cu!l querría darle. "inguna de las dos quería y se lo

pasaban una a la otra, pues no podían resignarse a tener un marido con la barba azul. Pero

lo que m!s les disgustaba era que ya se había casado varias veces y nadie sabía qu# había

pasado con esas mujeres.

$arba %zul, para conocerlas, las llevó con su madre y tres o cuatro de sus mejores amigas,

y algunos jóvenes de la comarca, a una de sus casas de campo, donde permanecieron ocho

días completos. &l tiempo se les iba en paseos, cacerías, pesca, bailes, festines, meriendas

y cenas; nadie dormía y se pasaban la noche entre bromas y diversiones. &n fin, todo

marchó tan bien que la menor de las jóvenes empezó a encontrar que el due'o de casa ya

no tenía la barba tan azul y que era un hombre muy correcto.

(an pronto hubieron llegado a la ciudad, quedó arreglada la boda. %l cabo de un mes,$arba %zul le dijo a su mujer que tenía que viajar a provincia por seis semanas a lo menos

debido a un negocio importante; le pidió que se divirtiera en su ausencia, que hiciera venir

a sus buenas amigas, que las llevara al campo si lo deseaban, que se diera gusto.

)*e aquí )le dijo) las llaves de los dos guardamuebles, #stas son las de la vajilla de oro y

plata que no se ocupa todos los días, aquí est!n las de los estuches donde guardo mis

pedrerías, y #sta es la llave maestra de todos los aposentos. &n cuanto a esta llavecita, es

la del gabinete al fondo de la galería de mi departamento+ abrid todo, id a todos lados,pero os prohíbo entrar a este peque'o gabinete, y os lo prohíbo de tal manera que si

lleg!is a abrirlo, todo lo pod#is esperar de mi cólera.

&lla prometió cumplir eactamente con lo que se le acababa de ordenar; y #l, luego de

abrazarla, sube a su carruaje y emprende su viaje.

-as vecinas y las buenas amigas no se hicieron de rogar para ir donde la reci#n casada, tan

impacientes estaban por ver todas las riquezas de su casa, no habi#ndose atrevido a venir

mientras el marido estaba presente a causa de su barba azul que les daba miedo.

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e inmediato se ponen a recorrer las habitaciones, los gabinetes, los armarios de trajes, a

cual de todos los vestidos m!s hermosos y m!s ricos. /ubieron en seguida a los

guardamuebles, donde no se cansaban de admirar la cantidad y magnificencia de las

tapicerías, de las camas, de los sof!s, de los bargue'os, de los veladores, de las mesas y

de los espejos donde uno se miraba de la cabeza a los pies, y cuyos marcos, unos de

cristal, los otros de plata o de plata recamada en oro, eran los m!s hermosos y magníficos

que jam!s se vieran. "o cesaban de alabar y envidiar la felicidad de su amiga quien, sin

embargo, no se divertía nada al ver tantas riquezas debido a la impaciencia que sentía por

ir a abrir el gabinete del departamento de su marido.

(an apremiante fue su curiosidad que, sin considerar que dejarlas solas era una falta de

cortesía, bajó por una angosta escalera secreta y tan precipitadamente, que estuvo a punto

de romperse los huesos dos o tres veces. %l llegar a la puerta del gabinete, se detuvodurante un rato, pensando en la prohibición que le había hecho su marido, y temiendo que

esta desobediencia pudiera acarrearle alguna desgracia. Pero la tentación era tan grande

que no pudo superarla+ tomó, pues, la llavecita y temblando abrió la puerta del gabinete.

%l principio no vio nada porque las ventanas estaban cerradas; al cabo de un momento,

empezó a ver que el piso se hallaba todo cubierto de sangre coagulada, y que en esta

sangre se reflejaban los cuerpos de varias mujeres muertas y atadas a las murallas 0eran

todas las mujeres que habían sido las esposas de $arba %zul y que #l había degollado unatras otra1.

2reyó que se iba a morir de miedo, y la llave del gabinete que había sacado de la cerradura

se le cayó de la mano. espu#s de reponerse un poco, recogió la llave, volvió a salir y cerró

la puerta; subió a su habitación para recuperar un poco la calma; pero no lo lograba, tan

conmovida estaba.

*abiendo observado que la llave del gabinete estaba manchada de sangre, la limpió dos o

tres veces, pero la sangre no se iba; por mucho que la lavara y a3n la resfregara con

arenilla, la sangre siempre estaba allí, porque la llave era m!gica, y no había forma de

limpiarla del todo+ si se le sacaba la mancha de un lado, aparecía en el otro.

$arba %zul regresó de su viaje esa misma tarde diciendo que en el camino había recibido

cartas inform!ndole que el asunto motivo del viaje acababa de finiquitarse a su favor. /u

esposa hizo todo lo que pudo para demostrarle que estaba encantada con su pronto

regreso.

%l día siguiente, #l le pidió que le devolviera las llaves y ella se las dio, pero con una mano

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tan temblorosa que #l adivinó sin esfuerzo todo lo que había pasado.

)45 por qu# )le dijo) la llave del gabinete no est! con las dem!s6

)(engo que haberla dejado )contestó ella) all! arriba sobre mi mesa.

)"o dej#is de d!rmela muy pronto )dijo $arba %zul.

espu#s de aplazar la entrega varias veces, no hubo m!s remedio que traer la llave.

*abi#ndola eaminado, $arba %zul dijo a su mujer+

)4Por qu# hay sangre en esta llave6

)"o lo s# )respondió la pobre mujer) p!lida corno una muerta.

)"o lo sab#is )repuso $arba %zul) pero yo s# muy bien. 7*ab#is tratado de entrar al

gabinete8 Pues bien, se'ora, entrar#is y ocupar#is vuestro lugar junto a las damas que allí

hab#is visto.

&lla se echó a los pies de su marido, llorando y pidi#ndole perdón, con todas lasdemostraciones de un verdadero arrepentimiento por no haber sido obediente. *abría

enternecido a una roca, hermosa y afligida como estaba; pero $arba %zul tenía el corazón

m!s duro que una roca.

)*ay que morir, se'ora )le dijo) y de inmediato.

)Puesto que voy a morir )respondió ella mir!ndolo con los ojos ba'ados de l!grimas),

dadme un poco de tiempo para rezarle a ios.

)9s doy medio cuarto de hora )replicó $arba %zul), y ni un momento m!s.

2uando estuvo sola llamó a su hermana y le dijo+

)%na, 0pues así se llamaba1, hermana mía, te lo ruego, sube a lo alto de la torre, para ver

si vienen mis hermanos, prometieron venir hoy a verme, y si los ves, hazles se'as para

que se den prisa.

-a hermana %na subió a lo alto de la torre, y la pobre afligida le gritaba de tanto en tanto+

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)%na, hermana mía, 4no ves venir a nadie6

5 la hermana respondía+

)"o veo m!s que el sol que resplandece y la hierba que reverdece.

:ientras tanto $arba %zul, con un enorme cuchillo en la mano, le gritaba con toda sus

fuerzas a su mujer+

)$aja pronto o subir# hasta all!.

)&sperad un momento m!s, por favor, respondía su mujer; y a continuación eclamaba envoz baja+ %na, hermana mía, 4no ves venir a nadie6

5 la hermana %na respondía+

)"o veo m!s que el sol que resplandece y la hierba que reverdece.

)$aja ya )gritaba $arba %zul) o yo subir#.

)oy en seguida )le respondía su mujer; y luego suplicaba)+ %na, hermana mía, 4no ves

venir a nadie6

)eo )respondió la hermana %na) una gran polvareda que viene de este lado.

)4/on mis hermanos6

)7%y, hermana, no8 es un reba'o de ovejas.

)4"o piensas bajar6 )gritaba $arba %zul.

)&n un momento m!s )respondía su mujer; y en seguida clamaba)+ %na, hermana mía, 4no

ves venir a nadie6

)eo )respondió ella) a dos jinetes que vienen hacia ac!, pero est!n muy lejos todavía...

7%labado sea ios8 )eclamó un instante despu#s), son mis hermanos; les estoy haciendo

se'as tanto como puedo para que se den prisa.

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$arba %zul se puso a gritar tan fuerte que toda la casa temblaba. -a pobre mujer bajó y se

arrojó a sus pies, deshecha en l!grimas y enloquecida.

)&s in3til )dijo $arba %zul) hay que morir.

-uego, agarr!ndola del pelo con una mano, y levantando la otra con el cuchillo se dispuso a

cortarle la cabeza. -a infeliz mujer, volvi#ndose hacia #l y mir!ndolo con ojos desfallecidos,

le rogó que le concediera un momento para recogerse.

)"o, no, )dijo #l) encomi#ndate a ios); y alzando su brazo...

&n ese mismo instante golpearon tan fuerte a la puerta que $arba %zul se detuvo

bruscamente; al abrirse la puerta entraron dos jinetes que, espada en mano, corrieronderecho hacia $arba %zul.

&ste reconoció a los hermanos de su mujer, uno dragón y el otro mosquetero, de modo que

huyó para guarecerse; pero los dos hermanos lo persiguieron tan de cerca, que lo

atraparon antes que pudiera alcanzar a salir. -e atravesaron el cuerpo con sus espadas y lo

dejaron muerto. -a pobre mujer estaba casi tan muerta como su marido, y no tenía fuerzas

para levantarse y abrazar a sus hermanos.

9currió que $arba %zul no tenía herederos, de modo que su esposa pasó a ser due'a de

todos sus bienes. &mpleó una parte en casar a su hermana %na con un joven gentilhombre

que la amaba desde hacía mucho tiempo; otra parte en comprar cargos de 2apit!n a sus

dos hermanos; y el resto a casarse ella misma con un hombre muy correcto que la hizo

olvidar los malos ratos pasados con $arba %zul.

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La bella durmiente

*abía una vez un rey y una reina que estaban tan afligidos por no tener hijos, tan afligidos

que no hay palabras para epresarlo. <ueron a todas las aguas termales del mundo; votos,

peregrinaciones, peque'as devociones, todo se ensayó sin resultado.

%l fin, sin embargo, la reina quedó encinta y dio a luz una hija. /e hizo un hermoso

bautizo; fueron madrinas de la princesita todas las hadas que pudieron encontrarse en la

región 0eran siete1 para que cada una de ellas, al concederle un don, como era la

costumbre de las hadas en aquel tiempo, colmara a la princesa de todas las perfeccionesimaginables.

espu#s de las ceremonias del bautizo, todos los invitados volvieron al palacio del rey,

donde había un gran festín para las hadas. elante de cada una de ellas habían colocado

un magnífico juego de cubiertos en un estuche de oro macizo, donde había una cuchara, un

tenedor y un cuchillo de oro fino, adornado con diamantes y rubíes. 2uando cada cual se

estaba sentando a la mesa, vieron entrar a una hada muy vieja que no había sido invitada

porque hacía m!s de cincuenta a'os que no salía de una torre y la creían muerta o

hechizada.

&l rey le hizo poner un cubierto, pero no había forma de darle un estuche de oro macizo

como a las otras, pues sólo se habían mandado a hacer siete, para las siete hadas. -a vieja

creyó que la despreciaban y murmuró entre dientes algunas amenazas. na de las hadas

 jóvenes que se hallaba cerca la escuchó y pensando que pudiera hacerle alg3n don enojoso

a la princesita, fue, apenas se levantaron de la mesa, a esconderse tras la cortina, a fin de

hablar la 3ltima y poder así reparar en lo posible el mal que la vieja hubiese hecho.

&ntretanto, las hadas comenzaron a conceder sus dones a la princesita. -a primera le

otorgó el don de ser la persona m!s bella del mundo, la siguiente el de tener el alma de un

!ngel, la tercera el de poseer una gracia admirable en todo lo que hiciera, la cuarta el de

bailar a las mil maravillas, la quinta el de cantar como un ruise'or, y la seta el de tocar

toda clase de instrumentos musicales a la perfección. -legado el turno de la vieja hada,

#sta dijo, meneando la cabeza, m!s por despecho que por vejez, que la princesa se

pincharía la mano con un huso=, lo que le causaría la muerte.

&ste don terrible hizo temblar a todos los asistentes y no hubo nadie que no llorara. &n ese

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momento, el hada joven salió de su escondite y en voz alta pronunció estas palabras+

)(ranquilos, rey y reina, la hija de ustedes no morir!; es verdad que no tengo poder

suficiente para deshacer por completo lo que mi antecesora ha hecho. -a princesa se

clavar! la mano con un huso; pero en vez de morir, sólo caer! en un sue'o profundo que

durar! cien a'os, al cabo de los cuales el hijo de un rey llegar! a despertarla.

Para tratar de evitar la desgracia anunciada por la anciana, el rey hizo publicar de

inmediato un edicto, mediante el cual bajo pena de muerte, prohibía a toda persona hilar

con huso y conservar husos en casa.

Pasaron quince o diecis#is a'os. n día en que el rey y la reina habían ido a una de sus

mansiones de recreo, sucedió que la joven princesa, correteando por el castillo, subiendode cuarto en cuarto, llegó a lo alto de un torreón, a una peque'a buhardilla donde una

anciana estaba sola hilando su copo. &sta buena mujer no había oído hablar de las

prohibiciones del rey para hilar en huso.

)4>u# haces aquí, buena mujer6 )dijo la princesa.

)&stoy hilando, mi bella ni'a )le respondió la anciana, que no la conocía.

)7%h8 qu# lindo es )replicó la princesa), 4cómo lo haces6 ame a ver si yo tambi#n puedo.

"o hizo m!s que coger el huso, y siendo muy viva y un poco atolondrada, aparte de que la

decisión de las hadas así lo habían dispuesto, cuando se clavó la mano con #l cayó

desmayada.

-a buena anciana, muy confundida, clama socorro. -legan de todos lados, echan agua al

rostro de la princesa, la desabrochan, le golpean las manos, le frotan las sienes con agua

de la reina de *ungría; pero nada la reanima.

&ntonces el rey, que acababa de regresar al palacio y había subido al sentir el alboroto, se

acordó de la predicción de las hadas, y pensando que esto tenía que suceder ya que ellas lo

habían dicho, hizo poner a la princesa en el aposento m!s hermoso del palacio, sobre una

cama bordada en oro y plata. /e veía tan bella que parecía un !ngel, pues el desmayo no

le había quitado sus vivos colores+ sus mejillas eran encarnadas y sus labios como el coral;

sólo tenía los ojos cerrados, pero se la oía respirar suavemente, lo que demostraba que no

estaba muerta. &l rey ordenó que la dejaran dormir en reposo, hasta que llegase su hora

de despertar.

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&l hada buena que le había salvado la vida, al hacer que durmiera cien a'os, se hallaba en

el reino de :ataquin, a doce mil leguas de allí, cuando ocurrió el accidente de la princesa;

pero en un instante recibió la noticia traída por un enanito que tenía botas de siete leguas

0eran unas botas que recorrían siete leguas en cada paso1. &l hada partió de inmediato, y

al cabo de una hora la vieron llegar en un carro de fuego tirado por dragones.

&l rey la fue a recibir d!ndole la mano a la bajada del carro. &lla aprobó todo lo que #l

había hecho; pero como era muy previsora, pensó que cuando la princesa llegara a

despertar, se sentiría muy confundida al verse sola en este viejo palacio.

*izo lo siguiente+ tocó con su varita todo lo que había en el castillo 0salvo al rey y a la

reina1, ayas, damas de honor, sirvientas, gentilhombres, oficiales, mayordomos, cocineros.(ocó tambi#n todos los caballos que estaban en las caballerizas, con los palafreneros, los

grandes perros de gallinero, y la peque'a Puf, la perrita de la princesa que estaba junto a

ella sobre el lecho. ?unto con tocarlos, se durmieron todos, para que despertaran al mismo

tiempo que su ama, a fin de que estuviesen todos listos para atenderla llegado el

momento; hasta los asadores, que estaban al fuego con perdices y faisanes, se durmieron,

y tambi#n el fuego. (odo esto se hizo en un instante+ las hadas no tardaban en realizar su

tarea.

&ntonces el rey y la reina, luego de besar a su querida hija sin que ella despertara, salieron

del castillo e hicieron publicar prohibiciones de acercarse a #l a quienquiera que fuese en

todo el mundo. &stas prohibiciones no eran necesarias, pues en un cuarto de hora creció

alrededor del parque tal cantidad de !rboles grandes y peque'os, de zarzas y espinas

entrelazadas unas con otras, que ni hombre ni bestia habría podido pasar; de modo que ya

no se divisaba sino lo alto de las torres del castillo, y esto sólo de muy lejos. "adie dudó de

que esto fuese tambi#n obra del hada para que la princesa, mientras durmiera, no tuviera

nada que temer de los curiosos.

%l cabo de cien a'os, el hijo de un rey que gobernaba en ese momento y que no era de la

familia de la princesa dormida, andando de caza por esos lados, preguntó qu# eran esas

torres que divisaba por encima de un gran bosque muy espeso; cada cual le respondió

seg3n lo que había oído hablar. nos decían que era un viejo castillo poblado de

fantasmas; otros, que todos los brujos de la región celebraban allí sus reuniones. -a

opinión m!s corriente era que en ese lugar vivía un ogro y llevaba allí a cuanto ni'o podía

atrapar, para com#rselo a gusto y sin que pudieran seguirlo, teniendo #l solamente el poder

para hacerse un camino a trav#s del bosque. &l príncipe no sabía qu# creer, hasta que un

viejo campesino tomó la palabra y le dijo+

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)Príncipe, hace m!s de cincuenta a'os le oí decir a mi padre que había en ese castillo una

princesa, la m!s bella del mundo; que dormiría durante cien a'os y sería despertada por el

hijo de un rey a quien ella estaba destinada.

%l escuchar este discurso, el joven príncipe se sintió enardecido; creyó sin vacilar que #l

pondría fin a tan hermosa aventura; e impulsado por el amor y la gloria, resolvió investigar

al instante de qu# se trataba.

%penas avanzó hacia el bosque, esos enormes !rboles, aquellas zarzas y espinas se

apartaron solos para dejarlo pasar+ caminó hacia el castillo que veía al final de una gran

avenida adonde penetró, pero, ante su etra'eza, vio que ninguna de esas gentes había

podido seguirlo porque los !rboles se habían cerrado tras #l. 2ontinuó sin embargo sucamino+ un príncipe joven y enamorado es siempre valiente.

-legó a un gran patio de entrada donde todo lo que apareció ante su vista era para helarlo

de temor. @einaba un silencio espantoso, por todas partes se presentaba la imagen de la

muerte, era una de cuerpos tendidos de hombres y animales, que parecían muertos. Pero

se dio cuenta, por la nariz granujienta y la cara rubicunda de los guardias, que sólo

estaban dormidos, y sus jarras, donde a3n quedaban unas gotas de vino, mostraban a las

claras que se habían dormido bebiendo.

%traviesa un gran patio pavimentado de m!rmol, sube por la escalera, llega a la sala de los

guardias que estaban formados en hilera, la carabina al hombro, roncando a m!s y mejor.

%traviesa varias c!maras llenas de caballeros y damas, todos durmiendo, unos de pie,

otros sentados; entra en un cuarto todo dorado, donde ve sobre una cama cuyas cortinas

estaban abiertas, el m!s bello espect!culo que jam!s imaginara+ una princesa que parecía

tener quince o diecis#is a'os cuyo brillo resplandeciente tenía algo luminoso y divino.

/e acercó temblando y en actitud de admiración se arrodilló junto a ella. &ntonces, como

había llegado el t#rmino del hechizo, la princesa despertó; y mir!ndolo con ojos m!s

tiernos de lo que una primera vista parecía permitir+

)4&res t3, príncipe mío6 )le dijo ella) bastante te has hecho esperar.

&l príncipe, atraído por estas palabras y m!s a3n por la forma en que habían sido dichas,

no sabía cómo demostrarle su alegría y gratitud; le aseguró que la amaba m!s que a sí

mismo. /us discursos fueron inh!biles; por ello gustaron m!s; poca elocuencia, mucho

amor, con eso se llega lejos. &staba m!s confundido que ella, y no era para menos; la

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princesa había tenido tiempo de so'ar con lo que le diría, pues parece 0aunque la historia

no lo dice1 que el hada buena, durante tan prolongado letargo, le había procurado el placer

de tener sue'os agradables. &n fin, hacía cuatro horas que hablaban y no habían

conversado ni de la mitad de las cosas que tenían que decirse.

&ntretanto, el palacio entero se había despertado junto con la princesa; todos se disponían

a cumplir con su tarea, y como no todos estaban enamorados, ya se morían de hambre; la

dama de honor, apremiada como los dem!s, le anunció a la princesa que la cena estaba

servida. &l príncipe ayudó a la princesa a levantarse y vio que estaba toda vestida, y con

gran magnificencia; pero se abstuvo de decirle que sus ropas eran de otra #poca y que

todavía usaba gorguera; no por eso se veía menos hermosa.

Pasaron a un salón de espejos y allí cenaron, atendido por los servidores de la princesa;violines y oboes interpretaron piezas antiguas pero ecelentes, que ya no se tocaban desde

hacía casi cien a'os; y despu#s de la cena, sin p#rdida de tiempo, el capell!n los casó en la

capilla del castillo, y la dama de honor les cerró las cortinas+ durmieron poco, la princesa

no lo necesitaba mucho, y el príncipe la dejó por la ma'ana temprano para regresar a la

ciudad, donde su padre debía estar preocupado por #l.

&l príncipe le dijo que estando de caza se había perdido en el bosque y que había pasado la

noche en la choza de un carbonero quien le había dado de comer queso y pan negro. &lrey+ su padre, que era un buen hombre, le creyó, pero su madre no quedó muy

convencida, y al ver que iba casi todos los días a cazar y que siempre tenía una ecusa a

mano cuando pasaba dos o tres noches afuera, ya no dudó que se trataba de alg3n amorío;

pues vivió m!s de dos a'os enteros con la princesa y tuvieron dos hijos siendo la mayor

una ni'a cuyo nombre era %urora, y el segundo un varón a quien llamaron el ía porque

parecía a3n m!s bello que su hermana.

-a reina le dijo una y otra vez a su hijo para hacerlo confesar, que había que darse gusto

en la vida, pero #l no se atrevió nunca a confiarle su secreto; aunque la quería, le temía,

pues era de la raza de los ogros, y el rey se había casado con ella por sus riquezas; en la

corte se rumoreaba incluso que tenía inclinaciones de ogro, y que al ver pasar ni'os, le

costaba un mundo dominarse para no abalanzarse sobre ellos; de modo que el príncipe

nunca quiso decirle nada.

:as, cuando murió el rey, al cabo de dos a'os, y #l se sintió el amo, declaró p3blicamente

su matrimonio y con gran ceremonia fue a buscar a su mujer al castillo. /e le hizo un

recibimiento magnífico en la capital a donde ella entró acompa'ada de sus dos hijos.

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%lg3n tiempo despu#s, el rey fue a hacer la guerra contra el emperador 2antalabutte, su

vecino. &ncargó la regencia del reino a su madre, recomend!ndole mucho que cuidara a su

mujer y a sus hijos. ebía estar en la guerra durante todo el verano, y apenas partió, la

reina madre envió a su nuera y sus hijos a una casa de campo en el bosque para poder

satisfacer m!s f!cilmente sus horribles deseos. <ue allí algunos días m!s tarde y le dijo una

noche a su mayordomo.

):a'ana para la cena quiero comerme a la peque'a %urora.

)7%y8 se'ora )dijo el mayordomo.

)7-o quiero8 )dijo la reina 0y lo dijo en un tono de ogresa que desea comer carne fresca1), y

deseo com#rmela con salsa, @oberto.

&l pobre hombre, sabiendo que no podía burlarse de una ogresa, tomó su enorme cuchillo y

subió al cuarto de la peque'a %urora; ella tenía entonces cuatro a'os y saltando y

corriendo se echó a su cuello pidi#ndole caramelos. Él se puso a llorar, el cuchillo se le cayó

de las manos, y se fue al corral a degollar un corderito, cocin!ndolo con una salsa tan

buena que su ama le aseguró que nunca había comido algo tan sabroso. %l mismo tiempo

llevó a la peque'a %urora donde su mujer para que la escondiera en una pieza que ella

tenía al fondo del corral.

9cho días despu#s, la malvada reina le dijo a su mayordomo+

)Para cenar quiero al peque'o ía.

Él no contestó, habiendo resuelto enga'arla como la primera vez. <ue a buscar al ni'o y lo

encontró, florete en la mano, practicando esgrima con un mono muy grande, aunque sólo

tenía tres a'os. -o llevó donde su mujer, quien lo escondió junto con %urora, y en vez del

peque'o ía, sirvió un cabrito muy tierno que la ogresa encontró delicioso.

*asta aquí la cosa había marchado bien; pero una tarde, esta reina perversa le dijo al

mayordomo+

)>uiero comerme a la reina con la misma salsa que sus hijos.

&sta vez el pobre mayordomo perdió la esperanza de poder enga'arla nuevamente. -a

 joven reina tenía m!s de AB a'os, sin contar los cien que había dormido+ aunque hermosa

y blanca su piel era algo dura; 4y cómo encontrar en el corral un animal tan duro6 ecidió

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entonces, para salvar su vida, degollar a la reina, y subió a sus aposentos con la intención

de terminar de una vez. (ratando de sentir furor y con el pu'al en la mano, entró a la

habitación de la reina. /in embargo, no quiso sorprenderla y en forma respetuosa le

comunicó la orden que había recibido de la reina madre.

)2umple con tu deber )le dijo ella, tendiendo su cuello); ejecuta la orden que te han dado;

ir# a reunirme con mis hijos, mis pobres hijos tan queridos )0pues ella los creía muertos

desde que los había sacado de su lado sin decirle nada1.

)"o, no, se'ora )le respondió el pobre mayordomo, enternecido), no morir!s, y tampoco

dejar!s de reunirte con tus queridos hijos, pero ser! en mi casa donde los tengo

escondidos, y otra vez enga'ar# a la reina, haci#ndole comer una cierva en lugar tuyo.

-a llevó en seguida al cuarto de su mujer y dejando que la reina abrazara a sus hijos y

llorara con ellos, fue a preparar una cierva que la reina comió para la cena, con el mismo

apetito que si hubiera sido la joven reina. /e sentía muy satisfecha con su crueldad,

prepar!ndose para contarle al rey, a su regreso, que los lobos rabiosos se habían comido a

la reina su mujer y a sus dos hijos.

na noche en que como de costumbre rondaba por los patios y corrales del castillo para

olfatear alguna carne fresca, oyó en una sala de la planta baja al peque'o ía que llorabaporque su madre quería pegarle por portarse mal, y escuchó tambi#n a la peque'a %urora

que pedía perdón por su hermano.

-a ogresa reconoció la voz de la reina y de sus hijos, y furiosa por haber sido enga'ada, a

primera hora de la ma'ana siguiente, ordenó con una voz espantosa que hacía temblar a

todo el mundo, que pusieran al medio del patio una gran cuba haci#ndola llenar con sapos,

víboras, culebras y serpientes, para echar en ella a la reina y sus ni'os, al mayordomo, su

mujer y su criado; había dado la orden de traerlos con las manos atadas a la espalda.

%hí estaban, y los verdugos se preparaban para echarlos a la cuba, cuando el rey, a quien

no esperaban tan pronto, entró a caballo en el patio; había viajado por la posta, y preguntó

atónito qu# significaba ese horrible espect!culo. "adie se atrevía a decírselo, cuando de

pronto la ogresa, enfurecida al mirar lo que veía, se tiró de cabeza dentro de la cuba y en

un instante fue devorada por las viles bestias que ella había mandado poner.

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&l rey no dejó de afligirse+ era su madre, pero se consoló muy pronto con su bella esposa y

sus queridos hijos.

La Bella y la Bestia

n mercader muy rico que tenía seis hijos, tres varones y tres mujeres; y como era

hombre de muchos bienes y de vasta cultura, no reparaba en gastos para educarlos y los

rodeó de toda suerte de maestros. -as tres hijas eran muy hermosas; pero la m!s joven

despertaba tanta admiración, que de peque'a todos la apodaban Cla bella ni'aD, de modo

que por fin se le quedó este nombre para envidia de sus hermanas.

"o sólo era la menor mucho m!s bonita que las otras, sino tambi#n m!s bondadosa. -as

dos hermanas mayores ostentaban con desprecio sus riquezas antes quienes tenían menos

que ellas; se hacían las grandes damas y se negaban a que las visitasen las hijas de los

dem!s mercaderes+ 3nicamente las personas de mucho rango eran dignas de hacerles

compa'ía. /e lo pasaban en todos los bailes, reuniones, comedias y paseos, y

despreciaban a la menor porque empleaba gran parte de su tiempo en la lectura de buenos

libros.

-as tres jóvenes, agraciadas y poseedoras de muchas riquezas, eran solicitadas en

matrimonio por muchos mercaderes de la región, pero las dos mayores los despreciaban y

rechazaban diciendo que sólo se casarían con un noble+ por lo menos un duque o conde

-a $ella Epues así era como la conocían y llamaban todos a la menor ) agradecía muy

cort#smente el inter#s de cuantos querían tomarla por esposa, y los atendía con suma

amabilidad y delicadeza; pero les alegaba que a3n era muy joven y que deseaba pasar

algunos a'os m!s en compa'ía de su padre.

e un solo golpe perdió el mercader todos sus bienes, y no le quedó m!s que una peque'a

casa de campo a buena distancia de la ciudad.

(otalmente destrozado, lleno de pena su corazón, llorando hizo saber a sus hijos que era

forzoso trasladarse a esta casa, donde para ganarse la vida tendrían que trabajar como

campesinos.

/us dos hijas mayores respondieron con la altivez que siempre demostraban en toda

ocasión, que de ning3n modo abandonarían la ciudad, pues no les faltaban enamorados13

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que se sentirían felices de casarse con ellas, no obstante su fortuna perdida. &n esto se

enga'aban las buenas se'oritas+ sus enamorados perdieron totalmente el inter#s en ellas

en cuanto fueron pobres.

Puesto que debido a su soberbia nadie simpatizaba con ellas, las muchachas de los otros

mercaderes y sus familias comentaban+

E"o merecen que les tengamos compasión. %l contrario, nos alegramos de verles abatido

el orgullo. 7>u# se hagan las grandes damas con las ovejas8

Pero, al mismo tiempo, todo el mundo decía+

E7>u# pena, qu# dolor nos da la desgracia de la $ella8 7&sta sí que es una buena hija8 72onqu# cortesía le habla a los pobres8 7&s tan dulce, tan honesta8F

"o faltaron caballeros dispuestos a casarse con ella, aunque no tuviese un centavo; mas la

 joven agradecía pero respondía que le era imposible abandonar a su padre en desgracia, y

que lo seguiría a la campi'a para consolarlo y ayudarlo en sus trabajos. -a pobre $ella no

dejaba de afligirse por la p#rdida de su fortuna, pero se decía a sí misma+

E"ada obtendr# por mucho que llore. &s preciso tratar de ser feliz en la pobreza.

"o bien llegaron y se establecieron en la casa de campo, el mercader y sus tres hijos con

ropajes de labriegos se dedicaron a preparar y labrar la tierra. -a $ella se levantaba a las

cuatro de la ma'ana y se ocupaba en limpiar la casa y preparar la comida de la familia. %l

principio aquello le era un sacrificio agotador, porque no tenía costumbre de trabajar tan

duramente; mas unos meses m!s adelante se fue sintiendo acostumbrada a este ritmo y

comenzó a sentirse mejor y a disfrutar por sus afanes de una salud perfecta. 2uando

terminaba sus quehaceres se ponía a leer, a tocar el clavicordio, o bien a cantar mientras

hilaba o realizaba alguna otra labor. /us dos hermanas, en cambio, se aburrían

mortalmente; se levantaban a las diez de la ma'ana, paseaban el día entero y su 3nica

diversión era lamentarse de sus perdidas galas y visitas.

E:ira a nuestra hermana menor Ese decían entre síE, tiene un alma tan vulgar, y es tan

est3pida, que se contenta con su miseria.

&l buen labrador, el padre, en cambio, sabía que la $ella era trabajadora, constante,

paciente y tesonera, y muy capaz de brillar en los salones, en cambio sus hermanas...

%dmiraba las virtudes de su hija menor, y sobre todo su paciencia, ya que las otras no se

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contentaban con que hiciese todo el trabajo de la casa, sino que adem!s se burlaban de

ella.

*acía ya un a'o que la familia vivía en aquellas soledades cuando el mercader recibió una

carta en la cual le anunciaban que cierto navío acababa de arribar, felizmente, con una

carga de mercancías para #l. &sta noticia trastornó por completo a sus dos hijas mayores,

pues imaginaron que por fin podrían abandonar aquellos campos donde tanto se aburrían y

adem!s lo 3nico que se les cruzaba por la cabeza era volver a la ociosa y fatua vida en las

fiestas y teatros, mostrando riquezas; por lo que, no bien vieron a su padre ya dispuesto

para salir, le pidieron que les trajera vestidos, chalinas, peinetas y toda suerte de

bagatelas, -a $ella no dijo una palabra, pensando para sí que todo el oro de las mercancías

no iba a bastar para los encargos de sus hermanas.

E4"o vas t3 a pedirme algo6 Ele preguntó su padre.

E5a que ten#is la bondad de pensar en mí Erespondió ellaE, os ruego que me traig!is una

rosa, pues por aquí no las he visto.

"o era que la desease realmente, sino que no quería afear con su ejemplo la conducta de

sus hermanas, las cuales habían dicho que si no pedía nada era sólo por darse importancia.

Partió, pues, el buen mercader; pero cuando llegó a la ciudad supo que había un pleito

andando en torno a sus mercaderías, y luego de muchos trabajos y penas se halló tan

pobre como antes. 5 así emprendió nuevamente el camino hacia su vivienda. "o tenía que

recorrer m!s de treinta millas para llegar a su casa, y ya se regocijaba con el gusto de ver

otra vez a sus hijas; pero erró el camino al atravesar un gran bosque, y se perdió dentro de

#l, en medio de una tormenta de viento y nieve que comenzó a desatarse.

"evaba fuertemente; el viento era tan impetuoso que por dos veces lo derribó del caballo;

y cuando cerró la noche llegó a temer que moriría de hambre o de frío; o que lo devorarían

los lobos, a los que oía aullar muy cerca de sí. e repente, tendió la vista por entre dos

largas hileras de !rboles y vio una brillante luz a gran distancia.

/e encaminó hacia aquel sitio y al acercarse observó que la luz salía de un gran palacio

todo iluminado. /e apresuró a refugiarse allí; pero su sorpresa fue considerable cuando no

encontró a persona alguna en los patios. /u caballo, que lo seguía, entró en una vasta

caballeriza que estaba abierta, y habiendo hallado heno y avena, el pobre animal, que se

moría de hambre, se puso a comer !vidamente. espu#s de dejarlo atado, el mercader

pasó al castillo, donde tampoco vio a nadie; y por fin llegó a una gran sala en que había un

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buen fuego y una mesa cargada de viandas con un solo cubierto. >uiz!s pecaría de

atrevido, pero se dirigió hacia allí. -a tentación fue muy grande, pues la lluvia y la nieve lo

habían calado hasta los huesos, se arrimó al fuego para secarse, dici#ndose a sí mismo. C&l

due'o de esta casa y sus sirvientes, que no tardar!n en dejarse ver, sin duda me

perdonar!n la libertad que me he tomado.D 

/e quedó a3n esperando un rato largo, observaba hacia los otros recintos para tratar de

ubicar a alg3n habitante en la mansión, pero cuando sonaron once campanadas sin que se

apareciese nadie. no pudo ya resistir el hambre, y apoder!ndose de un pollo, se lo comió

con dos bocados a pesar de sus temblores. $ebió tambi#n algunas copas de vino, y ya con

nueva audacia abandonó la sala y recorrió varios espaciosos aposentos, magníficamente

amueblados. &n uno de ellos encontró una cama dispuesta, y como era pasada la

medianoche, y se sentía rendido de cansancio, entumecido y aturdido de la aventurapasada hasta encontrar este cobijo, decidió cerrar la puerta y acostarse a dormir.

&ran las diez de la ma'ana cuando se levantó al día siguiente, y no fue peque'a su

sorpresa al encontrarse un traje como hecho a su medida en vez de sus viejas y gastadas

ropas. C/in dudaD, se dijo, Co no he despertado, o este palacio pertenece a un hada buena

que se ha apiadado de mí.D 

:iró por la ventana y no vio el menor rastro de nieve, sino de un jardín cuyos floridoscanteros encantaban la vista. &ntró luego en la estancia donde cenara la víspera, y halló

que sobre una mesita lo aguardaba una taza de chocolate.

E9s doy las gracias, se'ora hada Edijo en alta vozE, por haber tenido la bondad de

albergarme en noche tan inhóspita y de pensar en mi desayuno.

&l buen hombre, despu#s de tomar el chocolate, salió en busca de su caballo, y al pasar

por un sector lleno de rosas blancas recordó la petición de la $ella y cortó una para

llev!rsela. &n el mismo momento se escuchó un gran estruendo y vio que se dirigía hacia #l

una bestia tan horrenda, que le faltó poco para caer desmayado.

E7%h, ingrato8 Ele dijo la $estia con una voz terribleE. 5o te salv# la vida al recibirte y

darte cobijo en mi palacio, y ahora, para mi pesadumbre, t3 me arrebatas mis rosas, 7a las

que amo sobre todo cuanto hay en el mundo8 /er! preciso que mueras, a fin de reparar

esta falta.

&l mercader se arrojó a sus pies, juntó las manos y rogó a la $estia+

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E:onse'or, perdóname, pues no creía ofenderte al tomar una rosa; es para una de mis

hijas, que me la había pedido.

E5o no me llamo :onse'or Erespondió el monstruoEsino la $estia. "o me gustan los

halagos, y sí que los hombres digan lo que sienten; no esperes conmoverme con tus

lisonjas. :as t3 me has dicho que tienes hijas; estoy dispuesto a perdonarte con la

condición de que una de ellas venga a morir en lugar tuyo. "o me repliques+ parte de

inmediato; y si tus hijas reh3san morir por ti, j3rame que regresar!s dentro de tres meses.

"o pensaba el buen hombre sacrificar una de sus hijas a tan horrendo monstruo, pero se

dijo+ C%l menos me queda el consuelo de darles un 3ltimo abrazo.D ?uró, pues, que

regresaría, y la $estia le dijo que podía partir cuando quisiera.

EPero no quiero que te marches con las manos vacías Ea'adióE. uelve a la estancia

donde pasaste la noche+ allí encontrar!s un gran cofre en el que pondr!s cuanto te plazca,

y yo lo har# conducir a tu casa.

icho esto se retiró la $estia, y el hombre se dijo+

 C/i es preciso que muera, tendr# al menos el consuelo de que mis hijas no pasen hambre.D 

olvió, pues, a la estancia donde había dormido, y halló una gran cantidad de monedas de

oro con las que llenó el cofre de que le hablara la $estia, lo cerró, fue a las caballerizas en

busca de su caballo y abandonó aquel palacio con una gran tristeza, pareja a la alegría con

que entrara en #l la noche antes en busca de albergue. /u caballo tomó por sí mismo una

de las veredas que había en el bosque, y en unas pocas horas se halló de regreso en su

peque'a granja.

/e juntaron sus hijas en torno suyo y, lejos de alegrarse con sus caricias, el pobre

mercader se echó a llorar angustiado mir!ndolas. (raía en la mano el ramo de rosas que

había cortado para la $ella, y al entreg!rselo le dijo+

E$ella, toma estas rosas, que bien caro costaron a tu desventurado padre.

5 enseguida contó a su familia la funesta aventura que acababa de sucederle. %l oírlo, sus

dos hijas mayores dieron grandes alaridos y llenaron de injurias a la $ella, que no había

derramado una l!grima.

E:iren a lo que conduce el orgullo de esta peque'a criatura EgritabanE. 4Por qu# no

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pidió adornos como nosotras6 7%h, no, la se'orita tenía que ser distinta8 &lla va a causar la

muerte de nuestro padre, y sin embargo ni siquiera llora.

E:i llanto sería in3til Erespondió la $ellaE. 4Por qu# voy a llorar a nuestro padre si no es

necesario que muera6 Puesto que el monstruo tiene a bien aceptar a una de sus hijas, yo

me entregar# a su furia y me considerar# muy dichosa, pues habr# tenido la oportunidad

de salvar a mi padre y demostrarle a ustedes y a #l, mi ternura.

E"o, hermana Edijeron sus tres hermanosE, tampoco es necesario que t3 mueras;

nosotros buscaremos a ese monstruo y lo mataremos o pereceremos bajo sus golpes.

E"o hay que so'ar, hijos míos Edijo el mercaderE. &l poderío de esa $estia es tal que no

tengo ninguna esperanza de matarla. :e conmueve el buen corazón de $ella, pero jam!s laepondr# a la muerte. /oy viejo, me queda poco tiempo de vida; sólo perder# unos

cuantos a'os, de los que 3nicamente por ustedes siento desprenderme, mis hijos queridos.

E(e aseguro, padre mío Ele dijo la $ellaE, que no ir!s sin mí a ese palacio; t3 no puedes

impedirme que te siga. &n parte fui responsable de tu desventura. 2omo soy joven, no le

tengo gran apego a la vida, y prefiero que ese monstruo me devore a morirme de la pena y

el remordimiento que me daría tu p#rdida.

Por m!s que razonaron con ella no hubo forma de convencerla, y sus hermanas estaban

encantadas, porque las virtudes de la joven les había inspirado siempre unos celos

irresistibles. %l mercader lo abrumaba tanto el dolor de perder a su hija, que olvidó el cofre

repleto de oro; pero al retirarse a su habitación para dormir su sorpresa fue enorme al

encontrarlo junto a la cama. ecidió no decir una palabra a sus hijos de aquellas nuevas y

grandes riquezas, ya que habrían querido retornar a la ciudad y #l estaba resuelto a morir

en el campo; pero reveló el secreto a la $ella, quien a su vez le confió que en su ausencia

habían venido de visita algunos caballeros, y que dos de ellos amaban a sus hermanas. -e

rogó que les permitiera casarse, pues era tan buena que las seguía queriendo y las

perdonaba de todo corazón, a pesar del mal que le habían hecho.

&l día en que partieron la $ella y su padre, las dos perversas muchachas se frotaron los

ojos con cebolla para tener l!grimas con que llorarlos; sus hermanos en cambio, lloraron de

veras, como tambi#n el mercader, y en toda la casa la 3nica que no lloró fue la $ella, pues

no quería aumentar el dolor de los otros.

&chó a andar el caballo hacia el palacio, y al caer la tarde apareció #ste todo iluminado

como la primera vez. &l caballo se fue por sí solo a la caballeriza, y el buen hombre y su

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hija pasaron al gran salón, donde encontraron una mesa magníficamente servida en la que

había dos cubiertos. &l mercader no tenía !nimo para probar bocado, pero la $ella,

esforz!ndose por parecer tranquila, se sentó a la mesa y le sirvió, aunque pensaba para sí+

 C-a $estia quiere que engorde antes de comerme, puesto que me recibe de modo tan

espl#ndido.D 

&n cuanto terminaron de cenar se escuchó un gran estruendo y el mercader, llorando, dijo

a su pobre hija que se acercaba la $estia. "o pudo la $ella evitar un estremecimiento

cuando vio su horrible figura, aunque procuró disimular su miedo, y al interrogarla el

monstruo sobre si la habían obligado o si venía por su propia voluntad, ella le respondió

que sí, temblando, que era decisión propia.

E&res muy buena Edijo la $estiaE, y te lo agradezco mucho. (3, buen hombre, partir!s

por la ma'ana y no sue'es jam!s con regresar aquí. "unca. %diós, $ella.

E%diós, se'or Erespondió la muchacha.

5 enseguida se retiró la $estia.

E7%h, hija mía Edijo el mercader, abrazando a la $ellaE yo estoy casi muerto de espanto8*azme caso y deja que me quede en tu sitio.

E"o, padre mío Ele respondió la $ella con firmezaE, t3 partir!s por la ma'ana.

<ueron despu#s a acostarse, creyendo que no dormirían en toda la noche; mas sus ojos se

cerraron apenas pusieron la cabeza en la almohada. :ientras dormía vio la $ella a una

dama que le dijo+

E(u buen corazón me hace muy feliz, $ella. "o ha de quedar sin recompensa esta buena

acción de arriesgar tu vida por salvar la de tu padre.

-e contó el sue'o al buen hombre la $ella al despertarse; y aunque le sirvió un tanto de

consuelo, no alcanzó a evitar que se lamentara con grandes sollozos al momento de

separarse de su querida hija.

&n cuanto se hubo marchado se dirigió la $ella a la gran sala y se echó a llorar; pero, como

tenía sobrado coraje, resolvió no apesadumbrarse durante el poco tiempo que le quedase

de vida, pues tenía el convencimiento de que el monstruo la devoraría aquella misma

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tarde. :ientras esperaba decidió recorrer el espl#ndido castillo, ya que a pesar de todo no

podía evitar que su belleza la conmoviese. /u asombro fue a3n mayor cuando halló escrito

sobre una puerta+

%posento de la $ella

-a abrió precipitadamente y quedó deslumbrada por la magnificencia que allí reinaba; pero

lo que m!s llamó su atención fue una bien provista biblioteca, un clavicordio y numerosos

libros de m3sica, lo que reunía todo lo que a ella le hacía la vida placentera.

E"o quiere que est# triste Ese dijo en voz baja, y a'adió de inmediatoE+ para un solo día

no me habría reunido tantas cosas.

&ste pensamiento reanimó su valor, y poco despu#s, revisando la biblioteca, encontró un

libro en que aparecía la siguiente inscripción en letras de oro+

isponed, ordenad, vos sois aquí la reina y se'ora.

E7%y de mí Esuspiró ellaE, nada deseo sino ver a mi pobre padre y saber qu# est!

haciendo ahora8

*abía dicho estas palabras para sí misma+ 7cu!l no sería su asombro al volver los ojos a un

gran espejo y ver allí su casa, adonde llegaba, entonces su padre con el semblante lleno de

tristeza8 -as dos hermanas mayores acudieron a recibirlo, y a pesar de los aspavientos que

hacían para aparecer afligidas, se les reflejaba en el rostro la satisfacción que sentían por

la p#rdida de su hermana, por haberse desprendido de la hermana que les hacía sombra

con su belleza y bondad. esapareció todo en un momento, y la $ella no pudo dejar de

decirse que la $estia era muy complaciente, y que nada tenía que temer de su parte.

%l mediodía halló la mesa servida, y mientras comía escuchó un equisito concierto,

aunque no vio a persona alguna. &sa tarde, cuando iba a sentarse a la mesa, oyó el

estruendo que hacía la $estia al acercarse, y no pudo evitar un estremecimiento.

E$ella Ele dijo el monstruoE, 4permitirías que te mirase mientras comes6

Eos sois el due'o de esta casa Erespondió la $ella, temblando.

E"o Edijo la $estiaE, no hay aquí otra due'a que t3. /i te molestara no tendrías m!s que

pedirme que me fuese, y me marcharía enseguida. Pero dime+ 4no es cierto que me

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encuentras muy feo6

E%sí es Edijo la $ellaE, pues no s# mentir; pero en cambio creo que sois muy bueno.

E(ienes razón Edijo el monstruoE, aun cuando yo no pueda juzgar mi fealdad, pues no

soy m!s que una bestia.

E"o se es una bestia Erespondió la $ellaE cuando uno admite que es incapaz de juzgar

sobre algo. -os necios no lo admitirían.

E2ome, pues Ele dijo el monstruoE, y trata de pasarlo bien en tu casa, que todo cuanto

hay aquí te pertenece, y me apenaría mucho que no estuvieses contenta.

E/ois muy bondadoso Erespondió la $ellaE. 9s aseguro que vuestro buen corazón me

hace feliz. 2uando pienso en ello no me parec#is tan feo.

E79h, se'ora Edijo la $estiaE , tengo un buen corazón, pero no soy m!s que una bestia8

E*ay muchos hombres m!s bestiales que vos Edijo la $ellaE, y mejor os quiero con

vuestra figura, que a otros que tienen figura de hombre y un corazón corrupto, ingrato,

burlón y falso.

-a $ella, que ya apenas le tenía miedo, comió con buen apetito; pero creyó morirse de

pavor cuando el monstruo le dijo+

E$ella, 4querrías ser mi esposa6

-argo rato permaneció la muchacha sin responderle, ya que temía despertar su cólera si

rehusaba, y por 3ltimo le dijo, estremeci#ndose+

E"o, $estia.

>uiso suspirar al oírla el pobre monstruo, pero de su pecho no salió m!s que un silbido tan

espantoso, que hizo retemblar el palacio entero; sin embargo, la $ella se tranquilizó

enseguida, pues la $estia le dijo tristemente+

E%diós, entonces, $ella Ey salió de la sala volvi#ndose varias veces a mirarla por 3ltima

vez.

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%l quedarse sola, la $ella sintió una gran compasión por esta pobre $estia.

 C7%h, qu# penaD, se dijo, Cque siendo tan bueno, sea tan feo8D 

(res apacibles meses pasó la $ella en el castillo. (odas las tardes la $estia la visitaba, y la

entretenía y observaba mientras comía, con su conversación llena de buen sentido pero

 jam!s de aquello que en el mundo llaman ingenio. 2ada día la $ella encontraba en el

monstruo nuevas bondades, y la costumbre de verlo la había habituado tanto a su fealdad,

que lejos de temer del momento de su visita miraba con frecuencia el reloj para ver si eran

las nueve, ya que la $estia jam!s dejaba de presentarse a esa hora, /ólo había una cosa

que la apenaba, y era que la $estia, cotidianamente antes de retirarse, le preguntaba cada

noche si quería ser su esposa, y cuando ella rehusaba parecía traspasado de dolor. n día

le dijo+

E:ucha pena me dais, $estia. $ien querría complaceros, pero soy demasiado sincera para

permitiros creer que pudiese hacerlo nunca. /iempre he de ser vuestra amiga+ tratad de

contentaros con esto.

E<orzoso me ser! Edijo la $estiaE. /# que en justicia soy horrible, pero mi amor es

grande. &ntretanto, me siento feliz de que quieras permanecer aquí. Prom#teme que no me

abandonar!s nunca.

-a $ella enrojeció al escuchar estas palabras. *abía visto en el espejo que su padre estaba

enfermo de pesar por haberla perdido, y deseaba volverlo a ver.

E5o podría prometeros Edijo a la $estiaEque no os abandonaría nunca, si no fuese

porque tengo tantas ansias de ver a mi padre, que me morir# de dolor si me neg!is ese

gusto.

E%ntes prefiero yo morirme Edijo el monstruoEque causarte el pesar m!s peque'o. (e

enviar# a casa de tu padre, y mientras est#s allí morir! tu $estia de pena.

E79h, no Erespondió la $ella llorandoE, os quiero demasiado para tolerarlo8 Prometo

regresar dentro de ocho días. :e hab#is hecho ver que mis hermanas est!n casadas y mies

hermanos en el ej#rcito. :i padre se ha quedado solo. Permitidme que pase una semana en

su compa'ía.

E:a'ana estar!s con #l Edijo la $estiaE, pero acu#rdate de tu promesa. 2uando quieras

regresar no tienes m!s que poner tu sortija sobre la mesa a la hora del sue'o. %diós, $ella.

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Cuentos clásicos

-a $estia suspiró, seg3n su costumbre, al decir estas palabras, y la $ella se acostó con la

tristeza de verlo tan apesadumbrado. 2uando despertó a la ma'ana siguiente se hallaba en

casa de su padre. /onó a poco una campanilla que estaba junto a la cama y apareció la

sirvienta, quien dio un gran grito al verla. %cudió r!pidamente a sus voces el buen padre, y

creyó morir de alegría porque recobraba a su querida hija, con la cual estuvo abrazado m!s

de un cuarto de hora.

-uego de estas primeras efusiones, la $ella recordó que no tenía ropas con que vestirse,

pero la sirvienta le dijo que en la vecina habitación había encontrado un cofre lleno de

magníficos vestidos con adornos de oro y diamantes. %gradecida a las atenciones de la

$estia, pidió la $ella que le trajesen el m!s modesto de aquellos vestidos y que guardasen

los otros para regal!rselos a sus hermanas; pero apenas había dado esta ordendesapareció el cofre. /u padre comentó que sin duda la $estia quería que conservase para

sí los regalos, y al instante reapareció el cofre donde estuviera antes.

/e vistió la $ella, y entretanto avisaron a las hermanas, que acudieron en compa'ía de sus

esposos. -as dos eran muy desdichadas en sus matrimonios, pues la primera se había

casado con un gentilhombre tan hermoso como 2upido, pero que no pensaba sino en su

propia figura, a la que dedicaba todos sus desvelos de la ma'ana a la noche,

menospreciando la belleza de su esposa. -a segunda, en cambio, tenía por marido a unhombre cuyo gran talento no servía m!s que para mortificar a todo el mundo, empezando

por su esposa.

2uando vieron a la $ella ataviada como una princesa, y m!s hermosa que la luz del día, las

dos creyeron morir de dolor. %unque la $ella les hizo mil caricias no les pudo aplacar los

celos, que se recrudecieron cuando les contó lo feliz que se sentía. $ajaron las dos al jardín

para llorar allí a sus anchas.

E4Por qu# es tan dichosa esa peque'a criatura6 4"o somos nosotras m!s dignas de la

felicidad que ella6

E*ermana Edijo la mayorE, se me ocurre una idea. (ratemos de retenerla aquí m!s de

ocho días+ esa est3pida $estia pensar! entonces que ha roto su palabra, y quiz!s la

devore.

E(ienes razón, hermana mía Erespondió la otraE. 5 para conseguirlo la llenaremos de

halagos.

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Cuentos clásicos

5 tomada esta resolución, volvieron a subir y dieron a su hermana tantas pruebas de

cari'o, que la $ella lloraba de felicidad. %l concluirse el plazo comenzaron a arrancarse los

cabellos y a dar tales muestras de aflicción por su partida, que les prometió quedarse otros

ocho días.

/in embargo, la $ella se reprochaba el pesar que así causaba a su pobre monstruo, a quien

amaba de todo corazón, y se entristecía de no verlo. -a d#cima noche que estuvo en casa

de su padre, so'ó que se hallaba en el jardín del castillo, y que veía cómo la $estia, inerte

sobre la hierba, a punto de morir, la reconvenía por sus ingratitudes. espertó

sobresaltada, con los ojos llenos de l!grimas.

 C4"o soy yo bien perversaD, se dijo, Cpues le causo tanto pesar cuando de tal modo me

quiere6 4(iene acaso la culpa de su fealdad y su falta de inteligencia6 /u buen corazónimporta m!s que todo lo otro. 4Por qu# no he de casarme con #l6 /er# mucho m!s feliz

que mis hermanas con sus maridos. "i la belleza ni la inteligencia hacen que una mujer

viva contenta con su esposo, sino la bondad de car!cter, la virtud y el deseo de agradar; y

la $estia posee todas estas cualidades. %unque no amor, sí le tengo estimación y amistad.

4Por qu# he de ser la causa de su desdicha, si luego me reprocharía mi ingratitud toda la

vida6

2on estas palabras la $ella se levantó, puso su sortija sobre la mesa y volvió a acostarse.%penas se tendió sobre la cama se quedó dormida, y al despertarse a la ma'ana siguiente

vio con alegría que se hallaba en el castillo de la $estia. /e vistió con todo esplendor por

darle gusto, y creyó morir de impaciencia en espera de que fuesen las nueve de la noche;

pero el monstruo no apareció al dar el reloj la hora. 2reyó entonces que le habría causado

la muerte, y ehalando profundos suspiros, a punto de desesperarse, recorrió la $ella el

castillo entero, buscando in3tilmente por todas partes. @ecordó entonces su sue'o y corrió

por el jardín hacia el estanque junto al cual lo viera en sue'os. %llí encontró a la pobre

$estia sobre la hierba, perdido el conocimiento, y pensó que había muerto. /in el menor

asomo de horror se dejó caer a su lado, y al sentir que a3n le latía el corazón, tomó un

poco de agua del estanque y le roció la cabeza. %brió la $estia los ojos y dijo a la $ella+

E9lvidaste tu promesa, y el dolor de haberte perdido me llevó a dejarme morir de hambre.

Pero ahora morir# contento, pues tuve la dicha de verte una vez m!s.

E"o, mi $estia querida, no vas a morirte Ele dijo la $ellaE, sino que vivir!s para ser mi

esposo. esde este momento te prometo mi mano, y juro que no pertenecer# a nadie sino

a ti. 7%h, yo creía que sólo te tenía amistad, pero el dolor que he sentido me ha hecho ver

que no podría vivir sin verte8

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Cuentos clásicos

%penas había pronunciado estas palabras la $ella vio que todo el palacio se iluminaba con

luces resplandecientes+ los fuegos artificiales, la m3sica, todo era anuncio de una gran

fiesta; pero ninguna de estas bellezas logró distraerla, y se volvió hacia su querido

monstruo, cuyo peligro la hacía estremecerse. 72u!l no sería su sorpresa8 -a $estia había

desaparecido y en su lugar había un príncipe m!s hermoso que el %mor, que le daba las

gracias por haber puesto fin a su encantamiento. %unque este príncipe mereciese toda su

atención, no pudo dejar de preguntarle dónde estaba la $estia.

E%quí, a tus pies Ele dijo el príncipeE. 2ierta maligna hada me ordenó a permanecer bajo

esa figura, priv!ndome a la vez del uso de mi inteligencia, hasta que alguna bella joven

consintiera en casarse conmigo. &n todo el mundo t3 sola has sido capaz de conmoverte

con la bondad de mi corazón, ni aun ofreci#ndote mi corona podría demostrarte la gratitudque te guardo y nunca podr# pagar la deuda que he contraído contigo.

-a $ella, agradablemente sorprendida, tendió su mano al hermoso príncipe para que se

levantase. /e encaminaron despu#s al castillo, y la joven creyó morir de dicha cuando

encontró en el gran salón a su padre y toda la familia, a quienes la hermosa dama que

viera en sue'os había traído hasta allí.

E$ella Ele dijo esta dama, que era un hada poderosaE, ven a recibir el premio de tubuena elección+ has preferido la virtud a la belleza y a la inteligencia, y por tanto mereces

hallar todas estas cualidades reunidas en una sola persona. as a ser una gran reina+ yo

espero que tus virtudes no se desvanecer!n en el trono. 5 en cuanto a vosotras, se'oras E

agregó el hada, dirigi#ndose a sus hermanasE, conozco vuestro corazón y toda la malicia

que encierra. 2onvertíos en estatuas, pero conservad vuestra razón adentro de la piedra

que va a envolveros. &star#is a la puerta del palacio de vuestra hermana, y no os pongo

otra pena que la de ser testigos de su felicidad. "o podr#is volver a vuestro primer estado

hasta que reconozcan vuestras faltas; pero me temo mucho que no dejar#is jam!s de ser

estatuas. Pues uno puede recobrarse del orgullo, la cólera, la gula y la pereza; pero es una

especie de milagro que se convierta un corazón maligno y envidioso.

&n este punto dio el hada un golpe en el suelo con una varita y transportó a cuantos

estaban en la sala al reino del príncipe. /us s3bditos lo recibieron con j3bilo, y a poco se

celebraron sus bodas con la $ella, quien vivió junto a #l muy largos a'os en una felicidad

perfecta, pues estaba fundada en la virtud.

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Blancanieves y los siete enanitos

&n un país muy lejano vivía una bella princesa llamada $lancanieves, que tenía una

madrastra, la @eina, muy vanidosa.

-a madrastra preguntaba a su espejo m!gico

) &spejito, espejito, di, 4>ui#n es la m!s bella de todas las mujeres6

5 el espejo contestaba+

) (3 eres, oh @eina, la m!s bella de todas las mujeres.

5 fueron pasando los a'os. n día la @eina preguntó, como siempre, a su espejo m!gico+

) &spejito, espejito, di, 4>ui#n es la m!s bella de todas las mujeres6

Pero esta vez el espejo contestó+

) -a m!s bella es $lancanieves.

&ntonces la @eina, llena de ira y de envidia, buscó un cazador y le ordenó+

) -l#vate a $lancanieves al bosque, m!tala y como prueba de haber realizado mi encargo,

tr!eme en este cofre su corazón.

Pero cuando llegaron al bosque, el cazador sintió l!stima por la inocente joven y la dejó

huir, sustituyendo su corazón por el de uno jabalí.

$lancanieves, al verse sola, sintió miedo y lloró. -lorando y caminando pasó la noche, hasta

que, al amanecer, llegó a una claro en el bosque y descubrió allí una casa preciosa.

&ntró sin dudarlo. -os muebles eran peque'ísimos y, sobre la mesa, había siete platillos y

siete cubiertos diminutos. /ubió a una habitación, que estaba ocupada por siete camitas.

-a pobre $lancanieves, agotada despu#s de caminar toda la noche por el bosque, juntó

todos las camitas y al momento se quedó dormida.26

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Por la tarde llegaron los propietarios de la casa, siete enanos que trabajaban en unas minas

y que se admiraron al descubrir a $lancanieves.

&ntonces ella les eplicó su triste historia. -os enanos suplicaron a la ni'a que se quedase

con ellos y $lancanieves aceptó, se quedó en vivir con ellos y todos eran felices.

:ientras tanto, en palacio, la @eina volvió a preguntar al espejo+

) &spejito, espejito, 4qui#n es ahora la m!s bella6

) /igue siendo $lancanieves, que ahora vive en el bosque en casa de los enanos.

<uriosa y vengativa como era, la cruel madrastra se disfrazó de inocente viejecita y se

dirigió hacia la casita del bosque.

$lancanieves estaba sola, porque los enanos estaban trabajando en la mina. -a malvada

@eina ofreció a la ni'a una manzana envenenada y cuando $lancanieves le dio el primer

mordisco, cayó desmayada.

%l volver, ya de noche, los enanos a su casa, encontraron a $lancanieves tumbada en el

suela, p!lida y quieta, creyeron que había muerto y le construyeron una urna de cristal

para que todos los animales del bosque se pudiesen despedir.

&n aquel momento apareció un príncipe montado sobre un majestuoso caballo y solo

contemplar a $lancanieves quedó enamorado de ella. >uiso despedirse bes!ndola y de

repente, $lancanieves volvió a la vida, porque el beso de amor que le había hecho el

príncipe rompió el encantamiento de la malvada @eina.

$lancanieves se casó con el príncipe y epulsaron a la cruel @eina. 5 desde entonces todos

vivieron felices.

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Caperucita Roja

*ace mucho, mucho tiempo, había una chica muy bonita. /u madre le había hecho una

capucha roja y la chica, de tanto que le gustaba, la llevaba siempre, así que todo el pueblo

la llamaba C2aperucita @ojaD.

n día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía en el otro

etremo del bosque, y le recomendó que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el

bosque era muy peligroso, puesto que el lobo siempre iba merodeando por ahí.

2aperucita recogió la cesta con pasteles y se puso en camino. -a ni'a tenía que cruzar el

bosque para llegar a casa de su abuela, pero no le daba miedo, por que allí ella siempre

encontraba muchos amigos+ los p!jaros, las ardillas ...

e repente, vio al lobo, que era enorme, delante suyo.

) 4ónde vas 2aperucita6 ) -e preguntó el lobo con voz ronca.

) % casa de mi abuela G le dijo 2aperucita

) "o est! muy lejos ... ) pensó el lobo para sí, gir!ndose.

2aperucita dejó su cesto en la hierba y se entretuvo a coger flores+ ) el lobo se ha ido G

pensó G no tengo ya nada que temer. :i abuela se alegrar! cuando le lleve este bonitoramo de flores adem!s de los pasteles.

:ientras, el lobo se fue a casa de la abuela, llamó suavemente a la puerta y la viejecita le

abrió pensando que era 2aperucita.

Pero no8 &l lobo se abalanzó sobre ella, la devoró y se puso su gorro rosa, se metió en la

cama y cerró los ojos, esperando.

"o tuvo que esperar mucho, puesto que 2aperucita llegó al cabo de poco, muy contenta.

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Cuentos clásicos

-a ni'a entró en casa de su abuela, se acercó a la cama, y vio que su abuela estaba muy

cambiada.

) %buelita, abuelita, que ojos m!s grandes tienes8

) /on para verte mejor G dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.

) %buelita, %buelita, que orejas m!s grandes tienes8

) /on para oírte mejor G prosiguió el lobo

) %buelita, abuelita, que dientes m!s grandes tienes8

) /on para ... comerte mejor8 ) y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó sobre2aperucita y la devoró, de la misma forma que había hecho con la abuela.

:ientras tanto, un cazador que había visto como el lobo entraba en casa de la abuela, y

creyendo adivinar sus malas intenciones, decidió acercarse a ojear para comprobar que

nada malo hubiese pasado. io la puerta de la casa abierta, y dentro, el lobo durmiendo en

la cama, de lo lleno que estaba.

&l cazador sacó un cuchillo y abrió el vientre del lobo. -a abuela y 2aperucita estaban allí

vivas8

Para castigar al lobo malvado, el cazador le llenó la barriga de piedras y despu#s lo volvió a

cerrar. 2uando el lobo despertó, tuvo muchísima sed. /e dirigió a un estanque próimo

para beber. 5 como las piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de golpe y se ahogó.

2aperucita y su abuela no sufrieron m!s que un buen susto, pero 2aperucita había

aprendido la lección. Prometió a su madre no volver a hablar con desconocidos que

encontrase por el camino. e ahora en adelante, atendería a las recomendaciones de su

abuela y de su madre.

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La Cenicienta

*abía una vez un gentilhombre que se casó en segundas nupcias con una mujer, la m!s

altanera y orgullosa que jam!s se haya visto. (enía dos hijas por el estilo y que se le

parecían en todo.

&l marido, por su lado, tenía una hija, pero de una dulzura y bondad sin par; lo había

heredado de su madre que era la mejor persona del mundo.

?unto con realizarse la boda, la madrasta dio libre curso a su mal car!cter; no pudo

soportar las cualidades de la joven, que hacían aparecer todavía m!s odiables a sus hijas.

-a obligó a las m!s viles tareas de la casa+ ella era la que fregaba los pisos y la vajilla, la

que limpiaba los cuartos de la se'ora y de las se'oritas sus hijas; dormía en lo m!s alto de

la casa, en una buhardilla, sobre una mísera pallasa, mientras sus hermanas ocupabanhabitaciones con parquet, donde tenían camas a la 3ltima moda y espejos en que podían

mirarse de cuerpo entero.

-a pobre muchacha aguantaba todo con paciencia, y no se atrevía a quejarse ante su

padre, de miedo que le reprendiera pues su mujer lo dominaba por completo. 2uando

terminaba sus quehaceres, se instalaba en el rincón de la chimenea, sent!ndose sobre las

cenizas, lo que le había merecido el apodo de 2ulocenizón. -a menor, que no era tan mala

como la mayor, la llamaba 2enicienta; sin embargo 2enicienta, con sus míseras ropas, nodejaba de ser cien veces m!s hermosa que sus hermanas que andaban tan ricamente

vestidas.

/ucedió que el hijo del rey dio un baile al que invitó a todas las personas distinguidas;

nuestras dos se'oritas tambi#n fueron invitadas, pues tenían mucho nombre en la

comarca. *elas aquí muy satisfechas y preocupadas de elegir los trajes y peinados que

mejor les sentaran; nuevo trabajo para 2enicienta pues era ella quien planchaba la ropa de

sus hermanas y plisaba los adornos de sus vestidos. "o se hablaba m!s que de la forma enque irían trajeadas.

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Cuentos clásicos

)5o, dijo la mayor, me pondr# mi vestido de terciopelo rojo y mis adornos de Hnglaterra.

)5o, dijo la menor, ir# con mi falda sencilla; pero en cambio, me pondr# mi abrigo con

flores de oro y mi prendedor de brillantes, que no pasar!n desapercibidos.

:anos epertas se encargaron de armar los peinados de dos pisos y se compraron lunares

postizos. -lamaron a 2enicienta para pedirle su opinión, pues tenía buen gusto. 2enicienta

las aconsejó lo mejor posible, y se ofreció incluso para arreglarles el peinado, lo que

aceptaron. :ientras las peinaba, ellas le decían+

)2enicienta, 4te gustaría ir al baile6

)%y, se'oritas, os est!is burlando, eso no es cosa para mí.

)(ienes razón, se reirían bastante si vieran a un 2ulocenizón entrar al baile.

9tra que 2enicienta les habría arreglado mal los cabellos, pero ella era buena y las peinó

con toda perfección.

(an contentas estaban que pasaron cerca de dos días sin comer. :!s de doce cordones

rompieron a fuerza de apretarlos para que el talle se les viera m!s fino, y se lo pasabandelante del espejo.

<inalmente, llegó el día feliz; partieron y 2enicienta las siguió con los ojos y cuando las

perdió de vista se puso a llorar. /u madrina, que la vio anegada en l!grimas, le preguntó

qu# le pasaba.

):e gustaría... me gustaría...

-loraba tanto que no pudo terminar. /u madrina, que era un hada, le dijo+

)4(e gustaría ir al baile, no es cierto6

)7%y, sí8, )dijo 2enicienta suspirando.

)7$ueno, te portar!s bien8, )dijo su madrina), yo te har# ir.

-a llevó a su cuarto y le dijo+

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Cuentos clásicos

)e al jardín y tr!eme un zapallo.

2enicienta fue en el acto a coger el mejor que encontró y lo llevó a su madrina, sin poder

adivinar cómo este zapallo podría hacerla ir al baile. /u madrina lo vació y dej!ndole

solamente la c!scara, lo tocó con su varita m!gica e instant!neamente el zapallo se

convirtió en un bello carruaje todo dorado.

&n seguida miró dentro de la ratonera donde encontró seis ratas vivas. -e dijo a 2enicienta

que levantara un poco la puerta de la trampa, y a cada rata que salía le daba un golpe con

la varita, y la rata quedaba autom!ticamente transformada en un brioso caballo; lo que

hizo un tiro de seis caballos de un hermoso color gris ratón. 2omo no encontraba con qu#

hacer un cochero+

)oy a ver )dijo 2enicienta), si hay alg3n ratón en la trampa, para hacer un cochero.

)(ienes razón, )dijo su madrina), anda a ver.

2enicienta le llevó la trampa donde había tres ratones gordos. &l hada eligió uno por su

imponente barba, y habi#ndolo tocado quedó convertido en un cochero gordo con un

precioso bigote. &n seguida, ella le dijo+

)$aja al jardín, encontrar!s seis lagartos detr!s de la regadera; tr!emelos.

(an pronto los trajo, la madrina los trocó en seis lacayos que se subieron en seguida a la

parte posterior del carruaje, con sus trajes galoneados, sujet!ndose a #l como si en su vida

hubieran hecho otra cosa. &l hada dijo entonces a 2enicienta+

)$ueno, aquí tienes para ir al baile, 4no est!s bien aperada6

)&s cierto, pero, 4podr# ir así, con estos vestidos tan feos6

/u madrina no hizo m!s que tocarla con su varita, y al momento sus ropas se cambiaron

en magníficos vestidos de pa'o de oro y plata, todos recamados con pedrerías; luego le dio

un par de zapatillas de cristal, las m!s preciosas del mundo.

na vez ataviada de este modo, 2enicienta subió al carruaje; pero su madrina le

recomendó sobre todo que regresara antes de la medianoche, advirti#ndole que si se

quedaba en el baile un minuto m!s, su carroza volvería a convertirse en zapallo, sus

caballos en ratas, sus lacayos en lagartos, y que sus viejos vestidos recuperarían su forma

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primitiva. &lla prometió a su madrina que saldría del baile antes de la medianoche. Partió,

loca de felicidad.

&l hijo del rey, a quien le avisaron que acababa de llegar una gran princesa que nadie

conocía, corrió a recibirla; le dio la mano al bajar del carruaje y la llevó al salón donde

estaban los comensales. &ntonces se hizo un gran silencio+ el baile cesó y los violines

dejaron de tocar, tan absortos estaban todos contemplando la gran belleza de esta

desconocida. /ólo se oía un confuso rumor+

)7%h, qu# hermosa es8

&l mismo rey, siendo viejo, no dejaba de mirarla y de decir por lo bajo a la reina que desde

hacía mucho tiempo no veía una persona tan bella y graciosa. (odas las damas observabancon atención su peinado y sus vestidos, para tener al día siguiente otros semejantes,

siempre que eistieran telas igualmente bellas y manos tan diestras para confeccionarlos.

&l hijo del rey la colocó en el sitio de honor y en seguida la condujo al salón para bailar con

ella. $ailó con tanta gracia que fue un motivo m!s de admiración.

(rajeron equisitos manjares que el príncipe no probó, ocupado como estaba en observarla.

&lla fue a sentarse al lado de sus hermanas y les hizo mil atenciones; compartió con ellas

los limones y naranjas que el príncipe le había obsequiado, lo que las sorprendió mucho,pues no la conocían. 2harlando así estaban, cuando 2enicienta oyó dar las once y tres

cuartos; hizo al momento una gran reverenda a los asistentes y se fue a toda prisa.

%penas hubo llegado, fue a buscar a su madrina y despu#s de darle las gracias, le dijo que

desearía mucho ir al baile al día siguiente porque el príncipe se lo había pedido. 2uando le

estaba contando a su madrina todo lo que había sucedido en el baile, las dos hermanas

golpearon a su puerta; 2enicienta fue a abrir.

)72ómo hab#is tardado en volver8 )les dijo bostezando, frot!ndose los ojos y estir!ndose

como si acabara de despertar; sin embargo no había tenido ganas de dormir desde que se

separaron.

)/i hubieras ido al baile )le dijo una de las hermanas), no te habrías aburrido; asistió la

m!s bella princesa, la m!s bella que jam!s se ha visto; nos hizo mil atenciones, nos dio

naranjas y limones.

2enicienta estaba radiante de alegría. -es preguntó el nombre de esta princesa; pero

contestaron que nadie la conocía, que el hijo del rey no se conformaba y que daría todo en

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Cuentos clásicos

el mundo por saber qui#n era. 2enicienta sonrió y les dijo+

)4&ra entonces muy hermosa6 ios mío, felices vosotras, 4no podría verla yo6 %y, se'orita

?avotte, prestadme el vestido amarillo que us!is todos los días.

)erdaderamente )dijo la se'orita ?avotte), 7no faltaba m!s8 Prestarle mi vestido a tan feo

2ulocenizón... tendría que estar loca.

2enicienta esperaba esta negativa, y se alegró, pues se habría sentido bastante confundida

si su hermana hubiese querido prestarle el vestido.

%l día siguiente las dos hermanas fueron al baile, y 2enicienta tambi#n, pero a3n m!s

ricamente ataviada que la primera vez. &l hijo del rey estuvo constantemente a su lado ydici#ndole cosas agradables; nada aburrida estaba la joven damisela y olvidó la

recomendación de su madrina; de modo que oyó tocar la primera campanada de

medianoche cuando creía que no eran ni las once. /e levantó y salió corriendo, ligera como

una gacela. &l príncipe la siguió, pero no pudo alcanzarla; ella había dejado caer una de sus

zapatillas de cristal que el príncipe recogió con todo cuidado.

2enicienta llegó a casa sofocada, sin carroza, sin lacayos, con sus viejos vestidos, pues no

le había quedado de toda su magnificencia sino una de sus zapatillas, igual a la que se lehabía caído.

Preguntaron a los porteros del palacio si habían visto salir a una princesa; dijeron que no

habían visto salir a nadie, salvo una muchacha muy mal vestida que tenía m!s aspecto de

aldeana que de se'orita.

2uando sus dos hermanas regresaron del baile, 2enicienta les preguntó si esta vez tambi#n

se habían divertido y si había ido la hermosa dama. ijeron que sí, pero que había salido

escapada al dar las doce, y tan r!pidamente que había dejado caer una de sus zapatillas de

cristal, la m!s bonita del mundo; que el hijo del rey la había recogido dedic!ndose a

contemplarla durante todo el resto del baile, y que sin duda estaba muy enamorado de la

bella personita due'a de la zapatilla. 5 era verdad, pues a los pocos días el hijo del rey hizo

proclamar al son de trompetas que se casaría con la persona cuyo pie se ajustara a la

zapatilla.

&mpezaron prob!ndola a las princesas, en seguida a las duquesas, y a toda la corte, pero

in3tilmente. -a llevaron donde las dos hermanas, las que hicieron todo lo posible para que

su pie cupiera en la zapatilla, pero no pudieron. 2enicienta, que las estaba mirando, y que

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Cuentos clásicos

reconoció su zapatilla, dijo riendo+

)4Puedo probar si a mí me calza6

/us hermanas se pusieron a reír y a burlarse de ella. &l gentilhombre que probaba la

zapatilla, habiendo mirado atentamente a 2enicienta y encontr!ndola muy linda, dijo que

era lo justo, y que #l tenía orden de probarla a todas las jóvenes. *izo sentarse a

2enicienta y acercando la zapatilla a su piececito, vio que encajaba sin esfuerzo y que era

hecha a su medida.

Irande fue el asombro de las dos hermanas, pero m!s grande a3n cuando 2enicienta sacó

de su bolsillo la otra zapatilla y se la puso. &n esto llegó la madrina que, habiendo tocado

con su varita los vestidos de 2enicienta, los volvió m!s deslumbrantes a3n que losanteriores.

&ntonces las dos hermanas la reconocieron como la persona que habían visto en el baile.

/e arrojaron a sus pies para pedirle perdón por todos los malos tratos que le habían

infligido. 2enicienta las hizo levantarse y les dijo, abraz!ndolas, que las perdonaba de todo

corazón y les rogó que siempre la quisieran.

<ue conducida ante el joven príncipe, vestida como estaba. Él la encontró m!s bella quenunca, y pocos días despu#s se casaron. 2enicienta, que era tan buena como hermosa,

hizo llevar a sus hermanas a morar en el palacio y las casó en seguida con dos grandes

se'ores de la corte.

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El flautista de Hamelín

*ace mucho, muchísimo tiempo, en la próspera ciudad de *amelín, sucedió algo muy

etra'o+ una ma'ana, cuando sus gordos y satisfechos habitantes salieron de sus casas,

encontraron las calles invadidas por miles de ratones que merodeaban por todas partes,

devorando, insaciables, el grano de sus repletos graneros y la comida de sus bien provistas

despensas.

"adie acertaba a comprender la causa de tal invasión, y lo que era a3n peor, nadie sabía

qu# hacer para acabar con tan inquitante plaga.

Por m!s que pretendían eterminarlos o, al menos, ahuyentarlos, tal parecía que cada vez

acudían m!s y m!s ratones a la ciudad. (al era la cantidad de ratones que, día tras día, se

ense'oreaba de las calles y de las casas, que hasta los mismos gatos huían asustados.

%nte la gravedad de la situación, los prohombres de la ciudad, que veían peligrar sus

riquezas por la voracidad de los ratones, convocaron al 2onsejo y dijeron+ Jaremos cien

monedas de oro a quien nos libre de los ratonesJ.

%l poco se presentó ante ellos un flautista taciturno, alto y desgarbado, a quien nadie había

visto antes, y les dijo+ J-a recompensa ser! mía. &sta noche no quedar! ni un sólo ratón en

*amelínJ.

icho esto, comenzó a pasear por las calles y, mientras paseaba, tocaba con su flauta una

maravillosa melodía que encantaba a los ratones, quienes saliendo de sus escondrijos

seguían embelesados los pasos del flautista que tocaba incansable su flauta.

5 así, caminando y tocando, los llevó a un lugar muy lejano, tanto que desde allí ni siquiera

se veían las murallas de la ciudad.Por aquel lugar pasaba un caudaloso río donde, al intentar cruzarlo para seguir al flautista,

todos los ratones perecieron ahogados.

-os hamelineses, al verse al fin libres de las voraces tropas de ratones, respiraron

aliviados. 5a tranquilos y satisfechos, volvieron a sus prósperos negocios, y tan contentos

estaban que organizaron una gran fiesta para celebrar el feliz desenlace, comiendo

ecelentes viandas y bailando hasta muy entrada la noche.

% la ma'ana siguiente, el flautista se presentó ante el 2onsejo y reclamó a los prohombres

de la ciudad las cien monedas de oro prometidas como recompensa. Pero #stos, liberadosya de su problema y cegados por su avaricia, le contestaron+ J7ete de nuestra ciudad8, 4o

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acaso crees que te pagaremos tanto oro por tan poca cosa como tocar la flauta6J.

5 dicho esto, los orondos prohombres del 2onsejo de *amelín le volvieron la espalda

profiriendo grandes carcajadas.

<urioso por la avaricia y la ingratitud de los hamelineses, el flautista, al igual que hiciera el

día anterior, tocó una dulcísima melodía una y otra vez, insistentemente.

Pero esta vez no eran los ratones quienes le seguían, sino los ni'os de la ciudad quienes,

arrebatados por aquel sonido maravilloso, iban tras los pasos del etra'o m3sico.

2ogidos de la mano y sonrientes, formaban una gran hilera, sorda a los ruegos y gritos de

sus padres que en vano, entre sollozos de desesperación, intentaban impedir que siguieran

al flautista.

"ada lograron y el flautista se los llevó lejos, muy lejos, tan lejos que nadie supo adónde, y

los ni'os, al igual que los ratones, nunca jam!s volvieron.

&n la ciudad sólo quedaron sus opulentos habitantes y sus bien repletos graneros y bienprovistas despensas, protegidas por sus sólidas murallas y un inmenso manto de silencio y

tristeza.

5 esto fue lo que sucedió hace muchos, muchos a'os, en esta desierta y vacía ciudad de

*amelín, donde, por m!s que busqu#is, nunca encontrar#is ni un ratón ni un ni'o.

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La gallina de los huevos de oro

Érase un labrador tan pobre, tan pobre, que ni siquiera poseía una vaca. &ra el m!s pobre

de la aldea. 5 resulta que un día, trabajando en el campo y lament!ndose de su suerte,

apareció un enanito que le dijo+

)$uen hombre, he oído tus lamentaciones y voy a hacer que tu fortuna cambie. (oma esta

gallina; es tan maravillosa que todos los días pone un huevo de oro.

&l enanito desapareció sin m!s ni m!s y el labrador llevó la gallina a su corral. %l día

siguiente, 7oh sorpresa8, encontró un huevo de oro. -o puso en una cestita y se fue con ella

a la ciudad, donde vendió el huevo por un alto precio.

%l día siguiente, loco de alegría, encontró otro huevo de oro. 7Por fin la fortuna había

entrado a su casa8 (odos los días tenía un nuevo huevo.

<ue así que poco a poco, con el producto de la venta de los huevos, fue convirti#ndose en

el hombre m!s rico de la comarca. /in embargo, una insensata avaricia hizo presa su

corazón y pensó+

 C4Por qu# esperar a que cada día la gallina ponga un huevo6 :ejor la mato y descubrir# lamina de oro que lleva dentroD.

5 así lo hizo, pero en el interior de la gallina no encontró ninguna mina. % causa de la

avaricia tan desmedida que tuvo, este tonto aldeano malogró la fortuna que tenía.

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El gato con botas

n molinero dejó, como 3nica herencia a sus tres hijos, su molino, su burro y su gato. &l

reparto fue bien simple+ no se necesitó llamar ni al abogado ni al notario. *abrían

consumido todo el pobre patrimonio.

&l mayor recibió el molino, el segundo se quedó con el burro y al menor le tocó sólo el

gato. &ste se lamentaba de su mísera herencia+

):is hermanos )decía) podr!n ganarse la vida convenientemente trabajando juntos; lo que

es yo, despu#s de comerme a mi gato y de hacerme un manguito con su piel, me morir# de

hambre.

&l gato, que escuchaba estas palabras, pero se hacía el desentendido, le dijo en tono serio

y pausado+

)"o deb#is afligiros, mi se'or, no ten#is m!s que proporcionarme una bolsa y un par de

botas para andar por entre los matorrales, y ver#is que vuestra herencia no es tan pobre

como pens!is.

%unque el amo del gato no abrigara sobre esto grandes ilusiones, le había visto dar tantasmuestras de agilidad para cazar ratas y ratones, como colgarse de los pies o esconderse en

la harina para hacerse el muerto, que no desesperó de verse socorrido por #l en su miseria.

2uando el gato tuvo lo que había pedido, se colocó las botas y ech!ndose la bolsa al cuello,

sujetó los cordones de #sta con las dos patas delanteras, y se dirigió a un campo donde

había muchos conejos. Puso afrecho y hierbas en su saco y tendi#ndose en el suelo como si

estuviese muerto, aguardó a que alg3n conejillo, poco conocedor a3n de las astucias de

este mundo, viniera a meter su hocico en la bolsa para comer lo que había dentro. "o bien

se hubo recostado, cuando se vio satisfecho. n atolondrado conejillo se metió en el saco y

el maestro gato, tirando los cordones, lo encerró y lo mató sin misericordia.39

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:uy ufano con su presa, fuese donde el rey y pidió hablar con #l. -o hicieron subir a los

aposentos de /u :ajestad donde, al entrar, hizo una gran reverencia ante el rey, y le dijo+

)*e aquí, :ajestad, un conejo de campo que el se'or :arqu#s de 2arab!s 0era el nombre

que inventó para su amo1 me ha encargado obsequiaros de su parte.

)ile a tu amo, respondió el @ey, que le doy las gracias y que me agrada mucho.

&n otra ocasión, se ocultó en un trigal, dejando siempre su saco abierto; y cuando en #l

entraron dos perdices, tiró los cordones y las cazó a ambas. <ue en seguida a ofrendarlas

al @ey, tal como había hecho con el conejo de campo. &l @ey recibió tambi#n con agrado las

dos perdices, y ordenó que le diesen de beber.

&l gato continuó así durante dos o tres meses llev!ndole de vez en cuando al @ey productos

de caza de su amo. n día supo que el @ey iría a pasear a orillas del río con su hija, la m!s

hermosa princesa del mundo, y le dijo a su amo+

)/í quer#is seguir mi consejo, vuestra fortuna est! hecha+ no ten#is m!s que ba'aros en el

río, en el sitio que os mostrar#, y en seguida yo har# lo dem!s.

&l :arqu#s de 2arab!s hizo lo que su gato le aconsejó, sin saber de qu# serviría. :ientras

se estaba ba'ando, el @ey pasó por ahí, y el gato se puso a gritar con todas sus fuerzas+

)7/ocorro, socorro8 7&l se'or :arqu#s de 2arab!s se est! ahogando8

%l oír el grito, el @ey asomó la cabeza por la portezuela y, reconociendo al gato que tantas

veces le había llevado caza, ordenó a sus guardias que acudieran r!pidamente a socorrer al

:arqu#s de 2arab!s. &n tanto que sacaban del río al pobre :arqu#s, el gato se acercó a la

carroza y le dijo al @ey que mientras su amo se estaba ba'ando, unos ladrones se habían

llevado sus ropas pese a haber gritado 7al ladrón8 con todas sus fuerzas; el pícaro del gato

las había escondido debajo de una enorme piedra.

&l @ey ordenó de inmediato a los encargados de su guardarropa que fuesen en busca de

sus m!s bellas vestiduras para el se'or :arqu#s de 2arab!s. &l @ey le hizo mil atenciones,

y como el hermoso traje que le acababan de dar realzaba su figura, ya que era apuesto y

bien formado, la hija del @ey lo encontró muy de su agrado; bastó que el :arqu#s de

2arab!s le dirigiera dos o tres miradas sumamente respetuosas y algo tiernas, y ella quedó

locamente enamorada.

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&l @ey quiso que subiera a su carroza y lo acompa'ara en el paseo. &l gato, encantado al

ver que su proyecto empezaba a resultar, se adelantó, y habiendo encontrado a unos

campesinos que segaban un prado, les dijo+

)$uenos segadores, si no decís al @ey que el prado que est!is segando es del :arqu#s de

2arab!s, os har# picadillo como carne de budín.

Por cierto que el @ey preguntó a los segadores de qui#n era ese prado que estaban

segando.

)&s del se'or :arqu#s de 2arab!s )dijeron a una sola voz, puesto que la amenaza del gato

los había asustado.

)(en#is aquí una hermosa heredad )dijo el @ey al :arqu#s de 2arab!s.

)er#is, :ajestad, es una tierra que no deja de producir con abundancia cada a'o.

&l maestro gato, que iba siempre delante, encontró a unos campesinos que cosechaban y

les dijo+

)$uena gente que est!is cosechando, si no decís que todos estos campos pertenecen al

:arqu#s de 2arab!s, os har# picadillo como carne de budín.

&l @ey, que pasó momentos despu#s, quiso saber a qui#n pertenecían los campos que veía.

)/on del se'or :arqu#s de 2arab!s, contestaron los campesinos, y el @ey nuevamente se

alegró con el :arqu#s.

&l gato, que iba delante de la carroza, decía siempre lo mismo a todos cuantos encontraba;

y el @ey estaba muy asombrado con las riquezas del se'or :arqu#s de 2arab!s.

&l maestro gato llegó finalmente ante un hermoso castillo cuyo due'o era un ogro, el m!s

rico que jam!s se hubiera visto, pues todas las tierras por donde habían pasado eran

dependientes de este castillo.

&l gato, que tuvo la precaución de informarse acerca de qui#n era este ogro y de lo que

sabía hacer, pidió hablar con #l, diciendo que no había querido pasar tan cerca de su

castillo sin tener el honor de hacerle la reverencia. &l ogro lo recibió en la forma m!s cort#s

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que puede hacerlo un ogro y lo invitó a descansar.

):e han asegurado )dijo el gato) que vos tenías el don de convertiros en cualquier clase de

animal; que podíais, por ejemplo, transformaros en león, en elefante.

)&s cierto )respondió el ogro con brusquedad) y para demostrarlo ver#is cómo me convierto

en león.

&l gato se asustó tanto al ver a un león delante de #l que en un santiam#n se trepó a las

canaletas, no sin pena ni riesgo a causa de las botas que nada servían para andar por las

tejas.

%lg3n rato despu#s, viendo que el ogro había recuperado su forma primitiva, el gato bajó yconfesó que había tenido mucho miedo.

)%dem!s me han asegurado )dijo el gato) pero no puedo creerlo, que vos tambi#n ten#is el

poder de adquirir la forma del m!s peque'o animalillo; por ejemplo, que pod#is convertiros

en un ratón, en una rata; os confieso que eso me parece imposible.

)4Hmposible6 )repuso el ogro) ya ver#is); y al mismo tiempo se transformó en una rata que

se puso a correr por el piso.

%penas la vio, el gato se echó encima de ella y se la comió.

&ntretanto, el @ey, que al pasar vio el hermoso castillo del ogro, quiso entrar. &l gato, al oír

el ruido del carruaje que atravesaba el puente levadizo, corrió adelante y le dijo al @ey+

)uestra :ajestad sea bienvenida al castillo del se'or :arqu#s de 2arab!s.

)72ómo, se'or :arqu#s )eclamó el rey) este castillo tambi#n os pertenece8 "ada hay m!s

bello que este patio y todos estos edificios que lo rodean; veamos el interior, por favor.

&l :arqu#s ofreció la mano a la joven Princesa y, siguiendo al @ey que iba primero,

entraron a una gran sala donde encontraron una magnífica colación que el ogro había

mandado preparar para sus amigos que vendrían a verlo ese mismo día, los cuales no se

habían atrevido a entrar, sabiendo que el @ey estaba allí.

&l @ey, encantado con las buenas cualidades del se'or :arqu#s de 2arab!s, al igual que su

hija, que ya estaba loca de amor viendo los valiosos bienes que poseía, le dijo, despu#s de

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haber bebido cinco o seis copas+

)/ólo depender! de vos, se'or :arqu#s, que se!is mi yerno.

&l :arqu#s, haciendo grandes reverencias, aceptó el honor que le hacia el @ey; y ese

mismo día se casó con la Princesa. &l gato se convirtió en gran se'or, y ya no corrió tras las

ratas sino para divertirse.

El gigante egoísta

(odas las tardes, a la salida de la escuela, los ni'os se habían acostumbrado a ir a jugar al

 jardín del gigante. &ra un jardín grande y hermoso, cubierto de verde y suave c#sped.

ispersas sobre la hierba brillaban bellas flores como estrellas, y había una docena de

melocotones que, en primavera, se cubrían de delicados capullos rosados, y en oto'o

daban sabroso fruto.

-os p!jaros se posaban en los !rboles y cantaban tan deliciosamente que los ni'os

interrumpían sus juegos para escucharlos.

)7>u# felices somos aquí8) se gritaban unos a otros.

n día el gigante regresó. *abía ido a visitar a su amigo, el ogro de 2ornualles, y

permaneció con #l durante siete a'os. (ranscurridos los siete a'os, había dicho todo lo que

tenía que decir, pues su conversación era limitada, y decidió volver a su castillo. %l llegar

vio a los ni'os jugando en el jardín.

)4>u# est!is haciendo aquí6) les gritó con voz agria. 5 los ni'os salieron corriendo.

):i jardín es mi jardín) dijo el gigante. )5a es hora de que lo entend!is, y no voy a permitir

que nadie mas que yo juegue en #l.

&ntonces construyó un alto muro alrededor y puso este cartel+

Prohibida la entrada.

-os transgresores ser!n

procesados judicialmente.

&ra un gigante muy egoísta.

-os pobres ni'os no tenían ahora donde jugar.

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(rataron de hacerlo en la carretera, pero la carretera estaba llena de polvo y agudas

piedras, y no les gustó.

/e acostumbraron a vagar, una vez terminadas sus lecciones, alrededor del alto muro, para

hablar del hermoso jardín que había al otro lado.

)7>ue felices #ramos allí8) se decían unos a otros.

&ntonces llegó la primavera y todo el país se llenó de capullos y pajaritos. /olo en el jardín

del gigante egoísta continuaba el invierno.

-os p!jaros no se preocupaban de cantar en #l desde que no había ni'os, y los !rboles seolvidaban de florecer. /olo una bonita flor levantó su cabeza entre el c#sped, pero cuando

vio el cartel se entristeció tanto, pensando en los ni'os, que se dejó caer otra vez en tierra

y se echó a dormir.

-os 3nicos complacidos eran la "ieve y el *ielo.

)-a primavera se ha olvidado de este jardín) gritaban. )Podremos vivir aquí durante todo el

a'o

-a "ieve cubrió todo el c#sped con su manto blanco y el *ielo pintó de plata todos los

!rboles. &ntonces invitaron al viento del "orte a pasar una temporada con ellos, y el iento

aceptó.

-legó envuelto en pieles y aullaba todo el día por el jardín, derribando los capuchones de la

chimeneas.

)&ste es un sitio delicioso) decía. )(endremos que invitar al Iranizo a visitarnos.

5 llegó el Iranizo. 2ada día durante tres horas tocaba el tambor sobre el tejado del castillo,

hasta que rompió la mayoría de las pizarras, y entonces se puso a dar vueltas alrededor del

 jardín corriendo lo m!s veloz que pudo. estía de gris y su aliento era como el hielo.

)"o puedo comprender como la primavera tarda tanto en llegar) decía el gigante egoísta, al

asomarse a la ventana y ver su jardín blanco y frío. )7&spero que este tiempo cambiar!8

Pero la primavera no llegó, y el verano tampoco. &l oto'o dio dorados frutos a todos los

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 jardines, pero al jardín del gigante no le dio ninguno.

)&s demasiado egoísta) se dijo.

%sí pues, siempre era invierno en casa del gigante, y el iento del "orte, el *ielo, el

Iranizo y la "ieve danzaban entre los !rboles.

na ma'ana el gigante yacía despierto en su cama, cuando oyó una m3sica deliciosa.

/onaba tan dulcemente en sus oídos que creyó sería el rey de los m3sicos que pasaba por

allí. &n realidad solo era un jilguerillo que cantaba ante su ventana, pero hacía tanto

tiempo que no oía cantar un p!jaro en su jardín, que le pareció la m3sica m!s bella del

mundo. &ntonces el Iranizo dejó de bailar sobre su cabeza, el iento del "orte dejó de

rugir, y un delicado perfume llegó hasta #l, a trav#s de la ventana abierta.

)2reo que, por fin, ha llegado la primavera) dijo el gigante; y saltando de la cama miró el

eterior. 4>u# es lo que vio6

io un espect!culo maravilloso. Por una brecha abierta en el muro los ni'os habían

penetrado en el jardín, habían subido a los !rboles y estaban sentados en sus ramas. &n

todos los !rboles que estaban al alcance de su vista, había un ni'o. 5 los !rboles se sentían

tan dichosos de volver a tener consigo a los ni'os, que se habían cubierto de capullos yagitaban suavemente sus brazos sobre las cabezas de los peque'os.

-os p!jaros revoloteaban y parloteaban con deleite, y las flores reían irguiendo sus cabezas

sobre el c#sped. &ra una escena encantadora. /ólo en un rincón continuaba siendo

invierno. &ra el rincón m!s apartado del jardín, y allí se encontraba un ni'o muy peque'o.

(an peque'o era, no podía alcanzar las ramas del !rbol, y daba vueltas a su alrededor

llorando amargamente. &l pobre !rbol seguía a3n cubierto de hielo y nieve, y el iento del

"orte soplaba y rugía en torno a #l.

)7/ube, peque'o8) decía el !rbol, y le tendía sus ramas tan bajo como podía; pero el ni'o

era demasiado peque'o. &l corazón del gigante se enterneció al contemplar ese

espect!culo.

)7>u# egoísta he sido) se dijo. )%hora comprendo por qu# la primavera no ha venido hasta

aquí. oy a colocar al pobre peque'o sobre la copa del !rbol, derribar# el muro y mi jardín

ser! el parque de recreo de los ni'os para siempre.

&staba verdaderamente apenado por lo que había hecho.

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/e precipitó escaleras abajo, abrió la puerta principal con toda suavidad y salió al jardín.

Pero los ni'os quedaron tan asustados cuando lo vieron, que huyeron corriendo, y en el

 jardín volvió a ser invierno.

/ólo el ni'o peque'o no corrió, pues sus ojos estaban tan llenos de l!grimas, que no vio

acercarse al gigante. 5 el gigante se deslizó por su espalda, lo cogió cari'osamente en su

mano y lo colocó sobre el !rbol. &l !rbol floreció inmediatamente, los p!jaros fueron a

cantar en #l, y el ni'o etendió sus bracitos, rodeó con ellos el cuello del gigante y le besó.

2uando los otros ni'os vieron que el gigante ya no era malo, volvieron corriendo y la

primavera volvió con ellos.

)esde ahora, este es vuestro jardín, queridos ni'os) dijo el gigante, y cogiendo una gran

hacha derribó el muro. 5 cuando al mediodía pasó la gente, yendo al mercado, encontraron

al gigante jugando con los ni'os en el m!s hermoso de los jardines que jam!s habían visto.

urante todo el día estuvieron jugando y al atardecer fueron a despedirse del gigante.

)Pero, 4dónde est! vuestro peque'o compa'ero, el ni'o que subí al !rbol6) preguntó.

&l gigante era a este al que m!s quería, porque lo había besado.

)"o sabemos contestaron los ni'os) se ha marchado.

)eb#is decirle que venga ma'ana sin falta) dijo el gigante.

Pero los ni'os dijeron que no sabían donde vivía y nunca antes lo habían visto. &l gigante

se quedó muy triste.

(odas las tardes, cuando terminaba la escuela, los ni'os iban y jugaban con el gigante.

Pero al ni'o peque'o, que tanto quería el gigante, no se le volvió a ver. &l gigante era muy

bondadoso con todos los ni'os pero echaba de menos a su primer amiguito y a menudo

hablaba de #l.

)72u!nto me gustaría verlo8) solía decir.

-os a'os transcurrieron y el gigante envejeció mucho y cada vez estaba m!s d#bil. 5a no

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podía tomar parte en los juegos; sentado en un gran sillón veía jugar a los ni'os y

admiraba su jardín.

)(engo muchas flores hermosas) decía, pero los ni'os son las flores m!s bellas.

na ma'ana invernal miró por la ventana, mientras se estaba vistiendo. 5a no detestaba el

invierno, pues sabía que no es sino la primavera adormecida y el reposo de las flores.

e pronto se frotó los ojos atónito y miró y remiró. erdaderamente era una visión

maravillosa. &n el m!s alejado rincón del jardín había un !rbol completamente cubierto de

hermosos capullos blancos. /us ramas eran doradas, frutos de plata colgaban de ellas y

debajo, de pie, estaba el peque'o al que tanto quiso.

&l gigante corrió escaleras abajo con gran alegría y salió al jardín. 2orrió precipitadamente

por el c#sped y llegó cerca del ni'o. 2uando estuvo junto a #l, su cara enrojeció de cólera y

eclamó+

) 4>ui#n se atrevió a herirte6) Pues en las palmas de sus manos se veían las se'ales de

dos clavos, y las mismas se'ales se veían en los piececitos.

)4>ui#n se ha atrevido a herirte6) gritó el gigante. )ímelo para que pueda coger miespada y matarle.

)"o) replicó el ni'o, pues estas son las heridas del amor.

)4>ui#n eres6) dijo el gigante; y un etra'o temor lo invadió, haci#ndole caer de rodillas

ante el peque'o.

5 el ni'o sonrió al gigante y le dijo+

)na vez me dejaste jugar en tu jardín, hoy vendr!s conmigo a mi jardín, que es el

Paraíso.

5 cuando llegaron los ni'os aquella tarde, encontraron al gigante tendido, muerto, bajo el

!rbol, todo cubierto de capullos blancos.

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Hansel y Gretel

*ansel y Iretel vivían con su padre, un pobre le'ador, y su cruel madrastra, muy cerca de

un espeso bosque. ivían con muchísima escasez, y como ya no les alcanzaba para poder

comer los cuatro, deberían plantearse el problema y tratar de darle una buena solución.

na noche, creyendo que los ni'os estaban dormidos, la cruel madrastra dijo al le'ador+

)"o hay bastante comida para todos+ ma'ana llevaremos a los ni'os a la parte m!s espesa

del bosque y los dejaremos allí. &llos no podr!n encontrar el camino a casa y así nos

desprenderemos de esa carga.

%l principio, el padre se opuso rotundamente a tener en cuenta la cruel idea de la malvadamujer.

)42ómo vamos a abandonar a mis hijos a la suerte de ios, quiz!s sean atacados por los

animales del bosque6 )gritó enojado.

)e cualquier manera, así moriremos todos de hambre )dijo la madrastra y no descansó

hasta convencerlo al d#bil hombre, de llevar adelante el mal#volo plan que se había

trazado.

:ientras tanto los ni'os, que en realidad no estaban dormidos, escucharon toda la

conversación. Iretel lloraba amargamente, pero *ansel la consolaba.

)"o llores, querida hermanita)decía #l), yo tengo una idea para encontrar el camino de

regreso a casa.

% la ma'ana siguiente, cuando salieron para el bosque, la madrastra les dio a cada uno de

los ni'os un pedazo de pan.

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Cuentos clásicos

)"o deben comer este pan antes del almuerzo )les dijo). &so es todo lo que tendr!n para el

día.

&l dominado y d#bil padre y la madrastra los acompa'aron a adentrarse en el bosque.

2uando penetraron en la espesura, los ni'os se quedaron atr!s, y *ansel, haciendo migas

de su pan, las fue dejando caer con disimulo para tener se'ales que les permitieran luego

regresar a casa.

-os padres los llevaron muy adentro del bosque y les dijeron+

)>u#dense aquí hasta que vengamos a buscarlos.

*ansel y Iretel hicieron lo que sus padres habían ordenado, pues creyeron que cambiaríande opinión y volverían por ellos. Pero cuando se acercaba la noche y los ni'os vieron que

sus padres no aparecían, trataron de encontrar el camino de regreso. esgraciadamente,

los p!jaros se habían comido las migas que marcaban el camino. (oda la noche anduvieron

por el bosque con mucho temor observando las miradas, observando el brillo de los ojos de

las fieras, y a cada paso se perdían m!s en aquella espesura.

%l amanecer, casi muertos de miedo y de hambre, los ni'os vieron un p!jaro blanco que

volaba frente a ellos y que para animarlos a seguir adelante les aleteaba en se'alamistosa. /iguiendo el vuelo de aquel p!jaro encontraron una casita construida toda de

panes, dulces, bombones y otras confituras muy sabrosas.

-os ni'os, con un apetito terrible, corrieron hasta la rara casita, pero antes de que pudieran

dar un mordisco a los riquísimos dulces, una bruja los detuvo.

-a casa estaba hecha para atraer a los ni'os y cuando estos se encontraban en su poder, la

bruja los mataba y los cocinaba para com#rselos.

2omo *ansel estaba muy delgadito, la bruja lo encerró en una jaula y allí lo alimentaba con

ricos y sustanciosos manjares para engordarlo. :ientras tanto, Iretel tenía que hacer los

trabajos m!s pesados y sólo tenía c!scaras de cangrejos para comer.

n día, la bruja decidió que *ansel estaba ya listo para ser comido y ordenó a Iretel que

preparara una enorme cacerola de agua para cocinarlo.

)Primero )dijo la bruja), vamos a ver el horno que yo prendí para hacer pan. &ntra t3

primero, Iretel, y fíjate si est! bien caliente como para hornear.

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Cuentos clásicos

&n realidad la bruja pensaba cerrar la puerta del horno una vez que Iretel estuviera dentro

para cocinarla a ella tambi#n. Pero Iretel hizo como que no entendía lo que la bruja decía.

)5o no s#. 42ómo entro6 )preguntó Iretel.

)(onta)dijo la bruja,) mira cómo se hace )y la bruja metió la cabeza dentro del horno.

@!pidamente Iretel la empujó dentro del horno y cerró la puerta.

Iretel puso en libertad a *ansel. %ntes de irse, los dos ni'os se llenaron los bolsillos de

perlas y piedras preciosas del tesoro de la bruja.

-os ni'os huyeron del bosque hasta llegar a orillas de un inmenso lago que parecíaimposible de atravesar. Por fin, un hermoso cisne blanco compadeci#ndose de ellos, les

ofreció pasarlos a la otra orilla. 2on gran alegría los ni'os encontraron a su padre allí. Éste

había sufrido mucho durante la ausencia de los ni'os y los había buscado por todas partes,

e incluso les contó acerca de la muerte de la cruel madrastra.

ejando caer los tesoros a los pies de su padre, los ni'os se arrojaron en sus brazos. %sí

 juntos olvidaron todos los malos momentos que habían pasado y supieron que lo m!s

importante en la vida es estar junto a los seres a quienes se ama, y siguieron viviendofelices y ricos para siempre.

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Cuentos clásicos

Juan y las habichuelas mgicas

?uan vivía con su madre, que era viuda, en una caba'a del bosque. 2omo con el tiempo fue

empeorando la situación familiar, la madre determinó mandar a ?uan a la ciudad, para que

allí intentase vender la 3nica vaca que poseían. &l ni'o se puso en camino, llevando atado

con una cuerda al animal, y se encontró con un hombre que llevaba un saquito de

habichuelas.

)/on maravillosas )eplicó aquel hombre). /i te gustan, te las dar# a cambio de la vaca.

%sí lo hizo ?uan, y volvió muy contento a su casa. Pero la viuda, disgustada al ver la

necedad del muchacho, cogió las habichuelas y las arrojó a la calle. espu#s se puso a

llorar.

2uando se levantó ?uan al día siguiente, fue grande su sorpresa al ver que las habichuelas

habían crecido tanto durante la noche, que las ramas se perdían de vista. /e puso ?uan a

trepar por la planta, y sube que sube, llegó a un país desconocido.

&ntró en un castillo y vio a un malvado gigante que tenía una gallina que ponía un huevo

de oro cada vez que #l se lo mandaba. &speró el ni'o a que el gigante se durmiera, y

tomando la gallina, escapó con ella. -legó a las ramas de las habichuelas, y descolg!ndose,tocó el suelo y entró en la caba'a.

-a madre se puso muy contenta. 5 así fueron vendiendo los huevos de oro, y con su

producto vivieron tranquilos mucho tiempo, hasta que la gallina se murió y ?uan tuvo que

trepar por la planta otra vez, dirigi#ndose al castillo del gigante. /e escondió tras una

cortina y pudo observar cómo el due'o del castillo iba contando monedas de oro que

sacaba de un bolsón de cuero.

&n cuanto se durmió el gigante, salió ?uan y, recogiendo el talego de oro, echó a correr

hacia la planta gigantesca y bajó a su casa. %sí la viuda y su hijo tuvieron dinero para ir51

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Cuentos clásicos

viviendo mucho tiempo.

/in embargo, llegó un día en que el bolsón de cuero del dinero quedó completamente

vacío. /e cogió ?uan por tercera vez a las ramas de la planta, y fue escal!ndolas hasta

llegar a la cima. &ntonces vio al ogro guardar en un cajón una cajita que, cada vez que se

levantaba la tapa, dejaba caer una moneda de oro.

2uando el gigante salió de la estancia, cogió el ni'o la cajita prodigiosa y se la guardó.

esde su escondite vio ?uan que el gigante se tumbaba en un sof!, y un arpa, oh

maravilla8, tocaba sola, sin que mano alguna pulsara sus cuerdas, una delicada m3sica. &l

gigante, mientras escuchaba aquella melodía, fue cayendo en el sue'o poco a poco.

%penas le vio así ?uan, cogió el arpa y echó a correr. Pero el arpa estaba encantada y, alser tomada por ?uan, empezó a gritar+

)7&h, se'or amo, despierte usted, que me roban8

/e despertó sobresaltado el gigante y empezaron a llegar de nuevo desde la calle los gritos

acusadores+

)7/e'or amo, que me roban8

iendo lo que ocurría, el gigante salió en persecución de ?uan. @esonaban a espaldas del

ni'o pasos del gigante, cuando, ya cogido a las ramas empezaba a bajar. /e daba mucha

prisa, pero, al mirar hacia la altura, vio que tambi#n el gigante descendía hacia #l. "o había

tiempo que perder, y así que gritó ?uan a su madre, que estaba en casa preparando la

comida+

)7:adre, tr!igame el hacha en seguida, que me persigue el gigante8

%cudió la madre con el hacha, y ?uan, de un certero golpe, cortó el tronco de la tr!gica

habichuela. %l caer, el gigante se estrelló, pagando así sus fechorías, y ?uan y su madre

vivieron felices con el producto de la cajita que, al abrirse, dejaba caer una moneda de oro.

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Cuentos clásicos

La Lechera

?uanita, con su cantarillo de leche, bien puesto a la cabeza sobre el cojinete, pensaba llegar

sin obst!culo a la ciudad.

2aminaba a paso largo, ligera y corta de saya, pues sólo se había puesto, para estar m!s

!gil, el refajillo y las sandalias. %sí equipada, revolvía en su imaginación lo que sacaría de

la leche y la manera de emplearlo. 2ompraba un centenar de huevos, hacía tres polladas;

con su asiduo cuidado todo iba bien. C2osa f!cil es, decía, criar los polluelos alrededor de la

casa; por muy lista que ande la raposa, me dejar! bastantes para comprar un cerdo. -o

engordó, es cuestión de un poco de salvado. %l comprarlo ya ser! bastante grande; %l

revenderlo, me valdr! muy buen dinero. 5 4>ui#n me impedir!, vali#ndome tanto, meter

en el establo una buena vaca con su becerrillo, y verlo triscar en medio del reba'o6D %ldecir esto, ?uanita brinca tambi#n, llena de gozo. 2ae el c!ntaro y se derrama la leche.

7%diós vaca y becerro8 7%diós cochino8 7%diós polluelos8 -a due'a de tantos bienes, mirando

con ojos afligidos su fortuna por los suelos.

La liebre y la tortuga

n día una liebre se burlaba del lento caminar de una tortuga.

-a tortuga, sin ofenderse, le replicó+

(al vez t3 seas m!s r!pida, pero yo te ganaría en una carrera.

5 la libre, totalmente convencida que eso era imposible, aceptó el reto. -a tortuga estaba

completamente segura que iba a ganar, así que dejó que la liebre eligiera el recorrido e

incluso la meta. -a liebre eligió un camino muy f!cil para ella+ -leno de obst!culos para que

la pobre tortuga, con las piernas tan cortas que tenía, se tropezase todo el rato.

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Cuentos clásicos

%l llegar el día de la carrera, empezaron a la vez. -a tortuga no dejó de caminar todo el

rato, lenta, pero constante.

&n cambio la liebre, al ver que llevaba una gran ventaja sobre la tortuga se paró a

descansar y se quedó dormida debajo de un !rbol.2uando se despertó, miró detr!s paraver donde estaba la tortuga, pero no la vio. &spantada, miró para adelante y vio como la

tortuga estaba a punto de llegar a la meta.

2orrió entonces la liebre tanto como pudo, pero no pudo alcanzar a la tortuga. 5 fue así

como la tortuga se proclamó vencedora.

 Los m!sicos de Bremen

Érase una vez un asno que, por desgracia, se quedó sin trabajo. &ra muy viejo y por lo

tanto ya no podía transportar sacos de cereales al molino. Pero aunque era viejo, el asno

no era tonto. /e decidió irse a la ciudad de $remen, donde pensó que podrían contratarlo

como m3sico municipal. 75 dicho y hecho8

&l asno abandonó la granja donde había trabajado durante a'os y emprendió un viaje hacia

$remen.

&l asno había caminado ya un buen rato cuando se encontró a un perro cansado por el

camino. 5 le dijo+

) ebes estar muy cansado, amigo

5 le contestó el perro+

) 7"i que lo digas8 2omo ya soy viejo, mi amo quiso matarme, pues dice que ya no sirvo

para la casa. %sí que decidí alejarme r!pidamente. -o que no s# es qu# podr# hacer ahorapara no morirme de hambre.

) :ira ) le dijo el asno. % mí me pasó lo mismo. ecidí irme a $remen a ver si me contratan

como m3sico de la ciudad. /i vienes conmigo podrías intentar que te contratasen a ti

tambi#n. 5o tocar# el la3d. (3 puedes tocar los timbales.

-a idea le gustó al perro y decidió acompa'ar al asno.

2aminaron un buen trecho cuando se encontraron a un gato con cara de hambriento, y ledijo el asno+

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Cuentos clásicos

) "o tienes buena cara, amigo

%l que le contestó el gato+

) Pues 4cómo voy a tener buena cara si mi ama intentó ahogarme porque dice que ya soy

demasiado viejo y no cazo ratones como antes6 2onseguí escapar, pero 4qu# voy hacer

ahora6

) % nosotros, )le dijo el asno, nos ha pasado lo mismo, y nos decidimos ir a $remen. /i nos

acompa'as, podrías entrar en la banda que vamos a formar, pues podrías colaborar con sus

maullidos.

&l gato, como no tenía otra alternativa, aceptó la invitación y se fue con el asno y el perro.

espu#s de mucho caminar, y al pasar cerca de una granja, los tres animales vieron a un

gallo que cantaba con mucha tristeza en lo alto de un portal. 5 le dijo el asno+

) ebes estar muy triste, amigo.

%l que le contestó el gallo+

) Pues, en realidad estoy m!s que triste. 7&stoy desesperado8 a a ver una fiesta ma'ana y

mi ama ha ordenado a la cocinera que esta me corte el cuello para hacer conmigo un buen

guiso. 5 le dijo el asno+

) "o te desesperes. ente con nosotros a $remen, donde formaremos una banda musical.

(3, con la buena voz que tienes, nos ser! muy 3til allí.

&l gallo levantó su cabeza y aceptó la invitación, siguiendo a los otros tres animales por el

camino.

-legó la noche y los tres decidieron descansar un poco en el bosque. /e habían acomodado

bajo un !rbol cuando el gallo, que se había subido a la rama m!s alta, avisó a sus

compa'eros de que veía una luz a los lejos.

&l asno le dijo que podría ser una casa y deberían irse a la casa para que pudiesen estar

m!s cómodos. 5 así lo hicieron.

%l acercarse a la casa averiguaron que la casa se trataba de una guarida de ladrones. &l

asno, como era el m!s alto, miró por la ventana para ver lo que pasaba en su interior.

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Cuentos clásicos

) 4>u# ves6, le preguntaron todos.

) eo una mesa con mucha comida y bebida, y junto a ella hay unos ladrones que est!n

cenando, les contentó el asno.

) 79jal! pudi#ramos hacer lo mismo nosotros8 )eclamo el gallo.

) Pues sí ) concordó el asno.

-os cuatro animales se pusieron a montar un plan para ahuyentar a los bandidos para que

les dejaran la comida. &l asno se puso de manos al lado de la ventana; el perro se

encaramó a las espaldas del asno; el gato se montó encima del perro, y el gallo voló y seposó en la cabeza del perro. &nseguida, empezaron a gritar, y de un golpe, rompieron los

cristales de una ventana. %rmaron tal confusión que los bandidos, aterrorizados, salieron

r!pidamente de la casa. -os cuatro amigos, despu#s de lograren su propósito, hicieron un

verdadero banquete. %cabada la comida, los cuatros apagaron la luz y cada uno se buscó

un rincón para descansar.

Pero en el medio de la noche, los ladrones, viendo que todo parecía tranquilo en la casa,

mandaron a uno de ellos que inspeccionara la casa. &l enviado entró en la casa a oscuras y,cuando se dirigía a encender la luz, vio que algo brillaba en el fogón. &ran los ojos del gato

que se había despertado. 5 sin pensar dos veces, se saltó a la cara del ladrón y empezó a

ara'arle. &l bandido, con miedo, echó a correr. Pero no sin antes llevar una coz del asno,

ser atacado por el perro, y llevar un buen susto con los gritos del gallo.

%l reunirse con sus compa'eros, el bandido les dijo que en la casa había una bruja que le

atacó por todos lados. -e ara'ó, le acuchilló, le golpeó, y le gritó ferozmente. 5 que todos

deberían huir r!pidamente. 5 así lo hicieron todos.

5 fue así, gracias a buen plan que habían montado los animales, que los cuatros m3sicos

de $remen pudieron vivir su vejez, tranquila y cómodamente, en aquella casa.

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Cuentos clásicos

El pastorcillo mentiroso

Érase una vez un peque'o pastor que se pasaba la mayor parte de su tiempo cuidando susovejas y, como muchas veces se aburria mientras las veía pastar, pensaba cosas que hacer

para divertirse.n día, decidió que sería buena idea divertirse a costa de la gente del

pueblo que había por allí cerca. /e acercó y empezó a gritar+

) /ocorro8 &l lobo8 >ue viene el lobo8

-a gente del pueblo cogió lo que tenía a mano y corriendo fueron a auiliar al pobre

pastorcito que pedía auilio, pero cuando llegaron, descubrieron que todo había sido una

broma pesada del pastor. 5 se enfadaron.

2uando se habían ido, al pastor le hizo tanta gracia la broma que pensó en repetirla. 5

cuando vió a la gente suficientemente lejos, volvió a gritar+

) /ocorro8 &l lobo8 >ue viene el lobo8

-as gentes del pueblo, en volverlo a oír, empezó a correr otra vez pensando que esta vez si

que se había presentado el lobo, y realmente les estaba pidiendo ayuda. Pero al llegardonde estaba el pastor, se lo encontraron por los suelos, riendo de ver como los aldeanos

habían vuelto a auiliarlo. &sta vez los aldeanos se enfadaron a3n m!s, y se marcharon

terriblemente enojados.

% la ma'ana siguiente, el pastor volvió a pastar con sus ovejas en el mismo campo. %3n

reía cuando recordaba correr a los aldeanos. Pero no contó que, ese mismo día, si vió

acercarse el lobo. &l miedo le invadió el cuerpo y, al ver que se acercaba cada vez m!s,

empezó a gritar+

) /ocorro8 &l lobo8 >ue viene el lobo8 /e va a comer todas mis ovejas8 %uilio8

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Cuentos clásicos

Pero esta vez los aldeanos, habiendo aprendido la lección el día anterior, hicieron oídos

sordos.

&l pastorcillo vió como el lobo se abalanzaba sobre sus ovejas, y chilló cada vez m!s

desesperado+

) /ocorro8 &l lobo8 &l lobo8 ) pero los aldeanos continuaron sin hacer caso.

&s así, como el pastorcillo vió como el lobo se comía unas cuantas ovejas y se llevaba otras

para la cena, sin poder hacer nada. 5 se arrepintió en lo m!s profundo de la broma que

hizo el día anterior.

El patito feo

>u# lindos eran los días de verano8 7>u# agradable resultaba pasear por el campo y ver el

trigo amarillo, la verde avena y las parvas de heno apilado en las llanuras8 /obre sus largas

patas rojas iba la cigKe'a junto a algunos flamencos, que se paraban un rato sobre cada

pata. /í, era realmente encantador estar en el campo.

$a'ada de sol se alzaba allí una vieja mansión solariega a la que rodeaba un profundo

foso; desde sus paredes hasta el borde del agua crecían unas plantas de hojas gigantescas,

las mayores de las cuales eran lo suficientemente grandes para que un ni'o peque'o

pudiese pararse debajo de ellas. %quel lugar resultaba tan enmara'ado y agreste como el

m!s denso de los bosques, y era allí donde cierta pata había hecho su nido. 5a era tiempo

de sobra para que naciesen los patitos, pero se demoraban tanto, que la mam! comenzaba

a perder la paciencia, pues casi nadie venía a visitarla.

%l fin los huevos se abrieron uno tras otro. C7Pip, pip8D, decían los patitos conforme iban

asomando sus cabezas a trav#s del cascarón.

)72uac, cuac8 )dijo la mam! pata, y todos los patitos se apresuraron a salir tan r!pidocomo pudieron, dedic!ndose enseguida a escudri'ar entre las verdes hojas. -a mam! los

dejó hacer, pues el verde es muy bueno para los ojos.

)79h, qu# grande es el mundo8 )dijeron los patitos. 5 ciertamente disponían de un espacio

mayor que el que tenían dentro del huevo.

)42reen acaso que esto es el mundo entero6 )preguntó la pata). Pues sepan que se

etiende mucho m!s all! del jardín, hasta el prado mismo del pastor, aunque yo nunca mehe alejado tanto. $ueno, espero que ya est#n todos )agregó, levant!ndose del nido). 7%h,

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Cuentos clásicos

pero si todavía falta el m!s grande8 42u!nto tardar! a3n6 "o puedo entretenerme con #l

mucho tiempo.

5 fue a sentarse de nuevo en su sitio.

)7aya, vaya8 42ómo anda eso6 )preguntó una pata vieja que venía de visita.

)5a no queda m!s que este huevo, pero tarda tantoF )dijo la pata echada). "o hay forma

de que rompa. Pero fíjate en los otros, y dime si no son los patitos m!s lindos que se hayan

visto nunca. (odos se parecen a su padre, el muy bandido. 4Por qu# no vendr! a verme6

)#jame echar un vistazo a ese huevo que no acaba de romper )dijo la anciana). (e

apuesto a que es un huevo de pava. %sí fue como me engatusaron cierta vez a mí. 7&ltrabajo que me dieron aquellos pavitos8 7Hmagínate8 -e tenían miedo al agua y no había

forma de hacerlos entrar en ella. 5o graznaba y los picoteaba, pero de nada me servíaF

Pero, vamos a ver ese huevoF

)2reo que me quedar# sobre #l un ratito a3n )dijo la pata). *e estado tanto tiempo aquí

sentada, que un poco m!s no me har! da'o.

)2omo quieras )dijo la pata vieja, y se alejó contone!ndose.

Por fin se rompió el huevo. C7Pip, pip8D, dijo el peque'o, volc!ndose del cascarón. -a pata

vio lo grande y feo que era, y eclamó+

)7ios mío, qu# patito tan enorme8 "o se parece a ninguno de los otros. 5, sin embargo,

me atrevo a asegurar que no es ning3n crío de pavos.

%l otro día hizo un tiempo maravilloso. &l sol resplandecía en las verdes hojas gigantescas.

-a mam! pata se acercó al foso con toda su familia y, 7plaf8, saltó al agua.

)72uac, cuac8 )llamaba. 5 uno tras otro los patitos se fueron abalanzando tras ella. &l agua

se cerraba sobre sus cabezas, pero enseguida resurgían flotando magníficamente.

:ovíanse sus patas sin el menor esfuerzo, y a poco estuvieron todos en el agua. *asta el

patito feo y gris nadaba con los otros.

)"o es un pavo, por cierto )dijo la pata). <íjense en la elegancia con que nada, y en lo

derecho que se mantiene. /in duda que es uno de mis peque'itos. 5 si uno lo mira bien, se

da cuenta enseguida de que es realmente muy guapo. 72uac, cuac8 amos, vengan

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Cuentos clásicos

conmigo y d#jenme ense'arles el mundo y presentarlos al corral entero. Pero no se

separen mucho de mí, no sea que los pisoteen. 5 anden con los ojos muy abiertos, por si

viene el gato.

5 con esto se encaminaron al corral. *abía allí un esc!ndalo espantoso, pues dos familias

se estaban peleando por una cabeza de anguila, que, a fin de cuentas, fue a parar al

estómago del gato.

)7ean8 7%sí anda el mundo8 )dijo la mam! relami#ndose el pico, pues tambi#n a ella la

entusiasmaban las cabezas de anguila). 7% ver8 4>u# pasa con esas piernas6 %nden ligeros

y no dejen de hacerle una bonita reverencia a esa anciana pata que est! allí. &s la m!s fina

de todos nosotros. (iene en las venas sangre espa'ola; por eso es tan regordeta. <íjense,

adem!s, en que lleva una cinta roja atada a una pierna+ es la m!s alta distinción que sepuede alcanzar. &s tanto como decir que nadie piensa en deshacerse de ella, y que deben

respetarla todos, los animales y los hombres. 7%nímense y no metan los dedos hacia

adentro8 -os patitos bien educados los sacan hacia afuera, como mam! y pap!F &so es.

%hora hagan una reverencia y digan 7cuac8

(odos obedecieron, pero los otros patos que estaban allí los miraron con desprecio y

eclamaron en alta voz+

)7aya8 72omo si ya no fu#semos bastantes8 %hora tendremos que rozarnos tambi#n con

esa gentuza. 7f8F 7>u# patito tan feo8 "o podemos soportarlo.

5 uno de los patos salió enseguida corriendo y le dio un picotazo en el cuello.

)7#jenlo tranquilo8 )dijo la mam!). "o le est! haciendo da'o a nadie.

)/í, pero es tan desgarbado y etra'o )dijo el que lo había picoteado), que no quedar! m!s

remedio que despachurrarlo.

)7>u# lindos ni'os tienes, muchacha8 )dijo la vieja pata de la cinta roja). (odos son muy

hermosos, ecepto uno, al que le noto algo raro. :e gustaría que pudieras hacerlo de

nuevo.

)&so ni pensarlo, se'ora )dijo la mam! de los patitos). "o es hermoso, pero tiene muy

buen car!cter y nada tan bien como los otros, y me atrevería a decir que hasta un poco

mejor. &spero que tome mejor aspecto cuando crezca y que, con el tiempo, no se le vea

tan grande. &stuvo dentro del cascarón m!s de lo necesario, por eso no salió tan bello

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Cuentos clásicos

como los otros.

5 con el pico le acarició el cuello y le alisó las plumas.

)e todos modos, es macho y no importa tanto )a'adió), &stoy segura de que ser! muy

fuerte y se abrir! camino en la vida.

)&stos otros patitos son encantadores )dijo la vieja pata). >uiero que se sientan como en

su casa. 5 si por casualidad encuentran algo así como una cabeza de anguila, pueden

tra#rmela sin pena.

2on esta invitación todos se sintieron allí a sus anchas. Pero el pobre patito que había

salido el 3ltimo del cascarón, y que tan feo les parecía a todos, no recibió m!s quepicotazos, empujones y burlas, lo mismo de los patos que de las gallinas.

)7>u# feo es8 )decían.

5 el pavo, que había nacido con las espuelas puestas y que se consideraba por ello casi un

emperador, infló sus plumas como un barco a toda vela y se le fue encima con un cacareo,

tan estrepitoso que toda la cara se le puso roja. &l pobre patito no sabía dónde meterse.

/entíase terriblemente abatido, por ser tan feo y porque todo el mundo se burlaba de #l enel corral.

%sí pasó el primer día. &n los días siguientes, las cosas fueron de mal en peor. &l pobre

patito se vio acosado por todos. Hncluso sus hermanos y hermanas lo maltrataban de vez

en cuando y le decían+

)79jal! te agarre el gato, grandulón8

*asta su misma mam! deseaba que estuviese lejos del corral. -os patos lo pellizcaban, las

gallinas lo picoteaban y, un día, la muchacha que traía la comida a las aves le asestó un

puntapi#.

&ntonces el patito huyó del corral. e un revuelo saltó por encima de la cerca, con gran

susto de los pajaritos que estaban en los arbustos, que se echaron a volar por los aires.

 C7&s porque soy tan feo8D pensó el patito, cerrando los ojos. Pero así y todo siguió corriendo

hasta que, por fin, llegó a los grandes pantanos donde viven los patos salvajes, y allí se

pasó toda la noche abrumado de cansancio y tristeza.

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Cuentos clásicos

% la ma'ana siguiente, los patos salvajes remontaron el vuelo y miraron a su nuevo

compa'ero.

)45 t3 qu# cosa eres6 )le preguntaron, mientras el patito les hacía reverencias en todas

direcciones, lo mejor que sabía.

)7&res m!s feo que un espantap!jaros8 )dijeron los patos salvajes). Pero eso no importa,

con tal que no quieras casarte con una de nuestras hermanas.

7Pobre patito8 "i so'aba #l con el matrimonio. /ólo quería que lo dejasen estar tranquilo

entre los juncos y tomar un poquito de agua del pantano.

nos días m!s tarde aparecieron por allí dos gansos salvajes. "o hacía mucho que habían

dejado el nido+ por eso eran tan impertinentes.

):ira, muchacho )comenzaron dici#ndole), eres tan feo que nos caes simp!tico. 4>uieres

emigrar con nosotros6 "o muy lejos, en otro pantano, viven unas gansitas salvajes muy

presentables, todas solteras, que saben graznar espl#ndidamente. &s la oportunidad de tu

vida, feo y todo como eres.

)7$ang, bang8 )se escuchó en ese instante por encima de ellos, y los dos gansos cayeron

muertos entre los juncos, ti'endo el agua con su sangre. %l eco de nuevos disparos se

alzaron del pantano las bandadas de gansos salvajes, con lo que menudearon los tiros. /e

había organizado una importante cacería y los tiradores rodeaban los pantanos; algunos

hasta se habían sentado en las ramas de los !rboles que se etendían sobre los juncos.

"ubes de humo azul se esparcieron por el oscuro boscaje, y fueron a perderse lejos, sobre

el agua.

-os perros de caza aparecieron chapaleando entre el agua, y, a su avance, dobl!ndose aquí 

y all! las ca'as y los juncos. %quello aterrorizó al pobre patito feo, que ya se disponía a

ocultar la cabeza bajo el ala cuando apareció junto a #l un enorme y espantoso perro+ la

lengua le colgaba fuera de la boca y sus ojos miraban con brillo temible. -e acercó el

hocico, le ense'ó sus agudos dientes, y de prontoF 7plaf8F 7all! se fue otra vez sin tocarlo8

&l patito dio un suspiro de alivio.

)Por suerte soy tan feo que ni los perros tienen ganas de comerme )se dijo. 5 se tendió allí

muy quieto, mientras los perdigones repiqueteaban sobre los juncos, y las descargas, una

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Cuentos clásicos

tras otra, atronaban los aires.

&ra muy tarde cuando las cosas se calmaron, y a3n entonces el pobre no se atrevía a

levantarse. &speró todavía varias horas antes de arriesgarse a echar un vistazo, y, en

cuanto lo hizo, enseguida se escapó de los pantanos tan r!pido como pudo. &chó a correr

por campos y praderas; pero hacía tanto viento, que le costaba no poco trabajo

mantenerse sobre sus pies.

*acia el crep3sculo llegó a una pobre caba'a campesina. /e sentía en tan mal estado que

no sabía de qu# parte caerse, y, en la duda, permanecía de pie. &l viento soplaba tan

ferozmente alrededor del patito que #ste tuvo que sentarse sobre su propia cola, para no

ser arrastrado. &n eso notó que una de las bisagras de la puerta se había caído, y que la

hoja colgaba con una inclinación tal que le sería f!cil filtrarse por la estrecha abertura. 5 así lo hizo.

&n la caba'a vivía una anciana con su gato y su gallina. &l gato, a quien la anciana llamaba

 C*ijitoD, sabía arquear el lomo y ronronear; hasta era capaz de echar chispas si lo frotaban

a contrapelo. -a gallina tenía unas patas tan cortas que le habían puesto por nombre

 C2hiquitita PiernascortasD. &ra una gran ponedora y la anciana la quería como a su propia

hija.

2uando llegó la ma'ana, el gato y la gallina no tardaron en descubrir al etra'o patito. &l

gato lo saludó ronroneando y la gallina con su cacareo.

)Pero, 4qu# pasa6 )preguntó la vieja, mirando a su alrededor. "o andaba muy bien de la

vista, así que se creyó que el patito feo era una pata regordeta que se había perdido). 7>u#

suerte8 )dijo). %hora tendremos huevos de pata. 72on tal que no sea macho8 -e daremos

unos días de prueba.

%sí que al patito le dieron tres semanas de plazo para poner, al t#rmino de las cuales, por

supuesto, no había ni rastros de huevo. %hora bien, en aquella casa el gato era el due'o y

la gallina la due'a, y siempre que hablaban de sí mismos solían decir+ Cnosotros y el

mundoD, porque opinaban que ellos solos formaban la mitad del mundo , y lo que es m!s,

la mitad m!s importante. %l patito le parecía que sobre esto podía haber otras opiniones,

pero la gallina ni siquiera quiso oírlo.

)4Puedes poner huevos6 )le preguntó.

)"o.

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Cuentos clásicos

)Pues entonces, 7c!llate8

5 el gato le preguntó+

)4Puedes arquear el lomo, o ronronear, o echar chispas6

)"o.

)Pues entonces, gu!rdate tus opiniones cuando hablan las personas sensatas.

2on lo que el patito fue a sentarse en un rincón, muy desanimado. Pero de pronto recordó

el aire fresco y el sol, y sintió una nostalgia tan grande de irse a nadar en el agua que )7nopudo evitarlo8) fue y se lo contó a la gallina.

)7amos8 4>u# te pasa6 )le dijo ella). $ien se ve que no tienes nada que hacer; por eso

piensas tantas tonterías. (e las sacudirías muy pronto si te dedicaras a poner huevos o a

ronronear.

)7Pero es tan sabroso nadar en el agua8 )dijo el patito feo). 7(an sabroso zambullir la

cabeza y bucear hasta el mismo fondo8

)/í, muy agradable )dijo la gallina). :e parece que te has vuelto loco. Preg3ntale al gato,

7no hay nadie tan listo como #l8 7Preg3ntale a nuestra vieja ama, la mujer m!s sabia del

mundo8 42rees que a ella le gusta nadar y zambullirse6

)"o me comprendes )dijo el patito.

)Pues si yo no te comprendo, me gustaría saber qui#n podr! comprenderte. e seguro que

no pretender!s ser m!s sabio que el gato y la se'ora, para no mencionarme a mí misma.

7"o seas tonto, muchacho8 4"o te has encontrado un cuarto c!lido y confortable, donde te

hacen compa'ía quienes pueden ense'arte6 Pero no eres m!s que un tonto, y a nadie le

hace gracia tenerte aquí. (e doy mi palabra de que si te digo cosas desagradables es por tu

propio bien+ sólo los buenos amigos nos dicen las verdades. *az ahora tu parte y aprende

a poner huevos o a ronronear y echar chispas.

)2reo que me voy a recorrer el ancho mundo )dijo el patito.

)/í, vete )dijo la gallina.

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Cuentos clásicos

5 así fue como el patito se marchó. "adó y se zambulló; pero ning3n ser viviente quería

tratarse con #l por lo feo que era.

Pronto llegó el oto'o. -as hojas en el bosque se tornaron amarillas o pardas; el viento las

arrancó y las hizo girar en remolinos, y los cielos tomaron un aspecto hosco y frío. -as

nubes colgaban bajas, cargadas de granizo y nieve, y el cuervo, que solía posarse en la

tapia, graznaba C7cau, cau8D, de frío que tenía. /ólo de pensarlo le daban a uno escalofríos.

/í, el pobre patito feo no lo estaba pasando muy bien.

2ierta tarde, mientras el sol se ponía en un maravilloso crep3sculo, emergió de entre los

arbustos una bandada de grandes y hermosas aves. &l patito no había visto nunca unos

animales tan espl#ndidos. &ran de una blancura resplandeciente, y tenían largos y esbeltoscuellos. &ran cisnes. % la vez que lanzaban un fant!stico grito, etendieron sus largas, sus

magníficas alas, y remontaron el vuelo, alej!ndose de aquel frío hacia los lagos abiertos y

las tierras c!lidas.

/e elevaron muy alto, muy alto, all! entre los aires, y el patito feo se sintió lleno de una

rara inquietud. 2omenzó a dar vueltas y vueltas en el agua lo mismo que una rueda,

estirando el cuello en la dirección que seguían, que #l mismo se asustó al oírlo. 7%h, jam!s

podría olvidar aquellos hermosos y afortunados p!jaros8 &n cuanto los perdió de vista, sesumergió derecho hasta el fondo, y se hallaba como fuera de sí cuando regresó a la

superficie. "o tenía idea de cu!l podría ser el nombre de aquellas aves, ni de adónde se

dirigían, y, sin embargo, eran m!s importantes para #l que todas las que había conocido

hasta entonces. "o las envidiaba en modo alguno+ 4cómo se atrevería siquiera a so'ar que

aquel esplendor pudiera pertenecerle6 5a se daría por satisfecho con que los patos lo

tolerasen, 7pobre criatura estrafalaria que era8

72u!n frío se presentaba aquel invierno8 &l patito se veía forzado a nadar incesantemente

para impedir que el agua se congelase en torno suyo. Pero cada noche el hueco en que

nadaba se hacía m!s y m!s peque'o. ino luego una helada tan fuerte, que el patito, para

que el agua no se cerrase definitivamente, ya tenía que mover las patas todo el tiempo en

el hielo crujiente. Por fin, debilitado por el esfuerzo, quedose muy quieto y comenzó a

congelarse r!pidamente sobre el hielo.

% la ma'ana siguiente, muy temprano, lo encontró un campesino. @ompió el hielo con uno

de sus zuecos de madera, lo recogió y lo llevó a casa, donde su mujer se encargó de

revivirlo.

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Cuentos clásicos

-os ni'os querían jugar con #l, pero el patito feo tenía terror de sus travesuras y, con el

miedo, fue a meterse revoloteando en la paila de la leche, que se derramó por todo el piso.

Iritó la mujer y dio unas palmadas en el aire, y #l, m!s asustado, metiose de un vuelo en

el barril de la mantequilla, y desde allí lanzose de cabeza al cajón de la harina, de donde

salió hecho una l!stima. 7*abía que verlo8 2hillaba la mujer y quería darle con la escoba, y

los ni'os tropezaban unos con otros tratando de echarle mano. 72ómo gritaban y se reían8

<ue una suerte que la puerta estuviese abierta. &l patito se precipitó afuera, entre los

arbustos, y se hundió, atolondrado, entre la nieve reci#n caída.

Pero sería demasiado cruel describir todas las miserias y trabajos que el patito tuvo que

pasar durante aquel crudo invierno. *abía buscado refugio entre los juncos cuando las

alondras comenzaron a cantar y el sol a calentar de nuevo+ llegaba la hermosa primavera.

&ntonces, de repente, probó sus alas+ el zumbido que hicieron fue mucho m!s fuerte que

otras veces, y lo arrastraron r!pidamente a lo alto. 2asi sin darse cuenta, se halló en un

vasto jardín con manzanos en flor y fragantes lilas, que colgaban de las verdes ramas

sobre un sinuoso arroyo. 79h, qu# agradable era estar allí, en la frescura de la primavera8 5

en eso surgieron frente a #l de la espesura tres hermosos cisnes blancos, rizando sus

plumas y dej!ndose llevar con suavidad por la corriente. &l patito feo reconoció a aquellas

espl#ndidas criaturas que una vez había visto levantar el vuelo, y se sintió sobrecogido por

un etra'o sentimiento de melancolía.

)7olar# hasta esas regias aves8 )se dijo). :e dar!n de picotazos hasta matarme, por

haberme atrevido, feo como soy, a aproimarme a ellas. Pero, 7qu# importa8 :ejor es que

ellas me maten, a sufrir los pellizcos de los patos, los picotazos de las gallinas, los golpes

de la muchacha que cuida las aves y los rigores del invierno.

5 así, voló hasta el agua y nadó hacia los hermosos cisnes. &n cuanto lo vieron, se le

acercaron con las plumas encrespadas.

)7/í, m!tenme, m!tenme8 )gritó la desventurada criatura, inclinando la cabeza hacia el

agua en espera de la muerte. Pero, 4qu# es lo que vio allí en la límpida corriente6 7&ra un

reflejo de sí mismo, pero no ya el reflejo de un p!jaro torpe y gris, feo y repugnante, no,

sino el reflejo de un cisne8

Poco importa que se nazca en el corral de los patos, siempre que uno salga de un huevo de

cisne. /e sentía realmente feliz de haber pasado tantos trabajos y desgracias, pues esto lo

ayudaba a apreciar mejor la alegría y la belleza que le esperaban. 5 los tres cisnes nadaban

y nadaban a su alrededor y lo acariciaban con sus picos.

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Cuentos clásicos

&n el jardín habían entrado unos ni'os que lanzaban al agua pedazos de pan y semillas. &l

m!s peque'o eclamó+

)7%hí va un nuevo cisne8

5 los otros ni'os corearon con gritos de alegría+

)7/í, hay un cisne nuevo8

5 batieron palmas y bailaron, y corrieron a buscar a sus padres. *abía pedacitos de pan y

de pasteles en el agua, y todo el mundo decía+

)7&l nuevo es el m!s hermoso8 7>u# joven y esbelto es8

5 los cisnes viejos se inclinaron ante #l. &sto lo llenó de timidez, y escondió la cabeza bajo

el ala, sin que supiese eplicarse la razón. &ra muy, pero muy feliz, aunque no había en #l

ni una pizca de orgullo, pues este no cabe en los corazones bondadosos. 5 mientras

recordaba los desprecios y humillaciones del pasado, oía cómo todos decían ahora que era

el m!s hermoso de los cisnes. -as lilas inclinaron sus ramas ante #l, baj!ndolas hasta el

agua misma, y los rayos del sol eran c!lidos y amables. @izó entonces sus alas, alzó elesbelto cuello y se alegró desde lo hondo de su corazón+

)?am!s so'# que podría haber tanta felicidad, all! en los tiempos en que era sólo un patito

feo.

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Cuentos clásicos

"inocho

&l maestro 2ereza paseaba por el bosque buscando un buen tronco de pino para hacer unapata para su mesa. &ncontró uno que le gustó y se lo llevó a casa. 2uando quiso dar el

primer hachazo, el tronco empezó a llorar. &l maestro 2ereza se espantó mucho, se le cayó

el tronco al suelo y se escondió detr!s del sof!. % lo que el tronco se puso a reír.

2uando se le hubo pasado el susto, se quedó observando el tronco que reía y lloraba.

&stuvo un rato d!ndole vueltas para saber qu# hacer con #l, hasta que pensó en su viejo

amigo Ieppeto, un magnífico carpintero que sabría hacer de #l una marioneta fant!stica.

&l maestro 2ereza llevó el tronco a Ieppeto, le eplicó sus etraordinarias cualidades y le

animó a hacer una marioneta con #l. &ntusiasmado, Ieppeto se puso manos a la obra. Por

la noche acabó y la marioneta, a la que Ieppeto llamó Pinocho, llenaba todo el taller con

sus risas y sus bailes. Pero tambi#n sus travesuras. %l ver que no se portaba muy bien,

decidió que tenía que ir a la escuela.%l día siguiente Ieppeto vendió su abrigo para poder

comprar a Pinocho una libreta para que pudiese ir a la escuela. 5a camino de la escuela

Pinocho se encontró a un grillo parlanchín, del que se hizo amigo.

Poco antes de llegar, Pinocho se encontró con un gato y un zorro. &l Iato y el Lorro leanimaron a vender la libreta que tanto le había costado a Ieppeto, puesto que conocían el

monte de los :ilagros, un sitio donde despu#s de enterrar las monedas de oro que

conseguirían al vender la libreta, crecerían !rboles cargados de monedas, y eso haría muy

feliz a Ieppeto. &l Irillo le dio sabios consejos+ C"o te dejes enga'ar, el dinero no crece de

los !rbolesD. Pero Pinocho no hizo caso. endió la libreta y consiguió cinco monedas de

oro.e camino al monte de los :ilagros, el Iato y el Lorro le convencieron para cenar un

festín y dormir en un gran *otel. &l grillo parlanchín le insistía C"o te dejes enga'ar, sólo

quieren tu dineroD. Pero Pinocho volvió a no hacer caso. espu#s de comer, se fueron adormir. Por la ma'ana, el Iato y el Lorro ya se habían ido cuando Pinocho despertó. (uvo

que hacerse cargo de la cuenta y gastar una moneda de oro. e camino a casa, llorando,68

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Cuentos clásicos

se encontró con un hada. 2uando el hada le preguntó por qu# lloraba, Pinocho le dijo que

había perdido una moneda de oro. Pero al decir tal mentira, puesto que no la había

perdido, si no que la había malgastado, le empezó a crecer la nariz. Pinocho se espantó y

lloró todavía m!s.

&l hada, que era buena le hizo prometer a Pinocho que sería bueno, no diría m!s mentiras,

y que sería un buen estudiante. 5 despu#s de tener su promesa, accedió a arreglarle la

nariz. 5a contento, Pinocho prosiguió su camino. 2erca de casa, Pinocho se encontró con el

Iato y el Lorro, quienes hicieron ver que andaban buscando a Pinocho. C4ónde te habías

metido6 7(e and!bamos buscando8 4%3n te quedan monedas de oro6 7en8 amos a

sembrarlas al monte de los :ilagrosD. 5 aunque el grillo volvió a insistir C"o te dejes

enga'ar, solo quieren tu dineroD, Pinocho se fue con ellos.

-legaron a un campo de labranza, e hicieron sembrar a Pinocho las M monedas que le

quedaban ) C:a'ana, vendremos aquí y recolectaremos todo el oro que habr! crecidoD G

dijo el Lorro, y se fueron a dormir. %l despertarse, el Iato y el Lorro se habían marchado

otra vez. Pinocho fue al campo y vio que no había ning3n !rbol lleno de monedas, entonces

buscó en el suelo las monedas que había sembrado. 75 tampoco estaban8. &l Iato y el

Lorro se habían ido con las monedas.

?usto en ese instante, el Pavo le vio cavando en su capo, y le pareció que le quería robar

sus semillas. -lamó a la policía y, por m!s que Pinocho suplicó, fue a la c!rcel por robo.

Por suerte el guardi!n de la c!rcel era un buen hombre. Pinocho le pareció tan bueno y

sincero, que no dudó en que había sido enga'ado y le dejó escapar. 2amino de casa se

encontró con el grillo parlanchín, que le advirtió que Ieppeto había ido a buscarle y se

había embarcado en un bote.

Pinocho no se lo pensó dos veces, corrió hasta el muelle donde se subió a otro bote para

buscar a Ieppeto. &n medio del mar, una ballena gigante engulló el bote de Pinocho, que

no pudo hacer nada para evitarlo.

entro de la ballena, 7sorpresa8 &ncontró a su querido Ieppeto. 7>u# alegría se llevaron

ambos8 /e abrazaron tan fuerte como pudieron. 5 luego empezaron a pensar cómo podrían

salir de la ballena.

%cordaron quemar un trozo del boto de Pinocho. %sí lo hicieron y, del humo que salía, la

ballena estornudó, momento que aprovecharon Ieppeto, Pinocho y el grillo parlanchín para

salir.

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Ieppeto no sabía nadar. Por suerte, Pinocho al ser de madera flotaba y le ayudó a llegar a

la orilla y, despu#s, a su casa, donde cenaron y descansaron de tan apasionante aventura.

5a por la noche, cuando Ieppeto dormía el hada buena se acercó a Pinocho, y le preguntó

si había sido bueno como prometió. &n ese momento el grillo aprovechó para eplicarlecu!n bueno, generoso y valiente había sido Pinocho yendo en b3squeda de Ieppeto.

&l hada buena quedó tan impresionada que decidió hacerle un regalo a Pinocho+ -e

convirtió en un ni'o de verdad. Pinocho se puso tan contentó que despertó a Ieppeto y los

dos se abrazaron y danzaron de alegría hasta que salió el sol.

La princesa y el guisante

Érase una vez un príncipe que quería casarse con una princesa, pero tenía que ser con una

princesa de verdad.

@ecorrió el mundo entero, y aunque en todas partes encontró princesas, siempre acababa

descubriendo en ellas algo que no acababa de gustarle. e ninguna se hubiera podido

asegurar con certeza que fuera una verdadera princesa; siempre aparecía alg3n detalle que

no era como es debido. &l príncipe regresó, pues, a su país, desconsolado por no haber

podido encontrar una princesa verdadera.

na noche se desencadenó una terrible tempestad+ rel!mpagos, truenas y una lluvia

torrencial. 7&ra espantoso8 %lguien llamó a la puerta de palacio y el anciano rey fue a abrir.

&ra una princesa quien aguardaba ante la puerta. Pero, 7ios mío8, 7>u# aspecto ofrecía

con la lluvia y el mal tiempo8 &l agua chorreaba por sus cabellos y caía sobre sus ropas, le

entraba por la punta de los zapatos y le salía por los talones. 5 sin embargo, 7pretendía ser

una princesa verdaera8

J$ien, ya lo veremosJ, pensó la vieja reina, y sin decir palabra se dirigió a la alcoba, apartó

toda la ropa de la cama y colocó un guisante en su fondo; puso despu#s veinte colchones

sobre #l y a'adió todavía otros veinte edredones de plumas de !nade.

%llí dormiría la princesa aquella noche.

% la ma'ana siguiente, le preguntaron qu# tal habia descansado.

) 79h, terriblemente mal8) respondió la princesa). 2asi no he pegado ojo en toda la noche.

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Cuentos clásicos

7ios sabe qu# habría en esa cama8 *e dormido sobre algo tan duro que tengo el cuerpo

lleno de cardenales. 7*a sido horrible8

%sí se pudo comprobar que se trataba de una princesa de verdad, porque a pesar de los

veinte colchones y los veinte edredones de pluma, había sentido la molestia de un

guisante. /ólo una verdadera princesa podía tener la piel tan delicada.

&l príncipe, sabiendo ya que se trataba de una princesa de verdad, la tomó por esposa el

guisante fue trasladado al :useo del Palacio, donde todavía puede contemplarse, a no ser

que alguien se lo haya llevado.

72omo ver#is, #sta sí que es una historia verdadera8

"ulgarcito

Érase una vez un le'ador y una le'adora que tenían siete hijos, todos ellos varones. &l

mayor tenía diez a'os y el menor, sólo siete. Puede ser sorprendente que el le'ador haya

tenido tantos hijos en tan poco tiempo; pero es que a su esposa le cundía la tarea pues los

hacía de dos en dos. &ran muy pobres y sus siete hijos eran una pesada carga ya que

ninguno podía a3n ganarse la vida. /ufrían adem!s porque el menor era muy delicado y no

hablaba palabra alguna, interpretando como estupidez lo que era un rasgo de la bondad de

su alma. &ra muy peque'ito y cuando llegó al mundo no era m!s gordo que el pulgar, porlo cual lo llamaron Pulgarcito.

&ste pobre ni'o era en la casa el que pagaba los platos rotos y siempre le echaban la culpa

de todo. /in embargo, era el m!s fino y el m!s agudo de sus hermanos y, si hablaba poco,

en cambio escuchaba mucho.

/obrevino un a'o muy difícil, y fue tanta la hambruna, que esta pobre pareja resolvió

deshacerse de sus hijos. na noche, estando los ni'os acostados, el le'ador, sentado con

su mujer junto al fuego, le dijo+

)(3 ves que ya no podemos alimentar a nuestros hijos; ya no me resigno a verlos morirse

de hambre ante mis ojos, y estoy resuelto a dejarlos perderse ma'ana en el bosque, lo que

ser! bastante f!cil pues mientras est#n entretenidos haciendo atados de astillas, sólo

tendremos que huir sin que nos vean.

)7%y8 )eclamó la le'adora) 4serías capaz de dejar t3 mismo perderse a tus hijos6

Por mucho que su marido le hiciera ver su gran pobreza, ella no podía permitirlo; era

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Cuentos clásicos

pobre, pero era su madre. /in embargo, al pensar en el dolor que sería para ella verlos

morirse de hambre, consistió y fue a acostarse llorando.

Pulgarcito oyó todo lo que dijeron pues, habiendo escuchado desde su cama que hablaban

de asuntos serios, se había levantado muy despacio y se deslizó debajo del taburete de su

padre para oírlos sin ser visto. olvió a la cama y no durmió m!s, pensando en lo que tenía

que hacer.

/e levantó de madrugada y fue hasta la orilla de un riachuelo donde se llenó los bolsillos

con guijarros blancos, y en seguida regresó a casa. Partieron todos, y Pulgarcito no dijo

nada a sus hermanos de lo que sabía. <ueron a un bosque muy tupido donde, a diez pasos

de distancia, no se veían unos a otros. &l le'ador se puso a cortar le'a y sus ni'os a

recoger astillas para hacer atados. &l padre y la madre, vi#ndolos preocupados de sutrabajo, se alejaron de ellos sin hacerse notar y luego echaron a correr por un peque'o

sendero desviado.

2uando los ni'os se vieron solos, se pusieron a bramar y a llorar a mares. Pulgarcito los

dejaba gritar, sabiendo muy bien por dónde volverían a casa; pues al caminar había dejado

caer a lo largo del camino los guijarros blancos que llevaba en los bolsillos. &ntonces les

dijo+

)"o teman, hermanos; mi padre y mi madre nos dejaron aquí, pero yo los llevar# de vuelta

a casa, no tienen m!s que seguirme.

-o siguieron y #l los condujo a su morada por el mismo camino que habían hecho hacia el

bosque. %l principio no se atrevieron a entrar, pero se pusieron todos junto a la puerta para

escuchar lo que hablaban su padre y su madre.

&n el momento en que el le'ador y la le'adora llegaron a su casa, el se'or de la aldea les

envió diez escudos que les estaba debiendo desde hacía tiempo y cuyo reembolso ellos ya

no esperaban. &sto les devolvió la vida ya que los infelices se morían de hambre. &l le'ador

mandó en el acto a su mujer a la carnicería. 2omo hacía tiempo que no comían, compró

tres veces m!s carne de la que se necesitaba para la cena de dos personas. 2uando

estuvieron saciados, la le'adora dijo+

)7%y8 4qu# ser! de nuestros pobres hijos6 $uena comida tendrían con lo que nos queda.

Pero tambi#n, Iuillermo, fuiste t3 el que quisiste perderlos. $ien decía yo que nos

arrepentiríamos. 4>u# estar!n haciendo en ese bosque6 7%y8+ 7ios mío, quiz!s los lobos

ya se los han comido8 &res harto inhumano de haber perdido así a tus hijos.

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Cuentos clásicos

&l le'ador se impacientó al fin, pues ella repitió m!s de veinte veces que se arrepentirían y

que ella bien lo había dicho. Él la amenazó con pegarle si no se callaba. "o era que el

le'ador no estuviese hasta m!s afligido que su mujer, sino que ella le machacaba la

cabeza, y sentía lo mismo que muchos como #l que gustan de las mujeres que dicen bien,

pero que consideran inoportunas a las que siempre bien lo decían. -a le'adora estaba

deshecha en l!grimas.

)7%y8 4dónde est!n ahora mis hijos, mis pobres hijos6

na vez lo dijo tan fuerte que los ni'os, agolpados a la puerta, la oyeron y se pusieron a

gritar todos juntos+

)7%quí estamos, aquí estamos8

&lla corrió de prisa a abrirles la puerta y les dijo abraz!ndolos+

)7>u# contenta estoy de volver a verlos, mis queridos ni'os8 &st!n bien cansados y tienen

hambre; y t3, Pierrot, mira cómo est!s de embarrado, ven para limpiarte.

&ste Pierrot era su hijo mayor al que amaba m!s que a todos los dem!s, porque era unpoco pelirrojo, y ella era un poco colorina.

/e sentaron a la mesa y comieron con un apetito que deleitó al padre y la madre; contaban

el susto que habían tenido en el bosque y hablaban todos casi al mismo tiempo. &stas

buenas gentes estaban felices de ver nuevamente a sus hijos junto a ellos, y esta alegría

duró tanto como duraron los diez escudos. 2uando se gastó todo el dinero, recayeron en su

preocupación anterior y nuevamente decidieron perderlos; pero para no fracasar, los

llevarían mucho m!s lejos que la primera vez.

"o pudieron hablar de esto tan en secreto como para no ser oídos por Pulgarcito, quien

decidió arregl!rselas igual que en la ocasión anterior; pero aunque se levantó de

madrugada para ir a recoger los guijarros, no pudo hacerlo pues encontró la puerta cerrada

con doble llave. "o sabía que hacer; cuando la le'adora les dio a cada uno un pedazo de

pan como desayuno, pensó que podría usar su pan en vez de los guijarros, dej!ndolo caer

a migajas a lo largo del camino que recorrerían; lo guardó, pues, en el bolsillo.

&l padre y la madre los llevaron al lugar m!s oscuro y tupido del bosque y junto con llegar,

tomaron por un sendero apartado y dejaron a los ni'os.

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Cuentos clásicos

Pulgarcito no se afligió mucho porque creía que podría encontrar f!cilmente el camino por

medio de su pan que había diseminado por todas partes donde había pasado; pero quedó

muy sorprendido cuando no pudo encontrar ni una sola miga; habían venido los p!jaros y

se lo habían comido todo.

*elos ahí, entonces, de lo m!s afligidos, pues mientras m!s caminaban m!s se etraviaban

y se hundían en el bosque. ino la noche, y empezó a soplar un fuerte viento que les

producía un susto terrible. Por todos lados creían oír los aullidos de lobos que se acercaban

a ellos para com#rselos. 2asi no se atrevían a hablar ni a darse vuelta. &mpezó a caer una

lluvia tupida que los caló hasta los huesos; resbalaban a cada paso y caían en el barro de

donde se levantaban cubiertos de lodo, sin saber qu# hacer con sus manos.

Pulgarcito se trepó a la cima de un !rbol para ver si descubría algo; girando la cabeza de

un lado a otro, divisó una lucecita como de un candil, pero que estaba lejos m!s all! del

bosque. $ajó del !rbol; y cuando llegó al suelo, ya no vio nada m!s; esto lo desesperó. /in

embargo, despu#s de caminar un rato con sus hermanos hacia donde había visto la luz,

volvió a divisarla al salir del bosque.

-legaron a la casa donde estaba el candil no sin pasar muchos sustos, pues de tanto en

tanto la perdían de vista, lo que ocurría cada vez que atravesaban un bajo. Iolpearon a lapuerta y una buena mujer les abrió. -es preguntó qu# querían; Pulgarcito le dijo que eran

unos pobres ni'os que se habían etraviado en el bosque y pedían albergue por caridad. -a

mujer, vi#ndolos a todos tan lindos, se puso a llorar y les dijo+

)7%y8 mis pobres ni'os, 4dónde han venido a caer6 4/aben ustedes que esta es la casa de

un ogro que se come a los ni'os6

)7%y, se'ora8 )respondió Pulgarcito que temblaba entero igual que sus hermanos), 4qu#

podemos hacer6 -os lobos del bosque nos comer!n con toda seguridad esta noche si usted

no quiere cobijarnos en su casa. /iendo así, preferimos que sea el se'or quien nos coma;

quiz!s se compadecer! de nosotros, si usted se lo ruega.

-a mujer del ogro, que creyó poder esconderlos de su marido hasta la ma'ana siguiente,

los dejó entrar y los llevó a calentarse a la orilla de un buen fuego, pues había un cordero

entero as!ndose al palo para la cena del ogro.

2uando empezaban a entrar en calor, oyeron tres o cuatro fuertes golpes en la puerta+ era

el ogro que regresaba. &n el acto la mujer hizo que los ni'os se ocultaran debajo de la

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Cuentos clásicos

cama y fue a abrir la puerta. &l ogro preguntó primero si la cena estaba lista, si habían

sacado vino, y en seguida se sentó a la mesa. &l cordero estaba a3n sangrando, pero por

eso mismo lo encontró mejor. 9lfateaba a derecha e izquierda, diciendo que olía a carne

fresca.

)(iene que ser )le dijo su mujer) ese ternero que acabo de preparar lo que sientes.

)*uelo carne fresca, otra vez te lo digo )repuso el ogro mirando de reojo a su mujer) aquí

hay algo que no comprendo.

%l decir estas palabras, se levantó de la mesa y fue derecho a la cama.

)7%h )dijo #l) así me quieres enga'ar, maldita mujer8 7"o s# por qu# no te como a titambi#n8 /uerte para ti que eres una bestia vieja. &sta caza me viene muy a tiempo para

festejar a tres ogros amigos que deben venir en estos días.

/acó a los ni'os de debajo de la cama, uno tras otro. -os pobres se arrodillaron pidi#ndole

misericordia; pero estaban ante el m!s cruel de los ogros quien, lejos de sentir piedad, los

devoraba ya con los ojos y decía a su mujer que se convertirían en sabrosos bocados

cuando ella les hiciera una buena salsa. <ue a coger un enorme cuchillo y mientras se

acercaba a los infelices ni'os, lo afilaba en una piedra que llevaba en la mano izquierda. 5ahabía cogido a uno de ellos cuando su mujer le dijo+

)4>u# quer#is hacer a esta hora6 4"o tendr#is tiempo ma'ana por la ma'ana6

)2!llate )repuso el ogro) así estar!n m!s tiernos.

)Pero todavía ten#is tanta carne )replicó la mujer); hay un ternero, dos corderos y la mitad

de un puerco

)(ienes razón )dijo el ogro); dales una buena cena para que no adelgacen, y ll#valos a

acostarse.

-a buena mujer se puso contentísima, y les trajo una buena comida, pero ellos no podían

tragar. de puro susto. &n cuanto al ogro, siguió bebiendo, encantado de tener algo tan

bueno para festejar a sus amigos. $ebió unos doce tragos m!s que de costumbre, que se le

fueron un poco a la cabeza, oblig!ndolo a ir a acostarse.

&l ogro tenía siete hijas muy chicas todavía. &stas peque'as ogresas tenían todas un lindo

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Cuentos clásicos

colorido pues se alimentaban de carne fresca, como su padre; pero tenían ojitos grises

muy redondos, nariz ganchuda y boca grande con unos afilados dientes muy separados uno

de otro. %3n no eran malvadas del todo, pero prometían bastante, pues ya mordían a los

ni'os para chuparles la sangre.

-as habían acostado temprano, y estaban las siete en una gran cama, cada una con una

corona de oro en la cabeza. &n el mismo cuarto había otra cama del mismo tama'o; ahí la

mujer del ogro puso a dormir a los siete muchachos, despu#s de lo cual se fue a acostar al

lado de su marido.

Pulgarcito, que había observado que las hijas del ogro llevaban coronas de oro en la cabeza

y temiendo que el ogro se arrepintiera de no haberlos degollado esa misma noche, se

levantó en mitad de la noche y tomando los gorros de sus hermanos y el suyo, fuedespacito a colocarlos en las cabezas de las ni'as, despu#s de haberles quitado sus

coronas de oro, las que puso sobre la cabeza de sus hermanos y en la suya a fin de que el

ogro los tomase por sus hijas, y a sus hijas por los muchachos que quería degollar.

-a cosa resultó tal como había pensado; pues el ogro, habi#ndose despertado a

medianoche, se arrepintió de haber dejado para el día siguiente lo que pudo hacer la

víspera. /alió, pues, bruscamente de la cama, y cogiendo su enorme cuchillo+

)amos a ver )dijo) cómo est!n estos chiquillos; no lo dejemos para otra vez.

/ubió entonces al cuarto de sus hijas y se acercó a la cama donde estaban los muchachos;

todos dormían menos Pulgarcito que tuvo mucho miedo cuando sintió la mano del ogro que

le tanteaba la cabeza, como había hecho con sus hermanos. &l ogro, que sintió las coronas

de oro+

)erdaderamente )dijo) 7buen trabajo habría hecho8 eo que anoche bebí demasiado.

<ue en seguida a la cama de las ni'as donde, tocando los gorros de los muchachos+

)7%h8 )eclamó) 7aquí est!n nuestros mozuelos8, trabajemos con coraje.

iciendo estas palabras, degolló sin trepidar a sus siete hijas. :uy satisfecho despu#s de

esta epedición, volvió a acostarse junto a su mujer.

%penas Pulgarcito oyó los ronquidos del ogro, despertó a sus hermanos y les dijo que se

vistieran r!pido y lo siguieran. $ajaron muy despacio al jardín y saltaron por encima del

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Cuentos clásicos

muro. 2orrieron durante toda la noche, tiritando siempre y sin saber a dónde se dirigían.

&l ogro, al despertar, dijo a su mujer+

)%nda arriba a preparar a esos chiquillos de ayer.

:uy sorprendida quedó la ogresa ante la bondad de su marido sin sospechar de qu#

manera entendía #l que los preparara; y creyendo que le ordenaba vestirlos, subió y cu!l

no sería su asombro al ver a sus siete hijas degolladas y nadando en sangre. &mpezó por

desmayarse 0que es lo primero que discurren casi todas las mujeres en circunstancias

parecidas1. &l ogro, temiendo que la mujer tardara demasiado tiempo en realizar la tarea

que le había encomendado, subió para ayudarla. /u asombro no fue menor que el de su

mujer cuando vio este horrible espect!culo.

)7%y8 4qu# hice6 )eclamó). 7:e la pagar!n estos desgraciados, y en el acto8

)&chó un tazón de agua en la nariz de su mujer, haci#ndola volver en sí+

)ame pronto mis botas de siete leguas )le dijo) para ir a agarrarlos.

/e puso en campa'a, y despu#s de haber recorrido lejos de uno a otro lado, tomófinalmente el camino por donde iban los pobres muchachos que ya estaban a sólo cien

pasos de la casa de sus padres. ieron al ogro ir de cerro en cerro, y atravesar ríos con

tanta facilidad como si se tratara de arroyuelos. Pulgarcito, que descubrió una roca hueca

cerca de donde estaban, hizo entrar a sus hermanos y se metió #l tambi#n, sin perder de

vista lo que hacía el ogro.

Éste, que estaba agotado de tanto caminar in3tilmente 0pues las botas de siete leguas son

harto cansadoras1, quiso reposar y por casualidad fue a sentarse sobre la roca donde se

habían escondido los muchachos. 2omo no podía m!s de fatiga, se durmió despu#s de

reposar un rato, y se puso a roncar en forma tan espantosa que los ni'os se asustaron

igual que cuando sostenía el enorme cuchillo para cortarles el pescuezo.

Pulgarcito sintió menos miedo, y les dijo a sus hermanos que huyeran de prisa a la casa

mientras el ogro dormía profundamente y que no se preocuparan por #l. -e obedecieron y

partieron raudos a casa.

Pulgarcito, acerc!ndose al ogro, le sacó suavemente las botas y se las puso r!pidamente.

-as botas eran bastante anchas y grandes; pero como eran m!gicas, tenían el don de

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Cuentos clásicos

adaptarse al tama'o de quien las calzara, de modo que se ajustaron a sus pies y a sus

piernas como si hubiesen sido hechas a su medida. Partió derecho a casa del ogro donde

encontró a su mujer que lloraba junto a sus hijas degolladas.

)/u marido )le dijo Pulgarcito) est! en grave peligro; ha sido capturado por una banda de

ladrones que han jurado matarlo si #l no les da todo su oro y su dinero. &n el momento en

que lo tenían con el pu'al al cuello, me divisó y me pidió que viniera a advertirle del estado

en que se encuentra, y a decirle que me d# todo lo que tenga disponible en la casa sin

guardar nada, porque de otro modo lo matar!n sin misericordia. 2omo el asunto apremia,

quiso que me pusiera sus botas de siete leguas para cumplir con su encargo, tambi#n para

que usted no crea que estoy mintiendo.

-a buena mujer, asustadísima, le dio en el acto todo lo que tenía+ pues este ogro no dejabade ser buen marido, aun cuando se comiera a los ni'os. Pulgarcito, entonces, cargado con

todas las riquezas del ogro, volvió a la casa de su padre donde fue recibido con la mayor

alegría.

*ay muchas personas que no est!n de acuerdo con esta 3ltima circunstancia, y sostienen

que Pulgarcito jam!s cometió ese robo; que, por cierto, no tuvo ning3n escr3pulo en

quitarle las botas de siete leguas al ogro porque #ste las usaba solamente para perseguir a

los ni'os. &stas personas aseguran saberlo de buena fuente, hasta dicen que por haberestado comiendo y bebiendo en casa del le'ador. %seguran que cuando Pulgarcito se calzó

las botas del ogro, partió a la corte, donde sabía que estaban preocupados por un ej#rcito

que se hallaba a doscientas leguas, y por el #ito de una batalla que se había librado.

2uentan que fue a ver al rey y le dijo que si lo deseaba, #l le traería noticias del ej#rcito

esa misma tarde. &l rey le prometió una gruesa cantidad de dinero si cumplía con este

cometido.

Pulgarcito trajo las noticias esa misma tarde, y habi#ndose dado a conocer por este primer

encargo, ganó todo lo que quiso; pues el rey le pagaba generosamente por transmitir sus

órdenes al ej#rcito; adem!s, una cantidad de damas le daban lo que #l pidiera por traerles

noticias de sus amantes, lo que le proporcionaba sus mayores ganancias. *abía algunas

mujeres que le encargaban cartas para sus maridos, pero le pagaban tan mal y

representaba tan poca cosa, que ni se dignaba tomar en cuenta lo que ganaba por ese

lado.

espu#s de hacer durante alg3n tiempo el oficio de correo, y de haber amasado grandes

bienes, regresó donde su padre, donde la alegría de volver a verlo es imposible de

describir. &stableció a su familia con las mayores comodidades. 2ompró cargos reci#n

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Cuentos clásicos

creados para su padre y sus hermanos y así fue coloc!ndolos a todos, formando a la vez

con habilidad su propia corte.

Rapun#el

*abía una vez una pareja que hacía mucho tiempo deseaba tener un beb#. n día, la mujer

sintió que su deseo 7por fin8 se iba a realizar. /u casa tenía una peque'a ventana en la

parte de atr!s, desde donde se podía ver un jardín lleno de flores hermosas y de toda clase

de plantas. &staba rodeado por una muralla alta y nadie se atrevía a entrar porque allí vivía

una bruja. n día, mirando hacia el jardín, la mujer se fijó en un !rbol cargadito de

espl#ndidas manzanas que se veían tan frescas que ansiaba comerlas. /u deseo crecía día

a día y como pensaba que nunca podría comerlas, comenzó a debilitarse, a perder peso yse puso enferma. /u marido, preocupado, decidió realizar los deseos de la mujer.

&n la oscuridad de la noche el hombre cruzó la muralla y entró en el jardín de la bruja.

@!pidamente cogió algunas de aquellas manzanas tan rojas y corrió a entreg!rselas a su

esposa. Hnmediatamente la mujer empezó a comerlas y a ponerse buena. Pero su deseo

aumentó, y para mantenerla satisfecha, su marido decidió volver al huerto para recoger

m!s manzanas. Pero cuando saltó la pared, se encontró cara a cara con la bruja. J4&res tu

el ladrón de mis manzanas6J dijo la bruja furiosa. (emblando de miedo, el hombre eplicó

a la bruja que tuvo que hacerlo para salvar la vida a su esposa. &ntonces la bruja dijo, J/ies verdad lo que me has dicho, permitir# que recojas cuantas manzanas quieras, pero a

cambio me tienes que dar el hijo que tu esposa va a tener. 5o ser# su madre.J &l hombre

estaba tan aterrorizado que aceptó. 2uando su esposa dio a luz una peque'a ni'a, la bruja

vino a su casa y se la llevó. &ra hermosa y se llamaba @apunzel. 2uando cumplió doce

a'os, la bruja la encerró en una torre en medio de un cerrado bosque. -a torre no tenía

escaleras ni puertas, sólo una peque'a ventana en lo alto.

2ada vez que la bruja quería subir a lo alto de la torre, se paraba bajo la ventana ygritaba+ J7@apunzel, @apunzel, lanza tu trenza8 @apunzel tenía un abundante cabello largo,

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Cuentos clásicos

dorado como el sol. /iempre que escuchaba el llamado de la bruja se soltaba el cabello, lo

ataba en trenzas y lo dejaba caer al piso. &ntonces la bruja trepaba por la trenza y se subía

hasta la ventana. n día un príncipe, que cabalgaba por el bosque, pasó por la torre y

escuchó una canción tan gloriosa que se acercó para escuchar. >uien cantaba era @apunzel.

%traído por tan melodiosa voz, el príncipe buscó entrar en la torre pero todo fue en vano.

/in embargo, la canción le había llegado tan profundo al corazón, que lo hizo regresar al

bosque todos los días para escucharla. no de esos días, vio a la bruja acercarse a los pies

de la torre.

&l príncipe se escondió detr!s de un !rbol para observar y la escuchó decir+ J8@apunzel8

7@apunzel8, 7lanza tu trenza8J @apunzel dejó caer su larga trenza y la bruja trepó hasta la

ventana. %sí, el príncipe supo cómo podría subir a la torre. %l día siguiente al oscurecer, fue

a la torre y llamó+ J7@apunzel8, 7@apunzel8, J7lanza tu trenza8J &l cabello de @apunzel cayóde inmediato y el príncipe subió. %l principio @apunzel se asustó, pero el príncipe le dijo

gentilmente que la había escuchado cantar y que su dulce melodía le había robado el

corazón. &ntonces @apunzel olvidó su temor. &l príncipe le preguntó si le gustaría ser su

esposa a lo cual accedió de inmediato y sin pensarlo mucho porque estaba enamorada del

príncipe y porque estaba deseosa de salir del dominio de esa mala bruja que la tenía presa

en aquel tenebroso castillo. &l príncipe la venía a visitar todas las noches y la bruja, que

venía sólo durante el día, no sabía nada. *asta que un día, cuando la bruja bajaba por la

trenza oyó a @apunzel decir que ella pesaba m!s que el príncipe. -a bruja reaccionógritando+ J%sí que 4has estado enga'!ndome6J <uriosa, la bruja decidió cortar todo el

cabello de @apunzel, abandon!ndola en un lugar lejano para que viviera en soledad.

%l volver a la torre, la bruja se escondió detr!s de un !rbol hasta que vio llegar al príncipe

y llamar a @apunzel. &ntonces enfurecida, la bruja salió del escondite y le dijo+ J*as

perdido a @apunzel para siempre. ?am!s volver!s a verlaJ. Por lo que el príncipe se quedó

desolado. %dem!s, la bruja le aplicó un hechizo dejando ciego al príncipe. Hncapacitado de

volver a su castillo, el príncipe acabó viviendo durante muchos a'os en el bosque hasta que

un día por casualidad llegó al solitario lugar donde vivía @apunzel. %l escuchar la melodiosa

voz, se dirigió hacia ella. 2uando estaba cerca, @apunzel lo reconoció. %l verlo se volvió

loca de alegría, pero se puso triste cuando se dio cuenta de su ceguera. -o abrazó

tiernamente y lloró. /us l!grimas cayeron sobre los ojos del príncipe ciego y de inmediato

los ojos de #l se llenaron de luz y pudo volver a ver como antes. &ntonces, felices por estar

reunido con su amor, los dos se casaron y vivieron muy felices.

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Cuentos clásicos

Ricitos de oro

na tarde se fue @icitos de 9ro al bosque y se puso a recoger flores. 2erca de allí había

una caba'a muy linda, y como @icitos de 9ro era una ni'a muy curiosa, se acercó paso a

paso hasta la puerta de la casita. 5 empujó. -a puerta estaba abierta. 5 vio una mesa.

&ncima de la mesa había tres tazones con leche y miel. no, grande; otro, mediano; y

otro, peque'ito. @icitos de 9ro tenía hambre y probó la leche del tazón mayor. 7f8 7&st!

muy caliente8

-uego probó del tazón mediano. 7f8 7&st! muy caliente8 espu#s probó del tazón

peque'ito y le supo tan rica que se la tomó toda, toda.

*abía tambi#n en la casita tres sillas azules+ una silla era grande, otra silla era mediana y

otra silla era peque'ita. @icitos de 9ro fue a sentarse en la silla grande, pero #sta era muy

alta. -uego fue a sentarse en la silla mediana, pero era muy ancha. &ntonces se sentó en la

silla peque'a, pero se dejó caer con tanta fuerza que la rompió.

&ntró en un cuarto que tenía tres camas. na era grande; otra era mediana; y otra,

peque'ita.

-a ni'a se acostó en la cama grande, pero la encontró muy dura. -uego se acostó en la

cama mediana, pero tambi#n le pereció dura.

espu#s se acostó en la cama peque'a. 5 #sta la encontró tan de su gusto, que @icitos de

9ro se quedó dormida.

&stando dormida @icitos de 9ro, llegaron los due'os de la casita, que era una familia de

9sos, y venían de dar su diario paseo por el bosque mientras se enfriaba la leche.

no de los 9sos era muy grande, y usaba sombrero, porque era el padre. 9tro era mediano

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Cuentos clásicos

y usaba cofia, porque era la madre. &l otro era un 9sito peque'o y usaba gorrito+ un

gorrito peque'ín. &l 9so grande gritó muy fuerte+

)7%lguien ha probado mi leche8

&l 9so mediano gru'ó un poco menos fuerte+

)7%lguien ha probado mi leche8

&l 9sito peque'o dijo llorando y con voz suave+

)7/e han tomado toda mi leche8

-os tres 9sos se miraron unos a otros y no sabían qu# pensar. Pero el 9sito peque'o

lloraba tanto que su pap! quiso distraerle. Para conseguirlo, le dijo que no hiciera caso,

porque ahora iban a sentarse en las tres sillitas de color azul que tenían, una para cada

uno.

/e levantaron de la mesa y fueron a la salita donde estaban las sillas.

4>u# ocurrió entonces6

&l 9so grande grito muy fuerte+

)7%lguien ha tocado mi silla8

&l 9so mediano gru'ó un poco menos fuerte+

)7%lguien ha tocado mi silla8

&l 9sito peque'o dijo llorando con voz suave+

)7/e han sentado en mi silla y la han roto8

/iguieron buscando por la casa y entraron en el cuarto de dormir. &l 9so grande dijo+

)7%lguien se ha acostado en mi cama8

&l 9so mediano dijo+

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Cuentos clásicos

)7%lguien se ha acostado en mi cama8

%l mirar la cama peque'ita, vieron en ella a @icitos de 9ro, y el 9sito peque'o dijo+

)7%lguien est! durmiendo en mi cama8

/e despertó entonces la ni'a, y al ver a los tres 9sos tan enfadados, se asustó tanto que

dio un brinco y salió de la cama.

2omo estaba abierta una ventana de la casita, saltó por ella @icitos de 9ro, y corrió sin

parar por el bosque hasta que encontró el camino de su casa.

Rumpelstilts$in

*abía una vez...

... n pobre molinero que tenía una bellísima hija. 5 sucedió que en cierta ocasión se

encontró con el rey, y, como le gustaba darse importancia sin medir las consecuencias de

sus mentiras, le dijo+

):i hija es tan h!bil y sabe hilar tan bien, que convierte la hierba seca en oro.

)&so es admirable, es un arte que me agrada )dijo el rey). /i realmente tu hija puede hacer

lo que dices, ll#vala ma'ana a palacio y la pondremos a prueba.

5 en cuanto llegó la muchacha ante la presencia del rey, #ste la condujo a una habitación

que estaba llena de hierba seca, le entregó una rueca y un carrete y le dijo+

)%hora ponte a trabajar, y si ma'ana temprano toda esta hierba seca no ha sido convertida

en oro, morir!s.

5 dichas estas palabras, cerró #l mismo la puerta y la dejó sola.

%llí quedó sentada la pobre hija del molinero, y aunque le iba en ello la vida, no se le

ocurría cómo hilar la hierba seca para convertirla en oro. 2uanto m!s tiempo pasaba, m!s

miedo tenía, y por fin no pudo m!s y se echó a llorar.

e repente, se abrió la puerta y entró un hombrecito. )7$uenas tardes, se'orita molinera8

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Cuentos clásicos

)le dijo). 4Por qu# est! llorando6

)7%y de mí8 )respondió la muchacha.) (engo que hilar toda esta hierba seca de modo que

se convierta en oro, y no s# cómo hacerlo.

)4>u# me dar!s )dijo el hombrecito) si lo hago por ti6

):i collar )dijo la muchacha.

&l hombrecito tomó el collar, se sentó frente a la rueca y... 7zas, zas, zas8 , dio varias

vueltas a la rueda y se llenó el carrete. &nseguida tomó otro y... 7zas, zas, zas8 . con varias

vueltas estuvo el segundo lleno. 5 así continuó sin parar hasta la ma'ana, en que toda la

hierba seca quedó hilada y todos los carreteles llenos de oro.

%l amanecer se presentó el rey. 5 cuando vio todo aquel oro. sintió un gran asombro y se

alegró muchísimo+ pero su corazón rebosó de codicia. *izo que llevasen a la hija del

molinero a una habitación mucho mayor que la primera y tambi#n atestada de hierba seca,

y le ordenó que la hilase en una noche si en algo estimaba su vida. -a muchacha no sabía

cómo arregl!rselas, y ya se había echado a llorar, cuando se abrió la puerta y apareció el

hombrecito.

)4>u# me dar!s )preguntó) si te convierto la hierba seca en oro6

):i sortija )contestó la muchacha.

&l hombrecito tomó la sortija, volvió a sentarse a la rueca, y, al llegar la madrugada, toda

la hierba seca estaba convertida en reluciente oro.

/e alegró el rey a m!s no poder cuando lo vio, pero a3n no tenía bastante; y mandó que

llevasen a la hija del molinero a una habitación mucho mayor que las anteriores y tambi#n

atestada de hierba seca.

)*ilar!s todo esto durante la noche )le dijo), y si logras hacerlo, ser!s mi esposa.

(an pronto quedó sola, apareció el hombrecito por tercera vez y le dijo+

)4>u# me dar!s si nuevamente esta noche te convierto la hierba seca en oro6

)"o me queda nada para darte )contestó la muchacha.

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Cuentos clásicos

)Prom#teme entonces )dijo el hombrecito) que, si llegas a ser reina, me entregar!s tu

primer hijo.

-a muchacha dudó un momento. N4>ui#n sabe si llegar# a tener un hijo alg3n día, y esta

noche debo hilar este heno seco6O se dijo. 5 no sabiendo cómo salir del paso, prometió al

hombrecito lo que quería y #ste convirtió una vez m!s la hierba seca en oro.

2uando el rey llegó por la ma'ana y lo encontró todo tal como lo había deseado, se casó

enseguida con la muchacha, y así fue como se convirtió en reina la linda hija del molinero.

n a'o m!s tarde le nació un hermoso ni'o, sin que se hubiera acordado m!s del

hombrecito. Pero. de repente, lo vio entrar en su c!mara+

)ine a buscar lo que me prometiste )dijo.

-a reina se quedó horrorizada, y le ofreció cuantas riquezas había en el reino con tal de que

le dejara al ni'o. Pero el hombrecito dijo+

)"o. na criatura viviente es m!s preciosa para mí que los mayores tesoros de este

mundo.

2omenzó entonces la reina a llorar, a rogarle y a lamentarse de tal modo. que el

hombrecito se compadeció de ella.

)(e dar# tres días de plazo )le dijo). /i en ese tiempo consigues adivinar mi nombre. te

quedar!s con el ni'o.

-a reina se pasó la noche tratando de recordar todos los nombres que oyera en su vida, y

como le parecieron pocos envió un mensajero a recoger, de un etremo a otro del país, los

dem!s nombres que hubiese. 2uando el hombrecito llegó al día siguiente, empezó por

Iaspar, :elchor y $altasar, y fue luego recitando uno tras otro los nombres que sabía; pero

el hombrecito repetía invariablemente+

)7"o8 %sí no me llamo yo.

%l segundo día la reina mandó averiguar los nombres de las personas que vivían en los

alrededores del palacio y repitió al hombrecito los m!s curiosos y poco comunes.

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Cuentos clásicos

)4(e llamar!s %rbilino, o Patizueco, o quiz! (rinoboba6

Pero #l contestaba invariablemente+

)7"o8 %sí no me llamo yo.

%l tercer día regresó el mensajero de la reina y le dijo+

)"o he podido encontrar un sólo nombre nuevo; pero al subir a una altísima monta'a, m!s

all! de lo m!s profundo del bosque, all! donde el zorro y la liebre se dan las buenas

noches, vi una casita diminuta. elante de la puerta ardía una hoguera y, alrededor de ella

un hombrecito ridículo brincaba sobre una sola pierna y cantaba+

*oy tomo vino y ma'ana cerveza,

despu#s al ni'o sin falta traer!n.

"unca, se rompan o no la cabeza,

el nombre @umpelstiin adivinar!n.

7Hmagínense lo contenta que se puso la reina cuando oyó este nombre8

Poco despu#s entró el hombrecito y dijo+

)5 bien, se'ora reina, 4cómo me llamo yo6

)4(e llamar!s 2onrado6 )empezó ella.

)7"o8 %sí no me llamo yo.

)45 &nrique6

)7"o8 7%sí no me llamo yo8 )replicó el hombrecito con epresión triunfante.

/onrió la reina y le dijo+

)Pues... 4quiz!s te llamas... @umpelstiin6

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Cuentos clásicos

)7(e lo dijo una bruja8 7(e lo dijo una bruja8 )gritó el hombrecito, y, furioso, dio en el suelo

una patada tan fuerte, que se hundió hasta la cintura.

-uego, sujet!ndose al otro pie con ambas manos, tiró y tiró hasta que pudo salir; y

entonces, sin dejar de protestar, se marchó corriendo y saltando sobre una sola pierna,

mientras en palacio todos se reían de #l por haber pasado en vano tantos trabajos.

Las siete cabritillas y el lobo

*abía una vez una vieja cabra que tenía siete cabritas, y las amaba con todo el amor que

una buena madre puede tener por sus hijos. n día ella quiso ir al bosque para conseguir

alg3n alimento. %sí que llamó a las siete cabritillas y les dijo+

)J>ueridas hijas, tengo que ir al bosque, estad en guardia contra el lobo, si llegase a entrar,

os devorar! )piel, pelo y todo). &l lobo malvado por lo general se disfraza, pero lo

reconocer#is enseguida por su gruesa voz y sus negras patas.J)

-as cabritas dijeron+

)J:am!, tendremos mucho cuidado8 Puedes salir sin preocuparte.J

&ntonces la vieja cabra baló, y partió a su camino con la mente tranquila.

"o había transcurrido mucho tiempo cuando alguien tocó a la puerta de la casa y llamó+

)J%brid la puerta queridas hijas, mam! est! aquí, y ha traído de regreso algo para cada

una de vosotras.J)

Pero las peque'as cabritas sabían que era el lobo por su gruesa voz,

)J"o abriremos la puerta.J) gritaron ellas. )J"o eres nuestra madre. &lla tiene voz suave y

placentera, en cambio tu voz es ronca, 7(3 eres el lobo8J)

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Cuentos clásicos

&ntonces el lobo se retiró, fue a una tienda y se compró una gran masa de tiza, se la comió

y con eso se le suavizó la voz. 5 regresó donde las cabritas, tocó a la puerta y gritó+

)J%brid la puerta queridas hijas, mam! est! aquí, y ha traído de regreso algo para cada

una de vosotras.J)

Pero las cabritas vieron por debajo de la puerta unas negras patas y gritaron+

)J"o abriremos la puerta, nuestra madre no tiene patas negras como las tuyas. 7(3 eres el

lobo8J)

&ntonces el lobo fue donde un panadero y le dijo+

)J:e he herido los pies, ponme un poco de masa sobre ellos.J)

5 cuando el panadero hubo cubierto sus pies, corrió donde el molinero y dijo+

)J@ocíame un poco de harina sobre mis pies.J)

&l molinero pensó para sí mismo+

)J&ste lobo piensa enga'ar a alguien.J) y se negó.

Pero el lobo dijo+

)J/i no lo haces, te devorar#.J)

&ntonces el molinero se asustó, y le emblanqueció las patas.

%sí el malvado fue por tercera vez a la puerta de la casa, tocó y dijo+

)J%brid la puerta queridas hijas, mam! est! aquí, y ha traído de regreso algo para cada

una de vosotras.J)

-as cabritas gritaron+

)JPrimero mu#stranos tus patas para saber si t3 eres nuestra mam!.J)

&ntonces #l puso sus patas en la ventana, y cuando vieron que eran blancas, creyeron que

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Cuentos clásicos

todo lo que dijo era cierto y abrieron la puerta. 7Pero 4quien entró6, si no el malvado lobo8

/e aterrorizaron y buscaron donde esconderse. na saltó bajo la mesa, la segunda se

metió dentro de la cama, la tercera dentro de la estufa, la cuarta en la cocina, la quinta en

el armario, la seta bajo el fregadero, y la s#ptima dentro de la caja del reloj de p#ndulo.

Pero el lobo las encontró, y sin ninguna ceremonia, una a una se las fue tragando. -a m!s

 joven, que estaba dentro de la caja del reloj, fue a la 3nica que no encontró.

2uando el lobo quedó satisfecho con su apetito, salió, y se arrecostó bajo un !rbol en el

prado verde, y se quedó dormido. Poco despu#s llegó la vieja cabra a casa de nuevo. 79h,

qu# panorama el que encontró8 -a puerta de la casa permanecía abierta. -a mesa, las sillas

y bancas todas tiradas por el suelo, el fregadero quebrado en pedazos, los edredones y las

almohadas quitadas de las camas. $uscó a sus cabritas, pero no encontró a ninguna. -asllamó una a una por su nombre, pero nadie contestaba. %l final cuando llamó a la m!s

 joven, una vocecita gritó+

)J7:am!, estoy aquí, encerrada en la caja del reloj8J)

/acó a la cabrita y #sta le contó que había venido el lobo y devoró a las otras. &ntonces

puedes imaginarte cu!nto lloró por sus pobres hijitas.

/oportando su dolor salió afuera, y la cabrita salió con ella. 2uando llegaron al prado, allí

yacía el lobo bajo el !rbol, y roncaba tan fuerte que hasta las ramas se movían. &lla lo miró

por todos lados, y observó que algo se movía y saltaba en su abultado estómago.

)J79h cielos8J) dijo ella, 4/ería posible que mis pobres hijitas, que se las tragó el lobo para

su cena, estuvieran a3n con vida6J)

&ntonces la cabrita menor corrió a casa y trajo tijeras, una aguja e hilo, y la vieja cabra le

abrió el estómago al lobo, y cuando dificultosamente había hecho el primer corte, una de

las cabritas asomó su cabeza, y cuando el corte fue aumentado, todas las seis saltaron

hacia afuera, vivitas, y sin heridas, pues el malvado, en su ansiedad, se las había tragado

enteras. 72u!nta felicidad hubo8 %brazaron a su querida madre, y saltaban como un

marinero en su boda. -a madre sin embargo dijo+

)J%hora id por algunas piedras grandes, y le llenaremos a la malvada bestia el estómago

con ellas, mientras sigue dormido.J)

&ntonces las siete cabritas le trajeron r!pidamente las piedras, y pusieron tantas como

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Cuentos clásicos

pudieron dentro del estómago, y la madre lo cosió de nuevo a la mayor velocidad, de modo

que #l no se diera cuenta de nada y no notara ning3n cambio.

2uando al fin el lobo despertó, se paró en sus patas, y las piedras en su estómago lo

hicieron sentir sed, y quiso ir al pozo a beber. Pero cuando empezó a caminar y moverse,

las piedras en su estómago pegaban unas con otras y sonaban. &ntonces gritó+

)J4>u# tumba y retumba

dentro de mi pobre panza6

5o pens# que eran seis cabritas,

pero no son sino piedras en danza.J)

2uando llegó al pozo se paró a la orilla, y cuando justo se agachó a beber, las pesadaspiedras lo hicieron caer dentro. "o tuvo ayuda alguna y se ahogó miserablemente.

2uando las siete cabritas vieron aquello, llegaron corriendo al sitio y gritaron en voz alta+

)J7&l lobo ha muerto8 7&l lobo ha muerto8J)

5 danzaron llenas de regocijo alrededor del pozo junto con su madre.

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Cuentos clásicos

La %irenita

&n el fondo del mar había un castillo. %llí vivía un rey que tenía seis hijas, todas ellas

sirenas de gran belleza. -a m!s bella de todas era la peque'a; su piel era tan suave y

delicada como un p#talo de rosa, sus ojos eran azules como el mar.

2omo todas las sirenas, no tenía piernas; su cuerpo acababa en una gran cola de pez.

Poseía la m!s bella voz que nunca se había oído.

(odos los días las sirenas jugaban en las grandes habitaciones de palacio. 2uando las

ventanas estaban abiertas, los peces entraban y salían libremente. &ran tan mansos que

nadaban hasta donde estaban ellas, comían de sus propias manos y se dejaban acariciar y

hacer cosquillas.

"ada los gustaba m!s a las sirenas que escuchar las historias que los eplicaba su abuela

sobre el mundo que eistía m!s all! del mar. Pedían que les hablase sobre !rboles, p!jaros,

ciudades y personas que utilizaban piernas para caminar.

)2uando cada una de ustedes cumpla QR a'os )decía la abuela), podr! nadar hasta la

superficie del mar y, reclinada sobre alguna roca, ver los barcos que pasan.

Por fin llegó el día en que la sirenita cumplió sus QR a'os, saludó a todos y nadó con

ligereza ascendiendo hasta la superficie.

2uando alzó la cabeza sobre el agua, el sol estaba poni#ndose, las nubes se veían de color

rosa, el mar estaba calmado y empezaba a brillar el sol.

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Cuentos clásicos

/e quedó deslumbrada mirando las aves que pasaban y las estrellas que iban apareciendo.

Iozó con la brisa que rozaba su rostro y acariciaba su pelo.

&n la lejanía, vio una nave. "adando se acercó a ella, se sentó sobre una roca y observó

atenta a los marineros que iban y venían alzando las velas.

)7>u# fuertes y viriles son8) pensaba la sirenita. /e sentía feliz. Pero m!s se emocionó a3n

cuando apareció en cubierta un elegante y joven príncipe.

/e había hecho muy tarde ya, pero no podía apartar sus ojos del barco ni del bello príncipe.

e repente el cielo se cubrió de nubes, el viento sopló cada vez m!s fuerte, los truenos

estallaron en estr#pito y el mar provocó inmensas olas que sacudieron violentamente elbarco hasta hundirlo.

-a sirenita nadó precipitadamente para salvar el príncipe. /ostuvo su cabeza sobre las olas,

dejando que la corriente les llevase hasta la costa.

%rrastr!ndose pudo dejarlo sobre la arena de la playa. -e acarició y le besó con mucha

ternura. /e quedó a su lado cuid!ndolo, cantando para #l las m!s bellas canciones durante

toda la noche. 2uando salió el sol, vio que el príncipe despertaba. &ntonces, volvió al fondo

del mar. olvió a su mundo acu!tico con el corazón enamorado de un príncipe terrestre.

&plicó a su abuela lo que había sucedido. %hora solo deseo )le dijo) volver al mundo

eterior para poderlo ver. -o amo. eseo vivir con #l en la tierra8

)4Pero qu# dices, chiquita6 )la interrumpió la abuela muy irritada) tu vida, tu mundo,

somos nosotros. 7"i se te ocurra tal tontería8.

-a sirenita, entonces, decidió ir a ver a la bruja del mar. Pese a la repugnancia que le

producía, sabía que solo ella la podría ayudar. "adó hacia las profundidades pasando por

aguas arremolinadas, cruzó por entre las piedras y algas enroscadas como verdes

serpientes, y finalmente encontró el cubil de la bruja, rodeada de peces con ojos

punzantes, tiburones y serpientes. %ll! la bruja le dio un brebaje que le permitiría cambiar

su cola por unas piernas, para poder salir en la superficie.

-a sirenita tomó el brebaje y nadó hasta la superficie. :ientras subía sintió un horrible

dolor en su cola de pez. 2uando llegó a la costa tenía dos bonitas piernas. >uiso cantar de

felicidad, pero la bruja le había robado, de pasada, su bella voz. /e reclinó en la arena

recordando a su amado y se durmió. 2uando despertó, a su lado estaba su príncipe, m!s

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Cuentos clásicos

bello y radiante que nunca.

)Iracias8 ) eclamó ) :e has salvado la vida, he venido a esta playa todos los días a

buscarte. 5 hoy, al fin, 7he tenido la suerte de encontrarte8 &lla le miró con los ojos mucho

abiertos y le sonrió. )/in embargo, 4qui#n eres6) preguntó el príncipe, afligido. -a sirenita

negó con la cabeza. &l príncipe entonces la cogió de la mano y la llevó al palacio.

)(e dir# %urora) le dijo. -a sirenita conoció bailes, realizó paseos por las monta'as y

cabalgó por los prados.

) %urora )la gritó un día el príncipe) te presento a Srsula, princesa de un país lejano. /e

quedar! con nosotros de visita. -a sirenita, mientras saludaba a Srsula, advirtió algo

etra'o en sus ojos. na brillantez de maldad se reflejaba en ellos.

(ranscurrían los días y el príncipe se acercaba m!s y m!s a Srsula, dejando sola a la pobre

sirenita, que no dejaba de pensar donde había visto aquellos ojos.

na noche, durante una fiesta a palacio, Srsula cantó con una voz bella. -a sirenita

reconoció entonces su propia voz, que la bruja le había robado el día que transformó su

cola de pez en piernas de mujer. &l príncipe quedó pasmado ante aquella voz, c!lida, clara

y tierna. &ntonces propuso a Srsula que se casase con #l.

-a ceremonia se iba a realizar en alta mar. -a noche de la boda, la sirenita estaba muy

bella, pero m!s triste que nunca. :irando el mar, deseó estar al lado de su familia. <ue

entonces que surgieron desde el agua sus hermanas mayores. 72u!l alegría tuvo al verlas8

-a sirenita las abrazó con los ojos llenos de l!grimas. -as hermanas le dijeron+ )

&ntregamos a la bruja nuestras joyas para que nos eplicase toda la verdad y poderte

encontrar.

)&scucha con atención hermanita ) dijo la m!s grande). *ay una forma de romper el

encantamiento de la bruja. /i besas el príncipe este se enamorar! nuevamente de ti,

volver!s a tener tu voz y Srsula volver! a ser la bruja de los mares.

-a sirenita sonrió a sus hermanas y entró en el salón donde todos, reunidos, esperaban la

ceremonia de la boda. /e lanzó a los brazos del príncipe y besó sus labios con todo el amor

de su alma. &n aquel mismo momento se rompió el mal#fico embrujamiento. &l barco se

sacudió con violencia y Srsula perdió todos sus falsos encantos. 2onvertida otra vez en

bruja, se lanzó al mar. 5 todos escucharon de los labios de la sirenita la verdad de la

historia.

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Cuentos clásicos

)72omo pude hacerte tanto mal8 dijo el príncipe conmovido, y a'adió dulcemente+ )Pido

que me perdones y aceptes, si es que a3n me quieres, que te proteja y te brinde mi amor

para siempre. 4eseas ser mi esposa6

-a sirenita le miró jubilosa y besó nuevamente sus labios con toda la ternura que tuvo para

#l desde la noche que le conoció. -a fiesta se realizó en un barco de lujo. <ue la boda m!s

espl#ndida que nunca se hubiese visto.-as sirenas nadaron hasta la superficie para cantar

al unísono. -os peces alzaron la cabeza por encima las olas haciendo brillar sus escamas

doradas. Hncluso el gran rey de los mares subió para ver a su hija. -a sirenita, habiendo ya

recuperado la voz, cantó con sus hermanas, llenando de gozo el corazón del príncipe.

El soldadito de plomo

Érase una vez un ni'o que tenía muchísimos juguetes. -os guardaba todos en su habitación

y, durante el día, pasaba horas y horas felices jugando con ellos. no de sus juegos

preferidos era el de hacer la guerra con sus soldaditos de plomo. -os ponía enfrente unos

de otros, y daba comienzo a la batalla.

2uando se los regalaron, se dio cuenta de que a uno de ellos le faltaba una pierna a causa

de un defecto de f!brica. "o obstante, mientras jugaba, colocaba siempre al soldadomutilado en primera línea, delante de todos, incit!ndolo a ser el m!s valiente.

Pero el ni'o no sabía que sus juguetes durante la noche cobraban vida y hablaban entre

ellos, y a veces, al colocar ordenadamente a los soldados, metía por descuido el soldadito

mutilado entre los otros juguetes. 5 así fue como un día el soldadito pudo conocer a una

gentil bailarina, tambi#n de plomo. &ntre los dos se estableció una corriente de simpatía y,

poco a poco, casi sin darse cuenta, el soldadito se enamoró de ella.

-as noches se sucedían de prisa, una tras otra, y el soldadito enamorado no encontraba

nunca el momento oportuno para declararle su amor. 2uando el ni'o lo dejaba en medio de

los otros soldados durante una batalla, anhelaba que la bailarina se diera cuenta de su

valentía. Por la noche, cuando ella le preguntaba si había pasado miedo, #l le respondía con

vehemencia que no. Pero las miradas insistentes y los suspiros del soldadito no pasaron

inadvertidos por el travieso que estaba encerrado en una caja de sorpresas. 2ada vez que,

por arte de magia, la caja se abría a medianoche, un dedo admonitorio se'alaba al pobre

soldadito. <inalmente, una noche, el travieso estalló.

)7&h, t3, deja de mirar a la bailarina8 )el pobre soldadito se ruborizó, pero la bailarina, muy

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Cuentos clásicos

gentil, lo consoló+

)"o le hagas caso, es un envidioso. 5o estoy muy contenta de hablar contigo.

5 lo dijo ruboriz!ndose. 7Pobres estatuillas de plomo, tan tímidas, que no se atrevían a

confesarse su mutuo amor8 Pero un día fueron separados, cuando el ni'o colocó al

soldadito en el borde de una ventana.

)7>u#date aquí y vigila que no entre ning3n enemigo, porque aunque seas cojo bien

puedes hacer de centinela8

&l ni'o colocó luego a los dem!s soldaditos encima de una mesa para jugar. Pasaban los

días y el soldadito de plomo no era relevado de su puesto de guardia. na tarde estalló deimproviso una tormenta, y un fuerte viento sacudió la ventana, golpeando la figurita de

plomo que se precipitó en el vacío. %l caer desde el alf#izar con la cabeza hacia abajo, la

bayoneta del fusil se clavó en el suelo. &l viento y la lluvia persistían. 7na borrasca de

verdad8 &l agua, que caía a c!ntaros, pronto formó amplios charcos y peque'os riachuelos

que se escapaban por las alcantarillas. na nube de muchachos aguardaba a que la lluvia

amainara, cobijados en la puerta de una escuela cercana. 2uando la lluvia cesó, se

lanzaron corriendo en dirección a sus casas, evitando meter los pies en los charcos m!s

grandes. os muchachos se refugiaron de las 3ltimas gotas que se escurrían de lostejados, caminando muy pegados a las paredes de los edificios. <ue así como vieron al

soldadito de plomo clavado en tierra, chorreando agua.

)7>u# l!stima que tenga una sola pierna8 /i no, me lo hubiera llevado a casa )dijo uno.

)2oj!moslo igualmente, para algo servir! )dijo el otro, y se lo metió en un bolsillo. %l otro

lado de la calle descendía un riachuelo, el cual transportaba una barquita de papel que

llegó hasta allí no se sabe cómo.

)7Pong!moslo encima y parecer! marinero8 )dijo el peque'o que lo había recogido.

%sí fue como el soldadito de plomo se convirtió en un navegante. &l agua vertiginosa del

riachuelo era engullida por la alcantarilla que se tragó tambi#n a la barquita. &n el canal

subterr!neo el nivel de las aguas turbias era alto. &normes ratas, cuyos dientes

rechinaban, vieron cómo pasaba por delante de ellas el insólito marinero encima de la

barquita zozobrante.

7Pero hacía falta m!s que unas míseras ratas para asustarlo, a #l que había arrasado tantos

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Cuentos clásicos

y tantos peligros en sus batallas8 -a alcantarilla desembocaba en el río, y hasta #l llegó la

barquita que al final zozobró sin remedio empujada por remolinos turbulentos. espu#s del

naufragio, el soldadito de plomo creyó que su fin estaba próimo al hundirse en las

profundidades del agua. :iles de pensamientos cruzaron entonces por su mente, pero

sobre todo había uno que lo angustiaba m!s que ning3n otro+ era el de no volver a ver

 jam!s a su bailarina...

e pronto, una boca inmensa se lo tragó para cambiar su destino. &l soldadito se encontró

en el oscuro estómago de una enorme %ve, que se abalanzó vorazmente sobre #l atraído

por los brillantes colores de su uniforme. /in embargo, el %ve no tuvo tiempo de

indigestarse con tan pesada comida, ya que quedó prendido al poco rato en la red que un

pescador había tendido en el río. Poco despu#s acabó agonizando en una cesta de la

compra junto con otros p!jaros tan desafortunados como #l. @esulta que la cocinera de lacasa en la cual había estado el soldadito, se acercó al mercado para comprar pescado.

)&ste ejemplar parece apropiado para los invitados de esta noche )dijo la mujer

contemplando el pescado epuesto encima de un mostrador. &l %ve acabó en la cocina y,

cuando la cocinera la abrió para limpiarlo, se encontró sorprendida con el soldadito en sus

manos.

)7Pero si es uno de los soldaditos de...8 )gritó, y fue en busca del ni'o para contarle dóndey cómo había encontrado a su soldadito de plomo al que le faltaba una pierna.

)7/í, es el mío8 )eclamó jubiloso el ni'o al reconocer al soldadito mutilado que había

perdido.

)7>ui#n sabe cómo llegó hasta la barriga de esta %ve8 7Pobrecito, cuantas aventuras habr!

pasado desde que cayó de la ventana8

5 lo colocó en la repisa de la chimenea donde su hermanita había colocado a la bailarina.

n milagro había reunido de nuevo a los dos enamorados. <elices de estar otra vez juntos,

durante la noche se contaban lo que había sucedido desde su separación. Pero el destino

les reservaba otra mal#vola sorpresa+ un vendaval levantó la cortina de la ventana y,

golpeando a la bailarina, la hizo caer en el fuego . &l soldadito de plomo, asustado, vio

cómo su compa'era caía. /abía que el fuego estaba encendido porque notaba su calor.

esesperado, se sentía impotente para salvarla. 7>u# gran enemigo es el fuego que puede

fundir a unas estatuillas de plomo como nosotros8 $alance!ndose con su 3nica pierna, trató

de mover el pedestal que lo sostenía. (ras ímprobos esfuerzos, por fin tambi#n cayó al

fuego. nidos esta vez por la desgracia, volvieron a estar cerca el uno del otro, tan cerca

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que el plomo de sus peque'as peanas, lamido por las llamas, empezó a fundirse. &l plomo

de la peana de uno se mezcló con el del otro, y el metal adquirió sorprendentemente la

forma de corazón. % punto estaban sus cuerpecitos de fundirse, cuando acertó a pasar por

allí el ni'o. %l ver a las dos estatuillas entre las llamas, las empujó con el pie lejos del

fuego. esde entonces, el soldadito y la bailarina estuvieron siempre juntos, tal y como el

destino los había unido+ sobre una sola peana en forma de corazón.

El traje nuevo del emperador

*ace muchos a'os había un &mperador tan aficionado a los trajes nuevos, que gastaba

todas sus rentas en vestir con la m!ima elegancia.

"o se interesaba por sus soldados ni por el teatro, ni le gustaba salir de paseo por el

campo, a menos que fuera para lucir sus trajes nuevos. (enía un vestido distinto para cada

hora del día, y de la misma manera que se dice de un rey+ C&st! en el 2onsejoD, de nuestro

hombre se decía+ C&l &mperador est! en el vestuarioD.

-a ciudad en que vivía el &mperador era muy alegre y bulliciosa. (odos los días llegaban a

ella muchísimos etranjeros, y una vez se presentaron dos tr3hanes que se hacían pasar

por tejedores, asegurando que sabían tejer las m!s maravillosas telas. "o solamente los

colores y los dibujos eran hermosísimos, sino que las prendas con ellas confeccionadas

poseían la milagrosa virtud de ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su

cargo o que fuera irremediablemente est3pida.

)7eben ser vestidos magníficos8 )pensó el &mperador). /i los tuviese, podría averiguar

qu# funcionarios del reino son ineptos para el cargo que ocupan. Podría distinguir entre los

inteligentes y los tontos. "ada, que se pongan enseguida a tejer la tela). 5 mandó abonar a

los dos pícaros un buen adelanto en met!lico, para que pusieran manos a la obra cuanto

antes.

&llos montaron un telar y simularon que trabajaban; pero no tenían nada en la m!quina. %

pesar de ello, se hicieron suministrar las sedas m!s finas y el oro de mejor calidad, que seembolsaron bonitamente, mientras seguían haciendo como que trabajaban en los telares

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vacíos hasta muy entrada la noche.

N:e gustaría saber si avanzan con la telaO), pensó el &mperador. Pero había una cuestión

que lo tenía un tanto cohibido, a saber, que un hombre que fuera est3pido o inepto para su

cargo no podría ver lo que estaban tejiendo. "o es que temiera por sí mismo; sobre este

punto estaba tranquilo; pero, por si acaso, prefería enviar primero a otro, para cerciorarse

de cómo andaban las cosas. (odos los habitantes de la ciudad estaban informados de la

particular virtud de aquella tela, y todos estaban impacientes por ver hasta qu# punto su

vecino era est3pido o incapaz.

N&nviar# a mi viejo ministro a que visite a los tejedores )pensó el &mperador). &s un

hombre honrado y el m!s indicado para juzgar de las cualidades de la tela, pues tiene

talento, y no hay quien desempe'e el cargo como #lO.

&l viejo y digno ministro se presentó, pues, en la sala ocupada por los dos embaucadores,

los cuales seguían trabajando en los telares vacíos. N7ios nos ampare8 )pensó el ministro

para sus adentros, abriendo unos ojos como naranjas). 7Pero si no veo nada8O. /in

embargo, no soltó palabra. -os dos fulleros le rogaron que se acercase y le preguntaron si

no encontraba magníficos el color y el dibujo. -e se'alaban el telar vacío, y el pobre

hombre seguía con los ojos desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había.

N7ios santo8 )pensó). 4/er# tonto acaso6 ?am!s lo hubiera creído, y nadie tiene quesaberlo. 4&s posible que sea in3til para el cargo6 "o, desde luego no puedo decir que no he

visto la telaO.

)4>u#6 4"o dice uecencia nada del tejido6 )preguntó uno de los tejedores.

)79h, precioso, maravilloso8 )respondió el viejo ministro mirando a trav#s de los lentes).

7>u# dibujo y qu# colores8 esde luego, dir# al &mperador que me ha gustado

etraordinariamente.

)"os da una buena alegría )respondieron los dos tejedores, d!ndole los nombres de los

colores y describi#ndole el raro dibujo. &l viejo tuvo buen cuidado de quedarse las

eplicaciones en la memoria para poder repetirlas al &mperador; y así lo hizo.

-os estafadores pidieron entonces m!s dinero, seda y oro, ya que lo necesitaban para

seguir tejiendo. (odo fue a parar a sus bolsillos, pues ni una hebra se empleó en el telar, y

ellos continuaron, como antes, trabajando en las m!quinas vacías.

Poco despu#s el &mperador envió a otro funcionario de su confianza a inspeccionar el

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estado de la tela e informarse de si quedaría pronto lista. %l segundo le ocurrió lo que al

primero; miró y miró, pero como en el telar no había nada, nada pudo ver.

)4erdad que es una tela bonita6 )preguntaron los dos tramposos, se'alando y eplicando

el precioso dibujo que no eistía.

N5o no soy tonto )pensó el hombre), y el empleo que tengo no lo suelto. /ería muy

fastidioso. &s preciso que nadie se d# cuentaO. 5 se deshizo en alabanzas de la tela que no

veía, y ponderó su entusiasmo por aquellos hermosos colores y aquel soberbio dibujo.

)7&s digno de admiración8 )dijo al &mperador.

(odos los moradores de la capital hablaban de la magnífica tela, tanto, que el &mperadorquiso verla con sus propios ojos antes de que la sacasen del telar. /eguido de una multitud

de personajes escogidos, entre los cuales figuraban los dos probos funcionarios de marras,

se encaminó a la casa donde paraban los pícaros, los cuales continuaban tejiendo con todas

sus fuerzas, aunque sin hebras ni hilados.

)4erdad que es admirable6 )preguntaron los dos honrados dignatarios). <íjese uestra

:ajestad en estos colores y estos dibujos )y se'alaban el telar vacío, creyendo que los

dem!s veían la tela.

N72ómo8 )pensó el &mperador). 75o no veo nada8 7&sto es terrible8 4/er# tan tonto6 4%caso

no sirvo para emperador6 /ería espantosoO.

)79h, sí, es muy bonita8 )dijo). :e gusta, la apruebo). 5 con un gesto de agrado miraba el

telar vacío; no quería confesar que no veía nada.

(odos los componentes de su s#quito miraban y remiraban, pero ninguno sacaba nada en

limpio; no obstante, todo era eclamar, como el &mperador+ )7oh, qu# bonito8), y le

aconsejaron que estrenase los vestidos confeccionados con aquella tela en la procesión que

debía celebrarse próimamente. )7&s preciosa, elegantísima, estupenda8) corría de boca en

boca, y todo el mundo parecía etasiado con ella.

&l &mperador concedió una condecoración a cada uno de los dos bribones para que se las

prendieran en el ojal, y los nombró tejedores imperiales.

urante toda la noche que precedió al día de la fiesta, los dos embaucadores estuvieron

levantados, con diecis#is l!mparas encendidas, para que la gente viese que trabajaban

activamente en la confección de los nuevos vestidos del /oberano. /imularon quitar la tela

del telar, cortarla con grandes tijeras y coserla con agujas sin hebra; finalmente, dijeron+ )

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7Por fin, el vestido est! listo8

-legó el &mperador en compa'ía de sus caballeros principales, y los dos truhanes,

levantando los brazos como si sostuviesen algo, dijeron+

)&sto son los pantalones. %hí est! la casaca. )%quí tienen el manto... -as prendas son

ligeras como si fuesen de telara'a; uno creería no llevar nada sobre el cuerpo, mas

precisamente esto es lo bueno de la tela.

)7/í8 )asintieron todos los cortesanos, a pesar de que no veían nada, pues nada había.

)4>uiere dignarse uestra :ajestad quitarse el traje que lleva )dijeron los dos bribones)

para que podamos vestirle el nuevo delante del espejo6

>uitase el &mperador sus prendas, y los dos simularon ponerle las diversas piezas del

vestido nuevo, que pretendían haber terminado poco antes. 5 cogiendo al &mperador por la

cintura, hicieron como si le atasen algo, la cola seguramente; y el :onarca todo era dar

vueltas ante el espejo.

)7ios, y qu# bien le sienta, le va estupendamente8 )eclamaban todos). 7aya dibujo y

vaya colores8 7&s un traje precioso8

)&l palio bajo el cual ir! uestra :ajestad durante la procesión, aguarda ya en la calle )

anunció el maestro de 2eremonias.

):uy bien, estoy a punto )dijo el &mperador). 4erdad que me sienta bien6 ) y volviose

una vez m!s de cara al espejo, para que todos creyeran que veía el vestido.

-os ayudas de c!mara encargados de sostener la cola bajaron las manos al suelo como

para levantarla, y avanzaron con adem!n de sostener algo en el aire; por nada del mundo

hubieran confesado que no veían nada. 5 de este modo echó a andar el &mperador bajo el

magnífico palio, mientras el gentío, desde la calle y las ventanas, decía+

)7>u# preciosos son los vestidos nuevos del &mperador8 7>u# magnífica cola8 7>u#

hermoso es todo8

"adie permitía que los dem!s se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por

incapaz en su cargo o por est3pido. "ing3n traje del :onarca había tenido tanto #ito como

aqu#l.

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)7Pero si no lleva nada8 )eclamó de pronto un ni'o.

)7ios bendito, escuchen la voz de la inocencia8 )dijo su padre; y todo el mundo se fue

repitiendo al oído lo que acababa de decir el peque'o.

)7"o lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada8

)7Pero si no lleva nada8 )gritó, al fin, el pueblo entero.

%quello inquietó al &mperador, pues barruntaba que el pueblo tenía razón; mas pensó+

N*ay que aguantar hasta el finO. 5 siguió m!s altivo que antes; y los ayudas de c!mara

continuaron sosteniendo la ineistente cola.

La vendedora de cerillas

>u# frío tan atroz8 2aía la nieve y la noche estaba llegando. &ra la noche de "avidad. &n

medio del frío y la oscuridad, una pobre ni'a pasó por la calle con la cabeza y los pies

desnudos.

e hecho, cuando salió de casa tenía zapatos; pero no le habían servido mucho tiempo.&ran unas zapatillas enormes que su madre ya había usado+ tan grandes que la ni'a las

perdió al apresurarse a cruzar la calle para que no la atropellasen los carruajes que iban en

direcciones opuestas.

-a ni'a caminaba, pues, descalza, y tenía los pies rojos y azules del frío; llevaba en el

delantal, que era muy viejo, algunas docenas de cajas de cerillas y tenía a la mano una de

ellas como muestra. &ra muy mal día+ "ing3n comprador se había presentado y, por ello, la

ni'a no había ganado ni un c#ntimo. (enía mucha hambre, mucho frío y un aspecto

miserable. 7Pobre ni'a8 -os copos de nieve se ponían sobre sus largos cabellos rubios, que

le caían en preciosos bucles sobre el cuello; pero no pensaba en sus cabellos. eía relucir

las luces a trav#s de las ventanas; el olor de los asados se sentía por todos lados. &ra el día

de navidad y en esta festividad pensaba la infeliz ni'a.

/e sentó en una plaza, y se acurrucó en un rincón entre dos casas. &l frío se apoderaba de

ella y entumecía sus miembros; pero no se atrevía a presentarse en su casa; volvía con

todas las cerillas y ni una sola moneda. /u madrastra la maltrataría y, adem!s, en su casa

tambi#n hacía mucho frío. ivían bajo el tejado y el viento soplaba allí con furia, aunque las

grietas m!s grandes habían sido tapadas con paja y pa'os viejos. /us manecitas estaban

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casi muertas de frío. %h8 72u!nto placer le causaría calentarse con una cerilla8 /i se

atreviese a sacar una sola de la caja, a rascarla contra la pared y a calentarse los dedos8

/acó una. @it8 2ómo iluminaba y cómo quemaba8 esprendía una llama clara y caliente

como la de una vela cuando la rodeó con su mano. 7>u# luz tan bonita8 2reía la ni'a que

estaba sentada en una gran chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una

capa de latón reluciente. >uemaba el fuego de una forma tan bonita8 2alentaba tan bien8

Pero todo acaba en este mundo. -a ni'a etendió sus pies para calentarlos tambi#n; pero

la llama se apagó+ 5a no le quedaba a la ni'a m!s que un trocito de cerilla. @ascó otro, que

quemó y brilló como la primera vez; y all! donde la luz cayó sobre la pared se hizo tan

transparente como una gasa. % la ni'a le pareció ver una habitación en la que la mesa

estaba cubierta por un manto blanco con finas porcelanas, y sobre el que un pavo asado y

relleno de trufas ehalaba un perfume delicioso. 9h sorpresa8 9h felicidad8 e repente tuvola ilusión que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con el tenedor y el cuchillo

pintiparado en el pecho, y rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se

apagó y no vio delante suyo m!s que la pared impenetrable y fría.

&ncendió otra cerilla. &ntonces creyó verse sentada cerca de un magnífico pesebre+ era

m!s rico y m!s grande que todos los que había visto en aquellos días en los escaparates de

los m!s ricos comercios. :il luces brillaban en los !rboles; los pastores parecían moverse y

sonreír a la ni'a. &sta, boquiabierta, levantó entonces las dos manos y la cerilla se apagó.(odas las luces del nacimiento se elevaron y comprendió entonces que no eran m!s que

estrellas. na de ellas dejó una estela de fuego al cielo.

) &so quiere decir que alguien ha muerto ) pensó la ni'a; porque su abuela, que era el

3nica que había sido buena con ella, pero que ya no eistía, le había dicho muchas veces +

J2uando cae una estrella, se ve que una alma sube hasta el trono de iosJ.

%3n rozó la ni'a otra cerilla a la pared, y creyó ver una gran luz, en medio de la que estaba

su abuela de pie y con un aspecto sublime y radiante.

) %buela8 ) gritó la ni'a ) -l#vame contigo8 2uando se apagu# la cerilla s# muy bien que ya

no te ver# m!s8 esaparecer!s como la chimenea de hierro, como el ave asada y como el

bonito nacimiento8

espu#s se atrevió a rozar el resto de la caja, porque quería conservar la ilusión de que

veía a su abuela, y las cerillas dejaron ir una claridad muy intensa. "unca la abuela le

había parecido tan grande ni tan bonita. 2ogió la ni'a por debajo del brazo y las dos se

elevaron en medio de la luz hasta un lugar tan elevado, que all! no hacía frío, ni se pasaba

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hambre, ni tristeza+ hasta el trono de ios.

2uando llegó el nuevo día seguía la ni'a sentada entre las dos casas, con las mejillas rojas

y un sonrisa en los labios. :uerta, muerta de frío en la noche de "avidad8 &l sol iluminó

aquel tierno ser acurrucado all! con las cajas de cerillas, de los cuales una había quemado

completamente.

) *a querido calentarse, pobrecita8 ) dijo alguien.

Pero nadie pudo saber las bonitas cosas que había visto, ni en medio de que resplandor

había entrado con su anciana abuela al reino de los cielos.

La aguja de #urcir

Érase una vez una aguja de zurcir tan fina y puntiaguda, que se creía ser una aguja de

coser.

)<íjense en lo que hacen y man#jenme con cuidado )decía a los dedos que la manejaban)."o me dejen caer, que si voy al suelo, las pasar!n negras para encontrarme. 7/oy tan fina8

)7amos, vamos, que no hay para tanto8 )dijeron los dedos sujet!ndola por el cuerpo.

):iren, aquí llego yo con mi s#quito )prosiguió la aguja, arrastrando tras sí una largahebra, pero sin nudo.

-os dedos apuntaron la aguja a la zapatilla de la cocinera; el cuero de la parte superiorhabía reventado y se disponían a coserlo.

)7>u# trabajo m!s ordinario8 )eclamó la aguja). "o es para mí. 7:e rompo, me rompo8

5 se rompió

)4"o os lo dije6 )suspiró la víctima). 7/oy demasiado fina8

)5a no sirve para nada )pensaron los dedos; pero hubieron de seguir sujet!ndola, mientrasla cocinera le aplicaba una gota de lacre y luego era clavada en la pechera de la blusa.

)7(oma8 7%hora soy un prendedor8 )dijo la vanidosa). $ien sabía yo que con el tiempo haríacarrera. 2uando una vale, un día u otro se lo reconocen.

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5 se río para sus adentros, pues por fuera es muy difícil ver cu!ndo se ríe una aguja dezurcir. 5 se quedó allí tan orgullosa cómo si fuese en coche, y paseaba la mirada a sualrededor.

)4Puedo tomarme la libertad de preguntarle, con el debido respeto, si acaso es usted deoro6 )inquirió el alfiler, vecino suyo). (iene usted un porte majestuoso, y cabeza propia,aunque peque'a. ebe procurar crecer, pues no siempre se pueden poner gotas de lacre enel cabo.

%l oír esto, la aguja se irguió con tanto orgullo, que se soltó de la tela y cayó en elvertedero, en el que la cocinera estaba lavando.

)%hora me voy de viaje )dijo la aguja). 72on tal que no me pierda8

Pero es el caso que se perdió.

N&ste mundo no est! hecho para mí )pensó, ya en el arroyo de la calle). /oy demasiadofina. Pero tengo conciencia de mi valer, y esto siempre es una peque'a satisfacciónO. 5mantuvo su actitud, sin perder el buen humor.

Por encima de ella pasaban flotando toda clase de objetos+ virutas, pajas y pedazos deperiódico. N72ómo navegan8 )decía la aguja). 7Poco se imaginan lo que hay en el fondo8 5oestoy en el fondo y aquí sigo clavada. 7(oma8, ahora pasa una viruta que no piensa en nada

del mundo como no sea en una JvirutaJ, o sea, en ella misma; y ahora viene una paja+7qu# manera de revolcarse y de girar8 "o pienses tanto en ti, que dar!s contra una piedra.75 ahora un trozo de periódico8 "adie se acuerda de lo que pone, y, no obstante, 7cómo seahueca8 5o, en cambio, me estoy aquí paciente y quieta; s# lo que soy y seguir#si#ndolo...O.

n día fue a parar a su lado un objeto que brillaba tanto, que la aguja pensó que tal vezsería un diamante; pero en realidad era un casco de botella. 5 como brillaba, la aguja sedirigió a #l, present!ndose como alfiler de pecho.

)4sted debe ser un diamante, verdad6

)$ueno... sí, algo por el estilo.

5 los dos quedaron convencidos de que eran joyas ecepcionales, y se enzarzaron en unaconversación acerca de lo presuntuosa que es la gente.

)4/abes6 yo viví en el estuche de una se'orita )dijo la aguja de zurcir); era cocinera; teníacinco dedos en cada mano, pero nunca he visto nada tan engreído como aquellos cinco

dedos; y, sin embargo, toda su misión consistía en sostenerme, sacarme del estuche yvolverme a meter en #l.

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)4$rillaban acaso6 )preguntó el casco de botella.

)4$rillar6 )eclamó la aguja). "o; pero a orgullosos nadie los ganaba. &ran cinco hermanos,todos dedos de nacimiento. Hban siempre juntos, la mar de tiesos uno al lado del otro, apesar de que ninguno era de la misma longitud. &l de m!s afuera, se llamaba NPulgarO, eracorto y gordo, estaba separado de la mano, y como sólo tenía una articulación en el dorso,sólo podía hacer una inclinación; pero afirmaba que si a un hombre se lo cortaban,quedaba in3til para el servicio militar. -uego venía el N-ameollasO, que se metía en lo dulcey en lo amargo, se'alaba el sol y la luna y era el que apretaba la pluma cuando escribían.&l N-arguiruchoO se miraba a los dem!s desde lo alto; el N$orde doradoO se paseaba conun aro de oro alrededor del cuerpo, y el menudo N:e'iqueO no hacía nada, de lo cualestaba muy ufano. (odo era jactarse y vanagloriarse. Por eso fui yo a dar en el vertedero.

)%hora estamos aquí, brillando )dijo el casco de botella. &n el mismo momento llegó m!s

agua al arroyo, lo desbordó y se llevó el casco.

)7amos8 % #ste lo han despachado )dijo la aguja). 5o me quedo, soy demasiado fina, peroesto es mi orgullo, y vale la pena.

5 permaneció altiva, sumida en sus pensamientos.

)e tan fina que soy, casi creería que nací de un rayo de sol. (engo la impresión de que elsol me busca siempre debajo del agua. /oy tan sutil, que ni mi padre me encuentra. /i nose me hubiese roto el ojo, creo que lloraría; pero no, no es distinguido llorar.

n día se presentaron varios pilluelos y se pusieron a rebuscar en el arroyo, en pos declavos viejos, perras chicas y otras cosas por el estilo. &ra una ocupación muy sucia, peroellos se divertían de lo lindo.

)7%y8 )eclamó uno; se había pinchado con la aguja de zurcir). 7&sta marrana8

)75o no soy ninguna marrana, sino una se'orita8 )protestó la aguja; pero nadie la oyó. &llacre se había desprendido, y el metal estaba ennegrecido; pero el negro hace m!s esbelto,por lo que la aguja se creyó a3n m!s fina que antes.

)7%hí viene flotando una c!scara de huevo8 )gritaron los chiquillos, y clavaron en ella laaguja.

)"egra sobre fondo blanco )observó #sta). 7>u# bien me sienta8 /oy bien visible. 72on talque no me maree, ni vomite8

Pero no se mareó ni vomitó.

)&s una gran cosa contra el mareo tener estómago de acero. &n esto sí que estoy porencima del vulgo. :e siento como si nada. 2u!nto m!s fina es una, m!s resiste.

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)72rac8 )eclamó la c!scara, al sentirse aplastada por la rueda de un carro.

)7f, cómo pesa8 )a'adió la aguja). %hora sí que me mareo. 7:e rompo, me rompo8

Pero no se rompió, pese a haber sido atropellada por un carro. >uedó en el suelo, y, lo quees por mí, puede seguir allí muchos a'os.

El gnomo

ivía una vez un rey muy opulento que tenía tres hijas, las cuales salían todos los días apasear al jardín. &l @ey, gran aficionado a toda clase de !rboles hermosos, sentía unaespecial preferencia por uno, y a quien cogía una de sus manzanas lo encantaba,hundi#ndolo a cien brazas bajo tierra.

%l llegar el oto'o, los frutos colgaban del manzano, rojos como la sangre. -as princesas

iban todos los días a verlos, con la esperanza de que el viento los hiciera caer; pero jam!s

encontraron ninguno, aunque las ramas se inclinaban hasta el suelo, como si fueran a

quebrarse por la carga. *e aquí que a la menor de las hermanas le entró un antojo de

catar la fruta, y dijo a las otras+

) "uestro padre nos quiere demasiado para encantarnos; esto sólo debe de hacerlo con los

etra'os.

2ogió una gruesa manzana, le hincó el diente y eclamó, dirigi#ndose a sus hermanas+

) 79h8 7Probadla, queridas mías8 &n mi vida comí nada tan sabroso.

-as otras mordieron, a su vez, el fruto, y en el mismo momento se hundieron las tres en

tierra, y ya nadie supo m!s de ellas.

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%l mediodía, cuando el padre las llamó a la mesa, nadie pudo encontrarlas por parte

alguna, aunque las buscaron por todos los rincones de palacio y del jardín. &l @ey,

acongojadísimo, mandó pregonar por todo el país que quien le devolviese a sus hijas se

casaría con una de ellas.

<ueron muchos los jóvenes que salieron en su busca, pues todo el mundo quería bien a las

doncellas, por lo cari'osas que siempre se habían mostrado y, adem!s, porque las tres

eran muy hermosas. Partieron tambi#n tres cazadores, los cuales, al cabo de ocho días de

marcha, llegaron a un gran palacio con magníficos aposentos. &n uno de ellos encontraron

una mesa puesta con apetitosas viandas, tan calientes que a3n despedían vapor, pese a

que en todo el palacio no aparecía un alma viviente. &stuvieron ellos aguardando por

espacio de medio día, y las viandas seguían sin enfriarse, hasta que al fin, hambrientos los

cazadores, sent!ronse a la mesa y comieron de lo que había en ella. 2onvinieron luego enquedarse a vivir en el castillo y en echar suertes con objeto de que, qued!ndose uno en #l,

salieran los otros dos en busca de las princesas. *ici#ronlo así, y tocóle al mayor quedarse;

por tanto, los dos menores se pusieron en camino al día siguiente.

% mediodía presentóse un hombrecillo diminuto, que pidió un pedacito de pan. &l cazador

cortó una rebanada del que había encontrado y la ofreció al hombrecillo, pero #ste la dejó

caer al suelo y rogó al otro que la recogiera y se la diese. &l mozo, complaciente, se inclinó,

y entonces el enano, cogiendo un palo y agarr!ndolo por los cabellos, le propinó unos

recios garrotazos. %l día siguiente le tocó el turno de quedarse en casa al segundo, y le

ocurrió lo mismo. 2uando, al anochecer, llegaron al palacio los otros dos, dijo el mayor+

) 4>u# tal lo has pasado6

) Pues muy mal ) respondió el otro, y se contaron mutuamente su percance; sin embargo,

nada dijeron al menor, a quien no querían, y lo llamaban tonto, porque era un alma

bendita.

%l tercer día quedóse el menor en el castillo, y, present!ndose tambi#n el hombrecillo,

pidióle un pedazo de pan. %l alarg!rselo el mozo, lo dejó caer como de costumbre y le rogó

se lo recogiese. Pero el muchacho le replicó+

) 72ómo8 4"o puedes recogerlo t3 mismo6 /i tan poco trabajo quieres darte para ganarte la

comida, no mereces que te la proporcionen. &nojado el hombrecillo, lo conminó a

obedecerle; pero el otro, ni corto ni perezoso, agarró al enano y le zurró de lo lindo. &l

hombrecillo se puso a gritar+

) 7$asta, basta, su#ltame8 (e dir# dónde est!n las tres princesas.

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%l oír esto, el mozo interrumpió el vapuleo, y el enano le contó que era un gnomo, un

espíritu de la (ierra, y como #l había m!s de mil. íjole que fuese con #l, y le indicaría

dónde se encontraban las hijas del @ey. -lev!ndolo ante un profundo pozo sin agua, le dijo

que sabía que sus compa'eros lo querían mal y que, si deseaba redimir a las princesas,

debía hacerlo #l solo. /us dos hermanos tambi#n lo pretendían, pero sin someterse a fatiga

ni peligro alguno. Para desencantarlas era preciso que se proveyese de una gran cesta, su

cuchillo de monte y una campanilla, y, así pertrechado, se hiciese bajar al fondo del pozo.

%llí encontraría tres habitaciones, en cada una de las cuales vivía una princesa, ocupada en

rascar las cabezas de un dragón, que tenía muchas. Él debería cortarle las cabezas.

2uando el hombrecillo le hubo revelado todo esto, desapareció. %l anochecer regresaron los

dos hermanos y le preguntaron cómo había pasado el día.

) 7:uy bien8 ) respondió #l. ) "o he visto un alma, ecepto a mediodía, en que se me

presentó un hombrecillo y me pidió un pedazo de pan. %l d!rselo, #l lo dejo caer y me pidió

que se lo recogiese. 5o me negu#; #l me amenazó; yo, no consinti#ndoselo, le sacudí de lo

lindo. &ntonces, el enano me reveló dónde se encontraban las princesas.

%l oír el relato, los hermanos se pusieron furiosos, p!lidos y verdes de cólera. % la ma'ana

siguiente fueron los tres al pozo y echaron suertes sobre qui#n se metería el primero en la

cesta. (ocóle al mayor, el cual, cogiendo la campanilla, dijo+

) 2uando la haga sonar, subidme r!pidamente.

%penas había descendido unas pocas brazas, oyóse arriba el son de la campanilla, por lo

que los dos se apresuraron a remontar al mayor. 2on el segundo ocurrió lo mismo, y,

toc!ndole luego la vez al tercero, se hizo bajar hasta el fondo. /aliendo entonces de la

cesta y empujando su cuchillo de monte, acercóse a la primera puerta y aplicó el oído a

ella, oyendo cómo el dragón roncaba ruidosamente. %brió con cautela la puerta y vio a una

de las princesas ocupada en acariciar las nueve cabezas de un dragón, apoyadas en su

regazo. $landiendo el cuchillo, las cortó todas de una sola cuchillada, y la princesa,

poni#ndose de pie de un salto, se arrojó a su cuello y lo besó con todo su corazón; luego,

quit!ndose un dije de oro viejo que llevaba sobre el pecho, lo colgó del cuello de su

libertador. Pasó entonces el doncel al recinto de la segunda princesa y la desencantó

tambi#n, despu#s de matar a un dragón de siete cabezas. 5, finalmente, redimió a la

tercera princesa, condenada a acariciar un dragón de cuatro cabezas. 5 ahí ten#is a las tres

hijas del @ey pregunt!ndose mil cosas, abraz!ndose y bes!ndose mil y mil veces. :ientras

tanto, el mozo suena la campanilla, hasta que, por fin, lo oyeron los de arriba. *izo subir

entonces a las tres princesas, una tras otra; pero cuando le tocó el turno a #l, le vinieron alas mientes las palabras del gnomo, o sea, que sus hermanos querían jugarle una mala

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Cuentos clásicos

treta. 2ogió una gruesa piedra y la cargó en la cesta; y, en efecto, al llegar #sta a la mitad

del pozo, cortaron los hermanos la cuerda, y cesta y piedra cayeron al fondo.

2reyendo los malvados que ya el menor estaba muerto, se marcharon con las tres hijas del

@ey, oblig!ndolas antes a jurar que dirían a su padre que los dos hermanos mayores lashabían salvado. 5 así, present!ndose ante el /oberano, pidió cada uno de ellos la mano de

una princesa.

&ntretanto, el m!s joven de los hermanos cazadores vagaba tristemente por los tres

aposentos, temiendo que habría de morir allí. io una flauta que colgaba de una pared y se

preguntó+

) 4Por qu# estar! aquí6 4>ui#n puede sentirse alegre en estos lugares6

5, mirando las cabezas de los dragones, dijo+ ) (ampoco vosotras pod#is servirme para

nada. ) 5, así, siguió paseando de arriba abajo, tantísimas veces, que el pavimento quedó

completamente liso. 2ambiando, al fin, de ideas, descolgó la flauta de la pared y se puso a

tocar una melodía, y he aquí que de repente se le presentaron un n3mero incontable de

gnomos; y a cada nueva tonada llegaban m!s. 5 así siguió tocando, hasta que la habitación

estuvo atestada de ellos. Pregunt!ronle qu# deseaba, y #l respondió que su deseo era

volver a la superficie, a la luz del día. &ntonces, cogi#ndole cada uno por un cabello,

remontaron el vuelo y lo subieron a la tierra. 5a en ella, corrió el mozo al palacio, donde seestaban preparando las fiestas de la boda de una princesa, y entró en la sala en que el @ey

se hallaba reunido con sus hijas. %l verlo las doncellas cayeron sin sentido, y el @ey,

furioso, mandó que se le encerrase en una prisión, creyendo que había causado alg3n da'o

a sus hijas. Pero, al volver #stas en sí, rogaron a su padre que lo pusiera en libertad; al

preguntarles el @ey el motivo de su petición, ellas respondieron que les estaba vedado

revelarlo. íjoles entonces el padre que lo contasen a la chimenea; #l salió de la c!mara,

aplicó el oído a la puerta, y de este modo se enteró de lo sucedido. *izo ahorcar a los dos

perversos hermanos y concedió al menor la mano de una de las princesas.

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La Reina de las &ieves

Pues bien, comencemos. 2uando lleguemos al final de este cuento, sabremos algo m!s de

lo que ahora sabemos.Érase una vez una vez un duende malvado, uno de los peores+ el diablo. 2ierto día seencontraba el diablo muy contento, pues había fabricado un espejo dotado de una etra'apropiedad+ todo lo bello y lo bueno que en #l se reflejaba, menguaba y menguaba ... hastacasi desaparecer; todo lo que no valía nada y era malo y feo, resaltaba con fuerza,volvi#ndose peor a3n de lo que antes era. -os paisajes m!s encantadores aparecían en #lcomo platos de espinacas hervidas y las personas m!s buenas se hacían repulsivas o sereflejaban con la cabeza abajo, como si no tuvieran vientre y con sus caras tandesfiguradas que era pr!cticamente imposible reconocerlas; si se tenía una peca, se podía

estar seguro de que la nariz y la boca quedarían cubiertas por ella. &l diablo considerabatodo esto tremendamente divertido. /i alguien se hallaba inmerso en un pensamientobueno y piadoso, aparecía en el espejo con una mueca diabólica, que provocaba lascarcajadas del duende)diablo por su astuta invención. (odos los que acudían a la escuelade duendes ) pues había una escuela de duendes ) contaban por todas partes que se habíaproducido un milagro; por fin se podría ver, decían, el verdadero rostro del mundo y de susgentes.

<ueron a todas partes con su espejo y, finalmente, no quedó ni un hombre ni un país queno hubiera sido deformado. /e propusieron entonces volar hasta el mismo cielo para

burlarse de los !ngeles y de "uestro /e'or. 2uanto m!s alto subían, m!s muecas hacía elespejo y m!s se retorcía, hasta el punto que casi no podían sujetarlo; volaron cada vez

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m!s alto y cuando ya se encontraban cerca de ios y de los !ngeles, el espejo pataleó tanfuriosamente con sus muecas que se les escapó de las manos y vino a estrellarse contra latierra, rompi#ndose en centenares de millones, o mejor, en miles de millones de a'icos, yquiz! m!s, de esta manera, hizo mucho m!s da'o que antes, ya que la mayor parte de sustrozos apenas eran m!s grandes que un grano de arena y se esparcieron por el airellegando a todo el mundo; cuando uno de esos diminutos fragmentos se metía en el ojo dealguien, allí se quedaba, y a partir de ese momento todo lo veían deformado, apreciandosólo el lado malo de las cosas, pues cada mota de polvo de espejo conservaba la propiedadque había tenido el espejo cuando estaba entero. -o m!s terrible fue que, a m!s de uno,alguna de estas min3sculas partículas se le alojó en el corazón, con lo que #ste quedabaconvertido de inmediato en un trozo de hielo.

/e encontraron tambi#n algunos trozos lo bastante grandes para ser utilizados comocristales de ventana, pero 7que nadie se le ocurriese mirar a trav#s de ellos amigos8 9tros

fragmentos fueron utilizados para gafas, y cuando alguien se las ponía con la intención dever mejor, lo que contemplaba era sencillamente espantoso. &l maligno reía hasta estallarde risa, cosa que a #l le producía una sensación sumamente agradable.

(odavía ahora, andan flotando por el aire peque'os !tomos de espejo. &scuchad acontinuación lo que sucedió con uno de ellos.

&n una gran ciudad ) uno de esos lugares tan llenos de casas y de gentes, donde no hay

suficiente espacio para que todos puedan tener un peque'o jardín y donde, en

consecuencia, los que allí vivían deben contentarse con unas cuantas macetas ), había dospobres ni'os que, sin embargo, tenían un jardín algo m!s grande que un simple tiesto de

flores.

"o eran hermanos, pero se querían tanto como si lo fueran. -as familias vivían en sendasbuhardillas, justo enfrente una de otra; allí donde el tejado de una casa tocaba casi al de laotra, se abrían un par de peque'as ventanas, una en cada buhardilla; bastaba dar unpeque'o salto sobre los canalones que corrían junto a los aleros para pasar de una ventanaa otra.

2ada familia tenía delante de su correspondiente ventana un cajón grande de madera en elque cultivaban hortalizas, que m!s tarde pasarían a la mesa, y en que crecía tambi#n unpeque'o rosal; los dos rosales, uno en cada cajón, crecían fuertes y hermosos. n día, lospadres tuvieron la idea de colocarlos perpendicularmente a los canalones, de modo quecasi llegaban de ventana a ventana, ofreciendo el aspecto de dos verdaderos jardines. -ostallos de los guisantes colgaban a ambos lados y los rosales alargaban sus ramasenmarcando las ventanas e inclin!ndose cada uno hacia el otro; parecían dos arcos detriunfo de hojas y de flores. 2omo los cajones estaban situados muy altos, los ni'os sabíanque no debían trepar hasta ellos, aunque a veces les daban permiso para subir y reunirse,sent!ndose bajo las rosas en sus peque'os taburetes. jugar allí era una verdadera delicia.

Pero esta diversión les estaba vedada durante el invierno. 2on frecuencia las ventanas se

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cubrían de escarcha y entonces los ni'os calentaban en la estufa una moneda de cobre,poni#ndola a continuación sobre el helado cristal de la ventana; conseguían así unamagnífica mirilla perfectamente redonda; detr!s, espiaba un ojo afectuoso, uno en cadamirilla. &l ni'o se llamaba Tay, y la ni'a, Ierda. urante el verano podían reunirse con sólodar un salto, en invierno había que bajar muchos pisos y subir otros tantos; afuera, loscopos de nieve revoloteaban en el aire.

) /on abejas blancas que juegan en el aire ) decía la abuela.

) 4(ambi#n ellas tienen una reina6 ) preguntaba el ni'o, sabiendo que las verdaderasabejas tienen.

) 72laro que sí8) decía la abuela). uela en medio del grupo m!s denso, es la m!s grandede todas y jam!s se queda en tierra, pues, en cuanto toca el suelo, vuelve a partir

enseguida hacia las nubes. % menudo, en las noches de invierno, recorre las calles de laciudad, mira por las ventanas y entonces los cristales se hielan de forma etra'a como sise cubrieran de flores.

) 7/í, sí, yo lo he visto8 ) dijeron a la vez los ni'os, comprobando así que la abuela nomentía.

) 4Puede venir aquí al @eina de las "ieves6 ) Preguntó la ni'a.

) 7>ue venga8 ) dijo el ni'o ) -a pondr# sobre la estufa y se derretir!.

-a abuela le acarició los cabellos y le contó otras historias. Por la noche, cuando el peque'oTay estaba a medio desnudarse, se subió a la silla que había junto a la ventana y cerrandoun ojo miró por su peque'a mirilla redonda; en la calle, caían algunos copos de nieve; unode ellos, el m!s grande, quedó al borde del cajón de flores; el copo creció y creció y acabópor convertirse en una mujer, vestida con un maravilloso manto blanco que parecía estarhecho de millones de copos estrellados. &ra de una belleza cautivadora, aunque de un hielobrillante y enceguecedor y , sin embargo, tenía vida; sus ojos centelleaban como estrellas,mas no había en ellos ni calma ni sosiego. *izo una se'a con la cabeza y, mirando hacia laventana, levantó su mano. &l ni'o se llevó tal susto que cayó de la silla; le parecióentonces que un gran p!jaro pasaba volando delante de su ventana.

&l día siguiente fue frío y seco... luego vino el deshielo... y, por fin, llegó la primavera.$rillaba c!lido el sol, comenzaban las yemas a despuntar en los !rboles, construían susnidos las golondrinas, se abrían las ventanas en las casas y los dos ni'os se sentaban denuevo en su peque'o jardín, all! arriba, junto al canalón que discurría a lo largo del tejado.

-as rosas florecieron aquel a'o en todo su esplendor; la ni'a había aprendido un salmo quehacía referencia a las rosas y que le hacía pensar en las suyas cada vez que lo cantaba; se

lo ense'ó a su amigo y los dos cantaron juntos+

-as rosas en el valle crecen,112

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Cuentos clásicos

el "i'o ?es3s les hablay ellas al viento se mecen

-os ni'os se cogían de la mano, besaban los capullos acariciados por la luz pura del sol deios y les hablaban como si el "i'o ?es3s hubiera estado allí. 7>u# maravillosos, aquellosdías de verano8 7>u# delicia estar junto a los hermosos rosales que parecían no cansarsenunca de dar flores8

Tay y Ireda estaban sentados, mirando un !lbum de animales y p!jaros... sonaron lascinco en el reloj del campanario... de repente Tay eclamó+

) 7%y, me ha dado un pinchazo el corazón8 75 algo me ha entrado en el ojo8

-a peque'a Ireda tomó entre sus manos la cabeza da Tay; #l parpadeó; no, no se veía

nada.

) :e parece que ya ha salido ) dijo Tay.

Pero no, no había salido. &ra precisamente una mota de polvo e cristal procedente delespejo; lo record!is 4verdad6 &l espejo del duende, el horrible espejo que hacía peque'o yfeo todo lo que era bueno y hermoso, mientras que lo bajo y lo vil, cualquier defecto porpeque'o que fuera, lo agrandaba de inmediato. %l pobre Tay se le había clavado unaesquirla de cristal en su corazón, que pronto se convertiría en un bloque de hielo. "o sentíaya ning3n dolor, pero el cristal seguía allí.

) 4Por qu# lloras6 ) Preguntó Tay a su amiguita) &st!s muy fea cuando lloras. 7$ah8 7:ira+esa rosa est! comida por un gusano y aquella otra crece torcida8 7/on feas, tan feas comoel cajón en el que crecen8

5 de una patada arrancó las dos rosas.

) 7Tay8 4>u# haces...6 ) gritó la ni'a mir!ndole asustada.

Tay arrancó a3n otra rosa y r!pidamente se metió por la ventana dejando alló sola a lapeque'a Ierda.

2uando poco despu#s la ni'a volvió a su lado con el !lbum, Tay le dijo que aquello estababien para los beb#s, pero no para #l. /i la abuela les contaba cuentos, #l siempreencontraba alg3n motivo para burlarse y en cuanto podía la imitaba a sus espaldasridiculizando sus palabras y sus gestos; la verdad es que lo hacía a la perfección y todo elmundo se reía a carcajadas. Pronto se acostumbró a imitar y a burlarse de cualquiera quepasara por la calle. (odo lo que en los dem!s había de singular o de poco agradable eraridiculizado por el muchacho; la gente decía de #l+

) 7 >u# inteligente es este chico8

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/e dedicaba incluso a mortificar a la peque'a Ierda, que le quería con toda su alma. &lcristal que le había entrado en el ojo y el que se había alojado en su corazón era la causade todo.

/us juegos tampoco eran a como antes+ se había vuelto mucho m!s serio. n día deinvierno que caía una fuerte nevada, Tay sacó una lupa y etendió una punta de suchaqueta azul para que cayeran sobre ella algunos copos.

) :ira a trav#s de la lupa, Ierda ) le dijo.

-os copos aparecían mucho m!s grandes y tenían el aspecto de flores magníficas o deestrella de diez puntas; era realmente precioso.

) <íjate que curioso) continuó Tay ) &s m!s interesante que las flores de verdad. "o hay en

ellos el menor defecto; mientras no se funden, los copos son absolutamente perfectos.

nos días despu#s, se acercó a Ierda con las manos enfundadas en unos gruesos guantesy con su trineo a la espalda; gir!ndole al oído, le dijo+

) 7:e han dado permiso para ir a jugar a la Plaza :ayor8

5 hacia allí se marchó.

&n la plaza, los chicos m!s atrevidos solían atar sus trineos a los carros de los campesinos

para ser remolcados por ellos. %quello era la mar de divertido. 2uando estaban en pleno juego, llegó un gran trineo, completamente blanco, conducido por una persona envuelta enun abrigo de piel blanco y con un gorro de piel igualmente blanco en la cabeza; dio dosvueltas a la plaza y Tay enganchó r!pidamente su peque'o trineo al que acababa de llegar; juntos, comenzaron a deslizarse por la nieve. 2ogieron m!s velocidad y salieron de la plazapor una calle lateral; la persona que conducía el trineo grande volvió la cabeza e hizo a Tayuna se'a amistosa, como si ya se conocieran de antes, cada vez que Tay intentabadesenganchar su trineo, el desconocido volvía la cabeza y Tay se quedaba inmóvil en suasiento; franquearon así las puertas de la ciudad y se alejaron. -a nieve empezó a caer tancopiosamente que el ni'o apenas podía ver a un palmo por delante de su nariz; intentóaflojar la cuerda que le mantenía unido al trineo grande, pero no lo consiguió+ estaban bienenganchados y corrían ta veloces como el viento. Iritó con todas sus fuerzas, mas nadie leoyó; la nieve seguía cayendo y el trineo avanzaba tan r!pido que parecía volar, aunque aveces daba brincos, como si saltase sobre zanjas y piedras. Tay estaba tremendamenteasustado, quiso rezar el Padrenuestro y sólo consiguió recordar la tabla de multiplicar.

-os copos caían cada vez m!s gruesos y parecían ya gallinas blancas; de pronto, sehicieron a un lado, el gran trineo se detuvo y la persona que lo conducía se levantó; suabrigo y su gorro eran tan sólo de nieve. /e trataba de una mujer, alta y esbelta, de

blancura deslumbrante+ -a @eina de las "ieves.

) *emos hecho un largo camino ) dijo ella ) 4(ienes frío6 en, m#tete bajo mi abrigo de114

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piel de oso.

-e montó en su trineo, etendió su abrigo sobre #l y Tay creyó desaparecer entre unmontón de nieve.

) 4(odavía tienes frío6 ) le preguntó, bes!ndole en la frente.

7%y8, aquel beso era m!s frío que el hielo y le penetró hasta el corazón que, por otra parte,era ya casi un bloque de hielo. -e pareció que iba a morir... pero esa sensación no duróm!s que un instante, despu#s dejó de sentir el frío intenso que le rodeaba.

) 7:i trineo8 7"o olvides mi trineo8

&so fue lo primero en que pensó. -a @eina de las "ieves lo ató a la espalda de una de las

gallinas blancas que volaban tras ellos y a continuación besó a Tay una vez m!s y est#olvidó a la peque'a Ierda, a la abuela y a todos los que habían quedado en su casa.

) "o te volver# a besar ) le dijo ella) n beso m!s te mataría.

Tay la miró; era hermosa, no podía imaginar un rostro que irradiara una inteligencia y unencanto semejantes; no tenía aquel aspecto de hielo, como cuando le hizo una se'a atrav#s de la ventana; a sus ojos, era perfecta y no le inspiraba ya ning3n temor; le contóque sabía calcular de memoria, incluso con fracciones, que conocía perfectamente lageografía del país y el n3mero de sus habitantes; mientras todo eso le contaba, ella no

dejaba de sonreír. "o obstante, Tay tenía la impresión de que todo cuanto sabía no erasuficiente. :iró hacia arriba, el espacio infinito; la @eina de las "ieves lo tomó en susbrazos y juntos ascendieron por el aire; atravesaron oscuros nubarrones, donde el rugir delhurac!n evocaba en su mente el recuerdo de antiguas canciones; volaron por encima debosques y de lagos, de mares y monta'as; debajo, silbaba el viento, graznaban lascornejas y aullaban los lobos sobre un fondo de resplandeciente nieve. %rriba, en lo alto,una luna grande y fulgurante iluminaba el cielo y Tay la contempló durante toda aquellalarga noche de invierno. %l llegar el día, dormía a los pies de la @eina de las "ieves.

>u# fue de la peque'a Ierda cuando Tay desapareció6 45 dónde estaba #ste6 "adie sabíanada, nadie supo dar noticias suyas. -o 3nico que sus amigos pudieron decir era que lo

habían visto enganchar su peque'o trineo a otro, grande y magnífico, y que intern!ndose

por las calles habían salido de la ciudad.

"adie sabía dónde podía encontrarse y todos los que le conocían quedaron profundamenteafectados por su desaparición, en especial la peque'a Ierda, que lloro y lloró durantemucho tiempo; poco despu#s, se empezó a decir que Tay había muerto, que se habíaahogado en el río que pasaba junto a los muros de la ciudad. 79h, qu# largos y sombríosfueron aquellos días de invierno8

Por fin llegó la primavera y con ella los c!lidos rayos del sol.

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)Tay ha muerto y ya nunca volver! ) decía la peque'a Ierda.

)"o lo creo) dijo el sol

)*a muerto y ya nunca volver! ) les dijo a las golondrinas.

) "o lo creemos )respondieron ellas; al final, tambi#n Ierda terminó por creer que Tay nohabía muerto.

) :e pondr# mis zapatos nuevos ) dijo una ma'ana ), los rojos, que Tay nunca llegó aconocer, me acercar# al río y le preguntar# por #l.

/alió muy temprano de su casa, dio un beso a la abuela, que dormía todavía y , calzada

con sus zapatitos rojos, salió sola de la ciudad dirigi#ndose hacia el río.

) 4&s cierto que te has llevado a mi amigo6 (e regalar# mis zapatos rojos si me lodevuelves.

-e pareció que las aguas le hacían una se'al etra'a; cogió entonces sus zapatos, lo quepara ella era m!s querido, y los arrojó al río; cayeron muy cerca de la orilla y las aguas losllevaron de nuevo hacia tierra, el lugar en que Ierda se encontraba; parecía que el río, noteniendo al peque'o Tay, no quería aceptar la ofrenda que la ni'a le ofrecía; como pensóque no los había tirado suficientemente lejos, se subió a una barca que había entre las

ca'as y desde allí los arrojó de nuevo. Pero la barca no estaba bien amarrada y losmovimientos de Ierda la hicieron apartarse de la orilla. 2uando se dio cuenta de lo queocurría, quiso volver atr!s, pero ya era demasiado tarde+ la barca se encontraba a variosmetros de la orilla y se deslizaba río abajo impulsada por la corriente.

-a ni'a se asustó y echó a llorar; sólo los gorriones podían escucharla, mas no les eraposible llevarla de nueva a tierra; los pajarillos volaron a su alrededor y trataban deconsolarlar cantando+ J7%quí estamos8 7%quí estamos8J

-a barca seguía avanzando, empujada por la corriente; la peque'a Ierda se quedó inmóvilcon sus pies descalzos; sus zapatitos rojos flotaban tras ella, fuera de su alcance, pues labarca navegaba m!s deprisa.

% ambos lados del río el paisaje era bellísimo+ llamativas flores y viejísimos !rboles sedestacaban sobre un fondo de colines donde pastaban ovejas y vacas; pero ni un solo serhumano se vaía en parte alguna.

J>uiz!s el río me conduzca hasta el peque'o TayJ, se dijo a sí misma, y ese pensamientola puso de mejor humor; se levantó y durante varias horas contempló las verdes y

encantadoras riberas; llegó así junto a un gran huerto de cerezos en el que se alzaba unacasita con un tejado de paja y etra'as ventanas pintadas de rojo y de azul; ante la casa,dos soldados de madera presentaban armas a quienes pasaban por el río.

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Ierda les llamó, creyendo que eran soldados de verdad, pero, naturalmente, sin recibirrespuesta; llegó muy cerca de donde ellos se encontraban, pues el río impulsabadirectamente la barca hacia la orilla.

Ierda grió entonces con m!s fuerza y una mujer apareció en la puerta+ era una vieja quese apoyaba en un bastón y se cubría la cabeza con un sombrero de alas anchas pintado conbellísimas flores.

) 7Pobre ni'ita8 ) eclamó la vieja) 42ómo has venido por este río de tan fuerte corriente642ómo has recorrido tan largo camino a trav#s del ancho mundo6

Ua vieja se adentró en el agua, enganchó la barca con su bastón, tiró de #l y llevó a Ierdahasta la orilla.

-a ni'a se sintió feliz de estar otra vez en tierra firme, aunque tenía un cierto miedo de lavieja desconocida. Ésta le dijo + ) en a contarme qui#n eres y cómo has lleagdo hastasaquí.

Ierda se lo contó y la vieja, moviendo de vez en cuando la cabeza, decía+ J*umm...*um8J. na vez le hubo relatado todo, le preguntó si había visto pasar por allí al peque'oTay; la mujer respondió que no, que Tay no había pasado ante su casa, peroq ue sin dudavendría y que no debía preocuparse8 ahora lo que teniía que hacer era comer sus cerezas ycontemplar sus flores, mucho m!s bellas que las que aparecen en los libros; adem!s, cada

una de ellas sabía contar un cuento. -a vieja cogió a Ierda de la mano, entró con ella en lacasa y cerró la puerta.

-as ventanas estaban muy altas, los cristales eran rojos, azules y amarillos y, en el interior,la luz adquiría tonalidades etra'as; había sobre la mesa un plato de riquísimas cerezas yIerda comió tantas como quiso, pues para eso no le faltaba valor. :ientras comía, la viejala peinaba con un peine de oro; sus hermosos cabellos rubios caían rizados y brillantesenmarcado su linda carita de rosa.

) /iempre tuve deseos de tener una ni'a como t3 ) dijo la vieja ) 5a ver!s qu# bien nosllevamos las dos.

% medida que le peinaba los cabellos, m!s y m!s la peque'a Ierda se olvidaba de Tay, sucompa'ero de juegos, pues la vieja, aunque no era malvada, sabía de magia; en realidad,sólo ponía en pr!ctica sus artes m!gicas para distraerse y, por el momento, lo 3nico quepretendía era retener a su lado a la peque'a Ierda. 2on este propósito, la anciana salió al jardín, etensió su cayado hacia los rosales, que estaban cargados de bellísimas rosas, y alinstante todos ellos desaparecieron, hundi#ndose bajo la tierra negra; no quedó ni elmenor rastro de ellos. -a vieja temía que si Ierda veía las rosas se acordaría del peque'o

Tay y querría marcharse a proseguir su b3squeda.

-uego, condujo a Ierda al jardín de las flores ... 79h, qu# fragancia y qu# esplendor8 *abía117

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allí flores de todas las estaciones del a'o; en ning3n libro de l!minas podría encontrarsetanta belleza y variedad. -a ni'a daba saltos de alegría y disfrutó del jardín hasta que el solse ocultó por detr!s de los cerezos; por la noche, durmió en un magnífico lecho con mantasde seda roja bordadas con violetas azules y tuvo unos sue'os tan hermosos como los deuna reina en el día de su boda.

% la ma'ana siguiente, estuvo de nuevo en el jardín, jugando con las flores bajo los c!lidosratos del sol... así pasaron muchos días. Ierda conocía todas y cada una de las flores y, apesar de todas las que había, tenía la sensación que allí faltaba alguna, aunque le resultaraimposible decir cu!l. n buen día, mientras estaba sentada en el jardín, se fijó en el gransombrero de la vieja, lleno de flores pintadas, y observó que las m!s bella era justamenteuna rosa. -a vieja se había olvidado de quitarla del sombrero cuando hizo desaparecer a lasotras bajo tierra. 7"o se puede estar en todo8 J72ómo8 ) se dijo Ierda ) 7"o hay ningunarosa en el jardín8J 2orrió hacia los macizos de flores, buscó y rebuscó, pero no consiguió

encontrar ning3n rosal; muy triste, se sentó en el suelo y se puso a llorar; sus l!grimasfueron a caer precisamente sobre el lugar en que antes crecia un hermoso rosal y del sueloregado con sus l!grimas surgió de repente un arbusto, tan florido como en el momento enque la vieja lo había enterrado; la ni'a lo rodeó con sus brazos, besó las rosas y se acordóde las que tenía en el jardín de su buhardilla y, al mismo tiempo, de su amigo Tay.

) 79h, cu!nto tiempo he perdido8 ) eclamó la ni'a) ebo encontrar a Tay .. 4/ab#is dondeest!6) preguntó a las rosas ) 42re#is que ha muerto6

) "o, no ha muerto ) respondieron las rosas) "osotras hemos estado bajo tierra, donde

est!n todos los muertos, y Tay no estaba allí.

) 7Iracias8 ) dijo la peque'a

<u# a ver a otras flores y mirando en sus c!lices les preguntó+

) 4/ab#is donde est! Tay6

Pero cada flor, vuelta hacia el sol, so'aba su propio cuento o imaginaba su propia historia;Ierda escuchó muchos de estos cuentos, pero ninguna flor sabía nada sobre Tay.

4>u# le dijo el lirio rojo6

) &scucha el tambor + 7$um8 7$um8 "o da m!s que dos notas, siempre igual+ 7$um8 7$um87&scucha el canto f3nebre de las mujeres8 7&scucha la llamada de los sacerdotes8 ...

estida con su larga t3nica roja, la mujer del hind3 est! de pie sobre la pira; se alzan lasllamas, rod!ndola a ella y a su marido muerto; pero la mujer piensa en el hombre que est!vivo entre la multitud que la circunda y cuyos ojos arden, m!s brillantes que las llamas; el

fuego de sus ojos abrasa el corazón de la mujer antes de ser tocada por las llamas queconvertir!n en cenizas su cuerpo. 4Podr! la llama del corazón morir entre las llamas de lapira6

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) "o comprendo nada en absoluta ) dijo la peque'a Ierda.

) &s mi cuento ) respondió el lirio rojo.

4 >u# le dijo la enredadera 6

) %l final del estrecho sendero que discsurre por la monta'a, se levanta una antiguamansión; una hiedra tupida crece por sus muros desgastados y rojizos, hasta el balcón alque se asoma una bellísima joven; se inclina sobre el balaustrada y dirige su mirada haciael camino. :!s lozana que la m!s bella de las rosas, m!s ligera que una flor de manzanollevada por el vieno, al moverse, los pliegues de su vestido de seda parecen susurrar+42u!ndo llegar!6

) 4(e refieres a Tay6 ) Preguntó Ierda.

) /ólo te he contado mi sue'o ... un cuento ) respondió la enredadera.

4 >ue le dijo el narciso de las nieves 6

) &ntre los !rboles, colgada de una rama, hay una tabla suspendida de dos cuerdas y dosni'as se est!n columpiando en ella; sus vestidos son blancos como la nieve y de sussombreros culegan cintas de seda verde que ondean al viento; el hermano mayor, de piesobre el columpio, rodea las cuerdas con sus brazos para no caerse; en una mano sostiene

una copa, en la otra, una ca'a para hacer pompas de jabón; el columpio se balancea y laspompas se elevan por el aire con bonitos colores irisados; la 3ltima est! todavía en eletremo del tubo y se mece con el viento; el columpio se balancea. n perrillo negro, ligerocomo las pompas, se levanta sobre sus patas traseras, queriendo subirse al columpio; sealza, cae, ladra, se enfada; las risas de unos ni'os, unas pompas que estallan en el aire...el balanceo de un columpio, una espuma que se rompe ... 7&sta es mi canción8

) &s bonito lo que cuentas, pero tu tono es trsite y para nada me hablas de Tay ...

4 >ue le dijeron los jacintos 6

) *abía una vez tres hermanas encantadoras, menudas y delicadas; el vestido de laprimera era rojo, el de la segunda, azul, y el de la tercera, blanco; cogidas de la mano,bailaban a la luz de la luna junto al lago apacible. &l ambiente estaba perfumado, las treshermanas desaparecieron en el bosque, aumentó la gragancia del aire ... (res f#retros, enlos que yacían las tres ni'as, salieron de la espesura y se deslizaron por el lago rodeadosde luc#rnagas que volaban a su alrededor como peque'as luci#rnagas que volaban a sualrededor como peque'as lamparillas aladas. 4uermen las bailarinas6 49 acaso est!nmuertas6 &l perfume de las flores nos cuenta que est!n muertas. -a campana de la tarde

repica por los muertos...

) :e pones muy trsite ) dijo la peque'a Ierda ) (u aroma es intenso. 7:e haces pensar en119

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las ni'as muertas8 7%y8 4*abr! muerto mi amigo Tay6 -as rosas han estado bajo tierra yme aseguran que no.

) 7in8 7an8 ) ta'eron las campanas del jacinto ) "o tocamos por el peque'o Tay, pues nole conocemos. /ólo cantamos nuestra canción, la 3nica que sabemos.

Ierda se volvió hacia el ran3nculo amarillo, que brillaba entre el verdor reluciente de lashojas.

) &res como un peque'o y luminoso sol ) le dijo Ierda) ime, si lo sabes, dónde puedoencontrar a mi amigo.

&l ren!culo miró a Ierda y brilló con intensidad 4>u# canción le cantaría el ran3nculo6Probablemente #l tampoco le hablaria de Tay.

) &l primer día de la primavera, el sol de "uestro /e'or lucía c!lido en el cielo, acariciandocon sus rayos las blancas paredes de una peque'a casita; muy cerca, florecían las primerasflores amarillas, cual oro luminoso al tibio resplandor del sol; la vieja abuela, sentada en susilla junto a la casa, esperaba la visita de su nieta, pobre y linda muchachita que trabajabade criada; al llegar, la chiquilla abrazó a la abuela. *abía oro, oro del corazón, en este besobendecido. 9ro en los labios, oro en el fondo del ser, oro en la hora del alba. &sta es mipeque'a historia ) dijo el ran3nculo.

)7:i pobre y vieja abuela8 ) suspiró Ierda ) /í, sin duda est! inquieta y apenada por mí,

tanto como por el peque'o Tay. Pero volver# pronto, llevando a Tay conmigo ... &s in3tilque interrogue a las flores, sólo conocen su propia canción, 7"o me dan ninguna pista8

/e recogió su falda para correr mejor y cuando saltaba por encima del narciso, #ste le dioun golpecito en la pierna; Ierda se detuvo, miró la esbelta flor amarilla y preguntó+

) 4/abes t3 algo, quiz!s ... 6

/e inclinó sobre el narciso y .. 4>u# fu# lo que le dijo6

) 7Puedo verme a mí mismo8 7Puedo verme a mí mismo8 79h, oh, oh qu# bien huelo8 ... %ll!arriba, en la buhardilla, a medio vestir, hay una peque'a bailarina; tan pronto se sotienesobre una pierna, como lo hace sobre las dos, todo es pura fantasía; con el pie manda apaseo a todo el mundo y vierte el agua de la tetera sobre una pieza de tela+ su cors#... -alimpieza es una gran cualidad; el traje blanco est! colgado en la percha; tami#n lo halavado con t# y despu#s lo ha puesto a secar en el tejado; la bailarina se pone su vestido y,para resaltar su blancura, rodea su cuello con una toquilla de color amarilla azafr!n. 7-apierna en alto8 7%hí est!, erguida sobre un sólo tallo8 7Puedo verme a mí mismo8 7Puedoverme a mí mismo8

) (odo eso me resulta indiferente ) dijo Ierda ), no significa nada para mí.

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5 salió corriendo, corriendo hacia el otro etremo del jardín.

-a puerta estaba cerrada y tuvo que forzar el enmohecido picaporte, que cedió; se abrió lapuerta y la peque'a Ierda, con sus pies descalzos, se lanzó de nuevo al vasto mundo. (resveces se volvió para mirar hacia atr!s, pero nadie la seguía; al rato, se cansó de correr, sesentó sobre una piedra, miró a su alrededor y comprobó que el verano había quedadoatr!s+ era oto'o avanzado; no había podido darse cuenta de ello en el jardín encantado dela vieja, donde siempre brillaba el sol y habían flores de todas las estaciones.

)7ios mío, cu!nto tiempo he perdido8 ) Pensó Ierda ) 7&stamos ya en oto'o8 7"o puedoperder tiempo descansando8)

5 se levantó, dispuesta a reemprender su b3squeda. 7%h, qu# cansados y doloridos estabansus pies8 75 qu# aspecto tan frío e ingrato tenía todo a su alrededor8 -os sauces estaban

amarillentos y la niebla humedecía sus hojas que, una tras otra, iban cayendo sobre elsuelo; sólo el ciruelo silvestre conservaba sus frutos, tan !speros que hacían rechinar losdientes. 79h que trsite y hosco parecía el vasto mundo8

Ierda tuvo que pararse a descansar de nuevo; sobre la nieve, ante ella, saltó una corneja;

el ave se quedó allí un buen rato, la miró, moviendo la cabeza, y dijo+

) 7Tra, ra8 4>u# tal va6

-a corneja no sabía hablar mucho, pero estaba bien dispuesta hacia la ni'a y le preguntó a

dónde se dirigía, tan sola por el vasto mundo. Ierda reparó especialmente en esa palabra+sola, y sintió de pronto todo lo que eso significaba; le contó su historia a la corneja y lepreguntó si no había visto a Tay.

-a corneja sacudió la cabeza con aire refleivo y dijo+

) 7Posible, Posible8

) 4e verdad6 ) gritó la ni'a.

% punto estuvo de asfiiar a la corneja de tanto que la abrazó.

) /uavemente, suavemente .. ) dijo la corneja ) 2reo que puede tratarse del peque'o Tay,pero parece que te ha olvidado por princesa.

) 4ive con una princesa6 ) Preguntó Ierda.

) /í, escucha ) dijo la corneja ) (engo muchas dificultades para hablar tu idioma; sicomprendes la lengua de las cornejas, te lo podr# contar mucho mejor.

) "o, nunca la he aprendido) respondió Ierda), aunque la abuela la sabía .. 7y tambi#n el

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 javan#s8

) &so no me sirve de mucho ) dijo la corneja ) &n fin, te contar# lo mejor que pueda; ya medisculpar!s si no me epreso bien.

5 la corneja le contó lo que sabía+

) &n el reino del que procedo vive una princesa dotada de una inteligencia prodiciosa. *aleído todos los periódicos que eisten en el mundo ... 75 los ha olvidado8 7*asta tal puntoes inteligente8 *ace alg3n tiempo, un día que se encontraba sentada en el trono )lo que,seg3n se dice, no es nada divertido) se puso a canturrear una canción que decía + J4porqu# no me casar#6J.J$ueno, es una ideaJ, pensó ella, y decidió casarse, pero quería unesposo que supiera responder a sus preguntas, un hombre que no se contentara tan sólocon tener un aspecto distinguido, pues eso acaba resultado demasiado aburrido. 2onvocó a

todas las damas de honor, que, al enterarse de sus proyectos, le manifestaron suaprobación. J2u!nto nos complace ) le dijeron), ya habíamos pensado en ello.J

-o que te cuento ) adivirtió la corneja ) es completamente verídico, puedes creerme. (engouna novia domesticada que circula libremente por el castillo y ella es quien me lo hacontado todo.

"aturalmete, su novia era tambi#n una corneja, pues cada corneja se junta con su pareja.

&n los periódicos se publicó un edicto con una orla de corazones y las iniciales de la

princesa; en #l se anunciaba que todo joven de buen porte podía presentarse en el castillopara hablar con la princesa; aquel que se comportara de forma m!s correcta y demostraraser mejor conversador, se casaria con ella.

) 2r#eme ) insisitó la corneja), lo que te cuento es tan cierto como que estoy aquí ahoramismo. (odos era muy capacies de hablar mientras estaban en la calle, pero en cuantofranqueban las puertas del castillo, veían a la guardia con sus uniformes plateados y a loslacayos vestidos en oro por las escaleras y los grandes salones deslumbrantes de luz, sequedaban desconcertados; m!s a3n+ al llegar ante el trono, todo lo que sabían hacer erarepetir la 3ltima palabra pronunciada por la princesa y que ella, naturalmente, no tenía elmenor inter#s en escuchar de nuevo. Parecía que hubieran ingerido rap# y se hubieranquedado atontados ... hasta que, de vuelta otra vez en la calle, podían hablar de nuevonormalmente. -os pretendientes formaban una larga cola que llegaba desde las puertas dela ciudad hasta el castillo. 5o mismo me acerqu# a verles ) dijo la corneja ) (ras tantashoras de espera, terminaban por tener hambre y sed, pero nada recibían del castillo, ni tansiquiera un vaso de agua. %lgunos, los m!s espabilados, se habían llevado rebanadas depan con mantequilla que se negaban a compartir con nadie, pues pensaban+ J/i tienenaspecto de hambrientos, no ser!n elegidos por la princesaJ.

) Pero Tay, el peque'o Tay ... ) preguntó Ierda ) 42u!ndo llegó6 4&staba entre todaaquella gente6

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) Paciencia, paciencia, ahora llegaremos a #l. &ra el tercer día cuando apareció un peque'opersonaje, sin caballo ni carruaje, que con paso decidido subió derecho hacia el castillo;sus ojos brillaban como brillan los tuyos, su cabello era largo y hermoso, aunque susvestiduras eran pobres.

) 7&ra Tay8 ) interrumpió Ierda entusiasmada ) 79h, lo encontr#8 7-o encontr#8 )eclamaba dando palmadas.

) -levaba un peque'o morral a la espalda ) continuó la corneja.

) "o, seguramente se trataba de su trineo ) observó Ierda ) 2uando desapareció llevabaconsigo su trineo.

) Puede ser ) dijo la corneja ), no pude verlo de cerca; pero s# por mi novia domesticada

que cuando entró en el castillo y vio la guarda con sus uniformes plateados y sobre lasescaleras los lacayos vestidos en oro, no se intimidó en absoluto; les saludó con la cabezay dijo+ Jebe ser aburrido quedarse en las escaleras, prefiero entrar dentroJ. -os salonesestaban deslumbrantes. 2hambelanes y consejeros andaban descalzos para no hacer ruidoportando bandejas de oro. 7&ra algo impresionante8 % cada pisada, sus botas crujíanterriblemente, pero #l no parecía preocuparse lo m!s mínimo por eso.

) /in duda se trata de Tay ) dijo Ierda). /# que tenía zapatos nuevos; los oí crujir en lahabitación de la abuela.

) 2ierto, hacían mucho ruido) dijo la corneja). %udazmente avanzó hacia la princesa, queestaba sentada sobre una perla tan grande como la rueda de una rueca; todas las damasde la corte, con sus servidores y los criados de los servidores, estaban alineados ante ella;cuant m!s cerca estaban de la puerta, m!s orgulloso aparecía su semblante. &l peque'opaje del criado de un servidor, que va siempre con pantuflas, tenía un aspecto imponente,7tan orgulloso se sentía de estar junto a la puerta8

) &so debe ser horrible ) dijo la peque'a Ierda )45 consiguió Tay casarse con la princesa6

) /i no hubiera sido corneja, sin duda habría sido yo el elegido, aunque lo cierto es queestoy ya prometido. &n cualquier caso, parece que el joven habló tan bien como yo mismopueda hacerlo cuando me epreso en mi lengua; mi novia domesticada así me lo ha dicho.&ra intr#pido y gentil; en realidad no había venido a pedir la mano de la princesa, sino tansólo a constatar su inteligencia, que valoró en alto grado, así como la princesa, a su vez,estimó altamente la de #l.

) 7/í, seguro que se trataba de Tay8 ) eclamó Ierda). &ra tan inteligente que sabíacalcular de memoria incluso con fracciones... 79h8 4Por que no me introduces en el castillo6

) $ueno, eso es f!cil de decir, pero no tanto de hacer ) respondió la corneja) "o s# cómopodríamos arreglarlo... *ablar# con mi novia domesticada; seguro que no puede sugeriralgo; aunque debo decirte que, habitualmente, jam!s se permite la entrada en el castillo a

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una ni'a como t3.

) 7&ntrar#8 ) dijo Ierda ). /i Tay se entera de que estoy aquí, vendr! en seguida abuscarme.

) &sp#rame allí, junto a la escalera) dijo la corneja volviendo la cabeza y emprendiendo elvuelo.

2uando regresó, ya había oscurecido.

) 7Tra, ra8 ) graznó) :i novia te envía sus m!s cari'osos saludos; me ha dado estepanecillo para ti; lo ha cogido de la cocina, donde siempre hay pan en abundancia; sinduda tendr!s hambre... "o te ser! posible entrar descalza en el castillo; la guardia deuniformes plateados y los lacayos vestidos en oro no lo permitirían; pero no llores, porque,

a pesar de todo, en seguida estar!s dentro. :i novia conoce una escalera secreta , queconduce al dormitorio; ella sabe donde se encuentra la llave.

5 se encaminaros hacia el jardín atravesando la gran alameda alfombrada por las hojas quecaían de los !rboles; las luces se fueron apagando una a una; cuando todo estuvo oscuro,la corneja condujo a la peque'a Ierda hasta una puerta trasera que se encontrabaentornada.

79h, como latía el corazón de Ierda por la inquietud y la ansiedad8 Parecería que iba ahacer algo malo, cuando, en realidad, sólo quería saber si se trataba de su amigo Tay; sí,

tenía que ser #l; pensaba en sus ojos vivos y en sus largos cabellos; creía verlesonreír,como cuando estaban sentados, all! en su casa, junto a los rosales. /in duda, sesentiría feliz de verla, de oírle contar el largo camino que por #l había recorrido, de saber lotristes que se habían sentido todos desde el día que desapareció. 79h, que miedo y quealegría a la vez8

5 allí estaban ya, delante de la escalera; una peque'a l!mpara irradiaba su tenue luz desdeun aparador; en el centro del suelo se encontraba la corneja domesticada que movía lacabeza a un lado y a otro sin dejar de mirar a la ni'a; Ierda le hizo una reverencia, talcomo su abuela le había ense'ado.

) :i novio me ha hablado muy elogiosamente de usted, mi querida se'orita ) dijo lacorneja domesticada). /u currículum vitae, como se suele decir, es realmenteconmovedor... /i coge usted la l!mpara, yo ir# delante, Hremos en línea recta, así noencontraremos a nadie.

) :e parece que alguien viene por detr!s de nosotros ) dijo Ierda.

/intió como si un rumor pasara junto a ella; algo que parecía proceder de etra'as

sombras que se deslizaran a lo largo de los muros+ caballos de crines flotantes y patasdelgadas, jóvenes vesteidos de cazadores,damas y caballeros cabalgando ...

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) /on sólo sue'os) dijo la corneja) ienen a sugerir ideas de caza a nuestros soberanos;tanto mejor, así podr! usted contemplarlos m!s a gusto mientras duermen. /i le va bienlas cosas, espero que se mostrar! usted agradecida...

) Hn3til hablar de eso) dijo la corneja del bosque.

-legaron al primer salón, tapizado de sat#n rosa con estampado de flores; los sue'os leshabían sobrepasado y marchaban tan deprisa que la peque'a Ierda no podía ver ya a losaugustos personajes. -os salones, a cual m!s magnífico, dejarían anonadado a cualquieraque los viera; finalmente, llegaron al formitorio. /u techo recordaba una enorme palmeracon hojas de un cristal maravilloso; en medio de la habitación, engarzados en un tallo deoro, había dos lechos que parecían lirios; uno era blanco y en #l descansaba la princesa;hacia el otro, de color rojo, se dirigió Ierda para comprobar si era Tay el que allí dormía;apartó uno de los p#talos rojos y vio un cuello moreno .. 7&ra Tay8 -e llamó en voz alta por

su nombre, acercó la l!mpara hacia el lecho... -os sue'os cruzaron de nueva a caballo porla habitación... se despertó, volvió la cabeza y ... 7"o era ay8

&l príncipe, aunque tambi#n joven y hermoso, sólo se le parecía en el cuello. esde el lechodel lirio blanco, la princesa entreabrió los ojos preguntando qu# sucedía. -a ni'a se echó allorar y contó toda su historia y lo que las cornejas habían hecho por ella.

) 7Pobre peque'a8) dijeron el príncipe y la princesa; alabaron la actitud de las cornejas ydijeron que no estaban enfadados con ellas, aunque aquello no debía volver a repetirse. /inembargo, tendrían su recompensa.

) 4>uereis volar en libertad6 ) preguntó la princesa ) 4 9 preferis el cargo de cornejas decorte con derecho a todos los desperdicios de la cocina6

-as dos cornejas, haciendo una solemne reverencia, aceptaron el cargo que se les ofrecía,pues pensaban en su vejez y creyendo que era una buena oportunidad para asegurarse sufuturo.

&l príncipe se levantó de su lecho e invitó a Ierda a que se acostara en #l+ era todo lo quepodía hacer por ella. -a ni'a juntó sus manitas y pensó+ J7>u# buenos son los hombres ylos animales8J. 2erró los ojos y durmió profundamente. -os sue'os regresaron en segudiapor el aire, mas esta vez como !ngeles de ios que arrastraban un peque'o trineo en elque iba sentado Tay; pero aquello eran sólo enso'aciones que desaparecieron en el mismomomento que la ni'a se despertó.

% la ma'ana siguiente, la vistieron de pies a cabeza con sedas y terciopelos; le ofrecieronquedarse en el castillo donde tan feliz podría ser, pero ella tan sólo quería un peque'ocarro con un caballo y un par de zapatitos para lanzarse de nuevo por esos mundos de iosa proseguir la b3squeda de Tay.

-e regalaron un par de zapatos y un manguito; le dieron tambi#n un hermoso traje ycuando se dispuso a partir se entontró con una magnífica carroza de oro que la esperaba

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ante la puerta; sobre ella, el escudo con las armas de los dos príncipes brillaba como unaestrella; cochero, siervientes y postillones, pues tambi#n había postillones, vestían libreasbordadas con coronas de oro. &l príncipe y la princesa ayudaron a Ierda a subir al coche yle desearon buen viaje. -a corneja domesticada, ahora ya casada, la acompa'ó durante lastres primeras leguas; se sentó a su lado, ya que no podía soportar ir en dirección contrariaa la marcha; la otra corneja se quedó en la puerta batiendo sus alas; no podíaacompa'arles, pues desde que tenía un cargo en la corte y comida en abundancia, sufríade fuertes dolores de cabeza. -a carroza estaba abarrotada de bizcochos y bajo el asientohabía gran cantidad de frutas y panes de especias.

) 7%diós, %diós8 ) se despidieron el príncipe y la princesa.

-a peque'a Ierda lloró y tambi#n la corneja del bosque... @ecorrieron las tres primerasleguas y la corneja domesticada tuvo que decirle adiós; fue una seperación muy penosa;

voló hacia un !rbol y agitó sus alas negras hasta que la carroza, que brillaba como el sol,se perdió de vista tras un recodo del camino.

%travesaban un bosque sombrío, donde la carroza resplandecía como una antorcha, lo que

llamó la atención de los bandidos. "o podían dejar escapar aquella presa.

)7&s de oro8 7&s de oro8 ) gritaron, precipit!ndose sobre ella; detuvieron a los caballos,dieron muerte a los cocheros y sacaron del coche a la peque'a Ierda.

)7&st! rolliza y hermosa8 -a han cebado con pan de especias ) dijo la mujer al bandido que

tenía una barba enmara'ada y unas cejas que le caían hasta los ojos) &s tierna como uncordero cebón, 7>u# rica estar!8 ) 5 diciendo esto, sacó su afilado cuchillo que brilló conresplandor siniestro.

) 7%hh8 ) 2hilló la mujer+ su propia hija, a la que llevaba a la espalda, le acababa depropinar un tremendo mordisco en la oreja. -a muchacha era salvaje y mal educada comono se pueda imaginar.

) 7:aldita ni'a8 ) eclamó la madre, que no pudo así matar a Ierda.

) 7>uiero esta ni'a para que juegue conmigo8 ) dijo la hija del bandido) >uiero que me d#su manguito y su vestido y que duerma conmigo en la cama.

5 la mordió de nuevo con tal fuerza que la mujer dio un salto en el aire retorci#ndose,mientras los bandidos se echaban a reír, diciendo+

)7:irad cómo baila con su hija8

)7>uiero montar en la carroza8 ) gritó la hija del bandido.

5 cuando la chiquilla quería algo, había que d!rselo, pues adem!s de consentida, era terca

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como ella sola. (omó asiento junto a Ierda en la carroza y se adentraron por el bosquetraqueteando entre tocones y malezas. la hija del bandido era tan alta como Ierda, aunquem!s fuerte, m!s ancha de hombros y de piel m!s oscura; sus ojos, de un negro intenso,revelaban una epresión de tristeza. 2ogió a la peque'a Ierda por la cintura y le dijo+

) "o te matar!n mientras yo no me enfado contigo. 4&res una princesa6

) "o ) dijo la peque'a Ierda, contando lo que le había ocurrido y lo mucho que quería alpeque'o Tay.

-a hija del bandido miraba con aire grave; hizo un movimiento de cabeza y dijo+

) "o te matar!n, ni siquiera aunque yo me enfado contigo; en ese caso ser# yo mismaquien lo haga.

/ecó los ojos de Ierda y metió sus manos en el bello manguito tan suave y caliente queera.

-a carroza se detuvo; se encontraban en el patio del castillo de los bandidos, cuyos murosestaban agrietados de arriba abajo; cuervos y cornejas salieron volando de agujeros ygrietas y dos grandes perrazos, con aspecto de poder devorar a un hombre, daban grandesbrincos, aunque no ladraban, pues les estaba prohibido.

&n la sala central, grande, vieja y con las paredes recubiertas de hollín, ardía una gran

hoguera en medio del enlosado; el humo se acumulaba junto al techo y debía buscar por sí mismo una salida; en el fuego hervía un caldero de sopa y, ensartados en un pincho, seasaban varios conejos y liebres.

) &sta noche dormir!s conmigo y con mis animales ) dijo a Ierda la hija del bandido.

2uando hubieron comido y bebido se dirigieron a un rincón donde se amontonaban la pajay las mantas. Por encima de sus cabezas, sobre vigas y traviesas, había cerca de cienpalomas; parecían dormidas, aunque giraron ligeramente sus cabezas a la llegada de lasni'as.

) /on todas mías ) dijo la hija del bandido, y, atrapando a una de las que estaban m!spróimas, la sujetó por las patas y la sacudió, mientras la paloma agitaba las alas.

) 7$#sala8 ) gritó, arrojando el animal a la cara de Ierda ). Éstos son la chusma del bosque) continuó, mostr!ndole los barrotes que cerraban un agujero en lo alto del muro ) /i no selos tiene bien encerrados, se echan a volar de inmediato y desaparece. 75 este es mi viejoamigo $e8

5 tió de los cuernos a un reno atado a la pared con una cuerda sujeta a un anillo de cobrepulimentado que le rodeaba el cuello.

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Cuentos clásicos

) (ambi#n a #ste hay que sujetarlo bien; de lo contrario, se soltaría y se iriía. (odas lasnoches le acaricio el cuello con mi cuchillo y se muere de miedo.

-a ni'a sacó un largo cuchillo de una rendija que había en la pared y lo pasó por el cuellodel reno. &l pobre animal coceó, mientras la hija del bandido se reía a carcajadas. -uego,de un empujón, tiró a Ierda sobre la cama.

) 4"o vas a dejar el cuchillo mientras duermes6 ) preguntó Ierda que miraba la hoja contemor.

) uermo siempre con mi cuchillo ) respondió la hija del bandido. "unca se sabe lo quepuede ocurrir. Pero cu#ntame m!s sobre lo que hace un momento decías del peque'o Tayy sobre por qu# te has aventurado a recorrer el mundo.

Ierda continuó su relato, mientras las palomas del bosque se arrullaban allía rriba, en su jaula, y las otras dormían. -a hija del bandido pasó su brazo alrededor del cuello de Ierday, sin dejar de sujetar el cuchillo con la otra mano, se durmió y pronto se le oyó roncar; sinembargo, Ierda no podía cerrar los ojos, no sabía si iba a vivir o a morir. -os bandidosestaban sentados alrededor del fuego, cantaban, bebían y la vieja bailaba de formaestrafalaria. 79h, qu# horrible espect!culo8

&ntonces las palomas del bosque dijeron+

) 72rrru, 2rrru8 *emos visto a tu amigo Tay. na gallina blanca llevaba su trineo y #l iba

sentado en el de la @eina de las "ieves, que voló sobre el bosque cuando nosotrasest!bamos en el nido; sopló sobre nuestros peque'os y todos murieron, salvo nosotros dos72rrru, 2rrru8

) 4>u# es lo que me decís6 ) preguntó Ierda sobresaltada ) 4ónde iba la @eina de las"ieves6 4Pod#is decírmelo6

) /eguramente se dirigía a -aponia, donde hay siempre hielo y nieve. "o tienes m!s quepreguntar al reno que est! atado con la cuerda.

) %llí hay una gran cantidad de nieve y hielo ) dijo el reno ). 7&s muy agradable y muyhermoso8 /e puede correr y saltar libremente por inmensos valles nevados. &s allí donde la@eina de las "ieves tiene su mansión de verano, pero su castillo est! m!s arriba, cerca delPolo "orte, en las islas llamadas /pitzberg.

)79h Tay, querido Tay8 ) suspiró Ierda.

) 4as a estarte quieta de una vez6 ) le gritó la hija del bandido) 9 te callas o sentir!s miafilado cuchillo en tu barriga.

Por la ma'ana, Ierda le contó todo lo que le habían dicho las palomas del bosque; la hijadel bandido adoptó una epresión grave, movió la cabeza y dijo+

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) &so me da igual ... eso me da igual... 4/abes t3 donde est! -aponia6 ) le preguntó alreno.

) 4>ui#n podria saberlo mejor que yo6 ) respondió el animal, con los ojos humedecidos)7%llí nací y allí me cri#, saltando por los campos cubiertos de nieve8

) &scucha ) dijo a Ierda la hija del bandido) 5a ves que todos los hombres han salido, peromi madre todavía sigue aquí; m!s tarde, hacia el mediodía, suele beber un trago de aquellabotella y despu#s se echa un sue'ecito... entonces podr# hacer algo por ti.

/altó de la cama, se abalanzó sobre el cuello de su madre, y tir!ndole de los bigotes, ledijo+

) 7$uenos días, mi querida cabra8

-a madre le dio tal papirotazo en la nariz, que se la dejó entre roja y azul, pero eso, entreellos, no era m!s que una muestra de cari'o.

2uando la madre hubo bebido de la botella y se quedó dormida, la hija del bandido seacercó al reno y le dijo+

) :e gustaría seguir haci#ndote cosquillas con mi cuchillo, pues es entonces cuano m!s mediviertes, pero eso no importa ahora; voy a desatarte y te ayudar# a salir para que te

dirijas a -aponia, pero tienes que ir deprisa y conducir a esta ni'a hasta el palacio de la@eina de las "ieves, donde est! su compa'ero. /eguro que habr!s oído todo lo que me hacomentado+ hablaba bastante alto y t3 te enteras de todo.

&l reno se puso a dar saltos de alegría. -a hija del bandido aupó a la peque'a Ierda sobre#l, tomando la precaución de sujetarla bien e incluso le puso un cojín para que esteuviesem!s cómoda.

) $ueno ) le dijo ), te devolver# tus zapatos de piel, pues har! frío por allí, pero elmanguito me lo quedo, es demasiado bonito. e todas foramas, no pasar!s frio, aquí tieneslas grades manopas de mi madre que te llegar!n hasta el codo; 7toma, pontelas8 .. 2onesas manoplas te pareces a mi horrible madre.

5 Ierda derramó una l!grima de alegría.

) "o me gusta verte lloriquear ) dijo la hija del bandido) 7eberías estar contenta8 %quítienes dos panes y un jamón; no pasar!s hambre.

espu#s de colocar todo aquello sobre el reno, la hija del bandido abrió la puerta, metió a

los perros en la habitación, cortó con su cuchillo la cuerda con que estaba atado el reno yle dijo+

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) 7amos, corre8 75 cuida bien de la ni'a8

Ierda tendió las manos enfundadas en las grandes manoplas hacia la hija del bandidodici#ndoles adiós y el reno partió veloz por encima de matorrales y tocones. 2on toda larapidez que le fue posible, atravesó el gran bosque, franqueó pantanos y llanuras,mientras, a su alrededor, aullaban los lobos y graznaban los cuervos. 5 el cielo, volvi#ndoserojo, tambi#n les habló+ J7Pfit, Pfit8J. Parecía que estornudara.

) /on mis viejas amigas, las auroras boreales ) dijo el reno ) 7:ira qu# resplandores8 )

5 siguió corriendo, día y noche, sin descanso. 2omieron los panes, el jamón, y llegaron a-aponia.

/e detuvieron ante una peque'a caba'a. (enía un aspecto muy pobre, con un tejado que

descendía hasta el suelo y una puerta tan baja que para entrar o salir de ella había quearrastrarse por el suelo. ivía allí una vieja lapona que estaba cociendo pescado en una

l!mpara de aceite de bacalao; el reno le contó toda la historia de la ni'a, aunque antes le

había contado la suya, que consideraba mucho m!s importante; Ierda estaba tan

entumecida por el frío que apenas podía hablar.

) 7%h, pobres de vosotros8 ) dijo la lapona ). 9s queda todavía un largo camino8 (en#is quehacer m!s de cien leguas para llegar a <inalandia; allí, donde las auroras boreales aparecencada noche, tiene la @eina de las "ieves su morada. 2omo no tengo papel, os escribir# una

nota en un trozo de bacalao seco; deber#is entreg!rselo a una mujer finlandesa, amigamía, que vivía por allí; ella podr! informaros mejor que yo.

2uando Ierda hubo entrado en calor, despu#s de haber comido y bebido algo, la laponaescribió unas palabras sobre el bacalao, recomendando a Ierda que tuviese buen cuidadode no perderlo; #sta lo colocó sobre el reno, que, de un salto, reemprendió la marcha.(uvieron la ocasión de contemplar deliciosas auroras boreales de hermosos tonosazulados ... y llegaron a <inlandia.

-lamaron a la chimenea de la mujer finlandesa, pues su casa era una chimenea que nisiquiera tenía puerta. entro, el calor era tal que la mujer estaba casi desnuda; erapeque'a y muy sucia; desvistió en seguida a la peque'a Ierda, le quitó las manoplas y loszapatos, pues de lo contrario no habría podido soportar el calor, y puso un trozo de hielosobre la cabeza del reno; luego, leyó lo que su amiga lapona había escrito en el bacalaoseco; tres veces lo leyó, hasta aprenderlo de memoria, y despu#s echó el bacalao a la olla+era comida y ella nunca dejaba que la comida se echara a perder.

) (3 eres muy h!bil ) dijo el reno; s# que puedes atar todos los vientos del mundo con unhilo; si el capit!n de barco deshace un nudo, tiene buen viento, si deshace el segundo, el

viento arrecia, y si deshace el tercero y el cuarto, se levanta un hurac!n capaz de asolarlos bosques. 4"o quieres dar a la ni'a una poción que le d# la fuerza de veinte hombres yle permita llegar hasta la @eina de las "ieves6

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) 4-a fuerza de veinte hombres...6 ) repitió la finlandesa) /í, eso sería suficiente.

/e acercó a una estantería y cogió un gran rollo de piel que desenrolló cuidadosamente;había escritos en #l unos etra'os signos; la mujer leyó y unas gotas de sudor aparecieronen su frente.

&l reno intercedió de nuevo por la ni'a y #sta miró a la finlandesa con ojos tan suplicantesque la mujer parpadeó y se llevó al reno a un rincón donde, poni#ndole otro trozo de hieloen la cabeza, le dijo en voz baja+

) &l peque'o Tay est! efectivamente en casa de la @eina de las "ieves; allí se encuentra agusto y nada echa en falta; cree que est! en el mejor lugar del mundo, aunque eso esdebido tan sólo a que un pedacito de cristal se le clavó en el corazón y otro se le introdujo

en el ojo; si no se le etirpan esos cristales, jam!s volver! a ser un hombre y la @eina delas "ieves conservar! para siempre su dominio sobre #l.

) 4"o puedes dar a la ni'a alguna poción que le confiera poder para lograr su propósito6

) "o puedo procurarle un poder mayor del que ya tiene. 4"o ves el alcance de su poder64"o ves cómo hombres y animales la ayuda y cómo, descalza, ha recorrido un camino tanlargo6 /u fuerza reside en el corazón y nosotros no podemos acrecentarla. /u poder leviene dado por el hecho de ser una ni'a dulce e inocente. /i por sí misma no consiguellegar a Tay, nada podremos hacer nosotros. % dos leguas de aquí comienza el jardín de la

reina de las "ieves; ll#vala hasta allí y d#jala junto al arbusto de bayas rojas; no pierdas tutiempo charlando y apres3rate a volver.

-a finlandesa cogió en sus brazos a la peque'a Ierda y la subió de nuevo sobre el reno quecorrió con todas sus fuerzas.

) 79h, no llevo mis zapatos8 7"i tampoco las manoplas8 ) gritó Ierda.

%caba de darse cuenta al sentir el horrible frío que hacía fuera, pero el reno no se atrevió adetenerse; siguió corriendo, hasta llegar al arbusto de las bayas rojas; allí depositó a Ierdaen el suelo, le dio un beso y unas l!grimas gruesas corrieron por la mejilla del animal; sevolvió y regresó tan r!pidamente como pudo. %llí se quedó la pobre Ierda, sin zapatos niguantes, en plena <inlandia, terrible y glacial.

&chó a correr y un verdadero regimiento de enormes copos de nieve le salieron alencuentro; no caían del cielo, que estaba muy claro e iluminado por una aurora boreal; loscopos corrían a ras de tierra y cuanto m!s se le acercaban, mayor era su tama'o; gerdarecordó lo grandes y perfectos que le habían parecido cuando los había observado con lalupa; pero #stos eran la vanguardia de la @eina de las "ieves y tenían un aspecto terrible,

como seres vivos que tomaban las formas m!s etra'as+ unos parecían horrorosospuercoespines, otros eran como madejas de serpientes enmara'adas que adelantabanamenazadoramente sus cabezas, otros, por fin, recordaban a peque'os osos rechonchos de

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pelo crespo; todos los copos de nieve parecían dotados de vida y tenían una blancuraresplandeciente.

-a pobre Ierda se puso a rezar un Padrenuestro; el frío era tan intenso que podía ver supropio aliento sali#ndole de la boca como una espesa humareda; y este aliento se ibahaciendo m!s denso y se convertía en peque'os !ngeles luminosos que crecían a medidaque tocaban tierra; portaban un yelmo en la cabeza, un escudo en una mano y una espadaen la otra; su n3mero iba en aumento y cuando Ierda terminó su Padrenuestro formabantodo un batallón a su alrededor; descargaron sus lanzas contra los horribles copos queestallaron en mil pedazos y la peque'a Ierda avanzó con paso seguro e intr#pido. -os!ngeles le frotaron las manos y los pies, sintió menos frío y se dirigió sin perder tiempohacia el palacio.

Pero vemos ahora dónde se encuentra Tay. %penas se acordaba de su amiga Ierda ni se

podía imaginar que en aquel momento ella se encontraba delante del palacio.

os muros del palacio estaban formados de polvo de nieve y las ventanas y puertas, de

vientos glaciales; había m!s de cien salones, formados por remolinos de nieve, el mayor de

los cuales medía varias leguas de largo; estaban iluminados por auroras boreales y eran

inmensos, vacíos, g#lidos y luminosos.

"unca se celebró allí fiesta alguna, ni siquiera un sencillo baile en el que los osos pudierandanzar sobre sus patas traseras, haciendo gala de sus maneras distinguidas, al son de la

m3sica de los tempestuosos vientos polares; jam!s tuvo lugar ninguna reunión en la quepoder jugar y divertirse, ni siquiera una simple velada en la que las se'oritas zorrasblancas charlaran en torno a unas tazas de caf#, -os salones de la @eina de las "ieves erandesolados, grandes y fríos. -as auroras boreales aparecían y desaparecían con tantaeactitud que se podía prever el momento en que su luz sería m!s intensa y aquel en quesería m!s tenue. &n medio del inmenso y desnudo salón central había un lago helado; elhielo estaba roto en mil pedazos, pero cada uno de ellos era id#ntico a los otros+ unaverdadera maravilla; en el centro del lago se sentaba la @eina de las "ieves cuandopermanecía en palacio; pretendía reinar sobre el espejo de la razón, el mejor, el 3nico deeste mundo.

&l peque'o Tay estaba amoratado por el frío, casi negro, aunque #l no se daba cuenta deello, pues el beso que le diera la @eina de las "ieves le había insensibilizado para el frío ysu corazón estaba, innecesario decirlo, igual que un t#mpano. Hba de un lado para otrocogiendo trozos de hielo planos y afilados que disponía de todas las formas posibles, conun propósito determinado; hacía lo mismo que nosotros cuando con peque'as piezas demadera recortadas intentamos componer figuras. Tay tambi#n formaba figuras, ysumamente complicadas+ era Jel juego del hielo de la razónJ; a sus ojos, estas figuras eranmagníficas y su actividad tenía una enorme importancia; el fragmento de cristal que teníaen el ojo era la causa de todo; construía palabras con trozos de hielo, pero nuncaconseguía formar la palara que hubiera deseado, la palabra &ternidad. -a @eina de lasnieves le había dicho+

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) 2uando logres formar esa palabra, ser!s tu propio due'o; te dar# el mundo entero y unpar de patines nuevos.

Pero, por m!s que lo intentaba, nunca lo conseguía.

) oy a emprender un vuelo hacia los países c!lidos ) le dijo un dia la @eina de las "ieves )&char# un vistazo a las marmitas negras ) así llamaba ella a las monta'as que escupenfuego, como el &tna y el esubio). -as blanquear# un poco, eso le sentar! bien a loslimoneros y a las vi'as.

-a @eina de las "ieves emprendió el viaje y Tay quedó solo en aquel g#lido y vacío salón demcuhas leguas de largo; contemplaba los trozos de hielo, refleionaba profundamenteconcentr!ndose al m!imo en su juego; permanecía tan inmóvil y rígido que daba la

impresión que hubiera muerto de frío.

<ue entonces cuando la peque'a Ierda entró en el palacio por su puerta principal,construida con vientos glaciales; pero Ierda recitó su oración de la tarde y los vientos seapaciguaron como si hubiesen querido dormir; se adentró por los grandes salones vacíos...y vió a Tay. lo reconoció, le saltó al cuello, le estrechó entre sus brazos y gritó+

) 7Tay8 7:i querido Tay8 7Por fin te encontr#8

Pero Tay permaneció inmóvil, rígido y frío... y Ierda lloró y sus l!grimas c!lidas cayeron

sobre el pecho del muchacho llegando hasta su corazón y fundieron el bloque de hielo ehicieron salir de #l el pedacito de cristal que allí se había alojado8 Tay la miró y ella cantó+

-as rosas en el valle crecen,el "i'o ?es3s les hablay ellas al viento se mecen.

&ntonces tambi#n las l!grimas afloraron a los ojos de Tay y lloró tanto que el polvo decristal que tenía en el ojo salió junto con las l!grimas; reconoció a Ierda y, lleno dealegría, eclamó+

) 7Ierda8 8:i peque'a y dulce Ierda... 8 4ónde has estado durante todo este tiempo6 4ydónde he estado yo6

5 mirando a su alrededor dijo+

) 7>u# frío hace aquí8 7>u# grande y vacío est! esto8

&strechó entre sus brazos a Ierda, que reía y lloraba de alegría; su felicidad era tan grande

que incluso los trozos de hielo se pusieron a bailar a su alrededor y cuando, fatigados, sedetuvieron para descansar, formaron precisamente la palabra que al @eina de las "ieveshabía encargado a Tay que compusiera, la palabra &ternidad + era pues su propio due'o y

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ella debería darle el mundo entero y un par de patines nuevos.

Ierda besó las mejillas que recobraron su color rosado, le besó en los ojos que brillabancomo los suyos, besó sus manos y sus pies y se sintió fuerte y vigoroso. -a @eina de las"ieves podía venir cuando quisiera; Tay tenía su carta de libertad escrita en brillantestrozos de hielo.

/e cogieron de la mano y salieron del palacio; hablaron de la abuela y de los rosales quecrecían en el tejado; los vientos habían amainado hasta desaparecer por completo y el solbrillaba en el cielo; cuando llegaron el arbusto de las bayas rojas, el reno les estabaesperando; junto a #l había una joven hembra cuyas ubres estaban llenas de leche tibiaque ofreció a los dos ni'os tras haberles dado un beso. 5 los renos llevaron a Tay y aIerda primero a casa de la finlandesa, donde se calentaron en la caba'a y proyectaron elviaje de vuelta, y despu#s a casa de la lapona, que les había cosido trajes nuevos y les

había preparado un trineo.

-os dos renos, saltando a su lado, les acompa'aron hasta el límite del país, donde los tallosverdes empezaban a despuntar sobre la nieve; allí se despidieron de los renos y la mujerlapona.

) 7%diós8 ) se dijeron todos.

/e escuchaban ya los gorjeos de algunos pajarillos y el bosque comenzaba a reverdecer. ela espesura salió un magnífico caballo, al que Ierda reconoció de inmediato, pues era uno

de los que había tirado de la carroza de oro; estaba montado por una jovencita con ungorro encarnado en la cabeza y que empu'aba una pistola en cada mano+ era la hija delbandido;se había cansado de estar en su caas y había decidido marcharse; iría primerohacie el "orte y, si el "orte no le gustaba, continuaría m!s all!. @econoció en seguida aIerda y Ierda la reconoció a ella. /e llevaron una gran alegría.

) &s absurdo lo que has hecho ) dijo a Tay la hija del bandido ) :e pregunto si te merecesque te vayan buscando hasta el fin del mundo.

Ierda le golpeó cari'osamente la mejilla y le preguntó por el príncipe y la princesa.

) 7/e han marchado al etranjero8 ) respondió la hija del bandido.

) 45 la corneja6 ) preguntó Ierda.

) -a corneja murió. -a novia domesticada es ahora viuda y lleva en la pata una cinta delana negra; gime lastimosamente... pero todo eso son tonterías, cu#ntame tu historia ycomo conseguiste encontrarlo.

5 Ierda y Tay relataron sus aventuras.

) 75 aquí acaba la historia8 ) dijo la hija del bandido.134

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&strechó la mano de los dos ni'os y les prometió que si alg3n día pasaba por su ciudad seacercaría a visitarles; despu#s, partió con su caballo a recorrer el mundo y Tay y Ierdacontinuaron su camino, cogidos de la mano, en aquella deliciosa primavera m!s verde ym!s florida que nunca; las campanas de una iglesia repicaban a lo lejos; en seguidareconocieron las altas torres y la gran ciudad donde siempre habían vivido; se internaronpor las calles y llegaron al portal de la casa de la abuela; subieron las escaleras y abrieronla puerta de la buhardilla; todo se encontraba en el mismo lugar que antes; el reloj depared seguía pronunciando su Jtic, tacJ que acompa'aba el girar de las agujas; en elmomento de franquear la puerta, se dieron cuenta de que se habían convertido enpersonas mayores; los rosales, sobre el canalón, florecían tras la ventana abierta y allíestaban las dos sillitas; Tay y Ierda se sentaron cada uno en la suya, cogidos de la mano;habían olvidado, como si de un mal sue'o se tratara, el vacío y g#lido esplendor del palaciode la @eina de las "ieves. -a abuela estaba sentada a la luz del sol de ios y leía en voz

alta un pasaje de la $iblia+ J/i no os hac#is como ni'os, no entrar#is en el @eino de los2ielosJ.

Tay y Ierda se miraron a los ojos y comprendieron de repente el antiguo salmo+

-as rosas en el valle crece,el "i'o ?es3s les hablay ellas al viento se mecen

%llí estaban sentados los dos, ya mayores, pero ni'os al mismo tiempo, ni'os en su

corazón. &ra verano, un verano c!lido y gozoso.

Los Reyes 'agos

*ace muchos, muchos a'os, vivían tres grandes @eyes, muy sabios y muy queridos por su

gente. /e llamaban :elchor, Iaspar y $altasar.

na noche, mientras el @ey :elchor paseaba por el jardín de su palacio, buscando una cura

para unas flores que poco a poco se marchitaban y nadie sabía cómo curar, vio una estrellaque no era muy normal. &sa estrella bajó del cielo y lo avisó que había nacido el hijo de

ios y que, si quería verlo, debía seguirla.

&l @ey :elchor vio que todas las flores de su jardín volvían a la vida. :aravillado por el

milagro, ordenó preparar el camello para partir tan pronto como fuese posible. 5 cogió algo

de oro para ofrecerlo como regalo. $ien el hijo de ios se merecía un gran pu'ado de oro.

:iró al cielo y observó que, aun siendo ya de día, a3n se veía la estrella y se dispuso a

seguirla.

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&sa misma noche, el @ey Iaspar estaba ocupado ayudando a sofocar un fuego que

quemaba la gran $iblioteca @eal. -ibros y pergaminos ardían sin tregua y parecía que el

agua no los podría apagar. 2uando en un descuido el @ey se encontró rodeado por el fuego,

solo, en una habitación sin salida. /e alzó con una silla y se acercó a una ventana de la

habitación para poder respirar. e repente, estando en la ventana, vio una estrella que se

le acercaba r!pidamente. &l @ey Iaspar se apartó de la ventana, temiendo que la estrella

le cayese encima, pero se quedó quieta en el centro de la habitación donde estaba el @ey

Iaspar y le dijo que el hijo de ios había nacido y que si lo quería ir a ver, la tenía que

seguir. %cto seguido el fuego empezó a remitir y se apagó solo.

/in pensarlo, despu#s del milagro que había visto, ordenó preparar un camello, cogió un

pu'ado de incienso para regal!rselo al hijo de ios y, aunque no había amanecido, ya salía

a seguir la estrella.

<inalmente esa misma noche la estrella a3n hizo una 3ltima visita. &l @ey $altasar estaba

en su palacio buscando un león que se había fugado y corría por los pasillos de palacio.

/3bitamente, al giro de un pasillo, se encontró frente a frente con el león. 2uando el león

estaba apunto de abalanzarse sobre el @ey, una luz se interpuso entre ellos y una voz dijo+

*a nacido el hijo de ios, si lo quieres venir a ver, sígueme. icho esto, esa luz se dirigió

hacia el cielo y se transformó en estrella. &l león se apaciguó y el @ey lo pudo acompa'ar

dócil hasta su jaula sin m!s problemas. *echo esto, el @ey ordenó preparar un camello,

cogió un poco de mirra, un regalo digno de un @ey para el hijo de ios, y partió para seguir

la estrella antes de acabar la noche.

% los pocos días, siguiendo la estrella, los tres @eyes se encontraron en un cruce de

caminos. /e alegraron mucho de dicho encuentro, puesto que se conocían y hasta ese

momento habían hecho el viaje solo.

"inguno de los tres @eyes había reparado en coger demasiada comida ni bebida para poder

salir pronto a seguir la estrella, así que los tres se paraban pidiendo hospitalidad en lascasas que se encontraban por el camino, algo de comida y agua, para ellos y sus camellos,

para poder seguir la estrella.

Por doquier encontraron campesinos y ganaderos que de buena gana les ofrecían

alojamiento y comida. 5 ellos aprovechaban para comentar la buena nueva+ Hban a ver al

hijo de ios que había nacido entre los hombres.

espu#s de días de camino, llegaron a ?erusal#n, una gran ciudad, capital del @eino de

?udea. %llí perdieron de vista la estrella, así que decidieron quedarse a pasar unos díashasta ver de nuevo la estrella. 49 era que el hijo de ios había nacido allí6

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>uerían quedarse a las afueras de ?erusal#n, y preguntar a la gente si sabía dónde había

nacido el hijo de ios. Pero alguien avisó de la presencia de los @eyes a *erodes, que era el

gobernador de los judíos, y había mandado un page a buscar a los @eyes y llevarlos a su

palacio.

-os @eyes no declinaron la oferta, pues estaba muy mal visto negarse a una invitación, y

pensaron que qui#n mejor que *erodes para saber si en su tierra había nacido el hijo de

ios.

%l llegar a palacio *erodes les había preparado un majestuoso banquete, el mayor que los

@eyes hubieron comido en todo el camino. % media cena *erodes les preguntó el motivo de

tan ilustre e importante visita. <ue :elchor el que contestó+ *emos venido a ver al hijo de

ios, el mesías. *emos seguido una estrella que nos ha llevado hasta tu ciudad, pero aquílo hemos perdido. 4"o sabr!s tu dónde nació el hijo de ios6

*erodes en ese momento se quedó pensativo. &l hijo de ios, 7el mesías8 45 si había

venido a usurparle el trono6 5 a3n no usurp!ndoselo, tal vez los judíos preferirían seguir al

hijo de ios y no a #l. %sí que *erodes decidió que el hijo de ios era una amenaza para #l.

Pero no sabía en qu# lugar estaba, y se le ocurrió un plan.

"o, no s# en qu# lugar nació el hijo de ios G dijo como si nada G Pero me alegra mucho

saber que ha escogido mi reino para nacer. $uscadlo, ten#is libertad para ir allí dondequer!is. (odas las puertas os ser!n abiertas, pero cuando lo encontr#is, no os olvid#is de

avisarme, puesto que yo tambi#n quiero adorarlo.

-os @eyes no vieron la malicia que se escondía detr!s de esas palabras y quedaron muy

satisfechos. &stuvieron todo el día por ?erusal#n y, al anochecer, volvieron a ver la estrella.

%sí que se pusieron en marcha.

Pronto llegaron a un pueblo peque'o+ $el#n. %llí la estrella bajó en las afueras de la ciudad

y se posó sobre un establo muy pobre donde muchos pastores y campesinos tambi#n se

estaban acercando.

-os @eyes se aproimaron cautelosamente. ieron en medio del establo viejo un ni'o

reci#n nacido en brazos de su madre. -os pastores les dejaron llegar hasta la madre, que

se presentó. :aría y su hijo+ ?es3s.

&l @ey :elchor se acercó y recordando las flores marchitas que se habían sanado, le dio el

oro que trajo con #l. &l @ey Iaspar tambi#n se acercó, y recordando las llamas que casi

consumen su vida, le dio el incienso que había traído para el hijo de ios. <inalmente el

@ey $altasar se acercó y recordando el manso león le dio la mirra que había traído para el137

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Cuentos clásicos

mesías.%l salir de allí, la estrella se volvió !ngel y se presentó+ /oy el %rc!ngel Iabriel, y

os tengo que avisar. "o avis#is a *erodes como os pidió, pues teme a ?es3s y sólo le desea

mal.-os @eyes se pusieron tristes al oír esta noticia, pero se marcharon sin avisar a

*erodes y sin volver a pasar por ?erusal#n.

Por el camino los @eyes se supieron m!s sabios todavía, pues habían vivido la bondad de la

gente m!s humilde que los acogió por el camino, que les dio de comer a cambio de nada y

el mismo hijo de ios, que había nacido entre ellos, en un establo. 5 decidieron desde

entonces recorrer el mundo para celebrar la buena nueva, repartiendo regalos y riquezas.

Pero como entonces, los @eyes van con poca comida y bebida. Por eso es importante que

les dej#is algo de comer y beber para su largo viaje.

El Ruise(or

&n la 2hina, como muy bien sabes, el &mperador es chino, y chinos son todos los que le

rodean. *ace ya muchos a'os de lo que voy a eplicar, m!s por eso precisamente vale la

pena que lo oig!is, antes de que la historia se haya olvidado.

&l palacio del &mperador era el m!s espl#ndido del mundo entero, todo #l de la m!s

delicada porcelana. (odo en #l era tan precioso y fr!gil, que había que ir con mucha

atención antes de tocar nada. &l jardín estaba lleno de flores maravillosas, y de las m!s

bellas colgaban campanillas de plata que sonaban para que nadie pudiese pasar de largo

sin fijarse en ellas.

/í, en el ?ardín Hmperial todo estaba muy bien pensado, y era tan etenso, que el propio

 jardinero no tenía idea de donde acababa. /i seguías caminando, te encontrabas en el

bosque m!s espl#ndido que se pudiese imaginar, lleno de altos !rboles y profundos lagos.

%quel bosque llegaba hasta el mar, hondo y azul; grandes embarcaciones podían navegarpor debajo de las ramas, y allí vivía un ruise'or que cantaba tan primorosamente, que

incluso el pobre pescador, a pesar de sus muchas ocupaciones, cuando por la noche salía a

retirar las redes, se paraba a escuchar sus trinos.

) ios santo, y qu# bello8 )eclamaba; pero despu#s debía de atender sus redes y olvidarse

del p!jaro; hasta la noche siguiente, que, al llegar de nuevo al lugar, repetía+ ) ios santo,

y qu# bello8

e todos los países llegaban viajeros a la ciudad imperial, y admiraban el palacio y el

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Cuentos clásicos

 jardín; pero en cuando oían el ruise'or, eclamaban+ ) &so es el mejor de todo8

e vuelta a sus tierras, los viajeros hablaban de #l, y los sabios escribían libros y m!s

libros sobre la ciudad, del palacio y del jardín, pero sin olvidarse nunca del ruise'or, a quien

ponían por las nubes; y los poetas componían poemas inspiradísimos sobre el p!jaro que

cantaba en el bosque, al lado del profundo lago.

%quellos libros se difundieron por todo el mundo, y algunos llegaron a manos del

&mperador. /e encontraba sentado en su butaca de oro, leyendo y leyendo; de vez en

cuando hacía con la cabeza un gesto de aprobación, porque le satisfacía leer aquellas

magníficas descripciones de la ciudad, del palacio y del jardín. NPero lo mejor de todo es el

ruise'orO, decía el libro.

N>u# es eso6 ) pensó el &mperador). &l ruise'or6 "unca he oído hablar de #l. &s posible

que haya un p!jaro así en mi imperio, y precisamente en mi jardín6 "adie me ha

informado. &st! bien que uno se tenga que enterar de estas cosas por los libros8O

5 mandó gritar el mayordomo de palacio, un personaje tan importante, que cuando una

persona de rango inferior se atrevía a dirigirle la palabra o hacerle una pregunta, se

limitaba a contestar+ NP8O. 5 eso no significa nada.

) /eg3n parece, hay aquí un p!jaro de lo m!s notable, nombrado ruise'or ) dijo el

&mperador). /e dice que es el mejor que eiste en mi imperio; por qu# no se me ha

informado de este hecho6

) &s la primera vez que oigo hablar de #l )se justificó el mayordomo ). "unca ha sido

presentado en la 2orte.

) Pues ordeno que acuda esta noche a cantar delante mi presencia ) dijo el &mperador). &l

mundo entero sabe lo que tengo, menos yo.

) &s la primera vez que oigo hablar de #l ) repitió el mayordomo). -o buscar# y lo

encontrar#.

4&ncontrarlo6, 4dónde6 &l dignatario se cansó de subir y bajar escalas y de recorrer salas y

corredores. "adie de todos cuantos preguntó había oído a hablar del ruise'or. 5 el

mayordomo, volviendo al &mperador, le dijo que se trataba de una de esas f!bulas que

suelen imprimirse en los libros.

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Cuentos clásicos

) uestra :ajestad Hmperial no debe creer todo lo que se escribe; son fantasías y una cosa

que nombran magia negra.

) Pero el libro en que lo he leído me lo ha mandado el poderoso &mperador del ?apón )

replicó el /oberano); por lo tanto, no puede ser un mentiroso. >uiero oír el ruise'or. >ue

acuda esta noche, delante de mi presencia, para cantar bajo mi especial protección. /i no

se presenta, mandar# que todos los cortesanos sean golpeados al estómago despu#s de

cenar.

) (sing)pe8 ) dijo el mayordomo; y vuelve a subir y bajar escalas y a recorrer salas y

corredores, y media 2orte con #l, porque a nadie le hacía gracia que le golpeasen el

estómago. 5 todo era preguntar por el notable ruise'or, conocido por todo el mundo menos

por la 2orte.

<inalmente, encontraron en la cocina con una pobre chica, que eclamó+ ) 7ios mío8 4&l

ruise'or6 /e claro que le conozco8 7>u# bien canta8 (odas las noches me dan permiso

porque llevo algunas sobras de comer a mi pobre madre que est! enferma. ive all! en la

playa, y cuando estoy de vuelta, me paro a descansar en el bosque y oigo cantar al

ruise'or. 5 oy#ndolo me vienen las l!grimas a los ojos, como si mi madre me besase. &s un

recuerdo que me estremece de emoción y dulzura.

) "i'a friegaplatos ) dijo el mayordomo), te dar# un lugar fijo en la cocina y permiso

para presenciar la comida del &mperador, si puedes llevarnos al ruise'or; est! citado para

esta noche.

(odos se dirigieron al bosque, en el lugar donde el p!jaro solía situarse; media 2orte

tomaba parte en la epedición. %vanzaban con mucha prisa, cuando una vaca se puso a

mugir.

) 9h8 ) eclamaron los cortesanos).5a le tenemos8 72u!nta fuerza para un animal tan

peque'o8 %hora que caigo en eso, no es la primera vez que lo oímos.

) "o, eso es una vaca que muge ) dijo la friegaplatos. %3n debemos caminar mucho.

espu#s oyeron las ranas croando en un charco.

) :agnífico8 ) eclamó un cortesano). 5a lo oigo, suena como las campanillas de la iglesia.

) "o, eso son ranas ) contestó la chica). Pero creo que no tardaremos en oírlo.

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Cuentos clásicos

5 en seguida el ruise'or se puso a cantar.

) &s #l8 ) dijo la chica). &scuch!is, escuch!is8 %llí est!8 ) y se'aló un pajarito gris puesto en

una rama.

) &s posible6 ) dijo el mayordomo). "unca lo habría imaginado así. >ue vulgar8

/eguramente habr! perdido el color, acogotado por unos visitantes tan distinguidos.

) :i peque'o ruise'or ) dijo en voz alta la chica), nuestro gracioso /oberano quiere que

cante en su presencia.

) 2on mucho gusto8 ) respondió el p!jaro, y reanudó su canto, que daba gloria oírlo.

) Parecen campanillas de cristal8 ) observó el mayordomo.

) :irad como se mueve su garganta8 &s etra'o que nunca el hubi#semos visto. 2ausar!

sensación a la 2orte.

) >uer#is que vuelva a cantar para el &mperador6 ) preguntó el p!jaro, porque creía que el

&mperador estaba allí.

) :i peque'o y ecelente ruise'or ) dijo el mayordomo tengo el honor de invitarle a una

gran fiesta en palacio esta noche, donde podr! regodear con su magnífico canto a su

Hmperial :ajestad.

) /uena mejor en el bosque ) objetó el ruise'or; pero cuando le dijeron que era un deseo

del /oberano, los acompa'ó gustoso.

% palacio todo había estado aseado y rozado. -as paredes y la tierra, que eran de

porcelana, brillaban a la luz de miles de luces de oro; las flores m!s equisitas, con sus

campanillas, habían estado colocadas en los corredores; las idas y venidas de los

cortesanos producían tales corrientes de aire, que las campanillas no cesaban de sonar, y

un no sentía ni su propia voz.

&n medio del gran salón donde el &mperador estaba, habían puesto una percha de oro

para el ruise'or. (oda la 2orte estaba presente, y la chica friegaplatos había recibido

autorización para situarse detr!s de la puerta, porque tenía ya el título de cocinera de la

2orte. (odo el mundo llevaba sus vestidos de gala, y todos los ojos estaban fijos en el

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Cuentos clásicos

pajarito gris, en el momento que el &mperador hizo signo que podía empezar.

&l ruise'or cantó tan deliciosamente, que las l!grimas acudieron a los ojos del /oberano; y

cuando el p!jaro las vio rodar por sus mejillas, volvió a cantar mejor a3n, hasta llegarle al

alma. &l &mperador quedó tan complacido, que dijo que regalaría su chinela de oro al

ruise'or para que se la colgase en el cuello. :!s el p!jaro le dio las gracias, dici#ndole que

ya se consideraba bastante recompensado.

) *e visto l!grimas en los ojos del &mperador; este es para mí el mejor premio. -as

l!grimas de un rey poseen una virtud especial. ios sabe que he quedado bien

recompensado )y reanudó su canto, con su dulce y melodioso voz.

) &s la adulación m!s amable y graciosa que he escuchado en mi vida8 ) eclamaron lasdamas presentes; y todas se fueron a llenarse la boca de agua para gargarizar cuando

alguien hablase con ellas; porque creían que tambi#n ellas podían ser ruise'ores. /í, hasta

los lacayos y camareras epresaron su aprobación, y eso es decir mucho, porque son

siempre m!s difíciles de contentar. @ealmente, el ruise'or causó sensación.

/e quedaría en la 2orte, en una jaula particular, con libertad para salir dos veces durante el

día y una durante la noche. Pusieron a su servicio diez criadas, a cada una de las cuales

estaba sujeto por medio de una cinta de seda que le ataron alrededor de la pierna. -averdad es que no eran precisamente de placer aquellas ecursiones.

-a ciudad entera hablaba del notabilísimo p!jaro, y cuando dos personas se encontraban,

se saludaban diciendo el un+ N@uiO, y respondiendo el otro+ N/e'orO; despu#s ehalaban

un suspiro, indicando que se habían comprendido. *ubo incluso once verduleras que

pusieron su nombre a sus hijos, pero ni uno de ellos resultó capaz de dar una nota.

n buen día el &mperador reci#n un gran paquete rotulado+ N&l ruise'orO.

) *e aquí un libro sobre nuestro famoso p!jaro ) eclamó el &mperador.

Pero resultó que no era un libro, sino un peque'o ingenio situado en una jaula, un ruise'or

artificial, imitación del vivo, pero cubierto materialmente de diamantes, rubíes y zafiros.

/olo había que darle cuerda, y se ponía a cantar una de las melodías que cantaba el de

verdad, alzando y bajando la cola, todo #l un brasa de plata y oro.

-levaba una cinta atada en el cuello y en ella estaba escrito+ N&l ruise'or del &mperador

del ?apón es pobre en comparación con el del &mperador de la 2hinaO.

) /oberbio8 ) eclamaran todos, y el emisario que había llevado el ave artificial recibiendo

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Cuentos clásicos

inmediatamente el título de Iran Portador Hmperial de @uise'ores.

) %hora cantar!n juntos. 72u!l d3o har!n8

5 los hicieron cantar a d3o; pero la cosa no iba, porque el ruise'or aut#ntico lo hacía a su

modo, y el artificial iba con cuerda.

) "o se le puede reprochar ) dijo el irector de la orquesta Hmperial); mantiene el comp!s

eactamente y sigue mi m#todo al pie de la letra.

e este momento en adelante, el p!jaro artificial debió cantar solo. 2onsiguió tanto #ito

como el otro, y, adem!s, era mucho m!s bonito, porque brillaba como un pu'ado de

pulseras y pasaderos.

@epitió treinta)tres veces la misma melodía, sin cansarse, y los cortesanos querían volver a

oírla de nuevo, pero el &mperador opinó que tambi#n el ruise'or verdadero debía cantar

algo. /in embargo, 4dónde se había metido6 "adie se había dada cuenta que, saliendo por

la ventana abierta, había vuelto a su verde bosque.

) 4>u# significa esto6 ) preguntó el &mperador. 5 todos los cortesanos se deshicieron en

reproches e improperios, tratando el p!jaro de desagradecido.

) Por suerte nos queda el mejor ) dijeron, y el ave mec!nica debió cantar de nuevo,

repitiendo por trigesimocuarta vez la misma canción; pero como era muy difícil, no había

forma que los oyentes se lo aprendiesen. &l irector de la orquesta Hmperial ensalzaba el

arte del p!jaro, asegurando que era muy superior al verdadero, no solos en cuanto al

plumaje y la cantidad de diamantes, sino tambi#n interiormente.

) Porque fíjense uestras /e'orías y especialmente su :ajestad, que con el ruise'or de

carne y hueso nunca se puede saber qu# es lo que va a cantar. &n cambio, en el artificial

todo est! determinado por adelantado. /e oir! tal cosa y tal otra, y nada m!s. &n #l todo

tiene su eplicación+ se puede abrir y poner de manifiesto como obra la inteligencia

humana, viendo como est!n dispuestas las ruedas, como se mueven, como una se engrana

con la otra.

) &so pensamos todos ) dijeron los cortesanos, y el irector de la orquesta Hmperial, fue

autorizado para que el domingo siguiente mostrase el p!jaro al pueblo. ) (odos tienen que

oírlo cantar ) dijo el &mperador; y así se hizo, y quedó la gente tan satisfecha como si se

hubiesen emborrachado con t#, porque así es como lo hacen los chinos; y todos gritaron+

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Cuentos clásicos

N9h8O, y, alzando dicho índice, se inclinaron profundamente. Pero los pobres pescadores

que habían oído el ruise'or aut#ntico, dijeron+

) "o est! mal; las melodías se parecen, pero le falta algo, no s# qu#.

..

&l ruise'or de verdad fue desterrado del país.

&l p!jaro mec!nico estuvo se entonces ac! al lado de la cama del &mperador, sobre una

almohada de seda; todos los regalos con que había sido obsequiado ) oro y piedras

preciosas ) estaban dispuestos a su alrededores, y se le había conferido el título de Primero

2antor de 2abecera Hmperial, con categoría de n3mero uno al lado izquierdo. Porque el

&mperador consideraba que este lado era el m!s noble, por ser el del corazón, que hasta

los emperadores tienen a la izquierda. 5 el irector de la orquesta Hmperial escribió unaobra de veinticinco tomos sobre el p!jaro mec!nico; tan larga y erudita, tan llena de las

m!s difíciles palabras chinas, que todo el mundo afirmó haber leído y entendido, porque de

otro modo habrían pasado por panolis y recibo patadas al estómago.

%sí transcurrieron las cosas durante un a'o; el &mperador, la 2orte y todos los otros chinos

se sabían de memoria el trino de canto del ave mec!nica, y precisamente por eso les

gustaba m!s que nunca; podían imitarlo y lo hacían. -os golfillos de la calle cantaban+

Ntsitsii, clucluclu8O, y hasta el &mperador hacía corazón. &ra de verdaderas divertido.

Pero he aquí que una noche, estando el p!jaro en pleno canto, el &mperador, que estaba ya

dormido, oyó de repente un Ncrac8O en el interior del mecanismo; algo había saltado.

N/chnurrrr8O, escapóse la cuerda, y la m3sica cesó.

&- &mperador saltó de la cama y mandó gritar a su m#dico de cabecera; sin embargo, 4qu#

podía hacer el hombre6 &ntonces fue gritado el relojero, quien, tras largos discursos y

manipulaciones, arregló un poco el ave; pero manifestó que debían ir con mucho cuidado

con ella y no hacerla trabajar en demasía, porque los pernos estaban gastados y no era

posible sustituirlos por otros nuevos que asegurasen el funcionamiento de la m3sica. 7>u#

desolación8 esde entonces solo se pudo hacer cantar al p!jaro una vez al a'o, e incluso

eso era una imprudencia; pero en tales ocasiones el irector de la orquesta Hmperial

pronunciaba un breve discurso, empleando aquellas palabras tan intrincadas, diciendo que

el ave cantaba tan bien como antes, y ni que decir tiene que todo el mundo se mostraba de

acuerdo.

Pasaron cinco a'os, cuando he aquí que una gran desgracia cayó sobre el país. -os chinos

estimaban mucho a su &mperador, el cual estaba ahora enfermo de muerte. 5a había sido

elegido su sucesor, y el pueblo, en la calle, no cesaba de preguntar al mayordomo de

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Cuentos clásicos

Palacio por el estado del anciano monarca.

) P8 )respondía este, sacudiendo la cabeza.

<río y p!lido yacía el &mperador en su gran y suntuosa cama. (oda la 2orte le creía ya

muerto, y cada uno se apresuraba en ofrecer sus respetos al nuevo soberano. -os

camareros de palacio salían precipitadamente para hablar del suceso, y las camareras se

reunieron en un t# muy concurrido. &n todos los salones y corredores habían etendido

pa'os para que no se oyese el paso de nadie, y así reinaba un gran silencio.

Pero el &mperador no había epirado a3n; permanecía rígido y p!lido en la lujosa cama,

con sus largas cortinas de terciopelo y macizas borlas de oro. Por una ventana que se abría

en lo alto de la pared, la luna enviaba sus rayos, que iluminaban el &mperador y al p!jaro

mec!nico.&l pobre &mperador resoplaba, con gran dificultad; era como si alguien se le hubiese

sentado sobre el pecho. %brió los ojos y vio que era -a :uerte, que se había puesto su

corona de oro en la cabeza y sostenía en una mano el dorado sable imperial, y en la otra,

su magnífico estandarte. %lrededor, por los pliegues de los cortinajes miraban etra'as

cabezas, algunas horriblemente feas, otras, de epresión dulce y pl!cida+ eran las obras

buenas y malas del &mperador, que le miraban en aquellos momentos en que la muerte se

había sentado sobre su corazón.

) 4(e acuerdas de tal cosa6 )murmuraban una tras otra). 45 de tal otra6). 5 le recordaban

tantas, que al pobre le manaba el sudor de la frente.

) 75o no lo sabía8 )se ecusaba el &mperador). 7:3sica, m3sica8 >ue suene el gran tambor

chino ) gritó) para no oír todo eso que dicen8

Pero las cabezas seguían hablando, y -a :uerte asentía con la cabeza, al modo chino, a

todo lo que decían.

)7:3sica, m3sica8 )gritaba el &mperador). 9h t3, pajarito de oro, canta, 7canta8 (e di oro y

objetos preciosos, con mi mano te colgu# del cuello mi chinela dorada. 2anta, 7canta ya8

Pero el p!jaro seguía mudo, porque no había nadie para darle cuerda, y -a :uerte seguía

mirando el &mperador con sus grandes órbitas vacías; y el silencio era l3gubre.

e repente resonó, procedente de la ventana, un canto maravilloso. &ra el peque'o

ruise'or vivo, puesto en una rama. &nterado de la desesperada situación del &mperador,

había acudido a llevarle consuelo y esperanza; y cuanto m!s cantaba, m!s palidecían y se

esfumaban aquellos fantasmas, la sangre afluía con m!s fuerza a los debilidades miembros

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del enfermo, e incluso -a :uerte acercó la oreja y dijo+

) /igue, bonito ruise'or, sigue.

) /í, sin embargo, 4me dar!s el magnífico sable de oro6 4:e dar!s la rica bandera6 4:e

dar!s la corona imperial6

5 -a :uerte le fue donando aquellos tesoros a cambio de otras tantas canciones, y el

ruise'or siguió cantando, cantando del silencioso cementerio donde crecen las rosas

blancas, donde las lilas ehalan el aroma y donde la hierba saludable es humedecida por

las l!grimas de los supervivientes. -a :uerte sintió entonces nostalgia de su jardín y salió

por la ventana, flotando como una niebla blanca y fría.

) 7Iracias, gracias8 ) dijo el &mperador). $ien te conozco, pajarito celestial8 (e desterr# de

mi reino, y, no obstante, con tus canto has alejado de mi cama los malos espíritus, has

ahuyentado de mi corazón -a :uerte. 42omo podr# recompensarte6

) 5a me has recompensado ) dijo el ruise'or). %rranqu# l!grimas de tus ojos la primera vez

que cant# para ti; eso no le olvidar# nunca, porque son las joyas que contentan el corazón

de un cantor. Pero ahora duerme y recupera las fuerzas, que yo seguir# cantando.

%sí lo hizo, y el /oberano quedó sumido en un dulce sue'o; 7qu# sue'o tan dulce y tan

reparador8

&l sol entraba por la ventana cuando el &mperador se despertó, sano y fuerte. "inguna de

sus criadas había vuelto a3n, porque todos le creían muerto. /olo el ruise'or seguía

cantante en la rama.

) 7"unca te separares de mi lado8 )le dijo el &mperador). 2antar!s cuando te apetezca; y

en cuanto al p!jaro mec!nico, lo romper# en mil trozos.

) "o lo hagas ) suplicó el ruise'or). Él cumplió su misión mientras pudo; gu!rdalo como

hasta ahora. 5o no puedo anidar ni vivir en palacio, pero permíteme que venga cuando

pueda; entonces me pondr# en el la lado de la ventana y te cantar# porque est#s contento

y refleiones. (e cantar# de los felices y tambi#n de los que sufren; y del mal y del bien

que se hace a tu alrededores sin t3 saberlo. (u pajarito cantor debe volar en la lejanía,

hasta la caba'a del pobre pescador, hasta el tejado del labrador, hacia todos los que

residen apartados de ti y de tu 2orte. Prefiero tu corazón a tu corona... aunque la corona

ehala cierto olor de cosa santa. olver# a cantar para ti. Pero debes prometerme una

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cosa.

) 7-o que quieras8 ) dijo el &mperador, incorpor!ndose con su vestidura imperial, que ya se

había puesto, y oprimiendo contra su corazón el pesado sable de oro.

) na cosa te pido+ que no digas a nadie que tienes un pajarito que te cuenta todas las

cosas. /aldr!s ganando8

5 se puso a volar.

&ntraron los criadas a ver a su difunto &mperador. &ntraron, sí, y el &mperador los dijo+

7$uenos días8

CLARA Y EL RATONCITO PÉREZ

% 2lara se le movía un diente. %l principio muy poco, casi no lo notaba. espu#s empezó amoverse m!s y m!s. % veces, lo empujaba con la lengua y parecía que el diente fuera asalirdespedido de la boca, pero luego volvía a su sitio. 2lara se miró en el espejo de suhabitación ytrató de imaginarse sin diente. Pensó que iba a estar horrible. % algunos ni'os de su clase

ya seles había caído alg3n diente y a 2lara no le gustaba la cara que se les quedaba, sobre todocuando se reían. -e daba un poco de miedo ver esos agujeros negros en sus bocas.N5o estar# igualO, pensó la ni'a inquieta. 5 otra cosa que le preocupaba era cu!ntotiempo tardaría en salir el nuevo diente. 45 si no salía6E2lara, eso es una tontería Ele dijo su madreE. (us dientes son de leche y tienen quecaerse para que salgan otros m!s fuertes. /iempre es así, es lo natural. "o tienes quepreocuparte. %dem!s, 4no te hace ilusión que venga el @atoncito P#rez6E/í, eso si Erespondió 2lara aunque no muy convencida.% 2lara le habían eplicado que cuando se le cayese el diente lo debía colocar esa mismanoche bajo la almohada. &ntonces mientras ella dormía llegaría el @atoncito P#rez para

llevarsesu diente y a cambio le dejaría un peque'o regalito. 2lara no imaginaba cómo un simpleratoncito podía recoger todos lo dientes que se les caían a los ni'os y dejarles su regalo enunasola noche. -os ratoncitos no eran muy grandes.na tarde, el diente de 2lara se cayó por fin. <ue mientras merendaba. "otó algo duro enla boca y un poco nerviosa lo sacó con los dedos. -o miró atentamente. &ra muy peque'o.2orrióa ense'!rselo a su madre.E:ami, mami, mira.E7>u# bien 2lara8 &sta noche vendr! el @atoncito P#rez.

2lara se miraba en el espejo. Pensó que si no abría mucho la boca no se le vería aquelhueco negro tan feo que había dejado el diente que se había caído.%quella noche cuando se fue a la cama no tenía ni pizca de sue'o. *abía colocado su

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diente bajo la almohada y cada poco tiempo lo tocaba para comprobar que seguía allí. "opodíadormir. e pronto oyó un peque'o ruido. %somó un poco la cabeza entre las sabanas yentoncesvio algo moverse muy r!pidamente por el suelo y casi sin darse cuenta apareció en su

almohadaun ratoncito que casi le rozaba la nariz con su larguísimo rabo.

-levaba una gorra sobre la cabeza y una peque'a mochila a la espalda. /u hocico se movíasin parar y unos ojos grises la miraban muy serios.Eeberías estar dormida Ele dijo con voz chillona.E"o podía dormir Esusurró 2laraE. "o te estorbar#. Puedo ayudarte si quieres.E"o, no quiero Erespondió el ratoncito que parecía muy enfadadoE. eberías estardormida ErepitióEPero estoy despierta. 5 me alegro de conocerte, aunque parece que tienes mal genio Erespondió la ni'a sent!ndose en la cama.

&l @atoncito P#rez no sabía qu# hacer. %quella ni'a era un poco impertinente. &stuvo apunto de darse media vuelta y marcharse. Pero #l siempre había cumplido con su deber.(eníaque pensar una solución.E-o primero es recoger tu diente y guardarlo Edijo el @atoncito.2lara buscó bajo la almohada, encontró el diente y se lo dio al @atoncito. Éste lo envolvióen un pa'uelo y lo metió en la mochila.E4Por qu# lo guardas6 4Para qu# sirven los dientes que se caen6 Epreguntó 2lara.E(e lo contar#, pero primero vuelve a acostarte Erespondió el @atoncito m!s amable.2lara obedeció y el @atoncito P#rez se sentó sobre su almohada y comenzó a hablarle convoz suave.

E5o vengo de muy lejosFE4:!s lejos que el mar6 Epreguntó 2laraE9h sí, mucho m!s. &s el lugar donde la línea del horizonte desaparece. onde todo esposible+ es el País de los /ue'os. Pero para que siga eistiendo necesita los peque'osdientesque a los ni'os se les caen porque estos dientes conservan la ilusión y la inocencia de losni'os.2uando reunimos un buen montón de dientes, los trituramos en un molino hastaconvertirlos enun polvillo blanquecino. -uego se lanza al aire por una gran chimenea y es transportado porel

viento a todos los lugares del :undo. -a potente luz del sol lo hace invisible, las nubesligero, lasgotas de lluvia lo refrescan. -os p!jaros le regalan sus trinos alegres y las mariposasrealizandelicados vuelos de colores. -as flores se levantan cuando les roza, despidiendo milperfumes ylos !rboles sacuden sus ramas en suave murmullo. 5 de este modo, todos los que soncapacesde sentirlo, est!n preparados para so'arF&l @atoncito P#rez no terminó la frase, 2lara se había quedado dormida mientras leescuchaba. :uy despacio, se colocó la mochila sobre los hombros, se ajustó la gorra, saltóalsuelo y desapareció.Por la ma'ana al despertarse, 2lara pensó en su encuentro con el @atoncito P#rez. "o

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Cuentos clásicos

estaba segura de si había ocurrido de verdad o si lo había so'ado. &ntonces miró bajo laalmohada y vio una cajita de marfil que contenía un bonito colgante. /onrío feliz y se lopuso. /emiró en el espejo y se vio guapa. 5a no le importaba que le faltara un diente.

UN DISFRAZ DE LOBO FEROZ

Volfi no era un lobo como los que salen en los cuentos. e hecho no se parecía nada a unlobode verdad. &sto era así porque siendo tan solo un cachorrito, un @ey lo encontró mientrascazaba por el bosque.&ste @ey tenía tres hijas trillizas que no paraban de hacer trastadas. %l ver al peque'olobito, el@ey tuvo una idea+ N:is hijas estar!n m!s entretenidas si cuidan una mascotaO pensó Nydejar!n de darme la lataO.

%sí fue como sucedió. Volfi fue criado en el castillo por las tres princesitas. 2ada día, lasni'as jugaban sin parar con Volfi, se montaban a caballito sobre su lomo, lo llenaban de lacitos ylegastaban un montón de bromas que Volfi soportaba sin un solo gru'ido. espu#s, por latarde,salían a pasear por el bosque hasta que se hacía de noche. &ntonces volvían al castillo yba'aban a Volfi en la ba'era real, y para ello gastaban un bote de champ3, uno desuavizante,un peine, siete toallas y tres secadores, uno por cada princesa, hasta que Volfi quedabasuavey bien peinadito. Por 3ltimo, las trillizas iban a su cuarto y allí leían con Volfi un montón decuentos de princesas antes de irse a dormir 0 es que a estas princesas sólo les gustan loscuentos de princesas1.Pero un día sucedió algo inesperado. &ntre los cuentos apareció uno que nunca anteshabíanleído. &ste cuento trataba de una ni'ita vestida de rojo a la que perseguía un lobo muyferoz ymalo.E7aya rollo de cuento8 Edecía una ni'aE. 7"o sale ninguna princesa8E7"i hadas madrinas8 Edecía la otra.E7"i zapatitos de cristal8 Edecía la tercera.%sí que, aburridas, tiraron el cuento a la papelera.Pero sí hubo alguien a quien le gustó el cuento.Volfi nunca había escuchado una historia en la que saliera un lobo, así que cogió el cuento

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entre los dientes y se lo llevó a su rincón de dormir. %llí lo leyó una y otra vez, y cuantom!s loleía, m!s le gustaba. &n el cuento, había tambi#n un dibujo en el que el lobo feroz aparecíaaterrador, todo dientes y garras, y el pelo de punta.Volfi se preguntaba si los lobos de los cuentos tenían ese aspecto, y decidió investigar.

%sí que fue a la biblioteca de palacio, y allí encontró otros cuentos en los que aparecíanlobosferoces. %lgunos perseguían cerditos, otros cabritillas, y todos eran terribles y asustabanmuchísimo.Volfi nunca había asustado a nadie, ni siquiera un susto peque'ito, y pensó que eraporque no tenía aspecto de lobo feroz. &ntonces tuvo una idea+N7:e disfrazar#7O pensó entusiasmado, Nasí parecer# un lobo como los que salen en loscuentosOy se puso manos a la obra.Primero fue a la pocilga real, donde viven los cerditos del @ey, y sin pens!rselo dosveces, se revolcó en un gran charco de lodo, hasta que quedó todo embadurnado yapestoso.

Por 3ltimo, con la lima del herrero real, se afiló los dientes y las u'as.Por fin, Volfi se miró en un espejo.5a no se parecía nada al manso lobito que siempre era, en cambio, era id#ntico al malvadoloboferoz del cuento./atisfecho con su disfraz, decidió gastarles una broma a las tres princesitas.E72on lo que les gustan las bromas8 Ese dijoE. 7/e van a reír muchísimo85 fue a esperar a las princesas al camino del bosque.-as trillizas se preguntaban dónde se había metido Volfi.E7>u# raro8, siempre viene a pasear con nosotras. Edijo una princesa.E7/eguro que se quiere librar del ba'o8 Edijo la otra.

75a ver#is cuando aparezca8 dijo la tercera%3 t b di i d t i d d d t ! d ! b l ió V lfi