Cuentos de terror en el iturralde

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CUENTOS DE TERROR EN EL ITURRALDE IES ITURRALDE 1º ESO NOVIEMBRE 20012

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CUENTOS DE TERROR EN EL

ITURRALDE

IES ITURRALDE

1º ESO

NOVIEMBRE 20012

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Los fantasmas se aparecieron como todos los años a los alumnos de 1º de la ESO y nos contaron sus historias de terror, de muerte, de amor, de soledad, de desesperación, de búsqueda, de venganza, de deseo de volver a este mundo y de aviso para que no nos pase lo que a ellos. Fueron dos horas emocionantes, intensas, pavorosas...  En la densa oscuridad que les rodeaba pudimos distinguir la figura de Matilde, la mujer que cedió sus terrenos para que se construyese el primitivo sanatorio Iturralde, que nos relató el amor imposible entre un enfermo del pabellón de reposo y una monja mercedaria que todavía siguen buscándose desesperadamente por los pasillos del instituto sin que logren encontrarse. 

Algunas de las historias están aquí recogidas para susto de todos y para que quede constancia de esos momentos extraordinarios que vivimos.

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El cumpleaños misteriosoEsta historia transcurrió en Aluche, un barrio de Madrid. Es la historia de dos hermanas gemelas, Bea y Marta, que decidieron celebrar su cumpleaños en el cementerio. Estaban pensando en invitar a muchísima gente del instituto, pero se gastarían mucho dinero en todas las bebidas que tienen que comprar.

Al final, todos los que van a la fiesta son setenta y cinco personas, y tendrán que pagar tres euros cada una. Ese mismo día, se fue todo el instituto de excursión a las montañas.

Llegó la hora del cumpleaños. A las diez de la noche, todos estaban en el cementerio y empezaron a beber. A muchos no les gustaba ese lugar, porque les daba mal rollo. Todos se lo estaban pasando muy bien, hasta que Bea se dio cuenta de que falta gente. No se preocupó porque pensó quee ya se habían ido a sus casas. Al rato, Marta se puso muy mala y se fue a vomitar. Bea le comentó a su amiga Natalia que faltaba, ahora, mucha más gente. La fiesta seguía, pero cada vez quedaba menos gente. Cuando solo quedaban Bea y Natalia, se fueron a la casa de Natalia a dormir, extrañadas. El lunes, no fue ninguno de los que desaparecieron en el cumpleaños al instituto. Natalia y Bea, esa misma tarde, volvieron al cementerio en busca de respuestas, pero nada; allí no había ni rastro de nadie. Lo más extraño que les parecía es que nadie había preguntado que dónde estaban.

Pasaron los meses y seguían sin respuestas. Volvieron al cementerio, pero esta vez se dieron cuenta que los nombres de sus amigos estaban inscritos en las lápidas. En una de ellas ponía: “Marta Martínez 30/10/1997 – 31/10/2012”. Marta había muerto el día de la fiesta. Lo que más raro le parecía a Bea es que nadie le había dicho nada sobre el fallecimiento de su hermana. Cuando llegó a su casa, pidió explicaciones y su padre le dijo: “Hija, tu hermana murió con setenta y dos compañeros más en las montañas, ¿no te acuerdas?” Bea no recordaba nada de aquello, y Natalia tampoco. Entonces Bea se puso a pensar en la celebración del cumpleaños, que toda la gente que fue, estaba muerta.

Al día siguiente, se encontraron a Bea ahorcada en su habitación.

  Sara Moreno,1ºC

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LA SALA 7Hugo Pena

- Los cimientos aún resisten!

- Si, pero el tejado habrá que cambiarlo, inclusose podría añadir otra planta más. – Comentaban René y Brigitte, los técnicos enviados por su empresa, para comprobar el estado del antiguo Hospital Mental “On va te soigner”(1) abandonado desde hace una década, situado en un barrio de Brujas (Bélgica).

Algunos vecinos de alrededor, comentaban que en ocasiones, al anochecer, veían a una figura blanca moverse por la séptima planta, donde se encontraban las habitaciones acolchadas.

- ¡Muy paranormal todo!- bromeaban los turistas.

Retomando la historia, René y Brigitte subieron a la primera planta, Administración.

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- ¡Escucha! – dijo René, mientras unos sonidos inquietantes retumbaban por el edificio.

Allí encontraron multitud de mesas y material de oficina tirado por el suelo, sillas rotas y ordenadores cubiertos de polvo. También había un misterioso boquete en la pared.

- Lo habrán hecho los ladrones – dijo Brigitte.

Pero se dieron cuenta que el tabique

derribado daba a una habitación acolchada, y en una de sus paredes, con spray rojo, ponía: “me donner plus de morphine” (2). En esta habitación había cámaras, lo cual le daba un aire muy tétrico.

Siguieron andando por los pasillos y escaleras, pasando por salas que contenían máquinas parecidas a las de tortura medieval, sólo que funcionaban con electricidad.

.

En todo el hospital había carros de comida tirados, y medicamentos y otros fármacos.

Todas las plantas parecían estar en buenas condiciones, y mientras tanto aquellos tenebrosos sonidos se hacían cada vez más intensos. Cuando llegaron a la quinta planta, que era el almacén de la ropa, las baldosas estaban levantadas, varias paredes derrumbadas, y en el techo había un boquete de mayor tamaño que daba a otra habitación acolchada del piso superior.

Dispuestos a cumplir con su misión, subieron a las dos últimas plantas, donde se encontraban las habitaciones acolchadas. Pero en la séptima planta, había algo extraño, puesto que todas las puertas estaban abiertas. Los extraños sonidos que habían estado oyendo, provenían de una vieja radio con interferencias.

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- ¿¡Eso es un cadáver ¡? – exclamó Brigitte, señalando un bulto en una de las habitaciones.

- ¡Hay en todas! – gritó René.

En efecto, habían dado con la planta de “Casos perdidos”, pero : ¿Quién abrió todas las puertas?

¿Quién encendió la radio? ¿Y las pintadas?

 

(1) Del Francés: “Te vamos a cuidar”

(2) Del Francés: “Dame más morfina”

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ANDREA  

  Andrea era una niña que vivía en Wingstol, una pequeña villa al sur de Texas, con unos quinientos habitantes. Aunque el pueblo era pequeño, cada persona desempeñaba un papel importante en la comunidad. En Wingstol, tenían servicios propios, como la sanidad o la educación, hasta su propio ayuntamiento y elecciones anuales. Incluso hacía poco, una familia se había trasladado al pueblo. Andrea, como estaba diciendo, nació en el pueblo y se había criado allí. Era una niña con problemas, hiperactiva y con déficit de atención. En realidad, Andrea poseía una esquizofrenia y bipolaridad constantes, enfermedades que la estaban destruyendo por dentro.

Bueno, así es como empieza esta historia. Andrea formaba parte de un pequeño club de “girls-scout”, para canalizar sus energías, según sus padres. Claro, que Andrea lo odiaba. Odiaba sentirse tan integrada, cuando hacía méritos para no estarlo. Andrea era desagradable. También odiaba repartir galletas por las casas, aunque le gustaba llamar a los timbres y salir corriendo, o que los vecinos no abrieran la puerta por miedo a lo que pudiese pasar después.

Al día siguiente del reparto de galletas semanal de Andrea, ésta se encontraba furiosa por tener que ir al colegio. En ese momento, Andrea localizó con la mirada un jarrón en el salón. Decidió que lo odiaba. Lo odiaba tanto que no le pareció mala idea cogerlo y tirárselo a la cabeza a la primera persona que viera. Así que, encontró a su madre en la cocina y, por un acto reflejo, le tiró el jarrón, con mucha fuerza y puntería. Su madre cayó y Andrea la dejó morir desangrada en el suelo de la cocina.

Desde ese momento la gente moría asesinada diariamente en Wingstol, y el pueblo se quedó totalmente deshabitado. Y dicen que, treinta años después, Andrea sigue llamando a los timbres de las casas deshabitadas.

Candela Dacosta 1º C ESO 

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La niña del pasillo Sus ojos seguían observando con una mirada fría aquella puerta carcomida de aquella habitación de aquel hotel de

carretera ,esperando que se abriera en cualquier momento. Entonces sonaron unos suaves golpecitos.

-¿Quién viene a molestarme a estas horas?-dijo muy molesto.Se levantó de la cama y se asomó por la mirilla… no había nada. “Malditos bromistas, ya me las pagarán” pensó. Se dispuso a regresar a la cama, cuando los golpes volvieron a sonar en su puerta, se giró, caminó a la puerta, quitó el seguro con cuidado y la abrió de golpe. En el umbral estaba una niña con un vestido rosa de princesa y un osito de peluche en la mano. Tenía el cabello castaño lacio que le llegaba a la espalda. Andaba descalza y sus ojos enrojecidos delataban que había estado llorando largo tiempo.-¿Has visto a mi papi?-preguntó la niña con voz llorosa.José se quedo mirándola extrañado, sacó la cabeza por la puerta para ver si no había nadie cerca. La volvió a mirar, tendría por lo menos 5 años, y era raro que una niña de esa edad anduviera sola merodeando por el inmenso hotel.-¿Has visto a mi papi?-volvió a preguntar la niña.-No, sea quien sea-respondió.La niña lo miró a los ojos, esa mirada infantil hizo que un escalofrío recorriera su espalda. Ella dio media vuelta y se alejó por el pasillo y se perdió de la vista de José al dar la vuelta en la esquina del pasillo.Aun sorprendido, cerró la puerta lentamente, puso el seguro y se metió en la cama. “Que niña tan rara” pensó “¿Qué hará sola a estas horas por el hotel? ¿Dónde está su padre?”. Sin darle más importancia al asunto se quedó dormido…Al día siguiente escuchó una conversación:

-Te digo que si, que estaba sola.-Mentira, eso te lo has inventado para no hacer tu trabajo-respondió el otro.-Lo juro, estaba ahí. Esa niña con su osito de peluche. Te juro que si la vuelvo a ver renuncio.-Vaya marica. Está bien, te cambiaré de piso, pero te prohíbo que hables con los demás sobre esto.José giró la cabeza para ver quiénes eran los que discutían, se encontró con un encargado de limpieza y el gerente. “¿Niña con peluche? ¿Será la que yo vi?”  Más tarde, después de unas cuantas copas de vino, se fue vagamente a su habitación y estaba casi dormido cuando unos leves sonidos se dejaron oír en la puerta de entrada, José, muy molesto, se encaminó a la puerta. Pero cuando todavía no había legado oyó:-¿Has visto a mi papi?-preguntó una voz infantil del otro lado de la puerta.

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José se quedó pasmado, se alejó de la puerta sin atreverse siquiera volverla a tocar de nuevo.-¿Has visto a mi papi?-volvió a preguntar la voz que se cortó con un aire macabro.-¡No!-gritó José-¡Vete! No se escuchó nada más, por un breve momento no se atrevió a moverse de su lugar. “¿Se habrá ido?” se preguntó. Poco a poco se acercó a la puerta y se asomó por la mirilla, no había nada. Quitó el seguro y lentamente giró el pomo y abrió la puerta. En el pasillo no había nada, salvo unas personas que ya se habían alejado por el pasillo. Miró de un lado a otro, no había nadie. -¿Has visto a mi papi?

La voz que sonó dentro de la habitación hizo que José soltara la copa y se estrellara en el suelo cayendo los vidrios y el vino por todo el piso. Lentamente, muy lentamente giró. Dentro de su habitación estaba la niña con su osito de peluche en la mano, y su mirada llorosa lo paralizó de miedo.La niña caminó lentamente hacia él. -¡Aléjate!- gritó José mientras le arrojaba el recipiente con hielos.

La niña ni siquiera se inmutó ante las agresiones y siguió caminando hacía José.-Papi-susurro la niña mientras extendía sus brazos hacía él.-¡No! Yo no soy tu padre-dijo mientras manoteaba con desesperación.-Papi-repitió la niña caminando lentamente hacia José.José se levantó con el pánico, caminó hacia atrás, los vidrios de la copa se le clavaban en los pies, pero el miedo le impedía sentir algún dolor. La sangre se dibujaba en el piso y creaba imágenes de ultratumba.-Papi ¿Por qué me ahogaste en la tinaja?-le preguntó la niña con voz llorosa. –Yo te quería mucho papi. Ya me voy a portar bien-¡NO SOY TU PADRE!-Vociferó José perdiendo el control. La niña lo abrazo con sus manitas frías, sintió el aire de la muerte recorrer su cuerpo, la sangre de sus pies le hizo resbalar y caer por el balcón de su habitación…Los peritos de la policía ponían una cuerda para asegurar la zona donde había caído el cuerpo de José. “Solo un borracho que se cayó del balcón” se dijo el detective mientras encendía un cigarrillo. –Encárguense del cuerpo, tomen las pruebas necesarias y vámonos, este sitio me produce escalofríos-les ordenó.-Si señor-contestaron los peritosAl salir de la habitación, sintió un frío extraño en la nuca, el detective giró la cabeza para darle un último vistazo a aquella siniestra sala.“Joder, malditas muertes. Me hacen ver y sentir cosas”Terminó de bajar las escaleras, pasó junto a la recepción, y aunque le pareció raro que no estuviera el encargado siguió su camino. Salió del hotel y subió a su coche. Arrancó y se alejó del hotel.Sintió tentación de mirar por el espejo retrovisor y dar una última ojeada a la fachada del hotel: parado en el vestíbulo estaba José, pálido y cadavérico, lo observaba muy fijo, llevaba un osito de peluche en la mano izquierda y a su lado derecho, de la mano, estaba una niña de cabello castaño que con la mano que tenía libre le decía adiós mientras se perdía en la distancia.

Candela Sánchez 1ºA

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EL CALENDARIO

 

Es Navidad. Un hombre va casa por casa intentando vender calendarios. No todos le compran, pero todos son amables con él. Pero llama a una casa y la mujer, antipática, le habla mal y encima le cierra la puerta en las narices.

 

Esa misma noche, al volver del trabajo, la mujer llega a casa y descubre que han colado por la puerta el calendario que ella no ha querido comprar por la mañana. Lo ojea y descubre que hay una fecha en rojo envuelta en un círculo rojo. Y no es una fecha cualquiera, es la fecha del cumpleaños de su marido. Mirando mejor se da cuenta de que el círculo rojo no está hecho con rotulador ni tinta, sino sangre. Atemorizada, grita y busca a su marido por toda la casa sin éxito. Sube al piso de arriba para ver si está dándose una ducha y al entrar en el baño descubre a su marido tendido en el suelo sobre un charco de sangre con un corte en el cuello.

 

Yaguine Rico Pinedo 1ºA

 

 

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