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SUDÁN Darfur Crisis en N O 1 2 4 2 0 0 4 La Agencia de la ONU para los Refugiados SÁHARA OCCIDENTAL Ensayo fotográfico

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S U D Á N

DarfurCrisis en

N O 1 2 4 • 2 0 0 4

La Agencia de la ONU para los Refugiados

SÁHARA

OCCIDENTAL

Ensayo fotográfico

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3R E F U G I A D O S

4En la devastada campiña de Darfur, al oeste deSudán, se sucede un horror tras otro a medidaque las milicias janjaweed atacan a grupos deciviles, cometiendo atroces abusos contra losderechos humanos. Darfur es un sombríorecuerdo de la permanente capacidad de Áfricapara producir desastres humanitarios causadospor el hombre.por Kitty McKinsey

12 D I A R I O D E L C H A DO R I E N T A L

Cómo intentan los trabajadores humanitarioshacer frente a los retos diarios durante unaemergencia.por Anne-Kirsten Garbe

15 S I E R R A L E O N A

Los recuerdos de 10 años de brutalidadesinenarrables persiguen a un pueblo que ansía lapaz desesperadamente. por Annette Rehrl

19 L I B E R I A

La pesadilla aún no ha acabado, pero, con suregreso, miles de liberianos desplazados ya hanvotado con los pies por el futuro de su país. por Fernando del Mundo

22 E N S A Y O F O T O G R Á F I C OS O B R E E LS Á H A R A O C C I D E N T A L

Las emociones se ponen al rojo vivo en eldesierto del Sáhara cuando familias separadasdurante casi tres décadas se reencuentranbrevemente gracias a un programa de visitasfamiliares del ACNUR.por Suzy Hopper

30 E N T R E C O M I L L A S

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La revista REFUGIADOS quiere conocer suopinión.

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19Allá donde hay tropasde las NacionesUnidas, los liberianos

desplazados se dirigen a suscasas. Con la aprobación delas comunidades, el ACNURha puesto en marchaproyectos que restablecen losservicios básicos para que lagente obtenga unos modestosingresos.

22Cuando el ACNURemprendió su plan devisitas familiares de

cinco días para restablecer elcontacto entre los refugiadosy sus parientes en el SáharaOccidental, hubo lágrimas dealegría y aprensión ante laperspectiva del reencuentro.

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4 En Darfur, el ACNURtiene una misión muypoco envidiable: proteger

a las personas desplazadas enuna región donde casi ningúnlugar es seguro.

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MINISTERIODE TRABAJOY ASUNTOS SOCIALES

SECRETARÍA GENERALDE ASUNTOS SOCIALES

INSTITUTO DEMIGRACIONES YSERVICIOS SOCIALES

Subvencionado por :

EEddiittoorr::Ray Wilkinson

CCoollaabboorraaddoorreess::Jennifer Pagonis

AAyyuuddaannttee ddee rreeddaacccciióónn::Virginia Zekrya

FFoottooggrraaffííaa::Suzy Hopper, Anne Kellner

DDiisseeññoo::Vincent Winter Associés

PPrroodduucccciióónn::Françoise Jaccoud, Romain Léonarduzzi

DDiissttrriibbuucciióónn::John O’Connor, Frédéric Tissot

MMaappaass::Unidad de Mapas del ACNUR

DDooccuummeennttooss hhiissttóórriiccooss::Archivos del ACNUR

CCoommiissiióónn CCoooorrddiinnaaddoorraa ddee RReeffuuggiiaaddooss eenneessppaaññooll:: Director de Honor : Antonio LisDarder, Director General del IMSERSO.Carlos Boggio, Representante del ACNUR enEspaña. Estrella Rodríguez Pardo, DirectoraGeneral de Integración de los Inmigrantes,IMSERSO. Miguel Ángel Aznar Nieto,Subdirector General de Intervención Social,IMSERSO. Jesús Norberto FernándezMuñoz, Subdirector General de Gestión,IMSERSO. Roberto Amurrio Íñigo, Jefe deÁrea de Gestión de Programas, IMSERSO.M.ª Ángeles Siemens, Secretaria General deEspaña con ACNUR. Responsable versiónespañola Refugiados: Karin de Gruijl.

Refugiados es una publicación de la Secciónde Información Pública del Alto Comisionadode las Naciones Unidas para los Refugiados.Las opiniones expresadas por nuestros cola-boradores no coinciden forzosamente con lasdel ACNUR. Los términos empleados y losmapas incluidos no suponen una toma deposición por parte del ACNUR en cuanto alestatuto jurídico de ningún territorio o lasautoridades del mismo. Refugiados se reservael derecho de editar todos los artículos antesde su publicación. Los textos y fotos sin copy-right pueden ser reproducidos sin autoriza-ción previa. Por favor, citen al ACNUR. Lasfotografías, excepto las que tienen copyright,pueden obtenerse sólo para usos profesiona-les. Circulación total: 283.700 ejemplares eninglés, francés, español, alemán, italiano,árabe, ruso y chino. Edición española: 22.000ejemplares, financiada por el Gobierno espa-ñol a través del IMSERSO, Ministerio deTrabajo y Asuntos Sociales.

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Portada: Refugiados sudaneses seaglomeran en la relativa seguridaddel vecino país del Chad.A C N U R / B . H E G E R / D P / T C D · 2 0 0 4

Contraportada: Los refugiados de laregión sudanesa de Darfur hanencontrado seguridad y refugio en elcampo de Goz-Amer, situado en elChad oriental.A C N U R / H . C A U X / D P / T C D · 2 0 0 4

Impresión en España:GRÁFICAS ARIAS MONTANO, S. A.

UUNNHHCCRR -- AACCNNUURRP.O. Box 25001211 Ginebra 2, Suizawww.unhcr.chwww.acnur.org

La Agencia de la ONU para los Refugiados

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DA R F U RLa peor crisis humanitaria de hoy

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“Hombres armados a caballo asesinaronindiscriminadamente, violaron a las mujeres,saquearon e incendiaron las casas de adobe…”

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por Kitty McKinsey

El hogar de Babiker Yahya ofreceun indicio de la magnitud delas matanzas, la destrucción yel pánico total ocurridos en laregión sudanesa occidental deDarfur. El patriarca de 70 añosy otros cinco miembros de su

extensa parentela viven en una minúscula casade paja cubierta con un tejado a dos aguas he-cho de ramas. Otros doce miembros de la fa-milia habitan dos refugios a sólo unos metros :estructuras a la altura de las rodillas, del ta-maño de una pequeña mesa de desayuno enuna cocina europea o norteamericana, con “pa-redes” de ramas y hojas secas clavadas en laarena, que hacen poco más que marcar el te-rritorio en el vasto desierto. Ninguno de estosdos refugios tiene techo. Cuando, durante laestación de lluvias, caen auténticos diluviosde madrugada, los dieciocho miembros de lafamilia corren a una casa de adobe más firme,donde se apiñan junto a docenas de personas yesperan a que pase la violenta tormenta.

El hecho de que la familia de Babiker prefierasu miserable chamizo en el campo de Dorti parapersonas desplazadas, en las afueras de El Geneina(la capital de Darfur occidental) a su intacta casay su finca de labor a tan sólo unos kilómetros de distancia, re-vela a las claras los horrores que han tenido que soportar.

Como muchos de los más de un millón de desplazadospor 18 meses de violencia en Darfur, la familia de Babikerfue arrojada de su pueblo natal de Shariken por hombres ar-mados a caballo que asesinaron indiscriminadamente, viola-ron a las mujeres, saquearon y finalmente incendiaron lamayor parte de las casas de adobe y ramas de la aldea.

Babiker, un hombre delgado, con barba blanca, vestidocon una típica túnica blanca llena de manchas y una ajus-tada gorra del mismo color, asegura que enterró a tres veci-nos que murieron durante los ataques. Con todo, se consi-dera uno de los hombres con más suerte de Darfur. Cuandose encontró cara a cara con uno de los jinetes, sobrevivió úni-

camente porque el rifle de asalto del miliciano se atascó.“Me apuntó con su arma”, dice Babiker, que cuenta su

historia moviendo la mano con ademanes vivaces. “Queríamatarme. Lo vi apuntarme y prepararse para disparar, peroel rifle no funcionaba. Aproveché ese momento para huir”.Aunque su casa no fue incendiada, entendió el mensaje : laaldea de Shariken es ahora un lugar proscrito. “Yo no vuelvo”,anuncia firmemente, con el brazo alrededor de una de susnietas. “Los árabes nos lo impiden. Si vuelvo, me matarán”.

UNA CATÁSTROFE CAUSADA POR EL HOMBRE

Justo cuando la paz parece más cercana en la guerra ci-vil del sur de Sudán, las esperanzas de que 500.000 refugia-

Familiares lloran lapérdida de Ali, deun año, fallecido acausa de ladesnutrición en uncampamentoprovisional de ElGeneina.

“ME ARRANCARON A MI HIJO DE LA ESPALDA Y

DARFUR LA PEOR CRISIS HUMANITARIA DE HOY

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EL FASHER

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Darfur Occidental

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dos de esta región vuelvan sanos y salvos desde los paísesvecinos se han visto ensombrecidas por la violencia en Dar-fur, una zona pobre del tamaño de Francia situada al oestedel mayor país africano.

La ONU ha calificado a Darfur como la peor crisis hu-manitaria, pero sus causas se deben al hombre. El objetivode las milicias janjaweed son los civiles, contra los que co-meten espeluznantes abusos de los derechos humanos.

Muchos de los testigos cuentan historias de terror pare-cidas. Los janjaweed irrumpen como un rugido en la aldeamontados en camionetas o a lomos de camellos y caballos.Disparando hasta 600 tiros por minuto con sus rifles de asaltoalemanes G3, matan a los hombres, roban los animales –laúnica riqueza de los habitantes de Darfur– y saquean las ca-

sas. Como golpe de gracia para asegurarse de que sus vícti-mas no deseen volver al lugar del crimen, violan sistemáti-camente a las mujeres y queman las casas, dejando poco másque ruinas carbonizadas en la mayoría de las aldeas.

El campo es un lugar en su mayor parte deshabitado. Losque han sido arrojados de sus casas –bastante más de la mi-tad de los 1,7 millones de habitantes– se refugian actualmenteen miserables campamentos improvisados alrededor de lasprincipales ciudades de la región. A finales de agosto, unos180.000 refugiados habían huido a la vecina Chad, donde elACNUR ha levantado campamentos que se hacen cargo dela mayor parte de los huidos.

El Gobierno de Sudán asegura que está luchando con-tra una rebelión que empezó en febrero de 2003, cuando

CUANDO VIERON QUE ERA UN NIÑO LO MATARON DELANTE DE MÍ”.M

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dos grupos (el Ejército de Liberación de Sudán –ELS– y elMovimiento por la Justicia y la Igualdad) se alzaron en ar-mas para protestar por lo que consideraban una margina-ción económica de Darfur por parte de las autoridades deJartum.

UN HORROR DETRÁS DE OTROA lo largo de la devastada campiña de Darfur, los horro-

res se suceden, superando con mucho la grotesca imagina-ción del más demencial guionista de Hollywood.

Hawa Ishaq, una joven madre que cree que debe detener unos 20 años de edad, estaba embarazada de casinueve meses con su segundo hijo cuando llegaron los jan-jaweed a su aldea de Kaileik, en Darfur occidental. “Megolpearon hasta que sufrí un aborto”, dice, con el dolorescrito por todo el rostro. Para empeorar su tragedia, su

primera hija, todavía un bebé, murió cuando ella y sumarido –con ambos brazos rotos– llegaron a la ciudad deKas.

“Me arrancaron a mi hijo (de cuatro años) de la espalday, cuando vieron que era un niño, lo mataron delante de mí”,dice Kaltum Haroun, otra aldeana de Kaileik. “Quería lle-vármelo para enterrarlo”, cuenta. “Ni siquiera me dejaronrecoger su cadáver”.

Pero aún quedaba lo peor. “Luego vi a mi hermano y ami marido asesinados a tiros delante de mí”, prosigue Kal-tum. “Tuve que dejar el cadáver de mi marido también. Nopodía hacer nada”. Los bandidos robaron todas sus ropas yhuyó desnuda, caminando nueve horas hasta la relativa se-guridad de la ciudad de Kas. Desgraciadamente, su únicahija, apenas un bebé, murió en el caótico campamento parapersonas desplazadas.

EL ACNUR TIENE UNA MISIÓN ESPECIALMENTE POCO ENVIDIABLE: PROTEGER A LOS DESPLAZADOS

DARFUR L A PEOR CRIS IS HUMANITARIA DE HOY

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Aunque ha sufrido más tragedias de las que la mayor partede la gente padece en toda una vida, Kaltum sólo tiene 20años. ¿Volverá a casarse? Su cara se llena de desdén ante laestupidez de la pregunta. “No volveré a casarme. Han matadoa todos los hombres. ¿Dónde voy a encontrar un marido?”.

Ismail Abdel Karim, de 62 años, cuestiona la idea de quelos janjaweed sólo maten a los hombres y perdonen a las mu-jeres. “A quien encuentran en su camino, lo matan”, dice fu-rioso. “No hacen distinciones entre hombres y mujeres”. Re-cuerda vívidamente el día en que se produjo el ataque en sualdea, el 10 de marzo de 2004. “Estábamos tan tranquilos ennuestro pueblo… No sabemos por qué nos atacaron. Estába-mos en nuestra casa y llegaron y dispararon contra nosotros”.

Sus hijos mayores consiguieron escapar cuando vinieronlos jinetes. “Desmontaron de los caballos. Yo estaba sentadoen el suelo con las chicas. Dispararon y mataron a mis dos

hijas. Una estaba casada, la otra aúnera joven. Luego dispararon contramí”. Levanta su brazo derecho ymuestra una enorme cicatriz, el lu-gar por donde entró la bala, en el an-tebrazo, que acabó saliendo por la partesuperior del brazo. Cuando por fin sefueron los asesinos, consiguió detenerla hemorragia y curar su herida conuna cataplasma hecha de cortezas deárbol. Sigue llorando la pérdida de sushijas y se muestra perplejo ante laviolencia que ha invadido su tierranatal: “Yo no estaba implicado en nin-guna lucha. Yo era agricultor”.

Amina Mohammed, una granjerade 39 años y madre de seis hijos, ata-viada con un vestido de color rosachillón y un pañuelo en la cabeza, sesienta en el suelo en el campo deKalma, al sureste de Nyala, en el Dar-fur meridional, y cuenta la historiadel día en que los janjaweed llegarona su aldea.

“Asesinaron a mi familia en nues-tra casa, mataron a cinco hombres,tac, tac, tac, tac”, refiere, usando susmanos y su voz para imitar el fun-cionamiento de un rifle de asalto. “Ma-taron a mis cinco hermanos. Mata-ron a Yousif. Mataron a Yahiya,Hussein, Bakr y Adam. Ahora sólome queda un hermano”.

Muchos de estos supervivientescuentan sus historias sin grandesmuestras de emoción, casi como si es-tos horrores los hubiese padecido otrapersona. Tal vez aún se encuentranen estado de shock. Tal vez hayan su-frido tanto que ya no tienen emocio-nes. O quizás están tan concentradosen sobrevivir hasta el día siguienteque no pueden permitirse el lujo demeditar sobre sus pérdidas.

UN ENTORNO HOSTILY, como saben perfectamente, la vida aquí siempre es bru-

tal. El entorno en el que trabajan el ACNUR y otras agen-cias de ayuda es hostil en todos los sentidos de la palabra.Temperaturas abrasadoras (de hasta 55 grados) en este de-sierto, donde no hay ni una sombra, alternan con violentastormentas en la estación de lluvias que inundan muchos delos refugios de los desplazados y convierten en intransitablesunas carreteras de por sí en mal estado.

Sudán sucumbió a la presión internacional y permitióque la comunidad mundial intentara atenuar la catástrofehumanitaria. Pero incluso proporcionar esa ayuda resulta di-fícil.

El ACNUR tiene una misión especialmente poco envi-diable : proteger a los desplazados en una región donde prác-ticamente ningún lugar es seguro (un mapa de la ONU

Los sudanesesprefieren una huidaincierta hacia elinclemente desiertochadiano que losviolentos ataquesen sus casas deDarfur.

EN UNA REGIÓN DONDE CASI NINGÚN LUGAR ES SEGURO.

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muestra sólo tres tipos de territorio en Darfur : zonas inse-guras, muy inseguras y extremadamente inseguras). Las agen-cias humanitarias que intentan ayudar a las víctimas de Dar-fur se ven confrontadas con obstáculos de todo tipo. Que estosobstáculos sean intencionados o no es una cuestión difícil dedirimir.

Para mediados de año, tras largos meses de negociacio-nes, se habían allanado las dificultades para conseguir los vi-sados de los trabajadores humanitarios, pero la burocracia si-guió obstaculizando la importación de coches y equipos decomunicación, vitales para el trabajo humanitario. Una so-ciedad benéfica médica informó de que su remesa de sumi-nistros sanitarios había permanecido tres meses en Port Su-dan en contenedores de metal a 50 grados de temperatura.Cuando por fin se dio salida al cargamento, el 70 por cientode los medicamentos había quedado inservible y tuvo queser destruido. Pese a las promesas del Gobierno de mejorarel acceso a Darfur, en julio las autoridades locales seguíanexigiendo permisos de viaje por cada coche que se dirigía avisitar a los desplazados.

ORIGEN ÉTNICO Aunque tradicionalmente el origen étnico no ha sido

un problema en Darfur –en la anterior generación, los “ára-bes” que querían abandonar su estilo de vida nómada notenían más que hacerse granjeros para ingresar en la tribunegra de los fur–, las víctimas de esta región creen unáni-memente que están siendo perseguidos por ser negros (lareligión no es un problema, ya que ambos colectivos sonmusulmanes).

Un desplazado del campo de Kalma sostiene firmementeque él y sus vecinos de la aldea fueron elegidos como obje-tivos “debido al color, el negro”, dice, tirando de la piel del

reverso de su mano. “Nos atacaron por ser fur, 100 por cienfur” (Darfur significa “tierra de los fur”). Otra mujer fur ase-gura que los hombres que atacaron su aldea vociferaban : “Osvamos a matar. Vamos a usar a vuestras mujeres y no va-mos a dejar a nadie vivo. Vamos a acabar con todos vosotrosporque sois negros”.

Kaltum Haroun, la mujer de 20 años que vio con suspropios ojos cómo mataban a su hijo de cuatro años y a sumarido, manifiesta que los niños varones son objetivos es-peciales de los janjaweed. “Dicen : si crece, se hará un ToraBora”, afirma impotente. “Nunca hemos visto a los Tora Bora”.Es la palabra que los janjaweed utilizan para los rebeldes delELS por la resistencia que ofreció Al Qaeda en las monta-ñas de Afganistán del mismo nombre. Por su parte, las víc-timas de estos actos de violencia usan janjaweed y “árabe” in-distintamente para identificar a sus atacantes (janjaweed esuna corrupción nativa de la frase árabe “demonios a caballocon rifles G3”).

Sea cual fuere el motivo de sus ataques, los janjaweed nopierden una oportunidad para enriquecerse personalmente.Faki Abdel Karim, de 53 años y padre de ocho hijos, era an-tes el hombre más rico de su aldea, situada junto a Wadi Sa-

leh, en Darfur occidental. Enumera sus pérdidas personalesa causa de la violencia:

“Mataron a seis miembros de mi familia. A mi hermanole mataron cuatro hijos. Robaron treinta vacas, veinte cabras,cuatro burros y la carreta del burro. Se llevaron veinticincosacos de trigo y dos básculas, una grande y otra pequeña. Elbotín es también uno de sus motivos”. Los atacantes se lle-varon incluso una bicicleta modificada especialmente parasu discapacidad (perdió la movilidad en las piernas hace seisaños tras ser atacado por unos bandidos).

Al Nour Adam, un agricultor de 52 años, también sabelo que significa perderlo todo. Cuando su pueblo de Adar fueatacado, perdió caballos, vacas, ovejas, pollos, su reserva decereales y los ahorros de toda una vida que ascendían a 150.000dinares sudaneses (577 dólares norteamericanos), una fortunaen este país. Ahora vive en el campo de Riyadh y trabaja enla cercana ciudad de El Geneina como jornalero por sólo 200-300 dinares al día (alrededor de un dólar), apenas suficientepara que su mujer y sus nueve hijos puedan comer gachasde avena dos veces al día.

Uno de los aspectos más perturbadores de este conflictoes el uso aparentemente sistemático de las violaciones comotáctica de guerra. En julio, un informe de Amnistía Inter-nacional señalaba que las mujeres de Darfur estaban siendovioladas de forma sistemática por milicianos árabes que sesirven de los abusos sexuales para torturar y humillar a susvíctimas. Al describir lo que calificaba de “programa siste-mático diseñado para humillar a un colectivo y destrozar sutejido social”, Amnistía afirmaba que había entrevistado acientos de mujeres violadas en sus aldeas o secuestradas yutilizadas como esclavas sexuales. Añadía que niñas de hastaocho años habían sido convertidas en esclavas sexuales, y queles habían roto brazos y piernas para evitar que escapasen.

“Se llevan a las mujeres a sitios lejanos y las devuelvenal día siguiente,” refiere al ACNUR una mujer casada de 19años procedente de Kaileik. ¿Violan los atacantes a las mu-jeres ? Responde con una risa amarga: “Es obvio, ¿qué si noiban a hacer con ellas ?”. ¿Y a cuántas mujeres han violado?Alza sus manos en un gesto de impotencia: “Muchas, mu-chas, demasiadas como para saber el número”.

Babiker, el patriarca de la gran familia del campo de Dorti,comenta que el ataque contra su aldea se produjo hace unosnueve meses. “Violaron a las mujeres”, cuenta. “Todas ellasvolvieron embarazadas y ahora han dado a luz a sus hijos”.

“A mi hija la violaron dos janjaweed”, dice Mariam, de 46años, madre de nueve hijos que ahora vive en la ciudad de Kas,mientras presenta a su hija de 17 años a un visitante del AC-NUR. “Violaron a las mujeres durante los combates. Se las lle-varon a las montañas, lejos de la aldea. Cuando volvió al díasiguiente, habían convertido a mi hija en una mujer”, explicaMariam, utilizando un eufemismo para la pérdida de la virgi-nidad de su hija. Su hermana de 15 años también fue violada.

Desgraciadamente, Mariam asegura que sus hijas ya nose casarán nunca, aunque añade desafiante que no tienennada de qué avergonzarse. Sus violaciones, afirma Mariam,

UN INFORME DE AMNISTÍA INTERNACIONAL SEÑALABA QUE LAS MUJERES DE DARFUR “UN PROGRAMA DISEÑADO

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han destrozado a su marido, un hombre muy religioso, perono ha rechazado a las chicas, como ocurre en ocasiones enlas culturas musulmanas más conservadoras. “No puede ha-cer nada al respecto. ¿Qué va a hacer ? No tiene a nadie losuficientemente fuerte como para protegernos. No ha tenidomás remedio que aceptarlo”.

CONDICIONES INHUMANASAceptar los hechos está a la orden del día en los desola-

dos campos para desplazados. Los tenaces supervivientes hanconstruido chozas con ramas –los más afortunados tienen cu-biertas de lonas de plástico– como han podido. Los aseos es-tán al aire libre y, cuando llega la estación de lluvias, los re-siduos se desperdigan por toda la zona. Los residentes delcampamento no disponen de instalaciones para lavarse y losmédicos temen que se produzcan brotes de enfermedadescomo el cólera. “Lo peor está por venir”, advierten sombría-mente los trabajadores humanitarios.

En una región que ya ha sufrido lo que un funcionariode la ONU denomina “una desnutrición descontrolada”, secalcula que el número de desnutridos se ha extendido al 20o al 25 por ciento de la población. Un médico africano de unaagencia de ayuda internacional califica la salud de los des-plazados de “calamitosa”. El Secretario General de la ONU,Kofi Annan, asegura que los residentes de los campos vivenen “condiciones inhumanas, con comida, alojamiento, agua,medicinas y suministros básicos inadecuados”.

En julio, las agencias de ayuda empezaron a distribuir co-mida y a organizar las letrinas, el suministro de agua y loscuidados médicos en estos campamentos espontáneos. El AC-NUR espera poder trabajar con las ONG locales para pro-porcionar asistencia psicológica a las supervivientes de lasviolaciones, y está colaborando con los cuerpos de policía lo-

cales para intentar detener los constantes ataques contra mu-jeres perpetrados dentro de los campos por asaltantes janja-weed.

“Podrían morir cientos de miles de personas”, ha ad-vertido el Coordinador de Ayuda de Emergencia de la ONU,Jan Egeland, si no se toman medidas para acabar con lasluchas de los dos grupos rebeldes y para desarmar y des-movilizar a las desenfrenadas milicias. A mediados de ju-lio, nada hacía pensar que eso fuera a ocurrir en un futurocercano.

El Gobierno sudanés ha exhortado repetidamente a losdesplazados a que vuelvan a sus casas en las aldeas destrui-das, pero los interpelados dicen no tener fe en quienes lesprometen seguridad cuando, para empezar, los consideranresponsables de haber permitido su persecución.

“Creo que tienen razón en estar nerviosos, tienen razónen desconfiar. Necesitan ver medidas prácticas que procurenel tipo de protección que estamos discutiendo ahora. Y hastaque no vean eso, no pueden confiar en que su salvación estéa la vuelta de la esquina”, afirmaba el Secretario General dela ONU, Kofi Annan, durante una conferencia de prensa amediados de julio.

Ni siquiera los campamentos están seguros. Los janja-weed, que galopan alrededor de los campos de día y a me-nudo los asaltan de noche, refinan a diario sus diabólicas tác-ticas. En el campo Krinding de El Geneina, los hombrestuvieron que dejar de salir a recoger leña y agua porque losmataban, y las niñas y las mujeres tuvieron que hacer lomismo porque las violaban. Cuando a los desplazados se lesocurrió enviar a las mujeres de más edad, los janjaweed ata-caron a tres de ellas y mutilaron sus genitales.

LOS LÍMITES DE LA RESISTENCIAEsta gente es resistente, pero prácticamente ha agotado

su capacidad de soportar más horrores. Los vecinos de WadiSaleh sobrevivieron a tres ataques entre septiembre y no-viembre del año pasado antes de decidirse finalmente por lahuida. “La primera vez que vinieron los hombres del Go-bierno y los janjaweed, huimos a las montañas y luego vol-vimos a recoger la cosecha”, recuerda Habib Husein, un agri-cultor de 37 años. “La segunda vez que nos atacaron, matarona unos cuantos. Huimos pero volvimos de nuevo. La terceravez regresamos a por nuestras cosas, pero vinieron en avio-nes, coches y caballos. Mataron a más gente y atacaron a lasmujeres. Fue entonces cuando nos marchamos definitiva-mente”. Declara con amargura que no confía en las prome-sas de protección del Gobierno.

En el campo de Riyadh, con sus cuatro mujeres, dieci-séis hijos y otros doce parientes, Ishaq Abdel Salam, de 52años, jefe de la aldea de Kera, se muestra igualmente pesi-mista. “No hay nada como tu hogar”, manifiesta, rodeado demujeres de su aldea que afirman tajantemente que no vol-verán nunca. “Si pudiera volver a llevar una vida normal,por supuesto que estaría mejor en casa que en este campa-mento”, declara. Pero duda de que siquiera las fuerzas de pa-

cificación de la ONU puedan traer una auténtica seguridada Darfur. “Éste es un país enorme”, explica Ishaq. “Hay ua-dis (lechos fluviales), hay montañas, riachuelos, montones desitios en los que uno puede esconderse. Si no se despliegansoldados por todas partes, no habrá seguridad real”.

“Aquí tenemos problemas para encontrar comida y agua”,dice Zahra Abas, una mujer de 25 años muy directa que viveen el campo de Riyadh con sus seis hijos, de entre uno yonce años. “No tenemos comida. No tenemos nada, pero deaquí no nos movemos ni un milímetro”, porque al menos elcampamento ofrece un mínimo de seguridad. La vida aquí,asegura, es infinitamente preferible a volver a su aldea de-sierta y carbonizada. “No vamos a volver. Nos matarían. Es-toy dispuesta a quedarme en este campamento el resto demi vida”, dice sacudiendo la cabeza con gesto desafiante.

En un continente donde últimamente se han producidotantos avances esperanzadores, donde por fin se ve el final dealgunos de los conflictos más antiguos y donde millones derefugiados se enfrentan a una perspectiva real de volver a suscasas tras décadas de exilio, Darfur es un recuerdo macabrode la desalentadora y permanente capacidad de África paraseguir produciendo desastres humanitarios prolongados. �

ESTÁN SIENDO VIOLADAS DE FORMA SISTEMÁTICA, PARA HUMILLAR A UN COLECTIVO Y DESTROZAR SU TEJIDO SOCIAL”.

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11 DE ABRIL DE 2004, DOMINGO DERESURRECCIÓN, Abeche

Son las 8 p.m. de un sábado por la noche y hemos ter-minado de trabajar. Estamos cansados y, como es habitual,nuestro pequeño equipo se reúne en el patio de la oficina paratomar unas cervezas y comer las sobras frías del almuerzo.A veces, algunos se calientan la comida, pero hoy no. Aca-ban de apagar el generador, justo cuando la corriente eléc-trica se pone en marcha en la ciudad. Sigue haciendo calory sólo una leve brisa nos proporciona algún alivio. Estamosagotados de tanto calor, del ruido ensordecedor del genera-dor y de trabajar. Hacer una simple llamada telefónica puedellevarte horas y el e-mail sólo parece funcionar cuando estása punto de estampar tu teléfono por satélite Thuraya contrala pared. Por lo menos la cerveza, al igual que la coca-cola,sale del congelador. Todos fumamos demasiado. Pero en es-tos momentos nuestra salud no es lo que más nos preocupa.

Ésa es toda la diversión que tenemos por las noches enla suboficina de Abeche, en el Chadoriental. Esta noche es especial, sinembargo. Mañana es Domingo de Re-surrección y hemos decidido que, poruna vez, vamos a dormir dentro. Nose permite que nadie vaya a la oficinaantes de las 8 a.m. ¡Qué lujo! Nadieha tenido un día libre desde que lle-gamos y todos los días parecen iguales :no hay diferencia entre domingos ydías laborables, ni siquiera en SemanaSanta. Cuando a la mañana siguienterecogemos a nuestros colegas en lasdos casas donde vivimos, resulta quetodos estaban despiertos desde las 6a.m., pero no se atrevían a moverse.Al fin y al cabo, era nuestra largamañana de descanso. Pero el calor esinsoportable y te impide dormir desde

que amanece. La electricidad está conectadade 7 p.m. a 5 a.m., pero incluso con el ven-tilador del techo parece como si te hubiesenpuesto encima un secador del pelo.

Contentos porque al fin volvíamos a laoficina, y más contentos aún por el hechode que la mayoría habíamos podido du-charnos antes de que cortasen el agua(siempre hay algún desafortunado al que,estando en la ducha con el pelo lleno dechampú, le cortan el agua), salimos.

Vivimos todos en dos casas. También co-memos juntos en la oficina, pues las casasno tienen cocina. Sorprendentemente, ape-nas se producen tensiones entre los miembros del equipo,pese a que pasamos casi 24 horas juntos.

Como siempre, paramos de camino a la oficina para com-prar pan. En cuanto nos ve, el panadero empieza a llenaruna bolsa de plástico con el pan. Rutina diaria, no hacenfalta palabras. Para que esta mañana sea aún más especial,

Anne-Kirsten Garbe fue, desde marzo hasta principios de mayo de este año, Oficial deProgramas en el Chad oriental, donde el ACNUR ayuda a decenas de miles de refugiadossudaneses huidos de Darfur. Ofrecemos a continuación algunos extractos de su diario, unavisión personal sobre los desafíos diarios de un trabajador humanitario sobre el terreno.

De noche, a la luzde una lámpara,después de un largodía visitandoenclaves derefugiados a lo largode la frontera entreel Chad y Sudán, ellíder del equipo delACNUR, Yvan Sturm,descarga sus e-mailsen el portátil graciasal teléfono porsatélite Thuraya.

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el día anterior compramos huevos frescos en el mercadopara hacer nuestra primera tortilla. Pero incluso en eso fra-casamos, porque el huevo número once está malo y estro-pea el resto. No obstante, estamos decididos a disfrutar jun-tos nuestro desayuno de Domingo de Resurrección. Noprestamos atención a la arena que hay en el pan, fingimosque la leche en polvo Nido sabe como leche de verdad yque La vaca que ríe es el queso que más nos gusta. El ritualhabitual de cada mañana, sólo que una hora más tarde.

El desayuno de esta mañana, así como los tragos de porlas noches, son los únicos momento en que nos relajamos,hablamos y reímos. Eso es antes de que empiece el día consus pequeñas catástrofes y con todas las cosas que puedentorcerse y que acaban torciéndose. Hablamos de lo que co-meríamos si estuviésemos en casa, en vez de aquí. Es algoque todos hacemos al cabo de un tiempo: hablar de las co-sas que echamos de menos, como ir al cine. Hoy nos en-teramos de que una película canadiense ha ganado un Ós-car. Hablamos un montón sobre montañas, nieve, lagos y

el mar, sobre navegar a vela y hacer submarinismo. No es sorprendente que sea así teniendo en cuenta el

clima y el hecho de que encontrar agua para personas yanimales es uno de los problemas más difíciles de resol-ver en la operación del Chad. Ahora mismo, la capacidadde los pozos y de las perforaciones de los seis campamentosno da para cubrir las necesidades de los refugiados y dela gente que llega todos los días. Al mismo tiempo, sabe-mos que dentro de dos o tres meses habrá tanta agua de-bido a las lluvias que ni siquiera podremos trasladar gentea los campamentos. Pero si nosotros sufrimos por este ca-lor seco, mucho peor deben de estar pasándolo los refu-giados de los campamentos y los de la frontera.

1 DE MAYO DE 2004, Farchana

El calor es prácticamente insoportable. Cerca de 50 gra-dos. Es mediodía y nos encontramos sobre una pequeña

“LA MAYORÍA DE LAS TIENDAS SON DE COLOR ARENA Y PARECEN FUNDIRSE CON EL SUELO. LAS TIENDAS NUEVASSIGUEN SIENDO DE COLOR BLANCO, PERO LAS TORMENTAS DE ARENA HARÁN SU TRABAJO RÁPIDAMENTE.”

Durante unatormenta de arenaen el Chad, unmiembro delACNUR ayuda a losrecién llegados deSudán a trasladarsus pertenencias aun camión de laagencia que losllevará al campo deTouloum, junto aIriba, en el Chadoriental.

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colina. Ante nuestros ojos se extiende la ciudad de tien-das de campaña de Farchana, el primer campamento quecreó el ACNUR para los refugiados sudaneses del Chad.La mayoría de las tiendas son de color arena y parecenfundirse con el suelo. A nuestra izquierda, todavía hay al-gunas tiendas de color blanco. Pero no lo serán por mu-cho tiempo. Las tormentas de arena harán su trabajo rá-pidamente.

Las tiendas blancas son nuevas. Se levantaron justo lasemana anterior para alojar a los refugiados que llegan es-pontáneamente desde la frontera. El campamento se pla-neó y construyó para 6.000 personas, pero a finales deabril el número había aumentado a unos 8.000 refugia-dos, y cada día llegan más a pie o en autobús.

Durante el descenso, decidimos dar una vuelta y verlomás de cerca. Sigue siendo sorprendente lo organizados yamistosos que son los refugiados, en su mayoría mujeres,después de todo lo que han tenido que soportar y de to-das las carencias que tienen en los campos. Cuando ha-blas con ellas se muestran agradecidas por nuestra labor,por darles un techo, comida y agua. Sólo piden sal, azú-car para el té y algunos vegetales. Pocas cosas, la verdad.Estamos intentando conseguirlas.

Cuando pasamos junto al grifo de agua vemos unalarga fila de garrafas y mujeres vestidas con los coloridosthaub (paño típico sudanés) esperando al sol. Cuando lespreguntamos, nos dicen que llevan toda la mañana allípero que aún no han distribuido nada de agua. De nuevo,sin muestras de ira. Pero eso refleja nuestro mayor pro-blema: el agua.

Aunque MSF trabaja duro para acabar el sistema dedistribución de agua, no podrá alcanzar el mínimo de 15litros por persona para los refugiados. Nos encontramos

ante un auténtico dilema. ¿Qué hacer ? No podemos en-viar refugiados de vuelta a la frontera, donde pueden su-frir ataques y perder sus pocas pertenencias a manos delas milicias árabe-sudanesas que cruzan la frontera, y dondeno tienen comida ni agua.

Durante una conversación con los miembros del co-mité del campo de refugiados, intentamos explicarles todoesto y nos encontramos –no es de extrañar– con que loentienden. Aunque eso nos hace sentir mejor, no pode-mos ignorar los cadáveres de animales tirados por el cam-pamento, los árboles y arbustos que se han cortado paraleña y para construir vallas alrededor de las tiendas y lagente que duerme en el suelo. Son problemas que aún te-nemos que solucionar. Se nos acaba el tiempo. Siguen lle-gando refugiados. El campo está al máximo de su capaci-dad y no puede recibir más refugiados. Encontraremplazamientos para nuevos campamentos antes de queempiecen las lluvias parece misión imposible.

Esa misma tarde, durante una acalorada discusión connuestros socios colaboradores, nos encontramos, según pa-rece, intentando descubrir una solución para el irresolubleproblema del agua. Y al final una súplica por parte de uncolega con aspecto de estar muy cansado: ¿qué podemoshacer ? Estamos haciendo todo lo posible y de momentono damos más de sí, pero ¡no podemos mandarlos devuelta! Y si eso significa reducir la ración de agua aúnmás, tendremos que hacerlo.

Posteriormente, cenamos y nos vamos a la cama. Esonos hace pensar en una de las cuestiones surgidas hoy du-rante la reunión con el comité del campamento. Nos pre-guntaron si el ACNUR podría darles camas, pues tienenmiedo de las serpientes y los escorpiones que entran ensus tiendas de noche. �

Un miembro delACNUR con unafamilia sudanesarecién llegada alChad oriental.

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“ESTAMOS HACIENDO TODO LO POSIBLE Y DE MOMENTO NO DAMOS MÁS DE SÍ…”

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Abubakar, denueve años, aquien los soldadosrebeldescercenaron elbrazo izquierdocuando tenía cinco,descansa unmomento duranteun partido defútbol en la playa.

Los primeros pasos de unapaz recién descubierta en laSierra Leona de posguerra

“Queremos reconciliarnos. Nunca olvidaremos.PERO INTENTAMOS PERDONAR”

por Annette Rehrl

Hay una playa en la costa africana del océanoAtlántico con un aspecto muy tentador. Elmar está en calma, las palmeras se mecensuavemente con la cálida brisa. Los niñosríen y juegan. Los perros se persiguen lo-

cos de alegría. Sobre el horizonte aparece la silueta deun barco pesquero. Tiempo de ocio, por lo que parece.Un momento para sentirse lleno de confianza.

Hipnotizado por este ambiente de ensueño, un bañistaincauto se mete en el agua. De repente, una potente ola loderriba contra el suelo, lo arrastra hacia dentro y luego, contoda su furia, lo arroja de vuelta a la playa. Son muchos losnadadores expertos que cada año se ahogan en las hermosasplayas de Sierra Leona. El peligro y la violencia andan siempreal acecho, incluso en los lugares más pacíficos. Del mismomodo, los recuerdos de un pasado violento coexisten a dia-rio con la esperanza de un futuro mejor en este pequeño país.

Nunca sabes qué se esconde tras la fachada. No sabessi ese amistoso tendero del centro de Freetown es un cri-minal de guerra que mataba gente a machetazos durantela década de guerra civil, de 1991 a 2002. A no ser quevayas a dar un paseo con un ex-niño soldado del antiguoFrente Revolucionario Unido (FRU). Sólo entonces des-cubres que él y otros niños fueron secuestrados por estehombre aparentemente amistoso. Sólo entonces descubresque, en 1998, cuando el niño tenía sólo siete años, el ten-dero le obligó a ver cómo asesinaban a sus padres, luegole hizo cargar el botín robado sobre su pequeña cabeza yle ordenó a él y a otros niños prisioneros que lo siguieran.

“Todos los días, cuando paso por aquí, me dice hola”,comenta Suleiman indignado, ahora con 13 años. “No quieroni mirarlo a la cara. Los dos sabemos lo que ocurrió. Pero,cuando no puedo evitar encontrármelo, yo también le digohola. Aquí te dicen que tenemos que reconciliarnos. Laguerra ha terminado”, explica con una mezcla de alivio yresignación. “Pero esta gente debería ser juzgada”, añade.“Nos han hecho mucho daño y sólo nos enseñaron a ha-cer barbaridades”.

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Desde marzo de 2004, algunos de los presuntos cri-minales de guerra están siendo juzgados por el reinstau-rado Tribunal Especial de Sierra Leona. Aun así, uno desus principales fiscales, David Crane, sigue persiguiendoal “más buscado”.

“Este Tribunal Especial no es más que una operacióncosmética”, indica Osman Jalloh, un escéptico maestro de35 años. Perdió a su familia cuando su pueblo fue atacadopor las fuerzas gubernamentales, que cambiaban de bando

por la noche y llevaban a cabo atro-cidades aún peores que los rebeldescontra los que supuestamente lu-chaban.

En aquellos días todo estabapermitido. Hoy se sigue permi-tiendo casi todo.

“La gente de los pueblos recuerdaexactamente quién hizo qué du-rante la guerra”, asegura Osman.

Por eso en la Sierra Leona deposguerra aún “desaparecen” per-sonas por las noches. Días mástarde aparecen muertas en la selva.Algunos lo denominan justicia lo-cal en época de juicios oficiales.

Otros lo llaman simplemente venganza.

UN HILO DE ESPERANZAMás al este, en la selva de la frontera con Guinea, la pe-queña ciudad de Kailahun tiene todo el aspecto de una vi-brante estación de carretera. Entre los restos de lo que entiempos fue una colorida arquitectura colonial, los hombrescharlan en los portales mientras los niños memorizan elCorán. Las tropas paquistaníes del UNAMSIL han ayu-dado a reconstruir la bella mezquita de la ciudad y el cen-

tro de congresos. “8.909 kms hasta Islamabad”, reza unaseñal en el centro de la ciudad. Unos carteles en las trescarreteras principales mencionan a casi todas las ONG yorganizaciones internacionales que operan en el país. Unode cada dos edificios sirve de sede para un supuesto “pro-grama”. La población de Kailahun es una mezcla de re-tornados, desplazados, ex-combatientes, soldados y vecinos.

La gente de aquí perdió sus propiedades y a sus seresqueridos hace mucho tiempo. Perdieron su seguridad, suorgullo, algunos incluso el respeto por sí mismos. Todosperdieron una parte de su vida durante la guerra. Pero to-dos intentan ahora mantener la dignidad intacta. Aquítodo el mundo busca un nuevo punto de partida y un hilode esperanza al que agarrarse.

Los retornados sierraleoneses recién llegados a la esta-ción de carretera de Kailahun también abrigan esperan-zas. Tras vivir durante casi 13 años en campos de refu-giados al otro lado del río, en Guinea, por fin se handecidido a regresar. El ACNUR ya ha reasentado a casi30.000 retornados.

Durante una serena mañana tropical, a la orilla del ríoMoa, noventa retornados ponen pie en territorio nacionaldespués de cruzar el río en balsas y canoas proporciona-das por el ACNUR. Un niño de cuatro años se tropiezaal salir de la canoa y llora buscando a su madre entre elpequeño grupo de gente.

“¡Bienvenidos a casa!”, grita una voz desde un megá-fono.

Un miembro del ACNUR detecta al niño perdido ylo guía con calma de la mano hasta el convoy donde sumadre espera. Cuando sube al camión, el niño se agarraa su falda y luego echa por primera vez un vistazo a supaís de origen.

Más tarde otra familia llega a la estación de carreterade Kailahun cargada con dos sillas de madera, cuatro sa-

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EN LA SIERRA LEONA DE POSGUERRA, LA GENTE “DESAPARECE” POR LAS NOCHES. DÍAS MÁS TARDE

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Capital

Presenciade ACNUR

Campo derefugiados

Fronterainternacional

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LOS ENCUENTRAN EN LA SELVA. ALGUNOS LO LLAMAN JUSTICIA. OTROS SIMPLEMENTE VENGANZA.

cos de arroz, siete bolsas y tres niños, nacidos todos en uncampo de refugiados cercano a Kissidougou, en Guinea.

“¿Son ésas todas sus pertenencias ?”“Sí”, dicen, sin contar las esteras, lámparas de keroseno,

artículos de cocina y cuencos distribuidos por el ACNUR.“¿Cómo vamos a llevar todo esto hasta nuestro pue-

blo?”, pregunta el hombre, desesperado. Su mujer, máspragmática, da de comer primero a su segundo hijo y, conel bebé cargado a la espalda, arrastra todas sus cosas hastala sombra. Apila las bolsas, coloca las sillas y pone encimalos artículos domésticos. Su marido observa admirado. Trassu esmerada intervención, sus posesiones parecen defini-tivamente más compactas, pero el problema del transportehasta su aldea, a 200 kilómetros de distancia, permanecesin resolver. Son los primeros pasos hacia una nueva vida.

UN MUNDO NUEVO Y EXTRAÑOMuchos sierraleoneses ensayan ahora sus primeros pa-sos en esta paz recién descubierta. Casi todo el mundolleva diez años de “retraso”, pero nadie quiere mirar alpasado. Lo que cuenta es el futuro, sostienen. En estemundo nuevo y extraño, veteranos solitarios descubrena criminales de guerra viviendo en la casa contigua. An-tiguos niños soldado se encuentran cara a cara con sustorturadores en las calles. Los tullidos de guerra, a quienesamputaron brutalmente miembros del cuerpo duranteel conflicto, se ven confrontados con los responsables desus horribles mutilaciones cuando por casualidad vivenen la misma zona.

“Si el muchacho que me amputó el brazo va a la cár-cel ahora, bueno, quizás a eso se le llame justicia”, señalaenfurecido Siah Mansaray, de 45 años. Actualmente viveen el campo Aberdeen para tullidos de guerra, a la es-pera de un nuevo hogar. “Pero aunque él vaya a la cár-cel, yo nunca recobraré mi brazo”.

Este padre de cuatro niños perdió su brazo derechoen 1998, cuando los rebeldes del FRU empezaron a cer-cenar extremidades de sus conciudadanos para evitar quevotasen por el Presidente Ahmed Kabbah. A pesar deque el Gobierno ha puesto en marcha un importanteprograma de construcción en todo el país para propor-cionar alojamiento gratuito a varios miles de amputadosde guerra, las víctimas protestan.

“Nos dan una casa, ¿pero cómo se supone que hemosde sobrevivir ? Yo era agricultor. ¿Cómo voy a cultivarlos campos con un solo brazo? ¿Le doy de comer ladrillosa mi familia en vez de arroz ?”, grita un amputado.

Entre los amputados, son los jóvenes quienes se en-frentan a un futuro más despiadado. Ni siquiera los quetienen una buena formación encuentran trabajo.

“El mismo vehículo, el mismo conductor, los mismospasajeros. Y todo el rato conduciendo en círculos”, es comoun miembro de las fuerzas armadas gubernamentalesdescribe la situación actual en su país. “No ha mejoradonada. No hay suficiente comida. No hay trabajo. No hayluz eléctrica. Me pregunto por qué luchamos durantediez años. Está bien tener paz, pero ¿qué sacas de la pazcuando no tienes un futuro?”.

Ésa es la pregunta que el Gobierno aún tiene que res-ponder.

“Barrio de chabolas” es una expresión demasiado be-névola para describir las condiciones de vida de muchossoldados sierraleoneses y sus familias, especialmente enlas zonas rurales. Algunos campos de refugiados parecenalojamientos de cinco estrellas en comparación con la po-breza opresiva en la que se encuentran estas personas. Ya la que se enfrentan con paciencia. Intentando acomo-darse como sea. Esperando que mejoren las cosas.

Ibrahim, de 20 años, es un ex-niño soldado que viveactualmente en un centro para menores desplazados y

La mezquitareconstruida deKailahun.

Retornados en laestación decarretera deKailahun.

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sin familia. Cometió atrocidades indescriptibles durantela guerra y ahora sufre pesadillas constantes. Los fantas-mas del pasado lo persiguen en todo momento.

“Veo a gente chillando, huyendo de miedo cuando meacerco”, cuenta. Cada mañana, cuando se despierta, estábañado en sudor.

“Si volviera a mi aldea, sería mi fin”, asegura. “Conozcoa mi gente. Ellos me conocen. En África la gente no olvida”.

Temiendo por su vida, Ibrahim elegió no acogerse aninguno de los numerosos programas de desmoviliza-ción, desarme, reinserción y rehabilitación. Tampoco re-cibió ninguna ayuda psicológica o formación. En otraspalabras, no es ni uno de los miles de carpinteros que es-tos programas ha producido ni uno de sus miles de sastres.Preferiría, en cambio, ir a la escuela y aprender a leer yescribir. Ibrahim quiere irse de Sierra Leona y reasen-tarse en un tercer país, preferiblemente con ayuda delUNAMSIL, que tiene un programa de testigos para ca-sos especiales de antiguos niños soldado. Aunque ya esun adulto, tiene posibilidades de que lo acepten porqueera un niño cuando cometió las atrocidades.

Ibrahim permanece escondido todo el día. Sus su-periores, los que lo raptaron hace doce años cuando sólotenía ocho y le obligaron a matar, quemar y saquear,los que inyectaban cocaína en sus heridas abiertas, nohan recibido castigo alguno. Aún.

LA VIDA SIGUEMientras que los sierraleoneses aprenden a aceptarsemutuamente, 7.500 liberianos del campo de Tobanda,junto a Kenema, también se hacen una idea de lo quesignifica convivir con el antiguo enemigo. Están acargo de los talleres y el cuidado de los antiguos niñosdel NAFC (Niños Asociados con Fuerzas de Combate).Los mismos niños que pueden haber matado a sus seresqueridos en Liberia. Lo hacen porque la vida sigue.

Los NAFC, como se les conoce, están jugandoal fútbol, manteniéndose unidos como animalesheridos en una manada. Sus cuidadores se sien-ten escépticos, a veces impotentes. Unas niñasse pasean con camisetas que llevan eslóganes deprotesta contra la violencia doméstica.

Un imán de 72 años, miembro del comité deagravios que pasó tres meses escondido en laselva, no para de repetir dos frases : “todos muer-tos” y “Dios es todopoderoso”. Huyó sin nadamás que la ropa puesta. En el campo de Tobandale dieron un Corán. Lo único que tiene ahorason las suras que recita y los recuerdos de lanoche en que los rebeldes atacaron su aldea.“Matar” es la palabra más escuchada. “Sobrevi-vir” la más apreciada.

Las potentes emociones que bullen en el in-terior de los refugiados exigen una atención es-pecial.

“Nos metimos en la administración del campoporque queríamos prestar algún tipo de servicio anuestra comunidad”, explica Tigan Mansaray, de76 años, miembro del consejo de ancianos. “Pri-meros tuvimos que calmar las tensiones. Cuandola gente está frustrada, aparecen las agresiones.

Casi todas ellas se producían por ofensas”, recuerda. “Los re-fugiados se ofenden fácilmente cuando viven en estas condi-ciones. Así pues, intentamos calmarlos. Y funcionó. Ahorala gente ha aprendido a vivir con sus vecinos. Pertenecemosa tribus distintas, pero aquí en el campo nos llevamos bien.Nos llevamos bien incluso con los niños del NAFC. Se adap-tan a un entorno donde reciben cuidados. Esto es promete-dor para el futuro de Liberia. Cuando volvamos, queremosser testigos activos de nuestras comunidades. Queremosformar parte de la sociedad civil”. Planes prometedores.

SUPERAR EL PASADOPero hay un enorme interrogante suspendido sobre toda laregión y sobre Sierra Leona en particular. Un interroganteque se refleja en los ojos de todo del mundo. Los diez añosde matanzas, destrucción y mutilaciones no se han desva-necido, aunque la gente quiere la paz desesperadamente.

“Por qué se hicieron tanto daño?”, preguntan siemprelos visitantes.

“No sabemos”, responden. “Necesitamos reconciliarnos.Queremos reconciliarnos. Nunca olvidaremos. Pero in-tentamos perdonar”.

Su determinación por superar el pasado se pondrá aprueba cuando las últimas tropas del UNAMSIL aban-donen el país en diciembre de 2004. Dependerá entoncesde esta sociedad recién nacida demostrarse a sí misma ya sus vecinos que la guerra puede tener efectos catárticos.Que no es necesario repetir la década de matanzas sinsentido. Que los programas de reeducación de los camposde refugiados ofrecen una alternativa a la convivenciaamistosa. Que los seres humanos pueden mejorar, sim-plemente con la voluntad de que así sea. �

Annette Rehrl trabaja como periodista freelance enBerlín y es autora de un libro sobre los niños de SierraLeona, publicado en 2004 en colaboración con el ACNUR.

AQUÍ TODO EL MUNDO BUSCA UN NUEVO PUNTO DE PARTIDA YUN HILO DE ESPERANZA AL QUE AGARRARSE.

Un niño pasa juntoal cartel de un cen-tro de formaciónjuvenil de posguerraque dice: “Los mal-vados de corazón noprosperarán”.

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LIBERIAUna oración por la paz en la“TIERRA DE LOS LIBRES”

Liberia intenta superar una pesadilla que parece inacabable

por Fernando del Mundo

Dama Kamara huyó a un campo de refugiadosde Guinea en 1989 cuando Charles Taylor selevantó en armas en Liberia. Cuatro años des-pués volvió a su hogar en Sarkannedou, unaaldea situada a las afueras de Voinjama, en el

volátil condado liberiano de Lofa, pero unos hombres arma-dos quemaron las casas de adobe y hoja de palma de la zona,obligándola a escabullirse una vez más hasta Guinea.

En febrero, Kamara, de 40 años, volvió de nuevo consu marido agricultor y sus cinco hijos, con la esperanza deque su regreso fuera permanente. “Rezo para que Dios nos

proteja. Rezo para que quienes lucharon en la guerra de-jen las armas, porque, si no, no habrá paz”.

Kamara necesita algo más que la intercesión divina paraempezar una nueva vida. El país ha quedado devastado por14 años de constante guerra civil. Ciudades y pueblos yacenen ruinas o a medio tragar por la selva. Algunos ven en lasprolongadas lluvias monzónicas una señal de que los dioseslloran por la pesadilla liberiana, que parece inacabable.

Pero hay muchos más optimistas que, con su regreso,han votado con los pies sobre el futuro de su país despuésde que Taylor, la causa de sus miserias más recientes, seexiliara en Nigeria en agosto de 2003, cuando los rebeldesavanzaban sobre su mansión presidencial, en la capital,

Liberianos llegadosde Sierra Leonaencuentran su aldeaen ruinas.

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Monrovia, al borde del Atlántico. Desde entonces, miles dedesarraigados liberianos han vuelto poco a poco a sus ho-gares, desde los campos de refugiados en los países veci-nos de Guinea, Sierra Leona y Costa de Marfil y desde lasinstalaciones para desplazados internos. Algunos refugia-dos liberianos se han arriesgado a viajar en barcos aguje-reados desde Nigeria y Ghana hasta su tierra.

Tras la salida de Taylor, se consiguió un acuerdo de pazen Ghana, dando así por finalizada una guerra que habíaexigido 200.000 vidas y expulsado a cerca de un millón depersonas de sus hogares. Pretendía la instauración de unGobierno de transición para este país de 2,6 millones depersonas y elecciones en octubre de 2005. Los rebeldes delos grupos Liberianos Unidos para la Reconciliación y laDemocracia (LURD) y el Movimiento por la Democraciaen Liberia (MODEL) firmaron el acuerdo.

MAYOR COMPROMISOPosteriormente, una misión de la ONU compuesta por15.000 soldados comenzó su despliegue en el país. Se pusoen marcha un programa nacional de desarme, desmovi-lización y reinserción. Para finales de julio, unos 60.000combatientes habían entregado sus armas y se habíancreado cuarteles de acantonamiento.

“Es la primera intervención de este tipo por parte dela ONU desde que estalló el conflicto en 1989”, explicaMoses Okello, representante del ACNUR en Liberia. “Hayun mayor compromiso por parte de la comunidad inter-nacional, que quiere ver el conflicto resuelto y, con suerte,asegurarse de que no se vuelve a la situación de antes”.

Pero Okello añade : “Los problemas de Liberia no pue-den circunscribirse a los últimos 14 años de violencia. La his-toria de Liberia comienza en su misma fundación, en 1847,con la llegada de la Sociedad Americana de Colonización...Los liberianos necesitan aceptar su identidad. Hay un sector

de la población que tiende a controlar la vida política y econó-mica, que se cree americana y mira demasiado hacia Esta-dos Unidos en detrimento del resto de los liberianos”.

Liberia, que significa “Tierra de los libres”, fue creadapor esclavos africanos emancipados de América que pro-mulgaron una constitución modelada según la de Esta-dos Unidos. A pesar de su diversa configuración étnica,la mayor parte de la gente habla inglés liberiano. Hay uncierto aire de elegancia en algunas zonas, especialmenteen la preciosa ciudad portuaria de Harper, al este, dondelos residentes saludan a los forasteros en las calles. Har-per tiene edificios pintorescos y media docena de iglesiasque recuerdan al periodo de preguerra del sur de EstadosUnidos. Es como una instantánea sacada de la película “Loque el viento se llevó”. Una gran parte del país está cu-bierta por una majestuosa selva tropical de triple cubierta.

BAJADA A LOS INFIERNOSLa bajada a los infiernos comenzó 133 años después de lafundación de Liberia, cuando el Sargento Mayor Samuel

Doe dio un golpe de Estado en 1980 y ejecutó al PresidenteSamuel Tolbert junior. El propio Doe fue asesinado una dé-cada más tarde en la rebelión puesta en marcha por Taylory su Frente Patriótico Nacional de Liberia (FPNL). Antesincluso de que Taylor, un antiguo ministro de Economía deLiberia y prófugo de la justicia norteamericana, llegara fi-nalmente a la presidencia de Liberia, el propio FPNL sehabía escindido y África occidental dejó de ser la misma.

El victorioso y vengativo Taylor volvió su mirada ha-cia Sierra Leona, utilizada como plataforma de un ejér-cito africano de pacificación que pretendía evitar un bañode sangre en Monrovia por parte de las tropas del FPNLtras el asesinato de Doe. Los aliados del Frente Revolu-cionario Unido, encabezados por Foday Sankoh y Sam Bu-karie, alias Mosquito, sumergieron Sierra Leona en unadécada de brutalidades que finalizó hace dos años con lallegada de las tropas de pacificación británicas y de la ONU.

Los diamantes, las drogas y las maderas de la exube-rante frontera entre Sierra Leona y Liberia subvenciona-ron las aventuras de Taylor en esta región de gran fragi-lidad política. Milicias liberianas y soldados adolescentescruzaban esta frontera porosa donde se comerciaba libre-mente con armas y botines de guerra. Se produjo una su-cesión de conflictos cuyo resultado fue un trágico “juegode sillas musicales” para los refugiados, atrapados en lavorágine una y otra vez.

En otros tiempos foco de prosperidad y previamenteel mayor productor de cacao del mundo, Costa de Marfilse ha convertido en la más reciente víctima de las gue-rras civiles que han trastornado a tantos países africanos.Aquí, un motín fallido se transformó en una auténtica re-belión en septiembre de 2002. Las facciones contendien-tes de Costa de Marfil alistaban a soldados liberianos ensus ejércitos, y supuestamente Taylor proporcionó guar-daespaldas al difunto general Robert Guei.

En Harper, las agencias de ayuda intentan recompo-ner las piezas de un informe basado en testigos ocularessobre una masacre ocurrida en las cercanías de Freetown,una aldea liberiana situada junto a la frontera de Costa deMarfil. El informe indica que unos soldados aterrizaronen helicóptero en la zona en agosto del año pasado y ase-sinaron a 359 residentes de las aldeas que habían propor-cionado combatientes liberianos al ejército gubernamen-tal de Costa de Marfil. Posteriormente arrojaron loscadáveres a unas fosas comunes. No se ha llevado a cabouna investigación formal porque todavía no se han des-plegado tropas de la ONU en la zona. El informe, aún porconfirmar, pone de manifiesto la sensación de inseguri-dad de los liberianos y el temor de que impera un climade impunidad total.

VUELTA AL HOGARAllí donde hay presencia de tropas de la ONU, las perso-nas desplazadas vuelven a sus casas, desde los campos derefugiados de los países vecinos, que albergan a 350.000 li-

“LOS LIBERIANOS ESTÁN PROFUNDAMENTE TRAUMATIZADOS. TIENEN QUE REDESCUBRIR SU PROPIORITMO DE VIDA, SUS PEQUEÑAS ALEGRÍAS Y JÚBILOS.”

LIBERIA

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berianos, o desde las veinte instalaciones en el interior delpaís, que dan cobijo a otros 300.000 desplazados. El ACNURtiene previsto empezar la repatriación organizada desde loscampos de refugiados en octubre. Mientras tanto, ya hapuesto en marcha proyectos aprobados por la comunidadque suponen restablecer los servicios básicos necesarios paraque la gente obtenga unos ingresos modestos.

Con la ONU han llegado las agencias de ayuda. EnSarkannedou, Japón Vientos de Paz ha empezado a re-construir escuelas, con fondos de la agencia para refugia-dos de la ONU. Los trabajadores japoneses han repartidotambién tiendas de emergencia a 700 de las familias máspobres y han rehabilitado las instalaciones de agua co-rriente y saneamiento urbano. Los pueblos cercanos deGbarnga y Voinjama, en los condados norteños de Lofa yBong, han atraído a un buen número de retornados pesea la falta de infraestructura. “Necesitamos de todo y conurgencia”, afirma Ester Walker, alcaldesa de Gbarnga, quedesempeña su cargo bajo un árbol.

Miles de liberianos han vuelto también desde Costa deMarfil a la zona de Harper, donde se han abierto tiendasy restaurantes. El Consejo Danés para Refugiados ha em-pezado a rehabilitar escuelas y clínicas. El programa deun dólar por día proporciona empleo a los residentes deHarper en proyectos de limpieza de carreteras y canalesy en la reparación del faro del puerto. El Comité Inter-nacional de la Cruz Roja (CICR) ha distribuido machetesy semillas a los agricultores bajo un programa diseñadopara ayudar a los desplazados a regresar gradualmente ala vida normal.

“Los liberianos están profundamente traumatizados.Han visto demasiadas matanzas, sus mujeres han sido vio-ladas, han saqueado sus casas. Tienen que redescubrir supropio ritmo de vida, sus pequeñas alegrías y júbilos”,señala Marc Beuniche, del CICR.

¿HA TERMINADO POR FIN LA PESADILLA LIBERIANA?Algunos líderes rebeldes han pedido perdón públicamentepor su papel en el conflicto. Son hombres como Joshua Blaye,anteriormente conocido como General “Culo al Aire”, quemandaba una brigada de soldados vestidos con trajes decumpleaños porque creían que eso les hacía invulnerablesante un enemigo mejor armado durante las absurdas gue-rras de Buchanan, Kakata y Tubmanburg. Se ha convertidoa la fe evangélica y ahora viste elegantes trajes occidentales.

Aunque Taylor ya no está, sigue teniendo simpatizantes.Los líderes del MODEL y del LURD apenas tienen controlsobre sus hombres cuando éstos están de campaña. EnVoinjama, algunos ex-combatientes o miembros del LURDdisparan ocasionalmente sus armas de fuego para poner ala gente en fuga y saquear sus casas, una táctica utilizadapara sembrar el terror durante la guerra. En el campo, losintegrantes del LURD o del MODEL son consideradoscomo simples criminales. Llevan jerseys de fútbol, botasdeportivas de la NBA, gafas de sol y otras ropas “enrolla-das” cuando pasan por los pueblos a toda velocidad en susmotocicletas. Hostigan a los retornados en los pasos de fron-tera de Guinea y Costa de Marfil y recaudan por la fuerza“impuestos” de los vecinos.

A Taylor ya no se le considera una amenaza puesto quese le niega cualquier contacto con sus antiguos socios de Li-beria, dice Okello, que vino a Liberia primero en 1991 y ha te-nido varios encontronazos con la muerte a manos de las fuer-zas de Taylor mientras cuidaba de los refugiados en opera-ciones sobre el terreno. “Sin embargo, en los 14 años del fenó-meno Charles Taylor, se han creado otros muchos miles deCharles Taylor. Representan una amenaza para el futuro deLiberia”, afirma Okello, a menos que mejoren las condicionespolíticas y económicas. Y hay otro imponderable : lo que losvecinos pueden hacer contra una debilitada Liberia. �

Un contingente demantenimiento dela paz de Áfricaoccidental observaa los desplazadosliberianos queregresan poco apoco a su país.

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En el campo derefugiados deSmara, junto aTindouf (Argelia),El Ghalia llora, ríe yhace continuosademanes deabrazarse cuandose le pregunta quéhará cuando vea asu familia en elTerritorio delSáhara Occidentaldespués dedécadas de exilio.Los campos llevanel nombre de lasciudades de dondeproceden losrefugiados en elTerritorio.

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Las emociones se ponen al rojo vivo en el desierto

del Sáhara cuando familias que llevan separadas

casi tres décadas, a causa del conflicto sobre la

soberanía del Territorio del Sáhara Occidental,

se reencuentran brevemente gracias a un

programa de visitas familiares del ACNUR.

La retirada de España del Sáhara Occidental en

1975, y la posterior lucha por el control del

Territorio, obligó a unas 165.000 personas a huir

al otro lado de la frontera, a Argelia, creando

uno de los más prolongados episodios sobre

refugiados.

Instalados en cinco campamentos azotados por el

viento y dispersos en torno a Tindouf, en el

suroeste de Argelia, durante los últimos 28 años

los refugiados han vivido casi totalmente

desconectados de sus parientes del Territorio.

Por ello, cuando en marzo de este año la agencia

para los refugiados de la ONU puso en marcha

su programa de cinco días de visitas familiares,

destinado a restablecer el contacto entre los

refugiados y sus parientes del Territorio, hubo

tantas lágrimas de alegría como aprensión

ante la perspectiva del reencuentro.

El programa de visitas está resultando

extremadamente popular, con más de 800

personas que han visto ya a sus parientes y otras

18.000 en lista de espera.

SUZY HOPPER, fotógrafa del ACNUR,

obtuvo estas imágenes en un reciente viaje a la

región.

En el Territorio, en una callejuela umbrosa de la ciudadde Smara, Mohammed Fathil aguarda ansioso la llegadade sus hijas El Ghalia y Aghbanama y de cinco nietosque nunca ha visto. Mohammed sólo ha sabido de lavisita con 24 horas de antelación y se ha apresurado aorganizar una fiesta al aire libre. Sobre unas coloridasalfombras hay dispuestas bandejas de plata llenas dehigos y almendras, y las teteras se encuentran alineadasfrente al anciano padre.

Sáhara Occidental

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Cuando por fin llega elcoche de la ONU conlos miembros de lafamilia tanto tiemposeparada, las mujeresque los esperanempiezan a ulular y atocar ritmos tribalessobre el reverso deunos cubos. Los reciénllegados se vensumergidos en un marde abrazos y lágrimas.Los miembros de lafamilia beben un sorbode leche de camella yse pasan los cuencos demadera vistosamentedecorados mientrasque una de lasparientes rocíaperfume sobre lamultitud. Contemperaturas que seelevan tanto como lasemociones, al menosuna de las mujeres sedesmaya y cae sobre elsuelo con un golpeseco.

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Cuando el Antonov26 facilitado por laMisión de lasNaciones Unidaspara el Referendumdel SáharaOccidental(MINURSO)empieza a rodarsobre la pista dedespegue e inicia elviaje de una hora deduración, muchosrefugiados pareceninquietos. JamalKawash, Ayudantedel Control deTraslados de laMINURSO, recorreel pasillotranquilizando a losnerviosos pasajeros.Para muchos deellos, éste es suprimer vuelo. Unaexperimentadaazafata ucranianadistribuye bolsaspara el mareo portodo el avión.

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Los comités debienvenida de loscampos derefugiados para losfamiliares que vienende visita desde elTerritorio no sonmenos emotivos queal otro lado de lafrontera. Unamultitud derefugiados rodea elcoche de la ONU yse producenestallidosespontáneos de bailey canto mientras quese rocía perfumesobre la gente. Llegaun momento en queel conductor de laONU tiene que pedira los congregadosque se calmen y seaparten del vehículo.

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“Cada uno de estosdesplazados necesita unaración diaria de comida.Necesitan agua y serviciosde salud e higiene. Esto noes una lista de regalosnavideños. Son lasnecesidades justas parasalvar 1,2 millones de vidas.”

El Subsecretario General de laONU para Asuntos

Humanitarios, Jan Egeland,informando al Consejo de

Seguridad de las NacionesUnidas sobre la crisis en la región

de Darfur, en Sudán occidental.

���

“Los que blandieron losmachetes no son los únicosque tienen las manosmanchadas de sangre por laorgía de muertes en Ruanda.Las manos de quienes nohicieron nada por detener lamatanza también estánensangrentadas.”

Richard S. Williamson,Embajador de EE.UU., ante la

Comisión sobre DerechosHumanos de las Naciones

Unidas en Ginebra.

���

“En los últimos años, casi 5millones de personas han

podido regresar a sushogares o encontrar unnuevo lugar para rehacer susvidas. Para ellas, estas parcasestadísticas reflejan unarealidad especial, el final delargos años de exilio y elcomienzo de una nuevaexistencia con nuevasesperanzas de futuro.”

El Alto Comisionado, RuudLubbers, en torno al destacable

descenso en el número derefugiados y de otras personas

de incumbencia de la agencia en2003, la cifra más baja en al

menos una década.

���

“Discutir el significadosemántico de si esto esgenocidio o limpieza étnicano hace justicia a la crisis. Larealidad es que cientos demiles de personas están enpeligro… y que hay quetomar algún tipo demedida.”John Heffernan, miembro de un

equipo de Médicos ProDerechos Humanos, después de

su visita de dos semanas a los

refugiados de la región deDarfur, en el oeste de Sudán.

���

“Ver llorar a un hombre quepodría tener la edad de mipadre fue un poco duro. Peroresultó una experienciavaliosa.”Sulaiman Momodu, asistente de

información pública delACNUR, después de haberseguido al último convoy deretornados desde Liberia a

Sierra Leona.

���

“Me siento triste derepresentar a Iraq y pedirayuda en vez de ofrecerla.Iraq es un país rico y creoque con vuestra ayudapodemos salir de esteatolladero cuanto antes yvolver a ser una naciónorgullosa, diversa y rica quepueda ayudar a otros.”Sorya Isho, Ministra iraquí para

el Desplazamiento y laMigración, dirigiéndose a los

donantes en Amán ( Jordania).

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1. ¿Lee la revista al completo?:toda casi toda en parte

2. ¿Utiliza la revista como fuente de documentación?sí no

3. ¿Cuántas personas leen la revista que recibe?. . . . . . . . .

4. ¿Qué es lo que más le gusta de la revista? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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5. ¿Qué es lo que menos le gusta de la revista? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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6. ¿Qué tipo de artículos prefiere? Numérelos en orden depreferencia.

� . . . . . . . . Historias de interés humano sobre los refugiados y lagente que los ayuda

� . . . . . . . . Análisis de temas importantes que afectan a losrefugiados

� . . . . . . . . Informes en profundidad sobre las operaciones delACNUR en el mundo

� . . . . . . . . Historias más cortas sobre temas de refugiados a nivelmundial

� . . . . . . . . Ensayos fotográficos

� . . . . . . . . La página de Gente y Lugares

� . . . . . . . . Mapa mundial de páginas centrales

� . . . . . . . . Entre comillas

7. Cuando recibe la revista, ¿siguen sus contenidos siendorelevantes y actuales?

sí no

8. ¿Lee la revista en la página web del ACNUR?sí no

9. En general, ¿ le parece:Bien escrita y fácil de entender? sí noAtractiva y bien diseñada? sí no

Otro/a . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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10. ¿Pagaría una suscripción por la revista para ayudar asufragar sus costes de edición y envío?

sí no

11. Desde su punto de vista, ¿qué podemos hacer para mejorar ? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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12. ¿A cuál de las siguientes categorías pertenece?Personal del ACNUR ONG Gobierno

Estudiante Refugiado

Otro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Muchas gracias por su ayuda.

A nuestros lectoresEn los últimos años, la revista REFUGIADOS ha emprendido una serie de cambios en su diseño y contenido.

Creemos que ahora es más atractiva a nivel visual y que abarca bastantes más temas relacionados con los refugiados.

Sin embargo, nos gustaría conocer SU opinión y pedirle que emplee unos minutos para completar el siguiente cuestionario y enviárnoslo a:

UNHCR Publications UnitREFUGEES Magazine Survey

P.O. Box 25001211 Geneva 2, Suiza

Page 32: Darfur Crisis en - acnur.org · 31 CUESTIONARIO La revista REFUGIADOS quiere conocer su opinión. TEMA DE PORTADA ACNUR/C. SHIRLEY /CS/LBR•1997 ACNUR/S. HOPPER /DP/ALG•2004 19