Caps 1 y 2. Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea
Debates 2
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LOS DEBATES ELECTORALES Y SU INFLUENCIA
SOBRE EL LIDERAZGO: AVANCES EN LA INVESTIGACIÓN
APLICADA AL CASO ESPAÑOL
ANTONIO GARRIDO RUBIA
JAVIER SIERRA RODRÍGUEZ
Universidad de Murcia
Resumen.
Los debates electorales entre candidatos de los dos principales partidos ante unos
comicios generales se introdujeron en España de forma tardía en 1993, aunque no se
volvieron a repetir hasta 15 años después.
Desde 2008 se vuelven a celebrar debates entre los candidatos de los principales
partidos, creando expectativas de convertirse en un elemento constante en el futuro y
despertando un amplio interés por la disposición de un mayor número de experiencias y
datos para el análisis.
En esta comunicación se hace un repaso a los principales avances y situación de la
investigación sobre los debates electorales.
1. DEBATES ELECTORALES: INTERPRETACIONES, FUNCIONES Y
EFECTOS
Desde los primeros debates electorales televisados entre Nixon y Kennedy en 1960 se
ha puesto de manifiesto la importancia de los debates electorales televisados como
elementos que generan una gran atención del electorado y que provoca amplias
audiencias (Kelley, 1962; Druckman, 2003; Sorensen, 2010). Sin embargo, en España
los debates electorales televisados han sido más una excepción que una norma, a
diferencia de otras democracias más establecidas, como la norteamericana, en la que
desde hace más de cincuenta años constituyen una tradición. Los debates electorales son
un fenómeno relativamente infrecuente si nos referimos a los que han tenido lugar entre
líderes de los principales partidos políticos ante comicios legislativos en España. En
concreto se han celebrado cinco debates entre los candidatos de los dos principales
partidos, aunque sólo se han realizado en el marco de tres procesos electorales. Los
primeros tuvieron lugar en 1993, con dos debates entre Felipe González y José María
Aznar, mientras que habría que esperar quince años para asistir a la segunda ronda de
debates, dos en 2008 entre José Luís Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, y el último
en 2011 entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. Una semejanza es que, en
ambos casos, tanto en España como en Estados Unidos se produjo una pausa en la
celebración de este tipo de acontecimientos políticos, que fueron recuperados en
Estados Unidos en 1976 y en España en 2008 en lo que se refiere a las elecciones
generales y desde 2007 en las elecciones autonómicas y locales (Schroeder, 2009: 79).
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Los debates cumplen distintas funciones en las campañas electorales. Desde una visión
normativa pareciera haber un consenso muy sólido respecto al rol positivo de los
debates en democracia. Así, no hay que olvidar la contribución que tienen los debates a
las funciones que se atribuyen generalmente a las campañas electorales en su conjunto
para la legitimación del sistema democrático, los partidos y las élites políticas (Moreno,
2010: 55). Los debates permiten a los votantes la posibilidad de observar cómo se
desenvuelven sus líderes, especialmente en un contexto de gran atención pública por su
mayor audiencia en comparación al resto de acciones de comunicación electoral y por el
amplio volumen de información mediada que producen (Benoit y Harthcock, 1999;
Benoit y Hansen, 2004). Desde esta perspectiva, constituyen una oportunidad para ver
a los candidatos sin tanta edición en su propia imagen, en un formato más real y frente a
situaciones de presión por parte de sus oponentes, del público o de los moderadores. Por
eso constituyen eventos muy significativos en una campaña electoral, porque ofrecen la
oportunidad de ver a los principales candidatos cara a cara discutiendo sobre los mismos
tópicos. Los debates en la campaña electoral enfocan la atención de la audiencia,
identifican asuntos e invitan a la deliberación y se convierten en un conflicto dramático,
limitado a un tiempo breve, para responder a una audiencia.
Sin embargo, todo debate es, por antonomasia, una oportunidad para defender la postura
propia y rebatir la postura del oponente. Ello transforma al debate en una lucha en
donde prima la lógica de la campaña negativa. La comunicación negativa lo que
persigue, principalmente, no es tanto persuadir a los votantes para que cambien su voto
como disminuir la participación de los votantes del candidato contrario. En
consecuencia, algunos de sus críticos apuntan a que provocan una disminución de la
participación electoral (Kamber, 1997; Kenney, 1999; Jackson et al., 2009). Con ello se
plantea la discusión acerca de si el uso de determinadas técnicas durante la campaña
electoral no vulnera el fundamento de una de las funciones de las campañas electorales:
la participación electoral y, por ende, el reforzamiento del compromiso cívico.
También se ha relacionado el análisis de los debates con la teoría de la agenda setting y
la competición para atraer la atención de los medios hacia aquellos temas que se desean
tratar (Benoit, Hansen y Verser, 2003; Boydstun, Philips y Glazier, 2010). Su influencia
se fija desde el primer momento en el que se anuncia su celebración, estableciendo un
escenario en el que los partidos compiten por “colocar” sus temas entre los temas de la
agenda mediática y pública, de manera que sean los principalmente abordados en el
debate. Pero este alcance no se limita a la celebración del propio debate, sino que abarca
con posterioridad a la extensión en la discusión pública de los temas que han
predominado en el debate electoral. Por supuesto, sin olvidar la clásica función de los
debates de informar a los ciudadanos sobre los partidos, los candidatos y sus posiciones
políticas con carácter general (Abramowitz, 1978; Lemert, 1993; Blais y Perrella,
2008).
Asimismo, se ha especulado sobre la influencia que poseen en la orientación en el voto,
relacionando sus efectos con aquellas campañas que giran en relación al liderazgo de los
candidatos. Desde otras perspectivas, se ha estudiado la mecánica interna de la
organización de los debates, la metodología y validez de las mediciones de sus efectos y
la consideración de su influencia más allá del mero debate, extendiéndola desde el
anuncio de su celebración hasta la valoración posterior que se hace del mismo. En este
sentido, el conventional wisdom de los estudios considera comúnmente que los debates
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electorales son elementos centrales de las campañas por la amplia atención que generan
y la posibilidad de cambiar la orientación del voto, aunque la intensidad de su influencia
en el comportamiento electoral está por precisar científicamente. La función principal
que se atribuye a los debates desde el punto de vista de la decisión de voto es la de
“refuerzo” del electorado y de un mayor conocimiento de los candidatos, al margen de
la incidencia o el impacto que puedan tener en el electorado indeciso.
Esta influencia o efecto, inevitablemente, está estrechamente vinculada a las previas
expectativas de voto y a la competitividad del sistema de partidos. Así, algunas
investigaciones sobre los primeros debates celebrados en 1993 planteaban que sus
efectos sobre el comportamiento electoral son más relevantes cuanto más competitivas y
disputadas estén las elecciones antes del mismo (Lledó, 2001: 164). Puesto que se
presume que su influencia en la decisión de voto es leve, sólo si están muy igualadas las
posiciones de los contendientes, puede existir una mayor influencia en el
comportamiento electoral de los debates, por cuanto pueden convertirse en decisivos.
Las consecuencias potenciales para el candidato que se considere “ganador” según las
lecturas posteriores pueden ser importantes en dicho contexto, siempre y cuando la
consideración de “ganador” sea muy clara o cuando los medios de comunicación en
sus posteriores juicios vayan al unísono respecto al “vencedor” de un debate, en lugar
de mantener una mayor disparidad de opiniones al respecto (Luengo, 2011: 92-93;
Luengo y Marin, 2009). Sin embargo, la consideración del ganador parece ser
solamente un efecto agregado de las preferencias previas de los electores (Sierra, 2012)
y además a su vez pueden estar distorsionadas por los análisis de la prensa y los medios
de comunicación, dado que los partidos suelen desarrollar el correspondiente “spin”,
consistente en fijar la agenda posterior de los medios de comunicación e influir en la
interpretación que estos realizan sobre el debate lectoral, con la idea de ganar también
“el debate sobre el debate” (Schroeder, 2008: 252-260; Tuman, 2008: 155-159).
2. LA PERCEPCIÓN SELECTIVA Y RESULTADO DEL DEBATE EN LAS
ENCUESTAS DEL CIS
El análisis de la percepción selectiva en la consideración del ganador del debate es uno
de los principales aspectos que se abordan en esta comunicación, por lo que es necesario
tener una referencia sobre los datos de los sondeos realizados tras las elecciones que
indican quien fue el candidato “más convincente” de cada debate. En el debate de 2011
y según la encuesta post-electoral de CIS, el 39,6% de los entrevistados consideraba
como ganador a Mariano Rajoy, frente al 23,4% que mencionaba a Alfredo Pérez
Rubalcaba, mientras que un 5,4% pensaba que ambos habían sido igual de convincentes
y un 24,4% que no lo había sido ninguno de los dos. En los anteriores comicios de 2008
la encuesta post-electoral del CIS preguntaba por el candidato más convincente en los
dos debates conjuntamente y el 53,3% señalaba a José Luís Rodríguez Zapatero,
mientras que un 21,5% lo hacía a Mariano Rajoy. El resto de porcentajes se repartía
entre quienes consideraban a ambos por igual (6,9%), a ninguno de los dos (15,8%) o
NS/NC (2,5%).
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Tabla 1. Percepción sobre el candidato más convincente
en el debate. Datos globales y según intención de voto (%).
Debate 2011
Debates 2008
Percepción del
ganador
Intención de voto
(fase pre-electoral) Todos Percepción del
ganador
Intención de voto
(fase pre-electoral) Todos
PSOE PP PSOE PP
Alfredo Pérez
Rubalcaba 60,5 4,5 23,4
José Luís Rodríguez
Zapatero 86,7 12,5 53,3
Mariano Rajoy 12,4 75,9 39,6 Mariano Rajoy 3,0 66,1 21,5
Los dos por igual 5,0 3,7 5,4 Los dos por igual 2,8 7,2 6,9
Ninguno de los dos 17,2 11,6 24,4 Ninguno de los dos 6,4 11,5 15,8
N.S. 4,6 4,2 6,5 N.S. 1,0 1,5 1,6
N.C. 0,4 0,1 0,7 N.C. 0,1 1,2 0,9
Total 100,0 100,0 100,0 Total 100,0 100,0 100
Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.708 y 7.711 elecciones generales de 2008 y 2011
Además del posible efecto de coordinación de expectativas sobre el ganador del debate
por parte de las encuestas divulgadas tras el mismo y su efecto derivado la encuesta del
CIS, distintas variables como la valoración del líder, la intención de voto o la
identificación partidista pueden explicar la percepción del resultado del debate, lo que
supone que la percepción del ganador está fuertemente influenciada por las actitudes y
preferencias preexistentes (Festinger, 1957; Gerber y Green, 1999; Yawn y Betty, 2000;
Lledó, 2001; Reinemann y Maurer, 2005; Luengo, 2011). Cada elector, en función de
esta “percepción selectiva”, tiende a considerar como ganador al candidato preferido o
de su partido y, por tanto, lo más probable es que aquel que se corresponda con el
mayor porcentaje de electores que muestran unas predisposiciones claras antes de las
elecciones quedará reflejado como ganador en las encuestas (Sierra, 2012).
Por lo que respecta a la relación entre las preferencias previas y la percepción del
ganador, la tabla anterior recoge los datos sobre el “ganador” del debate en los años
2008 y 2011 en función de la intención de voto al PP y al PSOE obtenida en la fase pre-
electoral de ambas encuestas panel. Así, observamos que quienes tenían una intención
de voto hacia el PP daban como ganador principalmente a su candidato, Mariano Rajoy,
tanto en 2011 (75,9%) como en 2008 (66,1%). Lo mismo sucedía con las personas que
declaraban su intención de votar al PSOE: en 2011 un 60,5% daba como ganador a
Rubalcaba y en 2008 un 86,7% a José Luís Rodríguez Zapatero. En ambos casos se
observa que los electores tienden a considerar ganador al candidato del partido por el
que van a votar, pero los porcentajes correspondientes a las opciones de empate son
importantes, motivo por el cual la principal interpretación de los datos es que las
preferencias previas actuarían como una barrera a considerar “ganador” al candidato
del partido contrario del que se muestra intención de voto, por lo que en todo caso, los
individuos optarían por el “empate”, conclusión similar a la de los estudios previos
respecto a los debates de 1993 (Lledó, 2001:165). En un estudio experimental utilizando
un sistema de recepción de respuesta en tiempo real (RTR) de los debates de 2008, que
intentaba medir los efectos de la predisposición ideológica sobre las percepciones y
reacciones inmediatas de los telespectadores, se concluyó también que “el modo en el
que los participantes reaccionan a las intervenciones de los candidatos estaba sesgado de
forma directa dependiendo de quién creían ellos previamente que iba a ganar el debate,
y de a quién tenían planeado votar” y que “aquellos participantes que pensaban votar al
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candidato conservador mostraron una clara predisposición a valorar las intervenciones
de Rajoy, mientras que aquellos que reconocían su voto a los socialdemócratas en el
cuestionario, expusieron un patrón de evaluación más beneficioso para Zapatero”
(Luengo, 2011: 89-90); una pauta confirmada, además, en el análisis mencionado, a
través de la correlación positiva entre variables como la presunción y las expectativas
previas sobre el ganador o la identificación partidista y el veredicto o la impresión sobre
el ganador.
¿Hay, por tanto, un ganador del debate? Esta interpretación, que se realiza desde los
ámbitos periodísticos, parece ser, más bien, un reflejo de la percepción selectiva y de las
preferencias sesgadas que previamente existen sobre cada candidato, matizadas por los
datos que distinguen entre el convencimiento sobre la actuación positiva del candidato
preferido o una percepción de igualdad de ambos y los efectos de coordinación de
expectativas de los propios sondeos previos ya apuntados. Para aquellos electores que
poseen una preferencia previa, no “pierde” su candidato o sólo en porcentajes muy
bajos le resulta más convincente el contrincante. Más bien, se puede considerar que
ambos candidatos ganan para sus respectivos electores, aunque la diferencia radica en la
mayor ambigüedad o percepción de intensidad sobre la ventaja de uno u otro, algo que
se evidencia a través de las categorías “los dos por igual” y “ninguno de los dos”. En
todas las encuestas publicadas, parece existir una percepción tendente a considerar a
Rajoy como más convincente en el debate. No obstante, podemos hacer distintas
conjeturas acerca de si estos porcentajes mayores para el líder popular no son
estrictamente fruto de una evaluación racional del debate, sino del encorsetamiento o
constricción que experimentan los votantes al tener unas preferencias iniciales dadas y,
por tanto, consecuencia del efecto agregado de existir una mayor masa de electores que
tienen una predisposición favorable hacia el PP y su candidato.
2.1 Percepción selectiva según la preferencia por un partido.
Existen actitudes hacia los partidos en las que se observa una clara influencia en la
consideración del candidato “más convincente” en los debates. Para analizar esta
influencia observamos algunas preguntas de la encuesta panel del CIS en su fase pre-
electoral como el partido al que votaría si las elecciones se celebrasen al día siguiente, el
partido por el que siente simpatía o el partido que le gustaría que ganase. En función de
la opción elegida, PSOE o PP, obtenemos dos subpoblaciones y a través de ellas
analizamos el porcentaje de encuestados de cada población que considera más
convincente a cada candidato. Todos los datos nos llevan a observar que en función del
partido preferido, por el que el encuestado muestra simpatía o el que le gustaría que
ganase, se señala con mayor intensidad al respectivo candidato de ese mismo partido
como más convincente en detrimento del candidato del partido opositor. Si bien los
porcentajes son más abultados a favor de la actuación de Rajoy en el debate entre los
que muestran predilección por el PP, el hecho diferencial radica en la distancia entre un
candidato u otro según la variable analizada, con el denominador común de que siempre
es mucho más señalado el candidato del partido preferido.
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Tabla 2. Distribución de encuestados que señalan a cada candidato como más
convincente en el debate electoral según diversas variables de la encuesta pre-
electoral (%).
Candidato "más convincente" en el
debate
Partido por el que muestra intención de voto
PSOE PP
Alfredo Pérez Rubalcaba 60,5 4,5
Mariano Rajoy 12,4 75,9
Candidato "más convincente" en el
debate
Partido por el que muestra simpatía
PSOE PP
Alfredo Pérez Rubalcaba 52,0 3,7
Mariano Rajoy 16,8 77,9
Candidato "más convincente" en el
debate
Partido que le gustaría que ganase
PSOE PP
Alfredo Pérez Rubalcaba 56,7 5,2
Mariano Rajoy 12,0 74,2
Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011
2.2 Percepción selectiva según recuerdo de voto.
Teniendo en cuenta que habitualmente se ha considerado el recuerdo de voto como un
indicador parcial de la identificación partidista, podemos extraer los datos de esta
percepción en función del recuerdo de voto. Así, se observa que entre quienes votaron al
PP en 2008 hay un porcentaje alto de quienes consideran ganador a Rajoy (78,6%),
mientras que entre quienes votaron al PSOE en 2008 el porcentaje de los que señalan a
Rubalcaba como ganador es del 44,4%, siendo el más bajo de los extraídos hasta ahora
entre los segmentos considerados partidarios del PSOE. Esto concuerda con los
resultados electorales y las explicaciones que hasta la fecha se han dado sobre los
motivos de la victoria popular en 2011, de modo que los votantes del PSOE de 2008 han
tenido unas trayectorias de voto diferenciado en 2011 y por tanto dentro de ese conjunto
de votantes del PSOE existe una proporción indeterminada de electores que tendrían
otras preferencias previas ante los últimos comicios y por tanto no percibían a
Rubalcaba tan positivamente, de ahí que resulte en ese segmento a priori socialista el
menor porcentaje de los que señalan al candidato del PSOE como “más convincente”.
En el caso del recuerdo de voto respecto a las elecciones autonómicas de 2011 los
resultados sobre Mariano Rajoy son similares (77,2% de los votantes del PP), mientras
que en el caso de los votantes del PSOE sube al 50,4% el porcentaje de los que
consideran vencedor a Alfredo Pérez Rubalcaba.
Tabla 3. Distribución de encuestados que señalan a cada candidato como más
convincente en el debate electoral según recuerdo de voto en 2011 y en 2008 (%).
Candidato "más
convincente" en el debate
Recuerdo de voto 2011
(autonómicas)
Recuerdo de voto en 2008
(generales)
PP PSOE PP PSOE
Alfredo Pérez Rubalcaba 3,3 50,4 2,5 44,4
Mariano Rajoy 77,2 17,8 78,6 20,9
Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011
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2.3 Intensidad de las preferencias partidistas.
Al extraer los resultados según el recuerdo de voto de 2011 observamos las mayores
correlaciones entre el partido elegido y la percepción del ganador, por lo que para
mantener la tesis de que estos porcentajes son un mero reflejo de las actitudes previas,
tendríamos que aislar las personas cuyas preferencias previas respecto a los partidos
tuviesen una alta intensidad de dicha preferencia en función de un partido determinado.
Por ello, surge la duda sobre cómo medir la intensidad de las preferencias partidistas
previas, ya que en la encuesta panel del CIS en su fase pre-electoral no hay una
pregunta relativa a la intensidad de la proximidad, por lo que hemos tomado para ello la
correspondiente a la probabilidad de votar a cada partido, cuya respuesta se mueve en
una escala de 0 a 10 donde 0 significa que “con toda seguridad, no le votaría nunca”,
mientras que 10 es “con toda seguridad le votaría siempre”. Una alternativa,
obviamente, sería utilizar una variable “proxy”.
Analizando los datos relativos a la probabilidad de votar al PSOE, éstos muestran una
correlación entre la percepción del ganador y la probabilidad del voto, de manera que a
mayor probabilidad de votar al PSOE encontramos las proporciones más altas de los
que consideran como ganador a Rubalcaba, llegando al 65% entre quienes señalan que
con toda seguridad le votaría siempre. Este porcentaje es el más alto de los analizados
hasta ahora para Rubalcaba, lo que nos lleva a pensar que esa alta intensidad de la
probabilidad de votar al PSOE se muestra como la variable que mejor corrobora que la
realidad política se observa en función del partidismo, pero solo funciona en sentido
positivo, ya que en sentido negativo, aunque se observa que a menor probabilidad de
votar al PSOE crece el porcentaje de personas que consideran a Rajoy como vencedor,
el mayor porcentaje del 58,1% obtenido entre quienes afirman que no votarían al PSOE
nunca no es tan alto como otros obtenidos según otras actitudes previas.
Gráfico 1. Candidato más convincente en el debate según la probabilidad de votar
al PSOE (%).
Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011
Considerando los datos de la probabilidad de votar al PP se vuelve a reflejar que, según
crece dicha probabilidad, aumenta la valoración de Rajoy como contendiente más
“convincente”, llegando al 81,4% entre quienes afirman que votarían siempre al PP y
7,7 10,2 9,9
16,8 14,2
28,8 30
45,2
43
54,9
65 58,1
56,2
42,4
40,1
48,1
30,6
17,9
15,1 14 10,5
0
10
20
30
40
50
60
70
Alfredo Pérez Rubalcaba
Mariano Rajoy
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arrojando el porcentaje más bajo de los que creen que fue más convincente Rubalcaba
(2,7%). De nuevo se observa que, en sentido inverso, no funciona del mismo modo
porque en el caso de quienes “no votarían nunca” al PP el porcentaje de los que valoran
a Rubalcaba como vencedor llega al 41,5%, siendo de los más bajos de los analizados
hasta ahora para un segmento poco proclive al PP. Esto es, una alta intensidad de las
preferencias condiciona el modo de ver la realidad en el mismo sentido, sin embargo
una baja intensidad en las preferencias, no quiere decir necesariamente que se oriente en
sentido contrario, ya que puede estar relacionada con la neutralidad del electorado o su
desafección política.
Gráfico 2. Candidato más convincente en el debate según la probabilidad de votar
al PP (%).
Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011
La interpretación de estos datos parece sugerir que las preferencias partidistas y la
intensidad de las mismas funcionan como un buen mecanismo de interpretación de la
realidad, y que a mayor partidismo, mayores posibilidades hay de ver la realidad
política bajo el prisma de la definición de problema del partido y por tanto, de sus
líderes. Esto nos conduciría al viejo debate sobre la capacidad racional de los individuos
para analizar la realidad política al margen de la identificación o vínculos partidistas,
algo que es completamente compatible a la vista de los datos y que sólo ve minorada
esta capacidad racional cuando el partidismo tiene una amplia intensidad. Además, se
extrae de los datos recogidos por las encuestas del CIS que la animadversión a votar a
un partido determinado no conlleva que se contemple la realidad bajo ese mismo
prisma, lo que nos sugiere que dentro de ese conglomerado de electores que no votarían
nunca a un partido determinado o bien no necesariamente se esconde el principal
partido rival sino terceros partidos o bien que la animadversión tiene relación con otras
variables como la ideología.
2.4 Posicionamiento en la escala ideológica
El posicionamiento ideológico nos ofrecen un panorama coherente a lo mantenido hasta
ahora respecto a la percepción del ganador, de manera que crece nítidamente el
porcentaje de los que consideran como ganador al candidato que se corresponde o
asocia con su posicionamiento ideológico, de manera que según avanzamos hacia la
41,5 37,2 33,7
29
21,7 18,2 14
10,2 5,9 3,6 2,7
13,2 18,6 24,7 23,3
23,7 42
56,7 61
68,8 78,5
81,4
0102030405060708090
Alfredo Pérez Rubalcaba
Mariano Rajoy
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izquierda crece el porcentaje de los que señalan a Pérez Rubalcaba y decrece el
correspondiente a Mariano Rajoy. En sentido contrario sucede la pauta inversa, si bien
tiene la excepción correspondiente a la “extrema derecha” que refleja una menor
intensidad entre quienes dan como ganador a Rajoy, pero siguen siendo datos
coherentes e incluso porcentajes más amplios que en el extremo contrario, puesto que el
75,3% de los votantes ubicados en la extrema derecha dan como vencedor a Rajoy (un
3,2% a Pérez Rubalcaba) y un 50,2% de la extrema izquierda señalan como ganador al
candidato socialista (un 8,2% a Rajoy).
A la vista de los datos segmentados según el posicionamiento en la escala ideológica, se
podría mantener que la misma sigue una lógica similar al recuerdo de voto o la simpatía.
El porcentaje de quienes señalan a Rajoy alcanza su máximo (88,5%) en el espectro de
la derecha, mientras que en el caso de la izquierda el porcentaje más alto que consigue
es del 50,2%, notablemente inferior, de manera que la pauta corroborada por los
resultados electorales nos llevaría a sostener que las consecuencias del desencanto con
el Gobierno socialista se habrían proyectado en la percepción de sus candidatos incluso
entre los votantes de su mismo espectro ideológico.
Tabla 4. Candidato más convincente en el debate
según el posicionamiento en la escala ideológica (%).
Candidato
"más convincente"
en el debate
Autoposicionamiento en la escala ideológica
Extrema
izquierda 2 3 4 5 6 7 8 9
Extrema
derecha
Alfredo Pérez
Rubalcaba 50,2 38,2 39,3 40,7 20,7 6,7 3,4 5,7 2,6 3,2
Mariano Rajoy 8,2 12,2 16,4 20,1 38,5 63,8 74,5 76,5 88,5 75,3
Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011
2.5 Variables relacionadas con los candidatos.
En el caso de las variables relacionadas con los candidatos hemos utilizado como
referencia la valoración de los candidatos y la confianza que inspira cada uno de ellos.
En ambos casos observamos la misma pauta: a mayor valoración o confianza que
inspira un candidato, mayor es el porcentaje de electores que lo señalan como “ganador”
del debate; por el contrario, a menor valoración o confianza, mayor es la proporción de
aquellos que señalan al rival en el debate como “ganador”.
En los extremos el porcentaje de aquellos que valoran con un 10 a Alfredo Pérez
Rubalcaba es del 65,5%, mientras que en el caso de Mariano Rajoy alcanza hasta el
82,1%. Por lo que respecta a la confianza, entre aquellos a quienes inspira “mucha” o
“bastante” confianza Rubalcaba consideran que fue el candidato más convincente en
porcentajes del 68,5% y 46,2% respectivamente, mientras que en el caso de Rajoy son
muy superiores, el 82% y 75,8% respectivamente.
Por último, podemos observar los datos sobre la percepción del “ganador” en función
del candidato que prefiere como presidente del Gobierno, alcanzando el 48% entre los
que prefieren a Alfredo Pérez Rubalcaba y el 71,5% entre los que señalan su preferencia
por Mariano Rajoy.
10
Tabla 5. Candidato más convincente en el debate
según su valoración en una escala de 0 a 10 (%).
Candidato
“ganador”
Valoración de Alfredo Pérez Rubalcaba
Muy mal 1 2 3 4 5 6 7 8 9 Muy bien
Alfredo Pérez Rubalcaba 4,2 7,4 5,1 6,6 11,0 19,1 32,5 39,8 50,3 52,7 65,5
Mariano Rajoy 68,8 61,3 54,8 51,2 41,3 36,8 29,4 22,8 22,2 19,5 14,0
Candidato
“ganador”
Valoración de Mariano Rajoy
Muy mal 1 2 3 4 5 6 7 8 9 Muy bien
Alfredo Pérez Rubalcaba 41,2 37,5 36,2 36,3 31,4 21,3 12,6 8,3 8,1 4,9 5,1
Mariano Rajoy 9,9 8,7 16,6 20,8 22,5 40,0 56,9 67,2 74,5 82,1 85,8
Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011
Tabla 6. Candidato más convincente en el debate según la confianza que inspira
y la preferencia como presidente del Gobierno (%).
Percepción de ganador
del debate
Respecto a Mariano Rajoy
Mucha confianza Bastante confianza Poca
confianza
Ninguna
confianza
Alfredo Pérez Rubalcaba 5,3 5,0 21,6 39,4
Mariano Rajoy 82,0 75,8 37,4 12,8
Percepción de ganador
del debate
Respecto a Alfredo Pérez Rubalcaba
Mucha confianza Bastante confianza Poca
confianza
Ninguna
confianza
Alfredo Pérez Rubalcaba 68,5 46,2 17,1 5,8
Mariano Rajoy 10,1 19,6 39,7 59,2
Percepción de ganador
del debate
Preferencia como Presidente del Gobierno
Alfredo Pérez
Rubalcaba Mariano Rajoy
Le es
indiferente
Ninguno de
los dos
Alfredo Pérez Rubalcaba 48,0 4,4 10,5 12,5
Mariano Rajoy 14,2 71,5 27,4 18,9
Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011
3. LA INFLUENCIA DE LAS PREFERENCIAS PREVIAS EN LAS
PERCEPCIONES SOBRE EL “GANADOR” DEL DEBATE: MODELOS
ALTERNATIVOS
Algunos estudios (Campbell et al., 1960) a mediados del siglo pasado enfatizaron la
identificación partidista como una vinculación psicológica a largo plazo hacia un
partido político determinado que supone “un tamiz perceptivo a través del cual el
individuo tiende a ver lo que le es favorable para su orientación partidaria”, de manera
que “cuanto más fuerte es el vínculo partidario, más exagerado es el proceso de
selección y perpetua la distorsión” (Campbell 1960:133). Este vínculo no es óbice para
que, a corto plazo, el individuo pueda alejarse de su inclinación o predisposición
natural, adquirida a través de la socialización política en una edad temprana, pero el
individuo tendería a volver al camino marcado por su “lazo” afectivo con dicho partido
y, de hecho, su visión sobre la realidad política estaría influenciada por el. Abramson
(1987: 93) describe las funciones de la identificación partidista, en el sentido expuesto
en The American Voter, y la define como “formación de opiniones”, lo que supone que
para captar su verdadera influencia habría que observar no solamente la dirección de la
identificación partidista, sino también la fuerza o intensidad de la misma. Así es posible
11
prever situaciones en las que los electores pueden predeterminar sus opiniones en
función de su identificación partidista, lo que aparentemente parece suceder con la
percepción de “ganador” o “perdedor” de los debates.
Por supuesto, desde que se propuso la identificación partidista como modelo explicativo
del voto, han existido numerosas críticas a su aplicación en Europa en Europa, en
general (Thomassen, 1976) y también en España (Rico, 2009: 85-123), por mostrar un
comportamiento menos estable, por no existir un bipartidismo tan perfecto como en
Estados Unidos o por la propia naturaleza de los sistemas parlamentarios europeos. De
ahí que se haya tendido a hacer asociaciones del modelo de la identificación partidista
con la identificación ideológica. No obstante, se argumenta que en los sistemas
parlamentarios, la identificación partidista y el voto es más difícil de distinguir porque
hay una mayor correlación entre ambos, en contraposición con las democracias
presidencialistas en las que las características de los candidatos y la marca “candidato”
son el factor que origina una mayor desviación en el voto respecto a la identificación
previa que los votantes poseen antes de los comicios (Thomassen y Rosema, 2009: 56 y
57). Si tomamos como referencia la alusión a las características de los candidatos como
el factor que más desvía el voto respecto a la identificación partidista en distintas
democracias, como en el caso estadounidense, podemos plantear que ante los debates
electorales, previsiblemente afectarán las actitudes hacia los candidatos y no sólo las
actitudes previas hacia los partidos, según hayan venido determinadas por la
identificación partidista del individuo. Esto es así porque las propias características de
un debate electoral, un cara a cara entre los dos principales líderes de los partidos,
adoptan o simulan el modelo americano en el que solo uno es el vencedor y el espacio
acotado a los líderes otorga una visión bipartidista del debate, en el que los candidatos o
líderes son el elemento primordial y juegan un rol superlativo, relegando incluso a sus
propias formaciones políticas.
De este modo, planteamos que la percepción sobre el ganador o perdedor proviene de
una atención selectiva de los individuos a su vez predeterminada por sus posiciones
previas y actitudes ante los partidos y candidatos. Pero, si los individuos que observan
los debates electorales ya vienen condicionados por sus preferencias previas ¿sirven los
debates para algo? ¿hasta qué punto es verdad que condicionan las preferencias previas?
¿qué variables son las que tienen una relación más nítida al respecto? En el caso de las
elecciones generales de 2011 y el “cara a cara” entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez
Rubalcaba, podemos comprobar el tipo de variables más relacionadas con la tesis de que
las preferencias previas o vinculación previa son las que determinan, en mayor medida,
la percepción sobre el ganador o perdedor, utilizando las preguntas de la encuesta panel
del CIS. Para ello, consideramos que nuestra variable dependiente, el ganador del
debate, es una pregunta formulada en la fase post-electoral1 y que las preguntas que se
incorporan en las variables del modelo proceden de la fase pre-electoral de dicha
encuesta panel.2 Si bien la elección de esta metodología nos puede llevar a plantear que
hay sesgos o que influye la campaña electoral en la percepción de los individuos,
entendemos que la comparabilidad de ambas encuestas, obviamente, es adecuada.
1 Estudio CIS núm. 2.920 post-electoral elecciones generales 2012.
2 Estudio CIS núm. 2.915 pre-electoral elecciones generales 2012.
12
3.1 Variables y estrategia de recodificación.
Para comprobar los efectos de la percepción selectiva sobre el resultado del debate,
desarrollamos tres modelos a través de regresión logística binaria: uno a partir de las
variables relativas a la vinculación partidaria, otro de las variables relacionadas con los
candidatos y un tercer modelo integrador que analiza ambos tipos de variables.3 Se ha
seguido, en la construcción de los modelos, la línea de investigación planteada por
Lledó (2001:160), que apunta como factores relevantes o predictores de la percepción
de “ganador” a las variables de la identificación/proximidad con los partidos, la
evaluación previa de los líderes y la intención de voto.
Entre las variables vinculadas con la identificación o proximidad a los partidos
políticos, y analizando las posibilidades de la encuesta panel del CIS, distinguimos entre
el recuerdo de voto de las elecciones generales de 2008 y de las autonómicas de 2011, la
intención de voto para las elecciones que nos ocupan, la simpatía/cercanía a los
partidos, la preferencia por un partido determinado y la probabilidad de voto.
Adicionalmente, incluimos la variable “proximidad ideológica”, resultado de la
medición de la distancia entre el posicionamiento en la escala ideológica de los
individuos y la ubicación en la misma escala que atribuyen al PP y al PSOE. Entre las
variables relacionadas con los candidatos hemos seleccionado las siguientes: candidato
que mayor confianza genera, candidato más valorado y candidato preferido como
Presidente del Gobierno.
Dichas variables han sido seleccionadas a partir de dos criterios no necesariamente
concurrentes: el primero de ellos es que reflejan total o parcialmente las principales
propuestas explicativas que han sugerido otros trabajos académicos previos y el
segundo es explotar el cuestionario de la encuesta panel en aras de explorar las variables
que puedan conformar un modelo válido para la explicación de la visión del “ganador”
en función de las preferencias previas. Así, se han incluido variables con un criterio
flexible que posteriormente serán excluidas por las razones que se mencionarán al
analizar los análisis de regresión logística. Adicionalmente, utilizamos como variables
de control el sexo, la edad y el nivel de estudios y el posicionamiento ideológico. La
estrategia de recodificación de cada una de las variables se resume en los CUADROS I
y II anexos.4
3 No obstante, se recuerda que cada modelo tiene su lógica propia y por tanto, el modelo integrado que
obtengamos nos servirá para poner a prueba cuáles de los dos tipos de variables son las más adecuadas
para que expliquen por si solas la influencia de las preferencias previas en la opinión sobre el ganador de
los debates. 4 En la estrategia de recodificación se ha seguido un criterio uniforme según el cual los valores a adoptar
por todas las variables reflejan convicciones previas enfrentadas según la dirección de sus valores, es
decir, que una variable nos indicará en su mínimo valor una preferencia previa hacia Pérez Rubalcaba,
hacia el PSOE o hacia la izquierda, mientras que los valores máximos tenderán hacia Rajoy, el PP o la
derecha. Este criterio, adoptado para la recodificación de las variables originales de los cuestionarios de la
encuesta del CIS, tiene la finalidad de medir solamente las situaciones en las que hay claridad en las
preferencias previas y no se confunden ante ambigüedades de los encuestados, como podría suceder al
valorar igualmente a Rajoy y Rubalcaba o similares situaciones en las que no se muestra una preferencia
por candidatos o partidos. La única variable en la que se ha realizado una excepción es en el caso del
posicionamiento ideológico en la que se mantiene el “centro”, que según los planteamientos descritos
podría considerarse como ambigüedad, pero se ha mantenido por la función de control a desempeñar y
por la importancia que posee respecto al número de votantes que se ubican en este espacio del espectro
ideológico. Este planteamiento se corresponde con las tesis planteadas inicialmente porque vamos a medir
lo que sucede en los individuos con preferencias previas marcadas y analizar su influencia sobre un
fenómeno aparentemente independiente como es el juicio sobre el candidato más convincente en el debate
13
3.2 Análisis de regresión logística binaria de las variables relacionadas con los
partidos y los candidatos.
En la construcción de un modelo que incluya a las variables relacionadas con los
partidos, el tratamiento de las siete variables relacionadas nos llevaría a concentrarnos
en un modelo compuesto por la intención de voto y la proximidad ideológica. Por sí
mismas, el resto de variables en combinación unas con otras, tienen una buena
capacidad predictiva, pero no tan importante, como la “intención de voto” o con la
“preferencia de victoria”, que resulta cercana al 90%. Estas últimas parecen medir
prácticamente lo mismo, por lo que vendrían a ofrecer resultados similares. En todo
caso, la inclusión de ambas variables en un mismo modelo no ofrecía mejoras
sustantivas en la capacidad predictiva del modelo o en la bondad de su ajuste y la
intención de voto mostraba un comportamiento mejor, por lo que son ésta y la
proximidad ideológica las variables explicativas que finalmente lo constituyen. En el
resto de los casos, los principales motivos de exclusión han tenido relación con el
principio de parsimonia porque su aporte no era sustantivo o bien no eran significativos,
como ha sucedido en este modelo con las variables del control.
En lo que respecta al modelo concreto y atendiendo a los datos, posee una capacidad
predictiva global del 90,6% de los casos analizados y del 90,5%, si atendemos solo a
quienes señalan como ganador a Mariano Rajoy5.
Tabla 7. Modelo de variables
relacionadas con los partidos: intención
de voto y proximidad.
Tabla 8.
Modelo de variables relacionadas con
los candidatos: candidato más valorado.
Variables independientes B
Intención de voto 3,512***
Proximidad ideológica 1,636***
Constante -1,748***
Pred. Correctas globales % 90,6
Pred. Correctas % 90,5
Pseudo R2 (Nagelkerke) 0,714
N 1.544
Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del
estudio panel 7.711 del CIS.
*** p<0,001; ** <0,05; *p<0,10
Variables independientes B
Candidato más valorado 3,312***
Posicionamiento ideológico. Ref: extrema
izquierda
Izquierda 1,268***
Centro 2,099***
Derecha 3,017***
Extrema derecha 2,954***
Constante -2,676***
Pred. Correctas globales % 87,0
Pred. Correctas % 83,2
Pseudo R2 (Nagelkerke) 0,651
N 2.299
electoral, lo que constituye nuestra variable dependiente y que por su propia característica como
dicotómica, no incluye las situaciones de empate o descarte de ambos candidatos como ganadores del
debate, sino solo las situaciones en las que se considera como vencedor a Rajoy o a Rubalcaba. 5 En cuanto a la bondad de ajuste, la prueba de Hosmer y Lemeshow nos indica su validez (no
significativa p=0,655) y el coeficiente de determinación R2=0,714 (estadístico de Nagelkerke) una alta
proporción de varianza de la variable dependiente (VD) explicada por las variables predictoras (VPs). Las
dos variables explicativas del modelo tienen un impacto positivo sobre la variable dependiente, aunque la
influencia que ejerce cada una es asimétrica, ya que los datos revelan que la principal variable es la
intención de voto, quedando relegada a un segundo plano la proximidad ideológica.
14
Del proceso de análisis de las variables relacionadas con los partidos a lo largo del cual
se han ido descartando algunas variables, se extraen varias reflexiones. En primer lugar,
en el caso de la regresión logística no hay una prueba específica de la existencia de
multicolinealidad más allá de los posibles síntomas que se puedan detectar por
incongruencias en los modelos o por la no alteración de los mismos al omitir variables
que aparentemente contribuían al modelo (Greene, 1998).
No obstante, exploramos su posible existencia desde la perspectiva estadística en base a
las correlaciones bivariadas, así como desde un punto de vista sustantivo, considerando
si pueden o no medir lo mismo. Observando la alta correlación entre las variables, su
inclusión en un mismo modelo podría no ser adecuada6. En términos sustantivos, a
excepción de la simpatía que se percibe como una preferencia más estable, podría
considerarse una misma medición la probabilidad de voto, preferencia de victoria e
intención de voto.
En segundo lugar, la relación entre el “recuerdo de voto” y las variables “intención de
voto” y asimiladas, pese a estar relacionadas y previsiblemente existir cierto
solapamiento entre ellas, en puridad, miden dos cosas diferentes, y de ahí, el tratamiento
que se ha hecho de las variables basadas en el recuerdo, aunque finalmente no forman
parte de los modelos porque no los mejoran. Además, en combinación con otras de las
variables tratadas, aumentan la capacidad predictiva, lo que nos lleva a considerar que,
efectivamente, el “recuerdo de voto” y más aún, el que se orienta en la misma dirección
entre dos elecciones (generales de 2008 y autonómicas de 2011), así como la simpatía,
son, a su vez, un reflejo de los electores que tienen unas convicciones definidas respecto
al PP y al PSOE y, consecuentemente, contribuyen a una orientación de voto o
preferencia de victoria determinada, pero no necesariamente coincidente, porque la
intención de voto o la preferencia de victoria, recogen a estos votantes (fieles o
definidos), pero también a otros según la coyuntura específica de las elecciones
(contexto de crisis, desgaste del gobierno y voto de castigo, etc.). Por último, una
tercera observación tiene que ver con todas las variables (probabilidad de voto, simpatía
y recuerdo de voto en 2008 y 2011) que han sido, finalmente, descartadas del modelo,
debido al principio de parsimonia principalmente. El hecho de no incluir estas variables
en el modelo no significa negar su capacidad predictiva; al contrario, se mantiene que
las preferencias previas que se miden directa o indirectamente por las variables
descartadas muestran un poder explicativo amplio y que, en ausencia de la variable
“intención de voto” o “preferencia de victoria”, funcionan adecuadamente en los
modelos de regresión logística binaria, siendo significativas todas ellas (según la
combinación concreta), con una capacidad predictiva amplia y cercana al 90%
(combinando más de una) y con una buena bondad de ajuste.
6 Según la correlación de Pearson, la intención de voto correlaciona con preferencia de victoria
(p=0,967**), con probabilidad de voto (p=0,976**) y con simpatía (p=0,915**).
15
Al igual que en el caso anterior, la propuesta de un modelo centrado en los candidatos
tenía la intención de testar la capacidad explicativa de los factores relacionados con los
candidatos. La construcción del modelo tenía una mayor sencillez de partida originada
por la existencia de menos variables (“candidato preferido”, “candidato más valorado” y
“preferencia como presidente del gobierno”), aunque su complejidad provenía de una
pauta común consistente en que cualquiera de ellas cumplía una función similar a la otra
y por sí solas no realizaban aportes superiores. De ahí, que se sugiriese una correlación
muy amplia entre ellas, que una vez comprobada (p>0,9**), se complementaba con la
sustantividad teórica, considerando que la preferencia como presidente y la valoración o
confianza que infunde un candidato como presidente son elementos que vienen a medir
matices de una misma preferencia, por lo que en el modelo no sería deseable incluir más
de una variable de las mencionadas, salvo que mejorasen su capacidad predictiva de
forma notable. En este caso y como era previsible, la inclusión de una sola variable era
suficiente para conseguir el mejor ajuste con la mayor capacidad predictiva, de modo
que de las pruebas realizadas, la variable “candidato más valorado” era la que mejores
resultados obtenía y permanecía, junto con el “posicionamiento ideológico”, única
variable de control que se mostraba significativa.
Este modelo, basado en las preferencias sobre los candidatos, destaca principalmente
porque su capacidad predictiva global es menor (87%) que el modelo construido a partir
de variables relacionadas con los partidos. Además, en lo que respecta al sentido
concreto de nuestra variable dependiente, entre quienes señalan a Rajoy como ganador
del debate el porcentaje de acierto se reduce al 83,2%, un porcentaje nada desdeñable,
pero inferior a los obtenidos anteriormente. La variable categórica del posicionamiento
ideológico se muestra significativa en este modelo y los datos establecen con claridad
una relación positiva con la variable dependiente según nos acercamos hacia la derecha
del espectro ideológico7.
7 En lo que respecta al modelo, cabe mencionar que el nivel de ajuste con la prueba de significación de
Hosmer y Lemeshow (p>0,05) y el coeficiente de determinación de Nagelkerke (R2=0,65) son
satisfactorios, destacando también que el modelo incluye en su análisis más de dos mil casos (N=2.299),
cifra ostensiblemente mayor a los 1.544 casos del modelo basado en los partidos.
16
3.3 Análisis de regresión logística binaria: hacia un modelo integrado.
El último de nuestros modelos combina y mantiene las variables clave analizadas
anteriormente: la “intención de voto”, así como el “posicionamiento ideológico”, como
variables relacionada con los partidos, y el “candidato más valorado”, dentro del grupo
de las variables relacionadas con el candidato. Las variables de control quedan
excluidas por no ser significativas. Hay que tener en cuenta que los modelos de
regresión logística son independientes entre sí y no se pueden establecer como una
secuencia entre unos y otros, es decir, los resultados de un modelo no tienen
necesariamente porqué ser los mismos en otro porque la entrada o salida de una variable
puede alterar todo el modelo. En todo caso, en esta tercera parte en la que se integran las
variables relacionadas con los partidos y los candidatos, se obvian las razones de
exclusión de las variables cuando son coincidentes con las ya mencionadas en apartados
anteriores.
En cuanto a su capacidad predictiva y su ajuste, el modelo considera 1.393 casos, el
menor número analizado hasta ahora, y tiene una capacidad predictiva global
satisfactoria en el 91,5% de ellos, correspondiendo a un 91,1% en el caso de señalar
como candidato más convincente a Mariano Rajoy y un 92,2% a Alfredo Pérez
Rubalcaba8. En lo que respecta a las variables explicativas, las tres presentan un efecto
positivo de señalar a Rajoy como vencedor del debate. Entre ellas, la intención de voto
es la que mayor fuerza explicativa tiene, seguida de la valoración de los candidatos,
mientras que la menor fuerza explicativa está en la proximidad ideológica.
Tabla 9
Modelo integrado de variables
relacionadas con partidos y candidatos.
Tabla 10
Modelo integrado (simplificado).
Variables independientes B
Intención de voto 2,504***
Proximidad ideológica 1,291***
Candidato más valorado 1,765***
Constante -1,898***
Pred. Correctas globales % 91,5
Pred. Correctas % 91,1
Pseudo R2 (Nagelkerke) 0,752
N 1.393
Estimación logística:
*** p<0,001; ** <0,05; *p<0,10
Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del
estudio panel 7.711 del CIS.
Variables independientes B
Intención de voto 3,760***
Posicionamiento ideológico.
Ref: extrema izquierda
Izquierda ,724*
Centro 1,076**
Derecha 1,891***
Extrema derecha 3,371**
Constante -2,373***
Pred. Correctas globales % 90,5
Pred. Correctas % 91,4
Pseudo R2 (Nagelkerke) 0,690
N 1.859
El análisis realizado hasta aquí ha venido respetando las pautas marcadas desde el inicio
8 En lo que respecta a su ajuste, cumple con los criterios de la no significación de la hipótesis nula a
través de la prueba de Hosmer y Lemeshow, mientras que la R2 de Nagelkerke (p=0,752) nos indica que
el modelo es capaz de explicar el 75% de las variaciones.
17
de considerar los mejores modelos obtenidos de forma independiente para cada grupo
de variables (candidatos y partidos), finalizando en el que acabamos de observar que
combina distintos tipos. Sin embargo, podríamos preguntarnos si conviene o es
adecuado en aras del principio de parsimonia ir un paso más allá e intentar simplificarlo
hasta su máxima expresión con la finalidad de obtener el planteamiento más sencillo.
Ello es posible debido a los indicios ya analizados, como la menor capacidad predictiva
de la variable relacionada con los candidatos, pese a que el número de casos analizados
era mucho menor, así como el papel secundario que ha jugado en los modelos la
variable “proximidad ideológica”, señalada como principal en estudios previos de la
percepción selectiva acerca del ganador de los debates electorales.
Profundizando en esta dirección, los resultados nos llevarían prácticamente a un modelo
muy simple, en el que las variables puestas en duda desaparecerían del mismo porque su
eliminación no supone una merma amplia del ajuste y de la capacidad predictiva, que
quedaría al 90,5% de los casos globales y al 91,4% cuando nos referimos al acierto
sobre Mariano Rajoy. Este modelo conjugaría la intención de voto con la variable de
control (ahora significativa) posicionamiento ideológico, en la que hay una relación
positiva según avanzamos hacia el lado derecho de la escala ideológica, tal y como
observamos en el modelo relacionado con los candidatos.
Para resolver si este modelo integrado “simplificado” es más conveniente que el anterior
y a su vez, compararlo con los modelos específicos de variables de partidos y de
candidatos, es necesario extraer y observar los principales indicadores de la bondad del
ajuste como el coeficiente de determinación de Nagelkerke (R2) y analizarlo
conjuntamente con el número de casos (N) y la capacidad predictiva, valorando
finalmente que modelo guarda el mejor equilibrio entre estos indicadores y el principio
de parsimonia. De la lectura conjunta de estos datos y haciendo un proceso por etapas,
se puede determinar que según se deduce del conjunto, el modelo integrado
“simplificado” supera las expectativas que puede poseer el modelo basado en las
variables de los partidos porque los indicadores de predicción y explicación de las
diferencias son muy similares, mientras que el número de casos es menor. En
comparación con el modelo basado en variables de candidatos, los indicadores también
muestran resultados más modestos en predicción y ajuste, aunque la principal ventaja es
que las variables que integran permiten analizar un mayor número de casos (N=2.299).
Tabla 11. Principales indicadores de calidad de los modelos analizados.
Indicador Partidos Candidatos Integrado Integrado
(simplificado)
Pred. Correctas globales % 90,6 87 91,5 90,5
Pred. Correctas % 90,5 83,2 91,1 91,4
Pseudo R2 (Nagelkerke) 0,714 0,651 0,752 0,690
N 1.544 2.299 1.393 1.859
Fuente: elaboración propia
Si comparamos los modelos integrado y su versión simplificada, éste último nos daría
una capacidad predictiva global (90,5%) y una explicación de las diferencias menor
(R2=69) que el modelo integrado de tres variables (91,5% y R
2=75). En contraposición,
tendría el mayor porcentaje de aciertos respecto a quienes señalan a Rajoy como
vencedor (91,4% frente a 91,1%) y un mayor número de casos analizados (1,859 frente
a 1.393). En conjunto, y atendiendo al principio de parsimonia, las variaciones entre uno
18
y otro modelo nos llevarían a optar por preferir el modelo integrado “simplificado”, en
el cual se enfatiza la variable “intención de voto” como principal predictora del
condicionamiento de los juicios proyectados sobre la percepción del candidato más
convincente en el debate electoral.
4. LA INFLUENCIA DEL DEBATE EN LA DECISIÓN DE VOTO
La influencia del debate en la decisión del voto no es fácilmente medible por la
capacidad que tiene de impregnar otros elementos presentes en la campaña electoral, su
interrelación con otras variables y la importancia que tienen aspectos como los
candidatos, issues, etc. Hay que tener en cuenta, que los efectos de los debates
electorales no son concluyentes sobre el resultado electoral y la evidencia disponible es
contradictoria: cualquier candidato puede perder los debates y después ganar las
elecciones, como George Bush frente a John Kerry en 2004 o Felipe González frente a
Aznar en el primero de los debates de 1993, o viceversa. Incluso, los estudios
académicos más avanzados sugieren que los debates no producen efectos relevantes en
la intención de voto, y únicamente contribuyen a confirmar y cristalizar tendencias y a
reforzar las preferencias de los votantes, aunque los debates en procesos extendidos de
primarias, como en el caso de Estados Unidos, pueden tener un impacto mayor en la
selección de candidatos para la nominación presidencial (Yawn, Ellsworth, Beatty y
Kahn, 1998; Best y Hubbard, 1999).
Al analizar los efectos de la campaña electoral sobre la decisión del voto, el equipo de
investigación estimó, a tenor de la intención, la predisposición y el recuerdo de voto, la
cuantificación de los mismos sobre el refuerzo, la activación, la conversión y la
desactivación. La conclusión de aquella parte de la investigación fue que el principal
efecto de la campaña fue el de refuerzo, lo que implicaba que los electores acabaron
votando por aquello que manifestaron tener intención de votar en el estudio pre-
electoral y, en mucha menor medida, los efectos de la campaña de 2011 fueron de
conversión, mediante el cual los votantes actuaron de modo inconsistente con sus
predisposiciones y de una manera distinta a como habían indicado inicialmente, y de
desactivación. Hay que recordar que en 2011 el 75% de los electores (similar al casi
79% de 2008) tenía ya decidido su voto antes del inicio de la campaña, un dato que se
corresponde con casi el 69%o de los encuestados que respondió que el debate tuvo una
nula influencia sobre su decisión de voto (Martínez y Garrido, 2012). Esto es, más de
dos tercios de los votantes ya tenían decidido su voto antes de la campaña electoral y,
por supuesto, antes del debate, como refleja el siguiente gráfico.
En la investigación sobre los efectos directos de los debates en el voto, diversos estudios
han abordado la cuestión a través de análisis diferenciados en función de si los electores
presenciaron o no el debate y según la opinión subjetiva de los propios encuestados,
aunque hay discrepancias sobre si los debates han tenido efecto o no sobre el voto, al
menos en los análisis desarrollados sobre los debates de 1993 (Barreiro y Sánchez
Cuenca, 1998: 199; Martínez i Coma, 2008: 173-174). La pregunta que utiliza el CIS en
las encuestas postelectorales se corresponde con los efectos que tradicionalmente se
atribuyen a las campañas electorales desde el punto de vista del comportamiento
electoral (activación, refuerzo, conversión y desactivación), pero también se incluyen
dos categorías sobre la nula influencia y sobre la contribución del debate para ayudar a
decidir el voto (Fernández, 2001; Martínez i Coma, 2008: 40-85). En las encuestas, el
principal porcentaje se corresponde con aquellos que manifestaban que el debate había
19
tenido para ellos una nula influencia, que osciló entre el 68,9% de 2011 y el 63,5% en
2008. El resto de entrevistados, obviando las opciones de quienes no saben o no
contestan, nos proporcionan una medida del porcentaje de electores sobre los que es
previsible que los debates hayan ejercido algún tipo de influencia: un 28,3% en 2011 y
un 33,1% en 2008, considerando que en estos porcentajes se incluyen aquellos que
dicen hacer experimentado un efecto “refuerzo” (12,5% en 2011 y 18,6% en 2008).
Tabla 12. Percepción subjetiva de los encuestados sobre la influencia del debate en
la decisión de voto (%).
¿Y en qué sentido tuvo en cuenta
el debate a la hora de votar?
Debate
2011
Debates
2008
Le animó a votar 8,7 7,3
Le animó a abstenerse 2,8 1,8
Le ayudó a decidir el partido por el que iba a votar 3,0 3,9
Reforzó su decisión de votar por el partido que pensaba 12,5 18,6
Le animó a votar a otro partido distinto del que tenía pensado 1,3 1,5
No le influyó en absoluto a la hora de votar 68,9 63,5
N.S. 1,5 1,0
N.C. 1,4 2,4
Total 100,0 100,0
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la encuesta panel CIS 2008 y 2011
Comparando los efectos del debate con los efectos de la campaña sobre la
decisión de voto, aunque la medición de estos últimos se realizó de un modo más
sistemático, incluyendo la intención, el recuerdo de voto y las predisposiciones
políticas, conviene destacar que el principal efecto en ambos casos es el de refuerzo, lo
que supone, como ya hemos señalado, y que, por lo tanto, ni la campaña ni el debate
modifican las intenciones de voto inicial. Sin embargo, el peso de los efectos de
activación y conversión es inverso sobre la decisión de voto: en la campaña de 2011 hay
una cierta semejanza entre el impacto de los efectos de conversión, activación y
desactivación, aunque, por ejemplo, predominan ligeramente los efectos de conversión
sobre los de desactivación o los de activación de indecisos, abstencionistas e
inconsistentes con sus predisposiciones; en cambio, en los debates predomina
claramente el efecto de activación sobre los efectos de conversión y desactivación, que
tienen una importancia muy reducida. Ésta es una pauta consolidada, puesto que los
efectos de activación de los debates electorales son mucho más importantes que los de
desactivación y conversión tanto en 2011 como en 2008. En consecuencia, puede
afirmarse que el segundo efecto más importante de los debates electorales sobre la
decisión de voto es el de activación, lo que significa que los debates influyen sobre
indecisos y abstencionistas para que acaben votando por un candidato y un partido
político que sea coherente con sus predisposiciones políticas y, en cambio, es muy
limitado el efecto de conversión de los debates, lo que nos lleva a concluir que los
debates no persuaden para que el elector acabe votando por un partido o candidato por
el que inicialmente no tenía intención de votar o para que los indecisos o los
abstencionistas, en primer lugar, se decidan a votar y en segundo lugar, lo hagan por un
partido o candidato contrario a sus inclinaciones o predisposiciones políticas.
Prácticamente, resultan irrelevantes los efectos de desactivación y conversión, tanto en
2011 como en 2008, ya que abarcan entre el 1,3% y el 1,5% de los votantes (efecto de
20
conversión) o entre el 1,8% y el 2,8% de los electores (efecto de desactivación) aunque
el debate de 2011 ha tenido un mayor efecto de desactivación que el de 2008, esto es,
que contribuyó en una mayor medida que el de 2008 a que finalmente los indecisos o
votantes en potencia de alguno de los partidos decidieran abstenerse o votar en blanco
en el momento final.
Si el análisis sobre los efectos de los debates electorales sobre el voto se realiza
comparando las campañas de 2008 y 2011, se observan tres pautas: en primer lugar, la
menor influencia del debate sobre el voto (el 68,9% de los encuestados en 2011 señalan
que el debate no les influyó por un 63,5% en 2008), lo que se corresponde con la menor
competitividad de la campaña de 2011, en la que la amplia victoria electoral del PP se
daba por descontada; en segundo término, la reducción en el efecto de refuerzo del voto
en 2011 (que afectó, como hemos señalado con anterioridad, al 18,6% de los electores
en 2008 y al 12,5% en 2011); en tercer lugar, un ligero repunte en el efecto de
activación (que asciende del 7,3% de 2008 al 8,7% de 2011).
Por supuesto, segmentando los resultados en función de la intención de voto expresada
en la fase pre-electoral y del voto finalmente efectuado, tanto para el caso de 2008 como
para 2011, se puede concluir que los porcentajes anteriormente expuestos necesitarían
una mayor especificación, pero ello requeriría de preguntas en las encuestas del CIS
más focalizadas y diseñadas con este objetivo: no todos aquellos votantes que
mostraban una preferencia inicial por un partido y manifiestan que tras el debate se han
animado a votar a un partido distinto lo hacen finalmente, ni todos los que dicen que les
animó a abstenerse lo hicieron; lo mismo sucede con aquellos que señalan que el debate
contribuyó a decidir su voto por un partido determinado, que no tienen por qué
corresponderse con votantes indecisos, ya que en una mayoría de los casos finalmente
votan por el partido hacia el que mostraban intención de voto.
En conclusión, de todas las categorías de la encuesta sobre el efecto del debate en el
voto, la que mayor correspondencia tiene con la intención de voto y el voto final es la
relativa al refuerzo de voto, por lo que la influencia de los debates se vería
considerablemente reducida si tomamos como referencia el porcentaje de aquellos que
afirman que no les ha afectado para nada. En análisis pseudo-experimentales, como el
realizado para los debates de 2008 con la técnica propensity score matching, intentando
medir el efecto de haber visto el debate sobre el voto a un partido, se obtienen
resultados ligeramente distintos sobre sus efectos sobre la decisión de los electores
(Fernández-Albertos y Martínez i Coma, 2010: 165-172). Las estimaciones de los
efectos de los debates electorales de 2008 mediante regresiones simples sólo indicaban
que su impacto había sido muy ligero y beneficioso para los partidos de ambos
candidatos y sólo negativo para la abstención. En la estimación mediante propensity
scores, los debates tenían un efecto similar sobre la abstención, un mínimo efecto de
activación, pero diferían en sus consecuencias sobre el voto partidista: no tuvo ningún
impacto en el voto hacia el PP y tuvo, en cambio, un poderoso efecto positivo sobre el
voto socialista, de alrededor de 6,4 puntos porcentuales (estimado con el procedimiento
kernel, aunque con otros algoritmos el efecto positivo que el seguimiento de los debates
tuvo para el PSOE llega a ser incluso mayor), por lo que los debates pudieron ser una de
las causas del aumento en la intención de voto del PSOE en el resultado final frente a
los pronósticos de los sondeos previos en dicha campaña.
21
A la vista de los datos, y sin negar su efecto indirecto sobre la orientación y percepción
de los electores, el debate de 2011 parece no tener unas consecuencias directas tan
relevantes en la orientación del voto, al menos en unos porcentajes lo suficientemente
sólidos que permitan realizar afirmaciones categóricas. La explicación de este impacto
más reducido sobre el voto en 2011 se corresponde con un contexto de campaña de
menor competitividad del voto, una conclusión que respalda la tendencia ya reflejada en
la bibliografía comparada sobre los efectos del voto de los debates electorales: cuanto
más disputadas son las elecciones el debate adquiere una mayor importancia ante unos
resultados muy igualados, pese a que los efectos de conversión o activación del voto
puedan influir a un porcentaje muy bajo del electorado. En general, los efectos de los
debates puedan ser menores incluso que los esperados o estimados en función de la
mera exposición al debate, sin considerar la opinión subjetiva de los encuestados y
centrándonos en los efectos que pueden causar de manera inconsciente en el elector,
tanto los directos, como los indirectos que se produzcan por la información mediada. No
obstante, es cierto que en clave electoral, los pequeños porcentajes pueden decidir
elecciones y pueden llegar a tener una amplia trascendencia, pero éste no era el contexto
de la elección española de 2011.
Ello sería aplicable al caso de los debates electorales siempre que en su transcurso no
hubiese una situación o error evidente por alguno de los candidatos, es decir, que
hubiese margen para que las preferencias previas actúen en condiciones normales, por
lo que los candidatos de los partidos tienen, simplemente, que limitarse a no cometer un
error de peso, de modo que los efectos esperados de los debates fuesen solo de refuerzo
sobre los iniciales y tan reducidos como parecen indicar los datos, a excepción de los
que pudiesen proyectarse sobre las personas sin preferencias previas o de baja
intensidad a los que asimilamos con los indecisos, quienes podrían ser más susceptibles
a la información mediada sobre el “ganador” del debate y cuyo comportamiento
electoral podría explicarse a través del impacto de los medios de comunicación.
El efecto principal de los debates sería, como en el caso de la campaña electoral con un
carácter más global, de cristalización de las tendencias de voto y de refuerzo de las
posturas de los electores (Crespo, Garrido, Carletta y Riorda, 2011: 196; Luengo, 2011:
93). Esta conclusión, aparentemente, parece contradecir los efectos del spin del debate y
las tesis que enfatizan la importancia de la información mediada y la capacidad de los
mass media de influir en el electorado a través del enfoque noticioso que ofrecen sobre
el ganador del debate, aunque los análisis y las encuestas publicadas inmediatamente
después de los debates, no harían sino amplificar más aún la percepción agregada de los
votantes que se haya forjado en función de las preferencias previas individuales, de
manera que estas perspectivas no se contradicen, sino que, más bien, se complementan:
la agregación de las preferencias previas proporcionaría una percepción general que
apuntaría a un partido y candidato determinado, lo que se visibilizaría antes del debate
en las encuestas pre-electorales, de modo que en un segundo momento los medios de
comunicación ayudarían a amplificar esa percepción retroalimentándola a su vez.
22
5. ALGUNAS NOTAS A MODO DE CONCLUSIONES PRELIMINARES
A partir de la explotación de las encuestas del CIS, hemos podido verificar diversos
aspectos centrales en el análisis sobre los debates electorales en campañas,
especialmente en relación con el “cara a cara” entre Rajoy y Rubalcaba celebrado en
noviembre de 2011. En primer lugar, la encuesta panel del CIS para las elecciones
generales de 2011 también nos ha permitido conocer algunas actitudes y preferencias
previas hacia los partidos y los candidatos, de modo que comparando los resultados de
la percepción de ganador del debate electoral celebrado, hemos confirmado la tesis, ya
sugerida por estudios anteriores (Lledó 2001), de que las preferencias previas marcan o
influyen en gran medida en la percepción de los individuos sobre la percepción del
ganador del debate. Se han testado variables relacionadas con el partidismo para
explorar la línea de investigación propuesta en torno a la identificación partidista o en
torno a la preponderancia de las variables relacionadas con los partidos como elementos
explicativos, lo que, por otro lado, no nos ha hecho obviar los factores relacionados con
la visión sobre los candidatos. Según la investigación desarrollada, las variables
relacionadas con los partidos son las que mayor capacidad predictiva poseen y en
concreto la “intención de voto”. Por la vía de los candidatos, la variables analizadas
como el candidato más valorado, el que más confianza produce o la preferencia por uno
de ellos como presidente del Gobierno también respondían a las expectativas
explicativas, aunque tuviesen menor capacidad predictiva. A estas observaciones hay
que añadir una matización a las conclusiones de estudios previos sobre la percepción
selectiva que enfatizan que la proximidad ideológica es un factor importante. En este
caso, a tenor de los resultados obtenidos en los modelos analizados, el papel que juega
esta variable es menos relevante que la intención de voto y que las variables analizadas
relacionadas con los candidatos.
Por último, de los efectos sobre el voto, en el que se observa mayor presencia es en el
relativo al refuerzo de voto, aunque la mayoría de los electores afirma que no se vio
influido en ningún modo, de manera que el hecho de ser un hito mediático muy
destacado en la campaña no permite a los debates tener el suficiente impacto como para
romper las orientaciones iniciales e identificación con los partidos y los líderes. Por
tanto, los efectos del debate de 2011 se proyectaron principalmente como “refuerzo de
voto” y, en segundo lugar, como activación, lo que significa que los debates influyen,
para que los electores acaben votando por aquello que manifestaron tener intención de
votar en los estudios pre-electorales, pero también sobre indecisos y abstencionistas y
personas sin preferencias previas o con una baja intensidad de las mismas para que
acaben votando por un candidato y un partido político que sea coherente con sus
predisposiciones políticas. En cambio, a diferencia de lo que sucede con el conjunto de
la campaña, es muy limitado el efecto de conversión del voto que producen los debates
en España.
23
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27
CUADRO 1
Descripción de variables y estrategia de recodificación de variables
VARIABLE DEPENDIENTE
Percepción del ganador del debate. Es la variable dependiente y se corresponde con la pregunta 27a que se realiza
a aquellas personas que vieron el debate, totalmente o en parte o tuvieron referencias de él, formulándose del
siguiente modo: “Y por lo que vio o lo que oyó sobre el debate, ¿cuál de los candidatos cree Vd. que fue más
convincente? Alfredo Pérez Rubalcaba, Mariano Rajoy, Los dos por igual, ninguno de los dos, NS o NC”. Esta
variable toma valor 1 cuando se señala a Mariano Rajoy como más convincente y valor 0 cuando se indica el
candidato contrario, el resto de categorías van a casos perdidos.
VARIABLES INDEPENDIENTES: GRUPO DE VARIABLES DE IDENTIFICACIÓN PARTIDISTA
Recuerdo de voto 2008: se corresponde con la pregunta 24a de la fase pre-electoral referente a las
elecciones generales de 2008, tomando valor 1 cuando se indica el voto al PP y 0 el voto al PSOE. El resto
de datos quedan como casos perdidos.
Recuerdo de voto autonómicas 2011: se corresponde con la pregunta 29a de la fase pre-electoral
referente a las elecciones autonómicas de 2011, tomando valor 1 cuando se indica el voto al PP y 0 el voto
al PSOE. El resto de datos quedan como casos perdidos.
Intención de voto: correspondiente a la pregunta 1º de la fase pre-electoral, tomando valor 1 cuando se
indica el voto al PP y 0 el voto al PSOE. El resto de datos quedan como casos perdidos.
Simpatía/cercanía: correspondiente a la pregunta 12 de la fase pre-electoral, tomando valor 1 cuando se
indica el voto al PP y 0 el voto al PSOE. El resto de datos quedan como casos perdidos.
Preferencia de victoria: correspondiente a la pregunta 14 de la fase pre-electoral, tomando valor 1
cuando se indica el voto al PP y 0 el voto al PSOE. El resto de datos quedan como casos perdidos.
Probabilidad de voto: correspondiente a las preguntas 23.1 y 23.2 de la fase pre-electoral en la que se
pregunta por la probabilidad de votar por el PP y el PSOE en una escala de 0 a 10. Esta variable
dicotomizada se construyó a través de la consideración conjunta de las preguntas relativas a la
probabilidad de voto al PP y al PSOE, adoptando el valor 0 para una mayor probabilidad mayor de votar al
PSOE y valor 1 para la correspondiente al PP. La no respuesta o los casos ofrecían la misma probabilidad
a los dos partidos iban a perdidos.
Mayor proximidad ideológica: resultante de la ubicación en la escala ideológica de los individuos
conjuntamente con las preguntas P26.1 y P26.2 de la encuesta preelectoral en las que se asigna una
posición en la escala ideológica a cada partido. La estrategia de recodificación consistió en calcular la
diferencia entre el posicionamiento individual y el otorgado a cada partido por separado, asignando el
valor 0 para aquellas personas cuya distancia al PSOE era mayor que al PP y el valor 1 en el caso
contrario, dejando como valores perdidos cuando la distancia a ambos partidos era simétrica o bien no se
respondía a alguna de las tres variables.
VARIABLES INDEPENDIENTES: GRUPO DE VARIABLES RELACIONADAS CON LOS LÍDERES
Mayor confianza: correspondiente a las preguntas 19 y 20 de la fase pre-electoral en la que se pregunta
por la confianza que le inspira Mariano Rajoy y Rubalcaba. Se recodificó en una sola variables, adoptando
el valor 0 para una mayor confianza a Rubalcaba respecto a Rajoy y valor 1 para la situación contraria. La
no respuesta en cualquiera de las preguntas y los casos ofrecían la misma probabilidad a los dos
candidatos iban a perdidos.
Mayor valoración: correspondiente a la pregunta 17.7 y 17.8 de la fase pre-electoral relativa a la
valoración de la actuación política de Rajoy y de Rubalcaba en una escala 0 a 10. Se recodificó en una sola
variable, adoptando el valor 0 para una mayor valoración de Rubalcaba respecto a Rajoy y valor 1 para la
situación contraria. La no respuesta en cualquiera de las preguntas y los casos ofrecían la misma
probabilidad a los dos candidatos iban a perdidos.
Preferencia como Presidente del Gobierno: correspondiente a la pregunta 21 de la fase pre-electoral en
la que se preguntaba por el candidato que prefiere como Presidente del Gobierno. Se recodifica 1=Mariano
Rajoy y 0=Alfredo Pérez Rubalcaba, yendo el resto de situaciones a casos perdidos.
28
VARIABLES DE CONTROL
Sexo: recodificada como 0 Mujer y 1 Hombre
Edad: permanece continua
Nivel de estudios: recodificada como sin estudios (1), primaria (2), secundaria (3), FP (4), universitarios
medios (5) y universitarios superiores (6).
Ubicación en la escala ideológica: en correspondencia con la P25 de la fase preelectoral, quedó
recodificada en cinco categorías como extrema izquierda (1), izquierda (2-4), centro (5-6), derecha (7-9) y
extrema derecha (10).
CUADRO 2
Resumen de las variables utilizadas y los valores que adoptan
Variable criterio Percepción del ganador
0=Rubalcaba
1=Rajoy
Variables
predictivas
RELACIONADAS CON LOS
PARTIDOS
Recuerdo de voto 2008
0=PSOE
1=PP
Recuerdo de voto autonómicas 2011
0=PSOE
1=PP
Intención de voto
0=PSOE
1=PP
Simpatía/cercanía
0=PSOE
1=PP
Preferencia de victoria
0=PSOE
1=PP
Probabilidad de voto
0=PSOE
1=PP
Proximidad ideológica
0=Más cercana al PSOE que al PP
1=Más cercana al PP que al PSOE
RELACIONADAS CON LOS
CANDIDATOS
Mayor confianza
0=Rubalcaba
1=Rajoy
Mayor valoración
0=Rubalcaba
1=Rajoy
Preferencia como presidente del Gobierno
0=Rubalcaba
1=Rajoy
Variables de
control
Sexo
Mujer =0
Hombre=1
Edad:
18 a 39 años=1
40 a 59 años=2
60 y más años = 3
Nivel de estudios
Sin estudios =1
Primaria=2
Secundaria=3
FP=4
Universitarios medios=5
Universitarios superiores=6
Ubicación en la escala ideológica
1=Extrema Izquierda
2=Izquierda
3=Centro
4=Derecha
5=Extrema derecha