DES - IDENTIFICACIÓN

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Guillermo Belaga - En: La experiencia del psicoanálisis Colección Orientación Lacaniana, publicación de la EOL, Buenos Aires, 2003 ____________________________________________________________ De la incidencia del deseo de Lacan a su des-identificación Guillermo Belaga 1. Introducción En esta oportunidad intentaré formular en torno al deseo del analista dos cuestiones que se interrelacionan: l) la práctica del análisis, antes y después del pase, y 2) la relación particular al psicoanálisis como algo a responder(se) uno por uno. Elegí para desarrollar estos puntos seguir el seminario que dictó J.-A. Miller en 1991 El deseo de Lacan. Es que releyéndolo, encontré una afirmación por demás sorprendente: en "el examen del pase se podría preguntar cuál es la incidencia del deseo de Lacan" lo que llevaría a considerar la cuestión sobre si, lo que alguien habló, es del analista o del propio Lacan 1 . En definitiva lo que postula Miller sería introducir la sospecha de que tal enunciado sea más de Lacan que del analista. 2. El pase refrenda una práctica En la situación actual del dispositivo en las Escuelas, existe la práctica antes del pase, -por otro lado no he sabido de nadie que la haya abandonado por no haber sido nominado- y en lo que respecta a mi persona, abriría a partir de este tiempo la elaboración del "después" del pase. Es decir, después del "salto" que este implica en relación a una práctica que es verificada con la nominación, pero también a partir de la misma, como resulta en un cambio en el "oficio". Reflexionar sobre esto lleva necesariamente a considerar el deseo del analista: deseo que debe ser tomado entonces como la organización de una temporalidad 2 . 1 Miller, J.-A., El deseo de Lacan, Colección Diva n° 10, Buenos Aires, 1999. 2 Garcia. G. L., "La experiencia del pase", Colección Diva n° 10, Buenos Aires, 1999.

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Guillermo Belaga - En: La experiencia del psicoanálisis Colección Orientación Lacaniana, publicación de la EOL, Buenos Aires, 2003 ____________________________________________________________De la incidencia del deseo de Lacan a su des-identificación Guillermo Belaga 1. Introducción En esta oportunidad intentaré formular en torno al deseo del analista dos cuestiones que se interrelacionan: l) la práctica del análisis, antes y después del pase, y 2) la relación particular al psicoanálisis como

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Guillermo Belaga - En: La experiencia del psicoanálisis

Colección Orientación Lacaniana, publicación de la EOL, Buenos Aires, 2003 ____________________________________________________________

De la incidencia del deseo de Lacan a su des-identificación

Guillermo Belaga

1. Introducción

En esta oportunidad intentaré formular en torno al deseo del analista dos cuestiones que se interrelacionan: l) la práctica del análisis, antes y después del pase, y 2) la relación particular al psicoanálisis como algo a res-ponder(se) uno por uno.Elegí para desarrollar estos puntos seguir el seminario que dictó J.-A. Miller en 1991 El deseo de Lacan. Es que releyéndolo, encontré una afirmación por demás sorprendente: en "el examen del pase se podría preguntar cuál es la incidencia del deseo de Lacan" lo que llevaría a considerar la cuestión sobre si, lo que alguien habló, es del analista o del propio Lacan1. En definitiva lo que postula Miller sería introducir la sospecha de que tal enunciado sea más de Lacan que del analista.

2. El pase refrenda una práctica

En la situación actual del dispositivo en las Escuelas, existe la práctica antes del pase, -por otro lado no he sabido de nadie que la haya abandonado por no haber sido nominado- y en lo que respecta a mi persona, abriría a partir de este tiempo la elaboración del "después" del pase. Es decir, después del "salto" que este implica en relación a una práctica que es verificada con la nominación, pero también a partir de la misma, como re-sulta en un cambio en el "oficio".Reflexionar sobre esto lleva necesariamente a considerar el deseo del analista: deseo que debe ser tomado entonces como la organización de una temporalidad2.Así, lejos de la inercia metonímica entre carrera universitaria y el enganche en el psicoanálisis, conviene situar los enunciados que han conducido al mismo psicoanálisis: en forma de un hiato, por "los bordes del salto", que ilustran cómo alguien ha franqueado su neurosis particular a la posición del analista.Por lo tanto entender el deseo del analista, implica comprobar que la relación al psicoanálisis organiza un modo de vida, muestra en qué y cómo alguien se ve enganchado en eso. Y es desde este punto de vista una tensión temporal, una pulsación del tiempo.En este sentido, el pase como verificación, sería un salto con respecto a esta forma de concebir el deseo del analista, cuestión que compruebo particularmente en conexión al siguiente postulado de E. Laurent: "es ne-

1 Miller, J.-A., El deseo de Lacan, Colección Diva n° 10, Buenos Aires, 1999.

2 Garcia. G. L., "La experiencia del pase", Colección Diva n° 10, Buenos Aires, 1999.

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cesario que quien se autoriza del discurso del analista, haga que la voz del superyó (surmoitié) pueda demostrarse incompleta en vez de querer com-pletarla3.De esta manera como lo desarrolla exhaustivamente en su seminario, la posición del analista implica que esta voz del superyó debe ser enfrentada con los tres términos usados por Lacan: hacerla inconsistente, inde-mostrable, indecidible.Desde esta perspectiva como ya fue dicho en otros testimonios, estas formulaciones tuvieron su verificación en el momento del pase clínico; aunque ahora agregaría en relación a la misma que no deja de haber un "resto" en el final, como también fue evaluado por el mismo cartel del pase y formulado así en el momento de la nominación. Cuestión que a partir de entonces, sanciona y propicia justamente la elaboración presente del deseo del analista por el siguiente sesgo: los modos de respuesta al "canto de las sirenas", es decir, cómo responder sin intentar procurar una satisfacción, o al modo de Ulises "atado" al semblante fálico.

3. Las vueltas sobre la incompletud del Otro

Si ubicamos ahora el pase clínico como un tiempo en el que se verifica el paso de la tragedia a la comedia, o lo que es equivalente donde se podría establecer aquel momento en que se ha transformado el propio sufrimiento en una buena historia que se puede contar a alguien, diría que este tiene el valor de una primera escansión, en relación a una variación de sentido que se produce luego de las entrevistas con los pasadores -segunda escansión de esta secuencia-. Ahí es donde la operación de reducción psicoanalítica justamente ceñirá un saldo de saber que puede transmitirse con la siguiente frase: “la voz de la surmoitié, el imperativo mortífero, sólo es mortífero para quien rechaza enfrentar la originalidad de la posición femenina, para aquél que negaría el origen de un decir femenino específico donde hay incidencia -directa- del Otro”4.Parafraseando a Lacan en "L'Etourdit", había llegado "el atardecer", el instante de comprensión, y así explicaría el inicio de una calma espera hasta que finalmente en un tercer tiempo emerge el dictamen del cartel: breve, conciso, "la nominación... a pesar de un resto...". Inmediatamente se sabe a lo que esto alude, era preciso, se había recortado en una forma equi-parable a esos fenómenos elementales que una vez dichos por el enfermo concentran la subjetivación. Es esta frase la que operará una nueva demarcación, con respecto a lo que Lacan describe como el identificarse -"tomando sus garantías de una especie de distancia"- a lo que se conoce mejor. Avanzando aún más, en esta dirección, lo que surge en consecuencia es un nuevo borde que refrenda esas "garantías" basadas en una sucesiva caída del campo semántico, en el sentido de la deslibidinización de las pre-misas semánticas propias de la neurosis particular. Recurriendo a una me-táfora, ahí se percibe más "clara" esa distancia, un recorte preciso, de lo que Laurent llama la "buena manera de hacerse Tiresias".Entonces sobre estos puntos, podría concluir que por un lado en esta temporalidad se ve reformulado en los términos de "dar otra vuelta" las maneras de decir el S(A/), de situar la incompletud. Y de esta forma el "ofi-cio" de la práctica experimenta una nueva pulsación en lo que hace al deseo del analista.

3 Laurent, E., Posiciones femeninas del ser. Tres Haches, Buenos Aires, 1999.4 Laurent, E., Ibidem, p. I 15.

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4. El pase tiene sentido si no hay un significante amo del analista

Volviendo al seminario mencionado, Miller introduce la pregunta sobre el deseo de Lacan "como una manera de alejarlo un poco". Recordemos a su vez, que en esos momentos se estaban organizando las jornadas en su homenaje en el décimo aniversario de su muerte, por lo que dichas palabras encierran unas preciosas indicaciones en relación al duelo en el análisis. Así es que en este contexto, subraya un efecto de identificación: "padecemos de la creencia de que lo que Lacan pensaba, lo pensamos también". Agregando que usar los significantes de Lacan tal vez sea el resultado, en lo más íntimo de cada uno, de una cierta identificación con él, y que aún más, esto constituiría un obstáculo.Por lo tanto introducir en nuestro uso la expresión y la pregunta por el deseo propio de Lacan, como no siendo necesariamente el deseo de otros, sería un intento de producir un efecto de des-identificación.Ahora bien, si extendemos esta fórmula al final de cada análisis, esto haría de la estructura del deseo del analista algo opaco, de uno por uno, y en donde podrían entrar en su configuración los siguientes puntos: la relación particular al psicoanálisis en términos de la incidencia del deseo de Lacan en la misma, es decir preguntarnos en cada analista qué le costó conformar su deseo al deseo del analista, y cuál sería el grado de divergencia del deseo de Lacan con respecto al deseo del analista.Al respecto podría afirmarse que se encuentra un grado de divergencia verificable en estas coordenadas en la caída del sujeto supuesto saber, y del que forma parte también la percepción de la dificultad de ser nuevamente analizante, "se percibe ahí la cicatriz de la separación de la cadena signi-ficante del propio análisis".Prosiguiendo por otra vertiente, detengámonos en la pregunta que Miller le adjudica a Lacan como parte de su epopeya: "¿Qué soy yo en el psi-coanálisis?". Esta tiene para el AE -en quien se junta la experiencia parti-cular del propio análisis con la experiencia social del psicoanálisis-, una respuesta diferente según se tome el pase como el análisis de la propia ex-periencia, o de la experiencia de la Escuela. Es más, esto último lleva a con-templar, por ejemplo, la encrucijada histórica de cada nominación, en tanto verdad de un grupo.Asimismo, esta pregunta que surge en el final "¿Qué soy yo…?", se puede también pensar vinculando la relación al psicoanálisis, con la frase de la "Proposición..." -crucial para una política de Escuela- "el analista no se autoriza sino de sí mismo".Consiguientemente, esto abriría a la cuestión de lo que es para cada uno el "sí mismo", y parece que resulta inevitable que la respuesta inicial -y que además sostiene a una parte de la "nebulosa" lacaniana- se incline hacia la obligación que tenemos de relacionar nuestra persona a una identidad.Es decir que este modo de designarse a sí mismo no estaría más que en correspondencia con la cultura actual, en afinidad con el discurso amo, y a una "tecnología" del yo.En cambio, en su lectura Miller distingue que en la tradición occidental se considera fundamental el alma descartando el cuerpo, -como aquello que utiliza el cuerpo-, quedando el sí mismo formulado a ese nivel, el del alma identificada al discurso amo; mientras que por su lado, Lacan con el discurso del analista introduce una subversión del sí mismo, de tal manera que contrariando el dominio del yo, siempre queda un resto que denomina a.

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Así produce un desplazamiento donde el sí mismo es el resto, un resto de "irrisión" donde se concentra el verdadero amo, la causa del deseo, y por lo tanto donde el sí mismo debería buscarse. Habría que agregar que este desplazamiento es el que le atañe al yo en relación al estilo, y quizás concuerda con aquello que corresponde a “lo que el hombre sabe hacer con su imagen”5.

5. No se trata de la identidad del analista sino del uso del psicoanálisis

Retomaré la pregunta de "¿Qué soy yo en el psicoanálisis?", deteniéndome en lo que Miller describe como el "pase" de Lacan. Lo hace refiriéndose a un párrafo muy conocido de "De nuestros antecedentes", en cuyo texto cuenta su entrada en el psicoanálisis y de lo que lo condujo a colocarse como analista, describiendo ahí diferentes niveles: cómo pasó de la psiquiatría al psicoanálisis, cómo lo hizo a través de nombres propios; y cómo pasó de un maestro a otro, en su caso de Clérambault a Freud.Siguiendo estos señalamientos, mi entrada al psicoanálisis en relación a Lacan, reconoce desde el inicio la adherencia al nombre de Masotta bajo diferentes versiones, -a lo largo del tiempo-. En principio, Masotta ingresa en esta serie estudiando con un "althusseriano"; anteriormente como médico tomaba distancia de la IPA, y en esa época leía apasionadamente a los antipsiquiatras (especialmente Basaglia y Guattari) y los freudo-marxistas, y en consecuencia no me fue extraño comenzar con su programa de las "lecciones introductorias". A esto, siguió el acercamiento a una versión del "masottismo" sin Escuela, sostenido en una publicación. Todavía recuerdo sorprendido a uno de sus representantes "mimetizado" a su figura, al punto de imitar su fisonomía.En la etapa siguiente que se extiende hasta la fecha, más que al cuerpo será la adhesión al significante Masotta -es decir lo incorporal de una tumba vacía- y sus resonancias, en una política de Escuela.Al respecto, G. García explicaba recientemente que en la recepción de Lacan en la Argentina influyó, entre otras cosas, el hecho del gusto "afran-cesado" de Masotta, el clima cultural de la época que lo contaba como un gran animador, y la situación política de la práctica del psicoanálisis, que hizo que entre sus primeros alumnos se contaran médicos que rechazaban a la Institución oficial, y los psicólogos que encontraban en su enseñanza la posibilidad de "autorizarse" a practicar el análisis, justamente por fuera del control de los médicos de APA.Por supuesto que se puede constatar que de este origen no está la EOL exenta, y comprobar sus marcas, permitiría pensar por ejemplo la cuestión de la formación de los analistas en el medio local.Volviendo una vez más sobre la pregunta "¿qué soy yo en el psicoanálisis5", ahora en conexión a la identificación, verdadero obstáculo a los enunciados de Lacan, cito lo que describe Miller: que en cierto modo hacemos como que "para todos los que son analistas, son todos lacanianos", olvidando que en la actualidad ya nadie puede arrogarse la representación total del psicoanálisis.

5 Lacan , J . , Seminario 24 "L’Insu que Sait de l’Une-Bévue S’Aile a Mourre", clase de l 16 /1 1 /76 . Inédi to .

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Por lo tanto, no se debería abandonar la pregunta por el deseo de Lacan, ya que introduce una inconsistencia en la cuantificación lógica el "hay por lo menos uno", más afín con la época del Otro que no existe.

6. Finalmente, el problema del estilo

Para pensar la frase "el estilo es el hombre mismo", J.-A. Miller afirma previamente que los enunciados de Lacan nunca permiten olvidar la enun-ciación, y que esto es consecuencia que en el rigor de su pensamiento, en la lógica de su vida no está engañado por su fantasma. Además, partirá de la premisa que el estilo se define en el campo del lenguaje, para luego hacer una lectura imaginaria, simbólica y real de la célebre frase.Siguiendo estas variaciones tendríamos en principio: "el estilo es el hombre mismo", que desde el punto de vista imaginario se vincula a mantener un fantasma de Gran Hombre. Comentaré esta afirmación, junto con la simbólica prolongada en: "el estilo es el hombre al cual uno se dirige", lo que implica introducir la voluntad del Otro. Ambas me permiten ilustrar un arco temporal sobre un punto -mediatizado por la puntuación analítica sobre los intentos de sostener la completud, de mantenerse como falo imaginario del Otro materno- es el pasaje que implicará el abandono de la antipsiquiatría, para situar a la psiquiatría "clásica" valorizada por el Campo Freudiano, como rasgo de una parodia necesaria con el Otro de la ciudad analítica para establecer un lazo.Por último, la lectura real, es lo que denomina el estilo "moque-héroique" o " moque-épique", que consistiría en hacer una irrisión de la epopeya, una irrisión de lo heroico. Es así como el objeto a tiene este carácter, carácter de revelación de todo lo que moviliza una vida, pulsiones, emociones, sentimientos.Pero también vale esta irrisión, para situar que el héroe que soporta la epopeya analítica se evacúa al final como el desecho de su acto. Tan certe-ra es esta definición que de lo contrario cómo explicar mejor el efecto "maníaco-depresivo" de la función como AE, sino es porque este estilo ex-presa bastante bien que: "sólo es eso", o "todo gira alrededor de nada más que eso."

Enseñanzas del Pase, EOL, 27 de septiembre de 2000