Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los...

54
ELVIRA HERNÁNDEZ CARBALLIDO Desde el castillo del maternazgo

Transcript of Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los...

Page 1: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

ELVIRA HERNÁNDEZ CARBALLIDO

Desde el castillo

del maternazgo

Page 2: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a
Page 3: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a
Page 4: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a
Page 5: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a
Page 6: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a
Page 7: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a
Page 8: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

DESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO

en mi vientre. En el trayecto de la casa a El Colegio de México tengo

muchas ganas de comerme una quesadilla de chicharrón con salsita

verde, cremita encima y queso panela. ¿El primer antojo?

El día es precioso porque no hay esmog, los volcanes se ven

con toda claridad, y tengo ganas de platicar conmigo misma, o con

esa personita que quizá ya vive dentro de mí. "Hola, hola. ¿Me escu­

chas? Fíjate que el paisaje es admirable porque está todo limpiecito,

el Ajusco se ve claramente y creo que puedo tocarlo".

La gente parece más amable, nos sonreímos en el camión. Na­

die trata de empujarme cuando camino por el andén de una estación

del Metro y tarareo aquella canción de "qué alegre va María cuando

ve su figura reflejada en un cristal". Quizá sólo tengo un mes de emba­

razada, pero siento que soy diferente, no mejor pero sí distinta, con

ganas de amar todo, de querer a todos, de ser muy feliz. "Hola,

hola -toco mi vientre- si estás ahí sólo deseo decirte que te quiero".

"Si mi' hija -dice el médico- ya estás embarazada". Salgo feliz

del consultorio, quiero gritar, cantar, miro conmovida a cualquier bebé, y corro presurosa a decirle a mi amore que ya me siento mamá.

149

Page 9: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a
Page 10: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a
Page 11: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a
Page 12: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a
Page 13: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

SEIS ESTAMPAS DE MUJERES MEXICANAS

de absoluta felicidad, no de malos pensamientos. Pero los tengo, los

tengo y debo callármelos para no molestar a nadie, porque una emba­

razada es una mujer feliz, no alguien con dudas, temores, insatisfac­

ciones y pánicos. Debo callarme, porque una mujer embarazada se

supone que es optimista, pero eso no es cierto. Sin embargo me callo

y practico mi sonrisa de mujer feliz.

Entonces finjo que todo es perfecto y a nadie le digo que deseo

fervientemente hacer el amor, que siento mi cuerpo amorfo, que re­

sulta decepcionante ya no tener agilidad para recorrer la ciudad como

antes, que me da miedo perder a mi bebé. Cuando miro su cunita llena

de regalos y juguetes temo que nunca vaya a usarlos. Imagino los

dolores de parto pero creo que serán mil veces peor. Guardo silencio

porque parece que esa es la tradición. Durante el embarazo si una

mujer está temerosa es silenciada de inmeditato.

Así que vivo como diría María Luisa Puga con "pánico y peli­

gro", unas veces dejándome vencer por el temor, otras ocasiones

enfrento esos retos que yo misma me impongo, pero siempre silencio­

samente. Sólo externo el júbilo porque también existe, logro combi­

narlo con el miedo, y es cuando creo vencer los temores.

154

Page 14: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

Bienvenido

í va a ser cesárea porque el bebé es muy grande y yo clí­nicamente a mis treinta años ya estoy ruca para poder hacer el esfuerzo de sacarlo, entonces que sea de una vez doctor, si no es hoy, mañana pero ya, ya por favor.

Este viernes existe en la casa un ambiente de alegría y preocu­pación. Cuando mi papá nos mostró un mameluco de tigrecito, y lo hizó caminar por la mesa del comedor, ninguna aguantó las lágrimas. Mi madre, mis hermanas y yo lloramos y reímos al mismo tiempo, queremos tener al bebé con nosotras pero a nadie le parece que sea por cesárea.

Consulté mis libros nuevamente para informarme sobre el tema y mi madre dijo que no leyera más porque lo mejor es no saber nada al respecto. Pero no le hago caso, memorizo lo de la anestesia, observo bien la forma en que el bisturí puede atravesar mi piel, y sí llego a preocuparme, al parecer la recuperación será más difícil porque se trata de una intervención quirúrgica. "Al menos no sentiré dolor al principio", pensé.

El sábado 17 de octubre nos levantamos a las siete, veo desayu­nar a toda mi familia y nos vamos en los respectivos coches. Yo quie­ro que Alfredo se quede conmigo pero no quiere, incluso llevamos una cámara de video que él se niega rotundamente a utilizar.

Después de bañarme y ponerme esa bata .ridícula que dan en todos los hospitales es gracioso que la enfermera se queje de lo vellu­da qµe soy, tiene que rasurarme varias veces el pubis. Se ve fatal sin

155

Page 15: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

SEIS ESTAMPAS DE MUJERES MEXICANAS

esa "pelusa", como diría Rosa María Roffiel, que me brotó desde ado­

lescente e incluso mis vellitos del vientre son retirados, por suerte sin

ninguna brusquedad.

El lugar es muy campirano, en la cima de San Jerónimo, el pai­saje es todo verde, la neblina me hace creer que doy un paseo por las

nubes y la decoración rústica del lugar le da un toque humano que

otros sitios no tienen.

Meche, la enfermera, platica animosa conmigo, mientras mete

una sonda por aquí, otra por allá. Se burla de mis calcetines rojos que

no quise quitarme, según yo son de buena suerte. Lo que ya no quise

tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que

van a hacerme. El anestesista llega a presentarse, cariñoso, solidario y

bromista. Hay buenas vibras en el lugar. Cuando el ayudante del gine­

cólogo pregunta qué presiento tener se admira de mi seguridad al de­

cirle que será niño. "Es que siempre todas le atinan, no sé como le

harán", dijo admirado.

Al salir del cuarto para ir al quirófano oigo las porras de mi

familia, de mis amigas y hasta de mis suegros y cuñados. Todos ahí

reunidos deseándome lo mejor, gritándome "tú puedes, viva la futura

mamá, duro, duro". Alfredo se acerca para besarme, pide permiso para

estar presente y grabar lo que ocurra. El médico acepta, pero le ad'­

vierte: "Si se desmaya ahí lo dejamos tirado, ni modo".

Tiemblo, incontrolablemente tiemblo. No es miedo, tiemblo de

emoción, de ansias, de incredulidad. Otra vez dejo que los especialis­

tas hagan lo que quieran: "inclínese, voltée para allá, le picaremos por

acá, ya vamos a empezar". El ginecólogo prende la radio y escucho

viejos boleros románticos. Pese a la anestesia y al permiso de que si

quiero dormirme lo haga, estoy atenta a lo que dicen. Escucho ruidos

y mi amigo el anestesista explica lo que están haciéndome. Siento que

una aspiradora recorre mi cuerpo. A veces desesperada pregunto que

si ya van a terminar. "Otro ratito m'hija", es la respuesta una y otra vez.

Como en las películas el llanto de mi hijo resuena por todo el

lugar y yo estoy feliz. Lágrimas de felicidad escurren por mis meji-

156

Page 16: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

DESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO

Has. Alfredo grita desde el otro lado del cristal que ya soy mamá, el tono de su voz delata que también está llorando. Meche dice que adi­viné porque es un niño. La miopía sólo permite que distinga una boli­ta de carne y unos ojitos enormes, beso de inmediato su frente y le digo: "Ojalá llegues a ser tan feliz como lo soy yo en este momento".

El bebé deja de llorar. Meche lo baña. Vuelve a enseñármelo ya vestidito y bañadito. Nuevamente lo beso y sigo llorando sin parar. Estoy emocionada, feliz, tanto que no llego a preocuparme cuando escucho que el hilo se acabó y no han podido cerrarme del todo. El gine-cólogo regaña a la enfermera que corre atolondrada a traer más hilo.

Cosida y feliz, de pronto comienzo a sentirme fatal. Un frío atroz invade mi cuerpo. Llego a mi habitación y entra toda la familia a besarme, a felicitarme. Una de mis hermanas llora emocionada, mi padre no sabe qué decirme y mi suegro no cesa de abrazarme. No entiendo la broma de mi amiga Josefina y lo único que quiero es des­cansar con mi bebé al lado. Por suerte mi esposo se fija que la ropita del nene tiene sangre, de inmediato llaman a Meche, el ombliguito no había sido suturado bien. No me asusto. Al poco rato regresan al niñi­to con ropa limpia y sin problema alguno.

Cuando logro mirarme al espejo no puedo creer lo que veo. ¿ Qué me hicieron estos médicos malvados? Estoy ojerosa, despeinada, "jodida y radiante" como diría Benedetti, y también "viceversa".

En la noche ninguno de los tres puede dormir. El bebé no llora, sólo nos mira con sorpresa. Lo veo y no puedo creer que esa cosita saliera de mí. Alfredo nos atiende abnegadamente, nos cambia de pa­ñal, el mío lleno de sangre, el del bebé limpio todavía. Meche se ad­

mira porque mi hijo no lloró en toda la noche. "Es un bebé muy de­seado, sabe que está entre cuates", responde mi marido orgulloso.

Estoy terriblemente fatigada, sin fuerzas para cuidar un bebé, sin ganas para festejar esa llegada. Quisiera no recibir visitas y menos aún escuchar sus consejos, no los entiendo ni me importan. Quiero dormir, quiero una pizza y una cerveza para festejar, quiero una vi-

157

Page 17: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

SEIS ESTAMPAS DE MUJERES MEXICANAS

tamina para sentirme yo misma porque ahora yo no soy yo, soy una

recién parida, que no sabe lo que le espera.

No puedo levantarme con facilidad, siento que por el esfuerzo

el vientre va a reventarme. No quiero ir al baño y por vergüenza no

quiero ensuciar el pañalote·que traigo puesto. Miro mi vientre y con

horror compruebo que está del mismo tamaño que cuando tenía al

bebé adentro. Soy una torpe al ofrecerle el pecho a mi hijo. MechC:r,

solidaria, ofrece ayudarme y le ruego que se vaya conmigo en lo que

el bebé cumple los diez años. "No, no, usted aprenderá pronto, no se

preocupe", dice divertida.

A cada rato mi amore se acerca a verificar si el bebé respira. Yo

no puedo estar sentada, ni parada ni acostada. Quiero irme a mi casa,

creo que allá recuperaré a la que fui, tendré las fuerzas que perdí du­

rante la cesárea, comenzaré a actuar como mamá y no como una re­

cién operada, inútil, amorosa, emocionada y asustada nueva madre.

158

Page 18: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

En acción

espués de la operación mi ma. dre insiste en que pase unos

días con ella. Vive en un cuarto piso y deciden subirme car­gada ya que no debo hacer esfuerzos. Mi papá y mi amore terminan agotados. Como reina fui colocada en una silla que

ellos apenas aguantan, descansaban un piso sí y un piso no. No sé por qué a las recién paridas nos colocan una mascada en la cabeza. Traigo pijama y pantuflas. Estoy cansada, desanimada, harta de mis dos días de ser mamá sobre todo porque no tengo las fuerzas, el ánimo de siempre. Soy otra, una terriblemente emocionada, decepcionada, har­ta y tranquila. ¿Será esto la famosa depresión post-parto? No lloro pero el mal humor está presente, no insulto a nadie pero quisiera no recibir consejos ni felicitaciones.

El bebé es muy noble, casi no llora. Estoy preocupada porque todavía no brota leche de mis pechos. Mi madre decide darme de be­ber atole, mi marido cerveza, según ellos eso motivirá la producción de leche materna. Busco refugio en las telenovelas, no quiero verme al espejo. No puedo levantarme con facilidad porque siento que los puntos se reventarán, no puedo ni reirme. Tengo la peor figura que hubiera imaginado y ni siquiera soy capaz de bañarme solita.

Soy una torpe cambiando pañales, una inepta para.cargar al bebé, una inútil para arrullarlo, una inexperta para alimentarlo, una incapaz para comprender lo que desea, una histérica si de pronto intenta llorar, una desentonada para interpretarle una canción de cuna. ¿ Cómo era yo antes?

159

Page 19: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

SEIS ESTAMPAS DE MUJERES MEXICANAS

Incluso ahora soy ya una "vaca lechera", mis pechos están lle­nos del vital líquido, no puedo creer el tamaño que adquirieron y me­nos aún que de esa manera alimente a mi bebé. No tengo ninguna sensación extraña ni placentera ni resignada al amamantarlo. Resulta curioso e increíble que mi cuerpo de pronto tenga ese don, esa rique­za. Mi hermana Isabel me regaló unos brasieres especiales y no puedo creer la talla. Entonces pienso animarme y le digo a mi amore que tiene que tomarme unas fotos sexys, así estilo calendario de la Trevi, para que después presuma que algún día fui talla 38, santo Dios.

Una noche, mientras Alfredo y yo descansamos en la cama de mis padres, le confío con sinceridad mis temores.

"¿Sabes qué? Yo rajo, yo me quedo con mi mamá los cuarenta días. Me siento bien pendeja y bien cansada, bien inútil y bien amola­da. Es angustiante no estar feliz de la vida porque de verdad quiero a mi bebé, pero no me la paso contemplando su sueño ni vigilando sus movimientos. Más bien espero que algún día aparezca yo, la mujer, la profesionista, la maestra, la escritora, la luchona.

"Quiero hacerte el amor sin que sienta vergüenza de mi cuerpo pues a mi pubis aún no le brota pelusa y temo que mi panza quede fruncida o chueca. Deseo que mis apetitosos senos vuelvan a su tama­ño normal y que mi bebé se parezca más a ti.

"Quiero que nuestro hijo ya hable para que sepa lo que quiere y que se inueva para salir a pasear con él porque ya no recuerdo cómo son las calles, ni la gente, ni el Metro, ni la basura, ni el esmog, por­que llevo varios días aislada de la vida cotidiana y estoy encerrada en el castillo del maternazgo".

Alfredo responde resignado que sí. Silenciosamente lo envidio porque se va todas las mañanas y regresa en las tardes como siempre mientras yo estoy encerrada, conviviendo con una personita que ape­nas voy conociendo. Un niñito que logra asustarme porque se atraganta con la leche y yo le grito aterrada a mi mamá, un pequeñito que es feliz en su tina en.tanto la inútil de su madre le enjuaga la cabecita,

160

Page 20: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

DESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO

que descansa protegido en mis brazos si le canto una canción, que

duerme plácidamente mientras yo miro por la ventana a todos aque­

llos que no tienen mi responsabilidad y caminan despreocupadamen­

te por la calle.

Ante mis quejas, el médico prefiere regañarme, dice que no ha­

ble mal de mi marido.

-Pues cómo no, a él no le ha cambiado la vida, mire mi panza

partida, mire mis pechos gigantes, mire mis primeras canas, mire mi

cara de madre abnegada, mire mi vida interrumpida.

-Sí pero mira lo precioso y sano que está tu hijo.

-Sí, ¿pero y yo? ¿yo dónde carambas quedo?

-Acostúmbrate a que ahora sólo importe tu hijo.

-¿Que qué? No doctor, yo quiero seguir siendo yo y agregar a

mi vida una tarea más, ser mamá, pero nunca, nunca será la única.

Quizá en venganza o por mala suerte, el día en que volví a po­

nerme el dispositivo hubo un grave problema. El ginecólogo no en­

contraba el cuello de la matriz, comenzó a lastimarme mucho. Siento

que introduce algo congelado que invade lo más íntimo de mi ser.

Desesperada le suplico: "¡Ay doctor! Le juro que si quiere seré una

madre abnegada, me llenaré de hijos como buena mujer mexicana,

pero ya no me torture".

Estoy a punto de perforarme el dedo pulgar con mis dientes. Lo

muerdo para no gritar. No sé lo que pasó, aunque el doctor trata de

explicarme. Muestra unos instrumentos raros y yo no le entiendo nada.

Sólo siento una gran dolor, el dispositivo ya fue colocado. Ahora no

sé cuándo mi título de madre permita que recupere mi dignidad de

mujer y vuelva a sentirme como antes y tenga ganas de hacer el amor.

Así es, aunque fue césarea siento raro el pubis porque le han

crecido unos pequeños vellos duritos y rasposos. Creo que el clítoris

está muy inflamado y la vagina lastimada. No sé si tenga ganas de

recibir a ese pene solidario de antes.

161

Page 21: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

SEIS ESTAMPAS DE MUJERES MEXICANAS

En las noches le pregunto a mi amore: "¿Cuándo haremos el amor?" "Cuando tú quieras, responde". "Chio, pues la verdad ahorita no quiero, no puedo, no tengo ganas". Ojalá algún día de estos logre recuperarme a mí misma. Mientras tanto empiezo a cantar duérmete mi niño, duérmete ya ...

162

Page 22: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

Crónica de una maternidad

anunciada

is noches son muy tranquilas porque el bebé es muy buen

niño. Sólo protesta cada tres o cuatro horas para comer y yo,

que duermo con los lentes puestos para no errar, le doy pre­

surosa el pecho hasta que mi hijo se vuelve a dormir. Como

vivimos en Cuajimalpa, hace un frío tremendo, por lo que decidimos

acostar al nene en nuestra cama, en medio de los dos, para besarlo y

abrigarlo, para decirle cuánto lo queremos.

Desde los primeros meses no he vuelto a levantarme temprano,

así que mi amare se prepara solito un jugo y sin compañía alguna se

come la fruta. Se despide besándonos tiernamente en la frente. Pro­

mete regresar temprano. Alas nueve desayuno y paseo con mi pequeñín

por el departamentito. Le canto alegremente. Si se duerme aprovecho

para ponerme a escribir.

Ahora mi agenda está vacía de citas o planes y escribo en ella a

qué hora le di pecho a mi hijo y de qué lado, porque luego lo olvido y

me queda un seno más lleno que el otro. Al pasar de los meses escribo

las primeras papillas que le di, la hora y sus reacciones ante el sabor

de la zanahoria, el chayote y la papa. También anoto las sagradas visi­

tas a la pediatra, una excelente mujer, Alma de mi alma. Ella revisa a

mi hijo desde la punta del cabello hasta el dedo gordito del pie. La

doctora Alma Carbajal se muestra solidaria conmigo si llego llorando

a su consultorio porque mi pequeñín tiene calentura o gripa.

Estoy muy sentida con mi marido, ahora trabaja tiempo com­

pleto, entonces toda la responsabilidad del bebé es mía, absolutamen-

163

Page 23: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

SEIS ESTAMPAS DE MUJERES MEXICANAS

te mía. Creo que he sido traicionada, el pacto no se cumplió de su parte. Por suerte, cuando voy a cobrar a la universidad, mis alumnos y

alumnas me hacen sentir la de siempre, exigen desesperados que vuelva

porque los otros maestros son un fracaso y urge mi presencia. El próxi­mo semestre regreso, pero descubrí que soy terriblemente aprehensiva,

madre abnegada en potencia y no quiero dejar a mi bebé en una guar­

dería, ni con mi suegra, ni con una niñera.

Cuando vuelvo a mis actividades, soy la clásica madre mexica­na rumbo al Metro de la ciudad: Niño en "canguro" -bien apretadito,

no me lo vayan a querer robar-. En un hombro va la pañalera sicodélica

en la que cabe desde un vasito con agua hasta una colcha. En el otro

hombro, portafolio de académica, con listas y apuntes tácticos.

He aprendido a ganar lugar aunque el camión no esté detenido, a empujar para bajar a tiempo en la estación indicada sin que nadie

toque a mi hijo, a fingir sufrimiento para que alguien me dé el lugar, a

soportar las miradas inquisitivas si a mi bebé le da por llorar de Cen­

tro Médico a Zapata. También soy una experta en amamantarlo ya sea

en un asiento del metro, en una incómoda combi, en un tranquilo taxi

o en cafre ruta 1 OO. Así, tres días a la semana, voy y vengo, de Tacubaya

a Universidad, de Universidad a Tacubaya.

Mis alumnos comprenden que si el nene se enferma no puedo ir

y soportan heroicamente a mis adjuntos. Incluso son tan solidarios

que si me llevo al bebé a la clase se turnan para cargarlo. Acudo a

conferencias con mi pequeñín en el regazo, salgo temprano de alguna

junta porque no quiero abusar de la solidaridad de mi mamá. Escribo

a máquina al mismo tiempo que lo arrullo con un pie en su carriola. Califico trabajos entre mamilas, papillas, pañales y juguetitos, por

eso no resulta extraño que en alguna ocasión en mi portafolio aparez­

ca un gatito de peluche o una sonaja.

Soy mamá de tiempo completo y al mismo tiempo lucho por no

dejar de ser profesionista, profesora, estudiante, periodista, escritora,

colaboradora, reportera, hija agradecida, nuera reservada y ... ¿Espo­

sa, amante, mujer? ¿En qué instante perdí ese rol?

164

Page 24: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

Algo más

o es sólo la ropita tierna que usa mi hijo, ni sus pies tan pe­

queños, ni su mirada inocente, ni sus dedos gorditos, ni sus

mejillas radiantes, tiene que ser algo más ...

No es sólo la nueva gran responsabilidad, ni los temores combi­

nados con alegría, ni la angustia feliz, o el miedo disfrutable, tiene

que ser algo más ...

No es el sueño interrumpido, las noches en vela, las visitas a la

pediatra, los canciones de cuna, el instinto materno, o la certeza feme­

nina, tiene que ser algo más ...

No es hablar en diminutivo, aprender a dar otro tipo de comida,

acomodarse mal el rebozo que mi madre y mi suegra insisten en que

use, tiene que ser algo más ...

No es sólo el descanso profesional obligatorio, los escritos re­

dactados mientras el bebé duerme, las clases para otro semestre, tiene

que ser algo más ...

No es sólo el cuerpo transformado, un vientre partido a la mi­

tad, unos pechos gigantescos, unos vellos recién florecido�, tiene que

ser algo más ...

No es sólo la dedicación absoluta, el olvido de mí misma, la

autoestima disminuida, la alegría refrigerada, tiene que ser algo más ...

No es sólo el tiempo completo de mamá, la preocupación ma­

ternal cotidiana, la entrega abnegada, el interés en el desarrollo inf an­

til, tiene que ser algo más ...

165

Page 25: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

SEIS ESTAMPAS DE MUJERES MEXICANAS

No es sólo el llanto de mi bebé, los pañales sucios hasta la igno­minia, la primera diarrea, el primer estornudo, tiene que ser algo más ...

No es el cansancio absoluto, la incipiente frigidez, el hartazgo materno, la envidia por la vida despreocupada de padre, tiene que ser algo más ...

No es sólo la ausencia de besos, la disminución de vida pasio­nal, el temor a despertar a mi hijo por nuestros gemidos de placer, tiene que ser algo más ...

Algo, algo más que comienza a separarme de ti y te convierte en un hombre ausente, lejano, indiferente, desconocido

Te quejas de que le dedico mucho tiempo al bebé y tú te sientes solo

Te quejas de que ya no intento arreglarme como antes

De que mi plática sólo es en tomo a pañales, enfermedades in­fantiles

De que ya no salimos al cine como antes, ni siquiera hemos vuelto a tener una cena romántica

De que el poco tiempolibre lo dedico a escribir y no a atenderte o a platicarte

166

De que quiero más al bebé que a ti

Que estás celoso

Que te sientes abandonado

Que ya no soy la misma

Que ya no te acuerdas cómo te amaba

Que ya no sientes amarme

Que una mujer más joven te está trastocando

Que alguien te hace sentir hombre otra vez

Que te sientes rejuvenecido y valorado

Que lejos de mí platicas de cosas divertidas

Que sonríes como antes

Page 26: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

DESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO

Que no hay olor a leche ni a pañales

Que no compites con nadie para llamar la atención

Entonces no es algo más, es alguien más. ¿ Verdad?

167

Page 27: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

La carta

� 1 poco tiempo me escribe. LJ Gloglis:

Te voy a contar un cuento de un hombre egoísta que de pronto se sintió desplazado por su propia conciencia.

Torio empezó hace ya mucho tiempo cuando era estudiante y no tomaba a ninguna mujer en serio, porque tenía una enorme deuda con su familia por sacarla adelante, ya que su padre había sido jubilado. En esos tiempos apareció una chica introvertida, que lo acompañaba a todos lados y soportó un sinnúmero de groserías, esa actitud fue ablan­dando la cáscara con que se protegía del amor, y empezó a surgir ese sentimiento tan especial que es el querer a alguien.

El chavo irresponsable, borracho, machín, había desaparecido gracias a ella, sin duda, algo que ni yo creía, sus amigos ( qué cabro­nes) la previnieron que se alejara de él pues no tomaba a ninguna mujer en serio y era muy egoísta, sin embargo estas palabras de alerta no le importaron.

Se empezaron a frecuentar casi obsesivamente y un día decidie­ron que ya era el momento de compartir sus vidas y así lo hicieron. Con gran entusiasmo, ilusión, pasión y respeto. Construyeron un cas­tillo muy sólido, de pronto empezó a recorrer en sus cerebros la idea de un hijo y lo concibieron, todo perfectamente planeado (recuerdo que la mamá de Darío nos admira por eso) y nació el bebé y disfruta­ron entre comillas de esa felicidad.

168

Page 28: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

DESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO

Tiempo después cambiaron sus conductas como pareja, no creo que haya culpables en este sentido, lo que sí ocurrió fue un distancia­miento paulatino. Desgraciadamente él es más débil que ella y de for­ma inconsciente riñó e hirió con palabras frías y duras a esa persona que es lo más bonito que le pudo ocurrir en la vida de ese inseguro, sentido y egoísta hombre. Afortunadamente ella peleó por ese amor que él no merece y continuarán viviendo juntos, pensando en que ya superaron el mal momento y el futuro es promisorio para ambos. Él no ha pedido perdón por ser tan pendejo, ahora te lo pido, perdóname puchunga. Como todo buen cuento debe terminar en final feliz, ¿no?

Amor, yo no creo que hay que empezar de nuevo sino que el mal momento ya pasó, el castillo tiene cimientos muy fuertes y afor­tunadamente también te quiero aunque a veces actúe como un patán. Gracias por continuar conmigo.

¿Sabes? No te merezco, sin duda eres una mujer muy especial y por fortuna nos tenemos. Gracias, te quiero.

169

Page 29: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

Entre su espalda y mi país

o estoy perdie. ndo, Alfredo se ha . vuelto tan cortante, llega

siempre tarde y escucha a todo volumen esa estúpida can­ción de Luis Miguel. Ya no es mi amore porque todo le daigual, prefiere salir a pasear solo, y si lo invito a cenar acepta

únicamente para regalarme su indiferencia. Eso sí, hacemos el amor de una manera desesperada, sin hablar­

nos, entregándose cada uno a su placer y a su pasión. terminamos tan sudorosos, tan agitados, tan cansados, que lo único que recibo es su espalda al momento que dice hasta mañana.

Hoy, por ejemplo, después que hicimos el amor, se levantó y se fue. Escucho que se está bañando, ya no me invita a hacerlo con él como antes. Entonces, prefiero ver el televisor y no puedo creer lo que veo: Guerrilla en Chiapas. Hablan de muertos y de la presencia del ejército. Los pobladores huyen despavoridos. Describen a los in­tegrantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Ellos exigen respeto a los indígenas y lucharán hasta morir.

De por sí estoy deprimida, y ahora esta situación aumenta mi estado de tensión porque yo también he olvidado a los indígenas. Siento vergüenza al comparar mis problemas personales con esa lucha. Miro a ese hombre que se hace llamar Marcos, lo escucho y sus denuncias hacen que al país como a mi vida lo sienta romperse en pedazos.

Pero así como esa guerrilla muestra lo vergonzoso del país, mi guerrilla interna hace que pierda la dignidad. Alfredo aseguró que ya no había problema, que buscaríamos el final feliz, pero lo que busca

170

Page 30: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

DESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO

es simplemente el final. Entonces, lucho, lucho con la única arma que

tengo: yo misma, y pese a los reproches extiendo mis brazos para

decir te quiero, no quiero claudicar.

Hasta fui al psicoanalista para tratar de entender lo que pasaba.

Por qué ante el rechazo busco desesperada ser aceptada. Por desgra­

cia enfrenté a un profesional misógino, para él resulté ser culpable de todo lo que pasa. Con severidad criticó que no usara mi apellido de

casada: "Ya ve por no ponerse el 'de' su marido la está dejando. Usted

es la que debe hacer el esfuerzo, aunque el bebé la deje cansada, debe

esforzarse por recibirlo lo mejor posible. Arréglese, hágale una rica

cena, olvídese en ese momento que es mamá, viva para él...". Asistí

dos veces y renuncié a verlo otra vez.

Ni siquiera pude decirle que yo quise ser mamá pero no perder­

me en el papel. No entendió que la inexperiencia, la desesperación, el

compromiso, el amor, los miedos, las alegrías provocan que le dedi­

que todo el tiempo al bebé. Debo atender bien a esa personita que yo

invité a venir a este mundo y al anochecer sólo tengo ánimo para

dormirme. ¿Por qué no lo entienden?

Tardaré en tomar el ritmo. Sí, quiero recuperarme a mí misma

pero he descubierto que soy terriblemente aprehensiva y no puedo

dejar al bebé sin sentirme de inmediato culpable, mala madre. Pero al

mismo tiempo quiero volver a lo de antes, mis escritos, mi esposo, mi

cuerpo, mi placer, mi vida. No sé como equilibrar esa balanza y a él se

le hace más fácil darme la espalda.

Todas las noches lloro mientras mi marido me da la espalda. No

quiero platicarlo con mis hermanas porque seguramente reaccionarán

como mis mejores amigas, lo odiarán, me aconsejarán que lo deje.

Pero, yo tuve un hijo por él, para compartirlo con él. ¿Por qué? ¿ Cómo

se rompió esa unidad de pareja?

Miro al techó y cuento las manchas de humedad mientras Alfredo

me da la espalda. Al releer un escrito mío evoco que un día fui feliz,

que un día sentí amar a este hombre como nunca he vuelto a sentir por

alguien, pero él sigue dándome la espalda.

171

Page 31: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

SEIS ESTAMPAS DE MUJERES MEXICANAS

El bebé ya ha crecido y es testigo mudo de mis lágrimas, de las discusiones nocturnas cuando intento hacer hablar a su papá y que diga lo que siente. Sólo recibo palabras crueles, juicios fríos, indife­rencia absoluta, comparaciones injustas, silencios macabros.

No quiero darme por vencida. Invito a mi marido a cenar, llamo a su trabajo sólo para saludarlo, le escribo poemas para demostrarle que lo amo. ¿Lo amo?

¿Haré este intento sólo para no quedarme sola? ¿Para que mi bebé tenga siempre cerca a su papá? ¿Pará que mis hermanas no su­fran una gran decepción? ¿Para que mis papás no se avergüencen del fracaso amoroso de su hija?.¿Para que mis amigas dejen de compade­cerme? ¿Para que mis alumnos sigan admirándome? ¿Para que no me llamen divorciada?

Una noche, en la que ya es tarde y Alfredo no llega, miro la televisión y recibo atónita una noticia: Luis _Donaldo Colosio sufrió un atentado, un balazo en la cabeza. Es impactante que de pronto al­guien que tenía toda una vida futura garantizada de bienestar pierda todo en un segundo. Escucho indignada al "querido" Jacobo que aje­no al sufrimiento de la esposa de Colosio y en nombre de un trabajo

periodístico, pide a su rep9rtera entrevistar a una dolida Diana Laura que sólo reza en espera del milagro que salve a su marido.

Miro consternada el rostro de Luis Donaldo, la sangre que brota de su cabeza, cae como en cámara lenta. Gritos, horror, lágrimas, gol­pes. Desde ese entonces no puedo evitar recordar la escena si oigo la canción de La culebra.

Yo jamás votaría por el PRI, su candidato a Presidente no me convence, pero que lo agredan así a cualquiera indigna. Pienso en Diana Laura, ella sí está a punto de perder para siempre al hombre que ama.

En eso llega mi esposo y le digo: "Córrele, balacearon a Colosio". En silencio miramos las escenas. Angustiados esperamos la noticia. Vemos a los reporteros correr de un lado a otro. Escuchamos voces temblorosas afirmar casi en secreto que Colosio murió.

172

Page 32: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

DESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO

, Es triste, alguien que parecía tenerlo todo de pronto se queda sin nada: sin la presidencia del país, sin la esposa, sin los hijos, sin los Pinos, sin el PRI, sin promesas, sin futuro, sin nada.

Alfredo y yo nos vamos a nuestra recámara, pero ya no compar­timos el silencio. Él dice, México se está muriendo. Y le digo, sí, igual que yo. Por primera vez después de muchos meses compartimos la cama abrazados. Nos espanta que nuestro país se muera.

Entonces nos damos cuenta de lo frágil que es la vida, de la manera tan absurda en que puedes perder todo, en que nada es para siempre, que ningún hombre, por más poder que tenga, puede salvar­se del dolor, de la injusticia.

Nos preguntamos qué pasará con nuestro país, qué nos espera, por qué hacen estas cosas, quién está detrás de todo eso. Por primera vez en muchos meses, conversamos sin herimos, sin gritar. Primero hablamos de México y su suerte, después de la nuestra. Hay cierta calma en cada palabra que digo, hay reflexión en las suyas antes de brotar de sus labios.

Nuestro hijo duerme plácidamente a nuestro lado. Alfredo reco­noce que lo impactó mucho cómo de pronto puedes perderlo todo, así, sin previo aviso. Fue una noche llena de dudas y miedo. El amanecer nos sorprende platicando, es el inicio de nuestra segunda oportuni­dad. Nosotros sí la tenemos porque seguimos con vida.

Así, compartimos juntos la indignación de que en el Mundial de Futbol nuestra selección quede descalificada, comentamos con sar­casmo el dedazo priista, nos impresiona un crimen político más en México y nos unimos a la consigna de "todos somos Marcos". Sin proponer estrategias volvemos a encontramos en nuestro querido país y yo pierdo de pronto el paisaje de su espalda.

173

Page 33: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

Poquita fe

ué te hizo? Dice mi hermana, entre burlona y envidiosa, al mirar el enorme arreglo floral que mi esposo envió. Él ya sabe que no soy afecta a las flores, odio que se sequen des­pués de un tiempo de radiante belleza y luego tener que ti­

rarlas. Su tarjeta logra conmoverme: "Porque nunca perdamos la ma­ravilla de compartir la vida".

A los pocos días Alfredo decide regalarme un libro que siempre había deseado Las mujeres en la cultura nacional, de Martha Robles. En la dedicatoria alaba mi talento, mi interés por la vida de las mexicanas y por soportarlo tanto.

Poco después llega con�una figura de bronce, es una mujer indí­gena, tan hermosa, con un rostro en el que se mezcla el orgullo y la dignidad. Su esbelto cuerpo parece despuntar hacia el cielo. Le ase­guro que será la primera de una colección que desde ahora iniciaré.

Varias noches nos vamos a cenar fuera de casa, mi amore es tan amable y platicador. Quiere que brindemos por seguir juntos, por te­ner un hijo hermoso, porque yo continúe con mis planes profesiona­les, porque lo perdone de corazón por lo estúpido que fue.

No pasan muchos días cuando llega con un disco de Gloria Stefan, donde ella canta:" ... cómo comprobar que no soy quien fui, el tiempo te dirá si tienes fe en mí y con los años que me quedan por vivir demostraré cuánto te quiero ... "

Vamos al cine y le encargamos el bebé a mi mamá. Por su insis­tencia le prometo que una vez.a la semana cenaremos solos. Mi espo-

174

Page 34: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

DESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO

so sugiere que un día salga con amigas y él cuidará- a nuestro hijo.

Acepta cambiarse de casa, al sur, porque ahí es donde realizo mi vida

profesional.

Recorremos como antes las librerías y salimos cargados de li­

bros, él los clásicos de ciencia ficción, yo mi adorada literatura de

escritoras mexicanas. Alquila videos de mi agrado, entonces hago

palomitas y con el bebé jugamos guerritas en la recámara. Un niñito

que ya habla, que ya dice mamá, que ya dice los quiero mucho ...

Yo lo acepto todo, sintiéndome extraña y halagada, .amada y

valorada, temerosa y convencida, mujer y cuerpo, madre y esposa,

escritora y maestra, deseada y satisfecha, insegura y nostálgica, incré­

dula y marginada, pero con muy poquita fe en el fondo de mi corazón.

175

Page 35: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

Frente al mar

ecuerdo a una amiga que decía: "Si quieres comprobar cuán­

to amas a un hombre, vete con él a la playa y compara su

presencia con el mar, si resplandece y te parece más cautiva­

dor que esa inmensidad azul, entonces sí lo amas".

Estoy precisamente frente al mar, mirando no a uno sino a dos

hombres que siento amar. Ellos juegan, enfrentan a las olas, las retan

graciosamente, sin duda se divierten. Y sí, a los dos los amo profun­

damente. Adoro el mar, siempre lo miro de lejos porque le tengo bas­

tante respeto, pero mi esposo y mi hijo se ven más fascinantes que ese

terciopelo azulado, que ese océano siempre tan pacífico.

Al mayor lo conqcí en la universidad. Lo primero que admiré

de Alfredo fueron sus ojos, tan grandes, tan llenos de vida y de luz.

Después, fue un orgullo saber que por ser el campeón goleador del

equipo era tan popular en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.

Más tarde admiré su inteligencia y su seguridad al hablar, era ca­

paz de discutir con profesores como José Woldenberg y rebatirlo

con sabiduría.

Yo era la niña buena, la muchacha seria, la aplicadita, a la que

todo mundo quería y protegía. Así que más de diez se asustaron al

saber que estaba enamorada de ese muchacho mujeriego y peleonero.

Sin embargo, todos fueron unos celestinos, desde Paco hasta Roberto,

desde Marissa hasta Tere. La noche del 17 de febrero bailé con mi

amore embelezada, nos besamos y así comenzó nuestro romance.

176

Page 36: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

ÜESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO

Terminamos la escuela y cada uno se dedicó a lo suyo. Un día,

que comíamos en el "Burguer", no sé ni por qué pero empezamos a

planear nuestra boda, lo que ganaríamos, lo que nos esperaría. Poco

a poco compramos desde la sala hasta la recámara, mientras Alfredo

realizaba auditorías en la policía y yo escribía la historieta de Sal y

Pimienta, al mismo tiempo que terminaba mi tesis.

Los sábados eran paseos en Coyoacán, tardes de cine, cenas de

pizza o taquitos, pláticas interminables y escapaditas para hacer el

amor en bonitos lugares, como este Acapulquito que ahora disfruto.

Mi hermana Elina recuerda siempre divertida el día de mi boda,

a las seis de la mañana ya estaba bañadita, peinada y vestida, lista

para unirme al hombre que amo. Alfredo y yo preferimos casarnos

solamente por el civil, hace mucho que dejé de creer en la Iglesia, en

Dios todavía creo, por eso sentiría vergüenza al ponerme ese disfraz

blanco y caminar al compás de esa marcha nupcial. Nos casamos feli­

ces y seguimos así por muchos años. Los dos trabajábamos en las

mañanas, mientras que por las tardes íbamos al cine o nos quedába­

mos a ver televisión recostados plácidamente en la cama.

Han pasado diez años. Hoy, miro a mi marido corriendo por la

playa, tiene varios kilos de más, muchas canas y los mismos ojos que

me conquistaron. Ha sido complicado superar nuestros conflictos desde

que nació el bebé. Es difícil aceptar que la persona que amas puede

causarte dolor, pero elegí seguir con mi amore y luché en serio por

lograrlo. Aunque para hacerlo opté por protegerme con una coraza

invisible pero sólida, ya no soy romática. Sí, lo quiero, pero tengo la

certeza de que si no es para siempre ya no moriré de amor como la

niña de Guatemala.

Decidimos tener un hijo por absoluto cariño, gozamos su espera

aunque a Alfredo le fue bastante mal porque tuvo todos los síntomas

de las embarazadas, se la pasó vomitando, con achaques y hasta

almorranas. Fue muy difícil adaptamos a la vida de padres, hubo un

177

Page 37: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

SEIS ESTAMPAS DE MUJERES MEXICANAS

momento en que todo estuvo a punto de terminar pero milagrosamen­

te logramos seguir juntos, tal vez por más coraje mío, pero al fin juntos.

Ahora esa personita que tanto deseamos que naciera corre con

su papá por la playa, es el otro hombre que amo profundamente. No

puedo creer la manera tan rápida como el tiempo ha transcurrido. Mi

hijo ya camina, corre y brinca. Recuerdo el pavor cuando daba sus

primeros pasos so-li-to. Ese hermoso niñito come de todo y ahora

niega rotundamente que de mis pechos se alimentó durante un año.

Para cuidarlo he tenido que hacer de "tripas corazón" pero nun­

ca he dejado vencerme. Al menos ya no llego llorando con la pediatra

si el bebé se enferma. ¡Ay, esa bendita mujer! Siempre severa pero

solidaria, gracias a ella aprendí a tomar la temperatura, a poner

supositorios, a tener un botiquín completo en la casa y a reaccionar

con calma ante un brote de calentura.

"Ete" fue la primera palabra de mi hijo y ya pasó casi al olvido

ante el enorme vocabulario que ahora maneja. Su vocecita es encanta­

dora incluso cuando quiere de comer y le digo "no seas machín, pide

todo por favor". Admiro hasta sus berrinches cuando dice "ya no te

quiero".

Ha sido difícil equilibrar mi vida profesional y personal pero

nunca claudicaré, sobre todo porque tengo el gran apoyo de mi ma­

dre, de mis hermanas, de mi suegra y de mi querida cuñada Paty. Siem­

pre hay alguien que se ofrece para cuidarlo si tengo que ir a un lugar o

si tengo que dar clases.

Estoy frente al mar y miro a esos dos hombres que tanto amo.

Juegan en el mar, se ríen de las olas, las retan divertidos, se mojan

felices. Es un gusto que el mar exista, que esté tan azul, que mi hijo, al

admirarlo en todo su esplendor, pregunte: "¿De dónde salió tanta agua?

¿ Quién le echó sal al mar?".

Las noches pasionales ya no son tan constantes. Quizá todavía

estoy herida, tal vez se murió en mí la pasión y el romanticismo. No

dudo de Alfredo pero ya no estoy tan segura del amor para siempre.

178

Page 38: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

ÜESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO

Mi amore y mi hijo corren presurosos para ver quién llega pri­

mero hacia mí, los dos lo logran. Sus besos salados hacen sentirme

contenta, ya no como antes pero sí como alguien que cree en la felici­

dad momentánea y se afana por mantenerla latente. Pero yo aquí me

quedo, con estos dos amores y con esta mujer que pese a todo cree

mucho en sí misma.

179

Page 39: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

Sorpresa, sorpresa

quella noche fui al baño varias veces. Recuerdo que por un

momento dije: "ParezcO embarazada, así sucedía cuando es­

peraba a mi amorcito hace ya tres años".

Engordo, ni el brassier logra quedarme bien. Nunca fui usuaria

de ese prenda femenina, pero después de tener a mi hijo si bien los

senos recuperaron su tamañito normal, ya no tienen la firmeza de an­

tes; Los veo extraños, como si estuviera embarazada.

¡Ay, qué cosas imagino! Tengo el dispositivo intrauterino, hace

seis meses lo revisaron y no hubo problema alguno. Sin embargo, yo

que soy exactita, tengo dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho días de atraso ... Santo Dios. No, no puede ser.

Decidí no ir más con el doctor Raúl desde que me lastimó tanto.

Iba con una ginecóloga, pero se cambió de consultorio. Entonces soy

recibida por otra, que al revisarme dice sorprendida: "Seño, tiene una

tremenda infección, un horrible flujo blanco tan abundante que ni si­

quiera puedo ver el hilo del dispositivo. Quizá sean hongos, le tengo

que recetar algo muy fuerte".

Temblorosa escucho sus recomendaciones: "Seguro que por la

infección la menstruación se ha retrasado pero con este potente trata­

miento ya no habrá problema". Salgo cargada de medicina y una sen­

sación extraña, de inseguridad, invade mis sentidos. Pese a todo tomo

la pastilla, que también le mandaron a él e introduzco hasta el fondo

de la vagina un óvulo. Tengo miedo.

180

Page 40: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

DESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO

Pasan tres días y empeoro. Alfredo coincide conmigo, también

se siente mal, le duele la espalda, tiene un poco de diarrea y yo ama­nezco siempre con ganas de vomitar. Lo peor, todavía no llega mi menstruación.

Ese día me habla una gran amiga, le comento desesperada lo que pasa y responde: "En diez minutos te hablo, te conseguiré a una gran especialista". Y sí, al poco rato me llama: "Ve para allá de inme­

diato". Logro comunicarme con mi amore y le doy la dirección, lo necesito junto a mí.

Cuando llego soy recibida por una ginecóloga muy amable y le

cuento lo ocurrido. Decide revisarme y sí, reafirma lo del flujo. Em­pieza a limpiarme con mucho cuidado, por desgracia aunque ya se ve

mejor el cuello de la matriz el dispositivo no está. "Calma, calma, tal vez el hilo se confunde con los restos de flujo que aún quedan", dice solidaria. "No pueden ser hongos, es necesario hacerte varios análi­

sis. La medicina que te recetaron es bastante fuerte. No debió ser re­comendada si había sospecha de embarazo".

En eso llega mi esposo y la doctora nos dice: "Primero vamos a comprobar si estás o no embarazada". Voy al baño para obtener una muestra de mi orina que debido al terror que siento no logro hacer

salir. Otra vez me miro al espejo y suplico con toda el alma: "No, por favor, que no esté embarazada". Mientras escurre un chorrito de ori­na, las piernas me tiemblan y mojo la ropa. Lo único que repito es no

no no no no ...

Estás embarazada, confirma la especialista. Permanecemos ca­llados. La ginecóloga nos dice: "Comprendo que es algo np deseado,

pero quiero que los dos decidan. Si quieren continuarlo, pese a todo, aquí tienen nuestro apoyo. Si deciden no continuarlo, puedo enviarlos a un lugar seguro en donde el proceso puede ser interrumpido sinpeligro algu1:10".

Me gusta que no diga la palabra aborto. Alfredo y yo nos mira­mos con lágrimas en los ojos para decir al mismo tiempo: "Preferí-

181

Page 41: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

SEIS ESTAMPAS DE MUJERES MEXICANAS

mos interrumpir el embarazo. Ya lo habíamos platicado días anterio­

res y éste no es el momento apropiado para ser padres otra vez, inclu­

so jamás habíamos contemplado la idea de tener otro".

Tengo ganas de justificarme lo más ampliamente posible, de

contarle a la ginecóloga lo de mi tesis de maestría, del riesgo que viví

de perder para siempre al hombre que amo, de mis innumerables alum­

nos, de mi nueva casa y la pesada renta, del amor absoluto por mi hijo

único, del apoyo solidario de mi madre.

También recuerdo a mi amiga Josefina que por su segundo hijo

dejó toda vida profesional y no deseo pasar por lo mismo; Quiero

hacer un doctorado, ser investigadora en la Hemeroteca Nacional, ser

profesora de tiempo completo, escribir libros, enseñar a más genera­

ciones ...

Miro a mi amere de reojo, no sé si realmente quiere apoyarme o

si siente el mismo temor que yo. Tal vez le preocupa más la cuestión

económica, otra vez los gastos de pediatra, pañales y cositas. Quizá

piensa en que nuevamente la tarea pesada será para mí y que un nuevo

alto en mi camino puede significar la ruptura total entre nosotros. Su

mano aprieta la mía con fuerza solidaria y después de besarme en la

mejilla le pregunta a la ginecóloga qué debemos hacer.

Ella nos sonríe comprensiva y apunta una dirección en un pape­

lito. Nos recomienda decir que vamos de su parte, y asegura que des­

pués nos darán un tratamiento para la infección. Salimos silenciosos,

oprimo ese papelito contra el pecho. Caminamos temblorosos por una

horrible y sucia calle de nuestra ciudad, inseguros de lo que nos espera.

182

Page 42: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

No es por gusto

engo ganas de subirme a la montaña rusa, de andar en pati­

nes por el peor empedrado de la ciudad, de rodar salvaje­

mente por las escaleras del edificio, de cargar algo muy pe­

sado para que todo reviente dentro de mí, de golpearme hasta

el cansancio el vientre ... tengo ganas de morirme.

El famoso médico nos atenderá hasta el lunes y este viernes mientras mi hijo quiere que admire su habilidad en el nuevo carrito yo

tengo la mirada perdida en la nada. Rechazo rotundamente la comida

porque no quiero alimentar a alguien que se metió aquí sin permiso.

Una y otra vez repito: No puede ser, no puede ser.

Tampoco puedo dormir. ¿Por qué no ocurre lo mismo que en las

telenovelas y tengo un accidente fatal que provoque el fin de un em­barazo no deseado sin culpas ni juicios sumarios? ¿Por qué no puedo

vomitar hasta sacar todo lo que hay dentro de mí? ¿Por qué no logro

desangrarme? ¿Por qué no trato de provocarme una hemorragia? ¿Por

qué no corro hasta desfallecer? ¿Por qué no dejo de respirar? ¿Por qué

tenía que pasarme a mí?

El sábado en la mañana decido bañar a mi hijo, como siempre

lo dejo un rato en la tina con sus juguetes mientras busco la ropa que le pondré. Mi esposo mira la tele y de pronto lloro como una niña.

Alfredo no sabe cómo consolarme. Asegura apoyarme, comprender­me. Pese a sus palabras lloro sin parar. Confieso que tengo miedo, que

estoy muy sentida con la vida por ponerme en esta situación.

Lloro desesperada, temerosa, herida y rebelde. Lloro porque soy mujer y tenía que pasarme esto. Lloro porque aun con la oportunidad

183

Page 43: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

SEIS ESTAMPAS DE MUJERES MEXICANAS

de decir sí o no, eso no puede consolarme más bien creo convertirme en una heroína vencida.

El bebé nos grita desde el baño, un dinosaurio de plástico ha lastimado su penecito. Su papá, con cierta brusquedad, lo libera y cuando mira mis lágrimas afirma con inocencia que no le pasó nada. Entonces lloro más, lo abrazo y le digo que lo quiero mucho y que jamás me perdonaría si algo le pasara. "Hijito, si supieras cuánto te amo". "Yo lo sé mamita", dice comprensivo al secar mis lágrimas.

Mientras miro a mi hijo jugar despreocupado sigo repitiendo en mi mente mil veces no. Le ruego a lo que está dentro que salga de mi cuerpo, le pido disculpas por no quererlo. Incluso por deseperación llego a maldecirlo, a exigirle que desaparezca así como llegó, de im­proviso, sin amor, sin ilusión.

Entonces recuerdo aquella gran discusión con mis amigas, cuan­do importunaban a una de ellas para que fuera madre, porque según Josefina "la vida se había vuelto color de rosa después de tener un hijo".

-Para mí la vida siempre ha sido de ese color y no necesité deun hijo para reconocerlo, respondí enfadada.

-Es que te vuelves más tierna y comprensiva, más solidaria conla vida, agregaba Imelda, amiga de Isabel Barranco.

-No es cierto, la ternura y comprensión forman parte de mi ca­rácter según la situación que enfrente, aseguré irritada.

-Eres una egoísta, ¿porqué no ceder por el bien de otro?, pre­guntaba Carlos admirado.

-¿ Y por mí, quién se va a preocupar por mí? -dije con la vozentrecortada- ¿ Quién me apoyará para seguir con mis ilusiones, con mis deseos de superación, con mis retos ante la viqa? Ustedes, machines abnegados, se van a trabajar y se olvidan de sü"paiernidad. ¿Cuándo has pedido permiso para faltar al trabajo porque se te enfermó tu hijo? ¿Cuándo has tenido que suspender un viaje por no dejar a tus hijos?

184

Page 44: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a

DESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO

¿ Cuándo has visto tu cuerpo cambiar drásticamente por cederle espa­

cio a otra personita y luchar rabiosamente por volverlo a tener como

antes de esa maravillosa experiencia de ser madre?.

-Tú hablas así por lo que te pasó, argumentó Maribel.

-Sí, es cierto, hablo así porque estuve a punto de perder a mi

esposo por preferir ser mamá, pero con qué derecho ustedes quieren

influir en la decisión de una mujer. Yo no digo que sea la mejor ni la

peor, pero yo pude elegir y eso me ayudó a buscar la manera de seguir

adelante.

Mis amigas escuchaban atónitas cada una de las palabras que

decía.

-Sí, yo quise ser mamá. Las cosas se me complicaron mucho,

pero jamás me arrepentí de serlo, sólo acepto que fue más difícil de lo

que imaginé y yo quisiera que Josefina, que Imelda aceptaran que no

es fácil ser mamá, que lo maravilloso puede mezclarse con lo terrible,

lo sublime con lo fatal, la alegría con la desesperación más absoluta,

la tranquilidad con el miedo más feroz.

Tenía ganas de llorar, pero fue más fuerte el deseo de expresar­

les mi verdadero sentir.

-Me gustaría que cada madre dijera que a veces le da mucho

miedo serlo, que a veces pide esquina porque ya no puede más. Qui­

siera que aceptaran abiertamente que de haber sabido el super com­

promiso en el que se metían lo hubieran pensado mil veces más, por­

que ser mamá no es mirar embelezada a un tierno bebé durmiendo, es

sentirte también absolutamente responsable de una personita con la

que vas aprendiendo lo que es la vida y mira que "la vida te da sorpre­

sas", diría Rubén Blades. Si Vicky no quiere ser mamá debemos res­

petar su idea y no venderle frases maternales porque no se vale como

tampoco quizá sea justificable que yo le diga que no.

Josefina escuchaba incrédula lo que yo decía, Isabel Barranco

parecía querer s9Iidarizarse conmigo, Maribel sonreía irónica y Car-

185

Page 45: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a
Page 46: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a
Page 47: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a
Page 48: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a
Page 49: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a
Page 50: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a
Page 51: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a
Page 52: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a
Page 53: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a
Page 54: Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que van a hacerme. El anestesista llega a