Desde el castillo del maternazgo · 2016-06-26 · Lo que ya no quise tocar fueron mis lentes, los...
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ELVIRA HERNÁNDEZ CARBALLIDO
Desde el castillo
del maternazgo
DESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO
en mi vientre. En el trayecto de la casa a El Colegio de México tengo
muchas ganas de comerme una quesadilla de chicharrón con salsita
verde, cremita encima y queso panela. ¿El primer antojo?
El día es precioso porque no hay esmog, los volcanes se ven
con toda claridad, y tengo ganas de platicar conmigo misma, o con
esa personita que quizá ya vive dentro de mí. "Hola, hola. ¿Me escu
chas? Fíjate que el paisaje es admirable porque está todo limpiecito,
el Ajusco se ve claramente y creo que puedo tocarlo".
La gente parece más amable, nos sonreímos en el camión. Na
die trata de empujarme cuando camino por el andén de una estación
del Metro y tarareo aquella canción de "qué alegre va María cuando
ve su figura reflejada en un cristal". Quizá sólo tengo un mes de emba
razada, pero siento que soy diferente, no mejor pero sí distinta, con
ganas de amar todo, de querer a todos, de ser muy feliz. "Hola,
hola -toco mi vientre- si estás ahí sólo deseo decirte que te quiero".
"Si mi' hija -dice el médico- ya estás embarazada". Salgo feliz
del consultorio, quiero gritar, cantar, miro conmovida a cualquier bebé, y corro presurosa a decirle a mi amore que ya me siento mamá.
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SEIS ESTAMPAS DE MUJERES MEXICANAS
de absoluta felicidad, no de malos pensamientos. Pero los tengo, los
tengo y debo callármelos para no molestar a nadie, porque una emba
razada es una mujer feliz, no alguien con dudas, temores, insatisfac
ciones y pánicos. Debo callarme, porque una mujer embarazada se
supone que es optimista, pero eso no es cierto. Sin embargo me callo
y practico mi sonrisa de mujer feliz.
Entonces finjo que todo es perfecto y a nadie le digo que deseo
fervientemente hacer el amor, que siento mi cuerpo amorfo, que re
sulta decepcionante ya no tener agilidad para recorrer la ciudad como
antes, que me da miedo perder a mi bebé. Cuando miro su cunita llena
de regalos y juguetes temo que nunca vaya a usarlos. Imagino los
dolores de parto pero creo que serán mil veces peor. Guardo silencio
porque parece que esa es la tradición. Durante el embarazo si una
mujer está temerosa es silenciada de inmeditato.
Así que vivo como diría María Luisa Puga con "pánico y peli
gro", unas veces dejándome vencer por el temor, otras ocasiones
enfrento esos retos que yo misma me impongo, pero siempre silencio
samente. Sólo externo el júbilo porque también existe, logro combi
narlo con el miedo, y es cuando creo vencer los temores.
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Bienvenido
í va a ser cesárea porque el bebé es muy grande y yo clínicamente a mis treinta años ya estoy ruca para poder hacer el esfuerzo de sacarlo, entonces que sea de una vez doctor, si no es hoy, mañana pero ya, ya por favor.
Este viernes existe en la casa un ambiente de alegría y preocupación. Cuando mi papá nos mostró un mameluco de tigrecito, y lo hizó caminar por la mesa del comedor, ninguna aguantó las lágrimas. Mi madre, mis hermanas y yo lloramos y reímos al mismo tiempo, queremos tener al bebé con nosotras pero a nadie le parece que sea por cesárea.
Consulté mis libros nuevamente para informarme sobre el tema y mi madre dijo que no leyera más porque lo mejor es no saber nada al respecto. Pero no le hago caso, memorizo lo de la anestesia, observo bien la forma en que el bisturí puede atravesar mi piel, y sí llego a preocuparme, al parecer la recuperación será más difícil porque se trata de una intervención quirúrgica. "Al menos no sentiré dolor al principio", pensé.
El sábado 17 de octubre nos levantamos a las siete, veo desayunar a toda mi familia y nos vamos en los respectivos coches. Yo quiero que Alfredo se quede conmigo pero no quiere, incluso llevamos una cámara de video que él se niega rotundamente a utilizar.
Después de bañarme y ponerme esa bata .ridícula que dan en todos los hospitales es gracioso que la enfermera se queje de lo velluda qµe soy, tiene que rasurarme varias veces el pubis. Se ve fatal sin
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esa "pelusa", como diría Rosa María Roffiel, que me brotó desde ado
lescente e incluso mis vellitos del vientre son retirados, por suerte sin
ninguna brusquedad.
El lugar es muy campirano, en la cima de San Jerónimo, el paisaje es todo verde, la neblina me hace creer que doy un paseo por las
nubes y la decoración rústica del lugar le da un toque humano que
otros sitios no tienen.
Meche, la enfermera, platica animosa conmigo, mientras mete
una sonda por aquí, otra por allá. Se burla de mis calcetines rojos que
no quise quitarme, según yo son de buena suerte. Lo que ya no quise
tocar fueron mis lentes, los abandoné para no ver con claridad lo que
van a hacerme. El anestesista llega a presentarse, cariñoso, solidario y
bromista. Hay buenas vibras en el lugar. Cuando el ayudante del gine
cólogo pregunta qué presiento tener se admira de mi seguridad al de
cirle que será niño. "Es que siempre todas le atinan, no sé como le
harán", dijo admirado.
Al salir del cuarto para ir al quirófano oigo las porras de mi
familia, de mis amigas y hasta de mis suegros y cuñados. Todos ahí
reunidos deseándome lo mejor, gritándome "tú puedes, viva la futura
mamá, duro, duro". Alfredo se acerca para besarme, pide permiso para
estar presente y grabar lo que ocurra. El médico acepta, pero le ad'
vierte: "Si se desmaya ahí lo dejamos tirado, ni modo".
Tiemblo, incontrolablemente tiemblo. No es miedo, tiemblo de
emoción, de ansias, de incredulidad. Otra vez dejo que los especialis
tas hagan lo que quieran: "inclínese, voltée para allá, le picaremos por
acá, ya vamos a empezar". El ginecólogo prende la radio y escucho
viejos boleros románticos. Pese a la anestesia y al permiso de que si
quiero dormirme lo haga, estoy atenta a lo que dicen. Escucho ruidos
y mi amigo el anestesista explica lo que están haciéndome. Siento que
una aspiradora recorre mi cuerpo. A veces desesperada pregunto que
si ya van a terminar. "Otro ratito m'hija", es la respuesta una y otra vez.
Como en las películas el llanto de mi hijo resuena por todo el
lugar y yo estoy feliz. Lágrimas de felicidad escurren por mis meji-
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Has. Alfredo grita desde el otro lado del cristal que ya soy mamá, el tono de su voz delata que también está llorando. Meche dice que adiviné porque es un niño. La miopía sólo permite que distinga una bolita de carne y unos ojitos enormes, beso de inmediato su frente y le digo: "Ojalá llegues a ser tan feliz como lo soy yo en este momento".
El bebé deja de llorar. Meche lo baña. Vuelve a enseñármelo ya vestidito y bañadito. Nuevamente lo beso y sigo llorando sin parar. Estoy emocionada, feliz, tanto que no llego a preocuparme cuando escucho que el hilo se acabó y no han podido cerrarme del todo. El gine-cólogo regaña a la enfermera que corre atolondrada a traer más hilo.
Cosida y feliz, de pronto comienzo a sentirme fatal. Un frío atroz invade mi cuerpo. Llego a mi habitación y entra toda la familia a besarme, a felicitarme. Una de mis hermanas llora emocionada, mi padre no sabe qué decirme y mi suegro no cesa de abrazarme. No entiendo la broma de mi amiga Josefina y lo único que quiero es descansar con mi bebé al lado. Por suerte mi esposo se fija que la ropita del nene tiene sangre, de inmediato llaman a Meche, el ombliguito no había sido suturado bien. No me asusto. Al poco rato regresan al niñito con ropa limpia y sin problema alguno.
Cuando logro mirarme al espejo no puedo creer lo que veo. ¿ Qué me hicieron estos médicos malvados? Estoy ojerosa, despeinada, "jodida y radiante" como diría Benedetti, y también "viceversa".
En la noche ninguno de los tres puede dormir. El bebé no llora, sólo nos mira con sorpresa. Lo veo y no puedo creer que esa cosita saliera de mí. Alfredo nos atiende abnegadamente, nos cambia de pañal, el mío lleno de sangre, el del bebé limpio todavía. Meche se ad
mira porque mi hijo no lloró en toda la noche. "Es un bebé muy deseado, sabe que está entre cuates", responde mi marido orgulloso.
Estoy terriblemente fatigada, sin fuerzas para cuidar un bebé, sin ganas para festejar esa llegada. Quisiera no recibir visitas y menos aún escuchar sus consejos, no los entiendo ni me importan. Quiero dormir, quiero una pizza y una cerveza para festejar, quiero una vi-
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tamina para sentirme yo misma porque ahora yo no soy yo, soy una
recién parida, que no sabe lo que le espera.
No puedo levantarme con facilidad, siento que por el esfuerzo
el vientre va a reventarme. No quiero ir al baño y por vergüenza no
quiero ensuciar el pañalote·que traigo puesto. Miro mi vientre y con
horror compruebo que está del mismo tamaño que cuando tenía al
bebé adentro. Soy una torpe al ofrecerle el pecho a mi hijo. MechC:r,
solidaria, ofrece ayudarme y le ruego que se vaya conmigo en lo que
el bebé cumple los diez años. "No, no, usted aprenderá pronto, no se
preocupe", dice divertida.
A cada rato mi amore se acerca a verificar si el bebé respira. Yo
no puedo estar sentada, ni parada ni acostada. Quiero irme a mi casa,
creo que allá recuperaré a la que fui, tendré las fuerzas que perdí du
rante la cesárea, comenzaré a actuar como mamá y no como una re
cién operada, inútil, amorosa, emocionada y asustada nueva madre.
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En acción
espués de la operación mi ma. dre insiste en que pase unos
días con ella. Vive en un cuarto piso y deciden subirme cargada ya que no debo hacer esfuerzos. Mi papá y mi amore terminan agotados. Como reina fui colocada en una silla que
ellos apenas aguantan, descansaban un piso sí y un piso no. No sé por qué a las recién paridas nos colocan una mascada en la cabeza. Traigo pijama y pantuflas. Estoy cansada, desanimada, harta de mis dos días de ser mamá sobre todo porque no tengo las fuerzas, el ánimo de siempre. Soy otra, una terriblemente emocionada, decepcionada, harta y tranquila. ¿Será esto la famosa depresión post-parto? No lloro pero el mal humor está presente, no insulto a nadie pero quisiera no recibir consejos ni felicitaciones.
El bebé es muy noble, casi no llora. Estoy preocupada porque todavía no brota leche de mis pechos. Mi madre decide darme de beber atole, mi marido cerveza, según ellos eso motivirá la producción de leche materna. Busco refugio en las telenovelas, no quiero verme al espejo. No puedo levantarme con facilidad porque siento que los puntos se reventarán, no puedo ni reirme. Tengo la peor figura que hubiera imaginado y ni siquiera soy capaz de bañarme solita.
Soy una torpe cambiando pañales, una inepta para.cargar al bebé, una inútil para arrullarlo, una inexperta para alimentarlo, una incapaz para comprender lo que desea, una histérica si de pronto intenta llorar, una desentonada para interpretarle una canción de cuna. ¿ Cómo era yo antes?
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Incluso ahora soy ya una "vaca lechera", mis pechos están llenos del vital líquido, no puedo creer el tamaño que adquirieron y menos aún que de esa manera alimente a mi bebé. No tengo ninguna sensación extraña ni placentera ni resignada al amamantarlo. Resulta curioso e increíble que mi cuerpo de pronto tenga ese don, esa riqueza. Mi hermana Isabel me regaló unos brasieres especiales y no puedo creer la talla. Entonces pienso animarme y le digo a mi amore que tiene que tomarme unas fotos sexys, así estilo calendario de la Trevi, para que después presuma que algún día fui talla 38, santo Dios.
Una noche, mientras Alfredo y yo descansamos en la cama de mis padres, le confío con sinceridad mis temores.
"¿Sabes qué? Yo rajo, yo me quedo con mi mamá los cuarenta días. Me siento bien pendeja y bien cansada, bien inútil y bien amolada. Es angustiante no estar feliz de la vida porque de verdad quiero a mi bebé, pero no me la paso contemplando su sueño ni vigilando sus movimientos. Más bien espero que algún día aparezca yo, la mujer, la profesionista, la maestra, la escritora, la luchona.
"Quiero hacerte el amor sin que sienta vergüenza de mi cuerpo pues a mi pubis aún no le brota pelusa y temo que mi panza quede fruncida o chueca. Deseo que mis apetitosos senos vuelvan a su tamaño normal y que mi bebé se parezca más a ti.
"Quiero que nuestro hijo ya hable para que sepa lo que quiere y que se inueva para salir a pasear con él porque ya no recuerdo cómo son las calles, ni la gente, ni el Metro, ni la basura, ni el esmog, porque llevo varios días aislada de la vida cotidiana y estoy encerrada en el castillo del maternazgo".
Alfredo responde resignado que sí. Silenciosamente lo envidio porque se va todas las mañanas y regresa en las tardes como siempre mientras yo estoy encerrada, conviviendo con una personita que apenas voy conociendo. Un niñito que logra asustarme porque se atraganta con la leche y yo le grito aterrada a mi mamá, un pequeñito que es feliz en su tina en.tanto la inútil de su madre le enjuaga la cabecita,
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que descansa protegido en mis brazos si le canto una canción, que
duerme plácidamente mientras yo miro por la ventana a todos aque
llos que no tienen mi responsabilidad y caminan despreocupadamen
te por la calle.
Ante mis quejas, el médico prefiere regañarme, dice que no ha
ble mal de mi marido.
-Pues cómo no, a él no le ha cambiado la vida, mire mi panza
partida, mire mis pechos gigantes, mire mis primeras canas, mire mi
cara de madre abnegada, mire mi vida interrumpida.
-Sí pero mira lo precioso y sano que está tu hijo.
-Sí, ¿pero y yo? ¿yo dónde carambas quedo?
-Acostúmbrate a que ahora sólo importe tu hijo.
-¿Que qué? No doctor, yo quiero seguir siendo yo y agregar a
mi vida una tarea más, ser mamá, pero nunca, nunca será la única.
Quizá en venganza o por mala suerte, el día en que volví a po
nerme el dispositivo hubo un grave problema. El ginecólogo no en
contraba el cuello de la matriz, comenzó a lastimarme mucho. Siento
que introduce algo congelado que invade lo más íntimo de mi ser.
Desesperada le suplico: "¡Ay doctor! Le juro que si quiere seré una
madre abnegada, me llenaré de hijos como buena mujer mexicana,
pero ya no me torture".
Estoy a punto de perforarme el dedo pulgar con mis dientes. Lo
muerdo para no gritar. No sé lo que pasó, aunque el doctor trata de
explicarme. Muestra unos instrumentos raros y yo no le entiendo nada.
Sólo siento una gran dolor, el dispositivo ya fue colocado. Ahora no
sé cuándo mi título de madre permita que recupere mi dignidad de
mujer y vuelva a sentirme como antes y tenga ganas de hacer el amor.
Así es, aunque fue césarea siento raro el pubis porque le han
crecido unos pequeños vellos duritos y rasposos. Creo que el clítoris
está muy inflamado y la vagina lastimada. No sé si tenga ganas de
recibir a ese pene solidario de antes.
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En las noches le pregunto a mi amore: "¿Cuándo haremos el amor?" "Cuando tú quieras, responde". "Chio, pues la verdad ahorita no quiero, no puedo, no tengo ganas". Ojalá algún día de estos logre recuperarme a mí misma. Mientras tanto empiezo a cantar duérmete mi niño, duérmete ya ...
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Crónica de una maternidad
anunciada
is noches son muy tranquilas porque el bebé es muy buen
niño. Sólo protesta cada tres o cuatro horas para comer y yo,
que duermo con los lentes puestos para no errar, le doy pre
surosa el pecho hasta que mi hijo se vuelve a dormir. Como
vivimos en Cuajimalpa, hace un frío tremendo, por lo que decidimos
acostar al nene en nuestra cama, en medio de los dos, para besarlo y
abrigarlo, para decirle cuánto lo queremos.
Desde los primeros meses no he vuelto a levantarme temprano,
así que mi amare se prepara solito un jugo y sin compañía alguna se
come la fruta. Se despide besándonos tiernamente en la frente. Pro
mete regresar temprano. Alas nueve desayuno y paseo con mi pequeñín
por el departamentito. Le canto alegremente. Si se duerme aprovecho
para ponerme a escribir.
Ahora mi agenda está vacía de citas o planes y escribo en ella a
qué hora le di pecho a mi hijo y de qué lado, porque luego lo olvido y
me queda un seno más lleno que el otro. Al pasar de los meses escribo
las primeras papillas que le di, la hora y sus reacciones ante el sabor
de la zanahoria, el chayote y la papa. También anoto las sagradas visi
tas a la pediatra, una excelente mujer, Alma de mi alma. Ella revisa a
mi hijo desde la punta del cabello hasta el dedo gordito del pie. La
doctora Alma Carbajal se muestra solidaria conmigo si llego llorando
a su consultorio porque mi pequeñín tiene calentura o gripa.
Estoy muy sentida con mi marido, ahora trabaja tiempo com
pleto, entonces toda la responsabilidad del bebé es mía, absolutamen-
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SEIS ESTAMPAS DE MUJERES MEXICANAS
te mía. Creo que he sido traicionada, el pacto no se cumplió de su parte. Por suerte, cuando voy a cobrar a la universidad, mis alumnos y
alumnas me hacen sentir la de siempre, exigen desesperados que vuelva
porque los otros maestros son un fracaso y urge mi presencia. El próximo semestre regreso, pero descubrí que soy terriblemente aprehensiva,
madre abnegada en potencia y no quiero dejar a mi bebé en una guar
dería, ni con mi suegra, ni con una niñera.
Cuando vuelvo a mis actividades, soy la clásica madre mexicana rumbo al Metro de la ciudad: Niño en "canguro" -bien apretadito,
no me lo vayan a querer robar-. En un hombro va la pañalera sicodélica
en la que cabe desde un vasito con agua hasta una colcha. En el otro
hombro, portafolio de académica, con listas y apuntes tácticos.
He aprendido a ganar lugar aunque el camión no esté detenido, a empujar para bajar a tiempo en la estación indicada sin que nadie
toque a mi hijo, a fingir sufrimiento para que alguien me dé el lugar, a
soportar las miradas inquisitivas si a mi bebé le da por llorar de Cen
tro Médico a Zapata. También soy una experta en amamantarlo ya sea
en un asiento del metro, en una incómoda combi, en un tranquilo taxi
o en cafre ruta 1 OO. Así, tres días a la semana, voy y vengo, de Tacubaya
a Universidad, de Universidad a Tacubaya.
Mis alumnos comprenden que si el nene se enferma no puedo ir
y soportan heroicamente a mis adjuntos. Incluso son tan solidarios
que si me llevo al bebé a la clase se turnan para cargarlo. Acudo a
conferencias con mi pequeñín en el regazo, salgo temprano de alguna
junta porque no quiero abusar de la solidaridad de mi mamá. Escribo
a máquina al mismo tiempo que lo arrullo con un pie en su carriola. Califico trabajos entre mamilas, papillas, pañales y juguetitos, por
eso no resulta extraño que en alguna ocasión en mi portafolio aparez
ca un gatito de peluche o una sonaja.
Soy mamá de tiempo completo y al mismo tiempo lucho por no
dejar de ser profesionista, profesora, estudiante, periodista, escritora,
colaboradora, reportera, hija agradecida, nuera reservada y ... ¿Espo
sa, amante, mujer? ¿En qué instante perdí ese rol?
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Algo más
o es sólo la ropita tierna que usa mi hijo, ni sus pies tan pe
queños, ni su mirada inocente, ni sus dedos gorditos, ni sus
mejillas radiantes, tiene que ser algo más ...
No es sólo la nueva gran responsabilidad, ni los temores combi
nados con alegría, ni la angustia feliz, o el miedo disfrutable, tiene
que ser algo más ...
No es el sueño interrumpido, las noches en vela, las visitas a la
pediatra, los canciones de cuna, el instinto materno, o la certeza feme
nina, tiene que ser algo más ...
No es hablar en diminutivo, aprender a dar otro tipo de comida,
acomodarse mal el rebozo que mi madre y mi suegra insisten en que
use, tiene que ser algo más ...
No es sólo el descanso profesional obligatorio, los escritos re
dactados mientras el bebé duerme, las clases para otro semestre, tiene
que ser algo más ...
No es sólo el cuerpo transformado, un vientre partido a la mi
tad, unos pechos gigantescos, unos vellos recién florecido�, tiene que
ser algo más ...
No es sólo la dedicación absoluta, el olvido de mí misma, la
autoestima disminuida, la alegría refrigerada, tiene que ser algo más ...
No es sólo el tiempo completo de mamá, la preocupación ma
ternal cotidiana, la entrega abnegada, el interés en el desarrollo inf an
til, tiene que ser algo más ...
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SEIS ESTAMPAS DE MUJERES MEXICANAS
No es sólo el llanto de mi bebé, los pañales sucios hasta la ignominia, la primera diarrea, el primer estornudo, tiene que ser algo más ...
No es el cansancio absoluto, la incipiente frigidez, el hartazgo materno, la envidia por la vida despreocupada de padre, tiene que ser algo más ...
No es sólo la ausencia de besos, la disminución de vida pasional, el temor a despertar a mi hijo por nuestros gemidos de placer, tiene que ser algo más ...
Algo, algo más que comienza a separarme de ti y te convierte en un hombre ausente, lejano, indiferente, desconocido
Te quejas de que le dedico mucho tiempo al bebé y tú te sientes solo
Te quejas de que ya no intento arreglarme como antes
De que mi plática sólo es en tomo a pañales, enfermedades infantiles
De que ya no salimos al cine como antes, ni siquiera hemos vuelto a tener una cena romántica
De que el poco tiempolibre lo dedico a escribir y no a atenderte o a platicarte
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De que quiero más al bebé que a ti
Que estás celoso
Que te sientes abandonado
Que ya no soy la misma
Que ya no te acuerdas cómo te amaba
Que ya no sientes amarme
Que una mujer más joven te está trastocando
Que alguien te hace sentir hombre otra vez
Que te sientes rejuvenecido y valorado
Que lejos de mí platicas de cosas divertidas
Que sonríes como antes
DESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO
Que no hay olor a leche ni a pañales
Que no compites con nadie para llamar la atención
Entonces no es algo más, es alguien más. ¿ Verdad?
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La carta
� 1 poco tiempo me escribe. LJ Gloglis:
Te voy a contar un cuento de un hombre egoísta que de pronto se sintió desplazado por su propia conciencia.
Torio empezó hace ya mucho tiempo cuando era estudiante y no tomaba a ninguna mujer en serio, porque tenía una enorme deuda con su familia por sacarla adelante, ya que su padre había sido jubilado. En esos tiempos apareció una chica introvertida, que lo acompañaba a todos lados y soportó un sinnúmero de groserías, esa actitud fue ablandando la cáscara con que se protegía del amor, y empezó a surgir ese sentimiento tan especial que es el querer a alguien.
El chavo irresponsable, borracho, machín, había desaparecido gracias a ella, sin duda, algo que ni yo creía, sus amigos ( qué cabrones) la previnieron que se alejara de él pues no tomaba a ninguna mujer en serio y era muy egoísta, sin embargo estas palabras de alerta no le importaron.
Se empezaron a frecuentar casi obsesivamente y un día decidieron que ya era el momento de compartir sus vidas y así lo hicieron. Con gran entusiasmo, ilusión, pasión y respeto. Construyeron un castillo muy sólido, de pronto empezó a recorrer en sus cerebros la idea de un hijo y lo concibieron, todo perfectamente planeado (recuerdo que la mamá de Darío nos admira por eso) y nació el bebé y disfrutaron entre comillas de esa felicidad.
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DESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO
Tiempo después cambiaron sus conductas como pareja, no creo que haya culpables en este sentido, lo que sí ocurrió fue un distanciamiento paulatino. Desgraciadamente él es más débil que ella y de forma inconsciente riñó e hirió con palabras frías y duras a esa persona que es lo más bonito que le pudo ocurrir en la vida de ese inseguro, sentido y egoísta hombre. Afortunadamente ella peleó por ese amor que él no merece y continuarán viviendo juntos, pensando en que ya superaron el mal momento y el futuro es promisorio para ambos. Él no ha pedido perdón por ser tan pendejo, ahora te lo pido, perdóname puchunga. Como todo buen cuento debe terminar en final feliz, ¿no?
Amor, yo no creo que hay que empezar de nuevo sino que el mal momento ya pasó, el castillo tiene cimientos muy fuertes y afortunadamente también te quiero aunque a veces actúe como un patán. Gracias por continuar conmigo.
¿Sabes? No te merezco, sin duda eres una mujer muy especial y por fortuna nos tenemos. Gracias, te quiero.
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Entre su espalda y mi país
o estoy perdie. ndo, Alfredo se ha . vuelto tan cortante, llega
siempre tarde y escucha a todo volumen esa estúpida canción de Luis Miguel. Ya no es mi amore porque todo le daigual, prefiere salir a pasear solo, y si lo invito a cenar acepta
únicamente para regalarme su indiferencia. Eso sí, hacemos el amor de una manera desesperada, sin hablar
nos, entregándose cada uno a su placer y a su pasión. terminamos tan sudorosos, tan agitados, tan cansados, que lo único que recibo es su espalda al momento que dice hasta mañana.
Hoy, por ejemplo, después que hicimos el amor, se levantó y se fue. Escucho que se está bañando, ya no me invita a hacerlo con él como antes. Entonces, prefiero ver el televisor y no puedo creer lo que veo: Guerrilla en Chiapas. Hablan de muertos y de la presencia del ejército. Los pobladores huyen despavoridos. Describen a los integrantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Ellos exigen respeto a los indígenas y lucharán hasta morir.
De por sí estoy deprimida, y ahora esta situación aumenta mi estado de tensión porque yo también he olvidado a los indígenas. Siento vergüenza al comparar mis problemas personales con esa lucha. Miro a ese hombre que se hace llamar Marcos, lo escucho y sus denuncias hacen que al país como a mi vida lo sienta romperse en pedazos.
Pero así como esa guerrilla muestra lo vergonzoso del país, mi guerrilla interna hace que pierda la dignidad. Alfredo aseguró que ya no había problema, que buscaríamos el final feliz, pero lo que busca
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es simplemente el final. Entonces, lucho, lucho con la única arma que
tengo: yo misma, y pese a los reproches extiendo mis brazos para
decir te quiero, no quiero claudicar.
Hasta fui al psicoanalista para tratar de entender lo que pasaba.
Por qué ante el rechazo busco desesperada ser aceptada. Por desgra
cia enfrenté a un profesional misógino, para él resulté ser culpable de todo lo que pasa. Con severidad criticó que no usara mi apellido de
casada: "Ya ve por no ponerse el 'de' su marido la está dejando. Usted
es la que debe hacer el esfuerzo, aunque el bebé la deje cansada, debe
esforzarse por recibirlo lo mejor posible. Arréglese, hágale una rica
cena, olvídese en ese momento que es mamá, viva para él...". Asistí
dos veces y renuncié a verlo otra vez.
Ni siquiera pude decirle que yo quise ser mamá pero no perder
me en el papel. No entendió que la inexperiencia, la desesperación, el
compromiso, el amor, los miedos, las alegrías provocan que le dedi
que todo el tiempo al bebé. Debo atender bien a esa personita que yo
invité a venir a este mundo y al anochecer sólo tengo ánimo para
dormirme. ¿Por qué no lo entienden?
Tardaré en tomar el ritmo. Sí, quiero recuperarme a mí misma
pero he descubierto que soy terriblemente aprehensiva y no puedo
dejar al bebé sin sentirme de inmediato culpable, mala madre. Pero al
mismo tiempo quiero volver a lo de antes, mis escritos, mi esposo, mi
cuerpo, mi placer, mi vida. No sé como equilibrar esa balanza y a él se
le hace más fácil darme la espalda.
Todas las noches lloro mientras mi marido me da la espalda. No
quiero platicarlo con mis hermanas porque seguramente reaccionarán
como mis mejores amigas, lo odiarán, me aconsejarán que lo deje.
Pero, yo tuve un hijo por él, para compartirlo con él. ¿Por qué? ¿ Cómo
se rompió esa unidad de pareja?
Miro al techó y cuento las manchas de humedad mientras Alfredo
me da la espalda. Al releer un escrito mío evoco que un día fui feliz,
que un día sentí amar a este hombre como nunca he vuelto a sentir por
alguien, pero él sigue dándome la espalda.
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SEIS ESTAMPAS DE MUJERES MEXICANAS
El bebé ya ha crecido y es testigo mudo de mis lágrimas, de las discusiones nocturnas cuando intento hacer hablar a su papá y que diga lo que siente. Sólo recibo palabras crueles, juicios fríos, indiferencia absoluta, comparaciones injustas, silencios macabros.
No quiero darme por vencida. Invito a mi marido a cenar, llamo a su trabajo sólo para saludarlo, le escribo poemas para demostrarle que lo amo. ¿Lo amo?
¿Haré este intento sólo para no quedarme sola? ¿Para que mi bebé tenga siempre cerca a su papá? ¿Pará que mis hermanas no sufran una gran decepción? ¿Para que mis papás no se avergüencen del fracaso amoroso de su hija?.¿Para que mis amigas dejen de compadecerme? ¿Para que mis alumnos sigan admirándome? ¿Para que no me llamen divorciada?
Una noche, en la que ya es tarde y Alfredo no llega, miro la televisión y recibo atónita una noticia: Luis _Donaldo Colosio sufrió un atentado, un balazo en la cabeza. Es impactante que de pronto alguien que tenía toda una vida futura garantizada de bienestar pierda todo en un segundo. Escucho indignada al "querido" Jacobo que ajeno al sufrimiento de la esposa de Colosio y en nombre de un trabajo
periodístico, pide a su rep9rtera entrevistar a una dolida Diana Laura que sólo reza en espera del milagro que salve a su marido.
Miro consternada el rostro de Luis Donaldo, la sangre que brota de su cabeza, cae como en cámara lenta. Gritos, horror, lágrimas, golpes. Desde ese entonces no puedo evitar recordar la escena si oigo la canción de La culebra.
Yo jamás votaría por el PRI, su candidato a Presidente no me convence, pero que lo agredan así a cualquiera indigna. Pienso en Diana Laura, ella sí está a punto de perder para siempre al hombre que ama.
En eso llega mi esposo y le digo: "Córrele, balacearon a Colosio". En silencio miramos las escenas. Angustiados esperamos la noticia. Vemos a los reporteros correr de un lado a otro. Escuchamos voces temblorosas afirmar casi en secreto que Colosio murió.
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, Es triste, alguien que parecía tenerlo todo de pronto se queda sin nada: sin la presidencia del país, sin la esposa, sin los hijos, sin los Pinos, sin el PRI, sin promesas, sin futuro, sin nada.
Alfredo y yo nos vamos a nuestra recámara, pero ya no compartimos el silencio. Él dice, México se está muriendo. Y le digo, sí, igual que yo. Por primera vez después de muchos meses compartimos la cama abrazados. Nos espanta que nuestro país se muera.
Entonces nos damos cuenta de lo frágil que es la vida, de la manera tan absurda en que puedes perder todo, en que nada es para siempre, que ningún hombre, por más poder que tenga, puede salvarse del dolor, de la injusticia.
Nos preguntamos qué pasará con nuestro país, qué nos espera, por qué hacen estas cosas, quién está detrás de todo eso. Por primera vez en muchos meses, conversamos sin herimos, sin gritar. Primero hablamos de México y su suerte, después de la nuestra. Hay cierta calma en cada palabra que digo, hay reflexión en las suyas antes de brotar de sus labios.
Nuestro hijo duerme plácidamente a nuestro lado. Alfredo reconoce que lo impactó mucho cómo de pronto puedes perderlo todo, así, sin previo aviso. Fue una noche llena de dudas y miedo. El amanecer nos sorprende platicando, es el inicio de nuestra segunda oportunidad. Nosotros sí la tenemos porque seguimos con vida.
Así, compartimos juntos la indignación de que en el Mundial de Futbol nuestra selección quede descalificada, comentamos con sarcasmo el dedazo priista, nos impresiona un crimen político más en México y nos unimos a la consigna de "todos somos Marcos". Sin proponer estrategias volvemos a encontramos en nuestro querido país y yo pierdo de pronto el paisaje de su espalda.
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Poquita fe
ué te hizo? Dice mi hermana, entre burlona y envidiosa, al mirar el enorme arreglo floral que mi esposo envió. Él ya sabe que no soy afecta a las flores, odio que se sequen después de un tiempo de radiante belleza y luego tener que ti
rarlas. Su tarjeta logra conmoverme: "Porque nunca perdamos la maravilla de compartir la vida".
A los pocos días Alfredo decide regalarme un libro que siempre había deseado Las mujeres en la cultura nacional, de Martha Robles. En la dedicatoria alaba mi talento, mi interés por la vida de las mexicanas y por soportarlo tanto.
Poco después llega con�una figura de bronce, es una mujer indígena, tan hermosa, con un rostro en el que se mezcla el orgullo y la dignidad. Su esbelto cuerpo parece despuntar hacia el cielo. Le aseguro que será la primera de una colección que desde ahora iniciaré.
Varias noches nos vamos a cenar fuera de casa, mi amore es tan amable y platicador. Quiere que brindemos por seguir juntos, por tener un hijo hermoso, porque yo continúe con mis planes profesionales, porque lo perdone de corazón por lo estúpido que fue.
No pasan muchos días cuando llega con un disco de Gloria Stefan, donde ella canta:" ... cómo comprobar que no soy quien fui, el tiempo te dirá si tienes fe en mí y con los años que me quedan por vivir demostraré cuánto te quiero ... "
Vamos al cine y le encargamos el bebé a mi mamá. Por su insistencia le prometo que una vez.a la semana cenaremos solos. Mi espo-
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DESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO
so sugiere que un día salga con amigas y él cuidará- a nuestro hijo.
Acepta cambiarse de casa, al sur, porque ahí es donde realizo mi vida
profesional.
Recorremos como antes las librerías y salimos cargados de li
bros, él los clásicos de ciencia ficción, yo mi adorada literatura de
escritoras mexicanas. Alquila videos de mi agrado, entonces hago
palomitas y con el bebé jugamos guerritas en la recámara. Un niñito
que ya habla, que ya dice mamá, que ya dice los quiero mucho ...
Yo lo acepto todo, sintiéndome extraña y halagada, .amada y
valorada, temerosa y convencida, mujer y cuerpo, madre y esposa,
escritora y maestra, deseada y satisfecha, insegura y nostálgica, incré
dula y marginada, pero con muy poquita fe en el fondo de mi corazón.
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Frente al mar
ecuerdo a una amiga que decía: "Si quieres comprobar cuán
to amas a un hombre, vete con él a la playa y compara su
presencia con el mar, si resplandece y te parece más cautiva
dor que esa inmensidad azul, entonces sí lo amas".
Estoy precisamente frente al mar, mirando no a uno sino a dos
hombres que siento amar. Ellos juegan, enfrentan a las olas, las retan
graciosamente, sin duda se divierten. Y sí, a los dos los amo profun
damente. Adoro el mar, siempre lo miro de lejos porque le tengo bas
tante respeto, pero mi esposo y mi hijo se ven más fascinantes que ese
terciopelo azulado, que ese océano siempre tan pacífico.
Al mayor lo conqcí en la universidad. Lo primero que admiré
de Alfredo fueron sus ojos, tan grandes, tan llenos de vida y de luz.
Después, fue un orgullo saber que por ser el campeón goleador del
equipo era tan popular en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.
Más tarde admiré su inteligencia y su seguridad al hablar, era ca
paz de discutir con profesores como José Woldenberg y rebatirlo
con sabiduría.
Yo era la niña buena, la muchacha seria, la aplicadita, a la que
todo mundo quería y protegía. Así que más de diez se asustaron al
saber que estaba enamorada de ese muchacho mujeriego y peleonero.
Sin embargo, todos fueron unos celestinos, desde Paco hasta Roberto,
desde Marissa hasta Tere. La noche del 17 de febrero bailé con mi
amore embelezada, nos besamos y así comenzó nuestro romance.
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ÜESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO
Terminamos la escuela y cada uno se dedicó a lo suyo. Un día,
que comíamos en el "Burguer", no sé ni por qué pero empezamos a
planear nuestra boda, lo que ganaríamos, lo que nos esperaría. Poco
a poco compramos desde la sala hasta la recámara, mientras Alfredo
realizaba auditorías en la policía y yo escribía la historieta de Sal y
Pimienta, al mismo tiempo que terminaba mi tesis.
Los sábados eran paseos en Coyoacán, tardes de cine, cenas de
pizza o taquitos, pláticas interminables y escapaditas para hacer el
amor en bonitos lugares, como este Acapulquito que ahora disfruto.
Mi hermana Elina recuerda siempre divertida el día de mi boda,
a las seis de la mañana ya estaba bañadita, peinada y vestida, lista
para unirme al hombre que amo. Alfredo y yo preferimos casarnos
solamente por el civil, hace mucho que dejé de creer en la Iglesia, en
Dios todavía creo, por eso sentiría vergüenza al ponerme ese disfraz
blanco y caminar al compás de esa marcha nupcial. Nos casamos feli
ces y seguimos así por muchos años. Los dos trabajábamos en las
mañanas, mientras que por las tardes íbamos al cine o nos quedába
mos a ver televisión recostados plácidamente en la cama.
Han pasado diez años. Hoy, miro a mi marido corriendo por la
playa, tiene varios kilos de más, muchas canas y los mismos ojos que
me conquistaron. Ha sido complicado superar nuestros conflictos desde
que nació el bebé. Es difícil aceptar que la persona que amas puede
causarte dolor, pero elegí seguir con mi amore y luché en serio por
lograrlo. Aunque para hacerlo opté por protegerme con una coraza
invisible pero sólida, ya no soy romática. Sí, lo quiero, pero tengo la
certeza de que si no es para siempre ya no moriré de amor como la
niña de Guatemala.
Decidimos tener un hijo por absoluto cariño, gozamos su espera
aunque a Alfredo le fue bastante mal porque tuvo todos los síntomas
de las embarazadas, se la pasó vomitando, con achaques y hasta
almorranas. Fue muy difícil adaptamos a la vida de padres, hubo un
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SEIS ESTAMPAS DE MUJERES MEXICANAS
momento en que todo estuvo a punto de terminar pero milagrosamen
te logramos seguir juntos, tal vez por más coraje mío, pero al fin juntos.
Ahora esa personita que tanto deseamos que naciera corre con
su papá por la playa, es el otro hombre que amo profundamente. No
puedo creer la manera tan rápida como el tiempo ha transcurrido. Mi
hijo ya camina, corre y brinca. Recuerdo el pavor cuando daba sus
primeros pasos so-li-to. Ese hermoso niñito come de todo y ahora
niega rotundamente que de mis pechos se alimentó durante un año.
Para cuidarlo he tenido que hacer de "tripas corazón" pero nun
ca he dejado vencerme. Al menos ya no llego llorando con la pediatra
si el bebé se enferma. ¡Ay, esa bendita mujer! Siempre severa pero
solidaria, gracias a ella aprendí a tomar la temperatura, a poner
supositorios, a tener un botiquín completo en la casa y a reaccionar
con calma ante un brote de calentura.
"Ete" fue la primera palabra de mi hijo y ya pasó casi al olvido
ante el enorme vocabulario que ahora maneja. Su vocecita es encanta
dora incluso cuando quiere de comer y le digo "no seas machín, pide
todo por favor". Admiro hasta sus berrinches cuando dice "ya no te
quiero".
Ha sido difícil equilibrar mi vida profesional y personal pero
nunca claudicaré, sobre todo porque tengo el gran apoyo de mi ma
dre, de mis hermanas, de mi suegra y de mi querida cuñada Paty. Siem
pre hay alguien que se ofrece para cuidarlo si tengo que ir a un lugar o
si tengo que dar clases.
Estoy frente al mar y miro a esos dos hombres que tanto amo.
Juegan en el mar, se ríen de las olas, las retan divertidos, se mojan
felices. Es un gusto que el mar exista, que esté tan azul, que mi hijo, al
admirarlo en todo su esplendor, pregunte: "¿De dónde salió tanta agua?
¿ Quién le echó sal al mar?".
Las noches pasionales ya no son tan constantes. Quizá todavía
estoy herida, tal vez se murió en mí la pasión y el romanticismo. No
dudo de Alfredo pero ya no estoy tan segura del amor para siempre.
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ÜESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO
Mi amore y mi hijo corren presurosos para ver quién llega pri
mero hacia mí, los dos lo logran. Sus besos salados hacen sentirme
contenta, ya no como antes pero sí como alguien que cree en la felici
dad momentánea y se afana por mantenerla latente. Pero yo aquí me
quedo, con estos dos amores y con esta mujer que pese a todo cree
mucho en sí misma.
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Sorpresa, sorpresa
quella noche fui al baño varias veces. Recuerdo que por un
momento dije: "ParezcO embarazada, así sucedía cuando es
peraba a mi amorcito hace ya tres años".
Engordo, ni el brassier logra quedarme bien. Nunca fui usuaria
de ese prenda femenina, pero después de tener a mi hijo si bien los
senos recuperaron su tamañito normal, ya no tienen la firmeza de an
tes; Los veo extraños, como si estuviera embarazada.
¡Ay, qué cosas imagino! Tengo el dispositivo intrauterino, hace
seis meses lo revisaron y no hubo problema alguno. Sin embargo, yo
que soy exactita, tengo dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho días de atraso ... Santo Dios. No, no puede ser.
Decidí no ir más con el doctor Raúl desde que me lastimó tanto.
Iba con una ginecóloga, pero se cambió de consultorio. Entonces soy
recibida por otra, que al revisarme dice sorprendida: "Seño, tiene una
tremenda infección, un horrible flujo blanco tan abundante que ni si
quiera puedo ver el hilo del dispositivo. Quizá sean hongos, le tengo
que recetar algo muy fuerte".
Temblorosa escucho sus recomendaciones: "Seguro que por la
infección la menstruación se ha retrasado pero con este potente trata
miento ya no habrá problema". Salgo cargada de medicina y una sen
sación extraña, de inseguridad, invade mis sentidos. Pese a todo tomo
la pastilla, que también le mandaron a él e introduzco hasta el fondo
de la vagina un óvulo. Tengo miedo.
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DESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO
Pasan tres días y empeoro. Alfredo coincide conmigo, también
se siente mal, le duele la espalda, tiene un poco de diarrea y yo amanezco siempre con ganas de vomitar. Lo peor, todavía no llega mi menstruación.
Ese día me habla una gran amiga, le comento desesperada lo que pasa y responde: "En diez minutos te hablo, te conseguiré a una gran especialista". Y sí, al poco rato me llama: "Ve para allá de inme
diato". Logro comunicarme con mi amore y le doy la dirección, lo necesito junto a mí.
Cuando llego soy recibida por una ginecóloga muy amable y le
cuento lo ocurrido. Decide revisarme y sí, reafirma lo del flujo. Empieza a limpiarme con mucho cuidado, por desgracia aunque ya se ve
mejor el cuello de la matriz el dispositivo no está. "Calma, calma, tal vez el hilo se confunde con los restos de flujo que aún quedan", dice solidaria. "No pueden ser hongos, es necesario hacerte varios análi
sis. La medicina que te recetaron es bastante fuerte. No debió ser recomendada si había sospecha de embarazo".
En eso llega mi esposo y la doctora nos dice: "Primero vamos a comprobar si estás o no embarazada". Voy al baño para obtener una muestra de mi orina que debido al terror que siento no logro hacer
salir. Otra vez me miro al espejo y suplico con toda el alma: "No, por favor, que no esté embarazada". Mientras escurre un chorrito de orina, las piernas me tiemblan y mojo la ropa. Lo único que repito es no
no no no no ...
Estás embarazada, confirma la especialista. Permanecemos callados. La ginecóloga nos dice: "Comprendo que es algo np deseado,
pero quiero que los dos decidan. Si quieren continuarlo, pese a todo, aquí tienen nuestro apoyo. Si deciden no continuarlo, puedo enviarlos a un lugar seguro en donde el proceso puede ser interrumpido sinpeligro algu1:10".
Me gusta que no diga la palabra aborto. Alfredo y yo nos miramos con lágrimas en los ojos para decir al mismo tiempo: "Preferí-
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SEIS ESTAMPAS DE MUJERES MEXICANAS
mos interrumpir el embarazo. Ya lo habíamos platicado días anterio
res y éste no es el momento apropiado para ser padres otra vez, inclu
so jamás habíamos contemplado la idea de tener otro".
Tengo ganas de justificarme lo más ampliamente posible, de
contarle a la ginecóloga lo de mi tesis de maestría, del riesgo que viví
de perder para siempre al hombre que amo, de mis innumerables alum
nos, de mi nueva casa y la pesada renta, del amor absoluto por mi hijo
único, del apoyo solidario de mi madre.
También recuerdo a mi amiga Josefina que por su segundo hijo
dejó toda vida profesional y no deseo pasar por lo mismo; Quiero
hacer un doctorado, ser investigadora en la Hemeroteca Nacional, ser
profesora de tiempo completo, escribir libros, enseñar a más genera
ciones ...
Miro a mi amere de reojo, no sé si realmente quiere apoyarme o
si siente el mismo temor que yo. Tal vez le preocupa más la cuestión
económica, otra vez los gastos de pediatra, pañales y cositas. Quizá
piensa en que nuevamente la tarea pesada será para mí y que un nuevo
alto en mi camino puede significar la ruptura total entre nosotros. Su
mano aprieta la mía con fuerza solidaria y después de besarme en la
mejilla le pregunta a la ginecóloga qué debemos hacer.
Ella nos sonríe comprensiva y apunta una dirección en un pape
lito. Nos recomienda decir que vamos de su parte, y asegura que des
pués nos darán un tratamiento para la infección. Salimos silenciosos,
oprimo ese papelito contra el pecho. Caminamos temblorosos por una
horrible y sucia calle de nuestra ciudad, inseguros de lo que nos espera.
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No es por gusto
engo ganas de subirme a la montaña rusa, de andar en pati
nes por el peor empedrado de la ciudad, de rodar salvaje
mente por las escaleras del edificio, de cargar algo muy pe
sado para que todo reviente dentro de mí, de golpearme hasta
el cansancio el vientre ... tengo ganas de morirme.
El famoso médico nos atenderá hasta el lunes y este viernes mientras mi hijo quiere que admire su habilidad en el nuevo carrito yo
tengo la mirada perdida en la nada. Rechazo rotundamente la comida
porque no quiero alimentar a alguien que se metió aquí sin permiso.
Una y otra vez repito: No puede ser, no puede ser.
Tampoco puedo dormir. ¿Por qué no ocurre lo mismo que en las
telenovelas y tengo un accidente fatal que provoque el fin de un embarazo no deseado sin culpas ni juicios sumarios? ¿Por qué no puedo
vomitar hasta sacar todo lo que hay dentro de mí? ¿Por qué no logro
desangrarme? ¿Por qué no trato de provocarme una hemorragia? ¿Por
qué no corro hasta desfallecer? ¿Por qué no dejo de respirar? ¿Por qué
tenía que pasarme a mí?
El sábado en la mañana decido bañar a mi hijo, como siempre
lo dejo un rato en la tina con sus juguetes mientras busco la ropa que le pondré. Mi esposo mira la tele y de pronto lloro como una niña.
Alfredo no sabe cómo consolarme. Asegura apoyarme, comprenderme. Pese a sus palabras lloro sin parar. Confieso que tengo miedo, que
estoy muy sentida con la vida por ponerme en esta situación.
Lloro desesperada, temerosa, herida y rebelde. Lloro porque soy mujer y tenía que pasarme esto. Lloro porque aun con la oportunidad
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SEIS ESTAMPAS DE MUJERES MEXICANAS
de decir sí o no, eso no puede consolarme más bien creo convertirme en una heroína vencida.
El bebé nos grita desde el baño, un dinosaurio de plástico ha lastimado su penecito. Su papá, con cierta brusquedad, lo libera y cuando mira mis lágrimas afirma con inocencia que no le pasó nada. Entonces lloro más, lo abrazo y le digo que lo quiero mucho y que jamás me perdonaría si algo le pasara. "Hijito, si supieras cuánto te amo". "Yo lo sé mamita", dice comprensivo al secar mis lágrimas.
Mientras miro a mi hijo jugar despreocupado sigo repitiendo en mi mente mil veces no. Le ruego a lo que está dentro que salga de mi cuerpo, le pido disculpas por no quererlo. Incluso por deseperación llego a maldecirlo, a exigirle que desaparezca así como llegó, de improviso, sin amor, sin ilusión.
Entonces recuerdo aquella gran discusión con mis amigas, cuando importunaban a una de ellas para que fuera madre, porque según Josefina "la vida se había vuelto color de rosa después de tener un hijo".
-Para mí la vida siempre ha sido de ese color y no necesité deun hijo para reconocerlo, respondí enfadada.
-Es que te vuelves más tierna y comprensiva, más solidaria conla vida, agregaba Imelda, amiga de Isabel Barranco.
-No es cierto, la ternura y comprensión forman parte de mi carácter según la situación que enfrente, aseguré irritada.
-Eres una egoísta, ¿porqué no ceder por el bien de otro?, preguntaba Carlos admirado.
-¿ Y por mí, quién se va a preocupar por mí? -dije con la vozentrecortada- ¿ Quién me apoyará para seguir con mis ilusiones, con mis deseos de superación, con mis retos ante la viqa? Ustedes, machines abnegados, se van a trabajar y se olvidan de sü"paiernidad. ¿Cuándo has pedido permiso para faltar al trabajo porque se te enfermó tu hijo? ¿Cuándo has tenido que suspender un viaje por no dejar a tus hijos?
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DESDE EL CASTILLO DEL MATERNAZGO
¿ Cuándo has visto tu cuerpo cambiar drásticamente por cederle espa
cio a otra personita y luchar rabiosamente por volverlo a tener como
antes de esa maravillosa experiencia de ser madre?.
-Tú hablas así por lo que te pasó, argumentó Maribel.
-Sí, es cierto, hablo así porque estuve a punto de perder a mi
esposo por preferir ser mamá, pero con qué derecho ustedes quieren
influir en la decisión de una mujer. Yo no digo que sea la mejor ni la
peor, pero yo pude elegir y eso me ayudó a buscar la manera de seguir
adelante.
Mis amigas escuchaban atónitas cada una de las palabras que
decía.
-Sí, yo quise ser mamá. Las cosas se me complicaron mucho,
pero jamás me arrepentí de serlo, sólo acepto que fue más difícil de lo
que imaginé y yo quisiera que Josefina, que Imelda aceptaran que no
es fácil ser mamá, que lo maravilloso puede mezclarse con lo terrible,
lo sublime con lo fatal, la alegría con la desesperación más absoluta,
la tranquilidad con el miedo más feroz.
Tenía ganas de llorar, pero fue más fuerte el deseo de expresar
les mi verdadero sentir.
-Me gustaría que cada madre dijera que a veces le da mucho
miedo serlo, que a veces pide esquina porque ya no puede más. Qui
siera que aceptaran abiertamente que de haber sabido el super com
promiso en el que se metían lo hubieran pensado mil veces más, por
que ser mamá no es mirar embelezada a un tierno bebé durmiendo, es
sentirte también absolutamente responsable de una personita con la
que vas aprendiendo lo que es la vida y mira que "la vida te da sorpre
sas", diría Rubén Blades. Si Vicky no quiere ser mamá debemos res
petar su idea y no venderle frases maternales porque no se vale como
tampoco quizá sea justificable que yo le diga que no.
Josefina escuchaba incrédula lo que yo decía, Isabel Barranco
parecía querer s9Iidarizarse conmigo, Maribel sonreía irónica y Car-
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