Desde la cumbre

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En portada:

Inmaculada Concepción. Joan de Joanes.

Parroquia de Santo Tomas Apóstol, de Valencia.

Principios del siglo XVI.

Derechos de autor registrados

2017

Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña

Desde la cumbre. Federico Salvador Ramón – Edición actualizada

Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia

Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La

Inmaculada Niña.

http://angarmegia.com – [email protected]

Federico Salvador Ramón

Publicado en la revista mariana Esclava y Reina Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña

Marzo Guadix (Granada) – España

1925

Edición actualizada por

María Dolores Mira Gómez de Mercado

Antonio García Megía

Desde la cumbre – Federico salvador ramón

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¿Quién podrá enumerar y ponderar el número e importancia de los ídolos que

acabarán por derrumbarse con extraordinario estrépito, a impulsos de la doctrina

evangélica infundida en el corazón de los hombres y germinadora de un espíritu más

amplio y santo de libertad, igualdad y fraternidad· en medio de las sociedades actuales?

Apareció en la cumbre del Calvario la flor de todas las perfecciones humanas. El

mundo debía hacer que esa flor diese sus frutos en su seno. El hielo de la eterna

indiferencia de las muchedumbres ante la sublime verdad y el bien supremo, ha sido en

todos los siglos el mayor impedimento para que esa flor diera, periódica y rápidamente

sus frutos. Y, de aquí tantos retrasos en los caminos del verdadero progreso y tantas luchas

para conseguir un adelanto más.

Pan y juegos, pedía el mundo todo cuando el Hijo de Dios vivo moría por enseñar

a las almas que no de pan sólo vive el hombre, sí que también de toda palabra que procede

de la boca de Dios.

Y Él mismo, la Palabra eterna, dejaba escapar de sus labios de grana limpísima

cascada de aguas vivas que saltan hasta la vida eterna, y que unos hombres tenían por

necedad y otros por locura, siendo, como es, que nadie ha podido, no decimos, mejorar,

ni igualar con mucho, las celestiales doctrinas del Jesús de Nazaret.

La sangre del Cristo fue el fecundo riego que, secundado por millones de mártires,

hizo germinar en el mundo las almas que antes que el pan del cuerpo, apetecían el del

espíritu, y que pospusieron los falaces encantos del mundo a las delicias inefables del

cielo.

La libertad de los hijos de Dios ondeó, potente, su glorioso estandarte en el cuerpo

ensangrentado de Jesucristo, clavado en la cruz, y auras de libertad orearon las ardorosas

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frentes de los esclavos, y en servir al Libertador del mundo encontraron la primera y

última ruptura de los férreos y denigrantes eslabones de sus cadenas.

Domeñada la mujer, y víctima de las caprichosas pasiones de los hombres, halló

el prodigioso talismán de su elevación en el seno de la familia y de la sociedad en las

asombrosas sublimidades de la Madre Virgen.

La Iglesia, siempre atenta a las enfermedades sociales, les opuso en todo tiempo

con divino acierto el más apropiado remedio.

Y si el mundo era perezoso y la Iglesia poblaba los desiertos de anacoretas y

laboriosidad, y hacía surgir los nidos de pureza de San Benito y de San Bernardo que

tenían por enseña crucem et aratrum, y, si el mundo era ignorante, ella encendía la lumbre

de la ciencia en la frente de Santo Domingo, y, sí avaro y apetecedor de los goces de la

gula, oponía la cestilla de los mendrugos de pan del gran Pobre de la Umbría1, y si Lutero

sacudía el yugo de la obediencia al Romano Pontífice con soberbia inaudita, alzábase,

para contener su avasallador empuje, el invicto campeón San Ignacio de Loyola con su

voto de obediencia al Papa, reparador único de las sociedades en el espíritu de la más

perfecta disciplina.

Para todos sus enemigos, tuvo la Iglesia siempre sus propios defensores. Para

Simón Mago2, la oración de San Pedro y San Pablo. Para los primeros herejes negadores

de la divinidad de Cristo, el Evangelista San Juan. Para el paganismo, los apóstoles y los

mártires. Para los herejes de los primeros siglos, concilios como los inmortales de Nicea

y de Éfeso. Para el arrianismo tenebroso, ingentes sabios, asombro de sus tiempos,

capitaneados por San Isidoro y los héroes conformados por San Leandro, como San

Hermenegildo. Para el mahometismo, una generación de valientes que forman una

deslumbrante cadena luminosa que fulgura en Covadonga, en Tours, en las Navas, en

Viena, en Malta, en Lepanto, y en tantos otros gloriosos triunfos de la cruz contra la media

luna, que condujeron a ésta al humillante estado en que se encuentran los imperios turco

y marroquí. Para el protestantismo, gloriosos reyes de España y santos y sabios luminares

de primera magnitud que fulguraron en el Concilio de Trento, y esclarecieron sin cesar al

mundo formando el glorioso ejército de la Compañía de Jesús, e hiriendo la luterana

herejía con el glorioso Colegio alemán, fundado en Roma3, en donde aprendieran los hijos

de la nación de la selva negra a honrar al Soberano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra.

Para el egoísmo emanado de la secta de la desobediencia, San Vicente Paul con sus

Hermanas de la Caridad y San Juan de Dios, con sus Hermanos Hospitalarios, y Don

1 N.E. San Francisco de Asís. 2 N.E. Simón el Mago, Simón de Guitton o Simón Magnus, es un predicador agnóstico con aura de

hechicero, contemporáneo de Cristo, que vive en Samaria y es citado en los Hechos de los Apóstoles.

Accede al bautismo con la pretensión de obrar milagros y curaciones prodigiosas. Al no conseguirlo, intenta

comprar dicho poder a Pedro y a Juan. Da nombre al pecado llamado de simonía. 3 N.E. Se refiere al Pontificum Collegium Germanicum, fundado a mediados del siglo XVI para acoger a

sacerdotes y seminaristas alemanes. Estuvo a cargo de los jesuitas hasta la supresión de la Compañía de

Jesús en 1773.

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Bosco con sus Salesianos, y las Siervas de María, y las Hermanitas de los Ancianos

Desamparados, y las Hijas de la Inmaculada para el Servicio Doméstico.

Y para la Enseñanza y para arrebatar almas degradadas al lupanar, y, ¿para qué

seguir enumerando lo que es inconmensurable, pues son indefinidos los instrumentos de

Resurrección social con que cuenta la Iglesia?

No olvidemos que, viviendo Jesús como nosotros en el mundo, salía de Él virtud

para sanar a todos, así lo acredita el Evangelista y el mismo Maestro divino cuando dijo:

«De mí ha salido una virtud», y esa virtud no se ha extinguido, porque Jesús vive y vivirá

con nosotros hasta la consumación de los siglos.

Por esta fundamental razón esperamos hoy, con tantos sabios y almas fervorosas,

que el Rey divino prepare los apóstoles propios de estos tiempos, que, según el decir de

muchos, serán los Esclavos de María profetizados por el glorioso bienaventurado Luis

María Grignion de Montfort.

Pidamos a Dios, con todo el fervor de nuestros corazones, que, bien pronto, surjan

esas almas, singulares en el sacrificio y en la propia abnegación, y esperemos el día feliz

en que sacerdotes de toda clase y condición se apresten a militar, dejadas las humanas

redes, en las filas de los religiosos esclavos de la Inmaculada Reina.

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Desde la cumbre. Federico Salvador Ramón – Edición actualizada

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Inmaculada Niña.

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