El Cerebro Verde - Frank Herbert

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Ciencia Ficción

Transcript of El Cerebro Verde - Frank Herbert

  • Frank Herbert

    El Cerebro Verde

    Traducido por Francisco Cazorla Olmo

  • Sinopsis

    De las especies que actualmente pueblan la Tierra, pocas remontan su genealogams all de la Era terciaria. Y esas pocas pertenecen, generalmente a un solo reino: el delos insectos.

    Y ellos, los insectos, probablemente heredarn, cuando el paso del hombre pornuestro planeta ya no sea ni siquiera un recuerdo.

    Tenemos, pues, un tema sugestivo para la ciencia-ficcin, pero ha sido bastantedesaprovechada (a no ser en cine, donde da lugar a portentosos trucajes a base dehormigas gigantes). Con El Cerebro Verde, Herbert aborda por primera vez desde unaptica adulta el tema de la "marabunta".

    Frank Herbert es conocido entre nosotros por la famosa triloga de Dune. Periodista,fotgrafo profesional, locutor de radio, experto en botnica y religiones orientales, comoescritor ha sido comparado a plumas tan diferentes como Aldous Huxley y Edgar RiceBurroughs

  • Ttulo original: The Green Brain

    Traduccin: Francisco Cazorla Olmo

    1966 by Frank Herbert

    . 1978, Ediciones Martnez Roca, S. A.

    Gran Va, 774, 7. , Barcelona-13

    ISBN 978-84-365-2027-9

    Impreso por Romany/Valls, Verdaguer. I. Capellades (Barcelona)

    Impreso en Espaa Printed in Spain

    Superficcin 1 poca n 28

  • 1Tena un gran parecido con el retoo de un indio guaran y la hija de cualquier granjerode las fragosidades, una sertanista1 que intentara olvidar su esclavitud en el sistemaencomendero, comiendo el hierro, expresin con la que se denominaba el hecho dehacer el amor a travs de la rejilla de un portaln divisorio.

    Su parecido con el tipo que quera representar era casi perfecto, excepto cuando seolvidaba de lo que era, al pasar por los claros de la espesa selva.

    El color de su piel propenda a oscurecerse hacia el verde, adaptndose al entornoambiental de hojas y enredaderas que le envolvan, dando un fantasmal aspecto con sucamisa gris embarrada, los andrajosos pantalones y el inevitable sombrero de pajadeshilachado, y las sandalias con suela de neumtico.

    Tales descuidos eran cada vez menos frecuentes cuanto ms lejos se hallaba delhontanar del Paran, el sertao2 hinterland de Gois, donde abundaban los hombres con elpelo de un negro intenso, con flequillo, y los ojos chispeantes.

    Para cuando lleg al territorio de los bandeirantes3 haba conseguido un completocontrol sobre el efecto camalenico que pona en prctica.

    Entonces se encontraba fuera de la selva y frente a los caminos embarrados que leseparaban de las tierras parceladas del Plan de Restablecimiento. A su modo, se dabacuenta de que se aproximaba a un punto de control de los bandeirantes, y casi con ungesto humano indic con el dedo el certificado (cuidadosamente guardado bajo la camisa)de que posea sangre de blancos. De vez en cuando, y all donde los humanos no pudieranescucharle, ensayaba en voz alta el nombre que haban elegido para l: Antonio RaposoTavares.

    El sonido de su voz emerga un tanto estridente, spero y desproporcionado. A pesarde todo, saba que podra pasar el control. Los indios de Gois eran notorios por lasextraas inflexiones de su conversacin. Los granjeros que le haban proporcionado techoy alimento la noche anterior le hicieron notar esa peculiaridad.

    Cuando las preguntas que le dirigieron fueron hacindose ms peligrosas, se senten el porche, con las piernas cruzadas, y comenz a tocar su flauta, la quena de los indiosandinos, que llevaba enfundada en una bolsa de piel colgada del hombro. En aquellaregin, el gesto de ponerse a tocar la flauta era todo un smbolo. Cuando un guarantomaba la flauta, las palabras sobraban.

    Los granjeros se encogieron de hombros y le dejaron solo. Avanzando a pie yconsiguiendo dominar la difcil y sofisticada articulacin de las piernas, lleg a una zonahabitada por humanos. Algo ms adelante pudo ver los tejados de los rojizos edificios yla blancura cristalina y suavemente resplandeciente de una torre bandeirante, con susaerobuses posndose y partiendo. La escena ofreca un singular aspecto de colmena.

  • Momentneamente se encontr sobrecogido por la llamada de los instintos, loscuales temi que le hicieran fallar en la prueba. Se apart del camino embarrado ycontinu mediante el rgimen que una su identidad mental. El pensamiento resultantepenetr hasta las ms pequeas y recnditas unidades constitutivas de su persona: Somoslos esclavos verdes subordinados al gran todo.

    Reanud la marcha hacia el punto del control bandeirante. El esfuerzo de supensamiento unificado le dot de un aire servil que result ser un magnfico escudo contralas inquisitivas miradas de los humanos que pasaban junto a l. Su especie conocamuchos hbitos humanos y haba aprendido que el servilismo era una magnfica forma decamuflaje.

    Al poco rato, el camino que segua desemboc en otro con andenes pavimentados aambos lados. stos, a su vez, se curvaban a lo largo de una autopista de transportecomercial con cuatro carriles. Se observaba all gran nmero de aerobuses y vehculosterrestres, incrementndose tambin el trnsito de peatones.

    Hasta llegar all apenas haba atrado peligrosamente la atencin. La ocasionalmirada burlona que pudiera dirigirle de soslayo algn nativo de la regin haba pasadopor alto sin ms complicacin. Le aguardaba la prueba de las miradas fijas e insistentes.Y esto representaba un gran peligro. Pero hasta el momento haba sorteado tal peligro.

    Decididamente, le protega su evidente aire servil.

    El sol se hallaba ya bastante alto a media maana, y el calor plomizo caa sobre latierra, produciendo como un ligero vapor maloliente de invernadero, y se mezclaba conlos sudores y el olor humano del entorno. A su olfato llegaba un fuerte aroma de agrioambiental, haciendo que cada uno de sus componentes anhelase los olores familiares delinterior. Los dems olores de las tierras bajas aportaban otro elemento armnico que lellenaba por completo con un inaudible zumbido de incomodidad. All existan fuertesconcentraciones de insecticidas.

    Los humanos le rodeaban entonces por doquier, aproximndose y presionndole, alacercarse ms y ms al cuello de botella que constitua el punto de control.

    Se detuvo en su avance.

    Sin poder evitarla, all estaba la prueba crtica. Esper, emulando la estoica pacienciade los indios. La respiracin se le volva agitada. Procur adaptarla al ritmo de loshumanos de su entorno ms inmediato, notando el aumento de temperatura. Los indiosandinos no respiraban profundamente aqu, en las tierras bajas.

    Avanzaba arrastrando los pies y detenindose a menudo.

    Finalmente estuvo cerca del punto de control.

    En el interior de un corredor de ladrillo protegido por la sombra, aparecieron en doblehilera los molestos bandeirantes con sus capas blancas cerradas, cascos de plstico,guantes y betas. Pudo apreciar la clida luz del sol que daba en la calle, ms all delcorredor, donde la gente se apresuraba, tras haber pasado necesariamente por el punto decontrol, en direccin a la ciudad.

    La visin de aquella zona libre situada al otro lado del corredor pareci insuflarle undoloroso anhelo a travs de todos sus componentes. Pero un aviso de supresin inmediatale alcanz al instante, desvaneciendo la instintiva emocin que comenzaba aexperimentar. No poda permitirse la menor distraccin en aquel lugar. Todos suselementos deberan estar alerta para soportar el dolor.

  • Volvi a arrastrar los pies... y ya estuvo en manos del primer bandeirante, unmozarrn rubio, de piel rosada y ojos azules.

    Un paso adelante! De prisa! le orden aquel individuo. Una mano enguantadale empuj hacia otros dos bandeirantes de guardia en el lado derecho del corredor.Nombre?

    Antonio Raposo Tavares repuso con voz estridente.

    Distrito?

    Gois.

    Bien, dadle un tratamiento especial orden el gigante rubio. Seguro que vienede las tierras altas.

    Los dos bandeirantes le colocaron una mscara respiratoria y le envolvieron despuscon un saco de plstico del que sobresala un tubo conducente a una ruidosa maquinariasituada en alguna parte de la calle, ms all del corredor.

    Una carga doble! orden uno de los bandeirantes. En el interior del saco fluyun gas azulado fumante, del que inhal una bocanada a travs de la mscara. Le produjouna sensacin espantosa, sintindose urgentemente necesitado de aire no txico.

    Aquello era una horrible agona...

    Como unas dolorosas agujas, el gas atraves todo su ser. No podemos debilitarnospens. Hay que afirmarse. Pero era un dolor espantoso, agnico, inmisericorde.

    Ya es suficiente dijo el que sostena el saco. Le despojaron del saco de plsticoy le quitaron la mscara. Unas manos inquietas le empujaron por el corredor, hacia la luz.

    Vamos, de prisa! Y sin apartarte de la lnea!

    La hediondez del gas venenoso se desparramaba a su alrededor. Era un gasdesconocido. No le haban preparado para aquel veneno. Estaba dispuesto para lasradiaciones snicas y los antiguos productos qumicos..., pero no para aquel gas.

    Al abandonar el corredor y salir a la calle, la luz del sol cay implacable sobre l.Vir hacia la izquierda por un paraje repleto de pequeos tenderetes de fruta, donde losvendedores disputaban con los clientes o permanecan tras sus productos expuestos alpblico.

    La fruta pareci llamarle la atencin, como si fuese una creciente necesidad dealguna de sus partes constituyentes, pero la integrante totalidad de su ser conoca lavacuidad de semejante pensamiento. Luch contra el hechizo y sigui arrastrndose tanrpidamente como pudo, hasta situarse lejos de la gente, entre los znganos que pululabanpor el mercado.

    Te gustara comprar naranjas frescas?

    Una mano aceitosa y oscura le puso dos naranjas frente al rostro.

    Naranjas frescas de la zona Verde. Nunca han conocido un bicho.

    Evit la mano, mas el olor de las naranjas lleg a sobrecogerle.

    Para entonces se encontraba ya lejos de los puestos de fruta y cerca de un rincn enuna estrecha callejuela. Otro rincn ms. Se supo lejos, teniendo a la izquierda la tentacindel verdor del campo abierto, el territorio neutral situado ms all de la ciudad.

  • Se volvi en direccin a la zona Verde y se apresur, midiendo cuidadosamente elpoco tiempo que le quedaba disponible. An tena las ropas empapadas de veneno. Elpensamiento de una posible victoria fue como un antdoto.

    Todava podemos conseguirlo!

    El verdor estaba ms prximo. All estaban los rboles y los helechos junto a la riberade un ro. Oy el murmullo del agua y el olor de la tierra mojada. Cruz un puente atestadopor el trnsito terrestre proveniente de las calles convergentes.

    Se uni a la masa y procur evitar el contacto. Las articulaciones de la pierna y laespalda comenzaron a aflojarse. Supo que un golpe o una colisin fortuita podrandislocar la totalidad de los segmentos de que estaba compuesto.

    La terrible prueba del puente termin al fin. Observ un sendero de barro y piedrasque conduca hacia la derecha y hacia abajo, en direccin al ro. Se encamin hacia all ychoc con un par de individuos que transportaban un cerdo en una red tendida entreambos, y se desgarr parte de su propia piel de estimulacin de la pierna, en su partesuperior derecha. Pudo apreciar cmo se deslizaba dentro de los pantalones.

    El individuo con quien haba chocado dio dos pasos hacia atrs y a punto estuvo desoltar el cerdo.

    Ms cuidado! le grit malhumorado.

    Condenados borrachos aadi su compaero.

    El cerdo emiti una serie de agudos chillidos que sirvieron para distraer la atencin.

    En aquel momento adelant a los dos individuos y se introdujo en el sendero,arrastrndose en direccin al ro. Observ el agua, que herva debido a la aireacinprocedente de la barrera de los filtros, y en la superficie pudo apreciar la espumaresultante del tratamiento snico.

    Tras l, uno de los portadores del cerdo le dijo al otro:

    No creo que est borracho, Carlos... Tiene la piel seca y ardiente. Puede que estenfermo...

    l comprendi inmediatamente, intentando incrementar su velocidad. El segmentoperdido de la piel de estimulacin se haba deslizado pierna abajo. El aflojamiento demsculos del hombro y la espalda amenazaban su equilibrio.

    La vereda bordeaba un terrapln de basura y suciedad, sumergido en un tnel que seabra a travs de helechos y matorrales.

    Se desliz a toda prisa por el verde tnel. Donde ste acababa, vio la primera abejamutada. Estaba muerta por haber entrado en aquella barrera de vibraciones snicas sinproteccin contra semejante trampa letal. La abeja perteneca a uno de los tipos demariposa con alas iridiscentes, de color amarillo y naranja. Yaca en el hueco de una hojaverdegueante y en el centro de un crculo iluminado por la luz solar.

    Continu arrastrando los pies. Registr cuidadosamente la forma de la abeja y sucolorido. Su propia especie haba considerado a la abeja como una forma posible, peroexistan serios problemas. Una abeja no podra razonar con los humanos. Y los humanostenan que escuchar pronto la razn; en caso contrario, toda la vida acabara.

    Le lleg el ruido de alguien que corra tras l por el mismo sendero. Pasos rudosgolpeaban el suelo.

  • Una persecucin?

    Por qu tendran que perseguirle? Le habran descubierto?

    Una sensacin anloga al pnico le invadi, insuflndole aparentemente una dosisde energa. Mas se hallaba reducido a un lento arrastrar de pies y pronto slo sera unavance insignificante. Busc un lugar donde esconderse entre el verdor que le rodeaba.

    Divis una valla de helechos a su izquierda, a la que conducan pequeas pisadashumanas. Probablemente de nios. Encontr un pasaje bajo y estrecho que discurra a lolargo del terrapln. En el sendero yacan abandonados dos aerobuses de juguete, uno rojoy otro azul. Sus pies tambaleantes se afirmaron en el suelo.

    El sendero continuaba junto a una pared festoneada con enredaderas. Formaba unbrusco recodo que emerga sobre la boca de una cueva vaca. En la oscuridad de la entradade la gruta haba pequeos aerobuses junto con otros juguetes.

    Se arrodill, se arrastr sobre los juguetes en aquella bendita oscuridad y permanecia la espera.

    Al poco rato los pasos precipitados pasaron a pocos metros debajo de l. Las vocesle llegaron claramente al odo:

    Se encamin hacia el ro. Crees que se ech en l?

    Quin sabe! Me parece que estaba enfermo.

    Por aqu! Alguien ha bajado por aqu!

    Los hombres descendieron por el sendero. Haban pasado por alto el escondite. Peropor qu le perseguan? l no haba molestado seriamente ni herido a aquel individuo.

    Olvid las especulaciones.

    Poco a poco se insensibiliz por cuanto pudiera haber hecho; puso en juego sus partesespecializadas y comenz a horadar en la tierra de la cueva. Horad ms profundamente,echando hacia atrs la tierra removida para dar la sensacin de que la cueva se habahundido.

    Cav unos diez metros bajo tierra. Su provisin de energa era an suficiente para laprxima etapa. Se desprendi de las partes muertas de las piernas y el dorso, liberando ala reina y su enjambre de guardia en la tierra removida bajo su espina quitinosa. Seabrieron los orificios de los muslos, exudando la espuma del capullo para formar la verdecobertura que lo protegera como una vaina endurecida.

    Aquello era una victoria; las partes esenciales haban sobrevivido.

    Ahora todo era cuestin de tiempo; cosa de veinte das para reunir nueva energa,seguir con la metamorfosis y dispersarse. Pronto habra millares de l, todos con la mismaropa mimetizada, cada uno con sus documentos de identificacin y cada uno, igualmente,con la misma apariencia de humanidad.

    Todos idnticos, todos y cada uno.

    Habra otros puntos de comprobacin y control, pero menos severos.

    Aquella copia humana haba demostrado ser buena. La suprema integracin de suespecie haba elegido bien. Aprendieron mucho del estudio de los cautivos diseminadospor el interior. Pero resultaba muy difcil comprender bien a las criaturas humanas. Era

  • casi imposible razonar con ellas, incluso cuando se les permita una libertad restringida.Su suprema integracin eluda todo intento de contacto.

    Pero quedaba siempre en pie la cuestin primordial: Cmo podra permitir cualquiersuprema integracin el desastre que abarcaba la totalidad del planeta?

    Difciles seres humanos..., su esclavitud en el planeta tendran que revelarla ellos, talvez dramticamente.

    La reina se estremeci en la proximidad del barro fresco, aguijoneada por susguardianes para entrar en accin. La comunicacin unificada alcanz todas las partes delcuerpo, buscando todos los supervivientes, reuniendo fuerzas y agrupndolas. Esta vezaprendieron cosas nuevas sobre noticias que se escapaban de los humanos. Todos losenjambres subsiguientes compartiran tal conocimiento. Uno de ellos, cuando menos,tendra que alcanzar la ciudad junto al Amazonas, al ro mar donde pareca haberseoriginado la muerte-para-todos.

    Uno de los enjambres tena que llegar all.

  • 2Un conjunto de suaves humos de diversos colores llenaba el ambiente del cabaret. Cadauno era como el indicativo de la mesa correspondiente, de cuyo centro surga el humomediante un secreto ventilador. Aqu un malva plido, algo ms all un humo rosa tandelicado como la piel de un beb, y a continuacin un verde, que traa a la mente la visinde la hierba de las pampas. Acababan de dar las nueve de la noche, y en el Achigua, elms lujoso cabaret de Baha, comenzaba la funcin nocturna. Una msica enervante ysensual envolva la atmsfera del establecimiento, mientras un conjunto de bailarinestrenzaban sus ritmos y sus danzas, fantsticamente vestidos con atuendo de hormigas,cuyas falsas antenas y mandbulas se movan entre los humos cromticos del ambiente.

    La clientela del Achigua ocupaba unos bajos divanes. Las mujeres eran como unaexplosin de color tropical, con la riqueza de las flores de la jungla, junto a los hombresvestidos con blancas ropas. Y aqu y all, como contrapunto, las resplandecientes blusasde los bandeirantes. Aquella era la zona Verde, lugar donde los bandeirantes podanrelajarse tras el servicio en la selva Roja o en los lmites fronterizos de las zonas acotadas.

    El murmullo de las conversaciones en una docena de idiomas llenaba el ambientedel Achigua.

    ...Esta noche voy a tomar una mesa de color rosa a ver si me da suerte. Es el colordel pecho de las mujeres, no?

    Y en otra mesa:

    He rociado con espuma el nido de hormigas mutantes, como las de Piratininga.Por all deben de haber tal vez veinte mil millones...

    La doctora Rhin Kelly estuvo escuchando, atenta a la tensin creciente que reinabaen aquel lugar.

    S, ese nuevo veneno funciona.

    Aquello lo deca un bandeirante de la mesa de atrs como en respuesta a su preguntarespecto a los supervivientes, a las especies resistentes. Continu:

    La limpieza de enemigos va a convertirse en un trabajo brutal de artesana, comoha sucedido en China. Tuvieron que matar a mano los ltimos bichos.

    Rhin not estremecerse a su acompaante, y pens que lo habra odo. Le mir desdeel humo mbar de su mesa y se encontr con sus ojos almendrados. El hombre sonri, yla doctora Rhin Kelly pens de nuevo en lo distinguido que era aquel personaje, el doctorTravis-Hungtinton Chen-Lhu. Era un tipo alto, con el rostro cuadrado propio de loshabitantes del norte de China, enmarcado por los cabellos que a sus sesenta aos todavatenan un color negro azabache. Se inclin hacia ella y le susurr:

    En ninguna parte se pueden evitar los rumores, verdad?

  • La doctora Rhin hizo un gesto adecuado con la cabeza, imaginndose quiz pordcima vez por qu el distinguido doctor Chen-Lhu, director de distrito de laOrganizacin Ecolgica Internacional, haba insistido en que ella acudiera all aquellanoche, la primera en Baha. No se haca ilusiones respecto al motivo de que hubieseordenado que viniese desde Dublin; evidentemente tena un problema que afectaba a laseccin de espionaje de la OEI. Como de costumbre, el problema se resolvera implicandoa un hombre que debera ser manipulado. Chen-Lhu haba charlado bastante sobre elparticular, en el resumen general del da, pero todava no haba dicho el nombre de lapersona sobre quien ella tendra que emplear sus artes de seduccin.

    Dicen que ciertas plantas estn muriendo por falta de polinizacin deca unamujer sentada a la mesa de atrs.

    Rhin se sinti alertada. Peligrosa conversacin aquella...

    Vamos, mueca dijo el bandeirante que tena a sus espaldas. Hablas como laseora que detuvieron en Itabuna.

    Qu seora?

    Estaba distribuyendo literatura carsonita precisamente all mismo, en el puebloque hay detrs de la barrera. Cuando haba repartido veinte folletos, la polica se hizo conella. Recogieron la mayor parte, pero ya sabes las consecuencias, especialmente en lascercanas de la zona Roja...

    Un repentino alboroto se produjo a la entrada del Achigua. Alguien grit:

    Johnny! Eh, Johnny! Eh, Joao, to afortunado! Rhin se uni al resto de laclientela del Achigua y dirigi su mirada hacia el origen del festivo alboroto,advirtiendo la indiferencia que pretenda manifestar el doctor Chen-Lhu. Comprob quesiete bandeirantes se haban detenido a la entrada del saln, como bloqueados por unabarrera de palabras.

    A la cabeza se hallaba de pie un bandeirante con un grupo que como insignia llevabanuna mariposa dorada en la solapa. Rhin le observ detenidamente con una repentinasospecha. Era un hombre de mediana talla, piel morena y abundantes cabellos negros,fuerte y enrgico, con cierta gracia al moverse. En contraste, su rostro era estrecho ypatricio, dominado por una esbelta y aguilea nariz. Sin duda, entre sus antepasadoshabra muchos senhores de engenho.4

    Rhin le clasific como brutalmente guapo. De nuevo comprob la aparente actitudde desinters de Chen-Lhu, y pens que all estaba el hombre por cuya causa haba venidodesde Irlanda. La idea le proporcion singular consciencia de su propio fsico. Sinti unmomentneo desprecio revulsivo hacia el papel que tena que desempear. Haba hechomuchas cosas y vendido un tanto de ella misma para encontrarse en Baha en aquelmomento. Qu le quedara para s? Nadie deseaba los servicios de la doctora Rhin Kellycomo entomloga. Pero la Rhin Kelly, belleza irlandesa, que senta placer en otrosdeberes..., aquella Rhin Kelly estaba muy solicitada. Si no encontrase placer y alegraen el trabajo, tal vez no lo odiara, pens. Se dio cuenta de que necesitaba destacar enaquel lujoso local de bellas y atrayentes mujeres de piel morena. Pelirroja, de ojos verdes,tez suave y delicadas facciones, con ropas que hacan juego con sus ojos y una placadorada de la OEI en el pecho, Rhin sobresala por su exotismo.

    Quin es el hombre que hay en la entrada? pregunt.

  • Una suave sonrisa se dibuj en los labios del chino. Mir de soslayo en la direccinrequerida por la doctora Rhin.

    A qu hombre se refiere? Parece que all hay siete hombres.

    No se haga el inocente, Travis.

    Los ojos almendrados de Chen-Lhu miraron a ella y luego al grupo de la entrada delcabaret.

    Es Joao Martinho, jefe de las Irmandades, hijo de Gabriel Martinho.

    Joao Martinho repiti Rhin. El que limpi la Piratininga...

    Y cobr su dinero. Para Johnny Martinho fue un buen pellizco.

    Cunto?

    Ah, la mujer prctica dijo Chen-Lhu. Se llev quinientos mil cruceiros.

    Chen-Lhu se recost sobre el divn. Cerr los ojos, aspirando sensualmente elincienso mezclado con el humo que surga del centro de su mesa. Quinientos mil,pens. Aquello era suficiente para destruir a Johnny Martinho. Y con la colaboracin deRhin no podra fallar. Aquel blanco de Baha se sentira de lo ms feliz aceptando a unabelleza como ella. Tendran a su alcance la cabeza de turco, el chivo expiatorio: JohnnyMartinho, el capitalista, el gran seor entrenado por los yanquis.

    En Dublin se mencionaba a Martinho en la cuestin de las vias dijo Rhin.

    Ah, s, las vias... Qu se dijo?

    El problema de la Piratininga. Se mencion su nombre y el de su padre.

    Comprendo.

    Y adems corren extraos rumores...

    ...que encuentra siniestros.

    No..., simplemente extraos.

    Extraos, se dijo Chen-Lhu. Aquella palabra le sorprendi con una momentneasensacin de desastre, porque era como un eco del mensaje recibido desde China, el cualle haba movido a requerir a Rhin. Su extraa lentitud en resolver nuestro problema dalugar a que surjan preguntas y cuestiones muy embarazosas. La frase y la palabraempleada por Rhin parecan desgajarse del mensaje. Chen-Lhu comprendi laimpaciencia contenida en aquellas palabras: el descubrimiento de la catstrofe que seabata sobre China y que llegara en cualquier momento. Chen-Lhu saba quinesdesconfiaran de l a causa de los malditos hombres blancos de su linaje. Dijo a la doctora:

    Extraos no es la palabra idnea para describir a los bandeirantes que han vueltoa infestar las zonas Verdes.

    He odo algunas historias ms bien fantsticas repuso la joven doctora.Laboratorios secretos de los bandeirantes, experimentos con mutaciones ilegales...

    Habr notado que la mayor parte de los informes hablan de gigantescos insectosque proceden de los bandeirantes. sa es la nica extraeza a que usted se refera hace unmomento.

    Es lgico dijo ella. Los bandeirantes se hallan frente a la lnea donde podranocurrir tales cosas.

  • Como entomloga, seguro que no cree en tales fantsticas historias.

    Rhin se encogi de hombros, sintindose singularmente perversa. El doctor chinotena razn, por supuesto. Tena que ser as.

    Lgico dijo Chen-Lhu. Utilizar rumores fantsticos para fomentar lasupersticin y los temores entre los ignorantes campesinos. sta es la nica lgica que yoveo.

    Entonces desea que trabaje con ese jefe bandeirante... dijo Rhin. Qu sesupone que debo encontrar?

    En aquel momento Chen-Lhu pens que la joven debera encontrar lo que l leordenase. Sin embargo, dijo en voz alta:

    Por qu est tan segura de que ese Martinho es su objetivo? Es eso lo que sedijo al respecto de las vias?

    Oh..., vamos repuso ella, al tiempo que en su interior herva un fuertesentimiento de clera mal disimulada. Seguro que no tena ningn propsito especialal enviar a buscarme. Mi propio encanto personal es razn ms que suficiente!

    Ni yo mismo lo habra expresado mejor dijo Chen-Lhu. Luego se volvi e hizouna seal a un camarero. ste se aproxim y se inclin para escuchar. Inmediatamente elempleado del cabaret se abri paso hacia el grupo de la entrada y dijo algo a JoaoMartinho.

    El bandeirante estudi a Rhin de un rpido vistazo y mir despus a Chen-Lhu. Eldoctor chino aprob con un ligero movimiento de cabeza.

    Como resplandecientes mariposas, varias mujeres se haban unido al grupo de JoaoMartinho. ste se apart del corro y se dirigi a la mesa del humo mbar. Se detuvo frentea Rhin y se inclin educadamente para saludar a Chen-Lhu.

    El doctor Chen-Lhu, supongo dijo. Es un placer. Cmo puede laOrganizacin Ecolgica Internacional retener a su director de distrito con semejantespasatiempos amorosos? Y con un amplio movimiento seal con el brazo todo suentorno.

    He sido un tanto indulgente conmigo repuso Chen-Lhu. Un poco derelajacin para dar la bienvenida a un recin llegado a nuestra plana mayor. Se levantdel divn y mir a Rhin: Rhin, quiero presentarte al seor Joao Martinho. Johnny, ladoctora Rhin Kelly, de Dublin, una nueva entomloga en nuestra oficina.

    En aquel instante los pensamientos de Chen-Lhu se redujeron a repetir mentalmente:ste es el enemigo. No cometas errores. ste es el enemigo, ste es el enemigo.

    Martinho se inclin gentilmente.

    Encantado.

    Es un honor conocerle, seor Martinho dijo Rhin. He odo hablar de sushazaas..., incluso en Dublin.

    Incluso en Dublin repiti Martinho. Me he sentido halagado a veces, peronunca tanto como en este instante.

    Le mir con desconcertante intensidad, tratando de imaginar que deberes especialestendra asignados aquella mujer. Sera la amante de Chen-Lhu?

  • Una voz de mujer, procedente de la mesa situada detrs de Rhin, rompi el repentinosilencio:

    Las serpientes y los roedores estn aplastando la civilizacin. Se dice en...

    Alguien le susurr que callase.

    No comprendo cmo se puede llamar doctora a tan encantadora mujer dijoMartinho.

    Cuidado, Johnny dijo Chen-Lhu con una risita entre, dientes. La doctoraKelly es mi nueva directora de campaa.

    Espero que sea una directora ambulante.

    Rhin mir a Martinho framente, pero era una frialdad aparente. Encontr excitantey a la vez preocupante la franqueza del brasileo.

    Me han advertido de los halagos propios de ustedes los latinos. Todos tienen,segn se dice, una parte de zalamera escondida en el rbol genealgico de sus familias.

    La voz de la doctora, que se expres con ricas tonalidades emotivas, hizo que Chen-Lhu pensara nuevamente que all estaba el enemigo.

    Quiere unirse a nosotros, Johnny? invit Chen-Lhu.

    Creo haberlo hecho ya por mi cuenta repuso Martinho. Pero ya sabe que llevoconmigo a mis Irmandades.

    Pues parece que estn ocupados coment Chen-Lhu, indicando con un gesto laentrada del Achigua, donde un grupo de alegres mujeres rodeaba a los compaeros deMartinho. Las chicas y los bandeirantes buscaban asiento en una gran mesa de humo azul,en un rincn del cabaret.

    Rhin estudi a un bandeirante prximo a Johnny Martinho: cabello gris ceniza, unrostro extraamente joven y viejo al mismo tiempo, y una ostensible cicatriz del cido enla mejilla izquierda. A Rhin le recordaba el sacristn de su iglesia de Wexford.

    Ah, es Vierho dijo Martinho. Le llamamos el Padre. Por el momento no seha decidido a quin va a proteger, si a nuestros bandeirantes o a m. Personalmente, creoque soy yo quien ms lo necesita.

    Hizo una sea a Vierho, se volvi y tom asiento junto a Rhin.

    Apareci en seguida un camarero que dej frente a l un recipiente traslcido quecontena una bebida dorada. Un tubo de cristal sobresala del recipiente. Ignor la bebiday se dedic a Rhin.

    Estn dispuestos a unirse a nosotros los irlandeses? pregunt Joao.

    Unirse a ustedes?

    S, para volver a alinear los insectos del mundo.

    Ella mir a Chen-Lhu, cuyo rostro no traicionaba la reaccin a las palabrasexpresadas. Volvi su atencin hacia Martinho.

    Los irlandeses comparten la aversin con los canadienses y los americanos deEstados Unidos. Los irlandeses esperarn todava un poco ms.

    La respuesta pareci molestar un tanto a Martinho.

  • Pero..., quiero decir que Irlanda seguramente se da cuenta de las ventajas. Ustedesno tienen serpientes en su pas. Eso precisa...

    Eso es algo que Dios hizo de la mano de san Patricio repuso ella. No imaginoa los bandeirantes fundidos en el mismo molde.

    Dijo aquello con un cierto tono de irritacin, que lament inmediatamente.

    Deb advertrselo, Johnny intervino entonces Chen-Lhu. La doctora tiene unmarcado temperamento irlands.

    Comprendo dijo Martinho. Si Dios ha destinado que no estemos libres deestos insectos, tal vez estemos equivocados al intentar liberarnos de ellos.

    Rhin le mir desmayadamente. Por su parte, el chino tuvo que suprimir un acceso derabia. Aquel escurridizo latino maquinaba para que Rhin se pusiera de su lado. Ydeliberadamente.

    Mi Gobierno no reconoce la existencia de Dios dijo Chen-Lhu. Tal vez siDios tuviera que iniciar un cambio de embajadas... Y toc el brazo de Rhin, dndosecuenta de que ella estaba temblando. No obstante, la OEI cree que dentro de diez aostendremos que extender la lucha al norte de Rio Grande.

    Eso cree la OEI? O se trata de lo que cree China?

    Ambas cosas repuso Chen-Lhu.

    Incluso si los norteamericanos tienen algo que objetar?

    Se espera que vean la luz de la razn.

    Y los irlandeses?

    Rhin se las arregl para mostrar una encantadora sonrisa.

    Los irlandeses han sido siempre notoriamente irrazonables.

    Alarg la mano hacia su bebida, vacil y su atencin qued prendida por unbandeirante vestido de blanco, a quien antes examinara visualmente: Vierho.

    Martinho se puso en pie y se inclin una vez ms frente a Rhin, mientras haca unasea a Vierho para que se acercara.

    Doctora Kelly, permtame presentarle al padre Vierho. Y volvindose haciaVierho indic: Esta encantadora mujer, estimado padre, es una directora de campaade la Organizacin Ecolgica Internacional.

    Vierho dedic a Rhin una gentil inclinacin y tom asiento, un tanto rgidamente, alextremo del divn, al otro lado de Chen-Lhu.

    Encantado murmur Vierho.

    Mis Irmandades se sienten un tanto tmidos dijo Martinho. Estaran mejordestruyendo nidos de hormigas.

    Johnny, cmo est su padre? pregunt Chen-Lhu.

    Los asuntos del Mato Grosso le tienen muy ocupado repuso Martinho, sinapartar la mirada de Rhin. Y entonces se dirigi a la joven: Tiene usted unos ojosmaravillosos.

    Rhin se encontr nuevamente desconcertada por la franqueza de Martinho. Tom elvaso con la bebida y dijo:

  • Qu es este brebaje?

    Ah, eso es el aguamiel del Brasil. Tmelo, le gustar. En sus ojos hay unos puntitosde luz que encajan de maravilla con los de la bebida.

    Rhin reprimi la irritada respuesta que por un instante quiso pronunciar, y levant elvaso para tomar un trago, verdaderamente curiosa. Se detuvo con la bebida en los labiosal captar la mirada de Vierho fija en sus cabellos.

    Perdone, doctora, es natural ese color de sus cabellos?

    Fue Martinho el que sonri, sorprendido y con afabilidad al mismo tiempo.

    Qu cosas tienes, padre!

    Rhin tom un sorbo de la bebida para enmascarar su momentnea confusin.Encontr el lquido suavemente dulce, que pareca traerle a la memoria el recuerdo demuchas flores, y un tanto amargo tras el azcar con que estaba edulcorado.

    De verdad es se su verdadero color? insisti Vierho.

    Chen-Lhu se inclin ligeramente hacia delante.

    Muchas chicas irlandesas tienen ese color rojizo en los cabellos, Vierho. Se suponeque significa tener un temperamento fuerte.

    Rhin devolvi la bebida a la mesa, tratando de pensar en el curso de sus propiasemociones. Senta la profunda camaradera existente entre Vierho y su jefe, y se resentade no poder compartirla.

    Bien, Johnny, cul es el prximo paso? pregunt el chino.

    Martinho mir a Vierho, y luego a Chen-Lhu. Por qu aquel oficial de la OEI tenaque plantear tal cuestin all y en aquel momento? Chen-Lhu tendra que sabernecesariamente cundo y dnde se dara el prximo paso.

    Me sorprende que no lo haya odo dijo Martinho. Esta tarde me dedicar aSerra dos Pareis.

    Por el gran bicho de la Mambuca exclam Vierho.

    Vierho! restall Martinho, sbitamente irritado. Rhin observ a uno y otro. Unextrao silencio se abata sobre la mesa. Sinti un estremecimiento en los brazos y en loshombros. Haba en aquello una rara sensacin de temor, y como algo sexual...,profundamente perturbador. Reconoci la reaccin de su propio cuerpo, sin poderlocalizar el origen de sus sensaciones. Todo lo que pudo pensar era que seguramente allestaba el motivo del porqu Chen-Lhu la haba mandado buscar, para atraer a JoaoMartinho y manipularle. Rhin lo hara, y lo que ms detestaba del asunto es que gozaracon ello.

    Pero, jefe murmur Vierho. Ya sabes lo que se ha dicho, y...

    S, ya lo s!

    Vierho hizo un gesto aprobatorio, aunque dolorido, de fiel apoyo a su jefe.

    Dicen que...

    Que hay mutantes, ya lo sabemos aclar Martinho.

    Martinho pens por qu habra provocado Chen-Lhu aquella situacin, forzando adesvelar la cuestin. Sera para verle discutiendo con sus hombres?

  • Mutantes? pregunt Chen-Lhu.

    Bueno..., hemos visto lo que hemos visto explic atropelladamente Vierho.

    Pero la descripcin de esa cosa es una imposibilidad fsica dijo Martinho.Tiene que ser el producto de la supersticin de alguien.

    De veras, jefe?

    Podemos enfrentarnos con cualquier cosa que all exista repuso Martinho.

    De qu estn hablando? pregunt Rhin.

    Es una historia larga de contar, Rhin repuso Chen-Lhu, carraspeando.

    Entonces el chino decidi que lo mejor sera que Rhin viese la perfidia de losbandeirantes, para que luego la doctora irlandesa cumpliera las rdenes con la mejorvoluntad.

    Una historia! repiti Martinho, molesto.

    Bien, digamos rumores dijo Chen-Lhu. Algunos de los bandeirantes deAlvarez dicen haber visto una mantis de tres metros de alto en la Serra dos Pareis.

    Con rostro tenso, Vierho se inclin hacia Chen-Lhu. La plida cicatriz resaltaba enla mejilla del bandeirante.

    Alvarez perdi seis hombres antes de retirarse de la Serra. Lo saba usted, seor?Seis hombres! Y tuvo que...

    Vierho se detuvo ante la llegada de un individuo rechoncho, de piel oscura, vestidocon una manchada blusa de bandeirante. Aquel individuo tena el rostro redondo y ojosdecididamente indios. Se detuvo ante Martinho, esperando.

    El recin llegado, de nombre Ramn, se inclin hacia Martinho y le murmur algoal odo.

    Rhin escuch con atencin y pudo captar alguna que otra palabra, pronunciadas enun brbaro dialecto del interior. Hablaban sobre una plaza, la plaza central de la ciudad,y de una muchedumbre.

    Cundo? pregunt Martinho, con los labios apretados.

    Hablando algo ms alto, Ramn se irgui en posicin de firmes.

    Ahora, jefe; en la plaza, a menos de un bloque de distancia.

    Qu ocurre? pregunt Chen-Lhu.

    Parece que hay un ciervo volante contest Martinho.

    Pero estamos en la zona Verde dijo Rhin, con una extraa sensacin de pnicointerior.

    Martinho se levant del divn. El rostro de Chen-Lhu mir atentamente al jefebandeirante.

    Ruego que me excuse, doctora Kelly suplic Martinho a la doctora irlandesa.

    Adnde va?

    Hay un trabajo que debo hacer.

  • Un ciervo volante? pregunt Chen-Lhu. Est seguro de que no se trata deun error?

    No hay equivocacin, seor dijo Ramn.

    Es que no hay medios para prevenirse de tales accidentes? pregunt Rhin.Ser un polizn que se ha colado en la zona Verde en algn transporte, o...

    Tal vez no dijo Martinho. Hizo una seal a Vierho: Rene a los hombres.Necesitar especialmente a Thom con el camin y a Lon para los focos.

    Al momento, jefe.

    Vierho se dirigi a la entrada del local para reunirse con los bandeirantes.

    Qu significa eso de tal vez no? pregunt Chen-Lhu.

    Se trata de uno de los nuevos bichos en los que usted rehsa creer repusoMartinho. Volvindose hacia Ramn le orden: Por favor, vete con Vierho.

    Con precisin militar, Ramn se movi para unirse a Vierho.

    Quiere usted explicarse? insisti Chen-Lhu a Martinho.

    Este pequeo monstruo es un lanzador de cido y tiene casi medio metro de largorepuso el interpelado.

    Esto es imposible! restall el chino.

    Ningn ciervo volante podra tener ese tamao... murmur Rhin, meneando lacabeza con aire perplejo.

    Supongo que es una broma bandeirante insinu Chen-Lhu.

    Si as lo prefiere... concedi Martinho. Se fij usted en la cicatriz que Vierhotiene en la mejilla? Pues se la produjo una de esas bromas. Se volvi hacia Rhin y ledijo: Con su permiso, seorita.

    Rhin se puso en pie.

    Los singulares rumores que haba odo por medio mundo, en aquel momento letocaban de cerca, invadindola con una sensacin de irrealidad. Existan lmites fsicos.No poda existir un ciervo volante de medio metro de largo. O s poda? Rhin era todaentomloga en aquel momento. La lgica y la experiencia entraron en escena. Era unacuestin que poda aprobar o desaprobar. A menos de un bloque de distancia, habadicho Ramn. Chen-Lhu no deseara apartarla tan pronto de Joao Martinho.

    Iremos con usted, no faltaba ms dijo Rhin.

    Desde luego confirm Chen-Lhu.

    Rhin tom el brazo de Martinho.

    Mustreme ese fantstico insecto, seor Martinho.

    Martinho puso una de sus manos sobre la de Rhin y not una sensacin electrizantede afecto. Una mujer realmente turbadora, pens.

    Es usted una mujer tan encantadora que el solo pensamiento de que ese cidopudiera...

    Pronto saldremos de toda duda dijo Chen-Lhu. Nos quiere indicar el camino,seor Martinho?

  • ste dej escapar un suspiro de resignacin. Eran tan testarudos los no creyentes!Pero aqulla era la oportunidad para encumbrar con ineluctable evidencia lo que casitodos los bandeirantes saban ya. S, Chen-Lhu, director de distrito de la OEI, llegara aBrasil. Ya estaba all y ahora ira con l a verlo con sus propios ojos. De mala gana,Martinho transfiri el brazo de Rhin a Chen-Lhu.

    Procure mantener a la encantadora seorita Kelly en la retaguardia. A veces losrumores tienen terribles aguijones.

    Se tomarn las necesarias precauciones afirm Chen-Lhu.

    Los hombres de Martinho ya se haban dirigido hacia la salida del cabaret. Joao lessigui, ignorando el rumor entrecortado de la clientela del Achigua al verles salir.

    Acompaando a Chen-Lhu hacia la calle, Rhin observ minuciosamente el aspectode los bandeirantes. No daban la impresin de hombres que se doblegaran fcilmente;ms bien se les vea dispuestos a luchar contra cualquier enemigo. As debera ser.

  • 3La noche se transform en un resplandor blanco-azulado, debido a las luces potentestransportadas por el gran camin de los bandeirantes. Un enorme gento vestido conatuendos de muchas naciones y variadas regiones del Brasil se diriga desde el Achiguahacia la plaza.

    Martinho se dio prisa, llevando a sus hombres hacia el lugar del suceso. Al llegar lesabrieron paso, oyndose frases de reconocimiento.

    Es Joao Martinho y los hombres de sus Irmandades.

    ...la Piratininga con Benito Alvarez.

    Joao Martinho...

    Una vez en la plaza, un camin blanco de los bandeirantes de Hermosillo dirigi losfaros hacia la fuente del centro. Ya se hallaban all otros camiones y vehculos oficiales.El camin blanco de los Hermosillo era un gran ingenio mecnico debidamente equipadopara su labor en las tierras del interior, y recin llegado de su faena, a juzgar por suaspecto. Los brazos mecnicos, laterales y frontales estaban manchados de barro. Sedistingua fcilmente de los otros por esa peculiaridad.

    Martinho observ el resplandor de los faros del camin y se adelant hacia el cordnpolicial que mantena a raya a la muchedumbre. Tras l iban sus hombres.

    Dnde est Ramn? pregunt.

    Vierho se le acerc para responderle:

    Ramn ha ido con Thom y con Lon. No veo a ese bicho.

    Mira indic Martinho.

    La multitud era contenida alrededor de la plaza, a unos cincuenta metros de la fuentecentral, que arrojaba al aire sus arcos de agua resplandeciente. Frente a la multitud estabaun crculo enlosado, con sus mosaicos decorados con representaciones grficas de pjarosdel Brasil. Dentro del crculo enlosado se elevaba un borde de unos diez centmetros quedaba la vuelta completa a otro crculo de veinte metros de dimetro de verde csped, conla fuente en el centro. Entre los mosaicos y la fuente, el csped mostraba unos parchesamarillos de hierba chamuscada. Martinho seal con el dedo aquellos parches, uno poruno.

    S, es cido murmur Vierho.

    Los proyectores luminosos se centraron repentinamente sobre algo movedizo situadoen medio de la fina lluvia del borde de la fuente. Un murmullo sibilante recorri lamultitud como una rfaga de viento.

    Bien, ah est indic Martinho. Y ahora querrn creerlo los oficiales de laOEI, tan reacios a todo?

  • Mientras hablaba, un chorro de lquido burbujeante se arque desde aquel pequeomonstruo hacia la fuente y ms all, sobre el csped.

    La multitud emiti un susurro de sorpresa.

    Martinho se dio cuenta de un rumor creciente a su izquierda, y se volvi para ver aun mdico que sala de entre la multitud que circundaba la fuente del centro de la plaza.El mdico se volvi hacia la multitud, al otro lado del camin de Hermosillo, elevandosobre su cabeza la cartera de mano.

    Quin es el herido? pregunt Martinho.

    Es Alvarez repuso un polica a su espalda. Ha intentado hacerse con esa...cosa, pero lo ha hecho slo con un rifle rociador y un sencillo escudo. Ese escudo no sirvecontra la rapidez del ciervo volador. Le ha dado a Alvarez en el brazo.

    Vierho advirti que Martinho sealaba a la multitud tras el polica. Rhin Kelly yChen-Lhu cruzaron la fila de los mirones, quienes les cedieron el paso al reconocer lainsignia de la OEI.

    Seor Martinho dijo Rhin haciendo una sea con la mano, esa cosa esimposible! Tiene por lo menos setenta y cinco centmetros de largo. Debe de pesar tres ocuatro kilos.

    No lo cree vindolo con sus propios ojos? pregunt Vierho.

    Djenos pasar, por favor rog Chen-Lhu al polica que haba descrito el daosufrido por Alvarez.

    Eh? Ah, oh, s!

    Y se abri el cinturn policial.

    Chen-Lhu se detuvo junto al jefe bandeirante, mir a Rhin y despus a Martinho.

    Yo tampoco lo creo. Dara cualquier cosa por echarle las manos encima a esa cosa.

    No lo cree? pregunt Martinho.

    Creo que se trata de una especie de autmata. No le parece, Rhin?

    Tiene que ser algo as.

    Cunto apostara usted? pregunt Martinho.

    Diez mil cruceiros.

    Por favor, mantenga a buen recaudo a la encantadora doctora Kelly indicMartinho. Dnde paran Ramn y el camin de las Irmandades? pregunt aVierho. Vamos, encuntralos. Quiero nuestro escudo de magnaglass y un rifle rociadormodificado.

    En seguida, jefe.

    Vamos, de prisa. Ah, s..., y trae tambin una botella grande para muestras.

    Vierho suspir y se dispuso a obedecer.

    Qu dice usted que es esa cosa? pregunt Chen-Lhu.

    No tengo que decirlo.

    Quiere dar a entender que es una de esas cosas que nadie, excepto losbandeirantes, parece ver en las tierras del interior?

  • No niego lo que veo con mis propios ojos.

    Por qu ser que nosotros no vemos nunca tales especmenes? Eso es algo queme pregunto con frecuencia...

    Martinho trag saliva en un esfuerzo para no estallar de clera. Valiente tipoestpido, all en la seguridad que le daba la zona Verde! Pona en duda lo que losbandeirantes conocan como hechos reales.

    No le parece una pregunta interesante? insisti Chen-Lhu.

    Ya hemos tenido bastante suerte con escapar con vida mascull irritadoMartinho.

    Cualquier entomlogo le dira que tal estructura viviente es una imposibilidadfsica dijo Rhin.

    El material no soportara semejante estructura a travs de tal suerte de actividadopin Chen-Lhu.

    S, ya veo que los entomlogos necesitan mostrarse correctos apostillMartinho.

    Rhin le mir fijamente. Aquel colrico cinismo la sorprendi. Martinho atacaba sinquedarse a la defensiva. Actuaba como un hombre que crea en aquella imposibilidad dela fuente y que realmente era un insecto gigante. Pero en el cabaret haba argumentado deforma opuesta.

    Ha visto muchas cosas en la selva, eh? dijo Chen-Lhu.

    No se ha fijado en la cicatriz que Vierho tiene en la mejilla?

    Y qu prueba una cicatriz?

    Hemos visto... lo que hemos visto.

    Pero un insecto no puede tener ese tamao! protest Rhin.

    Y la joven volvi su atencin a la oscura criatura, que se mova en una fantsticadanza por el borde de la fuente, detrs de la cortina de agua.

    As se me ha informado repuso Martinho. Imagin entonces los informesllegados de Serra dos Pareis. Mntidos de tres metros de altura... Ya conocan la opininexistente en contra. Rhin y todos los entomlogos queran defender su postura. Losinsectos no podan producir estructuras vivientes de semejante tamao. Era posible queaquellas cosas fueran unos autmatas? Quin construira tales cosas? Y por qu?

    Debe de tratarse de una simulacin mecnica de alguna especie opin Rhin.

    Pero el cido que arrojan es autntico dijo Chen-Lhu. Mira los parchesamarillos de la hierba.

    Martinho record entonces que su propio entrenamiento bsico estaba de acuerdocon las opiniones de Rhin y de Chen-Lhu. Incluso haba negado frente a Vierho laexistencia de los mntidos gigantes. Saba en que forma los rumores haban formado yauna montaa. En aquellos das en las zonas Rojas quedaba muy poca gente, aparte de losbandeirantes. El plan de Restablecimiento fue de lo ms eficiente. Tampoco poda negarseque muchos bandeirantes eran analfabetos, hombres supersticiosos atrados slo por laaventura y el dinero. Martinho mene la cabeza. Se hallaba presente, all en el Gois, el

  • da en que Vierho sufri la quemadura del cido. Haba visto..., lo que haba visto. Yahora, la criatura de la fuente.

    El rugido sibilante de los motores le despert de sus especulaciones mentales. Elsonido creca cada vez con mayor intensidad. Ramn coloc el camin de las Irmandadesen posicin, detrs del vehculo de los Hermosillo. Se abrieron las puertas traseras yVierho salt.

    Jefe, por qu no usamos el camin? Ramn podra colocarlo casi encima y...

    Martinho le indic que callase, y se dirigi a Chen-Lhu.

    El camin no tiene suficiente capacidad de maniobra. Ya vio la rapidez que tieneesa cosa.

    Todava no nos ha dicho lo que es.

    Lo dir cuando lo tenga encerrado en una botella de muestras repuso Martinho.

    Vierho se le aproxim, comentando:

    Pero el camin podra darnos...

    No! El doctor Chen-Lhu desea un ejemplar completo y vivo. Traed variasbombas de espuma. Lo atraparemos con nuestras propias manos.

    Vierho suspir, se encogi de hombros y volvi a la parte trasera del camin,hablando brevemente con alguien del interior. Un bandeirante empez a entregar elequipo solicitado.

    Martinho se dirigi a un polica de los que acordonaban a la multitud.

    Podra usted difundir un mensaje a todos los vehculos que tenemos enfrente?

    Por supuesto, seor.

    Quiero que apaguen las luces. No quiero quedar deslumbrado por sus faros.Comprende?

    Lo harn inmediatamente, seor.

    Se volvi y comunic la orden a los oficiales de polica.

    Martinho se dirigi a la parte trasera del vehculo, tom un rifle rociador, examinel cilindro de la carga, lo extrajo y tom otro. Carg el arma y comprob su puesta apunto.

    Vamos, tened a mano la botella de muestras hasta que inmovilicemos... esa cosa.Ya la pedir.

    Vierho sac un escudo dotado de una pantalla de dos centmetros de espesor yresistente al cido, fabricada con magnaglass y montada sobre un aparato mvil manualde dos ruedas. Una abertura frontal permita el uso del rifle.

    Un bandeirante entreg dos trajes protectores de fibra de vidrio, igualmenteresistentes al cido. Martinho se enfund uno de ellos y comprob los cierres. Vierho secoloc el otro.

    Podra utilizar a Thom dijo Martinho.

    No tiene mucha experiencia, jefe.

  • Martinho aprob con un gesto y comenz a examinar las bombas de espuma y elequipo auxiliar. Coloc varias cargas de repuesto en fila sobre el escudo.

    Todo se produjo en silencio y con rapidez, producto de la experiencia. La multitudexpectante que les rodeaba, tras el camin, adopt el mismo silencio. Slo se escuchabael suave murmullo de las conversaciones.

    Est todava ah en la fuente, jefe inform Vierho.

    Tom el control del escudo y se dirigi al enlosado de mosaicos. La rueda derechase detuvo en el dibujo del cuello de un cndor del mosaico dibujado en las losas. Martinhopuso el rifle en la abertura.

    Sera mucho ms fcil si slo hubiera que matarlo.

    Esos bichos son ms rpidos que el diablo dijo Vierho. Esto no me gusta,jefe. Si ese bicho rodea el escudo... Y seal a la manga del traje protector. Esto escomo intentar detener la corriente con una tela metlica.

    Procura que no se escurra tras el escudo.

    Lo har lo mejor que pueda, jefe.

    Martinho estudi a aquella fantstica criatura tras la cortina de agua de la fuente.

    Alcnzame una linterna potente. Puede que se deslumbre. Vierho dej el escudoy volvi al camin. Regres en seguida con una linterna colgando de su cinturn.

    Vamos orden Martinho.

    Vierho activ los motores del escudo rodante, surgiendo del aparato un zumbidosordo. Lo dirigi hacia delante y pas por encima del borde circular y hacia el csped.

    Un chorro de cido sali disparado de aquella criatura, formando un arco sobre lafuente, y qued aplastado sobre la hierba a diez metros frente a ellos. Un humo aceitosoy blanquecino surgi del csped achicharrado y pronto qued desvanecido por la brisanocturna. Martinho se fij en la direccin de la brisa, y dispuso el escudo teniendo encuenta aquel factor. Al momento surgi otro chorro de cido, que cay ms o menos a lamisma distancia.

    Nos quiere decir algo, jefe brome Vierho. Se fueron aproximando lentamenteal pequeo monstruo, cruzando uno de los parches amarillentos de la hierba.

    De nuevo volvi a surgir el chorro de cido desde el borde de la fuente. El cidoqued aplastado sobre la hierba y esta vez un olor picante y terrible les invadi.

    Un murmullo sordo y prolongado surgi de la muchedumbre que rodeaba la plaza.

    Esa gente est loca mantenindose tan cerca observ Vierho. Si ese bichoacometiera...

    Alguien lo matara de un buen balazo dijo Martinho. Y adis al ciervovolante.

    Y adis la muestra del doctor Chen-Lhu. Adis tambin a los diez mil cruceiros...concluy Vierho.

    S dijo Martinho. No olvidemos el porque corremos este riesgo.

    Espero que no creas que hago todo esto por amor al arte observ Vierho.

    Y mientras, adelant el escudo otro metro.

  • En los lugares donde haba cado el cido se form una zona humeante.

    Ataca el magnaglass! exclam Vierho con asombro.

    Huele como a cido oxlico explic Martinho. Sin embargo, quiz sea msfuerte. Ahora despacio. Quiero asegurarme un buen disparo.

    Por qu no lo intentas con la bomba de espuma?

    Pero cmo se te ocurre...?

    Ah, s, claro, el agua.

    La criatura comenz a deslizarse hacia la derecha a lo largo de la fuente. Vierhocubri con el escudo aquel nuevo ngulo de ataque. El bicho se detuvo y volvi sobre suspasos.

    Espera un momento orden Martinho.

    Y a travs del cristal estudi la cosa.

    Visible en el borde de la fuente, aquella fantstica criatura se meca de delante atrs.Se pareca al ciervo volador de igual forma que una caricatura del mismo. Su cuerposeccionado se apoyaba en unas patas con nervaduras hacia el exterior, para terminar enunos fuertes pelos adhesivos. Las hirsutas antenas de la cabeza brillaban mojadas en losextremos.

    De repente hizo surgir una trompa tubular que dispar un chorro de cidodirectamente al escudo.

    Martinho se encogi involuntariamente.

    Tenemos que acercarnos ms. No debemos darle tiempo a que se recobre cuandole dispare.

    Con qu cargaste el rifle, jefe?

    Con nuestra mezcla especial de azufre diluido y sublimado corrosivo, en uncargador airecoagulante. Quiero inmovilizarle las patas.

    Algo para taparle la trompa es lo que nos hara falta indic Vierho.

    Vamos, viejo canoso...

    Vierho se dio prisa para avanzar el escudo, cruzando el humo producido por el cido.

    Aquel ciervo volante gigantesco se movi de un lado a otro; luego se lanz hacia laderecha siguiendo el borde de la fuente. De repente lanz hacia ellos otro arco de cido.Aquel lquido brill bajo la luz de los focos. Vierho apenas si tuvo tiempo de situar elescudo en posicin de ataque.

    Por la sangre de diez mil santos... murmur Vierho. No me gusta acercarmetanto a ese bicho, jefe. No somos toreros.

    No es un toro, hermano, no tiene cuernos.

    Creo que preferira que los tuviera.

    No perdamos tiempo, Vierho. Acerqumonos ms, eh?

    Vierho aproxim el escudo protector hasta unos dos metros de la criatura.

    Dispara, jefe!

  • Le disparar una sola vez explic Martinho. No debo estropear ese ejemplar.El doctor desea uno completo.

    Y en su interior se dijo que tambin l lo deseaba. Apunt el rifle contra el pequeomonstruo, pero ste brinc hacia el csped, de espaldas a la fuente. Un grito se escap dela multitud. Martinho y Vierho se acurrucaron, observando cmo su presa danzaba haciadelante y hacia atrs.

    Por qu no se quedar quieto por un momento? dijo Martinho apretando losdientes.

    Jefe, si eso pasa bajo el escudo, estamos fritos. Por qu esperas? Vamos,crgatelo.

    Tengo que estar seguro.

    Fue siguiendo con el rifle los movimientos laterales y de atrs hacia delante delbicho, convertido ahora en un monstruoso insecto danzante. Procuraba desplazarse haciala derecha. De repente se volvi y comenz a correr alrededor del borde de la fuente, perohacia la izquierda, parapetado tras la cortina de agua, pero los focos seguan sudesplazamiento, pudindosele ver todava all.

    Martinho comenz a imaginar que aquella cosa maniobraba con el claro propsitode inducirles a que se situaran en alguna posicin especial. Levant el casco del trajeprotector y se limpi la frente sudorosa. La noche era clida, y en la proximidad de lafuente exista una hmeda neblina mezclada con el fuerte olor qumico del cido.

    Vamos a tener problemas dijo Vierho. Si sigue tras la fuente, cmo diablosvamos a echarle mano?

    Ordenar que venga otro equipo. No resistir al ataque de dos equipos a la vez.

    Con el escudo de costado, Vierho comenz a maniobrar alrededor de la fuente.

    Sigo opinando que deberamos utilizar el camin sugiri Vierho.

    Es demasiado grande y pesado. Adems, el camin asustara al bicho y ste podralanzarse entre la multitud. De esta forma creer que slo nos tiene a nosotros comoenemigos.

    El gigantesco insecto aprovech aquel momento para lanzarse hacia ellos, detenersey arrastrarse de nuevo hacia atrs. La trompa apuntaba al escudo, que ofreca un buenblanco. La cortina de agua se interpona entre los atacantes y el bicho, impidiendo queMartinho efectuase un disparo eficaz.

    La brisa sopla a nuestras espaldas, jefe inform Vierho.

    S, ya lo s. Esperemos que esa cosa no dispare sobre nuestras cabezas. El vientohara que el cido nos cayera en la espalda.

    El pequeo monstruo se retir a una zona en que la estructura superior de la fuentele cubra de los focos.

    Jefe, presiento que eso no va a quedarse ah mucho tiempo.

    Sujeta firme el escudo orden Martinho. Deberamos dejar la plaza. Si se leocurre lanzarse hacia la muchedumbre, puede herir a ms de uno. Utiliza la linterna ydeslmbrale. Si consigues que se desplace hacia la derecha, intentar dispararle. Tienesalguna idea mejor?

  • Al menos intentemos atraerle hasta aqu. No estaras tan cerca y...

    Todava en la sombra, el insecto se apart de la fuente y se dirigi hacia el csped.Vierho le apunt con la linterna, baando a aquella criatura con un resplandor blancoazulado.

    Oh, Dios! Jefe, dispara!

    Martinho dispuso el rifle para disparar eficazmente, pero la ranura del escudo se loimpidi. Solt una maldicin y ech mano de los controles, pero antes de que pudieracambiar de posicin el escudo, una seccin del csped se levant tras el insecto, a plenoresplandor de la linterna y los proyectores.

    Una forma negruzca, que pareca tener tres cuernos en la cabeza, surgi parcialmentedel agujero, emitiendo un extrao rugido.

    El insecto se lanz rpidamente al agujero y desapareci en l.

    Los gritos de la multitud, mezcla de rabia, temor y excitacin, llenaban la gran plaza.En medio de aquellos ruidos Martinho pudo escuchar a Vierho rezando en voz baja:

    Santa Mara, Madre de Dios...

    Martinho intent empujar el escudo hacia el agujero por donde haba desaparecidoel monstruoso insecto, pero se lo impidi la maniobra contraria e instintiva de Vierho quele retena. El escudo se retorci sobre sus ruedas, exponindoles a la forma negraaparecida en el sumidero y que todava sobresala casi medio metro sobre el csped.Martinho pudo ver claramente, a la luz de los focos, que aquella cosa gigantesca se parecaa un ciervo volante ms grande que un hombre y con tres cuernos en la cabeza.

    Desesperadamente, Martinho sac el rifle de la ranura del escudo y lo apunt haciael monstruo cornudo. Descarg toda la carga sobre la monstruosa criatura all presente.La mistura venenosa del butilo cay sobre ella, envolvindola por completo.

    Distorsionada su estructura por la mezcla recibida, el monstruo cornudo vacil.Despus se alz del agujero y emiti un rugido spero que se oy claramente por toda laplaza. La muchedumbre guard un completo silencio al sobresalir en toda su altura elextrao monstruo, de torso queratinoso como un enorme escarabajo, brillando ymostrando unos colores verdes y negros, y que cuando menos resultaba tan alto como unhombre.

    Martinho escuch un ruido succionante y extrao, semejante al sonido de lossurtidores de la fuente con los que pareca competir.

    Cuidadosamente, apunt con el rifle a aquella cabeza cornuda y le vaci otradescarga completa. Aquella criatura pareci disolverse hacia atrs, en el agujero, con susfantsticas extremidades luchando contra el veneno recibido.

    Jefe, largumonos de aqu cuanto antes suplic Vierho. Por favor, jefe. Ycon el escudo comenz a forzar a Martinho a que retrocediera.

    Martinho introdujo otra carga en el rifle rociador y se hizo con una bomba de espuma.Se sinti vaco de toda emocin, excepto de la idea de matar a aquel monstruo. Pero antesde que pudiera mover la mano para lanzar la bomba de espuma, not que algo se cernasobre el escudo, y mir hacia arriba. Procedente de aquella negra criatura enterrada en elagujero, sala un compacto chorro de lquido que caa sobre el escudo.

    Corre! urgi Vierho.

  • Arrastrando el escudo, recularon hasta quedar fuera de su alcance. Martinho mirhacia atrs. Sinti a Vierho temblando tras l. Aquella cosa negra del agujero ibahundindose lentamente. Era lo ms amenazador con que Martinho se enfrentara en todasu vida. Los feroces movimientos del bicho cornudo indicaban el deseo de volver alataque, aunque al final desapareci de la vista, y la seccin del csped que se habalevantado se cerr tras l.

    Como si aquello fuese una seal, la multitud se desat en un gritero, y Martinho,aun sin poder or bien las palabras, advirti que un sentimiento general de miedo llenabael ambiente.

    Se ech hacia atrs el casco protector y escuch palabras sueltas y alguna fraseentera: Es como un escarabajo monstruoso! Has odo lo que dicen en el puerto? Podra quedar infectada toda la regin!, ...en el convento de Monte Ochoa... elorfanato...

    Pero la pregunta dominante en toda la plaza era la de: Qu era? Qu era eso?Dime, por favor, qu era?

    Martinho sinti a alguien a su derecha. Sali del escudo y vio a Chen-Lhu mirandofijamente el lugar donde haba desaparecido aquella cosa en forma de escarabajo. Ni elmenor signo de Rhin Kelly.

    Bien, Johnny. Qu era eso?

    Tena el aspecto de un gigantesco ciervo volante repuso Martinho,sorprendindose l mismo del tono calmoso de su voz.

    Era casi tan alto como un hombre murmuraba Vierho. Jefe..., esas historiasde Serra dos Pareis...

    He odo a la gente hablar de Monte Ochoa, de la zona martima y algo de unorfanato dijo entonces Martinho. Qu sabe usted de todo eso?

    Rhin fue a investigar repuso Chen-Lhu. Hay informes preocupantes. Heordenado que la gente se marche a sus hogares.

    Cules son esos informes preocupantes?

    Parece ser que se ha producido una especie de tragedia en la zona martima, ynuevamente en el convento de Monte Ochoa y en el orfanato.

    Qu clase de tragedia?

    Eso es lo que Rhin Kelly est investigando.

    Ya lo vio usted ah en el csped dijo Martinho. Creer ahora los informesque le hemos estado mandando durante meses?

    He visto un autmata lanzador de cido y a un hombre vestido de ciervo volanterepuso Chen-Lhu. Tengo curiosidad por saber si usted formaba parte de ese fraude.

    Vierho mascull una sorda maldicin.

    Martinho tuvo que contenerse para no estallar en clera.

    Pues a m no me pareca ningn hombre disfrazado.

    Y mene la cabeza. No quera que la agitacin le obnubilase la mente. Los insectosno podan tener semejante tamao. Las fuerzas de la gravedad... Nuevamente mene lacabeza. Entonces, qu era aquello?

  • Cuando menos deberamos conseguir muestras del cido arrojado sobre el cspedsugiri Martinho. Y que se investigue ese agujero.

    He mandado a por nuestra Seccin de Seguridad dijo Chen-Lhu.

    Se volvi, pensando en como redactara el informe que debera enviar a sussuperiores de la OEI, y tambin el informe para su propio Gobierno.

    Vio usted cmo pareci disolverse hacia el agujero cuando le alcanc con elrociador? pregunt Martinho. Ese veneno es sumamente doloroso, doctor. Sin dudaun hombre habra gritado.

    Un hombre enfundado en ropas protectoras repuso Chen-Lhu, sin volverse. Perocomenz a pensar en Martinho. Pareca genuinamente perplejo. No importaba. Todoaquel incidente iba a resultar muy til, segn vio Chen-Lhu entonces.

    Pero regres al agujero opin Vierho. Usted pudo verlo. Volvi.

    A sus odos lleg un violento rumor procedente de las personas obligadas a despejarla gran plaza. Pas junto a ellos como algo que lleva el viento. Martinho se volvi,fijndose en la multitud.

    Vierho orden.

    S, jefe...

    Trete las carabinas de proyectil explosivo del camin.

    En seguida, jefe.

    Vierho se dirigi de prisa hacia el camin de los bandeirantes, rodeado por algunosde ellos y ahora situado en una zona abierta de la plaza. Martinho reconoci a algunos delos hombres; los de Alvarez estaban en mayor nmero, pero tambin se veanbandeirantes de Hermosillo y Junitza.

    Qu pretende hacer con esos proyectiles explosivos? pregunt Chen-Lhu.

    Voy a echar un vistazo dentro de ese agujero.

    Mis hombres de la Seguridad pronto estarn aqu. Esperaremos a que vengan.

    Voy a entrar ahora.

    Martinho, le estoy diciendo que...

    Usted no pertenece al Gobierno de Brasil, doctor. Tengo autoridad de mi Gobiernopara una tarea especfica. Y esa tarea tengo que llevarla a cabo all donde...

    Martinho, si destroza usted esa evidencia...

    Doctor, usted no estaba aqu encarndose con esa cosa. Estaba bien seguro alllejos mientras yo me ganaba el derecho a mirar en ese agujero.

    El rostro de Chen-Lhu se puso lvido de clera, pero hizo un esfuerzo para controlarsu voz. Lo pens bien y dijo:

    Bien, entonces ir ahora con usted.

    Como guste.

    Martinho mir por toda la plaza. Estaban sacando las carabinas por la parte traseradel camin. Vierho las comprobaba y luego las depositaba sobre el csped. Un negro altoy barbudo, con un brazo en cabestrillo, estaba junto a Vierho. El negro vesta el uniforme

  • de simple bandeirante con el emblema dorado del rociador en el hombro izquierdo. Susfacciones estaban alteradas por el dolor.

    All est Alvarez dijo Chen-Lhu.

    S, ya le he visto.

    Chen-Lhu mir a Martinho, adopt una sonrisa sibilina y adapt el tono de su voz asu expresin.

    Johnny..., no luchemos entre nosotros. Usted sabe por qu la OEI me ha enviadoal Brasil.

    Lo s. China ya ha llevado a trmino la operacin de sus insectos. Y ello graciasa usted.

    Ya no nos queda ninguno, excepto las abejas mutadas. Johnny, ya no queda ni unasimple criatura que pueda extender las enfermedades, ni que se coma el alimentodestinado a los seres humanos.

    Ya lo s, doctor. Y usted se encuentra aqu para facilitar nuestro trabajo.

    Chen-Lhu frunci el ceo ante la paciente incredulidad de Martinho.

    Exactamente, Johnny.

    Entonces, por qu no deja a nuestros observadores o a los de las Naciones Unidasque vayan y lo vean por s mismos?

    Johnny! Debe usted saber cunto tiempo ha sufrido mi pas bajo los imperialistas.Algunas de sus gentes creen que el peligro an sigue all. Y envan espas por todas partes.

    Pero usted es un hombre de mundo, ms comprensivo, no es cierto, doctor?

    Por supuesto! Mi bisabuela era inglesa, una de los Travis-Hungtinton. En lafamilia tenemos una tradicin de amplia mentalidad comprensiva.

    Pues es una maravilla que su pas confe en usted. Usted en parte es un imperialistablanco. Salud a Alvarez cuando el negro se encontr frente a l. Hola, Benito.Lamento lo de tu brazo.

    Hola, Johnny. La voz de Alvarez resultaba grave y vacilante. Dios meprotegi. Me recobrar de sta. Mir de reojo las carabinas en manos de Vierho y sedirigi a Martinho: He odo al padre pidiendo las carabinas de proyectil explosivo. Slolas pediras por una razn...

    Voy a echar un vistazo a ese agujero, Benito.

    Alvarez se volvi hacia el chino, saludndole con una ligera inclinacin.

    No tiene usted objeciones que hacer, doctor?

    S las tengo, pero carezco de autoridad repuso Chen-Lhu. Es grave lo de subrazo? Pueden asistirle mis mdicos.

    El brazo se recobrar. Gracias.

    Lo que quiere saber es si tu brazo est realmente herido de cuidado le dijoMartinho.

    Chen-Lhu dirigi una mirada de sorpresa a Martinho, que enmascar rpidamente.Vierho alarg a su jefe una de las carabinas.

  • Jefe, tenemos que hacer esto?

    Por qu el buen doctor pone en duda que mi brazo estuviera herido? preguntAlvarez.

    Bueno, ha odo ciertas historias repuso Martinho.

    Qu historias?

    Pues de que nosotros, los bandeirantes, no queremos ver culminada la obra; queestamos reinfestando la zona Verde y de que estamos engendrando y produciendo nuevosinsectos en laboratorios secretos.

    Valiente porquera! mascull Alvarez.

    Y qu bandeirantes se supone que lo estn haciendo? pregunt Vierho.Irritado, mir de reojo a Chen-Lhu, echando mano a la carabina como dispuesto a usarlacontra el oficial directivo de la OEI.

    Tranquilo, padre dijo Alvarez. Esas historias no significan nada. Hablan enannimo..., nunca dan nombres.

    Martinho mir hacia el csped de la plaza, por donde haba desaparecido el monstruo.Not una sensacin extraa en el ambiente, como si estuviese cargado de amenazas y dehisteria. Lo ms singular que perciba en su entorno era la renuencia a emprender laaccin. Como la calma que sigue a una furiosa batalla en la guerra.

    Bien, esto es una especie de guerra, pens Martinho.

    Ya llevaban ocho aos inmersos en aquella guerra en el Brasil. A los chinos les habacostado veintids, pero decan haberla resuelto en diez. La idea de que an tuvieran queestar combatiendo catorce aos ms amenaz momentneamente a Martinho,sobrecogindole el nimo. Senta una espantosa fatiga.

    Debe admitir que suceden cosas muy extraas le dijo Chen-Lhu.

    De eso no hay duda repuso Alvarez.

    Por qu nadie sospecha de los carsonitas? pregunt Vierho.

    Es una buena pregunta, padre dijo Alvarez. Esos carsonitas cuentan con elapoyo de las grandes naciones, como Estados Unidos, Canad y la Europa Comunitaria.

    S, naciones que nunca han tenido problemas con los insectos coment Vierho.

    Sorprendentemente, fue Chen-Lhu quien protest.

    No dijo, a esas naciones les importa un bledo. Solo que se sienten felicesvindonos ocupados en esta lucha.

    Martinho aprob con un gesto. S, aquello era lo que haban opinado tambin suscompaeros en los das de estudiante en Norteamrica. No les preocupaba en absoluto.

    Bien, voy a ese agujero a mirar lo que pasa por ah dijo Martinho decididamente.

    Voy contigo, Johnny dijo Alvarez tomando una carabina y colgndosela delhombro bueno.

    Martinho mir a Vierho, observ la expresin de alivio en el rostro del veteranopadre y se dirigi a Alvarez:

    Y tu brazo?

  • Todava me queda otro en buen estado. Qu ms necesito?

    Doctor, qudese cerca, detrs de nosotros orden Martinho.

    Los hombres de mi Servicio de Seguridad acaban de llegar dijo Chen-Lhu.Esperen un momento y cercaremos la plaza. Les dir que utilicen los escudos protectores.

    Es prudente hacerlo, Johnny sugiri Alvarez.

    Iremos despacio dijo Martinho. Padre, vuelve al camin y dile a Ramn quelo acerque al agujero. Y que el camin de los Hermosillo ayude con sus faros.

    En seguida, jefe.

    Vierho se dirigi a cumplimentar la orden de Martinho.

    No molestar a nadie? pregunt Chen-Lhu.

    Estamos tan ansiosos como usted por descubrir de que se trata dijo Alvarez.

    Vamos dispuso Martinho.

    Chen-Lhu se dirigi a donde estaba el camin de la OEI, abrindose paso por unacalle lateral. Daba la impresin de que el gento se resista a despejar la plaza.

    Alvarez hizo funcionar los controles del escudo protector y se dirigi hacia el lugarpor donde haba desaparecido el monstruo.

    Johnny susurr Alvarez a Martinho. Por qu el doctor no sospecha de loscarsonitas?

    Tiene un sistema de espionaje tan bueno como puede haberlo en cualquier partedel mundo. Tiene que estar bien informado repuso Martinho. Y mantuvo la vistapendiente del misterioso cuadrado de csped junto a la fuente.

    Pero..., qu mejor forma de sabotearnos que desacreditar a los bandeirantes?

    Cierto, pero no creo que Travis-Hungtinton Chen-Lhu cometa tal error.

    Y a rengln seguido, pens: Es extraa la forma en que ese trozo de csped atrae yrepele al mismo tiempo.

    T y yo fuimos rivales muchas veces en grandes problemas, Johnny, pero tal vezestamos olvidando que tenemos un enemigo comn.

    Quieres citar el nombre de ese enemigo?

    Es el enemigo que hay en la selva, en la hierba de las sabanas y bajo el suelo. Alos chinos les llev veintids aos...

    Sospechas de ellos? dijo Martinho, mirando a su compaero y notando laexpresin atenta en el rostro de Alvarez. No nos dejarn examinar sus resultados.

    Los chinos estn locos. Prefirieron eso antes que enfrentarse con el mundooccidental, y ste les confirm su enfermedad. No creo que puedas sospechar de loschinos.

    Yo sospecho de todo el mundo afirm Martinho. Martinho se sorprendi deltono de su voz al pronunciar tales palabras. Era cierto: sospechaba de todos, incluso deBenito, all presente, de Chen-Lhu... y de la misma encantadora Rhin Kelly.

  • Pienso con frecuencia en los antiguos insecticidas y de como los insectos crecencon ms fuerza, a despecho del veneno para los insectos, o puede que precisamente poresa misma causa.

    Un ruido a sus espaldas atrajo la atencin de Martinho. Puso una mano sobre el brazode Alvarez, detuvo el escudo y se volvi. Era Vierho seguido por una carretilla conabundante y diverso material. Se apreciaba una gran barra para servirse de ella comopalanca, otros tiles y cajas de explosivos.

    Pens que necesitaras todo esto, jefe le dijo Vierho.

    Qudate cerca, pero detrs, y fuera de su alcance, est claro? repuso Martinho,sintiendo un clido afecto por el padre.

    Por supuesto, jefe. No lo hago siempre? Entreg el capuchn protector aAlvarez. Te lo he trado, jefe Alvarez, para que no vuelvas a herirte.

    Gracias, padre, pero prefiero la libertad de movimientos. Adems, este viejocuerpo mo tiene tantas cicatrices, que otra ms tendra poca importancia.

    Martinho mir a su alrededor y comprob que varios escudos se movan avanzandosobre la hierba.

    Pronto. Tenemos que ser los primeros.

    Alvarez maniobr el escudo y de nuevo se dirigieron hacia la fuente. Vierho seaproxim a su jefe y le dijo en voz baja:

    Jefe, corren ciertas noticias entre los del camin. Se dice que unos bichos se comenlos pilones bajo un almacn del puerto. El almacn se ha hundido. Dicen que ha habidomuertos. La gente est alarmada...

    Chen-Lhu dijo algo de eso.

    No es aqu? pregunt Alvarez al hallarse en las cercanas de donde el monstruohaba surgido y escondido nuevamente.

    S, detn el escudo dijo Martinho. Se fij cuidadosamente en el csped,buscando el lugar en su relacin con la fuente y la hierba marcada por la pasada anteriordel escudo. Aqu es confirm. Entreg la carabina a Vierho y le pidi: Dame esabarra y una carga explosiva.

    Vierho le entreg una pequea caja de plstico explosivo con detonador, la clase decarga que se utilizaba en las zonas Rojas para destruir los nidos de insectos.

    Vierho, cbreme desde ah. Benito, puedes manejar una linterna?

    Por supuesto, Johnny.

    Jefe, no vas a utilizar el escudo?

    No hay tiempo para eso.

    Y sali fuera del dispositivo protector antes de que Vierho tuviera ocasin deresponder. El haz luminoso explor el terreno frente a Martinho. Se inclin y coloc lapunta de la barra en la seccin que se haba levantado anteriormente, y empuj con fuerza,escarbando. Entonces, algo como una fuerte descarga elctrica atac a Martinho.

    Padre, aqu... Vierho se acerc con la carabina. Ah..., en el suelo..., en lapunta de la barra.

    Vierho apunt y dispar dos veces.

  • Un ruido violento surgi bajo la tierra, delante de ellos. Algo se haba aplastado all.Vierho dispar de nuevo. Las balas explosivas parecan estallar bajo sus pies.

    Se hizo patente un furioso ruido como si debajo existiera un vivero de peces que sealimentaran de la superficie.

    Despus se hizo el silencio.

    Una serie de proyectores iluminaban el terreno ante l. Martinho vio una fila deescudos a su alrededor. Eran los de la OEI y de los bandeirantes en uniforme.

    Nuevamente enfoc su atencin sobre el trozo de csped.

    Padre, voy a levantar esa tapa.

    De acuerdo, jefe.

    Martinho puso un pie bajo la barra, haciendo cua, y se adelant hacia el otroextremo. La tapa de aquella trampa se elev lentamente. Pareca estar sellada con unamezcla gomosa que se distenda en filamentos. Una bocanada de azufre y sublimadocorrosivo sugiri a Martinho lo que deba de ser aquella mezcla: el butilo disparado conel rifle rociador. De pronto, la trampa cedi y qued abierta la embocadura del agujero.Las linternas se acercaron a Martinho, apuntando hacia abajo para mostrar un lquidonegruzco y aceitoso. Tena el olor tpico del ro.

    Han venido desde el ro coment Alvarez.

    Esos farsantes parecen haber escapado. Muy apropiado dijo Chen-Lhu, que sehaba acercado a Martinho. En aquel momento pens que haba acertado al darle a Rhinlas rdenes precisas. Tena que adentrarse en la organizacin de los bandeirantes. Allestaba el enemigo: aquel lder bandeirante, educado entre los yanquis imperialistas.Martinho era uno de los que intentaban destrozar a los chinos; era la nica explicacin.

    Martinho ignor la indirecta de Chen-Lhu; estaba demasiado preocupado inclusopara irritarse contra aquel luntico. Se puso en pie y mir a su alrededor por toda la plaza.El aire pareca impregnado de una calma chicha, como si todo el firmamento esperara unacalamidad. Algunos mirones permanecan ms all de la lnea de seguridad establecidapor la polica, seguramente ciertos oficiales privilegiados; pero la multitud se habadispersado por las calles adyacentes.

    Procedente de la gran avenida de la izquierda, un pequeo vehculo de color rojoapareci en direccin a la plaza. Las ventanillas resplandecan bajo el efecto de las luces.Los tres faros delanteros centelleaban intermitentemente para sortear a las personas y alos vehculos. Los guardias abrieron paso. Al aproximarse, Martinho reconoci elemblema de la OEI en el costado. El vehculo fren bruscamente al llegar junto a ellos, yRhin Kelly se ape del mismo.

    La joven doctora llevaba el uniforme verde de trabajo de la OEI. Se aproximrpidamente hacia Martinho, mirndole fijamente y pensando que, en efecto, tena queser utilizado y apartado. S, era evidente que l era el nico enemigo.

    Martinho observ a Rhin mientras se aproximaba, admirando la gracia y lafemineidad que el uniforme aada a su belleza personal. Rhin se detuvo frente a l y dijocon voz nerviosa:

    Seor Martinho, he venido a salvarle la vida.

    Martinho sacudi la cabeza, como si no comprendiera correctamente las palabras dela doctora irlandesa.

  • Qu...?

    El infierno entero est a punto de desencadenarse dijo ella.

    En aquel momento Martinho se dio cuenta de un clamor de gritos en la distancia.

    Es una algarada popular. La gente viene armada.

    Qu diablos ocurre?

    Esta noche se han producido varias muertes explic Rhin. Entre las vctimashay mujeres y nios. Detrs de Monte Ochoa se ha hundido una parte de la colina. En esacolina haba cuevas y...

    El orfanato murmur Vierho.

    S confirm Rhin. El orfanato y el convento de Monte Ochoa han quedadoenterrados. Se echa la culpa a los bandeirantes.

    Ya sabe usted lo que se dice sobre...

    Hablar a la gente dijo Martinho, quedndose consternado ante semejanteultraje y ante la idea de ser amenazados por aquellos a quienes estaban sirviendo. Estoes un absurdo! Nosotros no hicimos tal cosa...

    Jefe advirti Vierho. No puedes razonar contra una multitud...

    Dos hombres de la banda de Lifcado ya han sido linchados dijo Rhin. Tieneuna oportunidad si huye ahora. Ah tienen suficientes camiones para todos.

    Jefe, tenemos que hacer lo que ella dice dijo Vierho tomando a Martinho por unbrazo.

    Martinho se qued silencioso, atento a la informacin que corra de boca en bocaentre los bandeirantes que le circundaban.

    Una multitud furiosa... Nos echan la culpa a nosotros... El orfanato...

    Dnde iramos? pregunt.

    La violencia parece ser local dijo Chen-Lhu. Hizo una pausa para escuchar. Lamultitud pareca cada vez ms prxima. Vyase con su padre a Cuiab. Llvese conusted a su grupo. Los otros pueden volver a sus bases en la zona Roja.

    Y por qu tendra que...?

    Enviar a Rhin con usted en cuanto se haya decidido el plan a seguir.

    Tengo que saber dnde encontrarle dijo Rhin, buscando la pista. En aquelmomento pens que, en efecto, tena que ser donde viva el padre de Martinho. S, aqueltendra que ser el cuartel general..., all o en el Gois, como sospechaba Chen-Lhu.

    Pero nosotros no hemos hecho tal cosa insisti Martinho.

    Por favor repiti ella.

    Martinho suspir profundamente.

    Padre, vete con los hombres. Estar ms seguro all en la zona Roja. Tomar elcamin pequeo y me ir a Cuiab. Tengo que discutir esta cuestin con mi padre, elprefecto. Alguien tiene que ir a la sede del Gobierno y hacer que el pueblo escuche.

    Qu escuchen a quin? pregunt Alvarez.

  • El trabajo tiene que detenerse temporalmente dijo Martinho. Se har unainvestigacin.

    Valiente tontera! exclam irritado Alvarez. Quin escuchar ese discursoa estas alturas?

    Martinho intent tragar saliva en su reseca garganta. La noche le envolva hmeda,fra, opresiva..., y la multitud se aproximaba rugiendo. La polica y las fuerzas militaresno conseguiran detener a esa multitud irritada, individuos convertidos en pequeosmonstruos de otro mayor.

    No pueden permitirse el lujo de escuchar murmur Alvarez, aunque tengasrazn.

    El rumor de la multitud enfurecida pareci dar un contrapunto a las palabras deAlvarez. Los hombres que estaban en el poder no admitiran ningn fallo. Estaban en elpoder por las promesas ofrecidas al pueblo. Si tales promesas no se mantenan, alguientendra que cargar con la culpabilidad de lo sucedido.

    Tal vez ya alguien carg con ella, pens.

    Entonces sigui a Vierho, quien le condujo hasta los camiones.

  • 4Exista una cueva all en las rocas negras de la garganta del ro Gois. En la cueva, lospensamientos pulsaban a travs de un Cerebro, como si estuviera escuchando la radio, endonde un locutor humano relataba las noticias del da: algaradas callejeras en Baha,bandeirantes linchados, paracaidistas lanzados para restaurar el orden...

    La pequea radio porttil, alimentada con bateras, desgarraba la atmsfera de lacueva irritando los sensores del Cerebro, pero las noticias humanas que se producannecesitaban el aparato como monitor mientras las pilas funcionasen. Tal vez las clulasbioqumicas pudieran utilizarse despus, pero el conocimiento mecnico del cerebro eralimitado. Haba captado toda la teora procedente de las bibliotecas llenas de microfilmsde la zona Roja, pero el conocimiento prctico era algo muy diferente.

    Ya haba tenido una televisin porttil durante algn tiempo, pero su alcance eralimitado y ahora estaba fuera de servicio.

    Terminaron las noticias y la msica surgi torrencial del altavoz de la radio. ElCerebro indic al instrumento que quedara en silencio. Y el Cerebro continu en aquelsilencio tan grato, pensando, pulsando.

    Era una masa de cuatro metros de dimetro y medio metro de altura, conocindose as mismo como la Integracin Suprema, plena de atencin alerta pasiva y, con todo,bastante irritada por las necesidades que la mantenan anclada en aquel refugio cavernoso.

    Una mscara sensorial mvil que poda desplazar a voluntad, en forma de disco,embudo membranoso e incluso simulando un rostro humano gigantesco, yaca como unamontera por la superficie del Cerebro, con los sensores dirigidos hacia la gris luminosidadde la aurora, en la boca de la cueva.

    Las pulsaciones rtmicas de una cavidad amarilla situada a un lado bombeaban unfluido oscuro y viscoso en el interior del Cerebro. Incontables insectos sin alas se movanincesantemente sobre las membranas de su superficie, inspeccionando, reparando yproporcionndole los alimentos que necesitaba.

    Enjambres especializados de insectos alados se arracimaban en las fisuras de lacueva, produciendo cidos los unos, otros descomponiendo y transformando los cidospara convertirlos en oxgeno, otros efectuando las operaciones digestivas, y otros, en fin,supliendo el papel de los msculos para el bombeo de su alimento vital.

    Un olor picante y amargo saturaba la totalidad del espacio cavernoso.

    Los insectos iban y venan hacia el resplandor del amanecer. Otros se detenanzumbando, danzando y pendientes de los sensores del Cerebro, unos modulando chirridospara informar, otros en grupos especiales alineados, siguiendo una pauta predeterminada,otros, en fin, formando esquemas complejos con cambio en su coloracin, o moviendosus antenas en extraos modos.

  • En aquel momento lleg el relevo procedente de Baha:

    Mucha lluvia, terrenos empantanados, los agujeros de nuestros escuchas se hanhundido. Un observador ha sido visto y atacado, pero un monitor lo ha llevado por lostneles del ro. stos se han hundido en parte. No hemos dejado evidencia excepto lo queha sido visto por los humanos. Los que no pudieron escapar han sido destruidos.

    Han resultado muertos algunos humanos.

    Muertes ocurridas entre los humanos reflexion el Cerebro. Entonces losinformes de la radio eran correctos.

    Aquello era el desastre.

    Se increment la demanda de oxgeno del Cerebro y los insectos de servicioacudieron inmediatamente para acelerar el ritmo de bombeo.

    Los humanos se creern atacados pens el Cerebro. Tiene que ser activada lacompleja defensa del gnero humano.

    Penetrar en esa actitud ser de lo ms difcil, si no imposible.

    Quin puede razonar con la sinrazn?

    Los humanos eran criaturas muy difciles de comprender..., con sus dioses y suspautas de comportamiento.

    Negocios era lo que los libros denominaban como sus pautas de comportamiento,pero el sentido de la expresin escapaba por completo al Cerebro. El dinero no poda sercomido, y era almacenado sin que supusiera ninguna energa aparente, siendo por lodems todo un pobre material de construccin. Las cubiertas, la argamasa y las tapias delas casas de los ms pobres entre los humanos contenan ms sustancia.

    Sin embargo, los humanos se mataban por el dinero. Aquello debera ser importante.Tendra que serlo, como sus dioses y el concepto de los dioses, que pareca ser como unasuprema integracin, pero cuya sustancia y localizacin no poda definirse. De lo msdesconcertante.

    El Cerebro pens que en alguna parte tendra que haber un mdulo de pensamientoque hiciera comprensibles tales cosas; pero el esquema se le escapaba.

    Entonces el Cerebro pens cuan extrao resultaba aquel mdulo de pensamiento dela existencia; la transferencia interna de energa para crear visiones imaginarias, que dehecho eran planes y pautas que a veces se desplazaban por senderos que conducan a lano supervivencia. Qu curiosa, qu sutil, y con todo, qu bella era aquella concepcinhumana y su descubrimiento, ahora copiada y adaptada a los usos de otras criaturas! Quadmirable y elevada era esta manipulacin del universo, que exista slo dentro de lospasivos confines de la imaginacin!

    Por un momento, el Cerebro se prob a s mismo, intentando estimular emocioneshumanas. Pudo comprender el temor y la unicidad de la colmena, pero las permutas, y lavariante del temor llamado odio, como reflejo colateral, resultaban sumamente difciles.

    El Cerebro no consider ni una sola vez que, en cierta ocasin, fue parte de unhumano y que estuvo sujeto a tales emociones. Encontr irritante la intrusin de talespensamientos. El Cerebro se pareca ahora vagamente a su contrapartida humana, peromucho mayor y ms complejo. Ningn sistema circulatorio humano podra soportar susnecesidades de alimentacin. Ningn cerebro meramente humano podra suplir su vorazapetito de informacin.

  • Era, sencillamente, cerebro, una parte funcional de su sistema de supercolmena, msimportante incluso que las reinas.

    Qu clase de humanos resultaron muertos?, se pregunt el Cerebro.

    La respuesta le lleg en lentos impulsos chirriantes: Trabajadores, hembras, humanosinmaduros y algunas reinas estriles.

    Hembras y humanos inmaduros, pens el Cerebro. Aquello apareca en la pantallade sus percepciones, una maldicin india cuyo origen haba extirpado. Con tales muertes,la reaccin humana tendra que hacerse ms violenta. Se haca imperativa una accinrpida e inmediata.

    Qu se sabe de nuestros mensajeros que han atravesado la barrera?