El Cerro: tratado de la melancolía

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Jesús María CAPíTULO PROVINCIAL DEL ZERRO, QUE TRATA DE LAS INPERFECTIONES y FALTAS DE LOS MELANCÓLICOS, QUE NACEN DE LA TRISTE<;A, IRA, AMARGURA DE CORA<;ÓN, DESOBEDIENCIA, DESABRIMIENTO Y DAÑADO SPíRITU. BAN EN ESTILO DE CONSTITUCIONES, MANDÁNDOSE TODO AL CONTRARIO DE LO QUE CONVIENE, PARA QUE JUNTAMENTE SIRVA A LA RECREACIÓN DE LOS HERMANOS Y AL EXAMEN DE LA CONCIENCIA.

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Obra de Jerónimo Gracián de la Madre de Dios

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Jesús María

CAPíTULO PROVINCIAL DEL ZERRO, QUE TRATA DE LAS INPERFECTIONES

y FALTAS DE LOS MELANCÓLICOS, QUE NACEN DE LA TRISTE<;A, IRA,

AMARGURA DE CORA<;ÓN, DESOBEDIENCIA, DESABRIMIENTO Y DAÑADO

SPíRITU.

BAN EN ESTILO DE CONSTITUCIONES, MANDÁNDOSE TODO AL CONTRARIO

DE LO QUE CONVIENE, PARA QUE JUNTAMENTE SIRVA A LA RECREACIÓN

DE LOS HERMANOS Y AL EXAMEN DE LA CONCIENCIA.

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[CARTA VOCATORIA]

Nos Fr. Melanco Zerruno, provincial de todos los melancó­licos, tristes y amargos de cora<;ón, airados, inquietos, escru­pulosos, coléricos, insufribles y desasosegados, etcétera.

Por quanto se a ya acabado el tiempo de nuestro officio, y conbiene hacer Capítulo y electión de provincial, mandamos a nuestros súbditos que luego que esta patente y carta bocatoria les fuere notificada, se junten a capítulo y eligan socio, dejando vicario en el convento, y dentro del más breve tienpo que pudie­ren se hallen en nuestro convento de la Culpa, para tratar los negocios del buen govierno de la horden, y dar tra<;a cómo [en] los conventos de descal<;os y descal<;as se quebrante la re­gla y constituciones, se introduzgan abusos, se pierda el buen spíritu y perfectión que pretenden y el fruto que con su exenplo quieren dar en la Iglesia; y agora, a los principios, se introduz­gan tales inperfectiones y relajaciones, que después hagan no­table daño, y muchas almas se condenen, y ellos, después de aver trabajado en esta vida, pierdan el premio y bayan a la ca9uela de nuestro gran amigo Pero Botero.

y porque queremos mucho vuestra salud, os aconsejamos que sienpre caminéis con mal tienpo: en berano desde las 8 del día hasta las 6 de la tarde, porque gocéis del sol, y esto se en­tiende los que viniéredes por la Mancha y Andalucía; y el in­bierno, antes de amanecer, para g09ar del fresco; y si obiere llovido mucho, iréis a pasar los pontones y calgada de Gumiel, ca­mino de Burgos. Siempre y en todo caso perdé el camino, aunque no se pueda herrar. En cada posada se quede algo de lo que llevá­redes, olvidado. Las bestias muy flacas, o de mala edificación. Procurad en todo dar mal exenplo por los caminos, para que los que os vieren desprecien la Religión, y por vosotros pierdan los siervos de Dios que están encerrados en los conventos, guar­dando clausura y penitencia.

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EL CERRO

JUNTA DE LOS PRIORES Y SOCIOS

Y EXAMEN DE LAS CARTAS

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El día diputado para el Capítulo se juntaron el Rmo. padre Fr. Melanco Cerruno y los religiosos siguientes:

Del convento de la desovediencia, el prior Replicón el De­sobediente y su socio Fr. Cervigón el Duro; del convento de la sensualidad, Fr. Sensual Muelle, prior, y Fr. Mojagón el Rela­jado, su socio, enemigo de la castidad; del convento de la ava­ricia, Fr. Naval Codicioso, prior, y Fr. Sapo el Apretado, su so­cio, contrarios a la pobre¡;:a; del convento de la desatención, Fr. Bobales el Desatento, prior, y Fr. Rernando el Dormilón, su socio, contrarios al oficio divino y cosas spirituales; del con­vento de la gula, Fr. Nabu¡;:ardán el Glotón, prior, y Fr. Sardaná­palo el Descontentadi¡;:o, socio, contrarios al ayuno y absti­nencia; de la casa de poco castigo y mala confesión, Fr. Bam­ba, el prior piadoso, y Fr. Achamel el Bergon¡;:oso, socio; del convento de la parlería, Fr. Ginlgerín el Parlero, prior, y Fr. Yphsiboscas el Bocinglero, socio, contrarios al silencio; del convento de la ociosidad, Fr. Aragán el Pere~oso, prior, y Fr. Mendigón del Alforja, socio, contrarios al travajo de manos; del convento de la disensión y sovervia, Fr. Nabucodonosor el Sobervio, prior, y maestre Polilla de la Carcoma, socio, contra­rios a la humildad y paz; del convento del descuido y negli­gencia en sus oficios, el bachiller Fr. Arcadio el Necio, prior, y el presentado Fr. Marragón el Descuidado, por socio.

Los quales dichos priores y socios mostraron sus cartas y patentes y todos los demás recados que traían para el dicho Capítulo Provincial y fueron muy vien regalados y recividos de Fr. Melanco Cerruno.

Otro día por la mañana, primero que se procediese a la elec­tión de Provincial y Difinidores, juntos en capítulo el Rmo. padre Fr. Melanco Cerruno, Provincial, y los gremiales sobre­dichos, hordenaron se leyesen la regla y constituciones del Cerro, y cada uno advirtiese lo que convenía quitar o añadir de ellas, para que fuesen confirmadas antes que se eligiese Provin­cial. Y ansí se leyeron por sus capítulos, según el horden que se sigue.

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)

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CONSTITUCIONES DEL MUY GRAvíSIMO Y ENCAPOTADO

FR. MELANCO CERRUNO

Nos, Fr. Melanco Zerruno, por nuestra desgracia provincial de todos los cerros, brehedos y pantanos, a todos los melancó­licos y desabridos y escrupulosos que en nuestros conventos viven, poca salud y desgracia.

Sepades quen nuestro Capítulo Provincial se dio petición que andávades esparcidos en los conventos de los desca190s sin regla y constituciones, y sin manera de vivir, y que Nos, como buen pastor, os devíamos recojer y poner constituciones y re­glas; por lo qual hicimos las infra escritas constituciones, las quales servirán para el regañado y no loable modo de vivir de los nuestros súbditos, y son las siguientes.

CAPíTULO I

ACERCA DE LA OBEDIENCIA

1 Primeramente, que ninguno de nuestros súbditos, en nin­gún caso ni por ocasión alguna, deje de replicar, a lo que la obediencia le mandare, por lo menos una o do§ beces, y si replicare tres o cuatro o cinco beces o más, quando viniere ante Nos se le pagará; use enpero de discreción y guárdese de la disciplina. Y no sólo repliquen a lo que les mandaren con su disgusto, sino, porque no se pierda tan buena y loable costunbre de replicar, qualquiera cosa que le mandaren, repliquen luego, dándoles desabrimiento por el mismo caso que vieren ques obediencia.

2 Iten, estatuimos y hordenamos, que todas las beces que el prelado les repreendiere y riñere alguna cosa, se escusen della muy vien escusados. Y aunque a algunos de nuestros súbditos les parezca que cunplen con nuestra constitución con escusarse por rodeos y pedir benedicite para principio de la dicha dis­culpa; y otros condescienden con sus culpas, para que lueg}3

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salga la escusa de la flaqu~a natural o de la condición, o del no poder más, en lo que vien bemos que se guarda nuestra consti­tución; pero con todo eso queremos que todos se escusen clara­mente, por el escándalo que se da a los pequeñuelos y mal exenplo a los que 1 piensan que las tales no son berdaderas escusas.

3 Iten, estatuimos y hordenamos que todos nuestros súb­ditos traigan unas tabletas en el pecho, de suerte y manera que en ningún tienpo se puedan postrar, aunque el prelado riña. Y, condescendiendo con la flaque¡;:a humana si a caso se postraren, sea quando el prelado se lo mandare espresamente, y en ningún caso queremos que se comidan ellos a postrarse. Y para leban­tarse, no aguarden señal del prelado, sino replicando digan que ya pensavan que les avían hecho señal. Y si algún tienpo perse­veraren postrados, no dejen a lo menos de al¡;:ar las cabe¡;:as es­cusándose dende allí. Y ya que no ayan llegado a tanta perfec­tión, quédense todavía gruñendo, de suerte que den al perlado pesadunbre.

4 1 ten, estatuímos y hordenamos que siempre se traiga jui­cio temerario del prelado, nunca pareciéndole vien sus cosas. Y por lo menos le juzgen por aceta dar de personas, que a otros quiere vien y al otro que no le puede ber. Y júzguenle tanvién por poco esperimentado en el govierno y muy apasionado en sus cosas. Si le diere disciplina, piense que es por rencor que con él tiene. Si lo regalare, piense que lo tiene por inperfecto y lo hace por que no se sienta, y siéntase más el dicho regalo. Si el prelado comiere algo, juzgue relajación. Si deja& de comer, a ipocresía. Si le hablare palabras ásperas y graves, júzguelo a sovervia y aborrézcalo. Si amorosas y blandas, a poca auto­ridad, y desprécielo. Y al fin ande sienpre tentado dél, y nunca le diga nada de lo que le parece, sino sienpre ande por los rincones murmurándole con otros, para que ansÍ los tiente y bengan a nuestra cofradía.

1 El ms. añade no. I

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5 Iten, sean muy amigos de dar consejo a sus prelados y mirar por el vien de la comunidad, afligiéndose en gran manera si vieren alguna inperfectión en la casa, y agrabándola vien en los escrutinios de las visitas, por pequeña que sea, diciendo que el que tienen no es para prelado. Y por el contrario, si les re­preenden de que dan consejo al prelado, tomen un tesón de no advertir cosa, so título de decir que en nada acierta. Ni tanpoco en los escrutinios quiera decir lo que siente, y ansÍ ande de un estremo a otro.

6 Iten, sean amlClSSlmos por extremo de no dar al prelado ni a otro quenta de su interior, ni comunicar sus pensamientos, dejándolos pudrir dentro de su pecho, al principio con decir no es nada y que resistirá a la tentación, y después por be[r]­güen~a de berse caído; la qual bergüen~a nazca de la presun­ción de sí.

7 Iten, hordenamos que si alguna bez el prelado le mortifi­care o reprehendiere, o diere algún disgusto, se aflijan dema­siado y se pongan un capote, un ceño y un embotijamiento muy notable, para que el perlado se desconsuele y los demás her­manos se sientan y escandalicen. Y luego les dé dolor de cave~a o otras enfermedades, de que anden sienpre quejándose, por­que los dichos prelados no se atrevan de allí adelante a los re­prehender, y ellos bayan creciendo en sus inperfectiones, vicios y malas costumbres.

AÑADIDO EN EL CAPÍTULO

8 Acerca de la obediencia añadieron los Padres del dicho Capítulo, para el vien de su congregación, las constituciones o capitulaciones siguientes, que tienen la misma fuer~a que lo demás:

9 Primeramente, que en todo caso, para que se destruiga el monesterio y la perfeción dél, aya en cada casa dos cave~as: una sea el prior o priora y la otra cave~a pondrá el demonio que sea suprior o supriora, o otro de los más antigos de la casa.

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10 Y esta segunda cave<;:a, para que del todo se destruiga la obediencia, proceda desta manera:

Lo primero, dé se mucho a ser celoso de la guarda de la regla y constituciones en la casa, y déjese engañar en la ora­ción, sacando ese celo por fruto de ella.

Lo segundo, nunca diga lo que siente a la priora en secreto y con amor.

Lo tercero, ande sienpre mirando todo lo que hace y no­tando qualquier cosilla, como si fuera celadora.

Lo cuarto, ande tratando con los particulares, súbditos o súbditas, de aquellos defetos del superior. Y si es confesor, trá­telos quando los confiese, porque por esta vía irá el cáncer más secreto y hará mayor daño.

Lo quinto, en público y delante los novicios diga aquellas faltas al superior, mostrando gran celo de la horden.

Lo sesto, introduzga casos de conciencia de que él no esté obligado, ni los otros, a obedecer a tal superior, en tal cosa y en tal caso, pues él no vive como conviene, etcétera.

11 Y quando en la casa ubiere esta segunda cave<;a, el per­lado berdadero tome por tesón que no le han de advertir, y que le han de obedecer, engrandeciendo en su cora<;ón el balor de la obediencia, y no haciendo caudal de las demás faltas de casa.

12 Desta manera de proceder se nos siguen grandes fructos en nuestro Cerro:

El primero, como el prelado ba con título de obediencia, y esta otra cave<;:a con título de celo, ban tan engañados, que se hace llaga incurable.

El segundo, los que están tentados con el perl~do, acuden a esta otra segunda cave<;:a y hácense bandos. en la casa.

Lo tercero, los que son siervos de Dios, como ben estas rebueltas con el perlado, aflíjense mucho y entívianse en la obediencia y desean mudarse de una casa a otra.

Lo cuarto, los novicios críanse con aquel spíritu de deso­vediencia, y base perdiendo la horden.

El quinto, andan todos los súbditos llenos de juicios teme­rarios, tentados y escandali<;ados. Y después, quando se ban a confesar, no se saben declarar. Y si el confesor es clérigo con quien se confiesan las monjas, queda perdida la opinión de la

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horden, sin haver en ello más de niñerías, y aflígese el con­fesor porque no las entiende.

y procuran en todas maneras estas segundas cave<;:as an­darse engraciando mucho y ser muy cariciadas con las súbdi­tas; y especialmente quando están en capítulo, disculparlas. Y procurar mucho tanvién congraciarse con los provinciales y otros perlados superiores, de suerte que los priores y prioras estén sienpre afligidos y atribulados.

13 Iten, añadieron los Padres las condiciones del buen per­lado del Cerro, porque quando el perlado es buen cerruno, toda la casa pierde la obediencia:

14 Primeramente, procurará el buen prelado, andar con un rostro tan triste y abominable, que se haga aborrecible de los súbditos.

15 Iten, quando mandare o reprehendiere alguna cosa, sea con mala gracia, desabrimiento y malas palabras, que más pa­rezca que tiene odio a los súbditos que deseo de acertar, por­que todos los súbditos no le obedezcan, pensando que aquello no nace de obediencia sino de rencor.

16 Iten, si comien<;:a a remr o repreender, nunca piense de acabar, ni olvidar culpas pasadas y correjidas, sino sienpre las hande dando en rostro, para ser desamado.

17 Iten, duélase muy poco o nada de los enfermos, y quiera llevar tan adelante el rigor, de suerte que dé con la _salud al tras­te. Y si le pidieren algunas licencias, diga que son tentaciones, y riña, porque los súbditos no acudan a él, o lo hagan sin licen­cia, o la bayan a pedir a quien no deven.

18 Iten, muestre desigualdad de amor, regalando y acari­ciando unos, y haciéndolo sequísimamente con otros, porque desta manera crezca mucho nuestro Zerro. y pues, aun quando no se hace, el demonio las da a entender que la perlada las desama ¿ qué hará quando se demuestra esta desigualdad?

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19 Iten, quando se fueren a consolar con el superior, des­pídalos con mucho desabrimiento, para que se dejen antes per­der el cora<;ón que comunicar con él su spíritu, y quieran luego letrados nuebos.

20 lten, que los tales superiores hagan poco caudal de los mandatos de los provinciales, y no obedezcan a los enfermeros que ellos les tubieren puestos, alegando muchas ra<;ones para ello y bachillerías, para que los súbditos tomen exenplo y no obedezcan a ellos en lo que les mandaren.

21 Iten, nunca tomen consejo con los súbditos en nada, ni hagan caso dellos, sino sienpre sigan su parecer. Y si algún súb­dito le diere algún buen consejo, recíbalo con desabrimiento y repreéndale.

22 Iten, no consienta que sus súbditos escriban al Provin­cial ni a la Madre Fundadora. Y a quien dixere algo en capítulo de visita o escriviere, muéstreles tal <;uño, que queden como señores absolutos de la horden.

23 Iten, aflíjanse demasiado de las faltas de casa, y así pierdan su oración y nunca tengan el cora<;ón ancho y sufrido.

24 1 ten, lo más de su oración sea en pensamientos del go­vierno de la casa, y con título que aquello conviene, pierdan su spíritu.

- 25 Iten, si las prioras son muy amigas de penitencia o co­mulgar a menudo, conciértense con las súbditas, que hagan otro tan~o; o anden sienpre loando aquello, para que quando el per­lado las repreenda, puedan decir que no hacen ellas más que sus súbditas, para que desta manera en pocos días se cansen y no puedan después aun hacer lo obligatorio.

26 Iten, quando la súbdita ba a la priora a consolarse por estar tentata con otra relixiosa, la priora, nuestra súbdita, la riña, y tanvién diga mal de la otra relixiosa, para que desa ma­nera le crezca el odio que contra su hermana tiene.

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27 Iten, finalmente, los priores nuestros súbditos hablen palabras descomedidas a sus súbditos, llamándoles de bos, etcétera, para que los súbditos les pierdan el amor y el respecto a la obediencia.

28 Estas y otras muchas son las condiciones de los prela­dos o preladas del Cerro. Y los Padres Capitulares advirtieron y añadieron una palabrica más, de las dichas preladas, y es: que lo que las relixiosas le dicen en secreto, dándoles cuenta de su spíritu, lo digan en público en el capítulo, para que sea odioso el dar cuenta de la oración a las preladas, porque es esto cosa muy sustancial.

29 Demás desto, mandaron los sobredichos Padres que sienpre se hable en las casas de electiones y se anden unos entre otros parlando en si fulano votó por fulano, o dejó de botar; y si le faltaron botos, si fue fulano o fulano; y sean muy amigos de sienpre tratar desto.

30 Iten, que aya algunos que, quando confiesen algunos re­lixiosos, dentro en la misma confesión les digan por quién será bueno botar, o debajo de secreto; porque, si el Provincial qui­siere después hacer información de quién ha sobornado, di­ciendo que no están obligados a decir lo secreto; y ansí no se remedie este cáncer de la sobornación.

31 Iten, que en las visitas que hacen los provinciales, quan­do repreeden algo, o abisan en los capítulos, aya muy largo lenguaje de quién abisó esto al Provincial, para que desta suer­te, en lugar del provecho que ha de hacer la visita, causen ren­cores y desabrimientos y no se atrevan a decir lo que sienten, para que se quebrante el mandato del Provincial de que digan todos lo que saben, el qual obliga a pecado mortal en cosas graves; y después no se sepan declarar en las confesiones y que­den con perpetuos escrúpulos.

32 Iten, que los súbditos no se rindan en cOsas de peniten­cia, paresciéndoles que es perfectión el ser enteros en la peni­tencia, aunque sea contra la obediencia.

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33 I ten, aya algunas súbditas que en estando desabridas con la prelada, digan que se quieren mudar a otro conbento, y que en aquel perderán el juicio, o se desesperarán, para que en todos los monesterios de monjas se baya introduciendo el es­píritu de inquietud y desamor.

34 Iten, el sobredicho Melanco y los dichos Padres advir­tieron en los monesterios de monjas doctrinas para destruir toda la perfectión muy inportantes:

La primera, que de todo punto se destruiga el costunbre que hasta aquí [ha] habido, de las súbditas dar quenta de su spíritu a las perladas, y la constitución que desto ay, se baya del todo perdiendo.

35 Y para que se salga muy vien con esto, dense cinco ra90nes:

La primera, decir que los confesores se escandali9an y se dice que en las monjas desca19as las prioras confiesan y usur­pan el officio de confesores. Y aun se ponga esto en caso de Inquisición.

La segunda, que digan las súbditas que no quieren dar quenta de su spíritu a las preladas porque no las entienden, que al fin son mugeres y no saben tanto como los honbres, ni son letrados.

La tercera, que lo que les dicen en secreto lo dirán en público, dándoles en rostro.

y finalmente, que pues las constituciones no les obligan a dar la tal quenta, sino dicen que la que quisiere, que ellas en ninguna manera la quieren dar, sino a letrado o a otra hermana.

36 Y desto dijeron los Padres que se sacaba mucho pro­vecho, porquesta hermana, no dando quenta de su spíritu, se le pudrirían las tentaciones y bendría a ser gran cerruna, o bendría a caer en asimientos de letrados o de otros fuera de casa, o dentro, con harto daño de la obediencia y peligro de su alma.

37 La segunda doctrina inportante es que en cada conven­to de descal9as aya maestra de novicias, a la qual las novicias den quenta de su spíritu y comuniquen sus pensamientos, sin

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ir a la priora; porque desta manera las dichas nOVICIaS, quando vienen a profesar, se hallen tan asidas a la maestra y tan desasidas con la obediencia, que sean grandes súbditas nuestras; lo qual no sería, si las dichas novicias, aunque tu­viesen maestra que les enseñase las ceremonias, diesen quenta de su spíritu a la perlada.

38 La tercera doctrina y más inportante es que sienpre anden diferentes el confesor y la perlada, y que lo que la per­lada hiciere por vía de govierno, desaga el confesor por vía de las conciencias, que por esta vía ay grandes súbditas nuestras. y porque como están obligadas a obedecer a la perlada por el boto de la obediencia y al confesor por el sacramento de la penitencia, con estas dos tan grandes obligaciones quédanse encerradas entre dos cerros terribles y suben con esto al sumo cerro, ques andar con la luna, llenas descrúpulos, sin saver có­mo saldrán dellos, porque el confesor les desace los escrú­pulos que les pone la perlada y la perlada los que pone el confesor.

39 Esta diversidad entre perlada y confesor, suele nacer de muchas cosas:

La primera, de la ignorancia de los confesores, que, no siendo relixiosos, quieren guiar un alma conforme su entendi­miento, no advirtiendo lo que inporta la obediencia en la reli­gión. y ansÍ, si ben alguna inclinada a penitencia, le dan rien­da a ello, y aun se lo ponen por penitencia en la confesión, para que la prelada no se lo pueda mudar, y si la prelada le ha a la mano, siéntese mucho y dice que se mete en el tribunal de la conciencia.

4\) ~ue\e \an\llen n'i:i\:.~"t ~~~\'i:i"t o.\~'ó.~ m.o.\ \:.~\\. \a.~ \}n~\:a.~, y son tan pegajosas a los confesores y tan o.\.estras, 'a'jutl.án.­dolas el demonio que las trabuca para que sean de su parte y hagan bando contra la priora.

41 Esta doctrina les pareció a los Padres que avía de es­tar escripta con letras de oro, y que la súbdita suya que hiciese este bando y disensión, se le deve una gran corona junto a la Caldera de Pero Botero.

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CAPÍTULO II

DE LA CASTIDAD Y CLAUSURA

1 Sean en todo y sobre todo los nuestros súbditos tan cas­tos, que si acaso vieren que qualquieraal<;a tantico los ojos o hace algún cunplimiento necesario con algún seglar, piensen que ya está perdido todo, juzgando sienpre las cosas a mal fin; y así lo digan, gruñan y murmuren. Y nunca hablen ni traten, que no sea con redobletes y malicias, juzgándolo todo a mal.

2 Iten, si acaso se confesaren nuestras monjas con algún confesor, de cuya doctrina alguna de nuestras súbditas reciva provecho, y le viniere tantica afición particular, no a mala fin, ya piense que está obligada a nunca más tratar con él, so pena de pecado mortal, y ande buscando otro hasta que lo halle, quien la destruiga el spíritu condescendiendo con sus melan­colías, que el demonio terná cuidado de buscárselo, condescen­diendo con su tentación, para que nunca se asegure con con­fesores.

3 Iten, que pues a los nuestros súbditos nunca les faltan guerras de la sensualidad, si acaso sin culpa alguna se les des­mandare el cuerpo, aflíganse desto en tanta manera que pierdan el spíritu y la oración.

4 Iten, si acaso oyeren decir alguna caída de alguno, espántense mucho, haciendo extremos y melindres, con gran jatancia y presunción de sÍ.

5 Iten, añadieron los Padres capitulares, que en todas las maneras se guardase en los pensamientos desonestos un gran cerro, pensando que todos son consentidos, juzgándolo a peca­do y afligiéndose demasiadamente. Y como el alma no puede inpedir que no le bengan, pierdan la oración y el spíritu y dejen postrar la virtud, para que lo que antes no era pecado, sino guerra, se benga después ha acer pecado.

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6 !ten, áyanse de la misma manera en las alteraciones de la carne, quen tiniéndolas ya piense que está en los infiernos, y que les vienen por pecados ocultos que tienen, y aflíganse de­masiadamente, y piensen questán obligados a quitallas y hacer grandes industrias para que se quiten. Y, como son naturales, y muchas beces inportunas, y por el camino que se pretenden quitar se aumentan, pierda el alma toda la paciencia quando las tubiere. Specialmente si vinieren al tienpo de la oración y regalos interiores, por medio dellas dejen la oración para que se ativien y pierdan toda virtud.

CAPÍTULO III

DE LA POBRE<;:A

1 Estatuimos y hordenamos para la perfecta guarda de la pobre~a, que aunque en lo principal se aya desposeído, con tí­tulo de la misma pobre~a se aficione tanto a un ábito remen­dado o unas alpargatas rotas, que si el prelado se lo quitare, le dé notable desabrimiento y inquietud. Y por el contrario, si el prelado le quitare el ábito nuebo y le diere viejo, se melan­colice e inquiete y procure encubrir lo roto con nunca quitarse la capa y esconderse quando vinieren seglares, o semejantes cosas como estas.

2 1 ten, tenga el cora~ón asido a nmerías, como un cordon­cillo, o una crucetica, o una estanpa, o disciplina, o cosas seme­jantes, y si se lo quitaren, rescivan notable disgusto. Y man­dámosles que si les reprehendieren por ello, declaren que no es inperfectión aficionarse a una imagen, porque les mueve su spíritu, o a un rosario bendito o quentas de perdones; y que la traigan escondida donde no la bea el prelado, por amor de la nuestra adversaria la mortificación.

3 Y para mayor perfectión, añadimos este punto de per­fectión: que quando estubieren aficionados a cosa semejante,

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bayan al perlado y le rueguen se lo mande tener por obediencia, para que quando interior o esteriormente fueren reprehendidos del dicho asimiento, puedan replicar que hacen en aquello la obediencia. y como saven muy vien quel principio fue propria boluntad, anden sienpre afligidos.

4 Añadieron los Padres para la perfecta guarda de la po­bre<;:a, que sus súbditos sienpre traigan presentes todas las adversidades que les pueden suceder, nunca olvidándolas. y las que están por benir, las tengan como presentes, para que les parezca que se les cae el cielo encima y todo su spíritu se buelba en una solicitud de « quid manducavimus et vibemus el camada induemur » 1.

5 !ten, si alguna bez faltare a algún religioso en salud o en enfermedad alguna cosa de las necesarias para la vida, luego sentristezca y piense que se ha de morir, y aun se a[r ]repienta de aber profesado la regla, y se indigne contra el perlado, mur­murando dél, encareciéndole lo que le falta, por mínimo que sea, y diciendo que no ay charidad, y juzgando que si fuera para otro, no faltara; olvidándose de la pobre<;:a religiosa y del gusto que a de tener un alma religiosa quando le falta lo necesario.

CAPiTULO IV

ACERCA DEL OFFICIO DIVINO y DE LO SPIRITUAL

1 Estatuimos y espresamente mandamos, que todas las be­ces que nuestros súbditos fueren a la oración mental, el fin pa­ra que se mueban sea para alcan<;:ar gustos y regalos, y para que los hermanos los tengan por espirituales.

y en entrando en la oración, procuren con grande instancia, cerrando los ojos y apretando los dientes, hacer fuer<;:a a la

1 Mt. 6, 31.

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cave¡;a para sacar lágrimas. y no tengan paciencia en la consi­deración de lo que meditan, si se vieren con sequedad. y si luego en llegando no les diere Dios gustos, por cuyo fin se mo­vieron a ir a la oración, se inquieten y aflijan, comem;ándose a entristecer y muden el pensamiento en cosas de sus tierras. y luego voscecen [bostecen] y se meneen muy a menudo, con grandes deseos de que se acave la oración. Y les parezca, y aun lo digan, quellos no son para oración mental. Y allí les bengan cosas a la memoria que tengan que hacer luego, para salirse, dándoles mucho cuidado lo que les ha mandado la obe­diencia.

2 !ten, que sean muy aficionados a VISIones y revelaciones. y con los desbanecimientos de cave¡;a que de ordinario suelen traer, muchas cosas de las que imajinaren piensen que son vi­siones y así lo digan y cuenten.

3 1 ten, que ni sepan ni quieran dar quenta de su spíritu a nadie, sino que traigan grandes imaginaciones, para no entender­se. y unas beces piensen que les hace Dios grandes mercedes si acaso tubieren alguna cosa estrahordinaria, por peque­ña que sea; otras beces, por alguna sequedad o batalla interior, ya se juzgen por condenadas y perdidas.

4 Y jamás se contenten con una sencilla presencia de Dios, aconpañada con un deseo de hacer su boluntad y humillarse y hacer la obediencia de su perlados, sino que juzgen ques poca oración todo aquello, quaIldono tubieren algunas cosas sen­sibles, en lo qual ellos ponen toda la perfectión del spíritu.

5 Iten, que lo que saquen sienpre de la oración sea hacer penitencias indiscretas y comulgar quando la obediencia no les diere licencia. Y tanvién deseos de mucha soledad y abstinencia, para que, como bean que el perlado no les da licencia, se in­quieten y aflijan. Y si algún buen pensamiento o deseo ubieren tenido, luego se olviden dé! y salgan tan ruines como antes y más.

6 Iten, estatuimos que quando nuestros súbditos estubie­ren más enfermos y con dolores de cave¡;a, entonces se den más a la oración, para que quitándosela el perlado, se tienten y aflijan por ello.

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EL CERRO 489

7 Iten, que en el deseo de aprovechar sean t,!n súbitos e inpetuosos, que si en quatro días no hallan la virtud que pre­tenden, desesperen luego y dejen aquellos atas que ban aciendo, con mucho desabrimiento y desconfian¡;:a de alcan¡;:alla.

8 Iten, estatuimos que cada inperfectión que hicieren les dé tan gran desabrimiento, aflición y triste¡;:a, que les haga perder el spíritu y la paz interior, bapti¡;:ando el dicho desabri­miento por contrición berdadera.

9 Iten, que quieran ber a los otros perfectos en cuatro días, y que no les puedan sufrir ninguna inperfectión. Y en lugar de reprehendelles con paciencia y animarles enseñándoles la virtud, les desanimen y aflijan, para que los súbditos bengan a nuestra hermandad por la buena doctrina de los perlados y confesores nuestros obedientes.

10 Iten, estatuimos y hordenamos que ninguno de nuestros súbditos permanezca sienpre en un propósito; y, con deseo de mayor perfectión baya saltando de unos actos en otros, para que en ningunos halle quietud ni regalo ni benga [a] hacer asiento en una virtud.

11 Y por quant~_la quietud anda huyendo de los nuestros, queremos que la sigan, y sienpre se afligan, y sea sienpre del!os muy deseada, mas nunca alcan¡;:ada. Y ansí statuimos que devajo de título de tenella, se quieran mudar de una casa a otra, de un perlado a otro, de una celda a otra, hallando en aquella cosa que les ponga la obediencia ocasiones que les in­quieten, porque desta manera su boluntad nunca se enseñe a quietarse en una cosa y ande sienpre en inquietud.

12 Iten, statuimos para la guarda del interior, que todos nuestros súbditos traigan a la memoria pensamientos que les den pena, como si son predestinados o predtos, si son abo­[r ]resddos de Dios, si tienen algunos pecados ocultos por los quales están condenados, si las confesiones pasadas han sido bá­lidas, si resiste a la boluntad divina y semejantes pensamientos; de los quales sienpre les nazca amargura de cora¡;:ón, la qual amargura es muy querida y amada de los nuestros.

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490 JERÓNIMO GRACIÁN

13 En lo que toca al oflicio divino y las oras canónicas, aña­dieron los capitulares, que si en algún tienpo, por algún respec­to, alguno de los dichos súbditos perdiere la atención del coro, aunque sea por poco tienpo, luego le parezca que no ha cun­plido, y no se satisfaga, y torne a re~ar el oflicio entero, para que ande sienpre alcan~ado de tienpo y lleno de escrúpulos.

14 Sean muy amigos de unas rúbricas viejas, paresciéndoles que no se cunple con lo que hordinariamente se re~a, sino quan­do el re~ado es muy pesado. Y en el canto, se hagan muchas y muy largas colas, porque se detengan y hagan odioso el coro, poniendo en aquello la deboción. Y si acaso abiendo mañana de re~ar de feria dixesen a conpletas el canticum gradum y el menor, parézcales que no cunplen, porque todavía avía sol.

15 Y si estando enfermo alguno, el perlado y médico dixe­ren que no está obligado a re¡;ar, no se persuada a ello, sino quiera re~ar, porque le duela la cave¡;a y crezca la calentura, poniendo en aquello gran instancia, pues es inportante cosa para nuestro Cerro, demás de desovedecer, poner a peligro la salud.

CAPÍTULO V

ACERCA DEL AYUNO, COMIDA Y PENITENCIA

1 Procuren en gran manera nuestros súbditos ayunar dema­siado yacer penitencias indiscretas, en modo y manera que les hagan mal. Traigan silicios quando ay abundancia de sangre. Husen de disciplinas, ayunos a pan yagua, con desvanecimien­tos de cave~a. Procuren con grande instancia traer cadenas y argollas de yerro. En flaque~a destómago no coman a derechas. Quitándose gran parte del sueño que hubieren menester, estu­dien y prediquen demasiado, de suerte que les haga mal. Final­mente, procuren sienpre perder la salud, para andarse quejan-

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EL CERRO 491

do, y las penitencias y aspere<;as de la horden digan que no las pueden llevar, y anden sienpre relajados e inperfectos.

2 !ten, tengan sienpre gran escrúpulo de las colaciones: en las de la horden no se dé pan, porque se pierdan las cave<;as y estómagos; y en las de la Iglesia, aunque el perlado o perlada, viendo la flaque<;a, diga que hagan tantico más colación, pien­sen que no están obligados a obedecer y no quieran. Y al fin anden sienpre en eso desobedientes.

3 1 ten sienpre las comidas sean contrarias a la salud: en berano ber<;as mal cocidas y en inbierno ensaladas, aceitunas <;apateras; y beban mucha agua porque anden sienpre enchar­cados. Coman sienpre mucho vinagre en tienpo que les haga daño. Y finalmente, la olla sienpre benga de[sa]brida, sin sal y sin especias, para que la comida se aborrezca. Quando les hi­cieren comer carne, o merendar algún domingo, encharquen demasiadamente, para que se haíten. Y así anden sienpre, o por carta de más o por carta de menos, perdida la salud.

4 !ten, sobre todo, procuren quitarse del sueño, ques in­portante cosa para criar acedias y flaque<;a de cave<;a. Y si la constitución manda que están acostadas a las once, ellas bachi­llereen, diciendo que no manda que no tengan oración en la cama, y ansí la tengan y no duerman, para que ansí no se le­banten a la de la mañana y ande todo al revés.

5 !ten, procuren los cocineros y cocineras de guisar mal, y benga todo sucio, que quite la gana de comer. Y sean muy amigas de hacer penitencia, acordándose de las ollas y comi­das de nuestros padres antigos. Y si toman la bea<;a de hacer un caldo, no le muden en un mes, para que dé en rostro con ello.

6 Los despenseros y provisoras sean de gran cerro, apoca­dos, duros y desgraciados, y no les puedan sacar especias para la olla; y den las tajadas de queso trasparentes; y sienpre anden llorando la pobre<;a de la casa, con una cara de anbre, para que los súbditos questubieren tentados de la relixión, les crezca la tentación y pierdan toda alegría y suabidad de espíritu.

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492 JERÓNIMO GRACIÁN

CAPíTULO VI

ACERCA DEL CAPITULO, VISITA, CONFESION y COMUNION

1 Primeramente, hordenamos que en cada uno de nuestros conventos aya uno de los más abentajados de nuestros súbditos, que sea la yel del conbento; el qual, so color de celo de aquella casa, de qualquiera cosa que bea, por pequeña que sea, sescan­dalice, y murmuren, y esajeren en la visita, de suerte que fácil­mente hagan desatinar al visitador o perlado que hace el capítulo.

2 Nunca digan las cosas como son, sino, por un particular, digan que sienpre se haceansí. Y declaramos que deste esajerar las cosas en los capítulos resulte tal odio contra ellos, que ben­gan a término que ya no les crean ni hagan cuenta dellos, ni aprovechen sus abisos 1 sino para dañar. Y ellos, viendo que dañan con lo que aministran, bengan en una confusión de no saver qué hacerse, que les aflija y desconsuele demasiado.

3 Y si el perlado no les diere crédito, sea tanta la instancia de que se remedie lo que ellos imajinan, que aunque sea con seglares infamen la relijión. Y si les dieren crédito, hagan por su respeto tan odiosas las visitas y capítulos, que en lugar del fruto que se a de sacar, que es enmienda, saquen gravísimos pecados de odios y descontentos y otras cosas.

4 Y advertimos que, aunque el título que an de llevar sea celo de la guarda y vien de la horden, pero el principio y fin por que se mueban sea el rencor que tienen con aquellos cuyas fal­tas acusan.

5 Y si la perlada les repreendiere de maliciosas y murmu­radoras, piensen, y aun lo digan, que está la perlada apasionada por la otra parte. Y procurarán que sea esta pasión natur¿ porque no se les pueda quitar y sea irremediable el daño cr~ desto se siga.

1 Ms. abítos.

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EL·CERRO 493

6 Iten, los que ponen culpas en capítulo, pónganlas con tal denuedo, que parezca que nas ce de rencor con quien las ponen, para que aunque la culpa sea una niñería, lo que resultare sea un odio mortal, que se baya criando en los huesos.

7 Iten, nuestros súbditos y súbditas tengan un ingenio muy bibo y agudo para ber las faltas e inperfeciones ajenas, que no se les escape cosa. Y nunca acaben de entender las suyas ni cai­gan en ellas, aunque sean viga de lagar. Y sienpre que se las advirtieren, piensen que es por reñir y por mala boluntad que les tienen.

8 Iten, sienpre se den en rostro con las culpas que se les an repreendido en el capítulo, y se trate dellas en las recrea­ciones, para que nazcan odios y rencores, inportantes para nuestro Cerro.

9 I ten, el que preside en capítulo exajere las culpas de cada uno, por pequeñas y libianas que sean, y haga muchos extremos y alharacas, para que las cosas muy graves no se tengan en nada, y ande todo qual la mala bentura.

10 Iten, nuestras prioras den en rostro a las súbditas, quan­do hacen capítulo, con cosas que ellas les ayan dicho en secreto, comunicando su spíritu. O digan palabras semejantes, que parezca que nacen de lo que en secreto les han dicho, para que se haga odioso el comunicar el spíritu con las preladas; ques esto inportantísimo para nuestro Cerro.

11 Iten, cosas grabes secretas y no secretas se traigan al capítulo, para que en lugar de quitar pecados, infamando a quien no tiene culpa, se hagan mayores.

·12 Iten, aya, después de echa la visita tal lenguaje de qUIen advirtió esto, quién estotro, y muestren los priores y prioras gran <;uno a quien advirtió, para que no se atreva nadie a decir lo que hace al caso; y, como el mandato de la visita les obligue a pecado mortal, queden en él, o a lo menos con grandes es­crúpulos.

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494 JERÓNIMO GRACIÁN

ACERCA DE LA CONFESIÓN [y COMUNIÓN]

13 Primeramente, aya mucho lenguaje y murmuraclOn so­bre si fulano se detiene más o fulana se detiene menos, para que el penitente o la penitente se tiente y el confesor se dé a perros.

14 Iten, con título de buen celo, den parte al confesor de todo lo que pasa en casa y en la horden, pensando que como es confesor, no es pecado infamar a otras de las relijiosas.

15 Iten, por medio de las confesiones quieran remediar al­gunos abusos y quiebras de la casa, para que andando de len­gua en lengua las cosas que una dijo de otra en la confesión, y abiéndolas la otra confesado al mismo, piense que revela la con­fesión, y ansí se haga aborrescible este sacramento.

16 Iten, pongan los prelados gran rigor en que no se con­fiesen los súbditos, todos o algunos, con otros, sino con ellos, porque los dichos súbditos bengan a estado de desesperar, o por miedo o bergüen¡;a dejen de confesar enteramente.

17 Iten, introdúzgase en las confesiones el ir sobornando para las eleciones; y, con título de tratar uno su conciencia y escrúpulos, baya aconsejarse con todos los sacerdotes de una casa, diciendo que se acusa que a estado determinado de dar el boto a fulano, abiendo tales ra¡;ones, para con esta tra¡;a in­ducir al confesor para que bote por él. Y ni más ni menos los confesores pregunten en las confesiones por quién an estado determinados de botar; y si les dijeren por fulano, advertir que tiene tal falta, para que aya sobornos por medio de las confe­siones y no se puedan castigar.

18 Iten, aya confesores que por medio de las confesiones introduzgan ci¡;aña. Esta sea contra los prelados, diciendo que no están obligados a obedecer en tal y tal caso, para que lo que se edifica con la obediencia, destruya el mal confesor, y será irremediable el daño que de aquí se seguirá.

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EL CERRO 495

19 Iten, nunca piensen que declaran vi en los juicios teme­rarios que contra el prelado han tenido; si no es que descen­diendo tan en particular, que descubran faltas del prelado; y gui<;á se persuadirá el confesor a creello y caerá en otros juicios temerarios.

y ya que no diga las faltas, nunca le parezca que queda sa­tisfecho en confesar los juicios y tentaciones que a tenido con su perlado o perlada, si no es diciendo las ocasiones que a te­nido de aquellas tentaciones, para que, si la perlada no se con­fiesa con aquel confesor, piense el confesor que aquella perlada tiene grandes pecados y por eso anda uyendo dél y buscando otro confesor. y si se confesare con él, como be que en la con­fesión no le dice cosas grabes, piense que le miente, y nazcan unos torvellinos del infierno entre la perlada y el confesor, pa­ra destruición de la casa, por ocasión de nuestras carísimas cerrunas.

20 !ten, quando alguno de nuestros súbditos se viere ten­tado con pensamientos contra la fe, o de spíritu de blasfemia, pensando que en ellos peca, aunque le dé pena, cada momento quiera al confesor; y nunca se persuada, aunque el confesor le diga que no haga caso de aquello, que no es nada, ni le quiera creer, antes, para mayor perfeción del Cerro, piense que a menester confesar aquello con un inquisidor, y lo procure con todas beras.

21 Iten, procuren nuestras súbditas ser tan pegajosas con su confesor, paresciéndoles que aquel las entiende y ninguno otro las entenderá, como si todos no tubiesen el mismo poder de Cristo, que si se le quitan, hagan tales estremos, que den ocasión a ju<;gar que avía otros asimientos, y anden los interio­res inquietos.

22 Iten, ansí como en unas almas nacen spíritu de blas­femia y tentaciones de fe, nacen estos mismos estremos con la confesión y comunión, pensando que sienpre que [a] aquellos llegan, pecan por no hacer lo. que deben. Y estos tales, con tí­tulo de no pecar, huyen tanto de la confesión y comunión, que las llevan a ello como de los cabellos; y como dilatan los sacra-

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mentos, perdiendo estos muros principales del alma, serán ben­cidos de sus enemigos en otras muchas cosas, que por otra parte pelean los demonios, hasta el descaecimiento de spíritu y dejarse caer en la desesperación como gente sin remedio.

23 !ten, quen las confesiones nunca se satisfagan del con­fesor; sienpre les parezca que no acierta a confesallas; repitan y confiesen unos mismos pecados muchas beces;· no se quieten con lo que el confesor les dijere; juzgen cada cosa, por pequeña que sea, por pecado mortal; sean prolijas en confesarse; quieran hacer muchas beces confesiones generales; nunca les parezca que las entiende el confesor, tiniéndole por honbre de poco spí­ritu y letras, para que no queden contentas en la confesión y quieran mudarse de un confesor a otro, pensando que el con­fesor y la perlada están a una para perseguirla, porque por esta vía se cierre la puerta a la obediencia, nuestra capital enemiga.

24 Iten, sobre todo, sean dados a escrúpulos, juzgando de qualquier cosita, por pequeña que sea, a pecado mortal, para que desta manera nunca se quieten ni se satisfagan.

25 !ten, tengan grandísimo deseo a tenporadas, y aflíjanse mucho si la obediencia se las quitare. Otros tienpos se absten­gan de comulgar, sub título de humildad y decir que se hallan inquietos. Y, finalmente, el deseo de comulgar les nazca de los gustos que de comulgar tienen, y no para la honrra y gloria de Dios.

26 !ten, por algún scrupulillo de coro, mandamos, sabiendo claro que no es pecado mortal, dejen las comuniones finalmente, no abiendo aparejo para confesarse, porque de esta manera nuestra contraria la constitución se quebrante y pierdan el spí­ri tu que les pudiera dar la santa comunión.

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EL CERRO 497

CAPÍTULO VII

ACERCA DEL TRABAJO DE MANOS Y ESTERIOR

1 Primeramente, hordenamos que anden sienpre atareadas, sin resollar un punto en el spíritu, y con una codicia y eficacia en el mismo travajo, que se cansen demasiadamente, para que de ninguna manera puedan tener oración, ni ejercitar exercicio spiritual, por fácil que sea.

2 !ten, statuimos y hordenamos que anden sienpre ocicu­das y encapotadas, con <;uños y enbotijamientos, y especialmente quando el perlado o perlada les ubiere reñido, para que resci­van notable desabrimiento, y que de berIas los demás, se me­lancolicen. Y, si alguno se riere, sea sin conpostura alguna, pa­sando de un extremo a otro. Pero guarden con mucho rigor que no se rían ni alegren en las recreaciones, donde los otros se alegran, sino entonces estén muy devotos; y guarden la risa para tienpo de silencio o para delante de seculares, quando no fuere menester.

CAPÍTULO VIII

ACERCA DEL SILENCIO Y RECREACIONES

1 Instituimos y hordenamos primeramente y, si necesario fuere, expresamente mandamos, que todos nuestros súbditos sean enemicísimos de recreación. Y si les dieren licencia los perlados para hablar con sus hermanos para consolarlos, no lo quieran hacer, pensando que son palabras ociosas. O, ya que hablen, sea todo quentos de siglo. Y en esto aya mucho cuidado.

2 !ten, sean muy amigos de saber nuebas y curiosidades y cosas del siglo y de la salud y sucesos de sus parientes y ami­gos y conocidos, sub título de piedad, llorando qualquier suce-

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498 JERÓNIMO GRACIÁN

so de allá fuera. Y por el contrario, si le riñeren o reprehendie­ren por esto, den en otro extremo de no querer encomendar a Dios sus padres y parientes. Y en todas las recreaciones pien­sen que todos los otros, porque ríen, están indebotos e inper­fetos y ellos solos los recojidos y de gran spíritu.

3 Iten, aya en las recreaciones demasiadas porfías de unos con otros, para que se amoínen y saquen qué confesar.

4 Iten, si alguno estubiere tentado con otro, sáquelo en la recreación y dé a entender a los otros sus tentaciones, para que se escandalicen, y toda la casa se perturbe.

S Iten, sean nuestros súbditos tan estremados en la guarda del silencio, que, sub título de no le querer quebrantar, no quie­ran dar parte de su spíritu, ni comunicar si tienen alguna afli­ción. Y aunque les pregunten alguna cosa necesaria a la casa, o para la salud de algún enfermo, con celo del silencio, no quie­ran responder, para que la que se lo pregunta se tiente y dé boces y quiebre más el silencio.

CAPÍTULO IX

DE LA HUMILDAD Y PAZ

1 Primeramente, sean nuestros súbditos tan humildes, que se corran de qualquier cosa que les digan, tiniendo el punto de la honrra tan en la cave¡;:a, que si por vía de recreación les di­jeren algo, piensen ques por afrentarlos.

2 Iten, por todo y en todo sigan su propio parecer. Y, si algún súbdito pidiere alguna bez consejo, sea gravísimamente castigado luego incontinente por la primera bez que lo hiciere. Y si otro qualquiera se lo llegare a decir, de lo qual ellos se guardarán 1, no resciban el dicho consejo ni le den crédito, an-

1 El ms. añade y.

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tes murmuren y repliquen, para que ninguno se atreba hacerles tal agravio, como es darles consejo.

3 !ten, mandamos en virtud de Spíritu Santo y santa obe­diencia a nuestros súbditos y súbditas y a cada uno en parti­cular, que en todas las cosas, grandes y pequeñas, sean singu­lares, y nunca sigan comunidad, ni les parezca vien lo que los otros hacen. En el coro tengan los escapularios y capas torci­das, haciendo jestos, dando a entender que gustan mucho del re<;ado. En el refetorio dejen de comer de lo que dan a la comu­nidad, para que el perlado se aflija con buscarles nueba co­mida. Al tienpo del dormir, estén desbelados, para inquietar a los que duermen, y duérmase en los maitines y no se levante a la oración de la mañana. Al tienpo de la recreación, les benga sienpre spíritu de oración. Y finalmente, en todas las cosas pro­curen andar diferentes, so el dicho preceto.

4 Iten, sean entremetidos en los oficios de los otros, pares­ciéndoles que si ellos no llevan la mano, que en nada se acerta­rá. Y lo que a ellos tocare, no hacer mucho caso, guardando la paz del cuerpo; de manera que en lo ajeno quieran dar su parecer y lo que les toca no hacerlo.

5 Iten, cuando los nuestros súbditos fueren perlados, quie­ran con tanta instancia hacer perfectos a los que goviernan, que si en quatro oras les viere[n] con inperfeciones, se aflijan y congojen mucho y los desanimen, repreendiéndoles sin pacien­cia, paresciéndoles que, siendo sus súbditos, no han de ser in­perfetos. y ellos no quieran humillarse, ni obedecer al en­fermero o al que tubiere cuidado de su salud, antes anden sienpre sin ella y toda la casa inquieta y desasosegada.

6 Iten, si en una casa ubiere dos o tres de los nuestros súb­ditos, se amen tanto y tengan tanta paz, que se junten a mur­murar, juzgar y quejarse y hacer bandos y coligaciones y co­rrillos contra los demás. y si el perlado castigare alguno dellos, los demás le escusen y defiendan, tiniendo dél mucha compa­sión, y murmuren del perlado. y finalmente, sienpre sean los nuestros en la casa donde estubieren, como una carcoma se­creta, que cause inquietud y divisiones en toda la casa, sin que

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el perlado lo pueda claramente entender y con mucha dificul­tad remediar.

7 Iten, tengan los nuestros tanta charidad y paz, que quan­do ubiere alguno desabrido, acudan luego con chismerías de que el perlado no le quiere vien, y que le oyó decir tales y tales cosas, o que fulano le persigue. Y cuando sean celadores, acri­minen mucho las culpas, de suerte quel officio de celador se benga a hacer odioso.

8 Iten, procuren sobre todo no hacerse a la condición de los demás hermanos, y con todos se tienten y les dé pesadun­bre, y sea tal su condición, que ni el perlado acabe de entender, ni los hermanos de tragar.

9 Iten, se encarga mucho, para la suma perfeción del Cerro, nunca andar con llane~a unos con otros, ni con los prelados, sino mostrando uno y tinendo otro en el cora~ón. Con esta po­lilla se destruye la hermandad, nacen sospechas y juicios teme­rarios, quítase la igualdad de la casa, cáusanse bandos, andan no solo las almas que los tienen, sino todos los de casa, con perpetuos escrúpulos y desabrimientos de cora~ón.

10 Iten, procuren sobre toda manera nuestros súbditos ser tan celosos de la perfeción, que anden mirando todo lo que los otros hacen y advirtiéndoles y repreendiéndoles, nunca creyen­do que ay flaque~a natural o enfermedad o que no se puede más. y nunca tengan lástima de nadie, ni piensen que ay perreción fuera de ellos, y a todos los demás tengan por inperfetos, para que desta manera ellas se hagan odiosas y aborrecibles y aun­que después adviertan cosas más leídas que el Evangelio, en nin­guna cosa aprovechen, antes inquieten más toda la casa.

11 Iten, en todas las maneras sean muy mal sufridas nues­tras súbditas, y de qualquier cosita que les dixeren, aunque sea de burlas, se sientan, gruñan y encapoten y enbotijen, res­pondan y se aíren y encolericen de tal manera, que ellos pierdan la paz y toda la casa ande repuntada con ellas, mirando en cada palabrilla no dalles ocasión; aunque lo ayan hablado con lIa­ne~a, tengan que confesar que hablaron palabras desabridas

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con una hermana, o a lo menos que le dieron ocasión de des­abrimiento.

12 !ten, sienpre aya un lenguaje de qUIen es fulana, de qué casta viene, de qué linaje, si servía o era servido, para que si le dieren en rostro con ello, o se tratare delante della, se desabra y aflija, y si detrás dél se murmurare, lo benga a saber de otros nuestros súbditos, y así nazcan rencores y bandos.

13 !ten, en el conbento donde obiere profesas de otro con­bento, sienpre aquellas anden acotando con otras casas, di­ciendo que aquello se hacía en tal casa y no aquÍ, y loando sien­pre la priora y hermanas de las tales casas, y dando suspiros por ello, para que en el convento donde residen se hagan abo­r[r ]ecibles y introduzgan bandos entre los de tal convento y tal convento.

14 Iten, las nuestras súbditas sienpre hablen con sopiteces, zuños, enbotijamientos y mala gracia.

15 Iten, hordinariamente anden tentadas la priora con la supriora, para que la priora la quiera subjetar y mortificar de­masiado y tratar con rigor, y la supriora se quiera meter en más de lo que es su oflicio y porfíe en lo del coro contra la priora.

La maestra de novicias esté mal con la priora o supriora si reprehendiere a sus novicias o les dixere alguna cosa, y ellas con ella, pareciéndoles que cría las novicias poco rendidas a la obediencia y muy asidas a sí misma.

Las cocineras y priora anden sienpre riñendo porque no le dan especias para guisar vien, y las repreenda mucho del mal guisar.

La provisora y tornera, sobre que no la eIibía por recado, y la tornera porque le parece inportuna la provisora, anden sienpre como perro y gato.

La sacristana y clavarias, sobre que la sacristana diga que no se gasta para el culto divino lo que era menester, que era necesaria tal y tal casulla y tal cosita, y ellas sobre que gasta demasiado, se anden sienpre mordiendo.

La enfermera riña con toda la casa, paresciéndole que no tienen charidad, y todas la quieran a ella hechar del mundo, di-

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ciendo que no las cura con cuidado. La refitolera diga que entró la enfermera en refitorio y se lo desconpuso, llevándose cuchi­llos y servilletas; las cocineras, que les llevó los platos; la prio­ra diga ques inportuna; la sacristana, que le rebolvió las arcas para sacar algo para alguna enferma; la tornera, ques muy mal contentadi¡;a; la supriora la acuse que no acude al coro; la ro­pera, que no le deja paño que no se lo gasta; la priora y clava­rias, que gasta mucho con las enfermas.

y finalmente, todas las legas anden en punta con las coris­tas, paresciéndoles a las coristas que las legas son muy bachi­lleras y se meten donde no las llaman, y a las legas que las co­ristas son muy sobervias y no las tienen en nada.

y con esta perfeción cerrunal, andará toda la casa en su punto y concierto.

16 Y para que dure y sea perpetua esta perfeción, manda­mos que no sea pública esta división, sino que se ande reco­ciendo en los cora¡;ones, y cada día sean sobre ello molestados los confesores, sin ber enmienda en las almas, los quales pien­sen que son de cosas más grabes, y anden sienpre en juicios te­merarios de la casa, pensando questá perdida; y al cabo todo sea niñería, pero de gran inportancia para quitar el spíritu. que se pretende, el qual pretende el demonio quitar, y quitado in­troducir pecados abominables, quesa es su manera de proceder.

CAPÍTULO X

DE LO QUE CADA UNO Y UNA DE NUESTROS SUBDITOS

ESTA OBLIGADO A HACE[R] EN SUS OFICIOS

DEL OFFICIO DEL PRIOR o PRIORA

1 El officio del prior es: aflijir mucho a los súbditos y de­cilles palabras que les escue¡;an y descomedidas; nunca mos­trarles buen rostro; mostrar más amor a unos que a otros; an­dar sienpre aflijido y turbado y mostrallo a los súbditos; nu conpadecerse dellos, enfermos y flacos; nunca rendirse a la bo-

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luntad del provincial, sino en acabando la visita quedar como señor absoluto; nunca tomar consejo con ninguno, ni dar parte a la comunidad de lo quél hiciere; querer llebar a todos por un rasero; ser muy necio y pesado en las palabras; no tener pacien­cia para oír y consolar un spíritu; y nunca moberse a conpasión de los flacos y enfermos y trabajados.

y si él tubiere tantico, andarse quejando, sin contentarse jamás de lo que los súbditos hacen por él, iú agradecer el amor que le tienen. Aflijirse y descaecerse con desconfian<;a si le falta trigo o alguna otra cosa, y andar sienpre llorando las necesi­dades presentes de la casa y temiendo las benideras.

DEL OFFICIO DEL SUPRIOR O SUPRIORA

2 Sienpre procuren traer bandos con el perlado de casa, acariciar por vía de consuelo a las que viere cansadas y ten­tadas can la priora y ganarle mucho la boluntad.

Métanse en más de lo ques su officio y, con título de que no ban al coro, ir a repreender todo lo que se hace.

Ande sienpre engreída con el officio, mostrando superiori­dad a las de casa, para que la abor[r ]ezcan.

Reprehenda en presencia de la priora y porfíe demasiada­mente con ella sienpre que se ofreciere cosa del officio.

Si alguna errare en el coro, repreéndala con mucha des con­posición, para que se alborote el coro y allí se tiente la re­preendida.

Si alguna bez quedare en el govierno por falta de la priora, quiera trabucar todo lo que ella dejó hordenado.

Ande sienpre desabrida y quejándose que no se hace el Officio divino como conviene.

Murmure de la priora si falta a él. Y finalmente, sea ella a la priora la + más pesada de toda la casa.

DE LA MAESTRA DE NOVICIAS

3 Sea tan pesada, que traiga las novicias tentadas para salirse. Críelas desobedientes a la priora, y tenga gran asi­miento con ellas.

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Y, para que la Orden baya en aumento, las novicias que se hubieren de recivir sean beatas; que tengan los ojos torcidos y los ocicos y narices grandes; el color, de acelga; los dientes, grandes, llenos de tova; y que, preguntadas de su salud, digan que tienen unos apretamientos destómago, un escarvamiento de coragón. Y que, al tienpo que bengan a pedir el ábito, den unos suspiros delicados, la habla con silvito, al<;:ando los ojos al cielo con melindres.

Y las maestras de novicias que las criaren, procuren po­nerlas mal con la priora, consiéntanles muchas penitencias y hacer en todo su boluntad, para que quando lleguen a profesar, sean muy grandes cerrunas.

DEL OFFICIO DE LOS CLAVARIOS, DESPENSERO, COCINERO,

ENFERMERO Y LOS DEMÁS

4 Sean muy entremetidas las unas en los oficios de las otras.

Aflíjanse si el perlado les hiciere mandar otra cosa en sus oficios, fuera de lo que ellos quieren. Anden sienpre pregun­tando, desabridos y orgullosos quando tengan estos oficios; tentados unos con otros; juzgando a los otros que son amigos de comer vien guisado, y así guisen mal los cocineros.

Y ya que no hagan lo que les dijeren los relijiosas [sic], siquiera no les buelvan una buena palabra.

DOCTRINA INPORTANTE

Estando en este punto las Constituciones, el Reverendo Pa­dre Fr. Melanco pidió atención para tratar una dotrina graví­sima, que avía comunicado con el Rdo. padre Fr. Polilla Car­coma prior del convento de la disensión y habló desta manera:

Ya saben, reverendos Padres y amados míos, lo mucho que yo deseo destruir los conventos de descal<;:os y descalgas, para dar contento a mi amigo Satanás, y para esto les e puesto cons­tituciones y do trina con el mayor ingenio que yoe savido; pero

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paréceme que en todas ellas yo e andado por las ramas y que no e llegado a la raíz ni a lo esencial, que es lo que aora quiero decir, declarando los escalones por donde se baja al infierno por vía de discordia, ira y desabrimiento y aborrescimiento.

Ya saven que el relijioso está obligado a caminar a la perfeción so pena de pecado mortal, aunque no esté obligado a ser perfeto. Y que la perfeción no es otra cosa, sino un perfeto amor de Dios y del próximo, como lo declaró su doctOl y maestro Jesuchristo. Respondiendo al que le preguntó quál es el mayor mandamiento de la ley, como quien dice lo sumo en que consiste la perfeción, respondió Christo: « Amarás a Dios de todo tu corac;ón y de toda tu alma y de todas tus fuerc;as; y el segundo semejante a éste: amarás a tu próximo como a tí mismo» 1. Y por san Mateo, capítulo quinto, quando trata del amor de los enemigos, declara ser aquélla suma per­feción, porque, aviendo dicho «amad a vuestros enemigos, haced vien a quien os aborrece, rogad por los que os persiguen y calunian, para que de aí seáis hijos de vuestro Padre celestial que está en los cielos», añade luego diciendo: « sed perfetos »> como quien dice: « en esto consiste la perfeción » 2.

Pues lo que hemos de hacer con suma diligencia, es que, olvidados desta suma perfeción, les parezca que toda ella consiste en hacer muchas penitencias, o andar esteriormente muy conpuesto, o tener muchos gustos y regalos en la oración y otras cosas que él se imajine, trayendo sienpre el corac;ón lleno de odios, lleno de rencores y enemistades, bajando poco a poco, por los escalones que se siguen, al infierno, hasta llegar a él.

SíGUENSE LOS ESCALONES POR DO SE BAJA AL INFIERNO

1. - El primer escalón es diversidad de condiciones. Acon­tece muchas beces ser dos personas de contrarias condiciones y conplexiones y calidades naturales, lo qual es tan natural

1 Mt. 22, 35-39. 2 Mt. 5, 44-48.

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como ser honbres. Y de aquí nace, que quanto la otra persona hace o dice no cai en gusto a la otra. Y esto todo es natural, en lo qual el alma no peca.

2. - El segundo es jucio temerario, que nasce del primero; porque ansí como fulana no es de mi complesión y sus cosas no me dan gusto, acudiendo al amor propio que me hace en­tender que mis cosas son buenas y contrarias a las de aquel alma, luego echo las cosas de aquella otra a mala parte. Si anda triste, júzgolo a melancolías; si alegre, a liviandad; si habla, a parlería; si calla, a questá tentada, etcétera. Y si hace alguna falta, por pequeña que sea, es acerca de mí muy grande y encarecida.

3. - El tercer escalón es murmuraClOn, que es e[s]to mis­mo que yo juzgo de aquella persona, paresciéndome que re­bentaría si no lo comunicase y tratase con otra o otras de mi humor; y así andan murmurando y juzgando de la otra.

4. - El quarto, la ira y rencor de cora<;ón que en mi pecho se concibe, en no desear vien a aquella persona, sino desealle mal y holgarme quando ayo decir cosas de ella que le dan disgusto y quando le ponen culpas y la castigan, etcétera.

5. - El quinto, dar a entender a aquella persona que no la quiere vien, para que ella sienpre ande de punta conmigo, ya como declarada la enemistad.

6. - El sesto, atrebiéndome a decille palabras afrentosas y que le pesen, haciendo ira y rencor por esto.

7. - El sétimo, ponelle las manos o desealle la muerte, o otras obras o pensamientos, que son pecados mortales.

ANOTACIONES

Acerca destos escalones es de notar lo primero, que muchas almas no llegan al sesto ni sétimo y quédanse en el uno de los cinco primeros. Y como en la confesión no dicen palabras

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Injuriosas ni obras malas contra el próximo, todo lo demás parece a los confesores niñerías y no hacen instancia en ello, ni ellas se enmiendan, quedándose mucho tienpo tentadas - que esto llaman ellas estar tentadas -, pi~rden el spíritu y derechamente la perfeción, hasta que en estos rencores se viene a pudrir y hacer llagas dificultosas de curar.

Lo segundo es de notar, que otras almas temerosas de Dios están en el primer escalón, que es natural y no es en su mano, y ellas piensan que ya están condenadas y sin remedio y llenas de temores; y esta es causa para aflijirse y no querer comul­gar, y vienen a estado de desesperación.

Lo tercero es de notar, que las amigas de la una, que son de la misma complexión, júntanse con la una, y las amigas de la otra júntanse con la otra; y así, por dos solas que aya ten­tadas, anda toda la casa en bandos.

Lo quarto, en el punto que la una está tentada con la otra, qualquiera culpa que se le pone en capítulo a sus amigas, no solo no le es provechoso, mas aun se buelbe en rejalgar para cre[c]er los rencores y enemistades, y sean los capítulos odiosos y las culpas irremediables.

Lo quinto es de notar, que si esta persona con quien estoy tentada es perlada, demás de los daños hordinarios, síguense muchos provechos para el infierno, que son inobediencias y re­beldías, con ceguedad incurable, porque les parece que lo que les manda la obediencia es por rencor, y no están obligadas a obedecer.

Acabadas estas palabras dijo Fr. Melanco: esta es, mis con­pañeros, la trac;a por do se an de destruir todas las comunidades y los conventos vien hordenados, y por esta misma destruiremos los de los descalc;os y descalc;as sin duda alguna. Por tanto tened diligencia y ánimo, no nos salgan con la perfeción adelante.

y estando diciendo esto, comenc;ó a llorar amargamente y decir: i Ay de mí! i ay de mí! i que se me sale el alma quando pienso una industria que les pueden enseñar sus perlados para desacer este Cerro, que s cuchillo unibersal con que cairá todo!, y es esta que se sigue:

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Tra{:a brebe, clara y cierta para alcaJ1>9ar la suma perfeción.

Daránse a ser muy humildes y amar a Dios con llanec;a. Y a aquella persona, agora esté dentro o fuera del convento, que la aya agrabiado, o que no sea de su condición, métala dentro de su corac;ón, y juntamente dentro del corac;ón de Cristo [xpo], y amarála mucho. Por ella será por quien primero ruegue en la oración. No pedirá nada para sí de vien, que no lo pida primero para aquella persona. Hará muchos actos y propósitos delante de Dios, que, si para la onrra, salud y vida y aun la gloria de aquella persona, fuese menester perder la onrra, salud y vida y aun la gloria propia, en gloria y onrra de Dios, que se determina a dallo todo por el vien de aquella alma.

y haciendo muchas beces estos propósitos y deseos y conti~ nuamente besándole los pies interiormente y la tierra por do pasa, y enderec;ando a esto todos los atos y propósitos de la ora­ción, por solo este camino subirá en supremo grado de perfeción y alcanc;ará unas virtudes heroicas y derribará el Cerro de raíz.

Los priores, como vieron llorar tanto a Fr. Melimco, lo con­solaron diciendo que no se entendería esta dotrina. Y así lla­maron las hermanas Ignorancia, Pasión y Malicia, y les encar­garon que 'por las vías posibles encubriesen este secreto, porque el Cerro fuese en mayor cunbre.

* * *

Estas son las Constituciones del Cerro, las quales mandamos que se guarden con toda maldad y desobediencia, para que, poco a poco, se baya destruyendo la Religión e introduciendo abusos intolerables.

y todos piensen que ninguno se escusa destas nuestras Cons­tituciones, para consolarse si viniere Cerruno. 0, por otra parte, dé le tan grande desconsuelo de ber que las guarda, que tenga cerro de cerro.

Las quales fueron confirmadas y añadidas en nuestro Capí­tulo Provincial y firmadas de nuestros nonbres y aceptadas de todos los priores de nuestra Provincia.

FR. MELANCHO ZERRUNO