El contrato social en jean jacques rousseau

El Contrato Social en Jean Jacques Rousseau

“Desde el instante en que un hombre se dio cuenta de que era útil a uno solo tener provisiones para dos, la igualdad desapareció, la propiedad fue un hecho.”

-Jean Jacques Rousseau


Un hombre controvertido, lleno de contradicciones, que no recibió una educación sistemática (fue un hombre autodidacta), cuya inestable salud mental siempre estuvo en entredicho y que llevó una vida de bohemio, es también el teórico del Estado de mayor influencia en el mundo moderno.


De manera que muchas de las instituciones políticas hasta la actualidad, están inspiradas en su pensamiento, y en numerosos casos, están basadas en los principios expresados por él.


Juan Jacobo Rousseau (1712-1778) nació en Ginebra, Suiza el 28 de junio del año 1712.

Como se dijo, Rousseau no recibió educación formal pero su gran genio le permitió educarse de manera autodidacta al nivel de los intelectuales de su época.


La idea de igualdad social fue uno de los grandes relatos y utopías de la Modernidad y el pensamiento de Rousseau contribuyó no poco a la generación de esta idea, hoy fuertemente presente en nuestras sociedades y discusiones políticas.


Según Rousseau, la razón humana se equivoca con frecuencia, mas no así lo que sentimos en lo profundo de la conciencia.

Rousseau se propuso exponer verbalmente esta verdad intuitivamente sentida, sobre todo con relación al origen de la desigualdad entre los hombres.

¿Cómo nació la desigualdad entre los hombres?


Este filósofo trató de comprender la realidad social, la cual veía como problemática, profundamente injusta y egoísta.

Asumió entonces la hipótesis, para él evidente, de que el hombre nace bueno por naturaleza, pero luego las instituciones sociales lo degeneran y corrompen.


Rousseau tiene una visión positiva y optimista de la naturaleza humana: el hombre es un ser bueno que naturalmente desea convivir en paz y armonía con otros seres humanos.


Rousseau cree intuir así lo esencial y primitivo de la naturaleza humana en dos principios vitales anteriores al uso de la razón:

a) Todo hombre busca el bienestar y la propia conservación.

b) Todo hombre siente repugnancia a la muerte y al sufrimiento de todo ser sensible y principalmente de sus semejantes.


Para esto, era necesario imaginar cuál había sido la condición del hombre primitivo, el verdadero hombre aún no corrompido por la interacción social.

Rousseau se decidió, pues, a hacerse una idea del hombre en su estado primitivo, es decir, una pura expresión de lo que el hombre es naturalmente.


Para desarrollar esta visión, Rousseau describe un estado de naturaleza. Imaginando una etapa anterior a toda civilización, considera que los hombres vivían felices y en paz, lo que él llama una vida de "buen salvaje".

Allí, los seres humanos se valían de los recursos naturales sin egoísmo y compartían generosamente los bienes que el mundo ofrecía.


Rousseau concluye que la llamada "civilización" destruyó la armonía del hombre natural. Aparece entonces el hombre histórico, un ser egoísta, depravado y violento.

El problema radica en que la vida en sociedad trajo consigo grandes desigualdades y la mayor de ellas se debe a la propiedad privada.


Dice Rousseau: cuando alguien cercó un terreno y dijo "esto es mío" empezaron los grandes problemas sociales, pues lentamente unos se apoderaron de todo y excluyeron a otros. La acumulación de posesiones de uso exclusivo originó la desigualdad entre los hombres.


He aquí en qué sentido el origen del mal es social: el hombre ya no pudo satisfacerse sino dañando a los demás.

La riqueza de uno comenzó a provenir de la pobreza del otro (disminuyó la compasión natural y se acrecentaron los sentimientos hostiles).

El resultado es la violencia y desigualdad que se percibe en las sociedades actuales.


Junto a la propiedad privada surgieron otros vicios y males como la vanidad, los lujos, la ambición y el ansia de poder.

Por lo tanto, la natural armonía y bondad que caracterizaban al hombre primitivo desaparecieron y empezó el caos que conocemos hasta el día de hoy.


La consecuencia de esto es lo que llama Rousseau “la sociedad civilizada”, que destruye la bondad humana.

El hombre en estado de naturaleza era un ser bondadoso, sincero, honesto y solidario, pero la civilización lo ha corrompido y el hombre ya no puede regresar a su feliz estado original.


Según Rousseau la sociedad no va a dar marcha atrás en sus estructuras, por tanto, no es posible soñar con un retorno al hombre primitivo.

Surge entonces la necesidad de buscar un mecanismo o forma de vida que de alguna manera regenere al hombre y le permita vivir en sociedad.

Este mecanismo es El Contrato Social.


Éste consiste en que cada individuo se pone bajo la suprema dirección de la voluntad general y es considerado como parte indivisible del todo.

El contrato social consiste en el proceso por medio del cual cada individuo deja su poder particular y lo deposita en la voluntad general, es decir, en el pueblo soberano que tiene como finalidad el bien común.


La voluntad general se manifiesta a través del voto de los ciudadanos reunidos en asamblea, por tanto es una democracia directa. De esta manera los individuos mediante el contrato social se sujetan a las leyes que dicte la voluntad general y ejercitan así su libertad, pues cada uno es partícipe de las decisiones.

El interés común se expresa en las leyes.


El pueblo (la mayoría en cuanto busca el bien común) es el que gobierna y él establece lo que es de interés común y lo que es de interés privado o particular. Así, la voluntad particular no puede representar la voluntad general.

La voluntad general (de todo el pueblo), el bien común, es más importante que la voluntad particular (el bien de un solo individuo).


Nadie debe estar sobre la ley, porque sería la ruptura del contrato social.

Rousseau cree que la mayoría no puede equivocarse y que buscará siempre el interés general, es decir, lo mejor para todos.


Las leyes son entonces “las condiciones de la asociación civil” y lo que constituye al pueblo.

Así, cada ciudadano se somete necesariamente a las condiciones que impone a los demás: No robaré pero no me robarán; no mentiré pero no me mentirán; no abusaré de otros pero nadie abusará de mí; no asesinaré pero no me asesinarán, etc.


En el contrato social el hombre no pierde su libertad, sino más bien adquiere una forma superior de libertad: la libertad que no pasa por encima de nadie, la auténtica libertad.

Este cambio moral es lo que para Rousseau posibilitará un estado civil de verdad.

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