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EL DESPERTAR DE “LA BELLA DURMIENTE” Y LAS TRANSFERENCIAS. Dra. N. Graciela Kohen de Abdala. Trabajo aceptado para su presentación en el 45º Congreso Internacional de Psicoanálisis (IPA), Berlín, julio de 2007.

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EL DESPERTAR DE “LA BELLA DURMIENTE” Y

LAS TRANSFERENCIAS.

Dra. N. Graciela Kohen de Abdala.

Trabajo aceptado para su presentación en el 45º Congreso Internacional

de Psicoanálisis (IPA), Berlín, julio de 2007.

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EL DESPERTAR DE “LA BELLA DURMIENTE” Y LAS TRANSFERENCIAS.

Dra. N.Graciela Kohen de Abdala.

“No es olvido porque no hay recuerdo.”

S. Freud (1914).

“No sé cuál es la cara que me mira

Cuando miro la cara del espejo/

Un destello me alcanza

He vislumbrado tu cabello

Que es de ceniza. O es aún de oro

Repito que he perdido solamente

la vana superficie de las cosas.”.

Fragmento de “El ciego” de J. L. Borges.

En “Recuerdo, Repetición y Elaboración”, Freud sostiene: “Por lo general, resulta

imposible despertar el recuerdo de una clase especial de sucesos importantes

correspondientes a épocas muy tempranas de la infancia y vividos entonces sin

comprenderlos, pero perfectamente interpretados y comprendidos luego por el sujeto.”

“Una vez vencidas las resistencias, lo vive de nuevo, lo produce como acto. Lo repite

sin saber, naturalmente que lo repite. Evoca un trozo de la vida real”

En el trabajo teórico – clínico que presento, voy a tomar tres conceptos fundamentales

del psicoanálisis para exponer el valor de cada uno de ellos en la clínica infantil.

Explicitaré con qué conceptos de transferencia, repetición y elaboración me manejo,

apara comprender el proceso psicoanalítico que se despliega como una historia que tiene

un principio, un desarrollo y un final. Una historia que marca distintos tipos de

transferencias, que aparecen a través de repeticiones que descubren y desnudan un

mundo interno que se muestra, y hasta nos sorprende, en la aparición. Una elaboración

del conflicto que indica el cambio, y un diálogo paciente –analista que cambia de color.

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Uno de los objetivos centrales de este trabajo es el de revelar, a través de un caso clínico,

la repetición en la transferencia de situaciones tempranas que, como “hechos

Psicoanalíticos”, marcan un antes y un después en el proceso y la evolución del

tratamiento.

Desde 1914 a nuestros días, el psicoanálisis se enriqueció con distintos puntos de vista

sobre los descubrimientos freudianos y, a partir de las diferencias y hasta las

oposiciones, ha crecido, se ha diversificado y, como un ser vivo, se ha cuestionado

permanentemente su “Ser o no ser”, sus razones y posibilidades.

La transferencia ocupa, en el marco del campo psicoanalítico, un lugar central, ya que

se evidencia a través de los distintos vínculos que se establecen en la vida, por lo que,

como diría Freud, no es efecto del tratamiento, sino que el psicoanálisis se ocupa de

descubrirla y analizarla.

Apoyándose en el epilogo de Dora, M.Klein, que seguía rigurosamente a Freud en sus

principios, definía la transferencia como una repetición de una situación infantil con la

figura del analista. Sólo que a través del análisis de sus pacientes niños, esa relación

entre dos personas llena de afectos y significados se convierte, primero en el elemento

que permite entender las resistencias --como descubrió S. Freud a través de Ana O., y

luego del análisis de Dora-- y luego la esencia misma de las relaciones primarias.

Así como para S. Freud –antes de 1920-- el concepto de repetición operaba en función

del principio del placer y del repetir para no recordar, y cambió después de “Más

allá…” para pasar a ser entendido como consecuencia de un narcisismo herido; hay en

el desarrollo postkleiniano del psicoanálisis, cambios tanto en la conceptualización de

los términos como en la visión de los modelos.

La suspicacia de M. Klein, mientras creaba su técnica de juego --al valorar el juego de

los niños y su significado, así como su capacidad de comprender el valor comunicativo

del mismo, al personificar y representar hasta las relaciones tempranas (memory in

feeling)-- cambia para siempre las coordenadas del psicoanálisis. Los recuerdos de

sentimientos, abren en las teorías psicoanalíticas, y a través de Bion y Meltzer en

especial, otro camino para el psicoanálisis, que modifica la concepción de la

metapsicología y, por tanto, de los resultados técnicos que se implementan. Lo que

produce un cambio profundo en los conceptos de transferencia, así como en los de

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repetición y elaboración. La transferencia, dice Hinshewoold, es en la teoría kleiniana la

mise en scène, en el aquí y ahora de la sesión, de situaciones vividas que, como dice,

“se re-viven, se re-experimentan, se re- escenifican como si fueran presente actual”.

Voy a precisar algunos postulados elementales que compartimos los postkleinianos

para definir las transferencias:

a) Desde un comienzo hay un Yo temprano que lidia con ansiedades intensas que

crearán defensas específicas y que conformarán un tipo especial de relación de objeto.

b) El primitivo Yo, aunque poco, integrado es capaz de realizar introyecciones y

proyecciones desde el nacimiento (y algunos piensan que desde antes). El bebé sufre

ansiedades persecutorias, depresivas, confusionales y catastróficas que disocia, proyecta

e identifica en un objeto, en su intento por defenderse de la insoportable angustia.

c) Los mecanismos de disociación, de negación y de omnipotencia que acompañan este

proceso también formarán parte de lo que llegaremos a llamar transferencias tempranas,

o “early transfer”, término que, si bien Green considera imposible traducir, abarca los

aspectos más primitivos y más arcaicos del vínculo transferencial.

d) La permanente relación con el objeto externo (al cual Klein se refiere

sistemáticamente) permitirá, por los mecanismos de introyección, la instalación del

objeto bueno, núcleo del Yo que reubicará las ansiedades y la percepción del mundo

exterior y de su mundo interno.

e) El reconocimiento de la fantasía inconsciente, conformando una nueva “geografía” de

espacios mentales, permite una nueva visión de la estructura mental.

f) La idea de una estructura edípica, que Klein a medida que investigaba situaba más y

más temprano, queda unida a la posición depresiva. El conflicto en la teoría es siempre

un conflicto entre la pulsión de vida y la pulsión de muerte.

g) La preocupación en comprender la transferencia negativa, en base a su idea de que

los objetos introyectados, en un principio objetos malos, se transforma luego en

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considerar a la transferencia como el verdadero motor de la cura, pudiendo incluir a la

madre buena entre los objetos introyectados.

En definitiva, estamos hablando de los principios fundantes de un modelo distinto de

la mente, de la relación de objeto y, por lo tanto, de la transferencia, de la repetición y

de la elaboración durante el proceso de análisis.

De esto se deduce que la transferencia, para Klein, no se refiere solamente a

referencias directas al analista, sino que a partir de ella se pueden conocer las raíces más

profundas de la mente. Por lo tanto, la idea kleiniana de la transferencia deja de ser una

reactualización del pasado para ser entendida como la externalización de las relaciones

con los objetos internos, con una presencia que se concreta en el aquí y ahora de la

sesión.

La situación emocional del paciente comprende su pasado. Según R. Horacio

Etchegoyen, “somos historia y el presente es también parte de esa historia, tanto como

el pasado es parte del presente”.

Desde Bion, las emociones de amor, odio y conocimiento, como sus opuestos, serán el

pivote de un nuevo modelo de aparato mental. En su concepción, la intensa

emocionalidad, centro del significado, no siempre encuentra palabras para describir la

realidad psíquica que deberá ser transformada para ser comunicada.

La transferencia, para este autor, está ligada a la parte psicótica de la personalidad. Los

pacientes psicóticos que atendía fueron quienes le enseñaron la necesidad que tenían de

liberarse de pensamientos primitivos, sensaciones imposibles de contener. Es decir, la

necesidad de evacuar, expulsar, depositar aspectos llenos de contenidos, sentimientos,

emociones en alguien (el analista) con la esperanza de que sí haga algo con ello.

Es por eso que, para Bion, la noción de transferencia presupone un vínculo en el cual

lo transferido no es reminiscencia de un patrón infantil, sino que se liga a los aspectos

psicóticos de la personalidad, es decir, a un modo de funcionamiento mental.

De este modelo surge la idea o construcción teórica que significa “la capacidad de

reverie”. La capacidad de ensoñación. La capacidad de comprender y pensar que tiene

una madre (analista), lo que su bebé (paciente) necesita cuando éste proyecta sus

emociones incontrolables. Cuando agrego comprender estoy pensando también en la

importancia que Bion da a la intuición. La madre (analista) funciona “como un

continente efectivo de las sensaciones del lactante y/o del analizado”. Este modelo fue

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llamado epistemológico por su relación con el conocimiento y el pensar. La posibilidad

de pensar de la madre en su bebé, permitirá el crecimiento del “aparato para pensar” del

niño.

El que el paciente pueda pensar, será entonces uno de los sentidos del tratamiento.

V. Ungar, en el artículo “Las transferencias”dice: “La construcción de modelos (con

elementos que provienen de la experiencia transferencial) pueden proveer al analista

de un nexo adecuado entre los hechos observados en la clínica y las teorías con que se

acerca a ésta”.

Toma a Meltzer cuando define el sutil encuentro entre la madre y el niño, momento en

el cual según el autor se gesta el conflicto estético y aclara “el modelo de mente surge

de la postulación del conflicto estético, del encuentro mítico del bebé con el pecho de su

madre como representante de la belleza del mundo y su duda, incertidumbre y

desconfianza de la interioridad de ese objeto”. Y continúa:

“Esta idea permite pensar en otra perspectiva del desarrollo mental. Estará dada por la

posibilidad de tolerar la incertidumbre, ser capaz de soportar la lenta construcción de la

noción de misterio de la interioridad de una persona, del mundo o de un análisis”. La

transferencia es, en el modelo meltzeriano, una conjetura en la mente del analista, una

hipótesis tentativa que no estaría validada por ninguna exigencia de constatación en el

modelo científico”.

V.Ungar sintetiza la idea de esta manera: “La potencialidad transferencial emana desde

la parte infantil del self y tiene vigencia continua, pero no resulta siempre accesible pues

es fácilmente capturable por la relación narcisista”.

Desde ya en la teoría cambia la noción de repetición, se repite un presente cuyos

elementos del pasado no han llegado a ser del pasado. Para D. Meltzer no es el analista

quien “porta” la transferencia, sino sus objetos internos.

Distintos momentos de la relación transferencial en la clínica psicoanalítica con

niños en análisis.

Al comenzar un tratamiento, es decir al emprender una relación nueva y trascendente,

y para convertirla eventualmente en una tarea privada, de cooperación y de

responsabilidad, será necesario esclarecer, con la interpretación, el encuadre y el

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método de análisis, condiciones para poner en marcha el proceso analítico. La

recolección de los procesos transferenciales es el primer trabajo que el analista debe

afrontar, para concentrar en el tratamiento todo lo disperso en transferencias externas.

Es un momento de la relación con el paciente donde el analista atraerá con sus

señalamientos e interpretaciones el lugar al cual acercar el conflicto, indicará con

sutilezas que en ese vínculo se encontrarán la vieja historia y se armará una nueva. Las

interpretaciones de las ansiedades inconscientes y de las resistencias durante el período

introductorio del tratamiento analítico o psicoterapéutico, lograrán esa recolección,

donde prima la actitud del analista.

Cuando Teresa, de 8 años de edad, en las primeras horas de juego, escribe mi nombre

(“para Graciela”) dentro de un corazón pintado con plasticola y lleno de brillantina, y

luego en otro dibujo, casi barroco, pinta un corazón que contiene un osito y escribe

“para mamá”, para después borrar esa inscripción y escribir “Graciela”, pienso, entre

otras interpretaciones posibles, que ya está instalada un tipo de transferencia en la que

la analista ya no soy yo, y que desde el primer encuentro la proyección de un tipo de

relación de objeto es trasladada al vínculo transferencial.

Cuando Leticia, de 10 años, en las primeras sesiones de su análisis escribe en el

pizarrón “Graciela la mejor librería”, “Graciela la mejor peluquería”, “Graciela el

mejor restaurant”, y sigue la lista, entiendo que en la transferencia soy una figura

materna idealizada, que parece tener de todo y lo mejor, pero que también la

idealización que propone la paciente es una defensa de la persecución que además le

provocan los primeros encuentros.

Estrella de 4 años, en cambio, dibujó en las primeras entrevistas diagnósticas una

familia muy pequeña a la que le agregó manchas enormes y en donde el sol y las nubes

eran negros. No hablaba y estaba sentada muy tímidamente casi sin mirarme, parecía

enojada, por momentos muy triste. Se presentaba, con su enfermedad, me mostraba las

manchas que veía y no le permitían ver.

Ella veía manchas negras desde que necesitaba ponerse gotitas en los ojos por su

uveítis. Pero el impacto del dibujo tenía que ver con la desproporción entre un cielo

amenazante sobre niños pequeñitos. Parecían expresar la opresión sobre la familia de

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elementos oscuros, difíciles de sobrellevar o remontar. También había un sol vivo y

colores brillantes.

Transmitía sus emociones desde los primeros encuentros, y entiendo que estaba

presente el pedido de ayuda.

Dibujo Nº 1

Meltzer llamó transferencias preformadas a las transferencias del comienzo del

tratamiento, cuando no hay conjeturas, hay juicios, hay convicciones, que son

expresiones clínicas resistenciales que deberán ser interpretadas para que surjan y se

desplieguen movimientos transferenciales que no obstaculicen el proceso analítico.

En otras palabras, dice Meltzer en el Proceso Psicoánalítico, “en las primeras sesiones

el material no tiende a derivar su contenido latente, como ha de ocurrir luego siempre en

el análisis, sino que parece ser la respuesta a la conducta del analista en relación con el

encuadre. Mientras están surgiendo estos fugaces modelos de fantasía y transferencia

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potencial, en respuesta a los problemas del encuadre, también se ha puesto en

movimiento otra secuencia en respuesta a la primera interrupción del fin de semana, o

sea una secuencia de configuración transferencial que gira alrededor del problema de la

separación y, por lo tanto, de la individuación”.

En el niño las primeras transferencias pueden ser expresadas con conductas maníacas

-- por ejemplo, en el escapar del consultorio, en el robo de material o el transgredir las

pautas sugeridas en el encuadre-- con las que prueba constantemente su omnipotencia.

En el adulto, la problemática se centra más en problemas de horarios, honorarios,

modalidades de comunicación, pero el proceso es el mismo. La interpretación de las

ansiedades subyacentes y la reiteración de las condiciones del encuadre, deberán ser

claramente explicitadas.

Retomando a D. Meltzer: “Estos dos problemas, la recolección de las configuraciones

transferenciales que surgen respecto del encuadre, y la profundización de la respuesta

transferencial a las separaciones, interactúan entre sí para intensificar el compromiso

con el análisis”.

Cómo pensar la transferencia

La tarea psicoanalítica de escuchar, observar al niño, jugar y pensar en él, implica un

trabajo en la mente del analista semejante a la teoría matemática de los conjuntos, que

apunta a lograr, en la interpretación, la integración de todos los datos percibidos en las

múltiples experiencias.

A partir de una atención que en el análisis de niños aspira a ser flotante, el analista

convive con momentos de atención captada por acción, por juego y verbalizaciones, así

como con sentimientos e ideas contratransferenciales, que van surgiendo a partir del

material.

En el proceso psicoanalítico que se va desarrollando, he encontrado momentos

cúlmines, “específicos”, donde en la transferencia aparecen las más primitivas

situaciones vividas y relatadas en la historia del paciente y que parecen recrear lo más

meduloso del conflicto.

Bion enseñaba, en los seminarios de San Pablo, que el reconocimiento de la ignorancia

del analista para comprender los significados de los “hechos” comunicados por el

paciente, es una de las condiciones para que, en algún momento del proceso, éste pueda

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reconocer los “hechos psicoanalíticos” que son una evidencia indispensable para

interpretar la situación.

Entendí en la experiencia del análisis de niños que esos momentos transferenciales

surgen y reclaman, en una repetición vivencial, la interpretación del significado, que por

su fuerza y complejidad nuclean momentos fundacionales de la patología singular de

ese paciente. Ansiedades muy tempranas que marcaron el desarrollo de la vida

emocional.

A partir del trabajo de observación, descripción e interpretación, se produce un cambio

sustancial en el desarrollo del tratamiento y de la recuperación.

Voy a tratar de ejemplificar a través de un caso clínico, esos momentos especiales del

análisis de niños que, como una secuencia, marcan la necesidad de la interpretación de

la resistencia, y dejan paso, así, a configuraciones transferenciales de profundo

significado, que ayudan a develar una verdad, primitiva de la vida de los pacientes.

El sentimiento contratransferencial de incertidumbre primero, de expectativa, y luego

de confianza en el método psicoanalítico como productor de saber y vivencia emocional,

permite la comprensión de los hechos.

Estrella, presentó como síntomas que motivaron la consulta de los padres enuresis y

pérdida de la visión.

Comenzó su análisis por un cuadro de uveítis, síntoma único de su fiebre reumática,

enfermedad auto-inmune, que comenzó a los dos años.

De los datos de la historia sobresalían:

a) El hecho de ser la segunda hija de una pareja joven, de buena posición económica.

b) La profunda crisis depresiva en la que la madre había caído después de la muerte de

su propia madre (la abuela de Estrella) sufrida en el primer embarazo, y que había

recrudecido a partir del nacimiento de la bebé. Circunstancialmente se agregaba la

pérdida de la mucama que cumplía un rol de sustituto materno y se agregan a la

sintomatología crisis de pánico de la madre que complicaban el cuadro.

c) La situación de lactancia satisfacía a la madre en su carencia, era una lactancia que

sostenía a la madre en la recreación de su propio vínculo madre-hija, tapando sus

tristezas.

El destete implicó más dolor.

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d) Dado que el padre era el único sostén económico de la familia, en plena crisis

nacional, su preocupación en mantener su trabajo, sumadas a las características básicas

de personalidad, hacían que su presencia resultara insuficiente en el hogar.

e) Estrella había sido inscripta en una guardería al año de edad, y al finalizar ese año, la

madre había perdido un embarazo múltiple que intensificó la depresión.

Los padres explican que la “culpa” que sentían por semejante historia no les había

permitido poner límites a la niña, que tenía un carácter fuerte.

El duelo acompañó sus primeros meses de vida y la eclosión del grave cuadro

reumático no tardó en aparecer con una conjuntivitis que aparece tres días antes de un

anunciado viaje de los padres.

A partir de ese momento, Estrella es atendida por un equipo de pedíatras, oftalmólogos

y oncólogos. La falta de colaboración de la paciente o por momentos actitudes

fuertemente opositoras a los necesarios cuidados, dados los riesgos de la enfermedad

agregaban preocupación y dificultades en el manejo cotidiano, que los padres sorteaban

con dedicación. Medicada con Metrotexate, no debía sufrir enfermedades agregadas, ni

vacunarse por lo cual quedaba expuesta a posibles contagios, en el frío invierno de

Buenos Aires.

Estrella no aceptaba usar campera, no aceptaba las gotas en los ojos, y se quejaba casi

permanentemente de estar aburrida. No aceptaba tampoco usar polleras, ni nada

femenino, excepto su cabello largo, que peinaba con dedicación.

Alos tres años sufre de escarlatina y aparecen durante ese año reiterados catarros

invernales por lo que el equipo médico pide la consulta con una analista, que se realizó

a la brevedad.

En el primer dibujo que hizo Estrella, en la hora de juego, se presentó con un cangrejo

“que está triste, se lastimó la patita, cuando iba para la casa con la mamá y el papá. Lo

llevaron a curar”.

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Dibujo Nº 2

No voy ex profeso a relatar el proceso psicoanalítico en su extensión, ni a considerar

toda su patología especialmente psicosomática, porque mi interés se concentra en un

período del mismo en el que en la relación transferencial se vivieron tanto en la niña

como en mí, intensas ansiedades, que entiendo como tempranas, cuya comprensión y

esclarecimiento abrieron, como una bisagra, el camino a la reversión del cuadro.

Estrella cursaba su segundo año de análisis cuando se inició un período en el que

llegaba a las sesiones, se acostaba en el diván del consultorio de niños, y dormía por

cuarenta y cinco minutos. Esta situación se repitió durante largos períodos.

La mucama que la retiraba del colegio y la traía en colectivo a la sesión comentaba: “A

ver si Ud. la puede despertar”, Estrella me miraba y se acostaba en el diván.

Al despertar, o a veces al comienzo de la sesión, Estrella se mostraba dispuesta a

escuchar algún comentario o interpretación de la situación vivida. Por momentos, sentía

como analista inseguridad y hasta desesperación porque, a la siguiente sesión, Estrella

volvía a acomodarse en el diván, metía su cara en el mismo rinconcito y dormía con

profundidad. La escena representaba a una niña deprimida. A veces, antes de dormir, se

mostraba enojada, marcando al darme la espalda su desprecio, su aparente desinterés. A

veces le decía a su padre que no quería venir más.

En la sesión de un día lunes, entró con su carita seria de siempre, se acostó en el diván

y se acomodó metiendo el rostro en el rincón que elegía contra la pared, torcida en el

diván. Sin duda la representación y el material manifiesto hablaban de una situación

resistencial, pero no alcanzaba a explicar el cuadro.

A: Le dije que quería que siguiera pensando en ella, aunque me diera la espalda…

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Se levantó, fue al pizarrón tomó el borrador y en la pileta del consultorio de niños, puso

jabón en el borrador y al volver al pizarrón trató de limpiar una marca que había

quedado de otra oportunidad. Quedó una mancha más difusa y más grande.

A: Me estás diciendo que querés limpiar marcas muy antiguas cómo las del pizarrón,

que estás intentando a lo mejor durmiendo borrarlas, pero la mancha igual queda y hasta

se hace más grande.

P: Se acuesta nuevamente y se duerme.

En la sesión anterior, Estrella había dibujado una cancha de fútbol que reproduzco y en

la que se ve claramente cómo el referí, pintado de gris, mira para otro lado. Me comenta

que los papás eran de otro equipo.

Dibujo Nº 3

Recuerdo el dibujo y cuando Estrella se despierta minutos antes de terminar la

sesión, le comento:

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A: Creo que como el dibujo de la sesión anterior ella muchas veces sintió que a

lo mejor los papás miraban para otro lado y que ahora ella es la que mira para otro lado,

quizás para que yo piense y la mire mucho.

En otras oportunidades le mostraba que ella parecía ser la mamá deprimida,

dormida, que no me atiende, y yo era la nena sola a quien nadie escucha y que me

enfermo de pensar que no tengo nadie que me mire, que me cuide, que me entienda.

La repetición del hecho me hizo pensar que más que una resistencia al análisis, como

por momentos podría pensarse, en una acción comunicativa, el despliegue en la sesión

era el de situaciones muy tempranas.

A diferencia del gráfico donde la paciente mostraba que ella y sus padres no habían

estado en el mismo equipo, el dormir en la sesión era una experiencia vívida, una

representación de la conmoción sufrida.

La angustia contratransferencial me llevó a acercarme por momentos a ver si respiraba,

En otras sesiones me dediqué a dibujar a Estrella dormida.

Voy a reproducir algunos de los dibujos que hice de ella:

Dibujo Nº 4

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Dibujo Nº 5

Dibujo Nº 6

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Reconozco que el hecho de dibujar en la sesión no tenía ninguna intención premeditada,

era una manera espontánea de reproducir a Estrella, en un proceso de búsqueda de

conexión que se fue dando y que en un momento me permitió pensar en la ansiedad que

yo sentía “trasvasada” pero que podía contener. La angustia de muerte, había sido

proyectada e identificada en la analista que comprendió, al sentir el reiterado abandono,

la soledad y la incertidumbre, todo el dolor sufrido expresado en el síntoma.

La repetición de la situación depresiva materna, ella dormida, dándome la espalda y yo,

la beba, sola y angustiada, permitió reconstruir, las intensas angustias de desamparo y

de abandono vividas por la niña. Pensaba en A. Green al describir el complejo de la

madre muerta.

Ella podía dormir al proyectar su ansiedad disociada y vivir una situación nueva al

sentir que ahora su analista podía estar bien despierta.

La culpa omnipotente por la depresión materna, ligada a la pérdida del embarazo

múltiple al cumplir los dos años de nacer, podría explicar la enfermedad autoinmune

que, llamativamente, comenzó por la visión. Es posible que el sentimiento de

culpabilidad la haya llevado a una enfermedad autoagresiva, a dañarse en el intento de

sufrir un castigo, dado que en su fantasía se sentía responsable de la depresión materna

y de la muerte de sus hermanos. Este es uno de los puntos de vista posibles desde el que

podríamos pensar su patología.

Un ojo que perdía la posibilidad de ver: ¿una niña que se negaba a vivir?....

La imagen del cangrejo lastimado, parecía condensar, en el símbolo, tanto la involución,

como el daño a sí misma.

La interpretación era transferencial y, por momentos, se ligaba a la historia. Estrella, a

veces en silencio, escuchaba tranquila.

Vuelvo a tomar a A.Green en este intento de entender la transferencia que permitía el

juego entre lo pasado y lo presente, ya que en Ideas Directrices para un Psicoanálisis

Contemporáneo precisa:“un proceso transferencial no puede ser enteramente

independiente del pasado, ni tampoco ser una simple repetición de éste. Lo que sí

podemos decir, como ya afirmó Bion, es que, con la anuencia del analizante, debemos

llegar a una aproximación acerca de la verdad de ese pasado”

Mi impresión es que Estrella repitió el dormir, para comunicar a la analista emociones

tempranas a esa verdad, su insistencia en repetir la escena, disparó un trabajo de

búsqueda cada vez más profundo, que permitió entender y poner en palabras lo

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tempranamente vivido. A veces solo al llegar la madre a buscarla, Estrella,

repentinamente, se despertaba.

A partir de una sesión en que Estrella ve el dibujo que yo había hecho, comienzan las

preguntas y las expresiones de satisfacción y sorpresa que comunicaba a veces con una

simple sonrisa.

Fue entonces que dejó de dormirse, y comenzó a jugar.

Describí esta viñeta porque, a mi entender, ilustra la idea que en “Los orígenes de la

transferencia” Klein relató así: “Según mi experiencia, cuando desembrollamos los

detalles de la transferencia es esencial pensar en términos de situaciones totales

transferidas del pasado al presente, tanto como emociones, defensas y relaciones

objetales”

Amplía el concepto Betty Joseph cuando dice: “Gran parte de nuestra comprensión de la

transferencia nos viene dada gracias a la posibilidad que tenemos de comprender de qué

manera nuestros pacientes depositan diferentes sentimientos en nosotros por muchas

razones; cómo intentan llevarnos a su sistema defensivo; cómo actúan

inconscientemente con nosotros en la transferencia, intentando llevarnos a actuar con

ellos y como tratan de comunicarnos algunos aspectos y experiencias de su mundo

interno que no pueden expresar con palabras”.

Son aspectos presentes desde la infancia y elaborados durante la niñez y la adultez, a los

que sólo podemos acceder a través de los sentimientos que despiertan en nosotros, a

través de la contratransferencia en el sentido amplio del término”

Otro tema es cuándo interpretar a este movimiento o actividad que es la transferencia.

El acento puesto en la fantasía inconsciente es la que nos permite pensar en la

transferencia como situación total. La búsqueda de la fantasía subyacente no significa la

interpretación permanente de la misma, sí su conocimiento.

Al reconocer en la historia padecimientos que marcaron, en el desarrollo, un proceso

que llega a sintomatología de gravedad, unir a la situación histórica completa la

interpretación.

Esta postura acerca al analista y al paciente a un conocimiento sobre lo ocurrido que

integra distintos niveles de comprensión, y de acercamiento a la verdad.

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Sin duda los dibujos actuaron como una interpretación. Era la concreta expresión, estoy

atenta, estoy mirándote y pensando en vos. Surgió en un momento depresivo, que es el

momento en donde se escucha la interpretación.

No podría hoy explicar con certeza por qué me puse a pintar a la niña a la que a veces

llamaba la bella durmiente: podría pensar que la comunicación transferencial permitió

una comunicación de inconsciente a inconsciente y ayudó en la elección; que hubo una

necesaria identificación con la niña, que me daba tiempo para el insight.

Apelaría a la intuición ciega, sin pensamiento, como dice W.Bion al traer el concepto

desde Kant, o formalizarlo como una conjetura imaginativa, pero creo con más

seguridad que funcionó como una experiencia transitiva, una experiencia de cambio de

un estado mental a otro, como cuando el mismo autor explica el paso de que” en la

experiencia analítica , nos ocupamos tanto de la transición desde lo que no conocemos o

que podemos comunicar, como de la transición desde lo que conocemos y podemos

comunicar hacia lo que ignoramos y no podemos reconocer porque es inconsciente….”,

Ella parecía esperar una madre, que la despertara, quizás la expresión de un Edipo

primitivo, una madre que tiene al padre en su interior, en su cabeza, más que una madre

muerta.

Sobre todo una madre, en este caso analítica, que la tuviera a ella en su mente que

pudiera pensar y dar una respuesta nueva a lo sufrido, que no reapareciera la repetición.

Encontré en las lecturas posteriores para comprender la experiencia vivida una

comunión de ideas con lo que Rodrigué (1963) describe en su artículo como la

interpretación lúdica, si bien no era para mí importante el orden en la interpretación, sí

lo era la posibilidad de dejar fluir y mezclar los modos de expresión. Eso fue lo que

resultó enriquecedor.

Rodrigué (1963) lo explica así: “El analista de niños adopta inconsciente otro tipo de

estado de ánimo y de disposición perceptiva que denominaré atención lúdica….Es un

estado más activo por parte del analista. Es un estilo perceptivo….Considero que esta

atención lúdica crea en el analista lo que puede denominarse una disposición para jugar.

La forma de tomar contacto con el material del niño tiene una actividad lúdica”. Y cito

nuevamente a Rodrigué por lo representativo: “Hay que considerar la atención -flotante

o lúdica como parte constituyente de la interpretación….”

Esquematizando, la interpretación lúdica consta de dos tiempos: “En el primer tiempo

el analista remeda el juego del niño y en el segundo trasmite lo que ha comprendido

verbalmente pero haciendo complementariamente, el uso de los medios no verbales

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que el niño ha empleado. En la práctica estos dos tiempos de la interpretación se

superponen”.

Fin del análisis. Transformación de las transferencias

Si el psicoanalista trata de ayudar al paciente a que transforme aquella experiencia

emocional, de la cual no era consciente en una experiencia emocional consciente, la

realidad psíquica crece en esta investigación. Si pensamos que el paciente no ha venido

a quedarse con nosotros, sino a que lo ayudemos a unirse a sus objetos, y en su

crecimiento ha logrado distinguir entre un objeto arcaico y uno real, y el analista es ya

reconocido después del proceso transferencial en ese objeto real, estamos en el fin del

análisis.

El modelo del fin de análisis es para los post kleineanos el modelo del destete.

Cuando “ha pasado tiempo y las actuaciones cedieron, y el analizado y el analista

alcanzan una fase del análisis donde el interés, la colaboración y el entusiasmo, por

ejemplo, por el análisis de los sueños, proviene del pleno reconocimiento de la realidad

psíquica, se acerca el fin de análisis”.

Meltzer sostiene en el capítulo dedicado al destete, en el Proceso Psicoanálitico: “En

este período se ha logrado establecer la capacidad analítica que permite reconocer la

dependencia infantil del objeto y se lograron diferenciar distintos niveles por los que el

segmento más maduro de la personalidad, a través, en este caso, de la identificación

introyectiva, comienza a desarrollar su capacidad para la introspección, el pensamiento

analítico, y para la responsabilidad”. (…) “Hay una apreciación adulta de la belleza y

bondad del proceso analítico y del método para descubrir la verdad, puede comenzar a

diferenciarse de la transferencia infantil que parece adherirse tan ferozmente a la

persona del analista. Está ligado entonces a la idea de desarrollo, de crecimiento, de

independencia, de estar en condiciones de soportar las pérdidas.”

Estrella parecía haber “elaborado” la situación dolorosa por la que se había enfermado.

Si elaborar siguiendo a Freud es el trabajo realizado por el aparato psíquico para

dominar las excitaciones displacenteras que ofrecen peligro por lo patógenas, y que ese

trabajo significaría integrar o ligar o producir conexiones asociativas, quizás se había

logrado. Si el trabajo elaborativo supera la idea económica de cantidad y la ligamos a la

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nueva experiencia emocional estaremos más cerca de pensar qué significó para Estrella,

el proceso de análisis.

Cuando se logra la integración entre lo histórico y emocional y a pesar “de las amenazas

en el horizonte”, paciente y analista se desprenden, se alejan generosamente.

Estrella me trajo la última sesión bombones que, me contó la madre, había elegido ella.

Se llamaban “Dos corazones”. Ahora podía ver.

El paciente intentará un duelo que esta vez realizará solo, aunque no tan solo.

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EL DESPERTAR DE LA “BELLA DURMIENTE” Y LAS TRANSFERENCIAS.

Dra. N. Graciela Kohen de Abdala. RESUMEN Los dibujos realizados por la analista como respuesta contratransferencial a un prolongado período del proceso terapéutico en el cuál la paciente dormía todo el tiempo de las sesiones resultó un recurso que produjo un cambio sustancial en la evolución del análisis. El trabajo describe a través de un caso clínico el proceso analítico de una niña de 4 años de edad con progresiva disminución de la visión por uveítis, único síntoma de la fiebre reumática. Fue derivada para análisis ante el fracaso de los diversos tratamientos específicos realizados. Uno de los objetivos centrales del trabajo es el de revelar la repetición en la transferencia de situaciones tempranas que como “hechos psicoanalíticos”, marcaron un antes y un después en el proceso y en la evolución del tratamiento. Se describe, especialmente, un momento cúlmine del proceso transferencial en el cual aparecieron las más primitivas situaciones vividas por la paciente y que facilitó recrear lo más meduloso del conflicto. La observación de los dibujos por parte de la paciente permitió iluminar el conflicto Icc., que fue paralelamente acompañado por la recuperación de la patología ocular, recuperando totalmente la visión al fin del tratamiento. Descriptores: Dibujos del analista. Material clínico de Niños. Transferencias tempranas. Elaboración SUMMARY TRANSFERENCES AND THE AWAKENING OF “SLEEPING BEAUTY” The drawings made by the analyst - as a countertransferencial response to a prolonged period in which the patient slept in the sessions - resulted in a sustancial change in the evolution of the analysis. In this paper the author describes the analytic process of a 4 years old girl with progresive loss of sight due to uveitis, as the sole symptom of a rheumatic fever. One of the main aims of the analytic work consisted in revealing the repetition in the transference of early events. This events, considered as “psychocnalytic facts”, marked a before and after in the process and evolution of treatment. A peak moment in the transference is described: primitive situations lived by the patient appeared in the analysis, doing possible to recreate the inner core of the conflict. The observation of the drawings by the patient allowed to illuminate the unconscious conflict, at the same time there was an improvement of the ocular pathology with complete recovery of vision by the end of treatment. Key words: Drawings made by the analyst. Children clinical case. Early transference. Elaboration.

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RÉSUMÉ LE RÉVEIL DE LA “BELLE AU BOIS DORMANT” ET LE TRANSFERT. Les dessins faits par l’analyste comme réponse contre-transférentielle à une longue période de la cure où la patiente dormait tout le long des séances , a été le recours qui a permis un changement important dans l’évolution de cette analyse. Ce travail décrit le cas d’une fillette de 4 ans qui présentait une diminution de la vision par uveïtes, seul symptôme de la fièvre rhumatismale. Elle a été envoyée en analyse face à l’échec des divers traitements spécifiques de la maladie. Un des buts de ce travail est celui de mettre en exergue comment la répétition de situations précoces dans le transfert que, comme des “faits psychanalytiques”, ont marqué un avant et un après dans le processus et l’évolution de la cure. En particulier, un moment essentiel du processus de transfert où des situations primitives vécues par la patiente apparaissent, et permettent alors de recréer le plus profond du conflit. Le fait que la patiente voit ces dessins lui permet de prendre connaissance du conflit inconscient. Il y a eu rémission totale de la pathologie ophtalmique à la fin de la cure. Mots clés: Dessins de l’analyste. Matériel clinique des enfants. Transfert précoce. Èlaboration du conflit)