En busca de la Bella Durmiente, por Nut

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Consigue esta obra completa en: http://www.EdicionesBabylon.es«Si quieres sabiduría, fuerza y amor, tendrás que conseguirlo por ti mismo. Voluntad es lo que te entrego. Voluntad para encontrar tu propio camino».El príncipe Devan, maldito desde la niñez por haberle sido arrebatados sus dones, quiere demostrar su valía rompiendo el maleficio que recae sobre la princesa a la que aspira a desposar. Pero no estará solo en el viaje, puesto que el misterioso Sai decide acompañarle en calidad de cronista... ¿Podrán ambos conseguir lo que tanto ambicionan sus corazones? El nuevo relato de Nut, autora de la saga Juegos de seducción.

Transcript of En busca de la Bella Durmiente, por Nut

  • Este libro contiene algunas escenas sexualmente explcitas y lenguaje adulto que podra ser considerado ofensivo para algunos lectores y no es recomendable para menores de edad.

    El contenido de esta obra es ficcin. Aunque contenga referencias a hechoshistricos y lugares existentes, los nombres, personajes, y situaciones sonficticios. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, empre-sas existentes, eventos o locales, es coincidencia y fruto de la imaginacin del autor.

    2015, En busca de la Bella Durmiente2015, Nut2015, Ilustracin de portada: Celia Portillo (representada por Ediciones Babylon)

    Coleccin Amare, n 19

    Todos los derechos reservados.No est permitida la reproduccin total o parcial de cualquier parte de la obra, ni su transmisin de ninguna forma o medio, ya sea electrnico, mec-nico, fotocopia u otro medio, sin el permiso de los titulares de los derechos.

  • A todo aquel que a pesar de los obstculos, encuentra la voluntad para seguir adelante

  • El gran chambeln se remang la tnica de seda hasta las rodillas y ech a correr por la larga e iluminada galera; sus chinelas enjoyadas producan un chancleteo poco digno sobre los suelos de mrmol, pero de ninguna manera poda permitirse llegar tarde a su primera gran ceremonia. Llevaba poco tiempo en el cargo y su nombramiento haba sido muy criticado por cortesanos y caballeros, quienes lo tachaban de ser demasiado joven e inexperto, y, adems, no vean con buenos ojos su condicin de extranjero; si arruinaba la presentacin oficial en la corte del tercer prncipe, poda despedirse de su recin adquirido puesto y tal vez de algn miembro indispensable de su cuerpo.

    Resollando y maldiciendo, se detuvo ante la puerta del Saln del Trono; su esculido cuerpo no era apto para ejercicios fsicos de aquel calibre. Los dos enhiestos guardias pertrechados con lanza y loriga que custodiaban la entrada lo observaron, indolentes, recolocarse el birrete con el que se cubra la cabeza, alisar las anchas mangas, atusarse su hirsuta perilla de chivo y acompasar la respiracin con un par de profundas inhalaciones.

    Vamos, vamos! los inst agitando la mano en su direccin. Abrid de una vez.

    El gruido sooliento de las recias y altas puertas al desplazarse acall el murmullo de voces que bulla en el Saln del Trono, una enorme sala profusamente iluminada con antorchas y blandones, cubierta por una fastuosa bveda de mrmol rosceo. El gran chambeln camin con premura por el pasillo central, bajo la atenta y desaprobadora mirada de toda la elegante corte. Al fondo, sobre el estrado, se hallaba el rey, majestuoso y entrado en aos, de pie junto a la joven reina, recostada esta en el trono entre mullidos cojines. Los dos prncipes, que apenas contaban tres y cuatro aos, se hallaban sentados en sus pequeos sitiales, a la derecha de la pareja, exhibiendo unos aburridos semblantes. Una cuna de exageradas dimensiones, adornada con tules de color marfil, presida el estrado. A un lado, en un discreto segundo plano, embutidos en sus pomposos ropajes, esperaban los tres magos.

  • El gran chambeln advirti el rictus adusto en los labios del soberano, la inclinacin de sus tupidas y canosas cejas sobre el puente de la nariz, el tic nervioso de su pie, que repiqueteaba contra el suelo, y angustiado, aceler el paso.

    Mi seor. Tras salvar los seis escalones del estrado, realiz una profunda reverencia ante el rey; el birrete estuvo a poco de caer de su cabeza, pero logr sujetarlo con una mano. Cuando vos digis, podemos comenzar.

    El soberano mir a los tres compuestos magos y de nuevo a su chambeln.Faryan, me equivoco o falta uno? No dicta la tradicin que sean

    cuatro magos para cuatro dones?No os equivocis, seor se apresur a corroborar. Realmente falta

    uno. Pero ha habido un contratiempo de ltima hora con el cuarto mago. Se aproxim al rey y, alzndose con la punta de los pies para ganar un poco de altura, le susurr en el odo: Parsitos intestinales.

    El soberano torci los labios en un gesto de repugnancia.No necesito tanta informacin le recrimin. Y qu se supone que

    hacemos ahora? inquiri, alterado. Estamos en el sptimo da de su nacimiento, no podemos aplazar el ceremonial. Va a crecer mi tercer hijo maldito por no recibir su nombre y sus dones hoy?

    No, no, no se apresur a negar el gran chambeln sacudiendo las manos en el aire. He logrado solucionarlo, mi seor. Ha resultado difcil porque los magos de confianza escasean. Adems, el nacimiento del prncipe ha coincidido con importantes celebraciones en los reinos vecinos que tambin requieren de la presencia de un buen mago: en la boda del rey Torc, en la inauguracin del castillo de la reina Mavelle...

    Me trae sin cuidado los necios de mis vecinos le cort con brusquedad. Hay o no hay mago?

    S, s asinti, servil. Pero debido al poco tiempo del que he dispuesto desde que se puso en mi conocimiento la ausencia del mago de los parsitos...

    Faryan!El gran chambeln hizo una nueva genuflexin para ocultar el terror de

    sus ojos.El cuarto mago llegar en pocos minutos, seor.Y mientras, qu hacemos? Abarc con la mano a la inquieta corte.

    Todos esperan desde hace rato y el banquete est listo para ser servido. Querido llam la reina, reclinndose hacia delante en el trono y

    llevndose a los labios un delicado pauelo de encaje. Qu sucede?Eso, qu pasa? inquiri el mayor de los prncipes, bostezando

    ruidosamente. Tengo hambre.Podramos comenzar con la ceremonia propuso Faryan, cuidadoso.

  • As vamos ganando tiempo.El rey solt un hondo suspiro e indic a la reina, con un gesto de la mano,

    que se levantara.Empecemos de una maldita vez.El gran chambeln se gir solemne hacia la concurrencia y tras aclararse

    la voz con una afectada tos, alz, grandilocuente, los brazos. Orgullosa y noble corte de Niamh, hoy es un da afortunado, el sptimo

    del nacimiento del tercer hijo varn de nuestro amado y respetado rey Lusiar. Siguiendo las tradiciones que nuestros antepasados nos legaron y ante vosotros y los dioses, hoy llevamos a cabo el rito sagrado en el que el joven prncipe recibir su nombre y sus merecidos dones.

    La reina, hermosa y distinguida con su saya de mangas abiertas ricamente ornamentada, tom de la cuna al pequeo beb, envuelto en encajes y telas bordadas con hilos de oro y plata, y se aproxim al borde del estrado sostenindolo amorosamente entre los brazos.

    Corte de Niamh la atronadora voz del rey reverber en la sala. He aqu mi descendiente, bendito sean los dioses por otorgarme un tercer hijo varn, que a partir de hoy ser conocido como Devan de la Casa de Idho, hijo de Lusiar, nieto de Murrogh, tercer prncipe de Niamh, seor de las tierras bajas de Beltaine. Rendid pleitesa a vuestro nuevo prncipe!

    El auditorio, hombres y mujeres, jvenes y ancianos, se aun en una multitudinaria reverencia.

    Que los dioses le otorguen una larga vida demand el rey.Que as sea! proclam el gran chambeln.Que as sea! core la corte rompiendo a aplaudir.Faryan hizo un nervioso gesto hacia los magos y anunci, alzando la voz:Los dones van a ser revelados, silencio.El primer mago, barrigudo y pequeo, avanz hacia la reina con afectacin,

    arrastrando tras de s la cola de una larga capa esmeralda, y se asom con teatralidad para ver al pequeo, que tena la carita arrugada, las manitas cerradas en sendos puos y los ojos tan apretados que eran dos pequeas hendiduras perdidas entre pliegues de sonrosada piel. Halag con engolada voz al rey y despus al nio, y tras sacar del interior de sus amplias mangas, exagerando los gestos, una pequea caja de plata labrada, manch con su contenido viscoso y dorado la frente del beb. El nio estornud y sacudi los puos como si quisiera advertir al mago que no lo volviera a hacer.

    Este es el hijo de un hombre sabio pregon. Por lo tanto, merece el don de la sabidura. Su inteligencia ser envidiada, en sapiencia superar a los eruditos y de todos los lugares del mundo vendrn a consultar su juicio. Que as sea!

  • Que as sea! exclamaron los presentes.Se retir a su lugar y el segundo mago, el ms joven de los tres, apenas

    un veinteaero, ataviado con engaosa austeridad, se adelant. Su discurso fue parejo al de su compaero pero mucho ms corto. Al concluir, de la nada hizo aparecer en la palma de su mano una diminuta redoma ambarina, lo que arranc exclamaciones de asombro a todos los presentes. Tras mojarse un dedo con su lquido contenido, ungi la mano izquierda del beb dejando un destellante rastro ureo.Este es el hijo de un hombre gentil, digno esposo de noble reina, padre amoroso de prncipes anunci. Por ello, es merecedor del don del amor verdadero. Su destino le depara la mano de una bella, virtuosa e inteligente princesa, que engendrar hijos sanos y merecedores de su linaje. Que as sea!

    Y como la vez anterior, el pblico repiti sus palabras.El ltimo mago, de aspecto grave y tocado con un turbante de seda

    prpura, ocup el lugar del anterior y, sonriendo amablemente a la reina, comenz su panegrico sobre el rey y su vstago. Al concluirlo, movi delicadamente la mano por encima de su cabeza, como si quisiera atrapar una corriente de aire, y sus dedos dibujaron bruidos surcos que crearon un agujero en el espacio del que llovizn polvo de oro. La audiencia, sobrecogida y encantada, ahog un grito de asombro y algunos rompieron a aplaudir.

    Este es el hijo de un formidable guerrero recit, mientras espolvoreaba las doradas partculas sobre la mano derecha del beb, que ya no se pudo aguantar ms las ganas y rompi a llorar con estridentes gimoteos. Por ello es merecedor del don de la fuerza. Ser un gran guerrero. Su mano esgrimir la espada con justicia y valenta. Su fuerza ser la envidia de los ms altos caballeros. Que as sea!

    Mientras la corte se una alegremente a la salmodia, el rey se inclin hacia Faryan con brusquedad.

    Dnde est el maldito mago que falta? inquiri entre dientes.El gran chambeln se encogi tanto que su cuello desapareci.Seor, creo que pronto...Sbitamente, las puertas del Saln del Trono se abrieron de par en par

    con tal violencia que mientras algunos presentes enmudecieron, otros gritaron despavoridos. Dos figuras, como dos sombras, aparecieron en el umbral. La ms alta, de casi dos metros y algo desgarbada, se cubra con un sobretodo de pieles de lobo negro que le llegaba hasta los pies; una amplia capucha le cobijaba la cabeza, ocultando sus facciones. La segunda, que se alzaba apenas unos cinco palmos del suelo, iba ataviada con una capa de lana y embozada tambin con una capucha, negra como la noche.

    Menos mal! suspir Faryan. Parece que ya est aqu.

  • Los recin llegados echaron a andar por el pasillo; tras ellos, los guardias de la puerta, inmviles como dos armaduras vacas, permanecieron en el umbral con la vista puesta en un punto infinito. El caminar del ms alto, calzado con unas botas de cuero tachonadas de metal, era lento y vigoroso, y sus pisadas repercutan contra el mrmol pulido; su acompaante se vea obligado a andar dando saltitos para no quedar atrs. Al paso de ambos, la concurrencia prorrumpa en ahogados susurros de reconocimiento y exclamaciones de temor.

    Dioses misericordiosos! balbuci el rey Lusiar abriendo mucho los ojos al verlos avanzar hacia el estrado. Qu has hecho, Faryan?

    Qu he hecho, seor? inquiri el gran chambeln perplejo, mirando alternativamente al soberano y a los dos desconocidos, con sus pequeos ojillos de ratn.

    Dime que no es Daibhidh rugi el rey con los dientes apretados y en voz muy baja. Por los dioses, dime que no has hecho venir a Daibhidh el Arcano.

    Faryan se atus la perilla tratando de hacer memoria:Pues ahora que lo dice, creo que es as como se llama.El gran chambeln vio cmo la piel tensa y reseca de las mejillas de

    su seor perda completamente el color y la ansiedad se adueaba de sus siempre imperturbables ojos grises.

    Seor Faryan se retorci las manos con preocupacin. He cometido algn error?

    Has hecho caer la desgracia sobre la Casa de Idho respondi el rey Lusiar, irguindose con solemne resignacin para recibir a las dos figuras.

    Pero... Pero... Pero... balbuci aterrado Faryan.El mago del turbante prpura le agarr por el hombro y tir de l.Cmo se os ha ocurrido llamar al Arcano? mascull en su odo.

    Es que no sabis quin es?Yo... Yo... No le conozco, no soy de Niamh. El gran chambeln

    temblaba de pies a cabeza. Ningn mago estaba disponible y su nombre era el ltimo de una lista confeccionada por mi antecesor. Estaba marcado con tinta roja y cre que eso le daba importancia sobre los otros.

    Era una advertencia mascull, clavndole unos huesudos dedos en la carne. Daibhidh el Arcano no es como nosotros, no es un mago de fuegos artificiales, ilusionismo y dones, es un maestro en las Artes Msticas. Es un autntico hechicero...

    Los pasos dejaron de orse y solo qued para llenar el silencio el llanto malhumorado del beb. Faryan y el mago miraron hacia los pies del estrado, y all vieron detenidas a las dos figuras.

  • Uno de los ms peligrosos del continente agreg en un cuchicheo el del turbante, antes de retroceder subrepticiamente hasta donde sus compaeros magos esperaban, mudos y amedrentados.

    Lusiar. Lusiar. Lusiar se oy decir, con cavernosa voz, al ms alto. Se apart la capucha, dejando a la vista un curtido y delgado rostro de ojos negros y punzantes, y una larga y flamgera cabellera. Cunto tiempo sin vernos, viejo amigo.

    Para espanto de Faryan, el rey descendi del estrado y forz una leve inclinacin ante el hombre.

    Daibhidh el Arcano, s bienvenido le dese el soberano, tratando de no mirarle a los ojos.

    S educado, aprendiz dijo el hechicero, apartando la capucha de su acompaante. Ests ante un rey.

    Su aprendiz tena el aspecto de un nio de cinco o seis aos, una cabellera muy corta y negra como el ala de un cuervo, el rostro plido y anguloso, los labios infantiles, y unos ojos semejantes a orbes de oro fundido que dirigi con picarda hacia el rey. Este, al sentirse observado por aquellos iris inconcebibles, dio un paso atrs.

    Un rey olvidadizo concluy Daibhidh, ladeando la cabeza en un gesto amenazador. Acaso no te dije hace aos, Lusiar, lo que me pareca este tipo de obsoletas supersticiones? No te dej claro cmo perjudicabas con ellas a tus hijos? No te advert que no atentaras contra mi inteligencia y mi orgullo, pidindome que participara en semejante estupidez?

    Lo lament, Arcano. El rey mir de soslayo a Faryan, que se atragant con su propia saliva. No ha sido una orden ma.

    Bueno Daibhidh suspir con artificio. Ya que estamos aqu, echemos un vistazo al joven prncipe.

    El rey apret los puos y con un reniego se interpuso entre el hechicero y el estrado.

    Lusiar, que ocurre? inquiri Daibhidh con fingida inocencia. Qu temes? Su mirada se endureci y las negras pupilas se convirtieron en dos ascuas chispeantes. No acostumbro a daar criaturas puras como ese beb, un alma inmaculada a la que esta infecta humanidad gir la cabeza para poder dirigir a la petrificada y sobrecogida audiencia un asqueado vistazo an no ha mancillado. Aprendiz, permite que la reina descanse y acrcame al nio.

    La reina dio un pequeo grito y retrocedi alarmada apretando contra su pecho al beb, que, sobresaltado, aument la potencia de sus lloros. El aprendiz subi los escalones sin prisa y la mujer acrecent la distancia entre ambos colocndose protectora frente a sus otros dos hijos, quienes

  • observaban toda la escena con la boca abierta y los ojos desorbitados por la curiosidad. Cuando se detuvo ante la reina, tendi sus delgados brazos hacia ella sonrindole con su pequea boca de nio travieso.

    Gu... Gu... Guardias! gimote el gran chambeln despus de reunir todo su escaso valor. A m la guardia!

    Calla, Faryan! le orden el rey. Ya has hecho bastante mal por hoy. Mir hacia la entrada del saln para confirmar que los guardias continuaban en su artificial letargo, y volvindose hacia la reina, le exigi: Dale al nio.

    Su esposa sacudi la cabeza con tanta fuerza que la toca con la que se cubra se le torci.

    Mujer, obedece! grit Lusiar.La reina rompi a llorar sin comedimiento y, con tembloroso gesto,

    deposit al beb en los brazos del joven aprendiz. Este lo acogi con suma delicadeza y comenz a mecerlo para calmar su llanto; en pocos segundos, los lastimeros sollozos se convirtieron en tranquilos gorgoritos.

    Vamos, aprendiz protest blandamente el hechicero. Trelo aqu. No tenemos toda la noche.

    El nio baj del estrado seguido de cerca por la llorosa mujer; el rey la agarr por un brazo cuando pas junto a l, obligndola a quedarse a su lado. El aprendiz se aproxim a Daibhidh y este encorv la espalda para ver de cerca al beb.

    Y t, cmo te llamas? inquiri. Al cabo de unos segundos se contest a s mismo: Ah! Ya veo. Devan es un buen nombre, me gusta. Y qu ms tenemos aqu? Examin con mirada crtica la frente y las manos del beb, donde los dorados rastros eran perfectamente visibles. Una buena racin de engaabobos mascull. Eso es lo que tenemos aqu.

    Alz la vista hacia los tres magos, tan apretados los unos contra los otros que casi se mimetizaban con los ricos y coloridos cortinajes que haba a sus espaldas. Los tres hombres sintieron la glida y afilada mirada del hechicero sobre ellos y se quedaron sin respiracin.

    Sabidura dijo Daibhidh alargando las slabas y posando dos enormes dedos sobre la frente del pequeo. Esa es una virtud que slo se alcanza con la experiencia que nos da la vida, no es algo que se pueda regalar. Traz un lento movimiento y la mancha dorada desapareci.

    La reina, al percatarse de lo que suceda, lanz un doliente gemido:No, por favor suplic, tratando de acercarse. No le robes sus dones.El rey la retuvo con fuerza junto a l.Por favor! Que alguien haga algo! implor mirando a su alrededor

    con desesperacin. Los presentes apartaron la vista o giraron avergonzados

  • los rostros sin atreverse siquiera a susurrar. Es que nadie va a hacer nada?Calla, mujer le orden el rey en un tono hueco y monocorde. No

    hay ms remedio que dejarle hacer, tenemos una corte y otros hijos a los que proteger.

    Amor verdadero. Prosigui Daibhidh. Sus inquietantes ojos se posaron en Faryan, quien, sobresaltado, no puedo evitar dar un respingo, y como si sus palabras estuvieran especialmente dirigidas a este, dijo: Tan inusual como valioso. Hace afortunado a quien lo encuentra, qu aberracin que se pretenda comerciar con l!

    El hechicero sostuvo con ternura el diminuto puo izquierdo del beb y con su pulgar frot la piel, haciendo desaparecer el luminoso estigma.

    No, no! la reina se cubri el rostro con las manos.Seor El gran chambeln intervino dirigindose al hechicero;

    tena tanto miedo que las rodillas se le entrechocaban y las palabras se le atrancaban en la seca boca. Os lo suplico, no sigis, la reina sufre.

    Faryan Daibhidh pronunci su nombre casi con cario. Lo que hago es por el bien de su hijo, con el tiempo ella me lo agradecer. Tom la mano derecha del nio. Fuerza. Sonri, como si aquella palabra le resultara cmica. La fuerza nos envilece si no la domina un corazn noble. De nuevo borr todo rastro de la piel del beb. No voy a robar sus falsos dones dijo, dirigiendo sus palabras a la reina. Voy a entregarle uno realmente til.

    Pos su fuerte mano sobre el corazn del beb y este se agarr a su dedo meique.

    Devan de la Casa de Idho, hijo de Lusiar, nieto de Murrogh, tercer prncipe de Niamh, seor de las tierras bajas de Beltaine. Si quieres sabidura, fuerza y amor, tendrs que conseguirlo por ti mismo. Voluntad es lo que te entrego. Voluntad para encontrar tu propio camino.

    El hechicero se volvi hacia el rey:Creo que con esto ha quedado completamente claro, verdad, Lusiar?

    sonri con crueldad, mostrando una fila de blancos dientes. No es buena idea invitarme a palacio.

    Un da... rugi el rey.No hay un da en nuestro futuro, Lusiar neg Daibhidh. Yo

    soy demasiado poderoso y t tienes mucho que perder. Hizo una sea al aprendiz. Devuelve el beb a su madre.

    Yo tambin quiero hacerle un regalo, maestro dijo el nio en un cantarn tono.

    El hechicero lo mir desde su altura con curiosidad.Qu presuntuoso! rio, profiriendo unas carcajadas feroces que

  • no inmutaron a su aprendiz pero hicieron temblar a la mayora de los presentes. Te crees preparado para ello?

    El nio asinti sin perder su traviesa sonrisa.Adelante.El aprendiz pos su mano de pequeos dedos sobre el corazn del beb y

    cerrando los ojos musit con infantil solemnidad:Yo te entrego fe.Daibhidh torci la boca en un gesto malhumorado.Fe para creer en los falsos dioses que estos miserables encumbran a

    los altares?El lquido oro de los ojos del nio se agit como sacudido por un fuerte

    oleaje.Fe para creer en s mismo aclar.El hechicero sonri con satisfaccin.Parece que no eres tan mal aprendiz, a fin de cuentas. Anda, regresa al

    prncipe.El nio dej al beb en los brazos de su llorosa madre, que lo acogi con

    desesperacin.Que tengis una buena cena dese Daibhidh girndose hacia la

    enmudecida corte, y antes de volver a cubrirse con la capucha, agreg: Cuidado, no os mate la gula.

    Y sin que nadie se lo impidiese, abandon con paso firme el Saln del Trono seguido de su pequeo pupilo.

    Los tres magos no esperaron a la cena. Nada ms ver desaparecer al Arcano tras las puertas del saln, se apresuraron a escapar en direccin contraria todo lo rpido que sus pies le permitan, por un corredor cuya entrada estaba situada al otro lado de los cortinajes.

    Dioses, dioses se lamentaba el ms obeso de los tres, que llevaba su larga capa enrollada en el brazo para no pisarla. Por qu a m? Por qu a m?

    Por qu a nosotros puntualiz el del turbante prpura. Rara vez saca la cabeza de su madriguera y ha tenido que ser precisamente hoy. Maldita suerte la nuestra.

    Crees que tomar represalia contra nosotros? inquiri el ms joven.No hemos hecho nada malo! exclam el obeso, que comenzaba a

    resoplar y sudar copiosamente por el esfuerzo de la rpida marcha y el peso de sus ropajes. Estamos en nuestro derecho, somos legtimos miembros del gremio de magos. Si nos llaman, acudimos. Si no le gustan las creencias

  • de los reyes, que se apae con ellos.A esa vbora le trae sin cuidado si tenemos o no derecho asegur

    el del turbante. Se cree moralmente superior, ms ntegro y respetable que todos nosotros. Podra haber llegado a gran maestre, los dioses saben que sus conocimientos en las artes msticas le capacitan para ello y mucho ms, pero acus al gremio de indignos, de mercachifles, de abusar de la ingenuidad del pueblo y se march amenazando con hacer su justicia si lo crea necesario. Menudo bastardo sise. Se considera por encima solo porque sabe algunos trucos.

    Creo que lo suyo es algo ms que trucos manifest el joven.El del turbante gru contrariado, pero ninguno de los tres volvi a

    pronunciar palabra hasta que, tras recorrer a la carrera varias galeras, atrios, escaleras y patios mal iluminados, llegaron a las caballerizas, donde unos somnolientos mozos de cuadra los recibieron con cara de pocos amigos. Mientras les preparaban las monturas, se quedaron en mitad del patio, muy juntos e inmviles, mirando con temor a su alrededor.

    Deberamos separarnos propuso el del turbante. Que cada uno vaya por su camino. No creo que tenga inters en seguir nuestra pista, pero ya sabis que su humor es cambiante e imprevisible. Recordis lo que le hizo a aquel mago estpido de Prsiper que embauc a unos pueblerinos asegurndoles que poda hablar con sus difuntos?

    El obeso contuvo una arcada.No hables de eso precisamente ahora protest.Me contaron cmo castig a un mago de Ayante por vender un remedio

    contra la vejez murmur el joven. De veras puede llegar a ser tan cruel? Y ms an! asever el obeso. Acaso no inciner la ciudad de

    Onne con todos sus habitantes dentro porque se negaron a dar cobijo a los refugiados de Javo, cuando estos eran masacrados ante sus murallas por el ejrcito del Senescal Itexe?

    Los otros dos le miraron, dubitativos.Eso es lo que cuenta la gente, no? se defendi, fastidiado.Por quien siento toda esta historia es por sus majestades declar

    pesaroso el ms joven. Podramos decrselo.Decirles qu? se extra el obeso.Bueno se encogi de hombros. Decidles la verdad. Que lo de los

    dones no es ms que una vieja tradicin sazonada con un poco de ilusionismo que nicamente sirve...

    Para llenarnos los bolsillos concluy con una mueca el del turbante. Y de camino, por qu no te atas t mismo la soga al cuello? Si no lo haces t lo harn todos aquellos a los que nosotros, el gremio de magos, llevamos

  • dcadas embaucando. O mejor, sern tus propios colegas quienes acaben con tu estupidez.

    El joven volvi a encogerse de hombros.Yo solo pensaba en el beb musit. El pueblo, la corte, los reyes,

    creen en conciencia que un prncipe ser desventurado sin sus dones... Qu le va a pasar? Qu va a ser de l?

    Ser un infeliz vaticin el obeso.Bah! solt despectivo el del turbante. Ser un prncipe caprichoso,

    vago y tirano como lo son todos. Y si no, peor para l.

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    No te quedes con la intriga ydescubre cmo termina esta obra