El Enigma Peronista Cap 1

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    I. EL FENMENO PERONISMO

    La caracterizacin del peronismo es un asunto tratado porinnumerables estudios dentro y fuera de nuestro pas. A pesar detoda la tinta que ha corrido, contina siendo una incgnita para laopinin pblica internacional, una categora dudosa en las cienciassociales y un punto de inevitable controversia en el debate poltico-ideolgico. En la Argentina todos "sabemos de qu se trata" peroest lejos de existir consenso sobre su definicin, y no es extraoencontrar concepciones divergentes en el propio interior delmovimiento.Una larga lista de ensayos pretende asir el fenmeno como especie ovariedad de alguna categora poltica. Por un lado la lnea deinterpretacin asociada con el antiguo antiperonismo, enfatizandosus rasgos "totalitarios", ha insistido en ver esta fuerza como una

    expresin fascista, aunque la confrontacin rigurosa con los caracte-res del nazismo y el fascismo europeo ha llevado a la mayora de los analistas a desechar talfiliacin. En ciertos enfoques de base marxista se lo califica, con alguna benevolencia, denacionalismo burgus o partido "nacional democrtico", y ms crticamente de "bonapartismo". Encambio, desde el propio peronismo y otras lneas ideolgicas ms o menos prximas se lo haconsiderado un movimiento nacional-popular de liberacin nacional, "tercerista", e incluso derasgos socialistas. Determinadas caracterizaciones giran alrededor del concepto populismo, que enunos casos adquiere determinada entidad terica y para cierta ptica liberal es meramente sinnimode "demagogia" o de agitacin sin contenido. A este catlogo de definiciones hay que agregar lasque afirman la condicin sui generis del fenmeno, o sea su inclasificabilidad, y tambin unavariante que distingue la existencia de varios peronismos, con lo cual resultara ser en realidad unconglomerado contradictorio y por ende inestable de diversas especies.

    Cualquiera de tales aproximaciones, es decir todas ellas, se apoyan en aspectos ciertos de larealidad del peronismo, lo cual no debera sorprender ya que efectivamente ste muestra datosparadjicos: hay que admitir que una vertiente filofascista ha alimentado persis tentemente algunasexpresiones del movimiento, as como tambin reconoce influencias del marxismo y de variascorrientes socialistas; asimila en determinados aspectos una visin burguesa y hasta liberal, a la vezque aparece como expresin del movimiento obrero; se alinea con los nacionalismosrevolucionarios del Tercer Mundo, pero sostiene un programa semejante al de los partidosreformistas de tipo europeo. No es extrao que esto parezca inclasificable. Tampoco es desatinadala visin del peronismo como un conjunto que aglutina ms de una corriente poltica (V. Palermo,1988), de cuya incoherencia cabra deducir la probabilidad de su escisin. Sin embargo, estamosconsiderando un movimiento que se ha mantenido unido a pesar de sus innegables contradicciones,que no obstante sus diferentes "rostros" afirma una personalidad inconfundible, y que ha

    sobrevivido a las pruebas de la proscripcin y varios intentos de fractura, as como a ladesaparicin del lder que durante largo tiempo constituy su principal factor aglutinante. Laconclusin obvia es que, no obstante la distincin de tendencias interiores, el peronismo tiene queser explicado como un movimiento de sntesis, fenmeno que tiene una lgica poltica y una raznde ser.

    La perplejidad que suele suscitar el movimiento, su carcter "atpico" o "aberrante", surge deuna ptica que toma como modelo normal o regular los patrones de la poltica europea occidental,es decir el parlamentarismo demoliberal. Sin embargo, al considerarlo en la perspectiva histricaargentina y latinoamericana, el fenmeno no resulta tan sorprendente. Encontramos por ejemplomovimientos que el propio peronismo reconoce como antecesores, el federalismo argentino delsiglo XIX y el yrigoyenismo. En el primero, ciertos aportes del liberalismo revolucionario y deltradicionalismo catlico constituyeron un programa nacionalista con gran arraigo en las masaspopulares, dirigidas por caudillos militares que emergan de los grupos terratenientes criollos. Elyrigoyenismo, un movimiento personalista que en sus orgenes rehusaba considerarse "partido",

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    concit asimismo la adhesin de las mayoras populares, as como el concurso de muy variadascorrientes ideolgicas, desde el liberalismo clsico hasta el nacionalismo en sus vertientes federal ycatlica.

    Si extendemos la vista por Amrica Latina, el peronismo tampoco resulta tan excepcional.En los otros dos pases mayores de la regin encontramos anlogos movimientos abarcadores deamplias mayoras sociales e ideolgicamente "contradictorios", como el partido de la RevolucinMexicana, y el varguismo o el MDB en Brasil; en otros pases se han conformado incluso fuerzaspolticas del tipo del aprismo, el ibaismo o el MNR boliviano, que presentan "excentricidades"similares a las del peronismo. Lo que resulta excepcional en Amrica Latina es el modelo europeode partidos y el clsico espectro izquierda, derecha y centro. En cambio aparecen como unaconstante los movimientos nacionalistas con heterogneos componentes ideolgicos y amplia basede masas.

    La comparacin de estos movimientos proporciona un marco de referencia indispensablepara nuestra indagacin, y resulta adems reveladora de la identidad bsica que subyace en ladiversidad de los fenmenos polticos latinoamericanos. Esta ubicacin del tema nos permitiravanzar posteriormente en la revisin de algunos enfoques tericos que abarcan tambin aquellasotras experiencias "populistas" y, en la tercera parte del captulo, efectuar una aproximacin

    conceptual a los componentes ideolgicos del proyecto peronista, considerando cules son losactores sociales que lo han encarnado.

    1. El populismo latinoamericano

    Los elementos bsicos del "populismo latinoamericano suelen deducirse de una serie decoincidencias en el proceso poltico y econmico de la Argentina, Brasil y Mxico en el presentesiglo. Sus casos resultan, por cierto, representativos de la realidad de Amrica Latina, teniendo encuenta que en poblacin y otros recursos suman aproximadamente las tres cuartas partes delcontinente, adems de su tradicional influencia sobre los dems pases. El anlisis se enriquecerasin duda si incluyramos otros movimientos y partidos como el radicalismo chileno, el aprismoperuano, el MNR boliviano, la Accin Democrtica venezolana, etc. (cuya comparacin ha sido

    explorada principalmente por T. S. Di Tella, 1973; 1985), pero a los fines de nuestro trabajo sersuficiente focalizar los casos de los pases "mayores".

    Varguismo, cardenismo y peronismo

    Brasil, Mxico y Argentina presentan experiencias anlogas de ruptura con la dominacin delos grupos oligrquicos tradicionales que se haban consolidado durante el ciclo agroexportadoriniciado en el siglo pasado. Estrechamente interrelacionados con el nuevo ciclo de industrializacinsustitutiva, aparecen regmenes de gobierno que se apoyan en una amplia conjuncin popular y unavirtual alianza de diversos estratos sociales, utilizando el Estado para promover el desarrolloindustrial, nacionalizando reas econmicas estratgicas y realizando una poltica socialredistributiva favorable para las clases trabajadoras. Otros aspectos centrales son la afirmacin de

    la capacidad de decisin nacional y el intento de una poltica internacional independiente ylatinoamericanista. Tambin se da como un rasgo acentuado la organizacin sindical de los sectorespopulares vinculada a las formas de organizacin poltica. El poder aparece fuertementepersonalizado en la figura de un lder que dispone de gran capacidad de maniobra, por encima delas burocracias partidarias. La base social no resulta ser un grupo o una clase, sino la alianza deintereses entre varios sectores: el movimiento populista no es clasista sino "interclasista". Sudefinicin ideolgica es un nacionalismo popular, que apela ante todo a valores y tradiciones delucha del pueblo, enfatizando tambin la defensa de la soberana y la necesidad de la unidadnacional. Hay en estos movimientos cierto protagonismo militar, sobre todo inicialmente, que dealgn modo suple la inconsistencia del empresariado industrial o sea la ausencia de una tpicaburguesa moderna y tambin se manifiesta un estilo personalista y verticalista en el ejercicio delpoder.

    En Brasil, el ciclo populista se inici con la revolucin cvico-militar de 1930, que llev aGetulio Vargas a la presidencia encabezando un movimiento modernizante contra el predominio dela oligarqua paulista. Legitimado como presidente constitucional en 1934, Vargas recurri a un

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    En Mxico, aunque los antecedentes se remontan a la Revolucin de 1910, la fasetpicamente populista se manifiesta con el general Lzaro Crdenas, electo presidente en 1934. Estese apoy en las agitaciones obreras para renovar el impulso revolucionario, desplazando el controlburocrtico ejercido por el ex presidente Plutarco Elas Calles, que haba "llegado a ser elrepresentante del sector latifundista tradicional" (J. Labastida, 1985: 319). Crdenas reestructurel partido oficial y trat de encauzar en l el rol del ejrcito. En 1939 promovi para sucederle aotro general, Avila Camacho, en cuyo gobierno desempe la secretara de Guerra, pero elcardenismo fue perdiendo fuerza y qued reducido a una tendencia menor dentro del partido (R.Pozas, 1985: 285-323).

    En la Argentina, la experiencia comienza con el golpe militar de 1943 contra la viejaoligarqua agroganadera, y se convierte en un amplio movimiento popular incorporando a la clase

    obrera sindicalizada junto a una vertiente del yrigoyenismo, que representaba en cierta forma suinmediato antecedente populista. Elegido presidente por dos perodos, Pern fue depuesto por ungolpe en 1955, pero el justicialismo resisti dieciocho aos de proscripcin y volvi al poder en1973. Pern desempe la presidencia por tercera vez y luego de su muerte el gobierno fuederrocado; el movimiento subsisti reorganizndose como partido.

    Las coincidencias objetivas de estas experiencias no se tradujeron en acuerdos entre losgobiernos: el cardenismo fue anterior al peronismo, y coincidi con un perodo de inclinacin filo-fascista del varguismo; Pern y Vargas intentaron establecer una alianza, pero la influencia nor-teamericana en Brasil lo impidi (M. Hirst, 1985; Pern, 1984: 86-90). No obstante, los tresgobiernos mantuvieron posiciones anlogas en la poltica exterior latinoamericana, haciendovisibles esfuerzos por preservar su independencia ante las presiones imperialistas de los EstadosUnidos. La escasa comunicacin y la inexistente conexin orgnica entre estos movimientos

    incluso cierto desconocimiento mutuo de sus experiencias refuerza la idea de que sussemejanzas se explican por la naturaleza comn de la problemtica que afrontaban, a pesar de lasdisparidades de sus respectivas tradiciones polticas y la secular incomunicacin cultural entre lospases.

    La base industrial

    En trminos econmicos, la condicin de posibilidad de estos procesos era el crecimientoindustrial apoyado en la ampliacin del mercado interno, lo cual permita una coincidencia deintereses de importantes sectores medios y empresarios con las clases trabajadoras. La crisis de losaos '30 alent la industrializacin para sustituir manufacturas que no podan importarse, dada lafalta de divisas, y las circunstancias de la segunda guerra mundial configuraron otro perodo

    estimulante en el mismo sentido. Los pases latinoamericanos que haban alcanzado un gradoapreciable de diversificacin de su estructura productiva antes de 1930 se encontraban en condi-ciones favorables para emprender esa nueva fase de expansin. Esto requera adems un conjuntode medidas estatales para facilitar financiacin, promover obras y servicios de infraestructura, ytambin para asegurar la formacin de recursos humanos calificados (O. Sunkel y P. Paz, 1973:344-366).

    Los gobiernos populistas instrumentaron el Estado al servicio de la industrializacin y eldesarrollo socioeconmico, expandiendo el sector pblico, nacionalizando empresas extranjeras einterviniendo en la produccin, aunque en todos los casos se dej un ancho campo a las inversionesde capital local y externo, mediante distintas formas de articulacin de la actividad estatal y privada(ver F. H. Cardoso y E. Faletto, 1973: 109-126).

    En Brasil, Vargas instrument el confisco cambial que implicaba una subvencin a laoligarqua cafetalera pero permita al Estado controlar las divisas provenientes de la exportacinpara adquirir insumes y equipos industriales. Los sectores de inters estratgico fueron promovidosdirectamente por el Estado, alentando la formacin de una burguesa industrial que se constituy

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    Hasta el cardenismo, la Revolucin Mexicana no haba variado sustancialmente el control delas compaas extranjeras sobre sectores econmicos clave. Durante el perodo 1935-1940 senacionalizaron los ferrocarriles y el petrleo, y se promovi la industrializacin: la inversinpblica y privada se duplic, y la industria pas del 13,7% al 24,2% del ingreso nacional. Crdenastuvo que moderar sus planes socializantes para lograr el concurso de los empresarios, y en la ltimaetapa de su gobierno se defini el modelo de desarrollo que aplicaran sus sucesores, caracterizadopor el control estatal pero con amplias facilidades para el capital privado, e incluso las inversionesextranjeras.

    En la Argentina, el proceso de industrializacin empez en los aos '30 con escasaintervencin directa del Estado, como funcin de una burguesa industrial dependiente de laoligarqua agroimportadora tradicional. El peronismo apareci bastante despus lo que constituysu diferencia principal con el varguismo y el cardenismo realizando la tarea de consolidacin deldesarrollo iniciado, la extensin social de sus beneficios y la organizacin del apoyo crediticio y

    tcnico, incluso a los grupos incipientes del pequeo empresariado. La nacionalizacin de losferrocarriles, telfonos, lneas areas y martimas, as como el impulso a la siderurgia, laexplotacin petrolera y carbonfera, la industria automotor y otros sectores bsicos y deinfraestructura, constituyeron los aportes de la iniciativa estatal para desplegar la potencialidad delproceso, a lo cual hay que aadir la importancia de los nuevos servicios sociales,previsionales y educativos. De 1943 a 1949 el salario real de los obreros industriales se incrementen un 60%, y la poblacin universitaria se triplic largamente, pasando de 63.319 a 201.437estudiantes. Entre 1946 y 1949 la participacin de los trabajadores en la renta nacional aument del40,1 al 49% (D. Rock, 1975: 187;F. Chvez, 1975).

    Estas realizaciones, que a los crticos de izquierda parecen modestas, constituyeron sinembargo una transformacin cualitativa en estos pases, cuyas proyecciones se extienden hasta hoy:definieron un camino irreversible hacia la industrializacin y la modernizacin de la estructura

    social, aunque muchas de sus conquistas o sus logros polticos fueron derogados, desvirtuados orevertidos posteriormente. Es cierto que despus de la crisis del '30 y hasta comienzos de los aos'50 existieron condiciones bsicas favorables en materia de trminos de intercambio con los pasescentrales, que hicieron menos gravosa la reasignacin de recursos para financiar o apoyar eldesarrollo industrial. La posterior cada de los precios relativos de las exportaciones tradicionaleslatinoamericanas agudiz la puja distributiva y exacerb la oposicin de los gruposagroexportadores. Pero, adems, se manifestaron los lmites del proceso de industrializacinsustitutiva: el sector industrial dependa de tecnologas y bienes de capital importados y no exporta-ba, produciendo slo para el mercado interno protegido, por lo que los ingresos externos de laeconoma los aportaba la exportacin tradicional: la industria ya no permita ahorrar divisas, sinoque las reclamaba crecientemente para importar componentes, insumes y equipos. El conjunto deestas dificultades perturbaba la produccin y se traduca en problemas de desequilibrio en las

    cuentas externas (Sunkel y Paz, 1973; 366-380; M. Diamand, 1973: 56-61; C. F. Daz Alejandro,1965).

    Desplazados los movimientos populistas del poder, una segunda fase de industrializacinsustitutiva tendra como protagonistas decisivos las empresas transnacionales, que ingresaron o seexpandieron en los mercados protegidos, desarrollando nuevas ramas productivas y provocandouna compleja reestructuracin. Esta etapa, que se corresponda con un ciclo expansivo internacio-nal de los capitales norteamericanos, se proyect en Mxico a partir de las reformas introducidasbajo las presidencias de Miguel Alemn y Ruiz Cortines, y en Brasil y Argentina luego de la casisimultnea cada de Vargas y Pern a mediados de los '50. Los movimientos populares de lasdcadas siguientes enfrentaron la desnacionalizacin econmica y sus efectos sociales regresivos.

    A este rumbo del proceso latinoamericano de industrializacin, que resultara cada vez msuna va de profundizacin de la dependencia, se oponan las propuestas de integracin que Pernhaba formulado desde el comienzo de su gobierno, postulando "la constitucin inmediata de unaunin aduanera sudamericana, a fn de que formemos un bloque econmico" (cit. por F. Luna,1986: t. III, 10). La idea del ABC, el tringulo Argentina-Brasil-Chile como plan llave para la

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    integracin continental, inspir recurrentes iniciativas de Pern: el primer tratado bilateral conChile de 1946 no fue ratificado, pero en 1953 se pact una unin econmica argentino-chilena conel gobierno de Ibez. Aunque no fue posible concretar la adhesin de Brasil, se suscribierontratados anlogos con Bolivia, Paraguay, Ecuador, Colombia y Venezuela, en la perspectiva de unacomunidad regional que echara "las bases para los futuros Estados Unidos de Latinoamrica"(Pern, 1984; 79-92, 105, 172).

    Las limitaciones del mercado interno, las cclicas dificultades para una expansinexportadora sostenida, la necesidad de insumos crticos e incluso el insuficiente desarrollo deindustrias bsicas tenan solucin inmediata dentro del proyecto de integracin continental, del queiniciativas posteriores como la ALALC fueron un sucedneo inconducente. Como lo demostr unestudio del SELA (1982: 38), el total de las exportaciones y una elevada proporcin de lasimportaciones argentinas en el momento del bloqueo de los pases de la OTAN por el conflicto delas Malvinas podan ser respectivamente vendidas y compradas a los dems pases de AmricaLatina. Los obstculos con que han tropezado estas propuestas indican que existen fuertes interesescontrarios a un proyecto de esa magnitud, que alterara las reglas de juego del capitalismotransnacional y la tutela poltica norteamericana sobre la regin.

    Los movimientos

    Lo que caracteriza a estos regmenes y los distingue de otras experiencias de gobierno es suactuacin sobre el sistema poltico y econmico cambiando la relacin de fuerzas, desplazando aciertos grupos locales y extranjeros del poder econmico e incorporando los sectores popularescomo base del poder poltico. Las clases trabajadoras cumplen un rol central proporcionando alrgimen una mayora electoral, una base social susceptible de organizacin y movilizacin, yadems un factor de consolidacin del mercado interno que es el sustento econmico del modeloindustrialista, pues se convierten en importantes consumidoras de bienes y servicios.

    Un rasgo caracterstico de los movimientos que sostienen estas experiencias es su fundacinu organizacin desde el Estado. No se trata de partidos surgidos en el llano o en la oposicin casode otros populismos como el APRA sino de estructuras creadas "desde arriba", modeladas desde

    el poder por decisin del jefe del gobierno. Otro aspecto muy interesante es la composicin socialque reflejan las alas o sectores integrantes de la organizacin partidaria, que adquiere cierto perfilde coalicin.

    Vargas, que provena de la Alianza Liberal de los aos '20 y luego estuvo cerca delintegralismo profascista, fund al fin en 1945 sus dos partidos propios: el Trabalhista, de baseobrera y popular urbana, y el Social Democrtico, de corte moderado o burgus y con ms arraigoen el interior rural. Vargas fue candidato a presidente por ambos partidos, y despus de su muertestos integraron una frmula mixta con sus respectivos lderes: Juscelino Kubitschek-Joao Goulart.

    Crdenas dio una dura batalla, siendo ya presidente, para tomar el control del PartidoNacional Revolucionario, y cuando consigui expulsar a Calles lo recre en 1938 con el nombre dePartido de la Revolucin Mexicana, sustituyendo su estructura regional basada en el caudillismopor una organizacin representativa de cuatro sectores: campesinos, obreros, militares y clases

    medias. Su sucesor, Avila Camacho, suprimi el sector militar en 1940, y en 1946 disolvi el PRMpara crear el Partido Revolucionario Institucional, instrumentando la concentracin del poderpresidencial y un desplazamiento de la izquierda cardenista.

    Pern forz la integracin en una fuerza nica de los dos partidos que le haban permitidotriunfar en las elecciones de 1946: el laborista de base obrera, cuyos fundadores fueron marginados,y la UCR renovadora, de clase media. Paralelamente, Eva Pern organiz a las mujeres comoPartido Peronista Femenino, y el Movimiento peronista" incluy adems la CGT. El justicialismomantuvo siempre esta distincin de ramas.

    Otra caracterstica significativa de estos movimientos es la organizacin corporativa de lossectores populares por cierto muy diferente al corporativismo de inspiracin fascista, ya que semantiene la individualidad de clase y el encuadramiento poltico-partidario de esasorganizaciones. Distinguindolos de los ensayos corporativistas excluyentes tpicos de ciertosregmenes antipopulares, G. Pasquino (1981) califica esa modalidad como incluyente, ya que susobjetivos son centralmente movilizadores, con el efecto de controlar o disuadir los desafossociales, pero reforzando y no reemplazando la participacin poltica clsica.

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    El varguismo sancion una legislacin laboral y de previsin social, impuls el desarrollo deun nuevo sindicalismo sujeto al reconocimento oficial en todo el pas, y mantuvo independenciafrente a las entidades patronales de la industria, que actuaron como grupos de presin (L. MartinsRodrigues, 1977). El cardenismo se apoy en un importante sector sindical de izquierda, ypromovi la unificacin de diversas organizaciones de masas a travs de la Confederacin deTrabajadores de Mxico (CTM) y la Confederacin Nacional Campesina; por otro lado, se cre unaConfederacin Nacional de Cmaras de Comercio e Industria. Desde su origen, el peronismo tuvobase en los sindicatos obreros que fueron su principal respaldo social y poltico; obtuvo el apoyo dela Federacin Agraria Argentina, representante de pequeos propietarios y arrendatarios rurales, ytrat de organizar el empresariado dentro de la Confederacin General Econmica (CGE); lomismo se intent con los estudiantes y profesionales en la CGU y la CGP, aunque en los sectoresmedios predominaron las entidades opositoras.

    La presencia o la influencia militar en estos movimientos no es solamente accidental. Vargasfue un lder civil, pero desde el comienzo los tenentes constituyeron un factor de importantegravitacin en su gobierno. Crdenas y Pern no slo salan de las filas del ejrcito, sino quecontaron con los cuadros y las instituciones militares o algunos sectores de ellas como respaldodecisivo en determinadas coyunturas. En los ejrcitos de aquella poca aparecen ntidamente

    ciertos grupos que, a partir de una conciencia nacionalista, proponen la industrializacin ycoinciden con el proyecto populistaEn cuanto al discurso ideolgico, cada uno de estos movimientos tiene sus particularidades.

    Alrededor de un eje nacionalista de tono social, el varguismo acentu, en fases sucesivas,expresiones corporativas, democrticas y socializantes. El cardenismo se inscribe en la tradicindemocrtica y laicista de la Revolucin Mexicana, profundizando afirmaciones socialistas yantifascistas. Pern define su doctrina justicialista como tercera posicin entre capitalismo ycomunismo, entre liberalismo y marxismo, proponiendo un nacionalismo democrtico, social ycristiano. En el varguismo y el peronismo se advierten ciertas influencias del modelo fascistaitaliano; ello fue ms evidente en Vargas, hasta que en 1941 cambi tomando partido por losaliados. Aunque la doctrina justicialista asumi los contenidos del cristianismo, el peronismocomo el cardenismo tuvo un grave conflicto con la Iglesia catlica motivado por divergencias

    doctrinarias y colisin de intereses polticos. Hay una notable semejanza, por otra parte, en elcombate ideolgico y poltico que libran estos movimientos contra la oposicin conservadora o dederecha, que los acusa de totalitarismo" por vulnerar los derechos y libertades in dividuales. Lasrelaciones con la oposicin de izquierda son ms complejas: el varguismo tuvo fases de acerca-miento y enfrentamiento con el Partido Comunista Brasileo; el cardenismo cont en general conapoyo comunista; el peronismo se enfrent duramente con comunistas y socialistas, aunque asimilalgunas fracciones de izquierda y tuvo con otras algunos perodos de entendimiento.

    La descendencia

    El momento de prueba para estos movimientos articulados desde el gobierno comienzacuando son desplazados del poder y se opera una fuerte reaccin contra las estructuras que han

    edificado. Sobreviene entonces una radicalizacin de sus planteos, que encuentran mayor o menoreco popular segn la evolucin del proceso poltico. De diversas maneras los regmenes posteriorescontinan algunas orientaciones irreversibles, y se hace evidente la inviabilidad de la propuesta delas viejas oligarquas, pero en todos los casos hay una retrogradacin de las conquistas sociales yun recorte a la influencia de las organizaciones obreras.

    El varguismo se prolong en el trabalhismo liderado por el ex ministro de Trabajo deVargas, Joao Goulart, quien en 1962 accedi a la presidencia profundizando el programa populista.La reforma agraria trat de ampliar el movimiento hacia el sector campesino, donde prcticamenteno haba llegado la poltica de Vargas, pero ste fue tambin uno de los factores que motivaron suderrocamiento. El rgimen posterior al golpe militar de 1964 persigui e inhabilit a sus dirigentes.Al morir Goulart, el liderazgo fue asumido por Leonel Brizola, quien defini una lneasocialdemcrata manteniendo el tradicional perfil nacional-populista. Tambin en el MDB senuclearon muchos dirigentes del varguismo, entre ellos el malogrado presidente electo TancredoNeves, que haba sido primer ministro de Goulart. Pero las nuevas organizaciones sindicales seapartaron del trabalhismo constituyendo, con el apoyo de grupos progresistas catlicos, el

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    movimiento de la CUT y el Partido de los Trabajadores.El cardenismo sigui siendo la llamada "izquierda oficial" dentro del PRM, debilitndose en

    la poca del PRI. Logr influir desde sus bases sindicales, pero se fue diluyendo polticamente.Crdenas fue ms adelante el impulsor del Movimiento de Liberacin Nacional, un efmeroagrupamiento de tendencias solidarias con la Revolucin Cubana. Puede decirse que el cardenismocontinu inspirando a la izquierda nacionalista y democrtica, dentro y fuera del partido oficial.Posteriormente resurge con el liderazgo de Cuauhtmoc Crdenas hijo del ex presidente, exgobernador de Michoacn, que se separ del PRI en 1987 y fue candidato del Frente DemocrticoNacional en las elecciones de 1988, provocando una escisin importante en el oficialismo.

    El peronismo sobrevivi a casi dos dcadas de proscripcin, persecuciones e intentos deasimilacin, replegndose en la clandestinidad y en los sindicatos y siguiendo las directivas dellder exiliado. Recuper la casi totalidad del sindicalismo, ampli su organizacin e influencia en lajuventud y las clases medias; Pern radicaliz sus consignas, apoy la accin de los gruposarmados, pact con los dems partidos para aislar a la dictadura militar, y volvi al poderreuniendo una enorme mayora electoral. Pero las contradicciones entre la izquierda y la derechaperonista tornaron inmanejable el movimiento a la hora de ejercer el gobierno. La muerte de Pernexacerb las confrontaciones y dej un persistente vaco de autoridad, que slo ha podido

    comenzar a subsanarse a partir de 1985, cuando los renovadores consiguieron legitimar unadirigencia a travs de la democracia interna; en esta nueva etapa el clsico nacionalismo popularderiv en un reformismo moderado, y el gobierno de Menem impuls en 1989 un programa eco-nmico liberal manteniendo ciertos aspectos del estilo populista tradicional.

    De los tres movimientos, el peronismo es el que ms ntidamente ha mantenido lacontinuidad orgnica, a pesar de las transformaciones que se fueron operando en su seno. Yahemos sealado cmo el cardenismo se prolong en lo que muy genricamente podra llamarse laizquierda de la Revolucin Mexicana, y luego con Cuauhtmoc Crdenas ha fundado una nuevacoalicin poltica. Aunque el trabalhismo democrtico (el PDT) de Leonel Brizola suele serconsiderado heredero directo de Vargas, muchos de los dirigentes, grupos y experiencias polticasnucleados en el PMDB pueden considerarse igualmente descendientes del varguismo, y ni unos niotros mantienen una identificacin demasiado acentuada con sus fuentes. De todos modos, la

    articulacin de una opcin de poder requiere una alianza de estos sectores con el pujante PT, queexpresa las bases obreras y populares en las zonas ms dinmicas del pas.La comparacin de los tres populismos nos ayuda a comprender mejor cada uno de ellos,

    situndolos en el espectro poltico latinoamericano como emergencia caracterstica de un momentohistrico. Los economistas han realizado estudios comparativos de la fase de despegue de laindustrializacin sustitutiva que aportan una visin esclarecedora sobre las condiciones de analogaque presentan estos pases. Sin embargo, los cientistas polticos no han profundizado en la mismamedida el anlisis de los paralelismos, afinidades y tambin divergencias entre los respectivosmovimientos nacional populares. Estos movilizaron profundamente y produjeron un avancesustancial en la politizacin de las clases subalternas, y su carcter revolucionario consiste en quehicieron imposible el retorno al antiguo sistema oligrquico. Recibieron aportes dismiles delmarxismo, el fascismo, el liberalismo y el cristianismo, pero sus rasgos ideolgicos bsicos

    expresan un nacionalismo popular tpicamente latinoamericano, que enraza con las tradiciones dela lucha de nuestros pueblos por su emancipacin. Seguramente esa continuidad de una profundacorriente histrica nacional popular es ms importante que la influencia de los modelos europeospara filiar estos movimientos.

    El interrogante es si las fuerzas que surgieron hace medio siglo respondiendo a los efectos ylas oportunidades que implic en Amrica Latina la crisis del '30 y la guerra mundial pueden darrespuesta a los desafos actuales, vinculados con otra crisis mundial muy diferente. El panorama defines de los aos '80 muestra un renovado ascenso e indica la posibilidad de retorno al poder, en lostres pases mayores del continente, de los descendientes del varguismo, el cardenismo y el peronis-mo. Esto pareciera tener razones ms profundas que la simple casualidad. Pero las exigencias delpresente cuadro socioeconmico, en el que de algn modo estn siendo puestos a prueba, imponenuna actualizacin de su programa, y tambin una transformacin de estas fuerzas (en el sentidoliteral, cambiar de formas) para seguir siendo fieles a sus motivaciones originarias. Cules son lasnuevas formas, la nueva sntesis que adoptan los partidos "sucesores"?

    Entre los factores de diferenciacin de las experiencias inciden las disparidades de desarrollo

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    y las caractersticas del bloque de intereses dominante en los respectivos pases, as como laconformacin de las capas populares mayoritarias. Es evidente por ejemplo que el progresivoestancamiento argentino tiene consecuencias distintas que el accidentado crecimiento brasileo,donde la clase obrera contina expandindose y asimilando migrantes campesinos; o que laestabilidad del sistema mexicano no es comparable con la irregular evolucin poltica de los otrospases. Sin embargo, en los tres casos se configura en los ltimos aos un rgimen democrticopluralista que es valorado como una conquista popular, e inciden procesos anlogos deconcentracin del poder, crisis financiera y reestructuracin industrial, marginalizacin laboral,regresin del sistema de seguridad social, inflacin, etc., que reclaman anlogas respuestaspolticas de los sectores populares.

    La nueva corriente cardenista rompi con el tronco histrico del PRI, ante la progresivainclinacin de ste hacia el proyecto neoliberal "modernizador". El trabalhismo democrtico deBrizola se escindi de las variantes "de derecha" del varguismo, pero su espacio social fue ocupadoen parte por la expansin del PT, liderado por el sindicalista Luiz da Silva (Lula); esta expresin ms radicalizada y combativa de un laborismo basado en los sindicatos como el de la anterioretapa populista, sera en tal sentido una descendencia de otro tipo. El justicialismo se reestructurmediante la lucha democrtica interna evitando rupturas como las que sufrieron los dems

    movimientos; sin embargo, est sometido a fuertes tensiones y contradicciones que pueden tornarsecrticas ante el vuelco liberal del gobierno de Menem.La evolucin de estas fuerzas "sucesoras" y su papel en la escena poltica actual est an

    procesndose, sin que una efectiva comunicacin entre ellas les permita reconocer suscoincidencias y debatir los problemas que afrontan. Es evidente que, a partir de la matriz populistaoriginal, atravesaron perodos de radicalizacin pero fueron insertndose luego como partidos enun sistema poltico pluralista, descartando las vas revolucionarias. Uno de los dilemas centralesque se les presenta hoy es la actualizacin de sus programas, basados en el modelo de Estadodirigista, para impulsar una salida de la crisis congruente con las expectativas de sus bases sociales.

    2. LA LUCHA POR EL SIGNIFICADO

    Fascismo, populismo, corporativismo, revolucin, modernizacin: el lenguaje poltico, suvocabulario de lugares comunes y categoras, sirve para revelar y ocultar, para aclarar o confundirla visin de los fenmenos sociales. Segn palabras de un poeta amigo, el pulido discurso de losfuncionarios del desarrollo se especializ en rebautizar los efectos para ocultar las causas. El lxi-co de las ciencias sociales, que llega al pblico amplificado por los medios de comunicacin, estcargado de intencionalidad ideolgica. Es ineludible entonces el cuestionamiento de losinstrumentos conceptuales. Cierta regla del razonamiento lgico exige que, antes de iniciar unadiscusin, las partes se pongan de acuerdo sobre el significado de los trminos a emplear; aunquecomo dijo Canal Feijo, "una vez de acuerdo sobre el significado de las palabras, para qu

    seguir hablando, de qu ya?".

    Un precedente memorable de batalla semntica, protagonizado por Alberdi un siglo atrs,impugnaba el significado de los trminos civilizacin y barbarie utilizados por Sarmiento: nada

    ms absurdo, deca, que llamar brbaros a los campesinos argentinos de origen, religin y lenguajegreco-latinos. "Hay una barbarie letrada mil veces ms desastrosa", la de los "civilizadores" quearrasaron las campaas con guerras dos veces ms largas, sangrientas y onerosas que las de loscaudillos federales, hipotecando las rentas y el futuro del pas (Alberdi, 1895-1901: X, 241; XI,615).

    Aquella cuestin se prolonga en nuestros das con la dicotoma engaosa que encierran lasnociones de desarrollo y subdesarrollo, de la cual se deduce la ideologa de la modernizacin.Frente al uso impuesto de estos trminos, Celso Furtado, Osvaldo Sunkel y otros economistaslatinoamericanos reformularon la idea de subdesarrollo, explicndolo como un fenmenosincrnico resultante del desarrollo de los pases centrales. Hace medio siglo, Haya de la Torreinvirti la frmula de Lenin para afirmar que en Amrica Latina el imperialismo no era la ltimasino la primera fase del capitalismo; hoy, entre los regulacionistas franceses se constata casi con losmismos trminos que tambin en la economa central "el capitalismo naci del imperialismo (A.Lipietz, 1987: 72-75). Desde diversos ngulos, el revisionismo histrico argentino, el indigenismode Maritegui y Haya de la Torre, la antropologa americana que esbozaron Rodolfo Kusch o

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    Darcy Ribeiro, fundamentan el replanteo de nuestra historia recusando el paradigma eurocntrico.Es un camino difcil, contra la corriente de la rutina acadmica y las modas intelectuales.

    Pero no hay otra forma de evadirnos de la red neocolonial que dejar de "ser pensados" desdeel centro y pensar por nosotros mismos. Seria tan torpe cerrar los ojos a las teoras que provienendel mundo desarrollado como aceptar sus modelos sin cuestionarlos. No es posible asimilar lariqueza del pensamiento occidental sin operar una revisin crtica de sus contenidos, lo cual suponepara el intelectual del mundo perifrico una doble responsabilidad: pensar y revisar las categorascon que piensa. Este tamiz conceptual exigir a menudo subvertir, invertir o inventar susproposiciones, evitando a cada paso caer en las trampas de una lgica descentrada de su objeto. Esaes nuestra propia lucha por el significado. En la Argentina, uno de los terrenos de batalla tal vezel ms escabroso, el ms arduamente disputado es precisamente, y no casualmente, la caracteri-zacin del movimiento peronista.

    En las pginas que siguen emprendemos una pesquisa de las distintas posiciones adoptadaspor los actores del debate ideolgico, desde la artillera de grueso calibre respecto del "fascismoperonista" o las ideas sobre su contenido revolucionario, hasta las ms sutiles elabora ciones de lateora del populismo. No es un catlogo exhaustivo, sino un sumario recorrido en torno de algunastesis a travs de las cuales es posible ir aclarando las lneas de sentido del fenmeno peronista.

    Un fascismo retardado o imaginario

    La identificacin del peronismo con el fascismo se remonta a la poca de la UninDemocrtica, que reuni en su contra a todos los partidos tradicionales, y al embajadornorteamericano Braden, cuando el jefe comunista Victorio Codovilla acu la clebre consigna de"batir al naziperonismo". Esta idea, que pareca haber sido suficientemente refutada y descartada,al menos en el debate pblico local, reapareci sin embargo en algunos ensayos de los ltimostiempos.

    En un conocido estudio colectivo sobreLa naturaleza del peronismo (1967: 157), el profesorCarlos Fayt, notorio antiperonista, detecta numerosas y ominosas semejanzas con el fascismo,aunque con la precaucin de reconocerles entidad de "analogas formales o externas". De las

    numerossimas opiniones citadas o recogidas en ese trabajo, slo un antiguo texto del conservadorReynaldo Pastor llega a calificar al peronismo de "versin verncula" del nazifascismo (Pastor,1959; 187 y ss.); Seymour Lipset capta que sus bases obreras y su contenido anticapitalista noconfiguran un fascismo, sino en todo caso un "fascismo de izquierda"(Lipset, 1963: 152 y ss.); porsu parte, Halpern Donghi expone la tesis del fascismo posible, es decir, que Pern habraestablecido la mxima dosis de fascismo que el pas era capaz de soportar (Fayt, 1967: 198).

    La interpretacin del peronismo en clave fascista omite las insalvables diferencias histricasentre los pases del Viejo Mundo donde existieron regmenes de tipo fascista y la realidad de unpas como el nuestro, homologa el nacionalismo expansionista europeo con el nacionalismodefensivo latinoamericano, asimila la estructura movimientista del peronismo con el partido nicoy el corporativismo, e ignora tanto la diversa composicin social como los grupos de interesesdominantes en uno y otro caso. Es un ejercicio tpico de transposicin impropia de las

    categorizaciones europeas, que oscurecen en vez de aclarar el objeto.La cuestin aparece una vez ms debatida en una reciente compilacin de Jos Enrique

    Miguens y F. C. Turner (1988: 20-42), donde el primero recuerda y critica con copioso apoyodocumental el origen de estos equvocos. Cristian Buchrucker (1987: 392-399), aunque califica alperonismo como populismo autoritario, refuta las comparaciones con el fascismo formuladas porautores como Peter Waldmann, P. M. Mayes, R. J. Alexander, Thamer y Wippermann. Si bien elextremismo de derecha prolifer durante el "intento de fascistizacin"que sufri el peronismo y elpas en 1974-75, segn lo califica en otro texto Buchrucker (1988: 77), hay que recordar, comohace el mismo autor, que fue contrarrestado desde el interior del propio movimiento. Este tema,sobre el que volveremos ms adelante, merece una reflexin ms detenida. Aunque aquella etapade descomposicin del gobierno sobrevino despus de la muerte de Pern, ello no exime totalmentesu responsabilidad por el encumbramiento de los aventureros irresponsables que ejercieron elpoder. Hubo, en cualquier caso, una derivacin "fascistizante"del peronismo, que arriesgaba con-vertirlo en instrumento de los intereses del establishment, negando su proyecto histrico y suprograma de 1973. Pero lo ms parecido al nazismo que vivi la Argentina vino despus, y para

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    ello fue necesario desalojar al peronismo mediante el golpe de Estado.De todos modos, en la poca del Proceso tuvieron alguna difusin las tesis acerca de una

    supuesta continuidad entre el populismo peronista y el autoritarismo militar, llevando al extremoalgunas observaciones de Guillermo O'Donnell (1982) y Alain Rouqui (1984) en sus estudiossobre la hipertrofia militarista en la Argentina. Entre otras contribuciones a la confusin general, elmarxista espaol Sergio Villar (1978) juzgaba desde Pars al peronismo como "un fascismo deefectos retardados": caracterizando una progresiva autonoma de los militares como fraccin de lasclases dominantes en pases como la Argentina y Brasil, abusaba en realidad de la conocidametfora del partido militar y atribua las culpas originarias del fenmeno al peronismo y elvarguismo. Con mayor informacin y rigor, algunos trabajos de Marcelo Carmagnani y otrospolitlogos italianos (1981) exploraron las similitudes aparentes y las profundas divergencias queimpedan confundir el Estado populista latinoamericano con el Estado autoritario de aquellasdictaduras.

    En escritos anteriores, Juan Jos Sebreli (Fayt, 1967: 198-200) reconoca al peronismo haberrevolucionado el viejo orden caduco propugnando uno nuevo, practicando una propedutica delpoder popular. Autocrtico de sus veleidades juveniles, en un libro posterior cree descubrir lastendencias imaginarias del peronismo y su carcter "reaccionario", dado que "aspir siempre a ser

    un fascismo y realiz la mayor cantidad de fascismo que le permitieron la sociedad argentina y lapoca en que le toc actuar"(Sebreli, 1983: 24). El sesgado racconto histrico que hace el autor apartir de ese juicio de intenciones pretende apuntalar la tesis que podra llamarse del fascismointerruptus, ya que ste, "como todo en el peronismo, qued a mitad de camino".

    Algo parecido sugiere Pablo Giussani (1984: 200) en su agudo ensayo sobre los montoneros,donde habla de un "fascismo bsico" de Pern, cuya insercin histrica "habra de desgajarlo de

    su molde originario"; el fascismo resulta ser entonces una permanente intencionalidad del lder,que produca efectos contrarios a los deseados: en vez de conquistar el establishment se enfrent al, en vez de la conciliacin de clases deton una guerra de clases, etc. (otra vez la paradoja delfascismo de izquierda?), todo lo cual se hilvana en una argumentacin dirigida a conjeturar quePern instrument su propia amenaza guerrillera para espantar a la burguesa y conseguir queaceptara la solucin fascista.

    En ese tipo de razonamientos, el fascismo peronista no va mucho ms all de un juicioimpresionista sobre los designios de Pern, asunto por cierto discutible que no carece de inters,pero resulta por lo menos insuficiente para caracterizar el movimiento histrico real que l fund ylo sobrevive. El modelo fascista, que interes a muchos polticos latinoamericanos habitualmenteno imputables de tentaciones totalitarias, desde Jorge E. Gaitn hasta Lisandro de la Torre,aportaba algunos elementos importantes para la remodelacin del Estado en el sentido de unaestrategia de desarrollo y autonoma nacional, a pesar de su contenido autoritario y reaccionario. Suinfluencia es un dato a tener en cuenta, aunque no explica ni sirve seriamente para categorizar elperonismo.

    El movimiento nacional

    El enfoque del peronismo como nacionalismo burgus se relaciona con el anlisis marxistade la etapa "democrtico-burguesa", realizadora de cambios anlogos a los que signific larevolucin de 1789 en Francia. La percepcin leninista del problema nacional en los pasesdependientes, enfatizada por Trotsky, seala el carcter progresivo de la lucha de los pueblosoprimidos por la independencia y la unidad, valorizando los movimientos nacional-democrticoscomo precedentes o como potenciales aliados de la causa del proletariado. Tal es el fundamentoterico de la corriente de la izquierda nacional que integraron intelectuales provenientes dediversas tradiciones marxistas.

    Recogiendo una tradicin significativa aunque muy minoritaria en el pensamientosocialista, que expres principalmente Manuel Ugarte, los ensayos de Jorge Abelardo Ramos(1949; 1973) desarrollan la tesis de la revolucin nacional inconclusa. Iniciada en 1810 a escalacontinental, encarnada por las figuras de Bolvar y San Martn, la revolucin no llega a consumarsepor la regresin oligrquica y la influencia del imperialismo britnico que balcaniz AmricaLatina. El proyecto revive en Argentina con las luchas federales de los caudillos del interior, en lafigura de Roca, en el yrigoyenismo y en el peronismo. La causa de la nacin latinoamericana

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    reconoce asimismo las contribuciones del aprismo y Maritegui, el MNR y otros movimientosnacionalistas populares. En esta concepcin resulta clave el papel revolucionario del ejrcito, y deall el nfasis que pone Ramos en reivindicar el protagonismo militar en las luchas nacionales,asunto sobre el cual tambin se destacan los aportes de interpretacin histrica de EduardoAstesano (1949). Una idea que recorre el anlisis de Ramos sobre la revolucin y lacontrarrevolucin en la Argentina es la existencia de dos ejrcitos, en rigor dos formas deinstrumentarlo, al servicio de la causa nacional o contra ella.

    El peronismo representa para Ramos un frente nacional, en el que destaca el aportesustancial del movimiento obrero y la actitud vacilante de la burguesa nacional, la cual a pesar deenriquecerse con Pern termina por abandonar el frente. Ramos fue el precursor de la definicin delperonismo como rgimen "bonapartista" aplicando un concepto de Marx y Engels que Trotskyreactualiz en relacin con los pases coloniales (Hernndez Arregui, en Methol Ferr, s/d: 76-77).Tal rgimen representa objetivamente los intereses materiales de la burguesa, aunque sin darleparticipacin en el poder poltico, lo cual le permite hacer concesiones a otras clases; en losmomentos de crisis, las vacilaciones entre la revolucin y el orden conservador se resuelven a favorde este ltimo. Ramos afirma que "las revoluciones burguesas clsicas no fueron dirigidas niinspiradas por la burguesa, sino por otras clases que se subrogaron a aqulla en la fundacin del

    Estado nacional o en la conduccin del proceso revolucionario". El papel del jacobinismo pequeoburgus en Francia, la nobleza militar campesina en Alemania, etc., ejemplifican estedesplazamiento del protagonismo revolucionario, quizs con la nica excepcin de la revolucininglesa del siglo XVII. Las burguesas "semicoloniales", ligadas desde su origen al capitalextranjero, a sus mitos e ideas, y reverentes de su poder, tienen no obstante intereses encontradoscon el imperialismo, que se expresan a travs de los movimientos nacionales. Estos tienen elcontenido nacional burgus que corresponde a la poca y la situacin social, pero estn compuestospor distintas clases sociales, entre ellas el proletariado, lo cual frecuentemente aterra a losburgueses. "Baste recordar la actitud de los industriales frente a Pern y recprocamente paramedir las relaciones entre la burguesa nacional y el movimiento nacional" (Ramos, 1964: 114-116).

    Enrique Rivera (1958: 10, 37) sostena tambin que el peronismo represent "un

    bonapartismo apoyado primordialmente en el ejrcito", para lo cual instrument una burocraciacivil y militar, pero fracas en el intento de constituirse como eje de la revolucin nacional. Aun-que aquel rgimen bonapartista se elevaba por encima de las clases, "reflejaba primordialmente losintereses de la burguesa industrial argentina. Desde el aparato del Estado intent crear unaeconoma de base industrial, maniobrando entre las clases y las divergencias interimperialistas,pero finalmente los sectores burgueses que lo acompaaban lo abandonaron, y el mismo "aparatototalitario" que Pern haba creado lo redujo a la impotencia.

    El frondizismo, bajo la inspiracin de Rogelio Frigerio pretendiendo continuar laexperiencia "frentista" con su proyecto de desarrollo industrial basado en la incorporacin masivade capitales extranjeros elabor una concepcin anloga del movimiento nacional. Cuando estapoltica apareca an como expresin de la lucha antiimperialista contra la tradicionalsubordinacin a los capitales britnicos, las figuras ms brillantes del forjismo de los aos '30, Ral

    Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche, alentaron en sus escritos periodsticos la esperanza de reeditaruna experiencia anloga a la del peronismo; Scalabrini muri antes de la desilusin, pero Jauretchele sobrevivi para fustigar la defraudacin frigerista. Aunque cont con la adhesin de un sector delempresariado industrial, el gobierno de Frondizi de 1958-1962 no logr articular el concurso delmovimiento obrero para esa poltica, ni tampoco por motivos distintos el apoyo del ejrcito; porel contrario, stos se convirtieron en los principales factores de su fracaso.

    Despus el frondizismo involucion, hasta reducirse prcticamente a un partido de cuadrosdispuestos a guiar a los militares como vanguardia de una poltica desarrollista. Dicho esto, hay quereconocer que en los sectores populares persista la esperanza de la reaparicin de un ejrcitonacionalista como el que haba encarnado Pern. La teora de los dos ejrcitos elaborada en losaos '60 por la izquierda nacional tena notorios puntos de contacto con la visin del peronismo y eldesarrollismo, y puede ser considerada como una racionalizacin de las expectativas sobre el papelmilitar en un proyecto revolucionario. Ello fue poco escrupulosamente aprovechado por losejecutores de la "Revolucin Argentina" de Ongana; sin embargo, la sugestiva etapa de Levingstoncon Aldo Ferrer de ministro de Economa, apoyado por Oscar Alende, indica que la posibilidad de

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    un nacionalismo industrialista sustentado en el poder militar no estaba totalmente clausurada.Hernndez Arregui (1973 a: 397; 1973 b: 324-326; 348-350), compartiendo las tesis

    centrales de la izquierda nacional, entendi que el rgimen de Pern haba sido "una democraciaautoritaria de masas"; el peronismo, "con todos los defectos y contradiccionesque se quieran,era el partido nacional de la clase obrera, y a l deban sumarse los intelectuales y el estudiantadopara luchar junto a las masas: "ningn partido ha superado en la accin el contenidorevolucionario del peronismo". Ahora bien, "no se ha dado un solo caso en la historia de unarevolucin antiimperialista consumada nicamente por la clase obrera". La clase media, y elejrcito oriundo en definitiva de la misma, tenan un lugar importante en esa causa. A pesar desu divorcio de las masas trabajadoras y sus ligazones con el imperialismo, exista una raz nacionaldel ejrcito, al que le caba la responsabilidad de la liberacin y consolidacin de la naciniberoamericana.

    La izquierda nacional tuvo el gran acierto de ubicar al peronismo en el contexto de una grancorriente histrica latinoamericana y plantear las cuestiones de su contenido de clase. Pero tendi aabsolutizar el papel del ejrcito, menospreciando la importancia de la lucha democrtica paraacceder al poder, que fue sin embargo una constante en las experiencias populares de este siglo yen el propio peronismo. Por otra parte, la aplicacin de la teleologa marxista acerca del rol de las

    clases le rest ductilidad a sus anlisis sobre el proceso histrico del movimiento.El demonio populista

    Si la llamada "Revolucin Libertadora" de 1955 pretenda restaurar la vieja repblica liberalextirpando el "totalitarismo" de la "segunda tirana", dos decadas ms tarde las intenciones delgolpe militar eran sutilmente diferentes. El Proceso de Reorganizacin Nacional, como seautodefini eludiendo cuidadosamente la palabra revolucin y subrayando su pretensin re-fundacional, proclamaba solemnemente como "base doctrinaria" del mismo el objetivo de erigir"un Estado con autoridad", "apto para preservar a los ciudadanos del populismo demaggico y

    anrquico"(Junta Militar, 1979). El concepto de populismo se convirti en un anatema de la pro-paganda oficial y oficiosa, pretendiendo asimilarlo con las ideas de des-gobierno, corrupcin, caos

    econmico y tambin con la subversin, el otro demonio que "justificaba" todas las atrocidadesdictatoriales.Sebastin Soler (1980), por citar a un jurisconsulto que acompa fielmente la parbola de la

    vieja clase dirigente argentina en su trnsito del liberalismo autoritario al autoritarismo militarista,recomendaba pblicamente a los generales la drstica proscripcin del peronismo y aun de"muchos dirigentes radicales que se acercaron a Pern", para lo cual propona el modelo brasileode inhabilitaciones, la "casacin". Aunque en su opinin la solucin ptima era mantener ungobierno "revolucionario" o de excepcin por veinte o treinta aos para educar al pueblo: "En

    Espaa, hay que reconocer que el seor Franco tena una idea clara, precisa, que yo no

    comparta, pero que la aplic durante treinta aos, y al final se lleg a un resultado bastante

    discreto. Una vez le dijo Franco a Lanusse: el secreto est en el continuismo...". Es que segn eldoctor Soler, los males del pas se resumen en el peronismo y su "demagogia de carcter

    populista"..Para este polo del espectro poltico, el peronismo, y en alguna medida tambin el

    radicalismo, encarna el desborde popular, el descontrol de las masas, una situacin "anrquica" queslo puede ser conjurada por el Estado autoritario. En el lxico oligrquico, populismo se identificacon el estigma de la demagogia, definiendo las polticas que halagan "los apetitos" del pueblo. Laamenaza consiste en que ese pueblo no est educado para inteligir "la esencia del espriturepublicano", como deca Soler, explicando que los fundadores del liberalismo partieron de la baseilusoria de que los hombres eran buenos, inteligentes, y su voluntad tenda siempre al bien y laverdad. Al buen entendedor no se le escapa que, segn ese razonamiento, los pueblos son malos ynecios y su voluntad debe ser convenientemente reprimida.

    El discurso de la dictadura cuyos inspiradores revisaban con benevolencia el franquismono poda calificar al peronismo de fascista sin incurrir en una contradiccin: el peronismo no podaser perverso por tener alguna semejanza con el totalitarismo de derecha que el Proceso estabadispuesto a llevar adelante. De all que, acentuando el nfasis despectivo, la dictadura se apropibastante arbitrariamente de un trmino ya de por si ambiguo, que haba recorrido un largo camino.

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    El concepto populismo, acuado por Lenin en su crtica a una tendencia socialista quepretenda rescatar las tradiciones colectivistas del campesinado ruso, se aplic a los movimientosrurales del Medio Oeste y el Sur norteamericano de fines del siglo XIX y a otras manifestacionespolticas europeas y del Tercer Mundo (P. Worsley, 1970). En Amrica Latina, a partir de la clsicavisin de Gino Germn! (1962) sobre los fenmenos polticos que acompaan la transicin de lasociedad tradicional a la sociedad industrial, Torcuato S. Di Tella y otros cientistas sociales yensayistas polticos emplearon el trmino populismo para caracterizar determinados movimientosde masas emergentes en el proceso de industrializacin. Si bien el concepto se aplica confrecuencia para connotar simplemente un estilo de movilizacin social o una forma de lograr laadhesin popular, en las teorizaciones de esta lnea de pensamiento adquiere mayor precisindefinitoria, asociado generalmente con la nocin de "bonapartismo".

    Bonapartismo y Estado populista

    Germani explicaba que los "movimientos nacional-populares" surgen de una movilizacinen el sentido de ruptura de lazos y lealtades tradicionales de las clases subalternas con sus"superiores" que no encuentra mecanismos de integracin que los absorban, como ocurri en el

    proceso del siglo XIX en los pases industriales de Occidente. Di Tella (1974: 67 y ss.) desde unaperspectiva terica similar, interpreta que constituyen una forma de expresin poltica de lossectores populares que no han alcanzado su organizacin e ideologa autnomas, "de clase". Elfenmeno se explicara a partir del "efecto de demostracin" cultural, que en los pases endesarrollo afecta tanto a las elites como al grueso de la poblacin, generando expectativasdesproporcionadas en relacin a la base productiva existente. Una elite de nivel social medio o altomotivada contra el statu-quo, una masa movilizada "disponible" como resultado de la "revolucinde las aspiraciones", y una ideologa o estado emocional que favorezca un liderazgo entusiasta,seran los nexos de organizacin del populismo. Esta es la alternativa tpicamente latinoamericanaa la coalicin liberal o al movimiento obrero de tipo europeo; el liberalismo, utilizado comojustificacin de las clases dirigentes tradicionales, ha perdido sentido revolucionario, y elasociacionismo tradeunionista requiere una experiencia organizativa acumulada de la que carecen

    las masas. Dentro del gnero populista, Di Tella (1985: 337-338) distingue los partidospoliclasistas de integracin nacional como el PRI mexicano o la coalicin varguista, el populismode clase media del tipo aprista caso tambin de AD en Venezuela, MNR boliviano, MDB conprotagonismo de los estratos medios y escaso apoyo de la clase alta, y finalmente el populismoobrero o de tipo peronista, que sera semejante al trabalhismo a partir de la poca de Goulart,caracterizado por la participacin de pequeos pero estratgicos estratos superiores (militares,industriales) bajo un liderazgo movilizacionista. Di Tella (1974: 47) entiende que el destino"normal" del peronismo, incluso predecible, sera su transformacin en un partido laborista basadoen los sindicatos.

    En el anlisis de Di Tella, el populismo se identifica prcticamente con el bonapartismo, esdecir un rgimen autoritario opuesto al statu-quo tradicional, apoyado en sectores bajos"movilizados" con poca conciencia de clase, destinado segn Marx a ser meramente de transicin,

    aunque en la experiencia latinoamericana adquieren carcter "epidmico". Helio Jaguaribe utilizacon un alcance aproximado la denominacin de neobismarckismo para definir la combinacin degrupos burgueses industrialistas con sectores profesionales y militares modernizantes en laconduccin de un proceso de desarrollo (H. Jaguaribe, 1967).

    Un trabajo de Vania Bambirra y Theotonio Dos Santos (1977: 141 y ss.) sostiene que elEstado Novo varguista representa "una dictadura bonapartista que trataba de presentarse como'Estado amalgama' de los intereses de todas las clases (excluido el campesinado), pero que

    representaba en la prctica la imposicin sobre el conjunto de la sociedad de los intereses de la

    burguesa industrial. Vargas fue el creador de la tradicin populista en Brasil, con un fuerteliderazgo personal asumido en nombre del pueblo, aunque los autores hablan tambin de "uneficiente liderazgo de la propia clase burguesa", y destacan la capacidad del rgimen para ejercersobre la clase obrera y otras capas sociales "un amplio control paternalista-populista". Pero losindustriales abandonan posteriormente la ideologa nacionalista-populista dejndola en manos de lapequea burguesa y el proletariado, lo cual seala una de las causas del fracaso de ensayospopulistas como el de Goulart.

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    Al historiar los primeros gobiernos peronistas en la Argentina, Marcos Kaplan (1977: 20, 23y ss.) siguiendo el anlisis de Silvio Frondizi (1959) los cataloga como "bonapartismopopulista". El grupo que encabeza Pern "adquiere cierta independencia relativa frente a losdistintos grupos nacionales y frente al sistema internacional", convirtindose en arbitro ymanteniendo "un cierto equilibrio" entre distintos intereses y sectores actuantes en la sociedad. Elperonismo surge y se desarrolla como representante "de la burguesa, argentina en general y no deunos sectores exclusivamente".

    En una generalizacin sobre el rgimen mexicano donde no distingue al cardenismo, AdolfoGilly (1977: 43 y ss.) habla tambin de un "bonapartismo sui generis de los gobiernos de laburguesa"que hasta hoy explota "el mito de la continuidad"de la Revolucin de 1910. Aquellaclase que se consolida bajo la proteccin del nuevo Estado "nacional revolucionario" conquist"una legitimidad histrica ante las masas del pas que ninguna otra burguesa nacional

    latinoamericana ha podido alcanzar en la misma medida".

    En estas concepciones, el fenmeno populista latinoamericano aparece connotado depaternalismo, como forma de tutela del proletariado por una fraccin o por el conjunto de la claseburguesa. Vargas o Pern ejercen su liderazgo "en nombre de los intereses del pueblo", pero es unengao: no existen intereses del pueblo, sino slo intereses de clase, que son contradictorios, y por

    lo tanto el poder tiene que resolverse inevitablemente en predominio burgus o proletario. Todaalianza o compromiso tiene un equilibrio precario, y los lderes populistas deben inclinarse de unou otro lado; en el fondo son fieles a la burguesa, y sta se beneficia as del apoyo de las masas a suproyecto a cambio de concesiones limitadas. Sin embargo, otros anlisis marxistas como el deMarcello Carmagnani (1981) reconoce al Estado populista un fuerte grado de autonoma respectode las clases dominantes, y por lo tanto una forma interclasista que los distingue de los regmenesclasistas. Adems, aportes como el de Laclau (1978) permiten conceptualizar histricamente los"intereses del pueblo", segn veremos ms adelante.

    En la visin "internacionalista proletaria", del mismo modo que en la del cientificismodesarrollista, el populismo explotara la patologa del nacionalismo, que tiende a confundir losintereses de las clases populares. Lo que no advierten es que las masas no estn "disponibles" paracualquier manipulacin, sino que se identifican con un nacionalismo popular que resume la

    continuidad de sus luchas seculares por una concepcin igualitaria y esencialmente democrtica de"la patria". Los campesinos mexicanos, brasileos o argentinos que vinieron a nutrir el nuevoejrcito industrial no eran masas "vrgenes", sino portadoras de una cultura a la cual apelaron loslderes populistas. Los contenidos histricos de esa cultura popular tema que excede los lmites deeste trabajo se remontan a las races indgenas y criollas de Amrica, y en el caso del peronismohemos mencionado la gravitacin de las tradiciones federal e yrigoyenista, a la par que laexperiencia del movimiento obrero (ver cap. n, 2).

    Otra vuelta de tuerca sobre las cuestiones que consideramos es la focalizacin del Estadopopulista, como fenmeno resultante de las transformaciones que desencadena la industrializacinsustitutiva y de la prdida de hegemona de las oligarquas (O. Ianni, 1975). El nuevo poderemergente sera una alianza de fracciones de clase, sin hegemona de ninguna, que se legitima conel recurso a la movilizacin popular (F. Weffort, 1978). Su origen es la crisis de las oligarquas que

    se consolidaron en el ciclo anterior de exportacin primaria, y la incapacidad de las mismas para"transformarse en burguesas propiamente dichas"(Carmagnani, 1981).

    Aunque la denominacin "Estado populista" puede resultar equvoca, es indudable que elEstado entendido como estructura institucional de dominacin poltica, pero tambin comocampo de lucha y resolucin de los problemas de regulacin del sistema socioeconmico adoptauna nueva forma en la etapa industrialista, que en determinados aspectos instrumentales seprolonga ms all del eventual desplazamiento de los gobiernos populistas, y sufre el embate deotros intereses para remodelarlo. El Estado autoritario que configuran las dictaduras militareslatinoamericanas se apodera de ese aparato invirtiendo el significado de su funcionamiento.

    Refirindose en particular al caso brasileo, pero extrayendo conclusiones generalizables,Angelo Trento (1981) refuta la interpretacin del Estado populista como representacin de laburguesa industrial, ni siquiera en forma mediata, y lo caracteriza como situado "por encima delos partidos y las clases", ejerciendo un arbitraje poltico que justificara la expresin de Weffort"Estado de compromiso". Pero adems, "la creacin de una estructura de competencia,insustituible y autogenerable (burocracia tcnica, econmica, administrativa y sindical) y de un

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    siempre mayor espacio de intervencin directa en la economa"confieren a este Estado una basede poder como agente autnomo, operador de decisiones sobre todo econmicas. Desplazada lavieja oligarqua y frustrada la consolidacin de una verdadera burguesa industrial, la inexistenciade una clase hegemnica favorece el desarrollo de un aparato estatal con alto grado de autonoma,y da relieve al papel de su personal civil y militar.

    El recurso al pueblo

    En uno de los ms importantes ensayos tericos sobre el tema, Ernesto Laclau (1978: 165-233) procur resolver las perplejidades que implica para el anlisis marxista la nocin depopulismo, al cual concibe como una forma de lucha ideolgica que articula los contenidos de latradicin popular desarrollando un antagonismo con el poder hegemnico. Laclau rechaza la ideade que el populismo sea la superestructura necesaria de ningn proceso social o econmico, y porlo tanto critica la concepcin funcionalista de Germani y de Di Tella, que lo relaciona con laasincrona en los procesos de trnsito de la sociedad tradicional a la sociedad industrial; planteaadems un agudo cuestionamiento a esa teleologa de la modernizacin, es decir a la postulacindel paradigma de la sociedad desarrollada de tipo occidental, segn el cual se mide el grado de

    atraso o avance de los fenmenos polticos y los comportamientos sociales, y de lo cual se deducela visin del populismo como anomala o aberracin.Criticando el reduccionismo que atribuye una pertenencia de clase necesaria a todo elemento

    ideolgico, Laclau refuta la clsica adscripcin del nacionalismo como ideologa burguesa, y sealaque ste u otros contenidos pueden articularse, en principio, en los ms diversos discursos polticos.

    Populismo es un modo de apelar al pueblo en conjunto, ms all de las clases, para enfrentar elpoder establecido. Esta contradiccin entre el pueblo y el "bloque de poder" tiene en cualquier pasuna larga historia, lo que explica la continuidad de las tradiciones de lucha social no obstante lasdiscontinuidades en la estructura de clases (en el caso argentino, acotemos, los obreros urbanosperonistas asumen la tradicin de lucha de las masas campesinas federales). La vaguedad delconceptopueblo deja de ser tal si se lo considera "uno de los dos polos en la contradiccin domi-nante al nivel de una formacin social concreta". Aunque la lucha popular se dara siempre

    articulada a proyectos de clase, el pueblo, lejos de ser una abstraccin, es entonces un sujetohistrico real.El populismo recogera las "materias primas ideolgicas" que en cualquier sociedad expresan

    un antagonismo con la ideologa en crisis del bloque dominante, pero segn qu clase o fraccin declase lo instrumente ser o no revolucionario. Laclau distingue un "populismo de las clasesdominantes", donde incluye al fascismo y el nazismo, y otro "de las clases dominadas", como elmaosmo y en general los movimientos socialistas victoriosos (no dice dnde se ubicara elperonismo). Pese a sus evidentes diferencias, todos ellos lograron articular al pueblo en su discursopara cambiar elstatu quo y afirmar una nueva hegemona. El populismo de las clases dominantes,agrega, resulta altamente represivo porque intenta una experiencia peligrosa: en un rgimenparlamentario corriente las instituciones polticas contrarrestan el potencial revolucionario de lasinterpelaciones populares, en tanto que el populismo trata de desplegar dicho antagonismo, pero

    dentro de ciertos lmites.Laclau desarrolla la nocin althusseriana de "interpelacin" ideolgica, que supone por parte

    de las clases dominantes un proceso de absorcin y represin de contenidos populares ydemocrticos neutralizando los antagonismos, y por parte de las clases dominadas implicara unaoperacin inversa. En su tesis, el populismo consiste en "la presentacin de las interpelaciones

    popular-democrticas como conjunto sinttico-antagnico respecto de la ideologa dominante", locual es la condicin del xito de cualquier cambio social de fondo. El objetivo de la luchaideolgica de los sectores dominados debera ser "expandir el antagonismo implcito en lasinterpelaciones democrticas y articularlo al propio discurso de clase". En tal sentido, "un

    populismo socialista no es la forma ms atrasada de ideologa obrera, sino su forma ms

    avanzada". Por lo tanto, no habra socialismo sin populismo, y a la vez, las manifestaciones msradicales del populismo seran las socialistas. Si bien el autor admite que en ciertos casos esasinterpretaciones popular-democrticas adquieren "el mximo de autonoma compatible con una

    sociedad de clase", este momento que denominajacobinismo sera puramente transitorio.En definitiva, la denominacin populismo no caracteriza la naturaleza de un movimiento,

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    aunque resulta correcta si con ello se alude a una forma peculiar de articular las tradicionespopulares de antagonismo con el statu-quo como instancia de su estructura ideolgica. Poroposicin a los movimientos populistas, los que Laclau llama partidos populares seran unavariante donde los contenidos popular-democrticos se mantienen al nivel de meros elementos, sindesarrollar una alternativa realmente antagnica al marco ideolgico vigente, como podra ser elcaso de los partidos socialistas europeos.

    Sobre el caso argentino, Laclau explica cmo el Estado oligrquico articul en torno delliberalismo elementos ideolgicos dismiles, llegando incluso, con la cooptacin del radicalismo, aincorporar el reformismo democrtico. La crisis de los aos '30 produjo una desarticulacin de loselementos de su discurso, abriendo la brecha que el populismo peronista explot, desligando elliberalismo de sus ltimos vnculos con los contenidos democrticos. Pern condens en un nuevosujeto histrico las interpelaciones opuestas al bloque de poder oligrquico democracia,industrialismo, nacionalismo, antimperialismo enfrentando al ncleo liberal que constitua suprincipio articulador. La nueva clase obrera "pasaba a constituirse en el sector social msconcentrado y en la columna vertebral de todas aquellas fuerzas interesadas en la expansin del

    mercado interna y opuestas a la continuidad del liberalismo oligrquico".

    El discurso peronista, segn Laclau, circunscribi el enfrentamiento con la oligarqua liberal

    a los lmites de un "proyecto de clase": el desarrollo del capitalismo nacional: a cuyo efecto, ciertoselementos antiliberales pero no populares, como la ideologa militar y catlica, limitaban lapotencial explosividad del antagonismo. Por otra parte, la relativa "pobreza" de la doctrina oficialdel peronismo se explicara por el carcter mediador que asumi Pern y su "Estado bonapartista":a diferencia del totalitarismo fascista, el rgimen peronista no busca unificar o asimilar los aparatosideolgicos, ya que su fuente de poder reside en "su capacidad mediadora entre fuerzas opuestas".

    La radicalizacin del lenguaje peronista ms all de esos lmites tuvo lugar despus de 1955,frente a la incapacidad del liberalismo restaurado de absorber las demandas democrticas de lasmasas, y lleg a expresarse con la frmula del "socialismo nacional". En 1973 fracasaron losesfuerzos por articular la ideologa popular-democrtica en forma tal que fuera asimilable por laburguesa, y el rgimen de Isabel Pern "se hundi en un caos represivo" sin haber podidoestabilizar esa relacin.

    Este brillante trabajo de Laclau, que comentamos sintticamente a riesgo de esquematiza.rlo,ha sido prcticamente ignorado por el pensamiento socialista argentino. Tal vez deliberadamente,ya que pone en tela de juicio su propia historia, incorporando a la lgica marxista mucho de lo queen nuestro pas fueron aportes del nacionalismo en sus diversas vertientes tradicionales y deizquierda. Las "audacias" de Laclau no slo invalidan el clsico reduccionismo clasista de los parti -dos marxistas y su proverbial seguidismo del discurso liberal, sino que les seala como nicocamino posible un espacio que en la Argentina hoy est ocupado por el peronismo. El punto devista sustancial es el mismo de la "izquierda nacional" de la que este autor proviene, aunque elnivel de la exposicin y sus conclusiones, a tono con el debate europeo de los aos '70, se apartadel marxismo patritico de Ramos que conocemos.

    Jorge Bernetti (1983: 196-219) ha hecho su propio anlisis del "populismo" peronistaapoyado en la conceptualizacin de Laclau. De ese modo clarifica el tema del contenidodemocrtico de las luchas que se resumen en el movimiento, con independencia del escaso o nin-gn grado de conciencia de los actores en virtud de la apropiacin oligrquica del concepto dedemocracia, que es preciso rescatar. Su propuesta terica sera la necesidad de que el peronismosupere un "populismo utpico" para constituir un populismo democrtico "que pueda crear lascondiciones del socialismo", segn la sugerencia que plante Touraine. Si bien resulta siempreinteresante el conceptosocialismo, principalmente como va de comprensin mutua con las fuerzasprogresistas y populares del mundo y con los intelectuales, parece evidente que en el caso argentinoesa definicin introducira una limitacin del campo social que busca expresar el peronismo en lasactuales condiciones de lucha por el proyecto nacional-popular.

    3. EL PROYECTO Y LOS ACTORES

    Desde diversas perspectivas tericas, las posiciones hostiles, crticas o comprometidas con elperonismo que tratamos en las pginas anteriores definen una polmica de ningn modo agotadaalrededor de los primeros interrogantes que nos planteamos al comenzar este trabajo, sobre la

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    naturaleza social y la filiacin ideolgica del fenmeno peronista. Algunos de estos aportes sumi-nistran elementos de precisin para analizar el tema, que no desaprovecharemos en nuestraindagacin.

    Es necesario considerar ahora otras respuestas a la cuestin, que se deducen de las fuentesideolgicas que nutrieron la concepcin peronista contribuyendo a articular su proyecto histrico,as como de la insercin de las clases y grupos sociales en el movimiento. La versin populardelnacionalismo que definieron los forjistas, su asimilacin en los hechos y en la doctrina de Pern, yel papel que desempean sobre todo el movimiento obrero y algunos sectores empresarios ymilitares, permiten aproximarnos al interior del fenmeno, a su lgica propia y a la conciencia delos protagonistas. No por eso se trata de una definicin ms certera del peronismo, sino en todocaso de los fundamentos de su "autoexplicacin" y una interpretacin en funcin de sus actoressociales. En este recorte sincrnico de la experiencia histrica, apuntamos a caracterizar loselementos del peronismo que pueden considerarse permanentes en su evolucin, antes que otrosfactores y actores contingentes cuya incidencia tratamos ms adelante.

    El nacionalismo popular

    La primera utilizacin del trmino nacionalismo como categora poltica la hizo en laArgentina el partido de Bartolom Mitre, sobreponiendo al autonomismo bonaerense la "misin"de organizar (subordinar) el interior del pas. No fue muy distinta la acepcin que le dio elconservadorismo roquista. En cambio, Felipe Varela, uno de los ltimos caudillos federales, habaempleado el trmino con un sentido inverso, dentro de la concepcin americanista de su proclamarevolucionaria de 1866, llamando a las armas a los "compatriotas nacionalistas" contra elcentralismo porteo.

    De todos modos, el significado actual del nacionalismo como corriente ideolgica provienede los aos posteriores al ascenso del yrigoyenismo y a la Revolucin Rusa, cuando aparece unareaccin contra las luchas obreras instigadas por "agitadores extranjeros" y contra la "demagogiacmplice" de gobierno radical. Manuel Carls, fundador en 1919 de la Liga Patritica Argentina,con su programa para las clases medias y sus prcticas rompehuelgas, fue precursor del

    nacionalismo de derecha que el general Uriburu llev al poder con el golpe militar de 1930 (J. J.Hernndez Arregui, 1973a: 165 y ss; C. Buchrucker, 1987: 35 y ss.).Este nacionalismo, que Buchrucker denomina restaurador, tuvo diversas expresiones

    doctrinarias que no llegaron a articularse polticamente de manera unvoca, ni siquiera duranteaquel breve gobierno dictatorial. Sus figuras intelectuales ms influyentes fueron LeopoldoLugones y Carlos Ibarguren, idelogos del uriburismo, el padre Julio Meinvielle y Jordn BrunoGenta en el polo "fundamentalista" ms reaccionario, Nimio de Anqun como declarado propulsordel fascismo, Marcelo Snchez Serondo y Mario Amadeo entre los polticos y ensayistas, JuanPablo Oliver, Ernesto Palacio, Julio y Rodolfo Irazusta entre sus brillantes historiadores. Por sobremltiples matices es posible definir genricamente esta corriente en base a una serie de temascomunes que son, en rpida sntesis, sus postulados antiliberales y antidemocrticos, elrevisionismo histrico rosista, la denuncia del imperialismo anglosajn, la actitud conservadora y

    xenfoba frente al movimiento obrero, el antisemitismo, la identificacin de la nacin con losvalores de la tradicin cultural grecorromana, hispnica y catlica, el corporativismo, el elitismomilitarista, la adhesin al fascismo europeo y al franquismo, y un nacionalismo econmico yterritorial que aspiraba a cierto liderazgo argentino en Sudamrica o a la restauracin de la unidaddel Virreinato del Ro de la Plata.

    En 1935 un grupo de jvenes radicales opuestos a la conduccin alvearista del partido fundforja (Fuerza de Orientacin Radical de la Joven Argentina), en la cual se defini otra tendencianacinalista, principalmente a travs de las obras y la prdica de Arturo Jauretche, Ral ScalabriniOrtiz, Manuel Ortiz Pereyra, Luis Dellepiane, Homero Manzi, Jorge del Ro, Atilio Garca Mellid,Daro Alessandro y otros. Hernndez Arregui (1973a: 290 y sa.) destaca su carcter argentino ehispanoamericano, "sin influencias europeas", y Buchrucker (1987: 258 y SSJ la ubica comoexpresin de un nacionalismo populista, cuyos antecedentes y vertientes paralelas serian los tra-bajos de Manuel Ugarte, Haya de la Torre, el general Alonso Baldrich, Sal Taborda y Jos LuisTorres. A esta lnea se acercaron ms tarde intelectuales del otro nacionalismo como ErnestoPalacio, Ramn Doll, Jos Mara Rosa y Bruno Jacovella. Salvando sus matices, y atenindonos a

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    los numerosos documentos forjistas, las definiciones de este nacionalismo popular se contraponencon el nacionalismo uriburista al reivindicar a Yrigoyen y sustentar una visin democrtica,antiliberal sin llegar a la negacin autoritaria de las libertades, asumiendo como valor central laaccin y la lucha del pueblo, que es la sustancia de su idea de nacin; identificando la tradicinnacional con la cultura popular, el forjismo comprende y se acerca al sindicalismo obrero, yreivindica al "gringo" inmigrante a la par del criollo; rescata el contenido originario de 1a ReformaUniversitaria, se declara neutral ante la guerra civil espaola y la guerra mundial, rechazando tantoel imperialismo capitalista como el totalitarismo del Eje o el sovitico, y propugna la liberacin y launin de los pases latinoamericanos, en un continentalismo sin connotaciones hispanistas que secondensa en la idea de la Revolucin Americana.

    Su coincidencia bsica con el nacionalismo anterior es la critica a la dependencia econmica,compartiendo fundamentalmente una posicin antimperialista, pero sta resulta ms definida yconsecuente en los forjistas. Jauretche (1962: 42-43, 56-57) seala que aquellos nacionalistasoponan a los modelos de importacin del liberalismo otros modelos de importacin, a diferenciade FORJA, cuyo mtodo de anlisis caracterstico rehusa adoptar o adaptarse a ninguna ideologauniversal y, a la inversa, propone tomar de las ideas generales aquello que las necesidades y elmomento histrico del pas reclaman, para "hacer del pensamiento poltico un instrumento de

    creacin propia".El forjismo enfatiza la lucha por la "soberana popular" centrada en el objetivo de la"emancipacin econmica" e inseparable de la "justicia social", prefigurando as las "tres banderas"justicialistas. La trascendencia de aquella modesta agrupacin que realiz una solitaria campaapblica durante la "dcada infame", se torna evidente al comprobar que casi todos sus contenidosfueron posteriormente incorporados y traducidos a la accin poltica por el peronismo.

    El capitn Juan D. Pern particip en el golpe militar de 1930, pero no ocup ningunafuncin pblica; posteriormente fue ayudante del general Rodrguez en el Ministerio de Guerra,que defini una lnea "profesionalista" para el ejrcito. A diferencia de otros militares de perfilpoltico que activaron en la Legin Cvica u otras de las numerosas y efmeras organizacionesnacionalistas de la dcada del '30, Pern se dedic en aquel perodo a su carrera y sus estudios dehistoria militar. El gobierno de facto de 1943 llam a colaborar a muchos civiles del nacionalismo

    en diversos cargos, pero la relacin que Pern estableci con los sindicatos obreros era incompa-tible con la proximidad de aqullos. En cambio, los forjistas que establecieron contacto con elGOU a travs del mayor Estrada colaboraron con la Secretara de Trabajo y Previsin ydisolvieron la agrupacin para sumarse al peronismo despus del 17 de octubre de 1945 (A.Jauretche, 1962; F. Chvez, 1975).

    Pern realiz su propia sntesis del nacionalismo popular, que no difiere sustancialmente delforjismo, y desde la presidencia concretara la propuesta de "un pensamiento poltico propio"definiendo la "Tercera Posicin" justicialista, concebida no como una ideologa de partido sinocomo doctrina nacional. Esta formulacin acentu los temas de la justicia social, reflejando lasinfluencias socialistas del movimiento obrero, en el cual Pern encontr su apoyo ms slido.Buchrucker (1987: 318) seala que proviene del anarcosindicalismo la idea del protagonismopoltico directo del sindicato, sin mediacin del partido (que se incorpor en el art. 33 del estatuto

    sobre asociaciones obreras, decreto 23.852/45), y tambin el objetivo de que los sindicatos llegarana administrar los medios de produccin (que se proyect en las previsiones sobre el accionariadoobrero del I Plan Quinquenal y en el ensayo de 1946-1948 con la Empresa Mixta TelefnicaArgentina (H. Chumbita, 1988 b).

    Hay que tener en cuenta tambin la influencia de la doctrina social de la Iglesia,reiteradamente citada por Pern. Muchos catlicos como el padre Hernn Bentez, Arturo Sampay,Leopoldo Marechal y Castieira de Dios participaron del peronismo desde esa concepcin. Noobstante, la realidad del sindicalismo peronista result bastante conflictiva para el modelosocialcristiano y suscit repetidas objeciones de la jerarqua eclesistica. Por otra Parte, elperonismo tendi a expresar un cristianismo popular compatible con la tradicin obrera anarquistay socialista y potencialmente anticlerical esbozado por Evita e incluso por el padre Bentez, quealiment finalmente el conflicto de Pern con la Iglesia en 1954-1955 (F. Forni, I, 1987: 222 y ss.).

    El justicialismo aparece entonces como una versin del nacionalismo popular argentino,definido en torno de los aportes del yrigoyenismo forjista y recogiendo aspectos importantes de latradicin del movimiento obrero y del socialcristianismo. Posteriormente se acentuara el

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    revisionismo histnco, que apenas se insina en el primer peronismo, y la perspectiva de laliberacin del Tercer Mundo, desarrollo lgico de los postulados terceristas originales. Esindudable que a travs de sus dos vertientes Pern recept el pensamiento medular del nacio-nalismo, y sin embargo rehus sistemticamente asumir este rtulo, histricamente connotado porel uriburismo filofascista, luego por el lonardismo y una persistente lnea de derecha autoritaria.Una actitud similar adoptaron los ltimos forjistas, Scalabrini y Jauretche, quienes hicieron lamejor defensa e interpretacin del peronismo despus de su cada en 1955.

    Scalabrini Ortiz (1965) haba sido en 1945 el idelogo de la poltica de nacionalizacin delos servicios pblicos y de la recuperacin de los resortes de la economa frente al sistema dedominacin extranjera. Jauretche (1962, 1966, 1967) realiz una obra ensaystica coincidente conla de Scalabrini, que reivindicaba la continuidad histrica de la "lnea nacional" Rosas-Yrigoyen-Pern, ms all de las limitaciones de las figuras que la encarnaron. En Scalabrini es ms clara unavisin latinoamericana de la cuestin nacional en los clsicos trminos forjistas, mientras que elcurioso "antibrasileismo" jauretcheano estrecha esa perspectiva.

    Jauretche se autodefina como nacional, y no como nacionalista. Subrayaba as lasdiferencias con quienes "velan la Nacin como una idea abstracta, desvinculada de la vida del

    pueblo, y en el fondo pensaban en una tutora rectora de minoras fuertes, opuesta al despotismo

    ilustrado de los liberales pero destinada a hacer al pas desde arriba y a la fuerza...". Para esenacionalismo la Nacin se haba realizado y fue derogada, mientras que para los forjistas "siguetodava naciendo" (Jauretche, 1962: 43). A partir de un profundo conocimiento del pas, losensayos jauretcheanos antagonizan con los intelectuales de espaldas al pueblo (la intelligentzia),denunciando la "colonizacin pedaggica" que impide pensar la realidad con los pies en esta tierra.

    Respecto del peronismo, Jauretche (1967: 310 y ss.) afirma que "el movimiento de 1945reuna las condiciones ideales de un movimiento de liberacin nacional. La lucha por la

    emancipacin y la justicia social no la pueden hacer por separado las distintas clases sociales...

    Ni el proletariado ni la clase media ni la burguesa por s solos pueden cumplir los objetivos...".

    Por otra parte, una revolucin triunfa cuando todo el escenario es ocupado por las diversastendencias revolucionarias, lo cual en este caso llevara a que la lucha poltica se plantee entredistintas fuerzas de "signo nacional". En tal hiptesis, no slo era posible sino deseable una

    "convivencia democrtica"entre fuerzas opuestas que compartieran "supuestos bsicos comunes".Jauretche fue crtico frente a los "errores de conduccin" de Pern, cuyo personalismo habadesplazado a los sectores medios