El Otro psi . nº149

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icolás Abraham (1975), en un encuentro con grandes intelec- tuales en Francia, hacía un diálogo de la fenomenología y el psicoanálisis respecto a la constitución del yo. Refe- ría que las fases del proceso iterativo del desarrollo están actualizadas en Freud cuando habla de la constitu- ción del ego en las etapas que van del proto-ego, ego pre-reflexivo, ego reflexivo y el integrativo (entendiendo este último como la aptitud para intuir al otro en la medida en qué él mismo es algo para un tercero). Por su parte Julien Greimas y Fon- tanille (1991) nos hablará, desde la semiótica, del trayecto que va de la tensividad fórica (lo amorfo del obje- to), la protensividad, en donde el yo se diferencia del objeto y la fiducia como la manera de ser del sujeto para el mundo. Los dos últimos guardan la imagen de la alteridad, mientras que la manifestación discursiva, como cuarto tipo, ancla la emoción en la intersubjetividad. Vemos acá desde el punto de vista semiótico y epistemológico una con- sideración respecto al proceso que sostendrá la complejización moral y epistémica del sujeto. Donde cada mo- mento se subsume al anterior sin dejar las propiedades del nivel anterior así como lo nuevo no anula lo viejo. En donde el papel del objeto en la pri- mera etapa es casi inexistente, en la segunda y la tercera es precisamente su quid existencial (bajo el discerni- miento y la discretización) mientras que en la última es la posibilidad de un reconocimiento del otro en cuanto otro. En el segundo y el tercero mo- mento según Greimas, el acto desborda al sujeto del discurso a modo de un acto de lenguaje, su estado pasional se destaca precisamente por el des- plazamiento en relación al querer, estar-ser. Donde el hacer emulativo está referido a la reproducción de la imagen. Mientras que en el caso de un sujeto en segundo grado, que lla- man los autores “sujeto del hacer”, el Presentaré a continuación cómo es ese desarrollo moral del sujeto en Freud bajo la tensión del principio del placer y de realidad. “Esta vía de descarga (acción específica) cobra así la función secundaria...del entendimiento, y el inicial desvalimiento del ser humano es la fuente primordial de todos los motivos morales”. (Freud 1895; 362). El “Proyecto de Psicología” de Freud (1895) permite pensar la pri- maria reacción del niño frente al otro, Freud posibilita suponer que en esa interacción hay un intercambio de “datos” entre el neonato y el auxi- liador. Que el cuerpo tiene cargas y descargas de tensión mediada por los estímulos orgánicos y los provocados por el exterior. La intervención primera del otro permite que la discriminación de las descargas vaya haciendo de “acción específica” respondiendo a las necesi- dades específicas para la facilitación de tensión y distensión orgánica. Y es por medio de los sentidos que el neonato inicia ese contacto que mediarán los otros. El sistema perceptivo en un inicio por tanto es una respuesta orgánica en relación a las sensaciones básicas de placer y displacer. Si bien en el apa- rato perceptivo inicia su función hay un “algo” que entra como presencia del otro externo. Esto se da por la interac- MOMENTOS DE LA CONSTITUCIÓN MORAL DEL SUJETO aspecto de afectación está referido no a la imagen sino al hacer. Como se ve hay una coincidencia en los momentos de la complejización moral y cognoscitiva del sujeto. Lacan en su seminario de la ética borda pre- cisamente en diálogo con Freud esos momentos. El primer momento de este discurrir con Freud lo hará respecto al texto del proyecto calibrando el papel de das ding y saché en la constitución psíquica del sujeto. Una idea fundamental de su plan- teamiento es que Freud posiciona el problema del bien entre el principio del placer y el principio de realidad, la segunda idea es que el campo de la “Cosa” se basa en el complejo del pró- jimo. La moral en tanto primer hábito ordenador marca al sujeto respecto a un orden simbólico que lo habitará y presidirá en sus ferencias futuras. Cla- ro, el campo del sentido será gracias a la inclusión de ese mundo simbólico por la lengua. ción entre el auxiliador y el neonato. Este entrar del otro “queda” de algún modo en el neoteno como noticia de una exterioridad que para este primer momento es de indiscriminación, de in- diferenciación, de falta de distancia, de carencia de autonomización de lo otro; pero “queda” como un signo otro bási- co. Es ahí donde anida la Cosa (Ding), como la primera noticia o huella de lo percibido de una exterioridad. Aquí se sitúa el primero momento de estructura bajo construcción lógica, la constitu- ción del yo real primitivo. Hay un alguien, Freud nos dirá “individuo experimentado”, que ad- vierte el estado del niño. El “proceso primario” en su afecto estará regido por el principio del placer y en cuanto a su psiquismo buscará identidad de percepción de ese Uno que aparece como marca de la exterioridad, de ese das Ding, que no puede aún ser “Para Freud, esa causa no es el recuerdo de otro mundo, sino alguna catexia particular, generadora de una obsesión, de alguna persona, palabra u objeto particulares de la etapa temprana de la vida. Al pensar que todo ser humano expresa, consciente o inconscientemente, una fantasía idiosincrásica, pode- mos ver la parte distintivamente humana --en tanto opuesta al animal-- de cada vida humana en el uso, con propósitos simbólicos, de toda persona, ob- jeto, situación, acontecimiento o palabra hallada en una etapa posterior de la vida. Ese proceso equivale a redescribirlos, diciendo de este modo a todos ellos: así lo quise”. “Pero Freud nos muestra que una cosa que a la sociedad le parece fuera de lugar, ridícula o vil, puede convertirse en el elemento crucial en la percepción que un individuo tiene de quién es, del modo propio de hacer remontar a sus orígenes las ciegas marcas que todas sus acciones llevan”. Rorty, “Contingencia ironía y solidaridad”. ¿Qué puede hacer el psicoanálisis por los adolescentes abusados sexualmente? La pregunta implica todo un ámbito de discusión acerca de los alcances terapéuticos del psicoanálisis. Lo cual ha dado pie a numerosas polémicas. Hablar de abuso sexual, y de lo que puede hacer el psicoanálisis con un sujeto abusado, implica una pregunta más general: ¿qué alcance tiene el psicoanálisis respecto al trauma, a los traumas, a lo traumático? ABUSO SEXUAL EN ADOLESCENTES stedes saben que hace poco, en el Año 2004, se publicó un libro fuer- temente injurioso en contra del psicoanálisis. El libro se llama “El libro negro del psicoanálisis”, y reúne una serie de trabajos de especialistas en las llamadas teorías cognitivo-comportamentales, o TCC, una de cuyas he- rencias es el llamado conductismo. En este libro, se acusa al psicoanálisis de que es impotente para el trabajo, “digamos”, serio, para el trabajo con el trauma. Es impotente, por ejemplo, en los casos de psicosis, nos dicen, retomando una expresión freudiana, y sumándola al argumento acerca de los pocos beneficios que brinda el psicoanálisis. Así que de modo muy reduccionista, “El libro negro del psicoanálisis” dice que el psicoanálisis solo logra resultados positivos en las personas pri- vilegiadas socialmente: en los adolescentes educados y de clases medias o medias-altas, que no tienen serios problemas, que no han tenidos grandes traumas, que en definitiva están bien psíquica y socialmente, y solo tienen algún conflicto de personalidad muy leve, fácilmente tratable. Desde luego que esto es un ataque muy fuerte y muy polémico al psicoa- nálisis. Porque reducen al psicoanálisis a una especie de terapia alternativa, a una terapia light. Pero esto, lo light, es algo que está en las antípodas del psicoanálisis, que ha querido ser siempre una “terapia de las profundi- dades”. Y es algo que lo sabe toda persona que emprendió alguna vez un psicoanálisis: cuánto sufrimos, ¿dónde está lo light en psicoanálisis? “El psicoanálisis es como un hobby”, dicen estos especialistas que se llaman científicos: ellos, aseguran, hacen ciencia, en cambio nosotros char- lamos con el paciente. Una charla desde luego light. Como ven, las cosas están muy torpemente polarizadas: por un lado los buenos, por el otro los malos, por un lado lo blanco, por el otro lo negro, el bien y el mal, lo ver- dadero y lo falso, lo profundo y lo light: La ciencia, en definitiva, contra la charlatanería psicoanalítica. Pero lo que parecen olvidar estos especialistas es la llamada teoría del trauma en Freud. Porque si la recordaran, no estarían en condiciones de decir tales cosas. No podrían asegurar que el psicoanálisis no puede tratar casos “serios” –y lo digo entre comillas. No podrían decir que el psicoaná- lisis solo es efectivo con casos “light” de adolescentes prósperos. Pero caractericemos brevemente la teoría del trauma de Freud: El trauma, como sabemos, es un evento que se produce en la vida de un sujeto. Ese trauma se caracteriza por su intensidad, por la incapacidad que muestra el sujeto para lidiar con eso, para responder con soltura o eficacia al acontecimiento traumático, para no quedar sujeto a él. En este sentido, el trauma termina produciendo efectos patógenos en el psiquismo del sujeto, efectos patógenos que son además durables. Para Freud, su teoría del trauma contiene dos tiempos. Y se remonta a los traumas que sufrieron los sujetos en su niñez. Primero, hay una escena de seducción: el niño sufre una tentativa sexual en la que permanece en una actitud pasiva. En este primer momento, no hay en el niño excitación sexual (es importante en este punto aclarar que estamos hablando del “pri- mer momento” de la elaboración freudiana de la neurosis, ya que las cosas cambiarán luego). Luego de la escena pasiva displacentera, habría una es- cena activa placentera; ambas serían reprimidas con posterioridad. Más adelante, Freud ya ubica al púber, al adolescente inmediatamente antes de serlo, digamos que habla del pre-adolescente. Se produce entonces el recuerdo, en primer lugar, de la escena activa placentera, la cual ahora

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El Otro psi . nº149 . Julio 2008

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icolás Abraham (1975), en un encuentro con grandes intelec-

tuales en Francia, hacía un diálogo de la fenomenología y el psicoanálisis respecto a la constitución del yo. Refe-ría que las fases del proceso iterativo del desarrollo están actualizadas en Freud cuando habla de la constitu-ción del ego en las etapas que van del proto-ego, ego pre-reflexivo, ego reflexivo y el integrativo (entendiendo este último como la aptitud para intuir al otro en la medida en qué él mismo es algo para un tercero).

Por su parte Julien Greimas y Fon-tanille (1991) nos hablará, desde la semiótica, del trayecto que va de la tensividad fórica (lo amorfo del obje-to), la protensividad, en donde el yo se diferencia del objeto y la fiducia como la manera de ser del sujeto para el mundo. Los dos últimos guardan la imagen de la alteridad, mientras que la manifestación discursiva, como cuarto tipo, ancla la emoción en la intersubjetividad.

Vemos acá desde el punto de vista semiótico y epistemológico una con-sideración respecto al proceso que sostendrá la complejización moral y epistémica del sujeto. Donde cada mo-mento se subsume al anterior sin dejar las propiedades del nivel anterior así como lo nuevo no anula lo viejo. En donde el papel del objeto en la pri-mera etapa es casi inexistente, en la segunda y la tercera es precisamente su quid existencial (bajo el discerni-miento y la discretización) mientras que en la última es la posibilidad de un reconocimiento del otro en cuanto otro. En el segundo y el tercero mo-mento según Greimas, el acto desborda al sujeto del discurso a modo de un

acto de lenguaje, su estado pasional se destaca precisamente por el des-plazamiento en relación al querer, estar-ser. Donde el hacer emulativo está referido a la reproducción de la imagen. Mientras que en el caso de un sujeto en segundo grado, que lla-man los autores “sujeto del hacer”, el

Presentaré a continuación cómo es ese desarrollo moral del sujeto en Freud bajo la tensión del principio del placer y de realidad.

“Esta vía de descarga (acción específica) cobra así la función secundaria...del entendimiento, y el inicial desvalimiento del ser humano es la fuente primordial de todos los motivos morales”. (Freud 1895; 362).El “Proyecto de Psicología” de

Freud (1895) permite pensar la pri-maria reacción del niño frente al otro, Freud posibilita suponer que en esa interacción hay un intercambio de “datos” entre el neonato y el auxi-liador. Que el cuerpo tiene cargas y descargas de tensión mediada por los estímulos orgánicos y los provocados por el exterior.

La intervención primera del otro permite que la discriminación de las descargas vaya haciendo de “acción específica” respondiendo a las necesi-dades específicas para la facilitación de tensión y distensión orgánica. Y es por medio de los sentidos que el neonato inicia ese contacto que mediarán los otros. El sistema perceptivo en un inicio por tanto es una respuesta orgánica en relación a las sensaciones básicas de placer y displacer. Si bien en el apa-rato perceptivo inicia su función hay un “algo” que entra como presencia del otro externo. Esto se da por la interac-

MOMENTOS DE LA CONSTITUCIÓN MORAL DEL SUJETO

aspecto de afectación está referido no a la imagen sino al hacer.

Como se ve hay una coincidencia en los momentos de la complejización moral y cognoscitiva del sujeto. Lacan en su seminario de la ética borda pre-cisamente en diálogo con Freud esos momentos. El primer momento de este discurrir con Freud lo hará respecto al texto del proyecto calibrando el papel de das ding y saché en la constitución psíquica del sujeto.

Una idea fundamental de su plan-teamiento es que Freud posiciona el problema del bien entre el principio del placer y el principio de realidad, la segunda idea es que el campo de la “Cosa” se basa en el complejo del pró-jimo. La moral en tanto primer hábito ordenador marca al sujeto respecto a un orden simbólico que lo habitará y presidirá en sus ferencias futuras. Cla-ro, el campo del sentido será gracias a la inclusión de ese mundo simbólico por la lengua.

ción entre el auxiliador y el neonato. Este entrar del otro “queda” de algún modo en el neoteno como noticia de una exterioridad que para este primer momento es de indiscriminación, de in-diferenciación, de falta de distancia, de carencia de autonomización de lo otro; pero “queda” como un signo otro bási-co. Es ahí donde anida la Cosa (Ding), como la primera noticia o huella de lo percibido de una exterioridad. Aquí se sitúa el primero momento de estructura bajo construcción lógica, la constitu-ción del yo real primitivo.

Hay un alguien, Freud nos dirá “individuo experimentado”, que ad-vierte el estado del niño. El “proceso primario” en su afecto estará regido por el principio del placer y en cuanto a su psiquismo buscará identidad de percepción de ese Uno que aparece como marca de la exterioridad, de ese das Ding, que no puede aún ser

“Para Freud, esa causa no es el recuerdo de otro mundo, sino alguna catexia

particular, generadora de una obsesión, de alguna persona, palabra u objeto

particulares de la etapa temprana de la vida. Al pensar que todo ser humano

expresa, consciente o inconscientemente, una fantasía idiosincrásica, pode-

mos ver la parte distintivamente humana --en tanto opuesta al animal-- de

cada vida humana en el uso, con propósitos simbólicos, de toda persona, ob-

jeto, situación, acontecimiento o palabra hallada en una etapa posterior de

la vida. Ese proceso equivale a redescribirlos, diciendo de este modo a todos

ellos: así lo quise”.

“Pero Freud nos muestra que una cosa que a la sociedad le parece fuera de

lugar, ridícula o vil, puede convertirse en el elemento crucial en la percepción

que un individuo tiene de quién es, del modo propio de hacer remontar a sus

orígenes las ciegas marcas que todas sus acciones llevan”.

Rorty, “Contingencia ironía y solidaridad”.

¿Qué puede hacer el psicoanálisis por los adolescentes abusados

sexualmente? La pregunta implica todo un ámbito de discusión

acerca de los alcances terapéuticos del psicoanálisis. Lo cual ha

dado pie a numerosas polémicas. Hablar de abuso sexual, y de lo

que puede hacer el psicoanálisis con un sujeto abusado, implica

una pregunta más general: ¿qué alcance tiene el psicoanálisis

respecto al trauma, a los traumas, a lo traumático?

ABUSO SEXUAL EN ADOLESCENTES

stedes saben que hace poco, en el Año 2004, se publicó un libro fuer-temente injurioso en contra del psicoanálisis. El libro se llama “El libro

negro del psicoanálisis”, y reúne una serie de trabajos de especialistas en las llamadas teorías cognitivo-comportamentales, o TCC, una de cuyas he-rencias es el llamado conductismo. En este libro, se acusa al psicoanálisis de que es impotente para el trabajo, “digamos”, serio, para el trabajo con el trauma. Es impotente, por ejemplo, en los casos de psicosis, nos dicen, retomando una expresión freudiana, y sumándola al argumento acerca de los pocos beneficios que brinda el psicoanálisis.

Así que de modo muy reduccionista, “El libro negro del psicoanálisis” dice que el psicoanálisis solo logra resultados positivos en las personas pri-vilegiadas socialmente: en los adolescentes educados y de clases medias o medias-altas, que no tienen serios problemas, que no han tenidos grandes traumas, que en definitiva están bien psíquica y socialmente, y solo tienen algún conflicto de personalidad muy leve, fácilmente tratable.

Desde luego que esto es un ataque muy fuerte y muy polémico al psicoa-nálisis. Porque reducen al psicoanálisis a una especie de terapia alternativa, a una terapia light. Pero esto, lo light, es algo que está en las antípodas del psicoanálisis, que ha querido ser siempre una “terapia de las profundi-dades”. Y es algo que lo sabe toda persona que emprendió alguna vez un psicoanálisis: cuánto sufrimos, ¿dónde está lo light en psicoanálisis?

“El psicoanálisis es como un hobby”, dicen estos especialistas que se llaman científicos: ellos, aseguran, hacen ciencia, en cambio nosotros char-lamos con el paciente. Una charla desde luego light. Como ven, las cosas están muy torpemente polarizadas: por un lado los buenos, por el otro los malos, por un lado lo blanco, por el otro lo negro, el bien y el mal, lo ver-dadero y lo falso, lo profundo y lo light: La ciencia, en definitiva, contra la charlatanería psicoanalítica.

Pero lo que parecen olvidar estos especialistas es la llamada teoría del trauma en Freud. Porque si la recordaran, no estarían en condiciones de decir tales cosas. No podrían asegurar que el psicoanálisis no puede tratar casos “serios” –y lo digo entre comillas. No podrían decir que el psicoaná-lisis solo es efectivo con casos “light” de adolescentes prósperos.

Pero caractericemos brevemente la teoría del trauma de Freud: El trauma, como sabemos, es un evento que se produce en la vida de

un sujeto. Ese trauma se caracteriza por su intensidad, por la incapacidad que muestra el sujeto para lidiar con eso, para responder con soltura o eficacia al acontecimiento traumático, para no quedar sujeto a él. En este sentido, el trauma termina produciendo efectos patógenos en el psiquismo del sujeto, efectos patógenos que son además durables.

Para Freud, su teoría del trauma contiene dos tiempos. Y se remonta a los traumas que sufrieron los sujetos en su niñez. Primero, hay una escena de seducción: el niño sufre una tentativa sexual en la que permanece en una actitud pasiva. En este primer momento, no hay en el niño excitación sexual (es importante en este punto aclarar que estamos hablando del “pri-mer momento” de la elaboración freudiana de la neurosis, ya que las cosas cambiarán luego). Luego de la escena pasiva displacentera, habría una es-cena activa placentera; ambas serían reprimidas con posterioridad.

Más adelante, Freud ya ubica al púber, al adolescente inmediatamente antes de serlo, digamos que habla del pre-adolescente. Se produce entonces el recuerdo, en primer lugar, de la escena activa placentera, la cual ahora

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Y CABALLITO

PSICOLOGÍA DEL DEPORTE

Ya estamos en el segundo semestre del año, a esta altura el cansancio

físico y mental comienza a sentirse. Para hacerle frente a esta situa-

ción es importante trabajar sobre la motivación.

ero ¿qué es realmente la moti-vación?

Es la dirección e intensidad del esfuerzo. Dirección se refiere a si un individuo busca, se aproxima o se siente atraído por ciertas situacio-nes. La motivación es el estado de ánimo que hace que realicemos el entrenamiento con tenacidad, per-severancia y sin tener en cuenta el cansancio. Dicha palabra proviene de la raíz movere -mover- movimien-to; y algunos de los sinónimos que normalmente se utilizan al hablar de motivación son: excitación, energía, intensidad, activación, fuerza, etc. Es por eso que a partir de entender lo que significa este concepto será de una enorme importancia poner-se metas y objetivos a corto plazo y que sean realizables. De esta mane-ra el logro de los mismos generará aún más ganas de seguir adelante, ya que de otra forma, la frustra-ción de no alcanzar las metas más el cansancio acumulado de todo el año, se convierten en enemigos de la motivación.

El trabajo de prevención es fun-damental a esta altura del año. Hay que poder prevenir desde ambos aspectos, tanto físicos como psico-lógicos, para lo cual hay que tener en cuenta:

1) Incluir períodos de descanso físico y mental que eviten sobreentre-namiento, sobretodo en los momentos

que exigen muchas horas de trabajo (competencias seguidas).

2) Variar el planteamiento de las sesiones de entrenamiento de ma-nera que suscite interés y evitar el aburrimiento y, en consecuencia, una baja en la motivación.

3)Escuchar al cuerpo, ya que este es el reflejo de lo que sentimos. Mente y cuerpo son una sola unidad.

En relación al aspecto psicoló-gico:

* Aumentar la motivación: esta-blecer objetivos y metas posibles de lograr. Esto significa no planear ni plantearse objetivos difíciles de rea-lizar. La metas deben ser realizables y a corto plazo.

* Autoconfianza: tener el con-trol de las variables que te afectan y poder tomar decisiones correctas en el momento adecuado. La auto-confianza influye en el rendimiento deportivo. Es por eso que una baja autoconfianza influye negativamen-te en el rendimiento. Mientras que

una alta autoconfianza genera una sensación de seguridad y autodeterminación en nuestra per-formance deportiva.

* Trabajar sobre la influencia del stress: poder reconocer todas aquellas variables que te colocan en una situación estresante y me-diante determinadas técnicas, poder alcanzar un estado óptimo.

Reconocer situaciones estresantes implica un nivel de autoconoci-miento importante. Es poder prestar atención a aquellos factores que nos producen ansiedad o malestar a la hora de rendir.

Una vez detectados es importan-te trabajar sobre dicha situación. Así se puede lograr bajar el nivel de ansiedad y por consecuencia liberarse de una situación estre-sante que genera malestar no solo mental sino físico.

Es importante tener en cuenta que cuanto más motivado estés, menos tiempo y chances tendrás para sentir y sufrir el cansancio.

Por eso es fundamental aludir al tema de la motivación, ya que si bien el fin de año conlleva un gran cansancio físico, las ganas y la motivación interna y externa (en este caso los premios) gene-

ran en el atleta olvidarse de todo y sentir que el poder físico pasa primero por el poder mental de salir y ganar.

as vivencias de muerte se pro-ducen sin un factor ,objeto o

situación precipitante .Los síntomas somáticos que la acompañan coinci-den con los descriptos por Freud en las neurosis de angustia (una de las tres neurosis actuales ,junto con la neurastenia y la hipocondría)

En “Sobre la justificación de sepa-rar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia”, de 1894, Freud men-ciona que la neurosis de angustia se presenta en forma aislada o en combinación con otras neurosis. Dice que es aislable de la neuras-tenia y de la histeria. Sus síntomas son 1) la irritabilidad general 2) la expectativa angustiada, que es su síntoma nuclear. Dicha expectati-va ”gobierna la selección de las representaciones y está pronto a conectarse con cualquier contenido de representación”

El estado de angustia puede ex-teriorizarse bajo la forma de ataque de angustia.

Agrega Freud: ”Un ataque pue-de consistir sólo en angustia sin ninguna representación asociada o mezclarse con la interpretación más espontánea como la aniquilación de la vida, la amenaza de volverse loco”. Creemos que ésta descripción se acerca a lo que se denomina ata-que de pánico.

El ataque irrumpe bruscamen-te y lo acompañan perturbaciones de la actividad cardiaca perturba-ciones de la respiración, oleadas de sudor, ataques de temblores y estremecimientos, de hambre insa-ciable, diarreas ,ataques de vértigo locomotor ,ataques de congestiones ,de parestesias, etc. Ahora bien , cualquiera de esos síntomas pue-

de ser un equivalente del ataque de angustia y reemplazar a este o acompañarse de angustia.

Tomando como referencia “Inhibi-ción, síntoma y Angustia” ubicamos el ataque de pánico en el terreno de la angustia automática. El paciente no asocia, no está constituida la an-gustia señal. Es una forma primaria de respuesta en la que prevalecen las vivencias de desamparo e iner-midad. La defensa frente al goce

ATAQUE DE PÁNICO

es precaria .No hay retorno de lo reprimido, falta la elaboración psí-quica o pueden tener una mínima elaboración cuando se acompañan de agorafobias u otras fobias .Ante un encuentro fallido con lo real no hay cobertura simbólica imaginaria El ataque de pánico supone un S1 traumático .Es decir, la angustia allí es intento de inscripción. Pero

Comparando el punto de vista psicoanalítico con aquellos que pro-

vienen de una descripción fenoménica, vemos que el DSM4 agrupa

el Trastorno por pánico dentro de los trastornos por ansiedad. El

ataque de pánico es descrito de la siguiente manera:”una crisis de

angustia cuya característica principal es la aparición aislada y tem-

poraria de miedo o malestar de carácter intenso acompañándose a

menudo de una sensación de peligro de muerte inminente y de una

urgente necesidad de escapar del lugar donde ha aparecido la crisis”.

María Andrea AlcázarPsicoanalista

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viene acompañada de reproches puesto que se la carga con un contenido sexual que no tenía al momento de realizarse. Además, a eso se le suma el recuerdo de la escena pasiva displacentera, anterior.

Freud elaboró esta teoría por sus observaciones en el trabajo clíni-co. En su práctica, Freud tuvo ocasión de constatar numerosos casos de seducción a niños, y estableció, como ustedes saben, la llamada teoría de la seducción. Muchos pacientes en la Viena de fin de siglo acudían a su consultorio y comenzaban a hablar de acontecimientos de su niñez, acontecimientos que mayormente tenían que ver con escenas de seduc-ción en la que intervenían los adultos, muchos de ellos familiares de los sujetos que consultaban.

Podemos decir, muchos lo han dicho, que Freud fue un pionero en relación al problema del abuso sexual en los jóvenes, y en los niños es-pecialmente.

Con la teoría de la seducción entendemos que la etiología de la neu-rosis tiene que ver con el abuso sexual que sufre un niño por parte de un adulto, y los sedimentos, digamos, que quedan de ello en el incons-ciente del sujeto.

Como sabemos, Freud luego va a desechar la teoría de la seducción. Es curioso, porque en su afán de polemizar con el psicoanálisis, los es-pecialistas de “El libro negro del psicoanálisis” también aquí aventuran ideas que son por lo menos un poco excesivas. A ellos no se les ocurre que Freud haya desechado su teoría de la seducción por motivos estric-tamente profesionales: un conjunto de hechos y elaboraciones teóricas terminan por contradecir al conjunto de hechos y elaboraciones teóricas que conformaban un corpus. Esta idea de probidad intelectual, de hones-tidad ante los acontecimientos que el padre del psicoanálisis podía tener de cara al material clínico, es rechazada por los autores de este libro po-lémico. Y aseguran que en vez de esto, Freud fue un hipócrita porque desechó su teoría porque eran tantos los niños abusados por sus padres, que prefirió callar esta verdad en la hipócrita Viena de sus tiempos. Si seguía insistiendo con su teoría, tarde o temprano iba a tener problemas con la sociedad, abusiva e hipócrita que le tocó vivir. Hay autores que van más allá de esto, y hasta insinúan que Freud, porque tenía un vínculo oscuro con su hija Anna, descartó por miedo la teoría.

Pero todo esto no es más que la opinión de personas que atacan a priori al psicoanálisis, y para ello despliegan toda una serie de argumentos que, como ven, escapan al dominio de una discusión civilizada.

Sigamos con Freud y su teoría de la seducción. Ustedes conocen quizás los argumentos de por qué Freud desechó su teoría. Están básicamente en su famosa carta 69 a Fliess. Allí Freud dice que ya no cree en su “neurótica”. Sino que esa “neurótica” lo que hace es apelar a reconstrucciones fantas-máticas: esas reconstrucciones forman parte de la sexualidad infantil.

Y enfatiza que en el inconsciente “no existe un signo de realidad de suerte que no se puede distinguir la verdad de la ficción investida de afecto”. O sea que para Freud, los abusos no han sido tales, han sido “inventados” por los niños, precisamente, por la relación que establecen con el mundo adulto.

Esto nos lleva a una cuestión que vimos al principio, o más bien se relaciona con algo que vimos al principio: la acusación que hace el cognitivismo-comportamentalista, las llamadas TCC (teorías cognitivas-comportamentalistas), al psicoanálisis: estas teorías hablan en nombre de la objetividad científica, y ponen al psicoanálisis como algo a-científico, pero de un modo tan radical que comparan al psicoanálisis con la magia, con prácticas esotéricas.

Porque el tema del abuso sexual en los adolescentes tendrá que ver con los discursos de los adolescentes. Fíjense que se vuelve ineludible hablar de la “objetividad”, ese término tan analizado durante el siglo XX. Por-que, ¿cuál es la realidad objetiva? ¿Y quién está capacitado para revelar esa realidad objetiva, si es que existe? Esto tiene una gran incidencia en el trabajo psicoanalítico, porque en psicoanálisis, la realidad subjetiva del sujeto –y todo sujeto es desde luego subjetivo, no puede ser de otro modo-, la realidad subjetiva del sujeto es su realidad objetiva. En el sen-tido de que lo que siente el sujeto, lo vive como real, no como algo del orden de la fantasía.

El problema de la subjetividad, las distancias entre lo externo y lo interno, lo exógeno y lo endógeno, es un ámbito por el que el psicoaná-lisis se ha interesado muchísimo. Y para Freud estos temas, estos cruces, fueron una preocupación constante que demuestra buena parte de su extensa obra.

Atendiendo a estos temas, Freud reformula su teoría del trauma. Y propone el concepto de series complementarias. Por un lado contamos con los factores endógenos: están representados por la fijación, una fi-jación que puede deberse a una constitución hereditaria, pero también

a lo vivido cuando el sujeto era un niño. Por otro lado tenemos los factores exógenos: estos están representados por la frustración. ¿Qué consecuencias deben sacar de esto? Una cuestión fundamental, que hasta parece obvia pero que en su momento jugó un papel muy importante en el avance del conoci-miento psíquico: la consecuencia es que cualquier traumatismo, por más que este fuese mínimo, puede desencadenar una neurosis, si ese traumatismo se fija en el sujeto de modo, digamos, “fuerte”.

Esto es muy importante. Porque se pone énfasis no tanto en la objetividad de los acontecimientos sino más bien, lo que me parece más prudente, en la objetividad del traumatismo. ¿Se entiende?

Colette Soler en un breve ensayo llamado “Los discursos-pantalla”, señala que el síntoma neurótico está concebido como el efecto de un infortunio de la vida. El sujeto se ve víctima de ese infortunio. Pero Soler dice lo siguien-te: “Cuanto más se acentúa la causalidad traumática, más se hace inocente el sujeto”. Soler contempla lo inverso también: cuando la causalidad no recae en un hecho traumático, el sujeto más se carga –él mismo y los demás-, de una responsabilidad frente a sus propios síntomas.

Esto nos lleva a concluir que el psicoanálisis, por cierto, enfatiza la realidad psíquica tal como la formula Freud: esa realidad psíquica no se corresponde acaso con la realidad “objetiva”, en el sentido que en todo sujeto, inevita-

no hay articulación al S2 por las limitaciones en la estructuración fálica. Al fallar el campo del senti-do (simbólico –imaginario) hay un llamado al goce todo Imposible y queda conectado con una precaria representación límite .Suponemos allí una imposibilidad de sopor-tar la tachadura del Otro, el Deseo del Otro.

En las Neurosis de Transferencia, el concepto de inconciente impli-ca una memoria simbólica y que la satisfacción está subordinada al reencuentro del objeto radicalmente perdido; como esto es imposible la repetición es simbólica, implica la sustitución, metáfora y metonimia, y una recuperación acotada de goce. El fantasma permite en las psico-neurosis sostener el deseo con un real velado como causa.

En el ataque de pánico, por el contrario, suponemos un real no velado, quizás un fantasma en sus-penso, de allí la aparición de angustia sin representación..Si ese estado se dialectiza, en el vínculo analítico o fuera de él ya no hablaremos de ataque de pánico, encuentra inscrip-ción simbólica, adviene un sentido, podremos pensar en el significante de la fobia o en la histeria que se mantenía en posición de identi-ficación imaginaria al objeto del fantasma con pasajes al acto o actings, o bien coexistir en forma mixta con las psiconeurosis.

En éstos cuadros la orientación del tratamiento es a producir efectos subjetivantes, tratar de constituir o localizar una representación límite que bordee lo traumático para que el sujeto lo elabore luego bajo la forma del fantasma y el síntoma.

En muchos casos eso requiere primero el acompañamiento de una medicación que ayude a reducir la angustia desbordante y permita que se instale la palabra.

En algunos casos la neurosis de angustia deviene psiconeurosis, por lo cual a posteriori se podrá decir que lo ocurrido fue una desestabi-lización del fantasma ya que derivó en fobia, histeria u obsesión .Otros permanecen sin esa mínima elabo-ración que deriva en la fobia.

Esta diferenciación es importante, ya que resolver la angustia en mie-do, aun en el caso de fobias graves brinda el marco que aunque preca-rio le permite al sujeto encarar la solución de tareas que le impone la vida cotidiana al permitirle poner en juego mecanismos de defensa como la evitación, es decir que opere una angustia señal y no una angustia que lo deja inerme.

blemente porque es un sujeto único, entra un margen de relativismo de esa realidad “objetiva”.

Fíjense cuántos nos separa esto de los desarrollos actuales, tanto de los manuales que imponen categorías a partir de “datos observables en la reali-dad”, como de las TCC que hablan en nombre de la ciencia, y en nombre de investigadores que actúan sobre realidades perfectamente objetivas.

El campo de acción que tiene el psicoanálisis en cuanto al abuso sexual de los adolescentes resulta, por lo anterior, vasto y fructífero. Todavía más, justamente, con sujetos adolescentes, cuyas realidades psíquicas se muestran muy a menudo, más ancladas, más innegociables que en otras etapas. Es el objetivo del psicoanálisis ofrecer una escucha a ese sujeto adolescente que sufre, con sus experiencias únicas, y con su voz única.

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atravesado por la representación pala-bra sino por la presentación imagen, noticia de un ruido de exterioridad, nuda realidad en el tacto. Es en este primer momento presentación, pues es frente a ese algo primigenio que sólo hay un estar en presentación, de lo cual desdoblará posteriormente el pro-ceso secundario de pensamiento bajo la representación. Las facilitaciones o modos de quedar la realidad en su formalidad serán enriquecidas por la “magnitud de la impresión” y la “fre-cuencias de la misma”. Dirá además que en “las funciones psíquicas cabe distinguir (monto de afecto suma de excitación) que tienen todas las pro-piedades de una cantidad... algo que es susceptible de aumento, disminución, desplazamiento y descarga” (Freud, 1895; 345.)

El complejo del prójimo se basa en considerar que el primer objeto perceptivo, es el primer objeto de sa-tisfacción y hostil. Es por él que el neonato, nos dirá Freud (1895; 377) “se mantiene reunido como una cosa en el mundo... y es reconducido a una noticia del cuerpo propio”. Es sobre este acercamiento que se han desarrollado las teorías objetales en psicoanálisis, respecto a la consideración del objeto bueno y malo.

El elemento que va más allá de este primer displacer, o dolor inicial, se va gestando a raíz no sólo de la satisfacción orgánica que presenta el neonato, sino que a una, en esa in-teracción (en cuanto comunicación: intercambio de signos entre el niño y el auxiliar), el cuerpo del niño ini-cia un arduo recorrido respecto a las indiscriminadas reacciones que el cuerpo tiene en el contacto con el otro. Y es el pezón como abastecedor de leche quien además inaugura la erogenización de ese primer órgano incorporador de lo otro, la boca. Este primer intercambio ya genera un algo en el sujeto, “una organización cuya presencia perturba decursos que la primera vez se consumaron de mane-ra definida (acompañados de placer o dolor)” (Freud1895; 368). Que se ca-racteriza por su atracción del deseo e inclinación a reprimir. Esta organiza-ción primera es el Yo. Se destaca este aspecto porque se puede sostener que Freud reconoce que el proceso mismo, bajo esta analogía con las neuronas, tiene su símil en el sistema percepción conciencia y lo que queda fuera de lo consciente. Pero sustancialmente hay una organización fruto de un proce-so que funciona con autonomía de la conciencia y que constituye el modo de incorporación de lo exterior y lo

interior del sistema perceptivo esto es a saber: un “eso” que organiza y opera en autonomización a la conciencia. Es el modo de “quedar” la realidad, como cualquier exterioridad o interioridad que impele una respuesta somática y psíquica, está última por lo prematuro del organismo, más incipiente. Es decir la primer entrada de lo otro genera no sólo un carácter, una impronta, sino un modo de “habérselas” con ese real. Este aspecto es fundamental para pen-sar posteriormente la clínica ya que apunta a un irreducible simbólico con el cual todo sujeto cuenta, aún en los estados de alteración más graves.

Ese elemento seguirá bajo un con-tinuo y discontinúo de interacción con los otros que permitirán poli-cromáticas conformaciones, es decir matices de modalizaciones, pero de arranque hay Un modo de activación que se genera1.

En la carta 52 a Fliess, montará Freud (1895; 211) la constitución de las estructuras (histeria, perversión, etc.) precisamente en esta inserción de la investimenta de los placeres y la capa-cidad o no de su inhibición. Así desde el punto de vista de las conjeturas del funcionamiento neuronal, podemos des-tacar que hay una estructura que se va constituyendo de acuerdo a las cargas, descargas e inhibiciones. Este modo de teorizar de Freud seguirá constante en sus posteriores escritos en los cuales destacará cómo supone que funciona el aparato psíquico en su relación con el mundo interno y externo, cómo se estructura, y que efectos produce en la vivencia del sujeto.

El representante representativo que trabajará en el artículo sobre “La Re-presión” de 1915, es esquivo, pero es un ejemplo de cómo el supone precisamente un algo que opera en los mecanismos de desplazamiento y condensación de la representación y que no es la representación misma2, es ese automatismo de la agencia, el lugar teniente3. La función de la represión será no permitir emerger lo displacentero a la conciencia, eso que en el ámbito de lo inconsciente se desea. Y aquí ahondará en la repre-sión primaria, que la establece no en punto cero del displacer-dolor como lo maneja en el “Proyecto para Psi-cólogos”. La represión que acá asume no tiene que ver con el automatismo del displacer en cuanto a la sobrecarga de excitación perceptiva del estímulo externo o interno para mantener la ho-

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bien, saber mejor y saber trasmitir) implica saber hacer uso de la teoría y de su técnica reconociendo el cam-po subjetivo que esta abordando. El cual será más explosivo en tanto más inmerso esté el sujeto demandante en estados pasionales de vida. Por ello el inicio de un análisis es fundamental, Freud sugería esas entrevistas iniciales que permiten al sujeto decantar cómo llega el sujeto bajo qué demanda y qué recursos. Las defensas desarrolla-das que veíamos en el campo teórico como logros de complejización de la estructuración psíquica, se vivenciarán como los mejores recursos retóricos con los que cuenta el analizante para defenderse sea de sus propios impul-sos, de las demandas de la realidad o de la ley.

Para terminar digamos, que la complejización de la realidad sim-bólica y la condición del sujeto en su “habérselas” con el mundo, ha-ciéndose cargo o no de él, son los determinantes del posicionamiento ético del sujeto. La constitución moral del mismo bajo episodios concretos de la existencia relatada por el ha-bla en el análisis, son los insumos que se ciernen a la luz de los actos y los silencios, para saber las mar-cas de deseo abriendo el campo de posibilidad a una ética construida desde la singularidad.

meostasis, aunque si bien es el mismo funcionamiento, de lo que se trata acá es de representaciones conflicto entre los sistemas conciente e inconsciente. Por tanto no sitúa la represión sino en tanto están ya constituidas estas dos instancias y su función es mantener algo alejado de la conciencia.

La creación de la represión nos dirá Freud en su trabajo de lo inconsciente (1915) sólo se da cuando se estable-cen ya las instancias consciente e inconsciente. Este tránsito implica que el proceso primario de pensamiento se desgaje en el secundario. Donde la identidad de percepción devendrá en la búsqueda de identidad de pen-samiento. Citemos el evento de este nacimiento simbólico: “El signo que de esta manera representa la cosa manteniendo noticia de su ausencia, es a un mismo tiempo su represen-tante y símbolo, y la “imagen” de esa cosa ausente que el símbolo evoca, y que constituye su referente, es lo que denominamos representación” (Chio-zza, Luís 2000; 42).

La represión tiene su antecedente por tanto en un primer momento en la demarcación que se hace de los obje-tos por las palabras, esto generará en el sujeto existente una independencia de los objetos respecto a otros obje-tos, y una desvinculación de lo otro de sí, generando una independencia del medio, o dicho de otro modo una dependencia con el medio por vía del lenguaje y no del instinto. Una inde-pendencia relativa en tanto que las imágenes tendrán su propia impre-sión en el sujeto, un modo deseoso y particular de asumirla y de cargar con ese mundo de imágenes más o menos diferenciadas y con cargas--descargas afectivas inesperadas.

Nos dice Nietzsche que por la pala-bra entra la verdad y la mentira4. Con el “no” que se le dicta al niño entra la posibilidad de detener el acto por la palabra, el impulso por el orden.

El niño frente al límite, seguirá sintiendo, pero ya no sólo será la as-piración por un objeto, sino además el resentimiento con el frustrador por

moverlo al displacer. El amor y el odio no son contrarios pues es el mismo sujeto quien los tiene y los deposita en el gratificador-frustrador. Por ello la representación de la cosa tendrá una variedad de signos afectivos que no son unívocos con lo que el otro significa, sino con la impresión que queda y cómo quedan los retazos (con lo que es de significante para el aprehensor).

Así se genera un campo de lo in-consciente que arranca en el proceso mismo de inclusión de lo otro en el neonato, este es el modo singular que el organismo humano incorpora sus estímulos internos y externos. Esto ya genera estructura de reacción. Hay otro aspecto del campo de lo inconsciente que corresponde al posicionamiento de ese organismo frente a la imple-mentación de la Ley fundamental del incesto. Y esto tiene que ver con el sitio existencial en las relaciones primarias, frente a una madre que erogeniza, un padre que limita y un modo de gozar en esas relaciones (aquí radica el tercer momento de moralización).

Este tercer modo de ver la consti-tución preconsciente5, implica el modo de operar del sujeto, en tanto sus actos del pensamiento; cómo se imaginariza. Aquí radicará el juego del deseo con lo prohibido y todas las formaciones de aplazamiento y construcción deseosa. Es sobre estos tres ejes que podemos suponer la existencia de un sujeto del inconsciente, es por ellas que podemos posteriormente hablar de los modos sofisticados de “saber de sí”, en las tecnologías del yo, así como de las tecnologías de poder y dominio, enun-ciadas por Foucault. Estas tecnologías inquieren a lo consciente, en cuanto al acto de la existencia, la interpela-ción de las acciones y el pensamiento por su coherencia e incoherencia bajo la pregunta, ¿Obro bien? ¿Obro mal? ¿Quién obra?

Finalmente sólo a raíz de una tec-nología que no pretende sólo moralizar al yo sino reconocer y posicionar al

sujeto bajo su deseo (lo que lo habita) y los costos de la demanda es que po-dríamos hablar de la ética analítica.

Se puede considerar con lo dicho acá el inconsciente como un campo, en donde por la inclusión en los sig-nificantes el hombre ya tiene un modo de operar, una posición y modos de gozar. En donde el sentido lógico del inconsciente no es vía la razón, del “darse cuenta” de la conciencia sino en tanto lo negado frente a ella. Por lo que al afirmar la “verdad” implicamos la “mentira” lo acallado, silenciado, desestimado, reprimido que queda como excluido. Desde aquí se puede asu-mir que finalmente el inconsciente es efecto de la palabra y su constitución se debe a la asunción de lo interdicto “con lo dicho que no”… ya que “la re-

presión en Freud no puede articularse de otra manera que asentada sobre el significante” (Lacan 1958; 51).

En este trayecto de constitución del preconsciente hay pues una sedi-mentación desde el yo real primitivo que tiene como función discriminar el afuera y el adentro, un yo placer que desarrolla juicio de atribución y un yo definitivo que precipita el jui-cio de realidad, un reconocimiento de la alteridad6.

Miller pondera también un tra-yecto en la constitución del sujeto de frente a la presencia del gran Otro nos dirá:

“Definir al Otro como un verdadero sujeto quiere decir para Lacan… que no es nuestro doble, que no es el otro especular, el semejante que no es el personaje que está en relación con la imagen que puede proponer ese sujeto en tanto yo (moi). El Otro es el sujeto de la intersubjetividad, es el sujeto el correlato del sujeto, mientras que el

otro(a) es el correlato imaginario del yo del sujeto” (Miller 2008; 238).

Podríamos evidenciar con lo di-cho hasta aquí que la constitución del objeto, la alteridad y la intersub-jetividad es un trayecto complejo el cual no es menos que el adherimiento a los ideales, como un cuarto mo-mento de complejización ética bajo juicios de valor.

Si bien Freud nos permite eviden-ciar un campo lógico de construcción del fenómeno es importante ponderar cómo el medio intersubjetivo y los eventos presentes en cada momen-to de la vivencia del sujeto generan caminos de progresión. Este campo lógico de teorización apuntan a un momento originario que se distingue del inicio de la consulta analítica: desmontar sondear el fondo de los concretos en que el sujeto está hecho. Por ello remitía a las tecnologías del yo de Foucault hace un momento. Ya que históricamente ha habido modos peculiares, dispositivos que han per-mitido conocer el andar del sujeto. Los hubo más de corte estoico como las reglamentarias de Séneca en donde la cuenta de conciencia fue diferente de lo que posteriormente sería la confe-sión en el cristianismo. Es bajo este reconocimiento de las distintas tecno-logías del yo que podemos reconocer que las diversas psicologías modernas

tratan de sondear al sujeto y cómo el psicoanálisis es una propuesta más con sus grandes diferencias.

Sea como fuere, las diversas tecnolo-gías no pueden olvidar que el momento de explicación de los orígenes (que en todas hay un intento de explicación de ello) es diverso al modo singular en que el sujeto va inaugurándose, subjetivándose allende el supuesto teórico decurrente del sujeto.

El inicio de todo saber de sí implica momentos de-novates de ingenuidad, claro está que los sujetos que preten-den saber de sus problemas o dolores en la demanda de un alguien que los escuche tienen como primer tentación el ocultamiento de su complicidad con la situación y el goce retributi-vo, por lo que tratarán de entramar al escucha como un ayudante más para sostener la situación que convenían, hasta antes de la alteración que los llevo a buscar ayuda.

La vigilancia epistémica de parte del escucha como un profesional bajo el sentido de la técnica griega (saber