El Proximo Oriente Antiguo Vol.I - Gonzalez Wagner, C.

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Historia Antigua. Crisis de los Imperios.

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  • 1.1.1. La eclosin de los reinos arameos

    Desde las tierras del alto Jordn hasta alcanzar la Mesopotamia septen- trional se extendi, durante el comienzo de la Edad del Hierro, una serie de comunidades polticas arameas, articuladas como pequeos reinos di- rigidos por una realeza ((gentdicim, en lugar de burocrtica o militar, des- cendiente de los antiguos jefes tribales. De entre todos ellos destacaron, Damasco y Hama, en el valle bajo y medio del Orontes respectivamente, Bit Agusi ms al norte en territorio de Alepo, Bit Adani junto al Efrates y al sur de Karkemish. Otros de estos estados (Bit Bahayani, Nasibinia, Bit Za- lami) ocupaban la zona del Habur y del alto Tigris.

    La posibilidad de reconstruir la historia de todos aquellos reinos ara- meos es sin embargo bastante escasa, ya que los documentos que de ellos nos han llegado son muy pocos, ya que los procedimientos administrativos tardaron bastante tiempo en implantarse, debido al contexto preferente- mente tribal del que partieron y a su dilatado periodo de formacin a lo largo de los siglos XI y x. En la Siria meridional Damasco, del que sabemos ms por sus relaciones con los hebreos, se hallaba favorecido por encon- trarse en una zona de tierra irrigada, as como por su situacin de encru- cijada entre las rutas comerciales caravaneras que permitan el acceso al sur de Arabia, la Siria septentrional, la alta Mesopotarnia y el Mediterr- neo, por lo que alcanzara muy pronto una posicin hegemnica, que le permiti aliarse con el reino de Jud contra el de Israel. Se trataba, claro est, de guerras de mbito local que no modificaban en profundidad la re- lacin de fuerzas irnperante en la zona, una especie de equilibrio que solo se vena alterado con la presencia de Asiria en el transcurso del siglo IX. A partir de Adad-Ninari 11 (9 1 1-89 1) las sucesivas campaas asirias conduje- ron al sometimiento de los reinos arameos de la alta Mesopotarnia, y des- de Salmanasar 111 (858-824) la amenaza se cerni sobre los ms occiden- tales de Siria y Palestina.

    1.1.2. Los estados neohititas

    Despus del hundimiento del Imperio htita, el altiplano central anatli- co haba sido ocupado al cabo de algn tiempo por nuevas gentes, los b 9 0 s procedentes de la Troade, en la costa occidental, aprovechando el vaco poltico ocasionado por su desaparicin y el despoblarniento provo- cado por la crisis demogrfica que haba constituido uno de los factores de su desestabilizacin. En la regin sudoriental de Anatolia y en aquellos otros territorios que, como en el norte de Siria y Mesopotamia, haban constituido los confines del Imperio de Hatti, se formaron durante la Pri- mera Edad del Hierro diversas comunidades polticas culturalmente here-

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  • Despus de una primera poca de formacin, y muy mal conocida (1 200-1000), pequeos reinos como Patina, Malatya, Gurgurn o Tabal, pa- recen haber alcanzado un notable desarrollo. De entre toda aquella dece- na de estados neohititas de dimensiones cantonales, organizados cada uno en tomo a una ciudad, Karkemish, que representaba la ms directa conti- nuidad respecto al periodo imperial anterior, obtuvo una clara preemi- nencia dada su importante posicin comercial. Sin embargo, en el plano econmico, el desarrollo de los restantes estados neohititas obedeci a su favorable ubicacin prxima a los recursos minerales (hierro) y forestales d e la zona a piedemonte del Tauro. La configuracin d e sus asentamien- tos, tanto las ciudades como las aldeas, como centros fortificados prote- giendo el acceso a los valles y sus tierras tras los montes, sugiere un cli- ma en el que los conflictos locales parecen haber sido frecuentes.

    7.1.3. El nacimiento de Urartu

    En tomo al lago Van, en la Anatolia oriental, sobre las altas mesetas de Armenia, gentes de origen hurrita se haban venido estableciendo tras la desaparicin de Mitanni y la conqLusta del Hanigabalt por los asirios. Mez- clados y asimilados con la poblacin local dieron lugar a un sistema d e tri- bus confederadas que son mencionadas por alguna inscripcin asiria de mediados del siglo XIII con la denominacin colectiva d e Urartu. En aque- lla poca Salrnanasar 1 haba combatido ya a un conglomerado de tribus

    . septentrionales que se agrupaban bajo este nombre. Desde entonces y hasta el siglo rx en que aparecern bajo la forma de un estado unitario y poderoso rival de Asiria, los urarteos, que habitaban un territorio rico en recursos hidrulicos (lagos Van, Sevan y Urmia) y en minerales (plata, co- bre y hierro), s e fueron paulatinamente constituyendo en uno d e los focos metalrgicos d e mayor importancia en todo el Rximo (?riente. Al mismo tiempo que algunas de las primitivas aldeas se transformaron en ciudades fortificadas, se fue as mismo consolidando una lite tribal sobre el control d e la actividad minero-metalurgica que, tras unperiodo poco conocido, dara paso a una realeza unitaria. En el curso del siglo IX Urartu, ya unifi- cado en tomo a una monarqua que recibe fuertes influencias d e los pa- ses y culturas circundantes, pero sobre todo de Asiria, se enfrentar al so- berano asirio Salrnanasar 111 haciendo as su primera aparicin en el con- cierto d e los conflictos internacionales.

    1.2. Los hebreos y los reinos de Israel y Jud

    La aparicin y la historia posterior de los hebreos en el Prximo Orien- te se ha convertido en una cuestin de interpretacin sumamente contro-

  • 1.2.1. El nacimiento del reino de Israel

    La poca de los Jueces representa, con su organizacin netamente tri- bal, la consolidacin tnico-poltica de los hebreos como pueblo d e Israel, al margen an de las estructuras de un estado unitario. Pero este proceso no fue nico, ni extraordinario, sino que, sirnilarmente y favorecidos por las nuevas condiciones creadas tras la crisis del siglo XI, aprovechando el vaco dejado por la ausencia del poder de Egipto en la zona, otras pobla- ciones fueron encontrando el camino hacia su consolidacin poltica. Tales fueron los filisteos, cuyo origen externo subrayaba ms an el factor na- cional, asentados en una pentpolis en la franja de costa ms meridional, y . los amonitas, moabitas y edomitas, de sustrato cananeo, situados en las tie- rras interiores, al este del Jordan y del Mar Muerto. Las relaciones entre todos ellos fueron conflictivas, en parte debido a una competencia de fon- do por los recursos que se manifestaba en enfrentamientos territoriales, en parte porque el proceso d e autodrmacin de unos, en el que la expan- sin jugaba en ocasiones un papel importante, chocaba con el de los otros.

    Las figuras de Samuel y de Sal, que hstricamente podemos situar en tomo a finales del siglo XI, representan la transicin de una confederacin de tribus hebreas a una monarqua que conferir un carcter poltico uni- tario a una poblacin que estaba cohesionada por medio d e formas de in- tegracin tribales (parentesco, solidaridad). En este proceso, como segu- ramente en los r@stantes que s e produjeron en la regin por aquellas fechas, el impulso poltico unitario no precede la aparicin d e amplios vnculos de identidad y autoafirmacin, como haba ocurrido tantas veces durante la Edad del Bronce, sino que es posterior a ellos. Ambos encarnan una autoridad que estaba a medio camino d e los jefes tribales anteriores y de los posteriores reyes, entre la tnbu y la ciudad, entre la simplicidad y la complejidad.

    Los enfrentarnientos militares con los listeos pudieron haber constituido uno d e los factores que aceleraran pertinentemente el proceso de unifica- cin poltica. Este lleg a un momento importante con David (1000-960), artfice d e la unin d e las tribus septentrionales (Israel) y meridiona- les (Jud). Con l, el reino de Israel consigui a abarcar un territorio' que englobaba -la mayor parte d e Palestina tras la conquista d e Jerusaln, transformada en capitd del reino, la disgregacin, ocasionada por la de- rrota del reino arameo d e Soba, situado sobre el valle de la Beqaa y el oasis de Damasco, a espaldas de las ciudades fenicias de la costa, y el so- metimiento de los edornitas, los amonitas y moabitas. Los filisteos al sur, al igual que los arameos al norte, fueron asimismo derrotados y contenidos, mientras que las ciudades martimas cananeo-fenicias s e mantuvieron in- dependientes practicando unas relaciones amistosas sobre el plano del comercio y la diplomacia.

  • con Tiro, fueron buenas, al contrario que con el remo de Damasco, entidad poltica aramea que haba consegudo su independencia tras la hg rega - cin de Soba, y contra el que no fueron raras las guerras por el control del comercio transjordano

    Mientras tanto las ciudades-estado de los filisteos atravesaban un mten- so proceso de asimilacin hgustica y aculturacin que habra de concluir con su desaparicin como entidades nacionales diferenciadas, y los pe- queos remos transjordanos de Amon, Moab y Edom, cuya riqueza pro- vena esencialmente del comercio entre el sur de Arabia y Siria, pugnaban por mantener su independencia frente a Damasco e Israel En el plano ex- temo remaba la calma Desde la expedicin de Tiglat-Pilaser 1, en tomo al 11 00, ningn otro ejrcito procedente de Mesopotamia haba irrumpido en la regin Luego los faraones de la XXII Dinasta haban devuelto a Egipto algo de su esplendor anterior y aunque la expedicin de Sheshonq no pa- rece haber sido otra cosa que una mcursin aislada, la mfluencia egipcia en la zona, ahora por va diplomtica en vez de militar, haba hecho nue- vamente acto de presencia

    1.3. Las ciudades fenicias

    Las marimas cananeas de 13 laanla c e s t ~ u l a _ _ q s t m otros de los grandes protagonistas de este peri~c&o Pero a partir de aho- ra, a ellas y a Su terntono lo llamaremos Fenicia en virtud de la denomi- nacin popularizada en la Antiguedad p o r m e g o s Ello no quiere de- cir que aceptemos el punto de m t a de quienes defienden la existencia de una ruptura cultural importante de estos asentamentos urbanos y sus co- munidades respecto a sus predecesores de la Edad del Bronce Si bien es verdad que se produjeron en ellos algunos cambios significativos, como el debilitamiento del sEtema a dad en tomo al cual giraba la organizacin de la vida social y econmica, lo que constituye una de las caractershcas del nuevo periodo histrico que daba comienzo, por paradjico que pue- da parecer las ciudades fenicias de comienzos de la Edad del Hierro re- presentan, dentro del honzonte general de transformaciones d e diversa ndole, y en contraste con las poblaciones de Palestina y Sma, la ms no- tona continuidad en relacin a los tiempos anteriores

    ti%= @ ~ ~ t i & ~ p ~ o r i m ~ a ~ d ~ ~ i t o regional sm padecer, como ante- riormente, las mterferencias de las grandes potencias circundantes, que o bien haban desaparecido vctimas de la cnsis que puso tmmo a la Edad del Bronce, como haba ocumdo con el Impeno de los hititas, o atravesa-

  • MAR

    MEDITERRANEO

    Fig. 1.2. Israel y Fenicia

  • gar tributo, y poco despus su sucesor Ithobaal 1 (887-856) ser el crea- dor de un reino tirio-sidonio y promotor de una expansin que incluye parte del temtorio de Biblos, al tiempo que se proseguan las buenas re- laciones con Israel, lo que permiti una intensificacin de las mfiuencias culturales fenicias en lugares como Samaria, la nueva capital tras la divi- sin del reino a la muerte de Salomn, Hazor o Meggido.

    Durante el siglo IX se produjo una colonizacin fenicia, promovida tam- bin en gran medida por los tirios, del norte de Siria y de Cilicia (Tarsos) con el fin de asegurar el acceso a los ricos yacimientos de metales del su- deste de Anatolia. La presencia y el comercio fenicio estn atestiguados en toda la regin, sobre todo por la presencia de inscripciones que docu- mentan el uso del fenicio como lengua oficial y la invocacin religiosa al dios de Tiro, Melkart, por parte de soberanos de los temtorios arameos y neohititas de la Sina septentrional y Cilicia, Gracias a una red d e factoras y escalas en las costas de Chipre y el litoral sudoriental anatlico (golfo de Alejandreta) los fenicios de Tiro se hicieron con el comercio (metales y es- clavos) de la zona, que inclua el Tauro y el Effates, y con las rutas que les permitan penetrar en el Egeo.

    Una parte significativa de la importante prosperidad comercial fenicia era consecuencia de la situacin de sus ciudades, que durante todo aquel periodo se caracteriz por el crecimiento demogrfico y la cada de los rendimientos de la produccin agrcola origmada por el deterioro ecol- gico. como resultado de las migraciones e invasiones de finales de la Edad del Bronce las ciudades fenicias haban perdido el control de am- plios territorios en el sur y el interior del pas, habitados desde entonces por los hebreos, filisteos y arameos. Reducidas a la franja costera central, sus. limitadas reas de explotaciones agrcolas se vieron afectadas por la

    .,intensificacin, que no era sino una respuesta al crecimiento demogrfico, y el sobrepastoreo impuesto por las condiciones orogrficas y las demar- caciones polticas que resultaban de la articulacin en ciudades-estado in- dependientes. A todo ello se una la pronunciada deforestacin d e los montes del Lbano, cuyos bosques haban sido explotados en busca de la preciosa madera desde los mismos comienzos de la Edad del Bronce, lo que ocasionaba una progresiva degradacin de los suelos y acentuaba la sequedad del clima. Como resultado, al menos para el siglo x las ciudades fenicias no disponan ya de condiciones que aseguraran el abastecimiento de alimentos que requeran sus poblaciones cada vez ms densas. Tal y como se comprueba en la Biblia, el comercio fenicio demandar a partir de esa fecha, adems de metales, productos agrcolas de los que sus se hailaban escasos. En contrapartida los fenicios pusieron en pie una enor- me produccin especializada de manufacturas muy elaboradas (marfiles, talla de madera, orfebrera, vidrio) con que hacer rente a los intercam- bios. La bsqueda de las materias primas necesarias incentiv la amplia-

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  • cin de sus horizontes comerciales y, en un proceso de retroalimentacin, estimul su expansin por el Mediterrneo, convirtindolos en uno d e los ms importantes agentes de difusin cultural de la Antiguedad.

    En el mundo antiguo el comercio lejano jug un papel decisivo cuando, en una formacin social dada, el excedente que las elites podan obtener se vea limitado por el estado concreto de desarrollo de las fuerzas pro- ductivas, condiciones ecolgicas dificiles, o por la resistencia a entregarlo de los miembros integrados en las unidades de produccin (grupos do- msticos, comunidades de aldea...). En una situacin semejante, el comer- cio lejano permita la transferencia de una fraccin del excedente de una sociedad a otra. Para la que recibe el beneficio, esta transferencia puede ser esencial y constituir la base principal de la riqueza y el poder de sus clases dirigentes. Tal era el caso de las ciudades d e Fenicia, asentadas en un medio en el que siempre hubo problemas para lograr obtener el ex- cedente necesario que garantizara la estabilidad de los sistemas tributa- rios-palaciales, lo que causaba, como ya hemos visto en otros captulos, di- versas crisis peridicas que s e caracterizaban por el retroceso d e las reas urbanizadas y sometidas a explotacin agrcola, y por la huida al as ampliado territorio nmada de los empobrecidos habitantes d e las ciu- dades (hapiru) agobiados por las servicias y la dureza de la imposicin tri- butaria. Por ello, si a comienzos del primer milenio se puede detectar una transformacin en el contenido y la extensin del comercio que tradicio- nalmente practicaban los fenicios, siendo sustituidas las riquezas naturales y los ((objetos d e lujo)) por toda clase de manufacturas y amplindose sus horizontes, fue a causa de crecientes las dificultades para extraer el exce- dente ante la incidencia adversa d e una serie de condicionantes ecolg- cos (deforestacin, sobreintensificacin, degradacin), demogrficos (crecimiento y concentracin de la poblacin, perdida de territorios inte- riores), sociales (ascenso d e una ciudadana libre capaz de representarse en la asamblea ciudadana), econmicos (crisis del sistema tributario-pala- cial-redistributivo) y polticos (prdida del carcter desptico de la mo- narqua) (Wagner: 1993 )

    Esta interpretacin, frente a la ms extendida versin de corte difusio- nista que hace responsable d e la ((daspora mediterrnea de los fenicios a la posterior presin militar y trbutaria de Asiria y rebaja cronolgica- mente sus orgenes, an en contra de todos los datos proporcionados por las fuentes literarias, segn el ms estricto positivismo arqueolgico, po- see la ventaja de incidir sobre los factores internos de ndole demogrfica, ecolgica y socio-econmica como principales causas d e aquel movi- miento comercial y colonizador. En tal sentido es esencial la proporcin en que una sociedad vive del excedente que ella misma ha generado y del excedente transferido que proviene de otra sociedad, y hay motivos so- b r a d o ~ para sospechar que en Fenicia, a comienzos del primer milenio,

  • la proporcin de la sociedad que viva del excedente iransferido median- te el comercio lejano iba en aumento. En tal contexto la presin de los im- perios circundantes, como fue el asirio, slo constituira un elemento ms, y ni sicpera el ms importante, como demuestra el hecho de que los ini- cios de la expansin o ((dispora)) fenicia por el Mediterrneo, que con toda seguridad no son posteriores al siglo m a. C., no coincidieran con los momentos de mayor actividad poltica y militar de Asiria.

    7.3.2. La expansin y la colonizacin fenicia en el Mediterrneo

    Sinrindose de sus conocimientos de los astros, que formaba parte del bagaje de su cultura prximo-oriental, y de una serie de mejoras relacio- nadas con la construccin de embarcaciones y la tcnica de la navegacin, de entre las que destac sin duda la aparicin en los navos del casco de cuadernas, permitiendo un diseo ms alargado que tornaba las naves ms marineras, los fenicios se lanzaron a su aventura martima atravesan- do el Mediterrneo en busca de las materias primas y las riquezas que su comercio precisaba, para lo cual les fue de gran utilidad las noticias rela- tivas a la existencia de tierras allende los mares que su contacto anterior con los micnicos les haba-proporcionado. Ambas civilizaciones haban mantenido estrechas relaciones durante buena parte del Bronce tardo,

    '

    como demuestra la presencia de cermica procedente del Egeo en diver- sos lugares a lo largo de todo el litoral cananeo-fenicio, desde Ugarit y Bi- blos hasta Gezer y Lalash, pero los fenicios habran de superar a los mi- cnicos en su expansin martima, llegando ms lejos que aquellos, a lo largo de un itinerario jalonado por las diversas islas que salpican el Medi- terrneo. Partiendo de sus costas orientales, la expansin martima hacia Occidente, en donde los fenicios accederan a las riquezas mineras d e Tartessos, el estao de las islas Cassitrides y el oro y marfil africano, se realiz avanzando de isla en isla, desde Chipre hasta Rodas y Creta que facilitaban el acceso a los archipilagos y el continente gnego, para desde all alcanzar con facilidad las islas del Mediterrneo central, Malta, Sicilia, y las pequeas Gozo, Pantelaria y Larnpedusa, fente a la costa norteafr- cana. De ail a Cerdea y finalmente las Baleares, en particular Ibiza, des- de donde se alcanzaba el litoral meridional de la Pennsula Ibrica, las cos- tas de Tartessos, y el norte de Aiica, lugares todos ellos que fueron luego colonizados por los fenicios. En el curso d e aquella gran expansin los fe- nicios difundieron por el Mediterrneo el conocimiento de la escritura al- fabtica, que los mismos griegos tomaron de ellos, junto con otros ele- mentos y tcnicas de la cultura orientalizante que representaban, y fun-

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    daron numerosas factoras y colonias, algunas de las cuales fueron, como Gadir o Utica, las ms antiguas ciudades de Europa y el %ca septentrio- nal respectivamente.

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  • Las tradiciones recogidas por los escritores griegos y latinos, y cuyo eco se encuentra tambin en mitos y leyendas gnegas, corroboran el tem- prano inicio (siglos XI y x) de la expansin fenicia, si bien la documentacin arqueolgica no halla prueba de la presencia de los colonizadores en las riberas del Mediterrneo hasta finales del siglo IX o comienzos del wn. Tal desfase en la informacin puede ser explicado, precisamente, por la exis- tencia de una primera etapa de precolonizacin, caracterizada por los descubrimientos que ensancharon los horizontes geogrficos, los viajes espordicos y la fundacin de algunos santuarios que serviran de ndulos sobre los que se articulara el posterior entramado colonial, todo lo cual no ha dejado una huella consistente en el registro arqueolgico.

    ' El debilitamiento y la crisis del sistema de economa palacid haba per- mitido la aparicin en las ciudades fenicias de gnipos de iniciativa parti- cular que infirieron un peculiar dinamismo al desarrollo de las actividades comerciales. An as los templos, y en particular el santuario de Melkart de Tiro, tuvieron una irnportantsima funcin. En alguna medida cumplan un papel similar al de los antiguos kan asirios en lo que a la organizacin y a la proteccin del comercio concerna. Por ello la ms antigua expansin martima de los fenicios por el Mediterrneo se encuentra jalonada por la presencia inicial, como en Tasos o en Gadir, de estos santuarios. Aquella primera fase de la expansin fenicia, denominada tambin como precolo- nizacin, parece que no fue obra de una sola metrpolis, si bien Sidn jug sin duda un papel destacado, de acuerdo a las circunstancias d e los tiempos. A partir del siglo x Tiro fue sustituyendo la anterior primaca de los sidonios al frente de las expediciones martimas y comerciales, en con- cordancia al auge poltico y econmico que esta ciudad de Fenicia alcan- zara a partir del reinado de Hiram.

    1.4. El fin de la independencia

    La expansin martima y ia colonizacin en el Mediterrneo, que impli- caba una organizacin comercial a gran escala, convirti a las ciudades de Fenicia, y en particular a Tiro, a pesar de suc reducidos territorios y de su escaso poder militar, en centros econmicos y polticos de extraordinaria importancia, debido en gran parte al creciente inters por el hierro, cuyo comercio en gran medida controlaban. Las divisiones y enfrentamientos entre Jud e Israel y el fraccionamiento poltico que caracterizaba a los arameos y neohititas, propiciaba, ante la ausencia de estados fuertes, un' equilibrio que por otra parte no haca sino favorecerles. Pero tal situacin fue trasformndose en el curso del siglo IX con la aparicin de los ejrci- tos de Asiria que, como veremos en el prximo captulo, comenzaba a emerger una vez ms despus de una dilatado periodo de ausencia

  • memente significativo que en su relato de la expedicin el monarca afir- mara que aquel mismo tributo le haba sido negado a su padre, Shamshi- Adad V, lo que constituye una prueba manifiesta de'la debilidad de la pre- sencia asiria en la zona.

    La llegada al trono de Asiria de Tiglat-Pilaser 111 marc definitivamente el final de la independencia fenicia y sirio-palestina, Con l la expansin de Asiria en aquellos territorios occidentales encontr un renovado y podero- so vigor, al mismo tiempo que las tcticas tradicionales de las incursiones militares, destinadas a amedrentar al enemigo obligndole e someterse y a satisfacer el pago de un tributo, fueron reemplazadas por una poltica de dominacin directa que implicaba la conquista territorial, la ocupacin permanente y la anexin de los vencidos. Despus de asegurar su fronte- ra septentrional con una victoria sobre Urartu, el nuevo monarca asirio de- rrot a una coalicin de principados arameos, conquist Damasco y reno- v el tributo sobre las ciudades fenicias.

    1.4.2. Las consecuencias de la expansin imperialista: la crisis poltica de Tiro, la destruccin de Sidn y la refundacin de Israel

    La amenaza que supona la presencia de Asiria en la regin haba pre- cipitado, por otra parte, una crisis poltica interna en Tiro en el ltimo cuar- to del siglo IX, enfrentando a la oligarqua comerciante, dirigida por el sa- cerdocio de Melkart, con la nobleza tradicional ag~aria, y provocando la divisin en el seno mismo de la realeza. El acontecimiento, que nos ha sido trasmitido en forma de narracin semilegendaria por un autor latino tardo, pero que encuentra apoyo en otras fuentes anteriores, habra de tener unas repercusiones de enorme trascendencia en la posterior historia de la antiguedad mediterrnea. La lucha poltica en Tiro se sald con la victoria de la nobleza tradicional, representada por Pigmalin el joven hijo del fa- llecido rey Muto, partidaria de un entendimiento con los asirios, sobre la oligarqua comercial que defenda un mayor acercamiento a Egipto. Esta ltima faccin estaba liderada, segn la tradicin, por la hermana del rey, Elisa, que era tambin la esposa del sumo sacerdote del templo d e Mel- kart. Los vencidos en aquella contienda poltica, con fuertes intereses eco- nmicos de fondo, hubieron de emprender el camino del exilio en direc- cin a Chipre y de all pasaron a la costa norteafricana donde fundaron en el 81 4 un nuevo asentamiento. Se producan as los orgenes de la ciudad de Cartago (Alvar y Wagner: 1985).

    Superada la crisis, Tiro continu ejerciendo durante un tiempo su pre- dominio sobre las restantes ciudades fenicias al frente de un reino que, desde los tiempos de Ithobaal, incorporaba tambin a Sidn, que no es mencionada por los asirios, los cuales llamaban a los monarcas d e Tiro

  • En Siria y Palestina la presencia asiria tena consecuencias que no que- daban limitadas al plano poltico y militar. Los pesados tributos que arrui- naban los recursos de la regin, las devastaciones y la deportacin, todas ellas utilizadas como tcnicas de control sobre las poblaciones vencidas, empobrecan sin remedio el pas, cuyo territorio sufna una y otra vez la presencia de los ejrcitos asirios que destruan las aldeas, los cultivos y las obras de irrigacin. La presencia de guarniciones asirias y de gobernado- res destacados por el Imperio en los temtorios conquistados y convertidos en provincias, garantizaba el funcionamiento de un complejo sistema de centrahzacin de recursos destinado a asegurar el esplendor de la capital y la repoblacin de su campia (~ive;ani: 1988, 680) esquilmando an ms los recursos locales.

    Durante el reinado de Assurbanipal, el ltimo rey poderoso del h p e - rio Asirio, Tiro se sublev de nuevo apoyada por Egipto y fue sometida a asedio en el 668, pero tampoco esta vez pudo ser tomada. Poco despus caa Arvad, que se haba sublevado a su vez, estorbando seriamente el co- mercio naval asirio, como antes lo hubiera hecho Tiro. La crisis y el final de Asiria, que estudiaremos en el prximo captulo, supuso un respiro temporal para las ciudades fenicias y el reino de Jud, que bajo Josas re- cuper alguno de sus antiguos temtorios y vivi una poltica de identifica- cin de la monarqua con el dios nacional, mientras en Siria las tropas egipcias del faran Necao combatan a los ejrcitos de Babilonia, conver- tida ahora en la heredera del desaparecido Imperio asirio.

    La endmica agitacin en Siria y Pdestina, sustentada por Egipto, que promova una y otra vez la sedicin, provoc por ensima vez la interven- cin militar de los mesopotmicos, ahora bajo la gida del caldeo-babilo- nio Nabucodonosor 11. Tras la cada de Ascaln en el 604, las esperanzas locales no se desvanecieron, y poco despus el reino de Jud proclamaba su independencia por voz de su rey Joaquun. La respuesta no se hizo es- perar, y en el 597 Jemaln era tomada por el ejrcito de Nabucodonosor. El templo fue saqueado, las murallas destruidas, y el rey junto con la no- bleza y parte de la poblacin deportados a Babilonia. Al poco, Egipto se apoderaba de Gaza, soliviantaba las siempre inquietas ciudades fenicias, en especial Tiro y la reconstruida Sidn, y provocaba una nueva subleva- cin en Jud. Pero tampoco la revuelta consigui triunfar en esta ocasin. En el 587 Jerusaln fue tomada de nuevo tras resistir un asedio de casi dos aos; hubo nuevas deportaciones y el territorio del reino fue anexionado. Anloga suerte les toc a Gaza, a Amrnn, a Moab, los .otros reinos pales- hnos. Tiro tuvo ms suerte; abastecida por mar desde Egipto soport un prolongado cerco de trece anos, al cabo de los cuales capitul, como ya haban hecho antes Sidn y otras localidades, teniendo que aceptar la pre- sencia de un gobernador babilonio. Finalmente la monarqua tina fue des- poseida de su gobierno, que fue ocupado temporalmente por magistrados civiles controlados por el vencedor (Alvar, 199 1).