Estructuras Clinicas - Freud

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PSICOPATOLOGÍA ROBERTO TORREZ FUNDACIÓN AGALMA NEUROSIS DESDE FREUD Freud en la construcción de su edificio teórico y avanzando en un territorio inexplorado se plantea la cuestión de la psicopatología y el tratamiento de los trastornos mentales de diversas maneras, con marchas y contramarchas pero con la voluntad inquebrantable de llegar a buen puerto. De este modo va investigando desde su práctica los distintos fenómenos clínicos y su transformación en conceptos o mejor en representaciones que luego se consolidaran como los conceptos fundamentales del psicoanálisis. Observa que las representaciones que constituyen lo propio de lo humano tienen distintas valencias y son objeto de distinto trato en la dinámica subjetiva, infiriendo que en algunos casos se transforman en peligrosas, por su intensidad y carga, y que el aparato psíquico se defiende reaccionando a través de un mecanismo psíquico que va a llamar represión por el cual los pensamientos que generan una angustia indebida serán debilitados y tratados como no acontecidos, evitando de esta forma que se trasformen en fenómenos patológicos a través de la formación de síntomas. También intenta esclarecer cuales son los componentes que determinan la predisposición neurótica y el desencadenamiento del proceso mórbido, evaluando los factores etiológicos, hereditarios, constitutivos, el desencadenamiento de lo traumático, la influencia de la vida sexual como elemento causal, el conflicto intrapsíquico entre las instancias conscientes, representantes de los aspectos defensivos controlados por el yo, y el inconsciente donde reina el deseo, lucha que genera desgaste y padecimiento. De este modo se va dando cuenta que existen procesos inconscientes que

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Definición claro acerca de la Neurosis

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PSICOPATOLOGÍA

ROBERTO TORREZ

FUNDACIÓN AGALMA

NEUROSIS DESDE FREUD

Freud en la construcción de su edificio teórico y avanzando en un territorio inexplorado se plantea la cuestión de la psicopatología y el tratamiento de los trastornos mentales de diversas maneras, con marchas y contramarchas pero con la voluntad inquebrantable de llegar a buen puerto. De este modo va investigando desde su práctica los distintos fenómenos clínicos y su transformación en conceptos o mejor en representaciones que luego se consolidaran como los conceptos fundamentales del psicoanálisis. Observa que las representaciones que constituyen lo propio de lo humano tienen distintas valencias y son objeto de distinto trato en la dinámica subjetiva, infiriendo que en algunos casos se transforman en peligrosas, por su intensidad y carga, y que el aparato psíquico se defiende reaccionando a través de un mecanismo psíquico que va a llamar represión por el cual los pensamientos que generan una angustia indebida serán debilitados y tratados como no acontecidos, evitando de esta forma que se trasformen en fenómenos patológicos a través de la formación de síntomas. También intenta esclarecer cuales son los componentes que determinan la predisposición neurótica y el desencadenamiento del proceso mórbido, evaluando los factores etiológicos, hereditarios, constitutivos, el desencadenamiento de lo traumático, la influencia de la vida sexual como elemento causal, el conflicto intrapsíquico entre las instancias conscientes, representantes de los aspectos defensivos controlados por el yo, y el inconsciente donde reina el deseo, lucha que genera desgaste y padecimiento.

De este modo se va dando cuenta que existen procesos inconscientes que en su origen fueron placenteros pero al ser reprimidos en algún momento de la historia del sujeto y ante cualquier esbozo de actualización, transmutan en displacer y angustia, activándose los resortes necesarios para que estas representaciones sean nuevamente sofocadas, de este modo el psiquismo encuentra soluciones diplomáticas entre las instancias conscientes e inconsciente, pero que cuando el equilibrio de fuerzas no se mantienen dentro de los parámetros lógicos marcado por la ley que determina que el nivel de energía debe mantenerse lo más bajo posible, y al aumentar la angustia signo del retorno de lo reprimido y de las

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representaciones inconciliables, entonces se apela a una solución de compromiso entre las partes en lucha, llegando a la emergencia de los síntomas donde se prefiere un malestar focalizado a un displacer mayor generado por los aspectos fantasmático. En este proceso Freud va esbozando cierto diagrama de los procesos anímicos, donde comienza a cobrar una dimensión central la infancia del sujeto, como la infraestructura basal de toda la organización adulta, descubriendo un elemento nuclear y esencial en el corazón de la niñez, el complejo de Edipo, metáfora fundante de la ley de lo humano. Este complejo está ligado estructural y dialécticamente a una sexualidad atravesada por el lenguaje transcendiendo lo natural prefijado, y que al estar motorizada por un deseo incestuoso debe ser interdicta, transformándose en el soporte primario de las construcciones posteriores.

Freud descubre una nueva topología subjetiva al ver que no todo es consciente, sino que surge desde los avernos del tiempo una nueva instancia, el inconsciente, la otra escena, verdadera causa de lo fenómenos patológicos, descubrimiento que revoluciona la ciencia occidental a través de la emergencia de una nuevo paradigma epistemológico y que subvierte todo tipo de abordaje clínico de los fenómenos neuróticos. Así se va elaborando un giro revolucionario en la concepción de lo humano y de la práctica asistencial.

El legado freudiano nos hace percibir más claramente la duplicidad en la superposición de las instancias, donde por ejemplo las identificaciones del adulto se sostienen y funcionan enlazadas con las identificaciones primarias que se jugaron en los orígenes de su historia. El tiempo de la infancia sepultado en lo esencial, cede a la escansión y la amnesia del período de latencia, para luego con el resurgimiento de los caracteres sexuales de la adolescencia se inaugura el proceso que conduce a la identidad adulta y a la ficción retrospectiva de que siempre fue así. Esta duplicación se revela nuevamente cuando abordamos una neurosis ya constituida con su sintomatología propia que no es otra cosa que la re significación y la sobre determinación de los síntomas infantiles, así un conflicto nuevo recrea un antiguo.

Freud va estructurando la dinámica subjetiva en base a la relación compleja de las instancias de lo consciente e inconsciente, en permanente tensión y movilidad ya que los procesos de pensamiento tienen su origen en lo inconsciente e intentan expresarse en lo consciente o derivar en descargas motrices, pero para poder realizar estos fines deben pasar por las barreras de la represión, instancia

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dialéctica y permanente, no se da de una vez y para siempre, es un ejercicio permanente de aparato psíquico, Freud la llama represión secundaria. De alguna forma este proceso de represión marca según el resultado de su funcionamiento, la normalidad psíquica o lo patológico, nos encontramos entonces con una represión exitosa o que fracasa en su objetivo de sofocar los componentes generadores de angustia. En el neurótico la represión se torna lábil, y le significa un gasto permanente de energía. Cuando fracasa este mecanismo el deseo inconsciente logra filtrar sus ramificaciones haciendo entrar en crisis al sujeto, con el riesgo de formaciones sintomáticas. De este modo se focaliza el conflicto ambiguo en la instauración del síntoma, como un intento de solución que se manifiesta como una formación de compromiso entre las instancias. El conflicto actual del neurótico solo es analizable si se reconduce al conflicto primario, a la historia infantil del enfermo, recorriendo un camino inverso al que realizó la libido en su desarrollo evolutivo hasta la constitución de los síntomas. El yo al manejar la represión, controla a través de una formación sustituta la emergencia de lo reprimido, pero al precio de pagar un alto costo, pero sosteniendo el supuesto neurótico de preferir este conflicto actual en lugar de un conflicto mayor que ponga en jaque al sujeto, peligro ilusorio porque solo existe en la virtualidad de una posibilidad futura. Así los fantasmas solo se agitan entre las sombras y conservan su poder, cuando los mismos se hacen consciente el neurótico puede disponer de parte de su energía y aplicarla a las actividades que antes se encontraban inhibidas. Por esto Freud plantea hacer consciente lo inconsciente y llenar las lagunas del recuerdo para poder ir resignificando la historia. También nos indica que el neurótico adulto se comporta es su angustia como un niño, a causa de su imposibilidad de satisfacer su libido adecuadamente, de esta forma le dificulta su relación con el mundo: pareja, trabajo, sexualidad etc. Lo que Freud ha descubierto y lo va trabajando cada vez más es que hay una articulación entre el conflicto presente y un conflicto antiguo, infantil, inconsciente, que si bien quedó reprimido, no le impidió articularse y constituirse en un proceso psíquico continuo, que se fue tejiendo desde una primera represión fundante y luego se prolongo en las sombras como un proceso imperturbado e inmutable ligado a la sexualidad y las fuerzas pulsionales. Desde este esquema general que incluye una estructura primaria ligada a una infraestructura sexual reprimida, cuyo estado de exclusión no le quita protagonismo al constituirse en elementos basales de la arquitectura subjetiva, estructura sincrónica primordial y causal de la neurosis. De esta forma podemos ver que el neurótico no es solamente un ser de miedo y angustia sino que también se encuentra asaltado por sentimientos de culpa, se comporta en muchas circunstancias como si fuera culpable de algo, cuando en realidad es inocente, la emergencia de la conciencia de culpa no está vinculada a una situación presente, esta es solo un disparador ya que el verdadero

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origen se encuentra en componentes inconscientes que se activan y le generan este sentimiento. En un circuito neurótico es el mismo sujeto el que produce aquello que lo van a comprometer afectivamente, los actos están determinados inconscientemente vinculándose sintomáticamente con la realidad y mientras más quiera alejarse de lo que le genere culpa mas culpable se va a sentir ya que la culpa no disminuye cuando el neurótico busca controlar su conducta e intenta actuar como el sujeto moralmente irreprochable, todo lo contrario, con mayor incremento se produce el afecto culpógeno. Freud va a descubrir el mecanismo que explique este situación paradójica de sentir más culpa cuando mejor se porta, y lo va a llamar superyo, un circuito alienante y autorreferencial donde hostiga al neurótico con saña y crueldad porque lo considera culpable desde siempre por mas que se quiera exculpar con una conducta decorosa. Freud da un claro ejemplo con el niño que al ser acusado de un determinado hecho lo niega terminantemente pero luego se echa a llorar como si fuera realmente culpable, no es que haya mentido cuando niega su autoría sino que el llanto responde a otro hecho donde sí fue culpable y del cual el niño ni el adulto que lo acusan saben nada, el factor causal se encuentra olvidado por la represión y se enlaza con el hecho de inculpación para retornar con crueldad sobre el acusado. Por esta lógica paradójica el adulto se comporta respecto a la instancia censora, superyoica, como un niño culpógeno. En el tratamiento de los neuróticos Freud va descubriendo cada vez con mayor firmeza que la realidad es psicológica, y que el neurótico entra cada vez más en conflicto con la realidad objetiva, separándose de la misma, refugiándose en su propio mundo de fantasía, por esta razón Freud va dando una importancia creciente a los fenómenos ligados con la fantasía y todos las formaciones del inconsciente, haciendo pasar a un segundo plano la realidad objetiva. De esta forma la neurosis aparece como una formación asocial y privada, generada por los procesos de introversión de la libido, desanudada de su relación con el exterior fenoménico y vuelta sobre si, refugiándose en las fantasías y generadora de los procesos patógenos. Las fantasías tienen un componente sexual como forma de elaborar su conflictiva infantil y el sujeto produce: introversión de la libido, aparcamiento en el fantasma y la correspondiente formación sintomática. En esta reorganización psíquica se han sustituido los objetos reales por objetos fantaseados, renunciando a continuar realizando las actividades que se le generan malestar. El neurótico se ve en muchos casos inhibido en su acción, hipertrofiando los aspectos intrapsíquicos. El pensamiento en el neurótico surge como un sustituto del actuar, replegándose en escenarios privados, para no enfrentar una realidad que le resulta intolerable.

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Freud señala que los síntomas neuróticos son satisfacciones sexuales sustitutas de satisfacciones primordiales de la Época infantil que han quedado como fijaciones de la libido a determinado objeto, es decir, como partes de un pasado excluido que retornará ante determinadas circunstancia, bajo la forma de retorno de lo reprimido. Las situaciones que pueden provocar un colapso en el sujeto se producen en acontecimientos externos e internos generadores de conflicto y frustración en la forma que tiene de satisfacción. Ante esta crisis Freud plantea que se produce una introversión al campo fantasmático y un mecanismo regresivo de la libido a Épocas anteriores, pero esta modalidad de satisfacción infantil ya fue censurada en los orígenes, lo cual lo inhabilita para encontrar el modelo adecuado para su adaptación a su realidad presente, pero tampoco la desecha, movilizando una forma de satisfacción sesgada. Esto coloca a la persona entre dos conflictos (actual y antiguo) de difícil solución. Esta es una etapa intermedia predisponente a la formación de una sintomatología neurótica, pero esto no quiere decir que todo conflicto intrapsíquicos que se manifiesta en dificultades en el vinculo con la realidad lleve necesariamente a una neurosis. Conflictiva subjetiva no es equivalente a neurosis. Esta diferenciación es importante para tener en cuenta en las primeras entrevistas cuando nos encontramos con un sujeto inestable, en pleno conflicto, con niveles de angustia, donde todo aparece ambiguo y no se ha instaurado sintomatología alguna. Esto nos plantea un tiempo necesario para ver si se implementa el síntoma o se disuelve la crisis, no considerando necesario continuar con su tratamiento.

Lo primero que podemos decir es que esta conflictiva adulta no es azarosa sino que esta sobredeterminada por el proceso continuo e inmutable de la cadena inconsciente que va haciendo su trabajo invisible que exige como contrapartida la acción permanente de la represión, de contrainvestiduras del yo para mantener la represión de forma exitosa y proteger al aparato psíquico contra la emergencia de angustia. Mas allá de los factores desencadenantes de la neurosis, las investigaciones clínicas de Freud lo llevaron a proponer al Complejo de Edipo como el nudo de la neurosis, el núcleo central de toda ramificación sintomática, con este material edípico el niño va a tratar de elaborar su experiencia anterior al reinado del Complejo de Edipo, todas las vivencias pre-edípicas, sus niveles pulsionales, de satisfacciones, angustias etc., son reunificadas bajo el imperio de la ley de prohibición edípica, donde se reprime lo incestuoso de la ligazón con el Otro materno, gracias a la intervención paterna. Este contenido sepultado bajo una represión fundante, se va a mantener activo actuando desde lo inconsciente. Al

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entrar en crisis el sujeto, y al recatectizar la fantasía, recorre regresivamente el camino inverso hacia los puntos de fijación de la libido, punto del pasado donde se sitúa su deseo. Posteriormente se realizará o no el recorrido progrediente, retorno de lo reprimido y la constitución del síntoma. De aquí las observaciones de Freud sobre los componentes infantiles en la conducta del sujeto adulto.

Freud desglosa las estructuras clínicas que aún continúan vigentes. Nos comenta que todas estas estructuras tienen un origen común inconscientes donde no se diferencian entre si, en lo reprimido no hay neurosis obsesiva, histeria, fobia, sino que la constitución de cada neurosis está marcada por las diferentes forma que tiene cada sujeto de reaccionar ante la emergencia de lo reprimido, según como se posiciona defensivamente va a ir conformando las diferentes psicopatologías. Freud a las tres instancias inconsciente-consciente-preconsciente, le agrega las del yo-ello-superyo que le sirve para explicar el tema de la conciencia moral, el apego a la enfermedad por parte del sujeto etc. donde el yo si bien comparte la elevada organización de la dinámica psicológica con el superyo, también tiene una relación próxima con el ello. En circunstancias normales se mantiene cierta estabilidad psíquica representada por el interjuego de las tres instancias, pero a nivel del conflicto neurótico, el superyo se muestra tiránico con el sujeto, tomando al yo como objeto. El sujeto al no haber atravesado de forma adecuada el Complejo de Edipo, va a sentir el agobio del superyo como otrora temo ser maltratado por un padre despótico, esto genera un circuito alienado, donde el yo se hace tratar (inconscientemente) como no quieren que lo traten (conscientemente), se genera un autocastigo inconsciente tan claro en los neuróticos que están en tratamiento, se produce un sentimiento de culpa para lo cual necesita que las cosas no funcionen y apegarse a la enfermedad como padecimiento. Esta necesidad de castigo se presenta como un duro obstáculo a la cura, se aferran a la neurosis, prefieren abandonar el tratamiento antes de poder desanudar determinados puntos que le servían de apoyo a la tiranía superyoica. Aunque parezca paradójico se prefiere el sufrimiento a la curación, el cronificar el malestar y la autoinhibición que asumir la responsabilidad de avanzar en el proceso terapéutico y desbaratar esta estructuración autorreferencial.

Al descubrir la sexualidad infantil Freud observa que la misma sufre posteriormente a la represión fundante, un periodo de latencia donde se genera cierto olvido de los impulsos y fantasías que lo agitaban y constituyeron gran parte de los cimientos de su vida futura, de aquello que se identifico y actúa y que de pronto ha olvidado por completo. Con esto nos encontramos en un análisis de

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neuróticos, que no recuerdan casi nada de su pasado, lo que demuestra el punto de escansión marcado por la represión y el periodo de latencia.

NEUROSIS DESDE LACAN

Desde una visión más estructural Lacan desde sus primeros seminarios establece la equivalencia entre sueño, neurosis y cura, la clave de cada uno de ellos es la misma que la de los otros. Plantea el retorno a Freud, al sistema general de su descubrimiento, a su articulación estructural, donde la neurosis existe en tanto que hay reprimido, que retorna en sus intentos de hacerse consciente, presionando a un yo que se defiende como puede para poder sostener la diferenciación y el poder de las diferentes instancias.

Hay una diferenciación esencial entre el campo de la neurosis y el de la psicosis, mientras practiquemos una interpretación exclusivamente simbólica no podremos dar cuenta de la distinción entre ambas estructuras, solo hacemos un análisis equivalente al de la neurosis donde todo su universo gira en torno a la organización simbólica, no logrando captar de este modo un aspecto esencial en la psicosis que corresponde al orden pervertido del delirio.

Siguiendo a Freud, Lacan en el seminario 3 “La psicosis” manifiesta que la relación con la realidad se rompe en la neurosis pero pasa al orden de la fantasía, se sustituye la realidad objetiva por la fantasmática con el sacrificio de una parte de la realidad psíquica. Aquí debemos hacer la salvedad que realidad psíquica no es homónima a la realidad externa, es más realidad que la realidad objetiva, lo que ficcionamos como real no es más que un trenzado significante. Por lo tanto toda realidad es significante y aquella escenografía exterior que vemos es un punto de imposible de abordar, solo lo podemos lograr como hablanteser, desde el orden simbólico de las representaciones.

En la neurosis lo elidido tiene un sentido oculto y excluido, forma parte de la estructura que intenta hacerse oír de forma simbólica y respetando el formato de cada neurosis. A esto se opone la psicosis donde el punto de ruptura más radical con la realidad exterior, hay como una rajadura en la misma. En la neurosis es en un segundo tiempo cuando se establece un conflicto con la realidad, optando por una huida parcial de la realidad, pero sin producir ningún trastorno serio en la estructura. En la psicosis es la realidad misma la que se encuentra agujereada

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para el sujeto, y frente a esta conmoción intenta colmar esta falla con el despliegue de su universo fantasmático.

En la neurosis lo que es objeto de la represión cae en el mismo universo, el conjunto es contenedor, se produce un reordenamiento, en la psicosis la bolsa esta agujereada, donde lo primordial perteneciente al ser del sujeto se encuentra no reprimido sino rechazado y no pueda entrar en el orden simbólico, cae en saco roto. El tema es que ya el orden simbólico para ese sujeto se encuentra fisurado y cuando eso es exigido, que responda desde ahí como pueda, cada uno lo podrá hacer con la tela que tenga, no posee los elementos significantes que den cuenta de eso. En la neurosis tenemos una cadena significante que sirve como soporte, a la manera de cimientos que sostienen todo el edificio. Esta cadena mantiene una coherencia interna. Lo que no encaja es porque la prohibición lo torna insostenible en el lugar que esta y con las relaciones con otros que ha logrado, texto que el sujeto no poder soportar y lo reprime. Los eslabones no saltan de la cadena para quedar desarticulados, pasan a otros niveles de encadenamiento, se reordenan, no pierden su vitalidad, caldero hirviente, quedan activos y continúan expresando sus exigencias al aparato psíquico que debe redoblar los esfuerzos para seguir reprimiendo.

Desde el punto de vista de un conjunto estructurado podemos apreciar la idea que la represión y el retorno de lo reprimido son la misma cosa en la dialéctica de las instancias. Aquí vemos que todo ocurre en el mismo registro simbólico, comprometiendo al sujeto entre estratos funcionalmente diferentes. En el caso del psicótico y sus delirios la cosa es diferente, se produce una transposición de registros, no todo sucede en los carriles de lo simbólico. La falta de articulación, lo que queda flotando en vacío, lo que hace agujero, busca en lo imaginario la sutura de la falla simbólica. En la neurosis los puntos ciegos, pasan a otra ramificación de la relación significante-significado, sin romperse el tejido que hace que la significación se deslice sin colapsos que pongan en cuestión la estructura en su conjunto. Desde este punto de elaboración Lacan nos dice que en el psicótico es el yo ideal el que le habla, un extraño doble especular, donde falta el tercero simbólico que medie en el reflejo. Esto se produce por el mecanismo de forclusión psicótico que opera ante la falla del nombre-del-padre para instaurar la ley. En la neurosis no hay forclusión sino represión, la instancia paterna del nombre-del-padre cumple su función.

En la neurosis lo imaginario y real entran en lo simbólico, caen bajo su régimen

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que no es otro que el de la ley paterna, de la prohibición, desde esta perspectiva podemos comprender que la neurosis está estructurada como un lenguaje. En este contexto debemos articular al sujeto en su relación con el Otro, sede de la palabra y de la parte desconocida de sí, pero con la que desde los orígenes el sujeto hace una apuesta inaugural, para poder ocupar un lugar en el Otro y ser reconocido. Esto es lo esencial y no rastrear las fases del desarrollo libidinal que en última instancia se encuadran y son determinadas por este vinculo con el Otro. De este modo la neurosis es una pregunta sobre puntos sustanciales de su posicionamiento subjetivo, esta pregunta gira en torno de su sexuación fundamentalmente en la boca de la histeria, y de la propia existencia principalmente en la obsesión.

EL COMPLEJO DE EDIPO, METÁFORA INAUGURAL

El síntoma y la neurosis están estructurados como un lenguaje, lo mismo que el inconsciente. Hay un Otro de la palabra, visión estructural de Lacan, que plantea que la neurosis es una pregunta realizada por el yo del sujeto, sobre lo desconocido de sí mismo. Esta pregunta sobre su sexuación y existencia coloca al sujeto en su relación de dependencia con su Otro simbólico, y los síntomas aparecen no solo como elementos de conjunto sino como expresión viva y dinámica de esta pregunta, situación que lo expone a los callejones sin salida que se enfrenta cuando el sujeto es presa de las paradojas de su ser. Esta pregunta y lo que se moviliza ocurre sin que el sujeto se dé cuenta de lo que le pasa, se encuentra en medio del proceso inconsciente, texto indescifrable que da cuenta que hay otra escena donde realmente ocurren las cosas, los aspectos conductuales son la espuma de lo que se agita en sus entrañas, de este no-sabido de sí. Esta estratificación subjetiva no fue percibida por los que trataban la patología mental. Por esta razón se debió esperar hasta la intervención de Freud y el descubrimiento del psicoanálisis para poder abordar a la neurosis como una lengua particular. En toda estructura subjetiva nos encontramos con un núcleo central que es el Complejo de Edipo, lo que significa que no hay neurosis sin Edipo. Lo que podemos plantear es que hay una metáfora inaugural y fundante del sujeto, a partir de la cual se producirán los desplazamientos metonímicos y las sustituciones metafóricas necesarias para el desarrollo del individuo. En el aparato queda un resto inasimilable, activo, donde el significante va a ser el instrumento por el que se expresa el significado reprimido, excluido de la conciencia. Ya hemos visto desde la perspectiva freudiana que el sujeto padece de sentimientos de culpa, se siente culpable pese a que racionalmente sabe que no

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hay ningún hecho objetivo que se pueda relacionar con lo que le pasa. Freud planteó que el niño frente al adulto que lo reta explica que el no ha sido, pero luego se larga a llorar, estas situaciones se repetirán en toda la historia del sujeto y de adulto no necesariamente necesita alguien o alguna situación real que le explicite un reproche, se ha constituido en el sujeto un circuito que genera la necesidad de castigo, condicionando el destino del sujeto, donde el superyo se vuelve tiránico. Lacan considera que estamos bajo el manto del lenguaje desde antes que naciéramos, lo que hace que nuestro lugar está marcado previamente a nuestra aparición en el mundo. Al estar bajo la Égida del lenguaje estamos al mismo tiempo poseídos por el discurso de la ley, dialéctica de la prohibición y el castigo, anudadas al el Complejo de Edipo. Es un hecho de estructura que al neurótico se encuentre atrapado en una deuda simbólica imposible de saldar, situación que vemos permanentemente en los casos de neurosis, principalmente de neurosis obsesiva.

Al hablar de Complejo de Edipo y de la ley, Lacan siguiendo a Freud plantea la importancia del Complejo de Castración, siendo esta la que condiciona el temor narcisismo ante la amenaza de su ejecución. Este es un punto central, mojón en la historia del sujeto que se encuentra en la encrucijada de tener que posicionarse ante ella, es decir de su aceptación, lo significa el enorme precio que debe pagar por encontrarse capturado por la ley. Esta castración no es real ni pone en juego el objeto real sino el objeto imaginario, cuyo agente es el padre real y la amenaza se da en el plano simbólico.

Nos encontramos en la clínica de la neurosis pendulando entre una realidad presente de la situación analítica y cierto pasado de donde adviene el texto original del sujeto.

El modo en que el niño transite el Edipo como nudo ordenador del aparato psíquico marcara gran parte del destino futuro del sujeto. Esta forma de abordar el Edipo va a estar condicionado por diversos factores que enmarcan la forma en que el niño se incluya en el orden simbólico, en la re significación de lo pre genital y su inclusión en el universal edípico, va a complejizar aún más la resolución edípica y su función de normalización. En el seminario 5 Las Formaciones del Inconsciente se plantea la pregunta si puede existir neurosis sin Edipo. En realidad la existencia de todo sujeto debe pasar por los desfiladeros del drama edípico. En este drama vemos el papel central del Nombre-del-Padre en el sostenimiento de todo el sistema significante en su conjunto de donde parte el discurso de la ley. Es aquí

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donde el falo cobra toda su importancia ya que en este maquinaria significante-significado, el sujeto tiene que simbolizar al significado, a la significación. Es decir que a todo individuo se le plantea la cuestión de simbolizar su deseo y solo lo puede hacer apoyándose en el falo, porque el estatuto del falo es el de ser el significante de lo significado. El falo es el punto referencial de lo que el Otro materno demanda desde su deseo, de completamiento de lo que le falta y el niño tiene la misión de cubrir esa falta con su ser. Este significante del significado se produce en encuentro primordial con el Otro materno. El niño es el falo para lo madre, está investido de este valor. El falo es el significante último de la relación significante con el significado incestuoso, y por lo tanto debe estar velado por siempre. Como significante él significa y pone en aprietos al neurótico en las paradojas de su deseo. El neurótico se diferencia del normal en que se encuentra más expuesto a esta paradoja del deseo.

Ello habla desde el inconsciente en el neurótico, desde el afuera en el psicótico. En el Otro de la palabra ello habla.

El falo aparece como el elemento articulador del los avatares del deseo en su relación con el deseo del Otro, es decir que para que cada uno pueda significar su deseo debe ponerse en funcionamiento el significante falo.

Tenemos la posibilidad de configurar la estructura donde el sujeto se incluye en lo simbólico, encuentra sitio en el Otro, este Otro va a ser articulado hilvanando los elementos bajo las puntadas maestras de la función paterna instauradora de la ley y de la coherencia interna del sistema, es en este contexto jugado fundamentalmente en el Complejo de Edipo y de la castración, donde el sujeto va a realizar su apuesta fundamental para ubicarse como existente y sexuado en la dialéctica de su deseo con el deseo del Otro, reglado por el significante fálico.

EL FANTASMA DEFIENDE DE LA ANGUSTIA

Lazo fundamental de todo sujeto humano con el Otro donde se ordena la cadena significante que determina los modos de ser en el mundo y por supuesto los formatos de las estructuras psicopatológicas.

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Esta relación esencial no solo permite el modelaje de las neurosis sino también establece las condiciones simbólicas para que el sujeto se pueda interrogar sobre lo que le pasa, abrir la dialéctica conceptual, pensarse e incluirse en lo que padece y poder elaborar que esto que le sucede posee una causa. Saber no sabido, inconsciente, que determina la estructuración sintomática.

Hemos hablado en distintos seminarios la relación de dependencia del sujeto con el Otro de la palabra, donde se establece una relación disimétrica entre la demanda y del objeto del sujeto y la demanda y el objeto del Otro, lo que se ve en el neurótico es una equivalencia cruzada de la demanda del sujeto al objeto del Otro y del objeto del sujeto a la demanda del Otro. Es en esta doble orientación de los vectores en juego entre el sujeto y el Otro donde se instaura el fantasma como articulación del sujeto barrado (S/) en relación con el objeto (a) que aparece como respuesta ante la carencia del Otro.

Para Lacan el neurótico como el perverso, como el psicótico mismo, no son sino caras de la estructura normal. Se me dice a menudo luego de estas conferencias: cuando usted habla del neurótico y de su objeto que es la demanda del Otro, a menos que su demanda sea el objeto del otro, que nos hable del deseo normal Pero justamente hablo de esto todo el tiempo., El neurótico es el normal en tanto para Él el Otro con una A' tiene toda la importancia, el perverso es el normal en tanto que para él, el Phallus, el Falo tiene toda la importancia. Para el psicótico el cuerpo propio; que debe ser distinguido en su lugar, en esta estructuración del deseo, el cuerpo propio tiene toda la Es en esto que son normales, porque son los tres términos normales de la constitución del deseo.

El sujeto recibe del Otro su marca mayor, la marca del rasgo unario que le da especificidad al sujeto del inconsciente que lo diferencia del sujeto de la filosofía y de la teoría del conocimiento donde está ligado a una transparencia subjetiva y vinculo estable con la realidad constituyendo la estructura básica e inamovible de la polaridad sujeto-objeto, hasta la aparición del psicoanálisis. Con Freud y Lacan aparece la articulación de un sujeto barrado, y el objeto primordial excluido del escenario fenoménico, objeto perdido y jamás reencontrado, estructuración deseante que motoriza al sujeto en la imposible completud de su deseo absoluto e incestuoso. Es en la conformación de la subjetividad donde aparece la alternativa fundamental de cómo se va a posicionar frente a la demanda del Otro, y es el neurótico el que

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va a hacer ofrenda de su propia castración. Citemos a Lacan cuando señala que el neurótico retrocede no ante la castración, sino por hacer de su castración, la propia, lo que le falta al Otro, A, por hacer de su castración algo positivo que es la garantía de esa función del Otro, ese Otro que se escurre en la remisión indefinida de las significaciones ese Otro donde el sujeto no se ve más que como destino, pero destino que no tiene término, destino que se pierde en el océano de las historias. Y qué son las historias sino una Inmensa ficción. ¿Qué cosa puede asegurar una relación del sujeto con ese universo de significaciones sino el hecho de que en alguna parte haya goce? Y sólo puede asegurarlo por medio de un significante, significante que forzosamente falta. Es el agregado a ese lugar faltante que el sujeto es llamado a hacer por medio de un signo que llamamos de su propia castración. Consagrar su castración a esa garantía del Otro: es ante ello que se detiene el neurótico; y lo hace por una razón de cierto modo Interna al análisis: es el análisis el que lo lleva a esa cita. La castración, al fin de cuentas, no es otra cosa que el momento de la interpretación de la castración.

Es el fantasma el que cumple la función de intervenir como mediación en la relación con el otro y ser una alternativa de recuperar algo del goce mítico que el sujeto ha perdido junto al objeto primordial por la instauración del complejo de castración, la instancia de ley y el pasaje del falo imaginario y falo simbólico. Desde este punto de vista no es lo mismo como se comportan los elementos del fantasma (S/-a) según se trate del neurótico o del perverso.

Los respectivos fantasmas de uno y el otro no tienen el mismo funcionamiento, el neurótico construye fantasmas perversos lo que no quiere decir que sea perverso, este es el temor neurótico de pensar que tener ciertas fantasías homosexuales lo convierte en perversos. Pero al neurótico no le da el cuero para eso, no se anima a pasar más allí de cierta línea divisoria de la zona perversa, fantasea pero recula en llevarlo a cabo.

El fantasma neurótico le sirve para defenderse contra la angustia a partir del objeto a postizo, lo recubre, tapona su emergencia. Este objeto a también sirve de cebo con el que enlaza al otro, transporte de la función del a en el otro, que se ve en la demanda y en la constitución de la neurosis de transferencia. Lacan dice que el neurótico quiere que se le demande, que se le suplique pero no quiere pagar el precio que eso implica, pero a la vez Él mismo no quiere dar nada, si pudiera dar algo a lo mejor la cosa funcionaría de otra forma. Esto es lo que le pasa no puede dar su angustia, lo que comienza a dar a partir del inicio de un análisis es dar un

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sustituto de la angustia, el síntoma. El neurótico no quiere dar su angustia y ante esto prefiere comenzar a dar algo otro en su lugar, el síntoma. Es por esto que un análisis desde las entrevistas preliminares comienza con la demarcación de la sintomatología que padece aquel que consulta. Así se va desenvolviendo un análisis, frente al neurótico que demanda que le demandemos algo, cualquier cosa, frente a Él está el analista que no le demanda nada. Este neurótico al no tener respuesta, al quedar trabado ante la falta de satisfacción de esta primera demanda, poco a poco el neurótico comenzara a plantear sus propias demandas.

DIALÉCTICA DONDE EL DESEO NO ES SIN LEY

Bueno, continuemos con este seminario de Psicopatología retomando lo de la clase anterior cuando decíamos que el fantasma que utiliza el neurótico le sirve como pantalla para defenderse contra la angustia y también de cebo para enlazar al otro, que es un poco lo que hizo Ana O. con su terapeuta Breuer, quien que no pudo salir del brete, del entrampe y evitó una exposición que no podía manejar, en estos momentos interviene Freud y se sostiene ante el embate transferencial abriendo de algún modo el portal del análisis. Estos aspectos que estuvimos elaborando sobre con el fantasma neurótico lo vimos reflejado en la clínica a partir de la transferencia y la demanda el analizante, lo que pide y lo que no puede dar.

Vamos a apelar a Lacan en su seminario 10 “La angustia” cuando nos dice que: “Todas las trampas en que ha caído la dialéctica analítica se deben al hecho de que se ha desconocido la profunda parte de falsedad que hay en la demanda del neurótico”. La existencia de la angustia está ligada a la circunstancia de que toda demanda, aún la más arcaica y primitiva, siempre tiene algo de engañoso con relación a lo que preserva el lugar del deseo, y esto explica también el contexto angustiante de lo que da, a esa falsa demanda, una respuesta colmante. Pero con el colmamiento total de cierto vacío a preservar que nada tiene que hacer con el contenido ni positivo ni negativo de la demanda, surge la perturbación donde se manifiesta la angustia. Vemos como la demanda viene a ocupar el lugar de lo que no aparece, de lo oculto para el sujeto, del objeto a. Este objeto a es extraño, punto de extimidad para el analizante que lo hace diferente a todos los objetos de su entorno, es el que constituye junto con el S/ barrado al fantasma (S/-a), y a diferencia de los objetos

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fenoménicos que se reflejan en el espejo, el objeto a no es especularizable, es decir que no se puede reflejar en una superficie que funcione como espejo, por lo cual tampoco puede aparecer en la superficie subjetiva y hacerse consciente salvo sus sustitutos.

Este objeto a es lo que aparece en este diagrama representado por la X, pero que en realidad no se manifiesta directamente, es el sustituto el que aparece escenificado en el fantasma.

Sigamos a Lacan en su razonamiento cuando expresa: “La voluntad de goce en el perverso, como en cualquier otro, es voluntad que fracasa, que encuentra su propio limite, su propio freno, en el ejercicio como tal del deseo perverso. Para decirlo de una vez, el perverso no sabe al servicio de qué goce se ejerce su actividad. No es en todos los casos al servicio del propio. Esto permite situar de qué© se trata a nivel del neurótico. El neurótico se caracteriza por el hecho de que constituyó ese camino ejemplar en el sentido de que nos muestra que es a la búsqueda, a la institución de la ley misma que tiene necesidad de pasar, para dar su estatuto a su deseo, para sostener su deseo. El neurótico, más que cualquier otro, pone de relieve el hecho ejemplar de que no puede desear sino según la ley. El neurótico no puede sostener, no puede dar su estatuto a su deseo sino como insatisfecho de Él o como imposible”.

Aquí vemos como el sujeto accede a un deseo constituido solo por intermedio de la ley, no hay deseo sin ley, y por otro lado la ley tiene entidad estructural a causa de un deseo a controlar, un deseo proscrito. Todo gira alrededor del tótem, ritual social, dinámica subjetiva, dialéctica del deseo y la ley donde el espectro del padre sobrevuela las cabezas que a la manera de lenguas de fuego hace descender la inscripción simbólica. Por intermedio de auditorías sobre los libros sagrados escritos por el padre de las alturas, donde se refleja la normativa de ley y se produce cierta contaduría deseante que da lugar al cifrado individual. Implementación de la prohibición que despeja un campo normatizado, topos humanizante, donde los deseos individuales luego del marcaje de la castración pueden circular si mantienen la distancia apropiada de los lugares demarcados, lo que permite que se agiten desde el más allí de las fronteras de exclusión. Es en este plano que también se instauran las instancias (yo, superyó, represión etc.) que dan resguardo al sujeto, previniendo que su ser no se desintegre según cierta amenaza fantaseada que el neurótico teme, que un real primitivo arrase las

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fronteras que protegen sus espacios diferenciados desencadenando un caos aniquilante, anarquía pulsional, pura ficción.

ESTRUCTURAS CLÍNICAS: HIANCIA Y SUTURA

Hoy voy a dar continuidad al seminario sobre psicopatología que en esta primera etapa está dedicado a la neurosis, para luego continuar con histeria y obsesión. El seminario va a ser de largo alcance porque luego de finalizar con el recorrido sobre las estructuras neuróticas continuaremos con perversión y psicosis.

Para Lacan:

“Lo importante no radica en que el inconsciente determina la neurosis; ahí, muy fácilmente, Freud tiene el gesto político de lavarse las manos. Un día u otro quizá se halle algo, determinantes humorales, poco importa, eso le da igual. Pues el inconsciente nos muestra la hiancia por donde la neurosis se conecta con algo real, real que muy bien puede no estar determinado.

En esa hacia ocurre algo. Taponada esa hiancia, ¿queda curada la neurosis? Tan solo, la neurosis deviene otra, a veces simple lisiadura, cicatriz, como dice Freud; no cicatriz de la neurosis, sino del inconsciente. No les ordeno esta topología muy sabiamente, porque no tengo tiempo, salto dentro de ella., ¿qué encuentra en el agujero, en la hendidura, en la hacia característica de la causa? Algo perteneciente al orden de lo " no realizado".

Que nos querrá decir con esto, en un primer momento me parece que lo que está en juego es algo del orden de la causalidad de las neurosis y que está representada por el abertura de la hiancia, más que del orden del significante como estructura de la cadena inconsciente me parece que surge la noción de una hacia como referencia a la emergencia de un real no simbolizado, que abre una topología diferente a la del significante, ilumina el espacio de un objeto excluido. El modo en que se hacen las suturas, no se realizan en el mismo punto ni con el mismo fin en el neurótico, perverso o psicótico. En el caso de la neurosis el saber esta apresado en el síntoma que el sujeto no llega a saber, en la perversión la cosa está ligada a algo que se sabe pero que no se puede hacer saber al otro.

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Nos encontramos con la valoración del síntoma en relación al saber que aparece en el orden de la falta y el fracaso lo distribuimos en tres espacios delimitados como campos específicos que se corresponden con la neurosis, psicosis y perversión, donde Lacan establece las siguientes correspondencias:

En el caso de la psicosis la estructura está dada en la posibilidad de saber que un significado existe pero aparte de esta existencia, se encuentra en una inestabilidad absoluta a causa de que de este significado de Él no está seguro en nada, lo que puede desestabilizar al punto de la perplejidad.

La neurosis marca que el neurótico no tendrá la llave sino la cifra. En la perversión el deseo se encuentra en la dimensión de un secreto poseído, es el perverso que en última instancia hace ostentación de este saber que conserva como un agalma, envuelto en el cofre del misterio atesorado. Es en la perversión en donde se juega más puntualmente la dimensión del goce. En relación al Otro podemos hacer nuevamente una división tripartita de esta relación del sujeto con el Otro, es aquí donde se juega la cuestión del deseo del sujeto.

La demanda del Otro ---------------------------> Neurosis

El goce del Otro ----------------------- > Perversión

La angustia del Otro --------------------------> Psicosis

Es en esta problemática con el Otro que pensamos por un lado que el neurótico se encuentra posicionado en referencia a la demanda del Otro, es en esta vinculación con la demanda del Otro como se constituye el deseo. Ahora lo que el Otro demanda no es lo que el sujeto desea, en el caso de la histérica envuelve al un partenaire para que responda a la demanda del Otro en lugar de ella, es el otro el

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que lo hace en su lugar ya que para ella el deseo es de insatisfacción, en el caso del obsesivo no necesita de un tercero, de otro que responda a la demanda del Otro por Él, el obsesivo se pone en su lugar y brinda el espectáculo de un desafío y que su deseo está marcado de imposible.