Florida capítulo i

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CAPÍTULO I Un nuevo siglo en Florida Todo estaba listo el martes 3 de septiembre de 1602 para comenzar el interrogatorio. El primero que se presentó en la investigación fue Don Juan López Avilés, que había estado largo tiempo a cargo del codiciado tesoro de San Agustín. Siendo consciente de la importancia del momento, el señor López prestó juramento. Bajo la amenaza de condenación eterna, juró decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, y contestar correctamente con la mayor precisión a las preguntas que se le dirigieran. Haciendo la Señal de la Cruz, se sentó tranquilamente para que empezara el interrogatorio y, seguidamente, comenzó el juicio. Los documentos históricos no registran la fecha exacta de esta investigación crucial, pero se sabe que tuvo lugar en el año 1602 en San Agustín. Los registros indicaban que las conferencias habían sido en la oficina del auditor de cuentas Pero Redondo Villegas, que era el encargado de las funciones administrativas del juicio o investigación. Era el Juez de Cuentas enviado de La Habana en 1600 para investigar la grave situación financiera de Florida. Pudiera ser que la oficina de Redondo Villegas fuera la más espaciosa y apropiada para este encuentro. ¿Habría espectadores en los pasillos? ¿Cómo estaba sentado el tribunal? ¿Quién hizo las preguntas? ¿Fue el investigador D. Fernando Valdés, el escribano o el auditor de cuentas? Probablemente el interrogatorio no se llevó a cabo en la oficina de Villegas, sino en la iglesia, en la mansión del gobernador, o incluso en el fuerte de madera. ¿Estuvo callado el gobernador Méndez Canzo durante toda la investigación o intervino con frecuencia guiando las respuestas de los testigos

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CAPÍTULO I

Un nuevo siglo en Florida

Todo estaba listo el martes 3 de septiembre de 1602 para comenzar el interrogatorio. El

primero que se presentó en la investigación fue Don Juan López Avilés, que había estado largo

tiempo a cargo del codiciado tesoro de San Agustín. Siendo consciente de la importancia del

momento, el señor López prestó juramento. Bajo la amenaza de condenación eterna, juró

decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, y contestar correctamente con la

mayor precisión a las preguntas que se le dirigieran. Haciendo la Señal de la Cruz, se sentó

tranquilamente para que empezara el interrogatorio y, seguidamente, comenzó el juicio.

Los documentos históricos no registran la fecha exacta de esta investigación crucial, pero se

sabe que tuvo lugar en el año 1602 en San Agustín. Los registros indicaban que las

conferencias habían sido en la oficina del auditor de cuentas Pero Redondo Villegas, que era el

encargado de las funciones administrativas del juicio o investigación. Era el Juez de Cuentas

enviado de La Habana en 1600 para investigar la grave situación financiera de Florida. Pudiera

ser que la oficina de Redondo Villegas fuera la más espaciosa y apropiada para este encuentro.

¿Habría espectadores en los pasillos? ¿Cómo estaba sentado el tribunal? ¿Quién hizo las

preguntas? ¿Fue el investigador D. Fernando Valdés, el escribano o el auditor de cuentas?

Probablemente el interrogatorio no se llevó a cabo en la oficina de Villegas, sino en la iglesia,

en la mansión del gobernador, o incluso en el fuerte de madera. ¿Estuvo callado el gobernador

Méndez Canzo durante toda la investigación o intervino con frecuencia guiando las respuestas

de los testigos escogidos? Posiblemente intervino en las notas explicativas. ¿Cuánto tiempo

estuvo sentado cada día? ¿Hubo sesiones de mañana, tarde y noche? Es posible que el

interrogatorio de los testigos se hiciese en privado con ayuda del escribano real y el auditor de

cuentas, y luego remitido en un formulario escrito a Valdés.

Tales detalles mínimos, irrelevantes para los resultados del proceso, nos habrían

proporcionado los matices necesarios para conocer la atmósfera real del juicio.

Desgraciadamente, el único registro de que disponemos es el registro de los procedimientos.

No nos ha llegado ningún diario de testigos o espectadores, porque la gente de San Agustín

escribía poco. En realidad, casi nadie sabía cómo usar la pluma salvo el escribano real, los

oficiales reales, los frailes y el gobernador. Los archivos de Florida también son muy aburridos.

Faltan los matices, la atmósfera y el material de interés humano propios del periodista del siglo

XX. En su ausencia, el lector y el historiador deben usar algo de su imaginación para recrear

aquel juicio tan sensacional en la Florida de 1602.

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La suerte de Florida estaba en manos del tribunal y sus testigos. El joven Valdés estaba

orgulloso de su poder y, cuando López Avilés se puso en la primera fila, debió percibirse una

expresión de importancia en el rostro juvenil del delegado judicial. López debía de conocer las

posibles consecuencias de la investigación. Por ello, cuando formularon la primera pregunta al

primer testigo, el silencio y el respeto se sintieron en la sala de audiencias.

A fines del siglo XVI la provincia de Florida aún sobrevivía y eso es todo lo que honradamente

se puede decir. Aún tendrían que pasar trece años más para que se cumpliera un siglo de

dominio español en Florida. Treinta y cinco años habían transcurrido desde que Pedro

Menéndez de Avilés fundara la colonia principal española en la bahía de Matanzas,

bautizándola como San Agustín en honor al santo de Hipona.

Pero en 1600, cuando los gloriosos años del XVI -el siglo de Oro del imperio español-

comenzaban a difuminarse en la Historia, los pocos españoles establecidos en el remoto

puesto de San Agustín habían perdido el gran entusiasmo y fortaleza que habían animado a los

conquistadores españoles de La Florida. En realidad, esta colonia del norte había supuesto una

gran desilusión. El siglo anterior en Florida había significado un enorme esfuerzo y una lucha

realmente ardua. Se hicieron grandes trabajos, muchos hombres se convirtieron en héroes,

muchos mártires derramaron su sangre en terreno de Florida y unos pocos hombres de estado

pasaron a la Historia. ¿Pero cuál era el balance al llegar el año 1600? La Cruz y la bandera

española todavía estaban en pie sobre las tierras de Florida. Francia, nación marítima rival,

había sufrido varias derrotas en las arenosas playas de Florida, y su legión había sido derrotada

por los españoles. Pero en ese momento, el dominio español en La Florida se limitaba a una

pequeña playa alrededor de S. Agustín. Las tierras al sur y al suroeste estaban sin conquistar.

Las misiones de los jesuitas en el territorio de Tequesta y el dominio de los calusas habían

fallado completamente y la Orden pidió a los misioneros de Florida que se concentraran en

regiones más fructíferas. Al norte, en Guale (surnoroeste) había misiones más prósperas que

pertenecían a los franciscanos. Pero una revuelta de los nativos sacudió los fundamentos de la

compañía franciscana en Florida. Quizás estos misioneros se dieron por vencidos y

abandonaron Florida, igual que habían hecho antes los jesuitas. Más adentro, en Bachhead,

Tama y Timicua, que hoy pertenecen a la parte central del estado de Georgia y a la parte

central del norte de Florida, todavía no había españoles. Pero un nuevo enemigo desafiaba ya

los dominios españoles en la costa del Atlántico. La invasión de Sir Francis Drake en 1586 había

sacudido la moral española en San Agustín y la primera colonia inglesa en Roanoke Island

había provocado un gran temor en Florida.

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En 1600 el gobernador español de la segunda colonia en Roanoke Island había desaparecido

misteriosamente. Urgentemente se pidió información a la Corona.

Los gobernadores de Florida plantean grandes dificultad a los historiadores. El gobernador no

gozaba de una posición envidiable, ni tenía gran importancia en el enorme sistema colonial.

Los gobernadores venían y morían o se marchaban; su pasado y su futuro quedaban en la

oscuridad y en el olvido.

Gonzalo Méndez Canzo no fue ninguna excepción, aun cuando su personalidad sobresalía en la

Florida de 1602 y fue el protagonista del juicio de Florida. Su biografía quedó también en la

penumbra; sin embargo, algunos detalles de su carrera están en un folleto lleno de polvo, de

1608, que se encuentra en el archivo de Sevilla. Al final de su mandato como gobernador de

Florida, las cuentas de su administración fueron inspeccionadas. Este hecho le supuso ser

suspendido del servicio real durante ocho años. Existe un documento de 1609 en que el

exgobernador solicita que se le levante la suspensión, pero no conocemos el resultado de esta

petición.

En su petición el exgobernador subrayó sus servicios a la Corona y, al hacerlo, proporcionó

información sobre su pasado que, obviamente, hay que considerar con prudencia, ya que es

normal que tendiese a exagerar. Por otro lado, es posible que no se apartara demasiado de la

verdad, porque él buscaba la rehabilitación y la Corona sin duda tenía su hoja de servicio en los

archivos. Mentir demasiado hubiera perjudicado más que ayudado a su causa. Méndez Canzo

no era ningún estúpido y debió de comprender este hecho tan simple.

Con anterioridad, el español F. Bouza Brey realizó un estudio sobre la introducción del maíz en

Galicia y encontró un pequeño escrito que decía que la semilla de maíz había sido traída a

Asturias desde Florida por D. Gonzalo Canzo, exgobernador de las provincias de Florida. El

señor Bouza Brey, siguiendo esta pista, pudo encontrar a los descendientes de Méndez Canzo

en el Palacio de Casariego, propiedad hoy de D. Nicandro de Cancio y García-Armero. La

investigación sobre el maíz le llevó a una gran cantidad de documentos acerca del gobernador

Méndez Canzo, que estaban en posesión de la familia Cancio. Realmente el gobernador

Méndez Canzo trajo desde Florida la semilla de maíz en varias hermosas arcas de cedro y

castaño, y empezó a cultivarlo en su granja de Asturias. Su esposa lo llevó a Galicia. Bouza Brey

concretó que los esposos Méndez Canzo fueron los primeros en cultivar el maíz en estas

regiones españolas. Lo confirma un manuscrito de 1730 del cura Francisco Villaamil, de la casa

de Nogueiras de Galicia, que fue encontrado en la parroquia de San Juan de Prendonés por

Bouza Brey y Antonio López Cotarelo, de Oviedo.

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La familia Cancio puede rastrearse desde el siglo XIV en el Castillo de Canzo, en la parroquia de

Nogueira de Burón, situada en la provincia de Lugo, en Galicia. Al principio del siglo XVI, un tal

D. Suero de Cancio y Villar se casó con una dama de Asturias que vivía en Casariego de Tapia,

provincia de Oviedo: Doña Teresa Méndez de Donlebún. Él se mudó allí y su hijo sería D.

Gonzalo de Cancio, abuelo del gobernador de Florida.

El gobernador nació probablemente en el año 1554 en Casariego, un lugar de la parroquia de

Tapia, en Asturias. Su padre era Diego de Cancio de Donlebún y su madre era María Méndez

de Sanjulián y Villamil. El niño fue registrado como Gonzalo Méndez Canzo y Donlebún. Tapia

está situada en la parte norte de la costa de España. No lejos de allí hay lugares como

Mugardos, Ferrol y Ribadeo, que tenían astilleros donde se construían los barcos que viajaban

a tierras americanas. Aunque Gonzalo pertenecía a la nobleza campesina, la llamada del mar

fue algo que no pudo resistir.

A la edad de 14 años se fue de su casa y se enroló en la flota del adelantado Pedro Méndez de

Avilés. Desde entonces hasta que se convirtió en gobernador de Florida, permaneció en el mar

y llegó a ser un perfecto marino con un envidiable expediente que rebosaba valentía e

inteligencia. Gonzalo Méndez de Canzo obtuvo, como veterano del mar, el título de almirante,

pero no logró la promoción a Capitán General de la Armada, rango más alto que el de

almirante. Dijo que había servido a la Corona durante treinta y ocho años, llegando a ser

experto en artillería. Méndez Canzo escribió que con su propio dinero dotó dos barcos de la

Armada Española, el Apóstol Santiago y Nuestra Señora de la Escontrela, que ayudaron a

varias flotas, armadas y galeones de España y América. Dos de su barcos se perdieron en

defensa de la Corona: el primero cerca de la isla de Madeira, y el otro en 1584, en la costa del

istmo de Panamá.

Este mismo año Méndez Cancio navegó bajo el mando del Capitán General de la flota de

Nueva España, Don Francisco Novoa Feijoo. Méndez Cancio persiguió una fragata francesa y

fue el primer hombre que saltó al barco enemigo y capturó él solo al comandante francés. A

continuación, -todo esto según el propio Méndez Cancio- realizó otro acto de valor cuando

acudió a salvar un barco que se hundía, lleno de oro, plata y perlas que pertenecían a la

tesorería de la Corona. El barco pertenecía al navegante Germán García Villamarín y había sido

destrozado por una tormenta. Méndez Cancio salvó todos los tesoros “sin perder nada”. Fue

en esta ocasión cuando el capitán general de la flota lo ascendió a almirante.

En consecuencia, navegó por todas las Indias como almirante, sirviendo con honor bajo el

mando de capitanes generales como Pedro Méndez de Avilés, Pedro Méndez Marqués, Alonso

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Bazán, Francisco Coloma, Antonio Osorio, Juan Orive, José Guzmán y Pedro de Guzmán.

También usó como recomendaciones al capitán Francisco Valverde, Antonio Yarto Marroquín y

Pedro Álvarez Ruesga. Escribió que había cruzado el Atlántico muchas veces. A principios de

1595 se perdió mientras realizaba una larga escolta, debido a una tempestad en el canal de las

Bahamas, y sus dos timones se rompieron. Sin embargo, llegó solo desde la costa de Florida a

Portugal. A mitad de la travesía los siguieron dos barcos ingleses y al llegar a cierto punto lo

atacaron, pero él fue capaz de esquivarlos con su barco despedazado.

Llegó a Portugal (entonces bajo la monarquía española) a salvo, y entregó un millón ocho mil

ducados a la Corona. Se le mandó que embarcara y regresara a Sevilla con todas las riquezas

que había traído de América. En junio de 1595 llegó a ser comandante en un viaje corto de la

flota que llevaba el tesoro. Al final del año, Méndez Cancio regresó al Caribe capitaneando una

fragata bajo el mando del general Tello Guzmán. Estaba en la ruta de San Juan (Puerto Rico),

cuando dos tempestades dañaron los timones de la flota del tesoro que estaban en el puerto.

Cuando llegaron a las aguas de la isla de Guadalupe, vieron dos barcos ingleses que

pertenecían a la flota de Sir Francis Drake. El almirante Méndez Cancio se atrevió a atacar uno;

capturó veintiséis marineros ingleses y hundió el barco. Era el barco inglés Francis. Los

prisioneros del Francis tenían valiosos documentos que revelaban el plan de Drake. Méndez

Canzo insistió en que fue el primero en obtener tales documentos y adjuntó un despacho

original con la firma de Drake. Méndez Canzo decía la verdad, pues esto está certificado por el

escribano con fecha de 1595.

El trece de noviembre de este año (1595) llegó al puerto de San Juan Don Pedro Tello de

Guzmán con cinco fragatas de Su Majestad, para que el general Sancho Pardo (comendador de

la flota averiada del tesoro) pudiera llevarle a S.M. los lingotes de oro a España. En el camino

de vuelta, Sancho Pardo encontró dos barcos ingleses en la isla de Guadalupe que habían

pertenecido a la flota inglesa. Le relataron cómo el almirante Gonzalo Méndez Cancio había

capturado uno de ellos y lo había hundido después de capturar a los marineros ingleses. Esto

se confirma en una carta del 23 de noviembre de 1595 (calendario inglés) de Francis Drake al

gobernador de Puerto Rico, Pedro Suárez. Pedía que se tratara honorablemente a sus

marineros y, a ser posible, se les diera la libertad. Se ha sabido que la capitanía de D. Pedro

Tello tomó un pequeño barco de nuestra flota, en el que había veinticinco ingleses o más, y les

trató como se supone en una guerra legal.

Es totalmente histórico que la captura del Francis por la brigada española desbarató el plan de

Drake. John Hawkins estaba con él para asaltar San Juan por sorpresa y capturar el barco

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averiado del tesoro que estaba en el puerto. Méndez Cancio reivindicó que fue él quien había

capturado al Francis, que llevaba documentos ingleses de interés. La nave española, que

estaba en Guadalupe, se apresuró a San Juan a prevenir a las autoridades del peligro de ataque

y se asignaron varias fragatas españolas a la defensa del puerto. A causa de sus conocimientos

de artillería, el almirante Méndez Canzo obtuvo el primer puesto de comandante de las

unidades de artillería en la frontera de Moro y El Morrillo de Santa Elena, para proteger San

Juan. Las fragatas estaban bien armadas con 70 piezas de cañón con buenos artilleros en cada

puesto. Méndez Canzo escribió que el primer ataque de la flota inglesa tuvo lugar el 22 de

noviembre (según el calendario español, que iba diez días por delante del inglés) procedente

de una batería situada en la zona de Morrillo. Méndez Canzo contraatacó y disparó a los

ingleses. Se dijo que había matado a Juan Aquines, que era el nombre que se le daba en

español a John Hawkins. Aunque los españoles creyeron que este famoso disparo había

matado a Hawkins, él ya había muerto pocas horas antes de muerte natural. El disparo se

lanzó en dirección al barco de Drake, cuando el comandante estaba cenando. Impactó en la

silla en que Drake estaba sentado y mató a Sir Nicolas Clifford y a un joven oficial inglés de

nombre Brute Browne, en el que Drake había depositado grandes esperanzas. Drake no resultó

herido, pero se quedó terriblemente triste por la muerte de Clifford y Browne.

El fuego desde el Morrillo provocó la furia de Drake. A la noche siguiente, las fragatas inglesas

entraron silenciosamente en la bahía de San Juan y quemaron un barco del tesoro: la

Magdalena. Pero los españoles habían retirado del barco tres millones de ducados que

pertenecían a España. La Magdalena en llamas alumbró el firmamento y la artillería española

de Santa Elena y el Morro abrió fuego bajo las órdenes de Méndez Cancio. Drake y su

tripulación fueron derrotados y se vieron obligados a retroceder a alta mar. E.F. Benson, uno

de los biógrafos de Drake, dice que “Drake había sido derrotado en ese momento” y que “el

tesoro que buscaba nunca alegraría el corazón de la reina Isabel”. El futuro gobernador de La

Florida, el almirante Méndez Canzo, había disfrutado de los más gloriosos días de su vida. Por

su acción en San Juan fue recompensado con el cargo de gobernador de La Florida, concedido

en Real Cédula, firmada por Felipe II el 22 de mayo de 1596.

Exactamente un mes después, el 22 de junio de 1596, Méndez Cancio abandonó Sevilla para ir

a Florida. Iba acompañado por su hijo Antonio y por su esposa, que tenía entonces 37 años,

hermosos ojos y buena figura. El pasaporte conservado en los archivos familiares dice que

Méndez Canzo tenía cuarenta años y era un hombre fuerte. Se ignora cuándo contrajo

matrimonio con Doña Magdalena de Luaces Estoa y Miranda. Al igual que su esposo, ella

pertenecía a una distinguida y noble familia perteneciente a la más renombrada aristocracia de

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Galicia. Su padre era Luis de Luaces y Labrada, regidor de Mondoñedo; y su madre doña

Leonor Fernández Estoa y Miranda, también de noble origen. La familia Luaces informa del

origen de su nobleza: Juan García Luaces fue recompensado con el título de hidalguía por el

rey Sancho IV, por haber prestado en el año 1331 valientes servicios en las guerras de

reconquista contra los moros.

En su declaración, Méndez Cancio habla relativamente poco sobre su historial en Florida. Dice

que estaba contento con algunas cosas que había logrado: como gobernador había triunfado

en la Revolución de Guale; había hecho prosperar el pueblo de San Agustín, proporcionándoles

nuevas comodidades; había prestado atención especial a la principal iglesia de la parroquia,

cuyo techo había sido renovado y a la que se le había suministrado un nuevo altar con un cáliz

de plata y una lámpara; la infantería había construido una nueva y espaciosa iglesia, tan

grande como la de San Agustín, en la villa de San Pedro, que le había costado al tesoro real

solamente 200 ducados.

Según Méndez Canzo, inspeccionó muchas veces Florida, visitando Guale, Potano Timucua,

Apalache, Mosquitos. Como los jefes de Santa Elena -Yufera Ocone y Salchiches Nuncalo- le

obedecían a él, se dirigió a ellos para establecer nuevas relaciones. También mencionó el

Hospital del Molino, que había hecho él en San Agustín. Méndez Canzo dijo que había

organizado una gran cuestación caritativa después del gran fuego que hubo en 1599.

Finalmente se enorgullecía del rápido pago de salarios. Méndez Canzo insistía en que el nivel

de vida de los españoles en Florida había mejorado mucho durante el tiempo en que estuvo en

el cargo. Algunos ciudadanos pudieron ahorrar para poder comprar esclavos negros. En San

Agustín su vida fue severa y dura. Algunas veces demasiado dura hasta para un veterano de la

conquista americana. Según estimaba el gobernador, en 1598 había “más de 120 casas”. Estas

casas no eran fuertes y parecían chozas hechas de palmito. Había 225 soldados en el fuerte y

más de 400 personas. Esto lo escribió el gobernador Méndez Canzo. El censo incluía españoles,

indios, negros y muchos hijos naturales. En 1602 los Oficiales Reales de Florida informaron de

que había 36 esclavos negros a los que se les sumaron otros nuevos. En 1598, el contador

Bartolomé Argüelles informó en una carta que el nuevo gobernador, en contra de la ley, había

traído con él siete extranjeros: un inglés de Londres y seis alemanes. Seis de ellos eran

soldados de artillería y uno era pífano.

El profesor Dunkel nos dice que en 1600 había 57 hombres en San Agustín. Eran casados y

tenían familia, lo que suponía 107 personas más, incluyendo a un matrimonio con siete hijos.

En 1602 el gobernador Méndez Canzo dice que había aproximadamente ochenta matrimonios.

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El gobernador se queja de que había muchos animales en San Agustín que causaban

aglomeraciones. Dice que cada familia de San Agustín poseía de cuatro a diez vacas. Las calles

estaban llenas de fango y charcos. La iglesia principal se estaba cayendo y, en su mayor parte,

estaba hecha de palmitos y paja. A su llegada, Méndez Canzo solicitó urgentemente la

reparación de la iglesia y la dotación de un tejado plano con bastante teja. El convento

franciscano estaba en buenas condiciones en 1598, pero se quemó en 1599 en un devastador

incendio que se propagó rápidamente por toda la ciudad devorando los tejados de palmito.

Cerca del convento estaba el santuario. En su carta de 1598 Méndez Canzo también habló del

santuario de San Sebastián y de un hospital que había dotado con sábanas limpias y un altar

colocado en la habitación para que los enfermos pudieran oír misa sin levantarse de sus

camas. Pero el sucesor inmediato de Méndez Canzo calificó ese hospital de agujero inmundo.

Tras su llegada en 1597, Méndez Cancio había comenzado la construcción de una plaza donde

la gente podría cambiar sus productos. También alardeaba de haber construido un molino de

caballo que, según decía, “era un alivio para esta ciudad, porque los habitantes sufrían mucho

moliendo a mano y en molinos de vigas”. También dijo que había construido un puente sobre

un pantano que subía a la ciudad.

La comida escaseaba, la carne tenía un precio altísimo, y el pescado y el maíz solamente se

conseguían en pequeñas cantidades. El agua potable escaseaba. Méndez Canzo, un entusiasta

de Florida que tendía a ensalzar la provincia hasta lo imposible, escribió que había tenido éxito

produciendo higos, granadas, melocotones, naranjas y limas; y verduras como judías, ajo,

cebollas, patata dulce y algo de arroz, en San Agustín. Nunca había sido posible, sin embargo,

cultivar esos productos en grandes cantidades. A pesar de la actividad del gobernador en San

Agustín, aún había lugares miserables, no tan agradables como él había planificado. Además,

había poco trabajo y, desgraciadamente, la muerte hacía a diario acto de presencia. El dinero

escaseaba y el pueblo vivía miserablemente. La situación financiera había entrado en una crisis

crónica. Las cosas estaban tan mal, que en 1600 la Corona mandó un investigador especial, D.

Pedro Redondo Villegas, jefe y contador de la Armada y jefe de la contabilidad de Cuba, para

comprobar las finanzas de Florida desde la fundación de San Agustín. Redondo Villegas llegó a

Florida el 29 de marzo y encontró una situación económica de total confusión e imposible de

arreglar como le habían ordenado. Todos los archivos habían sido destruidos y quemados por

el incendio de Drake. Solamente estaban disponibles los libros de 1586 a 1590. En los últimos

diez años, desde 1590 a 1600, el subsidio real, que se suponía que había sido enviado desde

Nueva España (Méjico), no se había pagado. Desde 1596 la colonia de Florida había decaído

financieramente y su contabilidad había dejado de existir en Florida. Los soldados casi no

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recordaban cuándo habían cobrado por última vez. Desde cualquier punto de vista, la situación

de Florida y San Agustín en 1600 mostraba un triste panorama.

Por ello, se alzaron voces de protesta contra la continuidad de la península de la Florida bajo la

hegemonía española. San Agustín fue blanco de estas críticas. Indudablemente, desde la

fundación de este asentamiento, alguna gente estaba en desacuerdo con Méndez Canzo. Las

críticas se hicieron más fuertes cuando se extendieron los asentamientos, porque las cuentas

no permitían incluir nuevas tierras salvajes en Florida. Las evidencias documentales de las

protestas fueron muy esporádicas y poco importantes. Pero el incendio de San Agustín

causado por Francis Drake dio un tremendo impulso al movimiento de protesta, que llegó

hasta la Corona de España. Los organismos a cargo de la administración colonial empezaron a

recibir muchas peticiones para que se abandonase totalmente San Agustín.