Florida capítulo i
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CAPÍTULO I
Un nuevo siglo en Florida
Todo estaba listo el martes 3 de septiembre de 1602 para comenzar el interrogatorio. El
primero que se presentó en la investigación fue Don Juan López Avilés, que había estado largo
tiempo a cargo del codiciado tesoro de San Agustín. Siendo consciente de la importancia del
momento, el señor López prestó juramento. Bajo la amenaza de condenación eterna, juró
decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, y contestar correctamente con la
mayor precisión a las preguntas que se le dirigieran. Haciendo la Señal de la Cruz, se sentó
tranquilamente para que empezara el interrogatorio y, seguidamente, comenzó el juicio.
Los documentos históricos no registran la fecha exacta de esta investigación crucial, pero se
sabe que tuvo lugar en el año 1602 en San Agustín. Los registros indicaban que las
conferencias habían sido en la oficina del auditor de cuentas Pero Redondo Villegas, que era el
encargado de las funciones administrativas del juicio o investigación. Era el Juez de Cuentas
enviado de La Habana en 1600 para investigar la grave situación financiera de Florida. Pudiera
ser que la oficina de Redondo Villegas fuera la más espaciosa y apropiada para este encuentro.
¿Habría espectadores en los pasillos? ¿Cómo estaba sentado el tribunal? ¿Quién hizo las
preguntas? ¿Fue el investigador D. Fernando Valdés, el escribano o el auditor de cuentas?
Probablemente el interrogatorio no se llevó a cabo en la oficina de Villegas, sino en la iglesia,
en la mansión del gobernador, o incluso en el fuerte de madera. ¿Estuvo callado el gobernador
Méndez Canzo durante toda la investigación o intervino con frecuencia guiando las respuestas
de los testigos escogidos? Posiblemente intervino en las notas explicativas. ¿Cuánto tiempo
estuvo sentado cada día? ¿Hubo sesiones de mañana, tarde y noche? Es posible que el
interrogatorio de los testigos se hiciese en privado con ayuda del escribano real y el auditor de
cuentas, y luego remitido en un formulario escrito a Valdés.
Tales detalles mínimos, irrelevantes para los resultados del proceso, nos habrían
proporcionado los matices necesarios para conocer la atmósfera real del juicio.
Desgraciadamente, el único registro de que disponemos es el registro de los procedimientos.
No nos ha llegado ningún diario de testigos o espectadores, porque la gente de San Agustín
escribía poco. En realidad, casi nadie sabía cómo usar la pluma salvo el escribano real, los
oficiales reales, los frailes y el gobernador. Los archivos de Florida también son muy aburridos.
Faltan los matices, la atmósfera y el material de interés humano propios del periodista del siglo
XX. En su ausencia, el lector y el historiador deben usar algo de su imaginación para recrear
aquel juicio tan sensacional en la Florida de 1602.
La suerte de Florida estaba en manos del tribunal y sus testigos. El joven Valdés estaba
orgulloso de su poder y, cuando López Avilés se puso en la primera fila, debió percibirse una
expresión de importancia en el rostro juvenil del delegado judicial. López debía de conocer las
posibles consecuencias de la investigación. Por ello, cuando formularon la primera pregunta al
primer testigo, el silencio y el respeto se sintieron en la sala de audiencias.
A fines del siglo XVI la provincia de Florida aún sobrevivía y eso es todo lo que honradamente
se puede decir. Aún tendrían que pasar trece años más para que se cumpliera un siglo de
dominio español en Florida. Treinta y cinco años habían transcurrido desde que Pedro
Menéndez de Avilés fundara la colonia principal española en la bahía de Matanzas,
bautizándola como San Agustín en honor al santo de Hipona.
Pero en 1600, cuando los gloriosos años del XVI -el siglo de Oro del imperio español-
comenzaban a difuminarse en la Historia, los pocos españoles establecidos en el remoto
puesto de San Agustín habían perdido el gran entusiasmo y fortaleza que habían animado a los
conquistadores españoles de La Florida. En realidad, esta colonia del norte había supuesto una
gran desilusión. El siglo anterior en Florida había significado un enorme esfuerzo y una lucha
realmente ardua. Se hicieron grandes trabajos, muchos hombres se convirtieron en héroes,
muchos mártires derramaron su sangre en terreno de Florida y unos pocos hombres de estado
pasaron a la Historia. ¿Pero cuál era el balance al llegar el año 1600? La Cruz y la bandera
española todavía estaban en pie sobre las tierras de Florida. Francia, nación marítima rival,
había sufrido varias derrotas en las arenosas playas de Florida, y su legión había sido derrotada
por los españoles. Pero en ese momento, el dominio español en La Florida se limitaba a una
pequeña playa alrededor de S. Agustín. Las tierras al sur y al suroeste estaban sin conquistar.
Las misiones de los jesuitas en el territorio de Tequesta y el dominio de los calusas habían
fallado completamente y la Orden pidió a los misioneros de Florida que se concentraran en
regiones más fructíferas. Al norte, en Guale (surnoroeste) había misiones más prósperas que
pertenecían a los franciscanos. Pero una revuelta de los nativos sacudió los fundamentos de la
compañía franciscana en Florida. Quizás estos misioneros se dieron por vencidos y
abandonaron Florida, igual que habían hecho antes los jesuitas. Más adentro, en Bachhead,
Tama y Timicua, que hoy pertenecen a la parte central del estado de Georgia y a la parte
central del norte de Florida, todavía no había españoles. Pero un nuevo enemigo desafiaba ya
los dominios españoles en la costa del Atlántico. La invasión de Sir Francis Drake en 1586 había
sacudido la moral española en San Agustín y la primera colonia inglesa en Roanoke Island
había provocado un gran temor en Florida.
En 1600 el gobernador español de la segunda colonia en Roanoke Island había desaparecido
misteriosamente. Urgentemente se pidió información a la Corona.
Los gobernadores de Florida plantean grandes dificultad a los historiadores. El gobernador no
gozaba de una posición envidiable, ni tenía gran importancia en el enorme sistema colonial.
Los gobernadores venían y morían o se marchaban; su pasado y su futuro quedaban en la
oscuridad y en el olvido.
Gonzalo Méndez Canzo no fue ninguna excepción, aun cuando su personalidad sobresalía en la
Florida de 1602 y fue el protagonista del juicio de Florida. Su biografía quedó también en la
penumbra; sin embargo, algunos detalles de su carrera están en un folleto lleno de polvo, de
1608, que se encuentra en el archivo de Sevilla. Al final de su mandato como gobernador de
Florida, las cuentas de su administración fueron inspeccionadas. Este hecho le supuso ser
suspendido del servicio real durante ocho años. Existe un documento de 1609 en que el
exgobernador solicita que se le levante la suspensión, pero no conocemos el resultado de esta
petición.
En su petición el exgobernador subrayó sus servicios a la Corona y, al hacerlo, proporcionó
información sobre su pasado que, obviamente, hay que considerar con prudencia, ya que es
normal que tendiese a exagerar. Por otro lado, es posible que no se apartara demasiado de la
verdad, porque él buscaba la rehabilitación y la Corona sin duda tenía su hoja de servicio en los
archivos. Mentir demasiado hubiera perjudicado más que ayudado a su causa. Méndez Canzo
no era ningún estúpido y debió de comprender este hecho tan simple.
Con anterioridad, el español F. Bouza Brey realizó un estudio sobre la introducción del maíz en
Galicia y encontró un pequeño escrito que decía que la semilla de maíz había sido traída a
Asturias desde Florida por D. Gonzalo Canzo, exgobernador de las provincias de Florida. El
señor Bouza Brey, siguiendo esta pista, pudo encontrar a los descendientes de Méndez Canzo
en el Palacio de Casariego, propiedad hoy de D. Nicandro de Cancio y García-Armero. La
investigación sobre el maíz le llevó a una gran cantidad de documentos acerca del gobernador
Méndez Canzo, que estaban en posesión de la familia Cancio. Realmente el gobernador
Méndez Canzo trajo desde Florida la semilla de maíz en varias hermosas arcas de cedro y
castaño, y empezó a cultivarlo en su granja de Asturias. Su esposa lo llevó a Galicia. Bouza Brey
concretó que los esposos Méndez Canzo fueron los primeros en cultivar el maíz en estas
regiones españolas. Lo confirma un manuscrito de 1730 del cura Francisco Villaamil, de la casa
de Nogueiras de Galicia, que fue encontrado en la parroquia de San Juan de Prendonés por
Bouza Brey y Antonio López Cotarelo, de Oviedo.
La familia Cancio puede rastrearse desde el siglo XIV en el Castillo de Canzo, en la parroquia de
Nogueira de Burón, situada en la provincia de Lugo, en Galicia. Al principio del siglo XVI, un tal
D. Suero de Cancio y Villar se casó con una dama de Asturias que vivía en Casariego de Tapia,
provincia de Oviedo: Doña Teresa Méndez de Donlebún. Él se mudó allí y su hijo sería D.
Gonzalo de Cancio, abuelo del gobernador de Florida.
El gobernador nació probablemente en el año 1554 en Casariego, un lugar de la parroquia de
Tapia, en Asturias. Su padre era Diego de Cancio de Donlebún y su madre era María Méndez
de Sanjulián y Villamil. El niño fue registrado como Gonzalo Méndez Canzo y Donlebún. Tapia
está situada en la parte norte de la costa de España. No lejos de allí hay lugares como
Mugardos, Ferrol y Ribadeo, que tenían astilleros donde se construían los barcos que viajaban
a tierras americanas. Aunque Gonzalo pertenecía a la nobleza campesina, la llamada del mar
fue algo que no pudo resistir.
A la edad de 14 años se fue de su casa y se enroló en la flota del adelantado Pedro Méndez de
Avilés. Desde entonces hasta que se convirtió en gobernador de Florida, permaneció en el mar
y llegó a ser un perfecto marino con un envidiable expediente que rebosaba valentía e
inteligencia. Gonzalo Méndez de Canzo obtuvo, como veterano del mar, el título de almirante,
pero no logró la promoción a Capitán General de la Armada, rango más alto que el de
almirante. Dijo que había servido a la Corona durante treinta y ocho años, llegando a ser
experto en artillería. Méndez Canzo escribió que con su propio dinero dotó dos barcos de la
Armada Española, el Apóstol Santiago y Nuestra Señora de la Escontrela, que ayudaron a
varias flotas, armadas y galeones de España y América. Dos de su barcos se perdieron en
defensa de la Corona: el primero cerca de la isla de Madeira, y el otro en 1584, en la costa del
istmo de Panamá.
Este mismo año Méndez Cancio navegó bajo el mando del Capitán General de la flota de
Nueva España, Don Francisco Novoa Feijoo. Méndez Cancio persiguió una fragata francesa y
fue el primer hombre que saltó al barco enemigo y capturó él solo al comandante francés. A
continuación, -todo esto según el propio Méndez Cancio- realizó otro acto de valor cuando
acudió a salvar un barco que se hundía, lleno de oro, plata y perlas que pertenecían a la
tesorería de la Corona. El barco pertenecía al navegante Germán García Villamarín y había sido
destrozado por una tormenta. Méndez Cancio salvó todos los tesoros “sin perder nada”. Fue
en esta ocasión cuando el capitán general de la flota lo ascendió a almirante.
En consecuencia, navegó por todas las Indias como almirante, sirviendo con honor bajo el
mando de capitanes generales como Pedro Méndez de Avilés, Pedro Méndez Marqués, Alonso
Bazán, Francisco Coloma, Antonio Osorio, Juan Orive, José Guzmán y Pedro de Guzmán.
También usó como recomendaciones al capitán Francisco Valverde, Antonio Yarto Marroquín y
Pedro Álvarez Ruesga. Escribió que había cruzado el Atlántico muchas veces. A principios de
1595 se perdió mientras realizaba una larga escolta, debido a una tempestad en el canal de las
Bahamas, y sus dos timones se rompieron. Sin embargo, llegó solo desde la costa de Florida a
Portugal. A mitad de la travesía los siguieron dos barcos ingleses y al llegar a cierto punto lo
atacaron, pero él fue capaz de esquivarlos con su barco despedazado.
Llegó a Portugal (entonces bajo la monarquía española) a salvo, y entregó un millón ocho mil
ducados a la Corona. Se le mandó que embarcara y regresara a Sevilla con todas las riquezas
que había traído de América. En junio de 1595 llegó a ser comandante en un viaje corto de la
flota que llevaba el tesoro. Al final del año, Méndez Cancio regresó al Caribe capitaneando una
fragata bajo el mando del general Tello Guzmán. Estaba en la ruta de San Juan (Puerto Rico),
cuando dos tempestades dañaron los timones de la flota del tesoro que estaban en el puerto.
Cuando llegaron a las aguas de la isla de Guadalupe, vieron dos barcos ingleses que
pertenecían a la flota de Sir Francis Drake. El almirante Méndez Cancio se atrevió a atacar uno;
capturó veintiséis marineros ingleses y hundió el barco. Era el barco inglés Francis. Los
prisioneros del Francis tenían valiosos documentos que revelaban el plan de Drake. Méndez
Canzo insistió en que fue el primero en obtener tales documentos y adjuntó un despacho
original con la firma de Drake. Méndez Canzo decía la verdad, pues esto está certificado por el
escribano con fecha de 1595.
El trece de noviembre de este año (1595) llegó al puerto de San Juan Don Pedro Tello de
Guzmán con cinco fragatas de Su Majestad, para que el general Sancho Pardo (comendador de
la flota averiada del tesoro) pudiera llevarle a S.M. los lingotes de oro a España. En el camino
de vuelta, Sancho Pardo encontró dos barcos ingleses en la isla de Guadalupe que habían
pertenecido a la flota inglesa. Le relataron cómo el almirante Gonzalo Méndez Cancio había
capturado uno de ellos y lo había hundido después de capturar a los marineros ingleses. Esto
se confirma en una carta del 23 de noviembre de 1595 (calendario inglés) de Francis Drake al
gobernador de Puerto Rico, Pedro Suárez. Pedía que se tratara honorablemente a sus
marineros y, a ser posible, se les diera la libertad. Se ha sabido que la capitanía de D. Pedro
Tello tomó un pequeño barco de nuestra flota, en el que había veinticinco ingleses o más, y les
trató como se supone en una guerra legal.
Es totalmente histórico que la captura del Francis por la brigada española desbarató el plan de
Drake. John Hawkins estaba con él para asaltar San Juan por sorpresa y capturar el barco
averiado del tesoro que estaba en el puerto. Méndez Cancio reivindicó que fue él quien había
capturado al Francis, que llevaba documentos ingleses de interés. La nave española, que
estaba en Guadalupe, se apresuró a San Juan a prevenir a las autoridades del peligro de ataque
y se asignaron varias fragatas españolas a la defensa del puerto. A causa de sus conocimientos
de artillería, el almirante Méndez Canzo obtuvo el primer puesto de comandante de las
unidades de artillería en la frontera de Moro y El Morrillo de Santa Elena, para proteger San
Juan. Las fragatas estaban bien armadas con 70 piezas de cañón con buenos artilleros en cada
puesto. Méndez Canzo escribió que el primer ataque de la flota inglesa tuvo lugar el 22 de
noviembre (según el calendario español, que iba diez días por delante del inglés) procedente
de una batería situada en la zona de Morrillo. Méndez Canzo contraatacó y disparó a los
ingleses. Se dijo que había matado a Juan Aquines, que era el nombre que se le daba en
español a John Hawkins. Aunque los españoles creyeron que este famoso disparo había
matado a Hawkins, él ya había muerto pocas horas antes de muerte natural. El disparo se
lanzó en dirección al barco de Drake, cuando el comandante estaba cenando. Impactó en la
silla en que Drake estaba sentado y mató a Sir Nicolas Clifford y a un joven oficial inglés de
nombre Brute Browne, en el que Drake había depositado grandes esperanzas. Drake no resultó
herido, pero se quedó terriblemente triste por la muerte de Clifford y Browne.
El fuego desde el Morrillo provocó la furia de Drake. A la noche siguiente, las fragatas inglesas
entraron silenciosamente en la bahía de San Juan y quemaron un barco del tesoro: la
Magdalena. Pero los españoles habían retirado del barco tres millones de ducados que
pertenecían a España. La Magdalena en llamas alumbró el firmamento y la artillería española
de Santa Elena y el Morro abrió fuego bajo las órdenes de Méndez Cancio. Drake y su
tripulación fueron derrotados y se vieron obligados a retroceder a alta mar. E.F. Benson, uno
de los biógrafos de Drake, dice que “Drake había sido derrotado en ese momento” y que “el
tesoro que buscaba nunca alegraría el corazón de la reina Isabel”. El futuro gobernador de La
Florida, el almirante Méndez Canzo, había disfrutado de los más gloriosos días de su vida. Por
su acción en San Juan fue recompensado con el cargo de gobernador de La Florida, concedido
en Real Cédula, firmada por Felipe II el 22 de mayo de 1596.
Exactamente un mes después, el 22 de junio de 1596, Méndez Cancio abandonó Sevilla para ir
a Florida. Iba acompañado por su hijo Antonio y por su esposa, que tenía entonces 37 años,
hermosos ojos y buena figura. El pasaporte conservado en los archivos familiares dice que
Méndez Canzo tenía cuarenta años y era un hombre fuerte. Se ignora cuándo contrajo
matrimonio con Doña Magdalena de Luaces Estoa y Miranda. Al igual que su esposo, ella
pertenecía a una distinguida y noble familia perteneciente a la más renombrada aristocracia de
Galicia. Su padre era Luis de Luaces y Labrada, regidor de Mondoñedo; y su madre doña
Leonor Fernández Estoa y Miranda, también de noble origen. La familia Luaces informa del
origen de su nobleza: Juan García Luaces fue recompensado con el título de hidalguía por el
rey Sancho IV, por haber prestado en el año 1331 valientes servicios en las guerras de
reconquista contra los moros.
En su declaración, Méndez Cancio habla relativamente poco sobre su historial en Florida. Dice
que estaba contento con algunas cosas que había logrado: como gobernador había triunfado
en la Revolución de Guale; había hecho prosperar el pueblo de San Agustín, proporcionándoles
nuevas comodidades; había prestado atención especial a la principal iglesia de la parroquia,
cuyo techo había sido renovado y a la que se le había suministrado un nuevo altar con un cáliz
de plata y una lámpara; la infantería había construido una nueva y espaciosa iglesia, tan
grande como la de San Agustín, en la villa de San Pedro, que le había costado al tesoro real
solamente 200 ducados.
Según Méndez Canzo, inspeccionó muchas veces Florida, visitando Guale, Potano Timucua,
Apalache, Mosquitos. Como los jefes de Santa Elena -Yufera Ocone y Salchiches Nuncalo- le
obedecían a él, se dirigió a ellos para establecer nuevas relaciones. También mencionó el
Hospital del Molino, que había hecho él en San Agustín. Méndez Canzo dijo que había
organizado una gran cuestación caritativa después del gran fuego que hubo en 1599.
Finalmente se enorgullecía del rápido pago de salarios. Méndez Canzo insistía en que el nivel
de vida de los españoles en Florida había mejorado mucho durante el tiempo en que estuvo en
el cargo. Algunos ciudadanos pudieron ahorrar para poder comprar esclavos negros. En San
Agustín su vida fue severa y dura. Algunas veces demasiado dura hasta para un veterano de la
conquista americana. Según estimaba el gobernador, en 1598 había “más de 120 casas”. Estas
casas no eran fuertes y parecían chozas hechas de palmito. Había 225 soldados en el fuerte y
más de 400 personas. Esto lo escribió el gobernador Méndez Canzo. El censo incluía españoles,
indios, negros y muchos hijos naturales. En 1602 los Oficiales Reales de Florida informaron de
que había 36 esclavos negros a los que se les sumaron otros nuevos. En 1598, el contador
Bartolomé Argüelles informó en una carta que el nuevo gobernador, en contra de la ley, había
traído con él siete extranjeros: un inglés de Londres y seis alemanes. Seis de ellos eran
soldados de artillería y uno era pífano.
El profesor Dunkel nos dice que en 1600 había 57 hombres en San Agustín. Eran casados y
tenían familia, lo que suponía 107 personas más, incluyendo a un matrimonio con siete hijos.
En 1602 el gobernador Méndez Canzo dice que había aproximadamente ochenta matrimonios.
El gobernador se queja de que había muchos animales en San Agustín que causaban
aglomeraciones. Dice que cada familia de San Agustín poseía de cuatro a diez vacas. Las calles
estaban llenas de fango y charcos. La iglesia principal se estaba cayendo y, en su mayor parte,
estaba hecha de palmitos y paja. A su llegada, Méndez Canzo solicitó urgentemente la
reparación de la iglesia y la dotación de un tejado plano con bastante teja. El convento
franciscano estaba en buenas condiciones en 1598, pero se quemó en 1599 en un devastador
incendio que se propagó rápidamente por toda la ciudad devorando los tejados de palmito.
Cerca del convento estaba el santuario. En su carta de 1598 Méndez Canzo también habló del
santuario de San Sebastián y de un hospital que había dotado con sábanas limpias y un altar
colocado en la habitación para que los enfermos pudieran oír misa sin levantarse de sus
camas. Pero el sucesor inmediato de Méndez Canzo calificó ese hospital de agujero inmundo.
Tras su llegada en 1597, Méndez Cancio había comenzado la construcción de una plaza donde
la gente podría cambiar sus productos. También alardeaba de haber construido un molino de
caballo que, según decía, “era un alivio para esta ciudad, porque los habitantes sufrían mucho
moliendo a mano y en molinos de vigas”. También dijo que había construido un puente sobre
un pantano que subía a la ciudad.
La comida escaseaba, la carne tenía un precio altísimo, y el pescado y el maíz solamente se
conseguían en pequeñas cantidades. El agua potable escaseaba. Méndez Canzo, un entusiasta
de Florida que tendía a ensalzar la provincia hasta lo imposible, escribió que había tenido éxito
produciendo higos, granadas, melocotones, naranjas y limas; y verduras como judías, ajo,
cebollas, patata dulce y algo de arroz, en San Agustín. Nunca había sido posible, sin embargo,
cultivar esos productos en grandes cantidades. A pesar de la actividad del gobernador en San
Agustín, aún había lugares miserables, no tan agradables como él había planificado. Además,
había poco trabajo y, desgraciadamente, la muerte hacía a diario acto de presencia. El dinero
escaseaba y el pueblo vivía miserablemente. La situación financiera había entrado en una crisis
crónica. Las cosas estaban tan mal, que en 1600 la Corona mandó un investigador especial, D.
Pedro Redondo Villegas, jefe y contador de la Armada y jefe de la contabilidad de Cuba, para
comprobar las finanzas de Florida desde la fundación de San Agustín. Redondo Villegas llegó a
Florida el 29 de marzo y encontró una situación económica de total confusión e imposible de
arreglar como le habían ordenado. Todos los archivos habían sido destruidos y quemados por
el incendio de Drake. Solamente estaban disponibles los libros de 1586 a 1590. En los últimos
diez años, desde 1590 a 1600, el subsidio real, que se suponía que había sido enviado desde
Nueva España (Méjico), no se había pagado. Desde 1596 la colonia de Florida había decaído
financieramente y su contabilidad había dejado de existir en Florida. Los soldados casi no
recordaban cuándo habían cobrado por última vez. Desde cualquier punto de vista, la situación
de Florida y San Agustín en 1600 mostraba un triste panorama.
Por ello, se alzaron voces de protesta contra la continuidad de la península de la Florida bajo la
hegemonía española. San Agustín fue blanco de estas críticas. Indudablemente, desde la
fundación de este asentamiento, alguna gente estaba en desacuerdo con Méndez Canzo. Las
críticas se hicieron más fuertes cuando se extendieron los asentamientos, porque las cuentas
no permitían incluir nuevas tierras salvajes en Florida. Las evidencias documentales de las
protestas fueron muy esporádicas y poco importantes. Pero el incendio de San Agustín
causado por Francis Drake dio un tremendo impulso al movimiento de protesta, que llegó
hasta la Corona de España. Los organismos a cargo de la administración colonial empezaron a
recibir muchas peticiones para que se abandonase totalmente San Agustín.