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EL MUNDO / EL DÍA DE BALEARES. SÁBADO 4 DE DICIEMBRE DE 2010 ILLES BALEARS 14 >HISTORIA / Guerra Civil en Mallorca La guerra del capitán Mancini El hijo del capitán entregó el material al periodista tras coincidir con él en un archivo de Roma / Le pidió que distinguiera a los militares de «un criminal como el conde Rossi» MANUEL AGUILERA / Roma Cuando le dije a Claudio que pen- saba publicar un artículo en el pe- riódico con el material de su padre puso cara de preocupación y me pidió que saliera fuera del archivo. «¿Cómo lo vas a enfocar?», me pre- guntó en un inglés mejor que el mío. Le contesté que como un mi- litar que vino a luchar a España en favor de Franco. «No lo relaciones con el conde Rossi, él era un crimi- nal y mi padre un militar». Le pre- gunté si su padre era fascista y me contestó: «En aquel momento toda Italia era fascista». Cuando el capitán Mancini llegó a Mallorca hacía un año que el conde Rossi se había marchado y los fusilamientos eran muy esporá- dicos y prácticamente invisibles. Llegó en noviembre de 1937 y se dedicó a organizar las labores ad- ministrativas de los alrededor de 300 militares de la Aviación Legio- naria que había en Mallorca. La misión de este contingente era de- fender la isla. «Un peligro de muerte caerá sobre quien ose tocar a Mallorca», dijo Mussolini. Y la mejor forma de defenderla fue ata- cando. Los italianos realizaron más de 3.000 bombardeos sobre el le- vante republicano causando miles de víctimas. Derribaron 54 aviones y acosaron a la marina republica- na en todo el Mediterráneo. El objetivo de mi investigación no era conocer el papel de los mili- tares italianos. Eso ya está sufi- cientemente trabajado. Mi inten- ción era encontrar alguna prueba de las intenciones imperialistas de Mussolini sobre Baleares. De ahí que me presentara, con permiso de mi periódico, en el archivo del Mi- nisterio de Asuntos Exteriores ita- liano. En las afueras de Roma. Allí se guarda una documenta- ción llamada Ufficio Spagna dedi- cada íntegramente a la Guerra Ci- vil Española. Estaba en mi mesa revisando el catálogo cuando escu- ché: «¿Spagnolo?». Un hombre bastante mayor y traje impecable se había acercado para ayudarme. Me dio una clase avanzada sobre la documentación sobre la Guerra Civil que guardan los archivos de Roma. Llevaba un rato hablando cuando se detuvo y me preguntó: «¿De qué parte de España eres?». Cuando le dije que era de Mallorca abrió los ojos y me reveló su secre- to: «Mi padre estuvo luchando un año en Mallorca y dejó un peque- ño archivo». En seguida me invitó a ir a su casa y verlo por mí mismo. Cogió una tarjeta y me escribió la ruta que debía seguir: coger un au- tobús hacia el lado contrario de mi hostal, es decir, alejarme todavía más del centro de Roma, y bajar- me en «Via Nitti». Una vez allí de- bía llamarle al móvil. Cuando salí del archivo estaba cansado y muerto de hambre así que en la parada estuve un rato de- cidiendo si ir o no ir. «Puede ser un friki», me repetía. Opté por el ries- go y con mucha suerte -nadie co- nocía la calle- conseguí llegar a Via Nitti. Claudio Mancini vino a bus- carme como prometió y me llevó a su casa. En ese momento estaba comiendo junto a su mujer y un sa- cerdote. Me recibieron muy ama- blemente, como encantados de co- nocer a un mallorquín. En casa de Mancini Me invitaron a comer pero preferí ir al grano y esperar sentado en el sofá. Claudio apareció en seguida con el material. Era un gran álbum de fotos y unos 20 folios mecano- grafiados en italiano titulados Un anno en Mallorca. Mi primera pre- gunta fue si era inédito y la segun- da si podía publicarlo. «Si citas la fuente sí». «Por supuesto». Tenía que llevarme el material pero no llevaba cámara digital y a esa ho- ra –las tres– todo estaba cerrado. Tuve que echarle cara: «¿Tienes escáner?». Estuve como dos horas escanean- do sin parar. En su cuarto pude ver algunas condecoraciones, entre ellas una Cruz de Hierro. Durante ese tiempo hablé con él de cómo había cambiado Europa desde en- tonces y adiviné en él un sentimien- to de profunda hermandad hacia España. Me dijo en varias ocasiones que quería visitar Mallorca. El rato lo pasé con mucha incer- tidumbre porque temía que en cualquier momento se arrepintiera. Al fin y al cabo, no me conocía y yo podía utilizar ese material para deshonrar la memoria de su padre. Con el material en mi USB me des- pedí de él. En el ascensor sentí ali- vio y cuando salía de su portal oí que me hablaba por el portero au- tomático. «Se ha arrepentido», pen- sé. Me decía que volviera a su casa por alguna razón que no entendía. «Sciarpa», repetía. Volví y me espe- raba en la puerta del ascensor con mi bufanda en la mano. Su padre, Luigi Mancini, tenía 26 años cuando amerizó en aguas españolas. En Mallorca vivió una experiencia inolvidable que le hizo volver en 1990, cinco años antes de fallecer. Durante la II Guerra Mun- dial sirvió en el gabinete del minis- tro del Aire y rechazó el fascismo por su carácter racial y por haber metido a Italia en una «guerra al azar». Después llegó a ser un alto cargo de la OTAN. En aquella «primera aventura» conoció la muerte y la guerra y sir- vió para que «nadie osara tocar» a la Mallorca de Franco. Los bom- bardeos republicanos fueron exi- guos comparados con los suyos. En Mallorca provocaron 108 muer- tos, 35 de ellos niños. Imagen del capitán Luigi Mancini tomada en Palma durante su misión en la Guerra Civil Española. Luigi Mancini / Capitán de la Aviación Legionaria Italiana EL MUNDO / El Día de Baleares encuentra en Roma el archivo inédito de uno de los militares italianos que lucharon como voluntarios en Mallorca en la Guerra Civil. El capitán Mancini dejó decenas de fotografías y unas memorias tituladas ‘Un año en Mallorca’ que reflejan cómo fue su paso por la isla Los italianos utilizaron Mallorca como base para bombardear el levante republicano Los bombardeos republicanos causaron en la isla 108 muertos, 35 de ellos niños

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EL MUNDO / EL DÍA DE BALEARES. SÁBADO 4 DE DICIEMBRE DE 2010

ILLES BALEARS14

>HISTORIA / Guerra Civil en Mallorca

La guerra del capitán ManciniEl hijo del capitán entregó el material al periodista tras coincidir con él en un archivode Roma / Le pidió que distinguiera a los militares de «un criminal como el conde Rossi»

MANUEL AGUILERA / RomaCuando le dije a Claudio que pen-saba publicar un artículo en el pe-riódico con el material de su padrepuso cara de preocupación y mepidió que saliera fuera del archivo.«¿Cómo lo vas a enfocar?», me pre-guntó en un inglés mejor que elmío. Le contesté que como un mi-litar que vino a luchar a España enfavor de Franco. «No lo relacionescon el conde Rossi, él era un crimi-nal y mi padre un militar». Le pre-gunté si su padre era fascista y mecontestó: «En aquel momento todaItalia era fascista».

Cuando el capitán Mancini llegóa Mallorca hacía un año que elconde Rossi se había marchado ylos fusilamientos eran muy esporá-dicos y prácticamente invisibles.Llegó en noviembre de 1937 y sededicó a organizar las labores ad-ministrativas de los alrededor de300 militares de la Aviación Legio-naria que había en Mallorca. Lamisión de este contingente era de-fender la isla. «Un peligro demuerte caerá sobre quien ose tocara Mallorca», dijo Mussolini. Y lamejor forma de defenderla fue ata-cando. Los italianos realizaron másde 3.000 bombardeos sobre el le-vante republicano causando milesde víctimas. Derribaron 54 avionesy acosaron a la marina republica-na en todo el Mediterráneo.

El objetivo de mi investigaciónno era conocer el papel de los mili-tares italianos. Eso ya está sufi-cientemente trabajado. Mi inten-ción era encontrar alguna prueba

de las intenciones imperialistas deMussolini sobre Baleares. De ahíque me presentara, con permiso demi periódico, en el archivo del Mi-nisterio de Asuntos Exteriores ita-liano. En las afueras de Roma.

Allí se guarda una documenta-ción llamada Ufficio Spagna dedi-cada íntegramente a la Guerra Ci-vil Española. Estaba en mi mesa

revisando el catálogo cuando escu-ché: «¿Spagnolo?». Un hombrebastante mayor y traje impecablese había acercado para ayudarme.Me dio una clase avanzada sobrela documentación sobre la GuerraCivil que guardan los archivos deRoma. Llevaba un rato hablandocuando se detuvo y me preguntó:«¿De qué parte de España eres?».

Cuando le dije que era de Mallorcaabrió los ojos y me reveló su secre-to: «Mi padre estuvo luchando unaño en Mallorca y dejó un peque-ño archivo». En seguida me invitóa ir a su casa y verlo por mí mismo.Cogió una tarjeta y me escribió laruta que debía seguir: coger un au-tobús hacia el lado contrario de mihostal, es decir, alejarme todavía

más del centro de Roma, y bajar-me en «Via Nitti». Una vez allí de-bía llamarle al móvil.

Cuando salí del archivo estabacansado y muerto de hambre asíque en la parada estuve un rato de-cidiendo si ir o no ir. «Puede ser unfriki», me repetía. Opté por el ries-go y con mucha suerte -nadie co-nocía la calle- conseguí llegar a Via

Nitti. Claudio Mancini vino a bus-carme como prometió y me llevó asu casa. En ese momento estabacomiendo junto a su mujer y un sa-cerdote. Me recibieron muy ama-blemente, como encantados de co-nocer a un mallorquín.

En casa de ManciniMe invitaron a comer pero preferíir al grano y esperar sentado en elsofá. Claudio apareció en seguidacon el material. Era un gran álbumde fotos y unos 20 folios mecano-grafiados en italiano titulados Unanno en Mallorca. Mi primera pre-gunta fue si era inédito y la segun-da si podía publicarlo. «Si citas lafuente sí». «Por supuesto». Teníaque llevarme el material pero nollevaba cámara digital y a esa ho-ra –las tres– todo estaba cerrado.Tuve que echarle cara: «¿Tienesescáner?».

Estuve como dos horas escanean-do sin parar. En su cuarto pude veralgunas condecoraciones, entreellas una Cruz de Hierro. Duranteese tiempo hablé con él de cómohabía cambiado Europa desde en-tonces y adiviné en él un sentimien-to de profunda hermandad haciaEspaña. Me dijo en varias ocasionesque quería visitar Mallorca.

El rato lo pasé con mucha incer-tidumbre porque temía que encualquier momento se arrepintiera.Al fin y al cabo, no me conocía y yopodía utilizar ese material paradeshonrar la memoria de su padre.Con el material en mi USB me des-pedí de él. En el ascensor sentí ali-vio y cuando salía de su portal oíque me hablaba por el portero au-tomático. «Se ha arrepentido», pen-sé. Me decía que volviera a su casapor alguna razón que no entendía.«Sciarpa», repetía. Volví y me espe-raba en la puerta del ascensor conmi bufanda en la mano.

Su padre, Luigi Mancini, tenía26 años cuando amerizó en aguasespañolas. En Mallorca vivió unaexperiencia inolvidable que le hizovolver en 1990, cinco años antes defallecer. Durante la II Guerra Mun-dial sirvió en el gabinete del minis-tro del Aire y rechazó el fascismopor su carácter racial y por habermetido a Italia en una «guerra alazar». Después llegó a ser un altocargo de la OTAN.

En aquella «primera aventura»conoció la muerte y la guerra y sir-vió para que «nadie osara tocar» ala Mallorca de Franco. Los bom-bardeos republicanos fueron exi-guos comparados con los suyos.En Mallorca provocaron 108 muer-tos, 35 de ellos niños.

Imagen del capitán Luigi Mancini tomada en Palma durante sumisión en la Guerra Civil Española.

Luigi Mancini /Capitán de la Aviación Legionaria ItalianaEL MUNDO / El Día de Baleares encuentra en Roma el archivo inédito de uno de los militares italianosque lucharon como voluntarios en Mallorca en la Guerra Civil. El capitán Mancini dejó decenas defotografías y unas memorias tituladas ‘Un año en Mallorca’ que reflejan cómo fue su paso por la isla

Los italianos utilizaronMallorca como basepara bombardear ellevante republicano

Los bombardeosrepublicanos causaronen la isla 108 muertos,35 de ellos niños

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EL MUNDO / EL DÍA DE BALEARES. SÁBADO 4 DE DICIEMBRE DE 2010

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LUIGI MANCINI / PalmaEran las cinco y media de la ma-drugada del 10 de noviembre de1937. Estaba todavía oscuro cuan-do el taxi se paró delante de laagencia del Ala Littoria, bajo lospórticos de Piazza Esedra. Sólo elruido del agua que caía en el granrecipiente de la fuente en el centrode la plaza interrumpía el silenciode la noche.

Me subí con mi pequeña maleta,el billete de avión y el pasaporte alalcance de la mano. A pesar deque buscaba mostrarme desen-vuelto, mi estado de ánimo eraaquel del que se enfrenta a unaaventura. Aquella que era para míla aventura, mi primera aventura,que estaba por comenzar. Que fue-ra alguna cosa fuera de lo ordina-rio, lo testimoniaba el pasaportecon un nombre que no era el mío:Luigi Mancuso.

Todo empezó con una circularinsólita que un gran sello de tintaroja clasificaba de «SECRETO».Después de haberla leído atenta-mente, había pensado los pros y loscontras y, sin pedir consejo a nadie,había tramitado una solicitud parairme voluntario a un destino«O.M.S». Desde hacía algún tiempose hablaba sin saber bien de qué setrataba. El secreto estaba aún biensalvaguardado. No era difícil; laspersonas que estaban al corrienteeran todavía poco numerosas.

«O.M.S.» estas siglas misteriosasincluso para la mayoría de los mili-tares querían decir: «OperacionesMilitares en España»; y contramar-caban los documentos referidos alas ayudas, hombres y materialesque el Gobierno italiano aportaba a

aquello que los españoles llamaban«el movimiento»: la rebelión arma-da contra el gobierno republicanode Madrid por parte del generalFranco y de sus fieles. El Gobiernoitaliano no lo admitía públicamen-te, al contrario, realizaba desmenti-dos de lo más oficiales.

Antes de partir, fui informado deque mi destino era Palma de Ma-llorca sede de la Aviación Legiona-ria de las Baleares. El primer núcleode esta unidad aérea ya había llega-do a la isla de Mallorca, que desdeel primer momento se había adhe-rido al movimiento nacionalista pa-

CAPÍTULO2LA DEFENSA DE LA ISLAAlojamiento en un hotel dePalma. Contacto con loscompañeros. La oficina de lacalle Planas. Bombardeossobre Levante. Primer amigofallecido en combate. Laconstrucción del aeropuertode Son Sant Joan

CAPÍTULO3LA VIDA EN LA GUERRAEl Hotel Mediterráneo.Contrabando. Bombardeoen el puerto. Las fotoscomprometidas de coronel.El marinero de familia nobledel crucero Baleares. Elúltimo favor del tenientecoronel Ramón Franco

>HISTORIA / Primer capítulo de las memorias

El tenientecoronelRamónFrancosaludandoalalmiranteMorenoenSonSant Joan. VistadelaeropuertodePalmaenplenaconstrucciónpor los italianos.

«El Gobierno italianono admitía su ayuda albando franquista, alcontrario, la desmentía»

«Pensé los pros y loscontras y sin pedirpermiso a nadie pedíun destino O.M.S.»

ra rechazar los ataques aéreos pro-cedentes de la vecina isla de Menor-ca, que permanecía por el contrariofiel al Gobierno de Madrid. Asimis-mo, su objetivo era apoyar a lasfuerzas franquistas que combatíana los republicanos desembarcadosen Porto Cristo con el propósito deocupar la isla entera. Se trataba decinco cazas CR. 32 y de tres bom-barderos S. 81.

La reacción fue rápida y eficaz, yla ayuda de los pocos aviones italia-nos, decisiva. Los rojos fueron de-rrotados y obligados a retirarse. Laisla de Mallorca quedó al completo

en manos de los franquistas y novolvió más a temer algún ataque niterrestre ni aéreo procedente de laisla vecina.

La evolución de las operacionesbélicas aconsejó, por el contrario,hacer de la isla de Mallorca la ba-se de una fuerza aérea. Al mo-mento de mi llegada la AviaciónLegionaria de las Islas Balearesconstaba de dos grupos de briga-das CR.32 [15 cazas Fiat bipla-nos]; dos grupos de aviones debombardeo S.81 [12 aparatos],utilizados sólo para operacionesnocturnas a causa de sus baja ve-

locidad y limitado armamento de-fensivo; un grupo de avionesSM.79 [Bombardero. 15 aparatos]modernos y rápidos que tenían ré-cord de velocidad en formación,(entre los pilotos de este grupo ha-bía uno de los hijos de Mussolini:Bruno); y una sección de hidroa-viones [22] bastante viejos que seutilizaban sólo para controlar lasactividades de Menorca.

Antes de dejar el hidroparque deRoma me preguntaba si los otrospasajeros presentes eran todos ofi-ciales como yo que se preparaban avivir una experiencia desconocida

como la mía, pero no podía hablarcon nadie para no violar la orden desecreto que nos habían impuesto.La única persona que conocía eraun teniente que me reveló que sólosabía que debía personarse en Sevi-lla y que todavía no conocía su des-tino final.

Llegué en la isla a bordo de unprestigioso hidroavión y aterrizé enla costa del norte donde pude dis-frutar de la maravillosa vista de labahía de Pollensa.

MAÑANA SEGUNDO CAPÍTULO. LADEFENSA DE LA ISLA.

10 de noviembre de 1937- 13 de octubre de 1938.Traducción de ValentinaGiovene

Un año enMallorca

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EL MUNDO / EL DÍA DE BALEARES. DOMINGO 5 DE DICIEMBRE DE 2010

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>HISTORIA / La Guerra Civil en Mallorca

La defensa italiana de MallorcaEl oficial se aloja en un hotel junto a los pilotos que combaten a los cazas y bombardeanciudades republicanas / Se encarga de labores administrativas y el contrabando del puerto

MANUEL AGUILERA / PalmaLuigi Mancini llegó a Mallorca conel grado de teniente en noviembrede 1937 y volvió a Roma ascendidoa capitán en octubre de 1938. Du-rante los primeros días coincidió conuno de los hijos de Mussolini, Bruno,que pilotaba un bombardero SM 79y se alojaba en el Gran Hotel de Pal-ma bajo el nombre de «López»(Massot i Muntaner). En el primercapítulo cuenta cómo decidió ir vo-luntario a España y llegó en un hi-droavión hasta Pollensa junto aotros italianos que no conocía y lle-vaban también nombre falso.

e... En los años 30 el turismo demasas acababa de empezar y toda-vía la mayoría de los italianos noiba de vacaciones al extranjero. Siahora alguien visita Pollensa puedeencontrar a lo largo del paseo marí-timo una serie de construccionesmuy bonitas, como hoteles, cafés,restaurantes y viviendas preciosas,pero entonces no había nada de to-do esto. De hecho, los servicios del

hidroavión, la policía, la aduana ylas oficinas militares ocupaban unpequeño edificio parecido a la casi-ta de un pescador.

Cuando llegué, estaba esperán-dome un joven militar vestido conuna elegante uniforme color caqui.Llevaba puesto en las solapas de lasmangas una estrella con seis puntasde plata así que pensé que era unsubteniente. Me enteré más tardede que era un mariscal y que, comono existía este grado en las FuerzasArmadas españolas, los mariscaleshabían sido revalorizados con elgrado de alférez. Éstos llevaban dosestrellas de plata mientras que lostenientes poseían dos de oro.

Los trámites burocráticos de lapolicía tardaron unos cinco minu-tos. Me hicieron unas preguntasque ya sugerían cómo contestar:«¿Usted ha venido para enrolarseen la Aviación Legionaria? ¿No escierto?» Y nadie se preocupó depreguntarme si formaba parte dela Aviación Italiana porque ya sa-bían que mi respuesta hubiera sidonegativa.

Junto al alférez dejamos Pollensay fuimos en coche hasta Palma, con-cretamente a la calle Planas [Antoni

Planas i Franch], en las afueras deleste de la ciudad, donde se situabanlas oficinas del mando militar. Hacepoco volví a Palma [en 1990] y pudecomprobar que ya no eran las afue-ras porque esa calle se encontrabasólo a 15 minutos de la catedral, esdecir, del centro de la ciudad, y a só-lo 300 metros de la magnífica iglesiade San Francisco.

En la primera y en la segundaplanta de un moderno edificio seencontraba el mando de la Aviaciónde las Islas Baleares, cuyo coman-dante era un piloto de fama mun-dial: el teniente coronel RamónFranco de Bahamonde, hermanodel Generalísimo [ahora este edifi-cio alberga la oficina de alistamien-to. La comandancia está en el aeró-dromo militar de Son Sant Joan].Me extrañó que él ocupara un car-go tan modesto, pero más tarde su-pe que no era un personaje muy fia-ble, sobre todo por sus pensamien-tos políticos que se acercaban mása los de los republicanos.

Volviendo a hablar sobre el temade mi llegada algo me sorprendiómucho: los oficiales estábamos alo-jados en un hotel, el Royal Hotel,ubicado en la parte oeste de la ba-

hía de Palma, y cuando me asigna-ron la habitación se disculparonmucho porque no tenía baño y meprometieron que al día siguiente memudarían a una mejor. Cuando salíde Roma para esta misión me ima-ginaba todas las molestias y penu-rias que se pueden sufrir duranteuna guerra así que jamás me hu-biera imaginado que alguien se dis-culpara por algo tan absurdo.

Otra cosa que me sorprendió fueser llamado por mi alias. Una ma-ñana, mientras estaba desayunan-do en la sala del hotel junto a todos

los colegas, un capitán llamó al te-niente Mancuso. Yo seguí tranquila-mente comiendo porque este nom-bre todavía no me sonaba familiar ypensé que estaba llamando a otrooficial. El capitán se me acercó, mepuso una mano en la espalda y conuna sonrisa comprensiva me dijo:«¡Se acostumbrará pronto!». Y teníarazón, desde entonces me di cuen-ta de que yo era el teniente Mancu-so y que el teniente Mancini se ha-bía quedado en Roma.

Empecé a relacionarme con miscolegas y pronto me di cuenta deque yo respecto a ellos tenía unbuen conocimiento de la lengua es-pañola gracias a un curso que habíarealizado durante dos años en laCasa de España, institución culturalde la Embajada española. No obs-tante, había un sargento español,empresario que había huido de Bar-celona junto con su familia, que noshacía de intérprete. Su ayuda fuemuy útil para mí, sobre todo paraaprender los términos administrati-vos y burocráticos que, por el traba-jo que desempeñaba, necesitaba co-nocer para comunicarme con todoel personal español de las oficinasdel mando de la Aviación Española,

Unabatería antiaérea italiana en el aeropuerto de Son Sant Joan. Fueron atacados en varias ocasiones por cazas Polikarpov«chatos» republicanos durante la guerra.

LA GUERRADEL CAPITÁNMANCINI (II) /Segundo capítulo de ‘Un año en Mallorca’! En 1937 disminuyeron los ataques de la aviación republicana sobre las islas! Italia mantuvo en Mallorca a unos 300 miembros de la Aviación Legionaria con 50 aparatos! Las memorias cuéntan cómo sorteaban los controles internacionales para aprovisionarse

«Me extrañó que elhermano del generalFranco ocupara unpuesto tan modesto»

«Nuestros cazas nosavisaban de losataques realizando unpeligroso ejercicio»

Capítulo 2. Traducción deValentina Giovene.

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EL MUNDO / EL DÍA DE BALEARES. DOMINGO 5 DE DICIEMBRE DE 2010

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de los bancos, de los hoteles, de lasagencias de navegación, de las ofi-cinas aduaneras, etc.

Mi despacho estaba situado enla primera planta de un edificio allado del mando militar, en la mis-ma calle Planas.

Me entregaron las llaves de lasoficinas omitiendo cualquier trámi-te burocrático y pronto un tenienteme hizo firmar un recibo y me pagóel salario entero. Me extrañó muchorecibir el sueldo nada más llegar yel primer día del mes, en lugar decobrar a final del mes o el día 27,cuando cobran todos los funciona-rios públicos italianos.

Con algunas pesetas en mi bolsi-llo estaba más a gusto pero todavíavestía traje deportivo y no me sentíaintegrado en la Aviación Legionariaasí que, gracias a la ayuda de un co-lega, conseguí rápido un nuevo uni-forme con dos estrellas de oro, sím-bolo de mi grado de teniente.

Mi primer encargo fue organizaruna oficina administrativa y encar-garme de pagar los sueldos. Otra de

mis responsabilidades era inscribirlos fallecimientos, algo que me pro-ducía mucha tristeza. Actualicé elregistro y desgraciadamente el 21de marzo 1938 tuve que ejercer otravez mis funciones. La isla todavíano estaba aprovisionada de estruc-turas de observación modernas asíque era difícil evitar los ataques,aunque nuestros aviones eran másrápidos y siempre conseguían inter-venir alcanzando a los enemigos.

De todas formas, el mando tomóla decisión de poner a una patrullade dos CR 32 [cazas Fiat biplanos]a sobrevolar la isla para controlar elcielo y avisar de cualquier peligro.El problema era que no tenían apa-ratos de radio así que debían dar laalarma a través de una serie de ma-niobras y recorridos un tanto peli-grosos que correspondían a un có-digo preestablecido. Durante unode estos ejercicios dos aviones seacercaron demasiado y un piloto tu-vo que saltar del aparato y tirarse almar con el paracaídas.

Un día me tocó ir con el oficialmédico a identificar el cuerpo deun hombre que habían encontradoen la red de un pesquero y queaún llevaba puesto su paracaídas.Aquello me impresionó profunda-mente porque se trataba de un co-lega con el que solía pasar la ma-yoría de mis horas libres. Aquel pi-loto fue el último caído de laAviación Legionaria de las IslasBaleares [se trata del teniente Al-fredo Sangiorgi, alias AlfredoSambocuccio. Fue enterrado en elcementerio municipal de Palma].

Poco a poco empecé a tomar con-tacto con los colegas de las oficinasespañolas que eran todos muy ama-

bles y en el primer mes ya tenía lasituación bajo control.

Luego empecé a conocer a todoslos empleados y el lugar de cada de-partamento. Las diferentes seccio-nes estaban colocadas en varios ae-ropuertos. El más importante era elaeropuerto de Son San Juan, a po-cos kilómetros de Palma, que fue elprimero en ser construido para alo-jar la Aviación Legionaria. La pistade aterrizaje tenía un fondo naturaly estaba rodeada de muchos olivosque servían para esconder los cuar-teles de los mandos.

El cambio de Son Sant JoanHoy en día Son San Juan se ha con-vertido en un aeropuerto internacio-nal provisto de aparatos modernos,torre de control, etcétera, pero todoesto no consigue borrarme de lamemoria el recuerdo de la antiguapista en el medio del campo.

Cuando el número de oficialesaumentó nos mudaron al Hotel Me-diterráneo, a pie de la bahía y delan-te del puerto, para organizar de ma-nera más racional nuestro aloja-miento. En aquella época Palmatenía ya unas instalaciones turísti-cas considerables pero no se pue-den comparar, sobre todo en canti-dad, con las que hay ahora. A causade la guerra la mayoría de los hote-les estaban cerrados así que tuvie-ron que escoger el más adecuado yhabilitarlo para nosotros.

El Hotel Mediterráneo era un edi-ficio muy grande y bien equipado,así que toda la organización pudoestablecerse allí: los alojamientos,los despachos, el comedor, los ser-vicios fotográficos y de telecomuni-cación se situaron a partir de esemomento en el mismo edificio,aportando un considerable ahorrode tiempo y dinero.

Una de mis responsabilidadesconsistía en enterarme de la llega-da de los barcos de mercancías ita-lianos, algo que era muy sencilloporque sólo tenía que asomarme ala terraza del despacho. Cuando unbarco llegaba tenía que irme alpuerto vestido de civil, averiguar sihabía alguna mercancía para el se-ñor Bevilacqua (esto era el nombresecreto prefijado por la AviaciónLegionaria) y conocer el tipo decarga. Todos los materiales que lle-gaban en barcos de vapor mercan-tiles no eran de tipo militar y cum-plían las reglas del pacto de no in-tervención que Francia, GranBretaña, Italia, Rusia y Alemaniahabían acordado en 1937 para evi-tar que las dos facciones luchado-ras recibieran armas. No obstante,estaba claro que todas las poten-cias componentes del acuerdo ac-tuaban de mala fe.

Los barcos traían también canti-dades de tabaco y alcohol y el go-bierno español nos permitía abaste-cernos una vez al mes a algunos denosotros para luego repartirlo alresto del personal. Durante estosabastecimientos me hacía graciaquedarme un rato para charlar conlos aduaneros y fumar juntos un ci-garillo. En mis visitas al puerto meencontraba también con el contro-lador del pacto de no intervención.Estos aduaneros eran de nacionali-dades neutrales: noruegos, suecos,daneses y holandeses; muchos deellos hombres de mar jubilados.

MAÑANA TERCER Y ÚLTIMO CAPÍ-TULO. LA VIDA EN LA GUERRA.

>HISTORIA / Segundo capítulo de las memorias

Bombardeo sobre el puerto de Barcelona. Los italianos fotografiaban los bombar-deos que realizaban sobre las ciudades del bando republicano. Ésta pertenece a un ataque sobre Barce-lona. Sólo en esta ciudad murieron 4.736 personas víctimas de los bombardeos.

Construcción de la pista de Son Sant Joan. Los italianos utilizaban el aeródromode Son Bonet pero necesitaban otra pista y la construyeron en Son Sant Joan con la ayuda de las autori-dades españolas. Este nuevo aeródromo militar no pasó a ser de uso civil hasta 1960.

El Hotel Mediterráneo. Los alrededor de 300 combatientes de la Aviación Legionaria se alo-jaron en hoteles como el Gran Hotel de la calle Unió, el Royal de El Terreno y el Mediterráneo (actualBahía Mediterráneo). En estos dos últimos se alojó el capitán Mancini (segundo por la derecha).

«La red de unpesquero recuperó elcuerpo sin vida de unode nuestros pilotos»

«La pista de Son SantJoan estaba rodeada deolivos que servían paraesconder los cuarteles»

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EL MUNDO / EL DÍA DE BALEARES. LUNES 6 DE DICIEMBRE DE 2010

ILLES BALEARS10

>HISTORIA / La Guerra Civil en Mallorca

La vida de una isla en guerraEl oficial cuenta cómo sobrevivió a un bombardeo republicano en el puerto de Palma /Relata la vida de los militares y el clasismo de la sociedad mallorquina en los años 30

MANUEL AGUILERA / PalmaLa guerra civil afronta su últimoaño con un bando republicano ca-da vez más debilitado. Los ataquescontra Mallorca son cada vez másesporádicos. Luigi Mancini contóen los anteriores capítulos sus la-bores administrativas en la Avia-ción Legionaria y cómo burlabanel control internacional en el puer-to para descargar las armas.

e...Una vez al mes llegaba la ordende adoptar medidas especiales paraque los inspectores de aduanas delpuerto de Palma no se enteraran denada. Venían barcos rápidos y mo-dernos que viajaban por la noche ya los que les cambiaban nombre ydocumentos durante la ruta. Cuan-do llegaban a puerto descargabanlas mercancías rápidamente enmedio de la oscuridad nocturna,con la única ayuda de la luz de laluna. Por ello su llegada dependíade las fases lunares.

Mi primera experiencia de guerraocurrió justo en el puerto. Me gus-taba mucho pasear por el muelle,mirar los barcos y observar el traba-jo de los marineros porque me re-

cordaba a las novelas de Julio Ver-ne. A menudo visitaba la sección delos hidroaviones donde había un te-niente piloto sardo con el que mellevaba bien. Los hidroaviones quehabía no eran muy eficaces desde elpunto de vista bélico pero servíanpara vigilar Menorca, isla todavíafiel al gobierno republicano. Seguíasiendo un peligro y una base de po-sibles ataques contra la isla mayor.

Una mañana que había ido a visi-tar a mi amigo, escuchamos de re-pente las sirena de alarma y vimos

una serie de aviones acercarse alpuerto. Unas bombas empezaron acaer cerca de nosotros. Quedamosinmóviles en medio de las explosio-nes esperando que alguien en elcielo nos protegiera. Cuando deja-ron de tirar bombas volvimos rápi-dos a la base para ver si había pasa-do algo y comprobamos que afortu-nadamente no había habidovíctimas. Sin embargo, los dañoseran evidentes. Luego fuimos a daruna vuelta por Palma para contro-lar la situación de la ciudad y de la

población. Los daños no eran muygraves y no hubo ningún fallecido[Este bombardeo se produjo el 1 demarzo de 1938. Las alarmas dierontiempo suficiente a la población pa-ra refugiarse y sólo hubo que la-mentar tres heridos. Hacía seis me-ses que los aviones republicanos noatacaban Mallorca].

Más tarde nos enteramos de quenuestros cazas habían respondidode manera eficaz al ataque. [Los ita-lianos respondieron masivamenteel 16 de marzo lanzando un bom-

bardeo casi continuado de 40 horassobre Barcelona en el que murierondecenas de personas].

Ahora podía decir que había to-mado parte en la guerra de verdad.La guerra es algo muy serio perodurante mi experiencia hubo tam-bién episodios divertidos.

Todo empezó cuando llegó a Pal-ma un nuevo comandante, el coro-nel M. [general Monti], conocidopor todos los oficiales mayores porser muy severo y enojoso; y la ver-dad es que lo demostró desde elprincipio. En seguida empezó a que-jarse de que nosotros llevábamosuna vida disoluta, que íbamos de-masiado por la calle vestidos de civily que faltaba disciplina.

El coronel ni entendía ni hablabaespañol y eso le ponía en una situa-ción de inferioridad. Un día convo-có a un capitán para que le acompa-ñara a un salón de baile donde sa-bía que nosotros solíamos ir. Elpropio capitán P. era uno de los máshabituales clientes del local así queadvirtió a todos sus colegas de queaquella noche no fueran a bailar.Así conseguimos sortear la primeraprueba.

Al día siguiente el coronel decidióvisitar el taller de coches que habíaen el aeropuerto para averiguar silos oficiales nos aprovechábamos

Imagen tomada por el capitánMancini de los restos de un bombardeo de una calle del centro histórico de Palma enmarzo de 1938.

LA GUERRADEL CAPITÁNMANCINI (III)/Tercer capítulo de ‘Un año en Mallorca’! Los italianos se adueñaron completamente del cielo en 1938 e intensificaron sus ataques! Realizaron salvajes bombardeos sobre Barcelona y Alicante con centenares de víctimas! Mallorca apenas fue atacada pero la marina republicana consiguió hundir el crucero ‘Baleares’

Luigi Mancini (a la derecha) y varios de sus compañeros junto a un bombardero italiano en Son Sant Joan.

Capítulo 3. Traducción deValentina Giovene.

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EL MUNDO / EL DÍA DE BALEARES. LUNES 6 DE DICIEMBRE DE 2010

ILLES BALEARS11

en exceso del derecho que teníamosa comprar coches y disfrutar de me-cánico y gasolina gratis. El coronelcreía habernos pillado pero comono pudo entenderse en español conel mecánico se quedó otra vez sinpruebas.

Sobre el asunto de tener un co-che en aquella época tengo quedecir que para un particular no erafácil obtener un permiso de circu-lación. Era necesario conseguir loque se llamaba requisa particulary eso para un oficial era muy fácil.Además tampoco era fácil com-prar gasolina.

El coronel no se dio por vencido yvisitó el laboratorio fotográfico por-que sospechaba que los oficialesconsumíamos carretes para intere-ses personales. Encontró muchasfotos que claramente no servían pa-ra usos militares y convocó una re-unión para comunicar a todos queestaba prohibido el uso del labora-torio para trabajos personales. Acontinuación impuso otras restric-

ciones para mejorar el comporta-miento de los pilotos.

Mientras tanto, el tiempo pasó yse produjeron cambios en la organi-zación de la Aviación Legionaria. Alinsoportable coronel le asignaronotro cargo y le relevó otro general.El nuevo comandante tenía puntosde vista diferentes al anterior y noera tan severo. Entonces la únicaprohibición que los oficiales teníanque seguir respetando era la de noutilizar los servicios del laboratoriofotográfico.

Justo en el laboratorio pasó algomuy divertido y al mismo tiempoinesperado. El mariscal fotógrafome dijo un día que si quería podíacoger algunos carretes. Le contestéque no quería tener problemas y élme enseño algunas fotos del íntegroy recto anterior comandante conuna mujer medio desnuda en actitu-des muy obvias. En seguida penséque el general había sido muy irres-ponsable en utilizar el laboratoriofotográfico para sus deslices. Luegosupimos también que había contraí-do una enfermedad sexual. De todoaquello saqué la conclusión de quesi un jefe quiere mostrarse severotiene que dar ejemplo y no exigir asus subordinados algo que ni él sa-be respetar.

Los daños causados por las bom-bas se borraron rápido y las incur-siones aéreas sobre Palma habíansido muy pocas así que el único sig-no evidente de estado de guerra erael hecho de que no había casi nadieen la calle durante la noche.

Además de los originarios de Pal-ma, en la ciudad habían tambiénmuchos españoles de la penínsulaque al principio del movimiento oestaban ya en Mallorca y tuvieron

que quedarse o que voluntariamen-te se habían trasladado a la isla por-que al fin y al cabo era uno de losmejores sitios para refugiarse.

Las Baleares en general y Mallor-ca en particular siempre han tenidorelaciones muy estrechas con Cata-luña y sobre todo con Barcelona; asíque muchos barceloneses tenían enPalma viviendas para pasar el vera-no y esto supuso una gran suertepara ellos en la guerra. Sin embar-go, muchos refugiados no tenían lamisma suerte y se quedaban en Pal-ma sin tener casa ni dinero. Comolas transferencias bancarias eranmuy difíciles de hacer...

El crucero ‘Baleares’De modo que para los jóvenes lamejor solución para quedarse eraalistarse en la milicia. Éstos lleva-ban un uniforme un poco diferente,no era el mismo que teníamos noso-tros, aunque había entre los italia-nos algunos que hacían amistadcon estos españoles e intentabanconseguir para ellos uniformes y ac-cesorios mejores, para que no sesintieran diferentes de los demás.

La mayoría de estos refugiadospertenecían a familias nobles y for-maban pequeños grupos entreellos. Me acuerdo muy bien de unoque era de familia muy rica. Teníanimportantes astilleros en San Se-bastián. Él se había alistado volun-tariamente en la marina nacionalis-ta como simple marinero pero teníauna concepción muy personal so-bre la disciplina militar. Podía com-portarse de la manera que queríaporque muchos oficiales de marinade alto rango eran amigos de su fa-milia. De hecho, no daba buenejemplo al resto de la tropa porquecuando el barco donde trabajaba, elcrucero Baleares, entraba a puerto,el joven bajaba a tierra y se conver-tía en el millonario acostumbradoal bienestar que era. Y lo peor esque sus jefes no sólo no le reñíansino que si podían le imitaban. Apesar de esto, cuando estaba en elbarco en el medio del mar, lejos detodas las comodidades, se portabacomo un óptimo marinero. Murióen marzo 1938 cuando el cruceroBaleares fue hundido por la marinarepublicana.

Volviendo a hablar sobre los pe-queños grupos en los que se desa-rrollaba la vida social de la ciudadde Palma durante la guerra, hayque subrayar que había muchas ri-validades y roces. Estos se creabansobre todo a causa de un clasismoexcesivo y atento a las diferenciasentre los grados de nobleza y los ni-veles sociales de la población. Sobretodo eran los nobles los que reque-rían de muchas atenciones y respe-to a la jerarquía nobiliaria.

Ya hacía tiempo que el escenariopolítico internacional estaba em-peorando y empezaban a difundir-se rumores sobre el inicio de unanueva guerra.

A pesar de esto, hacía días quehabía llegado la orden de mi regre-so a Italia cuando una mañana villegar desde lejos en el mar a dosbarcos de guerra italianos. Me co-municaron que si la guerra empeza-ba mi vuelta estaba suspendida ydebía preparar el cierre de la base ycuidar del regreso de los oficialesque quedaban en Palma con la ayu-da de aquellos barcos.

Estas nuevas órdenes me deja-ron sorprendido y triste al mismo

>HISTORIA / Tercer capítulo de las memorias

Los restos del bombardeo en el puerto. En la imagen superior izquierda se puede ver unanimal de carga muerto junto a su carro en el bombardeo del 1 de marzo de 1938. Arriba a la derecha, la fa-chada del Ayuntamiento de Palma. Abajo la fachada de un edificio del puerto destrozada por las bombas.

tiempo porque ya estaba pensandoen mi regreso a Roma y en mis pla-nes de casarme. También estabaun tanto decepcionado porquecomprobé que la potencia militaritaliana no tenía los fundamentosfuertes y estables que todos creía-mos y que nuestros jefes nos ha-cían creer. Los pocos aviones desti-nados a la guerra española eran to-do lo que Italia tenía.

Por primera vez me di cuenta deque la realidad era muy diferente alo que siempre había pensado yo.

Unos días después me comunica-ron que de momento la guerra sehabía evitado, así que podía volvera Roma y casarme.

Empecé a saludar todo el perso-nal comenzando por el teniente co-ronel Franco que había sido siempremuy amable conmigo y que espera-ba que yo me quedara más tiempo.Me encargó que en cuanto llegara aRoma entregara al general V. [Velar-di] un recuerdo de Toledo, regaloque desgraciadamente nunca pudedarle porque murió pocos días des-

pués de mi regreso. [Ramón Francomurió también justo después, sólodos semanas después de despedirsedel capitán Mancini, el 28 de octu-bre. Se estrelló en el mar cuando pi-lotaba un hidroavión italiano carga-do con una tonelada de bombas].

Me despedí de todos y dejé Palmapara cruzar otra vez toda la isla pa-ra llegar hasta la bahía de Pollençadonde mi hidroavión estaba espe-rándome.

El 13 de octubre 1938 mi aventu-ra terminó.

«Supimos que elcomandante habíacontraído unaenfermedad sexual»

«Los pocos avionesdestinados a la guerraespañola eran todolo que Italia tenía»

Bombarderos italianos Savoia-Marchetti 79 volando sobre Palma en dirección a Barcelona en 1938.