Fútbol y sociedad

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    Diana Alvarado CasadoDiseo de la Comunicacin Grfica

    En el principio Dios iba a la escuela y se pona a jugar ftbol con sus amigos hasta que llegaba la hora de irse a sus salones. Aunque

    Dios sabe muchas cosas, quiere aprender ms y hacer cosas nuevas. Un da Dios dijo: hoy trabaj mucho y es hora de ir a recreo. Dios

    y sus amigos se pusieron a jugar ftbol y Dios chut tan duro la pelota que cay en un rosal y se ponch. Al explotar la pelota, se cre

    el universo y todas las cosas que conocemos.Rodrigo Navarro Morales

    Fervor de muchos, odio de tantos, el ftbol es un hervidero de pasiones, que traspasa los lmites del csped de la cancha, desbordando el inmenso estadio que en cada partido desea ser espectador de una gran hazaa. Hazaa que espera ser

    plasmada por cientos de escritores arduos de expresar su odio o amor por uno de los deportes ms practicados y seguidos en el mundo.

    La literatura se ha convertido en el mejor vehculo para expre-sar el delirio que sienten los escritores apasionados por el ftbol, pues slo un verdadero fantico de este deporte puede ser capaz de escribir y adentrarnos en sus pasiones mientras nos mantiene a la expectativa de lo que sucede en cada una de sus lneas, como si estuviramos observando un penal en el ltimo minuto del partido.

    Desde poemas hasta libros enteros, no hay lmites narrativos a la hora de saciar su pasin.

    La relacin entre la literatura y el ftbol no es reciente ni mucho menos: ya en las comedias de Antfanes en el 387 a.n.e. se habla sobre el juego de pelota que era capaz de llamar la atencin del em-perador Julio Csar; pero no fue sino en 1592 en su Comedia de los errores, que Shakespeare utiliza el ftbol como medio de expresin literaria: Ruedo para vos de tal manera Me habis tomado por pelota de ftbol? Vos me pateis hacia all, y l me patea hacia ac. Si he de durar en este servicio, debis forrarme de cuero.

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    En ms obras Shakespeare sigui utilizando el ft-bol como elemento de carcter metafrico. Diver-sos escritores de su poca y posteriores siguieron su ejemplo, pero siempre utilizndolo como un carcter secundario dentro de sus escritos.

    Slo en el siglo xx el ftbol tom la magnitud que conocemos en la actualidad, cuando se comenz a de-dicar textos completos a las pasiones que ste desenfre-naba. El ftbol se transform en la musa que muchos deseaban.

    La vida de un jugador siempre ser motivo para escribir hasta la novela ms emotiva, slo hay que ver todas esas biografas que cuentan de puo y letra la historia de tantos dolos y figuras del ftbol; en Yo soy el Diego (de la gente), Maradona nos adentra a sus memorias, y junto a l remos, lloramos, nos eno-jamos, compartimos su vanidad y narcisismo; somos testigos de cmo la mano del hombre se convierte en la mano de Dios.

    No todos los futbolistas son tan narcisistas para es-cribir o mandar escribir su biografa, en cambio gra-cias a sus hazaas, los escritores les dedican pginas y pginas de relatos, cuentos, ensayos, hasta odas como el caso de Rafael Alberti y su Oda a Platko, en la que plasma el momento en que ste, portero emblemtico del F. C. Barcelona, dej de ser un simple guardameta para convertirse en hroe de toda una aficin.

    No todo lo que se escribe de los jugadores es acerca de sus grandes hazaas o de cmo se convirtieron en dolos; en ocasiones se escribe de las tragedias que puede provocar el mundo del ftbol, un mundo lleno de traiciones, intereses, donde el jugador se convierte en un trozo de carne en venta al mejor postor y que puede ser desechado cuando ya no sea til a los inte-reses del club, de su dueo, de su entrenador y hasta de su aficin.

    Horacio Quiroga, fiel a su estilo, nos presenta el cuento Suicidio en las canchas, en el que nos relata el dramtico caso del jugador del Nacional de Monte-video, Juan Polti, quien atormentado por su baja de juego y su prxima venta, se dio un tiro en el centro de la cancha siendo coherente con sus palabras: El da que no me encuentre ms en forma, me pego un tiro.Po

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    Como bien dice Juan Villoro: Una vez elegido el club que determina el pulso de la sangre, no hay camino de regreso, se le es fiel a la cami-seta de nuestros amores, sufrimientos y dolores. Por qu no expresarlo mediante un cuento como lo hiciera Mario Benedetti en Puntero izquierdo, narrado como slo un fut-bolero sera capaz hacerlo: Hace ya dos aos y me parece ver al Pampa, que todava no haba cometido el afane pero lo estaba germinan-do, correrse por la punta y escupir el centro, justo a los cuarenta y cuatro de la segunda etapa, y yo que la veo venir y la coloca tan al ngulo que el golerito no la pudo ni pelliz-car y ah qued despatarrado, mandndose la parte porque los de Progreso le haban echado el ojo. Este relato rescata el amor por sobre el inters, el ideal por sobre la conveniencia, a no traicio-nar los colores de la camiseta del equipo de tus amores.

    No siempre las historias contadas en la literatura futbo-lera son de figuras del ftbol, a veces nos narran sucesos que marcaron de manera significativa a un pas, un equi-po, un pueblo, una ciudad o tan slo al hombre que las ha plasmado. Dios es redondo, de Juan Villoro, es una amena pltica sobre algunas de las hazaas mas significativas del ftbol, en la que lleva a los fanticos de las canchas a re-memorar esas pasiones, a revivir cada instante que marc la historia del ftbol, a recorrer la religin que llena las canchas, sus supersticiones y sus mitos. A los ateos des-credos que odian el ftbol los incita a entender el delirio de los futboleros; su narracin nos mantiene al borde del asiento, sintiendo cada instante que es plasmado lleno de pasin de un fantico del ftbol, pero siempre en un tono reflexivo.

    Un mexicano adicto al ftbol es, entre otra cosa, un masoquista que colecciona agravios, jueves de dolor para los que no hay domingo de resurreccin. Qu sera de nosotros sin este agitado melodrama?.

    En el ftbol estn representadas casi todas las pasiones humanas: el amor, el desamor, el odio, el orgullo, la justi-cia, la injusticia, la solidaridad, la sed de venganza, el cora-je, la ambicin, la cobarda, la violencia, el culto al dinero, el poder; cada vez que se juega un partido, el csped es testigo de una nueva historia, que espera ser contada.

    El goleador es siempre el mejor poeta del ao

    Pier Paolo Pasolini

    Portada de Dios es Redondo, Federico Prez Villoro, D

    .R. Editorial Planeta M

    exicana, S.A. de C.V.

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