Historia social: Una reacción ante la historia tradicional

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    En las l t imas dcadas , aunque e l v nculo con las formas t rad i -

    cionales de escribir la historia no se ha roto del todo, las normas de

    indag acin qu e han orie nta do a la historia escri ta de sde los das de la

    a n t i g e d a d c l s i c a h a n p e rd i d o su p re d o m i n i o . Ta l e s n o rm a s , d e

    or ientac in secular, ten an a la narra t iva com o su for m a de p resenta-

    cin. La historia fue concebida como una forma de l i teratura, regida

    por cr i te r ios re tr icos y a l mismo t iempo in teresada en la verdadera

    reconstruccin del pasado sobre las bases de un examen cr t ico de la

    evidencia . Aunque ser a errneo perc ib i r una nica forma de escr i -

    bir la historia, Las Guerras del Peloponeso de Tucd ides , no obstan-

    te , presentaba un modelo que los h is tor iadores no s lo s iguieron en

    el perodo clsico, s ino que revivieron a comienzos del Renacimien-

    to y tampoco dest ruyeron en e l s ig lo XIX, momento de la profes io-

    nalizacin de los estudios histricos.

    Un nmero considerable de presuposic iones sos tenan esa h is to-

    r i a . Pos ib lemente l a ms impor tan te e ra que los hombres hac an su

    propia h is tor ia . Vinculada a esa concepcin humans t ica haba una

    perspect iva esencialmente aristocrt ica segn la cual la historia ver-

    saba sobre las acciones y aspi rac iones de los notables , de las l i tes

    dominantes . Eran los grandes personajes los responsables tan to de

    los logros como de los f racasos del conjunto de la sociedad; y esos

    grandes personajes, a su vez, se movan por impulsos expl icados por

    el historiador en trminos psicolgicos alejados de cualquier caracte-

    r izacin c ient f ica . La ins t i tuc in c lave que daba unidad a la socie-

    dad y proporc ionaba e l h i lo conductor de la h is tor ia era e l Estado,

    un Estado cuya conducta era entendida slo por las acciones del ibe-

    radas de sus gobernantes , conducidos por los requer imientos del po-

    der en un mundo marcado por conf l ic tos ent re Estados .

    As , e l principal foco de atencin de los historiadores desde Tuc-

    dides a Ranke fue el relato de los acontecimientos pol t icos y mil i ta-

    res. La mayora de las reas de la existencia humana caan fuera de

    la incumbencia del h is tor iador . La h is tor ia de las masas , de la v ida

    cot idiana y de la cul tura popular carecan de inters histrico. En l-

    t imo ext remo, det rs de todo e l lo , haba y hay una concepcin

    el i t is ta de las sociedades y una apologa del poder. Y conectado con

    el lo , haba y hay un expl c i to rechazo de la teor a . La h is tor ia ,

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    por consiguiente, era la ciencia de lo nico y la narracin la forma de

    presentacin ms aconsejable para lograr ese f in.

    La ruptura , o la reaccin en favor de una orientacin nueva de la

    historia , tena que l legar . Ya desde mediados del s iglo XIX hubo for-

    mas al ternat ivas de escribir la his toria pero stas permanecieron fue-

    ra de la principal corriente de erudicin especializada. El despliegue

    i ndus t r i a l iz a do r y la s t r a ns f o r m a c i on e s p r o f u nd a s e n e l de s a r r o l l o

    capi ta l i s ta generaron agudos conf l ic tos de c lases que exigan ot ros

    ins t rumentos de an l i s i s . E l concepto de Sociedad se impuso como

    arma de comba te an t i e s t a t a l y bande ra de l a s demandas l i be ra l e s ,

    democr t i cas y soc i a l i s t a s . P rec i samente e sos son los aos en que

    Kar l Marx comenz a d ivu lga r una nueva t eor a que , como l a na -

    ciente Sociologa , pretenda ser una ciencia general de la sociedad y

    es taba or ientada a comprender los cambios resul tantes de l desarro-

    l lo del capital ismo industrial y de las revoluciones pol t icas del siglo

    XVII I .

    Muchos de los t rabajos de los his toriadores marxistas posteriores

    se inspiraron, s in embargo, en escri tos desarrol lados al margen de la

    t radicin marxista e incluso independientes de el la .

    En Franc ia , l a deuda de los hi s tor iadores marxis tas con sus pre-

    decesores republ icanos y demcra tas resul ta ine ludible y exis te una

    l nea de cont inuidad muy clara en la his toriografa de la Revolucin

    Francesa desde Jules Michelet , e l primer his toriador que ya a media-

    dos del s iglo XIX puso al pueblo l lano en el centro del escenario re-

    voluc ionar io , a Georges Lefebvre , pasando por Jean Jaurs y Alber t

    Mathiez . En Gran Bre taa , l a h i s tor iograf a marxis ta fue precedida

    tambin por una hi s tor ia popular , en vers in radica l y democr t ica

    ms que social is ta , que emergi en los aos sesenta y setenta del s i -

    glo pasado. Una la rga t radic in, por lo tanto , que engancha a l mar-

    xismo posterior a t ravs de un cordn umbil ical muy dif c i l de sepa-

    rar . Nos encontramos asimismo ante los primeros desafos serios a la

    his tor ia pol ti ca t radic iona l y a las prc t icas in te lec tua les do m inan -

    tes . Eso era , y no otra cosa, la Short History of the English People

    1877), en la que J. R. Green escriba una historia no de los Reyes o

    conquistadores ingleses s ino del Pueblo.

    En los ambientes acadmicos, e l desafo ante la his toria t radicio-

    nal surgi con el cambio de s iglo. La narracin pura, comenz a ar-

    gumentarse , e ra insuf ic iente y debi ser complementada con e l an-

    l i s i s . La pol t i ca ya no e ra concebida como la piedra angular de la

    historia y los acontecimientos deban ser comprendidos en el contex-

    to est ructural en el que ocurran. A esa nueva concepcin de la his-

    tor ia inic iada en Alemania con Lamprecht , en Franc ia con Berr y

    en Estados Unidos por Robinson se le colg con e l t i empo la etiquet

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    queta de socia l . Segn Eric J . Hobsbawm el t rmino his tor ia so-

    c ia l haba s ido u t i l izado en e l pasado de t res formas d is t in tas en

    ocasiones superpuestas, cuya combinacin ha dado como resul ta-

    do la imposibi l idad de definir esta nueva historia de una forma clara

    y precisa.

    El trmino se refera , en primer lugar, a la historia de los pobres

    o de las clases bajas y ms especficamente a la historia de los movi-

    mientos de los pobres . Un buen nmero de los l lamados h is tor iado-

    res socia les fueron a t ra dos por e l tema porque eran radica les o so-

    c i a l i s t a s y c o m o t a l e s i n t e r e sa d o s e n t e m a s d e g ra n r e l e v a n c i a

    sent imental para el los.

    En segundo lugar, fue ut i l izado para designar a t rabajos sobre un

    conjunto de act ividades sociales que en la concepcin t radicional de

    la historia quedaban fuera del ncleo central de la expl icacin, el po-

    l t ico diplomt ico mil i tar . Act iv idades humanas , por o t ra par te ,

    m uy difciles de clasif icar y qu e ap are cen en el m un do angloa m erica-

    no bajo trminos como maneras , costumbres , oc io y v ida cot id iana .

    Esa forma de hacer h is tor ia no es taba par t icu larmente or ientada ha-

    cia las clases bajas ms bien lo contrario y deriv con el t iempo

    en una visin residual de historia social .

    El tercer significado del trmino fue ciertamente el ms comn y

    relevante: social fue ut i l izado en combinacin con historia econ-

    mica . s ta dominaba pe ro ese mat r imonio reve l e l deseo por una

    aproximacin muy d i ferente a la c ls ica de Ranke. En ese nuevo te-

    r r en o coinc id ieron , a dem s, f iguras s igni fica tivas de la h is tor ia aca-

    dmica como Henri P i renne, h is tor iadores or ientados socio lgi -

    c a m e n t e c o m o K u r t B r e y s i g , s o c i l o g o s i n t e r e s a d o s e n l a

    h is tor ia concre ta de la sociedad Max Weber como e jemplo sobre-

    sa l ien te y a lgunos de esos h is tor iadores radica les y socia l i s tas

    espec ia lmen te ing leses ded icados a examinar e l pasado desde l a

    ptica de las clases desposedas.

    Ninguna de es tas t res vers iones produjo un campo especia l izado

    acadmico hasta los aos c incuenta , momento en e l que empiezan a

    surgir las gra nd es revistas de historia social ante s slo hab a apa re-

    cido

    Annales

    en 1929). E nt re los diversos facto res qu e influy eron en

    favor de esa tendencia abier ta a l d i logo con las res tantes c iencias

    socia les deb em os s ubrayar dos: e l M arxismo y su in terpre tac in ma-

    ter ia l i s ta de la h is tor ia y los esfuerzos en favor de una concepcin

    ms sociolgica e interdiscipl inaria de la historia que conducir a la

    fu n d a c i n d eAnnales. Pe ro estos rp idos cam bios en la historiogra-

    f a sobre todo en los aos sesenta y se tenta ref le jaban e l impac-

    to de l a s t rans fo rmac iones fundamenta les en l a s es t ruc tu ras econ-

    micas, sociales y polt icas y en las acti tudes intelectuales ocurridas en

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    el s iglo XX: dos guerras mundiales , una revolucin y la descoloniza-

    c in hab an cambiado e l mundo. E l monopol io po l t i co y soc i a l de

    las l i t es t radic iona les haba s ido des t ruido y e l dominio exc lus ivo

    europeo l legaba a su f in.

    Y e l lo necesar iamente cont r ibuy a modi f icar l a concepcin de l

    proceso his trico. Ahora, para la comprensin de la his toria , se asig-

    naba una decisiva importancia a fuerzas fuera del control de la con-

    ciencia humana, a procesos econmicos y sociales que posean un al -

    t o g r a do de a u t onom a . S e ha b a pa s a do , e n de f i n i t i va , de una

    his tor ia episdica v nem ent ie l le) trm ino pu es to de m od a

    por e l grupo de Annales e ideal is ta a un a his toria est ru ctural

    o social.

    Tal proceso no ha es tado exento de pe l igros . En los aos culmi-

    nan tes de su expans in , cuando se desa r ro l l rp idamente , se c rea -

    r on de pa r t a m e n t os e s pe c f i c os e n l a s un i ve r s i da de s y s e f unda r on

    ml t ip l e s rev i s t a s , l a h i s to r i a soc i a l a l a que se hab a rodeado

    e r r ne a m e n t e de una a m bi c i n t o t a l i z a do r a c om e nz a f r a gm e n-

    t a r se en ml t ip l e s reas . Ms inves t igac in s ign i f i caba , en conse -

    cuencia , mayor espec ia l izac in. Y, como sus c r t i cos se han encar-

    gado de recorda r , t odo e l lo desemboc en una ama lgama de t emas

    cuando no de modas y capr i chos que hacen impos ib l e su de f i -

    nic in. En 1971, Hobsbawm se a t revi a ordenar todo e l reper tor io

    de la h i s tor ia soc ia l en torno a se i s grandes cues t iones : demograf a

    y parentesco; es tudios urbanos; c lases y grupos soc ia les ; menta l ida-

    des ; t r ans form ac io nes soc ia l es m ode rn izac in o indus t r i a li zac in ,

    por e jemplo) ; movimientos soc ia les y fenmenos de protes ta soc ia l .

    En rea l idad, esas divi s iones han generado ml t ip les subdivis iones y

    ha aparec ido en toda su extens in e l pe l igro de sucumbir a una es-

    t recha e ins igni f icante espec ia l izac in donde la fasc inac in por

    nuevos temas convierte a la his toria social en un sujeto en busca de

    iden t idad en un bosque de t rminos procedentes de o t ra s d i sc ip l i -

    na s : c u l t u r a , m e n t a l i da de s , p s i c o l og a c o l e c t i va , r e p r e s e n t a c i n ,

    ideologas. . .

    Por ot ra parte , en una lgica reaccin frente a los factores pol t i -

    cos y mi l i t a re s , l a nueva h i s to r i a ha acabado supr imindolos . Una

    tendencia conf i rmada con la famosa def inic in de G. M. Treve lyan

    en su English Social History 1944) como la historia con la pol t ica

    excluida y llevada a sus l t im as consecuenc ias por la segunda gene-

    racin de Annales.

    En la medida en que se salven estos pel igros, y se logren superar

    las importantes reminiscencias de los enfoques t radicionales his tri -

    co-pol t i cos e individua l izador hermenut ico desaparecern las

    causas primordiales de la existencia de una his toria social como dis

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    cip l ina separada y uni tar ia . La h is tor ia socia l ya no ser a una c lase

    especfica de historia sino una dimensin que debera estar presente

    en cualquier forma de abordar e l pasado. Los caminos para profun-

    dizar en esa propuesta son diversos pero no es este el lugar adecua-

    do para exponer los .

    Por lo que respecta a Aragn, e l c ic lo de conferencias aqu pre-

    sen tado puede i lus t ra r pe r fec tamente l a s sombras demas iadas y

    luces escasas del desarrol lo entre nosotros de la historia social .

    Cambiar es te panorama requiere , en mi opin in , cent rar la a tencin

    y los esfuerzos en cuatro aspectos priori tarios que aqu tan slo pue-

    den esbozarse :

    a) Apertura de archivos y creacin de una b ib l io teca cent ra l de

    estudios histricos dirigida y orientada por profesionales. Sin l ibros y

    sin revistas especializadas resulta muy difcil ampliar conocimientos.

    b) Mayor escept ic i smo hacia las fuentes documenta les como ma-

    terial exclusivo de investigacin. Hay que introducirse en otras disci-

    pl inas Sociologa y A ntro po log a Social) cuyo auxi lio ha da do c om o

    fr u to a lgun as de l a s m ejo re s ob ras de h i s to r i a en F ra nc ia y G ra n

    Bretaa especia lmente) . La h is tor ia ora l , t an denostada en a lgunos

    c rculos acadmicos , es necesar ia para entender e l Aragn contem-

    porneo, una sociedad agrar ia donde hasta hace muy poco la mayo-

    ra de sus ha bi ta nte s ni s iqu iera saban escribir y , po r c onsigu iente,

    no deja ban de ma siados tes t imonios escri tos .

    c ) A m p l i a c i n d e t e m a s . Ex a m i n a r n o s l o l o a r t i c u l a d o s i n o

    tambin todos esos campos de acc in en l a v ida humana que esca -

    pan a esos es t rechos y l imi tados mrgenes en los que se ha movido

    nuest ro conocimiento del pasado.

    d ) Apoyo ins t i tuc iona l . Convendr a en f ren ta rse a l a ba ta l l a que

    pol t icos e inst i tuciones pbl icas en general estn l ibrando contra las

    l e t ras en un m un do de o rd en ado res y rp idas opera c iones econ -

    micas) . Eso , en una regin con un legado tan pobre , puede deter io-

    rar notablemente e l panorama cul tura l .

    Lo qu e nunc a debe ra hacerse , au nq ue eso s lo apo yan las inst i-

    tuciones, es desintegrar las interpretaciones generales en estudios re-

    ducidos e insignificantes. Y convendra acabar con el fet ichismo del

    deta l le a lgo muy d is tin to a l bu en em pir i smo ) que tan to ha gustado

    a los santones de la h is tor ia en nuest ro pas . Una veneracin por

    lo minucioso muy di ferente tambin a l necesar io r igor que aca-

    b convirt iendo a la historia en una relacin de fechas y batal las. Se-

    r a una buena cosa que no tuviramos que dedicarnos mucho t iempo

    a la tarea de convencer a los alumnos de que esa no es precisamente

    una forma correc ta de comprender e l pasado.

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