Historicismo de La Miseria. La dialéctica en Popper

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EL LUGAR DE LA CRÍTICA A LA DIALÉCTICA EN LA OBRA DE POPPER (Historicismo de la Miseria) Toda dialéctica que abogue por esto ha de renunciar a considerarse en éste y en cualquier caso como un «pensamiento privilegiado»; no deberá presentarse como una especial capacidad subjetiva en virtud de la que unos penetran en zonas cerradas para otros, ni mucho menos proceder como un intuicionismo. Los positivistas, por el contrario, habrán de hacer el sacrificio de abandonar la postura del «no lo entiendo», como la ha llamado Habermas, renunciando a descalificar de un plumazo como ininteligible todo aquello que no coincida con categorías tales como su «criterio empirista». Theodor Adorno. (Adorno, Popper, & Otros, 1973, pág. 14). Introducción: algo respecto a la dialéctica El problema que nos planteamos no se relaciona con los ataques al marxismo y a la dialéctica como método, toca más bien a una necesidad que pretende sistema: determinar el lugar de “la cuestión dialéctica” en el marco del desarrollo de la obra de Popper, entendida ésta como una construcción con finalidad. Ahora bien, el problema amerita un pequeño recorrido que ponga en escenas algunos sistemas –y pensadores correspondientes- que asumen a la dialéctica como contenido. Claro está que no hablamos de un concepto unívoco de dialéctica, tampoco de una noción estable, sin embargo, existe una tensión histórica que es necesario poner en escena para entender el desarrollo de la propuesta poppereana y su lugar teórico, en la cual, pensamos, se concentran tanto las posturas epistemológicas, como sus compromisos políticos y morales. La crítica a la dialéctica en Popper es un núcleo donde se apoya gran peso de su concepción filosófica, moral y política. En principio, siguiendo lo que N. Abbagnano señala en su Diccionario de Filosofía (Abbagnano, 1997), podemos ubicar un “movimiento” histórico del concepto de dialéctica, el cual va, desde Platón, entendiéndola como el método de la división, esto es, como un proceso de unificar lo disperso para luego dividir según la estructura de la definición, dando a la construcción de las ciencias el carácter de unidad-diferencia de ideas; pasando por Aristóteles, el cual entiende a la dialéctica como la ciencia de lo probable –siendo opuesta a la ciencia de lo necesario-, conocimiento que no es de carácter demostrativo y tiene su fundamento en el saber común, lo aceptado. Se incorporan en la misma línea de movimiento histórico a los estoicos, quienes, a diferencia de Aristóteles, asignaban el lugar de la dialéctica a la lógica en general, es decir, al proceso de hacer comprensible lo incomprensible, a la dinámica –que mediante la discusión- desenmascara y penetra la realidad de las cosas y los asuntos humanos. De los autores mencionados podemos tomar unos elementos esenciales y hacer un ejercicio de síntesis: 1) los conceptos de unidad y diferencia, esto es, las diversas vinculaciones y relaciones que percibimos como se establecen en nuestra acción sobre y con la realidad; 2) la síntesis, como proceso de construcción, no mediante el avance analítico (Kant), sino, considerando el punto anterior, lo que se agrega uniendo lo diferente; 3) el proceso de identificación de relaciones ocultas, determinaciones de la realidad que no aparecen en un primer momento. Podemos leer directamente de Hegel: La más alta Dialéctica del concepto es producir y concebir la determinación —no como oposición y límite simplemente—, sino comprender y producir por sí misma el contenido y el resultado positivos, en cuanto mediante ese proceso únicamente ella es desarrollo y progreso inmanente. Esta dialéctica no es, pues, la actividad externa de un pensar subjetivo, sino el alma propia del

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Se arriesga una crítica a la crítica poppereana de la dialéctica, identificando ésta su fundamento político y su compromiso con el liberalismo burgués.

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EL LUGAR DE LA CRÍTICA A LA DIALÉCTICA EN LA OBRA DE POPPER

(Historicismo de la Miseria)

Toda dialéctica que abogue por esto ha de renunciar a considerarse en

éste y en cualquier caso como un «pensamiento privilegiado»; no deberá

presentarse como una especial capacidad subjetiva en virtud de la que unos penetran en zonas cerradas para otros, ni mucho menos proceder

como un intuicionismo. Los positivistas, por el contrario, habrán de hacer

el sacrificio de abandonar la postura del «no lo entiendo», como la ha

llamado Habermas, renunciando a descalificar de un plumazo como

ininteligible todo aquello que no coincida con categorías tales como su

«criterio empirista». Theodor Adorno. (Adorno, Popper, & Otros, 1973,

pág. 14).

Introducción: algo respecto a la dialéctica El problema que nos planteamos no se relaciona con los ataques al marxismo y a

la dialéctica como método, toca más bien a una necesidad que pretende sistema:

determinar el lugar de “la cuestión dialéctica” en el marco del desarrollo de la obra de

Popper, entendida ésta como una construcción con finalidad.

Ahora bien, el problema amerita un pequeño recorrido que ponga en escenas

algunos sistemas –y pensadores correspondientes- que asumen a la dialéctica como

contenido. Claro está que no hablamos de un concepto unívoco de dialéctica, tampoco

de una noción estable, sin embargo, existe una tensión histórica que es necesario poner

en escena para entender el desarrollo de la propuesta poppereana y su lugar teórico, en

la cual, pensamos, se concentran tanto las posturas epistemológicas, como sus

compromisos políticos y morales. La crítica a la dialéctica en Popper es un núcleo

donde se apoya gran peso de su concepción filosófica, moral y política.

En principio, siguiendo lo que N. Abbagnano señala en su Diccionario de

Filosofía (Abbagnano, 1997), podemos ubicar un “movimiento” histórico del concepto

de dialéctica, el cual va, desde Platón, entendiéndola como el método de la división, esto

es, como un proceso de unificar lo disperso para luego dividir según la estructura de la

definición, dando a la construcción de las ciencias el carácter de unidad-diferencia de

ideas; pasando por Aristóteles, el cual entiende a la dialéctica como la ciencia de lo

probable –siendo opuesta a la ciencia de lo necesario-, conocimiento que no es de

carácter demostrativo y tiene su fundamento en el saber común, lo aceptado. Se

incorporan en la misma línea de movimiento histórico a los estoicos, quienes, a

diferencia de Aristóteles, asignaban el lugar de la dialéctica a la lógica en general, es

decir, al proceso de hacer comprensible lo incomprensible, a la dinámica –que mediante

la discusión- desenmascara y penetra la realidad de las cosas y los asuntos humanos.

De los autores mencionados podemos tomar unos elementos esenciales y hacer un

ejercicio de síntesis: 1) los conceptos de unidad y diferencia, esto es, las diversas

vinculaciones y relaciones que percibimos como se establecen en nuestra acción sobre y

con la realidad; 2) la síntesis, como proceso de construcción, no mediante el avance

analítico (Kant), sino, considerando el punto anterior, lo que se agrega uniendo lo

diferente; 3) el proceso de identificación de relaciones ocultas, determinaciones de la

realidad que no aparecen en un primer momento. Podemos leer directamente de Hegel:

La más alta Dialéctica del concepto es producir y concebir la

determinación —no como oposición y límite simplemente—, sino

comprender y producir por sí misma el contenido y el resultado

positivos, en cuanto mediante ese proceso únicamente ella es

desarrollo y progreso inmanente. Esta dialéctica no es, pues, la

actividad externa de un pensar subjetivo, sino el alma propia del

contenido, que hace brotar orgánicamente sus ramas y sus frutos. De

este desenvolvimiento de la Idea, en cuanto actividad propia de la

misma razón, el pensamiento como subjetivo sólo es espectador, sin

añadir nada de su parte. (Hegel, 1968, pág. 64).

Podemos identificar, y agregar a nuestro esfuerzo sintético –el cual no pretende

ser definición de dialéctica, sino una aproximación provisional- las precisiones hechas

por Hegel: la dialéctica no es la actitud del investigador, no es un método, lo dialéctico

está en el objeto o en la idea. (Vásquez, 2008, pág. 14). Otro elemento fundamental es

la relación que la dialéctica en Hegel establece con la contradicción. Para comprenderlo

emplearemos el concepto de antinomia que Kant emplea en su Crítica de la Razón

Pura, éste es, pues, el conflicto en el que entra la razón consigo misma al seguir el

desarrollo de sus procesos. Tales antinomias son el límite de la razón, y dan específica

forma de la crítica kantiana.

Según Eduardo Vásquez para entender el concepto de dialéctica en Hegel es

fundamental entender a Kant. En sus propias palabras:

Por nuestra parte, hemos tratado de fundamentar la tesis de la relación

entre Kant y Hegel como el origen de la dialéctica hegeliana. Aquí

trataremos de desarrollar la tesis de que la dialéctica hegeliana no

puede entenderse más que como un juicio sintético a priori. Todas las

otras relaciones dialécticas que aparecen en la filosofía hegeliana no

son otra cosa que distintas estructuraciones que surgen de las distintas

maneras de organizarse el juicio sintético a priori, o lo que es lo

mismo, el concepto. (Vásquez, 1982, pág. 228).

En el problema planteado por la antinomias radica la profunda diferencia –e

identidad- entre los planteamientos de Kant y Hegel. Del razonamiento y la acción Kant

ha desalojado a la contradicción, más bien, ha incorporado al principio de identidad

como criterio racional. Hegel identifica éste obstáculo no sólo en lo referente a la razón,

sino además en el ámbito ético. No sólo es el límite de la razón, es, aún más un

obstáculo para la acción moral.

Este pequeño recorrido nos pone al alcance unos elementos desde donde poder

valorar la concepción poppereana de dialéctica, permite además, poder valorar el

entorno del desarrollo del concepto, el cual, consideramos, es fundamental dentro del

planteamiento político y moral de Popper.

Algunos elementos de la concepción política de Popper

Llamo liberal, no al simpatizante de un partido político,

sino simplemente a un hombre que concede valor a la

libertad individual y que es sensible a los peligros

inherentes a todas las formas del poder y de la autoridad.

Prefacio a Conjeturas y Refutaciones. 1962

La estrategia que nos planteamos para poder resaltar de forma coherente el lugar

que el concepto de dialéctica tiene en la obra de Popper –al menos según los textos

consultados-, es la de hallar una clave genética, y no necesariamente de la misma

naturaleza que las discusiones que envuelven la polémica en torno a la dialéctica.

Podemos ver también que tal génesis compromete a sus planteamientos en torno a la

totalidad, el método científico, entre otros. La naturaleza de dicha génesis podemos

hallarla en su concepción política.

Es difícil hacer un esquema en el que, a partir de posturas específicas –los

“ismos” poppereanos-, podamos derivar, como si flotáramos, hasta llegar a

concepciones que son del ámbito de la ciencia. Sin embargo, podemos afirmar con

certeza –sólo la que es posible admitir para un ser humano-, que hay elementos, más

que destellos, momentos sostenidos, en los que la discusión científica se conecta con

perspectivas que ponen, usando un término suyo, una clara demarcación, no entre

metafísica y ciencias empíricas, sino entre lo aceptado y lo atacado, políticamente

hablando. Leamos un poco de lo que dice Popper respecto a un incidente con un

antropólogo:

Me refiero al relativismo en general, al relativismo histórico que

considera que la verdad objetiva no existe, que sólo existen verdades

para tal o cual época histórica, y al relativismo sociológico que enseña

que hay verdades o ciencias para éste o aquél grupo o clase, que hay,

por ejemplo, una ciencia burguesa o una ciencia proletaria; pienso

asimismo que la llamada sociología del conocimiento juega un papel

importante en la prehistoria de los dogmas de mi antropológico amigo.

(Adorno, Popper, & Otros, 1973, pág. 109).

Podemos allí identificar ciertos elementos que señalan objeciones a ideas propias

de “ciertos marxismos”, para no entrar en el espacio de valoración. Sin embargo,

podemos identificar en Popper un principio, que a nuestro parecer, ha guiado, a modo

de criterio, sus exploraciones epistemológicas: lo instituido en el conocimiento, tanto en

método como en contenido, tiene directas influencias en lo político y moral. Podemos

identificar también, en sus escritos, la idea contraria, es decir, lo político y moral, como

escenario individual, nunca contemplado desde una totalidad accesible por la vía del

conocimiento, afecta de forma definitiva al conocimiento y su método. Ambas ideas

conectadas en forma de criterio podrían servir de clave genética la cual “dicta” la

dinámica en que se desarrolla lo epistemológico en relación a la tensión conocimiento-

política, veamos:

A pesar de todo esto, parece improbable que Hegel hubiera podido

convertirse en figura de mayor influencia de la filosofía alemana sin el

respaldo de la autoridad del estado prusiano. En efecto, Hegel fue

designado primer filósofo oficial de Prusia en el período de la

“restauración” feudal que siguió a las guerras napoleónicas. Más tarde,

el estado apoyó también a sus discípulos (entonces, como ahora,

Alemania sólo tenía universidades controladas por el estado) y éstos, a

su vez, se apoyaron entre sí. (Popper, 1984 - II, págs. 222-223).

Parece que estos hechos afirman la idea de, al menos, un filósofo que hizo ciencia

para un sector social. De lo anterior podemos sacar una conclusión: no es que Hegel,

como representante de un pensamiento con compromiso de clase, haya sido beneficiado

por el sector correspondiente en el marco de la unidad de clases como consecuencia de

un específico momento histórico, es algo más simple, es una relación fáctica, un hecho,

sin concatenación abstracta posible, de apariencia totalmente accidental. Es decir, el

hecho del apoyo que Hegel tuvo por parte del estado prusiano determinó su influencia

en el ámbito filosófico. De alguna manera esto nos habla de una concepción histórica y

de un concepto fundamental dentro de la concepción política de Popper. Por una parte,

el rechazo a relaciones abstractas que señalen regularidades históricas, conceptos como

clases sociales, modos de producción, Estado, entre otros de origen marxiano; por otra,

una concepción del individuo, de lo individual, como el sujeto político –y

epistemológico- que llena de contenido moral su visión metodológica.

Dice Popper un poco más adelante:

Es en la política donde mejor se advierte este fenómeno, pues tanto el

ala marxista de extrema izquierda como el centro conservador y la

extrema derecha fascista basan sus filosofías políticas en el sistema de

Hegel; el ala izquierda reemplaza a la guerra de las naciones, incluida

en el esquema historicista de Hegel, por la guerra de clases, y la

extrema derecha la reemplaza por la guerra de razas, pero ambas lo

siguen más o menos conscientemente. (Popper, 1984 - II, pág. 223).

En Conjeturas y Refutaciones identificamos la misma concepción:

El gran movimiento de liberación que se inició con el Renacimiento y

condujo, a través de las muchas vicisitudes de la Reforma y las

guerras religiosas y revolucionarias, a las sociedades libres en las que

los pueblos de habla inglesa tienen el privilegio de vivir, se hallaba

inspirado en su totalidad por un inigualado optimismo epistemológico,

por una concepción optimista del poder del hombre para discernir la

verdad y adquirir conocimiento. (Popper, 1991, págs. 25-26).

Como vemos, la mutua influencia que existe entre lo político y lo filosófico, o

entre lo moral y los contenidos y supuestos de la ciencia, ponen a Popper a “combatir”

desde la producción intelectual a los descalabros políticos. Es importante señalar esta

conexión ciencia-política para poder entender la construcción teórica de Popper. De

hecho, se puede identificar que su propuesta falsacionista tiene, en el fondo un soporte

moral, leamos un poco:

¿Qué son las reglas del método científico, y por qué las necesitamos?

¿Puede existir una teoría de tales reglas, una metodología?

El modo de contestar a estas preguntas dependerá, en gran medida, de

la actitud que se tenga con respecto a la ciencia. Los positivistas, y

con ellos todos los que consideran la ciencia empírica como un

sistema de enunciados que satisface determinados criterios lógicos —

como los de tener sentido o ser verificables—, darán una respuesta.

Muy distinta será la que presenten los que tienden a pensar (como yo

hago) que la característica distintiva de los enunciados científicos

reside en que son susceptibles de revisión (es decir, en el hecho de que

pueden ser sometidos a crítica y remplazados por otros mejores): los

que consideran que su tarea consiste en analizar la peculiar capacidad

del progreso de la ciencia, y el modo característico en que —en las

situaciones cruciales— se lleva a cabo una elección entre sistemas

teóricos contrapuestos. (Popper, 1980, pág. 48).

Aquí, la “susceptibilidad de revisión” es, desde una perspectiva moral, la

posibilidad de criticar, de disentir, de reaccionar –individualmente- a los resultados

normativos o políticos. Y esto, conecta la perfectibilidad de la ciencia con la misma de

la política; parece sonar Patón a lo lejos, si lo dudan, lean a continuación:

Lo que puede ser calificado de objetividad científica radica única y

exclusivamente en la tradición crítica, esa tradición que a pesar de

todas las resistencias permite a menudo criticar un dogma dominante.

Expresado de otra manera, la objetividad de la ciencia no es asunto

individual de los diversos científicos, sino el asunto social de su crítica

recíproca, de la amistosa – enemistosa división de trabajo de los

científicos, de su trabajo en equipo y también de su trabajo por

caminos diferentes e incluso opuestos entre sí. De ahí que dependa

parcialmente de esa vasta serie de relaciones sociales y políticas que

en cuanto a tal crítica la hacen posible. (Adorno, Popper, & Otros,

1973, pág. 110).

El científico es el sujeto social privilegiado. Tiene que vérselas con valores en su

desempeño:

De manera, pues, que hay que ser conscientes no sólo de que no hay,

en la práctica, científico alguno al que la objetividad y la neutralidad

valorativa le resulten alcanzables, sino de que incluso la objetividad y

la neutralidad valorativa constituyen en sí valores. Y como la

neutralidad valorativa es en sí misma un valor, la exigencia de una

total ausencia de valores, de una completa neutralidad valorativa viene

a resultar paradójica. (Adorno, Popper, & Otros, 1973, pág. 112).

El científico es el lugar humano de los esfuerzos anti-dogmáticos, anti-

autoritarios; por eso su esfuerzo se “retrae” hacia la reflexión metodológica y

epistemológica. No es la epistemología un tema puro:

Es inquietante el hecho de que hasta un tema abstracto como la

epistemología pura no sea tan puro como podría pensarse (y como

creía Aristóteles), sino que sus ideas, en gran medida, puedan estar

motivadas e inconscientemente inspiradas por esperanzas políticas y

sueños utópicos. Esto debe ser tomado como una advertencia por el

epistemólogo. ¿Cómo podrá remediar esto? Como epistemólogo,

solamente me interesa discernir la verdad en lo que respecta a los

problemas de la epistemología, se adecué o no esta verdad a mis ideas

políticas. ¿Pero no corro el riesgo de sufrir, inconscientemente, la

influencia de mis esperanzas y creencias políticas?

Sucede que no sólo soy un empirista y un racionalista al mismo

tiempo, sino también un liberal (en el sentido inglés de la palabra);

pero justamente porque soy un liberal siento que pocas cosas son tan

importantes para un liberal como someter las diversas teorías del

liberalismo a un minucioso examen crítico. (Popper, 1991, pág. 27).

Es necesario buscar el origen de las concreciones políticas que han dejado en

miseria a la humanidad, que han justificado gobiernos autoritarios, y dichas

concreciones tienen dos fuentes fundamentales: 1) los accidentes de la historia y 2) la

intromisión en el aparato científico de contenidos que no cierran el paso a las visiones

totalitarias e historicistas, aquí, justo aquí, comienza la lucha de Popper: la ciencia

como discurso legitimador de visiones políticas autoritarias. Dogmatismo como

consecuencia del historicismo y génesis del autoritarismo.

La crítica a la dialéctica como fundamento de la metodología de Popper

Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo.

K. Marx y F. Engels; Manifiesto Comunista

El escenario está delimitado: epistemológico-político. La dialéctica toca un

problema fundamental, tal es, el problema del método. Pero ¿Cómo se llega a éste

problema? Según nuestro parecer, el método se relaciona íntimamente con la

explicación del desarrollo de la ciencia como la dinámica dominante sobre el desarrollo

de la política y la moral. Si es la ciencia la práctica fundamental del sujeto político-

moral, es en su desarrollo donde se cifra la perfectibilidad de lo político como garante

del desarrollo de lo humano.

De este modo, podemos decir que en nuestra búsqueda de la verdad

hemos reemplazado la certeza científica con el progreso científico y

esta concepción del método científico se ve corroborada por la

evolución de la ciencia, pues ésta no se desarrolla por medio de una

acumulación enciclopédica gradual de datos esenciales, como pensaba

Aristóteles, sino de un modo mucho más revolucionario. La ciencia

progresa mediante ideas audaces, mediante la exposición de nuevas e

insólitas teorías (…) y el abandono de las viejas. (Popper, 1984 - II,

pág. 209).

La clave está en el proceso donde las nuevas ideas entran en conflicto con las

ideas viejas. El punto central de el proceso mencionado está en cómo se concreta éste

conflicto –no podemos entenderlo sino como un conflicto- entre los resultados de una

teoría “vieja” y una nueva, seguramente no es en su cualidad de “novedosa-caduca”,

tiene que haber una relación entre los resultados de una y de otra en donde se acuse la

necesidad del “salto novedoso”. Popper escribe algo curioso que es necesario

incorporar:

Así pues, admito abiertamente que para llegar a mis propuestas me he

guiado, en última instancia, por juicios de valor y por predilecciones.

Mas espero que sean aceptables para todos los que no sólo aprecian el

rigor lógico, sino la libertad de dogmatismos; para quienes buscan la

aplicabilidad práctica, pero se sienten atraídos aún en mayor medida

por la aventura de la ciencia y por los descubrimientos que una y otra

vez nos enfrentan con cuestiones nuevas e inesperadas, que nos

desafían a ensayar respuestas nuevas e insospechadas. (Popper, 1980,

págs. 37-38).

El planteamiento del desarrollo de la ciencia se vuelve el fundamento de la

perfectibilidad política, y aquí, justo en este punto, es necesario mirar de cerca la

dinámica. La idea que hace de soporte al desarrollo de este pequeño artículo, es la de

identificar en el ataque a la dialéctica hecho por Popper, el fundamento de su

propuesta epistemológica, la cual tiene un compromiso político al que se ha hecho una

pequeña aproximación anteriormente.

El problema de la evolución de la ciencia Popper lo atribuye a una regularidad:

Así, si queremos explicar por qué el pensamiento humano tiende a

ensayar toda solución concebible para un problema con el cual se

enfrenta, podemos apelar a un tipo de regularidad muy general. El

método por el cual se busca una solución es habitualmente el mismo;

es el método de ensayo y error. Es también, fundamentalmente, el

método utilizado por los organismos vivientes en el proceso de

adaptación. (Popper, 1991, pág. 375).

Hasta aquí no ha hecho sino mencionar algo fundamentado en un argumento de

origen biológico. El problema del ensayo y error nos deja en la misma situación que en

el del conflicto nuevo-viejo, sin embargo, Popper no tarda en dar más detalles:

Los hombres parecen inclinarse a reaccionar ante un problema o bien

creando alguna teoría y aferrándose a ella mientras pueden (si es

errónea, hasta pueden perecer con ella antes que abandonarla), o bien

luchando contra tal teoría, una vez que han descubierto sus

debilidades. (Popper, 1991, págs. 375-376).

El ensayo y error se centra en las debilidades de la ciencia, sin embargo, la cosa

puede salirse de los cauces racionales, el “perecer antes que abandonar” no es un

problema epistemológico, “allá ellos” diría cualquier científico ante tal extremo, sin

embargo, no es ese el peligro, los límites del cauce racional –con el científico como

garante- son los límites de la perfectibilidad política y moral: ¡Cuidado!

Leamos un poco más adelante:

Si se desarrolla de manera cada vez más consciente el método de

ensayo y error éste comienza a tomar las características del "método

científico". Se puede describir este "método" brevemente, de la

siguiente manera. Enfrentado con cierto problema, el científico ofrece,

tentativamente, algún género de solución: una teoría. La ciencia sólo

provisionalmente acepta esta teoría si la acepta y es muy característico

del método científico el hecho de que los científicos no ahorren

esfuerzos por criticar y someter a prueba la teoría en cuestión. Criticar

y someter a prueba van a la par. La teoría es criticada desde muy

diversos ángulos para poner de manifiesto los puntos vulnerables que

pueda tener. Y la testación de la teoría consiste en exponer esos

puntos vulnerables al examen más severo posible. Todo esto, por

supuesto, es también una variante del método de ensayo y error. Se

elaboran teorías tentativamente y se las ensaya. Si el resultado de un

test muestra que la teoría es errónea, se la elimina; el método de

ensayo y error es, esencialmente, un método de eliminación. Su éxito

depende principalmente de tres condiciones, a saber: que se presente

un número suficiente de teorías (y de teorías ingeniosas), que las

teorías presentadas sean suficientemente variadas y que se realicen

tests suficientemente severos. De esta manera, si tenemos suerte,

podemos asegurar la supervivencia de la teoría más apta por la

eliminación de las que son menos aptas. (Popper, 1991, pág. 376).

En lo anterior late el principio de su propuesta falsacionista. Pero hay un

problema. El método de ensayo y error tiene una peligrosa cercanía con el método

dialéctico de Hegel y Marx, de hecho, el proceso de “crítica” está relacionado con el

asunto de las antinomias, donde es muy fácil introducir el asunto de las contradicciones.

Una vez presente el asunto de las contradicciones, la dinámica de las soluciones de

síntesis entre tesis enfrentadas es sólo cuestión de necesidad, lo que pondría a Popper en

un tremendo problema: al aceptar la dialéctica hegeliana abres la puerta a todo el

historicismo y sus excesos, y lo que es peor, todas las objeciones políticas y morales no

tendrán el soporte epistemológico, lo que, por cierto, hará desaparecer al sujeto

histórico que encarna el científico, sacando el asunto a la calle, esto es, a sujetos menos

ingeniosos y audaces. Ya lo dice en La Sociedad Abierta y sus Enemigos:

Y también al igual que Heráclito, Hegel cree en la unidad e identidad

de los opuestos; en realidad, la unidad de los opuestos desempeña un

papel tan importante en la evolución, en el progreso “dialéctico”, que

podemos considerar a estas dos ideas heracliteanas, la guerra de los

opuestos y su unidad o identidad, como las ideas primordiales de la

dialéctica de Hegel. (Popper, 1984 - II, pág. 230).

Es urgente salvar la dignidad y desde dicha perspectiva sólo es necesario que el

método de ensayo y error no se parezca tanto a la terrible dialéctica. Dos elementos son

suficientes: 1) el proceso de ensayo y error no es un proceso de superación sino de

eliminación, y 2) la dinámica no se da mediante un proceso de contradicción, más bien,

de coexistencia de propuestas teóricas. Eliminados estos dos elementos, puede Popper

dormir tranquilo y desarrollar su propuesta crítica sin el riesgo de colarse al edificio

epistemológico las dinámicas esenciales del método que se pretende combatir y vencer.

La conexión entre desarrollo científico y perfectibilidad política –siempre en los

límites del liberalismo, por supuesto-, queda diáfanamente descrita, en cuanto a las

confusiones que podrían causar la “bilateralidad” de la tensión ciencia-política, al

considerar Popper, en referencia a los principios del liberalismo (Popper, 1991), como

estos sirven para evaluar y mejorar –reformar- las instituciones, no para sustituirlas.

Claramente, la ciencia es un ámbito revolucionario, pero tampoco para tanto.

Bibliografía Abbagnano, N. (1997). Diccionario de Filosofía (Segunda ed.). Bogotá: F.C.E.

Adorno, T., Popper, K., & Otros. (1973). La Disputa del Positivismo en la Sociología Alemana.

México D.F.: Grijalbo.

Hegel, G. W. (1968). Filosofía del Derecho. Buenos Aires: Editorial Claridad.

Popper, K. (1991). Conjeturas y Refutaciones. Barcelona: Paidos.

Popper, K. (1980). La Lógica de la Investigación Científica. Madrid: Tecnos.

Popper, K. (1984 - II). La Sociedad Abierta y sus Enemigos (Vol. II). Barcelona: Orbis.

Vásquez, E. (1982). Ensayos sobre la Dialéctica. Caracas: Ediciones UCV.

Vásquez, E. (2008). Los Puntos Fundamentales de la Filosofía de Hegel. Caracas: Editorial Alfa.

Lic. Luis Enrique Millán

Prof. UBV

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