Imperio Chavin

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Orígenes Como se ha dicho bastante atrás, algunos de los primeros habitantes de ese bello y so- brecogedor paraje del territorio andino ha- bían ocupado la cueva El Guitarrero en Yun- gay, hacia el año 7 500 aC 181 . El frijol y el ají encontrados en la cueva El Guitarrero tienen progenitores silvestres en las vertientes orientales de los Andes. Eso hace presumir que fueron llevados al Calle- jón de Huaylas desde el este, desde el área amazónica 182 , remontando el río Marañón. Quizá se encargaron del traslado a Cha- vín los descendientes de los hombres que, 10 000 años aC, habitaron la cueva de Lauri- cocha, en la cabecera del río Marañón. Al fin y al cabo, siguiendo las aguas de éste y re- montando las de su afluente, el Paccha, se llegaba, en pocas jornadas a pie, de Lauri- cocha a Chavín de Huántar y luego al área donde está ubicada la cueva El Guitarrero. El frijol y el ají hallados en la cueva El Guitarrero son los más antiguos restos de plantas cultivadas encontradas en los Andes. Es decir, los primeros chavín, los habitantes de esa área de la cordillera andina, estuvieron ya en ese remoto momento a la vanguardia del avance técnico. Quizá ellos fueron los primeros en experimentar el tránsito de la recolección–caza a la agricultura incipiente. Y quizá por eso, probablemente también, an- tes que ningún otro pueblo en los Andes, vi- vieron la gran transformación que supuso el advenimiento de la agricultura intensiva. Los remotos antecedentes de Lauricocha (10 000 aC) y de El Guitarrero (7 500 aC) se- rían los hitos y vestigios más importantes de una prolongada ocupación territorial que, en EL MUNDO PRE-INKA: Los abismos del cóndor Alfonso Klauer 111 El Imperio Chavín Mapa Nº 11 Yungay - Chavín de Huántar - Lauricocha Chavín de Huántar Sechín Yungay Lauricocha Río Santa Río Marañón

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Orígenes

Como se ha dicho bastante atrás, algunosde los primeros habitantes de ese bello y so-brecogedor paraje del territorio andino ha-bían ocupado la cueva El Guitarrero en Yun-gay, hacia el año 7 500 aC 181.

El frijol y el ají encontrados en la cuevaEl Guitarrero tienen progenitores silvestresen las vertientes orientales de los Andes. Esohace presumir que fueron llevados al Calle-jón de Huaylas desde el este, desde el áreaamazónica 182, remontando el río Marañón.

Quizá se encargaron del traslado a Cha-vín los descendientes de los hombres que, 10000 años aC, habitaron la cueva de Lauri-cocha, en la cabecera del río Marañón. Al finy al cabo, siguiendo las aguas de éste y re-montando las de su afluente, el Paccha, sellegaba, en pocas jornadas a pie, de Lauri-cocha a Chavín de Huántar y luego al áreadonde está ubicada la cueva El Guitarrero.

El frijol y el ají hallados en la cueva ElGuitarrero son los más antiguos restos deplantas cultivadas encontradas en los Andes.Es decir, los primeros chavín, los habitantesde esa área de la cordillera andina, estuvieronya en ese remoto momento a la vanguardiadel avance técnico. Quizá ellos fueron losprimeros en experimentar el tránsito de larecolección–caza a la agricultura incipiente.Y quizá por eso, probablemente también, an-tes que ningún otro pueblo en los Andes, vi-vieron la gran transformación que supuso eladvenimiento de la agricultura intensiva.

Los remotos antecedentes de Lauricocha(10 000 aC) y de El Guitarrero (7 500 aC) se-rían los hitos y vestigios más importantes deuna prolongada ocupación territorial que, en

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El Imperio Chavín

Mapa Nº 11Yungay - Chavín de Huántar - Lauricocha

Chavín de Huántar

Sechín

Yungay

Lauricocha

RíoSanta

RíoMarañón

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creciente y exitosa tecnificación, alumbró,hacia el año 1500 aC, la impresionante cul-tura de la que hizo gala el pueblo chavín.

Sus mayores logros se concretaron en laagricultura y en las actividades afines: técni-cas hidráulicas y conocimientos astronómi-co–meteorológicos. Pero también en laarquitectura.

La sorprendente habilidad en el trabajo dela piedra pudo lograrse, precisamente,porque el éxito en la faena agrícola permitióliberar a muchos hombres de esa tarea, con-centrándolos y especializándolos en la arqui-tectura y artesanía de la piedra.

El viejo Castillo de Chavín –o TemploTemprano como lo denominan generalmentelos historiadores 183, y el famoso Lanzón deChavín, resultan pruebas portentosas.

Primera fase:hegemonía tecnológica

El pueblo chavín albergó pues en su senoa muchos de entre los primeros destacadosarquitectos y constructores, a eximios artesa-nos líticos, consumados agricultores, técnicoshidráulicos, especialistas astro–hidro–meteo-rólogos.

De otro lado, la presencia en Chavín deHuántar del spondylus 184 permite, efectiva-mente, colegir el alcance, conocimientos yhabilidad que alcanzaron los especialistasastro–hidro–meteorólogos del pueblo chavín.

El spondylus –o mullu como la denomi-naron los pueblos andinos–, que eventual-mente llegó por primera vez en manos de losinmigrantes y/o comerciantes centroamerica-

nos –como se ha dicho–, es una concha mari-na roja, de gran sensibilidad térmica, con re-sidencia habitual en aguas tropicales. Noaparece en las frías costas del centro y sur delPacífico, pero se aproxima a las latitudes dela línea ecuatorial cada vez que se presenta elfenómeno océano–atmosférico del PacíficoSur (en su versión “El Niño”). Es decir, lapresencia –o ausencia– del mullu en las pro-ximidades del norte peruano está directa-mente relacionada con la proximidad –o le-janía– del fenómeno.

La accesibilidad al molusco es pues unaclara advertencia de la proximidad de las llu-

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Fuente:– Del Busto, Perú Preincaico, p. 99.

Ilustración Nº 7Lanzón de Chavín

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vias en las costas al sur de la línea ecuato-rial 185. En efecto, desde que los pescadores ybuceadores en Ecuador capturan las primeraspiezas de mullu, hasta que ocurren las pri-meras precipitaciones en las costas subtropi-cales andinas, transcurren tres o cuatro me-ses. Y en las temporadas en que el mullu noaflora, la sequía es grave.

Todo permite suponer que los más califi-cados especialistas hidro–meteorológicos deChavín de Huántar –que al propio tiempoeran sin duda los Sumos Sacerdotes–, fueronlos primeros en llegar a conocer y desen-trañar los secretos que encerraba la presenciadel mullu en la proximidad de las costas delnorte del Perú.

Para mayúsculo asombro de sus coetá-neos, del propio pueblo chavín y de los pue-blos aledaños, ello permitía a los Sumos Sa-cerdotes del templo–castillo de Chavín deHuántar conocer, hasta con cuatro meses deanticipación, y con gran certeza, la presenciao no de lluvias, y decidir el inicio, poster-gación o cancelación de la temporada desiembra.

Los secretos que encerraba el mullu eranpues valiosísimos e inestimables. Y, sin gé-nero de duda, quienes habían logrado desen-trañarlo adquirieron un poder igualmenteinestimable, por lo menos durante el largoperíodo en que el secreto se mantuvo sin sercompartido con otros que no fueran los Su-mos Sacerdotes de Chavín de Huántar.

Para los neófitos, del propio pueblo cha-vín y de los pueblos aledaños, primero, y delresto de los pueblos de los Andes más tarde,sólo una cosa estaba en claro: había que ado-rar y rendir culto al mullu. Así, según secreía, a más y más devotas plegarias, a más ymás complejos y ricos sacrificios, mejoresresultados se obtendría en la agricultura. Noes difícil imaginar que los rituales en torno al

mullu se generalizaron entonces en losAndes, habida cuenta de la creencia de que elmullu que llegaba y se adoraba en cada tem-porada sería invariablemente fiel a las ple-garias de sus adoradores.

A partir de Chavín, y en adelante, enprácticamente todos los pueblos de los An-des, hay evidencias de la presencia de ejem-plares de mullu expresamente llevados cadatemporada desde el norte ecuatorial y tropi-cal. Algunos pueblos alejados organizaronincluso equipos especialmente entrenados decorredores que trasladaban miles de kilóme-tros uno o más de un ejemplar del molusco“sagrado” y lo ponían en manos de los espe-cialistas y Sumos Sacerdotes.

La asombrosa “bondad del ritual”, pri-mero y durante un largo período, y las ver-dades del secreto, después, se transmitierondurante siglos por muchísimas generaciones,pueblos y territorios. Ello explica, por ejem-plo, que en Wari, la capital del Imperio Wari,en la zona cordillerana de Ayacucho –1 000años después de la caída del Imperio Cha-vín–, también se hayan encontrado restos delspondylus 186. Y que llegara luego a oídos delos “sacerdotes” del Imperio Inka. Éstos, pa-ra programar adecuadamente las faenas agrí-colas, demandaron insistentemente el mullu.

La importancia fue tal que efectivamentese dispuso la formación de brigadas espe-ciales de chasquis “mollo chasqui camayoc”cuya función era llevar el mullu desde Ecua-dor al Cusco 187. En uno y otro notable caso,llegando el mullu, llegaba la información hi-dro–meteorológica requerida, o, en su defec-to, el elemento central e insustituible del im-portantísimo ritual propiciatorio de lluvias.

Hoy se conoce a ciencia cierta cuán gra-ves y geográficamente extensas son las re-percusiones de algunos grandes episodios delfenómeno océano–atmosférico del Pacífico

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Sur. Afectan y parecen haber afectado aMéxico en muchas ocasiones, como ocurriócon el último gran evento del siglo que acabade terminar.

La Leyenda de Naylamp sugiere que, pa-ra los pueblos centroamericanos, la impor-tancia mítica de los grandes caracoles mari-nos como el spondylus habría sido remotísi-ma. Y, aunque para un período muy posterior,ello quedó absolutamente en evidencia, porejemplo, cuando en la gran ciudad azteca deTeohituacán que conquistó Hernán Cortés, seencontró hasta dos grandes talleres de con-chas marinas 188.

¿Fueron los pueblos de México los pri-meros en desentrañar la relación entre elspondylus y el fenónemo océano–atmosféri-co del Pacífico Sur? ¿Llegaron esos secretosa los Andes a través de los sechín?

Son concluyentes las evidencias del ex-traordinario avance técnico que en su tiempoalcanzó el pueblo chavín. Y a diferencia desechín, pudo preciarse, aparentemente al me-nos, de haber logrado un alto desarrollo cul-tural y material en un clima apacible.

El personaje representado en el afamado“lanzón de Chavín”, si bien tiene expresiónfiera, está desarmado, en elocuente testimo-nio del carácter pacífico que en ese períodoostentaba dicho pueblo y que retrató el artista(ver Ilustración N° 9 que se muestra más a-delante).

Aunque con distinta modalidad, sechín ychavín se fueron expandiendo hasta que tu-vieron una frontera común: la CordilleraNegra.

Por las abras, cada vez que uno de ellosintentaba cruzar la cordillera, se topaba conel otro. Sea que se tomara la ruta Re-cuay–Aija–Huarmey. O que se pasara por la

vía Caraz–Moro–Nepeña. Similar fenómenoocurría un poco más al norte, en el pasoCaraz–Huallanca–Chimbote. Y, por supues-to, en el camino Huaraz–Pariacoto–Casma.

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Gráfico Nº 28Expansión Sechín - Chavín

Chavín

Sechín R. P

uchc

a

RìoSanta

RìoMarañón

A partir de ese momento la expansión decualquiera de ellos tenía que pagar el preciode la confrontación. Para ambos era indis-pensable resolver favorablemente el enfren-tamiento . Ninguno de los dos podía imaginarcontinuar su expansión por los fértiles vallescosteños sin liquidar el poder del otro: ésaera la única manera de asegurar la reta-guardia.

Durante un largo período inicial la con-frontación habría favorecido a los sechín. Lasmonolitos de Casma retratan nítidamente alos habitantes de dos pueblos distintos, ata-

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viados con ropas que los diferencian con cla-ridad: unos, con una suerte de breve panta-lón, son los guerreros triunfantes, los sechín;los otros, sus víctimas.

Todo parece indicar que las víctimas –taly como fueron vistas por los artesanos se-chín–, con los brazos en una peculiar posturay ataviados con un también característicofaldón, eran los habitantes del pueblo chavín.Porque esa peculiar postura de los brazos y elcaracterístico faldón (que hemos destacadoen los gráficos) están también presentes en elcélebre lanzón que –autorretratando esas dosimportantes costumbres–, grabaron a su vezlos artistas chavín.

Esas dos notables coincidencias no pue-den considerarse una simple casualidad. Pa-rece, más bien, la evidencia de que las nota-bles víctimas que los sechín registraron ensus piedras eran pues sus más connotados ri-vales: los chavín.

El sistemático enfrentamiento y el adver-so resultado que durante largo tiempo expe-rimentaron, podría explicar que los chavínmantuvieran reservado, a buen recaudo, trasla cordillera Blanca, su centro administrati-vo–ceremonial más importante: Chavín deHuántar.

Hechos fortuitos, motivos desconocidos,

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Fuentes:– Kauffmann, Manual..., p. 176.– Kauffmann, Manual..., p. 257.

Ilustración Nº 8 - 9Víctima de sechín – Detalle del Lanzón

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eventuales alianzas militares de los chavíncon otros pueblos dominados por los sechín,graves errores estratégicos de éstos, cataclis-mos, epidemias, destructivas lluvias torren-ciales precipitadas por el fenómeno océa-no–atmosférico del Pacífico Sur, etc., fueronquizá, todas ellas o algunas de ellas, las ra-zones que se habrían confabulado contra lossechín.

Lo cierto es que en las proximidades delaño 1500 aC el poblado central de Sechínresultó destruido, siendo muy probablementeexterminado el grupo dirigente, alcanzando asobrevivir la población campesina, y sin du-da mayoritariamente femenina.

Más de un indicio –como ya hemos ad-vertido anteriormente–, permite suponer quelos sobrevivientes sechín se exparcieron engran parte del territorio andino.

Como es obvio, la avalancha chavín cayódesde la cordillera. Algunos indicios per-miten incluso hacer la conjetura de que, entrelas distintas rutas de que disponían, habríanbajado por la ruta Conococha – Pativilca (pordonde hoy llega la carretera más importanteal Callejón de Huaylas), cortando en cuña ala población sechín, y lanzándola –como losugieren muchas de las evidencias que habre-mos de ver repetidamente– en una compli-cadísima y vasta diáspora.

Ello explicaría que el grueso o una partemuy considerable del campesino pueblo se-chín, huyera precipitadamente hacia el norte,tanto a los valles de La Libertad como deLambayeque, para a la postre terminar fu-sionándose, aquí con los mochica y allá conlos moche, y dejando en ambos una huellaimperecedera. Mas estando en esos territo-rios muchos pudieron refundirse tras la cor-dillera, en los remotos valles interandinos deCajamarca, donde también habrían dejadouna huella indeleble.

Y explicaría que un grupo eventualmenteminoritario huyera en dirección sur, refu-giándose en distintas partes del camino, entrelos limas, los paracas, los nazcas, y aparen-temente incluso aún más al sur.

Y ésto a su vez ayudaría a explicar cuánrecurrentes son las imágenes de cabezas–tro-feo en los mantos paracas y en la iconografíanazca. Pero además, en el valle medio del ríoMajes, en Toro Muerto –en el camino entreNazca y Tiahuanaco–, hay también un petro-gligo de un “hombre con cabeza–trofeo” 189.¿Llegaron finalmente desde Nazca algunossechín al Altiplano de Tiahuanaco? ¿Llega-ron en todo caso mucho más tarde, aquí yallá, a través de la sangre de sus descen-dientes?

La toponimia en la historia

Miloslav Stingl nos recuerda que fue elarqueólogo peruano Julio C. Tello quién“descubrió que el nombre [Chavín] procedíade un idioma del Caribe” 190.

Si fueron los sechín quienes trajeron eseidioma, habrían sido ellos, entonces, quienesbautizaron a sus rivales cordilleranos como“chavín”. Ése no habría sido pues como ve-remos más adelante, ni el primer ni únicocaso en la historia en que el gentilicio de unpueblo le fue dado por otro.

Pues bien, quizá más que ninguna otraespecialidad, podría ser la lingüística la quemejores luces termine de dar sobre la even-tual diáspora de los sechín en el territorioandino.

En el intento de diseñar una primera hi-pótesis aproximativa se ese género, nos he-mos permitido un recuento parcial de nom-

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bres de poblados –pero también de culturas ygentilicios– en los que están presentes la“ch”, “x” y su equivalente “j”, y las termina-ciones en “pe” y “que”, que parecen carac-terísticas de la lengua “muchik” de los chi-mú, que conjeturamos fue también la lenguaque trajeron del sur de México los sechín.

¿Qué representa en términos lingüísticos–nos preguntamos– la reiterativa presenciadel sonido de la “ch” en se–chín, cha–vín,mo–che, mo–chi–ca y chi–mú, pero tambiénen Chan–chan, esto es, precisamente en losnombres de mayor significación en la histo-ria del norte antiguo del Perú, y en muchísi-mos otros del área, como Chi–lete y Chil–cal–el remoto nombre de Paita 191 ?

¿Y en Cahua–chi la capital de los nazcas,chan–ka y Chin–cha, así como en muchosotros nombres de importancia de la historiadel sur del Perú?

¿Será una simple coincidencia que dichosonido esté también presente en muchos delos más emblemáticos nombres de la historiade Centroamérica, como Te–noch–titlán yChi–chen–itzá? ¿Pero además en los de algu-nas de las comidas más características de am-bos territorios: cebi–che y chil–cano, aquí, yen–chi–ladas, allá?

Otro tanto puede decirse para el caso delsonido de la “x”, presente en Centroaméricaen Oa–xa–ca, Tax–co, Mé–xi–co, etc. quefonéticamente sonó a los cronistas y conquis-tadores españoles igual que la “j” de Ja-lisco,Ju–chitán, Guana–jua–to, etc. Pues bien,están entre nosotros presente en Ca–xa–mar-ca, grafía y voz de los primeros cronistas 192,y que todavía hoy reivindican orgullosamen-te muchos de los habitantes de ese territorio.En Xa–qui–xa–guana 193 o Jaquijaguana. EnColi–xa, un actualmente inidentificable pue-blo del antiguo entorno de Pachacámac. Loestá además en Guax–chapaicho y Xa–xa,

nombres respectivamente de los últimoskurakas prehispánicos de Huaura y Yauyos194. Y en Ma–xouri (nombre ya desaparecidoen la toponimia del valle de Chala, en la costade Arequipa).

Por lo demás, Linares Málaga nos recuer-da que el nombre de la etnia Tiahuanaco delos pacajes, antiguamente se escribía paca–xes 195. Y Cieza de León también escribíaXauxa en vez de Jauja 196. ¿Tendrían acaso elmismo origen nombres como Ca–jas, Ja–yanca, Ju–nín, por ejemplo, u otros de losque figuran en el mapa del Anexo 5, en lapágina siguiente? ¿También pues una simplecoincidencia?

A su turno –como veremos–, el sonido“que” parece tener mucha relación con elfonema “ec”. Aquél está presente enTla–que–pa–que y Que–rétaro, en México; yen Que–recotillo, Que–recoto y muchos más,incluyendo que–chua, en el Perú.

A su vez, la terminación “ec” está pre-sente en Ala–ec –nombre genérico de gran-des caudillos moche 197 y en Aia Pa–ec, diosmoche de grandes colmillos 198. Pero tambiénen Apur–lec personaje mochica representadoen Batan Grande 199, pero asimismo nombrede un desaparecido centro poblado mochica200. Y está también en Fempe–llec, nombredel supuesto último descendiente conocidode Naylamp 201. Y en Yampa–llec, ídolo mo-chica del que según Del Busto 202 habría de-rivado el nombre de Lambaye–que.

Puede presumirse entonces que un voca-blo con la misma terminación debió dar ori-gen a los nombres Jequetepe–que, Re–que,Ñapi–que e incluso Viña–que, el nombre elprimer gran centro poblado de los chankas.

Muy significativamente, la misma termi-nación “ec” aparece también en el nombre dela lengua –¿dialecto, idioma, otra denomi-

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Chilcal

ChiraChulucanas

Chachapoyas

ChiclayoChongoyape

ChotaR. Chotano

R. Chamaya

MochumíChérrepe

Chochope

Chepén

R. Chicama

R. Moche

I. Chao

Chocope

Mochica

MocheChan Chan

Chiclín / ChiquitoyHuamachuco

Chuco

Chimbote

Sechín Chavín

Chiquián

Huacho

Chancay

Churín

Chuquitanta

Pachacamac

Chilca

Chincha

Chala

Chaviña

ChiraChen Chen

Vinchos

ChincherosChalhuanca

Chocos

Huaycahuacho

Charcana

Chichas ChocoChivay

Jayanca

Jequetepeque

Ocucaje

Majes

Juliaca

Churcampa

Aquije

Juli

Sechura

Motupe

MocupeÚcupe

Mórrope

Guadalupe

Supe

Tupe

Sunampe

Guadalupe

Cahuachi

MachahuayChuquibamba

Jaqui

Maxouri

Pacaxes

Xaxa

Cajatambo

Cajamarquilla

Jecanga

Huanchay Aija

Andajes

Moxeque

ChileteCajamarca

Cajabamba

Reque

Viñaque

Amotape

Ñapique

Lambayeque

Ascope

Huanchaco

I. Guañape

Lachay

Changuillo

Conchucos

¿Toponimia sechín - muchik?

“Ch”

“J”

“X”

“que”

“pe”

Changos

Chulec

Chulec

ChaclacayoChucuito

Chosica

Chimú

R. Chillón

Pichanaqui

CalapujaUmachiri

Ajoyani

Prov.Chumbivilcas

Prov.Canchis

Checacupe

Quiquijana

ChincheroChinchaypujio

Machu Picchu

Echarate

Cachimayo

Lajoya

Chacupe

Apurlec

Chaparra

R. ChiliChurajón o Juli

Chankas

R. Majes

Prov. Tayacaja

Junín

Jauja

Chupaca

Prov.Chanchamayo

Oxapampa

Ayacucho

Prov.Chucuito

Anexo Nº 5Hipótesis: Toponimia de origen centroamericano en los Andes

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nación del mismo idioma?– que se hablóentre mochicas y moches: el sec.

Y nada menos que en el viejo nombre delos famosos geoglifos de Nazca: seque(“camino religioso” –según el afamado ar-queólogo peruano Toribio Mejía Xesspe 203 ).

Por último según referencias orales quehemos recibido de un reputado notario ca-manejo 204, los dos poblados de antiquísimospescadores –changos (“muchachos”, en Mé-xico 205)– de la costa de Arequipa, que hoy sedenominan Chu–le, uno en Ocoña y el otroen Camaná, se habrían llamado en realidadChu–lec.

Pues bien, ¿será también una simple coin-cidencia que en el área del sur de México, entorno a Oaxaca –de donde presumiblementemigraron los sechín, esté tan reiterativamentepresente la misma terminación “ec”: Teo-te–pec, Omete–pec, Zacate–pec, Jamilte-pec,Tutute–pec, Tehuante–pec, Ixte–pec, Suchix-te–pec, etc.? Pero está también en el em-blemático nombre Chapulte–pec. ¿ Y tendráacaso el mismo origen el paradigmático nom-bre inka Pa–cha–cu–tec?

Por su parte, la terminación en “pe” deMotu–pe, Mocu–pe, Su–pe, Tu–pe, Sunam-pe, y del reiterado Guadalu–pe, etc.; aúncuando no muy presente en México, lo estáen el que parece original Guadalu–pe, así co-mo en Yogo–pe.

Como esas, bien podrían someterse a exa-men los casos de las terminaciones en “an”,de Si–pán, Si–cán y Ba–tán, del área deLambayeque; Ca–tán, en el valle de Jeque-tepeque; Jul–cán, en la cabecera del río Mo-che, etc., por ejemplo; equivalentes a Tux-pán, Tec–pan, Pijijia–pán, Ji–quil–pán y o-tros, de México.

Así como el caso de la raíz “gua” o “hua”,

presente en innumerables nombres y topóni-mos del Perú como Moque–gua, Gua–dalu-pe, Huan–cayo, Huan–cavelica, Huá–nuco,Huán–tar, Huas–carán, Huan–doy, Hua-yanca, Luna–hua–ná, o Hua–capuy; y a suvez en Gua–najuato, Gua–dalajara, Nicara-gua, Mana–gua, Teoti–hua–cán, Coa–hua-yana, Tamia–hua, Hua–juapán, Te–hua–cán,etc., en Centroamérica.

¿Responderá además a la misma razón ellegendario nombre inka Gua–nacaure? ¿Y elno menos importante nombre kolla Tia–hua-naco o Tia–gua–naco –como escribió Ciezade León– 206? ¿O los de Hua–yna o Gua–ynaCápac y sus hijos Huás–car y Ata–hual–pa oAta–gual–pa? ¿Y el del propio Gua–mánPoma?

Como todas ésas, merecen también seranalizadas, por ejemplo y entre otras, la par-tícula “ya”: del Ma–ya, Ya–lalag y Cela–yacentroamericanos; y Ya–után, Ya–uca, Yau-ri,Ya–naoca, A–ya–cucho, etc. de los Andes.

Como puede apreciarse, las coincidenciasson numéricamente abrumadoras. Pero loson aún más por el hecho harto mostrado deque en muchos de los nombres se dan hastados de los sonidos a los que se ha pasadorevista.

Mal podría extrañar que en Ecuador, in-mediatamente al norte del Perú, se diera otrotanto. Sea por influencia llegada desde elPerú o directamente desde Centroamérica.Bástenos algunos ejemplos: Pichincha, Chin-chipe y Machala, para el caso de la “ch”;Cojimíes, Jama, Loja y Jipijapa, para la “j”;Cotopaxi, para la “x”; Caráquez, para “que”;Guayaquil, Guano y Guamote, para “gua”, y;Yaguachi, para “ya”. A su vez, en Colombia,muy sintomáticamente, casi sólo en el áreapróxima al Pacífico aparecen nombres como:Chirichiri, Chocó; Tuquerres y Caquetá; oPopayán.

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Por su parte, en Bolivia, es fundamental-mente en las áreas circunlacustres de La Paz,Oruro y Potosí, allí donde hubo mayor im-pacto de Tiahuanaco, donde se encuentranreiteradamente nombres como: Achacachi,Viacha, Charaña, Challapata o Machacamar-ca; Tequeje, Lajoya, Cajuata, Chiñijo y Tari-ja; Huata, Curahuara, Huanuní y Guarina; asícomo Yaco.

En el norte y centro de Chile, finalmenteencontramos, Chile mismo, Chuquicamata,Chañaral, Chillán o Chaca; Iquique; Juncal;Quillagua, Pisagua, Aconcagua, Rancagua,Colchagua, Talcahuano o Huara; y Oyahue.

Sorprendentemente, aunque casi sólo lasílaba “gua”, se prolonga hasta Paraguay, don-de además aparece en Guaraní, Guachalla,Iguazú o Guaira; y, por último, en Uruguay.

En el caso de Venezuela, resulta obvioque la proximidad de su costa atlántica con lade México, contribuiría a explicar la presen-cia de nombres como: Machiques y Tachira;Paraguana, Churuguara, Acarigua, Aragua,Guárico y Guaira; Cojedes y Guajira; o Ya-racuy, etc.

¿Puede considerarse una simple casuali-dad que todas esas partículas estén muchomenos presentes en el sur de Chile, y virtual-mente ausentes en el oriente de Colombia,sur de Venezuela, en Uruguay, Argentina yBrasil?

Pues bien, si la hipótesis fuera refrendadapor la lingüística y la etno–historia, quedaríademostrado: a) cuán evidente el origen cen-troamericano de sechín; b) como señala elgráfico, cuán vasta y dispersa fue la diásporasechín en el territorio andino; c) cuán profun-da fue la influencia sechín en casi todas lasculturas de los Andes Centrales, y; d) cuánintensa la influencia mexicana en buena partedel continente sudamericano.

Como bien se sabe, no es nueva la teoríaaloctonista que postuló la existencia de unimpulso u origen externo de la cultura andi-na, de procedencia marítima y centroameri-cana. Hace bastante más de medio siglo lapostuló el antropólogo alemán Friedrich MaxUhle.

Según él, inmigrantes venidos del norte,llegaron por mar a la costa andina trayendoconsigo el maíz, textiles, alfarería, orfebreríaaurífera, conocimientos agrícolas, la prácticade enterrar cabezas solas separadas del cuer-po, la técnica de construcción con ladrillossecados al sol (adobes), etc. Éso –a nuestrojuicio– es lo sustantivo de dicha teoría. Re-sultando accesorias las hipotéticas precisio-nes de Uhle sobre el ingreso de los migrantesal Perú por Ica –o como también podríamossuponer por Casma y/o Moche–; y si porta-ban o no específicamente la cultura Maya –uotra mucho más antigua–.

Dicha teoría fue ardorosamente rebatidapor Julio C. Tello, el célebre médico 207 y“padre de la arqueología peruana”. De allí enmás pasó casi tres décadas en el olvido. Noobstante, más tarde como lo recuerda DelBusto 208, fue retomada por el afamado ar-queólogo peruano Federico Kauffmann, cu-yos sólidos argumentos no tuvieron sin em-bargo mayor acogida.

Casi inmediatamente después fue replan-teada por los arqueólogos norteamericanosCoe, Strong, Porter y Willey, que a su turnofueron refutados, muy débilmente aunque congran éxito, por la arqueóloga peruana RosaFung. Así, hoy es apenas recordada, casi desoslayo –como cumpliéndose un rito–, enmuchos textos de Historia. Es, por ejemplo,el caso de José María Morante 209, Eloy Li-nares 210 y muchos más.

Todo parece indicar, pues con lo visto ycon lo que habrá de verse más adelante, que

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la tan debatida hipótesis tiene hartos mere-cimientos para volver a ser desempolvada ypuesta a prueba. Hoy se cuenta con más ymejores técnicas que antes para ello. Perotanto o más importante que el instrumentalteórico y técnico a utilizar, será el despojarsede prejuicios y del pernicioso chauvinismoanticientífico que tanto daño hace a la cienciay, en particular, a la Historia.

Cierto es sin embargo que la concluyentederrota de los sechín dejó a los chavín la rutalibre para su expansión por la costa. Sin dudael pueblo chavín jugó un rol importante en lacaída y liquidación de los sechín. Mas nodebió ser el único que luchó contra éstos. Portanto, había otros pueblos con quienes com-partir el mérito y el enorme prestigio que sederivaban de la sonada victoria.

Es posible concluir, sin embargo, que losdirigentes del pueblo chavín lograron mono-polizar el mérito de la liquidación de sechín.Es probable que lograran ingeniárselas parapersuadir y convencer a los pueblos vecinosque un poder extraordinario y sobrenaturallos acompañaba.

En todo caso, con el omnipotente y mági-co mullu entre las manos –y sus secretos depor medio–, ya era suficientemente asombro-sa la capacidad de los Sumos Sacerdotes cha-vín para predecir certeramente la presencia ono de lluvias.

Asombrados con la caída y desapariciónde sechín, su persistente y feroz victimario,los pueblos, quizá pues, estaban dispuestos acreer cualquier versión que difundieran loschavín, por extraordinaria e inverosímil quepareciese.

La coartada de los dirigentes chavín, noobstante, era inmejorable y consistente. Enefecto, el poder extraordinario y sobrenaturalque les terminaron atribuyendo los pueblos

–y que seguramente ellos empezaron autoa-tribuyéndose–, tenía mucha correspondenciacon sus efectivos y magníficos conocimien-tos agrícolas, astronómicos, meteorológicos,hidráulicos, artísticos, artesanales, de cons-trucción, etc.

Bajo todas esas circunstancias, es posibleimaginar a los pueblos que con gran violen-cia habían sido sojuzgados por los sechín,volcarse a rendir culto a los dioses del pueblochavín, y hasta pleitesía a sus generales.

Así, el centro religioso y ceremonial deChavín de Huántar pasó a ser, en adelante,foco de atención e interés para los habitantes

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ChavínSechín

Gráfico Nº 29Área de influencia

inmediatade Chavín

de un área cada vez más grande del territorioandino.

Estaban pues creadas las condiciones pa-ra que muchos otros pueblos, de la costa y dela cordillera, cayeran subyugados por el “en-canto” tecnológico y religioso que con granhabilidad mostraron y administraron los diri-gentes chavín.

El pueblo chavín encontró así abiertas depar en par las puertas para expandir su in-fluencia y hegemonizar en un área grande del

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territorio de los Andes. Corría por entonces,aproximadamente, el año 1200 aC.

Respecto de los pueblos que fueron domi-nados, el pueblo chavín, y en particular susdirigentes, pasaron a constituirse en lo queToynbee denomina “minoría creadora” 211.Exhibiendo un gran despliegue técnico obje-tivo, y supuestos asombrosos poderes “so-brenaturales”, la “minoría creadora” chavínhabría logrado ganarse la adhesión y sumi-sión voluntaria de muchos de los pueblosvecinos.

La “minoría creadora” chavín puso a dis-posición de los pueblos sus vastos conoci-mientos técnicos. También les permitió com-partir la bondad y omnipotente protección desus dioses. Recíprocamente, los pueblos seconvirtieron en tributarios de Chavín. Así,Chavín de Huántar empezó a recepcionarimportantes volúmenes de excedente que a-portaban los pueblos, ya en especies o enfuerza de trabajo. Y los dirigentes chavín sevieron, casi de improviso, administrando re-cursos en cantidades que nunca antes habríanpodido sospechar.

El pueblo chavín, desde su centro admi-nistrativo y ceremonial en Chavín de Huán-tar, alcanzó pues a conformar el primer impe-rio en la historia del hombre andino.

El Imperio Chavín constituyó la primeraversión de expansión pan–andina. Represen-tó un proceso de intensa integración de losdiferentes sistemas ecológicos 212 de la costa,de la cordillera y del bosque tropical. Fue elprimer ente supranacional andino.

El surgimiento del Imperio Chavín coin-cide –sorprendentemente– con el inicio de loque, en la tradición de las Cuatro Edades,Huamán Poma de Ayala señala como laTercera Edad: Purun Runa –”Hombres de laMontaña” 213.

Grandes y pequeños pueblos, cientos deayllus, en un área de aproximadamente 300000 kilómetros cuadrados 214, cayeron bajo lafascinación que les produjo la “minoría crea-dora” chavín.

Tallanes, en Piura; mochicas, en Lam-bayeque; moches, en La Libertad; cajamar-cas, en Cajamarca; huancas, en el valle delMantaro; tarmas, en las inmediaciones deéste; limas y yauyos, en la costa y cordillerade Lima, respectivamente; icas, en Ica; ychankas, en Ayacucho, entre otros, recibieronel impacto de la oleada tecnológica y reli-giosa que exportaban los chavín y con las quelos subyugaron.

Las barreras idiomáticas no fueron nin-gún obstáculo. Quizá una población de hasta400 000 personas participó protagónicamen-te, de una u otra manera, al surgimiento y con-solidación del primer imperio de los Andes.

Antes de la expansión imperial, Chavínde Huántar era ya un centro urbano 215. Cier-tamente, pequeño en área y población, perocon características urbanas, desde que incluíatanto al viejo y afamado templo observatoriocastillo, como la residencia de los sacerdotesy las de otros especialistas que trabajaban enél 216.

Este centro “urbano teocrático” 217 crecióen el contexto del proceso de expansión im-perial. La presencia de miles de peregrinosobligó a ampliar el viejo templo. Ello permiteentender que, al cabo de varios siglos, sobreel viejo castillo se construyera uno nuevo, elTemplo Tardío, tan grande que –como admiteDel Busto–, “no responde a la población dela comarca” 218 (aunque por cierto no nos ad-vierte de cuán numerosa habría sido o podi-do ser esa población).

Se construyó además grandes áreas don-de congregar a las multitudes; almacenes y

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depósitos donde guardar las ofrendas y tribu-tos, y donde reunir los insumos necesariospara la producción 219. Sin duda, esos mismosmiles de peregrinos de los diversos pueblosandinos contribuyeron con su trabajo a la eje-cución de tales obras.

Uno de los juicios de que fue objeto la primeraedición de Los abismos del cóndor fue precisamentesuscitado por la novedosa inclusión de cuadros nu-méricos de lo que reiteradamente definimos (en aqué-lla y esta edición) como evolución probable de la po-blación andina.

No se les concedió valor el hipotético que explici-tamente tenían. Ni se reconoció –como se dijo en a-quélla ocasión y se repite en ésta– que la importanciade las cifras no era otra que la de ofrecernos “órdenesde magnitud”. Arbitraria y erróneamente, en cambio,los críticos atribuyeron a nuestras cifras “valorestadístico” (que el autor de este libro sabía y sabe queno tienen). Así, la historiadora peruana LilianaRegalado de Hurtado afirmó que el libro aparece con“cuadros estadísticos, sin que tengamos idea de dóndese ha obtenido cálculos tan precisos...” 220.

Los críticos, sin embargo, pudieron hacerse unaidea. Porque en el texto original (pp. 10 11) explícitay gráficamente se hace referencia al hecho de que:

(a) estábamos asumiendo que en el territorio andi-no se habría reproducido la curva de crecimiento de lapoblación mundial. Y las cifras resultantes –mal quenos pese– se derivan de los cálculos correspondientes,luego de asumir –como se ha dicho en páginas prece-dentes– una hipotética población inicial y;

(b) para el siglo XV, la población que supuesta-mente a su vez encontraron los conquistadores espa-ñoles.

Uno y otro dato, ¿no resultan acaso útiles parareconstruir la progresión de poblamiento precolombi-no del territorio peruano? ¿El hecho de que no se leshalla usado antes para tal efecto, significa acaso queno debemos ni podemos usarlos?

¿No es acaso más importante aproximarnos a lasprobables dimensiones de población andina antigua–aunque sólo fuera en órdenes de magnitud–, quedefinir el color de los huacos, o la dimensión de lostemplos o el número de adobes o piedras con quefueron erigidos?

Resulta sin embargo asombroso, por decir lomenos, que la autocrítica no aparezca por ningún lado,ni complaciente ni severa, cuando los propios histo-riadores hacen afirmaciones rotundas como la quereiteramos de J.A. Del Busto: “el vasto templo noresponde a la población de la comarca”. Si sedesconoce la magnitud poblacional de Chavín, cómose puede afirmar y aceptar que esa población era me-nor que la que correspondía a la magnitud del templo.Cómo.

La historiografía tradicional tiene que admitir queuna de sus omisiones más clamorosas viene siendoprecisamente la de los cálculos y aproximacionescuantitativas, pero en asuntos efectivamente relevan-tes: demografía, producción, estimación de exce-dentes generados, estimación del costo o monto de losexcedentes que los pueblos andinos destinaron a gastoy a inversión, etc. Esos y otros cálculos pueden hacervaliosas contribuciones para un conocimiento másadecuado de nuestra historia.

Pero tanto o más importante que saber si las mag-nitudes del Templo correspondían o no con lapoblación de la comarca, es advertir, con el dato de laprobable población dominada, cuántos hombres po-dían ser reclutados para las obras que decidía empren-der el poder imperial, y cuántos eran los tributarios engeneral. Así, a partir de la cifra de 400 000 probableshabitantes del Imperio Chavín, puede colegirse quehubo hasta 160 000 adultos tributarios (20% del total),de los que la mitad, los hombres, pudieron además serreclutados para trabajar en las mitas que decidía elpoder imperial.

Los peregrinos portaban las más variadasformas de ofrendas y tributo: llamas y vena-dos; cuyes domésticos y patos; pescado de lacosta y mullu de los mares ecuatoriales; asícomo vajilla de terracota llevada desde Caja-marca y de las costas del norte, de Ancash yde Lima 221. Se llevó también la famosa ob-sidiana (vidrio de origen volcánico) desde A-yacucho pero también pudo llegar de Cen-troaméria. Y hasta se ha llegado a estimar queel 30% de la cerámica que se usó durante elesplendor imperial era de origen foráneo aChavín 222.

Los pueblos tributarios llegaban tambiénpremunidos de conocimientos especializados

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de muy distinto género, que seguramente losespecialistas chavín se encargaban de recopi-lar. Chavín de Huántar se convirtió pues enun punto de convergencia de bienes materia-les, de información y de conocimientos de lamás diversa índole 223.

La evidencia de uniformidad y homoge-neidad cultural que se operó durante ese pe-ríodo en los Andes, permite concluir, sin em-bargo, que los peregrinos regresaban a sustierras habiendo concretado un valioso inter-cambio.

Obtenían, ciertamente, y por ejemplo,importante información en torno a algunosde los secretos de la meteorología (léase elmullu y su relación “mágica” con las lluvias).Pero también nuevos conocimientos agríco-las e hidráulicos. Aprendían nuevas técnicaspara el trabajo de la piedra. Conocían de no-vedosas modalidades de cerámica, textileríay pintura.

Es decir, Chavín de Huántar se consti-tuyó, además, en polo central de difusión cul-tural e incuestionable vaso comunicante. Di-fundió los elementos culturales en que even-tualmente estaba especializado cada pueblotributario. Y, por supuesto, los elementos cul-turales propios del pueblo chavín. Bien pue-de decirse que allí todos aprendían de todo yde todos.

A todas luces, la “minoría creadora” cha-vín fue el centro de dos grandes procesos deintercambio. Uno, en el que ella misma en-tregaba conocimientos avanzados y, a cam-bio, recibía recursos materiales de muy dis-tinta especie. Y, otro, en el que Chavín deHuántar era el escenario central de un rico yvariado intercambio entre los distintos y dis-tantes pueblos de los Andes que allí perió-dicamente convergían y se congregaban.Chavín, al entrar en relación con otros pue-blos y al servir de vínculo entre unos y otros,

recibiendo y difundiendo, jugó pues un deci-sivo papel de vaso comunicante.

Las evidencias de difusión en el vasto te-rritorio hegemonizado son múltiples. La sim-bología chavín está presente en los templosde Pacopampa, Condorhuasi y Udima, enCajamarca. En la cerámica y joyas de oro deChongoyape, en Lambayeque. En los mu-rales de Caballo Muerto, en Trujillo, y de Ga-ragay, en Lima. Así como en las telas pin-tadas de Paracas, en Ica.

Chavín contribuyó asimismo a perfec-cionar las técnicas de irrigación. Difundió eincrementó el cultivo del maíz, así como eluso de la papa y de la carne de llama en ladieta alimenticia. Propició la producciónorganizada y uniforme de bella cerámica. Enla actividad textil difundió el uso de la pintu-ra, incrementó el uso del pelo de camélidos y,a través de la utilización de telares, estanda-rizó el tamaño de las telas.

En la arquitectura, propició el uso combi-nado de las distintas formas que se habían ve-nido utilizando hasta ese momento –pirámi-des truncas, patios hundidos, terraplenes–;alentó la decoración de las paredes, e inició laconstrucción de edificios subterráneos. Ydifundió, por cierto, las más elaboradas técni-cas de escultura y grabado de la piedra –quemuy probablemente, y a su turno, los chavínhabían aprendido de los sechín–.

Mas cómo negar y dejar de considerarque, casi consustancialmente con la difusiónde todos y cada uno de esos elementos cul-turales, los chavín fueron incuestionable-mente difundiendo su idioma.

Mas, ¿cuál era éste? El extrañísimo perocasi unánime silencio de la historiografía tra-dicional al respecto, impide asegurar a cien-cia cierta que, como insinúan diversos indi-cios, habría sido nada menos que el quechua

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(o, mejor, el proto–quechua). Algo más ade-lante, sin embargo, habremos de ahondar enla presentación de esta hipótesis.

Porque mal haríamos en afianzar esaestela de silencio que sólo ha contribuido adar forma a una de las distorsiones másgrandes de la historia andina: atribuirle a lapostre al Imperio Inka, gratuita y errónea-mente, y entre muchos otros, ese “mérito”,que no le corresponde.

Allende las fronteras que alcanzó esteprimer imperio de los Andes, y aun cuandono cayeron directamente bajo su hegemonía,el pueblo inka del Cusco y los kollas delAltiplano no pudieron resistir la influencia desu imperial y poderoso vecino.

Segunda fase:hegemonía militarista

No obstante, la seducción y el encantoque suscitó en los Andes la “minoría creado-ra” chavín en mérito a sus avances técnicos ytecnológicos, llegó a su fin al cabo de tantocomo cinco siglos. El vaso comunicante ha-bía cumplido su rol, minimizando o haciendodesaparecer la supremacía tecnológica que alinicio del proceso hegemónico y expansivohabía exhibido chavín.

Pero durante la vigencia de su imperiopacífico y tecnológico, inadvertidamente, la“minoría creadora” había experimentado unsignificativo cambio. Seguía siendo minoría,pero había perdido las condiciones objetivaspor las que, de modo implícito, los demáspueblos la habían reconocido como “creado-ra”. El sistema de vasos comunicantes queella misma había creado le habían hechoperder su condición de adalid y vanguardia

tecnológica. Sin embargo, esa minoríachavín, y en particular los dirigentes, no estu-vieron dispuestos a perder los beneficios –yprivilegios– de que habían estado usufruc-tuando.

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Gráfico Nº 30Detalle Cronológico (1 500) - (1 000)

Imperio Chavín

Año

(1 000)

(1 200)

(1 400)

NaciónChimú

NaciónChavín

NaciónLima

NaciónIca

NaciónCkanka

NaciónInka

NaciónKolla

Así –tal como razona Toynbee refirién-dose a acontecimientos similares acaecidosen otras latitudes–, la “minoría creadora”chavín se transformó en “minoría domi-nante”. Careciendo ya de razones objetivaspara mantener su posición privilegiada, acu-dió entonces, para la segunda mitad de suhegemonía imperialista, al uso de la fuerzapara conservar la preeminencia que habíadejado de merecer 224.

El Imperio Chavín, entonces, inició susegunda fase, según parece, en torno al 800aC. Ésta se caracterizó ya no por la adhesiónvoluntaria y pacífica sino por el violento so-juzgamiento de los pueblos y por la compul-siva rapacería de sus recursos.

Así, a diferencia de inerme “lanzón”, quepresenta, representa y literalmente retrata elcarácter pacífico del primer período de hege-monía Chavín, la afamada “estela Chavín” ylas conocidas cabezas clavas ponen de mani-fiesto la modalidad guerrera y la crueldad alas que tuvieron que recurrir los dirigenteschavín para mantener su imperio, o, mejor,

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para preservar sus privilegios. La “estelaChavín” y las cabezas clavas pertenecen –yno por simple casualidad–, precisamente aésta, la fase tardía de Chavín.

La “estela Chavín” –de la que por ahoraestamos presentando una versión interpretati-va de perfil, elaborada por Kauffmann– mues-tra a un fiero y fuertemente armado guerrero,ataviado con su más vistoso traje militar y dedesfile.

Esa imagen iconográfica, sorprendente ycasi unánimemente, ha sido divinizada en lahistoriografía tradicional. Todos los pueblosde la antigüedad, ya en los Andes o en elresto del mundo, han tenido dioses y héroes.¿Por qué razón la historiografía tradicionalandina ve dioses y sólo dioses por todos la-dos? ¿Por qué no ve grandes líderes y/o gran-des guerreros por ningún lado?

Las cabezas clavas –con las que quizáintentaron perennizar a sus más importantes

enemigos vencidos, que muy probablementeno eran sino los más rebeldes de los dirigen-tes de los pueblos dominados–, son, a su tur-no, evidente representación de decapitacio-nes.

Desfilar triunfalmente y decapitar a susenemigos derrotados debieron ser escenascon las que estuvieron familiarizados los po-bladores chavín en esta etapa de la historia. Ymuy significativamente habrá de ser esa ima-gen de cabezas cercenadas una de las más

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ChavínPueblos dominados

HuarazRecuay

Pescadores del SantaSechines

Paracas (icas)tallanes

cajamarcasmochicas

mocheslimas

tarmas y huancaschankas

icasPueblos independientes

huancavilcascañarisnazcas

inkaskollas

Pesc-agric. del sur

Chavínde Huántar

Mapa Nº 12El Imperio Chavín

Fuente:– Kauffmann, en Del Busto, Perú Preincaico, p. 105.– Kauffmann, Manual..., p. 242.

Ilustración Nº 10Recreación y Estela Chavín

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extendidas en sus dominios: contribuía sinduda a crear un clima sicológico de terror ysumisión.

En el estudio de la iconografía chavín,por lo demás, queda patente la presencia rei-terativa y enfática del ave de rapiña 225. Ex-traña, singular y notable coincidencia con larapacería que en este segundo período dehegemonía debió llevar a cabo el ImperioChavín en el territorio andino.

El Imperio Chavín puso de manifiesto enesta segunda etapa un gran aparato represivo–como afirma el arqueólogo e historiador pe-ruano Luis G. Lumbreras 226. Con él pudocontrolar y retener por otros quinientos y pro-longados años el inmenso territorio domina-do, en el que, muy posiblemente, organizócensos de población, de tierras, de animales,contabilizó la producción a fin de disponer lascargas tributarias que correspondieron a cadapueblo y a cada ayllu sometido. Además, elImperio Chavín pasó a controlar administrati-vamente a cada uno de los pueblos sojuzga-dos, ordenando las faenas agrícolas, la con-strucción de caminos, canales, etc.

La difusión de las manifestaciones artísti-cas típicas de chavín, por todo el espacio

andino, no son sólo e incuestionablementeuna prueba de que los pueblos las asimilarony asumieron como propias, durante la pri-mera fase imperial. Son, también, el testimo-nio de la presencia física de las huestes y re-presentantes imperiales chavín –los primerosy más antiguos mitimaes militares de los An-des–, destacados a concretar el proyecto im-perial de dominación y saqueo de la segundaetapa.

A consecuencia de la hegemonía militarsobre un espacio territorial tan amplio, elpueblo chavín experimentó a lo largo de susúltimos siglos importantes transformaciones.Por lo pronto, el conjunto de sus intereses semodificó sustancialmente. En efecto, su li-mitado y pequeño territorio inicial, en unvalle de los Andes septentrionales, se agigan-tó, multiplicándose cien veces. Y los recursosde que dispuso, de todo género, se habíantambién multiplicado. Es decir, se dieron sig-nificativos cambios cuantitativos.

No obstante, la historia del pueblo chavínregistró, además, otros cambios, esta vezcualitativos, y de enorme trascendencia. Elreducido número de personas que tenía rol

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Fuente:– J.C. Tello, en Del Busto, Perú Preincaico, p. 97.

Ilustración Nº 11Cabezas clavas de Chavín

Fuente:– Foto de Carlos Sala, Grafitec 97.

Ilustración Nº 12El castillo de Chavín

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dirigente en Chavín de Huántar multiplicósus intereses con la apropiación, por lo me-nos de una parte, del excedente que aporta-ban los pueblos sojuzgados.

Todo el pueblo chavín usufructuó tam-bién de beneficios materiales. Directamente,a través del mayor abastecimiento que pro-venía de los pueblos sometidos. E, indirecta-mente, aprovechando los beneficios del cre-cimiento y embellecimiento de su propio te-rritorio: caminos, canales y almacenes; tem-plos y palacios, etc.

A expensas de la población agrícola yrural, la población no agrícola y urbana delpueblo chavín creció seguramente en propor-ción muy considerable, a efectos de cubrircuanta nueva ocupación administrativa y or-ganizacional había aparecido a la sombra dela hegemonía imperialista. Así, el centrourbano–teocrático debió crecer para dar cabi-da a los nuevos e improvisados funcionariosrecién reclutados dentro del campo.

Complementariamente, otra parte de lapoblación campesina chavín, militarizada deimproviso, tuvo que ser desplazada a los te-rritorios sojuzgados, a fin de garantizar ladominación y la captación de los recursosque cada pueblo fue obligado a entregar. ElParaíso, en las inmediaciones de Lima, porejemplo, habría albergado al importante des-tacamento enviado para controlar esa partedel territorio imperial.

No menos espectaculares fueron los cam-bios que se operaron en el seno de los pue-blos dominados. A la autoridad local sesuperpuso la del Imperio Chavín, para cuyosostenimiento vieron incrementadas sus obli-gaciones tributarias. Pero, además, tuvieronque enviar parte de su producción con desti-no a Chavín de Huántar. Una parte de sustierras –probablemente las mejores– fueronexpropiadas para destinarlas al abasto del

grupo de pobladores chavín que había sidodestacado a controlar y administrar al pueblosometido. Además del tributo en especies, lospueblos, en su propio territorio, debían traba-jar –en faenas agrícolas y de construcción deviviendas y murallas– las tierras que les ha-bían sido expropiadas. Y en las tierras sobrelas que mantenían posesión no tenían siem-pre libre disposición: el Imperio Chavín de-cidía qué sembrar, cómo y dónde se construi-ría el nuevo canal de riego, etc.

La producción agrícola y ganadera, en lastierras de libre usufructo, continuó revistien-do su forma comunitaria ancestral: el ayni.Mas apareció una nueva obligación: la mita.Es decir, el trabajo comunal por disposicióny en beneficio del poder imperial: grandescaminos troncales, puentes, fortificaciones,adoratorios, etc.

Por último, los pueblos contribuían concientos de individuos que marchaban a traba-jar en la sede imperial, y a quienes se dio untrato esclavizante. Fueron encargados de aca-rrear gigantescas piedras para las formida-bles construcciones magalíticas de Chavín de

EL MUNDO PRE-INKA: Los abismos del cóndor • Alfonso Klauer 128

Gráfico Nº 31Excedentes a

Chavín de Huántar

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Huántar 227, que la práctica social de los pue-blos de la antigüedad ha demostrado que fueposible realizarlas sólo mediante el esfuerzode esclavos 228.

cómo, de un gran número de pueblos que flo-recía contemporáneamente con Chavín hacia1500 aC, en los casi mil años siguientes sólofloreció este, al precio de “apagar” a todoslos demás.

El Imperio Chavín, pues, frustró y li-quidó, temporalmente al menos, el fructíferoproceso descentralista que se había estadodando en los Andes, instaurando por primerael más nefasto centralismo. Y los grandes ex-cedentes que generaba la agricultura en elterritorio andino no disminuyeron, sino quefueron a parar todos a manos del poder he-gemónico.

A despecho de que formara o no parte delconjunto de sus propósitos explícitos, dentrodel amplio espectro de elementos culturalesque de hecho difundieron los conquistadoreschavín, estuvo sin duda –y como ya hemosadvertido– su propio idioma.

Larguísimos mil años de dominación ha-brían sido absolutamente suficientes para ter-minar imponiéndolo. Ya sea desplazando ysustituyendo las lenguas de pequeños pue-blos. Ya sea convirtiendo en bilingües a unabuena proporción de los habitantes de lasnaciones más grandes. Como fuera, es com-pletamente verosímil que tras ese dilatadísi-mo período de hegemonía, el idioma de loschavín terminara expandiéndose en una vas-tísima porción del territorio andino, quedan-do pues en los labios de millones de personasy de muchas generaciones por delante.

En todo el planeta, y desde tiempoinmemoriales, muchos pueblos han construi-do civilizaciones portentosas cada uno en supropio idioma. Así, salvo subjetivismos a-científicos e inaceptables, ningún pueblo tie-ne razones solventes para esgrimir que sólosu idioma da curso al progreso. Ni para demanera igualmente sesgada sostener que elidioma propio es mejor que el ajeno.

EL MUNDO PRE-INKA: Los abismos del cóndor • Alfonso Klauer 129

Gráfico Nº 32Proyectos Nacional e Imperial

y transferencia de riquezas

Período dedominación

Riq

ueza

s

Año

Período deindependencia

(1 400) (700)

Proyec

to imperi

al Chav

ín

Pérdidas por ladominación

Ganancias dela conquista

Proyecto Nacionalfrustrado

(secuela de la dominación)

(500)

Riquezatransferida

Por primera vez de manera compulsiva,en el vasto territorio andino se materializabauna gran transferencia de riquezas: los pue-blos sometidos hicieron converger en el pue-blo chavín –y en particular en Chavín deHuántar– quizá la mayor del excedente quegeneraban.

No es casualidad que Chavín de Huántarsea el único grande e importante monumentoarqueológico de los Andes en ese período dela historia. El esplendor de chavín tuvo puescomo precio el drástico estancamiento y em-pobrecimiento de los pueblos sojuzgados. O,si se prefiere, los intereses de Chavín se acre-centaron a costa de la merma de los corres-pondientes de los pueblos sojuzgados.

Esa transferencia, subsidiante para uno ydesangrante para los demás, ayuda a entender

Page 20: Imperio Chavin

Sin embargo, invariablemente todos losimperios, pisoteando esas verdades, y empi-nándose sobre la fantasía y la soberbia, ma-ñosamente han enarbolado como una de lasmejores herencias de sus conquistas la divul-gación de “su” idioma entre los pueblos do-minados. Y el hecho de que en los textos dehistoriografía tradicional, de manera virtual-mente unánime, se haya admitido y aceptadoesa trampa, pero sacralizándola hasta presen-tarla como un “mérito”, no convierte a ésteen tal, ni al embuste en verdad.

El idioma del pueblo hegemónico, másaún si el proceso de dominación es largo,inexorablemente se difunde pero por razonesdistintas a la de su falaz y pretendido mayorvalor intrínseco. Se difunde, en primer lugar,y por ridículamente obvio que parezca, (a)porque es el único idioma que habla la in-mensa mayoría de los habitantes del puebloconquistador. ¿Qué más podrían, pues, sinohablar y difundir la única lengua que cono-cen? A este respecto, la historiografía tradi-cional sigue cayendo en el mismo ridículodel despistado y candoroso gallego que en elsiglo XV se asombraba del “mérito” de losniños de Francia que sabían hablar francés.

El idioma del conquistador se difundeademás, y compulsivamente, (b) para poderextraer más eficientemente riquezas a lospueblos dominados. Pero también (c) porqueen el proceso de la conquista los nativo-hablantes, víctimas de las guerras de con-quista, del genocidio y la sobreexplotación,son relevados por niños que, casi sin alterna-tiva, asumen la lengua del conquistadorimpelidos por sus padres, como último recur-so en legítima defensa de la vida y futuro desus hijos.

Se difunde asimismo, (d) porque cientosy miles de niños de los pueblos dominadosson hijos mestizos de los conquistadores.Pero también (e) porque miles de adultos de

los pueblos sojuzgados pronto aprenden quela única manera de conseguir aunque fueraalgunos peldaños de ascenso social es ha-blando la lengua del conquistador. Y, (f)porque sin ninguna duda, sólo hablando elidioma del conquistador puede asimilarsebien el cúmulo de elementos culturales nue-vos que lleva sus dominios.

¿Tenemos derecho a presumir que lospueblos dominados por Chavín escaparon aese esquema? No. Porque nada hay en la his-toria andina que insinúe siquiera que los pue-blos de esta parte del mundo eran sustancial-mente diferentes a los de otras latitudes. Yque haga presumir, en consecuencia, queaquí se dieron fenómenos profunda y cualita-tivamente distintos.

¿Y a suponer por el contrario que todoello también se dio en los Andes en aquél re-moto período de la historia? Sí. Porque comovenimos encontrando hasta aquí –y comoextensamente se verá más adelante en estelibro y en Tahuantinsuyo: el cóndor heridode muerte, pero asimismo en En las garrasdel imperio– prácticamente todo muestra quela historia del mundo andino ha respondido alas mismas grandes constantes de la historiamundial. Salvo las formas externas, es decir,salvo las apariencias, esencialmente encon-tramos y encontraremos lo mismo en ésta yaquélla.

¿Cuál habría sido, pues, el idioma quedifundió Chavín en los Andes durante losdiez siglos de su hegemonía? Pues el que-chua. O, en términos caros a la lingüística, elproto–quechua. Esto es, ni más ni menos quela lengua que la historiografía tradicional, haatribuido su difusión panandina al ImperioInka.

Mas nuestra hipótesis es el resultado deuna larga deducción lógica retrospectiva queparte de la realidad idiomática que encon-

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traron los conquistadores españoles en elsiglo XVI. Y se sustenta además en los va-liosos, aunque muy poco difundidos, aportesdel reputado lingüista peruano Alfredo To-rero 229.

Permítasenos, sin embargo, dejar eldesarrollo de esa hipótesis para cuando en-frentemos el análisis del Imperio Inka enTahuantinsuyo: el cóndor herido de muerte.

El colapso del imperio

A despecho del sueño de sus mentores yadalides, la vida del Imperio Chavín no fueeterna. Diversos son los factores que concu-rrieron en el progresivo minado de sus fuer-zas hasta llevarlo al colapso. Veamos pues lasque asoman como más relevantes:

1) Los kurakas de los pueblos dominadoscumplieron el papel de intermediariosentre los miembros de su pueblo y lasautoridades imperiales. En un sentido,para transmitir y organizar el cumpli-miento de las disposiciones que llegabanal pueblo, o que emanaban del represen-tante del imperio en la localidad. Y, endirección contraria, disponiendo y orga-nizando el envío de los tributos y exce-dentes a Chavín de Huántar.

Administrando esos envíos, los kurakaslocales y los representantes imperialeslograron conocer de cerca cuán grandeseran los beneficios que recibía el pueblohegemónico y, en particular, el grupo do-minante en Chavín de Huántar. No es di-fícil imaginar cuántas desmedidas ambi-ciones se fueron gestando en el proceso.

El excedente que generaban los pueblosfue además usufructuado de manera dis-

criminatoria. En efecto, una parte delexcedente de producción era apropiada yconsumida por el kuraka del pueblosometido. Y otra parte fluía para ser con-sumida por la élite hegemónica. Así, enlos pueblos sometidos, entre el kurakalocal y el poder hegemónico externo fueapareciendo un común denominador: susintereses crecían a expensas de los deltrabajador. En esa alianza implícita seirían exacerbando los afanes autonomis-tas que cada vez más, entonces, adquiri-rían mayor envergadura.

2) De otro lado, la riqueza que los pueblossometidos transfirieron al pueblo chavínsólo podía tener dos formas de uso –con-sumo o inversión–, aunque múltiples ver-siones de cada uso.

Gran parte de ese excedente, quizá la in-mensa mayoría en los últimos siglos, fueorientado al consumo, fundamentalmentede la élite chavín. Sea en las versiones deconsumo directo, en forma de alimentos,bebidas, fiestas, vestidos o adornos per-sonales (para lo que el personaje retrata-do en la “estela Chavín” resulta un osten-sible e insuperable ejemplo); o bajo lasversiones de consumo indirecto: centroscívico–religiosos, palacios, y, por cierto,un presupuesto militar exorbitante. Ello ala postre crearía lo que hoy denominamospresupuestos crecientemente deficitarios.

3) Mas no sólo eso. Es una constante en lahistoria que la altísima proclividad al gas-to ha ido siempre de la mano con el abusopor el fasto y la ostentación; la lujuria y eldesorden anímico y espiritual y, en gene-ral todo tipo de privilegios excluyentes. Yen el caso de Chavín innumerables escul-turas líticas (que los textos muestranhasta la saciedad), reflejan ese clima desuperficialidad, ese ambiente suntuoso yde frívola ostentación que, sin duda, fue

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también minando paulatinamente lafuerza hegemónica. Y no dejan de serharto significativas otras evidencias. Seha comprobado, por ejemplo, que mien-tras las poblaciones pobres de Chavín deHuántar –los esclavos y los servidores dela élite– comían carne de auquénidosviejos, duras, magras y de menor valornutricional; la élite se alimentaba exclusi-vamente de animales tiernos, sabrosos ynutritivos 230.

4) La amplia hegemonía territorial delImperio Chavín supuso el sojuzgamientode muchos pueblos con los que no habíasimilitud idiomática. Los dominadoreschavín, por consiguiente, sólo contabanconsigo mismos para la materializaciónde su proyecto imperialista. Así, la másimportante restricción para acrecentar yretener sus dominios estuvo constituidapor la magnitud de su propia población:se extendió tanto como se pudieron des-perdigar sus habitantes en el territorioimperial (hasta aparecer débilmente enpequeñas guarniciones de frontera).

Ello, a la postre y contraproducentemen-te, terminó gestando y desatando la quefue una de sus mayores debilidades: supoblación dispersa y la sede imperial re-pleta de extranjeros. Si esto último fueconstatado en el viejo mundo en el casode la Roma imperial; y a su turno lo ates-tiguaron aquí en los Andes los conquista-dores y cronistas españoles en el caso delCusco 231, ¿qué nos podría hacer suponerque eso mismo no ocurrió pues tambiénen Chavín?

5) De otro lado, potenciadas las ambicionesautonomistas internas, muchos kurakaslocales y delegados del imperio no pu-dieron resistirse a la tentación de repro-ducir, en distintas dimensiones, las mo-dalidades imperiales de Chavín.

Sin embargo, al cabo de siglos de inicia-da la dominación militarista, muchos delos representantes imperiales en los pue-blos sometidos pertenecían a destaca-mentos cuyas familias tenían cientos deaños fuera de Chavín de Huántar. Eranlejanos descendientes de los primeros quehabían llegado a someter militarmente ala población en la que residían. Muy pro-bablemente, pues, estaban experimentan-do el tránsito entre la identificación con elcentro hegemónico a la identificación conel pueblo en cuyas tierras habían nacidoellos, sus padres y abuelos.

En ese contexto, en los pueblos someti-dos de los extremos del imperio, quizá ainiciativa del kuraka local y en conniven-cia con los representantes chavín, se fuegestando la ambición de ampliar losdominios conquistando pueblos allendelas fronteras del imperio. Si la conquistaresultaba exitosa, los protagonistas se for-talecían, aunque desarrollando un espíritucada vez más autonomista.

Así se fueron fortaleciendo algunos de lospueblos de los confines del imperio, que,finalmente, aprovecharon ese mayor po-der para escapar de la esfera del imperioy adquirir total autonomía. De maneraconcurrente, algunas aventuras de expan-sionismo autonomista habrían tenido re-sultado adverso y, a expensa de los intere-ses de sus promotores y del centro hege-mónico, fueron derrotadas, mermándoseasí el territorio del imperio.

6) Durante la primera fase del ImperioChavín, de expansión y dominación pací-fica del territorio, el pueblo chavín y lospueblos que aceptaron su hegemonía tec-nológica, tenían objetivos complementa-rios. Ello permitió que durante varios si-glos intercambiaran mutamente intereses–recursos materiales a cambio de tecno-

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logía–, en proporciones tales que todoslos pueblos comprometidos encontrabanequidad.

Pero el proyecto imperial en su segundafase resultaba intrínsecamente inacepta-ble para los pueblos dominados. A la per-manente usurpación de recursos se agre-gó, qué duda cabe, una crueldad muygrande. Ningún pueblo podía suscribircomo propio y aceptar un proyecto que enlugar de beneficiarlo lo perjudicaba. Así,a las condiciones objetivas para la rebe-lión –siempre presentes– sólo tenían queadicionarse los detonantes.

7) Postula la arqueóloga peruana RebecaCarrión que habría tocado también a lanaturaleza jugar un rol protagónico (y de-tonante). Recordémoslo: “... aluviones,cuyas huellas quedan en muchos sitiosarqueológicos... [En la costa] se produ-jeron lluvias torrenciales e inundacionesque asolaron zonas íntegras; valles antesflorecientes con densas poblaciones y vi-da económica próspera fueron sepultadoso arrasados por violentos aluviones. Cier-tos valles sufrieron más que otros, entreellos los de Lambayeque, Nepeña y prin-cipalmente Casma.

¿Fue acaso el fenómeno océano–atmos-férico del Pacífico Sur el detonante final?Quizá. Muy probablemente.

Lo cierto es que hacia el año 600 aCempezó a producirse, progresivo e inexora-ble, prolongándose hasta por dos largos si-glos, el proceso regresivo que no terminó si-no con el colapso del imperio. Si durante lasegunda fase del período de hegemoníachavín, el argumento de dominación másimportante había sido la fuerza, su fin ocu-rrió cuando los pueblos sojuzgados estu-vieron en condiciones de recurrir al mismoexpediente.

Fue sin embargo necesario que se dierauna condición insustituible: que todos lospueblos sometidos, simultáneamente –o casisimultáneamente–, se enfrentaran al conquis-tador. En efecto, una fuerza tan grande comola que debió acumular éste, sólo podía servencida con otra equivalente, constituida porla suma de muchas fuerzas, medianas y pe-queñas, de otros tantos pueblos sojuzgados,medianos y pequeños.

Ubicados en los extremos del ImperioChavín, quizá correspondió a los chankas eicas (paracas), en la cordillera y costa sur,respectivamente, y tallanes de Piura, en ellímite norte, ser los primeros en lograr su li-beración del imperio. Su ubicación, alejadadel centro hegemónico, contribuyó quizá afacilitar su objetivo. Y cuando estuvo debili-tado el poder imperial, llegó el turno a lospueblos limas, cajamarcas y chimú (mochesy mochicas). Pero también a los huancas ytarmas, en el macizo cordillerano central.

Entre los años 600 y 400 aC el territoriode los Andes fue escenario de una oleada deprolongadas y sangrientas guerras de li-beración. En ese período de la historia andi-na convergen dos hechos muy significativosreportados por la arqueología, y que malpuede dejar de relacionarse: la repentina ge-neralización de múltiples evidencias de gue-rra, entre ellas los primeros indicios de mili-tarización de los pueblos que habían estadobajo la férula chavín, y, precisamente, la li-quidación del imperio. Difícilmente esa con-junción fue sólo coincidencia. Parece, por elcontrario, un sólido indicio de que los pue-blos sometidos, alzados en armas, liquidaronal primer imperio andino.

En Piura –en el extremo norte de lacosta–, los tallanes (Vicús) han dejado porrasestrelladas de cobre fundido 232, hachas ypetos protectores 233; cerámica que presentapersonajes con cabezas–trofeo colgando del

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cuello o acaso ensartadas a manera de collar234 y otra muy variada cuya iconografía repro-duce prisioneros y guerreros 235.

Los moches de Salinar y de Gallinazo,dejaron en los valles de Chicama y Virú edi-ficios fortificados 236, mazas con puntas decobre, escudos 237 y fortalezas 238.

En la famosa textilería de los icas (para-cas), es muy frecuente la presencia de per-sonajes armados provistos de una o variascabezas trofeo 239. Han quedado también pun-tas de dardos, estólicas y fortificaciones 240.Incluso la especializada trepanación cranea-na que practicaron pudo surgir a consecuen-cia de la guerra 241.

A los huaraz y recuay las víctimas máscercanas de los chavín, les correspondió latarea de invadir Chavín de Huántar. Arra-saron con la mayor parte de las edificacionesy, en simbólica manifestación de odio y des-precio a quienes habían sido sus opresores,utilizaron como vivienda el gran templo cas-tillo de Chavín de Huántar 242.

Algunos autores –Del Busto entre ellos–atribuyen la “muerte” de la Cultura Chavín“a invasiones de pueblos poco conocidos, co-mo los Huarás [o huaraz] primero, y los Re-cuay después” 243.

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Fuente:– Kauffmann, Manual..., p. 305.

Ilustración Nº 13Manto paracas con cabezas-trofeo

Mapas Nº 13 - 14Inicio y fin de ladestrucción delImperio Chavín

Pueblos independizadostallanes

cajamarcasmochicas

mocheschavines - recuay

chavines - conchucoscasmas

chancaylimas

tarmashuancaschankasparacas

icasPueblos independientes

huancavilcascañarisnazcas

inkaskollas

Agric. del sur

Chavínde HuántarChavín

de Huántar

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Dicha aseveración encierra un grave errorde análisis e interpretación histórica. En efec-to, sólo podrían haber invadido el territorioimperial aquellos pueblos que no formabanparte de él. Y ese no era, ni mucho menos, elcaso de dichos pueblos.

Obsérvese otra vez el Mapa N° 12, y severá que ningún otro pueblo estaba física-mente tan cerca de los chavín como precisa-mente los recuay y huaraz, ubicados nadamenos que en el Callejón de Huaylas, esto es,en las inmediaciones de Chavín de Huántar.

Por su proximidad, ellos habrían sido, sinduda, los primeros en caer bajo la hegemoníachavín, antes incluso del triunfo de éstos so-bre los sechín. Por lo demás, no existe la másmínima duda sobre el control absoluto quelos chavín ejercieron sobre todo el Callejónde Huaylas y los distintos pequeños pueblosallí asentados. ¿Cómo imaginar entonces asúbditos del imperio invadiéndolo? Absurdo,por decir lo menos.

Entre los cajamarcas, fortificaciones eiconografía con escenas de violencia 244 sontambién indicio de la presencia de conflictosarmados. Y entre los lima, en los valles de lacosta central, aparecen construcciones quesugieren esfuerzos de fortificación 245.

Es decir, tallanes, chimú (moches ymochicas), cajamarcas, huaraz, limas e icas(paracas), pero también los chankas, eviden-ciaron, repentina y simultáneamente, las hue-llas de un violento proceso de independen-tista.

Mil años del primer imperio de los Andesconcluyeron tan dramática y ferozmente co-mo había comenzado su segunda fase. Laviolencia que había caracterizado el surgi-miento y consolidación de la misma adquirióquizá tanta o mayor gravedad durante laslargas y sangrientas guerras que acabaron

con él, y que exterminaron a la propia élitechavín.

“Los datos de que se dispone sugierenque un dominio creciente sobre los contornoses un concomitante de la desintegración másque del crecimiento. El militarismo [es] unrasgo común del colapso y la desintegra-ción...” 246. El comentario de Toynbee, dentrodel contexto de la historia mundial, se ajustaa cabalidad a este crucial pasaje de la historiaandina.

Ése fue el contexto en el que cayó elprimer imperio de los Andes. Y luego del quecada uno de esos pueblos reemprendió, conautonomía, la tarea de concretar su propioproyecto nacional. Esto es y usando nueva-mente la analogía empleada por Toynbee,tras la marejada chavín, los pueblos domina-dos “emergieron” otra vez a la superficie.

¿Fuerza objetivao desconcierto subjetivo?

Durante la vigencia del proyecto imperial chavínlos proyectos de los pueblos sometidos habían queda-do pues transitoriamente frustrados. A título de hipóte-sis, ello pudo ocurrir por distintas razones: a) porqueesos pueblos, sin excepción, cayeron en desconciertoy se equivocaron, y en vez de actuar en la dirección

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Gráfico Nº 33Detalle Cronológico (1 500) - (500)

Imperio Chavín(1 000)

(1 200)

(1 400)NaciónChimú

NaciónChavín

NaciónLima

NaciónIca

NaciónCkanka

NaciónInka

NaciónKolla

( 800)

( 600)

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necesaria para conseguir sus objetivos tomaronerróneamente otra, o b) porque, a pesar de que actua-ron en la dirección correcta, una fuerza externa, máspoderosa, actuando con violencia, frustró el proyectooriginal e impuso uno imperial.

No existe información suficiente para aceptar nipara descartar la primera hipótesis. Pero, en todo caso,sería harto sospechoso que, salvo chavín, todo el restode los pueblos errara en tomar la dirección que les per-mitiera alcanzar sus ojetivos. Los hechos, en cambio,parecen dar cuenta de que, en su segunda etapa, demodo cruento el pueblo chavín invariable e inexora-blemente impuso su fuerza militar y hegemonizó so-bre el resto impidiéndoles materializar sus proyectos.

En otros términos, muy difícilmente ocurrió quetodos los diferentes pueblos dominados desconocierancuáles eran sus objetivos. Ni que no supieran cómoalcanzarlos. Ni que perdieran la brújula que los o-rientaba en la dirección de sus objetivos. Ni que fue-ran incapaces de alcanzarlos. Y, tampoco que, aliena-dos, suicidándose inadvertidamente, actuaran todosellos en contra de sus propios intereses.

Ocurrió, simplemente, que a pesar su natural aspi-ración de autonomía, el pueblo chavín los dominó porla fuerza y les impuso su proyecto imperial.

Durante los dos primeros grandes períodos de lahistoria andina –recolección–caza y agricultura inci-piente–, los grupos humanos habían tenido a la natu-raleza como el más significativo límite para la conse-cusión de sus objetivos. Pero cuando los ayllus y los

pueblos andinos, en razón del copamiento de los espa-cios, empezaron a enfrentarse unos a otros, des-cubrieron que, además de la naturaleza, otros hom-bres, otros grupos, eran también un escollo para poderalcanzar sus objetivos.

Si hasta antes sólo habían enfrentado y paulatina-mente ido venciendo a la naturaleza, con la hegemoníadel pueblo chavín se había presentado la circunstanciade que el hombre andino debía, en adelante, enfrentartambién, e intentar vencer, a otros grupos andinos. Siantes se había enfrentado la fuerza dinámina y con-ciente de los grupos contra la naturaleza, había llega-do la hora de contrastar también a otras fuerzas di-námicas, a otros grupos humanos.

Cada grupo, para alcanzar sus objetivos, se com-portaba como una fuerza. La dirección (I —> O) enque actuaba esa fuerza era aquella que apuntaba hacialos objetivos. Y la magnitud o intensidad de esa fuerzaestaba directamente relacionada con los intereses quetenía y defendía cada grupo. Mayores intereses –máspoblación, más tierras, mejores técnicas y mejor tec-nología, etc.– implicaban mayor fuerza. Y, a mayorfuerza, la obtención de los objetivos se concretaba conmás facilidad y rapidez.

En definitiva, al iniciarse el proceso del imperia-lismo militar chavín, fue la suma de recursos y fuerzasdisponibles de cada uno de los protagonistas la quedefinió la viabilidad o inviabilidad de sus respectivosproyectos nacionales. Así, mientras los objetivos deexpansión y conquistas resultaban viables paraChavín, los de desarrollo autónomo –por lo menos

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Gráfico Nº 34Proyecto Nacional: objetivos viables e inviables

tiempo

fuer

zas

+ r

ecur

sos

t1 t 2

Obj. inviablesLímite de

recursos y fuerzasdisponibles Expansión

y conquistasObj. viables

I

Chavín

tiempo

fuer

zas

+ r

ecur

sos

t1 t 2

DesarrolloautónomoObj. inviableLímite de

recursos y fuerzasdisponibles

Obj. viablesI

Pueblos conquistados

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durante un período– eran inviables para los pueblos desu entorno.

Mas durante el cruento proceso, cada pueblo do-minado conservó latente su propio proyecto. En ex-presión de Toynbee, cada pueblo se “sumergió” 247 entanto pasaba la oleada de violencia y de hegemoníaque había impuesto Chavín, para emerger nuevamenteal cabo del colapso y caída definitiva de éste.

Chavíny la historiografía tradicional

Permítasenos aquí, a modo de colofón de estecapítulo, hacer una digresión final en torno al ImperioChavín y, en general, en torno a los fenómenos impe-riales e imperialistas del mundo andino.

¿Período Formativo o Imperio?

La historiografía tradicional reconoce general-mente la milenaria e intensa experiencia que vivieronmuchos de los pueblos andinos entre 1400 – 500 aCcomo “Período Formativo”. ¿No es arbitrario –y erró-neo– sentenciar que la “formación” de la cultura an-dina empieza con Chavín, cuando realmente empezómiles de años antes, al iniciarse el proceso de po-blamiento del territorio? ¿Cómo puede sostenerse queesa milenaria experiencia anterior de “formación” nocuenta, o cuenta muy poco, cuando fue realmentesobre esos cimientos que se edificaron la CivilizaciónChavín y las siguientes?

Pero en esa misma escuela se nombra y tipifica al“Período Formativo” también como “CivilizaciónChavín”, “Primer Horizonte”, “Horizonte Temprano”u “Horizonte Chavín”. El historiador peruano DelBusto, que habla de la “Cultura Chavín” 248, recuerdaque se le denomina además “Cultura Matriz” y “Ho-rizonte Viejo” 249.

Por su parte, muy desusadamente, el historiadorarequipeño Eloy Linares usa la genérica e imprecisaexpresión “Primera gran conquista”, al referirse a la“evolución socio política del Primer Horizonte” –yluego hablará de la “Segunda gran conquista”, parareferirse al “Segundo Horizonte” u “Horizonte Inter-medio” 250 (al que en este texto denominamos ImperioWari).

¿Son realmente esclarecedoras y adecuadas todas

esas denominaciones? ¿Son las más correctas? ¿Existela posibilidad de que arbitraria e inadecuada, y quizáhasta inadvertidamente esos nombres estén sustitu-yendo a otro u otros más adecuados, y con ello su-brepticiamente se esté encubriendo y retaceando partede la verdad?

Lo cierto es que la historiografía tradicional casiunámimemente desconoce la existencia de un imperio–el Chavín– durante ese prolongado período de la his-toria andina. ¿Pero cuál es el criterio que se ha utiliza-do para llegar a esa conclusión? ¿Ha sido acaso de-finido clara y explícitamente alguna vez?

Por su parte, el historiador peruano Luis G.Lumbreras afirma que es “difícil sustentar la tesis deque Chavín llegó a constituir un imperio”. Pero admiteque “no deja de ser tentadora la proposición, sobretodo para las fases más tardías de Chavín...” 251. ¿Perocuál es pues este segundo y distinto criterio que con-vierte en tentadora para Lumbreras la propuesta deque Chavín fue un imperio? Tampoco ha sido clara,completa y formalmente explicitado.

¿Y cuál ha sido tercero y necesariamente distintoa los de los anteriores el que permitió al historiadoralemán Ernst Middendorf intuir la existencia delImperio Chavín 252? ¿La grandiosidad relativa de lasobras materiales de un pueblo y la vasta difusión desus manifestaciones culturales en el tiempo y en elespacio son criterios suficientes y concluyentes? ¿Ycuán relevantes resultan los indicios de violencia y derelaciones de dominación, y los de transferencia derecursos hacia la sede del principal protagonista?

Estamos sin duda frente a un problema me-todológico muy serio e irresuelto. En efecto, un mis-mo objeto de conocimiento (la experiencia históricaChavín) viene todavía dando lugar a tres “verdades”distintas y mutuamente excluyentes: “no fue”, “es ten-tador admitirlo” y “sí fue un imperio”. Estamos pues aeste respecto como cuando hasta el siglo XV se sos-tenían como “verdades” irreductibles y tambiénexcluyentes la forma plana y esférica del planeta.

¿Llegaremos para el caso de Chavín a desentrañarfinalmente la verdad, de la misma manera que hoynadie duda que la Tierra es un globo casi esférico. Yde la misma manera que todos han convenido en queel Romano fue un imperio, y que en Egipto se su-cedieron hasta tres, el Antiguo, el Medio y el Nuevo?¿O mantendremos una ambigüedad como la que, al finy al cabo, prevalece sobre el caso de la Grecia antigua,para la que un conspicuo historiador como Carl Grim-

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berg concibe la existencia del “imperio ateniense” 253,en tanto que la inmensa mayoría de los historiadoreslo niega?

¿Cómo definimos “imperio”?

¿Con qué criterio han definido los historiadorespor ejemplo que sólo a partir de las primeras décadasdel siglo I dC el Romano fue un imperio acaso elimperio por antonomasia–?

Casi unánimamente se acepta que desde que Oc-tavio: a) concentró todo el poder político en su per-sona; b) recibió el título de imperator (que dará origena emperador) con lo que se le concedió el poder abso-luto sobre el ejército; c) recibió además el título deprinceps (que dará origen a príncipe) o primer ciu-dadano, y; d) el Senado Romano lo nombró augusto odivino (grande y honorable, según otras fuentes). “Asíempezó una nueva fase en la historia romana: el impe-rio” 254 se dice entonces clara, rotunda y textualmentea nuestros estudiantes–. Pero no son más elaboradas nisofisticadas, sino exactamente esas mismas las ra-zones que utiliza un erudito y enjundioso historiadorprofesional como Carl Grimberg 255. Y a la postre tam-bién las de Geoffrey Barraclough y sus colaboradoresde Oxford y Cambridge 256, y de muchos otros.

Muy extrañamente, y con alta dosis de ambi-güedad, porque ninguno lo explicita con claridadmeridiana, para ninguno de ellos la conquista, domi-nación y expoliación de territorios extranjeros son fac-tores relevantes en la definición de “imperio”.

Y conste que los enormes, densamente poblados yricos territorios de Cartago, Egipto, España y Franciahabían sido conquistados y comenzado a ser saquea-dos por los romanos antes del advenimiento de Au-gusto como emperador. De allí que, según parece conmayor objetividad y acierto, “los historiadores de laAntigüedad [vieron en César, el padre adoptivo deAugusto] el primer emperador de Roma” –como biennos lo recuerda Grimberg 257. Así, desdeñando criteriossustantivos y relevantes, y acogiendo más bien for-malismos legalistas, la historiografía tradicional hahecho suya una subjetiva versión de “imperio”, deinocultables raíces romanas.

Y mal puede extrañarnos que sea precisamenteésa la que se ha terminado imponiento en los dic-cionarios a los que recurre el ciudadano común y co-rriente. Así, en el Pequeño Larousse Ilustrado, entre

otras, se encuentra esta esencial, metodológica y cien-tíficamente inútil definición: “Estado gobernado porun emperador” 258.

Veamos. A ella se ajustan, entre muchos otros, loscasos del Imperio Faraónico, el Imperio Persa quegobernaron Ciro, Darío y otros, el del propio ImperioRomano que gobernaron Augusto, Trajano y otros; delInka que gobernaron Huayna Cápac y otros; y delEspañol que gobernaron Carlos V, Felipe II y otros.Nadie en cambio invistió como emperador a Pericles.Grimberg sin embargo no duda en reconocerlo comoprimer ciudadano del imperio ateniense.

Alejandro (“Magno”) nunca fue tampoco formal-mente investido como emperador. ¿Significa eso queno formó ni gobernó un imperio? Claro que lo formó.¿Por qué Barraclough –incurriendo en flagrante con-tradicción– habla de la existencia del Imperio Romanodesde antes de la investidura de Augusto, cuando for-malmente aún no había emperadores? Quizá nuncasabremos si Chavín y Wari tuvieron emperadores,¿significa eso que estamos condenados a no sabernunca si hubo esos imperios? ¿Qué definición es puesaquélla que es válida en unos casos e inválida enotros? Simple y llanamente, no sirve.

Mas hay otra definición de “imperio” que sinhaber sido adecuadamente explicitada es implícita-mente muy socorrida en los textos de Historia. Segúnella, hay o hubo imperio allí donde además de empe-rador o emperatriz (o sus equivalentes, faraón, inka,monarca, rey, soberano o sha; y, entre otros, zar ykaiser, derivados eslavo y germánico de césar), hayconsortes y príncipes herederos, palacios y castillos,pléyades de cortesanos y cortesanas, lujo, fasto, boato,esplendor, despliegue escénico y cursilería, grandesbailes y festines, amantes y validos, artistas en mece-nazgo y bufones, etc. Y, complementaria, aunque nonecesariamente, poder omnímodo, prepotencia, abuso,injusticia, conquistas y expoliaciones. ¿Cómo negarque esta definición está más bien cargada de ribetesversallescos, pero donde una vez más prevalece bási-camente la apariencia sobre la esencia de los hechos yprocesos históricos?

No es pues que la confusión del hombre común ycorriente, y de los textos que maneja, sea ajena yopuesta a la claridad de los historiadores. Es más bienuna consecuencia de la oscuridad y vaguedad y hastatrivialidad de los conceptos que muchos de éstos ma-nejan. ¿Cómo sino entender que el concepto “impe-rio” tampoco esté definido en un texto tan significati-vo y especializado como el Diccionario de términos

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históricos, donde sí figura en cambio “imperialismo”,extrañamente definido como “adquisición y adminis-tración de un imperio...” 259. Y que tampoco aparezcaen el Diccionario del mundo antiguo, donde en cam-bio aparece “imperium”, definido como “poder origi-nario y soberano de vida y muerte (...) del que eraninvestidos los altos magistrados [romanos]...” 260. Enuno y otro diccionario están sin embargo definidoscon precisión conceptos tan poco trascendentes como,por ejemplo, “infangentheof” (ladrón...) e “impilia”(medias o polainas...).

“Imperio” es sin género de duda uno de los térmi-nos más importantes, característicos y recurrentes enHistoria, esta milenaria e importante área del co-nocimiento humano. No obstante, resulta harto evi-dente que no tiene una definición explícita, de sentidounívoco, preciso e indubitable.

Por analogía podemos preguntarnos: ¿habría po-dido progresar la Química si los especialistas aún nohubiesen definido “átomo”, o la Física si todavía sevacilara en torno a lo que debe entenderse por “gra-vedad”? ¿Quién ha dicho que a la Historia no le corre-sponde definir, precisar y formalizar sus conceptos?

Ése –debemos reconocerlo– es parte del largo ycostoso camino hacia la construcción científica de laHistoria, que no tendría porqué no transitar por él.

Pues bien, a nuestro juicio, a Chavín –pero tam-bién a Wari, Tiahuanaco y Chimú, como veremos másadelante, pero además al Inka, al que analizamos enTahuantinsuyo, el cóndor herido de muerte–, y amuchos otros en la historia mundial, corresponde ti-pificarlos como “imperios”, más allá de sus enormes ymúltiples diferencias de apariencia. Para tal efecto, lahipótesis general que hemos manejado se sintetiza yabstrae en la siguiente definición:

Imperio es el dominio (estructural y sistemático)que ejerce un pueblo, nación y/o Estado (hege-mónico) sobre otra u otras naciones, pueblos y/oEstados (dominados), y a través del que aquélobtiene beneficios objetivos (identificables y men-surables) a costa del perjuicio (también objetivo)de éstos.

Nuestra hipótesis es pues que bajo los imperioshay una nítida relación asimétrica entre las partes: unadomina de manera clara e irrecusable. Y es precisa-mente la única que se beneficia, habida cuenta de lasumatoria total y objetiva de los bienes y servicios quecirculan desde y hacia ella.

El dominio, predominio, hegemonía –o como pre-fiera llamársele– puede ser militar, comercial, político,tecnológico, o de una cualquiera de las múltiples com-binaciones de esos e incluso otros factores como lareligión y/o la ideología.

Típicos imperios militares fueron, por ejemplo,los que formaron, contribuyeron a formar y/o gober-naron, Ciro desde Persia, Alejandro desde Grecia,César desde Roma y Carlos V desde España. Militar ycomercial fue el Imperio Ateniense sobre el resto delos pueblos del Egeo y de gran parte del Mediterráneo.Militar, tecnológico e ideológico –pero también mili-tar– fue el Imperio Egipcio sobre gran parte de lospueblos de su entorno en África y Asia Menor. Militar,comercial y tecnológico fue el Imperio Inglés a partirde la Revolución Industrial, etc.

Así, y volviendo otra vez sobre el mundo andino,Chavín habría experimentado dos tipos de hegemoníaimperialista: tecnológica, durante sus primeros qui-nientos años; y militar en los siguientes quinientos yhasta su liquidación. En el decurso de uno y otro pro-ceso habría obtenido beneficios gigantescos a cambiode un equiparable perjuicio material y humano en lospueblos sojuzgados. Pero nada menos que por espaciode casi mil años.

La caída y colapso de los imperios

Resulta suficiente esa última razón para entenderla violencia –en evidente, generalizada, prolongada ycostosísima insurrección– con que a todas luces habríasido derruido el Imperio Chavín.

Insistimos en la hipótesis de que el colapso delimperio habría sido causado por una insurrección ge-neralizada contra Chavín –catalizada por una gravecrisis climática que habría generado hambruna–, por-que no puede considerarse una simple casualidad lacoincidencia en el tiempo de:

a) el masivo proceso de militarización de los pue-blos sojuzgados y;

b) la caída del imperio. Uno y otro hechos históricosnecesasiamente estuvieron relacionados.

No obstante, la historiografía tradicional se niegaa plantearse esa hipótesis. Tanto para Chavín comopara otros imperios andinos. No enfrenta problemapara explicar la caída del Imperio Chimú, que fue con-quistado militarmente y pasó a formar parte del Im-perio Inka. Ni para explicar la caída de éste, que fueconquistado por el Imperio Español.

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Las invasiones bárbaras en los Andes

¿Pero cómo ha resuelto la historiografía tradi-cional el importantísimo y trascendental enigma de lacaída y colapso final de los imperios Chavín, Tiahua-naco y Wari?

Pues recurriendo, invariablemente –y sin rubor–, aun expediente de también inocultable tinte romano: lahipótesis de las “invasiones bárbaras” 261. Veámoslopues, recurriendo a Del Busto y su emblemático textoPerú Preincaico:

1) Chavín: “se ignora como murió, aunque sesospecha que se debió a invasiones de pue-blos poco conocidos...” 262.

2) Tiahuanaco: “...cayeron sobre [sus protago-nistas] unos bárbaros...” 263.

3) Wari: “Los (...) habrían sido el pueblo bárba-ro que (en opinión de muchos) dio el golpe degracia al presunto Imperio Huari” 264.

La hipótesis de las a su vez presuntas “invasionesbárbaras” contra Chavín, Tiahuanaco y Wari es, entodos los casos, absurda e insostenible. Ninguno delos supuestos “pueblos bárbaros” a los que se atribuyela acción eran ajenos o extraños a dichos imperios.

Los huaraz y recuay, en el primer caso; unos pa-rientes de los kollas o aymaras actuales, en el segun-do, y; nada menos que una parte de los chankas, en eltercero; eran, sin asomo de duda, parte de cada uno deesos respectivos imperios. Pero ni siquiera formabanparte de los alejados extremos de los territorios domi-nados. Sino que más bien estaban ubicados en laspropias inmediaciones del centro hegemónico. ¿Cómopodían pues invadir un imperio quienes formaban par-te de él 265?

Podían sí, llegado el momento, y dadas una seriede circunstancias favorables, invadir el centro hege-mónico de la nación y/o la élite que los había sojuz-gado, y saquearlo hasta terminar destruyéndolo. Masello sólo alcanza a explicarse como colofón de un pro-ceso de insurrección generalizada en todo el territorioimperial.

Es decir, luego de que el poder hegemónico, de-rrotado en mil frentes de batalla, había perdido todassus fuerzas, hasta ser incapaz de dominar una incur-sión física que, en otras circunstancias, habría sidofácilmente doblegada, como en efecto muy probable-mente había ocurrido en más de una ocasión anterior.

Los mayores vacíos de la Historia

La caída, colapso y desaparición final de los im-perios es probablemente, entre los temas sustantivos,el menos estudiado de la historia andina. Aunque,dicho sea de paso, no es más desarrollada, estructura-da, coherente y verosímil la versión que se nos dasobre su gestación y consolidación. Pues bien, reve-lando la insignificante importancia que la historio-grafía tradicional concede a la caída, colapso y desa-parición final de los imperios, este tema ocupa en ellamenos de la centésima parte del espacio que le dedicaal estudio de la cerámica precolombina, quizá su temade más absoluta predilección.

Del Busto, por ejemplo, tras treinta páginas mos-trando con fruición la “Cultura Chavín”, vertiginosa-mente concluye su relato dedicando siete líneas a lamuerte del Viejo Horizonte. Más adelante le resultasuficiente un párrafo, entre dieciséis páginas, para elcaso de Tiahuanaco. Y medio párrafo entre nueve pá-ginas para dar cuenta del fin del que asume como“presunto” Imperio Wari.

Así, virtualmente se nos presenta esas centenariasexperiencias históricas muriendo de improviso, comoproducto de un inesperado, lamentable e inexplicableinfarto masivo e indefectiblemente letal.

No deberíamos sin embargo hablar de “muertepor infarto” allí donde el historiador recurrentementenos presenta a quienes debemos imaginar como los“victimarios” de sus respectivos imperios: los “bár-baros” pueblos invasores. Siendo así, insinuándonossendos “asesinatos”, la historiografía tradicional de-bería sentir la imperiosa obligación y necesidad deuna seria y profunda “autopsia” que defina con meri-diana claridad las causas del deceso.

No obstante, en ostensible inconsecuencia con susinsoslayables y subjetivas simpatías (que nada tienende científicas y sí mucho de ideológicas), e incurrien-do en incongruencia con la hipótesis implícita, noemprende sino que rehuye acometer la “autopsia”.

Así, pues, en el contexto de los brevísimos y do-cumentalmente pobres desarrollos sobre la caída, co-lapso y desaparición de los imperios andinos, la filoro-mana hipótesis de las presuntas “invasiones bárbaras”,tiene serios e insuperables vacíos y debilidades.

En efecto, no se nos explica: a) cómo repentina-mente perdieron su extraordinaria fuerza (económica,política, social y militar) los pueblos que fueron ca-

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paces de crear grandes civilizaciones o culturas; b)dónde estaban (supuestamente fuera del ámbito hege-monizado por aquéllas) y qué hacían durante el es-plendor de las mismas los presuntos “pueblos bár-baros”; c) cómo adquieren éstos esa cierta fuerza (so-cial y militar) que les permite finalmente adquirir unrol protagónico, y; d) por qué, en fin, se nos presentea estos importantes protagonistas sólo en el desenlacefinal, y nada menos que liquidando o contribuyendo aliquidar a aquéllos.

Las causas objetivas y

silenciadas del colapso

La pérdida de fuerza de las grandes civilizaciones,que erróneamente la historiografía tradicional insinúacomo un fenómeno de repentina aparición y vertigi-noso, debió ser, más bien, un proceso muy prolongado–una larga “agonía”–.

Debió ser un proceso lento y progresivo. Debióresultar imperceptible durante mucho tiempo incluso alos ojos de la élite protagonista. E irreversible paracuando eventualmente se dieron cuenta del inexorablefin que se cernía sobre su protagonismo, la sedehegemómica, y sobre sus propias testas.

Pero, por sobre todo, nuestra hipótesis general esque el colapso final de los imperios andinos debió serel resultado de la conjunción de algunos o muchos delos siguientes factores objetivos:

1) Expansión geográfica desmedida, con la conse-cuente dispersión y fraccionamiento de las fuer-zas sociales y militares de la nación hegemónica.

2) Haber generado su propia vulnerabilidad al dejaren manos de los pueblos sojuzgados el íntegro delabastecimiento (alimenticio, maderero, minero,etc.) del poder hegemónico.

3) Haber poblado mayoritariamente la sede hege-mónica con esclavos y servidores de los pueblos ynaciones dominados;

4) Haber desatado desmedidas ambiciones (econó-micas y de poder), e incluso autonomistas, entrecientos y miles de funcionarios de la propia na-ción hegemónica y de los propios pueblos someti-dos;

5) Haber predominado una altísima proclividad algasto por sobre la inversión, destinando propor-ciones exageradas del excedente económico ge-nerado dentro del imperio a:

– consumo ostentoso y suntuario– obras materiales de carácter no reproductivo,– gastos militares de ocupación y sometimiento.

6) Haber concentrado casi el íntegro de los benefi-cios en manos de una élite privilegiada y exclu-yente muy reducida;

7) Haber concentrado casi el íntegro del consumo yde las obras no reproductivas, así como el íntegrode la escasa inversión, en la sede central del poderhegemónico; esto es, centralismo económico.

8) Haber impuesto métodos de sojuzgamiento y re-presión violentísimos, cometiendo innumerablescrímenes y excesos y muy probablemente geno-cidio;

9) Haber realizado masivos y compulsivos trasladosde las poblaciones dominadas dentro del territorioimperial;

10) Haber impuesto una gigantesca maquinaria deamedrentamiento, chantajes, delación y espiona-je;

11) Haber impuesto, como compensación a los privi-legios de la élite, un sistema generalizado de co-rrupción a cargo de todos los estamentos del apa-rato de administración imperial;

12) Haber sometido a los pueblos dominados a unexagerado sistema impositivo confiscatorio, con-denándolos a la más extrema pobreza, con sussecuelas de miseria material, hambruna, enfer-medades y muerte.

13) No haber tomado previsiones adecuadas para ca-sos de masivo desabastecimiento alimenticio;

14) Haber sido objeto de graves agresiones externas;

15) Haber sido objeto de graves inclemencias climáti-cas y/o de otras formas lesivas de fenómenos na-turales;

16) Haber la élite dominante ideologizado y mitifica-do las razones objetivas de la generación inicial desu fuerza, habiendo además creído que tales

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condiciones serían estables e inamovibles, autoa-sumiendo por último que su poder omnímodo se-ría eterno;

17) Haberse desatado al interior de la élite dominanteferoces e implacables luchas por el poder, congrave merma del poder hegemónico;

18) Haber creído la élite dominante que los pueblossojuzgados estaban dispuestos a aceptar, por eter-na memoria, una situación tan degradante y perni-ciosa, y;

19) Haber creído la élite dominante que, cualesquieraque fueran las circunstancias, los pueblos domi-nados eran absolutamente incapaces de acometerla tarea de su propia liberación.

El análisis y contrastación de esas hipótesis, oaunque sólo fuera de algunas de ellas, habría ocupadoa la historiografía tradicional un espacio (y esfuerzo)bastante más abultado y sustantivo que el que hastaahora, que no pasa de ser lacónico y epidérmico, le hadedicado a un tema tan trascendental. Y habría sidosuficiente para que, con un mínimo de escrupulosidad,un capítulo estelar como la historia de Chavín hubiesedejado de cerrarse en términos tan poco científicoscomo: “Acaso todo sucedió en un tiempo impreciso,tiempo en el que las serpientes talladas se retiraron ainvernar, los caimanes se confundieron con el lodo, lasharpías plegaron sus alas, y el terrible felino se quedódormido” 266.

No, el colapso y desaparición del Imperio Chavín–como el de todos los imperialismos que ha conocidola historia– no es un asunto de serpientes, caimanes,harpías y felinos. Es el resultado de infinidad de gra-vísimas fallas, errores, crímenes e injusticias. Y, endefinitiva, la consecuencia inexorable de un ominosomodelo político–social que engendra y desata al inte-rior de sí mismo los mecanismos de su propia destruc-ción.

El ahistórico y antipedagógico disfraz

Desde que asumió la tarea de “estudiar” las expe-riencias del Viejo Mundo, la historiografía tradicionalha incurrido sin embargo en el error de evadir el serioy concienzudo análisis del colapso sucesivo de susgrandes civilizaciones e imperios. Los casos de Greciay Roma resultan paradigmáticos. Con ellos se diseñóla matriz con la que luego habrían de concluirse todas

las historias imperiales. Apenas –casi como un simpleritual–, se cumple apretada y escuetamente con elcompromiso incómodo de señalar algunas probablescausas. Mas generalmente se señala sólo las subalter-nas. De consuno se obvia señalar más más impor-tantes.

Así, la Historia –contradiciéndose con sus másvaliosos pero líricos postulados– no contiene real-mente el recuento desarrollado y analítico de losgraves y reiterativos errores en que han incurrido lasélites y los pueblos durante su desarrollo histórico.Que objetivamente merece tanto o más desarrollo queel recuento de fechas y batallas, de personajes ypequeñas aventuras.

Desconociéndolos, y sin ninguna posibilidadentonces de poder asumirlos concientemente, las éli-tes y los pueblos empecinadamente han vuelto sobresus pasos incurriendo una y otra vez en los mismoserrores, con lamentablemente los mismos e inexo-rables resultados. De allí que, tras espectaculares yharto ponderados despliegues de civilización, al cabode los imperios subsecuentes y tras sobrevenir elcolapso de éstos, gigantescos espacios del planeta hancaído en penosos y costosos períodos de retroceso yoscurantismo, casi volviendo a construirse otra vezdesde cero.

Pero, ¿puede seguirse considerando que esas tangraves omisiones de la historiografía tradicional sonerrores inadvertidos e involuntarios? No, no podemoscaer en tamaña ingenuidad. Si por un instante dejamosde analizar y enjuiciar a la historia (el pasado), ypasamos a enjuiciar la Historia tradicional (las ver-siones oficiosas de aquél), nuestra primera hipótesis esque dichas omisiones serían quizá la mejor evidenciade que –como harto y desde antiguo se sospecha– éstaha sido escrita desde la perspectiva y en función de losintereses del poder, esto es, de los poderes hegemóni-cos.

Y una segunda y estrechamente relacionadahipótesis es que los poderes hegemónicos de turno,conciente o inconcientemente, están identificados conlos que lo precedieron: unos y otros, al fin y al cabo,se sustentan en los mismos mecanismos de domina-ción, esto es, en los mismos errores y latrocinios.Tienen pues también, entonces, un común aunqueimplícito interés en ocultarlos y silenciarlos.

Así pues, pero además en el contexto de su penosaincapacidad de crítica a la matriz histórica greco-romana, grotescamente transplantada a nuestra histo-

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ria, la historiografía tradicional andina viene ocultan-do y retaceando la existencia de precisamente los tresimperios que no sucumbieron ante las armas de otro:Chavín, Tiahuanaco y Wari.

Ello, además de darle licencia para dejar deexplicitar sus errores y latrocinios, le permite obviar elseñalamiento de las correspondientes responsabili-dades de las élites, pero también de los pueblosinvolucrados. Y, en lo que a la postre parece ser suobjetivo más caro, le permite silenciar importantísi-mos procesos de insurrección generalizada y de li-beración, que sin duda resultan tan comprometedorese incómodos a los intereses de los poderes tiránicos eimperialistas de ayer, hoy y de siempre.

Cuán ideológicamente incómoda le debe resultara la oficiosa historiografía tradicional poner a prueba,primero, y eventualmente probar, luego, que es unaconstante histórica que todos los imperios –salvo queantes sean conquistador por otros– están condecados asucumbir ante la fuerza de los pueblos que dominaron.

Mas como a todas luces la farsa le resulta pesa-dísima y enorme, la historiografía tradicional ha senti-do la imperiosa necesidad de llenar el vacío de algúnmodo. He ahí que, de improviso, sin escrúpulos, sin elmás mínimo fundamento, y tan breve como un slogan,se hace aparecer por lo menos algunos culpables: losinvasores bárbaros. Y para que los textos no pierdan suinútil pero sacralizada prosa romántica, se adicionaserpientes, caimanes, harpías y felinos.

Hasta diríase que, sibilinamente, para que nues-tros estudiantes terminen internalizando y asimilandola existencia de misteriosas e ineluctables manos enlos asuntos de la historia. Santo remedio y a revizarotra “cultura”, con la misma superficialidad y con lasmismas deformaciones con que se revisó la prece-dente.

Mas para que el conjunto de la obra tenga ribetesformales (a duras penas cuasicientíficos), y para ter-minar de escamotear la verdad, se sustituye entoncesen el caso de Chavín “imperio” por los inocuos y asép-ticos “formativo” u “horizonte” o, más eficazmentetodavía, con un término reputadísimo: “civilización”.

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